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Lenguas y pueblos altiplánicos en torno al siglo XVI Alfredo Torero Una de las mayores dificultades para la comprensión del movimiento de lenguas y pueblos en el Altiplano peruano-boliviano ha sido el mantenimien- to, bastante persistente, de dos errores de identificación: el uno, de los pue- blos puquinas, uruquillas y uros como pertenecientes a una misma entidad sociocultural, y, el otro, de las lenguas puquina y uruquilla (o "Uru-Chipa- ya") como idiomas emparentados. La persistencia de esta doble confusión se ha debido, a su vez, a dos fac- tores: primero, la falta de un enfoque histórico que analizase estos problemas en correlación con los profundos trastornos y transformaciones ocurridos en el escenario social altiplánico desde unos siglos antes de la conquista española hasta al menos los siglos XVI y XVII; y segundo, la utilización en los docu- mentos hispánicos de un mismo término para designar indistintamente a fe- nómenos sociales tan diversos como una lengua, una cultura, una "nación" o, inclusive, una categoría socioeconómica para fines de imposición tributaria; y tal fue el caso de los vocablos aymará, uro, puquina, uruquüla. El presente trabajo se propone dar un aporte al esclarecimiento de la historia social altiplánica en base principalmente a la presentación de mate- rial lingüístico que muestra la no existencia de parentesco evidente entre el idioma puquina y las otras tres lenguas nativas usadas en el Collao en el siglo No. 2, Diciembre 1987 329

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Lenguas y pueblos altiplánicos en torno al siglo XVI

Alfredo Torero

Una de las mayores dificultades para la comprensión del movimiento de lenguas y pueblos en el Altiplano peruano-boliviano ha sido el mantenimien­to, bastante persistente, de dos errores de identificación: el uno, de los pue­blos puquinas, uruquillas y uros como pertenecientes a una misma entidad sociocultural, y, el otro, de las lenguas puquina y uruquilla (o "Uru-Chipa­ya") como idiomas emparentados.

La persistencia de esta doble confusión se ha debido, a su vez, a dos fac­tores: primero, la falta de un enfoque histórico que analizase estos problemas en correlación con los profundos trastornos y transformaciones ocurridos en el escenario social altiplánico desde unos siglos antes de la conquista española hasta al menos los siglos XVI y XVII; y segundo, la utilización en los docu­mentos hispánicos de un mismo término para designar indistintamente a fe­nómenos sociales tan diversos como una lengua, una cultura, una "nación" o, inclusive, una categoría socioeconómica para fines de imposición tributaria; y tal fue el caso de los vocablos aymará, uro, puquina, uruquüla.

El presente trabajo se propone dar un aporte al esclarecimiento de la historia social altiplánica en base principalmente a la presentación de mate­rial lingüístico que muestra la no existencia de parentesco evidente entre el idioma puquina y las otras tres lenguas nativas usadas en el Collao en el siglo

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XVI: la uruquil/a, la aymará y la quechua, y exhibe, en cambio, una cone­xión particular entre la hoy desaparecida lengua puquina y el "idioma secre­to" que aún hablan en Bolivia los herbolarios callahuayas.

Nuestro propósito sólo puede cobrar sentido , no obstante, si se enmar­ca dentro de la historia externa de esas lenguas, de la expansión o la reduc­ción de sus territorios o su importancia social ; lo cual implica, a su turno , el examen -aun cuando breve en estas páginas- de las relaciones de poder que se habían ido configurando entre las "naciones" que poblaban el Altiplano antes de su conquista por los Incas : uros, aymaraes, puquinas y uruquillas; de la modificación de esas relaciones durante las sucesivas ocupaciones incai­ca y española , y de los rasgos culturales que se asignaron a tales pueblos en las diferentes fases de su existencia.

Estos temas fueron ya abordados por nosotros en tesis doctoral (Torero 1965) sustentada en París. En ella presentamos, además, el estudio lingüísti­co y la traducción de los textos puquinas recogidos en la obra de Gerónimo de Oré Rituale ·seu Manuale Peruanum, publicada en Nápoles en 1607(1 ). Parte de los resultados que obtuvimos por entonces fueron consignados en 1970 en nuestro artículo Lingüística e Historia de la Sociedad Andina, el cual plantea las áreas de origen y las expansiones o reducciones desde co­mienzos de nuestra era de las que habrían de ser en el siglo XVI las "lenguas generales" del Perú: el quechua, el aymará y el puquina (Torero 1970) .

Ulteriormerlte, nuevas informaciones, así como estudios realizados por otros autores, han venido a reforzar nuestras conclusiones, pero también a plantear algunos otros aspectos de la situación social y lingüística en el Alti­plano, particularmente a fines del siglo XVI.

De estas fuentes y trabajos debemos mencionar en especial la Tasa de la Visita Gener(II de Francisco de '(oled o (15 71-15 7 3 ), publicada en l 97 5, con introducción y versión paleográfica de Noble David Cook y estudios de Ale­jandro Málaga Medina y Thérése Bouysse-Cassagne (197 5: 312-3 28 ); y un manuscrito redactado hacia 1600 que refiere cuáles lenguas debían emplear en la época para sus predicaciones los curas del Obispado de La Plata(2).

La correlación de las informaciones ofrecidas por este último documen­to, que llamaremos Copia de curatos, con las de otras fuentes, en particular la Tasa de 1(1 Visita General de Toledo (TVGT), muestra bien que en torno a 1600 el panorama social y lingüístico altiplánico era mucho más complejo de lo que se estima generalmente.

El antropólogo francés Nathan Wachtel, quien ha venido investigando el problema uro, ha contribuido valiosamente a nuestra labor de comparación lingüística del puquina y uruquilla al recoger para nosotros material de habla chipaya, en particular los vocablos chipayas correspondientes en significado a los despejados por nuestra parte de los textos puquinas de Gerónimo de Oré.

Hemos tenido igualmente acceso a un rico material inédito de callahua­ya, la lengua de los herbolarios del área boliviana de Charazani, recogido en varios años de investigación por el desaparecido antropólogo francés Girault,

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material al que recurrimos aquí para la comparación con el puquina, a fin de verificar y ampliar nuestros propios datos obtenidos en trabajo de campo en Bolivia en 1966(3 ).

Asimismo, hemos consultado la obra del letrado boliviano Enrique Obli­tas Poblete . El idioma secretQ de los Incas, publicada en La Paz en 1968, que contiene una breve gramática de la lengua callahuaya y un vocabulario caste­llano-callahuaya, acopiado a través de muchos años y que hoy se vuelve inva­lorable vista la acelerada reducción del número ya exiguo de hablantes de esta lengua.

LA COPIA DE CURA TOS

El manuscrito sobre idiomas del obispado de La Plata (o Charcas) revela informaciones valiosas acerca de la situación lingüística existente en el gozne entre lós· siglos XVI y XVII dentro del dilatado territorio altiplánico y los flancos orientales de éste, exceptuado el sector noroccidental de la cuenca del lago Titicaca, sector que estaba a la sazón fuera de la diócesis del obispa­do de La Plata y. dentro de la jurisdicción del obispado del Cusca.

El manuscrito consiste en realidad_ de tres secciones elaboradas sucesiva­mente, cada una de ellas por mano de un escribiente distinto. La primera sec­ción, que es la más importante para el fin que nos ocupa aquí, lleva como tí­tulo: · Copia de los curatos y doctrinas que se proueenpor el padronasgo real en este obispado de La Plata y en. que lenguas an de ser instruidos los doctri­nan tes para mejor predicar el evangelio de Jesuchristo y su doctrina christia­na. No tiene indicación de fecha. Al conjunto de las tres secciones nos referi­mos abreviadamente como Copia de curatos (ver Anexo 2).

El escribiente de la primera sección, o documento básico, hace inventa­rio y deslinde de las cuatro lenguas usadas por entonces en el territorio del obispado: uruquilla, puquina, aymará y quechua; precisa los lugares en que éstas se hablaban y permite apreciar el grado de vigor e implantación de cada una de ellas. En un párrafo extenso -que transcribimos modernizando orto­grafía y puntuación- resume bien el panorama idiomático:

"La lengua general de casi todo este obispado es la aymará, y, así, en todas las doctrinas de Potosí -aunque hay muchas de tres lenguas- el sacerdote que supiere la aymará podrá ser proveído en ellas y sin saberla no, aunque sepa bien la quichua, si no fuere el cura de las piezas [ escla­vos]. En toda la provincia de Chucuito, en todo lo de Chuquiavo, en Pacasas, Carangas, Charcas, Quillacas, sólo puede ser proveído sabiendo la lengua aymará". "Las doctrinas que con sola quichua pueden ser proveídas son la de las piezas de Potosí, las dos de esta ciudad [La Plata], las de Guata y Sicha de los mercenarios y las de las chácaras de yanaconas. Las de Omasuyo, que son aymaraes y puquinas, si saben la una o la otra bien sabida {?O-

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drán ser proveídos. Sola Capachica y Coata piden padre puquina , por­que la quichua solos los ladinos la saben".

El segundo escribiente establece un listado alfabético de los curatos se­ñalados por el primero e introduce una numeración correlativa en el docu­mento básico, numeración que antepone al listado alfabético.

El escribiente de la sección tercera y final tiene por preocupación con­signar los nuevos c_uratos instituidos ocho años después de la elaboración de la lista básica e introduce su relación con la frase: "Doctrinas que se han acrecentado en este obispado de los Charcas de ocho años a esta parte"; pero tampoco suministra ninguna fecha absoluta. Este mismo escribiente hace varios añadidos e intercalaciones en el documento básico para agregar infor­maciones que en parte recoge en su relación final.

Thérese Bouysse-:Cassagne, la descubridora de la Copia de curatos, da como fecha para el documento básico el año 1580, pero sin justificar tal da­tación. Por su parte , Waldemar Espinoza Soriano, quien ha publicado en dos oportunidades versiones paleográficas bastante incorrectas de las tres seccio­nes, lo fecha en 1604, de manera igualmente infundada(4 ). El error funda­mental de Espinoza reside en que no alcanza a discriminar en sus versiones paleográficas la infervención de los tres escribientes distintos y, por ello, pre­tende fechar el documento bá~tco a partir de un añadido existente en la pri­mera sección, que se refiere a la villa de Salinas del Río Pisuerga , villa funda­da en el valle de Mizque en 1604. Ahora bien, tal añadido es de mano no del autor del documento inicial, sino del tercer escribiente; a más de esto, la re­ferencia a Salinas del Río Pisuerga no está incorporada en la relación final de los nuevos curatos " acrecentados de ocho años a esta parte" , por lo que su adición al documento básico parece, a todas luces, ulterior a dicha relación. De donde, a nuestro juicio, sería más acertado restar a 1604 esos ocho años cuando menos, operación que daría el año de 1596 como fecha más tardía de elaboración del primer documento.

De otro lado, la fecha de 1612 que Espinoza fija para la sección tercera y final, sumando a 1604 los "ocho años a esta parte", queda descartada por el hecho de que en 1609 había sido erigido el obispado de La Paz segregán­dolo del de Charcas y, por ello, mal podría concebirse que en 1612 un docu­mento del "obispado de Charcas" siguiese incluyendo, como lo hace la ter­cera sección, a curatos que ya por entonces estarían perteneciendo a la juris­dicción de otro obispado.

Nuevas investigaciones podrán más adelante establecer de manera preci­sa la datación del documento básico; de nuestra parte, utilizamos por cautela la expresión "hacia 1600".

UROS Y NO UROS

Al ir estableciéndose la administración colonial española en el Perú , en

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la segunda mitad del siglo XVI, las autoridades hispanas advirtieron que en la cuenca cerrada del sistema hidrológico de los lagos Titicaca y Poopó y los sa­lares adyacentes existían dos géneros de poblaciones de comportamiento so­ciocultural -tecnológico y sociológico- radicalmente distinto y contrasta­do: de un lado, sociedades agropastoriles y de Estado, rígidamente jerarqui­zadas en clases, y, de otro, grupos exclusiva o casi exclusivamente predado­res, sin división social interna y nula o débilmente interrelacionados: los denominados globalmente uros por los propios habitantes del Altiplano.

De las poblaciones altiplánicas, la de los uros se encuentra ampliamente señalada y descrita en las crónicas, "visitas" y relaciones hispánicas de los si­glos XVI y XVII, y sus sobrevivientes modernos han sido objeto en el último siglo de no pocos estudios en diversos aspectos de cultura, raza y lengua.

En Dieux et Parias des Andes, Jehan Vellard (1954: 77) subraya correc­tamente que los uros no son étnicamente uniformes. Podían ser, ya esencial­mente pescadores con tecnologías bien adaptadas para el aprovechamiento de los recursos lacustres, ya cazadores y recolectores "paleolíticos" en los de­solados espacios de las punas altiplánicas; y encontrarse sometidos a los seño­res de las sociedades de Estado ("uros sujetos") o permanecer rebeldes a toda sujeción ("uros indómitos").

De todos modos, aun cuando no étnicamente uniformes en su conjunto, los diferentes grupos uros se distinguían de las sociedades de Estado que les eran vecinas no sólo, al parecer, por sus modos de subsistencia, sino también por determinadas expresiones artísticas colectivas, como danzas y cantos, según consigna Ludovico Bertonio en su . Jlocabulario de la lengua aymará para los uros de la provincia de Chucuito, el antiguo reino lupaca:

hucchu o sisa quirquitha: baylar como los uros des ta provincia. quirquitha, o taquitha: Baylar, brincar, pisando con velocidad el suelo, como usan los uros, y también los que danzan con cascabeles. chiy chiy: Bayle de los uros. chiy chiytha: Baylar assi teniendo en las manos la chuspa o gualquepo.

Los uros sujetos habían soiido dar a los señores de la tierra "en señal de reconocimiento" desde los tiempos prehispánicos tributo en servicios o en especies silvestres, sobre todo en pescado, pero siempre en cantidades poco elevadas. En cualquier caso, la riqueza de un señor altiplánico no provenía de manera significativa de la opresión de "sus" uros, sino substancialmente de la explotación de sus "atunlunas": los agricultores y pastores vasallos suyos al interior de .su propia sociedad clasista. Sobre los atunlunas, igualmente, ha­bría de recaer más tarde, durante el imperio Inca y el dominio español, el peso mayor de la tributación al Estado y a los sefíores locales.

Por lo demás, "libres" o sujetos a las sociedades de Estado, los uros se hallaban impedidos de poseer tierras de labranza y, sobre todo, ganados, la fuente principal de riqueza en el Altiplano, con la cual sus poseedores podían sostener interc.ambio conJas ,sociedades de tierras más bajas y obtener maíz,

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coca, ají, fru.tas, etc., que sus frígidas tierr.as no producían, dando a cambio los animales ,mismos, .su lana o ropa y otros-tejidos confec_cionados con lana.

Era tal la importancia del · ganado para los,altiplánicos que , como varios informantes dijeron en _1575 a Garci Diez:de San Miguel, visitador de la pro­vincia de Chucuito, . si carecieran de aquél no podrían sobrevivir en tan eleva­dos territorios, nada o muy poco aptos _para la agricultura , la cual, además, estaba permanentemente puesta en riesgo por sequías, heladas o lluvias exce­sivas (Garci Diez 1964: 146,.147 y 208;209).

Al vetar a los uros el acceso a la riqueza agropecuaria y al limitarlos al aprovechamiento de los recursos lacustres -si bien normalmente suficientes para la sobrevivencia local de los predadores-, los dueños de la tierra los in­capacitaban para ejercitar el intercambio con pueblos distantes, yungas coste­ños o de selva, de territorios de por sí ricos en peces, y los constreñían, pri­sioneros en su hábitat , a un trueque menor, cuando lo había, de pescado con­tra las papas y el chuño que producían los agricultores inmediatamente veci-nos.

Privados de la tierra firme, a raíz probablemente de un antiquísimo des­pojo convertido en restricción permanente, y contenidos de esta manera en su desarrollo socioeconómico, los uros eran menospreciados por sus propios cercadores como seres anómalos, "no humanos", sobrevivientes de una pre­humanidad; y esta concepción .la compartían los propios uros, según la ver­sión que recogen varios cronistas, como Antonio de Herrera:

"Estos Uros son tan salvages que preguntándolos quienes eran respon­dían que no eran hombres sino Uros, como si fueran otra especie de animales" (Herrera 1721 : III, 92).

Un deslinde de raíz indudablemente milenaria les había negado el trán­sito a la condición humana. Los uros son al hombre como la vicuña a la lla­ma: lo silvestre, lo no doméstico. La función de la ideología así desarrollada y asumida estuvo seguramenJe dirigida, más que a justificar la opresión de los uros, a afirmar la explotación de los atunlunas en la sociedad de los hombres. Remanentes como la vicuña de un mundo oscuro y yermo en el que el sol no existía todavía, los uros permanecían en los márgenes peligrosos de la socie­dad doméstica como una advertencia para los atunlunas: si se debilitara la disciplina productiva y se alterase el orden social, el mundo recaería en lo oscuro y estéril, las llamas retomarían a vicuñas y los hombres a uros. La ideología que en los uros sustentaba su calidad de no hombres sustentaba la sociedad de los hombres.

Las pautas segregatorias contra los uros llegaban al extremo de tenerlos por inhábiles para consumir los bienes culturales producidos por las socieda­des de Estado. Es ilustrativo al respecto el incidente relatado por fray Regi­naldo de Lizárraga, a quien , a su paso por el Collao, un uro le pidió que le comprara pan:

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" ... díjome: Padre , cómprame un real de pan; yo le respondí : ve tú a comprarlo ; respondió :no me lo dará el indio tambero porque me cono­ce, soy Uro; repliquéle: Pues tú, Uro, ya sabes comer pan? ... " (Lizá­rraga 1968: cap. LXXXIX). La administración española buscó por diversos modos, en especial a

partir del virrey Francisco de Toledo, el incorporar a los uros al sistema tri­butario colonial: se empeñó en reducirlos a pueblos y les señaló de oficio caciques extraídos de sus propios grupos que se responsabilizaran de la per­cepción de los tributos. En atención, sin embargo, a su débil aptitud produc­tiva, les fijó una tasa cuyo valor se estableció generalmente en la mitad del exigido a los no uros y cuyo pago se cumplió por lo común con la entrega de pescado seco y la hechura de costales o ropa basta.

En un caso especial , el de 91 uros Uruquillas del pueblo de "Huchusu­ma y puente del Desaguadero", reconocidos como "los de peor condición" de toda la provincia collavina de Chucuito, la tasa se fijó en un sexto de la correspondiente a los no uros de esa provincia(5 ).

De este modo, y tal como se percibe en la Tasa de la Visita General de Toledo, el término "Uro" pasó a designar consistentemente a la menor de las dos categorías tributarias distinguidas por los tasadores hispanos en la región altiplánica. Cuando en un repartimiento o encomienda había uros y no uros, la TVGT establece la oposición con vocablos que traslucen reveladoramente el manejo de concepciones propias de las sociedades clasistas dominantes en el Altiplano en el siglo XVI; cosa que, por un lado, evidencia la simpatía de clase entre los señores hispánicos y los señores nativos, particularmente ay­maraes, y, por otro, muestra que, al menos en el área del Collao, la Tasa fue elaborada en colaboración directa con los señores aymaraes o sus represen­tantes, celosos de conservar al máximo la situación privilegiada nacional y de clase que habían adquirido en el Altiplano antes de los Incas y consolidado durante el Incanato.

Así, la designación para la categoría de mayor aptitud tributaria, opues­ta a uro, se refiere en primer lugar a sociedad clasista globalmente considera­da ; y el término empleado de modo casi exclusivo en las tierras que rodean el lago Titicaca es el de "aymará ", el cual, por simplificación ciertamente inten­cionada, absorbe no sólo a lupacas y pacases, efectivamente de "nación" y lengua aymará, sino a pueblos del norte y el oriente de ese lago, mayoritaria­mente de "nación" y lengua puquinas. En tales casos , el vocablo aymará pier­de su referente etnolingüístico para reducirse a mera categoría fiscal. Tal vez este empleo de los términos aymará y uro resultó de una extensión a todas las provincias del Collao del manejo que hizo de ellos Garci Diez de San Mi­guel a raíz de su Visita, en los años 1567 y 1568, a la provincia de Chucuito, precisamente Ju paca.

Con la salvedad indicada, en las encomiendas altiplánicas los términos étnicos de la oposición a uro son : en el sector collavino del "Distrito de la Ciudad del Cuzco": aymaraes, y , una vez , oxiveres; en el "Distrito de la Ciu-

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dad de la Paz" : aymaraes; en el " Distrito de la Ciudad de La Plata", en cuyas encomiendas no hay mención a "aymaraes": en Totora, Urinoca , Chuquico­ta , Sabaya, Colquemarca y Andamarca : Carangas; en Paria : Soras y Casayas Soras; en Aullagas y Uruquillas : Au/lagas y Uruquillas; en Quillacas y Asana­ques: Asanaques y Qui/lacas.

En segundo Jugar, en vez del nombre étnico, o a la par de él , suele apa­recer, particularmente en el sector cusqueño del Collao, el vocablo atunluna (hatunnma), expresión quechua que los diccionarios y documentos antiguos traducen por "vasallo", "plebeyo" o "pechero", esto es, el sector productor dentro de la sociedad de clases sometido a la obligación de tributar en espe­cies o en trabajo. La no utilización del vocablo atunluna para referirse a uro (y , más bien, su empleo como término opuesto) es significativa en cuanto evidencia que en la época continuaba percibiéndoselo como no aplicable a una población que no producía un excedente socialmente importante y, por ende, desconocía la separación clasista interna.

Finalmente, en tres casos (encomiendas de Puna, Cavana y Aullagas­Uruquillas), aparece como término "no uro" de la oposición la palabra caste­llana indio, cuyo uso refleja de algú,n modo la asunción porlos encuestadores de la concepción altiplánica acerca de lo humano , fu_era de lo cual quedaban los uros.

En su estudio de 197 S, . Toérese Bouysse-Cassagne había percibido co­rrectamente que en la Tasa de la Visita General de Toledo los términos ayma­rá y uro se utilizan no como referentes étnicos ni lingüísticos, sino como ca­tegorías fiscales opuestas ; sin embargo, cuando en 1980 aborda en su tesis doctoral el estudio de las sociedades altiplánicas, suele abandonar su hallazgo o perderlo de vista las más de las veces para manejar esos términos como indi­cadores socioculturales casi exclusivamente; de modo que en definitiva termi­na magnificando a la "nación aymará" y relegando a puquinas y umquillas a la condición de uros (Bouysse-Cassagne 1980: tomo 1, cap. 111).

La antigüedad de la presencia de los uros (de los modos de vida uros) en el Altiplano, más aún en el corazón de éste, el lago Titicaca y sus contornos , es un punto crítico por dilucidar. Es sorprendente , de todos modos, hallarlos en una zona que vio florecer a una de las más brillantes civilizaciones prehis­pánicas, la de Tiahuanaco. Quizá investigaciones arqueológicas y de antropo­logía física podrán alguna vez determinar si estuvieron allí "desde siempre" ; es decir, antes de la aparición de la agricultura y el pastoreo en la región ; si ocurrió o no "invasión repentina" de agricultores y pastores que desplazaron a originarios pobladores paleolíticos hacia los lagos, los totorales y las punas agrestes y saladas, o si fue una misma población original la que se escindió en productores y predadores; si la llegada de los uros se dio en tiempo ulte­rior a la del agropastoreo, cuando ya había sido superado el estadio paleolíti­co en el Altiplano; o si, finalmente, el "fenómeno uro" se recreaba continua­mente en las áreas lacustres y en las punas altiplánicas con las gentes expulsa­das de las sociedades de Estado y como válvula de escape a las tensiones de

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estas sociedades. Antes del hallazgo y la publicación de las informaciones contenidas en

la Copia de curatos, en especial la mención a la lengua uruquilla explícita­mente distinguida de la lengua puquina , diversos autores -'Como Paul Rivet , Jehan Vellard, etc .- habían identificado, sin ningún fundamento lingüístico, al idioma puquina con el uruquilla ("uru-chipaya").

Habían sostenido, incluso, que era aquél el idioma de los uros, en base a razonamientos errados, tales como que una determinada lengua debía nece­sariamente distinguir a los uros de las demás poblaciones altiplánicas; y que, si bien en los documentos coloniales se hacía numerosas referencias a los uros, no se daba la identidad de "su" idioma, en tanto que en los mismos se reconocía al puquina como una de las tres lenguas generales del Perú y se lo mencionaba con relativa frecuencia , pero diciéndose poco, y bastante impre­cisamente, de pueblos puquinas. De allí se concluía que el puquina era la len­gua que caracterizaba a los uros y que todo hablante puquina era un uro.

A fines del siglo XVI, sin embargo, los uros no se identificaban específi­camente con , o por, una determinada lengua: hablaban uruquilla, puquina o aymará. Vimos ya que la TVGT hace referencia a los uros uruquillas de "Huchusuma y puente del Desaguadero" y sabemos de la pervivencia de esa lengua aun hoy día precisamente entre los uros ochusumas del Desaguadero y en el pueblo de Chipaya. En cambio, al norte del lago, en Coata, poblada sólo por uros según la Tasa de Toledo, el único idioma usado era el puquina de acuerdo con la Copia de curatos. Finalmente, en la provincia de Chucui­to más de una cuarta parte de sus habitantes eran uros y hablaban aymará, excepto en el extremo sur de la provincia (pueblos de Cepita y Huchusuma) donde el uruquilla era empleado seguramente por uros y no uros (Garci Diez 1964: 204-206).

Por otro lado, y descontadas la aymará , lengua "nueva" en el Altiplano, y el quechua, lengua "novísima", nada autoriza , en el estado actual de nues­tros conocimientos, a inclinarse por el puquina o por el uruquilla como el idioma que habrían hablado primitivamente los uros. Quizá el puquina se de­sarrolló originalmente en el área septentrional del Altiplano y el uruquilla en el área meridional; así , ambas son tal vez similarmente "antiguas", pero, tam­bién, tal vez ambas demasiado "recientes" en relación con la antigüedad del modo de vida uro.

En cuanto a la lengua o las lenguas que usaron los "uros marítimos" del litoral desértico de Tarapacá y Atacama, en el norte del Chile actual , es evi­dente que, a falta de documentos lingüísticos precisos , nada permite identifi­carlas a partir sólo del hecho de que las hablaban dispersos grupos de pesca­dores de escaso bagaje de cultura material a los que, por su modo de vida, se calificó de uros desde fines del siglo XVI. En las costas de Tarapacá se señala aymaraes y uros; en la región de Atacama, gente de habla cunza en el valle de ese nombre, y uros (más tarde llamados camanchacas y changos) en el litoral. Estos ''uros" no aparecen como tributarios en la Tasa de la Visita General de

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Toledo(6). Créqui-Montfort y Rivet yerran al sostener que la lengua ·arawak se ex­

tendía hasta las orillas del Océano Pacífico, por el mero hecho de haber allí gente llamada uro y por postular ambos que existía una "lengua uro" vincu­lada con la familia arawak(7). Muestran, en cambio, una justa cautela al dese­char como correspondiente al idioma original de los changos un breve voca­bulario que habría recogido André Bresson en 1870; ese vocabulario -in­dican con razón- es ' ·puro araucano" y no cabría esperar tal semejanza en hablas de poblaciones separadas por tanta distancia y tanto tiempo(8).

QUECHUAS

Para el Altiplano del Collao y Charcas, la Copia de curatos muestra una débil implantación del quechua , a primera vista sorprendente. Señala su em-

. pleo casi exclusivamente en las parroquias citadinas o centros mineros acti­vos (La Plata, Potosí, Porco, La Paz o Chuquiabo, Cochabamba) o en las doc­trinas instaladas en las yungas orientales; esto es, allí donde se concentran yanaconas, mitayos, mitmas o esclavos ("piezas").

Esta escasa presencia de la lengua "más general" del Perú de entonces (la cual debe entenderse como correspondiente a la variedad Chínchay del quechua)(9), puede explicarse_p_or el vigor expansivo que seguía mostrando la aymará, pero también por un retroceso temporal del quechua resultante de la caída del Imperio Incaico, dado que en el Altiplano no había pasado de ser idioma de la administración imperial.

Sin embargo, aparte del empleo de esa lengua entre ciertos grupos de . mitmas y yanas como supervivencia de los tiempos incaicos, el documento eclesiástico permite percibir ya una reanimación del quechua en el área, esta vez motivada por los intereses económicos hispánicos que movilizaban a mi­tayos, yanaconas y esclavos para el laboreo en los centros mineros, el cultivo de coca en las yungas o el servicio doméstico en las ciudades. Respondiendo a tales intereses, el quechua habría de ganar terreno ampliamente en los si­guientes siglos en regiones como las de Sucre y Potosí, Cochabamba y Lare­caja.

Para el noroeste del lago, región de los collas o hatuncollas, la Copia de curatos suministra información muy corta puesto que por allí empezaba la jurisdicción del obispado del Cusco en la época y sólo unas pocas localidades pertenecían al obispado de La Plata. No obstante, 1a Copia de curatos brinda un dato interesante al indicar que los pueblos, de Capachica y Coata requie­ren de sacerdute que predique en puquina "porque la quechua sólo los ladi­nos la saben'.'. La mención al quechua y no al aymará como el idioma que empezaba a asentarse .es significativa, por cuanto, de un lado, hace evidente que el aymará, pese a su pujanza en el Altiplano, no había logrado penetrar en esa área puquina y, de otro, prefigura la situación actual: ha sido la lengua quechua y no la aymará la que desplazó en definitiva al puquina de ese sector

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collavino. Algo similar habría- de suceder e-n las "provincias" de Umasuyos y Lare­

caja, al oriente del lago Titicaca, donde aymará y quechua contendieron en la eliminación del puquina, para, finalmente, quedar en partes vencedora una u otra y en partes hasla hoy superpuestas una y otra.

AYMARAES

La lengua aymará forma. parte .<d.e la familia lingüística aru, junto con la· jaqaru y la ,k\a:uki, habladas ··en la prbvincia peruana de Yauyos, sureste del departamentó -de Lima; la· fotegtaban otras hoy extintas, pero todavía vivas en el siglo· XVI : las llamadas hahuasimi, usadas por varios pueblos a lo largo de la Cordillera Occidental peruana, particularmente en el departamento de Ayacucho y en las lindes, de· éste con los departamentos de Huam~avelica y Apurímac.

·Sobre la historia de la familia' aru hemos tratado con detenimiento en trabajos anteriores(lO); aquí resumire~os brevemente nuestras conclusiones: la zona ocupada originalmente por el aru se 'extehdía desde el sur del valle de Cañete o del de Chincha hasta el de· Nasca o el de Acarí, en la costa sur pe­ruana; de allí inició su expansión en los primeros siglos de nuestra era en di­rección del este, ganando la síerra surcentral y parte de la sierra sur. Hacia el norte y el noreste su avance se vio contenido por la expansión contemporá­nea que el protoquechua emprendía desde la costa central y nOrcentral hacia el interior. ·

A más de un milenio de la expansión inicial del protoaru, se encuentra al aru aymará a fines del siglo XVI -hablado desde la cuenca del río Pampas, en las provincias de · Cangallo y Víctor Fajardo, departamento de Ayacucho, y desde la cuenca del río Soras (Chicha) -que discurre entre los departa­mentos de Ayacucho y Apurímac- hacia el este y el sureste, cubriendo , fuera del Altiplano peruano-boliviano, gran parte de los departamentos de Apurímac y Cusco y el noreste del departamento de Arequipa . El área de su configuración como lengua parece haber sido la cuenca del Pampas.

La presencia de pueblos aymaraes (de lengua aymará) en el Collao y Charcas era relativamente reciente en el siglo XVI; su ingreso se había produ­cido unas tres centurias antes, al parecer de manera violenta, por conquista militar avanzando desde el norte hacia el sureste a lo largo de la Cordillera Occidental de los Andes y repartiéndose el territorio altiplánico posiblemen­te bajo forma de diversos señoríos o reinos, algunos de los cuales menciona Ludovico Bertonio en la introducción a su Vocabulario de la lengua aymará: Lupacas, Pacases, Carancas, Quillaguas, Charcas.

Pedro Cieza de León recoge y nos transmite relatos acerca del avance guerrero de una parte de esos aymaraes sobre la orilla occidental del lago Titicaca, territorio en el cual se constituiría de este modo el reino preincaico de los lupacas y, tiempo más tarde, la provincia de Chucuito en la división

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colonial española. Uno de los relatos se refiere a la ocupación sangrienta de la isla sagrada de Titicaca por huestes aymaraes q,ue, comandapas por Cari, li­quidaron totalmente a los ocupantes originarios de la ista, probablemente de "nación" puquina(l l ). ,,, . .

A raíz de estas acciones invasoras, los lupacas se vieron enfrentados con Zapana, poderoso señor de los collas.

Es necesario indicar aquí que el'vocablo colla tuvo variados referentes .en el uso de los autores de crónicas y relaciones. Inicialmente, lo emplearon los conquistadores españoles -Cieza entre ellos~ para designar genéricamen­te a los pobladores del Collao. Más adelante se aplicó principalmente a lo~ aymaraes, colla vinos, la etnia más poderosa del área, y a su idi_oma. Sin em­bargo, las informaciones más precisas -,-mas no necesariamente cqmpletas­acerca de quiénes eran los .collas y en qué región habitaban nos las brinda Luis Capoche en su Relación General de· la Villa Imperial de Potosí. escrita en 1585 .

De acuerdo con los datos de este cronista, la "nación'' de los collas ocu­paba a fines del siglo XVI la mayor parte de la región · cfrcundante del lago Titicaca, desde lugares como Pu.qo, Cavana y Lampa por el noroeste, y, de allí, rotando en el sentido de las agujas del reloj, por el norte, el este y el sureste hasta al.menos el pueblo de Achacachi, y tal vez más al sur(l 2).

Capoche da cuenta, asimismo, de la existencia de una oposición de base geográfica vigente al interior de .. cási todas las ''naciones" altiplánicas, entre urcusuyu: "la parte o batida de los cerros'', y umasuyu: "la parte o banda del agua o los valles"; esto es, groso modo, los lados occidental y oriental del Altiplano, respectivamente.

Ahora bien, esta oposición se presenta en la "nación" colla, mas no en la lupaca, la cual sólo se extiende en el lado occidental del Titicaca (urcusu­yu), aunque sin llegar a cubrir el sector noroeste.

De otra parte, por simplificación, algunos autores dividen toda la cuen­ca collavina únicamente en dos grandes "provincias'', la de Orcosuyos (urcu­suyu), coincidente con la provincia lupaca y predominantemente de idioma aymará, y la de Umasuyos u Omasuyos (umasuyu), correspondiente a la ban­da nororiental y oriental del viejo territorio colla, mayoritariamente de len­gua puquina.

Por otro lado, la ubicación de los lupacas en sólo el sector occidental del lago y el carácter de noticia fresca que tienen las versiones transmitidas por Cieza de León acerca del avance de la gente de Cari desde las alturas de la Cordillera Occidental conducen a sospechar que la invasión lupaca -y tal vez también la de los pacases- se produjo no mucho tiempo antes de la irrupción cusqueña en el Altiplano.

A mediados del siglo XV, amenazados por la creciente pujanza del reino de los incas del Cusco, ambos señores collavinos buscaron de una buena vez definir superioridades en el Collao, tratando cada uno por su lado de lograr la alianza o la neutralidad de los cusqueños; los incas optaron por aliarse con

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Cari , señor de los lupacas, pero su "ayuda" no llegó a ser necesaria por cuan­to por sí solas las fuerzas de Cari se impusieron a las de Zapana. Sin embargo, llegados al Collao inmediatamente después del triunfo de Cari , los incas apro­vecharon la situación para hacerse dueños de las tierras del norte y el este del lago y, tras establecer una alianza táctica con Cari , continuar su expansión por el Altiplano( 13 ).

El mantenimiento de la alianza de los lupacas , así como de los pacases y otros grupos aymaraes , con los incas, que hizo posible la implantación del dominio cusqueño en el Altiplano , fortaleció a su vez a los aymaraes y acre­centó el empleo de su lengua como la "general" del Collasuyo( 14 ), esto es, como idioma de relación con otros grupos etnolingüísticos , más allá de sus propias fronteras nacionales. La Copia de curatos la reconoce como lengua "casi general" del obispado de La Plata y propone su uso alternativo con el idioma puquina en las provincias de Umasuyos y Larecaja , regiones de pobla­ción mayoritariamente puquina. Igualmente, Garci Diez , quien la designa como "lengua colla" , la halla introducida en valles costeños de tradición pu­quina tales como el de Sama(l 5 ).

Como compensación a su incorporación "voluntaria" al Imperio Inca, los caciques aymaraes , en particular los lupacas y pacases , recibieron tierras, despojadas a otros pueblos, en las vertientes marítimas y de selva que flan­quean el Collao al occidente y oriente. A tales tierras fueron a instalarse colo­nos (mitmas) venidos de su núcleo aymará a fin de sembrar y cosechar pro­ductos de tierra cálida para sus señores( 16 ).

Los caciques Ju pacas conciliaron igualmente con el poder colonial hispá­nico, logrando de este modo que su reino, -éonvertido en provincia,quedara directa y enteramente bajo gobernación y como patrimonio de la Corona es­pañola, incluidas sus colonias yungas, sin sufrir el desmembramiento de su población y su territorio en repartimientos o encomiendas, como sucedió con los demás reinos altiplánicos.

En todo caso, la ocurrencia del fenómeno de progresiva aymarización lingüística de regiones no étnicamente aymaraes -como Umasuyos y Lareca­ja, entre otras- no debe atribuirse a la instalación forzada de colonias ayma­raes en territorios ajenos, puesto que el número de tales colonos fue peque­ño -sólo 721 tributarios en las yungas de costa y selva para el caso de los lupacas(l 7)-, sino al empuje político y económico que los aymaraes demos­traron desde su ingreso militarmente victorioso en el Altiplano antes de for­marse el Imperio cusqueño y, más tarde, durante su alianza y colaboración con los incas e, inclusive, con la administración colonial hispana.

Los lupacas, por su parte, aún cuando instalados en el territorio agríco­lamente menos productivo del Collao(l 8), se ubicaron, al ganar la franja sur­occidental del lago Titicaca, en un sector geográficamente estratégico, puesto que controlaban así la ruta más directa del Cusco a Charcas y algunas de las vías más importantes del comercio altiplánico con los valles de las vertientes del Pacífico.

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UROS •

Localización de uros y áreas mt'nimas de lenguas a fines del siglo XVI

PUQUINA czzn URUQUILLA-

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Finalmente, coadyuvó a la aceptación de la aymará como lengua de relación su marcada uniformidad -como lo destaca Ludovico Bertonio(l 9)-, uniformidad que permitía a sus usuarios el emplearla desde al menos la cuen­ca del río Pampas hasta los confines meridionales del Altiplano.

PU QUINAS

La presencia del pueblo puquina en la historia reviste un aspecto casi fantasmal. En las crónicas y relaciones de la segunda mitad del siglo XVI y primera del XVII que mencionan a las poblaciones indígenas altiplánicas, en particular ·las ·instaladas en torno del lago Titicaca o en las montañas vecinas, · el pueblo de habla puquina es a la vez omnipresente e inasible. Las alusiones a. él y, a su lengua son medianamente numerosas, pero escasos. y escuetos los datos acerca de su cultura e, inclusive, de su situación geográfica; sobre este último aspecto, sólo Ia Copia de curatos ha venido parcialmente a llenar el ~acfo ..

La importancia de este pueblo era tal, sin embargo, que su idioma fue reconocido en 157 5 por el virrey Toledo como µna de las tres "lenguas gene­rales" del Perú de entonces, al lado del quechua y del aymará(20). No obs­tante, menos de un siglo más tarde las referencias a pueblo (o pueblos) y a lengua puquinas desaparecen de los documentos que han llegado hasta noso­tros. De allí que se haya tratado erróneamente de darles mayor consistencia y continuidad históricas identificándolos en cuanto a "nación" e idioma con la población uro y con la lengua "uruchipaya" (uruquilla) que sobreviven hasta hoy en el Altiplano, -· ·

Los puquinas no han tenido el beneficio de un examen detallado de su organización socioeconómica ni menos de una exposición pormenorizada de su idioma y de sus costumbres, concepciones y creencias, como sí lo tuvieron los lupacas aymaraes gracias a la Visita de Chucuito, de Garci Diez de San Miguel , y al Arte y el monumental Vocabulario de l(l lengua aymará, de Ludo­vico Bertonio. Inclusive , no ha sobrevivido ningún ejemplar del único libro que contenía un léxico y preceptos gramaticales .del puquina : la obra del je­suita Alonso · de Barzana, dada a la imprenta en Lima el año de 1590(21 ). Sólo se han librado de la desaparición los textos religiosos (confesionario y rezos) que contenía este libro, gracias a que fueron recogidos por Gerónimo de Oré en su Rituale seu .manuale Peruanum.

De allí que únicamente a partir de datos aislados y a menudo contradic­torios se pueda inten"tar comprender por qué y cómo desapareció la "nación" puquina, cómo su lengua se fue extinguiendo, qué espacios ocupó, cuáles fueron las culturas que supuso y cuáles el grado y el valor de su aporte al de­sarrollo del mundo indígena prehispánico.

El jesuita Bias Valera relieva la adhesión de puquinas y aymaraes a sus respectivos idiomas y su rechazo de la lengua quechua : " ... todos los collas [aymaraes] y los puquinas, contentos con sus lenguajes particulares y pro-

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pios, desprecian la del Cuzco"(22). A través de los documentos de fines del siglo XVI y comienzos del XVll,

podemos determinar las áreas que ocupaba por entonces el puquina. En las cordilleras surorientales del Altiplano existía un bolsón de este

idioma, amplio y consistente, entre San Francisco de la Puna, Potosí, Quila Quila, Yotala y La Plata (Sucre }, en los actuales departamentos bolivianos de Potosí y Chuquisaca; su presencia tan meridional se explica con mucha pro­babilidad como resultado de una antigua expansión del puquina como "len­gua general" en la zona.

La Copia de curatos nombra los cuatro primeros lugares, si bien señala que en las doctrinas de Potosí, ''aunque hay muchas de tres lenguas", tiene la primacía el idioma aymará. En cuanto a La Plata, el cronista Vásquez de Es­pinosa escribe en 1630 que los indios de esa ciudad

"hablan la lengua quichua que es la general del Inga, otros hablan la aymará, y otros la puquina, cada uno conforme a su natural, sin otras particulares que hay en los demás pueblos'' (Vásquez de Espinosa 1969: cap. XXV).

En las provincias que circundan el lago Titicaca la presencia del puquina es más consistente, excepto al parecer en el sector occidental o provincia de Chucuito, hábitat de los lupacas.., si bien Anello Oliva (l 895: 15) escribe en 1631 que la lengua puquina se habla "en algunos pueblos de la provincia de Chucuito". Tal vez este cronista quiere referirse con tal designación a todo el ámbito del Collao. Sin embargo , otro cronista, José de Acosta, no descuenta a la provincia de Chucuito de entre las que tenían usuarios del puquina, al me­nos como idioma de relación, cuando afirma, en 1578, que los padres de la Compañía de Jesús que estaban por entonces en Juli , pueblo de esa provincia, "algunos hablan las dos lenguas, quechua y aymará, y algunos también la pu­quina, que es otra lengua dificultosa y muy usada en aquellas provincias"(23 ).

Sobre las vertientes marítimas de la Cordillera occidental, al oeste del Collao y probablemente hasta el litoral del Pacífico, el puquina continuaba siendo usado en la primera mitad del siglo XVII: las Constituciones del pri­mer sínodo del Obispado de Arequipa ordenan, hacia 1638, "dado que en ciertas regiones del obispado se habla puquina", que los curas de los pueblos de Carumas, Ilabaya y Locumba "que son los que mejor conocen esa lengua", traduzcan al puquina un catecismo y diversas oraciones(24 ). Carumas se en­cuentra en la cuenca del río Tambo, e Ilabaya y Locumba, en la del río Lo­cumba. En la época, el área así definida comprendía la provincia de Colesuyo (Collesuyo) o Moquegua y el norte de la de Arica (actualmente, los departa­mentos peruanos de Moquegua y Tacna(25)). Con mucha certeza se puede, por esto, identificar como puquina la lengua coli, que seguía hablándose to­davía en 1790 en el "partido" de Moquegua (Barriga 1939-1955: IV, 75). Koli es la designación que Bertonio da a los pobladores yungas de Moquegua; y los nombres puquina y coli se mantienen en la toponimia de la región (hay

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un pueblo llamado Puquina y un río Coli en la cuenca del río Tambo, y la Punta de Coles es un accidente geográfico del litoral cercano a la desemboca­dura del río Osmore o Moquegua).

Más al norte de la provincia de Moquegua, sobre el curso medio del río Colea o Majes (actual departamento de Arequipa), una relación de 1586 men­ciona que hablaban lenguas "cada pueblo diferente del otro, muy bárbara" o una "lengua incógnita y para ellos solos"(26). Estimamos que, por su ubica­ción geográfica, se trataba de idiomas relacionados con el puquina.

Se hace evidente, en todo caso, que el avance de los aymaraes (colla­guas, lupacas, pacases) sobre las punas y las vertientes altas de la Cordillera Occidental había vuelto discontinuo, y fragmentado incluso, el antiguo terri­torio puquina.

En la provincia de los aymaraes pacases, al sur del lago, el puquina es, hacia 1586, "lengua particular que se habla en algunos pueblos"(27). Los uros del repartimiento de Machaca, en la misma provincia, la estaban abando­nando a la sazón en favor de la aymará por "la comunicación con los indios serranos"(28); hemos sostenido en un trabajo anterior que los uros de Macha­ca estaban abandonando no su lengua materna (el uruquilla o "uru-chipaya", hablado hasta el presente siglo en esa zona), sino una "lengua general" que caía en desuso, la puquina, en favor de una nueva y más pujante "lengua ge­neral", la aymará (Torero 1970: 227-228).

En cuanto al lado oriental del lago Titicaca, la Copia de curatos cita al puquina para la casi totalidad de doctrinas de las provincias de Umasuyos y Larecaja, si bien junto con el aymará y, en _algunos casos, el quechua. Por fray Reginaldo de Lizárraga sabemos que la mayoría de la población de Urna­suyos era puquina(29).

Justamente, es al oriente del lago Titicaca, en la región de Charazani -actual provincia de Bautista Saavedra, departamento boliviano de La Paz­donde aún sobrevive el puquina a través del léxico y de algunos rasgos grama­ticales . de fa lengua de los, comerciantes y herbolarios callahuayas. El idioma callahuaya, que ha asumido en cambio, .casi enteramente, la fonología y la gra­mática del, quechua cusqueño, tiene una elevada comunidad léxica con el ma­terial puquina que nos ha transmitido Gerónimo de Oré (más de 41 o/o, según el examen comparativo presentado en el Anexo 1 del presente artículo).

Para el territorio collavino del obispado del Cusco, el sector noroeste del lago Titicaca, no poseemos hasta hoy, infelizmente, un documento equiva­lente a la Copia de curatos del obispado de Charcas. No obstante, la insisten­te preocupación de la Iglesia cusqueña por la lengua puquina a fines del siglo XVI prueba indirectamente que ésta tenía una importante densidad de usua­rios, sobre una extensión que quizá desbordaba las lindes del Collao en direc­ción de la propia ciudad del Cusco.

Ya la Copia de curatos muestra que podría esperarse una notable pre­sencia, incluso un predominio, del puquina en el noroeste del lago Titicaca, cuando señala que en Capachica y Coata se requiere exclusivamente de sacer-

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dote que predique en puquina. Un documento de 1666 existente en el Archi­vo Arzobispal del Cusca indica que los pobladores de Taraco, pueblo situado a proximidad del lago, tienen por idioma el puquina(30); una investigación sistemática en archivos conduciría probablemente a comprobaciones seme-jantes. ·

De modo genérico, la Constitución sinodal del Cusco dispuso, en 1591 :

"Porque en muchos pueblos de este nuestro obispado generalmente todas las indias, o las más, y algunos indios no entienden la lengua quechua, si-no la Aymará, o Puquina ... , todos los curas de indios ... confiesen en la lengua propia de su curato, quechua, aymará o puquina . . . "(31 ).

En 1599, el obispo del Cusco, Antonio de la Raya, encomendó a losje­suitas de esa ciudad que examinasen los conocimientos de los sacerdotes en los idiomas quechua, aymará y puquina "porque así mismo es necesario que la dicha lengua aymará y puquina se lean en esta Ciudad, por hablarse en mu­chas partes deste Obispado"(32).

Gerónimo de Oré, por su parte, recogió seguramente en territorio del obispado cusqueño la parte de los textos de su Manual que no se deben a Alonso de Barzana, pues consigna que los preparó "con comisión y aproba­ción del obispo del Cuzco" (Oré 1607: 385).

En todo caso, la presenci~__importante de la lengua puquina en el nor­oeste, el norte y el oriente del lago Titicaca, territorio de los collas, hace de esta área la de mayor concentración de puquinas collavinos y encierra a la "nación colla" dentro de una más amplia "nación puquina'', ya, sin embargo, bastante debilitada y laxa a fines del siglo XVI.

Hemos señalado la posibilidad de que el puquina fuera utilizado igual­mente, aunque por pequeños pueblos y grupos dispersos, en el valle alto del río Vilcanota y en las serranías vecinas hasta no lejos del Cusco, en medio de poblaciones mayoritariamente aymaraes como los canchis y canas y en una situación similar a la que se ha descrito para la provincia de los aymaraes pacases.

Vásquez de Espinosa (1969: cap. XCII) refiere que el inca Sinchi Roca conquistó hacia el sur del Cusco "las provincias de los Canas y Canchis y Puquinas hasta Chungara". El pueblo de Chungara se hallaba a breve distan­cia de la localidad actual de Santa Rosa, en el borde septentrional del Collao, por lo que los puquinas a que alude Vásquez de Espinosa estarían habitando también -si su información es correcta- más al norte y noroeste de las fron­teras collavinas.

Finalmente, a la entrada del baptisterio de la iglesia de Andahuaylillas, situada a una treintena de kilómetros al sur del Cusco, se puede ver hasta hoy pintada en el muro una doble portada sobre la cual se halla escrita la fórmula del bautismo en cinco lenguas: latín, castellano, quechua, aymará y puquina. Las inscripciones, que datan posiblemente de finales del siglo XVI o princi­pios del XVII y que fueron realizadas originalmente con pintura negra sobre

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fondo de color crema o rosado, muestran diverso grado de conservación, in­dudablemente en relación con el mantenimiento o no de la vigencia de esos idiomas dentro del ámbito de influencia de la parroquia: las fórmulas en la­tín -por razones obvias- y en castellano y quechua han recibido suficientes retoques como para destacar nítidamente hasta la actualidad; la inscripción en aymará está medianamente conservada; la puquina, en cambio, ha sufrido casi enteramente la caída de su pigmento negro y de la pintura de base que lo soportaba, de modo que se lee "en negativo".

La presencia de esta inscripción en puquina -el único otro testimonio que tenemos de esa lengua junto a los textos del Manual de Oré- permite presumir que hablantes de puquina vivían por entonces cerca de la iglesia de Andahuaylillas y acudían a bautizarse en ella.

Comparando la inscripción del baptisterio con los textos del Manual se perciben algunas variaciones: la primera registra sin yquile '.'nuestro padre" donde Oré escribe señ. yqf,li; Yt/flile [ikili] es la forma que para "padre" se consel'Va en el idioma callahuaya(33).

Tales variaciones habían sido observadas por la Constitución sinodal cusquense antes citada, la cual reconoce ser la lengua puquina "tan varia y di­ferente en cada pueblo a dónde se habla". Es indudable que un grado de dia­lectalización avanzada ponía al puquina en desventaja para desempeñar el papel de "lengua general" frente al aymará y al quechua cusqueño, poco di­versificados.

Desde el punto de vista social y cultural, los puquinas son presentados como semejantes a los aymaraes desde las primeras referencias a ellos en cró-nicas y relaciones. · · -· · ·

Eran, en primer lugar, un pueblo de pastores y agricultores. Fray Regi­naldo de Lizárraga, quien los encuentra constituyendo la mayoría de la nu­merosa población de la provincia de Umasuyos -el sector oriental del lago Titicaca- dice que

"son recios de ganado de la tierra, y participan de más maíz y trigo que los de la otra parte fel sector occidental o provincia de Orcosuyos], por tener sobre mano izquierda la provincia de Larecaja, abundante de lo uno y de lo otro" (Lizárraga 1968: Cap. LXXXIX). Por su parte, fray Martín de Morúa, cura de Capachica, norte del lago

Titicaca, al distinguir a los uros de los collas [aymaraes] y puquinas, dice de los primeros que vivían sustentándose de totora y pescado, y de los segundos que "algunos de ellos o lo más en general se dan a criar ganado", aunque "al­gunos moran cerca de dicha laguna entreverados con los uros" (Morúa 1946: 214).

El Manual de Gerónimo de Oré, a despecho de sus restricciones (fue es­crito con fines de catequización) contiene varios párrafos que dejan discernir entre los puquinas estructuras socioeconómicas tan complejas como entre los aymaraes; por ejemplo, se dirige a señores de diverso rango para preguntarles en puquina si tratan correctamente a sus vasallos y yanas y si no los han des-

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pojado de sus tierras y ganados(34 ). En el Manual, asimismo, aparece como equivalente de "reina" el voca­

blo puquina capacomi (capac "real"; omi o umi "madre" o "señora"). Este mismo vocablo es recogido por Ludovico Bertonio (1956: 414) bajo la forma ccapkhomi "reyna". Igualmente lo consigna Guarnan Poma (1936: 177) en una lámina que representa a las mujeres nobles del Collasuyo.

El español Melchior de Alarcón declara en la Visita de C:hucuito que los uros de Coata, puestos directamente bajo gobierno de la Corona hispana,

"se van ennobleciendo y haciendo gente de razón, y esto por no tener cacique aymará ni puquina salvo ser su cacique como ellos y su amo ha-berlos,recogido" (.Garc1 Diez 1964,: ,}41). ,

La asignación a los, grupos uros de caciques propios, iniciada en Coa ta, se generalizaría ,ppcos aflos más tarde con la tasa de la Visita General de Tole­do, a fin de sustraerlos, de la opresión de los caciques aymaraes y pu quinas y de asegurar su tributación directa al poder colonial.

Los puquinas formaban, en tiempos prehispánicos, un pueblo compacto y aguerrido. Cronistas tempranos como Pedro Cieza de León, Miguel Cabello Valboa y Pedro Sarmiento de Gamboa notician de un pasado cercano en que aquellos demuestran su determinación guerrera y su rebeldía frente a los aymaraes y los incas. Cieza personaliza en dos grandes señores, Zapana y Cari, el enfrentamiento entre los éollas-puquinas y los aymaraes lupacas que abrió a los incas cusqueños las puertas del Altiplano al iniciarse la segunda mitad del siglo XV. Cabello Valboa relata la campaña de Inca Yupanqui contra los collas, la derrota de éstos en Pucará, la captura del Collacápac y la celebra­ción de la victoria en el Cusco "con una nueva y no usada crueldad":

"fue que habiendo triunfado de Collacápac (señor principal de las pro­vincias del Collao) lo hizo sacrificar al Sol, que fue el primer sacrificio de sangre humana que los ingas se halla haber , hecho en sus triunfos" (Cabello Valboa 1951: 306). Sarmiento de Gamboa, quien llama al soberano de los collas Chuchi

Cápac o Colla Cápac, "que todo es uno", dice que éste "cresció tanto en autoridad y riquezas con aquellas naciones de Collasuyo" que las tenía suje­tas "desde veinte leguas del Cuzco hasta los Chichas y todos los términos de Arequipa y la costa de la mar hacia Atacama y las montañas sobre los Mojos" (Sarmiento de Gamboa 1942: 103-105). Este enorme territorio coincide bas­tante cercanamente con el área de dispersión de la lengua puquina; pero la información recogida por el cronista quizá no corresponda a la realidad exis­ten te en el siglo XV, cuando se enfrentaron por primera vez incas y collas, sino a una época ya legendaria, como podría ser la del apogeo de Tiahuanaco.

Después del vencimiento de los chancas, primero, y, Juego, de los collas, los reyes cusqueños estaban sentando las bases sólidas de su futuro imperio. Para los collas y puquinas, en cambio, se precipitaba la liquidación de su organización política y su unidad nacional. Como reacción a esto, se alzaron

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una o repetidas veces, durante los reinados de Pachacútec y Túpac Yupanqui, en gigantesco movimiento que puso en peligro el dominio inca en el Collao y, posiblemente, la existencia misma del Imperio cusqueño.

Cabello Valboa narra una "soberbia rebelión de los collas" contra "la obediencia y el señorío de los Ingas", y las acciones realizadas por el reforza­do ejército de Túpac Yupanqui para doblegarlos finalmente tras capturar las fortalezas de Pucará, Asillo, Arapa y Lana; los caciques principales de los collas que acaudillaron el alzamiento fueron desollados y sus pieles usadas en los "a tambores del Inga" (Cabello Valboa 1951: 335-336 ). Por este tiempo (hacia el año 1473, según los cálculos de Cabello Valboa) falleció en el Cusco Pachacútec Inca Yupanqui.

Sarmiento de Gamboa describe no una, sino tres grandes rebeliones, puesto que "los collas eran unos de los que más procuraban su libertad, siem­pre que hallaban coyuntura se aventuraban" (Sarmiento de Gamboa 1942: 111,113,131).

El cronista indígena Santa Cruz Pachacuti nos transmite igualmente una versión de esos sucesos. Este autor aplica el nombre colla exclusivamente a los pobladores del norte del Collao, y lo usa así en dos ocasiones a lo largo de su obra: cuando cuenta que el Collacápac acude al Cusco para la fiesta de las bodas de Viracocha Inca y trata allí altaneramente al rey cusqueño, retándo­lo con porfía a beber y jactándose de ser rico en plata y oro; y cuando descri­be el alzamiento y la derrota de los collas,rebeldes. A los demás habitantes del Altiplano los denomina collasuyos, calificativo que se da a sí mismo.

Según el cronista, al morir Pachacútec __ _ "se alzaron las provincias de los Puquinas y Collas, desde Vilcanota y Chacamarca, contados los Umasuyos de Urancolayme, Hachacach1, Uancani, Asillo, Asángaro, con todos los Taracos". La rebelión, pues, comprometió a la mitad al menos del Collao (desde

Vilcanota en el noroeste, toda la región oriental y hasta Chacamarca -el río Desaguadero- en el sur); los combates, muy cruentos, duraron tres años, pero los rebeldes fueron cercados y vencidos finalmente por los ejércitos de Túpac Yupanqui, tras lo cual los sobrevivientes debieron sufrir la humillación de ver a sus mujeres y sus huacas públicamente profanadas (Pachacuti 1950: 249-251 ).

En adelante, puquinas y collas habrían de verse vituperados como répro-bos por haber osado "traicionar a su señor". Como dice Cristóbal de Molina:

"Era el Inga y todos sus súbditos enemicísimos en general de todos los que se alzaban y con los que más veces se habían rebelado estaba peor él y sus provincias y eran tenidos en gran oprobio de todos y no les per­mitía ningún género de armas y siempre los aviltaba de palabras y en sus refranes como a los indios del Collao que se llaman Aznacolla [ colla hediondo] ... " (Molina 1916: 7 5 ). No es de extrañar, entonces, que la leyenda negra forjada contra collas

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y puquinas durante el imperio cusqueño persistiese decenios después de aca­bado éste y fuese acogida sin cuestionamiento por cronistas españoles e indí­genas, máxime cuando a fines del siglo XVI la antigua "nación" puquina se encontraba virtualmente desintegrada y cuando, ante el avance del aymará y del quechua, la lengua puquina empezaba a devenir en idioma de uros.

Es explicable, así, que Guarnan Poma de Ayala califique a los "poquina­colla" de "ressucios haraganes ladrones mentirosos" y afirme que, si bien "los poquinacollas también fue casta de yngas", por perezosos "no alcanza­ron ni alligaron a la rrepartición de orexas de yngas". Este mismo autor, sin embargo, los liga íntimamente al lago Titicaca, al cual llama "laguna de po­quina", y a la huaca de Titicaca; dice, además, que todas las ánimas de los muertos iban al país de los puquinas, donde andaban "padeciendo hambre y sed y calor y frío y fuego" (Guarnan Poma 1936: 85,271,278, 901-902).

Es explicable, asimismo, que Reginaldo de Lizárraga refiera que a la isla Titicaca, "donde era el más famoso adoratorio que en todos estos reinos [el inca] tenía", acudiesen indios de todas las provincias para servirlo, pero que

"sólo a unos exceptuaba, llamados puquinas, que viven la mayor parte en el camino de Umasuyo, que es de la otra parte de la laguna, por ser gente, como de suyo es, muy sucia, más que otra de estos reinos, como si el de~onio fuera más limpio" (Lizárraga 1968: LXXXVI, 69). Cabe conjeturar aquí qutf1á exclusión de los puquinas del servicio al

adoratorio de Titicaca bien pudo tener su raíz más antigua en su expulsión de esa isla sagrada por parte de los invasores lupaéas.

Los lupacas no cejaron en su intento de apoderarse del territorio de los collas ni frente al enemigo espaflol: en pleno cerco del Cusco por los ejércitos de Manco Inca, Cari dirigía sus tropas contra el norte del Collao, como dice la anónima "Relación del Sitio del Cuzco", escrita en 1539:

" ... llegaron a Hemando Pizarro indios de Atuncollao, que era una pro­vincia que después de la guerra y cerco del Cuzco le había venido de paz pidiendo que él los, socorriese, porque Cariapaxa, señor de la provincia de Lupaca, les ,hacía ·guerra, ... y que ellos habían hecho todo lo que podían por defender.se, Illas que si no los, socorría .era imposible soste-nerse''(35~ . . · . . . ·· . · · -. .. ·

Podemos de este modo, considerando el devenir de los,sucesos durante varios siglos de la historia 'altiplánica, comprender · el porqué de las informa­ciones contradictorias acerca de los puquinás: se define, en realidad, a grupos humanos de personalidad sociocultural diferente, ligados únicamente por la lengua a través del tiempo. Las referencias de crónicas y relaciones que hacen mención a hechos sobrevenidos hacia mediados del siglo XV muestran-a una nación estructurada y numerosa, dotada de una bien definida individualidad. Los informes de situaciones existentes en los siglos XVI y XVII, en cambio, presentan bajo tal nombre a los restos más aislados y culturalmente menos

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dinámicos de ese mismo pueblo , o a grupos "mixtos" de puquina y uro, o, simplemente, a grupos uros que seguían utilizando el puquina como lengua materna o de relación .

En el transcurso de un período multisecular, una serie de acontecimien­tos graves perturbó profundamente a los pueblo& puquinas: duras luchas de resistencia contra el expansionismo de los aymaraes ; más tarde , las represio­nes sangrientas y los desplazamientos de población decretados por los incas y, finalmente, los trastornos socioeconómicos causados en el mundo indígena por el establecimiento del poder español. Tal sucesión de hechos decidió o precipitó la absorción, o la fusión, de la parte más activa de la población pu­

.quina por las poderosas etnias que se expresaban en aymará o en quechua. Los incas, señores del Tahuantinsuyo, los últimos que ascendieron a la

gloria del mundo andino antes de la hecatombe, tuvieron póstumamente en el nostálgico y torturado mestizo Garcilaso de la Vega al mejor apologista que hubieran podido desear.

Los chinchaysuyos, por su parte, hallaron su portavoz en un indio obs­curo que, a la vez, fue el defensor de toda la raza autóctona ante el invasor blanco, el acusador valeroso y obstinado de curas y encomenderos malos y peores: el caótico, azaroso y torrentoso Guarnan Poma de Ayala.

Los aymaraes dejaron también escuchar su voz vigorosa en un cronista de su linaje, de largo nombre que denota por sí mismo cuán difícil era conci­liar las fuerzas en pugna en el mundo de entonces: Joan de Santa Cruz Pacha-cuti Yamqui Salcamaygua. ·

Nos faltó un cronista puquina. Si hubj~;ra existido uno , y si se hubiese atrevido a hablar .de un pueblo reprobado y casi extinto, es probable que nos habría .contado las proezas y vicisitudes de su pueblo y loado las grandezas de Pucará y Tiahuanaco, que sus remotos antecesores erigieron en torno al lago sagrado.· ·

URUQU/LLAS

Distinguida netamente de la lengua puquina en la Copia de c:uratos, la uruquilla aparece como la menos importante de las lenguas altiplánicas, al menos en la estimación de los evangelizadores. De acuerdo con el documento eclesiástico, se hablaba en el pueblo de Cepita -extremo sur del lago Titica­ca-, eri torno al lago Poopó (o Aullagas) y en la puna salada de Lípez, sur­oeste de la actual Bolivia.

La implantación geográfica de la lengua uruquilla se daba, ciertamente, dentro de una zona en qué, con más extensión, vigor y densidad de usuarios, se manejaba la aymará, lengua general en casi todo el Obispado de La Plata en la época. Es probable, entonces, que una parte socialmente importante de los hablantes de uruquilla lo fuera también de aymará, por lo cual la Copia

. de curatos señala siempre la presencia de la aymará en los pocos lugares en que consigna a la uruquilla y, además, elimina a ésta de la enumeración de las

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requeridas para la predicación en la diócesis. Tal eliminación debe, no obstante, ser examinada con cautela. La Copia

de curatos se refiere a las doctrinas ya establecidas y no al número de doctri­nas y de doctrinantes que sería necesario "implantar" para una efectiva labor de catequesis en el extenso territorio del obispado de La Plata. Ahora bien, de un lado, las labores evangelizadoras estaban a la sazón todavía en proceso de organización y, de otro, el salario de un sacerdote (700 pesos de plata por año(36)) , era demasiado alto para ser soportado por poblaciones paupérrimas como las uros-aun en el supuesto de que deseasen ser doctrinadas- . Y como al sur del lago Titicaca el idioma uruquilla era hablado sobre todo por uros, seguramente en gran parte monolingües, es explicable que en la Copia de cu. ratos no se provea doctrinas a cuyos sacerdotes se reclame predicar única-· mente en uruquilla. Cabe suponer, por lo mismo, que en la parte meridional del Altiplano existían muchos lugares habitados por hablantes de uruquilla que el documento eclesiástico no menciona.

La extensión de su uso, en efecto, era indudablemente mayor por lo que puede inferirse de informaciones más o menos contemporáneas de la Copia de curatos o de fechas más recientes. Es muy probable que a fines del siglo XVI se empleara en varios sitios a lo largo del "río" Desaguadero; por ejem­plo, entre los uros uruquillas "de Huchusuma y puente del Desaguadero", a los que la Tasa de la Visita General se refiere com·o a la gente más mísera de la provincia de Chucuito. Asimismo, un documento de 1566 menciona a "Calala, pueblo de indios uruquillas", ubicado a dieciocho leguas al sur de La Plata (Sucre) y siete leguas al norte de Calcha(37); este pueblo ocupaba posi­blemente la zona más oriental del uruquilla, colindante con los chichas y con el bolsón meridional del idioma puquina. Para el área de Calala, se señala la existencia actual, sesenta kilómetros al sur de Potosí y cerca de Caisa, de una gran comunidad indígena de agricultores llamada Uruquilla y que hoy habla quechua.

Por otra parte, aquí es clave tomar en cuenta cómo las nuevas situacio­nes surgidas de la conquista española y de la explotación económica colonial en el Altiplano (sobre todo en las minas de Porco y Potosí) iban acelerando el abandono de la lengua uruquilla -al igual que de la puquina- en favor de las lenguas '1más generales": la aymará y, desde el siglo XVII, la quechua. El aprovechamiento de estas últimas por los españoles habría de conducir a su rápida adopción por los sectores nativos más directamente alcanzados o gana­dos por las nuevas condiciones socioeconómicas implantadas en el Altiplano. Es por esto que la uruquilla fue quedando prontamente reducida a idioma de los pueblos ''menos dinámicos"; en particuJar a un sector de uros lacustres que siguieron viviendo en gran parte al margen de la nueva economía indo-hispana. .

·por ello, con seguridad es a la uruquilla a la que, escribiendo a comien­zos del siglo XVII, se refiere fray Reginaldo de Lizárraga como idioma de los uros pescadores del lago Titicaca:

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" ... casi a la orilla, o costa, y un poco más adentro, a legua y más, tiene sus islas pequeñas en donde vivían indios pescadores llamados en ambas provincias Uros ["ambas provincias": Umasuyo y Orcosuyo]; ... gente barbarísima, con lengua diferente de los demás de la tierra firme y la del Inga; muy raros la entendían, ni sabían, porlo cual dificultosísimamente recibían la fe ... " (Lizárraga 1968: LXXXIV, 67).

De manera similar, Antonio de la Calancha, al promediar el siglo XVII, atribuye a los uros del lago Poopó o Challacollo el manejo de un idioma par­ticular que los caracterizaba: "Su lengua es la más escura, corta y bárbara de quantas tiene el Peru toda gutural, i así no se puede escrivir sin gran confu­sión" (Calancha 1639: 650).

La -tendencia a devenir en idioma de pueblos aislados y reticentes al con­tacto, esto es, esencialmente los uros, se verá plenamente concretada a fines del siglo XVII, cuando, en un documento de 1688, la uruquilla aparece desig­nada ,como lengua "ura" y materna de uros '~indómitos"; "infieles ,y perni­ciosos" que habitaban-las ,orillas ,e islas del lago ChallacoHo, "huyendo siem­pre las comunicaciones de lós españoles"(38).

De tal modo se instala la ecuación: uruquilla = lengua de los uros o ha­blante de uruquilla = uro.

Sin embargo, la Tasa de la Visita General de Toledo consigna todavía la existencia en 1575 de uruquillas que no eran uros y que son explícitamente diferenciados de éstos: en el repartimiento de Aullagas y Uruquillas se opone aullagas urnquillas a uros, pagando los primeros el doble de la tasa fijada a los uros(39). Según la Copia de curatos, en la doctrina de Aullagas se hablaba aymará y uruquilla.

De igual manera, débese entender como remanente de una antigua "na­ción" uruquilla la situación de 579 "uros" de Cepita y Yunguyo, pueblos de la provincia lupaca de Chucuito, que durante la Visita General rechazaron ante los visitadores la categorización de "uros" y se reputaron "aymaraes" para fines de tributación, ofreciendo incluso pagar mayor tasa que los tribu­tarios étnicamente aymaraes. La; Copia de curatos menciona precisamente a los "Uruquillas de Cepita" que hablaban uruquilla y aymará. Vemos, pues, en este caso la expresión de un conflicto étnico entre dos sociedades de Esta­do, la aymará y la uruquilla, equiparables en cuanto a complejidad social y capacidad productiva, aunque con predominio político aymará.

Uno de los visitadores de la provincia de Chucuito, Pedro Gutiérrez Flo-res, concluye en que

"los uros de Cepita y Yunguyo paguen igualmente como los aymaraes por ser muy semejantes a ellos y en parte de más inteligencia para p~der ganar y adquirir de comer y su tasa, por tener ganados y abundancia de chácaras y el aprovechamiento de la laguna con que se sustentan y ga­nan de comer en los años estériles y faltos de comida"(40).

Los visitadores zanjaron salomónicamente el impase contando al grupo

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de los 579 como "uros", pero tasándolos como "aymaraes"(41). Se hace evidente, por lo demás, que en la Visita de Chucuito efectuada

por Garci Diez de San Miguel muy pocos años antes, esos "uros ricos" de Ce~ pita y Yunguyo habían sido contabilizados como "aymaraes" y no como "uros", puesto que dicha Visita afirma reiteradamente que los uros son gente pobre, carente de tierras de cultivo y, sobre todo, de ganados, en tanto que los aymaraes son los, "indios ricos" de la provincia por poseer chacras y, en especial, ganados. Los "uros" a que se refiere Gutiérrez Flores exhiben justa­mente su , mayor aptitud tributaria por tener ganados y abundancia de cha­cras; y es obvio que tal poder económico .era un hecho antiguo y no conse­guido en el muy breve tiempo que transcurrió entre la Visita de Garci Diez y el establecimiento de la Tasa de la Visita General ordenada por el Virrey Toledo.

Hubo, pues, todavía en el siglo XVI grupos exponentes de una "nación" uruquilla. No de otro modo podría comprenderse que mitmas uruquillas se contasen entre los de las 42 "naciones" que tuvieron el privilegio de ser insta­ladas por los incas en la península de Copacabana, frente a la Isla del Sol (Ra­mos Gavilán 1976: 43). Tampoco sería explicable que grupos designados in­distintamente como "uros" mostrasen, sin embargo, tan disímiles niveles de desarrollo socioeconómico viviendo a tanta proximidad geográfica, tal como sucedía, de un lado, con los ~'.uros ricos" de Cepita y Yunguyo -reconoci­dos, incluso, productivamente más capaces que los aymaraes- y, de otro, con los uruquillas de Huchusuma y puente del Desaguadero, "los de peor condi­ción" de la misma provincia de Chucuito.

Dos hablas uruquillas sobrevivientes han sido registradas y estudiadas por varios investigadores en los últimos cien años en dos localidades bolivia­nas : la de los ochosumas en Iru-Itu (Jesús de Machaca), a proximidad del Desaguadero y no lejos de su nacimiento en el lago Titicaca, y la de los chipa­yas, en Chipaya, inmediatamente al norte del Salar de Coipasa. Ambas son muy cercanas lingüísticamente. Se suele agruparlas bajo el nombre de Uru­Chipaya, designación que juzgamos inconveniente por haberse fundado en el establecimiento de una conexión íntima y exclusiva entre la población deno­minada uro y la lengua uruquilla o, más aún, en la confusión de ambos térmi­nos para referirse indistintamente a un mismo pueblo y a un mismo idioma. Estimamos más apropiado utilizar el nombre uruquilla, como lo hace la Copia de curatos (o, tal vez mejor, urquilla, como escribe fray Buenaventura de Sa­linas y Córdova(42)), o Chipaya~Ochosuma, por las designaciones histórica­mente aplicadas a los dos grupos cuyas hablas se han estudiado.

La escasa divergencia que muestran los exponentes modernos de la uru­quilla lleva, en todo caso, a plantear dos posibilidades: o una expansión rela­tivamente reciente de este idioma desde algún punto del Altiplano (entre el sur del lago Titicaca y Lípez) o la desaparición de formas más divergentes, como fueron tal vez las empleadas en la puna de Lípez; no obstante, debe te­nerse en cuenta también como posible que la diferenciación lingüística se

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haya visto frenada o atenuada durante un largo período en razón de una gran movilidad y una comunicación continua entre los grupos hablantes de uru­quilla.

Por otra parte, no se ha logrado hasta hoy establecer una relación de pa­ren ksco entre este idioma y cualquier otra lengua o familia lingüística ameri­cana; la postulación por Créqui-Montfort y Rivet de emparentamiento de uru­quilla ("uru" ) con puquina y con la todavía mal definida familia arawak no se funda en pruebas convincentes, como tampoco otras propuestas ulterio­res( 43 ).

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NOTAS

( 1) La obra de Oré contiene amplios textos en quechua y aymará, menos amplios en puquina y unas breves páginas en mochica y guaraní.

(2) Archivo General de Indias, Indiferente General 532.

(3) El material callahuaya reunido por Girault -sesenta y cinco páginas que contienen vocabularios por temas, frases, esbozo gramatical y un texto del Pater Noster­reclama una pronta publicación por su importancia como testimonio de una lengua que está a punto de extinguirse.

( 4) Ver "Los fundamentos lingüísticos de la etnohistoria andina y comentarios en tor­no al anónimo de Charcas'', en Revista Española de Antropología Americana. Ma­drid, 1981. Republicado en Aula Quechua, Ed. Signo, Lima, 1982, pp . 163-202.

(5) TVGT, pp. 79-80.

(6) Ver "Carta del Factor de Potosí Juan Lozano Machuca al Virrey del Perú .. . " [l.581], en Jiménez de la Espada, Relaciones Geográficas de Indias. Madrid , 1885 , pp. XXV-XXVII.

(7) G. de Créqui-Montfort y P. Rivet, ''La langue Uru ou Pukina' '; tomos XVII-XIX del Journal de la Société des Américanistes, de París. Véase en especial el apéndice I del tomo XVIII (pp. 110-115), donde los autores comparan dieciocho palabras puqui­nas con numerosas hablas arawak (60 lenguas) y otros idiomas de la Amazonía; el resultado del examen comparativo es muy débil. Asimismo, el apéndice III en los tomos XVIII y XIX (pp. 121-138 y 57-69, respectivamente), donde cotejan un vo­cabulario " uru" con palabras de las mismas lenguas a que se recurrió en la compara­ción con el puquina; los resultados son muy forzados y dudosos.

(8) Ver la crítica de Créqui-Montfort y Rivet a Bresson en cita a pie de página de "La langue Uru ou Pukina", tomo XVII del Journal, p. 219.

(9) Específicamente, a la rama su: eña de_! ~hínchay (o Q)IC), que hoy comprende a los dialectos ayacuchano, cusqueno, bolivianos y de Santiago del Estero.

(10) Ver, en particular, "Lingüística e Historia de la Sociedad Andina" , pp. 237-244.

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Cieza de León, cap. C de La Crónica del Perú y cap. XLI de El sefiorío de los Incas. El desplazamiento aymará hacia el Collao parece corresponder a un convulso perío­do en la historia andina y coincide en el tiempo con las invasiones que llacuaces y yauyos realizaron desde las punas del Perú central hacia valles más cálidos.

Capoche (1959 : 134-146). En la página 136, Capoche cita como collasurcusuyu a los pueblos de Caracoto, Juliaca, Nicasio, Lampa, Cavana, Cavanilla, Hatuncolla, Mañaso , Ullacache, Puno , Paucarcolla , Capachica y los uros de Coata , y como collas umasuyu a los de Asillo, Arapa, Ayaviri, Chichero, Samán , Taraco, Azángaro, Ca­quijana, Chupa, Achara , Caminaca, Curahuco, Caneara, Carabuco, Moho y Comina, Guay cho, Guancaso y Ancoraimes. Cieza de León, caps. C-CII de la Crónica del Perú y caps. XLI-XLIII de El Señorío de los Incas.

En las averiguaciones realizadas por encargo de Vaca de Castro ante los quipucama­yos cusqueños se consigna que Viracocha Inga , a los que eran sus súbditos "desde Canas y Canches para arriba, hasta el último de los Charcas y todo el Condesuyo les dio por lengua general la lengua aymará, por ser muy común y fácil" (Discurso so­bre la descendencia y Gobierno de los Incas , Colección de Libros y Documentos re­ferentes a la Historia del Perú , tomo 3, p. 17).

Garci Diez, op. cit. ; "lengua colla" en Tara ta, valle de Sama: p. 195 ; "lengua colla que es la de la provincia [ de Chucuito] " : p. 2 27.

". . . en Moquegua y Sama y Capinota y en Larecaja y Chicanoma tienen algunos indios mitimaes que siembran trigo y maíz de algunos caciques y principales" (Garci Diez 1964: 80). ·

TVGT, p. 78 ; provincia de Chucuito : "17779 indios tributarios ... , los 13725 aymaraes con 721 mitimaes e yungas de los valles de Moquegua, ~ama, Hinchura y Larecaxa y los 4054 restantes son uros". . -·· . El español Melchior de Alarcón "entiende que esta provincia es mucho más estéril que otra ninguna del Callao porque de ella van a comprar comida a otros pueblos del Collao y de ellos nunca este testigo ve vengan ningunos indios a rescatar la dicha comida . .. "(Garci Diez 1964: 163).

" .. . uno que save bien la lengua de alguna provincia Aymará, especialmente de la provincia Lupaca , sabrá sin falta la de toda la nación Aymará, ecepto algunos voca­blos particulares, bien pocos . .. " (introducción al Vocabulario de la lengua ayma­rá).

(20) Citado por Clemente Markham en Posesiones Geográficas de los indios que forma­ban el Imperio de los Incas. Ed . Urteaga, 1923, p. 137.

(21) Lexica et precepta grammatica, ítem líber Confessionis et precum, in quinque indo­rum linguis quarum usus per American Australem, nempe Puquinica, Tonocotica, Catamarcan.a, Guaranica, Natizana sive Moguazana.

(22) Citado por Garcilaso de la Vega en Los Comentarios Reales de los Incas, Libro sép-timo, Cap. III.

(23) Acosta, Carta Annua; Biblioteca de Autores Españoles, No. 73, p. 294.

(24) Citado por J . Vellard en Civilisations des Andes, p. 38 .

(25) "Relación del obispado de Arequipa", en Relaciones Geográficas de Indias, tomo II, p. XVII; asimismo, Málaga Medina, en TVGT, p . 301.

(26) "Relación de la provincia de los Collaguas'', en Relaciones Geográficas de Indias, tomo 11, pp. 42-43.

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(27) "Descripción y· relación de la ciudad de La Paz" , en Relaciones Geográficas de Indias, tomo II, p. 69.

(28) "Relación de la provincia de los Pacases", en Relaciones Geográficas de Indias, to­mo II, p. 55.

(29) " . .. la provincia llamada Umasuyo ... está muy poblada y por la mayor parte son pu quinas ... " (Lizárraga 1968 : cap. LXXXIX).

(30) Paquete 38; documento No. 6. Información suministrada por la antropóloga perua-na Angélica Aranguren.

(31) Citado por Créqui-Montfort y Rivet, en Journal, tomo XVII, p. 223.

(32) Citado por Créqui-Montfort y Rivet, en Journal, tomo XVII, p. 223.

(33) Las inscripciones en aymará y puquina, registradas simétricamente sobre los cuatro pilares de la doble portada, han perdido, infelizmente, sus segmentos iniciales y ter­minales por el deterioro completo de· la pintura. Resta de la fórmula en puquina, que identifiqué a principios de 1972, la secuencia: . . . NAQVIN SIN YQVILE CHVSCVM ESPIRITV SANCTOM M . .. que se analiza como sigue: ... (na)-qui-n// sin // yquile// ("bautizar") - ) ª-p. sing.- "asertivo" //"nuestro" //"padre"// chuscu-m// espiritu sancto -m // "hijo" - "con (y)"// "espíritu santo" - "con (y)"// La versión que trae Oré (p. 27) , analizada, es : ni - ch // baptiza- que- · ··- n-ch // " yo" -"a ti"// "bautizar" -)ª p. sing. - "asertivo"// yqui-m // chuscu-m // espiritu "padre" - "con (y)"// "hijo"-"con (y)"/f"espiritu sancto-m// men-út // santo" - "con (y)"// "nombre" - "en"//. . En Oré, la fórmula del bautismo no contiene el vocablo equivalente a sin "nuestro", pero el Pater Noster se inicia con la expresión señ yqui, "nuestro padre" (p . 400). ·

(34) Oré, Rituale seu Manuale ... , p. 172: "Para caciques, macureyes y alcaldes".

(35) "Relación del Sitio del Cusco" . Anónimo. Biblioteca Peruana, Editores Técnicos Asociados. Tomo III, p. 603.

(36) TVGT, p. 6. (37) "Carta a S.M. del Oidor de los Charcas Licenciado Juan de Matienzo", en Relacio­

nes geográficas de Indias, tomo II, p. XLIII .

(38) Véase Gunnar Mendoza L. , "Posición geográfica de los indios urus del lago Poopó", Revista de Sociología de Bolivia, 1: 5 7.

(39) TVGT, pp. 5 y 22.

( 40) Archivo de la Nación; Buenos Aires. Visita de Chucuito por Gutiérrez Flores. Cita­do por Bouysse-Cassagne 1980: I, 110.

(41) TVGT, p. 79.

( 42) Salinas y C6rdova, Memorial, p. 69. A causa de las diferencias fono tácticas entre el castellano y las lenguas andinas -en particular el quechua-,- en cuanto a patrón silá­bico y series posibles en los racimos consonánticos internos, los españoles recurrie­ron a menudo, para pronunciar y escribir secuencias de articulación inhabitual en su lengua, a vocales de apoyo cuya calidad fue condicionada por el contorno fonético

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(vocálico o consonántico). Algunas de tales realizaciones quedaron asimiladas defi- · nitivamente en el castellano peruano. Así, la voz quechua chakra lchak-ra] se pronunció chácara (de donde chacarero), y los vocablos lukma y machka dieron lúcuma (un fruto) y máchica (un potaje elabo­rado con maíz tostado y molido con azúcar). El acomodo a la pronunciación caste­llana continúa produciéndose ; por ejemplo, en el habla peruana el término inglés watchman "guardián, vigilante" ha sido acogido como guachimán. Del mismo modo los racimos internos que contenían por primer elemento la "vi­brante simple" (r j y no la vibrante múltiple propia del castellano en final de sílaba, fueron registrados en mu ch.as ocasiones con vocal de apoyo : gentilicios y topónimos como tanna, pannunga karwaxllo se dijeron (y se siguen diciendo los dos últimos) con vocal a de apoyo : ltáramaJ, (paramonga], [karabayllo ]. De allí que sospeche­mos que la forma urquilla consignada por Salinas y Córdova sea la más próxima a la pronunciación nativa, y que las formas uruquilla y uriquilla (TVGT, p. 79) resulten de adaptaciones reclamadas por los hábitos articulatorios castellanos. En la propia Copia de curatos aparece escrita Urumiri una localidad que otras fuentes registran como Urmiri.

( 43) Véase nota 16. Estimamos que quedan en mero nivel de hipótesis las postulaciones de Ronald O. Olson sobre afinidades del maya con el chipaya ("Mayan affinities with Chipaya of Bolivia I: correspondences", International Journal of American Linguistics, vol. XXX, No . 4, 1964) y de Louisa R. Stark sobre relaciones de paren­tesco entre maya, yunga, chipaya y araucano ("Maya-yunga-chipayan : a new lin­guistic alignment", International Journal of American Linguistics, vol. XXXII, No. 2, 1972, y "G lottochronology and the prehistory of western South America" , en Lexicostatistics in Genetic Linguistics, lsidore Oyen ed., Mouton , La Haya , 1973).

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Page 35: Lenguas y pueblos altiplánicos en torno al siglo XVI

---------------------Torero: Lenguas altiplánicas

ANEXO!

La comparación con los idiomas quechua (Q), aymará (A), callahuaya (Call.) y chipaya (Ch) de los 263 vocablos despejados de los textos puquinas contenidos en el Rituale seu .Manuale Peruanum de Gerónimo de Oré, que se presentan en las páginas que siguen, da el índice más alto de comunidad léxi­ca con el callahuaya: 108 términos compartidos (41.060/0), 61 de ellos de manera exclusiva (23.190/0).

Siguiendo en orden descendente, hallamos: puquina-quechua (en parti­cular, el dialecto cusqueño), 87 vocablos comunes (33.030/0), 10 exclusiva­mente (3 .810/0); puquina-ayrnará , 79 vocablos comunes (30.030/0), 8 exclu­sivamente (3.04o/o), y puquina-chipaya, 29 comunes (11.020/0), 2 de modo exclusivo (0 .70/0).

La comunidad léxica a la vez con dos de esos idiomas es: 37 voces con quechua y aymará; 13 con quechua y callahuaya; 9 con callahuaya y chipa­ya; 7 con aymará y callahuaya; 3 con quechua y chipaya, y 3 con aymará y chipaya. La comunidad con tres lenguas es: 13 con quechua, aymará y calla­huaya; 7 con quechua, aymará y chipaya; una con quechua, callahuaya y chi­paya, e, igualmente, una con aymará, callahuaya y chipaya. Tres vocablos son compartidos por los cinco idiomas.

De la _lista básica de 100 palabras empleadas en los cálculos de glotocro-

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Estudios y Debates ______ -'-------------------

nología léxicoestadística, 45 items pueden ser llenados con vocablos puqui­nas. El cotejo de estos 45 con vocabularios de los otros cuatro idiomas con­firma la proximidad con el callahuaya: 29 cognados evidentes o posibles (64.440/0 ). Con los tres restantes, en cambio, el orden se modifica en cuanto el chipaya pasa al segundo lugar: 8 posibles cognados (17.770/0), seguido por el quechua: 6 (13 .330/0.) y el aymará : sólo 3 (6 .660/0).

El alto porcentaje de cognación en vocabulario básico entre puquina y callahuaya es prueba concluyente de que el callahuaya puede ser clasificado léxicamente con el puquina en un mismo grupo lingüístico. Refuerzan esta aserción los términos "culturales" compartidos por ambos idiomas ("casa'', "llama", "plata", "comprar", etc.) y una cantidad no desdeñable de voca­blos de función gramatical que les son comunes, pese a que el callahuaya es esencialmente quechua en lo que toca a sufijos, nominales o verbales, de deri­vación, flexión y oracionales.

El hecho de que en vocabulario básico el puquina muestre una compe­netración mayor con el chipaya que con el quechua y el aymará se explica por el más antiguo contacto que sostuvo con el uruquilla .

Es evidente, en fin , que los acontecimientos ocurridos en la historia alti­plánica, al menos desde la segunda mitad del siglo XV, favorecieron una in­tensa impronta del quechua sobre el puquina , tal como lo muestran ya los textos de Oré y como lo exhibe el callahuaya actual.

Otra fuente de "extranjerismos" en los textos puquinas del Manual resi­de en el empleo de dobletes y de pares de vocablos de significación equivalen­te dados en una misma frase. Este procedimiento tenía por fin principal, sin duda, paliar las dificultades creadas a la ·comunicación mediante el pu quina por el estado de dialectalización de esta lengua, de por sí ya muy fragmenta­da y muy penetrada además por el quechua y el aymará a fines del siglo XVI.

a- "decir", ''desear" acro- "dejar, abandonar". Call . ajchi-, ajni ; Ch. eks. allca- "faltar" , "omitir' ' . Q. y A. allqa- ; Ch. ek'llacha­ama "no" (prohibitivo). Q. ama; Ch. ana . ani "ropa". apa, appa "no", "ni". apisa ''cierto pariente'' . Cal!. apasa "toda la familia". apu "señor", "noble". Q. y A. apu ; Call. upalli- "reverenciar" . aqui- " engendrar". ascha-, acha- "ser, tener". Call. acha-. assi "antes" ata- "preguntar". Call. ata-. atago "mujer", "esposa" . Call. atasi; Ch. makata . atipa- "poder, tener poder" . Q. y A. ''vencer"; Ch. ateps. atot "grande" . Q. hatun; Call. k'atu. atta- "juzgar". A. atamasi- "dar querella"; Ch. ateps.

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auca "enemigo". Q., A. , Call. y Ch. awka. ca, kaa "ahora". Q . kanan, kunan; Call. khii. ca-, ha- "ser, haber". Q. ka-; Ch. "vivir'' kans. caca- "repudiar". caci "vano". Q., A. y Cal l. cachia "cierto fenómeno de la naturaleza''. cachu "último, final". caguito- "allí ciertamente". caha "deuda". Call. y Ch. kaja . calla- ''empezar". Q. y A. galla-; Ch . kallpís. calla ca-, callaga-, kallaka- "hacer, obrar". cam "sangre". Call. qamru. cama "oficio". Q. y A. kama. cama, gama ''pecado". Q. y A. kama camachi- ''ordenar, mandar". Q. y A. kamachi-. camen, garuen "día''. Call . kaman. capa, cappa "tres". Call. qapi; U.-Ch. chep. capac, capaca, capaco ''señor, rey". Q. y A. qhapaq. car- "llorar" cara-, gara- "alimentar, sustentar" Q. y Call. qara-. cata--, catalli- "oír, escuchar". Call. q'ata . cato "mercado". Q ., A., Call. y Ch. qatu. catto "interior". Call. katu cazquiti cona, casque Ticona "ciertos jefes o_¡iµtoridades" co, go "este". Q. kay. co "hermano". Call. sejo. co- "ir", "descender''. coa "ídolo, divinidad". coha-, coxa- "mirar". Q. qhawa- ; Call. qhora-; Ch. chers. colla- "esperar, aguardar". collana "excelso". Q. y A. qollana coma "todos". Call. kumu. con "pene''. Call. qoon "testículo". conse "perro''. Call. qomse. cora, gora "mundo", "tiempo". Ch. sqora ''espacio". coschan "rostro". Call. qosñi. cuchu ''cantar coplas". Q., A. y Call. q'ocho cuha "así". cuma-, guma-, huma- "permanecer", ¿"sentarse"?. Cal l. kuma- ''sentarse", "residir" cupi ''diestra, mano derecha". I curin "viático". A. corina "merienda que '. se 'da a los que trabajan o a los

jornaleros" cussi "feliz, venturoso". Q., A. y Call. kusi.

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Estudios y Debates'--------------------------

cuyapaya- "compadecer". Q . y A. khuyapaya- . ~aci- "ayunar". Q. y A. sasi-. ~apa "único, sólo". Q., A. y Call. sapa. cha- "clamar". Call. ch'a- "gritar", "rugir". chacar "cierto fenómeno de la naturaleza". chacata- "crucificar, clavar". Q . chakata-. chaque-, chazque- "castigar", ¿ "golpear"?. Call. chaque- "lapidar". chama- "divertirse". Q. y Call. chama-. chani "precio". Q. y A. chani. chapa ''órgano sexual'' . chata , llata "cerro". chata- "denunciar". Q. y A. chata-. checa "nueve" checa, checca "verdadero''. Q. y A. cheqa. checa-, checga- "avergonzarse''. checni- "odiar". Q. y A. cheqni-; Ch. cinkás. chichu "seis". chinqui- "hacer el amor entre mujeres" . A. chenqe y Call. chinki "órgano

sexual femenino". china "estrella". Call. chia. chocna-, choquisna- "ofender". Call . ch'oqna- ''pegar, golpear". · chu "él, ella", "su (de él o ellaf": Call. chuy ''el o ella"; Q.

chay "ése, esa". chuma- "tocar". chusa "nada". Q. y A. chusa. chuscu "hijo". ecaña-, eccuiña- "salir'', "sacar". elo- ''enviar". enahata "antes bien". enahamp "quizá".

'' ~ ,, enan mas . . enqui "doncella", "soltera". ento "mal", "malo". Call. ethi . es-, s- "ir". Call. is-. escu- "vestir". A. isi "vestido". Ch. "ropa" skipi. euiga- "abandonar", "alejarse". gacho "cementerio". gatuch "de entre". gueso "voz". guño "enemigo''. haca- "vivir". A. haka-; Call. haka- "estar sano". halla- "morir''. Call. halla-; Q. aya "difunto". hamo "cosa", "motivo". Q. y A. hamu. hampi ''medicina, pócima". Q. hampi.

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______________________ Torero: Lenguas altiplánicas

hamun "varios, muchos''. hanigo, hanego ''alto". Q. hanan.; A. alaj; Call. hanaj. harca- "despojar", ¿"asaltar''?. Q. y A. hark'a- "atajar, estorbar". hari "falsamente". hata- "desear, querer". Call. hata-, qhata­hatahuallpa "gallina''. Q. A. Call. y Ch. atawallpa. haya, aya ''hijo". he "llama" ( camélido ). Call. qhe hicqui-, hixqui- "dar'' (cf. hiye-). Call. heqa-. hila "mayor". A. hila. hilacata ''principal del ayllo". A. hilakata. hinantin "todos''. Q. hinantin . hisi, his, isi "mes". Ch. his hisqui, squi ''ojo". hiye-, he- "dar" (cf. hicqui-). Call. xia-. ho- "acabar, concluir". Call. ejo-. halla- "hablar, decir". Call. huya-. hors, horsu "palabra". huacaycha- "guardar, cuidar". Q. waqaycha­huaccha "pobre". Q. y A. waqcha. huacna "otros". Q. wakna; Call. wajsi. huachu-, huach- "llegar". huago ''bueno". huani- "enmendarse". Q., A. y Call. wana-. . huasu- "descender, bajar". huaruru "canción, copla". A. waruru. huata, ata "año". Q. y Ch. wata; A. mara. hucsto, ucsto, uquisto "uno", "otro". Q. huk; Call. ujsi. hucha, hacha "pecado". Q. y A. huca. hulla ''pérfidamente". humana-, xumna- "enemistarse, volverse enemigo". huntu "mucho". A. y Ch. huntu. ica- "cizañar, sembrar discordias". inti "sol". Q., A. y Call. inti. isticga-, histicga-, histic ha-, sticsca-, sticaha-, istic ca- "ocultar", "esconder" llaqui- "entristecerse, dolerse". Q. y A. llaki. Hulla- "mentir, engañar". Q. y A. Hulla-. lluqui- "huir, abandonar". maci "compañero". Q. masi. macu "cacique o principal del ayllo". Q. mallku; A. mallku, mayku. macha- "embriagar". Q. y A. macha-. mana, men "nombre''. Call. mini. maña, meñ, miñ, mñ "hombre", "indio". Call. mii ''gente". mata- "limpiar". Call. mata-.

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Estudios y Debates, _________________________ _

mati "limpio , pulcro". Call.machi. mati "prójimo"; Q. masi ; Call. masa ''paisano". miha- "fornicar' ' . A. meca- (Bertonio); Call. mija- ''dormir". misto, micsto ''ponzoña''. Call. mistu ''yerba venenosa". mocsca-, moxca- "reunir' ' . Call. mojsa ''reunión de gentes''. moha, muha "mano". muchu "doncella, virgen". muchu- "padecer". Q. muchu-; A. mutu-; Call. muthu-. ni "yo". Call. nishi, nisi . ñacari- "padecer". Q. y A. ñak'ari-occa-. ohcga- , oc ka-, oxa-, vea-, vka-, vxa- "comer". Call. oja-. oco-, ohcgo-, ohco- "beber ". Call. ch'oqo. ore-, or- "decir, contar". Call. uri-. A. aru "lenguaje". paca- , paha- "esconder". Q. y Call. paka- . pacas "entero". pacas, vacas "tierra", "mundo". Call. pakas " tierra", "jardín". pachamama ''Madre Tierra". Q . y A. pachamama. pampaca "libertinamente". pampacha- "perdonar" . Q. y A. pampacha~. paña- "desterrar, arrojar". para, gara ''río". Call. waran ''río que corre turbio"; Q. para ''lluvia". para- "apartar". · ·- · patma- "partirse". Q . patma- "cortar por medio". penca- "avergonzarse". Q. p'enqa-; A. phenqa-. pese "primero" . Cal!. pig "antes" ; Ch. paki ''antes". pi "tú" . picha- "limpiar''. Q ., A. y Call. picha- ' 'barrer", "limpiar". pip , pipe "carne", "cuerpo". Call. pipí "carne". poca "lleno". A. phoqha. poque- "cumplir". puca "rojo". Q. puka. puchuca- ''acabar, cumplir" . Q. p'uchuka-; A. puchuka-. puta "todos'', "todo'' . putra- " dolerse". Q. phuti- ; A. puti­quero , ero ''vientre". Call. qeri; Ch. cheri. quespi- ' 'salvar, librar". Q. y A. quespi-qui " ¿qué?" , " ¿cuál?" , '' ¿cuánto?". Call. ki "¿qué?". quichca-, quichga-, vichiga- "vivir". quichu- "dolerse, apenarse". quigui "¿cómo?" . quilla-, qui ylla-, quiilla- "pensar", "recordar". Call. keeri-. quio "hijo". Call. qea. quillchi- "dividirse'', "partirse". quinas "ocho"

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_______________________ Torero: Lenguas altiplánicas

quiq ui "mismo". Q. y A. kiki. quisin "noche". Call. qhos. raago "varón", ''marido". Call. laxa. re "chacra". Call. rey. reega "brujo". Call. reqa; A. y Ch. layqa. ripsu "peligro". Call. ripresin rirpu ''espejo". Q. rirpu; A. lirp'u . rosque-, roque- "fornicar". Call. llochqa~. rullin "cierto pariente". Call. rollin "persona que se vuelve pariente al casarse

e instalarse en el lugar''. runa, luna "día''. Call. honaj. Q . 1 hunaq ; A. uru . saca- ''alcahuetear". A. sacca-saga- ''ocultar". Call. saqa- "cerrar". sallas, saliem "familia, parentela". A. saya "parcialidad" sama- "parir". Q. y A. ' 'descansar, respirar''. scalli- "temer". Call. sixchi-scama-, cam-, escama- "enfermar". Call. qami . scana "plata". Call. qena "plata, dinero". scata "diez''. Call. qhocha. sec "ojo". Call. ch 'ej; Ch.chuki. see, se e, sehe "corazón". Call. sau. señ "nosotros", "nuestro". sipi- "golpear". sisca- "saber". Call. seqa- "saber", "valer"; Ch. sís. so "dos". Call. soo. · -· · socnu "brebaje", "pócima". Call. soqen "medicina, yerba curativa". sper "cuatro". Call. pill. squi "hijo". sto- "añadir". stu "siete" sua "mancebo, amante". sua- "robar". Q. suwa-. suca- "menor". Q. y A. sullka. sucsca-, suesca- ''mentir". sullu- "abortar". Q. y A. sullu-. suma-, 9uma- "vivir". Q. sumaq "hermoso"; Ch. suma "bueno". sutin "verdaderamente". Q. sut'in. sutincha- "nombrar, bautizar". Q. sutincha-; A. sutia-. tacpa "cinco''. tacsca- "trabajar". Call. rajqa-. taga- "enterrar". taha- "soñar": Cal l. teja- "soñar mal". tantta "pan". Q., A. y Ch. t'anta. tax- "lavar". Call. taxna-; Q. taksa-.

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Estudios y Debates __________________________ _

t. " ,,, 1 SI .

too "joven", "soltero". Call. thumi; Ch. thoo. too- "traer". toto, tot "grande". A. y Call. tutu. tucu- "convertirse". Q. tuku-. tunt "después". · umi, omi (cf. ymi) "madre", "señora". uqui, oqui (cf. yqui) "padre". vana ca "nuevo". Call. wana. vañi- "venir". vati "pícaro". Q. wati. ubacha- ''lavarse''. Q. upha- y Call. uwacha- "lavarse la cara". vea- "comprar". Call. uka-. vin ''todo". vii'iaya "siempre". Q. wii'iay; A. wiñaya. viracocha, vilacocha, viragocha "espai'iol". Q. y A. wiraqocha. vlli- ''alcanzar, lograr". Call. ulli- "alcanzar", "ganar dinero''. vnancha- "señalar", "conocer". Q. y A. unancha- "sei'ialar''; Call.

unancha- "guiar". vpalli- "invocar", "adorar" (y posiblemente "besar"). Call. upacha- "besar". vque "luna". Call. oque, oqaro. yacchi- "malbaratar". yalli- "exceder, aventajar". Q. y A. yalli-. yana "criado", siervo", Q. y A. yana. yanapa- "ayudar, socorrer''. Q. y A. yanapa; Ch. yanaps. yapo "tierra de cultivo". Q. y A. yapu. y9u, isu, issu "casa'', "familia". Call. usi "casa"; isu "familia". ymi, umi, "madre", "sei'iora". Call. mili, umi. yqui, iqui "padre", "señor". Call. ikili., A. awki. yti- "recibir'', "apoderarse". Call. iti- ''tener, poseer". yucu- "engendrar". A. yoqa "hijo". yupaycha- "honrar", "respetar". Q. y A. yupaycha-. yuque "rostro". Ch; yuk.

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________________________ Torero: Lenguas altiplánicas

COMENTARIOS

Willem F.H. Adelaar University of Leiden

Dept. o/ Comparative Linguistics (VTW) P.O. Box 9515

2300 RA Leiden (Holanda)

El estudio de Torero muestra claramen­te el impacto de los múltiples cambios que afectaron a los pueblos del altiplano colla­vino durante los últimos mil años. Esta zona aparentemente tan conservadora en realidad se ha modificado continuamente en cuanto a su composición étnica y la dis­tribución de sus idiomas. Las fuentes colo-

. niales, como el documento denominado Copia de curatos que Torero trata en el artículo comentado, dan testimonio de la enorme expansión del aymara que prece­dió a otra más espectacular todavía del quechua, tanto por su rapidez · como por su carácter devastador. Resulta evidente, además, que tanto el quechua como el aymara procedían de zonas más septentrio­nales y que no son oriundos de la cuenca del lago Titicaca. Todo esto contribuye a realzar la importancia del rescate de lo poco que nos puede quedar de las lenguas aborígenes de la región, siendo algunas de las tareas más urgentes una descripción completa del chipa ya y, como lo señala Torero, la publicación de material inédito relativo al callahuaya.

Además de las fuentes escritas de la épo­ca colonial, se manifiestan varios caminos que permiten extender, aunque modesta­mente, nuestro conocimiento de la época pre-aymara. Entre aquéllos quisiera men­cionar: (a) el estudio profundizado de va­riedades locales del quechua y del aymara, (b) el análisis lingüístico de los topónimos y la ubicación de su distribución geográfi­ca, y (c) la comparación de rasgos lingüísti­cos y culturales propios de lenguas no-que­chuas y no-aymaras de la zona.

El análisis detallado de variedades loca­les del quechua y del aymara (y quizá del español) permite la identificación de ele­mentos de substrato procedentes de otras

No. 2, Diciembre 1987

lenguas, extintas o existentes. Es posible observar un ejemplo bastante espectacular de substrato ay mara en el quechua de las provincias de Azángaro, Lampa y Melgar, representado en una serie de textos recopi­lados y redactados en el marco del Proyec­to de Educación Bilingüe de Puno (Chuqui­mamani y Komarek 1983; Büttner, Cointet y Chuquimamani 1984 ). Esta variedad del quechua, aunque muy cercana al quechua cusqueño, utiliza varios sufijos verbales prestados del _aymara, a saber, -kata- 'atra­vesando un esp;icio', -kipa- 'contorneando', 'cambiando de dirección', -naqa- 'en varias direcciones', 'sin decidirse', -qa- 'hacia aba­jo', -ra- 'uno por uno', 'quitando', 'desha­ciendo', -si- 'reflexivo', -su· 'hacia afuera', -tata- 'dispersando', -thapi- 'juntando' y -t'a- 'de repente' (Adelaar 1986, en prensa; para el significado de los sufijos verbales en aymara, ver Hardman-de-Bautista, Vásquez y Yapita 1974). Con la excepción de -naqa­y -si-, estos sufijos verbales representan contenidos semánticos que carecen de ex­presiciri gramatical en el quechua cusqueño, motivo por el que su introducción no pue­de causar sorpresa. Lo singular consiste en el hecho de que estos sufijos fueron presta­dos en conjunto con algunas de las reglas de eliminación vocálica que caracterizan el aymara y las demás lenguas aru (por ejem­plo, tiy-thapi-chi- 'permitir que vivan jun­tos' de tiya- 'estar', 'hallarse' y pas-t'a-ku­'pasar de repente' de pasa- 'pasar'). En aquellos sufijos prestados, las consonantes aspiradas y glotalizadas, como t' y th, se conservan con violación de las leyes que ri­gen la distribución de tales consonantes en el quechua cusqueño y boliviano. Albó (1986) menciona la existencia de un entre­lazamiento similar de lenguas en el norte del departamento de Potosí, en Bolivia. El carácter complejo y muy específico de di­chos conjuntos de sufijos y reglas morfo­fonológicas, que el quechua debe al ayma­ra, difícilmente nos deja otra posibilidad que la de suponer que los hablantes de las variedades dialectales quechuas de Azánga­ro, Lampa y Melgar fueron hablantes del

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Estadios y Debates __________________________ _

aymara antes de llegar a hablar quechua. En el caso mencionado por Torero de pobla­ciones de habla puquina que hubieran aban­donado su lengua en favor del quechua, sin adoptar el aymara en una fase intermedia, tal influencia del aymara quedaría práctica­mente excluida. Un estudio dirigido al ha­bla de zonas en las que el puquina proba­blemente fue reemplazado directamente por el quechua, como Coata, la península de Capachica y las islas de Taquile y Aman­tani, podría ser aclarador al respecto. Tal estudio permitiría, además, descubrir posi­bles rasgos gramaticales y léxicos origina­rios del puquina.

El análisis de los topónimos y de su dis­tribución en un determinado espacio geo­gráfico constituye un complemento útil a la información obtenida a través de fuentes escritas de la época colonial, con la condi­ción de que se sepa reconocer la toponimia característica de una lengua. En base a ésta, es posible entrever la extensión que tuvo un idioma determinado en un pasado no muy lejano.

En el caso del puquina, no resulta· difícil identificar nombres de lugares pertenecien-. tes a esta lengua. Terminaciones caracterís­ticas como -baya, -huaya o -paya, -laque y -coa revelan la existencia en el pasado de grupos étnicos de habla puquina. La región que con más certeza exhibe características puquinas es la que se extiende desde la ciu­dad de Arequipa hacia el sudeste y que comprende la mayor parte del departamen­to de Moquegua y una parte de Tacna. Allí se encuentran también los pueblos de Caru­mas, llabaya y Locumba, identificados por Torero como puquinahablantes en el siglo XVIII. Si en el caso del mismo Arequipa y sus alrededores encontramos toponimia ay­mara (Umacollo, Chachani, Anuccarahui, Socosani) y quechua (Uchumayo, Yana­huara), en la zona que linda con la ciudad hacia el sudeste predominan los topónimos puquinas, como Polobaya, Tiabaya y Soca­baya. También en la zona quechuahablante que ocupa el noreste de la provincia de Arequipa se encuentran algunos pueblos de nombre puquina (Chocalaque, Mollebaya). El departamento de Moquegua está dividi­do en una parte quechuahablante (la zona del volcán Ubinas y el alto valle del río Tambo), una parte de lengua aymara (que

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incluye al valle medio del Tambo y los dis­tritos de Carumas, Calacoa y Cuchumbaya) y una parte castellanizada (que incluye la zona situada a lo largo de la ruta de Arequi­pa a Omate y Quinistaquillas y toda la par­te yunga del departamento). Es interesante observar que también en las zonas quechua y aymara los nombres de lugares conservan rasgos fonéticos ajenos a estas lenguas. En la zona quechua encontramos, por ejemplo, topónimos como Matalaque, Tonohuaya, Sacuaya, Tonlaque y Chaguechajen; en la zona aymara, Calacoa, Cuchumbaya, So­moa, Soilapa, Cambrune (qamru es 'sangre' en Callahuaya; ver el anexo al final del ar­tículo de Torero), Muilaque, Sijuaya y Sa­cuaya; y en la zona castellanizada, Coala­que, Oralaque, Puquina, Mollabaya, Caina­ragen, etc. A pesar de marcadas diferencias en las costumbres que separan las zonas quechua y aymara en el departamento de Moquegua, se trata probablemente de una región que en su origen · fue homogénea­mente puquina. Esta región, probablemen­te, fue en parte quechuizada y en parte ay­marizada durante la época de la colonia. Toponimia puquina se encuentra también al norte del lago Titicaca (Italaque, por ejemplo).

Torero deja claro, en base a la informa­ción contenida en la Copia de curatos, que la lengua llamada uruquilla tuvo una distri­bución geográfica mayor que el actual uru­chipaya. Si se trata de hecho de una sola lengua, resultará quizás posible identificar agrupaciones de topónimos, como en el ca­so del puquina, valiéndose de los vocabula­rios existentes del uru ochosuma y del chi­paya. No se puede descartar, además, lapo­sibilidad de que parte de la toponimia de Potosí sea relacionada con el idioma ataca­meño, dado que la presencia del atacameño en el oeste de aquel departamento fue seña­lada por varios autores (lbarra Grasso 1958; Loukotka 1968).

La ·comparación del léxico de las lenguas no-quechuas y no-aymaras de la región del lago Titicaca es una tarea que queda por hacer y que puede ser frenada por la falta de datos dignos de confianza relativos a es­tas lenguas. Sin embargo, vale la pena inten­tarla como lo muestra el caso del término

· para 'maíz', que fue registrado como tara para el chipaya (Métraux 1936) y para el

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_______________________ Torero: Lenguas altiplánicas

uru de Iru-ltu (Vellard 1950). La misma forma tara para 'maíz' fue encontrada en mosetén, lengua hablada en el alto Beni al norte del altiplano collavino (Bibolotti 1917). No hay suficiente evidencia para relacionar la forma tara con el quechua sara, como lo propone Métraux. Por el con­trario, en apolista y en !eco, dos lenguas ge­néticamente no relacionadas cuyo territo­rio lingüístico se localizaba -o, en el caso del leco, se localiza- al -oeste de la zona mosetena, se encuentran las formas ta y tay (en Leco sólo ta) para 'maíz' (de Créqui­Montfort y Rivet 1913). La distribución del término mencionado o de otros simila­res podrá quizás servir de instrumento para establecer la antigüedad relativa de contac­tos culturales, que abarcarían una zona ex­tensa con su centro en el altiplano del Collao. En aquellos contactos no participa­rían las lenguas posteriores como el que­chua, el ay mara y, en este caso particular, tampoco el puquina.

REFERENCIAS:

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BIBOLOTTI, B. Moseteno Vocabulary and Treatises. Northwestern University. Evanston y Chicago, 1917.

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No. 2, Diciembre 1987

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VELLARD, J. "Contribution a l'étude des indiens uru ou kot'suns", Travaux de l'lnstitut Fran~ais d'Etudes Andines, 2: 51-88. 1950. .

Xavier A/bó Casilla 283

La Paz, Bolivia

Lamento no disponer del tiempo y tran­quilidad suficientes para hacer un comenta­rio de la amplitud que merece este impor­tante artículo de Alfredo Torero. Pero re­nunciaré a lo mejor y así no tener que re­·nunciar a dar mis impresiones.

1. Sobre la guía de curatos Son muy de agradecer las aclaraciones y

precisiones de Torero sobre este documen­to usado primero por Bouysse-Cassagne y después por Espinoza, atribuyéndole diver­sas fechas. Yo mismo había llegado a pen­sar que se trataba de documentos semejan­tes, pero distintos porque, aparte de la fe­cha, las dos listas no coinciden (Bouysse­Cassagne la acopla a las unidades mayores de la Tasa de Toledo; Espinoza añade más

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detalle . de lugares) y en algunos casos las lenguas atribuidas a un lugar varían (por ejemplo, en Lípez o en Tiqµipaya). Por eso es tan importante dar las referencias lo más completas posibles y posibilitar el análisis de la fuente misma.

2. Sobre el pukina

Desde hace muchos años tenía deseos de conocer la tesis de Torero sobre el pukina. Por fin en este artículo parte de sus mate­riales son asequibles. Esperemos que el res­to, más lingüístico, vaya siendo publicado pronto.

Los sugerentes argumentos de Torero me han ayudado a comprender mejor la actual "cuña" quechua al Norte del lago Titicaca, pues no habría sido zona origina­riamente aymara. De todos modos, en esta posterior quechuización (no ocurrida, por ejemplo,en la parte noreste del lago, desde Huancané hasta La Paz), quizás tenga que ver también la ruta de la mitaCusco-Potosí. Me ayuda también a comprender la caracte­rización de Arequipa como pukina, hecha, por ejemplo, por Mons. Bernedo- Málaga (1949).

Sin embargo, sigue habiendo fenómenos histórico/sociolingüísticos, difíciles de ex­plicar. Si era el idioma del importante seño­río Colla y llegó a ser declarada lengua ge­neral, ¿por qué desapareció tan velozmente sin apenas dejar rastro? Otro, ¿por qué la lengua de los uru pasó a llamarse pukina, habiendo argumentos tan contundentes so­bre su abismal diferencia lingüística? La razón contemporánea dada por Vellard (1949: 149, cit. por Klein 1973) de que fue un "monsieur" (Posnanski?) no explica el uso muy anterior de esa misma identifi­cación.

El vocabulario comparativo recogido por Torero deja también interrogantes abiertos para futuras búsquedas para saber cuál es el primer origen de tantos vocablos comunes con el quechua o el aymara. En este punto sería interesante también una comparación más sistemática con otras lis­tas, como la recopilada recientemente por Aguiló (1987) a partir del uru, según diver­sos documentos, o las anteriores de Oblitas (1968) y Stark (1970) a partir de datos kallawaya contemporáneos. Un cotejo muy rápido al azar me ha mostrado algunos pa-

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ralelismos complementarios no recogidos por Torero. He aquí algunos ejemplos: URU: apu,jefe; atta, hembra; kul, así. KALLAWAYA: acha-, decir. AYMARA: -ka-, ser, estar; Tikuna (un ape­

llido); kupi, derecha; masi, prójimo. QUECHUA: uqu-, tragar.

Naturalmente, el hecho de que el voca­bulario pukina llegado a nosotros sea tan reducido y catequético dificulta la profun­dización. Tal vez podríamos avanzar algo más recurriendo sistemáticamente al estu­dio de topónimos, a los que Totero ya hace alguna mención para los valles costeños y de los que el autor ha hecho uso abundante en otros estudios sobre lenguas perdidas en el norte del Perú.

3. Sobre uru

Comparto la necesidad de distinguir tres usos del término, como etnia, como lengua o como categoría de censo y tributo. De nuevo surgen preguntas : el nombre ''uru­killa", ¿tendrá que ver con el del señorío Killaka, no lejos del actual Chipaya?

Quiero recordar que, además de la co­bertura señalada por la guía de curatos, los urus se establecieron también en los valles de Cochabamba, incluso como agricultores con tierras, como resultado del proyecto colonizador de Wayna Qapaq (Wachtel 1981). Hasta hoy existen otros grupos con diferentes nombres locales, pero relaciona­dos con los uru. Por ejemplo, los murato de la orilla este del lago Poopó. Hace varios años tuve la oportunidad de acompañar a Wachtel en un encuentro de ellos y de los Chipaya con los uru de Iruitu (Machaca). Entre estos dos últimos no hubo problemas de comunicación en su lengua. Los murato ya se han aymarizado, pero compartían vo­cabulario común, por ejemplo para instru­mentos de caza y pesca, o de la indumenta­ria más tradicional. Mario Montaño ( 1972) habla también de los restos de un grupo "capillu" por Turco (Oruro).

Con relación al nombre más adecuado para su lengua, aparte de las sugerencias de Torero, quiero mencionar otras refere.ncias contemporáneas, tomo kot-suni (Vellard 1949, cit. por Aguiló 1987), ó el siguiente texto escrito por Lorenzo Inda (1987), de Iruitu: "Su idioma era el uchhumatago, co­nocido actualmente como pukina". Por

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cierto que cuando los uru dijeron a los es­pañoles que no eran "hombres", sino urus, sería interesante saber qué término exacto fue utilizado por unos y otros. Ya sabemos que el nombre "hombre, gente" suele tener connotaciones étnicas muy precisas. 4. Sobre el aymara y quechua

Estos temas son muy laterales en este artículo. La poca diferenciación dialectal del aymara en la puna puede ser efectiva­mente un argumento a favor de su llegada tardía. Pero no acabo de saber cuál es la argumentación que lleva a Torero a pensar que el origen de esta lengua es por el río Pampas, que ha sido después área con mit­mas de orígenes muy diversificados.

La expansión del quechua a expensas del aymara ya en época colonial es tema in­teresante para otros artículos. Por ejemplo, aunque Torero llama a Santa Cruz Pachacu­ti el cronista "aymara", sin duda por su ori­gen colla, al nivel lingüístico muy poco es lo aymara rescatable en su crónica, lo cual no sé si refleja su posterior formación cus­queña o el poco peso que tenía ya esa len­gua en su área de nacimiento. Hay en este punto muchos más desafíos. Otro es la quechuización de Co~habamba, a _pesar d~ que -según los arqueologos- los inkas alh no estuvieron ni medio siglo. Un tercero, es el rol jugado por la mita de Potosí para la nivelación lingüística, etc., etc.

REFERENCIAS:

AGUILO, Federico .. Uru y puquina. IESE­Centro Portales. Cochabam ba, 1987.

BERNEDO MALAGA, Leónidas. La cultu­ra pukina. Ministerio de Educación Pú­blica. Lima, 1949.

INDA, Lorenzo. "Nuestra historia sobre los urus de lrohito". Cartilla popular. Qha­na. La Paz, 1987.

KLEIN Harriet E. Manelis. "Los urus: El extr~o pueblo del altiplano", Estudios Andinos, 3,1: 129-149. 1973.

MONTA?il"O, Mario. "Los capillu. Descubri­miento de un nuevo grupo humano en Bolivia", Pumapunku, 4:64-69. La Paz, 1972.

No. 2, Diciembre 1987

OBLITAS P., Enrique. El idioma secreto de los incas. Amigos del Libro. La Paz, 1968 . .

ST ARK, Louisa A. "Machaj-Juyai: Secret language of the Callahuayas'', Papers in Andean Linguistics, 1,2: 199-227. 1970.

VELLARD, Jean-Albert. "Contribution a l'étude des indiens Uru ou Kot'suñs", Travaux de l'institut Fran~is d'Etudes Andines, 1: 14-210; 2: 51-88; 3: 3-39. (Ver también los nn. 6, 7 y 8). 1949-51.

Thérese Bouysse-Cassagne 1 O, rue des Gravillheis

75003 Paris Francia

Estos comentarios al artículo de A. To­rero son !a continuación de un diálogo em­prendido con el autor en los años setenta, durante la estancia de éste en el CNRS pari­sino. Mis apreciaciones se fundarán en mis trabajos más recientes (además de los dos mencionados por Torero): La identidad aymara, una aproximación histórica (CE­RES-IFEA, La Paz, 1987, 450 pp.) y "Les Collas opprimés et puissants" (Les Cahiers des Ameriques Latines, número especial Bolivia, en prensa). Además de algunos es­tudios imprescindibles y recientes para quien pretende hablar de los grupos étnicos del Collao: J . Hyslop, An archaeological investigation of the Lupaca Kingdom and its origins. Columbia, 1976; Gisbert, Shoop, Lauer et al. Espacio y tiempo en el mundo Callahuaya. La Paz, 1984; C. Julien, Guano and Resource Control in sixteenth Century Arequipa. Andean Ecologie and civilisation. (Masuda y Morris eds.), Tokio, 1985.

Tomando en cuenta lo que conocemos sobre el tema, considero que el aporte más novedoso de A . .. T. es su presentación del material lingüístico en anexo. Lamento que ésta no sea la ocasión de una reflexión más

_ nutrida y que sugerencias como las que ha­ce sobre "puquina e uruquilla como len­guas similarmente antiguas o demasiado re­cientes con el modo de vida uru" no sean más desarrolladas. Quizás hubiera sido im­portante añadir a la lista de palabras Calla­huaya recogidas por L. Girault y a la de

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Estudios y Debates __________________________ _

uruquilla de Nathan Wach,tel, el trabajo es­ta vez conocido y editado de otro francés, el de Veillard (Boletín IFEA Nos. 1-2), re­ferente al uruquilla de Iru-Itu. La compara­ción del uruquilla de Chipaya al sur del eje acuático del Callao con su "hermano" del norte (hoy desaparecido como lo he com­probado en el 86) y más en contacto a lo largo de su historia con la zona de expan­sión del idioma puquina podría ser intere­sante. En cuanto al callahuaya, sugiero que una comparación entre el trabajo de Girault y el de Stark del 70 y 71 podría aclarar un poco más la influencia del quechua en el idioma callahuaya, tomando en cuenta, co­mo lo hace notar Saignes, que la presencia de mitmacq chachapoya en esta zona ha si­do muy temprana (Saignes, "Espacio y tiempo en el mundo Callahuaya").

En lo referente al artículo propiamente dicho diré, en primer lugar, por qué no me parecen "correctas" las críticas formuladas por A. T. a mi trabajo del 80 y, sobre todo, comentaré algunas de las posiciones del autor en cuanto a las distinciones que esta­blece entre grupos del Callao (aunque-a-ve­ces sea difícil distinguir en el texto entre lo que es afirmación e hipótesis).

La mayoría de mis trabajos tratan de la historia temprana aymara. Estudié el con­cepto de identidad aymara en una perspec­tiva histórica y no apologética (y mi libro del 87 en castellano retoma gran parte de mis conclusiones del 80). No he utilizado una sola vez el término tan ambiguo de "nación". Pero nunca abandoné la perspec­tiva socioeconómica, que me parece consti­tuir uno de los parámetros fundamentales para la identificación de grupos que han ve­nido explotando durante gran parte de su historia ( en algunos casos hasta la época in­caica) zonas ecológicas totalmente distintas (cf. Hyslop). Pienso, sin embargo, que el actual trabajo de A.T. adolece de este com­ponente socioeconómico. Si bien la Visita de T Jledo introduce categorías fiscales bajo los términos "ay mara" y "uru ", estamos por primera vez confrontados a un docu­mento amplio basado en un conocimiento directo del campo. El interés de la adminis­tración española era evidentemente consi­derar a la mayoría de la población como "ay mara" fiscales ya que el tributo consti­tuido por productos lacustres era de menos

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va..v. en el contexto de la economía colo­nial que los productos agropastoriles. Si una categoría "uru" fiscal existe, conside­ramos que se trata de un indicador útil, en· la medida en que lo utilizamos en relación con otros criterios como lenguas y con los datos generalmente socioculturales de las crónicas. Y eso de tal modo que los docu­mentos se critiquen o complementen unos a otros. Un ejemplo: repetidas . veces A.T. insiste sobre la pertenencia de los Pacajes a la "nación" aymara, conformándose con la apreciación de Bertonio basada en un cri­terio exclusivamente lingüístico. Efectiva­mente, si consideramos tan sólo los pueblos de Guaqui y Viacha, ellos hablan aymara y sólo aymara (Copia de curatos); sin embar­go, según la Visita de Toledo en Guaqui la población está calificada mitad por mitad como "aymara" y "uru". Si tomamos este dato como un indicador nos fijamos efecti­vamente que ambos pueblos, aun siendo de habla aymara, "seguían las costumbres de la gente de umasuyu a quien antiguamente estaban· sujetos". Si bien umasuyu -sensu lato- designa una zona mayormente puquina, vemos cuán compleja es la situa­ción, cuán difícil es evaluar con precisión la importancia del viejo substrato puquina y hasta qué punto privilegiar un solo crite­rio es insuficiente.

La situación étnica del Callao tal como la hemos estudiado gracias a la Visita de Toledo, la Copia de curatos y las crónicas es la de unos pueblos que tuvieron que su­frir las guerras incaicas con los consecuen­tes desplazamientos de población hasta Pasto (tanto los Collas como los Lupacas las sufrieron), con una gran cantidad de muertos, del lado Colla particularmente (Bouysse en prensa), y, sobre todo en tor­no al lago, con una total reubicación del paisaje humano de parte de Túpac Yupan­qui que tuvo como consecuencia principal el hacer convivir a los aymara, que hasta el momento ocupaban esencialmente las tie­rras agropastoriles de altura, con una pobla­ción que por su parte se había ubicado

· siempre en las tierras lacustres o circunla­custres. Estos hechos me parecen funda­mentales para interpretar con la debida pro­fundidad histórica la documentación a nuestro alcance.

Hyslop demuestra efectivamente que en

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el área lupaca los trece sitios arqueológicos censados como pertenecientes a la época de Tiwanaku están todos situados a menos de cien metros sobre el nivel del lago, lo que sugiere una gran dependencia económica frente a los recursos lacustres de parte de poblaciones puquina y uru, en esta etapa, así como la eventualidad de relaciones en­tre los diversos sitios circunlacustres.

En cuanto a los aymara, su hábitat en la zona lupaca era constituido por "pucaras" situados en las zonas más elevadas del alti­plano (cf. Cieza de León). En el intermedio tardío , Hyslop cuenta 25 sitios en altura versus 7 en la ribera del lago ; en fin, "cuan­do los ingas vinieron conquistando esta provincia (en este caso R.G.I. habla de los Pacaj) hicieron salir estos indios uros de junto al agua y les hicieron vivir con los Aymaraes y les enseñaron a arar y cultivar la tierra y les mandaron que pagasen de tri­buto pescado y hiciesen petacas de paja. Por ser gente muy tosca, no les dieron or­den como habían de adotar al sol y servirle, y con la comunicación_ que han tenido con los indios serranos, han venido a hablar la lengua aymara y casi han dejado su lengua que era puquina, y al presente tienen caci­ques y habitan en pueblos . .. " (Relación de la provincia de Pacaj).

¿Cómo llegaron los aymara al altiplano, concretamente de dónde procedía Cari cuando conquistó las tierras circunlacustres y las islas? La respuesta de Cieza de León es de "Coquimbo" (valle del norte chileno) e Hyslop demuestra la importancia de un sitio altiplánico llamado Coquimbo como capital lupaca y necrópolis de sus mallku. Es decir que si confiamos en esos datos, la ola aymara que penetra en el Urcosuyu vie­ne de mucho más al sur de lo que pretende Torero. El mito de origen Pacaj confirma esta oleada sureña que a mi parecer puede explicar el fuerte impacto de la lengua aymara, sobre todo en la zona urcosuyu, frente a un umasuyu todavía de habla puki­na en el XVI.

Si evidentemente estoy de acuerdo con A.T. para decir que la lengua pukina era la lengua del señono poderoso de los Collas y del Callahuaya, pienso que hay que matizar mucho más de lo que él hace sus relaciones con los Incas. No se debe olvidar , por ejem­plo, que tanto el jefe de Hatuncolla como

No. 2 , Diciembre 1987

el de llave recibieron el privilegio de con­quistar Pasto , que las funciones religiosas de los Collas en el seno del Imperio Incaico son complejas y que efectivamente uno de los más poderosos centros religiosos impe­riales había sido antaño su adoratorio (y los mitos de origen incaicos se refieren cons­tantemente a ello) (Bouysse en prensa). En cuanto a la importancia de los Callahuayas de habla puquina, ésta ha sido excelente­mente estudiada en el libro mencionado arriba (no hay que olvidar que fueron unos de los portadores de las literas reales) . Sin minimizar las tremendas masacres que su­frieron los Collas, es muy probable que nuevos hallazgos documentales permitan demostrar la complejidad de su integración al imperio, y lo mismo para los urus. Ha­blando de Coata, A.T. atribuye la presencia de caciques uru a la imposición toledana y a su pertenencia a la Corona Real. La pre­sencia de caciques uru (y poderosos) está atestada mucho antes de 157 5 en una zona como Carangas, por ejemplo (cf. Riviere) , y no es de extrañar que los uru ricos de Puno, Ichu, Coata, poseyeran caciques de su etnia (sea dicho de paso que la encomienda de Coata pertenece a los Encinas desde la épo­ca de La Gasea).

sn,fon los criterios que definen la autoc­tonía son siempre los de los . vencedores y toda la documentación a nuestro alcance es el reflejo de estos hechos históricos, no pienso que tengamos que acudir a "una le­yenda negra" cuando la realidad es negra de por sí, pero sin duda alguna mucho más compleja que negra.

Rodolfo Cerrón-Palomino Casona de la Universidad de San Marcos

Nicolás de Piérola 1212 Lima 1, Perú

El artículo que comentamos constituye una renovada contribución al esclarecimien­to de la historia sociocultural y lingüística de los pueblos del altiplano peruano-boli­viano durante los siglos XVI y XVII. Así, pues, el autor vuelve a tocar aspectos trata­dos en su tesis parisina y dados a conocer, parcialmente, en su trabajo de 1970; Como se sabe, de esta fecha al presente han salido

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a luz no sólo documentos coloniales rele­vantes al tema, sino también otros estudios que inciden sobre la problemática. Entre los primeros son de extraordinario valor la Tasa de la Visita General del Virrey Toledo (1571-1573) y, sobre todo, la "Copia de curatos", manuscrito de fines del s. XVI y comienzos del siguiente. Luego de un rigu­roso examen de tales materiales, el autor revisa sus planteamientos iniciales, refor­zándolos, ampliándolos y precisándolos. De esta manera, la "historia externa" de los pueblos y de las lenguas del altiplano que nos bosqueja, evaluando al detalle datos a menudo escuetos y contradictorios, es una muestra bien lograda del tipo de trabajo que le aguarda al estudioso de la situación sociolingüística del pasado andino.

Los deslindes lingüísticos, geográficos y socioculturales que el autor busca estable­cer atañen a los pueblos de habla quechua , aimara, puquina y uru (uruquilla, segÚn se precisa). Sin desmerecer los esfuerzos inter­pretativos referidos a los procesos de ex­pansión del aimara y del quechua en la zona, que se ven mejor delineados y--enri­quecidos en el presente trabajo si los com­paramos con los esbozados previamente, los comentarios que siguen se circunscribirán al viejo problema uru-puquina, que es el que, a todas luces, constituye la parte me­dular del estudio que tenemos a la mano. 1. El uru: "mito etnográfico". En su inten­

ción por deslindar a urus y puquinas des­de el punto de vista sociocultural, Tore­ro (1970) oponía a los primeros como pueblos "de nivel preagrícola, esencial­mente recolector" frente a los segundos, que habrían sido básicamente agropasto­riles. Esta distinción, sin embargo, reco­gía el estereotipo que se tenía de los urus considerados homogéneamente co­mo depredadores en las documentacio­nes que se tenían a disposición, y que respondían a un prejuicio muy antiguo elaborado previamente por aimaras e incas. En el artículo que ahora comenta­mos esta visión tradicional ha sido recti­ficada, correspondiendo en todo caso únicamente a los grupos del Desaguade­ro (llamados uchusumas o uruquillas) y cuyos descendientes modernos vendrían a ser los muratos del Poopó. En efecto, como Jo ha demostrado detalladamente

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Wachtel (l 978; , en un hermoso trabajo al parecer desconocido por Torero, hubo en verdad categorías socioeconómicas diferentes de u rus: al lado de los "terres­tref', que competían en status con los aimaras, estaban los indómitos urus "lacustres", en condición de verdaderos recolectores; entre ambos polos se ubi­caba una tercera categoría formada por toda una masa de tributarios en situa­ción de fuerte dependencia respecto de los aimaras. Este diverso grado de articu­lación de los urus en relación con la sociedad aimara colonial implicó todo un proceso de aimarización que aún no ha terminado. De manera que la distin­ción inicial entre puquinas agropastoriles y urus depredadores resultó siendo de­masiado generalizadora en detrimento de los últimos.

2. La falsa ecuación uru.puquina. Como se sabe, fueron Créqui-Montfort y Rivet (1925) quienes llegaron a sostener la identificación entre urus y puquinas y, consiguientemente, de su lengua. Uno de los documentos claves en el que se basaron dichos autores fue aquel pasaje de la "Relación de la provincia de Paca­jes ", donde se dice textualmente que los indios urus de Machaca "casi han dejado su lengua, que era la puquina", en favor de la aimara: Ocurre, sin embargo, que otros testimonios -como los de Garcila­so y especialmente la "copia de cura­tos" - separan nítidamente al uru del puquina. De allí que Torero (1970) se inclinara por señalar que dicho pasaje debía interpretarse como significando que tales urus, previamente puquiniza­dos (como los de Coata y Capachica), habían hecho una mudanza lingüística en favor del aimara: abandonaban, en tal sentido, no su lengua materna, sino una adquirida. De otro lado, los esfuer­zos de los autores mencionados por pro­bar el entronque genético entre el léxico uru y el correspondiente al puquina re­sultaron muy dudosos. De hecho, la im­plausibilidad de tal relación ya la había demostrado José Toribio Polo en 1901. No obstante ello, la orfandad evidente de correlaciones en el material compa­rativo fue achacada a factores de disper­sión geográfico-temporal. Todo ello co-

R€vista Andina, año 5

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mo si los trescientos años que separaban al léxico puquina de su correspondiente uru, recogido entre fines del siglo pasa­do y comienzos del presente, fueran su­ficientes como para "alejarlos" tanto. Bastaba con echar un vistazo al quechua o al aimara: entre las versiones recogidas a fines del siglo XVI y las del presente no hay mayor desfiguración léxica. Se nos ocurre, además, otro fragmento de evidencia en contra de tal ecuación: ¿có­mo se podía compaginar el hecho de que el uru fuera considerado unánime­mente como una lengua "oscura" y "grosera" frente a la puquina, que había sido declarada oficial por Toledo en de­creto fechado el I O de setiembre de 1575 en Arequipa? Obviamente se trata­ba de lenguas diferentes. Que ello es así lo había reconfirmado Torero en 1970, previo cotejo léxico, cuya lista compara­tiva aparece ahora como apéndice del trabajo que comentamos, donde el uru está representado por una de sus varie­dades sobrevivientes: la chipaya, habla­da al norte del salar de _Coi pasa.

3. Area geográfica del puquina. Como lo había notado Thérese Bouysse-Cassagne ( 1975), la "copia de curatos" resultó ser un documento invalorable para la zoni­ficación del puquina. Curiosamente, será un documento similar -la relación de "corregimientos y doctrinas de los lla­nos" de 1630- el que ayude a deslindar la situación lingüística de la costa norte peruana (cf. Torero 1986). La distribu­ción geográfica del puquina, tan dispersa como resultado de una serie de desplaza­mientos y sobreposiciones, es precisa­mente mejor ahora a la luz del mencio­nado documento. Areas como las del noroeste del lago (Coata, Capachica, Taraco), así como las de las cordilleras surorientales del !!ltiplano (entre La Puna, Potosí y La Plata), que antes ape . nas se barruntaban como de habla pu­quina, aparecen específicamente men­cionadas. Para la zona puquina compren­dida al oeste de la meseta del Collao, en el litoral del Pacífico, Julien (1979) lla­maba la atención sobre la existencia de una lengua diferente : la coli. Tai parece, sin embargo, que aquí se está frente a una designación étnica (de allí la región

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Colisuyo)_de un grupo de habla puquina, como sugiere Torero. Finalmente, no es­tá muy clara aún la presencia de la len­gua en el noroeste del lago, en torno a las serranías del Cuzco , donde el aimara tenía aún una fuerte presencia (particu­larmente en Canchis y Canas). Por otro lado , sin embargo, la famosa inscripción puquina de la fórmula del bautizo en la portada del bautisterio de la iglesia de Andahuailillas, a pocos kilómetros de la ciudad imperial, constituiría, según To­rero, evidencia de la existencia de puqui­nahablantes alrededor de dicha locali­dad. Que ello haya podido ser así ha sido puesto en duda por Mannheim (1985), quien señala que la investigación documental de la Andahuailillas colonial no da pie p_ara semejante hipótesis. La inscripción, según el mismo autor, sería puramente emblemática, de ser los jesui­tas asentados allí los autores de la mis­ma: se habría querido reafirmar la voca­ción plurilingüe de los miembros de la compañía. Ello no quita, ror cierto, que el puquina se haya hablado en otras zo­nas del Cuzco.

4. Fecha de extinción del puquina. En el trabajo comentado, el autor ratifica, al parecer, su posición respecto de la pro­bable extinción de la lengua al trasponer la primera mitad del siglo XVII. Bien mi­rado, sin embargo, Torero no señala para tal fecha la extinción de la lengua; sólo se limita a decir que, según sus rastreos documentales, a partir de esa data ' 'de­saparecen las menciones a la lengua pu­quina ". Han sido otros los autores (en­tre ellos Girault 1 984) que interpretaron tal sugerencia como una afirmación más explícita. Ahora bien, en los últimos años se han publicado por lo menos dos documentos que consignan la vigencia del puquina no sólo a fines del s. XVIII, sino incluso en las primeras décadas del XIX. El primero corresponde a una carta del obispo del Cuzco, Juan de Moscoso y Peralta (1781), al Visitador General José Antonio de Areche. Allí se dice que "hay población [ dentro de la Jurisdic­ción del obispado, se entiende J en que se hablan tres [idiomas] distintos, total­mente opuestos entre sí, como son la quichua general, la aymara, y Puquina

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f ... ] ". La segunda referencia se en­cuentra en el informe de Clemente Al­monte (1813) sobre su curato de Anda­hua en el partido de Condesuyos (Are­quipa). Anota el mencionado sacerdote que ''el idioma general en ( tales }:meblos es el quichua, la aymará, coli, puquina, isapi y chinchaysuyo". Torero, quien se­guramente no desconoce tales referencias (cf. Rivarola 1985 para una llamada de atención sobre las mismas), parece no dar­les crédito. Ello se colige a partir del co­mentario que desliza en el sentido de que a los puquinas y su lengua se les ha trata­do de dar continuidad histórica identifi­cándolos con los urus y con la lengua uru-chipaya, respectivamente. No nos parece que éste sea el caso en relación con la documentación señalada, sobre todo a la vista del segundo testimonio. Aun cuando éste complica el panorama (agregando una nueva entidad: isapi) y asumiendo que allí puquina equivale a uru, ¿qué decir de la coli, que según To­rero no sería sino una designación local del puquina? Por lo demás, que efectiva­mente exista esa falsa vigencia histórica lo podemos ver cuando Albó (1981: 14) menciona que entre los murato del Poo­pó y los iruitu del Desaguadero "algunos viejos aún recuerdan el idioma puquina " . Aquí puquina debe entenderse como uru (o uruquilla, según prefiere Torero). Nótese que tal designación de puquina no es académica, como podría pensarse (en línea con la hipótesis de Créqui­Montfort y Rivet), sino que pertenece a

· la tradición lugareña, como nos lo hizo saber Albó (en comunicación personal).

5. Relación puquina-callahuaya. En reali­dad, la única vigencia histórica del pu­quina sería una de carácter indirecto, a través del callahuaya, lengua especial de los mentados curanderos de Charazani. Como lo han demostrado Torero y Stark (1972), esta última de manera más ex­plícita, dicha lengua posee tanto un sis­tema vocálico (que maneja la cantidad como rasgo distintivo) como un alto porcentaje léxico de origen puquina, al par que su sistema morfosintáctico es enteramente quechua ( con algunos ras­gos arcaicos, como la presencia de cier­tas implosivas en final de sílaba, común

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también al quechua local) . Torero men­ciona, asimismo, aunque sin proporcio­nar ejemplos, la presencia de algunos _rasgos gramaticales de procedencia pu­quina. No hay duda, pues, que el calla­huaya surgió como lengua profesional en boca de antiguos puquinahablantes que devinieron posteriormente en que­chua y/o aimara parlantes. Con respecto a los porcentajes de co­munidad léxica que el autor ofrece en relación con el puquina y las otras len­guas estudiadas, se advierten ligeras re­visiones en comparación con los ofreci­dos en trabajos anteriores. Ello se debe, sin duda alguna, a una reconsideración de los datos previamente empleados, así como al acceso a otros. La lista del léxi­co puquina contra la cual son contrasta­dos los lexemas de parecido formal-se­mántico correspondientes a las otras len­guas aparece esta vez en el apéndice del trabajo, por lo que debemos saludar al autor. Puede verse ahora, con nitidez, el trabajo parcial e inseguro que hiciera De la Grasserie (1894) en el desbroce léxico de los textos de Oré. Señalaremos aquí, al paso, algunas omisiones tanto en la matriz léxica puquina como en las equi­valencias postuladas. Así, faltan en el léxico puquina por lo menos las palabras stu 'siete y yuri- 'nacer, brotar', este último con un correlato quechua idénti­co. Se impónen, también, las siguientes inserci9nes: Q(uechua) para awki, así como luku- 'copular' para P(uquina) yuku- 'engendrar', y probablemente Q wama 'raro, nuevo' para P vana ca (cf. callahuaya wana). Asimismo, deben corregirse QA(imara) waqa por wakca (aunque en aimara es, en verdad, [wax­fa]) y A sutia- por sutiya- (tematizado mediante el causativo -ya). Por lo demás, notamos en el autor el empleo pruden­cial del calificativo de "posibles''·al refe­rirse a las equivalencias propuestas. Cree­mos, pues, que en este caso es prematu­ro hablar, salvo en contados ejemplos, de verdaderos cognados: como en el vo­cabulario compartido por el quechua y el aru en general, el fantasma del présta­mo está presente a cada instante. Y cier­tamente el deslinde se hace muy difícil en la medida en que no conocemos las

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reglas de evolución interna del puquina ni del chipaya. En tal sentido es preferi­ble hablar de "comunidad léxica", como lo hace Torero, antes que de "correspon­dencia léxica". Por lo mismo, nos incli­namos a pensar que la relación histórica existente entre el callahuaya y el puqui­na es una de contacto íntimo antes que de parentesco. Subsumirlos en un mis­mo grupo lingüístico equivaldría, por ejemplo, a considerar al inglés como len­gua románica, por el hecho de registrar no sólo un alto porcentaje léxico, sino también algunos sufijos derivacionales de origen latino.

6. Sobre glotonimia. En relación con los nombres de los idiomas estudiados en el trabajo que comentamos, llama la aten­ción la reactualización que hace Torero de la forma arcaica aymará, sin comen­tario alguno, toda vez que en escritos anteriores empleaba la variante parcial­mente moderna aymara (lo moderno seria aimara, con i). Ignoramos la moti­vación para ello, y conste que no se trata de una mera variante, pues a lo largo del trabajo se advierte el uso sistemático de la forma esdrújula. De lo que no hay du­da es que el arcaísmo aymará es produc­to de una formación regresiva a partir de la versión plural [aymaráes], con vocali­zación de la yod final de •aymáray ( cf. *páqay >pacáy -pacaes; ver, a este res­pecto, Carrión Ordóñez 1983: 18 7). De otro lado, en vista de la ambigüedad del término uru ( cuya acepción étnica podía tener como referentes tanto a hablantes puquinas como airnaras, según se vio), Torero propone el empleo de uruquilla para designar a la lengua originaria de los urus, lo cual nos parece muy atinado. Sin embargo, frente al uso (colonial) al­ternativo de la variante urquilla, el autor ofrece una larga digresión (ver nota 42) para sostener que ésta habría sido "la más próxima a la pronunciación nativa", hecho que en sí parece razonable. Lo que no convence es el argumento que se .. elabora pllra explicar la variación uru­quilla - urquilla. Según Torero, la pri­mera variante sería la menos original, re­gistrando una vocal epentética que hace eco con la primera, a los efectos de ta­mizar un encuentro consonántico inusi-

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tado (?) a la experiencia de los hispano­hablantes (del tipo chacra > chacara). Está solución no ha sido ajena, por cier­to, en el tratamiento de ciertas voces na­tivas, como el mismo autor nos lo ilus­tra. Ocurre, sin embargo, que ni la se­cuencia [rk] es ajena al castellano (cf. horquilla!) ni tampoco el grupo [kr] en esta misma lengua se libraba de una di­solución semejante (recuérdese el caso de corónica). Lo que no quita que haces

· consonánticos verdaderamente descono­cidos por el castellano sufrieran el aco­modamiento necesario: tal los casos de lúcuma o de máchica (alternando ésta con machica), donde las secuencias [km] y [ck] ciertamente son peregrinas (aun­que contemos con el tecnicismo drac­ma) Siendo así, nos parece que, todo lo contrario, la forma originaria fue uru­quilla. Esto, además, por otras razones: en primer lugar, registrándose la voz uru resulta forzoso ver en uruquilla un com­puesto uru-kiÍa, con un segundo elemen­to de significado incierto (no se olvide que las lenguas andinas tienen preferen­cia por las raíces bisilábicas, sobre todo si éstas son nominales); en segundo lu­gar, _ la pronunciación contracta puede explicarse tranquilamente como efecto de la tendencia airnara a la supresión vocálica: como se vio, la mayor parte de los hablantes de uru devinieron airnara­parlantes (allí está. por lo demás, otra alternancia: Urumiri - Urmiri, localidad consignada en la "copia de curatos").

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Ha"iet E. Mane/is K/ein Department of Anthropology

Montclair State College Upper Montclair, NJ O 7043

Estados Unidos

Este trabajo es una significativa contri-

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bución al estudio de la etnohistoria del Alti­plano. Utilizando fuentes documentales, Alfredo Torero intenta reconstruir el pasa­do lingüístico preincaico y prehispánico para los grupos que no escribieron su pro­pia historia o no tuvieron un portavoz nati­vo que asegurara que ésta fuera conocida. El tema principal abordado es el de la iden­tificación : qué lenguas se hablaban en el Altiplano, dónde y cuándo.

Por las relaciones de poder entre los gru­pos que poblaron el Altiplano antes de la conquista incaica y porque las entidades lingüísticas después de la conquista españo­la se hacen realidad como nombres en los libros de tasas o tributos, frecuentemente la designación lingüística y/o cultural de los pueblos se decidía en base a la lengua nativa empleada para dirigirse a los agentes de gobierno. Como resultado, ambas for­mas de identificación eran consignadas erróneamente. En el proceso de discusión de estos problemas, Torero establece tres puntos importantes: 1) el puquina se habla­ba en una variedad de lugares, no sólo en el Altiplano, sino también en sitios tan distan­tes como el litoral del Pacífico ; 2) no hay una relación lingüística identificable entre uru (o uruquilla) y puquina; y 3) algunas lenguas tienen una menor variación dialec­tal que otras y por tanto .son más propensas a convertirse en lenguas generales.

El puquina, una lengua cbn una exten­sión geográfica mayor de lo que anterior­mente reconocían los investigadores, ha sido discutido en la literatura durante si­glos. Aunque parece que estuviera extinta, Torero -en un apéndice- proporciona da­tos que apoyan la relación entre el puquina y el callahuaya contemporáneo, la lengua hablada por los herbolarios en Bolivia (véa­se también Stark 1985 y Bastien 1985), y llega a la conclusión de que el idioma actual de los herbolarios tiene gran semejanza léxi­ca con la lengua puquina, si bien tiene una fonología y gramática/sintaxis derivadas del quechua cusqueño.

Este estudio es también un intento para demostrar la no relación entre la puquina y las otras tres lenguas del Altiplano: uruqui­lla, aymara y quechua. Se examina esta cuestión en términos de interacciones his­tóricas en el Altiplano. El paulatino debili­tamiento de la nación puquina, inicialmen-

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te provocado por su batallar contra la ex­pansión aymara, condujo gradualmente a la suposición de que los grupos conocidos como uru y puquina estaban relacionados tanto lingüística como culturalmente y a referencias a un grupo conocido como uru­puquina (véase Klein 1973).. Torero señala que nuevos datos han llevado a revisar los argumentos de estas relaciones. Gran parte de su evidencia proviene de la Copia de cu­ratos, manuscrito redactado alrededor del año 1600 en el que se detallan las lenguas usadas en los rezos por los sacerdotes del obispado de La Plata. Incluye un inventario de . vocablos uruquilla, puquina, aymara y quechua, precisando dónde se hablaba cada una de estas lenguas y su vigor o viabilidad.

El debate terminológico sobre el uso de uruquilla versus uru es discutido con relati­vo detalle. En algunos casos, la primera es la lengua y la segunda la población. La Visi­ta de Toledo distingue claramente entre un grupo llamado uruquillas y otro, urus. Se decía que los uruquillas, que pagaban el do­ble del tributo fijado para los urus, se dife­renciaban social y económicamente de los urus. Sin embargo, no parece que esta dis­tinción estuviera bien documentada en otras partes ni bien comprendida, llegándo­se a la conclusión de que estos términos eran empleados indistintamente.

Finalmente, Torero aborda la cuestión de lo que hace que una lengua sea más via­ble para el intercambio lingüístico que otra. Observa, igual que otros especialistas en lingüística andina (por ejemplo, Briggs 1985), que , como lengua, la aymara tiene gran unüormidad, por lo que resulta em­pleándose como lengua franca. Esto no su­cede con las otras dos lenguas de la región, menos conocidas. La puquina tenía una gran diversificación de dialectos y, por lo tanto, no era una buena candidata para ser lengua genera!. La uru, mancillada por ser la lengua de un pueblo considerado 'no hu­mano", ni siquiera fue candidata.

Para los investigadores del pasado andi­no, este artículo presenta algunas perspecti­vas nuevas e interesantes sobre las lenguas del Altiplano. La integración de documen­tos historicos con un análisis lingüístico da al iector una visión más amplia de un pasa­do indígena poco comprendido.

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REFERENCIAS:

BASTIEN, Joseph W. Mountain of the Con­dor: Metaphor and Ritual in an Andean Ayllu. Waveland Press. Prospect Heights, Illinois, 1985.

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KLEIN, Harriet E Manelis. "Los uros: ex­traño pueblo del Altiplano", Estudios Andinos, 7, Ill(l): 129-150. 1973.

ST ARK, Louisa R. "The Quechua Language in Bolivia". In: S011th American lndian Languages, H.E.M. Klein and L Stark eds., pp. 516-545. University of Texas Press. Austin, 1985.

Traducción de Sheila Campion

John V. Murra Instituto de Investigaciones

Andinas de Nueva York 515 Dryden Road lthaca, NY 14850

Estados Unidos

Desde hace varios años, el Dr. Torero ha insistido en la importancia de la tercera "lengua general", el Puquina, hablada al Norte y al Oriente de la laguna de Chucuito o el Titicaca. Lamentablemente, como dice el autor, ''nos falta un cronista puquina" o, en la ausencia de tal, por lo menos un dic­cionario como los de Gonzales Holguín o de Bertonio. Como tales vocabularios los confeccionaron generalmente los frailes, no es imposible que tal instrumento de confe­sión aparezca en los archivos de las órdenes que todavía siguen cerrados a los investiga­dores seglares. La reciente aparición del texto completo de Betanzos, del original de Cobo y del tomo faltante de Cieza sugieren que tales hallazgos de diccionarios y otras fuentes primarias son no sólo deseables, sino probables. .

Es muy útil la sugerencia de Torero de separar el idioma uruquilla, cuya distribu­ción en el altiplano se puede sugerir ya del

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epíteto uru, aplicado a muy diversas pobla­ciones más o menos lacustres. Ya en 1978, Nathan Wachtel dibujaba los mapas del "eje acuático", cuyo uso hubiera reforzado el argumento de Torero.

Una indicación interesante del autor : su­pone que las colonias aymara-hablantes que se encontraron en la orilla del mar y en los yu;1ka de madera y coca en el Oriente eran de fecha reciente, dádivas a aliados del Esta­do cusqueño. La evidencia arqueológica tanto en Tarapacá como en el río Osmore parece indicar la presencia de tales "islas" altiplánicas desde épocas muy anteriores al Tawantinsuyu, seguramente Tiwanaku y quizás más antiguas todavía.

Es menester aclarar la distribución y la estructura lingüística del puquina. Los es­fuerzos de Torero en esta tarea merecen respaldo.

r,ernard Pottier 26, rue Greuze

7511& París Francia

El trabajo del Dr. A. Torero es, como siempre, una excelente aportación al cono­cimiento de las lenguas antiguamente y actualmente habladas en el Perú . La docu­mentación histórica aducida es rica y abun­dantemente utilizada .

La posición de A.T. queda clara: supone cuatro grupos de idiomas, tomando como base el desaparecido puquina:

quechua

uruquilla (chipaya)

aymará

habla de los callahuayas

y expresa cuantitativamente las afinidades léxicas.

El estatuto lingüístico del callahuaya, con su morfología esencialmente quechua y elementos léxicos afines a los del puqui­na, lo pone aparte como lengua mixta liga­da a una población específica, la de los her­bolarios. El material reunido por L. Girault sobre los callahuayas parece estar en manos de la Sra. de Girault, y existe la eventuali­dad de su publicación.

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El léxico de A. Torero echa las bases de un análisis comparativo, bastante difícil porque son relativamente pocas las palabras recogidas del puquina y del callahuaya.

Creemos que sería interesante tratar de reunir los vocablos por familias semántico­culturales y daremos dos ejemplos.

Parece que se podrían reunir las formas siguientes para futuras investigaciones:

squi "hijo" · quio "hijo" . . uqui, oqui, yqui, iqui ' 'padre" enqui "doncella" aqui "engendrar" chinqui "hacer el amor entre mujeres"

y quizá además: hisqui, squi "ojo"

si se piensa en la "niña" del ojo , metáfora difundida por el mundo entero .

También hay evidente relación entre: atago "mujer" (call. atasi) raago "varón" (A.T. cita call. laxa, bas­tante lejano). En Luis Soria Lens ("Pequeño vocabula­

rio calla waya ", Bol. de la Soc. Geogr. de La Paz, LXIV, 71-72 : 32-35 , 1954) hay formas que confirman la lista de Torero, como:

atalaja "pareja de varón y mujer " (a tasi +laaja) ikili "amigo, hermano" (= iqui) khapi "tres"(= capa) kjholana "mirar"(= coba) oha "comida"(= occa)

Agradezco a Revista Andina la oportuni­dad de hacer estos breves comentarios.

Arturo Ruiz Estrada Universidad Nacional José Faustino Sánchez Carrión

Huacho, Perú

Nuevamente el lingüista peruano Alfre­do Torero nos hace conocer, en la línea de las investigaciones que viene desarrollando desde hace varios años, su aporte al comple­jo problema de las sociedades altiplánicas en torno al siglo XVI. Utiliza para tal pro­pósito, principalmente, material lingüístico apoyado por el análisis de las relaciones de poder que se habían establecido en las so­ciedades clasistas que pugnaban desde tiem­pos previos al régimen imperial del Tahuan-

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tinsuyo en los territorios collavinos. Este eje de análisis resulta ser precisamente la clave para la comprensión del movimiento de lenguas y pueblos en el Altiplano al que alude Torero. Otras fuentes para su estudio son las crónicas coloniales y varias investi­gaciones modernas, que contrastadas y co­rrelacionadas críticamente dan validez cien­tífica a las proposiciones que ordenada­mente ofrece.

Luego de analizar la llamada Copia de curatos, en sus aspectos informativo, cro­nológico y paleográfico, además de cotejar la Tasa de la Visita General de Toledo y materiales de campo recogidos por el mis­mo autor y diversos estudiosos, discute ra­zonadamente la presencia, los conflictos y la historia externa de las sociedades colla­vinas: uros, puquinas, uruquillas, aymaraes Y quechuas. Expresa las formas en que cada una de estas comunidades interactuaron y a la par de ello, cómo se fue acentuando ¿ perdiendo el uso de los idiomas nativos o cómo han persistido todavía algunos hasta el presente. Sabemos entonces ahora, en mérito al deslinde lingüístico que aporta Torero, cuáles fueron efectivamente las len­guas habladas aún en el siglo XVI y cómo se abrieron camino, penetraron y se asenta­ron hasta hoy en el amplio espacio geográ­fico del Collao. Se menciona también las diversas etapas durante las cuales pudieron arribar las influencias lingüísticas a dicha área y la antigüedad de ellas y cómo el pu­quina se mantuvo hasta el presente, aunque influido por el quechua, en el idioma de aquellos andariegos y herbolarios callahua­yas. Corrige las versiones que afirmaban que existe parentesco entre la lengua pu­quina, la lengua "uro-chipaya ", la aymara y la quechua

Debe destacarse que la información re­cogida constituye una base importante para el esclarecimiento histórico en cuanto a las antiguas ocupaciones de la zona. Creemos por ello en la necesidad de tener presente la ubicación de las etnias y la distribución de su lengua, lo cual ayudará al arqueólogo en su tarea de contrastar y clasificar los restos materiales que descubre para una mejor identificación de la historia social de esos pueblos.

En términos generales existiría corres­pondencia entre la periodificación arqueo-

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lógica establecida para la cuenca del Titica­ca y las propuestas del arribo de grupos ha­blantes de aymara y quechua cuando en dicha cuenca se hallaban establecidos varios grupos nativos. Nuestras excavaciones es­tratigráficas en el área de Sillustani, zona de ocupación Colla, prueban la posición tardía de la cultura inca, sobrepuesta a los restos de culturas locales, representadas por las alfarerías de las llamadas series Collao, Sillustani y Umayo. Al respecto, es necesario profundizar las investigaciones para conocer la distribución de dichos esti­los alfareros y cotejarlos con la información lingüística que presenta Torero.

No debemos dejar de precisar la forma cómo los uros habían sido ideológica y so­cialmente marginados por comunidades aborígenes más desarrolladas, hecho que, asimismo, mantenía la coerción de mino­rías sobre grandes masas de pobladores del altiplano. Esta situación era la que había generado la "débil aptitud productiva" de los uros, razón por la que el sistema tribu­tario español los consideró como los de más baja condición económica.

En una perspectiva coherente, los traba­jos de A. Torero siguen abriendo nuevas vías para la comprensión de los niveles de desilrfollo que alcanzaron nuestras viejas so­ciedades nativas, frente a conceptos tradi­cionales que sin pruebas convincentes y concretas magnifican o restringen la reali­dad en la que se desenvolvieron. Las inves­tigaciones del proceso histórico-social andi­no tienen en el aporte de la lingüística, en la manera como lo viene haciendo el autor, una herramienta importante para ir escu­driñando nuestro pasado de modo que se afirme sólidamente la identidad nacional.

Ruth Shady Solis Universidad Nacional Mayor de San Marcos

Alberto Acosta 118 Vista Alegre, Surco

Lima, Perú

Con su característico enfoque lingüísti­co-histórico, Alfredo Torero ha centrado esta vez su atención en las lenguas del gran altiplano del Collao y Charcas; y, como ya es usual en sus trabajos, plantea a la arqueo-

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Estudios y Debates __________________________ _

logía sugestivas rutas de investigación. La identificación de las lenguas puqui­

na, uruquilla, aymara, quechua y la historia de su importancia social, extensión o reduc­ción territorial, suscitan contrastación con las culturas arqueológicas e indagaciones sobre el proceso cultural de las poblaciones que habitaron esa región.

Lamentablemente, los trabajos arqueo­lógicos realizados allí son pocos y no han aportado información suficiente compara­ble con los datos histórico-lingüísticos que coadyuve a la comprensión del poblamien­to prehispánico. No se ha realizado excava­ciones arqueológicas que permitan susten­tar con estratigrafía la serie de estilos cerá­micos identificados casi sólo en base a re­conocimientos y colectas de superficie, los cuales, además, no llegan a cubrir de modo sistemático tolla el área.

Por otro lado, los estilos alfareros no están bien definidos; algunos autores no los distinguen y les dan la denominación gené­rica de tipos Altiplano. Sólo cuandó se rea­licen excavaciones estratigráficas, que sus­tenten a los estilos propuestos pará· las varias partes de la cuenca altiplánica, y dis­pongamos entonces de una buena secuencia cronológica y corológica, podremos efe~ tuar aproximaciones que en el presente son muy tentativas. No tocamos temas como el de la diferenciación cultural o de clase, el problema Uro, etc. , que no pueden ser tra­tados con la información arqueológica actual.

Importancia cultural del altiplano collavino Como bien reconoce Torero, el territo­

rio del Collao fue escenario del desarrollo de dos culturas con organización sociopo­lítica compleja, de prestigio interregional: Pucara, en el norte de la cuenca, y Tiahua­naco, en el sur. En ambas partes con ante­cedentes que se remontan a por lo menos 1000 a.de C., a las culturas formativas de Qaluyo y Chiripa. Al parecer, las socieda­des de estas dos áreas compitieron en pres­tigio a través del tiempo y llegaron a con&­tituir centros de desarrollo en el Collao en función de la mayor integración económica lograda a nivel interregional, tratando con poblaciones de las vertientes marítimas y de Amazonía. .

Enfre los 200 a.de C. y 200 d.de C. des-

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taca la cultura Pucara con sede en el sector noroccidental de la cuenca. Artefactos con diseños de este estilo han sido encontrados en Kallamarca y Pocotia, unos cincuenta kilómetros al sur de la orilla meridional del lago Titicaca, en Chumbivilcas ( departa­mento del Cusco) y, a mayor distancia, en sitios de la fase Alto Ramírez del norte de Chile y en el valle de lea (Concklin 1983: 2,8). Su importancia está en relación con el desarrollo alcanzado por las poblaciones del norte del altiplano collavino y de los valles de la vertiente occidental; en su capa­cidad de acceder a productos que Pucara haría circular entre el litoral Pacífico y la Amazonía.

El rol de Pucara fue asumido siglos más tarde por Tiahuanaco (300-600 d.de C.), con su centro de desarrollo en el lado sur de la cuenca collavina. Artefactos con rasgos de este estilo aparecen en los valles de Ilo­Moquegua y Tacna, en Quebrada Victoria, a cincuenta kilómetros al sur de Arica, en Punta Pichalo cerca de Pisagua, en el valle de Azapa y en la parte alta del desierto de Atacama. Llegaron, asimismo, hasta Tupiza en el noroeste argentino. El prestigio de Tiahuanaco derivó de la interacción econó­mica que sólo entonces habrían podido efectuar las poblaciones de los valles orien­tales del lago y las del noroeste argentino, constituyéndose una esfera de fuerte inte­gración entre éstas y las asentadas en los valles de las vertientes occidentales.

A estas épocas, entre 200 a.deC. y 600 d.deC., de vigencia de Pucara y Tiahuana­co, debe corresponder la configuración y distribución de las lenguas puquina y uru­quilla en el Collao y zonas vinculadas.

Después de la crisis de Tiahuanaco y de la constitución de varias entidades políticas altiplánicas, identificadas con los estilos Allita Amaya, Mollo, Chullpa, recuperarán importancia las poblaciones del sector nor­occidental de la cuenca del lago Titicaca, al parecer caracterizadas por el estilo Collao, y la mantendrán hasta la intervención casi simultánea de pueblos de habla aymara y de los incas.

La hegemonía que lograron poblaciones collavinas y su presencia a nivel interregio­nal hacia la costa y los valles occidentales y orientales sólo fueron posibles por una tem­prana acumulación y disposición de exce-

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dentes. Se ha mencionado que el área más grande de campos acamellonados en Lati­noamérica está en la región del lago Titica­ca, a la que se calcula, en base al estudio preliminar de fotos aéreas, 82,056 has. con restos de camellones. La mayor concentra­ción se ubica en el lado noroccidental de la cuenca, en el sector Juliaca-Paucarcolla, con unos 356 km2 (56,533 has.), además de .campos esparcidos en las zonas de Ca­banillas-Lampa, Ayabacas-Taraco (3,276 has.) y Orurillo-Huancané (4,494 has.), lo que hace un total de 64,303 has. En la par­te sur se encuentran esparcidos en Desagua­dero (6,501 has.), Pomata (5,108 has.) y otros (2,192 has.), de lado peruano; y en Bolivia, en la zona de Aygachi (3,014 has.) y otros (938 has.). Estos campos se hallan entre 3,800 y 3,890 m. de elevación y den­tro de los 30 kms. desde las orillas del lago. La cerámica asociada sugiere su uso prolon­gado desde el período Formativo hasta la época inca (Lennon 1982: 1 O, 16-17).

En el lado norte de la cuenca, en la zona entre los ríos Azángaro y Ayaviri, a 3,860 m., han sido identificadas las cochas, otro procedimiento tecnológico para regular el recurso hídrico y hacer producir mejor el territorio circunlacustre.

Esta información nos sugiere la existen­cia de economías de fuerte carácter agríco­la, complementadas con actividades de pas­toreo y comercio, como señalan las fuentes documentales. Tanto los camellones como las cochas requirieron de ingente fuerza de trabajo organizada proveniente de socieda­des políticamente complejas y que dispo­nían de amplios excedentes de producción. Culturas collavinas del período Altiplánico

Con o después de la presencia del Tia­huanaco V, Expansivo o Decadente, hacia el siglo XI se encuentra en el altiplano co­llavino estilos alfareros distintivos que, sin embargo, comparten rasgos en formas y decoración, derivados de la tradición Tia­huanaco y de las interacciones que las po­blaciones realizaban. Tales estilos son: Chullpa en el lado sureste, Allita Amaya en el suroeste, Sillustani o Collao en el noroes­te y Mollo al noreste del lago, incluidas las vertientes amazónicas. Ellos corresponden a una época de afianzamiento, desarrollo y fuerte contacto entre señoríos collavinos,

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que establecen igualmente intensas relacio­nes de intercambio con poblaciones de las vertientes occidentales. En estas últimas, muestran combinación de rasgos locales con otros comunes al Collao los estilos Churajón de las cuencas altas de los ríos Chili y Tambo, y Chiribaya, entre los ríos Tambo por el norte y Azapa por el sur, des­de el litoral hasta los 2000 m. (Belan 1981 : 27). Es interesante señalar que tanto Chu­rajón como Chiribaya~ ac,lemás de tener ca­racterísticas muy propias, están distribui­dos de modo consistente en un área amplia y continua y no en sitios aislados. La pre­sencia en ellos de rasgos de estilos altipláni­cos evidencia así fuertes y permanentes vin­culaciones con pobladores collavinos más que existencia de colonias o enclaves de éstos.

Algunos autores han creído ver en la re­lación Mollo-Churajón la presencia en Are­quipa de grandes colonias lupaca, lo cual, en opinión nuestra, no es correcto por cuanto la conexión Mollo-Churajón se dio en un período previo al establecimiento de los lupaca en el Collao, como señalaremos más adelante, y porque el estilo Mollo no identifica a lo que habría de ser la etnia lupaca.

Hacia el siglo XIII o XIV alcanza amplia distribución en la cuenca del Titicaca el es­tilo Collao, identificado en los lados occi­dental y oriental del lago y en territorios que en el siglo XVI se hallarían habitados por distintas etnias: canas (sitio de Chej­narapi), collas urcosuyu, collas omasuyu (Tschopik 1946:50) y lupacas (Hyslop 1976).

En el ·sector suroeste hay evidencias de un denso poblamiento tanto en las tierras bajas del lago como en los cerros por enci­ma de los 4000 m., sobre los cuales se eri­gieron extensos e imponentes pueblos amu­rallados. A este período de predominio del estilo Collao posiblemente correspondió la hegemonía de los collas, y a ella debe hacer referencia la cita de Sarmiento de Gamboa acerca de las naciones que tenía sujetas Za­pana, el soberano de los collas.

Fuera del área circunlacustre, el estilo Collao se expresa a través del componente Chilpe en los valles bajos y, más aún, en los sez;ranos del sur del Perú y norte de Chile, as1 como e!l los oasis de Pica y Quillagua

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(Núñez y Dillehay 1978: 106) y en el noroeste argentino, en varios estilos locales.

Se puede contrastar dos zonas en el alti­plano y sus flancos: 1) Una septentrional, productiva, con una orientación agropecua­ria, donde habitaban en el siglo XVI los collas, lupacas, canas, canchis, collaguas, pacities, omasuyos, ubinas; y 2) Otra meri­dional, menos productiva, ocupada por ca­rangas, quillacas, lipez y chichas, dedicados a actividade~ m6s ganaderas que agropecua­rias (Núñez y Dillehay 1978: 96-98). Una esfera de comunicación la constituyó el altiplano norte y los valles de la vertiente occidental desde Majes hasta Loa; la otra, el altiplano sur con los oasis al pie de la puna atacameija y los valles del noroeste argentino. Antes de la conquista inca, si bien cada esfera presentaba internamente una fuerte interacción económica sustenta­da por el intercambio, las poblaciones de la cuenca del Titicaca propiciaron la articu­lación entre ellas. Los collas y la presencia de pueblos de lengua a ymara

Las poblaciones collavinas mantuvieron el control sobre su territorio hasta cerca de la intervención de los incas, cuando el po­deroso señor de los collas, Zapana, es venci­do por Cari, señor de los lupacas, pueblo de habla aymara.

Como expresión del poder económico y político de los collas quedan impresionan­tes ciudades amuralladas, que fueron edifi­cadas entre los 4100 y 4400 m. En el lado sur-occidental han sido ubicadas un mínimo de once de ellas, que cubren de I O a 30 has. y hasta 150 has. en la de Tanka Tanka. Es­tán protegidas por escarpados y murallas de piedra que las circundan de 1/4 a 1/2 km. en sitios como Cutimbo y Llaquepa y de 15 km. en Pucara-Juli, con alturas de 1.5 a 7 m. (Hyslop 1976: 111 ).

Según Hyslop, el noventa por ciento de los fragmentos que recogió en aquellos si­tios de altura correspondió a tipos Altipla­no (post-Tiahuanaco y pre-inca). La alfare­ría era mayormente llana con formas pare­cidas al Callao Llano, Allita A maya o Chull­pa; fragmentos de los estilos Mallo y Allita Amaya fueron recuperados sólo de lugares de entierro, al igual que los ocasionales fragmentos Tiahuanaco, Chucuito e Inca.

390

En cambio, en los sitios bajos próximos al lago, si bien predominaban los tipos Alti­plano, había significativa cantidad de Tia­huanaco, Chucuito e Inca (Hyslop 1976: 117, 125). De esta información se puede observar: l. Los establecimientos de altura, en gran

número amurallados, sin mayores preci­siones han sido ubicados en el período altiplánico, de 1100 a 1450, o sea den­tro de unos cuatro siglos, después de Tiahuanaco y antes de la invasión Inca. Si cuando se efectúen excavaciones se verificara que tales ~stablecimientos no están asociados a alfarerías Mallo y Alli­ta Amaya, que aparecen allí sólo en lu­gares de entierro, y si se demostrara igualmente que ellas son anteriores al estilo Callao, asumiríamos que los po­blados amurallados fueron construidos después del prestigio de esos estilos y de su amplia relación hacia las vertientes occidentales, y estaban más bien vincu­lados a la época de presencia del estilo Callao y de cierta restricción en los con­tactos interregionales. Debieron existir entonces condiciones especiales para la habitabilidad de tierras por encima de los 4000 m., la edificación de grandes pueblos y la fortificación de éstos.

2. Tanto los sitios de altura como los ubi­cados en las tierras bajas comparten alfa­rería de los tipos "Altiplano" y técnicas de construcción similares, rasgos cultura­les que los vinculan y explican mejor el sustento económico de los extensos e impresionantes poblados. Es posible que hacia los siglos XII y XIII,

el límite superior de la agricultura llegara en los Andes a niveles más altos por mejo­ras del clima, como ha sido sugerido para el territorio de los Asto, un grupo coetáneo de la sierra central, igualmente con asenta­mientos amurallados y de altura. Con lo cual, la superficie de tierra arable disponi­ble habría sido mayor que la actualmente cultivable (Lavallée y Julien 1983: 121-122) y habría permitido la expansión de la población hacia zonas que de otro modo no hubieran podido ser densamente habitadas. No creemos que el patrón de establecimien­tos de altura se haya debido a la intensifica­ción del pastoreo como base de subsisten­cia (Hyslop 1976: 162). Edificaciones de la

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magnitud mencionada para Tanka Tanka y Pucara-Juli requerían de fuerte inversión de trabajo y de una productividad económica mayor que la proveniente de la actividad pastoril. La información arqueológica indi­ca que los sitios de altura y los de abajo contienen elementos culturales similares, lo que sugiere que ambas clases de estableci­mientos pertenecieron a una misma entidad sociopolítica. Ella estaría sustentada por una economía agropecuaria, mixta en am­bas zonas, pero con mayor énfasis agrícola en las tierras bajas (camellones, cochas) y mayor ép.fasis pastoril en las zonas altas.

Establecimientos amurallados han sido identificados no sólo en el sector suroeste del lago, sino también en el noroeste: Chej­narapi (al NE de Orurillo), Mallaccasi ( 12.5 km. al NO de Pucara), lscacancha, Sacllani y Kojra (cerca de Pucara); así como en el noreste: Quenellata (3 km. al E de Vilque­chico) (Tschopik 1946: 8), Turi y M allku Xanalaya (valle de Chari, Bolivia) (Rydén 1957). Hacia las vertientes occidentales se mencionan restos de extensos poblados amurallados en las nacientes de los ríos Chili y Tambo .

Esta situación beligerante, al parecer, se acentuó en buena parte del territorio serra­no de los Andes centrales y meridionales hacia los siglos XIV y XV, coincidentes con el período de recesión o desmejoramiento del clima. En los flancos del área meridio­nal altiplánica se encuentran aldeas defensi­vas o pucaras en los valles altos, tanto en el norte de Chile como en el noroeste de Argentina, formando un cinturón en torno a la puna. En él norte chileno se los halla desde Arica a Camarones, en la quebrada de Tarapacá y entre el río Loa y los oasis de Atacama. En esta franja se han contado unos quince sitios de ese carácter. En el noroeste argentino, el cordón continúa en la quebrada de Humahuaca, Jujuy y Cata­marca, con unos catorce sitios (Núñez y Dillehay 1978: 99-100). En su mayoría, los sitios mostraban componentes de estilo negro sobre rojo o versiones locales tle él, lo que permite vincularlos con el Altiplano septentrional, y se hallaban ubicados en lu­gares estratégicos como guarniciones que impedían el ingreso desde la puna hacia los valles. En cambio, no se han registrado construcciones defensivas sobre la puna

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misma del altiplano meridional. Algunos investigadores han calificado

como reinos aymaras a las entidades políti­cas collavinas del período Altiplánico, pero no hay ninguna evidencia arqueológica para asegurar el ingreso al Collao de pueblos cul­turalmente diferentes antes del siglo XV. En base a la sugerencia de Torero de que fueron grupos de habla aymara los que invadieron el territorio collavino desde el norte en tor­no al siglo XIII (Torero 1970; 1974: 108), Hyslop ha planteado que el cambio en el patrón de establecimiento y el desarrollo y hegemonía de las ciudades amuralladas de las alturas podrían relacionarse con la intro­ducción de pueblos de lengua aymara, dife­rentes cultural y lingüísticamente de los Tiahuanaco de lengua puquina (Hyslop 1976: 134). Ya hemos visto cómo esos pue­blos no eran diferentes .de los ribereños, ni únicamente pastoriles. Se edificaron cuando se elevaron los niveles agrícolas y estaban relacionados culturalmente con los pobla­dos de abajo, dependiendo su economía también de éstos. Por tanto, ningún pueblo extraño había logrado en ese tiempo esta­blecerse sobre la zona ribereña del suroeste del lago ni en los altos cerros que la circun­dan, y los cambios en la ubicación de los asent·amientos o su carácter defensivo fue­ron respuestas internas a presiones exter­nas, cambios de clima y guerras.

Por otro lado, la información señala la existencia de grupos que se movilizaban a lo largo de las punas y salares, procurando ocupar territorios productivos del Collao y de los valles serranos, y que los poblados amurallados y pucaras constituían una res­puesta defensiva contra ellos. Si observa­mos que estos poblados o guarniciones cuentan, además de sus estilos alfareros lo­cales, con piezas vinculadas al estilo negro sobre rojo del altiplano collavino, podemos asumir que los grupos locales agredidos estaban relacionados con el estilo altipláni­co Collao.

Si tenemos en cuenta que los estilos "Al­tiplano" compartían rasgos de la tradición Tiahuanaco; que el estilo Collao, entre ellos, predominaba allí antes que los incas ingre­saran y que los poblados y pucaras amura­llados tenían alfarería relacionada con la Collao, podemos plantear: l) hubo conti­nuidad histórica y cultural en las sociedades

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collavinas; 2) una de las entidades políticas, identificada con la alfarería Collao, alcanzó presencia interregional; y 3) los señoríos collavinos resguardaron su territorio de los grupos de puna y controlaron el área ribe­reña y de altura circundante.

El puquina o uno de sus dialectos pudo ser la lengua de relación entre las socieda­des del altiplano collavino y su área de in­fluencia en la época de mayor . interacción, entre los siglos XII y XIII, e ir perdiendo terreno en los siglos XIV y XV frente al aymara, llevado por los grupos que avanza­ban por las altas punas de la cordillera occi­dental y cuando se restringieron los contac­tos interregionales por la situación de con­flicto imperante en los Andes. Sin embargo, la hegemonía que tuvieron los señoríos c<>­llavinos en la cuenca del Titicaca hasta bien entrado el siglo XV debió también mante­ner el prestigio y uso del puquina.

La invasión de grupos foráneos de habla aymara al Collao se produciría tardíamen­te. Su llegada al lado suroccidental habría sido casi simultánea con la inca. Este even­to debe corresponder a la información his­tórica de la victoria de Cari, señor de los lu­pacas, sobre Zapana, señor de los collas.

En el territorio que ocuparon los lupa­cas y pacajes, de habla aymara, se ha identi­ficado a los estilos alfareros Chucuito y Saxamar, respectivamente, estilos que com­parten rasgos y aparecen en asociaciones con el estilo inca. Ninguno de esos estilos fue recuperado consistentemente en los asentamientos amurallados de altura ni en la zona Omasuyo, explorada por Tschopik, donde no hubo control aymara pre-inca. En el lado noroeste del lago fueron los in­cas quienes se impusieron directamente. Sobre y junto con el estilo Sillustani de ese sector se encuentra alfarería inca. Allí son aisladas las ocurrencias de piezas Chucuito. Es posible que los poblados de altura fue­ran abandonados al bajar los niveles de cul­tivo y al perder su función defensiva cuan­do grupos aymaras e inca se establecieron finalmente en territorio de los otrora seño­ríos collavinos.

REFERENCIAS:

BELAN, Augusto . "Estudios sobre Chiri­baya ", Arqueos Perú, Año 11, Nos. 2-3, Arequipa, 1981.

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CONCKLIN, William. "Pucara and Tiahua­naco tapestry: time and style in a sierra weaving tradition ", Rawpa Pacha, 21, Berkeley, California, 1983.

HYSLOP, John. An archaeolo¡ical inv~sti­gation of the Lupaca Kingdom and its origins. Tesis. Columbia University, 1976.

LA VALLEE, Daniéle y JULIEN, Michéle. Asto: curacazgo prehispánico de los Andes Centrales. Instituto de Estudios Peruanos. Lima, 1983.

LENNON, Thomas. Raised fields of Lake Titicaca, Peru: A prehispanic water ma­nagement system. Tesis, University of Coloradó, 1982.

NUÑEZ, Lautaro y DILLEHA Y, Tom. Mo­vilidad giratoria, armonía social y desa­rrollo en los Andes Meridionales: patro­nes de tráfico e interacción económica. Universidad del Norte. Antofagasta, 1978.

RYDEN, Stig. Andean Excavations l. Toe Tiahuanaco Area East of Lake Titicaca. Publication of the Ethnographical Mu­seum of Sweden, 4. Stockholm, 1957.

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TSCHOPIK, Marion. Sorne notes on the archaeology of the department of Puno, Peru. Papers of the Peabody Museum of American Archaeology and Ethnology, Harvard University, vol. XXVII, No. 3. Cambridge, Mass., l 946:

Nathan Wachte/ Eco/e des Hautes Etudes en

Sciences Sociales 54, Boulevard Raspail

75006 Paris Francia

Mi comentario será breve por una razón en principio material: mi lectura del texto de Alfredo Torero fue dificultada por el hecho de que el ejemplar que me fue envía-

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do tiene un vacío (falta una página precisa­mente al inicio de la sección consagrada a los urus). Este inconveniente habría podido ser evitado si el autor hubiera tenido la cor­tesía de informarme directamente de los resultados de su trabajo, ya que éste se fun­da en parte sobre el material que yo mismo recogí en el curso de mis diferentes estadías entre los Chipayas y que yo le confié para una investigación que debíamos, en princi­pio, realizar en colaboración. Este contra­tiempo no me iinpide, evidentemente, ren­dir homenaje al trabajo de Alfredo Torero : debemos todos agradecerle por sus análisis valiosos y pertinentes sobre problemas tan difíciles como los del puquina, el uruquilla y los urus. El presente artículo proporciona, incontestablemente, un aporte de primer orden a nuestras investigaciones.

Me contentaré con hacer tres tipos de anotaciones: l. En principio, observaciones de orden ge­

neral. Estamos condenados a una cierta confusión en tanto utilicemos (como es­tamos obligados a hacerlo) categorías tan vagas como: señoríos, etnias, pue­blos, etc., ya que no sabemos exacta­mente lo que podía ser, en los siglos XV­XVI, un "grupo étnico". ¿ Qué distin­guía, por ejemplo, culturalmente a los lupacas, los pacajes o los carangas?, ¿có­mo se definían en relación a aquello que nosotros llamamos (en nuestro vocabu· lario) el sentimiento de su identidad co­lectiva? Conviene en efecto no reducir este último al solo criterio de las unida­des socio-políticas. Estoy también de acuerdo con Alfredo Torero cuando in­siste sobre el hecho de que categorías tales como "uru" o "aymara" recubren realidades complejas, donde se mezclan categorías fiscales, componentes socio­económicos y sistemas de representacio­nes ; (sin embargo, me han convencido menos ciertos pasajes del artículo relati­vos a las divisiones en "clases" sociales, que me parecen reintroducir una pers­pectiva demasiado europeo-centrista). Tenemos que lamentar, no obstante, una vez más, que la información científica circule tan mal: hubiera deseado saber cómo Alfredo Torero integra en su inter­pretación los últimos trabajos sobre las migraciones aymaras venidas del sur ( cf.

No. 2, Diciembre 1987

Teresa Gisbert, Arte Textil y Mwido Andino , La Paz, 1987, pp. 134-138).

2. Aprecio plenamente los matices que in­troduce Alfredo Torero en lo que con­cierne a las lenguas habladas por los urus ("los uros no se identifican con, o por, una determinada lengua: hablan uruqui­lla, puquina o aymara "). Sorprende, por el contrario, su insistencia tan rígida en la segregación de los urus y en la prohibi­ción que les habrían impuesto los ayma­ras en cuanto a la posesión de tierras y ganados ("Al vetar a los uros, como cas­ta marginal, el acceso a la riqueza agro­pecuaria . . . "). Yo mismo he intentado, en un artículo ya antiguo, mostrar que el proceso de sedentarización y de ay­marización de los urus (en el sentido so­cio-económico y cultural) había comen­zado bastante antes de la invasión espa­ñola. Ejemplo espectacular: Huayna Ca­pac había incluido a los urus de Paria en su repartición de tierras del valle de Co­chabam ba (cf. "Hommes d'eau: le pro­bleme uru (XVI-XVIIe siecle)", Annales E.S.C., 33, 5-6 : 1127-1159,Paris, 1978; "Les mitimas de la vallée de Cochabam­ba: la politique de colonisation de Huayna Capac" , Journal de la Société des Américanistes, 1980-1981, pp. 297-324 ).

3. Queda el problema más m~terioso: Toda la interpretación de Alfredo Torero se funda sobre la identificación del uruqui­Ua con la lengua que ..practican hoy en día los chipayas y, hasta hace poco tiem­po, los Irus-Itus de Jesús de Machaca. No tengo ninguna competencia para in­tervenir en el debate lingüístico. Pero una experiencia etnográfica a la cual he procedido confirma que Chipayas e Irus­Itus se comprenden entre ellos en su len­gua particular. Ahora bien, nos topamos, sin embargo, con otro dato etnográfico ineludible : los Chipayas son unánimes al afirmar como una evidencia que esta lengua, su lengua materna (que los etnó­logos denominan "uro-chipaya"), es pu­quina. ¿Debemos admitir, sin más re­flexión, que se equivocan?, ¿que ellos ignoran qué lengua hablan? ¿y debemos tomar en serio las bromas según las cua­les los chipayas no hacen sino repetir aquello de lo que los etnólogos que me

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precedieron sobre el terreno (A. Poz­nansky, A. Métraux)' los habrían conven­cido? Citemos un dato de los archivos de Sevilla. En su información presentada en 16 l l, el licenciado don Diego de Tiezo, chantre de la catedral de La Pla­ta, aportaba las precisiones siguientes: "Y fué por comission de Vro Virrey a los pueblos de sabaya y huachacalla y chipaya que estan en la provincia de los carangas y rreduxé todos los yndios de­llos et hi9é los pueblos y dos yglesias en los' dos pueblos prin9ipales y una capilla en el pueblo de los yndios uros/(2v) de chipaya en el qua! averigué y entendí que los dhos yndios nunca auían confe­sado porque auía sacerdote en todo el obispado que supiese la lengua puquina que ellos hablan .. . "( l ). ¡He aquí, pues, una información que

precede, en tres siglos, a las influencias per­niciosas de los etnólogos! Sorprende evi­dentemente la conjunción de datos etnográ­ficos actuales y de una fuente tan antigua, totalmente independiente (cuya fecha no es muy lejana de la de la Copia de élifatos): los chipayas, a inicios del siglo XVII, habla-

RESPUESTA Alfredo Torero

Universidad Nacional Mayo.r de S(,n Marcos Alberto Acosta 118

Vista . .4legre Lima, Perú. ·

l. Deslinde uros/no uros Inicio mi serie de respuestas abordando

una de las varias observaciones e interro­gantes que plantea Nathan Wachtel y que podríamos formular como sigue: ¿eran los uros también cultivadores y podían poseer chacras, ganadas por sí mismos o asignadas por otros? .

En primer lugar, nie parece evidente que, aparte de pequeñas chacarillas sembradas en tierras marginales y como a hurtadillas, los uros sujetos estaban vedados de poseer campos de cultivo y de aprovechar para sí mismos los productos de ellos; pero no por­que fueran ineptos para labrárlos, puesto

394

ban puquina. ¿O debemos admitir que Die­go de Tiezo también se equivoca y confun­de, como lo harán Rivet y Créqui-Montfort, el puquina y el uruquilla? Serian ya mu­chos errores. Ciertamente, no queda invali­dada por ello la interpretación de Alfredo Torero, pero entonces habría que suponer , que los chipayas hablaban entonces puqui­na y uruquilla, que perdieron luego el uso del puquina conservando el del uruquilla y que bautisaron con el nombre de puqui­na la lengua uruquilla que continuaron practicando. ¿A menos que hayan adop­tado esta última luego de haber abandona­do el puquina, denominando, sin embargo, puquina a la lengua uruquilla? Esto plantea muchas hipótesis, y bastante extrañas. ¿Por qué entonces estos vaivenes? El enigma permanece.

NOTAS: (l) AGI, Charcas 87, "Ynformacion fecha

en la rreal audiencra de los charcas de los meritas y servicios del l.do Don diego de tiezo chantre de la cathedral della:' (1611 ), 27 ff.

Troducción de M. I. Remy

que en inuchos casos los labraban efectiva­mente, en particular para beneficio de los señores altiplánicos, sino porque a nivel ideológico tenían que aparecer como cultu­ralmente inhábiles, no equiparables con los miembros de las sociedades de Estado. Así, en tanto Martín Cari, cacique principal de la provincia de Chucuito, contrasta a los aymaraes, "la mejor gente que hay en este pueblo", con los urós "que es gente pobre y no hacen chácaras sino que se mantienen de sólo pescado y andar por la laguna"(l ), el testigo español Melchior de Alarcón, con ocho años de residencia en la provincia, desnuda de modo preciso y directo la prác­tica real de explotación sobre los uros:

" ... que los uros son gente no de menos entendimiento y capacidad que los demas aymaraes salvo que el tenerlos los caciques en tanta subjeción y tener tanto señorío so­bre ellos y el no querer sea gente más noble y de más posibilidad los abate en gran ma-

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nera demás como no están hechos al traba­jo son holga_zanes de su condición y entien­de este testigo la causa el querer los caci­que_s tenerlos en tan poco y que :ellos no entiendan merecen más porque los ha visto ponerse muy bien al trabajo y que ningunas sementeras se hacen en la provincia que no sean los primeros a trabajar o en las de los caciques y eh éstas siempre o en las de otros iridios que les dan coca o de beber u otro.género de paga : .:."(2).

En segundo •lugar, varias versiones ha­blan de los intéhfüs, exitosos ·o no, de los emperadores incas dirigidos a volver ~ro­ductiva la potencialmente íngenté fuena de trabajo de los uros. La "Relación de la Provin~ia . de los Pacajes" refiere _ que en e1 Repartimiento de Machaca 'además de indios aymaraes, hay indi9s 'utos que "so­lían habitar antiguamente en la laguna de C_~ucuito" y fueron "gente de poca·reputá­~ion! a causa de no ser hábiles para el traba­J~ m para sembrar, ni tuvjerep en·su pm.ici­p10 pueblos ni concierto en su vivir ni te­nían caciques que les mandasen"' pero ·que •'cuando los incas vinieron · conquistand~ esta provincia de los Pacaxes; hicier on salir ª. estos i?~ios uros de junto al agua y ·les hi­cieron vmr con los Aymaraes y les· enseña­ron a arar y cultivar la tierra .. · ."(J}\ · .

N. Wachtel expone, en artículos publica­dos en 1978 y 1981, dos casos en·'que· los uros labran chacras. Uno de ellos•es similar al que devela Melchior de Alarcón par'a la provincia de Chucuito: el apróvechamierito de lós uros como mano de obra en la la­branza _ sin compensación alguna -y no re­parto de tierras, como afirma Wachtel-· es­ta vez los beneficiarios no son caciques' ay­maraes, sino el incá y el estado cusqueño y las tierras están en el-"valle de Cochabain-ba( 4 ). · ·

El se?undo caso, en cambio, se asemeja al descnto en la "Relación de -la Provincia de los Pacajes" y se refiere a cha·cras para maíz ·que asignaroh· los incas a·indios soras y u!os de ~aria y Callacollo para beneficio d_e estos mJSmos en Sicaya y Capinota -si­tios, por lo demás, comprendidos en el siglo XVI dentro de la provincia de Paria hábi­tat de indios soras y uros- y en otro~ luga­res, como Charamoco, en el valle de Cocha­ba~ ba: Esta última información, dada por un mdio sora de Sipesipe, es, sin embargo,

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anulada de inmediato, en lo que a los uros toca, por el mismo declarante, quien afirma rotundamente que: . "nunca el ynga jamas · dio ni rrepartio

tierras para maiz a ningunos yndios uros porque no savian beneficiar las chacarras de maíz y porque eran haraganes y no savian anda?; sino en las lagunas y si acaso algun maíz sembraban en estando en choclo o ma90rca se lo comían y se yban a las lagu­nas donde bivian y ansi no les dio tierras de maíz ningunas el ynga para ellos pro-pios"( 5 ). . .

Esta doble actitud: explotar ·sin medida Ja mano de-obra de los uros en las labran­z~s y otr?s seJVtcios,, pero negarles la pose­sion de tlenas y ·ganados· bajo la,argucia de q_ue,;por sí solos,, sin un gobierno "supe­nor , eran totalmente incapaces de organi­zarse p.ara.produeir y conservar bienes .:...es­to es; valerse de su trabajo como de una fuerza bruta procedente de la naturaleza o de seres irracionales-; va a ser ·asumida por los españoles, e.n especial por los religiosos ~e !ª ordel'!- de San Agustín1- quienes expo­liaran masivamente a · los uros dé Paria ,a trav.é.s de una red de eonventos de la orden establecidos en Challacollo, Capinota y el valle de Cochabam ba, tal como relata hacia 1629: · con ii)genuidad o. cinismo, el cronis­ta Antonio)'ásquez de Espinoza:

" ... est_e puebl<;> ,d4? Cha}lacollo, es muy grande, y nco, ,Jos md\o_s. del son (le,_nación Uros, gen_te muy ., bár.bara, y .vestial, que Libe~ qu.e ganaran, los españoles aquella tie­_rra :and~v;an. como, __ sal~ages sip ,poblado .por ~qu,ellos <::lVJlpos, · ríos, y Jaguna de I>aria, sustentandose de la!!,rai~s .dt; ell;ls.que lla­man totor!l...,· y_.es esp,ecje _dejuncia, redúxe­ronlos a po ~\ado, y por .ser de tan poca ra­Z?n, y gobit;rp<;>, n? ~ienen ~ propia par­ticular, su, 1corµqmdad e~ · muy rica, tiene grandes cnas de todo género de ganados y en rl val_le de C_ochabamba grandes ch~cr~s, Y. sementeras de mais,- trigo, papas, , estan­cias lo q\lal administra el prior del conven­t9 de ~al;\ AgÚstí~ de, aquel pueblo, y .todo se. ensi~:rra en el Convento, dqnd~ les dan quapto an_, menester, porqµe esta nación, si no la. governa,ran_ de est!l sue~-t~, entiendo perec~e.ran, por no sa\)er gobernarse, guar­dar, m conservar · co_¡;il .alguna, y de .esta suerte estan sobrados y~el Convento tam-bién"(~). · · · '

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En cuanto a las tierras de Charamoco en el valle de Cochabamba(7), es probable que hayan entrado en ellas los agustinos antes que los uros.

2. Deslinde uro/uruquilla. En cuanto a las realidades sociales a que

se aplican los términos uro y uruquilla, mi posición es obviamente diferente a las enun­ciadas en sus trabajos por Thérese Bouysse y Nathan Wachtel. Bouysse, aunque reserva el vocablo uruquilla sólo para el idioma de otro modo conocido como uru-chipaya, ve a uros en todos los hablantes de uruquilla; Wachtel supone a uruquilla otro nombre para uro; €errón, quien parece comentar un artículo' de Wachtel y no el mío, man­tiene la misma confusión; y-Klein, después de . disquisiciones contradictorias, acaba considerando a ,ambos términos como in­tercambiables. John -Murra, en cambio,.asu­me mi posición al · señalar la. utilidad de mantener separados los campos referencia­les de uro y uruquilla y si bien pareciera acoger a, uruquilla únicamente como desig­nación de idioma, su comentario traséiende la aplicación a lengua en cuanto pone el én­fasis en la existencia de -distribuciones espa­ciales no ·coincidentes; esto és, que había zonas de población uro no hablante de uru­quilla, así como, zonas de hablantes de uru-quilla que no eran uros~ 1

Para. mayor abundamiento, por · suerte, en la TVGT la información más amplia y rica acerca 'de los repartimientos es la ·que se .refiere al de los :aulla:gas (yVúr'uquillas (siete páginas), 1'a cual más·adelante aparece también en fon:na resumida, como en el cáso de todas:las de_mi\s encom\endas. Pode­mos, de este modo, comprobar redundante­mente que '' los aúllagas '(y) uhiquillas son distingüidos de' !os uros, con quienes apare-cen en neta oposición. ~ · ·· ·

Por suerte, igualmente, el rotundo recha­zo dél ·calificativo ·'de "uros" que 'maiüfies­tan los 569 -ttibutarios de Yunguyq y Cepi­ta, no étnica pero sí tributariamente "ayma­raes", suscita tan prolijas y reiteradas expli­caciones del confundido visitador Pedro Gutiérrez Flores que deja fuera de duda el no tratarse ·de un grupo étnicamente uro. La Copia de curatos, aun cuando por el sesgo de la referencia lingüística, provee en definitiva su identidad como "Uruquillas

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de Cepita". Nadie ni nada· contradice, en. cambio, la

calidad de uros de los 91 paupérrimos uru­quillas de. Huchusuma· y puente del Desa­guadero. Vale .d~stacar que .la-versión paleo­gráfica de .la TVGT no registra aquí la for­ma uruquilla, sino uriquilla, variante que parece haberse estabilizado para designar específicamente a ei¡te grupo de uros míse­ros, puesto que Garcilaso de . la Vega. (o Bias Valera), en el mismo capítulo en que pone a .los uros entre las naciones de indios "rudos , y t_orpes", se refiere igualmente a los "rudí,simos indios uri9~llas"(8). ' Finalmente, po'demos remitirnos a los

documentos estudiados y publicados por el propio N.W. relativos a mitma~ en el valle de Cochabamba, documentos en los cuales son mencionados diferencialmente, de un lado "uros de Paria", y, de otro, ·•uruqui­llas. 'auilagas", ' '-'.uruquillas de aullaga" o, simplemente, '. 'uruquillas' '.(9). 3 . . Deslinde uruquilla/puquina

Aquí cabe tratar de una afirmación equí­voca de .N. Wachtel ~n el punto tercero de su comentax:io: ''Toda la interpretación de Alfredo Torero se funda -dice- en la iden­tificación con :el uruquilla de la lengua que practican hoy los Chipayas, y hasta hace poco tiempo todavía los Irus-Itus de Jesús de Machaca" (el subrayado es mío). Luego ad1:1ce que los chipayas actuales llaman pu­quina a su lengua; que lo mismo sostiene un . cura en l 611 ; que los chipayas se enten­dían con los -Irus-ltus en su lengua particu­lar, según su propia comprobación; y que, por tanto .. . queda el lector invitado a du­dar de todo le;> contenido en mi artículo y a sospechar que el. uruquilla y el puquina son u~ solo y ¡nismo idioma, que los uruquillas y los uros son la misma gente; etc ...

Voy por partes: a) Los Ungüistas y los antropólogos esta­

mos continuamente confrontados con situaciones complicadas (no enigmas ni misterios) en cuanto a las referencias a lenguas y pueblos: un solo nombre para variar realidades, una sola realidad con varios nombres, etc. Es parte de nuestro oficio, entonce_s, el poner el mayor cui­dado en desenmarañar nuestro campo de investigación y, sobre todo, el poner orden entre nosotros mismos para en-

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tender lo mismo con las mismas pala­bras.

b) Tengo conmigo el documento de 1611 que cita -parcialmente- N. Wachtel, puesto que me fue suministrado en 1982 u 83 .por Thiérry Saignes. No lo he utilizado en mi trabajo justamente por­que cualquiera de las hipótesis que for­mula Wachtel, y otras más, podría suge­rirse para explicar la utilización por los chipayas de la designación de puquina para su idioma.

c) Debo dejar sentadas dos cosas: l) que estamos indiscutiblemente ante dos len­guas diferentes -llámeselas como se las llame-: la que testimoniaron Barzana y Oré en torno a 1600 y la que ha empe­zado a recogerse en Ancoaqui o Iru-Itu y Chipaya en el último siglo; 2) que otorgo a la Copia de curatos el más alto grado de confianza, puesto que se trata de un documento oficial del obispado de La Plata, elaborado en cumplimiento de una Cédula Real, precisamente para examinar, en cátedra, a los aspirantes a curatos, en el idioma específico que ca­·da doctrina requería. Tal grado de auto­ridad no la concedo, en ·cambio, a un cura que como el Licenciado Tiezo, pre­sentaba ante la Real Audiencia de Char­cas una probanza de sus "méritos y ser­vicios", tanto más cuanto que este cléri­go no sabía él mismo el idioma que des­cubría que nadie sabía ... por lo cual recurría a un intérprete. Como continúa la probanza: " ... entendí que los dchos yndios ' [de Chipaya] nunca desde que nacieron se havian confesado porque no avia sacerdote en todo el obispado que supiese la lengua puquina que ellos ha­blan para cuyo remedio por medio de ynterprete hice y ordené otro chatecis­mo y confesionario en su lengua"( 1 O). Lo preocupante, entonces, no es deter-

minar quién es el culpable de que los chipa­yas confundan a los ~tnólogos de hoy; lo grave es que los etnólogos de hoy puedan sentirse tan fácilmente confundidos.

En otras palabras, por más que N.W. me asegurase que él es francófono, no dejaría yo de comprobar que su lengua materna es inconfundiblemente románica, y no la ger­mánica que hablaban los francos.

Ahora, una aclaración necesaria . N.

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Wachtel afirma que debí "tener la cortesía de informarle directamente" de los resulta­dos de mi trabajo, puesto que éste se funda en material que él recogió durante sus va­rias estadas entre los chipayas y que me en­tregó para una investigación que debíamos, en principio, realizar en colaboración. Creo que hay aquí confusión y olvidos:

En primer lugar, mi artículo actual se funda primordialmente en mi propia tesis doctoral (París, Sorbona, mayo de 1965), ya antigua en cuanto tiempo transcurrido desde su sustentación, pero válida hasta hoy por su contenido; prepararla me recla­mó cinco años de labor intensa para lograr el descifre de los textos puquinas de Barza­na y Oré, desentrañar las estructuras lin­güísticas del puquina y proceder a su com­paración con otros idiomas(lenguas arahua­cas, quechua, aymará, uru-chipaya, arauca­no y, más tarde, en 1 966, callahuaya que recogí en trabajo de campo en Bolivia). Pa­ra la comparación con uro-chipaya utilicé los materiales recogidos por varios estudio­sos, entre ellos A. Métraux y, sobre todo, Jehan Vellard, tratando, además, con estos últimos como alumno y amigo. Hube senta­do en mi tesis que puquina y uru-chipaya no eng1_lenguas emparentadas hasta donde podíamos avanzar en el estudio comparati­vo y que se diferenciaban entre sí como cualquiera de ellas se distinguía del quechua o del aymará. Parte de los resultados apare­cieron, 'como he indicado, en mi artículo "Lingüística e Historia de la Sociedad An­dina", de 1970.

·En segundo lugar, fue N.W. quien me so­licitó, hacia 1976, que le suministrase la lis­ta de vocablos puquinas que yo había logra­do descifrar, porque él deseaba comprobar personalmente, en directo trabajo de cam­po, cómo reaccionaban los chipayas ante las palabras puquinas y qué términos em­pleaban a su vez para expresar los significa­dos rnrrespondientes; accedí a su pedido, y él, más tarde, me hizo entrega de una copia de las cintas grabadas, y, por mi parte, le ratifiqué lo que yo ya sabía desde años afrás: que puquina y uro-chipaya eran len­guas distintas. No hubo acuerdo, en culmto tengo memoria, para investigar el problema "uro-puquina'' . en colaboración; de haber existido éste, N.W. habría debido tener la cortesía de comunicarme antes de su publi-

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Estudios y Debates __________________________ _

cación el contenido de al menos uno de sus artículos, " Hommes d'eau", de 1978, tra­bajo en el cual subyace el conocimiento vi­vido de las radicales diferencias lingüísticas entre chipaya y puquina, conocimiento que sólo pudo partir del manejo de un vocabu­lario puquina cuyo establecimiento me ha­bía requerido años de labor.

Dicho esto , no dejo de reconocer -y no he omitido consignar los crédito~ debidos­que las listas de vocablos chipayas recogi­das por N. Wachtel, al ir pareadas con mis listas puquinas, me han posibilitado una más consistente base de comparación que la permitida por los precedentes vocabula­rios de hablas uruquillas, con sus inevitables vacíos ; por lo cual he podido rectificar los porcentajes de comunidad léxica entre el puquina de Barzana y Oré y el uruquilla, re­presentado ahora por el ·chipaya de Wachtel.

Por último, en lo que respecta a la vali­dez de la identificación de los nombres his­tóricos de puquina y uruquilla con determi­nadas entidades lingüísticas sobrevivientes o registradas, la demostración es fácil en cuanto al puquina , porque la Coj>ii de cu­ratos lo consigna, entre otros lugares, para el pueblo de Charazani, y es precisamente en torno a este pueblo boliviano donde se habla hoy el callahuaya, idioma de elevado porcentaje de comunidad léxica con el pu­quina de Oré. El enlace entre el uruquilla de la Copia de curatos y el actual uru-chi­paya puede establecerse a través de un do­cumento no lingüístico , la Tasa de la Visita General de Toledo; ésta menciona a los uruqui!las (uriquillas) del pueblo de Huchu­suma, sobre el río Desaguadero, en tanto que Jehan Vellard estudió hace unos dece­nios la cultura y la lengua de los ochosu­mas, que estaban poblando virtualmente la misma área, al borde del Desaguadero.

4. Relación puquina-callahuaya Es probable que a fines del siglo XVI lo

que llamamos puquina fuera ya no sólo una lengua "muy varia", sino una familia lin­güística, o un complejo dialectal plurilin­güe , cuyos exponentes, sin embargo, no difetían a un punto tal que no se percibiese su unidad de conjunto. Es probable, asimis­mo, que una de sus variedades se hubiese difundido ampliamente unos pocos siglos antes y hubiera estado cumpliendo el papel

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de lengua de relación en el área de influen­cia altiplánica , tal como la variedad IIB-C (Chínchay) del quechua lo hacía en casi todo el ámbito andino . Tal vez por eso el Virrey Toledo reconoció en 157 5 al puqui­na como una de las tres lenguas generales del Perú ; y quizá así lo entendía Alonso de Huerta cuando, en 1615 , escribió-que en el reino del Perú, "por ser tan extendido y grande",

" . .. hay [lenguas] generales para provin­cias, con que, fuera de las maternas, se ha­blan los de cada provincia o reino distinto, como es la de Chile, los chiriguanaes, la aymará, la puquina, la pescadora de los va­lles de Trujillo , que todas son muy diferen­tes unas de otras. Además de todas estas lenguas, hay una que se llama quechua o general, por ser la lengua que hablaba el Inca . . . "(11 ).

Sin embargo, de haber existido efectiva­mente esa variedad general, ya a fines del siglo XVI habría estado cediendo rápida­mente al aymará el rol de idioma de rela­ción, con lo cual saldría a luz la marcada fragmentación dialectal del puquina\

Aplicando el cálculo glotocronológico al cotejo entre el puquina de Oré y el calla­huaya actual -aunque considerando la cifra resultante como aleatoria y débilmente indicativa- , se obtiene como época de se­paración de estos idiomas los siglos tercero a quinto de nuestra era ; esto es, una pro­fundidad temporal similar a la estimada para las expansiones iniciales del proto-que­chua y el proto-aru.

No obstante, en este caso el alto porcen­taje (64.440/0) de comunidad en el voca­bulario básico cobra su mayor importancia, no sólo como indicador de tiempo de sepa­ración, sino como prueba de parentesco.

Rodolfo Cerrón disiente de mi conclu­sión en este punto, si bien lo hace con un razonamiento no coherente, puesto que, de un lado, acepta no haber duda de que "el callahuaya surgió como lengua profesional en boca de antiguos puquinahablantes que devinieron posteriormente en quechua y/o aimara parlantes" y, de otro , se inclina a pensar que "la relación histórica existente entre el callahuaya y el puquina es una de contacto íntimo antes que de parentesco" y que " subsumirlos en un mismo grupo lin­güístico equivaldría, por ejemplo, a consi-

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derar el inglés como lengua románica, por el hecho de registrar no sólo un alto por­cen~aj e. léxico, sino también algunos sufijos denvac1onales de origen latino" .

Aparte de que callahuaya e inglés surgen de situaciones· no comparables (para hacer un correcto paralelo tendría que darse un ejemplo de hablantes originariamente de lengua románica que hubiesen asumido en gran parte la gramática de una lengua ger­mánica), R. Cerrón desconoce al parecer la relevancia del cotejo fundado en lo que la lexicoestadística denomina ''vocabulario básico" , esto es, las 100 plllabras que en todo idioma han mostrado tener la mayor resistencia al cambio a través del tiempo.

Aplicando este criterio, se halla que mientras el puquina de Oré y el callahuaya exhiben en vocabulario básico una comuni­dad léxica de 64.440/0, volumen que esti­mo definitivamente probatorio de parentes­co, la cifra de latinismos o romancismos en el inglés no excede de cinco o seis por cien­to de la lista básica , índice que se explica meramente como asimilación de préstamos.

Bien dice , entonces, Bernard Pottier que " el estatuto lingüístico del callahuaya, con su morfología esencialmente quechua y ele­mentos léxicos afines a los del puquina, lo pone aparte como lengua mixta ligada a una población específica" . Creo que a la lingüística comparativa le cabe hoy la im portante tarea de abordar el estudio de los procesos de convergencia con tanto o más ahínco que los de divergencia, para poder avanzar con pasos más seguros en la clasifi­cación de los idiomas. El contacto entre lenguas puede producir diversos grados de contaminación e, inclusive , llegar a ser tan íntimo que surjan lenguas mixtas clasifica­bles en distintos grupos ·lingüísticos a la vez ; como es el caso del idioma de los calla­huayas, " retoño" de puquina y quechua nacido en respuesta a las necesidades de se­creto profesional, de mayor radio de acción y de economía idiomática.

S. El puquina; espacios y tiempos

He indicado cómo es un tema por inves­tigar la ubicación precisa de los sitios de ha­bla puquina dentro de la diócesis delCusco , desde el noroeste del Collao hasta las cerca­nías del Cusco mismo. Que el idioma estu .. vo presente en esas regiones es indudable,

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al menos para el noroeste collavino. Garci­laso de la Vega (a quien posiblemente copió Vásquez de Espinoza) menciona a puquinas entre Quiquijana y Chungara (Chuncara), cuando relata las conquistas que hizo el inca Sinchi Roca al sur del Cusco : "Los indios de las naciones puquinas y Canchi . .. fueron fáciles de obedecer al Inca y some­terse a su Imperio, y en espacio de los años que vivió, poco a poco , . .. ensanchó sus términos por aquella banda hasta el pueblo que llaman Chuncara" ( 12).

cerrón desecha la posibilidad de que el puquina hubiese sido hablado cerca del pueblo de Andahuailillas, para lo cual cita una conjetura de Mannheim (l 985), quien supone que la inscripci.ón en puquina que hay en la iglesia de ese pueblo fue obra de los jesuitas, pero sólo como una manera de exhibir su vocación plirilingüe ; la conjetu­ra, sin embargo, es totalmente inválida por­que la iglesia fue hecha construir en los últi­mos años del siglo XVI por los dominicos, quienes continuaron en ella durante la pri­mera mitad del siglo XVII, siendo reempla­zados después por sacerdotes seculares. Los jesuitas la tienen a su cargo sólo desde 1968, hace menos de veinte años . . .

En lo que atañe a las vertientes maríti­mas del- sur del Perú y norte de Chile, en 1792 el intendente de Arequipa, Antonio Alvarez y Jiménez, provee una importante información sobre la situación lingüística del área al escribir que "no será fácil la to­tal abolición I de las lenguas nativas] en mu­chos pueblos de los partidos de Condesu­yos, Caylloma, Tarapacá y Arequipa , que hablan la Quichua (,) en el de Moque gua ·1a Coli y Aymará , en el de Arica la Aymará y en el de Camaná ( .. . )la Quichua . .. "(13). Esto es, que a fines del siglo XVII la lengua aymará había sido desplazada por la que­~a de los Condesuyos y de Cailloma to­davía aymaraes dos siglos antes, y qu~ la aymará estaba reemplazando a la coli (pu­quina) en el partido de Moquegua.

En cuanto a la fecha de "extinción" del puquina (punto 4 de Cerrón), el abate Lo­renzo Hervás continúa señalando su exis­tencia en 1800, en medio de un área de quechua generalizado, pero sin precisar lu­gares, así como también en Pucarani, cerca de la orilla sur del lago Titicaca, en zona de predominio aymará(l4). Para mí, como in-

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diqué, sobrevive en el callahuaya actual. El informe de Clemente Almonte de

1813, sobre el Curato de Andahua, en el partido de Condesuyos, me fue dado a co­nocer por Luis Millones hace casi veinte años, pero no lo he considerado en mi ar­tículo porque sus referencias a idiomas son demasiado vagas e inseguras. Cerrón trans­cribe incorrectamente el informe, el cual dice: "El idioma general en estos pueblos es la quichua, la aymará, coli, puquina, isa­pi y chinchaysuyo hablan en otros: entien­den los varones algo de castellano y uno que otro lo habla aunque imperfecto"( 15).

Es obvio que en este párrafo con fallas de puntuación, la primera frase concluye en la palabra quichua y la segunda empieza en la aymará y sigue con la mención de idiomas de otros pueblos situados quizá a centenares de kilómetros del curato de An­dagua . Para redundar, la información del intendente de Arequipa antes citada se re­fería ya en 1792 sólo al quechua como idio­ma nativo hablado en el partido de Conde-suyos. .

Por su parte, Willem Adelaar, como res­pondiendo a una sugerencia que me dirige Albó, aborda a través del análisis de la to­ponimia y de su distribución geográfica la cuestión de los espacios que ocupó el pu­quina, aportando valiosas observaciones re­sultantes del trabajo de campo que efectuó a fines de 1984 en las vertientes marítimas de los departamentos peruanos de Arequi­pa, Moquegua y Tacna.

Su exploración le permitió, asimismo, comprobar sobre el terreno la extinción del puquina en el área, así como determinar, en el departamento de Moquegua -foco toda­vía en l 792 de resistencia del puquina coli frente al avance del aymará- cómo lenguas invasoras: aymará, quechua y castellano, tienen hoy repartido el territorio. Sabemos de este modo que el antiguo "santuario" puquina de Carumas es parte ahora del nú­cleo de resistencia aymará frente a la pro­gresión del quechua, idioma que, ausente aún del escenario dos siglos atrás, ha gana­do ya, en su marcha al sur, las tierras altas de Moquegua, desde las cuales antes el aymará amenazaba al puquina.

Retirando las formas 'intrusas' de noto­rio origen aymará o quechua, Adelaar retie­ne algunos segmentos toponímicos, como

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waya, laque, coa (los dos primeros, segmen­tos finales), que postula -a mi parecer, con entero fundamento- como puquinas, y se­ñala que toponimia puquina se encuentra también al norte (o nororiente) .del lago Titicaca

En efecto, tienen mucho en común los nombres no aymaraes y no quechuas de lu­gares del Collao y de las vertientes amazó­nicas y las vertientes pacíficas de las cordi­lleras que circundan la cuenca collavina. Si bien en el Perú no se expende, por razones de "seguridad nacional'', las cartas geográ­ficas pormenorizadas de zonas fronterizas que elabora e!' Instituto Geográfico Nacio­nal (Militar) -lo cual me ha privado de ob­tener material comparativo abundante del sector oriental del departamento de Puno y del sector meridional de Puno y Tacna-, con sólo comparar los mapas a escala ma­yor se hacen evidentes las semejanzas. Li­mitándose uno a seguir el segmento termi­nal -baya (o -huaya o paya, y -vaya en los documentos antiguos), aparecen al oeste del Collao, en territorios hoy peruanos o bolivianos, los nombres Carabaya (Calla­huaya), Iscanhuaya (un recinto fortifica­do), Quiabaya, Milluhuaya; y al sur del la­go, Yaribaya(l6); más alejados, al sur, Sa­baya y Chipaya, en el departamento boli­viano de Oruro, y Sibaya en el valle alto de Tarapacá, en Chile.

Sin embargo, desconozco el significado de esta terminación toponímica. En su vo­cabulario castellano-callahuaya, Oblitas Po­blete traduce por "fortaleza" la secuencia k'atu jewaya, donde k'atu significa "gran­de" y "alto", pero no consigna el sentido dejewaya.

Un segmento terminal asignable, igual­mente, a un habla puquina es mani, que pa­rece entrar en nombres de cerros altos. En el departamento boliviano de La Paz se tie­ne a los nevados Chachacomani e Illimani y al pueblo de Chulumani, y en el departa­mento peruano de Tacna los poblados de Chucatamani, en las nacientes del río Sa­ma, y Lucumani, en un afluente del río Locumba, así como el volcán Yucamani ( de 5508 metros de altura) en las nacientes del Locumba. Oblitas Poblete registra minu ''cerro".

Indudablemente, débese estudiar de ma­nera exhaustiva la toponimia de toda el

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área altiplánica y de las cordilleras y vertien­tes que la encierran, para poder formular luego conclusiones más seguras. De igual modo, se tiene que realizar con mucha ur­gencia el estudio de las hablas callahuayas sobrevivientes, puesto que a menudo se en­cuentra no coincidentes las formas que pa­ra significados equivalentes recogieron Oblitas Poblete y Girault, o se halla un nú­mero al parecer excesivo · de sinónimos, co­mo es frecuente en el vocabulario de Obli­tas Poblete , lo cual lleva a la sospecha de haber sido colectado en diferentes pobla­dos del área callahuaya.

Así, por ejemplo, en tanto que para "ce­rro" Girault consigna tutu wasan y mitta, Oblitas transcribe tteka, tuti, itu y minu. El texto puquina de Oré, a su vez, suministra una forma diferente: chata (con la variante condicionada Data). itu participa posible­mente en la composición de los nombres Chucuito e Iru-Itu; y chata en la de Quimsa Chata "las tres cumbres" (kimsa ''tres" en quechua) , pequeña cadena montañosa que separa a Guaquí del Desaguadero, y Loco­chata "cerro loco", garganta a 4,500 metros de altura en la misma cadena( 17). El nom­bre Quimsa Chata se asigna también a un volcán con tres cráteres que está a unos cien kilómetros al sur del Cusco, cerca del pueblo de Santiago de Cacha(l8). Ninguno de tales vocablos tiene antecedentes en las lenguas uruquilla, aymará ni quechua. El empleo del numeral quechua kimsa en refe­rencia a las características de la formación rocosa (tres elevaciones) ha contribuido, en los dos casos indicados, a "congelar" en esos topónimos el significado de la voz pu­quina chata.

6. El aymará; área de constitución. Pide Javier Albó una mayor fundamen­

tación a mi tesis de que el aymará se confi­guró como tal en la cuenca del río Pampas. Debo precisar, primero, que entiendo por cuenca del Pampas el territorio que va des­de las nacientes de este río, cerca de la alti­planicie de Choclococha, hasta su confluen­cia con el río Apurímac; y, segundo, que me atengo para esta postulación a las infor­maciones existentes. No hay datos acerca de la situación lingüística reinante en el si­glo XVI en torno a las ciudades de Ayacu­cho y Huanta, en el norte del departamen-

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to de Ayacucho, ni tampoco de la altiplani­cie misma de Choclococha, departamento de Huancavelica.

Con las informaciones que poseemos, gracias en especial a las contenidas en las "Relaciones Geográficas de Indias", elabo­radas hacia 1586, podemos hacer un cuadro de distribución de idiomas que, para la an­tigua provincia de Vilcasguamán, hoy pro­vincias ayacuchanas de Cangallo y Víctor Fajardo, nos presenta contendiendo al aymará y al quechua ; al sur de Vilcasgua­mán, en la mitad septentrional de la provin­cia también ayacuchana de Lucanas, halla­mos al quechua generalizado, pero igual­mente -aunque dispersas y aisladas entre sí- a varias hablas que fueron designadas como hahuasimis y que eran en realidad idiomas de la familia aru, parientes por lo tanto del aymará, si bien ya no reconocidos como tales por su marcada diversificación (en situación similar a la del haqaru y el kauki de la provincia limeña de Yauyos).

En la región de los soras (pueblos ubica­dos entre la provincia de Lucanas y la de Aymaraes, departamento de Apurímac) se hablaba aymará y , asimismo, hahuasimis, que tampoco llegaron a ser identificados como i9iomas arus. Finalmente, en la cuen­ca media y alta del río Majes (o Collca) el aymará colindaba con varios idiomas "par­ticulares" y "antiquísimos", que, por la situación, he supuesto hablas puquinas, pe­ro que también pudieran haber sido arus hahuasimis.

El aymará, de este modo, se encontraba en el siglo XVI enmarcado por el quechua Chínchay (Q.IIB-C) que avanzaba desde el oeste ; por el quechua Wáywash (Q.I) asen­tado al noroeste desde el valle del Man taro ; por las lenguas de la selva al noreste; y al sureste, por la vieja área puquina en la que penetró tardíamente .

Es evidente , entonces, que el movimien­to expansivo del aru aymará siguió inicial­mente la dirección oeste-este, hacia las se­rranías de los departamentos de Apurímac y Cusco, y que tal movimiento sólo pudo cumplirse a partir de la cuenca del Pampas en dirección del Cusco , y no a la inversa.

Otra información de mucho peso se ha­lla en la "Relación de la provincia de Vil­casguamán", donde se dice que en las loca­lidades de Chiqui y Apongo se habla "el

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aymará corrupto"(l 9). Estos dos pueblos se ubican justamente en la linde entre el área aymará de la provincia de Víctor Fa­jardo y el área de los hahuasimis de la pro­vincia de Lucanas. Existía, pues, allí -y sólo allí, hasta donde sabemos-, entre el aru aymará plenamente reconocido como tal y los arus hahuasimis ya no percibidos como relacionados con el aymará, una fran­ja de transición cuyos pobladores emplea­ban "un aymará mal hablado". La existen­cia de esta franja de transición es tanto más significativa cuanto que dentro de regiones de hablantes quechuas o aymaraes como las de los lucanas, soras y collaguas, se pasaba sin transición a zonas pequeñas y aisladas de hablas no inteligibles para los primeros; frente a tales hablas "particulares y antiquí­simas" el aymará, y con mayor razón el quechua, eran indudablemente idiomas de presencia reciente. 7. El ingreso del ayrnará en el Altiplano

Thér~se Bouysse-Cassagne y Nathan Wachtel oponen a mi afirmación de la pro­cedencia norteña del aymará "los últ-imos trabajos" sobre las migraciones aymaraes venidas del sur. N. Wachtel cita a Teresa Gisbert y T. Bouysse a John Hyslop.

Pues bien, aparte el hecho de que los datos principales que maneja T. Gisbert han sido conocidos y discutidos desde tiem­po atrás, y aparte también el error de T. Bouysse cuando hace decir a Hyslop lo que éste no escribió (Hyslop se refiere a Cu tim­bo, no a Coquimbo, en las alturas de Chu­cuito, y sospecha que Cieza se confundió dada la similitud fonética de ambos nom­bres); aparte todo esto -digo-, no hallo contradicción alguna entre los aymaraes invadiendo desde el norte y conquistando desde el sur.

Una vez más, las informaciones de la Copia de curatos vienen a darnos luz sobre lo que pudo haber sucedido, cuando con­trapone la situación lingüística de la mitad meridional del Altiplano, casi enteramente aymarizada hacia 1600 (pese al importante bolsón puquina entre La Puna, Potosí, Quila Quila, La.Plata y Yotala), a la mitad septentrional, · la circun-Titicaca, en la cual el aymará sólo se había asentado sólida­mente sobre la banda de Orcosuyos, aunque no en la totalidad de ésta, mientras en el

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resto de la cuenéa predominaba el puqúina. Si a esta información lingüística se ro­

man los relatos recogidos por ciertos cronis­tas tempranos, en particular por Cieza de León -a cuyas versiones reconozco la cali­dad de "noticias frescas" - acerca de la conquista por Cari del sector suroccidental de la cuenca y de la isla de Titicaca y acerca también de sus batallas contra el collacápac Zapana -batallas a las que pusieron fin los ejércitos cusqueños-, no podemos dejar de concluir que cuando escribía Cieza, a me­diados del siglo XVI, las conquistas ayma­raes en territorio collavino eran aconteci­mientos bastante recientes. Se llega, inclu­so, a tener la impresión de que los collas, o puquinas collavinos, se vieron amenazados a la vez por diversos frentes y fueron ataca­dos y desbordados casi simultáneamente por los aymaraes lupacas desde el suroeste y por los cusqueños desde el noroeste.

Más aún, los pobladores de la provincia pacase, tanto los descendientes de oriundos del lugar, étnicamente umasuyos, cuanto los de origen foráneo, "serranos" aymaraes provenientes de las sureñas cordilleras de Carangas, convenían en afirmar hacia 1586 que los indios serranos habían descendido de las alturas y se habían asentado en las tierras bajas del sureste del lago sólo a raíz de su derrota por los incas(20).

Nada, entonces, impide -ni los datos lingüísticos ni los documentos históricos­asumir las conclusiones arqueológicas que presenta Ruth Shady y postular que invaso­res aymaraes, venidos originariamente del norte en una o más oleadas, siguiendo las tierras altas de la Cordillera Occidental an­dina, no pudieron vencer al comienzo, por largo tiempo, las defensas de los puquinas collavinos y debieron continuar su avance mucho más al sur hacia quizá la puna ataca­meña, pero atacando a las poblaciones pu­quinas y uruquillas (y/u otras más) de la mitad meridional del Altiplano, hasta que­brar su capacidad de resistencia -capacidad indudablemente menor que la del sector septentrional, dadas las condiciones natura­les que no permiten allí una alta densidad poblacional-.

Una vez afianzados en la región meridio­nal, algunos contingentes aymaraes habrían contramarchado tiempo después hacia el norte, hacia el Callao, aprovechando lasco-

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yunturas favorables generadas por la expan­sión cusqueña, y penetrado finalmente allí, en una suerte de prolongado rodeo para al­canzar al fin, siquiera parcialmente, la am­bicionada tierra collavina.

En tanto los grupos aymaraes (lupacas y pacases) se instalaban en las costas del lago Titicaca, otros grupos permanecieron asen­tados en el sur del Altiplano, con lo cual el idioma aymará se fue diversificando en va­riedades no muy marcadamente distintas, pero sí lo suficiente como para que, a prin­cipios del siglo XVII, Ludovico . Bertonio señalara la existencia de varias "naciones" aymaraes, con rasgos lingüísticos particula­res, en especial la de los Charcas(21 ).

En territorio chileno, algunos topónimos son obviamente aymaraes, tan al sur como Copiapó (de qopi-yapu "tierra de olleros"); además, el idioma araucano muestra algu­nos préstamos aymaraes, como el nombre del número 100: pataka (y no la forma pa­chak del quechua sureño). Casos como éste podrían esgrimirse para argumentar contac­tos pre-incaicos entre aymaraes y pueblos del Chile actual; pero la explicación de ellos bien puede encontrarse meramente en el hecho de que el aymará fue el idioma del imperio cusqueño cuando Túpac Yupanqui conquistó Chile y que continuó estando masivamente presente en el sur andino an­tes que lo hiciera el quechua.

Las grandes ciudades amuralladas descri­tas por Hyslop para el suroeste del Collao no serían, pues, obra de los invasores ayma­raes, como este autor ha supuesto, sino construcciones defensivas de los collas des­tinadas a disuadir a los aymaraes de atacar las tierras bajas, así como para proteger sus ganados y mantener abiertas sus rutas hacia los valles de la costa.

La misma función protectora frente a la amenaza de los aymaraes posesionados del Altiplano meridional habrían cumplido las numerosas pucaras o aldeas defensivas que, instaladas en las nacientes de los valles des­de el norte de Chile hasta el noroeste de Argentina, acordonaban las punas de Ca­rangas, Lípez y Atacama, según describe R. Shady reseñando los estudios de investi­gadores chiienos y argentinos.

La presencia en la mayoría de esos sitios de "componentes de estilo negro sobre rojo o versiones locales de él" que los vinculan

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de ese modo con el estilo Collao del Alti­plano septentrional, hacen pensar como po­sible que una variedad del puquina se hu­biese extendido como lengua general en la época por toda el área de influencia collavi­na, antes que el avance aymará y, sobre to­do, la conquista inca, que favoreció de mu­chos modos a los pueblos aymaraes (con ce­siones de tierras en las yungas occidentales y orientales y respaldo político pleno como ejecutores de los designios imperiales), lle­vasen la opresión y la marginación a los de­más pueblos, sus culturas y sus lenguas.

La ausencia de poblados defensivos du­rante el Formativo Pucará, los períodos Tiahuanaco Clásico y Expansivo y la fase primera de las culturas Altiplano pudo de­berse al establecimiento progresivo de redes de intercambio económico y cultural que, centradas sobre el Collao, canalizaron un flujo multidireccional de recursos variados y complementarios entre el noroeste y el sureste, el litoral y las vertientes del Pacífi­co y las vertientes y los llanos amazónicos.

La construcción, en cambio, de fortifi­caciones y pueblos amurallados del · siglo XIII al XV y el consiguiente aminoramien­to , la interrupción tal vez, del flujo de in­tercambios, sólo son explicables por la in­terposición violenta de gente forastera, aje­na a las milenarias tradiciones altiplánicas de complementación multirregional.

Por sí sola, esa reacción defensiva gene­ralizada, con su casi centenar de pueblos fortificados como testimonio, es prueba suficiente de cuánto de utópico tiene el modelo de archipiélagos multiétnicos pos­tulado por John Murra. Unicamente la fuer­za del imperio cusqueño victorioso a lo lar­go de los Andes hizo posible el despojo de la gente yunga y la entrega de parte de sus fierras a los jefes aymaraes aliados de los incas.

Cabe destacar, en fin, cuán fructífero se muestra el enfoque interdisciplinario, como lo señala el arqueólogo Arturo Ruiz. Espe­ro que este tipo de labor conjunta de espe­cialistas en diversos campos de la ciencia (de la ciencia social en particular) se amplíe y profundice para avanzar en el conoci­miento más pronta y acertadamente. 8. El quechua en el noroeste del Collao.

Adelaar subraya la adopción por el que-

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chua de Azángaro, Lampa y Melgar, nor­oeste de Puno, de sufijos aymaraes presta­dos junto con algunas de las reglas de eli­minación vocálica características del ayma­rá y las demás lenguas aru, y ve en estos ca­sos un ejemplo "bastante espectacular de substrato aymará", que iría contra mi hipó­tesis de pasaje directo del puquina al que­chua en esa área, sin una fase intermedia.

Si bien es conveniente el estudio de todo el quechua puneño, a fin de determinar si la contaminación con el aymará que se per­cibe en las provincias aludidas ocurre o no en la región de Capachica y Coata, donde la Copia de curatos denuncia hacia 1600 un incipiente proceso de quechuización, no de aymarización, estimo que los casos exami­nados por Adelaar no reclaman invitable­mente una etapa intermedia de empleo ex­tendido del aymará para ir del puquina al quechua y que basta constatar la situación de cerco· y permanente acoso por parte del aymará a que se han visto sometidos en ese sector antiguamente el puquina y actual­mente el quechua. Compárese, salvando las diferentes antigüedades de cada proceso, la situación del quechua de Puno con la del idioma rumano, rodeado por pueblos prin­cipalmente eslavos y contagiado de eslavis­mo en la fonética, la gramática y el léxico.

La quechuización del noroeste collavino debe haberse producido más o menos si­multáneamente y en vinculación con la de canchis y Canas, e incluso Collaguas, y ha­berse acelerado a Jo largo del siglo XVII. Bien advierte Albó cómo el cronista ayma­rá Yamqui Sallcamaygua, pese a su mani­fiesto orgullo genealógico, hace en su cró­nica, de comienzos de ese siglo, más uso del quechua que del aymará . Débese estu­diar, por esto, el quechua actual de esas ex provincias aymaraes, puesto que tal vez desde allí viene este quechua puneño tan transido de aymarismo.

De todos modos, el aymará nunca llegó a cerrar el cerco en torno al lago Titicaca: se lo impidió la marcha de la historia colo­nial, que favorecía al quechua.

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

1) Garci Diez de San Miguel, Visita ... a la provincia de Chucuito, [ 1567 ]. Edicio-

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nes de la Casa de la Cultura del Perú. Lima, 1964, pág. 14.

2) Visita ... Chucuito, op. cit., pp. 140-141.

3) "Relación de la provincia de los Pacajes" [ 15 86?]. En: Relaciones Geográficas de Indias. Madrid, 1885, tomo 11, pág. 54.

4) Nathan Wachtel, "Les Mitimas de la Vallée de Cochabamba. La politique de colonisation de Huayna Capac' ', Jour­nal de la Société des Américanistes, to­mo LXVII , París, 1980-1981; anexo l, pp. 318-320.

5) lbidem, anexo 2, pp. 321-324.

6) Antonio Vásquez de Espinoza, Compen­dio y descrirción de Las Indias Occiden­tales [1629 . Ed. The Smithsonian Insti­tution. Washington, 1948, pp. 571-572 y 574-575.

7) Tribunal del Poopó, Expediente 1 O [años de 1593-1679], citado por N. Wachtel en "Les Mitimas ... "; véase en particular pág. 301.

8) Garcilaso de la Vega. Los Comentarios Reales de los Incas, Libro Séptimo, capí­tulo IV.

9) N. Wachtel, "Les Mi timas ... ", anexo 1, pp. 318-320.

10) Probanza de Diego de Tiezo, 1611. AGI Charcas 87.

11) Toribio Medina, La Imprenta en Lima. Amsterdam, 1965, tomo I, pág. 141.

12) Garcilaso de la Vega, ob. cit., Libro pri­mero, cap. XVII, y Libro segundo, cap. XVI.

13) Citado por Luis Millones, "Pastores y Tejedores de los Condesuyos de Arequi­pa : Un informe etnológico al Concejo de Regencia ( 1813)", Boletín de la m­blioteca Nacional, 57-58:4. ·Lima, 1971.

14) Lorenzo Hervás y Panduro. Catáloao de las Ienauas de las naciones conocidas. Madrid, 1800, vol. I, pág. 245.

15) Citado por L. Millones, "Pastores ... ", pág. 8.

16) "Relación de la provincia de los Paca­jes", op. cit. pág. 62.

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17) Jehan Vellard, Dieux et Paria des An­des. Ed . Emile-Paul. París, 1954 pp. 120-121. '

18) Luis E. Valcárcel. Etnohistoria del Perú Antiguo. Ed. Universidad Nacional Ma­yor de San Marcos. Lima, 1959 pág. 148. '

19) "Descripción fecha de la provincia de

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Vilcasguamán . .. " [1586] . En: Relacio­nes Geográficas de Indias. B.A.E., vol. I, pp. 205-219.

20) "Relación de la provincia de los Paca­jes", op. ~it., pp. 57-5 8.

21) Ludovico Bertonio . Vocabulario de la Len¡ua Aymará. Juli, 1612, páginas in­troductorias y pág. 398.

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