la historia me absolvera - revistadelauniversidad.unam.mx · miserables, cuanto impúdicas...

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UNiVERSIDAD J)}( 'MExicb Por Fidel CASTRO Fidel Castro y SI,lS seguidores, libres <lespués de dos años de prisión LA HISTORIA ME En aquella primera sesión se me llamó a declarar y fui sometido a interrogatorio durante dos horas, contestando las pre- guntas del señor Fiscal y los veinte abo- gados de la defensa. Puede probar con cifras exactas y datos irrebatibles las can- tidades de dinero invertido, la forma en que se habían obtenido y las armas que logramos reunir. No tenía nada que ocul- tar, porque en realidad todo había sido logrado con sacrificios sin precedentes en nuestras contiendas republicanas. Hablé de los propósitos que nos inspiraban en la lucha y del comportamiento humano y generoso que en todo momento mantu- vimos con nuestros adversarios. Si pude cumplir mi cometido demostrando la no participación, ni directa ni indirecta, de todos los acusados falsamente comprome- tidos en la causa, se 10 debo a la total adhesión y respaldo de mis heroicos com- pañeros, pues dije que ellos no se aver- gonzarían ni se arrepentirían de su con- dición de revolucionarios y de patriotas por el hecho de tener que sufrir las con- seruencias. No Se me permitió nunca ha- blar con ellos en la prisión y, sin embargo, pensábamos hacer exactamente lo mismo. Es que, cuando los hombres llevan en la mente un mismo ideal, nada puede inco- municar1os: ni las paredes de una cárcel, ni la tierra de los cementerios, porque un mismo recuerdo, una misma alma, una misma idea, una misma conciencia y dig- nidad los alienta a todos. Desde aquel momento comenzó a des- moronarse como castillo de naipes el edi- ficio de mentiras infames que había le- vantado el gobierno en torno a los hechos, resultando de ello que el señor Fiscal comprendió cuán absurdo era mantener en prisión a todas las personas a quienes se acusaba de autores intelectuales, soli- citando de inmediato para ellas la libertad provisional. Terminadas mis declaraciones en aque- lla primera sesión, yo había solictiado per- miso del tribunal para abandonar el banco de los acusados y ocupar un puesto entre los abogados defensores, 10 que, en efecto, me fue concedido. Comenzaba para mi entonces la misión que consideraba más importante en este juicio: destruir total- mente las cobardes cuanto alevosas y miserables, cuanto impúdicas calumnias que se lanzaron contra nuestros comba- tientes, y poner en evidencia irrebatible los crímenes espantosos y repugnantes que se habían cometido con los prisione- ros, mostrando ante la faz de la nación y del mundo la infinita desgracia de este pueblo, que está sufriendo la opresión más cruel e inhumana de toda su historia. ABSOLVERA cido para que se me despojase también de este derecho consagrado en Cuba por una larga tradición. El tribunal no pudo acceder a tales pretensiones porque era y es dejar a un acusado en el colmo de la indefensión. Ese acusado, que está ejerciendo ahora ese derecho, por ninguna razón del mundo callará 10 que debe de- cir. Y estimo que hay que explicar, pri- mero que nada, a qué se debió la feroz incomunicación a que fui sometido; cuál es el pro,pósito al reducirme al silencio; por qué se fraguaron planes" que el tri- btlnal conoce, para asesinarme; qué he- chos gravísimos se le quieren ocultar al pueblo; cuál es secreto de todas las co- sas, extrañas que han ocurrido en este proceso. Es 10 que me propongo hacer con entera claridad. Vosotros habéis calificado este Jt1lCIO públicamente como el más trascendental de la historia republicana y si así 10 habéis creído s'¡nceraménte, no debísteis permitir que os 10 mancharan con un fardo de burlas a vuestra autoridad. La primera sesión del juicio fue el 21 de septiembre. Entre un centenar de ametralladoras y ballonetas que invadían escandalosamente la sala de justicia, más de cien personas se sentaron en el banquillo de los acu- sados. Una gran mayoría era ajena a los hechos y guardaba prisión prevent!va ha- cía muchos días, después de sufnr toda clase de vejámenes y maltratos en los calabozos de los cuerpos represivos; pero el resto de los acusados, que era el menor número, estaba gallardamente firme, dis- puestos a confirmar con orgullo par- ticipación en la batalla por .. la dar un ejemplo de abnegaclOn sm pre- cedentes y librar de las garras de la cárcel a aquel grupo de personas que con toda mala fe habían sido incluídas en ei' Los que habían combatido una vez volvían a enfrentarse. Otra vez la causa justa del lado nuestro iba a li- brarse contra la infamia el combate te- rrible de la verdad. i Y ciertamente que no esperaba el régimen la catástrofe mo- ral que se avecinaba! ... ¿ Cómo mantener todas sus falsas acusaciones? ¿ Cómo impedir que se su- piera 10 que en realidad había ocurrido. cuando tal número de jóvenes estaban dispuestos a correr todos. los riesg.os; cárcel, ·tortura y muerte, SI era preClSO, por denunciarlo ante el tribunal? El 16 de octubre de .1953, en su a1do- defensa ante el Tribunal de de Santiago de Cuba, que lo Juzgo por su ataque al cuartel}.1ancada, Fid el Castro defendió los móviles y de la revolución. Porque se tmta, sm duda, de un importante documento his- tórico, reproducimos una parte del ale- gato del jefe de la revolución.' S EÑORES MAGISTRADOS: Nunca un abogado ha tenido que ejercer su oficio en tan difíciles cond,i- ciones nunca contra un acusado se habla cometido tal cúmulo de abrumadoras irre- g-ularidades. Uno y otro, son en este caso la misma persona. Como abogado, ,n? ha podido ni tan siquiera ver el sumano y: como acusado hace hoy 76 días que esta encerrado en 'una celda solitaria, total y absolutamente incomunicado, por encima de todas las prescripciones humanas y legales. Quien está hablando aborrece con. su alma la vanidad pueril y no estan ni su ánimo ni su temperamento para voses de tribuno ni sensacionalismos de n.mgu: na índole. Si he tenido que asumir mi propia defensa ante este ?e debe a dos motivos. Uno: porque practtcamen- te se me privó de ella por otro: porque sólo quien haya Sido hendo tan hondo, y haya visto la patria y la puede hablar en una ocaSlOn como esta con pa- labras que sean sangre del corazón y en- trañas de la verdad. No faltaron compañeros generoso.s que quisieran defenderme, y el ColegiO de Abogados de La Habana designó para que me representara en esta causa a un competente y valeroso letrado; el Jorge Pagliery, decat:t0 del .ColegIO de esta ciudad. No 10 dejaron, sm embargo, desempeñar su misión: las pue;tas de la prisión. estaban cerradas el cuantas veces mtentaba verme: solo al cabo de mes y medio, debido que la Audiencia, se le concedieron diez mmutC!s para entrevistarse en de un sargento del ServICIO de Inteltgen- cia Militar. Se supone que un abogado debe conversar privadamente con su de- fendido, y este derecho se respeta en cualquier lugar del mundo, salvo que se trate de un prisionero de guerra en manos de un impecable despo!lsmo que no reconozca reglas Jegales. 111 hu- manas. Ni el dador Pagltery ni yo tuvimos dispuestos a tolerar esta sucia fiscalización de nuestras armas para el juicio oral. ¿ saber de an- temano con' que mediOS Iban a redu- cidas a polvo las fabulosas menttras que habían elaborado en torno a los hechC!s del cuartel Mancada y sacarse a relUCir las terribles verdades que deseaban ocul- !:<ir a toda',costa ? Fue decidió que,haciend()-uso de abogado, asumiese yo mismo mi propia defensa. . , Esta decisión. oída y pare! sargento del SIM, proyoco mores; parece ;¡ue duendeclllo bur- lón se complacla dlnendoles por cul- pa mía 'los ibari a sal1r _muy mal: y vosotros sabels de sobra, Senares gistrados, cuánt:rs presiones se han ejer-

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UNiVERSIDAD J)}( 'MExicb

Por Fidel CASTRO

Fidel Castro y SI,lS seguidores, libres <lespués de dos años de prisión

LA HISTORIA ME En aquella primera sesión se me llamóa declarar y fui sometido a interrogatoriodurante dos horas, contestando las pre­guntas del señor Fiscal y los veinte abo­gados de la defensa. Puede probar concifras exactas y datos irrebatibles las can­tidades de dinero invertido, la forma enque se habían obtenido y las armas quelogramos reunir. No tenía nada que ocul­tar, porque en realidad todo había sidologrado con sacrificios sin precedentes ennuestras contiendas republicanas. Habléde los propósitos que nos inspiraban enla lucha y del comportamiento humanoy generoso que en todo momento mantu­vimos con nuestros adversarios. Si pudecumplir mi cometido demostrando la noparticipación, ni directa ni indirecta, detodos los acusados falsamente comprome­tidos en la causa, se 10 debo a la totaladhesión y respaldo de mis heroicos com­pañeros, pues dije que ellos no se aver­gonzarían ni se arrepentirían de su con­dición de revolucionarios y de patriotaspor el hecho de tener que sufrir las con­seruencias. No Se me permitió nunca ha­blar con ellos en la prisión y, sin embargo,pensábamos hacer exactamente lo mismo.Es que, cuando los hombres llevan en lamente un mismo ideal, nada puede inco­municar1os: ni las paredes de una cárcel,ni la tierra de los cementerios, porqueun mismo recuerdo, una misma alma, unamisma idea, una misma conciencia y dig­nidad los alienta a todos.

Desde aquel momento comenzó a des­moronarse como castillo de naipes el edi­ficio de mentiras infames que había le­vantado el gobierno en torno a los hechos,resultando de ello que el señor Fiscalcomprendió cuán absurdo era manteneren prisión a todas las personas a quienesse acusaba de autores intelectuales, soli­citando de inmediato para ellas la libertadprovisional.

Terminadas mis declaraciones en aque­lla primera sesión, yo había solictiado per­miso del tribunal para abandonar el bancode los acusados y ocupar un puesto entrelos abogados defensores, 10 que, en efecto,me fue concedido. Comenzaba para mientonces la misión que consideraba másimportante en este juicio: destruir total­mente las cobardes cuanto alevosas ymiserables, cuanto impúdicas calumniasque se lanzaron contra nuestros comba­tientes, y poner en evidencia irrebatiblelos crímenes espantosos y repugnantesque se habían cometido con los prisione­ros, mostrando ante la faz de la nacióny del mundo la infinita desgracia de estepueblo, que está sufriendo la opresiónmás cruel e inhumana de toda su historia.

ABSOLVERA

cido para que se me despojase tambiénde este derecho consagrado en Cuba poruna larga tradición. El tribunal no pudoacceder a tales pretensiones porque eray es dejar a un acusado en el colmo dela indefensión. Ese acusado, que estáejerciendo ahora ese derecho, por ningunarazón del mundo callará 10 que debe de­cir. Y estimo que hay que explicar, pri­mero que nada, a qué se debió la ferozincomunicación a que fui sometido; cuáles el pro,pósito al reducirme al silencio;por qué se fraguaron planes" que el tri­btlnal conoce, para asesinarme; qué he­chos gravísimos se le quieren ocultar alpueblo; cuál es secreto de todas las co­sas, extrañas que han ocurrido en esteproceso. Es 10 que me propongo hacercon entera claridad.

Vosotros habéis calificado este Jt1lCIOpúblicamente como el más trascendentalde la historia republicana y si así 10 habéiscreído s'¡nceraménte, no debísteis permitirque os 10 mancharan con un fardo deburlas a vuestra autoridad. La primerasesión del juicio fue el 21 de septiembre.Entre un centenar de ametralladoras yballonetas que invadían escandalosamentela sala de justicia, más de cien personasse sentaron en el banquillo de los acu­sados. Una gran mayoría era ajena a loshechos y guardaba prisión prevent!va ha­cía muchos días, después de sufnr todaclase de vejámenes y maltratos en loscalabozos de los cuerpos represivos; peroel resto de los acusados, que era el menornúmero, estaba gallardamente firme, dis­puestos a confirmar con orgullo ~u par­ticipación en la batalla por..la l~bertad,dar un ejemplo de abnegaclOn sm pre­cedentes y librar de las garras de lacárcel a aquel grupo de personas quecon toda mala fe habían sido incluídasen ei' pr~ceso. Los que habían combatidouna vez volvían a enfrentarse. Otra vezla causa justa del lado nuestro iba a li­brarse contra la infamia el combate te­rrible de la verdad. i Y ciertamente queno esperaba el régimen la catástrofe mo­ral que se avecinaba!

... ¿ Cómo mantener todas sus falsasacusaciones? ¿ Cómo impedir que se su­piera 10 que en realidad había ocurrido.cuando tal número de jóvenes estabandispuestos a correr todos. los riesg.os;cárcel, ·tortura y muerte, SI era preClSO,por denunciarlo ante el tribunal?

El 16 de octubre de .1953, en su a1do­defensa ante el Tribunal de .urg~ncia

de Santiago de Cuba, que lo Juzgo porsu ataque al cuartel}.1ancada, FidelCastro defendió los móviles y objetiv~s

de la revolución. Porque se tmta, smduda, de un importante documento his­tórico, reproducimos una parte del ale­gato del jefe de la revolución.'

SEÑORES MAGISTRADOS:

N unca un abogado ha tenido queejercer su oficio en tan difíciles cond,i­ciones nunca contra un acusado se hablacometido tal cúmulo de abrumadoras irre­g-ularidades. Uno y otro, son en este casola misma persona. Como abogado, ,n? hapodido ni tan siquiera ver el sumano y:como acusado hace hoy 76 días que estaencerrado en 'una celda solitaria, total yabsolutamente incomunicado, por encimade todas las prescripciones humanas ylegales.

Quien está hablando aborrece con. tod~su alma la vanidad pueril y no estan ni

su ánimo ni su temperamento para vosesde tribuno ni sensacionalismos de n.mgu:na índole. Si he tenido que asumir mipropia defensa ante este tribun~l ?e debea dos motivos. Uno: porque practtcamen­te se me privó de ella por .comple~o;otro: porque sólo quien haya Sido hendotan hondo, y haya visto ta~ de~él:mparadala patria y envile~i,da la Ju~ttcla puedehablar en una ocaSlOn como esta con pa­labras que sean sangre del corazón y en­trañas de la verdad.

No faltaron compañeros generoso.s quequisieran defenderme, y el ColegiO deAbogados de La Habana designó paraque me representara en esta causa a uncompetente y valeroso letrado; el ~octor

Jorge Pagliery, decat:t0 del .ColegIO deesta ciudad. No 10 dejaron, sm embargo,desempeñar su misión: las pue;tas de laprisión. estaban cerradas ~ara el cuantasveces mtentaba verme: solo al cabo demes y medio, debido ~ que i?terv~no laAudiencia, se le concedieron diez mmutC!spara entrevistarse conm.i~o en pres~ncla

de un sargento del ServICIO de Inteltgen­cia Militar. Se supone que un abogadodebe conversar privadamente con su de­fendido, y este derecho se respeta encualquier lugar del mundo, salvo que setrate de un prisionero de guerra cu~anoen manos de un impecable despo!lsmoque no reconozca reglas Jegales. 111 hu­manas. Ni el dador Pagltery ni yo e~­

tuvimos dispuestos a tolerar esta suciafiscalización de nuestras armas para eljuicio oral. ¿Q~erían. ac~so saber de an­temano con' que mediOS Iban a s~r redu­cidas a polvo las fabulosas menttras quehabían elaborado en torno a los hechC!sdel cuartel Mancada y sacarse a relUCirlas terribles verdades que deseaban ocul­!:<ir a toda ',costa ? Fue entonce~.cuan~o. ~edecidió que,haciend()-uso ~eml co.nd!c1(:~nde abogado, asumiese yo mismo mi propiadefensa. . ,

Esta decisión. oída y tr~s!Uiti~a' pare!sargento del SIM, proyoco müstt~doste­mores; parece ;¡ue .a!~un duendeclllo bur­lón se complacla dlnendoles ~ue por cul­pa mía 'los pla~.es ibari a sal1r _muy mal:y vosotros sabels de sobra, Senares Ma~

gistrados, cuánt:rs presiones se han ejer-

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La segunda sesión fue el martes 22 deseptiembre. Acababan de prestar decla­ración apenas diez personas y ya habíalogrado poner en claro los asesinatos co­metidos en la zona de Manzanillo, esta­bleciendo específicamente, y haciéndolaconstar en acta, la responsabilidad directadel capitán jefe de aquel puesto militar.Faltaban por declarar todavía trescientaspersonas. ¿ Qué sería cuando, con unacantidad abrumadora de datos y pruebasreunidos, procediera a interrogar, delantedel tribunal, a los propios militares res­ponsables de aquellos hechos? ¿ Podía per­mitir el gobierno que yo realizara talcosa en presencia del público numerosoque asistía a las sesiones, los reporterosde prensa, letrados de toda la isla y loslíderes de los partidos de oposición aquienes estúpidamente habían sentado enel banco de los acusados para que ahorapudieran escuchar bien de cerca todocuanto allí se ventilara? ¡ Primero dina­mitaban la Audiencia, con todos sus ma­gistrados, que permitirlo!

Idearon sustraerme del juicio y proce­dieron a ello mame militari. El viernes 25de septiembre por la noche, víspera dela tercera sesión, se presentaron en micelda dos médicos del penal; estaban vi­siblemente apenados: -"Vinimos a ha­certe un reconocimiento" - me dijeíOll."¿ Y, quién se preocupa tanto por misalud ?", les pregunté. Realmente, desdeque los vi había comprendido el propó­sito. Ellos no pudieron ser más caballerosy me explicaron la verdad: esa mismatarde había estado en la prisión el coro­nel Chaviano y les dijo que yo "le estabahaciendo en el juicio un daño terrible algobierno", que tenían que firmar un cer­tificado, donde se hiciera constar que es­taba enfermo y no podía, por tanto, seguirasistiendo a las sesiones. Me expresaronademás los médicos que ellos, por su parte,estaban dispuestos a renunciar a sus car­gos y exponerse a las persecuciones, queponían el asunto en mis manos para queyo decidiera. Para mi era duro pedirle aaquello hombres que se inmolaran s;nconsideraciones, pero tampoco podía con­sentir, por ningún concepto, que se lle­varan a cabo tales propósitos. Para de­jarlo a sus propias conciencias, me limitéa contestarles: "Ustedes sabrán cuál essu deber; yo sé bien cuál es el mío."

Ellos, después que se retiraron, firma­ron el certificado; se que 10 hicieron por­que creían de buena fe que era el únicomodo de salvarrne la vida, que veían ensumo peligro. No me comprometí a guar­dar silenci<J.. sobre este diálogo; sólo estoycomprometido con la verdad, y si decirlaen este caso pudiera lesionar el interésmaterial de esos buenos profesionalesdejo limpio de toda duda su honor, qu~vale nmcho más. Aquella misma noche,re,da~té una carta para este tribunal, de~n.unClando el plan que se tramaba, soli­CItando la vista de dos médicos forensespara ,que certificaran mi perfecto estadod~ s~lud y expresándoles que, para salvarny vlda, tenía que permitir semejante ar­tImana, preferia perderla mil veces. Paradar a entender que estaba resuelto a lu­char. solo contra tanta bajeza, añadí a miescnto aquel pensamiento del maestro:"Un principioiusto desde el fondo deuna' cueva puede más que un p.iército."Esa fue la carta que, como sabe el tri­bunal, presentó la doctora Melba Hemán­dez en la sesión tercera del juicio oral

el 26 de septiembre. Pude hacerla llegara ella, a pesar de la implacable vigilanciaque sobre mi pesaba. Con motivo de di­cha carta, por supuesto, se tomaron in­mediatas represalias: incomunicaron a ladoctora Hernández, y a mí, como ya loestaba me confinaron el más apartadolugar de la cárcel. A partir de entonces,todos los acusados eran registrados mi­nunciosamente, de pies a cabeza, antes desalir para el juicio.

Vinieron los médicos forenses el día27 y certificaron que, en efecto, estabaperfectamente bien de salud. Sin em­bargo, pese a las reiteradas órdenes deltribunal, no se me volvió a traer a nin­guna sesión del juicio. Agréguese a estoque todos los días eran distribuídos, porpersonas desconocidas, cientos de panfle­tos apócrifos donde se hablaba de res­catarme de la prisión, coartada estúpidapara eliminarse físicamente con pretextosde evasión..' Fracasados estos propósitospor la denuncia oportuna de amigos aler­tas y descubierta la falsedad del certi­ficado médico, no les quedó otro recurso,para impedir mi asistencia al juicio, queel desacato abierto y descarado ...

Caso insólito el que se estaba produ­ciendo, Señores Magistrados: un régimenque tenía miedo de presentar a un acu­sado ante los tribunales: un régimen deterror y de sangre, que se espantaba antela convicción moral de un hombre inde­fenso, desarmado, 'incomunicado y ca­lumniado. Así, después de haberme pri­vado de todo, me privaban por últimodel juicio donde era el principal acusado.Téngase en menta que esto se hacía es­tando en plena vigencia la suspensión degarantías y funcionando con todo vigorla Ley de Orden Público y la censura deradio y prensa. i Qué crímenes tan ho­rrendos habrá cometido este régimen quetanto temía la voz de un acusado!

Debo hacer hincapié en la actitud inso­lente e irrespetuosa que con respecto avosotros han mantenido en todo momentolos jefes militares. Cuantas veces este tri­bunal ordenó que cesase la inhumana in­comunicación que pesaba sobre mí, cuan­tas veces ordenó que se respetasen misderechos más elementales, cuantas vecesdemandó que se me presentara a juicio,jamás fue obedecido; una por una, se des­ataron todas sus órdenes. Peor todavía:en la misma presencia del tribunal, en laprimera y segunda sesión, se me puso allado una guardia pretoriana para que meimpidieran en absoluto hablar con nadie,ni aun en los momentos de receso, dandoa entender que, no ya en la prisión, sino,hasta en la misma Audiencia y en vuestrapresencia, no hacían el menor caso devuestras disposiCiones. Pensaba planteareste 1?~oblema en la sesión siguiente comacuestlOn de elemental honor para el tri­bunal, pero ... Yil no volví más. Y si acambio de tanta ihespetuosidad nos traenaquí para que vosotros nos envieis a la~á~cel, en nombre de una legalidad queuO!camente ellos y exclusivamente .ellosestán. violando desde el 10 de marzo, har­to tnste es el papel que os quieren im­poner. No se ,ha cumplido ciertamenteen este caso ni una sola vez la máximalatina: cedant arma tO.Qa;e. Ruego tengáismuy en cuenta esta circunstancia.

Mas, todas las medidas resultaron com­pletamente inútiles porque mis bravoscompañeros, con civismo sin precedentes,cumplieron cabalmente su deber.

UNrVERSIDAD D'E MEXrCO

"Si, vinilllos a combatir por la libertadde Cuba y no nos arrepentimos de haber­lo hecho", decían uno por uno cuandoeran llamados a declarar; e inmediata­mente, con impresionante hombría, diri­giéndose al tribunal, denunciaban los crí­menes horribles que se habían cometidoen los cuerpos de nuestros hermanos.Aunque ausente, pude seguir el procesodesde mi celda en todos sus detalles, g-ra­cias a la población penal de la prisiónde Boniato que, pese. a todas las amenazasde severos castigos, se valieron de inge­niosos medios para poner en mis manosrecortes de periódicos e informaciones detoda c1ase. Vengaron así los abusos einmoralidades del director Taboada y delteniente supervisor Rozabal, que los ha­cen trabajar de sol a sol, construyendopalacetes privados, y encima los matan dehalilbre malversando los fondos de sub-sistenCia. '

A medida que se desarrolló el juicio,los papeles se invirtieron: los que ibana acusar salieron acusados, y los acusa­dos se convirtieron en acusadores. No sejuzgó allí a los revolucionarios, se juzgópara siempre a un señor que se llamaBatista. .. ¡¡VIonstr'Um horrendwm! ...No importa que los valientes y dignosjóvenes hayan sido condenados, si ma­ñana el pueblo condenará al Dictador ya sus crueles esbirros. A Isla de Pinosse les envió, en cuyas circulares mora to­davía el espectro de Castell y no se haapagado aún el grito de tantos y tantosasesinados; allí han ido a purgar, enamargo cautiverio, su amor a la libertad,secuestrados de la sociedad, arrancados desus hogares y desterrados de la patria.¿ N o creeis, como dije, que en tales cir­cunstanc'Ías es ingrato y difícil a esteabogado cumplir su misión?

Como resultado de tantas maquinacio­nes turbias e ilegales, por voluntad de losque mandan y debilidad de los que juz­g-an, heme aquí eri este cuartico del Hos­oital Civil, adonde se me ha traído paraser juzgado en sigilo, de modo que nose me oiga, que mi voz se apague y nadiese entere de las cosas que voy a decir.; Para qué Se quiere ese imponente Pa­lacio de Justicia, donde los Señores Ma­gistrados se encontrarán, sin duda, muchomás cómodos? No es conveniente, os loadvierto que se imparta justicia desde 'elcuarto de un hospital rodeado de centi­nelas con bayoneta calada, porque pudierapensar la ciudadanía que nuestra justjciaestá enferma ... y está presa ...

Os recuerdo que vuestras leyes de pro­cedimiento establecen que el juicio será"oral y público"; sin embarg-o, se ha im­pedido por completo al. pueblo la entradaen esta sesión. Sólo han dejado., pasardos letrados y seis periodistas, en cuyosperiódicos la censura no permitirá pupli­car una palabra. Veo que tengo por únicopúblico, en la sala y en los pasillos, cercade cien soldados yoficiales.¡ Gracias' porla seria y aniable atención que me· estánprestando! j Ojalá tuviera delante'de mítodo el ejército! Yo sé que algún ,día ar·derá en deseos de lavar, -la mancha 'te­rrible de vergüenza y de san~re Que hanlanzado sobre el uniforme militar las ;Ul.1­

biciones de un grupito desalmado. En­tonces i ay de los que cabalgan hoy có­modamente sobre sus nobles guerreros ...

UNIVERSIDAD DE MEXtcó

DiSCl/1'SO del 21 de enero

Discurso al/.f(' ('1 Cllf!J Notario

Fidel Castro. "Ulla paz sill dictadllra"

DEDISCURSOS

"Sufro impaciente pensando en el mo­mento que necesariamente debe transcu­rrir hasta la oportunidad en que ellos, lostrabajadores principalmente, que han sidotan generosos, que han tenido una con­ducta tan patriótica, que voluntariamentenos han ayudado y nos están ayudandoa pací ficar el país, a consolidar la revo­lución, a salvar la zafra, puedan recibirlos frutos de los sacrificios que estánhaciendo." .

"Las leyes de la revolución son prin­cipalmente principios morales. Los pro­pósitos por los cuales se está luchando,esos propósitos son los que guían y tra­zan el derrotero de la revolución. La re­volución no es una COS3 loca, la revolu­ción es algo que tiene una ruta trazada,una serie de principios a los cuales seajusta, y además una serie de principiosfundamentales que cs necesario clejar biensentados, para que la revolución se pue­da des~rrolIar pacíficamente y ordenada­Illente..

que la revolución cubana levante cabezapara que no pueda levantar cabeza ningúnpueblo de América."

Discurso de tOll/a de posesión rOll/oPrimer Ministro

"La razón por la que nosotros tenemosque salirte al paso a la campaña de ca­lumnias es porque, aunque el gobiernode los Estados Unidos no nos ha atacado,ni ha tenido una actitud hostil hacia nos­otros ... nosotros conocemos la mecánicamediante la cual determinados interesesinfluyen en las decisiones del gobiernode los Estados nidos, preparando pri­mero a la opinión pública, volviéndolahostil a la revolución cubana, y luegodemandando la actuación del gobierno.Si permitimos que esa campaña prospere,no podemos tener la menor segurid3drespecto a la política futura del gobiernode los Estados lJnidos. lo cual podría serde funestas consecuencias para nuestropaís y para el prestigio de los EstadosUnidos. Por esto yo afirmo que esos in­tereses son tan enemigos de Cuba comode los Estados Unidos.

Discurso del 21 de enero

DiSCl/rso del 21 de enero

" ... estoy muy consciente de que esta re­yolución no la detiene nada ni nadie."

"Los que creyeron que nosotros éra­mos unos simples guerrilleros, los quecreyeron que no sabíamos más que tirartiros, los que creyeron que después denuestras victorias militares nos iban aaplastar en el campo de la opinión pública,se han encontrado con que la revolucióncubana sabe también pelear y ganar ba­tallas en ese campo."

CITAS DE LOSFIDEL CASTRO'

"Queremos aquí la paz como es: be­neficiosa al pueblo. Una paz sin dictadura,sin crímenes, sin censura, una paz sinrepresiones. "

"Fue la revolución cubana una reyo­lución ejemplar. No se produjo aquí ung-olpe de Estado. Si nosotros hubiésemossido un grupo de oficiales del ej.~rcito,

que sin la participación del pueblo hu­biésemos quitado un presidente para po­ner otro, e inmediatamente nos hubiése­mos plegado a los intereses creados, sino hubiese sido una revolución ésta, notendríamos enemigos, no nos habrían ata­cado, no nos habrían calumniado."

D'ÍsCllrso del 21 de enero

"El verdadero orden es el que se bas3en la libertad, en el respeto, y en la jus­ticia, pero sin fuerza."

DisCl/rso de Santiago de Cuba, 2 de {'1te1·0

Discurso del 21 de enero

D-iscurso prontmciado a Sl/ llegada a LaHabana, el 8 de enero

Discurso del 2 de enero

L A REVOLUCIÓN no se podrá hacerdad de que la revolución la ha­en un día, pero tengan la seguri­

cemos. Tengan la seguridad que por pri­mera vez de verdad la república seráenteramente libre y el pueblo tendrá loque merece. El poder no ha sido frutode la política, ha sido fruto del sacrificiode cientos y de miles de nuestros compa­ñeros. No es nuestro compromiso sinocon el pueblo y la nación cubana; llegaal poder un hombre sin compromisos connadie sino con el pueblo exclusivamente."

"La re\'olución cubana se puede sinte­tizar como una aspi ración de justicia so­cial dentro de la más plena libertad y elmás absoluto respeto a los derechos hu­manos. "

"Nuestra revolución hay que defen­derla como se defiende no alg-o de Cuba,sino algo de América, y a los hombreshonrados de todo el Continente, a losperiodista~ honrados de todo el Conti­nente, a los pueblos que son nuestrosamigos, tenemos que pedirles que defien­dan nuestra revolución, que no dejen quenos la calumnien, porque quieren des­truirla en daño de América. No quieren

si es que el pueblo no los ha desmontadomucho antes!

Por último, debo decir que no se dejópasar a mi celda en la prisión ningúntratado de Derecho Penal: sólo puedodisponer de este minúsculo código queme acaba de prestar un letrado, el Ya­

liente defensor de mis compañeros: doc­tor Baudilio Castellanos. De igual modose prohibió que llegaran a mis manos loslibros de Martí; parece que la censurade la prisión los consideró demasiado sub­\·ersivos. ¿ O será porque yo dije queMartí era el autor intelectual del 26 deJulio? ...

Se impidió, además, que trajese a estejuicio ninguna obra de consulta sobrecualquier otra materia. i No importa enabsoluto! Traigo en el corazón las doc­trinas del Maestro y en el pensamientolas nobles ideas de todos los hombres quehan defendido la libertad de los pueblos.

Sólo una cosa vaya pedirle al tribunal,espero que me la C'Onceda, en compensa­ción de tanto exceso v desafuero como hatenido que sufrir e~te acusado sin am­paro alguno de las leyes: que se respetea mi derecho a expresarme con enteralibertad. Sin ello no podrán llenarse nilas meras apariencias de justicia y el úl­timo eslabón sería, más que ningún otro;de ignominia y cobardía.

Confieso que algo me ha decepcionado.Pensé que el señor Fiscal vendría conuna acusación terrible, dispuesto a justi­ficar hasta la saciedad la pretensión ylos motivos por los cuales en nombre delDerecho y de la Justicia, y ¿ de qué De­recho y de qué Justicia? se me debe con­denar a 26 años de prisión. Pero no: seha limitado exclusivamente a leer el ar­tículo 148 del Código de Defensa Social,por el cual, más circunstancias agravan­tes, solicita para mí la respetable cantidadde 26 años de prisión. Dos minutos meparece muy poco tiempo para pedir y jus­ti ficar que un hombre se pase a la sombr:!más de un cuarto de siglo. ¿Está porventura el señor Fiscal disgustado con~ Tribunal? Porque, según observo, sulaC'Onismo en este caso se da de naricescon aquella solemnidad con que los seño­res magistrados declararon, un tanto or­gul1oso~ que este era un proceso de sumaimportancia, y yo he visto a los señoresfiscales hablar diez veces más en un sim­ple caso de drogas heroicas para solicitarque un ciudadano sea condenado a seismeses de prisión. El señor Fiscal no hapronunciado una sola palabra para res­paldar su petición. Soy justo ... , Cüm­.prendo que es difícil, para un Fiscal quejuró ser fiel a la Constitución de la re­pública venir aquí en nombre de un go­bierno inconstitucional, factual, estatuta­rio, de ninguna legalidad y menos mora­lidad, a pedir que un joven cubano,abogado como él, quizás. " tan decentecomo él, sea enviado por 26 años a lacárcel. Pero el señor Fiscal es un hombrede talento y yo he visto personas conmenos talento que él escribir largos ma­motretos en defensa de esta situación.¿Cómo, pues, creer que carezca de razo­Iles para defenderlo, aunque sea duran~e

quince minutos, por mucha repugnallClaque esto le inspire a cualquier personauecente? Es indudable que en el fondode esto hay una gran conj ura.

-La Tarde, La Habana, 10 de febrerode 1959.