la vida jipi (curso de marina de psicosupervivencia)
DESCRIPTION
La Vida Jipi (Curso de Marina de Psicosupervivencia)TRANSCRIPT
Día 1: ¿Qué es la Vida Jipi?¡Hola, Jipi!
¡Gracias por participar en este mini-curso de Introducción a la Vida Jipi!
SoyMarina Díaz, de Psicosupervivencia: el blog de psicología pragmática y
autoayuda no convencional. Tengo muchas ganas de compartir contigo algunas
ideas sobre el tema más importante del mundo: La Vida, así con mayúsculas. O,
más importante aún: tu vida.
¿Qué es un jipi?
La palabra jipi surgió por casualidad cuando mandaba mis primeras newsletters.
En la cabecera de cada una incluyo el número de personas que la están
recibiendo. Escribir “ya somos 33 personas” me parecía aburrido, así que me
acordé de un amigo que utiliza a menudo la palabra “jipi”. Por ejemplo: “vente a
tomar algo que vamos a estar ahí todos los jipis”, o “¿qué pasa, jipi?” (para daros
contexto, os diré que todo esto sucedía en Cádiz ;). Me hizo gracia la palabra y la
utilicé por casualidad; no fue ninguna oscura decisión de marketing planeada
durante semanas.
Poco a poco, sin embargo, me di cuenta de que la idea arraigaba. La gente se
suscribía y me decía: “¡yo también soy jipi!” o “¡ya tienes un jipi más!”. Obviamente,
ser un jipi significaba algo y yo tenía que descubrir qué.
Para mí un jipi es, sobre todo, aquel que hace las cosas a su manera. ¿Significa
eso dejarse el pelo largo, quemar incienso o tocar la flauta? No: un jipi no es
un hippie. Se trata de descubrir tus propios valores y vivir de acuerdo con
ellos.Puedes ser jipi si te casaste por la iglesia, tienes tres hijos y jamás has
pensado en tomar drogas, y también si llevas un año viajando por el mundo y
durmiendo en tu furgoneta. Lo importante es hacerte dueño de tu propia vida y
vivirla con consciencia y responsabilidad.
Ser jipi es confiar en que sabemos lo que nos conviene y somos capaces de
decidir lo que es mejor para nosotros.
¿Cuál es la meta de la Vida Jipi?
La meta es ser un humano más humano. No dejar que tu mente acabe con tu
vida. Conocerte más a ti mismo, alcanzar una mayor satisfacción con lo que haces
y compartir todo eso con los demás. Diría que la meta es “ser feliz”, pero a lo largo
de estos días sabrás que la palabra felicidad me da un poco de alergia.
Durante los próximos 8 días hablaremos de muchos temas: cómo ser autónomo (y
no, no me refiero a pagar la cuota... no me hagas hablar de ese tema, que lloro),
qué hacer con los pensamientos negativos que insisten en no irse, cuál es el
sentido de la vida o por qué es importante ayudar a los demás. También te contaré
el chiste del hermano pesimista y el hermano optimista, la historia de la mujer y los
granos de sésamo y mi propia historia inspiradora de cómo pasé de “la vida es una
mierda” a “psé, tampoco está tan mal esto”.
Acción práctica
Si te has suscrito a esta lista, probablemente hay algunos aspectos de tu vida que
te gustaría cambiar. Así que permíteme hacerte una pregunta: ¿Qué quieres
empezar a cambiar hoy?
Tus relaciones personales.
La forma en que te ves a ti mismo.
Tu fuerza de voluntad.
Tu capacidad para lograr lo que deseas.
El funcionamiento de tu mente.
Y ahora, después de haber plantado en tu cabeza esa semilla de cambio,
pregúntate: ¿de qué tienes suficiente? Mira a tu alrededor, aquí y ahora:
¿puedes conciliar ese deseo de cambio, de mejora, con la búsqueda de
satisfacción con lo que ya tienes?
El deseo de cambio y la satisfacción con lo que ya tenemos son el Yin y el Yang de
la Vida Jipi. Demasiado deseo de cambio y viviremos siempre persiguiendo la
zanahoria como un burro; demasiada satisfacción y nos quedaremos inmóviles, sin
evolucionar jamás.
Día 2: La vida es dura¡Hola, jipi!
Sé que el asunto de esta newsletter es un poco chungo. ¿A qué viene hablar de lo
dura que es la vida así, de repente, el segundo día de este mini-curso? ¿No
debería estar convenciéndote de que el mundo es maravilloso y vas a conseguir
todo lo que quieres?
No, jipi. La vida es súper-ultra-dura. Si algo he aprendido en los años que llevo
trabajando en salud mental es que la vida está llena de sufrimiento. Nacemos y
empezamos a llorar. Crecemos y nos enfrentamos a la frustración de no lograr
siempre lo que queremos. Nos hacemos mayores, envejecemos y morimos.
Si has ido alguna vez a un hospital, verás que hay decenas de secciones para las
distintas especialidades: cardiología, neurología, psiquiatría, oftalmología. Cada
una de esas especialidades tiene a su vez decenas, ¡cientos! de enfermedades,
problemas y trastornos. Hay maneras de estar más sano, de prevenir y de curar,
pero hay muchas formas de que nuestro cuerpo sufra.
¿Y las relaciones humanas? ¿Te has parado alguna vez a pensar que tarde o
temprano perderás a todas las personas a las que más quieres? Ellos morirán o lo
harás tú. No puedes aferrarte a nadie para siempre. Ni siquiera hace falta que se
mueran: los otros pueden engañarte, traicionarte o hacerte daño a propósito.
¿Qué hago entonces? ¿Me tiro de un puente?
¡No, jipi, NOOO! No te tires de un puente, porque la vida también tiene muchos
momentos luminosos y oportunidades de paz, bienestar y satisfacción. Tiene sol,
música, amigos, abrazos, fotos de gatitos, naturaleza, baños de burbujas y buenas
novelas. Pero es importante aceptar que es difícil para nosotros y para los demás,
porque solo con esa realidad podremos empezar a trabajar para salir de ese
sufrimiento.
Imagínate que tu casa tiene goteras. ¿Ayudará que digas que es una casa
estupenda y perfecta, que nada puede ir mal en tu casa o que tienes que mirar el
lado positivo, como la preciosa pintura de las paredes? No. Tampoco te servirá de
nada tirarte en una esquina a llorar y a decir que tu casa es un desastre y que
nunca estará bien. La única solución es empezar a arreglar esas goteras poquito a
poco y una por una, sin olvidar que la casa también tiene otras habitaciones secas
en las que es agradable estar.
¿Qué pasa si no aceptamos que la vida es dura?
Que cuando nos pasa algo malo, creemos que tenemos mala suerte, que
es nuestra culpa, que hemos hecho algo mal. Nos rebelamos, no lo
entendemos y queremos que todo vuelva a ser como era antes.
Que miramos a los demás y pensamos que sus vidas son mejores que
las nuestras y que ellos no sufren ni un poco. Eso nos angustia y nos aísla
de ellos.
Que nos creemos al primero que viene diciéndonos que va a eliminar todo
lo que va mal en nuestras vidas y a hacer que alcancemos nuestro
máximo potencial,para que cada día sea una aventura nueva y fascinante
donde nuestro mundo brilla en tecnicolor. “Si quieres, puedes”, o “todos tus
sueños van a hacerse realidad”.
Yo no te digo eso, jipi. Voy a ser sincera contigo. No importa lo mucho que me
esfuerce por averiguar contigo qué es vivir una vida buena: en tu vida va a haber
sufrimiento y frustración, ansiedad y tristeza. En la mía también la hay, porque
la mayoría de las cosas que merecen la pena lo requieren. Al final de este curso te
contaré mi historia, pero basta con decir que aunque parece que he logrado todo lo
que había deseado siempre, me sigo peleando con la insatisfacción y el dolor.
¿Recuerdas lo que decíamos ayer sobre ser un humano más humano? Hay una
frase que se atribuye a Sócrates y que dice algo como “prefiero ser un humano
infeliz a un cerdo feliz”. Yo la interpreto como que es mejor ser consciente de la
realidad y tener esta mente imperfecta que ir por la vida sin darnos cuenta de
nada, sin poder buscarle un sentido ni vivir de acuerdo con nuestros valores.
Yo estoy aquí para ser una humana más humana, y sé que eso significa ser a
veces feliz y otras veces infeliz. La meta no es la felicidad, sino el equilibrio de
la mente, la conciencia de cambio, la aceptación de las cosas tal y como son.
Acciones prácticas:
Toma conciencia del sufrimiento. No lo hagas desde el victimismo o desde el
pesimismo de “oh, Dios, todo va a ir siempre mal”. Simplemente, observa la
realidad. Túmbate un rato en la cama, lo más cómodo posible, y date cuenta de
que después de algunos minutos algo empezará a picarte, o te entrarán ganas de
ir al baño, o te dolerá el cuello por estar siempre en la misma postura.
Observa las vidas de los que te rodean: ¿alguien vive una vida totalmente libre de
sufrimiento? Elige a personas que conozcas bien, no a actores de televisión o a
famosos de revista. ¿Conoces a alguien que sea feliz todo el rato, sin interrupción?
O bien, lee estas historias budistas.
¡Prometo que el tono de este curso ascenderá lentamente hacia el optimismo!
Quédate conmigo y lo comprobarás.
Día 3: La mano que va a ayudarte está al final de tu brazo ¡Hola, jipi!
Hoy vamos a empezar con las soluciones. Para ello, permíteme que te
presente los cuatro principios de la Vida Jipi. Después de dar muchas vueltas a
los temas sobre los que escribo y que son importantes para mí, creo que estos
cuatro principios resumen bien la visión que me gustaría transmitirte y desarrollar
contigo. Pero vamos, que estoy en continua evolución, es decir: que hoy son
cuatro y a lo mejor mañana son siete :D
De momento, los principios de la Vida Jipi son los siguientes:
1. Autonomía.
2. Aceptación.
3. Sentido.
4. Heteroayuda.
Sin más, empecemos por el primero: la autonomía. Es un principio que no sabía
muy bien si incluir, porque suena a que debemos ser egoístas y no depender de
nadie.
Sin embargo, la autonomía (principio número 1) no puede entenderse sin la
heteroayuda (principio número 4). Los jipis nos hacemos cargo de nosotros
mismos para poder ayudar a los demás.
Uno nunca se queda el propio sufrimiento para sí. Lo repartimos y lo
extendemos alrededor como si nos quemara en las manos. Piensa, por ejemplo,
en un día en que llegas a casa agobiado del trabajo o tenso porque has tenido
clases difíciles. ¿Vas a quedarte esa tensión para ti hasta que se te pase? No: lo
más probable es que lo pagues con tu pareja, o con tus hijos, o con tus amigos, o
con el pobre perro.
Por eso, la autonomía, es decir: hacerse cargo de nuestro bienestar, aceptar la
responsabilidad de salir del sufrimiento, lleva en sí una preocupación por los
demás. Si nos esforzamos por dejar de sufrir y vivir una vida satisfactoria, eso
impactará automáticamente en los demás de forma positiva. Te será fácil ser
amable, porque te encontrarás en paz. Te saldrá naturalmente ser generoso,
porque sentirás que tienes de sobra en todos los sentidos.
Lo que no es la autonomía
Por favor: no confundas ser responsable de tu vida con la Ley de la Atracción u
otras pseudociencia. Yo no creo, repito, NO creo que seas 100% responsable de
todo lo que te sucede, o que atraigas tu realidad con tus creencias. Si te cae un
rayo, no pienso que una parte de tu inconsciente estaba atrayendo al rayo con
vibraciones negativas. Las cosas malas ocurren porque sí.
Autonomía tampoco significa que no puedes confiar en nadie y tienes que ser un
lobo estepario, o preocuparte solo de lo que te concierne a ti. Vives con otros.
Puedes pedir favores y esperar que los demás te ayuden. La cuestión es ser
consciente de que tú eres libre para pedir y los demás son libres para darte
algo o no hacerlo.
Hay un proverbio budista que me gusta mucho:
Haz de ti mismo una isla,
haz de ti mismo un refugio.
No hay otro refugio.
Haz de la verdad tu isla,
haz de la verdad un refugio.
No hay otro refugio.
Tenemos que ocuparnos de nosotros mismos porque nadie más va a hacerlo por
nosotros. La autonomía no es una opción: es la única opción con posibilidades
de éxito a largo plazo.
Imagínate que una persona buenísima y abnegadísima decide ocuparse
totalmente de ti. Va a bañarte, a vestirte, a ganar dinero para ti y dártelo cada mes,
a limpiar las cosas de tu casa, a llevarte el coche al taller si se te rompe. Incluso en
ese caso: ¿puede ocuparse de lo que hay dentro de tu mente? ¿De gestionar tus
emociones, tus sentimientos, tus miedos? Aunque se pasara todo el día
diciéndote: “ánimo, eres estupendo, todo va a ir bien, me encanta tu pelo”, ¿qué
pasa mientras duermes? ¿Y cuando estás solo, o cuando se cuelan otros
pensamientos que no son de nadie más que tuyos?
En la vida real, en la que ninguna persona va a dedicarse al 100% a nosotros, ser
autónomo todavía es más importante. Tú eres tu refugio porque, de verdad: no hay
ningún otro, nadie que vaya a estar contigo toda tu vida, nadie que te conozca
mejor ni sepa mejor que tú lo que quieres y lo que necesitas.
La autonomía tiene muchas facetas: ser autónomo emocionalmente,
económicamente, físicamente. Y en todas esas facetas, recuerda: buscamos la
autonomía para poder ser útiles. Cuidamos de nosotros mismos para poder
cuidar de los otros. Somos compasivos con nosotros mismos para serlo con
los demás.
Acción práctica
¿En qué áreas de tu vida te gustaría alcanzar más autonomía?¿El área emocional,
quizá? ¿Financiera? ¿Mental? ¿Física? Anótalas. De momento, basta con ser
consciente de ellas; Zamora no se hizo en una hora.
Día 4: La loca de la casa¡Hola, jipi!
Ayer hablábamos del primer principio: la autonomía o necesidad de hacerse cargo
de los propios asuntos. Hoy vamos a introducir el segundo principio: la
aceptación.Para ello, vamos a empezar por examinar el asunto más urgente del
que todos tenemos que ocuparnos y que está más cerca de lo que pensamos:
justo entre nuestras dos orejas.
La mente, la imaginación, esa “loca de la casa” (como decía Santa Teresa) con la
que todos convivimos, es la jefa de nuestro mundo. Trabaja 24 horas al
día produciendo imágenes, pensamientos y emociones. Incluso cuando dormimos,
ella sigue ocupada con sueños, fantasías, temores.
Todo lo que nos ocurre ocurre en nuestra mente. Es la puerta que filtra todos
nuestros contactos con la realidad. Los sentidos tienen áreas específicas en el
cerebro; no hace falta, por ejemplo, que tus ojos estén dañados para que no
puedas ver, sino que puedes tener ceguera cortical: deterioro en las áreas del
cerebro que se encargan de procesar los estímulos visuales.
Un ejemplo muy clásico de la capacidad de la mente para interpretar la realidad es
el chiste del hermano optimista y el pesimista.
Había una vez un hermano muy pesimista y otro muy optimista. En navidades, los
padres deciden hacer un pequeño experimento para ver si consiguen que los dos
estén de un humor parecido: le regalan al pesimista un montón de juguetes y al
optimista una mierda de caballo.
El día de reyes, el hermano pesimista está muy triste:
- Me han regalado una Wii, pero se me da fatal; un ordenador, pero la pantalla me
hace daño en los ojos; un balón de fútbol, pero me canso al jugar; unos soldaditos
de juguete, pero me da miedo de que se me pierdan o me los roben…
El optimista, sin embargo, está contentísimo, corriendo por toda la casa.
- ¿Qué haces, hijo? - le pregunta su padre.
- ¡Es que me han regalado un caballo - contesta él, emocionadísimo -, pero no sé
dónde está!
En este caso, ninguno de los dos hermanos estaba viendo su realidad: el pesimista
no podía disfrutar de sus juguetes, pero el optimista no veía su mierda y tampoco
podía actuar de forma acorde (por ejemplo, tirándola a la basura y preguntándole
al optimista si le dejaba jugar con la Wii).
Tenemos una mente que nos cuenta historias todo el rato, que produce sin parar
pensamientos y que filtra lo que sucede a través de sus creencias. No percibimos
la realidad, sino que hacemos juicios constantes sobre ella, recreamos el pasado y
anticipamos el futuro.
Esto no sería malo si no fuera por varias ideas perjudiciales que están metidas a la
fuerza en nuestras cabezas desde que somos pequeños. A saber:
1. Somos nuestros pensamientos.
2. Para ser feliz hay que tener pensamientos y sentimientos
positivos todo el rato.
3. Podemos controlar nuestros pensamientos y sentimientos.
Son mitos tan extendidos que es probable que ni siquiera los reconozcas como
mitos. Pues claro que hay que tener pensamientos lo más positivos posible,
y claroque pueden controlarse. Te lo dice todo el mundo: si vas a una entrevista de
trabajo, te dicen que “pienses en positivo” y “creas en ti mismo”; si te ha pasado
algo horrible, te insisten en que trates de “no ser tan negativo” y “ver la botella
medio llena”. Hay camisetas deportivas que insisten en que "el poder está en tu
mente" y libros de autoayuda que se empeñan en que seas optimista, atraigas a la
suerte y deseches las ideas y emociones tóxicas. ¿Qué puede haber de malo en
eso?
La pregunta que te hago yo a cambio, jipi, es: ¿han demostrado ser verdaderas
esas ideas? ¿Te han ayudado a ser más feliz, a llevar una vida más plena, a
sentirte más satisfecho?
Mañana exploraremos estos mitos con más tranquilidad. Hasta entonces…
Acción práctica
Reflexiona sobre los tres mitos y la presencia que tienen en tus vidas. ¿Recuerdas,
por ejemplo, algún anuncio de televisión que te dijera que seas “positivo”? ¿Algún
libro de autoayuda o psicología? ¿Una frase de un amigo o de tus padres acerca
de controlar tus pensamientos y sentimientos? Piensa en la influencia que ha
tenido en tu vida y en tu relación con el contenido de tu mente.
Día 5: Apaga el Gran Hermano Mental¡Hola, jipi!
Ya hemos llegado al ecuador de este mini-curso, y ahora tengo que contarte un
secreto. A pesar de haberse suscrito a esta newsletter de forma libre y voluntaria,
hay gente que cancela su suscripción después de algunos días. ¿Por qué? Lo de
recibir un curso intensivo de nueve días puede ser demasiado, y estamos tan
saturados de información que es difícil distinguir la que de verdad merece la pena.
Aun así, me sabe mal cuando alguien se borra, porque pienso que las ideas que
estoy compartiendo aquí contigo han sido TAN importantes para mí, me han
cambiado TANTO la vida, que ¿y si podían habérsela cambiado también a alguno
de ellos?
Así que hoy, antes de empezar, quiero pedirte algo: si este curso te está
ayudando, cierra los ojos (¡todavía no! Termina de leer la frase ;), piensa en
alguien a quien pueda serle útil y reenvíale esta newsletter. La persona que lo
reciba sabrá que esto no es ruido, que es importante: alguien en quien confía le ha
reenviado este correo, así que merece la pena leerlo.
También quiero agradecerte a ti, sí, a ti, que sigas ahí. Gracias por tomarte este
tiempo para reflexionar sobre lo que es importante, para pausar en medio de la
vida cotidiana y preguntarte si tu forma de hacer las cosas te acerca a la vida que
quieres.
Prometí que hoy íbamos a hablar más sobre los mitos acerca de nuestros
pensamientos, así que vamos allá.
Mito 1: somos nuestros pensamientos
Creer que somos nuestros pensamientos implica aceptar que cómo nos sintamos
y cómo actuemos va a depender solo y exclusivamente de cómo
pensemos.Es decir: que si un día me levanto pensando que soy una psicóloga
horrible, por fuerza ese día voy a trabajar muy mal con mis pacientes, o incluso a
no trabajar en absoluto. Si un día siento que todo me sale mal y que no merece la
pena intentar nada, me paralizaré en mis proyectos y no me arriesgaré.
Sin embargo, no somos nuestros pensamientos. Podemos actuar de forma
distinta a ellos. Por ejemplo: piensa “no voy a tocarme la cabeza, no voy a tocarme
la cabeza, no voy a tocarme la cabeza”. Hazlo de forma intensa, concentrada,
creyéndotelo al máximo. Y después… tócate la cabeza. ¿Ha sido imposible? ¿Te
lo ha impedido alguna fuerza del cosmos?
Mito 2: para ser feliz hay que tener únicamente pensamientos y sentimientos positivos
Este mito se deriva del anterior: si lo que haga y sienta depende exclusivamente
de mis pensamientos, más me vale que sean positivos.
Piensa en un logro importante de tu vida, algo de lo que te sientas especialmente
orgulloso. Puede ser tu relación de pareja, haberte licenciado en algo difícil, tus
hijos o un premio que ganaste cuando eras pequeño. Ahora dime: en el proceso de
lograrlo, ¿experimentaste únicamente pensamientos positivos? ¿Solo tuviste
emociones buenas y agradables?
Las únicas medallas que he ganado en mi vida las gané en orientación: un deporte
un poco raro que consiste en correr guiándose por un mapa y encontrar una serie
de objetivos (balizas con códigos). Ganar esas medallas me produjo una gran
satisfacción, pero las carreras y los entrenamientos tenían muchos momentos de
agotamiento, cansancio y dolor. ¿Significa eso que correr en orientación era malo
para mí?
Vivir una vida plena implica experimentar todo tipo de sensaciones y
pensamientos: positivos y negativos, agradables y desagradables. Los
pensamientos negativos suelen ser más frecuentes que los positivos,
porque funcionar así nos ha ayudado a sobrevivir a los peligros al ser capaces de
imaginarlos y anticiparlos. Un troglodita optimista era un troglodita muerto. Sin
embargo, es importante aprender a gestionar esos pensamientos y
preocupaciones para que no nos paralicen.
Mito 3: es posible controlar los pensamientos
No pienses en un oso blanco. No pienses en un oso blanco. ¡¡Te he dicho que no
pienses en un oso blanco!! De verdad: cierra los ojos y trata de no pensar en un
oso blanco durante los próximos cinco minutos. El pensamiento “no debo pensar
en un oso blanco” también cuenta.
¿Lo has conseguido? ¿Es fácil o difícil? Y, sobre todo, ¿has podido hacer alguna
otra cosa en esos cinco minutos?
Cuando estás preocupado por controlar todos y cada uno de los pensamientos que
hay en tu cabeza como un Gran Hermano interior, gastas muchísima energía. Y
puesto que tenemos miles de pensamientos al día, que es natural que muchos de
ellos sean negativos y que para lograr lo que nos importa tenemos que
experimentar todo tipo de pensamientos y emociones, controlar los pensamientos
negativos es una tarea ingente y absurda.
¿Qué hacemos si no los controlamos? La respuesta está en el principio 2: la
aceptación. Aceptamos todo lo que hay dentro de nosotros, todo lo que la vida
nos trae. Aceptamos lo malo que nos ocurre y se va, y lo bueno que también se
irá, tarde o temprano. Aceptamos los pensamientos negativos, las emociones
difíciles y las imágenes amenazantes: les hacemos sitio y actuamos a través de
ellos para conseguir lo que nos importa.
Acción práctica
Quizá te hayas preguntado: si no soy mis pensamientos, ¿quién soy? La
respuesta es: eres la mente que observa. ¿Quieres descubrirla? Te propongo
dos ejercicios:
1. Identifica el primer pensamiento que acuda a tu mente: después de leer
esta frase, cierra los ojos y aguarda, a ver cuál es el primer pensamiento
que surge. Puede ser un pensamiento sobre el calor que tienes, sobre lo
que vas a comer hoy, o incluso el pensamiento “no tengo ningún
pensamiento”. La mente que aguardaba: esa es la mente que observa,
ese eres tú.
2. Trata de prestar atención a tu respiración y solo a tu respiración durante
unos minutos. Verás que pasas todo el rato perdido en miles de
pensamientos e ideas, pero que durante algunos segundos cada vez eres
capaz de observar muy atentamente, sin juzgar. De nuevo: ahí está la
mente que observa. Ahí estás tú.
Día 6: ¿Cuál es el sentido de la vida? ¡Hola, jipi!
Ya hemos cruzado el ecuador de este Mini-curso de Introducción a la Vida
Jipi.Quizá a estas alturas estés un poco abrumado: hay muchas ideas nuevas,
propuestas y desafíos. No te preocupes. Tómate tu tiempo. Recuerda que este es
un curso de introducción. Es una condensación en nueve días de lo que va a ser
el contenido del blog a lo largo de (espero) mucho tiempo.
Hoy vamos a hablar del sentido de la vida. ¿A que parece importante? Lo es.
Porque si tu vida no tiene sentido, es una vida sin sentido, y eso suena fatal.
¿Cuál es el sentido de la vida? Si se lo preguntas a cualquiera, quizá te salten con
una respuesta facilona. Por ejemplo: “el sentido de la vida es ser feliz y ya está”.
¡Estamos buenos! Es el equivalente a esa gente que dice que “para adelgazar,
solo hay que comer sano”. ¿Qué es comer sano? ¿Qué es “ser feliz y ya está”? Si
fuera tan fácil ser feliz, ¿estarías tú leyendo esto, o yo escribiéndolo?
Otros se ponen generosos y dicen que “el sentido de la vida es ayudar a los
demás”. Vale, eso está muy bien, pero de acuerdo con el principio 1 (autonomía),
si no me puedo ayudar a mí mismo, no voy a ayudar a nadie. Imagina que vas en
un avión y te dicen que lo importante para salvarte si la cabina se despresuriza es
que le pongas la mascarilla a otro. Vale, pero, ¿y la tuya? ¿Cómo vas a salvarte si
no te la pones?
Los últimos son los cínicos, que dicen que “la vida no tiene sentido” o que “se trata
de aguantar el tirón”, o que “la vida es una mierda y después te mueres”. Bueno,
sí, pero incluso si aceptas que somos diminutos puntos de luz en el universo, y que
no hay nada después de la muerte, y que todo esto es un parpadeo de un dios al
que no le importamos nada… aun así, te quedan, con suerte, muchos años por
delante: puestos a elegir, mejor llenarlos de forma satisfactoria, ¿no crees?
Para mí, el sentido de la vida es vivir de acuerdo con mis valores.
¿Qué es un valor?
A diferencia de un objetivo, que es un punto en el camino, una meta que alcanzar,
un valor es una dirección hacia la que ir. Todos tenemos objetivos: queremos un
trabajo, un ascenso, un novio, ganar un premio, hacer un viaje o una bici nueva. El
problema de los objetivos es que si basamos nuestra felicidad en ellos, siempre la
colocaremos dos pasos por delante de nosotros, como la zanahoria del burro.
Si mi felicidad es que Psicosupervivencia tenga 10000 visitas al día, ¿qué va a
pasar mientras tanto? ¿Dejo mi vida en suspenso, sufro y escribo y tuiteo hasta
llegar ahí? ¿Qué ocurrirá después? Querré 100000 visitas, y después un millón.
¿Y qué pasa con los objetivos que no dependen al 100% de nosotros? Si buscas
pareja, una parte importante de tu éxito tiene que ver con el azar, ¿vas a impedirte
ser feliz hasta que aparezca tu media naranja?
Un valor, por el contrario, es algo hacia lo que tender, algo que podemos hacer
todos los días. Mi objetivo es tener 10000 visitas al día; mi valor es aportar algo a
los demás cada día con mi proyecto. Mi objetivo es lograr pareja; mis valores son
ser generosa, cuidar a los demás, abrirme a experiencias nuevas. Puedo trabajar
por mis valores cada día, todos los días. Esto nos da una gran sensación de
libertad: el sentido y la satisfacción están aquí mismo, al alcance de nuestra mano,
en nuestro aquí y ahora.
Acción práctica
Deténte un rato a pensar en algún valor importante para ti. Cada persona tiene
valores distintos y nadie tiene por qué juzgar los tuyos, siempre y cuando no sean
dañinos para otros. A estas alturas el concepto todavía está fresco en tu mente y a
lo mejor te cuesta, pero céntrate en algún área muy importante para ti, la primera
que te venga a la cabeza. ¿La familia, el trabajo, la pareja, la naturaleza, la
espiritualidad? Ahora pregúntate:
¿Qué es importante para mí en relación con esto?
¿Cómo actuaría mi yo ideal en este ámbito?
¿Qué cualidades personales quiero desarrollar como... (pareja/miembro de
mi familia/trabajador/habitante del planeta)?
¿Cómo me comportaría en este área si no me preocupara lo que los demás
piensan de mí?
No es necesario que aclares TODOS tus valores aquí y ahora. Basta con que te
vayas familiarizando con el concepto. ¿Piensas que puede llevarte a una vida
mejor? ¿Acercarte a quien quieres ser? ¿Darte más satisfacción con lo que tienes?
Día 7: El secreto está en la acción¡Hola, jipi!
Los principios 2 y 3 de la Vida Jipi son la aceptación y el sentido. Aceptación de lo
que pasa dentro de nosotros: nuestros pensamientos y emociones, que a veces
son agradables y otros desagradables, a veces positivos y otros negativos. Sentido
como conjunto de valores hacia los que orientarnos.
Si a la aceptación sumamos el sentido, el resultado es la acción
comprometida. Es decir: que si aceptas tus pensamientos, sentimientos y
emociones, y te comprometes a vivir de acuerdo con tus valores, solo te queda un
resultado posible: actuar.
Esto es importante. No puedes vivir de acuerdo con tus valores solo en tu cabeza.
No puedes sentarte a visualizar el éxito laboral si después no te levantas y actúas,
aunque algunas etapas sean incómodas o molestas.
Y, en efecto, las acciones comprometidas a menudo nos exigen atravesar
sensaciones más o menos desagradables.
Por ejemplo: ¿cómo es el primer día de gimnasio? ¿O el primer día en un trabajo
nuevo? En ambos casos hay miedos, desorientación y un esfuerzo
desproporcionado para hacer cosas que más adelante nos resultarán sencillas. En
el caso del trabajo, además, quizá tengas pensamientos de preocupación acerca
de tu futuro: ¿lo harás bien? ¿Y si no te renuevan el contrato? ¿Y si se dan cuenta
de que no tienes ni idea?
Ante las sensaciones y pensamientos desagradables, tenemos dos
opciones: evitar o atravesar. Evitar sería salir huyendo del gimnasio a la primera
señal de cansancio, o dimitir del trabajo tras una bronca de nuestro jefe. Atravesar
es dar espacio a las emociones y sensaciones desagradables, ser conscientes de
que no pasa nada por tenerlas, saber que tarde o temprano se irán, y persistir.
La clave de una vida satisfactoria, por tanto, está en emprender tan a menudo
como sea posible acciones que se alineen con nuestros valores, a pesar de
las sensaciones desagradables que puedan presentarse en el camino.
¿Cómo saber cuándo actuar y cuándo retirarse?
Ojo: no quiero decir que tengas que empeñarte con algo pase lo que pase y hasta
la muerte. Si un alpinista está llegando a la cumbre y ve las condiciones son
horribles y que puede morir, hará bien en darse la vuelta: no es evitación, sino
sensatez.
La forma más fácil de averiguar si debes persistir o retirarte es, de nuevo: ¿estas
acciones se alinean con tus valores? Y si hay valores en conflicto, ¿cuál es más
importante para ti?
Imagina que estás en una relación que lleva un tiempo siendo tormentosa. ¿La
razón? Tu pareja está atravesando un mal momento laboral y “lo paga” contigo
(recuerda: el sufrimiento no solo te lo quedas tú). ¿Qué hacer? ¿Deberías
dejarle y buscar a otro que tenga mejor carácter? ¿O seguir a su lado?
Preguntemos a los valores. ¿Qué tipo de pareja quieres ser? ¿Quieres ser
paciente y amar de forma incondicional? ¿Es importante para ti ser asertiva y
poner límites? ¿En qué punto terminas de cuidar al otro y empiezas a cuidarte tú?
Los valores no son infalibles, pero son una buena brújula para empezar a tomar
decisiones más conscientes.
Acción práctica
Piensa en una acción acorde con tus valores que lleves un tiempo aplazando.
Quizá hasta ahora no te habías dado cuenta de que lo hacías porque rechazabas
experimentar sensaciones y emociones negativas. Ahora toma conciencia de
cuáles son esas sensaciones y emociones. ¿Eres capaz de tolerarlas para llevar a
cabo esta acción? ¿Cuál es la parte más pequeña de esta acción que puedes
emprender hoy? ¿Por qué es importante para ti? ¿Hacia dónde te llevará si eres
capaz de completarla?
Día 8: La heteroayuda es la nueva autoayuda¡Hola, jipi!
Hoy es el último día del curso-curso. Ya solo nos queda un día más, que
aprovecharé para contarte un poco mi vida y recapitular sobre lo que hemos
trabajado en estas entregas. Como ya te he dicho, no te preocupes si aún hay
cosillas que no te quedan claras o que no sabes cómo aplicar: iremos hablando de
todo esto en el blog.
Recordemos los principios que hemos expuesto hasta ahora:
1. Autonomía.
2. Aceptación.
3. Sentido.
Hoy vamos con el principio 4: heteroayuda. Quizá pienses que la Vida Jipi es una
vida egoísta, porque coloca el principio 4 el último. Es cierto que es importante
trabajar en todos los demás ámbitos para así tener más que aportar a los demás.
Sin embargo, ayudar a los demás es algo que se puede hacer desde el principio,
desde el primer trocito de bienestar y paz que conquistes.
Repartir el bienestar no es como repartir un plato de comida. Se parece más a
cultivar una planta y distribuir los frutos y semillas entre los que te rodean: tú
apenas pierdes nada, porque tu planta dará cada vez más frutos, y los demás
pueden plantar sus propias semillas y beneficiarse de ellas.
Hay algo que no me gusta de gran parte de la autoayuda tradicional, y es el foco
en yo-yo-yo-yo. YO quiero estar bien, YO quiero ser más feliz, YO quiero
relajarme. ¿Y los demás? ¿Qué pasa con ellos? Es cierto que si tú estás más feliz
y relajado, se reflejará en los otros, pero la heteroayuda es una cuestión de
intención.
[Añado, por cierto, que la palabra heteroayuda me la inventé hace tiempo como
diferente a la autoayuda: ayudar al otro; sin embargo, hasta que no la había usado
bastante no caí en que lo contrario de “hetero” no es “auto”, sino “homo”. Pero creo
que el mensaje se entiende ;) ]
Ya estamos llegando al final de este curso y no sé si alguna de estas ideas te ha
sido útil o te ha dado aunque sea un pequeño rayito de esperanza. Si es así,
¡compártelo! No hace falta que hagas publicidad a mi blog o que reenvíes las
newsletter, que eso ya te lo pedí hace unos días y no quiero abusar; mejor que
eso, tómate un café con alguien a quien quieres y cuéntale lo que has descubierto
acerca de no controlar tus pensamientos, o aceptar el sufrimiento, o vivir con
valores.
Por supuesto que ahora mismo no tienes todas las respuestas. A lo mejor sabes
que los pensamientos negativos no son “malos”, pero aun así te siguen haciendo
daño y no puedes manejarlos. Quizá quieres ser más autónomo pero no sabes
cómo. No te preocupes, jipi: para eso estamos aquí, para hacer el camino juntos.
Quizá en este punto nos baste con compartir con alguien nuestra verdad: que
sufrimos y queremos salir de ese sufrimiento. Mostrarnos vulnerables suele ser
positivo para nosotros y para los demás.
Acción práctica
Comparte un momento de tu bienestar. Piensa en algo que hayas logrado estos
últimos días, ¿cómo puedes transmitirlo a otros, hacer que ellos también se
sientan un poco más felices? Si estás agradecido, puedes transmitir tu
agradecimiento a tus padres, tus hijos o tu pareja por algo que hayan hecho por ti.
Si estás emocionado por aprender algo nuevo, puedes tratar de enseñar a otros
algo que sepas o que se te dé bien.
¡Hasta mañana! Sí, a mí también me da un poco de penita :( ¡Pero lo mejor está
por venir, jipi!
Con todo mi amor (sí, lo sé, ¡cada vez me estoy poniendo más efusiva!),
Día 9: La felicidad está llamando a tu puerta, ¿vas a abrir?¡Hola, jipi!
Llegamos al final de este curso (ooohh :( ). Hoy vamos a recapitular brevemente
los cuatro principios de la Vida Jipi, y después voy a contarte mi historia, o al
menos la parte de ella que cabe en un mail y podría interesarte.
Los principios de la Vida Jipi son:
1. Autonomía: hazte dueño de tus decisiones y responsable de tu
bienestar.
2. Aceptación: acepta los pensamientos negativos y emociones
desagradables que acompañan a veces a una vida plena.
3. Sentido: encamínate hacia tus valores a través de la acción provechosa.
4. Heteroayuda: no te olvides de compartir con los demás lo que vayas
consiguiendo.
Y ¿todo esto para qué? ¿Cuál es el objetivo último de la Vida Jipi? Ya te dije
que la palabra felicidad me da un poco de alergia: suena a bienestar absoluto, a
ausencia de preocupaciones, a sensaciones agradables sin cesar. Sabes que no
creo en eso, y por esa razón no la utilizo a menudo. Pero hoy, en este noveno día
de mini-curso, ya sabes lo bastante sobre mí y sobre lo que creo como para usarla
sin miedo. Ya sabes que feliz significa satisfecho con uno mismo,
comprometido con los propios valores, encaminado hacia un sentido claro.
Déjame que te cuente algo sobre mí. Yo hace un tiempo era muy, muy infeliz.
Tomaba pastillas para la ansiedad, tenía una opresión en el pecho que no me
dejaba respirar, me angustiaba todo el rato y no encajaba con la gente. Todo esto
con dieciocho, diecinueve, veinte años, en la que se suponía que debía ser la
mejor época de mi vida. Empecé psicología, de hecho, porque entendí muy pronto
lo poderosa que es nuestra mente y su capacidad para el mal, y quise aprender a
manejarla.
Seguí luchando con mi malestar mucho tiempo. Avancé un poco cuando empecé a
meditar y a aprender cómo aceptar mis sentimientos, pensamientos y emociones
negativas. La meditación también me dio un marco moral y ético en el que basar
mis decisiones, y me ayudó a enfocarme en conseguir felicidad para mí y para los
demás.
La rama más extendida de la psicología, la terapia cognitivo-conductual, me
parecía muy alejada de lo que había aprendido meditando. Solo buscaba cambiar
pensamientos y creencias y actuaba en la superficie de la mente con resultados
poco duraderos. Entonces descubrí ACT: la Terapia de Aceptación y
Compromiso. De ahí vienen muchos de los conceptos que he compartido contigo
en este mini-curso: aceptación, valores, la importancia de la acción… me ayudó a
transmitir a mis pacientes las ideas que para mí habían sido transformadoras.
Esto sucedió cuando estaba en quinto de carrera, es decir: hace ahora casi seis
años. Desde entonces mi vida no ha sido un camino fulgurante y recto: he tenido
momentos de tristeza, de confusión y de pérdida. Me han roto el corazón un par de
veces, me he quemado en el trabajo, he estado fatal de dinero y he llorado en mi
casa porque me sentía sola. La diferencia es que en estos años nunca he
estadodesesperada. Nunca. Incluso en mis peores momentos, mantenía la
capacidad de observar, de distanciarme, de aceptarme, de saber que pasará.
¿Sabes, jipi? No puedo ofrecerte la felicidad eterna, ni una cadena ininterrumpida
de días con propósito, donde tu destino se dibuje en el firmamento con una
claridad deslumbrante. Pero si puedo conseguir que nunca te sientas
desesperado, me doy por satisfecha. En el momento en que uno siente que tiene
margen de acción, que hay espacio para la mejora, que el cambio puede ser una
realidad… las cosas empiezan a verse de otra manera.
Ahora vivo con mi novio en Margalef, un pueblecito de Tarragona. Los dos
trabajamos en casa, así que tenemos mucha flexibilidad de horarios. Raramente
me pongo el despertador, salgo todos los días a la naturaleza, puedo escalar,
escribir, leer… Y a pesar de esto, tengo un montón de malos ratos. Porque me
duele la espalda de estar sentada en la silla o los dedos de escalar; porque me he
peleado con Pablo; porque echo de menos Andalucía y a mis amigos; porque esto
del blog me parece una chorrada; porque me siento culpable por dormir demasiado
o demasiado poco; porque pienso que a mis treinta años debería haber
conseguido mucho más. Mi mente sigue trabajando, y a lo largo de mis días,
tengo cientos de estos momentos. Y también tengo momentos de satisfacción, de
diversión, de bienestar y de amor. Es una buena vida. No estoy desesperada y,
en general, estoy satisfecha con el rumbo que van tomando las cosas.
He ahí mi oferta, jipi. No te prometo grandes cosas. No sé si de aquí a un año tu
vida va a dar un vuelco espectacular… pero aunque lo dé, te garantizo que
seguirás luchando con las pequeñas cosas: con lo que una amiga mía llama “los
detalles molestos”. Te ofrezco tratar de ayudarte a que te hagas dueño de esa
lucha, a vivirla como un proceso que es emocionante en sí y a aprender a buscar
la satisfacción en tu día a día, con lo que ya tienes.
Espero que hayas disfrutado de este curso. Hay mucho más que quiero compartir
contigo, y por eso te pido que te quedes aquí y que sigas leyendo
Psicosupervivencia. Si estos mails te han gustado, déjame que te diga algo: son
solo el principio.