libro música y poder político - el caso tachirense (1869-1929)

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    P R O C U L T APRODUCCIÓN CULTURAL TACHIRENSE C. A.

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     Música y poder político. El caso tachirense (1869-1929)

    © Luis Hernández Contreras, 2012

    Primera edición, 2012

    © De esta ediciónProculta C. A.Producción Cultural Tachirense C. A.San Cristóbal, Edo. Táchira.Calle 6 Nº 12-149. Barrio La Guacara.San Cristóbal. Estado Táchira. Venezuela.0276-3-422263 – [email protected]

    www.luishernandezcontreras.com

    CUIDADO DE LOS TEXTOSGuillermina Hernández Mendoza

    FOTO DE PORTADA José Gregorio Vásquez C.

    EDICIÓN AL CUIDADO DE José Gregorio Vásquez C.

    IMPRESIÓN

    HECHO EL DEPÓSITO DE LEY:Depósito Legal: LF 07620129201878ISBN: 978-980-12-5756-1

    Reservados todos los derechos

    Impreso en Caracas, Venezuela

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    ÍNDICE

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    Dedico este particular esfuerzoal Dr. José Humberto Ocariz Espinel, Profesor Titular Jubilado

    de la Universidad de Los Andes, pero ante todo médico y músico

     y último paradigma de la Tachiranidad quien,con sus sabios consejos, guio esta investigación.Con gratitud y deferencia

     A la memoria de mi profesora, la Dra. Elizabeth Gámez Sánchez 

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    PRÓLOGO

    En cierta tradición historiográfica, de culto ferviente entre noso-tros, la historia está escrita con los nombres de los actores principalesde las gestas militares o de hechos medidos en cifras que poco o nadadicen de la vida de unos hombres que dieron sentido a su particularexistencia local y que por ello pudieron proyectarse más allá de losconfines a los que los avatares históricos y las prácticas de los gober-

    nantes nacionales les habían confinado.Sin embargo, nada es tan necesario como poner ante los ojos

    ciertas cosas cuya existencia puestas de manifiesto vienen a dar unpaso en el necesario acercamiento al ser de un pueblo y de su existen-cia colectiva. Estas cosas, invisibles ante la mirada oficial de ayer y dehoy, no pasan desapercibidas para el intelectual serio y concienzudo.

     Justamente, la investigación del Prof. Luis Hernández expone

    la esencialidad de la vida social de una pequeña provincia que es lasustancia de fondo del poder andino que tan consistentemente sehizo presente en la política venezolana en los últimos cien años, que

     ya es mucho decir para una joven república que no va más allá de losdoscientos años.

    El abordaje es inusual en un trabajo de historia política. A lamanera de los grandes pensadores decide relacionar poder político ymúsica en el contexto de una sociedad que nace al acontecer republi-

    cano con el vigor, orgullo y sentido de pertenencia de unos hombresasediados por el abandono y el abuso de poder de las autoridades deun país sacudido por la inestabilidad política.

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    La vida de aquellos tachirenses, entre 1869 y 1929, pequeños ymedianos productores exitosos, satisfechos de su riqueza material y

    cultural, con comercio propio, relacionados significativamente conColombia y con importantes compañías extranjeras, particularmentealemanas, banqueros franceses y agricultores, comerciantes y artesanositalianos, unos y otros con importantes realizaciones intraculturales,no era, sin embargo, nada apacible.

    Por el tiempo de la investigación, Luis Hernández muestra cómoaquellos hombres estaban angustiosamente envueltos en conjuras,seísmos políticos y morales, proyección de las luchas civiles de los

    caudillos nacionales, que con oprobio se hacían sentir en la vida local, y, no obstante, esa tierra y esos hombres ya habían creado en 1869 laSociedad Filarmónica de San Cristóbal; justo cuando se le negaba suautonomía político-administrativa a nivel nacional ya mostraba suautonomía cultural, particularmente musical, amén de la económica.

    La lectura oficial del florecimiento cultural del Táchira de lasúltimas décadas del siglo XIX lo atribuiría al café, al éxito de su comer-

    cialización mundial. La investigación de Luis Hernández demuestra lasingular confluencia de hombres exitosos apasionados por la música yconvocados con tan singular espíritu al cultivo del poder político. Asílogra mostrar un hecho que califica de resaltante trascendencia, talvez único en Venezuela, dice. La altísima frecuencia de la relación delos actores musicales con el poder político ¡Cinco ex presidentes delTáchira fueron músicos profesionales! Entre ellos, Cipriano Castro.

    Es apasionante seguir el camino de transformaciones y transfigu-

    raciones que el poder de la música realiza sobre sus gentes y su vida,la ciudad y los quehaceres del espíritu hasta colocar en posiciones depoder a músicos de oficio que a su vez fueron mecenas y ductores depolíticas públicas bajo el influjo de la música.

    Con agudeza analítica, aquí se muestra la mudanza de una so-ciedad por el influjo de la música, tejiendo “insospechados nivelesde sociabilidad”, hasta afirmar con extraordinario acento “la cons-

    titución de toda una religión civil de símbolos, himnos, escudos,letras, loas, cantos y serenatas políticas, uno de los espacios deencuentro y la tertulia”. Por mor de la música, la clase alta y mediade las principales ciudades tachirenses creaba y recreábase desde

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    las casas particulares hasta los distinguidos clubes como el Táchi-ra o en el muy distinguido Salón de Lectura de San Cristóbal. Es

    delicioso conocer aquellos programas de música culta en el detallede sus promotores, ejecutantes, compositores e intérpretes de diversosgéneros universales y locales.

    También la música, propiciada por los gobernantes, corría por lascalles. Bajo su influjo se nos muestra cómo se transforma la infraestruc-tura de la ciudad, sus plazas y parques, para asistir a la retreta, comoentretenimiento de la gente y con frecuencia en honor al gobernante.La música sublimando la política, el poder legitimándose por la mú-

    sica en los tiempos del florecimiento cultural del Táchira. Luego, semuestra la decadencia de la música en las férreas manos de aquelloshombres, tachirenses también, que gobernaron al país en el primertercio del siglo XX; los músicos, como lo muestra la investigación delProf. Hernández, fueron tratados como “delincuentes, como subversi-vos… resignados trabajadores que debían cumplir inexorablemente lasórdenes del tirano dictador político y del tirano dictador musical…” A

    esta decadencia se añadió la llegada, además, de la industria musical;son los últimos tiempos analizados en esta obra.Quizás, sin proponérselo, el autor ha inscripto su obra dentro de

    aquellas miradas de hombres sabios que conocen el poder de la músicacomo poder formador del alma humana individual y colectiva. Tal esla tesis de Platón al reflexionar sobre asuntos políticos. Tal tambiénla creencia de antiguas y sabias culturas, como la china. Al leer estetrabajo de Luis Hernández usted pensará inmediatamente, al igual que

     yo, en el Juego de Abalorios de Hermann Hesse. A la música, recuerdaHesse, se le atribuía una misión directiva en la vida de la comunidad; seidentificaba el bienestar de la música con el de la sociedad, la cultura,de la moral y aún del reino en el caso de la China legendaria.

    Este trabajo que ustedes leerán con gusto por su excelente prosa,es realmente el fruto de una enjundiosa investigación historiográficarealizada por un hombre que reúne en sí las cualidades del virtuoso

    de la música, el estudioso de la historia y la política y de la gerenciapública de la cultura. Tal es el fundamento del quehacer del Prof. LuisHernández.

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    Este trabajo es, además, poliédrico. Sus diferentes facetas lo hacende interés para historiadores de la música, de la cultura, de la política

     y de las mentalidades; gerentes de la cultura, políticos y humanistas.Es una investigación hecha con mirada penetrante y debe serleída de igual manera.

    Elizabeth Gámez

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    INTRODUCCIÓN

    Este trabajo de investigación tiene varias connotaciones. Una, lacondición de músico de su autor, trabajo desempeñado durante años enla dirección de bandas y orquestas sinfónicas, habiendo comprendidodesde muy temprano, la absoluta importancia de la música regional entodo su ámbito, es decir, a través de sus compositores, sus creaciones

     y la interpretación de éstas. Otra, el haber cursado la escolaridad del

    postgrado en Ciencias Políticas en el Centro de Estudios Políticos ySociales de América Latina, Cepsal, de la Universidad de Los Andes,donde adquirió herramientas para el análisis de la situación, que lainvestigación histórica, oficio que ejerce por vocación, sin ser egresadoen esa compleja área, le reflejó, mostrándole un interesante encuen-tro en el cual la música y el poder son las constantes de un períododeterminado.

    El permanente interés por el análisis del espectro cultural delTáchira lo condujo a una persistente observación. ¿Por qué de todaslas expresiones artísticas, es la música la que mayor atención socialdespierta? Esto se colige de una simple perspectiva por el ámbito artís-tico de esta región, desde su formación como provincia autónoma en1856. Músicos, recitales, bandas por doquier, y ante todo, la cantidadde músicos notables ubicados en las esferas del poder se hacen pre-sentes como pianistas, violinistas, compositores y directores. También

    ejercieron como presidentes del Estado, jueces superiores, magistra-dos, fiscales del Ministerio Público, directores de gabinete, tesoreros,secretarios Generales de Gobierno, administradores municipales,

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    jueces de parroquia, militares, diputados, senadores y presidentes dela Asamblea Legislativa.

    Algún vínculo debe deducirse de tamaña presencia de variadosintereses. Tal vez, el Táchira sea único en este particular en el ám-bito venezolano. Grosso modo, se presentaba un interesante campoa abordar, ante todo, por la inclinación que siempre ha manifestadoel Ejecutivo tachirense en apoyar las artes musicales. En esto, valgadecir, el ejercicio por parte del autor, del cargo titular como directorde Cultura y Bellas Artes durante tres años, entre 1996 y 1999, lepermitió comprobar tal preferencia, concluyendo que más del 50%

    del presupuesto está dedicado al fomento de la música, y un númeroconsiderable de músicos forman parte de la nómina oficial, superandotambién ese porcentaje ante la presencia de representantes de las otrasexpresiones del arte.

    Por su condición de abogado, el autor hizo una revisión del arqueojurídico cultural producido por el Estado tachirense, hallando la exis-tencia de documentos emitidos entre 1927 y 1928. Luego, la primera

    organización autónoma que el poder creó para la administración de lacultura, llevó el nombre preferencial de Instituto Autónomo Estadal deMúsica. Dentro del mismo plano, la existencia de bandas filarmónicas,municipales, coros, orquestas y elementos de la expresión musical enmás de veinte municipios, aumentó ese interés.

    Durante su ejercicio como burócrata al servicio de la culturaregional, tuvo la oportunidad de realizar estudios superiores en Po-lítica Cultural en una universidad colombiana, ante la inexistencia,

    en ese entonces, de esta rama académica en el país. Egresado comoespecialista en Gerencia y Gestión Cultural, abordó con mayor en-tusiasmo el comportamiento del ente administrador de la cultura,la Dirección de Cultura y Bellas Artes. Por su lado, la investigacióniniciada para cumplir la exigencia del CEPSAL-ULA permanecía la-tente, madurándose con los elementos de interpretación del espectrocultural, su comportamiento, sus nexos indiscutibles con el Estado,

    la promoción particular y la urdimbre jurídica que se había formado.Alguna explicación debía resultar del trabajo propuesto ante las au-toridades académicas de Mérida, las que aprobaron la realización dela tesis “La Cultura Musical Tachirense. 1869-1929”, transformada

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    en este libro bajo el título “Música y Poder Político”, subtitulado, “Elcaso tachirense 1869-1929”.

    El período a estudiar tiene sus explicaciones. En primer lugar,1869 constituyó el año en que aparece la primera manifestación formalorganizada de la música en el Táchira, a través de la Sociedad Filarmó-nica de San Cristóbal, compuesta por notables representantes, algunosde los cuales estaban vinculados con el ejercicio del poder político.Debe destacarse que durante ese lapso, el Táchira vivió, por su propiaestructura geográfica, un aislamiento, con las inevitables consecuenciasde indiferencia e indolencia por parte del Gobierno Nacional con sede

    en Caracas. El Táchira, elevado a Provincia en 1856, luego Estadoindependiente desde 1864, era visto desde el centro de la Repúblicacomo tierra de forajidos, y como tal fue tratado. Delegados Nacionales,misiones plenipotenciarias y demás enviados viajaban para llevar elmensaje distante e invisible del Gobierno Nacional. En consecuencia,por razones afectivas, geográficas y culturales, además de afinidadesconsanguíneas, el Táchira miró hacia Colombia.

    En ese lapso la entidad fue anexionada de nuevo a Mérida, confor-mando el Gran Estado de Los Andes con su capital en Trujillo. Desde1879 y durante dos décadas, el Gobierno Nacional pactó con los másconspicuos representantes del conservadurismo, quienes gobernaron laentidad como un feudo. Liberales y conservadores se alternaron en elejercicio del poder, estableciendo las llamadas Secciones, consideradascomo parcelas para fomentar la anarquía, las rivalidades políticas, elvejamen, las guerritas locales y, en consecuencia, los odios. Asimismo,

    la distancia geográfica con los centros de toma de decisiones permitióel nacimiento de una cultura particular, manifestada en el surgimientode un singular campo musical ejercido por prestantes elementos de lasociedad, realizado exclusivamente por la iniciativa privada, expre-sándose en espacios cerrados. En escasas oportunidades, estos dieronsu apoyo a los frágiles gobiernos locales, amenizando las fiestas patriasque surgían en el calendario político, haciéndose en sitios públicos no

    apropiados para ello, logrando aglutinar un pequeño grupo de personas.A través del ejercicio del poder desde Mérida o Trujillo, San Cris-tóbal quedó libre para que su sociedad civil - conformada por elementosnacidos allí, unidos a individuos de las culturas europeas, llaneras,

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    las del centro, tildadas de centranas y las colombianas – produjera uncrisol cultural de enriquecedoras experiencias. La distancia del centro

    del poder permitió ese avance social, sustentado en la enorme riquezavivida durante los años de mayor explotación del café, producto quemodificó la balanza económica venezolana a través de su exportación adestinos internacionales. Esta dinámica fue realizada por competentes

     y prestigiosas firmas comerciales extranjeras, establecidas entre SanCristóbal, Cúcuta y Maracaibo.

    Este interés logró que la sociedad civil desarrollara la creación devías de comunicación expeditas para tal propósito, destacándose que la

    única salida del Táchira al exterior se trazaba por territorio colombiano.Este tributo dejó de pagarse cuando en 1895, los rieles del ferrocarrilllegaron a tierra tachirense. El impulso del fuerte conglomerado civilque actuaba por iniciativa propia tenía sus consecuencias en la edu-cación, en la música, en el periodismo, en el comercio y en la política.

    Al estallar la Revolución Liberal Restauradora, otro orden seimpondría. Un músico y militar, Cipriano Castro, encabezó el ejército

    de doctores, militares, bachilleres, músicos y campesinos que tomó elpoder nacional en octubre de 1899. Meses antes, el Gobierno vene-zolano restituía la Constitución de 1864, en consecuencia, la auto-nomía del Táchira como estado independiente. En ese momento, elEstado se encontró con la decadencia de una sociedad ante la caídainevitable de la otrora riqueza cafetera, diezmada, entre otras razones,por las incidencias internacionales del producto, las plagas que ata-caron los cultivos, los alzamientos locales, la inestabilidad política y

    el decrecimiento de la presencia alemana en el ámbito internacionalcon su máxima consecuencia, su derrota en la conflagración mundialiniciada en 1914.

    El Estado recibió la herencia cultural gestada en estos años deflorecimiento por la iniciativa particular. Aceptó tutelarla, siendo laexpresión musical la única de las artes que había obtenido un máxi-mo desarrollo. La inclinación de Cipriano Castro por la música y la

    presencia acentuada de músicos en la esfera política, motivó ese paso.Desde julio de 1903 el Estado intervino, fomentando desde entonces,sistemática e ininterrumpidamente tal particular al tutelar la Bandadel Estado. Con elementos simples de administración, ésta dependía

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    exclusivamente del presidente del Estado, llamado gobernador en1947. Medio siglo después el Estado creó la Dirección de Educación y

    Cultura y el citado Instituto Autónomo Estadal de Música. Desde 1903manifestó interés en asumir la inversión total del conjunto, incluyendosu sostenimiento y orden interno, complementando su mantenimiento

     y la incorporación de elementos propios de superación técnica.Visto así, el Estado comprendió que con la música podía darle

    una significación especial a los actos que gestaba en el calendario ofi-cial. Fiestas públicas, efemérides, celebraciones especiales, serenataspolíticas y cantos al poder, eran factibles de ejecutarse por la banda,

    ejecutando ésta en el formal y protocolar acto, los himnos y honoresmilitares al detentador del poder. Esa supremacía ante los demás ac-tores sociales era posible con la música, al interpretarse en espaciosabiertos y cerrados, el canto del poder a su titular.

    También el Estado dedujo que podía, a través del sonido, aglutinarlas gentes en torno suyo brindándoles un espacio diversivo. Entonces,mejoró y construyó plazas públicas con todos los elementos necesa-

    rios de la institucionalidad política, de la religión civil: una estatua,un busto, una glorieta, un espacio para la ofrenda, para el discursoaltisonante, para el culto a la personalidad, para la reverencia congenuflexión, para la exhibición pública del poder. Y en tal pretensión,visto el avance de la sociedad, se hizo para sí sus símbolos: el escudo,el himno, la bandera...

    La banda, ahora oficial dejó de ser conformada por aquellos ele-mentos prestantes de la sociedad que la habían gestado. En adelante,

    sería constituida por músicos profesionales. La elegancia y discrecióndel señorío artístico se replegó a los sitios privados que edificó para re-fugiarse, como el club o la sociedad cultural. Los públicos se dividieronentre los asistentes al teatro que disfrutaron de la zarzuela, la opereta,el recital y la velada, con toda la etiqueta, pompa y circunstancia delmomento. En paralelo estaban los oidores de la retreta compuesta porvalses, marchas y fantasías en la plaza pública. En un instante, el Estado

    advirtió que tenía un público insatisfecho integrado por las coloniasextranjeras, que habían escuchado en sus tierras buena música. Estolo motivó a contratar solventes conductores que imprimieron su estiloautoritario, logrando la aprobación pública de exquisitos oídos. Pero

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    el rigor iba por dentro. Cualquier observación contra tal despotismoartístico fue castigada por ese Estado, cual peligrosos subversivos, con

    la cárcel, con los grillos. El ámbito musical, por rivalidades absurdas setiñó de sangre, y desde entonces los filarmónicos fueron despreciadospor el colectivo.

    Desde entonces, todo sería diferente. El Estado coartó con supresencia las expresiones de libertad cultural expuestas por la sociedadcivil. Los músicos-periodistas, los músicos-institutores, los músicos-militares, los músicos-comerciantes, se replegaron dejando el campopara los músicos-músicos. Desde el momento de esa fuerte interven-

    ción, acentuada con el uso despótico del poder, otro ambiente se gestó.Sólo la presencia de otro músico-Presidente del Táchira, atenuó

    un poco el campo ya desestructurado. Las evocaciones, los afectos y lanostalgia se adueñaron de una vida musical influida por los elementosde la industria cultural que impondrían otros estilos y gustos. Esta esla razón de la conclusión de esta investigación en 1929, momentocuando cesa el mandato político de ese cuarto presidente del Táchira

    que había sido músico. Además, fue marcado por la llegada al campooficial de la música, de la Banda del Estado, del compositor y directorMarco Antonio Rivera Useche, quien impondría un ejercicio comple-tamente diferente, noble y adelantado.

    En razón de lo expuesto, la investigación se orienta en las si-guientes interrogantes:

    1. ¿Permitió el aislamiento geográfico del Táchira la formaciónde una cultura especial plasmada en el hecho musical como

    factor decisivo, gestada por la iniciativa particular en la quesus exponentes fueron personajes estrechamente vinculadoscon el poder?

    2. Luego de la intervención oficial a partir de 1903, ¿desarrollóel Estado una política cultural a través del mecenazgo, per-mitiéndole emplear la música como elemento constructor desociedad e interventor del hecho político y social, manifestado

    en la supresión de los planteamientos hechos por la sociedadcivil anteriormente?Estas propuestas tienen varias respuestas posibles emitidas por la

    investigación, intentándose dilucidar en las siguientes páginas.

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    A MANERA DE RESUMEN

    Desde 1856, año en que logró su erección como provincia autó-noma, separándose de Mérida, el Táchira pudo reunir los más variadoselementos culturales que lo transformaron en crisol del pensamiento

     y de la acción. Es tal vez, el único caso en la convulsionada Venezuelade la segunda mitad del siglo XIX, en que, a diferencia de episodiosfratricidas y de continuas tragedias de desolación, guerra y muerte,

    fue posible conformar un espacio particular para la educación, lacultura, el afianzamiento de la identidad y la fabricación de una de-licada urdimbre de tejido social. Se hizo también dentro de un granaislamiento geográfico, principalmente de Caracas, cuyos gobiernosdesatendieron los persistentes llamados y requerimientos de sus ha-bitantes que perseguían el progreso. De igual manera, el territoriofue anexado durante veinte años al llamado Gran Estado Los Andes,

    dominado desde Mérida y Trujillo, dejando a la deriva las iniciativasde la peculiar sociedad civil que se gestaba en tan florido espacio.Sus monitores comprendieron la dimensión de la obra que deberíanrealizar a expensas del Estado, que hizo caso omiso de su obligación.

    Con la sede del poder político distante de San Cristóbal, se gestóentre los años 1879 y 1899, uno de los más grandes crecimientos eco-nómicos manifestados en el país. La producción del café y su dinámicacapitalista, efectuada por casas comerciales europeas, particularmente

    alemanas, colocaron los números de las finanzas nacionales en dígitosjamás conocidos, concluyendo en una floreciente bonanza que cam-bió la faz de la distante comarca. A ella llegaron los más prestantes

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    elementos de la cultura europea, especialmente italianos, corsos,franceses y alemanes que llevaron su tenaz brazo y su mente ávida

    de negocios, trazando particulares formas de actuar en el comercio,en la agricultura y en la apertura de vías de comunicación, entreellas, las que persiguieron dejar atrás, los días cuando debía pagarsetributo a Colombia por la salida tachirense al Lago de Maracaibo. Lafuerza promocional del Gran Ferrocarril del Táchira, concluido en suprimera fase en 1895, inscribió una desconocida manera de viajar, ylos puertos de Nueva York y Hamburgo recibieron, de primera mano,la exquisitez del café producido en las tierras de Santa Ana o Rubio.

    Esto condujo a una innegable proyección del apartado territorio, entodos los órdenes.

    Muchedumbres provenientes de los Llanos, familias enteras quehuían de los desastres de la Guerra Federal se asentaron en San Cris-tóbal, cargando su pasado colonial para crear empresas de toda índole,siendo la más significativa la explotación petrolera en La Alquitrana,cerca de Rubio, a partir de 1878. Brazos forjadores del centro de la

    República llegaron como políticos, soldados o aventureros en buscade paz. Tiples, bandolas, bambucos, pasillos, periódicos, sacerdotes,masones, institutores y panegiristas pasaron la frontera colombianapara huir de la persecución promovida por los “godos”. En el Táchira, lainmigración colombiana consiguió una fuente natural de crecimiento,un territorio apropiado a sus intereses. Este mágico crisol de factoreseuropeos, centranos, llaneros y colombianos constituyó el Táchiracomo sociedad político-cultural. El tejido estuvo hecho de esa madeja.

    Al contrario, mientras el país se desangraba en cambios interminablesde gobernantes y pactos, al menos, el Táchira vivía el esplendor dela bonanza económica con una interacción social en provecho de loeducativo, lo comercial, diversivo, intelectual, empresarial, financiero,cultural y social.

    Así como el Táchira se nutrió de esas cuatro influencias, la músicapopular tachirense es la única expresión artística que se formó de esa

    argamasa. De Europa llegó la polca, la mazurca y el gran vals, conocidoen Austria como ländler. De Los Llanos surgió el vibrante joropo, quejunto a los cagones, término con que eran conocidos los arreadoresde ganado, y un largo trecho de reses, pasaron a pie venciendo la

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    Selva de San Camilo. Del centro, las manos de prodigiosos pianistashicieron oír el sincopado valse, y los brazos recolectores del café, los

    institutores, periodistas y curas colombianos incorporaron el bambuco y el pasillo. Esta mágica amalgama produjo lo que puede citarse comola primera manifestación de la música popular tachirense.

    Esta expresión fue realizada en primer lugar por la iniciativa par-ticular. Los señores prestantes de la sociedad, provenientes de otroslares incorporaron la música como una expresión del alma, ejecutadaen la música de cámara que los europeos interpretaron en tríos decuerdas presentados en solariegas casas, a las que sumaron los pianos

    cargados a lomo de mula, destinados a las frágiles manos de las hijas delos musiúes, producto de estos con criollas barinesas o tachirenses. Esasniñas contraerían matrimonio con los viajeros teutones que horadaronesas montañas en razón de su faena comercial. A la tertulia culturalse agregarían los generales, los doctores y los prestantes elementosque ejecutaban el piano, instrumento del que manó la música que seadueñó de celosías y poyos, motivando serenatas y múltiples hono-

    res. Esta música privada, íntima, hecha por los señores de bien, fueobservada desde la calle por los curiosos, por quienes comprendieronque no podían, por razones del prejuicio social, de la distancia y deldinero, abarcar esos espacios.

    Sin embargo, el mando público, avistó la necesidad de constituirpequeñas bandas de música, llamando a esos elementos de primer or-den para hacerlas. En consecuencia el general, el doctor, el magistrado,el institutor, entre otros caballeros, empuñaron violines, bombardinos y

    bajos de viento para dar algunos toques o tocatas en las fechas oficialesque el Estado empezó a fundar. Peculiares efemérides que obligabana las gentes a recordar el pasado, a las glorias de la Patria, los fuerosde la Nación.

    Ese apoyo esporádico no tuvo continuidad, porque el poder po-lítico, en lo físico, seguía distante. En este estado de cosas, un grupoespecial de músicos, de compositores, de tañedores de instrumentos,

    incursionaba con fuerza en la vida pública. Llegaron a ser goberna-dores de la región, presidentes de la Legislatura, jueces de alto vuelo y magistrados ejemplares, fiscales del Ministerio Público, diputados,senadores, concejales, presidentes de la municipalidad, amén de

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    institutores, grandes señores y verdaderos monitores que expresaronsu pensamiento a través de la prensa. De este modo, el vínculo entre

    música y poder político se expresó en el Táchira de la segunda mitaddel siglo XIX y primeros años del XX, confeccionado con esa mágicamixtura sociocultural.

    Luego del triunfo de la Revolución Liberal Restauradora, en 1899,con la que se restableció el orden territorial planteado en la Constitu-ción Nacional de 1864, el Táchira retornó a su antigua condición deEstado. San Cristóbal era la capital física del poder político, entoncessus efectos comenzaron a ser inmediatos, cercanos, tangibles. Estaban

    allí, cerca, no en la distante Mérida, o en la colonial Trujillo. Estadecisión trajo otras consecuencias. Las circunstancias mundiales quederrumbaron los precios del café, y una crisis económica echaron abajola floreciente industria de exportación. El Táchira había caído en unmarasmo inexplicable. La fuerte sociedad civil de otrora se debilitaba

     y no podía sostener bandas musicales, menos sus vistosos programasdominicales.

    El Estado comprendió que había llegado su hora de intervenir,haciéndolo en razón del gusto filarmónico del general Cipriano Castro,quien extendió una nacional política de mecenazgo cultural por todoel país, plasmada en compañías líricas, teatros, bandas y fiestas queinvadieron el ambiente. Además, Cipriano Castro era músico. Comoúltima respuesta, la iniciativa particular tachirense respondió con tresúltimas manifestaciones, plasmadas en el Teatro Garbiras (1904), elClub Táchira (1905) y el Salón de Lectura (1907). Después, todo lo

    demás surgiría de las manos de los detentadores del poder político. Enadelante, estos se encargarían de dirigir la banda, dotándola de ins-trumentos y accesorios, además de pagar sus músicos, sosteniéndolos.El conjunto filarmónico no sería conformado por la serie antigua dedoctores y generales. Siendo el Estado el nuevo mantenedor, la Bandase conformaría por músicos de oficio, simples artistas. Los señoresretornarían a sus salones de abolengo, con los suyos.

    El Estado haría sus propios espacios con la única de las disciplinasartísticas que servía para tal cometido. Con la música creó la banda, ycon la banda buscó reunir las gentes en razón de retretas semanales,como medio de distracción social. Para ello acondicionó los terrenos

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    baldíos, convirtiéndolos en plazas con glorietas y escaños, ahuyentandoa las gentes de mal vivir, ante la presencia de distinguidas familias. Con

    la banda, el Estado se adueñó de esos sitios donde germinó la religióncivil o ideologización propagada de bustos, estatuas y monumentos alos que se ofrendaba en las fechas políticas de los diferentes regímenes,que debieron tolerar las verdaderas y sentidas por la Patria. El establis-hment del poder se hizo presente con sus instituciones, exhibiéndosecon la banda de música. La intención era enseñar al pueblo que eljefe era aquel a quien se le rendían los honores, a quien le ejecutabanhimnos y marchas militares. Ese mandamás tuvo en su puño, como haz

    mágico, la banda para rendirse honores, para hacer picnics musicales,para brindar serenatas, llevando música a las escuelas, a la cárcel,al asilo o al hospital. Comenzó siendo un dador de alegría sonora ycomprendió que utilizaba para su propósito un elemento de evoluciónsocial, de ornato público, de creación de identidad, de tejido social,de progreso estético.

    El Estado entendió que a través de la música era capaz de todo,

    hasta de coartar la libertad de expresión de esa pujante sociedadcivil, que al sentirse castrada se recluyó en sus vetustos espacios dela galantería, de los finos modales y de la música de aires alemanes,franceses e italianos. A la calle salió el acorde disonante del poderavasallador, con el que hizo y deshizo a su antojo. Sin embargo, losmúsicos-mandatarios, en el caso estrictamente de sus gobiernos en elTáchira, no participaron en la violación de derechos humanos, susci-tando ultrajes públicos, levantando deshonras morales. Al contrario,

    fueron hombres de disciplina, llevándola desde su ontología musical,condición necesaria para conducir con método y orden esos caminos.Esos seres supieron integrarse a los demás, como lo hicieron en losconjuntos filarmónicos sometidos a la dirección de un solo hombre.Los músicos-mandatarios llevaron esos esquemas de progreso a sussociedades, creando el espacio necesario para la composición de esetejido particular en el Táchira que comprendió, en su momento, la

    hora conclusiva de su aislamiento. El inexpugnable territorio se abrióante la penetración de la industria cultural, que invadió las carrete-ras que la dictadura abría para romper la barrera infranqueable delas distancias con Caracas. Desde julio de 1925, el tortuoso viaje de

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    tres semanas entre San Cristóbal y la capital venezolana, empleandogoletas y trenes, pudo reducirse a cuatro días en automóvil. Nacía la

    Carretera Trasandina. El poder de Gómez lo hacía posible.La música surgida, bien desde el sector privado o del público,tuvo una peculiar escuela que no profundizó en el dominio más alláde la interpretación, quedando un cultivo silvestre de la composición.En su ejecución ahondó todos los espacios manifestados en la plazapública, el reducido pero único teatro, el señorial salón, las plazas detoros y las calles para efectuar desfiles, carnavales, procesiones, y elsingular recinto del templo católico. La música fue empleada para

    acompañar la guerra, y con ella se hicieron las paces en búsqueda dearmonía y sensatez con Colombia en 1904, luego de los sucesos de juliode 1901, patentizados en la invasión de los colombianos y la batallade San Cristóbal. Es tal vez, el único caso en Venezuela, en que el artees utilizado como elemento de concordia.

    La música entró al Táchira, cual moda fulgurante, en los sonesforáneos de foxes y charlestones, en irreverentes ambientes juveniles

    que dejaron el boato y las refinadas formas de cuadrillas decimonóni-cas. Se pasó del piano, del tiple, de la guitarra y de la bandola, a unasextrañas pastas negras de las que salía música por medio de sofistica-dos aparatos que llevaban nombres jamás escuchados. De allí tantosbautizados con el nuevo nombre de Víctor. Tiempo más adelante,diría Ramón J. Velásquez, el clarinete daría paso al extraño saxofón,instaurándose un nuevo modo de oír la melodía.

    La música sirvió al poder y el poder a la música. Esta convirtió la

    simbología oficial en algo audible, reconocido por los demás. Desdeentonces, con su viso oficial, adquirió reconocimiento, convirtiéndoseen identidad, concepto manido y peligroso. De igual manera la músicacantó al poder, a sus hombres y mujeres, a los campos de lucha, a lasbatallas y revoluciones, a los caídos en combate y a quienes sobrevivie-ron. Para todos, la banda fue explotada en homenajear esos personajes,en afán cortés, o en gesto adulador de admiración o lisonja del oferente.

    Por el uso de la música fueron ensalzados y perseguidos sus creadores,humildes artesanos del sonido que murieron en la indigencia, en la

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    miseria, sin protección social, sin recuerdos, sin posterior gratitud. Elpoder político llevó la música al campo del honor y al de la humilla-

    ción, al de la degradación social, del mismo modo al de la creación deun necesario orden jurídico para su administración y la incorporacióna la Memoria Anual del gobernante como un símbolo de progreso.

    Este libro es único en este sentido. La forma de germinar el poderpolítico tachirense está impregnada de inevitables sonidos de viejasmelodías, que deambulan en el inconsciente colectivo de muchasgeneraciones. Toda una urdimbre mágica se teje en un misterio quesobrepasa las partituras dominicales, el sonido de violines y flautas,

    el resonar de céntricas glorietas, el tibio aroma de teatros y veladas.Es la comprensión del papel social y político del artista del momen-to, indagándose en este estudio la manera de ejecutarlo en el papelde pentagrama y en el oficio del poder, que en Ciencia Política, estácompuesto de esos elementos de fantasmagoría, misticismo y realidad,expresada en algo que va más allá del afecto filarmónico.

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    EL TACHIRA COMO ENTIDAD POLÍTICA

    LA FORMACIÓN DE LA TIERRA TACHIRENSE 

    Un proceso de autonomía política surgido desde mediados delsiglo XIX dio vida propia a lo que hoy se conoce como el Táchira.Sin embargo, sus antecedentes se remontan desde los tiempos de laconquista. Fundada la ciudad de San Cristóbal en marzo de 1561,como villeta de paso entre Pamplona (Colombia) y Mérida, el Gobiernoespañol decretó la erección de la Gobernación de La Grita y Cáceres

    en 1588, bajo la dependencia del Nuevo Reino de Granada. A partirde 1607, este territorio pasó a formar parte del llamado Corregimientode Mérida, creado con los de la ciudad de Mérida y las villas de SanCristóbal y de San Antonio de Gibraltar.1

    En 1625, el Corregimiento fue elevado a la categoría de Provincia,comprendiendo el territorio de las actuales entidades de Mérida, Tá-chira, Barinas y Apure. Por Real Cédula del 31 de diciembre de 1676,

    le fue anexionada la ciudad de Maracaibo para llamarse Mérida delEspíritu Santo de Maracaibo. Cuando el rey Carlos III creó la CapitaníaGeneral de Venezuela en 1777, la Provincia de Maracaibo integró elestamento territorial que daría surgimiento al nuevo país, a raíz dela gesta independentista de 1810, año en que surgió la Provincia deMérida, compuesta por los actuales estados Mérida y Táchira.2

    En el territorio que se conocería como el Táchira, el CongresoNacional erigió en 1835 el Cantón de Lobatera, sumándose los de San

    1 VILA, Marco Aurelio. GEOGRAFÍA DEL TACHIRA. Corporación Venezolanade Fomento. Caracas. 1957. Pág. 31.2  Ídem. Pág. 31.

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    Cristóbal, La Grita y San Antonio.3 Veinte años luego, en enero de1855, un grupo de ediles de San Cristóbal promovió la constitución de

    una comisión que elevara ante la Diputación Provincial y la Cámarade Representantes, “la división de esta Provincia y que se excite a losotros Concejos Municipales de San Antonio, La Grita y Lobatera,para que hagan igual solicitud a la posible brevedad”.4

    La idea de separarse de Mérida, de pedir autonomía y construir supropia vida política e institucional por parte de esos habitantes, creciócada momento. Esto condujo que el Gobierno Nacional encomendaraal general Carlos Luis Castelli, designado ante el Gobierno de la Nueva

    Granada en funciones diplomáticas, para viajar por la Provincia deMérida y sustanciar un expediente sobre esas solicitudes de la parteoriental de ésta. Desde Cúcuta envió, el 5 de abril de 1855, un informeal ministro del Interior, aconsejando

    que se lleve a efecto la división de la prova de Mérida en dos, conforme a lapetición que ya han presentado a la consideración de las Cámaras legislativasmuchos vecinos de los cuatro cantones occidentales, a saber: San Cristóbal,

    La Grita, Táchira y Lobatera.5

     

    3 CONTRERAS SERRANO, Juan Nepomuceno. CENTENARIO DE LA PROVIN-CIA DEL TÁCHIRA. Ejecutivo del Estado Táchira. San Cristóbal. 1956. Pág. 19.4

     MONTILLA, José Abel. EL TERRUÑO, LA PATRIA Y EL MUNDO. Bibliotecade Autores y Temas Tachirenses. Tomo n° 72. San Cristóbal. 1977. Pág. 34.5 CARRERO, Manuel. CIPRIANO CASTRO. EL IMPERIALISMO Y LA SO-BERANÍA NACIONAL VENEZOLANA. 1895-1908. Biblioteca de Autores yTemas Tachirenses. Tomo n° 172. Caracas. 2000. Págs. 58 y 59.

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    Carlos Luis Castelli

    De nuevo, el Cantón de San Cristóbal solicitó, el 7 de febrero de1856, ante el Congreso Nacional la creación de la Provincia Torbes,formada por los cantones San Cristóbal, La Grita, Lobatera y Táchira(como era conocido el actual territorio de San Antonio), los cuatropertenecientes a la Provincia de Mérida. Esta petición fue resueltafavorablemente el 11 de marzo del mismo año, pero con el nombre de

    Táchira.6 En esta fecha, el Congreso Nacional decretó la erección dela Provincia Táchira, integrada por los Cantones San Cristóbal, SanAntonio, Lobatera y La Grita.7 El día 14 de marzo, el presidente JoséTadeo Monagas puso el Ejecútese al Decreto que creó definitivamen-te la Provincia del Táchira, designando al abogado zuliano PascualCasanova como gobernador interino.

    6

     CARDOZO, Arturo. PROCESO DE LA HISTORIA DE LOS ANDES VENE-ZOLANOS. Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses. Tomo n° 109. Caracas.1993. Pág. 123.7 CHIOSSONE, Tulio. HISTORIA DEL ESTADO TÁCHIRA. Biblioteca de Au-tores y Temas Tachirenses. Tomo n° 83-A. Caracas. 1982. Pág. 98.

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    Pascual Casanova. Primer presidente de la Provincia del Táchira

    En su condición de provincia, el Táchira presenció los avataresde la Guerra Federal (1859-1863), situación que movilizó desde LosLlanos una interesante y provechosa corriente migratoria, pues fue elTáchira una tierra de paz, distinta al país. Concluida la conflagración

     y proclamada la Federación con la asunción al poder del mariscal

     Juan Crisóstomo Falcón, éste constituyó provisionalmente el EstadoZulia con las provincias de Maracaibo, Trujillo, Mérida y Táchira.8 De nuevo, la idea de independencia surgió de los munícipes de SanCristóbal, quienes el 3 de agosto de 1863, proclamaron la soberaníae independencia del Estado Táchira con la misma demarcación geo-gráfica de la Provincia del Táchira.9 

    Constituida por convocatoria del mariscal Falcón, la AsambleaConstituyente de 1863, la Provincia del Táchira presentó cinco di-

    8 CHIOSSONE, Tulio. Ob. Cit. Págs. 99-100.9 AYESTARÁN, Ítalo. TÁRIBA EN LA HISTORIA DEL TÁCHIRA. Caracas.1951. Pág. 20.

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    putados. La política autonomista surtió efecto cuando el territoriofronterizo, independiente relativamente desde 1856, fue elevado a

    Estado mediante decreto del presidente Falcón del 24 de noviembrede 1863.10  La séptima Carta Magna de la República, promulgadapor la Asamblea Constituyente el 28 de marzo de 1864, reafirmó lasituación del naciente Estado. Así, el Estado Táchira dictó, a travésde su propia Asamblea Constituyente, su primera Constitución, el21 de septiembre de 1864, la cual lo organizó como Estado Federal.11 

    Se configuraba una entidad autónoma con caracteres propios.Era una herencia colonial implantada en esta tierra, en la que no vi-

    vieron personajes interesantes de la realeza española, ni personajes dela nobleza, tampoco notables héroes de la Independencia. Lo explicaRamón J. Velásquez señalando que

    quienes fundaron ciudades, construyeron caminos, iniciaron el cultivo delcacao, el añil y el algodón y fundaron los primeros rebaños, fueron españolesdel llamado estado llano, muchos de ellos, labradores que se encontraron enel nuevo mundo sin la dominación que sobre ellos ejercía la nobleza en la

    Península. Al crear riqueza y sentirse dueños de la tierra, se empeñaron enestablecer esas mismas diferencias sociales de que habían sido víctimas en sunativa tierra europea.12

    Esa manera de sentirse independiente de la nobleza, distante delpoder, los condujo a crear un nuevo sistema, que en consecuenciadeterminó particulares formas de ser, en la extensión de la palabra,venezolano. Lo reafirma Velásquez, enfatizando ante todo que

    durante esos siglos coloniales (siglo XVI al XVIII) las cinco Provincias quese van a unir a partir del 8 de septiembre de 1777 tuvieron tiempo suficientepara marcar las diferencias de comportamiento social, de afirmación de suscreencias, de consagrar lo peculiar de sus costumbres, y de inventar la formade pronunciar las palabras. De calificar con nombres inventados a los animales,

    10 FUNDACIÓN POLAR. DICCIONARIO DE HISTORIA DE VENEZUELA.Tomo 4. Caracas. 1997. Pág. 8.11

     Ídem. Pág. 8.12 VELÁSQUEZ, Ramón J. EL PAÍS Y SU GENTILICIO. En VENEZUELA Y...LOS PAÍSES HEMISFÉRICOS, IBÉRICOS E HISPANOHABLANTES. Coor-dinador y Director Kaldone G. Nweihed. Instituto de Altos Estudios de AméricaLatina. Universidad Simón Bolívar. Caracas. 2000. Pág. 21.

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    de saber querer y odiar, de preferir unas cosas y rechazar otras. Es decir de serllanero, o andino, de ser oriental o guayanés.13

    Ese es el estado de cosas que se vive durante el tiempo históricomarcado por esta investigación, iniciado en 1869, año de constituciónde la Sociedad Filarmónica de San Cristóbal. Apenas dos años antes,en 1867, el Táchira se había anexionado al Zulia, para volver a suanterior situación independiente el 1° de julio de 1868.14 Continuócomo tal, hasta que el 30 de abril de 1879, en el gobierno del generalAntonio Guzmán Blanco, se creó el Estado de Los Andes, territorio

    integrado por los Estados Guzmán (Mérida) y Trujillo, convertidos entres secciones.15 De nuevo, el Táchira perdía su autonomía. Méridavolvía a ser su capital, generándose desde ésta todas las acciones adesarrollarse en el rebelde territorio que rechazaba tal imposición.

    San Cristóbal en 1870. Dibujo a pluma de Anton Goering 

    En los estertores del Liberalismo Amarillo, el 3 de enero de

    1899, la Legislatura del Estado Los Andes admitió la separación de la13 Ídem Pág. 22.14 VILA, Marco Aurelio. Ob. Cit. Pag. 36.15 Idem. Pag. 36.

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    sección Trujillo, quedando la conformación del territorio compuestopor Táchira y Mérida, con su capital en ésta última.16 El proceso de

    desintegración de la gran entidad era inminente. Unos días después,el 16 de enero, la Asamblea Constituyente del Estado Los Andes,presidida por Juan Bautista Chávez, promulgó la Constitución de estaentidad y la Ley de División Territorial el día 18. Mediante ésta, sedesignó a La Grita como capital de este territorio.17

     Juan Bautista Chávez

      El 27 de abril de 1899, el Congreso Nacional decretó la entradaen vigencia de la Constitución de 1864, retornando la división políticadel país en veinte estados separados y autónomos, en consecuencia,el Gran Estado Los Andes quedó disuelto.18 Al triunfar la RevoluciónLiberal Restauradora, iniciada el 23 de mayo de ese año, liderada por elgeneral tachirense Cipriano Castro, éste, en su condición de presidenteConstitucional de la República dictó, el 28 de octubre de 1899, undecreto por medio del cual surgieron como unidades autónomas los16 Idem. Pag. 39.17 CONSTITUCIÓN DEL ESTADO LOS ANDES. Enero de 1899. Archivo His-tórico del Estado Mérida.18 FUNDACIÓN POLAR. Ob. Cit. Tomo I. Pág. 153.

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    mencionados veinte Estados de la República, entre ellos el Táchira.19 Desde ese momento, hasta la fecha, se mantiene tal orden.

    Como bien lo señala Chiossone,la creación del Estado Táchira es necesariamente producto del triunfo de laFederación, pues fue creado por la Constitución Federal de 1864. Sin embargo,la formación del Estado como entidad autónoma, obedeció a un proceso internoconstituido por una serie de acciones políticas y militares que empezaron adesarrollarse desde 1858.20 

    Se aplicó en este territorio la clásica definición de autonomía,

    referida por el expresidente ecuatoriano Rodrigo Borja, según la cual

    en el Estado federal son autónomas las circunscripciones territoriales en queél se divide. Cada una de ellas tiene su propia ley y órganos gubernativos yadministrativos que la conducen. Las atribuciones en el orden legislativo, eje-cutivo y judicial que no han sido asignadas al gobierno central –denominadotambién federal – competen a las circunscripciones autónomas.21 

    Luego de haber obtenido su gentilicio, los tachirenses o tachi-reños22, término empleado por el gobernador Pascual Casanova parallamar a los habitantes de la novel provincia, siempre demostraron surebeldía cuando la entidad fue anexionada al Zulia o en último casoal Estado Los Andes.

    ¿Un Táchira feudal y bárbaro?

    En una parte de la historiografía nacional se ha tenido la des-viada creencia de considerar al Táchira como un mundo de salvajes,de bárbaros. Su aislamiento, los intrincados caminos para abordarlo

     y la poca investigación que se ha realizado en tal sentido, conducena mostrar una incierta apreciación. Es desde 1899, con los sucesos dela Revolución Liberal Restauradora, cuando empieza a tomarse inte-rés por esa tierra de montañeses, que desde luego, no eran ningunos

    19

     VILA, Marco Aurelio. Ob. Cit. Pág. 39.20 CHIOSSONE. Ob. Cit. Pág. 99.21 BORJA, Rodrigo. ENCICLOPEDIA DE LA POLÍTICA. Fondo de Cultura Eco-nómica. México. 1997. Pág. 57.22 CONTRERAS SERRANO, Juan N. Ob. Cit. Pág. 38.

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    irracionales. A partir de ese momento, otra ha sido la consideración.Bien lo señala el autor en su oportunidad, diciendo que

    el siglo XX es vital para la entrada del Táchira en el contexto nacional. LaRevolución Liberal Restauradora de 1899 permite conocer en la dimensiónvenezolana una desconocida sociedad de militares, religiosos, comerciantes,intelectuales, científicos, artesanos, campesinos y artistas. Todos hombres ymujeres de trabajo muy distintos de las pretendidas hordas salvajes, con lasque algunos quisieron estigmatizar las variadas pero también singulares formasde vivir y ser tachirense.23

     

    Revolución Liberal Restauradora

    Sin embargo, la pérdida de la inicial autonomía y su anexión alnuevo territorio decretado por Guzmán Blanco tuvo sus causas, entreellas, la marcada distancia entre sus poblaciones, la exigua atenciónpor parte del devastado Estado Nacional, los pertinentes alzamientosrevolucionarios, la delincuencia y la necesidad de proyectar en el poder

    central el clamor del olvidado territorio. Esto condujo que una serie23 HERNÁNDEZ CONTRERAS, Luis. MARTIN MARCIALES, HIJO. UN TA-CHIRENSE EN EL TÁCHIRA. Fundación Martín Marciales Moncada. Mérida.2002. Tomo I. Pág. 164.

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    de monitores sociales lanzara desde 1878, la obligatoria creación delllamado Estado Los Andes o Gran Estado de los Andes. Desde San

    Cristóbal, el periodista Luis Felipe Briceño lo sostuvo en las páginasdel periódico Unión de la Cordillera.Luego de considerar el sentir colectivo al aprobar esa nueva unión

    federal, argumentando las ventajas del nuevo régimen “como heroicoremedio para que la sociedad recobre su aplomo, la ley su imperio, lamoral su acción, la seguridad su asiento y la confianza su camino”, antelas revueltas civiles fomentadas por instigadores de oficio, habiéndosesucedido entre agosto de 1877 y junio de 1878 dos conmociones,

    llamadas “la Reintegración” y “la Restauración”, el redactor conside-ró esa búsqueda de paz como la principal causa de la unificación delnuevo estamento político, ante la inestabilidad surgida por la acciónde grupos desestabilizadores. Pues, según el citado Briceño

    basta que cualquier aventurero reúna unos cincuenta hombres, aunque sea malarmados, para que la paz se turbe, para que el Gobierno se ponga en tren deguerra, y para que la sociedad se alarme y de allí surja la desconfianza; mientras

    que en un Estado grande, potente y respetable, con gobernantes enérgicos yrodeados del prestigio de todos los hombres de buena voluntad, se hace im-posible la alteración de la paz, y una vez que su territorio es más extenso, todatentativa de revuelta tiene que encallar o frustrarse al tratar de combinarla porvirtud del aumento que habría de tener el radio revolucionario.24 

    Concluye, enfatizando que “ese mal podemos conjurarlo reali-zando la formación del grande Estado compuesto de las pequeñas

    secciones del Táchira, Mérida y Trujillo.”25

    Sin embargo, la violencia continuó. Las afrentas personales,los abusos de autoridad y el vejamen público sucedidos entre 1882

     y 1886, en la Sección Táchira gobernada por Marcos Rodríguez yFrancisco Alvarado26, fueron sustituidas por los episodios de la llamada“La Aclamación Nacional”, proceso que permitió la vuelta al poderde Guzmán Blanco entre 1886 y 1888. En consecuencia, La Voz del

    24

     UNIÓN DE LA CORDILLERA. San Cristóbal. 4 de diciembre de 1878.25  Ídem.26 CÁRDENAS, Horacio. BIBLIOGRAFÍA Y HEMEROGRAFÍA DEL ESTADOTÁCHIRA. Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses. Tomo n° 107. Caracas.1992. Pág. XXX.

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    Táchira, - órgano de esos intereses, dirigido por Alejandro Baptista,quien apoyaba al gobierno nacional de Joaquín Crespo, y al andino del

    caudillo trujillano Juan Bautista Araujo, con Guzmán detentando lasriendas nacionales - denunció las atrocidades de los funcionarios deCrespo, ante la visita del delegado Nacional, Simón Bolívar O’Leary,quien nombró a Nepomuceno Sánchez como gobernador interino.27

    Francisco Alvarado. Presidente del Gran Estado Los Andes en 1886

    El ambiente descrito por la prensa no podía ser más desolador,aún para el desarrollo de cualquier movimiento artístico o social.

    Ancianos y jóvenes vapuleados en las plazas públicas por los empleados depolicía; machetes quebrados en las espaldas de ciudadanos inermes; la pro-piedad arrebatada como por piratas en alta mar; el hogar doméstico allanado

    27 LA VOZ DEL TACHIRA. San Cristóbal. 17 de julio de 1886.

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    brutalmente por los soldados y rondas de policía armadas de fusil y machete;señoras respetadas amenazadas de ser planeadas por esos mismos agentes depolicía, y echadas de su hogar para ser ocupado para cuartel, hombres de lo

    más distinguido y honorable reducidos a la cárcel, cargados de grillos, puestosen el cepo a la intemperie, y criminales puestos en libertad y armados paramatarlos al primer tiro del combate; potes de dinamita con mecha lista parahacer volar cuarteles y otros edificios al aproximarse las fuerzas libertadoras;las industrias monopolizadas; la libertad anulada en el campo del sufragio yen la esfera civil, ahogada toda manifestación y hasta el derecho de protesta,que es como la última válvula en la asfixia de la atmósfera política cuandoimpera la tiranía, como ha imperado en el Táchira.28

    El Gran Estado de Los Andes, constituido el 30 de abril de 1879,confirmado por la Constitución del 27 de abril de 1881, no fue la so-lución a los problemas expuestos por los ciudadanos que promovieronsu creación. Ante la debacle expuesta, sucedida entre 1882 y 1886,un sector del Táchira aceptó la presencia de Guzmán en el PalacioFederal, respaldó el liderazgo de los Araujo en Trujillo, acatando ladesignación del general Pedro Vallenilla como presidente Provisional

    del Estado.29

     El surgimiento de Cipriano Castro como líder regional,el ejercicio de su presidencia de la Sección Táchira, el movimientode la política nacional, y la continuación de la violencia, originó unalenta corriente de rechazo público a la dependencia de Mérida. Atrásquedaban los tiempos de considerar a Guzmán Blanco como “árbitroen la decisión de las trascendentales cuestiones de Los Andes”.30 Laexistencia del Gran Estado era discutida.

    Así lo hicieron los redactores de El Fisgón, el abogado Tito Sán-

    chez y el bachiller Jesús Manuel Colmenares Pacheco, éste último,frustrado presidente del Táchira en 1910, cuando debió dejar elmando por insania mental. En 1891 llevaban la vocería de quienespedían de nuevo la autonomía del Táchira. Describían la frustración,desesperanza y engaño por el que había sido sometido el pueblo ta-chirense, defendiendo su rebeldía y hasta su desobediencia ante lascircunstancias. Sostuvieron que la creación del Estado Los Andes “fue

    aborto del general Guzmán Blanco y de muchos de los que están en28 Ídem.29 LA VOZ DEL TACHIRA. San Cristóbal. 11 de septiembre de 1886.30  Ídem.

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    el poder en la actualidad, la cual convenía a sus medidas políticas, yhoy venimos a sufrir las consecuencias”.31

    Resaltaban la provechosa ubicación geográfica del Táchira,ofreciendo ésta variadas alternativas para el comercio con Colombia,con los Llanos y cuestionaban la distancia con Mérida, centro de lasdecisiones, la cual, paradójicamente, a pesar de las circunstancias, fo-mentó una creciente participación de la sociedad civil en el desarrollode lo económico, social, educacional, diversivo y hasta en lo artístico.La pretendida creación de la entidad más fuerte como un rechazo a lasrebeliones civiles, se había convertido en un rotundo fracaso. Dijeron

    así los redactores:

    Es innegable que la misma posición, el número de habitantes, su comerciopropio, su riqueza y relaciones con Colombia, le hacen más importante; siendopor esta misma razón capaz de darse una vida independiente. Por otra parte, ladistancia a la capital retarda la acción de los poderes, como los malos caminosperjudican y las relaciones se perturban; aparte de los perjuicios que por talescausas reciben los procesados. La distancia a la capital hace más asequibleslas invasiones y la impunidad de los delitos.32

    La reacción merideña argumentó que con esas tendencias au-tonomistas, los tachirenses se reducirían a la condición de parias,pues ante las autoridades nacionales “no se oiría nuestra voz”. Lostachirenses respondieron que

    es mejor conservar la dignidad y el buen crédito en un pequeño territorio queno la desconfianza en una vasta extensión. Es muy triste vivir aniquilado,

    empobrecido, de esperanzas desvanecidas, siguiendo una vida indiferente yadormecida bajo el imperio de quien de ninguna manera puede jamás hacerlefeliz.33

    En el periódico Eco de Occidente, Pedro María Morantes, libelista y divulgador de las atrocidades y desmanes del gobierno de CiprianoCastro, publicó en abril de 1897, bajo el seudónimo “SCN”, un artículotitulado “Andinismo”, propiciando la idea de un Táchira autónomo,

    una entidad federal propia. Ante las elecciones a la legislatura nacional,31 EL FISGÓN. Táriba. 14 de mayo de 1891.32 Ídem.33 Ídem.

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    cuestionó en primer lugar que “ninguno o muy pocos de los que lacomponen son andinos”, denunciando que el creciente movimiento

    regionalista o “autonomista reivindicador de sus derechos de entidadfederal” era una reacción contra las antiguas imposiciones, contrala determinación del poder central al excluir los propios liderazgosde las regiones, designando a sus lisonjeros en tal representación.Subrayó que si el gobierno es autónomo, “no comprendemos por quénos hablan de federación los políticos, ni de Bases de Unión nuestracarta fundamental”.34

    Pedro María Morantes

    Usando sus argumentos de abogado, Morantes rechazaba la im-posición de gobernantes que no conocían la realidad de la región, es

    34 ECO DE OCCIDENTE. San Cristóbal. 29 de abril de 1897.

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    decir, los funestos delegados nacionales o enviados plenipotenciariosdel Presidente. Además, protestaba el nombramiento de jefes ajenos

    a las necesidades que afectaban a sus habitantes. No era un provin-cialismo arcaico el que instaba esta rebeldía, “sino que defendemosesa forma de gobierno consagrado por la ciencia política que se llamaFederación, pues la principal atribución de un Estado Federal despuésde la administración de su renta, es la de darse sus mandatarios yrepresentantes”, como lo concluyó en otra edición publicada con supropia firma, dos meses después.35

    La Constitución Federal de 1864 permitió el nivel de anarquía

    fomentado por las distancias geográficas de los centros del poder.Fueron los tiempos de anexiones caprichosas según los intereses deel señor del Zulia o el señor de Trujillo. Instalado Guzmán Blanco en elpoder, entendió que en el caso andino, debía pactar con los ranciosconservadores para detentar el poder, sabiendo que estos reconocíansu alta investidura, aun siendo liberal. Arturo Cardozo simplifica esteenmarañado proceso.

    De este modo se desenvuelve la política andina: se alternan los gobiernosconstitucionales, de los liberales y los gobiernos de ipso de los conservadores.Como períodos de “relleno” aparecen las reorganizaciones de los DelegadosNacionales. Así se llega hasta el año 1881, cuando Guzmán Blanco decidereducir a trece los veinte feudos que integran la República. La Cordillera pasaa ser una sola Entidad Federal y el Gral. Juan Bautista Araujo, el “hombrefuerte” de Los Andes, recibe el señorío del gran Estado. La Asamblea RegionalConstituyente, reunida en Timotes, expulsa de su seno a los diputados liberalesdel Táchira, pero estos regresan y se les admite por orden de Guzmán.36 

    El Táchira, crisol culturalEntre 1869 y 1899, transcurren diez años de autonomía política

    (1869-1879), hasta la creación del Estado Los Andes. Vendrían veinteaños de nueva dependencia de Mérida (1879-1899). Fueron tiemposde incorporación de otras culturas a la región, la europea con susalemanes, corsos, franceses e italianos que sembraron la tierra, ex-

    plotaron las vías de comunicación y dinamizaron de forma capitalista35 LOS ANDES. San Cristóbal. 1° de julio de 1897.36 CARDOZO, Arturo. PROCESO DE LA HISTORIA DE LOS ANDES. Biblio-teca de Autores y Temas Tachirenses. Tomo 41. Caracas. 1967. Pág. 94.

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    el cultivo, recolección y exportación del café a los puertos europeos y norteamericanos; la llanera, que huía de la devastadora Guerra

    Federal, consiguiendo paz en San Cristóbal; la centrana y zuliana quearribó con sus mercaderes, viajantes y artistas; y la colombiana con sunotoria influencia de periodistas, institutores, comerciantes, militares,sacerdotes, músicos, artesanos, campesinos, criadores y recogedoresdel café que traían en sus alforjas todo un crisol cultural.

    Fue el Táchira que asentó a notables familias, acérrimos enemigos,probos magistrados, funestos mandatarios, y a quienes han construidouna imbricada urdimbre social en razón del hecho cultural. Se ma-

    nifiesta la rebeldía de una entidad que rechazaba su aislamiento, suabandono por parte del gobierno central. Las difíciles vías de comuni-cación con Venezuela obligaban su mirada a Colombia. Bogotá siemprefue más cercana para el tachirense que Caracas. Pamplona y Tunjairradiaron su conducta. Desde 1925, ese habitante pudo acercarse a lacapital venezolana en una semana, en condiciones climáticas favora-bles, gracias a la Carretera Trasandina. De lo contrario, esa montaña

    incomunicada, separada, desamparada, produjo una particular formade cultura, manifestándose, en primer lugar un atenuado mecenazgoexteriorizado en los precarios capitales privados invertidos para ha-cer un hecho estético. Esto fue seguido por una tímida incursión delEstado, con una posterior intervención, confundiéndose la voluntaddel mandatario con la institución musical que le brindaba, ante todo,la posibilidad de distinguirse de los demás. La banda podía interpretaren su honor, dentro de un protocolo fabricado, los himnos que repre-

    sentaban el poder, marcándose la diferencia con los demás, que enreiteradas ocasiones, ni siquiera eran considerados como ciudadanos. Este paisaje, según Spengler, citado por Borja, condicionó la cultura.Es el manifiesto telurismo, concebido como “la influencia de la tierra

     y el paisaje sobre el ser humano y su quehacer cultural.”37

    Se hace necesario destacar esas diferencias, las manifestadascuando la sociedad civil sostenía el hecho cultural cuando la capital

    del Estado estaba en Mérida, es decir, durante la autarquía eviden-ciada en los veinte años del Estado Los Andes. Al contrario, están lasevidenciadas cuando se reduce la territorialidad, y en consecuencia, la37 BORJA. Ob. Cit. Pág. 195

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    independencia institucional a través del proceso de autonomía política,en una cercanía del poder, instalado de nuevo en San Cristóbal como

    capital del Táchira. En esta circunstancia el Estado y sus representan-tes, comprendieron que apoyando las artes musicales, tenían una víade distinción, más bien de diferenciación, creando la simbología quedistancia al mandatario de sus mandantes.

    San Cristóbal en 1893. Foto de Quintilio Gavassa

    En el caso del Táchira que surgió a raíz de la Revolución Liberal

    Restauradora de 1899, la intervención del Estado en el hecho culturalse iniciaría un lustro después, prosiguiendo desde entonces hasta laactualidad. Sin embargo, los monitores culturales de ese Táchira decomienzos del siglo XX, se consideraban herederos de un procesosocial que describieron así.

    El Táchira había venido en una elaboración penosa desde hacía muchos años.Dos bandos se disputaban la dirección de sus destinos. En esa lucha acerba yprolongada se moldearon caracteres dignos de Roma y de la antigua Grecia;

    eximios varones de uno y otro partido se distinguieron: hombres como Villa-fañe, Pulido, Garbiras, los Cárdenas, los Guerreros de La Grita, el Dr. Briceño,Niño, Jácome, los Entrenas, el Gral. Baldó, Ramón M. Maldonado y tantosotros, honra y prez de esta región, que pusieron su inteligencia y sus virtudes al

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    servicio del país y que sostuvieron con tenacidad ejemplar y con aliento de po-derosa energía, digna quizá de mayor causa, pero no por eso menos benemérita,lo que creía su derecho. En ese pasado fecundo, en esa lucha embravecida, se

    formó esa pléyade de hombres de que la restauración, dirigida por uno de losvarones más esclarecidos de este suelo, el Gral. Castro, ha esparcido por todoel ámbito de la República, distinguiéndose en todas partes por su carácter viril y su capacidad. Los directores de la Nación y de algunos Estados bebieron enaquellas fuentes y tendrán puesto distinguido en nuestra historia.38 

    La subjetiva apreciación deja a un lado a sus opositores. El triun-fador aquí escribe la historia, sin advertir que, de un momento a otro,

    todo cambiaría. En 1908, un golpe de Estado condujo a Juan VicenteGómez al poder, deponiendo a su compadre Cipriano Castro. Estemandato concluirá con su muerte en diciembre de 1935, por lo que,por razones de la demarcación del período a estudiar, se está ante lapresencia de gobiernos que interpretaron el hecho cultural como uncampo para destacar el ámbito musical, excluyendo las otras artes.Entretanto, los gobernantes del Táchira, siendo este autónomo odependiendo de la jurisdicción de Mérida, mantuvieron particulares

    relaciones con la música, sus cultores y sus instituciones, siendo algu-nos destacados ejecutantes. Una peculiar relación se evidencia. Porlo tanto, las posturas de la política cultural fueron manifestadas demanera tácita, pero determinante.

    El Táchira como marco geográfico permitió, entre 1869 y 1929, laexposición de variadas expresiones culturales y sociales. La ciudad deSan Cristóbal, en particular, fue epicentro de importantes comercios

    de origen europeo, importadores de mercancías y exportadores de café.Dos colegios federales, algunos nacionales y otros municipales fueronalbergue para la juventud que buscaba superarse. Se constituyeronbandas de música muy incipientes, algunos conjuntos instrumentales,organizaciones de mínima estructura, y solistas locales ofrecieron sutalento en peculiares espacios a través de recitales, veladas y conciertos,en los que participaron generales, doctores, institutores, estudiantes,señoritas de reconocidas familias, funcionarios públicos, comerciantes,

    oficinistas, hasta músicos de oficio.

    38 ECOS DEL TÁCHIRA. San Cristóbal. 5 de octubre de 1906.

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    Muchos periódicos y escasos libros fueron publicados por escrito-res regionales. Algunos de ellos dejaron sus producciones en las pági-

    nas, luego archivadas por celosas hemerotecas, como la de don TulioFebres Cordero en Mérida. La institucionalidad, el afianzamiento delterritorio, los llamados valores regionales fueron traducidos en himnos,escudos y banderas. La ciudad mostraba su adelanto urbanístico connuevos barrios, parques, plazas, bustos y estatuas, y los progresos dela técnica como el alumbrado eléctrico, el telégrafo, el teléfono, elcine, el fonógrafo, la máquina de escribir, el ferrocarril y el automóvilasombraban a los maravillados parroquianos.

    San Cristóbal en los años 20. Esquina calle 8 con carrera 6

    Las fiestas de enero de San Cristóbal servían para el acercamientocon sus congéneres colombianos, construyéndose precarios caminos

     y puentes para el tránsito de gentes y mercancías. La ciencia exponíasu adelanto con intervenciones quirúrgicas realizadas en la ciudad porfacultativos graduados en Mérida, Caracas o Europa. El arte musicalera enseñado en la capital, y en sus minúsculos distritos por conspicuosrepresentantes de las clases sociales, inclusive militares. El Estadoconsideró necesario apoyar la banda gestada por la iniciativa civil,coartando con ello su crecimiento, con su inesperada intervencióndesde 1903. Esta corporación logró adelantos jamás sospechados, con

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    la presencia de connotados músicos oriundos de Colombia y del Llano,que expresaban su talento en las muy concurridas retretas dominicales,

    una distracción común de esa ciudad.La población crecía paulatinamente. En 1920, la capital tachi-rense tenía 21 mil y tantos habitantes,39 que tenían a su disposiciónun centro cultural como el Salón de Lectura fundado en 1907, variosclubes sociales y cinco bibliotecas. La fe católica se profesaba en dostemplos (Catedral y La Ermita), y los asuntos civiles, mercantiles y cri-minales eran sustanciados y decididos por la institucionalidad judicial.

    El Táchira afianzaba su forma autónoma. Aun dependiendo de

    Mérida, en los años del Gran Estado de Los Andes, tenía vida propia.Las distancias, la indiferencia e irresponsabilidad de los mandatarioscentrales con sus funciones, la obligaban crear una forma propia deconducción. Vivió por su condición geográfica este fenómeno, mos-trando ese desarrollo particular, con un gran aislamiento de los centrosnacionales del poder. También fue el territorio de las persecuciones,de la anarquía, del oprobio, de la irracional violencia, de la comidilla

    política, del entredevoramiento de las facciones políticas y de la desidiaadministrativa en el manejo de la cosa pública. Fue, además, un sueloforajido, pasto de crímenes, atentados y lances personales. En deter-minados momentos, y por fuerza del orden, se impuso la paz.

    Recorrió épocas de relativa concordia ciudadana desde el sigloXX con los mandatos regionales de Celestino Castro, Jesús VelascoBustamante o Luis Varela. El gomecismo designó entre 1909 y 1929como presidentes a Aquiles Iturbe, José María García, Régulo Olivares,

    Pedro Murillo, Eustoquio Gómez y Juan Alberto Ramírez.40 El generalEustoquio Gómez implantó un severo régimen represivo entre 1914

     y 1925, cambiando el estado de cosas para originar una castracióndel orden social, inclusive del musical, a cambio de una paz duradera.

    La ciudad de San Cristóbal vivió largos períodos de desarrollo,también algunos de anomia colectiva. Una refriega intestina, el vol-camiento de la pasión política, la visita de algún personaje notable o

    una noticia impactante, despertaban el aletargado pueblo, descrito en1894 como una sociedad “un tanto retraída y apática”, en la que el

    39 DIARIO CATÓLICO. San Cristóbal. 11 de febrero de 1925.40 CÁRDENAS BECERRA, Horacio. Ob. Cit. Pág. XXXII.

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    extranjero “se siente mal impresionado en los primeros días, pero eltrato exquisito y franco de las señoras, y la cultura de los caballeros,

    bien pronto le hacen querer estas simpáticas regiones”.41

     EL HECHO MUSICAL

    Inicios de la música en el TáchiraDatos dispersos y sueltos se consiguen sobre la realización de la

    actividad musical en el Táchira. El historiador Samir Sánchez, cro-nista de Lobatera, en el Libro de la Cofradía de Nuestra Señora de la

    Concepción, abierto el 22 de marzo de 1774, logró encontrar algunoselementos, destacándose el gasto de ocho pesos para la adquisición decuerdas para el arpa e instrumentos de música en 1799; el pago a unclarinero por “el trabajo de tocar en Víspera y día de la festividad dela Patrona”, en 1810, la compra de voladores para tal efecto y la exis-tencia en el inventario de la parroquia de “una arpa vieja” en 1824.42

    Con motivo del arribo de Pascual Casanova, primer gobernador

    de la Provincia del Táchira a San Cristóbal, el 30 de junio de 1856,el historiador Juan Nepomuceno Contreras Serrano hace referenciaa otra actividad musical. Al describir el desfile de entrada a la ciudadpor parte del funcionario, relata que

    seguido de lujoso acompañamiento de vecinos de Táriba y San Cristóbal,continuó su marcha el señor Casanova, a las dos de la tarde, hacia la capitalde la provincia. En el barrio de la Ermita una banda de música, allí apostada,el Cuerpo de Policía de riguroso uniforme, banderas desplegadas y numeroso

    público, rindiéronle honores con una descarga de fusilería, música, fuegosartificiales y otras demostraciones de regocijo popular.43

    La tercera noticia, hasta ahora hallada, es la creación de la So-ciedad Filarmónica de San Cristóbal, cuya acta de instalación en elColegio del Táchira por parte de los ciudadanos Antonio María Del-gado, Luis Felipe Briceño, Manuel Hernández, José Ignacio Cárdenas

    41 EL CONTADOR. San Cristóbal. 1° enero de 1894.42 LIBRO DE LA COFRADÍA DE NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO DE CHI-QUINQUIRÁ. (1774-1850) Archivo de la Iglesia Parroquial de Lobatera. Táchira.43  CONTRERAS SERRANO, Juan Nepomuceno. Ob. Cit. Pág. 32.

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     y Juan J. Rangel, fue publicada en Correo del Táchira el 28 de agostode 1869.44 El primero de ellos, Delgado, se desempeñó como secretario

    General de Gobierno del Táchira en 1871 y juez de Primera Instanciaen lo Civil. Casado con la institutora Josefa Briceño, fue el padre delpianista, compositor, abogado y funcionario público Antonio MaríaDelgado Briceño (c. 1869-1921), compositor del valse Quejas del

     Alma. Falleció en Guanare en octubre de 1903.45 Briceño, igualmentemúsico y periodista fue uno de los fundadores del Partido Liberal delTáchira. Amigo de Guzmán Blanco, con quien mantuvo importanteepistolario, destacó en su periódico El Porvenir (1872-1883), buena

    parte de la vida social y política de la época.46 De los demás, hasta lafecha, no se ha encontrado mayor referencia.

    La enseñanza de la músicaPrecarias bandas, conjuntos instrumentales que actuaban en

    ciertas reuniones oficiales, actos escolares, además de la presencia desolistas en esporádicos recitales de orden familiar, eclesiástico o a favor

    de alguna obra social, surgieron en esos tiempos. En la formación oinstrucción de músicos, este proceso se realizaba según la vieja usanzade la relación entre maestro y alumno, en clases particulares pues noexistían escuelas de música, menos conservatorios.

    En este sentido de la enseñanza, se evidencia un gran interés enlos tres últimos lustros del siglo XIX. La presencia de artistas e institu-tores extranjeros y de músicos no nacidos en San Cristóbal motorizóeste paso, como lo realizara el barinés Diego García y el ingenierobogotano Teodosio V. Sánchez en 1887.47 Este último dictaba clasesde piano en 1891, usando el Método de Bertini.48  La ejecución delpiano era enseñada en el Colegio de Señoritas del Sagrado Corazónde Jesús, regentado por la también colombiana Amalia de Vargas en

    44 CORREO DEL TÁCHIRA. San Cristóbal. 28 de agosto de 1869.45 HERNÁNDEZ CONTRERAS, Luis. DICCIONARIO DE LA MÚSICA EN EL

    TÁCHIRA. Proculta. San Cristóbal. 1999. Pág. 78.46 Ídem. Págs. 53-54.47 LA PAZ DEL TÁCHIRA. San Cristóbal. 14 de julio de 1887.48 EL CONTADOR. San Cristóbal. 1° de agosto de 1891.

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    1892.49 Otra dama, Olimpa Crowther, funcionaria de la casa alemanaAndressen Möller, exportadora de café, ofrecía “dar lecciones de piano

     y canto a precios módicos” en marzo de 1894.50

    Casa Andressen Möller (1891), luego Casa Steinvorth

    El Boletín Comercial editado en Táriba por José Trinidad Colme-nares, publicó en varias ediciones de 1897, la lista de los docentesmusicales esparcidos por el Táchira, denotándose la importancia deesta actividad. La enseñanza artística era dirigida por el militar Flo-

    rentino Vargas en Colón; Luis Gonzaga Vivas y Santos Colmenares enLobatera; Román Sosa y Jesús María Mora en Seboruco; el merideñoEmilio Muñoz y el colombiano Ramón Vera Guerrero en La Grita;los colombianos Alejandro Fernández, Domingo Bolívar y GabrielBargalló en Rubio; el maestro Rosario Añez y la señora Florinda deAvendaño en Táriba; Jesús Velasco Bustamante y Abraham Parada enCapacho, advirtiendo que el primero llegaría a ser general y presidentedel Estado, además de cuñado de Cipriano Castro. En San Cristóbal la

    profesión estaba representada por el funcionario municipal y violinista49 EL CONTADOR. San Cristóbal. 15 de febrero de 1892.50 EL CONTADOR. San Cristóbal. 15 de marzo de 1894.

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    Nada se sabe de los progresos de la música clásica en épocas pasadas entrenosotros. Nuestras crónicas no recuerdan el nombre de ningún artista quesobresaliese verdaderamente en el arte de Euterpe. Algunos maestros grana-

    dinos enseñaron la música en nuestros pueblos, a mediados del siglo anterior, y aún hay ancianos que los recuerdan con verdadera admiración: entre ellospueden nombrarse los maestros Secundino Jácome y Julio Quevedo.53 

    Según el presbítero Raimundo Ordóñez Yáñez, Jácome era naturalde Cúcuta y fue cura de Gramalote, Norte de Santander, describiéndolocomo “muy definido por la música, a cuyos acordes sus canas tomanun aire juvenil”, resaltando su condición de compositor de “algunas

    misas”.54 La presencia en tierras tachirenses del bogotano QuevedoArvelo (1829-1897), hijo del coronel caraqueño, violinista y edecándel Libertador, Nicolás Quevedo Rachadell, donde “se radicó en Mi-chelena y allí construyó un órgano (el de Zipaquirá fue construido porél), luego pasó a Táriba, donde compuso su bellísima misa del mismonombre, más comúnmente conocida por su tonalidad Mi bemol”, escitada por el historiador colombiano, el presbítero José Ignacio Perdo-

    mo Escobar.55

     Otro colombiano e institutor musical fue el pianista ycompositor Luis David Villamizar, quien enunciaba una larga lista deautores con la que enseñaba su escuela moderna pianística con detallesa perfeccionar en mecanismo, expresión y ejecución trascendental enmarzo de 1904.56

    Esa fue la Escuela en la que aprendieron los músicos tachirenses defin de siglo. No hubo por parte del Estado interés alguno en fomentarla enseñanza, complejo proceso para el que se requiere sistematización,

    método, organización y una alta dosis de paciencia. Fue hasta 1903cuando la Banda Sucre, institución sostenida por los comerciantes de

    53 GUERRERO, Emilio Constantino. EL TACHIRA FÍSICO, POLÍTICO E ILUS-TRADO. Tip. Herrera Irigoyen. Caracas. 1905. Pág. 304.54 ORDÓÑEZ YÁÑEZ, Raimundo. GRAMALOTE. En Gaceta Histórica del Cen-tro de Historia del Norte de Santander. Cúcuta. Enero a Junio de 1961. Nos. 51-52. Pág. 91.55 PERDOMO ESCOBAR, José Ignacio. HISTORIA DE LA MÚSICA EN CO-

    LOMBIA. Academia Colombiana de Historia. Bogotá. 1963. Pág. 139. Encon-tramos en los archivos musicales del Archivo Nacional de Música de Bogotá, lapartitura de la citada Misa.56 VARIEDADES. San Cristóbal. 5 de marzo de 1904.

  • 8/18/2019 Libro Música y poder político - El caso tachirense (1869-1929)

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    54 LUIS HERN˘NDEZ CONTRERAS

    San Cristóbal, comenzó a ser tutelada por el Estado transformándoseen Banda Oficial, en manifiesto inicio de una desconocida e indirecta

    política cultural. Siete años después, la iniciativa de un gobernantetachirense, el general Régulo Olivares, interesado en crear una Es-cuela de Artes y Oficios, concluyó en una incipiente pero efectivaaula musical dirigida por Nicolás Costantino, músico italiano que seencargó de la conducción de la Banda del Estado en junio de 1910.Así lo relató uno de sus discípulos, Marco Antonio Rivera Useche,al periodista José Mardonio