la vida líquida hueso de mis huesos, carne de mi...

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42 42 Esquila Misional noviembre 2017 j p y e d s c d t g s c E t p y r p t d d a n a r d p d j l « d C l a n j d v v y c m d t t y E l libro del Génesis nos narra la historia de la creación. Adán, que ha ido reconocién- dose parte de lo creado al ver a Eva, ex- clama, «esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne» (Gn 2,23). En este artículo no nos detendremos en las controversias de género y primacía que el texto parece sugerir. Queremos unirlo con la conectividad, el sentido de pertenencia, la comunalidad, la interdependencia y la solidaridad. Estos son aspectos no negocia- bles para quienes asumen como suyo el proyecto de Dios. San Pablo exhorta a la comunidad de Roma a no ajustarse a este mundo. Les pide que se dejen transformar a fin de discernir «cuál es la voluntad de Dios, qué es lo bueno, lo que le agrada, lo per- fecto» (Rom 12,1-2). El sistema capitalista neoli- beral es lo que más se opone al proyecto de Reino de Dios. Ganar, sobresalir, vencer y dominar son considerados medidores del éxito en los países oc- cidentales. Su ídolo es el dios dinero, que desco- necta, desvincula, enajena y se infiltra en todos los ámbitos. El estilo de vida que promueve está basa- do en el egoísmo y la autosuficiencia, la apariencia y la superficialidad: buscar sólo el interés perso- nal y aprovecharse de los demás. El consumismo es compulsivo, te obliga a querer siempre más y mejor. Se trabaja más para consumir más y los ¿Tienes vocación? «Carne de mi carne», esta frase que la tradición atribuye a Adán, empezó a parecerme relevante y significativa desde hace un año. A partir de entonces, he encontrado diversas claves de lectura. La comunión trinitaria es la primera. Otras están dadas por la encíclica Laudato si’ (LS), el concepto del «Buen Vivir» de los pueblos originarios de Sudamérica, el Ubuntu de Sudáfrica, la sociedad líquida de Bauman, el sentido de solidaridad judeo cristiano, así como por la persona y praxis de Jesús de Nazaret. Por: Hna. Cecilia SIERRA, mc Hueso de mis huesos, Carne de mi carne blogspot.com

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4242 Esquila Misional • noviembre 2017

juicios de valor se determinan por la capacidad de consumo y la acumulación. Su impacto es devastador, ya que no sólo desconecta de la comunidad, sino de la persona misma, del creador y de Dios.

Además de egoísta, el estilo de vida que promueve el capi-talismo es volátil, impersonal y genera insatisfacción. En este sistema, todo es fútil o líquido, como dice Zygmunt Bauman. En su libro La vida líquida, sos-tiene que una sociedad líquida produce triunfadores egoístas y desconectados, «No quie-ro que a mi hijo le falte nada, pero al final, le faltas tú», dispu-ta el filósofo polaco. Todo es temporal, efímero y desechable, el sistema se nutre con la economía del engaño, el exceso, el derroche y la frivolidad y alimenta la cultura del descarte. En la «liquicidad», ni siquiera el éxito es duradero. Las metas, una vez alcanzadas, pierden sentido. El sistema fomenta relaciones frágiles y efímeras y promueve el indivi-dualismo, la insensibilidad y la fragmentación.

Este sistema injusto se caracteriza, además, por la degradación ecológica y moral. Por el afán de tener más, se somete, se pisotea y se despo-ja a otros. Este sistema perverso, que desvincu-la y enajena, es a lo que el papa Francisco llama «misterio de iniquidad: obtener beneficios a costa de los más vulnerables». La encíclica LS, sobre el Cuidado de la Creación, denuncia la ruptura de los lazos de integración y de comunión social (46). La acumulación rompe el equilibrio, crea polarizacio-nes entre lo privado y el bien común y genera in-justicias; y son los pobres quienes pagan el costo de la degradación ambiental, denuncia el Pontífice.

Para contrarrestar el impacto devastador, des-vinculante y egoísta del sistema capitalista, LS in-vita a la humanidad a razonar como especie, a pro-yectar un cambio de rumbo y asumir un proyecto común. La Encíclica insta a sustituir los actuales modelos de desarrollo y sugiere la cultura del cui-dado y la sobriedad, «el auténtico cuidado de nues-tra propia vida y de nuestras relaciones con la na-turaleza es inseparable de la fraternidad, la justicia y la fidelidad a los demás», observa el Papa. So-

El libro del Génesis nos narra la historia de la creación. Adán, que ha ido reconocién-dose parte de lo creado al ver a Eva, ex-clama, «esta vez sí que es hueso de mis

huesos y carne de mi carne» (Gn 2,23). En este artículo no nos detendremos en las controversias de género y primacía que el texto parece sugerir. Queremos unirlo con la conectividad, el sentido de pertenencia, la comunalidad, la interdependencia y la solidaridad. Estos son aspectos no negocia-bles para quienes asumen como suyo el proyecto de Dios.

San Pablo exhorta a la comunidad de Roma a no ajustarse a este mundo. Les pide que se dejen

transformar a fin de discernir «cuál es la voluntad de Dios, qué es lo bueno, lo que le agrada, lo per-fecto» (Rom 12,1-2). El sistema capitalista neoli-beral es lo que más se opone al proyecto de Reino de Dios. Ganar, sobresalir, vencer y dominar son considerados medidores del éxito en los países oc-cidentales. Su ídolo es el dios dinero, que desco-necta, desvincula, enajena y se infiltra en todos los ámbitos. El estilo de vida que promueve está basa-do en el egoísmo y la autosuficiencia, la apariencia y la superficialidad: buscar sólo el interés perso-nal y aprovecharse de los demás. El consumismo es compulsivo, te obliga a querer siempre más y mejor. Se trabaja más para consumir más y los

¿Tienes vocación?

«Carne de mi carne», esta frase que la tradición atribuye a Adán, empezó a parecerme relevante y significativa desde hace un año.

A partir de entonces, he encontrado diversas claves de lectura. La comunión trinitaria es la primera. Otras están dadas por la

encíclica Laudato si’ (LS), el concepto del «Buen Vivir» de los pueblos originarios de Sudamérica, el Ubuntu de Sudáfrica, la sociedad líquida

de Bauman, el sentido de solidaridad judeo cristiano, así como por la persona y praxis de Jesús de Nazaret.

Por: Hna. Cecilia SIERRA, mc

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juicios de valor se determinan por la capacidad de consumo y la acumulación. Su impacto es devastador, ya que no sólo desconecta de la comunidad, sino de la persona misma, del creador y de Dios.

Además de egoísta, el estilo de vida que promueve el capi-talismo es volátil, impersonal y genera insatisfacción. En este sistema, todo es fútil o líquido, como dice Zygmunt Bauman. En su libro La vida líquida, sos-tiene que una sociedad líquida produce triunfadores egoístas y desconectados, «No quie-ro que a mi hijo le falte nada, pero al final, le faltas tú», dispu-ta el filósofo polaco. Todo es temporal, efímero y desechable, el sistema se nutre con la economía del engaño, el exceso, el derroche y la frivolidad y alimenta la cultura del descarte. En la «liquicidad», ni siquiera el éxito es duradero. Las metas, una vez alcanzadas, pierden sentido. El sistema fomenta relaciones frágiles y efímeras y promueve el indivi-dualismo, la insensibilidad y la fragmentación.

Este sistema injusto se caracteriza, además, por la degradación ecológica y moral. Por el afán de tener más, se somete, se pisotea y se despo-ja a otros. Este sistema perverso, que desvincu-la y enajena, es a lo que el papa Francisco llama «misterio de iniquidad: obtener beneficios a costa de los más vulnerables». La encíclica LS, sobre el Cuidado de la Creación, denuncia la ruptura de los lazos de integración y de comunión social (46). La acumulación rompe el equilibrio, crea polarizacio-nes entre lo privado y el bien común y genera in-justicias; y son los pobres quienes pagan el costo de la degradación ambiental, denuncia el Pontífice.

Para contrarrestar el impacto devastador, des-vinculante y egoísta del sistema capitalista, LS in-vita a la humanidad a razonar como especie, a pro-yectar un cambio de rumbo y asumir un proyecto común. La Encíclica insta a sustituir los actuales modelos de desarrollo y sugiere la cultura del cui-dado y la sobriedad, «el auténtico cuidado de nues-tra propia vida y de nuestras relaciones con la na-turaleza es inseparable de la fraternidad, la justicia y la fidelidad a los demás», observa el Papa. So-

transformar a fin de discernir «cuál es la voluntad de Dios, qué es lo bueno, lo que le agrada, lo per-fecto» (Rom 12,1-2). El sistema capitalista neoli-beral es lo que más se opone al proyecto de Reino de Dios. Ganar, sobresalir, vencer y dominar son considerados medidores del éxito en los países oc-cidentales. Su ídolo es el dios dinero, que desco-necta, desvincula, enajena y se infiltra en todos los ámbitos. El estilo de vida que promueve está basa-do en el egoísmo y la autosuficiencia, la apariencia y la superficialidad: buscar sólo el interés perso-nal y aprovecharse de los demás. El consumismo es compulsivo, te obliga a querer siempre más y mejor. Se trabaja más para consumir más y los

mos interdependientes de todos y con todos, dice el Obispo de Roma y necesitamos «volver a sentir que nos necesitamos unos a otros, que tenemos una responsabilidad por los demás y por el mundo, que vale la pena ser buenos y honestos». El Pontí-fice recuerda que todo está relacionado, «Dios nos ha unido tan estrechamente al mundo que nos ro-dea», por tanto, «no puede hablarse de desarrollo sostenible sin una solidaridad intergeneracional».

Desde la memoria colectiva de nuestros pue-blos, el «Buen Vivir» y el Ubuntu aportan para un estilo de vida donde conectividad, compartir e in-terdependencia son fundamentales. Basado en la vivencia de pueblos originarios, el «Buen Vivir», promueve un estilo de vida alternativo que invita a compartir y no competir, a vivir en armonía como personas y como parte de la naturaleza. De igual manera, Ubuntu, filosofía acuñada en África, sos-tiene que la persona es tal sólo en relación con otras personas, «se aprende a hablar, a pensar, a sentir como ser humano a través del contacto con otras personas». Desmund Tutu, su exponen-te principal, declara que «todos somos miembros unos del otro, nos pertenecemos». El obispo su-dafricano expresa: «Una persona con Ubuntu es abierta y está disponible para los demás, respalda a los demás, no se siente amenazado cuando otros son capaces y son buenos en algo, porque está se-guro de sí mismo ya que sabe que pertenece a una gran totalidad, que se decrece cuando otras per-sonas son humilladas o menospreciadas, cuando

«Reconocer en otros mi propia carne, nos complementa, nos acomuna, nos humaniza»

noviembre 2017 • Esquila Misional

Por: Hna. Cecilia SIERRA, mc

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Lucio

otros son torturados u oprimidos». Ubuntu se enfo-ca en la lealtad de las personas y las relaciones en-tre ellas. «Estamos interconectadas, tenemos una común humanidad», sostiene el obispo anglicano.

La tradición judeocristiana también aporta al sentido de conectividad y solidaridad. José Anto-nio Pagola explica la evolución del concepto de la solidaridad en la tradición judeo cristiana. El teólo-go español señala que en el Antiguo Testamento, el amor al prójimo como a sí mismo se entendía como solidaridad de grupo. Solidaridad, dice Pa-gola, «es la noción hebrea de colectividad». Los

parientes cercanos eran tratados «como otro “yo”» y el deber, la lealtad y la fraternidad incluían sólo a miembros del clan. Sin embargo, en el judaísmo no había ley que promoviera o impusiera un trato solidario con los enemigos.

El Dios Trinidad que se nos revela a través de su Palabra, es origen y fin de la complementarie-dad, la pertenencia y la interrelación. Dios no es autosuficiente, «no es soledad narcisista, ni auto-complacencia solitaria». Dios en su intimidad más profunda es vida, entrega, comunión, acogida, comunicación y ternura. Es misterio de comunica-ción, es amor compartido, vida diferenciada y com-plementariedad.

Jesús de Nazaret, el Verbo de Dios que se hizo carne, es la personificación y expresión máxima de esta conectividad, interdependencia y comunión. La experiencia de encarnación, Dios con nosotros, pasar como «uno de tantos», restaura el vínculo di-vino con el creado. Más aún, su experiencia de Hijo amado, su experiencia fundante, llevó a Jesús a considerar a Dios como Padre de una gran familia. Es por eso que el mandamiento de amor a Dios, lleva necesariamente a amar al prójimo. Nadie es-capa a este amor que se enfoca particularmente en los más necesitados, en los últimos, los excluidos.

En Jesús, los enemigos se convierten en prójimos y los extraños se convierten en ín-timos. Saberse hijo amado, lleva necesariamente a reco-nocer en otros una humani-dad y filiación común, somos carne unos de otros.

En conclusión, para los seguidores de Jesús, el fundamento vinculante es la Trinidad. Por lo tanto, la vida religiosa –como un es-tilo de vida alternativo y con significado– es el sentido de pertenencia, conectividad e interdependencia. Tenemos un origen, un proyecto y una meta comunes.

Reconocer en otros mi propia carne, nos comple-menta, nos acomuna, nos humaniza. En la carne del otro, Dios se hace visible. El

otro, es al igual que yo, imagen de Dios. Y esto constituye parte fundamental de nuestro patrimo-nio y aporte como Iglesia, servidora de comunión. El abrazo de Francisco de Asís al leproso, de Ma-dre Teresa a los últimos de Calcuta, Raoul Folle-reau a los leprosos, Charles de Foucauld a los beduinos, Daniel Comboni a los negros de África, entre tantos otros, significa descubrir que el otro, los últimos, son «hueso de mi hueso y carne de mi carne». Este camino hacia la interdependencia, la comunión, la conectividad y la proximidad es y se-guirá siendo un reto y el aporte de la vida religiosa al mundo.

Jorg

e De

celis

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«Es por eso que el mandamiento de amor a Dios, lleva necesariamente a amar al prójimo»

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