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IX CONGRESO INTERNACIONAL ASOCIACIÓN DE HISTORIADORES LATINOAMERICANOS Y DEL CARIBE (adhilac) Doscientos años de historia e historiografía de las independencias en América Latina y el Caribe SANTA MARTHA (COLOMBIA), MAYO DEL 25 AL 29 DE 2010. LÁZARO CÁRDENAS Y LA REVOLUCIÓN MEXICANA DR. ALEJO MALDONADO GALLARDO Unidad Profesional del Balsas / Facultad de Historia Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo MORELIA, MICHOACÁN, MÉXICO, MARZO 21 DE 2010. 1

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IX CONGRESO INTERNACIONAL ASOCIACIÓN DE HISTORIADORES LATINOAMERICANOS Y DEL CARIBE (adhilac)

Doscientos años de historia e historiografía de las independencias en América Latina y el Caribe

SANTA MARTHA (COLOMBIA), MAYO DEL 25 AL 29 DE 2010.

LÁZARO CÁRDENAS Y

LA REVOLUCIÓN MEXICANA

DR. ALEJO MALDONADO GALLARDO Unidad Profesional del Balsas / Facultad de Historia Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo

MORELIA, MICHOACÁN, MÉXICO, MARZO 21 DE 2010.

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Los hilos de la historia. Cuando José Lázaro contaba apenas con trece años, su padre Dámaso, lo que le llevó a buscar trabajo, como meritorio en la Oficina de Rentas, administrada entonces por Jesús García Tinajero,1 sustituido poco tiempo después por don Donaciano Carreón.2 Para entonces ya había terminado la primaria: sabía leer, escribir y hacer cuentas.3 El señor Carreón había llegado a Jiquilpan, con una imprenta que utilizaba para difundir los acontecimientos de las reuniones sociales de las familias de alcurnia o las liberales enemigas de Porfirio Díaz. Ante la atracción de la imprenta, y la necesidad de ganar algunos pesos, el joven Lázaro entró a trabajar como aprendiz en La Económica, nombre que le pusieron al negocio de la impresión. Así, después de terminar sus labores en la oficina de rentas, se dirigía al taller para realizas las tareas que le eran asignadas. Don Enrique Ibarra y Allende, que estaba al de él, tomó empeño en que Lázaro aprendiera el oficio. Los 10 pesos mensuales que ahí ganaba, más los dos que le daban semanalmente en rentas,4 caían muy bien a doña Felicitas.

En medio de la euforia por el triunfo de Madero y de Silva (15 de octubre de 1911), falleció don Dámaso, lo que agravo la difícil situación económica de la familia Cárdenas. Doña Felicitas se dedicó a la costura, su hijo Dámaso emigró a Guadalajara como dependiente de una farmacia,5 y Lázaro fue llamado por el señor secretario de la Prefectura, don Miguel Vázquez, para que desempeñara tareas de escribiente en su despacho.6 Además de continuar con sus quehaceres en la Económica. En 1911, cerró la imprenta y fue puesta en venta7. Lázaro y un grupo de amigos formaron una cooperativa y le propusieron a Carreón que les vendiera el negocio con algunas comodidades de pago, a lo cual accedió. La sociedad la formaban además de del joven Cárdenas, Salvador Romero, Martín Nava, J. Refugio Argueta, Jesús Castañeda y Agustín Carreón.8 Como líder del grupo y conocedor de los manejos del negocio, Lázaro se puso al frente y renunció al puesto de escribiente que venía desempeñando en la Secretaría de la Prefectura. En el taller trabajaba día y noche, con el auxilio de su amigo y aprendiz, Bruno Galeazzi.9 Parece ser que la imprenta tuvo bastante éxito. Eran largas las jornadas de trabajo, componiendo oraciones y frases e imprimiendo bandos municipales, anuncios de bodas, bautizos, panaceas medicinales, folletos católicos, pequeños periódicos, impresos, etc.10 Por las tardes, mientras Lázaro y Galeazzi estaban en la faena, pulsaban la guitarra unas veces Ignacio Lozoya y Luis Martínez, y en otras Luis Cazares y José Mancilla.11 El lugar se convirtió en un centro de reunión donde se

1 Lázaro Cárdenas: Obras. Apuntes 1913/1940, T. I, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1972, pp. 7 y 8. 2 Ibíd. p. 9. 3 Ídem; Jesús Romero Flores: Lázaro Cárdenas. (Biografía de un gran mexicano), México, Instituto Politécnico Nacional, 1996, P. 18. 4 Ver: L. Cárdenas, Op. Cit. T. I, P. 9; Ma. Teresa Cortés Zavala: Lázaro Cárdenas y su proyecto cultural en Michoacán, México, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 1995, p. 29. 5 Raúl Arreola Cortés: Lázaro Cárdenas. Un revolucionario mexicano, México, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 1995, p. 39. 6 L. Cárdenas, Op. Cit. T. I, p. 12. 7 Ángel Gutiérrez Martínez: Lázaro Cárdenas (1985-1970), México, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 1994, pp. 9 y 10. 8 L. Cárdenas, Op. Cit. T. I, p. 13. 9 Ídem. 10 T. Cortés Zavala: Lázaro Cárdenas...Op. Cit. p. 30; Fernando Benítez, Lázaro Cárdenas y la Revolución Mexicana. El caudillismo, México, Fondo de Cultura Económica, 1985, p. 28. 11 L. Cárdenas, Op. Cit. T. I, p. 13.

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comentaba la cotidianidad social, política, cultural e histórica de Jiquilpan, al igual que las noticias que llegaban sobre los alzados y Madero.12 Por el medio en que estaba inmerso, Lázaro conversó y convivió con los simpatizantes que el coahuilense tenía en su pueblo, como el doctor Gustavo Maciel, Francisco Tinajero, Trinidad Mayés, que habían formado junto con Ignacio Romero, Estanislao Betancourt, Francisco y David Mejía, Ignacio Martínez y otros, del Club Antirreleccionista Democrático de Jiquilpan.13 Los mismos que al asesinato de Madero (22 de febrero de 1913), salieron a la calle para manifestarse en contra del gobierno usurpador del general Victoriano Huerta. A los que, se les sumaron los campesinos de poblaciones aledañas como Totolán y Los Remedios, quienes fueron aprehendidos y llevados a Morelia. Mientras que en Zamora se levantaron en armas, los hermanos Irineo y Melesio Contreras, entrando a Jiquilpan con 50 hombres.14

La sociedad y los jóvenes amigos, estaban enterados de los acontecimientos acaecidos en la ciudad de México, y lo que sucedía en la lejanía norteña de Coahuila, Chihuahua, y Sonora, o de los estados de Morelos, Puebla y de otros lugares de la República. A través de noticias escritas y orales que llevaban y traían los arrieros que recorrían los caminos de la región y que iban más allá de ella, enteraron de los levantamientos de Villa, Emiliano Zapata, Venustiano Carranza, José María Maytorena, Lucio Blanco, Eulalio Gutiérrez, Abraham González, Maclovio Herrera, Pablo González y de muchos otros.15 Las batallas eran contadas con la riqueza y argumentos de los mensajeros, haciendo verdaderas epopeyas, que no fueron vistas en Michoacán, durante el primer tramo de la revolución de 1910 a 1911,16 solo la preparación de grupos armados, y leves escaramuzas en Santa Clara, la Piedad, Charapan y por algunas horas en Zamora.

El asesinato de Madero que impactó a la sociedad mexicana, tuvo varias razones y algunas de ellas, bienes desde los mismos tratados de ciudad Juárez, donde se acordó licenciar a las tropas rebeldes en la medida que se fuera restableciendo y garantizando la paz y el orden público en el país, y el ejército federal porfirista asumiría esa tarea.17 Esta fuerza castrense nunca tuvo confianza en Madero, mientras la desmovilización rebelde lo apartó de los líderes revolucionarios que le habían brindado su apoyo.18 También influyó su poco interés, por resolver los compromisos sociales comprometidos en el Plan de San Luis y particularmente el tema agrario, ocasionando fuertes diferencias con el caudillo del sur, Emiliano Zapata, quién exigía que los cumpliera. Ante la negativa del presidente, el 28 de noviembre de 1911 se firmó el Plan de Ayala por varios dirigentes revolucionario zapatistas.19 Tres meses más tarde, cuando en Morelos éstos se enfrentaban a las fuerzas del gobierno, se acentuaron las diferencias entre Madero y el resentido Pascual Orozco, quien terminó rebelándose el 3 de marzo de 1912 en contra del gobierno federal con el llamado Plan de la Empacadora.20 Por su parte el general

12 Ibíd. pp. 14 y 15. 13 Álvaro Ochoa Serrano: Jiquilpan, (Monografías Municipales), México, Gobierno del Estado de Michoacán, 1978, p. 144. 14 L. Cárdenas, Op. Cit. T. 1, P. 8; Guillermo Ramos Arizpe y Salvador Rueda Smither: Jiquilpan (1895-1920). Una visión subalterna del pasado a través de la historia oral, México, Centro de Estudios de la Revolución Mexicana “Lázaro Cárdenas”, A.C., 1984, pp. 278 y 298. 15 L. Cárdenas: Apuntes... T. I, pp. 14 y 15. 16 Jaime Hernández Díaz: Política agraria en Michoacán (1890-1928), Tesis para obtener el título de Licenciado en Historia por la Facultad de Historia de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 1980, p. 74. 17 Hanz Werner Tobler: La Revolución Mexicana. Transformación social y cambio político: 1876-1940, México, Alianza Editorial, 1994, p. 220. 18 David Brading. “Introducción: la política nacional y la tradición populista”, en Caudillos y campesinos en la Revolución Mexicana, México, Fondo de Cultura Económica, 1991, p. 20. 19 Entre los principales firmantes, estaban los generales: Emiliano Zapata, Otilio E. Montaño, José Trinidad Ruiz Eufemio Zapata, Jesús Morales Próculo Capistrán y Francisco Mendoza. Después seguía una larga lista de coroneles y capitanes: “Plan de Ayala,” en Arnaldo Córdova: La ideología de la Revolución Mexicana. La formación del nuevo régimen, México, Editorial Era, 1991, pp. 489 y 439. 20 En él se demandaba en lo político: la desaparición de la vicepresidencia y de los jefes políticos, la efectiva autonomía municipal, garantías a la libertad de expresión, ampliar el periodo presidencial de cuatro a seis años; en lo laboral, el pago a los trabajadores en moneda constante y

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Bernardo Reyes que había regresado a México, y tras un breve encuentro con Madero, salió fuera del país decidido a levantarse en armas en contra del gobierno. Experiencia que terminó muy pronto. Las revueltas y las inconformidades crearon un ambiente de inestabilidad, enriquecida con las tensiones que se habían originado entre sus seguidores moderados y reformistas, al igual que la desconfianza que siempre le manifestó el ejército y los círculos porfiristas, tanto a nivel de los empresarios como de la diplomacia.21

Hasta el gobernador de Michoacán, Miguel Silva, pagó las consecuencias, ya que Zapata tenía muchos simpatizantes en el estado, convirtiéndose en un verdadero dolor de cabeza para el gobernante. Sobre todo, a raíz de la emboscada donde fue asesinado Salvador Escalante, uno de sus cercanos colaboradores (23 de enero de 1912), cerca de la población de Teloloapan (Guerrero), por fuerzas del zapatista Jesús H. Salgado.22 A fines de ese mismo mes, proclamando el ‘Plan de Periban,’ se levantó Marcos V. Méndez, prontamente abatido por las fuerzas leales a Madero y Silva. Pero surgieron otros cabecillas como Gordiano Guzmán y Jesús Cíntora por los distritos de Salazar y Coalcomán, mientras que en la región de los Reyes y Peribán se hacía presente Eutimio Figueroa. Los rumbos de Puruándiro, era asolada por Mauro Pérez, los hermanos Anastacio y Abundio Pantoja, al igual que Benito Canales.23

Los acontecimientos que se producían en el norte o el sur, y en el propio estado de Michoacán, eran conocidos tarde o temprano por los concurrentes a la imprenta que administraba Lázaro Cárdenas. Así entre el trabajo de la tipografía y las charlas nocturnas, les alcanzó el golpe de estado que dio Victoriano Huerta a Madero (18 de febrero de 1913), así como su asesinato cuatro días después, junto al Vicepresidente Pino Suárez.24 Lo que nuevamente prendió la mecha de la lucha armada. Aunque por todas partes del país ardieron focos rebeldes contra el golpista, la revolución en Michoacán vino nuevamente del norte,25 donde se encontraban los jefes más importantes que habían enfrentado a Pascual Orozco y Bernardo Reyes en su intento por acabar con Madero.26 Aquí, en el estado, se fueron incorporando poco a poco, y como bien ilustra Rubén Romero, no todos tomaban las armas: “muchos eran […] los que clamaban y ofrecían, a agritos, su sangre en aras de la revolución, pero de mi pueblo fuimos pocos los que tomamos el rifle con el aquel de que no nos hicieran menos las gentes de Coahuila o de Sonora que, como avalancha, inundaron nuestra región. Dizque había muchos revolucionarios, pero todos de pico, platicones que recorrían las tiendas pregonando su vieja admiración por las nuevas doctrinas. Todos ellos se quedaron en sus casas, cuidando de sus negocios, al amor de la familia, o curándose la gota, por mandato facultativo.”27

sonante, jornadas de trabajo de diez horas, restricciones al trabajo infantil y promesas de mejores salarios y condiciones de trabajo; y en la cuestión agraria: recibir título de propiedad a quién haya residido en un terreno por 20 años o más, el regreso de las tierras a los campesinos que ilegalmente se les hayan quitado, repartir las tierras nacionales que estuvieran sin cultivar, así como la expropiación de aquéllas que siendo de algún hacendado no estuvieran cultivadas. H. Werner Tobler, Op. Cit. pp. 227 y 229. 21 Cfr. con: H. Werner Tobler, Op. Cit. p. 157. 22 Eduardo Mijangos Díaz: La Revolución y el poder político en Michoacán, 1910-1920, México, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 1997, pp. 68, 69 y 84. 23 Ibíd. P. 69. 24 Ver: Enrique Krauze: Francisco I. Madero. Místico de la libertad, (Biografías del poder, 2), México, Fondo de Cultura Económica, 1987, pp. 95 a 108; H. Werner Tobler, Op. Cit. P. 248; Héctor Aguilar Camín y Lorenzo Meyer: A la sobre de la Revolución, México, Editorial Cal y Arena, 1992, pp. 43 a 45. 25 Felipe Arturo Ávila Espinosa: El pensamiento económico, político y social de la Convención de Aguascalientes, México, Instituto Nacional de Estudios Histórico de la Revolución Mexicana / Instituto Cultural de Aguascalientes, 1991. p. 41. 26 Héctor Aguilar Camín: “Los jefes sonorenses de la Revolución Mexicana”, en Caudillos y campesinos en la Revolución Mexicana, México, Fondo de Cultura Económica, 1991, p. 143; F. Ávila, Op. Cit. P. 41; H. Werner Tobler, Op. Cit. Pp. 279, 280. 27 José Rubén Romero: “Mi caballo, mi perro y mi rifle”, en Obras Completas, México, Editorial Porrúa, 1993, p. 296.

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En Coahuila, Venustiano Carranza, ex jefe del movimiento maderista en el norte y ahora gobernador constitucional por ese estado, ante los dramáticos sucesos ocurridos en la capital de la República con la asonada militar y el encarcelamiento de Madero y Pino Suárez, tomó la iniciativa y obtuvo el apoyo de la legislatura local el 19 de febrero, para desconocer a Victoriano Huerta como Presidente de la República y enfrentar todas las consecuencias.28 Como afirma

Gilly, “…convocó al país a derribar al <<gobierno usurpador>>...”29 Días después, el 26 de ese mes, Carranza expuso a sus seguidores el Plan de Guadalupe.

Algunos de los asistentes, como Francisco J. Múgica -Secretario de la Asamblea-, pretendían que se incluyeran soluciones a problemas campesinos y obreros, que no logró.30 El Plan fue aprobado

y firmado ese mismo día.31 Con él se pretendía aglutinar a los simpatizantes de Madero y

restablecer el orden constitucional que había roto Huerta.32 En Sonora, de igual manera se desconoció al golpista y se unió al Plan de Guadalupe, mientras la mayoría de los estados aceptaba la nueva situación.33 En Chihuahua, Francisco Villa,34 hizo lo mismo y se incorporó a la Revolución, al frente de campesinos “…descendientes de los colonos militares que habían recibido tierras y ayuda económica, primero de la administración colonial española y más tarde del gobierno mexicano, a cambio de luchar contra las tribus indias nómadas del norte, en espacial los apaches...”35

La respuesta y organización al golpe de estado fue rápida. Carranza integró sus tropas con las milicias rurales y las fuerzas auxiliares del estado de Coahuila, entre los que se encontraban figuras como Francisco J. Múgica, Lucio Blanco, Alfredo Breceda y Jacinto B. Treviño, entre otros.36 Mientras que José María Maytorena, como no licenció a las tropas que habían participado en el levantamiento de 1910, contaba con un ejército armado y bien pagado, al que “...se incorporaron campesinos y trabajadores de la región, ferrocarrileros del Pacífico, mineros de Cananea y Nacozari y, desde los primeros momentos, un contingente entero de la tribu

28 Ana María León de Palacios y Miguel Palacios Palacios: “Francisco J. Múgica: agrarista del constitucionalismo”, en Francisco J. Múgica: agrarista / Educador, México, Gobierno del Estado de Michoacán, 1985, p. 39. 29 Adolfo Gilly: “La Revolución Mexicana”, en México, un pueblo en la historia. Oligarquía y revolución, 1876 – 1920, T. 3, México, Alianza Editorial mexicana, 1993, p. 160. 30 Douglas W. Richmond: La lucha nacionalista de Venustiano Carranza, 1893 – 1920, México, Fondo de Cultura económica, 1986, p. 72; León y Palacios, Op. Cit. pp. 40 y 41. 31 León y Palacios, Op. Cit. P. 41. 32 Jesús Silva Herzog: Trayectoria de la Revolución Mexicana y otros ensayos, México, Fondo de Cultura Económica / Secretaría de Educación Pública, 1984, p. 36 33 H. Werner Tobler, Op. Cit. p. 249. 34 Doroteo Arango, conocido después como Francisco Villa, nació en el Municipio de San Juan del Río Durango en 1878, fue hijo de Agustín Arango, campesino que trabajaba tierras a medias en el rancho el Gorgojito y muere joven, por lo que Doroteo se hace cargo de la familia, impidiéndole asistir a la escuela. Por dificultades con el dueño del rancho huye de él y se convierte en 1891 en bandolero. En 1910 después de una entrevista con Francisco I. Madero en la ciudad de Chihuahua, Doroteo, que ya había tomado el sobre nombre de Francisco Villa se incorpora a la Revolución. Sería hasta 1913, con el asesinato del presidente Madero, que Villa se incorpora al movimiento constitucionalista al lado de Carranza para combatir a los ejércitos de Victoriano Huerta. La División del Norte, como se le designó a las fuerzas de Villa ganaron entre 1913 y 1914 las batallas militares más importantes al gobierno usurpador y fueron las que partieron la columna vertebral de sus ejércitos en los enfrentamientos de Gómez Palacios y Torreón (Coahuila), San Pedro de las Colonias (Durango) y Zacatecas. Las discrepancias desde 1913 entre Villa y Carranza, por la política agraria aplicada como gobernador militar de Chihuahua y el recelo del Primer Jefe en 1914 por el avance que estaban teniendo las fuerzas de Villa rumbo a la capital de la República, llevó a una tensas relaciones entre ambos caudillos hasta su rompimiento en noviembre de este último año, con motivo de los acontecimientos generados alrededor de la Convención de Aguascalientes. Al final Villa perdió la batalla política frente a Carranza y la militar ante Álvaro Obregón, el general sonorense que comandaba los Ejércitos del Noroeste y que fue, el que se alzó con la victoria al término de la lucha armada en noviembre de 1916. A pesar de su derrota, Villa seguía teniendo una influencia importante entre las masas rurales de Chihuahua y era recordado en varias regiones del país por sus batallas epopeyescas que le valieron la composición de varios corridos populares. El 20 de julio de 1923, estando Álvaro Obregón como presidente de la República es asesinado el también llamado Centauro del norte en Parral, Chihuahua. Ver: Enrique Krauze: Francisco Villa. Entre el ángel y el fierro, (Biografías del poder, 4), México, Fondo de Cultura económica, 1987; Friedrich Katz: La guerra secreta en México. Europa, Estados Unidos y la Revolución Mexicana, T. I, México, Ediciones Era, 1996, pp. 161 a 182. 35 Friedrich Katz: “Pancho Villa, los movimientos campesinos y la reforma agraria en el norte de México”, en Caudillos y campesinos en la Revolución Mexican, México, Fondo de Cultura Económica, 1991, p. 87. 36 Ver: Bertha Ulloa: “La lucha armada (1911-1920)” en Historia general de México, V. 2, México, El Colegio de México, 1997, p. 1118; León y Palacios, Op. Cit. p. 42.

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yaqui...”37 Entre los principales personajes que se destacaron en este ejército encontramos a Álvaro Obregón, Salvador Alvarado, Manuel M. Diéguez, Juan Cabral, Plutarco Elías Calles, Benjamín G. Hill, Bracamontes y Felipe Ángeles, todos figuras de primera línea en la Revolución.38

Para combatir a Huerta, los revolucionarios formaron “...tres cuerpos militares: La División del Norte, encabezada por Francisco Villa, a partir de Chihuahua; el Ejército del Noroeste, dirigido por Álvaro Obregón, a partir de Sonora, y el Ejército del Noreste, al mando de Pablo González, a partir de Tamaulipas, Nuevo León y los estados del noreste.39 Aunque no reconoció a Carranza, Emiliano Zapata se incorporó con su ejército de campesinos a la rebelión,40 después de rechazar el armisticio propuesto por Huerta. Alzándose en armas, con el Plan de Ayala y continuando su lucha por la tierra, por ello se le sumaron grupos revolucionarios de los estados de México, Michoacán, Tlaxcala, Puebla, el Distrito Federal, Hidalgo y Oaxaca. Todos adoptaron el Plan de Ayala y se subordinaron a Zapata.41

A partir de estos levantamientos, ya nadie pararía a la lucha revolucionaria. Por ello afirma Arnaldo Córdova, que “...lo más notable de la revolución mexicana fue la relativa rapidez con que los grupos de la clase media que se oponían a la dictadura lograron asimilar en sus programas políticos y en su ideología las reivindicaciones de los campesinos y, al mismo tiempo, ponerse a la cabeza del propio movimiento campesino, sea para destruir el aparato político porfirista, sea para desbaratar toda oposición radical proveniente del movimiento campesino mismo. Ello ocurrió sobre todo después de la caída de Madero, en febrero de 1913.”42

En Michoacán, cuando Huerta comunicó el 18 de febrero sobre la nueva situación política del país, el gobernador Miguel Silva vaciló asumir una postura contraria al centro y convocó a los principales líderes del Partido Liberal para ponerse de acuerdo en torno de la posición a tomar.43 No hubo consenso, a pesar de que el gobernador siguió en su puesto hasta el 19 de mayo, cuando el Congreso del Estado le otorgó una licencia por tiempo indefinido. Su lugar fue ocupado por Alberto Dorantes hasta el 9 de junio. Después entró Alberto Yarza durante mes y medio, siendo sustituido por Jesús Garza González, general huertista de mano dura desde el 1º de agosto de 1913 hasta junio del año siguiente.44

Ante la actitud vacilante de Silva, los generales Gertrudis G. Sánchez y José Rentería Luviano, además de Joaquín Amaro, Cecilio García, Juan Espinoza y Córdova, Francisco de la Hoya -entre otros-, desconocieron a Huerta y proclaman su adhesión al Movimiento Constitucionalista, el 30 de marzo del año trece en el poblado de Coyuca. Fue entonces que se nombra a Martín Castrejón como gobernador de Michoacán45 A partir de aquí se empezaron a organizar los revolucionarios de estas tierras, formando con los vigésimo octavo y cuadragésimo primero cuerpos de rurales y rancheros voluntarios, la División del Sur, al mando de Gertrudis G. 37 A. Gilly: “La Revolución...” México un... Op. Cit. p. 163. 38 B. Ulloa, Op. Cit. V. 2. P. 1118; Ramón Puente: Hombres de la Revolución. Calles, México, Fondo de Cultura Económica, 1994, p. 22. 39 A. Gilly: “La Revolución...” México un... Op. Cit. p. 161. 40 Aguilar y Meyer, Op. Cit. p. 57. 41 H. Werner Tobler, Op. Cit. pp. 283 y 284. 42 Arnaldo Córdova: “Revolución burguesa y política de masas”, en Interpretaciones de la revolución mexicana, México, Editorial Nueva Imagen, 1992, p. 70. 43 E. Mijangos Díaz, Op. Cit. p. 87. 44 Ver: José Bravo Ugarte: Historia sucinta de Michoacán, México, Morevallado Editores, 1995, p. 504; J. R. Romero: “Apuntes de...” Obras... Op. Cit. pp. 112, 113 y 121; E. Mijangos D., Op. Cit. pp. 90 y 91. 45 Ver: Heriberto Moreno García: Guaracha. Tiempos nuevos tiempos viejos, México, FONAPAS- Michoacán, 1980, p. 49; Álvaro Ochoa Serrano: “La revolución llega a Michoacán”, en Historia general de Michoacán, Vol. 4, México, Gobierno del Estado de Michoacán, 1989, pp. 20 y 21; J. Hernández Díaz, Op. Cit. p. 82.

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Sánchez y como segundo de abordo, José Rentería Luviano. Emprendiendo éste y Amaro, relampagueantes campañas por el oriente, norcentro y occidente. Acciones que llevan a la toma de Zamora, y encaminan los pasos de Luviano, hasta la hacienda de Guaracha, donde es derrotado el 2 de junio de 1913.46

En el mes de mayo se habían levantado también, los hermanos Antonio y Jesús Contreras en Zamora, y a su paso por Jiquilpan se les sumó la caballería federal que ahí había. Sacaron los presos de la cárcel, desarmaron a la guarnición, cortaron la línea de telégrafo, se apoderaron de armas, ropa y joyas de particulares, decomisaron unos $ 130 pesos de la oficina de rentas, quemaron los procesos levantados contra los revolucionarios jiquilpenses y con 70 hombres empezaron a merodear la región.47En la Meseta Tarasca de igual manera hubo indígenas que se

incorporaron a la lucha, por el rumbo de Cherán, con Casimiro López Leco.48 Por todos lados se hacía presente los alzados y los combates fueron cada vez más constantes en poblaciones importantes, en donde se aparecían las tropas de Sánchez, Luviano y Amaro.49

Por varios puntos de Michoacán hubo levantamientos, entre ellos una buena cantidad de silvistas, desilusionados por la actitud del gobernante.50 Varios de ellos, como sucedió en la Tierra Caliente, eran dueños de ranchos o haciendas, y tomaron las armas junto con sus familiares, peones y simpatizantes, y no siempre apoyando al Plan de Guadalupe,51 sino para recuperar el poder político que habían arrebatado a Díaz y que con Huerta volvían a perder. Michoacán estaba en llamas, por lo que el gobernador militar Alberto Dorantes resumía de la manera siguiente la situación en la entidad: “…de los 16 distrito de Michoacán (de los que sólo menciona 15), 4 -Morelia, Jiquilpan, La Piedad y Zamora- estaban libres de perturbación; 6 –Coalcomán, Pátzcuaro, Maravatío, Puruándiro, Zinapécuaro y Zitácuaro- se hallaban parcialmente invadidos; 5 –Ario, Apatzingán, Huetamo, Salazar y Tacámbaro- estaban sustraídos a la acción del Gobierno...”52

Los acontecimientos nacionales y del estado, así, como el paso de los hermanos Contreras por Jiquilpan, eran comentados en La Económica, por los amigos que ahí se reunían. El joven Cárdenas mostró al calor de las conversaciones una simpatía por la causa revolucionaria y fue quizá entonces, que empezara a madurar la idea de incorporarse a la rebelión, pues varios de sus amigos se habían entusiasmado con esa posibilidad, como Manuel Medina Chávez, Luis Cazares, Luis Martínez, Antonio Cervantes, Ignacio Lozoya, Enrique Canela, Francisco Álvarez y los hermanos Guerra, de la comunidad indígena de los Remedios.53 En esas noches de plática y sueños llegó a los amigos de la imprenta la noticia de la toma de Zamora, por los 600 hombres que comandaba el general huetameño José Rentería Luviano (30 de mayo de 1913).54

En su camino a Jiquilpan, Luviano se detuvo en la hacienda de Guaracha, administrada en esos momentos por el viejo don Isabel Godínez a quien la acordada dejó solo, huyendo ante la cercanía de los alzados,55 que buscaban dinero y vituallas para la causa. La llegada del

46 A. Ochoa Serrano: “La revolución...” Historia general... Vol. 4, P. 20. 47 Ibíd. P. 50 48 Ver. J. Jesús Castillo Janacua: Paracho durante la Revolución. Estampas y relatos, 1890 – 1930, México, Balsal Editores, 1988, pp. 11 a 118. 49 J. Bravo, Op. Cit. pp. 504 y 505. 50 E. Mijangos Díaz, Op. Cit. P. 87. 51 Ibíd. P. 91. 52 J. Bravo Ugarte, Op. Cit. p. 505. 53 L. Cárdenas, Op. Cit. T. I, p. 16. 54 A. Ochoa Serrano: Jiquilpan. Op. Cit. p. 146; H. Moreno García, Op. Cit., p. 50. 55 A. Ochoa Serrano: Jiquilpan. Op. cit. p. 146.

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huetameño ocasionó gran revuelo, pues hasta esas fechas ningún grupo revolucionario había llegado y entrado en aquel emporio.56 Por las cercanías con Jiquilpan, o quizá por algún tipo de trabajo discreto que la imprenta había realizado durante el maderismo -con Donaciano Carreón-, Rentería Luviano envió a la población, a un grupo de rebeldes bajo el mando del capitán Pedro Lemus. En La Económica solicitaron a Lázaro imprimiera un manifiesto, titulado Mexicanos, donde aparecieran a manera de firma, los nombres del general Rentería Luviano, de los coroneles Cecilio García, Ponciano Pulido, de la Hoya y del teniente coronel ingeniero Alvirez.57

Este hecho, aceleró el ingreso del joven impresor a la lucha armada, ya que, al terminar el manifiesto y enviárselo al general Rentería -con Bruno Galeazzi y Enrique Canela-, éste tuvo que desalojar rápidamente la hacienda, pues la plaza de Zamora había caído nuevamente en poder de los ejércitos huertistas y lo amenazaban parte de esas fuerzas, comandadas por el coronel Abraham R. Aguirre,58 huyendo los alzados a la región de Huetamo. Ante esos acontecimientos, por la noche de ese día, Lázaro y la red de amigos, se reunieron en ella para recibir de Galeazzi y Canela los pormenores de los sucesos. Ahí estuvieron hasta altas horas de la noche, Luis Cazares, Manuel Medina Chávez, Luis Martínez, Ignacio Lozoya y Francisco Álvarez, que escucharon atentos la relación de los hechos.59

A manos del huertista Aguirre, llegó el famoso documento impreso por Cárdenas e inició rápidamente la búsqueda de sus autores y de todos aquellos que habían ayudado al oriundo de Huetamo, durante su brevísima estadía en esas tierras, y empezó una cacería en contra de los sospechosos, acusados de simpatizar con él. A la imprenta llegaron y la registraron, volcando las cajas de los tipos, quemando archivo y papeles.60 Lázaro volvió a reunir a sus amigos y hablaron

de la necesidad de irse al monte según relata Fernando Benítez.61 Aunque Cárdenas en sus Apuntes, dice que les planteó “...la necesidad de salir de la población en busca de los revolucionarios, para incorporarse a ellos...62, y aunque había entusiasmo entre los jóvenes,

solamente Antonio Cervantes se animó junto con él a emprender la aventura.63Enterada doña Felicitas -madre de Lázaro-, de que las milicias del gobierno lo buscaban, y quizá por algunas actitudes que venía observando en su hijo desde tiempo atrás, sumado a las pláticas que ambos sostenían sobre eso acontecimientos, ya esperaba su partida. Por ello cuando el joven Cárdenas le hizo saber su pretensión de partir al poblado de Apatzingán, para trabajar en la hacienda de la Concha, al lado de su tío José María del Río. Ella contestó: ‘no vas con José María, sé que te vas a la revolución,’64 Apatzingán era un punto estratégico de la tierra caliente junto con Huetamo para los alzados contra Huerta. Para todos era conocidos que en las cuencas del Balsas y del Tepalcatepec el movimiento maderista era más activo que en otras regiones de Michoacán debido a su conexión con el vecino estado de Guerrero, que servía de puente para comunicar a la región con el de Morelos y Puebla, donde operaban los zapatistas. Pero además, porque Apatzingán era de una difícil geografía, que forma “...parte de la provincia demográfica de la Depresión del Balsas y

56 H. Moreno García, Op. Cit. p. 146. 57 L. Cárdenas, Op. Cit. T. I, p. 15. 58 H. Moreno García, Op. Cit. p. 51. 59 L. Cárdenas, Op. Cit. T. I, p. 16. 60 Fernando Benítez: Lázaro Cárdenas y la Revolución Mexicana. El caudillismo, México, Fondo de Cultura Económica, 1995, pp. 30, 31. 61 Ibíd. p. 31. 62 L. Cárdenas, Op. Cit. T. I, p. 16. 63Ibíd. P. 17. 64 Ibíd. P. 16.

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representa el extremo más occidental de la misma; está limitada al norte por la Sierra del Centro, al Sur por la Sierra de Coalcomán; su límite occidental está determinado por las serranías que resultan de la confluencia de ambos sistemas orográficos en los límites de Jalisco y Colima; al oriente la tierra caliente se continua hacia los estados de México y Guerrero...”65

A tomar el fusil. Al amanecer del 18 de junio del año trece, se despedían doña Felicitas y Lázaro. El joven, caminando salió rumbo a la Concha, situada en la Tierra Caliente.66 El día 23 llegó al pueblo de Acahuato -un balcón a 1000 metro sobre el nivel del mar-, donde se domina el extenso valle de Apatzingán67 Que, junto con los de Tepalcatepec, Buena Vista, Nueva Italia,68 y los de Antúnez, integran una gran planicie, de terrenos ondulados situados a una altitud que oscila entre los 500 y 600 metros sobre el nivel del mar, localizados en la parte centro occidente del estado de Michoacán,69 mejor conocida como la región de Apatzingán. Más allá, al sur y poniente, se observa la Sierra Madre y al oriente, la de Inguarán, que la separa de la otra Tierra Caliente, la de Huetamo y los rumbos de Altamirano y Tlapehuala en Guerrero. En esa rica planicie se extendían los arrozales, los huertos de limonero y los cultivos de las haciendas de Lombardía y Nueva Italia –propiedad de la familia Cusi-,70 las más importantes de la región, que como oasis brillaban desde las alturas. Vergel logrado gracias a su extensión, organización, infraestructura tecnológica, capital, moderna administración, número de empleados, altos porcentajes de variados productos y miles de hectáreas abiertas al cultivo de riego y temporal. Aunque no fueron las únicas del valle, si las de mayor capital. Tenían a otras por vecinas que en mayor o menor proporción variaban de tamaño, pero no llegaron a compararse con ese emporio.71 A pesar de las riquezas naturales, el valle era como tantas otras regiones del país, en donde sus habitantes eran generalmente peones y labriegos de las haciendas, ganaban menos de 50 centavos diarios y se alimentaban a base de fríjol, chile y tortilla. A excepción de Lombardía, la población carecía de escuelas y padecía tuberculosis o paludismo, enfermedades más comunes por la falta de higiene y los mosquitos.72 Este era el rostro, que desde Acahuato no veía Lázaro, y no variaba en gran medida del emporio de Guaracha y Anexas, que él conocía, por estar en las proximidades de Jiquilpan.

El 24 de junio, Lázaro Cárdenas y Antonio Cervantes iniciaron su descenso a la Tierra Caliente, rumbo a la hacienda de la Concha, propiedad de un cura de Uruapan llamado Manuel

65 Fernando Guevara Fefer: “Los factores físico-geográficos”, en Historia General de Michoacán, T. I, México, Gobierno del Estado de Michoacán, 1989, pp. 13 y 14. 66 Ibíd. P. 18. 67 Ibíd. p. 17. 68 Ver: Genaro Correa Pérez: Geografía del Estado de Michoacán. Física, Humana y Económica, T. I, Morelia, Michoacán, Gobierno del Estado de Michoacán, 1974, p. 194. 69 F. Guevara Fefer, Op. Cit. p. 13. 70 F. Benítez, Op. Cit. p. 34. 71 Ver. Elionore M. Barrett: La Cuenca del Tepalcatepec. Su colonización y tenencia de la tierra, T. I, (SepSetentas, 177), México, Secretaría de Educación Pública, 1975, p. 27; Fernando Foglio Miramontes: Geografía económica agrícola del estado de Michoacán, T. I, México, Imprenta de la Cámara de Diputados, 1936, pp. 29, 37, 63, 64, 76 y 77. 72 F. Benítez, Op. Cit. p. 34.

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Sandoval y administrada por José María del Río, tío de Lázaro por línea materna. Que ya tenía noticias del viaje de su sobrino.73 El jiquilpense permaneció en la Concha los días que faltaban al mes de junio y los primeros de julio. Su acompañante, Antonio Cervantes, ya sea por el calor y los mosquitos o por la cercanía de tomar las armas, decidió regresar a su pueblo natal, tres días después.74

Ahí se enteró Cárdenas de la actividad militar del general Martín Castrejón -gobernador carrancista de Michoacán-, por los rumbos de la Huacana; del general Guillermo García Aragón, en las riberas del río Tepalcatepec; del coronel Cenobio Moreno en Parácuaro; en la región de Huetamo, el general José Rentería Luviano; en los pueblos limítrofes de Michoacán y Guerrero, los coroneles Cecilio García, Ponciano Pulido y el ingeniero Salvador Alcaraz; y el general Gertrudis Sánchez, con el regimiento de "Carabineros de Coahuila", al que pertenecían los coroneles Barranco, de la Hoya y Joaquín Amaro, andaban por los parajes de Uruapan, Ario y Tacámbaro.75 Eran los días de la primera gran ofensiva revolucionaria en Michoacán -entre los meses de marzo y julio de ese 1913-, iniciada por Gertrudis Sánchez y Rentería Luviano en Coyuca de Catalán (Guerreo) -corazón de la tierra caliente de la cuenca del Balsas-, a lo que siguió una fuerte contraofensiva huertista contra los rebeldes, que duraría hasta mayo del año siguiente.76

Los levantamientos revolucionarios llevaron al gobierno federal a militarizar casi todos los estados de la república y Michoacán no fue la excepción.77 Los informes del gobernador huertista Alberto Dorantes, señalaban que los rebeldes se encontraban por todas partes y la Tierra Caliente era prácticamente de ellos, llegando sus fuerzas a sumar 6 mil hombres, en una región prácticamente inaccesible por su extensión y topografía.78 Para enfrentarlos, el gobierno de facto llegó a tener ahí, 100 mil hombres aproximadamente, muchos de ellos, producto de la leva o contingentes de sangre, reclutados a la fuerza, mientras trabajaban en el campo, estaban recluidos en las cárceles o vagando por las calles de los pueblos.79 La entidad estaba militarizada, intentando evitar que las regiones contaminadas del Bajío, el Oriente, la ciénaga de Chápala y las partes serranas ardieran como lo estaba haciendo la depresión del Balsas, desde Amatlán en Michoacán hasta Guerrero y Morelos, por las riberas del inmenso y caudaloso río.

La ofensiva rebelde y la incorporación de Lázaro a la Revolución, coincidió con la temporada de lluvias, cuando la tierra se empieza a sofocar por las altas temperaturas y miles de mosquitos aparecen como nubes por doquier. Era el 3 de julio cuando habló con su tío José María para despedirse, pues al otro día por la mañana saldría en busca de los alzados.80 Por la tarde del día siguiente, llegó a Buenavista y se presentó ante el general Guillermo García Aragón, solicitándole su incorporación al movimiento. Como era instruido, quedó integrado al Estado Mayor con el grado de Capitán Segundo y se encargó a partir de entonces, de la correspondencia del general.81 El alto mando, estaba compuesto por el coronel Luis Santoyo, de Santa Ana Amatlán, Michoacán; el coronel ingeniero José Viguri, de la ciudad de México; los mayores

73 L. Cárdenas, Op. Cit. T. I, p. 18 y 19. 74 Ídem. 75 Ibíd. p. 19. 76 J. Bravo, Op. Cit. pp. 504 y 505. 77 E. Mijangos Díaz, Op. Cit. p. 90. 78 J. Bravo, Op. Cit. p. 505. 79 Ibíd. p. 91; H. Werner Tobler, Op. Cit. p. 300. 80 L. Cárdenas, Op. Cit. T. I, p. 19 y 20. 81 Ibíd. p. 20.

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Ignacio Valdovinos y Manuel Guido de tierras mexiquenses; el mayor médico Manuel Navarro, de Paso la Arena, Guerrero; el mayor Julio Figueroa, del mismo Estado pero del poblado de Tilzapotla; los capitanes primeros Melesio Uribe y Plutarco Castañón, también oriundos de esos lugares; mientras que el capitán segundo José Riverón era del estado de México; y el teniente Carlos Tapia del Poblano.82

Los comandantes que estaban al frente de las columnas revolucionarias, fueron: el general Alejo Mastache, de Chilpancingo; el general Cipriano Jaimes y mayor Concho Jaimes, de Pungarabato, ambas poblaciones del Estado de Guerrero, entidad de la que eran nativos de igual manera, el teniente coronel Agustín Albarrán y el mayor José Castrejón; por su parte, el teniente coronel José de la Trinidad Regalado era de Atacheo, Michoacán; y los capitanes Ernesto Prado y Jesús Mesa, de la Cañada de los Once Pueblos, de la misma entidad.83 Más tarde y dentro de esas correrías iníciales, el joven capitán conoció al general Martín Castrejón y a la gente que andaba con él como: Benigno Serrato, Rafael Sánchez, Primo Reyes, Antonio Medina, Jesús Soria y a otros tantos personajes. Los 800 hombres de Aragón formaban parte de la Segunda División del sur, que dirigían G. Sánchez y Rentería Luviano.84

Así, a partir de Buenavista, empezaron las actividades revolucionarias del joven Cárdenas. De ahí, a la conquista de Aguililla donde las fuerzas federales mostraron alguna resistencia y después salieron huyendo;85 más tarde continuaron por las regiones “...de Churumuco, Cayaco, El Jorullo, Apatzingán, Buena vista, Acahuato y Tancítaro, y el día 8 de septiembre [enfilaron a la Sierra Central por el rumbo del] Tejamanil cruzando en las orillas de Paracho hasta Aranza...”86, tierras frías y de abundante lluvia en esa época. En este pueblo indígena se

entrevistó García Aragón con el revolucionario natural de Cherán, Casimiro López Leco,87 quien

era toda una autoridad moral y militar entre los pueblos indígenas de la Meseta Tarasca,88 y de los 150 hombres que le seguían, con el fin de expulsar a las compañía extranjeras que explotaba los bosques de la Meseta. García Aragón lo invitó para que se incorporara a la columna, pero Leco prefirió seguir por estos lugares. El purhépecha, habitualmente no bajaba de la zona serrana, que conocía bastante bien y los indígenas lo identificaban muy bien. La Meseta era su medio natural, tanto para moverse o pasar inadvertido si era necesario, como para incorporar naturales a la lucha, que había emprendido por ellos para reclamar la tierra.89

Una Revolución no esperada. El día 11 emprendieron la marcha rumbo a Purépero. Ahí pensaban los revolucionarios de Aragón abastecerse de armas y municiones, que a través del cura del lugar les harían llegar, pero

82 Ídem. 83 Ibíd. pp. 20 y 21. 84 L. Cárdenas, Op. Cit. T. I, p. 19. 85 F. Benítez, Op. Cit. P. 36 y 37. 86 L. Cárdenas, Op. Cit. T. I, p. 23. 87 Ídem. 88 J. Castillo Janacua, Op. Cit. p. 16. 89 Ver: Paul Friedrich: Revuelta agraria en una aldea mexicana, México, Centro de Estudios Históricos del Agrarismo en México / Fondo de Cultura Económica, 1981, p. 70.

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no aparecieron. Por el contrario, fueron atacados por el ejército federal integrado por 600 hombres bien pertrechados, al mando del general Rodrigo Paliza; mientras otros 200 efectivos, los rodeaban por la región de Acuitzeramo.90 El sorpresivo ataque y la falta de armas ocasionaron una desbandada de los rebeldes, que salieron como pudieron del lugar. No pararon hasta la Sierra del Tigre, en donde pudieron contabilizar los estragos: 10 muertos, 5 prisioneros, 14 heridos y 80 desaparecidos. Después de esta experiencia fuera de la Tierra Caliente, los de Aragón decidieron regresar a ella y concentrase en Acahuato,91 lugar en que el general les dio a “...conocer la situación de la tropa revolucionarias, manifestando se veía obligado a internarse al Estado de Guerrero por el rumbo de la Hacienda de Balsas, para continuar por Coahuayana y la Unión, situada en la costa del Pacífico, en donde esperaba encontrar pertrechos y grupos armados que le habían anunciado se incorporaría a su columna. Que dejaba en libertad a los jefes que quisieran quedarse en Michoacán; sólo les pedía se mantuvieran en contacto con él....”92

Ante la disyuntiva y la falta evidente de material de guerra, Trinidad Regalado, José Castrejón, Ernesto Prado y Primitivo Mendoza decidieron quedarse en estas tierras con sus respectivos hombres y merodear por ellas. Era indudable que los alzados estaban en desventaja con el ejército de Huerta, por las armas que portaban y la organización militar que tenía, así como por la falta de lazos y comunicación con otros movimientos del país. Por ello Rentería Luviano había enviado tiempo atrás, a Salvador Alcaraz Romero -cuando estuvo en Guaracha-, a Coahuila, para que informara a Carranza de lo que sucedía en Michoacán y solicitarle el apoyo necesario para armar a la División del Sur, regresando seis meses después con las manos vacías, y contando exclusivamente -como ya se venía dando-, con la ayuda del guerrerense Rómulo Figueroa.93

Sucedió en realidad, lo que Rubén Romero describe en Mi caballo, mi perro y mi rifle: “...lo cierto es que nos tienen abandonados y que la revolución en Michoacán importa muy poco a las gentes del Norte.”94 Por ese motivo, había apuntado antes, “... Con las carrilleras vacías, las batallas se tienen que librar contra el hambre, replegados en algún rincón de Tierra Caliente, o en las cumbres de las más altas montañas [...]. Noches cerradas de tormenta escuchando la artillería de grueso calibre que desgaja encinas en torno nuestro; días de ayuno forzoso en los que sentimos envidia de nuestros caballos porque pastan en la hierba; horas de sobresalto en las que nos echamos a temblar porque un terrón se desprendió de la ladera y ha venido rodando a nuestros pies. Todo, porque nuestros cargadores están vacíos y la impotencia nos torna medroso y pesimistas.”95

Esa era la dura realidad de los revolucionarios michoacanos y no distaba de lo que pasaba en las tropas de Aragón. En Acahuato, Lázaro Cárdenas fue asignado a la partida del capitán Primitivo Mendoza, y después de la dispersión por la batalla, siguieron los posibles pasos del general Aragón, según los puntos que había dicho utilizaría hasta cruzar a Guerrero. Aunque tenían noticias de él, no lo alcanzaron. Se tirotearon en el camino con grupos que no simpatizaban con la Revolución. Llegaron hasta la región de Aguililla, de ahí regresaron rumbo a

90 L. Cárdenas, Op. Cit. T. I, pp. 23 y 24. 91 Ibíd. P. 24. 92 Ibíd. p. 24 y 25. 93 A. Ochoa Serrano: “La Revolución...”, en Historia General…Op. Cit. Vol. 4, p. 21. 94 J.R. Romero, Op. Cit. p. 312. 95 Ídem.

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Úspero, por donde andaba Cenobio Moreno y se incorporaron a sus fuerzas. Lo encontraron en la hacienda de la Colorada, con sus 300 hombres bien montados pero mal armados.96

Había mucho que hacer y poco parque para intentarlo, mientras el ejército huertista estaba en pleno apogeo en una contraofensiva, iniciada el pasado mes de julio.97 En Úspero se reunieron con Martín Castrejón y de ahí, sus hombres, los de Moreno y Mendoza, enfilaron tumbo a la hacienda de Zicuirán, que durante algunos días utilizaron como centro de operaciones para incursionar por lugares vecinos. Hasta allá llegaron los federales al mando de Prado y Tapia. La estrategia de los rebeldes fue encabezada por Benigno Serrato, Rafael Sánchez, Eleno Carrillo, Primo Reyes y Castrejón, situados en distintos sitios usados para la defensa. Ante la difícil situación, al ser rodeados por los huertistas, se emprendió una huida más, como en otras tantas ocasiones lo habían hecho, ahora por el rumbo de la Huacana hasta la hacienda de San Pedro Jorullo, propiedad de Castrejón.98

Se reorganizaron e integraron una columna de 900 hombres al mando de Castrejón, y emprendieron largas jornadas, cruzando toda la Tierra Caliente, para alcanzar su objetivo militar: El Carrizal de Arteaga, plaza que guarnecía el prefecto y coronel Gordiano Guzmán, lugar al que nunca llegaron, pues la batalla perdida en Barranca de Arucha les hizo desviarse a Tumbiscatio, regresar a la hacienda de San Pedro Jorullo y después a Churumuco.99En esta población, ante la fuerte presencia de los ejércitos federales en toda la tierra caliente, el general Martín Castrejón manifestó la conveniencia de dividir a la columna revolucionaria en grupos que operasen en distintas zonas.100 Así fue como a mediados de octubre de 1913 se dispersaron los rebeldes michoacanos y emprendieron una lucha de guerra de guerrillas, como medio de sobrevivencia.

Cenobio Moreno merodearía por los alrededores de Parácuaro; Eleno Carrillo, se quedaría en los de Churumuco; Primitivo Mendoza incursionaría por la Sierra de Coalcomán; Martín Castrejón, en las inmediaciones de la hacienda de San Pedro Jorullo; y Lázaro Cárdenas, caminaría rumbo a las tierras altas de la región de Jiquilpan, con la idea de reunir gente para la causa, lo que no logra conseguir, por la orden de aprensión que había en su pueblo natal en contra de los alzados, por lo que su estadía no fue fácil. Razón, por la que fue a parar hasta Guadalajara, ciudad donde trabajó algún tiempo en la fábrica de cerveza La Perla.101 Dejando atrás su primera experiencia como revolucionario, y las lecciones de más de tres meses en ella, le dejó la Tierra Caliente, tanto en lo militar -por los malabares que tuvieron que hacer para sobrevivir-, como la visión del mundo que de ahí obtuvo.

En esa ciudad, se entero por la prensa, de la invasión norteamericana al puerto de Veracruz,102 sucedida el día 21 de abril de 1914. Historia que se fue tejiendo desde los

96 L. Cárdenas, Op. Cit. T. I, p. 26. 97 J. Bravo, Op. Cit. p. 504. 98 L. Cárdenas, Op. Cit. T. I, p. 27. 99 Ibíd. p. 28. 100 Ibíd. P.29. 101 Ídem. 102 Ïbid. p. 45. Aunque abordaremos a continuación el asunto de las relaciones entre Huerta-Wilson. Carranza, es importante anotar una serie de trabajos que han abordado el caso, que al verlos en conjunto enriquece la visión del conflicto de la intervención estadounidense en Veracruz, por las fuertes diplomáticas utilizadas y las diferentes ideas que viertes sobre el mismo. Entre los fuereños, tenemos a: Charles C. Cumberlan: La Revolución Mexicana. Los años constitucionalistas, México, Fondo de Cultura Económica, 1993, pp. 253 a 290; Pierre Py: Francia y la Revolución Mexicana, 1910 – 1920, o la desaparición de una potencia mediana, México, Fondo de Cultura Económica / Centro de Estudios mexicanos y Centroamericanos, 1991, pp. 90 a 219; W. Dirk Raat: Los revoltosos. Rebeldes mexicanos en los Estados Unidos, 1903 – 1923, México, Fondo de Cultura Económica, 1993, pp. 239 a 254; Reed, John: Villa y la Revolución Mexicana, México, Editorial Nueva Imagen, 1989, pp. 163 a 178; M.S. Alperovich y B. T. Rudenko: La Revolución Mexicana de 1910 – 1917 y la política de los Estados Unidos, México, Ediciones de Cultura Popular, 1978, pp. 145 a 185; John Mason Hart: El México revolucionario. Gestación y proceso de la Revolución Mexicana, México, Alianza Editorial Mexicana, 1992, pp. 377 a 445; Alan Knight: La Revolución Mexicana. Del porfiriato al Nuevo régimen constitucional.

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momentos en que se fragua el golpe de estado que dio Victoriano Huerta al gobierno constitucional de Madero, entre el 9 y 19 de febrero de 1913, auspiciado por la embajada norteamericana, que apoyo también, la rebeldía de los generales ex porfiristas Manuel Mondragón, Félix Díaz y Bernardo Reyes.103

A Woodrow Wilson, que había asumido la presidencia el 4 de marzo de 1913, le preocupaba la fuerza que iba obteniendo la insurgencia revolucionaria y el terreno que ganaban; así como la incapacidad de Huerta, por un lado para meter en cintura a los alzados y volver la paz al país; y por otro, la inaceptable conducta de no respetar los acuerdos de la embajada con Henry L. Wilson.104 Desde entonces el gobierno de Estados Unidos inició una serie de persuasiones a través de préstamos y ofertas de mediación; así como presiones diplomáticas, hasta incluso amenazas de intervención militar, en contra de Huerta, si no convocaba pronto a elecciones presidenciales;105 y puso en la embajada a un hombre de su confianza: John Lind, que sustituyó a

Henry Lane,106 aunque con menor rango diplomático. El nuevo diplomático, no logró mayores

avances, y ante el ofrecimiento de un préstamo económico, Huerta no dio respuesta alguna.107 Ante esa situación de incertidumbre, Wilson compareció el 27 de agosto ante el Congreso

estadounidense para exponer su política hacia México. Luego se recomendó a los ciudadanos de ese país que radicaban en México que abandonaran el país, prohibiéndose al mismo tiempo la venta de armas al gobierno de facto. Estas presiones ablandaron a Huerta, y accedió a las demandas planteadas por Lind, incluyendo su exclusión como candidato en las próximas elecciones.108 Wilson, creyéndose con el control de la situación mexicana, apoyó la candidatura de Francisco Gamboa, ministro de Relaciones Exteriores huertista, hecha por el Partido Católico. Inmediatamente después propuso a los constitucionalistas que aceptaran al gobierno de Gamboa si ganaba las elecciones, pues Estados Unidos no iba a permitir un gobierno revolucionario.109A pesar del entusiasmo inicial del gobierno estadounidense, éste se desvaneció cuando los carrancistas no aceptaron ni las propuestas ni las amenazas de los norteños y, sobre todo, cuando el 10 de octubre, saltándose los acuerdos con Lind, Huerta disolvió el Congreso de la República, y convocó para el 26 de ese mes a elecciones presidencial. Además lanzó su candidatura e impusó su triunfo en los comicios electorales, haciéndose ungir como Presidente de México, con un abstencionismo del 95 % aproximadamente, de los posibles votantes.110

Tales acontecimientos, aceleraron la anunciada invasión de los Estados Unidos al puerto de Veracruz, precipitada por las exigencias del cuerpo diplomático en México y Washington para

Contrarrevolución y reconstrucción, Vol. II, México, Editorial Grijalbo, 1986, Pp. 691 a 710; Peter Calvert: La Revolución Mexicana (1910 – 1914), México, Ediciones el Caballito, 1978, pp. 173 a 378; F. Katz: La guerra… Op. Cit. Vol. I, pp. 143 a 234. Entre los de adentro, que abordan el problema de la injerencia estadounidense, están: José Mancisidor: Historia de la Revolución Mexicana, México, Editores Unidos Mexicanos, 1977, pp. 213a 263; Emilio Zebadúa: Banqueros y revolucionarios: La soberanía financiera de México, 1914 – 1929, México, Fondo de Cultura Económica / El Colegio de México, 1994, pp. 33 a 118; Fernando Serrano Magallón: Isidro Fabela y la diplomacia mexicana, (Sep80s, 16), México, Fondo de Cultura Económica, 1981, pp. 35 a 59. Los que vieron de cerca el proceso de la invasión estadounidense, tenemos a: Edith Coues O’Shaughnessy: Huerta y la revolución, México, Editorial Diógenes, 1971; Jorge Vera Estañol: Historia de la Revolución Mexicana. Orígenes y resultados, México, Editorial Porrúa, 1983, pp. 354 a 373; Félix F. Palavicini: Mi vida revolucionaria, México, Ediciones Botas, 1937, pp. 221 a 232. También están las crónicas de Alfonso Taracena: La verdadera Revolución Mexicana (1912 – 1914), México, Editorial Porrúa, 1991, pp. 103 P. Py, Op. Cit. p. 90; E. Krauze, Op. Cit. p. 95. 104 D. Raat, Op. Cit. p. 239. 105 Ver: Ídem.; Ch. Cumberlan, Op. Cit. pp. 253 a 290; 106 H. Werner Tobler, Op. Cit. p. 296. 107 F. Katz: La guerra... Op. Cit. T. 1, p. 195. 108 Ibíd. pp. 195 y 196. 109 Ibíd. p. 197. 110 Ver: Ibíd. pp. 195 a 201; P. Py, Op. Cit. p. 116 y 117; P. Calvert, Op. Cit .p. 326; A. Knight: La Revolución… Op. Cit. T. II, pp. 626 a 628; H. Werner Tobler, Op. Cit. P.297; E. C. O’Shaughnessy, Op. Cit. P.43.

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que el gobierno de Wilson presionara a Huerta y a los revolucionarios, con la finalidad de que protegieran la vida de los extranjeros en México. Sobre todo, debido a que el 16 de febrero de ese año, Pancho Villa había fusilado al inglés William Benton, poco después del estadounidense Gustavo Bausch.111 La gota que derramó el vaso, según el gobierno estadounidense, fue lo ocurrido en Tampico el 9 de abril. Puerto que estaba sitiado por los rebeldes, que habían prohibido el desembarco de marinos extranjeros.112 A pesar de ello, el pagador y siete marinos del barco estadounidense Dolphin tocaron tierra, por lo que fueron sorprendidos y aprehendidos, conduciéndolos al cuartel general de los huertistas, de donde fueron liberados posteriormente.113 Pero de acuerdo a la información obtenida, se puede afirmar que la violenta invasión al puerto de Veracruz por los estadounidenses. Muestra, que estaban de por medio los intereses ingleses en el petróleo muy codiciado por los estadounidenses y alemanes; la preocupación de Alemania y Francia de perder los empréstitos hechos por la banca de estos países a México, desde la época de Díaz; las inversiones en minas, tierras y textiles de los estadounidenses, franceses y españoles; el interés estratégico que tenía México para Alemania y Japón, por su vecindad con Estados Unidos; las negociaciones de Inglaterra con los Estados Unidos para revisar las tarifas por la utilización del canal de Panamá; además, ninguna de las potencias en cuestión querían ceder terreno a los Estados Unidos en nuestro país. Es decir, Veracruz fue la síntesis, de una mezcla de inversiones que interesaba proteger a los diferentes gobiernos.114

Como se observa, la invasión al puerto de Veracruz, se vio rodeada por las pugnas entre las potencias frente a los aires de la guerra que se percibían en Europa; la inauguración del canal de Panamá;115 y la preocupación por la Doctrina Monroe validada en América Latina por los Estados Unidos, desde el desembarco en 1898 de fuerzas estadounidenses en Cuba, convertida en 1902 en protectorado de facto de esta nación y el levantamiento de Panamá contra Colombia azuzado por los yanquis116, más las diferencias con Alemania con respecto a la insolvencia de

Haití para liquidar su deuda con ese país en 1914. 117

Otra vez en la Revolución. El desembarco en Veracruz de los marines estadounidenses fue noticia en todo el país. Los periódicos dieron cuenta de ello, a través de los que se enteró Lázaro Cárdenas, que vivía en Guadalajara. Noticias que buscaron en medio del caos y la confusión, hacerlo más, al señalar que varios jefes revolucionarios, entre ellos Villa y Zapata, se habían unido al gobierno de Huerta para combatir a los ejércitos invasores.118 Lo que no era exacto, tanto que los emisarios enviados a Morelos para entrevistarse con Zapata, fueron tomados presos y remitidos a su cartel

111 F. Serrano Magallón, Op. Cit. pp. 37 a 42; Ch. Cumberlan, Op. Cit. p. 258 a 263. 112 Alperovich y Rudenco, Op. Cit. p. 171. 113 A. Taracena, Op. Cit. p.345. 114 Ver: E. Zebadúa, Op. Cit. pp. 33 a 118; P. Py, Op. Cit. pp. 96 a 179; F. Katz: La Guerra…Op. Cit. pp. 183 a 288. 115 P. Py, Op. Cit. p. 159. 116 F. Katz: La guerra... Op. Cit. p. 185. 117 Ibíd. p. 288. 118 L. Cárdenas, Op. Cit. T. I, p. 45.

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general.119 El mismo general sureño, declaró que no pensaba unirse a Huerta, y que, si los ejércitos estadounidenses invadían el país, “...defendería la República pero independientemente, como jefe de la revolución de Ayala y no en conexión con las fuerzas federales...”120

Pese a la desinformación imperante, sin duda todos estos acontecimientos influyeron de manera decisiva en la visión que se iba formando en Cárdenas de los Estados Unidos y su política hacia México. El 6 de mayo, quince días después de la invasión, Lázaro decidió regresar a su pueblo natal, en donde se vio obligado a esconderse y andar de un lado para otro, a raíz de la orden de aprehensión que existía en su contra -por órdenes de la prefectura del lugar-, al haber participado en la Revolución.121 Al intentar salir de Jiquilpan y encaminarse al Bajío, con la intención de incorporarse nuevamente a las filas revolucionarias, fue aprehendido y conducido a la cárcel del lugar, de donde se fugó, escondiéndose en las casas de sus parientes los Novoa Pinedo y familias amigas, como los Ayala o Gálvez.122

Andando en esos trajines, el 19 de junio de ese año catorce, llegaron a Sahuayo las fuerzas rebeldes de José Morales Ibarra -donde quedaron 60 elementos y otros 40 continuaron hasta Jiquilpan-. Inmediatamente y aprovechando las sombras de la noche, Cárdenas se presentó a Morales para solicitarle su incorporación a las fuerzas que comandaba. Dos días después, se encaminó con ellas a Sahuayo. Al día siguiente se enteró que Eugenio Zúñiga, al mando de 700 hombres, había entrado a Jiquilpan. Como ambos se conocían -habían combatido juntos a las órdenes de García Aragón-, se le presentó enseguida y el 21, quedó integrado a su Estado Mayor.123

Este segundo encuentro de Cárdenas con la Revolución –a los 19 años-, se dio en medio de las negociaciones de Huerta para que las fuerzas armadas estadounidenses desocuparan Veracruz; de la exigencia de Carranza a Wilson para que respetara la soberanía nacional;124 y de la segunda ofensiva revolucionaria en contra del gobierno de facto, que había reanimado a los rebeldes michoacanos, acaudillados por Gertrudis G. Sánchez.125 Ofensiva, que se favoreció con el levantamiento del embargo de armas, impuesto por el gobierno estadounidense a los revolucionarios (3 de febrero de 1914), y su reconocimiento como fuerza beligerante; mientras al gobierno de Huerta se le imponía el embargo de armas. Así de pronto, los ejércitos de Carranza, Villa, Obregón y Pablo González se encontraron bien abastecidos y con picaporte abierto para satisfacer sus demandas de aquel lado de la frontera, a pesar de las diferencias entre Carranza y Wilson por el asunto de Veracruz.126

Desde entonces las principales plazas militares empezaron a caer en manos de los constitucionalistas. Entre marzo y abril fueron ocupadas Gómez Palacios, Torreón y San Pedro de las Colonias, en los estados de Coahuila y Durango, lugares donde las fuerzas villistas derrotaron al mejor general huertista, José Refugio Velasco y a un ejército de 15 mil hombres, perdiendo el gobierno toda una zona estratégica para la comunicación por ferrocarril entre el norte y el centro del país.127 La invasión de Veracruz acentúo las diferencias entre Villa y Carranza, aunque la

119 Jonh Womack: Zapata y la Revolución Mexicana, México, Secretaría de Educación Pública / Siglo XXI Editores, 1985, p. 182. 120 Ídem. 121 L. Cárdenas, Op. Cit. T. 1, p. 46. 122 Ibíd. pp. 47 y 48. 123 Ibíd. pp. 49 y 50. 124 Ver. Ch. Cumberland, Op. Cit. pp. 265 a 278; F. Katz: La Guerra…Op. Cit. T. 1, pp. 232 – 234; D. Raat, Op. Cit. pp. 239 y 240. 125 J. Bravo, Op. Cit. p. 507. 126 P. Py, Op. Cit. pp. 132 y 133; F. Katz: La guerra... Op. Cit. p. 214. 127 P. Py, Op. Cit. pp. 134 a 135.

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gran ofensiva continúo. El 23 de junio la División del Norte, tomó Zacatecas; y el 6 y 7 de julio, Obregón con la del Noroeste, aniquiló en Orendain al Ejército de Occidente.128 A esos importantes triunfos se deben de agregar los de Monterrey, Nuevo Laredo, Tampico y Guadalajara.129 En el sur del país Zapata con un ejército de 5 mil hombres tomó el 23 de marzo la ciudad de Chilpancingo, capital del estado de Guerrero; el 8 de abril hicieron lo mismo con Iguala, y en los días siguientes corrieron la misma suerte: Taxco y Buena Vista de Cuellar. Cuando se produjo la invasión a Veracruz por las fuerzas estadounidenses, fueron recuperando en el estado de Morelos las plazas que dejaban los ejércitos huertistas, movilizadas con destino a la capital de la República. Así entraron a Jonacatepac, Cuautla, Yautepec y Tetecala.130 Para el mes de mayo Zapata había enviado a grupos armados para que operaran en las cercanías de la ciudad de México, con la intención de combatir en las poblaciones aledañas del Valle y de la serranía a los pequeños destacamentos gobiernistas que los resguardaban.131

En ese contexto se inserta entonces la segunda incursión de Lázaro Cárdenas en las fuerzas revolucionarias, quien se encamina con sus nuevos compañeros de armas, entre el 27 y 30 de junio, rumbo a la ciudad de Guadalajara, Jalisco. Estado gobernado por el general Manuel M. Diéguez, integrante de la División de Noroeste -dirigida por el general Álvaro Obregón-. Ya en las cercanías de la capital jalisciense, en el poblado de Ahualulco, Zúñiga recibió el 1° de julio, la orden de M. Diéguez para que, con todo y sus fuerzas, se incorporaran a las suyas. Desde entonces el natural de Jiquilpan, quedó ligado a los ejércitos sonorenses.132 El 15 de julio, mientras las fuerzas en las que militaba Cárdenas libraban algunas batallas en esa región, sucedió la renuncia de Victoriano Huerta a la Presidencia de la República, dejando en su lugar a Francisco Carvajal, Magistrado de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.133

A la huida del general golpista siguió la toma de la capital de la República por los ejércitos constitucionalistas, por lo que a M. Diéguez se le ordenó que sus fuerzas marcharan con ese rumbo. Sin embargo, la columna en que militaba Lázaro se detuvo en Teoloyucan, poblado del Estado de México,134 lugar en que se llevaron a cabo las negociaciones de rendición (13 de agosto de 1914), entre los representantes de Carranza y los del gobierno interino de Francisco Carvajal. Fuera de ella, quedó la representación del ejército del sur, que se había venido negando a negociar con los políticos de la capital,135 de los cuales desconfiaba profundamente, pues las experiencias, desde la época de Madero, no eran para ellos nada halagüeñas.

Los tratados de rendición, significaron por un lado, el triunfo de los ejércitos constitucionalistas del que Venustiano Carranza era Primer Jefe, según el punto cuatro del Plan de Guadalupe,136 y del hábil en las artes de la guerra Álvaro Obregón, cabeza del Ejército del Noroeste, pues la capitulación se hizo ante él. Pero, por otro, la abierta división entre el Jefe de la Revolución y Pacho Villa, que se había venido alimentando desde tiempo atrás, y la que de igual manera se observó entre Carranza y Zapata, por la poca empatía personal, de ideales y programa

128 Ibíd. p. 137. 129 Ch. Cumberlan, Op. Cit. p. 270. 130 J. Womack, Op. Cit. pp. 179 a 181. 131 Ver: Ibíd. p. 183. 132 L. Cárdenas, Op. Cit. T. I, pp. 51, 52. 133 F. Katz: La guerra... Op. Cit. p. 234. 134 L. Cárdenas, Op. Cit. T. I, p. 53. 135 J. Womack, Op. Cit. pp. 184 a 186. 136 Felipe Tena Ramírez: Leyes fundamentales de México, 1808 – 1995, México, Editorial Porrúa, 1995.

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que ambos tenían, provocaron que el triunfo sobre las fuerzas huertistas significara la división de los líderes más importantes de la Revolución, que arrastró tras de sí a sus miles de seguidores.

Dos días después de los tratados, las fuerzas constitucionalistas en las que iba enrolado Cárdenas llegaron a la ciudad de México,137 y poco tiempo más tarde, el 21 de agosto, hizo su

entrada triunfal a la capital de la República Venustiano Carranza,138 e inmediatamente después intento un arreglo con Zapata, según Katz, buscando sobre todo, “...protegerse de un ataque por el sur, en caso de que la amenaza cada vez mayor de un conflicto con Villa se hiciera realidad...”139 La respuesta fue tajante. Carranza debería reconocer completamente el Plan de Ayala y con ello a Zapata como jefe máximo de la Revolución, tal y como se especifica en las reformas que se le hicieron a su programa el 30 de mayo de 1913 y la ratificación del 19 de junio de 1914.140 Ello obligaba a la renuncia de Carranza como Primer Jefe, o en su defecto, siendo más benigno, proponía se incluyera en su gobierno a un zapatista con derecho de veto sobre cualquier decisión de la administración carrancista. 141

El Jefe sureño observó cómo a pesar de los tratados de rendición hechos ante Obregón, los militares no desocuparon inmediatamente los pueblos que estaban al sur del Distrito Federal, sino hasta que eran relevados por los constitucionalistas, bloqueando a Zapata el camino a la ciudad capital.142 Como respuesta, los zapatistas impidieron con las armas en la mano que los carrancistas invadieran sus dominios, suscitándose varios enfrentamientos en los valles de México y Puebla, entre los dos bandos.143 En estas batallas le tocó participar a Lázaro Cárdenas, ya que después de su llegada a la gran ciudad el 15 de agosto, fue enviado junto al regimiento en el que servía, a Coyoacán y después a Xochimilco, por donde merodeaban rebeldes zapatistas, a los que combatió entre los meses de agosto y noviembre.144 De ellas, da cuenta en sus Apuntes el jiquilpense, que en sus anotaciones del 1º de septiembre, dice: “San Andrés. En la noche anterior no tuvimos novedad. Hoy en la mañana, aún no cesa el fuego de los combatientes en San Gregorio. En los pueblos de San Mateo, Santa Clara, San Salvador y otros que rodean a San Andrés, hay guarniciones zapatistas. En la tarde de hoy llegaron a Xochimilco, de México, numerosas fuerzas de las tres armas que vienen a atacar las posiciones zapatistas...”145

Mientras Lázaro cumplía sus funciones militares, Venustiano Carranza, como Primer Jefe de los ejércitos constitucionalistas iniciadores de la lucha armada en contra de Huerta, se atribuyó la tarea de consolidar un régimen nacional sólido y legitimo, en el cual jugaba un papel determinante, por encima de otras figuras relevantes como Villa y Zapata, y de líderes menores que merodeaban por varias regiones del país. Por ello, dice Knight, buscaba integrar por la fuerza o la persuasión a los jefes locales desperdigados por el territorio nacional y a los mismos caudillos revolucionarios,146

No era tarea fácil. La desconfianza entre los principales cabecillas de la Revolución era obvia, como lo fueron sus intereses y planes políticos. De acuerdo al Plan de Guadalupe,

137 L. Cárdenas, Op. Cit. T. I, p. 53. 138 P. Py, Op. Cit. p. 164. 139 F. Katz: La guerra... Op. Cit. T. 1, p. 298. 140 La posición de Zapata, se puede confrontar en las Reformas al Plan de Ayala, del día 30 de mayo de 1914 y la ratificación del mismo Plan el 19 de junio de 1914. Ver: A. Córdova: La ideología de... Op. Cit. pp. 440 a 443. 141 F. Katz: La guerra... Op. Cit. T. 1, p. 298. 142 J. Womack, Op. Cit. pp. 185 y 191. 143 Ver: Ibíd. p. 192; A. Knight, Op. Cit. Vol. II, p.814. 144 L. Cárdenas, Op. Cit. T. I, pp. 53 a 58. 145 Ibíd. p. 55. 146 A. Knight, Op. Cit. Vol. II, p. 813.

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Carranza al haber ocupado la ciudad de México, debería hacerse cargo del poder ejecutivo y convocar a elecciones generales tan pronto se hubieron restablecido la paz.147 En cambio para el de Ayala, ratificado el 19 de junio de 1914, el Presidente Interino debería de ser nombrado por “...una junta de los principales jefes revolucionarios de los distintos Estados [...], quien convocará a elecciones de un nuevo Congreso de la Unión y éste, a su vez, convocará a elecciones para la organización de los demás poderes federales.”148

En el caso de Villa, éste echaba mano de los acuerdos tomados en Torreón durante los días 4 al 8 del mes de julio de 1914 entre sus representantes, el Dr. Miguel Silva, Ing. Manuel Bonilla, general José Isabel Robles y el Coronel. Roque González Garza, y los de Obregón, el general Antonio I. Villarreal, Cesáreo Castro, Luis Caballero y Ernesto Meade Fierro. En estos acuerdos y negociaciones privadas se reconocía a Carranza como Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, aunque debería convocar a elecciones para autoridades municipales, después para formar los congresos locales, para que a su vez estos lo hicieran para gobernador. Después de esos procesos, Carranza debería llamar a elecciones para el Congreso de la Unión con la finalidad de realizar las reformas constitucionales necesarias y enseguida deberá el Presidente interino convocar a elecciones presidenciales.149

Además, como señala el Plan de Guadalupe, debería convocar a una convención, con la finalidad de “...discutir y fijar la fechas en que se verifiquen las elecciones, el programa de Gobierno que deberán poner en práctica los funcionarios que resulten electos y los demás asuntos nacionales...”150 por otro lado, los villistas solicitaban que la División del Norte se convirtiera un Cuerpo del Ejército de la Revolución, como lo eran la del Noroeste, y que a Villa se le ascendiera a general de división, entre otras demandas, que acordaron los delegados y a las que se opuso rotundamente Carranza.151 A pesar de los buenos oficios que mostró Obregón como político y del propio Felipe Ángeles, para intentar dirimir las diferencias entre los caudillos populares y el Jefe de la Revolución, eran tan profundas las desavenencias, que no hubo posibilidad de llegar a acuerdos.

Se creó entonces alrededor de una posible junta revolucionaria un ambiente antagónico y difícil, por la testarudez e intransigencia que en las negociaciones mostraron los tres caudillos, lo que mantuvo tambaleante la posibilidad de una convención. ”152 Por otro lado, Carranza deseaba que la junta revolucionaria se llevara a cabo el 1º de octubre en la ciudad de México, y que asistirían generales y gobernadores;153 mientras tanto Villa y Zapata, pero sobre todo el primero, no querían que fuera en terreno constitucionalista, sino en uno neutral y que asistieran solamente los caudillos de la Revolución o los que ellos propusieran, según lo pactado en Torreón. En definitiva se decidió que fuera en la ciudad de Aguascalientes, con la finalidad de acordar sobre lo que se haría con la propuesta de Carranza, de realizarse en la capital del país.154

Aún cuando la Convención se convocó para planear la que se llevaría a cabo en la ciudad de México, y pese al rechazo de Carranza, la asamblea se declaró soberana; aprobó en parte el

147 “Plan de Guadalupe”, en F. Tena, Op. Cit. p. 744. 148 “Plan de Ayala” y “Ratificación del Plan de Ayala”, en A. Córdova: La ideología... Op. Cit. pp. 438 y 442. 149 Francisco Villa: Manifiesto a la Nación y documentos que justifican el desconocimiento del C. Venustiano Carranza como Primer Jefe de la Revolución, Chihuahua, Tipografía del Gobierno del Estado, 1914, pp. 21 a 25. 150 Ibíd. pp. 100 – 104. 151 Ibíd. pp. 104 – 107. 152 Ver: A. Knight, Op. Cit. Vol. II, p. 814; J. Womack, Op. Cit., p 196. 153 Ver: “Observaciones a los acuerdos que Contiene el Acta General”, en Francisco Villa, Op. Cit. pp. 100 a 104. 154 Cfr. A. Knight, Op. Cit. Vol. II, pp. 814 y 815.

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Plan de Ayala y el 1º de noviembre se eligió a Eulalio Gutiérrez como Presidente Provisional, en lugar del Primer Jefe Carranza;155 y destituyó supuestamente a Villa de su carácter de

comandante militar.156 El trato a Carranza, ocasionó una reacción adversa dentro de la Convención de varios jefes revolucionarios, entre los que se encontraban: el general Luis Felipe Domínguez, Eleuterio Ávila, Benjamín G. Hill, Heriberto Jara, Jesús Agustín Castro, Jesús Carranza, Cesáreo Castro, Francisco Cosío Róbelo y otros157

Cinco días antes, Cándido Aguilar había reclamado airadamente a Eulalio Gutiérrez por el plazo que la Convención le había dado a Carranza para que entregara el poder el día 10, contestando el Presidente provisional, que fue designado para ese cargo “...sin coacción alguna; que Villa a renunciado terminantemente y se retira del mando; que Zapata hará lo mismo, pues todos sus delegados han reconocido al gobierno emanado de la Convención; que el general Pablo González ‘manifiesta su conformidad a las decisiones de la asamblea’ y pide una prórroga para que entregue el señor Carranza y que espera que él, Gutiérrez, que lo mismo hará don Cándido Aguilar...”158

Por su parte, Carranza escribió al doctor Fernando Gutiérrez de Lara a la ciudad de Aguascalientes, diciéndole, “...que Villa continúa dominando las aduanas , las oficinas públicas federales y locales y toda la región ocupada por la División del Norte, mientras Zapata mañosamente se reserva el derecho de reconocer o no al nuevo gobierno y continúa activamente sus operaciones militares, atacando al sur de Puebla, el sur de México y en el Distrito Federal...”159 Observando que en vez de retirarse Villa y Zapata, siguen creciendo día a día en

sus pretensiones.160 Por lo que el 7 de noviembre declara en Córdova, Veracruz: “...es mi deber

no dejar el poder en manos de cualquiera...”161 Ante esa situación y la disposición otorgando a Villa el grado de general en jefe y su

nombramiento al frente de las fuerzas de la Convención, llevo a que creciera la lista de los caudillos que se fueron inclinando a Carranza, entre ellos: Álvaro Obregón, Manuel M Diéguez, Pablo González, Jacinto Treviño, Francisco Coss, Máximo Rojas, Luis Caballero y Francisco Murguía, quedando solamente los seguidores o simpatizantes de Villa y Zapata. El 13 de diciembre la Convención ratificó a Gutiérrez como Presidente Provisional, mientras Villa y sus dorados avanzaban sobre la capital del país.162

En ese contexto, a finales del mes de noviembre, el Regimiento en el que servía Lázaro Cárdenas dentro de las filas carrancistas empezó a replegarse con rumbo al Real del Oro en el estado de México y al occidente michoacano. Para entonces Cárdenas ya ostentaba el grado de Mayor, que el 17 de septiembre del catorce le había concedido la Comandancia No. 257 de la 8ª. Brigada de la División de Caballería del Cuerpo del Ejército del Noroeste, y a la vez, se hacía 155 El 30 de octubre de 1941, “Aprueba en lo general la Convención de Aguascalientes por ciento doce votos contra veintiuno, el dictamen elaborado por los generales Álvaro Obregón, Eugenio Aguirre Benavides, Eulalio Gutiérrez, Felipe Ángeles, Manuel Chao, Martín Espinoza, Guillermo García Aragón, Miguel M. Peralta y Raúl Madero, por el que se le comunica a Don Venustiano Carranza que se deplora no haya aceptado la invitación de concurrir a las asambleas; que se aprecia en lo que vale su labor revolucionaria, pero que se cree indispensable la aceptación de su retiro del Poder y que es de urgente necesidad adoptar una resolución definitiva acerca de su separación del Poder Ejecutivo. También se aprueba en lo general las proposiciones del referido dictamen relativas a que ‘por convenir así a los intereses de la Revolución cesan en sus funciones de Primer Jefe del Ejército Constitucionalista Encargado del Poder Ejecutivo, don Venustiano Carranza, y como jefe de la División del Norte al general Francisco Villa, por lo que procede la Convención a nombrar presidente interino...” A. Taracena, Op. Cit. p. 443. 156 Ídem.; A. Knight, Op. Cit. Vol. II, p. 821. 157 A. Taracena, Op. Cit. p. 447. 158 Ibíd. p. 450. 159 Ídem. 160 Ídem. 161 Ibíd. p. 452. 162 A. Knight, Op. Cit. T. II, p. 822.

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cargo del Detall de ese propio Cuerpo, dándosele de baja como capitán primero y comandante del 3er. Escuadrón del Regimiento que dirigía el teniente coronel Nicolás Zúñiga, y un poco después, el 6 de diciembre de ese año, dejó el 22º. Regimiento e ingresó al Estado Mayor.163 Todo ello cuando contaba apenas con 19 años.

La escisión de las fuerzas revolucionarias que se produjo en Aguascalientes, la declaración de rebeldía de Eulalio González sobre Carranza, el nombramiento de Villa como general en jefe de las fuerzas de la Convención y la ratificación como Presidente Provisional de Gutiérrez, condujo a que los ejércitos revolucionarios se dividieran en constitucionalistas y convencionalistas, llevando como caudillo respectivamente a Carranza por un lado, y a Villa – Zapata, por el otro.

Después de las negociaciones entre Carranza y el gobierno de Wilson para la retirada estadounidense del puerto de Veracruz, que finalmente abandonaron el 23 de noviembre, llegó Cándido Aguilar a ella e izó la bandera nacional en Palacio de Gobierno, ante el regocijo popular. Cuatro días más tarde, Zapata entró a la ciudad de México y el 3 de diciembre lo hicieron las fuerzas villistas, que escoltaban a Eulalio Gutiérrez, en su arribo a la capital.164 Aunque Villa y Zapata se encontraron el día 4, no sería hasta el 6 que hicieron su entrada triunfal a la ciudad de México. En esa reunión, los caudillos acordaron un intercambio de algunos jefes de sus filas, que tenían cuentas pendientes con uno u otro líder. Villa reclamó a Paulino Martínez, Juan Andreú Almazán y Benjamín Argumedo, para castigarlos por sus inicios anti maderistas, y aunque Zapata salvó a vida de los dos últimos, no pudo hacer lo mismo con Martínez.

En contrapartida, Zapata recibió al general Guillermo García Aragón, arrestado por fuerzas villistas, para que saldara las diferencias que en sus años zapatistas tuvo con el caudillo de sur, “...siendo ejecutado sin formación de causa...”165 Por el lado constitucionalistas también se cocían habas entre sus oficiales, pues en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, por un supuesto problema entre el general Manuel M. Diéguez y el general Eugenio Zúñiga, el primero lo mandó ejecutar junto a su hermano, el coronel Nicolás Zúñiga166 De esa manera a fines de 1914, Lázaro perdió a dos grandes amigos que le había tendido la mano y apoyado, cuando en julio del año anterior se había incorporado por primera vez a la revolución, en la Tierra Caliente michoacana. Ese fue el caso de García Aragón, mientras que Zúñiga lo había incorporado a las fuerzas rebeldes a su regreso en el mes de junio, ya de ese año catorce.

En los últimos días de 1914, cuenta Cárdenas en sus Apuntes, que el general Lucio Blanco, al frente de la División de Caballería -integrada por 12 mil efectivos-, perteneciente al Cuerpo de Ejército de Noroeste comandado por Álvaro Obregón, había reconocido a la Convención y concentrado esas fuerzas en la población de Acámbaro en el estado de Guanajuato. Allí donde la División fue fraccionada y enviada a diferentes puntos del país para incorporarla a distintos jefes que como Blanco reconocían los acuerdos emanados de Aguascalientes.167

Lucio Blanco, a pesar de las desconfianzas que le tenía Zapata por su extracción carrancista, se desempeñó en los últimos días de 1914 y los primeros de enero de 1915, como Ministro de Gobernación, acompañando al presidente Eulalio Gutiérrez. Rodeado además por el

163 L. Cárdenas, Op. Cit. T. I, p. 56. 164 A. Taracena, Op. Cit. pp. 463, 465 y 469. 165 Ver: Ibíd. p. 14 y p. 478. 166 L. Cárdenas, Op. Cit. T. I, pp. 63, 64. 167 Ibíd. p. 69.

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general José Isabel Robles como Ministro de Guerra, Eugenio Aguirre Benavides como Subsecretario de Guerra, y en el Ministerio de Comunicaciones José Rodríguez Cabo.168

Así de pronto, la Octava Brigada de Caballería con el 22 Regimiento en el que militaba Lázaro Cárdenas, al mando momentáneamente del general Francisco Morales -pues Zúñiga quien tenía esa responsabilidad se había ausentado por razones familiares y poco después sería asesinado-, se vio enrolado en las filas convencionalistas, formando parte de los 2 mil 500169 hombres de la Cuarta División Mixta, comandada por los generales sonorenses Ramón Sosa y Juan Cabral. El 31 de diciembre partieron rumbo a tierras yaquis, para apoyar al gobernador José María Maytorena que había reconocido a Eulalio Gutiérrez como Presidente de la República, y combatir bajo sus órdenes a los carrancistas que se habían quedado aislados en aquél estado.170

Aguascalientes, Torreón, Chihuahua y Ciudad Juárez fueron quedando atrás, hasta llegar a Casas Grandes, última parada del tren en el que trasladaban a las fuerzas convencionalistas y el jiquilpense en ellas. El 19 de enero, después de severas nevadas, propias de aquellas regiones, se encaminaron a Sonora. Pero las intensas heladas continuaron durante el recorrido que siguieron en dirección de El Pulpito, las colonias Oaxaca y Morelos, hasta llegar a la estación de San José, por donde pasaba el ferrocarril de Naco-Cananea, ya en terreno sonorense. Recuerda Cárdenas: “...gruesas capas de nieve cubrían el suelo; frío intensísimo para nuestros hombres del sur. A varios oficiales y soldados se les gangrenaron las orejas y las extremidades de los pies por el fuerte frío,”171 clima en realidad riguroso para los hombres de Guerrero, Michoacán y Jalisco que integraban al 22 y 23 Regimientos de la Octava Brigada de Caballería, acostumbrados a los ambientes templados del occidente y sur del país.

A mitad de esos avatares de Cárdenas a tierras sonorenses, desde el puerto de Veracruz, el hábil Carranza, firmó el 6 de enero de 1915 una ley agraria, que en su parte sustancial declaraba nulas la enajenación de tierras de los pueblos, rancherías congregaciones y comunidades, hechas por los jefes políticos, los gobernadores de los estados o cualquier otra autoridad local, siempre y cuando se hubiere contravenido a la ley de 1856; todas las concesiones y ventas de tierra realizadas por la Secretaría de Fomento, Hacienda o cualquier autoridad federal desde diciembre de 1876, producto de la invasión u ocupación ilegal; así como aquellas que se hayan ocupado de cualquier forma, mediante diligencias de apeo o deslinde practicada desde el año antes señalado. Por lo que pueden los pueblos que carezcan de tierra o se les haya quitado, solicitarla y ser dotados del terreno suficiente de acuerdo a las necesidades de la población que se trate.172

Aunque para Katz es difícil estimar los efectos inmediatos de la ley carrancista; acepta que tuvo cierto impacto, tanto que posibilitó y ocasionó una importante movilización política campesina, fuera de las regiones naturales del zapatismo. Lo que inició una actividad política que tuvo mucho éxito, sobre todo entre 1915 y 1917.173 Carranza mostraba con esa iniciativa, su disposición para llevar a cabo las adiciones hechas al Plan de Guadalupe (12 de diciembre de

168 A. Taracena, Op. Cit. p. 5. 169 Páginas más delante, en la 81 de sus Apuntes, Cárdenas habla de 3 mil 500 hombres. Por lo que las cifras anotadas, tienen un carácter aproximativo, y no exactas. 170 L. Cárdenas, Op. Cit. T. I, pp. 69, 70 171 Ibíd. p. 64. 172 Ver: “Ley de 6 de enero de 1915”, en A. Córdova: La ideología…. Op. Cit. p. 455; Lucio Mendieta y Núñez: El problema agrario en México, México, Editorial Porrúa, 1977, pp. 189 y 190; Antonio De Ibarrola: Derecho Agrario. El campo, base de la Patria, México, Editorial Porrúa, 1983, pp. 196 a 200. 173 F. Katz: La guerra... Op. Cit. Vol. 1, pp. 310 y 311.

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1914), hechas en el mismo puerto.174 A la vez, para ampliar los círculos que componían al carrancismo, el 17 de febrero de 1915, se firmó un pacto entre los constitucionalistas y la Casa del Obrero Mundial,175 con la finalidad “...de acelerar el triunfo de la Revolución constitucionalista e intensificar sus ideales en lo que afecta a las reformas sociales, evitando en lo posible el derramamiento de sangre, hacen constar la resolución que han tomado de colaborar, de una manera efectiva y práctica, por el triunfo de la Revolución tomando las armas ya para guarnecer las poblaciones que están en poder del Gobierno constitucionalista, ya para combatir a la reacción.”176 De esa manera, el proletariado de la Casa del Obrero Mundial y de las fabricas de la región de Orizaba, Veracruz, formaron los llamados Batallones Rojos, “...que cumplieron hasta el sacrificio sus compromisos –dice Mancisidor- [luchando] en Celaya, en Blanca Flor, en El Ébano y en donde quiera que el ejército constitucionalista lo reclamó...”177

Los avatares de la Revolución, llevaron a que al despuntar el año de 1915, las fuerzas villistas y zapatistas controlaran importantes regiones del norte, centro y sur del país, mientras que las carrancistas se encontraban atrincheradas en algunos lugares estratégicos aunque distantes e incomunicados unos de otros en distintos estados de la república como Guaymas, Mazatlán, Manzanillo, Acapulco, Salina Cruz, Naco, Matamoros, Tampico, Veracruz y Campeche. Aunque, con la ventaja los ejércitos constitucionalistas de tener sus posiciones con salida al mar o la frontera los Estados Unidos, por donde fácilmente obtenían pertrechos frescos y abundantes, a través de buques yanquis o por la línea fronteriza, mientras que por tierra los envíos a los villistas permanecían cancelados.178

Las adiciones al Plan de Guadalupe, la ley agraria de 6 de enero y el pacto con la Casa del Obrero Mundial, no solamente tuvieron un impacto político en los inicios de 1915 a favor de los carrancista, también la correlación de fuerzas empezó a cambiarles positivamente.179 A ello se sumaron las diferencias entre Eulalio Gutiérrez y Villa - Zapata por la actitud ingobernable del centauro del norte y la desconfianza que ambos le tenían a Gutiérrez, pues “...solo querían usarlo como un portavoz de la Convención para aumentar su propia influencia. [Por lo que] ni Villa ni Zapata pensaron jamás en someterse a Gutiérrez...”180 En ese escenario poco favorable, éste buscó entonces el apoyo de Obregón para enfrentar a Villa, pero el sonorense no estaba dispuesto a sostener a un Presidente en decadencia que nunca tuvo un control real del gobierno provisional, y en cambio si había proscrito a Carranza y respaldado en la práctica y en los hechos a Villa. No quedando a Gutiérrez, otra alternativa que huir junto con su gabinete de la capital de la República (16 de enero de 1915) y dejar la presidencia provisional por la falta de apoyo y perseguido además por Villa, al saber de sus acercamientos con Obregón.181 Ante ese hecho, la Convención Revolucionaria reunida en esa ciudad, lo destituyó de la investidura que le había dado, y eligió al día siguiente como nuevo presidente de la República, al villista Roque González Garza.182

174 Ver: “Adiciones al Plan de Guadalupe”, en A. Córdova: La ideología... Op. Cit. p. 450. 175 Ibíd. pp. 206 y 207. 176 “Pacto celebrado entre la Revolución Constitucionalista y la Casa del Obrero Mundial”, en Ibíd. p. 460. 177 José Mancisidor: Historia de la revolución Mexicana, México, Editores Mexicanos Unidos, 1997, p. 292. 178 J. Mason, Op. Cit. pp. 410 y 411. 179 Ver: Arnaldo Córdova: La Revolución y el Estado Mexicano, México, Editorial Era, 1989, pp. 70 a 72; Linda B. Hall. “Álvaro Obregón y el movimiento agrario: 1912 – 1920”, en Caudillos y Campesinos en la Revolución Mexicana. México, Fondo de Cultura Económica, 1991, pp. 168 a 171. 180 Ibíd. P. 316. 181 Ídem. 182 A. Taracena, Op. Cit. pp. 13 a 15.

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Con el ejército triunfador. De tal manera que las nevadas e intensos fríos sonorenses que dieron la bienvenida durante el mes de febrero a los ejércitos sureños que llevaban como encomienda su incorporación a las fuerzas del gobernador José María Maytorena, que tenía aislado en Agua Prieta al general carrancista Plutarco Elías Calles, se sumaron a los gélidos efectos de las noticias de la destitución de Gutiérrez y a la inclinación del gobernador de Sonora hacia Villa.183 Decisión, que las fuerzas recién llegadas no estaban muy de acuerdo, ni tampoco sus dos principales jefes: Sosa y Cabral, quienes salieron casi enseguida de Sonora por divergencias con Maytorena y junto con el general Morales, partieron rumbo a Veracruz para unirse a Carranza.184

Ante esa coyuntura los mandos medios de la columna, entre los que destacaba el ya entonces teniente coronel Cárdenas, después de reunirse el 23 de marzo para analizar la situación, decidieron luchar al lado del carrancismo en contra del Centauro del Norte y del gobernador de Sonora, ya que habían considerado que su origen y procedencia siempre fue constitucionalista. Las otras seis corporaciones de la división que comandó el general Sosa, diezmadas por las deserciones y la confusión por las diferencias presentadas, se quedaron con el gobernante sonorense.185 Cárdenas cuenta: me puse al frente de los 400 hombres del 22 y 23 Regimiento, y nos encaminamos rumbo a Agua Prieta, lugar en el que por primera vez se encontró (28 de marzo de 1915), con el general Calles, a quien expuso su travesía desde la plaza de Acámbaro hasta el cañón de Anivácachi (Sonora) y como su regimiento le había tocado resguardarlo por ser una zona estratégica, y las razones por las que se unía a las fuerzas que él comandaba.186

A raíz de esa entrevista y de las relaciones que se fueron entonces, tejiendo entre ambos revolucionarios, Cárdenas escribió en sus Apuntes: "…en marzo de 1915 que me presenté al general Calles y durante la campaña que hicimos en aquel Estado contra Maytorena y Villa, pude apreciar en él al hombre de carácter y firmes convicciones y puse entonces bajo su mando el entusiasmo de mis veinte años."187 Por indicaciones del general Calles, el 22 y 23 Regimiento se fusionaron en una sola unidad, con la denominación de 22 Regimiento de Caballería michoacano-jalisciense comandado por Cárdenas. El nombre al Regimiento le vino porque estaba integrado mayoritariamente con elementos de esos estados, aunque algunos eran oriundos de la cuenca del Balsas guerrerense. Los otros regimientos que formaron la fuerza reorganizada por Calles en esos momentos, fueron el Ancheta, dirigido por el coronel Antonio Ancheta; el Jiménez, al mando del coronel Gabriel Jiménez; el Camargo, al frente del coronel Ángel Camargo; y el cuarto de caballería, que comandaba el coronel Miguel Samaniego.188

Así, integrado de lleno a las fuerzas de Calles y Obregón, el joven michoacano fue recorriendo paso a paso la geografía sonorense, especialmente las zonas del norte, noreste y centro, donde combatió a las fuerzas del gobernador José María Maytorena y también a las villistas, dirigidas por el mismo “Centauro del Norte”.189 1915 fue el año más álgido de la lucha

183 J. Mason, Op. Cit. p. 407. 184 L. Cárdenas, Op. Cit. T. 1, pp. 66, 71, 81 y 82. 185 Ídem. 186 Ibíd. p. 66. 187 Ídem. 188 Ibíd. p. 73. 189 Ibíd. p. 67.

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en ese estado, entre las fuerzas antagónicas. Pero la balanza se inclinó paulatinamente a favor del ejército del noroeste, que en la medida que pasaba el tiempo se iba fortaleciendo cada vez más, hasta convertirse en el principal protagonista de los ejércitos comandados por el Primer Jefe Venustiano Carranza.

Pero fue en noviembre de 1915, cuando la suerte de las fuerzas de Villa y Maytorena se jugaron el todo por el todo, al sitiar Agua Prieta, plaza principal de los constitucionalistas al mando de Calles. La estrategia militar y la resistencia de los carrancistas disminuyó la fuerza enemiga y obligó a Villa a encaminarse a Hermosillo, capital del estado, y después a Chihuahua, su reducto natural.190 Para entonces, las fuerzas que alguna vez tuvo el Centauro del Norte ya no eran ni su sombra, pues entre abril y septiembre de 1915 Obregón le había propiciado las derrotas más estrepitosas de su carrera militar: Celaya, León, Aguascalientes, San Luis Potosí, Zacatecas, Saltillo, Monclova, Piedras Negras, San Pedro de las Colonias, Torreón y Gómez Palacio.191 Una a una, esas plazas fueron cayendo y Agua Prieta fue el colofón de las derrotas consecutivas de los disminuidos ejércitos villistas y el fin de las otroras campañas gloriosas de Pancho Villa.

El mérito de Calles fue que arrinconado en Agua Prieta supo reestructurar sus fuerzas en regimientos, dándoles organización y disciplina, para resistir las oleadas villistas y después expulsarlo de Sonora y tomar en sus manos el gobierno del estado, que el mismo Calles administró personalmente, oxigenando primeramente las finanzas carrancistas, sobretodo de esa entidad, e iniciando varias reformas sociales radicales para esa época. No había otro jefe que en esos momentos pudiera hacerlo, pues Calles era para entonces el hombre fuerte de Sonora por encima de Obregón, quien se había destacado en la contienda, pero fuera de las fronteras de ese estado.192

Después de la derrota del Centauro del norte en Agua Prieta, Obregón con su imagen triunfadora hizo su entrada a esa población el día 6 de noviembre, lugar en donde Calles le presenta a su joven teniente coronel Lázaro Cárdenas. Este sería el primer contacto entre el sonorense y el michoacano.193 En ese momento, tropas constitucionalistas habían logrado la supremacía militar gracias a su mayor capacidad estratégica y táctica. Tenían el control de las principales líneas férreas, posición lograda gracias a la incapacidad de las fuerzas convencionalistas para coordinarse.194 La campaña en contra de Maytorena y Villa, convirtió a Lázaro Cárdenas en uno de los militares importantes del grupo sonorense, tanto por los hechos de guerra en los que se destacó, como por la lealtad mostrada. Ello le permitió acercarse al círculo que tomaba decisiones y se enteraba por los informes militares y recortes periodísticos de los acontecimientos o movimientos de tropas a nivel nacional.

El conflicto ocasionado por Villa con Estados Unidos en los primeros meses de 1916, al invadir Columbus, tomó a Cárdenas en el puerto de Mazatlán, Sinaloa. Regresaba de visitar a su madre en Jiquilpan, e iba rumbo a Agua Prieta, cuartel de Calles, donde se enteró de los acontecimientos y de las negociaciones que hacia Obregón, como Secretario de Guerra del

190 Ibíd. pp. 106 a 113; F. Benítez, Op. Cit. pp. 78 a 80. 191 Ver: Aguilar y Meyer, Op. Cit. pp. 74 y 75; H. Werner Tobler, Op. Cit. pp. 324 y 325. 192 Ver: Héctor Aguilar Camín: La frontera nómada. Sonora y la Revolución Mexicana, México, Siglo XXI Editores / Secretaría de Educación Pública, 1985, p. 393; L. Hall. “Álvaro Obregón...”, en Caudillos y…Op. Cit. pp. 162 a 163; Enrique Krauze: Álvaro Obregón. El vértigo de la victoria. (Biografías del poder, No. 6), México, Fondo de Cultura Económica, 1987, pp. 29 y 30; John W. F. Dulles: México ayer. Una crónica de la Revolución (1919 – 1936), México, Fondo de Cultura Económica, 1993, p. 14. 193 F. Benítez, Op. Cit. P. 80. 194 Cfr. H. Werner Tobler, Op. Cit. p. 322.

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gobierno de Carranza con los estadounidenses.195 Los orígenes de este incidente se remontan a inicios de octubre de 1915, cuando el gobierno estadounidense a raíz de los triunfos de Obregón sobre Villa, observó que éste ya no tenía ninguna posibilidad de triunfo, terminó su coqueteo con el Centauro del norte y se vio obligado a reconocer al gobierno revolucionario de Carranza. Por lo que el presidente Wilson prohibió la exportación de armas a las tropas anti carrancistas.196

El enojo de Villa no se hizo esperar y buscó ocasionar un conflicto internacional. En el mes de enero de 1916 las tropas a su mando “...detuvieron un convoy de ferrocarril en el norte de México y, [...] fusilaron 17 pasajeros, ingenieros estadounidenses...”197 Después, en marzo de ese

mismo año, atacó la ciudad fronteriza de Columbus,198 lo que aterrorizó a los estadounidense

residentes en Sonora.199 La reacción inmediata de Wilson, fue el envió de una “expedición

punitiva” integrada por considerables contingentes militares a México,200 tanto para resguardar los intereses mineros de la frontera sonorense como para perseguir a Villa. La medida disgustó a los carrancistas, por lo que las tensiones fueron en aumento a lo largo de la línea fronteriza, en donde se fueron concentrando ejércitos de ambos países. Con las fuerzas yanquis en territorio nacional se iniciaron las negociaciones durante el mes de abril entre el general Álvaro Obregón y el general Hugh L. Scott,201 y duraron hasta febrero de 1917, cuando se retiran las tropas

estadounidenses del país.202 Al diluirse el peligro que representaban las tropas villistas y, sobre todo, después de los

arreglos con los Estados Unidos, los ejércitos de Calles en los que se encontraba Lázaro Cárdenas desde su cuartel en La Colorada, iniciaron una campaña militar entre agosto de 1916 y mayo de 1918 contra los rebeldes indios yaquis, que habían cometido el pecado de apoyar a Maytorena y continuar su lucha, por la conquista de las tierras perdidas a manos de la Richarson, Co.. A más de responder, a las provocaciones y represión que algunos militares hacían en contra de su gente, como la matanza realizada por el teniente coronel Fausto Topete en el sector de Vicam (noviembre de 1917), cuando abrieron fuego en contra de una multitud de yaquis que se encontraban en una fiesta tradicional, llamada pascola, asesinado a 60 asistentes entre hombres, mujeres y niños. Ello, les obligó al asalto de caminos y propiedades, como una forma de desquite y lucha.203

Tanto la campaña en contra de Villa como la de los yaquis le permitió a Lázaro Cárdenas adquirir experiencia en tácticas y estrategias militares a través de recorridos exploratorios; combatiendo a las fuerzas de Maytorena; enfrentando al mismo Pancho Villa y sus dorados; persiguiendo a los indios yaquis que apoyaban al primero y a aquellas partidas que se dedicaban a asaltar caminos y saquear poblados; o a los bandoleros que surgieron en esa época, asolando a los pueblos y a las regiones desprotegidas por fuerzas policíacas o militares. Ahí el michoacano, con

195 L. Cárdenas, Op. Cit. T. I, pp. 118 a 126. 196 Ramón Eduardo Ruíz: “El verdadero Villa”, en VII Simposium de historia de Sonora, Hermosillo, Sonora, México, Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad de Sonora, 1982, p. 389; H. Werner Tobler, Op. Cit. p. 334. 197 H. Werner Tobler, Op. Cit. p. 335. 198 Ibíd. p. 198. 199 Linda B. Hall: “Arizona-Sonora y las compañías cupríferas en la Revolución Mexicana 1910 – 1920”, en V Simposium de Historia de Sonora. Hermosillo, Sonora, México, Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad de Sonora, 1980, p. 215. 200 H. Werner Tobler, Op. Cit. p. 198. 201 L. Hall: “Arizona-Sonora...” Op. Cit. p. 215. 202 H. Werner Tobler, Op. Cit. p. 336. 203 Ver: Epifanio Zamora Ramos: “Un asalto al tren de pasajeros en 1918”, en VII Simposium de Historia de Sonora. Hermosillo, Sonora, México, Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad de Sonora, 1982. p. 280a- 283; Adolfo Gilly: “La Revolución Mexicana.”, en México un pueblo en la historia. Oligarquía y Revolución, T. 3, México, Alianza Editorial, 1996, p. 211.

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los ejércitos del noroeste, aunque tuvo algunas derrotas, saboreó mayoritariamente las mieles del triunfo y contribuyó obviamente a la victoria final de la Revolución Mexicana.204

Una política radical. En Sonora, una de las regiones más afectadas y que además se encontraba aislada por ser el paso constante de fuerzas carrancistas o villistas, fue la “...que comprendía el Distrito de Sahuripa y el norte de Álamos, [...] [donde] se habían agotado por completo la existencia de los víveres, e impedidos por la guerra sus habitantes no podían cultivar los campos, encontrándose paralizadas las demás actividades económicas, lo que originó el hambre y la miseria más espantosa...”205 Además se vio afectada como otras partes del estado, por el brote de epidemias, que llevó a la aplicación de cuarenta mil vacunas entre la población.206

La reconstrucción del país y en especial de Sonora no sería tarea de un día. Por esa razón tanto Calles como gobernador militar entre 1915 y 1916, o constitucional a partir de 1917 y después Adolfo de la Huerta como su interino a lo largo de 1916, y en 1918 y 1919, cuando lo volvió a sustituir, impulsaron una política tributaria que afectó a los centros mineros, a los dueños de los ferrocarriles e hizo pagar a los propietarios de latifundios, comercios e industrias, con la finalidad de sanar la hacienda pública local y hacerse de recursos frescos.207 Para enfrentar la escasez de alimentos durante 1916, de la Huerta creó un sistema de cooperativas con algunos agricultores y trabajadores, obteniendo el propietario el 50 % de la producción, 45 % los trabajadores y el gobierno el restante 5 %. Parece que esta medida obtuvo un éxito regular, pues solo se habilitaron ocho centros cooperativos.208

Mientras Calles, como gobernador constitucional, también tomó sus medidas, sobre todo cuando en protesta por la política hacendaría las compañías mineras pararon y dejaron en el desempleo a cientos de operarios. Su respuesta fue organizar rápidamente a los obreros para que cultivaran la tierra y aliviar el problema agrario. Para ello los traslados de los centros de trabajo habituales, a las colonias agrícolas creadas ex profeso, aún por encima de la prohibición que dos meses antes había hecho Carranza.209 Adolfo de la Huerta siguió con esa política de Calles,210 y también repartió algunos latifundios confiscados a los enemigos de la Revolución, entre los pueblos indígenas: unas aproximadamente 67 mil 773 hectáreas.211 Aunque la política en esta

materia tuvo diferencias con las que se daba o intentaba hacerse en el centro del país,212 pues las características históricas del estado no eran iguales a otros, ya que las comunidades indígenas no estaban tan arraigadas a la tierra como sucedía en Morelos, aún contando las tribus yaquis y

204 Ver: L. Cárdenas, Op. Cit. T. I, Pp. 79 a 135. 205 Armando Quijada Hernández: “Adolfo de la Huerta, gobernador ejemplar”, en VI Simposium de Historia de Sonora. Hermosillo, Sonora, México, Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad de Sonora, 1982. p. 306. 206 Ídem. 207 Ibíd. pp. 291, 292 y 295; L. Hall: “Arizona-Sonora…” Op. Cit. p. 219. 208 A. Quijada, Op. Cit. p. 304. 209 L. Hall. “Arizona-Sonora...” Op. Cit. p. 219. 210 A. Quijada, Op. Cit. pp. 301, 302. 211 Ibíd. p. 301 212 Cfr. H. Aguilar: “los jefes...” Op. Cit. p. 134.

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mayos, pueblos indígenas sonorenses verdaderamente establecidos. Sus características sedentarias y de beligerancia llevo a que el gobernador les repartiera a éstos últimos 500 hectáreas, con la finalidad de que dejaran las armas.213

Tanto Calles como de la Huerta impulsaron otras medidas sociales que impactaron a Lázaro Cárdenas: la reglamentación para prohibir la fabricación, venta y consumo de bebidas alcohólicas; la disposición sobre operaciones con pacto de retroventa para evitar que los latifundistas siguieran despojando de sus tierras a los pueblos; la que fijaba el salario mínimo en el estado, con la finalidad de que la clase trabajadora tuvieran remuneraciones apegadas a la ley, evitando con ello un poco la super explotación a que estaba expuesta; el importante impulso que le dio a la educación, obligando a los dueños de haciendas y centros de trabajo a sostener escuelas primarias; creando además bibliotecas públicas y la fundación de la Escuela Normal de Maestros, así como la Escuela-internado para niñas y varones huérfanos de la Revolución, al que se le puso el nombre de Cruz Gálvez.214 De igual manera fue novedoso para el michoacano, el reglamento sobre el servicio de cultos y la expulsión de sacerdotes católicos de la entidad. Para evitar los abusos que antaño se dieron por los jefes políticos y el manejo discrecional de la justicia, Calles suprimió las jefaturas y suspendió el funcionamiento del Tribunal Superior de Justicia, a efecto de que el Ejecutivo revisara las sentencias de los jueces. Todas estas medidas no tenían precedente y mostraban ante los ojos de nacionales y extranjeros lo que estaba por venir.215

Quizá la disposición más radical, fue la tomada el 10 de octubre de 1916 por Adolfo de la Huerta, cuando decretó la formación de la Cámara Obrera para defensa de los intereses del proletariado sonorense frente a los dueños de las minas, la tierra y el comercio, convirtiéndose en la instancia en donde se dirimían los problemas laborales que generalmente ganaban los trabajadores, pues estaba integrada por sus representantes.216 Ese foro laboral creó problemas y fricciones no solamente entre patrones y trabajadores, sino también entre las empresas mineras y el gobierno. Por ese motivo cuando Calles, ya como gobernador constitucional, tomó posesión del estado en 1917, tuvo que derogar el decreto que había dado origen a la Cámara Obrera.217 De la Huerta, mostro un mayor radicalismo que Calles en materia laboral, más, cuando establece las jornadas de ocho horas de trabajo, el descanso semanal y la indemnización por accidentes.218

En ese contexto, el michoacano llegó a conocer de cerca las condiciones en que vivían los trabajadores de las minas y la lucha que éstos emprendieron al lado de Madero y Carranza en contra de las dictaduras de Díaz y Huerta; las prodigiosas y extensas tierras de las haciendas y los ranchos para el cultivo o la ganadería; y aunque los combatió como disciplinado militar, se enteró también de las condiciones de sumisión y pobreza de los cimas, yaquis y mayos, entre otros grupos indígenas que habitan por aquellos lugares.

Tuvo conocimiento por igual de los bajos salarios de los profesores y del papel social que jugaron para la organización y politización de los obreros en los socavones de las minas, así como de la importancia que en esas tierras le daban a la educación, aún los mismos propietarios de los centros mineros. Vio como desde el gobierno del estado, el general Calles (nombrado por

213 Linda B. Hall: “Álvaro Obregón….”, Op. Cit. pp. 171 y 172. 214 Ver: L. Hall: “Arizona-Sonora...” Op. Cit. pp. 218, 219; A. Quijada, Op. Cit. pp. 293 a 307. 215 Ídem. 216 A. Quijada, Op. Cit. pp. 300 y 301. 217 L. Hall. “Arizona-Sonora...” Op. Cit. p. 220. 218 A. Quijada, Op. Cit. p. 300.

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Carranza el 4 de agosto del año quince gobernador y comandante militar de Sonora) empezó a realizar una serie de reformas políticas y jurídicas para el mejoramiento social de la clase trabajadora y para el progreso económico de esa entidad.

La cercanía con que Cárdenas, palpó no sólo la lucha militar en Sonora y la capacidad negociadora de la dirigencia constitucionalista para resolver los problemas creados por Francisco Villa con los Estados Unidos, sino especialmente la reconstrucción jurídica, administrativa y las reformas sociales que se emprendieron con Calles, abriendo las esperanzas de miles de trabajadores de esta inmensa región, que por necesidad o convicción se habían incorporado a la Revolución. Es indudable que estas experiencias, marcaron la futura actividad política del michoacano.

Aquí también, se fue dando una estrecha relación entre Calles y Cárdenas, lo que significó, por un lado, la creciente influencia del sonorense en el pensamiento del joven teniente coronel, como lo fueron, por otro, la vida, los problemas, las riquezas naturales, la pobreza de los indios y trabajadores rurales, urbanos y mineros, los ríos y los desiertos, y todo cuanto observó y escuchó en esas tierras. Tal fue la relación de Cárdenas con el sonorense y con el mismo grupo Sonora, que en el año veinte apoya el Plan de Agua Prieta, a través del cual Obregón y Calles desconocen al presidente Venustiano Carranza. Lo que confirma que la experiencia adquirida por Cárdenas en esta entidad fue una gran lección, que enriqueció sus ideales sociales y relaciones personales. Sonora indudablemente fue la escuela y Calles el profesor. De aprendiz de revolucionario pasó a ser un oficial en toda forma. De sus conocimientos básicos sobre la vida nacional empezaron sus conocimientos sobre los problemas de la nación. De su figura introvertida pasó a desarrollar la capacidad de líder y mando que llevaba dentro. Y por haber participado con el ejército triunfador, del cual salieron hombres importantes para la vida política del país, que se esparcieron por sus cuatro puntos cardinales, Cárdenas, a la edad de veintitrés años, era ya un militar conocido en ese medio.

Entre las personalidades más importantes que el oriundo de Jiquilpan conoció y con las que convivió en las tierras sonorenses podemos enunciar, obviamente, a su maestro Plutarco Elías Calles, y a militares y civiles trascendentes en la futura vida de México, como: Álvaro Obregón, Salvador Alvarado, Manuel M. Diéguez, Ignacio L. Pesqueira, Lucio Blanco, Ezequiel Padilla, Emilio y Alberto Torella, Arnulfo Gómez, Ramón Sosa, Juan Cabral, Francisco R. Serrano, Antonio Ancheta, Gabriel Jiménez, Ángel Camargo, Homóbono Reyes, Alejandro Mange, Max Joffre, José María Díaz, Jesús Celis, Leobardo Tellechea, José Rodríguez, Luis G. Monzón, Heriberto Aja, Luis L. León, Benjamín G. Hill, Adolfo de la Huerta, y muchos otros. Todos ellos, miembros de la oficialidad del Ejército del Noroeste y al igual que Lázaro Cárdenas, tenían sus raíces en una empobrecida pequeña burguesía provinciana integrada por empleados de gobierno, maestros, agricultores medios y comerciantes, entre otros.219 Obregón, por ejemplo, era descendiente de la rica familia Salido y tenía antes de la Revolución mil 500 hectáreas de tierra;220 “...Manuel M. Diéguez era ayudante de contaduría de la superintendencia de las minas de Cananea [...]. Esteban Baca Calderón era un maestro de escuela [...]. Benjamín Hill era síndico del emergente municipio de Navojoa, dueño de dos propiedades que sumaban en total 2 500 hectáreas no irrigadas, de un molino harinero [...]; Adolfo de la Huerta era manager

219 A. Gilly: “La Revolución...” Op. Cit. p. 162. 220 D. Richmond, Op. Cit. p. 112.

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de ‘uno de los más importantes negocios de Guaymas (La hacienda y tenería de don Francisco Foucade) [...]. Francisco Serrano era pequeño propietario de Huatabampo [...]. Plutarco Elías Calles había sido maestro y funcionario de la tesorería de Guaymas, pero sobre todo gerente de un molino harinero en el norte del estado (300 pesos mensuales), administrador de la hacienda de su padre, Plutarco Elías Lucero [...]. Salvador Alvarado era pequeño comerciante, como su padre [...]. A los padres de Juan Cabral no les había faltado recursos para sostener al hijo...”221 Algunas características más que identificaron a esos revolucionarios que, a pesar de sus diferencias, en su mayoría integraría el llamado grupo Sonora encabezado por Obregón, Calles y de la Huerta, es que eran liberales ilustrados que en la vida política porfiriana no tuvieron posibilidad de hacer una carrera en la administración pública o también porque la cercanía con los problemas sociales les había hecho ver la necesidad de un cambio de régimen, por lo que radicalizaron su posición frente al porfirismo, a la dictadura de Victoriano Huerta y a la lucha de Villa y Zapata. Una característica más de ese grupo, fue que la mayoría llegaron a ser generales y a tener un verdadero peso dentro de las filas militares y de sus regiones de origen y aún más allá, pues la Revolución los fue colocando en distintos puntos de la República dentro de la administración pública, como en los casos de Alvarado en el gobierno de Yucatán, Diéguez en Jalisco y Hill como comandante en la ciudad de México.222 Lázaro Cárdenas con apenas 22 años de edad, aunque no tenía el peso militar y político de Alvarado, Diéguez o Hill, si era al termino de la fase armada de la Revolución uno de los hombres más conocidos y respetados en el grupo,223 al grado que le tocó participar junto a Calles en diferentes campañas fuera de Sonora, como la realizada en Michoacán, Guerrero y Guanajuato en contra del bandolerismo que azotaba a esas entidades durante 1918 y 1919.

De vuelta al terruño. El regreso de Cárdenas a Michoacán, después de una larga estadía en Sonora y Chihuahua, coincidió con la muerte de su madre, sucedida en la ciudad de Guadalajara el 21 de junio de 1918.224 Ya antes había hecho una visita relámpago a Jiquilpan, a raíz de la enfermedad que ella tenía. Por ello, la alegría de ver de nuevo a su estado natal y de regresar triunfante, al mando de 800 hombres de la columna que comandaba el general Calles, se vio empañada por el luto reciente.225 A su tierra natal, regresó a combatir en apoyo al general José Rentería Luviano, a los

bandoleros Inés Chávez, Cíntora y Altamirano,226 iniciando su persecución durante el resto de ese año y los primeros días de febrero del diecinueve en que salió rumbo a Tuxpan (Veracruz),

221 H. Aguilar: “Los jefes...” Op. Cit. pp. 154 a 156. 222 R. Puente, Op. Cit. p. 56. 223 Cfr. Aguilar y Meyer, Op. Cit. p. 95. 224 L. Cárdenas, Op. Cit. T. I, p. 114. 225 Ibíd. p. 145. 226 Ídem.

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estado donde conoció del asesinato de Emiliano Zapata (10 de abril) por el coronel Jesús Guajardo, de la división de Pablo Gómez.227

Como otras partes de la República, Michoacán era el escenario de las acciones de bandoleros que se había formado a la “sombra” de la Revolución o que surgieron a raíz de las derrotas de los ejércitos de Villa y Zapata, quedando sueltos por doquier y que “...asolaban prácticamente el territorio estatal...”228 El más importante de los facinerosos era Inés Chávez García que azotaba la mayor parte de la entidad y aún de los vecinos estados de Jalisco y Guanajuato.229 Pero también existían otros no menos peligrosos como “...Jesús Cíntora -que recorría las zonas de Pátzcuaro, Tacámbaro, Ario de Rosales Arteaga-; José Altamirano que asediaba en la región de Zinapécuaro, Maravatío, Ciudad Hidalgo y Zitácuaro; [algunos más] como Zepeda y Francisco Ayala hacían sus correrías desde Pajacuarán hasta Tlazazalca y Purépero.”230 Lista a la que se puede incluir a Félix Ireta,231 Eutimio Figueroa, Octavio de la Peña, Ignacio Samaniego, Luis Gutiérrez “El chivo encantado”, Eduardo Escalante, Ernesto Prado y otros,232 que fueron derrotados o amnistiados hasta fines de 1919.233

A varios de esos bandoleros, las fuerzas del ejército federal, en ocasiones al mando del propio Lázaro Cárdenas, las combatieron por la tierra caliente de Michoacán y Guerrero, la sierra central, la región del bajío y en las cercanías de Morelia. No era raro ver las correrías y enfrentamientos por los rumbos de Acuitzio, San Antonio de las Huertas, Nocupétaro, Carácuaro, Huetamo, Pungarabato, Tlapehuala, Arcelia, San Miguel Totolapan, Otzumatlán, Quréndaro, Tzitzio y otras tantas poblaciones que habían sido asoladas por las gavillas.234 Aunque a Cárdenas no le tocó observar totalmente el fin del bandolerismo en Michoacán, por su traslado al estado de Veracruz. Su regreso triunfal, a la tierra que le vio nacer, cierra todo un primer período formativo en su vida privada, militar y política, que fue fundamental para las empresas que le esperaban tanto en estas tierras como en la presidencia de la República y en el desarrollo ulterior del país. Es indiscutible por lo tanto, que cada una de las regiones donde combatió –Apatzingán, el Valle de México y Sonora-, pero sobre todo ésta última, jugó un papel relevante en la formación del natural de Jiquilpan.

Atrás habían quedado las huidas a salto de mata del revolucionario Jiquilpense en la región de Apatzingán, propiciadas por los ejércitos federales de Victoriano Huerta, y la falta de parque en sus cananas, de una buena pistola o fusil nuevo. Lázaro Cárdenas para ésta época, había madurado extraordinariamente y era, por sus responsabilidades militares en el país, uno de los hombres de mayor confianza del Grupo Sonora, con un futuro para el cual ya había sembrado desde julio de 1913, cuando se incorpora por vez primera a la Revolución en Apatzingán; al igual que en febrero de 1914, cuando en Jiquilpan regresa a ella; y su decisión de continuar en las filas del constitucionalismo en marzo de 1915, cuando se le presenta en Agua Prieta a Calles. A partir

227 Ibíd. p. 158. 228 Alonso Torres Aburto: Del villismo a las instituciones. Biografía de Félix Ireta Viveros (1892 – 1978), (Inédito / mecanografiado) Morelia, Michoacán, 1995, p. 21. 229 Ver: Alonso Torres Aburto, “La sucesión presidencial de 1920 en Michoacán. La disputa entre el gobernador Ortiz Rubio y el presidente Carranza”, en Desdeldiez, Boletín del Centro de Estudios de la Revolución Mexicana “Lázaro Cárdenas”, Jiquilpan, Michoacán, Diciembre de 1915, p. 16; A. Ochoa Serrano: Jiquilpan... Op. Cit. p. 152; J. Bravo, Op. Cit. pp. 517 y 518. 230 Verónica Oikión Solano: El constitucionalismo en Michoacán. El periodo de los gobiernos militares (1914 – 1917), México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1992, p. 484. 231 Cfr. L. Cárdenas, Op. Cit. T. I, p. 158. 232 A. Torres: “la sucesión...” Op. Cit. p. 15 y 16. 233 Ibíd. p. 24. 234 Ver: L. Cárdenas, Op. Cit. T. I, pp. 145 a 158.

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