la conciencia de jack el destripador

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Jack puede ser uno de esos personajes con los que tropezamos con frecuencia en las aceras de la vida. Violento y desamparado, con su juventud a cuestas, transportando en la mochila el espacio infinito del desempleo, moviéndose en ambientes carcelarios, envuelto en la convulsa percepción del amor mientras recorre los caminos dolientes de las estrellas, víctima al mismo tiempo de la más pura expresión del bien y del mal como un eco permanente de la tragedia griega. Crímenes y desasosiego, generosidad y esperanza y Jack destripando el mundo en busca de su propia conciencia.

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  • Rosa Mara EcheverraPor suerte nac en Bilbao y crec

    entre nieblas, mares y montaas, rodeada de paisajes de una belleza prodigiosa. Soy doctora de Ciencias de la Informacin en la Universidad de Navarra donde curs mis estudios con la calificacin de Premio extraordinario. A

    esa misma universidad volv ms tarde como profesora titular de Literatura Contempornea y Redaccin. Mi primera novela se titula La segunda parte del hombre que tuvo en su momento muchos problemas con la censura franquista y de hecho fue retirada de las libreras. Posteriormente los crticos acogieron con especial inters la edicin de El Palacio de los Vientos tanto por la originalidad de su planteamiento como por su fuerza literaria.

  • 3Captulo 1 La llave maestra

    Madrid al fondo se diluye en un horizonte de lejanas, un espacio herido por los rayos del crepsculo que le atraviesan como cuchillas. El Escorial parece sumergirse en ese instante poderoso donde la violencia de las nubes establece duros contrastes en la lnea fronteriza de las sombras despidiendo reflejos de historia que parecen incrustarse en la dimensin dorada de la piedra.

    Jack aparc la furgoneta en un sendero perdido y sinti la inquietante cercana de su soledad. Su soledad era de un color verde manzana igual que aquella furgoneta y por eso se la llev prestada, ojo, no robada. Necesitaba respirar aire puro, las cosas como son. Aunque haba afanado ya unos cuantos coches siempre los consideraba como un prstamo y poda asegurar con la mano en el corazn, como un cuadro del Greco que haba visto de pequeo en un libro, una mano envuelta en puntillas, por cierto igual que una dama pero con barba y ojos oscuros semejando pupilas de carbones, con la mano en el corazn poda decir bien

  • 4alto que nunca les haba causado el ms mnimo desperfecto.

    Lo cierto es que tan slo le cost varios minutos abrir la puerta con su llave maestra y algo ms de tiempo ponerla en marcha. Tena dedos de mago, un detalle que conviene no olvidar. Los pinos acudieron de pronto con la urgencia de haberle estado esperando mucho tiempo y se reunieron a su alrededor igual que si se tratara de un grupo de compadres que estuvieran controlando al maromo que faltaba. Cualquiera sabe, tambin podan ser los civiles disfrazados de posesiva mansedumbre. Escuch con atencin. Silbaba el viento recorriendo las distancias del monte Abantos mientras el motor emita expectoraciones de gasleo, estertores de viejo.

  • 5Captulo 2 La conjuncin de los Astros

    En la radio un tipo explicaba con gran inters de qu manera la conjuncin de los astros llega a afectar de un modo decisivo tanto a la propia existencia como a los sueos de los hombres.

    -Lo que me faltaba, expres Jack en voz alta. Lo que me faltaba, que se me crucen las constelaciones en esta vida sin resuello. Ya se me han enredado unas cuantas en los pulmones.

    Llevaba ya doce meses en el paro recorriendo las esquirlas de los paisajes y no son doce, ya van para trece, mal nmero, manifest con amargura, los suficientes para sentirte un paria.

    No saba por qu pero tena que expresar los pensamientos en voz alta. Era como si hablara con otra persona, como si sus ideas se adelantaran adquiriendo una simetra propia, una figura hosca semejante a su propia sombra.

    Desde algn lugar lejano llegaban los ecos de una msica

  • 6rockera que pareca balancearse entre las ramas de los pinos como si se encontraran colgando de un trapecio cargado de incgnitas.

    -No puedo pensar sin hablar, explic como si alguien fuera de s mismo estuviera escuchndole. Es que no puedo. Dentro de m siento como si los pensamientos estuvieran transformndose en seres humanos. Me queran llevar al mdico cuando era un cro, decan que eso era un trastorno cerebral por un mal parir pero mi abuela estaba empeada en que eso era culpa de las estrellas, sobre todo de las estrellas negras que no se ven porque se confunden con la noche del cielo y seguro que la vieja tena razn. No hay ms que escuchar al sabio ese de las constelaciones y que algo deba de saber el to porque para eso era americano.

    El caso es que llevaba doce meses en el paro.

    -Yo soy un tipo legal, yo quiero ganarme un sueldo legal y no andar a la que salta haciendo chapuzas de aficionado, robos de ratero de pueblo. Yo no soy de esos. No soy como todo el mundo vale?, pero tampoco soy idiota. No puedo pensar sin hablar vale?, pero tengo cerebro A lo mejor soy muy listo. A lo mejor soy superdotado pero se me fundieron las constelaciones en el meollo al nacer, se me entraron por los ojos una mala racha de estrellas vale?

  • 7Captulo 3 Como un novio desdeado

    Una y otra vez daba vueltas por las fbricas. Las visitaba como un novio desdeado, sometido a un rencor creciente.

    -Es que no hay trabajo para un tipo legal como yo?

    -Ni legal ni no legal, le contestaba furioso el encargado Qu te has credo chaval?

    -Ni chaval, ni no chaval. Ya he pasado la raya de los veinte y s currar como el mejor

    -Te llamas Curro, claro, se rea el encargado.

    - Oye to, si me das trabajo el primer sueldo te lo entrego a ti

    El encargado apret los puos. Pareca un vampiro de los que te saltan al cuello cuando menos te lo esperas.

  • 8-Me quieres comprar o qu? Me quieres comprar? Quin te crees que eres? Un pobre diablo, eso es lo que eres Cmo todos! Lrgate de aqu antes de que te vayas con un puetazo incrustado en la mandbula!

    A Jack los pensamientos se le volvan rojos de vez en cuando, rojos como cuajados de ignominia. Con un gesto rpido sac de la mochila una llave inglesa y le arre a aquel hombre un fuerte golpe en la cabeza. Observ sus ojos dilatados en una prisin de cristal y la sangre que sala de su frente burbujeando champn crudo, espuma roja que pareca hervir sobre la piel buscando rojos caminos entre los pliegues de su cara. De pronto aquella mirada adquiri la palidez de la piedra y se asust. Ech a correr y tuvo el tiempo suficiente para que penetraran en su corazn gritos de asombro contorsionados igual que sirenas, sirenas que establecan los ritmos habituales de la vida, entradas de hombres, salidas de hombres, cambios de turno.

    Un aullido se acalambr en su cabeza.

    -Han matado a Manuel!

    Y de pronto el silencio.

    Un silencio como bruido por el miedo. Jack ech a correr entre los garitos de una ciudad sin ley. Neones de vida le hicieron dao en los ojos. Un perro escarmentado escuch sus jadeos y le dej apuradamente abierto el paso con presurosa solicitud. Una mujer con la cara como bordada por las arrugas le lanz un balde de agua sucia a los pies y luego se disculp como pudo.

  • 9-Perdona chico, corras tanto que me pareciste una sombra. Tal que una culebra buscando madriguera mientras espanta los rayos del sol

    Jack se vir en redondo y se dirigi hacia la comadre que le observaba con recelo tras la cortina mugrienta que le serva de puerta.

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    Captulo 4 Yo soy esa culebra, yo busco

    madriguera

    rboles ceudos le contemplaban en la lejana.

    -Yo soy esa culebra. Yo busco madriguera.

    A la mujer no le pareci que tena compostura de uno de esos yonkys tirados que deambulan por los eriales sosteniendo las carcomidas revueltas de los caminos. No le pareci que corra apoyndose en la herrumbre de los rboles manifiestamente oxidados por la dimensin de la uralita. Slo vio delante de ella a un chico desesperado.

    -Qu te pasa?

    Aquel hilo de voz se adelgazaba buscando una salida entre el vaco de los dientes. Poda ser la expresin de la chatarra extendida igual que un viejo cuerpo que fuera descomponindose entre la

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    impaciencia de los aos. La hierba la cubra piadosamente como una piel abierta a los presagios ms dolorosos de los hombres. La piel que los sepultureros cubran de cemento. Las lgrimas que florecan entre las venas del dolor. La risa del amor abrindose paso entre los ojos. Las esperanzas creciendo como flores. Las flores creciendo como esperanzas. Los sueos abrindose camino por los resquicios de la vida. Eso y no otra cosa era la chatarra.

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    Captulo 5Los sueos abrazndose

    indiscriminadamente

    Jack se par en seco y tuvo la impresin de que la mujer amparndose en su propia vejez se asomaba al mundo de los vivos desde el rincn de una plaza de pueblo semejante a un escenario desvado por el diluvio de la vida.

    - Qu te pasa?

    - Me persiguen Tengo que esconderme.

    - Quin te persigue? La poli?

    - Noel miedo.

    - Mala cosa el miedo. Entra

    Dentro ola a aguafuerte.

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    -He estado desatrancando las caeras, se disculp la mujer.

    Desatrancar caeras es un oficio tan duro como tratar de arrancar los sentimientos del alma.

    La mujer filosofaba con un primitivo oficio aprendido en las ms temerosas soledades de los suburbios.

    - Digo caeras por decir algo porque aqu no tenemos otros servicios que los que nos prestan la lluvia y el sol. En invierno tambin la nieve. Parece que no pero llena de blancura el corazn

    -Falta nos hace, respondi Jack casi sin darse cuenta.

    -S, falta nos hace

    Le sorprendi al muchacho encontrarse con un ramo de claveles, unos rojos y otros blancos. Se hallaban colocados en una lata grande de esprragos que llevaba impresa la marca: Cojonudos.

    -Son los del rey, explic la mujer con cierto orgullo, los del rey que ha tenido que dejar el trono para que se siente el hijo. Es lo que nos pasa a todos.

    -Ah, ya, respondi Jack sin saber muy bien a qu rey se refera.

    -Los claveles me los trajo ayer mi chico que acaba de salir del talego y estuvimos en este rincn tomando ms de la cuenta. Por eso est todo mal dispuesto. Aqu andaba limpiando cuando

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    pasaste t, baldeando el suelo y esa fue la razn de que te lanzara ese cubo de agua sin darme cuenta de que pasabas. Lo que hacen los aos, chaval, corras como el viento

    - Claro

    - Y mira qu detalle, mi chico acordarse de su vieja Lo primero que hizo fue aparecerse aqu con los claveles

    - Pues s que es un detalle.

    - Lo es y muy de agradecer. l sabe muy bien lo que me gustan estas flores. Desde que no levantaba un palmo del suelo ya me las traa. Las robaba del mercado el muy granuja pero a todo el mundo le haca gracia. Ya ves y apenas se sostena de pie Pero como le iban a decir nada con aquellos ojazos que parecan de miel encendida, de miel como iluminada? Les haca tanta gracia que siempre tenan preparados unos cuantos claveles para que el cro se los llevara Cuando l est por los alrededores nunca me faltan. Claro que no est mucho... siempre anda medio huido. Ya ves, como t

    -Y como muchos

    - Slo me queda aqu el recuerdo de sus carcajadas que segn parece han buscado acomodo sobre los fogones o andan colgadas de las bombillas. Ya ves la humildad de la vida.

    Jack entendi entonces que los caminos de la propia existencia tenan el color rojo terciopelo de los claveles. Como la sangre. Como la sombra tangencial de la muerte que acompaa a los hombres con admirable constancia. Como las

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    esperanzas atenazadas como lianas en el corazn. Esa deba de ser la humildad de la vida.

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    Captulo 6 Medio arrebatado por los

    vaivenes del viento

    Una hormiga cabeceaba midiendo las distancias de unos baldosines.

    - Por cierto, cmo te llamas?

    - Creo que tengo otro nombre pero siempre me han llamado Jack.

    -Cmo el destripador?

    -S, Jack el destripador, as me han llamado desde que empec a sostenerme y aprend una de las cosas ms difciles de la vida que es andar uno con sus propios pies. Por lo visto todo lo destripaba. Siempre me ha gustado saber lo que haba dentro de las cosas. Bueno, tornillos, alambres yen fin, todo lo que no se ve. Me gusta ms lo de dentro que lo de fuera.

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    -Pues mira, hijo, tienes muchos peligros. A nadie le hace ninguna gracia que le destripen. Adems la curiosidad est muy bien para los inventores pero con la vida que llevamos los pobres no tenemos otro invento que el de poder sobrevivir.

    -A m no me gusta inventar, musit Jack el destripador con precaucin. Me gusta destripar las cosas de la vida.

    -Cmo qu?, pregunt la mujer con recelo observndole los ojos que parpadeaban al vaivn del viento igual que las hojas de los rboles.

    - Como por ejemplo saber lo que son esas cosas de la vida y por qu son o por qu no son

    -Pero qu tonteras ests diciendo? Me parece que tienes un poco atrofiado el cerebro. Las cosas son o no son, no hay ms historias. Comerse el coco es lo ltimo. Significa que ya no tienes otra cosa que comer.

    Por el ventanuco Jack pudo descubrir un coche de la polica abrindose paso entre el polvo gris de las nubes que parecan recubrir de asfalto aquellos destartalados caminos. Sinti una imperiosa necesidad de vomitar. Sali de la chabola con urgencia y vomit todos sus pensamientos.

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    Captulo 7 Se puede vivir sin tener

    conciencia?

    La mujer sacudi la escoba que tena en la mano.

    -Mira chico, no te les, la verdad va saltando como las pulgas. Hay que andar buscndola a cada rato.

    -No, respondi Jack pensndose a s mismo. No, slo hay una verdad aunque intenten engaarnos todo el tiempo. Por eso hay que rebuscar todas las cosas por dentro. Por ejemplo, conozco a un tipo que no hace ms que hablar de la conciencia. Que si hay que tener conciencia, que lo peor que le puede pasar a un hombre es no tener conciencia. Pero qu es la conciencia? Esas cosas que no se ven me angustian. Deben de estar pero dnde? Y sobre todo se puede vivir sin tener conciencia?

    A Jack el destripador le hubiera gustado encontrar el lugar de la conciencia, abrir el cuerpo, hurgar entre las costillas,

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    adentrarse en las vejigas hinchadas de los pulmones con perfil de medusas, rosadas y azules como brillante saliva y de pronto zas! descubrir la conciencia que seguramente se asemejara a un capullo de clavel situado en el estmago porque como es sabido el estmago engulle todo lo que encuentra. All, all seguramente se hallaba depositada la verdad. Con la eficiencia de un tomo. Con la orgullosa disposicin de un neutrn. Cuando era pequeo destrip a un gato con un cuchillo y una piedra pero no encontr nada que pudiera servir de apoyo a sus difusas disposiciones mentales.

    Un tanto contrariado le explic su decepcin a su to Ricardo que era todo un personaje, el ms ilustrado de la familia sin lugar a dudas, y tocaba de odo el rgano del pueblo. Jack tuvo siempre muy claro que encerraba dentro de s todas las msicas y le hubiera gustado mucho poder abrirle la cabeza aunque por fortuna no lo juzg conveniente temiendo con razn que se pudiera molestar toda la familia ya que, segn sospechaba, no sentan la menor curiosidad por descubrir la verdad de la vida. Su to tena el pelo blanco, de una blancura misteriosa y tan entraable que pareca de nube y muy amablemente le explic que no pasaba nada por no haber sido capaz de encontrar la conciencia de aquel gato, porque los animales como todo el mundo sabe, excepto algunos pocos entre los que Jack se encontraba, no tenan conciencia.

    - Ninguno tiene conciencia? se aventur a preguntar.

    - Bueno, pueden tener una conciencia mnima, digamos una conciencia de almendra, pero lo que se dice conciencia humana slo la tienen los hombres que la estrenan el da que cumplen siete aos. Es un regalo de Dios.

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    Eso dijo y hay que ver, parece mentira pero le tranquiliz bastante. Claro que tambin le hubiera gustado saber qu es lo que tena all dentro su to, all dentro del odo de donde brotaba aquella msica maravillosa pero segn le comunic con gran tranquilidad se trataba de la voz de Dios que tampoco se encuentra en ninguna parte del organismo sino que se situaba en la magnitud del cielo, en las cosquillas que sentan los rboles cuando los iba configurando uno por uno y a veces se transformaba en susurros y caricias como de viento y eso era la risa de Dios porque su to Ricardo le confi en secreto que Dios se rea mucho con las tonteras que pensbamos los hombres. Y ya ves ahora, esas voces descansaban en la profundidad del corazn que es como un mar rojo sin olas y de vez en cuando se rean como criaturas acostumbradas a vivir dentro del rgano.

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    Captulo 8 El anastasio llevaba

    sombrero

    La mujer le ofreci unas rosquillas y a Jack no se le ocurri ningn pensamiento, as que tampoco pudo hablar. Entonces ella le puso delante un vaso de vino.

    -Come, chico que tendrs que reponer fuerzas. Ya ves, cuando me cas con el Anastasio tambin llevaba un ramo de claveles el da de la boda, claveles blancos y rojos para no variar. Tengo una foto de la boda, la pena que es muy mala porque la sac mi sobrino que no distingue una vaca de una novia y hay que hacer esfuerzos para hacerte una idea de quien soy yo. El Anastasio lleva hasta sombrero. Trae que te la voy a ensear.

    Entonces la vieja abri una especie de arcn que deba de tener por lo menos mil aos en las entraas, mil aos arrugados igual que vestidos. Con cada movimiento se escuchaban los estridentes sonidos de la artritis metlica, sonidos alterados por

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    la arritmia de aquel corazn con vrtigo de paro cardaco. De pronto le puso la foto delante de los ojos y Jack sinti

    que un sudor fro le abrasaba la cara transformado en lgrimas de hielo.

    -Qu te pasa?

    - Ese hombre ese hombre.

    -El Anastasio?

    -Es es mi padre.

    La mujer se sobresalt y le contempl con dureza. -Pero qu tonteras ests diciendo? T ests mal de la

    cabeza! Cmo va a ser tu padre si es el Anastasio? A Jack le recorrieron por el cuerpo los escalofros como

    fieros sonidos de alarma. - Claro es que se parece mucho.

    - Es lo que tiene, replic la mujer tranquilizndose. Las fotos son muy engaosas. Parecen una cosa y son otra. Sobre todo las que estn mal enfocadas.

    Penetraba por la ventana una neblina de vaho, de alientos perdidos, de recuerdos abrasados por la intensidad del miedo.

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    Captulo 9 Pero aquel hombre era

    mi padre

    Hablaba sola la mujer, desmayadamente, como si a sus pensamientos les entraran melancolas.

    -Es lo que tienen los padres, hablaba sola la mujer. Es lo que tienen. Se parecen mucho unos a otros.

    Jack apenas abultaba ms que una planta empeada en emerger entre la hierba pero recordaba a su padre como un hombre hecho y derecho que bailaba valses bien amarrado a la cintura de la vida. Su juego preferido era el de los aviones y siempre le tocaba al propio Jack transformarse en pjaro plateado. Tena que encoger las piernas y aterrizar planeando con los brazos extendidos, brazos que parecan cubiertos de plumas igual que las alas de las cigeas y aletear un poco en el aire porque l no se poda considerar todava un avin todava sino una avioneta, como le explic su padre en cierta ocasin. Al nio le qued

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    bien claro que este era su destino hasta que pudiera ser mayor y crecer y crecer y que sus brazos se convirtieran en alas con piel de titanio como las de los aviones.

    Claro que nada en la vida sucede como uno se lo puede

    imaginar, consider Jack con cierto pesar, porque creci de repente y se hizo mayor sin enterarse y su padre desapareci del horizonte y ya no pudo dejar de ser ms que una avioneta que se meca con constancia en el aire tratando de volar como una alondra mientras sus brazos de fibra de vidrio estrechaban con fuerza a la primera mujer que se atrevi a amarlo y que experiment en su carne el horror de un robot metlico que transformaba su piel en un volcn humeante de chispas mientras buscaba en su interior el derrotero de la conciencia.

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    Captulo 10 El pentagrama de los besos

    Tambin se empeaba su padre en jugar con su madre al juego de las sombras, al juego de los duelos malditos. La lanzaba como una cometa al remolino del aire, all donde les envolva la oscuridad y ya no se saba donde se encontraban sino siguiendo aquel sendero musical, aquella meloda entreverada en sus bocas, en el pentagrama de sus besos y en la brutal cancin de la inocencia. Jack era consciente de que en aquella contienda haba conseguido su madre la victoria en el mismo instante en que dejaba de jadear por el esfuerzo mientras sus ojos se desvanecan, apenas podan abrirse por el desespero de aquel ilimitado amor que la consuma y que chocaba como el cristal deshacindose en esquirlas de colores entre la pobreza de sus vidas. Emerga su madre de aquel juego radiante de belleza, caliente de ternura y abrazaba a Jack tan fuerte que el chiquillo senta los atolondrados latidos de su corazn como si fueran suyos.

    -Qu tendr mi madre all dentro?, se preguntaba el pequeo

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    Jack asustado, qu reloj, qu campana se ocultaba tras la dulzura de aquella transparencia de piel? Era la conciencia? Eran los sonidos que su padre le transmita a travs de la fiebre de sus labios?

    Y todo segua as saltando entre las horas desmayadas de pasin hasta que llegaba el abuelo sin otro aviso que su sola presencia y les rea a todos por igual sin entender de juegos ni de duelos malditos, repitiendo entrecortadamente que no tenan juicio y que parecan los tres unos nios nacidos de la noche de los sueos, seguramente srdidos, aunque ciertamente venturosos.

    De vez en cuando la luna se enredaba entre las grandes rayas de aquella cortina con irisaciones de jergn, un jergn colgado del techo que les serva de puerta aislndoles del mundo, convirtiendo la dimensin de la miseria en un gran nido donde crecan los pjaros alimentados con semillas de alegra, con aquellas paredes carcelarias que tiritaban bajo el aliento de la noche. Era entonces cuando los tres iniciaban la magia de sus vuelos en aquel cielo forjado de luces y esperanzas.

    En esos momentos su padre se rea a carcajadas imitando la voz del abuelo mientras desataba los lazos del pelo de su madre que se derramaba sobre la almohada como una gran ola que les cubra a los tres en la espaciosa cadencia de su negra espuma.

    -Lo ves? Lo ves como eres igual que una criatura?, le

    repeta risueo Lo ves como te he robado de una clase de la escuela?

    As entre vuelos y besos Jack el destripador aprendi a

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    descubrir la forma y el color de la felicidad.

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    Captulo 11 El rapto de una pequea diosa

    Para su padre la vida era una burla, a veces un accidente pero siempre una posesin. Saba rerse despiadadamente de las desgracias que se le ponan por delante plateadas como tormentas.

    l era distinto, distinto a todos, tan distinto que siempre saba superar entre carcajadas los desplantes del mundo, pens el pequeo Jack , pero deba de ser cierto que un da la rapt porque su madre se sofocaba cuando lo repeta una y otra vez, hasta el punto que pareca que la sangre recorra a golpes sus propios caminos entre aquellas transparencias de la piel. Sudaba igual que una nia y le daba a mi padre golpes en la cara con los puos cerrados que no eran mayores que los mos. Gritaba ella entonces y el nio se senta sobrecogido porque la realidad de aquel universo se incrustaba en la profundidad de su vida sin poderlo remediar.

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    - Si me robaste fue porque yo me dej robar, explicaba risuea mientras l la mantena firmemente sujeta sobre su hombro al mismo tiempo que acariciaba con inslita ternura su largo pelo oscuro.

    - As te llevaba, a mi espalda

    - Me acuerdo muy bien, as me llevaste durante horas. La sangre se me agolpaba en el interior de la cabeza y todo el mundo me caba dentro de los ojos. Vea los caminos boca abajo. T te metas en todos los charcos sin importarte nada y a m me pareca que cruzbamos el mar como si navegramos en un barco.

    - No tenas miedo?, le preguntaba entonces mi padre como si estuviera preocupado.

    - No, no tena miedo, responda ella riendo. Pronto las estrellas empezaron a flotar a nuestro alrededor, a nuestra altura, y hasta la luna se qued enganchada en uno de aquellas races de los rboles. Todo se puso negro de repente. Nos buscaron siguiendo nuestras huellas con perros rastreadores y la guardia civil por delante durante toda la noche y no nos encontraron hasta el amanecer, medio muertos de fro y cogidos de la mano en un bosque que estaba a diez kilmetros de la escuela. Cuando nuestros padres nos vieron a ti te queran matar. No paraban de preguntar si me habas hecho algo malo y yo que no, que no, que todo era bueno, que haba visto a las estrellas escondindose en los charcos y mi madre que estaba medio desvanecida por el terror se puso a gritar como una loca diciendo que haba que llevarte a la crcel y te dio tal bofetada que te tumb en el suelo y a mi me llev arrastrndome por el pelo sin abrazarme siquiera.

    -Por eso lo tienes tan largo?, le pregunt entonces Jack

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    el destripador descubriendo por primera vez que la lgica permanece siempre agazapada detrs de todos los misterios.

    Mientras tanto la luna se iba internando lentamente en un horizonte de silencios.

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    Captulo 12 Las roquillas o las

    magdalenas de Proust

    Jack masticaba lentamente aquellas rosquillas que parecan tener gusto a refritos del campo, masticaba poco a poco aquella vida que le rodeaba contemplando atnito el gris despojo de mujer que segua barriendo la escoria del mundo mientras el hombre al que posiblemente l mismo haba matado y que mostraba una herida atroz en la frente lloraba una especie de sangre que se le desprenda de los ojos en un silencio tan profundo que daba miedo escucharlo. Tambin l lloraba sangre sometido a los impulsos del recuerdo como si se tratara de la inmvil blancura de un sudario.

    Pero ahora se le haba incrustado delante de la mirada aquella inslita escena ocupando todo el espacio libre de su pensamiento. Una escena semejante a una foto fija inamovible que se hallaba oculta en algn lugar remoto y escondido de su cuerpo. Deba de ser, s, deba ser el lugar de la conciencia y cuando pareca que

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    la angustia le desbordaba desparramndose en su organismo se le instalaba de nuevo la imagen como si estuviera contemplando una pelcula y se senta inundado de paz, de igual modo que si llevara uno de esos mantos que utilizaban los reyes antiguos para que nadie pudiera descubrir que no tenan nada dentro sino la proyeccin de la imagen de su realeza, mientras trataban de ocultar que no eran otra cosa sino unos seres humanos tan desamparados como los dems.

    Siempre tuvo delante aquel primer plano. Sus padres, dos nios todava, escondindose de la vida y empezando a quererse.

    -Cuntos aos tenais entonces? les pregunt casi sin aliento.

    -Yo tena quince aos, ya era un hombre, respondi con buen humor su padre que ahora pareca tener los ojos como iluminados por aquellas distancias que estallaban igual que primaveras. Yo tena quince aos y ella slo once pero era la nia ms bonita que haba en el mundo. Lo digo de verdad. No se poda hacer otra cosa que robarla Aunque tuve que devolverla, claro. Se nos haba olvidado que los nios no se pueden enamorar. Pero cuando nos casamos era la novia ms hermosa que ningn ser humano ha podido contemplar en este mundo. No me separaba de ella ni un minuto para que nadie me la robara.

    - No digas tonteras, se rea su madre colocndole bien la camiseta a Jack mientras le abrazaba. No le hagas ni caso. Sola repetir que cuando no me tena delante era como si estuviera ciego, como si el mundo se encontrara cubierto de manchas negras, deca que no poda respirar, que se ahogaba Simulaba enfermedades para que no me apartara ni un momento de su

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    lado. Como ves, tienes un padre un poco loco.

    - Loco de amor, responda l riendo.

    Su padre no era bien considerado en la familia que no pudo perdonar nunca la ingenua provocacin de aquel rapto, eso Jack lo tena bien claro. Tambin es cierto que trabajaba poco y a desgana sin llegar a adquirir ninguna aficin a dejarse los riones sembrados en la tierra. Adems no soportaba separarse de aquella nia de vestidos blancos y largo pelo negro que pareca recorrer el espacio sentimental de la noche. Vivan los dos inmersos en una misma espiral de esperanza soando con el momento en que su propio amor volviera a convertirse en una nueva humanidad que se abra camino con esfuerzo en aquella sigilosa confrontacin del tiempo.

    Pero nadie puede prefigurar los caminos de la vida y de aquel amor sobrecogido naci Jack el destripador. Apenas sin que el mundo se diera cuenta se dedic a crecer durante nueve meses en un lugar que su madre llamaba corazn pero que segn l pensaba tambin poda haberse llamado conciencia.

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    Captulo 13 Los cazadores de estrellas

    Despus de su padre que era un avin de plata, y eso nadie lo poda negar, su abuelo tambin se convirti en un referente importante en la vida del nio.

    Tu padre no piensa ms que en jugar, sola repetirle con cierta amargura y el pequeo le miraba con sorpresa porque precisamente esa facilidad que tena para acercarse al asombro y a la magia de la infancia le converta en una inaudita excepcin universal. Ninguno de los padres que l conoca era capaz de participar en ese ensueo de luz que era el juego.

    En cuanto asomaba la primera esquina de la luna se acercaba

    sigilosamente a despertarle y juntos se dirigan a cazar estrellas. Salan arrastrndose por los campos como soldados americanos desembarcando en una isla repleta de enemigos emboscados entre las lianas. Llevaban escopetas de perdigones pero a l le parecan ametralladoras. Apenas podan respirar para que no les descubrieran y cuando las estrellas se encontraban medio

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    dormidas, entonces las atacaban. Las que eran fugaces salan disparadas buscando refugio en el primer planeta que tenan ms a mano pero el resto caan como moscas y se desintegraban en el aire. Su padre apuntaba en un cuaderno las estrellas que haban cazado cada noche y al sumarlas todas pasaban de cinco mil.

    Entonces le explicaba despacio para que comprendiera bien.

    -Ahora ya no vamos a cazar ms estrellas durante una temporada para no dejar el firmamento vaco. No podemos exterminar a todas las estrellas porque entonces nos envolver la oscuridad y es muy duro vivir a oscuras, hijo mo, sin saber hacia donde ir y hacia donde dirigirte. Te lo digo yo que eso es muy duro, hijo mo.

    Lo cierto es que cuando le llamaba hijo mo el nio tena la absoluta certeza de que estaban tratando de cosas importantes y le escuchaba con la misma seriedad que emplean los adultos cuando, por ejemplo, se encuentran delante de un notario.

    Pocos das despus el pequeo Jack escuch comentar al pastor.

    -Vaya noche! No se ve una sola estrella en el cielo!

    Y en ese momento qued aterrado, sin poder dormir, pensando que en cualquier instante llamara a su puerta la polica del firmamento, unas figuras de oro quebradas como rayos, que les colocaran unas esposas de fuego antes de enviarles a prisin donde seguramente les aplicaran crueles castigos.

    Fue la primera vez que sinti miedo, un miedo autntico y

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    desesperado que le acompa siempre. Intent hablar con su abuelo pero se fue al otro mundo sin avisar siquiera y sin que pudiera confesar a nadie su pecado.

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    Captulo 14 La sabidura de los mulos

    Bien es verdad que el abuelo le dej en herencia una autntica fortuna en llaves maestras. Adems le ense el oficio en cuanto supo hablar y sostenerse con sus propias piernas.

    - Mira chico, cada uno de nosotros nacemos donde podemos y llevamos a cuestas la sabidura de muchas generaciones. Yo procedo de una dinasta de bandoleros. Nos llamaban Los Mulos y los abuelos de nuestros abuelos lucharon contra los franceses.

    -T tambin, abuelo?, preguntaba el chiquillo lleno de admiracin.

    - No, hijo, cuando yo vine al mundo ya les haban rajado las tripas a todos los franchutes que se les ponan delante. Tienen un monumento y todo. En cambio yo estuve en la guerra de Espaa y mira por donde fue a m al que me rajaron las tripas. Casi no la cuento. Los seoritos tenan muy mala leche y nosotros pasbamos tanta hambre que a m se me agarrotaron los dientes.

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    No poda ni hablar - Y qu hacas?

    - Me entenda por seas. Hasta que un da despus de meses de silencio, cuando todos pensaban que me haba vuelto completamente tonto el sol empez a iluminarme. Primero me ilumin el pelo, luego los ojos, luego se me meti en la boca y me ilumin la garganta. As que dije con voz potente y tan clara que hasta los bueyes pudieron entenderme

    -Y que dijiste?, le pregunt el nio nervioso temiendo que sus palabras pudieran deshacerse entre las suaves oscilaciones del viento de la nada.

    - Dije Coo! Ya es el tiempo de la siega! Todos se

    asombraron tanto que mi madre cay al suelo fulminada del susto. La cara pareca de leche. Desde entonces tengo iluminaciones.

    El nio le contempl con reverencia.

    - Qu es eso?

    - Significa que estoy iluminado y que puedo ver lo que ha sido y lo que es y lo ms importante, puedo ver lo que ser. Pero nadie quiere escucharme. Ya ves, yo podra haber tenido un buen futuro, una buena vejez como adivinador pero nadie quiere escucharme.

    - Por qu? Por qu no quieren escucharte?, pregunt Jack con trmula ansiedad.

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    Descubri entonces que la vida se encontraba llena de conjeturas, de mltiples preguntas sin respuesta y de adivinaciones en serie. Comprendi entonces que nada es lo que parece y que ni siquiera las estrellas poseen luz propia.

    Entonces fue cuando se asust.

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    Captulo 15 Los caminos del miedo

    El abuelo le acarici la cabeza con aquellos dedos grandes como esprragos donde las arrugas se internaban en la piel esparcindose equitativamente por los antiguos caminos de carne.

    -A la gente no le gusta saber lo que les puede pasar, ya sea bueno o malo. Prefieren vivir en la incertidumbre. Ya ves, tan valientes por fuera y por dentro con ms miedo que una vieja. Ni siquiera tu padre quiso enterarse. Acurdate de lo que te digo, la verdad asusta. Nadie quiere conocer la verdad. A lo mejor tu padre si hubiera sabido que le iba a matar aquel camin poda haberlo evitado. Pero me prohibi decrselo. Ni una palabra. Una vez me amenaz con una navaja si hablaba ms de la cuenta.

    -De verdad? Lo dices de verdad?

    -Te lo juro por mis muertos. Tu padre era un desgraciado, ya tienes edad de saberlo. Tena unas habilidades como nadie las

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    ha tenido. Poda haber sido el nmero uno, el ms grande. Pero el vino pudo ms que todas sus ilusiones. El vino acab con l. Sobre todo despus de la muerte de tu madre. A todos nos afect mucho pero l perdi la cabeza. T no eras ms que un cro de seis aos. Te acuerdas de l?

    No le quise explicar a mi abuelo que cazbamos estrellas y que las perseguamos fieramente por el firmamento. No le quise decir que algunas veces destrozbamos los fusibles que activaban la luz de la noche y dejbamos el universo a oscuras volviendo locos a todos los electricistas de todos los colores y de todas las razas que trabajaban en el espacio. As que prefer no enredarme demasiado en explicaciones comprometidas

    -Recuerdo que era alto o al menos a m me pareca muy alto.

    -S, lo era. Es lo nico que tena, buena plantaY unos dedos de mago que parecan acariciar las cerraduras No conozco a nadiey conozco a mucha gente de este gremio que tuviera tal capacidad para manejar las llaves maestras. Poda abrir en unos segundos las cajas fuertes ms complicadas. Un fenmeno ya ves, le perdi el vino. Poda haber sido el ms grande y acab convirtindose en un raterillo de mierda. As es la vida hay que dedicar mucho esfuerzo, mucho tesn para salir adelante. Pero l se pensaba que por tener esas habilidades se iban a poner todos de rodillas a sus pies Cmo pudo ser tan estpido! Tena las puertas abiertas de todas las bandas, hubiera podido llegar donde hubiera querido y no dedicarse a trapaceras de ratero que es lo que l haca, siempre lo ms cmodo. No. l vino al mundo para ser el primero, le llamaban hasta de Amrica Y no pas de ser un chorizo de mierda.

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    Jack acept que su padre poda ser un chorizo de mierda pero se dio cuenta de que le quera lo mismo.

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    Captulo 16 La frontera entre el amor

    y la muerte

    El nio contemplaba ahora la mirada de su padre cuando le levantaba en alto. Poda ver sus ojos brillantes, escuchaba su risa abierta, senta sus brazos duros como dos ramas de rbol, todava llevaba dentro el calor de su cuello. Le quera, le quera en sueos. Pregunt con voz temblorosa.

    -Y por qu? Por qu no atracaba bancos?

    - Ya ves porque era un cobarde que no le gustaba trabajar. Tir por la borda todo lo que tena. No pudo soportar la enfermedad de tu madre. No tuvo cuajo para resistirlo. Estaba como loco de amor, no conozco un caso igual. Yo creo que a los dos les lata el corazn al mismo tiempo.

    -Es verdad? Puede pasar eso?

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    - Puede pasar A l le pas. Era como si se encontrara posedo por una especie de amor desesperado. No pudimos hacer nada por remediarle y ella menos que nadie porque pareca que estaba embrujado. Cuando l la miraba la pobre cerraba los ojos porque no poda resistir el hecho de asomarse a aquel dolor que descubra all dentro, tan profundo, tan profundo, como un pozo. Empez a beber tanto que cada noche tena que ir a buscarlo tumbado por los rincones. Y yo saba lo que le iba a suceder. Si me hubiera querido escuchar hubiera podido predecir su final porque siempre lo supe. Ya ves a lo mejor entonces hubiera cambiado de vida.

    El nio vio como a su abuelo se le llenaban los ojos de lgrimas.

    -Pobre hijo mo!Pobre hijo mo! Es muy duro perder a un hijo y que te lo traigan ensangrentado, envuelto en una manta porque no s por qu razn pero a los hijos se les quiere de una manera que es como para volverte loco de pena cuando les ves destrozados

    La voz del nio pareca un silbido tan tenue como el canto silvestre de cualquier pjaro.

    -Y a m que me va a pasar de mayor?

    -Quin sabe! Aunque estoy sembrado de luces soy ya muy viejo y no veo bien. Me envuelven las sombras y mi cabeza est llena de nieblas y de confusin pero t sabes enfrentarte a la vida y yo te ensear el oficio.

    -Me ensears a tener la misma magia en los dedos?

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    - S, te ensear todo lo que yo s. Conocers la misma ciencia que aprendi tu padre pero tendrs que ser t mismo el que vayas pisando seguro sobre la hierba o sobre la escoria que hay bajo tus pies. Y aunque todava eres un nio recuerda siempre que Dios ha creado la vida para hacer amigos y no enemigos. La muerte de tu padre no fue un accidente con un camin. Le atropellaron para saldar viejas diferencias. Para la gente nosotros somos unos maleantes pero todos los oficios tienen sus reglas. Recurdalo

    En el cielo flotaba una golondrina buscando con desconcierto a su pareja en aquellos espacios difuminados por la soledad. El cielo se abra en blancas llanuras.

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    Captulo 17 En la orillas de la eternidad

    El caso es que Jack posea unas condiciones prodigiosas para desentraar todas las cajas del mundo, todas las puertas, todos los misterios. Cuando su abuelo le mostraba los procesos ms profundos del oficio el hombre se quedaba maravillado al descubrir la habilidad de la criatura hasta el punto de que la felicidad pareca transformarse en un ro que recorra los hmedos senderos de sus venas, mientras la mujer le rea.

    -No nos falta ms que eso, que la emocin se te quede agarrotada al pecho y te de un vuelco el corazn. Yo creo que no tendras que ensearle estas cosas a la criatura.

    -Cmo que no?, protestaba airado el hombre, nunca he visto nada semejante igual que los chiquillos gitanos juegan a atrapar duendes con los dedos este cro tiene magia, tiene magia en las manos.

    Lo recordaba, ahora que andaba huido, Jack lo recordaba

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    como si lo estuviera viviendo. Recordaba al abuelo con sus juegos ensendole a buscar las vibraciones de las cajas fuertes que segn le haca saber semejaban a los humanos latidos de un corazn. Pero sobre todo recordaba a su madre, a aquella criatura plida del color de las sbanas con su largo pelo envolvindole como una oscura sombra.

    Fue un rayo desesperado que cruz la pequea noche de su existencia, fue una cuchillada que deshizo la piel del cielo hasta adentrarse con brbara precisin en el sudario de terciopelo de los misterios. Los presagios y las lamentaciones se transformaron en estrellas fugitivas que buscaban refugio en la palidez de sus ojos. Ojos de cristal.

    A partir de ese momento ya no le dejaron acercarse a su madre, ni siquiera tocarla, ni mucho menos sentir el suave contacto de sus labios ni la tormenta de sus besos. Le explicaban que tena tuberculosis, una flor envenenada en el alma que le alejaba de la nacarada apariencia de la vida, de las luces del amanecer tan livianas, todava alimentadas por el fulgor de las sombras.

    Cuando el pequeo Jack lloraba porque todos le impedan

    sentir el calor de su inmvil silueta enseguida le introducan en aquella atmsfera abrumada de presagios. El contagio Qu le poda contagiar su madre? Le poda contagiar ausencias, aquellas lejanas donde ella se iba internando en un mar de soledades? Qu le poda contagiar su boca de nia entreabierta que pareca estremecerse en un remanso de palabras apenas pronunciadas? Aquella leve palpitacin de sus uas que parecan las alas incipientes de un pjaro?

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    Su madre en aquel amanecer pareca buscar los ensayados caminos de la muerte, tan antiguos, tan iluminados, donde un cielo nuevo y una nueva tierra descubran la luz del mundo en la dimensin del corazn de Dios.

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    Captulo 18 La inocencia recobrada

    Con objeto de huir de aquella sombra maligna que bailaba danzas de muerte en el horizonte de las paredes, sus tos le llevaron a vivir con ellos no muy lejos de all en un paisaje sembrado de lechugas y de gallinas urbanas. Hasta que un da aprovechando que el nio permaneca olvidado del mundo y abrumado de constelaciones se escap de aquella chabola con apariencia de casa y fue sorteando coches y aceras, rboles que se mecan con fulgores de plstico y sombras estructuras de cemento de aquel polgono industrial donde hasta las golondrinas parecan abrumadas por los lentos escorzos del metal de sus vuelos

    Despus de dar muchas vueltas sobre s mismo y de preguntar una y otra vez a todas las personas con las que se encontraba el nio consigui llegar a su casa que se hallaba uniformemente unida a la tierra, blanca y encalada como si formara parte del paisaje de algn pueblo. La puerta se encontraba abierta, protegida por la misma cortina de rayas grises que el sol haba ido lamiendo con desesperada constancia a lo largo de muchos das. La luz pareca

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    abrirse camino por los senderos de la atmsfera aprendiendo a ser primavera y la luz le fue empujando hacia la cama de su madre. Se escuchaba la palpitacin del silencio.

    Ella le esperaba, siempre le haba estado esperando. El nio la contempl desorientado buscando sus perfiles en aquella atmsfera de asombro. Pareca una mueca plida, vestida de blanco, observndole tras la transparencia irisada de los ojos que semejaban hilos desprendidos de cielo. All dentro se descubri a s mismo con la precisin de un espejo entre el estallido de un relmpago que se abra camino desde las profundidades del corazn.

    Su madre le abraz y l empez a sentir aquellas caricias, aquellas ternuras nunca dichas, aquella cercana inaudita entre los desiertos de la vida, entre los brazos prodigiosos de la muerte.

    Ella apenas poda hablar pero Jack el destripador, ya hombre acorralado, ya hombre perseguido, no pudo olvidar nunca aquellos jadeos que emergan como llamas entre el fuego de la fiebre.

    Sabaquevendras Una voz de pjaro, de inocencia recobrada, en aquel abismo

    de cemento que les envolva. Aquella madre nia, tan pequea, casi de su tamao, acaricindole con unos dedos azules y su voz que se abra camino desde las distancias de la eternidad, su voz penetrando para siempre en su existencia.

    Mingel Eso dijo y fueron sus ltimas palabras antes de iniciar

    aquel vuelo prematuro.

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    Al da siguiente su padre fue a buscarle y durante unos

    instantes los dos volvieron la cabeza sin saber qu decirse hasta que juntos descubrieron que no necesitaban decirse nada. El nio le consol como pudo y le explic entre balbuceos que ahora ella se haba convertido en una estrella y que ya nunca podran volver a disparar ni contra las estrellas ni contra las constelaciones porque l ya haba logrado organizarse una elemental sabidura estelar que le permita interpretar el firmamento.

    Su padre se le qued mirando de tal manera que pareca

    estar enajenado contemplando a aquella chiquilla que le sonrea en el interior de su mirada y todos dicen que desde aquel momento perdi el juicio, sufri una especie de parlisis cerebral y el juicio se le quebr como una planta exterminada por algn brusco animal. De este modo qued como extraviado, como si el juicio no lo hubiera perdido hace muchos aos, cuando permaneca oculto por la belleza de las primaveras.

    Algunos comentaban casi sin voz.

    -Ha perdido el juicio por el dolor. Y otros respondan ensimismados.

    -No, no ha sido por el dolor. Ha sido por el amor.

    Y debi de ser cierto porque desde aquel da huy para siempre y quiz se disolvi en la memoria colectiva de tal modo que ya nadie volvi a tener nuevas noticias de su ausencia o de su legtima presencia. Desapareci como una sombra y no se le pudo volver a ver porque como todo el mundo sabe las sombras

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    se refugian en los rincones ms srdidos de la vida esperando ese momento en que saltan como tigres buscando la yugular de la felicidad.

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    Captulo 19 El poder de las soledades

    infames

    Lo cierto es que aquella mujer padeca soledades infames, los hombres la huan por sus recelos de mala hembra y sus sofocaciones, por su instinto sometido a las pesadumbres y su cuerpo reseco con mirada de rbol. Pero ella lo encontr apaleado en una reyerta de rufianes, lo hizo suyo, lo transport hasta su choza de uralita, le limpi las heridas con alcohol y consigui que aullara como un animal, lo cuid da y noche con ardiente amor de ltima hora, no le import que estuviera trastornado y como enloquecido, de una flacura insoportable, no le import que le llamara con otro nombre de mujer con palabras de una ternura que a ella le destrozaba el nimo, es la locura, pensaba resignada, sabiendo que no, que no era la locura sino algn amor infinito atravesndole las estrellas del cerebro, porque eso es de lo nico que hablaba el Anastasio, de mltiples estrellas divagando por un firmamento vaco.

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    Y se casaron, l sonrea pensando en aquella borrosa imagen de su nia vestida de novia, se casaron y fue feliz unos momentos, recordando aquellas oleadas calientes que le abrumaban el corazn, quien lo iba a decir, ya ves el destino los caminos tan turbios que va recorriendo, tuvieron aquel hijo carcelario que l no pudo nunca identificar, un chiquillo al que le gustaba hablar con los pjaros ya que no poda hablar con su padre y que hizo lo que todos en aquel mundo, robar para poder vivir, un oficio universal, y escamotear claveles rojos desde que fue capaz de mantenerse en pie, escamotearlos en los mercados para llevarlos a su madre, que senta los ojos desbordantes de rojos afectos, de rojas humedades.

    As que sin poder sospecharlo siquiera, ni el uno ni el otro, ese muchacho risueo rodeado de animales, y sobre todo de pjaros y de claveles rojos, era el hermano pequeo de Jack el destripador.

    Y ahora que era ya hombre, Jack se encontraba frente a frente

    con la figura de su padre en una vieja fotografa que recorra una ruta imponderable, procedente del ms all. Como la imagen de una ruina enarbolando el peso del cielo sobre su vida, el peso de su muerte, los ojos hundidos, la cara ensayando la ficcin de una sonrisa, alto y encorvado, aferrndose a la compaa de una incipiente vejez.

    La mujer llevaba un ramo de flores en la mano que Jack imagin que podra tratarse de claveles rojos. Era una novia en blanco y negro vestida de oscuro, ya mayor, sin asomo de belleza. Jack la contempl con un suspiro. Pens en aquella nia de largo pelo oscuro como una premonicin, una cortina de nubes que atravesaba la noche hasta acariciar el lmite de la

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    cintura, con su cara de terciopelo y vestida siempre de blanco en una apoteosis de flor, aquella nia que era su madre.

    No se atrevi a preguntar, no quiso saber demasiado pero al fin pregunt como sin darle importancia, pregunt con una aceituna dentro de la boca que se iba abriendo camino hacia la conciencia.

    Pregunt en voz alta buscando el sonido de la indiferencia y se sorprendi de su propia voz.

    -Y este tipoeste tipo que se parece a mi padre vive todava?

    -No, ya muri, le respondi ella observndole con recelo.

    -Es lo que tiene, todo el mundo se muere.

    -S, eso es lo peor. Ya ves, le cogi un camin.

    Jack dio un salto en la silla y la mujer le mir sorprendida.

    -Te pasa algo, chico?

    -Creo creo que me estoy mareando.

    -Eso es hambre, sentenci la vieja con rotundidad. Te voy a preparar un bocadillo.

    Mientras tanto en la lejana se escuchaba el aullido de algn perro que trataba vanamente de enfrentarse al crepsculo radiante donde se encerraba la soledad.

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    Captulo 20El olor a ausencia de la

    atmsfera

    Jack estaba sudando. Entre nieblas contempl a su abuelo con la sinceridad brutal de sus visiones y un temblor le recorri el cuerpo Dnde empezaba la vida? Dnde terminaba la muerte?

    La vieja tambin le trajo un vaso de vino. Frente a l una

    mosca pareca suicidarse embistiendo con despiadada tenacidad la lisa precisin de una pared. Jack bebi entrecortadamente y se lo agradeci a aquel espejismo de mujer que no supo nunca quin era l, ni de donde proceda su amoroso origen. Incluso le bes una mano y ella qued como transfigurada por la sorpresa. Jack mastic con lentitud el pan mientras los pensamientos se le enredaban entre aquellas menudas fisuras de miga. Finalmente sali como un autmata y aquel personaje con dimensin de espectro asomado a la puerta pudo comprobar que la lnea vertebrada de la espalda y aquellos andares inciertos del chico

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    eran tan semejantes al Anastasio que pareca haber revivido, aflorando violentamente de la estrechez de su msera tumba. A ella se le revolvi la sangre y quiso decir algo pero Jack andaba ya medio perdido en busca de algn horizonte donde poder refugiarse.

    A su alrededor la atmsfera ola profundamente a ausencia

    o se trataba del olor de la podredumbre, de aquellos tejados con trenzas de uralita, de aquellos bostezos desmesurados de la noche, de ptalos de clavel como manchados de sangre?

    Pero el chico ya no estaba y la mujer experiment una

    sensacin de asombro y congoja, la misma que se plasm en su interior la primera vez que vio el mar. Entonces se dio cuenta de que la hierba se haba convertido en agua y aquella gran extensin lquida se perda en el horizonte como buscando su propio final. All no haba olivares, ni rastrojos, ni ovejas paciendo, rebuscando la ternura de los tallos jvenes que tenan el sabor de la leche de madres recin paridas. No podas andar ni pisar aquellas superficies sin que la piel de agua cubriera todo tu cuerpo acariciado por los dedos verdes de algas, sin que te envolviera en la turbulencia de sus remolinos, apretando, apretando, hasta succionar la saliva de la boca, el aire de los pulmones, hasta hacer suyos todos los deseos y todos los sueos de los hombres.

    A la mujer el mar le arrebat su primitiva belleza, su primer amor, incluso su incipiente vuelo de gaviota. Qued as sumisa ante la vida, aceptando su destino, sabiendo que no exista ninguna tierra firme para ella. Slo el Anastasio le proporcion un poco de placer, se lo encontr cado sobre una tierra que pareca configurada por el mar, se lo encontr cubierto

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    de sangre, con mil lneas de navaja grabando en la dimensin de su cuerpo. Una escritura feroz sobre el prodigio de las venas, un mensaje oscuro, cifrado en amenazas.

    Ella viva sola y lo recogi, le aplic aceite cubriendo aquella inmensa extensin de heridas, lo tuvo en su regazo como si se tratara de una criatura, hasta que aprendi a decir su nombre y ella le ense todas las palabras que l repeta con desmayo. No recordaba nada, algn mal golpe le haba desbaratado las ideas y ella le ense con paciencia de madre, incluso consigui que aprendiera a cantar canciones, lo cual tiene su mrito, lo decan todos y sus voces se arrimaban hasta formar una sola voz, te quiero, te quiero, como se quiere a una madre, te quiero como se quiere al dinero. Y l repeta aquellos sonidos vacos, sin comprender nada, como si fueran de cristal. La observaba maravillado y ella se senta transportada de gozo pensando en sus desvaros que a medida que se fortaleca empezaba a nacerle el amor y le atiborraba a vitaminas para que algn da pudiera quererla con pasin de hombre.

    Pero el hombre slo conservaba dentro de su desamparada cabeza la imagen de una nia a la que llevaba bien sujeta sobre el hombro con la cabeza hacia abajo y su larga melena oscura movindose al vaivn del viento mientras la luna se diverta bailando pasodobles sobre su pelo.

    Son historias que marcan los caminos de la vida y que

    nunca se sabe cuando llegan y mucho menos cuando se van.

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    Captulo 21 Con el lupa no se juega

    Con el Lupa no se juega! bram con gesto de gallo enquistado en la victoria no-se-jue-ga! aull ms bien silbndole el viento vaco en los dientes. Llevaba un anillo de oro con un gran brillante que pareca de hielo. Tena un negocio limpio, un negocio de camiones de transporte de gran tonelaje y materias complicadas. Todo legal, con la ley pisndole los talones, pero todo legal. Le costaba mucho dinero mantener aquella red con su correspondiente enjambre de silencios pero con el Lupa nadie se meta. El que la hace la paga era su elemental cdigo de actuacin que le haba proporcionado una acelerada carrera de xitos. Tena a su disposicin dos rubias opulentas que le servan al mismo tiempo de secretarias y de reclamo de clientes enfebrecidos por mltiples tormentos y en aquel esquema despavorido de sonrojos las cosas marchaban razonablemente bien. Mejor dicho, haba conseguido subir las escaleras de la vida internndose en la profundidad de sus peldaos en una fiera conquista que le situ en una posicin envidiable a lo largo y a lo ancho del mundo del hampa.

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    Pero con el Lupa no se juega! les record a gritos a sus dos socios, el Cejas y Adolfito que tenan muy claro lo que quera decir el jefe.

    -Qu quieres que hagamos?, pregunt con un hilo de voz el Cejas que temblaba como una hoja cada vez que aquellos gritos se introducan en las entraas ms profundas de su propio terror.

    - Los rusos nos estn pisando los talones, explic el Lupa que en uno de esos imprevistos y desconcertantes cambios de humor haba adquirido de pronto un sereno dominio de la situacin. Se han asociado con Luigi y toda la banda de italianos y estn copando el espacio que haban dejado libre los argelinos. Vamos a irnos.

    -Irnos?, preguntaron los dos al mismo tiempo. Si todos nos respetan!

    -Nos respetaban, querrs decir!, rugi de nuevo el Lupa espantando a los pjaros cercanos. Si nos respetaran algo no iban a entrar de pronto los rusos. Pero tampoco ellos lo van a tener fcil. El mundo de la droga se ha convertido en una selva. Antes nos conocamos todos, podamos pactar. Ahora no te puedes fiar de nadie.

    Ni ahora ni antes, pens el Cejas, que escuchaba atentamente sin que se alterara ni un solo msculo de la cara. A Gigi le descerrajaron dos tiros en la calle Arturo Soria cuando iba conduciendo. Cayetano el Guapo tuvo un accidente porque le fallaron los frenos, Nicola se suicid desde la terraza de su hermosa casa en la Castellana y Martina la brasilea, tan joven,

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    tan bonita, que nos tena a todos hechizados, sufri un infarto en un hotel de Palma Un infarto! Figrate Siempre tan enamoradiza y con problemas de corazn.

    -Y qu haremos? pregunt con indiferencia tratando de que su voz se mostrara tan neutral como el cristal. Tenemos pendientes pagos de camiones, las urbanizaciones de Venezuela, los chalets del sur. Si no somos legales nos trinca cualquier juez. Ya sabes que nos tienen ganas

    - Est claro. Vamos a hacer como los toreros. Largamos mucho lo de nuestra retirada y cuando estn desprevenidos, volvemos y esta vez se van a acordar de nosotros.

    - Y qu hacemos con el dinero?

    - Pagarqu quieres que hagamos?

    - Es muchsima pasta

    El Cejas contempl hipnotizado la pared mientras una araa diminuta recorra el tortuoso trayecto de las distancias. Tena claro que vivir en el mundo del hampa era un autntico infierno aunque no peor que otros. Pens con un deslumbramiento fugaz que el universo estaba lleno de infiernos aunque es muy posible que tambin se encontrara algn que otro cielo perdido por el mundo.

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    Captulo 22 Los dedos de goma del Tasio

    El Lupa observ al Cejas y a Adolfito con misteriosa crueldad como si pudiera adentrarse en la dimensin de sus pensamientos. Esa mirada opaca que pareca controlar el cerebro de quienes le rodeaban consegua producir autnticos escalofros.

    -Y se puede saber para qu os sirve la cabeza? Dnde hay dinero?

    - Supongo que en los bancos, respondi Adolfito con un hilo de voz.

    - Exacto en los bancos, pero dnde?

    - Supongo que en las cajas fuertes

    - Bien pero no vamos a dar un golpe en ningn banco. Hay muchos negocios que funcionan con dinero negro y lo tienen all, junto a ellos. Los encontraremos y los desplumaremos y

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    adems no nos pueden denunciar. - Necesitaremos un equipo, seal el Cejas con desconfianza.

    - Eres imbcil o qu te pasa? Pues claro que necesitaremos un equipo! Busca a los mejores!

    El Cejas sudaba mientras en el exterior se poda escuchar la msica de cristal de un violn que tocaba en una esquina un joven msico en paro.

    -En quin ests pensando?

    -En quin voy a pensar? En el mismo que t En Tasio. Tiene los dedos de goma. No hay nadie como l

    -Pero ya sabes que es muy raro

    El Lupa dio tal puetazo en la mesa que durante un buen rato estuvieron vibrando los cristales con la suave trepidacin de las campanas.

    -Qu coo me importa si es raro o deja de serlo! Bscalo debajo de la tierra y ofrcele ms de lo que te pueda pedir!

    -Bien, jefe

    -Yo buscar los nidos y vosotros ni media palabra! Slo seremos cuatro y est claro que cuantos menos seamos mejor lo repartiremos.

    El Cejas tard lo suyo en encontrarlo. Lo busc en su vivienda

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    todava envuelta en un gris de nube apuntalada de invierno. All pudo conectar con una vieja que daba vueltas en una cazuela de la que se desprendan hmedos olores a berzas y a refritos.

    -El Tasio es mi hijo, explic con una voz acostumbrada a deshilacharse en cada golpe de tos. Es mi hijo pero como si no lo fuera, como si no lo hubiera parido, como si no lo hubiera llevado al abrigo de mi vientre. Cuando muri su mujer se qued medio enloquecido, se alucin el hombre, dice la gente que por el dolor. No viva ms que para aquella chiquilla como si le hubiera dado un bebedizo de pasiones dominadoras, le entr un parals, no poda ni hablar.

    -Yo soy amigo suyo me gustara volver a verle.

    -Y para qu le quieres?, pregunt la vieja con recelo.

    -Es que quiero localizar a un amigo de l el Puma.

    -El Puma?, la vieja se intranquiliz. No s, nunca he odo ese nombre. Bscale por tu cuenta, ya ves que no te puedo ayudar. Estaba tirado en la calle pero por lo visto una mala hembra se prend de l porque si como dices eras su amigo ya sabes que tena buen porte. Andaba tan desquiciado que se arrim a ella y se lo llev al altar pero nunca ha querido saber nada de nosotros

    -Nada? Por qu? -Y yo que s? Slo intentbamos compartir con l su

    desgracia pero prefiri morir a la misma hora que su chiquilla se fue al otro mundo. Ni siquiera a su hijo ha vuelto a ver.

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    El Cejas se dio cuenta entonces de que un nio de unos doce aos le observaba atentamente. Slo se fij en que tena los ojos muy oscuros y le deslumbraba la luz.

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    Captulo 23 El destino tiene bigote

    El Cejas lo busc desaforadamente por todos los rincones del hampa extremando las precauciones. Las noticias vuelan y no resultaba muy conveniente que se le viera interesado en el personaje.

    Mientras tanto el Lupa se desesperaba.

    -Joder to ni que estuviera en el camposanto. La gente no desaparece as como asA lo mejor tiene un cargo en el gobierno.

    -A lo mejor

    -Sobre todo tenemos que actuar con prudencia. No despertar curiosidad

    Adolfito tuvo una idea genial y recurri a la Pasiones, una antigua novia oxidada de rubio que por dinero era capaz de

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    encontrar un grano de trigo oculto bajo la nieve. El tema se orient con buen tino hacia el extravo de celos encendidos, de incontables ofensas de amor, de apasionadas ternuras y de extremos rencores. Pobre Tasio, la que le espera, se rean sus confidentes.

    Y finalmente lo encontraron. Se haba llegado al altar con una mujer que lo manejaba con un solo brazo y malviva atrincherado entre hojalatas en un remoto campo en las afueras de Madrid. Algunos le conocan, beba ms de lo que le caba en el cuerpo, deliraba, pobre diablo, juraba una y otra vez que ya no volvera a disparar contra ninguna estrella y andaba medio descalabrado escupiendo el corazn en cada esquina.

    Esta vez el Cejas se lo encontr tumbado sobre una mesa, derrumbndose por el vrtigo del alcohol mientras su voz quedaba protegida por un espeso bigote. El destino tiene bigote, pens asombrado el Cejas que no estaba acostumbrado precisamente a sembrar la vida de metforas. Se lo llev fuera y le sujet como pudo asombrado de la cercana de tantos huesos.

    -Quin eres?, pregunt Tasio sorprendido de hallarse con un tipo al que no conoca bajo la presin de una lejansima luna y sometido a los vaivenes del viento.

    -No te acuerdas de m? Trabajamos juntos con el Lagartijo Qu tiempos aquellos! Nos fue muy bien

    -Ha llovido mucho desde entonces Cmo me has encontrado? Qu quieres?

    -Primero saber de ti. Chico no te conoca con el bigote.

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    -Ha llovido mucho desde entonces

    -Han llovido diluvios, pero a qu te dedicas?

    -Trabajas para la poli?

    El Cejas solt una carcajada un tanto amarga.

    -Ya veo que sigues siendo el mismo. No, la verdad es que trabajo para el Lupa Ya le conoces, a veces resulta preferible trabajar para la poli.

    -S, ya me imagino.

    - Y t en qu ests?

    -No estoy en nada. No estar en nada me gusta Soy un fugas empedernido, ya me conoces. Me largu del talego dos veces. Siempre huyendo, ya sabes. Sobre todo de m mismo

    -Como todos los tipos inteligentes.

    -Como todos los tipos estpidos querrs decir.

    -Conservas tus manos mgicas?

    -Las conservo Es lo nico que conservo para qu las quieres?

    -Un trabajo importante

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    -Cunto?

    -Veinte mil euros por caja.

    -Bancos?

    -No, empresas de dinero negro. T tendrs esa cantidad siempre al margen de lo que encontremos

    -Y si no hay nada?

    -Ese no es tu problema pero tendremos trabajo en Madrid y en otras ciudades.

    Una imagen fugaz como una estrella se abri camino en el firmamento. Al Tasio le record a una criatura blanca y se estremeci.

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    Captulo 24 La luna pestaeaba

    alegremente

    La luna pestaeaba ahora alegremente en el cielo ofreciendo su resplandor a los oscuros montes.

    -Cuntos colegas hay en el negocio?

    -Muy pocos, slo seremos cuatro. Adolfito, t, yo y el Lupa que es el que capta a los clientes.

    -No me gusta el Lupa.

    -Nadie te pide que te cases con l

    -No es trigo limpio

    -Oye, to, aqu estamos todos marcados Y yo? Y t? Como bien sabes l te necesita. Eres el mejor. No se fa de nadie ms

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    que de ti. -Qu sinvergenza!

    -No lo pienses es una oportunidad de oro.

    -Lo pienso tengo un chiquillo al que no he visto hace aos.

    -Por qu te fuiste?

    -Porque ella muri Me desesper. No poda ni hablar. Me volvi loco. Enferm de muerte. Era incapaz de mirar la cara del nio. Ella estaba dentro de sus ojos.

    -No lo sabaLo siento, to.

    -Pero si puedo ganar algn dinero podra pagarle una carrera

    -Podras, claro.

    -Tendra que hacerlo de modo que nunca supiera que estoy yo detrs Ni l ni mis viejos.

    -Buscaramos una frmula para hacerle llegar ese dinero.

    El rostro de Tasio se ilumin atravesado por la lengua inhumana de la luna.

    -De verdad? Podramos hacerlo?

    -Oye Tasio, hemos vivido juntos muchas emboscadas y

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    hemos sobrevivido o no?

    -Yo he sobrevivido malamente. Si lo pienso de verdad podra decir que estoy ms muerto que otra cosa Pero el nio, mi pobre nio, hara lo que fuera por ayudarle.

    Se le llenaron los ojos de unas lgrimas del color avinagrado del vino.

    -Venga, no te hagas el sentimental que ya nos conocemos. Y no te preocupes que ya hace muchos aos que la vida nos ha llevado por los mismos caminos Le digo al Lupa que aceptas?

    -Acepto Que cabrn! Un da le dije que estar a su lado es lo ltimo que hara en esta vida. Y ya ves, ahora arrastrndome a sus pies.

    -No lo pienses. Todos llevamos una vida muy arrastrada. Tambin l tiene que arrastrarse lo suyo

    -Delante de quin?

    -De una hembra que le tiene sorbido el seso. Y ya ves, ella le trata como a un perro.

    -Me alegro

    -Tendr que hacerte alguna prueba.

    -Que la haga pero quiero estar solo. No puedo trabajar teniendo

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    su jeta en el cogote.

    El cielo empez a adquirir las oscuras tonalidades de la muerte. Ni siquiera las estrellas fugaces se atrevieron a salir.

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    Captulo 25 La estrella de la muerte

    A los dos das el Cejas vino a buscarle en una renqueante furgoneta tan decrpita como el mundo que le rodeaba. Nadie le prest la mnima atencin. No hablaron ni una sola palabra por el camino.

    Cuando se encontr frente al Lupa en aquel despacho con sillones de cuero contempl fijamente el techo sin rozar siquiera la mano que le tenda. Adolfito y el Cejas palidecieron ante ese gesto de desprecio pero el Lupa aparentemente hizo caso omiso de aquel desplante. Al fin y al cabo, quin era el Tasio? Un pobre hombre.una sombra de hombre que posea una habilidad prodigiosa.

    -Vamos a hacer una prueba, explic el Lupa. Aqu tienes tres cajas con combinaciones difciles. Te esperaremos fuera. Nos llamas cuando hayas terminado. Quieres beber algo?

    Tasio se encontraba febril, le arda la cabeza. Hubiera dado

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    lo mejor de s mismo por beber media botella de whisky de un trago pero se contuvo. Le temblaban las manos.

    -No, cuando trabajo no bebo.

    -Ya veo, respondi con sorna el Lupa mientras se ajustaba el nudo de la corbata.

    El Cejas le dio una palmadita en el hombro y se fueron mientras al Tasio le dominaba el instinto de la huida, la necesidad de escapar de s mismo, de descubrir nuevas luces, nuevas estrellas.

    Entonces, fue entonces cuando vio la cara de su nio, la tristeza ocupando la dimensin de sus grandes ojos. Un rayo de dignidad pareci envolverle. Lo hizo por l. No tena otra cosa para ofrecerle. Se trataba de algo de mayor magnitud que una carrera o un futuro acomodado. En el relmpago de unos segundos Tasio comprendi que estaba firmando su sentencia de muerte. Sin pensarlo ms se asom a aquella ventana que daba a la calle Nez de Balboa y dio un salto hasta caer en el balcn del piso inferior. El ruido le asust y permaneci un rato escondido detrs de una sombrilla que esperaba tiempos mejores para desperezar al sol la bruida encarnadura de su piel. Un portero alarmado por el ruido sali de un portal y observ la serena disposicin del mundo sin poder imaginar que tena delante la trgica atraccin de ese volcn abrumado de incertidumbres que es la muerte.

    En cuanto se despej la calle Tasio se descolg por los barrotes agarrado a las diminutas cabezas de unos dragones de forja y salt de nuevo hasta la acera. Al levantar la cabeza

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    descubri al Lupa mirndole fijamente mientras con la mano le haca un breve saludo de despedida. Era el adis definitivo a la vida.

    Cuando a los tres das un camin le embisti aplastndole la cabeza, Tasio descubri que su nio y l mismo haban logrado abatir a la ms hermosa de las estrellas. Era gigantesca y les envolva en un volcn de luz, en una desesperada piel de fuego, en un diluvio de cascadas, en rojos fulgores de sangre, en la vibrante ternura del amor. Y pudo contemplar de cerca la inslita cercana del corazn de Dios de tal modo que en aquel segundo deslumbrante lleg a introducirse en la inmensidad de su amor.

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    Captulo 26 El vals de las baldosas

    Jack meda sus distancias, un paso adelante, dos atrs, bailando el vals de las baldosas, desconchadas en lgubres heridas sobre la piel del pavimento, un paso adelante, dos atrs, suspiraban las hormigas previendo ser trituradas en aquella danza de la muerte, el vals mortal de los muchachos abiertos al peso del futuro que les destrozaba las clavculas, un paso adelante, dos atrs. Senta Jack el hormigueo de los dedos recorrindole la distancia de las manos. All estaba su tesoro, todo su talento enterrado en aquella encrucijada de venas, saltaba de alegra, rompan las hormigas sus formaciones temiendo la dimensin de la tragedia. Saba que poda hacerlo. Abrir puertas, deshacer el misterio de las cerraduras, incluso las ms complejas, sometidas al ritual de los blindajes.

    Tena un don, lo saba. LO-SA-B-A. Un don que le llegaba desde el universo desconocido de los abuelos de sus abuelos, desde un espacio sideral donde las estrellas marcaban incisos en la noche abierta de las constelaciones. Pensaba, pensaba muy

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    rpido y para ello era necesario hablar en alto como si tanto su voz como su pensamiento permanecieran unidos en un mismo engranaje cerebral, en el esfuerzo de las circunvalaciones.

    -S que tengo el don, como lo tena mi padre pero l lo desperdici y eso es lo que ms le haca sufrir a mi abuelo Por qu lo hizo?

    Reflexion un momento. El sol daba saltos en los tejados

    resbalando sobre ellos con la gozosa precipitacin de un adolescente. La primavera mostraba sus rizos de nubes dejando entrever la risa de sus ojos mientras la vida se abra a las convulsiones inciertas de la inocencia.

    Jack pensaba con dificultad pero a su cerebro le suceda lo mismo que a sus dedos. Llegaba un momento en que aquellos cerrojos que parecan encadenar su cabeza con la estructura de mil piezas que se acoplaban con hermtica solicitud, llegaba un momento en que aquellos cerrojos saltaban por los aires. Entonces apareca con luminosa certeza la dimensin de la verdad.

    -Mi padre tena conciencia a mi padre le mataron con aquel camin porque tena conciencia Pero qu es la conciencia? Dnde est? Qu es la mala conciencia? Y la buena?

    De nuevo una circunvalacin de nubes que pareca formada por vapor de niebla se le adentr en los ojos. Suspir. Se senta cansado. Sus pies haban dejado de bailar entre las rugosidades de aquellas aceras malolientes. Se encontr frente a unas escaleras y las subi despacio sin fijarse demasiado en la direccin que llevaban. Escuch una msica cercana, un goteo de notas que

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    parecan abrirse camino entre las rendijas de las paredes y se qued paralizado por la sorpresa.

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    Captulo 27 Una mortaja de sublime

    liviandad

    Abri una puerta con precaucin y se encontr rodeado de sombras que lo envolvan por todas partes como si se tratara de telas sumidas en irisaciones de plata y tan sutiles que podran desgarrarse igual que las confeccionadas con la maestra de las araas. Le pareci sentirse como un difunto engalanado con aquella mortaja de sublime liviandad.

    De pronto sinti un brazo sobre su hombro y lleg a tambalearse por la impresin sufrida. Un hombre joven, vestido de oscuro, le miraba sonriente.

    -Hola Eres Nano?

    -No

    -No eres el amigo de Ricky?

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    -No s quin es Ricky

    -Ah, perdona Me dijo Ricky que me iba a mandar a un amigo suyo para ayudarme a trasladar unas vigas. Si tienes un rato me podras echar una mano?

    -Bueno

    -Por cierto, cmo te llamas?

    -Jack

    -Cmo el destripador?

    -S, como l

    -Supongo que no destripars a nadie

    -No, siempre he destripado todo lo que tena delante pero a seres vivos nunca.

    -Menos mal Espero que no te entre la curiosidad. Por cierto yo me llamo Luis y soy el prroco de esta iglesia.

    Jack le mir sorprendido.

    -Esto es una iglesia?

    -Claro supongo que habrs entrado alguna vez en una iglesia.

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    -Pocas veces He vivido en despoblados. All no haba iglesias.

    -Ah! Y por qu has venido aqu?

    -No me he dado cuenta. Iba pensando y no me he dado cuenta.

    El cura Luis se ri con ganas y al chico le gustaron sus carcajadas sonoras que se entremezclaban con el rgano en sorprendentes escalas.

    -Y en qu pensabas si se puede saber? Tendr que ser algo importante para no ver siquiera donde te metes.

    -S, es importante

    -Est bien, vamos ahora a cambiar estas vigas y luego si te puedo ayudar en algo aqu me tienes.

    Jack sinti de pronto como si la vida empezara a abrirse camino con ritmo de primavera entre el laberinto de sus propios pensamientos

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    Captulo 28 Los pasos de la procesin

    Los dos trasportaron unos pesados tablones al piso inferior. Los dos resoplaban por el peso. A los dos les resbalaban por la frente gruesas gotas de sudor. Se detuvieron un momento para respirar. Muy cerca la talla de un Nazareno de tamao natural les contemplaba frente a frente. Jack casi senta sus jadeos.

    -Ya ves, le coment el cura resoplando. Lo suyo era peor. Sudaba sangre

    -Joder exclam Jack sin poder contenerse Qu le hicieron?

    -Ya ves Era Dios y quiso morir de este modo por puro amor hacia cada uno de nosotros. Como si dijramos se hizo cargo de todos nuestros pecados y se convirti en culpable delante de la gente

    -Para librarnos del talego?, pregunt Jack francamente

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    interesado.Efectivamente para librarnos del talego. Mira, mira esta otra

    imagen que tenemos aqu. Estamos guardando los pasos de la procesin. Es la madre de Jess, la Virgen dolorosa. El pelo es de verdad y tambin llora con lgrimas como las nuestras porque est hecha polvo

    Jack dio un salto. Tena la misma cara de su propia madre. Los ojos oscuros y la mirada que se derramaba como el agua en transparencias de luces. Se vio a s mismo lanzado al aire, recubierto por aquella cortina de pelo que le envolva como el enigma de una nube y detrs la inmensidad de los susurros, la alegra de los besos, los juegos remotos transmitidos a travs de los tiempos, el pulso del corazn bailando sobre la hierba en aquella pradera recubierta por la piel de la infancia.

    El cura Luis le dio unas palmadas en la espalda y sonri.

    -La verdad es que no vas a tener un buen recuerdo de nuestro encuentro. Te he hecho trabajar como un mulo. Yo vivo aqu al lado y si tienes un rato nos podemos tomar una cerveza. Mi madre me ha mandado unos chorizos del pueblo si quieres los podemos probar.

    Salieron y en la misma manzana entraron por una puerta tan pequea que ambos tuvieron que agachar la cabeza.

    -Como ves, no es una mansin, explic el cura Luis con humor.

    -Ya veo, respondi Jack que empezaba a sentirse sumamente a gusto entre aquellas paredes. Parece una casa para enanos.

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    -S No vas a encontrar otra ms original pero la parroquia es muy pobre, con muchos necesitados y yo no puedo pagar ningn alquiler. Este espacio se utilizaba para guardar cachivaches as que he puesto una ducha, una cama plegable, la he pintado y queda de lo ms minimalista

    -De lo ms, qu?... pregunt Jack sorprendido.

    -No hagas caso, son tonteras mas. Ven por lo menos tengo una botella y dos vasos. Ahora me cuentas algo, por ejemplo a qu te dedicassi es que te dedicas a algo.

    Jack suspir, nunca haba sido capaz de explicarle a nadie que lo que verdaderamente le importaba era descubrir la dimensin de su conciencia. Bien es verdad que en las distintas escuelas a las que haba asistido los maestros no se podan distinguir precisamente por sus inquietudes filosficas. El caso es que bebieron un par de vasos, comieron la racin correspondiente de chorizo y mientras tanto el cura Luis le explic que haba organizado un equipo de ftbol para que los nios aprendieran el valor del esfuerzo y de este modo empezaran a adquirir confianza en s mismos. As seran conscientes de la necesidad de apoyarse unos en otros hasta llegar a transformarse en un verdadero equipo. Y lo que era ms importante, sobre todo para que no vivieran en la calle rodeados de yonkys

    El mundo de la calle, desconchado de asfalto, Jack lo conoca

    bien, trepidando amores y violencias, con olor a roa y a canutos al arrullo de los portales, los nervios recorrindole el cuerpo a latigazos en contracciones desmedidas, en punzantes dolores y luego la paz, los ensueos flotando en aquellos viajes astrales

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    sin estrellas, en el espacio de una oscuridad opaca, sin astros y sin el sosiego de la luna. Aquellos viajes buscando a sus padres en el vrtigo de la marihuana y luego nada, un punto inmvil, de una somnolencia letal. Sin pensar en nada. Sin sentir nada. Sin ninguna esperanza.

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    Captulo 29 Luces cosiendo vainicas

    Fue entonces, mientras un rayo de luz daba vueltas sobre s mismo como si estuviera cosiendo vainicas en el complicado tejido de una sombra, fue entonces cuando pronunci aquellas enigmticas palabras.

    -A m lo nico que me importa es saber cmo es mi conciencia.

    -Tu conciencia?, le pregunt el cura perplejo. -S yo quiero tener buena conciencia pero no s como se

    hace. Yo quiero ser un hombre de conciencia.

    Y sin darse ni cuenta empez a hablar y a hablar, mientras sus palabras y su pensamiento avanzaban sobre aquel inmenso desierto que era su propia vida.

    Explic que su padre haba robado a su madre de la escuela

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    cuando eran nios, se la llev sobre un hombro como los hroes de las pelculas y ella tena un pelo tan largo, tan largo, que iba barriendo el suelo y cuando se puso en pie lo tena lleno de hierbas, de diminutas margaritas, de hojas plateadas como lunas recin nacidas y hasta una mariposa en flor enredada entre tantos bucles. Y todo eso se lo haba contado su padre. Tambin le cont que desde entonces no haba dejado de quererla.

    -Eso est bien sabes? Hay pocas personas que pueden amar con tanta intensidad. Eso significa que tena un gran corazn

    -Pero las cosas no fueron fciles. Yo era todava un cro pero recuerdo a mi abuelo que siempre andaba riendo a mi padre, deca que era peor que un chiquillo, peor que yo mismo, y que no tena conciencia porque no trabajaba y estaba desperdiciando la vida. Pero l le contestaba que no poda vivir ni medio minuto separado de mi madre con sus blancos vestidos que flotaban como la niebla, que si no estaba a su lado se mora, que era como una enfermedad. Pero mi padre tena un don en los dedos

    -Un don? Era prestidigitador?

    -Parecido No se le resista ni una sola caja fuerte. Era el mejor. Todas las bandas le llamaban pero l no quera irse con nadie es un don que tenemos toda la familia desde los abuelos de mis abuelos. Nos llaman Los Mulos.

    -T tambin lo tienes?

    -S, yo puedo abrir todas las puertas pero lo que me gustara de verdad es tener conciencia.

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    -Ya veo y quin te ense el oficio? Tu padre?

    -No, l no me ense nada de esto. Lo llevo dentro. Con l aprend a cazar estrellas. Salamos por las noches cuando haba luna llena con una escopeta de balines cada uno y segn l deca ramos los nicos cazadores furtivos de estrellas que han existido en el mundo. Luego dormamos los dos envueltos en una manta en alguna choza y era un secreto entre nosotros porque si alguien se enteraba que nos cargbamos todas las estrellas, hasta las fugaces, nos metan en el chabolo para siempre. Lo saba slo mi madre pero haca como si no se hubiera enterado.

    A Jack le daba vueltas la vida o era quiz el vino que se

    haba tomado o posiblemente la clida sensacin de haber sido comprendido.

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    Captulo 30 La tristeza vestida de

    blanco

    Es cierto que a Jack le costaba mucho hablar, eso nadie lo dudaba, pero ahora lo haca con precipitacin como si sus palabras emergieran de la boca igual que la espuma de cualquier arroyo abrindose camino entre la espesura de la tierra. Vea al cura Luis borroso y en primer plano a su madre muriendo lentamente con sus ojos de agua, muriendo como una novia que estrena su vestido blanco. Vea a su padre sollozando con la cara entre las manos, implorando a gritos que apartaran al chiquillo de su vista, que ni siquiera poda mirarle, que siempre estaba ella dentro de su mirada como queriendo volver al mundo, como si intentara seguir viviendo.

    Los hombres de la familia intentaron sujetarle pero se volvi loco. Se escap de sus brazos y desde entonces nadie supo nada de l. Ni siquiera apareci en el entierro y ninguno pudo imaginar que andaba medio perdido entre los montes, perdido

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    entre los senderos del dolor, buscando estrellas fugitivas por los espacios siderales.

    -Qu aos tenas entonces?

    -Doce aosMe fui a vivir con mis abuelos y a mi padre se lo trag la tierra. Yo iba a la escuela de vez en cuando pero no recuerdo que entendiera nada. Por lo visto tena un retraso mental y mucha tristeza dentro, as que en cuanto poda me largaba. En eso tena a quien parecerme. Mi abuelo hablaba con la maestra y volva serio, sin decir una sola palabra, mirndome, no s, como si estuviera muy lejos, a mucha distancia. Pero nunca me rea. Al contrario, deca que yo era el ms listo de la clase porque haba heredado el don de la familia y eso no lo tena nadie. Pero total no me serva para nada. As que empec a trabajar haciendo chapuzas.

    -Vaya por Dios Y no volviste a ver a tu padre?

    Jack se contempl a s mismo con la llave inglesa en la mano como un hacha cubierta de sangre, aquel hombre con la cabeza abierta, sin saber siquiera si le haba matado. Ahora lo estaba viendo a cmara lenta como si se tratara de una pelcula. Se estremeci.

    -No s si he matado a un hombre, respondi muy despacio con la voz repleta de sollozos.

    El cura Luis escuchaba en silencio, un silencio que pareca perderse de igual modo en la inmensidad del cielo o en la profundidad de un abismo.

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    -No te preocupes en la vida todo tiene solucin. Si me lo quieres contar, cuntamelo y si no es as qudate tranquilo. Tambin lo entiendo.

    -Llevo ms de un ao sin trabajo. No hago ms que buscar y buscar

    -Como todos

    -S, como todos Me hablaron de la fbrica que est en el polgono industrial y vine a probar suerte.

    - La de neumticos?

    - S me encontr en la entrada con un tipo que era bastante chulo. Discutimos o mejor dicho llegamos a las manos. Yo soy bastante tranquilo pero a veces me dan prontos y no s ni lo que hago. Llevaba en la mochila una llave inglesa y le di un golpe en la cabeza con todas mis fuerzas. Se cay al suelo cubierto de sangre creo que le mat.

    No se atrevi a explicar entonces que esta idea le tena obsesionado y que no poda dejar de pensar en la larga o en la corta travesa que nos lleva a la muerte. Incluso se preguntaba muchas veces si se podra respirar en los cementerios pero no encontraba respuesta.

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    Captulo 31 La sangre del color del vino

    El cura sinti un escalofro.

    - Cmo sabes que le mataste?

    - No lo s sal corriendo pero le vi cado en aquel charco del color del vino. Pero era de sangre. No s ms corr y corr y ni siquiera s por donde. Llegu a una especie de poblado de chabolasahora ni siquiera sabra volver. All una vieja me dej entrar en su casa. Estaba aterrado y le deb de recordar a su hijo, un chaval que andaba recorriendo todas las comisaras. La mujer le quera con delirio y me repiti veinte veces que cuando le soltaban siempre le llevaba claveles rojos que eran sus flores preferidas La gente es muy rara.

    - Y cunto tiempo estuviste all?

    - Varios das hasta que pas algo, algo que no quiero ni recordar.

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    - Tranquilo no me lo cuentes si no quieres.

    - Es que es como si me hubiera vuelto loco De repente la vieja empez a ensearme fotos. Y y bueno yo mismo no me lo puedo ni creer. Una de ellas era del da de su boda y resulta que se haba casadoya s que suena a broma pero all estaba el novio, un hombre que pareca estar en otro mundo. Aquel hombre era mi padre.

    -Pero cmo va a ser tu padre?

    - Es lo mismo que yo me pregunto una y otra vez Cmo poda ser l? Ella dice que se lo encontr medio muerto en una playa, que lo haba expulsado el mar. No s a lo mejor estaba trabajando en un barco pero segn me cont aquella mujer mi padre haba perdido la memoria. Pero el caso es que ella le ense otra vez a hablar como si fuera un nio. Luego se casaron, aunque no s mi padre pareca su hijo.

    - Y qu ha sido de l?

    - Murisegn parece le atropell un camin.

    - La vida resulta terrible y maravillosa al mismo tiempo, musit el cura Luis como si hablara consigo mismo. No sabemos cuanta dosis de amor y de ternura se encierra en el corazn del ser humano.

    - Y tambin de dolor, matiz Jack.

    - S, en efecto, tambin de dolor Pero vamos por partes.

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    Ahora mismo voy a visitar esa fbrica. Tengo aqu la bicicleta y no tardar mucho. Lo primero de todo es enterarnos de lo que le ha ocurrido a este hombre Confas en m?

    - S

    - Entonces no te preocupes. Ya me inventar algo para no llamar la atencin. Esto de ser cura tiene sus ventajas Esa puerta del fondo lleva directamente a la iglesia. Ahora est cerrada as que no habr nadie. Si quieres puedes quedarte all y verla despacio.

    Jack le vio alejarse pedaleando con decisin, enmarcado en

    las luces del medioda. Sinti que haba encontrado un amigo, un ser que le ayudaba sin recibir nada a cambio y sin apenas conocerle supo que ambos recorran caminos paralelos con distinta suerte en la bsqueda incierta del sosiego del alma.

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    Captulo 32 La hora de los ngeles

    Contempl con asombro una vidriera con ngeles y qued paralizado, inmerso en la grandeza de aquella luminosa inmensidad. Rez a su manera recordando lo que le haba explicado el cura. Si Dios era misericordioso y todo lo perdonaba por qu no poda perdonarle a l? Dios, suplic con fuerza, es la primera vez que te pido algo, pero por favor, que no se haya muerto, por favor.

    Regres despus a la diminuta cocina, pens de nuevo en su

    padre, record su mano caliente estrechando su propia mano de modo que pareca proteger la dimensin de la infancia entre la soledad de las inquietantes llanuras donde germinaba la solicitud de la vida. Cuando salan a cazar estrellas el universo comenzaba a estallar en sangre de luces, en astros fugitivos que recorran dimensiones estelares antes de caer mortalmente heridos sobre los campos desnudos. All las estrellas se desintegraban volvindose flores salvajes, volvindose hierbas que despedan verdes fragancias.

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    Estaba seguro, Jack estaba seguro de que su padre se haba

    vuelto loco, con la locura extraviada de un dolor extremo, con la locura extenuante que se encierra en un corazn enfermo por los desajustes del amor. Por eso no haba vuelto a buscarle, ni siquiera haba tenido el suficiente valor para volverle a ver.

    Ahora contempl admirado sus dedos como si no fuesen suyos, contempl la magia de la sangre que circulaba por ellos y se dio cuenta de que en lo ms profundo de su existencia comenzaba a nacer la flor de la esperanza. Tena la absoluta conviccin de que un da llegaran a encontrarse los tres en la estrellada dimensin de los cielos aunque