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Las clases medias en crisis: una aproximación sociológica a procesos de empobrecimiento y amenaza de desclasamiento 1 Pau Marí-Klose (Universidad de Zaragoza) 2 Laura Fernández Martínez-Losa (Universidad de Zaragoza) Ana Lucia Hernández Cordero (Universidad de Zaragoza) Marga Marí-Klose (Universidad de Barcelona) RESUMEN: Muchos son los trabajos que han rastreado los efectos socioeconómicos de la crisis, apoyándose en indicadores objetivos de renta, gasto o situación laboral. En este artículo se explora cómo ha afectado la crisis a estados subjetivos de personas y familias de clase media. Con este fin se realizan sesenta entrevistas en profundidad de personas y familias que han visto empeorar sustancialmente sus condiciones de vida durante la crisis. El objetivo ha sido identificar los principales hilos conductores en los relatos que hacen sobre estos procesos, donde aparezcan dibujados tanto las incertidumbres, las angustias, los sinsabores y frustraciones provocados por las situaciones vividas, como las estrategias de “gestión” de circunstancias adversas (coping strategies) para enfrentarse emocionalmente a ellas. Palabras clave: clases medias, crisis, empobrecimiento, estrategias de gestión, emociones Introducción La crisis que ha atravesado España en los últimos seis años ha sacudido cimientos sociales que se consideraban hasta hace poco imperturbables. Una de las certezas que se han tambaleado en estos años es el bienestar y seguridad de las clases medias. Grupos sociales acostumbrados a vivir en la suficiencia económica y la expectativa de estabilidad social han encarado situaciones de incertidumbre sin precedentes próximos, que posiblemente hayan podido alterar sus estilos de vida, su autoubicación social, e incluso su identidad colectiva. En este estudio presentamos el resultado de un proyecto financiado por Funcas que 1 Este trabajo es un resultado del proyecto Clases Medias en Crisis, financiado por la Fundación de Cajas de Ahorros (Funcas) 2 Pau Marí-Klose, Facultad de Ciencias Sociales y del Trabajo, Universidad de Zaragoza, Violante de Hungría 23, Zaragoza 50009, e-mail: [email protected]

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Las clases medias en crisis: una aproximación sociológica a procesos de

empobrecimiento y amenaza de desclasamiento1

Pau Marí-Klose (Universidad de Zaragoza)2

Laura Fernández Martínez-Losa (Universidad de Zaragoza)

Ana Lucia Hernández Cordero (Universidad de Zaragoza)

Marga Marí-Klose (Universidad de Barcelona)

RESUMEN:

Muchos son los trabajos que han rastreado los efectos socioeconómicos de la crisis, apoyándose en

indicadores objetivos de renta, gasto o situación laboral. En este artículo se explora cómo ha

afectado la crisis a estados subjetivos de personas y familias de clase media. Con este fin se realizan

sesenta entrevistas en profundidad de personas y familias que han visto empeorar sustancialmente

sus condiciones de vida durante la crisis. El objetivo ha sido identificar los principales hilos

conductores en los relatos que hacen sobre estos procesos, donde aparezcan dibujados tanto las

incertidumbres, las angustias, los sinsabores y frustraciones provocados por las situaciones vividas,

como las estrategias de “gestión” de circunstancias adversas (coping strategies) para enfrentarse

emocionalmente a ellas.

Palabras clave: clases medias, crisis, empobrecimiento, estrategias de gestión, emociones

Introducción

La crisis que ha atravesado España en los últimos seis años ha sacudido cimientos sociales

que se consideraban hasta hace poco imperturbables. Una de las certezas que se han

tambaleado en estos años es el bienestar y seguridad de las clases medias. Grupos sociales

acostumbrados a vivir en la suficiencia económica y la expectativa de estabilidad social han

encarado situaciones de incertidumbre sin precedentes próximos, que posiblemente hayan

podido alterar sus estilos de vida, su autoubicación social, e incluso su identidad colectiva.

En este estudio presentamos el resultado de un proyecto financiado por Funcas que

1 Este trabajo es un resultado del proyecto Clases Medias en Crisis, financiado por la Fundación de Cajas de Ahorros

(Funcas) 2 Pau Marí-Klose, Facultad de Ciencias Sociales y del Trabajo, Universidad de Zaragoza, Violante de Hungría 23,

Zaragoza 50009, e-mail: [email protected]

triangula información cuantitativa y cualitativa. El análisis cuantitativo, publicado en el

número 22 de la Revista Panorama Social, explora cómo ha afectado la crisis a estados

subjetivo de las personas en función de su ubicación objetiva en esquemas de clase,

examinando evolutivamente indicadores extraídos de encuestas realizadas en España en el

período 2008-2014. El análisis cualitativo que presentamos aquí se basa en la realización de

60 entrevistas a personas de clase media (de nuevo, según criterios “objetivos” de clase)

que han visto empeorar sustancialmente sus condiciones de vida durante la crisis. El

objetivo ha sido identificar los principales hilos conductores en los relatos que hacen sobre

estos procesos, donde aparezcan dibujados tanto las incertidumbres, las angustias, los

sinsabores y frustraciones provocados por las situaciones vividas, como las estrategias de

“gestión” de circunstancias adversas (coping strategies) para enfrentarse emocionalmente a

ellas. Como resultado de este trabajo se han rastreado un conjunto de narrativas recurrentes

que permiten dotar de significados las evidencias obtenidas a través del análisis

cuantitativo. Se destacan cuatro: 1) En la cuerda floja. En busca del punto de equilibrio, 2)

Reinventarse o morir. Es hora del plan B, 3) Bajar un escalón. Angustia y amenaza de

desclasamiento, 4) Politización. La participación como respuesta.

Metodología

Las vivencias personales de la desigualdad están estrechamente relacionadas con estados

psicológicos y a partir de ahí influyen sobre las relaciones sociales, las orientaciones

normativas e incluso las inclinaciones políticas, de manera independiente a las condiciones

materiales que fundamentan la división en clases objetivas. Diversas formas de exclusión

social y vulnerabilidad (a las que los individuos están más expuestos durante las crisis)

pueden producir malestar, apatía, angustia, resentimiento, diversas formas de dolor social

causados por la incertidumbre respecto al futuro, el sentirse rechazado, humillado, no ser

tratado en correspondencia con lo que cada uno entiende que merece. El aumento de la

desigualdad se ha relacionado con el incremento de los niveles de ansiedad y baja

autoestima y con el deterioro de la confianza social (Wilkinson & Pickett, 2009).

El estudio se basa en la realización de entrevistas en profundidad a personas y familias

pertenecientes a la clase media afectados económica o laboralmente por la crisis. Para

seleccionar los perfiles a entrevistar se utiliza la clasificación de clases del esquema de

Erikson/Golthorpe (1993). Los entrevistados se reclutan en cuatro Comunidades

Autónomas con diferente nivel de renta (a razón de quince por CA) en una muestra de

conveniencia en que se procura equilibrar los diferentes perfiles que en el esquema de

clases de Erikson/Golthorpe son definidas como clase de servicio posiciones intermedias.

Se comienza a realizar las entrevistas iniciales en mayo de 2015 y se finalizan en julio de

2016. La duración de las entrevistas va desde 1:15 minutos hasta algunas de más de tres

horas, con una duración media de casi dos horas. Al inicio se realizan varias entrevistas

piloto, que permiten completar, ajustar y reelaborar el guión de la entrevista. Una vez

realizadas y transcritas las entrevistas, se analizan los discursos con el objetivo de encontrar

hilos argumentales recurrentes entre los diferentes sujetos, que configuran distintas

narrativas sobre la crisis. Estos relatos desarrollan, complementan y matizan los resultados

obtenidos en un análisis cuantitativo sobre las experiencias subjetivas de la crisis con datos

de diferentes encuestas (Marí-Klose, Fernández Martínez-Losa, Julià, 2015).

Las experiencias que se presentan en el siguiente apartado ilustran cuatro relatos

recurrentes dentro de la clase media en crisis. Se narran las situaciones de inseguridad que

la crisis ha provocado en familias de clase media poniendo especial atención a dos

elementos: estrategias materiales de afrontamiento y estrategias emocionales de

afrontamiento. Se busca dentro de cada relato a los actores que intervienen en la gestión de

la adversidad, qué recursos emplean, cómo los utilizan, qué emociones entran en juego,

quién asume responsabilidades y cataliza las angustias, quién lleva las riendas de la

situación, quién se deja llevar, cómo se vive el reparto de roles en estos escenarios, cómo

todas estas vivencias forjan una manera de ser y de enfrentarse a la vida de forma distinta a

la manera anterior en la que vivían.

En definitiva, lo que se pretende es analizar las vivencias de la clase media teniendo en

cuenta las situaciones concretas de ajuste material o económico y el trabajo emocional que

se lleva a cabo para enfrentase a los cambios. En primer lugar se presenta el relato de

Cristina, que ilustra el caso de una familia que ha sufrido un proceso de empobrecimiento

financiero duradero y que tiene dificultades para llegar a fin de mes a pesar de que los dos

adultos de la familia tienen empleo. En segundo lugar se muestra la historia de Carlos, que

ha sufrido un proceso de empobrecimiento laboral, pero que tiene capacidad para

reinventarse y salir adelante sin perder mucho por el camino. En tercer lugar se desarrolla la

historia de Amalia, en la que se expone una situación de amenaza de desclasamiento y

angustia por el futuro. En el último relato se exponen las historias de Inés y de Rodrigo

como muestra de procesos de empobrecimiento financiero temporal y empobrecimiento

laboral, que comparten la búsqueda de soluciones a través de la participación política.

En los relatos se utiliza como hilo conductor una historia principal en la que se intercalan

detalles y narraciones de otras entrevistas que sirven para abrir foco y ampliar la

perspectiva sobre los temas que se abordan en cada momento.

En la cuerda floja. En busca del punto de equilibrio.

Cristina cuenta los días. A partir del 25 se le hace difícil. El 26 y el 27 cuestan más… el 31

sólo le queda la opción de ser optimista y convencerse de que todo va a ir bien. Ella no está

sola. Tiene dos hijos, Javier y María. Javier, el pequeño, está en el instituto, no es mal

estudiante, pero este curso le ha quedado alguna para septiembre. María está en la

universidad, en segundo. Va a curso por año. Cristina sabe cómo se está esforzando y está

muy orgullosa. Cristina también tiene un marido, Esteban. Llevan juntos toda la vida, se

conocen bien. Juntos han construido su familia y han conseguido todo lo que tienen. En los

últimos años Esteban ha perdido parte de la ilusión que tenía… deben ser los agobios…

debe ser la crisis.

Cristina tiene una FPII, una especialización en edificios y obras. Trabajó un tiempo

en este sector, hace años. Luego nacieron sus hijos. Las cuentas de la familia cuadraban y

decidió invertir todo su tiempo y esfuerzo en ellos. Esteban es autónomo, tiene un taxi.

Siempre se ha dedicado a esto. Antes tenía buenos ingresos, les daba para vivir y poder

darse algún capricho.

Pero llega la crisis y la actividad en el taxi comienza a bajar. “…antes los ingresos

que tenía mi marido no eran malos, pero con esto de la crisis, pues la gente… es normal

porque no es un servicio de primera necesidad...” Ya no hay tanto trabajo y las

condiciones en las que realiza la actividad comienzan a empeorar. “…tiene que hacer

muchísimas más horas (…) ahora tienen muchos días de fiesta, no hay trabajo.” Ante esta

situación Cristina ve la necesidad de buscar empleo. “…cuando vino toda esta época de

crisis, yo tenía que hacer algo, porque te ibas comiendo todo el dinero que tenías

ahorrado. Y no llegábamos a fin de mes (…) Esto se agravó más a partir de 2008-2009, fue

cuando más se agravó.”

Prestaciones sociales

Entre 2009 y 2011, la familia vive momentos de apuro económico. Ella solicita el

subsidio de desempleo que le correspondía por sus cotizaciones anteriores y cobra durante

un tiempo alrededor de 400€ al mes. Para Cristina este dinero es un desahogo, pero sabe

que no durará mucho. “Esto te salvaba, no es mucho pero es para salvarte, para poder

comer.”

Cuando finaliza el subsidio, Cristina busca salidas. Con el sueldo de Esteban no

consiguen cubrir todos los gastos y ella no encuentra empleo. Por conocidos, de manera

informal, se entera de que puede pedir cita con la trabajadora social del barrio y plantear su

situación. Los Servicios Sociales aparecen entonces como una vía para solicitar ayudas.

“Después de que se me terminó [el subsidio] fui a la asistente social del barrio.” “Yo

estuve en Servicios Sociales, llevando informes, porque necesitábamos algo fuese como

fuese.”

Cristina sólo acude una vez a los Servicios Sociales públicos. A la vista de su

situación, en ese momento se le concede una ayuda para alimentos3. No tiene que volver

3 Se refiere a un tipo de ayuda de urgente necesidad que proporcionan los Servicios Sociales Generales. Son prestaciones

económicas de carácter extraordinario y puntual, destinadas a atender situaciones de urgencia sobrevenida. Pueden

solicitarse por diferentes conceptos como el pago de la luz, el alquiler, el pago de la comunidad de propietarios, el pago de

deudas para evitar desahucios, la compra de alimentos o ropa, etc. En el caso de las ayuda por alimentos, suele entregarse

un vale por una determinada cantidad canjeable en una cadena de supermercados o en tiendas. La concesión implica

después para solicitar nada más. Se muestra agradecida, pero deja entrever un sentimiento

de vergüenza asociado al estigma que acarrean los usuarios habituales de Servicios

Sociales. “Yo tampoco lo he dicho [haber ido a Servicios Sociales] porque no ha sido algo

agradable.”

A raíz de esta experiencia en los Servicios Sociales, Cristina conoce una realidad

distinta a la suya, se compara con las otras personas y reflexiona sobre la importancia de

tener una red social cercana de apoyo. “… en ese momento lo necesitaba y fue muy duro

porque tú dices ‘es que la gente inmigrante no tiene a nadie aquí’. Pero yo no estaría aquí

si no lo necesitase de verdad. No es nada agradable tener que ir. (…) Tú lo estás pasando

mal, pero no sabes si el que está detrás a lo mejor lo está pasando peor que tú.” A pesar de

que reconoce esta realidad, termina mostrando cierto resentimiento respecto a los

extranjeros, ya que considera que, en muchos casos, se aprovechan de recursos públicos

mientras otras familias, como la suya, también lo pasan mal. “…no me gusta ser así (…) yo

nunca he sido así (…) Pero creo que pasar por momentos económicos difíciles te hace

sacar parte de tus cosas menos buenas.”

El mismo sentimiento de vergüenza que plantea Cristina al acudir a Servicios

Sociales se observa en otras historias, como la de Beatriz y Ángel. Ellos relatan cómo las

primeras veces que fueron a pedir ayuda a Servicios Sociales se sentían violentos y

avergonzados “…se te cae el alma al suelo…”. En este caso, han sufrido un proceso de

empobrecimiento duradero, por lo que se han convertido en usuarios habituales de

entidades del tercer sector y de los Servicios Sociales Públicos, a los que necesitan acudir

para satisfacer necesidades básicas de la familia. Se podría decir que Beatriz se ha

profesionalizado en la búsqueda de recursos y prestaciones. Sabe dónde acudir, conoce los

recursos, se reúne con representantes de plataformas y entidades sociales en una búsqueda

desesperada por solucionar sus problemas de ingresos. En este punto, Beatriz expresa que

ya poco queda de la vergüenza que la inundaba la primera vez que pidió ayuda. Ahora esta

acostumbrada, forma parte de su día a día. A pesar de haber recibido distintas ayudas,

sienten cierto rencor hacia el Estado, al que culpan de no ayudarles lo suficiente.

supervisión desde Servicios Sociales mediante la justificación documental de la correcta inversión de la totalidad del

importe concedido. Normativa que lo desarrolla: https://www.zaragoza.es/ciudad/normativa/detalle_Normativa?id=5144

Beatriz dice sentirse extranjera en la fila para recoger comida, extranjera en su

propio país. “…ahí yo soy la rara…” Y se pregunta dónde están los que son como ella

“…blanca, de clase media.” Se pregunta si no hay otras personas “como ella” que

necesiten la ayuda de los Servicios Sociales.

Vivienda

Las cuentas no cuadran para Cristina y Esteban. Tienen que tomar decisiones y

utilizar los recursos a su alcance para mantenerse a flote y conservar lo que han ido

consiguiendo. La vivienda es un elemento que aparece en sus conversaciones en los peores

momentos y que les genera mucha angustia. Cristina forma parte del amplio segmento

(61% según la Encuesta de Condiciones de Vida de 2014) de la población para el que los

gastos de la vivienda representan una carga pesada. La vivienda representa la estabilidad

que Cristina y Esteban pueden proporcionar a la familia, el hogar. Esteban es partidario de

vender, pero Cristina se aferra al puntal que representa su vivienda y pelea por evitar que

llegue ese momento. “…mi marido decía ‘vamos a tener que vender el piso, que no

llegamos’. Yo decía ‘hay que luchar, si no hay otro remedio, lo haremos.” Ella se viene

abajo ante la posibilidad de que llegue un día en que no puedan pagar la hipoteca y el banco

les desahucie, pero quiere pensar en positivo, o mejor dicho, no quiere pensar. [¿Has

pensado qué pasaría si os llegasen a desahuciar?] “Sí que lo he llegado a pensar y me he

echado a llorar, pero no quiero pensar (…) hay que luchar y salir adelante porque es lo

único que tenemos y hasta que pase...” Esteban, sin embargo, no tiene esa facilidad para

borrar de su mente los problemas y la vivienda da vueltas por su mente día y noche. “Mi

marido lo ha pensado muchas veces… y no duerme por la noche y tiene ansiedad y ha

tenido que ir al médico porque no puede respirar. Le han recetado ansiolíticos…”

Otros entrevistados también relatan preocupaciones y angustia debido a la carga

económica que representa la vivienda. Beatriz y Ángel estaban en una situación

comprometida cuando los negocios que regentaban comenzaron a ir mal. Parece que la

venta del chalé en el que residían podía haberles supuesto un salvavidas que les permitiera

liquidar las enormes deudas que estaban acumulando. Por desgracia la vivienda fue

embargada días antes de hacer efectiva la venta, por lo que la situación de la familia se

agravó aún más. Sergio no pudo pagarla y el banco la subastó. Aún está endeudado por

esto. Para Inés la compra de su vivienda representó una carga financiera importante que le

acarreó una gran angustia. Alicia vive con desazón la posibilidad de que algún día no pueda

hacer frente a las dos hipotecas que tiene suscritas.

Trabajo y familia

Con la intención de volver al mercado laboral, Cristina encuentra que su formación

sólo le permite acceder a puestos de trabajo relacionados con la construcción, uno de los

sectores más castigado por el desempleo. Con este panorama, decide volver a formarse. En

2011-2012 se prepara para obtener un certificado de profesionalidad y se decanta por el

sector socio sanitario. “…hice un curso porque tenía que encontrar trabajo fuese como

fuese. Yo sabía que estos cursos tenían salida…” Cinco meses después de terminar su

formación le llaman para trabajar en una residencia de personas mayores. Es un contrato de

cinco horas al día y está fuera de la ciudad, pero es un comienzo. Cristina empieza a

trabajar, pero no deja de buscar empleo y formarse. Un año después le llaman de otra

residencia, esta vez es para un contrato de siete horas al día y en la ciudad. Aunque estaban

a punto de hacerle fija en el puesto que ocupaba en ese momento, valora que la nueva oferta

le beneficia y decide cambiar. “…yo buscaba algo mejor. Nunca he sido atrevida en nada,

pero cuando empiezas a luchar por la familia porque lo necesitas y porque no llegas a fin

de mes… Me decidí, era una jornada de siete horas, era más sueldo y estaba en la ciudad.”

La familia cuenta ahora con dos fuentes de ingresos. Tanto Esteban como Cristina

trabajan, pero no consiguen llegar a fin de mes sin pasar apuros.4 Contaban con algunos

ahorros que se han ido consumiendo poco a poco. La hipoteca y una avería imprevista del

taxi, que les obliga a comprar otro coche, les pone en aprietos para que salgan las cuentas.

Tienen que pedir ayuda a la familia. “Y aún ahora, trabajando los dos, a veces he tenido

que pedir ayuda a mi padre, a mis suegros, porque al final de mes no nos llegaba (…) no es

agradable.” El padre de Cristina les ha ayudado muchas veces, sobre todo con productos

en especie y otras veces también con dinero. “Mi padre me ha tenido que pagar a lo mejor

4 Forman parte de un grupo social que se ha hecho más numeroso a lo largo de la crisis: la de personas que llegan con

grandes dificultades a fin de mes. Entre 2007 y 2014, el número de personas que declaran que llegan con mucha dificultad

a fin de mes ha pasado del 28% al 39,1%.

los recibos de los críos, ya sabes que tienen un deporte. Son cosas que dices: ‘esto no es

básico’, pero para un crío…”

Muchas de las personas entrevistadas admiten haber pedido ayuda a familiares o

amigos. Algunos de manera puntual y otros de forma continuada; unas veces a través de

alimentos o ayuda personal y otras veces con dinero en metálico o mediante el pago de

recibos. Consideran que la existencia de una red familiar a la que poder acudir en un

momento de apuro alivia la incertidumbre y da tranquilidad en caso de un hipotético

contratiempo. Incluso las personas que de momento no han tenido problemas económicos y

no han tenido que pedir ayuda a la familia o amigos, afirman sentirse más seguras sabiendo

que hay alguien con capacidad para socorrerles cuando lo necesiten.5

La familia les ha echado una mano cuando lo han pedido, sin embargo, en ocasiones

Cristina manifiesta sentirse incomprendida e incluso juzgada. “Ahora, trabajando los dos

piensan que eres un malgastador.” No le resulta cómodo exteriorizar su situación

económica ante los familiares, por lo que evitan tratar estos temas con ellos. “… cuando les

he tenido que pedir dinero, ellos no se creen que la cosa esté tan mal, deben pensar que te

quejas un poco por vicio. Ellos deben pensar que vas mal, pero que no llegamos a fin de

mes creo que no se lo terminan de creer. (…) …tienes un poco de recelo en que vean como

estás. No es muy grato (…) o no se lo quieren creer o no te dan la confianza de contarle

qué es lo que estamos pasando.”

Las relaciones sociales se han visto afectadas. La vida social de Cristina se ha

restringido mucho. Por una parte, a causa de las limitaciones económicas “Yo no les digo

que no quiero quedar, me invento una excusa.” “…ves que cuentan ‘pues nos vamos de

vacaciones a tal’, ‘mira, me he comprado tal’… y yo, que lo estoy pasando tan mal…”. Por

otra parte, debido a las barreras que ella misma ha decidido poner para protegerse. “Yo he

tenido temporadas muy malas, de hundirme, de estar cansada, de no quedar con amigas

porque pienso muchas veces que lo único que les voy a contar son amarguras y para

5 Se dice a menudo que los abuelos son una fuente esencial de sostenimiento económico en situaciones de crisis. Según

datos de la encuesta internacional SHARE, la proporción de personas mayores de 50 años que, en 2013, declaran haber

realizado una donación monetaria significativa (de más de 250 euros) a sus hijos independizados en los últimos doce

meses es del 10%. En la misma encuesta que se realizó en 2006, el porcentaje era del 6% (Marí-Klose y Escapa 2015).

contar amarguras prefiero no quedar (…) Cuando esté bien, cuando pueda contar

alegrías, pues ahí estamos.”

En cuanto a la gestión de los asuntos económicos de la casa, Cristina afirma que se

hace de manera conjunta. Sin embargo, aunque Esteban le echa una mano, ella asume el

grueso del control de la economía doméstica y lo que es más importante, de la angustia que

genera. “Él se siente muy mal porque enseguida se hunde (…) ‘es que paso mucha

angustia, lo paso muy mal.’” “Él dice que no las va a llevar nunca [las cuentas], porque se

agobia mucho, y que me deja a mí, pero sí que está pendiente.”

En la entrevista realizada a Inés, se observa que ella asume en solitario esta tarea.

Maneja las finanzas del hogar, se enfrenta a la angustia que genera y busca soluciones. Su

marido, Luís, se queda al margen. El dinero no le preocupa y muestra un aparente

desinterés por la situación, lo que acrecienta aún más el agobio de Inés y en ocasiones es

fuente de conflictos. “El es muy despegado para el dinero, nunca ha necesitado, nunca se

ha preocupado (…) pero yo no, yo necesito tener una mínima seguridad, sobre todo con los

críos. Entonces yo pasé un año criminal, sobre todo porque veía que no llegábamos (…)

eso fue tema de conflicto muchas veces.”

Los hijos

En lo que se refiere a los hijos, se adopta una postura de protección frente a la

adversidad. Cristina dice que ahora que son mayores sí se comenta algo en casa sobre la

situación que viven, pero años atrás, en los peores momentos, optaron por no decirles nada.

Ante las explicaciones de los padres, los niños reaccionan. [Los hijos:] “Pero, ¿tan pobres

somos?.” Suele ser Cristina la que asume el trabajo de hablar con ellos sobre la situación en

la que se encuentran. “La que más suele hablar soy yo porque a mi marido le cuesta más. “

También es ella la que asume y gestiona sus reacciones por esta causa. “…ellos no

entienden la precariedad.”

Aunque Cristina y Esteban tratan de proteger a sus hijos todo lo que pueden de la

realidad de su situación, Javier y María no son ajenos a ella y les afecta en sus conductas y

en su carácter. “Pero es que, los chicos, aunque saben que estamos mal… ‘no vengas triste

ni te eches a llorar, porque ellos se sienten mal. Lo único que tenemos bueno es la familia y

quieras que no, ellos se ponen mal y se ponen tristes y lo notas en el carácter.”

Pase lo pase, sobre todas las cosas está el bienestar de los hijos y en este momento

su educación es un tema importante que preocupa a la familia de Cristina. “…hija mía (…)

por los estudios lo que haga falta.” Javier ha suspendido tres asignaturas de bachillerato.

Cristina sabe que necesita apoyo y sufre pensando que no puede pagarle clases particulares.

Se siente culpable por ello, pero sabe que ahora mismo no pueden hacer frente a ese gasto.

“…Él necesitaba ir a una academia, inglés y dos o tres asignaturas y yo no he podido

pagarle la academia. (…) Esa impotencia de no poder darles todo el apoyo que piensas

que tienes que dar en los estudios.” María estudia en la universidad con una beca, con eso

es suficiente de momento, pero se plantea trabajar en caso de no conseguirla en el futuro.

“Mi hija decía ‘a lo mejor encuentro trabajo, porque si no me dan la beca no voy a poder

estudiar.’”

En la mayor parte de las entrevistas realizadas, suele ser la mujer la que asume la

tarea de hablar con los hijos sobre la situación que está viviendo la familia. Los esposos no

se suelen implicar en esta tarea. En unos casos por la angustia que les genera y en otros por

desinterés. En algunas ocasiones, ellas tratan de camuflar esta realidad, sobre todo ante los

ojos de los niños más pequeños, como en el caso de Sara. En otras ocasiones, se habla

abiertamente con todos ellos y se les explica con claridad para que sean conscientes de la

realidad de la situación, como en el caso de Inés. Otras veces se hace partícipe a los hijos

de la realidad y se les invita a que se impliquen, como en el caso de Beatriz, que lleva a sus

hijos mayores a hacer cola para recibir la comida que les proporciona una entidad

caritativa.

Otras familias han notado cambios en sus hijos, en su comportamiento. Se achaca a

la tensión que se vive en casa intensificada con el proceso evolutivo normal de los

adolescentes. Beatriz nota que su hijo mayor es más rebelde desde que tuvieron que

cambiarle de colegio. Iba a un colegio privado que hubo que dejar por imposibilidad de

pagarlo. Sara tiene una batalla abierta con su hijo mediano que les desafía de manera

contante, lo que añade tensión a una situación ya de por sí angustiosa ocasionada por los

problemas laborales.

Tensiones y estrés

Ante la situación de inseguridad que viven y las responsabilidades que carga sobre

su espalda, Cristina asume el peso que supone la gestión de la angustia familiar. Esteban lo

vive con ansiedad y Cristina hace de contrapeso en la balanza para generar algo de

estabilidad emocional a la familia. Para ello recurre al pensamiento positivo, no puede

dejarse llevar por la angustia. “…porque yo soy muy positiva, a pesar de ver todo, yo

siempre digo que no puede darse por vencido, que tenemos que ir hasta el límite.” “…hay

que estar pendiente para sacar siempre lo bueno, siempre hay que buscar lo bueno para

poder salir a flote, si sólo nos fijamos en lo malo…”

Ella cree que su marido vive la situación con más angustia porque es la primera vez

en su vida que se enfrenta a condiciones de apuro económico. Ella proviene de una familia

en la que no les ha faltado nada, pero que no ha podido permitirse grandes gastos. Por otro

lado, afirma que la familia de la que Esteban proviene, sin ser derrochadores, nunca han

tenido problemas económicos. En este sentido, Cristina considera que el estilo de vida que

llevó cuando vivía con sus padres le ha servido ahora para acomodarse más fácilmente a la

situación, mientras que a su marido le cuesta bastante más, cree que porque no ha

experimentado nunca estrecheces. “…porque siempre hemos tenido poquito dinero y eso a

lo mejor me ha servido ahora, porque como yo lo he vivido de pequeña…” “…él nunca ha

tenido problemas de ningún tipo. (…) se siente frustrado (…) no lo entiende, pero un poco

porque a lo mejor como no le ha tocado vivir antes eso…”

Cristina y Esteban se complementan bien. Ella cree que esto es lo que les está

salvando. Piensa que muchas parejas en su situación, ya se hubiesen separado. Se muestra

comprensiva con Esteban. Trata de entender el estrés que acumula y sus dificultades para

canalizarlo, incluso justifica sus enfados y malas palabras cuando la situación se desborda.

“Yo tengo mucha paciencia y puedo estar mal, pero intento no echarle la culpa (…) a lo

mejor me he podido echar mi lloro pero luego lo retoma, recapacita…”6

6 Según datos del Consejo General del Poder Judicial, entre 2007 y 2013 el número de rupturas

anuales (divorcios, separaciones o nulidades) se redujo en casi 35.000. La crisis aparentemente

El hecho de que Cristina canalice la tensión que se genera en su familia y tome las

riendas de la situación, implica que carga sobre sí un nivel de estrés importante, aunque no

lo exteriorice. “…me ves a mi (…) y puede no notarse, pero la angustia cuando llega el 25

o el 29 y ves que te falta dinero para pagar los gastos. Eso te hace sentir mal.” Ahora

mismo no aspira a vivir desahogada, ni siquiera a poder ahorrar una pequeña cantidad a

final de mes. Se conforma con poder cubrir todos los gastos antes del día 30. “Yo estoy así,

hasta que no llego a final de mes no sé si voy a terminar de pagar todo lo que tengo o no.

Es una situación muy agobiante.”

Cristina se define a sí misma y a su familia como buenos pagadores, no le gusta

tener deudas. Por eso se organiza de manera que pueda llegar, aunque sea muy justa, sin

deber nada. “Nosotros somos formales (…) somos cumplidores, primero pagar y lo

demás… pues lo que podamos hacer.”

En cuanto a los gastos cotidianos, la familia ha modificado sus hábitos de consumo.

Ya no se permiten productos que se salen de lo básico. “…antes de vez en cuando aún

comprábamos langostinos.” Cristina mira con lupa los precios y busca dónde están los

productos más económicos. Las cantidades también han disminuido. “…a veces dicen [los

hijos]: ‘!mamá, está la nevera vacía¡’ Antes siempre tenías cosas, ahora a ver cuánto

puedo.” Hace tiempo que no salen de vacaciones, lo que supone una frustración, sobre todo

para Esteban. “Lo lleva muy mal (…) para él es muy frustrante.” Han buscado un seguro

de hogar más barato y mejores condiciones en el contrato de la luz. Lo mismo han hecho

con internet, al que no renuncian por considerarlo importante para los estudios de los

chicos. Para llegar a final de mes, a veces han tenido que utilizar pequeños trucos que les

permitan un respiro, como facturar con su propia tarjeta en el taxi para contar con un

ingreso inmediato y poder aplazar el pago. Además, Esteban cotiza lo mínimo posible

“porque no se puede más.” Con todos estos ajustes Cristina experimenta una sensación de

pérdida. Ya no hace regalos, ni sale con su familia a comer fuera, ni invita a nadie a comer

en casa. Con lo único que se permite determinadas concesiones es con sus hijos. “Y a mis

habría producido más tensiones familiares, pero también menos posibilidades económicas de

separarse y fundar dos hogares.

hijos, pues muchas veces les tienes que decir que no, lo que pasa es que a los hijos…

siempre parece que les dejas que ellos vivan un poco más como en un cuento de hadas.”

Aún con todo, Cristina es optimista respecto al futuro. Asume que esta es una

situación transitoria y que todo va a mejorar. [¿Cómo te ves en un año?] “Yo intento ser

positiva siempre y no ver el futuro negro. Yo creo que si seguimos luchando y seguimos

trabajando, aunque a lo mejor no salgamos para tirar cohetes…” [¿Cómo te ves en cinco

años?] “Me veo muchísimo mejor. Mi ilusión sería decir ‘ya respiro, respiramos todos’

Otras parejas entrevistadas que pasan por situaciones de estrés similares a la de

Cristina ven peligrar su estabilidad. Sara y Eduardo tratan de sacar adelante un negocio

familiar que ya casi no da ni para cubrir los gastos y tienen que lidiar con un hijo

adolescente que les desafía permanentemente. A consecuencia de esto, Eduardo está

deprimido y Sara se enfada porque él sólo se queja y se lamenta. La tensión acumulada

termina por salir y Sara admite que las cosas no están muy bien ahora mismo. “Llevamos

un año, entre la empresa y el estado de ánimo de él, bastante mal.”

La mayor parte de las personas entrevistadas, al igual que Cristina y su familia,

afirman haber tenido que modificar sus hábitos de consumo. Sin embargo se pueden

apreciar diferentes intensidades en la necesidad de ajuste. Familias como la de Alba,

Rubén, Ignacio o Alicia han sufrido avatares relacionados con la crisis: cierres de

empresa, dificultades para encontrar empleo, etc., sin embargo apenas han necesitado

modificar sus hábitos de consumo. Tienen recursos familiares suficientes para poder

mantener un estilo de vida parecido al que tenían antes de la crisis. Otras familias como la

de Inés o Sergio tienen que cuadrar mucho sus cuentas para cubrir las necesidades del

hogar y han tenido que modificar bastante sus hábitos de consumo. También hay casos más

extremos, como el de Beatriz, que ha tenido que variar por completo las pautas de

consumo que la familia tenía antes de la crisis, ya que sólo cuentan con recursos

asistenciales proporcionados por los Servicios Sociales.

Reinventarse o morir. Es hora del plan B.

Carlos habla con naturalidad de su vida, del trabajo, de sus esfuerzos por tener una

educación, de sus logros y también de sus peores momentos, que en los últimos años en el

trabajo, no han sido pocos. Episodios complicados que le han marcado y que le han dejado

secuelas. Tiempos duros. Pero le brillan los ojos y no puede evitar sonreír cuando habla de

su nueva vida. Ha soltado lastre. Lastre emocional y material. Se ha desprendido del estrés

y de algunas posesiones que no tienen cabida en su nuevo y calculado proyecto de

vida…más austero, más relajado.

La trayectoria laboral de Carlos ha sido discontinua. Ha vivido un proceso

intermitente de estudios y trabajos de diferente cualificación en el que poco a poco ha ido

adquiriendo competencias y que le ha llevado a desempeñar puestos de responsabilidad.

Después de acabar el instituto comienza la universidad. Se matricula en Historia,

pero después de un curso se da cuenta de que no es lo suyo y opta por cambiar de carrera.

Al año siguiente comienza la diplomatura en Relaciones Laborales, pero enseguida ve que

no es su momento. Decide dejar la universidad y marcharse a hacer el servicio militar. Una

vez finalizado busca empleo y durante 4 años realiza diferentes trabajos sin cualificación:

peón de almacén, repartidor, etc. Durante un año y medio trabaja como operario de fábrica

en una empresa de colchones. Carlos está bien en este trabajo, tiene buen sueldo, está

contento, pero es una persona inquieta y quiere poder trabajar en algo que le permita

desarrollarse en un plano más intelectual. En ese momento decide dejar el trabajo y retomar

sus estudios universitarios. Se matricula de nuevo en Relaciones Laborales. Para poder

pagar la universidad trabaja en verano como operario en mantenimiento de piscinas.

Termina la carrera en tres años e inmediatamente comienza a estudiar un posgrado en

administración de empresas. Este es el punto de partida de su carrera profesional, ya que a

partir de ese momento comienza a trabajar en temas de administración y finanzas, sobre

todo en el sector de la construcción.

El empleo en el sector inmobiliario

En 2006 comienza a trabajar en una promotora como adjunto de director financiero.

Es una empresa familiar que había tenido muy buenos resultados en años anteriores. “Era

un grupo de empresas solamente promotor, le había ido muy muy bien, como a todas.”

Permanece en esta empresa dos años y medio y en ese momento se empieza a notar la

crisis. “Entonces empezó la crisis. No tuve la suerte de elegir bien el sector”. A la empresa

le empieza a ir muy mal y el jefe, con el que Carlos tiene buena relación, le advierte: “Vete

buscando otra cosa que aquí están los días contados.”

Como le habían anunciado, en 2008 le despiden, pero el sector todavía se mueve y

pronto encuentra un nuevo empleo, también en el ámbito inmobiliario. Se trata de una

empresa muy grande, mucho más grande que la anterior. Es una constructora, promotora y

gestora de cooperativas. Al tener los tres negocios integrados, en 2008 a esta empresa

todavía no le va mal, pero no tardará mucho en comenzar a notar los embates de la crisis.

“Al final acabó igual que todas, pero le dio cuatro o cinco años más de vida que el resto de

promotoras de la ciudad.” Pocos meses después de incorporarse al área de control

financiero de la empresa, el director financiero es despedido y Carlos pasa a ocupar ese

puesto. Asume una gran responsabilidad, ya que se hace cargo de la dirección financiera de

un grupo de empresas con un total de entre 70-80 sociedades y una facturación anual de

casi 80 millones de euros y todo ello, cuando han pasado los años de bonanza y las cosas

comienzan a torcerse para este sector. De hecho, el salario de Carlos, aunque mejora

respecto a su anterior empleo, no lo hace al mismo ritmo que en años anteriores. “Cuando

yo llegué los sueldos ya no tenían nada que ver. Por ejemplo, la persona que despidieron

ganaba más del doble que yo con mi subida (…) aprovecharon la coyuntura…”

Carlos considera que el salario que tiene en el nuevo empleo no se corresponde con

la carga de trabajo y la responsabilidad que asume. “En mi caso no compensaba

absolutamente nada, porque mi horario era absoluto, con móvil todo el tiempo… ¡bájate a

la playa con el móvil!, absoluto (…) Había que atender cobros y pagos, nadie más sabía

del tema y no me daban en quien delegar.” Carlos relata como en los años anteriores el

puesto no exigía tanta dedicación. Había dinero y era fácil tener controlados los pagos.

Cuando él se hace cargo de la dirección financiera, el dinero comienza a escasear y hay que

estar muy atento para evitar impagos. “Cuando va todo tan canino juegas con un día para

pasar dinero al día siguiente (…) porque si no se atiende algún pago, el problema es muy

gordo.”

Él admite que es capaz de soportar esta presión siempre y cuando el ambiente de

trabajo sea bueno y se sienta apoyado y reconocido. Pero las cosas se empiezan a

complicar. Al año y medio de haber entrado en la empresa todo comienza a ir mal. Le

alcanza la crisis y hay que hacer una refinanciación de todas las sociedades. Con esto

aumenta el nivel de presión. “Ese proceso de refinanciación fue, a nivel de trabajo,

¡tremendo! De estar trabajando todo el día.” Carlos relata que esta negociación con los

bancos no solucionaba el problema, sólo lo retrasaba un par de años. Era una patada hacia

delante de los problemas financieros que se encuentran en ese momento.

Otros entrevistados que también han trabajado en el sector inmobiliario y de la

construcción explican el mismo proceso de “fuga hacia adelante”. Inés y Alicia trabajan en

una promotora que desde 2008 entra en pérdidas y tienen que solicitar a los bancos la

refinanciación. Amalia lo vive desde el otro lado. Trabaja en una Caja de Ahorros y en ese

periodo ve cómo se pretende solucionar el problema de la liquidez de las empresas con un

parche que no puede durar más de un par de años. Todos coinciden en que lo que se hizo

fue retrasar un desastre que se veía venir.

La mayor parte de los entrevistados que han vivido un cambio de empleo en época

de crisis, al igual que Carlos, relatan una considerable diferencia de salario en relación a sus

trabajos anteriores, especialmente las personas que habían estado empleadas en el sector de

la construcción como Inés o Alicia. En otros sectores también ocurre lo mismo. Amalia,

que trabaja en el ámbito bancario, ve cómo empeoran sus condiciones laborales en cuanto a

horarios y sueldo, que se reduce a la mitad.

Compromiso con el trabajo y tensiones

En el momento en que la crisis se empieza a notar de verdad en el sector, es cuando

comienza lo peor para Carlos. Dada la situación, en la empresa contratan a un director

general que se incorpora al equipo directivo, hasta ese momento formado por el dueño de la

empresa, el gerente y el propio Carlos como director financiero. Relata que tras una año de

trabajo conjunto, una vez que el director general absorbe toda la información de la empresa,

comienza a ejercer presión sobre él. “Dio un giro radical. Empezó a presionar a unos

límites de… yo podía tener al día más de 50 correos, a las tres de la mañana, a las cuatro.

Salía un viernes por ahí y tenía 25 correos de ‘esto tiene que estar para ya’. Pedía cosas

imposibles, informes que era imposible conseguir.” Carlos vive momentos muy tensos. El

director general contrata a una persona para que haga el trabajo de Carlos y le relega a un

puesto contable en la constructora. Pero esta nueva incorporación no dura más de seis

meses y renuncia. Carlos entonces vuelve a su antiguo puesto.

Se le exigen responsabilidades por operaciones que se habían hecho en su ausencia,

se le responsabiliza de una carga de trabajo que difícilmente puede asumir con los recursos

de los que dispone, incluso se le llega a tachar de incompetente. Carlos decide entonces

poner fin a esta dinámica de trabajo. “Yo le paré los pies, educadamente, (…) Le paré un

poco los pies y al día siguiente… despedido. (…) Yo estaba en mi ordenador y me llamó,

volví y me habían quitado hasta el ordenador. (…) Me despidió disciplinario. Se lo inventó

(…) a las tres semanas despidió al gerente. (…)

Hasta ese momento el compromiso de Carlos con la empresa y con el trabajo había

sido total. Dedicaba al trabajo la mayor parte de su tiempo, incluso los fines de semana.

Tenía accesos remotos a todo desde el ordenador de su casa. “Me levantaba a las siete de

la mañana y me iba a la oficina, volvía a las once de la noche, me tomaba un vaso de leche

y me iba a dormir, a las siete me levantaba y me iba a la oficina… y esa era mi vida. Sólo

trabajaba.” Comenta que el mes anterior a su despido había hecho 100 horas extra sin

cobrar. Tenía 10 días de vacaciones que no disfrutó por sacar adelante más trabajo. “Lo

hacía por compromiso con la empresa, porque llega un momento que cuando te implicas

tanto… no es tuya, pero intentas que salgan las cosas bien. (…) Yo nunca cogí la baja (…)

tuve un cólico y yo iba a trabajar, falté una mañana. ¡De ese nivel! Se murió mi abuela y a

los 30 minutos estaba trabajando.” Tiempo después, una vez fuera de la empresa, Carlos

comenta que se arrepiente del nivel de implicación tan alto que tenía con ella. “Te sientes

como un estúpido, piensas que la empresa es tuya y al final no eres nadie y encima

tampoco ese esfuerzo te lo van a primar después.”

Carlos relata que en los últimos meses que estuvo trabajando, la crisis había azotado

tanto a la empresa que ya sólo podía “gestionar el desastre”. Básicamente su trabajo en

esos momentos, como director financiero, era intentar salvar lo poco que quedaba

aprovechable en la empresa. “Cuando yo me marché quedaban 20 personas y cuando entré

había 250.”

Todo este proceso de trabajo incesante, dedicación absoluta y presión laboral

acaban haciendo mella en la vida de Carlos. Afectan a su vida personal y a su salud. Tiene

varias parejas pero las relaciones se ven afectadas por el tipo de vida que lleva y acaban en

ruptura. Relata un cuadro de ansiedad. [¿Fuiste al médico?] “Sí, casi al final. Me

diagnosticó ansiedad pero yo nunca quise coger la baja, yo iba a trabajar, pero luego lo

sufría en mi casa. (…) Además te suele pasar el fin de semana, cuando más tranquilo estás

es cuando peor te pones. (…) El rato que estabas tranquilo era cuando más me daban los

ataques de ansiedad.”

Carlos pelea la improcedencia de su despido, más por orgullo personal que por

razones económicas. Está dos años con abogados y consigue llegar a un pacto y negociar

una indemnización razonable. Sin embargo, el fin de la relación laboral no le supone un

alivio. Le quedan secuelas. Sigue sufriendo ansiedad. “El problema mío es que yo pensé

que cuando tú dejabas de trabajar se acaba… y no. (…) Aunque descanses no se cura. Yo

aún estoy medicado.” Desde la perspectiva que da el paso del tiempo, Carlos se arrepiente

de haber entregado tanto de sí mismo al trabajo y a la empresa. “Si yo hubiese sabido esto

me habría ido del trabajo, es que no vale la pena. Si llego a saber que me afecta a la

salud…”

La implicación y el exceso de compromiso con la empresa aparece también en otros

relatos. Inés habla de una gran vinculación con el trabajo. No le importa hacer esfuerzos

extraordinarios, incluso personales, con tal de sacar adelante la empresa a la que define

como un proyecto apasionante. “Había un grado de compromiso personal fortísimo (…)

vivíamos ahí, comíamos ahí y esa era nuestra vida.” Incluso, cuando la empresa ya se está

hundiendo y ella encuentra un nuevo empleo, llega a trabajar de forma gratuita durante

meses después de haber cesado su relación laboral con ellos. Lo hace por las tardes,

después de su jornada laboral en su nuevo trabajo. Alicia también se implica de forma

extraordinaria con su trabajo. Tanto que decide quedarse en la empresa cuando ya está

arruinada para terminar de cerrarla, en lugar de buscar mejores opciones laborales. “Yo

estaba comprometida con el proyecto y sentía que no podía abandonar (…) pensaba que si

alguien podía ayudar en esa crisis (…) era mi área, en la que yo llevaba todo el peso.” 7

Alicia se queda en un barco que se está hundiendo sólo por el compromiso adquirido con el

proyecto. Es realista y reconoce que su trabajo ya no tiene la categoría que tuvo en los años

de bonanza. “Ahora ya no soy una ejecutiva, sino la que gestiona los restos de una

empresa.”

Búsqueda de empleo y establecimiento de prioridades

Tras ser despedido y conseguir la improcedencia, Carlos se encuentra en desempleo,

cobrando la prestación. Deja pasar 4 meses y vuelve a estudiar. Hace un Máster on-line en

asesoría de empresas. Mientras tanto continúa buscando empleo. Tiene confianza en que

encontrará enseguida trabajo, pero se topa con una realidad con la que no contaba. El

mercado laboral ha cambiado y la oferta de puestos en su especialidad es limitada.

Entonces decide rebajar sus expectativas. Está dispuesto a aceptar trabajos “no tan buenos

a nivel puesto y retributivamente”. Cree que fácilmente podrá encontrar un trabajo como

contable o como administrativo. Poco a poco comienza a darse cuenta de que encontrar un

nuevo empleo, incluso de poca cualificación, es una tarea difícil. “Yo siempre pensé que me

iba a salir trabajo. Entonces empezó a pasar el tiempo, el tiempo. (…) No hacía

entrevistas, ni de trabajos de lo más ramplón que veas de administrativo.”

A pesar de esta situación, Carlos ya no es el mismo que era meses atrás. Ya no está

dispuesto a darlo todo por el trabajo. Le surgen varias ofertas de empleo en las que tiene

posibilidades de ser seleccionado, pero tiene que cambiar de ciudad y decide que no le

compensa. “Una vez en la vida he dejado todo por el trabajo, ahora ya no.(…) Jamás

volveré a sacrificar nada por el trabajo.” Este cambio de mentalidad se deriva, en cierta

medida, de la difícil experiencia laboral que relata y en gran parte de su situación personal

7 Goldthorpe incluye en la clase de servicio a profesionales y directivos y explica que ambos comparten un elevado grado

de autonomía y discrecionalidad en el ejercicio de sus funciones. Considera que la implicación con la empresa es un rasgo

propio de la clase de servicio. Los trabajadores de la clase de servicio suelen mantener con sus empleadores un

compromiso con contenido moral, que va más allá de la relación contractual estricta .” (Feito Alonso, 1995, p. 134)

en este momento. Se acaba de casar y tiene una niña. Sus prioridades han cambiado por

completo. No quiere volver a sacrificarse por el trabajo. Su única pretensión es tener lo

necesario para vivir y no dedicar al trabajo más que el tiempo indispensable. “No quiero

volver a estar 16 horas para ganar tres mil euros en lugar de mil, pues no, me quedo con

mil. Igual es una actitud más conformista, pero yo lo veo así.” Ahora sabe que el triunfo no

sólo está en el ámbito laboral. Lo ha aprendido tarde y a base de golpes. Sin embargo

valora mucho hasta dónde llegó y cuáles fueron sus inicios. “Mira dónde he llegado,

estaba grapando colchones y ahora he llegado, en mi nivel, a un puesto que nunca pensé

que llegaría.” Se siente orgulloso de sí mismo por haber sido capaz de dejar un trabajo bien

remunerado y volver a la universidad, de haberse pagado la carrera y de haber ejercido

puestos de responsabilidad. “Cuando dejé de estudiar me pagaban 1.300 euros, tienes

veinte años y tienes 1.300 euros en un trabajo sencillo. Para mí, dejar eso, arriesgarme y

volver a estudiar… pues estaba muy orgulloso de mí mismo.” Pero su concepto de triunfo

ya no es el mismo que había sido. Quiere trabajar para poder disfrutar de su familia y para

que sus cuentas cuadren dentro de un estilo de vida que ha diseñado rebajando sus

expectativas.

Plan de seguridad y rescalamiento8

Carlos es metódico y organizado. Quizás los años dedicados a elaborar planes

financieros para la empresa, a batallar con los bancos y a tener todas las cuentas bajo

control, le han dejado una cierta deformación profesional que le lleva a planificar su

economía familiar como si de una empresa se tratara. Ha estudiado su situación económica

y la ha proyectado a largo plazo. Se plantea qué pasaría en el peor escenario posible y

simplemente acomoda sus necesidades a ese escenario. “…como mi formación es

financiera hice mis números, de eso estoy orgulloso porque siempre me anticipo a todo. En

mi cabeza voy pensando diferentes escenarios y siempre pongo el peor”. Carlos elabora un

plan. Un plan que proporcione tranquilidad y seguridad a su familia para el futuro y que les

permita disfrutar de una vida plena fuera del trabajo. Entonces comienza a desprenderse de

lo que tiene. Lo vende todo, no por necesidad, sino por ajustar su vida al plan de seguridad

8 Concepto utilizado por Cooper (2014) para referirse a las estrategias de aquellos individuos que, en situaciones de

adversidad, logran rebajar el nivel de expectativas y, de este modo, sentirse seguras.

que ha diseñado. “Antes de que se pusieran las cosas peores dije: ‘mi casa fuera, el coche

fuera’, o sea me he desprendido de todo y voy a hacer un entramado en que podamos vivir

con un sueldo para poder descansar por las noches (…) Lo he vendido todo, tenía hipoteca

y me la he quitado de encima.”

Marta, la esposa de Carlos es maestra y tiene un puesto estable. Él está tranquilo en

este sentido. Ha calculado sus gastos para poder vivir con una sola fuente de ingresos. Se

adapta a lo que hay mediante un proceso de rescalamiento. “Con un sueldo de maestro se

puede vivir. Si no podemos vivir nosotros, ¿cómo van a vivir los que tienen cuatro hijos y

ganan 800€. Esto es adaptarse a lo que tienes” . La familia se ha trasladado al piso que

Marta tenía antes de casarse, hipotecado, y han conservado el coche de ella. Casi todo lo

que tenía Carlos ha sido vendido. Quizás podía haber esperado un poco más para vender la

casa o presionado para tener una mayor beneficio. Quizás podía haberlo alquilado y

asegurarse así una renta mensual segura. Pero en su nueva forma de pensar y de vivir, este

tipo de ambiciones han pasado a la historia. “Yo lo que quería era tranquilidad, digamos

que apliqué mi teoría de vida de lo que quiero en el trabajo a todo.”

La decisión de tener hijos también tiene un apartado en su plan y Carlos hace sus

cálculos. “…quise cuadrar bien mis cuentas para poder traer un hijo al mundo con un

poco de responsabilidad.” No cree que sea necesario tener un gran coche o una casa

formidable para tener hijos, así que adapta su situación económica a su decisión de tener

hijos y acomoda a su pequeña en el plan de seguridad que ha trazado.9

9 Carlos es racional al tomar la decisión de tener un hijo, al igual que Amalia, pero ésta lo es razones diferentes a las de

Carlos. Amalia busca el momento para ser madre en función de su situación en la Caja de Ahorros en la que trabaja. Sabe

que en la entidad no está bien visto quedarse embarazada y tiene que esperar a tener un puesto directivo para planteárselo.

Lo ha visto muchas veces. La mujer que se queda embarazada mientras desempeña un puesto básico tiene muy difícil

acceder a promoción profesional. Otros entrevistados se muestran más impulsivos a la hora de decidir sobre este tema.

Anteponen sus deseos de tener un número determinado de hijos a la racionalidad de pensar si es o no un buen momento y

si van a poder mantenerlos. Inés quiere tener tres, le da igual el momento y la coyuntura económica. Prioriza sus deseos de

tener familia. “…por una cosa o por otra, nunca es buen momento. Si el cuerpo te pide tenerlo, tenlo (…) Yo lo tenía muy

claro porque quería tener tres (…) desde la segunda sabía que quería tener otro y me daba igual.” Rodrigo y su esposa

tienen su primer hijo al inicio de la crisis, en 2008. En los años siguientes y hasta 2013 tienen cuatro hijos más. La

situación laboral de Rodrigo es bastante inestable durante estos años, pero no se plantean no tener hijos. Ahora muestra

cierta racionalidad en cuanto a este tema negándose a tener un sexto. “(…) yo ahora me lo pensaría dos veces, mi mujer

quiere tener alguno más, pero le he dicho que no. Yo en paro y encima con otra experiencia previa de paro, no me lo

planteo.”

En la mayor parte de las historias, sus protagonistas, en uno u otro momento, han

pensado en un plan de seguridad para sí mismos y sus familias. Son planes más o menos

elaborados, más o menos sofisticados. Todos saben cuáles son los mínimos que sus familias

precisan para vivir y adaptan sus ingresos a esos mínimos. En algunos casos como el de

Amalia, su plan de seguridad está dirigido a mantener todo lo que tienen; no quieren perder

lo que han conseguido, están obsesionados por conservar su estatus. En otros casos como el

de Beatriz y Ángel la ausencia de recursos es tan notable que no hay posibilidad de elaborar

plan alguno, viven al día y no tienen capacidad de planificar nada a medio o largo plazo.

Algunas de las familias entrevistadas han tenido que adaptarse y rebajar

expectativas. Principalmente han rebajado expectativas en el consumo y en la seguridad.

Inés hace referencia a que tienen unos gastos excesivos que les ahogan y que su principal

necesidad estriba en reducirlos al máximo. “…es que no necesito dinero, necesito gastar

menos.” Aún así, se siente afortunada porque ha podido acomodar sus gastos a los ingresos

de que disponen. “Yo me he podido adaptar, puedes seguir más o menos y no pierdes nada

grave por el camino.” Beatriz, que arrastra una deuda tan grande que cree que nunca va a

poder pagar, tiene asumida su situación y afirma haberse adaptado. “…porque te adaptas,

nosotros nos hemos adaptado muy bien a vivir con poco.” Otras familias no han tenido

necesidad de rebajar expectativas, ya que las renuncias que han tenido que hacer a causa de

la crisis han sido mínimas. Casos como el de Alicia o Amalia ilustran esta situación.

El plan B

Después de agotar el paro y ante las pobres perspectivas de encontrar un empleo por

cuenta ajena, Carlos decide ponerse a trabajar por su cuenta. Su prioridad es tener un

empleo que le permita flexibilidad horaria para poder disfrutar de su hija y esto puede

conseguirlo organizando él mismo su trabajo. “…tener jornadas de quince horas teniendo

la niña… no, no quiero eso ni de broma. Si me llaman ahora de mi trabajo y dicen que me

lo devuelven digo que no.” Tiene un despacho en una oficina compartida con otras

empresas. De momento, lleva las cuentas a una de esas empresas y realiza algún trabajo

externo para otros clientes. Ya ha planificado su andadura como autónomo “…he dicho: ‘X

dinero y X tiempo’. Si es viable en este tiempo, bien, si no me daré de baja.”

Historias como la de Inés muestran también la importancia de poder reinventarse

para salir adelante. La administración pública le ha ofrecido la oportunidad de tener un

empleo más o menos estable como interina. Ella considera que ha llegado hasta ahí por

azar. Su trayectoria laboral ha dado tantas vueltas que nunca hubiera imaginado encontrase

en el punto en el que está ahora. “Suelo decir que ahora estoy en mi versión 4.0 porque

donde estoy ahora no tiene nada que ver con lo que hacía antes. Ni me hubiese imaginado

las carambolas por las que he llegado aquí.” Pero en su trayectoria formativa y

profesional, ha estado presente en muchas ocasiones el proyecto de acceder al empleo

público. Cuando las cosas comienzan a ir mal en su empresa, Inés se pone en marcha y

busca salidas. “…me gustaría preparar un plan B, por si acaso. Porque mi familia depende

de mí sobre todo y no me apetecía estar en el paro.” Preparar oposiciones se convierte

entonces en su opción. Su plan B, de momento, está funcionando.

Otros relatos, como los de Sara o Alicia revelan la existencia de un plan B que

siempre ha estado ahí y al que se puede acudir o no. Un as bajo la manga. Sara tiene una

plaza en excedencia en una administración pública desde 1996. Ahora, con la crisis y el

declive de su negocio ha solicitado la reincorporación. Alicia también tenía una plaza en

excedencia en una entidad bancaria desde hacía muchos años. La fue renovando mientras

tenía un puesto ejecutivo en una empresa del sector inmobiliario. Cuando finalizó la última

prórroga Alicia decidió no reincorporarse y continuar en la empresa, que ya estaba en

concurso de acreedores. Dejar pasar esta oportunidad le ha supuesto reproches por parte de

la familia, pero ella tiene más planes B y sabe que cuando termine de cerrar la empresa, va

a salir adelante por cuenta ajena o de manera autónoma.

Bajar un escalón. Angustia y amenaza de desclasamiento.

Amalia y Víctor tienen miedo al futuro. La incertidumbre laboral que han vivido en

los últimos años les ha hecho sufrir y les ha dejado tocados, sobre todo a Víctor.

Realmente, en casa siempre ha habido dos sueldos. Nunca han tenido problemas para pagar

facturas. Nunca han tenido que pedir ayuda a la familia. Nunca se han visto con el agua al

cuello. De hecho, el agua sólo les ha remojado los tobillos en momentos puntuales. Pero es

así, Amalia y Víctor tienen miedo. El futuro incierto y la amenaza de perder su estilo de

vida ha estado presente en los últimos años. Ahora están aprendiendo a convivir con esa

angustia, que no les abandona ni siquiera cuando parece que han superado los momentos de

más inseguridad.

Amalia tiene una carrera profesional exitosa en el sector bancario. Después de

acabar su formación universitaria en Economía y pasar un año en Alemania aprendiendo el

idioma, vuelve a España y comienza a trabajar en una Caja de Ahorros. Lo que comienza

como un contrato temporal por ETT siendo muy joven, acaba en dieciséis años de trabajo

continuado y promoción profesional, con la recompensa final de un puesto directivo. La

última etapa de su trabajo en la Caja es como directora de oficina. Esta progresión se refleja

en una mejora gradual de sus condiciones salariales. “Empecé ganando 600€ en el primer

sueldo. (…) El último sueldo eran aproximadamente 3.300€”. Además del sueldo fijo

cuenta con un sueldo variable que puede llegar a un máximo de 6.000€ al semestre.

Hasta este momento, la situación de Amalia en la empresa es muy buena. Se siente

valorada en su trabajo, está bien remunerada y además le apasiona lo que hace. “Yo estaba

feliz. Trabajaba en una Caja de Ahorros, me veía como funcionaria para toda la vida. Yo

quería jubilarme ahí (…) Me encantaba mi trabajo, disfrutaba. Tenía un buen sueldo, un

buen horario…a las tres!.” Víctor, su esposo, es policía. Tiene un sueldo de 1.600€ al mes

aproximadamente. Tal y como describe Amalia, no es un sueldo muy grande, pero es un

ingreso estable que les puede dar tranquilidad en momentos de crisis. Además, tienen dos

viviendas: la casa familiar y otra, propiedad de Amalia, que está alquilada. La pareja tiene

un niño de seis años, que completa la familia.

Amalia ejerce como directora de oficina durante siete años. Comienza en 2006 y en

ese momento se empieza a notar una “ligera crisis”. Dos años más tarde es cuando llega lo

malo de verdad. “Entonces empezó la crisis y los bancos empezamos a tener que

refinanciar. Fue algo durísimo. (…) Empezamos a cortar las líneas de crédito a las

empresas (…) empezamos a cerrar el grifo y enviar un montón de operaciones con

carencias, recuperaciones, restructuraciones de deuda.”

Miedo, incertidumbre y ajustes

Con este panorama, los últimos años de trabajo de Amalia se convierten en fuente

continua de incertidumbre. Constantemente tienen sobresaltos y viven con los incesantes

rumores sobre el futuro de la entidad y el de los empleados. “…entre test de estrés, cierre

de oficinas, fusiones…”. La inseguridad respecto a qué va a ocurrir comienza a ser algo que

le acompaña en su día a día y que no le deja vivir tranquila. “Los últimos cuatro años han

sido una angustia vital todos los días. (…) Yo estaba en un sitio en que me veía segura,

pero empiezas a tener miedo y a estar angustiada. Preocupaciones que antes ni te las

podías imaginar…”. Sus miedos son muchos y variados. Teme que le bajen el sueldo, que

le trasladen de oficina, que le alarguen los horarios. Le asusta pensar qué hará con el niño si

tiene que trabajar hasta tarde, si las guarderías estarán abiertas hasta esas horas, si tendrá

que elegir un colegio público en vez de uno privado ante la incertidumbre de conservar su

nivel de ingresos. Le preocupa que le falle el inquilino al que alquila su segunda vivienda.

Todos estos temores repiquetean incesantemente en la cabeza de Amalia y le llevan a vivir

con constante ansiedad y agobio.

Víctor también arrastra sus miedos. Teme que trasladen a Amalia a Cataluña, de

donde es originaria la Caja de Ahorros, y que el niño no se adapte o que pasado un tiempo

tengan que volver. Le aterroriza que Cataluña culmine un proceso independentista mientras

ellos están allí, lejos de casa. Le asusta que Amalia no pueda encontrar un nuevo empleo y

que si lo encuentra, las condiciones laborales sean malas, sobre todo los horarios. Tiene

miedo de que su vida familiar se vea afectada, en definitiva, teme que ya “no sea lo

mismo”. A Víctor le da miedo perder su nivel de vida y así lo expresa. “… estoy

acostumbrado a un nivel de vida bueno (…) mi mujer ganaba mucho más que yo, con buen

horario y a mí ese sueldo me suponía vivir bastante bien. Esta casa, unas vacaciones

buenas, (…) realmente no nos privábamos de nada…” Le inquieta verse abocado a una

nueva vida, donde desaparezca la seguridad económica y su considerable poder adquisitivo.

A pesar de todo, durante años las condiciones laborales no cambian en la Caja.

Tienen más carga de trabajo y se reorganiza la manera de trabajar: es más impersonal y se

enfrentan a problemas más duros. Hay más estrés, pero no hay bajadas de sueldo ni

modificación de horarios. Sin embargo, Amalia se propone ser previsora y estudia su

situación económica para identificar los gastos superfluos y ver de dónde puede recortar en

su economía doméstica… sólo por si acaso. “Empiezas a quitarte cosas que lo mejor no

son imprescindibles, (…) a reducir gastos por lo que pueda pasar. Y luego estás todo el día

con una tabla Excel, haciendo cálculos (…) por primera vez en mi vida empecé a ahorrar.”

Específicamente, Amalia hace referencia a que vende su coche para ahorrarse el

aparcamiento y los impuestos, cambia de compañía de seguros, fracciona el IBI, cancela

dos de los tres seguros de vida que tiene contratados y cambia de compañía de teléfono. De

este modo trata de buscar algo de tranquilidad en el mar de angustia que la envuelve ante la

idea de quedarse sin empleo.

En los dos últimos años es cuando más se agudiza la sensación de desasosiego para

Amalia y su familia. La amenaza del ERE es constante, pero no saben cuándo va a ser ni en

qué condiciones. “Fue bastante angustioso, tu estado anímico cambia, tienes tus días

mejores y peores.” En la Caja se lleva hablando de este tema desde hace tiempo. La

amenaza del despido planea sobre sus cabezas. Los compañeros de Amalia también están

preocupados y en algún momento hablan de resistir, de negarse a abandonar la oficina.

“Los propios compañeros decíamos: ‘yo me ato a la silla, yo de aquí no me muevo, que

llevo dieciséis años, que no sé hacer otra cosa…!que no me voy de aquí!’.” Finalmente, en

junio de 2014 se hace efectivo un ERE en la Caja de Ahorros y tanto Amalia, como muchos

de sus compañeros, pierden el empleo.

La familia vive en un clima de constante de incertidumbre y angustia, pero los

motivos para tanta intranquilidad parecen exagerados porque, a pesar del despido, no van a

tener problemas para pagar sus facturas y disponen de un colchón suficiente para adaptarse

a una nueva vida. Tienen el sueldo del esposo y un alquiler que reciben puntualmente y que

cubre casi en su totalidad la cuota de la hipoteca. Es cierto que tienen la hipoteca de la

vivienda familiar, pero en los últimos años, y ante las malas perspectivas de la Caja de

Ahorros, Amalia ha ido ahorrando, ha rescatado su plan de pensiones por una cantidad de

30.000 y va a recibir una indemnización por despido de 100.000€. Además de eso, se ha

asesorado en el Servicio Público de Empleo y en un hipotético caso de desempleo, estaría

cubierta con una cuantía mensual de 1.053€.

Objetivamente, no parece que existan razones para tanta ansiedad, pero Amalia y

Víctor no han dejado de estar angustiados en ningún momento desde que comenzó la crisis.

Él reconoce que sus necesidades básicas están cubiertas y aseguradas. “… nosotros

sabíamos que no íbamos a pasar hambre…” Lo que le causa desazón es que es el peor

momento del sector bancario y ahora escasean las oportunidades. Hace años Amalia tuvo

muchas y buenas ofertas de otros bancos y las rechazó “… ella creía en el proyecto de

aquí…” Pero ya todo ha cambiado. “Esas ofertas eran de otra época.” Víctor llega a estar

tan afectado por la incertidumbre de la situación laboral que vive Amalia que comienza a

tener problemas físicos derivados del estrés que le provoca. “…mi mujer también estaba

preocupada por mí, porque yo (…) tuve dolencias. (…) Ese problema que tenía yo me

afectaba al cuerpo. (…) Tuve problemas de riñón, también un dolor aquí fuerte [señala el

pecho]. Me llevaron al hospital de urgencias y me hicieron miles de pruebas. Es que el

estrés y la carga emocional que tenía yo era por las circunstancias.” Es tanta la

desesperación que siente que afirma que esa realidad le supera y no puede hacerle frente.

“No estábamos preparados ni mi mujer ni yo para esa situación.”

Algunas de las familias entrevistadas también relatan que han tenido que modificar

sus hábitos de consumo. Se pueden apreciar diferentes intensidades en la necesidad de

ajuste. En el caso de Amalia, ha sido de manera preventiva, por lo que pueda pasar en el

futuro. Familias como la de Alba, Rubén, Ignacio o Alicia han sufrido avatares

relacionados con la crisis: cierres de empresa, dificultades para encontrar empleo, etc., sin

embargo apenas han necesitado modificar sus hábitos de consumo. Tienen recursos

familiares suficientes para poder mantener un estilo de vida parecido al que tenían antes de

la crisis sin necesidad de hacer grandes renuncias en cuanto al consumo. Otras familias

como la de Inés, Cristina o Sergio se aprecia una necesidad real de ajuste porque se juegan

llegar a fin de mes en números rojos. Tienen que cuadrar mucho sus cuentas para cubrir las

necesidades del hogar y han tenido que modificar bastante sus hábitos de consumo.

También hay casos más extremos, como el de Beatriz y Ángel, que han tenido que variar

por completo las pautas de consumo que la familia tenía antes de la crisis, ya que sólo

cuentan con recursos asistenciales proporcionados por los Servicios Sociales.

Nuevo empleo, nuevas condiciones, nuevos temores

Cuando llega el despido de la Caja de Ahorros, no les coge desprevenidos. Hace

tiempo que Amalia se prepara para ese momento. Su angustia le ha llevado a moverse y

empezar a buscar un plan B al que agarrarse si llega lo peor. Nueve meses antes de que la

despidan empieza a buscar empleo activamente. “…me puse como loca a enviar

currículums. Envié, llamé, me apunté a Infojobs (…) me puse como loca con todas las

páginas de las entidades financieras… te desesperas. Empiezas a mandar como una loca.

Yo le mandé (…) a todo el mundo.” Amalia quiere seguir trabajando en la banca. No se

plantea dedicarse a otra cosa. A pesar de su formación y experiencia, ella sabe que el sector

está muy mal y que es difícil que le contraten. De nuevo aparecen los miedos y la

incertidumbre. “…pero si están echando de todas las entidades financieras, cómo te vas a

colocar cuando por todos lados están haciendo EREs, cerrando oficinas… las fusiones (…)

¿cómo me voy a quedar en el sector si en sector sobra gente a patadas?”

A través de contactos en otras entidades bancarias consigue que le entrevisten para

un banco extranjero que tiene sucursales en su ciudad. Sus conocimientos de idiomas, su

formación especializada y el hecho de tener una cartera de clientes que puede aportar a la

nueva entidad parece que le confieren un valor añadido que interesa en esta nueva entidad.

Unos días después de cerrar la oficina de la Caja de Ahorros en la que trabaja, se incorpora

a un nuevo empleo. “Cerraron la oficina el veintiséis [de junio] y enganché en el banco el

día uno de julio.” Amalia está muy contenta, ha conseguido mantenerse en el sector a pesar

de las malas perspectivas. Sin embargo las cosas empeoran bastante en cuanto a las

condiciones laborales. “…nada que ver con las condiciones económicas que yo tenía, nada

que ver con el tipo de puesto que yo desempeñaba, nada que ver con el horario que yo

tenía… pero todas las mañanas me levanto y digo ‘Dios mío, gracias’.” Cobra la mitad de

lo que cobraba antes y las jornadas se han alargado considerablemente, no sólo de manera

formal, sino también informal. Está mal visto que alguien se marche del trabajo aunque la

jornada haya finalizado. Perece que siempre hay que quedarse para hacer más. “…tengo

que mentir para justificar que me estoy yendo a mi hora (…) encima sintiéndote culpable.”

Hay presión porque tiene que demostrar que puede hacer un buen trabajo y se siente

constantemente a prueba. Tiene que cumplir los objetivos para evitar que la despidan.

Parece que conseguir un empleo no ha sido suficiente para sentirse más tranquila.

Dice estar constantemente agobiada desde que trabaja en este banco. La presión en parte

viene de la empresa y en parte de sí misma. Amalia es autoexigente hasta el extremo. Sabe

que hay mucha competencia y no quiere perder. “… yo he dado hasta ahora buenos

números, pero siempre estoy agobiada de no saber si he hecho lo suficiente (…) estoy

obsesionada (…) te vuelves muy competitiva.” A esto se suma que ahora que ya se estaba

asentando en su sucursal, han decido cambiarla a otra. Esto supone un esfuerzo extra para

ella, porque en esa sucursal ya tenía una buena cartera de clientes que llevó consigo de la

Caja de Ahorros, con los que ha podido trabajar y cumplir objetivos. En su nuevo destino

tiene que empezar de cero. “Ahora me cambian de oficina y se me acabó el chollo. (…)

Tengo que demostrarles que soy igual de buena si me mandan (…) donde no conozco a

nadie.”

A pesar de todo, Amalia ha tenido suerte. Tanto ella como su esposo tienen empleo,

patrimonio, ahorros, red familiar y social. Sin embargo, la ansiedad provocada por la

amenaza de desclasamiento ha supuesto un contratiempo importante en el bienestar familiar

que aún están intentando manejar.

Otros entrevistados viven la amenaza de desclasamiento de modo diferente. Un caso

interesante es el de Patricia. Es psicóloga en una entidad que presta servicios a niños con

discapacidad intelectual. Tiene un contrato indefinido. Su novio, con el que actualmente

vive, también trabaja. Es profesor en una universidad privada. Aunque no es fijo espera

serlo en unos meses. Patricia muestra cierta ansiedad ante la posible falta de ingresos si

alguno de los dos perdiera el empleo, aunque realmente, esta no es su principal

preocupación. Su temor es no llegar a tener el tipo de vida que le gustaría tener, el estilo de

vida que cree que le corresponde. Patricia teme que su familia, a la que está afectando la

crisis, pueda convertirse en una carga económica si tiene que ayudarles. Teme que no pueda

comprarse un piso en un barrio adecuado, que no pueda tener el número de hijos que desea

y criarlos en el entorno que ella cree conveniente, que no pueda costearse una buena

guardería si la necesitara. Le asusta, en fin, que no pueda llegar a alcanzar la vida que

espera y desea tener.

Desclasamiento

El desclasamiento ha sido una realidad en esta crisis y algunas de las familias

entrevistadas ilustran muy bien este proceso de pérdida real de estatus. Beatriz y Ángel han

sido durante dieciocho años empresarios de hostelería y con bastante éxito. Gestionaban

diferentes locales en centros comerciales que funcionaban muy bien y les reportaban

muchos beneficios. Han llevado una vida acomodada, con un estatus alto: chalé con piscina

en urbanización privada, coches de alta gama, colegios privados para los niños, etc. Cuando

comienza la crisis, sus negocios empiezan a resentirse y poco a poco ven cómo la demanda

disminuye y tienen que cerrar. No sólo se quedan sin su fuente de ingresos, sino que

además les embargan el chalé y tienen que hacer frente a una enorme deuda que, según sus

palabras, no van a poder pagar nunca, “…debemos un montón de dinero, si te digo la

verdad, ni siquiera sé la cifra exacta (…) y lo malo es que es para siempre.” La familia

está arruinada. Afortunadamente, cuentan con el apoyo de los padres de Beatriz, que les

han cedido el uso del piso en el que actualmente residen. Los niños han cambiado de centro

escolar, ya no se pueden permitir pagar las cuotas del colegio privado al que acudían.

Ninguno de los dos trabaja, pero tienen que hacer frente a los gastos de la casa y atender las

necesidades básicas de una familia de siete miembros. Para ello han tenido que acudir a los

Servicios Sociales Públicos y a entidades sociales y de caridad. Necesitan ayudas para

alimentación, ropa, luz, agua, etc. Realmente no tienen nada. Ángel quiere trabajar, quiere

emprender. Tiene muchas ideas para desarrollar negocios que cree que podrían funcionar,

pero no tiene financiación, las deudas que tiene contraídas le limitan, con lo que continúan

igual. A pesar de la situación, dicen que se han adaptado a las circunstancias que les ha

tocado vivir, que han aprendido. Han sufrido un proceso de movilidad social descendente

muy acusada y están intentando encontrar su lugar.

Como se ha indicado en el apartado 3, la gran mayoría de procesos de movilidad

descendente durante la crisis se han producido entre las clases obreras y técnicas de nivel

inferior. Pero eso no significa que la amenaza y la realidad del desclasamiento no se haya

experimentado en los grupos más acomodados. Según datos del CIS de 2014, el 32,6% de

los directivos y profesionales, y el 33,1% de los técnicos y cuadros medios declaran haberse

hallado en paro o con amenaza de paro en los últimos cinco años. Algunos declaran además

que su situación de clase ha empeorado (Marí-Klose, Fernández, & Juliá Cano, 2015).

Directivos y profesionales que se consideran de clase media o superior había en 2007 un

87,1%. Cinco años de crisis después, la proporción baja a un 82,9%. Entre técnicos y

cuadros medios, el porcentaje pasa de 86,1% a 82% (Marí-Klose & Fernández, 2014).

Estos procesos de movilidad descendente pueden vivirse con mucha angustia. Lo expresa

muy bien uno de los entrevistados, Sergio, de origen humilde y que estos años ha estado

luchando por asentarse en un empleo como auxiliar de enfermería, que pueda abrirle las

puertas a ciertas comodidades clase media. “La clase media-alta lo ha sufrido más [la

crisis]. Porque si tú no tienes pan en el día a día, estas acostumbrado a no tener el pan, y a

lo mejor con una miga que te dé el vecino, vas a engañar a tu estomago y lo vas a pasar.

Pero una persona que está acostumbrada a banquetes y luego pasa a estar con un cacho

de pan sufre muchísimo”

Politización. La participación como respuesta.

El desempleo, la corrupción, el funcionamiento de los servicios públicos, la

educación, la sanidad, los servicios sociales, los recortes, la situación económica, las

condiciones laborales, la precariedad, la clase política… Inés está hondamente preocupada

por muchas de estas cuestiones. Es una persona comprometida y se implica en el bienestar

de los que tiene alrededor. A Rodrigo también le preocupan casi los mismos temas. Cree

que ha llegado el momento de actuar y de dejar de esperar a que otros le solucionen la vida.

Ha decidido tomar partido.

Algunos de esos graves problemas les tocan de lleno, otros los ven de lejos.

Algunos son una constante amenaza para ellos y sus familias, otros no les asustan. Algunos

de los que le quitan el sueño a uno, le resultan indiferentes al otro. Algunos de los que uno

cree que es prioritario abordar, el otro los considera secundarios. Ambos tienen en común

un fuerte compromiso en la búsqueda de soluciones a estos problemas. Ambos son activos

y se meten en el barro para aportar su grano de arena. Ambos buscan influir en el desarrollo

de la sociedad desde la participación política, aunque partan de puntos de vista ideológicos

opuestos.

Inés ha estado vinculada al sector inmobiliario durante nueve años. Tenía un puesto

de responsabilidad que le exigía mucha dedicación y compromiso. Con la llegada de la

crisis tiene que buscar otras opciones y a través de una bolsa de interinos accede a un

empleo público que, aunque es temporal, tiene buenas perspectivas de continuidad. Su

esposo, Luís, se dedicaba a la artesanía, pero hace un año tuvo que dejar el taller porque ya

no había trabajo. Estuvo parado unos meses y desde entonces trabaja como peón a través de

ETT. Tienen tres hijos. El mayor tiene diez años, la mediana siete, el pequeño cuatro. Inés

está muy orgullosa de ellos y confía en que van a salir adelante a pesar de las dificultades.

Pero a ella no sólo le preocupan sus hijos, quiere que los hijos de los demás también tengan

oportunidades. “…a mí no me vale que ellos se salven [sus hijos], me vale que se salven

con el resto de gente.”

Rodrigo siempre se ha dedicado al mundo del periodismo y la comunicación. Ha

trabajado en distintos medios y desde que comienza la crisis su trayectoria laboral ha sido

intermitente. Ha ido pasando de una empresa a otra y ha tenido algún periodo de desempleo

entre trabajo y trabajo. Su último puesto ha sido como director de marketing y

comunicación en una empresa de hostelería. A consecuencia de la crisis, la empresa

comenzó a reducir plantilla y desde mayo de 2014 está de nuevo en desempleo. Cobra

prestación, pero terminará pronto y no sabe qué va a hacer. Afortunadamente su esposa,

Isabel, tiene un empleo estable. Es profesora en un colegio, el mismo al que acuden sus

cinco hijos nacidos entre 2008 y 2013. Rodrigo cree que a sus hijos les irá bien. Confía en

que la educación y los valores que les están transmitiendo les van a dar las herramientas

necesarias para salir adelante. Sin embargo considera que mientras no se genere empleo y

riqueza en el país va a ser difícil pensar en un futuro mejor. “… si tú no generas las

condiciones para que las empresas puedan crear empleo, es difícil.”

Interés en política

Inés siempre ha tenido un compromiso social y político que ha desarrollado de

diferentes formas a lo largo de su vida. Lo ha visto en casa desde pequeña. Ella señala que

su interés en política no tiene un punto de partida concreto. Concibe la participación como

algo natural. “… no es una decisión consciente o a partir de un momento.” Durante algún

tiempo su faceta militante ha estado latente, especialmente durante los años en los que el

trabajo absorbe casi todo su tiempo, pero el interés y la conciencia siempre han estado ahí.

En el último año, Inés retoma la actividad política y social y vuelve a participar de forma

activa. “… tenía tiempo, era el momento, me interesaba.” Es miembro de una asociación

que organiza tertulias y debates políticos y que, ante el horizonte que viene con el

surgimiento de nuevos partidos políticos y nuevos movimiento sociales, quieren estar en

contacto con todo y empaparse de las ideas que van apareciendo. “El objetivo es politizar a

gente (…) que conocíamos que les gustaba la política pero que nunca habían dado el paso.

(…) era un proceso de ‘hay que activarse’ (…) de estar en contacto con todo…” En este

contexto tiene una aproximación al Partido X. Nunca se ha afiliado a ningún partido, pero

los planteamientos del Partido X le motivan y le impulsan a retomar la actividad política.

Comienza a moverse de nuevo. En este sentido Inés concibe su identidad ligada a la

perspectiva de la participación. “Yo, ¿qué puedo aportar a lo que está pasando?.” Este

empuje le lleva a presentarse a las elecciones municipales en su pueblo, por puro sentido de

la responsabilidad. Actualmente forma parte del gobierno municipal por Chunta

Aragonesista y asume la concejalía encargada de transparencia, participación y cultura.

Rodrigo siempre ha estado interesado por la política. Su interés ha sido sobre todo

profesional. Trabajando en medios de comunicación, tiene que entender ese mundo. Hace

alrededor de un año, en un momento en que no estaba trabajando en un medio de

comunicación y no veía comprometida la neutralidad que eso le exige, decide dar el paso y

militar en un partido político. Su mayor motivación para participar políticamente es la

preocupación por la situación actual de España “… viendo un poco la situación española,

que me preocupa, decidí dar el paso y afiliarme a un partido y ser un poco militante y ser

activo.” Específicamente le preocupa la situación económica, política y social de España.

En cuanto a la economía, se centra sobre todo en el problema del paro. En cuanto a la

política, dirige sus preocupaciones hacia el tema de la corrupción. Y en relación a la

situación social, considera que se están perdiendo determinados valores elementales, la

importancia de la familia, la honradez, el esfuerzo del trabajo, etc. Estas son las razones

principales que le llevan a querer implicarse y participar activamente a través de la política.

“Y entonces por eso decido también meterme en política, para intentar influir en la

sociedad de alguna manera.” Rodrigo se define como “… absolutamente de derechas (…)

liberal, conservador, de tradición cristiana”. Actualmente milita en VOX y ha sido

candidato a la alcaldía de una ciudad por este partido. Además forma parte de una

agrupación de distrito. Ha participado activamente en campaña. Se siente identificado con

las ideas y principios del partido y cree que la mejor manera de aportar su grano de arena a

la mejora de la sociedad es a través de su militancia y actual compromiso político.

Participar para mejorar el país

La transparencia y la honestidad son dos cualidades que Inés valora en la actuación

política. Considera que es importante que los partidos hablen con los ciudadanos “como si

fueran seres inteligentes” y que expliquen lo que ocurre de manera clara. “Proporcionar

toda la información para que la gente decida” es la premisa que los nuevos partidos han

puesto sobre la mesa y con la que Inés se siente identificada. Ella sabe que, en general, la

gente no suele participar en temas políticos y sociales y cree que tampoco se les puede

obligar a hacerlo, pero defiende la idea de que a pesar de ello, los políticos tienen la

obligación de informar y los ciudadanos el derecho a conocer. “…no se puede obligar a la

gente a participar (…) La gente no participa porque es más cómodo quejarse y no hacer

nada. Eso es así. Pero aún así hay obligación de contar la verdad.” De este modo, cree

que una iniciativa política prioritaria en este momento es “cambiar la actitud y el discurso

ante los ciudadanos.” Explica cómo una vez que el ciudadano se conciencia y comienza a

hacerse preguntas en relación a ciertos temas (de dónde sale el dinero, cómo se utiliza o

quién paga determinados actos) se inicia un proceso que no tiene marcha atrás. “Te cambia

el chip (…) ese cambio es irreversible, una vez que das ese salto.” En este sentido, Inés

desarrolla su labor como ciudadana comprometida y como política. Considera que es

necesario llevar esa conciencia a la gestión de lo publico. “… es una obligación ayudar a

que se dé ese salto en lo público.”

En relación con la transparencia, considera que se debe abordar de forma prioritaria

el tema de la deuda “y no mentir más sobre eso”. Cree que las grandes decisiones deben

tomarse a través de consultas populares. Los ciudadanos deben decidir qué obligaciones

hay que atender, si el pago a los bancos o el gasto en servicios públicos. “Creo que es una

prueba de madurez de las sociedades. Si decidimos que pagamos a los bancos, pues

pagamos a los bancos. Pero no puede ser que se esté decidiendo de facto que lo primero

sean los bancos o Endesa… igual tendrían que esperar.” Al final, lo que Inés defiende es

la protección de los servicios públicos, de lo que es patrimonio y obligación de todos, en

definitiva, de lo común.

El paro, la corrupción y los valores familiares son asuntos que preocupan a Rodrigo

y que considera que deben ser abordados desde la política para mejorar la situación del

país. Cree que para poder abordar estos asuntos es necesario que se dé antes un proceso de

regeneración democrática y política. Que se revisen los privilegios de determinados

políticos, que exista una verdadera separación de poderes, que haya mecanismos efectivos

de lucha contra la corrupción, etc., son asuntos que considera imprescindibles y que se

reclaman desde la formación a la que pertenece. Se queja de que estas demandas llevan

mucho tiempo en la calle y que aún no se han visto gestos que inviten a pensar en una

verdadera regeneración. Aunque en su día fue votante del Partido Popular, reconoce que le

decepcionaron en este sentido. “Me duele que no escuchen a la sociedad. Desde 2011 (…)

se está pidiendo (…) regeneración democrática y no se ha hecho prácticamente nada. En

2011 el PP obtiene una mayoría absoluta. Es porque la gente confía en ellos para que

hagan una serie de reformas de calado. No han hecho ninguna reforma de calado.”

Otro de los asuntos que cree que hay que afrontar de inmediato es la reforma del

Estado. Considera que el sistema autonómico no funciona y que necesita ser reformado.

Considera que genera desigualdades entre territorios, que dificulta la labor de las empresas

y que pone trabas a la inversión extranjera. “Hay que hacer una reforma para que el

Estado sea más eficiente, un Estado moderno.”

En comparación con los países del entorno europeo, los ciudadanos españoles han

mostrado tradicionalmente niveles bajos de interés por la política, de participación en

organizaciones y actividades políticas convencionales (pertenencia a partidos políticos,

sindicatos, entidades, asistencia a mítines) y de implicación en otras formas de actividad

política y ciudadana (huelgas, manifestaciones, recogidas de firmas) (Morales, 2005). Sin

embargo los datos de los últimos años parecen indicar que el interés por la política y los

niveles de participación han crecido rápidamente (Galais, 2013).

Inés y Rodrigo, cada uno a su manera, son buena muestra de ese interés creciente

por los asuntos públicos. También lo son Fernando y Patricia. Fernando no muestra interés

hasta hace dos años. Coincidiendo con el agravamiento de la crisis, la pérdida de su empleo

en el sector de la construcción y su interés por el mundo de la informática, se convierte en

activista con una dedicación muy intensa. Empieza a participar activamente en acciones

políticas como hacker, se integra en el Partido X de su ciudad y se suscribe a una

cooperativa de suministro de energía. La crisis también despierta la conciencia social y

política de Patricia, que había mostrado hasta entonces poco interés por los asuntos

públicos. Desde hace unos años recoge juguetes usados y los suministra a niños en

situación de vulnerabilidad. No está integrada en ninguna organización, lo hace por su

cuenta, implicando a amigos y conocidos y poniendo mucho empeño y pasión. También

lleva café a personas sin hogar que duermen en los alrededores de su vecindario. Patricia se

ilusionó con el 15-M y está entusiasmada con el surgimiento de una nueva fuerza política

como Podemos. Confía en que Podemos pueda resultar determinante para sacar a la derecha

del poder.

La crisis: responsables y principales afectados

Inés tiene claro hacia dónde apuntar cuando se le pregunta acerca de quiénes cree

que son los responsables de la crisis. Para ella tiene la culpa el sistema político y social en

su conjunto. Pero no porque hayan sido los causantes de la crisis, sino porque tenían una

importante función asignada y no la han llevado a cabo. A su juicio, debían haber

defendido a la ciudadanía, debían haber hecho de contrapeso ante los ataques sufridos y no

han estado a la altura. Cuando habla del sistema político y social se refiere a los gobiernos,

a los partidos políticos, a los sindicatos, a las instituciones públicas, a los tribunales, etc., en

definitiva, “al sistema público que estaba ahí para defender lo común.” No culpa a los

fondos de inversión, al mercado global o a los ultra liberales porque su finalidad es clara:

buscan el máximo beneficio a costa de lo que sea, “son para eso.” Culpa a los que

debieron reaccionar desde los Estados, desde lo público, ante los ataques y no lo hicieron.

Inés plantea dos opciones para entender por qué no actuaron. O no se dieron cuenta de lo

que pasaba y les engañaron o necesariamente fueron colaboradores y facilitaron el desastre

por intereses ocultos. “Por ignorancia o por colaboracionismo.” De este modo, Inés es clara

en este sentido, no tiene dudas “… yo pongo la responsabilidad en los contrapesos, en los

que han dejado que reviente el sistema, es decir, que no actúe el sistema de protección que

nos es común.”

Rodrigo tampoco cree que haya un solo culpable. Considera que hay una

responsabilidad compartida entre todos los integrantes del sistema, desde los ciudadanos

hasta los gobiernos. “Al final todos somos responsables porque todos tenemos parte de

culpa. Yo he pedido un crédito, el banco me lo ha dado y el gobierno me lo ha facilitado.”

En esta idea de responsabilidad compartida, Rodrigo reparte la culpa y adjudica, en primer

lugar, la responsabilidad principal a gobiernos y entidades financieras y en segundo lugar,

la responsabilidad subsidiaria a los ciudadanos. Coincide con Inés en la idea de que los

gobiernos podían haber sido más restrictivos en determinados temas y en determinados

momentos, pero también culpa a los bancos “… desde el gobierno las condiciones a las

entidades financieras tuvieron que haber sido más restrictivas y desde las entidades

financieras también haber sido más restrictivas para controlar los efectos de la crisis.” En

cuanto a los ciudadanos, cree que debían haber controlado más los gastos y en cierto modo,

no vivir por encima de sus posibilidades, pero entiende que en esta cadena representan el

eslabón más débil. “Pero también es verdad que somos la parte más débil de la sociedad,

aunque eso no te exime de estar informado, de ser responsable. Pero si ves que todo el

mundo lo hace, parece que todo va bien y hay confianza, pues tú lo haces también.”

“Lo común” es una referencia constante en el discurso de Inés. Tiene bien

interiorizado el concepto y cree firmemente que debe ser el punto alrededor del que giren

buena parte de las decisiones políticas. Cuando reflexiona sobre quiénes han sido los más

afectados por la crisis, el concepto de nuevo aparece en su relato y se pregunta: “¿quién

necesita más del común?.” Cree que todo el mundo se ha visto afectado en cierto modo.

Especialmente como usuarios de servicios públicos y en lo que atañe a la seguridad. Pero

matiza que por encima de todos, los que más han sufrido los vaivenes de la crisis han sido y

son los más débiles. En este sentido, Inés responde de manera contundente a la pregunta

que se hacía antes. El que más necesita del común “…es el que solo se salva si existe ese

común.” También cree que la crisis ha golpeado más fuerte a la gente que no tiene una red

familiar o social a la que poder acudir en caso de emergencia. A la vez se lamenta de que

estas personas y muchas otras no hayan encontrado respuesta en los servicios públicos, en

“lo común”, cuando se han encontrado en situaciones de necesidad. “Hay gente que nunca

ha acudido al sistema, pero cuando ha acudido, ya no había.”

Rodrigo mira hacia las clases sociales para exponer quiénes son a su juicio los más

afectados por la crisis. “… sobre todo la gente de clase media-baja y la gente sin

formación.” Se siente afortunado por haber podido estudiar una licenciatura y un Máster.

Cree que eso le ha servido para ir encontrando trabajos que le han permitido vivir sin pasar

apuros. Es realista y sabe que aunque ahora su familia esté peor que antes, tienen una red de

seguridad que les permite mantenerse a flote. “…tengo a mi mujer que trabaja, he tenido

ahorrillo…” Para él, la formación es un elemento fundamental en este sentido. Marca la

diferencia entre tener y no tener oportunidades. “… hay gente que no tiene ni acabada la

educación secundaria, ¿qué haces con esa gente?”

El 15-M y nuevos partidos

Inés manifiesta haber vivido con emoción las protestas en las plazas durante el 15

de mayo de 2011. No pudo sumarse personalmente, pero se sintió parte de aquello. Aún

comparte muchas de las ideas que salieron de allí y que más tarde han desarrollado los

nuevos partidos políticos. Principalmente se siente identificada con todo lo relacionado con

las ideas de participación, transparencia y comunicación con los ciudadanos. “Hay nuevas

formas de dirigirse a la gente, nuevas formas de hacer los análisis. La obsesión por la

transparencia y las cuentas claras son cosas que están aquí para quedarse, que ya no

tienen marcha atrás.” Cree que todo esto proporciona a los ciudadanos una nueva forma de

ver y analizar la realidad. “Esa profundidad en la mirada que estamos adquiriendo los

ciudadanos no tiene vuelta atrás.” Considera que la participación permitirá que más

personas se formen una opinión en los temas públicos y sean capaces de exponerlos para

mejorar las cosas. “Yo creo que eso pasará, que se llegará a discutir con más elementos de

juicio, que no nos conformaremos con el ‘siempre’ [ha sido así].” Está entusiasmada con

el hecho de que hayan surgido multitud de opciones políticas. Cree que este punto de

partida hace que las cosas sean diferentes porque se van a tener que forjar nuevas alianzas y

llegar a nuevos consensos rompiendo con la alternancia y los viejos pactos. “Aquí tenemos

ahora mismo seis o siete partidos, con 65 diputados… ¡siete!”

Rodrigo se siente un “indignado”. Hay muchas cosas que le indignan del sistema: el

gasto público en asesores y cargos de confianza, los enormes sueldos de los directivos de

las grandes empresas, los funcionarios que salen durante una hora a tomar café con cargo a

los impuestos, los liberados sindicales que se aprovechan de su cargo, la clase política

corrupta, etc. Explica que se sentía indignado antes de que apareciese el 15-M y que, en

cierto modo, le molesta que la ideología de izquierdas se haya apropiado de la palabra.

“Cuando salieron el 15-M y la palabra era ‘los indignados’… ¡Yo también estaba

indignado!. Creo que llegué a redactar parte de un manifiesto del ‘indignado de derechas’

porque parecía que los indignados eran de izquierdas todos, ahí acampando con sus

rastas. Pero, indignados hay muchísimos.” A pesar de esto, reconoce coincidir en muchas

cosas con el 15-M y con Pablo Iglesias. Específicamente se siente identificado con el

concepto de “casta” y todo lo que implica. “Da la sensación de que los gobernantes son los

que quieren que nada cambie para seguir donde están muy cómodamente, cuando tenía

que ser al revés, ser los primeros que tiren del carro, de la sociedad. Pero son los

ciudadanos, son los indignados los que tiran, porque el fardo que llevas ahí son los

dirigentes y debería ser al revés.” A pesar de este punto de coincidencia, Rodrigo teme que

en algún momento los nuevos partidos surgidos del 15-M puedan llegar al poder porque

considera que con eso se puede frenar la recuperación económica y la inversión extranjera

en España. “… la verdad es que estoy un poco asustadillo porque (…) se ve un poquito de

recuperación económica, pero también ves que llegan gobiernos un poquito más populistas

en los que los agentes económicos confían menos, sobre todo la inversión extranjera.”

El 15-M es mencionado como un punto de inflexión por muchos de los

entrevistados. Fernando o Patricia también lo ven como ese momento que marca un antes y

un después en su vida política. Otros entrevistados, que no han cambiado tanto sus

orientaciones políticas, también muestran simpatía por lo ocurrido durante esas semanas y

las dinámicas que desató posteriormente. Diversos trabajos han puesto de manifiesto la

significación sociológica y política de este fenómeno (Calvo, Gómez-Pastrana, Mena, &

Jiménez Sánchez, 2011; Likki, 2012; Corcuera Bilbao, 2012). Muchos de los "indignados"

que aparecen en mayo de 2011 son personas desvinculadas de las organizaciones políticas

tradicionales, pero que, sin embargo, demuestran un intenso afán de implicarse social y

políticamente, y están comprometidas con la mejora de su país. Gente de diversas

procedencias participan de igual manera y con objetivos similares: la defensa del Estado de

Bienestar, una renovación profunda de las reglas del juego democrático y un reforzamiento

de los mecanismos de atribución de responsabilidades en situaciones de crisis política y/o

económica. Son mayoritariamente jóvenes, universitarios y personas ideológicamente de

izquierdas, pero que rechazan la participación en y el apoyo a los grandes partidos de

ámbito estatal. Gozan de la simpatía de muchas personas con extracciones sociales y

afinidades ideológicas distintas, que con matices y ciertos reparos, miran con simpatía la

sacudida que representa el movimiento.

Conclusiones

La crisis ha tenido efectos sobre las clases medias. Aunque en general las

consecuencias materiales que han sufrido no han sido dramáticas, a veces ni siquiera muy

significativas, les han llevado a experimentar situaciones de inseguridad e incertidumbre

que no habían conocido hasta el momento. La vivencia de estas situaciones o la amenaza de

verse abocado a ellas les ha obligado a generar estrategias de gestión y afrontamiento ante

esta nueva realidad, que se les presenta extraña y demoledora.

El análisis de las experiencias subjetivas realizado en este estudio ha permitido

identificar diferentes procesos en los que las clases medias se han visto inmersos y que les

han afectado de formas y con intensidades muy distintas: situaciones en las que familias

han sufrido dificultades que han ocasionado un empobrecimiento del que no se han podido

recuperar; situaciones en las que los hogares han perdido su estatus de clase media y

afrontan la incertidumbre de no saber si lograrán recuperarlo; situaciones en las que hay

una pérdida de empleo que no implica necesariamente empobrecimiento financiero pero

que puede requerir un reajuste en estilos de vida, pautas de consumo o roles familiares;

situaciones en las que los grupos socio-económicos acomodados ven peligrar el

mantenimiento de su estatus social.

Teniendo esto en cuenta, se observa que las familias experimentan diferentes

estados o climas de riesgo10

dependiendo de sus ingresos, capacidad de ahorro, red social

de apoyo, oportunidades vitales, etc. La manera en la que cada persona vive su situación y

las estrategias que despliega para enfrentarse a ella aportan una información importante a la

hora de comprender qué está ocurriendo con la clase media en estos años de crisis.

Las clases intermedias que se encuentran cerca o en la frontera de la clase

trabajadora, como algunos segmentos de las viejas clases medias, (que han visto peligrar

sus pequeños negocios y actividades como trabajadores autónomos), o de las nuevas clases

medias (que han perdido el empleo, sufren la amenaza de perderlo o han visto recortados

sus salarios y derechos laborales), han sufrido en mayor medida las acometidas de la crisis.

Casos como los de Cristina y Sara ilustran esta realidad. La existencia de dos salarios en el

hogar no asegura que se puedan cubrir todos los gastos que se consideran imprescindibles

para una familia de clase media con hijos. Tratan permanentemente de mantenerse. Para

conseguirlo rebajan sus expectativas y se adaptan a lo que pueden permitirse en una lucha

constante por asegurar la cobertura de ciertos mínimos a los que no están dispuestos a

10 “Risk climates” (Cooper, 2014, p. 14)

renunciar, como la educación de los hijos o el mantenimiento de la propiedad de la vivienda

familiar.

Las clases de servicio (alta/ media-alta) a las que se ha entrevistado, apenas han

sufrido consecuencias irreversibles en su situación. Existen excepciones muy significativas

que se han puesto de manifiesto y que dibujan escenarios difíciles de remontar.11

Sin

embargo estos casos no son ilustrativos de lo que está ocurriendo actualmente en la

sociedad. Los profesionales y directivos han conseguido mantenerse sin haber perdido

mucho por el camino. Muchas veces han conseguido reinventarse y poner en marcha

estrategias para encontrar nuevos horizontes. Historias como la de Carlos, ilustra el caso de

una persona que ha sufrido un proceso de empobrecimiento laboral, pero que es capaz de

reinventarse y mantenerse dentro de su estatus de clase media. La existencia de un plan B al

que acudir o la posibilidad de crearlo cuando es necesario es un elemento común en las

familias entrevistadas pertenecientes a la clase de servicio.

En este contexto, se han encontrado familias que han vivido con angustia la idea de

perder un estilo de vida acomodado o de no llegar a alcanzar un estatus de clase media que

creen que merecen, como en los casos de Amalia y Patricia. Estas historias ilustran

fundamentalmente situaciones de amenaza de desclasamiento y angustia por el futuro.

Encastillarse en el medio12

puede convertirse en una obsesión cuando alrededor se perciben

riesgos abrumadores que se presentan como amenazas para el estatus personal y familiar.

Al analizar las entrevistas realizadas se aprecia que en el fondo, de manera no

explícita, siempre aparece el Estado de Bienestar. Los proyectos de seguridad de la clase

media en España cuentan con el soporte de los sistemas de protección social. Prestaciones

por desempleo, subsidios, becas o ayudas de servicios sociales son apoyos con los que han

contado buena parte de las familias de clase media entrevistadas. Este tipo de protección

social les ha permitido mantenerse en momentos de apuro y tomar impulso mientras

planifican y ponen en marcha otras soluciones. Casi nadie manifiesta preocupaciones

relacionadas con la salud, la educación o las pensiones. Parece que dan por hecho que, de

11 Como la historia de Beatriz y Ángel, por ejemplo.

12 “Holding on at the middle” (Cooper, 2014, p.127)

momento, se puede confiar en estos sistemas de protección. Confían en que una

enfermedad no les va a arruinar a base de facturas; que la educación de los hijos está

asegurada y además es de calidad; que no es imprescindible tener un plan de pensiones

privado. El efecto amortiguador del Estado de Bienestar está presente en sus planes de

seguridad, aunque no aparezca explícitamente en sus discursos.

Curiosamente, la mayor parte de las personas entrevistadas, aunque se encuentren

en una mala situación económica o laboral, aunque hayan sufrido situaciones de privación

material o vivan con temor por el futuro, consideran que es una situación transitoria. Tienen

la esperanza, y en algunos casos también la convicción, de que en unos años habrán salido

de la situación en la que se encuentran y las cosas habrán mejorado,

De este modo, aunque las entrevistas hayan permitido observar una exacerbación de

la angustia y el miedo, existen elementos de sostén que permiten a la inmensa mayoría de

familias de clase media mantenerse a flote. El Estado de Bienestar, el apoyo de otros

familiares, la red de apoyo no familiar, el capital cultural y social, así como las

oportunidades vitales con las que cuentan, amortiguan golpes que cuando son recibidos

unos escalones más abajo acaban teniendo consecuencias devastadoras.

Bibliografia

COOPER, M. (2014), Cut adrift. Families in Insecure Times. Berkeley: University of

California Press.

ERIKSON, R. y GOLDTHORPE, J. H. (1993), “Concepts, data and strategies of

Enquiry”, en R. ERIKSON, & J. H. GOLDHORPE (eds.), The constant flux. A study of

class mobility in industrial societies, Oxford, Clarendon: 28-50.

MARÍ-KLOSE, P.; MARTÍNEZ-LOSA, L.; JULIÀ CANO, A. (2014) “La percepción

subjetiva de la crisis: una aproximación alternativa a procesos de empobrecimiento y

amenaza de desclasamiento”, Panorama Social 22, 27-43.

WILKINSON, R. y PIKET, K. (2009), Desigualdad. Un análisis de la (in)felicidad

colectiva, Madrid, Turner.