literatura rumana

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SinopsisdelaLiteraturaRumana (*) Joaqun GarrigsJueves, 2 de febrero de 2006 Deca Cioran que hay pueblos inteligentes pero que por hablar una lengua provinciana estn condenados al anonimato. La literatura rumana no es ni mejor ni peor que otra, simplemente es desconocida. Y ello por las razones de lengua que apuntaba el pensador transilvano, ya que el hecho de haber sido escrita en un idioma que apenas rebasa las fronteras del estado rumano le quita posibilidades de expansin. A ello hay que sumar las tendencias editoriales actuales de mercantilizacin de la cultura, las cuales dan primaca a la literatura nacional y a la anglosajona, por ser de ms fcil venta, y relegan las dems a la categora de perifricas, de modo que la presencia de estas en el mercado del libro es casi simblica. Otra razn que contribuye al desconocimiento de la literatura rumana es su relativa modernidad. Tampoco el italiano es lengua que se extienda fuera de los confines de Italia pero, desde hace siglos, es vehculo de una formidable cultura y muchos de sus autores son referencias de la literatura universal. Por razones histricas cuya exposicin no procede en estas sucintas lneas, la literatura rumana propiamente dicha no nace hasta el siglo XIX. Ese nacimiento marcha al comps del nacimiento de la propia Rumania como estado, que tambin tiene lugar en la segunda mitad del siglo XIX, y cuando la vieja lengua romance, que la poblacin nunca haba dejado de hablar desde la conquista de la Dacia por las legiones de Trajano, se moderniza y se transforma en una lengua literaria robusta y de enorme expresividad que alcanza su mximo esplendor con Mihail Eminescu (1850-89), cumbre de las letras rumanas. No obstante, y por las razones citadas, el de Eminescu es un nombre en letra pequea en las enciclopedias cuando por la altura de su poesa tendra que figurar como uno de los gigantes del romanticismo europeo. Tambin la falta de buenas traducciones ha impedido su valoracin adecuada. Pinsese que hasta 2004 no aparece en Espaa la primera traduccin completa de su poesa y directamente del original rumano. Lo mismo podemos decir de otros autores: en 2002 se public la de El lecho de Procusto, novela de Camil Petrescu escrita en 1933, considerada la cima de la novelstica rumana. A esa distancia temporal, la publicacin ya solo tiene un inters histrico y cultural. En ningn caso se va ya a situar convenientemente al autor entre los escritores de su poca pues a un escritor hay que valorarlo de forma coetnea a sus escritos. Precisamente una de las caractersticas de la literatura rumana es que quiz sus mejores representantes sean poetas, lo que tampoco ayuda a su difusin. Es la novela la que da la autntica dimensin a una literatura y la que la populariza fuera de sus fronteras. La novela rumana, si bien cuenta con notables representantes en el siglo XIX, no alcanza niveles de calidad continental hasta el XX, en que se rompe con el campesino autctono como tema, con una literatura que podramos llamar incluso regional, y se inserta en los moldes europeos. El punto de inflexin est en 1926 cuando Hortensia Papadat-Bengescu publica su Concierto de msica de Bach. La huella de Marcel Proust es evidente, se vena tanteando, pero haca falta una novela como esa, de altsima calidad literaria, que lanzara a la literatura rumana en medio de las corrientes europeas y se homologara con ellas.

Ese ao es el punto inicial de una etapa que dar lugar a excelentes escritores que llevarn a la literatura rumana a unos niveles que la guerra trunc y nunca ms volvera a alcanzar. Por el camino abierto por Hortensia Papadat-Bengescu transitaron otros proustianos como Anton Holban o el inmenso Camil Petrescu, novelista crtico y dramaturgo, cuya novelas se pueden comparar con las mejores que por entonces se escriban en la Europa occidental. No es exagerado afirmar que si hubiese estado en las libreras de Pars en los aos treinta, Camil Petrescu podra haber disputado el Nobel de Literatura a los grandes escritores de entonces. La huella de Kafka la sigui Max Blecher, escritor judo muerto en plena juventud, que dej una obra corta pero muy estimable. Todos ellos fueron escritores con personalidad propia, sin ser en modo alguno imitaciones serviles del modelo occidental. Es la etapa de debut de Mircea Eliade, Emil Cioran y Eugen Ionescu (ms tarde Eugne Ionesco). Mihail Sebastian triunfa como novelista, dramaturgo y crtico. Su diario pstumo escrito entre 1935-44 se ha considerado uno de los grandes diarios europeos del siglo, una vez se tradujo a las lenguas de gran circulacin en estos ltimos aos. Otros escritores como Gib Mih?escu, Vasile Voiculescu, Liviu Rebreanu, Ionel Teodoreanu, etc., son nombres desconocidos en Europa pero con un destacado lugar en la Repblica de las Letras rumanas. Este brillante panorama se oscurece a partir de 1945 y la literatura rumana entra en barrena. Varias son sus causas. Por un lado, la muerte en plena juventud de algunos de los grandes escritores, como el citado Blecher, Mihail Sebastian, Anton Holban o Gib Mih?escu. Por otro, las consecuencias de la guerra: muchos escritores se van al exilio, como Cioran, Vintila Horia, Ionesco y Eliade, donde, con la excepcin de este ltimo, cambiarn de lengua y darn sus mejores frutos en su lengua de adopcin. Otros vivirn el exilio interior, marginados por el nuevo rgimen, como Hortensia Papadat-Bengescu, o incluso encarcelados, como Vasile Voiculescu, y otros pondrn su pluma al servicio del poder, como Mihail Sadoveanu y Camil Petrescu, y solo producirn obras panfletarias de propaganda poltica y nulo valor artstico, como la novela de Sadoveanu que lleva el significativo ttulo de La luz viene del Este. Tampoco la frrea censura de los aos del comunismo era lo ms propicio para el desarrollo literario, sobre todo de la novela. Tan es as que los cuarenta y cinco aos de rgimen fueron estriles, salvo contadas excepciones, en este campo y solo se encuentran valores en la poesa de algunos autores como Marin Sorescu, Gellu Naum o Nichita St?nescu. La cada del comunismo en el 89 abre una nueva etapa donde la literatura ya puede desenvolverse con libertad y en la que se aprecia el nacimiento de nuevos valores. Hay que colmar el desfase de ms de cuatro dcadas con Europa y eso no es fcil. El reto que tiene ante s es enorme y precisa de la ayuda de los poderes pblicos, quienes no parecen muy proclives a darla. En la antologa que integra este nmero hemos apostado por valores actuales o por escritos menos conocidos de algn clsico, como Blecher o Bacovia. Otros grandes clsicos como Tudor Arghezi, Lucian Blaga, Ion Barbu, Nichita St?nescu, etc., han sido ya recogidos en antologas y publicados en forma de volumen, en alguna ocasin, aunque hoy se encuentren agotados. Por ello queremos dar primaca a voces que no han tenido ocasin de expresarse en nuestra lengua o, si la han tenido, ha sido en muy escasa medida y no por ello son menos valiosas. Tambin el respeto a los derechos de autor nos condiciona la seleccin.

(*) Joaqun Garrigs (Orihuela, Espaa, 1942) licenciado en Derecho y en Filologa Hispnica por la Universidad de Murcia. Es intrprete jurado de lengua rumana, miembro de la Asociacin Colegial de Escritores, seccin de Traduccin. Ha sido galardonado con el premio de traduccin de la Unin de Escritores de Rumania. Algunas de sus traducciones son: CIULEANDRA, Liviu Rebreanu, Bucarest, Fundatia Culturala Romna, 1992. LA SEORITA CRISTINA, Mircea Eliade, Barcelona, Lumen, 1994. BODA EN EL CIELO, Mircea Eliade, Barcelona, Ronsel, 1995 EL OCASO DEL PENSAMIENTO, Emil Cioran, Barcelona, Tusquets, 1995. EL LIBRO DE LAS QUIMERAS, Emil Cioran, Barcelona, Tusquets, 1996. DIARIO NTIMO DE LA INDIA, Mircea Eliade, Valencia, Pre-Textos, 1997. LA INDIA, Mircea Eliade, Barcelona, Herder, 1997. BREVIARIO DE LOS VENCIDOS, Emil Cioran, Barcelona, Tusquets, 1998. LA NOCHE DE SAN JUAN, Mircea Eliade, Barcelona, Herder, 1998. LOS JVENES BRBAROS, Mircea Eliade, Valencia, Pre-Textos, 1998. TIEMPO DE UN CENTENARIO, Mircea Eliade, Barcelona, Kairs, 1999. DIECINUEVE ROSAS, Mircea Eliade, Barcelona, Kairs, 1999. RELATOS FANTSTICOS, Mircea Eliade, Barcelona, Kairs, 1999. MAITREYI, Mircea Eliade, Barcelona, Kairs, 2000. EL SOBRE NEGRO, Norman Manea, Madrid, Metfora, 2000. DIARIO 1945-69, Mircea Eliade, Barcelona, Kairs, 2001. DIARIO PORTUGUS 1941-45, Mircea Eliade, Barcelona, Kairs, 2001. EL LECHO DE PROCUSTO, Camil Petrescu, Madrid, Celeste, 2002. LA CABEZA DE URO, Vasile Voiculescu, Madrid, Espasa Calpe, 2002. DIARIO 1935-1944, Mihail Sebastian, Barcelona, Destino, 2003 ISABEL Y LAS AGUAS DEL DIABLO, Mircea Eliade, Madrid, Espasa Calpe, 2003. EL ACCIDENTE, Mihail Sebastian, Barcelona, Destino, 2004. PEREGRINO (poesa), Liliana Popescu, ed. Empireuma, Orihuela, 2004. EL REGRESO DEL HLIGAN, Norman Manea, Barcelona, Tusquets, 2005.

Influencia y poder de la literatura rumana http://elpais.com/diario/2011/10/01/babelia/1317427936_850215.html 1 de octubre de 2011 Dos figuras intelectuales de perfil muy diferente, pero igualmente estimulantes, patronean simblicamente la literatura rumana, invitada de honor este ao a Liber. Por un lado, naturalmente, Norman Manea, creador de fama internacional, tan agudo ensayista como narrador, tambin narrador de su propia peripecia en El regreso del hooligan,escritor contundente e incmodo. Como suele pasar en casos semejantes aunque sus libros tienen una buena recepcin, Manea no es un autor "amado" en su tierra: se exili cuando otros tuvieron que quedarse, o escogieron quedarse y soportar como fuese la siniestra chifladura del rgimen totalitario en sus postrimeras. Para colmo este prncipe de la tradicin liberal, humanista y cosmopolita es profesor en EE UU, vive en NY, tiene dinero y xito, y aunque escriba en rumano publica inmediatamente en ingls. Fcilmente se explica que resulte insoportable. La otra figura intelectual, de influencia enorme, y de un poder ms directamente eficiente, es el polgrafo Horia-Roman Patapievici, director del Instituto de Cultura, el Cervantes rumano; como no hay en el mundo una masiva demanda de aprendizaje de la lengua rumana esta institucin concentra sus energas en la agitacin cultural dentro de las fronteras y en la recuperacin y difusin de la literatura clsica y contempornea en el extranjero. En Espaa, donde viven censados ms de un milln de rumanos, y algunos ms indocumentados, el Instituto es especialmente activo, y eso explica -junto, naturalmente, a la calidad de los autores y la devocin de los traductores, algunos competentes; otros, voluntariosos- que la literatura rumana est tan ampliamente representada en nuestras libreras. Discpulo y apstol de Mircea Eliade, Patapievici participa en los debates pblicos en la prensa con asiduidad y junto a los filsofos Gabriel Liiceanu y Andrei Plesu, invitados frecuentes a Polemicile TVR cultural (Las polmicas del canal cultural de tv rumana), que se emite los viernes a las 14 horas, y es de gran calidad intelectual, conforma el tro ms visible e influyente de la cultura de hoy. Recuerdo que hace algunos aos entrevist a Patapievici, que acababa de publicar aqu El hombre reciente -un prolijo ensayo contra el materialismo y la fascinacin contempornea por el cambio permanente, y a favor de un regreso a las ideas de trascendencia, de superacin y de religin- y cuando hablbamos de la rampante corrupcin que socavaba el desarrollo del pas, l lo explicaba como un clsico signo de una poca de transicin, que previsiblemente ira desapareciendo segn el capitalismo se perfeccionase. La transicin fue, en Rumana como en otros pases del Pacto de Varsovia, una merienda de negros. Entre los narradores rumanos de hoy destacan dos autoras que en los aos noventa despus de dejar la literatura para combatir en la arena del periodismo, a favor de la consolidacin de una sociedad civil activa y consciente, han regresado a los orgenes, quizs cansadas de esfuerzos melanclicos. La poetisa Ana Blandiana es la autora, o una de las autoras rumanas ms conocidas tambin en el extranjero. Durante el totalitarismo fue una de las primeras voces que se permitieron sacudirse el yugo

del proletcult (esttica del realismo socialista importada de la URSS) para convertirse tambin en una singular, vigilada y a regaadientes tolerada narradora que practicaba una ficcin fantstica o una variante europeo-oriental del realismo mgico americano, una variante tenebrista, angustiosa, como comprobarn quienes penetren enLas cuatro estaciones. Gabriela Adamesteanu, la autora de la novela ambiciosa y de lenta coccin (diez aos) Una maana perdida, que reproduce, segn dicen con un "odo absoluto", el habla de una plyade de personajes, y cuenta sus temores y los conflictos de su vida cotidiana en los aos finales del antiguo rgimen, con gran elegancia estructural y eficacia narrativa, en 1990 se meti en el activismo periodstico como fundadora y directora de la muy influyente Revista 22. Hace unos aos dej la prensa y regres a la literatura, publicando desde entonces dos nuevos libros y reeditando los antiguos. Hay en Bucarest dos grandes editoriales: Polirom, nacida en 1995, traduce, a menudo con gran celeridad, la ficcin contempornea europea, y tiene tambin colecciones dedicadas a escritores locales de hoy, algunos excelentes, como Dan Lungu (Soy un vejestorio comunistapenetra con precisin psicolgica, sentido del humor y empata crtica en la mentalidad de los nostlgicos del totalitarismo) y Filip Florian (Dedos meiques, un alarde estilista de prosa musical, concentrada, exuberante, disuasoria para lectores perezosos o apresurados). Es el "regreso a lo nuestro", el gusto por los autores autctonos para explicar el pasado reciente y el presente, como pas tambin en Espaa tras la dictadura. En el catlogo de la otra gran editorial, Humanitas, fundada en 1990, considerada ms prestigiosa y/o exquisita, figuran los autores de la dispora -Cioran, Eliade, Ionesco, Goma, etctera- y contemporneos como el mismo Patapievici y Mircea Cartarescu. Doy por sentado y por probado que todos los autores ya mencionados son inteligentes. Cartarescu, que fue el mejor poeta de la generacin de los ochenta, es inteligentsimo y complejo, y un autor tan celebrado por sus relatos largos o novelas cortas (Travesti, REM) que publica como delgados libros (a la manera de un Csar Aira) como en las novelas ro de la triloga Cegador, y capaz tambin de experimentos comerciales como Por qu nos gustan las mujeres, que public por entregas en la edicin rumana de la revista Elle.

Jueves 31 de Marzo de 2011 Mircea Cartarescu El enfant terrible de la literatura rumana por Mircea Crtrescu / Marian Ochoa de Eribe Urdinguio / Fotos: Ion Marasescu Prohibido durante aos en Rumania por lo explcito de su argumento, El Ruletista constituye uno de los ms brillantes hitos narrativos de la reciente literatura europea. Esta pieza, tan breve como intensa, narra la improbable historia de un hombre al que nunca le ha sonredo la suerte, un desarraigado que sorprendentemente hace fortuna participando en letales sesiones de ruleta rusa. Un escritor moribundo que conoci al Ruletista en su juventud intenta explicar cmo ese hombre insulso termina convirtindose en alguien inmortal y aparentemente inexpugnable, cuando en realidad en l slo anida el ms desesperado espritu de la autodestruccin. Compartimos las primeras pginas de esta magnfica obra y el prefacio que escribi su traductora al espaol, Marian Ochoa de Eribe Urdinguio.

Autor imprescindible para unos, objeto de la ira implacable de otros y candidato al Nobel de Literatura en los crculos internacionales, lo cierto es que la produccin literaria de Mircea Crtrescu no deja indiferentes a los lectores, a los crticos ni a los intelectuales de su pas. Crtrescu naci en Bucarest en 1956, estudi en la Facultad de Letras de la capital y se convirti, desde bien temprano, en lder de opinin entre los jvenes poetas que frecuentaban el Cenculo del lunes, a cargo por aquel entonces del prestigioso profesor y crtico literario Nicolae Manolescu. Marcado profundamente por esa experiencia, nunca ha dejado de repetir tal y como recuerda Alexandru tefnescu en su recientemente publicada Istoria Literaturii Romne Contemporane- que los aos de estudiante universitario constituyen su "estado espiritual" predilecto. Desde 1989, Mircea Crtrescu es profesor de la misma Facultad de Letras de Bucarest, ha coordinado un selecto taller de escritura del que han salido algunos de los jvenes autores ms interesantes del momento y participa como profesor invitado en las ms prestigiosas universidades europeas.

Su actividad literaria nace en el mbito de la poesa y se ve bendecida por el xito temprano: su primer libro de poemas, Faruri, vitrine, fotografii (Faros, escaparates, fotografas, 1980), obtiene el premio al mejor autor novel por parte de la Unin de Escritores de Rumania. Tras dos incursiones ms en el mundo de la poesa, Crtrescu publica su primer volumen de prosa titulado Visul (El sueo), en 1989, tan slo dos meses antes del estallido de la revolucin que acab con la dictadura de Nicolae Ceauescu. Era precisamente El Ruletista-el cuento que aqu presentamos-, el que abra la serie de historias interrelacionadas que lo componan. Sin embargo, este relato no super el control de la censura comunista que lo consider demasiado violento (el texto lleg incluso a pasar por las manos del presidente de la Unin de Escritores) y el autor se vio obligado a renunciar a l y a aceptar la mutilacin de parte de los otros relatos. Antes de la larga peripecia por salir a la luz, las diferentes historias que lo componan fueron ledas ntegramente en las sesiones del cenculo studiantil Junimea (Juventud), dirigido por Ovid Crohmalniceanu. Su lectura cosech un xito sin precedentes entre un pblico entregado que abarrotaba la sala. Hubo que esperar, sin embargo, hasta 1993 para ver publicado El sueo en su totalidad, esta vez bajo el ttulo original deNostalgia -un ttulo que tampoco haba sido del gusto de los censores comunistas y que, en realidad, estaba inspirado en la pelcula del mismo nombre del director ruso Andrei Tarkovsky-. A ste de le los siguieron Travesti(1994), Orbitor (Cegador), Enciclopedia Zmeilor (La enciclopedia

dragones, 2002), De ce iubim femeile(Por qu nos gustan las mujeres)... Dnde se encuadra la obra de Mircea Crtrescu en el contexto literario de su pas? Analizada en su conjunto, la evolucin de la literatura rumana del siglo XX est profundamente marcada por la convulsa historia del pas. En los aos 80, cuando arranca la trayectoria artstica del autor, es el Partido -a travs de sus diversas instancias interpuestas- el que controla frreamente la actividad literaria, el que fija, en ltima instancia, el canon literario y decide qu artistas renen el perfil adecuado para formar parte del mismo. No se puede olvidar, por increble que pueda resultarle al lector de hoy en da, que los rumanos estaban obligados a declarar en la polica la posesin de una simple mquina de escribir! Y tampoco es de extraar, por tanto, que Crtrescu hable de la naturaleza anormal de gran parte de la literatura rumana de los aos 60 y 70. En ese entorno artstico sometido a la escrupulosa labor de los censores irrumpe la generacin en la que se incluye al joven Crtrescu: se trata de un colectivo de jvenes autores que aspiran a romper con el lenguaje literario de las generaciones precedentes. As, no dudan en buscar sus referentes inmediatos en la literatura norteamericana antes que en la europea y seguir la estela de Allen Ginsberg, John Ashbery o Frank O'Hara. Ese movimiento ha sido calificado como "textualismo", "ochentismo" o "lunedismo", pero es la etiqueta depostmodernismo la que ms

xito ha cosechado entre los crticos. Hasta qu punto podemos calificar de postmoderna la obra de Crtrescu? O, ms apropiadamente an, de qu hablamos cuando hablamos del postmodernismo en la literatura rumana? Como el propio autor seala en una reciente entrevista, la "Generacin de los 80" no fue otra cosa que el resultado del esfuerzo por acompasar la literatura rumana con la literatura del momento y por enlazarla, a su vez, con la gran generacin de los vanguardistas rumanos anteriores a la Segunda Guerra Mundial. Cabe recordar aqu que Rumania es la patria de algunos de los ms importantes renovadores del lenguaje literario del siglo XX: nos referimos a Tristan Tzara, al inmenso Urmuz o al padre del teatro del absurdo, Eugne Ionesco. A tenor de este planteamiento, ms que de postmodernismohabra que hablar de autores neovanguardistas. Los autores de esa generacin, con Crtrescu a la cabeza, cultivan con frenes el mismo narcisismo mimado por la vida urbana o el mismo espritu ldico, exaltado y pueril de sus predecesores vanguardistas. En la obra de Mircea Crtrescu -y el relato que aqu nos ocupa es un acabado ejemplo- late con fuerza, junto a esa vena postmoderna o neovanguardista que acabamos de definir, otra vena que la entronca en una tradicin propia y original de la literatura rumana: el onirismo. El onirismo como fenmeno literario surgi con fuerza en Rumania a finales de los aos 60, a pesar de que el rgimen comunista persigui con saa a los poetas y autores onricos que mostraban la osada de expresarse en un lenguaje literario que escapaba al control ideolgico y que daba prueba -sin duda lo ms grave- de una vigorosa libertad interior. Quizs el caso ms representativo de esa persecucin impenitente sea el del escritor Dumitru epeneag, al que Ceauescu retir la nacionalidad rumana y convirti en un aptrida obligado a pedir asilo poltico en Francia. Los escritores onricos recurren al sueo de forma diferente a como lo haban hecho los surrealistas. Para ellos, el sueo no es un simple proveedor de imgenes sino todo un modelo compositivo. La obra narrativa de Crtrescu bebe de ese mismo filn onrico y est profundamente marcada por la presencia de los sueos, del subconsciente. En palabras del propio autor, "el sueo no es una huida de la realidad, es una parte de la realidad trenzada de forma inseparable con todo lo dems". Mircea Crtrescu se sirve de la actividad oscura del subconsciente, provocada por una lucidez exacerbada, para bucear en la cara oculta de la realidad. Y es que es la lucidez extrema, que a veces se confunde con la locura, la nica capaz de abrir esa "puerta dibujada en la pared". En cuanto al magnfico relato que tienen entre manos, El Ruletista, hay que sealar, en primer lugar, que ilustra de forma admirable las dos coordenadas fundamentales en que se encuadra la obra de Crtrescu, el postmodernismo y el onirismo. El texto define una potica en que la mmesis trastorna por completo la relacin entre lo real y la ficcin. En el desvelamiento de las partidas de ruleta rusa, en esa espiral de muerte que slo puede conducir a la muerte, el autor est de hecho jugando otra partida, una partida estrictamente literaria en la que el lector se ve

atrapado como si de una tela de araa se tratara. La literatura se concibe como un juego, como una apuesta extrema en la que la realidad -aqu radica la propuesta genial de Crtrescu- decide convertirse en ficcin, y el narrador se va despojando de lo inmediato a la espera de encerrarse definitivamente en un mundo de ficcin, por l construido. La decisin de mantener el ttulo original del relato, Ruletistul, en lugar de una solucin ms complaciente, obedece al inters por respetar la fuerza del neologismo rumano. No nos encontramos ante un jugador de ruleta al uso, sino ante un narrador que es arrastrado, y nos va a arrastrar, por los vericuetos de un mundo que bordea la locura. Un narrador que, como l mismo no se cansa de repetir, conoci al Ruletista en primera persona. El Ruletista Concede el consuelo de Israel A uno que tiene ochenta aos y no tiene maana. Transcribo aqu (para qu?) unos versos de Eliot. En cualquier caso, no como posible lema para uno de mis libros, porque yo no voy a escribir nada nunca ms. Y si, a pesar de todo, escribo estas lneas, en absoluto las considero literatura. Ya he escrito suficiente literatura, durante sesenta aos no he hecho otra cosa, pero permtaseme ahora, al final del final, un momento de lucidez: todo lo que he escrito despus de los treinta aos no ha sido ms que una penosa impostura. Estoy harto de escribir sin la esperanza de poder superarme algn da, de poder saltar ms all de mi propia sombra. Es cierto que, hasta cierto punto, he sido honesto de la nica manera en que puede serlo un artista, es decir, he querido contarlo todo sobre m, absolutamente todo. Pero la ilusin ha sido ms amarga si cabe, dado que la literatura no es el medio adecuado para decir algo real sobre uno mismo. Junto con las primeras lneas que despliegas en la pgina, en esa mano que sujeta la pluma, entra, como en un guante, una mano ajena, burlona, y tu imagen, reflejada en el espejo de las pginas, se escurre en todas direcciones como si fuera azogue, de tal manera que de sus burbujas deformadas cristalizan la Araa o el Gusano o el Fauno o el Unicornio o Dios, cuando de hecho t solo queras hablar sobre ti. La literatura es teratologa. Desde hace unos cuantos aos, duermo mal y sueo con un viejo que enloquece por culpa de la soledad. Unicamente el sueo me refleja de forma realista. Me despierto llorando de soledad, incluso aunque de da me sienta acompaado por aquellos de mis amigos que an viven. Ya no puedo soportar mi vida, pero el hecho de entrar hoy o maana en una muerte infinita, me obliga a intentar pensar. Por ello -puesto que tengo que pensar, como aquel que, arrojado en el laberinto, tiene que buscar una salida entre paredes embadurnadas de estircol, o incluso a

travs de la boca de una ratonera- y slo por ello, escribo estas lneas. No por demostrar(me) que Dios existe. Desgraciadamente, y a pesar de todos mis esfuerzos, nunca he sido creyente, no he sufrido crisis de fe ni de negacin de la fe. Quizs habra sido mejor serlo, porque la escritura exige drama y el drama nace de esa lucha agnica entre la esperanza y la desesperanza, en la que la fe desempea un papel, me imagino, esencial. En mi juventud, la mitad de los escritores se converta y la otra mitad perda la fe, pero en su obra literaria el efecto era ms o menos el mismo. Cmo los envidiaba yo por aquel fuego que sus demonios atizaban bajo los calderos en que se regodeaban como artistas! Y mrame ahora, en mi escondrijo, un ovillo de harapos y cartlagos por cuya mente o corazn nadie apostara, porque a m nadie puede ya quitarme nada. Permanezco aqu, en mi silln, aterrorizado por la idea de que ah fuera ya no exista nada ms que una noche slida como un infinito tmpano de brea, una niebla negra que ha engullido lentamente, a medida que he ido envejeciendo, las ciudades, las casas, las calles, los rostros. Parece que el nico sol del universo es la bombilla de la lmpara y lo nico que ilumina es el rostro de un anciano, arrugado como un higo. Cuando yo haya muerto, mi cripta, mi guarida, seguir flotando en esa niebla negra y slida, y llevar estas hojas a ninguna parte para que nadie las lea. Pero en ellas est, al fin y al cabo, todo. He escrito varios miles de pginas de literatura -polvo, nada ms que polvo-. Intrigas construidas de forma magistral, fantoches con sonrisas galvanizadas, pero, cmo vas a poder decir algo, por poco que sea, en esta inmensa convencin que es el arte? Querras sacudir el corazn del lector pero, qu hace l? A las tres terminas tu libro y a las cuatro empiezas con otro, por muy bueno que sea el libro que t hayas depositado en sus manos. Sin embargo, estas diez o quince pginas son otra cosa, se trata de un juego diferente. Mi lector de ahora no es otro que la muerte. Veo ya sus ojos negros, hmedos, atentos como los ojos de una adolescente, leer mientras completo una lnea tras otra. Estas hojas contienen mi proyecto de inmortalidad. Digo proyecto, aunque todo -y se es mi triunfo y mi esperanza- es verdad. Qu extrao: la mayora de los personajes que pueblan mis libros son inventados pero todo el mundo los ha tomado por copias de la realidad. Apenas ahora he reunido el valor suficiente para escribir sobre un hombre real que vivi mucho tiempo a mi lado pero que, en mi convencin artstica, habra resultado completamente inverosmil. Ningn lector habra aceptado que en su mundo pudiera vivir, apretujado en el mismo tranva, respirando el mismo aire, un hombre cuya vida es la demostracin matemtica de un orden en el que ya nadie cree o en el que cree tan solo porque es absurdo. Pero, ay! El Ruletista no es un sueo, no es la alucinacin de un cerebro escleroso ni tampoco una coartada. Ahora, cuando pienso en l, estoy convencido de que

tambin yo conoc a aquel mendigo del final del puente, sobre el que hablaba Rilke, en torno al cual giran todos los mundos. As pues, querido nadie, el Ruletista existi. Tambin la ruleta existi. No has odo hablar de ella pero, dime, qu has odo sobre Agartha? Yo viv la poca inverosmil de la ruleta, vi cmo se derrumbaban y cmo se amasaban fortunas a la luz feroz de la plvora. Tambin yo aull en aquellos stanos pequeos y llor de alegra cuando sacaban a un hombre con los sesos reventados. Conoc a grandes magnates de la ruleta, a industriales, a terratenientes, a banqueros que apostaban sumas muchas veces exorbitantes. Durante ms de diez aos, la ruleta fue el pan y el circo de nuestro sereno infierno. Que no se ha odo ningn rumor sobre ella en los ltimos cuarenta aos? Piensa un poco, cuntos miles de aos han transcurrido desde los misterios griegos? Conoce alguien acaso qu suceda en realidad en aquellas cavernas? Cuando se trata de sangre, impera el silencio. Todos han callado, tal vez cada uno de los testigos haya dejado a su muerte unos folios tan intiles como estos, a los que seguir, con un dedo esqueltico, solo la muerte. La muerte individual de cada uno, el gemelo negro que naci junto con l. El hombre sobre el que escribo aqu tena un nombre cualquiera que todo el mundo olvid porque, al poco tiempo, ya era conocido como "el Ruletista". Al decir "el Ruletista" se referan slo a l, aunque ruletistas hubiera bastantes. Lo recuerdo con nitidez: una figura hosca, un rostro triangular sobre un cuello largo, plido y delgado, de piel seca y cabellos rojizos. Ojos de mono amargado, asimtricos, creo que de diferente tamao. Causaba cierta impresin de desalio, de suciedad. Ese mismo aspecto presentaba tanto con sus harapos de la granja como con los esmquines que vestira ms adelante. Dios mo, qu tentado estoy de escribir una hagiografa, de arrojar una luz transfinita sobre su rostro y de ponerle fuego en la mirada! Pero tengo que apretar los dientes y tragarme estos tics miserables. El Ruletista tena una cara sombra, como de campesino pudiente, con la mitad de los dientes de metal y la otra mitad de carbn. Desde que lo conoc y hasta el da de su muerte (por culpa de un revlver, pero no de un balazo) present siempre el mismo aspecto. Y, sin embargo, ha sido el nico hombre al que le fue concedido vislumbrar al infinito Dios matemtico y luchar cuerpo a cuerpo con l. No es mrito mo el haberlo conocido y poder escribir sobre l. Traduccin del rumano y prefacio: Marian Ochoa de Eribe Urdinguio