la rebelion de las gaviotas · volamos. tú y yo volamos. cierro los ojos y noto como puedo cogerte...
TRANSCRIPT
LA REBELION DE LAS GAVIOTAS
Relat guanyador del certamen literari:
Nuestra vida había sido perfecta hasta hace unos meses. Siempre
conseguíamos engañar a los humanos para que nos diesen unas migajas de
pan o unas patatas fritas. Pero hace poco colocaron un cartel en todas las
playas: Please don’t feed the gulls. Creo que significa algo así como “prohibido
alimentar a las gaviotas”.
Desde entonces, solo algún turista despistado nos echa comida, comida que no
es suficiente para alimentar a toda la comunidad de gaviotas que vivimos en St.
Ives, un pequeño pueblo de Cornualles, en la costa suroeste de Inglaterra.
Teniendo en cuenta la gravedad del asunto, la más sabia y vieja entre nosotras
(pronto cumplirá 20 años) convocó una asamblea extraordinaria del Consejo de
Gaviotas. Nos juntamos en la playa, de madrugada, y empezamos a discutir.
Unas estaban empeñadas en que tomásemos posesión del puesto del
“Fish’n’chips”, y alguna que otra afirmó que si montábamos un espectáculo los
visitantes nos echarían comida. Después de mucho graznar, nos pusimos de
acuerdo en que alimentarnos de las papeleras era la solución más viable.
Comenzamos “Operación basura”, que inicialmente dio buenos frutos.
Contrariamente a lo que habíamos previsto, las papeleras rebosaban de
alimentos en perfecto estado. Sin embargo, la cosa no duró mucho: a los pocos
días ya habían colocado unas tapas de alta tecnología en todos los cestos de
basura. Las pocas aves que lograron entrar en ellos, jamás salieron, en paz
descansen.
Entonces creamos una coral. Emitíamos nuestro concierto de graznidos a las
seis de la madrugada sobre los tejados de las casas. Pronto nos percatamos
de que las personas no saben apreciar la buena música. ¡Los muy ingratos nos
ahuyentaban a tiros!
Nos estábamos quedando sin ideas...
Se volvió a convocar al Consejo. La más anciana, con voz cascada, tomó la
palabra:
—Al parecer, los humanos se han propuesto acabar con nosotras. Tras haber
agotado todas las alternativas, la única solución que nos queda es emigrar.
Se hizo un silencio sepulcral. Sabíamos que lo que decía era verdad, pero
ninguna quería partir hacia tierras desconocidas. Nos gustaba nuestro pueblo,
y lucharíamos por permanecer en él.
Después de mucho discutir, acordamos que lo mejor sería robarles la comida a
los hombres. Nuestra misión consistiría en buscar a las personas que
pareciesen más distraídas o indefensas, bajar en picado y despojarles de sus
manjares.
Al principio todo fue bien. Nadie estaba preparado para nuestros ataques y
tomábamos a la gente completamente por sorpresa. Pero pronto empezaron a
ir con más cuidado. Volvió a hacerse difícil conseguir sustento. Un día intenté
arrebatar un helado a un individuo que parecía distraído, y acabé en el hospital
para gaviotas. Ahí, dos hermanas nos cuidaban a mí y a muchas otras como
yo.
Cuando me recuperé, volví con los míos. Harta de depender de los humanos
para alimentarme, decidí valerme por mí misma. El proceso fue arduo, pero
finalmente aprendí a pescar. Ahora imparto cursos gratuitos para otras gaviotas
como yo.
SUEÑO
Al abrir los ojos esta mañana lo primero que he visto ha sido una pintura, que
nunca antes he tenido el placer de ver, había algo extraño en ella, pero no
lograba saber que era.
Me levanté para contemplarla mejor, parecía un paisaje pero seguía sin ser un
dibujo nítido, todo era muy raro y yo, muy curiosa, fui a tocarlo cuando se
convirtió en agua. No me lo podía creer; debía de continuar soñando. Todo
aquello que tocaba el agua se transformaba en césped, exceptuándome a mí,
claro. Empecé a gritar, pero nada salía de mi boca, ni un solo sonido. Entre
todo aquel verde algo brillante me llamó la atención y cuando fui a cogerlo, algo
extraño sucedió de nuevo.
Aparecí de nuevo en mi cama y aquella pintura estaba a los pies de mi cama.
VOLAMOS
Volamos. Tú y yo volamos. Cierro los ojos y noto como puedo cogerte de la
mano, aunque sea una última vez. No puedo reprocharle a la vida la
oportunidad que no me diste, pero tienes razón, una palabra no cura una
herida, y sé que la que yo te hice fue tan grande que ni con mil te quiero podré
arreglarlo y conseguir que quede como era cuando nos conocimos.
¿Recuerdas? Sentada en la orilla de ese acantilado donde el mar chocaba con
gran fuerza y donde las gaviotas casi se camuflaban entre esas nubes que
parecían deshacerse. Allí estabas, esperando al que pensaste que no iba a ser
nadie y acabó formando parte de un trozo, aunque ahora pequeño, de tu
enorme corazón. Te confieso que estaba nervioso, sé que ya nos habíamos
llamado, que nos habíamos escrito, pero verte fue uno de los mejores
momentos que me ha dado la vida. Sé que ha sido tu decisión y debo
respetarte, y debo reprimir esta esperanza de volver a quererte. Porque sé que
esta vez me ganaron mis temores, y que odio hacer lo que sea para poder
llamarte y oír tu voz. La voz que puede curar un sufrimiento que pocos pueden
sanar. Que sabes que tengo un problema contigo, que sabes que tú eres mi
vida y eso no puede seguir así. Y sí, volamos, volamos con un avión de papel
que se cayó al llover, y quedaron mojadas sus alas con miedo a caer. Soy
como un barco que navega sin rumbo y naufraga en una isla donde no estás.
Que sabes que estoy perdido, sin recursos, sin ayuda. Que la típica pregunta
sobre “qué te llevarías a una isla desierta” respondería antes y ahora, que te
llevaría a ti, para poder abrazarte, como lo hice por última vez.
Y como te repito, es tu decisión, una decisión que nos ha cambiado a los dos,
que no puedo retroceder. Ya no puedo reprimirme a mirar más atrás, pero me
siento tan impotente al recordar todo lo que juré olvidar y todos los momentos y
situaciones que la vida nos ha dado para que las viviéramos juntos.
Lo siento, si me despierto y lo primero que hago es saber si te has despertado
y si estás feliz. Feliz, y te prometo que tu felicidad ya no tiene nada que ver
conmigo y sabes que eso me lastima y duele pero, aunque me cueste tengo
que aceptarlo. Intento olvidarte, de verdad que no te miento, incluso guardo
nuestros regalos en esa caja gris de las cosas perdidas aposta, ese cajón
donde se encuentran todos los recuerdos que son demasiado grandes para
llevarlos encima.
Lo siento si no puedo parar de ver tus fotos y analizarlas al detalle como si
fuera una operación de vida o muerte. Después de cinco meses sigo
preguntándome por qué no dejo de seguir tus pasos, lo que haces, lo que
sientes… si hasta encuentro en cada nuevo compañero tuyo un gran oponente
en vez de un amigo. Siento pensar de esta manera y reconocerte que lo
estropeé.
Sé que volamos, como aves libres que no tienen límites, y tú y yo no los
tuvimos. Porque en unos días de cielo azul, una tormenta vino hacia nosotros
para separarnos, esa tormenta de la que tú ya saliste y yo aún sigo luchando
por salir. Aún sigo luchando por escapar de esos días grises y de arrepentirme
al pensar que nada de esto hubiese pasado si hubiéramos partido por otro
camino.
Sabes que sueño, que cada día sueño. Que cada día sé que he perdido y me
reprimo a no aceptarlo. Que sí, que sabes que siempre pierdo muchas cosas,
pierdo las formas, pierdo amigos, pierdo oportunidades, pero nunca me puse a
cuestionar si te perdería a ti. Y es lo que hiciste, irte. Tal vez, y no te lo niego,
esta será la mejor decisión que has escogido. Y tal vez me duela aceptar que
tienes razón al decirme que te he hecho daño y que estaremos mejor
separados. Pero si esto va por ti es porque necesito exprimir cada una de las
gotas que me quedan para poder saciar las ganas que tengo de intentar un
nuevo mundo contigo.
Porque quiero mejorar, y no quiero obligarte a nada, solo quiero acabar esto de
la misma manera que lo empecé, escribiendo algo que nunca me atreveré a
decirte a la cara. Porque sabes que, si te hablo, se me caen las lágrimas que
ahora mismo se te caen cuando lees esto, y no, no quiero que veas cómo la
imagen de fortaleza que aparento se desfigura en un segundo al verme en este
estado. Porque me conoces y sabes que soy un buen chico, con mis más y mis
menos, con mis tonterías y mis reproches, pero un buen chico, al fin y al cabo.
No quiero hacerte daño, y es mi última intención escribiéndote esto. Que no
voy a decirte te quiero ni voy a intentar darte un beso si te veo por las calles de
Barcelona. Que solo quiero que te cuides, que estés contenta y que seas feliz.
Que ojalá algún día, las situaciones cambien y podamos, juntos, devolver la
pelota y marcar el punto de set al que fue nuestro enemigo en el partido de
tenis. Y si, jugábamos ese partido los dos, nosotros dos y enfrente teníamos a
las personas que más dolor podían causar al otro: nosotros. Es que nosotros
nos queremos tanto, pero nos hacemos tanto daño, que me gustaría haber
hecho desaparecer a las dos personas que hicieron que esto se acabara, la
que ahora te está escribiendo esto y la que lo está leyendo.
AMIGO MIO
A mi mejor amigo y mi más querido compañero:
Hoy soy feliz. En un momento de locura he decidido dedicar un tiempo de mi
vida ajetreada a mí misma. Ya sabes que últimamente estoy insoportable, que
la carrera me supera y siento no dedicarte tiempo, pero hoy me decido y no veo
mejor opción que estar contigo. ¿Vamos en busca de una nueva aventura
juntos? ¿O mejor, te apetecería hincharte a comida y luego dormir hasta que
no haya mañana? No, no es una trampa, hoy decides tú, la felicidad está
asegurada si estoy a tu lado.
¿Teatro? ¿Y por qué no? Buena idea, a las 20.15 h estaré allí, no hay
problema. Como atuendo, decido ponerme mi mejor sonrisa y una buena base
de autoestima, combinadas con un chándal cómodo que me hace sentir yo
misma, quiero que me veas feliz, tal y como soy, tal y como me conoces.
Corro porque llego tarde, como siempre, nunca he sabido jugar bien las cartas
del tiempo, pero aun así tengo la esperanza de que hoy va a ser un gran día.
Entro en el metro, muy a mi pesar llegaré tarde, pero estoy en camino y nada
me para.
Amigo mío, ella me llama, yo cojo el teléfono y mi cara se descompone en
pedazos. ¿Me lo tomo en serio? ¿Es una broma, o salgo corriendo? Pensé
tantas veces en el dolor que debía sentir al oírlo, que no supe reaccionar y me
bloqueé directamente. ¿Alguna vez te ha fallado el cuerpo cuando lo que más
quiere tu mente es reaccionar? Pues yo en ese momento no podía más que
temblar y gritar de rabia. Corrí como una desesperada, y recé por llegar, mil y
una veces, sin saber a quién ni por qué, pero jamás recé con tanta fuerza.
Amigo mío, llegué, pero no a tiempo. Yo pensé que estabas, pero aquel ya no
eras tú, jamás imaginé que las cosas irían así, jamás entenderé por qué fueron
así. Te abracé con todas mis fuerzas y no paré de decirte lo mucho que mi
corazón te amaba, tú no respondías, pero sé que por dentro agradecías todo
cuanto te decía, que apreciabas no estar en soledad, que mi presencia te
tranquilizaba, yo lo sabía, por eso no quise marcharme, jamás quise, pero me
obligaron a ello.
Amigo mío, me llamaron por la mañana, me dieron la noticia, me caí al suelo,
me inundé de tristeza, la rabia brotó en mí infectando cualquier parte de mi
cuerpo. No es justo, me dije sin parar, no lo es. ¿Alguien me puede explicar por
qué así y de esta manera? ¿Por qué tú, y yo no? ¿Por qué no pude dedicarte
más tiempo cuando lo necesitaste? Hoy por hoy, me siento ahogada, me
inunda la tristeza y me faltas para respirar.
Amigo mío, ya hace un mes que no te siento, pero me desbordan los
sentimientos al oír tu nombre, al ver tu cara en un cuadro y no en persona, al
sentir el olor que dejaste en la última manta que usaste, en tu última sábana,
en tu última camisa. En la última… Quizá sea esa la palabra que más me
molesta, ver que todo lo que hay a mi alrededor es algo que hicimos o usaste
por última vez. Es una palabra que augura sufrimiento por sí sola, ¿no crees?
Quita la esperanza de una próxima aventura junto a ti, de un momento a solas,
de batallas que vivir… Lo quita todo y te deja con ese sabor de boca que sabes
que tendrás que aguantar toda tu vida, porque tú ya no estás.
Amigo mío, jamás me he sentido tan sola, me han educado para aceptar la ida
y venida de los seres queridos como algo natural que debe pasar, mas sin
querer la tuya no la acepto, me inunda una rabia y vacío que jamás antes sentí.
¿Cómo es posible que alguien padezca tanto dolor que le haga no sentir nada,
que sea inmune a todo, que le haga sentirse vacío? ¿Por qué no puedo llorar?
¿Qué me está pasando? ¿Es normal sentirse así? Ni la mejor compañía ayuda
a quien no quiere recibirla, ni el mejor compañero se sustituye con tan poco
tiempo.
Amigo mío, un mes parece nada, pero a tu lado hubiese sido todo. Yo solo sé
que en esta vida, tú me diste tanto y más, y que lo único que deseo, es que una
vez la vida lo decida, nuestros caminos se crucen y de la mano me acompañes
en lo que nos depara el destino.
Te quiere,
Tu mejor amiga.
ALLÁ DONDE ESTÉS
Me meto en la cama y el olor de las sábanas me envuelve. Sigue oliendo igual,
una mezcla de habitación cerrada y jabón hecho a mano. Cierro los ojos y me
invaden los recuerdos. Recuerdos entrañables de cuando te metías a dormir
conmigo porque me daba miedo la oscuridad. O cuando me traías galletas a
media noche por si me había quedado con hambre.
Al no poder dormir, abro los ojos y observo la habitación. No es demasiado
grande, pero para pasar unas semanas al año es suficiente. Observo los
cuadros de caballos que adornan la pared. Me gusta especialmente el cuadro
del caballo marrón con manchas marrones. Se parece al que tenías cuando yo
era pequeña.
Espero que te acuerdes de mí allá donde estés. Que te acuerdes de la
habitación en la que compartimos tantos recuerdos bonitos. Que te acuerdes
del caballo que me enseñaste a querer. Que te acuerdes de la bella vida que
tuviste y de todos los que te quisieron. Allá donde estés, te quiero abuela.
MENTIRAS Y NARCISOS
Pareces cansado. Acércate a la sombra de ese viejo roble y descansa.
Necesitas un respiro, necesitas paz y sosiego. El mundo marcha a gran
velocidad y no nos deja reposar. Es tu momento.
No tengas miedo, ese roble no se moverá; acomódate y cierra los ojos. Ahora,
solo siente el frescor de la brisa en tu rostro. Percibe el calor que desprenden
los tenues rayos en tu fina piel a través del espeso follaje. Trata de escuchar el
canto de los gorriones, pues hablan de ti. Escucha el resonar de las campanas
de aquella lejana iglesia, que un día un gran hombre levantó. Acaricia
suavemente la hierba entre tus pies, aún está húmeda. Hay un narciso que
yace junto a ti, fíjate en él: tiene un gesto simpático y, parece, que su corazón
late más fuerte que nunca; las diminutas gotas le sientan como preciosos
diamantes, le adornan la faz. El olor a lavanda llama tu atención, pues
ambienta tu cuadro con gran acierto. Parece que tu vida roza la perfección. La
naturaleza es sabia y despierta nuestros sentidos –piensas– solo que estás
demasiado ocupado para reparar en ello. Una tímida sonrisa se te escapa al
recordarlo.
Silencio.
Un silbido que va en aumento invade el espacio, te despierta. Personas, que
antes ignorabas, corren sin dirección alguna. Llantos, gritos y lágrimas. Sangre
y sudor. Un gran estruendo derrumba aquella iglesia. El pueblo está destruido,
al igual que las familias. Abunda el caos. Miras entre tus pies y aquella verde
hierba se ha marchitado. Los gorriones huyen del peligro, y su canto se ha
convertido en un intenso y triste llanto. ¿Quién querría algo así?, te preguntas.
Miras a tu alrededor y no reconoces el paisaje, el pueblo está vacío. No hay
rastro de vida, de ningún tipo. El humo y el silencio reinan sin resistencia y
compasión. No entiendes nada. Andas cabizbajo sin rumbo. Tus sentidos y
recuerdos recientes han colisionado como una locomotora a gran velocidad,
qué absurda es la vida. Te alejas del lugar.
Te das la vuelta para observar la desolada escena. Pero, ¿qué es eso?
Algo te ciega e impide que puedas enmarcar el paisaje. Te intriga el resplandor,
así que te acercas a él. Te preguntas cómo no lo habías advertido antes, ya
que se encuentra al pie del viejo roble. No das credibilidad a lo que tus ojos
parecen ver. Todo ha perecido menos tú –piensas–, ¿qué te hace tan especial?
Aquel pequeño narciso tiene más fuerza que antes. En su interior algo parece
florecer, algo que nadie puede parar. Es la ilusión de niños y padres, de
intelectuales y justos. Un atisbo de esperanza tiene más fuerza que cien mil
cañones y mentiras.
OXÍMORON DE SOLEDAT
—Bon dia senyora, que tindria alguna cosa per menjar?
Era la mateixa frase, la mateixa veu, a la mateixa hora, al mateix lloc. Unes
paraules que ja no tenien sentit per mi, unes paraules que s’esmollaven a les
meves orelles. Passar d’allò, això és el que feia. Ni tan sols sabia qui les
pronunciava, sols sabia que m’eren indiferents. Un dia rere l’altre quan entrava
a la feina, una mirada es clavava al meu clot, un somriure passava desfigurat
pel lateral de la meva mirada. Jo fixava els ulls a la porta de les oficines del
“Diari català”. Avui escriuria un gran reportatge. Avui el meu arribaria al nivell
dels que van descobrir el “Watergate”. Ambició. Diners. Reconeixement. Sí,
això és el que buscava.
Em vaig asseure al meu escriptori, com sempre. Tres llapis, ordinador encès,
una pila de papers en blanc i un cafè descafeïnat amb llet. —Dos de sucre, si
us plau—. Sí, la sensació d’aquell cafè calent que em recorria tot el cos em feia
reviure, em donava forces per la meva pròxima aventura. —Mar, vine al meu
despatx, vull parlar amb tu—. Era en Marc, el cap del meu departament. Què
voldria? Seria quelcom greu? Només ho vaig saber quan m’hi vaig atansar. Era
quelcom tan important com perquè tots els meus companys deixessin de fer el
que estaven fent i dirigissin la mirada cap a la porta que ens separava, quelcom
tan important perquè el rellotge que marcava les dotze, sonés més fort que mai.
Perquè regnava el silenci. Sols uns crits el trencaven. Sí, havia fet quelcom
greu, havia traït una font, havia traït la seva confiança, base de tota relació.
Havia format una barrera indestructible, que mai més es podria fondre. Sabia el
que això comportava. Cap llàgrima, només tancava els punys amb força.
Ràbia. Dolor. Abatiment.
Vaig sortir i vaig agafar les meves pertinences, sense acomiadar-me de ningú,
no volia que em veiessin amb els ulls negats de llàgrimes, que més tard es van
voler fer veure. El vent i el sol em van donar un cop quan vaig sortir a fora. Fins
i tot per la naturalesa em sentia maltractada. No va ser fins aquell moment que
vaig girar els ulls cap a la meva esquerra i el vaig veure allà. Un home com tu i
com jo assegut al seu tros de cartró, brut, despentinat, amb un got del Mc
Donalds, amb un petit cartronet que deia: “Soc cec i tinc tres fills. No puc veure
ni el bonic dia d’avui ni els meus fills”. El vaig mirar i ell va notar la meva
presència. Em va saludar. No sabia què respondre. Em va somriure. Tenia un
nom, una família, era algú. Algú que per algun motiu havia perdut la feina i vivia
al carrer. Algú que lluitava per sortir d’aquell entrebanc i no ho donava tot per
perdut.
Per fi veia la cara d’aquella persona que em mirava quan passava, per fi veia la
cara d’aquella persona que em demanava menjar. —Plores?— em va
preguntar. —Per què?—. Aquella pregunta em va desconcertar. Com ho sabia?
Ell, preocupant-se per mi? Llavors m’hi vaig veure reflectida, vaig entendre que
em trobava davant d’un oxímoron. Ell, amb la seva aparença de soledat, era
feliç, l’èxit o els diners no li eren tan importants. Jo en canvi, amb la meva
aparent riquesa, era més pobre que ningú per dintre, més que ell. Vaig anar
directament a casa amb la cara desencaixada, deixant enrere en Joseph.
Joseph. Ja no eren paraules confoses, ja no eren paraules llunyanes. Tenien
nom. I cada cop que passava per davant cridava: —Bon dia, Joseph! Avui fa un
sol esplèndid i uns núvols blanquinosos cobreixen el cel!—. Ell em dedicava un
dels seus somriures fins que un dia vaig veure com s’aixecava i em deia: —
Quin dia més blau que fa avui, adéu, vaig a treballar a la botiga—. Vaig
esbossar un somriure, perquè aquell dia el cel era blau per ell i per mi, més
blau que mai.
JA FA TEMPS QUE EL PARE ÉS MORT
Ja fa temps que el pare és mort. Octubre, novembre, desembre, gener, febrer i
març. El dia 26 farà sis mesos i cada cop em costa més digerir que ja no hi és,
que no hi serà mai més. No és una enyorança de plorar a les nits, de voler
engegar-ho tot a la merda; és una enyorança quotidiana, costumista, tenyida de
gris.
Noto que el pare és mort quan no veig la seva jaqueta a la cadira del menjador,
quan sec a la taula i hi falta un plat, quan per agafar les claus no he d’apartar el
seu clauer de Mariscal, gran com una galeta. Sé que a la mare li passa el
mateix, però cap dels dos no diem res. Suposo que ens conformem amb mirar
de reüll l’espai buit, amb anar tirant amb el cos enrarit, com si obviar fos el camí
per a la cicatrització.
Però ara m’adono d’una cosa que ningú no t’explica: resulta que quan més
temps fa que és mort, més difícil es fa acceptar-ho. Recordo que em van donar
la notícia mentre m’afaitava. No vaig dir res, em vaig quedar dos segons quiet i
després vaig apurar-me les dues passades que em faltaven. Em vaig eixugar la
cara amb la tovallola i vaig trucar a la mare. Estàvem els dos bé, serens, més
pensant en la burocràcia i els condols de gent que ens és igual que en el pare.
Tot va passar: actes, familiars; tot. I ens vam quedar ella i jo. La casa sense el
pare era més gran que mai, o això semblava quan ens adonàvem que davant
els nostres ulls s’obria una realitat que ni la mare ni jo coneixíem. És molt
dolorós substituir les rutines perquè darrere de cada canvi s’amaga el dol. Tot
està impregnat de pèrdua, des del ganivet del pa, que sempre tallava el pare,
fins al canal de televisió de pagament en què mirava a totes hores el futbol. El
76 l’hauríem de donar de baixa, no creus?, pregunta la mare de vegades
mentre fem alguna cosa plegats.
He vist que la mare no ha guardat el galant de nit. El té allà buit al peu del llit,
tot i que encara hi ha alguna moneda en el petit espai que hi té per deixar els
objectes personals. Crec que, excepte el rellotge que porto, és l’única cosa del
pare que queda a casa, perquè les vam ficar totes en caixes i les tenim en un
traster. No hem tingut el coratge de donar-les, com si penséssim que qualsevol
dia tornarà a obrir la porta i necessitarà les seves sabatilles.
Avui és el primer dia que he plorat. Ha estat en pujar al meu despatx per rellegir
trossos dels llibres que m’han agradat més; ho faig de vegades quan plou i no
vull sortir. Tenia a la mà El vigilant en el camp de sègol i m’he sorprès a mi
mateix buscant l’escena en què el protagonista va a veure un vell professor.
Mai havia rellegit aquest tros; d’aquest llibre acostumo a llegir les escenes per
on Caulfield vaga sol per Nova York. El professor que visita, tan savi, de
discurs ferm però amb rerefons transigent, d’una rectitud comprensiva, m’ha
recordat irremeiablement el pare. He esclatat. Quan ja havia plorat, he deixat el
llibre i he tornat amb la mare, que cosia al sofà. Ens hem mirat i hem comentat
com d’interessant era el concurs de la televisió.
DECISIONES
Una, dos, tres... Ha salido quince minutos antes de lo habitual porque tiene un
examen y no quiere llegar tarde. Hoy no va a ser uno de esos días en los que
todo empieza mal de buena mañana. Lleva una semana estudiando, dos
bolígrafos de reserva, y tres cafés. Hoy estrena cazadora, y no puede esperar a
que ella la vea.
...cinco, seis... Con los apuntes en una mano y el móvil en la otra, aún no sabe
si dedicará la hora de trayecto a repasar un poco más o a rendirse ante las
redes sociales. Quizá podría ponerse un poco de música y leerse la materia por
encima, para hacer un repaso tranquilo.
…nueve, diez… ¡Vaya, acaba de recibir un mensaje de ella! Dice que si llega
pronto podrán estudiar juntos, que tiene alguna duda y a lo mejor él la puede
ayudar. ¿Contesta ahora o mejor se espera? No, mejor esperar unos minutos.
Tampoco demasiados, los justos. En su rostro se dibuja una sonrisa mientras
mira ilusionado la pantalla del móvil.
Cómo es el ser humano, ¿verdad? Empeñado siempre en controlarlo todo.
Como si fuera él quien toma las decisiones, y no las decisiones las que le
atrapan a él. Reflexionando a cada paso que da, para no equivocarse, para
escoger cuidadosamente la mejor opción. Intentando ganarle un pulso a la
vida, a un futuro incierto y desconocido. Un futuro que es fluido, moldeable, que
cambia a cada segundo que le das.
… doce, trece y catorce personas bajan del tren. La última, que va con prisa, le
empuja accidentalmente al salir; se lo queda mirando y le suelta un “¡Mira por
dónde vas, niño!”.
La sonrisa y el móvil caen al suelo, los apuntes a la vía, y las puertas del tren
se cierran.
Parece que hoy va a llegar tarde otra vez.
VERSOS FUTURS Poesia guanyadora del certamen literari:
El dia que et dediqui uns versos
serà per contar-te aquest desesperat dolor.
Mentrestant, recercaré entre l’amarg,
entre les fotografies, entre tots aquells records
dels lents passos en una platja amagada
de les estrelles en una vesprada vencent la foscor.
La memòria més anciana ja ho contava
que alguns cops t’havien buidat.
Però tu, sense intenció de rendir-te per sempre,
et resisties a oferir a alguns un bocí més de seguretat.
Esperit universal amb ales, tronc de profundes arrels.
El dia que et dediqui uns versos
em perdré entre paraules, llàgrimes i valor del teu vel.
Escoltaré els qui et trobaren, anhelant tenir-te a prop.
Sortiré a buscar-te, defensaré el teu nom.
El dia que et dediqui uns versos, estimada llibertat,
pren-los sense recel i torna.
Que als qui avui ens manques, no vivim amb veritat.
DESDE MI YO
Si te vieras con mis ojos.
Si te entendieras con mi mente.
Si te sintieras con mi corazón.
Te darías cuenta de lo bello que eres de los pies a la cabeza,
que tus cicatrices son arte para mis ojos
y la historia de tu vida es una aventura nueva para mí.
Que tu mirada es hipnótica y es capaz de decir lo que piensas
y hacerme sentir que lo nuestro rompe lo establecido.
Si te vieras con mi corazón, tu cuerpo desaparecería
y tus palabras y actos crearían la silueta de tu persona.
Actuarías como un imán, que no tiene en cuenta
las reglas físicas de la polaridad ni la filosofía de la corporalidad.
Sería todo tan diferente si te vieras desde mi yo.
Verías lo único y sensacional que eres
desde tu cuerpo hasta tu alma y,
en definitiva, te enamorarías de ti.
ESPERO
No hay camino ni sendero,
descubierto por vez primera,
que al ver tu rostro tanto resplandezca
al abrir los ojos de tal belleza.
No hay más allá un milagro,
grande como tú, mi sueño iluso,
que de ser cierto lejos vuela
al deseo de más peso y fuerza.
No ha llegado todavía el tiempo,
te esconderé mis sentimientos,
escucharé sediento cada palabra
disfrutaré de tu risa flamenca.
No hay pena mayor que hoy invade,
sin conocer la respuesta que espero,
una vez más cuando a dormir me voy,
al volverme para dormir en ti pienso.
UN VERSO QUE NO TERMINA
Por los versos que se escriben
y no terminan,
por los suspiros que se inhalan
y se tragan.
Dedico uno a los que su legado
fue una cicatriz,
y algunas ideas
sin escribir.
Porque las palabras aún
no me matan.
Y la vida aún
no me espanta.
Para los que tuvieron valentía
para acobardarse,
y esfuerzo
para rendirse;
Para ustedes termino este verso.
PERSPECTIVA SUBMARINA
Mientras al caer la luz se ralentiza,
miles de formas plateadas me rodean.
Un suave balanceo sumerge
todo lo que he sido
y he vivido.
Y si cambiaran las canciones,
igual no hubiera estado en disonancia
el suave tambor de mi existencia.
Caya y retumba sosteniendo
una última nota.
Ya siento caer la consciencia
en las mullidas aguas del abismo.
Yéndose las burbujas plateadas
acercándose lentas, brillantes
al mundo ya perdido.
Encuentro la quietud en el fondo
cuando solo nos queda mirar hacia arriba.
Asciende el aire de mi infinito suspiro
rompiendo la tensión en superficie
y no deja huella.
Cientos de palabras nunca dichas
huyendo con los labios entreabiertos.
La paz que busca la gente
yo la he hallado
en un cuento.