las novias del diablo español 3

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1 “Las novias del diablo”

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esta es una historia de la cual relata las cosas que con el paso del tiempo han ido influyendo a la gente con respecto a las brujas.

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“Las novias del diablo”

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Nombre de la escuela: Luis Guevara Ramírez.

Maestro: Juan Miguel Rodríguez Rodríguez.

Nombre del alumn@: Wendi Rubi Jiménez Gómez.

Grado: 3ro Grupo: “E”

Materia: Español.

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“Índice” Prólogo…………………………………………………………..………………………………………………………. 4

“DEBAJO DE LA CAMA”………………………………………………………………………………………….. 5

“NOCHE DE BRUJAS”………………………………………………………………………………………... 8

“LA CUNA QUE VOLABA”………………………………………………………………………………….. 11

“LAS AVES NOCTURNAS.”…………………………………………………………………………………. 12

“CUESTINES DEL CORAZON.”……………………………………………………………………………. 14

“LA CHATA.”…………………………………………………………………………………………………….. 16

“EL CAMINO REAL”……………………………………………………………………………………....... 17

“LAS BRUJAS”………………………………………………………………………………………………….. 18

“BRUJA EN LA CARRETERA”……………………………………………………………………………… 19

“LA BRUJA DE HIDALDO”………………………………………………………………………………….. 20

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Prólogo. Desde que el mundo es mundo han sido formuladas miles de preguntas con respecto a las prácticas mágicas. Y dentro de estas preguntas o cuestionamientos de índole extraordinaria, las brujas y su existencia han llamado poderosamente nuestra atención, pues sus orígenes en el devenir histórico son tan antiguos como la humanidad misma ya que la magia es inherente a los seres humanos pero la concepción de la bruja tal y como la conocemos hay en día nació en la edad media, sobreviviendo en el imaginario colectivo atreves de los siglos.

¿Qué es lo que nos llama la atención de estos seres? ¿Qué mágica fascinación ejercen siempre en nuestra imaginación? Desde niños nos enseñas a temer a las brujas con relatos espeluznantes salidos de la tradición oral que se desarrolla incluso antes de la conquista en la mitología azteca; en

específico con la civateteo.

Sin embargo, la importancia de las tradiciones orales también puede tener un cimiento real, con base en algunos casos encontrados en las actas de los esquívanos del santo oficio; relatos contados con tanta viveza y emoción que se convierte en verdades para la gente que disfruta de las historias de brujas al caer la noche.

Desde siempre hemos estado ansiosos de seguir escuchando más y más relatos sobre mujeres acusadas de brujería, y con el establecimiento con del santo oficio es tierras mexicanas, las leyendas proliferan y dan pie a muchas historias que sea quedado en nuestra memoria en calidad de sucesos reales, de los cuales quizás podíamos comprobar la veracidad o no.

Este libro es una pequeña muestra de la historia que quizá no habías leído antes sobre las brujas de la Colonia, historia con ese gusto terrorífico que seguramente disfrutaras contando en una reunión familia o situado en la obscuridad de tu habitación.

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“DEBAJO DE LA CAMA”

Había una niña tumbada sobre su cama. Poco más allá, a su izquierda, había un espejo, y ella podía verse dormir. La luna reflejaba su imagen, y cada noche, por aquello del miedo que atenaza a los niños, la cría se miraba en el espejo y aprovechaba para ver si debajo de su cama había algo de lo que debiera tener conocimiento. Tras ver que no había nada se quedó tranquila.

Unas escenas más adelante volvieron a hacer lo mismo y luego cerró los ojos. Su mano cayó hacia el suelo. En un momento dado notó una humedad viscosa en su mano lacia y abrió los ojos sin atrever a moverse un ápice. Giró la cabeza hacia la izquierda y miró el espejo. Bajo su cama había un hombre con ojos de sádico, que lamía su mano con la boca sangrienta en un rictus perverso. Aquella escena era la que más terror le producía, pero ella no tenía un espejo al lado de la cama para mirar si estaba sola en la habitación, y por más que había pedido a sus padres que le pusieran un espejo estos siempre le habían dicho lo mismo: no hay sitio. A un lado tenía el balcón y al otro un armario y la puerta. No cabía esa posibilidad, y ponerlo enfrente no tenía sentido. De modo que Leticia miraba debajo de su cama nada más entrar en la habitación, con las luces abiertas y la puerta del cuarto abierta, por si tenía que gritar y ser escuchada por sus padres. Una vez comprobaba que no había nada, cerraba la puerta para asegurarse de que nadie podía entrar, y tras leer algunas páginas de un libro de la colección del Barco de Vapor, se dormía con la luz de la lamparilla encendida. Más tarde, como cada noche, entraría alguno de sus padres para darle un beso en la frente y cerrar la luz. También cerraban la puerta por expreso deseo de ella. Si antes no habían entrado, después tampoco lo harían. Una noche entró e hizo su rutina habitual. Cuando terminó abrió el libro que estaba leyendo, sus ojos consumieron ávidamente unas páginas y cayó rendida. Su madre entró veinte minutos después, besó su frente, cerró la luz y se marchó, dejando cerrada la puerta. Leticia no pudo ver como media hora más tarde el pomo de su puerta giraba lentamente. La puerta no chirriaba, de modo que tampoco se enteró cuando ésta se abrió lentamente y “algo” que no tenía forma ni color se deslizó por el suelo sin hacer ningún ruido. Ella permanecía inerte sumida en sueños cuando la sábana que la cubría comenzó a deslizarse hacia sus pies. Un pequeño cosquilleo producido por el movimiento de las sábanas hizo que moviera las piernas incómodamente, casi en un arranque nervioso, pero no llegó a despertarla. Cuando las sábanas terminaron en el suelo Leticia comenzó a tener una pesadilla. Sus ojos, ocultos tras los párpados cerrados, se movían rítmica y velozmente. Mientras tanto un ser invisible a la vista humana, deslizaba parte de sí por las piernas desnudas de Leticia, provocando que toda su piel se estremeciera y el bello de todo su cuerpo se erizara. Un frio glacial recorrió sus pies, sus piernas, su cintura, su pecho y sus brazos y terminó llegando hasta su rostro como un suspiro mortal.

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Leticia sintió que el corazón se le congelaba y abrió los ojos en un rictus de horror. Respiró hondo y comenzó a hiperventilarse mientras sus manos se agarraban fuertes a la sábana de fondo. Cuando logró aminorar la velocidad de su respiración y su corazón volvió a su número de palpitaciones habitual, Leticia parpadeó un par de veces más y se centró. Algo fallaba. No era solo la pesadilla que le había despertado, había algo más. Era un presentimiento. En un movimiento tan rápido como el miedo le permitió, encendió la luz de la habitación. Sentada aún en la cama se miró las propias piernas y encontró la respuesta a su pregunta. La sábana que cubría su cuerpo ahora no estaba. Miró a un lado y otro de la cama sin apenas mover más músculo de su cuerpo que el del cuello, y no encontró la pieza que faltaba. De un bote se puso de rodillas y se acercó hasta los pies de la cama. Allí abajo, de forma circular, estaba toda la sábana que debía haber estado cubriendo su cuerpo. Comenzó a sentir otra vez el miedo que la había hecho hiperventilarse y su respiración volvió a agitarse. De haber sido asmática ya habría sufrido un ataque. Era una suerte ser una niña sana. Si hubiera tenido setenta años probablemente aquella noche habría muerto de un ataque al corazón. Alargó el brazo para recuperar su sábana y se la echó por encima. Todavía luchaba por recuperar también la serenidad. Tenía tanto miedo que apenas le salió un susurro de la boca cuando creyó estar gritando “mamá”. Su carne de gallina y su bello erizado no la tranquilizaba en absoluto. Tras gemir comenzó a llorar. Si las palabras no salían de su boca, tendría que ir hasta la habitación de sus padres para dejarse consolar... y aquello también le provocaba pavor. La habitación estaba dos cuartos más allá, al fondo del pasillo. Pero si quería que hubiera alguien con ella hasta que consiguiera volver a dormirse, tendría que salir de su propia habitación. Con todo el valor que una niña de doce años podría tener, Leticia localizó primero las zapatillas para ponérselas lo más rápido posible y salir corriendo de allí. Pensó que si corría llegaría antes a la habitación de sus padres y podría meterse entre ambos para recuperar la tranquilidad y el sueño. Sólo sus padres tenían esa capacidad de devolverle la paz. Ella era muy joven, no podía hacerlo todo solo. Necesitaba dos adultos a los que amaba y en los que confiaba. Decidida, tras localizar sus zapatillas, se abrazó a la sábana, se calzó y corrió hacia la puerta de su habitación. Fue entonces, cuando al alargar el brazo para abrir el pomo, se dio cuenta de que la puerta estaba abierta. El miedo la paralizó de nuevo y sus ojos bailotearon de terror. No se atrevía a girarse y en el umbral permaneció el tiempo que a ella le pareció una eternidad. Sus pies no se atrevían a dar un paso más. Comenzó a hiperventilarse de nuevo y sintió marearse, y en un arranque último de valor extendió el brazo y abrió la luz del pasillo. ¿Iba a morir de miedo? Aquella duda consiguió que echara a correr hasta la habitación de sus padres pero fue tan rápida y torpe que se estampó contra la puerta semi abierta. Cayó al suelo y se dañó un tobillo, pero provocó el suficiente ruido como para que su padre se despertara y abriera la luz. - ¿Leticia?

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La niña alzó su rostro poco a poco. Primero vio las baldosas del suelo, luego llegó hasta las zapatillas de su padre, y entonces miró debajo de la cama de matrimonio. Antes de que la habitación comenzara a darle vueltas y cayera al suelo había podido ver que debajo de la cama de sus padres estaba su madre sobre un charco de sangre y un ser etéreo, como el cristal, al cual sólo se podía con los ojos de la infancia, lamía la barbilla sangrienta de su madre. FIN.

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“NOCHE DE BRUJAS”

Era Noche de Brujas y los chicos se contaban historias de terror.

Estaban los cuatro en la casa del árbol que solían utilizar como punto de encuentro. Eran las doce y media de la noche y los haces de las linternas formaban sombras movedizas en los rincones. Los rostros de los chicos, todos ellos pálidos y tensos, flotaban como globos en la oscuridad. Era el turno de Ramiro de contar su historia, y comenzó así:

-No voy a hablar de vampiros, tampoco de hombres lobos ni cementerios abandonados, sino de algo que ocurrió de verdad. Aquí, en esta cuadra. Para ser más precisos, en este mismo árbol.

-Somos todos oídos- dijo Federico, algo burlón.

-Un vecino se colgó de una de las ramas- dijo Ramiro, señalando hacia fuera-. Fue hace mucho. El viejo Jeremía, que vive a la vuelta de mi casa, me contó la historia. Dijo que el tipo se llamaba Martínez, y estaba totalmente loco. Todo el mundo le tenía miedo. Por las noches gritaba y se escuchaban extrañas voces en su casa, aunque el tipo vivía solo. Y los perros. Siempre aparecía un perro muerto en su vereda. Algunos decían que él los envenenaba. Otros, que los utilizaba como sacrificio para el Demonio. Decían que susurraba cosas terribles, y que en una ocasión atacó con un cuchillo a un repartidor de pizzas que pasaba por el lugar. Lo metieron en el loquero, pero al año salió. Y un mes después lo encontraron colgado de las ramas de este mismo árbol.

-¿Eso es todo?- dijo Agustina, algo decepcionada con la historia.

El otro chico negó con la cabeza, apesadumbrada.

-Hace unos meses, yo andaba en bici por aquí, cuando alcé la mirada y lo vi. Vi a Martínez. Estaba colgado de una rama. Al principio pensé que se trataba de un muñeco que alguien había puesto allí como broma. Pero no era un muñeco, era una aparición. Sus pies aún pataleaban y emitía unos horribles sonidos de ahogamiento. Y luego quedó quieto. Era la hora de la siesta, recuerdo, y no andaba nadie en la calle. Yo corrí y me metí en mi habitación, y no volví a salir el resto de la tarde. Dos días después volví a verlo. Era de noche, y estaba a punto de dormirme cuando escuché un ruido afuera. Me asomé a la ventana: su cabeza, colgada de una soga, se balanceaba mecida por el viento. Y sus ojos… sus ojos estaban fijos en mí. Brillaban en la oscuridad. Cerré la ventana y recé hasta quedar dormido. Al día siguiente, Coli, mi perro, amaneció muerto.

-Oh, por Dios- dijo Agustina, llevándose una mano a la boca.

-Creo que será mejor que pares, ¿vale?- tartamudeó Federico, mirando de reojo a su amigos-. Estás asustando a Agus...

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-Mi perro estaba muerto en el jardín- alzó la voz Ramiro, sin poder contenerse-. Duro como una piedra. Lo enterramos en el patio, y cuando miré hacia el árbol, el tipo estaba ahí, colgado y sonriéndome burlón. Esa fue la última vez que lo vi. Por lo menos hasta hoy. Ahora quiero invocarlo. Quiero tenerlo cara a cara, y vengarme por la muerte de mi perro.

-Estás loco- susurró Federico, ya incapaz de disimular el miedo-. ¿Qué rayos piensas hacer?

-Hoy es Noche de Brujas, y la línea que nos separa del mundo de los muertos es más delgada que nunca-dijo Ramiro, sacando una cuchara de su bolsillo-. Esto pertenecía al muerto. Estuve leyendo un libro de magia negra, y sé cómo invocarlo.

-Cállate de una vez, por favor- dijo Agustina, con voz desmayada.

-Te invoco. Yo te invoco, Martínez- dijo Ramiro, colocando la cuchara entre sus manos ahuecadas. De repente sus ojos se pusieron en blanco y su cuerpo comenzó a mecerse de atrás hacia adelante, como sumido en un trance-. Te invoco en nombre de tu Señor, Amo y Morador de las Tinieblas. Deberás responder por la muerte de mi perro, y por todo el daño que has hecho en esta vida.

-¡Cállate de una vez, imbécil! ¡Lo envenené yo!

Por un momento, en la casita del árbol, nadie habló. Lenta, muy lentamente, Ramiro fue recuperando la compostura. Y luego observó a Agustina, con una expresión de dolida incredulidad.

-¿De qué diablos estás hablando, Agus?

-Lo odiaba- dijo la chica-. Odiaba a Coli. Lo siento. Cada vez que pasaba por ahí, tu perro trataba de morderme. Te dije que le pusieras correa, pero tú siempre te burlabas. Y un día no pude más y le arrojé carne envenenada. Por eso tu perro murió. No fue ningún maldito espíritu. ¡Fui yo!

-No puedo creerlo…

Quedaron los cuatro en silencio, sin saber qué decir y evitando cruzar las miradas. Y fue ahí que escucharon el crujido. Un crujido como el de una hamaca balanceándose en la oscuridad. Sólo que no había ninguna hamaca ahí afuera, y los chicos lo sabían. Se miraron entre sí, con los rostros contraídos por el miedo. Y entonces el árbol comenzó a sacudirse con violencia. Las hojas caían de a miles y se escuchaba el ruido seco de las ramas partidas. Se sujetaron de donde pudieron y gritaron hasta quedar roncos. La endeble puerta de la casita se abrió y Agustina fue la primera en caer al vacío. Le siguió Ariel y finalmente Ramiro. Quedó Federico, aferrándose con fuerza a una madera astillada que sobresalía de las paredes. Las sacudidas se hicieron más fuertes y el chico gritó y lloró al mismo tiempo.

-Qué es lo que quieres?- chilló ya sin fuerzas-. ¿Qué es lo que quieres?

Y escuchó una voz, una voz oscura y demoníaca desde profundidades del follaje, que decía:

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-Más perros. Más animales. Más sacrificios para nuestro Amo.

-¡Lo haré!- sollozó Federico-. ¡Juro por lo que más quieras que lo haré! Pero por favor, déjame vivir...

El árbol comenzó a inclinarse peligrosamente, y la casita de madera cayó.

Federico fue el único y milagroso superviviente de la tragedia. Los otros tres murieron aplastados por el árbol. “El terrible accidente de la casita del árbol”, titularon los periódicos sensacionalistas.

Cinco días después, la señora Perkins, vecina del barrio, como era costumbre se levantó temprano para barrer el patio. Se detuvo en la verja que daba a la calle y dejó caer la escoba, horrorizada. Sobre la acera, dispuestos en tétrica fila, había docenas de perros, todos inmóviles, todos muertos; sus vísceras estaban al descubierto y brillaban bajo el tibio sol de la mañana.

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“LA CUNA QUE VOLABA”

Como cada noche, Luciano se acostaba en su cama no sin antes, mirar a su hijo mecido en la cuna. No obstante, como temía despertarlo en esta ocasión, se metió en la cama con mucho cuidado para no molestar a su pequeño niño.

Ya en la cama, junto a su mujer también, Luciano quiso tocar la cuna y a su bebé para asegurarse de que estaba bien dormido y complacido. No obstante, no llegó casi a rozar la cuna cuando su mujer preguntó: “Está ya dormido” Luciano que no quería despertar al pequeño, casi no contestó.

Pasaron unos minutos y Luciano en el séptimo sueño, se dio cuenta de que su hijo apenas se escuchaba, y eso que a menudo muchas noches armaba buen escándalo por lo que, acercó su mano a la cuna pero esta vez, no llegó a rozarla…

Asustado, encendió la luz y vio como la cuna estaba cada vez más cerca de la ventana y una mano grande y arrugada, trataba de coger a su hijo para lanzarlo por los aires. Fue entonces cuando al ver una sombra enorme se dio cuenta de que en la ventana había una anciana espeluznante con el pelo eléctrico y era quien se estaba llevando al pequeño bebé.

Pero la anciana, como era reacia a la luz, no pudo mantenerse y se esfumó en el aire dejando al pequeño suspendido en la misma habitación junto a su cuna…

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“LAS AVES NOCTURNAS.”

En tiempos del Santo Oficio, en un pueblito de Sonora, cuenta una leyenda que vivían dos muchachos que eran muy amigos; se habían conocido como vecinos; tiempo después fueron compañeros de juegos, y más tarde lo fueron en el colegio. Su amistad era parecida a una relación entre hermanos.

En fin, su vida transcurría junto a la del otro, y era en verdad una alegría, pues se llevaban muy bien los dos. Crecieron juntos y llego la edad en la que los muchachos buscaron novia, pero la suerte les deparo que encontraran novias fuera del pueblo, en un poblado muy cercano. Y así , los dos se acompañaban cuando iban a ver a sus respectivas enamoradas ; cuando regresaban a su casa, ya de noche, uno pasaba por el otro y ambos, montando a caballo atravesaban parte de un suntuoso bosque para acortar el camino hacia sus casas.

Mientras, cantaban o platicaban lo que les había sucedido durante el día y así el regreso era más breve.

Una noche sucedió que, al regresar de casa de sus prometidas, iban montados ambos en sus caballos y sintieron deseos de detenerse a hacer sus necesidades; dejaron los caballos pastando sin amarrar, pues no pensaban tardarse mucho.

Ya que estaban unos metros alejados, escucharon un sonido de alas muy grandes, y los caballos relincharon y salieron trotando de aquel lugar. Al parecer los había asustado alguna ave nocturna de gran tamaño, como una lechuza o un cuervo. En fin, corrieron enseguida a buscarlos para montarlos y salir de ahí, pero por más que os llamaban los caballos no aparecían. Lamentablemente ahora era todo más difícil, pues al salir corriendo en direcciones opuestas para buscarlos, los dos se habían separado en medio de la más completa obscuridad. Los dos empezaron a llamar, pero extraña y curiosamente en vez de escucharse cada vez más cerca era exactamente lo opuesto. Paso bastante tiempo hasta que por fin se encontraron.

Cuando ya estaban regresando a pie pensaron que los caballos regresarían hasta donde ellos estaban, de repente escucharon el batir de unas alas enormes muy cerca. A pesar de la luz de la luna, alcanzaron a ver una sombra que se alejaba para después acercarse otra vez. Corrieron pero esta vez juntos los dos y pecho tierra muy asustados los dos y vieron como las alas negras venían con otras dos iguales. De pronto escucharon unas risas crueles y el sonido de las alas batiéndose sobre sus cabezas dando vueltas como los buitres.

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El terror los invadió cerraron los ojos y los oídos igual; pero sin embargo seguían escuchando los sonidos.

Uno de ellos reconoció la voz de su novia y la llamo con voz alta la mujer asistió y dos horribles carcajadas se escucharon a todo lo ancho del lugar. Un viento frio inundo y en seguida

supieron que sus novias se convertían en horrendas aves negras de gran tamaño. Al llegar la mañana, uno de ellos trato de despertar al otro, pero ya era inútil, pues las negras almas de las brujas se lo llevaron entre sus garras, dejando al otro al borde de la histeria y locura.

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“CUESTINES DEL CORAZON.”

Cuenta una leyenda de la época de la colonia que en el estado de Morelos existió una famosa bruja de nombre Jacinta Morales ; ella fue llevada a la tribunales de santo oficio por su propio marido, quien declaro haberla encontrado con pruebas de hechicera .

Así mismo, se quejó el hombre de que su esposa actuaba de manera de manera extraña cuando llegaban a ir a la iglesia.

Entre muchas cosas más, relato aquel hombre que una vez acabada la misa, el sacerdote en un descuido olvido cerrar el misal. Como estaba abierto de par en par, Jacinta intentaba salir de la iglesia pero no podía, y en vez de eso caminaba en círculos por el lugar, sin encontrar la salida. En verdad que era extraño lo que sucedía, y como él había escuchado que las brujas tienen ciertas rescisiones para moverse dentro de las iglesias, comenzó a sospecha que su esposa era una ellas, pues además, aunque él siempre llegaba cansado del trabajo, desde que se había casado con ella jamás despertó en medio de la madrugada, ni siquiera para hacer sus más inmediatas necesidades físicas

. Así fue contando como se había dado cuenta poco a poco de que su esposa, en efecto, era una novia de satanás. Cuenta que la puso apruebe de nuevo en la iglesia: coloco un par de alfileres en forma de cruz en el fondo de la pila de agua vendita y cuando Jacinta se acercó a fingir mojar sus dedos, se encontró con que no podía salir, él la llamaba para que saliera pero ella le decía que tenía que terminar de rezar el novenario cuando en realidad lo que hacía era maldecir, en eso él quito los alfileres y salió.

Ya en la noche cuando regresaron a su casa la mujer le dio su taza de café y él fingió que tenía mucho sueño e iría a dormir, cuando ella se fue a dormir él fingiendo ya estar durmiendo su esposa saco debajo de la cama una caja la cual cono los dedos hacia unas figuras con cera; la cual dijo la misma bruja que era cera virgen con pedazos de ostia consagrada que le eran tan difíciles de robar, así como los santos oleos. Según su marido, la bruja llevaba odio en la sangre, pues desde siempre había sentido una creciente rabia por todos a su alrededor, y nunca dudaba en maldecir a todo aquel que le miraba de forma extraña o intentara contradecirla de algo.

Mientras su marido observaba con los ojos semiabiertos, comenzó a escuchar una plegaria al diablo y, cuando entre los conjuros que salían de la endemoniada sacrílega boca escucho su propio nombre la cual realizo con la misma cera una figura de corazón el cual le enterró alfileres , el cual la figura del corazón semejaba el corazón de su esposo .

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La esposa estaba lejos de sospechar en que realidad la estaba escuchando. Cuando cayó en cuenta de ello era demasiado tarde, pues las enormes puertas de madera ya las había dejado abiertas detrás de sus espaldas para nunca más volverse abrir.

Se supo mucho tiempo después que aquel hombre pereció zumientamente de un paro al corazón, muchos piensan que fue la bruja de su esposa, quien regreso del más allá para llevárselo con ella por haberle escuchado.

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“LA CHATA.”

Cuando la Inquisición estaba en pleno apogeo de la Nueva España, se dieron sucesos increíbles que rara vez salieron a la luz pública. Una vez que los acusados entraban a juicio, difícilmente se volvía a saber algo de ellos.

La mayoría de los cargos que les imputaba eran por herejías y hechicerías, y como es de imaginar, las mujeres salían señaladas mayoritariamente por el misógino proceder de los jueces.

Nacieron así varias leyendas sobre brujas que, convertidas en animales, realizaban sus maldades ayudadas por la magia de satanás les provenía.

La leyenda que les contare es sobre una que era tan malvada y despreciable que, una vez descubierta el pueblo entera la mato a pedradas.

La llamaban “la chata” por qué tenía una nariz demasiada grande y achatada; Parecía una bola de carne pegada a su cara. Quizá esta deformidad la volvió resentida y amargada, y con el tiempo, con las burlas de la gente del pueblo, su aislamiento se convirtió en odio.

Nadie sabe cómo fue que la chata contacto al demonio, pero se rumoraba que le había regalado su alma y que él a cambio la había convertido en nahual se decía que salía todas las noches hacer sus maldades, pero llego el día en que su maldad comenzó a crecer y crecer. Entonces comenzó a beber la sangre de los recién nacidos. Se trepaba a los techos de las casas en forma de ave y desde ahí planeaba la forma de meterse donde sabía que habían niños pequeños para pagar su maldita sed.

Nunca podían comprobarle nada, hasta que un día un señor del pueblo conto que había visto un cuervo enorme, sobre el tejado de su casa, pero era extraño pues llagaba hay toda la tarde como esperando que llegara algo o alguien. Entonces el señor recordó lo que se decía de los nahuales y comenzó a apedrearlo. E l cuervo, dando horribles graznidos permanecía inmóvil, esperando paciente a que llegara la noche, como si la luz de la tarde la mantuviera hay.

El dueño de la casa aprovecho para tratar de derribarlo con piedras; incluso sus hijos mayores se sumaron y los vecinos igual. Poco rato después, el cuervo cayó desplomado sobre el pasto; se encontraba mal herido y sangraba, pero aun así se defendía y lanzaba de picotazos a los que le acercaban las manos. En poco tiempo murió y los hombres decidieron quemarle y así acabo la bruja chata.

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“EL CAMINO REAL”

En provincia suele oscurecer más temprano, debido a que casi no ay postes de luz. Los habitantes de los pueblos deben aprovechar la luz para hacer sus quehaceres. Después, todo se vuelve a ser oscuridad y penumbra de los viejos caminos. Cuentan por ahí que Columba, una muchacha joven e incrédula de un pruebo escondido, decidió ignorar las advertencias de su mamá y muy temprano salió de su casa con su hermana en brazos; se dirigía a la plaza municipal para vender. Estuvo todo el día su hermana tenía que comer y no podía regresar sin dinero. Se quedó un poco más aunque los demás vendedores ya se habían ido a sus hogares .ya estaba atardeciendo y dentro de pronto oscureciera.

La costumbre entre los habitantes abrigaba a la muchacha a caminar a su hogar antes del anochecer, pero Columba prefería ignorar esas historias .Ya de regreso, para cortar camino debía de atravesar “el camino real”. Estaba junto a un terreno de árboles grandes e imponentes, y la sombra, incluso a plena luz del día, obstaculizaba la visión de la mirada más aguda. Decían las

ancianas que ahí se reunían las brujas para realizar sus aquelarres.

Se contaba que estas brujas eran mujeres maliciosas y amargadas; que jamás habían podido conseguir, ni formar una familia, y por lo mismo habían muchos inocentes murieron por este

motivo y la desgracia cayo en los habitantes.

Pues las brujas aparecían en forma de serpiente, bajaban por el techo, retiraban al pequeño del pecho de su madre, y entonces bebían su leche y después las mataban.

Columba se espantó cuando iba caminando por el camino real porque vio unas bolas de fuego que se aproximaban volando y ella asustada se hecho a correr a su casa; a la hora de llegar a su casa bajo a su hermana y a la hora de bajarla vio que estaba muerta.

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“LAS BRUJAS”

Sucedió en un poblado cerca de Humillan, Querétaro. Mis amigos y yo fuimos a ese lugar de campamento. El pueblo se encontraba a media hora caminando, es un pueblo muy pequeño rodeado de bosque. Llegamos y nos instalamos. Pasamos la tarde en un lugar rodeado de un par de montañas con un bosque muy espeso y un arroyo en la base de las montañas. Entrada la noche veíamos las estrellas sobre unas rocas cerca de una cascada que formaba el arroyo. De pronto vimos una luz en la colina que estaba en frente. Apagamos

las lámparas creyendo que podían ser cazadores o exploradores. Esta luz no era una bola de fuego, era más bien una luz casi azul.

Encendimos una lámpara y de pronto aparecieron luces similares por toda la colina. Conté alrededor de 15. Las luces comenzaron a bajar y subir la colina a una velocidad sorprendente.

Ahí fue cuando empezamos a pensar que se trataba de brujas. Uno de mis amigos tomó una navaja y salió corriendo en dirección al pueblo. Los que nos quedamos nos metimos a la tienda de campaña que estaba a unos diez metros del arroyo. Estábamos asustados pero atentos a lo que pasaba afuera. No pasó mucho tiempo cuando empezamos a escuchar risas femeninas que se convertían en carcajadas. Era como sí se burlaran de nosotros. No creía lo que estaba pasando o mejor dicho, no quería creerlo; a pesar de que estaba completamente consciente de lo que sucedía. Pasó alrededor de una hora cuando regreso nuestro amigo y, sin escuchar nada más y ya más confiados nos venció el sueño.

A la mañana siguiente buscamos huellas en donde habíamos visto las luces pero no encontramos nada, tomamos nuestras cosas y nos fuimos de ahí. Hoy en día ya no frecuento a quienes estuvieron ahí y nunca volvimos a hablar del tema. Aún conservo una foto de ese lugar pero no creo que algún día regrese.

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“BRUJA EN LA CARRETERA”

Jorge un trailero iba en la carretera y se detuvo un momento a tomarse una pastilla ya que se sentía mal, después de un rato decidió seguir su camino y comenzó a oscurecer, cuando iba pasando por Tehuacán a un costado a una velocidad normal y resulta que al momento de voltear al retrovisor se le apareció una bola de fuego en el lado izquierdo, era una bola de fuego envuelta en una sábana grande, Jorge se asustó mucho al ver esto pero decidió tranquilizarse para no chocar y siguió su camino, pero la bola de fuego lo iba siguiendo y no lo dejaba manejar tranquilo, Jorge cerró su cristal y siguió pero de repente la bola de fuego empezó a tener forma de una mujer que se le pasaba por enfrente y le tapaba la visibilidad para poder ver la carretera, después de pasar unas vías por Tehuacán, comenzó a escuchar un chillido de puercos y Jorge decidió acelerar no quiso detenerse, después de un rato la bola de fuego comenzó a desaparecer metiéndose entre los árboles, después de que paso todavía se escuchaban los chillidos, al seguir avanzando se detuvo en una cafetería del pueblo más cercano y se sorprendió mucho al saber que lo que le había pasado ya le había pasado a otros camioneros y que se trataba de brujas que se aparecen en ese tramo de la carretera.

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“LA BRUJA DE HIDALDO”

En el estado de Hidalgo cuenta la gente que las brujas son mujeres que, en las noches de mayor obscuridad, se convierten en guajolotes sin una pierna.

Dicen que se ve en el cielo cómo las luces que prenden y apagan en busca de una casa donde hallen algún recién nacido al cual puedan chuparle toda la sangre.

Por ello es bien sabido que la gente acostumbra a pintar afuera de las habitaciones donde duermen los bebés, grandes cruces con cal, además de colocar espejos y tijeras en forma de cruz al lado de las cunas para protegerlos.

Uno de los muchos casos de brujas que sucedió hace muchos años y de los cuales mi papá me contó dice que:

En un cuarto de adobe alejado del pueblo de Singuilucan, vivía un señor junto con su esposa. Él era conocido entre la gente por su trabajo, aunque de su esposa se corría el rumor de que era bruja, cosa que el señor ignoraba.

Un día sus amigos le comentaron a él lo que la gente decía y también le dijeron que la comida que llevaba a su trabajo estaba hecha con sangre de recién nacido, por lo que, lleno de dudas, decidió tenderle a su mujer una trampa y confirmar si aquello que le habían dicho era cierto.

Así que ese mismo día llegó a su casa diciéndole a su mujer que estaba tan cansado que iría a dormir.

Ella le dijo que también iría a dormir en cuanto terminara de guisar lo que comería al día siguiente en el trabajo, comida que misteriosamente siempre consistía en un pocillo con fritanga (tripa rellena con sangre cosita) en alguna salsa de tomate.

Ya acostado, el señor le hizo un agujero a su cobija, por donde espiaría a su esposa. Pasado un tiempo el señor comienza a observar que su esposa. Como poseída por algo, cortaba de su larga cabellera negra un cabello que anudado en su pierna logra que ésta se desprenda de su cuerpo. Terminado este acto que horrorizó al señor ella dejó la pierna junto al tecuil (fogón), a la vez que iba transformándose en guajolote, el cual salió volando de la casa y convertido en el cielo en una luz parpadeante que se perdió en la obscuridad.

Aterrado por lo sucedido, pero a la vez indignado por la traición de su mujer, el señor quemó la pierna echándola al tecuil y decidió esperar desde su escondite.

Ya cerca del amanecer la pieza se iluminó al regreso de la bruja, que traía consigo sangre de niño dentro de una tripa para cocinar la suculenta fritanga que comería su marido en el trabajo.

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Al convertirse el guajolote en mujer, ésta comenzó a buscar con desesperación su pierna que jamás encontró.

Dicen que al día siguiente, cuando ya todo el pueblo sabía la noticia, la gente unida decidió quemarla en leña verde en el centro del pueblo