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    Escrito por Julio OrtegaMartes 19 de Enero de 2010 20:13Los zorros de Arguedas:

    migraciones y fundaciones de la modernidad andina

    Todava a mediados de los aos 50,Chimbote era una hermosa baha en lacosta norte del Per donde vivan

    alrededor de doce mil personas. Habasido una caleta de pescadores,habitada por una pacfica mezcla deartesanos, comerciantes, yprofesionales de clase media; y aunquela industria del acero, que habaasentado sus altos hornos en la costa ydos diarios compuestos a mano,El faro y El Santa , anunciaban los nuevostiempos, nada haca prever que pocosaos despus Chimbote setransformara en un boom town . Laindustria de la harina de pescadoconvirti a la caleta en el puertopesquero ms grande del mundo y al Per en el primer productor mundial de esevalioso insumo

    Con motivo de un aniversario mas de la muerte de Jose Maria Arguedas, 18 deenero- el Foro-Red Paulo Freire, entrega a Uds. trabajos sobre su vida ysignificado. Esta es nuestra segunda entrega:

    Los Zorros de Arguedas:

    migraciones y fundaciones de la modernidad andina

    Prlogo a la traduccin de El zorro de arriba y el zorro de abajo (en prensa enUniversity of Pittsburgh Press, traduccin de Frances Barraclough, edicin de

    Julio Ortega)

    Por: Julio Ortega

    Todava a mediados de los aos 50, Chimbote era una hermosa baha en la costanorte del Per donde vivan alrededor de doce mil personas. Haba sido una caleta

    http://www.eltallaninforma.com/index.php?option=com_content&view=article&id=185:los-zorros-de-arguedas&catid=117:literatura&Itemid=146http://www.eltallaninforma.com/index.php?option=com_content&view=article&id=185:los-zorros-de-arguedas&catid=117:literatura&Itemid=146http://www.eltallaninforma.com/index.php?option=com_content&view=article&id=185:los-zorros-de-arguedas&catid=117:literatura&Itemid=146http://www.eltallaninforma.com/index.php?option=com_content&view=article&id=185:los-zorros-de-arguedas&catid=117:literatura&Itemid=146http://www.eltallaninforma.com/index.php?option=com_content&view=article&id=185:los-zorros-de-arguedas&catid=117:literatura&Itemid=146http://www.eltallaninforma.com/index.php?option=com_content&view=article&id=185:los-zorros-de-arguedas&catid=117:literatura&Itemid=146http://www.eltallaninforma.com/index.php?option=com_content&view=article&id=185:los-zorros-de-arguedas&catid=117:literatura&Itemid=146http://www.eltallaninforma.com/index.php?option=com_content&view=article&id=185:los-zorros-de-arguedas&catid=117:literatura&Itemid=146
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    de pescadores, habitada por una pacfica mezcla de artesanos, comerciantes, yprofesionales de clase media; y aunque la industria del acero, que haba asentadosus altos hornos en la costa y dos diarios compuestos a mano,El faro y El Santa ,anunciaban los nuevos tiempos, nada haca prever que pocos aos despusChimbote se transformara en unboom town . La industria de la harina de pescadoconvirti a la caleta en el puerto pesquero ms grande del mundo y al Per en elprimer productor mundial de ese valioso insumo. En los aos 60, cien mil personas,mayormente migrantes andinos, se hacinaban en las precarias barriadaslevantadas en sucesivas invasiones de terrenos arenosos e insalubres. Dosdcadas ms tarde, la ciudad de doscientos mil habitantes estaba coronada por elhumo de las plantas y cercada por el mal olor del procesamiento del pescado. Lasplayas fueron destruidas por la industria pesquera, que haba crecido sinplaneamiento dentro del rea urbana y arrojaba sus desperdicios directamente a labaha, hoy da un desastre ecolgico, de aguas muertas, cercadas por un cordnsanitario de rocas, infectado de ratas. La repentina prosperidad llen al puerto deconstrucciones y negocios pero tambin de bares, burdeles y violencia. Lossindicatos, los partidos polticos, las alzas y bajas de la pesca indiscriminada, losprecios del mercado internacional, la monoproduccin, los mercados ambulantes,convirtieron al paisaje urbano y humano en una poderosa y contradictoria versin de

    la modernizacin compulsiva. Huelgas, invasiones de terrenos, conflictos legales,enfrentamientos con la polica, subrayaban el proceso catico y dinmico, perotambin desigual y agnico, de este populoso emblema del desarrollo peruano.

    Jos Mara Arguedas (1911-1969), el ms importante escritor peruanocontemporneo, era un novelista ya reconocido internacionalmente por su obramaestra Los ros profundos (1958); pero era tambin un antroplogo, que habatrabajado sobre reas sensibles de la memoria tnica andina, y cuya teora culturalsupona una nacionalidad heterognea, donde la sociedad criolla dominante fuesecapaz de reconocer los derechos del mundo indgena no slo como una culturalegtima sino como parte intrnseca de la diferencia nacional. No es, por ello, sinosintomtico, y hasta lgico, que este escritor bilinge, cuya lengua nativa haba sidoel quechua aborigen, encontrara en el fenmeno humano y social de Chimbote nosolamente el conflicto de la migracin andina y la modernizacin compulsiva sinotambin la puesta a prueba de la existencia de ese mundo andino. Con un proyectode investigacin apoyado por la Universidad Agraria de La Molina , en cuya rea deCiencias Sociales era profesor, Arguedas visit varias veces Chimbote paraentrevistar a los migrantes recientes. Sin embargo, su proyecto acadmico prontose transform en el plan de una novela. Inicialmente, haba planeado escribir sobre

    el puerto de Supe, ms prximo a Lima, que conoca muy bien por haber pasado alllos veranos, el cual tambin haba sufrido la violenta transformacin de la industriapesquera; pero comprendi que el fenmeno migrante era mayor y ms complejo

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    en Chimbote. El proyecto de la novela empez llamndose Harina mundo, luegoPez grande, y finalmente, El zorro de arriba y el zorro de abajo, ttulo tomadode la mitologa pre-colombina; ms especficamente, del tomo de leyendas y mitosrecopilados a fines del siglo XVI por el fraile Francisco de vila, que Arguedastradujo del quechua al espaol bajo el ttulo deHombres y dioses de Huarochir (1966). Estos zorros son dioses nativos que representan el mundo de lo alto y elmundo de lo bajo, principios a la vez de la geografa humana (costa y sierraandinas) y de la estructura mtica (complementariedad del saber comn comoprincipio del ser plural). En la novela, son otra de las formas del planteamientocentral: el dialogismo, que convoca a las partes en disputa a un debate exacerbadoy emotivo en torno al sentido de la modernidad peruana. Uno de los zorros inclusointerviene como personaje irnico (don Diego) en el captulo III.

    Pero Arguedas escribi, intent seguir escribiendo, y finalmente abandon laescritura de esta novela para suicidarse el 28 de noviembre de 1969, disparndosedos tiros. Muri el 2 de diciembre, sin haber recuperado la conciencia. Ya la primerapgina de la novela, en el primero de los Diarios intercalados en el relato,anunciaba el propsito de matarse. Pero tambin que la escritura de la novela lepermita diferir esa decisin, quiz incluso recuperar la voluntad de vida, y, en todo

    caso, avanzar en el proyecto de un relato que haba concebido en todas sus partes,estructura y fbula, pero que el malestar recurrente, y la aparente imposibilidad deobtener un tiempo libre suficiente, le impedan culminar. Sus viajes repentinos entreLima, Santiago de Chile y Chimbote, alojado en sucesivas casas de amigos,subrayan la transicin entre el malestar y la escritura, entre los Diarios y lanovela. En Santiago es paciente de la psiquiatra Lola Hoffman, con quien lee loscaptulos de la novela, y quien le recomienda, como terapia, avanzar en la escritura.Pero Arguedas ha pasado por un divorcio laborioso, est adaptndose a un nuevomatrimonio, y vive en un estado de inestabilidad que su correspondencia traduce.De modo que cuando comprende que no podr concluir ya la novela, decidepreparar su publicacin en el estado en que se encuentra. Escribe las cartas finales,las del suicida, que son un testamento pblico; prepara el manuscrito, y entiendeque si la novela queda inconclusa tiene, no obstante, valor narrativo propio ademsde un valor documental. En un mecanismo de transferencia simblica, que le esconnatural, la misma incompletud del libro y su carcter pstumo, se le aparecencomo una alegora de su propia situacin, animada por la promesa de su tema yminada por el malestar que lo vence.

    Arguedas haba intentado ya matarse en abril de 1966 ingiriendo una sobredosis de

    barbitricos, cuando su antiguo malestar psquico hizo crisis; los mdicos lesalvaron la vida, y por un tiempo pareci recuperar su energa zozobrante y hasta lavoluntad de seguir viviendo. En esos aos de crisis, divorcio y nuevo matrimonio, la

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    Dra. Hoffman parece haber recomendado a Arguedas, al menos segn las cartas deste, asumir sus nuevas decisiones para superar su estado crtico. No sera justoevaluar el tratamiento que esta reputada psiquiatra a quien su ilustre pacientellamaba madre, ya que de su relacin slo tenemos la correspondencia que ledirige Arguedas, donde se advierte tanto su aguda dependencia como su temor aobedecerla. De cualquier modo, ella le recomienda escribir su novela sobreChimbote como un ejercicio teraputico. Arguedas escribe, nos dice, para recuperarla sanidad. Escribir no solamente ser construir una representacin vlida deChimbote y su heterogeneidad peruana; sino, lo que es ms arriesgado, reconstruirun espacio narrativo donde la ficcin, que en el caso de Arguedas es la formaresolutiva de lo real, transfiera el malestar del autor a la conviccin del narrador;operando, de ese modo, una articulacin tan simblica como vital entre la voluntadde muerte del autor y la necesidad de vida del narrador. Vida y muerte se traman,en varios planos, como la vertebracin misma de la novela. As, la representacinde Chimbote se torna interior, inquietada por la vehemencia expresiva que anima alautor y por la perturbacin que lo agobia. Pero se hace tambin alegrica, porque lacapacidad potica del narrador recobra e incluye al autor en el proceso del relato.Se trata, claro, de una dolorosa alegora, donde vida y muerte se ceden la suertedel autor. Pero esto, al final, una alegora de la nacionalidad reformulada al centro

    de la modernizacin, donde vida y muerte ya no se oponen, se ceden la palabra, ytraman un mundo incgnito, antiguo y futuro, apocalptico y renaciente. La promesamtica (religar los contrarios y fundir al sujeto en el objeto, al lenguaje en el mundo)se cumple dramticamente en el proyecto final de Arguedas: si el malestar humanodel puerto es simtrico a su propio malestar psquico, esta fuerza del sufrimientosupone as mismo el conocimiento capaz de encontrar un sentido creativo an en laviolencia y la autodestruccin. Un mito del origen andino (la vida viene de la muerte)se transforma en un relato del futuro peruano (la utopa de una comunicacinplena). En esta postulacin trascendental del dilogo restitutorio, Arguedas nos pideque despidamos en l un tiempo del Per. Esto es, un perodo del sujetovictimizado por la discordia intrnseca al desorden cultural y social que ha vivido;pero tambin es evidente que se rehusa al escepticismo y al nihilismo, y que asumesu vida y su obra como parte de un proceso de articulacin cultural, donde lacelebracin del dilogo es definitoria. En este sentido, toda la novela es unextraordinario esfuerzo por darle sentido a una vida muriente y a una muertevivificante .

    El zorro de arriba y el zorro de abajo debe empezar, por ello mismo, con la historiadel suicidio inminente del autor. Desde esta perspectiva, la novela proyecta su

    sombra melanclica, y se convierte en una ceremonia ritual. Desde la muerte, lavida (la del autor y la de sus personajes) se torna, sin embargo, ms intensa, urgiday definitiva. El relato, as, adquiere la vehemencia de la confesin, la prisa de las

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    sntesis, el arrebato de los gestos de ruptura, la poesa y la irrisin del lenguajedescarnado. La novela, ahora, se ha convertido en un documento desolado ymagnfico: el nacimiento de la novela coincide con la promesa del suicidio del autor.La primera pgina anuncia la ltima: el Autor (ahora el Narrador) har de su muerteun acto literal (una escenificacin para la cual no hay protocolos) pero tambin unacto narrativo, donde el lenguaje deja de ser ficticio y es ms que documental.Convertido en la ltima materia primigenia, el lenguaje es capaz de rehacer lostrminos dados del mundo en el proyecto de su revelamiento, de sudesentraamiento. Arguedas llam a sus captulos hervores, porque son lagestacin de un proceso ferviente. Por eso, dice Arguedas que Vallejo es elprincipio y el fin. Como Csar Vallejo, el poeta de lenguaje ms radical, Arguedasse propone hacer de su texto un objeto dirimente y apelativo, capaz no slo de darcuenta de la crisis de un mundo (la guerra civil espaola en el caso de Vallejo, elapocalipsis modernizador en el caso de Arguedas) sino de revertir los trminos de lacrisis en la alegora realizadora del dilogo. En Vallejo, se trata del utopismoredentor (solo la muerte morir, anuncia y, en efecto, la muerte muere en elpoema); en Arguedas, del utopismo cultural (la suma de lo vivo en el mito de laheterognea plenitud comunitaria).

    Por lo pronto, la novela se compondr de cuatro diarios, el ltimo de los cuales estitulado como ltimo diario?. Esta es una pregunta por el mismo libro y por lapropia vida, como si el narrador no quisiera del todo dejarlos en manos del autor. Lapregunta revela, adems, el temblor del autor ante su obra, a punto deabandonarse, abandonndolo. Luego, los documentos de la muerte, demuestran elcuidado con el que el autor saldr de su propio relato para reconstruirlo desde laparte narrativa de su muerte. Porque el suicidio no ser solamente el fin de su vidasino el recomienzo de su novela, esa textualidad pstuma de su muerte, que elautor anota como una biografa sumaria, desgarrada del relato mayor de su fe en sutrabajo, en su obra, en su cultura. Al final, como al principio, sabemos que su vidase cierra, pero el texto inacabado supone la incompletud de la muerte, que requierede la vida para tener sentido. Esa vida animada y ardiente del relato recobra alsuicida, y lo alberga en la promesa mayor de la fbula: darle de hablar a la muerte.El relato ampla los poderes de esta vida disputada a las fuerzas contrarias. Y, msall de las evidencias del malestar, la fuerza dialgica del proyecto del Libro comomito regenerador, comunica al registro del desamparo la lucidez y la emocin deuna certidumbre trascendente, cedida al futuro.

    El carcter incierto del suicidio (dispararse?, ahorcarse?) se prolonga en la

    escritura oscilante del Diario: Ayer escrib cuatro pginas. Lo hago por teraputica,pero sin dejar de pensar en que podrn ser ledas. Esto es, la confesin se mueveentre el balance personal y la bsqueda de un lector posible. Y, en efecto, el Diario

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    ser pronto para Arguedas un dilogo mltiple, donde prosigue otrasconversaciones, cita a diversos interlocutores, y entabla un debate con sus colegasnovelistas. El principal interlocutor es Juan Rulfo, con quien Arguedas establece unvnculo inmediato de paridad. Pero tambin una identidad dirimente: AlejoCarpentier, dice, Es bien distinto a nosotros!. Aunque estas opiniones deArguedas sobre sus colegas provocaron reacciones ms bien polmicas, vistas enel proceso del libro adquieren otro sentido. En primer lugar, ya este inicial Diario,tras su tema urgente del suicidio, levanta un paradigma interior: el de lacomunicacin transparente, aquella capaz de cuajar el potencial humano y labelleza del mundo. Lo vemos en los instantes epifnicos, cuando acariciarle lacabeza a un cerdo, por ejemplo, suscita la comunicacin con una alta cascada.Pero este modelo natural de articulacin que late en lo vivo supone el otro modelo,que es moral. En efecto, la eticidad que sostiene a la identidad vulnerable delindividuo en el dilogo con el otro, como un mutuo reconocimiento, circula en el librocomo otro de sus paradigmas sustantivos. En verdad, sin esta permanenteidentificacin tica, que mantiene la humanidad del tu en el yo, no se podraentender cabalmente el proyecto utpico del autor. Por lo tanto, la capacidad decomunicacin es representada como una capacidad de identificacin, que provee laidentidad del sujeto en la voz del otro, en las voces de la otredad. Esta validacin es

    concedida por un sistema de revelaciones internas, que la naturaleza dialgica de loreal promueve, difunde y renueva. El hombre, en verdad, es agente de este dilogoconvocatorio y celebratorio; y su trabajo ms propio es desencadenar nuevasfuerzas de comunicacin y articulacin.

    Por ello, cuando un amigo lo lleva a un espectculo de danzas chilenas, Arguedasenfurece al comprobar que no se trata de un conjunto autntico. Todo eso es paraganar plata, protesta. Pero lo intocado por la vanidad y el lucro est, como el sol,en algunas fiestas de los pueblos andinos del Per, sentencia. Le ha indignado, enverdad, la domesticacin social de las danzas populares, que al socializarse para elconsumo se convierten en mero comercio. Se defiende, de inmediato, decualquier sospecha de indigenismo simple. El Diario deja curso a la opinin, queinevitablemente simplifica lo que __evala, pero ms interesante que la justicia o lainjusticia de los juicios es lo que hoy nos parece ms claro: primero, que Arguedasescribe desde un estado de susceptibilidad confesional, en un balance de simpatasy diferencias que pasa por su mayor o menor grado de identificacin con otrosnovelistas o artistas que ha conocido; segundo, que bajo ese ajuste de cuentas latela nocin de un principio artstico contrario a la socializacin del artista, a suobediencia de las reglas del mercado, a su sometimiento a una modernidad

    disciplinaria y de control.Estas pginas, adelantadas en la revista limeaAmaru (abril-junio, 1968) desataron

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    una polmica con Julio Cortzar, a la que Arguedas tuvo todava tiempo deresponder por extenso en su penltimo Diario de losZorros . Se trataba, a todasluces, de un malentendido, tal como Cortzar lo reconoci despus. Pero esta fcilpolarizacin entre el escritor localista y el escritor cosmopolita supona otra,planteada por Mario Vargas Llosa en un infortunado artculo en que divida a losnarradores latinoamericanos entre primitivos y modernos. No en vanoArguedas prefiere distinguirse de los escritores profesionales, cuya nocin deprogreso disputa. Vallejo no era profesional, Neruda es profesional, enumera,refutando la jerarquizacin que el oficio o la tcnica imponen sobre losescritores ms instintivos. Pero, en verdad, se trata de un espejismo de la hora:los aos 60 promueven, junto con el xito de la novela latinoamericana, la nocin deuna tecnologa textualista y rupturista que, en el optimismo de la hora, adquierevalores de vanguardismo esttico. Irnicamente, ese celo revolucionario delmomento, que el propio Arguedas demuestra con su emotiva adhesin a Cuba, escompartido junto al optimismo desarrollista de esa hora liberal. Arguedas es de losmuy pocos que desconfa del programa modernizador. Pronto, los proyectosnacionales reformistas encontrarn sus lmites en el sistema financierointernacional, y los aos 70 sern de crisis, violencia, y desintegracin deloptimismo poltico. No es casual que Mario Vargas Llosa cambiara tambin su

    valoracin de la obra de Arguedas, la que inicialmente haba apreciado; y que alpasar revista a estas polmicas opiniones de Arguedas terminara perdiendo de vistael sentido de su generosa demanda.

    Ahora bien, la magnfica protesta de Arguedas (No es profesin escribir novelas ypoesas!) es, en primer trmino, una defensa del arte contra su reproduccinmecnica no ya slo por la tecnologa (por su reificacin social y su conversin enmercanca vaca de conciencia), sino por su asimilacin literal al mercado. Deinmediato hay que decir que en la obra de Arguedas es patente una complejarelacin con las distintas formas del mercado, a las que suele representar comodesnaturalizadas o contrarias a los principios de convivencia, a las fuentes de lamemoria colectiva, y a los procesos de cohesin tnica. Sera un error confundireste debate con un anticapitalismo romntico o un colectivismo anacronista, ymucho menos con una agenda neoprimitivista reacia a la modernizacin. Hasta laglobalizacin est hecha de regionalidades y no meramente de homogeneizacin,como hoy sabemos mejor. Es evidente que en su experiencia andina y en su trabajocomo folklorista y antroplogo, Arguedas define una cada vez ms aguda y urgidadefensa de las expresiones creativas y las formas culturales del mundo aborigen.Pero, como ha visto bien William Rowe, no es posible separar esos trabajos de su

    obra narrativa, ya que hacen entre ellos un entramado de recuperaciones, asedios yafirmaciones cuya forma, an por estudiarse, puede ser vista como una estrategiaintelectual y artstica paralela, en cierto sentido, a los mismos movimientos de

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    resistencia, apropiacin y recodificacin de la cultura andina peruana. As, AntonioCornejo Polar ha adelantado la importancia del sujeto migrante y del proceso demigracin en la obra de Arguedas; lo que implica tambin su propia errancia deescritor desplazado y a la vez enraizado, posedo por un rico sentido de pertenenciay al mismo tiempo descentrado por su agobio anmico y zozobra personal. Perocabra adelantar que ese movimiento migratorio, que incluye al sujeto andino comoal mismo autor, tanto al lenguaje nativo como al mismo sentido de una articulacinextraviada, es un desplazamiento cuya dimensin social y humana puede resultartrgica pero cuya prctica cultural puede ser creativa y desencadenante. Los hroesmigrantes, como la migracin misma del sentido, no son solamente vctimas ovictimizacin sino ejes de transformacin y principios de articulacin. Esa prcticase ejerce en su capacidad de supervivencia, adaptacin y cambio a travs demecanismos de reapropiacin (nueva informacin es procesada y readaptada), quepermiten que los sistemas sincrticos y flexibles del exilio aborigen se expandansobre los nuevos saberes y formaciones culturales en medios discordantes. Esaprctica cultural supone, por otro lado, la contaminacin de las normas jerarquizantes, la ocupacin de espacios marginalizados, la incorporacin denuevos lenguajes, la reestructuracin, en fin, de una actividad social horizontal quepuede permitir nuevas negociaciones, dilogos y alianzas. Por eso, Chimbote se le

    aparece al autor como un formidable laboratorio humano, tan infernal y terrestrecomo sobrenatural y utpico.

    Tambin conviene recordar que enLos ros profundos el mercado es uno de lospocos espacios de dilogo y reafirmacin. En efecto, el mercadillo de laschicheras representa el intercambio, la individualizacin, la comunicacin festivay horizontal. Estas vendedoras de comida y bebida son agentes mediadores entreclases y etnias y, como tales, propiciadoras del gape, el banquete, y la msicaregional. Ms decisivamente an, son ellas las que se rebelan contra el estado enprotesta por el monopolio de la sal, y resultan por eso perseguidas por el ejrcito.Son una clsica fuerza poltica liberal, aquella que en todas partes, frente a lasrestricciones del estado, demanda un nuevo contrato social o un ms libre ordenpoltico. Pero, aun si en el mundo andino no se conoci el mercado, las feriasasumieron su dinmica de valoracin e intercambio; y este mercado de laschicheras, en efecto, tiene el color de la feria y su afirmacin de los bienesterrestres.

    Por eso, en el custico balance que Arguedas hace de la literatura latinoamericanaest en cuestin su mayor o menor dependencia del mercado distorsionador, aquel

    que deshumaniza al artista al convertirlo en un profesional, en un tecncrata msde la modernidad complaciente y de la modernizacin compulsiva. Arguedas, comoJuan Rulfo, haba logrado que la novela, uno de los instrumentos ms refinados de

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    la modernidad, se pasara a la orilla del otro, de los otros, de las vctimas de lamodernizacin, los campesinos. En efecto, enLos ros profundos la sublevacin delos indgenas es un acto de reapropiacin: demandan una misa para matar a lapeste. Es decir, asumen el poder del rito catlico como mito propio, capaz derestablecer el orden csmico perturbado por la enfermedad. Arguedas se pregunta,alarmado, si estos nuevos novelistas exitosos no terminarn reafirmando, ms bien,el arte como un privilegio de los vencedores, quienes adems escriben la historia. Elmercado literario se le aparece como parte del programa modernizante, quepresupone la homogeneidad cultural y la perpetuacin de las fuerzas dominantes.

    La novela misma empieza como una inversin o revulsin del procesomodernizador. La violencia latente y descarnada del lenguaje de los pescadores esuna visin casi orgnica, visceral y atroz, de este mercado del ms fuerte y mspoderoso visto en su subjetividad, all donde una lengua maldiciente desgarra ydegrada. Esta metfora de un lenguaje profundamente dividido recorre la novela enel habla del tartamudo, del pescador envilecido, del burdel degradante. Perotambin aparece en el habla de Maxwell, el joven norteamericano que ha cruzado ala otra orilla y ha asumido la cultura andina, como un mestizo cultural, que oscilaentre los extremos del puerto pero que anuncia ya un posible sujeto mediador. Y,

    as mismo, est presente en las hablas divisorias de los migrantes, formidablespersonajes emblemticos de su distinto grado de negociacin cultural. Esa identidaddel sujeto en su lenguaje, sin embargo, no es slo social; es tambin una alegorabablica de un pas que trabaja su horizonte dialgico. As, el lenguaje es oral, y laoralidad una forma del mundo reciente.

    La prostitucin es otro mercado desnaturalizado, y uno de los ejes devaciamiento del sentido. La novela encuentra su mejor mecanismo en las vocesmismas de los sujetos, en el dilogo en que reconstruyen sus historias, a las quecontrolan slo a medias, porque las palabras no configuran una objetividad comn,sino una subjetividad que se reconoce como mutua en sus heridas, horrores yagona. As, el lenguaje no es una conciencia analtica sino una zozobraconfesional, una gestualidad dramtica, de emotividad cruda e incierta. Lloraba yhablaba; lloraba y hablaba, se dice de una prostituta. Y otra, Paula Melchora,convierte su agona en una oracin: Gaviotas; gentil gaviota...de mi ojo, de mipecho, de mi corazoncito vuela volando. Bendice a putamadre prostbulo. Mestdoliendo me "zorrita". Luhan trajinado, gentil gaviota, en maldiciado "corral", negroborracho, chino borracho. Ay vida! Asno Tinoco mi ha empreado, despuecito. Lamiseria de su condicin aparece brutalmente enunciada en un habla indgena que

    impregna al castellano con su emotividad. Ese estado a medias configurado de sunuevo lenguaje subraya su propia situacin de migrante atrapada por la violenciadel puerto, que no puede racionalizar, por el mercado de su abyeccin. Y, con todo,

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    el lirismo del habla revela las mediaciones, del todo decisivas: la del quechuaoriginal (que impone, por ejemplo, vuela volando) y la de la oracin catlica (queaqu apela al dilogo con un mundo ms natural). En esta novela uno de lossubstratos ms persuasivos ser el lenguaje epifnico, esa forma revelada dedilogo pleno, cuya celebracin del mundo, postulacin dialgica, sentido redentordel sacrificio, comunidad oficiante y comunin ritual, me parece que dan formainterior a las muchas hablas de esta historia de vidas errantes en busca de unamorada en el habla, de un lenguaje de afincamiento. Me ha parecido advertir queese lenguaje epifnico es lo que en esta novela prevalece del encuentro delquechua y el discurso litrgico.

    En este mercado de la muerte, el espacio desasido se ha transformado en unanecrpolis. El captulo I corresponde al habla de Chaucato, el pescador que presideel centro desnaturalizado, el espacio del burdel y de la baha degradada, esa doblezorra (rgano sexual femenino) violentado por este des-fundador; el captulo II,en cambio, se sita en el mercado (llamado Modelo), y su hroe es el locoMoncada (loco iluminado, suerte de profeta mendicante). Si la palabra de Chaucatoes denigratoria, la de Moncada es una plegaria rota. El lenguaje como don seenerva en boca de hroe de la predicacin en el desierto. Moncada anuncia una

    verdad perdida: la ausencia de Dios en el lenguaje. Ms perentoriamente,testimonia la prdida de lo sagrado en la violencia deshumanizada del mercado.Yo soy torero de Dios, soy mendigo de su cario, no del cario falso de lasautoridades, de la humanidad... Se define desde una orfandad irrisoria, porquemendiga el lenguaje religador, perdido en un mundo desligado. Por eso, la cruz quecarga no es la del sacrificio sino la del cementerio: Moncada es un predicador sinpblico, cuyo lenguaje dislocado recorre el puerto a nombre de un Dios ausente.Yo soy lunar de Dios en la tierra, ante la humanidad, dice. Pero su tareamendicante es tambin una cruzada: Y no es la moneda lo que me hace disvariarsino mi estrella, advierte. En los mrgenes del mercado Modelo, celebra una misagrotesca y desafiante. Su discurso no tiene consecuencias, carece deinterlocutores, pero se levanta como una imprecacin contra las autoridades de losdiscursos socializados y dominantes.

    En esta sintaxis narrativa de espacios emblemticos, la novela pasa del burdel almercado y, en seguida, en los pasos de Moncada, al cementerio. La escenadantesca de los pobres de una barriada trasladando las cruces de las tumbas desus muertos, dramatiza la reorganizacin del espacio de la ciudad desde laperspectiva de la muerte. Esta escena fantasmtica es conjurada por el rezo de tres

    mujeres: Dios, agua, milagro, santa estrella matutina La oracin suma motivosde la novela (la yerba que resiste en el abismo, el ro Santa que retorna caudaloso),pero tambin funde algunos de sus lenguajes: el animismo quechua, la oracin

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    catlica, el castellano reciente. Marcas lingsticas de la migracin, del exilio delhabla sin lugar propio, y del desplazamiento del sujeto que disputa lasinterpretaciones para articular su propia objetividad. Quien intenta representar lasnuevas mediaciones es otro ejecutor del habla de la adaptacin: el porquerizoGregorio Bazalar, cuyo espaol imbuido de quechua aparece como un discursopoltico emergente, situado en la necesidad de controlar el espacio adverso.

    El Segundo Diario recuenta la dificultad de proseguir la novela que apenasempieza. No sin autoirona, y entre varios interlocutores, donde estamos incluidoslos mismos lectores, Arguedas mide sus fuerzas de escritor ante la desmesura desu tema. Pero aqu, por un momento, no se trata del suicidio; la novela, a pesar desus dificultades, se ha impuesto al autor. Nos dice que desde que empez el primerDiario en Santiago ha estado dos veces ms en Chile y cinco veces enChimbote. Fecha este Diario en el Museo de Puruchuco, en las afueras de Lima,donde un amigo le ha prestado una oficina para escribir. En su propia casa, enChaclacayo, tambin en las afueras de Lima, el tren implacable lo despierta todoslos das a las 4.30 a .m. Refugiado, duda: y si no puedo? Pero la ltima frase delDiario anuncia que al mes siguiente ya est otra vez en Santiago, en casa de lamam ngelita, y que empieza a escribir el captulo III. Otra vez, esta

    vulnerabilidad del escritor se traduce en la zozobra de la escritura; pero esta veznos parece entender que los muchos viajes entre espacios protectores no slodeclaran una fuga del malestar (y su desenlace, el suicidio) sino la necesidad de unrefugio donde retomar la escritura y prolongar la vida. Por lo dems, su relacin conla conflictividad del tema se le torna, sino ms clara, ms ntima. Creo no conocerbien las ciudades y estoy escribiendo sobre una, dice. Pero luego: Y no es quepretenda describir precisamente Chimbote. No, ustedes lo saben mejor que yo. Esaes la ciudad que menos entiendo y ms me entusiasma. Si ustedes la vieran!Tengo miedo, no puedo comenzar este maldito captulo III, de veras! Eseustedes nos alcanza a los lectores. Pero, si no es el puerto, qu es en verdad loque quiere describir? Porque habiendo ledo los dos primeros captulos, en efecto,sabemos que sta no es un una novela social o naturalista, pero tampocovanguardista o mgico-realista. Antonio Cornejo Polar la llam abierta porqueest incompleta. Pero, de otro modo, slo est incompleta en el proyecto del autor,que en su ltimo Diario nos dir con cierto detalle cules iban a ser los desenlaces.Tratndose de Arguedas y del carcter indeterminado de personajes y conflictos,esas lneas argumentales no tienen que haber sido las definitivas; pero nospermiten, al menos, entender que en su plan de trabajo esperaba a variospersonajes un final truculento y a los zorros tutelares una mayor deliberacin. En

    cualquier caso, la novela est completa en tanto libro escrito y editado por elautor. El fascinante proceso textual que incluye la interpolacin, la autoreflexividad,y el testamento epilogal potencian la ficcin en el documento, la novela en

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    testimonio, y el relato en gesto autobiogrfico. Los pre-textos y post-textos sedesdoblan novelescamente pero tambin resitan a la ficcin en un nuevo estatutode certidumbre narrativa, donde la novela se transforma en objeto cultural ajeno alArchivo de la normatividad y del canon. El problema de su definicin, por lo tanto, esms que genrico; tiene que ver, ms bien, con la radical diferencia de su escrituray planteamiento narrativo. All es donde radica la verdadera y enorme dificultad parael autor y la no menos inquieta tarea del lector.

    En cuanto a la escritura se trata del formato del dilogo y del predominio de laoralidad. Pero este es un dilogo no siempre razonado, no necesariamente obligadoa los turnos del hablante y el oyente; sino un dilogo de distinto protocolo. Hecho apartir de sobrentendidos, est fragmentado entre retazos de un discurso oblicuo ysin centro. De manera que las palabras no buscan slo representar el mundo querefieren, los hablantes no intentan slo intercambiar informacin, y la oralidad nopretende slo reproducir el instante enunciado. Hasta cuando los personajes seinterrogan, las respuestas son laterales o parciales, como en los dilogos deChaucato (captulo I) o en los de don Diego, el zorro convertido en evaluador dela industria, y don ngel, el astuto gerente pesquero de Braschi (captulo III). Enbuena cuenta, no sabremos necesariamente ms del fenmeno pesquero o de la

    situacin social o poltica de Chimbote a travs de estos dilogos; conoceremos, encambio, distintas e intrincadas interpretaciones de ese fenmeno y esa situacin;versiones que refractan el mundo en el habla, como su inversin subjetiva, ambiguay sospechosa. Los captulos III y IV, justamente, son los ms dialogados, y donde elcarcter conflictivo de la informacin ser procesado entre hablantes hechos msque por la informacin misma por la escena comunicativa donde actan sus propiasvidas, como si ejercieran papeles no en la objetividad econmica y social de unaciudad sino en el proceso comunicativo de un mundo sin reglas de habla, sinprotocolos de comunicacin, sin identidades fieles o veraces en el lenguaje mismo.Este es un proceso comunicativo que ocurre poniendo a prueba sus funciones,desprovisto de la seguridad de sus poderes inmediatos, y que est profundamentesubvertido por esta nueva humanidad del habla. Por ello, suele darse en un habladesgarrada, quebrada por dentro, exacerbada; una suerte de materia emotiva quedisuelve sus referentes para expresarlos casi material y descarnadamente. Slo enla Segunda parte de la novela las funciones comunicativas parecen habersedefinido, identificando a los hablantes como hbridos del lenguaje migratorio que seest levantando como otra ciudad (humanizada?) dentro de Chimbote.

    El captulo III, adems, avanza la crtica del mercado como espacio

    desnaturalizador. El zorro don Diego le explica a don ngel, el gerente, que lascomunicaciones tecnolgicas, incluidas las computadoras, permiten un espacio queconcilia los dismiles. As en la baha de Chimbote convergen, dice, el Hudson

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    con el Maran, el Tmesis con el Apurmac, y hasta Pars y el Sena. Este espaciopardico es, en verdad, un mercado actualizado (un anticipo de la ideologa delmercado globalizado que proclamar hasta sus ltimas consecuencias el neo-liberalismo en los aos 90), donde los agentes del poder modernizante perpetansu explotacin. Irnicamente, ese mercado comunicativo promueve la imitacin y ladistorsin. Se anuncia como un sub-sistema colonial, incapaz de verdadero dilogo.Contrastivamente, los mercados de las afueras tienen ms moscas que comida,ms muerte que vida. Estn rodeados de alcatraces hambrientos, verdaderosemblemas fnebres.

    Pero hasta don ngel, brazo derecho de Braschi, el gran empresario de la pesca,reconoce que en Chimbote est la baha ms grande que la propia conciencia deDios, porque es el reflejo del rostro de nuestro seor Jesucristo. Se refiere a laabundancia natural como un atributo divino, y tal vez al capitalismo salvaje quedestruye esa misma abundancia con su expoliacin. De los nuevos barrios de losmigrantes, trazados con orden y comunalmente, dice que ni la conciencia de Dios[los] habra imaginado. Estas referencias de implicacin religiosa se prolongan, enseguida, cuando don ngel refiere el conflicto de dos estatuas de San Pedro, elpatrn de los pescadores; una, modesta pero genuina, que los pescadores asumen

    como suya; la otra, ms vistosa, comprada por la empresa, pero que al haber sidovisitada por las prostitutas que la empresa acarrea es percibida comodesbautizada. El conflicto se insina: los pescadores demandan que su santo seavuelto a bendecir por el Obispo. Enmaraado y oscilante, este captulo desarrolla laidea poltica central de la novela: la industria de la harina, en manos de Braschi,est montada como un entramado conspirativo. Al modo de una mafia, acta comoun micro-estado corrupto, cuyas asociaciones, planes y operaciones estndiseados para explotar el mar, corromper a la fuerza laboral, manipular a losmigrantes, y sabotear el movimiento sindical. (Quiz para no repetir el esquema deinterpretacin dominante, la teora de la dependencia, Arguedas no insiste en laracionalidad mecnica de estas explicaciones sino en su versin ms bien moral).Sin embargo, este capitalismo salvaje es tambin una fuerza que ha generado suspropias contradicciones, algunas de las cuales ya no puede controlar, ya seaporque el movimiento social desencadenado es una expresin de las sumasdesiguales del Per, o porque las polarizaciones que se suceden reestructuran lasignificacin con nuevos antagonismos y resoluciones. La novela, en fin, no selimita al reduccionismo socio-econmico, no busca reiterar las evidencias; explora,ms bien, esos mrgenes de desencadenamiento, la textura de un lenguaje quebusca reorganizar el sentido entre grandes negaciones y muy pocas promesas.

    En esa dimensin es donde empieza a configurarse la polaridad central, entre elespacio infernal del mercado y el espacio de origen litrgico. El captulo IV

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    los otros migrantes, la lengua es la alegora de la migracin: cada uno ilustra elestado de su viaje migratorio en el estado de su lengua adoptiva. Todos sonmigrantes recientes, pero unos vienen de la sierra del norte, otros de la sierra deHuaraz, y hasta hay quienes vienen de Puno, del extremo sur andino. Unos revelanms que otros su pertenencia a la mentalidad mtica, como el patrn de pesca quehabla del ltimo Inca en Cajamarca como si fuera su contemporneo. Otros, comoEsteban de la Cruz , han pasado por el infierno de la minera, y arriban al infiernodel puerto confirmando que estamos en un mundo al revs, y que la muerte habitaen la vida. Pero, al mismo tiempo, esa conciencia de desdicha agudiza su lenguaje,forjado entre el quechua y el espaol, entre la Biblia y el mercado, entre la vida y lamuerte, como un testimonio agonista. Es formidable, por ejemplo, esta frasecastellana de estructura quechua: Hemos llegado casero calamina Cocalnmina. O sea: As llegamos al casero de calamina, donde est la mina de Cocaln.Pero la frase aglutinante quechua posee una resonancia pica, corresponde a lassagas del descenso al Hades. Tambin es notable la riqueza anmica de estadescripcin epifnica:

    Mariposa amarillo, siempre, pues, llegaba, cansado, al andn cementerio. Delrbol pobrecito, chico retama, soba al cementerio, padeciendo. Hemos mirado

    paisanos, dispus, en los foneral entierros, a las maripositas. Alzaban bastantes,mancha grande, del retamal. Viento fuerte arrastraba su alita en el can barranco,ro pa'abajo arrastraba, en can seco barranco. Lo haca llegar, en veces, al negroro del carbn; cayendo caan. En polvo, seguro, atoraban.

    Estas mariposas que promedian entre la vida y la muerte, podran ser mensajeros,dice el minero, que lloran la muerte de los indios en la mina. Pero Moncadaprotesta: ... no hay mensajero de nada, compadre! La muerte en Per patria esextranjero... La vida tambin es extranjero. As, la memoria elocuente de donEsteban alimenta la prdica sentenciosa de su furioso compadre.

    Pero si la vida est tan extraada como la muerte, si una y otra estn desplazadaspor un espacio infernal, quiere decir que las correspondencias entre el mercado y elcementerio convierten a la ciudad en una necrpolis. Este espacio infernal quemultiplica la muerte desligada supone al extranjero, esto es, al desierto, alnomadismo sin tregua. Lo extrao, lo extranjero, es en este sistema aquello queno est articulado, y que disuelve el sentido de lo local con su jerarquizacinimplacable. Verdad verdadera, de justicia su fundamento Dios, sentencia donEsteban. Une en un enunciado a la verdad, a la justicia y a Dios; o sea, al sentidoarticulatorio de un lenguaje tan natural como moral. No en vano, ha aprendido delprofeta Isaas la tiniebla-lumbre, y ejerce el habla que se levanta contra lamuerte, a la que ha jurado vencer.

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    En la segunda parte la novela ingresa a una nueva dimensin del dilogo, esta vezms resolutivo. Por fin accedemos a un plano ms articulado del lenguaje, donde laactividad comunicativa busca hacer un recuento de experiencias, establecer unbalance de saberes, y postular un porvenir de responsabilidades. Otra vez, loshablantes migratorios se definen por su modulacin oral del espaol adquirido, estavez con una elaboracin narrativa mayor, que permite el testimonio o el retrato. Enverdad, posibilitan el curso de la saga migrante de los dirigentes, ya que ahora setrata de los lderes comunitarios, aquellos que responden por su experiencia y sumedio. Don Cecilio es uno de los narradores decisivos aqu porque su relato modulala estrategia cultural del migrante, entre alianzas y negociaciones, que amplan justamente su representatividad comunal, su madurez civil. Los otros hablantes sonel cura Cardozo y Maxwell, el joven nortamericano que se ha mestizado en elmundo indgena. El dilogo se va convirtiendo en un anlisis de la calidad decompromiso de estos hablantes en sus nuevos mrgenes que han empezado aconvertir en umbrales. Para algunos se trata incluso de definir sus opciones.Cardozo anuncia as su posicin:

    La revolucinse oy la voz firme de Cardozo no ser obra sino de estosdos ejemplos, uno divino, el otro humano, que naci de ese divino: Jess y el

    Che. Esta conviccin parece aludir a la teologa de la liberacin, que por entoncesArguedas ha empezado a apreciar a partir de su dilogo con Gustavo Gutirrez.Resuena, adems, al sincretismo cristiano y marxista (o trotskista) de Vallejo,cuando anunciaba que el lema del escritor revolucionario era Mi reino es de estemundo pero tambin del otro. Por eso, Cardoso cierra el captulo con la epstola dePablo: Si yo hablo en lenguas de hombres y de ngeles, pero no tengo amor, nosoy ms que un tambor que resuena o un platillo que hace ruido... Y reflexiona:Yo he visto aqu, en Chimbote, visiones entre apocalpticas y ternuras. Seor!Cada noche, cada da veo revelaciones que me enardecen y conturban.

    A su modo, este cura catlico avanza en su propio lenguaje, desde sus fuentes defe, hacia la lengua hbrida del dilogo, donde los personajes son, finalmente, hroesdel lenguaje del reconocimiento mutuo.

    Al cerrar el libro, Arguedas se sita frente al suicidio inminente como parte de undilogo de sacrificio y renacimiento. Se pierde con l un tiempo del Per agonista,pero se gana otro, un tiempo del dilogo restituido. Al final, Chimbote se haconvertido en una disputa por el sentido (humano, espiritual) del pas, del cuerposimblico de una nacin posible. Por un lado se levantan los mercados de lamuerte, por otro los discursos de linaje litrgico y mgico, que confrontan a lamodernizacin desnaturalizadora con su fuerza regenerativa y su utopa

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    comunitaria. Por eso, no se trata meramente de una utopa arcaica como hadicho, para descalificarla, Mario Vargas Llosa. Se trata, ms bien, del ms seriointento de la cultura peruana por sumar una versin de alteridad humanizada. Estoes, de una utopa del discurso de las sumas de plenitud, donde la muerte ya no seala contradiccin de la vida, sino parte imbricada de su potencialidad creativa. Es, poreso, no una utopa formal y normativa sino una en construccin, como el dilogomismo, abierta e indeterminada. Una utopa, as, capaz de recuperar para lohumano el espacio revertido, el desierto o el infierno de los hombres reducidos porel mercado que los compra y los vende. Estamos, as mismo, ante un lenguaje deprofunda intimidad religiosa, cuya reminiscencia litrgica recorre el espacio infernalconvirtiendo a la palabra en un don reparador. Contra la moneda del mercado, lapalabra es gratuita y regenerativa.

    Por eso, la ciudad como Necrpolis supone la prdida de la Ciudad religadora. Perolos habitantes del lenguaje mestizo, los nuevos dirigentes y mediadores, losreligiosos que asumen el valor del otro, la creciente hibridez cultural que disputa ladebacle social, podran tambin adelantar el principio de una suma de la justiciasalvadora. Esa ciudad del habla del reconocimiento pleno es la utopa ms radical,esto es, la ms demandante y celebrante.

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