las maestras en la historia de la educación en méxico
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Ensayode la historia de la mujer mexicana en la educaciónTRANSCRIPT
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Licenciatura en educación
Materia: La Educación en el Desarrollo del México Antiguo I
Clave: ED201
Ensayo:
“Las maestras en la historia de la educación en México: Un reconocimiento a su contribución forjadora de la profesión docente”
Elaboró: Pedro Salgado
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Las maestras en la historia de la educación en México: Un reconocimiento a
su contribución forjadora de la profesión docente.
Todo aquel que no estudia su historia, está condenado a cometer sus
mismos errores “citado en (Moreno - Valle, 2001, p.1)”.
En el presente trabajo tratamos de visualizar cual ha sido el papel de las
mujeres “Maestras” en la historia de la educación en México y el esfuerzo que
hacen muchos autores por rescatar todos los datos y registros disponibles de las
mujeres sobresalientes en este ámbito. En este contexto podemos describir el
porqué de la invisibilidad de las maestras a lo largo de educación en México, más
sin embargo sin su aportación no se entendería la profesión magisterial, he aquí la
importancia que tiene el documentar y rescatar el papel que ha jugado a lo largo
de la historia y reconocer a las maestras como parte de la tradición educativa del
país que se ha forjado a través de los años. Según (López, O. 2006) menciona
que la condición de ser mujer “maestra” participa de una correlación de redes de
poder de ciertos sistemas de creencias de tantas otras prácticas del conocimiento,
y de ideologías de género.
Por lo tanto el principal objetivo de este trabajo será valorar el papel
desempeñado por la mujer “maestra” en la historia de la educación en México, así
como determinar qué rol le jugó la situación de género en la profesionalización de
la carrera docente.
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El interés de la mayoría de los estudiosos de las situaciones del magisterio
se han centrado en aspectos estructurales, y han tomado al magisterio como una
corporación homogénea, viendo siempre sus características temporales, de clase,
procedencia regional, estatus salarial, relaciones político – sindicales que este
gremio ha construido como parte del aparato de Estado. Según López, O. (2006)
menciona que los investigadores que han estudiado al magisterio desde hace más
de una década se han interesado por emplear las teorías de género para
comprender a este grupo socioprofesional.
Es así como debemos de diferenciar entre sexo y género, ya que parecen
como si fueran sinónimos pero no es así, cada uno hace alusión a conceptos
diferentes. En la actualidad, los estudiosos de la psicología y de las ciencias
sociales han incorporado un concepto que se utiliza ampliamente, “el género”, que
se diferencia de sexo. El sexo es la concepción biológica constituida por las
características, biológicas y físicas genéticamente heredadas y que colocan a los
individuos de la especie en algún punto de un continuo que tiene como extremos a
individuos reproductivamente complementarios (Álvarez-Gayou y Jurgenson,
2005, p.3). Según para Franklin (1984) citado en (Álvarez-Gayou et al., 2005 p.4)
el género se refiere a un status logrado, que es una función de la socialización y
que tiene componentes sociales, culturales y psicológicos, como resultado de
experiencias directas e indirectas, aprendizajes formales e informales,
desarrollamos imágenes, concepciones y percepciones de la masculinidad y la
femineidad.
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“López, O. (2006) p.5” menciona que mucho se ha escrito haciendo
historias en masculino, dando centralidad a lo masculino como sujeto legítimo y
científico de la historia universal. Lo sorprendente es que historias de fenómenos
donde las mujeres ocupaban un lugar central en la realidad estudiada, eran
ignoradas (invisibles) y orientadas hacia interpretaciones que uniformaban todo
con la condición y mentalidad masculinas.
Los investigadores que han estudiado el magisterio, desde hace más de
una década se han interesado por emplear las teorías de género para comprender
a este grupo socioprofesional. Al estar documentándonos lo que salta a la vista en
primer lugar, son las evidencias cuantitativas, los datos de la abrumadora
presencia de mujeres en el magisterio de educación básica, hoy en día el 80% de
todo el magisterio lo componen mujeres. Se ha ido descubriendo en la
historiografía de la educación la presencia de las mujeres, en formas sencillas,
que parte desde su descubrimiento como alumnas que después se convierten en
maestras, un proceso de luces y sombras que va del periodo virreinal hasta el
siglo XIX y sin duda una profesión que se masifica y feminiza a lo largo del siglo
XX, hasta convertirse en lo que ahora conocemos según menciona “López, O.
(2006) p.6”.
Nos adentraremos en la historia de México para ver como las mujeres
tenían su lugar en la educación y nos remontamos hasta la época precolombina
en donde existía una educación sistemática y formal, bien diferenciada por género,
ya que los hombres, si eran de clase alta, tenían una educación (Calmecac)
religiosa, militar y para ser gobernantes; Los de clase baja tenían su escuela
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llamada Tepuchcalli en donde recibían una educación para servir a la comunidad,
aprendían oficios y se preparaban para ser guerreros y de la misma manera las
mujeres también tenían muy aparte su escuela que era llamada Ichpochcalli en la
cual recibían instrucción religiosa y social. Según “Moreno y Valle, (2003), p.3”
unas vivían con sus padres y otras en régimen de internado, en donde aprendían
labores del hogar, costura, cantos y para ser doncellas. Y sus principales valores
eran la castidad, la generosidad y el trabajo.
El 13 de agosto de 1521, fecha de la caída de Tenochtitlan, capital de los
Mexicas, frente al ejército español, marcó inevitablemente el encuentro de dos
mundos, el indígena y el español. Este encuentro modificó la visión del mundo, del
hombre, del sentido de la vida y la religión. Se iniciaba entonces un cambio de
cultura, una transculturación. Comenzaba el mestizaje, no solo biológico sino
cultural, que caracteriza a los actuales mexicanos.
Inmediatamente los Reyes españoles dictaron disposiciones para atender
tanto la evangelización como la educación formal o escolarización de sus nuevos
vasallos. Según comenta “Moreno, et al., (2003), p.4” Para atender la educación
de las niñas llegaron profesoras que fracasaron en su intento, esto debido al
rechazo del hombre indígena al modo de vida de la mujer española.
Con el transcurso del tiempo los clérigos se hicieron cargo de las
instituciones educativas. El modelo colonial de educación para mujeres se centró
en los objetivos de los colegios de la época, colegios bajo la dirección de las
órdenes religiosas. Los datos de las primeras maestras novohispanas
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corresponden con el perfil de profesoras monjas que atendían colegios de niñas. Y
la primera escuela que se fundó para niñas fue la de Nuestra Señora de la
Caridad, en donde las monjas y “amigas” fueron las mujeres maestras que dieron
educación a niñas de todas las clases sociales desde el siglo XVI hasta finales del
XIX. Se caracterizan por no tener reconocimiento del Estado aunque sí del clero.
“Dorothy Tanck” logró ubicar la existencia de las primeras escuelas para
niñas indígenas, escuelas “migas”, atendidas por las esposas o hermanas de los
preceptores, a las que llamaban “migas”, y quienes recibían salarios de las cajas
de comunidad indígena (Tanck, 2003, p.55) citado en “(López, O. 2006 p.10)”.
Estas maestras enseñaban a leer, escribir, contar, coser, bordar, tejer, cocinar y
hacer curiosidades y labores de mano.
Según “López, O. (2006), p.10” menciona que La imagen de las primeras
maestras amigas, educadoras fuera de claustros, viene desde finales del siglo
XVIII y continúa con perfiles difusos en la primera mitad del siglo XIX. Por
entonces lo más apreciable era su condición de maestras de escuelas
particulares, de trabajadoras en su domicilio, encargadas de la educación de niños
pequeños o de niñas y muchachas, en un ambiente doméstico que era
generalmente la extensión de su propia casa. Carecían de formación pedagógica y
apenas contaban con los rudimentos de lectura, escritura, catecismo y bordado.
No podía ser de otra manera ya que los gremios de maestros seguían siendo
absolutamente masculinos y se mantenía la prohibición de que las mujeres
enseñaran a niños varones mayores de 12 años.
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Tras el movimiento de independencia, el país se encontraba en completo
caos y este desorden llego hasta la educación. Seguía el clero impartiendo la
educación elemental a través de las mismas escuelas “migas o amigas”. Se
difundieron también las escuelas lancasterianas, que se apoyaban en los mismos
alumnos para extender la enseñanza.
Con el establecimiento de las primeras escuelas lancasterianas apareció un
nuevo modelo de maestra, “las preceptoras de escuela pública”, mismas que
tendrían creciente presencia a lo largo de tres tercios del siglo XIX y
desaparecieron prácticamente con el Porfiriato a principios del siglo XX.
La imagen de la preceptora, según Luz Elena Galván, citada por “López, O.
(2006), p.11” una de sus más sistemáticas estudiosas, es la de una trabajadora
oficial, reconocida por el Estado, desempeñando su trabajo en un local diseñado
para la educación pública y para su habitación, no obstante no deja de apreciarse
su posición subordinada y a la vez marginal. Se les menciona como maestras mal
preparadas y generalmente como mujeres que trabajaban por elemental
necesidad al ser viudas, huérfanas o pobres. Para la segunda mitad del siglo XIX
apareció la figura de las primeras normalistas, las maestras formadas en la
pedagogía objetiva y moderna, quienes conviven con las preceptoras capacitadas
por la Compañía Lancasteriana. Se trata del modelo liberal y positivista de
educación de mujeres.
A mediados del siglo XIX se lanzó una propuesta de educación liberal de
mujeres en colegios del Estado en el que surgieron las escuelas multifuncionales o
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“misceláneas” según (Cosío V.,1990) citado por “López, O. (2006), p.11”. En
estas escuelas se enseñaba a la mujeres cosas de ornato, arte, pintura, música,
educación primaria, y en algunos casos algo de educación superior, que por lo
general era la educación elemental pedagógica que se requería para ser
maestras. También se les enseñaba algún oficio como dactilógrafas, telegrafistas,
ayudantes de farmacia o costureras. Estos colegios se difundieron en casi todos
los estados y fueron considerados como sitios de educación superior para
mujeres.
El Porfiriato Durante esta etapa se puede apreciar los grandes avances
que se van gestando. De los lineamientos e ideas más importantes que se pueden
mencionar destacan, la introducción de la pedagogía moderna, creación y
multiplicación de las escuelas normales, el ofrecimiento de carreras técnicas a
obreros y la educación superior que alcanzó su época de oro. La preocupación por
dar educación a todos los mexicanos surgió desde los primeros años del régimen
porfirista, por desgracia, el abismo que hay entre la palabra escrita y su práctica es
enorme. La educación tuvo sus triunfos en la calidad, no en la cantidad. Según
“Bazant, (1993) p.173”.
Dice “Arredondo, (2004)” en la Revista Mexicana de Investigación
Educativa, que los ministros e intelectuales mexicanos, como Justo Sierra y Jesús
Díaz Covarrubias, compartían ideas y especialmente confiaban en que la copia del
modelo estadunidense de feminización del magisterio también podría funcionar en
México. De esta manera, el fenómeno de expansión de la escuela pública se
alimentó de las mujeres, cada vez más calificadas, con salarios menores a los de
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los varones. Se trataba de un fenómeno de feminización del magisterio de
educación básica diseñado y auspiciado por el Estado con base en el discurso de
“la natural disposición de las mujeres para el cuidado de niños”.
Por su parte “López, O. (2006)” señala que el magisterio mexicano creció y
se multiplicó junto con la expansión demográfica de los años sesenta. Durante
décadas se mantuvo la visión romántica de un magisterio posrevolucionario,
apóstol de las luchas campesinas y obreras de los años de construcción
revolucionaria. Para finales de los ochenta el sueño termina con una gran crisis
política que devela los cacicazgos en el control político del magisterio y las
grandes movilizaciones de los maestros que luchan por la democracia en su
sindicato.
Después del movimiento estudiantil de 1968, cuando aparecen nuevas
interpretaciones del mundo: se piensa de otras maneras la democracia, la libertad
política y sexual. No obstante sabemos muy poco de lo que pasaba en el
magisterio y menos aún qué pasó con las maestras. Encontramos datos dispersos
de destacadas maestras que fueron lideresas en el movimiento magisterial del 58
y del estudiantil del 68. Esta es la etapa más contundente de feminización del
magisterio en México, la mayor de América Latina según “López, O. (2006)” p.13.
Después del análisis de los documentos consultados y la información
vertida en este ensayo podemos advertir que las mujeres “maestras”
desempeñaron un papel muy importante en la historia de la educación en México,
siempre a cargo de los seres más vulnerables “los niños” y siempre invisibles ante
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los historiadores e investigadores, debido al temor de colocar a las mujeres como
figuras centrales en las investigaciones, y sobrevive la perspectiva de sobreponer
la clase social o ubicación regional antes que el género. Sobre todo por la
importancia que tiene la equidad de género y que se ha visto que en la historia de
México, no existe. El periodo de 1905 a 1933 fue una coyuntura de posicionamiento
laboral del magisterio en general y de las maestras en términos de equidad con los
varones. Empezando el siglo XXI las mujeres, pese a ser casi 80% de la fuerza
laboral del magisterio, casi no participan en el poder sindical: la división sexual del
trabajo en la educación delineó un panorama en el que las mujeres enseñan y los
hombres mandan y hacen política.
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