lenin (la coherencia de su pensamiento) györgy lukács

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    Lenin(La c oh e r en c ia d e s u

    p e n s a m i e n t o )[1924]

    Por Gyrgy Lu k c s

    [Traduccin al espaol de Jacobo Muoz]

    Pr logo de Ns t o r Koha nLa filosofa y el fuego(Lukcs ante Lenin)

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    n d ice de l vo lum en

    Prlogo de Nstor Kohan: La filosofa y el fuego (Lukcs ante Lenin)(diciembre de 2004)

    Prlogo de Gyrgy Lukcs(Viena, febrero de 1924)

    Captulo 1: La actualidad de la Revolucin

    Captulo 2: El proletariado como clase dominante

    Captulo 3: El partido dirigente del proletariado

    Captulo 4: El imperialismo: guerra mundial y guerra civil

    Captulo 5: El Estado como arma

    Captulo 6: Realpolitik revolucionaria

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    PRLOGO

    La fi los ofa y e l fu ego(Luk cs a n t e Len in )

    Po r Ns t o r Kohan

    Para Jos Luis Mangieri, compaero y amigo,quien edit por primera vez en Argentina y Amrica Latina

    este libro de Lukcs sobre Lenin a travs de LA ROSA BLINDADA.

    En agradecimiento por todo lo que nos ense.

    Gyrgy Lukcs [1885-1971] es un filsofo hngaro y un militante comunista.Probablemente, junto con el italiano Antonio Gramsci, Lukcs represente a uno de losprincipales filsofos marxistas de todo el siglo XX a nivel mundial.

    La obra escrita de Lukcs es enciclopdica y prcticamente inabarcable. La edicinde sus Obras Completas incluye nada menos que... 24 tomos. De esa inmensa masa detrabajos e investigaciones, no pueden obviarse: El alma y las formas [1910],Historia deldesarrollo del drama moderno [1911], Teora de la novela [1920],Historia y conciencia declase [1923],Lenin (La coherencia de su pensamiento) [1924], Goethe y su poca [1946],El joven Hegel[terminado en 1938, publicado en 1948], Peripecias [1948], Thomas Mann

    [1948], Existencialismo o marxismo [1948], El realismo ruso en la literatura mundial[1949], Realistas alemanes del siglo XIX [1950], Balzac y el realismo francs [1952], Elasalto a la razn. La trayectoria del irracionalismo desde Schelling hasta Hitler [1953],Lanovela histrica [1955], Problemas del realismo [1955], Franz Kafka o Thomas Mann[1957], Significacin actual del realismo crtico [1958], Sociologa de la literatura[seleccin, 1961], Esttica [4 tomos, 1963], El hombre y la democracia ([escrito en 1968,publicado pstumamente) y La ontologa del ser social (3 tomos, [1971-73], publicadopstumamente).

    Lukcs nace en Budapest en 1885 (all fallece en 1971). En su juventud pasa variosaos en Alemania donde conoce a Simmel, Bloch, Tnnies, Windelband, Rickert y MaxWeber. Con este ltimo traba estrecha amistad. De regreso en Budapest, entre 1915 y 1917Lukcs funda el grupo cultural Crculo de los domingos donde asisten, entre otros,Arnold Hauser y Karl Mannheim. El comienzo de la primera guerra mundial en 1914 juegaun papel importante en su primera radicalizacin poltica. En esos tiempos juveniles,Lukcs rechaza al capitalismo desde las posiciones de un romanticismo revolucionario(muchas veces mstico, mesinico y trgico) que concibe al mundo burgus no tanto comouna sociedad de explotacin sino ms bien como un modo de vida inautntico, vulgar,mediocre, ordinario y rutinario. Ese rechazo se funda muchas veces en una tica absolutaasentada en el deber ser kantiano, que no acepta ninguna transaccin con la realidad. Por

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    eso, en el pensamiento crtico de la primera juventud de Lukcs predomina la revuelta ticaanticapitalista por sobre la teora y la estrategia revolucionaria.

    En 1917 Lukcs funda la Escuela libre de las ciencias del espritu donde colaborael compositor Bla Bartk. Ese mismo ao saluda con entusiasmo la revolucinbolchevique que lo radicalizar todava ms. El 2 de diciembre de 1918 ingresa al Partido

    Comunista, fundado en Budapest solamente doce das antes. Cuando l ingresa al partido,ste contaba con menos de cien miembros.A continuacin comienza a militar en la izquierda del comunismo de la naciente

    Internacional Comunista. En ese perodo, Lukcs es co-director de la revistaKommunismus, rgano de la Internacional Comunista para los pases danubianos. All sepublican, antes de formar parte del libro, varios ensayos deHistoria y conciencia de clase.Mantiene entonces sus posiciones anticapitalistas y el nfasis culturalista en suinterpretacin del marxismo, pero va abandonando sus anteriores puntos de vista msticos yespiritualistas.

    En 1919 participa en forma activa y militante de la insurreccin consejista queproclama la Repblica Sovitica de Hungra en aquel pas. Llega a ser ministro de Cultura yEducacin Popular de esa revolucin. Entre otras medidas, establece el Instituto deInvestigacin para el Fomento del Materialismo Histrico. Una de los ensayos de Historiay conciencia de clase surge de la conferencia pronunciada por Lukcs en la inauguracin dedicho Instituto.

    Tras la derrota huye a Viena, donde vivir desde 1919 hasta 1929. Mientras tanto, elgobierno hngaro del dictador y contralmirante Mikls Horthy lo condena a muerte. En1921, en el III Congreso de la Internacional Comunista, Lukcs conoce personalmente aLenin quien, discutiendo precisamente con la izquierda de la Internacional, haba publicadoel ao anterior en julio de 1920El Izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo.Segn Michael Lwy, a partir de 1920 Lukcs se distancia de la corriente izquierdista de laInternacional y adopta las posiciones de un realismo revolucionario (Vase Michael Lwy:Para uma sociologa dos intelectuais revolucionarios.A evoluo poltica de Lukcs. SoPaulo, Ciencias Humanas, 1979. pp.193). El trmino de realismo revolucionario nosignifica que en esta etapa de su evolucin intelectual Lukcs se haya adaptado al ordenestablecido. Por el contrario, alude al hecho de que el filsofo, manteniendo sus posicionesradicales, supera entonces el rigorismo formal de la tica kantiana (cuya generalidad impideoperar sobre la realidad) para adoptar el punto de vista de los revolucionarios bolcheviquesencabezados por Lenin y Trotsky.

    Entre 1919 y 1923 escribe los ensayos del Historia y conciencia de clase, su librofundamental, mxima expresin filosfica de la revolucin bolchevique y una de lasgrandes obras del siglo XX. En ella sintetiza el mesianismo judo revolucionario, elcuestionamiento de Weber a la burocracia, la crtica hegeliana de Kant (y deliuspositivismo de Kelsen), junto con la crtica de Marx al fetichismo de la economapoltica y de la sociedad mercantil capitalista.

    Segn un clebre pasaje de Historia y conciencia de clase, toda la concepcinmarxista de la historia est resumida y sintetizada en la teora del fetichismo de lamercanca que Marx expone enEl Capital.

    Cuando Lukcs escribeHistoria y conciencia de clase, losManuscritos econmico-filosficos de 1844 de Marx (que tanto impactaron en el Che Guevara en los 60) todava nohaban sido publicados. Recin se publican en 1932. Cuando Lukcs llega en 1930 aMosc, participa en el desciframiento del original de Marx y comienza a trabajar en el

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    Instituto Marx-Engels junto con David Riazanov. Pero una dcada antes, entre 1919 y1923, el pensador hngaro no haba ledo an esos Manuscritos de 1844. No obstantedesconocerlos, en Historia y conciencia de clase Lukcs ya ubica el eje de la teoramarxista en la concepcin dialctica centrada en la unidad sujeto-objeto y en las categorasde alienacin, cosificacin, reificacin y fetichismo.

    Lukcs ya haba utilizado anteriormente estas categoras. Por ejemplo, la primeravez que aparece el concepto de reificacin en sus escritos es en 1909, en suHistoria de laevolucin del drama moderno. Pero, entre 1919 y 1923, la reificacin es ubicada al interiorde la lgica misma del capitalismo.

    De este modo, en Historia y conciencia de clase Lukcs generaliza la teora delfetichismo desde la mercanca la clula bsica del capitalismo, segn la expresin deMarx a todo el orden social. Articulando en un mismo discurso filosfico la teora de lacosificacin, la crtica de las antinomias del pensamiento burgus (y de lasocialdemocracia), en tanto expresin conceptual reificada, y la defensa de la posicinrevolucionaria del proletariado, Lukcs establece una ecuacin brillante. Sostiene que elpensamiento racionalista formal (all incluye desde Kant y el positivismo, hasta Kelsen yWeber) expresa un pensamiento burgus cosificado. Ese pensamiento burgus que surgede la sociedad capitalista no depende, pues, de la bondad o maldad de un empresarioparticular se sustenta en un dualismo extremo entre la objetividad y la subjetividad.

    Dentro de la objetividad se encontraran las leyes de la economa y el mercado,mientras que en el plano de la subjetividad se ubicara la lucha de clases, la concienciarevolucionaria y la tica comunista. Si el marxismo ortodoxo de Karl Kautsky entenda almarxismo como una teora positivista de las leyes objetivas, el revisionismo de EdwardBernstein se limitaba a defender al socialismo slo como una tica. Pero ambos divorcian,separan y escinden el objeto y el sujeto. La base de esa escisin es, segn Lukcs, elfetichismo y sus derivados: la objetivacin, la racionalizacin formal, la dominacinburocrtica y la cosificacin. El proletariado puede romper y hacer estallar esa cscarafetichista que envuelve lo social porque es la nica clase social que puede impugnar en sutotalidad al sistema. No se limita a un reclamo fragmentario.

    Aunque los ensayos de ese libro comenzaron a redactarse en 1919, fueronmodificados antes de ser publicados en 1922, despus de la crtica de Lenin alizquierdismo. Fue en 1922 cuando Lukcs redacta el principal de todos los ensayos: Lacosificacin y la conciencia del proletariado, pieza maestra del pensamiento dialctico ydel rechazo de todas las formas de positivismo que impregnaron muchas veces almarxismo, castrando su impulso revolucionario en aras de una supuesta cientificidadnatural.

    Historia y conciencia de clase recupera para el corazn del marxismo la dialcticarevolucionaria que la II Internacional haba bochornosamente abandonado y olvidado, tantocon la ortodoxia de Kautsky como con el revisionismo de Bernstein, ambos crticos de larevolucin rusa de Lenin y Trotsky.

    Al ao siguiente de la publicacin de Historia y conciencia de clase, muere Lenin.Inmediatamente Lukcs redacta este nuevo libro, ms pequeo, que ahora presentamos. Lohace en una clara continuidad con Historia y conciencia de clase. Lo titula Lenin (Lacoherencia de su pensamiento) y lo publica en Viena.

    Su tesis central defiende la actualidad de la revolucin frente a quienes la pretendenpostergar para un inalcanzable, lejano y difuso da de maana, separando la tctica de laestrategia, dejando a la crtica social sin poltica, aislando las reivindicaciones puntuales de

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    todo proyecto de transformacin global de la sociedad, divorciando la ciencia de la tica yescindiendo, en definitiva, el objeto del sujeto.

    En el lenguaje de nuestros das, lo que aqu Lukcs est poniendo en discusin esprecisamente la fragmentacin del rechazo del capitalismo en mltiples nichos inconexos(mientras se reclama un imposible capitalismo con rostro humano) y la maniobra de

    postergar para pasado maana o vaya uno a saber para cuando la perspectiva socialista deotro mundo posible.En estas cortas y afiebradas pginas Lukcs, el ms brillante, el ms erudito, el ms

    refinado de los filsofos marxistas, intenta aferrar entonces el pulso vivo e imperecedero deLenin. Desde ese ngulo sintetiza al dirigente bolchevique de la siguiente manera: unpensamiento enteramente vertido a la praxis. De manera sumamente similar al intento deGramsci presente en los Cuadernos de la crcel, Lukcs ubica enLenin (La coherencia desu pensamiento) al revolucionario ruso como un pensador de la filosofa de la praxis.

    En un balance maduro sobre aquel ensayo juvenil de 1924, Lukcs vuelve sobre suspisadas y se interroga nuevamente sobre Lenin. As dice, en enero de 1967, que: Durantetoda su vida Lenin no dej, pues, de estudiar, siempre y en cualquier lugar, fuera la lgicade Hegel o el juicio de un obrero sobre el pan. El estudio permanente, el dejarse instruirsiempre de nuevo por la realidad, es un rasgo esencial de la absoluta prioridad de la praxisen la lnea leninista de conducta. Ya esto, pero sobre todo su manera de estudiar, abren unabismo insondable entre l y todos los empiristas y polticos realistas. Esa actitud queLukcs encuentra y subraya en Lenin tan alejada de las modas, de las frivolidades delmercado (de las ideas), del ltimo grito promocionado por los monopolios editoriales ysus industrias culturales es la que nos est haciendo falta en nuestros das. Hoy se vive,se palpa, se respira y se siente una sed de teora, de teora poltica viva, no de paperacadmico ni de best seller mercantil. Por eso vale la pena releer ests pginas de Lukcsante Lenin.

    El universo terico-poltico en el que se inscriben las tesis del ensayo sobre Leningira en torno a los mismos problemas de Historia y conciencia de clase y a los mismospuntos de vista radicales, aun cuando el volumen sobre Lenin tiene un talante poltico msinmediato y directo. Segn Michael Lwy: En estas condiciones, nos parece queLenin deLukcs es, en ltimo anlisis, la continuacin deHistoria y conciencia de clase, estando lasdos obras fundadas sobre las mismas premisas tericas fundamentales (Vase MichaelLwy: Para uma sociologa dos intelectuais revolucionarios. A evoluo poltica deLukcs. Obra citada. pp. 212 [la traduccin de esta cita me pertenece]).

    Retomar entonces la herencia radical de Lenin constituye, segn la conclusin conla que Lukcs cierra este libro, la tarea ms noble para todo aquel que verdaderamenteasuma el mtodo dialctico como arma de la lucha de clases. Creemos no exagerar alcaracterizar esa conclusin como pertinente, til y sumamente productiva para el mundoterico y poltico contemporneo. Por eso lo publicamos cuando se cumplen 80 aos de lamuerte de Lenin. No se trata de trasladar mecnicamente las conclusiones de Lenin almundo actual, haciendo violenta abstraccin de las transformaciones histricas que hanocurrido desde que l muri hasta nuestros das. Pero s se trata de retomar sus preguntas,sus indagaciones, sus interrogantes, sus inquietudes y sobre todo, como subraya Lukcs, sumanera de estudiar la sociedad. Esa manera que ha sido abandonada o sencillamentedesechada sin mayores trmites ni beneficio de inventario por los partidarios delposmodernismo y del posestructuralismo contemporneo.

    Cabe aclarar que, aunque su autor mantena una admiracin total por Lenin, lder

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    indiscutido de los bolcheviques, la recepcin de Historia y conciencia de clase no fue deningn modo bienvenida en la URSS. Cuando recin vio la luz, esta obra fue condenadainmediatamente por la ortodoxia cientificista de un marxismo que se pareca demasiado alpositivismo.

    Este rechazo provino tanto de la Segunda Internacional y su principal terico:

    Karl Kautsky como en la voz oficial de la Tercera Internacional cuya presidenciaestaba por entonces a cargo de Zinoviev. Ambos condenaron, casi al mismo tiempo,Historia y conciencia de clase en 1924. Lo mismo hizo Nicols Bujarin. A su vez, el diariooficial sovitico Pravda aprovech la ocasin y conden de un solo plumazo a Lukcs,Korsch, Fogarasi y Revai (esta condena se public en elPravda el 25 de julio de 1924).

    Mientras tanto, el filsofo sovitico Abraham Deborin (antiguo menchevique ydiscpulo de Plejanov), rechazandoHistoria y conciencia de clase, escribi un artculo cuyottulo lo dice todo: Lukcs y su crtica del marxismo. Lo public en 1924 en la revistasovitica Pod Znamenen Marxisma [Bajo la bandera del marxismo]. All defenda la tesisplejanoviana de que el marxismo desciende del materialismo naturalista, sumamentecriticado por Lukcs. A estas impugnaciones se sum tambin la de un joven intelectualcomunista hngaro llamado Lszl Rudas, defensor de la dialctica de la naturaleza y deuna concepcin objetivista extrema del marxismo.

    Resulta por dems sugestivo observar que en muchas de las impugnaciones,rechazos y airadas condenas que la ortodoxia realiz contra Lukcs en este perodoencontramos exactamente los mismos motivos ideolgicos y los mismos lugares comunesque esa misma ortodoxia utiliz en Amrica Latina para enfrentar y condenar al marxismorevolucionario del Che Guevara y de sus partidarios. En ambos casos se los acusa desubjetivismo, romanticismo, voluntarismo y, por supuesto, de no respetar lascondiciones objetivas ni las leyes cientficas... Aunque las circunstancias histricas erandistintas (revolucin rusa en la dcada del 20, revolucin cubana en los 60) las condenas ylos exorcismos de ambas herejas eran prcticamente las mismas. Parecan calcadas unassobre otras.

    Durante muchsimos dcadas se pens que Lukcs haba aceptado mansamente esasimpugnaciones ya que, al poco tiempo, en 1926, el gran filsofo hngaro acerca susposiciones a los puntos de vista que por entonces, burocratizacin mediante, tras la muertede Lenin, se van convirtiendo en oficiales en el Partido Comunista de la Unin Sovitica.

    Pero recientemente, hace menos de una dcada, se ha descubierto que el pensadorhngaro s respondi los ataques ortodoxos. En 1925, despus de publicar su Lenin,Lukcsredact Chvostismus und Dialektic.En Francia se lo tradujo en el ao 2001 con el ttulo:Dialectique et spontanit. Em dfense de Histoire et conscience de classe [Dialctica yespontaneidad. En defensa de Historia y conciencia de clase]. Pars, Les ditions de laPasin, 2001. Prefacio de Nicols Tertulian.

    Michael Lwy ha cuestionado la fidelidad de esa traduccin francesa del ttulooriginal (Vase Michael Lwy: Un marxismo de la subjetividad revolucionaria. Dialcticay espontaneidadde Lukcs. Mimeo).

    Este manuscrito se descubri en los antiguos archivos del Instituto Lenin de Moscy fue publicado por primera vez en Budapest en 1996 (todava no ha sido traducido alcastellano).

    Fiel a su convencimiento militante de que la disputa haba que darla al interior delcomunismo, ese ensayo de anti-crtica no lo envi a Occidente, donde lo hubieran acogidocon los brazos abiertos (no por simpata, obviamente, sino para utilizarlo contra el

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    comunismo de la URSS). Lo present a dos revistas soviticas. Westnik derkommunistischen Akademie se llamaba una, y Pod Znamenen Marxisma [Bajo la banderadel marxismo], la otra. En esta ltima haba sido publicada la crtica contra Lukcs deDeborin. La respuesta de Lukcs, obviamente, nunca se public... Lenin haba muerto y losdebates al interior de la URSS comenzaron a resolverse administrativa y burocrticamente.

    Lo interesante es que si bien Lukcs responde a las crticas soviticas contra su principallibro, nunca se toma el trabajo de responderle a la socialdemocracia.En el mismo ao durante 1925 en que elabora esta defensa de Historia y

    conciencia de clase, Lukcs escribe una crtica concisa y pequea, pero demoledora, delvolumen Teora del materialismo histrico. Ensayo popular de sociologa marxista [1921]de Nicolas Bujarin. En ese momento, Bujarin era otra de las voces cantantes de la ortodoxiasovitica. No casualmente ser este mismo Bujarin quien, presidiendo en 1928 el VICongreso de la Internacional Comunista, declarar al materialismo dialctico (DIAMAT)filosofa oficial de la Internacional. Lukcs escribe entonces el ensayo Tecnologa yrelaciones sociales donde demuestra, analizando la cada del Imperio romano, que las tesisortodoxas no slo son tericamente errneas sino que adems son intiles para explicar lahistoria. All acusa a Bujarin de caer en un materialismo burgus y en un burdonaturalismo. Como se sabe, Antonio Gramsci llegar a las mismas conclusiones queLukcs (sin haber ledo su crtica) cuando arremete contra Bujarin en sus Cuadernos de lacrcel.

    Pero en 1926 la ola revolucionaria expansiva, nacida en 1917, haba comenzado adecaer. Descenda el impulso revolucionario tras muchas derrotas proletarias (Alemania,Italia, Hungra). Ese ao Lukcs escribe un ensayo que marca su viraje poltico: MosesHess y los problemas de la dialctica idealista. Dejando atrs el radicalismo poltico deHistoria y conciencia de clase y de suLenin, all celebra la reconciliacin hegeliana conla realidad como seal de realismo... Es el paso filosfico para aceptar una reconciliacinde l mismo con esa Unin Sovitica que comenzaba a burocratizarse de la mano de Stalin,con el teln de fondo de un fuego revolucionario que se iba lenta y trgicamente apagando.

    En 1928, Lukcs redacta las tesis del II Congreso del PC hngaro a realizarse en1929, conocidas como Tesis de Blum (Lukcs firma con seudnimo porque estaba en laclandestinidad). En ellas se opone al sectarismo extremo que primaba en el denominadoTercer Perodo de la Internacional Comunista (cuyo lema era clase contra clase,identificando como enemigo principal justo cuando en Alemania los nazis avanzabanhacia el poder a la izquierda de la socialdemocracia). En 1929 Lukcs pasa tres meses enHungra (dirigiendo en forma clandestina el trabajo partidario).

    Sus Tesis son derrotadas y se lo amenaza con la expulsin del partido. Elejecutivo de la Internacional Comunista ya completamente stalinizada enva unaCarta abierta al PC hngaro donde reclama concentrar el fuego contra las tesisantileninistas del camarada Lukcs. Lukcs es obligado a publicar una declaracinautocrtica... l acepta. A partir de esa aceptacin, abandona la poltica directa pararefugiarse durante casi treinta aos en el mundo de la cultura y la filosofa.

    A pesar de esa marcha atrs y de ese acercamiento al stalinismo y su aceptacinde la doctrina del socialismo en un solo pas, Lukcs mantiene una tensin conflictivacon esta corriente. Ese cortocircuito atraviesa y recorre la mayor parte de su vida intelectualmadura. Tal es as que, aunque Lukcs vive exiliado en la Unin Sovitica durante elnazismo (los alemanes asesinan en 1944 a su hermano mayor Jnos), los jerarcas oficialessoviticos lo hostigan en reiteradas ocasiones. Y eso que l ya haba aceptado la divisin

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    de tareas que por esa poca el stalinismo impona en todo el mundo a los intelectualesmiembros de los partidos comunistas (ellos se ocupaban de la cultura, pero... la polticaprctica la manejaban los cuadros de Stalin).

    En la URSS, entre sus adversarios se encontraba, por ejemplo, AlexanderAlexandrovich Fadeyev [1901-1956]. Pope de la doctrina oficial sovitica en asuntos de

    literatura e impulsor de la revista oficial Gaceta Literaria de Mosc, donde se atacabapblicamente a Lukcs. Junto a l, otro de sus adversarios era Yermilov. Ambos defensoresde la lnea del Proletcult.

    Pero el recelo de los intelectuales stalinistas oficiales hacia este antiguo izquierdista,no queda reducido all. Se lo obliga a formular varias autocrticas (la primera es la yamencionada de 1929. Habr otras...) y se lo encarcela en dos oportunidades.

    Cuando llega a Mosc, Lukcs trabaja entre 1929 y 1931 en el ya mencionadoInstituto Marx-Engels-Lenin dirigido por Riazanov. All no slo puede consultar losManuscritos econmico filosficos de 1844 sino que tambin toma conocimiento de losCuadernos filosficos de Lenin, publicados despus de la muerte del dirigente bolchevique,entre 1929 y 1930, cinco aos despus de que Lukcs redactara su Lenin. La lectura de losapuntes manuscritos de Lenin sobre la Ciencia de la Lgica contribuir al cambio deperspectiva de Lukcs sobre Hegel que se expresar enEl joven Hegel.

    Luego de un breve perodo en Alemania que se extiende desde 1931 a 1933Lukcs regresa a Mosc. All forma parte del consejo de la revista Literaturny Kritik[Crtica Literaria] junto a su gran amigo Mijail Lifshitz, autor del excelente estudio Lafilosofa del arte en Karl Marx.

    Aunque la publicacin de Lukcs y Lifshitz contaba inicialmente con laproteccin del filsofo oficial Pavel Iudin, en 1940 es cerrada. En ese tiempo entre1939 y 1940 Lukcs publica el ensayo titulado Tribuna del pueblo o Burcrata. Eseensayo, segn su brillante discpulo Istvn Mszros: es la crtica ms aguda y penetrantede la burocratizacin publicada en Rusia durante el perodo de Stalin (Vase IstvnMszros:El pensamiento y la obra de G.Lukcs. Barcelona, Fontamara, 1981. pp. 123).

    Al ao siguiente, en 1941, Lukcs es detenido en la URSS a partir de la denuncia deun agente hngaro. Sus interrogadores soviticos intentan, sin xito, extraerle unadeclaracin segn la cual habra sido desde principios de los aos veinte un agentetrotskista. Permanece prisionero poco tiempo, entre el 29 de junio de 1941 y el 26 deagosto de ese mismo ao.

    Segn Vittorio Strada director del Instituto Italiano de Cultura en Mosc durantelos 90, a fines de 1999 habra aparecido en la capital rusa un volumen tituladoConversaciones en la Lubjanka, donde se publican por primera vez los materiales deaquella investigacin policial a la que fuera sometido Lukcs en 1941 (El ttulo original deese volumen es Besedi na Lubjanke). Entre los errores cometidos, por los cuales lepregunta el interrogador de la polica sovitica, Lukcs habra respondido lo siguiente:Historia y conciencia de clase contiene la sntesis filosfica de mis ideas ultraizquierdistasde ese perodo. La base de esta filosofa es una sobrevaloracin de los factores subjetivos yla desvalorizacin de los factores objetivos. He sobrevalorado el papel histrico de lasociedad y desvalorizado el papel histrico de la naturaleza. He polemizado contra Engelsen la cuestin de la dialctica de la naturaleza [...] Todo esto demostraba que, en el campode la filosofa, yo era un idealista (vase Vittorio Strada Corriere della Sera, Miln, 2de febrero de 2000, traducido y publicado en Argentina porLa Nacin el 27 de febrerode 2000. pp. 3. Nosotros no hemos tenido acceso a esas Conversaciones. Segn Strada, se

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    publicaron apenas 300 ejemplares en ruso. No tenemos noticias de que se hayan traducido aalgn idioma occidental. Debe tomarse la informacin de este artculo con absoluta cautela,dado el profundo desprecio por Lukcs que destilan tanto el acadmico italiano que dicehaber tenido acceso al ejemplar, el Corriere della Sera donde public su nota original,como el diario conservador argentino que la tradujo. Nicolas Tertulian, en su prefacio a

    Dialctica y espontaneidad editado en Francia, tambin hace referencia a este libropublicado en Mosc).Entre 1944 y 1945, tras la derrota de los nazis, Lukcs tiene la posibilidad de

    instalarse en Alemania o en Hungra. Elige su pas. Ejerce all una actividad cultural ymilitante frentica, hasta que vuelve a buscarse problemas con la burocracia. Luego de lapublicacin de numerosos ensayos entre 1946 y 1949, nuevamente debe soportar el fuegocruzado de los idelogos oficiales. El primer ataque lo abre Lszl Rudas. A ese ataque lesiguen muchos otros en la prensa de Hungra. Lo acusan de revisionismo, de servidordel imperialismo y otros disparates del mismo calibre. Mrton Horvath, miembro del burpoltico en el campo cultural, se pliega a los ataques. El conflicto se vuelve intenso y agudocuando su viejo adversario Fadeyev publica desde la URSS un ataque virulento en elperidico Pravda. Empieza a circular la amenaza de una nueva detencin policial delfilsofo.

    Entonces, Lukcs vuelve a autocriticarse...Jzsef Revai, idelogo del PC hngaro, jefe de redaccin del rgano del partido

    comunista Szabad Np y ministro de cultura entre 1949 y 1953, declara que esa autocrticaera demasiado formal y sigue atacando a Lukcs. Pero ste ve el gesto de Revai comoalgo positivo pues de algn modo impide la detencin que se prevea a partir del momentoen que los soviticos dePravda tomaron cartas en el asunto contra Lukcs.

    A los pocos aos, tras la muerte de Stalin [1953], cambia la relacin de fuerzas.Lukcs se convierte entonces en miembro del comit central ampliado del PC hngaro y, loque es ms importante, en ministro del gobierno de Imre Nagy, abortado por la invasinsovitica de ese ao. Una invasin realizada en tiempos del supuestamente abierto NikitaKruschev... Con los tanques soviticos en Hungra, Lukcs es capturado y deportado aRumania junto con Nagy (a este ltimo lo ejecutan all en 1958).

    Vuelve desde Rumania a su casa el 10 de abril de 1957. Entonces el departamentode Lukcs en la Universidad es clausurado y a l se le prohbe mantener cualquier contactocon los estudiantes. Los ataques continan durante varios aos, en Hungra, Alemania,Rusia y en otros pases del Este europeo. Por ejemplo, en 1960, la editorial Aufbau Verlagde Berln publica un largo volumen de 340 pginas titulado: Georg Lukcs y elrevisionismo.

    Por qu Lukcs, tantas veces vctima del stalinismo, no rompe definitivamente conesta corriente? Por qu acept hacer esas humillantes autocrticas?

    Las razones son mltiples y las interpretaciones posibles tambin. Por ejemplo, enla editorial con que la revista Pensamiento Crtico presenta por primera vez al pblicocubano captulos de Marxismo y filosofa de Karl Korsch y de Historia y conciencia declase de Lukcs se plantea lo siguiente: Alabadas y atacadas durante casi medio siglo[referencia a ambas obras], han permanecido casi desconocidas para la mayora de losmarxistas [...] Ese destino ensombreci la posibilidad de enjuiciar uno de los movimientostericos ms interesantes que se produjeron en una etapa crucial del movimientorevolucionario de este siglo [...] Tambin afect a los autores: uno [Korsch] abandon elmovimiento revolucionario, y el otro [Lukcs] claudic en sucesivas autocrticas que no

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    ayudaron nada al desarrollo del sentido de los deberes del intelectual comunista en ladictadura del proletariado (vase Pensamiento Crtico N41, La Habana, junio de 1970,Editorial. p.7 [el subrayado me pertenece]).

    Es cierto. Lukcs claudic. Acept dar marcha atrs y termin rechazando supropia obra. Pero por qu?. Esa es la cuestin. No fue por oportunismo. Podra quizs

    pensarse que prefiri ser un hereje desde dentro y no desde fuera del comunismo deaquellos aos. Podra haberse ido a vivir a EEUU (como Agnes Heller y algunos otros desus discpulos hngaros... hoy tristemente liberales y posmodernos), donde lo hubieranrecibido con bombos y platillos. l mismo reconoci aos despus: Hubiera tenidorepetidas veces la posibilidad de cambiar de residencia, pero siempre rechac tal cambio delugar (Vase G.Lukcs: Ms all de Stalin [1969]. En G.Lukcs: Testamento poltico yotros escritos sobre poltica y filosofa inditos en castellano. Buenos Aires, Herramienta,2003. pp.130).

    Sin embargo, eligi quedarse. Primero en la URSS, sufriendo incluso la crcel, la nopublicacin de algunos de sus libros y hasta la incautacin de papeles manuscritos a manosde la polica (por ejemplo, una biografa que haba escrito sobre el autor del Fausto y queprobablemente llevaba por ttulo Goethe y la dialctica, de la que slo se conserv unfragmento, publicado luego en italiano). Despus en Hungra, donde tambin es apresado,insultado y expulsado de la Universidad. Fue una eleccin poltica militante, sumamenteincmoda, angustiosa y lacerante, que sacrificaba su propio inters intelectual, llegando allmite de la humillacin y el autoflagelo, en funcin de algo que l consideraba mayor: lareforma radical del socialismo, segn sus propias palabras.

    Haciendo un balance maduro de aquella decisin, en Ms all de Stalin Lukcscaracteriza su militancia intelectual como una lucha en dos frentes: contra el americanismoy el stalinismo.

    Pero la comprensin crtica de este ltimo no fue rpida ni espontnea. l reconocesin medias tintas ni eufemismos que en un comienzo: En las disputas partidariasinmediatamente posteriores a la muerte de Lenin, me encontr del lado de Stalin en algunascuestiones esenciales, aunque todava no me hubiera presentado con esta posicin en formapblica. El problema principal consista en el socialismo en un solo pas. Concretamente,cedi la ola revolucionaria que se haba desatado en 1917. (vase G.Lukcs: Ms all deStalin.Obra Citada. pp.125). Ms adelante, en el mismo balance retrospectivo donderecorre diversos encontronazos suyos con la cultura oficial del stalinismo, el pensadorhngaro afirma con notable honestidad: Ni siquiera los grandes procesos [Lukcs serefiere a los denominados juicios de Mosc, donde fue liquidada toda la vieja guardiabolchevique. Nota de N.K.] pudieron alterar hondamente esa posicin. El observador actualpuede designar esto como ceguera. Olvida, al hacerlo, algunos importantes factores quepara m eran decisivos, al menos en aquel tiempo. [...] Recin cuando la accin de Stalin seexpandi a amplias masas con el lema el Trotskismo debe ser extirpado, junto con todassus races, se fortaleci la crtica interna, intelectual y moral. Sin embargo, esta quedcondenada al silencio frente a la esfera pblica, a causa de la necesaria prioridad de lalucha contra Hitler [el subrayado me pertenece].

    Desde nuestro punto de vista, Lukcs no fue un oportunista. Fue un comunistaconvencido que sufri trgicamente, en carne propia, el estrangulamiento y laburocratizacin de la maravillosa revolucin socialista de 1917 y del impulso de ofensivaque ella inyect a la rebelin anticapitalista mundial en aquellos tiempos.

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    Intentando explicar y explicarse, dcadas despus, ya al borde la muerte, las razonesde su comportamiento poltico durante aquellos aos, afirma: Desde mi punto de vista, aunel peor socialismo es preferible antes que el mejor capitalismo. Estoy profundamenteconvencido de esto, y viv esos tiempos con esta conviccin (Vase G.Lukcs:Entrevista: En casa con Gyrgy Lukcs [1968]. En G.Lukcs: Testamento poltico y otros

    escritos sobre poltica y filosofa inditos en castellano. Obra Citada. pp.121).Esa toma de posicin, que de algn modo ceda su radicalismo juvenil lo msinteresante y actual de toda su obra en aras del reconocimiento de la racionalidad de larealidad histrica, incluso al punto de llegar al sacrificio personal cuando padeci diversosprocesos de caza de brujas, tambin se proyect en su produccin terica. Especialmente,en la interpretacin y reinterpretacin de su admirada dialctica de Hegel y, en particular,enEl joven Hegel, libro ledo y estudiado por el Che Guevara en Bolivia, dicho sea de paso.

    A pesar del clasicismo, del realismo poltico y de la mesura con que el Lukcsmaduro, crtico de su propia produccin juvenil, abord la teora del marxismo (tanto enfilosofa, conLa ontologa del ser social, como en los gruesos volmenes de suEsttica yen muchos otros de sus trabajos), durante su vejez su principal obra inspir a muchosjvenes de la nueva izquierda del 68. Entre ellos, por ejemplo en Alemania occidental (laRFA), muchos militantes, en medio de las rebeliones estudiantiles y en pleno apogeo de laizquierda extraparlamentaria radical, se pasaban de mano en mano ediciones piratas[ilegales o artesanales] de...Historia y conciencia de clase.

    Todo lo apuntado previamente podra quizs ser materia de anlisis, debate yestudio para los historiadores del socialismo. Lukcs, en ese caso, quedara encerrado en unmuseo, el museo de las ideas. Pero no tendra nada que decirnos hoy en da a las nuevasgeneraciones. No es precisamente su caso.

    Cinco dcadas despus de que Maurice Merleau-Ponty reinstalara en el seno de laintelectualidad occidental su formidable e inigualada Historia y conciencia de clase, elinters por la obra y el pensamiento de Gyrgy Lukcs parece resurgir de las cenizas yvolver al centro del debate.

    Pensadores tan diversos como Fredric Jameson, en Estados Unidos, Michael Lwyy Nicolas Tertulian, en Francia, Itsvn Mszros, en Inglaterra, Carlos Nelson Coutinho,Leandro Konder y Ricardo Antunes, en Brasil, y muchos otros intelectuales crticosencuentran inspiracin en la obra de Lukcs para continuar batallando contra laglobalizacin capitalista contempornea y sus perversas lgicas socio-culturales. InclusoJohn Holloway, cuyas tesis sobre el poder resultan tan discutibles y endebles desde nuestropunto de vista, se ha inspirado en el pensamiento de Lukcs en no pocos pasajes de su libroms difundido.

    Volver a discutir este texto injustamente olvidado de Lukcs constituye unenorme desafo. Se trata de retomar lo mejor que produjo en el campo del pensamiento

    terico la revolucin bolchevique en la pluma de uno de los principales filsofos del sigloXX. Pero el desafo no se detiene all ya que no se trata de cualquier obra. Lo que aqu esten discusin es nada menos que Lenin, el ms vilipendiado, el ms insultado, el msrechazado de los polticos revolucionarios radicales del siglo XX. Pues bien. Sinhagiografas, sin panteones intocables, sin santos ni momias embalsamadas, y por supuestoa contramano de cualquier moda que nos quieran imponer, de lo que se trata es de volver aleer, estudiar colectivamente y discutir a Lenin. Nada mejor entonces que comenzar conesta sugerente y provocativa introduccin de Lukcs.

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    Diciembre de 2004

    PRLOGO

    Por Gyrgy Lu k cs

    Las breves observaciones que a continuacin expongo jams se hanpropuesto constituir un estudio exhaustivo de la teora y de la praxis deLenin. Su objeto no es otro que mostrar -a grandes trazos- la conexinexistente entre ambas, partiendo de la idea bsica de que, en realidad,

    dicha conexin no est presente de manera suficientemente clara nisiquiera en la conciencia de buen nmero de comunistas.

    Un estudio a fondo de todos estos problemas hara, por una parte,necesario un espacio muy superior al de estas pocas pginas y, por otra,en la medida en que pretendiera exponer la obra completa de Leninexigira una serie de documentos que en modo alguno resultan hoydisponibles, sobre todo a quien no tiene acceso directo a la bibliografarusa y se ha de contentar con traducciones. La historia de Lenin debeser situada en el contexto histrico, por lo menos, de los ltimos 30 o40 aos. Esperemos que la correcta exposicin del mismo no se retrase

    demasiado.

    El autor de estas observaciones -de naturaleza meramente alusiva- esde todo punto consciente de la enorme dificultad que conlleva el estudiode unos problemas particulares cuando el todo al que pertenecen an noha sido dilucidado, as como la vulgarizacin de algo que antes de servulgarizado debera haber sido tratado de manera cientficamenterigurosa.

    De ah que no hayamos pretendido en absoluto ocupamos de la totalidadde los problemas que llenaron la vida de Lenin, ni hayamos tampoco

    observado la exacta sucesin histrica de su aparicin.

    En la eleccin de problemas, en el estudio y orden de presentacin delos mismos, nos hemos guiado exclusivamente por el propsito depresentarlos, de la manera ms clara posible, en toda su coherencia.Las citas han sido asimismo elegidas, como es obvio, desde estaperspectiva y no en exclusiva atencin a la exactitud cronolgica.

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    Viena , f eb re ro de 19 24

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    Cap t u lo 1

    LA ACTUALIDAD DE LA REVOLUCIN

    El materialismo histrico es la teora de la revolucin proletaria. Y lo esporque su esencia es la sntesis conceptual de ese ser social al que sedebe la produccin del proletariado y que determina el ser entero delmismo; lo es porque el proletariado que lucha por su liberacinencuentra en l su ms clara autoconciencia.

    La grandeza de un pensador proletario, de un representante delmaterialismo histrico, se mide, en consecuencia, por la amplitud yprofundidad de su penetracin en estos problemas. Se mide, as mismo,por la intensidad con que es capaz de percibir adecuadamente, ms all

    de los fenmenos de la sociedad burguesa, esas tendencias de larevolucin proletaria que en ellos y por medio de ellos van elaborndosehasta adquirir un ser eficaz y una clara conciencia. De acuerdo con estecriterio, Lenin es, sin duda, el pensador ms grande que, desde Marx,ha producido el movimiento obrero revolucionario.

    Los oportunistas, ya que no pueden ocultar o simplemente trivializar suimportancia ante el mundo, tienen a bien decir que Lenin ha sido ungran poltico ruso, pero que para llegar a lder del proletariado mundialle ha faltado el necesario conocimiento de la diferencia existente entreRusia y los pases capitalistas avanzado; que ha hecho extensibles de

    manera nada crtica -y sta habra de ser su gran limitacin desde unaperspectiva histrica- los problemas y soluciones de la realidad rusa a lageneralidad, intentando su aplicacin al mundo entero.

    Olvidan -y es algo que hoy se olvida con razn- que este mismoreproche le fue hecho a Marx en su tiempo. Se deca que Marx habaconvertido, de manera nada crtica, sus observaciones en torno a la vidaeconmica inglesa y a las fbricas inglesas en leyes generales de laevolucin social; las observaciones podan ser, en cuanto a tales, de loms justas, sin embargo, como leyes generales, no podan menos deresultar necesariamente falsas.

    Actualmente no es ya en modo alguno necesario refutar detenidamenteeste error, ni ponerse a evidenciar que Marx, en realidad, jams"generaliz" experiencias aisladas, limitadas en el tiempo y en elespacio. Marx vislumbr, por el contrario, tanto histrica comotericamente -y de acuerdo con el mtodo de trabajo de los autnticosgenios histricos y polticos- en el macrocosmos de la fbrica inglesa, ensus supuestos bsicos, condiciones y consecuencias de orden social, en

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    las tendencias histricas conducentes a su surgimiento y en las quehacan problemtica su existencia el macrocosmos del capitalismo en latotalidad de sus dimensiones.

    Porque esto es, precisamente, lo que distingue al genio del simple

    rutinario en la ciencia o en la poltica. A este ltimo slo le es dadocomprender y distinguir los momentos del proceso social en sus datosinmediatos, aislados unos de otros. Y si pretende remontarse aconclusiones generales no hace, en definitiva, sino interpretar -demanera totalmente abstracta- ciertos aspectos de un fenmeno limitadoen el espacio y en el tiempo como "leyes generales", aplicndolas comotales.

    El genio, por el contrario, que penetra en la verdadera esencia de unapoca, en su verdadera tendencia primordial, viva y efectiva, percibems all del conjunto de los acontecimientos de su tiempo la vigencia,

    precisamente, de esta misma tendencia, de tal modo que aun cuando suintencin no sea otra que hablar de los problemas del da tan slo, esten realidad ocupndose de los problemas decisivos.

    Hoy sabemos que la grandeza de Marx estriba, precisamente, en esto. Apartir de la estructura de la fbrica inglesa capt e interpret todas lastendencias decisivas del capitalismo moderno. Tuvo siempre ante losojos la totalidad del desarrollo capitalista. He ah por qu pudovislumbrar a un tiempo en todos y cada uno de sus fenmenos latotalidad del proceso, y en su estructura, el movimiento del mismo.

    Pero pocos son hoy los que saben que Lenin ha conseguido respecto denuestro tiempo lo mismo que Marx lleg a conseguir respecto de laevolucin general del capitalismo. En los problemas de la evolucin de laRusia moderna -desde los problemas del surgimiento del capitalismo enel marco de un absolutismo semifeudal, hasta los de la realizacin delsocialismo en un pas rural atrasado- ha vislumbrado Lenin en todomomento los problemas de la poca entera: la entrada en la ltima fasedel capitalismo y las posibilidades de orientar la lucha decisiva,convertida ya en inevitable entre burguesa y proletariado a favor deste, para la salvacin de la humanidad.

    Lenin jams generaliz -de igual modo a como tampoco lo hizo Marx-experiencias locales privativas de Rusia, limitadas en el tiempo o en elespacio. Con la mirada del genio supo percibir, por el contrario, en ellugar y en el momento de sus primeros efectos, el problemafundamental de nuestra poca: la inminencia de la revolucin. Y todoslos fenmenos, tanto rusos como internacionales, los comprendi e hizointeligibles a partir de esta perspectiva, la perspectiva de la actualidadde la revolucin.

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    La actualidad de la revolucin: he ah el pensamiento fundamental deLenin y el punto, al mismo tiempo, que de manera decisiva le vincula aMarx. Porque el materialismo histrico, en tanto que expresinconceptual de la lucha del proletariado por su liberacin, no poda sercaptado y formulado tericamente sino en el momento histrico en que

    por su actualidad prctica haba accedido al primer plano de la historia.En un momento en el que, por citar las palabras mismas de Marx, en lamiseria del proletariado no se muestra nicamente la miseria en cuantoa tal, sino su aspecto revolucionario "llamado a derrocar la viejasociedad".

    Por supuesto que tambin entonces era necesaria la miradaimperturbable del genio para vislumbrar la actualidad de la revolucinproletaria. Porque al hombre medio la revolucin proletaria slo leresulta visible cuando las masas obreras se encuentran ya luchando enlas barricadas. Y si este hombre medio ha recibido una formacin

    marxista vulgar, ni siquiera entonces. Porque a los ojos del marxistavulgar los fundamentos de la sociedad burguesa son tan inamovibles,que aun en los momentos de su conmocin ms evidente no desea otracosa que el regreso de la situacin "normal" no viendo en sus crisis sinoepisodios pasajeros y considerando la lucha, incluso en tales perodos,como la nada razonable rebelin de unos cuantos irresponsables contrael, a pesar de todo, invencible capitalismo.

    Los que luchan en las barricadas le parecen, pues, extraviados; larevolucin aplastada un "error" y los constructores del socialismo en unarevolucin victoriosa -aunque a los ojos de los oportunistas slo pueda

    forzosamente serlo de manera efmera- incluso, criminales.

    En el materialismo histrico figura, pues, como condicin previa -ya enla teora- la actualidad histrico-universal de la revolucin proletaria. Eneste sentido, como fundamento objetivo de toda la poca y como clavepara su entendimiento, constituye el ncleo de la doctrina marxista. Sinembargo, a pesar de la restriccin, impuesta por el tajante repudio detodas las ilusiones no fundadas y la condenacin severa de todas lastentativas de putsch, la interpretacin oportunista se aferra, atendiendoespecialmente a los detalles, a los llamados errores de las previsionesde Marx, con el fin de extirpar de manera total y radical la revolucin,por medio de este rodeo, del edificio general del marxismo. Y en esto losdefensores "ortodoxos" de Marx se encuentran a medio camino con sus"crticos". Kautsky replica a Bernstein que la decisin acerca de ladictadura del proletariado es asunto que hay que abandonar al futuro (aun futuro muy lejano, por supuesto).

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    Lenin ha restaurado en este punto la pureza de la teora marxista. Y laha captado, precisamente en lo que a esto concierne, de manera msclara y concreta. No es que haya intentado corregir de un modo u otro aMarx. Se ha limitado a introducir en la teora -a raz de la muerte deMarx- la marcha viva del proceso histrico. Lo cual significa que la

    actualidad de la revolucin proletaria no es ya nicamente un horizontehistrico-universal tendido por encima de la clase obrera que pugna porliberarse, sino que la revolucin se ha convertido en el problema crucialdel movimiento obrero.

    Lenin poda soportar tranquilamente el reproche de blanquismo,1 etc.,que le vali esta postura suya fundamental. Y no slo por estar enbuena compaa, en este punto, ya que comparta dicho reproche conMarx (con "ciertos aspectos" de Marx) sino porque en realidad no segan esta buena compaa sin merecimientos por su parte. Por un lado,ni Marx ni Lenin se plantearon nunca la actualidad de la revolucin

    proletaria y sus objetivos finales como si su realizacin fuera posible encualquier forma y en cualquier momento. Por otro, la actualidad de larevolucin lleg a convertirse para ambos en el seguro criterio deacuerdo con el cual tomar las decisiones pertinentes en todos losproblemas cotidianos.

    La actualidad de la revolucin determina el tono fundamental de todauna poca. Tan slo la relacin de las acciones aisladas con este puntocentral, que nicamente puede ser encontrado mediante el anlisisexacto del conjunto histrico-social, hace que dichas acciones aisladassean revolucionarias o contrarrevolucionarias. Como actualidad de la

    revolucin hay, pues, que entender: el estudio de todos y cada uno delos problemas particulares del momento en su concreta relacin con latotalidad histrico-social; su consideracin como momentos de laliberacin del proletariado.

    El enriquecimiento que, en este sentido, el marxismo debe a Lenin,consiste simplemente -simplemente!- en la vinculacin ntima, evidentey cargada de consecuencias de las acciones individuales al destinoglobal, al destino revolucionario de toda la clase obrera. Significasimplemente que todo problema actual -por de pronto ya como talproblema actual- se ha convertido, a la vez, en un problemafundamental de la revolucin.

    Con el desarrollo del capitalismo la revolucin proletaria se haconvertido en el problema del da. Lenin no ha sido el nico en prever lainminencia de esta revolucin. De todos modos, no slo se distingue porsu valor, abnegacin y su entrega de todos aquellos que en el momentoen que la revolucin proletaria, cuya actualidad haban pregonado ellos

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    Cap t u lo 2

    EL PROLETARIADO COMO CLASE DOMINANTE

    Lo insostenible de la situacin rusa se revel mucho tiempo antes delverdadero desarrollo del capitalismo, mucho tiempo antes de laaparicin de un proletariado industrial. La disolucin del feudalismoagrario y la descomposicin del absolutismo burocrtico no slo erandesde haca ya mucho tiempo hechos innegables de la realidad rusa,sino que haban dado origen, adems -en la agitacin campesina y en elaliento revolucionario de la llamada intelectualidad dclasse-, a capassociales que se alzaban peridicamente contra el zarismo, aun cuandode modo oscuro, confuso y meramente elemental.

    Es evidente que el desarrollo del capitalismo -por muy ocultos que tanto

    el hecho en s como su importancia quedaran incluso ante los ojos mspenetrantes- no poda menos de aumentar considerablemente estaconmocin objetiva y sus consecuencias ideolgico-revolucionaras. Enla segunda mitad del siglo XIX fue vindose con claridad creciente queRusia, todava en 1848 el ms seguro baluarte de la reaccin europea,caminaba progresivamente hacia una revolucin. Qu carcter tendrasta? Qu clase iba a desempear en ella el papel dirigente? He aqulos nicos interrogantes, estrechamente relacionados entre s, de lacuestin.

    No hace falta subrayar que las primeras generaciones de revolucionarios

    se plantearon estos problemas de manera harto confusa. En los gruposque se alzaban contra el zarismo vean ante todo un conjunto unitario:el pueblo. La divisin entre intelectuales y obreros no poda, en ltimainstancia, pasar inadvertida ni siquiera en este estadio del proceso, perocareca de peso decisivo, ya que el "pueblo" an no estaba encondiciones de ofrecer un carcter suficientemente pronunciado comoclase y de entre los intelectuales slo los revolucionarios sinceros sehaban adherido al movimiento, revolucionarios conscientes, sin ningunavacilacin en lo concerniente a su deber primordial: integrarse en el"pueblo" y ponerse al exclusivo servicio de sus intereses.

    De todos modos, la evolucin europea no poda menos de influir dealguna manera, incluso en esta etapa del movimiento revolucionario,sobre el curso de los acontecimientos y, en consecuencia, sobre laperspectiva histrica desde la cual efectuaban los revolucionarios suvaloracin de aquellos. En este punto no poda menos de plantearse unacuestin ineludible: la evolucin europea, es decir, la evolucincapitalista, constitua tambin el destino inexorable de Rusia? Haba

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    de pasar Rusia tambin por el infierno del capitalismo para encontrar susalvacin en el socialismo? O iba a ser ms bien capaz de saltar porencima de estas etapas evolutivas, en virtud de la especificidad originalde su situacin y de las comunas campesinas an existentes en el pas,encontrando directamente el camino del comunismo evolucionado a

    travs del comunismo primitivo?

    La respuesta no era entonces tan evidente como puede parecrnoslohoy. He aqu cmo el propio Engels responda en 1882 a esta cuestin:si una revolucin en Rusia desencadenase al mismo tiempo unarevolucin proletaria en Europa, "la actual propiedad comunitaria rusapodra constituir el punto de partida de una evolucin comunista".1

    No es este el lugar ms adecuado para describir, ni siquiera por va deesbozo, la historia de las luchas tericas en torno a esta cuestin.Ocurre, tan slo, que hemos tenido que escoger este problema como

    punto de partida de nuestro trabajo precisamente porque con l seplante para Rusia la cuestin de la clase dirigente de la evolucin enciernes. Porque es evidente que el reconocimiento de la comunacampesina como punto de partida y fundamento econmico de larevolucin ha de convertir a los campesinos en la clase rectora de latransformacin social.

    Paralelamente a la diferencia existente entre esta base social yeconmica de la revolucin rusa y de la de Europa, aqulla habra deprocurarse tambin una fundamentacin terica distinta, unafundamentacin heterognea respecto del materialismo histrico, que

    no es, en definitiva, sino la expresin conceptual del necesario trnsitodel capitalismo al socialismo que la sociedad realizaba o la direccin dela clase obrera. De manera, pues, que tanto el debate en torno a siRusia est en condiciones de culminar un desarrollo de tipo capitalista,es decir, en torno a si el capitalismo puede o no desarrollarse en Rusia,como la controversia cientfico-metodolgica sobre si el materialismohistrico puede ser, en definitiva, considerado como una teora de laevolucin social con validez universal, y la discusin, por ltimo, acercade la clase social llamada a convertirse en el verdadero motor de larevolucin rusa, giran, indiscutiblemente, en torno al mismo problema.No son todas ellas sino formas ideolgicas de expresin de la evolucindel proletariado ruso: momentos del desarrollo de su autonomaideolgica (y su autonoma, en cuestiones de tctica y organizacin,etc.) respecto de las otras clases sociales.

    Se trata de un penoso y largo proceso que todo movimiento obrero hade vencer. En este caso nicamente son especficamente rusos losproblemas particulares en los que el carcter especfico de la situacin

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    de clase y de los intereses de clase del proletariado tienen una especialimportancia. (En Alemania, durante el perodo de Lasalle, Bebel ySchweitzer la clase obrera se encontraba en este mismo estadio, siendoa este respecto la unidad alemana un problema de decisivaimportancia.)

    Ahora bien, estos problemas locales, de carcter particular, han de serverdaderamente solucionados, precisamente como tales, si elproletariado pretende alcanzar autonoma de accin. La mejor formacinterica, si se limita a lo general, no sirve aqu de nada; si quiere tenereficacia prctica, ha de traducirse en la solucin, precisamente, de estosproblemas particulares. (As, por ejemplo, el ardiente internacionalistaWilhelm Liebknecht, discpulo inmediato de Marx, tarda mucho ms entomar la decisin justa en este tipo de problemas, y lo hace, por otraparte, con bastante menos seguridad que los seguidores de Lasalle2mucho ms confusos, por el contrario, en el plano puramente terico).

    En esta ocasin es tambin especficamente ruso el hecho de que estalucha terica por la autonoma del proletariado, por el conocimiento desu papel dirigente en la revolucin ascendente no haya encontrado enparte alguna una solucin tan clara y precisa como la que encontr enRusia. De tal modo que el proletariado ruso se ahorr, en buenamedida, las vacilaciones y retrocesos que podemos encontrar en todoslos pases desarrollados (y no precisamente en las conquistas de lalucha de clases, en la que son inevitables, sino en la claridad terica yen la seguridad tctico-organizativa del movimiento obrero). Dichoproletariado pudo -al menos en su capa ms consciente- desarrollarse

    terica y organizativamente de manera clara y rectilnea, del mismomodo que su situacin objetiva de clase se desarroll a partir de lasfuerzas econmicas del capitalismo ruso.

    Lenin no ha sido el primero en emprender esta lucha. Pero s ha sido elnico en pensar todas estas cuestiones de manera radical, llevndolashasta el final, el nico que puso radicalmente en prctica sus puntos devista tericos.

    Lenin era tan slo uno de los portavoces tericos en la lucha contra elsocialismo ruso autctono, contra los narodniki.3 Lo cual no es difcil de

    comprender, ya que su lucha terica tena como objeto demostrar elpapel dirigente del proletariado en el inmediato porvenir ruso. Perocomo la va y los medios de esta discusin no podan consistir sino enprobar que el curso evolutivo tpico del capitalismo trazado por Marx (laacumulacin primitiva) era vlido tambin para Rusia, es decir,probando que en Rusia poda y tena que surgir un capitalismoperfectamente definido, este debate deba poner -pasajeramente- en un

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    ya que slo esta evolucin prepara el terreno para el advenimiento delproletariado como factor decisivo de poder. Pero tambin debe saludarlocomo condicin previa, como supuesto bsico de su propia luchadespiadada contra el verdadero agente de esta evolucin: la burguesa.

    Unicamente esta concepcin dialctica de las tendencias histrico-evolutivas crea el marco terico para la aparicin del proletariado comofuerza autnoma en la lucha de clases. Porque si se acepta la necesidadde una evolucin capitalista en Rusia sin ms, como hicieron losprecursores de la lucha ideolgica de la burguesa rusa, primero, y losmencheviques,4 despus, se llega a la conclusin de que Rusia tiene,ante todo, que completar su evolucin capitalista. El agente de estaevolucin es la burguesa, nicamente cuando esta evolucin est yamuy avanzada y la burguesa haya barrido los restos polticos yeconmicos del feudalismo, poniendo en marcha en su lugar un pasmoderno, capitalista, democrtico, etc., podr comenzar la lucha de

    clases del proletariado como tal fuerza autnoma.

    La prematura irrupcin de un proletariado con unos objetivos clasistasdefinidos no slo sera intil, dado que el proletariado apenas cuentacomo factor de poder autnomo en esta lucha entre burguesa yzarismo, sino funesto para los intereses mismos del proletariado, ya queasusta a la burguesa, debilita su combatividad frente al zarismo y laarroja directamente a los brazos de ste. De manera, pues, que -por elmomento- el proletariado nicamente entra en juego como fuerzaauxiliar de la burguesa progresista en su lucha por una Rusia moderna.

    Est de todo punto claro -por mucho que no fuera suficientementedilucidado en las discusiones de entonces- que el problema de laactualidad de la revolucin estaba en la raz misma de toda estacontroversia, que para todos aquellos protagonistas de la discusin quede manera ms o menos consciente eran idelogos de la burguesa, loscaminos se bifurcaban en una disyuntiva muy concreta: aceptar elhecho revolucionario como problema actual, como un verdaderoproblema del da para el movimiento obrero o considerarlo como un"objetivo final" ms bien lejano, no llamado a ejercer una influenciadeterminante sobre las decisiones del momento.

    Es, por supuesto, ms que dudoso que el punto de vista menchevique,aun cuando fuera posible asentir a la validez de su perspectiva histrica,le resultara aceptable al proletariado. Cabe preguntarse asimismo, sisemejante postura de adhesin a la burguesa no podra oscurecer de talmodo la conciencia de clase del proletariado, que su desgajamiento deella (es decir, una accin autnoma del proletariado en un momentohistrico adecuado para tal cosa, incluso a los ojos de la teora

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    menchevique) acabara siendo ideolgicamente imposible o tropezara, entodo caso, con graves dificultades. (Pinsese en el movimiento obreroingls).

    Evidentemente, esta hiptesis es ociosa en la prctica. Porque la

    dialctica de la historia, que los oportunistas intentan alejar delmarxismo, sigue operando eficazmente en ellos -contra su propiavoluntad-; los arroja al campo de la burguesa, y el momento histricopara la irrupcin autnoma del proletariado va, en su opinin,alejndose progresivamente, relegado a una lejana nebulosa, a unfuturo irrealizable.

    La historia ha dado la razn a Lenin y a los escasos heraldos de laactualidad de la revolucin. La alianza con la burguesa progresista, queya en la poca de las luchas por la unidad alemana se haba reveladocomo una ilusin, nicamente hubiera sido fecunda en el caso de que al

    proletariado le hubiera sido posible, como clase, seguir a la burguesahasta, incluso, en su alianza con el zarismo. Porque de la actualidad dela revolucin se deduce que la burguesa ha dejado de ser una claserevolucionaria.

    El proceso econmico que ha protagonizado y del que ha sido la primeraen beneficiarse constituye, sin duda, un progreso frente al absolutismo yal feudalismo. Pero este carcter progresista de la burguesa se havuelto a su vez dialctico. Es decir, que el vnculo entre las condicioneseconmicas que posibilitan la existencia de la burguesa y los postuladosde la democracia poltica, del estado de derecho, etc. (que fueron

    realizados, aunque slo parcialmente, por la Gran Revolucin Francesasobre las ruinas del absolutismo feudal), se ha aflojado.

    La cada vez ms inminente revolucin proletaria hace por un ladoposible una alianza entre la burguesa y el absolutismo feudal quegarantice las condiciones econmicas de vida y el proceso de expansinde la burguesa, permitiendo, al mismo tiempo, la subsistencia delpredominio poltico de las viejas potencias. Por otro, la burguesa, quede este modo decae ideolgicamente, cede a la revolucin proletaria larealizacin de sus antiguas reivindicaciones de tipo revolucionario.

    Por muy problemtica que sea esta alianza entre la burguesa y lasviejas potencias, en la medida en que no es una alianza de clase basadaen una positiva identidad de intereses, sino tan slo un compromisomotivado por el comn temor a una calamidad superior, no deja de ser,de todos modos, un hecho nuevo e importante. Un hecho frente al cualla "prueba" mecnica y esquemtica del "necesario vnculo" entreevolucin capitalista y democracia se revela como una autntica eirremediable ilusin.

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    Como ha dicho Lenin, "la democracia poltica no es, en trminosgenerales, sino una de las formas posibles (an cuando tericamente nodeje de ser la normal para el capitalismo "puro") de las superestructurasdel capitalismo. Como los hechos lo demuestran, el capitalismo y elimperialismo se desarrollan bajo cualquier forma poltica, a la que

    pueden subordinarse perfectamente".

    En Rusia en especial, este rpido viraje de la burguesa de una -aparente- oposicin radical a un apoyo del zarismo ha de ser explicadoen lo esencial por el hecho de que el capitalismo (que en Rusia no habatenido un desarrollo "orgnico", habiendo sido, por el contrario,simplemente transplantado al pas), mostrara ya desde sus comienzosun fuerte carcter monopolista (preponderancia de las grandesempresas, papel importante del capital financiero, etc.). De lo que sedesprende que la burguesa era un estrato social numricamente msreducido y socialmente ms dbil que en otros pases con un desarrollo

    capitalista de superior carcter "orgnico".

    Pero de tal hecho no deja de desprenderse tambin la creacin real, enlas grandes empresas, de la base material para la evolucin de unproletariado revolucionario, una base creada en un tiempo mucho msbreve de lo que la esquemtica interpretacin del ritmo evolutivo delcapitalismo ruso hubiera permitido suponer.

    Pero si la alianza con la burguesa liberal se revela, por una parte, comouna ilusin y el proletariado, que ha ganado a duro precio suindependencia, rompe definitivamente, por otra, con el catico concepto

    de "pueblo", no acabar encontrndose, precisamente a causa de esaautonoma por la que tanto ha luchado, en un aislamiento insuperable, ymetido, por eso mismo, en una lucha necesariamente destinada alfracaso?

    Esta objecin tantas veces formulada a la perspectiva histrica de Leniny, por lo dems, tan inmediata, tendra alguna consistencia si el rechazode la teora agraria de los narodniki, es decir, el reconocimiento de lanecesaria disolucin de los ltimos restos del comunismo agrario, nofuera, a su vez, un conocimiento igualmente dialctico. La dialctica deeste proceso de disolucin -dado que el conocimiento dialctico no es

    otra cosa que la formulacin conceptual de una situacin dialctico-realde hecho- radica, precisamente, en la inexorabilidad de la disolucin deestas formas, no tiene sentido sino como proceso de disolucin, esdecir, tiene un sentido exclusivamente negativo y unvocamentedeterminado.

    No obstante, determinar el giro que tomar este proceso en sentidopositivo no es posible a partir de l mismo. Depende de la evolucin del

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    entorno social, del destino de la totalidad histrica. En trminos msconcretos: este proceso de disolucin, econmicamente inevitable, delas viejas formas agrarias (tanto de las de reminiscencia feudal, al modode los junkers, como de las correspondientes a un campesinado medio)puede seguir dos caminos. Con palabras de Lenin, "ambas soluciones

    facilitan, cada una a su manera, el pasaje a un grado tcnico superior, ytodas van en el sentido del progreso de la agricultura".

    La primera va consiste en la radical aniquilacin, en la vida campesina,de los ltimos restos medievales (y an ms antiguos). La otra -la "vaprusiana", segn Lenin- "se caracteriza por el hecho de que laliquidacin de las supervivencias medievales en las relaciones depropiedad de la tierra no ocurre de una vez por todas, sino medianteuna adaptacin progresiva al capitalismo". Ambas vas son posibles yambas representan un progreso -hablando en trminos econmicos-respecto de lo existente. Pero si ambas tendencias son igualmente

    posibles y -en cierto sentido- igualmente progresistas, quin o quhabr de decidir sobre la realizacin efectiva de una u otra de ellas? Larespuesta de Lenin a esta cuestin es, como todas sus respuestas, claray unvoca: la lucha de clases.

    De este modo se perfilan de manera ms clara y concreta los grandesrasgos del medio en el cual el proletariado est llamado a irrumpir, demodo autnomo, como clase dirigente. Porque la fuerza decisiva en estalucha de clases que para Rusia significa el sentido del trnsito de la EdadMedia a la poca moderna slo puede ser el proletariado. Loscampesinos, no slo en razn de su terrible atraso cultural, sino, sobre

    todo, a causa de su situacin objetiva de clase, nicamente son capacesde una revuelta elemental contra una situacin cada vez msinsostenible. Por su situacin objetiva de clases estn destinados apermanecer como una capa vacilante, como una clase cuya suertedepende, en ltima instancia, de la lucha de clases en la ciudad, deldestino de la ciudad, de la gran industria, del aparato del Estado, etc.

    Unicamente en este contexto, en este sistema de interrelaciones, recaela decisin en manos del proletariado. Su lucha contra la burguesa seraquiz -en el momento histrico en cuestin- menos rica en perspectivassi sta lograra liquidar en su exclusivo beneficio la estructura feudal delcampo ruso. El hecho de que el zarismo le dificulte este propsitoconstituye uno de los motivos clave de su comportamiento -pasajeramente- revolucionario o, al menos, oposicional.

    Ahora bien, en tanto este problema permanezca sin resolver, es posibleen cualquier instante un estallido elemental de millones de campesinosesclavizados y explotados. Un estallido elemental al que slo el

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    proletariado puede conferir un sentido, es decir, un sentido tal que elmovimiento de masas acabe por caminar hacia un objetivo realmenteventajoso para las masas campesinas. Un estallido elemental que creelas condiciones en las que el proletariado puede emprender la luchacontra el zarismo y la burguesa con todas las posibilidades de victoria a

    su favor.

    He aqu cmo la estructura socio-econmica rusa ha sentado las basesobjetivas para la alianza entre el proletariado y el campesinado. Susobjetivos de clase son diferentes. De ah que su catica yuxtaposicin enel confuso y folklrico concepto de "pueblo" hubiera de acabardislocndose. No obstante, slo emprendiendo una lucha comn puedenconfiar en la consecucin de sus objetivos de clase. De ah que la vieja,idea de los narodniki retorne dialcticamente transformada en la visinleninista de la naturaleza de la revolucin rusa.

    El confuso y abstracto concepto de "pueblo" hubo de ser eliminado, perotan slo para que surgiera, a partir de la indagacin concreta de lascondiciones de una revolucin proletaria, el concepto de pueblo en suacepcin revolucionaria, es decir, el concepto de pueblo como alianzarevolucionaria de todos los explotados. El partido de Lenin puede, pues,considerarse con toda justicia como el heredero de las verdaderastradiciones revolucionarias de los narodniki. Ahora bien, como laconciencia y, con ella, la capacidad de dirigir esta lucha -una luchaobjetivamente clasista- slo existen en la conciencia de clase delproletariado, ste puede y debe ser, en la revolucin inminente, la clasedirigente de la transformacin social.

    Notas

    1. En esta argumentacin suya, Engels no hace sino desarrollar ideasexpuestas por Marx en su prlogo a la traduccin rusa (1882) delManifiesto Comunista, como bien puede juzgar el lector a la luz de lasiguiente cita de Marx, entresacada del citado prlogo a la versin rusadel Manifiesto: "Ahora la cuestin que se plantea es si la comunidad

    aldeana rusa (una forma de propiedad colectiva comunal que en granparte ha sido ya destruida) puede pasar inmediatamente a la formacomunista superior de propiedad de la tierra, o si, por el contrario, tieneque pasar desde el principio por el mismo proceso de desintegracin queha determinado el desarrollo histrico de Occidente. La nicacontestacin que hoy es posible dar a esta pregunta es la siguiente: si larevolucin rusa llega a ser la seal para la revolucin obrera deOccidente, de modo que la una sea complemento de la otra, entonces la

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    forma presente de propiedad de la tierra en Rusia puede ser el punto departida de un desarrollo histrico".

    2. Wilhelm Liebknecht (1826-1900) es una de las figuras msimportantes del histrico Partido Social Demcrata alemn. La

    socialdemocracia alemana consigui mantener viva su presencia enAlemania durante las ltimas dcadas del siglo XIX a pesar de lapersecucin a que fue sometida por Bismarck. En 1890 -una vezderogadas las leyes antisocialistas bismarckianas- el Partido SocialDemcrata consigui en las elecciones para el Reichstag casi un 20% deltotal de los votos. Su prestigio era enorme en todos los mediossocialistas europeos. Wilhelm Liebknecht se revel en seguida (al igualque August Bebel) como uno de los mejores oradores del partido.

    En los problemas planteados en torno a los peligros de la "legalizacin"del Partido Social Demcrata y de su discutida colaboracin con las

    fuerzas burguesas, Liebknecht comenz por adoptar una postura muyrevolucionaria: "El socialismo -deca- no es ya una cuestin de teora: essencillamente una cuestin de fuerza, que no puede ser resuelta en elParlamento, sino en el campo de batalla...". En 1891, sin embargo,Liebknecht haba cambiado ya de postura, llegando a expresarse as enel Congreso de Erfurt: "S que hay otro camino, el cual, en opinin dealgunos pocos de nosotros, es ms corto: el de la violencia ... pero esecamino conduce al anarquismo, y es culpa grande de la oposicin nohaber tenido en cuenta este resultado ... La esencia delrevolucionarismo est no en los medios, sino en el fin".

    Ferdinad Lassalle (1825-1864), figura notable del socialismo reformistaalemn. Orador, publicista y poltico. Intent arrancar de Bismarckalgunas concesiones a favor del movimiento obrero. Engels se hareferido a l en los trminos siguientes: "En Lassalle, todo el socialismose reduca a denostar a los capitalistas y a adular a los terratenientesfeudales prusianos; precisamente lo contrario de lo que hace el libro aque nos venimos refiriendo. Su autor demuestra claramente lanecesidad histrica del rgimen capitalista de produccin, como l llamaa la fase social que estamos viviendo, y demuestra al mismo tiempo lainutilidad de la aristocracia terrateniente, que consume sin producir.Lassalle abrigaba grandes ilusiones acerca de la misin que a Bismarckle estaba reservada como instaurador del reino milenario del socialismo;el seor Marx no se recata para desautorizar a su descarriado discpulo.No slo declara expresamente que l nada tiene que ver con todo ese"socialismo gubernativo monrquico-prusiano", sino que en las pginas762ss, de su obra afirma rotundamente que, si no se le sale pronto alpaso, el sistema hoy imperante en Francia y Prusia no tardar endesencadenar sobre Europa el rgimen del ltigo ruso".

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    miembros estuvieran sometidos a una disciplina proletaria. Losmencheviques tenan un concepto distinto del partido, al que concebanen trminos de "masa", es decir, abierto a cuantos se pronunciaran afavor de sus principios (con lo que se exponan a la infiltracin en susfilas de todo tipo de oportunistas e inseguros). Sobre los mencheviques

    y, fundamentalmente, sobre Plejnov pesaba mucho el ejemplo de lasocialdemocracia alemana. A partir de 1905 y, con las promesas deapertura democrtica por parte del zarismo, los bolcheviquescensuraban a los mencheviques por estar dispuestos a aliarse con loscapitalistas en la consecucin y sostenimiento de un rgimendemocrtico burgus; no obstante, ambas facciones se unan en la luchacontra los "socialrevolucionarios" (herederos de los narodniki opopulistas agrarios).

    En el Congreso de 1903 se consum, pues, la escisin entrebolcheviques y mencheviques, con el ulterior triunfo, de todos conocido,

    de la lnea bolchevique (representada, fundamentalmente, por Lenin).

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    Cap t u lo 3

    EL PARTIDO DIRIGENTE DEL PROLETARIADO

    La misin histrica del proletariado consiste, pues, en romper todoentendimiento ideolgico con las otras clases y encontrar su ms claraconciencia de clase sobre la base de la especificidad de su situacin declase y de la autonoma de sus intereses clasistas de ella derivados. Tanslo de esta manera estar en condiciones de dirigir a todos losoprimidos y explotados de la sociedad burguesa en la lucha comncontra los dominadores econmicos y polticos. El fundamento objetivode este papel dirigente del proletariado no es otro que su lugar en elproceso capitalista de produccin.

    De todos modos, quien imagine que la verdadera conciencia de clase del

    proletariado, esa conciencia suya de clase que ha de capacitarle paraocupar el papel dirigente que le corresponde, puede nacer en l demanera progresiva y espontnea, sin tropiezos ni regresiones, como siel proletariado pudiera desarrollar ideolgicamente su misinrevolucionaria a partir tan slo de su posicin de clase, no est sinoaplicando de manera mecnica el marxismo y entregndose a unailusin de todo punto contraria a la verdad histrica.

    Los debates en torno a Bernstein1 han mostrado claramente laimposibilidad de una transformacin econmica del capitalismo ensocialismo. La contrapartida ideolgica de esta teora, sin embargo, ha

    subsistido inclume en el pensamiento de muchos revolucionariossinceros de Europa, sin haber sido reconocida siquiera como problema ypeligro. No es que los mejores de entre ellos hayan desconocidoplenamente la existencia y la importancia de este problema, que no sehayan dado cuenta de que la victoria definitiva del proletariado debeatravesar un largo camino, lleno de derrotas, siendo, adems,inevitables las regresiones -no slo materiales, sino tambinideolgicas- a estadios ya superados.

    Saban -por utilizar la formulacin de Rosa Luxemburgo- que, deacuerdo con sus premisas sociales, la revolucin proletaria "no poda

    llegar demasiado pronto" y, sin embargo, "tena necesariamente quellegar demasiado pronto" a efectos del sostenimiento y retencin delpoder (o sea, en el plano ideolgico). Por mucho que en estaperspectiva histrica acerca del camino que el proletariado debe recorrerpara alcanzar su liberacin se sustente tambin la creencia de que unaespontnea autoeducacin revolucionaria de las masas proletarias (poracciones de masas y las experiencias que de ello se derivan), apoyada

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    por una agitacin terica adecuada del partido, por propaganda, etc.,sea suficiente para garantizar la evolucin a estos efectos necesaria, nopor ello se ha conseguido superar el punto de vista de la espontneaentrega ideolgica del proletariado a su misin revolucionaria.

    Lenin fue el primer -y durante mucho tiempo nico- lder tericoimportante que se decidi a atacar este problema en su dimensinterica central y, en consecuencia, en su aspecto prctico msimportante: el de la organizacin. La polmica en torno al artculo 1 delos estatutos de la organizacin en el Congreso de Bruselas-Londres de1903 es conocida hoy por todos. Se trataba de dilucidar si poda sermiembro del partido todo aquel que lo apoyara y trabajara bajo sucontrol (como queran los mencheviques), o si resultaba indispensablepara ello la participacin en las organizaciones ilegales, la total entregaal trabajo del partido y la absoluta subordinacin a su disciplina -concebida del modo ms severo. Las otras cuestiones organizativas,

    como, por ejemplo, la centralizacin, no eran, en realidad, sinoconsecuencias objetivas y necesarias de esta toma inicial de posicin. Setrata, en definitiva, de una polmica reducible al antagonismo entre loscitados puntos de vista generales sobre la posibilidad, el probabledesarrollo, el carcter, etc., de la revolucin, aunque en aquella pocaera Lenin el nico en vislumbrar la interdependencia de todos estosfactores.

    El plan bolchevique de organizacin hace surgir de la masa ms omenos catica de la generalidad de la clase un grupo de revolucionariosconscientes del objeto de su lucha y dispuestos a cualquier sacrificio.

    Pero, no se corre as el peligro de que estos "revolucionariosprofesionales" se desgajen de la vida real de su clase y acabenconvirtindose, a raz de dicha separacin, en una secta o grupo deconspiradores? Acaso no es este plan de organizacin una simpleconsecuencia de ese "blanquismo", que los "agudos" revisionistaspretenden detectar incluso en Marx?

    No es posible investigar aqu lo errado de este reproche, incluso en loconcerniente al propio Blanqui. De todos modos, ni siquiera penetran enel ncleo mismo de la organizacin leninista, ya que segn Lenin, elgrupo de los revolucionarios profesionales no ha tenido un solomomento la visin de "hacer" la revolucin o arrastrar tras de s, graciasa su accin independiente y valerosa, a la masa inerte, ponindolafrente al fait accompli2 de la revolucin.

    La idea leninista de la organizacin presupone el hecho de la revolucin,de la actualidad de la revolucin. Si a los mencheviques les hubieraasistido la razn en su visin de la historia, si lo que nos hubiera

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    aguardado fuera una poca (relativamente) tranquila de prosperidad yextensin lenta y progresiva de la democracia, en la que los vestigiosfeudales hubieran sido barridos en los pases atrasados por el "pueblo",por las clases "progresistas", los grupos de revolucionarios habranterminado por perder toda agilidad, reducidos a sectas o simples crculos

    de propagandistas.

    El partido, en tanto que organizacin fuertemente centralizada de loselementos ms conscientes del proletariado -y slo de stos esconcebido como el instrumento de la lucha de clases en un periodorevolucionario. "No es posible separar mecnicamente las cuestionespolticas de las organizativas", deca Lenin, y quien apruebe o rechace laorganizacin bolchevique del partido, sin plantearse el problema de siestamos o no en la poca de la revolucin proletaria no ha entendidoabsolutamente nada de la esencia de la misma.

    Ahora bien, desde un ngulo totalmente opuesto podra surgir sin dudala siguiente objecin: dada la actualidad de la revolucin, unaorganizacin semejante ha de resultar forzosamente superflua. Quiz enla poca de paralizacin del movimiento revolucionario haya sido tilunir en una organizacin, a todos los revolucionarios profesionales.

    En los aos mismos de la revolucin, sin embargo, estando las masasprofundamente trastornadas, en un momento en el que slo en unosdas viven ms experiencias revolucionarias y maduran msrpidamente que ayer en decenios, en un momento en el que inclusosectores de esta clase normalmente alejados del movimiento

    revolucionario, a pesar de que ste afectara en lo ms profundo suspropios concretos intereses cotidianos, irrumpen en la escena de larevolucin, dicha organizacin parece intil y falta de sentido. Porquedesperdicia energas aprovechables y, cuando su influencia se extiende,paraliza el espontneo mpetu revolucionario de las masas.

    Es evidente que esta objecin nos lleva de nuevo al problema delautodesarrollo ideolgico del proletariado. El Manifiesto Comunistacaracteriza ntidamente el vnculo existente entre el partidorevolucionario del proletariado y la totalidad de la clase. Los comunistasnicamente se diferencian de los restantes partidos proletarios en dos

    puntos principales: por un lado, anteponen y subrayan en las diversasluchas nacionales de los proletarios los intereses que a todos ellos lesson comunes, independientemente de su nacionalidad, y, por otro, enlas diferentes fases que atraviesa la lucha entre proletarios y burgueses,representan siempre los intereses del movimiento proletario consideradoen su conjunto.

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    Los comunistas son, pues, prcticamente la fraccin ms resuelta yactiva de los partidos obreros de todos los pases y, tericamente,tienen sobre el resto del proletariado la ventaja de su clara visin de lascondiciones, de la marcha y de los resultados generales del movimientoproletario. Son -en otros trminos- la figura visible de la conciencia de

    clase del proletariado. Y el problema de su organizacin se decide deacuerdo con el modo como el proletariado alcanza en verdad estaconciencia de clase y la hace plenamente suya.

    Todo aquel que no niegue incondicionalmente la funcin revolucionariadel partido habr de reconocer por fuerza que esta apropiacin por partedel proletariado de su conciencia de clase no tiene lugar de maneraautomtica exclusivamente en virtud del proceso mismo de las fuerzaseconmicas de la produccin capitalista, ni por el simple crecimientoorgnico de la espontaneidad de las masas.

    La diferencia entre la concepcin leninista del partido y las otras radicaprincipalmente en su mucho ms profunda y consecuente captacin dela creciente diferenciacin econmica en el seno del proletariado(aparicin de una aristocracia obrera, etc), por un lado, y, en su visin,por otro, de la cooperacin revolucionaria del proletariado con las otrasclases en el marco de la nueva perspectiva histrica trazada. De todoello se deduce una importancia creciente del proletariado en lapreparacin y direccin de la revolucin, desprendindose de tal enconsecuencia tambin la funcin rectora del partido respecto de la claseobrera.

    El nacimiento y envergadura creciente de una aristocracia obreraequivale, desde este punto de vista, a un aumento progresivo de la(siempre presente, aunque relativa) divergencia entre los interesescotidianos de ciertas capas obreras y los verdaderos intereses de laclase considerada en su totalidad, divergencia que, por otra parte, vaendurecindose en el curso de este proceso. La evolucin capitalista,que en un principio nivel y unific de manera tan imponente a la claseobrera geogrficamente dividida, separada en corporacionescorrespondientes a los distintos oficios, etctera, da lugar ahora a unanueva diferenciacin. Diferenciacin entre cuyas consecuencias no figuranicamente el que el proletariado deje de enfrentarse con autnticaunanimidad a la burguesa.

    Hay que contar, adems, con el peligro de que en virtud de su crecienteascenso a un modo de vida pequeo burgus y su ocupacin de puestosen la burocracia de los sindicatos o del partido, a veces incluso en losmunicipios, etc., estas capas sociales obtengan -a pesar de oprecisamente por su ideologa aburguesada y su falta de conciencia

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    proletaria de clase- cierta superioridad en cuanto a cultura formal, rutinaadministrativa, etc., sobre las restantes capas proletarias, acabando porejercer as una influencia retrgrada sobre la totalidad de la clase. Dichode otra manera, que su influencia en las organizaciones del proletariadoayude a oscurecer la conciencia de clase de los obreros todos,

    encaminndolos a un acuerdo tcito con la burguesa.

    Contra este peligro no bastan la simple claridad terica, ni la agitacin ypropaganda propias de los grupos revolucionarios conscientes. Porquedurante mucho tiempo estos antagonismos de intereses no semanifiestan de forma verdaderamente clara para todos los obreros,hasta el punto de que, en ocasiones, incluso sus mismos representantesideolgicos no llegan a percibir que se han desviado del camino de laclase a que pertenecen. En efecto, dichas diferencias pueden quedarfcilmente ocultas a los ojos de los obreros, hasta el punto de que enocasiones incluso sus representantes ideolgicos no llegan a percibir que

    se han desviado del camino de la clase a que pertenecen, o tambinpueden quedar oculta bajo la mscara de "divergencias tericas deopinin", simples "diferencias tcticas", etc. Y el instinto revolucionariode los obreros, que a veces se descarga en grandes accionesespontneas de masas, es incapaz de mantener la conciencia de clase alnivel alcanzado por medio de la accin espontnea, conservndola comoun bien duradero para la clase obrera en su conjunto.

    La autonoma, en el dominio de la organizacin, de los elementosplenamente conscientes de la clase obrera resulta, aunque no fuera msque por esto, verdaderamente insoslayable. Ahora bien, el curso del

    razonamiento nos muestra que la forma leninista de organizacin estprofundamente vinculada a la previsin de inminencia de la revolucin.Porque nicamente en este contexto se revela la decisiva importancianegativa que puede, en realidad, tener toda desviacin del verdaderocamino de la clase obrera; nicamente en este contexto cabe medir laenorme trascendencia que para la clase obrera en su conjunto puedealcanzar toda decisin sobre problemas del momento, en apariencia depoca monta; nicamente en este contexto llega, en fin, a ser vital parael proletariado la materializacin ante sus ojos del pensamiento y de laaccin verdaderamente propios de su situacin de clase.

    Ahora bien, la actualidad de la revolucin no significa que laefervescencia de la sociedad, es decir, la descomposicin de sus v