los sueños de lorenzo / 3ra parte - lorenzo verdasco
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En dos formatos (libro y CD), la narrativa lacerante de Verdasco propone visitar el territorio del amor homosexual en sus más variadas versiones, con especial predilección por lo marginal. Siempre horadando la condición humana y la hipocrecía de la clase media tucumana. Mediante la escritura de sus "sueños", con una prosa libre, el autor escribe un libro de quejas, literario, claro: contra la familia, contra el amor heterosexual, contra el mundo intelectual, contra diferentes convenciones burguesas. Tal vez el fin sea instaurar una dictadura gay obrera. Leerlo, pero además escucharlo, es como recibir un aleccionamiento, donde la arenga es clara: marginalidad o muerte.TRANSCRIPT
3ra parte:
SueñoImborrable
::: Grandes Temas de la Literatura :::
Los sueños de LorenzoAproximaciones íntimas de una mente líquida
Lorenzo Verdasco
Primera edición en la Argentina bajo este sello.
Autor:Lorenzo VerdascoDiseño de tapa:Mateo Carabajal
Edición General:Natalia Acosta
Diciembre de 2011San Miguel de Tucumán, Tucumán.Argentina.
Dichosa Editorial
Lorenzo Verdasco , escritor, autor del
libro Informe sobre señores, ha ganado el 1º
Premio de poesía en el Julio cultural 2001.
Otorgado por la Universidad Nacional de
Tucumán. Ha pergeñado el curioso ensayo En
torno a la muerte de Iván Ilich, donde se
evidencia la ingente obsesión de nuestro autor
por la lengua rusa. Parte de sus poemas,
porque este hombre también versifica, han sido
traducidos al francés y aparecen en una
antología editada por Abrapampa Editions, París
2006. Compartió la revista El astrolabio con
Aldo Alvarado y Federico Soler. También
coordina el taller literario El dolmen croata, en
el centro Baraja Cultura y co‐dirige el taller
Desde los escombros en compañía de la Magíster
Amira Juri en la Sociedad sirio libanesa de
Tucumán.
Los sueños de LorenzoAproximaciones íntimas de una mente líquida
Lorenzo Verdasco
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Sueño imborrable3ra Parte:
Siempre quise contar esta historia por escrito, y siempre fracasé
Yo tendría trece o catorce años. Los estudiantes que estaban de
pensión en casa de mi abuela eran de Bolivia. Siempre le pedían a la
dueña permiso, para que un "cumpa" se quedara a dormir. Yo venía a
Tucumán tres meses de vacaciones: diciembre, enero y febrero. Era
buen estudiante y nunca me llevaba ninguna a rendir. Corría el año
1973.
‐Señora, tengo un pariente de Chile…
Todos sabían que el que llegaba de Chile llegaba
descuajeringado. Todos sabían lo del 11 de setiembre en Santiago, de
modo que no hacía falta aclarar más. En el barrio Victoria, nadie se
atrevía a decirle que no a cualquiera que viniera del otro lado de la
cordillera. Se le suministraba vendas, alcohol, comida, y hasta a veces,
alguno de medicina metía el bisturí en la carne, y sacaba plomo. La casa
la ponía cualquier vecino, aunque no le interesara la política nadie se
negaba a ayudar a un herido.
Esa vez trajeron un petiso de barbita rala bien morocho. Tenían
anteojos y decían que era médico. Estuvo tres días luchando con la
muerte en la piecita del fondo. Su mujer era muy atractiva: una peruana
cobriza de pelo lacio y vaqueros ajustados. Me acuerdo que fumaba
Particulares 43. Yo le vi el abdomen (al mestizo) agujereado por la
ráfaga. Un agujero al lado del otro, formaban una fila que le llegaba
hasta la pelvis. La mujer apenas llegó, se veía que le gustaba al dueño
del cuarto (el que pagaba la renta a mi abuela). Se trataba de un
boliviano rubio, de lentes. Mientras tanto el inigualable Max Rivero, un
tarijeño simpático, que nos deleitaba con sus serenatas a la noche, tomó
una caja de cartón, de esas que se tiran en los almacenes, y se fue para la
Universidad, a pedir dinero aula por aula. En aquella época uno decía,
sin que nadie lo conozca, tengo a un sobreviviente y todo el mundo te
daba sin preguntar. En menos de una semana se juntó el dinero para
que viajara el "doctor". Quedarse a vivir en Tucumán era muy peligroso
para él. Recuerdo a un mestizo de voz ronca que le decía al refugiado: 46
‐Óyeme bien, cojudo, nosotros somos medio parecidos. Tú te vas
hoy mismo con mi pasaporte, y dentro de dos días yo denuncio el
extravío. Pero dime, por tu madre, ¿quién eres tu?
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‐¿Yo? Yo soy un médico chileno, qué joder.
La peruana había despertado el interés de varios hombres. Pero
todos quedaron estupefactos y esperanzados, porque un día el médico
chileno desapareció con su peruana, y nunca más se supo de él.
Al boliviano rubio le gustaba mucho el alcohol, y en una noche
buena, en que había tomado más de seis palomadas de cervezas y sus
buenos güisquis, nos confesó que el médico aquel no era chileno, ni
mucho menos un médico cualquiera.
‐El que durmió acá fue el Chato Peredo.
Después nos refirió entre eructos la historia de los hermanos
Peredo, que habían acompañado al Che en su derrotero por Bolivia, y
que lo habían sobrevivido. Inti y Coco ya habían muerto a manos de los
Rangers. Pero quedaba el Chato.
En el momento no supimos si este rubio cruceño, creo que Guido
se llamaba, decía la verdad o era pura jactancia de borracho, lo cual es
muy común, por otro lado. Y la cosa se hubiera quedado en una turbia
leyenda. Pero hace poco (ya han pasado varias décadas de estos
hechos), mi madre me pidió que comprara el Clarín del Domingo.
‐No te olvidés de comprarlo, cada vez que lo leo se me hace que
estoy en Buenos Aires.
Y una vez que lo estaba leyendo me dijo, "Nene", porque ella me
dice así:
‐¿Este que está en el diario no es el médico que estuvo aquí con la
peruana?.
Efectivamente, vi en la foto al petiso ¡con los mismos anteojos!,
pero esa barbita rala ahora estaba completamente blanca. Sus dientes,
cuadrados al reírse, eran los mismos. La misma cara de sapo cantarín.
Era el Chato, sin duda y aparecía en la foto cultivando tomates en el
fondo de su casa. En el diario lo ponían con su nombre completo,
hablaban de que era funcionario de Evo Morales…
Torturadores de poca monta
I
Cuenta una chica amiga que en el Buen Pastor una vez tuvieron
una monja muy particular. Los comerciantes hacían donaciones, por lo
cual llegaban a esa cárcel (porque, no obstante su nombre
evangelizador, es una cárcel) partidas de diversos alimentos. Por
ejemplo llegaban quesos y dulces de batata y membrillo. La monja del
Buen Pastor, entonces, les daba una arenga: que ellas (las presas)
estaban allí para castigo, no para solaz de su apetito. Se las había
colocado ahí para que sufrieran. A continuación encerraba la
mercadería en una celda bajo llave, de modo que ellas podían ver y
hasta oler el postre, pero no comerlo. Esperaba que a los dulces les
salieran pelos y el queso se descompusiera. Y cuando ya estaba todo
bien podrido, recién abría la celda y se los daba de regalo.
II
Me cuenta un boliviano amigo que, cuando hizo el servicio
militar en su país, le tocó un cabo instructor de origen argentino. El
hombre, vaya a saber por qué circunstancias, había recalado allí y había
ingresado al ejército boliviano. El cabo siempre les daba arengas. Les
contaba que él se había ido a vivir a ese país porque le encantaba su
música folclórica. Y en invierno, a las cinco de la mañana, los hacía
levantar a todos los reclutas y los tenía haciendo flexiones de piernas
hasta el mediodía. Pero, eso sí, cantando taquiraris. Mientras hacían
flexiones librados al viento del altiplano, semidesnudos, con las manos
en la nuca, tenían que cantar. "Se nota que le gustaban con locura los
taquiraris y especialmente los huaynos. Tenía erudición en estos temas.
¡Este hombre ha hecho mucho por la cultura!ʺ comentaba el boliviano.
III
Había en Villa Devoto un guardia cárcel al que le gustaba hacerle
la cabeza a los presos nuevos. No sé cómo se conseguía tantos datos. La
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cuestión es que elegía un chabón y lo empezaba a convencer de que la
mujer salía con otro. Si el tema de los celos ya es un problema estando
en libertad, no cuesta trabajo imaginarse lo que pasa cuando un tipo
está encerrado y alguien diariamente se encarga de hacerle un buen
trabajo en el bocho. Y digo que no sé de dónde sacaba el guardia tanta
información, porque le daba al preso tantos detalles de su vida íntima,
que él no podía haber inventado, que lo convencía de lo que le estaba
contando. Algún lector preguntará por qué los otros presos no
intervenían para advertir a la víctima. Para entender ciertas
pedagogías pasivas colectivas, hay que estar preso. Es imposible captar
de afuera. Hubo gente que se colgó en el baño.
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Último Bondi a Petrogrado
Yo venía de la marcha del 24 de marzo que, en Tucumán, nos tocó
lluviosa. Tenía todo mi capote empapado. Y al tomar el 17 me lo
encuentro. Se trata de un hombre de bajísimo perfil. Alguien
prácticamente invisible. Sólo yo me fijo en él, aunque en mi vida
debemos haber intercambiado una docena de palabras. Una vez, hace
mucho, marchábamos contra la tarifa de la luz, y discutimos la
confección de un volante. Yo lo escribí lleno de metáforas, etc. Y él me
dijo. "No hay que hacerse el artista: el revolucionario tiene que ser
conciso". Yo lo dejé hacer. Arrastramos muy poca gente a la marcha,
pero su volante me gustó. Su propio cuerpo es tan conciso como aquel
volante que había escrito. Morocho y canoso, este hombre semeja un
palito. El pelo ondulado y los anteojos de mucho aumento lo hacen
parecer, por momentos, un lider congolés, de aquellos que siguieron el
destino de Lumumba. Hablamos un poco de la marcha del 24, del
gobierno, de cuándo iría a parar la lluvia, hasta le pregunté si éramos
vecinos, ya que tomábamos la misma guagua.
‐No. Ud está cerca del centro –me dijo‐ yo vivo pasando 11 de
Marzo.
De pronto lo miré con desfachatez, acerqué mi cara a la de él y,
como si estuviera por darle un beso, le susurré lo siguiente:
‐Decime Negro, ¿es verdad que vos estuviste en la Unión
Soviética?
Su cara se transformó, en sus ojos brilló la pasión. Incluso el odio.
‐Si, para el 85.
Yo esperaba el estallido de cierto fervor que no llegó.
‐Ahí me di cuenta de que el desastre ya se estaba preparando. 51
‐¿Tan temprano? –repregunté.
‐ Cada dirigente ya tenía repartida la parte con la que cada uno se
iba a quedar.
‐Estaban planificando el remate de la URSS.
Le hice otras preguntas, pero ni me escuchaba.
‐Cuando volví a la Argentina, un compañero del PC me dijo
"Camarada, ha tenido el honor de estar sentado al lado de Gorbachov".
‐Calláte, le contesté, ése es el hijo de puta más grande de todos.
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¿Qué no habrá alguna manera de eliminarlo?
‐Los compañeros me miraban como si yo me hubiera vuelto loco.
Lamentablemente, los hechos me dieron la razón.
De ahí no hablamos más, hasta que yo me bajé.
‐Hermano, ha sido un gusto.‐Le dije. Y le estreché la mano.
Me fui rápido para la puerta de atrás. No quería que viera mis
lágrimas. Me hubiera dado mucha vergüenza que las viera…
Sueño Imborrable
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Último Bondi a Petrogrado………………………………………………………………….….7
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