la historia de los merodeadores

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Prólogo. Amanece temprano aquel día. La primera luz del alba ilumina los rostros de dos hombres de mediana edad, apostados sobre la acera, entre los destartalados y abandonados edificios que conforman los números 11 y 13 de la calle Grimmauld Place. Uno de ellos es alto y delgado; el cabello ralo y fino, en otro tiempo muy claro, casi rubio, se ha oscurecido con el paso de los años y comienza a canear en la parte trasera, cerca de la nuca. Los dos ojos de color azul apagado parecen haber envejecido más rápido que él, y observan todo y absolutamente nada a la vez; la mirada perdida en el enorme muro de ladrillo viejo que se alza ante ambos custodia la prominente nariz, y la antigua cicatriz que desgarra la piel por encima de ésta y se extiende hasta el labio superior brilla por la cercanía del plenilunio. A su lado, unos ojos grises vagan en la misma dirección. Su compañero tiene el pelo oscuro y ondulado, del mismo color que el abundante vello facial que emerge y agudiza el ángulo de su mandíbula. Los abundantes mechones caen desordenadamente sobre sus anchos hombros, que dejan entrever una excepcional robustez escuálida. Nadie puede verles; se han asegurado de ello. No hay ni una sola persona en alrededor de un kilómetro a la redonda, y por eso Remus Lupin y Sirius Black se encuentran allí, inmóviles, en extraña comunión con el ambiente, como si aguardasen una señal que ambos saben de antemano que no se producirá. - — Apresúrate. No deberíamos permanecer aquí mucho más tiempo, Sirius. No es seguro… - murmura Remus, y desliza la mirada hacia el pálido rostro de su viejo amigo, no sin cierto temor. - — No tengo varita, ¿tengo que recordártelo? - masculla Sirius, y se remueve en el sitio, inquieto.

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Historia de los merodeadores (Basada en la historia de Harry Potter)

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Prlogo.Amanece temprano aquel da. La primera luz del alba ilumina los rostros de dos hombres de mediana edad, apostados sobre la acera, entre los destartalados y abandonados edificios que conforman los nmeros 11 y 13 de la calle Grimmauld Place. Uno de ellos es alto y delgado; el cabello ralo y fino, en otro tiempo muy claro, casi rubio, se ha oscurecido con el paso de los aos y comienza a canear en la parte trasera, cerca de la nuca. Los dos ojos de color azul apagado parecen haber envejecido ms rpido que l, y observan todo y absolutamente nada a la vez; la mirada perdida en el enorme muro de ladrillo viejo que se alza ante ambos custodia la prominente nariz, y la antigua cicatriz que desgarra la piel por encima de sta y se extiende hasta el labio superior brilla por la cercana del plenilunio. A su lado, unos ojos grises vagan en la misma direccin. Su compaero tiene el pelo oscuro y ondulado, del mismo color que el abundante vello facial que emerge y agudiza el ngulo de su mandbula. Los abundantes mechones caen desordenadamente sobre sus anchos hombros, que dejan entrever una excepcional robustez esculida. Nadie puede verles; se han asegurado de ello. No hay ni una sola persona en alrededor de un kilmetro a la redonda, y por eso Remus Lupin y Sirius Black se encuentran all, inmviles, en extraa comunin con el ambiente, como si aguardasen una seal que ambos saben de antemano que no se producir.- Apresrate. No deberamos permanecer aqu mucho ms tiempo, Sirius. No es seguro - murmura Remus, y desliza la mirada hacia el plido rostro de su viejo amigo, no sin cierto temor.- No tengo varita, tengo que recordrtelo? - masculla Sirius, y se remueve en el sitio, inquieto.Remus no contesta y lleva su mano a uno de los bolsillos del grueso y desgastado abrigo de color marrn que viste. Sin mediar palabra, extrae de l su varita de bano y la extiende hacia Sirius, que la coge con vida lentitud, ansioso y reticente al mismo tiempo a lo que tiene que hacer a continuacin. Respira hondo. Un golpe seco con el extremo de la varita de Remus basta para que la aparentemente corriente pared reaccione: primero comienza a estrecharse hacia los lados, y despus y antes de que puedan darse cuenta, un enorme portn se alza ante ellos. Sobre l, un pequeo letrero muestra el nmero doce en caligrafa sencilla y color plateado. Sin pensarlo un segundo ms, los dos, Remus y Sirius, se adentran en la gigantesca mansin: el nmero doce de Grimmauld Place, hogar de la noble y ancestral casa de los Black. Les recibe una neblina transparente de polvo y ausencia. El suelo cruje bajo sus pies. Hace ms de una dcada que nadie vive all, y el paso del tiempo ha arrastrado con l la lustrosa ostentosidad que en otro tiempo decor aquella estancia. Sirius susurra Lumos e ilumina el desgastado papel de color grisceo en las paredes, las descoloridas alfombras y las radas cortinas. Sus recuerdos de aquel lugar durante su infancia y la visin actual se superponen y se siente envejecer cientos de aos de golpe. El polvo invade cada milmetro de aquel lugar, y las telas de araa cubren el techo, las esquinas y la gigantesca lmpara de cristal que decora el vestbulo. Remus va a decir algo, pero Sirius le insta a permanecer callado con un gesto. Despus hace amago de recuperar su varita y extiende el brazo para alcanzarla; no obstante, en el ltimo momento, vacila y cambia de opinin, como si comprendiese que aquel es un viaje que su amigo de la infancia tiene que emprender a solas. Casi a tientas y en silencio avanzan por el largo pasillo, ascienden cientos de escaleras hasta el ltimo piso que, para su sorpresa y a diferencia de todos los dems, parece casi intacto. Se detienen ante una puerta de madera y Sirius esboza una media sonrisa mientras coloca los dedos alrededor del pomo de sta, que tiene la forma de la cabeza de una serpiente, y camina dentro de la pequea sala. Remus le sigue y cierra la puerta tras l; al otro lado, un pequeo letrero dorado reza: "Sirius".- Mi habitacin. La hechic para que nadie ms que yo pudiese entrar antes de fugarme de casa Supongo que la arpa de mi madre no logr deshacer el hechizo. Est tal y como la dej. La voz de Sirius rasga el silencio y suena ms grave y queda all dentro, y el aire que asciende por los pulmones al respirar conserva an el sabor a rebelda adolescente.Remus deja caer el pesado abrigo sobre la cama deshecha y echa un vistazo a su alrededor: las paredes estn completamente cubiertas por multitud de posters, banderas con el escudo de Gryffindor en color rojo y dorado, fotografas de motocicletas e incluso fotos de chicas muggle con poca ropa. Lo nico que Sirius se llev cuando escap de casa, adems de lo necesario para sobrevivir, fue su extensa coleccin de vinilos. Todo lo dems permanece all, como un recuerdo inerte de una poca distinta, ms feliz, menos oscura, y Remus repasa con la mirada todas las pertenencias del por aquel entonces joven Sirius. No puede evitarlo; su naturaleza le impide no curiosear y fijarse en cada pequeo detalle de cada persona, de cada lugar en el que se encuentra. La mirada de Sirius, mientras tanto, est fija en otra parte, y el licntropo casi puede escuchar como algo dentro de l se rompe cuando se da cuenta de qu es lo que su amigo no puede dejar de observar, sin ni siquiera moverse. Sobre una mesilla de madera antigua y desgastada reposa un pequeo marco de fotos de color rojo con una fotografa mgica, en movimiento, dentro de ella. Remus, haciendo acopio de todas sus fuerzas y con pulso tembloroso toma aquella diminuta ventana al pasado entre sus manos y sopla para lograr desprender todo el polvo adherido en la superficie del cristal. El suave aliento deja al descubierto cuatro inocentes y jvenes rostros radiantes. Cuatro inconfundibles miradas, cuatro inseparables sonrisas de aquellos a los que en Hogwarts solan llamar "los Merodeadores". Remus casi no reconoce al adolescente de mirada inteligente y feliz que mira a la cmara con una media sonrisa; Sirius, sin embargo, se mira a s mismo y piensa que no ha cambiado en absoluto. Pero ambos sienten el mismo pinchazo en el estmago, el mismo nudo en el fondo de la garganta, la misma sensacin de fro intenso que recorre la espalda como un escalofro cuando sus ojos se encuentran con los de James Potter a los quince aos, que pasa un brazo por el hombro de Sirius y se revuelve el pelo, distrado. Se crea entre ambos un silencio extrao, un lazo invisible de melancola y malas decisiones que les une; a Sirius y a Remus y a ambos con el pequeo recuerdo de James tras el vidrio. Y la prdida se hace real en aquel momento, quizs ms real de lo que lo ha sido en quince aos. Remus trata de ocultar, abandonar sus propios sentimientos en aquel momento, arrinconarlos en aquel lugar de su mente en el que sabe que estarn siempre a salvo, y trata de consolar a su amigo, de hecho, el nico amigo que le queda, colocndole una mano sobre el hombro derecho en seal de afecto. Sirius hace caso omiso de las lgrimas que comienzan a formarse en sus ojos y, sin levantar la mirada un solo segundo de la fotografa, no puede evitar sonrer.- Te acuerdas, Luntico? Fuimos los ms grandes. Fuimos los mejores.- Claro que me acuerdo, Canuto. Jams podra olvidarlo.

Capitulo 1: Primer ao, parte 1

La parte de Londres que no es mgica (o quizs s)Sirius se aburre.Encerrado en su habitacin del nmero doce de Grimmauld Place, se est aburriendo como nadie se ha aburrido nunca en toda la Historia. Refunfua, mira por la ventana, da vueltas en la cama, grue. Es el tipo de aburrimiento que penetra en los huesos, que lo invade todo, cada rincn y cada esquina, que convierte cualquier actividad que en otro momento hubiera resultado fascinante en algo soporfero y hace que el tiempo pase lento. o. El tipo de aburrimiento que esconde un enorme nerviosismo.Es la propia naturaleza de Sirius Black la que le hace aburrirse, quizs, durante ms de la mitad del tiempo que pasa despierto. Siempre inquieto, siempre caminando, de un lado a otro, con el pelo negro - Demasiado largo, suele decir la seora Black, te hace parecer un sangre sucia - cayendo a ambos lados de la cara. La verdad es que a l no le importa lo ms mnimo todo ese tema de la pureza de sangre que tanto le interesa a su madre, ni, qu demonios, le importa lo ms mnimo su madre, como para sentirse ofendido por la comparacin. Y sonre. Sirius siempre sonre. Sonre en los largos banquetes familiares que tienen lugar en la mansin una vez cada medio ao y que renen a incontables primos, tos, to-abuelos, primos segundos, etc. que ni conoce ni soporta. Sonre cuando sufre desmesurados castigos por haber realizado alguna travesura (colocar bombas ftidas en la cocina que estallan cuando los elfos domsticos las encuentran se ha convertido en su favorita de los ltimos meses), y cuando tiene que escuchar durante horas todos los logros y hazaas de su hermano Rgulus, deberas parecerte a l, Sirius, sonre tan fuerte que le duele la mandbula. Sirius Black sonre porque se siente odiado. Y nunca, jams, va a dar la satisfaccin de ser visto llorando, cabizbajo siquiera, por aquellos que consideran que su existencia es un estorbo.Pronto cumplir doce aos.Tiene la cabeza escondida bajo la almohada, y de vez en cuando, echa un vistazo al reloj de pulsera que lleva atado a la mueca. Este maldito cachivache muggle que encontr en Londres tiene que estar roto, porque, rayos, es imposible que todava sean las diez de la maana si tengo la sensacin de que, no s, de que son como las nueve de la noche o algo as, y llevo unas cien horas aqu tirado.Hay ruidos en el piso de abajo. Quizs hayan llegado ya las lechuzas con el correo. El correo. Sirius despierta, se pone en guardia. Arqueado sobre la cama, cualquiera podra decir que el joven Black se ha convertido repentinamente en un perro. Una voz atraviesa el silencio, proveniente de la parte inferior de la mansin.- Rgulus, una lechuza para ti. - La voz de su madre suena ms desagradable que de costumbre.Se desploma sobre la cama de nuevo. Pesado, cansado. Mientras escucha los rpidos pasos de su hermano menor bajando las escaleras de dos en dos, Sirius piensa que si supiese muchos idiomas distintos, le maldecira en todos ellos. A l. A su madre. A su familia. A la pureza de la raza mgica. A aquella enorme casa en la que no encaja. Aquel lugar al que nunca ha pertenecido, y que le consume, poco a poco.Al final, se resigna. Quizs es demasiado pronto an. Vuelve a hundir la cabeza en el cojn, pero esta vez, solo por un segundo.- No es para m, madre. Es para mi hermano. - murmura Rgulus, lo suficientemente alto como para que Sirius lo escuche.Y ahora es l el que baja los escalones de madera de dos en dos, y de tres en tres, y cada pisada hace un ruido sordo y cada vez le late el corazn ms fuerte, sortea los muebles de la sala de estar, y por una vez no est pensando en lo mucho que quiere salir de ese sitio, de esa casa, si no en la carta que sujeta su hermano entre las manos y que sin pensarlo trata de arrancar. Rgulus, un ao menor pero ms alto que l, alza el brazo, trata de impedir que la alcance. El grito nace desde el fondo de la garganta.- DAME-MI-MALDITA-CARTA! - repite, ms alto - DAME MI MALDITA CARTA!Pelean un rato. Discuten. Caen al suelo con un golpe seco y ruedan. Si Sirius no estuviese tan enormemente emocionado, hubiera pensado que se lo est pasando bien con su hermano. Que luchar as, de forma tan feroz pero sin ninguna intencin de hacer dao en realidad, le hace sentirse cmodo. Liberar toda la - demasiada - energa que tiene dentro, siempre. Pero el caso es que Sirius est emocionado y quiere su carta, y si Sirius quiere su carta, posiblemente sea su carta lo nico que es capaz de ver. La roza ya con la punta de los dedos, y Rgulus claudica y se la entrega. "Pero el ao que viene, tendr una de estas, y entonces, reir yo", aade, y se levanta, y deja a su hermano sentado en el suelo, despeinado, alterado, intentando abrir el sobre con cuidado y finalmente desistiendo y rasgndolo con las uas.La carta est escrita con tinta verde y hasta Merln sabe que a Sirius Black no le gusta leer pero aquella carta la devora, palabra por palabra y sin dejarse ninguna, como si fuese aquel "Estimado seor Black - incluso en su cabeza, el apellido de su familia suena despreciable, sucio, pero aquella vez, ah, qu ms da -, tenemos el placer de informarle de que dispone de una plaza en el colegio Hogwarts de Magia y Hechicera" lo ms importante que le ha sucedido en la vida.La tiene.Va a ir a Hogwarts.Ser libre.Sirius podra jurar que es la persona ms feliz del mundo en ese mismo instante si no fuese porque algo interrumpe sus infantiles pensamientos emocionados.- Juro que, si no te ponen en Slytherin, te torturar hasta que te arrepientas de haber deshonrado, una vez ms, tu apellido y tu sangre. Te lo advierto. No me echar atrs.La seora Black sali de la habitacin con un portazo.Consuelo de helado de fresa y patadas poco coordinadasTierra. A Peter le gusta la tierra. Si hubiera alguien en el mundo interesado por su opinin y le preguntase por la cosa que ms adora, su respuesta sera muy clara: jugar con la tierra.El jardn de los Pettigrew no es muy grande, pero para un nio de diez aos como Peter es ms que suficiente. Le gusta arrastrarse por el suelo y mancharse mientras juega con el barro. Tal vez esa sea la razn por la que los chicos del barrio no le caen bien (o ms bien l no les cae bien a ellos). Al principio Peter lloraba; la ausencia de amigos le haca sentirse solo. Atrapado en una madriguera. Pero todo eso cambi. La Sra. Pettigrew cogi un da a su hijo de la mano y dijo: "no te aceptan porque eres especial, Pete."Y esa frase se grab a fuego en su cerebro de seis aos.Peter Pettigrew es especial. Cuando los nios muggles le llaman "sucio ratn" por pasar la mayor parte del tiempo a cuatro patas en el jardn, l sabe que lo hacen por envidia. Peter puede hacer cosas que los dems no pueden. Pero es un secreto. Peter puede hacer que las plantas crezcan ms rpido de lo normal, puede hacer que ciertos objetos vuelen por la habitacin e incluso una vez consigui que un trozo de papel prendiese fuego sin tocarlo. Pero eso solo pasa a veces. El resto del tiempo es un chico normal. Un chico regordete, de pequeos ojos marrones y mechones de pelo largos pegados a la cabeza.Hace calor. En sus manos manchadas sujeta un helado de fresa, que hace rato que ha empezado a gotear sobre su camisa verde. Delante de l hay un pergamino abierto."Seor Pettigrew" dice. Nunca nadie le ha tratado de usted. A l. Al nio raro. El nio con las palas demasiado grandes."Enhorabuena, murmura su padre cuando vuelve del taller mecnico. Peter sabe que no entiende lo que significa recibir esa carta. Al fin y al cabo, l es un muggle, qu saben los muggles de magia? Tanto como l de esa cosa de la que hablan los chicos del barrio, "funbol" o algo as. Pegarle patadas a una pelota, cmo si l tuviese el equilibrio suficiente como para correr y mantener una pelota entre los pies!A veces su padre ve partidos, en campos verdes y grita. Grita mucho. Y a Peter le molesta. Siempre ha tenido un odo muy fino.Peter se levanta de la mesa y coge la carta, la arruga y la presiona contra el pecho. Recorre el pasillo, nervioso, hasta su habitacin y se tira sobre el colchn que cruje bajo su peso.Amigos. Podr por fin hacer amigos. Amigos de verdad.Su nariz empieza a hacer ruido cuando se duerme y su cabeza se llena de bonitos sueos en los que excava en la tierra. Pero esta vez en compaa.Lechuzas blancas y galletas recin horneadasEl Sr. y la Sra. Potter viven en el Valle de Godric. Es un pueblo pequeo, ubicado al oeste de Gran Bretaa, de no ms de doscientos habitantes. Todos se conocen por el nombre. Nunca nadie de fuera ha prestado inters por las calles de Godric, pero la seora Potter est segura de que si tuviera que elegir algo que destacar, sera la preciosa iglesia, coronada con un cimborrio colorido y el cementerio, que aunque triste, alberga secretos y muchas historias con las que los nios del pueblo suean por las noches.Ella misma sola contarle ese tipo de historias de fantasmas y maravillas a su hijo antes de ir a dormir. Recuerda tardes de invierno, con el pequeo intentando entrar en el cementerio, las manos cubiertas con manoplas y tirando de su abrigo para poder resolver misterios como dice l. James siempre justifica cualquier accin con un sencillo "estaba resolviendo misterios, mami". Y la seora Potter no se enfada.Porque la seora Potter nunca se enfada. Suele recogerse el pelo en un alto moo y levantar la comisura derecha de los labios, en una mueca de descontento, pero el Sr. Potter la coge de la cintura, murmura "son cosas de nios" y ella sonre. Y hace galletas.Las galletas de la seora Potter son las mejores de todo el Valle, y algunos exagerados dicen que las mejores de Gran Bretaa.Esa calurosa maana de junio, las galletas toman forma en el horno. El olor impregna la casa de los Potter. No es nada del otro mundo; cuatro plantas.El tico, al que James tiene prohibido subir, pero aun as lo hace. Noches largas bajo la luz de una vela que cost encender, dejndose los ojos en revistas de Quidditch tratando de averiguar cul era su equipo favorito y por qu.El stano, oscuro y desordenado.La principal, en la que el Sr. Potter suele escuchar la radio en el saln, los 40 magistrales inundan la casa los domingos y el pequeo James berrea con poco acierto las letras de las canciones. Ese da, I Just Want to Make Love to You sube por las escaleras hasta el dormitorio de James, que ocupa otra de las plantas, y este se revuelve en sueos. Suea con volar. James se frota los ojos enrojecidos de ms de doce horas de sueo veraniego y sonre. Huele a galletas. Hay dos cosas en el mundo que haran a James Potter levantarse de la cama un da de fiesta: la primera las galletas de la Sra. Potter, y la segunda La segunda est por venir. Salta de la cama y sigue el ritmo de la msica mientras canta bajito una letra inventada. Finalmente, en pijama, entra en la cocina y se sienta en su silla. - Buenos daaa - la palabra se pierde en un enorme bostezo. - Cmo has dormido, cario? - la seora Potter abraza a su hijo con un amor infinito. Siempre lo hace. Le pasa los brazos por los hombros y sus mejillas se juntan. La mejilla sonrosada y suave de James y la mejilla un poco arrugada de una madre que esper demasiado para poder tenerle entre sus brazos por primera vez. - Volaba, mam - James coge una cuchara y la mueve a modo de avin, ese aparatejo muggle parecido a un pjaro metlico que ha visto en sus cmics comprados en el quiosco de la esquina-. Volaba muy alto. - S?- en las palabras de ella hay cierta diversin. Le sigue el juego al nio. - Sabes a qu saben las nubes? - A agua? - No, no - James niega con la cabeza -. Los muggles tienen unos dulces que son nubes, no s qu clase de magia usan, pero el otro da vi a un nio por el barrio con una nube enorme de color rosa. Y se la coma. Ola a caramelo. Las nubes estn hechas de caramelo Hay que ver! Los muggles parecen tontos con sus cachivaches y ropas tristes, pero creo que son listos, muy listos La mira a su hijo y no puede evitar sonrer. Incluso ese pensamiento tan inocente demuestra que durante todo ese tiempo, su marido y ella no se han equivocado a la hora de educar a James. Es difcil crecer solo en una familia de magos y es an ms difcil crecer sintiendo que no eres mejor que los que no tienen las mismas habilidades que t. Y James lo ha conseguido. -Mirad-los dos se vuelven hacia la voz masculina. Un seor alto, de gafas gruesas y pelo oscuro. Sus ojos marrones muestran seriedad. Demasiada seriedad. El Seor Potter lleva ms de treinta aos trabajando en el Ministerio de Magia; en concreto forma parte del personal de apoyo del Ministro de Magia. Por qu no te haces t Ministro, pap? pregunt James una vez. Porque el poder corrompe, James. Y James calla, aunque no lo entienda, porque lo que dice el Sr. Potter es ley-. Ha llegado esta pequea por la ventana del saln. James deja escapar un grito ahogado cuando se lanza hacia la lechuza blanca como la nieve y le arranca de la pata una carta amarillenta. - Es, es, es, es! - el chico salta en la cocina incapaz de vocalizar. - Pero, brela! - masculla la seora Potter. - QQuerido seor Potter-James tartamudea -. Tenemos el placer de informarle de que dispone de una plaza en el Colegio Hogwarts de Magia. Por favor, observe la lista del equipo y los libros necesarios. Las clases comienzan el 1 de septiembre. Esperamos su lechuza antes del 31 de julio. Esa maana la casa de los Potter es un autntico caos. James abraza a su madre cuando saca las galletas del horno. Coge una y se la mete en la boca mientras corre al ritmo de la msica por el vestbulo. James, te caers! Grita la seora Potter. Y se cae. Pero no importa. En su habitacin James se lanza a los cajones y saca varias bombas explosivas, unos cuantos sobres de polvos picantes que el vecino no digiri demasiado bien el verano pasado. Lo sujeta todo entre sus pequeas manos y se pregunta cuntas cosas podr hacer volar por los aires con todo ese material. Despus considera que no es suficiente y se termina la galleta. Hogwarts, preprate.El loboEl lobo alla. Araa. Corre. Tras un ciervo. Le persigue por el espeso bosque. Casi le alcanza. Por muy poco. El viento despeina el espeso pelaje negro. Las garras son pesadas, pero giles, y afiladas. El ciervo es grcil, pero l lo es ms. Lo huele. Huele su sangre. Quiere morder. Ataca. Despedaza. Mata.Es lo que sucedera, si Remus Lupin fuese un lobo de verdad. Pero, incluso cuando la luna le afecta y le transforma, bajo el pelaje, nunca deja de haber un pequeo atisbo de humanidad. El 7 de julio de 1971 la luna llena asoma por la noche, tras las enormes nubes. Antes de caer el sol, le encierran. En una pequea habitacin, oscura. Lleva siendo as desde que fue mordido, desde la primera vez que se transform. Cuando se hizo demasiado fuerte para que la puerta pudiera retenerle, comenzaron a tener que encadenarle. A Remus nunca le gust, pero tampoco se sinti en posicin para quejarse. Simplemente asuma, en silencio, aquel castigo con el que deba vivir una noche al mes. Sera mentir decir que no le haca sentirse sucio y desgraciado, pero la mayora de veces, no pensaba en ello. Cada vez que se vea atado a aquellos cuatro grilletes en la desgastada pared, recordaba aquella primera noche. Aquel mordisco, la pequea herida que se convirti en dolor desgarrador.Despus, la luna sala, y ya nada, no pensaba en nada. Aquella noche es distinto, porque entonces Lupin piensa en ciervos y en salir, y en cazar, en araar la puerta, echarla abajo, escapar de all.Una parte de l sabe que tiene la fuerza necesaria para ello. Que el metal que le aferra las extremidades, ahora convertidas en patas, aun encantado, no tiene la fuerza suficiente para detener a un hombre lobo. Mucho menos, a un hombre lobo bajo el influjo de la luna llena. El instinto animal es fuerte, le inunda, le hace querer huir. Y el hombre bajo el animal se resiste. Teme perder el control. Lucha contra s mismo.Y as, tras minutos que parecen horas, y horas que parecen siglos, Remus vuelve en s. Y ahora ya no es grande, y ya no es fiero, ya no es aterrador, ni siquiera es fuerte.Cualquiera que lo viese as, inconsciente, desnudo, delgado, desgarbado, con el pequeo cuerpo ni siquiera entrado en la pubertad lleno de cicatrices enormes, y muchas ms que no se ven, en el alma, ms grandes y profundas todava, posiblemente sentira lstima.Y es por eso.Es por eso, por lo que Remus Lupin est roto.Es por eso por lo que el pequeo de once aos, no se ilusiona, ni siquiera sonre, cuando la carta de Hogwarts llega a su hogar, enredada en las patas de una lechuza blanca. Lee la tinta sobre el papel, despacio, como siempre. Despacio. Hay algo en l que desprende una melancola y una solemnidad impropia para su edad. Tarda unos minutos en reaccionar. No esperaba aquello. No esperaba esta carta. Alguien como yo no puede ir a Hogwarts.Alguien como yo.Un hombre lobo."[] Esperamos su lechuza antes del 31 de julio.", dice.Remus no espera. Busca un trozo de pergamino y contesta, al instante, casi sin pensar. La tinta es verde, su caligrafa se inclina levemente a la derecha, las heridas en las muecas y el resto del cuerpo todava estn recientes, pero no le preocupan. Hay otras cosas. Otras heridas que, a diferencia de aquellas, no cierran tan fcilmente.Piernas largas como autopistasCharing Cross Road es famosa por sus libreras especializadas y de segunda mano. Es imposible caminar desde la estacin de Leicester Square a Cambridge Circus sin detenerte en uno de esos limpios escaparates de cristal que seducen a los habitantes de Londres con tomos de una antigedad de vrtigo.James ha caminado cientos de veces por esas calles, cogido de la mano de su madre, de la de su padre pero nunca como ahora, con el pecho henchido de orgullo y ligeramente ms nervioso que la noche anterior. El chico salta, da tres pasos hacia delante y tres hacia atrs. Sabe que si tuviera rabo, lo movera a cien por hora. Ni siquiera se para delante del puesto de helados italianos que siempre le ha encandilado. Ya habr tiempo para helados de chocolate, piensa, mientras se detiene delante de la puerta de un pub de aspecto mugroso, con las manos en los bolsillos para no llevrselas a la boca.- Hijo, parece que tienes chinches. - Re la Sra. Potter.Chinches? Qu son chinches? James no lo sabe. Pero tampoco le importa.El Sr. Potter estira el brazo y abre una puerta, que si James no supiera que es imposible, jurara que slo la ven ellos tres.Risas. Una cerveza ms! Y slo son las nueve de la maana. Tom! Sintate aqu y djame verte mejor Otra ronda por aqu! Una habitacin para cuatro. Tom, acabo de limpiar la trece.El pub es grande, pero James tiene que intentar hacer que sus ojos sean ms pequeos para ver en la oscuridad que lo envuelve todo. Junto a ellos, unos seores con sombreros prpuras hablan en voz muy alta y fuman en pipa. Hablan de dinero. Me debes veinte galeones, Charles, veinte jodidos galeones. Un poco ms al fondo, un par de chicas con faldas cortas conversan con bandejas en las manos. Son camareras. A James se le desva la vista hacia esas piernas que parecen interminables, pero su madre le empuja para que siga a su padre hacia la barra.Un seor, de estatura reducida, piel arrugada y cabeza en forma de nuez sonre con un vaso vaco y sucio en la mano.- Seor Potter! - se quita un sombrero invisible - Y su seora y- James, seor, me llamo James Potter.Un nombre corriente, pero por poco tiempo. James quiere que toda la comunidad mgica sepa quin es. No por ser hijo de quien es, si no por ser James Potter, el mago que- Primer ao en Hogwarts? - dice el hombrecillo - Han pasado ya unos cuantos muchachitos hacia el Callejn. Los ladrillos son los de siempre, Sr. Potter, ya sabe usted.- Gracias, Tom.James camina detrs de su padre como una sombra, porque de repente se siente muy pequeo rodeado de toda esa gente. Magos y brujas de verdad. Y l todava no tiene varita Pero Pero por poco tiempo se dice a s mismo.Sorprendentemente, los tres salen por la puerta trasera. No cierra bien. El Sr. Potter saca su varita, rgida y gastada por los aos de uso. A James le brillan los ojos. Tres horizontales, dos verticales Pierde la cuenta y antes de poder enmendar su error, la pared se mueve y abre ante sus ojos marrones. Y James es feliz. Es feliz como no lo ha sido nunca. En sus pupilas se refleja el bullicio, los colores, la alegra, las compras, la magia En definitiva, el Callejn Diagon.- Qu prefieres hacer primero?- Varita.El Sr. Potter asiente e indica que l ir a comprar todos los libros necesarios para el curso, en una tienda un poco ms all, mientras ellos dos se acercan a la destartalada Ollivander's, al sur del Callejn. Se trata de una tienda estrecha y de mal aspecto, se lee Ollivander: fabricantes de excelentes varitas desde el 382 a.C.La campanita suena cuando James empuja la puerta con el codo y unos ojos plateados le miran a travs de unas gafas de grueso cristal.- Oh - susurra el anciano mientras mueve los huesudos dedos sobre el mostrador.- Hola. - saluda la seora Potter.- Y t eres- James Potter, seor. - James cree que se va a cansar de repetir su nombre.- James Potter - el seor Ollivander gira sobre s mismo y alcanza una cajita de color vino, la abre y la deja sobre la mesa con una sonrisa amplia-Con qu mano coge la varita, seor Potter?- Mano? - James tartamudea - Soy zurdo Con la izquierda.No era una pregunta para contestar verbalmente, sino una orden para que sujete la bonita y corta varita que reposa tranquilamente en la caja de terciopelo. Con miedo la coge y la sujeta con firmeza.- No, no-Ollivander se la quita y la deja a un lado-Crea que Pero no No, no Seor Potter, usted noJames llama en silencio a su madre pero ella no dice nada. Su mirada est perdida en las estanteras, probablemente recordando el da en el que ella estuvo en su mismo lugar.- Pruebe esta. Treinta centmetros y medio. Poco flexible. Un unicornio le dio su poder y Perfecta para Encantamientos.James la coge y la agita con nerviosismo. La varita sale volando de su mano y el anciano tiene que apartarse para que no se le clave en un ojo.- P Perdn.- No pasa nada, no pasa nada - Ollivander se muerde el labio y le vuelve a mirar. James cree que aquellos ojos de color antinatural saben ms de l de lo que sabr nadie. Eso le hace sentir incmodo.- Tome. - El anciano deja una caja alargada, negra en el exterior y cubierta de terciopelo azul en el interior. La varita en su interior es alargada, completamente lisa y de madera clara.James la coge con miedo, pero en el momento en que sus dedos la rozan, todo su cuerpo reacciona instintivamente y experimenta algo parecido a lo que siente una estrella de mar cuando su brazo se regenera.Los ojos plateados sonren.- Varita de caoba. Veintiocho centmetros y medio. Ncleo de corazn de dragn. Flexible. Excelente para Transformaciones. Buena eleccin Seor Potter, s Buena eleccinJames la mueve entre los dedos con pericia y sonre. Siempre sonre.

Capitulo 2: Primer ao, parte 2

Oh, capitn, mi capitnRemus lee a Edgar Allan Poe.No es que leer a Edgar Allan Poe sea algo digno de mencin, ni nada fuera de lo comn, cuando se trata de l. No es como si alguien fuera a preguntarle "Eh, qu haces?" y l fuese a contestar "Nada, aqu estoy, leyendo a Edgar Allan Poe" como algo inquietante, que mereciese ser contado. Porque lo cierto es que Remus lee a Poe desde que tiene memoria, y decir que lo est haciendo ahora, en este mismo momento, sobre la cama, tumbado sobre un costado y encogido sobre s mismo es como puntualizar que tiene los ojos azules o el cabello claro.Por eso, no debera ser nada brillante, ni extraordinario, cuando Remus Lupin gira la pgina final del relato que ocupa su atencin en ese instante, tan desgastada por el uso que parece frgil, como si fuese a romperse, y las ltimas palabras se quedan atrapadas en su mente durante cinco segundos.[] mi cerebro se alter cuando vi los pesados muros desplomarse, partidos en dos; reson un largo y tumultuoso estruendo, como la voz de mil cataratas, y el estanque profundo y ftido, situado a mis pies, se cerr ttrica y silenciosamente sobre los restos de la Casa de Usher.Quizs yo tambin estoy en ruinas.Deja el libro a un lado del colchn, se incorpora y suspira. En realidad, su mente est lejos de all. Se ha ido con aquella lechuza blanca, cuyo pico negro sobresala un centmetro o un centmetro y medio ms de lo normal en las lechuzas de ese tamao. Posiblemente es un detalle en el que nadie habra reparado jams, pero l s. Solo porque es l. Es l y piensa, y piensa en la lechuza, y en su pico, y en dnde estar ahora, y en la carta que le ha hecho enviar. Ya es tarde y es lo que tenas que hacer, Remus. No seas idiota.Repite la frase para s mismo aproximadamente cincuenta y siete veces, y despus, decide que no puede ms. Se pone en pie y arrastra los pies a la cocina. Lnguido, plido, sin nimos. Hubiera podido jurar que en ese momento, no tiene alma. Pero no puede jurarlo, porque all, en casa, no hay nadie.Es un nio, pero est ms acostumbrado a estar solo que cualquier adulto. Sera mentir decir que no disfruta de la soledad a veces. Y cuando est solo, lee. Lee a Poe, y a Whitman, y a Yeats, y a Byron. Y no importa que solo tenga once aos y an no sepa darle a todos esos poemas el sentido que realmente tienen, porque lo cierto es que en su cabeza, tienen un significado ms trascendente. Y qu ms da si no sabe lo que el autor quiso decir, si cuando lee Prometeo siente que el corazn le late ms fuerte y es mgico y es real, ms real que l mismo. Cuando crezca, Remus comenzar a entender la poesa de verdad, pero, en el fondo, echar de menos poder leer as, con los ojos y la mente de un nio.A veces, cuando no hay nadie en casa, se mira al espejo. Delante de gente, no suele hacerlo, porque odia lo que ve. Cuando est solo, se desabrocha la camisa un poco, los primeros botones, y repasa las cicatrices en su pecho, en la cara, el cuello. No puede mirarlas mucho rato porque pasados treinta segundos siente vergenza y algo de miedo, y se cubre rpidamente, como si ocultndolas, las heridas fuesen a desaparecer. Le recuerdan, incluso cuando no hay luna, lo que en realidad es y siempre ser.Remus no siempre ha estado acostumbrado a estar solo. Antes no era as. Antes, cuando viva con sus padres, siempre estaba acompaado. Y estarlo le ayudaba a olvidar sus miedos casi la mayor parte del tiempo. Despus su padre muri y su ausencia nunca se despeg del suelo, del techo, el papel de pared, de la memoria. Pero aun as, Remus no se senta solo. Porque la tena a ella. Y unos aos ms tarde, ingresaron a su madre en aquel hospital muggle.Le dijeron que estaba "en coma". Ms joven, ms inmaduro, repiti muchas veces en su cabeza, "en coma", y no lo entendi. No quera entenderlo. Pens que tena que haber alguna magia, algo que pudiera curarla. Una vez al mes, va a visitarla, y aunque los mdicos dicen que no es posible, l cree que le entiende cuando habla, que sigue ah, en el fondo. Que algn da despertar.Desde entonces, vive con su abuela. Pero ese da, su abuela no est, y no sabe por qu, pero el caso es que no est. Si su abuela hubiera estado en casa, posiblemente se hubiera sorprendido, incluso asustado, cuando un mago de larga barba blanca y vestido con una tnica azul aparece en su cocina, con un sonoro "crac". Como si hubiese salido de la chimenea o algo as. Pero Remus Lupin no es alguien que se asuste fcilmente.Hola, Remus, hijo. - la voz del extrao suena suave, pausada, amable. No sabe por qu, pero le transmite confianza. Sensacin de hogar. - Soy Albus Dumbledore, director de Hogwarts.Hacer enfadar a los elfosEl estallido procede de la chimenea de la cocina. El mago se incorpora rpidamente y comienza a sacudir el holln que ha quedado impregnado en la brillante tnica aguamarina, en la capa, los brazos, el bigote, el pelo. Su expresin, aunque seria, no es la de un anciano, ni siquiera la de un adulto; bajo las incipientes arrugas repunta la despierta mirada de un nio al que parece divertir muchsimo aparecer as, repentinamente, en hogares ajenos. No le parece extrao sacar de un bolsillo interior de la capa un pequeo paquetito envuelto en papel dorado que se torna azulado con la luz de la maana (y solo con la de la maana) y extendrselo al nio de once aos que tiene delante, que intenta parecer impasible pero est visiblemente asustado, llamndole por su nombre.- He cogido esto de las cocinas de Hogwarts, Remus - sonre el desconocido - Tuve la certeza de que iba a gustarte. Pero no se lo digas a los elfos; se enfadaran.Remus no quiere aceptar el paquete. No le gustan los regalos, en realidad, y cree que lo ms sensato sera desconfiar de aquel hombre, pero hay algo en l, en la amabilidad que desprende, en esa forma de hablar, que arrastra suavemente las palabras, que no se lo permite. Coge el regalo con cuidado, con una sola mano, pues no le ocupa ni la mitad de sta. Est atado con un lazo de color plateado tan simtrico que parece insultante incluso pensar en deshacerlo, as que simplemente lo guarda.- Muchas gracias, eh - Seor? Profesor? Director? Tipo-que-acaba-de-aparecer-en-mi-cocina? - Seor Dumbledore. Qu Disculpe, pero Qu hace aqu, seor?Teme que la pregunta ofenda al mago, pero el temor desaparece rpido, cuando ve que se re. Se re. Remus no se ha considerado nunca gracioso, ni siquiera simptico para la mayora de la gente, por lo que teme que el mismsimo director de Hogwarts se est riendo no con l sino de l.- Vers, hijo. - Y hay algo en esa forma de dirigirse a l, en ese "hijo", un absoluto afecto o una sinceridad extrema que hace que Remus se sienta cmodo de repente y no desconfe ms de l, de Dumbledore. - Sabes cuantas cartas de admisin hemos enviado en los ltimos das? - Pregunta, y despus, guarda silencio un momento; un minuto, aunque realmente no espera ninguna contestacin. Como si estuviera buscando muy cuidadosamente las palabras - Bueno, en realidad no tienes manera de saberlo. Pero Han sido cientos. Cientos! Las lechuzas estn agotadas de volar kilmetros y kilmetros, y Sabes, Remus, cuantas respuestas negativas hemos recibido?l traga saliva. No es necesario que conteste para saber que ha entendido a la perfeccin cul es la respuesta.Solo la ma.- Exacto. Solo la tuya. - Y en ese momento Dumbledore flexiona las rodillas, se agacha, se pone a la misma altura que el nio y le mira a los ojos, de igual a igual. No como director y alumno, o posible alumno. Le mira fijamente a los ojos, con tal intensidad que se siente desnudo, observado, y a la vez comprendido. - Por qu no quieres venir a Hogwarts, hijo?El nudo en la garganta del joven hombre lobo se hace ms, y ms grande por momentos. No se siente preparado para contestar a esa pregunta. Este hombre Est siendo muy amable conmigo. Sin embargo Cuando sepa cmo soy. Cuando sepa qu soy, voy a repugnarle. Va a odiarme. Va a odiarse a s mismo por haber querido que un monstruo as formase parte de su escuela.Mientras piensa, la mirada de Dumbledore recorre y observa sus cicatrices. Las de la cara, las nicas visibles. Una de ellas atraviesa desde el prpado izquierdo hasta debajo de la nariz. Y despus, habla.- Tienes potencial, lo veo. Lo veo en tus ojos, en tu forma de hablar. Toda tu persona desprende magia, y en Hogwarts puedes encontrar un hogar. Encontrars amigos, familia. Aprenders a ser mejor persona, adems de mejor mago. Pinsalo.- No puedo, seor. No puedo ir a Hogwarts - Y Remus se sorprende del sonido de su propia voz, porque hace un segundo se senta incapaz de articular palabra, pero ahora los sonidos, las slabas, las palabras, salen solas, como si intentara liberar, poco a poco, aquello que guarda dentro desde que tiene memoria - Soy Soy un monstruo. Una aberracin. Nadie querra tenerme cerca, con Con otros alumnos. Soy- Un hombre lobo - Le interrumpe. Y Lupin palidece tanto que cualquiera podra decir que se ha vuelto transparente. Solo entonces comienza a tener miedo. Cmo lo sabe? Cmo puede saber que Que yo? - No importa lo que seas, Remus. Hogwarts es tu casa.Y vuelve a mirarle a los ojos, y tiene los ojos azules, azules como su tnica, y le mira tan fijamente que siente que la mirada le atraviesa, y tan profundamente que cree que podra caerse dentro de esos ojos, que le observan, y no paran de observarle, como si quisieran decirle "Acepta. Ven conmigo.".- No puedo, seor, director, Dumbledore, no puede ser. Soy Soy peligroso, y- Podremos arreglarlo para que tengas un lugar seguro donde transformarte cuando haya luna, y despus, te llevaremos a la enfermera - Esta vez, la mirada se dirige, durante un milisegundo, a los cortes en las muecas y en los antebrazos - y all, Madame Pomfrey te curar y te sentirs mejor que nunca rpidamente.- Pero Yo - balbucea. El peligroso hombre lobo no es ahora ms que un cachorro.Albus Dumbledore sostiene su varita, y con un golpe seco, otro sonoro "crac", hace aparecer un enorme bal, con madera barnizada de color rojo. Otro golpe de varita, esta vez algo que ms bien se parece a un "clic" y el bal se abre, y dentro de l Remus distingue, adems de una enorme cantidad de libros, un caldero, una balanza, pequeos recipientes de cristal brillante.- Esto es todo lo que necesitars en tu primer ao. Bueno, quizs te hagan falta un par de calcetines De lana. Siempre hace fro en invierno, y, bueno, no hay nada ms confortable cuando hace fro que unos buenos calcetines de lana, no? - El mago sonre, de oreja a oreja. De repente, como si hubiera olvidado algo, su expresin cambia, y prosigue - Ah, y Una varita. Te har falta una varita. Por desgracia o por fortuna, es la varita la que elige al mago, as que estaba fuera de mis posibilidades traerte una. Pero estoy seguro de que podrs conseguir la adecuada en la tienda de Ollivander, en el Callejn Diagon.Remus no sabe qu contestar ni cmo agradecerle todo aquello. Se sorprende a s mismo imaginndose, varita en mano, practicando complicados encantamientos. Se imagina las cocinas de Hogwarts, llenas de pequeos elfos correteando de un lado para otro con paquetitos como el que le ha trado Dumbledore en las manos. Se imagina transformando un ratn en una lagartija, volando en escoba, preparando todo tipo de brebajes en ese brillante caldero. Y sin darse cuenta, pronuncia un "gracias", sincero, de corazn.- No es una obligacin, por supuesto, pero me encantara verte en el Gran Comedor de Hogwarts el uno de septiembre. Y ahora, si me disculpas, tengo que irme. Que pases un buen da, chico! - Exclama, y arroja un puado de polvos verdes de nuevo a su chimenea. Pronuncia "Hogwarts!" alto y claro y despus desaparece.Remus, atnito, se deja caer en una silla. Ir a Hogwarts. A un instituto de magos, con gente como yo. En realidad, an tiene algo de miedo, pero actualmente, sus temores se encuentran sepultados bajo el peso de las enormes ilusiones y expectativas.Pasado un rato, recuerda algo: El regalo de Dumbledore. Alarga el brazo hasta el envoltorio, y deshace el lazo con cuidado. El tacto es tan suave y delicado que parece que vaya a romperse en cualquier momento, pero, por suerte, se desliza con facilidad. Al retirar el papel dorado queda al descubierto una cajita de color negro, en apariencia pequea, pero que, una vez liberada de sus envoltorios, comienza a aumentar de tamao; se despliega, y ahora es el doble de grande, luego el triple, cinco, seis veces ms, hasta que Remus no puede sostenerla en las manos y cae al suelo, y la tapa sale despedida por los aires, dejando al descubierto el contenido.Nunca haba visto tanto chocolate junto en su vida.Ladrarle a la luna- Por qu diantres no puedo tener un endemoniado perro, madre!? - brama Sirius, en medio del Callejn Diagon, mientras sostiene, de mala gana y con mucho desprecio, la jaula de una lechuza parda en su mano derecha.- Primero, el perro es un animal sucio y vulgar. Eres un noble, Sirius Black, no un asqueroso muggle. Segundo, no se admiten perros en Hogwarts. Tercero y ms importante, nunca olvides que soy tu madre y nunca podrs hacer nada ms que lo que yo te ordene. Est claro? - La seora Black mira a su hijo con desprecio y contina caminando. Es el ltimo da antes de la salida del expreso de Hogwarts, y tanto Rgulus como Sirius saben que ha esperado a ese ltimo da para hacer las compras necesarias para el colegio porque es el da que ms trnsito presenta el Callejn, lleno de padres y nios de ojos grandes e ilusionados adquiriendo materiales y libros de ltima hora. Ha esperado deliberadamente a ese da porque a la seora Black, despus de la limpieza de la raza mgica, lo que ms le gusta es exhibir su presencia en pblico.Sirius murmura cosas como "Espero que algn da te muerdas la lengua y te atragantes con tu propio veneno, vbora" o "Qu ganas tengo de ir a Hogwarts y librarme de ti" pero no lo suficientemente alto como para que su madre lo escuche. En realidad sabe de sobra que la lechuza - porque en ningn caso va a aceptarla como su lechuza - es realmente bonita, y bastante ms til que un perro. Aunque, a quin va a enviarle cartas si no soporta a nadie de su familia y no podra decirse que tiene amigos en el mundo mgico. A pesar de saber que en Hogwarts no se permite llevar perros como mascota, l quera uno. En ningn caso iba a llevar un sapo o una rata, y mucho menos uno de esos gatos repipis. Quiere un perro, un cachorro pequeo pero con mucha energa con el que jugar, y que despus, se convierta en un animal enorme. Pero su madre odia los perros. As que Sirius aade una lnea ms a su larga lista de cosas que hacer para conseguir que le echen de la familia de una vez por todas: Voy a conseguir un perro. Cueste lo que cueste y a cualquier precio.Camina mirando al suelo y pisando fuerte los adoquines del Callejn cuando de repente, choca con alguien. Pierde el equilibro y se balancea hacia atrs, pero Sirius Black no es el tipo de persona que tropieza delante de gente as que usa todas sus fuerzas para propulsarse hacia delante y seguir avanzando. No obstante, a su progenitora no le parece tan buena idea.- Sucia escoria, vuelve aqu y disclpate ante el joven Malfoy o no irs a Hogwarts sino a la morgue de San Mungo - y despus, el tono de voz se vuelve ms agudo - hijo mo.De mala gana, el aludido da media vuelta y observa al nio contra el cual acaba de arremeter. Es rubio, rubio platino, tan rubio que le dan ganas de propinarle una patada que le haga caer al suelo y manchar ese perfecto y pulcro cabello casi blanco en el fango.- Y ahora, disclpate, cario. - Sonre la seora Black, y es, posiblemente, la sonrisa ms falsa y horrible que nadie ha visto nunca en la historia de la humanidad.- Perdn - grue Sirius. Escupe la palabra como si le asqueara pronunciarla. En realidad, no se resiste, porque sabe que al fin y al cabo, hubiera tenido que hacerlo de todos modos, as que lo mejor es mantener la dignidad intacta en la medida de lo posible. Pero ese "perdn" no es una disculpa. Es una declaracin de guerra.- No te disculpes - ordena el desconocido - Como parte de la nobleza mgica y futuro miembro de la casa Slytherin, nunca debes pedir perdn. Estoy seguro de que nos hemos visto antes, pero por si acaso, me llamo Lucius Malfoy y este ser tambin mi primer ao en Hogwarts. Estoy seguro de que nos volveremos a ver, ya que compartiremos casa.- Y cmo sabes en qu casa van a ponerte?- Es fcil. Tanto los Malfoy como los Black, unas de las pocas familias que conservan su sangre completamente limpia, siempre hemos pertenecido a Slytherin. Se lleva en los genes. No seremos la excepcin, Sirius.Sirius no sabe qu le ha asqueado ms, si el hecho de que el intil de Lucio o como se llame le haya llamado por su nombre, ese "no seremos la excepcin" que le engloba a l, Sirius Black, y a esa sabandija de pelo repeinado como si fueran iguales, o el simple hecho de que el condenado chiflado se cree todas esas tonteras de la pureza de sangre, como su madre. Sigue hablando, pero ya no le escucha apenas.- y mi tatarabuelo, bueno, tambin perteneci a Slytherin. Sabes qu? Me han dicho que estos ltimos aos han permitido incluso a asquerosos sangre sucia, hijos de muggles! Ni siquiera ya sangre mixta, entrar a nuestra casa. Habrase visto! Si Salazar levantase la cabeza!- En serio? No me lo puedo creer. - Dice Sirius, y la irona est tan latente en esas dos frases que Lucius parece comprender, por fin, que no le est cayendo nada bien, e interrumpe su discurso con una tos seca.- Bueno Madre, padre, deberamos continuar con las compras. - Le extiende la mano, y la estrecha de mala gana - Nos vemos en Hogwarts, Sirius.- S - asiente - Nos vemos en Hogwarts. Claro que nos veremos all.Lucius Malfoy da media vuelta y comienza a caminar en la direccin contraria, seguido de cerca por sus padres, que, sin mediar palabra, avanzan acompasadamente y arrastrando las capas negras en el pavimento, haciendo un sonido que a Sirius le suena como a serpiente.Si todo el mundo en Hogwarts es as, me van a expulsar al tercer da. Por homicidio.King's CrossEl coche de los Pettigrew es un Citron 2CV verdoso. El Sr. Pettigrew lo compr en el ao 1968, de segunda mano, a un tipo francs que deca haberlo trado expresamente desde su pas. Cristales gruesos y asientos con tapicera florida. Los amortiguadores no son nada del otro mundo y las calles de Londres son demasiado adoquinadas, por lo que Peter bota en el interior mientras intenta no pegarse con la cabeza en el techo.Los baches son algo que siempre le ha molestado a Peter. Pero ese da, 1 de septiembre de 1971, un sol brillante sobre la estacin de King's Cross apacigua cualquier tipo de molestia. Peter se mordisquea las uas mientras mira a travs de la ventanilla. No la abre porque la palanca lleva estropeada desde que compraron el coche. Pero no importa.Las calles de Londres estn llenas de gente, no sin razn, es hora punta. Londinenses con maletines y trajeados, mujeres peinadas con la permanente, con nios cogidos de sus manos, ancianos sentados en bancos, leyendo peridicos en los que titulares enormes rezan "Las tropas sur vietnamitas se retiran de Camboya". Peter no sabe dnde est Camboya, tampoco tiene ni idea de por qu las tropas sur vietnamitas se retiran de all, pero no le interesa lo ms mnimo.El tubo de escape traquetea y el coche parece toser, como si tuviera asma. Peter teme que se vaya a parar y que no lleguen a tiempo, pero finalmente, el Sr. Pettigrew aparca con cuidado y demasiada meticulosidad a pesar de que el lugar que escoge est prohibido ser solo un momento le dice al guardia, que vestido de uniforme lleva un largo dedo enguantado a su reloj de mueca, rplica de la Torre de Londres dense prisa.La Sra. Pettigrew abre la puerta trasera con esfuerzo y Peter salta a la acera con renovado entusiasmo. Mientras ella saca las maletas del pequeo maletero, el chico levanta la cabeza y sonre. Mira el reloj, las enormes cristaleras y su corazn comienza a latir ms rpido de lo que el segundero avanza. Pone la mano sobre las cejas para poder ver con ms detalle, pero su madre le apremia llegars tarde.Los dos caminan. Arrastran el bal de la mejor forma posible y la Sra. Pettigrew dirige. La estacin est llena de gente, gente con prisa, gente que va a trabajar. Pero Peter no va a trabajar. Peter va a cumplir su sueo. Un sueo que est ahora al alcance de sus regordetes dedos. El nio mira los paneles con salidas de trenes, escucha por los altavoces las ltimas llamadas de atencin, ve a una pareja correr de la mano para no perder un autobs, y cuando quiere darse cuenta, su madre y l se encuentran entre los andenes nmero 9 y 10.- Andn 9 , Peter.-susurra la seora Pettigrew.- El andn de los sueos. - murmura Peter tan bajito que nadie puede escucharle.Un chico moreno y corpulento, acompaado de una chica y un seor mayor mira a izquierda y derecha y desaparece delante de sus ojos.- Peter - la Sra. Pettigrew se agacha y le pone las manos en los hombros. Sus labios pequeos, pintados con carmn rojo carmes sonren. Su piel cuidadosamente maquillada para la ocasin parece mucho ms joven. Sus ojos, marrn plido, iguales a los de su hijo brillan con orgullo -. S que todo ir bien. Siempre estaremos orgullosos de ti.- G-su propia voz se le atraganta. Peter no habla mucho-Gracias mam.Ella se queda rgida, mirando los ladrillos. Peter sabe que no le va a acompaar, por eso, coge con la mano el bal que es casi ms grande que l y cierra los ojos con fuerza mientras intenta traspasar esa barrera mgica.Humo.Risas. Muchas risas jvenes.Y Peter, despus de abrir los ojos y contemplar la enorme mquina negra y brillante, re como ellos.La varita elige al mago.Es muy temprano por la maana del da de la salida del Expreso de Hogwarts y Remus est tumbado en su cama, hojeando su libro de Transformaciones y pensando que es irnico que vaya a tener que estudiar la asignatura de Transformaciones cuando, precisamente, de transformaciones s ms que nadie. No ha dormido en toda la noche, demasiado nervioso ante la expectativa de ir al colegio de magos. Ha empaquetado todas sus pertenencias en orden de importancia: Esto quiere decir que lo primero en introducirse en el enorme bal rojo han sido sus libros favoritos, adems de los de texto. Antes de recibir su carta, Kafka, Salinger, Goethe, Miller y, por supuesto, Baudelaire, eran para l el sinnimo de magia, y de ninguna forma poda concebir el hecho de que sus mejores obras no le acompaasen all donde fuese. Sus pginas descansan en el fondo del equipaje, salvo La metamorfosis, que espera impaciente en el bolsillo interior de la gabardina demasiado grande y quizs, demasiado gruesa - En Londres, el verano arrastra sus ltimos das y an no hace apenas fro - sin la que Remus no sale nunca de casa en cuanto comienza septiembre. Es frgil y cualquier mnimo cambio de temperatura repentino le hace caer enfermo. Aunque, en ese momento, es su salud lo que menos le preocupa; cuenta las horas para dirigirse a la estacin.Se levanta y camina hacia el escritorio, colocado bajo la ventana de su habitacin para aprovechar mejor la luz diurna, y coge una chocolatina de la enorme caja con la que, semanas antes, Albus Dumbledore le haba obsequiado. Pierde unos segundos observando el paisaje desde su cuarto: Hace poco que ha amanecido, y el cielo an conserva tonos anaranjados y rojizos. Piensa en el director de Hogwarts, en si realmente tiene el potencial mgico que l confa en que tiene, en si va a decepcionarle. Y como si hubiera entendido sus preocupaciones, una lechuza parda de mirada despierta se posa en el alfizar de su ventana, sujetando un sobre en su pata derecha. Remus se sobresalta y abre la ventana a toda prisa, la deja entrar; acaricia sus plumas durante unos segundos y despus, recoge la carta, no sin cierto temor.Remus,Espero que ests bien, hijo. Enviaba esta lechuza para recordarte que hoy, uno de septiembre, los alumnos (o futuros alumnos) de Hogwarts han de acudir a la estacin King's Cross, andn 9 y , para tomar el tren que les traer hasta aqu. Espero verte all, Remus.Por otro lado, supongo que no has comprado tu varita. En mi entusiasmo por tratar de convencerte de que vinieras al colegio, olvid decirte cmo llegar hasta el Callejn Diagon: camina hasta el final de Charing Cross Road y despus, tres horizontales y dos verticales.Albus DumbledoreRemus llega al final del pergamino respirando entrecortadamente. Lo deja caer sobre el escritorio.No puede ser.La varita.He olvidado comprar la varita.Sin pensrselo dos veces, se viste. En otras circunstancias, posiblemente hubiera pasado una gran cantidad de tiempo deliberando sobre si vestirse con la tnica o, por el contrario, utilizar ropa muggle y cambiarse una vez all, en el colegio. No obstante, no tiene tiempo para pensar: Alcanza unos vaqueros oscuros, uno o mejor dos jersis, la gabardina y una larga bufanda de color gris que ha de enrollar muchas veces alrededor del cuello y sale de casa.Cuando ya est en Hogwarts y hayan pasado unos das, se arrepentir de haber salido sin despedirse. Pero en ese momento y por una vez, Remus Lupin hace las cosas sin pensar.Cierra la puerta, deja tras de s todo lo que ha sido su vida hasta entonces y baja las escaleras del piso de tres en tres.Charing Cross Road est, por fortuna, cerca de la casa de su abuela. Recorre rpido las calles, arrastrando con una sola mano el bal con una fuerza que nunca se hubiese imaginado que tena. La calle an est desierta. Es normal que no haya nadie, deben ser las nueve de la maana. Los comercios no han abierto todava, tan solo un par de cafeteras de aspecto victoriano tienen las persianas levantadas, pero no hay clientes. Y cuando llega al final de la avenida, all no hay nada. Tan solo muros de piedra de aspecto abandonado.Se apoya sobre uno de ellos, deja el bal en el suelo, introduce las manos en los bolsillos y suspira.Qu se supone que debo hacer ahora.Y la respuesta llega sola. Como una intuicin, Remus da media vuelta, hacia la destartalada pared en la que hace un segundo ha parado a descansar.Tres horizontales y dos verticales.Golpea los ladrillos con toda la fuerza que le queda. Tres horizontales, dos verticales. No est seguro de que vaya a funcionar, pero funciona. El corazn le da un vuelco. Y si alguien le hubiese preguntado en ese momento que qu es la magia, Remus hubiese contestado que la magia era esa sensacin. La sensacin cuando el muro se abre y deja ver otra calle, escondida detrs, una calle que a diferencia de la que se encuentra a sus espaldas y a pesar de que es temprano, se muestra llena de vida y de gente.Sabe que tiene prisa pero es imposible resistirse a detenerse en cada escaparate. A su izquierda, ululan las lechuzas de todos los colores, tamaos y formas; a la derecha, tras la vidriera, decenas de tnicas de gala. Brillantes calderos, balanzas de oro y de plata, telescopios. Le deslumbra la enorme escalinata de mrmol hacia Gringotts y, en una terraza, un grupo de magos jvenes charlan animadamente mientras toman helados de crema y caramelo. Lee todos los carteles: "Madame Malkin, tnicas para todas las ocasiones" "Flourish & Blotts" "Artculos de calidad para el Quidditch" "Gambol & Japes" y, finalmente, "Ollivander - Fabricantes excelentes de varitas desde el 382 a. C."El escaparate no es tan ostentoso ni colorido como el del resto de locales, y tan solo muestra un rodo cojn de color prpura sobre el que reposa una nica varita. Remus rebusca en sus bolsillos y encuentra unas cuantas libras muggles que, espera, sean suficientes para pagar la suya.La tienda consiste en cientos de estantes, unos al lado de otros, llenos de cajas y ms cajas, amontonadas unas encima de otras, de forma que parece que si extraes la primera de todas, a la altura del suelo, todas las dems van a derrumbarse. El dependiente, ya entrado en aos, tiene el pelo cano y los ojos blancos pero brillantes e inteligentes, y le observa fijamente.- Buenos das, seor - saluda Remus, intentando sonar todo lo respetuoso que puede, a pesar de que no sabe muy bien qu decir - Vena Es decir, me gustara Si no es molestia Comprar una varita, seor. Es mi primer ao en Hogwarts.- Oh! Le estaba esperando! - exclama el anciano - Dumbledore me avis de que vena. Dejando las compras para ltima hora, eh? Ser mejor que la prxima vez no te demores tanto, o perders el Expreso! Me llamo Ollivander, joven.- Remus Lupin, seor. S, ver - titubea - No No saba cmo llegar hasta aqu. Tampoco s mucho de varitas, no s cul debera escoger, ni- Escoger? - Remus no sabe dnde est la gracia en lo que acaba de decir, pero lo cierto es que aquel hombre se est riendo como si acabase de hacer un chiste muy, muy gracioso - La varita escoge al mago, muchacho. No podemos hacer nada para escogerla nosotros. Son ellas Tan caprichosas! As que, dime Con qu mano sujetas la varita?- Bu-bueno, soy diestro, seor.Ollivander le observa durante algo as como un minuto. De abajo a arriba, primero, se detiene un poco en el rostro, despus. Acto seguido, se gira hacia uno de los estantes y recoge cuatro cajitas estrechas pero largas, y las pone sobre el mostrador.- Primero esta, joven. Veintitrs centmetros. Roble. Fibra de corazn de dragn. Ligeramente flexible. Agtala!Remus duda un segundo y despus, coge la varita con todas sus fuerzas y agita. No sucede nada.- Oh! Bueno, no importa. El primer intento no siempre sale bien - Coge otra de las cajas, la abre y extiende su contenido hacia el cliente. - Veintin centmetros, bano. Ncleo de pelo de cola de Unicornio. Inflexible.La sostiene con la mano derecha, firmemente, y vuelve a agitar. Esta vez s, un estallido de color azul emerge de la punta, choca contra el techo y rebota hacia el suelo, dejando tras de s una estela blanca. Finalmente colisiona contra el escaparate y se disuelve en pequeas chispas que vuelan en todas las direcciones.- Perfecto! Perfecto! La varita le ha elegido, muchacho. - Ollivander parece fascinado, y no sabe por qu, pero Remus tambin sonre. Ha sido l. Ha sido l quien la ha hecho funcionar. - Dumbledore la dej pagada, as que puedes llevrtela. Disfrtala!Cuando sale del callejn, son las diez de la maana. Por primera vez, es consciente de que el Expreso de Hogwarts sale a las once.No puede ser que vaya a llegar tarde.Al pequeo y frgil Lupin apenas le han dejado salir de casa solo, as que no tiene ni la menor idea de cmo funciona el metro. Y no hay tiempo para averiguarlo. Ni siquiera sabe dnde est la estacin. Sin saber hacia dnde, corre, sin apenas ya sentir las manos por el peso del bal, y sin ningn rumbo. Tan solo quedan ya cuarenta y cinco minutos para la salida del tren y Remus est perdido en Londres sin saber qu hacer. As que coge un taxi. El taxista, sin dejar de asombrarse por su edad - a pesar de tener once aos, por su delgadez, aparenta un par menos - le pregunta cul es su destino.- A King's Cross! - exclama, visiblemente nervioso. Durante el trayecto, corto, por fortuna, el nio rebusca bien todos sus bolsillos en busca de monedas.- Sern siete libras, jovencito.Remus solo tiene seis libras as que se las entrega y se baja del coche todo lo rpido que puede, al grito de "Disculpe, llego tarde!" para no dar tiempo al taxista a darse cuenta de que le ha pagado una cantidad insuficiente. Siente remordimientos, pero no hay nada ms que pueda hacer.Ya en la estacin, busca desesperadamente el andn. El andn 9 est ah, justo delante suyo, y el andn 10 unos metros a la derecha. Del andn 9 y , ni rastro.Camina, inquieto, nervioso, de un andn a otro, casi corriendo y al borde del llanto. Son las once menos cinco minutos cuando, como por arte de magia, un desconocido, que parece tambin llevar mucha prisa, pasa a su lado e inintencionadamente le empuja contra la pared entre los andenes 9 y 10.El desconocido comienza a disculparse, pero Remus no le escucha. Cierra los ojos, como acto reflejo, se prepara para el dolor del impacto; pero el impacto no llega, y cuando los abre de nuevo, el Expreso de Hogwarts est a tan solo unos metros de l.El andn 9 y .Alcanza a subir en el ltimo momento antes de que la locomotora se encienda, sorteando padres emocionados, nios pequeos que lloran, ancianos con la mirada orgullosa. Todos ellos vestidos con tnicas. Magos. Sube el ltimo de todos los alumnos, pero qu importa si ya est all y nadie va a impedir que llegue al colegio.Busca un asiento vaco y no lo encuentra hasta casi el final del tren. Abre la puerta corrediza del compartimento y entra a trompicones. Se sienta al lado de una chica pelirroja de su edad que es muy guapa, vaya y frente a un chico vestido con una tnica negra, muy oscura, y mira por la ventana, callado, con el pelo negro tapndole el rostro.En el interior del vagn, Remus se sumerge en las pginas de La metamorfosis; en el andn, padres y familiares despiden con la mano al Expreso, que pronto acelera y es apenas visible en el horizonte, del tamao de un pequeo escarabajo.

Captulo III

Mscara dulce como el chocolate

Pldoras cidas, pirules con sabor a sangre, droobles con los que puedes hacer globos de chicle que tardan das en explotar, ranas de chocolate con cromos coleccionables, babosas de gelatina, grageas de todos los sabores de Bertie Bott, bolas de chocolateEl carrito de dulces del Expreso de Hogwarts es el mayor atractivo para los alumnos de primero. A Sirius le ruge el estmago. Le gustara arrancrselo; durante una milsima de segundo se arrepiente de no haber aceptado el desayuno de los elfos esa misma maana en la Mansin de los Black, despus recuerda que podran haberla envenenado o algo parecido y sacude la melenuda cabeza. Pensar en dulces y azcar hace que se le haga la boca agua.Esa es la razn por la que se levanta de su asiento y abre la puerta del compartimento. No ha cruzado palabra alguna con los tres chicos que han coincidido con l. Le miran raro. Una mezcla entre temor y desprecio. Si no fuera imposible, Sirius pensara que saben quin es. Pero es imposible, tanta pinta de odioso y puro Black tiene? En el pasillo no hay nadie, busca con la mirada el carrito y lo distingue delante de la puerta de uno de los primeros compartimentos. Cruza el vagn con paso decidido y se relame los labios con gusto. Qu pedir? Varios knuts que ha rescatado de un calcetn viejo en el fondo de su armario tintinean ansiosos en el bolsillo de su pantaln vaquero. Una caja de grageas? No, con la mala suerte que tengo seguro que me salen sabores asquerosos. Droobles? No, seguro que al final me harto de tener que mascar chicle durante horas. Tal vez unos ratones de helado Pero hace fro, se recuerda. Y finalmente decide que quiere una rana de chocolate. Oh, bendito sea el chocolate. A Sirius le encanta el chocolate. En todas sus formas y sabores. Cree que si pudiera alimentarse de algo toda su vida sera de chocolate.Anda perdido en sus fantasas cuando una figura pequea y rpida, rpida como un demonio se cuela por debajo de su brazo y se planta delante de la seora del carrito. El nio rebusca en un bolsillo y saca unos cuantos knuts que deja caer en las manos de la mujer, quien le sonre con una amabilidad que es nueva para Sirius. Se pregunta si alguna vez alguien le dedicar una sonrisa como aquella y no una mueca envenenada como la que le dirige su madre todas las maanas.- Pngame una rana de chocolate. - pide con educacin.La anciana mueve un par de bolsas de color rosa llamativo, una cajita que cruje y luego le mira con culpabilidad.- No me quedan, querido-parece sentirlo de verdad-Se llev la ltima ese chiquillo de ah, pero si quieres me quedan bolas de chocolate-No, gracias.-Sirius frunce el ceo. No quiere bolas de chocolate. Quiere ranas de chocolate. Y el chico rpido se le ha adelantado por segundos.Su estmago ruge otra vez.- Oye.- Qu?-Sirius se vuelve hacia el nio y le observa con cierto recelo.Es ligeramente ms bajo que l, delgado, cara de corte fino y ojos marrones -del mismo color que la rana de chocolate que sostiene entre las manos- escondidos tras unas gafas de cristal grueso. Su pelo negro como el tizn le cae sobre la frente de forma desenfadada. Evidentemente a ese cro nadie le ha enseado lo que es peinarse. Tampoco le han debido de ensear que no es de buena educacin sonrer de esa forma. Ni mirar tan fijamente. Sirius se da cuenta de que su rostro es el de "tpico nio angelical que toda madre menos la suya desea". Tiene pintas de inteligente con esas gafas, una sonrisa de no haber roto un plato en su vida y Oh, dios Tiene que hacer ese movimiento? El chico se balancea un poco. Sirius ahora entiende por qu la seora del carrito ha sonredo de esa forma. Es imposible no hacerlo. Pero l se contiene. Se contiene un segundo, ese segundo hasta que el cro de las gafas abre la boca.- Si quieres podemos compartir la rana.Los ojos claros de Sirius brillan con emocin, en serio? Compartirla? lo piensa pero no lo dice. Sirius no comparte sus cosas. En casa de los Black no se comparte. Lo que es tuyo lo es por excelencia y lo de los dems no se toca. Pero es chocolate.- Vale - Sirius pone su mejor mueca de amabilidad y extiende la mano.El chico le devuelve la misma mueca y saca la rana de su caja pentagonal, donde un sonriente y gordo Archibald Alderton saluda animadamente. Sirius le mira impaciente y entonces el muchacho abre una bocaza enorme y se la come.- EH!- Gu pbasa?-el chico mastica y acaba por tragrsela.- Crea que la bamos a compartir!- S, yo tambin lo crea.Sirius se queda con la boca abierta. Ofendido. Nunca antes le han tomado el pelo de esa forma. Nunca. A l. Sirius Black. Descendiente de una casa noble y llena de magos extraordinariamente odiosos y poderosos. A L. Sirius. Un nio gafotas y atolondrado le acaba de vacilar de forma descarada.Y entonces lo entiende: Es una fachada.El aspecto del nio no es ms que una fachada engaamadres, y l, el genial Sirius Black ha cado de lleno. Esas gafas de empolln, esos ojos inocentes y esa sonrisa amable se transforman de pronto en una mueca picaresca. Oh, Sirius comprende. Le est retando. Muy bien, pues si ese imbcil cuatro ojos quiere problemas, entonces Sirius le va a dar bien de problemas.Ladrillos que huelen a hogarEl Expreso de Hogwarts frena y James Potter se tropieza. Trastabilla y se empotra contra la ventana de cristal; las gafas se le descolocan otra vez y la mejilla se le congela con el fro del exterior. A travs del vidrio transparente y empaado por su respiracin, puede ver varias casas, con luces amarillentas que indican que sus dueos siguen despiertos. Una farola ilumina el andn, al que una a una, figuras vestidas con tnica negra van saltando y luego se detienen en corros para retomar las conversaciones que no han podido terminar en el interior del tren.- Es Hogsmeade - susurra el chico de pelo largo, a su lado, olvidando su encarnizada pelea de hace unos minutos -. Hemos llegado.James no responde, sus ojos marrones estn perdidos en la niebla y se mueve de forma impertinente, como persona inquieta que es. Quiere ver ms. Arrastra los pies y salta del vagn. Su enemigo le sigue como si fuera un perro y los dos se quedan quietos, incapaces de abrir la boca o moverse; los alumnos ms mayores no parecen tener intencin de avanzar, pero los ms pequeos se ponen de puntillas para intentar tener una idea de qu tienen que hacer.Una nia de pelo rubio y bajita susurra a su amiga he escuchado que someten a pruebas terribles para entrar en las Casas, y si me echan porque no valgo? mis padres son muggles yJames no tiene esa preocupacin. Sabe que es mgico. Siempre lo ha sabido. Desde la primera vez que mand por los aires a ese nio que le llam gafotas en el barrio cuando tena seis aos, o desde aquella otra en la que la radio del saln estall en mil pedazos cuando el Sr. Potter se neg a dejarle ir disfrazado en Halloween, demasiado pequeo repeta una y otra vez. James acostumbra a conseguir todo lo que quiere. Es ms, James Potter siempre consigue lo que quiere. Por eso, sabe de sobras en qu casa va a estar, porque estar en la que l quiera estar. Ninguna otra.- Los alumnos de primero, por favor!Una figura enorme se abre camino entre los ms mayores, tambalendose de un lado a otro y balanceando un farol de izquierda a derecha. La luz procedente del objeto le ilumina un rostro barbudo y de ojos pequeos y negros carentes de maldad. Los ms atrevidos se acercan a l y se ponen muy juntos, cmo si eso fuese a protegerles de algn peligro inexistente. James se gira cuando el chico plido y desgarbado baja con cuidado del tren y se recoloca la tnica. Se miran durante un par de segundos y James le sonre ampliamente. El chico eleva la comisura del labio izquierdo y luego centra su atencin en el hombretn de barba que empieza a alejarse.James no duda y echa a caminar, sabiendo de sobras que los otros dos le van a seguir. Sortea a varios chicos de gran altura y luego se une a la cola no demasiado larga que camina entre cuchicheos de curiosidad. l no habla. Se limita a escuchar atentamente."Tengo especial curiosidad por la asignatura de Encantamientos, me han dicho que es una de las ms bonitas de estudiar, qu ganas!", comenta una chica pelirroja tres filas delante de ellos. "Yo quiero unirme al equipo de Quidditch, dicen que los de primer ao no pueden, pero podran hacer una excepcin"parlotea un muchacho gordo que James est seguro de que rompera la escoba con tan slo poner su enorme culo encima del palo. "Dicen que el director, Dumbledore es un viejo chiflado Has escuchado que la profesora McGonagall es un gato? Pero no mientas!"El hombre gigantesco se detiene en ese momento y sonre ampliamente mientras seala a su espalda.- Formad grupos de cuatro y ocupad los botes, cruzaremos el lago hasta el Castillo.- Remando?-pregunta una chica alta y de cabello negro oscuro.- Por supuesto que no, esto es Hogwarts!Los nios forman grupos al azar y se sientan en unos botes que no transmiten demasiada seguridad.James se recoloca las gafas y se acerca a un bote, mirando el agua con un poco de reparo. La duda desaparece al instante cuando el chico de pelo largo salta como si nada, haciendo que la estrecha embarcacin se tambalee bajo su peso. Y l no puede ser menos.Se sienta en la esquina contraria al muchacho y un peso ms liviano ocupa la barca cuando el chico de aspecto enfermizo se sienta a su lado. El ltimo en subir es un nio de corta estatura, un poco ancho y de ojos pequeos y manos temblorosas.Cuando la barca empieza a moverse, el ltimo inquilino cierra los ojos y susurra cosas sin sentido.James se deja caer y apoya el costado en el lateral de la barca mientras estira el brazo para tocar el agua.- No creo que debas hacer eso - susurra una voz suave y ronca -. En el lago hay bichos que podran arrancarte la mano de un bocado.- En serio? - los ojos de James brillan entusiasmados bajo las gafas.- Podras tirarte - ladra el otro muchacho -. As tendras lo que te mereces.- No te he preguntado tu nombre, eres?- Sirius Black.El nio regordete suelta un jadeo y casi se cae de la barca. Sus ojos se mueven nerviosos de izquierda a derecha, como si esperase que en cualquier momento un tritn saltase sobre ellos y le arrancase la cabeza de un bocado.- Yo soy James, James Potter.Se miran. Se vuelven a retar. Los dos saben que un marcador invisible se cie sobre sus infantiles cabezas y que marca un empate. Sirius frunce el ceo, esperando la reaccin. La reaccin a Black, pero esta no se produce.En su lugar, el chico plido y James sueltan un largo woaaaaaaaaaah y Sirius y el otro se giran sobre sus espaldas para ver a qu se debe una exclamacin de admiracin como esa.Hogwarts.Sobre un enorme peasco, un castillo de dimensiones sobrecogedoras ilumina la noche con los cientos de ventanas llenas de luces. Los nios no son capaces de contar la cantidad de torres que coronan la estructura, pero s destacan un gigantesco torren que parecer querer alcanzar el cielo. La imagen es tan maravillosa y mgica que ninguno de ellos ser capaz de describir con precisin el sentimiento de familiaridad que cruz por sus excitados corazones en ese momento. Estn en casa. Cada ladrillo dice eso, hogar, Hogwarts es tu hogar.El farol que sujeta el gigantesco hombre se refleja en las cuatro caras infantiles cuando la barca llega al puerto. Ninguno se mueve.- Vamos, muchachos!Ellos dan un respingo y bajan. James nunca olvidar el momento en el que su zapatilla roz la tierra. Nunca olvidar cmo an a distancia, la magia de Hogwarts le envolvi de una forma parecida a la los abrazos que la Sr. Potter le regalaba cada maana. Y nunca jams olvidar la mirada que le dirigi Sirius, esto es mo, que con el tiempo se transform en un esto es nuestro.Salvajes, salvajes como animalesEl gigante golpea tres veces con su enorme puo en la descomunal puerta de madera y esta se abre de inmediato. Una bruja alta, de cabello negro y tnica verde esmeralda permanece inmvil en lo alto de la escalera, con otra puerta a su espalda, fijando sus ojos claros tras gafas en las caras sonrojadas por el fro. James advierte que la boca de la mujer se tuerce en una mueca severa y sabe al instante que ser divertido comprobar hasta dnde es capaz de levantar el labio.- Los de primer ao, profesora McGonagall. - masculla el hombre de barba.- Muchas gracias, Hagrid. Yo los llevar desde aqu.La bruja se gira y las puertas se abren ante ella. Los nios que ocupan las primeras filas la siguen y el susurro se extiende hasta el final: El vestbulo de entrada es enorme, las paredes de piedra estn adornadas con antorchas luminosas y hermosos tapices cosidos a mano. El techo es tan alto que los ojos son incapaces de ver ms all. James juega con sus pies y sortea las lneas que marcan las piedras sobre el suelo. Esa es la causa de que cuando el grupo se detiene delante de una puerta pequea, su cabeza se choca contra la espalda de la persona que tiene delante.- Perdona, Sirius.James se da cuenta de que no ha advertido el momento en el que el chico le ha adelantado y se fija en que el muchacho desgarbado tambin ocupa una posicin delante de l. Sirius le mira con cara de pocos amigos, como si le molestase la simple mencin de su nombre.La bruja les hace pasar a una habitacin ms pequea mientras desliza sus giles ojos gatunos sobre ellos. James la mira fijamente, ser verdad eso de que es un gato? Se promete a s mismo preguntarlo ms tarde. No entiende cmo una persona puede convertirse en un animal sin ms, tiene que ser una magia maravillosa.- Bienvenidos a Hogwarts - dice la profesora McGonagall -. El banquete de comienzo de ao se celebrar dentro de poco, pero antes de que ocupis vuestros lugares en el Gran Comedor deberis ser seleccionados para vuestras casas.Casas. Casas. El murmullo se extiende.- Silencio - grue la mujer - la Seleccin es una ceremonia muy importante porque, mientras estis aqu, vuestras casas sern como vuestra familia. Tendris clases con el resto de la casa que os toque, dormiris en los dormitorios de la casa que os toque y pasaris el tiempo libre en la sala comn de la casa. Para aquellos que no lo sepan, las cuatro casas de Hogwarts se llaman Gryffindor, Hufflepuff, Ravenclaw y Slytherin. Cada casa tiene su propia noble historia y cada una ha producido notables brujas y magos. Mientras estis en este colegio, vuestros triunfos conseguirn que vuestra casa gane puntos, mientras que cualquier infraccin de las reglas har que los pierdan. Con el fin de curso, la casa que haya obtenido ms puntos ser premiada con la Copa de las Casas. La Ceremonia de Seleccin tendr lugar dentro de pocos minutos, frente al resto del colegio. Volver cuando est todo preparado.Los nios se quedan solos y lo que haba sido un susurro se convierte en un gran barullo. El tema de conversacin es evidente. Las Casas. James se encuentra nervioso, por lo que busca con la mirada a las personas ms cercanas y escucha. Una nia pelirroja mira a un chico de pelo negro y piel cetrina y sonre.- No me importa la casa en la que est. - dice ella.- A menos que te toque en la sucia Slytherin. - la voz de Sirius arrastra las palabras, como si sisease, imitando a una serpiente.- En realidad creo que Slytherin no tiene nada malo. - murmura el chico de pelo negro, como si le diese miedo hablar demasiado alto. James se fija en su nariz. No le gusta su nariz.- Tal vez, si quieres convertirte en un mago o bruja despr- Yo ser Gryffindor! - James finge sacar una espada del bolsillo y la levanta hacia el cielo - Como mi padre.- T te callas, gafotas. - Sirius le da un empujn y ambos se enzarzan en una pelea que acaba por empujar al chico debilucho al suelo y caen los tres con estrpito. Al segundo todo es un lo de piernas y puos y ninguno sabe cmo recolocarse.- SE PUEDE SABER QU HACEN? - la profesora McGonagall les mira con dureza. James traga saliva. Ahora parece mucho ms amenazadora - Seores- Potter, profesora.- Black.- Lupin, seora.McGonagall los mira durante un segundo y parece que va a decir algo, pero cambia de idea y suspira.- Acaso son animales?Los tres niegan con la cabeza.- Pues dejen de comportarse como tales!-ella se gira con dramatismo-En marcha.James y Sirius se miran y se ren por lo bajo.- Perdona, Lupin - James mira al chico de pelo pajizo-. Ha sido sin querer.- No te preocupes - Lupin le mira con un poco de desconfianza y luego se recoloca la tnica con nerviosismo.Las tres primeras filas ya no se encuentran en la habitacin.- Eres un animal, gafotas. - Sirius ladra por lo bajo.- Y de los peores, Sirius.- Pronuncia cada letra del nombre con lentitud, a sabiendas de que el otro odia que se tomen tantas confianzas.Se ponen uno al lado del otro y deslizan sus pies por el suelo de piedra en la direccin indicada. Los ojos de James se estrechan un poco cuando las luces son demasiado brillantes, pero pronto los vuelve a abrir, no quiere perderse ningn detalle.Miles de velas flotantes iluminan la estancia; el Gran Comedor es extrao, desprende un aura acogedora que contradice las grandes dimensiones de la estancia. Cuatro grandes mesas ocupan la habitacin y en ellas, cientos de estudiantes vestidos de negro ocupan sus respectivos lugares. James supone que cada una de ellas corresponde a una casa distinta. Lo confirma cuando es capaz de ver las insignias de colores en el pecho de algunos de los chicos que se sientan ms cerca del pasillo que recorren. En la cabecera hay una mesa de menor tamao pero mucho ms ancha, con bastantes sillas, cada una de un diseo diferente y varios magos y brujas con sombrero les observan con curiosidad. Durante un segundo se le ocurre levantar la cabeza y se queda maravillado al contemplar un hermoso cielo estrellado, ser de verdad? es otra pregunta que tiene que resolver en los prximos das.En ese momento, la profesora McGonagall coloca un taburete encima de la tarima donde se encuentra la mesa de los profesores y deja caer sobre ella un trapo viejo. James maldice su miopa una vez ms y achina los ojos para poder ver mejor entre cabezas ms altas que l. Es un sombrero. Un sombrero viejo y rado, y est seguro de que hace mucho tiempo que nadie lo ha lavado. De repente, la tela del sombrero se mueve y un doble similar a una boca se agranda.Soy el Sombrero Seleccionador de Hogwarts,muchos magos y brujas antes que t me han utilizado.Quieres saber a qu casa vas a pertenecer?Yo te lo dir!Simplemente, prubame.Puedes pertenecer a Gryffindor,donde habitan los valientes.Puedes pertenecer a Hufflepuff,donde son justos y leales.Puedes pertenecer a Ravenclaw,pero slo si tienes una mente dispuesta, porque los inteligentesencontrarn all a sus iguales.O puedes pertenecer a Slytherin,hars astutos amigos y conseguirs tus ms hondos deseos.As que no esperes ms y Prubame!Todo el Gran Comedor grita y aplaude, incluso algunos atrevidos silban de emocin. James traga saliva. Por primera vez es consciente de que su futuro como mago se va a decidir en los prximos minutos.- Cuando os nombre os sentaris y os probaris el Sombrero-dice la profesora McGonagall mientras desenrolla un largo pergamino amarillento -. Tyson, Bert.Bert Tyson? No van en orden alfabtico por apellido?- Creo que utilizar el nombre en lugar del apellido-susurra una chica rubia y extremadamente alta a su derecha.El chico nombrado camina con la cabeza gacha, tiene la cabeza rapada y ojos azules brillantes, pero llenos de pnico. Sus pies cuelgan del taburete cuando se sienta y las manos le tiemblan sobre el pecho.- HUFFLEPUFF! - grita el Sombrero aproximadamente seis segundos despus.La mesa de la derecha se levanta al mismo tiempo y una marea de color amarillo llena el Gran Comedor de aplausos.- Lorean, Ignotus.Otro muchacho de aspecto robusto para su edad sale de la primera fila y se sienta.- SLYTHERIN!La mesa ms alejada aplaude con entusiasmo e Ignotus se sienta en uno de los huecos libres.- Potter, James.Oh. Te llamas as, James, le recuerda su cerebro. Capta la mirada atenta de Sirius, la de Lupin e incluso la del chico de nariz fea y sabe que no puede decepcionarse a s mismo. Con cuidado se sienta sobre el taburete y cruza las manos sobre el regazo.- Mmmm - no se mueve cuando escucha un susurro grave en su oreja izquierda-Creo que no tengo ninguna decisin que tomar contigo, ya has decido por ti mismo, no?James asiente levemente.- No te has planteado otra opcin? Has pensado en Ravenclaw?O en Hufflepuff, si te parece grue internamente.El sombrero re.- Debera ponerte en Slytherin por tu osada.Es por mi osada que debes ponerme en Gryffindor.- Vale - parece que se remueve molesto ante la derrota - GRYFFINDOR!Maldito CuatrojosSirius se remueve en el sitio. Apoya el peso en el lado izquierdo del cuerpo, y despus, se cansa, y lo traslada al derecho. Est muy, muy impaciente. No sabe qu hacer con los brazos, as que los cruza sobre el pecho. Orden alfabtico por nombre significa que le toca probarse el sombrero, probablemente, de los ltimos, y no se siente capaz de soportar cinco minutos ms all de pie, observando de lejos a los nios que corren entusiasmados hacia el taburete, se sientan, y tras unos segundos el comedor aplaude a sus futuros Slytherin, Ravenclaw, Hufflepuff, Gryffindor.Sirius quiere, necesita que sea su turno. Observa como Potter, maldito Cuatrojos, sonre cuando la mujer del ceo fruncido pronuncia su nombre, y se coloca el sombrero sobre ese enmaraado pelo suyo. Con la sonrisa brillante cuando escucha "GRYFFINDOR!" se levanta y camina a zancadas hasta la mesa que le corresponde.- Herbert, Jane. SLYTHERIN!- McMillen, Joel. RAVENCLAW!- Stanley, John. RAVENCLAW!Jane, Joel, John. En serio, por qu no se acaban ya los malditos nombres con J?Mira a los nios que estn, como l, aguardando a su gran momento. Todos estn excitados, charlan animadamente, hacen especulaciones sobre la casa que les tocar "Yo ser Ravenclaw! Yo, Slytherin! Y si me toca Hufflepuff? Bueno, cualquier casa est bien, no?" Cuando quiere darse cuenta, lleva un buen rato observando las reacciones y escuchando las conversaciones de todo el mundo, por puro aburrimiento. Pero el chico debilucho con el que han chocado antes, Lupin o algo as, est realmente plido, pero callado. Siempre est callado. Observa la ceremonia en silencio, y no hay muestras reales de que est nervioso pero diantres, tiene que estarlo, quin rayos puede mantener la calma en una situacin como esta, es decir, vas a estar siete aos en la casa que te toque, demonios! Por qu no muestra ni un poquito de entusiasmo? Y entonces "Lupin, Remus", y el chico se levanta y reacciona, y Remus, vaya nombre ms raro, Sirius le sigue con la mirada y ve como se pone el Sombrero con manos temblorosas, y despus, no pasan dos segundos siquiera y GRYFFINDOR!, y, en serio? Gryffindor? y Remus recupera el color de la piel, se levanta, baja los dos escalones de la tarima, y se tropieza pero nadie se re porque estn demasiado ocupados aplaudiendo al recin llegado.Remus. R, R, R, R, Remus. Repasa mentalmente. A, b, c, d, e o, p, q, r y s. S. S. Me toca. Ya me toca. Tiene que tocarme ya.- Lingwood, Sabine - Pdrete, maldita seas - GRYFFINDOR!- Black, Sirius.Y McGonagall an no ha acabado de pronunciar su nombre y Sirius ya se est abriendo paso entre los chicos que hay delante de l, corriendo a sentarse y a probarse el sombrero, y justo cuando comienza a caminar, le asaltan las dudas. No ha pensado en ello ni un momento antes, pero, Y si realmente soy un Black, y me ponen en Slytherin?Y para en seco, y deja de caminar. Tiene miedo. Y entonces, McGonagall repite.- Black, Sirius! - Sirius traga saliva, hace acopio de todas sus fuerzas y se sienta en la pequea silla. Intenta poner la mente en blanco: Ha odo que, cuando te lo colocan en la cabeza, el Sombrero Seleccionador puede escuchar tus pensamientos. Y cuando la profesora se lo pone, le escucha murmurar.- Hmmm Vaya, vaya, as que aqu tenemos a un Black, ni ms ni menosSirius intenta evitarlo pero no puede, y la sola mencin a su apellido hace que surja dentro de l una rabia inhumana, canina, algo que le arde dentro, que hace que quiera morder, araar, pegar, destrozar cosas.- Bueno, bueno, est bien. No nos queda otra, entonces GRYFFINDOR!GRYFFINDOR. Se levanta de un salto y corre hacia la larga mesa donde le esperan sus futuros compaeros de casa, con sus bufandas de color rojo y dorado y sus jersis con el escudo bordado. Sirius no se da cuenta, pero en la mesa de la derecha, los Slytherin ms mayores suspiran, decepcionados. Y aunque se hubiese dado cuenta, no le hubiese preocupado lo ms mnimo. Al fin y al cabo, qu importa a cuntas sabandijas estpidas decepciones y cuntas tradiciones familiares rompa, si as es feliz, se siente libre, y sonre de oreja a oreja, con una inocencia infantil que en sus once aos de vida jams haba experimentado.Toma asiento y un chico al lado suyo, que aparenta unos quince aos y tiene las mejillas ms sonrosadas que Sirius haya visto jams, le felicita y le ofrece un poco de zumo de calabaza. Otro, rubio y con cara de malas pulgas, le mira fijamente, y cuchichea con la chica a su derecha, de pelo largo y negro:- Es un Black, pero le han puesto en Gryffindor. Qu raroSirius recorre con la mirada todas las mesas, en busca de caras conocidas. El chico de nariz ganchuda y pelo graso est sentado en la mesa de Slytherin, de espaldas a l. En Ravenclaw reconoce a un par de chicas con el pelo recogido que iban justo delante de l en la fila para coger el Expreso. En Hufflepuff, un nio de expresin desconcertada charla animadamente con dos muchachos ms. Las caras de los tres le suenan, pero no est completamente seguro de haberles visto antes. Finalmente y en su misma mesa, tanto Cuatrojos como el nio debilucho y callado se encuentran sentados, uno frente a otro, dos asientos a su derecha.Entonces, el director del colegio, Albus Dumbledore, se pone en pie, en medio de la mesa del comedor donde toman asiento los profesores.- Antes de nada, debo recordar a los alumnos de primero que no est permitidos adentrarse en las inmediaciones del bosque que se encuentra en el territorio del castillo. Adems, y a peticin del seor Filch, debo recordarles tambin que est prohibido hacer magia fuera de clase y en los pasillos. Y ahora que ya estn todos con sus respectivas casas, que comience el banquete! - El hombre, con el pelo largo y cano y una enorme barba blanca sujeta con una pinza dorada, chasquea los dedos y comienzan a aparecer platos, enormes recipientes llenos de carne y patatas asadas. El olor del pastel de calabaza impregna rpidamente el ambiente, y pronto los alumnos se lanzan a comer empanadas de Cornualles y tartas de melaza. Cuando la comida en las bandejas se agota, vuelve a llenarse instantneamente. Los alumnos de primero, y sobre todo aquellos que son hijos de muggles, observan el espectculo con tanta fascinacin como saborean la deliciosa comida. Y, entre mordisco y mordisco, conversan entre ellos. Los ms jvenes todava no se atreven a dirigirle la palabra a los alumnos de cursos superiores, as que entablan conversacin con los de su misma edad. Prcticamente todos comen con ansia, pero aquel joven callado y tranquilo se sirve con cuidado y mastica despacio. Cuatrojos, por otro lado, engulle un pastel de carne. Estn hablando sobre su casa, su procedencia.- Mis padres eran muggles! Un da me castigaron un mes sin comer dulces por haber roto la ventana del vecino jugando con un baln y me enfad mucho, me encerr en mi habitacin y me ech a dormir. Cuando despert, las paredes, todo era de chocolate! - Un chico con los ojos de color azul claro re enrgicamente - Y t, cmo te