la mágia de la naturaleza (entrada no para cualquiera)

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L Mági d l Naturaleza

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Especial de Literatura Fantástica en Entrada No Para Cualquiera

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La Mágia de la Naturaleza

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Bienvenidos al Teatro Mágico

¡Sólo para Locos!

Entrada No Para Cualquiera

http://www.entradanoparacualquiera.tk

Setiembre de 2011

Nos adentramos bosque adentro, allí dónde

la magia recupera nuestra infancia humana.

Y es que, al hacernos todavía más humanos,

nos olvidamos de la fantasía,

deshacemos nuestro amor por la naturaleza y

nos convertimos en seres destructivos.

La oscuridad se apodera de nuestras almas, se

deshacen nuestras ilusiones vertidas en una

copa que, envuelta en humo, va agriándose

cada vez más con el paso de los años.

Bienvenidos seáis al Bosque Mágico

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LA MENSAJERA

MARÍA MARTINEZ

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Despertó de golpe, con el corazón desbocado y la sensa-ción de estar siendo observada. Se llevó una mano alpecho como si aquel gesto pudiera tranquilizar su agitadarespiración y miró a su alrededor con aire aturdido, inten-tando recordar donde se encontraba. Parpadeó para acla-rar su visión borrosa y poco a poco reconoció los muebles,las cortinas, la chimenea que calentaba la estancia. Estabaen su habitación. Arrebujada bajo las mantas trató de vol-ver a dormir, pero una extraña inquietud se alojó en supecho, un presentimiento que le encogía el estómago.

Un lobo aulló cerca de allí, otros se unieron formando uncoro siniestro, lastimero. Se giró hacia la ventana a tiempode ver como algo se apartaba del cristal.

Se asomó casi con miedo. La luz de la luna se filtraba através de los jirones de nubes que arrastraba el viento,desde allí el bosque resultaba espectral, cubierto por unmanto impoluto de nieve. Forzó la vista para distinguir lafigura que se alejaba con dificultad. Parecía una joven delargos cabellos rubios, se arrastraba como si estuviera muydébil, portando un gran fardo bajo uno de sus brazos.

Abrió la ventana y la llamó. Pero fueron los lobos los querespondieron a su grito. Los vio corriendo entre los árbo-les, cada vez más cerca de aquella pobre mujer.

Tomó la lámpara de aceite y salió al pasillo envuelta en sutoquilla, la madera fría crujía bajo sus pies. Empujó lapuerta y sin hacer ruido, penetró en la habitación de su

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padre, si se despertaba, no la dejaría salir. Cogió la espaday abandonó el cuarto de puntillas.

Sus pies se hundieron en la nieve y con esfuerzo comenzóa avanzar. El vaho de su respiración se condesaba a su al-rededor como una densa nube, que parecía cristalizarsepor el frío intenso de aquellas horas intempestivas. Usó laespada como bastón y pronto llegó a la primera línea deárboles. El viento sopló con fuerza y la nieve se arremolinóa sus pies. Avivó el paso, el aire le quemaba en los pulmo-nes y cada jadeo se convirtió en una dolorosa punzada ensu pecho. El sudor regaba su cuello, congelándose a lolargo de la piel.

Unos ojos dorados surgieron de la nada como un fogo-nazo, para volver a desaparecer de la misma forma. Unpoco más adelante, otro par de ojos la observaban sin nin-gún disimulo. Gruñidos hambrientos sonaron a su espalday se giró empuñando la espalda dispuesta a usarla contraaquellas bestias. Lanzó una mirada de advertencia al lobode pelo negro y este se encogió gimiendo. Apretó los dien-tes y le dio la espalda al animal, canturreando un hechizoque la protegiera del peligro. Se llevó una mano al cuello yechó en falta su amuleto, mal augurio. Intentó no pensaren ello y continuó buscando a la joven, no podía estarlejos, parecía enferma, a punto de desfallecer.

El murmullo de la corriente del rio flotó hasta sus oídos,acompañado de un extraño chapoteo. Llegó hasta la orillay allí la encontró, arrodillada sobre una piedra, lavaba unastelas en las frías aguas. Vestía una capa gris con una

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capucha sobre la cabeza, que la ocultaba.

–¡Mujer! –la llamó, ésta no le contestó.

Se acercó muy despacio y se arrodilló a su lado. Intentóverle el rostro, pero la larga melena rubia lo cubría porcompleto.

–¿Te encuentras bien? –preguntó. De nuevo el silenciocomo respuesta.

Se inclinó un poco más sobre ella, intentando ver que eraaquello que restregaba contra la piedra con tanta dedica-ción. Palideció al reconocer su vestido, el mismo quehabía llevado durante todo el día, y mientras intentabacomprender que estaba ocurriendo, el agua se tiñó derojo. Olía a sangre y la sangre brotaba del vestido. Unaidea aterradora tomó forma en su mente, la leyenda setornó realidad ante sus ojos. Posó una mano sobre el hom-bro de la joven, tragó saliva, y muy despacio sujetó la ca-pucha que le cubría la cabeza. La retiró y una largamelena surgió en cascada hasta el suelo. De repente lamujer se giró hacia ella y el tiempo quedó suspendido.

Ahogó un grito con las manos y se puso en pie, obser-vando con estupor aquel rostro pálido como un cadáverque le devolvía la mirada. Un rostro bañado en lágrimasque brotaban de unos ojos enrojecidos por el dolor y elllanto, tan fríos como un lago helado.

La mujer se puso en pie y extendió sus brazos hacia ella,

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entonces pudo ver el blanco sudario que la capa cubría.Dio un paso atrás alejándose del abrazo fatal de aquel es-píritu de la naturaleza. Su instinto la urgía a correr, a ale-jarse de allí, pero el miedo la tenía paralizada. Y mientrassentía el corazón a punto de estallar dentro del pecho, lamensajera de la muerte se elevó en el aire y de su gargantabrotó un triste a la vez que hermoso lamento, un gemidolastimero que acabó transformándose en un alarido pene-trante que le heló la sangre. Entonces, con la misma gra-cia con la misma con que se había elevado en el aire, selanzó a la fría corriente y desapareció bajo las aguas ne-gras del arroyo.

Los lobos surgieron de las sombras en las que se oculta-ban, y comenzaron a aullar formando un coro macabro.Dio media vuelta y echó a correr huyendo de aquella pesa-dilla. Sabía lo que significaba aquella aparición, la muertela rondaba. Los pies se le hundían en la nieve, la hojarascay las ramas caídas que había bajo el hielo crujían a supaso. Aunque ella sólo podía oír el palpitar de su corazóndesbocado y como la respiración le silbaba en la garganta.Sentía como si sus pulmones estuvieran llenos de fuego.

Miró en derredor, asegurándose de que los lobos no la se-guían…cuando los vio. Tres hombres avanzando en su di-rección. Corrió hacia ellos, tropezando con las piedras ygolpeándose con las ramas. Pero al reconocerlos se paróen seco, giró sobre sus talones y chocó contra algo que lahizo caer de espaladas. Una mano áspera y fría la agarrópor el cuello y tiró de ella hasta ponerla en pie.

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–La mala suerte se instaló en mis tierras con tu llegada,arpía, llevas el estigma de las hechiceras, al igual que lollevaba tu madre –le espetó agarrándola de su cabelleraroja como el fuego–. Y ahora la acompañarás al mundo delos muertos, donde tu magia no dañe a mis buenas gentes.

De un zarpazo Brian le rasgó las ropas, ella intentó cu-brirse, pero el volvió a golpearla. Los dos soldados queacompañaban al joven, rompieron a reír mientras posabansus ojos lascivos en partes de su cuerpo que ningún hom-bre había visto antes. En segundos la despojaron de suatuendo, desnuda bajo la luna, su cuerpo fue mancillado,y bajo el filo de la espada su pecho exhaló el últimoaliento.

Lo arrastraron por la nieve hasta el arroyo y lo hundieronen las aguas heladas atado a una piedra.Brian O`Connor regresó a su castillo y los días se sucedie-ron. El invierno dio paso a la primavera, la primavera alverano y Mabon trajo el otoño. Con el solsticio de inviernollegaron las primeras nieves y el ritual de Yule se celebró.Durante la noche del festival, Brian O`Connor se adentróen el bosque, junto al druida y un par de soldados, debíanelegir el árbol sagrado que ardería en el próximo solsticioy regarlo con sangre en un sacrificio. Tras cumplir la cere-monia, Brian se acercó al arroyo para lavar la sangre desus manos. Un rítmico chapoteo llamó su atención y trasunos arbustos descubrió a una mujer vestida con una capagris que lavaba ropa junto a la orilla, la ropa de un bebe.Regresó a su castillo con una extraña sensación, un pre-sentimiento. Se acostó en el lecho junto a su esposa, pesa-

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dillas ocuparon sus sueños. Cerca del amanecer un gritohorrendo lo despertó, un gemido lastimero que le partió elcorazón al oírlo. Corrió a la ventana y vio como una figuraenvuelta en una capa gris, se alejaba con esfuerzo sobre elmanto de nieve. Ese mismo día enterró a su hijo.

A la noche siguiente, aquel aullido premonitorio volvió ahelarle la sangre. Abandonó la cama y a través de la ven-tana vio a la misma mujer perdiéndose entre los árboles.Salió semidesnudo del castillo, corrió descalzo sobre elhielo tras aquel fantasma de otro mundo, pero no lo al-canzó. Regresó a su habitación cansado y afligido, setumbó junto a su esposa y la abrazó. Notó su cuerpo rí-gido, frío, ni el más leve palpitar lo agitaba. Ese día la en-terró junto a su hijo.

Llegó la noche. Brian se armó con su espada y a lomos desu caballo se adentró en la espesura en busca del espíritu.Los aullidos de los lobos lo seguían en su peregrino viaje,cada vez más cerca, cada vez más hambrientos.

Llegó al río, ató su montura y con la espada empuñada fueen busca de la banshee, ya no tenía dudas sobre lo queera. La encontró arrodillada en la misma piedra, y con de-dicación lavaba una camisa manchada de sangre, el aguase tiñó de rojo hasta que todo el cauce tuvo ese color.Brian reconoció la prenda, era suya. Blandió la espada dis-puesto a asestarle un golpe al hada oscura, pero ésta sepuso en pie a una velocidad sobrenatural y lo enfrentó, ta-ladrándolo con una mirada llorosa, enrojecida, que refle-jaba la mayor de las penas. La espada resbaló de sus

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manos y golpeó el suelo con un sonido sordo. Sus ojosdesorbitados no parpadeaban fijos en aquel rostro pálido ycadavérico enmarcado en una cabellera del color delfuego.

–¡Tú, bruja! –susurró muerto de miedo.

–Bruja –repitió ella con un sonido inquietante–. ¿Sabesqué le ocurre a una bruja cuando escucha el lamento deuna banshee, Brian O`Connor? Que no muere, renace,una nueva banshee viene al mundo. Tú me hiciste sufrir yahora tú sufres, pero el castigo no será sólo para ti, mis la-mentos anunciarán la muerte de todos aquellos que amas.Mi camino se une al de tu familia para siempre, pero tú nopodrás verlo. Esta noche te reunirás con tu mujer y tu hijoen el Annwn.

Se elevó en el aire, extendió los brazos como si quisieraabrazarlo y profirió el grito más profundo y desgarradorque jamás hubo escuchado nadie, a continuación se lanzóa las aguas teñidas de sangre y desapareció bajo ellas.

Esa noche, Brian O`Connor murió devorado por una ma-nada de lobos.

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BOSQUE ADENTROVÍKTOR VALLES

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Todo empezó una oscura noche de verano…Los grillos gritaban extasiados, la luna brillaba plena entodo su esplendor y los amantes, bajo un manto de estre-llas, se veneraban como si el Apocalipsis estuviera cer-cano, como por miedo a perderse al cerrar los ojos. Erauna noche hermosa, ciertamente, pero no por ello debíaser todo tan bello bajo aquella linda luz de la luna.La silvestre melodía gobernaba por doquier, olvidando so-lamente pequeños rincones solitarios. Esos rincones sesentían abandonados y faltos de vida, mientras los demásse deleitaban con el azúcar de sus sonrisas.

En su hogar, alumbrado por la llama de una vela, se en-contraba Shem, aún bañado en el polvo de hierro que levestía durante el día.Desde su juventud Shem se dedico al arte de la forja, ofi-cio que aprendió de su difunto padre. Con el transcurrir delos años logró, con mucho esfuerzo, montar su propio ne-gocio, instalándose éste en un local anexo a su hogar. Sinembargo en la aldea se le reconocía también por sus cono-cimientos sobre filosofía y la facilidad para crear historiasde fantasía, cuales relataba siempre rodeado por los jóve-nes del lugar.

Shem jamás desnudó a mujer alguna. Perecía en la vida,desde siempre enamorado de Mía: una joven hermosa de-seada por todos los mozos. Mía siempre tuvo cierta predilección por Shem, a quienconsideraba un hermano mayor. Sin embargo cedió a lastradiciones, prometiéndose con Zahur, hijo de uno de losmayores terratenientes del lugar.

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Jamás amó a Zahur, sin embargo toda su familia se con-tentaba con las riquezas de su estirpe, cuales les beneficia-rían tarde o temprano.

Al descubrir la noticia, el joven herrero decidió encerrarseen su morada, evitando contacto alguno con la humani-dad. Ya no inventaba historias, solamente construía metá-licas formas que parecían desgarrar un corazón queexpiraba. No dormía, ni comía… solamente herraba sindescanso. Su alma se fue disolviendo con el viciado aire delas noches en vela.

Todo aquello fue hasta aquella noche de verano. El crujirde las ramas delataba a los amantes sobre la medianoche,escondiéndose del mundo mientras los grillos procurabanarropar su refugio, evitando dejar a la naturaleza en silen-cio. Él mantenía una taza de té entre sus manos mientrasobservaba al universo a través de la ventana…Al terminarse la infusión, Shem preparó su zurrón con lomás imprescindible y dejó sobre la mesa una nota con uncuchillo atravesada por si a alguien se le ocurría venir abuscarle.

“Partí lejos, muy lejos de aquí…Sin a penas respiración que subministre los latidos, sin apenas razón que soporte a la desazón del corazón; hoymarcho sin contemplar el pasado, dirección a un lugardónde jamás nadie logre encontrarme.

Una vez me haya establecido y recuperado, prometo conti-nuar escribiendo para que algunos elegidos, solamente, lo-

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gren hallarme.”

Antes de llegar el alba partió para no regresar…

Bosque adentro andaba Shem, ansiando dejar atrás el ca-mino recorrido, los recuerdos que maldecía aquella ma-drugada, el polvo de hierro que desprendía su cuerpo…Pero Mía se aferraba al corazón, queriendo no desapare-cer. El reflejo de sus celestes ojos se mantenía en el firma-mento, su voz danzaba a través de la tempranera brisa.Shem dejó escapar una lágrima, ésta impactó en el suelodejando huella.

A cada paso una razón abandonaba su conciencia. Así sefue desnudando su alma, tal como se deshojan las marga-ritas, a medida que se perdía entre la maleza, rumbo a lapequeña ciudad donde buscaría una salida a tan desespe-rada situación en la cual se encontraba.

Y así fue como llegó hasta el lago que se encontraba amedio camino de su destino, con el alma semidesnuda.Dejó el zurrón en el suelo y se sentó bajo un árbol queprácticamente rozaba el agua con sus ramas más bajas.Entonces un murmullo melancólico se cruzó en su senda.Una dulce voz parecía tararear de fondo, como intentandoarrancar el espíritu de los caminantes que paseaban enmitad de la nada más absoluta.

Shem hizo un gesto extraño sin darse cuenta. No mediópalabra consigo mismo, se limitó a incorporarse y seguirandando, persiguiendo a aquella voz que cada vez le so-

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naba más dulce.“¿Está más cerca ahora que antes? ¿Quién será la dueñade tan maravillosa voz?” Se preguntaba entrañas haciadentro, pero no fue hasta llegar a la otra punta del lagocuando dio con la verdadera respuesta que ansiaba“¿Quién es ella?”

Y se quedó observando aquellos finos pies que se bañabanen la cristalina agua, brillando con los últimos rayos desol. Tanto camino había agotado a Shem, así que decidiósentarse a observar a aquella extraña con cierta distancia.

Le atraía aquella voz nostálgica, pero lo que le acompa-ñaba le atraía mucho más. Una oscura y larga melena queretozaba sensualmente con el vestido negro que arropabaa tan sensual figura, los ojos como dos luceros jugaban aeclipsar todo lo demás. Pero no solamente aquello… depronto dos enormes alas azul oscuro, casi transparentes,desplegaron creando un destello indescriptiblementelindo, cual Shem admiró desde el anonimato.La extraña aumentó el volumen de su voz notablemente,entonces él perdió el control sobre su cuerpo e inducidopor la melodía se acercó hasta mostrarse ante lo que mu-chos definirían como un hada.

Al estar alrededor de dos metros el uno del otro, el hadacesó de cantar. Una sensación extraña recorrió el cuerpode Shem.

- Bienvenido seas, caballero… -dijo la extraña, clavando lamirada en la de Shem- ¿Cuál es su nombre?

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- Sh… Shem – respondió nervioso.

- No temas… - prosiguió ella - Mi nombre es Isis. Habráspercibido que algo extraño te ha atraído hasta aquí, notemas… No hay qué temer.

- No tengo miedo… - objetó Shem- Llegados al punto enel cual me encuentro, no hay miedo que valga ni nada queperder.

Una sonrisa se dibujó en sus rostros tras la aportación deShem. Isis se levantó y dio dos pasos hacia delante, posán-dose a escasos centímetros de él.

- Acompáñame, - afirmó Isis mientras cogía con suavidadsu mano – se acecha la noche y no es recomendable que-darse en la intemperie mientras la oscuridad campa a susanchas. Te llevaré a un lugar seguro.

Cogidos de la mano ambos se dirigieron hasta una cabañacercana, cuyas ventanas ofrecían vistas al lago. Una vezdentro Isis fue en busca de algo de comida para el viajero,a quien había invitado a acompañarle durante la oscuranoche.

La luna se encontraba en lo más alto cuando Isis encendióuna lumbre en la fachada de la cabaña. Shem la observabaa través de la ventana cuando descubrió, alrededor dellago, como miles de luces se encendían a la vez formandouna constelación de estrellas en aquel lugar perdido delbosque.

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Mientras él observaba la escena a través del cristal, Isisentró y le sirvió una taza de café, cual Shem tomó concierta rapidez. Tras beberse el amargo elixir bostezó, se-guidamente cayó preso del sueño.

En otro lugar, en la aldea, despertó de sopetón Mía. Unapesadilla la desveló en tan plácido momento. Un extrañoaugurio la llevó a vestirse y salir de su pequeña casita di-rección a la antigua morada de Shem.

Al llegar allí llamó a la puerta, pero no obtuvo respuestapese a la insistencia y dureza de los golpes contra la ma-dera, así que procedió a entrar. Busco, una a una, en todaslas habitaciones, pero no obtuvo fortuna. No fue hastahaber registrado toda la casa que encontró la nota queShem había dejado clavada en la mesa, la leyó y no pudocontener la lágrima que brotó, manchando su dulce meji-lla. Acto seguido huyó corriendo de aquel lugar, bosque aden-tro…

Mientras tanto Shem permanecía en la profundidad de sussueños…En el interior de la cabaña, solamente con la lumbre deuna solitaria vela; sentado sobre un lecho, rodeado develos rojos y negros. Al otro lado de las telas se encontrabaIsis, con las alas completamente desplegadas y formandouna cruz con sus brazos.Se observaban ambos en silencio, solamente el cantar delos grillos interrumpía el sosiego. Entonces Isis dejó caersu negro vestido al suelo y, lentamente, avanzó hacia él

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mientras mordisqueaba sus labios.

Al llegar uno frente al otro, el hada agarró las manos delherrero y las condujo danzantes a través de su torso mien-tras él buscaba besar su ombligo. Poco a poco fue su-biendo con su lengua hasta llegar a los senos. Cómo si deuna alucinación se tratara, como si la irrealidad le hubieraatrapado…Shem empezaba a notar el fuego en sus entrañas.

Consiguieron acompasar los latidos con la boca, los lobosempezaron a aullar. Los grillos ya no cantaban y sola-mente ellos dos eran espectadores de aquel espectáculo defuegos artificiales sordos, de melodías de colores… Lamezcla de dos almas de distinta procedencia.

Con el pie en su torso Isis tumbó a Shem sobre el lecho,seguidamente se posó encima prosiguiendo con el retozarde las fieras y volvió a abrir las alas de par en par, eclip-sando la luz de la vela.

Entonces un golpe se oyó, despertando a Shem de aquelsueño ardiente y encontrando a Isis acariciándole las sie-nes.

- Sh… Duerme tranquilo, querido… – objetó el hada –Debes descansar.

Pero el herrero se encontraba agitado, el corazón parecíaquerer escapar del pecho. Entonces el golpe se repitió aúnmás fuerte.

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- ¡Shem! – gritó una voz - ¿Estás ahí?

Hizo un intento por reincorporarse, pero Isis se lo impidiópasivamente. Ella le observaba en silencio, con la palmade la mano abierta. Los ojos le brillaban como el mismoamanecer, no quería regresar a la soledad del bosque e ibaa hacer todo lo que en sus manos estuviera por retenerle.Un último golpe abrió la puerta, Mía se descubrió anteellos.

- Sabía que te encontraría aquí… - dijo Mía haciendo ungesto de alivio.

Sin mediar más palabras se dirigió al lecho y alargó lamano hacia Shem, indicándole que era hora de partir.

- Vamos… Vámonos tú y yo, a un lugar dónde jamás pue-dan encontrarnos. – insistió Mía – Huyamos de nuestrasvidas, del reloj, del mundo. No regresemos jamás, no deje-mos nunca que nos encuentren.

Shem asintió mientras agarraba con firmeza su mano, se-guidamente se incorporó y le regaló un beso inocente aIsis, quien guardó silencio mientras los dos enamoradoscruzaban la puerta. Se acercó a la ventana, viéndoles mar-char bosque adentro…

Una lágrima cayó al suelo, manchando la madera. Isissecó con sus dedos la mejilla y seguidamente se puso enpie, aún desnuda. Cruzó la puerta y miró con melancolíala fachada durante un breve instante, apagó la lumbre quela vestía y retornó la mirada al horizonte, viendo partir alos amantes.

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ELLA Y EL

PILAR LOU MARTÍN

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En algún lugar, hace muchísimo tiempo sucedió éstahistoria.Y ocurrió cuando los humanos contaban leyendas derazas perdidas y bailaban entre las sombras, amaban lanaturaleza, y convivían con sus ritos y costumbres ances-trales.Cuando las personas creían en seres que no veían , en en-tidades inimaginables, en cosas que no entendían, cuandolas estrellas guiaban a las estaciones, que se acumulabande nieves, de lluvia, de atardeceres hermosos, de mañanasde luz y de noches serenas.Cuando los vientos soplaban y se adoraba a las montañas,a los bosques y a toda la madre Tierra. Cuando los anima-les y plantas convivían con el hombre regidos todos por elrespeto mutuo.Y vivir constituía el reto constante en la lucha por la super-vivencia.En esa era, los humanos creían que unas presencias leja-nas, misteriosas e incomprensibles eran los dueños de susvidas, los cuales manejaban los hilos del tiempo y el des-tino.

A estas presencias las denominaron simplementeELLOS. Y eran dos: EL y ELLA.ELLOS existían desde siempre, desde el mismo principiode los tiempos, si es que alguna vez existió para ELLOSun principio, y observaban desde sus respectivas dimen-siones nuestro mundo terrenal.Los humanos sabían de ellos por las viejas historias quesus antepasados les habían transmitido oralmente o can-tado en sus noches durante sus celebraciones.

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Les temían, les aguardaban, les imaginaban como senta-dos en sus respectivas realidades como si fueran estosunos dioses y confiaban en que les fueran benignos.¿Y quiénes eran ELLOS? ¿Y qué hacían?ELLA era la gran tejedora, la que tejía la telaraña deltiempo y creaba las horas, los minutos, los segundos… yseguía tejiendo y tejiendo sin cesar, otorgándoles a los hu-manos el sentido del tiempo. Las personas la imaginabancomo una bella mujer siempre concentrada en su trabajo.EL era el gran hacedor, el que se ocupaba de construir eldestino de las personas, el que señalaba el camino de cadauno, el sendero que debían recorrer. Y en sus fantasías leveían como un sabio dirigente que les llevaba hasta elfinal del viaje humano.EL y ELLA, no se conocían. Como sus cometidos erandistintos, cada cual se preocupaba de sus propias tareas.También existía Struck. Era el genio de los deseos y habi-taba en un castillo perdido en LOS MONTES ILUSOS.Lo que más le gustaba era dedicarse a la observación detodo ser viviente. Intentaba comprenderlos haciendo rea-lidad sus deseos, y como era un genio de muy buen carác-ter, casi siempre les regalaba lo que le pedían. Siempreque fueran pensamientos nobles. Era la única condiciónque les imponía, porque su poder no estaba a servicio deninguna maldad. Pero a veces se cansaba de observar, ycon un gran bostezo se retiraba a descansar, y se sumía enun sueño profundo.Sruck era tuerto, sólo tenía un único OJO inmenso, perosu pensamiento era el más rápido para captar todos los de-seos de las personas.

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Todas las mañanas, después de su gran desperezo, se dabaun paseíto por sus montes y desde allí divisaba todo. Así,un día vio como la pobre Brigensinda estaba llorando. Supensamiento supo desde ese momento que ella iría a visi-tarle. Por ese motivo se dispuso a esperarla pacientementey se echó una cabezadita.Esta joven humana vivía con sus familiares en el poblado,en el mismo lugar durante muchas generaciones antes sehabían asentado sus antepasados desde hacía varios si-glos.En aquél sitio, los nacimientos se sucedían rápidos y lasmuertes aún más. Ella se había criado respetando alGRAN ARBOL, y bailando con la diosa LUNA, nadandoen el PROFUNDO RIO, y festejando en cada estación a laMADRE TIERRA.Bendecía, rogaba a los cuatro elementos para que les fue-ran amables y prósperos con ella y toda su gente.Cuando se hizo mujer, al poco tiempo se quedó embara-zada y parió a dos niños gemelos. Estos procedían depadre desconocido, ya que la promiscuidad era normal yfrecuente en aquella época.Criados sus hijos por toda la comunidad, crecieron fuertesy sanos durante algunos años, hasta que un día enferma-ron. Una epidemia se había instalado confortablemente enel poblado y había llamado a su negra amiga muerte paracortejar con ésta su fatal llegada.Brigensinda estaba terriblemente apenada, pues no queríaque sus hijos muriesen. Rezó a todos sus dioses, imploró atodos los elementos para que sus hijos recuperaran lasalud, pero ninguno de sus dioses ni elementos le hicieronel menor caso. Y sus gemelos fueron debilitándose y em-

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peorando cada vez más.Brigensinda se pasaba los días y las noches sollozando,cuando en un momento como de repente, una luz se abriópasó entre sus tristes pensamientos. Sólo le quedaba unaalternativa, se dijo para si misma, y era el pedir ayuda aStruck, el genio de los deseos para que le concediese loque más anhelaba ella, que era por supuesto la salvaciónde sus dos hijos.Pero STRUCK vivía muy lejos y había noches en las cualesse dedicaba a cerrar su inmenso OJO y su pensamientotambién dormía.En algunas de estas ocasiones, se sucedían las tragedias ylas guerras. Esto le entristecía profundamente, peroSTRUCK necesitaba dormir para recuperar la energía sufi-ciente para poder realizar los deseos de los humanos.Brigensinda estaba decidida a encontrar los Montes Ilu-sos para hallar al genio.Antes de partir, consultó a la gran maga del poblado,HERMINIANTA, la cual le indicó el camino y todo loque debía de realizar hasta llegar donde vivía Struck. Estale contó que debía de atravesar tres bosques.Le advirtió que se encontraría en estos multitud se seresdiferentes. Eran los no-humanos, los eternos. Criaturasque vivían allí desde la noche de los tiempos. Hadas de di-ferentes colores, que habitaban los ríos y los espacios deestos bosques mágicos. También se encontraría con ani-males mitológicos, como los centauros que perseguían alas niñas y dragones que capturaban doncellas y pegasosde blancas alas. Un mundo de leyenda se cobijaba en estastierras.Pero estaban muy escondidas. Sólo las personas con

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alguna misión especial podían penetrar en sus dominios.Y además corría el rumor de su peligrosidad, algunos seperdieron en estos y nunca regresaron.Tres bosques debía atravesar Brigensinda.El primero era el bosque oscuro, también llamado el delos árboles interrogantes.El segundo se llamaba el bosque del silencio.Y el tercero estaba lleno de frutas mágicas.En el bosque oscuro, los árboles estaban custodiados por

las .hadas de la curiosidad, pequeñas y muy traviesas, quehabían otorgado a los árboles la cualidad del lenguaje ypor medio de ellos susurraban sus pensamientos a la cor-teza del árbol, que los asimilaba, ya que en su parte delan-tera contenía algo parecido una gran boca de la cualsalían unas voces cavernosas que la harían preguntas du-rante todo el trayecto que tardase en cruzarlo, y ella debíade contestarlas todas, fuesen las que fuesen, porque si de-jaba de hacerlo, uno de los árboles reinantes de este bos-que, la aprisionaría con sus ramas y quedaría esclava deeste para siempre.Este árbol tan aterrador se llamaba EL ARBOLETERNO DE LA MELANCOLIA, y tenía extraños pode-res.El segundo bosque, que debía cruzar, el del silencio, erainmensamente triste. No se oía en él ni el murmullo delviento, ni el cantar de los pájaros, ni un mínimo susurrodel aire. Parecía el bosque mudo. Sin embargo, estaballeno de criaturas salvajes y seres fantásticos que vivían ensu interior. Más continuamente estaban sumidos en el si-lencio. Todos tenían miedo. No querían despertar aJADRTUZLL.

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Brigensinda debía de pasarlo con cautela, sus pasos de-bían de ser cortos y silenciosos para no despertarlo tam-poco.JADRTUZLL, era quien gobernaba allí y tenía un carácterinsoportable. Su mal humor era constante. Todo esto sedebía a que se encontraba muy solo porque su amada ograOlga le había abandonado yéndose a otro bosque más ale-gre.JADRTUZLL rumiaba su pena a escondidas de losdemás seres del bosque. Había impuesto el silencio porley. Lo necesitaba para componer su canción “el regresode mi amada ogra Olga “, para ir a cantársela para que ellavolviese. Pero como no tenía inspiración, llevaba más demedia vida de ogro intentando componerla. Por eso, re-quería silencio. Y quien no respetara su orden, quedaríaconvertido en una estatua durante más de mil años.Brigensinda debía de andar por este bosque calladita, mi-rando por todas partes, porque el bosque tenía muchosagujeros en el camino y podría caerse en estos y quedarseenterrada de por vida, ya que al no poder gritar nadie acu-diría a rescatarla. Además estos agujeros eran comopuertas hacia otros extraños mundos, según le había con-tando la gran maga Herminianta, quien le advirtió que tu-viese mucho cuidado de no caerse en ninguno.El tercer y último bosque que debía de recorrer antes dellegar a LOS MONTES ILUSOS donde habitaba Struck,era el bosque de las frutas mágicas.Le llamaban así porque estaba repleto de frutas con cuali-dades distintas. Cada fruta contenía un sentimiento o unaemoción. Las había de todas clases, amargas como la tris-teza, dulces como la alegría, sosas como la monotonía,

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saladas como la risa, ásperas y terribles como el odio…Brigensinda debía encontrar la fruta más hermosa, la de laesperanza, que tenía un color dorado, y comérselo antesde salir de este bosque frutero. Pero HERMINIANTA lehabía prevenido que la fruta de la esperanza estaba custo-diada por una guerrera muy poderosa, ROMPESUEÑOS,que intentaría por todos los medios que ella no lograracoger la fruta del árbol.Para conseguirlo, Brigensinda debería de cerrar los ojos ybeberse la pócima que la malvada ROMPESUEÑOS leofrecería.Dicha pócima le haría dormir durante siete días en los

cuales tendría siete sueños, aunque más bien podrían lla-marse siete pesadillas, pues serían horribles sueños.Un único pensamiento la salvaría de ellos, el pensar quesólo serían eso, sueños. Productos de sus monstruos inte-riores, los enemigos de toda cordura. Tendría que repe-tirse constantemente: Sólo, estoy soñando, acompañadade esta idea lúcida que mandara sobre tanta locura y tor-mento.Si lograba hacerlo, se despertaría al término de la séptimanoche y podría coger y comerse el fruto de la esperanza.ROMPESUEÑOS no tendría ya ningún poder sobre ella.Una vez atravesados los tres bosques se hallaría en LOSMONTES ILUSOS. Allí tendría que gritar nueve vecesmuy fuerte, quedándose casi sin respiración, el nombrede Struck para despertarlo, si estuviera durmiendo enton-ces, y poder pedirle su deseo.HERMINIANTA le dijo también que una vez hubiera re-alizado todo esto, el regreso sería tranquilo, ya que los tresbosques especiales habrían desaparecido y en su lugar

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estaría un solo bosque de lo más normalito.Tras conocer todo lo que debía de hacer partió Brigen-sinda armándose de infinita paciencia.Y recorrió los tres bosques, contestando a los árboles inte-

rrogantes todas las preguntas que le hicieron, anduvo conmucha cautela y totalmente callada por el bosque del si-lencio, y se internó en el bosque de las frutas mágicas,durmiendo durante siete noches soñando sin cesar y ro-zando la muerte, pero despertándose finalmente. Y pudosaborear el .ruto de la esperanza.Asimismo logró llegar a LOS MONTES ILUSOS y se per-cató de que el genio estaba dormido, pues sus ronquidosse escuchaban en muchos kilómetros a la redonda, así quegritó nueve veces con todas las escasas fuerzas que le que-daron, el nombre de Struck.El genio despertó y acudió a su llamada. Brigensinda leexpresó su deseo:--Deseo que ELLA, la gran tejedora del tiempo se una conEL, el hacedor del destino, y que juntos concedan a mishijos una vida larga y feliz.Entonces, Struck, observando que lo que le pedía erabueno, abrió su gran OJO y se concentró en su pensa-miento.Entonces sucedió lo que Bringensinda relataría siempreque le preguntaron luego las gentes del poblado.De una nube surgida como de la nada, apareció ELLAinfinitamente bella y majestuosa. Un aroma de rosas in-undó el ambiente.ELLA invoco al TIEMPO para que se detuviera.MientrasBrigensinda observaba esto, de un viento aparecido comode repente, apareció EL, .fascinante y supremo.

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EL invoco al DESTINO para acoplarlo al TIEMPO queELLA había detenido.Y entonces ELLA movió la rueda del TIEMPO otra vez yvolvió a transcurrir .unto al DESTINO.EL y ELLA decidieron unir sus voluntades para otorgaruna vida larga y feliz a los hijos de Bringensinda.Después se separaron y volvieron a sus respectivas dimen-siones.Ella volvió a tejer el tiempo.El volvió a hacer el destino.- Deseo concedido, y ahora vuelve con tus hijos que te es-tarán esperando. - le contestó STRUCK a Brigensina ydesapareció, quizás para echarse a dormir de nuevo.Y Bringensinda regresó a su poblado cruzando el bosqueúnico y normal. Al llegar a su hogar, sus hijos estaban cu-rados de su enfermedad.Y sonrió para sus adentros.

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LA MÁGIA DE LA NATURALEZA

MAURICIO FABEIRO(Imagen Portada)

http://mou00loko.deviantart.com/

ANDREZA LILITH(Ilustraciones para “La Mensajera” y “Bosque Adentro”)

http://lilith666.deviantart.com/

IVANNIA(Ilustración para “Ella y Él)

http://ivannia03.deviantart.com/

MARÍA MARTINEZ(Relato “La Mensajera”)

http://anxana.blogspot.com/

PILAR LOU MARTÍN(Relato “Él y Ella”)

http://magicahilda.blogspot.com/

VÍKTOR VALLES(Relato “Bosque Adentro”)

http://www.entradanoparacualquiera.tk

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