las esperanzas milenaristas de los franciscanos de la nueva españa
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Las esperanzas milenaristas de los franciscanos de la Nueva EspañaAuthor(s): Luis WeckmannSource: Historia Mexicana, Vol. 32, No. 1 (Jul. - Sep., 1982), pp. 89-105Published by: El Colegio De MexicoStable URL: http://www.jstor.org/stable/25135806 .Accessed: 06/04/2011 16:06
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LAS ESPERANZAS MILENARISTAS DE LOS FRANCISCANOS DE LA
NUEVA ESPA?A Luis Weckmann
El intento m?s trascendental de hacer triunfar en la Nueva
Espa?a un ideal sublime de car?cter religioso fue el de un
grupo de franciscanos que crey? preparar, con base en los
escritos prof?ticos medievales del abate calabr?s Joaqu?n de
Flora (1145-1202) la llegada de una nueva edad de oro:
el millenium, edad de la perfecci?n cristiana.
Antes de ellos, sin embargo, Crist?bal Col?n, quien se
g?n Phelan conoc?a directa o indirectamente las profec?as
joaquin?ticas, estaba convencido en los d?as de su cuarto
viaje de que, siendo sus descubrimientos un medio de pro
pagar umversalmente el cristianismo, era suya la misi?n de
hacer realidad la profec?a apocal?ptica del reino milenario
que preceder? a la parus?a, o sea al segundo advenimiento
de Cristo para juzgar a los hombres. Tal profec?a anunciaba, entre otras cosas, la liberaci?n y reconstrucci?n del Monte
Si?n y Jerusal?n por obra cristiana, y al respecto, dice Bloom
field, Col?n recordaba que, seg?n Joaqu?n de Flora, el pre destinado a llevar a cabo esa obra deb?a venir de Espa?a. La convicci?n de tener una misi?n trascendente fue expre sada en otra ocasi?n por el descubridor, en una carta de 1502
dirigida al Banco de San Jorge, de Genova, donde dice que "nuestro Se?or me ha fecho la mayor merced que despu?s de David ?l haya fecho a nadie". Pero las profec?as de Joa
qu?n de Flora iban m?s all? de la restauraci?n de Jerusal?n; su obra sobre el Evangelio eterno conceb?a la historia como
la realizaci?n de un plan divino, anunciando su culminaci?n
en una ?poca futura, cuando el descendimiento del Esp?ritu Santo, precedido por grandes conflictos con musulmanes y
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herejes as? como por la aparici?n del anticristo, revelar?a a los hombres, ya sin necesidad de intermediarios, los mis terios divinos. Llegar?a as? la edad de perfecci?n, en la que se restaurar?a la pureza del cristianismo primitivo, el mille
nium, que consumar?a los siglos y a cuyo t?rmino Jesucristo regresar?a a la tierra a designar a los escogidos para la vida eterna. El m?stico calabr?s cre? en sus escritos una verdadera
tipolog?a de la historia: en una serie de concordancias, cada sucesiva edad de la humanidad (tres, una por cada persona de la Trinidad) representaba una mejor realizaci?n o per feccionamiento de la anterior. La iglesia del Padre o del
Antiguo Testamento (la sinagoga), iniciada con Ad?n, fue
transfigurada por la segunda edad, la del Hijo o de la igle sia, porque Cristo, segundo Ad?n, le dio un significado trascendental. Mientras que las dos primeras edades se ha
b?an inspirado respectivamente en el Antiguo y en el Nuevo
Testamentos, la tercera, que hab?a de ser iniciada por un
tercer Ad?n o segundo Cristo, el dux novus, ser?a la edad
final, la de la perfecci?n. La inspirar?a el Esp?ritu Santo por medio del Evangelium aeternum anunciado por Joaqu?n de
Flora, y en ella impl?citamente no ser?an necesarios los sa
cramentos y por ende taimpoco los sacerdotes ya que los
hombres, habiendo descendido sobre ellos el Esp?ritu Santo, ver?an a Dios por as? decirlo cara a cara. Con tan revolucio
naria tesis Joaqu?n de Flora no s?lo introdujo la idea mo
derna de progreso en el proceso hist?rico (i.e., las cosas
tienden a mejorar con el correr del tiempo), sino que, t?ci
tamente, puso en jaque a la jerarqu?a eclesi?stica que cons
titu?a la osamenta de la iglesia en la edad del Hijo. En
efecto, en la tercera edad los dones del Esp?ritu Santo ser?an
prodigados por "hombres espirituales" (viri spirituales),
quienes conducir?an a la humanidad a su plena realizaci?n. No es de extra?ar que algunos monjes, y principalmente los franciscanos "espirituales" u observantes, con el ?nfasis
que pon?an en la pobreza apost?lica y en la estricta apli caci?n de la regla de la orden, se hayan sentido llamados a desempe?ar aquella misi?n, la ?ltima y mayor de todas.
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Ser?an ellos quienes revelar?an a los hombres el significado de los sacramentos, alegor?as y s?mbolos de la iglesia papal, como Cristo hab?a revelado los misterios de la sinagoga de
la edad del JPadre.1 Dante rindi? homenaje a Joaqu?n de Flora y a su es
p?ritu prof?tico coloc?ndolo en el para?so. Muchos escritos
pol?ticos del siglo xm, principalmente aquellos en que se pre sentaba como anticristo a Federico II de Suabia, con fre
cuencia lo citan. Los franciscanos espirituales, vistos con
desconfianza por Roma y por Avi??n, se hicieron sus cam
peones, as? como tambi?n el catal?n Amoldo de Villanova
y, en el siglo xiv, Dolcino de Novara. El eco de sus profec?as
ejerci? una gran fascinaci?n a fines de la Edad Media entre
las beguinas de Flandes, Provenza y Catalu?a, y sobre la
escuela flamenca de la Devoci?n Moderna.
Ni los frailes Jer?nimos ni los franciscanos reformadores
de la provincia espa?ola de San Gabriel (de donde vinieron a la Nueva Espa?a algunos de los "primeros doce") esca
paron a la influencia de Joaqu?n de Flora. ?sta inspir? tam
bi?n a los milenaristas ingleses de la ?poca de Cromwell y,
ya en pleno siglo xvn, al jesuita portugu?s Antonio Vieira, confesor en Roma de Cristina de Suecia, y al franciscano
del Per? Gonzalo Tenorio, quien se?al? el sentido clara mente escatol?gico que tiene el t?rmino "Nuevo Mundo".
Norman Cohn opina que los escritos prof?ticos de Joaqu?n de Flora de hecho fueron los que mayor influencia ejer cieron sobre todo el pensamiento europeo hasta la aparici?n del marxismo.2
1 Acerca de la influencia de Joaqu?n de Flora sobre Col?n, vid.
Phelan, 1970, pp. 21, 22, 134 (donde se cita la carta al Banco de
San Jorge) ; Bloom field, 1980, pp. 37-38. Sobre los escritos del abate
calabr?s en general, Phelan, 1970, p. 59; Daniel, 1975, pp. xn-xiii.
V?anse las explicaciones sobre siglas y referencias al final de este
art?culo. 2 Dante alude al "calavrese abate Giovacchino / di spirito profetico
dotato", Par., xn, 140-141. Sobre la influencia de su pensamiento en
la Europa medieval y moderna, vid. Phelan, 1970, p. 118; Boas,
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La influencia que en la Nueva Espa?a tuvo el joaquinis mo, sobre todo entre los franciscanos de la "regular obser
vancia" a cuya cabeza estaba Jer?nimo de Mendieta, no fue
directa sino que proced?a de la pen?nsula (como ha obser
vado entre nosotros Silvio Zavala), y era una influencia muy
de trasmano. Podr?a decirse que no se atrev?a a decir su
nombre, porque no se ha encontrado referencia expl?cita a Joaqu?n de Flora en las fuentes novohisp?nicas, debido
quiz?s a la desconfianza con que sus ideas eran vistas por la autoridad eclesi?stica. En todo caso, la influencia joaqui
n?tica en Espa?a fue patente entre los frailes de la ?poca y no se limit? a ellos. En un folleto revelador ament? titu
lado Somnium de futura orbis monarchia, y de evidente
inspiraci?n joaquinista como dice Tognetti, Mercurio de
Gattinara dirigi? en 1517 al futuro Carlos V (de quien ha
br?a de ser con el tiempo gran canciller) una exhortaci?n a colocarse a la cabeza del mundo para asegurar el triunfo
del cristianismo asumiendo el papel del dux novus de la
profec?a. La reforma del clero regular auspiciada bajo los
reyes cat?licos por el cardenal Cisneros (franciscano) per miti? que en Espa?a renaciera un misticismo apocal?ptico de matiz joaquin?tico, seg?n afirma Phelan. Por su parte,
Maravall estima que esa reforma tuvo por base la tendencia
al primitivismo propia de la orden franciscana desde su
creaci?n. Bajo los auspicios del cardenal Cisneros, el fran
ciscano fray Juan de Guadalupe introdujo a partir de 1498,
primero en Granada y luego en cinco monasterios de Extre
madura, ciertas reformas necesarias para restablecer la pura
observancia de la regla de san Francisco. En los monasterios
extreme?os se?alados la reforma se implant? definitivamente
en 1505, informa Baudot, y aquellos cenobios se agruparon
primero en la custodia del Santo Evangelio y luego, en 1519, en la provincia franciscana de San Gabriel. Los franciscanos
de la Nueva Espa?a, para se?alar su filiaci?n espiritual,
1948, pp. 206-216; Fraker, 1966, p. 199; Cohn, 1972, p. 115;
Manselli, 1959.
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adoptaron poco despu?s la primera denominaci?n mencio nada
practicando una estricta pobreza evang?lica. Su misi?n
en M?xico fue inequ?voca, a?ade Baudot: la evangelizaci?n de los indios, cuya aparici?n en el horizonte del cristianismo era una clara se?al de la proximidad de los ?ltimos tiempos, y de cuya conversi?n depend?a la llegada del millenium y el
cumplimiento de las promesas del Apocalipsis. Pasando a los
Jer?nimos, custodios del santuario extreme?o de Guadalupe
(y de los de Yuste y el Escorial) podemos recordar que
siempre inspiraron sospechas de joaquinismo por su quie tismo y su tendencia a un extremo
rigorismo, sospechas \que no logr? disipar el historiador apolog?tico de la orden, fray
Jos? de Sig?enza. Bataillon informa que la primera misi?n
que en 1516 intent? la evangelizaci?n pac?fica de Tierra
Firme, integrada por franciscanos "de naci?n picarda",
ten?a
tendencias joaquin?ticas; y manifiesta su sorpresa ante el
lenguaje utilizado en los documentos oficiales o particulares relativos a las primeras misiones enviadas a Am?rica por
la orden de San Francisco, el cual evoca "los ?ltimos tiem
pos del mundo" vaticinados por Joaqu?n de Flora, que mer
ced al apostolado de los frailes ser?an la ?poca del reino
del Evangelio eterno.3
La importancia de que la Nueva Espa?a goza en la tra
dici?n milenarista se debe a que ah? los frailes tuvieron la
primera y ?nica oportunidad de crear, en v?speras del fin
del mundo, un para?so terrestre en el cual toda una naci?n
?los ind?genas? estuviera consagrada a la b?squeda de la
3 Zavala, 1967, i, p. 456. Solano (1978, p. 299) afirma que la
mayor?a de los franciscanos que se establecieron en la Nueva Espa?a
pertenec?an a la "regular observancia". Vid. Tognetti, s/f, pp. 155
156. Sobre las reformas del cardenal Cisneros mencionadas en el texto, cf. Phelan, 1970, pp. 15-208; Baudot, 1977, pp. 80-83. Castro (1942,
pp. 14, 38) alude a los Jer?nimos de Guadalupe, y tambi?n habla de
ellos. Fraker (1966, p. 203). Bataillon, 1957, pp. 28-30; 1954,
pp. 346-347. Maravall (1949, pp. 215-219) examina la posible in
fluencia de Savonarola, a trav?s de la beata de Barco de ?vila y de
fray Mart?n de Valencia, sobre el espiritualismo franciscano en la
Nueva Espa?a.
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perfecci?n cristiana y de la pobreza evang?lica. Las nuevas
?rdenes mendicantes, fundadas por san Francisco y santo
Domingo, que renovaron espiritualmente a la iglesia, fueron
para el pensamiento ioaquin?tico de los siglos xni y xiv el
presagio de la pen?ltima etapa de la historia previa a la
llegada del milenio y de la edad del Esp?ritu Santo. El pro
grama teol?gico e incluso pol?tico de esas ?rdenes ha que dado en la Nueva Espa?a literalmente expresado en t?rmi
nos joaquin?ticos en la puerta de San Francisco de Puebla, donde en la hoja derecha aparecen ambos fundadores respec tivamente con las leyendas Franciscus pater apostolicus y
Dominicus dux gentium. La perspectiva escatol?gica de cris
tianizar a los indios para acelerar el fin de los tiempos fue,
dice Bataillon, una experiencia casi alucinante para fray Mart?n de Valencia, Motolin?a, Sahag?n y Mendieta, todos
ellos franciscanos y todos m?s o menos influidos por la pro fec?a de Joaqu?n de Flora. Recrear la simplicidad y la po
breza de la edad apost?lica ya no era posible en la vieja
Europa; se necesitaba un Nuevo Mundo. Y fue justamente un humanista cristiano, formado espiritualmente en la tra
dici?n de la devoci?n moderna, el papa Adriano VI (antiguo
preceptor de Carlos V) quien, en su breve Exponi nobis
de 1522, prometi? a los franciscanos y dominicos de la Nueva
Espa?a que recibir?an por su labor la misma recompensa
que los ap?stoles. Pero los frailes ten?an prisa. Motolin?a
describe, por ejemplo, escenas impresionantes de bautizos
de multitudes (en una ocasi?n hasta quince mil en un d?a
en Xochimilco) ; compart?a la convicci?n de los dem?s fran
ciscanos de que la eficacia de este sacramento era ex opere
operato, o sea que no requer?a la previa profesi?n de fe
del bautizado. Su ardiente deseo era, dice Kobayashi, ha
cer del mundo ind?gena una nueva cristiandad equiparable a la iglesia primitiva de los ap?stoles. Dentro de este esque
ma, justo es observar que no hab?a mucho sitio para el clero
secular ni tampoco para los laicos espa?oles. Mendieta sin
duda hablaba en nombre de sus hermanos mendicantes cuan
do ped?a al Consejo de Indias que no se enviaran a la
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Nueva Espa?a obispos de renta, que los indios no pagaran diezmos al clero secular, y por ?ltimo que no se autorizara
la entrada de ?ste en las tierras donde las ?rdenes reali
zaban su labor misional. En relaci?n con la petici?n relativa a los diezmos, el arzobispo Mont?far comentar?a luego seca
mente que "?sta no es primitiva iglesia porque hay papa y
prelados y reyes cat?licos y sagrados c?nones y leyes". Cor
t?s, quien hab?a pedido a Carlos V que enviara no curas
ni obispos sino frailes, coincid?a con el parecer de las ?rde
nes mendicantes, cuya actividad apoy? tan decididamente
que mereci? de ellas el calificativo de "nuevo Mois?s"., Se
mejante t?tulo s?lo se comprende ?dice Lafaye? con base en las concordancias establecidas por Joaqu?n de Flora en
el Evangelio eterno, correspondientes a las tres fases de la
historia humana. Villoro ha se?alado que el conquistador deseaba una iglesia de franciscanos y dominicos, con pocos
obispos y seglares, de amplios poderes, libre y dirigida por
"gente de esta tierra"; y en una de las cl?usulas de su testa
mento ?que no se cumpli?? mandaba crear un
colegio de
teolog?a y derecho can?nico en Coyoac?n, a fin de que hu
biera "personas doctas en la... Nueva Espa?a que rijan las iglesias". Dice Rodr?guez Demorizi que el ideal de fray
Pedro de C?rdoba, cuya Doctrina fue adaptada por Betan
zos para servir de manual en la evangelizaci?n de los na
turales de la Nueva Espa?a, era el de una sociedad cristiana
exclusivamente india y gobernada m?s o menos paternal mente por los frailes. Para G?ngora, ?stos estaban conven
cidos de que una organizaci?n social cerrada de los abor?
genes era una condici?n esencial para su supervivencia.
Y Horcasitas se pregunta si los franciscanos habr?n so?ado
convertirse en dirigentes de un estado teocr?tica, de un
reino de Dios sobre la tierra, y concluye que no s?lo esas
ideas causaron desaz?n a la mentalidad espa?ola sino que la suspicacia de las autoridades reales frente a los frailes
no era totalmente infundada.4
4 Keen, 1971, p. 73; Fraker, 1966, p. 201, nota 13; Baudot,
1977, p. 85. Romero de Terreros (1923) se?ala el inter?s de la puerta
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Los misioneros que abrigaban esperanzas milenaristas (y no eran
pocos) se vieron sin duda estimulados en su tarea
por el car?cter del indio, cuya simplicidad, inocencia, vera
cidad y pobreza de vida elogiaron con entusiasmo. Baudot
se?ala un aspecto muy interesante para la ciencia en la
labor misional de los franciscanos: su preocupaci?n de re
montarse hasta Ad?n al explorar el linaje de los indios, pues de otra manera ?stos no
encajaban dentro del esquema apo
cal?ptico de Joaqu?n de Flora. De esto resultaron la pre servaci?n y el estudio de los textos que sobrevivieron a la
cat?strofe de la conquista relativos a las civilizaciones pre
hisp?nicas, y por ende los primeros trabajos de cronograf?a y de etnograf?a ind?genas. Entre los fundadores de estas
disciplinas, todos ellos franciscanos, Baudot se?ala a fray Mart?n de Valencia, a Motolin?a (maestro de Mendieta y de fray Francisco de las Navas y ?ste, a su vez, de Sahag?n), a fray Andr?s de Olmos y a fray Mart?n de la Coru?a al
cual atribuye la paternidad de la Relaci?n de Michoac?n;
por otra parte, el Colegio de Tlatelolco, donde se mode
lar?an las futuras generaciones indias del reino milenario,
asegura el mismo Baudot, era en los planes de sus funda
dores franciscanos el sucesor, pero con ?ptica cristiana y
ser?fica, del Calmecac. En todo caso, los franciscanos estaban
persuadidos de ser el instrumento de un gran milagro; su
de San Francisco de Puebla. Bataillon, 1953, pp. 48-49; 1957,
pp. 2r, 31-32. El breve de Adriano VI que se cita es mencionado en
Bopges Moran, 1977, p. 196. Kobayashi, 1974, p. 409. Maravall
(1949, p. 213) enumera las peticiones de Mendieta al Consejo de
Indias; y la reacci?n de Mont?far puede verse en su carta del
15 de mayo de 1556, en Epistolario, 1939-1942, vin, pp. 81, 82, 93.
Villoro (1950, p. 26) recuerda el deseo de Cort?s de que se env?en
frailes, y Pulido Silva (1976, p. 62) menciona el proyecto del colegio en Coyoac?n. C?rdoba, 1945, p. xi; G?ngora, 1951, p. 204; Horca
sitas, 1974, p. 161. Garc?a Guti?rrez (1941, p. 851) recuerda que
Zum?rraga lleg? a M?xico como obispo electo ?nicamente con la
autoridad de una c?dula de Carlos V. Parry (1963, p. 234) observa
que el sue?o de crear comunidades ind?genas cristianas virtualmente
independientes del poder civil se realiz? m?s tarde s?lo en Paraguay, en California y quiz? en Nuevo M?xico.
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general, fray Francisco de los Angeles, hab?a enviado a los
"primeros doce" (con fray Mart?n de Valencia a la cabeza)
para emprender la ?ltima pr?dica del evangelio antes del
fin del mundo; los mismos "doce", como se lee en sus Cof/o
quios, dec?an "estar regidos por el Esp?ritu Santo", funda
mento de los ap?stoles, del mismo redentor y, seg?n fray Francisco Jim?nez, regidor de la iglesia romana. Mendieta
precisar?a m?s tarde que el congregar ni?os y erigir semi
narios para ellos fue una obra inspirada a los franciscanos
directamente por el Esp?ritu Santo.5
Fray Mart?n de Valencia, jefe de los "doce" (n?mero que por supuesto era un s?mbolo de los ap?stoles), hab?a sido ferviente adepto de fray Juan de Guadalupe y era pre cisamente provincial de San Gabriel en 1523 cuando pas? a la Nueva Espa?a. Baudot dice que ?l fue el lazo vivo
entre el sue?o milenarista y la evangelizaci?n activa; estaba
impaciente por ver realizado el Reino, ya que seg?n Mo tolin?a exclamaba a veces: "?cu?ndo se
cumplir? esta pro
fec?a?", o se preguntaba, viendo que el milenio no llegaba: "?no serla yo digno de ver este convertimiento, pues ya estamos en la tarde y fin de nuestros d?as, y en la ?ltima edad del mundo?" Conoci?, seg?n Bataillon, el Libro de
las conformidades, escrito por Bartolom? de Pisa en el
siglo xiv, donde se exalta el papel reservado a los francis canos en la ?ltima era del mundo. En 1524 fray Mart?n
escogi? el nombre del Santo Evangelio para la primera cus
todia, y de nuevo en 1535 cuando ?sta fue transformada en
la primera provincia franciscana de la Nueva Espa?a.6 En
5 Las virtudes de los indios, que seg?n los frailes contrastaban con la vanidad y la codicia de los espa?oles, son enumeradas en
Hennessy, 1978, p. 37, y en Maravall, 1949, p. 209. Baudot, 1977,
pp. 105, 503. La frase "artesanos de un milagro" est? en Bataillon,
1954, p. 348. Ricard (1960, p. 243) menciona a fray Francisco de
los ?ngeles. "Colloquios", 1949, p. 51; L?pez, 1926, p. 52. En este
contexto, Mendieta es citado por Kobayashi (1974, p. 246). ?
Baudot, 1977, pp. 83-84; Bataillon, 1954, p. 347. Sobre fray Mart?n de Valencia y la creaci?n de la custodia (luego provincia) del
Santo Evangelio, vid. V?zquez V?zquez, 1965, p. 11; Fern?ndez
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el caso de Motolin?a, el ideal de la pobreza evang?lica fue un programa pr?ctico de acci?n dentro de un plan esca
tol?gico grandioso, estima Baudot; creyendo inminente la
llegada de los ?ltimos tiempos exhort? al rey de Espa?a a apresurarla: "A vuestra majestad conviene de oficio darse
prisa que se predique el santo Evangelio por todas estas
tierras"; al mismo tiempo advert?a al monarca que estaba
llamado a ser "caudillo y capit?n (i.e. el dux norms) del
reino de Jesucristo... que ha de henchir y ocupar toda la
tierra".7
A los primeros misioneros franciscanos les fue atribuido un gran inter?s en las profec?as e incluso dotes prof ?ticas.
Motolin?a era lector incansable de los textos prof ?ticos b?
blicos y del Apocalipsis. Mendieta afirma que fray Fran
cisco Jim?nez, en defensa de fray Andr?s, neg? que ?ste
hubiera propagado ideas prof?ticas. Seg?n Dorantes de Ca
rranza, el dominico Betanzos ten?a un "esp?ritu casi prof ?ti
co".8 En una ocasi?n, fray Bartolom? de Las Casas calific?
de "precursores del anticristo" a quienes hac?an la guerra a los infieles en vez de predicarles la fe, cargo del cual, como
se sabe, no exceptu? a los espa?oles. Fray Francisco de las
Navas, informa Baudot, al establecer el calendario tlaxcal
teca cre?a ayudar a elaborar una especie de biblia para el
M?xico aut?nomo que se estaba construyendo en su tiempo ante la inminencia del juicio final. A prop?sito del descu
brimiento del Per?, el obispo Zum?rraga, amigo de quienes anunciaban la consumaci?n de los tiempos y franciscano como ellos, escribi? que las cosas iban de prisa, y era clara
se?al de que se acercaba el fin del mundo. Su formaci?n
de Echeverr?a y Veytia, 1962-1963, i, p. 28; Bataillon, 1957,
p. 29. 7
Baudot, 1977, pp. 294-295, 385, 416; L?pez, 1921, p. 319,
cuyas fuentes son las obras de fray Toribio Motolin?a: Historia de los
indios de la Nueva Espa?a, m:ix, y los Memoriales o libro de tas cosas
de la Nueva Espa?a, i : 1. 8
Baudot, 1977, p. 385; Mendieta, 1945a, p. 106; 1945b, rv,
p. 98. Dorantes de Carranza, 1970, p. 34.
LAS ESPERANZAS MILENARISTAS 99
teol?gico-filos?fica, dice Almoina, reflejaba el pensamiento asc?tico-m?stico del franciscanismo observante, pero la in
fluencia de Erasmo se manifestaba en su intento de reva
lorize el sentido cristiano medieval de la vida a la luz del
Evangelio y enriquecido y guiado por la sapiencia greco latina. Zum?rraga, en su entusiasmo, lleg? a pensar que en
la Nueva Espa?a se estaba formando "otra Roma ac?", la
"de los indios que aqu? ten?an su pante?n".9 Para Vasco
de Quiroga, ya obispo de Michoac?n, su tiempo era "la
edad dorada de este Nuevo Mundo", porque siendo los
indios "gente simplec?sima, mansuetud?sima, humil?sima, obe
dient?sima, sin soberbia, ambici?n, ni codicia alguna, que se
contenta con tan poco", la nueva iglesia india era nada me
nos que "una sombra y dibujo de aquella primitiva igle sia... del tiempo de los santos ap?stoles".10 M?s tarde, seg?n Eguiluz, fray Gonzalo Tenorio ver?a en la "iglesia india" del Per? el instrumento de la Divina Providencia para el
triunfo de la monarqu?a universal cristiana en todo el mun
do, idea apoyada en las revelaciones atribuidas a Joaqu?n de Flora. Y Elsa Cecilia Frost se pregunta si Torquemada, como tantos de sus hermanos franciscanos, no habr? inter
pretado la misi?n que lo trajo al Nuevo Mundo como el anuncio de la consumaci?n de los tiempos.11
Fray Jer?nimo de Mendieta (1525-1604) fue, entre los
franciscanos de la Nueva Espa?a, el campe?n de la utop?a milenarista, de un milenarismo consciente que ha sido cui
dadosamente analizado por Phelan. Para obtener reclutas
para las misiones de Am?rica, dec?a fray Jer?nimo, se les deb?a hacer ver entre otras cosas la posibilidad de que en
9 Las Casas, 1946, p. 112; Baudot, 1977, p. 470. Las expecta tivas de Zum?rraga relativas al fin del mundo est?n citadas en Garc?a
Icazbalceta, 1947, m, p. 139; iv, p. 161. Zum?rraga, 1951, pp. li,
lii, Lxrv. Las dos referencias de Zum?rraga a la segunda Roma se
encontrar?n respectivamente en Garc?a Igazbalgeta, 1947, rv, p. 205
(cf. Baumgartner, 1971-1972, i, p. 89); Fabie, 1980. 10
Quiroga, 1868, pp. 490-491. 11
Eguiluz, 1960, pp. 349, 351; Frost, 1976a, p. 26; 1976b,
p. 335.
100 LUIS WECKMANN
la Nueva Espa?a vivieran estrictamente conforme a la regla franciscana, s?lo de limosnas y "sin necesidad de andar muy
abrigados por el buen temple de la tierra". Su visi?n apo
cal?ptica de la monarqu?a universal de los Austrias espa?oles es de pura estirpe joaquin?tica y est? expuesta principal
mente en los cap?tulos 33 a 39 y 46 del libro iv de su His
toria eclesi?stica indiana. Esta obra termina con una ple
garia para que Dios env?e de nuevo al Mes?as que aniquile la bestia de la avaricia (versi?n suya del anticristo), con lo
cual se instaurar?a el reino milenario; este Mes?as no pod?a ser sino el rey de Espa?a (corriendo el a?o 1596, ten?a en
mente no al septuagenario Felipe II sino al futuro Felipe III). De esa manera ?prosigue?
la rep?blica de indios se con
vertir?a en un para?so terrestre siguiendo el modelo de la
isla encantada de Antilia. Para Mendieta, afirma Phelan,
s?lo en el Nuevo Mundo se pod?an perfeccionar las institu
ciones y teor?as del Viejo al ser aplicadas; sin sombra de
duda, el Nuevo Mundo era el anuncio del fin del mundo.
El citado autor est? de acuerdo con Ricard y otros en que si bien Mendieta no cita jam?s los escritos joaquin?ticos o pseudo joaquin?ticos, su misticismo est? impregnado del
esp?ritu inspirador de ?stos. Baudot se pregunta si nuestro
fraile, o el mismo Motolin?a, no habr?n visto defraudadas
sus esperanzas al frustrarse la conspiraci?n tejida en torno
del segundo marqu?s del Valle, cuyo ?xito habr?a significado un paso adelante en la consecuci?n de las aspiraciones
mi
lenarias, pues precisamente un a?o despu?s de la muerte de
Motolin?a, en 1570, la llegada de los jesu?tas y de la In
quisici?n puso fin a tales ilusiones. La historia no termina
aqu?, sin embargo; Elsa Cecilia Frost recuerda que la obra
m?s antigua del teatro n?huatl, El juicio final, es uno de
los pocos testimonios sobrevivientes de la problem?tica mile
narista y apocal?ptica de los franciscanos. Phelan insiste en
que la tesis impl?cita de ?stos, de que el per?odo anterior
a la conquista de M?xico era an?logo a la antig?edad cl?
sica, ya que ambos prepararon la instauraci?n de una iglesia
cristiana primitiva, allan? el camino, ideol?gicamente ha
LAS ESPERANZAS MILENARISTAS 101
blando, a la restauraci?n de una "antig?edad
cl?sica azteca",
injustamente destruida por los espa?oles, no tan clara en
Clavijero como en el padre Mier y en Carlos Mar?a de Bus
tamante. Por ?ltimo, Villoro, buscando analog?as en Karl
Mannheim, ve en las esperanzas suscitadas entre las masas
en 1810 por la figura carism?tica de Hidalgo el reverdecer
de la vieja idea milenarista que el pueblo tiene de alcan
zar una sociedad liberada, o sea un nuevo reino bajo el
mando paternal del profeta revolucionario.12
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