los economistas y la igualdad - george joseph stigler

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ENSAYO Los Economistas y la Igualdad* George J. Stigler Los economistas como clase se han opuesto siempre tanto a la desigualdad como a la igualdad de ingresos. Sin embargo, una síntesis asi no revela el principal cambio de actitud ocurrido durante la última generación. De Smith a Marshall, uno de los objetivos de una buena politica social, aunque de los menos im- portantes, fue una mayor igualdad de ingresos. Inclusive John Stuart Mill, un evangelista a quien el bondadoso destino con- cedió un padre lógico, prefería el capitalismo al comunismo, a pesar de estar de acuerdo con todas las exigencias de los co- munistas y atribuir grotescas deficiencias al capitalismo. La relativa poca importancia que tenía la distribución de los ingre- sos para los economistas clásicos la demuestra simplemente, quizás, en forma mas elocuente y sin duda eficaz, el hecho de que no consideraban el tema. Ultimamente se ha fortalecido el deseo de una mayor igual- dad. Cada política es examinada en cuanto a sus efectos en la distribución del ingreso, y los resultados de este examen son de gran importancia en la decisión final sobre la conveniencia de dicha política. En efecto, una cantidad cada vez mayor de economistas sostiene implícitamente que no existe ninguna otra injusticia tan grande como la de las grandes diferencias de in- gresos. * Conferencia pronunciada en el London School of Economics and Poli- tical Science. Publicada en George J. Stigler, Five Lectures on Economic Problems, The Macmillan Company, New York, 1950. Traducida y pu- blicada con la debida autorización. ** George J. Stigler ha sido profesor de Economía en Columbia y Chicago, donde enseña actualmente. Entre sus libros cabe mencionar The Theory of Price, Essays in the History of Economics, the Citizen and the State. Obtuvo el Premio Nobel de Economía de 1982.

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Los economistas y la igualdad - George Joseph Stigler

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  • ENSAYO

    Los Economistas y la Igualdad*

    George J. Stigler

    Los economistas como clase se han opuesto siempre tantoa la desigualdad como a la igualdad de ingresos. Sin embargo,una sntesis asi no revela el principal cambio de actitud ocurridodurante la ltima generacin. De Smith a Marshall, uno de losobjetivos de una buena politica social, aunque de los menos im-portantes, fue una mayor igualdad de ingresos. Inclusive JohnStuart Mill, un evangelista a quien el bondadoso destino con-cedi un padre lgico, prefera el capitalismo al comunismo, apesar de estar de acuerdo con todas las exigencias de los co-munistas y atribuir grotescas deficiencias al capitalismo. Larelativa poca importancia que tena la distribucin de los ingre-sos para los economistas clsicos la demuestra simplemente,quizs, en forma mas elocuente y sin duda eficaz, el hecho deque no consideraban el tema.

    Ultimamente se ha fortalecido el deseo de una mayor igual-dad. Cada poltica es examinada en cuanto a sus efectos en ladistribucin del ingreso, y los resultados de este examen sonde gran importancia en la decisin final sobre la convenienciade dicha poltica. En efecto, una cantidad cada vez mayor deeconomistas sostiene implcitamente que no existe ninguna otrainjusticia tan grande como la de las grandes diferencias de in-gresos.

    * Conferencia pronunciada en el London School of Economics and Poli-tical Science. Publicada en George J. Stigler, Five Lectures on EconomicProblems, The Macmillan Company, New York, 1950. Traducida y pu-blicada con la debida autorizacin.

    ** George J. Stigler ha sido profesor de Economa en Columbia y Chicago,donde ensea actualmente. Entre sus libros cabe mencionar The Theoryof Price, Essays in the History of Economics, the Citizen and the State.Obtuvo el Premio Nobel de Economa de 1982.

  • 50 ESTUDIOS PBLICOS

    No propongo investigar los orgenes de este cambio de acti-tud, que se encuentran casi por entero fuera de la economa.En primer lugar, me gustara ms bien analizar las razonespor las cuales los economistas clsicos no consideraban la igual-dad. Ms adelante analizar brevemente la actitud contempor-nea y, por ltimo, discutir las implicancias modernas de laposicin clsica.

    I La Economa Clsica

    En la economa clsica hay un poderoso argumento que seopone a que se asigne a la mayor igualdad de ingresos un rolfundamental en la tica social. Este consiste esencialmente enque es necesario el respeto a la propiedad privada para hacerque los hombres trabajen y ahorren. Dicho argumento no erauna defensa dogmtica de la institucin existente de la propie-dad privada. Adam Smith estableci que "la propiedad que todohombre posee con respecto a su propio trabajo... es la mssagrada e inviolable", de manera que los reglamentos que exi-gan un largo aprendizaje constituan una violacin al derechode propiedad1. Mili estuvo de acuerdo con esta posicin, comoes de esperarse 2; es ms interesante observar que un conserva-dor tan slido como McCulloch tambin hara lo mismo.

    Pero no debe creerse que la seguridad de la propiedad esviolada slo cuando se priva al hombre del poder de gozar tran-quilamente de los frutos de su industria; tambin es violada, yquizs en una forma an ms injustificada, cuando se le im-pide usar los poderes inherentes a l por naturaleza, en cual-quier forma, no perjudiciales para los dems, y que consideramuy beneficiosos para s mismo3.

    McCulloch, en consecuencia, catalog los monopolios comouna violacin a la propiedad privada.

    Pero, por qu alentar a los hombres a trabajar y ahorrar?La respuesta usual es: para maximizar la produccin. Sin embar-go, la mxima produccin es una aproximacin al objetivo, perono el objetivo final, y no tiene prioridad lgica sobre la mayorigualdad del ingreso. Podramos defender el objetivo de mximaproduciendo argumentando que el objetivo utilitarista final esla mxima satisfaccin, y que una mayor produccin llevar amayores incrementos de satisfaccin que una mayor igualdad.

    1 Wealth of Nations ("Riqueza de las Naciones"), Modern Library, pp.

    121-2.2 Principies of Political Economy ("Principios de la Economa Poltica"),

    edicin Ashley, p. 115.3 Principies of Political Economy ("Principios de la Economa Poltica"),

    4a edicin, 1849, p. 83.

  • LOS ECONOMISTAS Y LA IGUALDAD 51

    Esta interpretacin es verosmil, pero creo que est errada. Lamayora de los economistas clsicos importantes explcitamentedescartaron la mxima satisfaccin como un objetivo, y ninguno,salvo Bentham, la adopt de manera explcita4: simplemente noatribuyeron mucha importancia a la mxima produccin. Estoparece hertico, pero pienso que puede ser documentado.

    Adam Smitn estaba convencido de que la utilidad de lacual disfrutaba un hombre era independiente de la renta queposea. Habla largamente de la "absoluta certeza con que todoslos hombres, tarde o temprano, se acomodan a cualquiera seasu situacin permanente... ; que, entre una situacin perma-nente y otra no hay, con respecto a la verdadera felicidad, nin-guna diferencia fundamental..."5. Este punto de vista estexplicado en detalle a travs de su parbola "del hijo del hombrepobre, a quien el cielo en su ira haba visitado con la ambicin":

    "Encuentra que la cabaa de su padre es demasiado pe-quea para hospedarse, e imagina que un palacio sera ms aptopara alojarsse con toda comodidad. Est molesto por tener quecaminar... Opina que un numeroso squito de criados le evi-tar muchas dificultades... se dedica para siempre a buscarriqueza y grandeza... Durante el primer ao se somete, a par-tir del primer mes, a mayor fatiga corporal y mayor preocupa-cin mental que las que podra haber padecido durante todala vida por la privacin de ellas... Durante toda su vida persi-gue la idea de un cierto reposo artificial y elegante que jamsalcanzar, para la cual sacrifica la verdadera tranquilidad queest siempre a su alcance, y que, si al trmino de la vejez porfin consiguiera, encontrara que en ningn aspecto es preferi-ble a aquella humilde seguridad y felicidad que abandon porella. Es entonces, en las ltimas escorias de la vida, con sucuerpo desgastado por el trabajo pesado y las enfermedades, sumente hostigada e irritada por el trabajo pesado y las enfer-medades, por el recuerdo de miles de heridas y desilusiones quel cree haber encontrado por la injusticia de sus enemigos, opor la perfidia e ingratitud de sus amigos, cuando finalmentecomienza a descubrir que la riqueza y la grandeza son merasbaratijas de frivola utilidad..." 6 .4 E incluso el utilitarismo formalista de Bentham a veces cedi: calific su

    doctrina drsticamente al decir que "El placer de adquirir, no la satis-faccin de poseer, es lo que produce un mayor deleite", The Theory ofLegislation ("Teora de la legislacin"), edicin Ogden, p. 105. Tambincrea que la propiedad privada no se extenda al monopolio (ibd., pp.123, 140).

    5 The Theory of Moral Sentiments ("Teora de los sentimientos morales"),

    Boston: Wells & Lilly, 1817, parte III, cap. III, p. 195.6 Ibd., parte IV, cap. I, pp. 244-5.

  • 52 ESTUDIOS PBLICOS

    El Adam Smith de la Riqueza de las Naciones no abandoneste punto de vista, aunque lo expres con menos melodrama.Su proposicin de la desutilidad del trabajo como una verdaderamedida de valor en el tiempo es un corolario de esta posicin.La utilidad es independiente del ingreso, por lo que Smith nopoda emplear el concepto de conjuntos de bienes que producenigual satisfaccin el instrumento del terico moderno delndice numrico para medir los cambios en el ingreso real.La desutilidad del trabajo pareca tener un significado msduradero y estable: la hora de trabajo pesado era tan fasti-diosa en 1400 como en 1776.

    Esta opinin de la utilidad del ingreso como un factordependiente solamente de los ingresos de otras pocas y deotras personas explica gran parte de la falta de atencin pres-tada a la utilidad en la economa clsica. Snior alcanz y es-tableci la ley de la utilidad marginal decreciente, slo paradescartarla:

    "... el deseo de distincin... si consideramos su univer-salidad y su constancia, que afecta a todos los hombres y entodas las pocas, que nos acompaa desde la cuna, que jamsnos abandona hasta la muerte, puede considerarse como la pa-sin humana ms fuerte.

    La fuente ms obvia de distincin es la posesin de riquezasuperior. Es la nica que los hombres se sienten capaces dealcanzar. Parecer ms rico o, dicho con una expresin mscorriente, dar una mejor imagen es, para todos los hombresajenos al temor de la verdadera privacin, el principio de con-ducta imperante. Para lograr este objetivo se someten a un tra-bajo que ningn padecimiento o placer dirigido de los sentidoslos hara aceptar; al que ningn esclavo hara azotado o sobor-nado" 7.

    Mili sigui la tradicin:

    No s por qu debera ser un motivo de felicitacin quelas personas que ya son ms ricas de lo que cualquiera ne-cesita ser hayan tenido que duplicar sus medios para con-sumir cosas que dan poco o ningn placer, salvo como re-presentativos de riqueza; o que cantidades de individuospasen, cada ao, de la clase media a una clase ms rica,o de la clase de los ricos ocupados a la de los ricos ociosos.Slo en los pases subdesarrollados del mundo el aumentode la produccin sigue siendo un objetivo importante.. APor qu, entonces, los economistas clsicos mostraron un

    inters tan grande y constante por las polticas que maximizan

    7 Political Economy ("Economa Poltica"), p. 12.

    8 Principies ("Principios"), p. 749.

  • LOS ECONOMISTAS Y LA IGUALDAD 53

    la produccin? Lo que les interesaba era la maximizacin y nola produccin. La lucha del hombre por mayores ingresos erabuena, ya que, en el proceso, aprenda a ser independiente, atener confianza en s mismo y autodisciplina, porque, en defi-nitiva, se converta en un mejor hombre. Es sabido que Smithno era un admirador incondicional de la divisin del trabajo,ese mvil fundamental del proceso econmico:

    "En el desarrollo de la divisin del trabajo, la ocupacinde gran parte de aquellos que viven del trabajo, es decir,de la gran masa de la gente, viene a limitarse a pocas ope-raciones muy simples, frecuentemente una o dos. Pero losconocimientos de la mayora de los hombres necesariamenteestn formados por su trabajo habitual. El hombre cuyavida transcurre realizando pocas operaciones sencillas, cu-yos efectos son tambin, quizs, siempre los mismos, o casilos mismos, no tiene oportunidad para hacer uso de surazn, o para emplear su ingenio descubriendo los recursospara eliminar dificultades que nunca se presentan. Por lotanto, pierde naturalmente el hbito de dicho ejercicio, y,por lo general, se torna tan estpido e ignorante como unacriatura humana puede volverse. El adormecimiento de sumente lo hace no slo incapaz de disfrutar o de participaren cualquier conversacin racional, sino tambin de con-cebir cualquier sentimiento generoso, noble o tierno, y, porende, de formarse cualquier opinin justa referente a mu-chas de las obligaciones, incluso, ms comunes de la vidaprivada"9.

    Y as, para evitar una sociedad poblada de individuos conespritu "mutilado y deforme", propuso la educacin obligatoria.

    El deseo de hombres mejores, ms que de rentas nacionalessuperiores, fue un tema importante de la economa clsica.Lo encontramos en Snior y Mili, y, en efecto, ste es el motivopor el cual Mili rechaz el comunismo10. Explica conceptos ta-les como el consumo productivo, que es contradictorio en smismo en la lgica utilitarista, y explica el amor del economista(urbano) por la vida rural y un campesinado independiente.

    El asunto se hizo ms explcito en la obra de Alfred Mar-shall. Sobresale en su exposicin de la utilidad, la distribucin,los mritos comparativos de las formas de organizacin, y assucesivamente. Con respecto a la educacin, seal que no slo

    9 Wealth of Nations ("Riqueza de las Naciones"), p. 749.

    10 Senior, Political Economy ("Economa Poltica"), p.. 55; Mill, Principles

    ("Principios"), pp. 210-11, captulo relacionado con los propietarios cam-pesinos (parte II, cap. VI), pp. 149-50, captulo en torno al futuro pro-bable de las clases trabajadoras (parte IV, cap. VII).

  • 54 ESTUDIOS PUBLICOS

    mejorara el rendimiento del trabajador comn, sino que tam-bin, "considerada como un fin en s misma, no es inferior anada de aquello que puede ayudar a alcanzar la produccin deriqueza material" 11.

    Y recordemos el comentario sobre la igualdad: "Cualquierdisminucin de [las desigualdades de riqueza], que puede lo-grarse mediante recursos que no debilitarn las fuentes de lalibre iniciativa y la fortaleza de carcter, y que, por lo tanto,no detuvieran materialmente el crecimiento del producto nacio-nal, parecera ser un claro logro social" 12.

    Para no atribuir esta filosofa slo a los economistas, quie-nes tal vez se preocuparon excesivamente de las virtudes delempresario independiente, sera conveniente reproducir la lcidadefensa de De Tocqueville:

    "El principio del inters propio debidamente entendido noes descollante, pero es claro y seguro. No pretende objetivospoderosos, pero alcanza sin excesivo esfuerzo todos aquellosque se propone lograr. En vista de que est al alcance detodas las capacidades, todos pueden aprenderlo y retenerlosin dificultad. Por su admirable conformidad con las debi-lidades humanas obtiene fcilmente un gran dominio; yese dominio tampoco es precario, ya que el principio con-trarresta un inters personal con otro, y emplea, para di-rigir las pasiones, el mismsimo instrumento que las provoca.El principio de inters propio debidamente entendido noproduce grandes actos de renunciamiento, pero sugiere pe-queos actos cotidianos de abnegacin. No basta por smismo para convertir a un hombre en virtuoso; pero dis-ciplina a una cantidad de personas en hbitos de regulari-dad, temperancia, moderacin, prudencia y orden; y si noconduce a los hombres directamente hacia la virtud me-diante la voluntad, los lleva gradualmente en esa direccina travs de sus hbitos. Si el principio de inters propiohiciera vacilar a todo el mundo moral, las virtudes extra-ordinarias ciertamente seran ms escasas, pero pienso quela corrupcin total tambin sera menos comn. El principiodel inters debidamente entendido quizs previene a loshombres elevarse muy por encima del nivel de la humani-dad, pero un gran nmero de otros hombres, que caa muypor debajo de l, es atrapado y limitado por l. Observemos

    11 Principles (Principios"), p. 211; vase tambin Memorials ("Memorias"),

    p. 288.12

    Ibid., p. 714. Con respecto a todo el tema de la posicin tica de Marshall,vase The Structure of Social Action ("Estructura de la accin social"),cap. IV, de Talcott Parsons.

  • LOS ECONOMISTAS Y LA IGUALDAD 55

    a unos pocos individuos: son disminuidos por l; observe-mos a la humanidad: l la eleva.No temo decir que el principio del inters propio debida-mente entendido me parece el ms adecuado de todas lasteoras filosficas para las necesidades de los hombres denuestra poca, y que lo considero como la principal de-fensa an existente contra ellos mismos. Por lo tanto, lasmentes de los moralistas de nuestra poca deberan apuntarhacia l; aun cuando lo consideraran incompleto, debe, sinembargo, adoptarse como necesario" 13.

    II La Economa Moderna

    El economista moderno justifica la mayor urgencia de suafn por una mayor igualdad de ingresos con un argumentode una o ms de tres lneas. El ms antiguo es el utilitarista:como consecuencia de la utilidad marginal decreciente de losingresos, un ingreso agregado dado produce ms satisfaccincuando se lo distribuye equitativamente. El ms reciente es elkeynesiano: mientras ms pareja sea la distribucin de los in-gresos, mayor ser el nivel de produccin y empleo. Lo impor-tante es que todos desean una mayor igualdad.

    El argumento de la utilidad me parece errado precisamen-te por la razn que Adam Smith dio: la utilidad de los ingresosdepende enteramente de nuestros ingresos en el pasado, y delos ingresos de nuestros vecinos. Debera agregar que esta posi-cin no nos permite hacer comentarios cnicos sobre automviles,sommieres o servicios mdicos. Despus de todo, la memoria esuna parte de extravagante importancia en el ser humano.

    Aunque se rechace esta psicologa de aficionado, es obvioque el argumento de la utilidad para una mayor igualdad notiene ninguna importancia. El hecho de que la corriente domi-nante del anlisis econmico moderno niegue la mensurabilidadde la utilidad o la significacin de las comparaciones de la uti-lidad entre personas slo es una objecin secundaria. La obje-cin decisiva consiste en que el argumento de la utilidad re-quiere la suposicin enteramente cuestionable de que losmayores valores de las curvas de utilidad marginal estn negati-vamente relacionados con el ingreso. En resumen, el argumentode la utilidad es una versin sofisticada de la exigencia directade igualdad. Pero si la exigencia directa es humanitaria, el argu-mento pseudocientfico es ofuscador.

    Segn el argumento keynesiano, con una distribucin mspareja de los ingresos, se consume una mayor proporcin deun ingreso determinado y, por consiguiente, debido a la exis-

    13 Democracy in America ("La democracia en Amrica"), Knopf, 1945, II,

    122-3.

  • 56 ESTUDIOS PBLICOS

    tencia de oportunidades limitadas de inversin, mayor ser elingreso de la sociedad. Personalmente encuentro difcil creer queesta teora haya llevado a alguien a adoptar la igualdad comoun objetivo. El argumento tambin se aplica a los "booms": porlgica paralela se transforma en un argumento en pro de unamayor desigualdad de ingresos cuando se prevn inmensos pro-gramas de inversin de capital y dficit gubernamentales. Sinembargo, an no he encontrado a un keynesiano que alegue poruna mayor desigualdad en estas condiciones. La teora de Key-nes tampoco prueba, ni siquiera en apariencia, de que una ma-yor igualdad llevar a una mayor produccin; esto resulta slosi la produccin por trabajador no disminuye materialmente conuna mayor igualdad. Parece que el argumento keynesiano parala igualdad congracia a sus seguidores con su sistema ms quecon la igualdad.

    Sin embargo, incluso, si esto fuera cierto no afecta a lavalidez del mecanismo keynesiano o a sus estimaciones de lasformas empricas de las funciones econmicas fundamentales.Es muy difcil extenderse aqu en una investigacin completade estos grandes temas, y me limitar a una opinin adversa.La baja estimacin de Keynes con respecto a las posibilidadesde inversin es ya evidentemente irreal para el mundo no ame-ricano, y no creo que lo sea menos en la situacin americana.De todos los economistas, Lord Keynes fue el ms sensible a lascondiciones del futuro prximo: fue un contador Geiger de losfuturos titulares. Esta fue una facultad sumamente extraor-dinaria, y puede tener extraordinarias consecuencias para susteoras.

    El tercer argumento de peso para una mayor igualdad esque simplemente sta es buena, con el que concuerdo por lasrazones de los economistas clsicos.

    III Implicaciones de la Posicin Clsica

    Si slo fuera cuestin de escoger entre el objetivo clsicodel mejoramiento del individuo y los objetivos modernos de ma-yor igualdad, produccin mxima, pleno empleo, etc., la expo-sicin debera detenerse en este punto. Cada persona elegirapor s misma, y el asunto terminara ah. Pero este no es el caso.

    Los objetivos modernos estn ms en la naturaleza de losmedios que de los fines. Su gran multiplicidad indica lo siguien-te: si la igualdad y la produccin mxima fueran objetivos fi-nales e independientes, por ejemplo, sera casi imposible en-frascarse en discusiones razonables en poltica. El amante de laigualdad desechara cualquier poltica adversa a su meta; lamante de la produccin mxima actuara en forma similar;y no existira ninguna base para un acuerdo entre ellos. Nin-gn individuo que pretenda alcanzar ambos objetivos sabra

  • LOS ECONOMISTAS Y LA IGUALDAD 57

    cmo compatibilizarlos si, como casi siempre sucede, una polticadeterminada no fuera igualmente apta para alcanzar ambosobjetivos. De una manera implcita, este individuo debe ser ca-paz de estimar la importancia relativa de diversos objetivosdeterminar si un gran paso hacia la igualdad compensa unagran o pequea disminucin de la produccin. En otras pala-bras, debe tener algn objetivo ms fundamental.

    El objetivo clsico es ambiguo, en efecto, deliberadamenteambiguo. Hace hincapi en la absoluta primaca de la integri-dad del individuo, pero sus seguidores reconocen la gran influen-cia que la forma de la organizacin social ejerce sobre susmiembros. No hay y no puede haber un acuerdo con respectoal carcter preciso del hombre que buscamos (aunque existeamplio consenso en relacin a las caractersticas que deseamosevitar), y no estamos seguros sobre los efectos precisos de untipo determinado de sociedad en sus miembros. Pero estamosconvencidos de que un sistema econmico no nos ayudar amovernos en la direccin correcta a menos que garantice tantaoportunidad como responsabilidad al individuo: la misma in-certidumbre de nuestros objetivos ticos finales impone un grancampo de autodeterminacin individual. No somos capaces deproporcionar un esquema de la vida ideal, pero estamos conven-cidos de que aun cuando se le conociera, slo sera ideal parala persona que lo aceptara individual, intencional y voluntaria-mente. Sin embargo, no es necesario saber qu es lo ptimo;basta con saber qu es mejor.

    Podemos preferir otro objetivo, quizs el desarrollo de lasociedad separadamente de sus miembros. Pero ya sea que bus-quemos fortalecer al individuo, la sociedad, o algo ms, cierta-mente se requiere un objetivo final. Aproximaciones tales comouna mayor igualdad y la mxima produccin no bastan paradistinguir polticas que conducen a tipos muy diferentes desociedad, y, por ende, son insuficientes para distinguir las pol-ticas buenas de las malas. Sin embargo, estas aproximacionesprimitivas se han usado, y deseo dedicar el resto de mi tiempoa examinar los errores y los nfasis equivocados resultantes deluso que le han dado los economistas que aceptan el objetivoliberal.

    Consideremos primero el objetivo de la produccin mxima.El objetivo liberal realmente sugiere que es conveniente aumen-tar la produccin, pues las ganancias de un individuo no sonnecesariamente las prdidas de otro, pero para la mayora delos efectos esto equivale a maximizar la produccin, y, por con-siguiente, la produccin mxima es una buena aproximacinal objetivo. Pero debe tenerse presente su naturaleza aproxima-da. Se ha usado para justificar los ataques a los monopolios pri-vados, ya que stos ocasionan una asignacin inadecuada delos recursos y, por lo tanto, reducen el producto nacional. A

  • 58 ESTUDIOS PUBLICOS

    menudo, se ha propuesto nacionalizar dichos monopolios paraevitar esta distribucin desacertada de los recursos. Esta pro-posicin es verdaderamente aplicable slo si deseamos maximi-zar la produccin; es menos atractiva a la luz del objetivo liberalfundamental. Un monopolio tambin es malo porque restringeel campo de accin dentro del cual los individuos excluidos del pueden ejercer sus talentos y sus ambiciones, y porque gene-ra una desigualdad de la riqueza que indirectamente crea otrageneracin de personas privilegiadas. Si el monopolio se trans-fiere a la propiedad pblica, un monopolista sucede a otro. Des-de esta perspectiva debe apoyarse una poltica de desconcentra-cin an si acarrea sustanciales deseconomas de pequeo ta-mao, como siempre se afirma y nunca se demuestra.

    Nuevamente, la restriccin de oportunidades educacionaleses frecuentemente medida por los ingresos que en las profesio-nes superiores exceden a los montos necesarios para reembolsare] costo de capacitacin, y est implcito que se alcanzar elobjetivo cuando los excesos en los sueldos justos compensen loscostos adicionales. Esta posicin es correcta si deseamos maxi-mizar la produccin y, en todo caso, es un objetivo inmediatomuy til. Pero seguramente esta regla proporciona un lmiteinferior en la cantidad ideal de educacin si volvemos al objetivoliberal. El proporcionar una mayor educacin depender de losefectos que tenga el financiamiento de programas mayores enquienes asumen los costos. Si estos efectos fueran insignifican-tes, dira que la educacin debera extenderse hasta el puntoen que lo que aprende una persona en la escuela no supera alo que aprender en el trabajo.

    Consideremos ahora el objetivo de mayor igualdad. El ob-jetivo liberal es inalcanzable en presencia de grandes y perma-nentes desigualdades, y tambin es inalcanzable en el caso deuna igualdad permanente. De acuerdo a la filosofa liberal, espreciso que todos los competidores comiencen la carrera en elmismo punto, pero es funesto exigir que lleguen simultnea-mente a la meta. Slo existe un recurso para reconciliar estosideales: el tiempo. Y una sociedad debera emplear el tiempoprofusamente, ya que es lo nico que posee en cantidad muysuperior a sus miembros.

    Sin embargo, incluso en este difcil terreno, el objetivo li-beral es ms esclarecedor que el objetivo prximo de mayorigualdad de ingresos. Sugiere que tratemos ms bien que loscompetidores partan del mismo punto, en vez de reducir susdiferencias cada doce meses. La poltica que consiste en ignorarlas desigualdades de recursos y en luchar vigorosamente contralas desigualdades de ingresos es un subsidio sin sentido a lospsiquiatras. Deberamos preocuparnos ms de la propiedad delos recursos que conduce a las grandes diferencias de ingresos.Deberamos tratar de igualar los ingresos de los trabajadores

  • LOS ECONOMISTAS Y LA IGUALDAD 59

    extendiendo los sistemas educacionales, mejorando la movilidadde la mano de obra, eliminando los monopolios laborales, pres-tando asistencia mdica a los nios pobres y otros. Deberamostratar de hacer ms parejas (y menores) las rentas provenientesde la propiedad, eliminando el monopolio y estableciendo altosimpuestos de herencia.

    O, nuevamente, consideremos el racionamiento. En la filo-sofa liberal existe una anttesis importante entre la igualdade identidad: es de la esencia de una sociedad buena el permitira los individuos comportarse como lo desean siempre que su-fran las principales consecuencias de sus acciones14. El hechode que a los individuos se les constria a cantidades iguales deun surtido pequeo de bienes constituye un obstculo indebidoa la inocente y deseable diversidad.

    El racionamiento especfico, dado un suministro insufi-ciente de insulina, tendra sentido en una sociedad de enfermosde diabetes, ya que no existe una verdadera libertad de eleccindado un racionamiento general de ingresos. El sistema de precios,por su gran sutileza y selectividad, no puede determinar qui-nes deben morir. Pero a pesar de que actualmente hay muchosargumentos en el sentido contrario, rehuso a creer que losdiabticos constituyen el prototipo del problema econmico.

    La mxima produccin y la mayor igualdad se encuentranen la misma situacin como objetivos aproximados, y ningunatiene contenido salvo como parte de un sistema filosfico15. Ri-cardo puede ser tan censurado por su preocupacin por lamxima produccin como algunos economistas modernos porsu preocupacin por la igualdad. Y, sin embargo, la mxima pro-duccin tiene una sabidura poltica que no tiene la mayor igual-dad. Dejar que De Tocqueville explique por qu:

    "El odio que los hombres sienten por los privilegios aumen-ta a medida que los privilegios disminuyen y son menos consi-derables, de manera que las pasiones democrticas pareceranarder con ms ferocidad justo cuando tienen menos combusti-ble . . . Cuando todas las condiciones son desiguales, ningunadesigualdad es tan grande como para ofender la mirada, mien-tras que la disimilitud ms insignificante es detestable en me-dio de una uniformidad general; mientras ms completa seaesta uniformidad, ms insoportable a la vista se torna dichadiferencia. Por lo tanto, es natural que el amor por la igualdad

    14 "Ninguna sociedad en que la excentricidad sea motivo de censura puede

    estar sana", Mill, Principles ("Principios"), p. 211.15

    A mi juicio, el pleno empleo no tiene status ni siquiera como un objetivoaproximado: no contiene nada bueno que ya no est implcito en lamxima produccin y la mayor igualdad y sus implicaciones adicionalesson objetables.

  • 60 ESTUDIOS PUBLICOS

    aumente constantemente junto con la misma igualdad, y quecrezca con aquello que la alimenta.

    Este eterno y enardecido odio que dispone a un pueblo de-mocrtico contra los privilegios ms pequeos es peculiarmentefavorable para la concentracin gradual de todos los derechospolticos slo en manos de los representantes del Estado. Elsoberano, que se halla necesaria e incontestablemente por en-cima de todos los ciudadanos, no provoca su envidia, y cadauno de ellos piensa que priva a sus semejantes de la prerroga-tiva que concede a la corona. El hombre de la era democrticaes extremadamente reacio a obedecer a su vecino que es susemejante; rechaza aceptar la superioridad de ste; desconfade su justicia y est celoso de su poder; le teme y lo desprecia;y le encanta recordarle constantemente la dependencia comnque ambos tienen respecto del mismo amo.

    Todo poder central, que sigue sus tendencias naturales,corteja y apoya el principio de igualdad; ya que la igualdadfacilita, extiende y asegura en forma singular la influencia deun poder central.

    De igual manera, puede decirse que todo gobierno centralvenera la uniformidad; la uniformidad lo libera de tener queinvestigar una infinidad de detalles que es necesario considerarcuando las leyes tienen que adaptarse a diferentes hombres,en lugar de someter a todos los hombres indiscriminadamente ala misma ley. De este modo, los gobiernos quieren lo que los ciu-dadanos quieren, y odian lo que stos odian.

    El fijar lmites extensivos pero claros y definidos a la accindel gobierno; el conferir determinados derechos a particulares,y asegurarles el indisputable aprovechamiento de ellos; el per-mitir al individuo conservar cualquier clase de independencia,fuerza o poder original que an posee; el ponerlo a la altura dela sociedad sin restricciones, y mantenerlo en esa posicin, son,a mi juicio, los principales objetivos que han de tener los legis-ladores en la poca que comienza.

    Pareciera como si los gobernantes de nuestro tiempo tra-taran slo de usar a los hombres para hacer cosas importantes;me gustara que trataran un poco ms de formar hombres gran-des; que dieran menos valor al trabajo y ms al trabajador; quejams olvidaran que una nacin no puede conservarse fuertepor mucho tiempo cuando cada hombre que pertenece a ellaes individualmente dbil; y que an no se ha creado ningunaforma o combinacin de poltica social para hacer un pueblopoderoso de una comunidad de ciudadanos pusilnimes y de-bilitados" 16.

    16 Democracy in America ("La democracia en Amrica"), II, 259, 329.