la fórmula maravilla del éxito

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EN ABRIL de 2010, Sergio Gabriel Martínez todavía podía tomarse tranquilamente un café en la vereda de un bar de la Aveni-da Corrientes sin que nadie lo interrum-piera para pedirle un autógrafo. Nadie, fuera del mundo del boxeo, lo reconocía ni fue a recibirlo a Ezeiza, a pesar de que había regresado como campeón mundial de peso medio tras arrebatar el título al estadounidense Kelly Pavlik con una ver-dadera exhibición de pugilismo. Tres años

después, “Maravilla” Martínez se apresta a protagonizar uno de los mayores eventos deportivos de los últimos tiempos en la Argentina, cuando el 27 de abril se suba al ring en el estadio de Vélez Sarsfi eld col-mado por 40.000 personas que delirarán con cada paso de baile, con cada amago y cada golpe de quien fue elegido el mejor deportista del país en 2012, por encima de Lionel Messi, el mejor del planeta en el deporte más popular de estas tierras.

ÉXITO

LA FÓRMULA

DELMARAVILLA

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Y estará, ante todo, repitiendo una costumbre de su vida: la de cumplir un sueño. Trabajó duramente para eso. Su meta explícita era convertirse en ídolo popular argentino. Él, que se fue del país en plena crisis de 2001/2002 en busca de una oportunidad para su carrera boxística y que no puede caminar por la calle en Estados Unidos, donde hasta su admirado Marvin Hagler, “uno de los medianos más grandes de todos los tiempos, el zurdo

SERGIO MARTÍNEZ ERA EL “CAMPEÓN” DE LOS CAMPEONES IGNORADOS. ¿CÓMO HIZO PARA

CIMENTAR SU POPULARIDAD EXPRESS DESDE UN DEPORTE AGONIZANTE?

Por Cristian H. Savio

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más elegante”, se levantó de una mesa en un restaurante para ir a saludarlo. Pero en la Argentina era el campeón de los campeones ignorados. El boxeo había perdido los últimos vestigios de popu-laridad que le quedaban a principios de los ’90, lejos de la convocatoria popular de Carlos Monzón y mucho más lejos aún de la última vez que un estadio de fútbol albergó un combate –con Justo Suárez, el “Torito de Mataderos”, en 1930, en la vieja cancha de River Plate.

La batalla, quedó claro, tenía que li-brarla en los medios. Bailar con Marcelo

Tinelli, considera, fue “fundamental”. “El ídolo necesita un carisma que no todo campeón tiene”, según contó a la revista Rolling Stone. Al Bailando por un sue-ño, dominante del prime-time televisi-vo, siguieron una recordada entrevista con Alejandro Fantino en la medianoche de América y un stand-up en Duro de domar, de Canal 9. Cubriendo todo el espectro posible de televidentes. Nada fue librado al azar, sino parte de una detallada estrategia de marketing que buscó traspasar los límites deportivos. Los resultados fueron los buscados: para su enfrentamiento de septiembre pasado

nocaut), dos derrotas y dos empates. De esas dos caídas, Martínez aprendió

más que de muchos éxitos. La primera, en su debut fuera de casa, en 2000 en Las Vegas ante Antonio Margarito, le enseñó que el ámbito mundialista era diferen-te al nacional. “Hubo un cambio en mi vida que es como la noche y el día”, dice sobre aquel combate. “Ahora las cosas las hacemos bien”. La otra derrota fue en diciembre de 2009 ante Paul Williams. Inapelable. Maravilla ratificó entonces su idea de que el boxeo no es cuestión de pegar, de ir para adelante, “si no, ganaría

siempre el más fuerte, y no es así”. Gana el más inteligente. Y Martínez es, ante todo, un tipo inteligente arriba del ring, que prefiere amagar y engañar antes que pegar; bajar la guardia e invitar. Ir para atrás y para adelante. En la revancha ante Williams, nueve meses después, protago-nizó el nocaut del año: un zurdazo que su rival jamás vio venir en ese segundo round. Fue considerado el mejor boxea-dor de 2010. “La fórmula ‘Maravilla’ sería volver a levantarse hasta que las cosas funcionen”, dice el experto en coaching ontológico Guillermo Echevarría, autor de Cómo hacer que las cosas pasen. Y

ante Julio César Chávez Jr., “alguien que no tenía el calibre y peso boxístico de Pavlik” y por el mismo título, promedió 25,5 puntos de rating en la Televisión Pública, más los 14 del cable.

Esa noche, en Capitán Sarmiento, una localidad a 145 kilómetros de Buenos Aires, “los cuatro o cinco bares abiertos en el centro estaban colmados una hora antes de la pelea”, recuerda el periodis-ta Walter Marini, director de la revista Sudestada y boxeador aficionado. “Allí comencé a darme cuenta de que el de-portista había trascendido. Y lo confirmé

cuando terminó la pelea viendo a la gente que ¡aplaudía de pie la victoria de Sergio! Se llamaban por celular con familiares y amigos. Algo que vi solamente durante un Mundial de fútbol”, dice. Marini había estado en la Federación de Box (FAB) el 2 de febrero de 2002, cuando Maravilla quitó las chances mundialistas al “Chino” Francisco Mora, y quedó cautivado por su estilo. Fue la última pelea de Martínez en suelo argentino. Después partió e inició el periplo que lo hizo afincarse en Madrid y en California, y combatir en varias oca-siones en Gran Bretaña, para dar forma a su récord actual de 50 victorias (28 por

“Maravilla” Martínez, recibido por la presidente Cristina Kirchner tras ganarle a Chávez Jr. Y cuando le ganó a Messi el Olimpia de Oro. “Fue un error”, dijo.

POSTALES


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advierte en Martínez una persona que da gran importancia a la palabra. “En lugar de vivir hablando de lo que pasa, lo que hace es enfocarse en ver cómo lograr que las cosas pasen. Soy famoso en EE. UU. pero no me conoce nadie en la Argen-tina. ¿Me quejo? ¿O me pongo a hacer que las cosas pasen? Entonces voy a lo de Tinelli”. De las dos maneras de ha-blar que plantea la ontología del lenguaje, Maravilla deja de lado aquella que descri-be la realidad para aferrarse a la otra, la que genera la realidad y la cambia. “Ni propuestas ni pedidos, sino decretos”,

comentar a su alrededor. También puso énfasis en su aspecto externo. Su imagen de pseudointelectual, su salvajemente prolijo corte de cabello y los trajes Arma-ni son parte del personaje. Martínez es un tipo inteligente, pero de una inteligencia emocional y práctica más que académica e intelectual. “Responde a la impronta del que se hizo de abajo, del self-made man que llegó a la cima pero no se marea. Recuerda sus orígenes, es del barrio y fut-bolero pero también un hollywoodense que se puede codear con presidentes y reyes”, señala el experto en psicoanálisis y deporte Marcelo Halfon. “Tiene hambre de triunfo, de superar las dificultades, y ésos son valores para nuestra sociedad y cultura”, agrega el también psiquiatra y psicoanalista Ricardo Rubinstein, autor de Deportes al diván.

El ídolo deportivo, señala Rubinstein, “debe ser campeón, realizar proezas en su especialidad, ser el mejor y reconocido en su patria chica y también a nivel mun-dial”. A Maravilla le faltaba ser profeta en su tierra. Y para eso planeó su estra-tegia mediática. A partir de su pelea con Chávez, el boxeo vivió un renacimiento en el país. Los clubes más tradicionales de Buenos Aires, como el Almagro Boxing o el Nolting, experimentaron un aumen-to en las inscripciones de aspirantes de púgiles. “Hay un interés, pero pienso que solamente es por Maravilla, ni siquiera creo que sea por el boxeo en sí”, relativiza Marini. “No me parece que vayan a cam-biar las condiciones del boxeo actual, con sus carencias. Sobre todo porque el tiem-po es inexorablemente despiadado, y ha-brá Maravilla por dos o tres temporadas más”. A los 38 años y con una lesión en la rodilla que lo tiene preocupado, Martínez no puede planear mucho más allá que las tres peleas por las que firmó contrato con HBO. La primera de ellas será este 27 de abril, en Vélez, cuando enfrente a Mu-rray para defender su corona. Con 40.000 fervorosos hinchas argentinos de todas las clases sociales colmando el estadio y con el país, presumiblemente, prendido al televisor, Maravilla habrá ganado aun antes de subir al ring.

Martínez también escribe. “Escribe como boxea: con una prosa dinámica, personal, punzante, atrevida y ganadora”, dice Car-los Irusta, director de la revista Ring Side y uno de los periodistas de box más pres-tigiosos del país. Cuando, dos años atrás, en una entrevista radial en su programa en La Red, Maravilla le dijo que le gusta-ba escribir, Irusta lo desafió a hacer una columna mensual para su publicación. “Salvo alguna excepción, cumplió pun-tualmente. Y, si de algo puedo jactarme, es que ahora, si pone más los pies sobre la lona, ‘baila’ menos y pega más”, dice

Irusta, comparando la escritura con el estilo pugilístico de Martínez, que el pe-riodista criticaba en sus comienzos como amateur, a fines de los ‘90.

La prosa de Mar-tínez evoca cierto halo de autoayuda o la retórica de los predicadores cristia-nos estadounidenses. Desfilan por las pági-nas de su libro desde Norman W. Peale, creador de la teoría del pensamiento po-sitivo, hasta el confe-rencista y motivador profesional Zig Zi-glar, autor de títulos

como Puedes alcanzar la cima y Actitud de vuelo, pasando por John Mason y sus libros Conozca sus límites, y luego ignó-relos y Lo imposible es posible. Más que títulos, consignas de vida.

Martínez cumple con el estereotipo de muchos cracks del deporte: el que salió de un entorno humilde y llegó a conver-tirse no sólo en campeón del mundo, sino también en un exitoso hombre de negocios –es dueño de su propia empre-sa promotora, además de haber tenido compañías en otros rubros– que sabe administrar correctamente su dinero y habla bien. “No parece boxeador”, suelen

grafica Echevarría.Martínez es consciente de eso. Cons-

truye su realidad a partir del lenguaje, con el agregado de ciertas estrategias pro-pias del coaching y el marketing perso-nal. Entre ellas las “visualizaciones”, una técnica que consiste en preparar la mente para verse como uno quiere ser en el fu-turo. “Si puedes soñar, si puedes ver más allá de lo que tus ojos físicos ven, si pue-des ver tu sueño hecho realidad –la foto de tu sueño-, si puedes verte allí como el protagonista de tu historia, serás libre para alcanzarlo”. Lo dice en su autobio-grafía, Corazón de rey (Planeta). Porque


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