la ciudad rayada

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Trabajo para Textos e Hipertextos 1 - Comunicación Social - EAFIT - 2012

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Page 1: La Ciudad Rayada
Page 2: La Ciudad Rayada

Después de un tiempo lejos de la ciudad, mis recuerdos estaban en paredes blancas, algunas un poco viejas y maltenidas; extra-

ñaba el ambiente citadino, el campo me había dado la experiencia en lo natural. Ahora quería volver a la experiencia urbana, la del ruido y la multitud. Las caminatas antes eran un conjunto de

sensaciones auditivas y visuales algo planas, paredes blancas y grises, ladrillos desnudos y cemento por doquier, esos son mis recuerdos de la ciudad, el calor de las calles, la muchedumbre y

algo de miedo cuando veía paredes rayas, sería por esas paredes amenazantes con propaganda paramilitar, ¡cómo ha cambiado la

ciudad!Ahora el viento sopla mi rostro, el viaje ha tardado bastante

pero �nalmente vuelvo a la ciudad entre melodías de música po-pular, fondo predilecto para el viajero, vagabundo que vuelve a sus orígenes, no a los más sencillos, pero al �n y al cabo sus orígenes.

Pero vaya sorpresa la que me llevo y encuentro que las paredes grises han cambiado al igual que las blancas, la ciudad no parece la misma, el miedo me invade, mucho tiempo sin ver tanto color,

¿acaso éste se vuelve enemigo del ambiente seguro? No sé si parecerá muy montañero de mi parte, pero no comprendo si

tanto color es de advertencia, si la ciudad está dominada por el delito, ¿qué te ha pasado mi ciudad?, ¿tanto tiempo estuve

afuera que has cambiado tanto?

Page 3: La Ciudad Rayada

La lluvia no para de caer en esa ciudad que recuerdo soleada, estoy siendo dramático quizá al pensar que mi ciudad, donde nací, donde quería vivir, ha quedado sumergida en la delincuencia, en las pare-

des de colores vivos y formas extrañas, visiones de un mundo psi-codélico y peligroso, un mundo lleno de color y que brilla con el

metal de las armas, visiones de muerte tatuadas en el cuerpo de mi valle.

Abrí la sombrilla y empecé a caminar en dirección a la casa de mi tía en una urbanización nueva cerca a la estación Industriales del

Metro, no era muy largo el trayecto y fue entretenido ver las nuevas edi�caciones, imagen del crecimiento económico que había tenido la ciudad en todo este tiempo que he estado enfocándome en el campo y sus grandes ventajas, “¿por qué no habías vuelto?”,

me preguntaban, sólo porque prefería quedarme inmerso en las memorias del campo, terminar mis estudios en una institución agropecuaria y así poder retomar la �nca de la familia, hacerla

producir y tener una rentica más, un dinero propio y con mi sudor, una vida tranquila, sin embargo mis padres me dijeron que me de-volviera a la ciudad a continuar mis estudios universitarios, por si

las moscas, digo yo, pero es necesario según ellos.

Page 4: La Ciudad Rayada

Los charcos me tienen empapados los zapatos y las medias, la situación es incomoda, en el campo podía andar de botas y no pasaba nada, acá en Medellín sería tan útil tener mis viejas botas de caucho, pero bueno, es

necesario acostumbrarse al ambiente citadino. Volteo a la izquierda, miro el suelo y escucho a la gente correr de la lluvia, la sombrilla es mi escudo ante esa agua que se ha ensuciado sin siquiera caer al suelo,

esquivo un charco y levanto la vista, una pared larguísima se extiende al lado de la acera, una pared multicolor que contrasta con el ambiente gris de la lluvia, me quedo perplejo ante ese universo plasmado en esa pared,

universo multicolor donde �otan los pensamientos y la mirada busca llegar a los con�nes más remotos de las sensaciones visuales. La vibra-

ción despertó mi ensueño y la voz de mi tía me trajo nuevamente a la realidad, estoy en una parte “bien” de Medellín y me encuentro con muros completamente gra�teados; la voz de mi tía me despierta y me pregun-ta que dónde iba, le digo que ya estoy cerca de la casa, que si me puede

esperar en la portería que ya llegaré. Sin más me sacudo el pensamiento y camino rápido, por si acaso solamente.

Una puerta de madera en el séptimo piso del edi�cio, me da la bienvenida a un apartamento relativamente pequeño, sería la costumbre de tener

toda una casa para mí y los trabajadores en el campo, y llegar a un cuarto , que si bien era bonito y tenia una gran vista, me hacía sentir apretado.

Me senté en la cama descargue mi poco equipaje y me quede pensando en las imágenes que había visto hoy de la ciudad, no lo alcanzaba a compren-

der en ese instante, era algo nuevo para mí, no sabía si tener miedo o sentirme atraído antes esas formas irregulares y monstruosas, repre-

sentantes de la realidad mental de su creador, una cosmovisión de seña-les sensoriales que transporta olores, sonidos, sabores y, por qué no,

experiencias y vida.

Page 5: La Ciudad Rayada

Sentado en la mesa con mi tía y su esposo hablaba de mi vida en el campo y lo que había aprendido, lo que quería hacer, mis expectati-vas universitarias y los planes a futuro, revivir el proyecto familiar, volver a nuestras raíces en el campo y, más que todo, mis esperan-zas de tener una vida tranquila entre la naturaleza y sus ventajas.

Sin embargo, la curiosidad me pudo y terminé preguntando por qué este lugar estaba tan pintado, porque tantos gra�tis, si la

situación de seguridad estaba tenso y había vándalos dañando el espacio público, ellos me miraron con cara rara y se dibujaron son-

risas en su cara, cual explicación paterna que se le imparte a un niño curioso, me dijeron que la ciudad había cambiado mucho, pero que no era para mal, que gra�ts como esos adornaban las pare-des que antes estaban muertas, que no indicaban una situación

más vandálica o violenta, simplemente que era un medio de expre-sión ya legalizado, sano para los jóvenes de hoy en día y que este

lugar en especi�co era un espacio que se había habilitado para llenarlo de arte. Ante esa respuesta no pude decir mucho, aún no

con�aba en algo, así necesitaba ver quiénes podrían construir esos pequeñas galaxias.

Page 6: La Ciudad Rayada

Las motas de polvo se ven levitando frente a mi nariz, el sol de la mañana hacer que este sistema de pequeños asteroides minúsculos sea visible a los simples ojos de un citadino de campo, que no logra entender qué sucedió con

su ciudad. No tenía idea de qué hora era, no quería mirar el celular, no me importaba el espectáculo, era hermoso, estaba aún entre dormido y escu-chaba en el fondo los sonidos que hacían la familia con la que vivía, hablaban de esos temas de las que las parejas con muchos años de relación hablan,

cosas que uno no logra comprender, pero que reviven cualquier sentimiento entre personas maduras; di vueltas en la cama, hace mucho no podía darme ese lujo, entonces los disfruté al máximo, esos sueños de 2 minutos de los cuales te acuerdas los primeros 5 segundos y después son solo colores en

la memoria, colores… colores que me traen a la mente aquellas paredes disonantes con el cielo de invierno, hoy apenas con un día de estancia en

Medellín quería comprender qué había pasado con todos aquellos lugares. Me organicé y como veía algo de clima bueno, difícil de encontrar por esta

época me dijeron mis actuales �guras paternas, decidí salir a caminar por el parque que estaba atrás de la unidad, y por qué no, llevar a dar una vuelta al

perrito de la casa, quería ganarme su con�anza y amor canino.La pradera estaba bien cuidada y por alguna razón había mucha gente, era la

hora del almuerzo y las personas de las o�cinas cercanas reposaba la comida caminando al frente del museo o por los al rededores, yo caminaba

con el perro y en cierta medida me sentía ya tranquilo viendo las paredes de intenso color, sin embargo todavía me quedaba la duda de quiénes eran los constructores de aquellas obras. El cielo tenía un extraño azul que se cor-taba con los pequeños rezagos nubosos ondulantes, veloces a ratos, pero siempre blancos y extrañamente frescos, cerré los ojos y no sé que tanto

tiempo pasó, pero luego de un rato el sonido de las ruedas empezó a entrar por mis oídos y algunas campanadas de tintineo de lata y un ceceo pausado. Paciente, abrí los ojos y vi cómo caminaban muchachos de mi edad en tablas

y agitando latas de aerosol, me levanté lentamente y los seguí con la mirada, escuchaba sus voces muy claras, hablaban sobre la semana que

había pasado en la universidad, los trabajos, y lo que habían aprendido res-pecto a trucos de tabla.

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Los seguí de lejos mientras paseaba al perro, ellos unos metros más allá sacaron la latas de aerosol y empezaron a pintar un muro gris al lado del lugar donde algunos otros se fueron a deslizar, me asusté sinceramente, creí que podría pasar lo peor, cuando de un

momento a otro caminando pasaron dos policías, en mi ignorancia quería que los detuvieran si era ilegal, sin embargo los policías

pasaron como si nada, incluso uno de ellos se quedó mirando algu-nos trazos que andaban haciendo. Consternado después de pre-

senciar esa imagen de la autoridad indiferente, algo tan común en este país. Cuando pasaron a mi lado les pregunté qué pasaba, que

si era legal rayar las paredes, ellos sonrieron y me preguntaron que de dónde venía, hace rato era legal eso, y aquí era la norma

decorar las paredes, lo que me dijeron me dejó estupefacto pero contento, estos universos no eran universos restringidos, esas explosiones sensoriales eran libres de fabricación y de disfrute,

parece que no pregunté para quejarme, lo pregunté para sentirme tranquilo al disfrutarlos.

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