los orígenes de cica y su presencia en la proxima bienal de arquitectura por matias glusberg

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N° 9 Los orígenes de CICA y su presencia en la próxima bienal de arquitectura. por Matias Glusberg año II julio 2013 tapa e-ArquiNoticias N° 9 e-AN N° 8 Año 2 julio 2013 Pacific Design Center Edificio Rojo - California, EEUU Pelli Clarke Pelli Architects Si nos remontamos a la importancia de la teoría de la crítica de la arquitectura empezamos a develar el rol que juega con respecto a la cuestión urbana y su funcionamiento con el individuo. Los principios teóricos son herramientas esenciales para el desarrollo de ésta cuestión urbana y muchas veces establecen posiciones adoptadas respecto de la categorización de la problemática de las ciudades.

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Si nos remontamos a la importancia de la teoría de la crítica de la arquitectura empezamos a develar el rol que juega con respecto a la cuestión urbana y su funcionamiento con el individuo. Los principios teóricos son herramientas esenciales para el desarrollo de ésta cuestión urbana y muchas veces establecen posiciones adoptadas respecto de la categorización de la problemática de las ciudades.

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N° 9

Los orígenes de CICA y su presencia en la próxima bienal de arquitectura.por Matias Glusberg

año II julio 2013

tapa e-ArquiNoticias N° 9

e-AN N° 8Año 2 julio 2013

Pacific Design CenterE d i f i c i o R o j o - California, EEUUP e l l i C l a r k e P e l l i Architects

Si nos remontamos a la importancia de la teoría de la crítica de la arquitectura empezamos a develar el rol que juega con respecto a la cuestión urbana y su funcionamiento con el individuo. Los principios teóricos son herramientas esenciales para el desarrollo de ésta cuestión urbana y muchas veces establecen posiciones adoptadas respecto de la categorización de la problemática de las ciudades.

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Los orígenes de CICA y su presencia en la próxima bienal de arquitectura.por Matias Glusberg Si nos remontamos a la importancia de la teoría de la crítica de la arquitectura empezamos a develar el rol que juega con respecto a la cuestión urbana y su funcionamiento con el individuo. Los principios teóricos son herramientas esenciales para el desarrollo de ésta cuestión urbana y muchas veces establecen posiciones adoptadas respecto de la categorización de la problemática de las ciudades. El prócer de la arquitectura moderna, Le Corbusier en la carta de Atenas en el año 1933 realiza el primer manifiesto urbanístico redactado en el IV Congreso Internacional de Arquitectura Moderna (C.I.A.M.), pero fue publicado por razones políticas de su autor recién en1942.La Carta de Atenas advertía sobre la razón de ser del futuro urbano, delineando los puntos doctrinales para la organización física de la nueva complejidad social de las ciudades.El valor de aquel enfoque permite recordar su criterio conceptual inicial.“La ciudad no es más que una parte del conjunto económico, social y político que constituye la región. La unidad administrativa raramente coincide con la unidad geográfica, esto es, con la región. La delimitación territorial administrativa de las ciudades fue arbitraria desde el principio o ha pasado a serlo posteriormente, cuando la aglomeración principal, a consecuencia de su crecimiento ha llegado a alcanzar a otros municipios, englobándolos a continuación, dentro de sí misma”.Luego de haber comenzado un nuevo milenio, los cien últimos años del milenio anterior, podríamos denominarlo "el siglo de la arquitectura". Por lo menos, la producción de arquitectura en el mundo entero, ha sido la mayor de la historia durante esta centuria.El dato no para desdeñar, sobre todo si recordamos, con el filósofo alemán Walter Benjamin, que "las edificaciones han acompañado al hombre desde sus primeros tiempos", y que "la historia de la arquitectura es más larga que la de cualquier otro arte" y "y no se ha interrumpido jamás".Debemos pensar de qué manera vamos a entrar en el tercer milenio, con qué aportes y propuestas. La arquitectura está llamada a ejercer un papel decisivo en esta materia. Lo estuvo siempre, pero el llamado es más perentorio, si tenemos en cuenta que en el año 2005, la población del mundo ronda los 6.500 millones de habitantes, la mitad de los cuales han de vivir en ciudades.

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Los orígenes de CICA y su presencia en la próxima bienal de arquitectura.por Matias Glusberg Si nos remontamos a la importancia de la teoría de la crítica de la arquitectura empezamos a develar el rol que juega con respecto a la cuestión urbana y su funcionamiento con el individuo. Los principios teóricos son herramientas esenciales para el desarrollo de ésta cuestión urbana y muchas veces establecen posiciones adoptadas respecto de la categorización de la problemática de las ciudades. El prócer de la arquitectura moderna, Le Corbusier en la carta de Atenas en el año 1933 realiza el primer manifiesto urbanístico redactado en el IV Congreso Internacional de Arquitectura Moderna (C.I.A.M.), pero fue publicado por razones políticas de su autor recién en1942.La Carta de Atenas advertía sobre la razón de ser del futuro urbano, delineando los puntos doctrinales para la organización física de la nueva complejidad social de las ciudades.El valor de aquel enfoque permite recordar su criterio conceptual inicial.“La ciudad no es más que una parte del conjunto económico, social y político que constituye la región. La unidad administrativa raramente coincide con la unidad geográfica, esto es, con la región. La delimitación territorial administrativa de las ciudades fue arbitraria desde el principio o ha pasado a serlo posteriormente, cuando la aglomeración principal, a consecuencia de su crecimiento ha llegado a alcanzar a otros municipios, englobándolos a continuación, dentro de sí misma”.Luego de haber comenzado un nuevo milenio, los cien últimos años del milenio anterior, podríamos denominarlo "el siglo de la arquitectura". Por lo menos, la producción de arquitectura en el mundo entero, ha sido la mayor de la historia durante esta centuria.El dato no para desdeñar, sobre todo si recordamos, con el filósofo alemán Walter Benjamin, que "las edificaciones han acompañado al hombre desde sus primeros tiempos", y que "la historia de la arquitectura es más larga que la de cualquier otro arte" y "y no se ha interrumpido jamás".Debemos pensar de qué manera vamos a entrar en el tercer milenio, con qué aportes y propuestas. La arquitectura está llamada a ejercer un papel decisivo en esta materia. Lo estuvo siempre, pero el llamado es más perentorio, si tenemos en cuenta que en el año 2005, la población del mundo ronda los 6.500 millones de habitantes, la mitad de los cuales han de vivir en ciudades.

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La arquitectura constituye un asombroso ejemplo de la expansión artística de nuestro tiempo. Por eso, hoy es entendida no sólo como el arte de construir edificios sino como el arte de construir el entorno humano. Y, sin duda, es posible (y necesario) considerar al entorno humano como la realización máxima de la estética arquitectónica, aunque no, por cierto, en el sentido tradicional, que exige eliminar todas las observaciones prácticas y adoptar un distanciamiento contemplativo respecto de la obra de arquitectura.Por lo contrario, el entorno humano (y todo entorno humano es mayoritariamente urbano en nuestros días) suscita y, a la vez, compendia una experiencia opuesta a este sentido tradicional de las concepciones estéticas: es la experiencia de un compromiso humano que la arquitectura siempre quiso demostrar y a menudo logró plasmar.Como realización de una estética arquitectónica que ya no es primariamente visual y formal, el entorno urbano supone y requiere una estrecha participación entre el sujeto que percibe, y el objeto percibido, participación que se conjuga con los intereses históricos y culturales del individuo.Hay una mutua correspondencia entre persona y arquitectura.El espacio necesario para las actividades que debe albergar un edificio, las circulaciones, la luz, la temperatura, el soporte estructural, los materiales de construcción, las superficies, son consideraciones prácticas. Pero ellas generan, al mismo tiempo, las condiciones perceptivas que determinan y guían el funcionamiento humano.Un pórtico tiene tanto ritmo como el peatón que pasa debajo de él. En las unidades modulares de hormigón premoldeado, existe movimiento, como en los ojos que las observan. Los espacios cerrados no sólo sirven para contener actividades: son aprehendidos cinéticamente, así como las texturas de sus superficies apelan a la vista y al tacto. La luz no sólo hace posible el ejercicio de tareas específicas: también crea espacios y, por medio de sus sombras, evoca masas. En suma, la arquitectura es inseparable e indisociable del ser humano, y lo ha sido desde sus comienzos.

La metrópolis moderna ha sido construida por seres humanos, ciertamente, pero ella no siempre los ubica en el centro experiencial. Los típicos rascacielos sobrevuelan opresivamente al peatón, reduciéndolo a una vulnerable insignificancia. Sin embargo, somos importantes a nuestros propios ojos, si no lo somos a los ojos encristalados de los edificios en cuya compañía podemos encontrarnos; y así entramos en una dinámica relación con ellos.Si bien podemos concebir a cualquier estructura arquitectónica como un volumen estable y a nuestro cuerpo como un volumen móvil, el entorno construido es, en verdad, un todo dinámico, en el cual personas y estructuras entablan y afianzan relaciones recíprocas que cambian de manera constante. Hasta podemos definir a la arquitectura como el arte de construir un entorno activo sobre la base del espacio, el volumen y las otras modalidades perceptivas del lugar.Hay, una indisoluble reciprocidad entre individuo y entorno, entre acción y respuesta humanas de un lado, y características y cualidades del entorno, de otro lado. La reciprocidad es, por cierto, un elemento constante en la experiencia del entorno.Pero el entorno tiene también una dimensión temporal, que adquiere su forma elástica a partir de los movimientos de aquellos objetos que lo constituyen. Masas, colores, luces, líneas y sonidos se fusionan en nuestra percepción, y sólo los distinguimos en las actividades conceptuales de ordenar y controlar la experiencia. El cuerpo es igualmente parte de esta amalgama y sus procesos componen un modo de vivir en el entorno, tanto como caminar o conducir son maneras de movernos sobre la superficie de la Tierra, o como nadar o navegar son medios de atravesar una extensión de agua.Para la persona, esto es ser, según Heidegger. Ser humanos es estar en la tierra, habitar. Y esto es además lo que significa construir edificios. Construir, dice Heidegger, es una manifestación del habitar, del estar en la tierra, un hecho oscurecido por las formas más evidentes en que ese habitar y ese estar se expresan, tales como cultivar la tierra y erigir inmuebles. Así, el entorno no es el objeto de un acto subjetivo de contemplación sino la condición de nuestra vida.

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La arquitectura constituye un asombroso ejemplo de la expansión artística de nuestro tiempo. Por eso, hoy es entendida no sólo como el arte de construir edificios sino como el arte de construir el entorno humano. Y, sin duda, es posible (y necesario) considerar al entorno humano como la realización máxima de la estética arquitectónica, aunque no, por cierto, en el sentido tradicional, que exige eliminar todas las observaciones prácticas y adoptar un distanciamiento contemplativo respecto de la obra de arquitectura.Por lo contrario, el entorno humano (y todo entorno humano es mayoritariamente urbano en nuestros días) suscita y, a la vez, compendia una experiencia opuesta a este sentido tradicional de las concepciones estéticas: es la experiencia de un compromiso humano que la arquitectura siempre quiso demostrar y a menudo logró plasmar.Como realización de una estética arquitectónica que ya no es primariamente visual y formal, el entorno urbano supone y requiere una estrecha participación entre el sujeto que percibe, y el objeto percibido, participación que se conjuga con los intereses históricos y culturales del individuo.Hay una mutua correspondencia entre persona y arquitectura.El espacio necesario para las actividades que debe albergar un edificio, las circulaciones, la luz, la temperatura, el soporte estructural, los materiales de construcción, las superficies, son consideraciones prácticas. Pero ellas generan, al mismo tiempo, las condiciones perceptivas que determinan y guían el funcionamiento humano.Un pórtico tiene tanto ritmo como el peatón que pasa debajo de él. En las unidades modulares de hormigón premoldeado, existe movimiento, como en los ojos que las observan. Los espacios cerrados no sólo sirven para contener actividades: son aprehendidos cinéticamente, así como las texturas de sus superficies apelan a la vista y al tacto. La luz no sólo hace posible el ejercicio de tareas específicas: también crea espacios y, por medio de sus sombras, evoca masas. En suma, la arquitectura es inseparable e indisociable del ser humano, y lo ha sido desde sus comienzos.

La metrópolis moderna ha sido construida por seres humanos, ciertamente, pero ella no siempre los ubica en el centro experiencial. Los típicos rascacielos sobrevuelan opresivamente al peatón, reduciéndolo a una vulnerable insignificancia. Sin embargo, somos importantes a nuestros propios ojos, si no lo somos a los ojos encristalados de los edificios en cuya compañía podemos encontrarnos; y así entramos en una dinámica relación con ellos.Si bien podemos concebir a cualquier estructura arquitectónica como un volumen estable y a nuestro cuerpo como un volumen móvil, el entorno construido es, en verdad, un todo dinámico, en el cual personas y estructuras entablan y afianzan relaciones recíprocas que cambian de manera constante. Hasta podemos definir a la arquitectura como el arte de construir un entorno activo sobre la base del espacio, el volumen y las otras modalidades perceptivas del lugar.Hay, una indisoluble reciprocidad entre individuo y entorno, entre acción y respuesta humanas de un lado, y características y cualidades del entorno, de otro lado. La reciprocidad es, por cierto, un elemento constante en la experiencia del entorno.Pero el entorno tiene también una dimensión temporal, que adquiere su forma elástica a partir de los movimientos de aquellos objetos que lo constituyen. Masas, colores, luces, líneas y sonidos se fusionan en nuestra percepción, y sólo los distinguimos en las actividades conceptuales de ordenar y controlar la experiencia. El cuerpo es igualmente parte de esta amalgama y sus procesos componen un modo de vivir en el entorno, tanto como caminar o conducir son maneras de movernos sobre la superficie de la Tierra, o como nadar o navegar son medios de atravesar una extensión de agua.Para la persona, esto es ser, según Heidegger. Ser humanos es estar en la tierra, habitar. Y esto es además lo que significa construir edificios. Construir, dice Heidegger, es una manifestación del habitar, del estar en la tierra, un hecho oscurecido por las formas más evidentes en que ese habitar y ese estar se expresan, tales como cultivar la tierra y erigir inmuebles. Así, el entorno no es el objeto de un acto subjetivo de contemplación sino la condición de nuestra vida.

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El diseño urbano no puede limitarse al ordenamiento de espacios públicos y privados sino que debe además crear secuencias experienciales. La ciudad debe ser legible. Sus imágenes tienen que ser reconocidas de inmediato por el habitante. Pero además de las atracciones visuales, es preciso que la ciudad ofrezca estímulos auditivos, que vayan más allá del estruendo del tráfico; percepciones táctiles y olfativas, que sirven para distinguir los diferentes escenarios urbanos; y la conciencia del movimiento. La planificación urbana ha de volcarse a modelar experiencias instrumentales. Jürgen Habermas ha destacado con acierto cómo la generalización de los tranvías, hacia mediados del siglo XIX, revolucionó la experiencia del tiempo y del espacio entre las masas urbanas, lo que también importó modificar la percepción de las ciudades por sus habitantes.La acción de los críticos no debe ser comprendida como la formulación de juicios sobre los arquitectos y sus obras, sino una investigación de su diseño, historia y relaciones.

CICA fue fundado en ocasión del XIII Congreso de la Unión Internacional de Arquitectos (UIA) realizado en México en 1977. Impulsado por Bruno Zevi y Pierre Vago, el Comité se propuso conciliar las relaciones entre arquitectura y crítica, y promover el diálogo entre ambas prácticas.

La Carta del Machu Picchu está firmada por Bruno Zevi, Jorge Glusberg, Fernando Belaúnde Terry, Félix Candela, Francisco Carbajal de la Cruz, George Collins, Leonard J. Currie, Mark Jaroszewicz, Santiago Augusto Calvo, Oscar L. de Guevara, Alejandro Leal García, Reginald Malcolmson, Ann Arbor; Dorn Mc. Grath, Luis Miro Queseda Garland, Carlos Morales Machiavello, Guillermo Payet Garreta, Paulo Pimentel Morales, Felipe Prestamo, Héctor Velarde, Fruto Vivas, Manuel Ungaro Zevallos, Oscar Alvarez, Elizabeth Carrarco , Charles Eames, José Luis Sert, Buckminster Fuller, Gordon Bunshaft. John Mc. Ginty, Jerzy Zoltan, Paul Rudolph, Bruce Graham, James Swann, Pier Luigi, Ricardo Legorreta, Pedro Ramirez Vasquez, Julian Ferris, Kenzo Tange, Kunio Mayekawa, Oscar Niemeyer, Brian Henderson, Alejandro Moser, Enrico Tedeschi, Amancio Williams, Clorindo Testa y Daniel Ramos Correas y luego difundida en coincidencia con el Congreso de la Unión Internacional de Arquitectos en México en 1978.

Junto con Bruno Zevi de Italia, Max Blumenthal de Francia, Louise Noelle de México, y Mildred Schmertz y Blake Huges de EE.UU., Jorge Glusberg perteneció a los fundadores del CICA. La primera reunión tuvo lugar en el Congreso de la Unión Internacional de Arquitectos UIA Mexico 1978 el 26 de octubre, la imagen de arriba muestra, de izquierda a derecha, Bruno Zevi, Pierre Vago, Louise Noelle, Peter Huges y, a la derecha, Jorge Glusberg. Durante muchos años fue el secretario general del CICA y hasta su muerte un miembro del Consejo de Administración. -

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El diseño urbano no puede limitarse al ordenamiento de espacios públicos y privados sino que debe además crear secuencias experienciales. La ciudad debe ser legible. Sus imágenes tienen que ser reconocidas de inmediato por el habitante. Pero además de las atracciones visuales, es preciso que la ciudad ofrezca estímulos auditivos, que vayan más allá del estruendo del tráfico; percepciones táctiles y olfativas, que sirven para distinguir los diferentes escenarios urbanos; y la conciencia del movimiento. La planificación urbana ha de volcarse a modelar experiencias instrumentales. Jürgen Habermas ha destacado con acierto cómo la generalización de los tranvías, hacia mediados del siglo XIX, revolucionó la experiencia del tiempo y del espacio entre las masas urbanas, lo que también importó modificar la percepción de las ciudades por sus habitantes.La acción de los críticos no debe ser comprendida como la formulación de juicios sobre los arquitectos y sus obras, sino una investigación de su diseño, historia y relaciones.

CICA fue fundado en ocasión del XIII Congreso de la Unión Internacional de Arquitectos (UIA) realizado en México en 1977. Impulsado por Bruno Zevi y Pierre Vago, el Comité se propuso conciliar las relaciones entre arquitectura y crítica, y promover el diálogo entre ambas prácticas.

La Carta del Machu Picchu está firmada por Bruno Zevi, Jorge Glusberg, Fernando Belaúnde Terry, Félix Candela, Francisco Carbajal de la Cruz, George Collins, Leonard J. Currie, Mark Jaroszewicz, Santiago Augusto Calvo, Oscar L. de Guevara, Alejandro Leal García, Reginald Malcolmson, Ann Arbor; Dorn Mc. Grath, Luis Miro Queseda Garland, Carlos Morales Machiavello, Guillermo Payet Garreta, Paulo Pimentel Morales, Felipe Prestamo, Héctor Velarde, Fruto Vivas, Manuel Ungaro Zevallos, Oscar Alvarez, Elizabeth Carrarco , Charles Eames, José Luis Sert, Buckminster Fuller, Gordon Bunshaft. John Mc. Ginty, Jerzy Zoltan, Paul Rudolph, Bruce Graham, James Swann, Pier Luigi, Ricardo Legorreta, Pedro Ramirez Vasquez, Julian Ferris, Kenzo Tange, Kunio Mayekawa, Oscar Niemeyer, Brian Henderson, Alejandro Moser, Enrico Tedeschi, Amancio Williams, Clorindo Testa y Daniel Ramos Correas y luego difundida en coincidencia con el Congreso de la Unión Internacional de Arquitectos en México en 1978.

Junto con Bruno Zevi de Italia, Max Blumenthal de Francia, Louise Noelle de México, y Mildred Schmertz y Blake Huges de EE.UU., Jorge Glusberg perteneció a los fundadores del CICA. La primera reunión tuvo lugar en el Congreso de la Unión Internacional de Arquitectos UIA Mexico 1978 el 26 de octubre, la imagen de arriba muestra, de izquierda a derecha, Bruno Zevi, Pierre Vago, Louise Noelle, Peter Huges y, a la derecha, Jorge Glusberg. Durante muchos años fue el secretario general del CICA y hasta su muerte un miembro del Consejo de Administración. -

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La Carta de Machu Pichu fue recuperada para otra utopía, edificar el futuro ante el crecimiento de los asentamientos humanos y la advertencia de la disponibilidad limitada de los recursos humanos y naturales.Pero el entorno tiene también una dimensión temporal, que adquiere su forma elástica a partir de los movimientos de aquellos objetos que lo constituyen. Masas, colores, luces, líneas y sonidos se fusionan en nuestra percepción, y sólo los distinguimos en las actividades conceptuales de ordenar y controlar la experiencia. El cuerpo es igualmente parte de esta amalgama y sus procesos componen un modo de vivir en el entorno, tanto como caminar o conducir son maneras de movernos sobre la superficie de la Tierra, o como nadar o navegar son medios de atravesar una extensión de agua.Para la persona, esto es ser, según Heidegger. Ser humanos es estar en la tierra, habitar. Y esto es además lo que significa construir edificios. Construir, dice Heidegger, es una manifestación del habitar, del estar en la tierra, un hecho oscurecido por las formas más evidentes en que ese habitar y ese estar se expresan, tales como cultivar la tierra y erigir inmuebles. Así, el entorno no es el objeto de un acto subjetivo de contemplación sino la condición de nuestra vida.El diseño urbano no puede limitarse al ordenamiento de espacios públicos y privados sino que debe además crear secuencias experienciales. La ciudad debe ser legible. Sus imágenes tienen que ser reconocidas de inmediato por el habitante. Pero además de las atracciones visuales, es preciso que la ciudad ofrezca estímulos auditivos, que vayan más allá del estruendo del tráfico; percepciones táctiles y olfativas, que sirven para distinguir los diferentes escenarios urbanos; y la conciencia del movimiento. La planificación urbana ha de volcarse a modelar experiencias instrumentales. Jürgen Habermas ha destacado con acierto cómo la generalización de los tranvías, hacia mediados del siglo XIX, revolucionó la experiencia del tiempo y del espacio entre las masas urbanas, lo que también importó modificar la percepción de las ciudades por sus habitantes.La acción de los críticos no debe ser comprendida como la formulación de juicios sobre los arquitectos y sus obras, sino una investigación de su diseño, historia y relaciones.

Jorge Glusberg con Bruno Zevi en Machu Pichu

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La Carta de Machu Pichu fue recuperada para otra utopía, edificar el futuro ante el crecimiento de los asentamientos humanos y la advertencia de la disponibilidad limitada de los recursos humanos y naturales.Pero el entorno tiene también una dimensión temporal, que adquiere su forma elástica a partir de los movimientos de aquellos objetos que lo constituyen. Masas, colores, luces, líneas y sonidos se fusionan en nuestra percepción, y sólo los distinguimos en las actividades conceptuales de ordenar y controlar la experiencia. El cuerpo es igualmente parte de esta amalgama y sus procesos componen un modo de vivir en el entorno, tanto como caminar o conducir son maneras de movernos sobre la superficie de la Tierra, o como nadar o navegar son medios de atravesar una extensión de agua.Para la persona, esto es ser, según Heidegger. Ser humanos es estar en la tierra, habitar. Y esto es además lo que significa construir edificios. Construir, dice Heidegger, es una manifestación del habitar, del estar en la tierra, un hecho oscurecido por las formas más evidentes en que ese habitar y ese estar se expresan, tales como cultivar la tierra y erigir inmuebles. Así, el entorno no es el objeto de un acto subjetivo de contemplación sino la condición de nuestra vida.El diseño urbano no puede limitarse al ordenamiento de espacios públicos y privados sino que debe además crear secuencias experienciales. La ciudad debe ser legible. Sus imágenes tienen que ser reconocidas de inmediato por el habitante. Pero además de las atracciones visuales, es preciso que la ciudad ofrezca estímulos auditivos, que vayan más allá del estruendo del tráfico; percepciones táctiles y olfativas, que sirven para distinguir los diferentes escenarios urbanos; y la conciencia del movimiento. La planificación urbana ha de volcarse a modelar experiencias instrumentales. Jürgen Habermas ha destacado con acierto cómo la generalización de los tranvías, hacia mediados del siglo XIX, revolucionó la experiencia del tiempo y del espacio entre las masas urbanas, lo que también importó modificar la percepción de las ciudades por sus habitantes.La acción de los críticos no debe ser comprendida como la formulación de juicios sobre los arquitectos y sus obras, sino una investigación de su diseño, historia y relaciones.

Jorge Glusberg con Bruno Zevi en Machu Pichu

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año 2 - numero 9 - julio de 2013