la funcion de la critica
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PREF CIO
La mejor manera de describir el impulso al que obedece este
libro quiz sea imaginar momento en que un crtico senta-
do ante su mesa para comenzar un estudio sobre algn tema
o autor se ve de repente asaltado
po r
una serie de inquietan-
tes cuestiones
pr ps t
tiene
estudio? A
quin pre-
tende llegar influir impresionar ?
Qu funciones atribuye la
sociedad en su conjunto a tal acto crtico? Un crtico puede
escribir con conviccin siempre y
cuando
la
propia
institu-
cin crtica no se vea como algo problemtico Una vez que
esa institucin se
pone
en cuestin de manera radical cabra
esperar que los actos individuales de crtica se tornen proble-
mticos y se autocuestionen El hecho de que tales actos
sigan producindose hoy en da aparentemente con su tradi-
cional confianzaen smismos intacta es sin lugar a dudas
una
seal de
que
la crisis de la institucin crtica o no ha sido lo
bastante
profunda o se est esquivando activamente
La tesis de este libro es que
hoy
en da la crtica carece de
toda funcin social sustantiva O es parte de la d ivisin
de relaciones pblicas de la industria literaria o es un asunto
privativo del
mundo
acadmico Qu e esto no ha sido siem-
pre as y que ni siquiera
hoy
tenga
po r
qu ser as es 10que
intento demostrar realizando
un
recorrido drsticamente
selectivo
por
la
institucin
de
la crtica en Inglaterra desde
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10 TERRY EAGLETON
principios del siglo XVIII. El concepto conductor de este
breve estudio es
el
de la esfera pblica, elaborada po r pri-
mera vez
po r
jrgen Habermas en su
Structural Transfor-
mation
the Public Sphere
962 . Este
concepto
no ha es-
tado en
modo
a lg un o e xe nt o de p ol m ic a, p ue s se m ue ve
con indecisin entre
l
modelo ideal y la descripcin hist-
rica, adolece de graves problemas de periodizacin histrica
yen la propia obra de Habermas no esfcilmente disociable
de una cierta visin del socialismo
que
es
profundamente
cuestionable. La esfera pblica es
una nocinqu e
resulta
difcil de aislar de connotaciones nostlgicas e idealizadoras;
como
la sociedad orgnica, a veces parece que
haya
esta-
do
desintegrndose desde su nacimiento.
No obstante no
es
mi intencin aqu
entrar
en estas argumentaciones tericas;
me interesa ms destacar algunos aspectos del
concepto
de
forma flexible y oportunista para verter luz sobre
un a
his-
toria panicular. Huelga decir que
este anlisis
histrico no
es
en modo
alguno desinteresado polticamente: esta histo-
ria
la
analizo
como una
forma de suscitar la cuestin de cu-
les
son
las funciones sociales sustantivas
que
la crtica
podra
realizar
un a
vez ms
en nuestra propia
po ca , ms all de su
funcin
crucial de
mantener
desde
dentro
del
mundo
acad-
mico
un a
crtica la
cultura de
la clase dirigente.
Quiero
dejar constancia de
mi
gratitud
a
Perry
Ander-
son
john
Barrell,
Neil
Belton Norman Felres, Toril Moi
Francis Mulhern Graham Pechey
y
Bernard Sharratt por
su valiosa colaboracin en esta obra. Tambin estoy
profun-
damente
agradecido po r la cordialidad y
el compaerismo
de
Terry Collits
y
David Bennett
de
la
Universidad
de
Mel-
bourne en cuyacompaa
ensay
por primera vez
algunas
de estas ideas.
E.
1
La crtica
europea moderna
naci de
la
lucha
contra el
Esta-
do
a b s o l u t i s t ~
Durante. los siglos
XVII
y
XVIII,
la
burguesa
europea c O I ~ l l e n z a a forjarse
dentro de
ese rgimen represi-
vo
espacio
discursivo diferenciado,
un
espacio de
juicio
raciona] y de crtica
ilustrada
a je no a los b ru ta le s u ca se s de
u,na p o l ~ i ~ a autoritaria. Suspendida
entre
el
Estado
y la so-
c e d ~ d CIvil, esta esferapblica burguesa
como
la ha de-
nominado Jrgen Habermas
engloba diversas instituciones
sociales
~ c l ~ b e s peridicos
cafs,
gacetas
en las
qu e
se
agrupan individuos particulares
para
realizar un intercam-
bio
libre e igualitario
de
discursos razonables unificndose
as en un
cuerpo
relativamente coherente cuyas deliberacio-
nes
pueden asumir
la
forma de una poderosa fuerza polti-
ca.
Un a
opinin pblica educada
e
informada
est
inmuni-
zada contra
los
~ i c t d o s de
la autocracia; se
presume que
dentro
del espacIO transparente de la e sf er a pblica ya no
el pode.r s ~ c ~ a l l privilegio o la tradicin los
que con-
fieren a los
individuos
el
derecho
a
hablar
y a juzgar,
sino
su
o
menor
c p ~ c i d d
para constituirse
en sujetos o -
urS VOS que coparticipen
en
un consenso de razn univer-
sal. Las normas de esta razn
aunque
son en s m is ma s ab
1. Vase Habermas..].,
StTllktllrwandel der ffentljehkeit
Neuwied, 1962.
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T RRY
GL TON
LA
FUNCIN
DE LA CRTIC
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s ol ut as , v ue lv en la e sp al da a la i ns ol en ci a de la autoridad
aristocrtica; las normas, como advierte Dryden se fundan
en el buen juicio y en la razn lgica, no en la autoridad.
..Durante la Ilustracin, escribe
Peter
Hohendahl el
concepto
de crtica
no
se puede separar de la institucin de
la esfera pblica. Todo juicio est destinado a un pblico; la
comunicacin
con
el l ec to r es parte sustancial del sistema.
Mediante esta relacin
con
el
pblico
lector. la reflexin cr
tica pierde su carcter privado. La crtica se abre al debate,
intenta convencer, invita a la contradiccin. Pasa a formar
parte del intercambio pblico de opiniones; Visto histrica
mente el concepto moderno de crtica literaria va
ntima
mente ligado alascenso de la esfera pblica liberal y burgue
sa que se produjo a principios del siglo XVIII. La literatura
sirvi al movimiento de emancipacin de la clase media co
mo medio para cobrar autoestima y articular sus demandas
humanasfrente al Estado absolutista ya una sociedad jerar
quizada. El debate literario, que hasta entonces haba servi
do como forma de legitimacin de la sociedad cortesana en
los salones aristocrticos, se convirti en el foro que prepa
r el terreno parael debate poltico entre las clases medias.s-
Este proceso, sigue sealando Hohendahl se produjo por
primera vez en Inglaterra; pero tendramos que recalcar que,
dadas las peculiaridades de los ingleses, la esfera pblica
burguesa se consolid ms al amparo del absolutismo pol
tico que como resistencia a l desde dentro. La esfera pbli
.caburguesa de comienzos del XVIII, de la q ue The Tatler de
Steele,y
The
pectator de Addison, son instituciones centra
les, est de hecho animada por la correccin moral y la bur-
la satrica de una aristocracia licenciosa y regresiva en lo so-
2. William P.Ker Icomp.), Esseys Oxford.I926,
pg.
228.
3. Hohendshl,P.U.
The lnstiteuon ofCriticism
Londres, haca, 1982,
pg.
52.
cial; pero su principal inters es la consolidacin de una cla
sesocial, la codificacin de las normas y la regulacin de las
prcticas que permitan a la burguesa inglesa negociar una
alianza histrica con las clases sociales superiores. Cuando
Macaulay seala que joseph Addison sabausar laburla:sin
abusar de ella, lo que quiere decir en realidad es que Addi
son saba cmo recriminar a la tradicional clase dirigente sin
perder las buenas relaciones
con
ella, evitando el vituperio
disgregador de un Pope o de Swift. Jrgen Habermas apun
ta que la esfera pblica se desarroll antes en Inglaterra que
en ningn
otro
lugar porque la nobleza y la aristocracia in
glesas, tradicionalmente involucradas en cuestiones de gus
to
cultural, tambin tenan intereses econmicos en comn
con la clase mercantil emergente, al contrario que, ponga
mos
por
caso, sus homlogos franceses. La relacin entre las
preocupaciones culturales, polticas y econmicas espor tan
to ms estrecha en Inglaterra que en ninguna otra parte. El
rasgo distintivo de laesfera pblica inglesa es su carcter con
sensual: Tbe
Tatler
y The peetatorson los catalizadores de la
creacin de un nuevo bloque dirigente en lasociedad inglesa,
que cultivaron a la clasemercantil y ennoblecieron a la disolu
ta aristocracia. Las hojas de estas publicaciones de aparicin
diaria o tres veces por semana), con sus cientos de imitado
res menores, dan fe del nacimiento de una nueva formacin
discursiva en la Inglaterra posterior a la Restauracin, una
comunicacin intensiva de valores de clase que fusionaron
las mejores cualidades del puritano y el caballero A Bel
jame) y modelaron un lenguaje para las normas comunes del
gusto y la conducta Q.D. Leavis).Samuel
johnson
detect
esta smosis ideolgica en un estilo tan literario como el de
Addison, familiar, pero no burdo en su opinin. Lo que
haba detrs de este consenso era la moderada tendencia
whig
de Addison
y
Steele, lacalidad desenfadada, cordial y no sec-
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TERRY EAGLET
N
LA FUNCIN DE LA CRITICA
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taria de
una
poltica
que poda
satisfacer los deseos de un.
tory
de procedencia rural como Sir Roger de C ~ v e r l e y y l~ l s m o
tiempo provocar la admiracin del
c o m e r C l ~ n t e
Su
An-
drew Preeport. El propio Addison tena
m v e r s l O n e ~
en la
ciudad
y
una finca rural , reconciliand? as en su
p:opla per-
sona
los intereses prediales y
dineranos;
era, segun uno. de
SllS
comentaristas,
el
defensor ms elocuente en su partido
de la
prosperidad
econmica inglc:say del mercado, pero.el
club Spectator est diseado deliberadamente para
r e ~ e J a r
todas las categoras sociales respetables
T heSpectat?T
n 34).
Addison, proclama Beljame, pos su ~ l f a d a no s o l o s o b ~ e
la cort e s ino sobre el
conjunto
de la sociedad,
y
busco abrir
los ojos de
todos
a la literatura;
mejor
aun, abrirles mente,
formarles el juicio, ensearles a pensa: y p r o p o r c 1 ~ n a ~ l e s
ideas generales sobre
el
~ r t e
y
sobre
: lda.
sSe
entrego a
partir enseanza s o b r ~ ~ t e r t l ~ r esrenca. Lo que
a y u d ~ r a
a unificar el
bloque dirigente ingls
es, en
~ ~ ~ a
l.a c u ~ t u r a y
el
crtico es el principal
portador
de esta
nusron histrica.
Se podra aducir, pues,
que
en I n g l a t e : ~ a la crtica
mo-
derna naci irnicamente del
consenso poltico. No
se trata,
po r supuesto de
que
el siglo XVIll fuese en modo a l ~ u n o
extrao
al antagonismo y al rencor , o que y ~ o s de I ~ ~ -
ginar la esfera pblica
burguesa como una
s o c l e d a ~
orgam
ca de acuerdo universal.
Pero
las crueles aseveraclOne.s de
ensayistas Ypropagandistas se produjeron durante a cnsta-
lizacin gradual de un bloque dirigente cada vez mas seguro
4. Eliose, L A., The Cultural Milieu o[Addison s Literary Criuasm Texas,
Aunm 1963, p.g.48. Para un rdatode las ideas polticasde Arldison de una mode
racin slo comparablea ladel propio Addison, vase Bloom, E. YL
D. foseph
Addison s SociableAnimal Rhode
Island, Providence, 1971.
5. Beljame, A. J., Men o] Letters n lhe English Public in the Eighteenth
Century
Londres,
93
pg. 293.
de s mismo dentro de la sociedad britnica,
qU e
era el
que
defina los lmites de lo que era aceptable decir; Leslie Ste
phen contrapone el
carcter
opositor de hombres de letras
franceses dieciochescos como Voltaire YRousseau con crti
cos como
Samuel
Johnson
que
en gran
medida compartie-
ron y articularon los criterios del pblico para el que escri
ban.
6
sta
es,
ciertamente
la irona de la crtica de la
Ilustracin, que mientras que su defensa de las normas de
la razn universal denota una resistencia al
absolutismo el
gesto cr tico es en s mismo tpicamente conservador Y co-
rrector; revisa y ajusta fenmenos concretos a su implacable
modelo
de
discurso.
La cr tica es
un mecanismo reforma-
dor que castiga la desviacin Y reprime lo transgresor; pero
esta tecnologa jurdica se despliega en nombre de una cier
ta
emancipacin
histrica. La esfera
pblica
clsica
com-
porta una reorganizacin discursiva del poder social; vuelve
a trazar los lmites entre clases sociales, or o divisiones
entre quienes emplean el argumento racional Y quienes
no lo hacen. La esfera del
discurso cultural Y el
dominio
del poder social estn ntimamente
relacionados
pero
no
son homlogos:
la primera
trasciende
las distinciones.del
segundo y las deja sin efecto, desconstruyndolo y reconsti
tuyndolo
con una
nueva
forma
transponiendo provisio-
nalmente sus gradaciones verticales a
un
plano horizon-
tal. En
principio
comenta Hohendahl, los privilegios
sociales no se reconocan siempre
que
unos ciudadanos
pri-
vados se reunan como un cuerpo pblico.
En
las sociedades
Y en los clubes l iterar ios, las categoras quedaban en sus
penso para
que
pudiese producirse el debate entre iguales.
Los juicios artsticos autoritarios Y aristocrticos se sustitu-
6. Srephen, Lcslie,
Eng{jsh Literatxre
n
Socety in the Eigbteeruh Century
Londres, 1963, pg. 33.
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FUNCiN
DE LA
CRTICA
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yeroo por un discurso entre profanos cultos.? Se traza so
bre la tradicional estructura de poder de la sociedad inglesa
una nueva formacin cultural, diluyendo momentneamen
te sus distinciones para dar ms solidez a su hegemona.
En
los cafs de la Inglaterra dieciochesca
y
slo en Londres
haba ms de trescientos), los autores se codeaban, en
un
contexto igualitario,
con
sus mecenas, ya fuesen nobles, ha
cendados, clrigos, comerciantes o profesionales... Es ca
racterstico de las sociedades literarias de la poca que sus
socios fuesen de procedencia muy heterognea, dando ca
bida a polticos, diplomticos, abogados, telogos, cientfi
cos, mdicos, cirujanos, actores, etc.. Los cafs, escribe
Beljame, eran
puntos
de encuentro. La gente se reuna en
ellos, intercambiaba opiniones, formaba grupos, creca en n
mero.
En
resumen, a travs de ellos comenz a desarrollar
se
una opinin
pblica con la que habra que
contar
en lo
sucesivo.s Addison,
segn
su bigrafo victoriano, fue el
principal arquitecto de la opinin pblica del siglo XVIII 1
El discurso deviene fuerza poltica: La diseminacin de la
cultura general en todas direcciones, destaca fascinado Bel
jame, uni a todas las clases de la sociedad. Los lectores ya
no estaban segregados en compartimentos estancos de puri
tano y caballero, corte y ciudad, metrpoli y provincia: to-
dos los ingleses eran
lectores.
Exagera
un
poco, sin lu
gar a dudas: The Spectator venda
alrededor
de tres mil
ejemplares entre una poblacin total de unos cinco millones
y medio de personas, el nmero de quienes compraban li-
7. Hohendahl,
pg.
53.
8. Saunders,J. W.,
Tbe
Projeesion
af
ng isb
Lettert
Londres. 1964, pg. 121.
9. Beljame, pg. 164.
10.
Counhope
W.J., Addisan Londres, 1884, pg. 4.
11
Beijame,pg.J15.
bros habitualmente se
puede
medir en decenas de miles, y
muchsimos ingleses eran analfabetos o semianalfaberos.
No parece que el espacio emulsivo de la esfera pblica fue
se ms all de los clrigos y los cirujanos y llegase a incluir
a los trabajadores agrcolas ni a la servidumbre domstica, a
pesar de la aseveracin a
todas
luces exagerada de Defoe:
Encontrars poqusimos cafs en esta opulenta ciudad
(Londres) donde no haya un mecnico analfabeto comen
tando las ms materiales ocurrencias y juzgando las accio
nes de los ms grandes de Europa y raro ser el
colmado
donde no te encuentres a
un
calderero, a
un
zapatero o a un
mozo de cuerda criticando los discursos de Su Majestad o
los escritos de los hombres ms clebres del
momento-.t
No
obstante Beljame ha captado a su manera el asunto
esencial: lo
que
est en juego, en medio de este incesante
trfico de discurso culto entre sujetos racionales, es la
con
solidacin de un nuevo bloque de
poder
en el nivel del sig
no. La defensa de la buena literatura en el
mundo
segn
John Clarke, est
subordinada
a los fines de la religin y la
virtud, pero tambin a los de la buena poltica y el
gobierno
civil. La promocin del buen gusto en las composiciones
poticas, escribi
Thomas
Cooke es asimismo la
promo
cin de las buenas maneras.
Nada puede
interesar ms a un
Estado
que
el
apoyo
a los buenos escritores.> ?
Lo que se habla o se escribe, dentro de este espacio
ra
cional, tributa el debido respeto a las sutilezas de la clase y
la categora social, pero el acto del discurso en s mismo, la
nonciation
en contraposicin al
nonc
constituye en su
propia forma una igualdad, una
autonoma y
una reciproci
dad que no concuerda con el contenido propio de su clase.
12. Citado enFoley,Timothy P., Tasreand Social
i a s s ~
manuscritoindito.
13.
Citado
en ibdem.
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EAGLETON
LA FUNCIN DE LA CRITICA
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El
propio acto
del habla revela
una comunidad
cuasi tras
cendental
de sujetos,
un modelo
universal de
intercambio
r c i o n ~ l l o
qu e
amenaza
con contradecir
las jerarquas
y
las
exclusiones de las que habla. En un c ie rt o s en ti do la es fe ra
pblica resuelve las contradicciones de la sociedad mercan-
til
al
invertir con
osada sus
trminos:
si lo
qu e resulta em
barazoso para la teora liberal burguesa es
l
proceso me
diante
el
cual un a igualdad abstracta en
l
nivel de los
derechos
naturales se
transmuta
en
un
sistema de
derechos
diferenciales reales, la esfera
pblica burguesa tomar
esos
derechos
diferenciales
como punto
de
partida y
los
conver
tir, en
lmbito
del discurso, en un a igualdad abstracta. El
mercado verdaderamente libre
es el del
discurso cultural
~ s m o dentro po r
supuesto, de ciertas regulaciones
norma
uvas; el
papel
del
crtico
es
administrar
esas
normas
en u n
d?ble r e c h ~ z o
del
absolutismo
y de la anarqua. L o q ue se
dice no
obtiene
su leg itimid ad ni de s mismo como mensa
je ni del ttulo so cial del emisor, sin o de su
conformidad co
mo enunciado
co n
un
cierto
paradigma
de
razn
inscrito en
el
propio
a cto de h ab la . El
ttulo
de
hablante
deriva del ca
rcter formal
del
propio
discurso;
no
es la
autoridad
de ese
discurso
la
qu e deriva
del
ttulo
social del
hablante.
Las
identidades discursivas no estn preconcedidas, sino
qu e
se
construyen
en el
acto
mismo
de
participacin
e n u na c on
v e r ~ c i n
c ulta ; y
esto pod:a
alegarse,
hasta cieno punto
esta en desacuerdo
co n
la tests de
Locke
segn la cual los
su-
jetos co n propiedades
preestablecidas establecen relaciones
contractuales
entre
s. La esfera pblica,
po r
el
contrario
no
r:cnoce
identidad ~ i o n l
a lg un a ms all de sus
pro;ios
lmites,
pues qu e l m p ~ r t como
racionalidad es
precisa
mente
la capacidad de articular
dentro
de
sus
lmites los su
j e t o ~
racionales
so n
quienes
so n
aptos
para
un
i e r t ~ modo
de discurso,
pero
e st o no se
puede juzgar como
no
sea en el
acto de su emisin.
Colaborar en
la esfera
pblica
se consti
tuye
as
en
el criterio
que determina
el
derecho
del
sujeto
a
hacerlo,
aunque po r
supuesto
es
inconcebible qu e
quienes
carecen de
propiedad -quienes
carecen, en el sentido diecio
chesco, de
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T RRY
GL TON
LA
FUNCIN
DE LA
CRTICA
politica.v No en vano seal Goldsmith el significado de
la frase repblica de las letras, pues qu
podra
corres
ponderse mejor con
el
sueo de libertad de la burguesa que
una sociedad de productores intrascendentes cuyo bien
siempre asequible
y
absolutamente inagotable es el
propio
discurso, compartido equitativamente de
un
modo
que
re
confirme la autonoma de cada emisor? Slo en esta esfera
discursiva ideal es posible la comunicacin sin dominacin,
pues
persuadir es no dominar y trasladar
una opinin
es
ms un acto de colaboracin que de competicin. La circu
lacin puede proceder aqu sin asomo de explotacin, pues
no
hay
clases sociales subordinadas
dentro
de la esfera p-
blica de
hecho, en principio, ni siquiera
hay
clases sociales-o
Lo que est en juego en la esfera pblica, de acuerdo con su
propia autoimagen ideolgica, no es el
poder
sino la razn.
La verdad, no la autoridad, es su fundamento, y la raciona
l idad, no la dominacin, su moneda diaria. Es en es ta ra
dical disociacin de la poltica y elconocimiento en lo que
se basa todo su discurso; y es cuando esta disociacin se
torna menos plausible cuando empieza a desmoronarse la
esferapblica.
Las revistas de principios del siglo
XVIII
fueron un com-
ponente esencial de la emergente esfera pblica burguesa.
Eran, como escribe A. S.Collins: ..
Una
influencia educativa
muy poderosa, que repercuta tambin en la organizacin
poltica mediante la formacin de una opinin pblica na
cional amplia.
Jane
jack ve las revistas, con su populari
zacin de clase alta, como la forma literaria dominante de
laprimera mitad del siglo, y Leslie Stephen las describe co-
14. Citadoenibdem.
15. Collins,A. S Authorship in the Day affohnson Londres, 1927, pg. 240.
16. jack, jane, ..Th e Periodical Essayisrs, en The elicenGuide to English
Literature ool 4: From Dryden tofohnson
Harmondswonh
1957, pg. 217.
mo lams afortunada innovacin del momentov.t? The -
tier
y
The Speetator supusieron
un
avance cualitativo res
pecto a lo que haba hasta el momento: Muchas publica
ciones anteriores, refiere Richard P. Bond, se haban
'centrado en exceso en las obras eruditas, usando resmenes
y
extractos ms que crticas originales, y unas cuantas revis
tas haban admitido rasgos literarios, pero ninguna haba in
tentado elevar el gusto
prestando
ms atencin a las artes,
principalmente las literarias, de
una
manera a la vez seria y
genia . The Tatler fue la primera publicacin peridica in-
glesa que hizo esto. Todava no era, por supuesto, crtica
profesional en el sentido moderno. Los mismos comenta
rios literarios de Steele estaban hechos ad hoey eran impre
sionistas, careciendo de toda estructura terica o principio
que los rigiese;
Addison
es algo ms analtico,
pero
su crti
ca, como su pensamiento en general, es esencialmente emp
rico y afectivo al estilo de Hobbes y Locke, interesndole
ms el efecto psicolgico pragmtico de las obras de arte
-deleita esto? y cmo lo hace? que otras cuestiones ms
tcnicas o tericas. La crtica literaria en su conjunto, en es
te momento, todava no es un discurso especializado aut-
nomo, aunque existan otras formas ms tcnicas; es ms
bien un sector de un humanismo tico general, indisociable
de la reflexin moral, cultural y religiosa.
The Tatler
y
The
Spectator son proyectos de una poltica cultural burguesa
cuyo lenguaje amplio e insulsamente homogeneizador es ca
paz de englobar el arte, la tica, la rel igin, la filosofa y la
vida cotidiana; aqu
todo
lo relacionado con la crnica litera
ria est absolutamente condicionado
por
una ideologa 50-
7 Op cit,
pg. 44.
18. Bond, Richard P., The
Taller
Tbe Making
f
a Luerary
joem l Cam-
bridge, Massachuserrs, 1971,pgs. 125-126.
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LA
FUNCIN
DE LA
CRTICA
23
cial y cultural. La crtica todava no es literaria sino cul
tural: el anlisis de los textos literarios es
un momento
re
lativamente marginal de una empresa ms ambiciosa que
explora las actitudes hacia los criados y las normas de corte
sa, la situacin de las mujeres y los afectos familiares, la pu-
reza de la lengua inglesa,
el
carcter del amor conyugal, la
psicologa de los sentimientos y las le yes del v es ti do . Algo
as es lo qu e n os
encontramos
en la influyente publicacin
contempornea de Defoe Review La primera revista emi-
nente de Inglaterra con ensayos sobre temas polticos, eco
nmicos, eclesisticos, sociales y ticos. ? El crtico,
como
estratega cultural ms que como experto literario, debe resis
tirse a la especializacin: La verdad, advierte
Addison
en
The Spectator
n 291, es q ue no hay n ad a ms a bsurdo q ue ,
cuando
un
hombre
quiere establecerse
como
crtico, carezca
de un
buen entendimiento
de tod as las ramas del sab er. ..
l
Lo corts est en guerra
con
lo pedante: aunque Addison era
un entusiasta de la experimentacin cientfica y de la nueva
filosofa,
adopt
tales ocupaciones slo
porque
su
estudio
era adecuado para un caballero. El crtico
como
comentaris
ta social
no
admite la existencia de lmites inviolables
entre
un
lenguaje y
otro
entre
un campo
de la prctica social
y
el
contiguo; su funcin es vagar o deambular entre
todos
ellos,
probando
si
cumplen todas
las n or ma s de ese
humanismo
general del
que
les portador. Las formas flexibles y
hetero-
gneas de la revistay elperidicoreflejan esta relajada capa
cidad; los materiales ficticios y los
no
ficticios coexisten
con
serenidad, los ensayos morales se deslizan fcilmente hacia
la ancdota y la alegora y se solicita activamente la colabo
racin escrita del lector. Ante el riesgo de quedarse sin ma
terial, en
un momento dado Stee1e adviene
a sus lectores de
19. Ibdem,
pg
12 .
e a m en os q ue e sc ri ba n en la r evi st a st a tendr que ce-
qu .
r.) Las fronteras entre los gneros literarios,
como
entre
na
1
f
a utores y lec to re s, o c orre sp on sa le s rea es y teu cros, e stan
por
suerte
poco
definidas; los mismos
The Tatle
y
The
Spectator
son
complejos
r ~ f i n a m i e n t o s
y reconversiones de
formas periodsticas previas, de las que unas veces
t o ~
restado
un
rec urso y
otras
refin an o d esca rtan un estilo,
~ o m b i n a n d o con
habilidad elementos
procedentes
de ~ u y
distintas fuentes. El
extracto
o
el
sumario de libros erudicos
que algunos peridicos del siglo
XVII
hacan p ~ r a los
lectores
muy
ocupados sin lugar a dudas
una
de las
pnmeras
formas
de crtica literaria
que
se dio en Inglaterra) halla entonces
una v ersin ms e la bo ra da en el
ensayo
de crtica literaria
propiamente dicho; 10
torpe
y lo ~ r i v i a l de esas primeras
pu-
blicaciones se expurga
con
sobriedad
pero
sus
a f a n ~ s
por
propagar
el saber se
convierten
en
~ n o s
de.
Addison
y
Steele en
un
retrato ms oblicuamente informativo del
beau
monde
Las estrategias de colaboracin de publicaciones
tan
influyentes
como
el
Athenian Mercury
de John Dunton
que da respuestas cuasi cientficas a las consultas d: los lec
tores se
limitan
a la
inclusin
de
correspondencia
real o
ficticia de stos. Sesigue conservando la cauta receptividad
de la
prensa
popular del sig lo XVII l.as e x i g n c i ~ de l
pblico, saciando su
apetito
de
o ~ o l m l e n t o s
Cle?tlflcOS,
consuelo
moral
y
orientacin SOCial
pero s u ~ l t m con
un len gu aje sofistica do q ue h l g ~
el savozr [aire
sus
lectores e incluso lo fomenta. Escritor y lector, realidad y
ficcin documentacin y didactismo, suavidad y sobriedad:
seelabora
un
solo lenguaje escrupulosamente estandarizado
para articular
todos
estos elementos, desdibujando lmi
tes entre
produccin
y consumo reflexin y reportal.e,
teo-
ra moral y p r ctic a soc ial . Lo q ue resulta es.te
c n ~ o l
de
subgneros literarios, estilos de clase y motivos
ideolgicos
-
7/26/2019 La Funcion de La Critica
11/70
24 TERRY EAGLETON
LA FUNCIN DE LA CRITICA
25
es
un a
nueva manera de
poltica
cultural
qu e
est al
mismo
tiempo ampliamente dispersa, inmediatamente disponibley
socialmente cerrada.
El crtico
como
flaneuT
o
bricoleur, vagando mero-
deando entre
diversos paisajes sociales en los
que
siempre se
encuentra como
en su
propia
casa, sigue siendo elcrtico
roo juez; pero este juicio no debera confundirse
con
los fa
llos reprobatorios de una autoridad olmpica. Es una ob-
servacin
particular que yo
siempre he hecho escribe
Steele en
The Tatler
n 29, que de
todos
los mortales,
un
crticoes
el
ms necio; pues al habituarse a examinar todas las
cosas, tengan o
no
trascendencia,
nunca observa
nada sino
con
el
propsito de emitir un juicio sobre ellas; y po r esto
nunca
es un compaero, siempre es
un
censor .. .
Un
crtico
cabal es
un a
especie de
puritano
en
un
mundo
educado
.. .
El acto
mismo
de la cr tica, en
suma plantea
un
problema
ideolgico acuciante,
pues
cmo
va
uno
a criticar sin caer
precisamente
en ese sectarismo sombro que ha arrasado
el
orden
social ingls
cuya reforma
es
parte
del
proyecto
de Steele?
Cmo puede un movimiento
inevitablemente
negativo
como el de la crtica celebrar un pacto ideolgico
con el objeto de su desaprobacin? La propia
funcin
de
la crtica,
con
sus amenazadoras insinuaciones de conflicto y
disensin,
propone
desestabilizar
el
consenso
de
la
esfera
pblica; y
el propio
crtico,
ubicado
en el
meollo
de los
grandes circuitos de comunicacin de esa esfera, difundien
do
recopilando y divulgando su discurso, es dentro de ella
un elemento
dscolo en potencia. La
reconfortante
respues
ta de Sreele a este dilema es la camaradera;
el
crtico no es
tanto
el fustigador de sus
compaeros como
la
persona
me
recedora de pertenecer a ese club, es su igual codiscursivo, es
ms su
portavoz que
su flagelo.
Como representante
sim
blico
transitorio
de lo
pblico como mero
reflejo del
co
nacimiento que este mbito ya posee sobre s mismo, el cr
tico ha de
amonestar
y
corregir
desde dentro de un
pacto
social
primordial con
sus lectores, sin reivindicar
ningn
ti
po de situacin o posicin que no se derive espontneamen
te de esas ntimas relaciones sociales.
La literatura peridica, sealaWilliam
Hazlitt
es en la
moral y en las costumbres lo
que
lo experimental es en la fi
losofa natural, a diferencia del mtodo dogmatico-.w Los
tonos caractersticos de Tbe Tatlery The Speetator,livianos,
conciliadores, urbanos y muy prximos a lo satrico,
son
los
signos de esta solucin. En principio, escribe
Hohendahl
todo el
mundo
tiene una capacidad bsicade juicio,
aunque
las circunstancias individuales
pueden
hacer que cada perso
na desarrolle esa capacidad en distinta medida.
Esto supone
que
todos
estamos llamados a participar en lacrtica;
que
no
esprivilegio de una cierta clase social o de
un
crculo
profe-
sional. Por
tanto el
crtico, incluso el profesional, es un mero
portavoz
del pblico en general formula ideas
que
se le
po-
dran
ocurrir
a cualquiera. Su tarea especial frente al
pblico
consiste en
ordenar el
debate general.s.
Pope
trat el mismo
problema
de
forma
un
poco
ms sucinta: A los
hombres
hay que ensearlos como si
no
se les enseara / Y las cosas
desconocidas
proponrselas
como cosas olvidadas
Essay
on Criticism .
Lo
que
hace tolerable la asuncin tcita de la
superioridad de la crtica, como lo
que
hace tolerable la acu
mulacin de poder y de propiedades, es
el
hecho de que
to-
dos los
hombres posean
la capacidad de hacerla. Si
bien
tal
capacidad implica
poner
en juego las destrezas ms civiliza
das, tambin esamateur sin remedio: la crtica se
correspon
20. Hazlin William,
Complete Worb,
Howe P.P. (comp.), Londres, 1931,
vol. 6,pg. 91.
01 .
it
pg.
52.
-
7/26/2019 La Funcion de La Critica
12/70
26
TERRY EAGLETON
LA FUNCiN DE LA CRITICA
27
de con una concepcin tradicional inglesa de la gentileza que
enturbia la distincin entre lo innato y lo adquirido, elarte y
la naturaleza, lo especialista y 10espontneo. Este
amateuris-
no es ignorancia ni falta de capacidad, sino la eventual,re
ricia polimorfa de alguien a quien ningn sector de la
v l ~ a
cultural le es ajeno, que pasa de escritor a lector, de moralis
ta a mercantilista, de
tory
a
whig
y viceversa, ofrecindose
como poco ms que
el
espacio desocupado dentro del
c u ~ l
estos elementos pueden reunirse y cruzarse. La c o n f l u e n c ~ a
de escritor
y
lector, crtico
y
ciudadano, mltiples modos Ii
terarios y mbitos dispersos de investigacin, todos ellos co
bijados en un lenguaje a un mismo tiempo corts y transpa
rente es seal de una ausencia de especializacin que hoy en
da quiz slo nos resulte inteligible en partepo r ser a n t e r ~ o r
a esa divisin intelectual del trabajo a la que nuestros proplOS
amateurismos
son inevitablemente refractarios. El crtico, en
cualquier caso, como funcionario, mediador, ~ r e s i d e n t e
y
depositario de lenguajes que recibe pero que no m v e ~ t a k
Spectator como seal T.H.
Oreen,
como
una
eepeoe de li
teraturaque consiste en hablar al pblico sobre smism? ,21
y el crtico como el espejo en que toma forma esta auro.lma
gen fascinada. Regulador y abastecedor,de. un h U ~ ~ l l s m o
general, guardin e instructor del gusto pblico, el
c n u ~ ~
de
be realizar estas tareas desde
dentro
de
una
responsabilidad
ms fundamental
como
reportero e informador, como un
mero mecanismo u ocasin mediante la cual elpblico pue
da entrar en una unidad imaginaria consigo mismo ms pro-
funda. The tl r y The Spectator estn educando conscien
temente a un pblico socialmente heterogneo en las formas
universales de la razn, elgusto y lamoralidad, pero sus jui
cios no han de ser caprichosamente autoritarios, no han de
21.
Citado enWarr,lan, The
i u f
cheNooe Harmondswonh,
1966,
pg.
53.
ser los dictados de
una
casta tecnocrtica. Al contrario, el
mismo consenso pblico que pretenden fomentar ha de mol
dearlos y constreirlos desde
dentro.
El crtico no es en
nuestro sentido un intelectual: en el siglo XVIII, como co
menta Richard Rorty: Haba hombres ingeniosos, hombres
cultos y hombres piadosos, pero no haba
eruditos.
Si,co
mo el espectador silencioso, el crtico permanece un poco
apartado del ajetreo de la metrpoli, ello no es seal de ena
jenacin: es slo
po r
observar
con mayor
agudeza y poder
comunicar con mayor eficacia lo que aprende de ese
mundo
a sus ms ocupados participantes. Un juicio crtico vlido
es fruto no de la disociacin espiritual sino de una enrgica
colusin con la vida cotidiana. Es en ntimo compromiso
emprico con el texto social de los primeros momentos de la
Inglaterra burguesa
como
hace su primer.a aparicin
~ ~ r t -
camoderna;
y
la lnea que va desde este
VIgOroSO
empmsmo
hasta R. Leavis, y en algn punto de la cual la crtica se
convertir a lo
-
7/26/2019 La Funcion de La Critica
13/70
28
TERRY EAGLETON
LA FUNCIN DE LA CRTICA
29
res. Estos hombres, apunta Stephens, se congregaban en los
cafs en
una
especie de confederacin tcita de clubes para
contrastar sus notas
y
formar la opinin pblica del da.
El lenguaje cultural y el poltico se entretejan de conti
nuo: el propio
Addison
era funcionario del aparato del
Es-
tado
adems de periodista, y Steele tambin desempeaba
un cargo pblico. Las relaciones entre la clase literaria
y
la
poltica eran probablementems estrechas que en
ningn
otro
momento de la his toria moderna inglesa, y
Thomas
Macaulay sugiere
una
razn verosmil de que esto fuera as.
A principios del siglo
XVIII,
antes del advenimiento de la li
bertad de informacin parlamentaria, los efectos de la ora
toria parlamentaria se limitaban a su audiencia ms inmedia
ta; difundir las ideas fuera de este foro exiga, pues, esa
intensa accin polemista y propagandstica
tan
presente en
la produccin literaria de la poca. Sera razonable poner
en duda,
comenta
Macaulay, si St John hizo
tanto
por
los tones como Swift y si Cowper hizo
tanto
po r los whigs
como
Addison.>
Si The Tatler y The Spectator no son en
s mismos especialmente polticos, el proyecto cultural
que representan slo puede sostenerse,
po r
su par te, me
diante
un estrecho
contacto con
el
poder
polt ico; y si no
eran
especialmente polticos, es en
parte
porque como he
explicado, lo que el
momento
poltico exiga era precisa
mente cultural.
Addison, escribeMacaulay en
un
clebre comenta-
rio, reconcili el ingenio con la virtud.>
Los
nombres de
Addison y Steele
son
la esencia misma del
compromiso
in-
24. Srephen, pg. 23.
25. Macaulay, Thornas, Lite and Writingsof
Addison
en
Mi IdLmeous Es-
s y ~
vol. 2, Londres, sin fecha, pg. 386.
26. Ibdem, pg. 440.
gls: la hbil ~ e z c l de gracia y gravitas urbanidad y
moralidad,
correccin
y consolidacin no dejasen de sedu
cir a
una
intelectualidad
burguesa
posterior,
ahora
espiri
t u l m e ~ t e escindida del capitalismo industrial que las haba
pr.oducldo. Regresar en espritu a
una
burguesapreindus-
triel
cuyo
fervor moral an no haya quedado ensombreci
do
po r
el filistesmo industrial,
y
que suene aristocrtica
al
mismo tiempo
que rechaza la frivolidad de la aristocra
cia: cabe
sospechar
que si la historia no la hubiese facilita
do, alguien habra inventado tan fantstica solucin.
An
no existe, comentan Legouis y Cazamian ese filistes
mo que luego se acusara a las clases medias inglesas,
yno sm razn.s- En estos primeros gaceteros, la crtica
inglesa consigue atisbar sus propios orgenes gloriosos,
aprehender
el frgil
momento
en
el
que
la burguesa alcan
z la respetabilidad antes de volver a prescindir de ella. La
mayora
de los cr ticos literarios, seal en
una
ocasin
Raymond
Williams,
son
caballeros
por
naturaleza; pero co
mo casi
todos son tambin
producto de la clase media la
imagen de
Addison
y Steele les permite
abandonarse
a su
espritu antiburgus en un
terreno
gratamente familiar e
impecablemente moral. Si
Addison
y Steele
marcan
el
momento de la respetabilidad burguesa, estos autores tam
bin
constituyen el
pumo
en el que adquiere legitimidad el
hasta entonces desacreditado gnero periodstico. Las pu -
blicaciones anteriores, escribe Walter Graham padecan
los males de la agresividad partidista, el sectarismo exacer
bado, el mal gusto y la animadversin personal.. . Gracias a
Addison y Steele,la gaceta literaria se vuelve respetable,
y con el
ensayo periodismo
comienza a perder su estig-
27. Legouis, P. y Cazamian, L.,
HislOry DIEnglish
jurature Londres,
1957, pg. 779.
-
7/26/2019 La Funcion de La Critica
14/70
30
TERRY EAGLETON
LA FUNCiN DE LA CRITICA
31
re
L l sectari
oa a tregua en e sectarismo
exacerbado -tregua que
como
veremos ser breve- es paralela al renacimiento del
periodismo
como
literatura: la literatura se ajusta al canon
cuando consigue transmutar la sordidez poltica
en
estilo
sustituyendo
la animadversin po r reconciliacin.
Po r
esta
razn
los escritores satricos tones del siglo XVIII a menudo
hicieron pasar
un a
cierta vergenza po r su violencia extrc
mista a los posteriores guardianes de 10literario:
acaso no
se echa a perder la prosa de Swift y de The Dunciad po r la
clera patolgica que se manifiesta
en
ellos? Lo literario es
el punto donde se desvanece lo poltico su disolucin y re
constitucin
en
letras refinadas. La ironade
un
juicio
como
ste
sobre
el siglo
XVIII
es evidente: la transicin de
un a
po
lmica sectaria al consenso cultural
qu e
define a las publica
ciones
peridicas
de
tono
ms amable es
precisamente
su
funcin ms esencial polticamente.
A comienzos del siglo XVIII pues el principio burgus
de la comunicacin abstracta libre e igualitaria es elevado
desde la plaza del mercado a la esfera del discurso
para
mis
tificar e idealizar relaciones sociales burguesas autnticas.
Lo s insignificantes propietarios de un
bien conocido
como
opinin se renen para su intercambio regulado imitan
do de
un a
forma ms
pura
y no dominante los intercambios
de la
economa burguesa
y
contribuyendo
al
mismo tiempo
al mecanismo poltico qu e la sostiene. La esfera pblica as
construida
es a
un tiempo
universal y
propia
de
un a
clase:
to do s p u ed en e n principio
participar en ella
p er o s lo por
qu e
los criterios de lo
qu e
en cada clase es
un a
participacin
significativa siempre estn pendientes de definir. La
moneda
qu e circula en este mbito no es ni el ttulo n la propiedad
28. Graham Walter
Engli5h LiteTary Paiodicals
Nueva York 1930 pgs.
83-84.
sino la racionalidad
un a
racionalidad
qu e
slo
pueden
arti
cular
de hech.o quienes
tienen
los intereses sociales
qu e
g c ?era la propiedad. Pero
como
esa racionalidad no es pose
s l ~ n .de un a sola clase perteneciente al
bloque
social hege
momeo
-pucsto qu e es producto de
un a
intensa conversa
cin
entre
esas clases dominantes
un
discurso
qu e
tiene
po r
n o ~ r e s
concretos
los de
The
tler y
Th
e
Spectator
es
posible
verla Como algo universal y po r
tanto
se
puede
Ii
e r ~ r .ladefinici n de caballero de
todo
rgido determinante
geneuco o especlft co d
7
una clase social. El disfrute de po
de r
y propiedades
mscnbe
al sujeto en determinadas formas
de d i s u ~ s o correcto
pero
ese discurso no es en
modo
algu
no esencial para l fomento de los fines materiales Al con
trario
la
comunicacin que
se establece
co n
interlocutores
qu e
tienen las mismas
propiedades
es
en buena medida
f-
rica: un. despliegue las formas y convenciones apropia
das del discurso
cuyo
fin no es ms qu e l deleitoso ejercicio
del gusto y la razn La cultura
en
este sentido es
autno
ma respecto a los intereses materiales;
donde
se entrelaza
con e ~ l o s es visible en la forma misma de la propia comuni
dad discursiva en la libertad la
autonoma
y la igualdad de
los actos de discurso apropiados
para
los sujetos burgueses.
-
7/26/2019 La Funcion de La Critica
15/70
uiz lo ms apropiado para definir la esfera pblica bur-
guesa de la Inglaterra de principios del siglo
XVIII
sea enten-
derla no
como una
sola
formacin homognea
sino como
una
serie de
centros
discursivos entrelazados. Las relacio-
nes de
colaboracin
literaria establecidas
entre
The Tatler
y The Spectator tienen
tambin resonancia
aunque con
un tono ideolgico muy diferente en la
obra
de Samuel
Richardson. Ya he explicado otras veces cmo el continuo
trfico de textos de Richardson entre amigos corresponsa-
les
con
sus correspondientes discusiones defensas revisio-
nes interpretaciones de interpretaciones llega a constituir
en s mismo una comunidad discursiva en toda regla
una
es-
pecie de esfera pblica en forma miniarurizada o domestica-
da
dentro
de la cual en medio de todas las intrascendentes
fricciones e incertidumbres de lacomunicacin hermenuti-
ca consigue cristalizar
cuerpo
de pensamiento moral
una sensibilidad colectiva
muy
cohereote.oPero tambin es
pertinente tener en cuenta a este respecto la publicacin po r
suscripcin de
ope
y
otros
autores
que
convertan a los
lectores en mecenas colectivos
y
transformaban su relacin
con el texto po r lo
comn
pasiva y nuclear en pertenen
29. VaseEagleton Terry
Tbe Rape o[ larsa
Oxford 1982 Introduccin.
-
7/26/2019 La Funcion de La Critica
16/70
4
TERRY EAGLETON
LA
FUNCiN
DE LA CRITICA
35
cia a
una
comunidad de benvolos participantes en elproce-
so
de escritura. Estos autores,
como
Richardson, construan
activamente su propio pblico: la campaa de Pope para
buscar
suscriptores,
segn
sostiene Par Rogers, lo llev a de
finir, a atraer y en definitiva a crear su propios lectores. Su
san Staves
ha puesto
de
manifiesto
cmo
la
nueva
c,lase de
la gente
educada
est
presente
en las listas de
suscnptores
de Pope: aristcratas, caballeros, doctores, abogados, ?an-
queras, editores, actores y damas se entremezclaban en listas
ordenadas en parte alfabticamente y en parte por
e se al a
so
cial; todos los suscriptores se agrupaban por laletra inicial de
sus apellidos y luego, a grandes rasgos,. p,?r ~ a n g o s
dentro
de cada letra.
Aqu
se conservan las dlstlllClOn.es de
c l a ~ e
en contraposicin co n el ideal de la esfera pblica propIa-
mente
dicha
pero
se
conservan dentro
de la
~ o m u m d a d
niveladora de la inicial de l apellido. Pope
sosnene
Staves,
estaba
as participando
en
la
f?rmacin de
esa .nueva clase
mixta
cuyos
nombres aparecen lmpresos.en sus
listas
d: s ~ s -
criptores; a
medida
que t r a n s c ~ r r ~ el SIglo XVIII, la dlst,m
cin social vital no era
entre
ansrocratas y plebeyos smo
entre damas y caballeros, po r
una
parte y el v u l g ~ po r otra.
La
tcnica
de suscripcin de Pope segn
L e s l ~ e
~ t e p h e n
consista en que
l reciba
una e ~ p e c i e de ~ ~ m l s l 0 n
de las
clases altas
para
realizar
su
trabajo;
el
t r a d l C l O n a ~
m e c ~ n a s
individual quedaba aqu reemplazado por un accionariado
de
patronazgo colecrvo.
. ' . ' ,
A medida
que
avanzaba el SIglo
XVIII,
la rpida expanSlOn
de las fuerzas de produccin literaria comenz a sobrepasar y
}O, Rogers, Pat, Pope ana his Subscribers, Publishing Hstory Y 1978),
pgs. 7-}6,
}1 . SUves, Susan, ~ R e f i n e m e n t artculo indito.
32. Srephen,
pg.
51.
trastocar
las relaciones sociales de produccin
dentro
de las
,haban o ~ i g i n a ~ o
proyectos como
los de los
primeros
peridicos. HaCIa la dcadade 1730 el mecenazgo literario ya
estaba
~ e c a y e n d o
dndose un incremento paralelo del poder
de los
h b ~ e r o s ; con
elcrecimiento de lariqueza, la poblacin y
~ d u c a c I n
los
~ v a n c e s
tecnolgicos en la
imprenta
y la edi
c ien, y la
expansin
de una clase media vida de literatura el
exiguo nmero de lectores de los tiempos de Addison locali
zado en su mayor parte en Londres se estaba multiplicando
para sostener a
toda
una casta de escritores profesionales.
As
las cosas, a
~ e d i a d o s
de siglo la
profesin
literaria haba
que-
dado
consolidada y el mecenazgo literario agonizaba; este pe
rodo
presencia una sealadaaceleracin de la produccin lite
raria, una amplia difusin de las ciencias y las letras y, en los
a o s c i n c ~ e n t a
y sesenta, una verdadera explosin de peridi
cos literarios. SamuelJohnson calculaba
que
la revista
Gentle-
man s Magazine,
de
Edmund
Cave, tena una difusin en tor-
no a los 10.000 ejemplares; JanWatt consideraque estas formas
hbridas no tradicionales contribuan a crear el tipo de pblico
que luego devorar la novela. La literatura, seal Daniel
Defoe
en 1725,
.. .
se est convirtiendo en una rama
muy
esti
m ~ b l e del comercio ingls. Los libreros
son
los principales fa
bricanres o patronos. Los escritores, autores, copistas, sub-
escritores
y
todos
los dems
operarios
de la
pluma
y el
papel
son los obreros a los que emplean los citados fabricantes. El
nombre de
Grub
Street debera prevenirnos contra cualquier
lectura demasiado deterioracionista de la produccin literaria
}}. Watt, pg.
53.
}4. Citado enWatt, pg. 55.
_ Deteriorac.ionismo: Denom.inacin propia de mbito cultural anglosajn,
aplicada a las
comentes
de pensarruenro que suponen
que
e mundo est sometido
a una degeneracin progresiva.
N
del
t.)
-
7/26/2019 La Funcion de La Critica
17/70
36
TERRY EAGLETON
LA FUNCN DE LA CRTICA
37
del sigloXVIII, como si laedad dorada de laesferapblica
se seguida de una cada catastrfica en el comercio; los gacetI
llerosdeGruh Streetson loscoetneosdeAddisony
teele
no
sus herederos.Aun as,a medidaque avanza
el
siglosepuede
detectar
una
entrada de capital cada vez
mayor
en la produc
cin literaria;
y
se
podra
considerar que
el
clebre estilo pro
sstico delprincipal crtico de la poca,Samueljohnson, est
indirectamente relacionado
con
ese acontecimiento material.
El
estilo
de
J
ohnson, que WilliamHazlitt describi como
una
especie de r ima en prosa ecada oracin, girando en
torno a su centro de gravedad, se encierra en s misma como
un
pareado,
y
cada prrafo va tomando forma de estrofa 35
se
puede
ver,
por
una parte como
una
especie de marca co
mercial o marca registrada,
un
intento testarudo e idiosincr
sico de conservar la personalidad en
una
poca de
produc-
cin l iteraria cada vez ms
annima y
comercial. Pero
por
otra
parte, ese estilo puede leerse
como un
giro introspectivo
po r
parte del intelectual literario
con
el
que
ste se aparta del
opresivo negocio de la vida material,
que en toda
la sombra
obra
de
]ohnson
aparece ms
como
algo irritante
una
distraccin
quecomo
bullicio vivificador. La excentricidad de
la
literatura
de
Johnson
es la de
un sonoro
discurso
pblico
que, sin embargo, es
profundamente
ntimo; se caracteriza
po r
un
espesamiento del lenguaje en el
que
las palabras, en
opinin de Hazlitt, seconvierten en objetos
po r
derecho
pro-
pio,
con
lo
que
sugieren una cierta desarticulacin social en
contraposicin con
la lcida transparencia de los
primeros
gaceteros.
Johnson
es a
un tiempo
profeta generalizador
ga
cetillero proletarizado;
lo ms llamativoes larelacin dia
lctica
entre
estos aspectos incongruentes de su obra. Las alie
naciones sociales del segundo sepueden encontrar de manera
35.
Hazlitt,
William, op cit pg.I02.
implcita en las enrevesadas meditaciones del primero;
y
no
slo de manera implcita, pues
uno
de los temas recurrentes
de
Johnson
es precisamente el de los riesgos
y
las frustracio
nes
del
autor en
una forma
de produccin literaria regida
por
lo comercial.
Privado
de
seguridad
material, el crtico
mercenario
compensa
tal ignominia
y
se desquita de ella
con
la
autoridad
sentenciosa de su extravagante estilo individua
lista. Moralista, melanclica y metafsica, la
obra
de
Johnson
se dirige al
mundo
social senta, segn
cuenta
Boswell,
un
gran respeto hacia la
opinin
general) en el
mismo momen-
to de zaherirlo; es,
como
seala Leslie Stephen, el moralista
que s observa la vida real, pero se mantiene alejado de ella
conoce muchas horas de melancola-. El sabio an
no
ha
llegado a
renunciar po r completo
a la realidad social,
pero
hay
en
johnson
inquietantes
sntomas
en
toda
su sociabili
dad
personal, de una creciente disociacin entre el intelectual
literario
y
el
modo
material de
produccin
al
que
se dedica.
En
este sentido
no
es
tan
aceptable socialmente para los cr
ticos
posteriores como son
Addison
y
Steele,
precisamente
porque con
su
ruda
for taleza y su
obstinado
realismo
machaca
en
buena
medida
ese
sombro didactismo
del
que
los crticos amantes de lo caballeresco necesitan distanciarse
a
toda
costa.
Los
ingleses
adoran
la
buena reputacin pero
todava
les
gusta
ms
un
seor,
Johnson
es ms
tosco
y
Addison ms refinado,
comenta
el exquisito G. S. Marr;
y
hasta el propio Boswellseal que si
Addison
tena ms de
camarada, su amigo tena ms de maestro. En este giro ha-
cia el
dogmatismo moral puede
detectarse
una
relajacin
y
una perturbacin
de esa cordialidad fcil establecida entre el
36. Stephen, pg. 93,
37. Marr ,G. S.,
Tbe Periadical Esseysts the Eighteenth Centery
Londres,
1923, pg. 131.
-
7/26/2019 La Funcion de La Critica
18/70
38
TERRY EAGLETON
LA FUNCN DE LA CRfTICA
39
gacetero principiante y sus lectores, igu l que
el
genial ama-
teurismo de
un Addison
va agrindose
en
la queja del
pro-
fesional explotado. Leslie Stephen
teniendo en
mente.de
manera muy especial ritical
Reoieeo,
de Smollert,
s n ~
sobre el surgimiento en la Inglaterra dieciochesca del crfti
co
profesional,
sobre
el
nacimiento
de
un
nuevo
tribunal
o
inquisicin literaria en la que el discurso interpersonal de
los intelectuales de caf va cediendo paso de forma gradual
al crtico profesional cuya nada envidiable tarea consiste en
dar cuenta de todos los libros que se publican. Johnson,
descrito
por
un
bigrafo
moderno como
un
gacetero ex
cepcionalmente
bueno-e ?
slo escriba po r dinero y pensa
ba
que
tonto sera quien no lo hiciese.as. The Rarnbler con
un tono considerablemente ms ttrico
que
las revistas an
teriores y
con
la prdida de
un
cierto efecto de sociabilidad
espontnea, no estaba pensado para tene.r
un
gran nmero
de lectores y quiz vendiese
unos
400 ejemplares de cada
nmero, aproximadamente la misma difusin que el C' te-
rion de T. S. Eliot. Por otra parte Tbe Rambler dedica
ba ms espacio a la crtica que cualquier publicacin ante
rior, y uno de los logros ms destacados de]ohnson,. con un
xito editorial como
Lives
the
Poets, fue populanzar pa
ra
un
pblico
lector
no especializado crtica l i t e r r ~
hasta entonces asociada
con
la
pedantera
y
la descalifi
cacin personal. Lo que hizo posible esta aceptacin gene
ralizada fue en parte el clebre sentido comn de johnson:
para l, igual
que
para Addison
y
Sreele, el acto de crtica
literaria no habita en una esfera esttica autnoma.
SIllO
que
pe.rtenece de manera orgnica a la ideologa g e n e r l ~ es
disociable de los estilos comunes del juicio y la expenencra,
38. Stephen, pg. 88.
39. Wood Kruteh,]oseph,
SamuelJohnmn
Loodres, 1948, pg. 88.
est estrechamente ligado al
Lebenswelt que
precede
y
en
globa todas las distinciones disciplinarias especializadas.
An
no hemos llegado a un
puma
en el que podamos hablar
de la crtica literaria como una tecnologa aislable, aunque
con
johnson vamos evolucionando hacia ese distanciamien
to
entre el intelectual l iterar io y la formacin social de
l
que acabar po r surgir una crtica plenamente especializada.
En el difcil viaje desde la poltica cultural de Addison has
ta las palabras sobre la pgina, el momento
filosfico
de
Samuel Johnson un amente que todava hace una reclama
cin amateur de evaluar toda la experiencia social. pero
aislada y abstracta frente al afn emprico de un Addison-
es un hito significativo.
Entre
los factores responsables de la gradual desinte
gracin de la esfera pblica clsica, hay dos
que
son
de
par-
t icular relevancia en la historia de la crtica inglesa. El pri-
mero
es de
tipo
econmico: a medida
que progresa
la
sociedad capitalista y las fuerzas del mercado van condi-
cionando cada vez ms el des tino de los productos litera
rios, deja de ser posible asumir que el gusto o el refina
miento son f ruto del dilogo civil izado y del debate
razonable. En este momento se estn estableciendo de for
.ma clara resoluciones culturales desde algn punto ajeno a
los lmites de la
propia
esfera pblica
dentro
de las leyes de
produccin de bienes de la sociedad civil. El espacio acota
do de la esfera pblica es invadido con agresividad
por
inte
reses comerciales
y
econmicos manifiestamente priva
dos, lo que quiebra la seguridad del consenso. El paso del
mecenazgo literario a las leyes del mercado marca un cam
bio de unas condiciones en las que un
autor podra
ver su
obra
como el
producto
de la
mutua
colaboracin con sus
semejantes espirituales, a una situacin en la
que
el pbli
co surge
amenazador
como
una fuerza
annima e impla-
-
7/26/2019 La Funcion de La Critica
19/70
40
TERRY EAGLETON
LA
FUNCIN
DE LA
CRITICA
41
cable,
como
objeto del arte del
autor
ms
que como
cosuje-
too La segunda razn del declive de la esfera pblica es de
carcter poltico.
Como
todas las formaciones ideolgicas,
la esfera pblica burguesa sedesarrolla sobre una ceguedad
necesaria de sus propios permetros. Su espacio es infinito
en potencia, capaz de
incorporar
la totalidad de lo refina-
do; no hay ningn inters significativo fuera de su alcance,
pues
todo
inters realmente significativo reside en sus
posesiones monopolsticas. La nacin l conjunto de la
sociedad-
es efectivamente idntica a la clase dirigente; s-
lo quienes
ostentan
un
ttulo para hablar
racionalmente,
por tanto slo los hacendados, son miembros de la sociedad
propiamente
dichos. Se crea,
como
ha sealado John Ba-
rrell, que el caballero era el nico miembro de la sociedad
que
hablaba
en
una
lengua universalmente inteligible; su
uso era
comn ,
en el sentido de que
no
era ni un dialecto
local ni estaba infectado
po r
los trminos de ningn arte
concreto.a El lenguaje de la gente corriente, po r el contra-
rio, no se puede dec ir en propiedad
que
pertenezca a la
lengua comn: Del
sector
obrero
y
mercantil del
pue
blo, escribe Johnson en el
Prefacio
de su diccionario, la
diccin es en gran medida fortuita y mudable... esta jerga
huidiza, que est
siempre
en estado de ascenso o de men
gua,
no
puede
considerarse parte de los materiales
perdura
bles de
una
lengua, y po r tanto
hay que
dejar
que
perezca
con otras cosas que no merecen preservarse. Igual que la
gente corriente no es por tanto, coma seala Barrell, parte
de la autntica comunidad lingstica, tampoco son parte
autntica de la comunidad poltica. Los intereses de las cla-
ses adineradas
son
en un sentido real lo nico que existe po-
40. Barrell,John.
Engli5h Literature
icory
1730 80:
n
Equa/ Wide Sur-
vev
Londres, 1983,
pg.
34.
lticamente; los lmites de la esfera pblica no son lmites,
pues al otro lado de ellos, como al otro lado de la curvatura
del espacio csmico, no hay nada.
Lo que un reino de esta naturaleza ser, pues, incapazde
soportar esla
irrupcin
en lde intereses sociales y polticos
que estn en conflicto palpable
con
sus propias normas
ra
cionales universales. En cierto sentido, estos intereses no
pueden ser reconocidos
como
tales, pues caen fuera del pro
pio discurso definitivo de la esferapblica;
pero
tampoco se
los puede descartar sin ms ni ms, pues constituyen una
amenaza material real para la existencia de esa esfera. Ha
bermas data este momento en Inglaterra desde la ascensin
del cartismo,
como
lo identifica en Francia
con
la revolucin
de febrero de 1848;
pero
en elcaso de Inglaterra
al
menos, es-
ta datacin es sin
duda
algo tarda. Lo que est surgiendo en
la Inglaterra de finales del siglo
XVIII
y principios del
XIX,
en toda esa poca de intensa lucha de clases que se dibuja en
la obra de E. P.
Thompson
The Making
of
the English Wor-
king Class ya es nada menos
que una
contraesfera
pbli
ca. En las sociedades correspondientes, en laprensa radical,
en el owenismo, enPoliticalRegister de Cobbett y en Rights
ofMan de Paine, en elfeminismo y en las iglesias disidentes,
toda una red opositora de diarios, clubes, panfletos, debates
e instituciones invade
el
consenso dominante,
amenazando
con
fragmentarlo desde dentro.
Un
comentarista de 1793 se-
alaba
con
pesimismo que las clases ms humildes saben
leer; y se les est
imponiendo
a las clases ms humildes li-
bros adaptados a su capacidad sobre poltica y
sobre
otros
muchos asuntos. Los peridicos, aada, comunican los
debates de los partidos opositores en el senado; ya se dis-
cuten las medidas pblicas aunque sea en concilibulos
en el chamizo, en el
obrador
y en los antros ms modestos
del jolgorio plebeyo. Esta
difusin
produce
grandes
cam-
-
7/26/2019 La Funcion de La Critica
20/70
42
TERRY EAGLETON
LA
FUNCiN
DE LA CRITICA
43
bios en la mente pblica, y estos cambios deben producir
una innovacin pblica.
Es interesante en este aspecto
contrastar l
tono de los
peridicos de principios del siglo
XVIII
con los de principios
del
XIX.
Lo que distingue a laprensa peridica burguesa del
segundo perodo -
y
de hecho casi lainmortaliza- es
que
un comentarista
ha
resumido como
su sesgo
partisano el
vituperio, eldogmatismo, el tono jurdico, el aire de omnis
ciencia o irrevocabilidad con que realiza su funcin crti
ca.
Es la procacidad y la virulencia sectaria del Edinburgh
Review y del Quarterly Review lo que ha quedado grabado
en la
memoria
histrica, en radical contraste con
l
ecume
nismo de un Addison o un Steele. En estas publicaciones tan
sumamente influyentes,
l
espacio de la esfera pblica ya no
es
un
mbito
de apacible consenso sino de fiero enfrenta
miento. Bajo las presiones de
una
lucha de clases cada vez
mayor en el conjunto de la sociedad, la esfera pblica bur-
guesa se resquebraja y se deforma, se va destruyendo con
una saa que amenaza con privarla de credibilidad ideolgi
ca.
No
se trata, por supuesto, de que la lucha de clases de la
sociedad en general tenga reflejo directo en los destructivos
antagonismos de los diversos organismos literarios; estos
improcedentes altercados
son
ms
una
refraccin de otros
conflictos ms amplios
dentro
de
la
cultura
de la clase di
rigente, dividida como est sobre qu
grado
de represin
poltica de laclase obrera estolerable sin riesgo de insurrec
cin. Prancis Jeffrey, editor del
Edinburgh Review
publica
cin de orientacin
whig
no senta l ms leve deseo de
poner fin a la supremaca de los hacendadosn de instituir la
democracia. Simplemente tema lo que poda ocurrirsi la es-
41. Knox,
Vicesimus,
citado en Foley,
p it
42. Marr, pg. 226.
tructura gubernamental no ceda a la presin
popular
para
conservar
una
sociedad que en caso contrario (crea l) ame
nazaba con la subversin totah.
4J
De un partidismo exacer
bado, la publicacin
Edinburgh Review pronto
hizo que
surgiese
otra
de orientacin
tory
llamada
Quarterly Re-
view;
po r
su parte, la
London Magazine
se
propuso
romper
con la desmesura poltica de sus competidoras, censur las
polmicas infantiles de Blackwood s Magazine y se vio in
mersa en
una
controversia que acab con la muerte en due
lo de su editor, John Scott.
John
y Leigh Hunt editores del
radical Examiner fueron detenidos po r
un
delito de calum
nia contra el prncipe regenter- Fraser s Magazine era
una
basura insultante atestada de aleluyas y crueles parodias. Sir
Roger de Coverley y Sir Andrew
Freeport
ya no eran
com-
paeros de copas en el mismo club, sino encarnizados riva
les. Lo que distingue a estas polmicas de las trifulcas de
whigs
y
tones
en pocas precedentes es su funcin de clase:
son en su raz reacciones ante una amenaza a la
propia
esfe
ra pblica procedente de intereses sociales organizados aje
nos a ella.
Sila crtica haba conseguido liberarse hasta cierto pun-
to del
yugo
econmico de aos anteriores, cuando a
menu-
do no era ms que un adornomedio oculto en las estanteras
de los libreros, lo cierto es
que
lo que
hizo
fue cambiar esa
querencia po r otra de carcter poltico. La crtica
ahora
es
explcita y descaradamente poltica: los peridicos tienden a
seleccionar slo aquellas obras sobre las que podan escribir
extensos artculos ideolgicos sin demasiado rigor, y sus jui-
43. Clive, John,
Sroteh Reoemers: Tbe Edinburgh Review 1802-1815
Lon
dres, 1957, pg. 122.
44. Vase Blunden,
Edmund
Leigh Hunt . Exeminer Examined Londres,
1928.
-
7/26/2019 La Funcion de La Critica
21/70
44
TERRY
EAGLETN
LA
FUNCiN
DE LA
carnee
45
cios literarios, respaldados
por
la autoridad del anonimato,
estaban estrictamente subordinados a su poltica. La crtica
an
no
era en
un
sentido pleno
obra
de expertos literarios:
casi todos los abogados, economistas
y
expertos en poltica
del Edinburgh Review t rataban de vez en cuando temas li
terarios.
El
Quarterly Review
se ensa
con
Keats,
Haz
litt, Lamb, Shelley, Charlotee Bront; Blackwood s Magazi-
ne puso en marcha una cruel campaa contra la escuela
Cockney agrupada en torno a la London Magazine; [ef
{rey, el editor del Edinburgh Review autoproclamado cus
todio del gusto pblico, conden a los poetas del distrito de
los Lagos
-Wordsworth
Coleridge y Soutbey- por
regresi
vos y ridculos al considerarlos
una amenaza para
la escala
social tradicional
y para
la rectitud de la
moral
burguesa.
Desalentado
por
estas luchas, Leigh HuO volvi la mirada
hacia los aos ms sosegados de principios de siglo, procla
mando su deseo de criticar a los dems con el
mayor
esp
ritu acrtico a la antigua usanza de que seamos capaces. La
verdad es, se lamentaba Hum que la crtica misma, en su
mayor parte, es un fastidio y una impertinencia: y nadie de
natural bondadoso y con buen juicio sera crtico si no fue
ra
porque los hay
peores>
El ensayista peridico, en
opi
nin de
Hunt
es un escritor que exige
una
peculiar intimi
dad
con
el
pblico;
pero
la poca de lafilosofa peridica
va languideciendo, desplazada
po r
lapublicidad en prensa y
po r
el espritu mercantilista. Antes los polticos.. . escri
ban en prensa para asentar sus
opiniones y
cobrar reputa
cin; los de ahora no quieren ms que dinero... 7 Una edi-
45. Vase Ces R.
G.
The Reviews and
g z i n e s ~
en PelicanCuide lo En-
glishLiterature vol 6: FromDickm toHardy Hamond.sworth, 1958,pgs. 188-204.
46. Leigh Hum Literary Crlticism Houtchens H. YC. W (comps.),
Nueva
York, 1976,pg. 387.
47.
Ibdem
pg. 88.
cin de The Spectator de 1831 se manifestaba a favor de la
esfera pblica clsica en los siguientes trminos: El perio
dismo no es sino la expresin de la opinin pblica.
Un
pe
ridico que intente imponer su criterio pronto fracasar.
Tal altruismo haba sido reemplazado tiempo antes
po r
la
desmembracin
de la
opinin
pblica, la mercantilizacin
de la produccin literaria y el imperativo poltico de proce
sar la conciencia pblica en una poca de violento conflicto
entre las clases sociales. Hasta Leigh
Hunr comprometido
como
se crea
con
la bsqueda desinteresada de la verdad fi
losfica, reconoci inquieto la necesidad de escribir
con
al
go menos de candor: El
desarrollo
de la
opinin
pblica
exige estmulos, y tal estmulo de lo que en este momen
to es
po r
implicacin
un
pblico lector parcialmente igno
rante exiga
una
cierta delicadeza diplomtica. El crtico es
idealmente espejo pero en realidad eslmpara: su funcin se
est convirtiendo en algo a la larga tan insostenible como la
de expresar una opinin pblica que l de forma
encu
bierta o descarada manipula.
La cr tica , pues, ya es ms un lugar de enfrentamiento
poltico que
terreno
de consenso cultural; y es en este
con
texto
donde quiz
podamos evaluar mejor el nacimiento del
sabio del siglo XIX. Lo que el sabio representa, podra de
cirse, es un
intento
de rescatar la crtica
y
la literatura de las
srdidas luchas polticas internas que alarmaban a Leigh
Hunt
constituyndolas en formas trascendentales de cono
cimiento. El desarrollo en
Europa
de la esttica idealista,
importada a Inglaterra po r Coleridge y Carlyle, es c.onco
mitante con esta estrategia. Desde las obras posteriores de
Coleridge, hasta las de Carlyle, Kingsley, Ruskin, Arnold y
48. Ibdem. pg. 88.
49. Ibdem. pg. 381.
-
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46
TERRY
EAGLETON
LA FUNCIN DE LA
CRITICA
47
otros la literatura se saca de la arena de la
Realpolitik
y se
eleva a una esfera donde en p al ab ra s de un comentarista
victoriano todos podran reunirse y expandirse
en
co
mnv. La literatura
cumplir
sus funciones con la mayor
eficacia slo si se libera de todo cometido de carcter polti
co
y
se
convierte
en
depositaria
de
una sabidura humana
comn ajena a lo ms s r di do de la hi st ori a. Si sta lleva
al sabio a un aislamiento trascendental, si su visin de la
degradacin cultural lo aboca a la produccin de tono pro
ftico
pero
esas mismas circunstancias lo privan de una au
diencia
apropiada para
sus cavilaciones,
siempre podr
aprovecharse ideolgicamente de este aislamiento haciendo
vir tud moral de la necesidad histrica. Si ya no puede
refrendar sus juicios crticos
con
normas pblicas vlidas,
siempre
puede
interpretar
el
misterio inherente
a tales jui
cios como inspiracin divina. Carlyle, sabio entre los sa
bios, escriba en Praser sMagazine, pero la consideraba un
catico
montn
de e st i rc ol en
descomposicin
y so
aba
con
el d a en q ue
po r
fin fuese libre
para
escribir con
independencia.
No
degenerar, escribi a su futura es
posa, en esa miseria que se llama a s misma
autor
en nues
tras c iu da de s y q ue g ar ab at ea en los
peridicos
de
hoy
en
da
con
inmundo afn de lucro. Thackeray; ensalzando a
Carlyle
por
su supuesta negativa a
subordinar
el juicio cr
tico al prejuicio poltico, escriba: Ruego a Dios que pron
to empecemos a amar el arte po r el arte. Es Carlyle quien ha
trabajado ms que ningn otro para dar al arte su indepen-
50. Robinson, H. G., -O n the use of English
l ssic l
Literature in rhe Work
of Education, Marmillan 5 MagaZIne, 11 1860).
51. Citado en Gross, john
The
eand
Fall
of
[heMan
o[
[erur ,
Londres,
1969,pg.16.
52. Citado en Dudek, Louis,
Literature
and
tbe Pren: A
tory
o[
Printing,
Primed edU and tbeirRelation
ro
Literature,
Toronro, 1960,pg. 212.
dencia. El sabio no es ya el igual codiscursivo de sus lec
tores, que atempera sus percepciones con un rpido sentido
de su comn opinin; la posicin del crtico en relacin con
su audiencia es ahora trascendental, dogmticos e inapelables
sus pronunciamientos y escalofriante su negativa postura ha
cia la vida social.
Rota
sobre las rocas de la lucha de clases, la
crtica se bifurca en Jeffrey y Carlyle, el lacayo poltico y el
profeta especioso. La nica alternativa viable al inters de
senfrenado es,
p r e c ~ un
desinters espurio.
Pero el desinters en el perodo romntico no es m er a
mente espurio. En manos de un Hazlitt el natural desinte
rs de la mente humana se convierte en base de una polti
ca radical, una c r ti ca de la p si co lo g a e go c nt ri ca y la
prctica social. La imaginacin compasiva de los romn
ticos es desinters
como
fuerza revolucionaria, la
produc
cin de un sujeto humano enrgico pero descentrado que no
se puede formalizar
dentro de los protocolos de la comuni
cacin racional. En la poca romntica, la
profundidad
y
alcance de crtica que podran ser equitativos
para
una
so
ciedad destruida
po r
las turbulencias polticas cae fuera de
las facultades de la crtica en su sentido tradicional. La fun
cin de la crtica pasa como consecuencia a la propia poesa:
la poesa, en frase posterior de Arnold como crtica de la
vida, el arte como la ms a bs ol ut a y ms profundamente
arraigada respuesta a la realidad social dada. Ninguna crti
ca que no establezca tan implacable distancia entre s misma
} el orden social, que no se manifieste desde un lugar po r
completo distinto,
podr
evitar su incorporacin al mismo;
pero
esa distancia tan fructfera es tambin la tragedia del
Romanticismo p ue s la i ma gi na ci n t ra sc ie nd e g oz os a lo
real slo
para
c on su mi rs e a s mi sma y al mundo en su pro-
53. Citado en Gross, pg.28.
-
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23/70
48
T RRY
GL TON
LA
FUNCIN
DE LA
CRITICA
49
pio aislamiento vergonzoso. La crtica en el sentido conven
cional ya no puede limitarse a emitir juicios verificables
acuerdo con normas pblicas compartidas, pues
acto rms
roo del juicio se ve ahora manchado por una racionalidad
profundamente sospechosa, y las asunciones normativas
son
precisamente lo que la fuerza negadora del arte preten
de subvertir. La crtica, po r tanto debe convertirse en ene
miga del arte, como Jeffrey lo es de Wordsworth, acaparar
para s
parte
de la energa crea tiva de la
propia
poesa. o
transformarse en una meditacin cuasi filosfica sobre la
naturaleza y las consecuencias del acto creativo. El r ~ i o
romntico es, en efecto, el poeta que justifica ontolgica
mente su propia prctica, que elabora sus implicaciones ms
profundas,
que
reflexiona sobre los
f u n d a m e ? ~ o s
las
~ o n -
secuencias de su arte.
Una
vez que la producclOn literaria en
s se torna problemtica, la crtica ya no puede ser el me.ro
acto de juicio de un fenmeno asegurado; po r el contrano
es
un
principio activo en la defensa, desarrollo y profundi-
zacin de esta incmoda prctica de la imaginacin, auto
conocimiento explcito del arte mismo. Tal autorreflexin
cuasi filosfica ser siempre irnica. pues si la verdad es en
efecto poesa, cmo puede un discurso no potico aspirar a
captar larealidad de laque habla, atrapado como est en una
racionalidad
la
del
propio
discurso social--
que
va en busca
de la verdad pero que nunca
podr
ser la verdad? El crtico,
pues,
ya
no es en primer lugar juez, a d m i n i ~ t r a d ? r de nor-
mas colectivas o depositario de preclara racionalidad; tam
poco
es en primer lugar estratega cultural ni catalizador po-
ltico, pues tales funciones tambin se estn trasladando al
terreno del