las técnicas constructivas con tierra en la arqueología prerromana

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INTRODUCCIÓN Desde hace algunos años venimos analizan- do los aspectos arqueológicos y técnicos de la ar- quitectura prerromana realizada con tierra en la vertiente mediterránea española, investigación bastante problemática por las numerosas incóg- nitas y entresijos que todavía presenta aunque fuera abierta hace años por algunos artículos (Desbat, 1981; Boissinot, 1984; Bonet, Pastor, 1984; Burillo, 1985; Chazelles, Poupet, 1984; 1985) y, sobre todo, por el II Congrès Archéologi- que de Gaule méridionale (VV.AA., 1985). Esta- mos indudablemente ante un tema novedoso y reciente que comenzó a valorarse al socaire de nuevos presupuestos teóricos y metodológicos que potenciaron los análisis microespaciales (VV.AA., 1986) y la contextualización de objetos arqueológicos con estructuras domésticas, prácti- ca que se ha aplicado con cierto éxito al mundo protohistórico (VV.AA., 1989; 1994). A pesar de esa reorientación, el examen del barro como 161 QUAD. PREH. ARQ. CAST. 20, 1999 Las técnicas constructivas con tierra en la arqueología prerromana del país valenciano Ángel Sánchez García* Resumen Los problemas metodológicos, el escaso tratamiento bibliográfico y un cierto peyorativismo hacia las construcciones arqueológicas con tierra ha provocado la falta de un vocabulario uniforme y homogéneo que defina con propiedad técnicas como manteados, amasados, tapial o adobe. Este obstáculo no supone un tema baladí ya que impide realizar fiablemen- te una repartición geográfica y cronológica de los diversos procesos constructivos e identificarlos en el registro arqueoló- gico. Conjugando los restos arqueológicos, las citas de las fuentes, los ejemplos etnográficos y las menciones de los dic- cionarios, intentaremos definir y examinar exhaustivamente las técnicas constructivas con tierra en sí mismas, valorando la terminología, el proceso técnico, las ventajas y los inconvenientes para caracterizarlas arqueológicamente. En la segun- da parte ofreceremos un resumen panorámico de la arquitectura del barro en el mundo prerromano del país valenciano. Résumé Les problèmes metodologiques, le peu traitement bibliographique et un certain pejorativisme vers les constructions archéologiques de terre crue a provoqué la manque d’un vocabulaire uniforme et homogène que definisse avec propiété techniques comme le torchis, le façonnage direct, le pisé ou la brique crue. Cet obstacle n’est pas une thème futile puisqu’il empêche faire avec confiance une repartition geographique et chronologique des divers procèdes constructifs et pouvoi les identifier dans le registre archéologique. En train de conjuguer les restes archéologiques, les notes des sources, les exem- ples ethnographiques et les mentions des diccionnaires, nous tenterons définir et examiner exhaustivement les techniques constructives de terre crue elles mêmme, évaluant la terminologie, le procès technique, les avantages, les inconvenients pour les caracteriser archéologiquement. Dans la seconde part nous proposerons un resume panoramique de l’architecture de terre crue dans le monde prerromaine du pays valencien. * Área de Arqueología de la Universidad de Alicante. Ap. de Correos 99. E- 03080. Este trabajo ha sido realizado en el marco del proyecto de investigación GV-2402/94. Organización del Poblamiento y del Territorio en el área suroriental de la Peninsula Ibérica, del Programa de Proyectos de Investigación y Desarrollo Tecnológico de la Generalitat Valenciana.

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Page 1: Las técnicas constructivas con tierra en la arqueología prerromana

INTRODUCCIÓN

Desde hace algunos años venimos analizan-do los aspectos arqueológicos y técnicos de la ar-quitectura prerromana realizada con tierra en lavertiente mediterránea española, investigaciónbastante problemática por las numerosas incóg-nitas y entresijos que todavía presenta aunquefuera abierta hace años por algunos artículos(Desbat, 1981; Boissinot, 1984; Bonet, Pastor,1984; Burillo, 1985; Chazelles, Poupet, 1984;

1985) y, sobre todo, por el II Congrès Archéologi-que de Gaule méridionale (VV.AA., 1985). Esta-mos indudablemente ante un tema novedoso yreciente que comenzó a valorarse al socaire denuevos presupuestos teóricos y metodológicosque potenciaron los análisis microespaciales(VV.AA., 1986) y la contextualización de objetosarqueológicos con estructuras domésticas, prácti-ca que se ha aplicado con cierto éxito al mundoprotohistórico (VV.AA., 1989; 1994). A pesar deesa reorientación, el examen del barro como

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QUAD. PREH. ARQ. CAST. 20, 1999

Las técnicas constructivas con tierraen la arqueología prerromana

del país valenciano

Ángel Sánchez García*

ResumenLos problemas metodológicos, el escaso tratamiento bibliográfico y un cierto peyorativismo hacia las construcciones

arqueológicas con tierra ha provocado la falta de un vocabulario uniforme y homogéneo que defina con propiedad técnicascomo manteados, amasados, tapial o adobe. Este obstáculo no supone un tema baladí ya que impide realizar fiablemen-te una repartición geográfica y cronológica de los diversos procesos constructivos e identificarlos en el registro arqueoló-gico. Conjugando los restos arqueológicos, las citas de las fuentes, los ejemplos etnográficos y las menciones de los dic-cionarios, intentaremos definir y examinar exhaustivamente las técnicas constructivas con tierra en sí mismas, valorandola terminología, el proceso técnico, las ventajas y los inconvenientes para caracterizarlas arqueológicamente. En la segun-da parte ofreceremos un resumen panorámico de la arquitectura del barro en el mundo prerromano del país valenciano.

RésuméLes problèmes metodologiques, le peu traitement bibliographique et un certain pejorativisme vers les constructions

archéologiques de terre crue a provoqué la manque d’un vocabulaire uniforme et homogène que definisse avec propiététechniques comme le torchis, le façonnage direct, le pisé ou la brique crue. Cet obstacle n’est pas une thème futile puisqu’ilempêche faire avec confiance une repartition geographique et chronologique des divers procèdes constructifs et pouvoi lesidentifier dans le registre archéologique. En train de conjuguer les restes archéologiques, les notes des sources, les exem-ples ethnographiques et les mentions des diccionnaires, nous tenterons définir et examiner exhaustivement les techniquesconstructives de terre crue elles mêmme, évaluant la terminologie, le procès technique, les avantages, les inconvenients pourles caracteriser archéologiquement. Dans la seconde part nous proposerons un resume panoramique de l’architecture deterre crue dans le monde prerromaine du pays valencien.

* Área de Arqueología de la Universidad de Alicante. Ap. de Correos 99. E- 03080.Este trabajo ha sido realizado en el marco del proyecto de investigación GV-2402/94. Organización del Poblamiento ydel Territorio en el área suroriental de la Peninsula Ibérica, del Programa de Proyectos de Investigación y DesarrolloTecnológico de la Generalitat Valenciana.

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ÁNGEL SÁNCHEZ GARCÍA

material de construcción desde el punto de vistaarqueológico partía a priori con una serie de obstá-culos que en muchos casos eran inherentes a lascaracterísticas físico-químicas de la tierra, ele-mento perecedero y deleznable por procesos me-cánicos y erosivos. Efectivamente, las dificultadespara exhumar e interpretar este tipo de restos,sobre todo con los métodos de excavación tradi-cionales, la primacía del sondeo frente a las estra-tigrafías horizontales y la preferencia por el estudiode lo mobiliario sobre lo inmobiliario impidieronque el papel preponderante de la tierra en lasconstrucciones prerromanas se manifestara en labibliografía hasta los años ochenta (Sánchez,1996, 349).

Otro factor negativo es el hábito tradicionalentre los arqueólogos de conceder mayor conside-ración a estructuras constructivas espectacularessobre otras más modestas debido a criteriosartísticos o didácticos (Chazelles, Poupet, 1985,156-157) o a una concepción vitrubiana de la ar-quitectura, herencia clásica de diferenciar locivilizado que supone construir con materialesnobles y duros (Arcelin, Buchenschutz, 1985, 15)frente al primitivismo de hacerlo con materialespobres o perecederos entre los que se encontraríala tierra (Vitrubio, II, 1), excepción hecha, eso sí,del adobe como el mismo tratadista latino proponeal dedicarle un capítulo entero en su obra Los DiezLibros de la Arquitectura (Vitrubio, II, 3).

EL PROBLEMA DE LA TERMINOLOGÍA

Este escaso tratamiento junto a un ciertodesconocimiento de las técnicas constructivas contierra y la inconsciencia de la importancia y de losproblemas que plantean ha provocado que,muchas veces, en la bibliografía se confundanentre ellas y apenas se diferencien unas de otras,generándose de esta manera lo que C.A. deChazelles y P. Poupet (1985, 156) denominaron“sinonimia abusiva”, por la cual se tiende a asimilarerróneamente procesos constructivos tan distintoscomo el tapial, el adobe, el amasado o el mantea-do. Así, hasta hace poco tiempo, no era extrañoencontrar en la literatura arqueológica adobes tra-bando piedras o paredes revocadas con tapial porponer algunos ejemplos de la mala utilización delas palabras (Sánchez, 1996, 350-351). Esta falsasinonimia y la falta de un vocabulario homogéneoentre los investigadores constituyen una auténticarémora para la investigación de técnicas construc-tivas con tierra susceptibles de aparecer en el re-gistro arqueológico ya que dificultan su identifica-

ción y su rastreo geográfico y cronológico (Chaze-lles, Poupet, 1984, 71, nota 2), más aún en zonasculturales amplias como puede ser la vertientemediterránea española. Si ya es ardua la tarea decaracterizar arqueológicamente, sobre el terreno,ciertos elementos y estructuras de tierra, el proble-ma se duplica al consultar la bibliografía por esa a-parente polisemia de los términos.

No podemos olvidar que mencionar la tierracomo elemento constructivo durante la prehistoriareciente y la protohistoria es referirse, práctica-mente, a todo el arte de construir y de edificar enla cuenca del Mediterráneo. Por ello convendre-mos que la obtención de una terminología normali-zada y uniforme entre los investigadores no esalgo superfluo o trivial sino que requiere una pues-ta en común a través de la cual se genere un buenconocimiento de las técnicas que nos permita ha-blar con propiedad de manteado, amasado, tapial,adobe, enlucido, etc., o al menos dudar entre ellos,no errar en la interpretación del método construc-tivo.

En algunos trabajos de arquitectos e ingenie-ros, pioneros en la preocupación por la arquitec-tura del barro, encontramos definiciones técnicasque, aunque relacionadas con construccionesactuales (Alonso, 1994; Bardou, Arzoumanian,1979; Doat, Hays, Houben, Matoux, Vitoux, 1979;Font, Hidalgo, 1990), pueden ayudar mucho alarqueólogo debido a que esas técnicas presentesen época prerromana perviven con pocas variacio-nes hasta la actualidad como ponen de manifiestonumerosos ejemplos de arquitectura popular(VV.AA., 1990). A pesar de la falta de perspectivahistórica y arqueológica de estos estudios, lavigencia de técnicas como el adobe, el tapial o losamasados demuestra que son procesos constructi-vos que han evolucionado relativamente poco yque las modernas tecnologías no los han hechodesaparecer por lo que han permanecido en losusos y costumbres tradicionales. Si tenemos encuenta que más del 30 por ciento de la humanidadsigue viviendo en casas construidas con tierra(García-Verduch, 1990, 117-119) es fácil entenderque la comparación directa entre el dato arqueoló-gico y el hecho etnográfico sea viable ante casos ytécnicas estables que quedan congeladas en eltiempo (Fig. 1), representando una actividad mate-rial que podemos reconstruir con bastante fiabili-dad. Por tanto el recurso a la comparaciónetnográfica es un instrumento metodológico de pri-mer orden para definir construcciones que laarqueología, a veces, sólo puede recuperar deforma fragmentaria.

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La mayor parte de arqueólogos que preten-díamos definir las técnicas constructivas con tierraaplicadas a las edificaciones arqueológicas, casisiempre lo hacíamos de forma somera, general yvinculada bien a determinados yacimientos o biena zonas geográficas muy concretas (Desbat, 1981;Boissinot, 1984; Burillo, 1985, Chazelles, Poupet,1985; Asensio, 1995; Sánchez, 1996). De ahí quemuchas veces no se analizaran todas las técnicasconstructivas y se apuntaran más o menos carac-terísticas de cada una de ellas. Recientemente seha publicado una magnífica síntesis monográficade C.A. de Chazelles (1997) sobre los procesos deconstrucción con tierra en el sur de Francia,enriquecida con ejemplos de otras zonas y bienapoyada en testimonios arqueológicos, etnográfi-cos y literarios, que puede convertirse en auténticaobra de referencia y en la que se insiste en la es-pecial problemática y anterioridad cronológica dealgunas técnicas constructivas en la penínsulaIbérica con respecto al país vecino y al Mediterrá-neo occidental, caso del adobe y del tapial(Chazelles, 1997, 51-53, 98-100), lo que pondríade manifiesto la singular importancia que cobra la

vertiente mediterránea española en lo referente ala arquitectura del barro y la necesidad de profun-dizar en su investigación arqueológica.

PROPUESTA DE ANÁLISIS

La carencia en la bibliografía arqueológicaespañola de estudios que hayan tratado extensa-mente la definición e identificación arqueológica deprocesos constructivos con tierra, como un primerpaso para la concienciación y planteamientogeneral del problema arqueológico de la construc-ción con barro, creemos que justifica la propuestaque vamos a presentar. De esta forma examinare-mos exhaustivamente, conjugando lo técnico, loarqueológico y lo histórico, las técnicas constructi-vas con tierra que se pueden documentar en laarquitectura prerromana de la península Ibérica.Por una parte en sí mismas, ofreciendo toda lagama de acepciones que conllevan, no siemprecorrectas, indicando cuáles son a nuestro juicio lasmás apropiadas, valorando cuestiones como laterminología, la etimología, el proceso técnico, lasventajas y los inconvenientes de cada una deellas. Por otra parte procuraremos ofrecer clavespara caracterizar arqueológicamente esas técni-cas, cómo diferenciarlas y reconocerlas en el re-gistro arqueológico. En la segunda parte presenta-remos ejemplos al revisar sintéticamente la evolu-ción de dichas técnicas en el mundo prerromanodel país valenciano, auténtico botón de muestra dela vertiente mediterránea española, sin olvidar pa-ralelos reveladores dignos de mención de otraszonas.

El objetivo es ofrecer una panorámica resu-mida que nos permita apreciar la génesis y laposible filiación cultural en la adopción de tal ocual técnica o si bien es un producto del desarrollointerno de la técnica y de las fuerzas productivas,las razones de la elección de una técnica en lugarde otra, el probable uso diferencial en según quéestructuras y, por último, las posibilidades de con-servación y restauración de las estructuras realiza-das con dichas técnicas. Las precisiones cronoló-gicas serán analizadas en la última parte denuestro trabajo para conocer si unas técnicas hanprecedido a otras, si las han sustituido, si hancoexistido y si la utilización de las mismas puedeser un criterio con valor cronológico.

Este planteamiento puede parecer ambiciosopero entendemos que tan importante es conocer lafuncionalidad de los diversos espacios para dife-renciarlos, ya sean comunales, colectivos, palacia-les, sacros, artesanales o puramente domésticos,

LAS TÉCNICAS CONSTRUCTIVAS CON TIERRA EN LA ARQUEOLOGÍA PRERROMANA DEL PAÍS VALENCIANO

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Figura 1. Mapamundi y mapa de la península Ibéricacon las áreas de difusión de las construcciones con

tierra (VV.AA., 1988, 105, 107).

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ÁNGEL SÁNCHEZ GARCÍA

como el estudio y conocimiento de las formasarquitectónicas con las que se construyeron, másaún teniendo en cuenta que la arquitecturaprerromana, sobre todo la doméstica, no fue unaarquitectura realizada por especialistas, salvoalgunas excepciones, sino que fue una arquitectu-ra sin arquitectos. Es decir, que el modo en que seconstruye un hábitat, más aún antiguo, tendráestrecha relación no sólo con la adaptación delhombre al medio geológico y ambiental que lerodea sino también con su nivel técnico o cultural ycon sus necesidades funcionales, por lo que lavariable tecnológica tiene un valor esencial del quese pueden extraer numerosas consecuencias e hi-pótesis.

En recientes trabajos (Sánchez, 1996;1997a; 1997b) hemos analizado con amplitudtodos aquellos aspectos relacionados con la tierracomo material de construcción: definición, compo-sición mineralógica, elección, extracción, prepara-ción, mezcla, estabilización, ventajas e inconve-nientes por lo que en este lugar haremos referen-cia específica a las técnicas constructivas queconforma el barro. Lo que sí es conveniente espreguntarnos el porqué de la utilización de la tierracomo material de construcción y para ello habráque tener en cuenta las variables de la adaptabili-dad al entorno geológico y climático, la abundanciay disponibilidad de la misma, sin olvidar las tradi-ciones constructivas y los factores socioculturales.Por eso, quizás no sea la cuestión el plantearse deforma esquemática y simplista si es mejor la tierraque la piedra, sin estimar las posibilidades y lasnecesidades de quienes la emplean. Si aludimos aalgunas de estas variables de análisis será para a-plicarlas no a la tierra en sí sino a las técnicasconstructivas que se conforman con ella.

TÉCNICAS CONSTRUCTIVAS CON TIERRA

En principio hemos de tener presente que latierra también se utilizó en la construcción comoelemento natural, es decir sin transformarla en unatécnica determinada, ya sea en nivelaciones orellenos de muros como en otro tipo de estructurasy que con la tierra no sólo se edifican estructurasmurarias, lo que inmediatamente nos hace pensaren el tapial o en el adobe, sino que también formaparte principal de las techumbres y de equipa-mientos domésticos como hogares, hornos, pavi-mentos, umbrales, bancos, vasares, canalizacio-nes, etc. Una primera división entre las técnicas sepuede establecer en función del proceso deconstrucción y, así, la tierra se utiliza con pocas

modificaciones, de forma casi manual, modelándo-la en el propio lugar donde se construye (amasa-dos, manteados, enlucidos, mortero de trabazón,pavimentaciones) o, por el contrario, después deciertas transformaciones previas en encofrados omoldes, con técnicas más complejas que el meromodelado, caso del tapial y de los adobes. Otradiferenciación podría venir dada por la organiza-ción o disposición de la tierra en la construcción:distinguiríamos así estructuras modulares comolos adobes, estructuras homogéneas o masivas,caso del amasado y del tapial y estructuras mixtasque, como el manteado, combinarían la tierra conotro material (Chazelles, 1997, 204), la madera pa-ra el caso del mundo prerromano.

Al igual que ocurre con la tierra, existen di-versas y parecidas razones para poder explicar lasvariaciones técnicas de la arquitectura del barrodentro de las comunidades: la adaptabilidad al en-torno geográfico y climático, la tradición culturalque supone la transmisión de una experiencia yhabilidad, las influencias externas y la estructurasocioeconómica, ya que no es lo mismo una socie-dad nómada que una sedentaria por poner unejemplo extremo. Si en determinadas técnicasapreciamos unas características específicas en lacomposición granulométrica de la tierra es proba-ble que la materia prima sea dependiente delmétodo constructivo al que se aplique aunque estoes muy difícil de probar en los restos arqueoló-gicos donde tal vez la preeminencia la tenga elmaterial sobre la técnica. Es decir que si elconstructor conoce las propiedades de la tierra, asíparece ocurrir cuando utiliza estabilizantes ajenosa la mezcla original, quizás pudiera emplear la téc-nica más adecuada a ese conjunto.

MANTEADOS

El manteado consiste en una mezcla detierra, agua y materias vegetales que conforma unamasado plástico que entra en la construcción re-cubriendo cabañas de entramado lígneo (vegetal ode madera) las cuales son muy difíciles de encon-trar in situ, en elevación, y de identificar en elregistro arqueológico. La complicación técnicaestribaría más en montar y entrelazar los zarzos oarmaduras ligeras de madera y elementos vegeta-les (Fig. 2, 1) que en el forro, relleno o enlucido delos huecos e intersticios de ese esqueleto que se-ría el papel jugado por la tierra. Ésta se colocaríaen estado más o menos húmedo sobre la estructu-ra principal, tras una mezcla en la que podríanintervenir paja cortada, fibras vegetales u otros

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estabilizantes o desgrasantes los cuales proporcio-narían la resistencia inmediata necesaria para supuesta en obra. Se aplicaría sobre una o las doscaras de la estructura vertical con una capa más omenos espesa que podría variar según se tratasede muros exteriores o de separaciones interiores(Arcelin, Buchenschutz, 1985, 16).

Por tanto, nos estamos refiriendo a unatécnica mixta (Chazelles, 1997, 206) en la que latierra va indisolublemente asociada a una estructu-ra vegetal o de madera independiente en sí o yaadecuada a priori para recibir el manteado detierra. Es decir que unas pellas de barro super-puestas, por ejemplo, a un muro de mamposteríacompondrían una mezcla de tierra con entidad porsí misma que no debe considerarse como mantea-do. Todavía persiste la duda de denominar man-teado a todo el conjunto de madera y barro, opciónpor la que nos inclinamos o, como opinan otrosautores, sólo a la tierra amasada que enluce o re-cubre la estructura de madera (Arcelin, Buchens-chutz, 1985, 16, 18). A nuestro entender en la téc-nica del manteado la tierra enluce o recubre unaestructura principal y hemos de diferenciarlo de unamasado de tierra que revoque, por ejemplo, unzócalo de piedra o un alzado de adobes.

Para denominar esta técnica, la bibliografíafrancesa, la que más se ha ocupado de este tipode construcciones, utiliza el término específico detorchis (Chazelles, Poupet, 1985, 150; Chazelles,1997, 206), el inglés utiliza los términos mud ydaud y el alemán Strohlehm y Lehmmörtel (Auren-che, 1977), mientras que P. Bardou y V. Arzou-manian (1979, 21) al referirse a construcciones ac-tuales, la denominan tapial con paja o encañizado,lo que introduciría un elemento de confusión alutilizar la palabra tapial que, como veremos, tieneun significado muy distinto. También se consideraentramado si el relleno de la estructura de carpin-tería se hace con adobes, ladrillos u otros mate-riales (Fig. 2, 2), lo que también se denomina mursà colombages o murs à pan de bois (Chazelles,Poupet, 1985, 152; Chazelles, 1997, 206-207). Elcastellano no dispone o no utiliza un término es-pecífico para definir este tipo de estructurascompuestas por postes embutidos en las paredesrealizadas con otras técnicas como adobes oladrillos y el término manteado, como técnica deconstrucción, no aparece en el diccionario de laReal Academia de la Lengua (VV.AA., 1997).Cuando se alude al clayonnage (Léquement, 1985,29) se está nombrando a la estructura de maderaque luego se mantea con tierra, aunque es fre-cuente la asimilación entre torchis y clayonnage

(Desbat, 1981, 56). En castellano ni enlucido ni en-tramado parecen concordar de forma exacta con elconjunto de esta técnica que todavía podríaencontrar un término más adecuado o apropiado.

En el registro arqueológico, el manteado sepuede reconocer a través de las improntasvegetales marcadas en fragmentos de barro (Fig.2, 3), aunque resulta complicado saber suprocedencia exacta bien sea de la pared o deltecho. A partir de las plantas, del derrumbe y de lacontextualización de los restos es cuando sepuede hacer una hipotética reconstrucción. Sinduda, hasta la llegada de la teja con el mundoromano prácticamente todas las techumbres de lapenínsula Ibérica se construirían con un manteadode tierra por encima de una estructura vegetal y demadera que constituiría la cobertura de la te-chumbre. La mezcla o amasado previo no siempretiene que estar acompañada de elementos vegeta-les como parecen demostrar algunos restosarqueológicos de barro endurecido en los que laestabilización podría venir dada por la heterome-tría de las distintos granos de tierra que formaríanel conjunto.

Aunque estamos ante una técnica primitivaque se utilizó cuando menos desde el neolítico,existen referencias arqueológicas de suutilización en época romana (Desbat, 1981, 58;Chazelles, Poupet, 1984, 83-85), lo cual escorroborado por fuentes clásicas caso de Plinioen su Naturalis Historia (XXXV, 48) y de sanIsidoro en su Etymologiarum (XIX, 10, 17)(Léquement, 1985, 29), lo cual manifestaría quesus características lo hicieron viable incluso enuna gran civilización como el imperio romano. Encualquier caso Vitrubio (II, 1) lo considera deforma peyorativa como uno de los primerosmodos de construir del hombre. Del mismo modoEstrabón al hablar sobre los galos y Tácito de losgermanos aluden al primitivismo de habitar encasas circulares realizadas con esta técnicarudimentaria, aunque es seguro que no todos losgalos ni todos los germanos vivir ían enconstrucciones de este tipo. En definitiva, lasfuentes lo valoran muy poco con relación a losentramados de postes completados con otrastécnicas (Chazelles, 1997, 129), al tapial, aladobe y lo correlacionan con sociedades pocoevolucionadas y de escaso desarrollo y, así, elmanteado sería un indicio de la precariedad téc-nica de una sociedad. Sin embargo tenía unasventajas que posibilitaron su utilización e inclusosu perduración una vez desarrolladas inclusotécnicas como el tapial o el adobe. C.A. de

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Chazelles (1997, 129-130) ha señalado la posibleconfusión que se puede producir en algunasfuentes entre manteado y entramados rellenoscon adobes, lo cual podría venir producido por eltérmino latino crates, presente en Vitrubio, Plinioy Palladio, que puede inducir a error a algunostraductores al significar cosas tan distintas comocañizos o postes, lo que daría lugar a dostécnicas de construcción netamente diferentes.

La gran ventaja del manteado es la rapidez ysencillez del método constructivo que obtendría fá-cilmente la materia prima y que podría modificarlaal lado de la construcción con poco esfuerzo y sinnecesidad de una mano de obra especializada(Chazelles, Poupet, 1985, 154). Por su rauda edifi-cación y por crear pequeños espacios con unafuncionalidad de mero cobijo contra el frío y laintemperie se podría asociar a un hábitat ocasional

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Figura 2. 1.- Casas actuales de Irak construidas con juncos y elementos vegetales (Aurenche, 1981, 106); 2.-Entramado de postes relleno con adobes (Bardou y Arzoumanian, 1979, 30); 3.- Improntas vegetales marcadas en

fragmentos de barro (Aurenche, 1981, 155).

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y provisional, propio de sociedades nómadas (Bar-dou, Arzoumanian, 1979, 22; Chazelles, Poupet,1984, 71).

Entre sus inconvenientes destaca la malaresistencia mecánica y la fragilidad general, elescaso aislamiento, la posibilidad del desarrollo deparásitos en la trama vegetal del conjunto, elriesgo de pudrimiento por la humedad y de in-cendio por la masa vegetal (Bardou, Arzoumanian,1979, 22) y el sometimiento a contracciones trassecarse la tierra húmeda sobre la estructura, conlas consiguientes fisuras y agrietamientos. Sumantenimiento es muy sensible a la intemperie yes más que indispensable la realización de enluci-dos herméticos y de frecuentes refacciones. Mien-tras que la tierra es abundante y fácil de conseguirlo que sí que necesitaría un manteado es la acu-mulación cierta cantidad de madera.

AMASADOS

La utilización de la tierra, tras una mezclaprevia con estabilizantes vegetales, minerales, calo yeso, en forma de un amasado que se introduceen la construcción independientemente del entra-mado de madera, es una técnica distinta más queuna variante del manteado. Por ello, aunque mu-chas veces el registro arqueológico no lo permita,debe diferenciarse del manteado porque enrealidad puede dar lugar a estructuras sin recubrir,enlucir o mantear otra superestructura. Como de-cíamos, el manteado es una técnica mixta queemplea junto al barro madera, zarzos o cañas,mientras que el amasado es un modo de cons-trucción que sólo emplea la tierra, aunque seaestabilizada con otros elementos. Lo que tienen encomún es la mezcla de tierra, pero según cómo seaplique ésta en la construcción se denominarámanteado o amasado.

Efectivamente, en este proceso constructivola tierra puede formar por sí sola alzados de murospor encima de zócalos de mampostería o desde labase del suelo como tabiques mediante la disposi-ción de pellas de barro modeladas con la mano ycolocadas de forma sucesiva en varios niveles,vasares y resaltes que se van adecuando a lasnecesidades por simple modelado manual (Fig. 3,1), pavimentos tras batir o apisonar tierra y enlucirparedes.

Los términos franceses façonnage direct y elde la bauge (Chazelles, Poupet, 1985, 152; Cha-zelles, 1997, 204-205) concordarían perfectamentecon el de amasado y definirían una técnica basadaen una mezcla de tierra que se coloca directamen-

te en la construcción en estado plástico secándoseen la propia estructura en la que se dispone. Lacohesión y resistencia se obtendrían por la mezclaprevia y por la desecación tras uno o dos días. Lamodelación manual permitiría la adopción de laforma deseada. Pruebas actuales de su utilizaciónen estructuras murarias causan asombro por lafacilidad de su puesta en obra caso del Yemen(Fig. 3, 2), dónde por encima de un zócalo depiedra se van colocando las denominadas bolasde tierra húmedas en capas sucesivas (Bardou,Arzoumanian, 1979, 29); el montaje de los murosen varios niveles, con un espesor y una altura va-riable, relacionaría esta técnica más con el tapial(Chazelles, 1997, 19) que con el manteado aun-que en el caso del tapial la estabilización vendríaproporcionada por el apisonamiento, no por dese-cación.

El simple modelado con la mano (que podríarecordar vagamente al trabajo cerámico), dandolugar a formas determinadas de barro se empleómuy tempranamente en el Próximo Oriente, desdeel neolítico y parecen existir antes los adobesmodelados con la mano que los realizados enmoldes de madera (Aurenche, 1977; 1981) aunqueel método más corriente e identificable es esteúltimo.

El amasado es la técnica constructiva contierra más difícil de evidenciar e identificar en elregistro arqueológico pues, de aparecer, podríaconfundirse con el tapial de tierra si se mantieneuna parte en elevación e, incluso, con muros deadobe unidos sin mortero de trabazón (Boissinot,1984, 83). Pruebas o claves que nos indiquen suuso pueden ser la existencia de tierra en muros deescasa anchura y de trazado no rectilíneo, comoparedes curvas y, por supuesto, ningún indicio deadobe o de tapial. Sus construcciones ofrecen unaspecto uniforme ya que no dejan marcas deimprontas de vegetales, como en el manteado,juntas de trabazón como en el adobe y marcas deencofrado, caso del tapial. Por tanto, es una técni-ca casi imperceptible que puede permanecer mu-da en las capas homogéneas de tierra considera-das tantas veces estériles y de relleno. Tan sólopueden quedar las improntas de los dedos o de lasmanos para el alisamiento posterior y el acabadoexterior (Fig. 3, 2), identificándose, en algún caso,terminaciones convexas que se han dejado secarantes de colocar las pellas superiores (Burillo,Picazo, 1986, 10). Al igual que en los adobes, pue-de contener elementos arqueológicos como carbo-nes y trozos de cerámica (Nin, 1988, 65). Si con-forma muros lo más normal es que sean de lon-

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gitud y anchura reducida, tabiques sobre todo, oelevaciones parciales. Esta técnica con la que másposibilidades tiene de confundirse es con el tapialen el caso de los muros, pues parece claro queenlucidos, morteros de trabazón, pavimentosbatidos, apisonados o preparados pueden recibircon propiedad el término de amasado. Los sueloshechos con tierra apisonada se diferencian de lascapas de demolición por una mayor dureza ycompactividad y, quizás, por una distinta composi-ción y coloración. Los hogares al margen de lashuellas de combustión pueden presentar anillos debarro endurecido, niveles de preparación de arci-lla, superficies “craqueladas”, etc. Los soportes debarro (Fig. 3, 1) se suelen levantar sobre los pavi-mentos. En lo que respecta a los enlucidos alcolocarse posteriormente en estado plástico sobrelos muros ya secos, tienden a desprenderse de

manera independiente al proceso de caída de lapared aunque se pueden identificar por ser unatierra más tamizada o decantada y, cuando existala cal, por tener un mayor componente de ella,tanto en los límites de los muros como en la inter-sección entre éstos y los suelos.

Los inconvenientes del amasado son la malaresistencia mecánica a la intemperie, el gran nivelde retracción en el secado que puede provocargrietas y fisuras en las estructuras y un tiempo desecado relativamente largo. Es fundamental elresguardo contra la humedad a través de zócalos,enlucidos y techumbres y el que las construccio-nes exentas o adosadas tipo hogar, banco o vasar,etc. estén a cubierto del exterior. Tendría unosinconvenientes semejantes a los del tapial más losque le provocaría su falta de armazón (Bardou,Arzoumanian, 1979, 29).

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Figura 3. Arriba, soporte o vasar de barro amasado procedente del poblado de la edad del bronce de Hoya Quemada,Mora de Rubielos, Teruel (Burillo, Picazo, 1986, 21); abajo, construcciones actuales de barro amasado en el Yemen

(Belarte, 1995, inédito).

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Las ventajas serían la rapidez de ejecuciónpuesto que los materiales pueden ser preparadosen el mismo lugar de la construcción sin moldes yencofrados (Chazelles, Poupet, 1985, 152), aun-que la tierra habría que extraerla y prepararlaadecuadamente antes de su colocación, con pocamano de obra y escaso utillaje. La ductilidad delbarro y la técnica del modelado manual le conferi-ría a esta técnica la facultad de adoptar formasdiversas, si no por encima de los muros sí en otrostipos de construcciones domésticas. Ademásofrecería una gran facilidad de reconstrucción yrefacción. La economía de medios y el bagaje cul-tural y técnico hacen que en la actualidad aún seutilice en países africanos de clima seco o de plu-viosidad escasa y donde la madera escasea (Bar-dou, Arzoumanian, 1979, 29), pues de existir estaúltima las estructuras exteriores es probable quese realizaran con manteados, y allí donde no exis-te la tradición técnica y cultural del adobe o el ta-pial.

EL TAPIAL

Juan de Villanueva en su Arte de Albañilería(1827) consideraba al tapial como una de las me-jores posibilidades que ofrecía la tierra comomaterial constructivo incluyéndolo como uno de losgéneros de obra que pertenecen a la albañilería.Muy a menudo tiende a asociarse al tapial concualquier estructura de tierra de apariencia más omenos compacta y es que un término que puedetener varios sentidos que no son del todo apropia-dos y que muestran un cierto desconocimiento delvocabulario arquitectónico, lo que da lugar a lacomentada confusión y asimilación de técnicas: aveces hace referencia al material en sí mismo,mencionándose tapial cuando, en realidad, sedebería decir barro o tierra apelmazada; otrasveces se asimila con tapia, cuando ésta puede sercualquier pared no techada e incluso construidacon piedras (en catalán puede ser más habitualesta confusión porque tapial es tàpia); más correc-tamente, debería hacer referencia a una unidad defábrica, la que se hace con tierra apisonada dentrode un encofrado.

En el diccionario de la Real Academia de laLengua (1997, p. 1942) el tapial se define como elmolde de dos tableros paralelos en los cuales seforman las tapias, como el trozo de pared reali-zado con tierra amasada o la pared formada deesta forma. La palabra tapia tiene aún más acep-ciones que la de tapial: cada uno de los trozos depared que se hacen de una vez con tierra

apisonada en una horma o pared formada portapias e incluso, más raramente, puede ser unamedida de superficie y de longitud. Es decir quehabría que perfilar y distinguir los términos tapial ytapia. Con un fin didáctico podríamos decir que ta-pia designaría a la unidad de fábrica y tapial alencofrado.

La palabra tapia (Corominas, Pascual, 1980,410-411) tiene un origen incierto, quizás onomato-péyico basado en la palabra ¡tap! y existía encuanto tal, antes de la romanización de la penín-sula Ibérica, lo que podría confirmarse por la refe-rencia de Plinio en su Naturalis Historia (XXXV,48). Efectivamente los romanos consideran lasparietes formaceae como algo típico de Hispania.De España se exportaría al mundo árabe y, ya enun documento del siglo X, un viajero oriental,Abenhaucal, menciona el término tabiya. En al-Andalus serían muy numerosas las murallas contapial de tierra, siendo las más antiguas del sigloIX y multiplicándose a partir del siglo XI (Bazzana,Guichard, 1987, 103-106). El nombre actual ya es-tá configurado desde Gonzalo de Berceo en el si-glo XIII como ”…trozo de pared que se hace contierra amasada y apisonada en una horma.” o bien”pared formada de tapias”. Muchos lingüistas hantratado el origen prelatino de esta palabra ya queparece claramente atestiguado en el latín vulgarde la península Ibérica (Corominas, Pascual, 1980,410). Para Juan de Villanueva (1827) ”Tapias sonlas paredes hechas de tierra solamente, o enlaza-das con algún otro material ”. Como acertadamen-te opina Torres Balbás, la técnica no va unida ne-cesariamente al uso de la tierra sino que consisteen el encofrado o caja, que se puede rellenar nosólo con tierra sino con piedra, cal, etc. (Torres,1985, 557). A pesar de su devenir histórico y de suuso popular el término tapial sólo debería referirsea la técnica que usa tableros para formar unencofrado que se rellena no sólo con tierra sinocon otro tipo de materiales, de ahí que se puedahablar de tapial de tierra o de tapial de cal y pie-dra, etc. Resumiendo, el tapial de tierra debe con-siderarse una técnica constructiva basada en lacompactación de tierra entre tablas gracias a unpisón o mazo de madera (Fig. 4, 1). Estos tablonesestán sujetos por unas agujas que atraviesan todoel espesor del muro creando un encofrado móvilcon una longitud y una altura variables aunque,por criterios de solidez y facilidad de trabajo de lostapiadores, se piensa que no debe tener una an-chura inferior a 40 centimetros ni superior a 90(Font, Hidalgo, 1990, 142). Cuanta más altura ten-ga más espacio se construirá en una misma ope-

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ración a pesar de que no debe ser superior a unmetro para que no pierda consistencia el apisona-miento. Las dimensiones del encofrado varían mu-cho según los países (Bardou, Arzoumanian,1979, 18) aunque será mejor pensar en las nece-sidades de los constructores siempre que manten-gan unos márgenes de seguridad y perdurabilidad,habiendo un cierto consenso en que la anchura delencofrado nunca debe ser inferior a 40 centime-tros. Conforme se va edificando, el encofrado seva desplazando lateralmente y en altura (Fig. 4, 2).Cada bancada o trozo de pared debe secarseantes de la realización de la siguiente. Cuando setermina la obra los agujeros dejados por las agujasse recubren con tierra.

El apisonamiento es realizado por dos o máspersonas que se colocan fuera y encima del enco-frado y es un trabajo que requiere cierta sincroni-zación (Fig. 4, 3). Primero se compacta la tierrapor los lados y los rincones y luego se pasa alcentro terminando el proceso cuando el pisón nodeja ninguna marca en la tierra y los golpes sonsecos y no provocan retumbos (experiencia quetuvimos ocasión de practicar en el Curso deconstrucciones con tierra, llevado a cabo enNavapalos, El Burgo de Osma, Soria, en 1993).

Esta técnica necesita buenos conocimientosde carpintería para conformar los encofrados. Latierra se va vertiendo en capas que se apisonanuna a una y que reciben el nombre de tongadas.En teoría, como nos demuestran testimoniosactuales, en el tapial la tierra debe tener unoscomponentes granulométricos variables, una hu-medad escasa, no conteniendo la mezcla ele-mentos vegetales ya que la cohesión y estabiliza-ción vendrían dadas por el apisonamiento que esel que imbrica todas las materias y el que haceaumentar la densidad de la tierra, eliminando laescasa humedad y homogeneizando el material(Adam, 1984, 63). Los elementos vegetalesademás podrían crear fisuras tras el secado yriesgos de pudrimiento. El Instituto EduardoTorroja (1971) propone que la tierras destinada ala construcción de tapiales no debe tener granossuperiores a 20 milímetros, aunque en muchos ta-piales existen cantos rodados, y el contenido dearcilla y limo no debe superar el 45 por ciento deltotal. La composición más adecuada debería te-ner, aproximadamente, las siguientes proporciones(Doat, Hays, Houben, Matoux, Vitoux, 1979, 17):

Grava: 0-15 por ciento.Arena: 40-50 por ciento.Limo: 20-35 por cientoArcilla: 5-25 por ciento.

En la arquitectura popular la t ierra seamontona ligeramente humedecida en tiempo deotoño e invierno para que se airee y elimine loscomponentes orgánicos. Durante este tiempo seva removiendo y dejando que absorba el aguapara que llegue a un punto adecuado y óptimo dehumedad (se dice que una buena tierra para eltapial es aquella que al hacer una bola no pierde laforma y no se pega en las manos). La mejor épocapara tapiar sería la primavera pues en esta épocael secado es gradual ya que la humedad no es ex-cesiva, lo que produce un resultado sólido con ungrado de humedad idóneo. En cuanto al métodose asemejaría al del hormigón actual.

Estamos, sin duda, ante una técnica muycitada en la arqueología prerromana aunque es lamás problemática en su identificación arqueológi-ca, ya que apenas deja huellas al no aparecertrazos de improntas de materias vegetales, quepor otra parte no debe utilizar, ni separación enjuntas con mortero de trabazón como los adobes.Además el tapial tiende a disolverse con unincendio mientras que el adobe por el contrario seendurece (Maluquer, Huntinford, Martín et alii,1986, 19). De ahí que, muchas veces, es la ausen-cia de los restos mencionados y los potentes de-rrumbes de tierra lo que hace pensar al arqueólo-go en esta técnica constructiva. En casi todos loscasos arqueológicos prerromanos falta la certezaabsoluta de su uso (Boissinot, 1984, 83; Chaze-lles, 1990) la cual sólo podría venir proporcionadapor la evidencia de los agujeros de las agujastransversales del encofrado y de las marcas de loslímites de las bancadas. A veces ante un derrum-be amorfo de tierra es difícil discernir si estamosante un amasado o ante tapial pues si valoramosla composición de la tierra (con más o menos ve-getales, mayor o menor cantidad de elementosgruesos, etc.) podemos prejuzgar la solución técni-ca en función de parámetros de la arquitecturapopular actual que, probablemente, no fueron losmismos que los de época pretéritas. De ahí quehaya que ser cautelosos en la interpretación. Aveces en la literatura arqueológica se ha revestidoa este término como “tierra de mediocre calidad”(Arcelin, Buchenschutz, 1985, 18), cuando deexistir en el mundo protohistórico constituiría unade las mejores y más sólidas formas de construc-ción de muros.

La gran perdurabilidad de esta técnica ya fuepuesta de manifiesto por los autores clásicos comoPlinio para el caso de la península Ibérica (Natura-lis Historia, XXXV, 48) y Varron para la penínsulaItálica (De Res Rusticae, I, 14, 4). Ambos le confie-

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ren un origen africano o español aunque no hablande cómo surge o cómo se difunde. Las parietesformaceae, según Plinio (XXXV, 48) tienden apreservarse durante siglos y nos informa de lapresencia en el siglo I dC de la existencia todavíade las Turres Hannibalis. Las fuentes lo que estánmanifestando es la continuidad en época romanade unas técnicas preexistentes por lo que hay quedescartar la idea de que esta técnica se descono-cía antes de la época romana en el mundo medite-rráneo occidental aunque si que parece descono-cerse en la Europa templada antes de la romaniza-ción (Arcelin, Buchenschutz, 1985).

Los muros de tapial ofrecen una buena resis-tencia mecánica, soportan la humedad a través delos zócalos y la intemperie con la refacción cons-tante de los enlucidos. Los espacios interiorescreados quedarían perfectamente aislados. Elmaterial de construcción, si eliminamos la materiavegetal, puede conseguirse a pie de obra, bajo lamisma capa superficial del suelo, con un costo mí-nimo aunque necesitaría una cierta preparación. Elproceso de construcción es relativamente rápidopudiendo realizar en una misma operación alturasimportantes. La homogeneidad del muro y la posi-bilidad de conseguir buenos espesores produciríanun buen aislamiento térmico. Esta gran resistenciaaumenta la perdurabilidad de las construccionesen el tiempo que presentan buena subsistencia alincendio y al pudrimiento al prescindir de lamadera y de los elementos vegetales. En la tierrano se produciría ninguna contracción en el secado.Además los zócalos sobre los que se dispone nonecesitan ninguna preparación para conseguir unaperfecta horizontalidad, lo cual es más necesariopara los adobes (Asensio, 1995, 27) ya que la jun-tura se va adaptando con los golpes del pisón.

En contra de esta técnica existen muchosfactores y uno de ellos es la mayor exigencia demano de obra con respecto a otras técnicas queademás debe ser algo cualificada, tanto a la horade conformar el encofrado como en el momento detrasladarlo e ir apisonando la tierra. También seránecesaria una mínima cohesión social para cons-truir en tapial pues una casa construida con estatécnica difícilmente la podría llevar a cabo unnúcleo familiar por sí sólo, según demuestranejemplos etnográficos (Arcelin, Buchenschutz,1985, 18). También será fundamental un utillajemás variado, ciertos conocimientos técnicos y decarpintería y una buena coordinación del equipoconstructor (Fig. 4, 3). Otro inconveniente es ellargo tiempo de secado que, aunque no provocamodificaciones de volumen en la masa, hace que

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Figura 4. Arriba, encofrado de madera para construir entapial (Bardou, Arzoumanian, 1979, 19); en el centro,

desplazamiento lateral y en altura del encofrado (Font,Hidalgo, 1990, 20); abajo, organización del trabajo paraconstruir en tapial (Doat, Hays, Houben, Matoux, Vitoux,

1979, 39).

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las casas no puedan ser ocupadas inmediata-mente después de su construcción. La proteccióncontra la lluvia, incluso, debe comenzar ya duranteel secado y posteriormente se llevaría a cabo através de los enlucidos, los zócalos y los tejados.Algunos ven en la rigidez ortogonal de esta cons-trucción la imposibilidad de amoldarse a construc-ciones formalmente variadas aunque el tapial tam-bién se ha constatado en construcciones circulares(Chazellles, Poupet, 1985, 151, fig. 2). Dadas lascondiciones apropiadas que debe tener la tierra esfundamental transportarla o prepararla y almace-narla antes de su construcción.

EL ADOBE

El adobe es la técnica constructiva de barroque mejor se identifica en el proceso de excava-ción arqueológica. A pesar de todo también poseecierta problemática en cuanto a su definición puespuede hacer referencia, como ocurre con el tapial,al material del que en realidad está hecho, esdecir, la tierra o bien a la forma de ladrillo. Enfrancés la palabra brique significa ladrillo y, paradiferenciarlo de adobe, es un sustantivo que debeacompañarse del adjetivo crudo o cocido. Por co-modidad, operatividad y para evitar confusiones lapalabra adobe se acepta tanto en español comoen francés e inglés aunque Aurenche propone suexclusiva utilización para la arqueología americana(Aurenche, 1977, 12) puesto que tradicionalmentese refería a los ladrillos hechos en el sudoeste deEEUU y en el norte de México (Bardou,Arzoumanian, 1979, 22). El término adobeproviene del egipcio thobe o tûb y directamente delárabe ottob (Chazelles, Poupet, 1985, 150). En1157 aparece el primer documento en la penínsulaIbérica con ese nombre; en la edad media llevabaa veces, -v en lugar de -b (Corominas, Pascual,1980, 57). En catalán se denomina tova si es gran-de y tovot si es más pequeño; en esta lengua hayque diferenciarlo de maó, palabra que significa la-drillo y que posee otro origen.

Como venimos comentando, hace unos añostapial y adobe se asimilaban alegremente cuandoambos difieren tanto en la composición y en eltratamiento de la tierra como en el aspecto formaly técnico. A la tierra de los adobes hay que aña-dirles una mayor cantidad de agua que a la tierradel tapial y, además, puede incluir fibras vegetaleso animales. En el adobe la tierra se moldea omodela, consiguiendo la compresión a través de laadición de estabilizantes. En lo referente al métodoconstructivo, necesita dos procesos para su

puesta en obra: primero se elabora la mezcla, seintroduce en un molde y al desencajarlo de esteúltimo se deja secar antes de colocarse en laconstrucción como un elemento modular prefabri-cado (Fig. 5).

Por tanto, cuando se haga mención del ado-be se está haciendo referencia a una técnicaconstructiva que consiste en ladrillos moldeados(aunque también existen los modelados con lamano, sobre todo en el Próximo Oriente) de barrosecados al sol, no utilizando la tecnología del fue-go, por lo que a veces sorprenden algunas citasque hablan de adobes mal o más y menos coci-dos.

El barro preparado es una tierra de dife-rentes granulometrías a la que se añade aguapara darle plasticidad y, a veces, estabilizantescomo fibras vegetales, cal o elementos mineralesgruesos que mejoran las propiedades del conjunto,el cual debe mezclarse enérgicamente. Para losautores clásicos es el modo de construcción contierra más avanzado. Tal importancia tuvo estatécnica que Vitrubio en su tratado De Arquitecturadedica un capítulo entero a los adobes (Vitrubio, II,3). El tratadista propugna la utilización de ”... unatierra blanquecina parecida a la cal o arcilla roja...”,pues piensa que si contuviera elementos gruesoslos adobes se volverían muy pesados y se fractu-rarían con más facilidad (Vitrubio, II, 3, 56). Comoocurre con todas las técnicas que utilizan la tierracomo principal material de construcción, ésta nodebe ser muy arcillosa, de ahí el añadido de ele-mentos minerales gruesos u otro tipo de estabili-zantes, para facil i tar la homogeneidad eimbricación de los granos del material y evitar lasfisuras provocadas por la contracción en elsecado. Los suelos teóricamente más adecuadospara la construcción en adobes son aquellos queposean las siguientes proporciones (Doat, Hays,Houben et alii, 1979, 111):

Arena: 55-75 por ciento.Limo: 10-28 por ciento.Arcilla: 15-18 por ciento.Hay que considerar que la adición de estabi-

lizantes no es esencial, aunque si es fundamentalque no exista mucha arcilla por las modificacionesque sufre con la adición de agua y con el secado,ni mucha arena porque no existiría cohesión.

Cuando la mezcla tiene una consistencia yuna composición y estabilización adecuada odeseada se introduce en unos moldes de madera,cuadrangulares o rectangulares normalmente,formados por cuatro tablas sin fondo (Fig. 6, 1)para el molde con facilidad y dejarlos secar al sol o

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al abrigo de la humedad. El molde se suele colocarsobre arena o paja para aislar la mezcla del suelo.Es rara la existencia de moldes con fondo ya queexigirían voltearlo para sacar el barro moldeado.También hay que indicar que el molde podría serredondo o de cualquier otra forma, es decir que el

adobe no conlleva una forma determinada (Boissi-not, 1984, 83, nota 23), aunque lo más habitualsea la forma cuadrangular o rectangular. Hay quematizar que ya en el Próximo Oriente antiguo sepodían diferenciar adobes modelados con la ma-no, que parecen ser los más antiguos (Aurenche,

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Figura 5. Técnica tradicional de construir adobes (Röhmer, 1990, 663).

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1981, 61) y que podrían adoptar formas muydiferentes (Fig. 6, 2) que pueden ir desde lasformas cilíndricas hasta las aplanadas existiendoadobes muy particulares por su forma que adoptandiferentes nombres como patzen, riemchn o losconocidos adobes planoconvexos (Aurenche,1977). Estas diferentes formas antecederían obien coincidirían con el uso del molde.

El tiempo de secado puede variar de unosdías a unas semanas en función del tamaño delmolde o del clima. Según Vitrubio los adobes de-bían hacerse en primavera o en otoño para que sefueran secando uniformemente por todas suspartes y consideraba defectuosos los hechos en elsolsticio porque se secan rápidamente por fueradando una apariencia externa engañosa. Siguecomentando el tratadista latino que los de mayorcalidad serán los hechos dos años antes porqueasí se secan perfectamente por su cara interna(Vitrubio, II, 3); esta última afirmación, sin duda,debe tratarse de un error de copista o de traduc-ción (Cintas, 1976, 79; Slim, 1986, 35), a pesar deque posteriormente vuelva a insistir sobre el tiem-po de secado, al decir que los magistrados deÚtica sólo permiten la construcción con adobes he-chos cinco años antes. En este caso la etnografíaes mejor consejera que Vitrubio y no parece quehaga falta tanto tiempo para un perfecto secado,pues parecen bastar dos o tres semanas (Bardou,Arzoumanian, 1979, 23). La colocación en estadoperfectamente seco es fundamental porque si es-tuvieran todavía húmedos, las contraccionesposteriores en el seno de la edificación podrían de-sencajar la construcción (Vitrubio, II, 8). Antes desecarse, los adobes cuando están en estado plás-tico pueden recibir marcas y presentar improntasdigitales para trabar mejor el mortero de trabazóno el enlucido.

En los poblados no se han constatado luga-res específicos para el secado de los adobes, elcual debía estar en el propio hábitat, frente a loque ocurre o nos da a entender algunos ejemplosetnográficos. Casi siempre se dice que debe estaren lugares con sombra aunque hay testimoniosantiguos (Vas, 1987, 76) y actuales (Bardou, Ar-zoumanian, 1979, 23) de su secado a pleno sol.En algunos lugares, durante el secado se coloca-rían a cubierto y sobre un entramado de cañaspara que la humedad del suelo no pasara por de-bajo.

Es evidente que para su puesta en obra esnecesaria la preparación de grandes cantidadesde materia prima (stockage). Por poner un ejem-plo, en el poblado ibérico de El Oral (San Fulgen-

cio, Alicante) existen fragmentos de adobes en lacapa de preparación o nivelación, lo que indicaque están hechos antes de empezar a edificarse elpoblado o se hacen paralelamente a la construc-ción del mismo (Abad, Sala, 1993, 163).

Los adobes, una vez secos, se colocan enhiladas sucesivas trabados entre sí por una tierraplástica y húmeda que puede ser de la mismatextura, composición y color de los adobes. Si esasí, serán mucho más difíciles de distinguir en elregistro arqueológico. No hay que olvidar que conlos adobes no sólo se edifican muros sino quepueden conformar pavimentos, hogares, hornos,etc. La disposición de los adobes puede ser asoga o a tizón y en las sucesivas hiladas se tiendea que no coincidan las llagas de trabazón en verti-cal, a que no se superpongan las juntas verticalespues se crearían zonas de potencial fractura. Esposible conocer su disposición si analizásemos laposición de los adobes en el derrumbe y larelación entre las dimensiones del zócalo y de losadobes.

El tamaño de los adobes es muy variable ydependerá del molde utilizado y, quizás, del zócalopreexistente al que se debe amoldar a no ser que,por el contrario, la anchura de ese zócalo dependade la de los adobes. Al margen de las necesida-des, es probable que las dimensiones tambiéndependan de una tradición o experiencia localanterior. Los adobes pequeños, aunque másfáciles de manipular, necesitarían más tiempo defabricación y construcción, una mayor cantidad demortero para trabarlos, creándose con más juntas,más zonas de potencial fractura. Los adobesgrandes son más sólidos, poseen más resistenciay tienen menos líneas de posible rotura aunquetardan más en secarse y sufren más fisuras en símismos. Existen poblados con adobes de módulosmás o menos uniformes mientras que en otros ladiversidad es tal que puede llevar a sorprender,pues no sólo se diferencian medidas en estanciasdistintas sino incluso en los mismos departamen-tos y en las mismas estructuras. Parece evidentela utilización de moldes de diversas medidas quequizás puedan ser producto de su adecuación adistintas construcciones, a un grosor diferente delos zócalos y a una mayor facilidad para emplear-los en ángulos. También hemos de tener en cuen-ta la precaución con que deben medirse los ado-bes pues ante un material tan desmenuzable esposible que la erosión y manipulación hagadisminuir las medidas originales.

Al margen de las referencias vitrubianasexisten numerosas citas de autores clásicos

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respecto a esta técnica. Plinio (Naturalis Historia,XXXV, 176) simplemente hace referencia a suprofusa utilización y a su gran resistencia. Sin lu-gar a dudas estamos ante la técnica constructivacon tierra que más veces aparece citada en lasfuentes clásicas pues además de Vitrubio (II, 3 y II,8), Plinio (XLIX) y Palladio (I, 11 y VI, 12) tambiénfue comentada por Catón, Varron, Columela, Es-trabón o Plauto (Léquement, 1985, 31). A pesar deque Dion Casio y Suetonio aludan a su fragilidad,para la mayoría de los autores el adobe es unatécnica constructiva con tierra que goza de ciertarespetabilidad y que no es tratada de forma peyo-

rativa. El edicto de Diocleciano mencionandotalleres de tejas y de adobes demuestra su uso co-rriente en el bajo imperio (Chazelles, 1997, 56).Las profusas alusiones al adobe en el AntiguoTestamento no hacen sino reflejar la granantigüedad de esta técnica de construcción en elOriente Próximo al menos desde el neolítico. Laconstrucción con adobe es una técnica milenaria yuniversal que comenzó a utilizarse desde losprimeros poblados sedentarios del Próximo yMedio Oriente.

Uno de los principales problemas a los quese enfrenta todavía la investigación en muchas

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Figura 6. Arriba, pasos para moldear adobes en gradillas de madera: 1. Apisonado a mano; 2. Nivelación. 3. Vaciado(Bardou, Arzoumanian, 1979, 23); Abajo, diversos tipos de adobes en ejemplos del Próximo Oriente (Aurenche, 1981,

61, 63, 64).

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zonas, y entre ellas la península Ibérica, es saberde una forma definitiva cuando comenzó a cons-truirse con adobe (Chazelles, 1995) y si en sugénesis y desarrollo se aprecia una impronta oinfluencia externa o bien se debe a factores autóc-tonos. Otro problema estriba en la existencia o node módulos predefinidos, para confirmar u olvi-darnos de la problemática de la posible existenciade tendencias modulares en las dimensiones delos adobes de un mismo yacimiento, de una mis-ma época o de distintas. Es un tema, que enrealidad no ha sido abandonado o dejado de ladopor la investigación (Asensio, 1995, 35) sino quetodavía no ha proporcionado fehacientementepruebas de la existencia de tales módulos.

Pasemos a analizar las ventajas de esta téc-nica constructiva. Entre ellas destacan, en relacióna otras técnicas, un menor tecnicismo, una ejecu-ción más simple y rápida, una vez secados losadobes y una menor necesidad de mano de obraque para construir en tapial, por poner un ejemplo.Las estructuras se pueden utilizar inmediatamentedespués de su construcción al estar secos los ado-bes antes de su puesta en obra mientras que losrevestimientos se pueden ir colocando casi parale-lamente. Se adapta mejor que la construcción deltapial a todo tipo de formas constructivas: bóve-das, cúpulas, viviendas circulares o de plantairregular. La realización de aberturas y los trabajosde carpintería son más simples que con otrastécnicas (Bardou, Arzoumanian, 1979, 28). Inclusopueden resistir movimientos sísmicos si recibe untratamiento previo adecuado (Doat, Hays, Houbenet alii, 1979, 28; VV.AA., 1990). No olvidemos queen el Yemen existen edificios de cuatro y cincopisos que se conservan decenas y decenas deaños. Según normas y reglas técnicas la anchurade un muro de adobes no debe ser menor a laoctava parte de su altura (Doat, Hays, Houben etalii, 1979, 121).

Los inconvenientes de esta técnica son losmismos que los de la tierra, es decir resiste muymal la erosión que puede provocar el agua tantopor lluvia como por humedad ascendente. La alte-ración erosiva debe combatirse con los enlucidos orevoques de acabado. La construcción con adobees menos homogénea que la realizada con tapial yla manipulación previa de los adobes puede provo-car roturas y fisuras. Al colocarse con un tendel debarro en estado plástico, si éste es muy grueso,cuando se seque puede provocar contraccionesque afecten a la estabilidad del conjunto. La nece-sidad de un clima seco y de una superficie relativa-mente grande para el secado y almacenamiento

pueden considerarse inconvenientes menores. Enel registro arqueológico se suelen apreciar muybien por su forma modular y porque con un incen-dio tienden a endurecerse frente a la disgregaciónque sufre el tapial.

SÍNTESIS ARQUEOLÓGICA

INTRODUCCIÓN

A tenor de los problemas planteados paradefinir correctamente las técnicas constructivascon tierra se comprenderá que no resulte fácilreunir y relacionar información bibliográfica respec-to a la arquitectura del barro, en especial de hacemás de quince años; además son datos que apa-recen dispersos y de forma escueta en la mayoríade las obras arqueológicas. A pesar de ello nues-tra pretensión es esbozar sintéticamente la géne-sis, desarrollo y madurez de las construccionescon barro en el mundo prerromano del paísvalenciano aunque para ello tratemos periodosculturales diferentes (neolítico, eneolítico, edad delbronce, hierro antiguo y cultura ibérica) al conside-rar que la falta de un estado de la cuestión en elterritorio valenciano necesiten esta visión panorá-mica.

Es evidente que partimos con problemasbásicos casi irresolubles como es la pérdida degran parte de la información procedente deexcavaciones antiguas, de las cuales se puederecuperar bastante poco en lo referente a la tierracomo material de construcción. Ni las descrip-ciones ni la documentación gráfica proporcionaronun muestreo amplio y suficiente de estructuras yelementos constructivos con tierra. Por tanto la vi-sión ha quedado constreñida a aquellos yaci-mientos excavados en las dos últimas décadas y ala referencia de publicaciones más o menosrecientes. La falta de claridad de la documentaciónfotográfica en elementos y estructuras de barrohace que el dibujo sea más didáctico y expresivopara conocer de más adecuadamente estas cons-trucciones.

Un problema todavía irresoluble es la con-servación de las estructuras arqueológicas de ba-rro una vez excavadas (Prats, 1994, 220-225).Hasta el momento la única solución era volver atapar una vez concluida la campaña de excava-ción. Sería necesario poder llegar a conservar a laintemperie algún tipo de construcción sin que sedegradase, para poner en valor y a la vista restosarquitectónicos que sólo es posible apreciarlosdurante el proceso de excavación. La aplicación

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de distintas mezclas químicas, caso del silicato detilo ha dado resultados provisionales pues estas di-soluciones creaban una película o capa deprotección que con el tiempo se desconchaba dela estructura sobre la que se disponía y esto fue loocurrido en la conservación de algunos adobes dela muralla del Tossal de Manises (información deM. Olcina). Quizás esa mezcla pudiera funcionarmejor en pavimentos cubiertos. De momento hayque seguir tapando con tierra o bien crear una su-perestructura o techumbre que proteja de la lluviaeste tipo de construcciones. Un buen botón demuestra podrá ser el proceso de degradación delas construcciones de tapial y adobe restauradasen el poblado ibérico de Alorda Park y los métodospara luchar contra ella.

Ya hemos comentado que la tierra ha sido elmaterial constructivo más utilizado en la arquitec-tura prerromana. Desde el neolítico se constatamasivamente en el Próximo Oriente y en Mesopo-tamia (Aurenche, 1981) sin olvidar que, incluso, seutilizó con anterioridad (Cauvin, 1977, 32-44);también desde fechas tempranas se registra suuso en el Egeo (Guest-Papamanoli, 1978; Treuil,1983) y en Egipto (Fathy, 1970). A pesar de que elhábitat al aire libre y el sedentarismo aparecenmás tardíamente en el Mediterráneo occidental,también son fenómenos que se relacionan conconstrucciones en las que la tierra, junto a lamadera, adquiere el papel principal como materialde construcción, aunque, en principio, se asocie atécnicas más rudimentarias y menos desarrolladasque las del mundo oriental, valga el caso del ado-be.

NEOLÍTICO Y ENEOLÍTICO

Del hábitat neoeneolítico valenciano es to-davía muy poco lo que se conoce debido a las ca-racteríst icas perecederas de las técnicasconstructivas basadas en la t ierra y en loselementos vegetales y al carácter específico delpoblamiento de esta etapa en el país valenciano.La ubicación en el l lano de estructuras dehabitación realizadas con materiales altamentedeleznables por la erosión, caso del amasado odel manteado, técnicas fundamentales de esteperiodo, han hecho perder la mayor parte de ladocumentación de los restos de la arquitectura deesta época que, salvo escasas excepciones,apenas construye en piedra tal y como sucede enotras zonas peninsulares. Lo que parecenecesario es ir caracterizando cada vez mejorestos hábitats considerados primitivos.

La información se reduce a las plantas dealgunos fondos de cabaña, silos, fosas, etc., decuyos materiales de construcción el registro ar-queológico sólo recupera los típicos fragmentos debarro endurecido, sobre los que habría que prac-ticar dos tipos de estudio. Por una parte el análisisen sí de esas pellas de barro y de sus improntas,para poder conocer su composición sedimentológi-ca y granulométrica y el tipo de madera o estruc-tura vegetal a la que se pudo asociar. Este primerexamen empírico analítico nos podría ofrecerdatos sobre la técnica de construcción, bien ama-sado o manteado, y la relación entre la composi-ción de la muestra y el entorno geológico parasaber si se ha producido una adaptabilidad de lastécnicas de construcción al entorno y/o latransformación de las mismas por el hombre.Estas asociaciones, a tenor de los ejemplosarqueológicos y etnográficos, parece fuera de todaduda pues la tierra no se empleó en su estadopuro y natural sino que sufriría desde su primeramezcla con agua un proceso de preparación yestabilización que habría que procurar demostrarpara conocer las primitivas técnicas de construc-ción del país valenciano. Por otra parte el hallazgodebe ser contextualizado microespacialmente enel conjunto de la excavación, es decir vincularesos fragmentos individualizados con la estructuraa la que pertenecerían ya que no es lo mismo unapella de barro en el interior de un silo que junto aun fondo de cabaña, pues en un caso perteneceríaa una hipotética cubrición y en otro a parte de lapared o del techo.

Si contamos con el ineludible problema deestudiar estructuras construidas con materialesque el registro arqueológico sólo puede recuperarde forma fragmentaria, habrá que procurar que elmétodo arqueológico sea riguroso y minucioso pa-ra perder la menor información posible. Se han ha-llado escasas estructuras que nos pudieran dar aconocer a través de ellas las actividades domésti-cas llevadas a cabo por estas comunidades, por loque es todavía mucho lo que se puede hacer porel conocimiento del hábitat al aire libre en el neolí-tico y en el eneolítico valencianos. El nivel de arra-samiento de muchas de estas estructuras ha he-cho más fructífera la prospección que la excava-ción sistemática. Si exceptuamos La Ereta delPedregal (Pla, Martí, Bernabeu, 1983) el empleode la piedra como material constructivo es muyescaso, siendo predominante el uso de la tierra yde la madera. Los trazos materiales de tierra queproporciona el registro arqueológico se reducen alos consabidos fragmentos de barro, como los de

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Casa de Lara (Soler, 1961, 193), algún nivel deacondicionamiento o capas de preparación, pavi-mentos y revocos, caso de La Ereta o del Promon-tori (Bernabeu, Guitart, Pascual, 1988, 176). Lasestructuras de combustión de Niuet (Bernabeu,Pascual, Orozco et alii, 1994, 17), el soporte debarro de Fuente Flores (Cabanilles, Martínez,1988, 183), un hogar de barro cocho de La Ereta(Cabanilles, 1994, 78-81) y los suelos de hogar deEl Tirao (Mesado, 1988, 179) son, desgraciada-mente, ejemplos excepcionales. Esta visión es, sinduda, muy parcial y debería completarse con eldescubrimiento de un mayor número de hallazgos.

En síntesis nos encontramos con un hábitatfundamentado en cabañas, silos o fosas, semiex-cavados con alzados y/o cubrición realizado conmanteados de barro sobre estructura vegetal delque un buen ejemplo sería la cabaña circular ado-sada a la muralla de Les Moreres (González,1986, 89). En el interior de estas viviendas, quepor los diámetros debían servir tan sólo como cobi-jo o áreas de descanso, se hicieron suelos con tie-rra apisonada y revocos de la misma composición.Debido a la fragmentariedad del registro descono-cemos la situación de las estructuras domésticascon relación a la vivienda. La tierra se amasaría,se modelaría o se apisonaría al entrar en elproceso de construcción. Hablar de la existenciadel tapial es una auténtica entelequia. De igual for-ma no se han constatado adobes y para el IIImilenio en la península Ibérica, el Cerro de laVirgen (Schüle, Pellicer, 1966, 117; Kalb, 1969,217) y Zambujal (Schubart, Sangsmeister, 1984,28) constituyen enigmáticos hallazgos por suexcepcionalidad y nula generalización (Sánchez,1997) que rompen el modelo general de introduc-ción de esta técnica en el Mediterráneo occidental.

LA EDAD DEL BRONCE

El conocimiento del hábitat en general y dela arquitectura del barro en particular se incremen-ta con la edad del bronce aunque el predominio, laconservación y la mayor monumentalidad de lasconstrucciones de piedra parecen revelar a éstascomo el mejor vehículo para entender in situ la ar-quitectura, haciendo que el barro quede un pocosupeditado frente a ella. Es necesario matizar queel desarrollo de la construcción con piedra, sobretodo en aterrazamientos, murallas y muros a partirdel horizonte campaniforme de transición vaacompañada de la mejora de la habilidad técnicaen el tratamiento del barro como nos muestran elmayor número de hallazgos de pavimentos de

tierra preparada, batida o apisonada, revocosconformados por varias capas, hogares, hornos,bancos, vasares, muros y los inevitables frag-mentos de barro con improntas que nos vuelven ainformar de la técnica constructiva con la que seharían algunos alzados y las techumbres de lasviviendas. Es de destacar que en algunos murosde la Mola de Agres (Gil-Mascarell, Peña, 1994,114-117) de la Foia de la Perera (Cerdá Borderá,1994, 104), de Orpesa la Vella (Gusi, Olaria, 1988,152-153) o de Caramoro I (González, 1995, 87-88)el barro cobra tanta o más importancia que la pie-dra con la que se combina.

Es indudable que la edad del bronce suponeuna cierta ruptura arquitectónica y urbanística conlas etapas precedentes, baste pensar en la arqui-tectura de piedra (uno de los pocos ejemplosanteriores era la Ereta del Pedregal) y en laubicación de los poblados en lomas o cerrosabruptos. Dentro de los departamentos ya es posi-ble reconocer varias estructuras domésticas comohogares, hornos, bancos, etc., que en muchoscasos están realizadas con barro que se modela oprepara manualmente para adecuarse a las dis-tintas construcciones. La presencia de fragmentosde barro con improntas vegetales nos está indi-cando que el manteado y el amasado pervivendurante la prehistoria reciente en el paísvalenciano y en gran parte de la península Ibérica,pues sólo los problemáticos adobes del Cerro dela Virgen, de Zambujal o de Monte da Tumba, rom-pen las características generales de la técnicasconstructivas de tierra durante el neolítico, el eneo-lítico y la edad del bronce, aunque en este últimoperiodo los muros se hacen o enteramente conpiedra o con un zócalo de este material y un alza-do de manteado, amasado o, quizás, tapial, cues-tión esta última no demasiado clara pues no exis-ten marcas de encofrado ni límites de teóricasbancadas y tongadas y esta técnica se vincula deforma directa y errónea a potentes derrumbes in-formes de tierra (Sánchez, —). Además si en esospotentes derrumbes aparecen elementos vegeta-les mezclados con la tierra y fragmentos de barrocon improntas, es probable que estemos anteamasados o manteados.

Lo cierto es que en la edad del bronce seatestiguan muros realizados exclusivamente detierra o arcilla en Caramoro I (González, Ruiz,1995, 88) en la Mola d’Agres (Gil-Mascarell, PeñaSánchez, 1994, 114), en la Ereta del Castellar(Ripollés, 1997, 162-164) o en Orpesa la Vella(Gusi, Olaria, 1988) que a tenor de las descrip-ciones deben de estar realizados manualmente

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como amasados pues somos reticentes a pensaren tapial o adobe en función de las descripciones,de la nula información gráfica y de la falta de para-lelos para estas técnicas constructivas. Hemos depensar mejor en muretes y estructuras domésticasrealizados con amasados de barro de los queexisten buenos ejemplos en La Lloma de Betxí(Pedro, 1990).

EL PROBLEMA DEL ADOBE

No parece haber ejemplos claramente de-mostrados de la existencia de adobes en el II mile-nio tanto en el país valenciano como en toda la pe-nínsula Ibérica. Es decir que si exceptuamos elunicum que supone el Cerro de la Virgen en el IIImilenio, la edad del bronce continúa construyendolos alzados de muros y las estructuras a través demanteados o amasados. En la región valencianase ha señalado la existencia de adobes en el IImilenio aC en la Ereta del Castellar, en Orpesa laVella y en el Torrelló de Onda que quizás hayaque asociar a una mala terminología y a las dudasque plantean unos muros de tierra que apenas selevantan del suelo. Las dos excepciones que conmás peso se mencionan en la bibliografía con pre-sencia de adobes a finales del II milenio son elCerro de la Encina y la Cuesta del Negro. La des-cripción de los adobes y la duda o titubeo entre lostérminos de adobe y arcilla amasada en el primeryacimiento (Arribas, Pareja, Molina et alii, 1974) noparecen nada claros y es posible que nos encon-tremos ante una mala utilización del término,mientras que los de la Cuesta del Negro (Molina,Pareja, 1975) sí que parecen más fiables.

Por tanto, en lo referente a la cuestión deladobe, la Cuesta del Negro es al II milenio lo queel Cerro de la Virgen al III, en cuanto a la presen-cia excepcional de adobes en el registro arqueoló-gico, aunque si rastreásemos bibliográficamente eltérmino adobe lo encontraríamos no sólo en laedad del bronce sino también con las primerasconstrucciones al aire libre. La sinonimia termino-lógica que hacía homogéneas todas las técnicasconstructivas de tierra hace bastante difícil carto-grafiar y apreciar la evolución cronológica de lasmismas.

No hay que ser muy perspicaz para conside-rar que este panorama es enormemente sor-prendente y contradictorio por lo que no estará demás volver a repetir las hipótesis que plantea estasituación sui generis dentro del esquema de laaparición del adobe en el Mediterráneo occidental,donde su desarrollo y generalización se produce

en un contexto cultural definido como es el broncefinal (Chazelles, 1995). Este esquema cronológicoqueda roto en la península Ibérica por las excep-ciones comentadas. Penetrar en la problemáticade la génesis del adobe topa con la nula o malainformación que proporcionan las excavacionesantiguas, la sinonimia existente en la bibliografíaarqueológica en los términos que designan técni-cas de tierra y la falta de documentación gráficaque pudiera ayudar a superar los carencias ante-riores.

La existencia temprana de adobes en elCerro de la Virgen, mostrada en dibujos de losperfiles (Kalb, 1969, 217) y de las plantas de lascasas (Pellicer, Schüle, 1966, 117), asombranpor la falta de paralelos coetáneos, salvando loscasos de los yacimientos portugueses deZambujal y Monte da Tumba (Schubart,Sangmeister, 1984, 28). ¿Cómo se podríaexplicar la presencia excepcional de adobes enun contexto tan antiguo? Tanto una explicacióndifusionista como autoctonista se encuentran conel problema de la extrema singularidad de latécnica en un solo yacimiento. Es difícil deentender que si es una técnica asimilada a travésde una influencia sólo sea aceptada por unpoblado, como igual de extraño sería que fueraun solo poblado el que la desarrollara autóno-mamente sin extenderse a otros yacimientos. Silos adobes del Cerro de la Virgen no existieran ofueran falsos no tendríamos este problema, perono podemos desdeñar la descripción y el dibujode los mismos. Una solución al problema sería eldescubrimiento de adobes en otros poblados delIII milenio peninsular, lo cual podría explicar yhacer plausible una respuesta autóctona odifusionista. Esto se antoja muy difícil pues apesar de los problemas metodológicos yterminológicos que ha planteado la arquitecturadel barro, el gran número de excavacionesrealizadas, no sólo en el III milenio sino tambiénen el II, hacen que parezca retorcido apelar a quees el registro falseado el causante de que noexistan más ejemplos del adobe. El ejemplo delCerro de la Virgen se queda colgado como unhito en la prehistoria reciente hasta finales del IImilenio, donde en un contexto del bronce tardíose describen los adobes de la Cuesta del Negro(de ese mismo periodo cultural podrían ser losdel Torrelló de Onda o los de Orpesa la Vella),mucho antes de su plena generalización en elbronce final. La mayor cercanía cronológica entreel bronce tardío y el bronce final quizás podríamostrarnos una fase de experimentación antes

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de su plena difusión a comienzos del I milenio. Aeste hipotético proceso de experimentaciónpodría sumarse, ya en el país valenciano elejemplo de una pieza de barro con forma (¿mo-delada o moldeada?) del Cabezo Redondo (infor-mación de Hernández) aunque la fal ta deparalelos y la singularidad de los ejemplosvuelven a suponer como muy incierto esteplanteamiento. Es a partir de comienzos del Imilenio cuando empiezan a verse ejemplos deadobes bien en contextos preorientalizantes uorientalizantes.

EL BRONCE FINAL Y EL HIERRO ANTIGUO

Otro gran giro a nivel arquitectónico y urba-nístico lo va a suponer el inicio de otra etapacultural con el bronce final y la primera edad delhierro. Esta nueva fase se encuentra todavía conel problema de su génesis y filiación cultural pueses bastante poco lo que se conoce con respecto alos momentos finales del bronce valenciano y albronce tardío (Gil-Mascarell, 1981). Junto a la per-duración de algunos yacimientos, durante elbronce final surgirán nuevos poblados sin ningunarelación con los del II milenio. Al hiatus que supo-ne la falta de trabazón entre el final de la edad delbronce pleno y el nacimiento del bronce final, hayque unir una subfase en los momentos iniciales dealgunos de estos nuevos poblados, registrada enrestos de materiales perecederos, especie dehábitat de tanteo previo que se constata en Sala-dares (Arteaga, Serna, 1979-80, 83), en los mo-mentos previos de la fase IA de Vinarragell (Mesa-do, Arteaga, 1979, 24 y 36), en el Puig de la Nau(Oliver, Gusi, 1994, 207) y tal vez en la Peña Ne-gra I (González, 1983; Sánchez, 1996; —), tal ycomo sucede en el esquema colonizador fenicio, loque podría contrastarse con los niveles demateriales perecederos hallados bajo la muralla dela factoría fenicia de Guardamar (González,García, Ruiz, 1997). Posteriormente se comenzaráa edificar con unos principios protohistóricos deconstrucción que quedarán constituidos poste-riormente mediante plantas cuadradas con murosformados con zócalos de piedra y alzados de ado-bes, pavimentos de tierra apisonada, enlucidospintados y techumbre de cañas y ramajes cubier-tos con barro. Este esquema constructivo apenassufrirá variaciones hasta la romanización y auncon ésta pervivirá en muchas zonas de la vertientemediterránea española. Es decir que tras esehábitat involucionista momentáneo asistimos a lagénesis de las características fundamentales de la

arquitectura del I milenio, por lo que estamos anteun periodo iniciático en el que se gestan procesosque luego tendrán su continuidad y culminación enla cultura ibérica que no es sino la maduración ab-soluta de muchos aspectos que comienzan ahora.

LA GENERALIZACIÓN DEL ADOBE

En ese contexto del bronce final, tantopreoriental izante como oriental izante sedesarrolla definitivamente la técnica del adobe.Frente a la singular idad de los ejemploscalcolí t icos y de la edad del bronce, lageneralización de esta técnica se produce de unlapso de tiempo relativamente rápido, por lo quelos hitos anteriores aún causan más perplejidad.Sintetizando, podemos decir que se vislumbrantres procesos en la génesis de esta técnica enfunción de las zonas de expansión y de suaparición cronológica:

- Por una parte habría que señalar aquellosyacimientos que desarrollan la técnica previa-mente o en un momento inmediatamente anteriora la llegada de las influencias orientales y de lasprimeras cerámicas a torno. Estaríamos ante undesarrollo autóctono del adobe que, en todocaso, podría relacionarse con contactosprecoloniales mal definidos o potenciarse con laimpronta plenamente orientalizante. Este sería elcaso de la fase IA2 de Saladares (Arteaga,Serna, 1979-1980, 78-79) o de Vinarragel l(Mesado, 1974; Mesado, Arteaga, 1979) en elpaís valenciano, y del Cerro del Real, La Mesa deSetef i l la o el Castel lar de Libr i l la en otrosejemplos de la península Ibérica.

- Por otra aquellos poblados que conocen eladobe una vez que se ha producido la interaccióncon el elemento exógeno, por lo que no deja detener sent ido la impronta or iental para eldesarrollo del adobe. Este apartado es el queposeería la mayor parte de los ejemplos de lavertiente mediterránea española.

- Por último cabría señalar el desarrolloautóctono del adobe en zonas que tardaránmucho en recibir las influencias orientales, casode la Meseta norte, el valle alto y medio del Ebroy la depresión interior de Cataluña, valgan loscasos de Cortes de Navarra, Sorban, Soto deMedinilla, La Colomina, Tossal del Molinet, etc.Este es el grupo de yacimientos que crearía deforma autónoma el adobe producto del desarrollode las fuerzas productivas internas sumado a laadaptabilidad al entorno geológico. Habrá queseguir preguntándose porque se l legan a

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soluciones técnicas análogas en distintas zonasgeográf icas sin contacto aparente y concronologías diferentes o alejadas.

Por tanto, la génesis del adobe en la penín-sula Ibérica dibuja un panorama bastantecomplejo (Chazelles, 1995) con el único rasgocomún de desarrol larse en un contextocronológico determinado pero con una diversidadde vehículos generadores de la técnica. Laaparición del adobe es un problema que necesitaalgo más que su constatación y en el que hayque tener en cuenta muchas variables comoprecedentes, influencias, desarrollo interno de latécnica y de las fuerzas product ivas y laadaptabilidad al entorno geográfico.

EL MUNDO IBÉRICO

El mundo ibérico supondrá la plasmaciónmejor conocida de la arquitectura del barro puesen ese contexto cultural podemos apreciar toda lagama y variedad de estructuras domésticasconstruidas con tierra. La aplicación de estudiostécnicos, funcionales y microespaciales se revelaesencial para comprender el quehacer cotidianode estas comunidades. A través de las construc-ciones con tierra podemos acceder al mundodoméstico, artesanal, productivo y ritual de lasociedad ibérica: casas, talleres, hornos alfareros,plataformas, balsas, almazaras, templos o palaciosse construirán fundamentalmente con barro.Podemos vislumbrar un futuro esperanzador comolo están demostrando los trabajos y publicacionesrecientes. Actualmente el país valenciano puedeconsiderarse una de las áreas con mejordocumentación en cuanto al registro arquitectónicode los poblados ibéricos. El plan de excavacionesde la Universidad de Alicante, del Servicio deInvestigaciones Prehistóricas de la Diputación Pro-vincial de Valencia, de la Universidad de Valenciay del Servicio de Investigaciones Arqueológicas yPrehistóricas de la Diputación de Castellón, handado a conocer las características de muchospoblados. Para el periodo del ibérico antiguotenemos publicadas las memorias de excavacio-nes sistemáticas como el poblado del Oral (Abad,Sala, 1993), el de Los Villares (Pla, Ribera, 1980;Mata, 1988) o el Puig de la Nau (Oliver, Gusi,1995). Para el ibérico pleno merecen destacarsetodos los estudios macro y microespaciales rea-lizados en el Camp del Turia que trajeron consigola prospección de un gran territorio y la excavaciónen extensión de algunos poblados que, dadas suscaracterísticas espaciales, fueron excavados

prácticamente en su totalidad, sea el caso delPuntal dels Llops (Bonet, Pastor, 1984; Bernabeu,Mata, Bonet, Guérin, 1987) o el Castellet deBernabé (Guérin, 1987) con la importancia que elloconlleva para la aplicación de estudios de distribu-ción microespacial y de funcionalidad. En estesentido también hay que mencionar el reestudio delas excavaciones antiguas del Tossal de SantMiquel (Bonet, 1993), los trabajos de reconstruc-ción y restauración de La Bastida (Bonet, Dies,1996) y los trabajos puntuales de gran ayuda paranuestro tema en yacimientos como el Alt de Beni-maquia (Gómez, Guérin, Díes, Pérez, 1993), elAlfar de l’Illeta de Campello (López, 1997) etc.Para el periodo ibérico tardío podemos destacar lapublicación de los niveles superiores del Puig de laMisericordia de Vinaròs (Oliver, 1994).

Con este simple repaso queremos evidenciarlas posibilidades que este número de trabajos ofre-cen para dar a conocer las estructuras arquitectó-nicas, correlacionarlas, discutir su funcionalidad,etc. El país valenciano ha tomado una posicióndelantera en los estudios espaciales y arquitectó-nicos como han demostrado las últimas reunionesllevadas a cabo (VV.AA.,1986; 1989; 1994).

En el mundo ibérico se constatan ejemplosde la mayor parte de los equipamientos domésti-cos internos y de casi todas las técnicas cons-tructivas realizadas con tierra debido a la mejorade las mismas así como al volumen mucho mayorde información. La mayoría de los datos, como nopodía ser de otra manera, provienen de aquellasexcavaciones más sistemáticas y de aquellaspublicaciones que han mostrado más detallismorespecto a este tipo de elementos y estructurasque nos ayudan tanto como la cultura material areconocer y poder reconstruir el entorno inmediatoque rodeaba la vida de los iberos.

EL PROBLEMA DEL TAPIAL

Para C. A. de Chazelles y Poupet (1984, 74)en ningún yacimiento protohistórico francés sehabía descubierto de forma clara el tapial de tierray su existencia parece vincularse a la influenciaromana, tal y como parece suceder también enMartigues a partir del siglo II aC (Boissinot, 1984,83, nota 18; Nin, 1988). Apuntando una hipótesisinteresante, M. C. Belarte (1993, 119) consideraque para la protohistoria de Cataluña cuando semenciona tapial sin existir marcas de encofrado,es probable que estemos ante amasados de tierrasobre zócalos. En el Morro de Mezquitilla (Schu-bart, 1985) a una primera fase con muros de ado-

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be sucede otra con zócalos de piedra y alzado detapial, aunque por la descripción de la tierra éstase adaptaría mejor a un amasado. La existenciadel tapial sería muy interesante corroborarla paraeste yacimiento pues podría mostrarnos unatécnica importada en la península Ibérica por losfenicios (Chazelles, 1997, 98); en Cartago se haseñalado su uso y los restos de Útica permitenafirmar que el tapial era corriente en tiempospúnicos (Cintas, 1976, 87). De ser ciertas estasafirmaciones podrían refrendar ese origen africanoy español manifestado por las fuentes clásicas.

Burillo considera su existencia en la épocaibérica en el valle del Ebro (Burillo, 1985, 115) Loque sí que es cierto es que las menciones yejemplos parecen aumentar en las fases finales dela cultura Ibérica, probablemente en relación con lapresencia bárquida en la península Ibérica o qui-zás con la romanización. Es probable que en Molíd’Espigol existiera esta técnica en los siglos III y IIaC, aunque la no constatación de adobes y lapresencia en la arquitectura popular actual de lazona del tapial (Maluquer, Llorens, Baldellou et alii,1971, 42) no tiene que llevar consigo la existenciade éste en época antigua. En cualquier caso losexcavadores ya eran conscientes hace casi treintaaños de la importancia de caracterizar el tapial yde definir su repartición y cronología (Maluquer,Llorens, Baldellou et alii, 1971, 44) así como laprobable sustitución del adobe por esta técnica. EnAlorda Park es más probable el uso del tapial alhaberse conservado juntas de cal en bloques detierra mezclados con gravas (Chazelles, 1997, 99;Belarte, Barberá, 1994, 39). A pesar de todo eldocumento fehaciente más antiguo de la construc-ción en tapial son las domus augústeas de Ampu-rias (Chazelles, 1990). Para el país valenciano nohay ningún ejemplo fehaciente en la arquitecturaprerromana de construcción en tapial.

CONCLUSIONES

Una primera idea surge tras la visión generalde las estructuras de barro durante la prehistoria yla protohistoria en el país valenciano y es la dife-rencia del estado del conocimiento y del númerode datos y estructuras entre los distintos periodosculturales, bien producto de un desigual desarrollode la investigación o más bien debido a la pérdidade información que provoca la erosión de loselementos constructivos de barro sobre todo si hansido realizadas con técnicas muy perecederas.Efectivamente, la documentación del barro como

material de construcción parece ir in crescendoconforme avanzamos en el tiempo. Este incremen-to de los datos es paralelo al aumento del conoci-miento sobre la cuestión del hábitat en general. Laarquitectura del barro se presenta como una nuevavía, fundamental para penetrar en aspectosesenciales del hábitat doméstico que, inevitable-mente, se debe poner en relación con otros as-pectos y otras variables que participen en estaproblemática. A pesar de sus dificultades deregistro e interpretación, la tierra ha sido el mate-rial constructivo más empleado, bien sea comoelemento natural o transformado en la arquitecturadoméstica cuando menos hasta la romanización.Si este papel principal ha sido puesto de mani-fiesto por lo que debe ponderarse su importancia.La construcción con tierra no puede verse, sobretodo en las épocas planteadas, como un rasgo ar-caico perteneciente exclusivamente al hábitat do-méstico, pues las técnicas constructivas de tierrase presentan en ambientes puramente domésticospero también en edificios de significación ritual, enestancias y estructuras donde se llevaban a caboactividades productivas (almazaras, balsas, plata-formas,) y en la configuración de los hornos alfare-ros construidos enteramente con adobes, de ahíque una de las principales características del barrosea su adaptación a todo tipo de estructuras y sumayor adecuación que la piedra a las mismas,sobre todo a las productivas. La tierra, por tanto,no marca una diferenciación o jerarquía funcionalo constructiva sino es un material plenamenteintegrado y generalizado a lo largo de las épocasestudiadas.

De esta forma podemos decir que la técnicadel manteado parece existir desde el mismo naci-miento del hábitat al aire libre siendo predominantedurante el neoeneolítico en la conformación de pri-mitivas cabañas. En la edad del bronce no debióabandonarse como nos lo demostrarían los restosinformes de barro con improntas que debían pro-ceder del techo y, quizás, del alzado en forma dezarzos revestidos de barro de algún muro. Con elcambio arquitectónico que supone el bronce final,esta técnica parece reservarse para las techum-bres a lo largo de todo el primer milenio hasta la a-dopción de la teja en el mundo romano.

En lo que se refiere al amasado, mucho másdifícil de evidenciar, se manifestaría en los poten-tes derrumbes de tierra y sobre todo en la configu-ración de algunas estructuras domésticas comosoportes, vasares o pequeños hornos y en algunosmuros de tierra en los que es difícil precisar si setrata de muros amasados o de tapial. Puede ser

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que esta técnica se fuera sustituyendo por el api-sonado o el adobe en la conformación de estructu-ras domésticas.

En cuanto al tapial, venimos señalando queno hay ejemplos claramente demostrados para laépocas estudiadas pues sólo a través dederrumbes informes de tierra es aventurado pro-nunciarse. Ya indicábamos que las domus ampuri-tanas del siglo I aC parecían ser los testimonios fe-hacientes (restos de encofrado, bancadas,tongadas, agujeros transversales) más antiguos deesta técnica, lo cual cabría ponderar con las men-ciones de Plinio o Varron que propugnaban unorigen español o africano de esta técnica y unagran antigüedad para la misma aunque hemos detener en cuenta el problemático ejemplo del Morrode Mezquitilla a una primera fase con construccio-nes de adobe se superponen hechas, aparente-mente con tapial.

La técnica que permite plantear un mayornúmero de hipótesis en cuanto a su desarrollo cro-nológico y geográfico así como técnico y funcionales el adobe y ello es debido sin duda a su mejorregistro por el método arqueológico, por lo que conun buen número de yacimientos bien excavadosde distintas épocas será posible establecer mapasde repartición cronológica y geográfica. El paísvalenciano no desarrolla el adobe hasta el momen-to en que aparece o se generaliza en todo elMediterráneo occidental, aunque surjan en contex-tos preorientalizantes caso de Saladares y Vinarra-gell. La problemática de singulares ejemplos deadobes en la prehistoria reciente queda marginadaen el sudeste (Cerro de la Virgen y la Cuesta delNegro), mundo con el que el sur del país valencia-no está claramente vinculado, aunque no en loreferente a esta cuestión.

Temas bastante sugestivos en los que hayque seguir profundizando es el porqué de laconstrucción de pavimentos en adobe en elmundo ibérico, la razón técnica o funcional quepermita relacionarlos con una determinadaactividad doméstica o productiva y la posibilidadde ir hallando módulos definidos entre los adobespara ir comparándolos con las medidas conocidasdel Mediterráneo.

Nuestro objetivo está consistiendo en desen-mascarar los teóricos lastres sobre este tipo deestudios intentando despojarlo de todos los tópicosy errores a los que estaba sujeto y que hacían difí-cil plantearlo. Otro era poner al día el estado delconocimiento en un territorio concreto y vertebrarmetodológicamente este tema, para a partir de ahíproceder a su examen.

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