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LA BATALLA de LA MOJONERA Bernabé GODOY I NOTICIAS SOBRE MANUEL LOZADA ENTRE E L 28 Y E L 29 DE ENERO de 1873 se trabó en las cercanías de Guadalajara la batalla que daría fin al poder de Manuel Lozada, conocido también por El Tigre de Álica, célebre gue- rrillero conservador. Nació el 22 de septiembre de 1828 en el pueblo de San Luis, situado a 20 kilómetros al Oriente de l a ciudad de Tepic, cabecera del 7° Cantón del Estado de Jalisco en la antigua división territorial, y actualmente capital del Estado de Nayarit. Sus padres fueron Norberto García y Cecilia González; pero él adoptó el apellido de su tío, José María Lozada, con quien vivió desde pequeño. Era mestizo; y sus familiares fueron campesinos pobres. Carecía de escuela. Aprendió a dibujar su firma. EN EL CAMINO REAL Empezó Lozada sus correrías por el año de 1853, al frente de una gavilla que con el tiempo se fué haciendo cada vez más grande. Carlos Rivas Góngora, terrateniente y alto empleado de la casa Barron, Forbes y Cía., cuya matriz radicaba en Tepic. estableció premeditadamente contacto con el salteador, a quien cedió con amabilidad la cabalgadura, iniciando así una amis- tad favorable a los intereses de ambos. 1 de ella se derivó el entendimiento entre Lozada y la poderosa firma de los patro- nes de Rivas, que de este modo lograron disminuir en breve tiempo el poder de otra fuerte negociación de ascendencia española, la casa Castaños. Mientras la República se debatía en las contiendas civiles, los contrabandos iban y venían por las costas nayarit as al

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LA BATALLA de LA MOJONERA

Bernabé GODOY

I

N O T I C I A S S O B R E M A N U E L L O Z A D A

E N T R E E L 28 Y E L 29 DE E N E R O de 1873 se trabó en las cercanías

de G u a d a l a j a r a l a bata l l a que dar ía f i n a l poder de M a n u e l L o z a d a , conoc ido también por El Tigre de Álica, célebre gue­r r i l l e r o conservador.

N a c i ó e l 22 de septiembre de 1828 en e l pueb lo de San L u i s , s i tuado a 20 ki lómetros a l O r i e n t e de l a c i u d a d de T e p i c , cabecera de l 7° C a n t ó n de l Estado de Jal isco en l a ant igua divis ión ter r i tor ia l , y actualmente cap i ta l de l Estado de N a y a r i t . Sus padres fueron N o r b e r t o G a r c í a y C e c i l i a González; pero él adoptó e l ape l l ido de su tío, José M a r í a L o z a d a , c o n q u i e n v iv ió desde pequeño . E r a mestizo; y sus famil iares fueron campesinos pobres. Carec ía de escuela. A p r e n d i ó a d i b u j a r su f i rma.

E N E L C A M I N O R E A L

E m p e z ó L o z a d a sus correrías p o r e l a ñ o de 1853, al frente de u n a g a v i l l a que con e l t iempo se fué hac iendo cada vez más grande.

Car los R i v a s G ó n g o r a , terrateniente y alto empleado de l a casa B a r r o n , Forbes y Cía . , cuya m a t r i z rad icaba en T e p i c . estableció premeditadamente contacto c o n e l salteador, a q u i e n cedió con a m a b i l i d a d l a cabalgadura, i n i c i a n d o así u n a amis­tad favorable a los intereses de ambos . 1 de el la se der ivó el e n t e n d i m i e n t o entre L o z a d a y l a poderosa f i r m a de los patro­nes de R i v a s , que de este m o d o lograron d i s m i n u i r en breve t i e m p o e l p o d e r de otra fuerte negociación de ascendencia española , l a casa Castaños.

M i e n t r a s l a R e p ú b l i c a se debat ía en las contiendas civi les, los contrabandos i b a n y venían por las costas nayarit as al

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LA BATALLA de LA MOJONERA 563

a m p a r o de las partidas " lozadeñas" . N o era sólo que el pobre

e r a r i o nac iona l dejara de r e c i b i r los beneficios fiscales; l a ex­

t r a ñ a sociedad Lozada-Bar ron , Forbes y C í a . obl igaba a l sacri­

f i c i o de energías, humanas y materiales, en esa campaña que

v e n í a a sumarse a las t r ibulac iones de l a patr ia .

E u s t a q u i o B a r r o n Jr . y G u i l l e r m o Forbes, miembros de l

c u e r p o consular, f rustraron las consecuencias de l informe que

e l general Santos Dego l l ado r ind ió en 1856 a l gobierno de l a

R e p ú b l i c a , en relación con las actividades ilícitas de l a nego­

c iac ión regenteada p o r los ambiciosos diplomáticos, contraban­

distas en gran escala desde 1834. L a nación tuvo que soportar

u n desagradable inc idente con Inglaterra .

E l terr ible bandolero fué subiendo en categoría; y en l a

l iqu idac ión polít ico-ideológica que tuvo lugar durante las

guerras de R e f o r m a y e l I m p e r i o se convirt ió en u n o de

los enemigos más encarnizados de la. causa reformista.

E N E L PARTIDO CONSERVADOR

L o z a d a se incorporó a l p a r t i d o conservador en 1857. E l 2 5

de octubre de 1 8 5 8 capturó l a poblac ión de íx t lán . Los ven­

cedores se dedicaron a l saqueo y a l c r i m e n . " T a l suceso i n ­

q u i e t ó sobremanera a l gobernador de Jal isco, d o n P e d r o

Ogazón, q u i e n de acuerdo con e l m i n i s t r o de l a G u e r r a , d o n

Santos Dego l lado , a l a sazón en G u a d a l a j a r a , nombró Jefe

Pol í t ico y C o m a n d a n t e M i l i t a r d e l 7° C a n t ó n a l teniente

corone l d o n J o s é M a r í a Sánchez R o m á n , q u i e n salió de G u a ­

da la ja ra p a r a T e p i c con seiscientos hombres y seis piezas de

m o n t a ñ a ; pero n o l legó a su destino en v i r t u d de que en u n

p u n t o l l a m a d o Salto d e l C o n e j o , cerca d e l rancho de l O c o t i l l o ,

fué completamente destrozado p o r fuerzas lozadeñas." 2

E l n de j u n i o de 1 8 5 9 L o z a d a atacó a l coronel l i b e r a l

B o n i f a c i o Peña , en u n lugar l l a m a d o L o m a s d e l Esp ino . Las

fuerzas lozadeñas p e r d i e r o n en l a acción, que ocasionó la

muerte d e l corone l Peña .

E l 2 8 de j u n i o de 1 8 5 9 entró a T e p i c e l general L e o n a r d o

M á r q u e z . L a p o b l a c i ó n h a b í a s ido evacuada por los l ibera­

les. M á r q u e z d e j ó como jefe de las fuerzas conservadoras a l

general José M . M o r e n o .

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564 BERNABÉ GODOY

E l 7 de septiembre de 1859 el general liberal Esteban Coronado capturó Tepic, defendida por Moreno, Lozada y Fernando García de la Cadena.

E l 27 de septiembre de 1859 destrozó Lozada, entre San Leonel y L a Labor, a una fuerza de 40o hombres con tres piezas de artillería, al mando del coronel Ignacio Valenzuela, a quien fusiló y colgó, lo mismo que a los demás jefes y ofi­ciales capturados.

E l 2 de noviembre de 1859 Lozada y García de la Cadena sitiaron la plaza de Tepic, que capituló siete días después. Durante el sitio murió el general Coronado. Los liberales supervivientes, a las órdenes del coronel Fernando Cordero, salieron para Sinaloa, conforme a los términos de la capitu­lación.

E l 17 de abril de 1860 el guerrillero liberal coronel Anto­nio Rojas fué sorprendido en Barranca Blanca por las fuerzas al mando directo de Lozada. E l triunfo fué de Rojas, quien, según una versión ( M . Cambre, V . Salado Álvarez), derribó a Lozada de la montura en combate singular, y lo hirió. En otra versión se afirma que Lozada "recibió una lanzada en un costado, y hubiera sido muerto; pero los que de su gente lo rodeaban mataron en el acto al coronel Partida, que fué el que lo hir ió" . 3

Los lozadeños abandonaron Tepic rumbo a la sierra, y los vecinos comprometidos fueron a refugiarse a San Blas, bajo el amparo de la bandera inglesa, que izaron en tierra los marinos de las fragatas "Amethyst" y "Pylades" a instan­cias del cónsul Juan Francisco Allsopp, ligado a la casa Barron. E l incidente duró cerca de un mes e impidió el desembarque oportuno de artillería y parque destinados a las operaciones de los constitucionalistas sobre Guadalajara.

E l 10 de mayo de 1860 los coroneles Rojas y Ramón Coro­na derrotaron en las lomas de Ixcuintla a las fuerzas conser­vadoras al mando del general Gerónimo Calatayud. Las tropas de Lozada huyeron, abandonando a Calatayud, que murió en la acción, lo mismo que gran número de sus jefes y oficiales.

E l 8 de enero de 1861, al triunfar la causa liberal, los con­servadores general Fernando García de la Cadena y coroneles Carlos Rivas y Manuel Lozada manifestaron al gobierno cons­titucional su propósito de someterse; pero ante la exigencia

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LA BATALLA de LA MOJONERA 565

de que desarmaran a su gente, prefirieron remontarse en la sierra.

Se inició entonces una campaña en contra de los obstina­dos rebeldes. Los coroneles Rojas, Corona y Anacleto Herrera y Cairo, tras de emprender varias acciones, resultado de un movimiento convergente, destrozaron a las fuerzas de Lozada en las inmediaciones del paso de Álica, sobre el río Santiago. Las operaciones se realizaron del 6 al 15 de marzo de 1 8 6 1 . Quedaron en poder de las tropas del gobierno la artillería y los trenes del enemigo.

E l 6 de mayo de 186 1 los lozadeños incendiaron el pueblo de San Pedro Lagunillas, después de vencer una débil resis­tencia, y mataron a cuchillo a doscientas sesenta personas.

E l 17 de junio de 1 8 6 1 un decreto del gobierno del Estado de Jalisco declaraba fuera de la ley a Manuel Lozada, Carlos Rivas, Fernando García de la Cadena y Jesús Ruiz ("Coli-mil la") ; se ofrecían recompensas por su muerte.

E l 5 de noviembre de 1 8 6 1 fué incendiado por orden de Lozada el pueblo de Jalisco, abandonado por la mayoría de sus moradores, que se habían refugiado en Tepic.

L a campaña para exterminar a las huestes en rebeldía no había concluido aún, puesto que no se había llegado al ver­dadero objetivo. E l clima, el conocimiento del terreno y la complicidad de los familiares de los combatientes, que sumi­nistraban informes y resolvían casos apurados, unido a tre­mendas lecciones para quienes opinaban de manera diferente, como la matanza de San Pedro Lagunillas, habían dejado a los lozadeños la posibilidad de conservar su poder y, por tanto, de recuperar su prestigio en los pueblos nayaritas.

Ogazón planeó una segunda campaña y se trasladó a Tepic, donde pasó revista el 2 9 de noviembre de 1 8 6 1 a una fuerza de más de 5 , 0 0 0 hombres, de las tres armas.

E l 2 7 de diciembre de 1861, después de sufrir una embos­cada que le ocasionó fuertes pérdidas, Corona desalojó a los lozadeños del cerro llamado Toro Macho, inmediato a la Ba­rranca de los Otates o del Muerto. A l día siguiente, la misma fuerza de Corona derrotó a unos 3 , 0 0 0 lozadeños en el Porte­zuelo de la Cuesta de Pina. E l día 3 0 , Ogazón, Rojas y Corona se reunieron en Aguapan.

Los rebeldes volvieron a l a campaña de guerrillas; pero

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566 BERNABÉ GODOY

la amenaza de l a intervención extranjera l a de jó en suspenso. A la rmados los vecinos de T e p i c p o r l a ret i rada de las tropas del gobierno, p r o m o v i e r o n l a concertación de u n convenio que pusiera f i n a l a cont ienda : ese convenio era ventajoso para L o z a d a , porque solamente l o ob l igaba a estar en paz, y también para e l gobierno, que así se qu i taba de e n c i m a u n a preocupación en ese trance tan difícil . L a intervención de los civiles de T e p i c par t ió de u n a l a d i n a propuesta de C o r o n a hecha a través de personas de su confianza radicadas en Mazatlán. 4 E l tratado se celebró en l a laguna de P o c h o t i -tán e l 24 de enero de 1862 y fué rat i f icado por Ogazón y L o z a d a el siguiente 1° de febrero.

A L S E R V I C I O D E L I M P E R I O

N o tardó L o z a d a en faltar a su compromiso , y en lanzarse c o n sus gentes a l a aventura d e l I m p e r i o . E l 30 de mayo de 1862 sus hombres tend ieron a C o r o n a u n a artera emboscada e n e l rancho E l M a r q u e s a d o , en las estribaciones de l Ceboru-co; pero e l jefe r e p u b l i c a n o p u d o l ibrarse.

E l 1° de j u n i o de 1862 L o z a d a declaraba en San L u i s " i n ­subsistente e l tratado celebrado a 1° de febrero de 1862 c o n e l señor gobernador d o n Pedro Ogazón" . Se hacía l l a m a r " G e n e r a l en Jefe de esta D i v i s i ó n " , s in decir qué poder guber­n a m e n t a l le había conferido el nombramiento.

E n la madrugada del 2 de junio de 1862 atacó la plaza de Tepic. Venció la resistencia desorganizada de la desprevenida guarnición; fusiló a los oficiales del bata l lón Degollado y se apoderó de material de g u e r r a . 5

E l 19 de octubre de 1862 las fuerzas lozadeñas repe l ie ron u n ataque de Corona sobre Tepic, ocasionándole pérdidas de consideración; y posteriormente, una derrota sufrida por e l teniente coronel Antonio Vallejo, que h a b í a quedado con el mando de la tropa de Corona mientras éste iba a Sinaloa, dejó la plaza de Santiago en poder de Lozada.

Fortalecido con los éxitos recientes, mayores que los des­calabros, el Tigre de Álica resolvió ampliar su radio de acción, aunque sin fortuna. Carlos Rivas atacó la población de Ahualulco con 3,000 hombres, el 17 de abril de 1863. L o re­pelió el coronel Isidoro Ortiz, no sin que los lozadeños hubie-

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LA BATALLA de LA MOJONERA 567

ran tenido tiempo de cometer sus actos vandálicos en la parte de l a población que pudieron dominar durante el ataque.

E l 15 de agosto de 1863 los jefes y oficiales del llamado Primer Cuerpo de Auxiliares del Ejército firmaron en el pueblo de San Luis el acta de adhesión al Imperio. Lozada figuraba como "General Comandante" de dicho cuerpo.

Desde abril de 1863 la única fuerza liberal de alguna con­sideración en lo que ahora es el Estado de Nayarit permane­cía en Acaponeta, al mando de Vallejo; esta fuerza, hostilizada por los imperialistas, tuvo que emigrar a Durango.

Lozada y el comandante de l a marina francesa L. Kergrist sitiaron por tierra y por mar el puerto de Mazatlán, que fué abandonado sigilosamente por los republicanos el 13 de no­viembre de 1864 y en seguida ocupado por los imperialistas. Lozada regresó a Tepic con la mayor parte de sus efectivos.

A mediados de abril de 1865 llevó a cabo una nueva expe­dición victoriosa hasta Mazatlán en auxilio de las fuerzas francesas.

A mediados de febrero de 1866 inició una tercera incur­sión por Sinaloa, en combinación con un movimiento franco-mexicano. Ramón Corona, ascendido entre tanto a general y entonces jefe de las tropas de Sinaloa, dividió en dos seccio­nes la gente de que disponía; una de ellas obligó a regresar a los imperialistas que habían salido de Mazatlán, y la otra sostuvo en Concordia, el 1° de abril , una acción encarnizada contra los lozadeños, de resultados dudosos. Lozada regresó a Tepic.

Cuando su partido, en difíciles circunstancias, más lo nece­sitaba, el flamante general del Emperador dejaba que, entre el 7 y el 8 de enero de 1867, pasara por Tepic sin sufrir l a menor hostilidad el general republicano Corona, que se dirigía a Querétaro para participar en su sitio. Mañosamente, el Tigre de Álica se había declarado neutral el 1° de diciem­bre de 1866.

E L C A C I Q U E

Lozada aprovechó la falta de estabilidad del régimen con­servador y de su prohijado, el imperialista, que nunca estu­vieron en circunstancias de poder arriesgarse a perder un

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568 BERNABÉ GODOY

valioso contingente m i l i t a r ; gracias a esto, L o z a d a p u d o m a n ­tenerse c o n verdadera autonomía . D u r a n t e los diez años que van de p r i n c i p i o s de 1863 a los pr imeros meses de 1873 L o z a d a resistió victoriosamente las embestidas —inconstantes, porque los l iberales n o p u d i e r o n ya prestar suficiente atención a l a campaña— dentro de l 7 0 C a n t ó n de Jal isco, y hasta p u d o ha­cer incursiones p o r e l Estado de S ina loa y actuar desde e l pueblo de San L u i s como amo y señor de l te r r i tor io que d o m i n a b a . M u c h o s part idar ios de l a causa l i b e r a l abandona­r o n l a región y fueron a radicarse a los lugares donde se con­sideraban seguros.

E n su espurio gobierno L o z a d a imponía e l orden mediante el terror. E l h o m b r e pacíf ico pod ía transitar p o r los caminos con el m í n i m o posible de riesgos, por lo menos mientras no se presentara a lgún acto bél ico que h ic iera desbordar los ins­tintos. Só lo los .simpatizadores ostensibles de l a R e p ú b l i c a que n o habían emigrado eran ocasionalmente objeto de descon­fianza y de represalias. L a administración públ ica funcionó con re la t iva regu lar idad .

A u n q u e sus actos se apartaban de las normas piadosas —seguramente porque est imaba que sus funciones y categoría políticas l o excusaban—, L o z a d a fué u n creyente y hasta un guardián de las inst i tuciones católicas, ac t i tud acorde con su ideología conservadora, que el clero reg ional aprovechó para suavizar algunas de sus determinaciones.

Ent re los amagos y l a l u c h a , las necesidades de l cacicazgo l o i n d u j e r o n a tratar de " p o n e r p u n t o f i n a l a las cuestiones suscitadas entre los indígenas de algunos pueblos y propieda­des r u r a l e s " , 6 creándose en esa forma, s in e l amparo legal , i n ­tereses agrarios que inút i lmente se qu i s ie ron i m p o n e r a l G o ­b ie rno mediante l a insubordinación. "A fines de l año de 1869 n o m b r ó L o z a d a u n a comisión compuesta de u n i n d i v i d u o de cada p u e b l o d e l ter r i tor io , para que e x a m i n a r a las escritu­ras de todos los propietar ios rurales y resolviera las cuestiones que h a b í a pendientes entre éstos y los indígenas de los mismos pueblos, teniendo que sujetarse d i c h a comisión en sus opera­ciones a u n reglamento que formó y le dió e l m i s m o L o z a d a . . . .Se c o m p o n í a de i n d i v i d u o s escogidos de entre los mismos interesados: e n los pocos actos que e jecutó, declaró nulas l a mayor parte de las escrituras que le presentaron a examen.

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LA BATALLA de LA MOJONERA 569

y los terrenos a que éstas se referían fueron anexados a los pueb los inmediatos ; pero n o fueron más que dos o tres pue­blos e n los que funcionó esta comisión, p o r q u e los aconteci­m i e n t o s subsecuentes h i c i e r o n corta su d u r a c i ó n " . 7

L a poderosa empresa Barron, Forbes y C í a . n o h a b í a de­j a d o de real izar sus cuantiosos negocios. A su alrededor, e l resto de l a poblac ión , salvo apenas unos pocos operadores en m e d i a n a escala, se hab ía m o v i d o en p l a n o de pigmeos. Pero esta negociac ión se retiró, y e n el transcurso d e l t iempo surgió ot ro potente m o n o p o l i o de extranjeros, l a casa Aguirre, que e n su desarrol lo l legó a igualar a su predecesora. (Su situación preponderante , sobre todo desde que l a f i r m a B a r r o n l iqu idó sus negocios e n e l terr i tor io , cediéndole def in i t ivamente el c a m p o , cont inuó hasta que, en e l presente siglo, e l reparto agrar io desbarató su lat i fundio.)

C o r o n a se encontró, en su paso a Querétaro , con u n "Esta­d o " de T e p i c gobernado" p o r M a n u e l R ivas .

E l 7 de agosto de 1867, e l gobierno r e p u b l i c a n o exp id ió u n decreto que separaba d e l Estado de Ja l isco a l 7° Cantón.., p a r a formar c o n él u n D i s t r i t o m i l i t a r sujeto directamente a l C e n t r o .

E x t i n g u i d o e l Imper io , Práxedes N ú ñ e z se rebeló contra L o z a d a e l 26 de agosto de 1872 en Atonalisco, con numerosa fuerza. L o bat ió R a m ó n G a l v á n , en el cerro de L a Silla, em­pleando aún más gente; y Núñez y algunos de sus subordi­nados se incorporaron en Guadalajara a las tropas de l a 4° División. Los lozadeños desarmaron a l batallón federal que guarnecía a Tepic y arrasaron el pueblo de Atonalisco.

E l Tigre de Álica pretendió detener la acción del gobierno federal y aún sacar partido de la situación; pero el presidente Lerdo de Tejada se negó a considerarlo en su papel de amo de l a región en que operaba; dijo a los emisarios que no hab ía otro medio de estar en paz que someterse al gobierno y a sus leyes; . .de lo contrario, su deber [el del gobierno] es hacerse obedecer, y lo hará, mandando sus fuerzas dentro de u n mes, de un año o de diez, según le convenga". 8

Colocado al margen de las instituciones legales, L o z a d a perdía prestigio. E n su descenso se h a b í a enemistado con los miembros de l a casa B a r r o n . Forbes y Cía . , a quien, ya 110 p o d í a ser útil. .

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BERNABÉ GODOY

E L C A U D I L L O

Asociado con el inquieto ex-gobernador de Sinaloa, Plácido Vega, entonces descontento con el gobierno de la nación, Lozada se declaró en rebeldía. Suscrito en San Luis por re­presentantes de "los pueblos hermanos del Nayarit" y fechado el 17 de enero de 1873, aparecía un manifiesto con el nombre de "P lan libertador proclamado en la sierra de Álica por los pueblos unidos del Nayarit". Lozada era nombrado general en jefe del "Ejército Mexicano Popular Restaurador".

E l objeto de este levantamiento era provocar una revolu­ción general; la creencia de que se llegaría a interesar a la nación es evidente en los artículos del Plan. U n a cláusula del artículo 7° hace referencia a las invitaciones que los rebeldes de todos los matices habían hecho a Lozada, cuando de él necesitaron; se esperaba reunir a los descontentos del régi­men: " N o debiendo olvidar las varias y generosas invitacio­nes que los principales caudillos de las diferentes revoluciones nos hicieron, que no aceptamos, como amantes de la paz pública". Además se creía que después de la toma de Guada-lajara el levantamiento haría muchos adeptos entre los traba­jadores del medio rural. No había, en rigor, un verdadero plan, pero sí un fuerte espíritu demoledor, opuesto diametral­mente a ios objetivos de los reformistas, interesados en qui­tar al clero sus pertenencias —sin que importara en ningún sentido el desarrollo del latifundio—, y fijar el legalismo libe­ral. Según Pérez González, Lozada "tenía razón cuando asegu­raba que al tomar la capital de Jalisco se le unirían cien mi l hombres, poique antes de emprender aquella campaña había él mandado comisionados secretos a varios pueblos de aquel Estado, convocando a la raza indígena a que se le uniera para efectuar un levantamiento, tomando por enseña la religión y los intereses generales del linaje indio" . 9 Sin estas esperanzas, el movimiento carecería de toda explicación.

L a independencia política de la región nayarita induda­blemente convenía a los lozadeños; pero no llenaba sus pro­pósitos. Su obsesión era asegurar el feudo agrario, con el que querían compensar sus sacrificios, proporcionándose un medio de subsistir. E n uno de los "considerandos" del documento se expresaba el odio a las "clases privilegiadas". Lozada, sin

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LA BATALLA de LA MOJONERA 571

embargo, se había entendido bien con ellas, y si iba a pelear era porque el gobierno nacional le negaba un privilegio, y porque quería defender otros, los del poder eclesiástico. Su engre imiento c o n el mando autónomo no le permitió apreciar en todo su alcance el sesgo típicamente legalista que por esos días adquiría la nación: nada que fuera contrario a la ley y a l m a n d o supremo del Gobierno podía pasar. U n Estado al m a r g e n de otro Estado sólo se toleraba mientras no se tuvie­r a n las facilidades para acabar con él; eso es lo que quería decir l a contundente respuesta de Lerdo de Tejada.

E n cualquier forma, a Lozada no se le ocultaba que sólo le quedaban dos caminos: disciplinarse, entrando al servicio d e l gobierno o retirándose por completo de sus intereses po­líticos, o b i e n rebelarse. T a l vez pensara en retirarse; su salud flaqueaba y, según sabemos, se resistía a la aventura defini­tiva. Pero l a fidelidad y el afecto a su gente, que en su ma­yoría quería l a guerra, lo hicieron ceder. E l famoso guerrillero acabó por entregarse totalmente a la egolatría de quienes se creen "predestinados"; en la última etapa le gustaba que lo trataran de "Excelentísimo", y aceptó que llamaran al pue-blecillo de San Luis " l a ciudad de San Luis de Lozada".

As í , p o r encima de la cordura, se dejó convencer, hasta perder todo sentido de la proporción y lanzarse a la revuelta con un plan ilógico: en nombre de " l a soberanía, progreso, bienestar social y político de estos pueblos", se hace referencia al propósito del gobierno de realizar la unidad conforme a la ley, como a " l a injusta guerra que el Gobierno nos declara". Y , contrariamente, se promete que al triunfo del movimiento, la voluntad democrática será la que dirija los destinos de la nación» L a contradicción es evidente, porque ¿que pasaría si esa voluntad "soberana" no acordaba respetar la soberanía de los pueblos del Nayarit, con sus "fronteras", y la recupera­ción de ios fueros eclesiásticos?

E n el plan se emplea una y otra vez la palabra "pueblos" con sentido claramente localista: " . . . l o s pueblos unidos del Nayarit" acordaron en Gran asamblea "organizar la adminis­tración pública, social, y la común prosperidad"; los políticos de mala fe no han "hecho en favor de los pueblos el más leve sacrificio; por tal razón se ven obligados éstos [los de Nayarit] a levantarse en masa"; "en diferentes épocas algunos pueblos

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se levantaron para hacer valer sus derechos"; "...los pueblos de la sierra de Álica desde épocas anteriores h a n reconocido como centro de unión al del Nayarit, los que de acuerdo se han dirigido, por medio de una comisión de personas de respetabilidad y confianza, a l mismo licenciado Sebastián Lerdo de Tejada, para que con aquel funcionario arreglasen diplomáticamente del modo más satisfactorio la organización administrativa, social y progresista de los mencionados pue­blos";..el citado licenciado Lerdo de T e j a d a h a tratado como de costumbre, con su malhadada política, como queda demostrado p o r l a contestación que de pa labra y p o r escrito h a rendido la comisión, entorpeciendo de hecho l a soberanía, progreso, bienestar social y político de estos pueblos"; "...[por] los partes recientemente recibidos de los pueblos de l a Sierra de Álica, reconociendo como siempre e l centro de unión a l de Nayarit . . ."; " . . .no nos ha quedado otro remedio, a nuestro pesar, que aceptar la injusta cuanto infame guerra que se nos declara, tomando los pueblos hermanos del Nayarit l a inicia­tiva. . ."; "...los pueblos, despertando d e l letargo en que esta­mos, nos levantamos en masa con las armas en la mano para que del fuerte sacudimiento que la nación tiene que experi­mentar, resulte el éxito feliz del grandioso principio de rege­neración"; "...los pueblos del Nayarit tienen el orgullo de aceptar la g u e r r a . . . " ; "las fuerzas armadas que sostengan esta causa se denominarán Ejército Mexicano Popular Restaura­dor, reconociendo como general en jefe al ciudadano Manuel Lozada"; etc., etc.

Nada hay suficientemente preciso; no hay un verdadero mensaje a la nación, al pueblo, al campesino, al indio, al pro­letariado o a quien fuese. Se han dado a la rebuscada sustancia del documento diferentes interpretaciones; lo cierto es que, para quien lea a primera vista —y estaba destinado a ser leído de ese modo—, el Plan resulta algo confuso, más propicio a la desconfianza que al entusiasmo. Si hay quienes han expli­cado el movimiento como una lucha de castas es porque se gestaba en una región donde preponderaba la raza india, por lo mal pergeñado del texto y por los crímenes de los firmantes en las zonas fuera de su control. N o obstante, otra cosa se pretendía decir: los pueblos de Nayarit están armados: mien­tras los gobernaba un cacique han recibido para su cultivo

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tierras de las haciendas; e l gobierno h a faltado a l a obligación m o r a l de aceptar l o hecho p o r aquél, y se niega a reconocerlo c o m o soberano de la región. E l carácter legal o ilegal de l o que queremos n o nos interesa; nos basta l a convicción de que es justo. P o r tanto, nos constituímos, valiéndonos de las armas, en los guías de l a nac ión; y restableceremos las normas conservadoras.

H u b i e r a s ido senci l lo y de interés nac iona l—aunque siem­pre ineficaz a esas alturas, por la filiación antirreformista de ios promotores 1 0— presentar con claridad u n a planeación agrar ia ; los rebeldes hubieran podido echar m a n o para esto de los mismos trazos de l a legislación reivindicadora pro­puesta por e l Consejo Imperial de Ministros que aprovecha­r o n a l real izar los deslindes. 1 1 Pero p o r u n a parte confiaron e n que ' l o s pueblos" comprenderían su mensaje, 1 2 y por otra los nuevos consejeros de Lozada no hubieran sido capaces de hacerlo; en parte eran más ineptos que él mismo. 1 3

E n resumen: el manifiesto exhibe un caso apenas disimu­lado de autovaloración desmedida, consecuencia del prolon­gado ejercicio del poder arbitrario. E n cuanto a la doctrina misma, Lozada y los suyos volvían, en los momentos más inoportunos y sin el prestigio nacional indispensable, sobre los ideales conservadores: el lema "Religión y Fueros" y, en un plano tranquilizador, el noble intento agrario del Im­perio.

Si a Lozada no le tocó morir como Max imi l i ano , 1 4 tuvo poco tiempo después un modesto equivalente: los soldados del ejército republicano —sus constantes enemigos, ahora reforza­dos con los que habían sido sus partidarios— lo persiguieron sin descanso. E n la mañana del 1 9 de julio de 1 8 7 3 pusieron fin a su azarosa vida en una pequeña elevación de la sierra mexi­cana, derivación del majestuoso Sanguangüey, al Este-Noreste de la ciudad de Tepic.

N o sin fundamento, se dice que la empresa Aguirre tomó a su cargo la fortuna de Lozada. L a señora Eligía M . Vda. de Lozada se alojó en la casa de la familia de Juan Antonio Aguirre; después se separó de ella, y los multimillonarios es­pañoles le pasaron, hasta el fin de sus días, una pensión mi­serable. E n su penuria, vendió los pocos objetos más o menos valiosos que le quedaban. Ofreció a don Jul io Fuentes un

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aderezo, regalo de la Emperatriz, que Fuentes, a pesar de las instancias de su hija, doña Casimira, no adquirió por su ani­madversión hacia la causa del guerrillero.

II

L A B A T A L L A

L A S F U E R Z A S DE L O Z A D A se dividieron en tres columnas. Una de ellas se dirigió a Sinaloa; la destrozaron en E l Rosario las tropas del gobierno, mandadas por el coronel Altamirano. Otra salió con rumbo a Zacatecas; retrocedió sin combatir, al enterarse su jefe, Dionisio Jerónimo, de los fracasos de sus compañeros de E l Rosario y L a Mojonera.

L a columna de mayor importancia, de más de siete mil hombres, marchó sobre Guadalajara. E n su ruta al desastre, el 24 de enero de 1873 la detuvo una pequeña fuerza de gen­darmes y vecinos de Tequila, al mando del jefe político Sixto Gorjón, con una defensa vigorosa de sólo cinco horas. A l ad­vertir la inutilidad de su resistencia, los defensores se rindie­ron, y lograron quedar libres mediante rescate. Lozada acep­tó la explicación de que ignoraban sus propósitos por no haber recibido su aviso, a causa de un retardo del correo.

Se advierte, desde luego, que Lozada ya no actuaba como en los días de sus sanguinarias hazañas. Pero la población de Guadalajara no tenía por qué creerlo así y temía lo peor. "Apenas se supo en esta ciudad la aproximación del enemigo, cuando el Sr. Gobernador dictó medidas enérgicas para salvar la situación. E n el acto se expidió una proclama, llamando a las armas a todos los ciudadanos, y el decreto... por e l cual se ordenó la creación de la guardia nacional." 1 5

E l gobierno del Estado, a solicitud del Ayuntamiento de Guadalajara, había realizado en torno de la ciudad algunas obras preventivas contra el posible ataque de L o z a d a ; y la misma corporación municipal, en sesión del 25 de enero, 1 6

acordó redactar una excitativa que se dió a la publicidad, previa aprobación del gobierno estatal. Se integró una guar­dia municipal de voluntarios que quedó en la población mientras las fuerzas salían a campaña.

T o d o induce a creer que al Ministerio de la Guerra le

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interesaba más desprestigiar al general Ramón Corona, por rivalidades políticas, que acudir en auxilio oportuno de una ciudad que estaba urgida de él. A los informes telegráficos acerca de los preparativos de los rebeldes contestaba "que ya se proveería y que, para batir a las gavillas de Lozada, basta­ría hacer marchar alguna fuerza al mando de un jefe de la guarnición". 1 7 E n el cuartel general trabajaba sin descanso el Estado Mayor, tratando de encontrar la forma de dispo­ner la defensa.

«La guarnición de Guadalajara tan sólo contaba con dos m i l cuatrocientos soldados de las tres armas. L a 4° División tenía en lejanas fracciones sus unidades de combate. . .

»El General en Jefe siempre se veía asediado por los veci­nos más prominentes de la ciudad inquiriendo con sumo inte­rés nuevas noticias del enemigo.

»Convencido el general Corona de que sólo un acto de audacia podía salvar esa situación, bien difícil, resolvió batir al enemigo fuera de la plaza, que no contaba con ningunos medios estratégicos de defensa.

»Al efecto, el 2 7 de enero, a las diez de la mañana, des­prendíase del cuartel general el Estado Mayor para comuni­car las últimas órdenes de marcha.

»La consternación veíase pintada en todos los semblantes. Numerosos grupos de gente alarmada se agolpaban en las in­mediaciones de los diversos cuarteles de la guarnición.

»En las calles sólo se escuchaba el apresurado galopar de los caballos que montaban los ayudantes, comunicando las postreras órdenes del General en Jefe.

»A las once de la mañana desfilaban nuestras tropas a la sordina con rumbo a la garita de Zapopan. E l modesto gene­ral Corona, rodeado de su Estado Mayor, cruzaba las silen­ciosas calles de la ciudad en medio de la muda, pero bien sig­nificativa despedida del azorado pueblo. . .

»Al llegar a la citada garita, el General en Jefe procedió a la organización de la columna de combate, en la forma si­guiente:

>>Descubierta avanzada: guerrilla exploradora al mando del teniente coronel Práxedis Núñez, con 3 0 guerrilleros. Bri­gada de vanguardia: compuesta de los batallones de infante­ría números 14° y 21° con dos piezas de montaña y una de

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batal la , a las órdenes d e l C . general Pr i sc i l i ano Flores . C e n ­tro de c o l u m n a : e l 6° cuerpo de cabal ler ía y 70 gendarmes montados d e l Estado, . a l m a n d o d e l coronel L e o p o l d o R o ­mano ; trenes de art i l ler ía , parque general , i m p e d i m e n t a y ambulanc ia , a l m a n d o d e l mayor, general coronel R a f a e l Ba-rrón. B r i g a d a de retaguardia , con los batallones de infante­r í a 11o y 12° y dos compañías de l 9° de l a misma a r m a a las órdenes d e l C . general G r e g o r i o Saavedra.

»El general C o r o n a , c o n su Estado mayor, m a r c h a b a e n seguida de l a g u e r r i l l a exp loradora .

»Organizada de esta manera l a c o l u m n a de combate, a las 3 de l a tarde se e m p r e n d i ó l a m a r c h a para Zapopan. E l orden más perfecto y e l s i lencio más absoluto re inaba en las filas, estableciéndose r iguroso servicio de v ig i l anc ia .

»A las cuatro de l a tarde llegamos a la citada vil la. Inme­diatamente se dió alojamiento a las tropas y se estableció el servicio de campaña, destacándose la gran guardia sobre el ca­mino de la Venta del Astillero. E n la torre del templo parro­quial se establecieron los correspondientes vigías.

»En el gran atrio del templo quedaron acampados los ba­tallones de infantería; la artillería y parque general quedaron instalados en el convento, y la caballería en un mesón inme­diato a la plaza; el general Corona y sus ayudantes se alojaron en la Directoría Política.

»A las seis de la tarde se escuchó el agudo toque de corneta llamando a orden general extraordinaria, en la que se comu­nicaba a las tropas la continuación de la marcha para el si­guiente día en el orden ya indicado; se nombró el servicio de Estado Mayor, el de general y jefe de día, el de oficiales de vigilancia, y se dió a reconocer como jefe del mismo Estado Mayor a l C . comandante Nicolás España.

»En la noche, y bajo riguroso servicio de campaña, se ha­cía notable el más profundo s i lencio y el orden más correcto, y sólo se escuchaba a intervalos el gr i to de "Centinela, aler­t a . . . ! "

»Muy cerca de las 11 de la noche, e l ayudante de guardia en el cuartel general recibía al teniente coronel de gendarmes de Jalisco, Loreto Gutiérrez, quien en esos momentos lle­gaba de explorar a l enemigo: dicho jefe dió parte al gene-

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LA BATALLA de LA MOJONERA 577

r a l C o r o n a de que Lozada, c o n numerosas fuerzas, pernoctaba e n l a V e n t a d e l A s t i l l e r o .

»Desde ese m o m e n t o el cuarte l general púsose en p l e n a ac t i v idad , comunicándose órdenes c o n todo sigi lo a los jefes de br igada y demás unidades de combate; se procedió a atala­j a r l a arti l lería y se dió l a o rden de botas i l la . Se redobló e l serv ic io de v i g i l a n c i a en todo e l campamento y especialmente e n e l puesto de gran guard ia . -

>>A las 6 de l a m a ñ a n a de l día 28, con l a organización dada c o n anter ior idad , nuestros soldados e m p r e n d i e r o n l a m a r c h a sobre e l c a m i n o de l a V e n t a , observando siempre e l me j or o rden , y compostura .

»El G e n e r a l en Jefe m a r c h a b a c o n su Estado M a y o r , siem­pre a retaguardia de l a g u e r r i l l a exp loradora .

»Al l legar a l rancho de San R a f a e l se avistaron los explo­radores d e l enemigo: nuestros guerr i l leros , con denuedo y en­tusiasmo, los h i c i e r o n retroceder e n desorden por e l m i s m o c a m i n o .

>>Continuamos avanzando, y a l l legar a l rancho de L a Mo­jonera, a las ocho de l a m a ñ a n a , las avanzadas de L o z a d a se nos presentaron hac iendo los pr imeros tiros.

» E n estos momentos , el joven capi tán de Estado M a y o r B e r n a r d o Reyes fué m a n d a d o c o n 25 dragones de l 6° de ca­ba l le r ía para reconocer a l enemigo.

»El general C o r o n a , con asombrosa serenidad, ordenó: que l a b r igada de v a n g u a r d i a desplegara en bata l l a frente a l ene­m i g o ocupando e l lado occ identa l , apoyándose en los corrales d e l rancho y sosteniéndose en su m o v i m i e n t o por dos escua­drones de cabal ler ía ; a l a br igada de retaguardia , que desple­gara en bata l l a p o r e l f lanco i z q u i e r d o , ocupando en áng u lo recto con l a ot ra br igada e l lado norte d e l campo; que dos compañías d e l 9° bata l lón , a l m a n d o de l denodado teniente corone l T e o d o s i o Pérez, con e l va l iente capitán J u a n José N a ­v a r r o , ocuparan e l l ado O r i e n t e , fo rmando también á n g u l o recto c o n e l flanco i z q u i e r d o de l a br igada de retaguardia.

»Parte de l a cabal ler ía , e l p a r q u e general y l a i m p e d i m e n ­ta q u e d a r o n situados en l a parte N o r t e d e l campo de bata l l a , cerrando e l cuadro. L a sección sanitar ia c o n su mater ia l que­d ó s i tuada e n u n a tro je d e l m i s m o r a n c h o . 1 8

>Las referidas maniobras se prac t i ca ron con toda v i o l e n -

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cia, a paso veloz y con la más completa corrección, s i n que se escuchara u n solo gr i to n i u n a alterada voz de m a n d o .

»En seguida se estableció, casi en e l centro d e l campo, una batería de batalla; y el General en Jefe, atento a todos los movimientos y especialmente al cuidado de l a art i l ler ía , no desamparó aquel punto escogido para centro de sus ope­raciones.

»En esos supremos momentos de intensas emociones se incorporó a nuestro campo el valiente capitán B e r n a r d o Re­yes, pie a tierra, con el uniforme destrozado y c o n u n a pisto­la en la mano; tras él ocho dragones... E n e l reconoc imiento que h izo del enemigo había dejado su cabal lo m u e r t o y muertas las dos terceras partes de su tropa.

»Sobre el frente de nuestras líneas de b a t a l l a avanzaron extensas líneas de tiradores, que comenzaron su fuego a dis­creción.

»Bien pronto contemplamos al enemigo que, en inmenso semicírculo y a distancia de menos de un ki lómetro , empren­dió el ataque general a nuestras líneas ocupadas p o r las b r i ­gadas de infantería.

»¡Comenzó la batalla! ¡Los cañones dejaron oír su ronco estampido, y se escuchó e l fuego graneado de l a infantería! Oíamos a lo lejos la gr i ter ía . . . , los vivas a L o z a d a y los vivas a. . . Religión y Fueros.

»El enemigo nos atacó con obst inado empuje , haciendo fue­go con tres piezas de artillería.

»Serían las diez de la mañana; el enemigo casi tenía en­vueltas nuestras líneas de combate y, siguiendo su v ie ja tácti­ca, incendió por diversos puntos el zacate seco de nuestro campo. E l fuego avanzaba hac ia el parque general . Nuestros muertos y heridos veíanse abrasados entre las l lamas, y e l humo denso nos ahogaba y nos ocultaba los m o v i m i e n t o s . . .

»Y en esos momentos de suprema angustia, cuando e l más valiente y e l más sereno ve p e r d i d a toda su esperanza, se escu­chó el aterrador grito de u n teniente de art i l ler ía : " ¡ M í gene­ral, no sirve el parque!", enseñando al general C o r o n a u n saquete picado de donde se escapaba la pólvora. . .

»El General en Jefe inmediatamente comprendió l a tre­menda situación y su inmensa responsabilidad ante el desas­tre; imperturbable y sereno.. . , dispuso v io lentamente la re-

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LA BATALLA de LA MOJONERA 579

paración del inutilizado parque, haciendo uso de los paños de sol y de cuanto lienzo se encontró a la mano.

»En efecto, los saquetes fueron envueltos en los paños de sol, los ayudantes convirtiéronse en obreros, y el fuego de artillería ya no se interrumpió. ¡La situación estaba salvada de momento!

»Entre tanto, fajinas de nuestros soldados apagaban el fuego del campo, y se despejaba el humo sofocante del incen­diado zacate.

»A las doce del día, el enemigo redobló su terco y tre­mendo ataque, asaltando a la bayoneta nuestras líneas; pero la artillería nuestra hacía destrozos en sus desorganizadas co­lumnas, y nuestros bravos soldados rechazaban con inaudito entusiasmo el impetuoso ataque.. .

»El combate se hizo general; los lozadeños redoblaban su empuje contra nuestras líneas de batalla; fué asaltada con decidido empeño la línea oriental ocupada por las dos com­pañías del 9° batallón que, sin pérdida de un momento, se re­forzó con una pieza de artillería de montaña. Estábamos en esos momentos completamente sitiados.

»Después de algún tiempo de heroica resistencia, el enemi­go fué rechazado en todas las líneas de combate. Después in­tentó de nuevo rehacerse y volver al asalto; pero sus esfuerzos fueron inútiles.

» E L general Corona estaba inspirado. Ordenó que los ba­tallones 14° y 2 1 ° , apoyados por el 6° de caballería y los gen­darmes de Jalisco, al toque de degüello, a paso veloz y a es­cape, atacaran al grueso del enemigo. Entonces se escuchó el entusiasta grito de " ¡ A ellos!" y vivas al Supremo Gobierno y a la 4° división.

>>Nuestros soldados avanzaron más de cuatro kilómetros sobre el campo contrario por las lomas y por el camino de L a Venta, y después de más de una hora de rudo combate regresaron trayendo cuatrocientos y tantos prisioneros, tres piezas de artillería y dos carros de parque quitados al ya des­moralizado enemigo.

»El éxito fué completo. Entonces se escucharon las alegres dianas, se redoblaron los entusiastas vivas, y se veía en todos los semblantes conmovedora alegría. 1 9

»Entre tanto, los heridos eran llevados al improvisado

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5 8o BERNABÉ GODOY

hosp i ta l de sangre, y los muertos, más numerosos aún, • eran recogidos y depositados, con religioso silencio, cerca del mis­mo h o s p i t a l .

»Allí contemplamos muertos al comandante Faustino Re­yes y al subteniente Ávila, primeras víctimas del cumplimien­to del deber; allí estaba agonizante el comandante Barragán, y tantos y tantos desconocidos márt ires . . . !

»Los doctores Moral l i y Aristoarena y los ambulantes se multiplicaban curando a los heridos; en aquella atmósfera de sangre sólo se escuchaban amargos quejidos y tristes la­mentos.

»El enemigo procuró rehacerse; pero notábanse bien flo­jos sus fuegos, y únicamente grupos de caballería atrevíanse a acercarse a la extensa cadena de tiradores establecida al frente de las líneas de batalla. E n diversas ocasiones, Lozada, con numerosa escolta de caballería, avanzaba muy cerca de nuestros soldados, mas los certeros disparos de la artillería dispersaban en completo desorden ese grupo, que dejaba al­gunos muertos en su fuga.

»En el resto de la tarde se levantó el campo y se recogie­ron mult i tud de muertos y heridos, tanto nuestros como del enemigo.

»Por falta de caballería, pues la nuestra estaba completa­mente agotada, no pudieron emprenderse operaciones ofensi­vas; el general Corona se limitó a tomar precauciones para proceder a l siguiente día conforme las circunstancias lo de­mandaran.

»Llega la noche serena y fría; entonces cambió por com­pleto el aspecto del campo de batalla; nuestros soldados des­cansaban con el arma al brazo; los dragones al pie de sus caballos y los artilleros al pie de sus cañones. Grupos de jefes y oficiales comentaban los múltiples episodios del combate. L a sección sanitaria no cesaba en su triste misión.

>>¡Allí estaban alegres y serenos los veteranos del extinguido Ejército de Occidente! Allí el general Corona, con su nun­ca desmentido valor y patriotismo y con su carácter jovial, departía alegremente con sus fatigados ayudantes; el gene­ral Saavedra, con su estoica calma y admirable serenidad; los generales Flores y Robles Linares y los coroneles Barrón, Romano, Mariles y Vargas, haciendo gala de su valor y buen

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LA BATALLA DB LA MOJONERA 581

h u m o r ; los tenientes coroneles Pérez, Órnelas , Hernández y Gutiérrez y los comandantes Urrea, Chávarri, Saavedra, Ze-peda, Bustamante, J a ime y Sandoval, todos de acreditado y reconocido valor; el asesor L ic . Bernardino Echauri, que re­cibió su bautizo de fuego con su jovialidad característica; allí estaban los denodados, entusiastas y valientes jóvenes co­mandantes Nicolás España y Agustín García Hernández; ca­pitanes de Estado Mayor Bernardo Reyes, Melitón Hurtado y Manue l González, incansables y celosos por el cumplimiento de su deber; y también estaban allí otros olvidados patriotas y desconocidos héroes.

» E L campo de batalla aparecía por demás bello y pinto­resco; en el interior del gran campamento se encendieron luminarias que rodeaban nuestros cansados soldados. Oíanse los melancólicos gritos de " ¡Alerta!" Aislados tiros venían del campo enemigo; y la blanca luz de la luna alumbraba nues­tras victoriosas armas...

» E L general Corona, rodeado de sus ayudantes, descansaba al pie de un corpulento árbol; y en su amena conversación sólo tenía elogio para todos y cada uno de sus subordinados: n i un solo momento dudó de la victoria, hablándonos desde esa memorable noche de sus futuros proyectos para empren­der muy en breve la campaña de Álica.

»En el campo enemigo se notaba sospechoso silencio, in­terrumpido a veces por algunos tiros aislados que más bien parecían señas convencionales.

»Así se puso aquella fría y serena noche de invierno, y al despuntar el d ía 2 9 de enero, al hacerse nuevos reconoci­mientos, notamos que reinaba en el campo contrario la más profunda quietud. Era que Lozada, con su derrotada gente, había huido a la madrugada con rumbo a sus antiguas madri­gueras.

»Inmediatamente procedióse a terminar de levantar el campo, recogiéndose aún algunos muertos y heridos que dejó abandonados el enemigo.

»A las nueve de la mañana, dispuso el General en Jefe que se reconcentraran las tropas y se hiciera el movimiento de contramarcha en dirección a Guadalajara, cuya plaza es­taba en condiciones bien difíciles, movimiento que se hizo en orden inverso al de la columna organizada con anteriori-

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5 8 2 BERNABÉ GODOY

dad. Se encargó el mando de la extrema retaguardia al ge­neral Prisciliano Flores, poniendo a sus órdenes al coro­nel Romano, con el 89 cuerpo de caballería.

»No bien estaba organizada la columna referida, cuando de nuevo se avistó al enemigo que como una avalancha se arrojó sobre nuestra retaguardia. Eran las caballerías de Lozada, que a las órdenes del viejo general Plácido Vega ha­bían amagado la noche anterior la plaza de Guadalajara.

»Inmediatamente ordenó el general Corona que dos nu­merosas líneas de flanqueadores ocuparan la derecha y la iz­quierda de la columna, y que la batería de batalla contra-marchara a situarse a nuestra extrema retaguardia.

»Los fuegos convergentes de la artillería y de las líneas de flanqueadores contuvieron bien pronto el impetuoso ataque de la caballería.. . E n esa forma y paso a paso, en orden perfecto, emprendimos la contramarcha por el camino de Zapopan.

»Esa contramarcha llenó de admiración a todos los com­batientes del día anterior; se palparon los conocimientos mi­litares del General en Jefe, y su serenidad y heroico valor en la batalla.

»Durante esa marcha de retrogradación, cinco veces hizo alto la columna para resistir con vigor el ataque de don Plá­cido Vega, cuyas caballerías no bien retrocedían en desorde­nada dispersión, luego se reorganizaban y volvían a hostilizar el flanco izquierdo y la extrema retaguardia de nuestra co­lumna.

»Así se pasó toda la mañana, mañana de continuos com­bates, en los que la metralla hizo estragos en el enemigo, que dejó el camino cubierto de muertos y heridos. Los fuegos de nuestros flanqueadores y la presencia del general Corona en los puntos de mayor peligro tuvieron siempre a raya a los indios lozadeños.

»Por fin, a medio día llegamos a la ori l la de Zapopan, en donde se verificó el último asalto; el enemigo intentó un su­premo esfuerzo, y fué dispersado por completo en las lomas situadas al Poniente de la citada V i l l a .

»Otra vez la victoria fué nuestra. Las alegres dianas y los entusiastas vivas conmovieron a nuestros heroicos soldados...

»A las dos de la tarde se encontraba reorganizada la triun-

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LA BATALLA de LA MOJONERA 583

fante c o l u m n a ; después de l a descubierta, y entre dos filas de dragones, m a r c h a b a n los prisioneros; en seguida los cañones y carros qui tados a l enemigo; luego e l G e n e r a l en Jefe c o n su Estado M a y o r y escolta; después las brigadas de infantería , l a art i l ler ía y l a a m b u l a n c i a que conducía e n literas, carros de transporte y carretas a numerosos heridos. A l a retaguar­d i a m a r c h a b a e l denodado 6° cuerpo de cabal ler ía . L o s gen­darmes d e l Estado d i e r o n las escoltas de Estados Mayores y pr is ioneros .

» A las cuatro de la tarde hacíamos entrada triunfal a Guadalajara, y éramos recibidos con inmenso regocijo. . . Re­piques, salvas de artillería, infinidad de cohetes, delirantes gritos, vivas no interrumpidos y conmovedoras lágrimas, era el premio que daban las jaliscienses a sus salvadores.

»Difícil, aun imposible, sería pintar el entusiasmo de la ciudad salvada de la hecatombe. Con tantas y tan continua­das emociones, recibimos merecida recompensa a nuestros rudos y bien penosos trabajos.

>>Después de pasar en columna de honor p o r el frente de Palacio, a donde llegó el general Corona, presenciando la marcha de sus tropas en compañía del gobernador constitu­c i o n a l , L i c . d o n Ignacio Luis Valí arta, y de los poderes del Estado, c o n t i n u ó la columna por la calle de Palacio, varió por la de Prisciliano Sánchez y volvió por la de San Francisco; al pasar por el frente de Catedral se mandó tocar fajina y se desarticuló la columna, marchando los cuerpos a sus respecti­vos alojamientos.

»Los hospitales de sangre fueron establecidos en el Cole­gio de San J u a n , Universidad y Belén.

» E L general Corona y sus ayudantes pasamos la noche en los citados hospitales, socorriendo y consolando a los heridos; éste fué nuestro descanso después de dos días de combate.

>El 1° de marzo siguiente, después de la revista de Comisa­rio, emprendimos la campaña de Álica, cuyo resultado fué la temporal pacificación de aquella importante comarca de la República y la ejecución del temible cacique Lozada en las lomas de Los Metates, teatro de su primer crimen.»

Las fuerzas de Corona, que al salir de Guadalajara con­taban con 2,241 soldados, según el Parte oficial del general, tuvieron 203 muertos y 115 heridos. Se consumieron 88 botes

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de metra l la , 626 granadas con espoleta metálica,, 907 cartu­

chos de art i l lería y 117,849 cartuchos de in fanter ía-y caba­

l l e r í a , 2 0

ACONTECIMIENTOS E N G U A D A L A J A R A

E n l a noche de l 28 de enero de 1873, mientras C o r o n a se encontraba sit iado por L o z a d a en L a M o j o n e r a , P lác ido V e g a amenazo a G u a d a l a j a r a con más de 2,000 hombres de caballe­r ía 2 1 y ex ig ió l a rendic ión de l a p laza ; "pero l a i n q u e b r a n ­table f irmeza d e l gobernador V a l l a r í a , de l general J u n g u i t o , jefe de l a escasa guarn ic ión federal , y de l veterano de l a In ­dependencia coronel J o s é G u a d a l u p e Montenegro , jefe de l a improv isada G u a r d i a M u t u a , salvaron l a situación con u n a enérgica negativa, animados p o r l a l legada del 7° b a t a l l ó n . . , [que] emprendió m a r c h a forzada l a noche anter ior desde C i u d a d G u z m á n , hac iendo u n a j o r n a d a de cuarenta y dos leguas s in descanso y l legando a d i c h a C a p i t a l l l eno de ardien­te entusiasmo por combat i r a los enemigos de l a sociedad." 2 2

L a int imación, f i r m a d a p o r P lác ido Vega, -fué d i r i g i d a a V a l l a r í a y poco después a l general J u n g u i t o . " E n estos mo­mentos, y cuando c i r c u l a b a n siniestros rumores acerca de l a suerte de l general C o r o n a , a q u i e n se suponía derrotado, se disolvió l a G u a r d i a M u t u a " , 2 3 formada p o r 120 comercian­tes; "pero n o h a b i e n d o q u e r i d o ponerse a las órdenes d e l go­b i e r n o porque decían que no tenían otro objeto que defender sus intereses, se l a m a n d ó disolver . " 2 4

" L a c i u d a d no sufrió e n estos días u n robo, n i tuv imos que observar n i n g ú n d e s o r d e n . . . L o s exploradores que aca­ban de l legar aseguran que el destrozo sufrido p o r el enemigo es h o r r i b l e . Personas venidas de L a V e n t a , por donde pasó ayer L o z a d a , aseguran que sus heridos son cerca de 80o, y que el campo se h a l l a sembrado de m u l t i t u d de cadáveres. Por los exploradores referidos se sabe que L o z a d a se re t i ra hac ia los pueblos de l P o n i e n t e y r u m b o a sus madrigue­ras." 2 5

Poco después, e l 5 de febrero, hacía p u b l i c a r C o r o n a l a siguiente p r o c l a m a : " R a m ó n C o r o n a , general de divis ión, a los c iudadanos jefes, oficiales y t ropa que tuvo l a h o n r a de

m a n d a r en L a M o j o n e r a . C o m p a ñ e r o s de armas: O s habéis

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LA BATALLA de LA MOJONERA 585

c o n d u c i d o heroicamente a l rechazar las fuerzas vandál icas de T o z a d a , que en n ú m e r o cuatro veces mayor que e l vuestro os atacaron el d ía 28 de enero en L a M o j o n e r a . Habé is salvado a l a sociedad de u n i n m i n e n t e pel igro , y esto lo habéis hecho c o n ta l inte l igenc ia , d i s c i p l i n a y va lor , que n o vac i lo en de­ciros que sois e l verdadero mode lo de l soldado republ icano . A l c u m p l i r con el deber de manifestároslo así, me siento or­gul loso de teneros a m i s órdenes, y fe l ic i to a l a nación p o r contar con vosotros con tan dignos defensores de nuestras ins­t i tuc iones . "

C A U S A S DEL DESASTRE DE L O Z A D A

Situación en la facción rebelde— L a gente abandonaba l a l u c h a a consecuencia de serias dif icultades entre los jefes. E l gob ie rno acomodaba con agrado en el e jército a los amnist ia­dos, y no se v i s l u m b r a b a la p o s i b i l i d a d de que los conservado­res se reh ic ieran . A L o z a d a n o le quedaba sino someterse o esperar u n a expedic ión que a n i q u i l a r a sus mermados recursos mi l i tares . L o s acontecimientos de A t o n a l i s c o y los recien­tes de T e p i c , después de inútiles pláticas, c o n e l presidente L e r d o de T e j a d a , acabaron por prec ip i tar l a l iquidac ión de este estado de cosas, con la determinación tomada en el pueb lo de Sari L u i s .

Situación en el Centro.—Al gobierno federal no le preocupaba el propósito de los rebeldes de apoderarse de los destinos de l a nación. Se conf iaba en que el m o v i m i e n t o n o tardaría en ser sofocado. As í se e x p l i c a que, p o r diferencias personales, con teda t r a n q u i l i d a d se expusiera a C o r o n a a u n a probable de­r r o t a por parte de las fuerzas de L o z a d a y que se le retar­d a r a n les refuerzos y a u n se le regateara e l permiso para e m p e ñ a r l a b a t a l l a extramuros. Así se e x p l i c a también que los planes d e l jefe l i b e r a l se redujeran a b l o q u e a r e l objet ivo i n m e d i a t o d e l adversario, l a ocupación de G u a d a l a j a r a , que así v i n o a resultar e l objet ivo común. Sí se lograba l a derrota de L o z a d a , n o h a b r í a por q u é dudar de l fácil e x t e r m i n i o •de sus huestes. Es ta consideración a n u l a b a l a desventaja por la i m p o s i b i l i d a d de perseguir a ios rebeldes, en e l caso de que se les venciera .

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Perspectivas de Lozada ante la batalla.—Sus ventajas: dispo­nía de gran super ior idad numérica , y su cabal ler ía era tam­bién, re lat ivamente, m u y numerosa. Sus deficiencias: se trata­ba de u n a l u c h a con aspectos extraños y difíciles. L a l l a n u r a jalisciense, le jana de sus fuentes de abastecimiento, y l a ur­gencia de ganar l a acción, s in l a p o s i b i l i d a d de mantener u n s ido pro longado n i l a de efectuar u n a desbandada p a r a re­unirse más tarde en u n lugar predeterminado (usanza táctica de l a guerr i l la ) , de n i n g u n a manera eran condiciones favora­bles. Parte de l a fuerza estaba formada por gente inexper ta , que se incorporó a ú l t i m a hora ; e l contingente i b a sufr iendo algunas deserciones a m e d i d a que se apartaba de l terreno conocido. Su art i l ler ía era todavía más escasa que l a de C o ­rona. Las fuerzas d e l gobierno estaban mejor organizadas; y e l t r iunfo de Querétaro , demasiado reciente, inf lu ía podero­samente en su án imo.

La batalla.—Las tropas de l gobierno tuv ieron que sal ir de l a c iudad , desechando toda idea de fortificarse en los edif icios altos, p l a n que permit ió a los conservadores destruir a López U r a g a . Estaba presente l a amenaza de ios crímenes de los atacantes —lección de A h u a l u l c o — si se resistía dentro de l a c iudad .

E l caserío de L a M o j o n e r a , a m p l i o y b i e n bardado, rodea­d o de terreno casi p l a n o , con u n decl ive hac ia e l Pon iente que se i n i c i a a corta distancia , era grandemente favorable a C o r o n a . E n tales condiciones , L o z a d a no p u d o sacar venta ja de l a s u p e r i o r i d a d numér ica n i de su cabal ler ía . E l recur­so de l i n c e n d i o del- zacate en esa t ierra nada exuberante era p r o b l e m a soluble ; y u n a vez aisladas de l fuego las rancherías , quedaron a l descubierto los núcleos atacantes cada vez que avanzaban, convirt iéndose en blancos excelentes p a r a los tiros de los fusileros y de l a art i l ler ía de l gobierno.

L a l u c h a d e l 29 n o ofreció ya pe l igro para los defensores; l a cabal ler ía de V e g a y l a que permanec ió p r ó x i m a a L a M o ­jonera no h i c i e r o n más que host i l izar a l a c o l u m n a que re­gresaba. E n los accidentes topográficos Inmediatos a Z a p o p a n las cargas de los dragones de jaron de tener u t i l i d a d .

E l amago a l a c i u d a d de G u a d a l a j a r a no p u d o haber s ido s ino u n a r d i d dest inado a crear u n estado de nerv ios idad en

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LA BATALLA de LA MOJONERA 587

l a p o b l a c i ó n y en los elementos encargados de su defensa. E r a u n a f o r m a de evitar l a posible sa l ida de socorros a los sit ia­dos e n L a M o j o n e r a y de proteger, a l a vez, a las fuerzas ata­cantes contra u n a sorpresa p o r l a retaguardia . L a m e d i d a satisfizo p lenamente su f i n a l i d a d : a pesar de los optimistas in formes llegados d e l cuartel general , l a presencia de l a caba­l l e r í a enemiga en las goteras de l a poblac ión dió lugar a u n a jus t i f i cada a la rma ; además, C o r o n a apresuró e l regreso. E l e n g a ñ o n o resultó efectivo, s in embargo, porque e l fracaso frente a L a M o j o n e r a le q u i t ó u t i l i d a d .

T R A S C E N D E N C I A POLÍTICA DE L A B A T A L L A

E s casi seguro que l a captura de G u a d a l a j a r a se habr ía

consumado si C o r o n a h u b i e r a p e r d i d o e n L a M o j o n e r a . T a l vez e l refuerzo rec ib ido a ú l t i m a h o r a y l a escasísima guarni ­c ión que q u e d ó habr ían resistido, replegándose en e l centro, hasta l a l legada de los contingentes enviados tardíamente p o r o r d e n de l M i n i s t e r i o de l a G u e r r a ; pero hay que considerar t a l p r o b a b i l i d a d como remota . E n c u a l q u i e r forma, durante u n a oposición tenaz, l a poblac ión h a b r í a quedado a merced de los atacantes. L o s desmanes de los rebeldes y el trato des­p i a d a d o de que h a b í a n sido objeto, p o r parte de Rojas , algu­nos pueblos de l a zona genuinamente lozadeña, creaban fun­dadamente u n a atmósfera bastante preñada de amenazas.

S i , p o r otra parte, l a c i u d a d se h u b i e r a entregado s in com­b a t i r , cosa evidentemente c o n t r a r i a a los propósitos de V a ­l l a r í a y J u n g u i t o , los atropellos contra l a población pacíf ica q u e n o m i l i t a b a en el b a n d o pol í t ico l i b e r a l probablemente se h a b r í a n reduc ido a u n a fuerte exigencia económica. de seguro o p i n a r o n así los precavidos comerciantes, en m e d i o de sus temores, c u a n d o se negaron a par t i c ipar en l a defensa m i l i t a r .

L a ocupación fácil , que no h u b i e r a dado o p o r t u n i d a d a los desahogos salvajes, h a b r í a p o d i d o tener, en cambio , mayo­res consecuencias polít icas. H a y que tener presente que e l g e r m e n ant i lerdis ta tenía entre los l iberales visos de seriedad y que , p o r o t r a parte, e l p a r t i d o conservador p u d o haber he­c h o u n intento postrero p o r recuperar e l poder , s in compro­meterse de i n m e d i a t o .

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588 BERNABÉ GODOY

" N o es posible decir lo que habría sucedido si..." pero ciertamente se puede afirmar que una fuerte var iac ión favo­rable al intento de alterar el orden en un país que no encon­traba estabilidad política, habría originado algunas repercu­siones, aunque no podamos tener la pretensión de volver atrás para imaginar su importancia.

L a batalla de L a Mojonera fué el epí logo de l a sangrienta lucha entre liberales y conservadores en el Occ idente de la República. Las reformas se habían fijado a p r u e b a de futuros vaivenes; y los intereses políticos irían tomando ya en e l país otras banderas e n las manos de los vencedores.

N O T A S

1 Referido por la Srta. Margarita Rivas Retes, hi ja del político con­servador M a n u e l Rivas.

2 Juan C . M E L E N D R E S , "Notas históricas del Estado de N a y a r i t " , en El Progreso Nayarita, enero de 1928.

3 J u l i o P É R E Z G O N Z Á L E Z , Ensayo estadístico y geográfico del Territorio de Tepic, Tep ic , 1894, p . 501.

4 Información del Sr. Juan C. Melendres. 5 Francisco J . Zavala y J u l i o Pérez González, que formaban parte de

la sociedad tepicense de aquellos días, dejaron interesantes escritos acerca de las actividades de Lozada. Con u n sentido crítico superior a l de Za­vala, Pérez González realizó una obra de mayores proporciones. Zavala profesaba ostensiblemente ideas conservadoras, y tenía preferencia por la anécdota. de él son los siguientes párrafos, que esbozan u n cuadro v i ­vísimo de la situación de T e p i c a part ir de los acontecimientos del 2 de junio :

«Ocupado T e p i c por la banda lozadeña, después del inesperado y pér­fido albazo del Dos de Junio de 862, no había orden n i seguridad n i n ­guna para los habitantes, especialmente para los que no habían promis­cuado con la gente alicantina. Casi nadie circulaba por las calles s a no ser por premente necesidad de procurarse víveres o por otro negocio impres­cindible ; pero en los pequeños intervalos de quie tud que dejaban los colorados de Corona, solíamos sacar las narices de nuestros escondrijos y penosa reclusión los que por circunstancias ineluctables teníamos que per­manecer en aquel nido de odios y salvajismo, desafiando el peligro de tropezar a cada paso con algún pollo de la insolente gavil la, que nos h i ­ciera pagar caro la incontinencia.

»Era una tarde ardiente y abrumadora del mes de agosto de 63, de aquellas en que en nuestros climas costeños se suspenden las l luvias por varios días, se ausentan los nublados y queda el cielo más azul y transpa­rente que en el resto del año, porque no hay una mota de polvo que en­turbie la atmósfera, y el sol chispea sobre pisos y paredes redoblando su br i l lo y fuego abrasador.

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LA BATALLA de LA MOJONERA 589

»Habíame conquistado un valioso y buen amigo, D . Ju l io Pérez, em­pleado de la p i u r i m i l l o n a r i a casa mercantil de Barron, Forbes & Co., que congeniaba conmigo por su afición al estudio y a la l i teratura, y me visi­taba algunas veces que sus labores se lo permitían, como cuando tenía que pasar por la calle de m i alojamiento para ir a la fábrica de hilados y tejidos 'de Jauja, que dista cosa de un kilómetro al Noroeste de la pobla­ción, a transmitir órdenes o desempeñar otra comisión de sus principales, que eran los dueños de aquella negociación.

»Como la casa de Barron estaba aliada con el cabecilla serrano, los agentes y dependientes de aquélla gozaban de inmunidad entre los cacho­rros del T igre y tenían curso l ibre y sin riesgo, aun en las ocasiones de alboroto, l lamado allí borrego, que eran peligrosas aun para los mismos macuaces. Borrego era la alarma y pánico que se difundía instantánea­mente cuando alguna partida o merodeadores sueltos de Corona penetra­ban dentro del caserío, tiroteando y acuchillando a los macuaces que ha­l laban al paso y llegando a veces hasta los puestos de guardia y Casa Con­sistorial, para regresar después a su campo, cuando ya más no podían, no sin dejar aquí y acullá algún muerto o maltrecho de ellos mismos que no pudieran recoger, y a los vecinos llenos de alarma y pavor, sumidos en lo más recóndito de sus viviendas, porque los lozadeños, durante largo tiempo, seguían correteando a pie y a caballo por todas las calles, ebrios y furiosos, arremetiendo, cintarcando y desvalijando a todo el que encon­traban, cual si fuera beligerante enemigo, hasta que el rebato, los tiros y atropellos iban mermando poco a poco.

»La tarde a que me refiero. . .» (Francisco J . Z A V A L A , Ratos perdidos, Guadalajara, 1911, p p . 267-269.)

6 Juan C. M E L E N D R E S , art. cit. 7 P É R E Z G O N Z Á L E Z , op. cit., p. 551.

8 Carta del comisionado Migue l Oseguera al general Manue l Losada, lechada en la capital de la República el 16 de diciembre de 1872, aptid C i r o B. C E B A L L O S , Aurora y ocaso, México, 1912, p. 122.

9 P É R E Z G O N Z Á L E Z , op. cit., p. 561.

10 . .habiendo combatido la Constitución de 1857 durante la Guerra de Reforma, sólo pueden prestarle una obediencia pasiva [los pueblos del cacicazgo], por haberlo así ofrecido al gobierno triunfante que la procla­mó, pero no aparecer hoy como sus defensores". (Manifiesto del general Manuel hozada, San L u i s , agosto 1° de 1872.)

11 Las medidas que Lozada trató de poner en práctica eran una adju­dicación de la Ley para dirimir las diferencias sobre tierras y aguas entre los pueblos, expedida por M a x i m i l i a n o el 1° de noviembre de 1885, suge­r ida por la Junta Protectora de las Clases Menesterosas, órgano dedicado a estudiar las causas de los males del pueblo indigente y de proponer los remedios. L a declinación del Imperio dejó en el vacío este decreto. Cf. El Diario del Imperio, 18 de diciembre de 1865.

12 Como lo i lustra el siguiente pasaje: . .S. M . el Emperador recibió en audiencia part icular , en Chapultepec, a los gobernadores de los pue­blos pames en T a n l a i n , de Santa María de la Purificación, de Camotes, San Nicolás Tampote , y de Pinihuán, del Distrito de R í o Verde, los cua-

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590 BERNABÉ GODOY

les como representantes de dichos pueblos, en número de catorce indí­genas, se presentaron a manifestar su adhesión a SS. M M . , a nombre de todos los habitantes de ellos, y pedir algunas concesiones. Los indígenas dir igieron a S. M . el Emperador la siguiente alocución, que demuestra que los benéficos efectos que produce la institución de la Junta protectora de las clases menesterosas son conocidos aun en los pueblos más remo­t o s . . . " (El Diario del Imperio, 28 de ju l io de 1865.)

13 E n los escritos firmados por Lozada se ve siempre la mano de sus consejeros: los hay de todo tipo, desde los reflexivos y cuidadosamente redactados hasta los atropellados e incoherentes.

14 Para Lozada no pudo ser sino u n suceso penoso la tragedia de Que-rétaro: "Porque con traición y con cautela tomaron [los republicanos] la plaza de Querétaro, habiendo sido asesinados el Emperador M a x i m i l i a n o y los generales D . M i g u e l Miramón, D . Tomás Mejía y D . Ramón Mén­dez." (Los pueblos del Estado de Nayarit, a la raza indígena y demás individuos que constituyen la clase menesterosa de! pueblo mejicano, San L u i s de Lozada, septiembre 16 de 1870.)

15 Periódico Oficial del Estado de Jalisco, 30 de enero de 1873. 16 L u i s P Á E Z B R O T C H I E , " D o n «Manuel Lozada en la. opinión taparía".

Gaceta de Guadalajara, 1° de agosto de 1951. 17 Ignacio L . M O N T E N E G R O (ayudante de campo del general Ramón

Corona), " L a batalla de L a Mojonera" , El Diario de Occidente, 28 de enero de 1913. de este artículo está tomada también l a detallada descrip­ción que cito en seguida.

18 E l rancho de L a Mojonera se hal la a l poniente de la carretera que une a la rama internacional Guadalajara-Nogales con la base aérea m i l i ­tar, a una distancia aproximada de dos kilómetros. Su actual propietario, A d o l f o Barrera Martínez, conserva en buen estado dos pequeñas piezas contiguas situadas en el frente de la finca, en las que se instaló Corona; una de ellas, la que ocupa el extremo Sur, a la o r i l l a del camino de L a Venta , tiene u n "tapanco" a l que se sube por una escalera que parte de la otra pieza, con u n mirador desde el cual se domina el campo de la batalla. Estaba provisto de troneras, que fueron sustituidas por ventanas pequeñas, al ser repuesto por ladr i l lo el adobe de una parte de la pared. L a gran troje, que ocupa la mayor extensión al frente de la casa, se en­cuentra también en perfectas condiciones; sólo le falta una pequeña frac­ción, en e l extremo Norte , donde ahora se ha l la u n a de las habitaciones de la f ami l ia .

19 A las 6 de l a tarde del 28 de enero de 1873 se recibió en México el siguiente mensaje: "C iudadano Minis t ro de l a Guerra : Son las cuatro de la tarde y acabo de recibir del general Corona el siguiente parte de L a Mojonera , cuatro leguas distante de esta capi tal .—Después de cinco horas de reñido combate, se han quitado al enemigo tres piezas, varios prisioneros hécholes; ya se retira.—Pondré parte detallado; comuníquelo a l Supremo Gobierno y al Estado.—Momentos después dice el general F lo­res del mismo punto : Fuerte combate; victoria por nosotros, R , Jun-gui to . " Cf . C i r o B . C E B A L L O S , Aurora y ocaso, op. cií,, p . 123,

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LA BATALLA de, LA MOJONERA 591

20 Cf. M a n u e l P O R T I L L O , Apuntes histórico-geográficos del Departa­mento de Zapopan, Guadalajara, 1889, p . 177.

21 L a sección a las órdenes de Plácido Vega se componía aproximada­mente de 50o jinetes, cuando salió de Ahuacatlán (información que me proporcionó el Sr. Juan C. Melendres, que a su vez la obtuvo de Adrián J iménez, proveedor de las fuerzas de Lozada). Generalmente se calcula en 40o el número de los que llegaron a las goteras de Guadalajara. Los que atacaron la columna de Corona durante el regreso fueron, si no dos m i l , por lo menos gran número, porque además de la fuerza de Vega iba la caballería a las órdenes de Domingo Nava y, de las brigadas de A h u a ­catlán y Tepic , los núcleos que no se desbandaron. A estas brigadas atri­buye Lozada su derrota; las fustiga al referirse a la acción del 29: " L a caballería que quedó de ambas, por andar revuelta con las otras el miér­coles en la mañana, sólo se ocupó de correr rumbo al Sur del campo que ocupaba el enemigo, solamente por no oír los tiros de fusil y de pieza del enemigo; así se debe creer, pues el enemigo iba lejos de ellos una legua." Esto acontecía " e l miércoles [en que] se le dió alcance [a la columna de Corona] hasta las orillas de Zapopan." Cf. l a Comunicación de Lozada al Comandante de Garabatos, fechada en San Luis , el 2 de febrero de 1873; Ciro B. C E B A L L O S , op. cit., p . 85o.

22 Apéndice al artículo citado de I. L . M O N T E N E G R O , " L a batalla de L a Mojonera" , El Diario de Occidente, 28 de enero de 1913.

23 Periódico Oficial del Estado de Jalisco, núm. cit. 24 Luis P É R E Z V E R D Í A , Historia del Estado de Jalisco, Guadalajara,

1911, vol . III , p. 415. (Probablemente por error involuntario. Pérez Ver-día sitúa el acontecimiento el día 25.)

25 Periódico Oficial del Estado de Jalisco, núm. cit.