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La “Pepa” y la Educación. Práctica 2. Nuria Díaz Rodríguez 2º A Grado en Educación Primaria

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Page 1: La pepa

La “Pepa” y la

Educación. Práctica 2.

Nuria Díaz Rodríguez

2º A Grado en Educación Primaria

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ÍNDICE.

Contexto histórico. Pág. 3

Sociedad española en el siglo XIX. Pág. 4

La instrucción Pág. 7

Bibliografía Pág.10

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La “Pepa” y la Educación.

CONTEXTO HISTÓRICO.

Entre 1788 y 1808, durante el reinado de Carlos IV, existía en España una profunda

crisis política y económica que afectaba a la monarquía. Fue un período de guerras

contra Francia y Gran Bretaña, tras la Revolución Francesa.

Carlos IV y Godoy aceptaron todas las propuestas de Napoleón como el Tratado de

Fontainebleu, entre otras; ya que nuestro país se había unido al “bloqueo continental”

contra Inglaterra.

El 17 de marzo de 1808, el partido fernandino de Aranjuez, tras enterarse del viaje de

los reyes, se presentó ante el Palacio Real, asaltando el palacio de Godoy. El día 19,

Carlos IV abdica en su hijo convirtiéndolo en Fernando VII.

En mayo, algunos miembros de la familia real

intentan huir a Francia pero la población lo

evitó. Esto generó una serie de levantamientos

contra los franceses dando lugar a la Guerra de la

Independencia.

El 5 de mayo de 1808 tienen lugar en Bayona las

abdicaciones de Carlos IV y Fernando VII al

trono de España a favor de Napoleón Bonaparte,

quién cedió los derechos a su hermano conocido

como José I (1808-1813).

Ya que las abdicaciones eran consideradas un

acto ilegal, se celebraron las Cortes en Cádiz en

1810, dónde se constituyó un nuevo régimen

político redactándose la Constitución el 19 de

marzo de 1812 (“La Pepa”) y se publicó un

conjunto de leyes.

Con respecto a los derechos, a los mulatos se les reconocieron derechos civiles pero no

políticos, impuso la libertad civil, la propiedad, y “los demás derechos legítimos”, según

el art. 4, lo que dejaba abierta la posibilidad de una amplia interpretación. Se especificó

el derecho a la educación y se establecían garantías contra abusos en las detenciones,

que serían para seguridad de los reos como la supresión de los tormentos y la vigencia

del habeas corpus. El art. 306, impidió el allanamiento de viviendas particulares, salvo

para seguridad del estado. El art. 371, consagró la posibilidad de expresarse

políticamente sin restricciones, sujeto a las responsabilidades ulteriores. Repartió

tierras y abolió la inquisición. Impidió el derecho a la libertad de cultos: la única

religión reconocida y verdadera era la Católica, Apostólica Romana.

Con respecto a los derechos políticos, estableció el sufragio restringido o censitario. Era

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rígida, e impedía su reforma en los ocho años posteriores a su vigencia.

El 11 de diciembre de 1813, Napoleón ofreció la paz y reconoció a Fernando VII como

rey de España mediante el Tratado de Valençay, debido a su derrota en la guerra de la

Independencia.

Más tarde, en 1814 Fernando VII declara nulos la Constitución y los Derechos de las

Cortes de Cádiz.

Debido a la debilidad del régimen absolutista, en 1820 se regresa al régimen liberal. En

este año también, Riego proclama la restauración de la Constitución de Cádiz.

SOCIEDAD ESPAÑOLA A PRINCIPIOS DEL SIGLO XIX.

A partir de la Revolución Francesa, y a lo largo de todo el siglo, la sociedad estamental

del Antiguo Régimen se fue desintegrando para formarse la estructura de clases que se

conserva hoy.

Desaparecen los privilegios legales, y sobre todo fiscales, que habían disfrutado los

nobles y el clero, y asume el poder la nueva clase burguesa surgida de la Revolución

Industrial, que también precisó el nacimiento del proletariado obrero.

La nobleza vio menguado su poder debido a la industrialización, que sustituyó a la

agricultura como base de la economía. El empeño en mantener su sistema tradicional

agrario como fuente de riqueza llevó a la ruina a muchas casas nobiliarias.

En política, los nobles se mantuvieron cercanos al trono y solían formar parte del

Senado, ya que durante la mayor parte del siglo los liberales moderados reservaron la

Cámara alta a la llamada aristocracia social. Este nuevo grupo estaba formado por la

vieja aristocracia unida a la alta burguesía. Surgió a partir de la década de los 30, y sus

intereses eran defendidos por el partido moderado.

En lo social, fue la alta burguesía quien adoptó las costumbres y maneras de la

nobleza. Tanto los nuevos como los viejos ricos acudían a banquetes, recepciones en

palacios y casas solariegas, y sobre todo a sesiones de ópera.

La Iglesia vio menguado su poder desde los primeros años del siglo, cuando el

Estatuto de Bayona prohibió la Inquisición de manera oficial. Posteriormente, las

Cortes de Cádiz (1812) ratificaron la abolición del Santo Oficio, e intentaron llevar a

cabo la desamortización de parte de los latifundios de la Iglesia, concretamente

ordenaron la expropiación de todos los conventos con menos de 12 profesos y de los

que excediesen de dos por ciudad y orden.

Por ejemplo, uno de los mayores golpes para la Iglesia española durante fue la

desamortización de sus bienes ideada por Juan A. Mendizábal (político liberal

progresista) en 1836 y ejecutada en los años posteriores. Esta ley permitía la

expropiación de todas las propiedades eclesiásticas que no se dedicasen a escuelas u

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hospitales, para luego subastarlas públicamente. Esta medida fue motivada por la falta

de fondos públicos durante la Guerra Carlista. Se rompieron relaciones con el Vaticano,

y no se volvieron a restaurar hasta el Concordato de la Década Moderada (1845).

La burguesía vivió en el siglo XIX su época de crecimiento y la instauración del

sistema liberal. Su primera acción política en ese siglo fue su colaboración en las Juntas

Provinciales patrióticas surgidas durante la Guerra de Independencia, y después en las

Cortes de Cádiz.

Bajo la nobleza y el clero se encontraba una gran variedad de clases sociales con la

Revolución Industrial se diversificó aún más. Entre ellas se diferencia a la burguesía

(comerciantes e industriales), de las clases medias (profesiones liberales) y de las clases

bajas (proletariado, artesanado y campesinado). Una vez instaurado el Estado liberal

tras Fernando VII, la mayor parte de los grandes burgueses se identificaron con el

partido moderado, junto con los nobles más moderados que no apoyasen al carlismo.

Por lo tanto la burguesía es la clase que surge del comercio, y que durante los siglos

XVIII y XIX se enriquece debido a la industrialización.

Las clases medias se desmarcaron inmediatamente de la alta burguesía en cuanto

tuvieron ocasión en la política, en el Trienio liberal, y sus reivindicaciones eran

expresadas por el partido progresista.

Estas clases estaban constituidas por todas las profesiones liberales (trabajadores no

manuales por cuenta propia), entre las que tuvieron especial importancia los abogados,

periodistas, funcionarios, ingenieros, profesores y médicos.

Los abogados constituían la profesión con mayor influencia política, ya que de sus

bufetes salieron la mayoría de los políticos del siglo.

Los periodistas nacieron con la libertad de prensa, a pesar de que ésta se vio

cuestionada en varias ocasiones a lo largo del reinado de Isabel II. La difusión de los

periódicos los convirtió en una herramienta de propaganda política, por lo que los

periodistas solían estar significados con uno u otro partido. A través de sus escritos,

personajes como Escobar (conservador) dirigían los ánimos de sus lectores hasta el

punto de incitar revoluciones, como la de 1868.

Los profesores se dividían en dos grupos diferenciados según su nómina: Los

catedráticos de institutos y universidades eran funcionarios del Estado. Los maestros

en cambio, eran mantenidos por los ayuntamientos.

Los funcionarios se renovaban en cada cambio de gobierno, y sus plazas eran

sustituidas por los militantes del partido entrante. Las masas de funcionarios

reemplazados, llamados cesantes, esperaban otra victoria de su partido para volver a

ocupar los puestos vacantes.

Los ingenieros y arquitectos fueron los planificadores del crecimiento urbano y de las

obras públicas llevadas a cabo en ese siglo, como el trazado del ferrocarril, el

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abastecimiento de agua a las ciudades, los proyectos urbanísticos y las plantas

industriales. Entre ellos Cerdá, el diseñador del ensanche de Barcelona.

Los médicos eran los miembros de las clases medias más comprometidos con las capas

populares, particularmente aquellos que trabajaban en los hospitales de los barrios

pobres o tenían contacto con el mundo obrero.

Las clases bajas formaban el grueso del la población, al igual que en todas las épocas.

En el siglo XIX se distinguían varios grupos según su ocupación: campesinos,

artesanos, obreros y criados.

Los campesinos vivían de forma diferente según las regiones. En Andalucía eran en su

mayoría jornaleros, que sólo tenían trabajo por temporadas (siembra y cosecha),

recibían unas pagas mínimas y vivían en malas condiciones.

En otras partes de España había campesinos propietarios que cultivaban su pequeña

finca. En años de sequía, como la de 1867, sufrían peor suerte los arrendatarios y los

aparceros, que tenían como prioridad entregar el 80% de la cosecha (aparcería) al

burgués o noble dueño de la tierra. Los campesinos no jornaleros apoyaban hasta bien

entrado el siglo al movimiento carlista, debido a que se veían perjudicados por el

sistema liberal.

Los artesanos desempeñaban su trabajo en las ciudades en las que la industria aún no

se había establecido. Tras la abolición de los gremios, el artesanado entró en la

economía de mercado y se vio en desventaja frente a las empresas industriales, que

acabaron por acaparar la producción.

Los obreros no constituyeron en España la clase numerosa e insurgente que llegaron a

ser en otros países de Europa, debido también a la inmadurez de la sociedad industrial.

Los criados y dependientes acaparaban el resto de los oficios, siempre bajo la

supervisión de un burgués o aristócrata, o bien un tendero de clase media. Se trataba de

las doncellas, cocheros, mayordomos o lacayos; a mayor número de servidores mayor

era el estatus de la familia. Tanto el amo de la casa como el tendero pagaba a su

sirviente o dependiente con la manutención y el alojamiento, para complementar un

sueldo que no permitiría a los empleados pagárselos por su cuenta.

Los militares, aunque no constituían una clase social en sí, tuvieron un papel

protagonista en la política del siglo XIX, con personajes como Riego, Espartero,

Narváez, O'Donnell, Prim o Serrano.

En cuanto a la vida cotidiana en las ciudades, se transformó en gran medida, sobre todo

a partir de la década de 1830. Los viejos conventos y palacios señoriales fueron

sustituidos por las mansiones burguesas de los ensanches, y crecieron los barrios

populares. Se hicieron sitio las estaciones del ferrocarril, los tranvías, los mercados

cubiertos y los centros de administración.

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Las antorchas fueron cambiadas por faroles de gas, y a finales de siglo por farolas

eléctricas. La electricidad, fruto de la segunda Revolución Industrial, se instaló también

en las fábricas y en los trenes y tranvías.

Los barrios se clasificaron según la renta, y sus viviendas eran un fiel reflejo de la

distribución de la riqueza en la sociedad capitalista. Desde las zonas residenciales,

hasta las barriadas obreras; pasando por los centros urbanos donde tenían su sede la

Administración, los bancos, las compañías financieras o los bufetes.

Otra de las características de este siglo es la aparición de los centros de ocio, que

variaban según las clases sociales (salones de sus palacios, cafés, ateneos, tabernas,

ópera,…)

LA INSTRUCCIÓN.

Como he mencionado anteriormente en el contexto histórico, constituidas las Cortes en

Cádiz, se instaura el principio de la soberanía nacional y se establece la división de

poderes, se procede a la abolición del régimen señorial y se suprime el tribunal del

Santo Oficio, mientras que se declara la libertad de imprenta entre otras medidas de

cambio.

El 19 de marzo de 1812 fue proclamada nuestra primera Constitución. Y en ella se

dedicó el título IX a la Instrucción Pública, en el cual se mandaba abrir una escuela de

primeras letras “en todos los pueblos de la Monarquía”, para enseñar a leer, escribir y

contar, además de las verdades cristianas del Catecismo y una síntesis de las

“obligaciones civiles”. También se creaba un organismo nacional para todas las ramas

de la enseñanza (la “Dirección General de Estudios”) y se decretaba la uniformidad en

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esa instrucción pública, encargando a las Cortes y a la mencionada Dirección el

desarrollo de estos artículos.

En la misma Constitución se insertó el artículo 25, en un título diferente, advirtiendo a

aquellos españoles que, a partir de 1830, entrasen en el ejercicio de los derechos del

ciudadano deberían saber leer y escribir.

Muy pronto, el Gobierno encomendó a una comisión de sabios, un documento sobre la

organización de los estudios públicos. Así, nació el Informe de la Junta

(9 septiembre 1813) creada por la Regencia para proponer los medios de arreglo de

diversas ramas de instrucción pública. En él se parte del recobro de la soberanía y se

exige un “sistema de instrucción pública digno y propio de un país libre”. Se debía

organizar una instrucción igual y completa, universal, uniforme, pública, gratuita y

libre, e impartirse en castellano.

Se contemplan tres niveles de enseñanza: primera, segunda y tercera. Y se instituye una

Universidad Central en la que se cursarán todos los conocimientos en su máximo

grado. Habrá una enseñanza profesional y técnica, a impartirse en las “Escuelas

particulares”. En la cúspide del edificio del saber figuraría la Academia Nacional, que

haría las funciones de lo que hoy denominamos Instituto de España. Al frente de toda

la instrucción pública estaría la Dirección General de Estudios. Destaca en este Informe

el no contemplar a la mujer en el sistema.

Debía haber una escuela primaria por cada quinientos vecinos, o una en cada pueblo.

Los objetivos principales eran: leer con sentido, escribir con claridad y no presentar

faltas de ortografía. Se indicaron algunos contenidos como: reglas elementales de

aritmética, dogmas de la religión y máximas de buena crianza, y los principales

derechos y obligaciones de un ciudadano. En 1890 sólo había 59 institutos frente a 511

colegios.

La segunda enseñanza, concebida para “preparar el entendimiento de los discípulos

para entrar en el estudio de aquellas ciencias que son en la vida civil objeto de una

profesión liberal” y para “sembrar en sus ánimos la semilla de todos los conocimientos

útiles y agradables que constituyen la ilustración general de una nación civilizada”,

pasó a ocupar un puesto muy importante en el sistema escolar. El currículo se agrupaba

en torno a tres núcleos de conocimientos: Física y Matemáticas, Literatura y Artes y

Ciencias morales y políticas. Habría un centro de segunda enseñanza en cada capital de

provincia, que recibiría el nombre de “Universidad de provincia”.

La tercera enseñanza debería impartirse en las “Universidades mayores”, que quedaban

limitadas a nueve en la Península y una en Canarias. Sus estudios se reducían a

Derecho y Teología. Los de Medicina pasaban a estimarse como propios de “Escuelas

particulares” como los de Veterinaria, Farmacia, Comercio, Navegación... Las cátedras

se otorgarían únicamente mediante oposición.

En 1814 una comisión dio expresión jurídica al Informe, convirtiéndolo en Proyecto de

Decreto. Pero la abolición del régimen constitucional y la persecución de los liberales

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por Fernando VII, impidió que se sometiera a las Cortes. Fue siete años más tarde,

durante el paréntesis del Trienio liberal, cuando su expresión legal, como Reglamento

general de Instrucción Pública fue aprobada, reglamento que se tomó como punto de

partida para el desarrollo del sistema y de la administración escolares en los debates y

decisiones posteriores a

1834, una vez que el

liberalismo asumió el

poder de forma definitiva.

A lo largo del siglo la tasa

de analfabetismo fue

decreciendo del casi 100%

de 1800 al 75% de 1850 y

50% de 1910. En la carrera

por la alfabetización,

España quedó por detrás

de

Italia, Bélgica, Francia, e

Inglaterra. Por detrás

quedaban los países del

Este, como Rusia, que

ostentaba la mayor tasa de

analfabetos.

Además, la presencia de la prensa como único medio de comunicación de masas en ese

siglo, sirvió de soporte a escritores y poetas como Larra o Bécquer, además de serlo

también para los partidos políticos. Al ser un medio de comunicación escrito, la prensa

ayudó en la misión de alfabetizar a la población.

En conclusión, la Constitución de Cádiz fue el proyecto más completo y ansiado, por

cuanto suponía la culminación de todo un proceso de cambio hacia un sistema de

valores completamente nuevo y largamente esperado. Concretamente, el derecho a la

educación cobró gran importancia durante este siglo y posteriores, ya que sin una

instrucción, la sociedad no podría salir adelante. Además hasta ese momento, solo eran

instruidas las personas de clases altas y la proclamación de esta derecho conllevó a la

alfabetización de la gran mayoría de la población.

Tasas de alfabetización en torno a 1877.

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BIBLIOGRAFÍA.

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1877.html?x1=20070712klphishes_43.Ees&x=20070712klphishes_241.Kes

http://www.kalipedia.com/historia-espanola/tema/graficos-estructura-sociedad-

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http://www.uchbud.es/temas/EcoSoc_sXIX.pdf

http://www.iesmontilivi.net/arees/Ciencies%20Socials/web/2Bat/HistoriaComuna/apunts/07

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http://www.cadiz2012.es/constitucion.asp

http://bicentenariocadiz1812.es/contenido.cfm?id=175

http://www.google.es/imgres?um=1&hl=es&sa=N&tbo=d&biw=1280&bih=709&tbm=isch&tb

nid=rQrnzW2Z38D5nM:&imgrefurl