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ARQUEOLOGÍA DEL MAR DE ANSENUZA: ACTUALIZACIÓN Y NUEVAS INVESTIGACIONES Carlos Alfredo Ferreyra (Coord.) Marta Bonofiglio Carlos Cerutti Mariana Fabra Museo Histórico Municipal “La Para” – 2013 TABLA DE CONTENIDOS: Presentación………………………………………………… Pág. Nº 1. Introducción………………………………………………… Pág. Nº 3. Ponencia de Marta Bonofiglio………………….…… Pág. Nº 6. Ponencia de Carlos Ceruti……………………..…….. Pág. Nº 38. Ponencia de Mariana Fabra…………………………. Pág. Nº 71. Conclusiones……………………………………………….. Pág. Nº 82. EQUIPO DE TRABAJO DE LA PRESENTE EDICIÓN: Autores: Marta Bonofiglio, Carlos Ceruti y Mariana Fabra Coordinación de la edición: Carlos Alfredo Ferreyra Desgrabación y transcripción: Anahí Folli AUTORIDADES MUNICIPALES 2013 Intendente Municipal: Carlos Martín Guzmán Secretario de Gobierno: José Víctor Piana

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ARQUEOLOGÍA DEL MAR DE

ANSENUZA:

ACTUALIZACIÓN Y NUEVAS

INVESTIGACIONES

Carlos Alfredo Ferreyra (Coord.) Marta Bonofiglio

Carlos Cerutti Mariana Fabra

Museo Histórico Municipal “La Para” – 2013

TABLA DE CONTENIDOS:

Presentación………………………………………………… Pág. Nº 1.

Introducción………………………………………………… Pág. Nº 3.

Ponencia de Marta Bonofiglio………………….…… Pág. Nº 6.

Ponencia de Carlos Ceruti……………………..…….. Pág. Nº 38.

Ponencia de Mariana Fabra…………………………. Pág. Nº 71.

Conclusiones……………………………………………….. Pág. Nº 82.

EQUIPO DE TRABAJO DE LA PRESENTE EDICIÓN:

Autores: Marta Bonofiglio, Carlos Ceruti y Mariana Fabra

Coordinación de la edición: Carlos Alfredo Ferreyra

Desgrabación y transcripción: Anahí Folli

AUTORIDADES MUNICIPALES 2013

Intendente Municipal: Carlos Martín Guzmán

Secretario de Gobierno: José Víctor Piana

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Página 1

PRESENTACIÓN

En mi carácter de Intendente Municipal de La Para, tengo el gusto de presentar este

volumen que reúne las ponencias llevadas a cabo por los arqueólogos Marta Bonofiglio,

Carlos Ceruti y Mariana Fabra en 2010, en un Panel de Actualización sobre Arqueología y

Antropología de la Región de Ansenuza organizado por el Museo Histórico Municipal y que

contó con el apoyo de la Universidad Nacional de Córdoba.

En evento se llevó a cabo en el marco de los festejos por el bicentenario de nuestra

patria y como preludio a las celebraciones del centenario de La Para.

Si bien dicho panel de actualización se desarrolló durante la anterior gestión municipal,

he decidido apoyar la presente publicación ya que es una manera de difundir la riqueza

arqueológica de la zona y contribuir a la difusión de la ciencia.

En los últimos años en Argentina se está haciendo una gran apuesta por la ciencia y se

está apoyando activamente a nuestros científicos, creemos que –humildemente desde esta

localidad- podemos también sumarnos a esos esfuerzos y apoyar las investigaciones que

desde hace varias décadas se desarrollan en la zona.

Quiero, como Intendente, que La Para se destaque en todos los ámbitos en que nos

sea posible desplegar al máximo nuestras capacidades y aptitudes tanto institucionales

como comunitarias, tanto individuales como colectivas, por eso es mi deseo que las

investigaciones científicas y sistemáticas del pasado aborigen de la región encuentren en

este pueblo y en este municipio un pivote en el cual proyectarse, porque sé que será para

beneficio de todos los parenses y para una mayor visibilización de la localidad.

La forma de vida y de adaptación de los pueblos originarios al entorno ambiental de la

Mar Chiquita o Mar de Ansenuza puede servirnos de punto de apoyo sobre los cuales pensar

el futuro desarrollo socioeconómico y el uso racional del ambiente que nos acoge. Ellos

supieron aprovechar la naturaleza viviendo con ella pero no viviendo de ella, quizás allí esté

la clave para repensar el paradigma liberal llamado “progreso”.

Quiero también agregar que en mi gestión hemos hecho grandes inversiones en

recuperación del patrimonio: ni bien asumimos, recuperamos el antiguo tanque para agua

del ferrocarril y nos adherimos a la Ley Provincial 10056 que declara de Interés Histórico

Provincial e Itinerario Cultural Ferroviario al antiguo ramal férreo que dio origen a nuestra

localidad, inmediatamente después rescatamos del olvido la antigua pileta del Nuevo Hotel

Savoy de Pablo Guglieri, la cual es hoy un lugar de recreación y disfrute popular; luego

pusimos manos a la obra en ampliar y mejorar el Museo Regional del Trabajo y proyectamos

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su integración a todo el entorno cultural del predio del ferrocarril; se repintaron las señales

ferroviarias, recuperamos el galpón sobreelevado conocido por los parenses como SUM y la

la Casa del jefe de Estación, iniciamos las gestiones ante los organismos nacionales para

conseguir uno de los históricos y gloriosos cochemotores que circulaban por estas vías y

como si esto fuera poco encaramos una obra gigantesca: la restauración completa y puesta

en valor del antiguo galpón cerealero de 60 metros de largo que se convertirá en breve en

Galpón Histórico Municipal, el cual fue decorado en su interior con imágenes históricas de La

Para cedidas por nuestro museo.

En fin, deseamos apoyar a los científicos que invierten desinteresadamente su tiempo

en investigar la región y queremos que este libro se difunda en todos los ámbitos educativos,

académicos y populares.

Esta publicación es también otra manera de apoyar a los directivos, personal y

voluntarios del Museo Histórico Municipal “La Para” que está pronto a cumplir sus primeros

25 años de vida en 2014.

Ahora a leer y a aprender sobre nuestros remotos antepasados ribereños!!!

Prof. Carlos Martín Guzmán Intendente Municipal

LA PARA

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Página 3

INTRODUCCIÓN

Por Carlos Alfredo Ferreyra1

El Museo Histórico Municipal “La Para” ha venido posicionándose en los últimos años

en el campo de la ciencia merced a decisiones estratégicas como fueron las de tener

convenios de trabajo en conjunto con entidades universitarias, la vinculación con

investigadores de todo el país a quienes les ofrecemos acceso a nuestras colecciones y la

designación de una arqueóloga profesional para coordinar las tareas de dicha área.

No obstante la historia de la arqueología en La Para es muy rica.

Todo comenzó hace más 30 años cuando el joven Eduardo Villarreal, curioso y

puntilloso estudioso local comenzó a recorrer los más recónditos parajes en las costas del

Mar de Ansenuza y de los ríos Suquía y Xanaes. Sus descubrimientos –primero casuales y

luego más sistemáticos- le permitieron conformar una colección de piezas arqueológicas que

fueron exhibidas en 1986 en una muestra de objetos antiguos que se organizó con motivo de

las Bodas de Diamante del pueblo de La Para.

Posteriormente, esa misma colección ocupó una de las salas del viejo Museo Municipal

“La Para”, inaugurado en 1989 en la antigua casa del guardabarreras del ferrocarril. Claro, la

colección fue creciendo, se convirtió en una sección importante del museo y en 1994 cuando

la entidad es trasladada a su actual sede (el edifico de pasajeros de Estación La Para) y fue

redesignado como Museo Histórico Municipal “La Para” también se le dotó de una gran sala

con nuevas vitrinas y mejoras en la gráfica y la iluminación.

Desde entonces esa sección del museo siguió creciendo ya no por el esfuerzo

individual de Eduardo Villarreal sino por la conformación de un equipo de trabajo en

arqueología coordinado por Marta Bonofiglio y que trabaja con conjunto con la cátedra de

Prehistoria y Arqueología de la Universidad Nacional de Córdoba y con el Museo de

Antropología de dicha casa de altos estudios.

Hasta allí la historia… Pero esto también cuanta con una “prehistoria”.

“… me contó el viejo Moreno que vio a los últimos indios que

vivían en la mar, en la zona de “El Silencio”, esa que está atrás de la

Mar Nueva (hoy Laguna del Plata). Me dijo que se arrimó a verlos.

1 Licenciado en Historia, Máster en Museología, Diplomado en Gestión Cultural, Patrimonio y Turismo. Director del Museo Histórico Municipal “La Para”.

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Estaban templando las puntas de unas lanzas, las habían hecho con el

corazón de la raíz del algarrobo: calentaban la punta en el fuego,

luego la untaban con grasa caliente y la iban golpeando todo

alrededor con otro palo más chico, repetían esto varias veces, así es

como endurecían las puntas, también me dijo que tenían el pelomuy

grueso como si fueran cerdas…”

Según Villarreal este fue el primer comentario que escuchó sobre los pueblos

originarios de nuestra zona, “me lo relató don “Nino” Rodolfi un italiano solterón de

profesión talabartero en cuya casa taller yo otros niños de la cuadra pasábamos gran parte

de nuestra infancia, jugando y escuchando sus historias”.

Desde su más temprana adolescencia y hasta hoy perdura en Eduardo Villarreal la

curiosidad por conocer las respuestas a las que parecían ser tan elementales preguntas de

niño ¿Qué comían? ¿Cómo eran? ¿Cómo era su indumentaria? ¿Sus viviendas? ¿Sufrían,

amaban?

“Y otras tantas que vienen a mi mente al sólo hecho de tomar

entre mis manos un artefacto de piedra o un fragmento de cerámica;

pero en la soledad de mis primeros años como coleccionista de

objetos aborígenes eran sólo respuestas imaginarias, las respuestas

reales comienzan a llegar después de muchos años de espera, es

cuando el museo local se hace cargo de coordinar las tareas de

búsqueda, rescate y estudio científico de lo recuperado en las playas y

barrancas de nuestra Mar Chiquita”

Este relato de Eduardo Villarreal es la primera vez que lo publicamos y para nosotros

es un orgullo poder entregar al lector las palabras del más entusiasta estudioso de los restos

arqueológicos de nuestra zona, sobre todo sus deseos de que alguna vez sus

descubrimientos sirvieran a la ciencia.

Pero también es muy importante publicar ese testimonio etnohistórico de quienes

habrían conocido personalmente a los últimos aborígenes que poblaron la zona, nos

referimos la relato de Moreno contado por Rodolfi y rescatado por Villarreal.

Cuenta Villarreal que cuando era joven y seguía visitando al “tano” Rodolfi este les

decía que en Italia cuando aparecía alguna punta de flecha o un fragmento de cerámica

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durante la construcción de una obra pública, la misma era detenida para que los

arqueólogos recuperaran los materiales y luego de su trabajo recién allí podía continuar la

obra. Claro, esto para nosotros hoy resulta básico y mucho se ha avanzado en los últimos

años en el reconocimiento de la herencia material de los pueblos y en el trabajo profesional

de los arqueólogos en Argentina, pero cuando Villarreal era un jovencito que vivía en un

anodino pueblo del interior de Córdoba, las palabras “descubrimiento” y “arqueólogos” eran

sinónimos de “aventura” y de “nuevos conocimientos”. Su inquietud y curiosidad le llevaron

a escudriñar las entrañas de nuestra región, conformar una rica colección y ante la primera

oportunidad donarla completamente para que sea de dominio público y se ponga al servicio

de la ciencia.

Muchas décadas han pasado desde que Villarreal comenzó sus “aventuras”, mucho a

avanzado el museo de La Para, mucho a evolucionado las ciencias arqueológicas y

antropológicas con la incorporación de nuevas tecnologías y nuevos paradigmas explicativos,

mucha gente se ha sumado al equipo del museo, pero se mantiene incólume nuestro

agradecimiento a aquel pionero de la arqueología de La Para como lo es Eduardo Villarreal.

No quería dejar pasar esta oportunidad para agradecer también al equipo de

arqueología del Museo Histórico Municipal “La Para”, a la Municipalidad de La Para, a los

profesionales que nos acompañan y a todos los parenses que apuestan día a día por el

crecimiento de museo, porque al fin y al cabo, como dijo Borges: “somos nuestra memoria,

somos ese montón de espejos rotos”.

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ESTADO ACTUAL DE LAS INVESTIGACIONES

EN MAR CHIQUITA

Exposición de Marta Bonofiglio

Arqueóloga

Buenas Tardes, es un placer estar en La Para exponiendo sobre nuestras investigaciones y

contribuyendo a la ciencia; y más me alegra ver a tanta gente, a docentes y vecinos

interesados por nuestro pasado aborigen.

Nuestro exposición intenta contribuir al conocimiento de las sociedades prehispánicas que

habitaron la Mar Chiquita, y transmitir a los pobladores de La Para y su región, los

resultados obtenidos hasta este momento en los trabajos de investigación arqueológica.

En ellos han intervenido, además de arqueólogos profesionales, los miembros del equipo de

investigación: José Luis Giraudo, Néstor Cocco, Eduardo Villareal, Luis María Cerda, Ulises

Carrara, Angélica Montoya, a quienes debemos agradecer su continua labor de

reconocimiento de los sitios y de protección del Patrimonio

La Laguna una de las más grandes de América ; ocupa una depresión, una fosa ubicada en la

región nororiental de la Provincia, cuya conformación morfológica corresponde a las

planicies. Hacia el Oeste, el bordo o Altos de Morteros, configura un contrafuerte que la

separa de la región llana que comprende el Norte de Santa Fe. Al Sur, el cordón barrancoso

cercano a La Para constituye otro límite, formado además por grandes playas y en el que se

observa una laguna satélite, la laguna del Plata, separada en épocas de sequía del gran

espejo de agua En esta margen sur desembocan los ríos Suquía y Xanaes, los que aportan su

caudal de agua dulce.

En el oeste las lomadas descienden hasta integrar los bañados y bajíos que forma hacia el

Norte el Río Dulce. La laguna recibe además, los afluentes de los ríos subterráneos,

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Página 7

importante fuente de su volumen. La diversidad y complejidad ecológica ha contribuido a su

consideración como sitio Ramsar, es decir, un área de reserva.

Hoy sabemos que las riberas de la laguna fueron pobladas por grupos sociales, que a través

del tiempo debieron adaptarse a condiciones variables. El abordaje de estos estudios desde

la Arqueología del Paisaje nos permitirá entender cómo éste es una consecuencia de la

interacción entre la sociedad y sus concepciones y el ambiente (Criado, 1993). Uno de

nuestros objetivos es definir el o los sistemas de asentamiento que son la expresión de la

construcción del paisaje, en conjunto con los sistemas de subsistencia, tecnología, creencias.

(Criado, 1993).

El territorio seleccionado en el proyecto es amplio y abarca dos subregiones: La laguna de la

Mar Chiquita al Sur, los humedales del Río Dulce al Norte y los Altos de Morteros. Los

mayores cambios se han producido en la segunda mitad del Siglo XX obligando a los

geógrafos a cambiar la cartografía para adaptarla a la realidad de las formaciones

naturales.

Estas variaron de acuerdo a la alternancia de climas secos y húmedos. A fines del

Pleistoceno, el clima cambia a húmedo y templado; la laguna se expande y las condiciones

de vida son más favorables Hacia el 3000 un clima cálido y seco causa la disminución de los

caudales, cambios en los suelos, dunas costeras, pantanos como residuo de la disminución

del volumen lacustre. Las poblaciones debieron entonces adaptarse a estos cambios y

seleccionar lugares de habitación más favorables

Muchos de los sitios estudiados antes de este fenómeno (Frenguelli y Aparicio, 1932;

Aparicio, 1941; Oliva, 1947; Montes, 1960) hoy resultan inaccesibles, la mayoría está bajo las

aguas de la laguna, o incluidos en los bañados.

Esta observación actual nos lleva a considerar las diferencias que muestra el paisaje

arqueológico, las variabilidades en el uso de los suelos, cuyas características difieren desde

el punto de vista de la disponibilidad de recursos. Las poblaciones humanas ocuparon

ambientes diversos: sectores isleños, espacios vecinos a los ríos barrancas, terrazas, muchos

de los cuales hoy no son reconocibles.

Nos preguntamos como reaccionaron las viejas comunidades aborígenes a estos desafíos

provocados por el cambio climático. Observamos en los documentos de los siglos XIX, en las

fotografías satelitales del siglo XX, los montes, muy cerca de las costas, la reducida extensión

de la laguna, separada claramente de la Laguna de los Porongos, la Laguna del Plata, aislada.

Ecológicamente, el panorama, desde 1979 es otro, tanto por la composición de los recursos

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factibles de ser utilizados, como por el sistema de relaciones que pudieron encarar las

sociedades

Nuestros interrogantes tienen que ver con la manera en que se realizó la interacción entre

las comunidades y el ambiente, o sea, su forma de intervenir en el espacio, la relación entre

los pueblos que habitaron el área, la jerarquización de los lugares, la determinación de áreas

de ocupación doméstica o no, la inclusión en ellas de entierros, etc., de modo de reconocer

la construcción de representaciones de distinto tipo, entre ellas, las simbólicas.

Las características del ambiente de la laguna, permiten definir diversas morfologías de

emplazamientos, de acuerdo a la disponibilidad de áreas no inundables y a la presencia de

recursos críticos, como el agua, las posibilidades de caza y recolección, obtención de

materias primas. Esas condiciones fueron tenidas en cuenta por los grupos humanos para

seleccionar los usos del territorio.

En este tipo de espacios es donde ubicamos los sitios primarios, o sea aquellos donde las

evidencias arqueológicas están en el lugar en que fueron abandonadas por sus productores y

usuarios. Distinguimos de los secundarios, resultado de la dinámica de la laguna, que

trasporta los restos desde su depósito original, hoy sumergido, hasta las costas

Este proceso de formación de sitio fue uno de las causas por las que ha entrado en discusión

el fechado del “Hombre fósil de Miramar”.( Montes1960) En su momento se consideró un

hallazgo fundamental: definía una antigüedad de aproximadamente 13.000 años. Los restos

humanos estaban acompañados de huesos de animales pertenecientes a la fauna extinta

(que habitó la región durante el Pleistoceno y comienzos del Holoceno), Montes distinguió

equus, sp. gliptodón y mastodón. Este estudio fue distinguido por Universidades e

investigadores a nivel mundial. Hoy pensamos que debe revisarse, si bien entonces se pensó

en la contemporaneidad del conjunto, no sabemos si el depósito estudiado se formó en una

etapa determinada o si es producto de la dinámica de la laguna.

El estudio de Montes sigue siendo de trascendental importancia, sería necesario someterlo a

nuevas pruebas, con tecnología actual para confirmar las conclusiones a las que llegaron los

científicos hace más de 50 años. Otros métodos actualizados podrían contrastar o

complementar los resultados obtenidos por los investigadores a partir de la utilización del

método del Flúor.

El hallazgo al que hemos hecho referencia nos lleva a plantearnos el problema de la

presencia en la zona lacustre de cazadores recolectores, grupos móviles, de economía

depredadora que han sido fechados mediante estudios de Carbono 14 en distintos sectores

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de la región. Según investigaciones recientes, podemos asegurar que hace 12000 años a C

poblaciones de escasa densidad y gran movilidad habitaron la Pampa y la Patagonia, algunas

de las cuales han convivido con la fauna extinta.

En Córdoba se ha constatado la presencia de de estos antiguos cazadores en el abrigo

rocoso denominado Alto 3; Este sitio (Rivero 2008), se ubica en las Sierras Grandes, en un

abrigo rocoso a 1650 metros sobre el nivel del mar El autor mencionado ha detectado

sucesivas ocupaciones desde la transición Pleistoceno- Holoceno hasta la llegada de los

españoles.

Las más antiguas se ubican en el 11.000 a C. Corresponden a artefactos líticos, desechos de

talla, lo que nos indica la posibilidad del uso del abrigo como un sitio - campamento de caza

Esta es una de las escasas evidencias que provienen de un contexto estratificado.

Correspondientes a la misma época hay otros hallazgos; se trata de piezas de recolección

superficial -punta cola de pescado- (Rivero 2010) Esta pieza, recuperada en la zona del

embalse de Rio III, corresponde a una morfología empleada por cazadores- recolectores en

Sud América, hace 11.000 años y otros dos ejemplares en sitio Estancia La Suiza, Sierra de

San Luis (Laguens et al, 2007).

Un desafío importante es el que hace a dilucidar las zonas de acceso a nuestro territorio de

estos cazadores que vivieron entre el Pleistoceno y el Holoceno. Por mucho tiempo, los

investigadores pensaron que la vía más posible era la de los Andes, ya que numerosos

hallazgos testificaban esta hipótesis. Actualmente se propone otro modelo de poblamiento,

no excluyente, quizá más antiguo, según el cual los grupos se habrían desplazado sobre el

piedemonte oriental de los Andes, recorriendo la cuenca del Amazonas y el Mato Grosso,

luego descendiendo por el Paraná ocuparon espacios pampeanos y patagónicos (Anderson,

D.G. y J.C. Guillman, 2000)

Es posible que esa vía haya sido la que siguieron los primitivos habitantes de la Laguna.

Lamentablemente, no hemos encontrado los lugares de campamento de estos grupos

milenarios. Muchos factores lo explican: es difícil individualizar los restos que dejaron estas

pequeñas sociedades miles de años atrás, Llevarían consigo escasos elementos, sólo los más

fáciles de transportar; establecían sus campamentos por temporadas más o menos cortas, lo

que impedía la formación de basurales o zonas de desecho, material fundamental para el

trabajo del arqueólogo

En las costas del Mar de Ansenuza se hallaron otros tipos de instrumentos: puntas de lanza

que llamamos “lanceoladas”, cuyo contorno se semeja a una hoja de laurel, en general, de

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cuarzo y cuarcita Son las que Rex González llamó Ayampitin, atribuyéndoles, mediante

estudios de C14, en la excavaciones de Inti Huasi (San Luis) una antigüedad de 8000 años

(González, 1960)

Pueden observarse en las vitrinas del museo: tienen entre 6 y 10cm de largo, indican que

pertenecen a instrumentos compuestos: la punta y el mango en el que va inserta, sostenida

por tientos. Hay también cuchillos, lascas; pocos elementos para que podamos hablar de

cazadores ocupando la región lacustre, solo algunas huellas, que hacen más apasionante la

búsqueda de estas gentes que eligieron la Mar para vivir y donde dejaron la marca de sus

progresos

El paisaje cambió según los pulsos de sequías e inundaciones. Un testimonio de hoy son las

“islas” como la de El Mistolar que en años atrás era parte de la tierra firme, un lugar de

explotación maderera, a la cual arribaban camiones, automóviles, sulkis, hoy necesitamos

recursos como embarcaciones para llegar a sus costas. Esos espacios fueron ocupados por

grupos numerosos de población, lo que prueba la cantidad y variedad de sus hallazgos.

Por eso los estudios que se realizan deben considerar estas modificaciones y la remoción

que han causado los movimientos del agua, las que han depositado evidencias arqueológicas

en las costas y en especial en las barrancas, también resultado de dicha dinámica

Nuestro plan de trabajo se organiza en dos etapas, a escala macro. La primera de ellas

abarca geográficamente las costas sur y este de la laguna. La segunda, la región de los

bañados del Río Dulce y de los Altos de Morteros

Consiste en los siguientes momentos:

a) un plan de prospecciones en los distintos ambientes de las márgenes

oeste, y sur de la Laguna (playas, desembocadura del río Suquía, espacio deltaico de

la desembocadura del Xanaes, Laguna del Plata, barrancas costeras, albardones,

sitios monticulares, islas)

b) excavaciones (sondeos y excavaciones más amplias, en área abierta)

en los lugares que se determinarán según el resultado de las prospecciones. Se utiliza

el método Harris (1979)

Los objetivos de estos estudios son los siguientes:

a) relevar la mayoría de datos posibles que documenten la presencia aborigen en los

espacios o geoformas a los que hemos hecho referencia. Para ello tendremos especialmente

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en cuenta las características y dinámicas de la formación del sitio (Primario o Secundario,

Shiffer, 1978)

b) confeccionar el inventario arqueológico de la región, (mapeos, etc.) necesario para

abordar la construcción cultural del paisaje.

c) aportar datos que colaboren a la definición del patrón de asentamiento o patrones,

definidos a través del tiempo y al uso del espacio

d) Determinar la existencia de recursos básicos como el agua, por lo que las prospecciones

tendrán carácter regional, a fin de aproximarnos a la construcción, de paisajes culturales.

e) el mapeo incluye la definición del estado actual de los terrenos, en cuanto a

demarcaciones catastrales (anteriores y posteriores a 1979), el uso del suelo, los tipos de

vegetación, elementos que colaborarán al propósito de la reconstrucción del paisaje

prehispánico y contemporáneo

f) la conservación y difusión del patrimonio arqueológico regional a través de las acciones del

Museo

Las excavaciones se realizan en los sitios, que, de acuerdo con las prospecciones indiquen

posibilidad de aportar información que responda a nuestros objetivos e hipótesis

Exponemos brevemente los resultados que estamos obteniendo. Aclaramos que estos sitios

analizados corresponden al período aldeano, es decir, productores de alimentos, ceramistas,

comunidades con alguna organización y una importante movilidad que les permitía el uso de

materias primas exógenas:

Laguna del Plata: el perímetro de la laguna aloja miles de fragmentos de cerámica,

instrumentos de piedra y hueso, valvas de caracoles con modificaciones antrópicas. Los sitios

con mayor proporción de restos son: Playa Grande, La Loma, La Playa, Playa Norte, sitio

Camping, sitio Mare, el Diquecito (Fabra, 2008)

Estas localizaciones corresponden en algunos casos a sitios primarios o secundarios. Entre

los primeros mencionamos El Diquecito, en estudio, en las barrrancas costeras, definidos

según Fabra como un sitio al aire libre, con restos arqueológicos como cerámica, lítico,

estructuras circulares (hornitos o botijas). La concentración de materiales se encuentra en

una franja de 100 ms, entre la línea de costas y la barranca. Se estudió un grupo de

esqueletos inhumados con prácticas mortuorias diversas, asociados directamente a puntas

óseas. Es posible que los hallazgos se relacionen, según la autora mencionada, a unidades de

vivienda.

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Playa Grande

Es un sitio a cielo abierto, conformado aproximadamente por una franja paralela a las

riberas que se encuentra en el extremo NO de la Laguna del Plata. Nuestra hipótesis es que

parte del sitio se extiende bajo las aguas que hoy inundan la costa. La gran cantidad y calidad

de objetos recuperados en las prospecciones y por el dueño del terreno, Sr. Trucco, nos

hacen pensar en unidades domésticas pertenecientes a un grupo con cierta organización

social, en pleno proceso de intensificación productiva, con rasgos que definen elementos de

simbolismo. Se han localizado surgentes de agua dulce

Playa Norte

Se trata de un sitio secundario, con abundantes restos que el agua ha depositado e insertado

en las costas de la laguna. Debe corresponderse a un establecimiento de gran tamaño,

sumergido, por la variedad de objetos recuperados entre los que hay diversas tecnologías

cerámicas, entre ellas, variedades de impresiones de redes y cestas

Campo Mare

Comprende tres secciones demarcadas para su estudio con similares características: Los

movimientos de la laguna han provocado depósitos secundarios en los perfiles barrancosos,

como así también el continuo aporte de fragmentos sobre las costas. En Campo Mare se

localizaron esqueletos en posición genupectral (Eduardo Villarreal) Si bien afectados por el

agua la conservación de la posición revelaría que corresponden a un hallazgo “in sito” La

cerámica está integrada por vasijas globulares grandes y pequeñas, vasos, platos, estatuillas ,

miniaturas, objetos de hueso; caracoles con agujeros de suspensión, cuentas de collar;

conanas, morteros y sus manos, hachas, palos cavadores, bolas arrojadizas, puntas de

proyectil. Hipotetizamos que el yacimiento sumergido debe estar cercano a las costas.

Se han localizado restos de fauna extinta (Gliptodon y Mastodon).

Sitio Camping Municipal “Bahía de Ansenuza”

Comparte las particularidades descriptas para el yacimiento precedente, Agregamos el

hallazgo de un búho practicado en un hueso de bágrido y un vaso hueco correspondiente a

similar representación.

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La Laguna del Plata ocupó una posición independiente con respecto a la Mar Chiquita en

épocas en que ésta alcanzaba un volumen menor. La presencia además de surgentes de

agua dulce, y de montes debieron garantizar la subsistencia en las márgenes de esta laguna

satélite, en la cual, las producciones aborígenes alcanzaron cierta complejidad. La ocupación

de la región está documentada (Laguens, 2008; Fabra 2008) por fechados radiocarbónicos:

Costa Este de la Laguna del Plata: (3805-20 14 c años AP), Colonia Müller (1585_15 14 c

años APP) y Orihuela (1045-15 14 c años AP)

Desembocadura del Suquía

El Río Primero o Suquía desemboca en la Laguna del Plata a través de los brazos Viejo y

Nuevo, éste comenzó a llevar un mayor caudal de agua, a fines del siglo XIX.

Se reconoce un viejo aparato deltaico sumergido en la desembocadura. Las prospecciones

en ambos brazos dieron por resultados numerosos sitios arqueológicos, distribuidos en

forma sucesiva en estos brazos. No hemos podido determinar la extensión de los mismos,

dado que parte de estos brazos están sumergidos actualmente por el mayor caudal del Río

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Los objetos recuperados son fragmentos de cerámica, pequeños y material lítico En un pozo

de sondeo de 50cm de lado, por 25cm de espesor, recuperamos el mismo tipo de material, a

esa profundidad afectado por el agua. Los fragmentos presentan buenas cocciones, un color

rojo más oscuro y las decoraciones guardan similitud con las de las Sierras de Córdoba.

Posiblemente fueron ocupados durante uno de los pulsos más secos..

Otro brazo viejo, cercano a la localidad de La Para, vecino a la cantera La Montaraza, hacia

el Noroeste, aporta materiales arqueológicos, en especial, de piedra (hachas, bolas

arrojadizas).

Este cauce hoy se encuentra desactivado, se identifica en las fotografías satelitales.

Campo La Fortuna

Corresponde a espacios de montes y dunas vecinos a la costa. Se han recuperado objetos de

cerámica, hueso, piedra, conchas (propias de la laguna y alóctonas). Hay evidencias de una

población numerosa, así como lo son las variantes estilísticas: incisas con triángulos llenos de

puntos, con impresiones de redes y cestas, con surco rítmico, pintadas. En la loma de La

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Fortuna se han identificado estatuillas antropomorfas y elementos relacionados con las

producciones serranas.

Desembocadura del Xanaes

El Xanaes desemboca a través del canal de Plujunta (dragado en 1925), por lo cual muchos

canales menores, entre ellos el Saladillo están desactivados. Una serie de paleocauces, así

como la antigua formación deltaica estás inundados. Estos espacios debieron ser ocupados

por los grupos aborígenes, dados los restos identificados, también lo fueron los ámbitos

lacustres del inicio de la Cuenca Baja (Villa Concepción del Tío), donde se han recuperado

abundantes restos de fauna extinta (scelirodonte, gliptodón). El Museo de Marull custodia

parte de estos objetos

Tomada de :

http://www.efn.uncor.edu/departamentos/GeoBas/materias/hidrologiageneral/Hidrologiageneral.htm

Miramar

El Museo de Miramar desarrolla, actividades de investigación extendidas en el espacio de su

jurisdicción, y en la Isla de Orihuela, las que han obtenido interesantes resultados.

Altos de Chipión

Desde esta localidad iniciamos una serie de prospecciones siguiendo el curso del Saladillo

hasta las costas de la Mar, Verificamos la presencia de numerosos restos, los que sumados a

los procedentes de recolectores locales, conforman una importante colección, que

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resguarda el Museo, con características similares a las descriptas, entre ellas cerámicas

excisas. También se identificaron restos de fauna extinta.

La Loma Alta

Seleccionamos el sector noroeste de la laguna para realizar las intervenciones arqueológicas

debido a las características del entorno y a la importancia de las evidencias recuperadas

En cuanto al emplazamiento, el sitio está ubicado en las costas elevadas, cubiertas de

monte, no alcanzado por las cotas altas de la inundación. .Este espacio corresponde a

condiciones originales de abandono. Forma parte de un espacio mayor, en parte sumergido

El espacio actual corresponde al monte espinoso, a la formación Chaqueña abundante en

recursos vegetales y faunísticos, quebracho, algarrobo, tala, mistol, pajonales. Y una fauna

rica en mamíferos, aves, reptiles, ofidios, peces., crustáceos.

El cambio verificado en el paisaje se encuentra documentado en la monografía 4-E II 609

(1955) del Instituto Geográfico Militar (actualmente Instituto Geográfico Nacional); en ella se

observa la distancia desde la costa de la Mar y la ubicación del punto trigonométrico en el

sitio denominado Los Médanos, entonces en tierra firme, hoy ocupado por la laguna. Según

Piovano la laguna nunca alcanzó los niveles de crecimiento que viene manteniendo en los

últimos años (hasta el 2003). Esos estudios hechos en base a información sedimentaria,

composición isotópica de los carbonatos y de la materia orgánica, permitieron reconstruir la

historia de la laguna en un período superior a los 13.000 años, lo que ha evidenciado que, a

través del tiempo hubo fluctuaciones; continuadas en el Holoceno, hasta los 4200 años

cuando comienza un período de sequías que se prolongaron hasta el último cuarto del siglo

XX.

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Las poblaciones que analizamos debieron desempeñarse en estas condiciones, dado que los

terrenos ocupados estaban fuera de circunstancias de inundación. Las mismas se debieron

abastecer de recursos altamente predecibles, entre ellos el agua, ya que se comprobó la

presencia de surgentes de agua dulce (IGM).

Agregamos la evidencia del consumo de maíz, presentes en el sitio mediante silito fitolitos

afines a Zea Mays, representados por los morfotipos Wavy top Rondel (Informe de Laura

López).

El Conjunto de evidencias recuperadas en los pozos de sondeo, excavación del perfil y la

recolección superficial, indican una importante producción alfarera, lítica y ósea, además de

industria malacológica.

Nos proponemos reconstruir el paisaje habitado, reconocer las áreas en las que se han

realizado las actividades sociales (artefactos, estructuras de combustión), así como

reconocer redes de movilidad que contribuyeron a las adaptaciones y usos diversos del

territorio

Los hallazgos de la Loma Alta y su ubicación en las barrancas que borden la laguna, nos

ubican en un momento tardío, en 100 años antes de la llegada de los españoles

aproximadamente. Reconocemos indicadores de intensificación, cuyo inicio debió

producirse hacia el 3000 cuando se comenzaron a dar las situaciones favorables en el clima,

que incidieron en las relaciones entre las sociedades y el ambiente.

Si bien el término intensificación se refiere en principio al aumento en la productividad

agrícola, por una unidad de terreno fija, lo aplicamos como parte de un proceso que

manifiesta incremento en el trabajo, en el valor de los productos. Se trata de fenómenos

complejos e interrelacionados: el uso de la cerámica cambió el modo de cocer los alimentos

y trajo nuevas formas de prepararlos, pero también opciones en la recolección, producción

y tratamiento lo que a su vez, impulsó a adaptar los recipientes a usos distintos. Los mismos

contenedores sirvieron para hervir los huesos y ablandarlos y de este modo darles formas

apropiadas con menos trabajo y mayor eficiencia.

El hallazgo de piezas enteras o casi enteras nos permitió corroborar las formas y verificar la

existencia de otras, adaptadas a diferentes usos.

Cuando describimos un objeto, no lo hacemos pensando en sus elementos constitutivos,

como un modelo estático, sino como un reflejo del modo de actuar, sentir, pensar, de sus

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productores. Detrás de ellos se esconden sucesos, programas de trabajo, etapas de un

proceso, soluciones a problemas de todos los días

La variedad de formas, tamaños y posibles funciones son indicadores de intensificación; lo

que implica fuerza de trabajo de artesanos especializados, mayor dedicación de tiempo,

inversión de energías para fines prefijados. Pero también este concepto hace a las formas de

vida, a las costumbres, a la manera de alimentarse, de cocinar, de repartir los alimentos, de

mostrarlos.

En los productos cerámicos de La Loma Alta notamos selecciones de las arcillas que

conformaron las pastas, en general de buena calidad, con agregados de arenas finas, tiestos

molidos, vegetales. Es muy posible que el proceso completo se haya realizado en el lugar, ya

que hemos recuperado masa de arcilla con muestras de haber sido trabajada manualmente,

con huellas de incisiones, aparecen algunos restos carbonosos que provienen de la

combustión de materiales orgánicos; siempre predomina la matriz sobre los desgrasantes o

inclusiones Estos y otros aspectos los hemos estudiado analizando la composición de las

arcillas usadas , la textura de la pasta y sus combinaciones mediante la realización de cortes

delgados. Una masa de arcilla cocida, estaba relacionada con una estructura de combustión,

un hornito, vecino a un fogón cuyo carbón analizamos con el resultado de 1300 años DC

(Carbono 14)

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Los contenedores debieron servir para diferentes propósitos, los más comunes son los

relacionados con la comida. Intentamos reconocer estos objetos, sus usos y funciones.

Según Leroi Gourhan (1989) los grupos humanos han desarrollado como mínimo 3 o 4

objetos deferentes, para comer, beber, tratar el alimento (cucharas, cuchillos)

Un artefacto para cocinar al fuego, necesita un contorno redondeado Para distribuir el calor

internamente, al mismo tiempo que dicha conformación evite el daño térmico

Reconocemos contenedores de bocas anchas (no restringidas), abiertas, que permiten

introducir los elementos que se van a cocinar, modificar su posición, agregarle líquidos..

Recuperamos distintos tipos de ollas, en algunas de las cuales se conservaron restos de

materia grasa que aún están en estudio: una de ellas conservaba fitolitos de Zea Mays,

(como lo citamos en párrafos anteriores); con asas, sin ellas; con o sin agujeros de

suspensión. Están alisadas en el interior, lo que facilita su impermeabilización. Es decir en

estos contenedores se cocinaron pucheros y guisos, alimentos hervidos con mayor o menor

contenido graso.

La materia prima es abundante en el monte chaqueño: cérvidos, camélidos, coipos, aves,

nutrias , peces, semillas de algarrobo y chañar, con las que se preparaban harinas materia

prima de panes como el patay; también comerían otros vegetales que hoy casi no usamos;

papa del aire o tasi, totora, ajíes nativos..

Hay cántaros, vasos, botellones empleados para contener líquidos, conservarlos, servir, etc.

Las fuentes constituyen uno de los elementos característicos de la producción regional. Son

recipientes redondeados de entre 25 y 30cm de diámetro, de paredes divergentes,

predominantemente circulares, con bocas anchas, bordes ondeados. La hay de diferentes

formas: perfiles en ángulos rectos u obtusos.

Muestran variadas decoraciones: pintura roja en bandas o lisas incisiones simples o

complejas formando guardas, en surco rítmico. Es evidente que no se han sometido al fuego,

sus superficies externas están limpias de hollín.

Estos objetos son importantes en cuanto a su manufactura, pero especialmente porque sus

funciones implican otro tratamiento de la vajilla relacionados con la alimentación. El

artefacto ha sido preparado para exhibir, mostrar, destacar los productos que contiene. Esta

observación implica condiciones, costumbres, modos de vida, modalidades culturales.

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Los pucos, de base troncocónica o redondeada, o sea que no apoyan autónomamente,

pudieron servir para repartir porciones individuales, sostenerse en la mano o depositarlos en

la arena u otro soporte

Las cucharas de distinto tamaño completan por ahora este conjunto de artefactos de uso

cotidiano.

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Y nos plantean nuevos problemas: Qué lugar ocupaban dentro de la vivienda? Donde se

apoyaban? Cómo objetos frágiles, que requerían esfuerzo de producción, debieron cuidarse

¿cuáles fueron las condiciones de abandono? Debemos continuar con las excavaciones para

obtener nuevas respuestas

Otros elementos de importancia son los relacionados con la industria textil: torteros que

indican la actividad del hilado de fibras de distinto tipo, algunos de los cuales vemos

impresos en las vasijas de cerámica.

Las técnicas textiles son variadas. Se conservan sólo las impresiones que observamos en los

recipientes cerámicos, en especial, en la parte interna de los mismos, quizá empleados para

dar una textura especial al interior de las vasijas.

Nuestra hipótesis es que las mallas se tejieron para fines específicos como la pesca;

asumiendo la forma de redes o salabardos, también para construir bolsas u otro tipo de

prendas y que fueron posteriormente reutilizadas para otorgar características determinadas

a los contenedores o para aportar agregados estéticos a las piezas.

Los hilos pudieron conformarse con fibras vegetales, palo borracho, pajas o lanas de

camélidos. Según Parodi, el algodón en la Argentina es originario del área subtropical, de la

región Chaco Paraguaya y Litoral, por lo que no sería imposible su conocimiento y uso en

nuestra región

No hemos identificado evidencias directas del uso de peces en la alimentación, lo que puede

deberse a las dificultades de conservación, dadas las características del depósito. Sabemos

que en los lugares donde hay agua dulce prosperan especies como los bágridos y las

mojarras denominadas actina cordobae, consideradas comestibles

La fauna ictícola tiene un carácter marcadamente paranaense, tal vez como consecuencia de

las antiguas conexiones que existieron entre los tributarios de La Mar Chiquita y el Paraná.

Ceruti aporta una información etnohistórica referida a los querandíes avistados por las

huestes de Gaboto que pescaban, salaban, ahumaban el pescado y elaboraban “manteca de

pescado”. Este tema, poco tratado en la arqueología de Córdoba, será objeto de

investigaciones futuras en la región

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Otros objetos presentes en los sitios estudiados complementan a estos que hemos descrito:

Estatuillas antropomorfas y zoomorfas, apéndices con cabezas de aves, vasos huecos en

forma de búho, colgante de moncholo con la misma forma, valvas y caparazones de

moluscos con agujeros para enhebrar o colgar, pipas, objetos suntuarios elaborados en

piedras exóticas, al menos extraregionales (objeto de piedra labrada, colgantes), nos

introducen a otros problemas: las relaciones interregionales y la complejidad social, las

representaciones simbólicas.

En el primer caso, las relaciones con la región Chaqueña no han sido suficientemente

estudiadas (Laguens y Bonin, 2009). Tal vez compartamos con ella un espacio de

comunicación, ya que en nuestro caso, objetos de piedra nos remiten a minerales que

provienen de Misiones, (Geólogo Luis Américo Caffarena, comunicación personal); rasgos y

similitudes en la cerámica también lo indican, así como el consumo del maíz cuya

procedencia ignoramos. Las condiciones económicas que se articulan en torno a los

establecimientos ribereños, parecen ser similares, como las improntas de redes y cestas.

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Con respecto al litoral, distinguimos formas de decorar, de representar y aún de compartir

elementos que consideramos simbólicos, lo que lleva pensar que se está participando de

una visión similar del mundo.

Entre estas formas es notable la decoración en base al surco rítmico, Meggers lo denomina

drag and jabs -o sea punteado arrastrado- Caggiano sostiene que este rasgo está compartido

por comunidades en las tierras bajas suramericanas, Politis y González lo reconocen el la

región pampeana, Outes en la Patagonia, Ceruti, para Goya Malabrigo y la Tradición Cultural

Esperanza (Bonofiglio, 2009). Otros elementos de la relación con el litoral son la pintura

interna roja; o roja con líneas negras; las cabecitas de ave que adoptan las asas de algunos

contenedores.

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En cuanto a la composición de las pastas, los cortes delgados (estudios realizados sobre los

componentes arcillosos y sus agregados) aportaron datos que permitieron la clasificación de

las tecnologías utilizadas en la fabricación de los objetos cerámicos

El estado de nuestras investigaciones no nos permite aún establecer características de

organización social, ni pautas claras de diferenciaciones (políticas, es decir, el nivel de

integración, de diferenciación, de complejidad). A ello colabora la ausencia de

monumentalidad o de otros indicadores fijos, relacionados a la construcción del paisaje, de

lo que solo entrevemos algunas muestras, como la concentración de materiales.

La ocupación del espacio lacustre y el uso de espacios complementarios (zonas deltaicas,

riberas de los ríos, bañados, montes, accesos a fuentes de agua dulce) se regularon por algún

tipo de organización, especialmente en la etapa inmediatamente prehispánica, que

asegurara la provisión de variedades de recursos.

Antes de la conquista, es posible que estas comunidades hayan alcanzado un cierto grado de

complejidad evidenciado en la manufactura de objetos para fines especiales y otros de

contenido simbólico, para lo que debieron requerirse selecciones de materiales, mano de

obra especializada, con dedicación de tiempo suficiente. Las tecnologías desarrolladas aún

para la confección de elementos de uso cotidiano requirieron cierta especialización.

Los materiales empleados en algunos casos, indican interacciones de alcances

interregionales, lo que implica un grado de organización social

Ceruti plantea la posibilidad de las comunicaciones entre la faja de paleocauces sepultados

del Salado y una serie de acuíferos entre ellos las lagunas La Cabral, La Verde; desde donde

se accede a la falla Tostado Selva, vía de comunicación con la Laguna de La Mar Chiquita y la

de los Porongos, con Santiago del Estero y el NOA.

Según este autor, la zona estuvo ocupada entre el 3000 y el 1000 por cazadores-recolectores

de la tradición Esperanza, cuyas estadías se prolongaron hasta la conquista.

Un elemento característico de estas sociedades lo constituye la presencia de hornitos,

llamados también botijas, hornillos, etc.

Aparecen en nuestras zonas prospectadas, adoptando las siguientes particularidades: de

hallazgo:

- bajo el agua , en las playas costeras

- en terrenos secos vecinos a las costas

- hacia el interior en distancias variables con respecto a la Mar

- vecinos a las desembocaduras del Suquía y Xanaes

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- en las islas como “El Mistolar”

Es de notar que la visibilidad de los hornitos costeros depende de los cambios en los

volúmenes hídricos de la laguna, y de otros factores, como las capas de sal que cubren el

terreno en épocas de lluvias escasas.

En todos los casos prospectados, aparece la boca del hornito, marcada como un círculo de

pequeños fragmentos de barro cocido

Se presentan aislados o integrando frecuentemente grupos de 3 o 4 unidades o más, cuyos

diámetros son variables (desde 30cm a 80cm). Estamos intentando establecer el número

aproximado en nuestra zona de estudios, con las dificultades que eso significa, ya que entre

una jornada de trabajo y otra las variaciones son notables. Ceruti (1992) consigna la

existencia de más de 100 en las costas vecinas a Miramar.

Hemos excavado algunos de ellos en nuestra área de estudio. Sintetizamos las observaciones

realizadas, ya que el trabajo de investigación está en marcha, no contamos aún con

conclusiones definitivas.

Formas; distinguimos las siguientes: irregular abierta, que se estrecha hacia la base

Cilíndrica.

Ancho de las paredes; entre 4 y 5cm.

Superficie interna; alisada. Uno de ellos muestra la impronta de los dedos sobre la pasta

fresca, otro la impronta de un instrumento con el que se emparejó el interior. Posiblemente

parte del sedimento interno se ha mezclado con cenizas, cuyas muestras se están

analizando.

Contenido; identificamos un fragmento de olla globular mediana en uno de ellos, en otro,

parte de un asta de cérvido. En un 60% encontramos carbón mezclado con el sedimento

interno.

Los hornitos o botijas constituyen un desafío para el investigador en cuanto a su morfología,

usos, funciones. En el área de la Laguna Ceruti (1992) encuentra ejemplares diversos: con

tapa y sin tapa: cilíndrico con conducto lateral, de boca horizontal o vertical, etc.

Se construyeron tanto en la parte baja, costera de la laguna, como en la parte alta de las

barrancas (La loma Alta).

Se presentan aislados agrupados de a dos o tres, en forma de racimos, apoyados entre si.

En algunos casos están cerca de entierros, completos o sólo representados por huesos

dispersos, efecto de las mareas o de las condiciones del depósito, de modo que no es segura

la asociación. Otros, como el de La Loma Alta contenía carbón, cuyo fechado (C14) arrojó

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una cronología de 1300 años DC y estaba asociado a artefactos característicos de una

población aldeana.

Los hornitos son una importante fuente de información y… de interrogantes. Sabemos que

se han identificado desde Santa Fe hasta Mendoza, pasando por la zona de La Mar Chiquita

Copacabana, en el Norte de Córdoba y ocasionalmente en la región serrana (Ceruti, 1992;

Laguens 2009).

Se han propuesto diversas interpretaciones: funciones relacionadas con la cocción de

alimentos o cerámica; depósitos. Martín, (2006) los asocia a ritos mortuorios: restos

humanos depositados y quemados en estructuras fabricadas para tal fin, este autor ha

investigado un número importante de ellos, comprobando que en su interior hay ceniza que

proviene de la cremación de restos humanos. En este caso estaríamos en presencia de ritos

mortuorios, que, para el autor mencionado habrían transcurrido hace aproximadamente

1000 años, lo que nos acerca a la fecha obtenida en La Loma Alta para el hornito estudiado

en ese lugar.

La dispersión de los hornitos en las riberas de la laguna es importante. Están asociados a

conjuntos que corresponden a economías productoras de alimentos; las condiciones de los

sitios (inundación, movilidad de objetos y todo tipo de restos, cambios morfológicos en la

composición de los suelos dificultan la identificación de asociaciones confiables.

Necesitamos conocer más acerca de sus contextos, profundizar los análisis tecnológicos y de

contenidos. Representan modos de producción particulares, y quizá diversos. Uno de los

problemas es el porqué de su amplia distribución en la región y en otras zonas aledañas,

qué construcciones culturales representan y si integran eventos rituales o acciones

cotidianas, un modo de resolver problemas prácticos o la manifestación de simbolismos

relacionados con cosmogonías de amplia distribución en la región central del país.

Creemos que nos resta mucho camino por recorrer en el conocimiento de estos habitantes

del Mar de Ansenuza. Hemos averiguado sólo hitos de su historia, que debió ser larga,

enhebrada en un proceso continuo, en el cual se debieron tomar decisiones para adaptarse

a los cambios climáticos. Podemos afirmar que los espacios relacionados con la laguna

fueron ocupados casi totalmente, al menos en el primer milenio, aunque las evidencias

hablan de ocupaciones previas de 4.000 años A. P. A pesar de la falta de información

estratigráfica, observamos rasgos compartidos en el desarrollo de tecnologías identificadas

en espacios distintos. La materialidad arqueológica aporta un cúmulo de información que

nos orienta hacia un modo de producción social que define elementos de identidad

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característicos de la población lacustre, aunque aún no podamos precisar el tipo de

relaciones de producción que las caracterizó, ni la totalidad de elementos del proceso

histórico que protagonizaron.; tampoco sabemos si los poblados ribereños constituían redes,

uno de cuyos elementos integradores seria el simbolismo que advertimos en las

manifestaciones estilísticas.

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Es importante para la arqueología de la Región Central del país el estudio y conocimiento de

es tas sociedades, hasta ahora casi ignoradas Forman parte de nuestra historia y, por lo

tanto del Patrimonio que debemos conocer para conservarlo y transmitirlo.

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Página 38

DESPLAZAMIENTOS PREHISPÁNICOS DE

POBLACIÓN ENTRE LAS PROVINCIAS DE

SANTA FE Y CÓRDOBA

Exposición de Carlos Ceruti

Arqueólogo

1 – Introducción: Como ustedes podrán apreciar a través de nuestras exposiciones, la

Arqueología tiene mucho de detectivesco. Ahora están muy de moda en la TV las películas

de detectives, de forenses… nosotros trabajamos igual, con una o dos diferencias

importantes:

a) Nunca llegamos a conocer al asesino, porque trabajamos con

poblaciones y no con individuos; y porque ha pasado tanto tiempo desde el crimen

que muchas veces el cuerpo del delito desapareció.

b) Como dijo Sir Mortimer Wheeler, un gran arqueólogo escocés, autor

de uno de los manuales de Arqueología de Campo más conocidos, “…el arqueólogo

no desentierra cosas, el arqueólogo revive gente”, cosa que nunca podrá hacer

ningún forense.

El Dr. Alberto Rex González, quien era mi director de tesis cuando lo echaron de la

Universidad de La Plata por causas políticas, decía en sus clases que un investigador

científico –y los arqueólogos no escapan a la norma- tiene en su producción una etapa de

ascenso, una meseta y una etapa de declinación. La primera etapa llega a los cuarenta

años. Cuando saca su título y comienza su actividad de investigación está entrando en el pico

máximo de productividad, pero en ese período tiene que pelear para que le lleven el apunte:

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Página 39

con las autoridades, con los otros arqueólogos, para que le den subsidios, etc. Y ya llega con

retraso hasta la meseta y allí se mantiene hasta los 50 años más o menos; luego viene la

declinación, que es variable de una persona a otra.

Es frecuente que el arqueólogo se enamore de sus trabajos, que hizo con tanto cariño

–casi ningún arqueólogo lo hace por plata-, a los que considera sus hijos. Le cuesta

abandonarlos, reconocer que han envejecido, ponerles una tapa y un rótulo. El mismo

González decía que cada diez años la arqueología cambia en algo: los trabajos envejecen

porque cambió la tecnología, porque cambió el paradigma, porque se efectuaron nuevos

hallazgos que contradicen lo escrito, porque de alguna forma cambió el mundo. Rex

González, por ejemplo, nació en 1918, y yo en el 46. Entre ambos hay dos guerras mundiales

y un enorme desarrollo tecnológico, que él tuvo que asimilar y yo recibí hecho. Entre los tres

investigadores aquí presentes (Bonofiglio, Fabra y quien les habla) es posible que ese

período se acorte, porque el desarrollo científico de las últimas décadas ha sido

impresionante, y Mariana Fabra, la más joven, tendrá que publicar rápido lo que ha

presentado aquí, porque lamentablemente para ella en cinco o seis años es muy posible que

tenga que cambiar lo que dijo, totalmente o en parte.

Antes de empezar con mi exposición, es necesario aclarar una cosa: todo lo que hemos

presentado acá es una versión, como dijeron mis compañeras. Es lo que yo creo hoy; no

quiere decir que necesariamente todos los arqueólogos de la Argentina o de la Cuenca del

Plata crean lo mismo. Habrá quien me contradiga, y posiblemente tendré que modificar lo

dicho. Yo también, como dijo Yupanqui: “voy a cantar a mi modo”. Y para desgracia, no

puedo decir como él “…después que haya churrasqueado”. Eso vendrá después, en todo

caso, si les gustó lo que expuse.

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SANTA FE: DESPLAZAMIENTOS

PREHISPANICOS DE POBLACION

Por: Carlos N. Ceruti

2 - Hace 8.000 años la provincia de Santa Fe ya tenía los ambientes definidos. Aquí se

habló del paisaje: el paisaje es el ambiente más la acción humana. La diapositiva que ven en

primer término es del sur de Santa Fe, donde había un gran desierto de arena. Lo que ahora

es Venado Tuerto, las mejores tierras de la provincia, las más productivas, quedaban en algo

así como el Sahara. Lo que ven, este hueco, es una duna parabólica, y la siguiente imagen es

de una hoya de deflación en Corrientes, como las hay también en la provincia de Santa Fe y

en Buenos Aires. Ambas son la evidencia de la acción ambiental durante un período seco: en

los cauces abandonados y rellenos de sedimentos se forman remolinos que excavan

cuencas redondeadas; el viento acarrea el sedimento de fondo y lo deposita en forma de

medialuna en el borde de la hoyada. En estos ambientes, en estas “dunas de arcilla” como

se las llamó, es frecuente encontrar yacimientos arqueológicos. Hoy, con el cambio climático

que se produjo hace unos 1.000 años, se transformaron en lagunas.

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Sur de Santa Fe: el mar de arena

Hoyada de deflación en

Corrientes

3 - Este es el norte de Santa Fe, el ambiente chaqueño. Al sur de Santa Fe, como ya

dijimos, había un ambiente pampeano y en el centro quedaba una zona intermedia: es el

espinal, la zona en la que más he trabajado y que mejor conozco.

El ambiente chaqueño

4 - Esto es una esquematización de los movimientos de población que se produjeron

en estas áreas que no son fijas, son cambiantes. El espinal hoy esta acá, pero antes estuvo

más al sur o más al norte; hubo épocas en que el ambiente chaqueño no existió, y hubo

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épocas en las que se extendió más al sur que en la actualidad, todo depende de la acción del

clima y la cantidad de agua disponible en el ambiente, y eso ha condicionado los

movimientos de población. La gente se movió, por lo menos en la provincia de Santa Fe, en

función de la provisión y la calidad del agua existente. Hay movimientos de norte a sur, que

se producen en el cauce del Paraná y en sus afluentes, y movimientos de este a oeste, que

se producen por tierra en el norte, centro y sur de la provincia. Como pueden observar, uno

de esos movimientos apunta hacia la Mar Chiquita.

Lag. Mar

Chiquita

Rìo Salado

Cñda. del

Golondrinas

Paleocauce

R.

Guayquiraró

Feliciano

R. GualeguaySta. Fe-Paraná

R. Carcarañá

S.

Spiritu

S.

Javier

Cayastá

5 - Este es el ambiente fluvial: mucha vegetación, bosque en galería, bañados. Muchas

veces uno entra en este bosque y lo encuentra seco. Lo verde, lo que sobrevive a las

inundaciones, son masas de enredaderas (en la zona las llaman “mogotes”). Adentro la

vegetación está seca, después vuelve a crecer, y son esos ciclos de inundación, destrucción y

rehabilitación los que retienen los sedimentos, los que permiten que se formen albardones,

que son las alturas en las que localizamos los sitios arqueológicos.

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Ambiente

fluvial del

Paraná

6 - Acá pueden ver un albardón con un sitio arqueológico, y los bañados, que son una

enorme fuente de alimentación porque el río inunda, forma lagunas y en estas lagunas hay

peces que pueden ser atrapados. Cuando los bañados comienzan a secarse, bajan aves a

alimentarse, que pueden ser cazadas y comidas, y vienen a beber los mamíferos, que

también son parte de la alimentación de los grupos cazadores-recolectores; y hay tortugas, y

moluscos.

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Aº Las Mulas I, terraza del Paraná frente a la Isla Curuzú Chalí, Dpto. La Paz

Bañados

Albardón con sitio arqueológico

Detalle del albardón

7 - Aquí pueden verse algunos de los elementos que caracterizan las poblaciones que

ocuparon el ámbito fluvial del Paraná: este tipo de recipientes con pequeñas asas (aquí en el

Museo de La Para hay varias), las cabecitas de loro que en realidad formaban parte de

recipientes… No solamente loros, está representada casi toda la fauna, pero los loros

constituyen cerca del 70% del total. El Museo de La Para también tiene una cabecita de loro,

indicando remotas vinculaciones entre la Mar Chiquita y la costa paranaense.

La vida cotidiana

El contacto con la

conquista

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8 - A veces están representados tipos humanos. Este tiene una vincha con plumas,

otro una especie de caperuza y parece que está fumando en pipa, y hay otro raro ejemplar

con los ojos abiertos y marcadas las pestañas, tocado con una especie de gorrito.

La figura humana

9 y 10 - Acá tienen otras representaciones de loritos, y formas de la cerámica que

reconstruyó Serrano. Algunas existieron realmente, otras resultaron imaginación del autor.

Todos nosotros a veces, al reconstruir, inventamos formas. En algo nos equivocamos, y en

algo acertamos. Como no podemos detener el tiempo, que trae cambios, debemos tener los

ojos y las orejas muy abiertos para detectar los errores y corregirlos.

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Representaciones de animales

11 - Este es un sitio sobre la laguna La Blanca, en la desembocadura del Aº Feliciano,

en Entre Ríos. Se está recolectando material lítico en un gran taller. Se ha cuadriculado el

espacio, y se recolecta en función de esas cuadrículas. Aquí puede verse el material óseo que

acompaña a las cabecitas de loro de cerámica. Por ejemplo, una punta a la que Serrano

llamó “en lengüeta de pájaro” por su forma (la comparaba con la lengua del colibrí). En este

caso, un colibrí que puede ser mortal.

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Goya-Malabrigo: los “ribereños plásticos”

En las exposiciones anteriores se habló de conflictos sociales. Hemos encontrado

esqueletos extendidos sin piernas, esqueletos sin cabeza, cabezas sin esqueletos, esqueletos

sin manos, etc. En una oportunidad encontré un cráneo con una perforación y me asusté:

“me bandié con la pala”, me dije. Pero no, en el orificio entraba perfectamente una de esas

puntas: había muerto en combate.

Los conflictos existieron siempre, y siguen existiendo, y a veces se resuelven por “las

malas”. Otro ejemplo corresponde a un enterratorio con muchos elementos agregados. Los

restos humanos eran de un entierro secundario: parte de ellos se habían retirado de una

sepultura y vuelto a enterrar en otro lugar, cubiertos con piedras, algunas de hasta 40 kg de

peso. Se las había traído desde varios kilómetros, posiblemente en canoa, formando con

ellas una cubierta. Debajo de la piedra más grande estaban los restos humanos, junto con un

pendiente cuadrangular de cobre (proveniente del Noroeste argentino, probablemente). En

los alrededores se habían dispuesto círculos de piedra, y allí había cabezas de loros de

cerámica, puntas de hueso - todo el equipamiento- y además, como ofrenda, una mano

izquierda humana.

A esta cultura arqueológica la hemos denominado Goya-Malabrigo, por dos áreas

fundamentales de procedencia. Estuvieron con seguridad sobre el Paraná Medio, el delta y

el Uruguay medio entre 2000 y 1000 años antes del presente, y posiblemente estaban

todavía cuando llegaron los españoles.

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12 - Unos 500 o 600 años antes, a las costas del Paraná y Uruguay habían llegado los

guaraníes, que tenían dos tipos de cerámica: la corrugada, decorada con impresiones de

dedos, y la pintada, con fondo blanco y dibujos geométricos pintados en rojo o rojo y negro.

Los guaraníes venían de la región amazónica. Hubo épocas en que el clima era distinto

al actual, y la selva amazónica se retraía mucho, formando pequeños núcleos de resistencia

de plantas y animales separados por corredores de sabanas y pastizales, que quedaban

libres de árboles y permitían el paso de las poblaciones humanas. Así llegaron las primeras

migraciones desde el norte, hace más de 8.000 años.

Los guaraníes

Los guaraníes, en cambio, eran habitantes de la selva tropical y subtropical como la

conocemos ahora y se desplazaban fundamentalmente en canoas. Llama la atención que en

Entre Ríos, tanto la costa del Paraná Medio como la del Uruguay Medio no tuvieron

ocupación guaraní; aparecen con muy poca frecuencia la cerámica corrugada o la pintada

que le son características. Posiblemente ambas costas estaban ocupadas por otros grupos

humanos que no les permitían asentarse, entonces ellos pasaban en sus canoas

directamente desde la actual Misiones (donde ya estaban hace 1.500 años) al delta, donde

tenían el otro centro importante de desarrollo.

13 a 20- Finalmente, llegan a la provincia de Santa Fe, siempre de norte a sur, las tribus

chaqueñas. Primero un grupo no bien conocido, los calchaquíes, que le dan nombre a la

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región que se extiende entre el Río Salado y el límite actual de las provincias de Santa Fe y

Córdoba: el Valle Calchaquí. Luego los abipones, los mocovíes y los tobas. Los calchaquíes

eran pedestres; las restantes etnias ya estaban en posesión del caballo. Unidas habían

destruido la población de Concepción del Bermejo, y se asentaron en la provincia de Santa

Fe, o llegaban a ella desde el Bermejo, en largas marchas a caballo, como los toba. Los

calchaquíes y los abipones ya no existen, al menos no tengo noticias de descendientes que

se reconozcan como tales. Los abipones se redujeron y convirtieron en soldados de los

fortines, y poco a poco se fundieron con la población blanca. Sí existen, en cambio,

descendientes de aquellos tobas y mocovíes en el área rural o en las ciudades como Santa Fe

o Rosario, cada vez más organizados, con conciencia de su identidad y sus necesidades como

etnias.

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El P. Paucke y la Reducción de San Javier de mocovíes

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Comandante Nicolás Denis, de los

Lanceros del Sauce

El Cacique Mariano López (San Javier)

y el Gobernador Rodolfo Freyre

21 - La población actual que vive en el ambiente de islas y costas bajas de la llanura

aluvial del Paraná, tiene actividades muy parecidas a las que desarrollaban las poblaciones

indígenas. En una oportunidad convivimos durante una campaña con un nutriero que

habitaba sobre el sitio arqueológico. El realizaba sus actividades normales de caza y pesca, y

nosotros cavábamos alrededor de su casa. En la diapositiva pueden verse algunos de

nuestros pozos.

Paralelismo en el modo de vida

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En la imagen se ve su cocina. Tenía una “colmena” similar un poco más grande donde

había instalado el dormitorio. En la diapositiva siguiente está cuereando una curiyú (boa

acuática) y al lado estaba la “carpinchera” sobre la que este hombre se desplazaba. Es una

canoa chiquita que se mueve para todos lados. En ella recorría aproximadamente 32 km

diarios, y doy el dato para que sepan ustedes cuál es la movilidad que puede tener una

persona en esos ambientes.

22 - Fíjense ustedes cuando yo hablaba de las posibilidades de utilizar el agua: éste es

el Paraná y sus riachos secundarios y afluentes. Este otro es un paleocauce. Un cauce que el

Paraná abandonó hace 10.000 años. Posteriormente, en un período seco, se formaron esas

hoyadas de deflación que mencionaba para Corrientes, y luego lagunas. Estas lagunas son

las del Saladillo Amargo, que continúan hasta la actual Laguna de Guadalupe sobre la cual

está instalada la ciudad de Santa Fe.

Cuenca del Saladillo-

Laguna Setúbal

Laguna La Blanca

Cuenca del

Golondrinas-

Calchaquí

Paleocaucaes

Sepultados del

Salado

Principales fuentes de abastecimiento de agua en el

Holoceno- Reciente.

Paralelo al Paraná y el paleocauce-Bajo de los Saladillos, se encuentran el cauce del

Golondrinas-Calchaquí y el curso inferior del Salado. En el punto de confluencia está la

Laguna La Blanca, por donde pasa otra línea de desplazamiento, que utiliza las lagunas que

están relacionadas con estos paleocauces. En el paraje denominado Las Juntas, el Salado

duplica su caudal. Hasta aquí llegaron los intentos de navegación del Salado en el siglo XIX,

en un vaporcito con rueda de paletas que al llegar aquí ya no tuvo posibilidades de

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desplazamiento por falta de calado. Es muy posible que los grupos indígenas que iban de

este a oeste lo hayan hecho por tierra. El Salado, por falta de agua, no permitía hacerlo ni en

canoa durante las bajantes. Además el cauce cambiaba continuamente; en cada gran crecida

se desplazaba, y tomaba un rumbo distinto.

23 - En la imagen siguiente, en una fotografía satelital, vemos las distintas posiciones

que tomó el Salado a lo largo del tiempo. En etapas secas, en estos paleocauces se cavaban

pozos para recuperar el agua que se desplazaba en profundidad. En la actualidad

constituyen un acuífero que capta aguas que se insumen en la Pcia. de Córdoba, y las

conduce subterráneamente hacia el Salado y por éste al Paraná. Las lagunas ubicadas en

este sector (por ejemplo, la Verde, la Palos Negros), no se alimentan con las lluvias que caen

en la Pcia. de Santa Fe: las alimenta el acuífero que mencionamos, y pueden estar de bote en

bote durante los períodos de sequía, porque reciben las aguas de Córdoba. En todas ellas se

encuentran “hornitos”, atestiguando los desplazamientos de poblaciones indígenas con

sentido este-oeste.

Río

Salado

Laguna

del

Palmar

Lag. Del

Dentudo

Lag. La Verde

Lag. La Cabral

Lag. Palos

Negros

Paleocauces del

Salado

Faja de paleocauces del Salado

24 - En esta imagen se ve la Provincia de Santa Fe en un momento de máxima

hidratación, con el paleocauce del Paraná totalmente colmado, y los paleocauces del Salado,

del Carcarañá y el Río Quinto en el Dpto. General López. En el extremo sur de la provincia, en

la actualidad no hay ningún río, solamente lagunas, y una red de antiguos afluentes y cauces

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del Caracarañá y el Quinto, que también fluyen bajo tierra desde la Pcia. de Córdoba, y

afloran en el sistema de lagunas. La imagen es elocuente, y nos permite ver cuáles fueron las

redes de abastecimiento de agua en los períodos secos, y por lo tanto cuáles eran las

posibilidades de desplazamiento para las poblaciones humanas.

Paleocauces de la Pcia. de

Santa Fe en situación de

máxima inundación

Paleocauce del

Paraná

Paleocauce del

Golondrinas-

CalchaquíPaleocauces del

Salado

Paleocauces

del Carcarañá-

Quinto

25 - Y bien: aquí tenemos los “hornitos” de que hablaban Marta y Mariana, que en la

Pcia. de Santa Fe tienen entre 2.000 y 1.500 años de antigüedad. Son estructuras de

combustión, con dos o más bocas, que en mi opinión servían para cocinar alimentos. Si uno

los ve en corte vertical, tienen la forma de una pera o un recipiente, una “botija” como se los

denominó durante años. Se ha dicho que esta forma es característica de la Pcia. de Santa Fe,

mientras que en Córdoba tienen forma de campana. Esto es así estadísticamente, pero no en

forma exclusiva: los que vi en la Laguna Mar Chiquita tenían forma de pera, y en la región de

Alejandra, al norte de Santa Fe, el equipo de Silvia Cornero localizó algunos con forma de

campana. ¿Qué significa esto?: simplemente que quienes fabricaban este tipo de artefactos

se movieron de este a oeste, elaborando las estructuras con la forma a la que estaban

acostumbrados y sin preocuparse por las fronteras determinadas por los arqueólogos.

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“Hornitos” de tierra cocida

26 y 27- En esta imagen vemos un hornito cortado transversalmente, en la región del

Río Copacabana (Pcia. de Córdoba). Se observa una especie de lóbulo en el borde, que

posiblemente corresponde a un canal de ventilación que contribuía a mantener encendido el

carbón del fondo cuando el horno estaba en funcionamiento. En otros hornos el canal no es

visible, porque habitualmente la tierra no se calcinó en sus alrededores, sino únicamente en

las paredes que estaban en contacto con el calor.

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Hornitos en el Río

Copacabana, Córdoba,

límite de las Salinas

Grandes

28 - En relación a la cantidad de bocas que los componen, los “hornos” pueden ser

simples o muy complejos. Este es uno de los hornos más completos que pude localizar en la

cuenca del Saladillo Amargo. En algunos sitios, la erosión los dejó al descubierto por cientos.

Nunca los podremos seguir y mapear en su totalidad, porque en cuanto la erosión los

descubre, inmediatamente el agua de lluvia los destruye. De esta forma, los hornos que

pude mapear hace veinte años seguramente ya no existen, y aparecerán otros que se

encuentran bajo la carpeta de suelo, fuera de la visibilidad humana.

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29 y 30- De esta forma se presentan las “lunetas”, con una vegetación que es muy

distinta a la que tuvieron en otras épocas, cuando la cantidad de agua disponible no permitía

la existencia del bañado ni la laguna. En la actualidad, esta vegetación es subtropical,

mientras que en el borde de lo que fue el paleocauce del Paraná, es xerófila.

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Las características de la vegetación varían en pocos kilómetros, en función de la

cantidad de agua. No solamente existe mayor variedad de especies (quebracho blanco,

canelón, ombú, ceibo y otras especies no xerófilas), sino que el tamaño es mayor, y las

especies compartidas, como el caraguatá, tienen distinto comportamiento: en los bordes

del paleocauce esta planta espinosa de la que se extraen fibras textiles (el cháguar de los

pueblos chaqueños) puede formar carpetas en el suelo, pero en el interior del paleocauce

se hace epífita, y crece en las ramas de los árboles.

31 y 32 - Otro ambiente con multitud de hornitos: una zona de cañadas (áreas planas,

encajonadas, que actúan como desagües) en la localidad de La Pelada, donde hay una

famosa estancia de Bunge&Born con cabaña de cría de vacunos. Según los pobladores, el

paisaje actual se formó en los últimos 100 años. En época se los abuelos, la cañada

solamente ocupaba el centro del valle, donde existe un pequeño cauce. Hoy ocupa una gran

extensión, y se pueden contar por cientos los hornitos. Esto no indica una gran población,

sino la reocupación del sitio durante varios cientos de años por grupos humanos que se

desplazaban desde y hacia el pie de las serranías cordobesas. En la primera diapositiva

podemos ver cuál era la altura original del terreno, antes de la erosión del último siglo:

estamos mapeando el hornito, y en la diapositiva se puede ver dónde se abría la boca.

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Esperanza: hornitos de tierra cocida

33 - A veces, los elementos culturales localizados en los distintos yacimientos nos

indican movimientos, o la presencia de cambios en las condiciones climáticas: por ejemplo,

la figura enmarcada en verde es una cabeza de guanaco modelada en cerámica. Fue

localizada en una zona con hornitos, pero contextualmente no está asociada a ellos, es

solamente parte de un palimpsesto originado por la erosión de un sedimento que contenía

depósitos culturales de distintas épocas. Nos está indicando que entre 2.000 y 1.000 años

atrás la aridez reinante era suficiente para que las poblaciones indígenas hayan conocido los

guanacos y los hayan representado en cerámica.

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34 - Frecuentemente en las colecciones formadas en el área donde aparecen los

hornitos, se registra la presencia de hachas de piedra. Por lo general fueron localizadas al

efectuar labores agrícolas; no provienen de excavaciones arqueológicas e incluso no se sabe

si estaban asociadas a bocas de hornos, pero la tentación de vincularlos es grande, sobre

todo considerando la uniformidad cultural. Estas hachas no son locales, y es probable que

tampoco provengan de Córdoba, donde se las vincula a la aparición de la agricultura, hace

1.000 años. Por la antigüedad (quizás 2.000 años atrás), por la calidad del trabajo y por la

materia prima, es posible que provengan del noroeste argentino, con más precisión de Jujuy,

donde por esa época se desarrollaba la Cultura San Francisco, de agricultores y pastores de

llamas, y con instrumentos similares. Son muy distintas a las hachas de los guaraníes, que

tienen forma de pétalo y no presentan garganta.

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Esperanza y los contactos a distancia: puntas de hueso, hacha y cerámica

con impresión de cestería.

Como en el caso de las placas de cobre encontradas junto con Goya-Malabrigo, estas

hachas plantean un problema: como ni las hachas ni las placas de cobre se desplazan solas,

tenemos que pensar que alguien las trasladó de un lado al otro. Se abren tres posibilidades:

1) quien usó las hachas en el oeste de Santa Fe o realizó el enterratorio en la costa

entrerriana se desplazaba hasta Jujuy o Catamarca en busca de estos instrumentos; 2) quien

las produjo viajó a la costa, cosa que no está documentada hasta ahora, o 3) hubo un

intermediario que las llevó desde el noroeste al nordeste. Ese intermediario, pienso yo, bien

pudieron ser esos pueblos que cocinaban en los hornitos, que usaban las hachas de piedra o

las boleadoras, y que a menudo alcanzaban los arroyos y ríos de la costa santafesina

tributarios del Paraná donde se ponían en comunicación con los pueblos canoeros que

habitaban las dos orillas del gran río.

En su mayoría, como hemos dicho, las hachas salieron de las aradas, pero yo pude

encontrar boleadoras en asociación con hornitos, y un filo de hacha. Algunas boleadoras

estaban rotas, indicando que fueron utilizadas allí, y otras se habían reutilizado (como

percutores, por ejemplo).

35 - ¿Qué ocurre con la distribución de los “hornitos”?. En este mapa, los puntos

indican microáreas donde se localizaron hornillos. Es un mapa viejo, ya que falta poner los

hornillos del sur de La Rioja, que fueron publicados hace poco, y los de Formosa, Chaco y

Jujuy, donde incluso llegan al Aeropuerto de San Salvador de Jujuy.

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Distribución de la

Tradición de la

Llanura Central

36 – En este esquema, que diseñé hace muchos años, se puede observar la

movilización de productos que iban de oeste a este, y en el centro el área donde existen los

hornitos. En el mismo también representé el índice de aridez de los últimos 2000 años, que

en el NOA va de húmedo a seco, y en el NEA de seco a húmedo. En el cruce, vamos a

encontrar los hornos.

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37 – En este otro esquema, se pueden ver los desplazamientos circulares que cumplían

los pueblos de los “hornitos” (en marrón), y en rojo el de los querandíes en épocas

históricas, vinculando el litoral fluvial con el pie de las serranías.

38 – En el esquema siguiente, de tipo geográfico y ecológico, los hornos están

comprendidos en esta formación ambiental denominada espinal, y su continuidad en el

chaco serrano. Es muy probable que los hornos más antiguos se encuentren en San Luis, en

el borde de antiguos lagos residuales, hoy transformados en salinas. Estos lagos y lagunas

debieron acumular una cantidad muy grande de fauna, que también atrajo a los cazadores

que cocinaban en esos hornitos. En San Luis, algunos hornitos fueron fotografiados en y bajo

un paleosuelo que allí tiene alrededor de 4.000 años, y posiblemente eran acerámicos. Los

del Río Copacabana, en Córdoba, que también creíamos antiguos, finalmente dieron 2.000

años, como los de Santa Fe. En cuanto a los del Chaco, que hasta ahora tienen 1.500 años de

antigüedad, pueden estar indicando que el ambiente chaqueño en esa época estaba retirado

o no existía, y que en el área predominaba un ambiente parecido al que actualmente tiene el

espinal.

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Discontinuidad

climática entre

los ambientes del

Chaco y la

Pampa, que

origina el Chaco

Serrano y el

Monte

Periestépico

(Bruniard, 2001-

2002)

39 y 40 – Ambientes similares a aquellos donde localizamos los hornitos se pueden

encontrar en el sur de la Pcia. de Santa Fe, en lagunas originadas durante el mismo período

seco, en paleocauces del los ríos Quinto y Carcarañá, pero aquí con restos culturales de tipo

pampeano, vinculados al norte de la Pcia. de Buenos Aires.

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CUENCAS DE DEFLACIÓN

Dpto. Gral . López

Dpto. Vera

Sitio Las Tunas I (Lag. Las Tunas)

41 – En esta diapositiva se pueden apreciar algunos de los elementos culturales que

aparecen asociados a los hornitos en la Pcia. de Santa Fe: hachas con garganta, puntas de

proyectil líticas, generalmente con pedúnculo y aletas, boleadoras, puntas largas de hueso,

como las encontradas en Santiago del Estero y la región periserrana de Córdoba, cerámica

con impresiones de canastas y otra cerámica tan parecida a la costera del Paraná que son

prácticamente indiferenciables. Casi toda la cerámica de Santa Fe es similar: con decoración

de surco rítmico, de color gris a castaño rojizo, y tiene antiplástico de tiestos molidos. La de

la costa del Uruguay tiene arena fina, y las cerámicas de las sierras de Córdoba contienen

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abundantes espículas de mica. La presencia de mica en algunas piezas de Santa Fe, nos

estaría indicando que se produjeron en Córdoba. Por el contrario, recipientes o cabezas de

loro decoradas con surco rítmico encontradas en Córdoba, pero con mica en las pastas,

indicaría que alguien reprodujo un modelo que estaba de moda en Santa Fe, pero lo fabricó

aquí, en Córdoba. La pieza de arenisca que está en la parte inferior de la imagen y parece

una mano de mortero, fue encontrada en el Dpto. San Cristóbal, al oeste de la Pcia. de Santa

Fe, y alguien la llevó con mucho esfuerzo (pesa como 2 kg) desde Córdoba, posiblemente

desde la zona del Cerro Colorado. Estaba en manos de un carnicero que la usaba como

chaira para el cuchillo, y no quiso por ninguna razón desprenderse de ella. La cerámica de la

parte inferior, indicada como de Mar Chiquita, es “santafecina”, al menos por su

decoración. La que dice “San Cristóbal” es una pieza confeccionada en una canasta usada

como molde, cuyas improntas se borraron parcialmente. La extrajimos del interior de un

hornito, y debajo había un hueso largo de ñandú y un caparazón de armadillo calcinados por

el fuego. Datamos el carbón, que dio 2.000 años de antigüedad.

En cuanto a las puntas de proyectil, hay áreas en Entre Ríos y Corrientes que tienen

puntas similares; pero al parecer los hornitos no cruzaron el Paraná, lo que nos conduce a

pensar que son morfológicamente similares, pero de una tradición diferente. Por ejemplo,

las que Serrano encontró en Monte Caseros, Corrientes, y adjudicó a lo que él llamó

“Complejo Mocoretá”. Otras provienen de la costa del Gualeguay y del Guayquiraró, en

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Entre Ríos, y podrían corresponder a los charrúas históricos. La materia prima es exógena, e

indica procedencia variada: areniscas, madera silicificada, cuarzo, cuarcita silicificada.

Las puntas de hueso que vimos en la diapositiva 34 tampoco son locales: fueron

encontradas en la laguna Los Molles, en el Dpto. San Cristóbal, junto con fragmentos

cerámicos correspondientes a recipientes de base cóncava, cuya área de distribución es

posible que esté en la laguna Los Porongos, en la desembocadura del Río Dulce. El área Los

Porongos-Mar Chiquita conforma una unidad geomorfológica y cultural. En ella se encuentra

una gran cantidad de hornitos, y es posible que desde allí las puntas de hueso llegaran a la

serranía cordobesa y a Santiago del Estero. Al parecer, llegaron hasta época histórica.

Aparecieron en el Pucará de Asampay (Catamarca), correspondiente a la cultura Belén, que

fue asediado e incendiado. Se encontraron esqueletos flechados en posiciones que indican

que no fueron enterrados, sino que quedaron donde los mataron. Las crónicas refieren que

se usaban con veneno, que se colocaría en el canal que recorre el cuerpo de la punta. Y

Diego de Rojas, finalmente, el capitán que conducía la primera “entrada” de españoles

llegados desde Lima al territorio argentino, murió en Santiago del Estero por una flecha

envenenada, tal vez de este tipo.

Y esta es la ultima ahora sí, un sitio que queda al sur del ecuador pero aquí podemos

ver un palio cause, vemos estas son lunetas de arcilla pero son artificiales la población que

vivía acá hace 2000 años era agricultora y utilizaba los derrames que entraban en la

inundación de los palo causes para alimentar esta laguna y plantaban en las lomas altas y

también es un fenómeno que se produce 2000 años fue fechado y probablemente esté

vinculado con estos periodos de gran sequia relacionados con un fenómeno tipo “del Niño”

pero bastante permanente.

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ENTRE EL MAR Y LAS LLANURAS:

BIOARQUEOLOGÍA DE LOS PRIMEROS

HABITANTES DEL MAR DE ANSENUZA

Exposición de Mariana Fabra

Antropóloga

Buenas tardes.

Antes de comenzar con la charla que prepare para hoy, quisiera agradecer la invitación

del Lic. Carlos Ferreyra, director del Museo Histórico Municipal de La Para, a participar de

este encuentro. La verdad para mí ha sido un placer participar, me parece una forma

apropiada de acercar a la gente interesada de esta región y de la localidad los avances, los

nuevos conocimientos, así como las discusiones sobre los primeros habitantes de la región

de Ansenuza, según nuestra mirada de arqueólogos o bioantropólogos.

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También, quisiera presentarme: me llamo Mariana Fabra, soy bioantropóloga,

actualmente investigadora asistente del CONICET, y trabajo en el Museo de Antropología de

la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba. Desde hace

más de 10 años trabajo en sitios arqueológicos de la provincia de Córdoba, realizando

trabajos que se orientan a recuperar aquellos materiales, sean restos óseos humanos o de

fauna, materiales cerámicos, instrumentos líticos, que se encuentran en riesgo de perdida o

destrucción, por diversas causas… Entre las más frecuentes, podemos mencionar el gran

crecimiento urbano, en todas las ciudades y pueblos de la provincia, pero también es

importante mencionar el efecto negativo que han tenido los emprendimientos para la

explotación de recursos naturales, ciertas prácticas turísticas. Todos estos factores afectan la

conservación de los sitios arqueológicos, y han puesto de manifiesto la necesidad de

implementar estrategias para conservar y recuperar el patrimonio arqueológico puesto así

en riesgo, trabajando en conjunto con las comunidades del interior de la provincia. En esta

región, puntualmente, podemos decir que venimos trabajando en conjunto desde el año

2005, cuando a partir de los pedidos realizados por los museos de los municipios de Miramar

y La Para realizamos los primeros rescates en la costa de la Laguna Mar Chiquita, para

recuperar materiales arqueológicos e información que de otra forma se hubiera perdido.

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En esta región, el problema más serio, vinculado con la pérdida de sitios arqueológicos,

se refiere a los procesos erosivos que sufren las costas de la laguna, particularmente la costa

sur, debido al aumento, y más recientemente, disminución de los niveles de agua de la

laguna, que genera la pérdida de la cubierta superficial del suelo, y la exposición de

materiales, antes enterrados. Como pueden ver en algunas de las fotos que traje, la

situación es similar a lo largo de la costa: desde Campo Mare hasta la zona cercana a Altos

de Chipión, por lo menos las zonas donde hemos podido prospectar, o donde han surgido

hallazgos en los cuales hemos trabajado en conjunto, con museos de las localidades

cercanas.

En estos años hemos realizado trabajos de arqueología de rescate en 6 sitios de la

región: como pueden ver en las imágenes, se trata de los sitios que hemos denominado

Estancia la Elisa, El Diquecito, Campo Milesi, Colonia Muller, Orihuela e Isla Orihuela. En

todos los casos, se nos ha convocado cuando aparecían en riesgo, en superficie, restos que la

gente, los lugareños o quienes realizaban el hallazgo identificaban como humanos.

Puntualmente en el caso del sitio El Diquecito, hemos podido recuperar durante tres

campañas arqueológicas realizadas entre los años 2008 y 2010 un total de 14 esqueletos, en

muy buen estado de conservación, a pesar de haber estado alguna de sus partes expuestas

al sol y a los elementos naturales.

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¿Y cómo trabajamos los arqueólogos?, se preguntarán…Primeramente, realizamos lo

que definimos como una prospección, es decir, un reconocimiento o delimitación del lugar

donde se han identificado restos arqueológicos, sean estos restos óseos, fragmentos de

cerámica, material de piedra, por ejemplo. En las fotos que les traje para esta presentación

pueden ver una de las formas que hemos elegido para realizar esta prospección, que tiene

como objetivo delimitar la zona donde luego realizaremos, en caso de considerarlo

necesario, la excavación arqueológica para recuperar los materiales en riesgo. En 2010,

decidimos realizar en El Diquecito una prospección, debido a la alta cantidad de materiales

arqueológicos que aparecían en la superficie, previos a la recuperación de otro conjunto de

esqueletos. El sitio El Diquecito se encuentra a 15 km de la localidad de La Para, en el

departamento Rio Primero, sobre la margen sudoeste de la costa de la Laguna Mar Chiquita.

Esta prospección se realizó recorriendo a intervalos regulares la costa, marcando con unos

banderines de colores los sectores donde se encontraban los materiales, identificando cada

tipo de material con un color, y registrando dicha ubicación a través del GPS o Sistema de

Posicionamiento Global, que permite anotar la ubicación de cada hallazgo teniendo en

cuenta la latitud y la longitud. Esta información puede luego trasladarse a un mapa, y de esa

forma obtener un registro espacial de la distribución de los objetos en un sitio arqueológico,

por lo menos lo que podemos observar en la superficie.

Estos trabajos de prospección permitieron estimar, en base a la densidad y dispersión

de materiales en superficie, que el tamaño del sitio El Diquecito ronda los 500 metros de

largo máximo, en dirección NO-SE, y 500 metros de ancho máximo, en dirección E-O. Como

mencione hace momentos, en las tres campañas realizadas hemos priorizado la

recuperación de los restos óseos humanos, que se encontraban casi en su totalidad

expuestos. En las imágenes que ven a continuación se grafica la dispersión en el sector de

costa prospectado, de los 14 restos humanos recuperados, así como las 32 estructuras

circulares de tierra roja cocida, denominadas hornillos o botijas y el material cerámico, muy

fragmentado y presente en toda la extensión recorrida. Hasta el momento, hemos realizado

un total de 11 fechados radiocarbónicos sobre los restos humanos recuperados, los cuales

nos permiten interpretar que este sitio, El Diquecito, fue ocupado entre 2500 y 500 años

antes del presente, o dicho de otra forma, desde el año 800 antes de Cristo, hasta el año

1400 de la era cristiana.

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Una vez realizada la prospección, procedimos a la excavación de los restos humanos

que se encontraban casi expuestos en su totalidad. Lo primero, fue armar una cuadrícula, es

decir, ubicar cuatro estecas de metal distanciadas 1.5 metros entre sí, formando un

cuadrado, que es el espacio donde se encuentran los restos y donde procederemos a

trabajar. Como ven en las imágenes, la forma de excavar sobre este tipo de materiales

requiere mucho cuidado e instrumentos apropiados, que no dañen los huesos: pinceles de

distintos tamaños para ir eliminando la tierra, estecas de madera, de distintos tamaños y

espesores, cucharines, baldes. Una vez que se logra retirar la tierra, se registra, con

fotografías y tomando información que luego se anota en planillas, la forma en la que están

enterradas estas personas. Esta información es muy importante, tan importante como los

propios restos humanos, ya que luego puede servir para entender investigar las prácticas

referidas al entierro de sus muertos, y compararlas con las de otras poblaciones que

habitaron otras regiones de la provincia, en el pasado, por ejemplo. Me interesaba

mostrarles imágenes de cada uno de los individuos recuperados: como pueden ver, cada

individuo presenta una forma de entierro diferenciada al otro: algunos han sido enterrados

extendidos, con los brazos hacia los costados, otros, de espalda, con las piernas flexionadas

hacia el costado derecho, o izquierdo, y los brazos extendidos, o flexionados sobre el

pecho…Otros han sido enterrados sobre el pecho, con las piernas flexionadas hacia

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atrás…Otros han sido enterrados sobre el lado derecho, o izquierdo, con las piernas también

flexionadas. En un único caso, hemos podido recuperar puntas de proyectil de hueso, tres en

un individuo adulto y dos en un juvenil, enterrados juntos, que podemos interpretar como

evidencia de violencia interpersonal, algún conflicto que terminó con la muerte de estas

personas. Como ven, una gran variedad de prácticas inhumatorias, lo cual contrasta con la

imagen clásica que se tiene en cuanto a las formas en las que enterraban a sus muertos las

poblaciones que vivían en las Sierras Centrales: siempre se mencionó que los enterraban en

posición fetal, con piernas y brazos hiperflexionados. Esta modalidad es más frecuente en la

región serrana, no así en las llanuras que circundan la Laguna Mar Chiquita, lo cual plantea

interesantes cuestiones respecto a las poblaciones que vivían en ambas regiones: ¿Era una

misma población? ¿Porqué difieren las prácticas mortuorias? ¿Qué están reflejando estas

diferencias? ¿Diferencias entre las personas, o diferencias entre distintas comunidades, o

ambas a la vez?

Hasta ahora, les he hablado sobre la problemática arqueológica regional, sobre como

trabajamos los arqueólogos, y algunas de las características que presentan los sitios donde

hemos trabajado, a lo largo de la costa sur de la laguna Mar Chiquita. Sin embargo, el trabajo

del arqueólogo no termina cuando da por concluida la prospección, o la excavación en un

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sitio arqueológico...más bien, es allí donde comienza otra etapa, de trabajo de laboratorio,

de análisis tanto de los materiales como de la información que se ha recuperado en los

contextos, y guiada por distintas preguntas: ¿Desde dónde y cuándo llegaron los primeros

habitantes a esta región? ¿Cómo vivían las personas que produjeron los objetos que hoy

estamos encontrando? ¿Cuál era su dieta? ¿Cómo utilizaban el ambiente y los recursos que

éste les proveía? ¿Cómo eran sus viviendas? ¿Qué actividades realizaban a diario? En

síntesis: ¿Qué podemos conocer sobre los modos de vida de las personas que habitaron la

región, a partir de la recuperación del patrimonio arqueológico en riesgo?

Una pregunta que siempre ha generado mucho interés es: ¿Desde dónde y cuándo

llegaron los primeros pobladores que habitaron esta región? En función de nuestros propios

resultados, podemos decir que hemos recuperado materiales que datan de varios miles de

años. Hemos podido realizar una serie de fechados radiocarbónicos sobre restos

esqueletales de esta región, que se encuentran actualmente en los museos de las

localidades de Miramar, La Para y Marull, y hasta el momento hemos obtenido 22 fechados,

siendo el más antiguo de 4500 años, y el más reciente, de 500 años antes del presente, lo

cual representa una larga historia para las comunidades que vivieron en esta región.

Una forma de conocer la historia de las poblaciones es a través del estudio de la

morfología facial, es decir, las características en cuanto forma y tamaño del cráneo de los

individuos que se recuperan mediante las tareas de rescate arqueológico, podemos inferir,

mediante el calculo de ciertas distancias biológicas y comparando siempre con la

información procedente de otras poblaciones, las similitudes morfológicas que nos hacen

pensar en contactos, en migraciones, en relaciones biológicas entre poblaciones, e

investigar así desde donde vinieron las personas que poblaron esta región, vinculadas a que

otras poblaciones estaban, desde el punto de vista biológico, por ejemplo.

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A partir del estudio de restos humanos de la provincia, sabemos que muy

posiblemente las poblaciones que ocuparon esta región estuvieron relacionadas

biológicamente con otras que vivieron en el Noreste de la región patagónica, Noreste de la

región pampeana y la región chaco-santiagueña, hacia el Norte. Las similitudes que los

antropólogos encontramos en cuanto a la forma general del cráneo entre las personas que

vivieron en el actual territorio de Córdoba, y las regiones mencionadas, permiten suponer

que entre estas poblaciones estuvieron relacionadas por largo tiempo.

Otra de las preguntas que nos hacemos los arqueólogos y los bioantropológos es

acerca de la alimentación de estas comunidades. Podemos abordar este tema desde

diversos enfoques: según el estudio de los restos materiales que encontramos en los sitios

(por ejemplo, huesos de animales, restos carbonizados de vegetales) y también por el

análisis de ciertas patologías o enfermedades que identificamos en las piezas dentales que

recuperamos, podemos inferir cuál era la alimentación de las personas: sabemos que por

muchos miles de años los aborígenes que vivieron en las sierras, en los valles y las llanuras

de Córdoba se alimentaron de los mismos recursos: es decir cazaron animales como ciervos

y guanacos y recolectaron frutos silvestres como algarrobo y chañar. Recién hace 1500 años

ampliaron esta dieta incorporando especies cultivadas como maíz y poroto, sin dejar de

recolectar especies silvestres y cazar animales.

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¿Cómo enterraban a sus seres queridos? La forma en la que las personas entierran a

miembros de su comunidad se relaciona con sus creencias. Sabemos que en la provincia de

Córdoba, a lo largo del tiempo, las personas tuvieron distintas formas de tratar a sus

muertos. Esto lo podemos inferir a través del estudio de sus tumbas, de la forma en que

enterraban a las personas. Por ejemplo, sabemos que hace aproximadamente cuatro mil

años, estas poblaciones tuvieron una práctica que hoy en día llamamos “entierro

secundario”, es decir, una vez que las personas morían, se esperaba que sus restos se

esqueletizaran, luego se recogían sus huesos, y éstos eran nuevamente inhumados,

posiblemente en otro lugar. Este tipo de entierro es mas frecuente en el Valle de

Calamuchita o de Punilla, por ejemplo, no así en la región de Ansenuza. Estos entierros

podían ser simples, de una única persona, o múltiple, de varias. Esta costumbre

posiblemente se vincule a numerosas cuestiones, a sus creencias así como también a que

estas poblaciones de cazadores recolectores eran muy móviles, y se trasladaban

frecuentemente. Otro tipo de entierro, más frecuente en toda la provincia, es el que

llamamos “entierro simple”, es decir, la persona era enterrada en el mismo lugar en el que la

encontramos hoy, no ha sido movida. Este tipo de entierro puede ser simple, o múltiple

también. Pero hace aproximadamente dos mil años, estas poblaciones comenzaron a dejar a

sus muertos en el mismo lugar que habían elegido para su entierro, sin trasladarlos o re-

inhumarlos. Era muy infrecuente que enterraran a las personas con objetos, o por lo menos,

si lo hicieron, no fue con materiales que hayan perdurado hasta ahora. También sabemos, al

estudiar estas prácticas, que en distintas partes de esta región las personas fueron

enterradas ubicando al cuerpo en distintas posiciones. En la región de la Laguna Mar

Chiquita y en las Sierras Chicas, las personas fueron enterradas de espalda, con las piernas

flexionadas, mientras que en el Noreste, así como Traslasierra, las personas eran más

frecuentemente enterradas de costado, con las piernas y brazos flexionados hacia el pecho,

en una posición que denominamos genuflexa o posición fetal. Estas diferencias entre las

distintas regiones pueden estar indicando diferencias entre los distintos grupos que

habitaron la provincia. Quisiera destacar dos entierros en particular, recuperados en el sitio

El Diquecito: uno corresponde a un individuo de sexo femenino, de entre 33 y 46 años al

momento de su muerte, ubicada en posición decúbito ventral, es decir boca abajo, con el

cráneo orientado al Este, los pies al Oeste, los brazos extendidos al costado del cuerpo, y las

piernas hiperflexionadas hacia atrás. Se encontró una valva de molusco, en la parte posterior

de la cadera. Se realizaron dos fechados radiocarbónicos, los cuales nos indican que esta

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persona vivió aproximadamente a comienzos de la era cristiana. La postura en la cual fue

encontrada esta persona sugeriría que fue atada o envuelta con algún tipo de material

perecedero (cueros, fibras vegetales), y no se corresponde con las modalidades de

inhumación registradas hasta el momento para esta región, más bien representa una

excepción, si se evalúa en conjunto esta postura con la presencia de la valva de molusco. A

su vez, lo interesante de mencionar es que ese molusco corresponde a una especie,

Anodontites trapesialis, que vive en ríos y lagos de agua dulce. Por lo tanto no habría

habitado la laguna Mar Chiquita, más bien se supone que procedería de los ríos afluentes o

de regiones vecinas, del Norte de la región pampeana, tales como los ríos Paraná, Carcarañá,

Tercero o Dulce, lo cual abre interesantes perspectivas acerca de los vínculos de las

poblaciones que vivían en la costa de la laguna Mar Chiquita, y regiones vecinas. Como no

presentó signos de desgaste que pudieran hacernos pensar que esta valva fuera utilizada

como elemento de la vida cotidiana, pensamos que formó parte del ritual de inhumación o

entierro del individuo femenino al que se encontró asociada, posiblemente con un

significado que este asociado a este género.

En síntesis, con esta presentación me interesó mostrarles alguno de los trabajos que

nuestro equipo ha realizado en la región, así como algunas de las preguntas que usualmente

hacemos, como arqueólogos y bioantropólogos, y como las respondemos, a partir de los

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restos que podemos recuperar de los primeros habitantes de esta región. Para finalizar,

quiero agradecer especialmente al organizador de estas Jornadas, Lic. Carlos Ferreyra por la

invitación a participar, así como al equipo de trabajo y colaboradores del Museo Histórico

Municipal de La Para, en las personas de Marta Bonofiglio, José Luis Giraudo, Eduardo

Villareal, Néstor Cocco y Luis Cerda, con quienes hemos compartido la experiencia de trabajo

en el campo. También agradecer a las autoridades municipales de La Para, Sr. Intendente

Mindo Tito, Sr. Secretario de Gobierno, Claudio Vaca, Sra. Directora de Cultura y Turismo,

Silvana Pellarolo y Sra. Ex Directora de Cultura, Beatriz Fiore. Quiero agradecer también a

José Bayonza, Carlos Parucci y Ezequiel Rosso, vecinos de La Para, por la colaboración

prestada durante los trabajos arqueológicos. Un agradecimiento especial a la Asociación de

Amigos del Museo de la Región de Ansenuza “Anibal Montes”, con quienes también venimos

trabajando desde 2005 en la recuperación de sitios arqueológicos en la región: Laura

Dozagarat, Mercedes Sudar, Hilda Schwartz, Hugo Giraudo y Alberto Rumacella. Agradecer

también a la Dirección de Seguridad Náutica de la Provincia de Córdoba, por facilitarnos los

traslados hacia los sitios de difícil acceso. Finalmente, a Mariela Zabala, codirectora del

proyecto de Arqueología Publica, y a Soledad Salega, Claudina González, Cristina De Carli,

Aldana Tavarone, Lucia Aichino y Paola Franco, integrantes del proyecto, gracias a quienes

estos trabajos han sido posibles.

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CONCLUSIONES

Las ponencias que Ud. acaba de leer son resultado de años de trabajo sistemático y

metódico, lo cual permitió repensar nuestro pasado aborigen y extraer nuevas conclusiones

con la ayuda de novedosos y actualizados métodos científicos.

Muchos de los objetos, elementos e informes mencionados en este libro están a su

disposición en el Museo Histórico Municipal, y pueden ser consultados y analizados por todo

aquel que lo desee.

Con esta información estamos contribuyendo a la difusión de los resultados científicos

para tratar de actualizar la información que circula sobre los pueblos originarios de la región

y que está por lo general muy desactualizada.

Esperamos que este aporte contribuya a la generación de nuevas y más complejas

preguntas y cuestionamientos sobre el pasado aborigen de Ansenuza ya que en parte, la

ciencia genera nuevas preguntas que nos invitan a profundizar sobre los temas.

Los editores