lógica de la violencia-stathis

329
1 ste extraordinario libro de Stathis Kalyvas explora las cau- sas y las dinámicas de la violencia en las guerras civiles I mediante el establecimiento de una lúcida distinción entre guerra y violencia, y demuestra que la lógica de la violencia, en estos casos, tiene mucho menos que ver con emociones colecti- vas, ideologías, culturas o «avidez y agravio» de lo que real- mente se creía. La violencia no es un simple reflejo de la estrate- gia de los que se valen de ella; su carácter profundamente inte- ractivo frustra la simple lógica de maximización al tiempo que conlleva resultados sorprendentes, tales como la relativa caren- cia de violencia en las «líneas de frente» de las guerras civiles. La manipulación de las organizaciones políticas por parte de los actores locales marca un proceso de privatización de la vio- lencia política en mayor medida que la politización de la vida privada, tal y como se ha creído con más frecuencia. Desde esta perspectiva, la violencia es un proceso que tiene lugar a causa de la aversión humana más que por una predisposición hacia la violencia homicida, lo que explica la paradoja de la explosión de la violencia en contextos sociales caracterizados por altos niveles de contacto interpersonal, intercambio y hasta confianza. De ahí que el comportamiento individual en las gue- rras civiles deba de ser interpretado no tanto como una instan- cia de anomia social sino más bien como una manifestación per- versa de abundante capital social, como claramente demuestra la reciente historia de España. Stathis N. Kalyvas es Arnold Wolfers Professor de Ciencias Políticas en Yale, donde dirige el programa sobre «Orden, conflicto y violen- cia». Ha sido profesor en Chicago, en la Universidad de Nueva York y en la del Estado de Ohio y profesor visitante en el Instituto Juan March y Jean Monnet Fellow en el European University Institute. Es autor de The Rise of Christian Democracy in Europe (1996), galardo- nado con el Premio J. David Greenstone al mejor libro de política e his- toria; también ha recibido el Premio Gregory Luebbert al mejor artícu- lo en política comparativa. ISBN 978-84-460-2761-4 11 II IIIIHI III, 6 1IIIO aka CIENCIA POLÍTICA Este libro ha sido impreso en papel ecológico, cuya materia prime roviene de uno estión forestal sostenible. O LA L ÓGICA D E L A VIO LEN CIA EN LA GU ER RA C IVIL : 4 -- -----;' ",44/ 1 w lemil... . ,,, ,t , ,i 1 . ..... " N.. ^ r ill.• 4 Imm,,„... s. , , ..... ....... . - - , ., . Na. i ( , . * ..,,t c c ,, n ,. .,...,,t CZI . , .. , , .. ,.. ... , ,,>, ..,...„ .....,,, -... - . '•••• %dr . - er i.- ', "•• 11. , , < • . i %.„,„„,.. z , 4 . \ ' , 1 '.: . M1 , , , , , '' . ' . ' , ' " , : 4 ' 1. ' ' ' ., ' • ' \ ... ; : f , ' • 1 ,. . , : , 1 " t 1: , , 11e., , , 1 ,1 ' 1 cc ) cc ) 299 cm ) O ct ) CZi CZI 2 Ct1 r ,„„,, ...... . %Me , 1:::1 . .• STATHIS 111 La lógica de la violencia en la guerra civil

Upload: juan-antonio-fernandez-velazquez

Post on 11-Aug-2015

1.080 views

Category:

Documents


20 download

TRANSCRIPT

, lemil.... ,,,,t

-----;'",44/1

1LALGICAD E LAVIO LEN CIAENLA GU ER RA C IVILste extraordinario libro de Stathis Kalyvas explora las causas y las dinmicas de la violencia en las guerras civiles I mediante el establecimiento de una lcida distincin entre guerra y violencia, y demuestra que la lgica de la violencia, en estos casos, tiene mucho menos que ver con emociones colectivas, ideologas, culturas o avidez y agravio de lo que realmente se crea. La violencia no es un simple reflejo de la estrategia de los que se valen de ella; su carcter profundamente interactivo frustra la simple lgica de maximizacin al tiempo que conlleva resultados sorprendentes, tales como la relativa carencia de violencia en las lneas de frente de las guerras civiles. La manipulacin de las organizaciones polticas por parte de los actores locales marca un proceso de privatizacin de la violencia poltica en mayor medida que la politizacin de la vida privada, tal y como se ha credo con ms frecuencia. Desde esta perspectiva, la violencia es un proceso que tiene lugar a causa de la aversin humana ms que por una predisposicin hacia la violencia homicida, lo que explica la paradoja de la explosin de la violencia en contextos sociales caracterizados por altos niveles de contacto interpersonal, intercambio y hasta confianza. De ah que el comportamiento individual en las guerras civiles deba de ser interpretado no tanto como una instancia de anomia social sino ms bien como una manifestacin perversa de abundante capital social, como claramente demuestra la reciente historia de Espaa. Stathis N. Kalyvas es Arnold Wolfers Professor de Ciencias Polticas en Yale, donde dirige el programa sobre Orden, conflicto y violencia. Ha sido profesor en Chicago, en la Universidad de Nueva York y en la del Estado de Ohio y profesor visitante en el Instituto Juan March y Jean Monnet Fellow en el European University Institute. Es autor de The Rise of Christian Democracy in Europe (1996), galardonado con el Premio J. David Greenstone al mejor libro de poltica e historia; tambin ha recibido el Premio Gregory Luebbert al mejor artculo en poltica comparativa.)) cc cc 299

.

.

,, n

Imm,,...

.. . -

111

.....,,,

..,,t c i ( ,. * .,...,,t

s

r

,,,

%.,,.. z

La lgica de la violencia O CZi CZI ) Ct1 en cm la guerra civilill.

.....

sc

-...

) 2 STATHIS ct

...... .

er i.-'," 11.

%dr

, %Me

1:::1

w

CZI

--

' . -

r

s.

,,>,. ..,...

:

, ''

,

N.. ^

1 '.: .M1 ,

,'

4 ' s1. ':..' ,

; :f '

....."

,

. -

,

' , '" , ., ''

. , .. ,.. ...

. i

....

4

4

Na.

,

CIENCIA POLTICAEste libro ha sido impreso en papel ecolgico, cuya materia prime roviene de uno estin forestal sostenible.

O

..

.,

,

, ,

11 I I I HI I I, 61II O

de las guerrillas. De un modo similar, el cleroWalicia colabor con los franceses en las ciudades, pero favoreci a la resistencia en el rea rural5. Estos ejemplos sugieren que,

enlugarsdchm

de forma contraria a la percepcin ms extendida, las lealtades, yue- \ dell seiLeri enaLlliirra y que el control militar de una localidad y xl . puede tener como consecuencia laElaboracin popular. En relaCin con la cuestin de 10S origenes de las lealtades, hay un rompecabezas final, la a menudo sealakpresencia de una desconexin entre las causas de berra en el macronivel y los patrones & iole vncia en el micronivel. Considrese Palestina en los ltimos aos treinta del siglo xx, donde una rebelin contra los britnicos, conocida como thawra (revuelta), se ha descrito como una insurreccin nacionalista de los palestinos contra el colonialismo britnico. En su soberbio estudio, Ted Swedenburg (1995) descubri que la estructura militar rebelde reflejaba a menudo divisiones entre los palestinos que,Tone (1994, pp. 160-161, 171, 161, 149 y 13).

16

17

lejos de haberse superado, seguan existiendo. Dado que las bandas guerrilleras se basaban en familias o clanes, su movilizacin desencaden todo tipo de divisiones provocando nuevas disputas y tornando la rebelin contra los britnicos en una guerra civil entre los palestinos. Grupos aldeanos enfrentados trataron de explotar a las facciones rebeldes rivales para sus propios propsitos, denunciando cada grupo de vez en cuando a un miembro del grupo familiar opuesto como espa, con el fin de incitar al jefe rebelde con el que estaba alineado, para castigar a ese grupo. En el curso de estas disputas, un nutrido nmero de palestinos acab colaborando con los ingleses y luchando contra sus parientes tnicos. Ms que basarse en intereses ideolgicos o programticos, esta colaboracin estuvo motivada por razones estrictamente locales y familiares, incluyendo la venganza. En las narraciones recogidas por Swedenburg, los britnicos eran a menudo vistos en toda la historia como elementos incidentales, meras herramientas para saldar enemistades locales; aqullos de entre sus informantes que haban colaborado con los britnicos se describan a s mismos como manipuladores y hasta haban engaado a sus supuestos jefes. En pocas palabras, la descripcin dominante de este conflicto basado en una escisin clave (britnicos contra palestinos) y un tema poltico central (nacionalismo) estar llevando a conclusiones en parte errneas en lo que se refiere a las motivaciones y las identidades de muchos participantes y a la dinmica de la violencia. En una formulacin diferente, las causas habitualmente citadas de divisin grupal (p. e., polarizacin ideolgica, social o tnica) a menudo no consiguen dar cuenta de la dinmica real de la violencia: el juego del documento no es el juego sobre el terreno. Considrese de nuevo la Arglida en el sur de Grecia, que era un lugar extraordinariamente homogneo que careca de escisiones profundas. Con todo, sufri una guerra civil salvaje que caus la muerte al 2 por 100 de la poblacin rural. Por qu experimentara una tragedia as un lugar que careca de todas las condiciones que supuestamente causan el enfrentamiento civil? Esta simultnea ausencia de divisiones profundas y presencia de violencia de masas nos fuerza a repensar los acercamientos que siguen la pista de la violencia de masas hasta tales divisiones y a preguntarnos si, en realidad, la violencia es el resultado directo de divisiones profundas, incluso cuando tales divisiones existen y all donde existen. 2. METAS Este libro es a la vez conceptual y positivo, terico y emprico. Resulta dificil minimizar la importancia de una conceptualizacin clara 18

de lo que sigue siendo un conjunto muy confuso de temas. mile Durkheim (1938, pp. 14-22) seal que, dado que el pensamiento y la reflexin son anteriores a la ciencia, los fenmenos fsicos y sociales se representan y se entienden mediante conceptos profanos formados toscamente: notiones vulgares o prenotiones, tal como los llam Francis Bacon. Estos conceptos, apunt Durkheim, se emplean de forma libre y con gran seguridad, como si correspondiesen a cosas bien conocidas y definidas con precisin, mientras que, en nosotros, no despiertan otra cosa que ideas confusas, una maraa de impresiones vagas, de prejuicios y de emociones. Hoy ridiculizamos las extraas polmicas desplegadas por los doctores de la Edad Media sobre la base de sus conceptos de fro, clido, hmedo, seco, etc.; y no nos damos cuenta de que continuamos aplicando el mismo mtodo al orden mismo de los fenmenos que, a causa de su extrema complejidad, lo admite en menor medida que ningn otro. Lo cierto es que, cuando se llega a la violencia poltica, algunos trminos de la prctica que ahora estn de moda tienden a imponerse por s mismos como trminos de anlisis (Brubaker y Laitin, 1998). La emancipacin de categoras empricas que se han vuelto tirnicas debido a un hbito continuado desde hace mucho tiempo (Durkheim, 1938, p. 32) requiere una especificacin clara de categoras conceptuales claves y de las condiciones de aplicacin del argumento: una empresa eminentemente terica. La guerra civil se define como un combate armado dentro de loslmites de una entidad soberana reconocida, entre partes sujetas a una autoridad comn al comienzo de las hostilidades. Dentro de la

guerra civil, mi foco se situar en la violencia cometida de forma intencionada contra los no combatientes. Este tipo de violencia es un fenmeno que ha permanecido durante mucho tiempo fuera de los limites de la investigacin a causa de su complejidad conceptual y de su opacidad emprica. Por usar las oportunas palabras de Antoine de Baecque (2002, p. 851), mi meta ser la de hacer entrar en razn a las circunstancias cuando la razn se ve empujada a sus limites. Desde un punto de vista metodolgico, mostrar la importancia de la investigacin sistemtica en el micronivel. Por lo general, las evidencias en el micronivel tienden a ser marginadas como irrelevantes o como demasiado confusas. Resulta un lugar comn entre los historiadores el que lo local ha de estar integrado en lo global (p. e., Pred, 1990, p. 15), aunque los esfuerzos para hacer esto rara vez se aventuran ms all de las fronteras del caso estudiado. Aqu mostrar una forma posible para conseguir esta integracin. Empezar con una caracterizacin simplificada y abstracta de la violencia en la guerra civil; que, con todo, se alzar sobre unas bases conceptuales bien especificadas. En lo analtico, har una distincin entre violencia de guerra civil y guerra civil. Mostrar que, a pesar de 19

sus muchas formas diferentes y de las variadas metas a las que ha estado atada a lo largo del tiempo y el espacio, la violencia en las guerras civiles despliega a menudo algunos elementos crticos recurrentes. Ms que limitarme a postular este punto, vuelvo a conceptualizar de forma coherente observaciones que emergen en decenas de informes descriptivos y demuestran que ancdotas aparentemente fortuitas tienden a ser aspectos del mismo fenmeno. El componente positivo del libro est formado por dos partes: una teora de la guerra irregular y una teora microfundacional de la violencia (con dos ramales: indiscriminada y selectiva). A diferencia de los trabajos existentes, la teora acenta el carcter mixto de la violencia en las guerras civiles, conllevando una interaccin entre los actores a nivel central y local, y entre los combatientes y no combatientes. Esta interaccin se halla alimentada por las demandas de la guerra irregular, la lgica de la informacin asimtrica y las dinmicas de rivalidades locales. De ah que la teora difiera de los informes sobre violencia existentes, que acentan exclusivamente las motivaciones y las dinmicas en el macronivel, determinan las estructuras de divisin globales y preexistentes y caracterizan la violencia como caprichosa, indiscriminada u ptima, desde el punto de vista de los que la llevan a cabo. A partir de la teora, especifico un modelo de violencia selectiva que resulta coherente con la caracterizacin terica en la que la interaccin entre actores que operan a diferentes niveles tiene como resultado la produccin de violencia de un modo sistemtico y predecible. Este ejercicio genera predicciones empricas contrarias a la intuicin acerca de la variacin de la violencia en el micronivel, a las que yo someto a un examen emprico valindome de los datos que recog en Grecia. El examen emprico confirma el poder explicativo de la teora en un escenario limitado, mientras que la evidencia obtenida de un espectro amplio de guerras civiles sugiere una plausibilidad ms amplia. Por supuesto, la validez general de la teora se halla a la espera de un ulterior examen emprico. Finalmente, explorar dos implicaciones de la teora, atendiendo primero a los mecanismos de violencia ntima y luego a cmo las modalidades de violencia identificadas pueden ayudarnos a incrementar nuestra comprensin de la formacin de la escisin; es decir, cmo y hasta qu punto las divisiones a nivel nacional o principales trazan el plano de las divisiones a nivel local. En su conjunto, este libro se distancia de los estudios que tratan la violencia de un modo normativo (Sorel, 1921) o por medio de una interpretacin o una reflexin hermenetica (p. e., Sofsky, 1998; Keane, 1996; Hritier, 1996; Arendt, 1973, 1970; Friedrich, 1972). Tambin se distancia de los estudios que confan en el anlisis inductivo de datos (p. e., Harff, 2003), que no se aventuran ms all del macronivel 20

(p. e., Valentino y Huth y Balch-Lindsay, 2004) o que confan slo en informes secundarios (p. e., Downes, 2004; Valentino, 2004) y en un solo actor, sea el Estado o los rebeldes (p. e., J. Weinstein, 2003). Este libro es un primer paso. Se pueden recoger ms y mejores datos que permitan exmenes empricos ms amplios. La teora se puede seguir refinando y expandiendo. Las guerras civiles y su violencia son fenmenos altamente complejos que slo pueden ser abordados mediante un estudio sostenido. En este libro, restrinjo mi atencin a la violencia coercitiva homicida en guerras civiles irregulares. La atencin sobre un tipo especfico de violencia acta como una lnea de base: el objetivo es ver cunto se puede explicar dadas las restricciones impuestas. Resulta que la teora lleva a cabo muy bien y genera implicaciones para prcticas violentas no coercitivas, para una violencia que se detiene antes de llegar al homicidio (p. e., arresto, tortura, desplazamiento) y para otros tipos de guerras civiles. Se requiere an ms investigacin para injertar en la teora esos aspectos que an no han sido incorporados en ella. La reflexin sobre las guerras civiles empez a la vez que la escritura de la historia, aunque slo recientemente hemos sido capaces de utilizar las herramientas de la ciencia social en nuestras investigaciones. Este libro habr conseguido su meta si tiene xito a la hora de establecer una lnea de base que inspira un programa de investigacin en marcha. 3. MAPA DE CARRETERAS Las guerras y su violencia presentan una variacin enorme, tanto a travs de pases y pocas como en el interior de stos. La forma y la intensidad de la violencia empleada en puntos diferentes en el conflicto por rojos y blancos durante la guerra civil rusa, por las diversas facciones serbias, musulmanas y croatas en Bosnia o por los grupos enfrentados en Liberia varan de forma significativa. Ernesto Che Guevara (1998, pp. 75-76) resuma esta variacin con lgica: Los enemigos del pueblo actan de una forma ms o menos intensamente criminal de acuerdo con las circunstancias sociales, histricas y econmicas especficas de cada lugar. Hay lugares en los que la huida de un hombre a la zona de la guerrilla, dejando su familia y su casa, no provoca ninguna reaccin reseable. Hay otros lugares en los que esto es suficiente para provocar la quema o la incautacin de sus pertenencias, y aun otros en los que la huida traer la muerte a todos los miembros de su familia. Fijmonos en Irlanda del Norte. Aunque las autoridades britnicas cometieron abusos contra los derechos humanos, incluida la tortura, 21

no suprimieron despiadada y brutalmente a la poblacin que apoyaba explcita y tcitamente la insurreccin, al modo experimentado por los musulmanes argelinos, los campesinos afganos, los kurdos iraques, los musulmanes de Cachemira, los musulmanes y cristianos palestinos, los negros sudafricanos, los tamiles de Sri Lanka o los campesinos vietnamitas (O'Leary y McGarry, 1993, p. 19). Tal como se le dijo a un hombre del IRA tras su arresto por parte de las fuerzas de seguridad: Si esto fuera Beirut, nos limitaramos a llevarte hasta aquel patio y te pegaramos un tiro (Collins, 1999, p. 188). Al mismo tiempo, el IRA ha tratado de evitar todo tipo de operaciones que tuvieran matices sectarios obvios: un polica poda estar justificado como un objetivo legtimo; no as su familia protestante, no combatiente (Collins, 1999, p. 295). En pocas palabras, en Irlanda del Norte, ha habido un considerable freno recproco (Toolis, 1997, p. 21), a diferencia de muchos otros conflictos civiles. Las fuentes de esta variacin son enormemente complejas. Carl von Clausewitz (1976, pp. 609-610) incidi en que la conducta de guerra se determinaba por la naturaleza de las sociedades, as como por sus pocas y condiciones imperantes. Resulta verdad lo mismo de guerras civiles cuya violencia aparece compleja y polismica hasta lo desconcertante (Apter, 1997; Nordstrom, 1997). La variacin transnacional en cuanto a niveles, tipos y prcticas de violencia a travs de las guerras puede verse afectada por factores que incluyen el perfil especfico de los actores polticos y su ideologa poltica (J. L. Anderson, 2004; Heer y Naumann, 2000; Degregori, 1998; Bartov, 1992; Furet, 1981, p. 51) 6; su estructura organizativa, la base social subyacente y la cultura militar (Gumz, 2001; T. Anderson, 1999; Livanios, 1999; Mazower, 1992); sus recursos (J. Weinstein, 2003); su liderazgo y estrategias nacionales y locales (Shepherd, 2002; Schulte, 2000); el tipo de desafos a los que se enfrentan y la asistencia que reciben de terceras partes; la prevalencia de normas internacionales (Ron, 2000a); el nivel de tecnologa militar de la que se disponga, y factores tales como la geografa y el clima. Ms an, estos factores pueden converger para producir distintas dinmicas endgenas, tales como las espirales de violencia, y los actores rivales a menudo se imitan mutuamente. Isabel Hull (2004, pp. 1-2) resume la pura complejidad del tema apuntando a algunos factores determinantes de la violencia en la guerra: La duracin de la guerra, el puro nmero de naciones beligerantes, el estancamiento tcnico causado por la fuerza del armamento defensivo, por la capacidad cientfica e industrial6 Pero ha de tenerse en cuenta que ideologas similares pueden estar asociadas con tipos diferentes de violencia. La violencia comunista fue centralizada y burocrtica en las guerras civiles de Rusia y Grecia (Werth, 1998; Kalyvas, 2000) pero descentralizada y anrquica en las guerras civiles finlandesa y espaola (Alapuro, 2002; Juli, 2000).

(que creaba ms y ms armas letales), la ideologizacin (que hace difcil acabar la guerra y fcil vilipendiar al enemigo), el mal liderazgo ("asnos liderando a hroes"), y la fuerza gradual de una amplia identificacin pblica con la guerra (lo que significaba que los soldados seguan llegando y los civiles presionaban para la victoria pese al creciente sacrificio). Muchos de estos factores tienen un efecto recproco; se fortalecen entre s a medida que interactan a lo largo del tiempo. La misma variacin puede observarse con respecto a los lenguajes culturales a travs de los que se expresa la violencia. Los actores polticos tiran de una variedad sin lmites de repertorios culturales y modelos de violencia (J.-C. Martin, 1998; Richards, 1996; Zulaika, 1988). La imaginacin se torna salvaje y las posibilidades parecen infinitas. Tucdides anota que, durante la guerra civil en Corcyra, hubo muerte en todas las formas y maneras y surgieron todo tipo de perversidades (Historia de la Guerra del Peloponeso, 3.81 y 3.83). Pedro Altamirano, un jefe rebelde nicaragense en los arios veinte del siglo xx, deriv buena parte de su notoriedad de su frecuente empleo del corte de chaleco, en el que las vctimas eran decapitadas, sus brazos cortados a la altura de los hombros y sus abdmenes abiertos de un tajo, de forma que los cadveres parecan as un chaleco (Schroeder, 2000, p. 40). Los insurgentes en Sierra Leona recurrieron a la mutilacin; los insurgentes argelinos, a cortar el cuello; los soldados de Guatemala, a desfigurar y mutilar los cadveres; los milicianos filipinos, a decapitar y a provocar sangras propias de vampiros; los rebeldes confederados en Misuri, a cortar la cabellera, etc. Por tanto, no resulta sorprendente la aparicin de una amplia bibliografa dedicada a la documentacin detallada de esta variacin. Dadas las actuales limitaciones tericas y empricas, la especificacin y el examen de los modelos de violencia transnacional sigue siendo algo arduo y, quiz, prematuro. Con todo, estas limitaciones no justifican el abandono de la tarea de la comprensin de la dinmica de la violencia de un modo sistemtico, como a veces se ha sugerido (p. e., David, 1997, p. 575). Un camino alternativo es una estrategia deductiva que tienda a producir hiptesis comprobables sobre la variacin emprica. Esta estrategia se puede hacer remontar hasta el esfuerzo de Tucdides por especificar un modelo general de guerra civil en lugar de catalogar variaciones sin fin (Price, 2001, pp. 12-14). Aunque las guerras civiles y su violencia varan extensivamente, comentarios comunes de observadores, participantes y especialistas sealan a menudo con toda precisin los elementos recurrentes, sugiriendo una lgica subyacente'. El periodista7 P. e., Toolis (1997, p. 76); Riches (1986, p. 25); E. Walter (1969, p. vii); Jones y Molnar (1966, p. 37); Clutterbuck (1966, p. 177).

22

23

americano Peter Amen, que cubri las guerras civiles de Vietnam y Afganistn, le dijo a un colega sovitico que, viajando por Afganistn, siempre me acuerdo de la Guerra del Vietnam... Estuve cubriendo Vietnam diez aos y las analogas con Afganistn eran obvias (Borovik, 1991, p. 67). Los antroplogos han apuntado las increbles semejanzas transculturales en las prcticas de la violencia poltica (Sluka, 2000, p. 9; Zur, 1994, p. 13; Nordstrom, 1992, p. 262). Tal como uno de ellos me seal, es probable que gentes que en otros mbitos suscriben ideas culturales muy diferentes puedan imputar el mismo significado bsico a actos e imgenes violentas (Riches, 1986, p. 25). Nordstrom (1997, p. 89), que investig algunos lugares de guerras civiles, encontr que, a pesar de la pronunciada variacin local, temas de terror y esperanza por muy diferente que sea su manifestacin de una localidad a otra demuestran semejanzas que permiten comprender cosas que atraviesan el espacio y el tiempo, el pueblo y la cultura. La presencia de una lgica subyacente no les ha pasado desapercibida tampoco a los participantes. Aunque el Che Guevara (1998, pp. 75-76) seal una amplia variacin en las prcticas de la violencia, se apresur a aadir que los mtodos generales de represin son siempre los mismos, un juicio compartido por algunos generales contrainsurgentes britnicos, tales como el general George Erskine, quien llev a Kenia mtodos usados en Palestina (D. Anderson, 2005, p. 200) y Julian Paget, quien recuerda: En 1965, me encontr a m mismo en Aden, en una reunin del personal, directamente concernida con el planeamiento de medidas, tanto civiles como militares, a tomar para derrotar a los insurgentes que operaban en aquellos lugares. Los problemas que suscitaban eran extraordinariamente variados y complejos, pero rara vez resultaban completamente nuevos; casi todos haban aflorado antes en alguna emergencia previa, ya fuera en Palestina, Kenia, Chipre o Malasia y habra sido de ms ayuda poder estudiar esta experiencia pasada y aprender de ella (Paget, 1967, p. 11). Tiene sentido, por tanto, tomarse en serio la afirmacin de Eugene Walter (1969, p. vii) de que, aunque la violencia emerge en contextos nicos y, en cada caso, se expresa y se entiende en un lenguaje local, se adecua a valores especficos y sirve a las necesidades de un sistema de poder particular; se trata de un proceso universal formado por elementos recurrentes y organizados en sistemas con rasgos estructurales regulares. En la misma lnea y de forma ms general, este libro suscribe la idea de que all existe una estructura profunda para el conflicto humano que se halla enmascarada por la variacin cultural que puede observarse (Gould, 2003, p. 101). El desafio consiste en especificar esta estructura profunda en trminos que sean lo bastante generales como para acomodar el anlisis apropiado sin caer en la trampa de la mxima extensin y el ensanchamiento conceptual (Sartori, 1970). 24

Para alcanzar este fin, cuento con dos estrategias. En primer lugar, har casar conjeturas tericas abstractas e ilustraciones altamente especficas desde una gran variedad de contextos empricos para demostrar la plausibilidad de estas conjeturas. A lo largo del libro, hay un dilogo constante entre el trabajo emprico y la teora. Tirar de lo mejor del anlisis refinado de casos particulares para sugerir que, mientras que los contextos pueden diferir, los mecanismos se repiten. A menudo, se olvida que la construccin terica debera basarse en intuiciones crebles y los ejemplos procedentes de un amplio lienzo comparativo servirn para demostrar la credibilidad de todos y cada uno de los bloques en este edificio terico, aunque, obviamente, no la validez de la teora, que slo puede derivarse del examen riguroso. En segundo lugar, adoptar la estrategia de la divisin en partes. Especificar tres niveles de anlisis, movindome de lo macro a lo micro. El primer nivel se centrar en interacciones entre actores polticos unitarios (estatales y no estatales), el segundo nivel tratar con la interaccin entre los actores polticos y las poblaciones que ellos dominan y el tercer nivel se concentrar en interacciones dentro de pequeos grupos y entre individuos. La mayor parte de la investigacin sobre violencia poltica, rebeliones, revoluciones y guerras civiles tiende, o bien a combinar estos tres niveles, o bien a centrarse tan slo en uno; generalmente, en el primero. El primer nivel (o macronivel) es el reino de las elites, las ideologas y la gran poltica, donde se localiza, ante todo, la investigacin en historia, la sociologa histrica, la estrategia militar, los estudios de rea, la poltica comparativa y las relaciones internacionales. La violencia suele tener una mera funcin secundaria en estos estudios, puesto que se la ve como el resultado natural de la guerra. Los estudios de macronivel comparten un elemento clave: todos asumen actores unitarios. Elites y poblaciones se funden y se amalgaman. Por ejemplo, tanto las referencias al Ejrcito de Liberacin de Kosovo como los tnicamente albaneses en el contexto del conflicto de Kosovo tienen que ver, normalmente, con una entidad que incluye indiscriminadamente las diversas facciones de las elites tnicamente albanesas, los luchadores tnicamente albaneses y toda la poblacin tnicamente albanesa. Se asume que las elites determinan de forma automtica y unilateral el curso de las acciones grupales y que los grupos son monolticos y se comportan como tales. Puede que este atajo sea necesario cuando se narra la historia de una guerra civil especfica o se reflexiona sobre la grande dure, pero resulta problemtico cuando se desarrolla una teora de la violencia. Postular grupos polticos coherentes, identificables, con claras preferencias no funciona a la hora de hacer casar la vasta complejidad, fluidez y ambigedad que uno encuentra sobre el terreno. La percep25

cin de que los actores polticos en lo ms alto y los individuos en lo ms bajo no siempre pueden ser mezclados ha sido proporcionada por la investigacin militar aplicada (incluidas las perspectivas de la insurgencia y la contrainsurgencia), as como por los estudios microsociolgicos y antropolgicos de las guerras civiles. En pocas palabras, la violencia es usada a menudo para mantener vigilados a los grupos a nivel interno y para conseguir el solapamiento deseado (aunque pocas veces alcanzado) entre lderes y organizaciones especficas, por un lado, y poblaciones subyacentes, por el otro. La asuncin de un apoyo sin lmites e inquebrantable de la poblacin hacia el actor poltico que proclama representarlo est reida con la rgida y extendida realidad del reclutamiento forzoso en las guerras civiles: estas guerras se luchan a menudo con ejrcitos reclutados (que incluyen, en los casos ms extremos, a nios secuestrados); la desercin de estos ejrcitos puede ser generalizada. Esto es cierto en las grandes guerras civiles clsicas (tales como las guerras civiles americana, rusa, espaola o china), en las guerras civiles tnicas (tales como la guerra civil en Sri Lanka) y en insurgencias rurales menores (tales como la insurgencia Kachin en Birmania) (Argenti-Pillen, 2003; Tucker, 2001; Werth, 1998; Ranzato, 1994). Claramente, la relacin entre actores polticos y poblaciones subyacentes ha de ser problematizada ms que dada por sentado sin ms; lo que define el contenido del segundo nivel (o mesonivel). Este anlisis requiere un informe terico y emprico de las guerras civiles como procesos, incluyendo su conducta qua guerras, una empresa difcil en tanto que la informacin bsica sobre los aspectos del combate de muchas guerras civiles resulta escasa (Harkavy y Neuman, 2001). Lo cierto es que el estudio de las operaciones militares pertenece a la bibliografa de orientacin poltica que ha quedado fuera de la esfera de accin de la corriente principal de la ciencia social y est concemida, ante todo, con tareas prcticas (p. e., cmo derrotar a las insurgencias). Como resultado, la dinmica de las guerras civiles, aunque por lo general se entiende, pocas veces ha sido el objeto de examen analtico por parte de los cientficos sociales s. No obstante, incluso en el mesonivel hay algo importante que falta: la dinmica intracomunitaria. Los individuos son tratados como formando una entidad que ha de ser ganada por los actores polticos, pero esa entidad sigue permaneciendo indiferenciada y monoltica. La evidencia emprica, sin embargo, sugiere ms a menudo que no, que las poblaciones (incluidos los grupos tnicos) se dividen internamen te en familias, clanes, localidades u otras facciones rivales (Tilly, 1964, p. 173; Yang, 1945, p. 241). Comprender el comportamiento deEl esfuerzo ms impresionante hasta ahora sigue siendo el trabajo de Leites y Wolf (1970).

los actores polticos individualmente requiere conocer las dinmicas dentro de los pequeos grupos y entre ellos; un hecho bien entendido por los actores polticos, algunos de los cuales han invocado incluso a los antroplogos para que les proporcionen un conocimiento de ese tipo (Lacoste-Dujardin, 1997; Wakin, 1992). De ah la necesidad de poner nuestro foco sobre un tercer nivel (o micronivel) la mayora de las veces la esfera de los estudios antropolgicos y microhistricos, de la literatura y las novelas que abre la caja negra de la dinmica intracomunitaria y del comportamiento individual. Tal como muestro, un foco as conlleva algunas implicaciones tericas. El desafio terico y metodolgico que subyace a todo el libro es la integracin de estos tres niveles. Comenzar con un foco conceptual (captulos 1 y 2), revisando algunas de las patologas que aparecen una y otra vez en el estudio de la violencia y las guerras civiles y abogando por la autonoma analtica de la violencia mediante la discusin de tres importantes distinciones: entre violencia y conflicto violento, entre violencia como resultado y violencia como proceso y entre violencia en paz y violencia en guerra. Especificar las condiciones de aplicacin del libro, identificar una serie de problemas que plagan el estudio de la violencia y aportar soluciones. El captulo 3 se dedica a clarificar el terreno terico. Dos rasgos clave tienden a diferenciar las guerras civiles de las interestatales con respecto a la violencia: barbarie e intimidad. Muchas (aunque no todas las) guerras civiles son particularmente atroces o brbaras, un rasgo tipificado por una desproporcionada victimizacin de civiles; su violencia es tambin ms ntima, en el sentido de que a menudo tiene lugar all donde hay un recuerdo de proximidad e interaccin pacfica entre vctimas y victimarios, incluso a nivel individual. Yo reconstruir, especificar y contrastar cuatro argumentos generales que vinculan la guerra civil con la barbarie, inspirados en diferentes tradiciones tericas: la idea hobbesiana de la violencia como un subproducto de la anarqua, la visin de la violencia como una respuesta a la transgresin normativa, la tesis schmittiana de la violencia como un resultado de la polarizacin ideolgica y la idea institucional de la violencia como un reflejo de los desafos asociados con una particular tecnologa de la guerra, es decir, la guerra irregular. Aunque cada una de las tradiciones tiene sus mritos, identificar esta ltima como la base terica ms prometedora sobre la que construir y elaborar una teora de la violencia en las guerras civiles. As pues, los captulos 4 y 5 despliegan una teora de la guerra irregular que se define por los procesos gemelos de segmentacin y fragmentacin de la soberana: el territorio se divide en zonas controladas y monopolizadas por actores rivales (segmentacin) y zonas en las que la soberana de estos actores se solapa (fragmentacin). El tipo de27

26

soberana o control que prevalece en una regin dada afecta al tipo de estrategias seguidas por los actores polticos. stos tratan de modelar el apoyo popular (o colaboracin) e impedir la colaboracin con su rival (o defeccin). A medida que madura el conflicto, resulta cada vez ms probable que el control modele la colaboracin porque los actores polticos que disfrutan de un sustancial control territorial pueden proteger a los civiles que viven en ese territorio, tanto de sus rivales como de ellos mismos, ofreciendo a los civiles que lo que buscan es sobrevivir un fuerte incentivo para colaborar con ellos, al margen de cules fueran sus preferencias verdaderas o iniciales. En este sentido, la colaboracin es, en buena medida, endgena al control, aunque, por supuesto, altas tasas de colaboracin engendradas por el control en un punto determinado en el tiempo es probable que lo refuercen en el futuro. Por ejemplo, los detentadores del poder tienden a controlar las ciudades incluso cuando se da el caso de que estas ciudades son baluartes sociales, religiosos o tnicos de sus oponentes, mientras que los baluartes de los insurgentes tienden a estar en remotas reas rurales, incluso cuando las poblaciones rurales les sean enemigas. A la larga, los recursos militares triunfan sobre el apoyo poltico y social anterior a la guerra a la hora de engendrar control. No obstante, los recursos militares que son necesarios para imponer el control se van tambaleando y, por ello, a menudo escasean. A los actores rivales les queda, por ello, poca eleccin a no ser el uso de la violencia como medio de conformar la colaboracin. El uso de la violencia se halla vinculado a la naturaleza de la soberana ejercida por cada actor poltico y, por lo general, ha de ser ms selectivo que indiscriminado. El captulo 6 discute la lgica de la violencia indiscriminada, incluyendo la paradoja de su uso incluso cuando parece ser contraproducente. En el captulo 7, me valgo de la teora de la guerra irregular como fundamento para una teora de la violencia selectiva. Los actores polticos maximizan el control territorial sujeto al equilibrio militar local del poder; el control territorial en el contexto de la guerra irregular requiere la colaboracin exclusiva de civiles individuales que, de forma sucesiva, maximizan diversos beneficios sujetos a los imperativos de la supervivencia. Al margen de sus simpatas (y siendo todo lo dems igual), la mayora de la gente prefiere colaborar con el actor poltico que mejor garantice su supervivencia ms que desertar para ayudar al actor rival. La colaboracin es mucho ms incierta, no obstante, en reas donde la soberana est fragmentada y donde ambas partes estn presentes. A causa de su valor para consolidar el control, aqu el premio por la violencia selectiva es particularmente excesivo. La violencia selectiva, sin embargo, requiere informacin privada que se distribuye asimtricamente entre los actores polticos y los civiles: slo estos ltimos pueden conocer quines son los desertores y han de 28

elegir si los denuncian o no. Por decirlo de otro modo, la violencia selectiva es el resultado de transacciones entre los actores polticos y los individuos: son ellos los que la producen de forma conjunta. La teora tiende un puente entre el mesonivel y el micronivel y predice la probabilidad de la violencia como funcin de control. Por otro lado, los actores polticos no necesitan usar la violencia all donde disfrutan de elevados niveles de control y no pueden usar la violencia selectiva all donde no tienen un control, del tipo que sea; sin tener acceso a la informacin, puede que usen la violencia indiscriminada, pero ello ser contraproducente. En su lugar, ellos querrn usar la violencia selectiva en reas disputadas, donde tienen un control incompleto. Por otro lado, los individuos querrn denunciar slo all donde les resulta seguro hacerlo; ste es el caso all donde sus vctimas no tienen acceso al actor poltico rival y, por ello, carecen de la opcin de la contradenuncia. Una y otra vez, esta opcin estar referida al control: cuanto mayor sea el nivel de control por parte de un actor, tanto menor ser la presencia del rival y, por ello, de la opcin de la contradenuncia. La prediccin es que la violencia ser ms probable que ocurra all donde un actor se halla prximo a la hegemona, y no all donde este actor tiene el control total o est siendo atacado. La violencia, en otras palabras, es ms probable all donde la exigencia organizativa de informacin se topa con su suministro individual. Fuera de este espacio, la violencia es menos probable: los actores polticos demandan informacin, pero los individuos no se la proporcionarn (o vetarn su transformacin en violencia), y los individuos pueden proporcionar informacin, pero los actores polticos no actuarn sobre ella porque saben que la defeccin es improbable. En resumen, la prediccin es, de forma bastante irnica, que los actores polticos estratgicos no usarn la violencia all donde ms la necesitan (en las reas ms disputadas) y, de igual modo, individuos estratgicos no conseguirn zafarse de sus enemigos all donde ms querran denunciarlos (en las reas controladas por completo por un actor). El examen emprico requiere la especificacin de variables que circunscriban el espacio de la violencia. Hay dos variables clave: la probabilidad de que los individuos deserten a la parte contraria habr de ser lo bastante elevada para los actores polticos como para que stos quieran recurrir a la violencia, y la probabilidad de contradenuncia o retribucin frente a denunciantes individuales habr de ser lo bastante baja como para que stos quieran denunciar a sus vecinos. En una parte importante, sin embargo, la desercin y la mayora de las denuncias tienden a ser procesos invisibles. Por fortuna, la operacionalizacin de estas variables explota un rasgo esencial del control, a saber, su correlacin inversa con la desercin y la denuncia: cuanto mayor el nivel de control, tanto menos probable ser que los indivi29

duos deserten (porque el riesgo de ser capturados es igualmente elevado) y tanto ms probable ser que ellos denuncien (porque los riesgos de desquite son bajos). Yo comparar las predicciones de la teora con datos comparativos anecdticos (captulo 8) y examinar las hiptesis con datos de un estudio microcomparativo que dirig en Grecia (captulo 9). La evidencia dista de ser ptima, pero la evidencia ptima no existe en problemas como los que se exploran en este libro. Resulta, no obstante, sugerente en extremo y constituye un paso importante en la direccin de un examen sistemtico y exhaustivo. Me valdr tambin de las predicciones fallidas como una herramienta para captar los mecanismos causales que operan. Dado que la teora se vale de una lnea de base racionalista, sus fallos en la prediccin pueden resultar un modo de captar cmo operan los factores no instrumentales, tales como las normas y las emociones. Finalmente, dirijo una serie de exmenes fuera de muestra a lo largo de Grecia, incluyendo una rplica en un rea del pas dividida tnicamente y el examen de implicaciones adicionales usando datos de 136 aldeas, recogidos de historias locales, etnografas, estudios agrcolas, artculos de investigacin y entrevistas. Los ltimos dos captulos explorarn dos implicaciones de la teora. El captulo 10 se vuelve hacia la violencia ntima que caracteriza las guerras civiles. Aunque la teora de la violencia selectiva da cuenta de la exigencia de informacin de los actores polticos y prepor qu los dice dnde denunciarn los individuos, ella no entrar en individuos estn dispuestos a responder a las demandas de informacin mediante la denuncia. Yo plantear que la denuncia constituye un microfundamento clave de la violencia ntima y, por ello, de la guerra civil. Los individuos tienen fuertes incentivos para explotar las asimetras informativas de las guerras civiles con el fin de cosechar todo tipo de beneficios, incluidos los ajustes de cuentas con los enemigos personales y locales. Aunque la denuncia no tiene por qu ser oportunista, yo ofrecer una explicacin a por qu es tan frecuente y sta tambin dar cuenta de la trivialidad de las disputas que a menudo subyacen a ella. Sealar tambin el aspecto del azar moral de la denuncia. Mientras que los actores polticos usan a los civiles para recavar informacin y ganar la guerra, se da tambin el caso de que los civiles usan a los actores polticos para arreglar sus propios conflictos privados. O, dicho de otro modo, los civiles pueden convertir de forma efectiva a los actores polticos en sus propios asesinos a sueldo privados, siguiendo un patrn anlogo a lo que Jan Gross (1988, pp. 118-119) ha descrito, en su estudio de la Ucrania occidental, como privatizacin de la autoridad. Este aspecto de las guerras civiles, que se supone directamente a partir de la lgica de la violencia combinada, vuelve cabeza abajo las teoras de la po30

larizacin: ms que reflejar la politizacin de la vida privada, la violencia de guerra civil lo que hace, a menudo, es privatizar la poltica. En tanto en cuanto refleja conflictos locales y disputas personales, la naturaleza ntima de la violencia en las guerras civiles se puede ver como la cara oscura del capital social. Desde una perspectiva ms general, este informe sugiere que las guerras civiles son sangrientas no tanto porque la gente sea violenta de forma inherente sino porque no lo es: a la mayora le repele la perspectiva de actuar violentamente y, por ello, no lo har a menos que sea otro el que manipule los detalles sangrientos mientras los protege. De ah que las guerras civiles sean tan violentas, en parte al menos, porque ofrecen oportunidades para la violencia indirecta. El ltimo captulo explorar las implicaciones de la teora para nuestra comprensin de la nocin de escisin y aportar una solucin al problema de la disyuncin macro-micro. El nexo entre los actores en el centro y la accin sobre el terreno se subsume, por lo general, en el concepto de escisin, que implica preferencias comunes entre actores centrales y locales. Este libro introduce un mecanismo diferente para trazar el plano de las escisiones a nivel nacional en el nivel local; ste ser coherente con la disyuncin observada entre el centro y la periferia: el mecanismo de alianza conlleva un intercambio entre los actores locales y supralocales, por lo cual stos les ofrecen a aqullos msculo militar de forma que ellos puedan imponerse en los conflictos locales; como contrapartida, los actores locales les facilitan a los centrales recursos esenciales a nivel local que los ayudan a proseguir la guerra. Miradas de conflictos locales estn, por tanto, unidos por el conflicto general de la guerra civil: su escisin fundamental. Vista desde esta perspectiva, la guerra civil es, en su esencia, un proceso de integracin y de construccin del Estado. 4. UNA NOTA SOBRE LA HISTORIA DEL PROYECTO Comenc con una idea bastante vaga sobre la investigacin del proceso de polarizacin en el micronivel. De hecho, mi intencin original era la de trazar el proceso a travs del cual las identidades polticas se radicalizan y se llevan a la violencia. A comienzos de 1997, dirig las primeras entrevistas exploratorias en Atenas (mi primera entrevista tuvo lugar el 27 de enero de 1997). Mientras trabajaba en otros proyectos, pude dirigir algunas entrevistas ms por toda Grecia (verano de 1997) y me march con bastante confusin pero con dos intuiciones decisivas: primero, que las dinmicas locales eran de una importancia fundamental y, segundo, que la violencia pareca ser menos el resultado de potentes identidades polticas y divisiones profun31

das y ms su causa. Ulteriores lecturas y reflexiones me llevaron a moverme hacia una nueva variable dependiente: la violencia. En septiembre de 1997, fui a Florencia, donde estuve nueve meses en el European University Institute como Jean Monnet Fellow. Una desventaja inicial de esta situacin era que me obligaba a interrumpir mi trabajo de campo en ciernes; no obstante, esta interrupcin se convirti en una ventaja pues pude leer de forma extensiva y distanciarme del terreno a la vez que me beneficiaba de las intuiciones de mi investigacin exploratoria de campo. Aunque pude dirigir alguna investigacin adicional durante un par de visitas a Grecia, emple mi tiempo en Florencia en formular la cuestin investigadora central del proyecto: la variacin de la violencia al nivel local. Yo elabor mi diseo de investigacin, seleccion la Arglida como mi lugar de trabajo de campo y le de forma extensiva, tanto lo relativo a cuestiones tericas como empricas. El trabajo terico que dirig en 1997-1998 basaba su aplicacin emprica en un artculo publicado por Rationality and Society en 1999: Wanton and Senseless? The Logic of Massacres in Algeria [Gratuita y sin sentido? La lgica de las masacres en Argelia]. Durante este periodo, alcanc las principales hiptesis sobre la variacin espacial de la violencia. Aunque mis intuiciones procedentes del trabajo que ya haba dirigido en Grecia influan en mis lecturas y reflexiones, hasta ese momento no haba recogido dato alguno sobre violencia. En el verano de 1998, volv a Grecia y comenc a dirigir una investigacin sistemtica en la Arglida. An recuerdo mi excitacin al descubrir que los patrones empricos que descubra casaban con muchas de mis expectativas tericas. Dirig la mayor parte de mi investigacin en la Arglida entre el verano de 1998 y el de 1999, siguiendo lo que pude explorar en los archivos griegos y britnicos. Volv a la Universidad de Nueva York en 2000 y dirig trabajo de campo adicional en el rea, del norte de Grecia, de la Almopia, en el verano de 2000. El trabajo, no obstante, estaba an lejos del final. Aunque las partes esenciales de la teora y los datos estaban en su sitio, emple una importante cantidad de tiempo refinando y clarificando la teora, transcribiendo entrevistas, depurando y verificando los datos y pasando por cientos de pginas de material de archivo, memorias e historias locales. Comenc a trabajar sobre el manuscrito despus de mudarme a Chicago, a principios de 2001. El manuscrito pas por varios cambios: el principal desafo era la combinacin inusual de materiales que estorbaban el esquema de la presentacin de ciencias polticas de los captulos tericos y empricos. Slo sent que haba alcanzado el justo equilibrio en 2004, tras mudarme a Yale. El libro fue revisado durante el verano de 2004 y las revisiones se culminaron en mayo de 2005. En suma, un largo viaje..., pero vali la pena. 32

CONCEPTOS

No sirve de nada y hasta resulta contrario a los mayores intereses de uno mismo rechazar la consideracin de la cuestin porque el horror de sus elementos suscite repugnancia. Carl von Clausewitz, Sobre la guerra. Para entender a los vivos..., consider necesario empezar por los muertos. Salman Rushdie, La sonrisa del jaguar.

Este captulo pasa revista a los informes que existen sobre la violencia y la guerra civil y clarifica cuestiones de definicin y de concepto relacionadas tanto con la guerra civil como con la violencia. Expondr las razones para la autonoma analtica de la violencia con respecto al conflicto e introducir tres distinciones importantes: entre violencia y conflicto violento, entre violencia como resultado y violencia como proceso y entre violencia en tiempos de paz y violencia en tiempos de guerra.1. GUERRA CIVIL

Las guerras civiles han atrado una considerable atencin de los especialistas de varias disciplinas, aunque bastante menos que las guerras entre los Estados. Importantes corpus bibliogrficos se han dedicado a tratar sus diferentes aspectos de forma explcita o implcita (como estudios en torno a la revolucin, la rebelin o el conflicto tnico): su comienzo (Fearon y Laitin, 2003; Collier et al., 2003; Sarnbanis y Elbadawi, 2002; Gurr, 1980), su resolucin (B. Walter, 19 97), su base social (Wickham-Crowley, 1992; Skocpol, 1979), su resultado (Leites y Wolf, 1970), sus consecuencias polticas y socia33

les (Sambanis, 2000) y sus procesos de reconstruccin, reconciliacin y justicia de posguerra (Bass, 2000; Nino, 1996). El reciente boom en los estudios sobre guerras civiles se ha visto incentivado por el cambio global desde el conflicto interestatal al conflicto intraestatal: de los 118 conflictos armados que han tenido lugar entre 1989 y 2004, slo siete han sido guerras interestatales (Harborn y Wallensteen, 2005). Hasta hace poco, no obstante, la guerra civil disfrutaba de muy poca autonoma conceptual (Ranzato, 1994); el trmino es usado an por parte de los analistas y los observadores en formas mltiples y a menudo contradictorias. Mientras que los historiadores lo han usado para describir acontecimientos histricos diversos, por lo general, se han abstenido de analizar las guerras civiles como un fenmeno que trasciende los ejemplos particulares. En la sociologa histrica y en las ciencias polticas, la guerra civil se subsumi hasta pocas muy recientes bajo fenmenos que implcitamente se juzgaban ms importantes, tales como la revolucin, la rebelin de campesinos o el conflicto tnico. En el lenguaje cotidiano, guerra civil (a diferencia de revolucin) es un trmino que transmite un sentido de divisin violenta, a menudo usado como metfora de conflicto extremo y de brutalidad generalizada. La guerra civil a menudo rechaza decir su nombre. Abundan los eufemismos: se oye hablar de problemas, emergencia, situacin o, sencillamente, de violencia. Lo cierto es que la guerra civil es a menudo el objeto de una seria controversia semntica. El mero uso del trmino es parte del conflicto mismo, confiriendo o denegando legitimidad (o igualdad de estatus) a las partes en conflicto. La guerra civil americana fue denominada la Guerra de Rebelin y la Segunda Revolucin americana, dependiendo de la parte que se apoyara. Durante la guerra, el trmino lo suelen buscar los insurgentes que buscan legitimidad y lo niegan los titulares del poder, que tildarn a sus oponentes de malos tipos, bandidos, criminales, subversivos o terroristas, y describirn la guerra como bandolerismo, terrorismo, subversin delictiva y otros trminos afines'. De hecho, el repudio del trmino resulta comn a todos los regmenes que detentan el poder, sean de izquierda o de derecha, autoritarios o democrticos (p. e., Horton, 1998, p. 11; Pavone, 1994). Tras el fin de la guerra civil, el trmino es reclamado a menudo por los derrotados en su bsqueda de redencin e inclusin poltica y negado por los vencedores,Las autoridades ocupantes alemanas en la Unin Sovitica hicieron este punto de forma explcita en 1942: Por razones psicolgicas, el trmino "partisano" iba a ser reemplazado por el de "bandido"; del mismo modo, las operaciones antipartisanas iban a ser denominadas "guerra contra los bandidos" y a las reas en las que se sospechaba de la presencia de partisanos se las llamaba reas "contaminadas por grupos de bandidos" (en Heer, 2000, p. 113).

que buscan la exclusin permanente de los perdedores del mbito de la poltica o incluso del mbito nacional (Bobbio, 1992). El efecto indirecto de esta disputa semntica ha afectado a la investigacin sobre el tema puesto que las definiciones de guerra civil han tendido, al menos hasta poca reciente, a depender de los resultados de la guerra (Price, 2001, pp. 33-34). Guerra civil se define aqu como un combate armado dentro delos lmites de una entidad soberana reconocida, entre partes sujetas a una autoridad comn al comienzo de las hostilidades. Esta defini-

cin es una versin ms amplia y minimalista de las definiciones que ya existen (Sambanis, 2004); no entra ni en causas ni en metas ni en motivaciones. El trmino guerra interna resulta ms preciso, pero el de guerra civil es un trmino mucho ms familiar. Combate armado (implicando un grado de organizacin en ambas partes y violencia de una cierta magnitud) sirve a objetivos polticos cuando desafa a la autoridad vigente, incluso cuando sirve tambin a fines adicionales (cap. 11). La intuicin clave es la violenta divisin fsica de la entidad soberana en campos rivales armados. Esto conlleva una divisin territorial de facto. Al comienzo de la guerra, los rivales estarn sujetos a una soberana comn o a una autoridad comn (De Lupis, 1987, p. 3; C. Schmitt, 1976). Despus de 1648, esto cada vez se refiere ms a una autoridad estatal, pero, antes de la expansin de la soberana del Estado moderno, las guerras civiles tenan lugar dentro de entidades que se perciban como soberanas o cuasi soberanas, desde los imperios hasta las ciudades-Estado y los grupos basados en el parentesco 2. De hecho, los historiadores usan el concepto de guerra civil como una categora analtica para el periodo anterior a 1648 (p. e., Porter, 1994). Las guerras civiles se han producido por todo tipo de razones, desde diferencias de doctrina y disputas intelectuales (Hobbes, Leviathan, Apndice 2, p. 30) hasta diferencias de adscripcin (principalmente etnicidad y religin) y hasta el mero arrebato del poder (Collier y Hoeffler, 1999). Las partes del conflicto pueden estar unidas o divididas, pueden ser reconocidas a nivel internacional o aisladas y oscuras, pueden estar apoyadas por actores externos o confiar en los recursos locales a la hora de tratar de hacerse con el Estado o de dividirlo. Sin embargo, los conflictos que constituyen guerras civiles como mejor pueden definirse es como aquellos que se relacionan con la quie2 Carl Schmitt (1976, p. 32) habla de unidades organizadas y Bobbio (en Ranzato, 1994, p. xxvi) de entidades autrquicas. Incluso cuando la soberana estaba fragmentada, descentralizada y se solapaba (p. e., en la Europa medieval), existan entidades con jurisdiccin reconocida, prncipes que eran personas supremas y pblicas (en Hale, 1071, p. 8). Los conceptos de dominium y seoro describen esta cuasi soberana durante la Edad Media (Davies, 2003).

34

35

bra efectiva del monopolio de la violencia por medio del desafo interior armado. La disputa armada de la soberana conlleva pretensiones de autoridad mutuamente excluyentes, que producen una situacin de soberana dividida o dual (Tilly, 1978, p. 191; Trotski, 1965, p. 224), un concepto que puede remontarse hasta Platn, quien pensaba en la guerra domstica o de facciones como en una guerra que surge cuando el gobierno [de una ciudad] se convierte en una cosa que se disputa a golpes (La repblica, p. 521a) y Grocio (II, 18, p. 2), que apuntaba a situaciones en las que un pueblo ha sido dividido en dos partes tan parecidas que resulta dudoso cul de ellas posee la soberana. La soberana dividida lleg a ser vista como algo antinatural (Rousseau, Contrato social, II, 2, p. 3). En palabras de un vietnamita: No puede haber dos soles ni puede haber dos reyes en un pas (en Elliot, 2003, p. 749). La pertenencia compartida a una entidad soberana por parte de todos los beligerantes al comienzo de la guerra resulta esencial (Bouthoul, 1970, p. 447). La Revolucin americana fue una guerra civil, nos recuerda Shy (1976, p. 183), porque, en proporcin a la poblacin, en el combate contra otros americanos estuvieron implicados casi tantos americanos durante la Revolucin como lo estuvieron durante la guerra civil. La militancia se entiende aqu como una obligacin refleja bsica, en mayor medida que la ciudadana y no requiere una percepcin subjetiva de pertenencia. La reflexin sobre la guerra civil se asocia con dos tradiciones intelectuales entrelazadas. Por un lado, los conceptos de stasis (faccin) y discordia y divisin pblica preocupaban a los escritores en las entidades soberanas ms pequeas, como eran las ciudades-Estado; por el otro, los conceptos de sedicin y rebelin tendan a emerger en entidades soberanas de mayor tamao, tales como los imperios. Los antiguos griegos postularon un vnculo evidente entre stasis y polis y emplearon el concepto de stasis para referirse a una polis que estaba internamente dividida (Price, 2001, p. 31). Tucdides (3.69-85), Platn (La repblica, 470c-b) y Aristteles (Poltica, V, pp. v-xii) trazaron una clara distincin entre stasis y guerra externa 3 . La guerra civil se convirti en la forma dominante de guerra en el Imperio romano tardo (Brent Shaw, 2001) y ha sido un acontecimiento constante en Europa desde entonces; estas guerras civiles incluyen conflictos entre facciones del tipo de los que tuvieron lugar en las repblicas italianas medievales, tal como se registraron en los escritos de Marsilio de Padua, Maquiavelo y otros, as como las guerras que enfrentaron a3 Haba incluso tambin una diferencia ms sutil: diaphor era un trmino que se usaba para describir las guerras civiles en la polis de uno, mientras que las guerras civiles en una polis cercana se describan como stasis (Price, 2001, p. 35).

la corona contra varias entidades corporativas tales como Estados,grupos religiosos y ciudades. Grocio (Sobre la Ley de la Guerra y la Paz II, 19, p. 4) hizo una clara distincin entre guerras civiles y extranjeras, mientras que Hobbes (Leviathan, 13, p. 8) arga que la au-

toridad soberana emerga (y se justificaba) precisamente para evitar la guerra civil: los hombres se encuentran en un estado de guerra en tanto en cuanto no hay un poder comn para mantenerlos a todos atemorizados, un punto este sealado tambin por Grocio (I, 4, p. 2). Lo cierto es que las restricciones al derecho de resistencia a una autoridad constituida legalmente fueron justificadas por Grocio y otros autores sobre la base de su consecuencia, es decir, la guerra civil. Por esta definicin, la mayora de las revoluciones, insurrecciones campesinas continuadas, insurgencias revolucionarias o tnicas, levantamientos anticoloniales y guerras de resistencia contra ocupadores extranjeros son guerras civiles (Malefakis, 1996, p. 18; C. Friedrich, 1972, p. 37). Por otro lado, protestas violentas, disturbios, crimen y bandolerismo de bajo nivel, todos los cuales dejan a la soberana bastante intacta, son excluidos de esta categora'. 2.VIOLENCIA

Aunque puede que se trate de un concepto intuitivo, la violencia es un campo conceptual minado. Como fenmeno social polifactico, puede ser definido en trminos muy generales y extenderse mucho ms all de la violencia fsica (Nordstrom y Martin, 1992, p. 8). Algunos distinguen entre la violencia que preserva el orden social (violencia sistemticamente funcional) y violencia que lo destruye (violencia disfuncional); otros toman la opresin social y econmica (o incluso la rivalidad) como formas de violencia estructural (Braud, 1999; Galtung, 1975; Ellul, 1969, p. 86). Finalmente, algunosMuchos estudios sobre la ocupacin y las insurgencias anticoloniales acentan su dimensin de guerra civil (p. e., D. Anderson, 2005; Bouaziz y Mah, 2004; Pavone, 1994; Shy, 1976). Las guerras civiles se distinguen de los golpes cuando se atraviesa cierto umbral de vctimas, que conlleve operaciones militares importantes. Las insurgencias a gran escala con base predominantemente rural no deberan ser confundidas con una clase de acontecimientos que se describen como rebeliones campesinas, incluyendo los levantamientos campesinos espontneos, las jacqueries, los disturbios por hambre y similares. Estos procesos indisciplinados, inestables, anrquicos y descentralizados (Tilly, 1978) no se sostienen durante bastante tiempo como para desafiar de forma efectiva la autoridad soberana. A menos que sean utilizadas por hbiles organizadores, las jacqueries son, por lo general, reprimidas (Marks, 1984, p. 240). Las rebeliones campesinas devendrn guerras civiles (y posiblemente revoluciones sociales) cuando sean espoleadas y dirigidas por organizaciones (De Nardo, 1985; B. Moore, 1966, p. 479). Fenmenos fronterizos como la Revolucin cultural china pueden ser entendidos como guerras civiles (L. White, 1989, p. 308).

36

37

piensan que la serie de actos sociales que se califican como violencia es tan amplia que incluye cualquier acto que produzca angustia (Bourdieu, 1977, p. 191). Este libro reduce la definicin de violencia a su dimensin fsica. A un nivel muy bsico, violencia es hacer mal a la gente de forma deliberada. Reducir aqu mi foco un poco ms, para limitarlo a la violencia contra los no combatientes o los civiles. Esta es una categora ambigua y discutible en la mayora de las guerras civiles, el objeto de una disputa legal y filosfica sin final (Nabulsi, 1999; Walzer, 1997). Dado que a m me interesa la dinmica intracomunitaria, para el propsito de este libro, considero como civiles a todos aquellos que no son miembros de un grupo armado a tiempo completo, incluyendo as a todos los tipos de personas que ofrecen su apoyo a tiempo parcial y colaboradores 5. Las vctimas de los no combatientes en las guerras civiles no siempre son violentas; la hambruna y la enfermedad pueden resultar enormemente letales. Las vctimas violentas pueden tambin carecer de intencionalidad; se trata de los denominados daos colaterales. En este libro, doy cuenta de la victimizacin violenta e intencionada de civiles. La violencia fsica intencionada y directa tomar formas diversas que incluyen el pillaje, el robo, el vandalismo, el incendio, el desplazamiento forzoso, el secuestro, la toma de rehenes, la detencin, el apaleamiento, la tortura, la mutilacin, la violacin y la profanacin de cuerpos muertos. Pese a que me refiero a diversas formas de violencia, mi mayor atencin se hallar en la muerte violenta o en el homicidio. Tal como acabo de decir, el homicidio no agota el alcance de la violencia, pero es una forma carente de ambigedad que puede medirse de modo ms fiable que otras formas (Spierenburg, 1996; Buoye, 1990, p. 255), que es por lo que se usa como indicador primario de violencia en estudios cuantitativos (p. e., Poole, 1995; Greer, 1935). Adems de eso, existe un consenso general en que el homicidio cruza una lnea: se trata de un mtodo de aniquilacin irreversible, directo, inmediato y sin ambigedad (Straus, 2000, p. 7); en este sentido, la muerte es la violencia absoluta (Sofsky, 1998, p. 53).Violencia, conflicto, guerra

que a la violencia real que tiene lugar dentro del conflicto. Sin embargo, los conflictos, las guerras y las revoluciones son fenmenos que no se pueden reducir simplemente a una violencia a gran escala. A la inversa, la violencia, como apunt Hannah Arendt (1970, p. 19), es un fenmeno por derecho propio que no debiera equipararse a fenmenos afines. David Horowitz (2001, p. 475) se hace eco de Arendt, cuando apunta que hay buenas razones para tratar conflicto y violencia de forma separada. Obviamente, la guerra provoca violencia. Sin embargo, una considerable cantidad de violencia en las guerras civiles carece de utilidad militar convencional y no tiene lugar en el campo de batalla. Si acaso, parece haber una relacin inversa entre la magnitud del conflicto tal como se mide por el tamao de las fuerzas y la sofisticacin de las armas usadas y la magnitud de la violencia (Harkavy y Neuman, 2001, p. 230). Ms an, reas consumidas por el mismo conflicto pueden exhibir una variacin sustancial en cuanto a violencia. De ah que la violencia habra de ser distinguida analticamente de la guerra, haciendo eco de la bien establecida distincin entre jus ad bellum (legtimo comienzo de la guerra) y jus in bello (legtima conducta de guerra). Este libro sita la violencia en el centro del anlisis. La distincin analtica entre guerra civil y violencia en la guerra civil es, a la vez, su premisa y su consecuencia fundamental. Las causas de la violencia en las guerras civiles no pueden subsumirse bajo las causas de las guerras civiles; de ah que una teora de las guerras civiles no puede ser una teora de la violencia en las guerras civiles ni viceversa6. Al mismo tiempo, la teora de la violencia que se presenta aqu resulta compatible con diferentes visiones del comienzo de las guerras civiles: no importan si las guerras civiles comienzan a causa de reivindicaciones o de oportunidades de las masas. Dicho de forma sencilla: es muy probable que una guerra civil abra la Caja de Pandora de la violencia.La violencia como resultado y como proceso

A la violencia, se la trata tpicamente como sinnimo de conceptos afines pero distintos tales como conflicto, revolucin o guerra. De ah que la mayora de las referencias a, por ejemplo, la violencia tnica se refieren al conflicto tnico o a la guerra tnica ms5

La observacin de que la violencia poltica tiende a ser producida por grupos de poblacin muy pequeos (Mueller, 2004; Valentino, 2000, pp. 21-25) ha llevado a la conjetura de que la mayora de la gente no se compromete (Valentino, 2000, p. 2); en el mejor de los casos, hay un pblico inconsciente y, en el peor, espectadores pasivos. De6 De ah que sea incorrecto examinar las teoras del comienzo de las guerras civiles valindose de un indicador de violencia, tal como las vctimas, como la variable dependiente (p. e., Murshed y Gates, 2005).

Explico mi forma de codificar a los no combatientes en el Apndice B.

38

39

igual modo, la observacin de que los asesinos a menudo deshumanizan a sus vctimas (p. e., Toolis, 1997, p. 126) sustenta la percepcin de que la violencia en las guerras civiles es impersonal. Dejando de lado su exactitud emprica, estas conjeturas no aciertan a distinguir entre violencia como resultado y violencia como proceso. Aunque los expertos en ciencias polticas y los historiadores tiendan a subsumir la violencia bajo el conflicto violento, muchos antroplogos, activistas de ONG y periodistas tienden a percibir la violencia como un resultado ms que como un proceso, a menudo convirtindola en caja negra de forma efectiva (Appadurai, 1996). El foco se sita en las instancias de violencia ms que en las acciones complejas no violentas, y a menudo invisibles, y en los mecanismos que los preceden y los siguen. A menudo, la descripcin de actos de violencia muy recientes se acompaa de referencias a antiguos acontecimientos histricos, sin ninguna referencia al periodo intermedio. Como ocurre en las representaciones tradicionales de las luchas en los Balcanes, muchas descripciones de la guerra civil no hacen ningn esfuerzo por ligar un episodio a otro. Cada caso se trata como aislado en el tiempo y el espacio. Y estos escritores tampoco tratan de explicar la desproporcin que marca as lo que de forma superficial parece constituir la relacin de causa efecto (Black-Michaud, 1975, p. 34). Ms an, no se ofrece casi ninguna o ninguna informacin sobre las historias y las vidas de las vctimas antes del advenimiento de la violencia (Binford, 1996, p. 5). Esta visin, asume (y propaga) un mundo dicotmico poblado slo por vctimas y perpetradores, combinado con la percepcin errnea de que la cualidad de vctima y la culpa son categoras mutuamente excluyentes, y de ah que las vctimas no puedan ser culpables. Yvon Grenier (1999, p. 2), acerca de la bibliografa sobre las insurgencias latinoamericanas, plantea que stas sugieren un mundo habitado por mujeres, nios y abuelos, algo que se repetir tambin al tratar otras guerras civiles (Cenarro, 2002, p. 67; Brovkin, 1994, p. 5). Con frecuencia se ha pasado por alto una amplia zona gris poblada por aquellos que toman parte en el proceso de violencia en una variedad de formas sin, no obstante, estar directamente implicados en su resultado, ni como perpetradores ni como vctimas. Un corolario ser que la lnea entre los perpetradores y las vctimas es difusa, puesto que las vctimas de ayer se pueden convertir en los victimarios de maana y viceversa (Joshi, 2003, p. xiii; Chang, 1992, p. 498). Las mujeres y los nios, retratados, por lo general, como vctimas, son a menudo participantes activos y voluntarios en todo tipo de actividades, incluido el combate (Peterson, 2000, p. 112). Tzvetan Todorov (1996, pp. xvi-xvii) habla de cmo el llevar a cabo un estudio profundo de una masacre que tuvo lugar en la localidad 40

francesa de Saint-Amand-Montrond, en el verano de 1944, lo llev a descubrir la secuencia perdida de los acontecimientos y a revisar su comprensin de la masacre:Poco a poco, me di cuenta de que la masacre en cuestin no haba ocurrido en aquel momento y lugar por ninguna razn sino que fue ms bien la culminacin de una serie de acontecimientos no menos dramticos que la precedieron durante aquel verano. Tras un breve lapso de tiempo, ya no me encontraba satisfecho con haber ledo las pocas obras que contaban los diversos episodios de esta historia. Con la ayuda de un amigo de la regin, decid buscar y preguntar sobre los diversos contemporneos y testigos de estos incidentes. Me encontr con algunos manuscritos sin publicar. Le tanto la prensa diaria como la semanal de la poca y emple algunos das desatando los cordeles que cerraban los polvorientos ficheros de los archivos departamentales y nacionales. Ya no poda sacudirme de encima esta historia... Leyendo sobre [el destino de los actores principales], llegu a la conviccin de que, cuando hablaban de este periodo, resultaba obligado excederse tanto en la hagiografa de los vencedores (que no obstante casa tan bien con las celebraciones oficiales) como en su imagen inversa, la denigracin sistemtica; lo mismo podra decirse de los derrotados. En lugar de un mundo en blanco y negro, descubr una serie de situaciones distintas, de actos particulares, cada uno de los cuales requera su propia evaluacin aparte. Aproximarse a la violencia como un proceso dinmico permite una investigacin de la secuencia de decisiones y acontecimientos que se intersecan para producir violencia, as como el estudio de actores que, de otro modo, seran invisibles, que toman parte en este proceso y los conforman en formas fundamentales. Violencia en paz y en guerra

As como los estudios de las guerras civiles han tendido a pasar por alto la violencia, los estudios de violencia poltica, un concepto amplio e impreciso que abarca todo, desde las manifestaciones universitarias al genocidio, han tendido a desasociarlo de la guerra civil. Este cuerpo de investigacin interseca a menudo con la investigacin de los movimientos sociales; en particular, con la poltica conflictiva, un trmino que tambin incluye fenmenos que van desde la accin colectiva no violenta a la violencia espordica (Tarrow, 1994). Esta obra tender a tratar la violencia o como una extensin no problemtica de procesos ordinarios de movimiento social o, a la inver41

sa, como un efecto patolgico de competencia o declive dentro de los movimientos sociales (Seideman, 2001, p. 2). La mezcla de la violencia en la accin conflictiva con la violencia en la guerra civil sugiere un fracaso para reconocer que la guerra y la paz son contextos radicalmente diferentes que inducen a la violencia y la hacen necesaria en formas muy diferentes. Claro que estos contextos comparten muchos mecanismos (Tilly, 2003); sin embargo, la forma en la que se activan estos mecanismos, as como la de sus efectos, diverge. De forma ms obvia, la formacin y la expresin de preferencias polticas son fundamentalmente diferentes en tiempos de paz y durante una guerra. Al final del todo, el premio es mucho mayor en poca de guerra. La diferencia entre violencia en paz y violencia en guerra reside con claridad en el grado. El nmero total de muertes en todos los episodios relatados y campaas de protesta es insignificante en comparacin con el nmero total de muertes en todas las rebeliones relatadas (Gurr, 1986, p. 52). Incluso el terrorismo implica violencia en una escala mucho menor que la guerra civil (Guelke, 1995). Sri Lanka, un pas con la mala suerte de haber sufrido tanto disturbios en poca de paz como guerra civil, ha experimentado un nmero significativamente mayor de calamidades a causa de esta ltima. Ms importante resulta an el que la violencia en paz y la violencia en guerra sean de una especie diferente. Tal como nos recuerda Vladimir Brovkin sobre Rusia (1994, p. 419), la guerra civil hizo rutinario lo impensable... Sustituy la poltica ordinaria por una poltica de guerra. La guerra estructura las elecciones y selecciona a los actores de formas radicalmente diferentes a la paz, incluso cuando la paz es violenta. Tal como seala un antiguo insurgente griego, una confrontacin armada no es como una huelga (de trabajadores). En una huelga, te pueden derrotar una vez, dos, tres y seguir sobreviviendo. Cuando optas por una rebelin armada, apuestas todo lo que tienes (Papakonstantinou, 1986, 1, p. 583). La accin conflictiva representa un desafo al gobierno vigente en un contexto caracterizado por un innegable monopolio de la violencia por el Estado. La accin conflictiva en un escenario democrtico es diferente a la rebelin en cuanto a las causas: mientras que la primera florece en la presencia de oportunidades polticas, la ltima resulta probable en situaciones en las que tales oportunidades estn ausentes (Goodwin, 1999); en sociedades tnicamente heterogneas al menos, la dinmica de los disturbios y las manifestaciones son el opuesto exacto a aqullas de la rebelin (Bates, 1999). A diferencia de las guerras civiles, los disturbios tienden a ser, ante todo, un fenmeno urbano (Varshney, 2002, p. 10; C. Friedrich, 1972, p. 70), carente de represalias significativas (Horowitz, 2001, p. 224), fuertemente in42

fluido por incentivos institucionales (y, a menudo, electorales) (Wilkinson, 2004), y facilitados por el anonimato de la multitud; la ratio de perpetradores respecto a vctimas tiende a ser inversa en disturbios y guerras civiles: en los primeros, la participacin es pblica y las vctimas son unos pocos desgraciados, mientras que, en las ltimas, son unos pocos los que participan directamente y causan vctimas en un pblico desgraciado. En Sri Lanka, los disturbios tnicos declinaron hasta casi cesar tras el comienzo de la guerra civil y tampoco hubo disturbios en el Punjab indio durante la insurgencia sij de 1984-1994 (Horowitz, 2001, pp. 482-485). Varshney (2002, p. 11) tiene, por tanto, razn, al decir que una teora de las guerras civiles ha de distinguirse analticamente de una teora de los disturbios. Esto es verdad, incluso cuando los disturbios y los pogromos tienen lugar en el contexto de la guerra (Petersen, 2002). La situacin puede compararse con el caso del genocidio y el de la guerra: aunque ambos casi se intersecan, el estudio de cada fenmeno es normalmente distinto. 3. CONDICIONES DE POSIBILIDAD Las conceptualizaciones disponibles de la violencia poltica como objeto de investigacin varan segn los criterios empleados: la escala de violencia (asesinato en masa, crmenes en masa, masacres) (Verwimp, 2003;Valentino, 2004; Smelin, 2000; Levene, 1999), su modo y su tcnica (disturbios, pogromos, represalias) (Wilkinson, 2004; Varshney, 2002; Geyer, 2000), las motivaciones de los perpetradores (Straus, 2000; Fein, 1993) o el contexto histrico o social especfico (Browning, 1998). Por ello, es necesaria una cuidadosa delineacin de las condiciones de posibilidad. La interseccin de los dos rasgos decisivos de la violencia define el dominio de anlisis en este libro: los objetivos y la produccin de violencia.Los objetivos de la violencia

Los actores polticos usan la violencia para conseguir objetivos mltiples, que se solapan y que, a veces, resultan mutuamente contradictorios. Varias obras detallan ms de 20 usos para la violencia, incluyendo la intimidacin, la desmoralizacin, la polarizacin, la demostracin, la radicalizacin del pblico, la publicidad, la mejora de la moral del grupo, la aplicacin o el desbaratamiento del control, la movilizacin de las fuerzas y los recursos, la financiacin, la eliminacin de las fuerzas opositoras, el castigo de la cooperacin con el enemigo y la provocacin de contramedidas y represin (Hovil y Werker, 43

2005; Schmid, 1983, pp. 97-99; Mallin, 1966, p. 59; Molnar, 1965, p. 169). Ms an, la violencia puede ser usada sin tener ningn objetivo en mente y la guerra puede generar violencia que sea por completo independiente de las intenciones de los principales actores y se materializar como un subproducto de su accin, como lo es el saqueo o ciertas formas de venganza. Una profusin as de objetivos tan diferentes puede paralizar el anlisis. En primer lugar, es necesario dirigirse al uso de la violencia que no sirve a ningn propsito instrumental. Se dice que esta violencia es expresiva cuando su uso se restringe a las recompensas estrictamente consumatorias de infligir dolor a los enemigos de uno o de destruir un smbolo odiado (Rule, 1988, p. 190). Descrita a menudo como anmica o nihilista, la violencia expresiva se combina a menudo con la violencia identitaria o sectaria; es decir, con la violencia dirigida contra personas exclusivamente sobre la base de quines son. Esta idea de la violencia domina los relatos populares que enfatizan la locura de la violencia (p. e., Rosenberg, 1991) y est presente en muchas obras especializadas que acentan el carcter discursivo, simblico, ritualista y generalmente no instrumental de la violencia 7. Las interpretaciones de la violencia como motivacin expresiva se pueden encontrar tambin en los testimonios de las vctimas: Mataban por matar... como perros enloquecidos que iban siguiendo a su presa (en Tarnopolsky, 1999, p. 52). Las motivaciones individuales de la violencia pueden ser y, de hecho, a menudo son bastante expresivas (Petersen, 2002; Horowitz, 2001, p. 123). La tragedia griega es un tesoro de violencia expresiva, con la orgl (ira), la eris (discordia) y la pthonos (envidia) conduciendo los actos violentos (Bernand, 1999). La investigacin criminolgica reconoce la importancia de las motivaciones expresivas porque una gran parte de asesinatos sin intenciones predatorias no son premeditados ni estn dirigidos por motivaciones medios-fines instrumentales y se llevan a cabo con indiferencia respecto de las consecuencias (J. Katz, 1988). Muchas descripciones de la violencia en las guerras civiles estn en apariencia desprovistas de toda importancia instrumental y casan muy bien con la plantilla expresiva. Considrense los recuerdos paralelos siguientes, sacados de las guerras civiles espaola y libanesa:Ms tarde fusilaron a Saturnino junto con otros 36, en represalia por el hijo de un guardia civil al que mataron en el frente... Cuando el padre oy las noticias de la muerte de su hijo, fue a la crcel de7 P. e., Mahmood (2000, pp. 74-81), Geyer (2000, p. 201), Crouzet (1990) y Zemon Davis (1973).

Toro y empez a decir: ste, ste, ste!, sin saber quines eran. Mataron a 36. (Sender Barayn, 1989, pp. 162-163). Vamos derechos al matadero... Est slo un par de bloques detrs de tu casa. Ya sabes el solar que hay all. All es donde Halabi, el carnicero musulmn a cuyo hijo secuestraron, est juntando a cristianos maronitas. Ese tipo quiere venganza! Mejor que nos quedemos fuera de esa rea (Tabbara, 1979, pp. 64-65).

Sin embargo, un nfasis excesivo en la motivacin expresiva da con problemas. Por lo general, es extremadamente difcil desvelar con un nivel aceptable de exactitud los motivos individuales que se encuentran por detrs de los actos violentos (Tilly, 1975, p. 512). Deducir el motivo a partir del comportamiento es una mala idea, lo mismo que reemplazar la evidencia con clasificaciones motivadas polticamente, como en el caso del crimen por odio (Rothstein, 2005, p. E3): el problema de la equivalencia en la observacin es comn desde que un acto particular puede cuadrar con diferentes motivos. Ms an, los motivos estn normalmente sujetos a reinterpretacin (estratgica o natural) y a una racionalizacin a posteriori por parte de los sujetos. Incluso cuando se revelan por completo, a menudo las intenciones se mezclan o hasta se vuelven contradictorias. Por ejemplo, las motivaciones individuales de violencia pueden mezclar odio (de muchos tipos), presin de las amistades (Browning, 1992), obediencia (Milgram, 1974), honor, rituales y colectivos imaginarios (Nahoum-Grappe, 1996; Zemon Davis, 1973), avidez (Paul y Demarest, 1988), venganza (Frijda, 1994) o impulsos sdicos; tambin pueden ser fruto del consumo de alcohol (Tishkov, 2004, p. 139; G. Jones, 1989, p. 124) o del uso de drogas (Aussaresses, 2001; Peters y Richards, 1998). Para complicar las cosas, est adems la prevalencia del sesgo de correspondencia: la tendencia de los observadores a trazar inferencias sobre las disposiciones individuales del comportamiento que pueden ser explicadas por la situacin en la que ocurren (Gilbert y Malone, 1995). Obviamente, estos problemas tienen que ver con todo tipo de motivos, tanto instrumentales como no instrumentales. No obstante, muchos observadores tienden a tener prejuicios hacia las interpretaciones que hacen hincapi en los motivos expresivos. Por ejemplo, mientras que diversos observadores estuvieron rpidos a la hora de atribuir la violencia entre los dayaks y los madureses del Kalimantan occidental en Indonesia a la reactualizacin ritual de la caza de cabezas, otros remarcaron que la violencia fue desplegada de forma estratgica en el curso del conflicto (Peluso y Harwell, 2001). Tngase en cuenta la observacin siguiente de Mario Vargas Llosa (1994, p. 428): Estaba yo garrapateando el discurso... [cuando] me llegaron las noticias del ase45

44

sinato de nuestro lder, Julin Huaman Yauli, en Ayacucho... Su asesinato era un buen ejemplo de la irracionalidad y la estpida crueldad de la estrategia terrorista, puesto que no se pretenda castigar ninguna violencia, explotacin o abuso cometido por Julin Huaman, modesto en extremo y previamente apoltico, sino simplemente aterrorizar a travs del crimen a aquellos que crean que las elecciones podran cambiar las cosas en Per. De una forma errnea, aunque extendida en extremo, Vargas Llosa pasaba por alto la naturaleza claramente instrumental de este asesinato, lo que l mismo reconoce, para describirlo como un acto irracional. Sneca observ que nadie procede a verter sangre humana porque s o, por lo menos, slo son unos pocos los que lo hacen (en Grocio II, 22:2). Lo cierto es que las motivaciones expresivas pueden estar menos extendidas de lo que suele asumirse. La gente implicada en la produccin de violencia poltica parece carecer del tipo de rasgos de personalidad extrema que tiende a guardar correlato con la violencia expresiva. Un buen nmero de estudios sobre los perpetradores de violencia ha fracasado a la hora de desvelar los rasgos patolgicos (Kakar, 1996; Della Porta, 1995), mientras que otros han apuntado que la ritualizacin de la violencia a menudo sirve a propsitos instrumentales (Richards, 1996, p. xx; Schroeder, 1996, p. 432). El nfasis en la violencia expresiva puede ser el resultado de una confusin doble: entre las motivaciones individuales y colectivas y entre los relatos descriptivos y causales. Los argumentos sobre los aspectos expresivos y simblicos de la violencia exigen dirigir las motivaciones de los actores colectivos (p. e., por qu los hutus atacaron a los tutsis), cuando, de hecho, ellos slo describen la forma en la que los individuos practicaban la violencia (p. e., cmo cierto hutu atac a cierto tutsi). Por ejemplo, a la hora de discutir los incidentes de canibalismo perpetrados en la guerra civil de Liberia, Ellis (1995, p. 193) seala que la observacin de que hay un elemento "cltico" en la violencia de este tipo no slo implica que las milicias luchen ante todo como una forma de comportamiento ritual. Inge Brinkman (2002, pp. 2 y 14) en primer lugar anota que sus informantes, refugiados angoleos en Namibia, interpretan la violencia de la guerra civil, por encima de todo, como sin sentido y absurda, ms all de toda comprensin; ms an, ella referir entonces que sus informantes eran tambin muy conscientes de que estas prcticas solan infundir un miedo paralizador: Lo hacen, le dijeron, para atemorizar a la gente. De igual modo, la violencia en Mozambique fue a menudo sdica y se vio reforzada por el uso de drogas, pero tambin hay una sustanciosa evidencia de que aqulla fue coordinada y sistemtica, ms que espontnea (Vincent, 1994, p. 87). 46

De hecho, es poco probable que las motivaciones individuales den lugar por s solas a una violencia a gran escala por un largo periodo de tiempo. La poltica nazi de represalias por toda la Europa ocupada se desarroll de forma centralizada aunque a menudo se implement mediante oficiales jvenes sin escrpulos y abiertamente sdicos (Heer, 2000; Mazower, 1993). Los cierto es que resulta posible superponer la accin instrumental a la accin expresiva imputando el comportamiento estratgico a los lderes y el comportamiento expresivo a los seguidores (May, 1991, p. 253; Coleman, 1990, p. 483). A diferencia de los disturbios, las guerras civiles son contextos que fomentan considerablemente la organizacin, de ah las interpretaciones reforzadas de la violencia como instrumental. La violencia puede ser usada para exterminar a un grupo o para controlarlo (Smelin, 2000; E. Walter, 1969, p. 14). Este libro se centra en ese ltimo tipo, tambin conocido como violencia coercitiva. Aunque los mtodos usados para conseguir la sumisin y la destruccin fsica pueden ser similares, estos objetivos difieren. Un camino para distinguir entre los dos es preguntar si al menos uno de los actores polticos trata de gobernar la poblacin que elige como blanco de su violencia; un indicador emprico de esta intencin es si los blancos de la violencia tienen la opcin de rendirse. En muchas guerras civiles, los programas de amnista animan la defeccin de los insurgentes y perdonan o incluso recompensan a los civiles que desertan y colaboran con ellos, mientras que, en los genocidios, la rendicin de las vctimas no evita su muerte sino que la facilita (Fein, 1993, p. 21). Semejante en lo analtico a la destruccin fsica es la deportacin en masa, a veces referida como limpieza tnica. Cuando la violencia se usa ante todo para controlar a una poblacin, se vuelve un recurso ms que el producto final (Gambetta, 1993, p. 2). Este tipo de violencia conlleva una distincin analtica entre las vctimas y los blancos de la violencia (E. Walther, 1969, p. 9). Si alguien tortura a una nia para hacer que revele dnde puede encontrarse a otra persona, la nia es a la vez una vctima y un blanco. Pero, si la misma nia es torturada para hacer que su padre revele el paradero de otra persona de la que la nia no sabe nada, entonces es el padre quien es el blanco aunque sea la nia la que sufra la violencia; el padre puede obedecer o rehusar a obedecer, mientras que la nia no puede hacer ni una cosa ni la otra (O. O'Neill, 1991, pp. 172-173). En pocas palabras, la violencia tiene la finalidad de conformar el comportamiento de una audiencia que est en el blanco mediante la alteracin del valor esperado de las acciones particulares. Dicho de otro modo, la violencia cumple una funcin comunicativa con una clara dimensin disuasoria, consistente en la descripcin de las guerras civiles como tiempos de miedo y eras de terror (Senaratne, 1997, p. 145). 47

Tal como dijo Trotski (1961, p. 88), la revolucin... mata a algunos individuos e intimida a miles, un pensamiento tambin expresado en el proverbio chino mata slo a uno y atemoriza a los otros 10.000. Mao Tse-tung exigi golpes a los traidores y colaboradores que socavan al ejrcito y a la gente (en Heilbrunn, 1967, p. 145) y el Che Guevara (1998, p. 91) justificaba los asaltos a personas como un medio de evitar las filtraciones de informacin. En la enftica formulacin de Grossman (1995, p. 207), uno de los beneficios ms obvios y descarnados de la atrocidad es que resulta una forma muy sencilla de aterrorizar a la gente. El horror y el salvajismo crudos de aquellos que asesinan y abusan provocan que la gente huya, se esconda o que apenas se defienda y, a menudo, sus vctimas responden con pasividad muda. Ntese, no obstante, que la violencia coercitiva no es necesariamente masiva. De hecho, el terror exitoso implica bajos niveles de violencia, puesto que la violencia est fuera del sendero del equilibrio. La coercin falla si se limita a destruir al sujeto cuya sumisin se busca. La violencia coercitiva puede ser, al mismo tiempo, estratgica y tctica. Tomar como blanco a una persona para eliminar un riesgo particular (p. e., las filtraciones de informacin) es algo tctico, pero valerse de este acto de violencia para disuadir a otros de adoptar un comportamiento semejante es estratgico. Los rebeldes contrarrevolucionarios en el oeste de Francia dirigieron su violencia contra gente acusada de informar a los soldados republicanos sobre sus movimientos; aqullos abandonaron sus cadveres mutilados cerca de ciudades tomadas por los republicanos y colgaron un cartel en tomo al cuello del informador con su nombre y con el de aquellas personas que haban sido vengadas con esta muerte; de este modo, buscaron ofrecer ejemplos para disuadir vocaciones semejantes (Dupuy, 1997, p. 161). Martyn Latsis, un lder comunista durante la guerra civil rusa, afirm que uno debe destruir no slo las fuerzas del enemigo sino tambin demostrar que cualquiera que levante la espada contra el orden de clase existente perecer con la espada (Werth, 1998, p. 85). En Colombia, la ejecucin sumaria de colaboradores sospechosos es la regla: Un asesino, enviado de da o de noche, acaba con cualquier potencial para la colaboracin y cierra el caso de forma irrevocable a la vez que enva tambin un mensaje claro como el a