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169 Libros Tecnología, progreso y el impacto humano sobre la Tierra de John Gray 171 Jorge Riechmann Economía ecológica: reflexiones y perspectivas de Santiago Álvarez Cantalapiedra y Óscar Carpintero (eds.) 174 Albert García Arnau Bolivia en movimiento: acción colectiva y poder político de Jesús Espasandín López y Pablo Iglesias Turrión 178 Tanja Bastia Colombia en su laberinto. Una mirada al conflicto de Felipe Gómez Isa (dir.) 181 Carlos Alberto Ruiz ¿En qué estamos fallando? Cambio social para ecologizar el mundo de Jorge Riechmann (coord.) 186 Juan Pedro Viñuela .

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Tecnología, progreso y el impacto humano sobre la Tierra de John Gray 171Jorge Riechmann

Economía ecológica: reflexiones y perspectivas de Santiago Álvarez Cantalapiedra y Óscar Carpintero (eds.) 174 Albert García Arnau

Bolivia en movimiento: acción colectiva y poderpolítico de Jesús Espasandín López y Pablo Iglesias Turrión 178Tanja Bastia

Colombia en su laberinto. Una mirada al conflicto de Felipe Gómez Isa (dir.) 181Carlos Alberto Ruiz

¿En qué estamos fallando? Cambio social paraecologizar el mundo de Jorge Riechmann (coord.) 186

Juan Pedro Viñuela

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TECNOLOGÍA, PROGRESO Y EL IMPACTO HUMANO SOBRE LA TIERRAJohn GrayKatz Editores/CCCBBuenos Aires/ Barcelona 200888 páginas

John Gray (el escritor británico nacido en 1948,jubilado en 2008 como profesor de PensamientoEuropeo en la London School of Economics, yplenamente activo en los grandes debates deideas del mundo anglosajón) es uno de esosautores a quienes por derecho propio cabe ins-cribir en lo que la redacción de Archipiélago lla-maba “la inquietante lucidez del pensamientoreaccionario” (en el número 56 de la revista, demayo-junio de 2003): a menudo irritante y revul-sivo, a veces con gratuitas ínfulas de enfantterrible (de una derecha librepensadora yescéptica que hoy no abunda en ningún lugar),pero muchas veces sugerente, y sin duda útilpara contrastar un pensamiento de izquierdaque quiera estar “a la altura de nuestro tiempo”.

Tecnología, progreso y el impacto humanosobre la Tierra reúne el texto de una conferencia(pronunciada en el CCCB de Barcelona enmarzo de 2007) y una entrevista realizada porlas mismas fechas. Las tesis principales deGray son las siguientes:

1. Crítica de la noción lineal de progreso,precisada de la forma siguiente: sólo es real elprogreso (entendido como “avance acumulati-vo”) en ciencia y tecnología, pero no hay apenasprogreso en sentido ético-político (pues “todoslos males reaparecen en la historia bajo nuevosnombres”, p. 77). Podemos coincidir con Graycuando precisa:

“No quiero negar que los avances en ética yen política sean reales, pues, repito, no soy niun relativista radical ni un escéptico radical.Como los antiguos griegos, los antiguos

romanos, los antiguos indios o los antiguoschinos y japoneses, doy por sentado quealgunos valores son valores humanos univer-sales y que hay algunos bienes que son gené-rica o universalmente buenos, del mismomodo que hay males que son genérica y uni-versalmente malos para los seres humanos.La paz es mejor que la guerra, la libertad esmejor que la esclavitud, el orden es mejor quela anarquía, la prosperidad es mejor que lapobreza. Pero, igual que los pensadores pre-modernos que daban por sentado que estosbienes se consiguen y luego se pierden, y queasumían que la historia humana es cíclica envez de progresiva, opino que estos bienestienden a perderse después de ser alcanza-dos y que los males tienden a ser derrotadospara luego reaparecer” (p. 14).

Desde nuestra óptica, cabe señalar que estacrítica del progreso ya se formuló desde diversasformas de socialismo “utópico” (William Morris),en corrientes marxistas minoritarias (WalterBenjamin) o en el ecosocialismo/ecomarxismocontemporáneo (Manuel Sacristán): las fuerzasproductivas que desencadena el capitalismoindustrial son también y muy destacadamentefuerzas destructivas. Hay una “izquierda antipro-gresista” que busca la alianza con el ecologismodesde hace más de tres decenios.

2. Ambigüedad del conocimiento humano(tesis fuertemente conectada con la anterior).De modo análogo a muchos pensadores de la“izquierda alternativa” minoritaria, desde LewisMumford a Michael Löwy, Gray indica que:

“el conocimiento humano [y las tecnologías]siempre es ambiguo y nunca es simple desdeel punto de vista ético. Es evidente que no esposible frenar el crecimiento del conocimien-to humano. Una vez que hemos comido delárbol de la ciencia del bien y del mal, ya nohay vuelta atrás. [...] Lo que realmente consi-gue el conocimiento es incrementar el poderhumano para actuar. Incrementa la habili-

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dad, la capacidad o el poder de los sereshumanos para poner en práctica sus objeti-vos, sus propósitos o sus valores, sean cua-les sean” (p. 24).

3. Talante antiutópico. También este conjun-to de tesis de Gray resulta atendible desde esaizquierda sensible a los “nuevos problemas”civilizatorios que ya no son nuevos, aunquerequiera de bastante matiz (el que proporciona,por ejemplo, Francisco Fernández Buey:Utopías e ilusiones naturales, El Viejo Topo,Barcelona, 2007). En todo caso, desde elcampo de un pensamiento alternativo tambiénse han formulado sólidas críticas del utopismode la Edad Moderna, sobre todo en su variantetecnocientífica: basta pensar en un Hans Jonas.

4. Crítica del postmodernismo y del relativis-mo radical (p. 13, por ejemplo). “Apenas haynada nuevo en la filosofía: los postmodernos noson más que una versión contemporánea deProtágoras”, leemos en p. 57.

5. Crítica del antropocentrismo (p. 37), nomuy desarrollada en este opúsculo pero sí enotras obras del autor.

6. Y llegamos por fin a lo que me parece elmeollo de este librito: la reflexión de Gray sobrelas cuestiones tecnológicas y los problemasambientales. El autor británico distingue entretres enfoques diferentes de la tecnología. En pri-mer lugar el enfoque optimista ilustrado quedenomina “tecnofuturismo”, conectado con lavisión lineal del progreso, y que debe descartarsepor ingenuo (p. 38). En segundo lugar el enfoquesegún él “tecnoprimitivista”, donde a mi entendersimplifica y distorsiona de forma inaceptable laposición ecologista: enseguida volveré sobre ello.Y en tercer lugar su propia posición, que propone“el uso de alta tecnología para disminuir el impac-to humano sobre la Tierra” (p. 39) y que podría-mos llamar “prometeísmo desengañado”:

“La clave en este estadio de nuestra evolu-ción como especie radicaría en reducir la hue-

lla humana sobre la Tierra. Esto es algo queno puede hacerse mediante una reversión ala agricultura orgánica o campesina [...].Debemos usar las altas tecnologías con todossus riesgos. Debemos, por ejemplo, tomarnosen serio la energía nuclear [y construir nuevascentrales nucleares] [...]. Debemos tratar real-mente de abolir la agricultura tradicional y novolver a la labranza clásica ni reinventar elcampesinado” (p. 39 y 41).

Pero ¿por qué Gray descarta el segundoenfoque, una ecologización a fondo de la tecno-logía y la economía? Éste es el punto clave, y laprincipal debilidad de su argumentación. Seaprecia en él una concepción lineal y conven-cional del desarrollo (cf. p. 34 por ejemplo) quecontrasta con su agudeza a la hora de criticar lanoción lineal y convencional de progreso. Elpaso decisivo probablemente es el siguiente:

“No creo que sea posible sostener a unapoblación de 9.000 millones de seres humanos[la probable población máxima de la Tierra en elsiglo XXI] a base de molinos de viento y agricul-tura orgánica. Es imposible. Se trata, sencilla-mente, de una de esas realidades desagrada-bles a las que tenemos que acostumbrarnos,por lo que necesitamos usar todos los mediostecnológicos a nuestra disposición, aunquesean imperfectos y aunque tengan sus riesgos.No podemos librarnos de nuestra adicción a loscombustibles fósiles y, al mismo tiempo, eludir eluso de la energía nuclear...” (p. 33).

Gray está diciendo una verdad a medias (deesas que fácilmente se convierten en mentiracompleta). Para que fuese cierto lo que dice,habría que añadir: no podremos mantener a basede aerogeneradores un consumo desbocado deelectricidad como el actual, y con agricultura eco-lógica no cabe pensar en una dieta tan rica encarne como la que hoy prevalece en los paísesricos. Es decir: no cabe pensar en una poblaciónde 9.000 millones de seres humanos viviendo deacuerdo con las pautas de producción y consumoque se dan en el mundo “desarrollado” (éstas nisiquiera son generalizables a la actual población

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de 6.700 millones de seres humanos, por lodemás). Pero una tecnología ecologizada porsupuesto que podría mantener a una poblaciónelevada si el consumo per cápita se moderasepara no sobrepasar los umbrales de sostenibili-dad. No es que no haya para todos: no hay paratodos así, pero las condiciones socioculturales deeste así no tienen por qué ser fatales ni definiti-vas. En definitiva –y ésta es la verdad elementalque John Gray hurta a sus lectores– el impactoambiental no sólo es función de la población y latecnología, sino también de la forma de vida.

Por lo demás, la elección terminológica deGray no es inocente: ¿cabe hablar de “tecnopri-mitivismo” cuando una red eléctrica nutrida conenergías renovables no es menos, sino máscompleja que la convencional? El moderno aero-generador, o la bicicleta, son tan alta tecnologíacomo la central de gas de ciclo combinado o elautomóvil. En buena medida, Gray se inventa laposición ecologista para rebatirla mejor: véasepor ejemplo la página 36, donde afirma que los“verdes” se niegan a tomar medidas de adapta-ción al cambio climático, pues sólo quieren lamitigación del mismo. Estos “verdes” de JohnGray no existen –o diremos más cautamente: noson representativos– en el mundo real.

Por añadidura, su propia posición sobre tec-nología y población es inconsistente. Está preo-cupado –y con razón– por la elevada poblaciónhumana dentro de un modelo de desarrollo insos-tenible, como hemos visto. Pero el ensayista bri-tánico no excluye que semejante insostenibilidaddesemboque en un colapso acompañado defuerte reducción demográfica (cf. p. 43-44); y porotra parte piensa que sería deseable una reduc-ción paulatina de la población mundial, y que estopuede conseguirse “por las buenas”, garantizan-do que sean las mujeres las que controlen su pro-pia fertilidad (p. 45). Ahora bien, si las perspecti-vas son de reducción demográfica, ya sea por lasbuenas o por las malas, incluso una perspectivade verdad “tecnoprimitivista” tendría más opcio-nes que las que Gray reconoce...

Por último, John Gray nos recomienda nosolamente releer a John Stuart Mill y a Isaiah

Berlin (los liberales “atípicos” de quienes él sesiente más próximo), sino también a los grandespensadores reaccionarios como Joseph deMaistre. Y hay más de una importante idea enesa tradición que efectivamente nos convienerescatar: por ejemplo, la importancia de lo trági-co en la vida humana (que una visión del mundobanalmente progresista desconoce). GeorgeLakoff (en Puntos de reflexión: manual del pro-gresista, Península, Barcelona 2008) cifra loesencial del progresismo en la idea –y el senti-miento– de que un mundo mejor –en el sentidode más libre y más justo– siempre es posible.Pues bien: quien no haya perdido de vista ladimensión trágica de la vida humana sabe queel siempre de esa frase sobra, que hay en la his-toria callejones sin salida, que pueden darseverdaderas catástrofes que se lleven por delan-te casi todas nuestras opciones, que el kairósdel cambio a mejor está abierto un tiempo ypuede cerrarse después, que –por ejemplo– hoyentenebrece nuestro horizonte un tipo de crisissocioecológica global que puede conducir a unauténtico colapso civilizatorio, y que los conflic-tos entre valores básicos pueden no tener solu-ción. Y ahí John Gray sí que tiene razón:

“Berlin pensaba que algunos valores huma-nos son genuinamente universales, cosaque comparto, creía que había algo asícomo una naturaleza humana, cosa quetambién comparto, y pensaba que esos valo-res humanos universales y la naturalezahumana contienen conflictos que nunca pue-den ser completamente resueltos o reconci-liados. Uno de los aspectos más profundosde su pensamiento es que incluso la idea deperfección, tan importante para la tradicióncristiana, para él no tenía ningún sentido[...]. Lo que hizo, en definitiva, fue poner elénfasis en la profundidad y la universalidadde los conflictos de valor” (p. 52).

Jorge RiechmannProfesor invitado en la UCM,

profesor titular de Filosofía Moral en la UB

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ECONOMÍA ECOLÓGICA:REFLEXIONES Y PERSPECTIVAS Santiago Álvarez Cantalapiedra yÓscar Carpintero (eds.) Círculo de Bellas Artes/ CIP-EcosocialMadrid 2009216 páginas

Economía ecológica: reflexiones y perspectivasaborda los problemas ecológico-sociales quecomporta nuestro actual sistema económico.Partiendo de una sugerente hibridación multidis-ciplinar, los autores tratan de dar cuenta de unadoble problemática: por una parte, el análisiscrítico de cuestiones político-ecológicas concre-tas (el fin de la era del petróleo, la políticaambiental…); por otra parte, la necesidad de uncambio de modelo socioeconómico hacia la sos-tenibilidad. Este último asunto funciona como unelemento vertebrador a lo largo de todos loscapítulos, dotando de coherencia interna a losvariados temas que se acometen en el libro. Lamultiplicidad de las cuestiones tratadas y losdiferentes enfoques de los autores, cuya forma-ción proviene de diversos campos que vandesde la economía aplicada hasta la filosofíamoral, hace honor al objetivo largamente plante-ado por los teóricos de la economía ecológica:acometer las cuestiones de la economía y elmedio ambiente desde una perspectiva abiertay transdisciplinar.

En la introducción, Óscar Carpintero apro-vecha para fijar algunos de los conceptos eideas fundamentales que se desarrollarán a lolargo de la obra. En primer lugar, plantea la con-traposición radical entre el enfoque económicoconvencional y las propuestas de la economíaecológica. Una de las principales diferencias esque el paradigma convencional entiende la eco-nomía como una serie de ciclos perfectos ycerrados en la esfera del valor monetario, tra-tando al medio ambiente como algo externo alsistema. Ante la problemática ecológica –hoyinnegable– que amenaza a nuestras socieda-

des, las respuestas que se han puesto en mar-cha desde este enfoque convencional han idosiempre encaminadas a introducir dentro delsistema económico las “externalidades”. ¿Dequé modo? Poniéndoles precio, es decir, mone-tarizando las “externalidades” (en lugar de cues-tionar la monetarización en sí misma).

Por su parte, la economía ecológica no sólocuestiona este enfoque, sino que propone darlela vuelta. Su posición es que resulta necesarioentender la economía como un sistema dentrode la biosfera que la engloba, lo cual implica queno hay que exteriorizar las leyes económicas almedio ambiente, sino que lo coherente sería engeneral aplicar las leyes del medio ambiente a lapropia economía. El sistema económico es unacreación humana, que en su proceso de consti-tución y desarrollo se ha dotado de “leyes” quemuchas veces hacen caso omiso de las leyesfísicas y biológicas más simples. Pero todo esteentramado socioeconómico se encuentra den-tro de la biosfera, y por tanto está atado a lasleyes de la ecología y la termodinámica, entreotras.

Prosigue Carpintero exponiendo el concep-to de economía ecológica, tratando de evitarque este enfoque caiga en el error de definirsesimplemente por oposición al anteriormentedescrito paradigma de la economía convencio-nal. El autor explica que la economía ecológicapretende superar la circularidad autosuficientedel valor monetario a través del concepto demetabolismo social (o socioecológico), tomadoinicialmente de la biología. Se trata de tener encuenta procesos como la extracción de recursosno renovables o la generación de residuos, y asíampliar la óptica de la economía (de ahí la nece-saria transdisciplinariedad). Además, la econo-mía ecológica propone nuevos sistemas demedida, es decir, nuevos patrones que englo-ben este cambio fundamental en el criterio ana-lítico (como el PIB verde o la huella ecológica).Finalmente, pero no por ello menos transcen-dente para el cambio de modelo que nos atañe,se propone una relativización de los óptimos dela economía neoclásica, ya que es fundamental

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entender que el crecimiento económico comometa universal resulta un principio bastantecuestionable.

En el capítulo primero, Federico AguileraKlink relaciona las cuestiones medioambiente-ales con la calidad de la democracia. Critica lainfundada creencia en la necesidad del creci-miento constante del PIB como meta funda-mental de la economía, así como la exclusivapreocupación del paradigma convencional y dela política que lo sostiene por el corto plazo. Elcatedrático de la Universidad de la Lagunasostiene que el deterioro ambiental se hallavinculado con la bajísima calidad de la demo-cracia occidental, la cual además fomenta laexportación de una democracia de mala cali-dad en el mundo con el objetivo de seguir prac-ticando el expolio global de recursos. Pero,¿cómo medir la calidad de un sistema políticodemocrático? El autor propone, en primer lugar,una idea de Przeworski, que consiste en esta-blecer mecanismos que eviten que el dinerocontrole la política. En segundo lugar, y ahon-dando en esta misma dirección, establece elfundamento que debe seguir toda política decontrol: convertir la propiedad privada en unasunto de interés público. Contrariamente a losprincipios liberales de funcionamiento que par-celan la cuestión de la propiedad privada y laaíslan de toda función social, la propuesta aquíes el control de la actuación de los entes corpo-rativos para evitar que impongan sus intereses.Hay que coincidir con Aguilera en lo obvio, y esque no se puede negar el carácter ideológico dela corporación moderna, es decir, la naturalezade la propia corporación. Y es que la economíafunciona, sobre todo, enmascarando las realida-des de la política.

Ante este panorama, el autor apuesta por loque denomina la razón pública, es decir, propo-ne la creación de una ciudadanía libre e infor-mada que ejerza de contrapeso y control tantodel dinero como de la política. Respecto a lademocracia representativa, llega a calificarla de“ficción”, “teatro institucional” fundado en unreduccionismo electoral que encubre la realidad.

¿Cuál es esa realidad oculta? A riesgo de caeren el reduccionismo que critica, su pragmatismoteórico le lleva a dar una respuesta simple: eldinero. De este discurso se desprende unesquema analítico claro, a la par que algoreduccionista: la raíz del problema es que eldinero corrompe a la política y, a través de losmecanismos de esta, se impide la participaciónde la ciudadanía, es decir, se mutila la razónpública. Aunque existen problemas teóricos eneste planteamiento, desde un punto de vistapráctico la interpretación de Aguilera no parece-ría desviarse mucho de la realidad. ¿Pero cuá-les son las consecuencias de su análisis? Enprimer lugar, establecer que la participación esparte de la esencia de la ciudadanía, que no semanifiesta debido a los efectos perversos deldinero, nos lleva a pensar que la participaciónen sí misma fluirá libre si neutralizamos talesefectos. En otras palabras, se otorga el papel depanacea política a la participación y a la demo-cratización en la toma de decisiones. Y el jardín-debate en el que el autor no entra es precisa-mente el siguiente: a nivel ecológico, que es elque atañe a esta obra, ¿es la participacióndemocrática la garantía de la mejor toma dedecisiones? Es decir, ¿será capaz la ciudadaníade tomar sus decisiones orientándolas a la sos-tenibilidad y al largo plazo, sacrificando incluso,cuando sea necesario, parte de su bienestar?Creo que ni siquiera puede esbozarse una res-puesta satisfactoria. Aguilera hace una claraapuesta por una idea positiva de la naturalezahumana, y puede que lleve razón en algo. Y esque aunque no sepamos si los problemas plan-teados se solucionarán con la creación de unarazón pública libre e informada, una cosa essegura: no estaríamos peor de lo que estamosahora. La dictadura del interés corporativo, delinterés del dinero y de su fiel sirviente, la políti-ca partidista, opaca y oscurantista en toda tomade decisiones, siempre será más dañina para lasociedad y el medio ambiente que el debatepúblico acerca de las cuestiones que a todosnos atañen. Y en este punto la trayectoria deactivismo del autor parece avalar su análisis.

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Una última consideración sobre el texto deAguilera Klink: según él, la política recurre a lademagogia al hablar del medio ambiente, esdecir, se hace casi siempre un cálculo electoral,y se habla de ecología si ello interesa de cara alas urnas. Si esta tesis es cierta, quizás el autordebería mirar un poco más allá: y es que elesquema de manipulación previamente estable-cido nos lleva a una concepción de un sujeto-ciudadano sujetado por el poder económico-político. Pero, si el político ve posibilidad desacar rédito electoral en la utilización (demagó-gica o no) del discurso ambientalista, ¿no seráque existe un cierto clima de opinión creciente-mente concienciado respecto a los problemasambientales que exigen que, al menos, se intro-duzcan los problemas ambientales en la agendapolítica?

El siguiente capítulo viene de la mano deRoberto Bermejo. El profesor de laUniversidad del País Vasco aborda dos cues-tiones fundamentales: la política de transpor-tes en España y el fin de la era de los com-bustibles fósiles. Comienza su exposición conuna detallada relación de datos referentes alas vías de comunicación en España, compa-rándolos con referentes a nivel tanto europeocomo mundial. A renglón seguido presenta unanálisis crítico del PEIT (Plan Estratégico deInfraestructura y Transporte) donde, en térmi-nos generales, expone que España funcionagestionando la oferta de transportes en lugar degestionar la demanda. Así, no se procede bus-cando racionalidad y optimización sino que, enla mayoría de los casos, se cree que el desarro-llo estructural de vías de comunicación es unaherramienta de desarrollo en sí y para sí. Enotras palabras, en nuestro país funciona unaespecia de despotismo ilustrado para el des-arrollo de infraestructuras del transporte. Y esque una de las principales tesis de Bermejo esel cuestionamiento de la idea según la cual exis-te una relación perfecta entre el desarrollo de lared de transportes y el crecimiento del PIB. Ennuestro país, cuando se hace un análisis coste-beneficio antes del desarrollo de un proyecto

infraestructural, se tiende a inflar los beneficiossociales que dicho proyecto conllevará y a infra-valorar los costes que acarreará.

Bermejo dedica gran parte de su texto aanalizar la viabilidad de la Alta Velocidad (AV) ennuestro país, sobre lo que apunta varios datosinteresantes. El primero es la natural dificultadque presenta la orografía española para el de -sarrollo de una red de ferrocarriles. Es obvio queun país como Francia, con un relieve menosacusado, puede desarrollar una red de comuni-caciones por ferrocarril a un coste mucho másreducido debido al menor número de puentes yviaductos que debe construir y de montañas quedebe perforar. La segunda cuestión de interésque afecta en particular a la AV es su inadecua-ción para el transporte de mercancías, sobretodo mercancías pesadas. Un tercer aspectoproblemático es la eficiencia energética de laAV: el incremento de la velocidad conlleva unaumento exponencial en el consumo de ener-gía. Como último dato explica que la AV fagoci-ta el desarrollo regional haciendo que las sedesempresariales se deslocalicen trasladándose alas grandes ciudades, pero (debido a la incapaci-dad de la AV para transportar mercancías pesa-das) en la industria no se da dicho fenómeno. Portanto, la AV fomenta la recreación de modelosde desarrollo centro-periferia a escala regional,donde las metrópolis se terciarizarán y el restodel territorio recibirá los perjuicios de albergar ala industria pesada.

En cuanto a los combustibles fósiles,Bermejo destaca la inviabilidad del modelo“petroleocéntrico”. Se prevé un agotamiento delrecurso y un incremento aún mayor del preciodel barril. En cierto modo, los efectos de estecambio de paradigma ya han empezado a notar-se en los sistemas mundiales de transporte.Ante el aumento del precio del carburante, notodos los medios de transporte son igualmenterentables. Se observa una considerable reduc-ción en las distancias de transporte, ya queimportar mercancías lejanas es cada vez máscaro. Con el fin de reducir costes, se persigueun aumento en la eficiencia reduciendo la velo-

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cidad media del transporte de mercancías.Estos cambios tienen un importante efecto en laeconomía global, ya que, en muchos casos dejade ser rentable la producción alejada de los cen-tros de venta. La conclusión es que el comercioregional ha comenzado a revitalizar su activi-dad. En el futuro, se prevé un mayor desarrollodel ferrocarril y un aumento de la eficiencia delos vehículos de carretera. A su vez, parece quelas vías rápidas irán siendo transformadas envías multifuncionales. De hecho, la multifuncio-nalidad en sí misma será uno de los principiosfuncionales del nuevo paradigma. La mejoropción resulta por tanto la apuesta por el de -sarrollo de una red regional de comunicaciones.

En su capítulo, Jordi Roca aborda la cues-tión de los instrumentos de política ambiental.Inicia su exposición con un tema que ya ha sidorecurrente a lo largo del libro: la crítica al para-digma de la economía neoclásica. Subraya lapobreza que presenta la visión del comporta-miento humano que adopta la economíaambiental neoclásica, y las políticas que se des-prenden de la misma: se trataría, básicamentede solucionar puntuales “fallos” del mercado. Sievocamos las críticas de Kapp ya en los añoscincuenta del siglo XX, el gran logro del merca-do es precisamente la transferencia del proble-ma ecológico al grueso de la sociedad sin quesuponga el cuestionamiento de los principios defuncionamiento del mercado. Por otra parte, lanoción de “fallo” puntual implica también que setrata de un caso esporádico: es decir, desdeeste paradigma se entiende que cualquier rela-ción de la economía con el medio ambiente noes una cuestión sistémica sino una mera inter-acción puntual. El catedrático de la Universidadde Barcelona propone cambiar esta óptica de laexternalidad, para integrar las relaciones entreel sistema económico-social y el medio ambien-te dentro de la concepción global del sistema.

Otra importante consideración del autoratañe a la extracción de recursos y la genera-ción de residuos: se trata, dicho en sus mismaspalabras, de las “dos caras de la misma mone-da”. Tras una interesante propuesta tipológica

de los instrumentos de política ambiental, Rocallega al final de sus reflexiones abordando unacuestión práctica fundamental, la referente a losincentivos económicos como medida fundamen-tal de las políticas ambientales. Y es que la polí-tica estatal tradicional tiende a internalizar losproblemas ecológicos convirtiéndolos en merca-dos, como ilustra el ejemplo de los sistemas decomercio de emisiones. En cierto modo segenera un clima de asentamiento del derechode contaminar, es decir, es como si al pagar, laindustria tuviera derecho a dañar la biosfera. Sinembargo, Roca no se muestra contrario al usode incentivos económicos como medida de polí-tica ambiental, aunque sí es partidario de ejer-cer un control exhaustivo de sus posibles efec-tos perversos.

Y el capítulo final viene de la mano de JorgeRiechmann, que trata de esbozar una teoría dela racionalidad ecológica. Riechmann señalaque la humanidad ha pasado de vivir en un“mundo vacío” (en términos de saturaciónambiental) a un “mundo lleno”, y por tanto sehalla y se hallará sometida a constricciones eco-lógicas. Existe hoy, según el autor, una crecien-te imbricación entre la biosfera y la tecnosfera, yla sostenibilidad es, en realidad, una cuestión deescala entre estas dos esferas. En la actualidadla esfera-contenido que es la tecnosfera superaen tamaño a la esfera-continente que es la bios-fera.

Para esbozar una teoría de la racionalidadecológica, Riechmann toma el concepto devalor e intenta entenderlo como acción y no sólocomo concepto. Al modo de la lógica práctica,propone una axiología naturalizada y empírica.En cierto modo, no se trata de afirmar que todaacción sea un valor, lo que equivaldría a la equi-paración de ambos conceptos, se trata más biende poner de manifiesto que las acciones expre-san valores, y que, por tanto, la biosfera estáimpregnada de valores. El autor entiende quecada sistema de valores genera una racionali-dad, y apuesta por una racionalidad acotadafrente al modelo de la economía convencionalfundado sobre la teoría del elector racional. Una

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racionalidad axiológica acotada es un modo depensar que entiende sus propios límites y queinserto en un paradigma de complejidad organi-zada permite un pensamiento sistémico. Pero ¿aqué se refiere Riechmann cuando habla de pen-samiento sistémico? Básicamente a un pensa-miento relacional y consecuente, a la par queprevisor y global. Esto puede relacionarse con suconcepto de biomímesis, ya que entiende que elmodelo paradigmático de sistema es un sistemanatural, que es a la par un sistema autoorgani-zado, complejo y adaptativo. Por todo ello, losvalores que sustentarían la racionalidad ecológi-ca no serán valores absolutos pero sí valorescontextualizados. Riechmann rechaza la racio-nalidad maximizadora, por ser menos adaptati-va y funcional, ya que se abstrae del entorno. Laracionalidad ecológica debe ser, en conclusión,una racionalidad inclusiva.

En mi opinión, nos encontramos ante unaobra valiente que pretende dotar de elementosteóricos a una alternativa económica y socio-política al actual sistema, fundado en el corpusde la economía neoclásica. Una obra inserta endebates candentes que afectan a toda la socie-dad tanto a escala global como local y querequieren ser tratados en profundidad por lasciencias sociales. En definitiva, nos encontra-mos ante una obra necesaria, que surge en unmomento políticamente idóneo para repensarlos pilares político-económicos sobre los que seasienta la civilización occidental.

Albert García ArnauCursa doctorado en el departamento

de Sociología V (UCM).Becario FPU

BOLIVIA EN MOVIMIENTO: ACCIÓNCOLECTIVA Y PODER POLÍTICOJesús Espasandín López y PabloIglesias Turrión (coords.)El Viejo TopoMadrid, 2007384 págs.

Este libro, coordinado por Jesús EspasandínLópez y Pablo Iglesias Turrión, y oportunamen-te publicado por El Viejo Topo, reúne una seriede textos sobre los recientes acontecimientospolíticos acaecidos en Bolivia, uno de los paísesmás pobres de América Latina. Bolivia, que notiene salida al mar y que cuenta con uno de losporcentajes más altos de población que se iden-tifica con su ascendencia indígena, ha experi-mentado drásticas transformaciones desde elinicio del siglo XXI. Dichas transformacioneshan sido fruto de la acción colectiva ejercidadesde la base, desde los sectores de la pobla-ción privados de derechos, marginados delpoder económico y político dominantes y exclui-dos social y culturalmente desde los tiempos dela colonización española; unos sectores de po -blación caracterizados también por su multicul-turalidad. Desde la victoria de Evo Morales enlas elecciones presidenciales, los sectores másmarginales de la población boliviana estánconstruyendo un modelo alternativo de desarro-llo, enfrentándose a las jerarquías dominantesdel poder geopolítico así como a los modelos,generalmente asumidos, de “desarrollo” ymodernización.

El libro ofrece un análisis en profundidad delos movimientos sociales que llevaron a EvoMorales al gobierno en diciembre de 2005. Arran - ca con un prefacio maravilloso de FranciscoFernández Buey en el que explica al público lec-tor español la relevancia del tema abordado ypronostica la trascendencia de los últimos cam-bios producidos en Bolivia para la consecuciónde una sociedad más justa en el ámbito global.La introducción, escrita por los dos coordinado-

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res del libro, sitúa a los movimientos socialesbolivianos en un contexto geopolítico másamplio, condicionado por la influencia históricaejercida por Estados Unidos sobre los paíseslatinoamericanos, el Consenso de Washington ylo que podría denominarse en términos amplioscomo el proyecto neoliberal desatado sobre losllamados “países subdesarrollados”. Los auto-res defienden que la emergencia de los movi-mientos sociales en Bolivia desde el inicio deeste siglo constituye una prueba del resquebra-jamiento de la hegemonía global y de que elcuestionamiento del proyecto global neoliberalempieza a dar sus primeros frutos en términosde generar una alternativa viable. Los autoresidentifican un giro importante en la política boli-viana, y éste es el hilo conductor de las distintasaportaciones que integran el libro: la políticaboliviana ya no se basa en el análisis de clasessociales ni depende de la acción de los sindica-tos sino que las actuales formas de movilizaciónpolítica se basan en la identidad étnica y depen-den de la comunidad, la forma tradicional deorganización campesina andina. Los autoresrealizan una impresionante revisión de los cam-bios políticos producidos a lo largo del siglo XXy debaten dichos cambios en relación con lateoría de los sistemas mundo.

Xavier Albó, jesuita, lingüista y reputadoantropólogo, ofrece en el capítulo siguiente unrecorrido histórico por los movimientos indíge-nas desde 1900 hasta la actualidad. SilviaRivera Cusicanqui, socióloga boliviana de reco-nocido prestigio y fundadora del Taller deHistoria Oral Andina, analiza las lecciones quepodemos aprender de la insurgencia étnica enBolivia. La siguiente aportación aborda el análi-sis del papel de las mujeres en los movimientossociales. Sus autoras, Alison Spedding y DeniseArnold, han escrito numerosos textos sobrecuestiones de género en la región andina. Eltexto de Marta Cabeza se centra en la evoluciónde los movimientos sociales entre 2000 y 2005,e incluye el episodio llamado “febrero negro”(2003) en el que 32 personas perdieron la viday la “guerra del agua” que tuvo lugar en sep-

tiembre y octubre de ese mismo año. PabloMamani Ramírez, sociólogo aimara y actual-mente profesor de la Universidad Pública de ElAlto, centra su texto en el modo en que el movi-miento indígena ha presionado crecientementeal Estado hasta el punto de provocarle múltiplesfracturas, y contrapone dicha fractura estatalcon la fluctuación y la multicentralidad caracte-rística de los movimientos indígenas. PabloIglesias Turrión aborda en su texto la resistenciade los movimientos sociales de Bolivia al capita-lismo global. Describe cómo el movimientoobrero boliviano se ha “etnificado” y el modo enque la raza y la etnia han cobrado una mayorrelevancia que la lucha de clases. JesúsEspasandín López escribe sobre los movimien-tos sociales indígenas y recurre al concepto de“colonialismo” y al análisis del sistema mundo,asimismo, detalla las múltiples estructuras deexclusión que han existido en Bolivia desde lostiempos de la colonia española, así como la difí-cil relación entre los partidos políticos de laizquierda y el movimiento indígena. El libro cul-mina con una interesante entrevista de FranklinRamírez Gallegos y Pablo Stefanoni al vicepre-sidente de Bolivia, Álvaro García Linera.

Acompaña al libro un DVD. En él se inclu-yen cinco documentales de video así como unaserie de artículos adicionales que pueden des-cargarse como archivos PDF. Todos ellos sonmateriales muy útiles. El primero es especial-mente rico. Detalla la insurgencia aimara enAchacachi, acompañado de la música andinatradicional tocada con zampoñas y percusióncon el impresionante escenario del Altiplano yde los Andes circundantes de fondo. Uno delos aspectos cuestionables de los documenta-les es que todos se basan en la región aimarade La Paz y zonas cercanas a ella.

En su conjunto, esta serie de textos consti-tuyen el análisis más rico y diverso realizadohasta la fecha, agrupados en un solo libro, sobrelos movimientos sociales contemporáneos boli-vianos. No se limita a repasar los cambios his-tóricos que condujeron a la elección del primerpresidente indígena en la región latinoamerica-

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na, sino que además sitúa el análisis en elactual contexto global y destaca las oportunida-des y el significado de las actuales luchas y rei-vindicaciones de los movimientos sociales boli-vianos. Apunta, además, hacia los retos clave alos que se enfrenta Bolivia en su andadura haciala construcción de una sociedad más igualitariay verdaderamente multicultural. Algunos deestos retos son de carácter externo y están rela-cionados con el lugar que ocupa el país en elcontexto global geopolítico e incluso geográfico,dado que no tiene salida al mar. Además se pro-ducen desafíos de índole interna cuya supera-ción se ha demostrado difícil pero no imposible.Actualmente, cuando los resultados del referén-dum celebrado el 25 de enero de 2009 hansupuesto la aprobación de la nueva Cons -titución por una mayoría de algo más del 61%parece que hay motivos para celebrar el proce-so democrático en un país que con frecuenciaha permanecido dividido entre el oriente y occi-dente; ricos y pobres; población indígena ypoblación blanca.

No obstante, el actual proceso ha alienado auna sección muy poderosa de la población boli-viana. Como menciona Marta Cabezas en suartículo: “Está en el aire la posibilidad de unarestauración oligárquica por la vía democráticao autoritaria, dada la maraña de resortes depoder que manejan esos sectores, incluida sucapacidad para generar movilizaciones socialesmasivas de corte reaccionario en el oriente boli-viano” (p. 216). Mientras que el actual éxito delproceso democrático demuestra que en efectoel cambio es posible –por recordar otro hito his-tórico producido por el resultado electoral enEstados Unidos– el país verdaderamente haasistido a una exacerbación de las identidadesindígenas y de las no indígenas y se ha acen-tuado la división entre las zonas rurales y lasurbanas. Cada vez son más las personas incli-nadas a identificarse o no con las poblacionesindígenas de Bolivia, un país en el que a menu-do es difícil distinguir entre ambas y en el cuallas identidades étnicas han sido interpretadascomo parte de un continuum.

Hay un único aspecto que se echa en faltaen esta serie de ensayos: el elemento espacialasí como el hecho de que está variando elgrado de apoyo que obtiene el Gobierno en laszonas rurales y en las zonas urbanas. Es evi-dente que en Bolivia la diferencia entre zonasurbanas y zonas rurales es en su mayor partearbitraria y en ningún caso es representativa dela diferencia entre los ámbitos indígenas y noindígenas.

Los pueblos indígenas han estado presen-tes en las ciudades y en los pueblos desde susinicios y durante la colonización fueron atraídoshacia las ciudades para que aportaran sus téc-nicas y oficios. Son numerosas las poblacionesurbanas de descendencia indígena que hablanidiomas indígenas, mantienen fuertes vínculoscon sus familias extensas en las zonas rurales ydesarrollan, asimismo, una identidad indígenadistinta, particularmente urbana. El DVD queacompaña al libro explora este aspecto en cier-ta medida, pero no en profundidad.

El segundo aspecto que podría habersedesarrollado más es el de los múltiples movi-mientos indigenistas y la pluralidad de identida-des étnicas que coexisten actualmente enBolivia. Por ejemplo, me habría gustado ahon-dar en la relación entre aimaras y quechuas.¿Qué papel jugaron los guaraníes y otros gru-pos indígenas en el oriente? ¿Qué posición ocu-pan en relación con el desarrollo de la nuevaConstitución? ¿Y los mestizos, poblacionesurbanas de descendencia indígena o de pue-blos europeos? ¿Por qué no se han incluidoPotosí, Oruro, Sucre y Tarija que han adoptadoposiciones concretas frente a los movimientosindígenas y el Gobierno de Evo Morales? Esevidente que para superar la opresión sufridadurante siglos el movimiento indígena ha tenidoque fortalecer su propia identidad. Ese es elmensaje que nos llega de los líderes aimaraentrevistados en los documentales del DVD. Sinembargo, me queda la duda de si el viejo nacio-nalismo, basado en el Estado boliviano, que cla-ramente se ha resquebrajado y del que haemergido una visión alternativa, puede reinven-

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tarse y verdaderamente incorporar identidadesmúltiples e inestables y fluctuantes. Las nacio-nes no son flexibles. Es evidente que cambian,pero lo hacen lentamente. A la mayor parte lesincomoda la multiplicidad de identidades y, a suvez, es evidente que las naciones mono-étnicasno son una opción para el siglo XXI. Ob via -mente, los libros tienen una extensión limitada yla belleza de este se halla en el optimismo conel que contempla la actual revolución bolivianapacífica y democrática.

Tanja BastiaGlobal Urban Research Centre

School of Environment and DevelopmentUniversity of Manchester

COLOMBIA EN SU LABERINTO. UNA MIRADA AL CONFLICTOFelipe Gómez Isa (dir.)Los libros de la CatarataMadrid, 2008304 páginas

A la visión sostenida académicamente desde losaños sesenta, que abogaba por una compren-sión del conflicto colombiano como cuadro ente-ramente asumible para la investigación o inter-vención epistemológica desde las caracteriza-ciones regularmente puestas en escena paralos irregulares conflictos armados internos, des-pués de fases de complejización previsible,tanto por vectores internos y nuevas condicio-nes externas, le siguió en los años noventa latesis de la ininteligibilidad del mismo, o por lomenos su acusada confusión. A partir del arrai-go o ambientación de esa novísima manera depresentar una de las más antiguas confrontacio-nes del planeta, se vivieron efectos contradicto-rios, dentro y fuera de aquel país.

Aquella interpretación surgida en plena efer-vescencia posmoderna que sometía a revisión

muchos paradigmas, hizo desistir a muchosestudiosos, del mismo modo que obligó a decli-nar ciertas iniciativas políticas articuladas a pro-puestas de investigación; a otros los lanzó a unprimer plano, tanto a viejos como a nuevos auto-res y centros de pensamiento, neoconservado-res y neoliberales, precisamente por comulgarcon esa tesis y abrirle paso con un deliberadopropósito expansivo o de búsqueda de adhesio-nes claramente proclives a estrategias de con-trol gubernamental; y a otros, con lecturas tantomás clásicas como cada vez más solitarias, enmedio de desventajas considerables de audien-cia, les fueron relegados escasos márgenespara su labor, más por la crisis de las reflexionescontestatarias, evidentemente confinadas apar-te de castigadas, en un país donde articularpensamiento crítico podía y puede hoy resultaren el límite mismo de vida-muerte.

Por entonces, a mayor irrupción inocultablede pruebas sobre actores e intereses nominalesvinculados a la guerra, como el narcotráfico, seanunció programáticamente y se enunció teóri-camente la sin salida, que quería decir, en esen-cia, que la única salida estaba en el camino dela versión del Estado, y que una mayor o mejorutilización de la explicación oficial contribuiríacon el objetivo central: recuperar, para aquel ysus dirigentes, el arbitrio y el monopolio de unaviolencia difusa. La versión dictada en conni-vencia con núcleos del sistema, para dirigir bási-camente sinergias contra las proposiciones sub-versivas y sus pretensiones fuera de la matriz,fue reforzada y legitimada por vientos de refor-ma constitucional en una época de cambiosregionales y mundiales. Una vertiginosa suma-toria de procesos patentaría esta situación. Siantes se podía hablar del actor insurgente y susdemandas, como de sujetos sociales reivindica-tivos, por ejemplo, se mandaba y recompensa-ba ahora otro relato: desde ahora debía procu-rarse la noción de terrorismo y su probablemanipulación del descontento, que, si era tal,debía finalmente encausarse y adaptarse.

En ese marco, nombrar el conflicto como unlaberinto (ya en 1999 otro libro de conocidos

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escritores colombianos y extranjeros dedicadosal tema, se había titulado Los laberintos de laguerra, Tercer Mundo Editores y otros) podía serabsolutamente funcional en ese acumulado deoscuridades, más cuando estas arriban a la sin-razón de un singular negacionismo, llegado alpunto contrainsurgente, cínico y perverso, denegar el conflicto mismo, como lo sostiene elactual Gobierno de Álvaro Uribe Vélez.

Sin embargo, no es tal el fondo del presentelibro, acá reseñado, que lleva ese título en refe-rencia a la sinuosidad de aquel conflicto.Producido a instancias de un proyecto delInstituto de Derechos Humanos Pedro Arrupe dela Universidad de Deusto, en el País Vasco,financiado por el Gobierno de esta Comunidad,elaborado por un equipo de investigadores con-vocados por sus competencias, quienes cuentanno sólo con vasta experiencia académica sino lamayoría de ellos con un contacto regular confuentes vivas, es decir con los testimonios depersonas que están situadas en varias de laslíneas de choque real, por ejemplo, los miembrosde comunidades y pueblos indígenas, dichotexto colectivo, por diferentes motivos no puedejuzgarse a priori desde esa trayectoria de nega-cionismo del conflicto o de las posibles solucio-nes que no sean la dominante ruta que aplica elrégimen colombiano. No puede tampoco encasi-llarse su horizonte fácilmente en uno de los ren-glones esbozados atrás: ni es un desistimiento,pues está claro que es todo lo contrario: es unemprendimiento ponderado; ni es una alineacióno réplica del discurso académico intransigente yexitoso por su cómoda cercanía al poder; ni esfruto, para bien y para mal, de un impulso queprovenga de sectores marginalizados o disiden-tes, necesitados de una cualificación de sus pro-puestas de investigación y acción.

En primer lugar, corresponde a un libreesfuerzo que, pese a contar con apoyos institu-cionales y recursos para ello, en medio de la ari-dez para otras investigaciones no acogidas, nodeja de ser tal: un empeño no condicionado, quesurge para aportar elementos hacia un debateconstructivo, conscientes sus autores y autora

que se agotan muchos de los esquemas usadosy cultivados en la tibieza académica; que lo quepasa en Colombia desafía muchas seguridadesde orden teorético y que formular preguntasante fenómenos arduos puede derivar en másinterrogantes que los apenas despejados. Nosólo modelos tradicionales de investigación depaz y de abordaje para una resolución de con-flictos, incorporados en el análisis, son insufi-cientes, sino las mismas certezas alojadas enotros ensayos de estudio e intervención prácti-ca, desde los cuales se ha marcado el casocolombiano como un laboratorio.

Hacen bien los dos primeros trabajos dellibro, el del colombiano Manuel E. Salamanca,“Un ajedrez del conflicto armado colombiano”,como tratamiento referido a un conflicto en todaregla con una historia, algunas de cuyas piezasy claves él nos recuerda, y el de la académicaespañola Mónica Goded sobre el marco econó-mico y social, desde un enfoque de costes, entérminos de desarrollo humano, al demostrarque esa confrontación encierra unas dinámicascomplejas de variado tipo y alcance, que seretroalimentan y potencian, en oposición a sim-plificaciones en boga, no sólo la que niega elconflicto, sino las que operan con desconexio-nes conceptuales que la realidad al final refuta.Por el contrario, Salamanca liga actores y racio-nalidades propias de una confrontación de natu-raleza política multicausal, tan elemental accesoque hoy debe tenerse presente, acudiendo ensu ensayo tanto a rasgos comprobados deaquellos actores, como a construcciones teóri-cas de escuelas y autores que postulan patro-nes de manejo y negociación, para delimitar suslógicas y desenvolvimientos. Entretanto, Godedrecalca la relación recíproca o el mutuo impactoentre conflicto y base socio-económica, enfati-zando asociaciones que vale esbozar para exá-menes sobre lo que ella indica como rentabili-dad para los actores armados, en particular delnarcotráfico, aunque también cita otros segmen-tos de la economía, como la explotación petro-lera y abismos causales como la concentraciónde la propiedad agraria, que ineludiblemente

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van encajándose en el itinerario, no necesaria-mente laberíntico en todos sus planos, sino elo-cuente o claro respecto de la falta de voluntadesy garantías de cambio, de un conflicto político,social y económico que es tal, o sea con profu-sión de contradicciones no estancadas sino esti-muladas o activadas. Conflicto para el que valeno sólo evocar sino actualizar sus raíces y fuer-zas. Por ello deben tomarse en cuenta al menosdos definiciones estructurales omitidas.

Una está en relación con un tema que siguesiendo esquivado: los fundamentos y las funcio-nes no reconocidas de la estrategia contrainsur-gente en relación con el statu quo del modelopolítico y socio-económico. Adolece el escrito deSalamanca de una importante reflexión sobreello, siendo posible y necesario de describir,cuando no de impugnar, las guías intransferiblesque bien podrían llamarse doctrinales, en las quese han incubado concepciones y prácticas de unactor esencial, el Estado, y sus recomposicio-nes, que han blindado operaciones sistemáticasy planificadas, típicas de un proyecto homologa-ble al de la barbarie de pretéritos regímenes deseguridad nacional, o que han trasmutado meca-nismos de control social, siendo el colombianoun caso único que enlaza aquella etapa comúnal continente, con la actual, donde se acuña yensalza la seguridad democrática, conducidas alo largo de una historia constitucional como fasescongruentes por estamentos civiles inmunes, ysecundariamente por militares, para su propiaimpunidad y reproducción. En esta cuestión, latutela política y militar de los Estados Unidos,que ha jugado un papel preponderante, tampocoes puesta de relieve. Del mismo modo, la apro-ximación de Mónica Goded, quien allega algu-nos datos y secuencias de indicadores quedeben ser reconsiderados a la luz de nuevas evi-dencias sobre la agudización de la pobreza y ladesigualdad mientras se afirma que la violenciapolítica es superada o cede gran terreno, puedeser objeto de dos observaciones críticas, por elpeso capital de lo que resulta velado. Una: nopenetra en ningún momento la médula de lasrelaciones que intermedian entre una estructura

legal o formal y sus resortes en poderosas acti-vidades económicas criminales, y viceversa, esdecir en el curso de las decisiones y vínculosque en la práctica han estabilizado el sistema,articuladas más que paralelas, y no opuestas,siendo su sólida conjunción en lo que anclan lasélites tradicionales y emergentes nacionales,que han conquistado así condiciones no sólopara una captura política y militar del Estado,sino para una alianza que empotra el narco-paramilitarismo en gran parte de sus órganos, allado de agentes del más desenfrenado neolibe-ralismo local y global. De lo cual saltan a la vistareciprocidades económicas, como el lavado deactivos con sus múltiples repercusiones, engeneral la legalización transversal que fungecomo recuperación y progreso, con cifras y fuen-tes no sometidas a reparo. Y otra, que es nece-saria no como salvaguarda ideológica, sinoética, declarando el texto colectivo que su hori-zonte inexcusable son las víctimas y sus dere-chos. Pues bien, no se expone la base violentade un sistema que, incluso sin violencia explíci-ta, condena a la miseria o a la indigencia a millo-nes de personas, y que, además de esa violen-cia primigenia, hace de la violencia subsiguientede índole política una correa de transmisión,para un probado enriquecimiento de pocos, paralos que la violencia es lejana, que no necesaria-mente la enfrentan o asumen como distorsión,sino como medio, catalizador y oportunidad denegocios. Eso explica en parte la razón por laque el internamiento en un laberinto sin salidaresulta lucrativo.

Otro trabajo del libro, del profesor deDeusto, Felipe Gómez Isa, coordinador de laobra, se refiere a un gran cuadrante de una dila-tada coyuntura, en la que es adecuado registrarno simplemente un eslabón sino la preparacióny entrada en una sustancial determinación uoperación de injusticia. Se trata del tan trilladoexamen, y al tiempo aún incompleto, del proce-so llamado “desmovilización paramilitar”, anali-zado uno de sus dispositivos esenciales, comoes el jurídico o de sanción presunta, y sus giros,que debería tratar sus crímenes para responder

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a las demandas de verdad, justicia y reparación,que aspiran enarbolar las víctimas, y que debenestar en la base de una construcción de pazsostenible y digna. La búsqueda de estas condi-ciones como derechos de las víctimas, y comoobligaciones del Estado y en general de los res-ponsables, es el objeto de un juicioso y funda-mentado estudio que aboca en parte el concep-to de justicia transicional, como equilibrio de lasnecesidades de justicia y de paz, mencionandola conocida opacidad de una ley residual deno-minada de Justicia y Paz, sus normativasdemarcadoras y complementarias, la intenciónde favorabilidad franca, sus correctivos a partirde una sentencia de la Corte Constitucional, ysus posibilidades, frente a unos principios traza-dos internacionalmente en el marco de un dere-cho convencional que se fragua todavía conmuchos vacíos, materia ampliamente conocidapor el autor que penetra así en un caso tipo,dentro de una reflexión e investigación queviene desarrollando hace años. Su importanciaestá dada en ese ensamble no sólo teórico, sinopráctico, que resultará sin duda útil tener encuenta en la decantación de esa experiencianacional, hasta ahora harto fraudulenta, y en laevaluación de razones y cauces de nuevas víasde acceso a la justicia en el país y fuera. Por esaproba capacidad de análisis, como en el estudiodel profesor Salamanca, hubiese sido valiosauna mención, para una mayor cobertura deltema, de lo que son las comprobadas responsa-bilidades de otros centros de poder en la con-fección jurídico-política de ese entramado deimpunidad, como los Estados Unidos o la UniónEuropea, con sus políticas de respaldo o aseso-ría, como la brinda el Gobierno español. Asuntoque no es de poca monta, más cuando seráleído el libro entre personas de este país, contan evidentes complicidades. Urge una sensibi-lización y movilización en contra de esa afini-dad. Ello debe estar en el horizonte ético alega-do. También se echa de menos algún ingreso oalguna llamada, por encima de un enfoque ajus-tado a los estándares internacionales, que cote-je los rastros del terrorismo de Estado como

conjunto que debe investigarse y juzgarse entodas sus magnitudes, del que se desprendentales crímenes de la estrategia paramilitar, puessin conciencia, descripción y prescripción al res-pecto, las garantías de no repetición de esasprácticas serán enunciados formales o en lasuperficie, dejando de lado exentos o dispensa-dos a promotores de aquel, empoderados eincólumes en las altas esferas. Sólo señalándo-les y alterando su status público, impugnandolas prerrogativas reales de inocencia de las quegozan, podrán darse pasos hacia una rupturaética con un sistema de injusticia.

El importante trabajo del investigador colom-biano Víctor de Currea-Lugo, nos insiste y asis-te en la perspectiva del derecho internacional delos derechos humanos y humanitario, advirtien-do no sólo una crisis de la materia, es decir porsu vigor, sino de asunción del concepto mismo,lo que él llama deformación o distorsión con lacual su falta de vigencia real y apropiación nossugiere la necesidad de observar otros planos,que él aborda, más que los meramente mecáni-cos de adopción o no de un instrumental o unanormativa compleja, siendo claro que enColombia existe su incorporación y por lo tantosu exigencia para el Estado y en parte, y porotras razones, para la insurgencia. AunqueCurrea-Lugo parcela con una matización delica-da sobre la obligatoriedad de esas reglas paralos paramilitares, lo cual es altamente polémico,no más por su carácter mercenario, recurso for-malmente proscrito, que hubiese sido funda-mental citar a la luz de disposiciones internacio-nales y de lógicas validadas en nuevas y viejasguerras, lleva más allá esa discusión, sirviendosu reflexión para ubicarnos en un terreno deplena actualidad. Guiado por una posición orto-doxa y respetuosa con los cánones del derechointernacional, es decir sin crítica a un armazónpolítico que merece ser revisado fuera de suhorma jurídica, contrastado con otros referen-tes, arroja elementos a tener en cuenta, sobre lacondición de las personas que han perdido sulibertad en el contexto del conflicto, acerca delas interpretaciones de las partes respecto de

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sus límites, lo referente a principios como la dis-tinción de los civiles y los combatientes, lo rela-tivo a la vulneración de determinados sectores ogrupos sociales y sobre todo de cara a salidasposibles, o más exactamente la vía de un pactohumanitario en el corto plazo, que no sea unsimple canje, sino algo más esperanzador.

Por último, el estudio de Gorka Urrutia Asua,dedicado a la evolución del desplazamiento for-zado interno, como una constante en la genera-ción de víctimas, nos hace recobrar los lugaresque es necesario indagar una y otra vez y lasproporciones inconmensurables de una proble-mática vertebral para reconocer y superar latrama del laberinto. La realidad del desplaza-miento es no sólo abrumadora, desde lo cuanti-tativo, con datos o cifras conmovedoras por símismas, sino terriblemente desgarradora desdelas facetas y honduras de una destrucción con-sentida, como es la que causa y multiplica eldesarraigo obligado en un país donde se pro-fundiza el despojo, tanto por los fines del des-plazamiento, como es la usurpación de tierra yterritorio, como por las condiciones materiales alas que se lanza a las poblaciones desplazadas,por lo general en las ciudades, verificando ladramática e irreparable historia de pérdida queeste fenómeno implica, personal y colectiva-mente, de lo cual da cuenta un buen trabajo decampo y de entrevistas. Gorka Urrutia caracteri-za, trata y corrobora el desplazamiento internocomo una dinámica compuesta y no accidental;como una sumatoria de tragedias e impunida-des que debería ser objeto de una coherenteacción en términos humanitarios - no de asis-tencia sino de protección debida-, aplicandoconceptos o definiciones labradas en espacios ynormativas internacionales, reafirmando ade-más la obligación central de respeto a los dere-chos fundamentales, cuya retórica gubernamen-tal y legal incorpora a esta población como des-tinataria de acciones de intervención, mientrasen la práctica es de nuevo marginalizada, dadoque su inmensa mayoría no puede acceder amecanismos y recursos, ni oficiales ni a los pro-pios de escasas respuestas paliativas de agen-

tes no gubernamentales. Todavía muy invisibili-zada y sola, más cuando se pretende tergiver-sar sobre la esencia del proceso violento queesa población ha sufrido, como recientementeun asesor presidencial de Uribe lo hace al lla-marla migrante, para desconocer las responsa-bilidades de unas élites depredadoras, debe servisible y estar acompañada esa colosal entidadhumana que debe contar cardinalmente en unpaís para salir del pantano hacia un probablefuturo de inclusión. Este trabajo aporta en esadirección.

Se hace hincapié en una observación: nodebería esperarse a estas alturas un diagnósti-co y un debate sobre el conflicto colombiano ysus representaciones con tesis en las que elmundo académico ha intervenido desde diferen-tes escuelas y posicionamientos, junto al mundopolítico y últimamente sin recato junto al mundoempresarial, sin reconocer esa parte de respon-sabilidad y la necesidad por lo tanto de poner enla mesa consecuencias epistemológicas, apartede éticas y políticas, más cuando se tejen inten-cionalmente nuevas nebulosas, solapadas conlas complicidades de altos núcleos nacionales ytransnacionales que venden una imagen de unpaís donde al lado de las formas democráticasse ha vivido un verdadero genocidio y etnocidio.La obra en general alcanza una identidad aca-démica importante, por las conceptualizacionesreforzadas, no liberadas de serias objecionesque recaen más sobre lo estructural dominanteno recusado suficientemente, y apreciable porlas realidades que se patentan con los estudiosrealizados.

Carlos Alberto RuizResponsable del área de DDHH de la

Fundación Mundubat

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¿EN QUÉ ESTAMOS FALLANDO?CAMBIO SOCIAL PARA ECOLOGIZAREL MUNDOJorge Riechmann (coord.)IcariaBarcelona, 2008336 páginas

Nos encontramos frente a una obra coordina-da por Jorge Riechmann que se plantea unapregunta fundamental. De lo que se trata esde saber en qué estamos fallando a la hora deresolver los problemas fundamentales que ace-chan a la humanidad como civilización. El traba-jo que Riechmann ha coordinado trata de darrespuesta a esta acuciante pregunta desde dis-tintas perspectivas y ámbitos del saber. ¿En quéestamos fallando? es un compendio de distintosartículos escritos por diferentes profesionalespertenecientes a diverso campos que tienencomo vértice la preocupación medioambiental.

La cuestión planteada es de relevancia sipartimos del hecho de que hoy en día contamoscon una gran información sobre los problemasque acucian al ser humano. Estos problemas sepueden encuadrar dentro de lo que llamamos lacrisis ecológica o crisis global social. Esta mati-zación es importante en la medida en la que hayque entender la crisis ecológica como una crisissocial, es decir, como un asunto humano derelevancia. Lo que está en juego es el futuro dela humanidad y lo que sería necesario cambiarsi queremos intentar resolver el problema esnuestro modelo de sociedad. Es precisamenteeste modelo de sociedad el que nos ha llevadoa la crisis global social y humana que padece-mos y en la que estamos sumergidos, por esoes necesario implicarse y dar una respuesta.Podemos decir que nos enfrentamos a un pro-blema eminentemente ético. Nuestros actos conrelación a nuestro medio ambiente, al que inelu-diblemente pertenecemos, repercuten en la so -ciedad del futuro y en los hombres que habitenése mundo. Ésta es la base de una ética ecoló-

gica, nuestras acciones repercuten en el futuroy, por ello, debemos ser responsables de lo quehacemos.

La obra que comentamos aquí parte de laevidencia de la crisis global ecológica y de sudimensión humana y de que, a pesar del cono-cimiento de ésta, no estamos haciendo, pareceser, lo suficiente. Por lo que podemos concluirque en algo estaremos fallando. Algo estare-mos haciendo mal cuando los cambios sonmeramente aparentes y los problemas no seresuelven, sino que se agudizan. Curio sa -mente el problema que se plantea en esta obracontrasta con la tesis mantenida en la obra deLombarg, El ecologista escéptico. Una de lastesis que se mantiene en esta obra es que lassugerencias de los ecologistas son alarmistasy crean una conciencia de miedo en la medidaen la que hacen unas predicciones apocalípti-cas y escatológicas. En definitiva constituiríanuna dogmática religiosa a la que llama letaníaecologista. El problema que ve Lombarg esque se le está haciendo excesivo caso a estealarmismo y además considera que éste notiene un apoyo en datos científicamente con-trastados. He realizado la crítica de esta tesisen otro artículo, “Reflexiones sobre ecología yprogreso”, de modo que no lo desarrollaréaquí. Sólo quería señalar la posición diametral-mente opuesta.

Hemos señalado ya antes que el problematiene una dimensión estrictamente humana;Riechmann hace hincapié en ello en la introduc-ción. Hay dos cosas que es necesario tener encuenta. La primera es que el origen del problemaes antropogénico; la segunda es que las conse-cuencias del problema no son sólo para el medioambiente o la naturaleza, sino también para elhombre. Pero para entender esto hay que partirde un concepto más amplio de medio ambiente.Nuestra tradición cultural ha separado al hombredel medio ambiente o la naturaleza y esto es unterrible error. Su origen se remonta a nuestra tra-dición monoteísta en la que el hombre es creadoa imagen y semejanza de dios y como dueño yseñor de la naturaleza. Es necesario un cambio

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fundamental de ideas que nos lleve a la consi-deración de que somos parte de la naturaleza yde que nuestra vida es imposible sin ella.Nuestra dimensión natural es innegable. Peroresulta que somos animales que transformamosel medio para vivir, “humanizamos” la naturaleza.Claro, pero por eso los problemas medioambien-tales son de origen humano. El hombre es lacausa de su propio mal.

Esto enlaza perfectamente con el primerartículo de Ernest García que se pregunta porqué andamos siempre a la greña con la natura-leza. Nuestro desarrollo social depende de unconjunto de ideas básicas y fundantes que expli-can nuestra relación conflictiva con la naturale-za. Nos concebimos como seres separados deésta, no nos reconocemos en ella. El modelosocial que ha triunfado, el que se ha globaliza-do, es el occidental que tiene en su base a lareligión monoteísta, la revolución científica ytecnológica y la revolución industrial que llegahasta nuestros días. Nuestro crecimientodepende de la naturaleza. Reconocemos quesin ella es imposible vivir. Pero nuestro modelosocial, el capitalista –en estos últimos treintaaños, el modelo neoliberal de la economía demercado, que parece ser que por fin entra encrisis, lo cual nos hace albergar algunas espe-ranzas– parte de un presupuesto erróneo: laposibilidad del crecimiento ilimitado. No es posi-ble un crecimiento ilimitado en un planeta conlímites. Pero claro, aunque reconozcamos losproblemas y seamos conscientes de su grave-dad, resulta que para mantener nuestro nivel decrecimiento y “bienestar” (ya veremos que eneste concepto de bienestar capitalista consu-mista reside gran parte del error en la concep-ción que valora nuestra vida y nuestro mundo)necesitamos seguir explotando la naturaleza detal forma que el problema se agudiza. En defini-tiva estamos en una lucha perpetua con la natu-raleza. Señalo por anticipado que para solucio-nar, o iniciar un camino de solución, dicho pro-blema sería necesario un cambio de valoresconcomitante con un cambio en la estructuraeconómica de la organización social. Cambio de

valores que justifique, en definitiva, la necesidadde una nueva organización social que tenga enmayor estima una relación armoniosa con lanaturaleza y con los demás. Por eso considero,esta es mi reflexión, que la crisis tiene en labase una crisis filosófica o ética. La última inter-vención, que es la de Riechmann plantea unareflexión sobre este cambio necesario de valo-res. Lo discutiremos en su momento.

Enlazan también estas reflexiones con laproblemática que trata Fernando Arribas en suintervención. La pregunta que se hace es porqué algunas sociedades toman decisionescatastróficas. Esta pregunta enlaza directamen-te con el tema horizonte del volumen, en quéestamos fallando. La obra en la que se apoyafundamentalmente Fernando Arribas para sureflexión es Colapso de Diamond. Lo que esteautor plantea en su obra es que algunas de lasgrandes civilizaciones del pasado han sucumbi-do, colapsado y desaparecido, por razones,eminente y fundamentalmente, ecológicas. Loque les ha ocurrido a estas grandes civilizacio-nes del pasado es que no tomaron decisionesadecuadas para solventar los problemas ecoló-gicos a los que se enfrentaban. O bien por des-conocimiento del problema, o porque en sumemoria histórica había desaparecido el proble-ma de su horizonte, o porque no veían la dimen-sión catastrófica del mismo, o porque no le die-ron la suficiente importancia, o porque pensaronque las cosas se solucionarían solas, en fin mul-titud de causas. Pero contrasta con esto tam-bién el hecho de que muchas sociedades delpasado se encontraron con problemas ecológi-cos y supieron superarlos lo que les permitiópersistir en el tiempo. Hay que adaptar la refle-xión de Diamond, y es lo que hace FernandoArribas, a nuestra sociedad global. Y una carac-terística precisamente de nuestra civilización esque es global. Si se produce un colapso, comoocurrió con muchas civilizaciones del pasado,éste sería global. Estaríamos hablando del finde la civilización humana, no del hombre. Unacaracterística de nuestra civilización es quehemos llegado a adquirir un alto nivel de con-

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ciencia, al menos en teoría, del problema. Loque sucede es que no estamos actuando sufi-cientemente. Dos son los pilares fundamentalesde este problema de los que se derivan muchosotros que constituyen la crisis ecológica global:el agotamiento de los recursos energéticos y elcalentamiento global. Si no resolvemos estosproblemas, entonces la crisis es definitiva.

La reflexión de Fernando Arribas es muyinteresante. Se basa en la concepción de bienescomunitarios. Y distingue esta noción de bienescomunes. Defiende que cuando una sociedad haconsiderado una parte de sus bienes comocomunitarios (bienes que pertenecen a la comu-nidad, son de uso para todos, pero cada cual enparticular es responsable de su mal uso), resultaque los ha conservado y no los ha deteriorado.De tal forma que su cuidado ha hecho posibleel desarrollo de esa sociedad sin acabar conlos recursos de los que se vive. Ahora bien, elconcepto equivocado que subyace a nuestrasociedad es el de bien común. Los bienes comu-nes no pertenecen a nadie, son de aquel que selos apropie. De tal forma que no tiene que darcuenta de su uso a nadie. Pero claro, la lógicadel crecimiento y enriquecimiento que subyaceal orden social capitalista sólo reconoce elvalor del capital, no se preocupa de la comuni-dad. Y esta lógica es la que nos está llevandoa la situación de crisis global. Sería pues nece-sario un cambio de concepción en la que losbienes comunes fuesen comunitarios, gestio-nados por la comunidad, cuidados, de tal formaque todos seamos responsables de su mante-nimiento.

Otro tema que se aborda en la obra es lacomunicación que se da entre los valores, lasactitudes y los comportamientos. Este tema lodesarrolla Ernesto Suárez desde la psicologíaevolutiva. Lo que podemos destacar aquí es queexiste una ruptura entre nuestros valores gene-rales y nuestros comportamientos y actitudes yesto depende de nuestra propia estructura evo-lutiva. De lo que se nos informa en este texto esde que nuestros valores pueden coincidir convalores medioambientales, pero después nues-

tros comportamientos –tanto individuales comopolíticos (estos últimos merecen tratamientoaparte)– no suelen ser consecuentes con nues-tros valores. Lo que debemos plantearnosentonces es que exista una vía clara de comu-nicación entre cómo valoramos y cómo noscomportamos. A mi modo de ver, la discrepanciaentre valores y comportamientos es aparente.En definitiva, nuestros valores medioambienta-les están bien de cara a la galería –sobre todoen la política, como comentaremos después–pero si se nos exige un compromiso, entoncesnos replegamos en nuestro individualismo ego-ísta. Pienso que para salvar esta brecha esnecesaria una nueva Ilustración, o, más exacta-mente, seguir con el proyecto inacabado de laIlustración. Aquí jugaría un papel muy importan-te la educación, que tendría como objetivo laasunción de los valores ecológicos de formaauténtica. Pero también requiere esto de uncambio de paradigma (revolución, en el sentidode transformación profunda y desde las raíces)social en su nivel ético, político y económico.

Y en relación con el asunto político es muyinteresante el artículo de Federico Aguilerasobre la calidad de la democracia y el medioambiente. Es una reflexión sobre lo acaecido enel puerto de Granadilla en Canarias. Lo que hayque destacar aquí es que las decisiones políti-cas de construcción de industrias, infraestructu-ras... que son medioambientalmente conflictivasno gozan de una estricta calidad democrática.Por el contrario, el poder político utiliza el podercomo arma de miedo, desinformación, prevari-cación, etc., en detrimento de la calidad demo-crática que requiere información, debate, clari-dad, en definitiva, participación democrática. Elartículo nos muestra, a las claras, como en elcaso del Puerto de Granadilla se ha echado enfalta la democracia a secas. Por lo que podemoshablar de que hay un déficit democrático cuan-do los problemas medioambientales interfierencon los intereses económicos y políticos parti-distas. En este caso las instituciones se saltanlos valores de la democracia. Tengo que señalaraquí que precisamente en la zona en la que

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vivo: Tierra de Barros, Badajoz, se está produ-ciendo este déficit democrático desde hacecuatro años con el motivo de que la Junta deExtremadura apoya el proyecto de un empre-sario para construir una refinería de petróleoen plena zona interior vitivinícola que es laTierra de Barros. La lucha todavía continúadespués de cuatro años y nada está decidido,pero el poder ha utilizado todas las armas a sualcance burlándose de los principios más bási-cos de la democracia, empezando por la infor-mación, la transparencia, el diálogo y el respetoa la libertad de expresión. Está por escribir unartículo detallado sobre este tremendo déficitdemocrático que vivimos en Extremadura.

Por último quiero reseñar aquí el artículo deRiechmann. Del tema sobre el que trata hemosmantenido un pequeño debate vía correo elec-trónico del que me he enriquecido. Su artículoes una ampliación y concreción de la últimaobra Biomímesis (trilogía de la autocontención).Ahí desarrolla lo que él considera que debe seruna ética para el hombre del futuro. La base deesta ética está en un cambio de paradigma queconsiste en pasar de una concepción del mundocomo explotación a la concepción de nuestrarelación con el mundo desde la perspectiva delcuidado. Lo que plantea Riechmann es que anivel particular tiene que darse un cambio pro-fundo en nuestra ética, nuestra forma de estaren el mundo y de actuar. Él apuesta por unaética hedonista en la línea de Epicuro. La felici-dad está en el placer. Pero el hedonismo es unafilosofía austera. La sabiduría consiste en lamedida del placer. El placer produce dolor, porlo tanto sólo son legítimos los placeres naturalesy necesarios. La satisfacción de éstos no tieneque llevarnos a la dinámica del deseo. Peroexisten placeres superiores que son los delespíritu o el entendimiento. Nos referimos a losplaceres de la contemplación, el estudio, place-res estéticos, afectivo sociales, etc. Lo queRiechmann propone es precisamente el cultivode estos placeres que constituyen el modelo delsabio. Y esto requiere de un cambio de valores.Los hombres de la sociedad actual nos regimos

por los valores que emanan de la productividady la eficiencia de tal forma que nos olvidamos deun amplio elenco de placeres que no llevan apa-rejados el despilfarro del planeta, como son elcultivo del conocimiento, del placer estético, delas relaciones con los demás, de la contempla-ción y la meditación, en fin, todo aquello que nosconstituye como hombres. Riechmann, partien-do de la última obra de José Antonio Marina, Laarquitectura del deseo, hace un análisis denuestros deseos como mecanismos que puedenproducir un estado de felicidad o desgracia.Siguiendo a Marina, nos dice que los deseos delhombre están encaminados a la consecución detres objetivos: 1. El deseo de bienestar perso-nal; 2. El deseo de relacionarse socialmente,formar parte de un grupo y ser aceptado; 3. Eldeseo de ampliar las posibilidades de acción.Podemos considerar que estos deseos son losque se dirigen a la formación de la personacomo un individuo feliz y satisfecho. Ahora bien,la cuestión es qué debemos hacer para conse-guir el fin de estos deseos. Depende de lasacciones que emprendamos seremos felices odesgraciados. Además tiene mucho que ver elcultivo de las acciones que conlleven la conse-cución de estos deseos con una ética ecológicaen consonancia con la ética del placer quehemos reseñado antes.

Especial atención le merece a Riechmann elsegundo deseo. Esto es evidente porque la vidaen la que estamos inmersos valora nuestro egomaterial y no nuestras relaciones. Olvidamosque somos animales sociales y que nos cons-truimos con y a través de los demás. La ética delplacer nos insta al cultivo de la amistad y la coo-peración. Es interesante señalar aquí que lassociedades capitalistas actuales se basan en elvalor de la competitividad económica, lo cualnos convierte en rivales y no en semejantes.Dicho sea de paso que aquí subyace una falsainterpretación del darwinismo. La evolución sehace más por cooperación (simbiosis) que porcompetición. En definitiva, lo que nos planteaRiechmann es el cultivo de aquellas acciones,que no son más que los consejos de la ética epi-

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cúrea, que tienen como consecución el lograrlos fines de nuestros tres deseos básicos quenos harían en última instancia felices. Pero hayalgo aquí importante, este modelo de vida es elcompatible con la ética ecológica y con una vidaque no esquilma el mundo en el que vivimos,que considera a la naturaleza como aliada en laconsecución de nuestra felicidad, no como unvalor mercantil. Esto plantearía también, denuevo, una segunda Ilustración.

Juan Pedro ViñuelaProfesor de ética y filosofía

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