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La arquitectura ritual durante el período medio del noroeste argentino prehispánico Inés Gordillo Introducción La propuesta de este trabajo es explorar el paisaje construido de Aguada, focal izando el tema del espacio ritual público a trav és de variables arqu eo lógicamente significativas y mensurables , tales como los atributos arquitectónicos visuales, las dimensiones relativas o el orden distributivo, y aludiendo particulaimente a su potencial comunicativo y s imb ó li co. Con ese propósito , he seleccionado un conjun to de sitios que presentan atributos de arquitectura ceremonial. Casi todos son objeto de actuales investigaciones por parte de diferentes arqueólogos , motivo por el cual remito a ellos con frecuencia a lo largo del texto. El punto de partida es la información provista por mis investigaciones en La Rincona- da o Iglesia de los Indios (Ambato , Catamarca) , las que definen aspectos claves del paisaje arquitectónico, referidos a las características particulares del sitio (arquitectura monumental, recorte de espacios rituales, áreas públicas, variabilidad de asentamientos, etc.) y a su situa- ción en una época de incremento de la complejidad y de la diferenciación social (Gordillo 1995 y 1999). Se trata de un lugar clave para avanzar en la problemática inherente a la cultura de La Aguada, pues permite abordar cuestiones centrales a la misma en el ámbito de lo social, político e ideológico , y nos lleva a evaluar su participación e incidencia en la intrincada es tructura de relaciones a escala regional y macroregional. Si bien el análisis se centra en los sitios reconocidos como ceremo ni ales, la temática propuesta se inscribe en una discusión más abarcadora, referente a la variada trama socia l y étnica tejida durante el primer milenio de la Era en el espacio surandino y, particularmente, en Nº 39, segundo semestre del 2004 257

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La arquitectura ritual durante el período medio del noroeste argentino prehispánico

Inés Gordillo

Introducción

La propuesta de este trabajo es explorar el paisaje construido de Aguada, foca l izando el tema del espacio ritual público a través de variables arqueo lógicamente significativas y mensurables , tales como los atr ibutos arquitectón icos visuales, las dimensiones relativas o el orden distributivo, y aludiendo particulaimente a su potencial comunicativo y simbólico.

Con ese propósito, he seleccionado un conjun to de sitios que presentan atr ibutos de arquitectura ceremonial. Casi todos son objeto de actua les investigaciones por parte de diferentes arqueólogos , motivo por el cual remito a el los con frecuencia a lo largo del texto.

El punto de partida es la información provista por mis investigaciones en La Rincona­da o Iglesi a de los Indios (Ambato , Catamarca) , las que definen aspectos claves del paisaje arquitectónico, referidos a las características particulares del sitio (arquitectura monumental, recorte de espacios rituales, áreas públicas, variabilidad de asentamientos, etc.) y a su situa­ción en una época de incremento de la complejidad y de la diferenciación social (Gordillo 1995 y 1999). Se trata de un lugar clave para avanzar en la problemática inherente a la cultura de La Aguada , pues permite abordar cuestiones centrales a la misma en el ámbito de lo socia l, político e ideológico, y nos lleva a evaluar su participación e incidencia en la intrincada es tructura de relaciones a escala regional y macroregional.

Si bien el análisis se centra en los sitios reconocidos como ceremoniales, la temática propuesta se inscribe en una discusión más abarcadora, referente a la variada trama social y étnica tejida durante el primer milenio de la Era en el espacio surandino y, particularmente, en

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la región Valliserrana del NOA. Allí, Aguada define un momento histórico específico. el Período Medio (600-1000 D.C.) , caracterizado por significativos cambios en la organi zación sociopolítica y por un conjunto de poblaciones que participan de un capital simbólico co­mún , el cual se manifiesta en íconos reli giosos recurrentes, centrados en las imá~encs felínicas, humanas y en la combinación entre ambas (fig. 2 y 3).

Desde una perspectiva amplia, el vasto territorio ocupado por Aguada - y que funda­mentalmente se identifica con ese repertori o iconográfico específico- podría integrarse den­tro de una unidad macroregional , definida a partir de una compleja trama de interrelaciones entre sociedades diferenci al mente locali zadas en los Andes del sur (Baldini, Gordillo y Kusch 1995) , establecida a partir de un tráfi co caravanero de amplio alcance 1 (Nuñez y Dillehay [ 1979] 1995). En este mismo sentido apunta Llagostera al hablar, con referencia a ese ámbito. de un sistema de complementación, generalizado tempranamente pero fortalecido para la época que nos ocupa. Tal sistema habría funcionado sobre la base de una es tructura macro­reticular, " ... un conjunto de nodos articulados en una red interactuante bajo patrones de reciprocidad comunes , comprometiendo a un numeroso contingente de etnias y de ambien­tes ecológicos diversificados ... " (Llagostera 1995: 29).

Dentro de este sistema macroreg ional, Aguada parece moverse con cierto grado de unidad2, repitiendo un esq uema similar pero de menor extensión y con mayores lazos de identidad sociocultural. Este fenómeno habría sido posible en virtud de la diversidad de ambientes y recursos comprendidos en su espacialidad, así como de una trayectoria históri­ca parcialmente compartida. De esta forma, Aguada representa un proceso de integraci ón que involucra distintas poblaciones locales de un área bastante extensa del NOA, las que habrían participado en mayor o menor medida de un sustrato ideológico religioso común y de antigua data en los Andes del sur (Pérez Gollán, 1986).

En este contexto general, ciertos aspectos que podemos vi sua li zar en La Rinconada y otros centros ceremoniales, cobran especial significado. Me refiero, por ejemplo, a los elementos vinculados a la ideología religiosa y su expansión, a la diferenciación de los segmentos sociales asociados al culto, a su rol en la formalización de estructuras de poder, a los mecanismos implementados para definir el control de los recursos humanos y naturales, etc. Sin duda, el paisaje arquitectónico ritual -el tema de este trabajo- es un campo propic io para el análisis de tales cuestiones, en especial si asumimos que es un medio de c reación y reproducción del orden social e ideológico.

Sobre la base del modelo "altiplánico" de integrac ión propuesto por Browman ( 1980). habría ex istido una extensa red de intercambio, de tráfico andino a larga di stanc ia e interregional (particularmente inten sa entre el 300 y 900 d.C .) que inc luye al NO argentino, siendo Tiwanaku el mayor centro comercial. Este modelo da cuenta de la dispersión directa e indirecta, no sólo de materias primas y productos, sino también de valores culturales e ideológicos a través de la variedad soc ioespacial surandina.

2 Este aspecto se evidencia, por ejemplo, en los hallazgos ele San Pedro ele Atacama. donde Aguada mantiene su identidad original e n relación a Tiwanaku y San Pedro. Al respec to opina Ll agostera que " ... los objetos Tiwanaku, así como los objetos Aguada, aparecen como "intrusiones" puras, insertas en forma indiscriminada en una ergología loca l, sin un claro patrón el e distribución . excepto en relación al atributo ele poder y estatus, el que a su vez se ve ligado con el chamani smo y el manejo ele la interacción con otras zonas ... " (Llagostera 1995: 32).

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Conceptos teóricos y metodológicos

En el marco de la prohlemática de l espacio , de la construcc ión y la inc idenc ia de l mismo en la vida humana, es oportuno considerar la noción de paisaje en cuanto a su reva loración actual dentro de los procesos socia les e ideo lógicos, así como en los disti ntos alcances y recortes que ese concepto plan tea .

En contraposición con la vieja idea de l espac io dado , prees tab lecido y sujeto a in ter­vención humana, distintos au tores consideran ac tualmente al paisaje como un elemento dinámico, ele carácter materi al y cognitivo, que expresa y re formula en el espacio las re lac io­nes y sign if"icados socia les (Ti ll ey 1994 y 1996, Criado Boado 1999, Anschuetz 2001 , etc). Al respecto , Ti ll e y observa que los pueb los crean sus propios paisajes , y estos pa isajes actúan repet idamen te como respaldo y recreación de aq uell os . Como parte de un conjun to de con­venciones soc ializadas, la comprensión de l paisaje puede ser considerada una extensión de la vida soc ial misma, que aporta una serie de princip ios y fundamentos para vivir en re lación con los otros y con e l pasado (Ti ll ey, 1996). Y, en ese sentido el paisaje s ie mpre res ulta un a cons trucción socia l que, como toda rea li dad', no só lo esta formado por lo materi a l, sino también por lo ideal o imag inari o. En pa labras de Godelier " ... la percepción soc ial de un med ioambiente no só lo está hecha de las represent ac iones más o menos exactas de los lím ites de fu nc ionamiento de los s istemas tec noeconómicos, s ino también de los juicios de va lor (posit ivos, negati vos o neutros) y de creencias fantasmáticas. Un medioambiente ti ene siempre d imensiones imaginari as. Es el lugar de ex istencia de los muertos, la morada de los poderes sobrenaturales benévo los y malévolos, considerados como los q ue cont ro lan las cond iciones de reprod ucc ión de la natu raleza y de la soc iedad ... " ( 1984: 53).

Parale lame nte, aún cuando el paisaj e es una producc ión común , las personas ocupan posic iones d istinti vas respecto al mismo: como consecuenc ia de su gé nero, c lase, et ni cidad, sexo, edad, trad ición cultu ra l e hi stori a de vida, cada individuo ti ene un juego parti cul ar de posib ilidades que dan cuenta de su propio pa isaje. En este sentido, podría dec irse que los pa isajes son múlti ples o fragmentados (Thomas 2001 ).

La arquitectura, en su sentido más amplio, genera lugares diferenciados mediante dispos iti vos técnicos y conceptuales, espacios cuy os caracteres materiales y s imbólicos perfi lan el rumbo de las activ idades y la conducta social. A su vez, involucra al hombre en un espac io tridi mensional acotado, vita l en la fo rmac ión de la ex istencia individual y co lectiva. que só lo puede ser aprehendido a través de la ex."periencia directa, de la vivencia, lo cual in troduce inevitablemente la d imensión temporal en la arquitectura (Zev i 1992, Barrelt 1999).

Este recorte de l ambien te construido con una intervención materi a l humana -e l siti o­nos acerca más a la temáti ca propuesta. Se trata de un recorte operati vo para e l análi s is pero que en términos de sign ificac ión no puede aislarse de l conjunto, puesto que la s imbolog ía de l paisaje total inc ide dec id idamente en el espacio edifi cado y viceversa (Kolata 1993). Además, dentro de l último, también ex isten di stintos espac ios - domést icos, producti vos, ri tua les , personales , púb licos, etc.- que se complementan y superponen en una trama com-

3 Lo que define el car,ícter rea l de un fenómeno no es su cualidad física. si no su capaciuad de producir efectos observab les (Criado Boado. 1993).

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plcja, por lo que la arquitec tura ofrece un abanico de múltiples posibilidades al anál isis . Paralel amente, enti endo que el espac io arquitectóni co es una materialización de comporta­mientos y rel ac iones interpersonales -conscientes y no consc ientes-, los que son al mismo tiempo posibilitados y recreados por aquel. En consecuencia, e l espac io artific ialmente cons­truido, no es só lo una objeti fic ación o un resultado de acciones e ideas, sinb que además juega un papel activo en la gestación de las mi smas, tan to a ni ve l individ ual como grupal.

En este marco también resulta crucial el concepto de ideología que manejemos. S i la ideo log ía se define como la producción soc ial de significado (Moore 1996), entonces res ul ta obv io que en las sociedades jerarquizadas c iertos sectores de la comunidad -clases, clanes, linajes o individuos-es tarán en mejores condiciones para producir e imponer ideo logía . En tal es términ os es que podemos considerar la tendencia imperante en la literatura arqueológi­ca que entiende a la ideología como leg itimac ión de la des igualdad soc ial y de la dominación política, as ignándole un rol instrumental y conservador (Earl e 199 1 ), aún cuando no debe ignorarse la existencia de las ideologías alternativas o confrontadas a l poder (de la res isten­cia, la marginalidad , etc .), que pueden constituirse como un poderoso age nte de cambio soc ial (Hodder 1994, Miller 1995, etc.).

Una formulación arqueológica explícita de este problemática es la de Mark Lconc ( 1984) quien confiere a la ideo logía la función de enmascarar la arbitrariedad del orden soc ial, reproduciendo en lugar de transformar a la sociedc1J . La ideología toma las relaciones socia­les y hace parecer residentes en la naturaleza o la hi stori a, lo que las hace " inevitables" .

Si bien hay fo rmas encontradas de entender a la ideo logía en relación a los procesos soc iales, parece haber consenso explícito en la íntima re lación que se es tab lece entre aquella y la manera en que se organiza y usa el espac io . Según De Marrai s et al ( 1996), la ideo logía toma formas físicas concretas a través de procesos de materialización, los que resu ltan en un efect ivo recurso ele poder: ceremonias , objetos simbólicos, monumentos, ent re otros. La ideo logía, como cultura materializada, es un elemento significante ele la estrateg ia políti ca; a partir de que las ideas y preceptos ele una ideo logía adqu ieren fo rma física, pueden ser promulgados sobre una ex tensa pob lac ión a través de l ti empo.

La arquitectura es, en consecuencia, una fuente de poder. Primero, porque represen ta una medida de costo soc ial y de la capacidad para organizar y dirigir la invers ión ele trabajo. En segundo lugar, y fund amentalmente, porque implica un reconoc imiento soc ial del contro l - por parte de determinados sectores- ele los recursos que forman el capital s imbó li co. Este último se convierte en otras formas ele riqueza a través del poder, para influir sobre las acciones de la gente, y constituye la más importante forma de ac umulac ión en las sociedades no estatales (Nielsen 1995).

La línea de pensamiento que une la ideología del poder con la arquitectura tuvo un fuerte impulso con los aportes de Foucault, especialmente a través del fascinante ejemplo del Panóptico, un edificio diseñado para inducir el est_ado ele visibilidad consciente y permanen­te, asegurando el funcionamiento automático del poder (Foucault 1977). Para el caso, se trata de una íntima y explícita asociación entre ideología, mando social y el ambiente construido. Esto abre una estimulante vía ele análi s is para la arqueo logía, pero al mismo ti e mpo adverti ­mos que las relaciones espac iales asimétricas o las restri cciones ele acceso - corpora l y perceptual-, o bien otros aspectos referidos al tratamiento del espacio, no siempre manifies­tan tan claramente la concepción y el propós ito que los envue lve.

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Además, la cultura material - y el ambien te construido es parte de ella- no es simple­mente un reflejo directo de las concepciones ideológicas , ni traduce en forma inmediata las circunstancias soc iales, e incluso puede ocu ltar o distorsionar las verdaderas re laciones de poder(Hodderl994).

Pero si bien los pai sajes construidos no son un reflejo simple y directo de la ideología y el orden social , la arqui tectura pública ritual es tal vez, entre tocios e ll os, la que nos ofrece herramientas interpretati vas más claras para hab lar del esfuerzo colectivo dirigido y de la existencia de asimetría en las relaciones soc iales y políticas. Al respecto, asu mo que la arq uitectu ra pública ceremoni al involucra estrategias e intenciones diferentes a la arquitec­tura doméstica y, a grandes rasgos, se manifiesta físicame nte, en e l grado de acces ibilidad, la escala y e l impacto visual intencional. Es e l espacio de la comunicación social, e l instrumento para transferir - a un número e levado de personas- la in for mación que refuerza , recrea y con val ida la visión del mundo estab lec ida y su funcionamiento. Asimismo, la confi guración y los at ributos que presen ta son de carácter simbóli co: su forma también es mensaje.

Es en este marco teórico ge neral que intento una aproximación a l problema del espa­c io ritual público de los centros ceremoni ales de Aguada. Para e ll o , me interesa la propuesta analítica que Jerry Moore ( 1996) emplea en e l estudi o comparativo de la arq uitectura pública y monumental de la costa peruana. En primer término, dicho autor asume que e l aspecto visual de las construcc iones y la visibilidad arquitectónica son elementos qu e varían según la pos ic ión relativa entre objeto y espectador, debido en gran parte a los umbral es innatos de la visión humana y a las características del paisaje construido. Este último puede manipularse intenciona lmente para bloquear, reforzar o puntua li zar la pe rcepc ión visual y e l po tenc ial com unicati vo de las construcc iones.

Los atributos visuales son particularmente s ignificativos en la arquitectura monu­mental, y pueden ser objeto de medición y análisis, implementando los conceptos propues­tos por Tadahiko Hi guchi ( 1983). Con énfasis en la percepción del espectador y la importan­c ia cultura l del punto de vista, este investigador produce una metodología clara para trans­formar ideas sobre e l paisaje en propiedades mensurables. En este sentido, cobran importan­cia las variables rel ativas al ángul o de incidencia y los modelos de isovistas4, así como la obstaculi zac ión manifiesta y la organ izac ión de espac ios adyacentes.

M oore ( 1996) también aplica un conjunto de unidades de análisis o variables, tal es como duración , esca la , ubi cu idad , central idad y vis ibilidad , algunas de las cuales son implementadas con cambios en e l presente trabajo. En principio , se reemplaza aquí algunos de los términ os por otros que so n, según creo, más aprop iados. Así, en lugar de centralidad hablo de ubicación, puesto q ue centralidad se identifi ca más con una clase o atributo que con una variab le; e l término ubicación parece e l más apropiado y abarcativo de todas las

4 Siguiendo a Higuchi ( 1983 ), Moore define ángulo de incidencia en referencia a la intersección entre el plano de visión y la pendiente de un monumento; e l mapa de isovistas expresa como líneas continuas '\ los ángulos de vista se leccionados. Resultan sign ificativos para este tipo de estudi o las isovi stas correspondientes a umbrales en la percepc ión. El ángu lo de vista en tre e l espectador y un objeto alto varía progresivamente: la percepción vi sual cambia a los 18º grados cuando un objeto asume naturaleza monumental , a los 27º cuando ll ena el rango de visión del espec tador y a los 45º cuando los detal les son observables.

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instanci as clasificatorias. En lugar de esca la habl o de capacidad, entendiendo que se aj usta más a la idea de cantidad potenci al de personas que pueden ocupar s imultáneamente un espaci o determinado. Lo que Moore entiende por visibilidad aq uí es perceplibilidad, pues­to que e l concepto no se refi e re únicamente a la captac ión visual si no que in vo lucra la capacidad perceptu al humana completa. 1

En cambio, al habl ar de visibilidad me remito al concepto de Criado : '" ... a l hecho de que los res ultados de la acción social o la acc ión soc ia l misma, sean más , menos o nada conspicuos o visibles" (Criado 1993: 43). Las condiciones de visibilidad estarán entonces determinadas por la concepción espacial implíc ita en la acc ión soc ia l, que produce los dife­rentes ele me ntos del reg istro arqueológico. Sobre esta base, el autor define di stintas est rate­gias de visibilización , y entre ellas las de exhibición.. Dentro de estas últimas , los casos de es tudio parecen inscribirse mayormente en las estrateg ias de 1110 11ume11 taliz.oció11 , las que pretenden destacar la visibilidad de las creac iones soc iales en el espac io y e n el tiempo, y cuyo resultado más representativo son los monumentos.

Viene al caso, entonces, considerar qué entendemos por 111.011ume11to. C ri ado lo define como " ... un agregado de resultados intencionales concretados en un producto art ific ial visible en términos espacia les y que mantiene esta visibilidad a través de l ti empo" (Cri ado 1993: 47). Su escala y e laboración exceden los requisitos de las fun ciones prácticas de una construcc ión , que escapan al orden de lo doméstico o cotidiano (Trigger 199 1 ). Los monumentos son estruc­turas artificiales, de carácter público, diseñadas para ser reconocidas y para perdurar. Los atributos principales de un monumento son, entonces , su alta visibilidad espac ia l y su proyec­ción temporal. Son símbolos notables en e l paisaje a través de generaciones .

Por o tro lado, los monumentos deben ser analizados en su contexto edilicio y, desde esa perspectiva, la arquitectura pública es también un escenari o montado para la comunica­ción. En esto cabe preguntarse no só lo acerca del tamaño y orga nización del espacio cons­truido s ino también acerca de las pos ibilidades percepti vas que és te ofrece.

No pueden desconocerse los e fectos de la distancia y de las barreras t'ísicas sobre la percepción humana. Y dado que el ritual es una form a de comunicación, la acción ritual está parc ialmente acotada por los alcances de la percepción humana y, en a lgun a medida, la arqu i­tectura ceremonial re llcjará sus límites y variaciones. Un punto de partida para este análisis son los estudios de proxémica sobre los efectos de la distancia en la interacción interpersonal, los que postulan un a serie de umbrales y límites impuestos por la fi sio logía de los sentidos huma­nos. Hall ( 1966 y 1972) define las distancias correspondientes a tales umbrales de comunica­ción, estructuradas por las habilidades de la visión, la voz y el oído, establec iendo parámetros y características para la comunicación íntima, personal , soc ial y pública (cuadro 1 ).

Es en es te sentido que las investigaciones en e l campo de la proxémica (Hall 1966 y 1972; Altman 1975 y Ciolek 1980, citados por Sanders, 1990) resultan vali osas para la inter­pretación de los restos arquitectónicos, pues to que señalan un vínculo muy es trecho entre la estructuración del espacio construido y el comportamiento desp legado en las relaciones inte rpersonales. Con este enfoque también se han reali zado estudi os sobre el uso de l espa­cio en contextos domésti cos, que sirvieron para construir modelos basados en universa les cultural es, tal es como el espacio individual , la necesidad de definir límites y la búsqueda de privacidad (Steadman 1996). Así, se puede abordar el comportamiento humano por medi o ele los análisis de acceso y de proxémica (Sanders 1990).

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Cuadro 1: Distancia y percepción según Hall ( 1966)

Distancia en metros o l 2 ] 4 5 6 7 8 9 10 llm

Clases de Íntima- Social Pública Pública distancia Personal -cercana- -leiana-

Percepción Voz suave y Voz moderada. Voz fuerte cuando se habla Voz potente para hablar al público.

Oral- cuchicheo. Estilo cas ual o al grupo. A u dial Esti lo íntimo. cons ulti vo. Estilo formal.

Estilo cortante o impasible.

Visión de Deta ll es lle

Arrugas y Color de ojos no discerní ble, Dificultad para ver los ojos y las piel , di ent es .

detalles cabe ll o y cara .

pcstaiieo. soniisa y ceiio visibles. expres iones suti les.

Visión Cara en tera .

Parte superior Cuerpo completo y gestos Cuerpo completo y espacio de clara del cuerpo . corporales. alrededor dentro del camno visua l.

Visión Cabeza y Cuerpo Se ve si hay otras personas.

La visión de otras personas periférica hombros. completo. adquiere importancia .

El modelo proxémico ha sido cuestionado desde diversos enfoques (Griffin 1991 ). Una de las principales objeciones es que , además de la distancia, hay una multipliciclacl de factores que condicionan la comunicación y la conducta desplegada ante la ca-presencia en un espacio determinado . Además de la situación y el contexto, viene al caso conside­rar lo que Rapoport ( 1990) denomina "selting behavoiral ", para incluir la función del espacio, la actividad del grupo, el rol ele los usuarios y su experiencia, personalidad , edad y sexo.

No obstante las críticas, los estudios proxémicos refuerzan la idea de que la conducta está íntimamente ligada a la espacialidad. En alguna medida se relacionan las di stancias entre las personas y el comportamiento que ellas manifiestan para comunicarse. En el caso del espacio público, por ejemplo, el mensaje ritual deberá expresarse con intensidad visual y sonora para que sea captado y comprendido a grandes distancias. En tales términos , y considerando que el espacio arquitectónico es un elemento objetivo del registro arqueológi­co , este tipo de análisis es útil como una ele las formas de aproximarnos al despliegue simbólico del rito público.

Los sitios ceremoniales de Aguada

Como lo señalé inicialmente, me interesa abordar esta problemática con relación al fenómeno Aguada en general, considerando la estructuración del paisaje ritual y de la arqui­tectura pública que se registra en distintos ámbitos local es. En ese sentido, en distintos ámbitos de Catamarca y La Rioja existe un conjunto limitado de sitios conocidos a los que puede atribuirse un carácter ceremonial (figura 1). Además de la Iglesia de los Indios (La Rinconada), pueden considerarse: Choya 68 (Opto. Capayán, Catamarca), La Cuestecilla (Dpto. Famatina, La Rioja), Bañados del Pantano (Opto. Arauco, La Rioja) y, en un orden diferente, a las construcciones en lo alto del cerro Loma Larga del Shincal, en el Opto. ele Belén, Catamarca.

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Por su parte, habría que explorar cuál es el origen y carácter de los allpataucas de Chaquiago5 y otros del occidente catamarqueño, hasta ahora poco conocidos, que por el mo­mento quedan excluidos de este análisi s. Asimismo, tampoco se incluye los montícu los cubier­tos con diseños de piedras de colores, en el norte de La Ri oja, ( de La Fuente 1 ?73; Raviña y Callegari 1988) debido a que parecen responder a otra categoría de ordenamiento espacial, vinculada a un tipo diferente de representaciones y actuaciones sociales (Callegari et al 1996-98)

Con relación al sitio La Cuestecilla, Callegari (2000) ha implementado en forma parale­la una perspectiva de estudio similar a mi análisis espacial de La Rinconada y e n muchos puntos concordante a la presente propuesta, por lo que es posible establecer comparaciones más precisas en función de los mismos parámetros. Para los otros sitios en cuestión existe una base empírica y un cuerpo de datos de informaci ón que permite iniciar una aprox imac ión comparativa a la naturaleza del paisaje ritual.

Los cinco sitios seleccionados corresponden a distintos ámbitos geográficos , pero en todos e llos se registran elementos de clara adscripción cultural Aguada. No me extenderé en la descripción particular de los mismos, dado que casi todos están siendo trabajados desde hace años por otros investigadores que han proporcionado una nutrida y variada información al respecto/,. Pero sí me interesa tomar algunos aspectos específicos ele esa información, en función ele determinados conceptos operativos que considero rentables para e l estudio del paisaje ritual. Me refiero específicamente al análisis del espacio propiamente dicho (visibili­dad , estructuración espacial , ubicación , ubicuidad), ele su proyección en el tiempo (duración) y de sus cualidades para la comunicación ritual (capacidad y perceptibilidad).

Espacio y tiempo en el paisaje ritual

Visibilidad Tocios estos sitios observan construcciones especiales cuya presencia se destaca en

el paisaje . Este es precisamente el primer atributo que los distingue del espacio colidiano y los vincula a la esfera del ceremonialismo reli gioso. De hecho ha sido el rasgo discriminatorio para caracterizarlos como sitios ceremoniales.

La visibilidad espacial se logra a través ele estructuras macizas artificiales que deno­tan una considerable inversión social ele trabajo. Resultan del acondicionamiento ele montí­culos naturales (como en La Cuestecilla y aparentemente en Bañados del Pantano) o bien ele la construcción de paramentos y relleno (como en Choya 68). En el sitio de La Rinconada , donde la arquitectura maciza fue implementada en tocia la trama ed ilicia, la plataforma princi­pal se construyó aprovechando y resignificando un área ele acumulación de res iduos, me­diante muros ele contención, relleno adicional y rampas de acceso. Las dimensiones, la técnica constructiva y el diseño general ele tales estructuras, presentan características parti ­culares en cada sitio (cuadro 2).

S Tartusi y Nuñez Regueiro ( 1993) no encuentran cvid~ncias de plataformas ceremon ial es asoc iadas a estos allpataucas. González ( 1998) considera la posibilidad de que ex istan allí construcc iones rituales.

6 En Choya 68 trabaja un equipo dirigido por A. R. Gonzá lez. M. Baldini y J . Togo; las investigaciones en Bañados del Pantano están a cargo de M.F. Ku sch y en La Cuestec illa de M. Gonaldi. G. Raviña y A. Callegari. En Loma Larga, González ha realizado un estudio preliminar hace vari as décadas. retornando su interpretación en una publicación rec ien te (Go nzá lez 1998).

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C uadro 2: Características de las estruct uras macizas de los si tios ceremonia les .

Si t io a ltu ra

hase p la nt a diseño elevación Mate ria l

a ctua l cons truc tivo C hoya 68

6 111 26 111 ci rcu lar esca lonado artificia l piedra . adobe

montículo v tap ia La C ues tecilla

6 111 85 X 60 111 ova lada na tural-

pied ra plataforma

compuesto art ificial

La Cuestecilla 5 111 5() X l."i 111 ovalada s imp le

na tu ral-piedra

mo111ículo artificial La Rinconada

3 111 21x l3.5m rectangu lar artificial piedra plataforma

compuesto

Bañad os del Pantano 3.5 111 56 X 24 111 ovalada s impl e

natura l-adobe y tapia

mon tículo artificial Loma La rga

1.4 m 18 X 10 JU ova lada art ificia l

piedra Pl ataforma-C.2

compues to (s/cumbre)

Estas construcc iones pueden ser apreciadas desde una vari edad de pun tos di fe ren­tes. En un mov imiento ele aproxi mación hacia cualquiera de e ll os, y as umiendo que el monu­mento es perc ibido de manera difere nte cuando e l observador cru za los um brales visuales de 18º, 27 º, y 45° grados de vis ión (Higuchi 1983), la magnitud del ed ificio produce un impacto visual significati vo recién a una d istancia relat ivamente próx ima.

Para real izar cálcul os de esta naturaleza, es necesari o considerar la altura del montícu­lo en re lació n con el espac io observac ional adyacente, así como las vari ac iones de este último, aj ustando las med idas de l reg istro arqueo lóg ico en fun ción de los procesos de desmoronamiento , eros ión y depos itac ión que afec taron esa relac ión. As í, con un plano hori zontal de vis ión (a la altura de los oj os) a 1,5 m, las isovistas correspondientes a ta les umbrales se d ibuj an, en cada caso, a di stancias limitadas (cuadro 3).

Cuadro 3: D istancias de los contorn os de isovi stas de las estructuras monume ntales.

Sitio Altura del isovista de 45º isovis ta d e 27º isov is ta de 18º punto focal

Chova 68 7 m 5m !Om 15m

La Cuesteci ! la-p lata fo rma 6m 4 m 8m 12 111

La Cues teci ll a-111o ntícu lo 5 m 3 111 6m 9 m

La Rinconada 4m 2 ,5 m 5 111 7,5 m

Bañados del Pan tano 4 111 2.5 m 5 111 7.5 m

Au nque ex isten diferencias, e n general los contorn os de isovistas se aprox iman a la construcción princ ipal, y en consecuenc ia ésta no ll ena el ángul o de visión ni es visuali zada como una masa imponente has ta que nos acercamos considerablemente a la misma. El obser­vador cruza estos d ife rentes um brales vis uales en el área aledaña a la base o -según el caso­en e l acceso al monument o. Choya 68 presenta el mayor alcance, s in embargo al considerar

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su forma troncocónica no sólo el ángulo de incidencia es menor que en los otros casos sino que además el punto focal se retrotrae hacia el centro de la estructura, con lo que las isovistas podrían acotarse a un rango espacial más limitado.

Así, si comparamos estas estructuras con los montículos de los Andes Centrales, el grado de visibilidad resulta decididamente moderado. Sin embargo, considero que el análisis de visibilidad debe ser integrado al de otros aspectos o variables y si tenemos en cuenta, por ejemplo, que estas construcciones no tienen parangón en un contexto local o subregional (ver ubicuidad), su impacto visual pudo ser distinto. Desde una perspectiva emic, donde cuenta la experiencia subjetiva del mundo y de su contenido simbólico, estos monumentos debieron tener una presencia mayor que la que definen técnicamente sus atributos formales y métricos. Además, en términos visuales no sólo el tamaño o la altura definen el impacto de un monumen­to. Una base mayor que la altura crea una situación donde los niveles más bajos del monumen­to escorzan el ancho del contorno. Los planos paralelos a la línea de visión crean a su vez un sentido mayor de profundidad. El relieve natural del entorno y la estructura de los espacios adyacentes afectan también su visibilidad, reforzando u obstruyendo la percepción.

Por otro lado, es importante señalar otro aspecto compartido por estos sitios: su emplazamiento en fondos de valle extensos, la monumentalidad restringida a pocas cons­trucciones y la amplitud de los espacios internos permiten una visualización clara de los puntos más sobresalientes del "entorno", especialmente de aquellos referidos al relieve. Como otras dimensiones del paisaje, el relieve de una región, con sus particulares direccio­nes, contornos, hitos, accidentes, elevaciones , etc . es parte de la experiencia individual y colectiva de las sociedades que lo integran. En gran medida, se constituye como parámetro vital y referencial para ordenar e interpretar el mundo , desempeñando un rol central en el sistema de creencias y prácticas religiosas.

Desde esa perspectiva, el caso de La Rinconada es sugerente. Allí los ángulos de incidencia visual de las construcciones remiten sólo a planos verticales de elevación limita­da. La plataforma principal, y el sitio en general , puede definirse como un contexto arquitec­tónico de frontalidad manifiesta y con un predominio del ancho sobre su altura; así, la edificación que se instala en la percepción del espectador como un conjunto sólido e inamo­vible no lo priva de noción de profundidad ni corta su rango de visión, permitiendo incorpo­rar en ese rango al paisaje "exterior" al emplazamiento. Si el observador se instala sobre la plataforma, ejerce un dominio visualmente completo del gran espacio central y, en la misma dirección, se integran como telón de fondo los principales picos nevados del Aconquija. Paralelamente, la rotunda y repetida orientación orogénica de la región se traduce al interior del espacio, edificado en su trazado arquitectónico: los ejes espaciales y las líneas murarías principales se definen en la misma dirección, NNW-SSE, que plantea el paisaje natural a través del relieve, orientado siempre hacia aquellos nevados .

Estructuración espacial El paisaje ritual público no está constituido únicamente por construcciones visualmente

monumentales . Éstas se articulan en un espacio que es en sí mismo simbólico y, a su vez, es un medio concebido para la transmisión ideológica a través de la práctica ritual.

En ese sentido, es oportuno detenerse nuevamente en la Iglesia de los Indios (La Rinconada) , centro que presenta una articulación bien definida (figuras 4 y 5). Su planta

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general tiene forma Je una gran U ahicrta hacia el oeste. con una superficie de aproximada­mente 130 m (N-S) por 120 m (I::-0) y un trazado espacial básicamente rcctilím:o y ortogonal (figura 2). En el centrn se extiende un espacio homogéneo. libre de construcciones y de gran t,m1año (82 m N-S por 64 m E-W) que en el contexto arquitectónico puede Jcl"inirse como una ¡1/0:::0. A su alrededor - excepto por el oeste- se dispone el conjunto de las diversas estruc­turas, formando las tres ramas del sitio . Al norte y al este se levantan las áreas residenciales. constituidas principa lmente por habitaciones y patios de distinto tipo y en gran parte rodea­das por un muro perimetral que marca los límites del sitio . En la rama sur se destaca la plataforma principal, antes mencionada, con sus dos rampas de acceso. En líneas generales, toda la vista de la plaza parece haber sido especialmente trahajada. Además del montículo o plataforma. aparecen otras estructu ras o rasgos arquitectónicos especiales vinculados a ese amplio espacio. En el ángu lo nordeste se despliega sobre la plaza una terraza o plataforma de baja altura adosada a las construcciones; se trata de una estructura maciza con muro de con tenci (m y una rampa de descenso. Al sudes te se extiende un muro doble, robusto y muy elaborado, ele unos 55 111 de largo y de 2,20 m de ancho, constituido por paramentos de piedras con tinuas y aparejo regular.

Resulta claro que todo el conjunto edilicio se articula como un espacio ritual y que no es posible analizar el montículo principal sin integrarlo en el contexto arquitectónico general y especialmente al espacio público de la plaza.

Esta relacicín montículo-plaza, tan clara en la [glcsia de los Indios , resulta l"undamcn­tal cuando pensamos en términos de comunicación ritual, transmisión ideolcígica y repro­ducción soc ial. En Choya 68, al este del montículo aparece " ... una gran superficie aplanada y algunos al ineamicntos de piedra que delimitan grandes espacios ... " (González et o!, 1999). En los otros sitios se desdibujan los espacios públicos en el registro arqueol<íg ico pero es posible visuali1,ar áreas planas al pie de los montículos de Bañados del Pantano y La Cuestccilla. En la gran platal"orma de este último sitio, aquella rclacicín se establece entre las construccio­nes menores levan tadas sobre la estructura y la superficie plana de misma (Callegari et u/, 1996-98). Algo similar se observa en Loma Larga, pero carece de los grandes espacios adyacentes a las construcciones.

Sin emhargo, a pesar de las analogías, la escala y la posición relativa entre los montí­culos y los espacios asociados no siguen un mismo patrón en todos estos sitios. Tampoco hay coincidencia en la orientación y en la vista pública de las estructuras. Aún cuando varios de es tos sitios se aproximan funcionalmente, las diferencias formales y estilísticas sugieren una significativa variación cultural entre los mismos.

La 11/Jicoción de estas construcciones con respecto a los espacios residenciales también es variable. Como ocurre en Bañados del Pantano (Kusch, 1996), el sitio de La Rinconada cst;Í integrado directamente a unidades de vivienda y vinculado a otros sitios de la zona. Pero es el único caso en donde la construcción principal forma parte de un complejo ceremonial que articula, sin solución de continuidad, a sectores de vivienda. A nivel intersitio , y aunque no es posihlc hablar de una centralidad manifiesta, a su alrededor se registran asentamicntos 1o núcleos habitacionales a diferentes distancias y en todas las direcciones. Éste es uno de los e leme ntos , entre otros, que apuntan a definir a la lglesia ele los Indios como área ritual pública , usada por una población fija, comprendida en un ámbito espacial mayor (Gordillo 1999).

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La Cuestecilla también es un caso particular, por la magnitud del sitio y variedad de sus construcc iones. En un úrea ex tensa ( 150 hectáreas) se distribuye , en forma discontinua. diversas construcciones y núcleos residenc iales. En este conjunto. según Callegari (2000) , la platarorma ocupa una posición peri lcrica y terminal. mientras que el montícul,i está ubicado en un lugar central. Potencialmente, esta última estructura hace pos ible una dob le est rategia visual: se aprecia desde cualquier lugar del sitio y permite el dominio visual completo de l mismo.

En Choya 68 " ... las ev idencias parecen indicar la existencia de una poblacicín dispersa en el área contigua al montículo, que habitó casas de cimientos de piedra y material pcreciblc. Restos de estas construcc iones se hallaron hacia norte y sures te; algunas ele e ll as se hal lan aisladas, en tanto otras se encuen tran concentradas en sectores ... " (Gonzá lez et o/ 1999: 4 7). Por el contrario , en torno a Loma Larga aparecen áreas de culli vo, pero no se conocen unidades residenciales próximas (González 1998).

La relacicí n espac ial con otras unidades const ructi vas se vincula también con lo que Moore (op. cit.) ll ama u/Jicuidod y que lleva a preguntarnos: ¡,se reproduce el centro ceremo­nial en el áre a·/ ¡_Ex isten est ructuras anúlogas en el sis tema de asentamiento general'!

En otra oportunidad señalé que " .. . dcrinir un centro ce remonial exige aborda r dos niveles espacia les de análi sis rcl'cridos , por un lacio, a su estructura interna y, por el otro, a su situación dentro del contexto gene ral de asentamiento. En consecuencia, la inclusión de La Rinconada dentro de esa clase particular de sitios, resulta de considerar su conriguración genera l y la disposición en el conjunto de sus componentes espac iales-es tructurales, las característ icas y estilo arquitectónico de tales componentes y, paralelamente, sus relaciones con otros sitios del área .. ."' (Gordi llo 1990: 51 ). El emplazamiento se destaca por su tamaño, complejidad y es tructura interna dentro del conjunto de sitios correspondientes al mism o .ím hito geográfico y que presentan evidencias de lüncionamiento sincrónico. Aún cuando se considere al sitio Bordo de los Indi os (Herrero y Avila 1993) con una es tructuración espacial semejante 7. su loca li zac ión permite suponer que el alcance y runcion:uniento de la Igles ia de los Indios -o de ambos- comprometi ó a varias instalaciones de la rcgi<Ín.

Según la clas ifi cación que propone Moorc para la ubicuidad (que va desde lo comu­nal hasta lo intcrrcgional) y sobre la base del conocimiento arqueológ ico de cada jmbito. el conjunto de siti os aq uí tratados parece dcrinirsc a nivel subrcgional, alcance que podría ser mayor para Loma Larga aunque no existen aún sufi cientes elementos de juicio para determi­narlo. Sin duda, estas cuestiones eobran importancia a la hora de reflexionar sobre e l tipo de interacc ión soc ioespacial y el nivel de organi zac ión soc iopolítica que estamos tratando.

Duración Al analizar la duración intencional o la proyccci<Ín en el tiempo de una construcción.

algunos aspectos cobran especial interés: el tipo de materiales empicados. el tratamiento arquitectónico y las ev idencias ele reno vac iones o remodelac iones.

Para el caso de La Rinconada, existe un conjunto de indi cadores que señalan su signifi cativa visibilidad /elllpora/. De las cuatro categorías definidas por Moorc en su aná-

7 Se trata de un s itio sumamente destruido , por lo que resulta difíc il estab lecer comparac iones más precisas.

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li s is de la durahilidad . La Rin co nada presenta un a arquit ec tura que, en gran medida. puede dcf'i ni rsc como 11111/1ige11emcio110/, lo que no cxc l uyc la ex is tc ncia de constru cciones ele tipo ge neracional. episódicas y aún cf'ímcras.

E l empi co ele la piedra como principal materi a l ele construcción. la solidez y estab ilidad muraría , así como los numerosos casos de ren ovac ión arquitectónica, sug ieren un f'unciona ­rni ento a largo plazo, int encionalment e previsto. Los e lementos y asoc iac iones que indi ca n sincronías y sec uencias, as í como los dat os rad iocarbóni cos (Gordill o 1996-97), marcan un periodo muy prolongado de oc upación del sitio y ti enden a corroborar e l a lto grado ele durabilidad ele sus es tructuras. E n e l caso del montículo (p/otafor111a) , puede habl a rse de un a d i l"ercnciac ión cro no lógica que marca distintas in stancias e n la co nstrucc ión ele la es tructura (Gordi ll o 1995), en el marco de un c laro proceso de monumcntalizac ión que se ca racteri za por una mayo r duración , es tahilidad arquitectónica e impacto visual.

A l igua l que en La Rin conada, en C hoya 68 habrían ex istido dos o más e tapas cons­tructivas del montíc ul o: la plataf'orma de la c ima corresponde a l último moment o de oc upa­c ión mientras que las supe rfi c ies ho rizontal izadas de l inte rior son sus equiva lentes anterio­res (Gonzá lcz el o/ 1999). Asimi smo, el complejo d iseño y la intrincada arquitectura de piedra . adobe y tapi a, señal an una proyecc ión temporal a largo plazo .

Para los o tros si ti os result a c laro que las construcc iones no son e fím eras ni ep isódicas. pero por distintos moti vos es difícil di s tin gu ir entre ge nerac ional o mulli gcncrac ional. En Bañados del Pantano. la ex trema eros ión y la arquitec tura de ma terial perecedero no permite arriesgar una opini ón a l res pec to. Loma Larga presenta una arquitectura de piedra muy compleja y e lahorada, que a tocias luces parece diseñada para pe rmanece r en e l tiempo.

En La Cucstcci lla la oc upac ión se prolongó por vari os sig los (Call egari comunicación personal ). Reco rdemos que ex istcn dos estructuras monumentales con características di fe­rcntcs. Ambas presentan const rucc iones de piedra , pero arquitectóni carnentc parece mucho más e laborada y compleja la plataforma. Ambas pueden ser incluidas en categorías más aha rcat ivas ele durabilidad (Callcgari 2000).

Todo parece indica r que las estructuras ce remoniales ele es tos sitios se construyeron con v istas a pe rdurar a través de l tiempo y que fuero n e fec tivamente usadas por vari as generac io nes.

Arquitectura ritual y co1111111icación

Al cons iderar la arquitectura ritual , como un medio activo para la com unicac ión. es prec iso tener en cuenta las cualidades de visibil idad y estruc turación espacial que-en forma mu y general- cons ideré ante ri ormente para el conjunto ele s iti os aquí tratad os y, clcsclc a llí, d iri g ir la atención hac ia la capac idad numérica potencia l de l espac io construi do y las pos ibi ­licl aclcs que e l mismo o frece en re lac ión co n la capac idad pe rceptiva humana.

Capacidad La esctl la, la trama y las cua li dades formales de la arqu itectura ritual so n aspec tos

decisivos a la hora de definir e l comportamiento social clcsplcgaclo en ese espacio. En tal se ntido, es parti cularmente rel evante la prese nc ia ele amp li as üreas abiertas en el paisaje ri tu a l y la capacidad potencial de las mismas en términos ele pobl ac ión e interacc ión.

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Los espacios públicos ceremoniales posibilitan actividades extra-ordinarias. Repre­sentan una clase distintiva de arquitectura donde el arreglo de las personas adquiere carac­terísticas particulares , diferentes no sólo al del espacio doméstico sino tambi én al de otros espacios no-domésticos. No hay muchas estimaciones referidas al espacio pprsonal en un ámbito colectivo de actividad ritual que puedan aplicarse a las sociedades precolombinas. Tampoco hay acuerdo en los cálculos ele densidad humana en estas áreas', especialmente porque el espacio del individuo en su interacci ón pública varía en cada tipo de contexto arquitectónico ritual.

En el caso de La Rinconada el espacio que he definido como plo ::,o es un úrea rísica­mente homogénea que se diferencia netamente del paisaje construido circundante y que ocupa una posición central. Su análisis en el contexto arquitectónico al que se integra me permitió estimar la cantidad potencial de participantes en el ritual e interpretar la naturaleza de las interacciones que ocurrieron en el lugar (Gordillo 1999). Para ello as um í que se trata de un espacio colectivo de carácter o/Jservacionu/ - con un público básicamente espectador­en definida oposición al espacio escénico o actoral de la plataforma y otras construcciones (figura 4 ). Aplicando índices de densidad derivados ele estudios etnográficos y etnohistóricos , la capacidad potencial del espacio publico sobrepasa ampliamente la poblacicín estimada para los sectores residenciales del sitio.

Se puede atribuir una naturaleza pública y observacional semejante a los espacios adyacentes a los montículos de Choya 68 y Bañados del Pantano. Su capacidad parece más limitada, aunque aún no se han realizado estudios o dlculos estimativos sobre los mismos. En La Cuestecilla, Callegari sugiere que frente al montículo -sobre el actual barreal- se concentraría la audiencia, pero no di stingue allí un espacio formalizado o delimitado que le permita realizar un cálculo estimativo del público. En cambio, para la plataforma de ese sitio. se inclina a considerar que el área pública es la superficie general de la estructura, realizando los consecuentes cálculos ele capacidad y diferenciando espacios y roles asociados al inte­rior de la misma (Callegari 2000).

Loma Larga se aparta notablemente del resto de los s itios aquí tratados. Siguiendo a González, todos estos centros ceremoniales " ... presentan grandes espacios abiertos donde pudo congregarse un crecido número de asistentes. Es decir estos sitios sirvieron a grandes ceremonias masivas. Por contraste, lo limitado del espacio en la Loma Larga só lo admitió grupos humanos más reducidos. Sólo a los oficiantes y pocos asistentes . Quizü podamos conjeturar que el ritual se efectuaba por el shamün y acólitos en lo alto del cerro y continuaba al pie del mismo en presencia ele núcleos mayores ele población ... " ( 1998: 48). Esta observa­ción atañe no sólo a la capacidad espacial del paisaje ritual sino también a cuestiones inherentes a la percepti/Jilidod, aspecto que considero a continuación :

8 Burgcr ( 1987) considera valores que oscilan entre un promedio tic 21.6 m' tic cspaciu público por pe rsona hasta uno de 0,46 m'. Moorc (op. c it. ). en su análisis de los s iti os ce remonia les tic la costa norte ucl Perú. aplica una med ida que considera m,ís aceptable para e l cá lcu lo u.: la dens idad humana en las pla1.as: es la que ofrccrn Glavc y Remy ( 1983) sobre la base del registro colonia l de Ollantayta1nho: entre 3.2 y 3.6 m' por persona.

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Perceptibilidad Como acto comuni cati vo, el ritual depende de la capacidad percepti va humana en su

sen tido 1rnís amplio. Con el incremento de las distancias cambian los modos ck comunicación y, en consecuencia, e l ritual sc r,í ele di stinto tipo según el tamaño del espacio in vo lucrado en esa actividad y de la pos ición relativa ele sus participantes. Cuando aumenta la separación entre em isor y recep tor, para que el mensaje sea realmente percibido por sus des tin atari os, adquie re modos particulares de ex pres ión: requiere de gestos y sonidos más exagerados y menos sutil es, decrece la comprensión de palabras multi sil ,íbicas o de fra ses complej as, hasta ll egar a un punto en que só lo los sonidos potentes , o gritos, son percibidos.

Entre las categorías proxémicas propuestas por Hall (di stancia íntima. personal. so­cial y pública) , para La Rinconada he considerado particularmente la "di stancia pública' ' (Gord ill o 1998 ), dado que en el complejo montículo-pl aza de La Rinconada in vo lucra espa­cios grandes y cantidades apreciables de personas. En mayo r o menor med ida, entiendo que es to puede ap licarse a cas i todos los otros sitios ce remoniales, priori zando según el caso la d istancia públ ica-ccrcana o la pública-lejana (cuyo umbral se ubica alrededor de los 8 m). El caso parti cular ele Loma Larga, con dimen siones espaciales mús acotadas, oh li ga a contem­plar los comportami entos particularmente asociados a la distancia soc ial y pública-cercana.

Paralelamente, aclc 1mís ele las características visuales cabe señalar la importancia ele las condiciones acús ti cas del espacio en función ele la percepción auditiva y sus alcances. Sin duela , e l sonido (la voz humana , la música y ruidos el e distinto origen) debió desempeñar un rol c lave en la com unicación ritual. En La Rinconada ese aspecto fu e estudiado a partir de las mediciones de distancias y pendientes de l terren o, del registro ele los niveles de sonido. así como también de las pruebas auditivas que practicamos en el terreno mediante la utili1,a­ción de receptores y emisores , móv iles y fij os. De esta forma , fue pos ible obse rvar que las cua lid ades acústicas del sitio son excelentes para la comunicación ritual públi ca. debido al nivel general del terreno que presenta una depresión en el sector de la pla1.a, con una disposición arquitectónica a modo de anfi teatro, con la consecuente distribución sonora. Asimismo, la orografía de la zona es sumamente propicia para la transmisi ón del sonido, dado que el ent orno elevado hasta la planicie donde se encuentra el sitio, hace que el lugar constituya una gran dmara acústica (G ucl cmos 1993, Gordillo 1998).

Si bien no se han estudiado las propiedades acústicas ele los otros sitios, los resulta­dos obtenidos en La Rinconada son promisorios y permiten definir una estrecha relac ión entre las cualidades acúst icas y visuales del lugar, con una suge rente coincidencia en la dis tribución de los puntos ele mejor emisión y recepción sonora y visua l.

En términos generales, los alcances de la percepción humana en conjunción con las carac terísticas del paisaje construido, la dimensión ele sus espacios y los atributos claramen­te csccnográfi cos'J, sugieren para los siti os analizados una distribución de los parti cipantes en términ os ele audiencia y oficiantes, con ámbitos diferenciados por parámetros ele densi-

<) En la lg lesin de los Indios. por e jemplo, hay un arreg lo c:scenogrMico rccurrcnl c: en la cs lructuracitín del cm pl azami<:nto. bás icamenle di spuesto en fun ción de los principales áng ulos de visuali zac ión. desde el espacio central. Lamen1ablc111cnte, no podemos eva luar en es tos sitios la incidencia del acabado fin al (a rreglos. colmes. adornos, cons1ruccioncs perecederas. ele.), las que debieron tener un peso sign ifi ca tivo en la apreciación visua l y en la a111bie111ac ió11 .

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dad, di stribución y ac titud ele las personas y con un despliegue ritual que adquiere bás ica­mente las características comunicati vas de la distancia pública, las que potencian y s im plifi ­can el discurso verbal y no-verbal.

Comentarios finales

En el marco de una espacialidad discreta, contrastada forma l y funcionalmente , que puede definirse para Aguada, en la que una variedad de ambientes se incorporan a la acción soc ial , es posible distinguir-como vimos- ciertos paisajes artifi ciales de naturaleza ritual. Se trata de espacios propicios para la comunicación y la leg itimación ideológicas , aspectos claves para garanti zar la continuidad ele un orden social y político sustentado en la desigualdad.

Tales paisajes rituales, exceptuando el caso ele Loma Larga, observan ciertas caracte­rísticas comunes, las que puntualizo a continuación: l. Expresan una clara estrategia de ex hibici ón física y social a través ele la arquitectura

maciza y otros rasgos ele visibilidad monumental. Aún cuando mantiene parúmetros verti ca les relativamente moderados, el impacto visual se acentúa como consecuencia de su emplazamiento en espacios naturales b,bicamentc planos y por la ausencia ele estructuras semejantes en las prox imidades.

2. En términos de ubicuidad, alcanzan un ni ve l subregional. Es to permite suponer el usufructo de cada uno ele es tos siti os por parte de una población instalada en un conjunto ele asentamientos de la región.

3. Manifiestan una alta durabilidad o proyección temporal el e la arquitectura ritual, lo que sugiere para cada caso una continuidad soc ial e ideológica, con un núcleo ele creencias, símbolos y prácticas compartido a través de generaciones.

4. Presentan condiciones favorables para la comunicación ritual. Aún cuando no es posible evaluar ciertos aspectos ele capacidad numérica y percepci ón en todos es tos siti os, las características observadas permiten delinear en e llos diferentes clases de espacios. Considerando la particul ar relación entre la capacidad perceptiva humana y la distancia, tales espacios se vinculan a la separación de roles y jerarquías en el ritual y a un comportamiento montado en función de las pos ibilidades de recepción colec­tiva desde los espacios públicos, aspecto favorecido por condiciones propicias para la percepci ón. Sobre esta base, y evaluando las distancias involucradas en la acción ritual, es posible concebir un despliegue notable en términos actorales , escenográficos y coreográficos , los que en una medida más limitada se insinúan en la iconografía mobi liar.

5. La pos ición en el ambiente y los atributos arquitectónicos de estos siti os, hacen pos ible , desde su interior, trascender visualmente el espacio edificado, incorporando hitos significativos de l pai saje "ex terior" , cuyo simbolismo debi ó jugar un importante papel en la cosmovisión de estos pueblos y, particularmente, en la reli gión y sus prác ticas.

En este contexto, Loma Larga se diferencia del conjunto en cuanto a visibilidad , es tructuración espacial, capacidad pública y, en consecuencia, tipo de ritual. Con respecto a su ubicuidad es pos ible que haya tenido un alcance aún mayor que los demás centros. En

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es te sentido es sugeren te la opinión de Gonzálcz. quien además ele destacar las caracterís ti ­cas del si ti o , su ubicación en plan os diferentes y sus curi osas estruc tu ras. lo define como " ... un o di.: los pocos , sino el único que encontramos en una amplia zona. Pudo ser en centro c últico del g rupo princ ipal socio-po líti co del valle de Hualfín ... " ( 1998: 48).

Retomando las ana logías señaladas anteriormente para los otros s iti os. todas e ll as apuntan a definir equivalencias en la organizac ión sociopo líti ca a ni ve l de una complejidad social incipiente pero bien definida . Desde una perspectiva mús abarcativa, integrando estas c uestiones a la proble máti ca general ele Aguada, puede postularse una ideo logía que apunta a la separaci ó n social, cuyas implicaneias en términos de la jerarquía y desigualdad. se vincu­lan estrechamente con la religión y sus prácticas. Parece definirse un rango socia l que en rderencia a la comunidad, estab lece una rel ación desigual en torn o al poder y a l manejo ele los recursos human os y no humanos . En este marco, los sitios ce remoniales ele cada lugar emergen como espac ios de autoridad, la que prevé además su reproducci ón a través del ritual.

Sin embargo, más allá de tales simil itudes no ex isten correspondenc ias en la estructura del espac io y e l estilo arqui tectónico. En algún sentido esta variabilidad es sumamente s igni ­ficativa porque compromete aspectos que están íntimamente ligados a una identidad cultural espec ifi ca y a una concepción del espacio vita l que es propia de cada grupo soc ial. Así, en este terreno. es también pos ible avanzar sobre e l viejo problema de la unidad -diversidad de l fenóme no Aguada. que es objeto ele un ex tenso debate en torn o al grado de variaciones soc ioc ulturaks que presenta y espec ialmente ce ntrad o en sus expresiones artís ti cas.

El análisis del pai saje arquitectónico en términos particulares o transcullurales es parte de una proble mática que estamos comen1.a nd o a trans itar y es potencialmente muy fé rtil a la arqueología. Este trabaj o es só lo el esbow ele algunos temas que considero ele inte rés en fun c i(m de tal problemática. Pero son numerosas las perspec ti vas que quedan abie rtas en rel ac ió n con la mi sma. En principio, habría que sumar e l estudio de otros poten­c iales sitios ceremoniales . No se puede o bviar, tampoco, la neces idad de integrar e l análisi s de una variedad de espacios, como e l doméstico o el productivo, y también con estudios sobre el paisaje total. considerand o la particular significación del e nt orn o natural (Gordillo 2000). Este último es un elemento central para la comprensión del paisaje ritual. desde una perspect iva que supere la cuestionada di cotomía entre espacios intervenidos y no i nterveni­dos. e nt end iend o al conjunto como una construcción soc ial de carácter múltiple , heterogé­neo y cambiante.

Inés Gordillo Instituto de Ciencias Antropológicas, Sección Arqueología

Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires

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Figura 1: Centros ceremonia les del Período Medio en el área centra l de La Aguada .

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Figura 2: Represe nt ación del enmascarado en la ce rámica estil o Aguada A mbato , procedente de La Rinconada.

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Inés Gordillo: La arquitectura ritual durante el período medio

Figu ra 3: Representación del enmascarado en la cerümica est ilo Aguada Portezuelo del Val le de Catamarea, ámbito geográfico del sitio Choya 68 .

Figura 4: Plano gene ral de La Rinconada , con los espacios públicos diferenciados. Despacio púhl ico "observacional" D espacio actoral o escenogrúfico.

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Figura 5: Vista te ntativa de la trama arquitectónica de La Rinconada, Ambato (Catamarca ).

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