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ANTONIO BLAY FONTCUBERTA LECTURA RÁPIDA PRINCIPIOS Y TÉCNICAS QUE PERMITEN MEJORAR ÍA RAPIDEZ, LA COMPRENSIÓN Y LA RETENCIÓN EN TODA CLASE DE LECTURAS k EDITORIAL IBERIA, S.A Plato, 26 - 08006 Barcelona

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Page 1: Lectura Rapida (Antonio Blay)

ANTONIO BLAY FONTCUBERTA

LECTURA RÁPIDA

PRINCIPIOS Y TÉCNICAS QUE PERMITEN MEJORAR ÍA RAPIDEZ,

LA COMPRENSIÓN Y LA RETENCIÓN EN TODA CLASE DE LECTURAS

k EDITORIAL IBERIA, S.A

Plato, 26 - 08006 Barcelona

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El autor desea expresar su agradecimiento a todos sus colaboradores por su eficaz y cordial ayuda en la realización del libro, y en particular a Ana M. Cuevas y a José M. Goíii.

Diseño de la cubierta Celia Valles

Octava edición 1998

© Editorial Iberia, S.A., 1998

ISBN: 84-7082-0I4-I Depósito legal B. 25.405-1998 Printed in Spain A & M Gráfic, s.l.

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INTRODUCaON

LEER: EXIGENCIA DE NUESTRO TIEMPO Y EFICACIA DE LAS TÉCNICAS ESPECIALIZADAS

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Dentro de la vida moderna la lectura ocupa un lugar importantísimo. Las exigencias de la vida profesional, el deseo de una mayor información cultural o la nece­sidad de estar al tanto de las últimas novedades en el ámbito nacional o mundial, exigen de nosotros muchas horas de dedicación a la lectura en la prensa, libros, informes o documentos.

Saber leer más y mejor es una de las habilidades más preciosas que puede adquirir el hombre moderno. Muchos no se dan cuenta hasta qué punto sus lecturas son deficientes y mal aprovechadas. Otros quizá nunca han pensado en la posibilidad que existe de mejorar realmente su capacidad como lectores. De hecho, nun­ca se nos ha hablado de lectura corno un arte a perfec­cionar y sobre los modos de conseguirlo.

Parece que se da por supuesto que por el mero he­cho de ser adultos y de haber seguido algunos estudios ya estamos capacitados para leer bien y que no hay nada más a conseguir o mejorar.

La experiencia demuestra que esto no es así. En países como Estados Unidos, Inglaterra o Francia han sido muchísimos los ingenieros, doctores, abogados y hombres políticos que han realizado cursos de lectura rápidat y han podido comprobar y admirarse de los progresos inesperados que han realizado en este punto.

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Nosotros mismos hemos podido constatar este mismo hecho en nuestros cursos prácticos de lectura.

Esto no es producto de ningún truco o artificio es­pecial Se funda en el estudio sistemático de los meca­nismos que intervienen en la lectura, y en la aplicación práctica y metódica de las consecuencias que de ahí se derivan.

En este libro presentamos una descripción detallada de los principios básicos y de todas las técnicas mo­dernas que en relación con la lectura rápida se están practicando hoy día en los países más avanzados, téc­nica y económicamente.

Estas técnicas han demostrado que, por sorpren­dente que ello parezca, una función tan usual como es la lectura es susceptible de ser mejorada tanto en ca­lidad — nivel de comprensión, asimilación y atención — como en rapidez; y esto en proporción, verdaderamente extraordinaria.

En efecto, llegar a doblar tan sólo la velocidad ha­bitual representa reducir a la mitad el tiempo exigido por determinadas lecturas. Si tenemos presente el in­menso valor del tiempo en nuestra era de organización y de rendimientos óptimos, y por otra parte la inelu­dible necesidad de una constante y copiosa información en toda actividad profesional de cierta altura, se com­prenderá fácilmente el enorme interés práctico que representan estas técnicas para todas las personas que se preocupan por mejorar su eficiencia.

Los resultados de los cursos de lectura son realmen­te notables y plenamente comprobados por la expe­riencia. Por eso el esfuerzo relativo que supone el so­meterse al entrenamiento propio de un curso de lectura rápida, queda ampliamente compensado para la per­sona tanto desde el punto de vista económico, como

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profesional; e incluso por las nuevas posibilidades y horizontes que se le abren en orden a poder mejorar y acrecentar su propia formación cultural.

Se trata de la adquisición de un nuevo hábito o ha­bilidad de cuyas ventajas se beneficiará durante toda su vida.

El aprovechamiento que se obtiene en los cursos de lectura se refieren a dos aspectos: la rapidez y la com­prensión.

Piensan algunas personas que la mejor comprensión de un escrito es proporcional a la lentitud con que se lee. Esto, como veremos a través del libro, no es así en modo alguno. De hecho las técnicas de lectura correc­tamente aplicadas producen paralelamente un doble in­cremento: en la comprensión y en la rapidez.

Se han hecho abundantes estadísticas en todos los países en donde se desarrollan cursos de lectura sobre los resultados obtenidos. Estos resultados, directamen­te comprobados por nosotros en nuestros propios alum­nos, manifiestan que el incremento de la velocidad os­cila entre un 50 % y un 100 % con respecto a la velo­cidad inicial En cuanto a la comprensión, se nota una mejoría que va del 10 % al 20 %.

La relación entre la velocidad de lectura y el nivel de comprensión es lo que determina la eficiencia real de un lector. Técnicamente se expresa mediante la fórmula:

V X C E =

100

Es decir, que la eficiencia en la lectura se obtie­ne multiplicando la velocidad expresada en palabras por minuto, por la comprensión expresada en tanto por ciento, y dividiendo el producto por cien.

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Si nos atenemos al incremento de la eficiencia, que es lo que realmente indica el provecho sacado por los alumnos, los resultados obtenidos demuestran que es posible conseguir como término medio el doblar o tri­plicar la eficiencia inicial.

CONTENIDO Y PLAN DEL PRESENTE LIBRO

En este libro hacemos un estudio sistemático de tos principios en que se basa la lectura rápida y las técnicas más eficaces para conseguir un positivo incre­mento de su eficiencia. Según nuestro conocimiento no existe ningún libro — no ya en lengua española, sino incluso en la inglesa, que es casi la única lengua en que existe bibliografía sobre este tema — que haya hecho una recopilación de los procedimientos y expe­riencias que sobre las diversas facetas de la lectura rápida se han llevado a cabo hasta la fecha en Estados Unidos, Inglaterra, Francia e Hispanoamérica. Por todo ello, creemos que con el presente libro prestamos un servicio útil a todos los lectores de habla española.

La obra está dividida en tres partes fundamentales. La primera se dedica al estudio de la percepción, las condiciones materiales y psicológicas que se requieren, los mecanismos de acuerdo con los cuales funciona, y finalmente los defectos y modos de corregirlos.

La segunda parte trata de la comprensión. Se hace un estudio del modo como se organizan y estructuran las ideas dentro de un escrito y luego se dan las téc­nicas más adecuadas para lograr una comprensión óp­tima de lo que se lee. Además del estudio objetivo del texto en sí, se insiste en la actitud subjetiva del lector como factor importante para llegar a una comprensión

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plena, así como en la forma de desarrollar y perfeccio­nar su capacidad crítica. También se indican los medios para llegar a una mejor y más firme retención de lo leído.

En la tercera parte se hace un estudio concreto so­bre las técnicas más especializadas aplicables a escritos de índole diversa, corno textos de estudio, documentos, cartas, literatura.

Con esto esperamos que el lector podrá formarse una idea clara y precisa de los fundamentos en que se basan las técnicas de lectura rápida y de su aptitud para lograr los notables resultados que se proponen. Sin embargo, debemos prevenir contra la ilusión de los que piensen que con una información superficial o con leer algo sobre el modo de mejorar la lectura puedan alcanzar resultados estables y positivos. La lectura rá­pida es un arte eminentemente práctico y por eso sólo un ejercitamiento y un entrenamiento sistemático pue­den dar los resultados apetecidos. No obstante, el cono­cimiento claro de los principios y técnicas de lectura es de la máxima utilidad para poder realizar un entre­namiento inteligente. En este sentido creemos que la lectura de esta obra resultará para el lector de verdade­ra utilidad como una orientación teórica y práctica de gran valor. Se trata de comprender claramente este medio estupendo que se nos ofrece y de saber cómo utilizarlo, para luego poder aplicarlo conscientemente y con el máximo provecho a todas nuestras lecturas.

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PARTE PRIMERA

PERCEPCIÓN

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La lectura es un proceso que fundamentalmente abarca dos aspectos: la percepción visual y la com­prensión mental de lo leído. j \mbps aspectos son sus­ceptibles de un estudio detallado y existe la posibilidad de mejorarlos enormemente.

La eficacia de la lectura depende de que estos dos aspectos estén suficientemente desarrollados. Los cur­sos de lectura son esencialmente un entrenamiento inteligente tanco para mejorar nuestra habilidad per­ceptiva como la capacidad y rapidez de comprensión.

Algunos autores niegan curiosamente la posibilidad de mejorar nuestra percepción visual por medio de entrenamiento.

Insisten en que la lectura es ante todo un proceso mental y según ellos los movimientos defectuosos de los ojos no son la causa, sino el efecto o el síntoma de una actitud mental deficiente mientras leemos.

Es indudablemente cierto que una actitud mental correcta ejerce desde el inconsciente una eficaz direc­ción que dinamiza el proceso de percepción visual.

Pero no se puede negar que, según lo confirma la experiencia, los resultados son todavía mejores cuando se dedica la debida atención al adiestramiento directo de los mecanismos visuales, como paso previo para una lectura completa e inteligente.

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En esta parte vamos a estudiar detenidamente todo lo que se refiere a la percepción, sus mecanismos y modo de mejorarlos.

En relación con la lectura, la percepción significa la captación visual de las palabras escritas. En la medida que esta capacidad de captación sea más rápida y más segura, la percepción será más perfecta.

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CAPITULO PRIMERO

CONDICIONES PREVIAS

Antes de entrar directamente en el tema de la per­cepción conviene recordar algunos factores circunstan­ciales, materiales o psicológicos, que son condiciones necesarias para una buena percepción.

a) CONDICIONES MATERIALES

Las condiciones materiales se refieren a la adecua­da iluminación, buen estado de los ojos y ausencia de fatiga en los mismos.

ILUMINACIÓN

La iluminación es algo muy importante. Si no es adecuada los ojos caen rápidamente en la fatiga y el rendimiento decrece inmediatamente. La luz natural es la más indicada y la que mejor soportan los ojos. Si se ha de leer con luz artificial se pueden obtener condiciones altamente satisfactorias procurando que

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haya en la habitación un doble foco de iluminación: uno general que sirve de iluminación de fondo, y otro local que ilumina directamente el trabajo o la lectura que estamos realizando. La iluminación general y la lo­cal no han de ser demasiado diferentes, aunque la general conviene que sea algo más débil que la local. El ojo tiene una tendencia refieja a mirar hacia la parte más iluminada, y si la luz local fuese más débil habría una tendencia a desviarse hacia afuera que produciría una tensión y en consecuencia una rápida fatiga. La simple luz local no es suficiente porque la retina del ojo se acomoda al grado de iluminación general. Hay que evitar también los contrastes fuertes de luz y sombra, para lo cual son más adecuadas las pantallas transparentes. Los focos deben colocarse de modo que los ojos no sufran los efectos directos de su resplandor.

No creemos que sea práctico para el lector el que añadamos datos y cifras sobre el número de lumens o watios a aplicar. Las indicaciones que hemos dado inteligentemente combinadas pueden crear un ambien­te muy confortable para cualquier trabajo serio y pro­longado. Simplemente debemos observar que una vez alcanzado un buen grado de iluminación el rendimien­to del trabajo no aumenta apreciablemente aunque se siga intensificando la iluminación. Este punto crítico de óptima iluminación puede variar de unas personas a otras, y la experiencia personal es el mejor indicador.

ESTADO DE LOS OJOS

Otra condición indispensable para la buena per­cepción es el estado de los ojos. Muchas personas

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creen que su vista es perfectamente normal, y no se dan cuenta de sus defectos cuando son ligeros. Si al leer los ojos se fatigan muy pronto, o se producen fre­cuentes dolores de cabeza, es aconsejable acudir al oculista. Lo más probable es que haya necesidad de corregir la vista.

Aparte de estas molestias anormales que exigen la intervención del especialista, el hecho de leer produce una fatiga normal en los ojos. Sin embargo, podemos aprender a descansar y a relajarlos, lo cual hace posi­ble una mayor duración y rendimiento en el trabajo. Para esto es aconsejable un procedimiento muy sen­cillo, llamado «palming». Cuando sentimos que los ojos están cansados conviene hacer una pausa. Quitar los ojos del libro y mirar otra cosa: el techo de la habita­ción, el cielo a través de la ventana, o cualquier otra cosa. Después se pone las palmas de las manos sobre los ojos, de modo que se haga una oscuridad total. No hay que oprimir nunca los globos oculares. En esta posición y gracias al calor de las manos los ojos se distienden y se relajan. Al principio es posible que observen algunos destellos luminosos; hay que espe­rar a que desaparezcan. Luego, pasados unos segundos más, se puede abrir de nuevo los ojos y nos encontra­remos listos para reemprender la lectura.

Esto se puede repetir varias veces a través de la lectura si sentimos necesidad de hacerlo. También puede ser útil hacer ligeros masajes alrededor de los ojos y especialmente en la región de los tempo­rales.

Para superar la posible fatiga también es muy recomendable hacer pequeñas pausas con relativa fre­cuencia. Bastan unos pocos segundos, un minuto quizá, durante los cuales permanecemos con los ojos cerrados.

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O mirando a lo lejos, procurando que nuestra mente se relaje plenamente.

En cuanto al momento de hacer estas pausas el tiempo más indicado no es precisamente cuando apa­rece la fatiga, sino justamente un poco antes. De esta manera uno no llega a sentirse cansado, o al menos no se cansa tan rápidamente. Estas pausas, tratándose de la lectura, no deben ser muy prolongadas, pues de otro modo uno se desconecta demasiado del trabajo y luego se produce una pérdida de tiempo para ambien­tarse de nuevo en lo que estaba haciendo. Por otra parte, las pausas voluntarias son mejores que las que se hacen de un modo más o menos inconsciente o subrepticiamente.

b) CONDICIONES PSICOLÓGICAS

Además de las condiciones materiales que acaba­mos de enumerar, hay otros requisitos psicológicos que influyen extraordinariamente en el rendimiento de la lectura. Estos requisitos influyen directamente no sólo en la simple percepción sino que tienen también gran importancia en el aspecto de la comprensión.

Los requisitos psicológicos indispensables para lo­grar una lectura eficiente son: la tranquilidad, la dis­tensión y la atención.

TRANQUILIDAD

Por tranquilidad queremos indicar el conjunto de circunstancias que crean en nuestro alrededor un am­biente agradable y sereno, y que hacen que nos sinta-

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mos cómodos durante el trabajo. Una habitación que nos sea familiar es preferible a un local que nos resulte extraño aunque pudiera parecer más adecuado.

La novedad puede ser causa de distracciones o de cierta especie de curiosidad o de inquietud interior. Cuanto más confortables nos sintamos en relación al ambiente, más fácilmente podremos prescindir de los estímulos externos para centrarnos totalmente en nues­tro trabajo.

También es importante que física y corporalmente nos sintamos con toda comodidad, con tal de que la excesiva comodidad no nos haga caer en la somno-liencia.

DISTENSIÓN

La distensión se refiere a ese estado interior de rela­jamiento, libre de tensiones y de preocupaciones per­turbadoras. Toda tensión exige un gasto de energía que es desviada de nuestra finalidad principal, dismi­nuyendo así nuestra capacidad verdadera de trabajo, aparte de la perturbación y desasosiego que introduce en nuestra mente.

Las tensiones pueden ser de dos clases: físicas y emotivas.

Las tensiones físicas se manifiestan en ciertas con­tracciones de determinados músculos. Pueden locali­zarse en distintos puntos del cuerpo: piernas, diafrag­ma, mandíbulas, frente. Aunque su efecto no aparezca muy perturbador siempre suponen un gasto inútil de energía y sobre todo impiden que la mente esté com­pletamente tranquila y serena.

Las tensiones emotivas son las producidas por las

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preocupaciones, por los problemas, por los disgustos y también por los deseos vehementes más o menos incontrolados. Éstas, sobre todo, son las que hacen imposible que la mente se mantenga serena, abierta y receptiva ante lo que leemos o ante cualquier trabajo que realicemos.

Esta actitud de la mente es extraordinariamente importante si queremos llegar a ser realmente eficien­tes en nuestro trabajo.

Por desgracia no se acostumbra a darle importan­cia que tiene, y todavía se olvida más el poner los medios y el esfiaerzo necesario para lograr este estado mental.

Esencialmente este estado significa, no solamente ausencia de preocupaciones, sino un estar despierto, sereno, y al mismo tiempo totalmente abierto y recep­tivo para captar toda la información que pueda llegar a nuestra mente a través de los sentidos.

En la medida que adoptamos profundamente esta actitud aumenta enormemente nuestra capacidad de percibir y de comprender rápidamente y al mismo tiempo de lograr una completa asimilación, de cuanto leemos.

Es la actitud de quien estando de verdad interesado por algo, se mantiene totalmente sereno y tranquilo. Esta serenidad es precisamente lo que nos permite captar bien todo, ser conscientes de todo lo que perci­ben nuestros sentidos y al mismo tiempo nos garantiza una extraordinaria agilidad y flexibilidad para poder comprender e interpretar correctamente toda la infor­mación recibida.

Los efectos de esta falta de serenidad mental inter­na los hemos podido comprobar en multitud de oca­siones. Uno busca muy afanosamente un objeto en una

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habitación o un dato en un libro, y pasa una y otra vez por delante del mismo sin llegar a descubrirlo. Existe la actitud de búsqueda, pero la falta de sere­nidad nos impide ver lo que tenemos delante.

ATENCIÓN

El último de los requisitos psicológicos que hemos mencionado es la atención.

En realidad, todas las demás condiciones que hemos mencionado, materiales y psicológicas, son una prepa­ración indirecta, un quitar los estorbos, para poder aplicar libremente toda nuestra atención. La atención es la llave fundamental de la percepción y de la comprensión.

Aún más, nuestro nivel de percepción, de compren­sión y de retención están estrechamente ligados con nuestra capacidad de saber atender y concentrarnos en lo que hacemos.

MEDIOS PARA MEJORAR LA ATENCIÓN

Para mantener y mejorar nuestra atención podemos emplear varios recursos, además de cumplir todos los requisitos previos enumerados hasta aquí.

En primer lugar, hay que advertir que la simple voluntad o propósito de poner atención a algo suele ser, en general, insuficiente para conseguir y mantener el grado de atención adecuado.

Es importante la intención de concentrarse y cons­tituye el primer paso para alejar de nuestra mente pensamientos ajenos al tema. Pero hay otros motivos

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que movilizan más aficazmente nuestra capacidad de concentración. Son el interés, la finalidad consciente, y la lectura activa.

INTERÉS

El motivo más poderoso para despertar nuestra atención es el interés. Cuando algo tiene para nosotros un gran interés no tenemos que realizar ningún esfiaer-zo para concentrarnos. Por el contrario, nuestra aten­ción es más bien arrastrada de un modo irresistible hacia el objeto.

Alguien podría pensar que, por muy cierto que sea esto, el problema está en que muchas de las cosas que tenemos que leer carecen de interés para uno. Aunque esto sucede así con fi-ecuencia, no hay que pensar que sea una dificultad insuperable. Es posible despertar y dirigir nuestro interés hacia campos y temas cada vez más amplios. De hecho, todo puede ser leído con inte­rés. Los buenos lectores son precisamente los que han sabido ensanchar al máximo el área de sus intereses.

Al encontrarse con un texto que parece aburrido y fastidioso el lector haría bien en recordar el consejo que nos da Frangois Richaudeau: «¿Ka intentado usted hacer que se abra su espíritu hacia otros campos dife­rentes de los temas que ordinariamente le agradan y entretienen? Esta es una facultad que los buenos lec­tores han sabido cultivar. Usted puede hacer lo mis­mo.» (F. RICHAUDEAU, "Cours de Lectura rapide".)

Cuando nos enfrentamos con una lectura nueva, con un tema desconocido, con algo que quizás nos parece dificil y aun árido, no debemos ceder al desaliento. No pensar nunca que aquello es algo totalmente inac­cesible para nosotros. En el peor de los casos podemos

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encontrarnos que nuestra actual preparación nos im­pide abordar con plena eficacia un tema determinado; pero de aquí no se puede deducir que lo que allí se dice carece de importancia o que nosotros nunca sere­mos capaces de comprenderlo.

El secreto para movilizar nuestro interés es cultivar una sana curiosidad de espíritu. Hacerse a sí mismo algunas preguntas estimulantes puede significar el im­pulso necesario para saltar la barrera del miedo o de la indiferencia ante una lectura o un libro nuevo.

El arte de saber despertar y ampliar nuestros inte­reses es algo que se puede aprender y mejorar progre­sivamente.

Leer de esta manera es enriquecer el espíritu con­tinuamente, abriéndose a todos los aspectos del saber y de la cultura.

Si consideramos la lectura como un medio de enri­quecimiento espiritual, y si sabemos dar a este deseo la máxima amplitud nunca tendremos problema por falta de interés. Esto no quiere decir, naturalmente, que todas nuetras lecturas hayan de ser serias o bus­car un fin inmediato de formación o instrucción. Pode­mos leer, si queremos y cuando queramos, simplemen­te para distraernos. Lo que queremos decir es que un espíritu abierto a todos los aspectos del saber podrá abordar con plena dedicación y atención toda clase de lecturas, lo cual le permitirá adquirir una verdadera cultura en toda la extensión de la palabra.

FINALIDAD CLARA

Otro medio para mantener constante la atención es leer con una finalidad clara y consciente. La persona que va leyendo cada cosa como va viniendo sin saber

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claramente por qué o para qué lee lo que está leyendo, con facilidad se despistará. Será una lectura desarticu­lada, sin solidez, carente de profundidad.

Una finalidad concreta, un objetivo preciso, además del interés del que acabamos de hablar desde un punto de vista más general, dinamizará todas nuestras facul­tades concentrándolas en el punto que buscamos.

LECTURA ACnVA

El leer activamente es también otro recurso muy eficaz para lograr una atención perfecta a lo que lee­mos. La lectura activa se realiza cuando el lector no se limita a seguir y comprender simplemente el pen­samiento del autor, sino que es él mismo el que piensa también con su propio pensamiento. Hasta cierto punto este tipo de lectura se transforma en una especie de conversación entre lector y autor.

«En realidad la concentración en la lectura debería hacerse de un modo tan activo y espontáneo como si se tratase de una discusión o conversación.» (ERic DE LEEUW, "Read better, read faster".)

Es como si a través de la lectura el lector fuera expresando clara y conscientemente su postura ante las afirmaciones del escritor. Unas veces será de confor­midad, otras de duda o de oposición, a veces una exi­gencia de una prueba o de una aclaración más extensa. No se trata de hacer un comentario o una crítica exhaustiva de lo que leemos. Esto en lugar de cen­trarnos nos apartaría del pensamiento del autor. Se trata de una actitud crítica dentro del mismo pensamiento del autor. Es un ver hasta qué punto el pensamiento, las afirmaciones, las pruebas y las conclusiones del

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autor me parecen justas y aceptables, o hasta que punto son insuficientes para mí, o necesitan una ulte­rior confirmación.

Con esto dejamos expuestas las condiciones previas, tanto materiales como psicológicas para lograr el máxi­mo de nuestras lecturas.

Ahora podemos pasar al estudio del primer aspecto de la lectura: la percepción, o mecanismos visuales, y el modo de mejorarlos.

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CAPITULO II

MECANISMOS VISUALES

La lectura pone simultáneamente en juego dos me­canismos inseparables: la vista y la comprensión men­tal. Si uno de ellos falla, en cualquier sentido, de inmediato se reflejará este defecto en la eflciencia total de la lectura.

Dejando para más adelante el estudio y el modo de mejorar la comprensión, vamos a tratar ahora detalladamente sobre los mecanismos de la percepción visual.

PERCIBIMOS CONJUNTOS

En primer lugar hay que destacar que los experi­mentos realizados sobre la lectura demuestran que la percepción es un fenómeno global de integración. Esta tendencia se va haciendo cada vez más clara e intensa conforme la persona va madurando psicológicamente.

Esto quiere decir que la lectura va evolucionando desde el punto de vista de la percepción, hacia la cap­tación de conjuntos cada vez más amplios.

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El primer paso, el más elemental, es la lectura letra por letra. Es la etapa del niño que aprende a leer. Este modo de leer es luego superado al descubrir la existencia de un conjunto, muy simple todavía, al que damos el nombre de sílaba.

En esta etapa aún no puede decirse que exista una lectura verdadera, pues en realidad no hay una autén­tica actividad mental de interpretación. Las sílabas no tienen en sí significado alguno. La lectura por síla­bas es todavía un proceso demasiado mecánico.

El paso siguiente tiene lugar cuando el niño descu­bre la palabra entera como una unidad global con un significado propio. Aquí ya tenemos una verdadera lectura, aunque muy elemental todavía.

Este es un hecho fundamental que ha sido puesto de relieve por los modernos estudios psicológicos. No leemos las letras, ni las sílabas: lo que leemos son las palabras directamente, consideradas como un conjunto total. Por eso los más recientes métodos de enseñanza de lectura para los niños en vez de comenzar por el aprendizaje de las letras y sílabas, presentan directa­mente al alumno palabras enteras, acompañadas de su imagen o dibujo correspondiente. Desde el punto de vista lógico parece que el orden a seguir debería ser: letras, sílabas y palabras. Pero si tenemos en cuenta el funcionamiento psicológico de la percepción, el orden correcto es el inverso: primero la palabra como algo que tiene en sí un sentido completo, y sólo después es cuando podemos comprender el porqué y el para

*qué de las letras. Podemos realizar un experimento sencillo que nos

convencerá fácilmente de que al leer son las palabras lo que leemos como conjuntos y no las letras o las sílabas por separado.

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LECTURA RÁPIDA 3J

A continuación encontrará usted dos páginas con un grupo de palabras distribuidas en columnas. Lea las palabras de la primera página de arriba abajo, columna tras columna, a la mayor velocidad posible. Para poder realizar bien este ejercicio conviene que se ayude con una cartulina, o una hoja de papel, en donde haya practicado una ranura de Vi cm. de alto por 3 cm. de ancho. A través de la ranura usted sólo podrá ver una única palabra. Cuando esté preparado vaya deslizando la cartulina sobre las tres columnas de palabras sucesivamente. Deslice la cartulina lo más rápidamente posible no deteniéndose más que el tiem­po justo para poder captar el significado de cada palabra. Al terminar de leer la primera página anote los segundos que haya tardado en hacerlo.

Haga lo mismo con las tres columnas de la página siguiente, anotando también los segundos que tarde en leerla:

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ser

el

con

eso

uno

sol

la

para

que

mal

sin

por

más

sal

mesa

no

idea

hay

era

los

ANTONIO BLAY

del

como

aquí

tema

otro

solo

usar

pie

algo

casi

yo

van

mano

vez

nada

moda

ojo

todo

cruz

toma

sino

peso

con

dos

masa

tal

vez

vida

cada

pues

vino

mi

arte

cosa

tu

luz

ya

ella

son

esto

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verdadero

palabra

posible

capacidad

conseguir

seguro

rapidez

escribir

velocidad

secreto

cualidad

ventana

siempre

preocupación

realidad

persona

entonces

protestar

negocio

consulta

LECTURA RÁPIDA

animal

existir

nosotros

solidez

ejercicio

lentitud

exterior

riqueza

gimnasia

facilidad

lectura

desarrollo

serenidad

carácter

dominio

condición

experiencia

despierto

difícil

cantidad

principal

energía

ambición

cobarde

provecho

ejemplo

inútil

necesidad

conducta

valores

plenitud

interés

máximo

estudiar

profundo

poderoso

externo

pobreza

impulso

interior

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Las palabras contenidas en la primera página son más bien cortas (de 3 ó 4 letras). En total suman 201 letras.

Las palabras de la página siguiente son más largas y totalizan 471 letras, es decir, 2 y Vi veces más.

Si usted compara el tiempo que ha invertido en leer cada una de las páginas observará que para leer la segunda no ha empleado un tiempo 2 y Vi veces mayor.

Esto le prueba claramente que su lectura no ha sido letra por letra, ni siquiera sílaba por sílaba.

Este mecanismo es muy importante y ofrece una base segura para poder aumentar nuestra rapidez de lectura.

Es muy posible que el tiempo que usted ha inver­tido en leer la segunda página haya sido superior al de la primera, a pesar de que el número de palabras es el mismo. Esto indica que su habilidad para leer las palabras como conjuntos puede ser perfeccionada.

Éste es precisamente uno de los primeros objetivos, aunque no el más importante, de los cursos de lectura.

Hacer que se desarrolle plenamente su capacidad de leer cada palabra, como un conjunto global de un solo golpe de vista.

Esto requiere que usted se familiarice con las pala­bras, con su forma o silueta. Que cada palabra se convierta para usted en , un símbolo de significado pleno. Del mismo modo que al ver un caballo pintado inmediatamente, de un golpe de vista, nos viene la ima­gen y la idea del animal, así cada palabra en su con­junto, por su «silueta», debe ser capaz de evocar en usted, inmediatamente, la idea correspondiente.

Pero, como vamos a ver, este no es más que el primer paso en el mejoramiento de nuestra percepción.

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LECTURA RÁPIDA 35

CAMPO VISUAL

Acabamos de ver cómo la lectura tiende a ser un proceso de integración, de interpretación de conjuntos más que de análisis. Esto lo hemos visto por lo que se refiere a las palabras aisladas, en sí mismas.

Por nuestra capacidad de percepción puede exten­derse mucho más allá de una simple palabra. A pesar de que el estado actual de muchos lectores apenas llega a ser de una lectura palabra por palabra, la rea­lidad es que existe la posibilidad de leer a través de conjuntos más amplios.

Los experimentos y los estudios realizados por el gran oftalmólogo Emilio Javal sobre el movimiento de los ojos al leer, le permitieron llegar a la conclusión de que un lector hábilmente entrenado puede llegar a abarcar en un solo golpe de vista de 15 a 20 signos, es decir, unas tres o cuatro palabras.

Inmediatamente se comprende la enorme diferencia que hay entre un lector «palabra por palabra» y otro que sea capaz de leer de una sola vez grupos de varias palabras.

El desarrollo de esta habilidad se logra en los cur­sos de lectura mediante ejercicios o textos especial­mente preparados de modo que la distribución de las palabras en grupos cada vez más amplios va estimu­lando la capacidad latente del alumno hasta lograr una notable amplitud de su campo de visión.

Para poder leer captando de una sola vez un grupo de varias palabras es necesario estar atento y concen­trado en la lectura.

Algunos autores afirman que esto es lo único que habría que desarrollar. Según ellos los ojos no nece-

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sitan ni pueden ser entrenados porque de por sí ya tienen una gran capacidad y amplitud de visión. Nos­otros creemos que hay que distinguir entre la capaci­dad de visión que tienen nuestros ojos, y el uso real que hacemos de ella. Evidentemente la mayor parte de personas no suelen hacer uso, o mejor dicho, no saben hacer uso de esa capacidad.

Los ejercicios prácticos a que antes nos referíamos tienen por objeto hacernos ver cuáles son nuestras posibilidades y estimularnos y enseñarnos a adoptar la actitud mental apropiada para poder leer a través de estos conjuntos más amplios de varias palabras.

FIJACIONES

El movimiento de los ojos mientras leemos está directamente relacionado con la rapidez de percepción y sobre todo con la amplitud de visión, o con el campo visual, que hayamos conseguido desarrollar.

Tenemos la impresión de que al leer los ojos se van deslizando de un modo continuo a lo largo de cada línea. Pero en realidad no es así. Nuestros ojos recorren cada línea dando pequeños saltos y haciendo pequeñas paradas en diversos puntos de la línea. Es en estas paradas cuando el ojo ve el texto escrito; cuando se mueve, cuando hace el salto de un punto a otro, no puede ver nada. Cada una de las paradas que realiza el ojo al recorrer la línea escrita es lo que se llama

fijación. Los estudios y experimentos realizados sobre el

movimiento de los ojos han demostrado que en estas paradas o fijaciones se invierte el 90 % del tiempo empleado en la lectura.

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Los movimientos intermedios son muy rápidos y sólo ocupan un 10 % del tiempo total.

Este mecanismo ofi'ece la posibilidad de acelerar enormemente la velocidad de la lectura. Esto podría realizarse en dos sentidos. Por una parte disminuyendo el tiempo dedicado a cada fijación, y por otra haciendo que el número de fijaciones por línea sea más pequeño.

Si nos atenemos al simple hecho de la percepción, visual se ha comprobado que en sólo 1/100 de segun­do es posible ver un grupo de palabras que totalicen hasta 20 letras-espacio. Pero en la lectura nunca se alcanza este ritmo porque además de la percepción visual el cerebro necesita un tiempo para interpretar los signos y captar su significado. Esto exige alrededor de 1/5 de segundo.

Esta debería ser aproximadamente la duración de cada fijación. Pero sólo los buenas lectores reducen al mínimo el tiempo de cada fijación.

Sin embargo hay que reconocer que el ahorro de tiempo que puede hacerse al disminuir la duración de cada fijación no suele ser en general muy grande, aunque puede suponer un tercio, o más, del tiempo empleado.

Es sobre todo en el segundo aspecto, en lo referente al número de fijaciones por línea, donde el ahorro de tiempo puede ser verdaderamente considerable.

El lector deficiente hace las fijaciones más largas, pero sobre todo hace muchas más fijaciones que las necesarias.

Teniendo en cuenta que el campo visual puede lle­gar a abarcar unas cuatro palabras se deduce que el número de fijaciones puede y debe reducirse a tres o dos por cada línea, en vez de las seis o siete que suelen hacer los lectores no entrenados.

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A modo de ejemplo le ponemos a continuación un texto distribuido en fijaciones. El punto indica el lugar donde el ojo se detiene, y la raya la amplitud del campo visual. El mismo texto está repetido tres veces. El ejemplo a) contiene tantas fijaciones como palabras. Así lee la persona poco acostumbrada a leer. En el ejemplo b) el mismo texto se lee en cuatro fijaciones en vez de siete. Así es como suele leer la persona que tiene costumbre de leer, pero sin entreno en las téc­nicas de lectura rápida. El ejemplo c) es el modo habitual de leer que puede conseguir una persona entrenada.

Ejemplo:

a) La lectura rápida es un logro apasionante.

El éxito es una cuestión de trabajo.

b) La lectura rápida es un logro apasionante.

El éxito es una cuestión de trabajo.

c) La lectura rápida es un logro apasionante.

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El éxito es una cuestión de trabajo.

Vea el ahorro tan grande de tiempo que supone el modo de leer según el ejemplo c) comparado con el a). Sin tener en cuenta que las fijaciones que hace c) pueden ser más breves que las de a), y atendiendo simplemente al número de fijaciones realizadas, ve­mos que c) lee casi cuatro veces más aprisa que a).

Ya se ve de inmediato las enormes posiblilidades que esto significa en orden a la rapidez y al ahorro de tiempo en la lectura.

Pero para conseguir este ritmo de dos o tres fija­ciones por línea no basta la simple habilidad percep­tiva.

Es preciso una buena concentración mental a fin de poder captar los conjuntos de palabras como algo que tiene un significado, como algo a través de lo cual se nos comunica un pensamiento.

De hecho siempre que la actitud mental es defiente al campo visual se estrecha. La amplitud mental es condición indispensable para poder hacer uso de toda nuestra capacidad de visión y de percepción. Pero este es un tema que lo trataremos más detenidamente al hablar de la comprensión y de la actitud mental correcta.

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CAPITULO III

DEFECTOS EN LA PERCEPCIÓN Y DEL APRENDIZAJE

LAS REGRESIONES

Uno de los defectos que más perjudican a la rapi­dez de la lectura es el hábito de volver atrás para ver de nuevo lo ya leído. Esto es lo que se llaman las regresiones.

Hay ciertamente algún tipo de regresiones que están justificadas, pero hay muchos casos en que el regresar no está justificado aunque lo pudiera parecer. Estas son las regresiones que hay que evitar a toda costa.

Examinaremos en primer lugar cuáles son los mo­tivos por los que uno siente la tendencia a regresar. En general se pueden agrupar en tres clases:

a) no haber captado la idea b) no haber captado bien alguna palabra c) hábito de regresar.

a) Si se trata de querer volver atrás porque no

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hemos captado la idea hay que precisar más a qué se debe esta falta de comprensión.

Puede ser que se trate de un texto difícil, o cuyo estilo es muy complejo y oscuro. Aquí, realmente esta­ría justificado el volver atrás. Sin embargo aun puede ser más aconsejable seguir adelante hasta completar por lo menos el párrafo entero. Esto proporcionará, en la mayoría de los casos, una visión de conjunto que es quizá lo que necesitábamos para una comprensión más completa. De modo que lo más eficaz sería com­pletar la lectura de todo el párrafo y volver luego sobre el pasaje que había quedado oscuro; o incluso a veces volver a leer todo el párrafo. Esto resultará más prác­tico que hacer una o varias regresiones esporádicas que nos harían perder más tiempo y que no acabarían de aclararnos la idea de un modo total.

Otras veces la razón por la que no captamos algunas ideas se debe simplemente a falta de atención. Es pre­ciso recordar, en este caso sobre todo, que la lectura debe ser siempre algo activo. Leer activamente signi­fica leer con un propósito determinado, tener nuestro interés movilizado hacia algo y enfrentarse con el texto escrito con la actitud de quien busca o quiere algo. Si lio lo hacemos así no debe sorprendernos que nuestra atención se ausente con frecuencia.

b) Algunas veces puede ocurrimos que no perci­bimos bien una palabra o, a causa de su grafismo, la confundimos con otra parecida. Si a través del contexto nó podemos deducir cuál era la verdadera identidad de la palabra confundida la única alternativa será el volver atrás y asegurarnos de qué se trata. Pero el verdadero remedio es hacer desaparecer la causa de es­tas confusiones. Supuesto que no haya problema de

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atención, se trata de un defecto de rapidez y precisión en la percepción. Los ojos pueden adiestrarse a ver con más rapidez y precisión. Para esto existen diversos tipos de ejercicios que agilizan la visión y mejoran notablemente la capacidad de percepción. Algunos autores muestran gran desconfianza frente a cualquier clase de entrenamiento de los mecanismos de la visión. Sin embargo, aunque es cierto que la lectura es sobre todo un proceso mental, también hay que reconocer que los mecanismos visuales pueden ser perfecciona­dos y agilizados, como lo demuestran los resultados obtenidos en los cursos prácticos de lectura, y no hay por qué despreciar esta posibilidad real.

c) Finalmente, otra de las causas de las regresiones es el hábito o costumbre de volver atrás. Esta costum­bre suele venir enmascarada y falsamente justificada por una excesiva preocupación de no perder nada, de asegurarse que hemos entendido bien todo lo anterior y por el deseo de grabarlo y retenerlo mejor. Pero esto es una equivocación. Aparte del tiempo enorme que se pierde, estas repetidas regresiones no son garan­tía, en modo alguno, de una mejor comprensión y retención. En realidad ocurre todo lo contrario. Cada vez que se vuelve atrás se rompe el hilo del pensa­miento y al interrumpir su desarrollo normal se pierde de vista la finalidad última y su estructura global, para quedar enredados en uno u otro de sus aspectos parciales. Por eso no es nada extraño que los lectores excesivamente cuidadosos, que vuelven continuamente atrás para no dejar escapar nada, sean los que más se quejan y los que más dificultad encuentran en llegar a una comprensión total de lo leído.

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La solución acertada consiste en seguir siempre ade­lante aunque nos parezca que no hemos captado ple­namente la idea. Si lo hacemos así, además de con­trarrestar el mal hábito de regresar, descubriremos con asombro que habíamos entendido más de lo que pensábamos. De hecho, nuestros ojos y nuestro cerebro captan más cosas de las que somos conscientes, y lo único que necesitan es seguir todo el desarrollo del pensamiento para que cada aspecto particular cobre de nuevo relieve y se estructure orgánicamente en el conjunto. Este modo de leer activo y dinámico, que va directa y rápidamente hacia la visión global del conjunto, es la forma más adecuada para llegar a una comprensión más plena del todo y de los detalles, así como el medio más fácil de asegurar su retención.

Para aquellos lectores que son excesivamente escru­pulosos con el texto, que están pendientes de cada una de las palabras a fin de que nada se les escape, y que en todo momento están dispuestos a volver atrás para asegurarse de que han cogido bien las ideas, conviene recordarles unas observaciones que nos hacen los pro­fesores de la Universidad de Columbia en su «Reading Improvement Programm»: «Durante muchos años se creyó que los lectores rápidos eran descuidados y su­perficiales. Se suponía que leyendo rápidamente no se podría captar el significado tan bien como a través de una lectura lenta. Se pensaba que leer con lentitud era necesario para leer con seguridad. Cuando se hi­cieron las experiencias estas suposiciones se vinieron abajo. Entonces se comprobó que el <'factor compren­sión» de los lectores rápidos era mucho mejor que el de los lectores lentos. Y la razón de esto radica en el modo de trabajar de nuestro cerebro.»

Como hemos visto, excepto en el caso de tratarse

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de un texto verdaderamente dificil, debemos aspirar a eliminar totalmente el hábito de regresar en nuestras lecturas. Sin embargo, hasta que consigamos leer y comprender todo cuanto leemos sin necesidad de nin­guna regresión, aún podemos hacer otra cosa que nos ayudará a eliminar cuanto antes este hábito. Si al leer una frase se nos escapa su significado, no debe­mos regresar de inmediato. Hay que seguir adelante hasta completar el párrafo. Si al final el pensamiento sigue oscuro y no hemos podido aclarar nada, será entonces el momento de regresar.

Pero lo más importante es que tratemos de ver por qué se nos escapó el pensamiento y localizar exac­tamente la dificultad. Esto al principio puede exigirnos un poco más de esfuerzo y de tiempo, pero es lo que nos enseñará más eficazmente a estar despiertos y a pensar realmente mientras leemos. A la larga este adiestramiento supondrá no sólo una notable economía de tiempo, sino sobre todo una extraordinaria eficien­cia en todas nuestras lecturas.

Nos queda por mencionar un caso en que las regre­siones deben ser admitidas sin ningún reparo. Es cuando se trata de estudiar con el propósito de memo-rizar, especialmente cuando se trata de libros técnicos con abundancia de datos que es preciso retener. Pero incluso en este caso la actitud activa e inteligente frente al texto nos permitirá una más rápida compren­sión y asimilación con un menor número de repasos.

LA SUBVOCALEACION

La vocalización consiste en leer las palabras en voz alta o en acompañar la lectura con el correspon-

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va directamente a la idea, sin agarrarse ni depender de la palabra concreta escrita, ya va bien. En cuanto a la subvocalización-actividad-mental podemos decir que es una habilidad nueva y se relaciona con la capacidad de pensamiento abstracto. Cuanto mayor sea esta capaci­dad menor será la necesidad de pronunciación-interna. Es claro que una gran capacidad de abstracción hará que nuestras lecturas sean cada vez más ágiles y más plenamente asimiladas.

De aquí se deduce cuál es el único remedio efectivo contra el defecto de la vocalización o subvocalización. El remedio consiste en leer activamente, es decir, en leer estando pendiente de captar directamente las ideas del autor. En la medida que nuestra mente se conecta con la mente y el pensamiento del autor las palabras pasarán a un segundo plano, siendo un sim­ple modo de expresión, uno de los muchos que podía haber empleado el autor, al que no hay que aferrarse como a lo más importante. Lo único importante es la idea que se nos trasmite.

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CAPITULO IV

CARACTERÍSTICAS DE LA BUENA PERCEPCIÓN

En los capítulos anteriores hemos estudiado cómo funcionan los mecanismos de la percepción visual mien­tras leemos. Hemos indicado la posibilidad y el modo de mejorarlos así como los defectos a evitar.

Aquí queremos ofrecerle una especie de resumen o vista panorámica de lo que debe ser una percepción visual perfecta y de las cualidades que debe poseer.

Podemos enunciarlo de esta forma: la percepción perfecta debe ser:

— rápida — precisa — amplia — rítmica

Recordemos y comentemos brevemente lo que sig­nifica cada una de estas cualidades:

Rápida. Nuestros ojos deben ser capaces de percibir en una fracción de segundo una palabra o un conjunto de palabras, al mismo tiempo que nuestra mente capta el significado de las mismas.

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Precisa. La rapidez de la percepción no debe ser un obstáculo para la precisión. De hecho si falta la preci­sión no hay una verdadera percepción. La falta de precisión es lo que conduce a confundir o a tomar una palabra por otra. Percepción precisa quiere decir percepción segura. Todo el entrenamiento sobre la rapidez de la percepción debe ir acompañado por el esmero en la precisión. Entonces el progreso es verda­dero y seguro.

Amplitud. El buen lector aprovecha al máximo toda la capacidad de visión que tienen los ojos. En una sola fijación o golpe de vista es posible abarcar tres o cua­tro palabras. Para conseguir esta amplitud de percep­ción es fundamental una actividad mental centrada y despierta. Por eso el entrenamiento para ensanchar el campo visual debe ser al mismo tiempo un adiestra­miento mental para estar atentos y pendientes en pri­mer lugar del significado que se esconde tras las palabras escritas.

Ritmo. El ritmo en la lectura es el resultante de la rapidez y de la amplitud de la percepción. Leer rítmicamente significa ir distribuyendo regularmente las pausas o fijaciones a través de cada una de las líneas escritas. El ritmo es nuestra manera de andar por un escrito. Cuando la mente sabe adonde va, es decir, cuando sigue con inteligencia el desarrollo de las ideas, y cuando la percepción visual ha alcanzado un buen grado de rapidez y amplitud, surge de modo espontáneo un estilo de leer sumamente ágil y cómodo.

El ritmo no hay que considerarlo como algo rígido e invariable; es más bien una cierta armonía, suavidad y regularidad. El ritmo se rompe cuando uno lee a

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sacudidas, con paradas y arranques bruscos, o cuando uno siente la tendencia, más o menos frecuente, de regresar sobre lo que acaba de leer.

Leer con ritmo es ir avanzando suave pero firine-mente sobre cada línea del texto a través de un número regular de fijaciones, que son medidas y realizadas, más que por un automatismo rígido de los ojos, por la misma mente que con una actitud flexible y abierta dirige con plena lucidez todo el proceso de la lectura.

Este modo de leer tiene la ventaja de ser, no sóiQ más eficaz, sino también mucho más descansado. Los ojos no tienen que hacer esfuerzos inútiles para reali­zar regresiones u otros movimientos bruscos, y además el hecho de poseer un gran campo visual y de poder en consecuencia reducir al mínimo el número de fija­ciones por línea, hace que les ahorremos gran cantidad de movimientos con la consiguiente disminución de esfuerzo y de fatiga.

Hasta aquí hemos visto cómo funcionan las meca­nismos visuales durante la lectura, y qué condiciones debe reunir la percepción visual para que la podamos considerar perfecta.

Pero esto no constituye más que una parte del en­trenamiento que se realiza a través de los cursos de lectura. Ni siquiera es ésta la parte más importante.

Lo esencial de la lectura es la comprensión y la actividad mental correcta.

Ya le hemos insinuado anteriormente, pues, incluso la misma percepción visual no puede llegar a ser per­fecta si falta esa actitud mental correcta.

En los próximos capítulos iremos examinando los diversos aspectos relacionados con la comprensión.

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PARTE SEGUNDA

LA COMPRENSIÓN

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El lenguaje oral u escrito es esencialmente un me­dio de comunicación. La importancia de los símbolos o de las palabras es simplemente relativa, en cuanto que son instrumentos o vehículos del pensamiento.

Cuando nos encontramos con un libro, con un ar­tículo o con cualquier clase de escrito, nuestro deseo principal, nuestro auténtico propósito debe ser conocer y descubrir ese pensamiento que el autor tenía en la mente y nos ha querido transmitir a través de las palabras.

Es muy importante tener clara conciencia de esta finalidad, pues aunque parezca muy lógico que debe ser así, en realidad son muchas las personas que em­prenden sus lecturas de una forma bastante mecánica, sin saber exactamente por qué o para qué están le­yendo.

Es igualmente importante saber cuáles son los pa­trones, esquemas o moldes generales que puede adop­tar la expresión del pensamiento. En cierto modo vienen a ser como el camino que ha escogido el autor para explanar su pensamiento. Si estamos familiarizados con todos los posibles modos de expresión nos será mucho más fácil reconocer en un momento dado cuál es el camino que ha escogido el autor para llegar hasta nosotros con su pensamiento, y nosotros, por nuestra

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parte, estaremos en las mejores condiciones para poder recorrer el mismo camino en sentido contrario y llegar hasta la misma fuente del pensamiento, es decir, la mente y la intención del autor. Sólo entonces hay una verdadera lectura, cuando se establece esta comunica­ción entre el lector y el autor.

En este capítulo estudiaremos los modos básicos de la expresión del pensamiento, centrándonos alrede­dor de dos puntos fundamentales:

—• el estudio del párrafo como unidad de pensa­miento, y

— el estudio de la estructura global de un artículo como patrón general de la expresión del pensa­miento.

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CAPITULO V

EL PÁRRAFO COMO UNIDAD DE PENSAMIENTO

En la escritura los párrafos vienen indicados por el uso del punto y parte. Pueden estar constituidos por una sola frase, pero en general incluyen varias frases u oraciones completas. Lo esencial del párrafo es que todo él gira alrededor de una sola idea. Al menos así debería ser, y como norma general es así. Ya veremos más adelante las excepciones que pueden presentarse y el modo como debemos manejar estos párrafos.

a) ESTUDIO DEL PÁRRAFO NORMAL

Primeramente nos detendremos en el estudio de lo que podríamos denominar párrafo normal, su estruc­tura interna y sus modalidades. Esta será la base para saber luego reconocer los párrafos anormales que po­damos encontrar.

El estudio de los párrafos es de suma importancia. Como dice N. B. Smith: «Ninguna técnica puede ayu­darnos tanto a mejorar nuestra lectura como el apren-

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der a leer bien cada párrafo.» (1). Y según P. Leedy: «La manera cómo una persona lee cada párrafo, indica si ha alcanzado la habilidad y madurez característica del lector verdaderamente eficiente» (2).

Al enfrentarnos con un párrafo lo primero que debe­mos hacer es considerarlo como una unidad de pensa­miento. A través de las palabras y de las distintas fra­ses que lo componen debemos estar pendientes de en­contrar cuanto antes la idea básica, fundamental, que el autor nos ha auerido comunicar.

LA FRASE PRINCIPAL

Normalmente esta idea viene expresada en una de las frases del párrafo. Es lo que llamaríamos la frase principal. Todas las demás se agrupan de un modo natural y lógico alrededor de la frase principal, de modo que cada una de ellas no hace más que ampliar, concretar o presentar diversos aspectos de la misma idea central. La habilidad en leer un párrafo consistirá, pues, en descubrir de un modo rápido y seguro esta idea central y la frase que la representa.

La colocación de la frase principal dentro del pá­rrafo no es uniforme. Muchas veces va al principio, pero puede encontrarse igualmente en medio o al final del párrafo.

Los párrafos más fáciles de leer son aquellos en que la idea principal viene expresada en la primera frase. El lector no tiene ya que esforzarse en buscarla a tra­vés de todo el párrafo, y además a la luz de esa idea central se puede leer las demás frases con gran rapi-

(1) N. B. SMITH: «Read Faster and get more from Your Reading». (2) P. LEEDY: «Improve your reading».

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dez y facilidad de comprensión, pues todas ellas no son más que una confirmación o explanación de lo que se ha dicho en primer término.

Vea, por ejemplo, el párrafo siguiente:

«La convergencia de pensamientos hacia un objetivo bien definido favorece la elocución in­cluso en razón de la animación que ella da a todas las facultades psíquicas.

De dos hombres cuyos medios fueran idén-cos, si uno concibiera un objetivo preciso al cual subordinase todas sus actividades fisicas y mora­les, muy pronto se expresaría incomparablemente mejor que el otro. Así se observa a veces un cam­bio considerable, ocurrido en algunos días, en la manera de hablar de un individuo. La facilidad, la elegancia, le han venido como por arte de magia, y es porque la repercusión en sí mismo de una avidez fuerte, súbita, tenaz, ha centrado toda su vida psicológica en torno de una preocu­pación predominante. Inversamente: que la adver­sidad desorganice momentáneamente la vida men­tal de aquel que hasta entonces había elegido un polo hacia el cual tendía, y la coherencia de su verbo se resentirá en seguida.»

En este párrafo la idea central está claramente ex­presada en la primera frase: «La convergencia de pen­samientos hacia un objetivo bien definido favorece la elocución.» Todo lo demás es el desarrollo lógico del contenido de esta frase.

Si la frase principal se encuentra al final de párrafo el lector encontrará que ella viene a ser como la afir­mación definitiva o la conclusión general de todo el

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párrafo. Las otras frases no hacen sino preparar el terreno por medio de consideraciones y afirmaciones parciales que apuntan progresivamente hacia la con­clusión final. Es como una maduración interna del pen­samiento que llegado el momento oportuno puede ya expresarse de un modo pleno y total.

El lector advertirá que se trata de un párrafo de esta clase cuando las distintas frases que va leyendo parecen ser otros tantos esfuerzos del pensamiento por ir abriéndose el camino hacia una verdad o afirmación más amplia y general. Su mente deberá estar alerta y a la espera de que aparezca esta frase crucial que resu­mirá y completará todo el esfuerzo precedente dándole su pleno sentido y significado.

El párrafo siguiente es de este tipo:

«Antiguamente, los canales navegables exis­tían sólo en los países llanos. Sin embargo, el hombre no tardó en aventurarse a tareas más dificiles, llevando ]a comunicación sobre el agua a las zonas montañosas, incluso más allá de las líneas divisorias de aguas. Hoy día, el problema técnico estriba más que nada en las enormes dimensiones y en la obtención del agua necesaria para estos gigantes de la navegación, pues, las antiguas obras son verdaderos pigmeos al lado de las actuales. Hoy día, las diferencias de nivel y las líneas divisorias se vencen mediante esclu­sas escalonadas o elevadores de buques. Profun­das incisiones abren el dorso de las montañas. Túneles para buques cruzan, como ríos vacíos, las montañas. Puentes cruzan por encima de ca­rreteras, ferrocarriles y ríos. Él máximo triunfo son los canales marítimos, ya unan océanos o

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mares a través de desiertos, montes y selvas, ya en forma de canales lleven el tráfico transoceáni­co hasta el interior de los continentes. De esta manera, en la actualidad, las comunicaciones ma­rítimas son un fenómeno usual donde ani; '̂ > era casi desconocido.»

Después de una enumeración en la que el autor pasa revista al desarrollo de las vías navegables, la última frase es un verdadero resumen de todas las considera­ciones precedentes.

Otras veces la frase principal puede ir en medio del párrafo. Aquí el pensamiento estará desarrollado, en general, a manera de un movimiento pendular. La pri­mera parte del párrafo será un preámbulo o una pre­paración que culminará con la aparición de la idea central. La segunda parte será una prolongación de esta idea a modo de aclaraciones, confirmaciones o consecuencias.

Observe cómo se va desarrollando el pensamiento en el párrafo siguiente:

«El hombre, por sus sentimientos y sus cos­tumbres, tiende a considerar como carente de toda trascendencia su capacidad para modificar la estructuración de la tierra en comparación con las fuerzas naturales. Se suele hablar con complacencia de la debilidad del hombre, que lucha como un enano frente a la gigantesca natu­raleza. Esta subestimación estaba justificada en tiempos pretéritos, pero ya ha sido superada y no es válida hoy en día. Por intrascendente que sea la potencia física del hombre aislado, su fuer­za es enorme por la asociación y por las directo-

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ees del ingenio humano. Estas fuerzas han modi­ficado radicalmente la faz de la tierra en amplias regiones. El proceso que han seguido desde los principios de la humanidad, hasta bien adentra­dos los tiempos históricos, apenas tiene interés. Sin embargo, se incrementó de manera ingente desde que, a partir de 1300, hizo su aparición la era de la máquina y el poder del hombre em­pezó a multiplicarse bajo el signo de la técnica mecánica que florecía. Hoy día se ejercen accio­nes sobre la naturaleza con un vigor antes insos­pechado.»

Después de unas frases introductorias en las que el autor va desechando las posibles objeciones llegamos a la mitad del párrafo donde encontramos claramente formulada la idea central: «Por intrascendente que sea la potencia física del hombre aislado, su fuerza es enorme por la asociación y por las directrices del inge­nio humano.» A partir de este punto las demás frases no hacen más que explicar el alcance y el modo como se ejerce la fuerza del hombre sobre la naturaleza.

LOCALIZACION DE LA FRASE PRINCIPAL

Cuanto acabamos de exponer es de suma importan­cia para que el lector sepa qué actitud mental debe adoptar cuando empieza la lectura de cualquier párra­fo. Esta actitud mental es la que le permitirá sintoni­zar rápidamente con el movimiento del pensamiento dentro del mismo párrafo, y la que le hará capaz de descubrir con seguridad el momento en que el pensa-

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miento llega a su punto culminante, es decir: la frase central.

No obstante en orden a localizar con más facilidad la frase principal podemos señalar otra técnica suple­mentaria que puede ser de gran utilidad.

Hemos partido del supuesto de que cada párrafo contiene una idea principal, y solamente una. Esto es lo normal, aunque, como ya hemos observado, puede haber excepciones.

Lo primero que debemos hacer, en consecuencia, es observar cuál es la palabra que más se repite y que domina todo el párrafo. Esta palabra representará un objeto, una persona, una cualidad, algo, en fin, en torno a lo cual gira toda la exposición.

No es preciso que sea la misma palabra la que se repita. A veces veremos que el autor emplea sinónimos, o que en algunas frases emplea un pronombre. Lo im­portante es darse cuenta de que en todos estos casos se está refiriendo siempre a la misma idea, al mismo objeto.

Una vez que hemos localizado e identificado esta palabra, estamos ya en condiciones de poder encontrar la frase central del párrafo. En general todas las frases tendrán alguna relación con la palabra clave, pues todo el párrafo gira alrededor de la misma. Pero la cualidad básica de la frase principal es siempre su carácter global o de inclusividad. En cierto modo ella encierra en sí todo lo que se expone en las demás frases.

La frase prmcipal será, pues, aquella donde se esta­blece la afirmación más amplia, más general, y que puede considerarse como el resumen de todas las demás.

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COMPROBACIÓN DE LA FRASE PRINCIPAL

Para asegurarse de que la elección ha sido correcta hay dos medios que pueden ayudarle.

En primer lugar si usted suprime la frase principal notará que el párrafo queda como truncado o incom­pleto. No aparece claro el significado de] párrafo como conjunto. Mientras que si suprime una frase secunda­ria apenas si varía el sentido general del párrafo.

El otro medio de comprobación consiste en ir le­yendo una por una las restantes frases del párrafo, y antes o después de cada una, repetir de nuevo la frase principal.

Si la elección fue realmente acertada veremos cómo cada una de las frases se relaciona de un modo natural con la frase central formando ambas un todo bien lógico y coherente.

IDEAS O FRASES SECUNDARLAS

Aunque pueden encontrarse a veces párrafos que no contienen más que una idea y una sola frase, lo más frecuente es que cada párrafo esté compuesto por un conjunto de diversas frases. Una de ellas suele expre­sar la idea del autor de un modo más claro y más total que el resto: es lo que llamábamos la frase principal. Ella contiene la idea central del párrafo. Las demás frases le sirven al autor para explanar de un modo más detallado todos los aspectos e implicaciones, que él tenía en la mente, cuando escribió la frase principal.

Ya hemos visto la importancia que tiene el saber localizar rápidamente la frase principal. Esto nos pone

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directamente en posesión del núcleo central del pá­rrafo. Descubrir la frase principal es captar de inme­diato la esencia misma del párrafo.

Esta habilidad, abre enormes posibilidades para el lector. Leer pendiente de las ideas es introducir un valioso elemento de dinamismo en la lectura. Saber, captar y comprender con rapidez la idea central es iluminar de golpe todo el conjunto del párrafo ponién­donos en situación de poder recorrer rápidamente todo su contenido. La correcta comprensión de la idea prin­cipal nos da la posibilidad de comprender acertada­mente el valor y alcance de las diversas partes com­plementarias que integran el párrafo.

En el capítulo anterior expusimos el modo de llegar a descubrir con seguridad y rapidez la idea central de cada párrafo.

Pero para perfeccionar el modo de leer cada párrafo es muy útil también que tengamos una idea clara del modo como las demás frases del párrafo, las frases secundarias, pueden ir ampliando, desarrollando o ma­tizando la idea expuesta en la frase principal. Esto es lo que vamos a ver ahora.

En general, hay cuatro formas o maneras de expla­nar la idea central a través de las frases secundarias:

— por repetición — por contraste — por ejemplificación — por justificación

Por repetición: cuando se mantiene exactamente el mismo contenido de la frase principal, variando sim­plemente las palabras. Muchos de los párrafos que comienzan estableciendo la idea central en su primera

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frase, suelen terminar con otra frase, semejante a la primera en la que a modo de conclusión se vuelve a repetir la idea fundamental. Pero también pueden en­contrarse este tipo de frases en cualquier otra parte del párrafo.

Por contraste: estas frases son muy eficaces para hacer resaltar la idea principal. El autor quiere impre­sionarnos y dejar bien claro cuál es su verdadero pen­samiento, indicando y rechazando de plano lo que no es su pensamiento.

Por ejemplificación: los ejemplos sirven para hacer­nos comprender el alcance de la idea principal a tra­vés de casos y aplicaciones concretas. Una verdadera comprensión de la idea central haría superfluos los ejemplos, de modo que pueden, muy bien, ser pasados por alto cuando existe esa comprensión. Pero en la práctica los ejemplos suelen ser una de las mejores ayudas para llegar a comprender de verdad lo que iba implicado en la afirmación general.

Por justificación: este tipo de frases contienen razo­nes o argumentos que apoyan la afirmación establecida en la frase principal. Ayudan a su mejor comprensión en el sentido de que una idea se entiende más profun­damente en la medida que conocemos mejor cuáles son los fundamentos lógicos o racionales que la sostie­nen y apoyan.

Estos son los diversos modos cómo las frases subor­dinadas contribuyen a aclarar y desarrollar el conte­nido de la idea principal.

A modo de ejemplo vamos a transcribir un párrafo

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algo extenso sacado de la obra La incógnita del hombre, de Alexis Carrel.

«Cualesquiera que sean nuestras penas o nues­tras alegrías, y la agitación del mundo, nuestros órganos apenas si varían su ritmo interior. Los cambios químicos de las células y de los humores continúan imperturbables. La sangre late en las arterias y corre a una velocidad casi constante por los innumerables capilares de los tejidos. Existe una notable diferencia entre la regularidad de los fenómenos que se producen dentro de nuestro cuerpo y la extraordinaria variabilidad de nuestro medio ambiente. Nuestros estados or­gánicos son muy estables. Pero su estabilidad no equivale a un estado de reposo o de equilibrio. Se debe, por el contrario, a la incesante actividad de todo el organismo. Para mantener la constan­cia de la composición de la sangre y la regula­ridad de su circulación se requiere un número inmenso de procesos fisiológicos. La tranquilidad de los tejidos está asegurada por medio de los esfuerzos convergentes de todos los sistemas fun­cionales. Y cuanto más violenta e irregular es nuestra vida, mayores son estos esfuerzos. Por­que la brutalidad de nuestras relaciones con el mundo cósmico no debe nunca turbar la paz de las células y de los humores de nuestro mundo interior.»

En este párrafo no existe una palabra única que se repita a lo largo de las distintas frases; pero sí podemos observar la presencia de varias palabras se­mejantes que desempeñan el papel de palabra domi-

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nante y que apuntan a un mismo objeto o tema fun­damental: ritmo, imperturbables, constante, regulari­dad, estables, estabilidad, reposo, equilibrio, constancia, tranquilidad.

¿Cuál es la frase en que el autor hace la afirmación más general sobre la palabra o tema dominante?

Quizás usted ya la haya descubierto. Es la primera: «Cualesquiera que sean nuestras penas y nuestras ale­grías, y la agitación del mundo, nuestros órganos ape­nas si varían su ritmo interior.»

Observe como las demás frases no son más que un desarrollo o explanación de la frase principal. Cada una aporta un matiz particular o aclara una faceta especial del tema fundamental.

Unas repiten la misma idea principal:

«Los cambios químicos de las células y de los humores continúan imperturbables.»

Otras son ejemplos:

«La sangre late en las arterias y corre a una velocidad casi constante por los innumerables capilares de los tejidos.»

O contienen una comparación:

«Existe una notable diferencia entre la regu­laridad de los fenómenos que se producen dentro de nuestro cuerpo y la extraordinaria variabilidad de nuestro medio ambiente.»

O insisten de nuevo en la idea principal:

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«Nuestros estados orgánicos son muy estables.»

O rechazan una falsa idea de lo que es el ritmo interior:

«Pero su estabilidad no equivale a un estado de reposo o de equilibrio.»

O exponen su verdadera causa:

«Se debe por el contrario, a la incesante acti­vidad de todo el organismo.»

O indican los medios que aseguran la tranquilidad del ritmo:

«Para mantener la constancia de la composi­ción de la sangre y la regularidad de su circula­ción se requiere un número inmenso de procesos fisiológicos.»

«La tranquilidad de los* tejidos está asegurada por medio de los esfuerzos convergentes de todos los sistemas funcionales.»

O hacen una comparación:

«Y cuanto más violenta e irregular es nuestra vida, mayores son estos esfuerzos.»

O exponen de nuevo la idea principal haciendo re­saltar su .carácter básico dentro de la vida orgánica:

«Porqua la brutalidad de nuestras relaciones con el mundo cósmico no debe nunca turbar la*

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paz de las células y de los humores de nuestro mundo interior.»

IMPORTANCIA DE LEER POR LA IDEA

El lector que haya desarrollado su habilidad para descubrir con rapidez la idea central de cada párrafo, y que al mismo tiempo tenga una idea clara de los diversos modos como puede ser ampliada y comentada a través de las distantas frases del párrafo, está en posesión de una de las técnicas más eficaces para rea­lizar el mejor tipo de lectura.

Por una parte tendrá asegurada una perfecta com­prensión del pensamiento exacto del autor, gracias a su habilidad en reconocer las frases principales. Por otra parte su lectura podrá ganar en agilidad y en velocidad según sus deseos y la finalidad que pretenda. En efecto, su destreza en advertir el papel que cada frase subordinada desempeña en relación a la idea central le hará comprender con facilidad cuando puede* acelerar la rapidez en la lectura de estas frases confor­mándose con una simple ojeada superficial.

Esto lo podrá hacer cada vez con más eficacia en la medida que capte con mayor rapidez la idea central, y que le baste una simple mirada para adivinar en qué sentido amplía esta idea central cada una de las frases secundarias.

Esto, desde luego, exige un entrenamiento metódico y constante. Es preciso ejercitarse en el examen de muchos y diversos párrafos para dominar perfectamen­te esta técnica. Precisamente una parte muy impor­tante de nuestros cursos orales de lectura está desti­nada a desarrollar en los alumnos la capacidad de leer y manejar con perfección toda clase de párrafos.

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No hay que desanimarse por el pequeño esfuerzo inicial que esto supone, pues queda ampliamente com­pensado por el ahorro de tiempo y por el extraordina­rio aumento de comprensión que este entrenamiento trae consigo.

b) PÁRRAFOS-EXCEPCIÓN

Hasta aquí hemos hablado en el supuesto de que cada párrafo tiere una sola idea central, es decir, de los párrafos normales. Ahora examinaremos los párra­fos-excepción que no se ajustan a este patrón general.

En principio podemos afirmar que el lector que se ha entrenado en buscar en cada párrafo la idea central sabrá reconocer y manejar con facilidad los párrafos anormales que se vaya encontrando.

PÁRRAFOS CON MAS DE UNA IDEA

Una primera clase de párrafos que se apartan de la regla general son los que contienen más de una idea importante, esto es, dos frases distintas que es nece­sario tener en cuenta si no se quiere perder nada de lo esencial del párrafo.

Aquí podría tratarse de un párrafo que es realmente uno, o de un párrafo que sólo en apariencia es uno, es decir, que de hecho hay dos párrafos q dos unidades diferentes de pensamiento, aunque externamente vayan unidos a modo de un solo párrafo. En este casO; si a mitad de párrafo hiciéramos punto y aparte, nos re­sultarían dos párrafos completos de tipo normal.

Cuando se trata de un párrafo único pero con dos

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frases principales, el lector deberá integrar el conte­nido de ambas en una sola frase, que será la que repre­sentará la verdadera idea central del párrafo. En este caso la idea resultante suele ser compleja, es decir, que abarca dos o más aspectos sustanciales de la misma cosa. Si el autor ha usado dos frases, en vez de una, para expresar la idea central, el motivo suele ser un deseo de mayor claridad en su exposición. A veces es más fácil darse a entender con dos frases más cortas que una larga. Pero el lector ha de estar sobre aviso y comprender que las dos son igualmente importantes en orden a una comprensión total del párrafo. Es pre­cisamente esta unidad la que él debe recalcar al tratar de enlazar en una sola las dos frases del texto.

Veamos un ejemplo de esta clase de párrafos:

«Luis Pasteur, hijo de un curtidor que había lu­chado en las tropas de Napoleón, trabajó infatiga-mente para convertirse en químico. En Lille estu­dió las fermentaciones en la fabricación de alco­hol, descubriendo que no las motivaba, según se creía, un cambio químico, sino la acción de las bacterias, nombre dado recientemente a los mi­croorganismos descubiertos con el microscopio. Tras muchas controversias, sus teorías fueron aceptadas y así se fundó la bacteriología. Pasteur aplicó su estudio de la bacteria a las enfermeda­des, primero de animales y plantas y luego del hombre. Descubrió que la epidemia que hacía es­tragos entre los gusanos de seda arruinando una importante industria de Francia, debíase a una bacteria y mostró el modo de combatirla. Luego estudió el mortal ántrax del ganado, también de­bido a bacilos, aplicó el método de vacunación

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usado por Jenner para la viruela e inoculó con éxito al ganado un cultivo de bacilos del ántrax. Asimismo aplicó el principio inoculativo al trata­miento de la hidrofobia. Habiendo descubierto tras muchos trabajos que los perros se inmuniza­ban mediante la vacuna, inoculó a un ser humano y, como el remedio tuviera éxito, su tratamiento, paulatinamente, fue aceptado en todo el mundo.» (R. FLENLEY, Historia del Mundo, pág. 223.)

Aquí se destacan dos aspectos fundamentales de los trabajos de Pasteur que deben aparecer en la frase que sirva de resumen a todo el párrafo: a) el descubrimien­to de la acción de las bacterias; b) la aplicación de su estudio a los animales y al hombre.

Así, pues, la idea central del párrafo podría expre­sarse con esta frase: «Pasteur descubrió la acción de las bacterias en las fermentaciones, y aplicó su estudio a las enfermedades de animales, plantas y luego del hombre.»

SIN FRASE PRINCIPAL

Otras veces, por el contrario, nos podemos encon­trar con párrafos en los que no existe ninguna frase que podamos considerar lo suficientemente amplia o representativa como para encarnar la idea central del mismo. Esto ouede ser debido a dos causas: o bien el párrafo no contiene ninguna idea central; o bien la idea central está diluida a través de todo el párrafo.

El primer caso: falta de idea central se puede dar principalmente en los llamados párrafos de transición. Estos párrafos son una especie de puente que unen dos.

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párrafos con ideas más bien dispares. El autor se sirve de ellos cuando quiere llevarnos de un modo suave de una a otra idea justificando, o simplemente preparando, el cambio de rumbo en su pensamiento.

En el segundo caso la idea central se encuentra, como hemos dicho, diluida a través de todo el párrafo. En general suele tratarse de frases de carácter narra­tivo o enumerativo, todas con afirmaciones de una im­portancia semejante y en todo caso parcial.

Aquí es el mismo lector el que ha de saber extraer la idea central. Para ello debe identificar, en primer lugar, la palabra clave sobre la cual giran todas las afir­maciones parciales. Después, considerando todo lo que se ha dicho de la palabra clave, componer una frase su­ficientemente amplia y general que englobe todas las afirmaciones particulares. La capacidad de realizar esta síntesis, por medio de una frase única, sería el refiejo de nuestra auténtica capacidad de comprensión.

El siguiente párrafo es un ejemplo de esta clase:

«Los remadores eran expertos, pero la embar­cación estaba sobrecargada, y comenzó a llenarse de agua cuando se hallaron a la mitad del estre­cho. Se hicieron frenéticos esfuerzos para sacarla de allí, pero sin resultado. La barca se hundió, y desapareció, y algunas de las cajas que transpor­taba se hudieron con ella, mientras otras queda­ron flotando. Sus dos tripulantes hubieron de na­dar en aquella rapidísima corriente, entre rocas salvajes.» (WILLARD PRICE. El maravilloso Amazo­nas, pág. 69.)

Este párrafo puede resumirse así: «A pesar de los esfuerzos y pericia de los remadores, la barca.

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que estaba sobrecargada, se hundió, y los dos tri­pulantes tuvieron que nadar en aquella rapidísima co­rriente.»

CAUSAS DE LOS PÁRRAFOS-EXCEPCIÓN

La aparición de los párrafos anormales puede te­ner varias causas. En primer lugar, no todos los escrito­res tienen la misma claridad de pensamiento, ni poseen el mismo grado de habilidad para expresarse y darse a entender con facilidad. Esto puede reflejarse en la exis­tencia de párrafos truncados o en los que la unidad lógica interna no aparece muy clara.

Otras veces la división de los párrafos obedece a ra­zones convencionales más que a leyes lógicas. Así, la costumbre de escribir con párrafos muy cortos, imitan­do el estilo de los artículos y reportajes periodísticos, suele dar lugar a grupos de párrafos que muy bien po­drían ir incluidos como frases de un párrafo conjunto, pues entre todos ellos no se hace más que desarrollar una sola idea básica. Lo importante es que el lector se dé cuenta de la unidad lógica que forman a pesar de su aparente división externa.

También existen los párrafos de «apariencia». Aquí el autor se guía principalmente por el aspecto externo del texto escrito. Una página en que aparezcan pocos puntos y apartes se presenta siempre como algo dema­siado sólido y ya de entrada da la impresión de dificul­tad y pesadez. Para salvaí esta apariencia de agilidad el autor puede decidir la introducción de un punto y aparte si cree que un párrafo se está alargando dema­siado, aunque su pensamiento no haya llegado a su completo desarrollo. Una vez más, será el lector el que

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descubrirá las verdaderas unidades lógicas de pensa­miento, a pesar de las apariencias externas.

Por suerte la existencia de párrafos anormales no suele ser excesiva y sobre todo no es difícil descubrir­los y manejarlos con acierto, siempre que haya precedi­do, como ya hemos dicho, el estudio y la práctica con los párrafos normales. Si el lector está bien adiestrado en la práctica de leer cada párrafo en función de su idea central, considerándolos como una unidad de pensa­miento, nunca se sentirá desorientado cuando tenga que enfrentarse con un caso de estos.

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CAPITULO VI

CURSO DEL PENSAMIENTO

En el capítulo anterior hemos visto cómo cada uno de los párrafos ha de ser considerado como una uni­dad de pensamiento. Lo fundamental de la lectura es descubrir esa idea, ese pensamiento central que se nos comunica.

Pero el pensamiento no es algo estático dentro del párrafo, sino algo dinámico, algo que sigue un movi­miento, un proceso a lo largo de las distintas frases del párrafo.

La frase principal establece con claridad el pensa­miento central y marca la dirección básica del movi­miento. Las demás frases, al mismo tiempo que van desarrollando el contenido de la idea central, son tam­bién como otros tantos estadios o períodos en la evo­lución y movimiento del pensamiento.

A este despliegue progresivo de la idea central es a lo que llamamos curso del pensamiento. Lo caracte­rístico de este movimiento consiste en que no siempre es estrictamente progresivo o de dirección única. A lo largo del párrafo podemos observar que a veces se de­tiene, que retrocede, o que reacciona para ponerse de

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nuevo en la misma dirección y sentido de la frase prin­cipal.

Son detenciones en el desarrollo del pensamiento las aclaraciones marginales que hace el autor, las refle­xiones incidentales, o las dudas que se plantea y que una vez resueltas, le permiten proseguir su exposición inicial.

Otras veces, no sólo se detiene, sino que, en cierta forma, retrocede en la exposición de su idea, quizá para buscar unos antecedentes, o quizá para proponer unas objeciones que inmediatamente él mismo nos solucio­nará.

Estas variaciones en el curso del pensamiento, esta diversidad de frases y de funciones, son otros tantos' medios que emplea el autor para ir aclarando su pen­samiento y para lograr un mayor impacto y fuerza de impresión en la mente del lector. La finalidad es siem­pre la misma, hacer resaltar el contenido y la dirección de la idea central.

a) EXPRESIÓN GRÁFICA

Gráficamente se puede expresar el curso del pen­samiento subrayando con una flecha hacia la derecha aquellas frases que siguen un movimiento progresivo en la misma dirección de la idea principal. Las frases en que el pensamiento retrocede o se opone a la idea principal pueden indicarse con una flecha hacia la iz­quierda. Finalmente un línea de trazos discontinuos puede servir para señalar los sitios en que el curso del pensamiento se detiene por unos momentos.

El siguiente ejemplo le servirá para ver esto con claridad: Al principio de cada frase, o de cada período

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importante, se indica, por medio de las flechas conven­cionales, el papel que desempeña en el desarrollo del curso del pensamiento.

«El lector atento podrá reconocer, cómo, a pe­

sar de la agitación y de la prisa de la vida moder-< '•

na, a pesar de los grandes desplazamientos en las <«. : : : :

cantidades económicas, los problemas político-< • económicos siguen siendo los mismos a través de

• los años, aun cuando, de vez en cuando, cambien

las personas, y por mucho que puedan transfor-< < marse las instituciones. La lucha por la correcta

comprensión politicoeconómica forma parte, pa­

sando por encima de los años y los decenios, de las libres conquistas de una libre ordenación so-^ • cial.» (LUDWIG ERIIARD, Bienestar para todos.)

Observe como leyendo únicamente las frases subra­yadas con una flecha directa el pensamiento del autor queda claro y completo. Sin embargo, al contrastarlo con las objeciones apuntadas en los otros períodos, la idea central aparece mucho más reforzada.

El buen lector debe ser capaz de observar este flujo del pensamiento dentro de cada párrafo. En cada mo-

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mentó debe ser consciente en qué punto se encuentra dentro del movimiento del pensamiento. Leer de este modo es realizar una lectura verdaderamente activa, es decir, es un pensar mientras leemos. Cuandp uno lee con esta actitud descubre más fácilmente, la lógica in­terna que preside el desarrollo de todo el párrafo. Y no sólo puede seguir exactamente todas las fases del desa­rrollo del pensamiento, sino que incluso en muchas ocasiones podrá adelantarse y prever cuáles serán los próximos pasos que dará el autor. Esto proporciona a la lectura una extraordinaria agilidad que repercute directamente en la misma rapidez y velocidad sin per­juicio alguno para la comprensión, pues es precisamen­te la mayor comprensión la que nos permite recorrer el texto más rápidamente.

b) PALABRAS SEÑALES

Para poder seguir con más facilidad el curso del pensamiento existen varias palabras que, a modo de se­ñales, nos indican las incidencias y variaciones de su desarrollo. El lector debe saber cuáles son y compren­der todo su alcance, pues suponen una gran ayuda para seguir con precisión el pensamiento.

En general podemos distribuirlas en tres grupos: palabras que indican un avance en el curso del pensa­miento; palabras que señalan una detención del pen­samiento; y finalmente, palabras que nos advierten que va a venir una contraposición en relación con la direc­ción general del pensamiento principal.

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PALABRAS-AVANCH

Las palabras-avance nos indican que las frases que ellas encabezan son un paso hacia adelante en el desa­rrollo de la idea principal.

En general, la mayor parte de las frases de un pá­rrafo se desarrollan en el mismo sentido que la idea principal; pero las frases encabezadas por las palabras-avance tienen una especial significación o representan una mayor insistencia en ese sentido.

Las principales palabras-avance son: y, también, asi­mismo, igualmente, del mismo modo, además, otra vez, de nuevo, así, en consecuencia, por consiguiente, dado que, puesto que, finalmente, en resumen, en conclusión.

Dentro del significado general de avance en el pen­samiento, hay entre ellas varias diferencias de matiz, como veremos a continuación.

Y Esta es la más común de todas las palabras-avance. Une ideas de igual importancia en relación al contexto general.

TAMBIÉN Unen ideas que tienen gran seme-ASIMISMO janza, pero al mismo tiempo sugie­

ren que la nueva idea va a añadir algo de nuevo.

ADEMAS Esta palabra nos advierte, sobre to­do, que se va a añadir algo, que es­tamos ante un avance claro del pen­samiento, aunque siempre dentro de la misma dirección de la idea principal.

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ASI,EN CON­SECUENCIA

Estas palabras introducen frases o ideas que pueden tener gran impor­tancia en el desarrollo del pensa­miento. Generalmente se tratará de una frase que será no sólo una con­secuencia de todo lo anterior, sino una verdadera frase resumen de todo lo dicho. De aquí la especial atención que debemos prestar a las frases encabezadas con estas pala­bras.

DADO QUE PUESTO QUE

Estas palabras nos anuncian y nos preparan para seguir el desarrollo de una frase que implicará una con­secuencia racional o lógica del pen­samiento.

FINALMENTE EN CONCLU­

SIÓN

Con estas palabras el autor nos in­dica que ya ha expuesto todas las ideas que tenía en su mente relacio­nadas con un punto determinado y que se dispone a darnos la conclu­sión final o el resumen general.

PALABRAS-PAUSA

Otras palabras nos indican que, con relación a la idea principal, las frases por ellas introducidas no su­ponen ningún avance ni retroceso en el desarrollo del curso del pensamiento. Son frases que podrían ser su­primidas sin que él texto sufriera ninguna modificación

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sustancial en su significado. La finalidad de este tipo de frases es simplemente aclaratoria.

He aquí algunas de las palabras-pausa que introdu­cen frases aclaratorias:

porque, si, supuesto que, con tal que, por ejem­plo, como, tal como, especialmente.

PORQUE Introduce una simple explicación a modo de causa o justificación. La idea principal no se modifica con esta frase. Sólo se expone su funda­mento o motivación.

SI SUPUESTO

QUE CON TAL QUE

La frase encabezada con estas pala­bras nos indican la condición o si­tuación concreta que es preciso que se dé, para que lo expuesto en la idea principal sea verdadero o rea­lizable en la práctica.

POR EJEMPLO Esta palabra nos dice que el autor se dispone a aclararnos con un caso concreto lo que nos ha querido de­cir a través de una afirmación ge­neral.

COMO Estas palabras introducen frases TAL COMO que son también ejemplos concre­

tos, pero con la característica de que suponen una cierta compara­ción con otros datos, hechos, o si­tuaciones.

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ESPECIAL- También esta palabra nos sugiere MENTE la introducción de un ejemplo, pero

aquí la finalidad consiste en hacer resaltar cómo el contenido de la idea principal se realiza especial­mente en algún caso o en alguna circunstancia más determinada.

PALABRAS-RETROCESO

Entre todas las palabras que nos orientan y nos ayudan a descubrir y seguir el curso del pensamiento, quizá sean las más significativas las que llamamos pa­labras-retroceso. Su carácter es más llamativo porque introducen frases o expresiones que se oponen al curso normal del pensamiento. Generalmente, el curso del pensamiento sigue dentro del párrafo un sentido pro­gresivo directo. Pero a veces el autor, para hacer resal­tar más su pensamiento, se sirve de estos cambios de dirección, de estas frases-oposición, que representan lo que él rechaza, lo que él no piensa, las posibles obje­ciones que él trata de resolver y anular. De este modo el auténtico pensamiento del autor sale robustecido y reafirmado.

Cuando nos encontramos con una palabra-retroceso quiere decir que se va a producir un inmediato cambio de dirección en el curso del pensamiento. Pero hay que tener en cuenta que este cambio de dirección se produ­ce directamente en relación a lo dicho en la frase ante­rior. Como regla general será también una oposición u objeción a la idea central y a la marcha general del párrafo; pero si la frase anterior era ya, ella misma, una oposición a la idea central, entonces las palabras-

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retroceso indican que se vuelve a tomar de nuevo el curso directo del pensamiento, y probablemente, con un mayor vigor y energía.

Veamos ahora las principales palabras-retroceso. Los comentarios que hacemos sobre cada palabra tie­nen un valor general. Representan el significado que tienen estas palabras en la mayor parte de los casos en que son empleadas. Pero puede haber alguna ex­cepción.

PERO SIN EMBARGO

EN REALIDAD DE HECHO

Indican que se reemprende de nue­vo el curso directo del pensamiento tras una objeción formulada de un modo expreso o tácito.

Vuelta al ritmo directo, tras la ex­posición de una objeción o de una situación falsa.

SIN EMBARGO NO OBSTANTE

CON TODO A PESAR DE TODO

AL CONTRA­RIO DE

AL REVÉS DE

Vuelta al ritmo directo tras una ob­jeción u oposición.

Nos preparan para retornar al rit­mo directo tras el simple enunciado de una posible objeción que queda virtualmente descartada.

A PESAR DE QUE AUNQUE

PRESCIN­DIENDO DE

Indican que la frase que viene a continuación expresa una objeción real o posible, que se opone a la idea principal del párrafo.

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ANTES QUE Oposición que envuelve una compa-MÁS BIEN QUE ración.

EN VEZ DE

POR OTRA Oposición con carácter de alterna-PARTE tiva.

EN CAMBIO

MIENTRAS Oposición rotunda a lo dicho en la QUE frase anterior.

POR EL CONTRARIO

c) SIGNOS DE PUNTUACIÓN

Acabamos ce ver cómo las palabras señales son una gran ayuda para poder seguir con facilidad y con pre­cisión el desarrollo del curso del pensamiento a través del párrafo. Esto nos permite llegar de un modo más rápido a una comprensión más acertada y completa de la idea central.

Pero aún existen otras ayudas que el autor nos brin­da y que los buenos lectores saben aprovechar al máxi­mo. Son los signos de puntuación.

Los signos de puntuación tienen por finalidad hacer que el lector pueda andar con facilidad por el texto sin confusiones ni contratiempos. Un texto sin signos de puntuación sería una masa informe de palabras difícil de manejar y de entender.

Algunos llegarían a ser casi ininteligibles. Fíjese en el siguiente párrafo, en el que se han suprimido los signos de puntuación.

«Una observación todavía acerca del empleo

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que venimos haciendo del término «primitivo» empleo no por autorizado por el uso más acorde con la verdad científica y con la propiedad técni­ca nosotros bien sabemos que el «salvaje» no es el «primitivo» que hay mucha ganga en este últi­mo vocablo de los prejuicios evolucionistas según los cuales la vida como la civilización habían de­bido empezar por lo elemental que una observa­ción más fiel sobre las sociedades no civilizadas revela en el salvajismo más bien un caso de en­fermedad decadencia o aborto que la manifesta­ción de una infancia.»

Vea ahora el mismo párrafo en forma original:

«Una observación, todavía, acerca del empleo que venimos haciendo del término «primitivo»; empleo, no por autorizado por el uso, más acorde con la verdad científica y con la propiedad técni­ca. Nosotros bien sabemos que el «salvaje» no es el «primitivo»; que hay mucha ganga, en este úl­timo vocablo, de los prejuicios evolucionistas, se­gún los cuales la vida como la civilización habían debido empezar por lo elementa^; que una obser­vación más fiel sobre las sociedades no civilizadas revela en el salvajismo más bien un caso de enfer­medad, decadencia o aborto, que la manifestación de una infancia.» (EUGENIO D'ORS, El secreto de la Filosofía, pág. 234.)

El lector que está atento a los signos de puntuación capta más de un escrito. Los signos de puntuación in­troducen matices en la expresión del pensamiento, y nos revelan con frecuencia la importancia que el autor

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da a las distintas frases y afirmaciones. Por otra parte, los signos de puntuación nos van presentando, a modo de grupos de palabras, los distintos pasos o escalones en el movimiento progresivo del pensamiento.

Cuando el lector sabe apreciar el valor de los signos de puntuación todo el texto va cobrando relieve espe­cial ante sus ojos, el terreno queda más claramente perñlado y su recorrido por el texto escrito se hace mucho más rápido, ágil y dinámico.

Los signos de puntuación se convierten entonces en una especie de palabras nuevas, o de indicaciones u orientaciones que nos ofrece el mismo autor, para que podamos llegar más fácilmente hasta su propio pen­samiento.

A continuación haremos un breve comentario sobre los principales signos de puntuación, y lo ilustraremos con algunos ejemplos.

(.) El punto

Este signo de puntuación es el más familiar; no sue­le pasar inadvertido ni para los lectores menos entre­nados. Su significado es también obvio. Indica que he­ñios llegado al final del desarrollo de un pensamiento o de una idea.

(; ) Punto y coma

El punto y coma nos advierte que hemos llegado en cierto modo a un final, no precisamente de una idea, pero sí de un aspecto de la idea. Lo que viene a conti­nuación pertenece a la misma idea, pero el enfoque, la

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dirección o la presentación va a cambiar notablemente.

Ejemplo: «El suelo de Amazonas está entretejido de vege­

tación de bosque salvaje. Es aquella una región donde la lluvia es diez veces más frecuente que en la nuestra; el sol es ardiente, y un depósito de terreno queda lleno de vegetación en pocas sema­nas. Y por la época de la crecida anual no queda allí superficie disgregada que pueda ser arrastra­da por las aguas. Lo cenagoso de aquel río es de­bido a la erosión del subsuelo en las orillas. Des­pués de la erosión de aquel subsuelo, queda allí un formidable amasijo de raíces; su espesor de­penderá del tiempo que haya permanecido sin ser perturbado; y aquel amasijo con su terreno super­ficial, y sus matojos, bejucos y árboles, es el más apto para quebrarse y soltarse y flotar río abajo.» (WILLARD PRICE, El maravilloso Amazonas, pá­gina 74.)

( : ) Dos puntos

Este signo de puntuación se emplea al final de un juicio o de una afirmación que el autor se dispone de inmediato a aclarar o a desarrollar de un modo más de­tallado. Lo que sigue a los dos puntos no es más que una explicitación de lo que el autor tenía en la mente al hacer la afirmación precedente.

Ejemplo: «Como verá el lector más adelante, todas nues­

tras acciones, incluso las más elementales y ordi-

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narias, obedecen en última instancia a un doble impulso fundamental: el de la plena autoexpre-sión y el de la plena concienciación de nuestro ser. Sepámoslo o no, seamos o no conscientes de ello, toda nuestra vida no es otra cosa que el desarro­llo de este sencillo y profundo argumento que puede sintetizarse en una sola idea: la autorreali-zación total.» (A. BLAY FONTCUBERTA. Energía Per­sonal, pág. 12.)

(,) Coma

Este pequeño signo de puntuación es el que se em­plea más abundantemente y también el que con más frecuencia suele pasar inadvertido. Pero los buenos lectores advierten prontamente su presencia y saben aprovechar todas las indicaciones que les ofrece para realizar la lectura con mayor rapidez y comprensión.

La coma puede aparecer en el texto de varias for­mas diferentes o en diversas combinaciones. Puede ir sola, puede presentarse a pares, puede haber varias co­mas sucesivas o, finalmente, puede ir acompañada de una conjunción. En cada caso su significado o valor cambia notablemente.

1) Una coma sola

Es relativamente frecuente encontrarse con frases que comienzan por una conjunción. Por ejemplo, con las palabras: cuando, si, como, aunque, después que, ya que, mientras, a fin de. Estas palabras nos indican que la primera parte de la frase no contiene)*; la idea fun-

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damental sino que se trata de una simple oración su­bordinada. El lector atento estará alerta a la aparición de una coma que indicará la terminación de la parte subordinada y dará paso a la afirmación o idea funda­mental.

A veces este inciso subordinado puede encontrarse al final de la frase. Entonces la aparición de la coma nos advierte que la idea básica ya está dicha, y que las últimas palabras contienen una idea menor dependien­te de la principal.

Ejemplo: «Si todavía hubiera dudas respecto a los me­

dios auxiliares que hay que utilizar en la instruc­ción de vendedores, puede ser útil consultar a personas que hayan tenido experiencia práctica en la utilización de diversos tipos de tales medios auxiliares. Pero tanto si se está en duda como si no, resulta siempre conveniente ensayar primero varias clases de materiales auxiliares.» (JAMES H. DA VIS, Manual para la formación de vendedores, pág. 184.)

2) Dos comas correlativas

Las comas correlativas equivalen a un verdadero paréntesis. Introducen en medio de la exposición gene­ral del pensamiento un pequeño grupo de palabras que contienen solamente una simple aclaración o explica­ción que ayudan a la mejor comprensión de toda la frase. Pero en rigor podrían ser totalmente omitidas sin variar en nada el significado de la frase.

La diferencia entre este caso y el anterior está en

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que aquí el significado general queda intacto, aunque se suprimiesen las palabras que van entre las dos co­mas, mientras que en el caso anterior se trataba de algo que se añadía realmente a la idea principal a modo de un detalle complementario, de una condición o de una circunstancia temporal.

Hay casos, no obstante, en que dos comas correlati­vas pueden contener también una idea subordinada a semejanza de lo dicho en el primer caso. Entonces sue­len estar presentes las conjunciones que antes enume­ramos.

Ejemplo: «Del lado de la economía volvió a alegarse cada

vez más, en contra de mi proyecto, que la econo­mía no podía ser empujada a una competencia ili­mitada mientras el Estado, con sus impuestos, siguiese quitando a los sujetos económicos partes tan cuantiosas del fruto de su trabajo.» (LUDWIG ERHARD, Bienestar para todos, pág. 142.)

3) Varias camas sucesivas

Este es el uso de la coma más fácil de distinguir. Cada una de las comas va precedida de una palabra o de un pequeño grupo de palabras. La nota característi­ca es que todas las palabras, o grupos, guardan entre sí una gran semejanza. En este caso se trata bien de una reiteración de un mismo concepto, bajo diversos aspec­tos o facetas, bien de una simple enumeración de los elementos componentes de un conjunto.

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Ejemplo: «La mejor película, el mejor gráfico, el más

adecuado modelo, de poco sirven si son utilizados por un mstructor que no conozca a fondo cómo sacar de ellos el máximo partido. Esto equivale a decir que los instructores de ventas han de pre­pararse previamente para poder utilizar con efi­cacia los medios auxiliares de instrucción.» (JAMES H. DA VIS, Manual para la formación de vendedo­res, pág. 184.)

4) Una coma seguida de una conjunción

Las conjunciones usadas en este caso son: , y... pero... , porque... , ni...

Estas comas, así usadas, indican que nos encontra­mos ante un pensamiento que es realmente nuevo y diferente con respecto a lo dicho en la parte anterior a la coma. El lector podría perfectamente sustituir la coma y la conjunción por un punto, de modo que resul­tasen dos frases distintas. El significado seguiría sien­do exactamente el mismo.

Ejemplo: «La técnica de la atención, como la del sobre-

esfuerzo, tiene la ventaja de que no, exige condi­ciones externas, y es compatible con todas las ac­titudes particulares e individuales y con todo tipo de trabajo y actividad.» (A. BLAY FONTCUBERTA. Energía Personal, pág. 161.)

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( ? ) Signo de interrogación

¿Cuál es la finalidad del autor al emplear el signo de interrogación? Simplemente llamarnos la atención sobre lo que nos va a decir. Los signos de interroga­ción no contienen ninguna idea básica, ni tampoco su­bordinada, ningún detalle nuevo, ninguna explicación. Solamente son una llamada a nuestra curiosidad, a nuestro interés, con el fin de prepararnos mejor para captar la idea que nos va a exponer el autor.

Con esto terminamos la enumeración y el comenta­rio de los signos de puntuación más importantes. El ser consciente de los signos de puntuación y el com­prender su valor y significado le permiten al lector ma­nejar el texto con más agilidad y soltura. Gracias a ellos sabe en qué frases debe detenerse y prestarles una mayor atención, y cuándo le es posible retornar a un ritmo más rápido y veloz por tratarse de frases acce­sorias o simplemente explicativas. De este modo el tex­to pierde su aparente monotonía y se convierte en algo lleno de relieve, al mismo tiempo que la lectura llega a ser una actividad mucho más inteligente.

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CAPITULO VII

SIGNIFICACIÓN

Al estudiar los párrafos los hemos considerado como unidades independientes. Cada párrafo tiene una idea central. A su vez los distintos párrafos de una ar­tículo o de un capítulo son otras tantas ideas que en conjunto forman como el esqueleto o armazón de un escrito. Hemos visto también cómo el pensamiento del autor se va desarrollando a modo de una corriente o proceso gradual, en el cual pueden aparecer a veces puntos de detención e incluso el retroceso.

Cuando uno sabe captar las ideas principales y es capaz de seguir el desarrollo de las mismas a través de las distintas frases del texto, podemos decir que está en condiciones de comprender y asimilar la materiali­dad de un escrito.

Pero con frecuencia hay otros factores, otros aspec­tos, que estaban presentes en la mente del autor y que no fueron trasladados literalmente al texto escrito. Y no porque carezcan de importancia, sino porque el autor los ha omitido deliberadamente.

Estos aspectos semiocultos pueden ser varios: los motivos que le han inducido al autor a escribir, la fina-

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lidad que persigue, las consecuencias que se derivan de sus afirmaciones, lo que él pretende conseguir del lec­tor sea convenciéndole de algo o induciéndole a obrar de una manera determinada, los sentimientos que él quiere provocar en los demás.

Todos estos aspectos, que en general podríamos de­finirlos como la finalidad o intencionalidad última del autor, es lo que se denomina la significación de un escrito.

Algunas veces la significación puede aparecer clara­mente indicada en el texto, pero es más frecuente que el autor la omita, para que sea el mismo lector quien saque las consecuencias.

Esto quiere decir que no basta con leer las palabras y descubrir su contenido inmediato para que la lectura sea completa. La escritura, y por tanto la lectura, son un medio de comunicación entre autor y lector. Y esta comunicación no es total hasta que uno no llega a po­nerse en contacto con la mente misma del autor. Lo importante no son, pues, las palabras, sino el pensa­miento y la intención del autor. De aquí que al leer cualquier escrito debamos siempre preguntarnos: ¿qué pretende el autor con esto; cuál es su intención; hay algo más detrás de las palabras; qué consecuencia se saca de aquí? Es decir: ¿cuál es la significación de este escrito?

LA UNTOAD DE PENSAMIENTO

La suma de las ideas centrales más la significación es lo que constituye la unidad de pensamiento. Como se ve está formada de dos elementos: uno objetivo: las ideas, lo que ha sido materialmente expresado a

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través de las palabras; y otro subjetivo: la intención del autor, su finalidad.

La verdadera lectura debe llegar siempre a la cap­tación completa de estos dos aspectos. Ésto se logra más fácilmente si uno piensa al leer que no tiene delan­te un simple escrito, un simple conjunto de palabras, sino el pensamiento de un ser humano que quiere co­municarse y hacerse entender. Entonces despertará en nosotros el mismo interés de una persona viva y tra­taremos de captar no sólo sus palabras y sus ideas, sino también sus motivaciones e intenciones.

Es decir, a través de la captación de lo que se llama la unidad de pensamiento la lectura se transformará en una actividad de gran contenido humano, en un ver­dadero diálogo.

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CAPÍTULO VII I

ESTRUCTURAS DEL PENSAMIENTO

La importancia y extensión que hemos dado al es­tudio de los párrafos está plenamente justificada por­que los párrafos representan las unidades claves fun­damentales de un escrito. Imposible llegar a la com­prensión total de ningún texto sin poseer la habilidad de descubrir en cada párrafo cuál es su idea principal o central.

Pero todo escrito, capítulo o artículo, tiene normal­mente muchos párrafos. Y así como entre las frases y palabras de un párrafo vimos que existe una unidad y cohesión, representada por la idea central, así también todos los párrafos de un artículo pueden reducirse a una unidad superior.

En realidad el mejoramiento de la comprensión, que es el principal objetivo de los cursos de lectura rápida, consiste precisamente en el desarrollo de esta capacidad de llegar a una visión de conjuntos cada vez más amplios, que nos permitan abarcar progresivamen­te todas las partes de un escrito, hasta reducirlo a una unidad que es la que da al todo su sentido pleno y su cohesión interna.

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En este capítulo trataremos el modo de llegar a des­cubrir esas unidades más amplias en torno a las cuales se organiza todo un artículo o escrito. Con este fin ha­remos un detallado estudio de las llamadas estructuras del pensamiento. Pero antes conviene que a modo de introducción digamos algo sobre las diversas clases o géneros de escritos.

A) CLASES DE ESCRITOS

En general los escritos podemos distribuirlos en dos grandes grupos:

a) escritos subjetivos b) escritos objetivos.

á) LOS ESCRITOS SUBJETIVOS

La característica fundamental de este tipo de escri­tos radica en la participación formal del autor, en cuan­to tal individuo, en el desarrollo de la exposición. Al contrario de lo que sucede en los escritos objetivos, en los que lo fundamental son las ideas en sí mismas, o los hechos como algo externo al autor, en los escritos Subjetivos lo importante es el mismo autor, lo que él piensa o lo que él siente, o cómo vive él una situación Concreta determinada.

Un escrito subjetivo es en realidad una verdadera Creación artística en el sentido de que es una autoex-presión del propio autor. Aunque en un escrito subje­tivo podemos encontrar ideas y hechos, siempre se presentan como vividos en primera persona; en conse­cuencia, la nota dominante de esta clase de escritos

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podemos decir que es el aspecto personal. El autor nos va exponiendo sus estados de ánimo, sus reacciones, sus vivencias, en una palabra, sus sentimientos.

Dentro de los escritos subjetivos, cabría distinguir tres clases según su elemento predominante:

— narración de acciones — descripción pura de sentimientos —• descripción de paisajes, o situaciones concretas. Y es muy normal que estos tres elementos vayan

combinados dentro de un mismo escrito.

b) ESCRITOS OBJETIVOS

Como antes dijimos, en esta clase de escritos lo importante son las ideas en sí mismas, en su aspecto impersonal de /erdades universales, o los hechos, pero considerados también como algo externo e indepen­diente del autor.

Esta clase de escritos admite dos subclases impor­tantes:

— escritos informativos — escritos explanatorios. Los escritos informativos tienen por finalidad la des­

cripción, narración o enumeración de una serie de da­tos, hechos o cualidades.

Los documentos y gran parte de obras científicas tienen esta finalidad informativa a través de la apor­tación y consideración de datos concretos.

Los escritos explanatorios tienen un carácter más teórico y giran alrededor de ideas, teorías, argumen­tos y consideraciones lógicas. En los escritos explana-torios cabe hacer también una doble subdivisión:

— escritos de investigación

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— escritos de exposición. Los escritos de investigación suelen partir de un

problema o de una pregunta, cuya respuesta o solución se trata de buscar.

Los escritos de exposición parten por el contrario de una afirmación clara, y el resto del artículo está dedicado a su desarrollo o demostración.

Con el objeto de que el lector tenga una visión de conjunto más clara, colocamos a continuación un cua­dro sinóptico de las diversas clases de escritos:

• subjetivos (sentimientos, acciones, des-

1 capciones)

/informativos (datos hechos, cualidades)

1 objetivos / (de investigación I / explana- < V \ torios ( de exposición B) CLASES DE ESTRUCTURAS

Saber reconocer a qué clase o género pertenece un escrito es el primer paso. Pero lo más importante para poder llegar a una rápida conprensión global del mis­mo es conocer a fondo las posibles estructuras del pen­samiento.

Estructura de un escrito quiere decir el modo par­ticular como está organizado desde el punto de vista lógico. Las estructuras de pensamiento responden a la misma naturaleza de la mente, que trabaja y actúa se­gún unas leyes que le son inherentes; son las leyes ló­gicas del pensamiento.

El conocimiento de las estructuras de pensamiento

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es de una gran utilidad, pues nos capacita para reco­nocer y seguir con facilidad la organización interna de todo el escrito. No sólo gana la comprensión, sino que, gracias a ella precisamente, la rapidez de la lectura pue­de aumentar considerablemente. Conociendo cuáles son las estructuras y sus elementos correspondientes uno puede remontarse hasta una visión global de todo el artículo, de modo que sin perder nunca esta visión de conjunto puede leconocer en cada momento en qué punto exacto del desarrollo del pensamiento se encuen­tra, e incluso prever cuáles serán los próximos pasos a dar. De este modo la lectura se convierte en algo sumamente dinámico, inteligente y activo, pudiendo al­canzar grados extraordinarios de rapidez y eficiencia.

Esta visión global que se mantiene siempre presente como una luz que va iluminando cada una de las par­tes, nos permite apreciar también la importancia rela­tiva de las distintas ideas que van surgiendo. Gracias a ella uno comprende cuándo puede acelerar su velo­cidad por tratarse de partes secundarias dentro de la estructura general, y cuándo por el contrario se en­cuentra ante puntos claves, ante las ideas más impor­tantes, sobre las cuales conviene detenerse y fijar espe­cialmente la atención. Esto nos ahorra el perder tiem­po innecesariamente con los puntos y pasajes que son simplemente accidentales, y por otro lado nos asegura una correcta comprensión del verdadero pensamiento del autor al saber descubrir y captar los puntos esen­ciales del escrito.

Pasemos ya al estudio de las estructuras del pensa­miento.

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a) ENFOQUES DIVERSOS

Según los diversos autores hay distintos modos de enfocar esta cuestión:

En el Reading Improvement Program, de la Univer­sidad de Columbia, se reducen a tres los tipos funda­mentales de estructuras:

1.̂ The 1-2 Pattern. — Idea principal seguida de los detalles.

2.̂ The 2-1 Pattern. — Detalles seguidos de la idea principal.

3.^ The 1-2-3 Pattern. — Idea principal, desarrollo, sumario.

Muchas veces, sobre todo en los casos 1.° y 3.°, a la exposición de la idea principal puede preceder una in­troducción o una anécdota preparatoria.

N. Banton Smith, en Read/áster and get more -from your reading, propone cinco tipos de estructuras dife­rentes:

1.̂ Sharing-Experience Pattern, Fundamentalmente consiste en una exposi­

ción que nos hace el autor de sus propias viven­cias o experiencias.

2.̂ Question-Answer Pattern. Aquí el escrito comienza con la formulación

de una pregunta o de un problema que luego se intenta resolver.

3.^ Imparting-Information Pattern. Son los escritos informativos con abundancia

de detalles y datos concretos. 5.̂ Substantiated-Facts Pattern.

En este caso el autor comienza el artículo diciéndonos claramente su opinión sobre un

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punto dado, para pasar en seguida a exponer sus razones y argumentos.

5.̂ Substantiated-Facts Pattern. Mediante la enumeración de unos hechos cla­

ros y ciertos se llega objetivamente a establecer una conclusión firme e imparcial.

Por su parte, Eric de Leeuw nos presenta en Read better, Read ¡áster un esquema más simplificado de las posibles estructuras. En último término las reduce a dos tipos básicos:

1. Investigating 2. Explaning. Para cada uno de ellos señala algunas variantes: 1. Investigating:

Problem — discussion — conclusions Facts — analysis — conclusions Facts — Analysis Statement of problem Áreas of investigation — implications, con­

clusions 2. Explaining:

descripciones procedimientos narraciones argumentaciones

And this, and this do this, then this and then, and then because of this, then this

Francois Richaudeau, en Cours de lecture rapide, resume en dos procedimientos las formas de exposi­ción:

1.° Procede d'exposition classique: Que comprende: exposición de la tesis, he­

chos que la demuestran y conclusión. 2.° Procede d'exposition foisonnant:

En donde la exposición de la idea general va implicada y semioculta a través de una acumu­lación de hechos y de anécdotas.

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Claude Philippe, en Méthode frangaise de lectura ra-pide, reduce a tres las estructuras de organización de los escritos. «Después de haber analizado cientos de tex­tos objetivos, tales como informes, tesis, discursos, me­morias, artículos científicos, etc., hemos podido com­probar que tres estructuras esenciales de organización se encuentran en todos estos textos»:

1.̂ La structure «Probleme ~ Solution» 2.^ La structure de faits 3/ La structure de démonstration. A nuestro juicio, esta clasificación es la más útil

desde el punto de vista pedagógico. Por una parte, es muy clara y sencilla, y por otra, es lo suficientemente amplia como para poder abarcar y ser aplicada con na­turalidad a los diferentes casos particulares.

Esta es la clasificación que en líneas generales se­guimos en nuestros cursos orales de lectura. Como verá el lector, en ella pueden englobarse de un modo lógico todas las estructuras presentadas por los distintos au­tores, formando una síntesis fácil de comprender y de retener.

b) LAS TRES ESTRUCTURAS BÁSICAS

Las estructuras del pensamiento pueden reducirse a tres:

1. Estructura de hechos 2. Estructura problema-solución 3. Estructura tesis-demostración. Estas son las estructuras básicas, A veces pueden

combinarse, dando lugar a una estructura más comple­ja, pero en último término todas se derivan y pueden

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reducirse a estas tres. Veamos ahora cada una de estas estructuras y sus elementos característicos.

1. Estructura de hechos

Esta estructura se emplea siempre que se trata de redactar un informe o de hacer una descripción. Desde el punto de vista lógico es la estructura más elemental y la más fácil de reconocer. Está compuesta simple­mente por una serie de datos, hechos o informaciones que el autor quiere darnos a conocer.

Es la estructura característica de lo que hemos lla­mado escritos subjetivos y también de los escritos in­formativos.

Al encontrarse con un escrito cuya estructura es de «hechos», el lector debe tratar de descubrir rápidamen­te los siguientes puntos:

— cuál es el tema tratado — cómo han sido agrupados y clasificados los datos

o hechos de cada sección — qué aspecto particular del tema es tratado en

cada sección —• cuál es el lazo que da unión y cohesión a todos

los aspectos particulares. Según que esta estructura se aplique a un escrito

subjetivo u objetuvo da lugar a dos estructuras deri­vadas. Son las que N. B. Smith llama «Sharing-Expe-rience Pattern» y «Imparting-lnformation Pattern», que nosotros denominamos: estructura «hechos-experien­cias» y «hechos-información».

Aunque desde el punto de vista lógico ambas son semejantes y muy fáciles de distinguir, desde el punto

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de vista práctico de su lectura tienen una notable di­ferencia.

La estructura «hechos-experiencia» no sólo es fácil de reconocer sino que es también muy fácil de leer. En este tipo de lecturas se puede aplicar la velocidad máxima de que uno es capaz, pues las dificultades de comprensión están reducidas al mínimo. Todo lo que el lector debe de hacer es tratar de participar y, en cier­to modo, de vivir en sí mismo las experiencias y los sentimientos que el autor nos describe y quiere comu­nicarnos.

Esta es la actitud correcta que debemos adoptar ante este tipo de escritos y la que hace posible que po­damos seguir y disfrutar de la narración como si se tratase de una comunicación oral entre lector y autor.

Por el contrario, la estructura «hechos-información» es con frecuencia difícil de leer, no por dificultades de comprensión, sino porque ordinariamente contiene gran número de datos y detalles concretos Aquí es donde hay que tener en cuenta de un modo especial los pun­tos que antes hemos indicado, sobre todo si nuestro deseo es memorizar los datos más importantes.

2. Estructura problema-solución

En la estructura problema-solución podemos distin­guir tres elementos esenciales:

—• planteamiento del problema — discusión — solución Estos tres elementos son fundamentales y siempre

se hallan presentes. Algunas veces pueden encontrarse

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ciertos elementos complementarios como son: las con­secuencias: implicaciones o aplicaciones.

La estructura problema-solución es relativamente fá­cil de descubrir. Tiene además otras ventajas. El hecho de encontrarnos desde el principio con una pregunta o con un problema a resolver excita la curiosidad del lec­tor y despierta su interés. Por otra parte, la pregunta o el problema inicial es un poderoso punto de refe­rencia en torno al cual se pueden ir asociando con fa­cilidad todos los aspectos y detalles particulares. Por esto es de gran importancia que el lector comprenda bien el planteamiento exacto del problema; qué es real­mente lo que está en duda o lo que se busca. La recta comprensión del problema planteado es la condición esencial para poder comprender bien y seguir con fa­cilidad todo el resto del artículo.

Dentro de la estructura problema-solución cabe se­ñalar dos modalidades importantes, que se reflejan principalmente en el planteamiento del problema.

Son los dos tipos de organización que señala Eric de Leeuw bajo el epígrafe «investigating», es decir, es­tructuras de investigación:

a) problema — discusión — solución b) hechos — análisis — problema — discusión —

solución.

En el primer caso se trata de un problema teórico de carácter conceptual. Puede ser un problema filosó­fico, político, religioso o moral, pero planteado de un modo general en relación con sus fundamentos lógicos y racionales.

En el segundo caso se trata de un problema prác­tico. Aquí el punto de partida son unos hechos con­cretos, una situación determinada. Esta situación da

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l i o ANTONIO BLAY

origen a un estado de confiicto para el que es preciso buscar alguna solución.

El segundo elemento de la estructura problema-so­lución es la discusión. Consiste en el examen ordenado de los orígenes, causas y efectos que se relacionan con la situación-problema. A través de la discusión se van estudiando todos los aspectos del problema. En reali­dad, es en esta parte donde se elabora su solución. Des­pués de haber estudiado las diversas posibilidades y de haber ido descartando los caminos falsos es cuando se va perfilando la verdadera solución. Esta llega en un momento dado como un fruto maduro que se despren­de lógica y naturalmente de todo lo dicho en la discu­sión precedente.

Como hemos indicado, este tipo de estructuras es relativamente fácil de leer. Además da la oportunidad para una lectura notablemente veloz cuando el lector está interesado por la solución. En este caso, después de haber entendido el planteamiento del problema, se puede pasar rápidamente sobre la discusión hasta en­contrar la solución, que siempre se hallará hacia el final del artículo.

3. Estructura tesis-demostración

Lo característico de esta estructura es su comienzo. Ya en los primeros párrafos, a veces en el primero, se expresa de un modo categórico una afirmación, o una opinión. No se trata de una simple posibilidad o supo­sición. Es una opinión clara y firme. Es lo que el autor piensa y cree, y que luego tratará de demostrarlo a fin de que también los demás acepten su punto de vista.

Esta estructura es muy importante. Responde a un

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proceso fundamental del espíritu humano. Esta es la estructura que empleamos siempre que queremos de­mostrar o convencer a otro de alguna cosa.

Ordinariamente se utiliza esta estructura en los dis­cursos forenses, en los editoriales, en los discursos políticos y en gran número de artículos técnicos y cien­tíficos.

Además de los dos elementos esenciales de esta es­tructura, que son;

a) Tesis b) Demostración,

puede haber otros elementos adicionales o comple­mentarios:

c) Significación

d) Consecuencias: implicaciones, aplicaciones.

La tesis es la afirmación inicial que el autor esta­blece de un modo claro y categórico.

La demostración está constituida por el conjunto de razones y argumentos que va alegando el autor para justificar su opinión.

A veces los argumentos no son puramente raciona­les. Se citan hechos y datos concretos que vienen en apoyo de la tesis establecida. En la medida que un ar­tículo sea más filosófico, los argumentos aducidos se­rán primordialmente de carácter lógico y racional. Por el contrarío, en los artículos científicos suelen abundar los argumentos sobre hechos, datos o experiencias.

En este último caso suele presentarse una intere­sante derivación de la estructura tesis-demostración; es

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la que N. B. Smith denomina «Substantiated-Facts Par­tera», o la llamada «thunderstorm technique» en el curso de lectura «Reading improvement program» de la Universidad de Columbia. Aquí el autor suele inver­tir el orden normal tesis-demostración, para comenzar directamente con la acumulación de datos, hechos y pruebas. Sólo al final nos presentará su tesis a modo de conclusión.

Este estilo de exposición suele ser particularmente convincente y persuasivo.

Aparte de los dos elementos esenciales: tesis y de­mostración, ya hemos dicho que puede haber otro u otros elementos adicionales: la significación y las con­secuencias.

La significación representa lo que el autor quiere conseguir de nosotros. A veces no será posible distin­guir en un artículo una significación especial. Esto su­cede, por ejemplo, cuando la finalidad del autor es solamente convencernos o demostrarnos la verdad de su tesis. Pero en otras ocasiones la defensa de la tesis no es más que un paso preliminar. Una vez que nos ha convencido, el autor espera y nos incita a que obremos, en consecuencia, de un modo determinado. Esto es lo que sucede con mucha frecuencia en los discursos po­líticos.

Las consecuencias tienen un aspecto más impersonal que la significación. Son algo que se deduce lógica­mente, por sí mismo, de la verdad de la tesis, indepen­dientemente de la voluntad, deseo o intención del autor. Tienen un carácter totalmente objetivo.

Si las consecuencias vienen impuestas por las leyes lógicas, en el sentido de que, una vez demostrada la tesis, la verdad de ésta trae consigo la verdad de otras afirmaciones parciales, entonces tendríamos las impli-

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cacionesl lógicas. Esto es característico de los escritos intelectuales o filosóficos.

En lo$ escritos técnicos y científicos las consecuen­cias tienen el carácter de aplicaciones prácticas. Des­pués de establecer una verdad científica o una ley físi­ca, se deduce la conveniencia o la necesidad de obrar de cierto modo determinado. Estas son las aplicaciones.

El reconocimiento de la estructura tesis-demostra­ción es al¿o más difícil que el de la estructura hechos o problema-solución. Muchas veces será necesario leer dos o tres párrafos para darnos cuenta de ella. Es im­portante que uno se dé cuenta con precisión qué es lo que el autor trata de defender. Sólo entonces estará uno en disposición de poder apreciar el valor de los argumentos y su fuerza probatoria.

El dominio de las estructuras u organización inter­na de cada artículo es de la máxima importancia para el lector. Esta habilidad puede costar un poco llegar a dominarla perfectamente. Pero las ver tajas de poseerla bien son enormes. Se puede decir, en verdad, que el modo de leer de una persona queda transformado ra­dicalmente cuando uno es capaz de descubrir con segu­ridad la estructura u organización interna de cada ar­tículo y de seguir cada una de sus partes relacionán­dolas continuamente con la visión global del conjunto de acuerdo con el plan general de toda la exposición.

Esto requiere un trabajo de ejercitamiento impres­cindible. La lectura rápida es algo eminentemente prác­tico. No basta conocer la teoría, hay que aplicarla a la práctica si uno quiere aprovechar realmente todas las ventajas que ofrece. Ni hay que desanimarse porque al principio parece que uno va más lento que antes en sus lecturas. Durante la primera parte del período de en­trenamiento los alumnos tienen la impresión de ir más

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despacio. Esto es inevitable en todo ejercítamiento práctico. Se trata de adquirir un hábito y una técnica nueva de lectura y esto requiere un tiempo mínimo de asimilación. Pero en la medida que a través ae los di­versos ejercicios prácticos va uno consiguiendo domi­nar realmente la nueva habilidad, es cuando! una per­sona se convierte en un lector realmente eficiente.

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CAPITULO IX

ASPECTOS SUBJETIVOS DE LA COMPRENSIÓN

El estudio que hemos hecho hasta el momento so­bre el tema de la comprensión ha girado en torno a los aspectos objetivos de la lectura, especialmente el estu­dio de los párrafos y de las estructuras del pensamiento.

En este capítulo estudiaremos los aspectos subje­tivos de la comprensión, es decir, el lector en sí mismo y en particular la actitud mental correcta que debe adoptar para hacer sus lecturas de un modo más pro­vechoso.

La lectura sólo llega a ser realmente eficiente cuan­do se transforma en un verdadero diálogo entre autor y lector. La lectura entendida como simple actividad receptiva es una lectura extremadamente pobre. Como en todo diálogo o proceso de comunicación, es preciso que esté presente una doble actitud: por una parte ha de haber una apertura sincera hacia el pensamiento del autor, y por otra parte una reacción consciente ^y reflexiva de uno mismo frente a los conceptos leídos. Si falta alguno de estos dos elementos la lectura será algo defectuoso o deficiente. La existencia real de estos dos elementos es incompatible con el mero dejarse lie-

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var por las palabras escritas de un modo enteramente pasivo, como si lo único que tuviéramos que hacer es dejar pasar, sin más, las palabras escritas a través de nuestros ojos. La verdadera lectura ha de ser, por el contrario, algo esencialmente activo y dinámico. Sólo así podremos llegar hasta el verdadero pensamiento del autor y elaborar luego nuestra respuesta personal.

DIRIGIRSE DIRECTAMENTE AL PENSAMIENTO DEL AUTOR

Para llegar a descubrir el pensamiento del autor hay que tener en cuenta todo lo que hemos dicho al hablar de los párrafos y de las estructuras del pensa­miento. Especialmente uno debe procurar estar siem­pre pendiente de las ideas y no de las simples pala­bras. Éstas deben ser consideradas como un simple vehículo del pensamiento, y como tales de una impor­tancia relativamente mucho menor. Debemos compren­der claramente eme cuánto más agarrados estemos a las palabras y a las formas concretas de exposición tanto más difícil nos será llegar hasta la pura idea y pensamiento del autor.

LAS ACTITUDES PERSONALES

Otro factor que puede perjudicar notablemente la buena comprensión son las propias ideas y actitudes. Es perfectamente lógico y natural que cada uno tenga sus propias ideas sobre el tema o el problema tratado por el autor. Pero en el momento de leer hemos de pro­curar olvidarlos, siquiera por un momento, a fin de poder entender mejor el punto de vista del autor.

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LECTURA RÁPIDA 117

Usted habrá presenciado alguna de esas discusiones acaloradas en que después de gastar mucho tiempo y esfuerzo, cada uno termina como había empezado. Nin­guno de los interlocutores se ha tomado la molestia de escuchar realmente al otro. Cada uno se ha limitado a exponer, repetir y reiterar su modo particular de ver el problema sin dedicarle la debida atención a la opi­nión del contrario. En vez de un diálogo o de una con­versación, puede decirse que no ha habido más que dos monólogos alternantes.

Algo semejante puede ocurrir en la lectura. Uno puede estar tan pendiente de sus propias ideas que el pensamiento del autor quede para él oscurecido y aun totalmente desfigurado. Espontáneamente uno tiende a escuchar y aceptar de los demás sólo aquellas cosas que están de acuerdo con las propias ideas e intereses.

El efecto de esta tendencia aparece claramente de­mostrado en una significativa experiencia que realizó el psicólogo Eric de Leeuw y que él mismo describe en su libro Read better, read -faster. Para ello escogió a un grupo de jefes de empresa. Confeccionó una lista en la que figuraban todas las cosas relacionadas con el trabajo de la empresa sobre las cuales estaban de acuer­do y eran del agrado de todos los jefes participantes. Por otra parte anotó todas las cosas que evidentemente resultaban desagradables para todos. Luego, con la ayuda de las dos listas confeccionó una tercera, pero de modo que aparecían consignadas sólo algunas de las cosas en las que estaban de acuerdo y todas las cosas que les eran desagradables. Esta lista le fue en­tregada al primer Jefe para que la leyera y luego escri­biese de memoria los puntos que él recordaba. La lista redactada por el primer jefe fue entregada al segundo para que hiciera lo mismo, y asi sucesivamente. En la

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lista redactada por el último de los jefes se obmprobó que estaban consignadas todas las cosas que eran del agrado de todos, incluso las que habían sido* omitidas deliberadamente en la lista entregada al primer jefe, y, por el contrario, muchas de las cosas desagradables habían sido olvidadas.

Esta experiencia demuestra de un modo evidente hasta qué punto las opiniones y los gustos personales pueden influir en la lectura. Ellas hacen que creamos ver en un texto más de lo que contiene realmente o que pasemos por alto lo que realmente dice.

De este modo nos perjudicamos a nosotros mismos, pues nuestro verdadero interés radica en saber tomar un contacto exacto con la realidad, tal como es en sí.

Tratándose de la lectura, esta capacidad de percibir objetivamente el contenido de un texto sólo se puede obtener cuando uno se esfuerza sinceramente por adop­tar la posición y el punto de vista del propio autor.

Como dice Frangois Richaudeau en su Cours de lee-ture rapide: «Para ser un buen lector es necesario un esfuerzo concentrado y una cooperación total con el autor... Una gran sensibilidad al tono y a las ideas adoptadas por el autor mejora la velocidad de la lec­tura y la comprensión del texto.»

Esto no quiere decir que hayamos de renunciar a nuestro modo de pensar. Significa que mientras nues­tro modo de pensar se interfiera en nuestras lecturas existe el peligro casi inevitable de deformar el verda­dero pensamiento del autor. Debemos dejar aparte, al menos por unos momentos, nuestro perjuicio, simpa­tías o antipatías, y sólo entonces estaremos en dispo­sición de comprender todo el alcance de las opiniones y puntos de vista del autor. Además, ésta es la mejor preparación, la única preparación efectiva, para poder

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luego adoptar una actitud crítica, que sea verdadera­mente objetiva y razonable, frente al pensamiento del autor. Esto nos permitirá enriquecernos de verdad cual­quiera que sea el resultado final de nuestra reflexión personal posterior: bien aceptar totalmente, o rechazar de plano el pensamiento del autor, o bien modificar en algo nuestros propios puntos de vista.

LA ANTICIPACIÓN

Para llegar a comprender bien el pensamiento del autor debemos adoptar una actitud de simpatía y de aceptación como acabamos de ver. Pero hay un nuevo recurso que incrementa enormemente nuestra capaci­dad de captación: es lo que se llama la anticipación.

La anticipación consiste en prever lo que va a venir después. Si uno se ha despojado de sus propios pjs<-juicios y ha logrado sintonizar con el pensamiento del autor le será mucho más fácil anticipar lo que irá vi­niendo. El desarrollo del pensamiento es algo lógico; la actitud y los sentimientos del autor guardan una coherencia interna consigo mismos Por eso, en la me­dida que uno entra dentro de esta corriente de pensa­miento y se pone en armonía con el modo de sentir del autor, la lectura se hace mucho más fácil y com­prensible. Uno puede avanzar por el texto con gran rapidez y comodidad, como si se tratase de un camino conocido y familiar.

La capacidad de anticipación depende también de otro factor, que son los conocimiento^ previos del lec­tor. Cuanto mayor sea el conocimiento que tenga so­bre un tema, más fácil le. será el poder anticipar. Sin embargo, la anticipación es siempre posible y desea-

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ble, incluso sobre los temas que para el lector resultan más o menos desconocidos. En algunos casos la anti­cipación se reducirá a un conjunto de preguntas en torno al tema general de la lectura.

Aun más, estas preguntas previas que surgen en la mente del lector cuando se enfrenta con un texto cons­tituyen la base principal de la anticipación. «La llave para anticipar el pensamiento del autor — dice Eric de Leeuw — es preguntar. Esto abre la mente y desen­cadena el flujo espontáneo de ideas y de nuevas pre­guntas.»

La anticipación se puede hacer y se debe hacer antes incluso de comentar la lectura de un artículo. Pongamos por caso que uno se dispone a leer un ar­tículo titulado «El hambre en el mundo». Inmediata­mente se puede uno formular varias preguntas:

— ¿es universal o afecta sólo a algunos países? — ¿proporcionalmente, a qué cantidad de población

mundial afecta este problema? — ¿la existencia del hambre se debe a falta de re­

cursos, o a que los recursos existentes no son de­bidamente aprovechados?

— ¿los países afectados han recibido ayuda de otros países más ricos?

— ¿qué es lo que se ha hecho concretamente hasta la fecha para aliviar este problema?

— ¿qué es lo que actualmente está en proyecto? — ¿qué perspectivas existen para una solución total

y definitiva del problema? Después que uno se ha formulado estas preguntas,

la lectura subsiguiente adquiere una vivacidad y un interés extraordinarios. Muchas veces nos sorprende­remos al comprobar cómo las contestaciones provisio­nales que nosotros mismos nos habíamos dado eran

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notablemente acertadas, otras veces estaremos ansiosos de encontrar la contestación a alguna de las preguntas que nos habíamos formulado. En todo caso, esta acti­tud en la lectura nos dispone eficazmente para captar y asimilar con mucha mayor fuerza y rapidez el pensa­miento y las ideas expuestas por el autor.

Por lo demás, la anticipación la podemos practicar no sólo al comenzar a leer, sino también a lo largo de toda la lectura. Continuamente podemos prever el pró­ximo paso en el desarrollo del pensamiento o formu­larnos una nueva pregunta sobre lo que el autor acaba de exponer o afirmar.

Este modo de leer dinamiza y abre la mente mucho más eficazmente que la simple concentración mental, sin formular preguntas, sobre lo que estamos leyendo. «La verdadera lectura es realmente pensar. La mente del lector experto se mantiene activa durante la lec­tura: observando, preguntando, refiexionando, sacando conclusiones». (P. LEEDY, Improve your reading.)

LA EVALUACIÓN CRITICA

La lectura, decíamos al principio del capítulo, debe ser un diálogo entre el autor y el lector. La primera fase es escuchar al autor. Captar su pensamiento autén­tico sin deformarlo con nuestros prejuicios o ideas preconcebidas. Este diálogo cobra nueva animación cuando nosotros, por medio de la técnica de anticipa­ción, nos vamos interesando cada vez más profunda- tf mente en la prohibición planteada por el autor. (/t^icrow)

Queda un último paso a realizar para que se com­plete este diálogo autor-lector. ¿Qué es lo que yo pienso sobre lo que dice el autor? ¿Estoy de acuerdo con su

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pensamiento, con su modo de exponerlo, con su ar­gumentación? Esto es lo que constituye la evaluación crítica.

La evaluación crítica puede hacerse desde varios án­gulos o puntos de vista. Se puede juzgar el fondo o la forma de un escrito: el valor y la verdad de su conte­nido, o su corrección literaria y artística. ^t

Aunque toda evaluación crítica es siempre >4$jeti-va, en el sentido de que es uno personalmente el que da su propio juicio sobre algo, no obstante la evalua­ción que se refiere al contenido tiene un carácter más bien objetivo, mientras que la que se refiere a la forma es de por sí preferentemente subjetiva. El primer tipo de evaluación busca la verdad objetiva, el segundo de­pende más de los gustos personales.

En relación con la evaluación literaria o artística, Claude Philippe, en su Méthode frangaise de lecture rapide, da algunas orientaciones sencillas pero que pueden ser muy útiles, ya que no se trata de llegar a hacer una crítica literaria exhaustiva.

El lector puede llegar a formarse un juicio bastan­te acertado examinando algunos puntos relativamente fáciles de apreciar.

— ¿qué fin persigue el autor al escribir este libro? — ¿este fin tiene un valor en sí? — ¿qué medios ha usado para conseguir su fin? — ¿los medios son manifiestos o están sutilmente

disimulados? — ¿la realización de la obra ha sido hecha con cui­

dado y esmero? — ¿la obra responde al fin que se proponía el

autor? «Si el fin del autor parece tener sentido y si los

medios que emplea parecen adecuados a su objetivo.

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uno puede deducir con probabilidad que la obra es de valor.» (CLAUDE PHILIPPE.)

Sin embargo, desde el punto de vista de la lectura inteligente y eficaz, la actitud crítica más útil es la que se refiere al fondo o contenido de un texto. Es decir, la que se relaciona con la verdad o falsedad de la ex­posición.

En rigor se puede hacer una distinción entre lo que un autor defiende y los argumentos o razones en que pretende apoyar su opinión. Puede darse el caso de que la opinión defendida sea verdadera, pero los argumentos aducidos sean falsos. No obstante, en gene­ral, si las razones son falsas o insuficientes lo normal es que la conclusión sea también falsa.

Por el contrario, una sólida argumentación, riguro­sa y precisa en todos sus pasos, nos llevará con segu­ridad a una conclusión verdadera.

El objetivo de la evaluación crítica es el examen de la argumentación y de su fuerza probatoria. A tra­vés de la evaluación el lector quiere llegar a la verdad objetivaba la verdad de los hechos en sí.

Como veremos más adelante, se han dado por diver­sos autores muchos consejos y orientaciones, cierta­mente muy útiles, sobre el modo de hacer una correcta evaluación. Sin embargo, el factor más importante es uno mismo. En primer lugar difícilmente podrá una persona dar un juicio acertado sobre ningún tema si no posee de antemano unos ciertos conocimientos o in­formación. De aquí la importancia de la cultura previa personal. Por otra parte se requiere un buen sentido para saber apreciar hasta'qué punto una información es completa o incompleta, o hasta qué punto determi­nadas fuentes de información son dignas de crédito o no. Finalmente es también de la máxima importancia

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que una persona haya desarrollado en grado suficien­te la capacidad de enfrentarse con toda suerte de he­chos y de razonamientos con espíritu abierto y obje­tivo, superando los prejuicios y gustos personales que le impedirían ver la verdad de las cosas en sí.

Por eso Paul Witty insiste con razón en la impor­tancia del lector mismo como el factor más funda­mental para poder realizar una correcta evaluación. «La fuente principal para la evaluación de sus lecturas debe ser usted mismo. Si usted lee de un modo activo y crítico, incrementará su habilidad para comparar lo que lee con lo que ya sabía acerca del tema. También llegará a conocer qué clase de lecturas son dignas de crédito y cuáles no.» (Paul Witty, How to become a better reader.)

Pasando ahora a los aspectos más concretos y prác­ticos sobre el modo de hacer la evaluación, vamos a re­coger en primer lugar las sugerencias ofrecidas por Claude Philippe en Méthode jrancaise de lecture rapi-de. Según este autor, la evaluación de un escrito puede hacerse en tres partes o etapas:

a) evaluación de las informaciones b) evaluación de las interpretaciones c) evaluación de las intenciones Este esquema puede aplicarse en principio a cual­

quiera de las tres clases fundamenfales de estructuras: tesis-demostración, problema-solución y hechos.

La evaluación de las informaciones se realiza exami­nando si los datos o hechos aportados por el autor son exactos, si no han sido deformados, si la información es exhaustiva, si han sido omitidos datos de especial importancia.

En relación a la interpretación hay que ver si la interpretación dada por el autor a las informaciones

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es acertada, si no ha sido violentada o desviada de un modo tendencioso, si es lógicamente correcta.

Finalmente, el último paso es la evaluación de las intenciones. Aquí va incluido el estudio de la signifi­cación de todo el escrito, y también de la conclusión o de la solución del problema, según el tipo de estruc­tura de que se trate. Lo que hay que examinar en este tercer paso es la legitimidad y solidez de la conclusión o solución, si son las únicas que podían darse, si han sido probadas y establecidas, si son aceptables o no.

Este esquema es muy claro y tiene la ventaja de abarcar la totalidad de un escrito o artículo.

Hay otros autores que se centran más en los de­fectos de la argumentación y enumeran los fallos más notables en que se puede incurrir. Su utilidad práctica es muy grande. Esta es la línea seguida por Paul D. Lee-dy en su libro sobre lectura rápida: Read with speed and precisión, Pero la enumeración más completa de los errores de argumentación se encuentra en el libro de R. H. Thouless, Straight and crooked thinking.

Aquí vamos a recordar solamente los fallos más importantes o más frecuentes y que pueden ofrecer un mayor interés para el lector.

DEFECTOS PRINCIPALES EN LA EXPOSICIÓN

a) Empleo de palabras emotivas

Por palabras emotivas se entienden aquellas pala­bras, generalmente adjetivos, que espontáneamente des­piertan en el oyente una reacción, sea agradable o des­agradable, y en consecuencia le incitan automáticamen­te a aceptar o rechazar una proposición determinada.

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Si oímos decir que «los ejércitos romanos eran fuer­tes y valientes en la batalla», notamos que surge en nosotros un sentimiento de admiración y de aproba­ción; pero si nos dicen que «frente a sus enemigos lu­chaban con fiereza y crueldad», de inmediato se pro­duce en nosotros el desagrado y la reprobación.

Un mismo hecho puede ser descrito y matizado de forma que provoque agrado o disgusto. Así, por ejem­plo, podemos decir que una persona es muy «constan­te» o que es muy «tozuda». Muchas veces el empleo de estos adjetivos responde solamente a la actitud perso­nal del autor frente al hecho en sí, o al deseo que tiene de lograr que nosotros aceptemos o rechacemos alguna opinión o cosa concreta.

El buen lector debe estar alerta ante el empleo de las palabras emotivas y no dejarse arrastrar por su in­dudable fuerza persuasiva.

Una palabra emocional, un adjetivo, una calificación, nunca es un argumento. Su empleo podrá ser acertado y estar de acuerdo con la realidad, pero eso hay que probarlo. Sin embargo, en muchas ocasiones, en mu­chos discursos, sobre todo en los discursos políticos, la mayor fuerza de persuasión radica en el empleo de pa­labras emotivas Frente a ella la verdadera argumenta­ción, las razones firmes y objetivas, apenas si ocupan un lugar insignificante.

b) Generalización indebida

Tiene lugar cuando se hace una afirmación o se anuncia una cualidad que parece involucrar a la totali­dad de un grupo, cuando la realidad es que sólo de algunos puede hacerse dicha afirmación.

Si decimos: «A los españoles les gusta* los toros».

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O «Los ingleses son de carácter flemático», estamos ha­ciendo dos afirmaciones que incurren en el defecto que comentamos. En ambos casos uno tiende a inter­pretar la fiase como si «todos» los españoles y «todos» los ingleses tuvieran la cualidad enunciada.

Al leer fiases de este tipo uno debe preguntar: ¿qué amplitud tiene esta afirmación?, ¿hasta qué punto es verdadera? Ordinariamente bastará con introducir la palabra «todos» en el sujeto de la oración para que des­cubramos su inexactitud.

c) Demostración por ejemplos seleccionados

Se incurre en este defecto cuando se pretende de­mostrar algo aduciendo solamente ios ejemplos o casos concretos que favorecen la opinión del autor.

Al lector toca en este caso valorar la fuerza de la argumentación. Él deberá apreciar si los casos citados son tan contundentes que es imposible la existencia de otros ejemplos que invaliden su fuerza probatoria; pero, en general, deberá pensar en la conveniencia de estudiar e investigar aquellos casos distintos que tien­den a demostrar lo contrario, y comparar su fuerza con los argumentos aducidos por el autor. Si sus cono­cimientos en la materia son suficientes, esto lo podrá realizar por sí mismo; si no, puede ser imprescindible la consulta de otros autores de ideas opuestas para llegar a una valoración más objetiva y realista.

d) Desviación

La desviación puede darse tanto al defender una opinión como al atacar la opinión del contrario.

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En esencia la desviación consiste en apartarse del tema central en discusión para detenerse en la consi­deración de una cuestión incidental en la que el autor se encuentra más fuerte y seguro.

El engaño está en creer que al ser demostrada la cuestión incidental, queda también probado el asunto principal.

e) El argumento del término medio

El argumento del término medio no suele conside­rarse como defecto en la argumentación; antes al con­trario, al ver que una persona nos presenta su opinión como el término medio entre dos puntos de vista extra­ños, nos sentimos inclinados a admirar su ponderación y a aceptar en consecuencia su misma opinión.

Sin embargo, el hecho de presentar una afirmación como término medio no es ninguna garantía de su ver­dad. Una afirmación sólo puede considerarse verdadera en la medida que se asienta en razones firmes y sóli­das, no por simple comparación con*otras afirmacio­nes. Además, apenas si hay njiíguna proposición que no pueda ser considerada como término medio en relación con otras opiniones aún más extremistas.

f) Argumentos ilógicos

Se llaman argumentos ilógicos aquellos que no se desarrollan según las leyes lógicas del pensamiento. Son argumentaciones que en realidad no prueban lo que aparentan demostrar por falta de ilación o coherencia interna. De esta clase de argumentaciones se dice que

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no concluyen. En los manuales de lógica se hace una extensa relación de los silogismos y de sus diversos modos, así como de los errores o falacias de argumen­tación. Aquí sólo estudiaremos los más importantes desde el punto de vista práctico.

1. Término medio no distribuido. Examinemos el siguiente argumento:

«Las ilusiones nacen de la tendencia que tie­nen los hombres a creer como verdadero aquello que es conforme a sus deseos. La creencia en la vida eterna responde a uno de los mayores deseos del hombre, que a todo trance quiere escapar de la muerte y de la aniquilación. De acuerdo, pues, con el funcionamiento de los mecanismos psicoló­gicos del hombre, hemos de considerar que la creencia en la vida eterna es una simple ilusión.»

Ante este argumento uno puede sentirse un poco desconcertado y no ver muy claro hasta qué punto es firme y válido o no. Lo característico de estos falsos argumentos es que en la práctica suelen presentarse de un modo tan oculto y disimulado, a través de un montón de palabras, que se hace difícil descubrir a pri­mera vista el error o la falta de lógica en la argumen­tación. Pero basta reducirlos a una forma simple y esquemática para que se ponga de manifiesto el fallo del argumento.

Expresado del modo más simple, el argumento an­terior puede enunciarse así:

«Las ilusiones nacen de los deseos, // la cren-cia en la vida eterna responde a un deseo, // lúe-

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go la creencia en la vida eterna es una ilusión.»

Este argumento, por su forma, es exactamente igual al siguiente:

«Los países sudamericanos son repúblicas, // Francia es una república, // luego Francia es un país sudamericano.»

El error de esta argumentación consiste en que el término medio (el término común a las dos premisas) no está tomado en sentido universal en ninguno de los dos casos. Los países sudamericanos son repúblicas, pero no «todas» las repúblicas existentes. Del mismo modo, al afirmar que las ilusiones nacen de los deseos, no afirmamos en modo alguno que «todos» los deseos den lugar a ilusiones. Puede haber, entonces, otros deseos que no den lugar a ilusiones.

Cuando una argumentación ha sido reducida a su forma más simple y esquemática, es fácil descubrir si desde el punto de vista lógico es correcta o no. Si aún quedase alguna duda se pueden sustituir las palabras o nombres concretos por otros ejemplos mejor cono­cidos, pero manteniendo siempre la misma forma de la argumentación.

También hay que distinguir entre la validez lógica o probable de la argumentación y la verdad de la con­clusión. La conclusión puede ser verdadera, pero la ar­gumentación empleada puede ser falsa.

Si decimos:

Los animales son seres vivientes. El hombre es un ser viviente. Luego el hombre es un animal.

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La conclusión es verdadera, pero la argumentación, que tiene la misma forma de las que hemos visto antes, es falsa. En vez de hombre podríamos decir: «las plan­tas son seres vivientes», y la falsedad de la argumen­tación quedaría patente.

2. Condición — consecuencia Con frecuencia se emplean argumentaciones que

empiezan de este modo:

Si se cumple A, entonces también se cumple B. Por ejemplo:

Si en un país no hay cultura no puede haber democracia

Demos por supuesto que esta primera afirmación sea verdadera. A partir de esta primera afirmación, y por ser ella verdadera, ¿qué otras afirmaciones válidas pueden deducirse?

Examinemos la siguiente argumentación:

«En un país donde no hay cultura en el pueblo es imposible que haya democracia.

»Como en Rusia no existe la democracia, quie­re decir que- el pueblo es inculto.»

Si admitimos que la primera afirmación es verdade­ra, ¿podemos estar seguros de que la conclusión es también verdadera?

Tal como está enunciado el argumento, y dado el tema que trata, nos podríamos sentir inducidos a creer que es válido y que la conclusión es verdadera.

Sin embargo, desde el punto de vista lógico, el ar­gumento es totalmente falso.

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Para comprobarlo podemos reducirlo a su forma más simple y esquemática:

«Si no-cultura, no-democracia. »No hay democracia, luego no hay cultura.»

De esta forma es fácil advertir que la conclusión es ilegítima. Pero aún lo podemos ver mejor sustitu­yendo las palabras por otros ejemplos:

«Si hace mal tiempo, Juan no sale de casa. »Hoy Juan no salió de casa, luego hizo mal

tiempo.»

La conclusión es falsa. Juan pudo no haber salido de casa por otro motivo diferente.

Este tipo de argumentación «condición-consecuen­cia» se usa con bastante frecuencia. La dificultad de reconocer si la argumentación es legítima o no se pre­senta principalmente cuando el tema tratado reviste cierta complejidad, o cuando la sencillez de la argumen­tación queda oculta por el empleo de un número exce­sivo de palabras. Por eso conviene reducirla a una for­ma esquemática.

Como resumen vamos a presentar los casos en que esta argumentación es correcta y los casos en que no lo es.

La premisa base es siempre de este tipo: «Si A, entonces B.» Tanto A como B pueden ser dos oraciones afirmati­

vas o negativas indistintamente. A partir de esta premisa base pueden hacerse cua­

tro argumentaciones: dos correctas y otras dos inco­rrectas:

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Correctas: 1° Si A, entonces B.

Se da A, luego también B. 2.° Si A, entonces B. O

No se da B, luego tampoco A. Incorrectas: 3.° Si A, entonces B.

Se da B, luego también A. 4.° Si A, entonces B.

'ño se da A, luego tampoco B.

3. Argumento en círculo. Este es un tipo de argumentación errónea, que aun­

que no tan frecuente como los dos anteriores, también se suele emplear algunas veces.

El razonamiento en círculo consiste en demostrar una afirmación tomando como argumento, o como parte del argumento, la verdad de lo que precisamente se quiere demostrar.

En esquema esta argumentación se puede expresar de este modo:

A es verdad porque B es verdad B porque C C porque A Por muy largo o complicado que sea, cuando un ar­

gumento circular se expone de forma esquemática es muy fácil advertir su falsedad, que en último término radica en dar por demostrado lo que se quiere demos­trar.

g) Argumento especulativo

Consiste en querer demostrar cuestiones de hecho

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fundándose en el mero raciocinio mental. En otras pa­labras: es deducir lo que es la realidad a partir de lo que uno piensa que debería ser.

Históricamente ha sido muy frecuente el uso de este tipo de argumentos. Muchos pensaron que la Tierra era el centro del Universo, y que no era la Tierra, sino el Sol el que giraba alrededor de la Tierra, porque lo contrario iba en contra de la doctrina revelada, tal como ellos pensaban que había que interpretarla. Los comunistas piensan que la lucha de clases es algo inevi­table y que la implantación de la dictadura del prole­tariado es un paso necesario para el establecimiento de la sociedad perfecta y sin clases.

Todo esto no pasan de ser especulaciones, como también sería otra especulación el pensar que el hom­bre no puede haber evolucionado de los monos porque lo superior no puede derivar de lo inferior.

En todos estos casos de trata de cuestiones prácti­cos y sólo los hechos y la experiencia pueden demos­trar la verdad de una u otra de las afirmaciones.

Lo que acabamos de decir no es, en modo alguno, una condenación del pensamiento abstracto o de la in­tuición intelectual. De hecho, uno de los factores que más han contribuido al progreso de las ciencias han sido las especulaciones e intuiciones de algunos sabios geniales. La intuición desempeña un gran papel, ella abre el camino y apunta hacia soluciones nuevas. Pero han de ser luego los hechos, las comprobaciones expe­rimentales, las que den el refrendo a las afirmaciones más o menos teóricas o apriorísticas del intelecto.

Este tipo de argumento especulativo se desliza con mucha frecuencia en las discusiones o en las exposicio­nes escritas. Resulta mucho más fácil y más cómodo afirmar que las cosas son tal como nosotros pensamos

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que deberían ser, que no molestarnos en recoger toda clase de pruebas y hechos que nos revelarían cómo son las cosas en realidad.

h) Cambio de significado de un término en el curso de la argumentación

En todo argumento se dan unas premisas y una con­clusión. Las premisas sirven para poner de relieve cier­tas relaciones existentes entre los términos que luego, aparecen en la conclusión. Cada término aparece, pues, a través de la argumentación repetido dos o más veces.

Una argumentación que en cuanto a la forma y des­de el punto de vista lógico fuese correcta, sería, sin embargo, totalmente errónea y carente de fuerza pro­batoria si cada uno de los términos no fuese empleado siempre con el mismo significado.

Veamos el siguiente ejemplo:

«Todas las masas son irresponsables y faltas de inteligencia.

»La democracia es.el gobierno de las masas. »Luego la democracia es el gobierno de los

irresponsables y faltos de inteligencia.»

Lógicamente esta argumentación tiene una forma correcta. La primera premisa puede ser que la consi­deremos algo dudosa, ptro aunque la admitiésemos como cierta la conclusión no quedaría en modo alguno probada.

El fallo del argumento está en el uso de la palabra masa, que se emplea con distinto sentido en las dos premisas. Cuando se dice que las masas son irrespon-

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sables y faltas de inteligencia hay que entender que se trata de los grupos numerosos de personas que se en­cuentran reunidas en un lugar y participan en alguna actividad común. Sin embargo, en la segunda premisa la palabra masa tiene un significado bastante diferente, pues se refiere al conjunto de todos los ciudadanos de un país.

i) Analogía imperfecta

Otro tipo de argumentación deficiente es el que se basa en analogías imperfectas.

La analogía consiste esencialmente en una compa­ración que se amplía legítima o ilegítimamente.

Dos cosas pueden ser semejantes porque ambas poseen varias cualidades comunes. El argumento ana­lógico consiste en pretender que esta semejanza se ex­tiende también a otras cualidades desconocidas.

Supongamos que Juan y Pedro son dos muchachos inteligentes, que les gusta el deporte y* también la pintura. Si, basados en estas semejanzas conocidas, dedujésemos que a Juan le gusta la música porque a Pedro también le gusta, estaríamos haciendo una argu­mentación analógica.

Normalmente el argumento analógico no se aduce de un modo tan abierto como el que acabamos de hacer. Pero en las conversaciones, discusiones y expli­caciones, se suele usar muy frecuentemente analogías implícitas.

A veces el argumento analógico puede fallar, no sólo por ampliación indebida de cualidades comunes, sino en su misma base, porque ni siquiera existe la seme­janza inicial que se pretende.

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Un ejemplo de analogía implícita es la siguiente afirmación: «Con la edad la lucidez de la mente va decreciendo como una lámpara de aceite que se con­sume.»

Si con esto queremos demostrar que las facultades mentales decrecen inexorablemente así como sucede con una lámpara que se apaga poco a poco, estamos empleando un argumento totalmente falso. A la mente se le puede comparar con la luz, y en cierto modo es acertada la semejanza. Pero no está sometida a las mismas leyes que rigen los procesos luminosos mate­riales. El ejemplo aducido puede servir para explicar lo que pasa en muchos casos; pero no vale para demos­trar que necesariamente tenga que suceder así. De hecho podría y debería ser al revés.

Lo más peligroso de las argumentaciones analógicas es su gran fuerza de persuasión. Basta que nos pre­senten un argumento en forma de analogía, diciendo-nos que: «"A" es así, de la misma manera que sucede con "B"», para que quedemos fuertemente impresio­nados.

Hemos de saber distinguir entre la gran utilidad que tienen estas comparaciones para manifestarnos de una manera clara el pensamiento del autor, y su fuerza, como argumento, para probar lo que el autor nos dice.

j) Argumento de autoridad

El argumento de autoridad consiste en querer de­mostrar la verdad de alguna opinión basado en el hecho de que personas de prestigio y de ciencia han pensado lo mismo.

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Ciertamente el hecho de que personas competentes sustenten una opinión determinada es un dato en favor de dicha opinión.

Sin embargo, hemos catalogado el argumento de autoridad entre los argumentos defectuosos en el sen­tido de que a veces es mal usado por quien pretende defender algo, y sobre todo mal interpretado por quien lee o escucha.

El argumento de autoridad es mal usado cuando tratándose de temas como religión o filosofía, se aduce la opinión de una persona que es competente en otros campos como la física o la biología.

Esto es ilegítimo en la medida que se quiere sacar partido del prestigio que posee una persona en un tipo determinado de conocimientos para aplicarlo sin más a otros asuntos diferentes. Sin embargo, cuando el lec­tor no es muy consciente, fácilmente se deja impre­sionar por el impacto del prestigio y tiende a aceptar las opiniones que se le presentan apoyadas de esta forma. Uno debiera estar atento para no dejarse suges­tionar por esta clase de argumentos.

Hay otros casos en que el empleo del argumento de autoridad es totalmente legítimo. Un científico, un as­trónomo, por ejemplo, que emite sus teorías basado en sus estudios y observaciones merece ciertamente crédito y confianza. Está en su pleno derecho cuando espera de sus lectores un cierto grado de interés y de aceptación.

No obstante, el verdadero motivo para aceptar sus opiniones no debe descansar en el hecho de que éL nos las diga sino en la bondad de las razones en que las apoya. Es decir, que nuestra aceptación no ha de ser ciega, sino razonable. El valor de lo que llamamos prestigio profesional parte de la presunción de que

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cuando una persona competente defiende alguna opi­nión, podemos suponer que tiene sus buenas razones, para defenderla; pero la aceptación plena y definitiva de sus opiniones debe descansar en la bondad misma de sus razones, vistas y examinadas, en la medida de lo posible, por nosotros mismos.

Otro tanto podemos decir cuando se invoca la auto­ridad de la tradición o de la costumbre. Hay, en ver­dad, muchas tradiciones y costumbres que están ple­namente justificadas. Pero cuando nosotros aceptamos una tradición simplemente por ser tradición, adopta­mos una actitud incorrecta. Una tradición tiene valor en la medida que se funda en razones que fueron váli­das y que siguen siendo válidas en la actualidad.

Vemos, pues, en resumen, que la incorrección del argumento de autoridad radica en que desvía la aten­ción del lector del examen de las razones objetivas hacia la consideración del prestigio de una persona o de una tradición. El argumento de autoridad obra por sugestión. Aunque el prestigio puede estar muy bien ganado, a lo más que tiene derecho es a que le dedique­mos una atención seria, nunca una aceptación ciega de sus puntos de vista sin el debido examen de las razones objetivas en que se apoya.

Todo el estudio que acabamos de hacer sobre la evaluación crítica y el examen de los argumentos defi­cientes podría resumirse en un pequeño esquema, que según nuestra experiencia en los cursos orales de lec­tura, resulta muy comprensible y muy fácil de aplicar a la práctica.

Los razonamientos defectuosos pueden serlo por tres motivos fundamentales:

— por tendenciosidad

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— por falta de rigor lógico — por desviación

Entre los argumentos tendenciosos se encuentran los que emplean palabras o razonamientos emotivos, así como las apelaciones injustificadas al principio de autoridad, y el empleo de ejemplos seleccionados.

Entre los argumentos carentes de rigor lógico, ade­más de los enumerados anteriormente bajo este epí­grafe, se pueden incluir la generalización indebida y las analogías imperfectas.

En cuanto a la desviación, es uno de los defectos en que se incurre con más frecuencia en las conversa­ciones. Conviene estar alerta porque a veces puede aparecer también en algunos escritos.

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CAPITULO X

TÉCNICAS ESPECIALES PARA LOGRAR UNA LECTURA DE MÁXIMA RAPIDEZ DE

COMPRENSIÓN

El entrenamiento de la percepción visual unido al incremento de nuestra capacidad de comprensión for­man la base sobre la que se asientan los estupendos resultados que se pueden obtener del curso de lectura rápida.

Con todo, la persona que ha conseguido ya un nota­ble grado de perfección en la percepción y en la com­prensión, puede todavía aplicar algunas técnicas nuevas que incrementarán extraordinariamente su capacidad de leer.

Nos referíamos a:

— la lectura telegráfica — la lectura de reconocimiento — la lectura de información

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LA LECTURA TELEGRÁFICA

Ya le hemos recordado anteriormente que uno no puede llegar a una comprensión perfecta mientras esté agarrado a las palabras materiales del texto. Leer es comprender las ideas que están detrás de las palabras. Las palabras no son más que un medio de expresión del pensamiento. Cuando una persona lee palabra por palabra creyendo que la correcta comprensión de un escrito depende del relieve con que capta cada palabra, no hace en realidad más que embrollar la mente y difi­cultar la verdadera comprensión. En la medida en que uno concentra la atención en el medio o instrumento en sí, corre el riesgo de perder de vista la comprensión global del pensamiento. Aun más, ni siquiera todas las palabras tienen la misma importancia como medios de comunicación del pensamiento.

Paul Leedy trata muy acertadamente este aspecto y se lamenta de que «algunos lectores nunca llegan a darse cuenta que no todas las palabras tienen igual importancia». (Paul Leedy, Improve your reading.)

Para convencernos hasta qué punto existen en cada escrito multitud de palabras que son innecesarias basta que pensemos en lo que hacemos al poner un telegra­ma. Un telegrama bien redactado es plenamente inteli­gible; y sin embargo, comparado con la redacción ori­ginal puede contener hasta un 50 % menos de palabras.

Veamos, por ejemplo, el texto siguiente:

«Hay normalmente una reacción de desánimo cuando se habla de la posibilidad de transforma­ción interior. Reacción que proviene de la creen­cia o temor de que todo cuanto se pueda decir

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sobre transformación del carácter y de la perso­nalidad es pura teoría, son maneras, palabras, muy bonitas quizás y muy poéticas, pero que a fin de cuentas uno seguirá irremediablemente con sus problemas, con sus defectos y con sus debili­dades, puesto que, digan lo que digan, esto no hay quien lo cambie.» (A. BLAY FONTCUBERTA. Ener­gía Personal.)

Este texto podríamos reducirlo, sin perder ninguna idea principal ni secundaria, del modo siguiente:

«Hay normalmente reacción desánimo cuando se habla de transformación interior que proviene de creencia que todo cuanto se puede decir sobre transformación carácter es pura teoría palabras bonitas, que uno seguirá irremediablemente con sus problemas, defectos, debilidades.»

El texto original tiene 81 palabras, el texto reducido sólo tiene 37. Es decir se ha reducido el texto en algo más del 50 %. Sin embargo, se mantiene íntegramente el pensamiento del autor. Incluso puede usted advertir que si lee el texto original fijándose principalmente en las palabras seleccionadas y pasando un poco por enci­ma de las demás palabras el pensamiento fundamental resalta de un modo más claro y comprensible.

Esta técnica puede aplicarse a toda clase de escri­tos. En todos es posible esta reducción pues el modo corriente de hablar y expresarse así como las exigen­cias de las leyes gramaticales obligan al empleo de gran cantidad de palabras que podríamos llamar de re­lleno. Lo que al lector interesa son las palabras de significado pleno.

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La aplicación de esta técnica tiene muchas ventajas. En primer lugar todas las lecturas quedan enorme­mente simplificadas, pues, en general, casi todos los textos pueden reducirse al menos hasta un 40 % de sus palabras. Esto trae consigo un gran ahorro de tiem­po y al mismo tiempo un incremento de la veloci­dad. Además la simplificación del texto y la subsi­guiente clasificación de las ideas produce otro efecto notable: una gran disminución del esfuerzo y de la fatiga, tanto visual como mental.

No obstante, la lectura telegráfica no significa leer menos o perderse algo del texto.

El modo correcto de hacer este tipo de lectura con­siste en ir pasando la vista por todas las palabras, pero fijándose solamente en aquellas que son necesarias para la comprensión del pensamiento.

Mientras los ojos se van deslizando, es la mente la que piensa y selecciona lo que es de verdadero interés. No se pierde nada del texto, no se deforma en modo alguno el pensamiento o las ideas; al contrario, se gana en la velocidad de la lectura y se captan las ideas con más claridad. Quien ha conseguido la habilidad de leer así tiene la impresión de ir como volando por enci­ma del texto y de moverse con una gran soltura y fiexibilidad.

La condición para lograr este tipo de lectura es la práctica y el entreno previo en los aspectos percepción y comprensión de que hemos hablado en los artículos anteriores.

Aquí, en efecto, se pide un máximo rendimiento tanto a nuestra percepción visual como a nuestra capa­cidad de comprensión. Por otra parte es preciso tam­bién que ambas funciones se realicen de un modo tan espontáneo y automático que no se interfieran mutua-

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mente. El recorrer el texto rápidamente con la vista no debe impedir la concentración de la mente en las ideas y en el desarrollo del pensamiento. A su vez esta atención de la mente a las ideas no debe significar ningún obstáculo para que los ojos vayan recorriendo rápidamente el texto de modo que ofi'ezcan a la mente todo el material verbal sobre el cual la mente realizará la oportuna selección.

Muchas personas pueden encontrar dificultad en coordinar ambas fianciones. Una vez más es cuestión de práctica y de ejercitamiento. Una de las cosas en que más insistimos durante los cursos orales de lec­tura es en la necesidad de realizar los ejercicios corres­pondientes a cada lección. Siendo la lectura rápida una habilidad eminentemente práctica, ha de ser la prác­tica la que nos proporcione esa habilidad. Por lo demás, no es tanto el esfiaerzo que se requ.'ere como el método y la constancia en el aprendizaje. Y comparado con los resultados, este pequeño esfiaerzo queda ampliamente compensado teniendo en cuenta las enormes ventajas que de la lectura rápida puede sac^r el buen lector para toda su vida. Ahorro de tiempo, en prifi-ier lugar, pero sobre todo la posibilidad real de adquirir una cultura mucho más amplia y sólida. Amplia porque aumentan las posibilidades materiales de leer; y sólida porque todo cuanto se lee se hace con mayor poder de comprensión y de asimilación.

QUE ES EL «SKIMMING»

Otra técnica especializada es la que los americanos llaman el «skimming». A través de esta técnica el lector aplica a sus lecturas la máxima velocidad posible. Esta

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técnica supone la aplicación de todos los conocimien­tos y habilidades de lectura previamente explicadas.

La palabra «skimming» significa en inglés la acción de quitar la nata o crema a la leche. Aplicada a la lec­tura quiere decir el arte de sacar de un escrito lo más importante, lo esencial, o lo que uno busca de un modo particular.

En la técnica del «skimming» podemos distinguir varias modalidades diferentes. La terminología emplea­da por los autores no es uniforme para expresar las diversas clases de «skimming», ni tampoco la clasifi­cación.

Paul Leedy distingue dos tipos de «skimming»: «skimming for the main idea» y «skimming for details». El «skimming» de las ideas principales busca en un escrito identificar solamente lo fundamental del mis­mo. El «skimming» de los detalles responde al deseo del lector de encontrar un dato o un hecho concreto que le interesa de modo especial.

N. Banton Smith reserva el nombre de «skimming» solamente para el caso de la lectura que se hace para sacar una impresión global de un artículo, y de sus ideas centrales. Por el contrario, cuando se trata de lo­calizar datos particulares emplea el nombre de «scan-ning».

Norman Lewis emplea una terminología y una cla­sificación especial al distinguir tres clases de «skim­ming»:

— slight skimming — parcial skimming — complete skimming En realidad se trata de una gradación en el modo

de enfocar y de realizar el «skimming» de ideas. El «skimming» completo busca tan solo la idea o ideas

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fundamentales. El «skimming» parcial procurar captar no sólo las ideas principales, sino también algunos detalles de importancia. Él «skimming» superficial exi­ge un lectura más amplia del texto. Aquí se trata de captar todo el pensamiento, tanto las ideas principales como las secundarias y los detalles. Solamente se pres­cinde de las palabras que no son necesarias para seguir el pensamiento del autor.

En el Reading Improvement Program, de la Univer­sidad de Columbia, se define el «skimming» como: «una técnica avanzada de lectura que permite al lector ver lo que desea sin tener que leer cada frase y sin perder el hilo del pensamiento del autor».

Entre los autores franceses, Francois Richaudeau distingue entre «écrémage» y «repérage». Define el «écrémage» como la reducción del número de palabras leídas sin que sufra la comprensión general del texto leído. Por el contrario la finalidad del «repérage» es buscar una información especial.

Claude Philipe nos ofrece un cuadro más amplio y más completo de los distintos tipos de lectura. En pri­mer lugar hace una distinción entre «lecture de recon-naissance» y «lecture d'information».

La lectura de reconocimiento consiste en una pri­mera toma de contacto con un escrito o un libro. Su finalidad es formarnos una idea previa de la obra para ver si nos puede interesar y encontrar en ella lo que deseamos.

La lectura de información tiene por objeto captar toda o parte de la información de una obra con la máxima economía de tiempo. Aquí el citado autor hace una triple división:

— lectura de información superficial: cuando se

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busca una idea de conjunto, pero sin entrar en detalles.

— lectura de información parcial: cuando uno bus­ca solamente ciertos datos.

— lectura de información completa: que nos per­mite descubrir la significación completa de la obra.

Según Claude Philippe el «écrémage» no habría que confundirlo con la lectura de información; sería sola­mente una de las técnicas más importantes de la lec­tura de información. En el «écrémage», que tiene por fin: «dejar de lado las partes menos interesantes para sacar las más sustanciales», distingue a su vez tres grados:

— «écrémage de mots»: en el que el lector sólo se fija en las palabras que tienen sentido pleno y pasa por alto las palabras auxiliares.

— «écrémage d'idées»: cuya finalidad es seleccio­nar las ideas principales, dejando de lado las secundarias.

— «écrémage de structures»: que busca identificar la estructura de organización del pensamiento que está latente en un escrito.

Como hemos visto, hay distintos modos de enfocar el estudio de la técnica del «skimming». Algunos apenas hacen ninguna diferencia entre las diversas modalida­des de «skimming». Otros introducen bastantes divi­siones y subdivisiones. Todo depende del punto de vista que se adopte. Desde el punto de vista teórico pueden señalarse tantas divisiones como diferencias de matiz o modalidad en el objeto perseguido. Desde

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el punto de vista práctico se tiende a cierta unifica­ción en la medida que las técnicas fundamentales que se requieren descansan en unos principios que son comunes.

Dejando aparte lo que hemos dicho sobre la lectura telegráfica, y que sólo algún autor la asimila como una de las modalidades del «skimming», nosotros creemos que la clasificación más útil y comprensible para el alumno es la que distingue dos tipos de «skimming»:

— aquel en que uno busca una información o un dato determinado, y

— aquel en que uno trata de formarse una idea general, pero exacta, del contenido de un escrito.

Al primero podemos llamar lectura de reconoci­miento-particular; y al segundo lectura de información-general.

LA LECTURA DE RECONOCIMIENTO

Hay muchas ocasiones en que uno sólo necesita conocer un dato, un hecho, una información muy con­creta. En este caso el leer todo el texto sería una pérdida de tiempo totalmente innecesaria.

Más o menos toda persona que está en esta situa­ción comprende la posibilidad que existe de ahorrar mucho tiempo y esfuerzo. El problema está en saber aplicar de un modo acertado y metódico el procedi­miento adecuado.

En primer lugar la búsqueda puede versar sobre una palabra concreta, una fecha, una idea determinada. Una condición indispensable para que el lector pueda

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realizar una lectura de reconocimiento rápida y segura es que haya desarrollado suficientemente la rapidez y precisión de su percepción visual. Esto es absoluta­mente necesario tratándose de localizar palabras o números. En caso contrario las pérdidas de tiempo debidas a la lentitud de la percepción y a las confu­siones de unos vocablos con otros suelen ser muy grandes; aparte de la sensación de inseguridad con que se realiza todo trabajo. Con frecuencia subsiste el temor de haber pasado por alto algunos datos o de no haber sacado toda la información posible.

Cuando se trata de localizar ideas sobre algún tema concreto, además de la habilidad perceptiva, se requie­re también cierta agilidad y flexibilidad mental. En este caso habrá siempre alguna palabra que expresará el tema o la idea que queremos buscar. Siempre que encontremos en el texto dicha palabra podemos espe­rar obtener alguna información nueva. Pero no será suficiente que nos limitemos a localizar en el texto una sola palabra. Es preciso que estemos también alerta a todas las palabras que por ser sinónimos o por su significado se relacione directamente con la palabra que podríamos llamar clave. Todos estos casos signifi­carán nuevas informaciones sobre la idea que bus­camos.

Por eso el lector debe desarrollar la capacidad de reconocer las ideas aunque vengan expresadas con palabras diversas. En los cursos de lectura esto es objeto de un entrenamiento especial a través de un tipo determinado de ejercicios, en los que el alumno se acostumbra a asociar de un modo inmediato todas las palabras que tienen el mismo significado.

Antes de comenzar la lectura de reconocimiento es muy importante saber con claridad qué es 10 que se

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busca. Si el lector comienza la lectura sin tener en su mente una idea clara ele lo que busca corre el peli­gro de caer a los pocos momentos en una gran confu­sión. Por eso conviene detenerse unos instantes y vi­sualizar con la mayor intensidad posible lo que uno quiere encontrar. Después, una vez comenzada la lec­tura, hay que evitar el dejar distraerse por otras ideas que encontremos eventualmente. Si realmente son inte­resantes podemos decidir volver de nuevo sobre esas ideas, pero desde el punto de vista del objetivo que nos habíamos propuesto al iniciar la lectura de recono­cimiento sería un error permitir que nuestra atención se dispersase hacia puntos distintos. Sólo una aten­ción bien dirigida y continuada nos permitirá sacar el máximo de información tanto en cantidad como en calidad.

En la búsqueda del objetivo ha de evitarse también el desorden. Hay personas que al intentar localizar algo en algún libro lo hojean al azar, mirando aquí o allí sin ninguna clase de método. Naturalmente los resultados tienen que ser muy deficientes. Lo más indi­cado es leer en primer lugar el índice de la obra. Si nos fijamos atentamente en los títulos y subtítulos encon­traremos ciertas palabras que pueden indicarnos con gran aproximación los lugares donde podemos encon­trar lo que buscamos. Basta que nos fijemos bien en sus significados y en las posibles relaciones con las ideas o temas que tratamos de localizar.

Después de haber examinado el índice podemos dirigirnos ya directamente a los puntos más apropiados del texto. Este último paso, que nos proporcionará finalmente la información que deseamos, hay que ha­cerlo también de un modo correcto. No es aconsejable ir saltando líneas, o mirar desordenadamente la página

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del texto. El método acertado es ir pasando la vista por todo el escrito pero sin leer propiamente. Es un simple ver más que un mirar intencional. La vista debe ir recorriendo el texto muy rápidamente hasta encon­trar lo que estamos buscando.

Anteriormente hemos hablado del campo visual y de la importancia que tiene en la lectura. Normalmente cuando leemos usamos nuestra amplitud de campo vi­sual sólo en sentido horizontal. Abarcamos con nues­tra vista además de la palabra que estamos mirando, las que se encuentran a la derecha y a la izquierda. Pero nuestro campo visual puede también ampliarse en sentido vertical. Puede llegar como mínimo a abar­car dos o tres líneas del texto. Cuando se ha desarro­llado esta capacidad la velocidad en la lectura de reco­nocimiento alcanza cifras verdaderamente extraordi­narias.

Otro detalle muy importante, y que hay que tener presente durante todo el proceso, es que debemos mantenernos constantemente serenos y relajados, aun­que interiormente muy despiertos. Entonces es cuando la amplitud de nuestro campo visual es aprovechada al máximo. Toda tensión o nerviosismo no hace más que reducir nuestras capacidades receptivas. Por otra parte esa actitud interna de atención clara y serena, es la más apropiada para descubrir los puntos o pasa­jes que nos interesan, por encontrarse allí la informa­ción que buscamos. Cuando antes de comenzar la lec­tura hemos fijado en la mente con claridad lo que buscamos, y cuando la búsqueda se hace en esa actitud serena y despierta, es la misma mente consciente la. que de un modo automático nos advertirá siempre que llegamos a un punto interesante del texto.

Este tipo de lectura tiene muchas aplicaciones

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prácticas. Siempre que una persona necesita ampliar su información sobre cualquier tema referente a sus estudios o a su trabajo profesional, puede hacer uso con gran provecho y ventaja de esta técnica de lectura. Incluso desde el punto de vista cultural la persona está en posesión de una preciosa habilidad que le per­mitirá el acceso fácil y seguro a multitud de informa­ciones y conocimientos que ampliará notablemente su horizonte mental.

LECTURA DE EMFORMACION GENERAL

La lectura de información es la que tiene por objeto formarse una idea general, pero exacta, del contenido de un escrito.

Para el hombre moderno este tipo de lectura puede ser una de las habilidades más útiles y provechosas. Continuamente nos estamos lamentando de la falta de tiempo para leer Hay multitud de obras, de revistas, de artículos que desearíamos leer y que tenemos que resignarnos a dejarlos. La lectura de información nos ofrece posibilidades que quizá ni habíamos sospechado. N. Banton Smith llega a decir que: «La persona que ha llegado a poseer bien la técnica del «skimming» rara­mente se queja de no tener tiempo para dar abasto al material de lectura con que tiene que,enfrentarse.»

Sin embargo, no hay que confundir este tipo de lectura con un modo de leer superficial. Eso sí, para realizarlo bien es necesario dominar perfectamente todas las técnicas estudiadas anteriormente y haber desarrollado ampliamente tanto nuestra capacidad de percepción como de comprensión. La lectura de infor­mación es como la cumbre de todas las técnicas y exi-

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ge el dominio y la aplicación inteligente de todas ellas. En todo escrito hay algo que el autor ha querido

comunicarnos, y que viene sintetizado en las ideas principales. Sobre la importancia y significado de las ideas principales de cada párrafo ya hablamos al tra­tar de la comprensión. Aun más, cada escrito está organizado de acuerdo con alguna de las posibles estructuras del pensamiento, que también hemos estu­diado. La estructura introduce un orden y una jerar­quía entre las ideas principales. La lectura de informa­ción consiste esencialmente en descubrir con rapidez, con precisión y con seguridad, esa estructura básica junto con las ideas claves que forman el meollo de cualquier escrito.

Para lograr esta meta, el alumno que ha llegado a este punto del desarrollo del curso de lectura ya tiene casi todos los elementos o instrumentos necesarios. Necesita, sin embargo, una cierta práctica para poder aplicar coordinadamente todos los conocimientos que posee, y tener en cuenta algunas orientaciones y actitu­des particulares que dirijan su trabajo al objetivo pre­visto.

OBSTÁCULOS Y PREJUICIOS

Uno de los obstáculos que encuentran algunas per­sonas para realizar este tipo de lectura es lo que llama­ríamos excesiva meticulosidad con el texto. Son perso­nas que no se quedan satisfechas si no han leído detenidamente todas las frases y todas las palabras. Si no lo hacen así experimentan la sensación de haber realizado un trabajo incompleto, defectuoso e incluso totalmente inútil o perjudicial.

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Es preciso comprender perfectamente en qué con­siste la lectura de información, sus fundamentos y lo justificado de su« objetivos. Ciertamente existen clases de escrito que deben ser leídos con sumo cuidado y atención. Esto depende de la misma naturaleza de algunos escritos, como también del interés del lector. Pero ante las exigencias concretas que nos presenta la vida de tener que leer más, y ante las limitaciones de tiempo que encontramos por otra parte, sería un error querer reducir la situación a un simple dilema: o se lee un libro, un artículo, con todo detalle y minu­ciosidad, o no vale la pena leerlo. Justamente la lec­tura de información es el medio de deshacer este dile­ma y el instrumento que podemos adquirir para am­pliar nuestras posibilidades de leer; y de leer de un modo realmente útil y provechoso.

Para aquellas personas que no ven muy claro la posibilidad de una lectura rápida e inteligente, o que creen que la mayor comprensión de un texto es pro­porcional a la mzyor lentitud o al mayor tiempo que dediquemos a su lectura, podrá serles muy ilustrativo la siguiente experiencia que realizó Eric de Leeuw y nos narra en su libro Read better, read faster. A un grupo de lectores se les dio a leer un largo pasaje que contenía gran cantidad de detalles innecesarios. Cada cinco segundos se daba una señal para que marcasen el lugar de la lectura en donde se encontraban. Termi­nada la prueba se hizo una comparación sobre el núme­ro de palabras leídas por cada lector en los intervalos de cinco segundos. Se advirtió que algunos de los lec­tores más rápidos habían leído ciertos pasajes de ma­yor importancia casi a la misma velocidad que los lec­tores lentos; sin embargo las otras partes las recorrie­ron rápidamente y era evidente que habían aplicado

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la técnica del «skimming». Entre los lectores medios la flexibilidad para los cambios de velocidad era menor, aunque también se notaba cierta práctica del «skim­ming». Por el contrario los lectores lentos leyeron todos los pasajes casi a la misma velocidad, excepto precisamente algunos trozos que contenían detalles sin ninguna importancia. Al hacer los tests se com­probó que los lectores rápidos habían conseguido una comprensión del texto mucho mejor que los lectores lentos.

Este experimento demuestra palpablemente cómo la lentitud no es de por sí un indicio de una mejor comprensión. Algunas personas podrán sorprenderse con esta conclusión, pero si pensamos en el modo de trabajar de la mente y en las leyes que rigen su fun­cionamiento veremos que es muy lógico que sea así. La inteligencia se revela en la capacidad de síntesis y de organización. Por eso cuando se le oñ'ecen ideas generales y esquemas bien estructurados, los capta y asimila con facilidad. Le estamos dando su alimento propio y natural. Por el contrario, cuando la abundan­cia de detalles concretos es muy grande, y no se ve por ninguna parte, o no se sabe descubrir, su estructura y organización, entonces la mente maneja con dificul­tad todo este material y tiende a olvidarlo muy pron­tamente.

Esto es precisamente lo que les ocurre a los lectores lentos. Dan excesiva importancia a los detalles particu­lares y a las ideas secundarias con perjuicio de la visión del conjunto. Al faltarles las ideas claves, su mente se pierde en un laberinto de datos inconexos y desorganizados.

Por otra parte, al obligarse a un ritmo rápido de lectura la mente se dinamiza fuertemente y se polariza

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hacia las ideas más esenciales, con una repercusión inmediata en la calidad de la comprensión.

EN QUE CONSISTE ESENCIALMENTE

Al hablar de la comprensión ya señalamos la im­portancia de leer siempre pendientes de las ideas, y de cómo debíamos tratar de ir descubriéndolas de­trás de las palabras en cada una de los párrafos. La lectura de información-general significa el último paso en esta dirección. En ella uno se encuentra exclusiva- i ^ ^ mente en la búsqueda de las ideas claves.

Esta es una técnica para ser aplicada cuando uno desea hacerse una idea exacta y correcta sobre el con­tenido de un escrito en el mínimo de tiempo posible. No basta con saber prescindir de las palabras que no son absolutamente necesarias como vimos en la lectura telegráfica. Hay que saber prescindir también de las ideas secundarias. La lectura así realizada no será completa en el sentido de que uno pasa por alto el desarrollo de las ideas principales, pero no por eso deja de ser sumamente útil. En último término captar las ideas claves es captar lo fundamental de un escrito. Lo importante es saber aplicar esta técnica con rapidez y seguridad. Que uno sepa prescindir realmente de las ideas secundarias, y que no deje escapar ninguna de las ideas fundamentales.

En primer lugar, y sólo a título de información, enumeraremos algunos métodos de «skimming» que aparecen insinuados en ciertos libros, pero que a nos­otros nos parecen totalmente inadecuados. Tales son: leer una de cada cuatro o cinco palabras; leer sola­mente las palabras del centro de la página, o las de un

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margen; leer en diagonal; leer una de cada dos páginas; y otras recomendaciones semejantes.

Ninguno de estos métodos más o menos mecánicos aseguran el éxito de la lectura rápida informativa. La captación de las ideas ha de ser una búsqueda dirigida inteligentemente por la mente y que debe realizarse con un gran margen de flexibilidad, incompatible con ningún proceso mecánico.

La lectura informativa es algo eminentemente per­sonal. Su eficacia depende de la capacidad de síntesis y de comprensión que el lector haya desarrollado. De aquí la importancia de todo cuanto hemos dicho al hablar de la comprensión, y de realizar el oportuno entrenamiento. En cuanto a la percepción visual, se requiere que los mecanismos visuales estén a dispo­sición de la mente de modo que puedan ser manejados con agilidad y flexibilidad.

En particular podemos añadir varios principios o sugerencias que permiten realizar más eficazmente la lectura de información.

En primer lugar hay que fijarse con detalle en el título de lo que se va a leer. Este primer paso nos da una preciosa información que a menudo es pasada por alto por muchos lectores. El título nos indica lo que podemos esperar de un escrito, que no siempre coincide con lo que nos imaginamos que vamos a encontrar cuando no nos detenemos, al menos por unos momentos, a refiexionar sobre él. Esta primera infor­mación puede ser ampliada con el examen de los sub­títulos y otras posibles subdivisiones. A menudo la atenta observación de estos epígrafes nos revela tam­bién el modo particular como el autor ha enfocado y desarrollado el tema fundamental. Estas son orienta-

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clones que el buen lector nunca debe desperdiciar y que luego le servirán de gran ayuda cuando comience la lectura del texto.

En segundo lugar se debe procurar descubrir cuanto antes la organización o estructura interna del escrito. Recuerde lo que anteriormente explicamos sobre las estructuras del pensamiento.

Tratándose de la lectura de información-general esto es de capital importancia. Cada una de las estructuras tiene sus puntos culminantes en donde se condena lo esencial del artículo. La localización de estos puntos claves sigue también unas normas bastante fijas y claras. El lector que solamente busca lo esencial de un escrito podrá encontrarlo muy fácilmente si ya conoce la estructura u organización del mismo. Supon­gamos que se trata de la estructura Problema-solución. Como recordará el lector en esta estructura los elemen­tos esenciales son tres:

— planteamiento del problema — discusión — solución.

En una lectura de información-general lo que más le interesará al lector será conocer cuál es él problema planteado y cuál la solución dada por el autor. Se ve de inmediato el procedimiento, que hay que seguir. Habrá que dirigir la atención al- principio del escrito para localizar entre los primeros párrafos la exposi­ción del problema. Una vez visto esto podrá pasarse muy por encima, o hasta casi omitirse toda la parte central, para dirigirse hacia el final en donde encontra­remos la solución.

Si se trata de la estructura Tesis-demostración,

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probablemente será la tesis lo que más nos interese, y quizá también las conclusiones que eventualmente saque el autor.

Al abordar la estructura Hechos deberemos tener en cuenta las variantes que puede ofrecer esta estruc­tura. Después concretaremos qué es lo que más nos interesa conocer. Podrá ser la naturaleza del tema tra­tado, o el aspecto bajo el cual es presentado, o el modo como son asociados los hechos.

Es decir, el conocimiento previo de las estructuras de pensamiento y de sus posibles variantes, nos per­mite poder reconocerlas con facilidad en cualquier nuevo escrito. Y una vez reconocidas podemos dirigir­nos, prescindiendo casi de todo el resto, hacia los pun­tos de mayor interés para nosotros.

Otro punto a señalar es el modo c<5nio deben leerse los párrafos. Sabemos que cada párrafo es una unidad de pensamiento que se expresa a través de la frase principal. Ella contiene la idea central. Al hacer la lec­tura de información uno debe saber descubrir y limi­tarse a lo esencial del párrafo. Todas las frases secun­darias, todo el desenvolvimiento ulterior, puede y debe dejarse de lado. Recuerde que estamos tratando de conseguir en el menor tiempo posible una visión glo­bal, aunque clara y exacta, de todo un escrito.

Para saber manejar bien cada párrafo es necesario que el lector domine y haya practicado sufientemente lo que ya se explicó en capítulos anteriores sobre este punto. La habilidad para descubrir con rapidez la idea central de cada párrafo tiene aquí una aplicación inmediata. En cada párrafo se ha de ir directamente a lo esencial; una vez descubierto esto, se deja el párrafo y se pasa al siguiente.

Los párrafos que haya que examinar dependerá^ del

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tipo de estructura, como hemos visto hace poco, y del interés particular del lector.

El llegar a realizar con perfección la lectura de información-general supone que el lector vaya desarro­llando al máximo su sensibilidad para distinguir entre lo esencial y lo accidental, así como un cierto sentido de intuición que le lleve directamente y con seguridad hacia los pasajes en donde se encuentran las ideas fundamentales. Aparte de las orientaciones teóricas que hemos ido ofreciendo, ha de ser sobre todo la práctica la que dará al lector el dominio efectivo de estas técnicas.

La lectura de información-general está indicada, como hemos dicho, cuando uno desee formarse una idea general pero exacta de un libro o de un escrito, y no dispone de tiempo para realizar una lectura más amplia. Sin embargo, hay también otros casos en que es muy útil su empleo.

Por ejemplo: antes de leer una obra está muy indi­cado recorrerla en su totalidad para formarse una idea general de su contenido, de las tesis fundamentales y del modo de desarrollarlas. Así nos formaremos un cuadro mental que nos ayudará a comprenderla mejor y a situar cada detalle particular en su lugar corres-pendiente en una amplia perspectiva de conjunto.

Igualmente la lectura de información es la técnica adecuada cuando queremos recordar o repasar un texto que ya hemos leído anteriormente. Él simple recuerdo del esquema básico y de las ideas fundamen­tales será suficiente para que reconstruyamos todo el argumento de la obra, no sólo en sus ideas generales, sino también con muchas ideas secundarias y aun detalles particulares que serán evocados por asociación lógica.

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CAPITULO XI

LA ASIMILACIÓN

Como habrá podido observar el lector, el curso de lectura rápida ofrece mucho más de lo que su simple nombre podría parecer. No se trata solamente de un entrenamiento para poder leer más velozmente, si se agotan sus posibilidades, dándole al alumno una mayor capacidad para comprender mejor lo que lee. En reali­dad es un ejercitamiento a fondo de nuestras facul­tades mentales, corrige nuestros malos hábitos y nos enseña a pensar correctamente.

En efecto, el hecho de acostumbrarse a leer estando pendiente de identificar las ideas fundamentales en cada uno de los escritos, y de descubrir las escjFíturas &> y el desarrollo del pensamiento, constituye un verda­dero aprendizaje mental.

Cada vez que uno tiene que refiexionar para compa­rar y distinguir entre el valor relativo de las ideas principales y secundarias está afinando su capacidad de juicio y de evaluación. Siempre que uno está pen­diente de integrar todos los datos e ideas dentro de la estructura global de un escrito va desarrollando su poder de síntesis y de jerarquización.

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Indirectamente esto tiene una benéfica repercusión en todos los hábitos mentales de la persona. Poco a poco aprende a organizar correctamente sus propios ideas y pensamientos. Su mente se hace más clara y coherente. Aquí se da una mutua interrelación entre la lectura bien practicada y la mente del lector, que se va convirtiendo en un instrumento cada vez más preciso y más útil.

La lectura inteligente adiestra la mente; a su vez la mente entrenada hace mejor y con más provecho sus lecturas.

Esta profundización de la mente es uno de los efec­tos más notables de la lectura correctamente realizada, que con frecuencia se olvida o se desconoce.

El último paso de la lectura, que es la asimilación y retención de lo leído, está estrechamente relacionado con este desarrollo de la mente.

Asimilar es integrar al propio pensamiento las nue­vas ideas o datos adquiridos. La capacidad de asimila­ción es mayor cuando el lector tiene ya algunos cono­cimientos previos sobre el tema, y especialmente si estos conocimientos los tiene bien organizados mental­mente. Entonces todos los datos van incorporándose a los anteriores y se van colocando de modo natural en el lugar que les corresponde dentro del esquema ge­neral.

Si falta este esquema mental previo el lector tendrá la sensación de encontrarse con un cúmulo de ideas, datos o informaciones que no sabrá cómo manejarlos y retenerlos. Cuanto mayor sea la sensación de cosas nuevas y faltas de conexión más difícil resultará asi­milarlas, y prontamente tenderán a borrarse de la me­moria. Por el contrario, si los datos nuevos se pueden relacionar y asociar de modo lógico con lo que ya sabía

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el lector, la retención de las nuevas informaciones queda firmemente asegurada.

Es fácil comprender ahora el papel tan importante que desempeña la lectura inteligente en beneficio del lector cualquiera que sea el grado de evolución de su mente o la amplitud de sus conocimientos sobre cual­quier tema.

Si sus conocimientos son escasos o sus esquemas mentales son muy pobres, la lectura realizada tal como la hemos explicado a través de esta obra, le irá ense­ñando a pensar bien y a organizar sus ideas, al mismo tiempo que le irá equipando con nuevos conocimientos. Si ya posee un amplio bagaje cultural y su mente ha llegado a trabajar de un modo claro y ordenado, en­tonces es cuando podrá sacar el máximo provecho con la aplicación de las normas de lectura rápida e inte­ligente.

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CAPITULO XII

LA MEMORIA

Muchas personas se quejan de que se olvidan rápi­damente de lo que han leído. ¿Cómo conseguir una memoria más firme y más fiel?

En parte ya hemos contestado a esta pregunta y hemos dado muchas orientaciones que tienen por re­sultado el fortalecimiento de la memoria. El acrecen­tamiento de la memoria no es fruto de ningún truco ni del empleo de métodos extraños. La memoria no es más que un aspecto del funcionamiento de la inteli­gencia. La inteligencia que trabaja ordenadamente re­tiene mejor los elementos que maneja.

La base de la memoria es la asimilación. Lo que acabamos de decir en el apartado anterior repercute directamente en la buena retención. Cuando una per­sona sabe integrar los nuevos conocimientos relacio­nándolos con los que poseía anteriormente, haciendo que entren a formar parte, como elementos vivos, de conjuntos mentales amplios y claros, el problema de la memoria está prácticamente resuelto. Y esta es la for­ma más natural, más lógica y más aceitada de cultivar la memoria.

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Las reglas nemotécnicas que suelen darse en algu­nas ocasiones tienen un valor muy limitado, aplicable tan sólo a casos muy concretos y detallados. El uso de las mismas difícilmente soluciona los problemas de memorización y más bien contribuyen a embrollar la mente con esquemas demasiado artificiales. Y cier­tamente estos recursos no prestan ninguna ayuda a la claridad y la profundidad mental.

El verdadero cultivo de la memoria es el que se basa en las mismas leyes que rigen nuestros procesos mentales.

La inteligencia trabaja siempre estableciendo rela­ciones. Las reglas nemotécnicas se basan en esta capa­cidad de relacionar y asociar ideas, pero son aplicadas de un modo arbitrario y convencional. Pero es mucho más útil y eficaz acomodarse al modo natural de fun­cionar la mente y aprovechar todas las posibilidades que esto ofrece.

El problema está, pues, en saber establecer las aso­ciaciones más adecuadas entre los nuevos datos recién adquiridos y los conocimientos antiguos, y el modo de realizar esto de la manera más eficaz. A este respecto será útil saber algo acerca del funcionamiento de la memoria de acuerdo con los últimos descubrimientos hechos por los psicólogos.

La memoria comprende tres actividades: aprender, retener y recordar. De estas tres actividades la única sobre la cual podemos influir directamente es la pri­mera, es decir, el proceso de aprendizaje o de capta­ción de la información. Las otras dos fases: la re­tención de lo aprendido y su evocación o recuerdo voluntario escapan al control directo de la voluntad. Tan sólo indirectamente podemos influir en ellas en el sentido de que su correcto funcionamiento está reía-

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clonado con el estado fisiológico del organismo. Con­servando el organismo sano, elástico y joven, persis­tirán en su pleno rendimiento, mientras que si el organismo empieza a endurecerse y cristalizar, inevi­tablemente disminuirán la retención y el poder de evocación.

Nosotros nos centraremos en el estudio de los fac­tores que permiten mejorar nuestra capacidad de aprender, que es el único medio que se conoce hasta la fecha de poder influir directamente en el buen fun­cionamiento de la memoria.

Hay que hacer una observación previa que muchas personas posiblemente desconocen. No existe una fa­cultad general de memoria, en el sentido de que una vez desarrollada puede aplicarse con éxito a cualquier tema u objeto. La memoria es siempre especializada. Hay, por decirlo así, grupos de memorias: memoria para los números, memoria para los rostros, memo­ria para hechos históricos, y así sucesivamente. Y estas clases de memoria son entre sí bastante independien­tes, de modo que el entrenamiento en un tipo de me­moria apenas beneficia al resto=

«En el lenguaje de los psicólogos los efectos del en­trenamiento no son «transferibles»; son, por el contra­rio, relativamente «específicos». (C. A. MACE, The psy-chology of study.)

Esto es una nueva confirmación de que la memoria más que un procedimiento mecánico o automático es una actividad preferentemente intelectual ligada direc­tamente con el funcionamiento de la mente consciente. Por eso los únicos métodos y medios que garantizan una memoria eficaz son los que contribuyen a obtener un aprendizaje inteligente y correcto.

Las condiciones básicas para un buen aprendizaje

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y una firme fijación de las informaciones recibidas son tres:

— intensidad de la impresión de la idea o ideas que se quiere recordar

— correcta asociación por medio de la cual unas ideas quedan ligadas a otras.

— repeticiones oportunas de lo aprendido

INTENSIDAD DE LA IMPRESIÓN

La primera condición para poder recordar bien una cosa es que se haya grabado en nuestra mente con fuerza y con claridad. Las impresiones débiles y bo­rrosas es muy dificil, prácticamente imposible, el poder evocarlas de nuevo de modo satisfactorio.

Existen varios medios para conseguir que las pri­meras impresiones sean fuertes.

En primer lugar las buenas condiciones físicas con­tribuyen a vigorizar las impresiones. Si tenemos que leer algo para retenerlo en la memoria conviene que procuremos hacerlo cuando nos encontremos fres­cos y físicamente bien. Entonces nuestras energías son más abundantes y el resultado de nuestro trabajo será mejor. Si por el contrario nos sentimos fatigados, qui­zá con dolor de cabeza o físicamente incómodos o decaídos, haremos bien en posponer para otro mo­mento la lectura de las cosas que tengamos que memo-rizar. El bienestar físico es una fuente de energías que permiten a la mente trabajar con más intensidad y rendimiento.

La atención es otro requisito indispensable para lograr una impresión fuerte. Si pasamos la vista sobre el texto sin concentrarnos bien en lo que estamos

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leyendo será imposible obtener ninguna impresión clara y fuerte de las ideas allí expresadas. Podemos decir que jó la firmeza y profundidad de las impresiones de­pende directamente de la intensidad de la atención.

La atención lleva también consigo una voluntad clara y decidida de querer aprender, de querer que aquello que leemos se nos grabe bien en la mente. Si formulamos este deseo de un modo claro, y con esta actitud nos centramos en la lectura que estamos haciendo, la mente obedecerá fielmente nuestras órde­nes e irá registrando y guardando todas las ideas que se le ofrezcan.

El problema está en que a veces es difícil concen­trar nuestra atención en lo que hacemos. Desde lue­go la concentración puede provocarse por un acto de la voluntad. Uno puede decidir el mantenerse atento a lo que lee no permitiendo que su mente divague hacia cosas o ideas extrañas. La fuerza de la voluntad es una ayuda, y en uno u otro sentido siempre ha de estar presente. Pero ella sola no es ei único estímulo, ni el mejor, para provocar nuestra atención y concen­tración. Si uno hubiera de mantenerse atento sólo por la fuerza de voluntad esto a la larga provocaría una tensión con perjuicio incluso de lo mismo que quere­mos aprender y retener.

Los estímulos más naturales de la atención son el interés y un propósito u objetivo definido.

El interés es un estímulo tan eficaz que, cuando existe, la atención brota de un modo espontáneo. No necesitamos entonces querer atender; mas bien, es la atención lo que de modo casi irresistible se siente arrastrada por la atracción del objeto. Claro que en este momento conviene que no nos dejemos llevar de un modo mecánico o inconsciente. Para que la reten-

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ción sea óptima es necesario que a través de todo el proceso esté presente nuestro deseo consciente de que aquello que leemos se nos grabe. El interés habrá sido la fiaerza que nos movilizó, pero el deseo claro y cons­ciente de aprender y de retener es lo que garantizará una memorización perfecta.

Otro estímulo que ayuda a mantener la atención es el propósito o la finalidad que perseguimos al leer algo. La finalidad puede ser múltiple. Exigencias del trabajo profesional, deseo o necesidad de ponerse al día en cierto tipo de conocimientos, formarse una opi­nión sobre un tema o unos acontecimientos determi­nados, necesidad de informarse parí poder tomar una decisión, etc. El tener un objetivo claro estimula nues­tra atención hacia todo aquello que puede ayudarnos a conseguir lo que buscamos. Muchas veces puede ocu­rrir que al perseguir un objetivo se mezcle también el gusto y el interés personal. En este caso tendremos que las motivaciones de la atención serán muy pode­rosas y la concentración en lo que leemos se nos hará mucho más fácil. Pero en la medida que falte el inte­rés la fuerza de voluntad tendrá que venir a mantener­nos en nuestro esfuerzo para lograr los objetivos que nos habíamos propuesto.

ASOCIACIÓN DE IDEAS

La segunda condición básica para lograr una buena memorización es la correcta asociación de ideas. Como ya dijimos antes, éste es el punto más importante de la actividad de la mente en lo que se refiere a conse­guir una buena retención.

El doctor Abercrombie dice que: «El hábito de la

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correcta asociación, es decir, el conectar los hechos dentro de la mente de acuerdo con sus relaciones rea­les, y con la manera cómo mutuamente se comple­mentan e ilustran, es uno de los medios principales de mejorar la memoria; especialmente ese tipo de memoria que es esencial para una mente cultivada, y que se funde no en conexiones accidentales o arbi­trarias, sino en las relaciones verdaderas e impor­tantes.»

Para ser capaz de elaborar este tipo de asociación de ideas, es preciso que el lector sepa leer de un modo plenamente inteligente. La comprensión de lo que lee ha de ser, en la medida de lo posible, perfecta. Esto quiere decir que debe distinguir con claridad las ideas esenciales de las secundarias, y ver cómo están relacio­nadas. Comprender también de qué manera se rela­cionan entre sí las ideas principales y cómo se estruc­turan para formar una unidad superior. Y, finalmente, relacionar todo este conjunto con sus conocimientos anteriores.

La mente tiene una gran tendencia a olvidar los datos que se le presentan aislados o las frases que no tienen un sentido claro y preciso. De aquí la impor­tancia de llegar a una total comprensión de lo que queremos encomendar a la memoria y de que se lo presentemos formando grupos bien lógicos y coheren­tes. Especialmente cuando se trata de memorizar datos pequeños o insignificantes, debemos esforzarnos en descubrir las posibles relaciones que los unen y poner también de manifiesto su dependencia de una idea más general que los englobe a todos. Este será el modo más adecuado para retenerlos con fidelidad.

Como recordará el lector, ya hablamos de algunos de estos puntos al tratar el tema de la comprensión.

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Y es que la memoria es el fruto de ]a correcta actividad de la inteligencia- Por eso conforme va avanzando el curso de lectura los alumnos experimentan una nota­ble mejoría de su memoria aun antes de hablarles de ella de un modo directo. No obstante conviene dedicar una atención particular al tema de la memoria no sólo para recapitular los puntos principales, sino tam­bién para dar una visión de conjunto más completa. y sobre todo para que todos estos principios puedan llevarse a la práctica de un modo más deliberado y consciente, y por lo tanto más provechoso.

LA REPETICIÓN

La última de las condiciones básicas para una buena memorización es la repetición. Más o menos todas las personas conocen la importancia de ios repasos. Pero tan importante como el hecho de repasar es el modo y el tiempo de realizarlo.

Para establecer el modo más conveniente de realizar los repasos conviene tener presente los resultados de algunos experimentos que han hecho los psicólogos so­bre la manera de producirse el olvido.

Después de leer algo el proceso del olvido comienza muy rápidamente. Incluso ha comenzado a producirse en el transcurso de la lectura. Al cabo de unos días, quizá tan sólo de unas horas, gran parte de lo que se ha leído cae en el olvido. Después el proceso del olvido continúa, pero a un ritmo más despacio. El porcentaje de lo olvidado puede variar según los indi­viduos y según la materia. Pero en conjunto se ha comprobado que la mayor parte de) olvido se produce muy pronto después de terminar la lectura.

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Como ilustración citaremos el ejemplo aducido por T. Morgan sobre los resultados de un experimento realizado entre varios centenares de estudiantes de bachillerato. Al terminar de leer un pasaje en prosa los estudiantes no recordaban, como término medio, más que un 50 por 100 de su contenido. Al día siguiente sólo recordaban un 30 por 100, y al cabo de dos sema­nas únicamente el 10 por 100. (T. MORGAN HOW to study.)

Por el contrario, los efectos de un pronto repaso son extraordinarios, sobre todo cuando uno no se limita a leer de nuevo pasivamente el mismo texto, sino que procura hacerlo de un modo activo viendo lo que él puede recordar espontáneamente y acudiendo después al texto para suplir las deficiencias. Esto puede verse en el resultado de dos grupos sometidos a experimen­tación.

Al terminar de leer un pasaje los componentes de uno de los grupos realizaron inmediatamente dos repa­sos de lo que habían leído, mientras que los del otro grupo no hicieron ningún repaso. Al cabo de tres sema­nas el primer grupo recordaba el 80 por 100, mientras que el segundo tan sólo un 15 por 100.

Vemos, pues, la enorme importancia que tienen los repasos, sobre todo los que se realizan casi a continua­ción de realizar la lectura.

En orden a conseguir una buena retención de lo que se lee está muy indicado el realizar lo que llama­mos lectura de información general. Esta lectura nos proporcionará una visión general del conjunto y un esquema mental amplio dentro del cual irán colocán­dose todas las ideas y detalles particulares. Después de haber comprendido el esquema general y las ideas fundamentales de un escrito o de un libro, la lectura

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detallada del mismo se convierte, en cierto modo, en una primera repetición constructiva. Todo irá que-'dando en nuestra mente más ordenado y estructurado, y más firmemente grabado.

También es muy conveniente hacer algunas peque­ñas pausas a través de la lectura para realizar un breve repaso de los párrafos que acabamos de leer. Ya he­mos dicho como es muy normal que al llegar al final de la lectura hayamos olvidado gran parte de lo leído. Estas pequeñas pausas realizadas de cuando en cuando en los lugares más apropiados —después de leer varios párrafos que forman una unidad o una frase del des­arrollo del pensamiento— constituirán un verdadero repaso que contribuirán a fijar con más solidez en nuestra mente los conocimientos adquiridos. Al llegar al final ya habremos realizado de hecho el primer repaso más importante.

Finalmente, al terminar la lectura de todo el escrito un repaso general al estilo de la lectura informativa previa es de una utilidad extraordinaria para conseguir una memorización óptima de lo leído. Incluso este repaso general puede ser repetido alguna vez más al cabo de varios días. Con esto quedará bien asegurada una más firme y larga retención.

Quizá pueda parecer que el poner en práctica estos medios suplementarios para asegurar la retención supo­nen una excesiva pérdida de tiempo. En realidad es todo lo contrario. Cuando uno tiene interés en poder conservar y recordar las ideas que ha leído, éste es el jnodo más eficaz y más económico de conseguir lo de­seado.

Cuando se realiza la lectura sin estas precauciones que acabamos de indicar uno corre el riesgo, casi se­guro, de encontrarse a los pocos días con la desagra-

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dable sorpresa de no recordar casi nada. Si desea vol­ver a recordar lo que leyó se verá obligado a leer todo de nuevo casi como la primera vez

Por el contrario, estos repasos escalonados exigen en realidad mucho menos tiempo del que parece y, so­bre todo, los efectos tan beneficiosos que producen sobre la memorización compensan ampliamente el pe­queño esfuerzo que suponen.

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PARTE TERCERA

APLICACIÓN DE LAS TÉCNICAS DE LECTURA RÁPIDA A LOS CASOS PARTICULARES

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El arte de la lectura rápida abarca una serie de técnicas que el lector debe conocer y dominar con perfección. Pero también es importante el saberlas emplear de un modo adecuado en cada caso particular. No todos los escritos deben leerse de la misma forma, e incluso la lectura de un mismo escrito puede hacerse de modos diferentes según el deseo o la finalidad que pretende el lector.

En el siguiente capítulo vamos a considerar en ge­neral el modo cómo debe leerse un libro y los pasos que conviene realizar. Después diremos algo sobre el modo de realizar la lectura de los distintos escritos según la materia que tratan.

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CAPÍTULO X I I I

CÓMO LEER UN LIBRO

Hay muchas personas que al tener un libro entre sus manos piensan que lo más importante que tienen que hacer es comenzar a leerlo de inmediato. Y así se dirigen directamente al texto, a veces al primer capí­tulo, dejando como cosa sin importancia el prefacio o la introducción. Todavía se suele dar menos impor­tancia al examen del índice. Esto es una equivocación desde el punto de vista de obtener una lectura plena­mente provechosa. Veamos ordenadamente el método y los pasos más apropiados.

EL TITULO

En primer lugar se ha de leer el título con toda atención. Este consejo puede parecer superficial o inne­cesario. Todas las personas saben por lo menos el título de la obra que están leyendo. Sin embargo, el re-fiexionar sobre el título es el primer paso de impor­tancia.

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Piense el lector que lectura inteligente quiere decir lectura con plena comprensión; y que comprender es saber ver las relaciones que existen entre las cosas dentro de una visión global de conjunto. Siempre que uno lee faltándole esta visión de conjunto está reali­zando una lectura deficiente. Por eso es. importante asegurarse desde el primer momento esa visión global y la posibilidad de establecer una correcta relación entre las diversas partes y el todo. La lectura del título es el primer paso en este sentido.

Normalmente el autor escoge el título de su obra después de pensarlo bien y porque considera que en él queda resumida la quintaesencia de su pensamiento. El mejor momento para comprender todo el alcance del título es al terminar de leer la obra: pero en la medida que procuramos profundizar y adivinar lo que se encuentra encerrado tras las palabras del título, esto nos proporciona de entrada la actitud mental más adecuada para iniciar la lectura de la obra.

En el título debemos saber encontrar el tema fun­damental y el aspecto particular del mismo que es considerado. Cada tema suele tener muchas ramifica­ciones y generalmente un libro sólo trata algunos o alguno de los aspectos posibles. Con frecuencia tam­bién podemos encontrar en el título, o en el subtítulo de la obra, el enfoque particular o el punto de vista desde el cual se considera el tema tratado.

La comprensión del título nos proporciona desde el primer momento una visión amplia dentro de la cual podrán ir colocándose ordenadamente todos los demás datos e ideas particulares.

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EL ÍNDICE

El segundo paso que hay que dar es consultar el índice. La lectura del índice sirve en primer lugar para confirmarnos la idea que nos habíamos formado, al leer el título,, sobre el tema y el enfoque general de la obra. Además encontraremos en él la estructura y la organización del escrito. A través del índice nos podemos formar un cuadro mental más completo, dis­tinguiendo las fases principales del desarrollo del tema e incluso la mutua relación y la importancia relativa de cada una de las partes. Esto facilita luego el «skim-niing» o lectura de información.

LA INTRODUCCIÓN

El tercer paso será la lectura del prefacio o intro­ducción. El examen y la refiexión sobre el índice nos habrá permitido formarnos una idea más concreta sobre el objetivo del libro, temas tratados, enfoque y plan general. Con estas ideas podremos leer con mucho más provecho y más rápidamente la introducción del autor. Es de esperar que encontraremos confirmadas la mayor parte de nuestras ideas y en todo caso enten­deremos mucho mejor las explicaciones del autor. En la introducción nos hablará normalmente de las razo­nes que tuvo para escribir, de los problemas básicos abordados, de los criterios seguidos en su trabajo, del plan adoptado, del público a que se dirige, del modo de emplear el libro de una manera más provechosa.

Al terminar de leer el prefacio se puede decir que estamos ya familiarizados con el tema del libro. Ya

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sabemos de qué se trata y de qué modo es tratado el asunto.

Este momento es oportuno para hacer una ligera anticipación. La amplitud de la anticipación dependerá; como ya hemos dicho anteriormente, de nuestros cono­cimientos previos sobre la materia, pero siempre podre­mos hacer provechosamente algún género de anticipa­ción i ya sea formulando nuestras propias opiniones sobre el asunto, bien concretándolas en una serie de preguntas referentes al tema. El interés que esto des­pierta en nosotros es la mejor preparación para dar el paso siguiente con la mente dirigida y polarizada hacia la búsqueda de las ideas fundamentales. Esta anticipación puede hacerse con respecto a todo el libro en general y también con respecto a cada capítulo en particular como paso previo a su lectura.

Los pasos que hemos explicado hasta ahora nos deben haber proporcionado, si han sido bien realiza­dos, dos cosas: una visión global, amplia, del tema a estudiar, y unas estructuras generales dentro de las cuales deberán ir clasificándose las ideas particulares que vayamos aprendiendo. Por otra parte la anticipa­ción nos habrá estimulado y dinamizado hacia la rea­lización de una lectura atenta llena de interés y con unos propósitos claros y bien definidos.

LOS CAPÍTULOS

El paso siguiente es la lectura de cada uno de los capítulos. ¿En qué orden y cómo debemos leerlos?

En la lectura de los capítulos podemos distinguir dos partes: una la perteneciente a la fase de lectura de información general o «skünming»; y otra a la lee-

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tura detallada o completa del libro. En esta segunda fase la lectura de los capítulos deberá hacerse orde­nadamente; pero esto no es necesario en la primera fase.

LECTURA DE INFORMACIÓN

Para hacer la lectura de información general algu­nos autores, como Eric de Leeuw, aconsejan inspeccio­nar el primero y el último páp?afos y las primeras líneas de los restantes párrafos; en los demás capítulos se puede hacer un «skimming» más libre. Esta regla tiene su razón de ser dada la significación especial que suelen tener el primero y el último capítulo, pero puede haber casos en que esto no sea lo más ade­cuado.

Al realizar la lectura de información general habrá algunos capítulos que merecerán ser examinados con mayor atención. Si el lector ha hecho un cuidadoso examen del índice y a través de la anticipación ha concretado sus intereses y sus objetivos, podrá deter­minar con facilidad cuáles son los capítulos más rele­vantes donde encontrará las ideas más importantes de toda la obra. A veces podrán coincidir con el pri­mero y el último capítulo, pero no siempre será así. Dependerá principalmente del plan seguido por el autor y en parte también de los intereses del mismo lector.

Una vez determinados" los capítulos a examinar, deberán ser leídos aplicando las indicaciones que di­mos al hablar de la lectura de información general. Como resultado obtendremos una visión global, pero exacta, de la postura fundamental del autor, de las

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tesis básicas de la obra, y de las soluciones generales que se dan a la problemática planteada.

A continuación puede hacerse, en la medida que se juzgue conveniente, una ligera supervisión de los res­tantes capítulqs. Si el lector se ha fijado bien habrá observado que todos los pasos propuestos siguen un orden lógico que se acomoda al modo de funcionar de la mente. La mente comprende bien las ideas genera­les; y los detalles e ideas particulares sólo las asimila perfectamente cuando son presentados poniendo de manifiesto sus relaciones entre sí y sobre todo con las ideas más generales.

Esto es precisamente lo que va haciendo el lector al seguir los pasos indicados. Se parte de una visión global, lo más clara y consciente posible, y paso a paso se va enriqueciendo con otras ideas según su relativa importancia jerárquica. De este modo se cons­truye una estructura sólida y firme apta para ser bien comprendida, asimilada y retenida por la mente deí lector.

LECTURA DETALLADA

El último paso de la lectura de un libro consiste en la lectura ordenada y detallada de cada capítulo. En general aquí debe repetirse el mismo ciclo explicado con respecto a la lectura del libro en conjunto. Siem­pre será un ir de lo general a lo particular; claro que tratándose de un capítulo la visión general del mismo estará supeditada a la visión global de toda la obra.

Al comenzar la lectura de cada capítulo nos habre­mos de fijar con detalle en el título y en los subtítulos o subdivisiones. Con esto tendremos una idea exacta

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del punto concreto tratado en dicho capítulo, así como de la estructura general del mismo. Después se ha de consultar el índice para no olvidar el lugar exacto que ocupa dentro del conjunto de toda la obra. Este detalle es importante incluso para la correcta com­presión del mismo capítulo. Después, a través de una lectura de información procuraremos captar las ideas principales del capítulo, y finalmente realizaremos la lectura completa del texto teniendo en cuenta los deta­lles y las ideas secundarias.

REVISIÓN FINAL

Al terminar de leer toda la obra sera muy bueno hacer una recapitulación general, fijándonos en el índi­ce y quizá repasando con la técnica del «skimming» alguno de los capítulos principales. Esta revisión final tiene una gran semejanza con la visión global de las primeras fases porque se mueve dentro del ámbito de las ideas generales; pero se diferencia porque ahora la visión global se presentará cargada de mucha mayor riqueza y contenido.

Esta revisión final no debería omitirse nunca. El tiempo y el esfuerzo que requiere es relativamente muy pequeño, pues las ideas están todavía frescas en la mente. Sin embargo, la utilidad de esta revisión es extraordinaria en orden a lograr una fijación más clara y duradera de lo que se ha leído.

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CAPITULO XIV

ESCRITOS ESPECIALES

Hemos visto, en general, cuál es el medio más ade­cuado para leer un libro. En principio esas indicacio­nes pueden aplicarse a la lectura de cualquier escrito. Sin embargo, entre los distintos libros hay grandes diferencias según sea su tema y su naturaleza. Esto exige cierta flexibilidad para adaptar las técnicas a cada caso concreto e incluso conviene tener en cuenta algunos recursos particulares que se acomodan mejor a cada una de las circunstancias.

Según el tema y el tipo particular de lectura exigido, podemos hacer de los escritos tres grandes grupos:

a) Lectura de estudio: es propia de los escritos científlcos. A este grupo pertenecen las lecturas que hay )%C que hacer por razón de estudios carreras universitarias, o ampliación de los respectivos conocimientos.

b) Lectura de obligación profesional: aquí van in­cluidos los documentos legales, cartas de nego­cios, e informes técnicos.

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c) Lectura de entretenimiento: que abarca la lite­ratura, novelas y en general todo lo que está comprendido bajo el nombre de lectura-ficción.

A esto añadiremos algunas consideraciones sobre las diversas clase de gráficos y el modo de leerlos. Los gráficos suelen emplearse con mucha frecuencia, y de modo especial en algunos tipos de escritos como son los de carácter científico y en los informes técnicos.

a) Lectura de estudio

En el desarollo de este tema seguimos en líneas generales la exposición que hace Paul Leedy en su libro Read with speed and precisión, que es, a nuestro juicio, el autor que trata el asunto del modo más claro y más adecuado a nuestro propósito.

Dentro de los escritos que exigen una lectura de es­tudio mencionaremos especialmente dos clases de tex­tos, que son los que normalmente pueden tener un mayor interés para el lector: los que se refieren a las ciencias sociales, y los referentes al campo científico propiamente dicho. Entre los escritos de carácter so­cial se encuentran principalmente la historia, la psico­logía, la sociología, la economía. Entre los escritos científicos nos referimos de modo especial a la biolo­gía, ia química, la geología, la física-

La enumeración que acabamos de hacer no es exhaustiva y tiene simplemente un carácter de orienta­ción. No vamos a considerar en detalle cada una de las especialidades posibles, pues esto rebasa el propó­sito y la finalidad de esta obra. Daremos, no obstante, algunas indicaciones generales respecto a cada uno de

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los dos grupos señalados, que podrán servir de guí? y ofrecen una notable ayuda a los estudiosos.

Tanto al leer un escrito de carácter científico como sociológico conviene tener en cuenta cuatro fases, o pasos a dar, con el objeto de obtener una lectura más provechosa.

Primero. Realice una lectura de información general o «skimming» con el objeto de obtener una visión global de conjunto y de ver cuál es la estructura y organización del escrito.

Segundo. Trate de escribir de memoria el esquema de organización en dicho escrito. Si lo consigue hacer exactamente habrá realizado bien el paso primero, que tratándose de una lectura de estudio reviste una im­portancia extraordinaria. Si advierte que su memoria falla o que no es capaz de precisar con seguridad las distintas partes de la estructura general vuelva a mi­rar el texto.

Tercero. Lea de nuevo el texto de modo completo para ir captando las ideas, los hechos y los detalles particulares, y ver en qué parte de la estructura gene­ral encajan y por qué.

Cuarto. Sin mirar al texto, pero teniendo pelante el esquema de organización que hizo en el paso segundo, trate de recordar los datos y detalles particulares poniéndolos por escrito y asignándolos a las partes correspondientes del esquema general.

Si logra realizar bien los pasos descritos en segundo y cuarto lugar, sin tener que mirar al texto, puede confiar en haber conseguido una acertada comprensión del escrito.

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ESCRITOS DE CARÁCTER SOCIAL

Los cuatro pasos que acabamos de explicar son aplicables, como hemos dicho, a cualquier clase de lectura de estudio. Tratándose de escritos de tipo so­ciológico existen algunos otros recursos que pueden ser empleados con ventaja.

— Use siempre que sea necesario libros de consulta, como atlas, diccionarios o enciclopedias. Particular­mente el estudio de la historia debe hacerse constan­temente con una referencia directa al lugar geográfico de los hechos. Esto no es solamente una ayuda para grabarlos mejor en la memoria, sino que en muchos casos su misma localización es una explicación, al menos parcial, del porqué de ciertas situaciones his­tóricas y de su desarrollo. En el estudio de la econo­mía y de la sociología hay ciertos datos de carácter general que conviene tenerlos presentes, tales como estadísticas de producción o de población, ya sean nacionales o regionales, y que pueden encontrarse fá­cilmente en los diccionarios o enciclopedias.

— Acostúmbrese a leer teniendo siempre a mano, papel y lápiz Haga frecuentemente esquemas perso­nales o gráficos ilustrativos de lo que está leyendo. Por medio de los gráficos y esquemas destaque los puntos fundamentales del escrito y ponga de mani­fiesto las mutuas relaciones. Un esquema bien hecho le servirá para ver de un modo claro e intuitivo lo esencial de un escrito, ayudándole a obtener una com­prensión más completa y una retención más firme.

—• Si los libros son suyos no dude en subrayarlos o en hacer notas marginales. Los libros son unos ins-

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trunientos de trabajo. Como instrumentos deben ser usados, y su utilidad depende de la habilidad del que los usa y del modo como son usados. Un texto subraya­do y anotado es un texto trabajado; un texto que ofrece más, sobre todo para el mismo que lo ha trabajado.

No obstante, hay que evitar la confusión de los que creen que por el mero hecho de subrayar una palabra o una frase, ésta queda automáticamente compren­dida y grabada en la memoria. También hay que evitar el abusar excesivamente del subrayado. Un texto en que casi todo está subrayado es un texto en que, para los efectos prácticos, nada ha sido subrayado, nada des­taca de modo especial.

El subrayado tiene una sola finalidad: hacer que el texto escrito cobre más relieve ante los ojos del mismo lector. Conviene, pues, hacerlo de un modo inteligente y de acuerdo con el interés o el propósito del que lo lee. En algunas ocasiones bastará con hacer resaltar las frases esenciales, otra convendrá subrayar algún dato determinado, o quizá cierta correlación de espe­cial importancia que existe entre los hechos enume­rados.

En cuanto a las notas marginales pueden ser de mu­chas clases. Pueden consistir en alguna o algunas pala­bras a modo de breve comentario, o en signos conven­cionales con un significado preciso para el lector. Una línea vertical, por ejemplo, puede ser para indicar los pasajes más importantes. El interrogante puede em­plearse para denotar duda o disconformidad con lo que dice el autor. Un signo de admiración puede seña­lar una idea nueva para nosotros y que deseamos estu­diarla y comprobarla más detenidamente.

— Muchos libros, especialmente si son de estudio, traen al final de cada capítulo una lista de preguntas

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sobre el tema tratado. Son una buena oportunidad para que comprobemos hasta qué punto nuestra compren­sión del texto ha sido satisfactoria. En general el autor ha escogido aquellas preguntas que están relacionadas con los puntos más importantes de la explicación, de modo que si las podemos contestar acertadamente es una garantía de que hemos sabido captar lo fundamen­tal y comprenderlo correctamente.

Con vistas a un futuro repaso es una buena idea anotar junto a cada pregunta la página del libro en donde se encuentra explicado el punto correspondiente.

— Para un estudio más amplio lea cuidadosamente la bibliografía que le ofrece el autor, bien al final de cada capítulo o al terminar toda la obra. En general, suele tratarse de textos básicos o fundamentales dentro de la especialidad indicada.

ESCRITOS CIENTÍFICOS

Los escritos de tipo científico tienen unas caracte­rísticas especiales en lo que se refiere a su estructura y a su léxico. Teniendo en cuenta estos rasgos comu­nes entre ellos, se pueden dar algunas orientaciones que resultan más apropiadas para su lectura.

— Ordinariamente, al final de cada capítulo suele encontrarse un sumario o resumen general del mismo. Es una magnífica ayuda que nos ofrece el autor para lograr una máxima comprensión del texto, y que nunca debe ser pasada por alto. Pero no nos debemos limitar a una lectura superficial del mismo. El sumario con­tiene siempre las ideas fundamentales del tema expues­to en el capítulo. Una lectura atenta del mismo debe hacernos reconocer y recordar lo que acabamos de leer.

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LECTURA RÁPIDA 197

ayudándonos a poner el debido énfasis en estos puntos fundamentales. Es también conveniente que en el mis­mo sumario anotemos al margen de cada apartado o división las páginas del texto en donde viene desarro­llado el punto respectivo. De esta manera lo podemos convertir en una especie de índice adicional que so­bre todo en el momento del repaso nos será particu­larmente útil.

— Al hablar de la lectura en general ya hemos indi­cado la importancia que tiene el leer con un propósito claro. Tratándose de escritos científicos este propósi­to ha de ser también bien preciso y definido. Normal­mente el tema abordado por esta clase de textos se refiere a asuntos muy concretos y bien delimitados. Por lo tanto el propósito que dinamizará nuestro inte­rés podrá expresarse, la mayor parte de las veces, a través de alguna pregunta breve y concisa. Por ejemplo: ¿Cuál es la ley que regula el comportamiento de los gases? O: ¿Cómo se obtiene y qué cualidades tiene tal ácido?

— Con bastante frecuencia ocurre que un tema de­terminado no es tratado totalmente bajo un solo epí­grafe, sino que dados los posibles puntos de vista o de acuerdo con sus diversas aplicaciones, se suele hacer alusión al mismo en varias partes o capítulos del libro. Con el fin de lograr una visión más completa y exhaus­tiva es muy conveniente consultar simultáneamente to­dos los lugares respectivos. Esto ayuda a lograr un conocimiento más integrado y sistemático con reper­cusión favorable tanto en la comprensión como en la retención. Los lugares paralelos pueden encontrarse con ayuda del índice de materias; desde el punto de vista práctico resulta muy útil anotar en el mismo texto, al margen, las páginas correspondientes.

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— Es característico de los libros científicos el em­pleo de palabras técnicas y especializadas que pueden significar una dificultad para el estudiante. Estas pala­bras exigen una cuidadosa atención, pues su compren­sión es necesaria para poder entender bien el texto. Las palabras técnicas no son tan dificiles como a pri­mera vista pueden parecer. No son palabras escogidas de modo arbitrario, sino que constituyen de por sí una verdadera definición de la cosa a que se refieren. Fre­cuentemente son palabras compuestas de varios ele­mentos: raíces, prefijos y sufijos, tomados por regla general del griego o del latín. El conocimiento de las principales raíces griegas y latinas puede ser de gran ayuda en este sentido, pues nos indican directamente el significado de las palabras de ellas derivadas.

Un buen medio para aprender y familiarizarse con estos términos es el empleo de pequeñas fichas. En una de las caras de la ficha se pone el nombre de la pala­bra que queremos aprender y en la otra cara se anota el significado, origen y elementos que componen la pa­labra. De cuando en cuando se hace un repaso de todas las fichas, procurando acordarse del significado de cada palabra sin tener que mirar el dorso. De este modo, en un tiempo relativamente breve, se consigue incorporar­las definitivamente al propio vocabulario.

— A veces sucede que el lector no acaba de com­prender la explicación que da el texto sobre un tema o punto determinado. En estos casos es conveniente consultar otras obras de diferentes autores. El ver otros puntos de vista contribuye notablemente a una mejor comprensión de los puntos dificiles. Las aclara­ciones conseguidas pueden luego ser transcritas a modo de notas marginales en el mismo texto de estudio-

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LECTURA RÁPIDA 199

b) Lectura de obligación profesional

Otro género de escritos muy especializados son los que tienen que manejar diariamente los hombres de negocios y los profesionales de las clases más diversas. Muchos de ellos tienen que dedicar gran parte, quizá la mayor parte de su jornada laboral, a la lectura de car­tas, documentos e informes. El saber manejar adecua­damente todo este material representa no sólo un gran ahorro de tiempo, sino también una mayor eficiencia en el propio trabajo con un esfuerzo menor y una me­nor fatiga.

No vamos a repetir aquí todo lo que hemos dicho a través de todo el libro sobre los principios y las di­versas técnicas de lectura rápida e inteligente. Ellas constituyen la base principal para una lectura eficaz. Dando por conocido y asimilado todo lo anterior, aquí añadiremos únicamente aquellos detalles o recursos particulares que son de especial aplicación al tipo de lectura que ahora tratamos.

CARTAS DE NEGOCIOS

Normaimemo el hombre de negocios tiene que co­menzar su jornada diaria revisando una buena canti­dad de correspondencia. Su habilidad debe consistir en ir directa y rápidamente a lo esencial sin omitir nin­gún detalle importante. Con este proposite se pueden dar varias recomendaciones:

— Después de haber visto quién escribe la carta, eche sobre ella una ojeada general. Ordinariamente las cartas no contienen más que uno o dos puntos impor-

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tantes. Es lo que el remitente nos quiere decir. Posi­blemente podrá descubrirlos en esta primera ojeada. No obstante, puede haber cartas más complicadas en que esto no aparezca tan claro o que dado el asunto exijan una mayor atención.

— Por regla general las frases iniciales y finales de las cartas son fórmulas de pura cortesía en las que no es necesario detenerse. Lo esencial de la carta suele encontrarse en la parte central. Ahí es donde uno debe fijarse más detenidamente. Una vez descubierto el con­tenido o el propósito de la carta se hace posible reem­prender un ritmo más acelerado de lectura, pues los subsiguientes párrafos no suelen ser más que conside­raciones complementarias que no añaden generalmente ningún dato importante.

— Al leer una carta aplique ampliamente la técnica de la lectura telegráfica, que ya hemos explicado en otro lugar. Las cartas pueden ser reducidas a lo esen­cial mediante la eliminación de las palabras innecesa­rias en una medida mucho más extensa que los textos impresos ordinarios. No es raro poder llegar a elimi­nar hasta el ochenta por ciento del texto original.

— Las normas que dimos acerca de los párrafos no son aplicables en general a las cartas, pues sus párra­fos suelen ser más bien convencionales. Lo que se pre­senta como varios párrafos distintos pueden ser fre­cuentemente simples fragmentos de un párrafo más amplio. La división de la carta en párrafos es una cosa muy subjetiva del remitente, que más que a la unidad del pensamiento suele atender a otros motivos, como el deseo de una presentación más clara y agradable.

— Subraye en las cartas las frases que expresan lo esencial de su contenido, y especialmente aquellos pun­tos a los cuales quiere usted responder. Indique al mar-

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LECTURA RÁPIDA 201

gen con un breve comentario o fí'ase el sentido de su respuesta o las observaciones pertinentes. Estas anota­ciones le ahorrarán mucho tiempo cuando se disponga a dar la contestación. Es también aconsejable contestar inmediatamente aquellas cartas que sean de fácil res­puesta o que no exijan ninguna consulta o delibera­ción ulterior. Con esto se evita el tener que leerlas de nuevo, ahorrándose con ello el tiempo consiguiente.

DOCUMENTOS LEGALES

Otro tipo de escritos que debe manejar con cierta fí'ecuencia el hombre de negocios o el profesional son los documentos legales.

Los documentos legales revisten una especial difi­cultad para el lector común, que proviene de su estilo y de su presentación. En general están redactados en un estilo que se nos hace demasiado confuso y pesado. La acumulación de datos, circunstancias y consideran­dos hacen de los textos legales algo bastante complejo y difícil de captar con rapidez y exactitud. El lector poco habituado fácilmente se pierde entre las formas y frases interminables del tradicional estilo forense, que suele ser el extremo opuesto de la brevedad, cla­ridad y concisión a que se tiende en el estilo moderno.

Para manejar esta clase de documentos es muy útil aplicar la técnica que describe Francois Richaudeau en su libro Cours de lecture rapide y que podríamos lla­mar la técnica del «Sujeto-Verbo-Complementos».

Cuando en un texto legal hemos identificado estos tres elementos todo se aclara y simplifica. Estas son las tres informaciones fundamentales que hemos de tra­tar de captar lo más rápidamente posible.

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202 ANTONIO BLAY

El sujeto representa el tema, el asunto, la persona o la cosa sobre la cual se va a pronunciar el legislador. El verbo significa lo que el legislador ordena o esta­blece acerca de la cosa expresada por el sujeto. Final­mente, el complemento o los complementos completan la idea del verbo o expresan las circunstancias particu­lares bajo las cuales la ley mantiene todo su vigor.

Cada párrafo debe ser examinado en este orden. El reconocimiento del sujeto nos servirá para saber de entrada si el artículo correspondiente nos interesa o no. Si el sujeto hace referencia al asunto que buscamos entonces se procede a los pasos siguientes examinando atentamente a través del predicado verbal y de los com­plementos el contenido de la ley y las circunstancias en que se aplica.

Cuando decimos que el sujeto de la frase o del pá­rrafo expresa el asunto o tema sobre el que versa la ley nos atenemos a lo que sucede habitualmente. En algún caso, no obstante, podría venir representado por otra palabra que no hiciera el oficio de sujeto, pero esto no es lo normal. Por lo demás, cuando uno aplica esta técnica, fácilmente aprende a destacar los elemen­tos fundamentales, aunque haya alguna anomalía en lo que se refiere a su función ordinaria desde el punto de vista gramatical.

El empleo del subrayado es muy práctico tratán­dose de esta clase de documentos. Son precisamente los tres elementos fundamentales «Sujeto-Verbo-Com­plemento», los que deben ser subrayados. De este modo el texto se hace mucho más claro e inteligible al poner de relieve lo ¿sencial del mismo.

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LECTURA RÁPIDA 2C8

INFORMES TÉCNICOS

Los informes técnicos son escritos muy especializa­dos y que versan sobre algún punto muy concreto den­tro de algún aspecto o rama del conocimiento. En ge­neral tienen un carácter práctico. Pueden referirse, por ejemplo, a la exposición de nuevos procedimientos de fabricación, a la posibilidad de aplicar a la industria algún nuevo descubrimiento, a los resultados de una determinada operación mercantil, a la situación del mercado nacional o internacional, etc.

Los informes técnicos suelen tener una apariencia más bien seca y austera, lo cual los hace muy poco atractivos excepto para aquellos que están directamen­te interesados por su contenido.

Sin embargo, tiene la ventaja de seguir un cierto orden o tener una organización interior bastante clara. Muchas veces este orden u organización interna es pues­to de manifiesto de un modo patente por el mismo autor mediante el empleo de títulos y subtítulos ade­cuados. Éstos sirven de una gran ayuda para realizar el «skimming» previo que nos dará una idea del tema tratado y del enfoque bajo el cual es presentado. Aun en los casos en que la organización del escrito no apa­rece de un modo explícito, a través de las correspon­dientes divisiones y subdivisiones, no por eso suele fal­tar esa organización interna. En este caso una de las finalidades del «skimming» previo será descubrir la or­ganización o estructura que el autor ha seguido al re­dactar el escrito.

Además de esto, el «skimming» previo sirve tam­bién para que el lector se haga una idea sobre el con­tenido del artículo y sobre su interés relativo, con lo

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cual podrá decidir si vale la pena dedicarse más a fondo a su estudio o no.

Otra ventaja que suelen presentar estos escritos es la existencia de un sumario o resumen, que general­mente se encuentra al final del artículo, aunque algunas veces puede venir al principio. Su lectura atenta es también muy útil como paso preliminar a la lectura detenida del artículo.

También es interesante observar la construcción o estructura de los primeros párrafos. Los autores de escritos técnicos no suelen estar interesados por la elegancia literaria, sino que desean sobre todo presen­tar claramente unos datos, o el resultado de unas in­vestigaciones, a la consideración del lector. En conse­cuencia, su estilo es en general bastante igual y uni­forme. Esto quiere decir que si observamos el lugar en que están colocadas las ideas principales dentro de los primeros párrafos, podemos suponer con gran pro­babilidad de acierto que en lugar semejante encontrare­mos las ideas principales de los párrafos restantes.

Otra característica de los informes técnicos es la abundancia de datos o informaciones concretas. Esto es interesante desde el punto de vista documental. Por medio de dichos datos el autor nos da cuenta de todas sus observaciones, experiencias o trabajos de investi­gación. Estos datos son precisamente la base y el fun­damento sobre el cual él construye su teoría o intenta llegar a una explicación de la realidad.

Desde el punto de vista del lector la parte documen­tal puede tener muy diversa importancia. Puede su­ceder que sean precisamente los datos lo que más le interese, bien porque él también desea hacer un estudio exhaustivo de la materia, o porque quiere comprobar personalmente las conclusiones que presenta el autor.

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LECTURA RÁPIDA 205

Pero puede suceder también que la parte documen­tal carezca de interés inmediato para el lector. Dando por correcto todo el trabajo de observación o de in­vestigación, lo que él desea saber son las conclu­siones, hipótesis o teorías a que dicho trabajo ha dado lugar.

En este caso la lectura de los informes técnicos puede simplificarse enormemente. Por regla general bastará leer detenidamente sólo el principio y el final del escrito, pasando por la parte central de un modo más rápido y superficial. En efecto: ordinariamente los primeros párafos del informe sirven para darnos una idea general del problema o para ambientarnos ante la situación que se trata de examinar. La parte central suele estar dedicada al estudio pormenorizado de cada detalle. Esto es lo que se puede omitir o pasar muy por encima, sin que por ello quede perjudicada en absoluto la plena comprensión de los últimos párrafos, en donde normalmente encontraremos las conclusiones a que ha llegado el autor.

c) Lectura de entretenimiento

La lectura es uno de los medios más importantes para ampliar nuestros conocimientos y nuestra cultu­ra. El alcanzar la máxima capacidad de comprensión en todas nuestras lecturas es lo que garantiza la conse­cución de ese objetivo. Por eso la principal finalidad de este libro ha sido el mostrar el camino y los me­dios adecuados para alcanzar un grado óptimo de com­prensión y de retención.

Por otra parte la lectura forma con frecuencia una parte importante de nuestras obligaciones o trabajo

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profesional. Este aspecto es lo que acabamos de tratar en los artículos precedentes.

Pero, además, la lectura constituye también uno de los mejores medios de distracción y esparcimiento. Mu­chas personas gustan de dedicar una buena parte de su tiempo libre a la lectura de libros o artículos que tratan de sus materias o temas favoritos. Con esto pro­porcionan un agradable descanso a su espíritu al mis­mo tiempo que ensanchan sus horizontes mentales.

La lectura de entretenimiento puede versar sobre los tópicos más diversos. Aquí el único criterio a seguir son los gustos y aficiones del lector. En cuanto al modo de leer cabe también la más absoluta libertad. Uno lee para descansar y disfrutar con su lectura. No hay pri­sas ni urgencias de ninguna clase. Tampoco hay regla fija. Que la lectura haya de ser más lenta o más rápida, más superficial o más a fondo, es algo que el lector lo decidirá libremente según su propio gusto o interés.

Sin embargo, lo más frecuente es que las personas que buscan un descanso o entretenimiento a través de la lectura se dirijan hacia las obras de carácter literario como las novelas, las obras dramáticas, la llamada lite­ratura-ficción y a veces la poesía.

A pesar de que esta clase de lectura tiene un carác­ter eminentemente subjetivo y que la apreciación de sus valores y el gusto y satisfacción que se encuentra en ellas depende en gran parte de las aptitudes y dis­posición del mismo lector, es posible, sin embargo, dar algunas orientaciones que pueden servir de ayuda para sacar un mayor provecho de su lectura. Más que nor­mas o reglas fijas, se trata de algunas indicaciones que facilitan la labor del lector y le ayudan a adoptar la actitud más correcta.

En primer lugar diremos algo acerca de las nove-

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las. En toda novela podemos distinguir dos elementos: los personajes que actúan, y el ambiente en que se desenvuelve la acción.

Leer bien una novela exige por una parte compene­trarse con los protagonistas, llegando a conocerlos e incluso a familiarizarse con ellos y con su manera de ser. Por otra parte, es preciso que seamos conscientes del ambiente en que se mueven los personajes. En al­gunas novelas este aspecto alcanza una importancia muy grande, hasta tal punto que el modo de ser y de actuar de los protagonistas sólo se puede comprender plenamente cuando los consideramos en relación con el ambiente y las circunstancias dentro de .las cuales se va desarrollando su vida.

Para llegar al conocimiento de los personajes y de su carácter hemos de estar atentos a las descripcio­nes que nos va haciendo el autor sobre cada uno de ellos. Pero no debemos limitarnos a esto. Hay otro me­dio más eficaz, más dinámico, más semejante a lo que pasa en la vida ordinaria, ya lo que hacemos en el trato con las personas que conocemos. Consiste en ob­servar sus palabras, sus reacciones, su modo de obrar. En muchas novelas modernas este es el único medio de llegar a conocer el carácter de cada personaje, pues el autor evita toda descripción sistemática sobre las cualidades o defectos de los protagonistas. Es su modo de hablar y actuar lo que nos revela su modo de ser.

Como se ve, para leer bien una novela debemos tratar de adentrarnos un poco en el mundo de los pro­tagonistas y participar de sus sentimientos y reaccio­nes, como si se tratase de vivir una situación real y concreta. Las buenas novelas pretenden ser una pintura de la vida real, o al menos de alguno de sus aspectos. Para comprender bien su contenido debemos intentar

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adentrarnos en su trama profunda y procurar compe­netrarnos con el cómo y el porqué de cada una de las acciones y sentimientos de sus protagonistas.

Como hemos dicho, también la parte ambiental tiene su importancia. A través de las diversas descripciones sobre lugares y paisajes el autor nos da a conocer las circunstancias externas en que se mueven los perso­najes. Sin esta visión ambiental la acción quedaría de­masiado descarnada y fría, y con mucha frecuencia resultaría casi incomprensible. Pero al leer las descrip­ciones debemos tener en cuenta que lo importante no es retener y aprender cada uno de los detalles externos. Lo importante es que captemos el ambiente en su con­junto. Que nos formemos una idea de cómo afectan a los personajes el ambiente, las circunstancias, el lugar en que se mueven. Del mismo modo como nosotros podemos decir que nos encontramos bien o mal en un sitio determinado, o que el ambiente donde estamos nos agrada o desagrada. A este efecto cada detalle par­ticular no ha de ser leído por sí mismo, sino en rela­ción con el conjunto, viendo qué es lo que aporta, en sentido positivo o negativo, a la impresión general. Esto quiere decir que las descripciones pueden, y aun conviene leerlas, de un modo rápido, fijándose tan sólo en los detalles más significativos que son los que deter­minan la visión de conjunto.

Sin embargo, ya hemos dicho antes que en esta cla­se de lecturas no hay reglas fijas que deben ser segui­das con preferencia a otras. Si lo que uno desea es disfrutar y paladear la descripción de un paisaje, en­tonces hará bien en saborear cada detalle particular procurando evocar todas las resonancias y gozando de la belleza resultante de la combinación de todos los matices particulares.

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Finalmente, en relación con las novelas hay que te­ner en cuenta que son muy pocas las que se limitan a ser una simple historia o narración. Casi todas ellas, y desde luego las más importantes, contienen una ver­dad, una doctrina o una tesis, que el autor intenta ex­presar a través de la trama de toda la novela. En este sentido hay novelas que podríamos llamar filosóficas, sociológicas, religiosas.

En consecuencia el lector debe saber descubrir cuál es esa idea que el autor ha querido exponer. General­mente vendrá expresada a través de las palabras y opi­niones del protagonista principal, o de los azares y si­tuaciones más destacadas por las que atraviesa su exis­tencia. Hay que saber, pues, estar atento al fondo sin dejarse sugestionar, o ser simplemente arrastrado, por el colorido y variedad de los incidentes superficiales y secundarios.

Respecto a la lectura de las obras dramáticas pode­mos repetir lo mismo que acabamos-de decir sobre las novelas. La principal diferencia radica en que las obras dramáticas han sido compuestas para ser representa­das y no leídas. La representación escenográfica suple en los dramas las descripciones típicas de las novelas. Los personajes y el ambiente en que se desenvuelve la acción son vistos y vividos directamente.

Cuando uno lee una obra dramática debe tratar de ver e imaginar toda la escena con sus circunstancias ambientales, así como el carácter y temperamento de los personajes. A este propósito son útiles las indica­ciones que suelen aparecer al principio de cada acto o escena, pero muchas veces son insuficientes. El de­sarrollo mismo de la acción de la conversación ofrece también nuevas indicaciones que ayudan a reconstruir toda la escena. La lectura de las obras dramáticas exige

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del lector que desarrolle y emplee todos los recursos de lo que podríamos llamar su imaginación teatral.

Vamos a decir también unas pocas palabras acerca de la poesía. Aquí es mucho más difícil, casi imposible, descender a normas y detalles concretos. La poesía más que ningún otro género literario es eminentemente sub-jetivct La apreciación de una obra poética depende también principalmente de la formación, sensibilidad y gustos del lector. Dentro de un plan de orientacio­nes generales haremos algunas indicaciones que nos parecen ser las más útiles para poder apreciar mejor las obras poéticas.

En la poesía adquiere una importancia extraordina­ria el elemento imágenes, palabras, sonido, musicali­dad. Las ideas o los sentimientos que encierra una poe­sía podrán expresarse vulgarmente en lenguaje común y ordinario. Pero perderían ese encanto especial que tienen dentro de la expresión poética.

Esto quiere decir que al leer poesía uno debe aten­der no sólo a las ideas, sentimientos y estados de áni­mo que se describen, sino que además uno debe de­jarse empapar de la belleza de las imágenes, así como también de la armonía y musicalidad del ritmo, procu­rando evocar y vivir todas las resonancias afectivas y emocionales que esto despierta en uno mismo.

La poesía es una verdadera obra de arte. Es la ex­presión de una vivencia profunda llena de belleza y de armonía. Es la vivencia que tiene el poeta y que trata de expresar y de comunicarnos. La lectura de la poesía debe conducirnos, en la medida de lo posible, a evocar también en nosotros esta vivencia profunda de la ver­dad y de la belleza.

Esta es, pues, la actitud fundamental que uno debe adoptar al abordar la lectura de obras poéticas.

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CAPITULO XV

LECTURA DE GRÁFICOS

Dada la frecuencia con que modernamente son em­pleados los gráficos como medio de expresión, nos pa­rece oportuno dedicar unas palabras a su estudio.

Los gráficos tienen la gran ventaja de su sencillez y claridad. Un simple gráfico puede presentarnos en un espacio muy limitado una cantidad de información que de ser transmitida verbalmente exigiría un gran número de palabras. Además, el gráfico nos presenta todo el conjunto de datos de un modo patente, intui­tivo y directo. Esta es la razón por la que su uso se ha extendido tanto, lo mismo en los escritos científicos e informes técnicos, como en textos de historia, socio­logía, economía, psicología, etc.

El fundamento de los gráficos radica en la natura­leza numerable de los datos y en la posibilidad de es­tablecer entre ellos una relación. El autor William Playfair, que fue, a principios del siglo xix, el pionero en el empleo y difusión de los métodos gráficos, ex­presó esto diciendo que: «Todo lo que puede ser expre­sado con números, puede ser expresado con líneas.» (Citado por P. LEEDY en Improve your reading.) Po-

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212 ANTONIO BLAY

demos decir, pues, que los gráficos son un conjunto de datos numéricamente expresados y mutuamente inter-relacionados.

La mutua interrelación de los datos es algo muy importante. De hecho los gráficos pueden considerarse como una verdadera comparación o correlación entre los datos de una, dos o más magnitudes. De aquí resul­tan también gráficos distintos de una, dos o más di­mensiones. Generalmente los gráficos más usuales son los bidimensionales. Las magnitudes que entran en relación pueden ser muy diversas, por ejemplo: la tem­peratura y la presión en los gases, el tiempo transcu­rrido y el crecimiento, la cantidad de luz y la acele­ración de ciertos procesos químicos, y muchos otros.

Los gráficos pueden ser también diferentes según el punto particular que se proponen ilustrar. Hay asun­tos que pueden presentarse con más claridad a través de. un mapa o de un cuadro que de un cuadro lineal.

Enumeraremos brevemente las clases más importan­tes de gráficos y algunas de sus aplicaciones.

TABLAS

Aunque las tablas no son gráficos en el sentido es­tricto de la palabra, pueden considerarse como algo intermedio entre los gráficos propiamente dicho y la explicación puramente verbal. En realidad, las tablas son gráficos en evolución.

En las tablas los datos son ordenados en filas y columnas, y cada uno ocupa el lugar correspondiente según su relación bidimensional con respecto a dos magnitudes distintas. Éstas vienen expresadas en los encabezamientos de los ejes vertical y horizontal.

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LECTURA RAPE)A 213v

Para sacar toda la información contenida en ttíia, tabla no basta con advertir la relación expresada por los datos en particular, hay que saber observar el lu­gar que ocupa cada dato con respecto al conjunto. De este modo se descubre la tendencia general y el signi­ficado que pueden tener los datos más destacados. Sólo así se puede llegar al conocimiento de la situación real expresada a través de las cifras.

Como ejemplo, veamos esta

TABLA 57: COMPARAaON ENTRE MAYORISTAS EN GENERAL Y DE ESPECLUJDADES,

EN ARTÍCULOS DE GRAN CONSUMO, 1929, 1935, 1939 Y 1948

Clase de negocio

Drogas y medicamen­

tos: En general Especial idades

Mercer ía y noveda­

des: En general Especia l idades

A b a c e r í a : * En general Especial idades

Eer re te r í a :

En general Especia l idades

Número de establecimientos

1929

489 633

801 2 784

5 919 7 080

932

290

1935

295 1268

306 3 301

3 833 12156

610 519

1939

297

1321

222

3875

3 942 12 045

772

571

1948

303 1902

182 5 284

4 265 6 263

673 1480

Ventas (%

1929

80,0

20,0

30,6 69,4

63,8 36,2

93,6 6,4

1935

72,3 27,7

27,0 73,0

68,1 31,9

90,5 9,5

del total)

1939

69,2 30,8

17,4 82,6

66,6 33,4

91,4 8,6

1948

62,0 38,0

19,0 81,0

70,6 29,4

72,5 27,5

(Tabla 57: Estudio de los mercados) E. A. Duddy; pág. 335

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214 ANTONIO BLAY

Se observará en la tabla que las empresas dedicadas a especialidades suelen ser más pequeñas que las de ramo general. La necesidad de realizar un esfuerzo de venta más intensivo, el menor promedio de ventas y el hecho de que los gastos tengan que derramarse sobre un número más reducido de artículos explican que la proporción de los gastos de funcionamiento respecto a las ventas sea superior en el caso de los mayoristas de especialidades.

Consideremos esta otra

TABLA 66: RESUMEN DE ESTABLECIMIENTOS FABRILES, CLASIFICADOS POR SO

VOLUMEN REPRESENTADO POR EL NUMERO DE EMPLEADOS, 1947

Es ta blecimientos Clase, por nú­mero de em,'

picados

Valor de los productos

'Número Porcentaje Cantidad Porcentaje

j 1 i i 1 (se omiten , , , , , del total ' del total

Total 240881

1-4 5-9

10-19 20-49 50-99

100 - 249 250-499 500-999 1000-2499 5̂00 y más

70384 46 622 40 645 40 016 18 672 14323 5 555 2 729 1431

504

100,0

29,2 19,3 16,9 16,6 7,8 6,0 2,3 1,1 0,6 0,2

$74425 825

$ 905 693 1446 978 2601176 6 050 163 6593104

11793823 10 450 830 10 128 788 11619386 12835 884

100,0

1,2 1,9 3,5 8.1 8,9

15,9 14.0 13.6 15.6 17.3

{Tabla 66. Estudio de los mercados) E. A. Duddy; pág. 379

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LECTURA RÁPIDA 215

Observando los datos se ve que más de la mitad de la producción fabril se halla concentrada en menos del 5 por ciento del número total de establecimientos.

— Gráficos de evolución. En estos gráficos se com­paran ordinariamente dos magnitudes. Su objeto es mostrar el proceso de desarrollo que experimenta una magnitud de acuerdo con las variaciones que tienen lu­gar en la otra. Se suelen representar por medio de una cuadrícula. Las líneas extremas de la izquierda y de abajo, llamadas eje de ordenadas y eje de abcisas, representan las dos magnitudes que se comparan. A la distancia existente entre cuadro y cuadro, o entre línea y línea, se le asigna un valor nunjérico convencional, según convenga en cada caso. La gráfica resultante es una línea en la que cada uno de sus puntos indica el valor que adquiere una de las magnitudes cuando la otra tiene un valor determinado.

Un ejemplo de esta clase de gráficos lo constituyen aquellos que se refieren al desarrollo industrial de un país. Aquí las magnitudes que se comparan o relacio­nan son el tiempo, expresado en años, y el volumen de actividad industrial correspondiente a cada año. Por medio del gráfico se observa inmediatamente cuál ha sido el ritmo del progreso, y si ha habido baches p es­tancamientos en el camino.

Comentario. Este gráfico nos revela un hecho nota­ble. Hasta finales del siglo xix el número de los ani­males mantiene más o menos la misma relación que el desarrollo del género humano. Las curvas discurren casi paralelas. Las necesidades de alimentos y vestidos, así como de animales de trabajo y para las comunica­ciones va en aumento con el incremento de la pobla-

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216 ANTONIO BLAY

ción. Sin embargo, a partir de 1900, la invención del motor y el empleo del combustible imponen un cam­bio fundamental. El vehículo a motor empieza a susti­tuir a los animales en el trabajo y en las comunicacio­nes. Mientras aquél no pasa de ser objeto de lujo, las consecuencias no se ponen apenas de manifiesto. Sin embargo, allá por el año 1930 se presenta una brusca alteración, que coincide con la gran crisis económica de los años treinta. El movimiento ascensional se de­tiene bruscamente. Las reservas de animales domésticos

¡íi. SIRVAS ÍE ANIMU.ES DOMÉSTICOS DE LA TIERRA EN 1950 (en millones de cabezas)

Europa (sin la t.'RSS)

Asia (ton la ÍIRSS) .

Aus t r a l i a /Occan i a .

America del Sur

América del Nor te

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249

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240 I.I

se mantienen hasta hoy día al mismo nivel aproxima­damente, con considerables oscilaciones. Estas gigan­tescas oscilaciones dependen en muchas ocasiones de las condiciones atmosféricas, por ejemplo, de una inten­sa sequía o de una cosecha deficiente.

Observe como teniendo a la vista el gráfico corres­pondiente toda esta información se hace más compren­siva y, gracias a la naturaleza visual del gráfico, se queda grabada en la mente con mucha más fuerza y persistencia.

— Gráficos de comparación. Ordinariamente están compuestos por una serie de barras o columnas de di-

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ferente altura. Con ellas se trata de mostrar de un modo intuitivo la diferencia que existe entre varias en­tidades, sean personas, organizaciones, países, etc., en lo que se refiere a la posesión de un tipo determinado de cualidades o bienes. Si queremos, por ejemplo, es­tablecer una comparación entre Estados Unidos, Rusia y Venezuela en lo que se refiere a la producción de petróleo, podemos hacerlo mediante tres columnas de igual anchura, pero cuya altura sea proporcional a la cantidad de petróleo que cada uno de ellos produce por año. Esto es mucho más expresivo y se graba en la mente de un modo más claro y estable que la lectura de tres cifras aisladas.

— Gráficos de estructura. Estos gráficos, llamados también organigramas, suelen adoptar la forma de^ cro­quis, esquemas o cuadros sinópticos, y tienen múltiples aplicaciones. Pueden servir, por ejemplo, para exponer de un modo claro la organización y funcionamiento de una gran empresa industrial, comercial o administra­tiva. Si uno quiere explicar cuáles son los distintos

• cargos de la empresa, las relaciones que existen entre ellos y los diferentes grados de mando o jerarquía den­tro de la organización, difícilmente podrá conseguirlo de un modo satisfactorio a través de solo palabras. Por necesidad la explicación tendría que ser bastante ex­tensa y siempre con peligro, desde el punto de vista del lector, de que resulte demasiado complicada y con­fusa. Sin embargo, un simple croquis o esquema puede poner de manifiesto casi sin palabras toda la organi­zación y estructura de la empresa.

Este tipo de gráficos también es aplicable cuando se trata de ilustrar los procesos más complicados de fabricación. Hay muchas industrias que en la elabora-

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Ción de sus productos no siguen lo que llamaríamos un proceso lineal. En determinados momentos se presen­tan varias alternativas, debidas a la elaboración de al­gunos subproductos que son susceptibles de distintos tratamientos y transformaciones. Un simple esquema puede dar una visión global de todo el proceso y de las diferentes posibilidades y diversificaciones, que se pre­sentan a lo largo del mismo, con mucha más claridad y precisión que una explicación de tipo puramente oral.

— Gráficos de disttibución. Sirven para ver la im­portancia relativa que tiene cada una de las partes en relación con las demás y con el todo que forman en conjunto.

Supongamos por ejemplo que se trata de saber la composición del Parlamento de un país de acuerdo con el número de parlamentarios que posee cada uno de los partidos existentes. Esto se puede representar por me­dio de un circulo dividido en varios sectores. Cada uno de los sectores representaría a un partido. La amplitud de cada sector sería proporcional al número de parla­mentarios que posee cada partido. Con un simple golpe de vista puede verse de inmediato cuáles son las par­tidos más fuertes y si quizá hay alguno que él solo al­canza la mayoría absoluta de todos los votos.

Hay otras muchas situaciones en que son aplicables estos tipos de gráficos. Por ejemplo: la distribución de toda la población de la Tierra por cada uno de los con­tinentes; el destino que da el Estado a los impuestos de la nación, expresado en los distintos sectores de in­versión; la composición de la población de un país se­gún la diversidad de creencias religiosas de los ciuda­danos, etc.

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El empleo de los gráficos facilita enormemente la expresión y transmisión de la información. Su lectura es, en general, muy fácil y comprensible.

Sin embargo, el lector no debe dejarse engañar con la aparente simplicidad de los gráficos. El peligro está precisamente en creer que dada su sencillez basta una mirada superficial para comprenderlos. Muchas veces uno puede engañarse creyendo que ya lo ha entendido o interpretado correctamente. Al leer los gráficos nunca se ha de tratar de suponer o adivinar.

Los gráficos son siempre claros y sencillos si se to­man algunas precauciones. En primer lugar, uno debe leer atentamente la leyenda o explicación que suele acompañar a cada gráfico. Cada gráfico tiene una fina­lidad concreta, y se propone aclarar un punto determi­nado. Esto es, pues, lo primero que uno debe captar: qué punto o qué aspecto de la realidad se propone ex­plicar el gráfico.

Luego uno debe observar las magnitudes que entran en juego. Como ya hemos dicho, todo gráfico es una comparación entre los datos de una o varias magnitu­des. Es necesario que uno descubra la naturaleza de la mutua interrelación o influencia que existe entre las magnitudes y los datos respectivos. En muchos gráfi­cos, sobre todo los lineales, a cada intervalo se le asig­na un valor determinado. Es preciso darse cuenta exacta de ello, y observar si el valor relativo es el mis­mo en todas Jas direcciones. Con frecuencia los inter­valos del eje de ordenadas y el de abcisas representan, por medio de intervalos semejantes, valores totalmente distintos.

Para la completa comprensión de la realidad expre­sada en los gráficos hay que observar también la ten­dencia general que revelan los datos. A este fin uno se

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ha de fijar en los valores máximos y mínimos así como en la abundancia o escasez de los valores medios.

Es decir, en resumen, que los gráficos deben consi­derarse como el refiejo de una situación real presen­tada a través de una comparación. Para interpretarlos correctamente es preciso ser consciente del valor rela­tivo de los datos, de su mutua relación, y del aspecto o punto concreto que se propone ilustrar el gráfico.

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APÉNDICE I

IMPORTANCIA DEL VOCABULARIO

Evidentemente, para llegar a ser un buen lector es de capital importancia poseer un amplio vocabu­lario. Sin un conocimiento exacto del significado de las palabras es imposible lograr la comprensión total y fiel de lo que leemos. La pobreza de vocabulario se traduce inevitablemente en comprensión deficiente.

Por eso todo el que aspira a sacar el máximo pro­vecho de sus lecturas debe procurar estar en posesión de un extenso y abundante vocabulario.

La primera condición que se requiere para poder lograr este objetivo es tener una fina sensibilidad fien-te a las propias deficiencias. Hay personas que ante palabras que en realidad no conocen, o que conocen sólo a medias, no se sienten insatisfechas. Se engañan B sí mismas creyendo que ya las han entendido. Aunque la idea general que sacan de un escrito sea con fie-cuencia confiasa y diluida, no sienten el interés por un mayor rigor y precisión. Naturalmente sus conocimien­tos pecarán siempre de vaguedad, y llegada la hora de ser empleados, o aplicados a la práctica, se mostrarán totalmente desarticulados e inoperantes.

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La actitud correcta es la del lector que está siempre alerta para no confundir lo que él piensa que dice un texto o una frase, con lo que la frase dice realmente. Esto exige un conocimiento claro y seguro de cada una de las palabras.

Para llegar a poseer un amplio vocabulario se pue­den dar varias indicaciones. Primeramente hay que contar con un buen diccionario y estar dispuesto a consultarlo siempre que haga falta. Pero para que sea más provechosa la consulta del diccionario ha de ha­cerse de un modo inteligente.

El principio fundamental que le llevará indudable­mente a adquirir un extenso vocabulario consiste en no dejar pasar nunca una palabra nueva o desconocida sin averiguar su significado exacto. Pero antes de diri­girse al diccionario es muy aconsejable detenerse en el estudio del contexto. Muchas veces esto le permitirá llegar a descubrir el significado de la nueva palabra; al menos de un modo aproximado. Desde luego que no se ha de conformar con este conocimiento vago o apro­ximado, pero el hecho de haber estado reflexionando sobre su posible significación dispone a la mente para poder captar y grabar mejor en la memoria el signi­ficado exacto que luego encontraremos en el diccio­nario. Por otra parte, la consulta del diccionario no debe concretarse a buscar únicamente el significado que tiene la nueva palabra en el caso concreto en que la hemos encontrado. Con frecuencia las palabras ad­miten matices diferentes de significación, o incluso sig­nificados totalmente diversos, según el contexto en que son empleadas. Los buenos diccionarios no se limitan a dar los posibles significados de un modo escueto, sino que a menudo los ilustran con frases y ejemplos. La consideración detallada de todas sus posibles acepcio-

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LECTURA RÁPIDA 227

nes es lo que nos proporcionará el conocimiento verda­dero de una palabra.

Una vez hecha de este modo la consulta al diccio­nario, conviene volver de nuevo a la frase real del texto para fijarnos de nuevo en la palabra buscada y en el sentido" preciso con que ha sido empleada en este caso particular. Hay que tener siempre en cuenta que el sig­nificado de las palabras se aprende y se graba mucho mejor cuando las consideramos en relación con el con­texto en que se hallan insertas, lo que ayuda a conse­guir una comprensión y asimilación más completas.

A veces se aconseja también la confección de listas o de fichas pequeñas en las que se anotan las palabras desconocidas con el fin de repasarlas y estudiarlas has­ta que uno las domine perfectamente. Este método pue­de ser muy útil, pero insistimos en que junto a las palabras anotadas conviene consignar no sólo su signi­ficado, sino también frases o ejemplos concretos saca­dos, a poder ser, de nuestras mismas lecturas.

En orden a conseguir un léxico más rico en matices y en precisión es también muy útil conocer bien las diferencias que existen entre las llamadas palabras sinónimas. En realidad no existen palabras verdadera­mente sinónimas, es decir, que signifiquen lo mismo. Siempre hay alguna diferencia de grado o de matiz en su significación. Su exacto conocimiento nos permite llegar a una comprensión más sutil y más precisa del pensamiento expuesto por el autor, sobre todo de los buenos autores literarios, que siempre se distinguen por el uso preciso y adecuado de cada palabra.

El método a emplear es también fundamentalmente el mismo. Consulta del diccionario y, sobre todo, ob­servación, a través del contexto y de los ejemplos con­cretos, del valor y significado de cada palabra.

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APÉNDICE II

INSTRUMENTOS MECÁNICOS PARA EL ENTRENA­MIENTO EN LA LECTURA

Terminaremos el libro recogiendo algunas ideas y opiniones sobre los instrumentos mecánicos que pue­den emplearse en el entrenamiento de la lectura rápida.

Donde más se han extendido ha sido en América, país muy inclinado al uso de los medios técnicos y en el que predomina la creencia de que los artefactos me­cánicos pueden aplicarse a la solución de todos los pro­blemas.

Muchos de los centros que se dedican a dar cursos de lectura para adultos cuentan con estos instrumen­tos. Pero existen igualmente otros centros que no ha­cen uso de ellos. Como veremos, la opinión sobre la utilidad real de estos instrumentos está muy dividida.

Haremos en primer lugar una enumeración y una breve descripción de los principales instrumentos uti­lizados.

Existen dos clases de instrumentos: los instrumen­tos de diagnóstico y los instrumentos de entrenamien­to propiamente dicho.

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INSTRUMENTOS DE DIAGNOSTICO

Entre los instrumentos de diagnóstico el más usa­do es el oñalmógrafo. Sirve para fotografiar, o mejor dicho filmar, los movimientos de los ojos durante la lectura. Con el oñalmógrafo se dirige un rayo de luz a la córnea del lector. El rayo refiejado se recoge a través del objetivo y la cintcuqueda impresionada apa­reciendo en ella una línea en zigzag semejante a una escalera. Los trazos horizontales responden a los mo­vimientos de traslación de los ojos y los verticales a los puntos de fijación. Mediante el examen del oftalmo-grama se pueden observar los movimientos regresivos, si existen, el número de fijaciones por línea, y el tiem­po empleado en cada una de las fijaciones. De este modo se puede medir, en cierto modo, la perfección de los hábitos de lectura de una persona.

INSTRUMENTOS DE ENTRENAMIENTO

Los instrumentos principales de entrenamiento son tres: el taquistoscopio, el acelerador (o «reading pa­cer») y los films de lectura.

El taquistocopio

El taquistoscopio tiene como finalidad el ampliar el campo visual del lector. Consiste en una especie de cámara que se utiliza para proyectar en una pantalla una serie de frases o números de amplitud creciente. Cada frase permanece en la pantalla durante un breve

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espacio de tiempo. El instrumento se puede controlar eléctricamente de modo que el tiempo de exposición sea cada vez más corto.

Los «pacerse

En segundo término están los instrumentos que sir­ven para estimular y acelerar la velocidad de la lectura. Tienen el nombre genérico de «reading pacers». El tipo más común consiste en un instrumento provisto de una barra o regla horizontal que se va deslizando hacia abajo a una velocidad dada. La velocidad del despla­zamiento se puede controlar y aumentar a voluntad. Al colocar el instrumento sobre el texto que se quiere leer, la barra se va desplazando hacia abajo obligando al lector a mantener un ritmo de lectura suficiente­mente rápido.

Otra modalidad de los «reading pacers» consiste en un aparato parecido a un televisor, que contiene en su Interior una cámara con un film escrito. El texto es proyectado sobre la pantalla línea por línea a la velo­cidad deseada.

Al final de nuestro volumen, encontrará el lector las reproducciones de las fotos de algunos de estos apara­tos; reproducciones que hemos podido ofrecer median­te la benévola autorización de los Centros que reco­miendan su uso.

Films de lectura

Pero quizá los más perfectos de todos son los films de lectura publicados por la Universidad de Harvard.

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Cada film contiene un artículo completo, dividido en varias secciones. Cada sección se proyecta íntegra en la pantalla durante un tiempo determinado. Mientras el texto permanece visible en la pantalla se va iluminan­do y haciendo resaltar sucesivamente una frase tras otra, o mejor dicho grupos de palabras, que responden a las correspondientes fijaciones que debe hacer el lec­tor. La colección está forma-da por una serie de films que están graduados según su velocidad. En los más lentos cada línea se divide en cinco fijaciones, mien­tras que los más rápidos sólo contienen dos.

DIVERSAS OPINIONES SOBRE SU UTILIDAD

Estos son los principales medios mecánicos que sue­len emplearse como auxiliares en el entrenamiento de la lectura. ¿Cuál es su eficacia real? Para responder a esta pregunta comenzaremos por recoger la opinión de varios autores que se han destacado por su dedicación al estudio y a la práctica de los medios más adecuados para incrementar la eficacia de la lectura.

Paul Leedy, en Improve your reading, dice que todos estos instrumentos «son básicamente artificios o recursos para incrementar la motivación y el esfuerzo disciplinado». Sin embargo, «la misma motivación y la misma disciplina pueden ser conseguidas, por regla ge­neral, mediante el empleo inteligente de algunos recur­sos muy simples y caseros». Cita, por ejemplo, el uso de una tarjeta convenientemente perforada que puede hacer el papel de un taquistoscopio. «Y no piensen — añade — que por ser tan sencillos estos recursos son ineficaces. Ellos emplean los mismos principios bási­cos que los costosos equipos mecánicos.»

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LECTUR4 RÁPIDA 233

Nila Banton Smith, en Read ¡áster and get more from your reading, nos recuerda en primer lugar las diferencias de opinión que existen en relación al uso de los instrumentos mecánicos. Mientras unos creen que son realmente útiles, otros piensan que su eficacia ha sido muy exagerada. Concretamente en relación con el taquistoscopio <das opiniones están fiaertemente divi­didas en pro y en contra de este tipo de instrumento de lectura. Se oye cada vez más frecuentemente la opi­nión de que la velocidad de la lectura idepende más de la rapidez con que el cerebro puede captar y asimilar las ideas, que de la velocidad con que los ojos pueden registrar las impresiones visuales. Otros ponen toda su confianza en el taquistoscopio y aseguran que es su ins­trumento más útil en la enseñanza de la lectura».

Sin embargo, N. B. Smith afirma claramente que «es posible alcanzar un alto grado de velocidad en la lectura sin el uso de los instrumentos». Su opinión parece muy acertada cuando dice que: «el principal valor de los instrumentos es doble: constituyen un estímulo para intentar leer más rápidamente, y le de­muestran a uno cómo puede realmente leer más rápi­damente cuando se ve obligado a ello». No obstante, advierte que la velocidad alcanzada durante el entre­namiento mediante los instrumentos no será una con­secución estable y duradera a no ser que se realice un amplio entrenamiento con material de lectura presen­tado en condiciones normales.

Mucho más severa es la opinión que nos da Eric de Leeuw en Read better, read faster. «No el taquistos­copio — dice — ni los «fiasher» tienen ningún valor porque... el lector ya tiene una capacidad visual extra­ordinaria: el lector lento, de hecho, mira muchas veces el texto escrito porque sus espacios o campos visuales

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se sobreponen excesivamente.» Más adelante añade taxativamente: «los instrumentos para ampliar el cam­po visual carecen de utilidad; es claro que ellos ni au­mentan la velocidad, ni mejoran la .comprensión».

En cuanto al grupo de los «pacers» o aceleradores y films de lectura, aunque reconoce que tienen un cier­to valor en cuanto estímulos, sostiene sin embargo que presentan «las desventajas inevitables de los métodos mecánicos, los cuales, al inducir hábitos infiexibles, pue­den perjudicar la comprensión». De aquí deduce el ci­tado autor que si en algún caso son usados estos instru­mentos, hay que saber hacerlo siendo conscientes de sus peligros y limitaciones. En todo caso nunca habrán de constituir más que una parte subordinada del entre­namiento global. Finalmente, termina haciendo alusión a su experiencia personal y afirmando que después de haber empleado los films de lectura de Harvard, tam­bién «hemos obtenido los mismos satisfactorios resul­tados sin usar dichos films».

Por último, mencionaremos la opinión de Cari He-yel en su libro Organizing your Job in management, publicado por American Management Association of New York: «En los casos donde existen problemas de lectura, los aparatos que se venden no son de ninguna manera la solución. En verdad, algunos de estos dispo­sitivos tienen tan poca relación con la dificultad esen­cial como la puedan tener ciertos específicos contra la enfermedad que pretenden curar... Ahora se pone más atención a las calificaciones de los que profesional-mente se dedican a dar clases para la instrucción y orientación en la lectura, que contribuirán a que el hombre de negocios se ayude a sí mismo.»

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MODO DE USAR IOS INSTRUMENTOS

A través de las citas que acabamos de hacer el lec­tor ya se habrá formado alguna opinión sobre el valor y la utilidad de los instrumentos mecánicos. Por nues­tra parte, creemos, de acuerdo con los estudios y obser­vaciones que hemos realizado, que los instrumentos pueden emplearse como un recurso subordinado en el aprendizaje de la lectura rápida, pero sólo en lo que se refiere al aspecto de la percepción visual. En lo que atañe al mejoramiento de la comprensión su uso es totalmente inadecuado. Más bien diríamos que la pue­den entorpecer cuando se emplean los instrumentos de una forma abusiva o indiscriminada.

De entre todos los aparatos, el que ofrece más uti­lidad práctica es seguramente el taquistoscopio. Aun­que de ningún modo podemos decir que sea impres­cindible, sin embargo su uso adecuado, estimula la percepción, haciendo que llegue a ser más rápida y pre­cisa. No obstante, hay que procurar que el alumno se mantenga siempre en un perfecto estado interior de distensión y relajamiento, aunque siempre bien des­pierto y atento. La tendencia que tenemos a ponernos tensos y nerviosos cuando uno pretende conseguir algo, se ve aún más incrementada si se emplean los métodos mecánicos de aceleración. Entonces el efecto es el con­trario de lo que nos proponemos, pues uno se encuen­tra más torpe y no puede hacer ningún progreso efec­tivo. Es la actitud de distensión interna, sobré cuya importancia ya hablamos al tratar de las condiciones psicológicas de la percepción, sobre la que hay que vigilar aun más cuando se hace uso de los instrumen­tos mecánicos. Quizá la falta de rendimiento que algu-

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236 ANTONIO BLAY

nos autores achacan al uso de estos instrumentos se debe a que son empleadas sin insistir suficientemente, de cara al alumno, en la necesidad de adoptar esa acti­tud interna de tranquilidad y distensión.

De todas formas, si bien es cierto que los instru­mentos pueden ser útiles para mejorar la percepción cuando son bien empleados, también es cierto que hay otros métodos más fáciles y sencillos, y que son igual­mente eficaces. Tales son los ejercicios que se suelen hacer en los cursos orales de lectura con vistas a me­jorar la percepción, y cuya total eficacia la hemos po­dido constatar prácticamente en los cursos que veni­mos dando en nuestro propio centro de estudios.

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Introducción, Leer: exigencia de nuestro tiempo y eficacia de las técnicas especializadas . . . . 5

PARTE PRIMERA. PERCEPCIÓN 13

Capítulo primero. Condiciones previas . . . . 1 7 a) Condiciones materiales 17

Iluminación. Estado de los ojos.

b) Condiciones psicológicas 20 Tranquilidad. Distensión. Atención. Medios para mejorar la atención. Interés. Finalidad clara. Lectura activa.

Capítulo II. Mecanismos visuales. . . . .29 Percibimos conjuntos 29 Campo visual 35 Fi j aciones 36

Capítulo III. Defectos en la percepción y en el aprendizaje 41 Las regresiones 41 La subvocalización 45

Capítulo IV. Características de la buena percep­ción 49

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246 ÍNDICE

PARTE SEGUNDA. LA COMPRENSIÓN 53

Capítulo V. El párrafo como unidad de pensa­miento 57

a ) Estudio del párrafo normal . . . .57 La frase principal. Localización de la frase principal. Comprobación de la frase principal. Ideas o frases secundarias. Importancia de leer por la idea.

b) Párrafos-excepción 71 Párrafos con más de una idea. Sin frase principal. Causas de los párrafos-excepción.

Copítulo VI. Curso del pensamiento . . . . 77

a) Expresión gráfica 78 b) Palabras señales 80

Palabras-avance. Palabras-pausa. Palabras-retroceso.

c) Signos de puntuación 86

Capítulo VIL Significación 95

La unidad de pensamiento 96

Capítulo VIII. Estructuras del pensamiento . . 99

A) Clases de estructuras 100 a) Los escritos subjetivos. b) Escritos objetivos.

B) Clases de estructuras 102 a) Enfoques diversos. b) Las tres estructuras básicas.

I. Estructura de hechos.

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Í N D I C E

2. Estructura problema-solución. 3. Estructura tesis-demostración.

Capítulo IX, Aspectos subjetivos de la compren­sión 115 Dirigirse directamente al pensamiento del autor. 116 Las actitudes personales 116 La anticipación 119 La evaluación crítica 121 Defectos principales en la exposición . 125

a) Empleo de palabras emotivas. b) Generalización indebida. c) Demostración por ejemplos selecciona­

dos. d) Desviación. e) El argumento del término medio. f) Argumentos ilógicos. g) Argumento especulativo. h) Cambio de significado de un término en

el curso de la argumentación, i) Analogía imperfecta,

j) Argumento de autoridad.

Capítulo X. Técnicas especiales para lograr una lectura de máxima rapidez de comprensión, . 141 La lectura telegráfica 142 Qué es el "skmming" 145 La lectura de reconocimiento. . . . .149 Lectura de información general 153 Obstáculos y prejuicios 154 En qué consiste esencialmente 157

Capítulo XI. L a asimilación. . . . . .163

Capítulo XII. L a memoria . . . . . . 167

Intensidad de la impresión 170

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248 ÍNDICE

Asociación de ideas 17 2 La repetición. .174

PARTE TERCERA. APLICACIÓN DE LAS TÉCNICAS DE LECTURA RÁPIDA A LOS CASOS PARTICU­LARES 179

Capítulo XIII. Cómo leer un libro. .183 El título 183 El índice 185 La introducción 185 Los capítulos 186 Lectura de información 187 Lectura detallada 188 Revisión final 189

Capítulo XIV. Escritos especiales. .191 a) Lectura de estudio 192

Escritos de carácter social. Escritos científicos.

b ) Lectura d e obligación profesional . . . 199 Cartas de negocios. Documentos legales. Informes técnicos.

c) Lectura de entretenimiento. .205

Capítulo XV. Lectura de gráficos. .211

Tablas 212

Apéndices 223

Apéndice I. Importancia del vocabulario 225 Apéndice II. Instrumentos mecánicos para el en­

trenamiento e n l a lectura . . . . .229 Bibliografía. 237

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