la vida es una novela

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El interés y la reflexión crítica por los estados previos a la escritura, por los manuscritos inéditos y por las formas autobiográficas del Diario de escritor es consustancial a las primeras exploraciones y hallazgos literarios de Ricardo Piglia. Podríamos decir que su utopía novelística se construye en base a esos restos y vestigios de identidades intercambiables. "Los diarios de Emilio Renzi. Años de formación" (Buenos Aires: Anagrama, Septiembre de 2015) de Ricardo Piglia se trataría de un libro proyectivo, en el que el autor revisa la vida/la literatura y se manifiesta en diversas imágenes y situaciones narrativas. Cuadernos de apuntes y notas, comentarios al margen y esquemas de posibles narraciones inconclusas. Ese orden previo inscripto como relato de los orígenes del escritor, como copia, remedo o anticipo de su obra, nos introduce en el secreto de la relación de Piglia con la literatura. Y como ha señalado, en más de una oportunidad el autor en entrevistas, relatos o fragmentos de sus novelas, se trataría de un laboratorio de la escritura donde se fija y corrige la experiencia, o donde se reelaboran las huellas o “los nudos blancos” que ha dejado, como formas de inscripción, la vida.

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La vida es una novela

Por Edgardo H. Berg

La intrigante forma de un Diario personal y privado de un escritor, siempre anunciado y postergado, basta para colmar las ms desmesuradas sospechas y mitologas sobre los procesos de produccin literaria. En diversas entrevistas, en relatos o en fragmentos de sus novelas, Ricardo Piglia ha sabido construir, durante todos estos aos, una inquietante supersticin genealgica que, bajo la forma de una utopa invertida, lo tiene al autor como nico protagonista. Cuando Piglia tiene diecisis aos, sus padres deciden dejar el barrio de Adrogu, donde transcurre su infancia, para mudarse a Mar del Plata. Ese relato de viaje fija el acta de nacimiento de la escritura y determina cronolgicamente el relato de los comienzos. Texto secreto y umbral ltimo de sus textos, porque es a partir de ah donde se constituye toda la obra de Piglia, armada sobre la base de promesas futuras y relatos en espera.Cmo inscribir la letra propia en la vorgine de palabras y recuerdos ajenos? Cmo computar las huellas que la experiencia ha dejado en nuestra vida? Cmo contar las escenas no dichas de nuestra historia personal? Al igual que el Diario de Franz Kafka o el de Cesare Pavese, cercano a los cuadernos personales de Macedonio Fernndez, Los diarios de Emilio Renzi. Aos de formacin (Buenos Aires: Anagrama, septiembre de 2015) tejen una madeja enmaraada entre el registro crnico de las experiencias, el apunte literario y el ensayo especulativo. Y, como texto hbrido, contiene historias de vida y ancdotas de gente con quien el autor ha dialogado, reflexiones, esbozos de novelas, citas ledas o robadas y mximas literarias.A partir de la inscripcin del nombre propio de Emilio Renzi, Piglia, construye un espacio incierto, entre la verdad, la autenticidad y la ficcin del registro autobiogrfico. La aparicin de ese verdadero alter ego del autor reduplica y bifurca la historia privada en por lo menos dos: lo que se cuenta tiene ya la forma de una ficcin. Contar una vida como si se fuera un otro (un histrin o un clown que se mira en la escena de la escritura) apropiarse de una identidad literaria (Emilio Renzi) fingiendo que se miente para contar una historia de aprendizaje (en su forma clsica de la bildungsroman). O ante la seduccin del falso parecido, narrar la propia vida como si fuera una novela. Una manera, si se quiere, de entregarse a la literatura para delimitar y conjurar el sentido de una experiencia.Por momentos, en las incrustaciones temporales de los manuscritos y al modo de un prestidigitador de sueos, Renzi seala las futuras lneas de montaje (la historia de un to relojero del barrio La Perla de Mar del Plata anuncia un relato porvenir y el asalto a un camin trasportador de caudales prepara los perfiles de los personajes de una novela en preparacin el enigma del fotgrafo de Flores que guarda una versin microscpica de una ciudad preanuncia un ensayo sobre la lectura, o el encuentro en Ambos Mundos con Steve Ratliff prefigura una autobiografa falsa al mismo tiempo que el ltimo discurso de Ezequiel Martnez Estrada, pronunciado en la Universidad de Baha Blanca, ensambla, por obra de una extraa combustin alqumica, la piel agrietada y lacerada del ltimo intelectual argentino con el destino del pas) y nos hace leer al Diario siempre a destiempo: son historias pasadas presentes que van y vienen y se despliegan como relatos en progreso. Las secuencias espaciales, las mudanzas en el medio de la noche, las migraciones urbanas (de Adrogu a Mar del Plata, de La Plata a Buenos Aires) y los desplazamientos citadinos por bares, bibliotecas, libreras o cines, combinan la ensoacin de los filmes vistos junto a la pasin por la lectura, entre enredos amorosos y decisiones polticas (entre la traicin a su padre y las polmicas de la izquierda). Mientras que los relatos maternos y las intrigas familiares, los ecos polmicos del sartrismo y las enseanzas de la literatura norteamericana (William Faulkner, Scott Fitzgerald y Ernest Hemingway), los padrinazgos literarios (Beatriz Guido o Haroldo Conti) junto a las amistades y afinidades electivas (Miguel Briante, Juan Jos Saer o Dipi Di Paola), bajo el cobijo borgeano y el encuentro arltiano, preparan, al modo de un relato de iniciacin literaria, la figura de alguien que antes de ser autor quiere forjarse como escritor.Un plato de fideos al pesto en Pippo, despus de una larga jornada itinerante entre funciones de cine, un racimo de uvas o un par mates en la soledad fra de la noche, ante una decepcin amorosa o un cobro diferido. Para quien siempre ha vivido entre pasiones y ha sabido embriagarse, las carencias son slo lneas en el camino de una historia y un destino prefijado de antemano. Escribir en pensiones, piezas de hotel o en departamentos prestados es amalgamar en el transcurso del tiempo, entre frases ajenas y elucubraciones personales, una msica futura que se anuncia intermitente en los sonidos agudos de las teclas y en los ritmos acompasados de un viejo carro de una Olivetti.En abril de 1963 y cuando solo tiene veintids aos, Piglia publica en El escarabajo de oro, la revista que por esos aos diriga Abelardo Castillo, una breve nota sobre Il mestiere di vivere de Cesare Pavese. Y, como quien consume sus das y su obra en la bsqueda infructuosa de una mujer a la que no se puede olvidar, vea, en su infranqueable soledad, la cifra de quien vive y asume una lealtad con respecto a sus propias convicciones y pensamientos. Una tica de las acciones, podramos decir, como Marcelo Maggi, Mac(edonio), Luca Belladona, Thomas Munk o Emilio Renzi.A veces, los recuerdos suelen tener la forma de historias gemelas o mellizas y se tien, como deca Georg Simmel, del color del sueo. O para decirlo de otro modo: Los diarios de Emilio Renzi o el comienzo de una ilusin.

(Con ligeras variantes esa nota fue publicada el 1/10/2015 en el Suplemento Literario de TELAM )