la peste 24

19
ALQUIMIA $ 0. 00 NÚM 24

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  • A L Q U I M I A $ 0.00N M 2 4

  • rebosan.com.mx

    Av. Acueducto N 115, Col. Huipulco

    Del. Tlalpan, Mxico D.F., CP 14370,

    Tel. 62 363 806 al 12

    Imprimimosgrandes ideas.

    Algo que sea suficiente para volver-nos quienes no somos, algo debe bas-tar para hacer de una cosa otra cosa, romper ese hechizo, ese suplicio, que es el principio de no contradiccin, de razn suficiente. Porque ninguna razn es suficiente. No queremos nada en se-rio, anhelamos que las cosas sean otras cosas, que la fealdad sea bella, que el desamparo sea una boda y la boda una separacin; que la vida sea ese sueo en el abrazo de la niez. Las cosas como son no bastarn nunca, jams, no es suficiente, queremos aquello que trans-forme nuestras vidas y que transforme la vida y luego al revs.

    e d i t o r i a l

  • Portada y contraportada DANIEL MARTINArtista que vive en Tucson, Arizona, con una curiosidad insaciable por explorar los misterios de la vida y la ciencia. Su trabajo ha sido publicado en Juxtapoz, LA Times, NY Times, High Fructose, Low Rider Magazine, y en cuatro libros de arte.danielmartindiaz.com

    Ilustracin de la cita (pg. 4) DZOIlustrador francs y dibujante autodidacta. Por medio de una serie de lneas en blanco y negro, su arte intenta develar los misterios detrs del pensamiento sistmico. dzo-o.com

    Dibujo GERVASIO TROCHEEs uruguayo. En 2006 public una tira diaria en el diario La Repblica de Uruguay. La revista Bravo de Brasil public un especial de sus trabajos. Realiz una muestra en el Festi-val Vietas Sueltas de Argentina y en La Lupa Libros de Montevideo. En 2013 public su libro Dibujos invisibles.portroche.blogspot.com

    lapeste.com

    .mx

    D I R E CC I N

    Daniel Snchez [email protected]

    E D I C I N

    Michelle [email protected]

    Humberto Lpez Portillo [email protected]

    C OO RD I N AC I N

    Fernn A. Osorno [email protected]

    E D I C I N G R F I CA

    Israel G. Vargas [email protected]

    E D I C I N D E I L U S T R AC I N

    Cecilia [email protected]

    E D I C I N D E I M AG E N

    Rodrigo Snchez [email protected]

    R E D SOC I A L I S TA

    Gabriel Oropeza [email protected]

    C O N TAC TO

    [email protected]

    [email protected]

    La Peste es una publicacin bimestral. Editor responsable: Daniel Snchez Poitevin. Este nmero se termin de imprimir en noviembre de 2015. Nmero de certificado de reserva del Instituto Nacional del Derecho de Autor: 04-2011-081614485300-12. Certificado de licitud y contenido: en trmite. Impreso en Offset Rebosan, Av. Acueducto No.115, colonia Huipulco, Tlalpan, Mxico D.F., C.P. 14370. Los artculos firmados son responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el punto de vista de La Peste.

    Para la composicin tipogrfica de La Peste se utilizan las

    fuentes Cultura New, diseada por Dino dos Santos en

    2012, y Celias de la fundidora Type Dynamic de 2014.

    t: @lapest

    e_ fb: revist

    a.lapeste

    ao 4nm

    ero 24noviem

    bre - diciembre

    f i c c i n

    b i o g r a f a d i b u j o

    i m a g e n

    a p o s t i l l a

    20

    28

    14

    6

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    8

    MudanzasIsrael Galina Vaca

    El componenteprimordialJulio Fernndez Meza

    Frog WarsMu Pan

    EspagiriaMichelle Perez-Lobo

    Efectos secundariosAlejandro Badillo

    La otra mitad(1527-1598)

    Ruy Feben

    Gervasio Troche

    p o e s a

    e n s ay o

    Opus Magnum

    n e g r o a l c o lo r

    n d i c e

  • giordano b

    runo

    El U

    no es lo que

    defi

    ne to

    do.

    El U

    no es el esplend

    or de la belleza en toda

    s las co

    sas.

    El U

    no es el brillo

    que

    irradia la m

    ultit

    ud de las espe

    cies.

    Si te

    persu

    ades de ello, interpo

    ndrs en

    tre tus ojos y la

    s co

    sas

    universalm

    ente visibles un

    a lente tal q

    ue no ha

    br na

    da

    que se te

    pue

    da escap

    ar por com

    pleto.

  • Al principio unimos, despus corrompemos, disolvemos

    lo que ha sido corrompido, purificamos lo

    que ha sido disuelto, reunimoslo

    que ha sido purificado

    y lo solidificamos.

    breve tratado de la

    p iedra f ilosofal

    7

    Toda la materia terrestre comparte el ori-gen explosivo de las estrellas que mueren en gigantescos estallidos. Los elementos qumicos que hacen posible la vida en la Tierra, y con ellos el metal ms codicia-do por el hombre, el oro, comparten esa gnesis. La explosin ms sorprendente del universo es la de las supernovas, en la cual su temperatura forma casi todos los elementos ms complicados de la tabla peridica: en este laboratorio espacial, el hidrgeno se transforma en ncleos de helio, que funcionan como combustible; creadores de la luminosidad que se que-man lentamente. El paso de los milenios termina con las reservas de combustible de la estrella y da pie a su muerte: comien-za la contraccin del ncleo estelar y la temperatura aumenta, la ignicin no se detiene y el helio se transforma en carbo-no, que deviene nitrgeno, el cual origina el oxgeno, para finalmente crear silicio.

    ste servir de sustancia comburente en la siguiente etapa, donde los ciclos se vuel-ven ms cortos y la combustin genera cada vez menos energa. Entonces la deca-dencia empieza a invadirlo todo: el gas del ncleo comienza a agotarse y las capas su-periores se enfran, la estrella muere en un estallido que proyecta por el universo una cantidad de materia ingente y de metales pesados que se cocinaron en aquel caldo infernal. Queda un hoyo negro como ves-tigio, y se forman estrellas de neutrones, remanentes del colapso gravitacional de la supernova, materia comprimida, pla-netas del tamao de un grano de arena; estrellas que tambin perecern en algn momento. Ser de esa segunda explosin, de esa segunda muerte, de donde se origi-nar el oro, denso y suave; esa dura labor de la naturaleza, producto del caos; ese oro que se esparcir hasta donde lo lleve el estertor del cuerpo celeste.

    OpusMagnum

    n e g r o a l c o l o r

  • 8como los adeptos concentraron sus escrpulos en perfeccionar la cri-sopeya, en degustar el elxir y en apoderarse de la panacea a fin de obtener la Piedra, la alquimia no ha dejado de subsistir entre nosotros, aun a pesar de su desautorizacin ante la ciencia. Para advertir su persistencia historiar el asunto y lo ejemplificar por medio de algu-nos textos.

    Dado que es producto de diversas tradiciones no puede determinarse un solo punto de origen. Se habla de

    brotes en ambos hemisferios y a lo largo de varias regiones, que abarcan la India, China, la Arabia, Egipto y Grecia. La doctrina occidental, a la que me referir aqu, nace gracias a la amalgama de las tres ltimas vertientes. Es ms, la etimologa sugiere su conformacin miscelnea: alquimia proviene del latn alchymia, que surge del ra-be al-kmiy (piedra filosofal), que deriva de la unin del griego chmea (mezcla) ms el artculo rabe al y el cual, por su parte, procede del egipcio kme (tierra negra).

    La praxis es tanto fsica como metafsica. El practicante recorre la senda de la experimen-tacin, sea con pcimas, brebajes, destilados.

    El componenteprimordial

    Por JULIO

    FERNNDEZ MEZA

    Veracruz (1985). Marrador.

    TAL

    e n s a y o

    9

    emprende a semejanza del macro-cosmos o esquema divino, de ah caracterizar al iniciado o la Piedra desde la filosofa.

    No en vano la alquimia se expre-sa conforme a la simbologa. Duran-te el medievo se incorpor la escala de valores imperante y la iconogra-fa judeocristiana. Por lo tanto, se comparan el mercurio y el sulfuro, incorporados ms tarde al Opus, con la mujer y el hombre, cuya comu-nin suscita la boda alqumica. O la prima materia es nombrada Adn, por estimarlo el primer adepto, y Eva, en tanto representacin de la pareja originaria. Basta ilustrar lo expuesto con este pasaje de Your-cenar, cuyo hroe Zenn pretende cumplir su arte:

    SOLVE ET COAGULA... l saba lo

    que significaba aquella ruptura de las

    ideas [...]. Siendo un joven clrigo

    haba ledo [...] la descripcin del

    A la vez recorre la senda espiritual, pues quien se empea en purificar la materia, purifica el cuerpo y el alma. Es ste el perfil del alquimista: aquel cuyo laboratorio opera externa e interna-mente, cuyas herramientas son las alquitaras, fraguas, matraces y redomas, y cuya finalidad consiste en la Piedra filosofal, ya que depara la transmutacin en oro y plata, la juventud eterna y la cura de cualquier enfermedad. Si el oro se consideraba incorruptible y sin igual, por ende el adepto limpiaba de s el pecado, se perpetuaba en el devenir y aseguraba la salud en los otros.

    La serie de ensayos para alcanzarla es de-nominada Opus y su consecucin, Magnum Opus. Para ello se sigue un procedimiento que consta de cuatro fases, cada una correspon-diente con un color, a saber: nigredo (negro), albedo (blanco), citrinitas (amarillo), rubedo (rojo), que en dicho orden teiran el material a trabajar, comnmente un metal. Luego se le coloca en el horno, pues se crea que fase a fase el calor acrisolaba la impureza para restituir la prima materia, el componente primordial del que est hecho el cosmos. Abraham indica que adems se le llam Mercurius en honor al dios griego, como el agente universal de transmu-tacin y que no debe confundirse con el mer-curio qumico (Hg). A este proceso se le dice solve et coagula (disolver y coagular) porque durante la disolucin se busca transformar un slido en substancia y durante la coagulacin, una substancia en slido. Entonces emergen el fuego, la tierra, el agua y el aire, ingredientes de todas las cosas, de cuya combinatoria re-sulta la quintaesencia. Bajo este mtodo se ha reproducido el microcosmos o trabajo que se

    Luego se le coloca en el horno, pues se crea que fase a fase el calor acrisolaba la impureza para restituir la prima materia, el componente primordial del que est hecho el cosmos.

  • 11

    la sal en la pareja anterior y estable-ce que a partir de la prima materia comienza el proceso hacia la ulti-ma materia o la disolucin de cada cosa en su sal, mercurio y sulfuro constitutivos, y como Robert Bo-yle, miembro fundador de la Real Sociedad de Londres, la academia cientfica ms vieja del orbe, que critica el discurso de la alquimia, articulado sobre todo en creencias, al sopesarlo con evidencia emprica, mas no a travs de corazonadas. De ah que el alquimista lleg a ser visto cual charlatn segn el hacendado de Chaucer advierte al incauto:

    Consider, sirs, how sharp in

    [every station,

    Men against gold, there runs

    [the altercation

    Till the gold goes, and there is

    [hardly any!

    This transmutation, sirs,

    [blindeth so many

    That in good faith I think that

    [it must be

    The greatest cause of such a

    [scarcity.

    Pues si se lucr con indulgencias, no falt quien estaf mediante re-cetas ni quien ambicion superar al orfebre en su oficio. Durante el siglo xv, anota Read, se emitieron edictos en su contra.

    OPUS NIGRUM, la experiencia de la disolucin

    y calcinacin de las formas, que es la parte ms

    difcil de la Gran Obra. [...] Ahora, las dos ramas

    de la parbola se unan: la mors philosophica se

    haba realizado: el operador quemado por los ci-

    dos de la bsqueda era a la vez sujeto y objeto,

    frgil alambique y, en el fondo del receptculo,

    precipitado negro. [...] La primera fase de la Obra

    le haba llevado toda su vida.

    Pero es incapaz de hacerse de la Piedra. Ni siquiera su maestra espagrica (o sea, en la metalurgia y la fisiologa) le augura tal destino porque, hoy podemos afirmarlo, no se trat ms que de una esperanza. En efecto, subrayan los Bhme (296), el alquimista busca lo imposible.

    Versar sobre el tema implica tener presentes a figuras remotas como Hermes Trismegisto, el legendario rey-filsofo-sacerdote a quien se le atribuye la Tabla Esmeralda, de donde le viene el epteto por dividir en tres el saber (al-quimia, astrologa y tergia); como Aristteles, que adopta los cuatro elementos de Empdocles y Platn para proponerlos como fundamento de los objetos, lo que influy a los discpulos por venir; como Mara Prophetissa, a quien se le reconoce haber acuado la mxima solve et coagula, idear el bao Mara y por ser acaso la primera en utilizar el instrumental peculiar del gremio; como Zsimo de Panoplis, autor de los tratados de mayor antigedad al respecto.

    Tambin ha de tomarse en cuenta a ilustres como Jbir ibn Hayyn, latinizado en Geber, cuya proposicin de que los metales se compo-nen de mercurio y sulfuro se volvi una norma del magisterio; como Paracelso, que incorpora

    Imagen WELLCOME LIBRARY, LONDON Manuscrito occidental 693, Pergami-no Ripley: un manuscrito alqumico del siglo xvi donde se muestran los procesos de produccin de la piedra filoso-fal a travs de criptogramas pictricos.

    Imagen de un pjaro de alas doradas sobre una pelota.

  • 12

    se integran, grosso modo, por hidrgeno, ox-geno, nitrgeno, y la tierra es materia orgnica. A su tiempo, la alquimia se transmutara (como el metal en el atanor) en la qumica, en aquella disciplina cuyo estudio radica en la materia y sus cambios a nivel atmico. A su tiempo, La-voisier desechara el flogisto porque la combus-tin ocurre entre el combustible y el oxidante; a su tiempo, Mendeleev sistematizara la tabla peridica. No dejo de apreciar la alquimia como una preciencia, en tanto antecedente de nuestra naturaleza inquisitiva; como una presciencia, o el conocimiento sobre el futuro, pues no se anhel ms que el maana, y como una presencia ya que todava la estudiamos y an estimula la ficcin.

    RefeRencias

    Abraham, Lyndy. A Dictionary of Alchemical Imag-

    ery. Cambridge University Press. United King-

    dom, 1998.

    Bhme, Gernot y Harmut Bhme. Fuego, agua, tie-

    rra, aire. Una historia cultural de los elementos.

    Tr. Pedro Madrigal. Herder. Espaa, 1998.

    Boyle, Robert. The Skeptical Chymist. Intr. M. M.

    Pattison Muir. J.M. Dent & Sons. London, 1911.

    Chaucer, Geoffrey. The Canons Yeoman Tale, The

    Complete Canterbury Tales. Trans. Frank Ernest

    Hill. Chartwell Books Inc. China, 2007, 313-329.

    Read, John. Prelude to Chemistry. An Outline of Al-

    chemy, its Literature and Relationships. G. Bell

    and Sons Ltd. London, 1936.

    Yourcenar, Marguerite. Opus nigrum. Tr. Emma Ca-

    latayud. Alfaguara, 8 ed. Espaa, 1985.

    Sin embargo, no hay que des-cartar los aportes de la alquimia en heurstica. Quien la ejerci quiso comprender con ms precisin la realidad al someter a prueba un conjunto de hiptesis y emitir con-clusiones, si bien generadas ms por asociacin que por escrutinio. Vis-lumbro en ella un indicio del mto-do cientfico porque su prescriptiva

    se bas en obtener resultados con base en evidencia y experimenta-cin. As, hacia el xvii Boyle en The Skeptical Chymist refuta varios su-puestos; por ejemplo, la cualidad in-trnseca de los cuatro elementos, lo que una centuria despus propici a Becher y Stahl postular la teora del flogisto como causa de combustin de los cuerpos. Estos factores, entre otros, permiten valorar la alquimia como raz de la ciencia; de ah que Newton, acaso el mayor cientfico, legara algunas pginas al respecto. Ahora sabemos que el fuego es una reaccin, as como el agua y el aire

    Ahora sabemos que el fuego es una reaccin, as como

    el agua y el aire se integran, grosso modo, por hidrgeno,

    oxgeno, nitrgeno, y la tierra es materia orgnica.

    d i b u j o

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  • 16

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    012.

  • 20

    Las gatas atestiguaron mi esfuerzo y su displi-cencia pareci, en ese momento, una secreta y fugaz simpata. Ahora, ante la imposibilidad de moverme, abandono cualquier esfuerzo, miro las puntas de los pies bajo las sbanas y pienso, casi convencido, que son elementos extraos a mi cuerpo. Es como si alguien hubiera puesto ah, al otro extremo, una elaborada broma, una trampa. Las puntas de mis pies son dos monu-mentos demasiado pesados para mover, como si su escasa materia concentrara un fragmento del universo. Estn ah, inertes, esperando una seal, el impulso adecuado para despertar y moverse. Me concentro en ellos. Soy un nufrago que mira, con desesperacin, un par de islas rocosas.

    Imagino que nunca podr salir de la cama. Estas sbanas tibias, el cobertor de cuadros

    en mi cama, custodiado por mis ga-tas. Alzo la vista y miro el techo. Me siento una parte del paisaje. Imagino que soy una nube oscura y pesada. Slo puedo pensar mientras mis ga-tas se concentran en mi respiracin y parpadean lentamente. Pensar y pen-sar. Es lo nico que he hecho desde que despert. Supongamos, reto-mando la idea, que soy una nube. Y me imagino inmaterial, hecho de un aire oscuro, casi algodonoso. Quizs, si profundizo en la imagen, me pueda ver flotando por la habitacin.

    Cuando abr los ojos, hace unos minutos, intent levantarme de la cama pero mi cuerpo no respondi.

    Efectossecundarios

    ESTOY

    Por ALEJANDRO

    BADILLOHa publicado,

    entre otros, los libros de cuentos Ella

    sigue dormida (Tierra adentro)

    y Tolvaneras (Cuadrivio).

    Colaborador de la revista Crtica y ex becario del Fonca. Ganador

    del Premio Nacional de Na-rrativa Mariano

    Azuela 2015.

    f i c c i n

    21

    El sueo en el que me sumerga era un sutil analgsico que evitaba cual-quier reaccin intempestiva. Qu mente dise este experimento? Acaso soy yo la nica persona en el mundo sujeta a un extravagante efecto secundario? Tal vez un labo-ratorista, un sujeto de lentes grue-sos, cobijado por el anonimato y con acceso a los ltimos avances en qu-mica, descubri una sustancia para aletargar indefinidamente al cuerpo humano y, de esta forma, acercarse un poco ms a la inmortalidad. No fue difcil usar aspirinas como ve-hculo transportador. Este hombre busc en una base de datos el perfil de pacientes con migraa recurren-te. La informacin personal es, en estos tiempos, botn para cualquie-ra que tenga un poco de ingenio. Consult candidatos ideales y dio con mi nombre. Se enter, no con poco morbo, de mi tipo de sangre, de la extirpacin de mi apndice y, lo ms importante, de la agenda de mis visitas mdicas. Se aproximaba una consulta que era requisito indis-pensable para renovar mi seguro. Recuerdo la tarde de hace un par de das, cuando acud a la clnica con mis anlisis generales y el ner-viosismo natural de un paciente poco experimentado. Sentado en mi silla, con las manos tiesas sobre los muslos, ratifiqu mi migraa a

    grises, son sutiles mecanismos que detendrn el tiempo o lo volvern irrelevante. Recuerdo las aspirinas que tom ayer antes de dormir. Eran dos pastillas redondas, pequeas, blancas y un poco porosas. Las gatas estaban echadas sobre mis pantalones de pana. Un pertinaz dolor de cabeza me agobiaba. Era una luz que se abra paso en mi crneo. Fui por un vaso de agua. Me apresur y di un par de largos tragos. Quizs, desde ese instante, hubo un anuncio, sutil, de inmovilidad. Tal vez un hormigueo en las manos que atribu, acaso, al invierno. Las pastillas viaja-ban, veloces, por mi cuerpo. A lo mejor, por mis-teriosas razones, haban sobrevivido al viaje por mi esfago y estaban muy quietas, escondidas en la profundidad de mi estmago, como piedras en el lecho de un ro. Pienso en esta posibilidad. Miro el techo de la habitacin. Escarbo una vez ms en la memoria. Recuerdo haber dejado el vaso cerca de la estufa. Mis gatas se pasearon entre mis piernas. Haba algo de ansiedad en su paseo. Quizs era una advertencia. Las aspirinas seguan ah, inmunes al desgaste y al embate constante de cidos y fluidos. Yo, ignorante de todo, apagu las luces y fui a la cama dispuesto a dormir. El dolor de cabeza haba desaparecido a pesar de que las aspirinas seguan latentes e inmunes. Tal vez fue la sugestin que, como se sabe, puede generar efectos poderosos. Cmo desaprovechar la oportunidad? Slo quera un sueo profundo, cerrar los ojos e internarme en un mar estril. Entonces, ocurri. Las pastillas dejaron en libertad un principio activo que, en lugar de las acostumbradas propiedades anal-gsicas, deton un cambio en mi cuerpo. La actividad de mis msculos comenz a menguar.

  • 23

    est sobre una cajonera, mirando por la ventana, como lnguida vi-ga de porcelana. Ellas detectarn el sonido del motor y comenzarn a husmear. En realidad mi destino no es tan terrible. Soy, a pesar de mis limitaciones, un dios inmvil pero an con poder para imaginar y encontrar significados ocultos en la lnea de luz que entra por la ven-tana. Tanta inmovilidad me llevar a interpretar el sueo inescrutable de mis gatas. Escucho el taxi. Quizs todo esto es una tontera. Podra inventarme situaciones an ms inverosmiles. Por ejemplo, que el aire estancado de esta habitacin (sus enrarecidas molculas) es el elxir de la inmovilidad. Desde aqu ese extrao fenmeno colonizar el mundo. Miles de millones queda-rn varados en sus cuerpos. Vaya tontera. Reira si pudiera hacerlo. Las gatas no se mueven a pesar del rechinido de la reja y del cerrojo abrindose. Intento, desesperado, atisbar desde el encuadre esttico de mi mirada. La que est a mi lado ni siquiera dirige las orejas. La otra sigue vigilante en la cajonera, pero su postura que no ha variado ni un milmetro desde hace minutos y el brillo intil de sus ojos, me revelan la verdad. Slo resta esperar a que mi esposa suba las escaleras y abra la puerta.

    un tipo a quien tom por doctor. Es importante que controle el dolor de cabeza para que no lo incapaciten. Le recomiendo tomar aspirinas con regularidad, me dijo asedindome tras los gruesos cristales de sus lentes, imitando el tono paternal de un doctor. Despus, con dedos seguros y veloces, tecle una receta en la m-quina de escribir. Disfrut su victoria, con una escueta sonrisa, mientras me diriga a la puerta del consultorio. El resto sera sencillo: esperar a que fuera a la farmacia que est en la esquina de la calle en donde vivo y que yo escogiera las pastillas adecuadas, aquellas que l haba empa-cado meticulosamente en cajas y colocado en los estantes, en una sagaz maniobra de sustitucin, aprovechando un descuido de los dependientes. Ahora est vigilando mi ventana desde la calle o desde la azotea de una casa vecina.

    El movimiento en mis venas est detenido. Los pulsos nerviosos no renuevan su energa y emiten un murmullo vaco. Slo queda mi respiracin que conduce, solitaria, mi vida. Los pulmones se esponjan y distienden, pero no hay mucho ms. Una qumica perversa se ha cebado en cada rincn de mi cuerpo. Por eso me enfrasco en mi conciencia, en mi voz que no es sonido sino pensamiento. Trato, intilmente, de mover la mano derecha que est oculta bajo las sbanas. Tal vez mi cuerpo es slo lo que puedo ver, y el resto, que pensaba encallado bajo el cobertor, ha desaparecido. Qu le dir a mi esposa cuando llegue a casa despus de su viaje y me pida ayuda para bajar las maletas? Casi la puedo escuchar, bajando del taxi, ce-rrando la reja. Pero las gatas estn tranquilas. Una est cerca de mi pierna derecha y la otra

    Dibujo JUAN OSORNOTtulo de la obra: De la combustin y otros fenmenos.Actualmente curso el ltimo semestre de ar-tes plsticas en la Universidad de Antioquia. Durante mi carrera me he interesado por la prctica del dibujo, el estudio de sus cualidades y las posibilida-des formales y conceptuales que ofrece.behance.net/JuanCarlosOsorno

  • 25

    En el principio era el caosuna masa informe oscura como el fangodifusauna mezcla pulsante viva en su abandonoimperfecta

    Pero el orden existelos viejos maestros lo sabenatesoran secretos legendariosy aoran, sin haberla odo la eterna armona de las esferas

    Lo de abajo es igual a lo de arribalo de arriba es igual a lo de abajo

    En las tinieblas hay luzel plomo se hermana al oroy para aquellos que buscanse revelan los misterios

    Paciencia

    La vida es una jaula de tesorosel mundo un laberinto de acertijosy en los engaos sutiles del demiurgolas verdades se atisban como joyas

    Las palabras son sealeslas seales marcan rutasla Tierra es bosque de espejosque nos muestran los arcanos

    No hay camino de regresoa quien emprende la rutalo avasalla una certeza:saber es destino del hombre la expulsin del Parasopero tambin es la forma de acercarse a lo infinito

    Mudanzas

    A Mercedes Torres

    Por ISRAEL GALINA VACA Mxico, D.F. (1968). Estudi letras hisp-nicas en la unam. Es socio fundador de dn3 comunicacin. Recientemente se acord de que poda escribir.

    p o e s a

  • 26

    Lo de abajo es igual a lo de arribalo de arriba es igual a lo de abajo

    Y dentro de cada uno se refleja el Universo esa confusin sin nombreazogue y barro mezcladosdestellos de amor y rabiamacho y hembra entreveradossilencios, gritos y llantosvislumbres de lo sagrado

    Buscarse es buscar la luz: seguir el hilo de Ariadna entrar a lo ms profundodel laberinto de sueosy enfrentarse con el monstruo que habita nuestros fracasosDespus de la lucha cruentaascender cada peldao retomar cada segundo que se encuentre a nuestra mano

    Y construir

    Redefinir el infiernoescapar del purgatoriolevantar la maquinaria que regula la presencia de las potencias aladasbuscando la perfeccinque habita la cima urea

    Ya con la nueva concienciade materia transformada, mirar con otros ojos la realidad

    Y respirar otro airehabitar la tierra francadejar la cueva de sombrasque encadenaba las almaspara hallarse con los otrosy caminar

    Ilustracin JESSICA HJ. LEE

    Ilustradora y diseadora que vive y trabaja en San Francisco,

    California. Estudi comuni-cacin y diseo en Parsons the New School for Design y tiene

    una maestra en artes visuales.

    27

    Trmino atribuido a Para-celso. Su diferencia con la alquimia radica en su pro-psito y en sus instrumen-tos de trabajo: la espagiria no busca la Obra Universal, sino la cura de dolencias a travs de blsamos, sahu-merios o tinturas, y su ma-teria prima son extractos vegetales y minerales (la fuerza de la naturaleza), si bien hace uso de procesos alqumicos como la fer-mentacin y la destilacin. Los espagiristas producan dichos extractos a partir de la quema de una planta, la extraccin de sus compo-nentes minerales y su com-binacin con alcohol. Ellos

    son, en ese sentido, ms mundanos que los alqui-mistas: dedican su trabajo al bienestar del cuerpo.

    El ingrediente espag-rico por excelencia es el roco, sustancia abundan-te en sales nutritivas. Un espagirista debe salir de madrugada (de preferen-cia, durante la primavera), lienzo y garrafa de cristal en mano, para recolectar las gotas que an duermen sobre camas de pasto. Pri-mero el lienzo las cobija, y despus se exprime en el contenedor, para liberarlas. El roco contiene, dice, el espritu universal, alta-mente curativo.

    1. f. Ciencia derivada de la alquimia

    2. f. Alquimia vegetal

    3. f. Arte de curar

    E S PAG I R I Aa p o s t i l l a

    ( D E L G R I EGO S PAGYR I A : S PA , E X T RAER , Y AGE I R , R EUN I R )

  • 28

    grito ahogado me despert de la pe-sadilla: el hombre, negro jubn en el torso y cuello de lechuguilla, barba de pico partiendo la tierra, me mira fijo y se voltea como ttere de trapo: todo lo que hay en el mundo se le mete por la boca, mientras sus tri-pas, sus fluidos, ocupan lo que hasta hace un parpadeo fue el universo: el cielo se vuelve paladar rosado y la tierra hgado negro, y nosotros, y yo Pero mi grito no fue por la pesadilla. El sobresalto, me repet en ese tren sobre el que trataba de llegar a Madrid, se debi a Felipe II, al texto que deba escribir sobre l y que no me dejaba descansar des-de haca mucho; tena informacin de sobra, pero me faltaba un dato,

    medular pero invisible, para poder trazar la his-toria del rey que, dicen, le dio gloria a Espaa. Adormilado, quise garabatear algo en mi cuader-no, pero me perd en mi reflejo en la ventanilla: mi barba, parecida a la de Felipe, sobre la lnea que corta el paisaje.

    Para escapar de mi laberinto mental, vagu por mis apuntes sobre Felipe. El primero lo ano-t tres meses atrs, tras hojear una enciclopedia que me dispona a tirar: Felipe II es, por un lado, el reformador piadoso que ven sus admi-radores catlicos en la ahora llamada Leyenda Rosa; por otro, el fantico religioso, dspota in-quisidor, del que sus enemigos tanto hablaron en la Leyenda Negra. Felipe es el espacio que hay entre sus dos imgenes diametrales. Este apunte inici la investigacin que urjo redactar; es tambin el centro de una red de lneas que llevan a varias preguntas y aseveraciones: Todo

    Por RUY FEBEN

    Ciudad de Mxico (1982). Ha publicado ensayos, cr-

    nicas, cuentos, entrevistas y reportajes en revistas como

    Chilango, Esqui-re y Gatopardo, y en suplemen-tos culturales.

    Su primer libro, Vrtices viles, obtuvo el Pre-

    mio Nacional de Cuento Joven Comala 2012.

    La otramitad

    MI

    b i o g r a f a

    29

    rey es l mismo y su fantasma opuesto; Revi-sar a la familia (La deuda que le dej Carlos V, padre severo. Felipe s mand matar a su hijo Carlos? Ese Carlos de verdad conspiraba contra Felipe?); Esto es Felipe contra todos o Felipe contra s mismo? De entre las conjeturas, hay una que resalt con trazo doble: S se dedic a la alquimia?. La evidencia es vaga: dos em-bajadores venecianos reportaron al alquimista Tiberio de Roca como parte de la corte real en 1557; el rey era aficionado a El Bosco y su Jardn de las delicias (donde figuran los secretos: la piedra filosofal, la fuente de la eterna juventud, un laberinto de transmutaciones sucesivas de cosas, animales y almas); un espejo de obsidiana que Felipe le regal al alquimista John Dee. No mucho ms: en sus dos versiones, Felipe II es demasiado catlico, un inquisidor feroz que no hubiese tolerado artes mgicas, mucho menos en Su Real Majestad, a la cual le exiga mayor santidad que a su hacienda, que tocaba los cua-tro continentes de aquel siglo.

    Al respecto, y a pesar de que Felipe II prohi-bi que se escribiera su biografa y orden que su correspondencia se quemara, le sobrevivi un texto. En 1927, Francisco Rodrguez Marn, folclorista, hall, en una serie de documentos administrativos antiqusimos, unos billetes donde Pedro de Hoyo, secretario particular de Felipe II, habla con el monarca sobre unos tra-bajos llevados a cabo en 1559. Lo que se dice en los billetes es vago: El que sabe el secreto trata el negocio con gran demostracin de estar ente-rado, dice Hoyo el 30 de enero; todas las cosas de Vuestra Majestad se pornn en el estado que yo deseo, dice Hoyo el 1 de febrero; Hoy est

    la masa en el fuego; maana se fun-dir y creo (...) saldr de buen color; luego se pasar a perficionarlo: Dios lo saque a luz, dice en una fecha posterior pero imprecisa. Felipe responde casi al aire; por ejemplo: lo tenis todo muy bien ordenado; as lo est lo que a el que sabe el

    secreto toca. Presto lo veremos, y cmo ser bien verlo yo si saliere bien. Rodrguez asegura que esta correspondencia narra un inten-to de Felipe por convertir meta-les vulgares en oro por una razn mundana: las deudas que hered de Carlos V que ni un reino universal poda paliar. En 1559 estaba, ade-ms, preparndose el proyecto del Monasterio de El Escorial, que iba a ser el mausoleo de todos los re-yes de Espaa desde su padre. Ms que mstico sombro, Felipe tena la encomienda de hacer muy rico a su reino. La empresa alqumica, dice Rodrguez, fracas.

    Para algunos, esa interpreta-cin es muy poco catlica. Aca-so nuestro rey era un protestante

    Ms que mstico sombro, Felipe tena la encomienda de hacer muy rico a su reino. La empresa alqumica fracas.

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    parece mucho ms propia de un in-quisidor severo, reformador de la fe. Segn la breve nota que le dedicaron en la revista, Daz menciona a un alquimista annimo que narra con lujo de sangre la entrada de Felipe II al horno, sus gritos ahogados, sus vsceras salpicando el cuarto escon-dido, un nuevo cuerpo caminando desde las cenizas. Dicen que a esta chifladura le siguen otras que mues-tran a Felipe II como si se tratara de un cmic japons.

    Cuando conoc la versin de Daz, acaso para hallar inspiracin que me permitiera escribir algo, em-pec a trazar mis propias chifladuras siguiendo su principio. Llegu a te-ner un boceto ms o menos orde-nado: en 1557, un alquimista es ex-pulsado de la corte; ese mismo ao, Pedro de Hoyo se vuelve secretario de Felipe II; en 1558 muere Carlos V tras comisionarle a su hijo la cons-truccin de un mausoleo real para pasar en paz la eternidad; Felipe II no tiene dinero, est hacindole la guerra a sus futuros detractores; decide no seguir las rdenes de su padre, pero lo convence el alqui-mista velado de la corte (que se cambi el nombre dos aos antes por uno paralelo: Tiberio de Roca, el caos de la piedra, fue Pedro de Hoyo, la piedra en el abismo). El mausoleo es el disfraz de una

    preocupado slo por las cosas del mundo?, se pregunta Rodrigo Daz, cuya tesis doctoral, escrita en 1999, es una larga diatriba contra Rodrguez. Aunque su nombre refiere a otros herosmos espaoles, de Daz no se conoce nada ms que su tesis, que termin justo antes de desaparecer tras una visita a El Escorial. Su texto, calculo, ha sido ledo por no ms de 15 personas, que no me incluyen: lo conozco slo por una referencia en un artculo sobre el lado mstico del Felipe prudente que public una revista dedicada a lo paranormal; la tesis apa-rece mencionada en un apartado titulado: Qu disparates!. Segn me dijo el editor de la revista, con ello queran burlarse de Daz, quien trabaj all como redactor de notas sobre extraterrestres durante diez aos, hasta que un da abandon su trabajo para dedicarse al estudio de Felipe II (para agrado de sus colegas, que lo consideran hasta hoy insoportable). Tras mucho leer sobre la Leyenda Negra y la Rosa en unas vacaciones, tras intentar conciliar en el mismo hombre dos hombres tan distintos, Daz dio con el documen-to de Rodrguez, que repudi de inmediato. Sus aos redactando conspiraciones paranormales le permitieron entender que los billetes hablaban de transmutacin, s, pero no de metales. Se-gn Daz, cuando Hoyo dice todas las cosas de Vuestra Majestad se pornn en el estado que yo deseo se refiere a algo ms que la hacienda del rey; las notas, vagas, permiten leerse en tercera o segunda persona, y segn se haga, remiten a un metal en un horno o a alguien, a quien el secretario le hablara de usted, ejerciendo sobre s mismo la transmutacin fsica, acaso en busca de la espiritual. A Daz esta ltima lectura le

    Ilustracin CARLOS AROCHEDibujante, ilustrador y dise-ador editorial que radica en Guadalajara. Ha publicado en distintas edito-riales y revistas, entre ellas Alfa-guara, Mxico Design y Edeb. Su trabajo se distingue por tener una fuerte inspiracin en la naturaleza y su compleja carga simblica.instagram.com/ a.r.o.c.h.ebehance.net/carlosaroche

  • Algo as.Durante muchos das he agregado cosas

    an ms inverosmiles a este boceto. Hace dos meses y medio, era apenas la transmutacin de Felipe, esbozada como un sueo vago; hace seis semanas, la resolucin de la muerte de su hijo Carlos; temo que en dos semanas esta historia me incluya a m; en nueve, a m dos veces. Slo su absoluta irracionalidad me sere-na. La transmutacin de Felipe II me infect: las pesadillas fueron recurrentes casi desde el principio, y desde entonces busqu deshacerme de su historia, no para drsela a un editor, sino para no volverme loco. Escribirla para que t la leas, podra decirse que en mgica sntesis.

    Fui a El Escorial porque es el nico testimo-nio verdadero de Felipe. Al llegar, anduve por los pasillos como arterias, los jardines enchi-nados, el monasterio y la biblioteca, el palacete cartilaginoso: un laberinto de notas inconexas que anhelan escribir el mundo. Camin entre las esculturas de la fachada de la baslica, el rey David y Salomn representando a Felipe y su padre; me parecieron riones. Comprend que estaba ante una tarea imposible: nunca sabr si de la transmutacin de 1559 sali andando el Felipe Negro o el Otro; si el universo est ya transmutado o si es apenas un penoso trabajo en progreso.

    Me sent en una banca, bajo el cielo azul, en-tre dos enormes muros. Abr mi cuaderno al azar en una pgina que escrib hace mucho, mucho antes de todo esto; en tinta de color ahogado, una frase: un mundo en el que pueda morir en paz. No recuerdo a qu me refera.

    suerte de mquina que permitir la transmutacin del mundo entero: de la muerte surgir la gracia: solve et coagula. El rey elige instalar El Escorial sobre una enorme caverna de la que, dicen, sale el diablo cada

    noche. Para la mquina transmuta-dora hace falta materia divina que convierta al mundo en oro. En 1559 Felipe II se somete al fuego primario para sacudirle lo humano a lo divino, y emerge como un reformador no slo de la religin catlica, sino del Ser Universal; la operacin no es del todo exitosa porque el residuo de su conversin en oro es su hijo, Carlos, una bestia que no slo anhela des-tronarle, sino que desea corromper el mundo del modo que tortura don-cellas: el demonio escap del hoyo. La lucha dura nueve aos, tres veces tres; finalmente, en 1568 logran en-cerrarle en una torre; el alquimista Hoyo es el encargado de anularle en dura pelea: Carlos muere en julio, Hoyo en septiembre. Felipe, Sacra y Real Piedra Filosofal, se vuelve la mitad dorada del universo.

    Temo que en dos semanas esta historia me incluya a m; en nueve, a m dos veces. Slo su absoluta

    irracionalidad me serena.

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