los amorreos
DESCRIPTION
Los AmorreosTRANSCRIPT
LOS AMORREOS SIGUIENTE
El periodo de anarquía en que se vio envuelta
Mesopotamia al final del tercer milenio facilitó
una nueva invasión del territorio por una nueva
oleada de pueblos semitas. Éstos se llamaban a sí
mismos Amurru, pero actualmente son más
conocidos como Amorritas o Amorreos. La
invasión no fue tan traumática como las
anteriores, en parte porque esta vez el caos de la
región no lo habían ocasionado ellos, en parte
porque su lengua era muy similar al acadio, por lo
que fueron asimilados fácilmente y no se les tuvo
por odiosos extranjeros, como había sucedido con
los guti. Tal vez no sería exagerado afirmar que
los amorreos, pese a su falta de cultura,
impusieron el orden necesario para que la cultura
mesopotámica siguiera floreciendo. No obstante,
fueron necesarios unos dos siglos para que la vida
volviera a ser la de antes. Los amorreos se
asentaron en lo que había sido Acad y también en
Canaán. La ciudad más importante tras la caída
de Ur fueIsin. El reino de Elam también ejercía
su influencia sobre las ciudades mesopotámicas
más cercanas. Más al norte destacaban las viejas
ciudades de Mari y Assur, así como la ciudad
deEshnunna. No fueron ocupadas por los
amorreos, pero parece que dependieron
seriamente de ellos.
Los amorreos no introdujeron muchas novedades.
Se limitaron a asimilar la cultura preexistente. Ni
siquiera introdujeron nuevos dioses, pues la
similitud de su lengua con el acadio favoreció que
sus dioses se identificaran con algunos de los ya
existentes. Tenían un dios nacional, Amurru, que
pervivió como un dios secundario.
También hubo movimientos en el norte. Los
indoeuropeos domesticaron el caballo. Hasta
entonces los únicos animales de carga eran los
bueyes y los asnos. El caballo, aun domesticado,
no servía para estos fines, pues los arneses
primitivos les oprimían la tráquea y los
asfixiaban. Durante un par de siglos tal vez fue
usado únicamente como alimento. Ya hacía
tiempo que un pueblo indoeuropeo se había
asentado en el norte de Grecia, y ahora otro se
asentó al sureste de Anatolia. Se les conoce
como Hititas. Como es habitual, tanto los hititas
como los griegos tardaron varios siglos en
asimilar la cultura de la zona y durante este
periodo dieron poco que hablar.
Al mismo tiempo, la civilización empezaba a
cuajar en dos zonas de América: En México
aparecen los primeros núcleos urbanos con
viviendas rectangulares de techos de paja. En las
ciudades se desarrolló una economía
autosuficiente basada en la agricultura, caza,
pesca y recolección. El metal era desconocido. En
Perú los avances fueron más espectaculares, allí
las ciudades contaban con edificios públicos para
ceremonias y en Las Haldas destaca un templo
piramidal compuesto por siete terrazas
superpuestas. No conocemos muchos detalles
sobre la sociedad que llevó a cabo estas
construcciones, pero en cualquier caso podemos
deducir que había excedentes económicos y una
organización social estratificada que regulaba la
actividad comunal.
La isla de Creta se convirtió en una nueva
potencia. Ya llevaba mucho tiempo comerciando
por mar con Egipto y Canaán principalmente,
pero ahora la isla se unió bajo un gobierno
poderoso, cuya capital fue la ciudad
de Cnosos. Ahora los barcos comerciales
cretenses estaban protegidos por una flota militar.
La prosperidad y la influencia de la isla fue
aumentando gradualmente en los siglos
siguientes. La Grecia continental fue ocupada por
un pueblo indoeuropeo que implantó una cultura
homogénea en la región, típica de las primeras
fases de la Edad del Bronce. No obstante esta
cultura no llegó al Peloponeso ni a las zonas
costeras, que continuaron habitadas por una
población nativa bajo la influencia de Creta.
Egipto estaba en los mejores días del Imperio
Medio. Los reyes Mentuhotep IV y Mentuhotep
V tuvieron un capaz primer ministro
llamado Amenemhat, de origen tebano. De algún
modo se rebeló y en 1991 se convirtió en rey con
el nombre de Amenemhat I, inaugurando así
la XII dinastía. Trasladó la capital del imperio
a Lisht, cerca de Menfis, pues debió de juzgar
que Tebas estaba demasiado al sur para controlar
eficazmente el Bajo Egipto. La construcción de
pirámides continuó, si bien éstas nunca volvieron
a alcanzar las proporciones de las del Imperio
Antiguo. Amenemhat reforzó el dominio egipcio
sobre el Sinaí, restableció el comercio con el sur
y mantuvo controlada a la nobleza. Así mismo
ordeno la limpieza y restauración del canal que
unía el Nilo con el lago Moeris, lo que aumentó
considerablemente la fertilidad de la región.
La XII dinastía fue considerada en épocas
posteriores como la Edad de Oro de la literatura
egipcia. A esta época corresponden los ejemplos
más antiguos que conocemos de literatura de
ficción no relacionada con la mitología, como el
cuento del náufrago que se encuentra con una
serpiente monstruosa, o el cuento de Sinuhé, que
cuenta la vida de un exiliado egipcio entre las
tribus nómadas de Siria. También las ciencias
progresaron. Se conoce un papiro que explica
cómo operar con fracciones, así como el cálculo
de ciertas áreas y volúmenes. Hay recopilaciones
de refranes y proverbios. Se cree que uno de ellos
fue escrito por el propio Amenemhat I para su
hijo. Parece que la vida de palacio no era del todo
fácil, pues entre otros consejos leemos:
Ten cuidado con tus subordinados... ten cuidado
con tu hermano, no conozcas al amigo y no
intimes con nadie...
En 1971 Amenemhat I fue sucedido por su
hijo Sesostris I, quien conquistó la región de
Nubia, situada al sur de la primera catarata del
Nilo. Los nativos eran un pueblo primitivo que no
tenía nada que hacer frente al ejército egipcio.
Quince siglos después, cuando Egipto había
perdido su poderío, los sacerdotes contaban
historias legendarias sobre las extraordinarias
hazañas de los reyes del pasado, que habían
conquistado todo el mundo conocido, y el mayor
de todos los conquistadores era Sesostris I.
Mientras tanto, en Mesopotamia, la ciudad
de Larsa se liberó de la dominación de Elam,
en 1924 derrotó a Isin y tuvo su propio siglo de
grandeza. Podemos decir que hacia 1900 los
sumerios habían desaparecido de la historia. No
fueron exterminados ni expulsados. Simplemente
perdieron su identidad nacional. Ya nadie hablaba
sumerio, si bien la lengua se conservo como
"lengua culta" en los rituales religiosos (algo
similar a lo que le sucedería al latín mucho
después). Durante 2.000 años los sumerios habían
inventado el transporte con ruedas, la astronomía,
la matemática, la empresa comercial, la
construcción con ladrillo a gran escala y la
escritura, y a partir de este momento fueron
paulatinamente olvidados, hasta tal punto que no
se volvió a saber de su existencia hasta los
descubrimientos arqueológicos del siglo XIX d.C.
A esta época corresponden los sucesos narrados
en la parte final del libro del génesis, en la Biblia.
El génesis fue escrito por sacerdotes judíos más
de mil años después. Su primera parte es una
versión de los mitos sumerios sobre el Diluvio y
las épocas anteriores, drástica y sistemáticamente
adaptados para dejar como único protagonista al
dios judío, que en la época que tratamos ahora no
existía todavía. Por ejemplo, se conserva una
tablilla sumeria de esta época que hace referencia
a un conflicto entre un dios pastor y un dios
agricultor, en los que no es difícil reconocer a los
que la Biblia presenta como Caín y Abel. Los
diez reyes legendarios de antes del Diluvio son
sustituidos por diez patriarcas de Adán a Noé.
Luego viene la adaptación de la leyenda sobre los
hombres que querían construir una torre que
llegara al cielo. Ahora es el dios judío el que lo
impide haciendo que cada cual hablara una
lengua distinta. La Biblia sitúa la historia en la
ciudad deBabel o Babilonia. Al parecer los
judíos encontraron una falsa etimología que
relaciona el nombre con la palabra "confusión",
cuando en realidad Babel es una derivación
de Bab-Ilum (puerta de Dios), nombre de una
pequeña ciudad mesopotámica que tomaron los
amorreos y que pronto iba a destacar en la región.
Tras una larga lista de descendientes de Noé, el
génesis prosigue con la historia del
patriarca Abram. Las fuentes de esta última parte
ya no son mesopotámicas, sino cananeas. No se
conoce ninguna otra versión más que la de la
propia Biblia. En principio, toda la historia de
Abram podría ser una invención muy posterior,
pero hay indicios de que existe un sustrato que se
remonta realmente a los finales del siglo XX o
principios del XIX. Por una parte, se describe una
situación política que cuadra con la realidad
histórica:
Aconteció por aquel tiempo que Amrafel, rey de
Senaar; Arioc, rey de Elasar; Codorlahomor, rey
de Elam y Tadal, rey de Naciones, hicieron la
guerra contra Bara, rey de Sodoma, y contra
Bersa, rey de Gomorra, y contra Senaab, rey de
Adama y contra el rey de Bala, la misma que
después se llamó Segor. Todos estos vinieron a
juntarse en el valle de las Selvas, que ahora es el
mar salado. Y el motivo fue que, habiendo estado
doce años sujetos a Codorlahomor, al
decimotercero sacudieron el yugo. (Gen. XIV, 1-
4)
Senaar es el nombre que la Biblia da a
Mesopotamia, mientras que Elasar debe de ser
Larsa y, obviamente, el mar salado es el mar
Muerto. Las ciudades de Sodoma, Gomorra, etc.
eran cananeas. Debían de estar cerca del mar
Muerto, pues la Biblia sigue explicando que allí
tuvo lugar el enfrentamiento como consecuencia
del cual fueron derrotadas y saqueadas. En el
texto hay una aparente contradicción, pues parece
que Elam es la potencia más poderosa (era la que
tenía sometidas a las ciudades cananeas),
mientras que a Amrafel se le presenta como rey
de Mesopotamia. Probablemente Amrafel era rey
de Babel, y se le atribuye el gobierno de toda
Mesopotamia anacrónicamente, pues poco
después la ciudad dominaría en verdad toda la
región.
Otro indicio del valor histórico de la última parte
del Génesis es que la historia de Abram parece
haber sido modificada varias veces, en particular
para encajarla con el siguiente libro de la Biblia,
el Éxodo. Así, los protagonistas cambian de
nombre de forma repentina y a veces muy
forzada. El propio Abram (padre excelso) pasa a
llamarse Abraham (padre de una multitud
excelsa), su mujer Sarai (señora mía) pasa a
llamarse Sara (señora) y sus nietos Esaú (velloso)
y Jacob (que echa la zancadilla) pasan a llamarse
Edom e Israel. Estas modificaciones sugieren que
existía una primera versión que fue necesario
conciliar con la que más convenía a los judíos.
El núcleo de la historia de Abram es el siguiente:
Abram parte de Ur con su padre, su mujer y su
sobrino y se asienta en Canaán (donde muere el
padre). Durante un periodo de hambre viajan a
Egipto, donde son bien recibidos por el rey, pero
Abram le hace creer que Sarai es su hermana, el
rey la toma como esposa y Dios castiga a Egipto
con terribles plagas. Cuando el rey se entera de
que Sarai es la mujer de Abram, le invita a
marcharse de sus tierras con ella y toda su
familia. Vuelven a Canaán. Abram se asienta en
la ciudad de Hebrón, a mitad de camino entre la
costa y el mar Muerto, mientras que su sobrino
Lot se asienta en Sodoma, que debía de estar
junto al Jordán, al norte del mar Muerto.
Entonces tuvo lugar el enfrentamiento descrito
más arriba, en el cual Lot fue hecho prisionero
por Codorlahomor. Abram se entera, recluta un
ejército, persigue y derrota a Codorlahomor,
librando así a Lot y restituyendo a Sodoma sus
prisioneros y riquezas incautadas. Luego Abram
pasa a la ciudad de Gerara, donde nuevamente
hace creer a su rey que Sarai es su hermana y se
repite el mismo incidente que en Egipto, pero esta
vez se aclaran las cosas y el rey de Gerara
permite a Abram que ocupe la parte de su
territorio que más le plazca. Pero la parte más
importante de la leyenda es que, en varios
momentos, Dios promete a Abram que entregará
a sus descendientes toda la tierra de Canaán. A
partir de aquí, los distintos apaños posteriores de
la leyenda parecen intentos de unos y otros por
considerarse descendientes directos de Abram y,
por consiguiente, legítimos propietarios por
voluntad divina de la tierra de Canaán.
El primogénito de Abram es Ismael y la Biblia
afirma que sus descendientes poblaron la costa
arábiga del mar Rojo. (Más de dos mil años
después, Mahoma se consideraría descendiente de
Ismael.) Pero resultó que no era hijo de Sarai, la
mujer legítima, sino de una esclava, luego el
verdadero primogénito era Isaac. A su vez, éste
tuvo dos hijos gemelos, Esaú nació primero y
Jacob nació después cogiéndolo por el tobillo
(como intentando nacer antes, de ahí su nombre).
Teóricamente, la posesión de Canaán
correspondía a Esaú, pero éste la vendió a su
hermano por un plato de lentejas y, mediante un
engaño, Jacob logró que Isaac ratificara el trato
en su lecho de muerte.
Un posible análisis de esta fábula sería el
siguiente: El hecho de que Abram pudiera
reclutar un ejército indica que en realidad debía
de ser un rey de alguna ciudad o bien un caudillo
de una de las tribus amorreas que llegaron de
Arabia. La procedencia de Ur no es verosímil.
Tras todo el folletín de la descendencia de
Abram, los judíos terminaban siendo
(obviamente) sus legítimos herederos. Son
muchos los pueblos que remontan su origen a un
personaje concreto, y siempre tratan de atribuirle
un origen ilustre. Cuando se escribió el Génesis,
la ciudad de Ur conservaba la leyenda de su
antigua fama, y es natural que los judíos la
eligieran como patria de su antepasado. Lo más
razonable es que Abram fuera un caudillo
amorreo que no consiguió un buen territorio en la
invasión, por lo que llevó a sus hombres hacia
Egipto con la esperanza de encontrar mejores
oportunidades. Allí se encontró con un poderoso
Imperio Medio que debió de rechazarlo sin
apenas esfuerzo. Naturalmente los hombres de
Abram debieron de silenciar rápidamente esta
parte de la historia, por lo que se convirtió en un
punto oscuro que los judíos rellenaron con
fragmentos posteriores: por una parte, las plagas
de Egipto están tomadas del siguiente libro
bíblico, el Éxodo, y el incidente entre Sarai y el
rey tiene toda la traza de ser una duplicación del
incidente análogo con el rey de Gerara. Es
probable que los hombres de Abram se sintieran
descontentos con un caudillo que los llevaba de
un sitio a otro infructuosamente. Tal vez Abram
los aplacó con alguna historia sobre un dios
portentoso enfadado con los cananeos y los
(restantes) amorreos y que estaba dispuesto a
usarlos a ellos como brazo de su venganza, de
modo que con su ayuda conquistarían todo
Canaán. No podemos saber nada sobre el dios de
Abram, pues la Biblia atribuyó toda intervención
divina al dios de los judíos, eliminando cualquier
resto de otra religión. En cualquier caso, parece
que los hombres de Abram cobraron ánimo y, de
vuelta en Canaán, tuvieron alguna victoria
destacada (probablemente no tan importante
como derrotar al rey de Elam). Finalmente
pudieron asentarse en Gerara (la historia de que el
rey les ofreciera voluntariamente su territorio es
increíble). Fuera así o de otro modo, es plausible
que los amorreos de alguna ciudad de Canaán se
formaron la leyenda de que un dios les había
otorgado el territorio que ocupaban a través de un
pacto con su primer caudillo, Abram. Tal vez
fueron muchos los toscos invasores amorreos que
se sentían acomplejados frente a la cultura de los
pueblos conquistados, por lo que acogieron
gratamente la historia y se apresuraron a
encontrar líneas genealógicas que los remontaran
al patriarca y legitimaran así (con la voluntad
divina) su posición dominante. La genealogía de
Abram que recoge la Biblia es posterior, pues
termina con pueblos que todavía no habían
entrado en escena.
Otro hecho notable que narra el Génesis es la
destrucción de Sodoma y Gomorra. Es posible
que la caída de un meteorito o, más
probablemente, un terremoto acabara con estas
ciudades. Naturalmente una catástrofe de esta
envergadura debió de suscitar muchas historias
cuya conclusión natural era el castigo divino. De
todos modos no debía de haber muchos detalles
(o los que había debían de discordar mucho de la
religión judía) porque para describir la vida
pecaminosa de Sodoma y Gomorra los autores
bíblicos tuvieron que adaptar una historia
posterior contenida en el libro de los Jueces sobre
unos hombres que trataron de sodomizar a un
levita (capítulo XIX) y en su lugar éste les ofreció
a su mujer para que la violaran. (Irónicamente,
los pecados que los judíos atribuían a los
sodomitas están basados en historias sobre los
propios israelitas.)
Por esta época, las ciudades más importantes del
sur de Canaán eran Siquem, Betel, Salem,
Hebrón y Beersheba. Salem no debía ser la más
destacada por estas fechas, pero tal vez era la
mejor emplazada, sobre una colina con fuentes de
agua, lo que la hacía fácil de defender y la
capacitaba para resistir asedios. Más adelante
cobraría importancia bajo el nombre modificado
deJerusalén. En general, lo amorreos pasaron los
siglos XX y XIX entre tensiones y disputas.
Durante el siglo XIX la ciudad de Kish tuvo una
época de predominio, pero no tardó en cedérselo
a Babel. En 1850 los amorreos tomaron la ciudad
de Assur, que por aquel entonces era una próspera
ciudad comercial.
En 1842 murió el rey de Egipto Sesostris
III, poco después de haber sometido a su dominio
a todo Canaán. Le sucedió su hijo Amenemhat
III, que extendió la hegemonía egipcia a algunas
ciudades interiores de Siria. La ciudad de Biblos
se benefició de su larga tradición de buenas
relaciones con Egipto, y gozó de una especial
protección. Hacia el sur, Egipto dominó el curso
del Nilo hasta la tercera catarata. Por esta época
debió de implantarse en Canaán la circuncisión,
un rito egipcio tal vez relacionado con la
fecundidad que los cananeos terminarían
interpretando como símbolo del pacto entre
Abram y su dios. Aunque no sabemos nada a
ciencia cierta sobre este dios, el hecho de que los
cananeos se circuncidaran en su nombre es
indicio de que ser identificados como
descendientes de Abram era de suma importancia
para ellos.
Amenenmhat III construyó dos pirámides junto al
lago Moeris, además de numerosas estatuas
colosales con su imagen y un complejo grupo de
palacios, todo ello rodeado de un mismo muro. Al
parecer la construcción contaba con tres mil
quinientas habitaciones, la mitad de las cuales
eran subterráneas y se usaban como cámaras
funerarias. Al parecer el rey trató de burlar a los
ladrones de tumbas escondiendo las momias y los
tesoros en un complicado sistema de pasadizos en
lugar de bajo una mole de piedra. Los egipcios
denominaron a esta construcción con una palabra
que significa "el templo a la entrada del lago",
pero los griegos de tiempos posteriores la
deformaron a Labyrinthos, esto es, Laberinto. El
Laberinto egipcio debió de ser una obra
imponente, hecha de mármol blanco, con una
cuidada ornamentación, si bien no cumplió su
cometido, pues todas las tumbas que contuvo
fueron saqueadas con el tiempo. También la
ciudad de Tebas fue embellecida con nuevos
templos, estatuas y otros edificios notables.
En 1822 ocupó el trono de Larsa el rey Rim-
Sin, que tuvo que luchar frecuentemente con Isin
para mantener la supremacía de su ciudad sobre
la región. En 1814 un amorreo consiguió hacerse
con el poder de Assur, fundando una dinastía que
iba a gobernar durante mil años. Se
llamaba Shamshi-Adad I. Sometió a Mari, que
por entonces era la otra gran potencia comercial
del entorno, y dominó así el norte de
Mesopotamia, formando un pequeño imperio que
más adelante crecería y sería conocido como
el Imperio Asirio.
ANTERIOR BABILONIA SIGUIENTE
A principios del siglo XVIII el norte de
Mesopotamia empezó a sufrir los ataques de
los hurritas, un pueblo que contaba con una
nueva arma de guerra: el caballo. Este animal era
completamente desconocido en el mundo
civilizado, pero hacía ya tiempo que los
indoeuropeos lo usaban como alimento. Ahora los
hurritas (aunque no eran indoeuropeos) habían
resuelto los problemas técnicos que impedían
usarlo como animal de tiro. Diseñaron nuevos
arneses, así como nuevos carros de dos ruedas,
más ligeros y maniobrables, consistentes en
apenas una plataforma para el auriga. Incluso las
ruedas fueron perfeccionadas, pues las nuevas
eran anulares con radios en lugar de macizas. Con
los carros, las incursiones nómadas multiplicaron
su eficiencia. Podían desplazarse mucho más
rápidamente que un ejército de infantería, que a lo
sumo contaba con pesados carros tirados por
asnos para transportar la carga pesada. Podían
elegir los lugares más desprotegidos, atacar y huir
con el botín antes de que llegaran las defensas.
No obstante, en un primer momento estos pueblos
carecían de la organización y la amplitud de
miras necesarias para ser algo más que una lacra
dolorosa. Por el momento, el rey asirio Shamshi-
Adad I seguía fortaleciendo su imperio y sirvió de
pantalla contra los ataques hurritas, pero la
llegada de una invasión seria era sólo cuestión de
tiempo.
En 1794 Rim-Sin, el rey de Larsa, venció
definitivamente a Isin y unió bajo su dominio el
sur de Mesopotamia. Dos años después,
en 1792 subía al trono de Babilonia el sexto rey
de su I dinastía (instaurada con la invasión
amorrea). Se llamaba Hammurabi. Su situación
era delicada, pues su pequeña ciudad estaba entre
dos grandes potencias: Asiria al norte y Larsa al
sur. Sin embargo, Hammurabi era joven y los
reyes Shamshi-Adad I y Rim-Sin eran ya
mayores. Hammurabi se sometió a Shamshi-Adad
I y, bajo su protección, arrebató a Larsa las
ciudades de Ur e Isin.
En 1790 murió el rey de Egipto Amenemhat III.
No se conocen bien las causas, pero el Imperio
Medio se desmoronó y el país se sumió en la
confusión. Los egipcios registran dos dinastías
que debieron de reinar simultáneamente: la XIII
dinastía gobernó el Alto Egipto desde Tebas y
la XIV dinastía gobernó el Bajo Egipto
desde Xois, en el centro del delta del Nilo.
En 1782 murió Shamshi-Adad I, y bajo su
sucesor el poder asirio declinó. Hammurabi
aprovechó para concentrar sus fuerzas contra
Larsa. En 1762, tras un año de guerra, aplastó a
Rim-Sin y se hizo con el control de lo que había
sido Sumer. Después se dirigió hacia el norte.
En 1758 saqueó Mari, en 1755 se apoderó de
Eshnunna y, tras unos años de resistencia,
hacia 1754 Assur se hizo tributaria de Babilonia.
Su rey conservó el trono, con lo que la dinastía
fundada por Shamshi-Adad I no se vio
interrumpida.
En 1750 la cultura cretense inició un periodo de
apogeo. Se construyeron grandes palacios,
construcciones complejas con salas de uso
religioso, de ceremonias y de banquetes. Había
almacenes con reservas de vino, aceite, grano,
lana, metales, etc. Alrededor de los palacios
estaban los talleres de los artesanos metalúrgicos,
de los grabadores y los alfareros. Se conservan
magníficas piezas de cerámica y orfebrería. La
influencia de Creta sobre las islas del Egeo y el
sur de Grecia debió de reforzarse en esta época.
Probablemente, fue este periodo el que dio origen
a la leyenda griega sobre un poderoso rey
cretense llamado Minos, al cual los atenienses
debían pagar anualmente un tributo humano para
alimentar al Minotauro, un monstruo, hijo de
Minos, con cabeza de toro. Ciertamente en Creta
se celebraban rituales con toros.
Mientras tanto un grupo de pueblos indoeuropeos
que se llamaban a sí mismos Arios (nobles)
comenzó a descender sobre la India. Parece ser
que la invasión se produjo lentamente a lo largo
de varios siglos, pero es posible que hubiera una
primera oleada especialmente violenta, ya que la
civilización del Indo, que ya contaba con más de
medio milenio de historia, se extinguió
repentinamente. Se ha constatado que uno de sus
centros principales, la ciudad de Mohenjo-Daro,
fue víctima de una cruenta matanza. La lengua de
los arios era el sánscrito. Eran pastores de
rebaños bovinos. Habían domesticado el caballo y
conocían el uso del arado. Tenían muchos dioses,
pero el principal era Idra, que les ordenaba la
guerra santa para dar muerte a los dasa (los
aborígenes de la India), que tuvieron que
desplazarse hacia el sur. Las ciudades fueron
destruidas y sustituidas por pequeños poblados de
pastores.
Aún más al este, en
China, tras el largo
periodo de la
dinastía Xia, se
instauró la primera
dinastía de la que se
tiene un auténtico
conocimiento
histórico: la dinastía
de los Chang. Su capital estaba en la ciudad
de Erlitou y dominaba una buena parte del valle
del río Amarillo. La organización política era
rudimentaria y no estuvo exenta de tensiones y
luchas con los vecinos. Durante el reinado de los
Chang se fijaron los rasgos específicos de la
antigua China: la escritura, el transporte mediante
carros, la fundición del bronce, y una
organización política estructurada en torno al rey
y la capital.
Volviendo a Babilonia, Hammurabi murió
en 1750, siendo rey de un territorio tan extenso
como el que había gobernado el acadio Naram-
Sin seis siglos atrás. El ascenso de Babilonia tuvo
muchas consecuencias en todos los ámbitos.
Desde su fundación, el dios principal de
Babilonia había sido Marduk, totalmente
desconocido fuera de su entorno inmediato.
Cuando los amorreos tomaron la ciudad,
adoptaron también a su dios y lo pusieron a la
cabeza de su panteón. El segundo dios en
importancia fue Nabu, que era el dios principal
de una ciudad situada un poco más al sur,
llamada Borsippa. Las victorias de Hammurabi
se reflejaron en un ascenso análogo de Marduk en
el cielo mesopotámico. Al final de su reinado la
epopeya de la creación ya no era la misma que
habían imaginado los sumerios. Ahora el dios
Anu ya no lograba vencer a la oscura Tiamat,
sino que retrocedía mientras Marduk (que, por
cierto, resultó ser hijo de Ea) se enfrentaba sin
temor a la diosa del caos y la mataba. Así,
Mesopotamia se enteró de que en realidad fue
Marduk el heroico dios que creó el Universo y,
por consiguiente, su legítimo gobernante. Nabu
acabó siendo hijo de Marduk, con la notoriedad
que ello conllevaba. No obstante, esto no era así
en Assur, cuyos habitantes se aferraron al culto
del dios Assur, que daba nombre a la ciudad.
Al igual que ya habían hecho muchos reyes
anteriores, Hammurabi puso por escrito las leyes
de su reino. El llamado código de
Hammurabi es el sistema de leyes más antiguo
que conocemos en su integridad. Fue inscrito en
una estela de diorita de casi tres metros de altura.
En lo alto hay una imagen de Hammurabi
arrodillado ante Shamash, el dios del Sol, que al
parecer fue quien le dictó el código. En una fina
escritura cuneiforme, la estela contiene las casi
trescientas leyes de que constaba el código,
indudablemente basadas en las legislaciones
precedentes. La estela estaba situada en el templo
de Shamash de la ciudad de Sippar, al norte de
Babilonia. Podía ser consultada por cualquiera
(que supiera leer), lo que garantizaba en cierto
modo la objetividad de la justicia.
La ley dividía a los hombres en tres categorías:
nobles, campesinos y esclavos. Las diferencias de
clase están cuidadosamente estipuladas: era
mayor la pena por dañar a un noble que a un
campesino, y ésta era a su vez mayor que la pena
por dañar a un esclavo. Por otra parte, un noble
debía sufrir un castigo mayor que un campesino
por el mismo delito. Los esclavos eran marcados
en la frente, y estaba prohibido ocultar la marca.
Había métodos por los que los esclavos podían
comprar su libertad, así como leyes que los
protegían de un trato abusivo. El código de
Hammurabi tiene un pronunciado carácter
comercial: considera los contratos como
compromisos sagrados, da leyes sobre la
posesión, venta y transferencia de bienes, regula
el comercio, los beneficios y los alquileres,
prohíbe el engaño en el peso, los artículos de
mala calidad y los fraudes en general. También
regula el matrimonio, el divorcio y la adopción.
El marido podía divorciarse a voluntad, pero
debía restituir la dote a la esposa. Las mujeres y
los niños gozaban de protección legal. Se
legislaba incluso sobre los delitos pasionales. Los
hombres eran responsables de los diques y
canales. Si por negligencia se producía una
inundación, el culpable debía pagar fuertes
multas. En cuanto a las penas, la más frecuente
era la mutilación: Si un hombre golpeaba a su
padre, se le cortaba la mano, si un carpintero
construía una casa, ésta se derrumbaba y moría el
inquilino, el carpintero debía morir, pero había
atenuantes por accidente. Se regulaba la profesión
médica, su ética y sus honorarios. Un cirujano
inexperto podía perder la mano.
A la vista de este código, podemos afirmar que la
moral de los babilonios (y, probablemente la de
los mesopotámicos en general) era muy similar a
la moral moderna, con las diferencias obvias
(esclavitud, rigor en las penas, etc.) Durante
mucho tiempo ha existido una falsa imagen de
perversión en las culturas paganas motivadas por
las difamaciones de la Biblia. En realidad, la
única diferencia notoria entre la moral babilónica
y la judía parece ser el exacerbado puritanismo de
ésta en materia sexual.
Hammurabi estableció una compleja y eficiente
red administrativa que él mismo supervisaba.
Bajo su reinado el acadio se convirtió en una
lengua literaria, si bien el sumerio continuó
siendo una lengua culta. En 1749, tras la muerte
de Hammurabi, ocupó el trono su
hijo Samsuiluna, que conservó bastante bien su
herencia. El acoso de los hurritas era por entonces
mucho más intenso. En1720 Samsuiluna
consiguió rechazar una oleada hurrita que arrasó
Canaán, bien provista de carros, arcos y flechas.
La horda no se detuvo, sino que siguió hacia el
sur, engrosada con cananeos, y llegó hasta
Egipto. Por aquel entonces, Egipto estaba
desmembrado y débil, por lo que no pudo oponer
ninguna resistencia. Los egipcios
llamaron hicsos a los invasores (que, al parecer,
significa "extranjeros") y contaron a sus reyes en
las dinastías XV y XVI. No sabemos gran cosa de
los hicsos, pues los egipcios los odiaron
profundamente y no escribieron nada sobre ellos,
salvo algunos pasajes difamatorios. Los hicsos
formaron un imperio que comprendía el Bajo
Egipto y Canaán. Su capital estuvo
en Tanis, sobre la rama más oriental del Nilo en
el delta. Al parecer, el delito de los hicsos a ojos
de los egipcios (aparte del hecho de que eran
extranjeros y su invasión había herido el orgullo
nacional) fue que no adoptaron los dioses y el
culto nativo. Egipto era un pueblo firmemente
arraigado a su tradición y no podía concebir otra
forma de vida decente que no fuera la suya.
Acusaron a sus conquistadores de ateos y crueles
y nunca dejaron de mostrarse hostiles con ellos.
El imperio hicso tenía su capital en Egipto, pero
su fuerza estaba en Canaán, donde fueron bien
aceptados. Los hicsos no extendieron su dominio
sobre el Alto Egipto, pero lo dejaron sumido en
un estado de caos del que tardaría en recuperarse.
Mientras tanto, los hititas, que tiempo atrás
habían ocupado Anatolia, empezaban a dar
muestras de organización. El primer rey del que
tenemos noticia se llama Anitta, rey
de Kussara, que emprendió un proceso de
conquista y unificación del territorio.
Hacia 1700 dominaba la mitad de la península.
Los hititas adoptaron la escritura cuneiforme y la
adaptaron a su lengua indoeuropea. Mientras
tanto, los nómadas de los montes Zagros,
llamados ahora casitas, aprendieron la técnica del
carro y el caballo e iniciaron un proceso de
incursiones sobre el Imperio Babilónico.
Por estas fechas un terremoto sembró la
destrucción en la isla de Creta, que perdió
temporalmente su hegemonía en el Mediterráneo.
Es posible que los griegos aprovecharan la
situación para infligir una derrota a los cretenses.
Tal vez esto diera pie a la leyenda sobre Teseo, el
príncipe ateniense que mató al Minotauro y liberó
a su ciudad del tributo que debía pagar al rey
Minos de Creta.
Hacia 1645 la ciudad de Tebas estaba recuperada
de los estragos de los hicsos. El dios principal de
la ciudad era Amón, y sus sacerdotes lograron
restablecer el orden y eligieron entre ellos un rey,
el primero de la XVII dinastía, que coexistió con
la XVI dinastía hicsa. Los reyes tebanos se
consideraban los reyes legítimos de todo Egipto,
si bien en la práctica sólo dominaban la ciudad y
sus alrededores.
Hacia 1640 el rey Hattusil I de Kussara logró
dominar a los hititas del oeste de Anatolia y a los
hurritas del norte de Siria, formando así un reino
poderoso con capital en Hattusa. Con el tiempo,
la capital se convertiría en un importante centro
cultural. En 1610 Hattusil I fue sucedido por su
nieto Mursil I, que reafirmó su poder en la región
y puso su mirada en Babilonia. De este modo,
Babilonia se vio enfrentada simultáneamente a
los hititas al noroeste, a los
ANTERIOR EL NUEVO IMPERIO EGIPCIO SIGUIENTE
Durante el siglo XVI, la isla de Creta se recuperó
de su declive. Se volvieron a construir palacios
más grandiosos que los de los tiempos anteriores.
Los nuevos palacios tenían un gran patio central
con gradas monumentales para espectadores,
donde se celebraban competiciones de lucha (algo
similar al boxeo, aunque también se golpeaba con
los pies) y juegos rituales con toros: unos atletas
saltaban sobre los animales y, tras una voltereta,
caían de pie. El toro tenía una gran importancia
religiosa en esta cultura. La parte de la leyenda
griega sobre el Laberinto, que el rey Minos había
hecho construir para encerrar al Minotauro,
parece remontarse a esta época. Las casas
particulares tenían hasta cinco plantas con
escaleras interiores. Se conservan pinturas de
escenas cotidianas, en las que los hombres juegan
a un cierto juego de tablero mientras el ama de
casa teje lana, hay escenas de caza, otras de
hombres acompañados de perros y gatos, etc. Los
cretenses tenían un dios principal poderoso e
iracundo, pero también había una diosa Madre a
la que se podía rogar que aplacara a su hijo. El
rey era descendiente de este dios y, de hecho, era
éste quien le decía en cada momento lo que
convenía hacer, de modo que oponerse a una
orden real era oponerse a la voluntad divina.
Todo esto es lo que se desprende de las
numerosas pinturas de la época. De los
testimonios escritos no se puede concluir nada,
pues no se conoce la lengua cretense. La escritura
del periodo anterior (la que terminó en 1700) era
pictográfica, pero ahora se usaba una nueva en
forma de líneas onduladas irregulares
(escritura Lineal A).
La cultura cretense se extendió por las
islas Cícladas y por el Peloponeso, cuyas
ciudades principales a la sazón eran Micenas,
Tirinto y Argos. Otras ciudades que más
adelante adquirirían importancia
eran Esparta y Corinto y, ya fuera del
Peloponeso, Atenas y Tebas.
En 1595 el rey hitita Mursil I tomó Babilonia. No
obstante, no pudo controlar la ciudad, pues los
casitas aprovecharon la ocasión, descendieron
definitivamente de los montes Zagros e
impusieron su dominio sobre lo que había sido el
Imperio Babilónico. Una vez más, la región pasó
por un largo periodo de decadencia mientras los
bárbaros invasores fueron asimilando lentamente
la cultura mesopotámica y la versión babilónica
de la religión sumeria. En 1590 Mursil I fue
asesinado por su cuñado y sucesor, Hantil I.
Por otra parte, las ciudades civilizadas habían
aprendido de los hicsos el uso bélico del caballo,
con lo que éste dejó de ser una ventaja para los
pueblos nómadas. Los reyes tebanos del Alto
Egipto tenían caballos y los usaron para combatir
a los invasores. El último rey de la XVII dinastía
fue Kamosis, que redujo el dominio hicso a las
vecindades de su capital. En 1570 fue sucedido
por su hermano Ahmés (que, por algún extraño
motivo, los egipcios catalogaron como primer rey
de una XVIII dinastía). Ahmés libró una batalla
decisiva en el Delta, en la que derrotó a Apofis
III, el último rey hicso. El ejército hicso huyó a
Palestina, pero Ahmés lo siguió y lo volvió a
derrotar. Indudablemente, los hicsos ya no eran
entonces los toscos guerreros de antaño, sino que
habían asimilado los lujos egipcios y se habían
debilitado. A partir de aquí desaparecen de la
historia: la mayoría de ellos permanecieron en el
territorio entre los fenicios, cananeos, amorreos,
etc., pero ya sin ninguna identidad que los uniera.
Con sus victorias, Ahmés logró imponer su
autoridad sobre un Nuevo Imperio
Egipcio. Parece que las tensiones entre el rey y la
nobleza quedaron atrás. Ahora Egipto tenía carros
y caballos, así como un nuevo orgullo nacional.
El rey ya no sólo era sacerdote y dios, sino
también un gran general. Su autoridad era
indiscutible. Una muestra de la nueva reverencia
que se le reservaba es que los egipcios ya no se
referían a él como "el rey", sino con el
circunloquio más pomposo de "la gran casa" o "el
palacio", voz que ha derivado en la
expresión Faraón. Aunque anacrónicamente se
llama faraones a todos los reyes egipcios, lo
cierto es que este título surgió con el Imperio
Nuevo.
En 1560, el rey hitita Hantil I fue asesinado junto
a su hijo y sus nietos por su yerno y
sucesor Zidanta I, que años atrás había sido su
cómplice en la conjura contra Mursil I. Las leyes
hititas no establecían claramente la fórmula de
sucesión del rey, por lo que las conjuraciones
eran cada vez más frecuentes. A los pocos años
de subir al trono, Zidanta I fue asesinado por su
hijo Ammuna.Los desórdenes dinásticos, unidos
a una grave sequía sumieron al reino en una
profunda crisis.
En 1545 el faraón Ahmés
fue sucedido por su
hijo Amenofis I, quien
retomó Nubia, el Sinaí y
todo Canaán hasta Fenicia,
como en los tiempos del
Imperio Medio. Al oeste, los
pastores libios
protagonizaban frecuentes
incursiones en territorio
egipcio desde tiempos de los
hicsos. El nuevo faraón puso
fin a esta situación ocupando una buena franja del
desierto libio.
En 1525, tras la muerte de Amenofis I ocupó el
trono Tutmosis I, quien extendió el control
egipcio sobre el Nilo hasta la cuarta catarata,
mucho más allá que en cualquier época anterior.
En Canaán llegó hasta la ciudad de Karkemish, en
plena siria, a orillas del Éufrates. Los soldados
egipcios quedaron fascinados por la abundante
lluvia: "un Nilo que cae del cielo". El propio
Éufrates fue también causa de sorpresa, pues los
Egipcios usaban la misma expresión para
referirse al Norte que para decir "río arriba". Así,
el Éufrates era un río que, "fluyendo hacia el
norte, fluye hacia el sur".
La ciudad de Tebas gozaba ahora de más
prestigio que nunca. Tutmosis I construyó
grandes templos, y cada uno de los reyes
posteriores trató de superar a los precedentes. La
construcción de pirámides se abandonó
definitivamente (todas habían sido saqueadas por
los ladrones de tumbas). En su lugar, Tutmosis I
optó por ocultar su mausoleo tras una compleja
red de túneles excavados en la roca de una colina
cercana a Tebas. Durante los últimos años de su
reinado gobernó junto a su hijo y
sucesor, Tutmosis II.
Mientras tanto, hacia 1500, los hurritas, que
llevaban hostigando a Mesopotamia desde hacía
tres siglos, finalmente se organizaron en un
estado conocido como Mitanni, que ocupó una
buena parte de lo que había sido el ahora
decadente Imperio Asirio. Asur conservó su
independencia, pero fue tributaria del nuevo
reino. Mitanni arrebató también a los hititas gran
parte de sus dominios, mientras éstos seguían
bajo monarquías débiles que se disputaban el
poder. El rey Telibinu trató de establecer una ley
de sucesión clara, pero no pudo evitar que el
reino hitita sucumbiera ante los hurritas de
Mitanni.
En la actual Guatemala se estaban formando las
primeras comunidades agrícolas.
En 1490 murió el faraón Tutmosis II. Siguiendo
una costumbre egipcia, éste se había casado con
su hermana Hatshepsut (probablemente, los
orgullosos reyes egipcios consideraban que
ninguna mujer era digna de ellos salvo que fuera
de su propia familia). Fue ella quien realmente
gobernó el Imperio desde la muerte de Tutmosis
I. Por su parte, Tutmosis II había tenido un hijo
con una concubina, Tutmosis III, a quien
teóricamente le correspondía el trono, pero era
menor de edad y su tía y madrastra quedó como
regente. Hatshepsut es la primera mujer
gobernante conocida en la historia. En los
monumentos que construyó se representa a sí
misma con vestimentas masculinas, sin pechos y
con una barba postiza. Bajo su mandato dejó de
lado la expansión militar y, en su lugar, fomentó
el comercio, las minas y la industria. En aquella
época estaba de moda la construcción
de obeliscos gigantes: finas columnas de piedra
de tal altura que todavía no está claro cómo
conseguían erigirlas sin que se rompieran.
Originalmente fueron erigidos en honor al dios
Ra, en tiempos del Imperio Antiguo, pero
entonces no eran especialmente altos: unos tres
metros y medio. En el Imperio Medio se
construyeron obeliscos de más de 20 metros de
altura, Tutmosis I construyó uno de 24 metros y
Hatshepsut llegó a los 30 metros.
Hatshepsut murió en 1469, cuando Tutmosis III
tenía unos veinticinco años. Indudablemente,
debió de vivir oprimido por su madrastra, pues
tras su muerte ordenó eliminar su nombre de
todos los monumentos en los que aparecía,
sustituyéndolo por el suyo o por el de su padre o
su abuelo. Incluso dejó su tumba incompleta, que
es la mayor venganza que podía tomarse, de
acuerdo con la mentalidad egipcia.
El periodo pacifista de Hatshepsut había
acrecentado a las ciudades cananeas. El nuevo
faraón había sido un títere de su madrastra, así
que los cananeos debieron de pensar que sería un
monarca débil y que era el momento idóneo para
librarse del yugo egipcio. El reino de Mitanni
fomentó la rebelión, que fue encabezada por la
ciudad de Cadesh, tal vez el último resto del
Imperio Hicso.
Sin embargo, el nuevo monarca resultó ser un
buen general. En 1468 se enfrentó con un ejército
cananeo en Megiddo, un enclave estratégico para
la defensa de Cadesh. Tutmosis III aprovechó que
el grueso del ejército se encontraba en otra parte
(pues tomó una ruta diferente a la que sus
enemigos habían conjeturado) y consiguió así una
primera victoria. Dejó parte de su ejército
sitiando la ciudad y siguió avanzando. A los siete
meses Megiddo cayó en poder egipcio. Año tras
año, Tutmosis III reanudaba sus campañas en
Canaán, hasta que en 1462 llegó a la misma
Cadesh y la destruyó. Luego cruzó el Éufrates y
se internó en Mitanni, pues Cadesh no habría
resistido tanto tiempo sin su ayuda. No obstante
no se atrevió a ocupar permanentemente una
región tan alejada. Durante un siglo, el dominio
de Egipto sobre Canaán no tuvo discusión.
Mientras tanto, el dominio de Creta sobre el
Mediterráneo fue decayendo en favor de la
civilización micénica. Hacia 1450 se aprecian
signos de destrucción en muchas ciudades
cretenses, e incluso periodos de ocupación
griega.
En 1438 murió Tutmosis III y fue sucedido por su
hijo Amenofis II, que continuó la política de
expansión de su padre y reprimió dos
levantamientos en Asia.
Hacia 1430 el reino hitita encontró finalmente un
gobierno estable bajo el rey Tudhaliyas I, que
logró algunas victorias sobre Mitanni.
Amenofis II reinó hasta 1412, cuando fue
sucedido por su hijo Tutmosis IV. Éste promovió
una política de paz con Mitanni, y llegó incluso a
tomar por esposa a una de sus princesas (algo
completamente inusitado hasta entonces). Con
Tutmosis IV empezó a cobrar importancia un dios
que hasta entonces sólo había desempeñado un
papel secundario en el panteón egipcio, el
diosAtón. Es probable que en ello influyera la
reina. La religión hitita era mucho más simple
que la egipcia, por lo que tal vez a la reina le
resultó más fácil identificar sus creencias con el
culto a un dios modesto como Atón frente al
sofisticado culto a Amón-Ra. En cualquier caso,
lo cierto es que Tutmosis IV le rindió un
ostensible homenaje.
Hacia 1400 murió el rey hitita Tudhaliyas I, que
fue sucedido por su yerno Arnuanda I.
hurritas al norte y a los casitas al este. El fin
estaba cerca.