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  • 7/24/2019 Libro No. 673. Discurso Sobre Economia Politica. Rousseau%2C Jean-Jacques. Coleccin E.O. Marzo 29 de 2014.

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    Por una Cultura Nacional, Cientfica y Popular!

    Libro No. 673. Discurso sobre Economia Politica. Rousseau, Jean-Jacques. Coleccin E.O. Marzo 29 de 2014.

    Ttulo original: DISCURSO SOBRE ECONOMIA POLITICA. JEAN-JACQUES ROUSSEAU

    Versin Original: DISCURSO SOBRE ECONOMIA POLITICA. JEAN-JACQUES ROUSSEAU

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    DISCURSO SOBRE ECONOMIA POLITICA

    JEAN-JACQUES ROUSSEAU

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    DISCURSO SOBRE ECONOMA POLTICA

    Economa o conoma

    (Moral y Poltica)

    Esta palabra viene de , casa, y de , ley, y originalmente no significaotra cosa que el sabio y legtimo gobierno de la casa, en pro del bien comn de

    toda la familia. El sentido de este trmino se ampli ms tarde al gobierno de lagran familia que es el Estado. Para distinguir entre ambas acepciones, en esteltimo caso se le denomina economa general opoltica, y en el otro, economadomstica o particular. En el presente artculo nos ocuparemos tan slo de laprimera. Sobre la economa domstica, vase PADRE DE FAMILIA.

    Aun cuando entre el Estado y la familia se diesen tantas relaciones comopretenden algunos autores, no sera cierto que las reglas de conducta propiasde una de esas sociedades conviniesen a la otra: ambas difieren demasiado en

    cuanto a sus dimensiones como parapoder ser administradas de la misma forma,de modo que siempre existir una diferencia extrema entre el gobiernodomstico, en el cual el padre puede verlo todo por s mismo, y el gobierno civil,en el cual el jefe lo ve casi todo mediante ojos ajenos. Para que, en estosasuntos, las cosas fueran iguales, sera menester que el talento, la fuerza y todaslas facultades del padre, aumentasen en razn de la dimensin de la familia, ascomo que el alma de un poderoso monarca estuviese en relacin con la de un

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    hombre ordinario en igual medida que la extensin de su imperio lo est con laherencia de un particular.

    Pero cmo podra el gobierno del Estado asemejarse al de la familia, siendotan diferentes sus fundamentos respectivos? Por ser el padre fisicamente msfuerte que sus hijos tanto tiempo como su ayuda les es necesaria, el poderpaterno parece, con razn, establecido por la naturaleza. En la gran familia, enla que todos los miembros son naturalmente iguales, la autoridad poltica,

    puramente arbitraria en cuanto a su institucin, no puede fundarse sino enconvenciones, ni puede el magistrado mandar sobre los otros sino en virtud delas leyes.

    Los deberes del padre le son dictados por sentimientos naturales y de formatal que raramente le es permitido desobedecer. Los gobernantes carecen porcompleto de una regla semejante y slo estn obligados para con el pueblo enaquello que le han prometido hacer y cuya ejecucin el pueblo tiene el derechode exigir.

    Otra diferencia an ms importante consiste en que por no tener los hijos msque lo que reciben del padre, le corresponde a ste o de l emana evidentementetodo derecho de propiedad. Ocurre total mente al contrario en la gran familia: suadministracin general se establece slo para asegurar la propiedad particularpreexistente. El principal objeto de todos los trabajos de la casa es el deconservar e incrementar el patrimonio del padre para que ste pueda un darepartirlo entre sus hijos y evitarles lapobreza, mientras que la riqueza del fiscono es sino un medio, a menudo mal entendido, para mantener la paz y la

    abundancia de los particulares. En una palabra, la pequea familia estdestinada a extinguirse y a dividirse un da en varias familias semejantes; perocomo la grande est hecha para durar siempre en el mismo estado, es precisoque la primera aumente para multiplicarse, y no basta con que la otra seconserve, sino que, como es fcilmente demostrable, todo aumento le resultams perjudicial que til.

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    Por varias razones derivadas de la naturaleza de las cosas, el padre debemandar en la familia. 1) No ha de ser igual la autoridad del padre y la de la madre,pero es necesario que el gobierno sea nico y que en caso de divisin deopiniones haya una voz preponderante que decida. 2) Por muy ligeras queconsideremos las incomodidades propias de la mujer, el que siempre conllevenpara ella un intervalo de inactividad es razn suficiente para excluirla de aquellaprimaca, pues cuando la balanza est perfectamente igualada basta una pajapara que se incline. Al marido le debe corresponder adems la inspeccin de la

    conducta de su mujer, pues le interesa asegurarse que los hijos, a los cualesdebe reconocer y alimentar, no pertenezcan a otro sino a l. La mujer, que notiene nada parecido que temer, no tiene el mismo derecho que el marido. 3) Loshijos deben obedecer al padre, en principio por necesidad y adems porreconocimiento; tras haber recibido de l la satisfaccin de todas susnecesidades durante la mitad de su vida, deben consagrar la otra mitad asubvenir a las de aqul. 4) En cuanto a los domsticos, stos estn obligados aprestar servicio al padre a cambio de la manutencin que ste les proporciona,

    salvo s rompen el trato cuando ya no les conviene. No dir nada acerca de laesclavitud, pues es contraria a la naturaleza y ningn derecho puede autorizarla.

    Nada de todo lo anterior existe en la sociedad poltica, la cual, lejos de tenerun inters natural en la felicidad de los particulares, busca con frecuencia el suyopropio en la miseria de stos. Cuando la magistratura es hereditaria, es amenudo un nio quien manda sobre los hombres; cuando es electiva, laselecciones presentan mil inconvenientes, y tanto en uno como en otro casodesaparecen las ventajas de lapatemidad. Si tenis un solo jefe, estaris bajo el

    arbitrio de un amo que carece de razones para amaros; si tenis varios, deberissoportar al tiempo su tirana y sus divisiones. En una palabra, son inevitables losabusos y funestas sus consecuencias en toda sociedad en la que el interspblico y las leyes carecen por completo de fuerza natural y son continuamenteatacadas por el inters personal y las pasiones del jefe y dems miembros.

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    Aunque las funciones del padre de familia y del primer magistrado debentender al mismo fin, lo hacen por caminos bien distintos; su deber y sus derechosestn hasta tal punto diferenciados que no es posible confundirlos sin formarsefalsas ideas acerca de las leyes fundamentales de la sociedad y sin caer enerrores fatales para el gnero humano. En efecto, si la voz de la naturaleza es elmejor consejo que pueda escuchar el padre para cumplir bien sus deberes, parael magistrado es slo un falso gua que trata sin cesar de separarlo de sus obli-gaciones y que tarde o temprano lo arrastra a la perdicin y a la del Estado si

    una sublime virtud no lo retiene.1La nica virtud que el padre de familia necesita,consiste en guardarse de la depravacin e impedir que se corrompan susinclinaciones naturales; por el contrario son stas quienes pueden corromper almagistrado. Mientras al primero, para obrar bien, le basta con consultar a sucorazn, el segundo se convierte en un traidor cuando hace caso al suyo, por loque deber sospechar de su propia razn sin atenerse a ms regla que la raznpublica, es decir, la ley. La naturaleza ha creado multitud de buenos padres defamilia, pero es dudoso que desde que el mundo existe, la sabidura humana

    haya podido formar a diez hombres capaces de gobernara sus semejantes.

    De todo lo que acabo de exponer se sigue que hay razn en distinguir laeconoma pblica de la economa particular, y asimismo que, como el Estado notiene nada en comn con la familia, a no ser la obligacin comn para sus jefesde procurar felicidad, no convienen a ambos las mismas reglas de conducta. Hecredo que estas pocas lneas bastaran para echar por tierra el odioso sistemaque el caballero Filmer ha intentado establecer en una obra titulada Patriarcha,a la que dos hombres ilustres le han hecho el honor de dedicar sendos libros en

    su contra. Por lo dems, ese error es muy antiguo, pues ya el mismo Aristteles

    1La voz de la naturaleza tiende al inters personal o familiar (es por esto que el gobernante civil no debe orla, y

    debe guiarse por la razn).

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    estim oportuno combatirlo por razones que pueden descubrirse en el primerlibro de sus Polticas.

    Ruego a mis lectores que distingan bien asimismo entre la economa pblica,de la cual me he de ocupar y que llamo gobierno, y la autoridad suprema, quellamo soberana; distincin que consiste en que mientras la segunda posee elderecho legislativo y obliga en ciertos casos al cuerpo mismo de la nacin, laprimera slo posee el poder ejecutor y puede obligar tan slo a los particulares. 2

    Vase POLTICA Y SOBERANA.Permtaseme por un momento utilizar una comparacin comn y poco exacta

    en muchos aspectos, aunque apropiada para hacerme comprender mejor.

    El cuerpo poltico, individualmente considerado, puede entenderse como uncuerpo organizado, vivo y similar al del hombre. El poder soberano representa lacabeza; las leyes y costumbres son el cerebro, origen de los nervios y sede delentendimiento, de la voluntad y de los sentidos, cuyos rganos son los jueces ymagistrados; el comercio, la industria y la agricultura son la boca y el estmagoque preparan la sustancia comn; las finanzas pblicas son la sangre de unasabia economa que, desempeando las funciones del corazn, distribuye portodo el cuerpo el alimento y la vida; los ciudadanos son el cuerpo y los miembrosque hacen que la mquina se mueva, viva y trabaje, de modo que cualquierherida que sta sufra en una de sus partes llevara de inmediato una impresindolorosa al cerebro si es buena la salud del animal.

    La vida que a ambos corresponde es elyo comn al todo, la sensibilidad

    recproca y la correspondencia interna entre todas las partes. Si cesa dichacomunidad, desaparece la unidad formal o las partes contiguas acaban

    2Esta distincin est mejor planteada en el Contrato Social (1762). Ver en particular Libro III, cap. I.

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    encontrndose en una simple relacin de yuxtaposicin; el hombre muere o elEstado se disuelve.

    As pues, el cuerpo poltico es tambin un ser moral dotado de voluntad. Esavoluntad general, tendiente siempre a la conservacin y bienestar del todo y decada parte, es el origen de las leyes y la regla de lo justo y de lo injusto paratodos los miembros del Estado, en relacin con ste y con aqullos. Esta verdadmuestra, dicho sea de paso, con cunto sentido muchos escritores consideraron

    un robo la delicadeza prescrita a los hijos de Lacedemonia para poder ganarsesu frugal alimento, como si todo lo que la ley prescribe pudiese no ser legtimo.Vase, en la voz DERECHO, la fuente de este gran y luminoso principio, que eseartculo desarrolla. Es importante sealar que esa regla de justicia, segura enrelacin con todos los ciudadanos, puede resultar defectuosa en relacin con losextranjeros, y la razn de esto es evidente: aunque la voluntad del Estado seageneral para sus miembros, no lo es para otros Estados ni para sus miembrosrespectivos; para stos resulta ser una voluntad particular e individual cuya reglade justicia deriva de la naturaleza, lo cual est tambin comprendido en elprincipio antes expuesto, ya que en ese caso el cuerpo poltico pasa a ser la granciudad del mundo cuya voluntad general es siempre la ley de naturaleza, y cuyosEstados y miembros particulares slo son miembros individuales.

    De estas mismas distinciones aplicadas a cada sociedad poltica y a susmiembros se derivan las reglas ms universales y ms seguras para juzgaracerca de la moralidad de toda accin humana.

    Toda sociedad poltica se compone de otras sociedades ms pequeas y de

    diferente especie, cada una de las cuales posee sus intereses y sus mximas.Pero tales sociedades, que todos pueden ver por su forma exterior y autorizada,no son las nicas que existen realmente en el Estado: todos los particularesreunidos en torno a un inters comn componen otras tantas sociedades,permanentes o pasajeras, cuya fuerza, aun siendo menos aparente, no esmenos real, y cuyas relaciones, si se examinan con detenimiento, nos

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    proporcionan el verdadero conocimiento de las costumbres. Se trata de todasaquellas asociaciones, tcitas o formales, que tan variadamente modifican lasapariencias de la voluntad pblica mediante la influencia de la suya propia. Lavoluntad de dichas sociedades presenta siempre dos tipos de relaciones: parasus propios miembros, es una voluntad general; para la gran sociedad, es unavoluntad particular. Con frecuencia es una voluntad recta bajo el primer aspectoy viciosa bajo el segundo. Cualquiera puede ser al mismo tiempo un devoto, unvaliente soldado o un mdico aplicado y un mal ciudadano. Tal determinacin

    puede ser ventajosa para la pequea comunidad y perniciosa para la grande.Cierto es que por estar las sociedades particulares subordinadas a aquellas quelas incluyen, conviene antes obedecer a stas que a las otras, como cierto estambin que los deberes de ciudadano preceden a los de senador y los delhombre a los del ciudadano. Pero por desgracia, el inters personal est siempreen razn inversa respecto del deber y aumenta a medida que la asociacin sehace ms estrecha y el compromiso menos sagrado, lo cual es prueba infaliblede que la voluntad general es siempre la ms justa y de que la voz del pueblo es

    en efecto la voz de Dios.

    De ello no se sigue que las deliberaciones pblicas sean siempre equitativas.Pueden no serlo cuando de asuntos extranjeros se trata; ya he dicho la razn.

    As, no es imposible que una repblica bien gobemada haga una guerra injusta;tampoco es imposible que el consejo de una democracia promulgue malosdecretos o condene a inocentes, pues jams suceder que el pueblo noseatentado por intereses particulares, presentados como los intereses del pueblopor algunos hombres hbiles valindose de su prestigio y elocuencia. Una cosa

    es, por tanto, la deliberacin pblica y otra la voluntad general. No se meargumente con la democracia de Atenas porque Atenas no era en realidad unademocracia sino, en gran medida, una aristocracia tirnica gobemada por sabiosy oradores. Examinad con cuidado lo que ocu

    rre en cualquier deliberacin y veris que la voluntad general propendesiempre al bien comn, si bien existe siempre una escisin secreta, una

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    confederacin tcita que, en favor de miras particulares, elude la disposicinnatural de la asamblea. As pues, el cuerpo social se divide realmente en otrosvarios cuyos miembros adoptan una voluntad general que es buena y justarespecto de esos meros cuerpos, pero injusta ymalarespecto del todo del quetodos aqullos se desvinculan.

    Vemos con qu facilidad se explican, gracias a estos principios, las aparentescontradicciones propias de tantos hombres colmados de escrpulos y de honor

    en un aspecto y tramposos y bribones en otro, que desprecian los deberes mssagrados y son fieles hasta la muerte a compromisos con frecuencia ilegtimos.Es as como los hombres ms corruptos rinden siempre homenaje a la confianzapblica. Es as (tal como se seala en el artculo DERECHO) cmo hasta lostruhanes, enemigos de la virtud en la gran sociedad, adoran su simulacro en suscavemas.

    Al establecer la voluntad general como primer principio de la economa pblicay como regla fundamental del gobierno, no he credo necesario examinar

    seriamente si los magistrados pertenecen al pueblo o el pueblo a losmagistrados, ni si en los asuntos pblicos se debe consultar el bien del Estado oel de los jefes. Hace tiempo que la prctica decidi esta cuestin en undeterminado sentido y la razn en otro, de modo que en general sera una granlocura esperar que aquellos que de hecho son los amos preferirn un intersdistinto al suyo propio.3 Parece pues adecuado dividir tambin la economapblica en popular y tirnica. La primera es la de todo Estado en el que imperaunidad de inters y voluntad entre el pueblo y los jefes; la otra existir

    necesariamente all donde el gobierno y el pueblo tengan intereses diferentes y,consiguientemente, voluntades opuestas. Las mximas de la segunda estninscritas sobradamente en los archivos de la historia y en las stiras de

    3Rousseau no piensa la poltica en funcin de "lo que es", esto es, de los poderes realmente existentes; sino de "lo que debe

    ser" en justicia. Por esto su progarna de reflexin poltica queda bien expresado =el subtitulo del Contrata Social: Principios de

    Derecho poltico.

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    Maquiavelo. La otras slo aparecen en los escritos de los filsofos que tienen laosada de reclamarlos derechos de la humanidad.

    I

    La primera y ms importante mxima del gobierno legtimo y popular, es decir,del que tiene por objeto el bien del pueblo,4es, por tanto, como ya he dicho, lade guiarse en todo por la voluntad general. Pero para seguirla es necesarioconocerla y sobre todo distinguirla de la voluntad particular, comenzando por unomismo; distincin siempre dificil de hacer y para la cual slo la ms sublime virtudpuede proporcionar luces suficientes. Como para querer hace falta ser libre, otra

    dificultad no menor consiste en asegurar a la vez la libertad pblica y la autoridaddel gobierno. Buscad los motivos que llevaron a los hombres, unidos por susmutuas necesidades en la gran sociedad, a estrechar su unin mediantesociedades civiles: no encontraris otro que el de asegurar los bienes, la vida yla libertad de cada miembro mediante la proteccin de todos. Ahora bien cmoforzar a los hombres a defender la libertad de uno de ellos sin atentar contra lade los dems? Y cmo subvenir a las necesidades pblicas sin alterar lapropiedad particular de los que estn obligados a contribuir a ella? Por muchos

    sofismas con los que coloreemos todo esto, no deja de ser cierto que si se puedeconstreir mi voluntad yo no soy libre y que dejo de ser dueo de mi bien desdeque otro puede tocarlo. Esta dificultad, que debera parecer insuperable, fuesalvada mediante la ms sublime de todas las instituciones humanas o quizsmediante una inspiracin celeste que le ense al hombre aqu abajo los

    4En el Contrato Social lo llamar "(gobierno de la) Repblica". Esto es, sostenido en la voluntad general.

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    decretos inmutables de la divinidad. Qu arte inconcebible permiti encontrarel medio de subyugar a los hombres para hacerlos libres; poner al servicio delEstado los bienes, los brazos y hasta la vida de sus miembros sin constreirlosni pedirles consentimiento; encadenar su voluntad mediante su propia confesin;hacer valer su consentimiento contra sus rechazos y forzarlos a castigarse a smismos cuando hacen lo que deseaban? Cmo es posible que obedezcan sinque nadie ordene o que sirvan sin tener amo, siendo de hecho tanto ms librescuanto que, bajo una aparente sujecin, uno pierde la libertad slo si sta puede

    perjudicar a la de otro? Estos prodigios son obra de la ley. Es tan slo a la ley aquien los hombres deben la justicia y la libertad. Es ese saludable rgano de lavoluntad de todos quien restablece, en el derecho, la igualdad natural de loshombres. Es esa voz celeste quien dicta a cada ciudadano los preceptos de larazn pblica; quien le ensea a obrar segn las mximas de su propio juicio ya no caer en contradiccin consigo mismo. Asimismo es a ella, tan slo, a quienlos jefes deben hacer hablar cuando mandan, pues tan pronto como un hombrepretende someter a otro a su voluntad privada con independencia de las leyes,

    sale del estado civil y entra de lleno en el puro estado de naturaleza, en el cualla obediencia es prescrita tan slo por la necesidad.

    As pues, el inters ms urgente del jefe y su deber ms indispensable es velarpor la observancia de las leyes de las que es encargado y sobre las cuales sefunda toda su autoridad. Si debe procurar que los otros las observen, con msrazn deber observarlas l mismo, pues goza de todos sus favores, ya que suejemplo tiene tal fuerza que, aun cuando el pueblo quisiese soportar que el jefele libere del yugo de la ley, ste deber guardarse de aprovechar tan peligrosa

    prerrogativa, que, adems, otros tratarn inmediatamente de usurparle y amenudo en su propio perjuicio. En el fondo, como todos los compromisos de lasociedad son recprocos por su naturaleza, no es posible ponerse por encima dela ley sin renunciar a sus ventajas, ya que nadie debe nada a quien pretende nodeber nada a nadie. Por la misma razn, ninguna exencin de la ley ser jamsaplicada por ttulo alguno en un gobierno bien administrado. Incluso los

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    ciudadanos meritorios ante la patria debern ser recompensados con honores ynunca con privilegios, pues la repblica acaba en la ruina desde que alguienpuede pensar que vale la pena desobedecer las leyes: si la nobleza o el militaro cualquier otro orden del Estado adoptase una mxima semejante, todo estaraperdido sin remedio.

    La potencia de las leyes depende ms de su propia sabidura que de laseveridad de los ministros, y la voluntadpblica extrae su gran peso de la razn

    que la dictara. Por esto, Platn concibe como importante precaucin ponersiempre a la cabeza de los edictos un prembulo razonado que muestre sujusticia y utilidad. Y as, en efecto, la primera de las leyes es la de respetarlas: elmejor de los castigos no deja de ser un vano recurso imaginado por espritusmediocres para sustituir por el terror el respeto que no pueden obtener. Siemprese pens que aquellos pases donde los suplicios son ms terribles son tambinaquellos en los que stos se dan con ms frecuencia, de suerte que la crueldadde las penas no significa otra cosa que la abundancia de infractores, y que si secastiga todo con igual severidad se obliga a los culpables a cometer crmenespara escapar al castigo de sus faltas.

    Pero aunque el gobierno no sea el dueo de la ley, ya es mucho con ser sugarante y disponer de mil recursos para procurar que se la venere. En estoconsiste simplemente el talento para reinar. No hay arte alguno en hacer temblara todos cuando se dispone de la fuerza, ni mucho tampoco en ganarse loscorazones, pues desde hace tiempo el pueblo sabe por experiencia dar buenacuenta a sus jefes del mal que le ahorran y adorarlos cuando no le odian.

    Como cualquier otro, el imbcil sumiso sabe castigar los crmenes, mientrasque el verdadero hombre de Estado sabe prevenirlos; su respetable imperio seextiende ms sobre las voluntades que sobre las acciones. Si el hombre deEstado lograse que todo el mundo hiciese el bien, no tendra ya nada que hacery la obra maestra de sus afanes sera la de permanecer ocioso. Cierto es, almenos, que el mayor talento de los jefes consiste en disfrazar su poder para

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    hacerlo menos odioso y en conducir el Estado de forma tan apacible que parezcano tener necesidad de conductores.

    Concluyo pues en que, as como el primer deber del legislador consiste enadecuar las leyes a la voluntad general, la primera regla de la economa pblicaes la de administrar conforme a las leyes. Y de este modo, para un buen gobiernodel Estado bastar con que el legislador tenga en cuenta toda exigencia derivadadel lugar, el clima, el suelo, las costumbres y la vecindad, as como cualquier

    circunstancia propia del pueblo que debe instituir.5

    Esto no significa que noquede una infinidad de detalles de polica6 y economa pendientes de laprudencia del gobierno7, si bien, siempre dispondr de dos reglas infalibles paraconducirse con acierto en tales ocasiones: el espritu de la ley aplicable a loscasos por ella previstos y la voluntad general, fuente y suplemento de toda ley,que deber ser consultada en defecto de sta. Pero cmo conocer la voluntadgeneral -se me dir- cuando no ha sido explicitada? Habr que reunir a toda lanacin ante cualquier acontecimiento imprevisto? Dicha reunin har menosfalta cuanto ms seguro est el gobierno de que su decisin expresa la voluntadgeneral; tambin es innecesaria en tanto que es un medio impracticable en ungran pueblo y rara vez se necesita cuando el gobierno es bienintencionado, pueslos jefes saben de sobra que la voluntad general est siempre a favor del partidoque ms defiende el inters pblico, es decir, el ms equitativo, de suerte quebasta con ser justo para tener la certeza de cumplir la voluntad general. Cuando

    5Este pasaje expresa de modo sinttico la profunda impresin que causara en el autor la lectura del El Espritu de las Leyes, del

    barn de Montesquieu (1748), como podremos apreciar a lo largo de todo el artculo

    6El uso de la palabra "polica" en este y otros contextos del presente texto tiene un alcance mucho mayor que el uso comente en

    la actualidad. Se refiere a la administracin poltica interna y cotidiana en general, a la "pequea poltica", como cuidado del orden

    en diversos mbitos de actividad. Pan una mejor comprensin del trmino (rescatado por Foucault en su teora de la gu-

    bernamentalidad, a fines de los aos '70), ver especialmente M. Foucault: Omnes et Singulatim (...). En otra variante, puede verse

    el uso que el filsofo francs Jacques Ranciere hace del trmino en su libro El Desacuerdo.

    7Este argumento tiene una fuerte afinidad con la teora del poder de "prerrogativa" del poder ejecutivo, enunciada por John Locke

    en el capitulo XIV de su Segundo Ensayo del Gobierna Civil (1690).

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    se le contradice demasiado abiertamente, la voluntad general se hace notar apesar del terrible freno de la autoridad pblica. Buscar lo ms cerca posible losejemplos a seguir en un caso semejante. En China, el prncipe sigue siempre lamxima de quitarle la razn a sus oficiales cuando surge un altercado entre ellosy el pueblo.

    Que en tal provincia se encarece el pan: el intendente va a la crcel; que ental otra hay una sedicin, el gobernador es cesado y los mandarines responden

    con sus cabezas a todo mal que ocurra en su jurisdiccin. No se examina deinmediato el caso en un proceso regular, pues una larga experiencia ensea quese prevenga el juicio de este modo. Raramente hay una injusticia que reponerpor esta causa, y el emperador, persuadido de que el clamor pblico jams seeleva sin razn, sabe descubrir, entre los gritos sediciosos, que castiga, las

    justas demandas, que son atendidas.

    Ya es mucho lograr que reine la paz y la justicia en toda la repblica; tambinlo es que el Estado permanezca en calma y la ley sea respetada; pero si nada

    ms se consigue, todo ello ser ms apariencia que realidad y al gobierno le serdifcil hacerse obedecer si se preocupa slo por la obediencia. Si bueno es saberemplear a los hombres tal como son, mejor an es tomarlos tal y como senecesita que sean. La autoridad ms absoluta es aquella que penetra hasta elinterior del hombre y no se ejerce menos sobre la voluntad que sobre lasacciones. Cierto es que, a la larga, los pueblos son como los hacen los gobier-nos. Sus miembros pueden ser guerreros, ciudadanos u hombres cuando elgobierno lo quiera; o bien, populacho y canalla cuando le plazca, y todo prncipe

    que desprecie a sus sbditos se deshonra a s mismo al mostrar que no ha sidocapaz de hacerlos estimables.8 Formad pues a hombres si queris mandar ahombres y si pretendis que las leyes sean obedecidas, haced leyes que puedanser amadas, de forma que para cumplir lo debido baste con pensar que debehacerse. Este era el gran arte de los antiguos gobiernos en aquellos tiempos

    8Este argumento tiene cierta afinidad con otro expuesto por Baruj Spinoza en el libro V de su Tratado Poltico (1677, pstumo).

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    pretritos en que los filsofos daban leyes al pueblo y slo usaban su autoridadpara hacerlo sabio y afortunado, admitiendo o rechazando con sumo cuidadomuchas leyes suntuarias, reglamentos de costumbres y mximas pblicas. Nisiquiera los tiranos olvidaban tan importante faceta de la administracin, desuerte que, mientras los magistrados cuidaban de corregir las costumbres de susciudadanos, con igual celo se aplicaban ellos a corromper las de sus esclavos.Mas nuestros gobiernos modernos, que creen haberlo hecho todo cuandoobtienen riqueza, ni capaces son de imaginar que es preciso o posible llegar a

    tales metas.

    II

    Segunda regla esencial de la economa pblica, no menos importante que laprimera: queris que se cumpla la voluntad general?, haced que todas lasvoluntades particulares a ella se orienten; y, como la virtud no es otra cosa quela conformidad de la voluntad particular a la general, lo mismo da decirsolamente: haced que reine la virtud.

    Si los polticos estuviesen menos cegados por su ambicin, veran en qumedida es imposible que cualquier ordenamiento pueda marchar segn elespritu de su institucin si no es dirigido por la ley del deber; sabran que elmayor recurso de la autoridad pblica se encuentra en el corazn de losciudadanos y que cuando se quiere mantener el gobierno nada puede suplantara las costumbres. Mas que gentes de bien que sepan administrar las leyes, hay,

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    en el fondo, gentes honestas que saben obedecerlas.9 Quien desafa a losremordimientos, no tarda en desafiar a los suplicios, castigo menos riguroso,menos continuo y del que, al menos, cabe la esperanza de escapar. Y pormuchas precauciones que se tomen, a quien slo le espera la impunidad por sumala accin, siempre encuentra medios para eludir la ley o para librarse de lapena. Cuando todos los intereses particulares se renen en contra del intersgeneral, que no es el de la persona, los vicios pblicos tienen ms fuerza paradebilitar las leyes que la que tienen stas para reprimir los vicios, de modo que,

    al final, la corrupcin del pueblo y de los jefes alcanza al gobierno, por muy sabioque ste sea: el peor de todos los abusos consiste en obedecer las leyes enapariencia para poder infringirlas de hecho con mayor seguridad. Poco tiempotardan entonces las mejores leyes en convertirse en las ms funestas, y en esecaso valdr cien veces ms que no existieran; seran el ltimo recurso al queacudir. Vanamente se promulga, en tal situacin, edicto tras edicto y reglamentotras reglamento; ello slo sirve para aadir nuevos abusos, sin haber corregidolos primeros. Cuanto ms multipliquis las leyes, tanto ms las haris

    despreciables y todos los vigilantes que instituyis no sern ms que nuevosinfractores destinados a repartirse el pillaje con los antiguos o hacerse con elsuyo propio. As, el precio de la virtud pasa a ser el del bandidaje: los hombresms viles son los ms acreditados y cuanto ms grandes son, ms despreciomerecen; la infamia estalla en su dignidad y los honores los deshonran; compranel sufragio de los jefes o la proteccin de las mujeres y venden la justicia, el debery el Estado; y el pueblo, que no advierte que sus propios vicios son la causaprimera de sus desgracias, murmura y clama gimiendo: "Todos mis males vienen

    de esos a quienes pago para que de ellos me guarden".Es entonces cuando los jefes se ven forzados a sustituir la voz del deber, que

    ha dejado de hablar en los corazones, por el grito del terror o el seuelo de uninters aparente con el que engaan a sus criaturas, y cuando hay que recurrir

    9Advirtase la afinidad con los argumentos sobre la virtud de Montesquieu en El Espritu de las Leyes, libro 111, caps. III y IV.

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    a todas las pequeas y miserables astucias que ellos llaman mximas de Estadoy misterios de gabinete. Los miembros del gobierno emplean entonces todo elvigor que an les queda en perjudicarse y suplantarse entre s mientras seabandonan los asuntos o se resuelven slo cuando el inters personal lodemanda y de la manera que ste aconseja. En fin, toda la habilidad de esosgrandes polticos consiste en fascinar de tal modo a aquellos de quienes ne-cesitan, que todos creen trabajar por su propio inters cuando en realidadtrabajan por el de ellos. Digo el de ellos, en tanto y en cuanto el verdadero inters

    de los jefes consista en aniquilar al pueblo a fin de someterlo y arruinar su bien,asegurndose su posesin.

    Mas cuando los ciudadanos aman el deber y los depositarios de la autoridadpblica se aplican sinceramente a nutrir ese amor con su ejemplo y sus cuidados,todas las dificultades se desvanecen, y no es difcil administrar sin ese arte cuyonico misterio es la malicia. Esas almas ilustres, tan peligrosas como admiradas;todos esos grandes ministros, cuya gloria se confunde con las desgracias delpueblo, ya no son indispensables; las costumbres pblicas sustituyen al geniode los jefes y a medida que el reino de la virtud se va extendiendo, los talentosparecen menos necesarios. La ambicin misma es entonces deseada ms bienpor deber que por usurpacin: el pueblo, convencido de que sus jefes trabajanslo en pro de su felicidad, les dispensa por deferencia de trabajar para afianzarsu poder, y as la historia nos muestra en mil ocasiones que la autoridad que elpueblo otorga a aquellos que ama y por los que es amado, es cien veces msabsoluta que toda la tirana de los usurpadores.10 Esto no significa que elgobierno deba tener miedo de usar su poder, sino que debe usarlo

    legtimamente. Mil ejemplos da la historia de jefes pusilnimes o ambiciosos,vencidos por desidia o por orgullo, pero ninguno que haya acabado mal por

    10Aqu Rousseau parece pasar por alto la advertencia de Montesquieu en el libro XI de su Espritu de las Leyes, donde

    precisamente por esto seala: "Quin lo dira? Tambin la virtud necesita limites! "

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    limitarse a ser equitativo. Mas no debemos confundir moderacin con negli-gencia, ni dulzura con debilidad. Ser justo exige ser severo; soportar la maldadque se puede reprimir con derecho es como ser malvado con uno mismo.

    No basta con decir a los ciudadanos: sed buenos; hay que ensearles a serlo,y el ejemplo, primera leccin al respecto, no es el nico medio. El amor a la patriaes el medio ms eficaz, porque, como ya he dicho, el hombre es virtuoso cuandosu voluntad particular es en todo conforme a la voluntad general y quiere aquello

    que quieren las gentes que l ama.Parece que el sentimiento humano se evapora y debilita cuando se reparte por

    toda la tierra, de modo que nos afectan menos las calamidades de Tartaria o delJapn que las de un pueblo europeo. En cierta forma, es preciso limitar y reducirel inters y la conmiseracin para poder activarlos. Ahora bien, como quiera queesa tendencia slo beneficia a los que con nosotros conviven, es bueno que lahumanidad concentrada entre conciudadanos adquiera en ellos una fuerzarenovada gracias al hbito de verse y al inters comn que los rene. Verdad es

    que los mayores prodigios de la virtud fueron realizados por amor a la patria. Esesentimiento dulce y vivo que aade la fuerza del amor propio a la belleza de lavirtud, le da una energa que, sin desfigurarlo, hace de l la ms heroica de todaslas pasiones. l fue quien dio lugar a tantas hazaas inmortales cuyo resplandordeslumbra nuestros dbiles ojos, y a tantos grandes hombres cuyas antiguasvirtudes parecen fbula cuando el amor a la patria se toma en escarnio. No nossorprendamos por ello; los arrebatos de los corazones tiernos le parecenquimeras a quien jams los sinti, y el amor a la patria, cien veces ms vivo y

    delicioso que el que se dispensa a la amante, no se puede concebir sino seexperimenta, pero es fcil apreciar en los corazones que l inflama y en lashazaas que inspira, ese ardor fulgente y sublime que ya no reluce en la mspura virtud cuando de aqul se separa. Osemos comparar a Scrates con Catn:el primero era ms filsofo y el segundo ms ciudadano. Cuando Atenas yaestaba perdida, Scrates no tena ms patria que el mundo entero; Catn llevsiempre su patria en el fondo de su corazn; slo vivi para ella y no pudo

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    disuelta por el derecho en cuanto un solo ciudadano del Estado pereciese porfaltarle el auxilio que hubiera podido prestrsele, si un solo ciudadano hubiesesido sin causa retenido en prisin, o cuando un solo proceso se perdiese por unainjusticia evidente; pues cuando se infringen las convenciones fundamentales nohay derecho o inters alguno para el pueblo en mantener la unin social, amenos que ste no fuera retenido por la nica fuerza que produce la disolucindel Estado civil.

    En efecto, no consiste el compromiso del cuerpo de la nacin en proveer conel mismo cuidado a la conservacin del ltimo de sus miembros y a la de todoslos dems? Y es menos causa comn la salvacin de un ciudadano que la detodo el Estado? Si se nos dijera que es bueno que alguien perezca por todos, yoadmirara tal sentencia si la pronunciara un digno y virtuoso patriota consagradovoluntariamente y por deber a morir por la salvacin de su pas; pero si llegara amis odos que se le permite al gobierno sacrificar a un inocente para salvar a lamultitud12,tomara esta mxima como una de las ms execrables que jams hayainventado la tirana, como la ms falsa que proponerse pueda, como la mspeligrosa que pueda admitirse y como la ms directamente opuesta a las leyesde la sociedad. En lugar de que uno debiese perecer por todos, todoscomprometieron sus bienes y sus vidas en la defensa de todos a fin de que ladebilidad particular estuviese siempre protegida por la fuerza pblica y cadamiembro por todo el Estado. Despus de suponer que un individuo tras otro essuprimido del pueblo, exigidles a los partidarios de tal mxima que expliquenmejor lo que entienden por cuerpo del Estado y veris que al final lo reducen aun pequeo nmero de hombres que no son el pueblo sino los oficiales del

    pueblo, los cuales, despus de que se han obligado, por juramento particular, a

    12Se percibe aqu un germen de lo que aquel sutil y riguroso lector de Rousseau que fuera Immanuel Kant acuar bajo la forma

    de la "segunda formulacin" de su Imperativo Categrico, raz de una importante tradicin de deontologa moral. Ver I. Kant:

    Fundamentacin de la Metafsica de las Costumbres (1785).

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    perecer ellos mismos por la salvacin del pueblo, pretenden probar de ese modoque es a ste a quien le toca perecer por la suya propia.

    Para encontrar ejemplos de la proteccin que el Estado le debe a susmiembros y del respeto que le debe a sus personas, se han de buscar tan sloen las ms ilustres y arrojadas naciones de la tierra, pues casi slo en los puebloslibres se conoce el valor de un hombre. Sabemos cunta perplejidad embargabaa toda la repblica de Esparta cuando haba que castigar a un ciudadano

    culpable. En Macedonia, la vida de un hombre era asunto de tanta importanciaque su poderoso monarca Alejandro, con toda su grandeza, no se hubieraatrevido a ordenar la muerte de un macedonio criminal mientras el acusado nohubiese comparecido ante sus conciudadanos para defenderse y no hubiesesido condenado por ellos. Pero fueron los romanos quienes se distinguieron detodos los pueblos de la tierra por los miramientos del gobierno para con losparticulares, as como por su escrupuloso cuidado en respetar los derechosinviolables de todos los miembros del Estado. Nada haba entre ellos mssagrado que la vida de los simples ciudadanos; se necesitaba la asamblea detodo el pueblo para condenar a alguien; ni el senado ni los cnsules, con toda sumajestad, tenan el derecho de hacerlo, y en aqul, el pueblo ms poderoso dela tierra, el crimen y la pena de un ciudadano suponan la pblica desolacin. Yas, pareci tan duro verterla sangre de un ciudadano por cualquier crimen, quela ley Porciaconmut la pena de muerte por la de exilio para todos aquellos quequisiesen sobrevivir a pesar de la prdida de tan dulce patria. En Roma y en susejrcitos se respiraba ese amor entre conciudadanos y ese respeto hacia elnombre romano que elevaba el nimo e inflamaba la virtud de quien tena el

    honor de llevarlo. El sombrero de un ciudadano liberado de esclavitud, la coronacvica del que haba salvado la vida de otro, era lo que con mayor complacenciase admiraba en la pompa de los triunfos; y es de sealar que, de las coronas quehonraban las bellas hazaas guerreras, slo la cvica y la de los triunfadores erande hierba y de hojas, pues todas las dems eran de oro. As es como Roma fuevirtuosa y se hizo la duea del mundo. Jefes ambiciosos!: el pastor tambin

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    gobierna a sus perros y a sus ganados y no es ms que el ltimo de los hombres.La belleza del gobierno depende de que quienes nos obedecen puedanhonrarnos. Por lo tanto, respetad a vuestros conciudadanos y os haris respetar;respetad la libertad y aumentar vuestro poder; no sobrepasis vuestrosderechos y stos se harn ilimitados. Sea pues la patria como una madre paralos ciudadanos, de modo que las ventajas que stos disfrutan en su pas les hagaamarlo. Que el gobierno les deje tomar parte en la administracin pblica paraque se encuentren como en su casa y slo vean las leyes como garantes de su

    libertad. Estos derechos, en todo su esplendor, pertenecen a todos los hombres,pero, aun sin apariencia de atacarlos directamente, la mala voluntad de los jefeslos anula fcilmente. La ley de la que se abusa, tanto sirve al poderoso de armaofensiva como de escudo contra el dbil, y el pretexto del bien pblico es siempreel ms peligroso azote del pueblo. Lo ms necesario y quiz lo ms difcil delgobierno, es esa severa integridad que busca la justicia para todos yprincipalmente la proteccin del pobre contra la tirana del rico. El mayor mal estya hecho cuando existen pobres que defender y ricos que contener. La fuerza

    de las leyes se ejerce tan slo sobre la equidad, pues son igualmente impotentesante los tesoros del rico y ante la miseria del pobre: el primero las elude; elsegundo escapa de ellas; uno rasga el velo, el otro lo atraviesa.

    As pues, uno de los ms importantes asuntos del gobierno consiste enprevenir la extrema desigualdad de las fortunas, pero no incrementando lostesoros de los que los poseen, sino impidiendo por todos los medios que losacumulen; tampoco construyendo hospitales para pobres, sino preservando alos ciudadanos de caer en la pobreza. La desigual distribucin de los hombres

    en el territorio, con aglomeracin en un lugar y despoblacin en otro; el fomentode las artes de diversin y de pura industria a expensas de los oficios tiles ypenosos; el sacrificio de la agricultura al comercio; la necesidad del ciudadanopor la mala administracin de los dineros del Estado; en fin, la extrema venalidadque supone medir el respeto con los doblones y comprar con dinero la virtudmisma: tales son las causas ms apreciables de la opulencia y la miseria, de la

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    sustitucin del inters pblico por el particular, del odio mutuo entre ciudadanos,de su indiferencia por la causa comn, de la corrupcin del pueblo y deldebilitamiento de todos los recursos del gobierno; males todos, difciles de sanarcuando aparecen pero que deben ser prevenidos por una buena administracina fin de mantener las buenas costumbres, el respeto a las leyes, el amor a lapatria y el vigor de la voluntad general.

    Empero, todas estas preocupaciones resultarn insuficientes si no se

    comienza aun desde ms lejos. Acabo esta parte de la economa pblica pordonde debera haber comenzado. La patria no puede subsistir sin libertad ni lavirtud sin ciudadanos: lo conseguiris todo si formis ciudadanos; si no, slotendris malos esclavos, comenzando por los jefes del Estado. Ahora bien,formar ciudadanos no es asunto de un da y para que se hagan hombres hayque instruirlos desde nios. Si se me dice que quien tiene hombres a su mandono debe buscar fuera de sus naturalezas una perfeccin que no son capaces dealcanzar; que no debe desear destruir sus pasiones y que la ejecucin de se-mejante proyecto no es ni deseable ni posible, mostrar mi acuerdo, pues unhombre sin pasiones es sin duda un mal ciudadano; pero tambin hay queconvenir en que si no se les ensea a los hombres a amar alguna cosa, esimposible ensearles a amar algn objeto ms que a otro y a preferir loverdaderamente bello a lo deforme. Si por ejemplo se les ejercita desdetemprana edad a no estimar su propia individualidad ms que en sus relacionescon el Estado, as como a no percibir su propia existencia, por as decir, sinocomo parte de la del Estado, podrn llegar finalmente a identificarse con ese todosuperior, a sentirse miembros de la patria, a amarla con ese exquisito sentimiento

    que el hombre aislado slo consigue por su propio esfuerzo, a elevar perpe-tuamente su alma hacia ese gran objeto y a transformar as en sublime virtudesa peligrosa disposicin de la que surgen todos los vicios13. No es slo la

    13Probablemente estos argumentos de Rousseau no hayan sido menos influyentes que los provenientes de la tradicin greco-

    romana en la formacin del concepto hegeliano de Sittlichkeit ("eticidad"), y de la doctrina hegeliana (fuertemente romntica)

    del Estado. Ver G. W F. Hegel: Filosofa del Derecho (1820).

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    Filosofa quien demuestra la posibilidad de esas nuevas orientaciones; la Historiaofrece mil ejemplos resplandecientes: si los ciudadanos son tan raros entrenosotros, es porque nadie se preocupa de que los haya y porque an menos seadmite la necesidad de formarlos. No es ya tiempo de cambiar nuestrasinclinaciones naturales una vez que stas han tomado su curso y el hbito se haunido al amor propio; tampoco es tiempo de salir fuera de nosotros mismos unavez que, habindose concentrado el yo humano en nuestro corazn, desarrollaen l esa despreciable actividad que absorbe toda virtud y preside la vida de las

    almas insignificantes. Cmo podra germinar el amor a la patria entre pasionesque lo ahogan? y qu les queda a los ciudadanos de un corazn dividido entrela avaricia, una amante y la vanidad?

    Desde el primer momento de la vida hay que aprender a merecerla; y comodesde el nacimiento se participa de los derechos de los ciudadanos, el instantedel nacimiento debe sealar el comienzo del ejercicio de los deberes. Al igualque en la edad madura, tambin en la infancia deben existir unas leyes queenseen a obedecer a los otros, y como la razn de cada hombre no es el nicorbitro de sus deberes, la educacin de los hijos no se debe confiar slo a lospadres por cuanto sta interesa, ms que a los padres, al propio Estado, ya quesegn el curso de la naturaleza, la muerte del padre le arrebata a menudo losltimos frutos de esa educacin, mientras que la patria se resiente tarde otemprano de los efectos: el Estado permanece, mas la familia se deshace. Si laautoridad pblica, cuando reemplaza a los padres y se ocupa de tan importantefuncin, adquiere sus derechos al cumplir sus deberes, aqullos carecen derazn para quejarse, pues con ello se limitan a cambiar de nombre, de modo que

    bajo el nombre de ciudadanos dispondrn en comn de igual autoridad sobresus hijos que la que ejercan separadamente bajo el nombre de padres, y nosern menos obedecidos cuando hablen en nombre de la ley que cuandohablaban en nombre de la naturaleza. La educacin pblica segn reglas dicta-das por el gobierno y los magistrados nombrados por el soberano, constituye,pues, una de las principales mximas del gobierno fundamental o legtimo. Si los

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    nios son educados en comn segn el principio de la igualdad, se les inculcanlas leyes del Estado y las mximas de la voluntad general, se les instruye paraque las respeten por encima de todo, se ven rodeados de ejemplos y objetos queles hablen sin cesar de la tierra madre que los alimenta, del amor que ella lesdispensa, de los inestimables bienes que de ella reciben y de la compensacinque le deben, sin duda se amarn mutuamente como hermanos, jams desearnotra cosa que lo que la sociedad desee, sustituirn por hazaas de hombres elvano e intil parloteo de los sofistas y se convertirn un da en defensores y

    padres de la patria de la que durante tanto tiempo fueron hijos14.

    Nada dir acerca de los magistrados destinados a presidir esta educacin queconstituye sin duda el asunto ms importante del Estado. Sabido es que si seacordasen ligeramente semejantes seales de confianza pblica y si esa sublimefuncin no supusiese para aquellos que hubiesen cumplido dignamente con elresto de sus funciones, el precio de su trabajo, el honorable y dulce reposo ensu vejez y la culminacin de todos los honores, entonces toda la empresa seraintil y la educacin fracasara, pues all donde la leccin no est sostenida porla autoridad y el precepto por el ejemplo, la instruccin resulta infructuosa y lamisma virtud pierde su crdito cuando est en boca de quien no la practica. Perocuntos ilustres guerreros agobiados bajo el peso de los laureles predican elvalor; cuntos magistrados ntegros, dignificados con prpura, ensean la

    justicia en los tribunales; unos y otros formarn as virtuosos sucesores ytransmitirn de edad en edad, a las siguientes generaciones, la experiencia y eltalento de los jefes, el nimo y la virtud de los ciudadanos y la emulacin, comna todos, para vivir y morir por la patria.

    14 Difcil es no evocar aqu, entre otras preciosas referencias, la Grandeza y Decadencia de los Romanos de

    Montesquieu; ni, ya en un tono crtico frente a la tradicin antigua de la moral cvica, el discurso de Benjamn Constant

    de 1819, conocido como "De la Libertad de los Antiguos comprada con la de los Modernos". Ver igualmente la nota

    anterior.

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    Slo conozco tres pueblos que en otros tiempos hayan practicado la educacinpblica, a saber: los cretenses, los lacedemonios y los antiguos persas. En todosellos tuvo gran xito y en los dos ltimos obr grandes prodigios. Cuando elmundo qued dividido en naciones demasiado grandes para poder sergobernadas, la educacin pblica dej de ser practicable y otras razones que ellector puede apreciar fcilmente impidieron su ensayo en los pueblos modernos.Sorprende que los romanos pudiesen prescindir de la educacin pblica, pero locierto es que Roma fue durante quinientos aos un continuo milagro que el

    mundo no puede volver a contemplar. La virtud de los romanos, engendrada porel horror a la tirana y por un innato amor a la patria, hizo de todas las casas otrastantas escuelas de ciudadanos, y el poder ilimitado de los padres sobre los hijosproporcion tal severidad a la vigilancia particular, que el padre, ms temido quelos magistrados, simbolizaba el tribunal domstico, el censor de costumbres y elvengador de las leyes.

    Es as como un gobierno atento y bienintencionado, que vele sin pausa pormantener o recordar al pueblo el amor a la patria y las buenas costumbres,previene a tiempo los males que, tarde o temprano, acarrea la indiferencia de losciudadanos por la suerte de la repblica y mantiene dentro de estrechos limitesese inters personal que asla de tal modo a los particulares que el Estado sedebilita ante su potencia y nada puede esperar de la buena voluntad de aqullos.Cuando el pueblo ama a su pas, respeta las leyes y vive con sencillez, cuestapoco hacerle feliz, y en la administracin pblica, en donde la fortuna intervienemenos que en la suerte de los particulares, la sabidura est tan cerca de lafelicidad que se confunde con ella.

    III

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    No basta con tener ciudadanos y con protegerlos; es preciso, adems, cuidarde su subsistencia. Satisfacer las necesidades pblicas es una consecuenciaevidente de la voluntad general y el tercer deber esencial del gobierno. Estedeber no consiste, como pudiera parecer, en llenar los graneros de losparticulares y en dispensarles de trabajar, sino en mantener la abundancia a sualcance de tal modo que para adquirirla, el trabajo sea siempre necesario y jams

    intil. Dicho deber afecta tambin a todas las operaciones que comporta elmantenimiento del fisco y los gastos de la administracin pblica. As, despusde haber hablado de la economa general en relacin con el gobierno de laspersonas, nos resta considerarla en relacin con la administracin de los bienes.

    Esta parte no ofrece menos dificultades por resolver o contradicciones porsuperar que la precedente. Es cierto que el derecho de propiedad es el mssagrado de todos los derechos de los ciudadanos, y es ms importante, enciertos aspectos, que la misma libertad, bien sea porque tiende ms

    directamente a la conservacin de la vida, bien sea porque, como los bienes sonms fciles de usurpar y ms difciles de defender que la persona, deberespetarse ms lo que es ms fcil de arrebatar; bien sea, en fin, porque lapropiedad es el verdadero garante de los compromisos de los ciudadanos, puessi los bienes no respondiesen de las personas, sera muy fcil eludir los deberesy mofarse de las leyes. Por otro lado, es asimismo cierto que el mantenimientodel Estado exige tambin unos gastos, y como el que acepta el fin no puederechazar los medios, resulta que los miembros de la sociedad deben contribuir

    con sus bienes a su sostn. Adems es difcil asegurar por un lado la propiedadde los particulares sin atacarla por otro, y no es posible que los reglamentos queregulan el orden sucesorio, los testamentos y los contratos, no perjudiquen enciertos aspectos el poder de disposicin de los ciudadanos sobre sus propiosbienes y consiguientemente su derecho de propiedad. Pero adems de lo queacabo de decir sobre el acuerdo existente entre la autoridad de la ley y la libertaddel ciudadano, conviene hacer una importante observacin sobre la disposicin

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    de los bienes que solventar muchas dificultades. Se trata de que, por sunaturaleza, tal como ha mostrado Puffendorf, el derecho de propiedad no seextiende ms all de la vida del propietario, de modo que, desde que muere, subien deja de pertenecerle, por lo que prescribirle las condiciones bajo las cualespodr disponer de l, supone en el fondo alterar en apariencia su derecho y notanto ampliarlo en efecto.

    En general, aunque la institucin de las leyes que regulan el poder de

    disposicin de los ciudadanos sobre su propio bien corresponde slo alsoberano, el espritu de esas leyes, que debern ser aplicadas por el gobierno,aconseja que los bienes familiares se enajenen o salgan lo menos posible de lafamilia cuando van siendo transmitidos de padre a hijo o de pariente en pariente.Existe una razn cierta de todo ello en favor de los hijos, pues para stos elderecho de propiedad sera intil si el padre no les dejara nada, y ms ancuando, por haber contribuido con su trabajo a la adquisicin de los bienes delpadre, quedan asociados al derecho de su jefe. Mas, otra razn menos directa yno menos importante es que nada hay tan funesto para las costumbres y larepblica como los continuos cambios de estado y de fortuna de los ciudadanos;cambios que demuestran y originan mil desrdenes que todo lo revuelven yconfunden, y por cuya causa, los que han sido educados para una cosa sondestinados a otra distinta, y quienes suben o descienden no pueden adquirir lasnuevas mximas y luces que convienen a su nuevo estado, ni mucho menoscumplir los deberes respectivos. Pasar ahora a ocuparme del objeto de lasfinanzas pblicas.

    Si el pueblo se gobernase a s mismo y no hubiese intermediarios entre laadministracin del Estado y los ciudadanos, stos se limitaran a pagar su cuotaen cada ocasin proporcionalmente a las necesidades pblicas y a las facultadesde los particulares, de modo que, como nadie descuidar jams la recuperacino el empleo de los mismos, no cabr ni fraude ni abuso en su manejo; el Estadono se ver nunca sobrecargado de deudas ni el pueblo agobiado por los impues-tos, o bien, al menos, la seguridad de su empleo compensar la dureza de la

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    tasa. Pero las cosas no pueden marchar as, y por limitado que sea un Estado,la sociedad civil ser siempre demasiado numerosa como para poder sergobernada por todos sus miembros.15Los dineros pblicos deben pasarnecesariamente por las manos de los jefes, los cuales, aparte del inters delEstado, tienen el suyo particular, que no es el ltimo en ser atendido. En cuantoal pueblo, que antes percibe la avidez de los jefes y de sus imprudentes gastosque las necesidades pblicas, murmura por verse desposedo de lo necesarioen beneficio de lo superfluo ajeno y cuando tales maniobras colman su enojo, ni

    la ms ntegra administracin logra restablecer la confianza. As pues, si lascontribuciones son voluntarias no producen nada y si son obligatorias, sonilegtimas, y en esta cruel alternativa entre dejar que el Estado perezca o tocarel sagrado derecho de propiedad consiste la dificultad de una justa y sabiaeconoma.

    Tras la promulgacin de las leyes, la primera tarea del fundador de larepblica, consiste en encontrar fondos suficientes para el mantenimiento de losmagistrados y dems oficiales, as como para todos los gastos pblicos. Dichosfondos reciben el nombre de aerariumo fiscosi es dinero, y dominio pblicosison tierras, siendo este ltimo preferible al primero por razones evidentes. Quienreflexione suficientemente sobre esta materia no podr opinar de forma distintaa la de Bodino, que considera al dominio pblico como el instrumento mshonesto y seguro para atender las necesidades del Estado. Observemos quecuando Rmulo dividi las tierras, lo primero que hizo fue destinar un tercio paratal uso. Reconozco la posibilidad de que un dominio mal administrado terminepor no producir nada, pero no es de la esencia del dominio el ser mal

    administrado.

    15 Advirtase que Rousseau, el introductor del concepto de la voluntad general como fuente de toda soberana legtima, es

    fuertemente escptico respecto de las posibilidades del gobierno democrtico (y ms an en su Contrato Social. Ver Libro III, cap.

    IV). Esto, no debemos olvidarlo, se sostiene en la diferencia que el autor establece entre soberana y gobierno. Lo que se afirma

    es, por tanto, la dificultad o imposibilidad de que el pueblo en conjunto ejerza el poder ejecutivo (nuevamente, aqu la referencia

    fundamental es al Contrato Social).

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    Antes de utilizarlo, el fondo debe ser asignado o aceptado por la asambleadel pueblo16de los Estados del pas, que a continuacin determinarn su uso.Mediante tal solemnidad, que convierte a los fondos en inalienables, estoscambian, por as decir, de naturaleza, y sus rentas son entonces tan sagradasque la menor desviacin constituye no slo el ms infame de los robos sinotambin un crimen de lesa majestad. Es una gran deshonra para Roma quedestacase la integridad del recaudador Catn, y que cuando un emperadorrecompens con algunas monedas el talento de un cantor necesitara aclarar que

    el dinero en cuestin perteneca a su familia y no al Estado. Pero si existieronpocos Galbas, dnde encontrar algn Catn? y si algn da el vicio nosdeshonra, quines sern los jefes con suficientes escrpulos como paraabstenerse de tocar las rentas pblicas confiadas a su arbitrio y no imponrselasde inmediato a ellos mismos, confundiendo sus vanas y escandalosasdisipaciones con la gloria del Estado y el engrandecimiento de su autoridad conel aumento de poder? En esta delicada parte de la administracin, es la virtud elnico instrumento eficaz, y la integridad del magistrado, el exclusivo freno capaz

    de contener su avaricia. Los libros y las cuentas de los regidores sirven menospara descubrir su infidelidad que para encubrirlos, y la prudencia est siempremenos pronta a imaginar nuevas precauciones que la picaresca a eludirlas.Olvidaos pues de registros y papeles y poned las finanzas en manos fieles: es lanica manera de que se lleven con fidelidad.

    Una vez establecidos los fondos pblicos, los jefes del Estado son, pordefinicin, sus administradores, pues dicha administracin es una parte esencialdel gobierno, aunque no de igual volumen que las restantes: su influencia

    aumenta a medida que disminuyen los restantes recursos y se puede decir queun gobierno alcanza su punto mximo de corrupcin cuando no dispone de msnervio que el dinero. Ahora bien, como en esto el gobierno tiende siempre al

    16Dado que ella constituye el sujeto de la soberana y la voluntad general.

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    relajamiento, podemos decir que el Estado no subsistir si sus rentas noaumentan de continuo.

    El primer signo de la necesidad de tal aumento es tambin el primer signo dedesorden interior en el Estado, de modo que el buen administrador, cuandoquiere encontrar dinero para atender una necesidad presente, no olvida indagarla causa remota de esa nueva necesidad; como el marino que, adviniendo lainundacin del barco, mientras pone en marcha las bombas no olvida buscar y

    taponar la va de agua.De esta regla deriva la mxima ms importante de la administracin de las

    finanzas, cual es la de dedicar ms esfuerzo a prever las necesidades que aincrementar las rentas. Por mucha diligencia que se arbitre, el auxilio que slollega tras el mal, y con lentitud, no alivia el sufrimiento del Estado: mientras sepiensa cmo remediar un inconveniente, otro distinto aparece, y los nuevosrecursos producen nuevos inconvenientes, de suerte que, al final, la nacin seendeuda, el pueblo es oprimido y el gobierno pierde su vigor sin poder hacer

    mucho ms a pesar de contar con mucho dinero. Creo que del buen fundamentode esta mxima derivaban los prodigios de los antiguos gobiernos, los cuales,con toda su parsimonia, conseguan ms cosas que los nuestros con todos sustesoros, y quizs de ah derive la acepcin vulgar de la palabra economa, quems bien se refiere al sabio manejo de lo que se tiene que a los medios paraadquirir aquello de lo que se carece.

    Con independencia del dominio pblico, que moldea al Estado en proporcina la probidad de quienes lo rigen, si conocisemos suficientemente la fuerza de

    la administracin general, sobre todo cuando slo hace uso de medios legtimos,nos sorprenderamos de todos los recursos de que disponen los jefes paraprevenir todas las necesidades pblicas sin tener que hacer uso de los bienesde los particulares. Como son los amos de todo el comercio del Estado, nada lesresulta ms fcil que dirigirlo de modo que todo est previsto y sin necesidad detomar parte en l. El verdadero secreto de las finanzas y la fuente de la riqueza

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    consiste en la distribucin de los productos agrcolas, del dinero y de lasmercancas en una justa proporcin y segn el tiempo y el lugar, siempre que losadministradores sean capaces de altas miras, admitiendo en ciertos casos unaprdida aparente e inmediata a fin de obtener realmente inmensos beneficios enun futuro menos prximo. Cuando observamos que, en aos de abundancia, elgobierno paga derechos por la salida del trigo en vez de cobrarlos, y en aos deescasez los paga por su entrada, tenemos que aferramos a los hechos para po-der aceptar su certeza y si tales hechos hubiesen ocurrido en el pasado,

    pensaramos que son una fbula. Supongamos que para prevenir la caresta deaos malos se propusiese la creacin de almacenes pblicos, en cuntospases no servira de pretexto para la creacin de nuevos impuestos elmantenimiento de tan til establecimiento? En Ginebra, tales graneros, creadosy mantenidos por una sabia administracin, constituyen un recurso pblico paralos malos aos y la principal renta del Estado en todo tiempo. Alit et ditat, es labella inscripcin que puede leerse en la fachada del edificio. Para exponer aquel sistema econmico de un buen gobierno, consider a menudo el de esa

    repblica, con la dicha de encontrar en mi patria el ejemplo de sabidura yfelicidad que deseara reinasen en todos los pases.

    Si examinamos cmo crecen las necesidades del Estado, veremos que elloocurre, con frecuencia, poco ms o menos como entre los particulares: en menormedida por verdadera necesidad que por incremento de deseos intiles.17

    Asimismo comprobaremos que normalmente no se aumenta el gasto comopretexto para aumentar la recaudacin, de suerte que el Estado ganara enocasiones con el desinters por hacerse rico, pues esa riqueza aparente le es

    ms costosa que la pobreza misma. Cierto es que cabe poner a los pueblos en

    17Para esta y otras referencias o alusiones sobre el lujo, lo innecesario, y el gusto por lo superfluo (que incluye el gusto

    por las artes y el refinamiento cultural), consltese la imprescindible Carta a D`Alambert (1758), uno de los primeros

    textos que hicieron clebre a Rousseau.

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    ms estrecha dependencia si por un lado se les da lo que por otro se les quita,poltica que utilizara Jos con los egipcios; mas tan vano sofisma resulta funestopara el Estado si el dinero no vuelve a las mismas manos de las que sali, conlo que lo nico que se consigue con tales mximas es enriquecer a los ociososcon el despojo de los tiles.

    Una de las causas ms ciertas y peligrosas de tal aumento es el gusto por lasconquistas. Tal gusto, con frecuencia engendrado por una ambicin distinta de

    la que parece anunciar, no es siempre lo que parece ser ni es tampoco siempresu verdadero motivo el deseo aparente de engrandecer la nacin, sino ms bienel deseo oculto de aumentar desde dentro la autoridad de los jefes mediante elaumento de las tropas y la diversin que provocan los objetivos de la guerra enel espritu de los ciudadanos.

    Al menos es bien cierto que nada hay tan torcido y miserable como los pueblosconquistadores, cuyos xitos no hacen sino aumentar sus miserias. Aunque lahistoria no lo ensease, bastara la razn para demostrar que cuanto ms grande

    es un Estado, ms fuerte y onerosos son sus dispendios, ya que todas lasprovincias suministran contingente para gastos de la administracin central y,adems, cada una de ellas gasta en su administracin lo mismo que si fueraindependiente. Adese a esto que toda fortuna se hace en un sitio y seconsume en otro, lo cual acaba rompiendo el equilibrio entre producto y consumoy empobreciendo a muchos pases para enriquecer a una sola ciudad.

    Hay otra causa del aumento de las necesidades pblicas que tiene que vercon la anterior. Puede llegar un tiempo en que los ciudadanos, ya sin inters por

    la causa comn, dejen de ser los defensores de la patria y los magistradosprefieran mandar a mercenarios antes que a hombres libres, aunque no fuesems que para someter mejor a los otros. As ocurri en Roma hacia finales de laRepblica y durante el Imperio, pues todas las victorias de los primeros romanos,al igual que las de Alejandro, fueron hazaas de valientes ciudadanos que, si erapreciso, saban dar su sangre por la patria pero jams llegaron a venderla. Mario

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    fue el primero que, en la guerra de Yugurta, deshonr a las legionesincorporando a libertos, vagabundos y mercenarios. Convertidos en enemigosde los pueblos en cuya felicidad se empearan, los tiranos formaron tropas enapariencia para contener al extranjero y de hecho para oprimir al habitante. Paracrear tales tropas, hubo que quitarle cultivadores a la tierra y por esa ausenciadisminuy la calidad de los productos agrcolas, para cuyo mantenimiento secrearon impuestos que aumentaron su precio. Este primer desorden provoc laprotesta del pueblo; para reprimirla hubo que aumentar las tropas y la

    consecuencia fue la miseria. Cuanto ms aumentaba la desesperacin, msforzoso an era incrementarla a fin de prevenir sus efectos. Por otro lado, esosmercenarios, cuya estima poda medirse por el precio por el que ellos mismosse vendan, orgullosos de su vileza y con desprecio de las leyes que lesprotegan y de los hermanos a los que quitaban el pan, se creyeron mshonrados por ser satlites del Csar que defensores de Roma. Entregados a unaobediencia ciega, crean que el Estado era el pual alzado sobre susconciudadanos y estaban dispuestos a degollara la primera seal. No sera difcil

    demostrar que esta fue una de las principales causas de lamina del imperioromano.

    En nuestros das, la invencin de la artillera y las fortificaciones ha obligado alos soberanos europeos a restablecer el uso de tropas regulares para protegerlas plazas, pero, aunque con motivos ms legtimos, es de temer que su efectoser igualmente nefasto. Tambin habr que despoblar los campos para formarejrcitos y guarniciones y para mantenerlos ser preciso asimismo oprimir a lospueblos, y esos peligrosos ordenamientos crecen desde hace un tiempo con tal

    rapidez en nuestros pases que no cabe esperar otra cosa que la despoblacinde Europa y, ms tarde o ms temprano, la ruina de los pueblos que la habitan.

    En cualquier caso, hay que reconocer que tales instituciones trastocanforzosamente el verdadero sistema econmico, que es aquel que extrae deldominio pblico la principal renta del Estado, y slo dejan el enojoso recurso delos subsidios e impuestos, de los cuales paso a ocuparme.

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    Conviene recordar de nuevo que el fundamento del pacto social es lapropiedad y su primera condicin la de que todos sean mantenidos en el pacficodisfrute de sus pertenencias. Verdad es que, segn este mismo tratado, cadacual se obliga, al menos tcitamente, a cotizar en las necesidades pblicas; mas,como dicho compromiso no puede perjudicar a la ley fundamental y presuponeque los contribuyentes reconocen la evidencia de la necesidad, resulta que, paraser legtimo, debe ser voluntario, y no mediante voluntad particular, como si fuesenecesario el consentimiento de cada ciudadano de modo que cada cual pudiese

    aportar lo que quisiera, lo cual ira directamente contra el espritu deconfederacin, sino mediante voluntad general, por pluralidad de votos y enrazn de una tarifa proporcional que impida la imposicin arbitraria.

    El principio de que los impuestos no pueden ser legtimamente implantadossin el consentimiento del pueblo o de sus representantes, ha sido reconocidogeneralmente por todos los filsofos y jurisconsultos que gozan de ciertareputacin en materia de derecho poltico, incluido el mismo Bodino. Cuandoalgunos de estos autores establecieron mximas aparentemente contrarias,aparte de motivos particulares fciles de descubrir, aadieron tantas condicionesy restricciones que, en el fondo, la cosa se quedaba exactamente como estaba:

    que el pueblo pueda negarse o que el soberano pueda no exigir es indiferenteen cuanto al derecho y si slo es cuestin de fuerza, es completamente intilindagar si es legtimo o no lo es.

    Las contribuciones que se le imponen al pueblo son de dos clases: las reales,que gravan a las cosas, y las personales, que se pagan por cabeza. Ambas

    reciben el nombre de impuestos o subsidios. Cuando es el pueblo quien fija lasuma acordada, se habla de subsidio; cuando lo que se acuerda es el productototal de una tasa, se trata del impuesto. Puede leerse en el libro El espritu de lasleyes, que la imposicin por cabeza favorece la servidumbre, mientras que latasa real conviene ms a la libertad. Esto sera indiscutible si los contingentes

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    por cabeza fuesen iguales, pues en ese caso no habra nada ms despro-porcionado que una tasa semejante, siendo as que el espritu de libertadconsiste sobre todo en la estricta observancia de las proporciones. Pero la tasapor cabeza es exactamente proporcionada a los medios de los particulares,como es el caso de la que en Francia llaman capitation, tasa real y personal a lavez: es la ms equitativa y, por consiguiente, la que ms conviene a los hombreslibres. A simple vista, parece fcil seguir dichas proporciones, puesto que, porreferirse a la situacin que cada cual tiene en el mundo, las indicaciones son

    siempre pblicas; pero, adems de que la avaricia, el crdito y el fraude sabeneludir incluso la evidencia, es raro que en tales clculos entren todos loselementos que deben entrar. Primeramente hay que considerar la relacin decantidades por la cual, en virtud de la ley de igualdad, quien posea diez vecesms deber pagar diez veces ms. En segundo lugar, la relacin de usos: ladistincin entre lo necesario y lo superfluo. Quien simplemente posee lonecesario no deber pagar nada; la tasa del que tiene algo superfluo puedeigualarse, si es preciso, a la suma total de lo que exceda de sus bienes

    necesarios. Ante esto, el ltimo dir que, dado su rango, lo que es superfluo paraun hombre inferior es necesario para l; pero es mentira, porque un Grande tienedos piernas como tiene un vaquero, y como l, tan slo tiene un vientre. Adems,ese pretendido necesario es tan poco necesario para su rango que, si supieserenunciar a l para un fin loable, slo merecera el respeto. El pueblo searrodillara ante un ministro que acudiese a pie al consejo por haber tenido quevender sus carrozas ante una urgente necesidad del Estado. La ley, en fin, anadie prescribe la magnificencia y el decoro no es nunca razn contra el derecho.

    Una tercera relacin, que nunca se tiene en cuenta y que debera ser siemprela primera en ser considerada, es la de las utilidades que todos obtienen de laconfederacin social, la cual protege fuerte mente las inmensas propiedades delrico y apenas le permite al miserable disfrutar de la cabaa que l mismoconstruy con sus propias manos. No son para los poderosos y los ricos todaslas ventajas de la sociedad? No acaparan stos todos los empleos lucrativos?

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    Y cuando un hombre bien considerado le roba a sus acreedores o comete otrasbriboneras, no tiene asegurada su impunidad? Los bastonazos que propina,las violencias que comete y hasta las muertes y asesinatos por su culpa, noson otros tantos asuntos que se minimizan y que se olvidan en seis meses? Perosi le roban a ese mismo hombre, toda la polica se pone de inmediato enmovimiento y pobres de los inocentes de quienes se sospeche. Si atraviesa unlugar peligroso no falta la escolta; si se rompe el eje de su silla, todos acuden ensu ayuda; si hay bullicio ante su puerta, dice una palabra y todo calla; si el gento

    le incomoda, hace un gesto y todo se arregla; si un carretero molesta en su ca-mino, sus gentes se disponen a molerle a palos, y antes se atropella a cincuentahonrados peatones camino de sus asuntos que a un bribn ocioso atrasado ensu carruaje. Todos estos miramientos no le cuestan un cntimo: son el derechodel hombre rico ms que el precio de la riqueza. Cun diferente el cuadro delpobre!: cuanto ms le debe la humanidad, ms le niega la sociedad. Se le cierrantodas las puertas, incluso cuando tiene el derecho a que se le abran, y si algunavez obtiene justicia, es con mayor pena que con la que el otro obtiene gracia. Si

    hay que hacer un trabajo penoso o reclutar milicia, se le da la preferencia;adems de la suya, soporta la carga de la que su vecino rico queda exento; todosse alejan de l cuando le sobreviene el menor accidente; si vuelca su mserocarruaje, en lugar de que alguien le ayude, puede alegrarse si evita al pasar lasvejaciones de los acompaantes de un joven duque: en una palabra, ningunaasistencia gratuita le alcanza precisamente porque no tiene con qu pagarla yyo lo tengo por hombre perdido si tiene la desgracia de poseer un alma honesta,una hija amable o un vecino poderoso. Otra cosa no menos importante a la que

    prestar atencin, es que las prdidas de los pobres son mucho menos reparablesque las del rico, as como que la dificultad para adquirir crece siempre en raznde la necesidad. Con nada, nada se hace; esto es cierto tanto en los negocioscomo en la Fsica. El dinero es simiente de dinero y el primer dobln es a vecesms difcil de ganar que el segundo milln. Ms an, todo lo que el pobre paga,lo pierde para siempre y va a parar o vuelve a las manos del rico, y como elproducto de los impuestos va a parar, tarde o temprano, slo a los miembros del

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    gobierno o a sus allegados, aunque paguen su contingente, tienen un clarointers en aumentarlos.

    Resumamos en cuatro palabras el pacto social de los Estados: Vosotros tenisnecesidad de mi, pues yo soy rico y vosotros sois pobres. Hagamos pues un

    pacto: yo permitir que tengis el honor deservirme con la condicin de que me

    deis lo poco que os queda a cambio de la pena que me causar mandaros.18

    Si con cuidado combinamos todas estas cosas, veremos que para repartir las

    tasas de manera equitativa y verdaderamente proporcional, su imposicin nodebe hacerse slo en razn de los bienes de los contribuyentes, sino por la razncompuesta de la diferencia entre sus condiciones y el superfluo de sus bienes,operacin muy importante y difcil que cada da realizan multitud de honestosencargados que saben aritmtica, pero que un Platn o un Montesquieu no sehubieran atrevido a llevar a cabo sin temor y sin pedir al cielo luces e integridad.

    Otro inconveniente de la tasa personal es que se deja sentir mucho y que suduracin es excesiva, lo cual no impide que est sujeta a muchosinconvenientes, porque en la inspeccin o en el proceso es ms fcil ocultar lacabeza que las posesiones.

    De las restantes imposiciones, el censo sobre tierras o falla real siempre seconsider como la ms ventajosa en aquellos pases en los que se tiene ms encuenta la cantidad del producto y la seguridad de la recaudacin que la mnimaincomodidad del pueblo. Se lleg a decir que haba que gravar al campesinopara despertarle de su pereza y que no hara nada si no tuviese nada que pagar.

    Pero en todos los pueblos del mundo, la experiencia desmiente esta ridculamxima. En Holanda e Inglaterra, donde el labrador paga muy poco, y sobre todo

    18Un desarrollo pormenorizado acerca de este "pacto espurio", y sus fundamentos, se encontrar en el Discurso sobre los

    Orgenes de la Desigualdad entre los Hambres, clebre texto de Rousseau acerca del estado natural del hombre, y su "cada" en

    el envilecimiento producto del orden social y la propiedad, tambin conocido como Segundo Discurso, de 1754 (esto es, con-

    temporneo del Discurso sobre la Economa Poltica.)

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    en China, donde no paga nada, es donde mejor se cultiva la tierra; por elcontrario, all donde el labrador est gravado en proporcin al producto de sutierra, la deja sin cultivo o se limita a obtener slo lo que necesita para vivir, puespara quien pierde el fruto de su esfuerzo, el no hacer nada significa ganar yexponer el trabajo a una multa es un medio singular de alejar la pereza.

    La tasa sobre tierras o sobre el trigo, sobre todo cuando es excesiva, originados inconvenientes tan terribles que acaban despoblando y arruinando el pas

    en el que se implanta.El primero proviene de la falta de circulacin de especies, pues el comercio y

    la industria atraen a la capital todo el dinero del campo y, al romper el impuestola proporcin que an poda darse entre las necesidades del labrador y el preciodel trigo, el dinero sale continuamente y no regresa jams: cuanto ms rica es laciudad tanto ms pobre es el campo. El producto de las tallas pasa de manosdel prncipe o del financiero a manos de artesanos y comerciantes, y elcultivador, que slo percibe la menor parte, se agota al final teniendo que pagar

    siempre igual suma recibiendo cada vez menos. Cmo podra vivir un hombreque slo tuviese venas pero no arterias o cuyas arterias llevasen la sangre a tanslo cuatro dedos del corazn? Chardin dice que en Persia, los derechos del reysobre los productos agrcolas se pagan tambin con productos agrcolas. Estacostumbre, de la que cuenta Herodoto que se practic en ese pas hasta lostiempos de Daro, puede impedir el mal del que acabo de hablar. Pero, a no serque en Persia los intendentes, directores, empleados y guardas de almacenessean otro tipo de gente distinta a la que son en otros pases, me costara creer

    que llegase hasta el mismo rey la mnima parte de dichos productos, que lostrigos no se echasen a perder en los graneros o que el fuego no acabara concasi todos los almacenes.

    El segundo inconveniente procede de una ventaja aparente que agrava losmales antes de detectarlos. El trigo es un producto agrcola no encarecido porimpuestos en los pases que lo producen, y que, a pesar de ser absolutamente

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    Cierto es que la talla sobre tierras es un verdadero impuesto sobre el producto,y sin embargo, todos aceptan que no hay nada tan peligroso como un impuestosobre el trigo pagado por el comprador; cmo no darse cuenta que el mal escien veces peor cuando ese impuesto es pagado por el mismo cultivador? Noestamos ante un ataque contra la fuente de subsistencia del Estado? Nosignifica esto provocar directamente la despoblacin del pas y a la larga supropia ruina?: la peor escasez para una nacin es la escasez de hombres.

    Slo un verdadero hombre de Estado puede fijar la base tributaria del impuestocon la mirada puesta ms all del objeto de las finanzas, transformar las cargasonerosas en tiles reglamentos de administracin y hacerle dudar al pueblo desi tales instituciones no tienen por finalidad el bien de la nacin antes que elproducto de las tasas.

    Los impuestos sobre la importacin de las mercancas extranjeras que quierenlos habitantes pero que el pas no necesita; sobre la exportacin de las del propiopas cuando no las posee en abundancia, y sin las cuales no pueden pasar los

    extranjeros; sobre las producciones de artes intiles y en exceso lucrativas;sobre las entradas en las ciudades de las cosas de puro agrado y en general,sobre todos los objetos de lujo, cumplen ese doble objetivo. Tales impuestos,que alivian la pobreza e incrementan la riqueza, son los que contribuyen aprevenir el aumento continuo de la desigualdad de fortunas, la opresin por losricos de una multitud de obreros y de servidores intiles, la mu