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Marie Sklodowskaya-Curie: Una vida al servicio de la Ciencia y la Humanidad 1 Maria Skłodowska-Curie Una vida al servicio de la Ciencia y de la Humanidad por Renato Álvarez Nodarse http://euler.us.es/~renato/ Dejamos de temer aquello que se ha aprendido a entender Marie Curie A modo de introducción A principios del curso escolar 2010/2011 mi hijo mayor comenzó la escuela primaria en un colegio de Sevilla con el poco imaginativo nombre “Nuevo Bermejales”. Su directora, por aquel entonces, Paula Cisneros me comentó que estaban buscando un nombre definitivo para el colegio y habían pensado que quizá, “para variar”, valdría la pena ponerle un nombre de una mujer científica lo cual me sorprendió mucho pues estamos acostumbrados a que los nombres de los colegios se los queden personajes de la política o de las letras. Me pidió ayuda pues soy matemático de profesión y prometí intentar encontrar una mujer científica andaluza de renombre. Tanto a los maestros del colegio, como a mi – incluso a varios amigos con un mayor conocimiento de la historia de Andalucía – nos fue imposible dar con el nombre certero (los por qué los dejaremos para otra ocasión), lo cual no es de extrañar ya que ha habido pocas mujeres científicas famosas (no ya en España, sino en todo el mundo). Pensando en mujeres científicas famosas se me ocurrieron los nombres de Emmy Noether, Sofia Kovalévskaya, Rosalind Franklin y Marie Curie. Ya iba a proponerle a Paula los nombres anteriores cuando, por sorpresa, me preguntó que tal me parecía el nombre de Marie Curie, que si podía ser un buen nombre. Sin dudas las aportaciones científicas de Noether, Kovalévskaya y Franklin han sido del más alto nivel, pero ninguna de estas tres grandes mujeres era comparable a Marie Curie, no sólo porque las aportaciones de Marie Curie a la ciencia fueron sin duda importantes, sino porque tuvo una vida apasionante y sus actividades no se centraron única y exclusivamente en la ciencia. De eso es de lo que quiero hablar brevemente en estas notas. Antes de comenzar debo decir que escribir sobre Marie Curie es muy difícil, sobre todo habiendo magníficas biografías de tan insigne mujer (dentro de la que destaca la que escribió su hija Eve Curie) así que en estas pocas páginas me limitaré a hacer un esbozo de su intensa vida y todos aquellos que quieran ahondar más en los detalles los remitiré a los muchos libros escritos sobre ella, una selección de los cuales aparecen al final de estas páginas.

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Marie Sklodowskaya-Curie: Una vida al servicio de la Ciencia y la Humanidad 1

Maria Skłodowska-CurieUna vida al servicio de la Ciencia y de la Humanidad

por Renato Álvarez Nodarse

http://euler.us.es/~renato/

Dejamos de temer aquello que se ha aprendido a entender Marie Curie

A modo de introducción

A principios del curso escolar 2010/2011 mi hijo mayor comenzó la escuela primaria en un colegio de Sevilla con el poco imaginativo nombre “Nuevo Bermejales”. Su directora, por aquel entonces, Paula Cisneros me comentó que estaban buscando un nombre definitivo para el colegio y habían pensado que quizá, “para variar”, valdría la pena ponerle un nombre de una mujer científica lo cual me sorprendió mucho pues estamos acostumbrados a que los nombres de los colegios se los queden personajes de la política o de las letras. Me pidió ayuda pues soy matemático de profesión y prometí intentar encontrar una mujer científica andaluza de renombre. Tanto a los maestros del colegio, como a mi – incluso a varios amigos con un mayor conocimiento de la historia de Andalucía – nos fue imposible dar con el nombre certero (los por qué los dejaremos para otra ocasión), lo cual no es de extrañar ya que ha habido pocas mujeres científicas famosas (no ya en España, sino en todo el mundo). Pensando en mujeres científicas famosas se me ocurrieron los nombres de Emmy Noether, Sofia Kovalévskaya, Rosalind Franklin y Marie Curie. Ya iba a proponerle a Paula los nombres anteriores cuando, por sorpresa, me preguntó que tal me parecía el nombre de Marie Curie, que si podía ser un buen nombre. Sin dudas las aportaciones científicas de Noether, Kovalévskaya y Franklin han sido del más alto nivel, pero ninguna de estas tres grandes mujeres era comparable a Marie Curie, no sólo porque las aportaciones de Marie Curie a la ciencia fueron sin duda importantes, sino porque tuvo una vida apasionante y sus actividades no se centraron única y exclusivamente en la ciencia. De eso es de lo que quiero hablar brevemente en estas notas. Antes de comenzar debo decir que escribir sobre Marie Curie es muy difícil, sobre todo habiendo magníficas biografías de tan insigne mujer (dentro de la que destaca la que escribió su hija Eve Curie) así que en estas pocas páginas me limitaré a hacer un esbozo de su intensa vida y todos aquellos que quieran ahondar más en los detalles los remitiré a los muchos libros escritos sobre ella, una selección de los cuales aparecen al final de estas páginas.

Marie Sklodowskaya-Curie: Una vida al servicio de la Ciencia y la Humanidad 2

Manya Skłodowska

Marie Curie, nacida Manya Skłodowska, nació en Varsovia (actualmente capital de Polonia, pero en aquel entonces parte del imperio ruso) el 7 de noviembre de 1867, en el seno de una familia de intelectuales polacos. Su madre Bronislawa era maestra y directora de una residencia de señoritas, y su padre Wladyslaw era profesor de Física y Matemáticas y director de un instituto (liceo) de Varsovia. Tuvieron cuatro hijas Zosia, Helena, Bronislawa (o Bronia como la llamaban todos) y Manya, y un hijo Josef. Durante el embarazo de Manya, que era la más pequeña de todos, Bronislawa contrajo la tuberculosis, que en aquel tiempo era una enfermedad incurable. Ello privó a Manya de toda muestra de cariño por parte de su madre que por fuerza evitó todo contacto físico con sus hijos. Fue su hermana mayor Bronia quien se ocupó de arropar y brindar el cariño necesario a la pequeña Manya. En 1876 enfermaron de tuberculosis sus hermanas Zosia y Bronia, muriendo Zosia a causa de la enfermedad, siguiéndole su madre dos años después y dejando a Manya huérfana a los diez años de edad.

Todo esto además coincidió con la cada vez más complicada situación económica de la familia. Su padre había sido destituido de su puesto de inspector por el gobernador ruso lo que les privaba de un ingreso extra y, como su sueldo de profesor apenas le alcanzaba el dinero para mantener a su numerosa familia, se veía obligado a pasar cada vez más tiempo fuera de casa dando clases particulares, por lo que dejó incluso de repasar las lecciones con sus hijas como siempre había hecho. Todo esto culminó en la pérdida de la fe de Manya, que se convirtió en agnóstica. Todos esos años marcaron profundamente a Manya y afianzó la relación de Manya y Bronia que se hicieron inseparables y llegaron a un nivel de compenetración que jamás decaería ni con el paso del tiempo ni con la distancia.

A partir de la muerte de su hermana y de su madre, Manya se refugió en los estudios: por la mañana iba a la escuela, por la tarde hacía sus deberes, pero al terminar, en vez de irse a jugar como los demás niños, se quedaba leyendo libros de distintas temáticas, incluso escribiendo poemas. Su capacidad de concentración era tan grande que su padre le permitió continuar con su formación autodidacta. Manya se graduó del instituto (bachillerato) en junio de 1883 con medalla de oro, pero se encontró con el mismo problema que ya tuvo su hermana Bronia, le era imposible continuar los estudios superiores en Polonia, pues una ley impuesta por Rusia prohibía a las mujeres polacas estudiar en la Universidad. Después de un prolongado descanso, en el año 1884 Manya regresa a Varsovia y busca trabajo dando clases particulares. Por aquella época es cuando decide estudiar Física. También participó y colaboró en la creación de una escuela denominada Universidad Volante (Uniwersytet Latający), donde

se reunían jóvenes polacos para discutir y enseñar distintas materias.

En 1885 consigue su primer trabajo como institutriz en Szczuki, a las afueras de Varsovia.

Manya, Bronia y Helena junto a su padre en 1890

Manya y su hermana Bronia en 1886

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Ese mismo año su hermana Bronia se matricula en la Universidad de la Soborna de París, en la Facultad de Medicina y ambas hermanas llegan al acuerdo de que mientras Bronia estudiase en París, Manya le ayudaría económicamente desde Polonia y cuando aquélla terminase le ayudaría a ella en sus primeros años en París. En 1890 regresa a Varsovia donde además de su trabajo como institutriz retomó sus clases en la Universidad Volante y, lo que fue más importante, comenzó a colaborar en un laboratorio clandestino que le permitió tomar contacto con las ciencias experimentales por primera vez. Finalmente, el 1 de noviembre de 1891 Manya toma el tren con dirección a París para hacer realidad sus sueños de estudiar Física en la prestigiosa Universidad parisina de la Soborna.

Marie Skłodowska

Días después de abandonar Varsovia, Manya llegó a París, donde en el anden le esperaba su hermana Bronia, que se había casado recientemente con un joven médico polaco (también estudiante en París). Lo primero que hizo fue, desde luego, matricularse en el curso de Ciencias Físicas de la Soborna que había empezado el 3 de noviembre, y para que le fuese más fácil a los franceses, decidió inscribirse con el nombre de Marie en vez de Manya. Su hija Eve describió tiempo después, en la biografía de su madre, los primeros años de Marie en la Soborna como sigue:

En el otoño de 1891 se matriculó en el curso de ciencias de la Universidad parisiense de la Sorbona una joven polaca llamada Marie Sklodowska. Los estudiantes, al tropezarse con ella en los corredores de la Facultad, se preguntaban: ¿Quién es esa muchacha de aspecto tímido y expresión obstinada, que viste tan pobre y austeramente? Nadie lo sabía a ciencia cierta: "Es una extranjera de nombre impronunciable. Se sienta siempre en la primera fila en clase de física."

Las miradas de sus condiscípulos la seguían hasta que su grácil figura desaparecía por el extremo del corredor. "Bonito pelo." Su llamativa cabellera, de color rubio cenizo, fue durante mucho tiempo el único rasgo distintivo en la personalidad de aquella tímida extranjera para sus compañeros de la Sorbona. Pero los jóvenes no ocupaban la atención de Marie Sklodowska; su pasión era el estudio de las ciencias. Consideraba perdido cualquier minuto que no dedicara a los libros.

En efecto, lo primero de lo que dio cuenta Marie fue de que su nivel no estaba a la altura del resto de los estudiantes (también hay que decir en honor a la verdad que sus profesores, entre los que se encontraban Appell, Lipmann, Picard y Poincairé, eran científicos de primera línea), así que se dedicó a estudiar con ahínco. Incluso decidió abandonar la casa de su hermana Bronia por un minúsculo pisito más cerca de la Universidad que le permitiera concentrarse únicamente en sus estudios. Su situación era bastante precaria como lo cuenta su hija Eve:

Para ahorrar carbón no encendía el calentador, y pasaba horas y horas escribiendo números y ecuaciones sin apenas enterarse de que tenía los dedos entumecidos y de que sus hombros temblaban de frío. Llegó a pasar semanas enteras sin tomar otro alimento que té con pan y mantequilla. Cuando quería festejar algo compraba un par de huevos, una tableta de chocolate o algo de fruta.

Este escaso régimen alimentario volvió anémica a la muchacha que unos meses antes había salido de Varsovia rebosante de salud. Frecuentemente, al incorporarse, sentía desvanecimientos y tenía que recostarse en la cama, donde a veces perdía el conocimiento. Al volver en si, pensaba que estaba enferma, pero procuraba olvidarse de ello, igual que hacia con todo lo que pudiera entorpecer su trabajo.

No es de extrañar que un día sufriese un desmayo en la Universidad. Afortunadamente uno de sus compañeros llamó a su hermana Bronia, que junto a su marido la llevó a su casa y tras dos semanas de cuidados Marie se recuperó, tras lo cual, prometiéndoles a ambos que se cuidaría regresó a su piso y continuó con sus estudios.

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En abril de 1893 se preparó los exámenes finales de la licenciatura de físicas obteniendo el primer puesto de su promoción. Pero Marie no contenta con ello se preparó en 1894 los exámenes de la licenciatura en matemáticas (Marie obtuvo una beca de la Fundación Alexandrowitc para estudiantes polacos que le permitió financiarse la licenciatura en matemáticas) que aprobó ese mismo año siendo la segunda de su promoción. Ese año, 1894, fue también especial: conoció al que luego sería su marido Pierre Curie.

Marie y Pierre Curie

Que mejores palabras que las de su hija Eve para relatar el como se conocieron Pierre y Marie.

Dominada por la pasión científica, mantenía, a los veintiséis años de edad, una decidida independencia personal. Entonces conoció a Pierre Curie, científico francés. Pierre tenía treinta y cinco años, era soltero y, al igual que Marie, estaba dedicado en cuerpo y alma a la investigación científica. Era alto, tenía manos largas y sensitivas y una barba pobladísima; la expresión de su cara era tan inteligente como distinguida.

Desde su primer encuentro en un laboratorio, en el año 1894, ambos simpatizaron. Para Pierre Curie, la señorita Sklodowska era una personalidad desconcertante; le asombraba poder hablar con una joven tan encantadora en el lenguaje de la técnica y de las fórmulas más complicadas... ¡Era delicioso! Pierre Curie trató de hacer amistad con ella y le pidió permiso para visitarla. Con cordialidad no exenta de reserva, la joven lo recibió en la habitación modesta que le servía de alojamiento. En medio de aquel desván casi vacío, con su rostro de facciones firmes y decididas, y su pobre vestido, Marie nunca había estado tan hermosa. Lo que fascinaba a Pierre no era solo su devoción por el trabajo, sino su valor y nobleza de espíritu. A los pocos meses, Pierre Curie le propuso matrimonio. Pero casarse con un francés, abandonar para siempre a su familia y su amada Polonia, parecía imposible para la señorita Sklodowska. Hubieron de pasar diez meses antes de que Marie aceptara la propuesta.

Marie y Pierre se casaron el 26 de julio de 1895 en el Ayuntamiento de Sceaux, un pequeño pueblo al sur de París. Luego del viaje de novios, que consistió en un viaje en bicicleta por la campiña francesa y que duró casi un mes, se mudaron a un pequeño apartamento en París. Dejemos que sea otra vez Eve quien nos lo cuente:

La joven pareja estableció su hogar en un diminuto apartamento, situado en el número 24 de la calle de la Glacière. Estanterías de libros decoraban las desnudas paredes; en el centro de la habitación tenían dos sillas y una gran mesa blanca, de madera. Sobre la mesa, tratados de física, una lámpara de petróleo y un ramo de flores. Eso era todo.

Poco a poco Marie aprendió a llevar la casa. Inventaba platos que podía preparar en muy corto tiempo. Antes de salir dejaba la llama

graduada con la precisión propia de un físico; echaba una última mirada al puchero puesto a la lumbre y salía corriendo para alcanzar en la escalera a su marido, en compañía del cual se dirigía al laboratorio. Un cuarto de hora después podían verla graduando la llama de un soplete con la misma precisión y cuidado que le eran característicos.

Durante el segundo año de su matrimonio nació la primera hija, Irène, que con el correr de los años ganaría el premio Nobel. Jamás pensó Marie Curie que se vería en la necesidad de elegir entre el hogar y su carrera científica. Cuidaba de su casa, atendía a su hijita y preparaba la comida, sin descuidar por ello el trabajo en el laboratorio, trabajo que debía llevarla al descubrimiento más importante de la ciencia

Pierre y Marie en día de su boda

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moderna.

En 1897 después de haber obtenido sus dos licenciaturas y tras dar a luz a su primera hija Irene, Marie decide preparar su tesis doctoral. El tema que escogió fue el de la radioactividad (nombre, por cierto, que fue propuesto por ella misma) que había sido descubierta apenas un año antes (a principios de 1896) por el físico francés Henri Becquerel. Aunque es un poco exagerado decir que el descubrimiento de Marie fue el más importante de la ciencia moderna, lo que si es cierto es que fue un descubrimiento muy importante. De hecho le valió unos años más tarde, en 1903, el premio Nobel de Física que compartió con su marido Pierre y Henri Becquerel.

Marie Curie y el estudio de la radioctividad

Para entender la trascendencia del trabajo de Marie Curie debemos hacer una brevísima incursión en la física de finales del siglo XIX. A finales de 1885, Wilhelm Conrad Röntgen estaba

estudiando los rayos catódicos (que son corrientes de electrones que se obtienen en los tubos de vacío) cuando descubrió un curioso efecto: aún completamente tapados con un papel oscuro los rayos catódicos eran capaces de crear un débil resplandor en una solución de cristales cercana al tubo de vacío, lo cual era imposible según los conocimientos científicos de la época. Después de realizar muchos experimentos Röntgen descubrió que los rayos creaban una radiación muy penetrante e invisible y eran incluso capaces de atravesar metales menos denso que el plomo. También descubrió que los rayos atravesaban el cuerpo humano dejando su impronta sobre una placa fotográfica: había nacido una nueva rama de la medicina, la radiología. Tras darse a conocer la noticia por todo el mundo se repitieron los experimento de Röntgen en casi todos los laboratorios, confirmándose el descubrimiento de un nuevo tipo de radiación: los rayos X. Cuatro meses más tarde, motivado por las investigaciones de Röntgen, Henri Becquerel estudiaba la fosforescencia de las sales de uranio. Su idea original era irradiar con luz solar las muestras de sus sales fosforecentes que generaban una radiación que era capaz de atravesar

objetos opacos e impresionaban una placa fotográfica. Cual no sería su sorpresa al descubrir que incluso sin mediación de la luz, las sales de uranio seguían impresionando las placas fotográficas. Tras varias semanas de cuidadosos experimentos comprobó que la extraña radiación que emitían las sales de uranio tenían la misma intensidad independientemente de si éstas estaban frías, calientes, pulverizadas, disueltas en ácido, etc. Es decir, la radiación descubierta por Becquerel no dependía de la forma física o química en la que se encontraba la substancia: era una propiedad que radicaba en el interior mismo del átomo.

Es aquí donde entra Marie Curie. Hechizada por esa misteriosa radiación de Becquerel se puso a trabajar en ello, arrastrando a su esposo Pierre, quien abandonó sus investigaciones para ayudar a su esposa. Pero dejemos que sea otra vez Eve quien nos lo cuente:

El descubrimiento de Becquerel fascinaba a los esposos Curie. Se preguntaban de dónde proviene la energía que los compuestos de uranio radian constantemente. Se enfrentaban con un absorbente tema de investigación, un salto al reino de lo desconocido.

Merced a la intervención del director de la Escuela de Física donde enseñaba Pierre, Marie logró permiso para utilizar un pequeño depósito que había en el sótano de la misma. La investigación científica en aquel cuartucho1 no era nada fácil, y el ambiente, fatal para los sensitivos instrumentos de

1 Respecto al laboratorio la propia Marie Curie escribiría más tarde: "A pesar de todo, en aquella miserable barraca pasamos los

Radiografía de la mano de la esposa de Röntgen, 1906

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precisión, no lo fue menos para la salud de la investigadora.

Mientras se hallaba enfrascada en el estudio de los rayos de uranio, Marie descubrió que los compuestos formados por otro elemento, el torio, también emitían espontáneamente rayos como los del uranio. Por otra parte, en ambos casos la radiactividad era mucho más fuerte de lo que podía atribuirse lógicamente a la cantidad de uranio y torio contenida en los productos examinados.

¿De dónde provenía esta radiación anormal? Solo había una explicación posible: los minerales estudiados debían contener, aunque en pequeña cantidad, una sustancia radiactiva muchísimo más poderosa que el uranio y el torio. ¿Pero cuál era esa sustancia? En sus experimentos, Marie había examinado todos los elementos químicos conocidos. Por tanto, los minerales examinados debían contener una sustancia radiactiva que por fuerza tenía que ser un elemento químico hasta entonces desconocido.Pierre Curie, que había seguido con apasionado interés el rápido progreso de los experimentos de' su esposa, resolvió abandonar sus propios trabajos para dedicarse a ayudarla. Ambos buscaron entonces en el diminuto y húmedo laboratorio el elemento desconocido.

La relevancia del descubrimiento queda muy bien descrita por John Gribbin en su libro “Historia de la Ciencia”

Marie hizo su primer gran descubrimiento en febrero de 1898 -que la pechblenda (el mineral del que se extrae el uranio) es "más" radiactiva que el propio uranio, por lo que ha de contener otro elemento altamente radioactivo. El descubrimiento fue tan importante que Pierre abandonó las investigaciones que estaba realizando y unió sus esfuerzos a los de Marie para aislar este elemento, que hasta entonces era

desconocido; después de un intenso trabajo descubrieron en realidad dos elementos, uno al que llamaron "polonio" (un gesto abiertamente político con respecto a su país, que oficialmente no existía) y otro que denominaron "radio". En marzo de 1902 consiguieron finalmente aislar un decigramo de radio a partir de toneladas de pechblenda, una cantidad suficiente para poder analizarlo químicamente y encontrar su lugar en la tabla periódica [de los elementos].

Vale la pena destacar que el método para aislar las sales de radio fue invención de los Curie y estos se negaron a patentarlo, con lo que perdían una oportunidad única de hacerse ricos, lo que les podría haber venido muy bien dada las precarias condiciones en las que estaban realizando su

investigación. Otra vez Eve nos cuenta lo que ocurrió:

En varios países se habían hecho ya planes para la explotación de minerales radiactivos, principalmente en Bélgica y en los Estados Unidos. Sin embargo, los ingenieros sólo podrían producir el "fabuloso metal" si dominaban el secreto de las delicadas operaciones a que había de someterse la materia prima. Cierta mañana de domingo, Pierre explicó a su esposa lo que ocurría. Acababa de leer una carta que le habían dirigido en demanda de información varios ingenieros de los Estados Unidos, que querían utilizar el radio en Norteamérica.

-Tenemos dos caminos - le dijo Pierre -, o bien describir los resultados de nuestra investigación, sin reserva alguna, incluyendo el proceso de la purificación … Marie hizo mecánicamente un gesto de aprobación y murmuró: -Si, desde luego. -O bien podríamos considerarnos propietarios e "inventores" del radio, patentar la técnica del tratamiento de la pecblenda y asegurarnos los derechos de la fabricación del radio en todo el mundo. Marie reflexionó unos segundos: -Es imposible- dijo luego -. Sería contrario al espíritu científico. Pierre sonrió con satisfacción. Marie continuó: -Los físicos siempre publican el resultado

mejores y más felices años de nuestra vida, consagrados al trabajo. A veces me pasaba todo el día batiendo una masa en ebullición con un agitador de hierro casi tan grande como yo misma. Al llegar la noche estaba rendida de fatiga."

Marie y Pierre en su laboratorio

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completo de sus investigaciones. Si nuestro descubrimiento tiene posibilidades comerciales, será una circunstancia de la cual no debemos sacar partido. Además, el radio se va a emplear para combatir una enfermedad. Será imposible aprovecharnos de eso... Esta misma noche escribiré a los ingenieros norteamericanos para darles toda la información que nos piden .

Un cuarto de hora después, Pierre y Marie rodaban sobre sus bicicletas hacia el bosque. Acababan de escoger para siempre entre la fortuna y la pobreza. Al caer la tarde regresaban exhaustos, con los brazos cargados de hojas y flores silvestres.

En efecto, con su decisión, los esposos Curie permitieron que se creara la industria del radio, que entre sus muchas aplicaciones encontró una especialmente importante: la radioterapia. Los efectos biológicos del radio fueron descritos por Giesel y Walkoff en 1900 de forma independiente. Pierre Curie junto a Henri Becquerel se interesan por esta inesperada aplicación y escriben un artículo en 1901 donde describen la acción de la radioactividad sobre los tejidos vivos, que experimentó Pierre sobre sí mismo. Becquerel y Marie también sufrieron quemaduras, aunque de forma involuntaria, por su exposición al radio (todavía quedaba lejos la certeza de lo peligroso que es la exposición prolongada a la radioactividad). A partir de los estudios de Pierre y Marie muchos otros científicos se interesaron por las posibles propiedades médicas del radio describiendo sus propiedades analgésicas y su uso para el tratamiento de varios tipos de cánceres. Hoy día sin duda sigue siendo un tema muy activo de investigación, especialmente en lo concerniente al tratamiento de tumores cancerígenos.

El premio Nobel2 y la fama

En 1903 la academia sueca decide concederles a Pierre y Marie Curie el premio Nobel de Física (compartido con Henri Becquerel) “En reconocimiento a los servicios extraordinarios que han proporcionado mediante su investigación conjunta sobre los fenómenos descubiertos por el Profesor Henri Becquerel”. Es llamativo que en un principio sólo se propuso a Pierre para el premio pero este, al ser informado por Mittag-Leffer (uno de los pocos científicos que en aquella época defendía el trabajo científico de las mujeres), escribió a la academia sueca explicando que no tenía sentido excluir a Marie cuando “... su parte en este trabajo es tan grande como la mía”. Esto, unido al apoyo de Henri Poncairé, probablemente determinó que el premio fuese concedido a ambos cónyuges.

No deja de ser curioso descubrir lo que significó el premio para los Curie. Eve nuevamente nos lo relata en la biografía de su madre:

Este premio era una suma equivalente a 15,000 dólares, y su aceptación no era en modo alguno "contraria al espíritu científico". Pierre pudo dejar la pesada carga de sus muchas horas de clase y salvar así su salud. Cuando recibieron el dinero hubo regalos para el hermano de Pierre, para las hermanas de Marie, donaciones a varias sociedades científicas, a estudiantes polacos y a una amiga de la infancia de Marie. Marie se dio también el gusto de instalar un baño moderno en su casa y de renovar el papel de una habitación; pero no se le ocurrió comprarse un sombrero nuevo, y continuó con sus clases, aunque insistió en que Pierre dejara su trabajo en la Escuela de Física.

2 Alfred Nobel inventó la dinamita y otros tipos de explosivos y se hizo inmensamente rico. Si bien el uso de la dinamita hizo que muchas tareas del mundo de la construcción y la minería progresaran enormemente, no es menos cierto que también se utilizó en todo tipo de guerras lo cual causó a Nobel un cierto complejo de culpabilidad. Así en su testamento dispuso que la mayor parte de su fortuna fuese utilizada para otorgar una serie de premios anuales a las personas que más hubieran hecho en beneficio de la Humanidad en los terrenos de la física, química, medicina o fisiología, literatura y la paz mundial: “La totalidad de lo que queda de mi fortuna quedará dispuesta del modo siguiente: el capital, invertido en valores seguros por mis testamentarios, constituirá un fondo cuyos intereses serán distribuidos cada año en forma de premios entre aquéllos que durante el año precedente hayan realizado el mayor beneficio a la humanidad”.

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Cuando la fama les abrió los brazos, los telegramas de felicitación se apilaban sobre su gran mesa de trabajo; los periódicos publicaban miles de artículos acerca de ellos, llegaban centenares de peticiones de autógrafos y fotografías, cartas de inventores e incluso poemas sobre el radio. Un norteamericano llegó hasta solicitar permiso para bautizar a una yegua de carreras con el nombre de Marie. Pero para los esposos Curie su misión no había terminado; su único deseo era continuar trabajando.

En la primavera de 1904, Marie escribió: "...¡Siempre hay ruido a nuestro alrededor! La gente nos distrae de nuestro trabajo. He decidido no recibir más visitas; pero de todos modos se me importuna. Los honores y la fama han estropeado nuestra vida. La existencia pacífica y laboriosa que llevábamos ha sido completamente desorganizada."

Como consecuencia del reconocimiento internacional a Pierre le fue concedida, el 1 de octubre de 1904, una cátedra en la Soborna (cuatro años antes había renunciado a una cátedra en Ginebra), y meses más tarde, el 3 de julio de 1905, fue admitido en la prestigiosa Academia de Ciencias de Francia (a la que nunca perteneció Marie Curie), aunque todavía no disponía, ni él ni Marie, de un laboratorio adecuado.

No puedo dejar de mencionar el discurso que preparó Pierre Curie con motivo de la recepción del premio Nobel (era obligatorio para el premiado dar una conferencia sobre el tema por el que había sido galardonado). Dicha conferencia, que tuvo lugar con más de un año de retraso debido al precario estado de salud de los dos Curie, fue pronunciada por Pierre, en nombre de ambos, el 6 de junio de 1905. Vale la pena incluir el final de dicha conferencia (el texto completo, en inglés, se puede consultar en la web de la Fundación Nobel).

Se puede imaginar que en manos criminales el radio pueda hacerse muy peligroso, y en este punto nos podemos preguntar si la humanidad extrae ventajas conociendo los secretos de la naturaleza, si está madura para beneficiarse o si este conocimiento no le resultará perjudicial. El ejemplo de los descubrimientos de Nobel es característico: los poderosos explosivos han permitido a los hombres llevar a cabo trabajos admirables. También son un medio terrible de destrucción en las manos de grandes criminales que arrastran a los pueblos a la guerra. Yo soy de los que piensan con Nobel que la humanidad extraerá más bien que mal de los nuevos descubrimientos.

La muerte de Pierre

Parece ser que después de muchos años de trabajo y esfuerzo sin ver resultados palpables en cuanto a su situación profesional, el matrimonio Curie por fin gozaba de cierta estabilidad económica (tenían la promesa de un nuevo laboratorio, Pierre había obtenido su ansiada cátedra en la Soborna y Marie era su ayudante de laboratorio). En el plano personal no podían ir mejor, tenían dos hijas sanas, multitud de amigos, etc. Entonces llegó el golpe definitivo. Otra vez Eve nos lo relata con sorprendente precisión:

Hacia las dos y media de la tarde del jueves 19 de abril de 1906, un día opaco y lluvioso, Pierre se despidió de los profesores de la Facultad de Ciencias, con quienes había almorzado, y salió bajo la lluvia. Al atravesar la calle Dauphine, pasó distraído detrás de un coche de caballos y se interpuso en el camino de un pesado carro que, tirado por un caballo, avanzaba con rapidez. Sorprendido, trató de asirse al arnés del bruto, que se encabritó; los pies del sabio resbalaron sobre el pavimento húmedo; en vano trató el conductor de detener el vehículo tirando fuertemente de las riendas: el enorme carro, con todo el peso de sus seis toneladas, siguió rodando varios metros más; la rueda izquierda trasera pasó por encima de Pierre. La policía recogió un cuerpo aún cálido del cual acababa de escaparse la vida.

A las seis de la tarde de aquel mismo día, Marie, alegre y llena de vida, estaba en el portal de su casa cuando empezaron a llegar visitantes, en los que vagamente percibió signos de compasión. Mientras los amigos le relataban lo que acababa de suceder, Marie permaneció como petrificada. Al fin de un largo y obstinado silencio movió los labios para inquirir: -¿Ha muerto Pierre? ¿Muerto? ¿No hay ninguna

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esperanza de vida? Desde aquel momento, cuando las tres terribles palabras "Pierre ha muerto" llegaban al fondo de su conciencia, Marie se convirtió en un ser incurablemente solo.

La muerte de Pierre fue un gran golpe para Marie como muestran las anotaciones en su diario. Su descripción del sepelio de Pierre es de una tristeza desgarradora. No sólo Marie y sus familiares y amigos estaban consternados ante tan trágico suceso. La comunidad científica internacional también. Marie recibió miles de condolencias desde todas partes del mundo. Por otro lado, tanto el Rector de la Soborna, como el ministro de Educación, conscientes de la importancia de las investigaciones que estaban llevando a cabo los Curie, no sabían que hacer para permitir que Marie continuase su trabajo sin demasiadas interferencias. En una primera instancia se les ocurrió concederle a Marie una pensión vitalicia de viudedad que coincidía con el sueldo integro que recibía Pierre, pero ella se negó en rotundo. Gracias a las gestiones de varios científicos amigos del matrimonio Curie, la solución, que por cierto era obvia, que tomaron fue concederle la cátedra que ocupaba Pierre a Marie. Tomo otra vez las palabras de Eve para describir lo que ello significó:

Después del funeral de Pierre Curie, el Gobierno francés propuso se concediera a la viuda y los hijos del ilustre físico una pensión nacional. Marie la rechazó: -No quiero una pensión -dijo-. Soy joven todavía y capaz de ganar la vida para mi y para mis hijas.

El 13 de mayo de 1906 el Consejo de la Facultad de Ciencias, por decisión unánime, otorgó a la viuda Curie la cátedra que había desempeñado su esposo en la Sorbona. Era esta la primera vez que se concedía tan alta posición en la enseñanza universitaria de Francia a una mujer.

Llegó el día de la primera lección que había de dar en la Sorbona Marie Curie; el aula estaba completamente llena, así como también los pasillos y corredores de acceso a la clase. En todos los rostros se revelaba la curiosidad. ¿Cuáles serían las primeras palabras de la nueva profesora? ¿Empezarla expresando su agradecimiento al ministro y al Consejo Universitario? ¿Evocaría la memoria de su marido? No podía ser de otra manera. La costumbre exigía que todo nuevo profesor elogiara la tarea de su predecesor...

A la una y media de la tarde se abrió la puerta situada al fondo del aula para dar paso a Marie Curie. Marie se dirigió a ocupar su sillón en medio de una tempestad de aplausos, a los que correspondió con una ligera inclinación de cabeza a manera de saludo. En pie, esperó a que cesara la ovación. Cuando se hizo el silencio, Marie, mirando al frente, inició así su lección: -Cuando consideramos los progresos logrados en los dominios de la Física durante los diez años últimos, nos sorprende el gran avance de nuestras ideas en lo concerniente a la electricidad y a la materia ...

Madame Curie había reanudado el curso con la misma frase con que había terminado el suyo Pierre

Curie. Terminada la lección, la profesora, sin una vacilación, sin un titubeo, se retiró tan rápidamente como había entrado.

La investigación en solitario de Marie Curie

Tras la muerte de su marido, Marie tomó posesión de su cátedra en la Sorborna, al mismo tiempo que continuaba sus investigaciones científicas. A finales de 1906 Andrew Carnegie, un importante mecenas del arte y las ciencias donó a Marie Curie una respetable cantidad de dinero para que la utilizara en financiar sus investigaciones sobre el radio. A su vez en 1908, el Instituto Pasteur le ofrece un laboratorio bien equipado. La Universidad, temiendo perder a Marie Curie actúo en consecuencia: propuso al Instituto Pasteur cofinanciar el laboratorio. Finalmente se construyeron dos laboratorios, uno asociado a la Facultad de Ciencias y que dirigiría Marie y el otro completamente dedicado a la investigación médica y biológica. Finalmente Marie conseguía el laboratorio que ella y su marido siempre habían deseado.

Marie Sklodowskaya-Curie: Una vida al servicio de la Ciencia y la Humanidad 10

La actividad científica de Marie Curie entre 1906 y 1911 fue frenética, en primer lugar consiguió obtener radio puro, en segundo lugar, publicó una serie de artículos con sus investigaciones sobre el radio y el polonio. En 1910, publica el Tratado sobre la Radiactividad, una monografía de mil páginas donde explicaba el estado de la investigación sobre el la radioactividad. Su labor en solitario fue premiada nuevamente con un segundo premio Nobel, en este caso, de Química, tal y como oficialmente proclamó la Academia Sueca "en reconocimiento a sus servicios para el avance de la Química por el descubrimiento de los elementos radio y polonio, el aislamiento del radio y el estudio de la naturaleza y compuestos de este notable elemento".

Como resumen de esta etapa nada mejor que utilizar nuevamente las palabras de su hija Eve:

La fama de Marie Curie subió como un cohete y se extendió. Recibía diplomas y honores de distintas academias extranjeras. Aunque no fue admitida como miembro de la Academia Francesa de Ciencias3 -perdió la votación por un voto-, Suecia le concedió el Premio Nobel de Química el año 1911. Durante más de cincuenta años no hubo nadie, hombre o mujer, que mereciera esta recompensa por segunda vez.

La Sorbona y el Instituto Pasteur fundaron conjuntamente el Instituto Curie de radio, dividido en dos secciones: un laboratorio de radiactividad, dirigido por Madame Curie, y otro dedicado a las investigaciones biológicas y al estudio del tratamiento del cáncer, dirigido por un médico eminente. Contra el parecer de su familia, Marie regaló al Instituto un gramo de radio que ella y su marido habían aislado con sus propias manos, cuyo valor puede estimarse en un millón de francos oro. Hasta el final de su vida hizo de este laboratorio el centro de su existencia.

Una muestra de que el reconocimiento internacional a la labor científica de Marie Curie era algo más que una mera anécdota y que no estaba supeditado en lo absoluto a haber sido la esposa de un ilustre científico (como intentó hacer ver al algún momento la prensa parisina) fue su participación (desde 1911 hasta su muerte) en todos los Congresos Solvay. Al comienzo del siglo XX, estos congresos reunían a los más grandes científicos de la época (como Einstein, Heisenberg, Planck, Poincairé, Schrödinger, entre otros), con el objetivo de discutir los

avances científicos más recientes y solo se podía asistir por invitación expresa. Marie fue invitada a todos los Congresos Solvay mientras vivió, lo cual denota el gran prestigio científico de que gozaba al participar en los mismos junto a los grandes hombres de ciencia de la época como una igual.

La primera guerra mundial: Los pequeños Curie

La primera guerra mundial pilló a Marie Curie en el proceso de construcción y mudanza de

3 Se ha escrito y especulado mucho sobre este tema. Una reflexión muy interesante se debe a J.M. Sánchez Ron quién en su magnífica biografía “Marie Curie y su tiempo” Crítica 2000 describe muy bien la situación histórica y los muchos problemas que tenían las mujeres (muy recomendable también el capítulo 5 de su monumental obra “El poder de la Ciencia” Crítica 2007. Como dato curioso, hay que decir la primera mujer que formó parte de la Academia francesa de Ciencias fue la matemática Yvonne Choquet-Bruhat en el año 1979.

Primer congreso Solvay de 1911. Sentados en primera fila vemos a Marie discutiendo con Henri Poincairé.

Marie Sklodowskaya-Curie: Una vida al servicio de la Ciencia y la Humanidad 11

su nuevo laboratorio. Sus hijas descansaban en un pueblo de la Bretaña francesa a donde Marie pensaba desplazarse en agosto de 1914 pero el inicio de la guerra se lo impidió. Lo primero que hizo Marie fue poner a salvo el gramo de radio que tenía y que, como hemos dicho, estaba valorado en un millón de francos-oro. Para ello viajó a Burdeos con un representante del gobierno francés donde lo depositó en un banco. Ese mismo día regresó a París. Automáticamente se puso a disposición de su país adoptivo, para ayudar en las labores médicas. Para ello solicitó a la Cruz Roja y a la Unión de Mujeres de Francia un coche y material necesario para crear una unidad radiológica ambulante. A finales de agosto el coche de Marie Curie ya estaba operativo realizando numerosas radiografías a los franceses heridos en batalla.

Poco a poco fueron apareciendo fondos para acondicionar nuevos coches, muchos de los cuales eran “confiscados” por Marie a sus dueños con la promesa de devolvérselos al final de la guerra, hasta alcanzar las veinte unidades, que eran conocidos en las zona de guerra como los pequeños Curie. Marie solía conducir uno de ellos. También supervisó la instalación de cerca de doscientas salas radiológicas en los hospitales. Su actividad no quedó reducida a Francia, también fue solicitada su ayuda por Bélgica, Italia e incluso Estados Unidos. Su hija mayor Irene pronto se unió a ella para ayudar en las labores humanitarias. Marie junto a Irene comenzó a dar cursos de formación sobre electricidad y rayos X a enfermeras llegando a formar más de 150 mujeres “técnicas especialistas”. Se podría decir que la actividad de Marie durante la guerra salvó miles de vidas.

Trás la guerra, el 1921, Marie Curie escribió un libro titulado “La radiología y la guerra” donde describió el uso médico de la incipiente ciencia radiológica. Vale la pena reproducir un pequeño fragmento del mismo:

La historia de la radiología durante la guerra ofrece un ejemplo curioso de la amplitud insospechada que puede tener, en ciertas condiciones, la aplicación de los descubrimientos puramente científicos. Los rayos X no tuvieron más que una utilización limitada hasta que llegó la guerra. La gran catástrofe que se ha desencadenado sobre la humanidad, acumulando víctimas en cifras espantosas, hizo que surgiese por reacción el deseo ardiente de salvar todo lo que podía ser salvado, de explorar todos los

medios para ahorrar y proteger vidas humanas.

Inmediatamente, muchos se esforzaron para que los rayos X rindiesen los máximos servicios. Lo que hubiera podido parecer difícil se convirtió en algo fácil y recibió atención inmediata. El material, el personal se multiplicaron como por encanto. Todos los que no comprendían, cedían o aceptaban, todos los que no sabían, aprendían y todos los que eran indiferentes se apasionaban por la tarea. Así, el descubrimiento científico habrá terminado la conquista de su campo de acción natural. Una revolución análoga se ha producido en la radioterapia, o aplicación médica de las radiaciones emitidas por los radioelementos.

Y terminaba Marie preguntándose “¿Qué conclusiones podemos extraer de esta inesperada aparición de las nuevas radiaciones que la ciencia nos ha revelado a finales del siglo

Irene y Marie Curie en el Instituto del Radio de París el 1921

Irene y Marie Curie en un hospital durante la guerra

Marie Sklodowskaya-Curie: Una vida al servicio de la Ciencia y la Humanidad 12

XIX?” para a continuación responderse: “Me parecen que deben hacer más viva nuestra confianza en la investigación desinteresada y aumentar nuestra admiración por ella”.

No podemos dejar de mencionar que el trabajo en conjunto de Marie con Irene fue seguramente una de las razones por las cuales Irene decidió estudiar Física en la Soborna. De hecho, Irene compatibilizó sus labores humanitarias durante la guerra con sus estudios en la Facultad de Ciencias. Al acabar la guerra Irene fue nombrada ayudante de su madre en el Instituto del Radio de París donde comenzó a preparar su doctorado. Irene se doctoró en 1925 con una tesis sobre de las radiaciones α del Polonio. En 1926 se casó con el asistente personal de Marie Curie, el físico Frédéric Joliot, con quien trabajó a lo largo de muchos años, descubriendo en conjunto la radioactividad artificial en 1934, descubrimiento que le valió a ambos el premio Nobel de Química de 1935 “en reconocimiento a su síntesis de nuevos elementos radiactivos”. Marie no tuvo la oportunidad de saber que su hija recibía en premio Nobel pues murió en julio de 1934, no obstante sí que supo, e incluso comprobó personalmente, del resultado de su hija y yerno, mostrando, según cuenta Frédéric “una expresión de pura alegría”.

Los últimos años de Marie

Durante sus últimos años de Marie Curie tuvo una actividad frenética. Justo después de la guerra viajó por muchos países, asistiendo a Congresos, dando conferencias, etc. Vale la pena destacar el viaje que realizó en 1921 a los Estados Unidos. La idea fue de la periodista norteamericana Marie Meloney, directora de una revista femenina muy prestigiosa que convenció a Marie Curie de que podía conseguirle un gramo de radio. Marie embarcó a Estados Unidos con sus dos hijas. Eve nos relata su recibimiento.

Una inmensa multitud, apretujada en el muelle de desembarco, vigila la llegada... Los innumerables curiosos permanecerán durante cinco horas de pie, antes de que puedan divisar aquella mujer que los diarios, con enormes títulos, califican de la "Bienhechora de la raza humana". Se distinguen batallones de girls-scouts y de estudiantes, una delegación de trescientas mujeres que agita sus pañuelos rosa y blanco, representando a las organizaciones polacas de los Estados Unidos. Los colores brillantes de las banderas americanas, francesas y polacas flotan por encima de millares de espaldas prensadas y de rostros curiosos.

Marie recibió durante ese viaje un sinnúmero de honores y medallas, pero lo más importante para ella fue sin duda cuando el Presidente norteamericano le entregó, en la Casa Blanca, un gramo de radio, que luego usó en el Instituto del Radio de París hasta su muerte. Aquel viaje a Estados Unidos fue de suma importancia para Marie Curie, tal y como nos lo vuelve a relatar Eve.

Creo que el viaje a los Estados Unidos le mostró a mi madre lo contraproducente de su aislamiento voluntario. Si como investigadora podía alejarse del mundo y dedicarse por entero a su trabajo, lo cierto es que Madame Curie, a los cincuenta y cinco años de edad, era más que una simple investigadora científica. Era tanto su prestigio personal, que con su sola presencia podría asegurar el éxito de cualquier obra en que ella estuviera interesada. A partir de entonces, sus viajes fueron muy similares. Congresos científicos, conferencias, ceremonias universitarias y visitas a laboratorios la llevaron a muchas capitales del globo, donde la festejaban y aclamaban por igual. Trató de ser útil en todo lo posible, luchando en muchas ocasiones contra el impedimento de su salud ya desfalleciente.

Marie regresó a los Estados Unidos en octubre de 1929, esta vez sola y con el objetivo de recoger un cheque donado por familias polacas residentes en los EEUU que iba destinado para el

Eve y Marie Curie en 1921

Marie Sklodowskaya-Curie: Una vida al servicio de la Ciencia y la Humanidad 13

Instituto del Radio de Varsovia, que se había comenzado a construir en 1925 y que fue uno de los grandes proyectos de Marie. Su hermana Bronia, que vivía ya en Varsovia fue la encargada de supervisar tanto la construcción como del equipamiento del mismo así como la contratación del personal. El Instituto del Radio de Varsovia fue inaugurado en mayo de 1932 con la presencia del presidente polaco y de una gran cantidad de científicos de distintas nacionalidades. De más está decir que la inauguración también constituyó un homenaje de su país natal a la propia Marie.

No podemos terminar esta breve reseña sin mencionar la participación de Marie Curie en la Sociedad de las Naciones. Esta sociedad fue creada en febrero de 1919 al final de la Primera Guerra Mundial por iniciativa del presidente estadounidense Woodrow Wilson con el objetivo de establecer las bases para la paz y la reorganización de las relaciones internacionales una vez finalizada la guerra. Tras el final de la Segunda Guerra Mundial la Sociedad de las Naciones fue

disuelta siendo sucedida por la actual Organización de las Naciones Unidas. Marie Curie fue un miembro muy activo de la Comisión para el estudio de las cuestiones internacionales de cooperación intelectual y de educación, o como abreviadamente le denominaban Comité de Cooperación Intelectual desde, su formación en 1921. Este Comité tenía tres objetivos fundamentales: 1) mejorar las condiciones materiales de los trabajadores intelectuales en todo el mundo; 2) fomentar las relaciones internacionales y los contactos entre profesores, artistas, científicos, autores y miembros de otras profesiones intelectuales; 3) reforzar la influencia de la Sociedad para la paz. Marie participó activamente en dicho Comité, asistiendo e interviniendo en las reuniones que se realizaron en distintas

ciudades como París, Ginebra o Madrid.

La salud de Marie Curie fue debilitándose poco a poco con el paso de los años. Su descuido al manipular elementos radioactivos al final le pasó la factura. A principios del año 1934 se encuentra en un estado muy delicado de salud. Los médicos le diagnostican una anemia perniciosa causada por tantos años de exposición a las radiaciones. En mayo Marie cae enferma muriendo el 4 de julio de 1934 en el sanatorio de Sancellemoz. Su hija Eve relata el final de su madre como sigue:

Marie siempre había desdeñado las precauciones que ella misma imponía estrictamente a sus discípulos. Apenas se sometía a los exámenes de sangre que eran norma obligatoria en el Instituto del Radio. Estos análisis mostraron que su fórmula sanguínea no era normal, pero eso no le preocupó gran cosa. Durante treinta y cinco años había estado manejando el radio y respirando el aire viciado de sus emanaciones, y durante los cuatro años de la guerra se había expuesto frecuentemente a las radiaciones, todavía más peligrosas, de los aparatos de rayos Roëntgen. Un pequeño trastorno de la sangre, y algunas quemaduras dolorosas en las manos, no eran, al fin y al cabo, un castigo demasiado severo si se tenía en cuenta el número de riesgos que había corrido

Marie no le dio importancia a una ligera fiebre que finalmente comenzó a molestarla; pero en mayo de 1934, víctima de un ataque de gripe, se vio obligada a guardar cama. Ya no volvió a levantarse. Cuando al fin falló su vigoroso corazón, la ciencia pronunció su fallo: los síntomas anormales, los extraños resultados de los análisis de sangre, que no tenían precedente, acusaban al verdadero asesino: el radio.

El viernes 6 de julio de 1934, a mediodía, sin discursos ni desfiles, sin que estuviera presente ni un político, ni un solo funcionario público, Madame Curie fue enterrada en el cementerio de Sceaux, en una tumba inmediata a la de Pierre Curie. Sólo los parientes, los amigos y los colaboradores de su obra científica, que le profesaban entrañable afecto, asistieron al sepelio.

Sello conmemorativo del año interna- cional de la Química. La foto fue tomada durante la visita de Marie Curie a Madrid en 1931.

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Como colofón

Qué mejor final para este esbozo de la vida de Marie Curie que incluir las descripciones que de ella hacen, por un lado, el físico Albert Einstein, y por el otro, el historiador de la ciencia José Manuel Sánchez Ron.

Einstein, que conoció a Marie en el primer Congreso Solvay de 1911 y mantuvo con ella una fructífera relación científica y de amistad, afirmó: "Madame Curie es, de todos los personajes célebres, el único al que la gloria no ha corrompido". De hecho, en un discurso que pronunció el 23 de noviembre de 1935, después de la muerte de su amiga, Einstein dijo de Marie lo siguiente:

Cuando una personalidad tan destacada como la señora Curie llega al fin de sus días, no debemos darnos por satisfechos solo con recordar lo que ha dado a la humanidad con los frutos de su trabajo. Las cualidades morales de una personalidad tan destacada como la suya quizás tengan un significado aún mayor para nuestra generación y para el curso de la historia que los triunfos puramente intelectuales. Hasta estos últimos dependen, en un grado mucho mayor de lo que suele creerse, de la talla del personaje.

Fue una gran suerte para mi poder relacionarme con la señora Curie durante veinte años de sublime y perenne amistad. Su grandeza humana me admiró cada vez más. Su fuerza, la pureza de su voluntad, su austeridad para consigo misma, su objetividad, su juicio incorruptible... todas estas cualidades eran de un carácter tal que pocas veces se hallan en un mismo individuo.

Se consideraba servidora de la sociedad, y su gran modestia jamás cedía a la complacencia. Le agobiaba un sentimiento profundo de las crueldades y desigualdades de la sociedad. Era esto lo que le daba aquel aspecto exterior severo, que tan fácilmente confundía a quienes no la conocían... una curiosa severidad sin el alivio de un toque artístico. Cuando consideraba correcta determinada vía, la seguía sin compromiso y y con tremenda tenacidad.

El mayor descubrimiento científico de su vida (demostrar la existencia de los elementos radiactivos y aislarlos) no solo se debe a su audaz intuición sino a su entrega y tenacidad en la tarea bajo unas condiciones de lo más estrechas y duras que pueda imaginarse, condiciones que pocas veces se han dado en la historia de la ciencia experimental.

Si la fuerza de carácter y la devoción de la señora Curie estuviesen vivas en los intelectuales europeos, aunque solo fuese en una pequeña proporción, Europa tendría ante sí un futuro más brillante.

Por otro lado, Sánchez Ron al final de su libro “Marie Curie y su tiempo” hace uno brillante análisis de la vida de esta genial mujer.

Muchos fueron los que contribuyeron a la nueva ciencia de la radiactividad, pero ninguno alcanzó el protagonismo y popularidad pública que Marie Curie. No descubrió, bien es cierto, el nuevo fenómeno natural, eso es algo que quedó reservado a Henri Becquerel, pero sí (en colaboración con su esposo, Pierre) elementos radiactivos tan significados como

A. Einstein y M. Curie

Marie Curie: Retrato para el Premio Nobel Física de 1903

Marie Sklodowskaya-Curie: Una vida al servicio de la Ciencia y la Humanidad 15

el polonio y el radio. No fueron, por supuesto, éstas sus únicas contribuciones al conocimiento de los fenómenos radiactivos, pero por mucho que se puedan citar, como yo he hecho en este libro, bastantes otras aportaciones (de mucho menor mérito y relevancia, cierto es) que amplían su currículum científico, no es ahí, en su categoría como científica, donde se encuentra la explicación -o, mejor, toda la explicación- de la fama que logró, de cómo terminó siendo la figura más representativa de la ciencia de la radiactividad. Para entender esa singular posición hay que recurrir también a otros elementos: a su coraje, a su capacidad de superar los condicionantes de una biografía nada fácil, y, por supuesto, a que fuese mujer, una mujer en un territorio hasta entonces –y, aunque en menor grado. después- reservado a los hombres (una desgraciada e injusta situación que aún no ha desaparecido completamente). Sin olvidar que desde abril de 1906 se convirtió en viuda, en – para "la sociedad" – la viuda de un célebre científico, que con entereza y determinación proseguía la labor, la "misión" de su esposo. Es decir, se convirtió en el modelo perfecto, y siempre conveniente, para aquellas -casi todas- sociedades en las que los roles de macho y hembra se encuentran perfecta, ¡e injustamente!, preestablecidos. A la luz de semejante biografía e imagen pública, no debería sorprender a nadie que también sea posible identificar en Marie Curie rasgos de gran dureza, ni que su figura transmitiese, con prácticamente insoportable constancia, una profunda tristeza y seriedad.

Para saber más

• Eve Curie, La vida heroica de María Curie, descubridora del radio, Planeta, 1995.• Margarita León, Marie Curie, Edimat Libros, 2006.• José Manuel Sánchez Ron, Marie Curie y su tiempo, Ed. Crítica 2000.• http://www.biografiasyvidas.com/monografia/curie/• http://es.wikipedia.org/wiki/Marie-Curie• http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/ciencia/volumen2/ciencia3/099/htm/laradser.htm

Marie Sklodowskaya-Curie: Una vida al servicio de la Ciencia y la Humanidad 16

Cronología

1867 Nace Manya (Marie) Sklodowska en Varsovia.

1886-89 Marie trabaja como institutriz

1891 Marie se traslada a París y empieza sus estudios de física en la Sorbona.

1893 Marie se licencia en físicas con el número uno de su promoción y, un año después, en matemáticas.

1895 Un año después de conocerse, Marie y Pierre contraen matrimonio.

1897 Nace su hija Irene.

1898 Descubre la radiactividad y dos nuevos elementos, el polonio y el radio.

1903 Recibe el Premio Nobel de física compartido con su marido Pierre Curie y Henri Becquerel.

1904 Nace su hija Eve.

1906 Queda viuda al morir Pierre atropellado por un carruaje. Marie le sucede en su cátedra de Física.

1910 Publica el Tratado sobre la radiactividad.

1911 Recibe el Premio Nobel de Química.

1914 Se crea el Instituto del Radio en París, cuya sección científica dirige Marie.

1914-18 Crea un equipo de expertos en radiología para ayudar a los médicos de los hospitales de campaña.

1921 Primer viaje a Estados Unidos. Empieza a deteriorarse su salud.

1925 Su hija Irene se casa con el físico Frédéric Joliot.

1934 Irene y Frédéric Joliot descubren la radioactividad artificial. Muere Marie en Sancellemoz, Suiza.

1935 Irene Curie y Frédéric Joliot reciben el Nobel de química por su descubrimiento de la radiactividad artificial.

Soy de las que piensan que la ciencia tiene una gran belleza. Un científico en su laboratorio no es sólo un técnico: es también un niño colocado ante fenómenos naturales que le impresionan como un cuento de hadas.

La vida no es fácil, para ninguno de nosotros. Pero ... ¡qué importa! Hay que perseverar y, sobre todo, tener confianza en uno mismo.

Marie Curie (1867 – 1934)