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LA EVOLUCIÓN DEL j&AISAJE DE ALMERÍA (SIGLOS XVI-XIX) RELACIONES 75, VERANO 19 9 8, VOL. XIX Bernard Vine ent ESCUELA DE ALTOS ESTUDIOS EN CIENCIAS SOCIALES, PARÍS

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LA EVOLUCIÓN DEL j&AISAJE DE ALMERÍA

(SIGLOS XVI-XIX)

R E L A C I O N E S 7 5 , V E R A N O 1 9 9 8 , V O L . X I X

B e r n a r d V i n e e n tE S C U E L A D E A L T O S E S T U D I O S E N C I E N C I A S S O C I A L E S , P A R Í S

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n su obra clásica sobre la Península Ibérica, el geógrafo José Vila Valenti subraya que el suelo ibérico es, al inte­rior de la Europa mediterránea, el único que presenta zonas claramente semiáridas.1 Temperaturas elevadas -en Almería la mínima absoluta es de 0.2°, la máxima

de 42o-, escasas e irregulares precipitaciones -250 a 300 mm por año re­partidos de 35 a 60 días y cuya mitad puede caer en 24 horas- provocan una fuerte erosión y determinan un paisaje de estepa que los western- spaghetti de Sergio Leone de los años de 1960 y 1970 y algunas otras pe­lículas (Les bijoutiers au clair de lune; la folie des grandeurs; Lawrence de Ara­bia) han popularizado. Y aun si después de una veintena de años la difusión de la cultura del enarenado ha hecho de la costa de Almería, principalmente del Campo de Dalias al poniente de la ciudad de ese nombre un increíble invernadero, la estepa aún domina ampliamente de Almería a Lorca.

No siempre fue así. Se puede incluso afirmar que el paisaje del su­reste español no ha dejado de evolucionar desde hace un medio mile­nio. Para convencerse basta con echar mano de las innumerables indica­ciones proporcionadas por la documentación de los siglos xvi y xvn que, tocante a esta materia, resulta sin duda alguna significativa para el pe­riodo anterior, el del reino nazarita. Los textos son de origen diverso (ar­chivos municipales, notariales y judiciales), pero todos evocan la tras- humancia del ganado para la cual constituía la región, año con año, un escenario. Al mismo tiempo ellos nos permiten estudiar un aspecto im­portante de la economía local que habíamos descuidado durante mucho tiempo obnubilados por el fenómeno ciertamente fundamental de la irrigación.

Efectivamente, la región de Almería, como el conjunto del reino de Granada, fue durante mucho tiempo tierra de ganadería, lo cual cuesta trabajo imaginar hoy. Consecuentemente el comercio de la lana fue en los siglos xvi y xvn uno de los más activos y de los más productivos. Es­taba por entonces completamente controlado por los mercaderes geno- veses Lomellini, Centurione, Catano, Spinola, Diguero, Mayolo, etcéte­ra, instalados en Granada y que disponían de un personal numeroso

1J. Vila Valenti, La Península Ibérica, Barcelona, 1989.

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encargado de adquirir la materia prima, de tratarla y transportarla. Se sabe, por ejemplo, que solos Estefano Lomelino y Ambrosio Salvago compraron 11 488 arrobas de lana en 1551, es decir cerca de 122 tonela­das. Las transacciones fueron efectuadas en numerosos sitios del reino de Granada; desde Vélez Málaga, en el sureste, hasta la Puebla de don Fadrique al noreste, aunque también en las zonas limítrofes de las zonas de Jaén y de Murcia. Se sabe que el eje de ese tráfico era Huéscar, sitio de lavaderos donde se embalaba la lana. Por fin, ésta era en lo esencial transportada hasta Cartagena y sobre todo a Alicante para ser embarca­da en dirección a Italia.2

Una ganadería considerable, pues, principalmente de ovinos, si bien contaban asimismo las cabras, los cerdos y las vacas. Es verdad que el relieve era propicio para el desarrollo de esa actividad. La presencia de impresionantes sierras, la sierra Nevada ante todo, pero también la se­rranía de Ronda, la sierra de Baza, la sierra de Filabres... eran un sinó­nimo de vastos espacios para pastizales particularmente codiciados en verano. En la estación invernal los rebaños podían disfrutar de exten­siones no menos grandes próximas a la costa, en tierras distantes del frío, aunque suficientemente irrigadas para asegurar el forraje del gana­do durante varios meses. Tierras de altura y tierras bajas, perfectamente complementarias, ofrecían grandes posibilidades a la trashumancia. A este respecto el reino de Granada se asemejaba en muchos sentidos a otras regiones mediterráneas, ya que la trashumancia clásica a partir de las tierras bajas en dirección a los pastizales de montaña y la trashuman­cia a la inversa, de la montaña a la planicie, se practicaron desde la Edad Media en Toscana, en Calabria y en Córcega.3

Contamos con múltiples testimonios concernientes a la importancia y a la generalización de la trashumancia en el siglo xvi. Así, sabemos que un tal Luis de Briones arrendaba en 1559 la renta del estremeño en la población de Vélez Málaga.4 Era el estremeño precisamente el diezmo

2 B. Vincent, "les génois dans le royaume de Grenade au xvie siècle" en Rapporti Ge- nova-M editerraneo-Atlantico nell eta moderna, ed. Raffaele Belvederi, Génova, 1990, pp.

151-162.

3 F. Braudel, La M éditerranée et le monde méditerranéen à l'époque de Philippe II, Paris,

1966, tomo 1, pp. 76 y ss.

4 Archivo General de Simancas, Expedientes de Hacienda, legajo 195.

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sobre el ganado trashumante. En Almería el mismo diezmo se denomi­na simplemente del "ganado forastero" y el cabildo catedral lo daba en remate de arrendamiento. Al parecer tuvo este último cierta dificultad para hacer que todos los propietarios de rebaños pagaran el impuesto, y así los teatinos de Granada intentaron sustraerse a la obligación al ar­güir estar exentos.5

Todo el reino, el de Málaga como el de Granada o de Almería cono­ció la doble trashumancia. Sin embargo la zona de predilección parece haber sido la más oriental. Los propietarios de ganado de Granada y de su vega, del marquesado del Cenete situado al oriente de Guádix, de la sierra de Baza, de la de Segura en el límite de los tres reinos de Granada, Jaén y de Murcia, hacían llevar cada año sus animales en dirección de los campos del sureste; Campo de Dalias era acaso el más frecuentado, pero también Campos de Néjar, de Tabernas, de Sorbas y de Vera.6 Co­nocemos en particular el movimiento concerniente a este último gracias a una serie excepcional de contratos efectuados entre el municipio de Vera y los particulares que arrendaban las dehesas. La serie comienza en 1508 y no termina sino en 1835. Y aun si está incompleta, comprende no menos de 140 años de los cuales más de la mitad concierne al siglo xvi.7

Consideremos algunos ejemplos. Durante el invierno de 1528 a 1529, los ocho pueblos de la jurisdicción de Vera (Antas, Bedar, Cabrera, Tere­sa, Serena, Turre, Vera, Zurgena) es decir, una zona de 600 a 700 kilóme­tros cuadrados, vieron llegar 16 mil borregos, 2 640 cabras, 300 vacas, un ciento de enjambres de abejas de Jaén, Úbeda, Cazorla o Segura, de la región de Guádix o de la de Baza. Entre 1551 y 1552 se registraron 15 800 borregos, 110 cabras, 1 700 puercos, 300 vacas, 200 burros, sin olvidar 138 enjambres siempre de las mismas procedencias. La carga pastoral alcanzó un promedio anual de 18 mil a 20 mil cabezas de ganado, borre­gos en su mayoría. El número de cerdos parece en 1551-1552 cierta­

5 Archivo de la catedral de Almería, Actas de cabildo, 19/n y 15/m/1599.

6 Véase Antonio Muñoz Buendía, "El aprovechamiento de los bienes comunales al-

merienses durante los siglos xvi y xvn: los campos de Nijar y Tabernas" en Historia y me­dio ambiente en el territorio almeriense, Andrés Sánchez Picón, editor, Almería 1996, pp.

147-168.

7 Archivo Municipal de Vera, libros 947 (1528-1536), 953 (1549-1575), 954 (1578-1597),

legajo 448-1 (1604-1606), libro 1386 (1664), 2171 (1678), 1573 (1683), 949 (1795-1838).

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mente excepcional. En cambio el de bovinos es más bien bajo, pues so­brepasa en ciertos años el medio millar, por ejemplo en 1556-1557. No habría que olvidar que los rebaños trashumantes se suman al ganado local que soy incapaz de calcular pero que existe. Cabe, con todo, un in­dicio: al hacer el inventario de bienes de los moriscos de Cabrera emi­grados en 1605, se registraron siete bueyes, nueve asnos y muías, 171 ovinos y caprinos.

La importancia de la ganadería trashumante es evidente para las finanzas municipales. Entre 1603 y 1605 el alquiler de dehesas repre­senta, en Vera, 60% de los recursos. Se arrendó por entonces una veinte­na de ejidos. Su lista no ha variado desde los primeros tiempos de la im­plantación cristiana, y constatamos que se hallan repartidos por todo el territorio: de la Redondilla de Teresa, de la Redonda de Bedar y Serena, de Campillo de Serena en el extremo sur, al Campo de Huercal y a la De­hesa de Pulpi en el extremo sur. Los contratos de arrendamiento suelen proporcionar valiosas indicaciones en cuanto a la localización. Así tene­mos que para uno de ellos, el ejido del Corral Bermejo, se dice:

se deslinda por los límites siguientes: desde el río de Antas a donde viene

a dar la rambla del Hatico, al río de Antas el lomo adelante que dicen de Or­

tegas aguas vertientes a la dicha cañada de Ortega e a una cañada de los de

antas e a dar a una mojonera de Mojácar y el río de Antas abajo hasta donde

sale el camino que de Antas va a la mar y el camino adelante hasta dar la

costa de la mar hasta la torre de la Garrucha y la mojonera de Mojácar arri­

ba hasta el lomo de Ortega.8

Localizar los emplazamientos de los ejidos es tarea bastante fácil, en cuanto que la microtoponimia casi no ha sufrido alteraciones: el Hatico y la Loma de Ortega, por ejemplo, aún existen. Todavía más, agregue­mos que el ejido es una especie de medida que correspondía al forraje de mil cabezas de ganado.

Lo que es cierto para el Campo de Vera lo es para toda la zona cos­tera. El campo de Níjar pertenece a la jurisdicción de Almería y ésta, como Vera, designa entre sus ediles a dos regidores herbajeros. Fue así

8 AMV, legajo 431-445.

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que en 1563 Martín de Hariza y Pedro de Tovas, que asumían esas fun­ciones, arrendaron el Campo a los jerónimos de Granada. Lo descri­bieron así:

La yerba del sitio contenido [...] es comenzando desde las dos dehesas que

esta ciudad (Almería) tiene, la una para los vecinos y la otra para los carni­

ceros e ir a dar al pozo de la torre García por la orilla de la mar adelante e

desde el dicho pozo la rambla arriba hasta el aljibe Marzoque aguas ver­

tientes a la parte del Levante hasta la fuente Amarguilla por la misma ram­

bla que va a dar al salteador de cortijo de Diego de Gibaje que se dice

Genybar que va a dar al aljibe hundido e ir a dar al aljibe Salvador hasta

guardar las dehesas de los vecinos del río y del alquian.9

Para el siglo xvi resulta razonable calcular el nombre de cabezas de ganado que invernaban en tierras de la costa almeriense entre mil y 150 mil aproximadamente: de 60 mil a 70 mil pacían en tierras pertenecien­tes a la ciudad de Almería (Campo de Dalias, Campo de Níjar, Campo de Tabernas, etcétera) y más de 50 mil en el sector localizado entre Sor­bas y el extremo norte del reino. A escala de este último el movimiento es considerable y no parece haber provocado conflictos mayores o endé­micos. Cuando éstos existen oponen esencialmente a los pastores de los pueblos situados sobre el camino, o bien a jurisdicciones vecinas que reivindican la propiedad del forraje, o incluso a los dueños de rebaños que han aparentemente alquilado la misma tierra. En cambio casi no hay enfrentamientos entre agricultores y ganaderos, aun si la formula­ción de algunos contratos traduce preocupaciones. Cuando Alonso de Espinar, mayoral del canónigo de Baza, Francisco de Madrid, pasa el acuerdo el 27 de octubre de 1551, está especificado: "guardando arbola­do, pana e vino e aceite".10 Asimismo se concibe el que se tomen precau­ciones al encuentro de las piaras de cerdos que, según escritura del 3 de noviembre de 1551, "no han de entrar en lo llano ni ejidos salvo en todos los otros baldíos después de idos los herbajeros" y que, según otra "con que puede beber el agua de las fuentes e ríos fuera de ejidos y que en la

9 Archivo de la Cancillería de Granada, cabina 201, legajo 5133, pieza 6.

10 amv, legajo 953, fol. 23.

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fuente del Almarjalejo pueda entrar e salir por la rambla e que pueda barear azebuchina donde la hallare con que será tierra realenga y no en labor propia de algunas partes.11 La escasa frecuencia de precisiones de este tipo muestra que en esa época casi no se temen las intrusiones de vecinos ocasionales. Se sobrentiende que la mayoría de los clientes esta­cionales de los municipios de Almería son asiduos bien conocidos que ofrecen todas las garantías.

El espacio parece estar compartido para la general satisfacción y hay para ello cierta razón. Los hombres son escasos. He podido estimar por otra parte que la población de la actual provincia de Almería no pasaba de 53 mil a 55 mil habitantes hacia 1560, lo que da una débil densidad promedio de siete habitantes por kilómetro cuadrado.12 La realidad era probablemente aún inferior para toda la franja costera, donde de Berja a Vera no se cuentan casi más de 20 mil personas y donde 40% de éstas se hayan reagrupadas en cinco ciudades o pueblos grandes (Almería, Cuevas de Almanzora, Sorbas, Tabernas, Vera). Fuera de ellas, el resto se haya desocupado. Los espacios destinados a los cultivos no tienen necesidad de ser extensos, tanto más cuanto que lo esencial está dado por las tierras irrigadas próximas a las zonas de habitat. El secano es ante todo una zona ganadera.

En resumen, la relación entre hombres y animales es en invierno del orden de una a ocho y hasta de una a diez. Hace esto posible una alfom­bra vegetal lo suficientemente densa para alimentar ovinos, caprinos, bovinos (hay que imaginar la estupefacción de los campesinos de Vera cuando se les dice que algunos cientos de vacas pacen cada año en sus tierras durante los siglos xvi y xvn) desde principios del mes de noviem­bre hasta fines del mes de marzo e incluso hasta el final de abril o el 15 de mayo en año lluvioso. Queda por saber si el paisaje, cuya existencia consta para el inicio de la Edad Moderna, era idéntico al de la época an­terior, y si por consiguiente experimentó transformaciones.

Antonio Malpica y José Enríquez López de Coca han aportado algu­nas pruebas a ese respecto: el primero para la zona de Motril y las tahas,

11 Ibid., fol. 27

12 B. Vincent, "50,000 moriscos almerienses", Almería entre culturas, siglos xrn al xvi, 1990, tomo II, pp. 489-514.

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más al poniente de las Alpujarras; el segundo para la tierra de Almuñe- car donde los ganaderos y sus rebaños, grandes consumidores de com­bustible, suscitan la inquietud de aquellos que se dan al cultivo de la caña de azúcar.13 Por lo demás varios documentos del primer tercio del siglo xvi atestiguan la continuidad. Una cédula de los Reyes Católicos del 2 de noviembre de 1496 condena las iniciativas de los municipios de Málaga y Vélez Málaga contrarias a la costumbre.

Somos ciertos y certificados que en los tiempos pasados en el Reino de Gra­

nada todos los pastos del dicho Reino eran comunes para todos los gana­

dos de todos los vezinos e moradores del dicho Reyno podían facer e facían

con sus ganados en los términos e pastos de las otras cibdades e villas e

lugares y en todos los pastos del dicho Reyno de Granada [...] lo cual se

debe guardar conservar e continuar.14

Otra cédula, dirigida a los musulmanes del marquesado de Ceneta en la víspera de su conversión al cristianismo en 1500, les garantiza en­tre otras disposiciones la posibilidad de practicar la trashumancia como en el pasado.15 Un documento del archivo de Simancas fechado en 1526 hace una referencia explícita a la participación masiva de los moriscos en el fenómeno, por lo que hace al sector del Campo de Dalias, y a las dificultades que experimentan ante las pretensiones de los dueños cris­tianos de rebaños. ¿Cómo no imaginar que estos últimos no hicieron otra cosa que imitar a sus vecinos?16 Es aún mejor otro texto de 1525, del archivo municipal de Granada, que resulta al respecto más claro:

13 Véase por ejemplo, A. Malpica, "modificaciones en la estructura del poblamiento

de la costa granadina a raíz de la conquista castellana", Arqueología espacial Coloquio sobre distribución y relaciones entre los asentamientos, Teruel, 1984, vol. 5, pp. 210-214. Id., "For­

mas de poblamiento de los mudéjares granadinos en las tahas de los Ceheles", Actas del Tercer Simposio Internacional de M udejarismo, Teruel, 1986, pp. 131-143. J.E. López de Coca,

"Nuevo episodio en la historia de la azúcar de caña. Las ordenanzas de Almuñécar (siglo

xvi)", La Ciudad Hispánica, siglos xiii al xvi, Madrid, 1987, p. 472.

14 Archivo Municipal de Granada, Provisiones i, folio 81.

15 Véase José March, "Sobre la conversión de los moros del reino de Granada. Nuevo

documento", Razón y Fe, 7 9 , 1927, pp. 338-348.

16 Archivo General de Simancas, Cámara de Castilla, cédulas 255, fol. 345v.

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Nos hizieron relación [...] que [...] a un campo que se dice de Dalias jun to a

la costa de la mar en el cual se suelen herbajar en invierno todos los ganados

de las dichas alpujarras o la mayor parte de los otros vecinos de esa dicha

ciudad o su tierra e que a causa de no haber agua en el dicho campo para

los ganados tenían edificados en ellos moros en su tiempo veinte y tantos

aljibes los cuales tenían muy bien reparados a costa de los ganados que se

apacentavan en el mismo campo e que algunos de los dichos aljibes se hen­

chían de agua del acequia de Dalias que les pertenece un día de cada sem­

ana e otros de la envía e que ahora estaban algunos de los dichos lugares

perdidos e se perdían más de cada día y el acequia ciega e que para reme­

dio de lo suso dicho convenía que los vecinos que traían sus ganados en el

dicho campo contribuyesen por espacio de cuatro o cinco años un marave­

dís o tres blancas por cabeza e que esto se disputase en algún cristiano nue­

vo de los principales de la alpujarra.17

Debo reconocer no haber encontrado nada semejante tocante al Campo de Níjar o al de Vera. Es probable que la diferencia se explique en razón de que la situación interna del Campo de Dalias, que afectaba primeramente a los notables de Granada, acapare la atención y sea mo­tivo para una abundante documentación. Y las ganancias son lo sufi­cientemente altas para que Francisco de los Cobos, futuro secretario de Carlos v, se haga atribuir en 1508 la renta del ganado trashumante del Campo.18 Me inclino sin embargo a pensar que las tierras limítrofes en­tre el reino de Murcia y el reino de Granada hayan estado dedicadas, más que todas las otras, a los pastizales para el ganado, la presencia de rebaños pertenecientes a moriscos en esa zona pertenecientes a lo largo del siglo xvi parece comprobarlo. En especial en Baza y en torno a esa ciudad, los moriscos más acaudalados fueron con frecuencia propieta­rios de rebaños adeptos a la trashumancia en dirección del oriente en los años de 1550 y de 1560. Desde el siglo xiii esta zona de frontera escasa­mente poblada fue propicia a los movimientos estacionales del ganado. Contamos con la confirmación de las múltiples referencias propor-

17 Archivo Municipal de Granada, Provisiones i, fol. 95 d.

18 R. Carande, "Dos mercedes de doña Juana a Francisco de los Cobos", M oneda y cré­d ito , 1974,128, pp. 7-16.

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donadas por Juan Francisco Jiménez tocante al conflicto iniciado a par­tir de principios del siglo xvi entre los municipios de Vera y Lorca a propósito del Campo de Huerca, zona fundamental de pastizales.19

La ocupación de espacios agrarios, por entonces perfectamente adaptada a las circunstancias, se apoyaba sobre un frágil equilibrio eco­lógico. El modelo del contrato de alquiler de dehesas incluía una cláusu­la en manera alguna inocente tocante a los riesgos que corría el arren­datario. Este pagaría "lloviera o no, que hubiera yerba o que no la hu­biese", se dice. El hecho de que los arrendamientos se prolonguen -en febrero o en marzo- refleja las irregularidades del régimen pluvial. El documento concerniente al Campo de Dalias antes ampliamente citado evoca el déficit de agua. Basta, pues, poca cosa para destruir un sistema por lo demás plurisecular.

Sin embargo la sublevación de los moriscos, acontecimiento mayor que afectó de manera durable la región en razón de la expulsión de los cripto-musulmanes y de las dificultades de repoblamiento, en nada mo­dificó la trashumancia o, más exactamente, la guerra paralizó los movi­mientos a lo largo de su desarrollo de diciembre de 1568 a diciembre de 1570. Es significativo que el mismo día del estallido de la revuelta el gran rebaño de Marcelino de Loaisa, habitante de Granada -más de 2,500 cabezas de ganado- haya sido robado por los moriscos en el Cam­po de Dalias.20 En Vera, el 27 de diciembre de 1568, se alquiló el ejido de Cabezón de María, es decir, tres días después del estallido de la revuelta y cuando acaso aún se ignoraba en ese sitio. Hay que esperar hasta el 12 de abril de 1570 para dar con el siguiente contrato. Éste y los otros ocho registrados en las siguientes semanas (el último es del 9 de mayo) con­ciernen a todos los habitantes de Lorca, los cuales hacen apacentar a los asnos sin duda en función de las necesidades de la guerra. La normali­dad fue restablecida con el alquiler de cuatro ejidos por Antonio Serra­no, habitante de Huéscar, jefe de un rebaño de cuatro mil borregos y ca­bras, el 5 de diciembre de 1570. Cinco ganaderos más siguieron ensegui­da su ejemplo.21

19 J.F. Jiménez, El repartimiento de Vera, Almería, 1994.

20 ags, Cámara de Castilla, legajo 2188.

21 amv, libro 954.

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El fin del siglo xvi y la primera mitad del xvn son fastuosos para la trashumancia. La región se halla desierta o casi, pues la población no sobrepasa los veinte mil a 22 mil habitantes en los años de 1590 para una superficie cercana a los diez mil kilómetros cuadrados. Esta muy baja densidad humana hace posible varios usos extensivos del espacio y fa­vorece en particular la ganadería. El invierno de 1580 ve llegar más de ocho mil borregos, 3 500 cabras, 2 500 borregos y cabras combinados, cien vacas. En 1628-1629 hay por lo menos diez mil borregos y cabras y más de mil vacas; en 1656-1657 más de 17 mil borregos y cabras y dos manadas de vacas cuyo número desconocemos. El fenómeno es seme­jante en los alrededores de Almería, donde se registran entre el 28 de oc­tubre y el 22 de diciembre de 1654 once contratos que conciernen todos rebaños importantes, de 500 a dos mil cabezas de ganado.22 Se habían alcanzado y acaso superado los niveles del siglo anterior. Sin embargo las actividades se hallan sometidas a las inclemencias del clima y las au­toridades de Vera o de Almería se quejan de déficit. El 26 de octubre de 1647 los veratenses constatan que no ha llovido en los últimos dos años y que las perspectivas son sombrías.23 El 11 de diciembre de 1658 el alcalde mayor de Almería hace saber en los sitios donde residen aque­llos ganaderos que llevan relaciones más estrechas con la ciudad, que las lluvias de los dos días precedentes han llenado las cisternas y que las condiciones de los pastos son excelentes.24 Antonio Muñoz Buendía ha notado asimismo considerables diferencias de un año al otro; por ejem­plo entre 1671, en que se recibieron 31 200 borregos y cabras y 1 225 va­cas, y 1677, momento fastuoso con 66 735 borregos y cabras y 1 920 vacas.25 Sin embargo ¡ya es tarde! Nos podemos preguntar si la región no conoció ligeras modificaciones climáticas a mediados del siglo xvn que hubieran podido provocar una acentuación de la sequía. Sólo una investigación exhaustiva apoyada en todas las evoluciones anuales per­mitirá dar una respuesta a esta pregunta, aunque entre las causas de la degradación del paisaje no puede excluirse el factor climático.

22 Archivo Municipal de Almería, legajo 73, p. 57.

23 amv, s /n

24 am, Almería, legajo 73, p. 77.

25 A. Muñoz Buendía, op. cit., p. 162.

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No obstante, la trashumancia sigue siendo a fines del siglo xvn un fenómeno esencial para la economía almeriense. Se destaca la importan­cia de los rebaños de bovinos que por entonces invernan así en las tie­rras de Vera como en las de Almería. Entre los clientes asiduos de esta última están Bernabé y Diego de Almagro, habitantes de Alcalá la Real (que dista de Almería 250 kilómetros), propietarios de numerosas vacas y arrendatarios del Punto de Berdelecho por 200 reales al año a todo lo largo de los años de 1650.26 En Vera se hallan, en 1683, otros rebaños de bovinos procedentes de Quesada y de Cazorla.27

La situación cambia progresivamente en el siglo xvm. En 1748-1749 son aún numerosos los animales que convergen en las dehesas de Vera. El documento no permite hacer una evaluación, aunque se firman 25 contratos y uno de ellos concierne a dos manadas de vacas. Sin embar­go parece que ya casi no se verán bovinos en la zona. Dos nuevas carac­terísticas se desprenden de los movimientos: por una parte un empobre­cimiento cualitativo del ganado. Efectivamente, no sólo desaparecen los bovinos (no hay ya cerdos a partir del siglo xvn), sino que las ovejas se hacen cada vez más escasas. Son las cabras las que en adelante constitu­yen lo esencial. Por otra parte, se reduce el área de salida de los trashu­mantes. En 1748-1749 no hay ningún ganado procedente de Cazorla o de Quesada, de Segura o de Calasparra, cuya aportación fuera tan im­portante en el siglo xvi o en el xvn. Aquel que emprende los más largos trayectos procede de la zona de Baza (Orce, Pueblo de don Fadrique) o de la de los Vélez (Vélez Blanco, Vélez Rubio, María). La trashumancia es estrictamente interna al antiguo reino de Granada con el refuerzo constante de los más pequeños trayectos a partir de Sorbas, Cantoria o Albox, a menos de cincuenta kilómetros de Vera. Finalmente, y no es la de menor importancia, la oferta de dehesas se hace cada vez más pobre tanto en superficie como en valor herbajero. En 1796 no había ya sino una decena de contratos concernientes a unas 2 500 cabezas de ganado, principalmente de cabras. Notamos, fuera de un buen rebaño de 750 animales procedente de Vélez Rubio, el dominio de modestos flujos ge­neralmente inferiores a 300 unidades y pertenecientes al vecindario

26 ama, legajo 73, pp. 32,39,76 y 83.

27 amv, 1373.

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(Sorbas, Carboneras).28 ¿Se puede aún hablar de trashumancia? Las últi­mas series, las de los años 1820 a 1830, inmediatamente anteriores a la desamortización, están marcadas por el registro de contratos de dehesas de seis meses (de marzo a septiembre) o de un año por lo que hace a las tierras más marginales de la sierra Cabrera. Estamos bien lejos del anti­guo sistema que vinculaba las tierras a las cualidades físicas totalmente complementarias.

En el siglo xvm los municipios de Vera, de Huercal Overa, de Alme­ría, vieron disminuir una actividad antes tan preciada para las economías locales. Lucharon en vano por mantener las zonas de las dehesas contra un doble movimiento, el de la presión demográfica siempre acentuado. Los veinte mil habitantes del territorio de la actual provincia de Almería se hicieron 125 mil para 1750. El hambre de tierras tuvo por corolario la desaparición progresiva de los espacios reservados a los rebaños trashu­mantes. Los conflictos prácticamente ausentes de los periodos anterio­res se multiplicaron por entonces y dieron cuenta de las tensiones. Por ejemplo en 1732 los habitantes de Nijar expulsan a varios rebaños de ga­naderos ajenos al pueblo29 o bien en 1766 se denuncia a Leandro Ferrer, habitante de Huéscar, cuyo rebaño entró en tierras pertenecientes a Vera plantadas de árboles frutales y de olivos.30 En otros sitios es el cultivo de la sosa, en plena expansión, la que amenaza las dehesas.31 Por todas par­tes los campesinos se apropian de parcelas antes reservadas a la gana­dería. Por lo demás los municipios debieron cuidarse de la codicia de la Real Hacienda, deseosa de cercenar las tierras municipales. Tras una primera alerta con la comisión Gudiel en 1640, los municipios se pusie­ron de nuevo a la defensiva a mediados del siglo xvm. Así, la Sierra Ca­brera es el objeto de múltiples envites que Antonio Domínguez Ortiz ha bien destacado y que numerosos documentos confirman.32

28 amv, libro 949.

29 amv, legajo 456-19.

30 amv, legajo 465/46.

31 Ibid., legajo 482/11

32 Váse A. Domínguez Ortiz, Estudios de historia económica y social de España, Granada,

1987, pp. 292-295; a m v , legajo 459-1 (texto del 2 de noviembre de 1749), a m v , legajo

464-5 (encuesta de 1769), Archivo de la cancillería de Granada, sala 321, legajo 4329, pie­za 106 (pleito de 1806).

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Así, la transformación del paisaje de la región almeriense se consu­mó probablemente en lo esencial en el curso de la primera mitad del si­glo xix. La bonanza minera debe haber dado, con sus exigencias de madera, el tiro de gracia a una alfombra vegetal muy empobrecida. La presión demográfica, las evoluciones del clima, el dominio siempre más sensible de las cabras, tan depredadoras, en el seno de los rebaños, las necesidades de la armada de Cartagena tan próxima a los territorios aquí evocados, constituyeron factores susceptibles de explicar el paso de un paisaje al otro. Hoy es difícil discernir el papel jugado por cada uno de ellos, con todo y que la búsqueda incesante de tierras por los cada vez más numerosos campesinos parece haber sido el más decisivo. Es de desear que los ecólogos, arqueólogos e historiadores unan sus es­fuerzos para evaluar mejor un fenómeno tan importante para la econo­mía contemporánea.

Traducción de Óscar Mazín

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El reino de Granada en 1480.