los antiguos carros de mulas

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L A. imagen tiene todo el sa- bor del recuerdo de un recuerdo. La Plaza de Weyler era el punto de concen- tración de todo el transporte que, desde Santa Cruz, iba ha- cia el interior de la isla. Por el puerto —por aquel entonces pe- queño Muelle Sur— en los frute- ros del cabotaje iba hacia el Norte y hacia el Sur la humilde carga en las hondas y oscuras calas que, luego, en los recios botes caleteros que ya no son en la mar tinerfeña, seguía has- En la Plaza de Weyler, inicio de la vieja «carretera», los carros que eran base del transporte isleño Santa Cruz de ayer y de hoy Los antiguos carros de muías ta las playas y los «muellitos» que entonces jalonaban la cos- ta. La imagen, repito, tiene todo d sabor del recuerdo de un re- cuerdo. Con los callaos de la entonces «carretera» —la vía que unía a Santa Cruz con La informática Estudia una profesión lucrativa y de prestigio con el curso más moderno y económico que se imparte. INFÓRMATE San Francisco,38-1 Tlf 277661 (¡unto muebles S. Feo) San Agustín,92-1 (Frente Juzgado ICOD) TALLER DE JOYERÍA Y GRABADOS Isla de la Madera, 13 Tel. 24 29 03 SANTA CRUZ DE TENERIFE AGRUPACIÓN LÍRICO-MUSICAL «LOS FREGOUNOS» AVISO Por la presente, se comunica a los componentes de esta agrupación, que el próximo día 10 de enero, a las 20 horas, darán comienzo los ensayos con motivo de las fiestas de Carnaval, rogándose puntual asistencia. La Directiva. Laguna— los carros del buen comercio isleño y, sobre ellos, el tendido del tranvía eléctrico que tanto significó para las co- municaciones entre la capital, la Ciudad de los Adelantados y el siempre verde Tacoronte. Así era, por la Plaza de Wey- ler, la ciudad sin corriente au- tomovilística, la ciudad donde hoy el tráfico y tráfago ince- sante bulle y bulle. Con los ca- rros de muías que bien refleja la imagen —aquellos bien pre- parados para los toldos que de- fendían las mercancías de los rigores del sol o de la lluvia— aquellos lentos tranvías que, rápidos para un tiempo medido entonces, ponían sus estampas blanquiazules en la «carretera» —luego Rambla de Pulido— y, por Imeldo Serís, o Barranqui- llo si se prefiere, llegaban hasta donde hoy se alza la Plaza de España, si bien los de carga se- guían Muelle Sur abajo para cargar las mercancías destina- das al interior. Luego, calle del Castillo arriba, los tranvías vol- vían hasta La Laguna y, previo trasbordo, en otro se podía con- tinuar hasta el verde y fresco Tacoronte, que ponía —pone y pondrá— sus lienzos de campo y jardín a la vista del visitante. En la imagen, carros de mu- ías. Airadas voces de los carre- ros y la tralla que, silbante y cortando el aire, estimulaba a los sufridos animales en aque- lla tarea del basto bregar y el basto ganar. Así era Santa Cruz de Tene- rife, la ciudad —nuestra buena ciudad— donde todo era claro y callado en una casi soledad; donde era tan humana su cal- ma que las calles, todas sus ca- lles, tenían un ensueño y un co- razón. Así era la ciudad de la paz tranquila, de la paz casera y dormida. Jardines sencillos en la no menos sencilla Plaza y, al fondo, bien se adivina la fuente de mármol de finales del pasado siglo —entre 1897 y 1899- llevó a cabo Achule Ca- nessa. En la imagen bien imagina- mos a la ciudad de la tranquili- dad dormida. Así era Santa Cruz —nuestro viejo y nuestro querido Santa Cruz— que, por suerte, aún guarda retazos de aquel su pasado en el que, para muchos, hay claros atarde- ceres de infancia lejana. En la Plaza de Weyler, la co- fradía verde y perenne de los laureles de Indias pone su es- tampa característica —buena estampa de siempre— en el mis- mo comienzo de la antigua «ca- rretera» que, en los primeros años del siglo actual, bien seña- el auge de la ciudad. Ahí, hermanados los viejos carros de muías con el tendido eléctri- co del tranvía en la antigua «carretera». De esta antigua vía de Santa Cruz, don Francisco Martínez Viera —alcalde que fue de esta capital desde el 15 de julio de 1934 al 18 de marzo de 1936- escribió que una antigua calle que cambió rápidamente de nombre sin que nadie volviera a llamarla por el antiguo, fue la de La Laguna. El 25 de julio de 1903, el alcalde accidental, don Manuel de Cámara y Cruz, al frente de la corporación mu- nicipal, que concurrió al acto bajo mazas —presencié la cere- monia— descubrió la lápida que le daba, el nuevo nombre: Ram- bla de Pulido. Desde ese momento, a pleni- tud, y con la fervorosa adhe- sión de todos los tinerfeños, así se denomina la que fue, prime- ro carretera y luego calle de La Laguna, y es arteria principal de la ciudad». En la ciudad que en sus afueran aún tenía surcos de tie- rra luciente, la actividad febril que nunca trabajó en el vacío. En el amanecer y en la agonía de la tarde —con el cielo em- banderado de colores— los ca- rros de muías ponían su trabajo constante, el mismo que a mu- chos llega en el fondo transpa- rente del lago de los recuerdos, el mismo que bien se refleja en la imagen que nos llega de ma- nos de Domingo Sierra que, con su buen y bien hacer, la ha re- dactado para la posteridad. Los viejos carros iban hacia arriba, hacia el interior de la is- la donde se oía un silencio de altura, caso de cumbres solita- rias. Iban hacia las tierras so- noras, envueltas en sombra y aroma. Iban —muchos bien lo recuerdan— con el estrépito de las ruedas de llantas de acero y de los cascos herrados. En los viejos carros que ya no son en las carreteras de la isla, los carreros de corazón abierto e inquieto, hombres to- dos de cálida y sobria elocuen- cia en las vías que, de tierra, eran un verdadero sol de oro. Los carros iban al entonces solitario Muelle Sur donde, desde los vapores con buena siembra de puntales, cargaban las mercancías destinadas al comercio de toda la isla. Estos carros —sencillos y humildes— fueron durante años y décadas la sal íntima de la vida comer- cial y frutera de Tenerife y, ahora, nos preguntamos qué se hizo de su sencillez, de aquella su gracia cuando, con monóto- na constancia, trillaron las lí- neas de las pocas carreteras isleñas. Entonces, Santa Cruz era un pueblo grande, o, mejor, como bien dijo en cierta ocasión don Antonio Marti, una gran fami- lia en lugar de una ciudad. Y tal es la que añoramos, la que revive en estos sencillos carros y en las evocaciones de niñez y juventud que a muchos traen a flor de alma. Aquí, en la antigua imagen, la ciudad del sosegado vivir y el sosegado sentir. Aquella sin prisas ni agobios que hizo que Eduardo Zamacois —el eterno andariego— sintiese por un mo- mento el deseo profundo de en ella terminar sus días. Y, hasta poco antes de fallecer, desde el lejano Buenos Aires por Santa Cruz suspiraba y a Santa Cruz recordaba —«ciudad blanca y callada, repleta de sol y luz»— en el libro que era toda una despedida de la vida amplia y plena que siempre llevó. Hoy, el estrépito del tráfico ha veni- do a sustituir para siempre el férreo repicar de las herradu- ras, el campanilleo alegre de los tranvías. Juan A. Padrón Albornoz CENTRO DE CHEQUEOS EDICOS SERVICIOS PROPIOS: * ELECTROCARDIOGRAFÍA. * ELECTROENCEFALOGRAFIA. * LABORATORIO. * ECOGRAFIA. COMUNICA SU APERTURA AL PUBLICO EN GENERAL C/. Castro, 5-4° Drcha. Tfno.: 280203 SANTA CRUZ DE TENERIFE

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Artículo de Juan Antonio Padrón Albornoz, periódico El Día, sección "Santa Cruz de ayer y hoy", 1984/01/08

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Page 1: LOS ANTIGUOS CARROS DE MULAS

LA. imagen tiene todo el sa-bor del recuerdo de unrecuerdo. La Plaza de

Weyler era el punto de concen-tración de todo el transporteque, desde Santa Cruz, iba ha-cia el interior de la isla. Por elpuerto —por aquel entonces pe-queño Muelle Sur— en los frute-ros del cabotaje iba hacia elNorte y hacia el Sur la humildecarga en las hondas y oscurascalas que, luego, en los reciosbotes caleteros que ya no sonen la mar tinerfeña, seguía has-

En la Plaza de Weyler, inicio de la vieja «carretera», los carros que eran base del transporte isleño

Santa Cruz de ayer y de hoy

Los antiguos carros de muíasta las playas y los «muellitos»que entonces jalonaban la cos-ta.

La imagen, repito, tiene todod sabor del recuerdo de un re-cuerdo. Con los callaos de laentonces «carretera» —la víaque unía a Santa Cruz con La

informáticaEstudia una profesión lucrativa y de prestigiocon el curso más moderno y económico

que se imparte.

INFÓRMATESan Francisco,38-1 Tlf 277661 (¡unto muebles S. Feo)

San Agustín,92-1 (Frente Juzgado ICOD)

TALLER DE JOYERÍA Y GRABADOS

Isla de la Madera, 13 Tel. 24 29 03SANTA CRUZ DE TENERIFE

AGRUPACIÓN LÍRICO-MUSICAL«LOS FREGOUNOS»

AVISOPor la presente, se comunica a los componentes de

esta agrupación, que el próximo día 10 de enero, a las20 horas, darán comienzo los ensayos con motivo delas fiestas de Carnaval, rogándose puntual asistencia.

La Directiva.

Laguna— los carros del buencomercio isleño y, sobre ellos,el tendido del tranvía eléctricoque tanto significó para las co-municaciones entre la capital,la Ciudad de los Adelantados yel siempre verde Tacoronte.

Así era, por la Plaza de Wey-ler, la ciudad sin corriente au-tomovilística, la ciudad dondehoy el tráfico y tráfago ince-sante bulle y bulle. Con los ca-rros de muías que bien reflejala imagen —aquellos bien pre-parados para los toldos que de-fendían las mercancías de losrigores del sol o de la lluvia—aquellos lentos tranvías que,rápidos para un tiempo medidoentonces, ponían sus estampasblanquiazules en la «carretera»—luego Rambla de Pulido— y,por Imeldo Serís, o Barranqui-llo si se prefiere, llegaban hastadonde hoy se alza la Plaza deEspaña, si bien los de carga se-guían Muelle Sur abajo paracargar las mercancías destina-das al interior. Luego, calle delCastillo arriba, los tranvías vol-vían hasta La Laguna y, previotrasbordo, en otro se podía con-tinuar hasta el verde y frescoTacoronte, que ponía —pone ypondrá— sus lienzos de campoy jardín a la vista del visitante.

En la imagen, carros de mu-ías. Airadas voces de los carre-ros y la tralla que, silbante ycortando el aire, estimulaba alos sufridos animales en aque-lla tarea del basto bregar y elbasto ganar.

Así era Santa Cruz de Tene-rife, la ciudad —nuestra buenaciudad— donde todo era claro ycallado en una casi soledad;donde era tan humana su cal-ma que las calles, todas sus ca-lles, tenían un ensueño y un co-razón. Así era la ciudad de lapaz tranquila, de la paz caseray dormida. Jardines sencillosen la no menos sencilla Plaza y,al fondo, bien se adivina lafuente de mármol de finales delpasado siglo —entre 1897 y1899- llevó a cabo Achule Ca-nessa.

En la imagen bien imagina-mos a la ciudad de la tranquili-dad dormida. Así era SantaCruz —nuestro viejo y nuestroquerido Santa Cruz— que, porsuerte, aún guarda retazos deaquel su pasado en el que, paramuchos, hay claros atarde-ceres de infancia lejana.

En la Plaza de Weyler, la co-fradía verde y perenne de loslaureles de Indias pone su es-tampa característica —buenaestampa de siempre— en el mis-mo comienzo de la antigua «ca-rretera» que, en los primerosaños del siglo actual, bien seña-ló el auge de la ciudad. Ahí,hermanados los viejos carrosde muías con el tendido eléctri-co del tranvía en la antigua«carretera».

De esta antigua vía de SantaCruz, don Francisco MartínezViera —alcalde que fue de estacapital desde el 15 de julio de1934 al 18 de marzo de 1936-escribió que una antigua calleque cambió rápidamente denombre sin que nadie volvieraa llamarla por el antiguo, fue lade La Laguna. El 25 de julio de1903, el alcalde accidental,don Manuel de Cámara y Cruz,al frente de la corporación mu-nicipal, que concurrió al actobajo mazas —presencié la cere-monia— descubrió la lápida quele daba, el nuevo nombre: Ram-bla de Pulido.

Desde ese momento, a pleni-tud, y con la fervorosa adhe-sión de todos los tinerfeños, asíse denomina la que fue, prime-ro carretera y luego calle de LaLaguna, y es arteria principalde la ciudad».

En la ciudad que en susafueran aún tenía surcos de tie-rra luciente, la actividad febrilque nunca trabajó en el vacío.En el amanecer y en la agoníade la tarde —con el cielo em-banderado de colores— los ca-rros de muías ponían su trabajoconstante, el mismo que a mu-chos llega en el fondo transpa-rente del lago de los recuerdos,el mismo que bien se refleja en

la imagen que nos llega de ma-nos de Domingo Sierra que, consu buen y bien hacer, la ha re-dactado para la posteridad.

Los viejos carros iban haciaarriba, hacia el interior de la is-la donde se oía un silencio dealtura, caso de cumbres solita-rias. Iban hacia las tierras so-noras, envueltas en sombra yaroma. Iban —muchos bien lorecuerdan— con el estrépito delas ruedas de llantas de acero yde los cascos herrados.

En los viejos carros que yano son en las carreteras de laisla, los carreros de corazónabierto e inquieto, hombres to-dos de cálida y sobria elocuen-cia en las vías que, de tierra,eran un verdadero sol de oro.

Los carros iban al entoncessolitario Muelle Sur donde,desde los vapores con buenasiembra de puntales, cargabanlas mercancías destinadas alcomercio de toda la isla. Estoscarros —sencillos y humildes—fueron durante años y décadasla sal íntima de la vida comer-cial y frutera de Tenerife y,ahora, nos preguntamos qué se

hizo de su sencillez, de aquellasu gracia cuando, con monóto-na constancia, trillaron las lí-neas de las pocas carreterasisleñas.

Entonces, Santa Cruz era unpueblo grande, o, mejor, comobien dijo en cierta ocasión donAntonio Marti, una gran fami-lia en lugar de una ciudad. Ytal es la que añoramos, la querevive en estos sencillos carrosy en las evocaciones de niñez yjuventud que a muchos traen aflor de alma.

Aquí, en la antigua imagen,la ciudad del sosegado vivir yel sosegado sentir. Aquella sinprisas ni agobios que hizo queEduardo Zamacois —el eternoandariego— sintiese por un mo-mento el deseo profundo de enella terminar sus días. Y, hastapoco antes de fallecer, desde ellejano Buenos Aires por SantaCruz suspiraba y a Santa Cruzrecordaba —«ciudad blanca ycallada, repleta de sol y luz»—en el libro que era toda unadespedida de la vida amplia yplena que siempre llevó. Hoy,el estrépito del tráfico ha veni-do a sustituir para siempre elférreo repicar de las herradu-ras, el campanilleo alegre delos tranvías.

Juan A. PadrónAlbornoz

CENTRO DE CHEQUEOSEDICOS

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* ELECTROCARDIOGRAFÍA.

* ELECTROENCEFALOGRAFIA.

* LABORATORIO.

* ECOGRAFIA.

COMUNICA SU APERTURAAL PUBLICO EN GENERAL

C/. Castro, 5-4° Drcha. Tfno.: 280203SANTA CRUZ DE TENERIFE