la ficciÓ cordian dl e el amante...

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LA FICCIÓN CORDIAL DE EL AMANTE LIBERAL c 'Todos, en fin, quedaron contentos, libres y satisfechos..." 1 Con esta recapitulación formulista concluye E l amante liberal, la más artificiosa y, en la actualidad, la menos apreciada de las No- velas ejemplares de Cervantes. La serie de hechos insólitos narra- bles se cierra, en efecto, con uno final, el matrimonio, desmerecedor, sin duda, de narración adicional en la medida en que es tradicional considerarlo como cierre adecuado de la bús- queda o el deseo amorosos. Es la misma costumbre que da carác- ter de evidencia a la conocida afirmación con que Tolstoi comienza su Ana Karenina: ''Todas las familias felices son iguales; cada fa- milia infeliz lo es de un modo propio". Sin duda era de esta mis- ma opinión Cervantes por aquello otro, también muy conocido, de que la felicidad no tiene historia. Lo que sí tiene, claro está, es prehistoria abundante y variada, y Cervantes fue, él que tan poco agraciado parece haber resultado en este terreno, uno de sus más frecuentes cronistas: la igualación de matrimonio y felicidad y de ambos con un cierre narrativo le mereció una muy aguda exploración, muchas veces y desde muchos ángulos repetida. Acerca de qué tipo de matrimonio consideraba Cervantes co- mo perfeccionamiento de las relaciones entre los sexos parece ha- ber poca duda: se trata del matrimonio cristiano con todos los requisitos y caveat impuestos por el concilio tridentino 2 . Pero el 1 MIGUEL DE CERVANTES, Novelas ejemplares, ed. H . Sieber, Cátedra, Ma- drid, 1980, t. 1, p. 188. A partir de ahora las citas irán señaladas por el núme- ro de página de esta edición entre paréntesis. 2 Como resumen y actualización de este asunto, abundantemente trata- do por los cervantistas, bastará con consultar en los apartados pertinentes el reciente libro de ALBAN K. FORCIONE, Cervantes and the Humanist Vision: A Study

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L A FICCIÓN C O R D I A L DE E L AMANTE LIBERAL

c ' T o d o s , en fin, quedaron contentos, l ibres y satisfechos. . . " 1

C o n esta recapitulación f o r m u l i s t a concluye E l amante liberal, la más art i f ic iosa y , en la ac tua l idad , la menos apreciada de las No-velas ejemplares de Cervantes . L a serie de hechos insólitos n a r r a -bles se c ierra , en efecto, con u n o final, el m a t r i m o n i o , desmerecedor, sin d u d a , de narración adic ional en la m e d i d a en que es t rad i c i ona l considerarlo como cierre adecuado de la bús­queda o el deseo amorosos. Es la m i s m a costumbre que da carác­ter de evidencia a la conocida afirmación con que Tolsto i comienza su Ana Karenina: ''Todas las fami l ias felices son iguales; cada fa­m i l i a infe l iz lo es de u n m o d o p r o p i o " . S in d u d a era de esta m i s ­m a opinión Cervantes por aquel lo o t r o , también m u y conocido, de que la fe l ic idad no tiene h i s tor ia . L o que sí t iene, c laro está, es preh is tor ia abundante y v a r i a d a , y Cervantes fue, él que t a n poco agraciado parece haber resultado en este terreno , u n o de sus más frecuentes cronistas: la igualación de m a t r i m o n i o y fe l ic idad y de ambos con u n cierre n a r r a t i v o le mereció u n a m u y aguda exploración, muchas veces y desde muchos ángulos repet ida .

Acerca de qué t ipo de m a t r i m o n i o consideraba Cervantes co­m o perfecc ionamiento de las relaciones entre los sexos parece ha ­ber poca duda : se t r a t a del m a t r i m o n i o cr ist iano con todos los requis itos y caveat impuestos por el conci l io t r i d e n t i n o 2 . Pero el

1 M I G U E L DE C E R V A N T E S , Novelas ejemplares, ed. H . Sieber, Cátedra, M a ­d r i d , 1980, t . 1, p. 188. A part i r de ahora las citas irán señaladas por el núme­ro de página de esta edición entre paréntesis.

2 Como resumen y actualización de este asunto, abundantemente trata­do por los cervantistas, bastará con consultar en los apartados pertinentes el reciente l ibro de A L B A N K . FORCIONE, Cervantes and the Humanist Vision: A Study

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señalamiento de la or todox ia de Cervantes suscita, o debe susci­t a r , c ierta cur ios idad . N o porque se presuponga en el escritor u n fondo o u n a v o l u n t a d heterodoxos cuya represión o disimulación necesiten ser just i f icadas. L o que sorprende es que qu ien tan sut i l conocedor de los recursos narrat ivos mostró ser, se haya atenido t a n frecuentemente al m a n i d o expediente de los finales m a t r i m o ­niales felices. Tratándose de Cervantes , su adhesión a la doble o r todox ia religiosa y n a r r a t i v a de su época quizás sea, como todo lo suyo, menos automática y transparente de lo que parece.

Por de pronto ha de advertirse ló s iguiente. E l carácter sacra­m e n t a l del m a t r i m o n i o cr ist iano da u n a dimensión ideal a ciertos actos humanos , con virtiéndolos en actividades f u n d a m e n t a l m e n ­te místicas: los actos humanos de jan de ser simples signos mate ­riales de u n a real idad ideal — c o n t r a t o sagrado— para convertirse en realidades simultáneamente materiales e ideales, humanas y sobrehumanas al mismo t i e m p o . N o debe sorprender, pues, que tengan repet idamente ese carácter concluyente : siendo unos m i s ­mos actos a la vez signif icante y s ignif icado, se anula en ellos la distancia y la di ferencia necesarias para su existencia como sig­nos. D e este agotamiento del signo d i m a n a n sin duda el agota­m i e n t o del hab la , de la narración y de la h i s tor ia . E l m a t r i m o n i o cristiano sacramental es necesariamente el fin de lo historiable amo­roso porque es la trascendencia m i s m a de esa h is tor ia , su anula ­ción como ta l . El lo suscita inmediatamente otra incógnita aún más in t r igante que la anterior : ¿ c ómo es posible que la realidad se con­v i e r t a en idea l idad , esto es, que los actos humanos accedan a esa categoría sobrehumana de existencia? O , desde el p u n t o de vista de u n a teleología or todoxa , ¿ c ó m o h a n de modif icarse los actos h u m a n o s para alcanzar, como sin d u d a lo hacen en el m a t r i m o ­n i o cr is t iano , ese carácter sobrehumano de actos sacramentales?

O c u r r e , sin embargo , que estas preguntas no se han plantea­do respecto de E l amante liberal. A t e n d i e n d o ante todo al carácter fel iz , ortodoxo y trascendente de su conclusión, se la despacha de­masiado rápidamente con el ca l i f i cat ivo de idealista sin ambages y casi hasta ingenuamente . C u a n d o en rea l idad cabe decir que si el desenlace de E l amante liberal es ind iscut ib lemente idealista, el camino que l leva a él es el más tortuoso y avisado que darse pueda . A d e l a n t a n d o conclusiones diré que la novela, en vez de aceptar la situación ideal final como si fuera rea l , esto es, sin pa­r a r atención en su carácter de ficción, lo que hace es aceptar lo

o/Four "Exemplary Novéis", Princeton Univers i ty Press, Princeton, 1982, par­ticularmente el estudio dedicado a " L a g i t a n i l l a " .

N R F H , X X X V EL AMANTE LIBERAL 131

idea l como ficción real , es decir , con conciencia de su verdadero carácter ficticio. Es casi la m i s m a operación y sin embargo polar -m e n t e di ferente : en el p r i m e r caso se puede hablar de u n a cons­trucción del ideal ismo, mientras que en el segundo lo que ocurre n o es u n a destrucción o abandono del ideal ismo — q u e eso sería el a n t i - i d e a l i s m o — sino su desconstrucción, esto es, la construc­c ión que evidencia sus propias estrategias; u n doble discurso so­b r e lo idea l , pues, que va descubriendo sus trucos a med ida que los u t i l i z a : presentación y tachadura simultáneas de lo ideal o i d e ^ s m o .

Sin embargo, no es en el m a t r i m o n i o mismo de Ricardo y Leo-n isa donde hay que buscar este ide^ ( smo de E l amante liberal. L a unión sacramental de R i c a r d o y Leonisa no es en real idad sino el c oro lar io de u n (des)enlace anter io r de carácter perfecto, pero místico, que el m a t r i m o n i o no hace sino c o n f i r m a r : el amor l ibe ­r a l . Se t r a t a de u n amor de clara tradición platónica, sin d u d a p o r las conocidas vías neoplatónicas de los Diálogos de amor de León H e b r e o , el comentar io de M a r s i l i o F i c ino al Simposio de Platón, el s incret ismo erasmiano de su Institución del matrimonio cristiano y de sus Diálogos relativos al m a t r i m o n i o y , más generalmente, la a b u n d a n t e l i t e r a t u r a de la época sobre el t e m a 3 . Pero la filiación del a m o r l i b e r a l con estas doctr inas , lo m i s m o que antes la o r to ­d o x i a del m a t r i m o n i o con las fórmulas t r i d e n t i n a s , o la del de­senlace n a r r a t i v o con la práctica de la época, carece de valor exp l i ca t ivo de la novela — a u n q u e s irva de índice de la homoge­n e i d a d de los discursos filosófico, teológico y n a r r a t i v o vigentes. C l a r a la natura leza de la meta adoptada por el re lato , lo que que­d a p o r esclarecer es todo lo demás, todo el camino y todas las pe­ripecias que l levan a esa meta : toda la narración, pues.

Antes de t ra tar del relato todo convendrá sin embargo aten­der p o r u n m o m e n t o a la natura leza novelesca de ese a m o r l ibe ­r a l , pues y a en ella se adv ier ten algunos aspectos insólitos que, c omo nor te del re lato , lo orientarán decis ivamente. Este amor se mani f i es ta en el último discurso de R i c a r d o . Veamos algunas ca­racterísticas de esta d e f i n i t i v a per ipec ia .

E n p r i m e r lugar el contexto de este discurso. Desde la l legada al p u e r t o de Trápana hasta el casamiento m i s m o , todos los repa­tr iados están disfrazados de turcos y su conducta se asemeja a la de unos actores: algo así como la representación de u n a escena de re to rno más que u n re to rno genu ino . E l d i rec tor de esta esce­nificación h a sido R i c a r d o , q u i e n cu ida de todos sus detalles:

3 Ibid., pp. 96-157.

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Habíase hallado en la galeota una caja llena de banderetas y flámu­las de diversas colores de sedas, con las cuales hizo Ricardo ador­nar la galeota (p. 183).

L a nave se adentra entonces despaciosa y espectacularmente en el puerto y consigue r e u n i r a todo su público :

No quedó gente en toda la ciudad que dejase de salir a la mar i ­na habiendo visto cómo aquel bien adornado bajel tan despacio lle­gaba a tierra. [...] En este entretanto había Ricardo pedido y suplicado a Leonisa que se adornase y vistiese de la misma manera que cuando entró en la tienda de los bajaes, porque quería hacer una graciosa burla a sus padres. [...] Vistióse asimismo Ricardo a la turquesca, y lo mismo hizo Mahamut y todos los cristianos del remo (pp. 183-184).

T o d o ello t iene a los vecinos de Trápana confusos y con sospecha de algún engaño, por lo cual

tomaron las armas y acudieron al puerto todos los que en la ciudad son de mil ic ia , y la gente de a caballo se tendió por toda la marina; de todo lo cual recibieron gran contento los que poco a poco se fue­ron llegando hasta entrar en el puerto (p. 184).

L a escena está, además, minuc iosamente regulada:

Soltando a una los remos, todos, uno a uno, como en proce­sión, salieron a tierra, [...] a la postre de todos salieron el padre y madre de Hal ima , y sus dos sobrinos, todos como está dicho, ves­tidos a la turquesca. Hizo fin y remate la hermosa Leonisa, cubier­to el rostro con un tafetán carmesí; traíanla en medio Ricardo y Mahamut (id.).

E l discurso i n m i n e n t e , así ambientado o contextual izado , t i e ­ne todavía u n detalle más que lo asemeja a u n tablean vivant: el de la posición de R i c a r d o al prepararse a hacerlo : " t r a b ó de la m a n o a C o r n e l i o [...] y teniendo as imismo de la mano a L e o n i ­s a " , p ide la atención de los espectadores para que " m e escuchéis ciertas razones que deciros q u i e r o " ( p . 185).

R icardo no pretende hacer creer a sus compatriotas que se trata de u n bajel y unos ocupantes turcos. N i se engañan aquéllos acerca de la verdadera i d e n t i d a d de éstos:

todos [...] salieron a t ierra, la cual con lágrimas de alegría besaron una y muchas veces, señal clara que dio a entender ser cristianos que con aquel bajel se habían alzado (p. 184).

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Y as imismo R i cardo es inmed ia tamente reconocido por el go­b e r n a d o r , q u i e n " co r r i ó con los brazos abiertos y con señales de grandísimo contento a abrazar le " {id.). L o m i s m o que actores tea­trales , no pretenden que su público los confunda con los persona­jes representados. Sí en cambio , y s in d u d a , que los vean y escuchen como a tales actores, espectacularmente.

Por o t r a parte , R i cardo comienza su interpelación bajo el sig­no del recuerdo : " B i e n se os debe acordar , señores" (p .185) , pa­r a , a m o d o de i n t r o i t o , t raer a la m e m o r i a de sus vecinos las c ircunstancias del último R i cardo de que tenían not i c ia , el " d e l a desgracia que algunos meses ha en el jardín de las Salinas me sucedió con la pérdida de L e o n i s a " {id.), el R i c a r d o cuyo apasio­nado y , en esa m e d i d a , incontro lab lemente sincero discurso a n ­t e r i o r había desencadenado la tragedia y las aventuras objeto del re lato . Este último discurso es, pues, repetición del p r i m e r o : igual a él en la m e d i d a en que es reconocible en él el modelo anter ior , pero d i s t i n t o en la med ida en que se t r a t a de u n a repetición con-trastable con el modelo : s imul tane idad cont rad i c t o r ia , pero real , de la i d e n t i d a d y la di ferencia del acto, que cuadra perfectamente con el carácter de re-presentación teatra l evidente .

E l último lugar , el discurso m i s m o de R i c a r d o . Se t r a t a de u n discurso preparado o pensado de antemano , pues manif iesta :

Por cortesía os ruego, señores, que antes que entremos en la ciudad y en el templo a dar las debidas gracias a Nuestro Señor de las grandes mercedes que en nuestra desgracia nos ha hecho, me escuchéis ciertas razones que deciros quiero (id).

E l meo l lo o corazón de sus palabras se reduce a las siguientes:

Ves aquí, joh Cornelio!, te entrego la prenda que tú debes de estimar sobre todas las cosas que son dignas de estimarse, y ves aquí tú, ¡hermosa Leonisa!, te doy al que tú siempre has tenido en la memoria. Esta sí quiero que se tenga por liberalidad, en cuya com­paración dar la hacienda, la vida y la honra no es nada (p. 186).

L a l i b e r a l i d a d de R i c a r d o , en efecto, sobrepasa todo otro t ipo de l i b e r a l i d a d h u m a n a concebible — a q u e l l a que se puede m e d i r por el abandono de los tres bienes que, jerarquizados según el sentir de la época , menc iona R i c a r d o : la hac ienda, la v i d a y la honra . Es u n a l i b e r a l i d a d que trasciende el n i v e l n a t u r a l del desprendi ­m i e n t o h u m a n o . E n buena cuenta , se t r a t a de u n a l i be ra l idad sin sentido, incontrastable y absurda, pues únicamente lo tendría si p e r m i t i e r a suponer que R i c a r d o da o r e n u n c i a efectivamente a

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algo. M a s R i cardo anula este presupuesto l i tera l izante de su l ibe ­r a l i d a d cuando antes que n i n g u n o hablase, d i j o :

[...] Y o , señores, con el deseo que tengo de hacer b i e n , n o he m i r a ­do lo que he d i cho , p o r q u e no es posible que nadie p u e d a demos­trarse l i bera l de lo ajeno: ¿qué jurisdicción tengo yo en Leonisa para dar la a otro? O ¿ c ó m o puedo ofrecer lo que está t a n lejos de ser mío? (id.).

E n vista de lo cual se desdice de sus palabras: " Y así de lo dicho me desdigo, y no doy a Corne l i o nada, pues no p u e d o " (p . 214). L o que empieza pues como entrega acaba como gesto vacío , s i ­m u l a c r o de entrega. M a s lo que en ningún m o m e n t o ha parecido ser es u n a petición o pregunta . N o por ello deja de rec ib i r u n a i n m e d i a t a contestación por parte de Leonisa :

j O h va l iente R i c a r d o ! , m i v o l u n t a d , hasta aquí recatada , perp le ja y dudosa , se dec lara en favor t u y o . [...] T u y a soy, R i c a r d o , y t u y a seré hasta l a m u e r t e , si ya o t ro m e j o r c o n o c i m i e n t o n o te m u e v e a negar la m a n o que de m i esposo te p i d o ( p . 187).

Que esta " respues ta " satisface cumpl idamente el deseo de Ricardo lo p rueba su agradec imiento al oírla:

q u e d ó como fuera de sí [...] R i c a r d o , y no supo n i p u d o responder con otras [pa labras ] a L e o n i s a , que con hincarse de rod i l las ante el la y besarle las m a n o s , que le t o m ó por fuerza muchas veces, ba ­ñándoselas en t iernas y amorosas lágrimas (id.).

¿Es acaso la contestación de Leonisa u n a verdadera contesta­ción? ¿Se atiene a los términos de u n a p r e g u n t a o petición por parte de Ricardo? Sí, sin d u d a , y no nos cuesta g ran cosa aceptar este aparente s insentido, incluso entender perfectamente su sen­t i d o : ha hab ido efectivamente u n a demanda por parte de R i c a r ­do, ocul ta bajo aquel la entrega, y hecha vis ible después, al ser la entrega impos ib le y resultar , por ello, cancelada. Pero habrá que a d m i t i r que se t ra ta de una pardójica manera de querer (amar y desear), en la que a m o r y deseo se potenc ian y se hacen recípro­camente visibles en la m e d i d a en que se exc luyen u n o a o t ro .

E l a m o r l i b e r a l de R i c a r d o , t a l como se mani f iesta en este úl­t i m o discurso, t iene m u c h o de repetición en todos sus varios sen­t idos : el hoy arcaico, pero entonces v igente , de acto l i t e r a r i o que solía efectuarse en algunas escuelas antes de rec ib i r el grado m a ­yor —así como el sentido relacionado de repaso a o tro u otros de u n a lección anter i o rmente aprend ida o expl icada; la acepción fo­rense de acción p o r la que se pide que se res t i tuya lo que se entre-

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gó , no debiéndose, o por defecto de la cosa o en fraude de los acreedores; e incluso la acepción afrancesada de ensayo teatral para perfeccionar los distintos elementos de u n espectáculo —ensayo que , si es general , se convierte ya , usualmente , en u n a p r i m e r a representación ante u n público escogido; y , desde luego, su acep­ción más común de reiteración del pasado.

Contradicción i n t e r n a del actor /del recuerdo; teatra l idad de lo paradójico/de la m e m o r i a ; repetición de sí m i s m o de lo contra­d i c tor i o /de la representación. Estos son los tres rasgos de fmi to -rios del desenlace idealista de u n a aventura amorosa que había comenzado con otro discurso. ¿Cuál? ¿El discurso cronológica­mente p r i m e r o , el de R i cardo en la m a r i n a de Trápana, o el dis­curso con que se abre la novela, su l amento en las playas de Nicosia? N o es t a n fácil dec id ir lo .

E l a m o r l ibera l de cuyo desarrollo y consecución t ra ta esta no­vela comienza en el punto mismo en que muere el amor no- l iberal , de cuyas cenizas renace. C o m i e n z a pues donde comienza el rela­t o , con el l amento amoroso de R i c a r d o . Pero ese m o m e n t o resul­ta ser el p u n t o med io de su aventura , la que ha comenzado con su discurso de a m o r a n t i l i b e r a l , cuya relación concluye en la m i ­t a d del re lato .

Los sucesos relatados —desde el o r i g i n a l , en Trápana, hasta el concluyente , de vue l ta en Trápana— f o r m a n u n a cadena c ir ­cular que p e r m i t e considerarlos simultáneamente como causa y efecto del desenlace. L a inflexión c i r cu lar de la novela les permite cambiar de sentido (en los dos sentidos de la pa labra) y ser leídos según sendas series antitéticas: la serie de sucesos que f luye del p r i m e r discurso como repetición contradictoria de la serie que fluye hacia el último discurso. N o se t r a t a s implemente , sin embargo , de dos mitades independientes y contrapuestas art iculadas por la bisagra de ese centro de las aventuras que es el p r i m e r discurso t e x t u a l , el l a m e n t o en Nicos ia del R i c a r d o caut ivo . Se t r a t a , l i t e ­r a l m e n t e , de que todos los sucesos de u n a a v e n t u r a única son al m i s m o t i e m p o efecto de u n discurso y causa del o t ro ; es decir, ambas mitades f o r m a n u n a cadena c o n t i n u a que c i r cu la simultá­neamente en dos direcciones opuestas; o, d icho de o tro m o d o , se t r a t a de que esa cadena o serie única es i n t e r n a m e n t e dúplice y c ont rad i c t o r ia .

Esto es lo que l ogra el t r a d i c i o n a l p ro ced imiento n a r r a t i v o del comienzo in medias res. Su adopción por esta novela hace que una parte in tegra l de ella sea también parte ajena a ella. M a s como esta parte ajena abarca la m i t a d del asunto novelado resulta que la novela toda no es sino la o t ra m i t a d del asunto y , en conse-

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cuencia, que la t o ta l idad novelesca es simultáneamente u n todo completo y u n a m i t a d incomple ta . N o se t ra ta sencil lamente de u n a anacronía n a r r a t i v a o yuxtaposición cronológicamente desor­denada de las partes de u n todo recuperable. Pensarlo así es o l v i ­dar u ocultar el hecho de que esta p r i m e r a parte anacrónica pertenece realmente a la segunda. Se t ra ta de u n a escisión i n t e r ­n a de u n todo o, me jor , de u n inciso: corte en lo p r o p i o que es también añadidura de lo ajeno.

L a d i s y u n t i v a que parece plantear este t i p o de relato es la s i ­guiente : E l amante liberal comienza ó b ien con el l amento de u n R i c a r d o caut ivo o b i en con el discurso de u n R i c a r d o l i b r e . Se puede t r a d u c i r del siguiente modo : la novela hace como si empe­zara con ese l a m e n t o , cuando en rea l idad comienza con el d iscur­so y , por lo mismo , hace como si comenzara con el discurso cuando en real idad empieza con el l amento . Pr iv i l eg iar la p r i m e r a opción — q u e es como se entiende generalmente el func i onamiento del comienzo in medias res —es i g n o r a r la segunda y con ello o l v idar su carácter ficticio, c onver t i r lo ficticio del comienzo en u n a r e a l i ­d a d inexistente. Es, pues, hacer u n a elección que el texto p r o p i ­c ia , pero que no es necesariamente su lección t o t a l , que más b i en consiste en posponer inde f in idamente esa (e)lección, en hacerla no pert inente .

L a novela n a r r a unas aventuras cuya significación les viene del hecho de ser repetición de otras anteriores; esto es, cuyo sen­t i d o está fuera de ellas o se basa en su semejanza/diferencia res­pecto de otras aventuras con las que contrasta y se equipara. Unas aventuras , pues, que se presentan como parte de u n todo y no como u n a t o t a l i d a d , a u n cuando ese todo esté dentro de la parte misma. Contradicción que no se resuelve mediante la elección entre u n a u o t ra consideración — e l texto como parte o el texto como t o d o — sino mediante u n a lec tura de lo ficticio: u n a parte que se presenta como si fuera u n todo o, al revés, u n todo que se presen­ta como si fuera u n a parte . E l relato de la novela se presenta co­m o repetición aun sin serlo: se presenta como si fuera una repetición; como repetición ficiticia.

Desde el p u n t o de vista lógico la palabra que p e r m i t e pensar esta contradicción es la de suplemento : aquello que sustituye o suple a u n a t o t a l i d a d independiente de él y aquel lo que completa lo incompleto de esa t o t a l i d a d . Pero , en términos n a r r a t i v o s , la pa labra que m e j o r expresa esta ambiva lenc ia cont rad i c to r ia es la de recuerdo: m a r c a de u n a actua l idad cuyo sentido le viene de su relación con hechos anteriores y dist intos — t a l como todavía es posible adver t i r más nítidamente en el cognado inglés " r e c o r d "

N R F H , X X X V E L AMANTE LIBERAL 137

mediante su común or igen etimológico con los arcaicos castella­nos " r e c o r d a c i ó n " o " r e c o r d a m i e n t o " y su acepción actual de " m a r c a " . E l relato novelesco es una recordación escrita, una mar ­ca actual que es ya siempre recuerdo de sí m i s m a , in ternamente contrad i c tor ia consigo m i s m a mediante esa escisión i n t e r n a que sólo puede l ograr la parado ja teat ra l ; lo ficitico como tercer tér­m i n o que desplaza el estéril d i l ema de la v e r d a d - m e n t i r a .

A di ferencia de lo o c u r r i d o (dicho/hecho) en la " p r i m e r a m i ­t a d " , todo lo o c u r r i d o en la " segunda m i t a d " —es decir , en el texto todo y ún i co— se hace o se dice bajo el signo de lo ficiticio como t a l . D i c h o de o t ro m o d o , todo (en) el texto se dup l i ca o d i ­v ide desde dentro de sí m i s m o y simultáneamente muestra su u n i ­d a d como suma de esa división i n t e r n a : todo (en) el texto es u n recordamiento que se hace posible por su di ferencia i n t e r n a con­sigo m i s m o . Desde ese " c o m i e n z o " — s i cabe l l amar lo así sin caer en u n a sustancial idad que no es más que apariencia de e l l o — en que el p r i n c i p i o es el centro , hasta ese centro m i s m o , que es ya también u n recuerdo o inciso i n a u g u r a l .

E n efecto, el comienzo m a t e r i a l del texto , el l amento de R i ­cardo , es tanto coda t e m p o r a l de sus anteriores aventuras como inauguración o anunc io del i n m i n e n t e relato de las mismas . Así pues, el p r i m e r o de los actos de R i c a r d o objeto del relato noveles­co es ya u n acto b i f r on te . Su contrar iedad i n t e r n a queda señala­da , además, por o t r a voz —o falta de v o z — , la del n a r r a d o r , que lo caracterizará así:

Estas razones decía un cautivo cristiano, mirando de u n recuesto las murallas derribadas de la ya perdida Nicosia, y así hablaba con ellas, y hacía comparación de sus miserias a las suyas, como si ellas fueran capaces de entenderle; propia condición de afligidos que, lle­vados de sus imaginaciones, hacen y dicen cosas ajenas de toda razón y buen discurso (p. 137).

E l subrayado señala las contradicciones internas y locales del l a ­m e n t o de R i c a r d o : " razones [...] ajenas de toda r a z ó n " , por u n lado , pero , al m i s m o t i e m p o , prop iedad de esa enajenación; a m ­bas conjuntadas en el carácter fingido del " h a c í a [...] como s i " .

P r i n c i p i o del texto que supone, sin embargo , u n a i n t e r r u p ­ción del silencio (y la m u e r t e ) en que h a n acabado las aventuras anteriores , centro i n t e r i o r de esta novela:

Leonisa murió —remata Ricardo en su inciso autobiográfico— y con ella m i esperanza, que puesto que [Le., aunque] la que tenía ella viviendo se sustentaba de u n delgado cabello, todavía, toda­vía...(p. 154).

138 GONZALO DÍAZ MIGOYO N R F H , X X X V

L a i n t e r i o r i d a d de la contradicción se observa también en es­te centro espacio-temporal del texto . T i ene lugar entonces el re ­cuerdo de u n recuerdo: R i c a r d o relata a M a h a m u t u n recuerdo prev io : "esto se me v i n o a la m e m o r i a cuando v i entrar a la her­mosísima Leonisa por la t i enda del B a j á " (p . 164). M a s lo que dice recordar que recordó no es sino o tro recuerdo más, de su pa­dre ahora, acerca de los dos caballeros que en presencia de u n a esclava m o r a ofrecida a Car los e logian compet i t ivamente su be­l leza. E l tema del recuerdo repet ido evidencia el mecanismo m i s ­m o del recuerdo: esa escisión interna de una un idad en dos mitades que se re i teran : interrupción del p r i m e r caballero cuando , " p a ­rando en los cinco versos de la copla, se detuvo sin darle fin n i a l a copla n i a la sentencia, por no ofrecérsele t a n de i m p r o v i s o los consonantes necesarios p a r a a c a b a r l a " , que es o p o r t u n i d a d p a r a la continuación a cargo del o tro caballero presente, q u i e n , habiendo oído los versos y "v iéndo le suspenso, como si le h u r t a ­r a l a med ia copla de la boca, la prosiguió y acabó con las mismas consonancias" (id.). L o g r a ( n ) así u n a décima o u n par de q u i n t i ­l las , ind i ferentemente , emblemáticas de la u n i d a d i n f i n i t a m e n t e escindida del recuerdo, esto es, del texto como recordación.

Este hacer-como-si en que consiste todo (el) texto como sig­n o , es decir , como operación de re lac ionamiento de dos cosas dis­t intas simultáneamente presentes/ausentes en el i n t e r i o r de u n a sola, no logra su finalidad cuando confunde ambas cosas creyén­dolas idénticamente iguales, o l v idando el como-si de su presenta­ción —esto es, su re-presentación—, sino cuando, teniéndolo presente, acepta la rea l idad del s imulacro : cuando se desengaña y acepta el engaño como lo que es, u n engaño.

T o d a la ac t iv idad de R i c a r d o se reduce a poner por obra el aprendizaje de este mecanismo semántico consistente en recor­d a r el carácter de recordator io de su presente, esto es, en hacer signif icante su presente convirtiéndolo en marca actual de su pasado.

¿Quién i n v i t a a R i c a r d o a v i v i r esta v i d a como repetición de sí m i s m a , como resurrección de sí m i s m o , sino su inter locutor? Y ¿quién es este interlocutor? U n ( o ) cualquiera, u n M a h a m u t cual­q u i e r a , pues M a h a m u t es n o m b r e t a n común en el m u n d o árabe como, por e jemplo , J u a n en el m u n d o cr is t iano . Y también, co­m o ocurre con el patronímico del Baut is ta cr is t iano , M a h a m u t es el n o m b r e del enviado y pro feta de la d i v i n i d a d , med iador an -tonomástico entre el i n d i v i d u o y D ios : R i c a r d o y su dios, L e o n i ­sa; o la palabra y su sentido/intención; o el decir y el querer-decir .

¿Quién es M a h a m u t , hay que volver a preguntar , que así pue-

N R F H , X X X V E L AMANTE LIBERAL 139

de mediar? N o es n i u n cr ist iano n i u n t u r c o , sino ambos a la vez: u n renegado cr ist iano, ex-cr ist iano, turco ahora, pero f u t u r o cris­t i a n o , pues desearía vo lver a la o r todox ia . Por el m o m e n t o no es más que u n e q u i l i b r i o o f rontera entre el no-ser y el ser: u n t u r ­co /cr ist iano ficticio. Y , por eso m i s m o , eficaz: ' ' Q u i z á para que yo te s irva — l e dice a R i c a r d o — ha traído la f o r t u n a este rodeo de haberme hecho vestir este hábito, que aborrezco " (p . 139).

Su mediación es m e d i c i n a l :

De todo lo dicho quiero que infieras y que consideres que te puede ser de algún provecho m i amistad, y que para saber qué remedios o alivios puede tener t u desdicha, es menester que me la cuentes como ha menester el médico la relación del enfermo (p. 140).

O , más tarde : aunque

tú no quieras n i ser aconsejado n i favorecido, no por eso dejaré de hacer lo que te conviniere, como suele hacerse con el enfermo que pide lo que no le dan y le dan lo que le conviene (p. 154).

M a s si ha de actuar como médico será como homeópata, confe­sor o psicoanalista, que hace repetirse a Ricardo : como espejo don ­de la imagen de R i c a r d o se d i f rac ta y vuelve a sí m i s m a como t a l i m a g e n y no como sustancia. A l pedir le el relato de su enfer­m e d a d , M a h a m u t obl iga terapéuticamente a R i cardo a ordenar su pasado, a m e d i r con la razón " e l confuso laber in to de [sus] m a l e s " , a pesar de las dudas iniciales de R i c a r d o sobre el p a r t i ­cu lar : " N o sé si podré c u m p l i r lo que antes di je [...] que en bue­nas razones te contaría m i desventura , por ser ella t a n larga y desmedida que no se puede m e d i r con razón a l g u n a " (p . 141). S i n d u d a lo consigue, pues al cabo de la relación el comentar io de su in te r l o cu tor es i n m e d i a t o : " A h o r a he hal lado ser verdadero [...] lo que suele decirse, que lo que se sabe sentir se sabe d e c i r " (p . 154). C o m o la d u d a no era sobre la seriedad o rea l idad del sentimiento de R i cardo sino sobre la propiedad de su discurso ( tan m a l p a r a d a en su l a m e n t o i n i c i a l que R i c a r d o tiene por c ierto que M a h a m u t le ha " j u z g a d o p o r loco o, por lo menos, de poco valor y menos á n i m o " [ p . 142]) , h a y que ver aquí u n a corroboración de la c o r d u r a de su proceder actual .

Este relato de R i c a r d o , y a se ha d i cho , es el que p e r m i t e ha ­b l a r de u n comienzo novelesco in medias res. Es su carácter auto ­biográfico el que c o n j u n t a verosímilmente ambas mediciones contradictor ias de comienzo y de p u n t o med io de la novela —se­ñalando de paso lo que de ficticio t iene el a l ternat ivo y aparente-

140 GONZALO DÍAZ MIGOYO N R F H , X X X V

mente n a t u r a l comienzo ab ovo del relato autobiográfico picares­co, por e jemplo , pues ese or igen es ya continuación del final re latado. E l acento ha de ponerse por tanto no sólo en la local iza­ción textua l de esta autobiografía parc ia l de R i c a r d o , sino sobre todo en el hecho de ser ya u n a p r i m e r a acción del protagonista ( como señala el comentar io de su in te r l o cu tor y la finalidad tera ­péutica con que le insta a esta relación). Su p a r t i c u l a r i d a d más sobresaliente es la de ser u n p r i m e r paso de inherente d u p l i c i d a d (en sus dos acepciones) que anunc ia otros pasos del m i s m o t i p o .

E l carácter retrospectivo que da a este acto su emplazamiento anacrónico, esto es, su naturaleza de inciso, queda subrayado por la m a t e r i a de que t r a t a lo i n t e r r u m p i d o : u n m u n d o turco exótico pero actual , en el i n t e r i o r del cual t iene lugar la retrospección. P r i m e r o , "antes que entre en el confuso laber into de mis males, qu i e ro que me digas qué es la causa que Hazán Bajá, m i amo , h a hecho p lantar en esta campaña estas tiendas y pabellones a n ­tes de entrar en N i c o s i a " (p . 140). Y , al término de la retrospec­c ión: " P e r o , dejemos ahora esto y vamos a las tiendas; [...] verás las ceremonias con que se reciben [los b a j a e s ] " (p . 155).

Las ceremonias en cuestión son u n espectáculo para R i c a r d o , u n a situación presente ajena a él, en la que , sin embargo , ve la reproducción de su prop io pasado: u n a Leonisa que acaba en m a ­nos de u n tercero, el cadí, que se aprovecha de la competencia entre los bajaes.

L a participación de R i c a r d o en este m u n d o simultáneamente ajeno a él y t a n suyo, su entrada en esta espectacular realidad' , no puede ser sino como otro actor más, en el sentido teatra l del término. Este es el e jemplo , en efecto, que le acaba de dar el cadí al m e d i a r entre los antagonistas Alí Bajá y Hazán Bajá. Y ésta es l a dirección que, al ver la escena, le señala el recuerdo de los dos caballeros españoles. Recuerdo de R i cardo cuya significación como acto, y no como d icho , condona M a h a m u t cuando comen­t a : " B i e n me suenan al oído [...] y m e j o r me suena y me parece que estés para decir versos, R i c a r d o , porque el decirlos o el hacer­los requ ieren ánimos de ánimos desapasionados" (p . 165).

Este es además el papel que le fac i l i ta su ayudante , M a h a m u t , al p r o h i b i r l e que se dé a conocer a Leonisa como quien realmente es; al hacerle pasar a poder de su amo el cadí; al " m a t a r l e " a los ojos de su f u t u r a " e s p e c t a d o r a " , Leonisa , diciéndole m u e r t o ; a l , finalmente, m u d a r de n o m b r e , esto es, no tanto perder el de R i c a r d o como ocul tar lo tras el de M a r i o .

Así es como queda espectacularizada su rea l idad : n i cr ist iana n i t u r c a sino todo lo contrar i o : ambas, ficticiamente; n i la del pre -

N R F H , X X X V E L AMANTE LIBERAL 141

senté n i la del pasado sino todo lo c o n t r a r i o : ambas, ficticiamen­te; n i el verdadero n i el faso Ricardo sino todo lo contrario : ambos, ficiticiamente. H a dejado de ser u n h o m b r e cabal, concreto, y por ello le es posible volver a ver a Leonisa :

el v e r a Leonisa era m u y d i f i cu l toso a causa de que los moros son en e x t r e m o celosos y e n c u b r e n de todos los hombres los rostros de sus m u j e r e s , puesto que [i. e., a u n q u e ] en mostrarse ellas a los cr i s ­t ianos no se les hace de m a l : quizás debe de ser que p o r ser caut ivos n o los t i enen p o r h o m b r e s cabales (p . 166).

Fal ta u n detalle más, detalle m u y i m p o r t a n t e : R i c a r d o - M a r i o n o hará (de nuevo) el a m o r a Leonisa en su prop io n o m b r e sino en el de su amo, el cadí, que le ha de encargar de esta tercería. Y , por lo m i s m o , tampoco se dirigirá a Leonisa m i s m a sino a Leo ­nisa en t a n t o que portavoz de su dueña, H a l i m a . D e esta mane ­r a , c omenta el n a r r a d o r , es como " c o m e n z ó a vo lver el v iento de la v e n t u r a de R i c a r d o , soplando en su f a v o r " (p . 168).

L a entrevista de los amantes es u n curioso ejercicio amoroso. Se reconocen rápidamente, es decir , descartan el engaño de sus apariencias desengañándose de ellas. Y sin embargo su conversa­c ión v a a versar sobre la necesidad de mantener ese (des)engaño y sobre las consecuencias de ello p a r a la s inceridad de sus propios sent imientos : más que hab lar de a m o r , h a b l a n , pues, acerca de las condiciones de pos ib i l idad de la expresión amorosa. N o es és­t a , s in embargo , la intención i n i c i a l de R i c a r d o : nada más reco­nocer a Leonisa , la insta a desembarazarse de las apariencias: " . . . l l e g a y verás que no soy cuerpo fantástico; R i c a r d o soy, L e o ­n isa ; R i c a r d o , el de tanta v e n t u r a cuanta tú quisieras que t e n g a " ( p . 169). M a s ella le recuerda el pe l igro de esta actuación descu­b i e r t a —o de esta fa l ta de actuación, debería decirse— y le exige en c a m b i o que sus palabras no descubran la oculta rea l idad o, también m e j o r d i cho , que sus palabras sigan ocul tando la r ea l i ­d a d ba jo la apariencia engañosa de la correspondencia amorosa con H a l i m a : " A d v i e r t e que podría ser que el habernos o ído fuese parte para que nunca nos volviésemos a ver. H a l i m a , nuestra ama, creo que nos escucha" . Y concluye: " c u a n d o no quieras , es for ­zoso que lo finjas, s iquiera p o r q u e yo te lo ruego y por lo que m e ­recen deseos de m u j e r dec larados " ( p p . 169-170).

L a vehemente protesta de R i c a r d o ind i ca qué es lo que está verdaderamente e n j u e g o : " ¿ E s p o r v e n t u r a la v o l u n t a d t a n l ige­r a que se pueda m o v e r y l l evar donde quis ieren l l evar la , o estarle h a b i e n al varón honrado y verdadero fingir en cosas de tanto pe­so?" ( p . 170). D i c h o de o t r o m o d o , ¿no es l a pa labra mani festa -

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ción directa de la vo luntad? ¿no es l a v o l u n t a d la esencia m i s m a de la palabra? ¿no hay u n a correspondencia directa entre u n a y otra? pedir le que d iga amar a H a l i m a , ¿no es, pues, o pedir le que ame a H a l i m a o pedir le que mienta? M a s esta d i s y u n t i v a no ne­cesita sino plantearse para , u n a vez conocida, poder ser asumida bajo o t ra f o r m a : no como verdad o m e n t i r a sino como verdad y m e n t i r a ; fingimiento sincero y descubierto, s imulacro teatra l . A él se presta R i c a r d o :

Yo perderé el derecho que debo a ser quien soy, y satisfaré tu deseo y el de Hal ima fingidamente, como dices, [...] y así finge tú las respuestas a tu gusto, que desde aquí las firma y confirma m i fingida voluntad (id.).

Esta fingida v o l u n t a d resulta ser, paradójicamente, la mane­ra de preservar la v o l u n t a d verdadera . Preservación como p r o ­tección ant ic ipada contra u n daño todavía inexistente — u n poner la venda antes de rec ib ir la her ida o u n curarse en s a l u d — y , por t a n t o , como conservación de la i n t e g r i d a d de la v o l u n t a d verda­dera , conservada mediante la protección de la v o l u n t a d fingida.

Necesariamente simétrica, a ella ha de plegarse también Leo -nisa: " T ú de mí podrás decir al cadí lo que para seguridad de m i h o n o r y de su engaño vieres que más c o n v e n g a " (p . 173).

L a entrega o intercambio de voluntades verdaderas queda ase­gurada por el in te r cambio de unos fingimientos o engaños cono­cidos que v ienen a ser unos desengaños de la l i t e r a l i d a d de sus expresiones amorosas.

L a ob l igator iedad de la m a n i o b r a es estricta y no se debe só­l o , n i p r i n c i p a l m e n t e , a las contingentes circunstancias actuales de los protagonistas :

El hablarnos será fácil y a mí será de grandísimo gusto el hacer­lo, con presupuesto que jamás me has de tratar cosa que a tu decla­rada pretensión pertenezca, que en la hora que tal hicieres, en la misma me despediré de verte, porque no quiero que pienses que es de tan pocos quilates m i valor que ha de hacer con él la cautivi­dad lo que la libertad no pudo (id.).

L a aquiescencia en el fingimiento es, más que u n engaño, el desengaño m u t u o respecto del engaño de u n a manifestación l i t e ­r a l , descubierta, de la v o l u n t a d . Así ocurre con Leonisa : " T e ha­go saber, R i c a r d o , que siempre te tuve por desabrido y arrogante, y que presumías de t i algo más de lo que debías. Confieso t a m -

N R F H , X X X V EL AMANTE LIBERAL 143

bien que me engañaba y que podría ser que al hacer ahora la ex­per ienc ia me pusiese la verdad delante de los ojos el desengaño y estando desengañada fuese, con ser honesta, más h u m a n a " . L o m i s m o ocurre con R i cardo : " D i c e s m u y b i e n , señora, y agradéz-cote i n f i n i t o el desengaño que me has d a d o " (pp . 173-174).

E n t r e la v o l u n t a d y la obra se in terpone u n a palabra que para ser eficaz ha de ser fingida, esto es, l i t e ra lmente falsa, pero con falsedad conocida: dicha como verdadera, pero desdicha como fa l ­sa, tachada y visible bajo la tachadura : l i t ^ a l , pues. Esta estrate­g ia de decir lo significado sin signif icar lo d icho va a i n f o r m a r a p a r t i r de ahora toda la conducta de R i c a r d o .

Leon isa vuelve a ser, o sigue siendo, objeto del deseo de va ­rios hombres , cuatro ahora: R i c a r d o , el cadí y los dos bajaes. For­m a n dos parejas d is imi lares , pero relacionadas: la p r i m e r a , R i c a r d o y el cadí, es u n a pareja ficticia o de términos contradic ­tor ios m u t u a m e n t e incluyentes: lo que parece beneficiar a uno de ellos, el cadí , beneficia al o t ro , R i c a r d o . L a segunda, de signo opuesto, es u n a pareja de términos realmente contradictor ios y , p o r t a n t o , excluyentes: lo que beneficia a u n o per jud ica al o tro . A m b a s parejas a su vez están relacionadas, pues el cadí no es sino la c i f ra y el resultado, al m i s m o t i e m p o , de la pareja que f o r m a n los bajaes. E n buena cuenta, c i fra del m u n d o t u r c o , de m o d o que R i c a r d o v iene a ser la c i fra de lo aparentemente opuesto, el m u n ­do c r i s t iano . M a s la distinción opos i t iva de ambos mundos puede ser de dos t ipos : como la que l iga a R i c a r d o y al cadí o como la que l i ga a los dos bajaes. E n este caso lo que los une es la d i s y u n ­t i v a entre la verdad y la m e n t i r a ; en aquél la conjunción de a m ­bos en la ficción: R i cardo hace como si el propósito de su amo fuera el suyo, mientras que entre los bajaes se da u n a oposición expresa e i r r e d u c t i b l e : u n o u o t ro .

Así p lanteada la situación, el en f rentamiento de los bajaes no puede resul tar sino en su m u t u a destrucción, como efect ivamen­te ocurre . Destrucción que podría parecer el t r i u n f o del cadí si no fuera porque su verdadera fuerza consistía t oda ella en la opo­sición m i s m a de los bajaes, en la que se apoyaba — y que encar­naba. Destru ida esta fuerza queda destruido el cadí, para afirmarse su contra fuerza i n t e r i o r , la deb i l i dad de su fuerza , que resulta ser la verdadera fuerza de R i c a r d o gracias a la ficción que lo relacio­n a con el cadí. L o cr ist iano y lo t u r c o siguen enfrentados, pero ahora ficticiamente, ta l como lo está R i c a r d o con el cadí y no real ­mente como lo estaban los bajaes entre sí, o como estaban R i car ­do y C o r n e l i o en u n p r i n c i p i o .

Des t ru idos los bajaes, es decir , el cadí, el m u n d o o poderío

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t u r c o , el caut iver io de los cristianos, quedan éstos l ibres . R i c a r d o y Leonisa vuelven a quedar frente a frente sin aparente necesidad de in termed iar i os . V u e l v e n o están listos para vo lver a la s i tua­ción i n i c i a l de sus amores. M a s este segundo t u r n o , o r e torno , de la situación i n i c i a l la repite trastornándola lo suficiente como para ser más b ien u n contorneamiento de el la: el reflejo de aquel estéril en f rentamiento entre R i cardo y C o r n e l i o en el igua lmente infructuoso enfrentamiento de los bajaes es evidente . I gua lmente lo son sus respectivas consecuencias: la caída en manos de los turcos en u n caso y la caída en manos de los cristianos en el o tro (o l ibe ­ración del m u n d o de los turcos) . O b v i a es también la especulari-d a d , no en el sentido de u n a simple repetición sino en el de la inversión de lo m i s m o . L a vuel ta de R i cardo a la situación i n i c i a l es u n a vue l ta de l a situación i n i c i a l , i n v e r t i d a ahora en el reflejo de sus aventuras turcas de modo parecido, pero no i g u a l , a c ó m o la aventura turca era u n a inversión de la cr is t iana . D e m o d o que la recuperación de la verdadera cristiandad (y del verdadero amor) se logra mediante el desengaño o visión antitética de la m i s m a const i tuido por la aventura turca — a u n cuando la verdadera cris­t i a n d a d (el verdadero amor ) resulte ser entonces tota lmente ideal .

L o que la reflexión sobre ellas — y ellas como reflexión— mues­t r a es la insustanc ia l idad de las imágenes mismas y la rea l idad , en cambio , de ambas ilusiones contrapuestas: la ilusión cr ist iana y la ilusión m u s u l m a n a . H a sido jus tamente la creencia en su so­l idez sustancial como v e r d a d - m e n t i r a lo que las ha convert ido en falsedades equivalentes e impl i cantes : dos " s u s t a n c i a s " i n t e r m i ­nablemente divis ibles : lo cr ist iano en C o r n e l i o y el ant iguo R i ­cardo; lo turco en Alí Bajá y Hazán Bajá. Esta s imple oposición entre cr ist iano y t u r c o , escisión del m u n d o de la época entre la verdad y la m e n t i r a , es en todo igua l a la que d i v i d e i n t e r i o r m e n ­te a ambos m u n d o s , duplicándolos estérilmente en protagonista y antagonista sin pos ib i l idad de acuerdo, para siempre desacor­dados o fuera de sí.

L a vue l ta a sí o en sí, el re torno o el acuerdo, se producen en el recuerdo: u n retorno concebido no como círculo inmóvil que se c ierra sobre sí m i s m o sino como espiral o desplazamiento h e l i ­co idal ab ierto . E n vez de la síntesis estéril de l cadí, la fructífera p a n t o m i m a de esta síntesis que l leva a cabo R i cardo . N o una r e i n ­tegración de la u n i d a d escindida sino u n a reintegración de la es­cisión de la u n i d a d .

L a l i b e r t a d de R i c a r d o parecería l i be rar l o de la necesidad de seguir fingiendo. ¿ N o está de nuevo en el sólido m u n d o de lo cris­t i a n o , como en u n pr inc ip io ? N o , j u s t a m e n t e eso es lo que t ra ta

N R F H , X X X V EL AMANTE LIBERAL 145

de ev i tar : vo lver al p r i n c i p i o en las mismas condiciones, pues no sería más que repetir indef inidamente las mismas calamitosas con­secuencias de entonces. R i cardo está ya desengañado de ese en­gaño. D e ahí el p lan que pone en práctica al i r acercándose a Trápana. Se rep i ten en este viaje de vue l ta las escalas y los hitos de su p r i m e r viaje i n v o l u n t a r i o . Es pues i n m i n e n t e la repetición, también en sentido c o n t r a r i o , del último m o m e n t o en que lo vie­r o n sus compatr io tas , p r i m e r m o m e n t o de su aventura : discurso en la m a r i n a y secuestro a manos de los turcos . ¿ Q u é hace Ricar ­do? R e p e t i r la escena, sí, pero como s imulacro , como recuerdo: m i m a n d o la escena o r i g i n a l p u n t o por p u n t o : d is frazando el bar­co, haciendo disfrazarse a la tripulación, a M a h a m u t , a Leonisa, disfrazándose él m i s m o , todos de turcos .

¿Por qué? Porque , dice, "quer ía hacer u n a graciosa b u r l a a [los] p a d r e s " (p . 184) de Leonisa. U n a b u r l a , en efecto, u n enga­ñ o , pero de m e n t i r i j i l l a s , sin verdadera intención de engañar: u n s imulacro de engaño perfectamente serio y minuc ioso en cuanto t a l , pero p o r lo m i s m o perfectamente transparente para sus pa i ­sanos, su a u d i t o r i o , quienes no t i enen d i f i c u l t a d a lguna en re­conocer a los disfrazados. N o se t ra ta , pues, de engañar a sus com­patr io tas , sino de presentarse a ellos como espectáculo, como ac­tores de sí mismos .

R i c a r d o se i m i t a a sí m i s m o , se pone en lugar de sí mismo t a l como antes se había puesto en el lugar del cadí. L o m i s m o que la escapatoria de la estéril p o l a r i d a d turco - c r i s t iana se había lo ­grado mediante la identificación ficticia con u n o de ellos, ahora la escapatoria del ant iguo m u n d o cr ist iano — a q u e l que llevó i n ­defect iblemente al m u n d o t u r c o — se l ogra med iante o t ra i d e n t i ­ficación ficiticia con él, es decir , con el R i c a r d o del pasado, u n cr ist iano que no era más que u n a n t i t u r c o . I m i t a o parece u n t u r ­co por su atuendo y por su acompañamiento, pero no se t ra ta más que de eso, de u n a imitación de la oposición misma; no u n a ident idad de contrar ios , sino u n a evidente falta de i d e n t i d a d , puesto que se t r a t a sólo de u n a actuación teatra l .

C l a r o que en ese papel está él m i s m o , es él m i s m o , todo él, el recordado y el recordante , el actuado y el actuante , el i m i t a d o y el i m i t a d o r . N o mediante u n a coincidencia entre ambos sino, al c o n t r a r i o , med iante la inevi table d i ferencia entre ambos: como escisión en su p r o p i o yo manifestada por el hecho de presentarse como re-presentación de sí m i s m o , re torno a sí m i s m o , re-(a)-cuerdo consigo m i s m o , vue l ta a y revuel ta , o revolución, de sí mis­m o , med iante u n a involución que es u n a devolución que es una revolución. . .

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Todos los juegos antitéticos de palabras y conceptos son aho­r a posibles. Sin d u d a porque R i cardo ha tocado el fondo que ha ­ce posible todas esas palabras y todos esos conceptos antes de o lv idar su m u t u a implicación contrad ic tor ia e independizarse : el fondo de su carácter ficticio como signos, espectáculo de repre­sentantes y representados.

E n estas condiciones se produce el último p a r l a m e n t o de R i ­cardo, cuya consecuencia, ya sabemos, es la entrega que de sí ha ­ce Leonisa. E n este discurso se manif iesta la l i b e r a l i d a d antonomástica de R i c a r d o , u n a " e n cuya comparación [su a n t i ­gua l ibera l idad consistente en] dar la hacienda, la v i d a y la h o n r a no es n a d a " (p . 186).

L a comparación no es g r a t u i t a n i cont ingente sino absoluta­mente necesaria, porque la nueva l i bera l idad no es, en rea l idad , sino el abandono o negación de la ant igua , su superación, si se quiere: la nueva l ibera l idad es el (verdadero) sentido/intención que animaba a la ant igua; el significado ideal de aquel significante real , o el referente de aquel signo, tanto más visible cuanto que d i s t i n ­guible y d i s t ingu ido de él mediante esta comparación: la verda­dera l ibera l idad es la cara ideal de aquellos gestos y actos liberales anteriores.

N o que la a n t i g u a l i be ra l idad no mereciera ta l n o m b r e sino que ocultaba, más que revelaba, la verdadera. L a ant igua era u n s imulacro engañoso de l i b e r a l i d a d , del que R i c a r d o está ya desen­gañado y del que desengaña a q u i e n todavía p u d i e r a estar enga­ñado mediante el s imulacro sincero de la representación espec­tacular .

Esta verdadera l iberal idad, a diferencia de la anterior , no puede hacerse o demostrarse con hechos. Solamente puede decirse y no existe n i consiste más que en las palabras que la d i cen .

E n t r e aquel la l i b e r a l i d a d y ésta hay u n a f rontera , u n a barrera o b a r r a : la m i s m a que , en el signo, separa al s ignif icante del sig­ni f i cado; la m i s m a también que media entre las dos partes del dis­curso de R i c a r d o . R i c a r d o levanta o salva esta b a r r e r a al in te ­r r u m p i r la recapitulación de sus pasados ofrecimientos m a t e r i a ­les y levantar el ant i faz que cubre a Leonisa:

Yo le ofrecí m i hacienda en rescate, y le d i m i alma en mis de­seos, d i traza en su libertad y aventuré por ella, más que por la mía, la vida, y todos éstos que en otro sujeto más agradecido pudieran ser cargos de algún momento, no quiero yo que lo sean, sólo quiero que lo sea éste en que te pongo ahora.

Y diciendo esto, alzó la mano y con honesto comedimiento qu i ­tó el antifaz del rostro de Leonisa, que fue como quitarse la nube

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que t a l vez cubre la hermosa c l a r i d a d el sol , y prosiguió d i c i endo : — V e s aquí , ¡ O h , C o r n e l i o ! , te entrego la p r e n d a que tú debes de est imar sobre todas las cosas que son dignas de est imarse, y ves aquí tú, ¡hermosa L e o n i s a ! , te doy al que tú s iempre has t e n i d o en la m e m o r i a . Esta sí q u i e r o que se tenga por l i b e r a l i d a d (id.).

Gesto apocalíptico que da acceso al sancta sanctorum de la expre­sión. Ideal ismo también de la más p u r a estirpe neoplatónica, afín a la teología negat iva : la esencia como trascendencia de la exis­tencia , en cuyas engañosas apariencias se apoya, al negarlas.

L o cual s ignif ica el derroche to ta l de los bienes de esta v i d a , el agotamiento de u n deseo que se apura a sí m i s m o con su últi­m o gesto trascendental , la muer te y el silencio: el silencio de la m u e r t e : " Y o , sin v e n t u r a , pues quedo sin Leonisa , gusto de que­dar pobre , que a q u i e n Leonisa le fa l ta , la v i d a le sobra. Y en dic iendo esto, calló como si al paladar se le h u b i e r a pegado la l en -g u a " (id.).

M a s esta apocalipsis l i t era l es también prestidigitación, u n j u e ­go de manos , en el que el revoloteo del velo, al distraer al espec­tador , le hace ver algo que n i ha o curr ido n i está ahí. Pues esa l i b e r a l i d a d esencial, ese desprendimiento de lo a d q u i r i d o o deb i ­do , no t ienen n i n g u n a rea l idad . N o es que sean u n a rea l idad i n ­decible: t a n perfectamente decible es que la acaba de decir . Es que no es más que eso, lo que no se puede más que decir , pero n i se puede hacer n i se puede v i v i r . N o es u n o f rec imiento de na­da: es u n o f rec imiento de nada : " n o es posible que nadie pueda demostrarse l i b e r a l de lo ajeno: ¿qué jurisdicción tengo yo sobre Leonisa para d a r l a a otro? O ¿ cómo puedo ofrecer lo que está tan lejos de ser m í o ? " (id.).

E n efecto, la antonomástica l i be ra l idad d e f a m a n t e no es sino u n a ficción irónica, la ironía m i s m a : u n enunciado aparentemen­te aceptable, pero realmente inaceptable. E n vez de l i be ra l idad es u n s imulacro de l i b e r a l i d a d ; en vez de dar hace como si d iera . N o sólo porque no pueda dar lo que no tiene, como él dice —cues­tión pragmática concebiblemente c o n t r a r i a — , sino porque , le falta por decir , no es posible que nadie pueda demostrarse l i bera l de aquello que sigue deseando — i m p o s i b i l i d a d , esta vez, lógica, si ­tuación m a t e r i a l m e n t e inconcebible , cuya existencia sólo puede ser verba l .

E n cualquier caso, ya sabíamos sin necesidad de la incomple ­ta aclaración de R i c a r d o que su o frec imiento era vacío y que to ­davía deseaba a Leonisa . ¿Por qué entonces esta innecesaria aclaración? ¿Por qué se apresura a p u n t u a l i z a r este ex t remo an­tes de que nadie tenga ocasión de responderle cuando con ello pa-

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rece reventar la ilusión m i s m a que acaba de crear, abo l i r la prestidigitación?: "desde allí a u n poco, antes de que n i n g u n o ha­blase, d i j o : [...] de lo d icho me desdigo y no doy a C o r n e l i o nada pues no p u e d o " (id.).

¿No será éste el obl igado remate de la prestidigitación, el más insidioso y eficaz de sus trucos? ¿ N o equivale , en efecto, a seña­lar la ( i r ) rea l idad de la ilusión conseguida, a l l a m a r la atención de su aud i tor i o jus tamente sobre su anter ior distracción? D i s t r a c ­ción que presenta como suya: " Y o , señores, con el deseo que tengo de hacer b i en , no he m i r a d o lo que he d i c h o " (id.). L a confesión remacha y c o n f i r m a el carácter engañoso de sus palabras: se de­sengaña a sí m i s m o y desengaña a los demás del engaño, tachán­dolo . Pero la tachadura no lo e l i m i n a sino que lo caracteriza, precisando la verdadera naturaleza de su l ibera l idad como s i m u l ­táneamente engañosa y desengañada, esto es, como eng^fosa.

Por u n momento Ricardo ha olvidado —o hecho o l v i d a r — que está disfrazado y que está representándose a sí m i s m o , presen­tándose como si fuera o t r o , el que quis iera ser pero no es. Por u n momento se cree —o hace creer— ese otro representado e ideal , su personaje, de jando de creer en la actuación y en su v i r t u d . Por u n m o m e n t o pierde los papeles. A l recobrarlos , sin embargo , R i ­cardo (re)cobra a Leonisa, obligándola a corresponderle. ¿Por qué? ¿ Q u é obligación tenía ésta de corresponderle? Podía no haberlo hecho, pero sólo a base de negarse inconsecuentemente a recono­cer la situación en que se encuentra y en que la ponen las pala­bras de R i cardo . Portarse Leonisa como ingrata en este m o m e n t o sería no ya cruel o in justo sino discursivamente inconsecuente, pues sería desconocerse a sí m i s m a al creerse, equivocadamente , independiente . E l discurso de R i c a r d o no anula n i i g n o r a su vo ­l u n t a d . Se t r a t a más b i en de que la v o l u n t a d de Leonisa , que si ­gue siendo suya, es seducida por el discurso de R icardo , desviada, apartada de sí m i s m a hacia él. N i robada , n i forzada, sino sedu­c ida, es decir , de ta l m o d o hecha visible a sí m i s m a que su m a n i ­festación de mayor autonomía consista en entregarse: u n acordarse con la v o l u n t a d del seductor que es u n acordarse consigo m i s m a , reconocerse en él.

E n efecto, R i c a r d o hace como que devuelve, pero en rea l idad da a Leonisa por p r i m e r a vez y bajo guisa de devolución, su p r o ­p i a sub jet iv idad ( la de Leonisa ) : le ofrece el papel de sujeto en su discurso, de m o d o que t a n t o más suya sea cuanto más ajusta­damente se inscr iba en la posición que él le ha marcado de ante­m a n o , ha dejado vacía p a r a ella. L o que R i c a r d o ha hecho es entregar la a sí m i s m a . R i c a r d o le ofrece la o p o r t u n i d a d de m a n i -

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festarse como suya (de Leonisa) cuando concede que no es suya (de él) y que , por t a n t o , no puede entregarla a C o r n e l i o .

Dos puntual izac iones . P r i m e r a , no es sólo la confesión de no ser suya (de R i cardo ) o de no ser de nadie más (de C o r n e l i o , por e jemplo ) lo que hace a Leonisa suya. Leonisa, para hacer buena esa prop iedad sobre sí m i s m a , para mantenerse en el papel que le ofrece el discurso de R i c a r d o , ha de actuarlo como si fuera ver­d a d que ella es lo que le fa l ta a R i c a r d o . De lo contrar io no t e n ­dría a nadie en cuya falta reconocerse. E n pocas palabras, Leonisa es deseada como sujeto y no como objeto y su prop ia actuación como ta l sujeto sólo puede conf irmarse como reconoc imiento de ser suya en R i c a r d o y no independientemente de él.

Segunda puntualización. N o basta tampoco con que Leonisa sea deseada por a lguien para que se vea suya. Eso no sería más que u n a pos ib i l idad todavía indecisa entre sujeto y objeto. T i e n e que ser act ivamente renunc iada como objeto, haciendo que deje de ser a m b i g u o el papel que le marca el deseo ajeno.

" S o y mía —puede decir ahora Leon i sa— en la m e d i d a en que tú me das el ser que soy para t i en t u deseo. Por t a n t o , m i ser (mía) está en t i y en t i me encuentro y s o y " . Este reconoc imiento de /en la deuda ( f i c t i c ia , repet ida) es tanto agradec imiento por lo rec ib ido como reconoc imiento de sí m i s m a : " S i e m p r e f u i mía —dice a R i c a r d o — , sin estar sujeta a [léase: ser sujeto de] o tro que a mis p a d r e s " , a quienes, en vista de el lo , suplica entonces " q u e me den l icencia y l i b e r t a d p a r a disponer de la que t u m u c h a va­lentía y l i be ra l idad me ha d a d o " (p . 187). Reconocida la dádiva, n o puede dejar de actuar reconocidamente —es en rea l idad u n a y la m i s m a cosa:

¡Oh valiente Ricardo! , m i voluntad, hasta aquí recatada, per­pleja y dudosa, se declara en favor tuyo, porque sepan los hombres que no todas las mujeres son ingratas, mostrándome yo siquiera agra­decida (id.).

Este acuerdo de dos voluntades —este t ipo de acuerdo y no o t r o : acuerdo sinceramente ficticio, armoniosamente contradic ­t o r i o , l i t e ra lmente f i g u r a d o — es u n enlace ideal idéntico a u n de­senlace real , pero sólo en la m e d i d a en que su ideal ismo es reconocido como real y verdaderamente ficticio, esto es, como ide^ ( smo .

L a t r i u n f a n t e l i b e r a l i d a d de R i c a r d o viene a ser, pues, esta tachadura de su l i t e r a l i d a d : u n cambio mín imo , casi ins ign i f i can ­te , en la m a n e r a de escr ib i r la . M a s esta heterografía resulta ser la condición m i s m a de pos ib i l i dad de la ortografía, pues ella es

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la que devuelve a R i cardo su prop io y verdadero n o m b r e , ana-gramáticamente oculto hasta ahora en el discurso de su aventura amorosa: m u c h a casualidad sería, en efecto, que u n texto que es­tá todo él regido por el p a r a d i g m a del corazón — e n todas sus va ­rias acepciones: desde las etimológicamente literales de va lor , espíritu, cordura , amor , hasta las figuradas de centro, meol lo , i n ­t e r i o r i d a d , pasando por el más s igni f i cat ivo de sus compuestos, el de recuerdo, recordación o recordamiento como vue l ta , re tor ­no , duplicación, etc .—, m u c h a casualidad sería, digo, que este dú-plice discurso del corazón que separa y une a R i cardo de/con Leonisa no fuera la m a n e r a correcta de escribir RICARDO-C O R A Z Ó N - D E - L E Ó N 4 .

G O N Z A L O D Í A Z M I G O Y O

The University of Texas, Austin

4 Se puede suponer que Cervantes conocía al personaje, Ricardo I de I n ­glaterra (1157-1199), pues su historia y sobre todo su leyenda y su apodo t u ­vieron amplia difusión. En la l i teratura castellana es mencionado por D O N J U A N M A N U E L en El Conde Lucanor. " . . . otras historietas como aquellas en que suenan los nombres de Saladino y Ricardo Corazón de León nos transportan al gran ciclo de las Cruzadas, cuya popularidad era grande en España y está atestiguada por la traducción de la Gran Conquista de Ultramar", señala M A R ­C E L I N O M E N É N D E Z PELAYO en Orígenes de la novela, C .S . I .C . , M a d r i d , 1962, t . 1, p. 146. En efecto, la Gran Conquista de Ultramar, publicada en Salamanca en 1503, se ocupa de Ricardo I de Inglaterra en su Parte I V , capítulos 202 a 255. Emprendió Ricardo I con Felipe I I de Francia la Tercera Cruzada (1189-1192) y de camino ajerusalén conquistó Chipre, donde se casó, en 1191, con Berengueia de Navarra , hi ja del rey Sancho V I de Navarra.