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Marxismo crtico y teoras de los movimientos sociales1
Massimo Modonesi
Profesor titular de la Facultad de Ciencias Polticas y Sociales de la UNAM, Coordinador
del Centro de Estudios Sociolgicos, Director de la revista OSAL de CLACSO. reas de
especializacin incluyen movimientos sociales latinoamericanos y teora social y poltica
marxista. El presente artculo surge del proyecto de investigacin PAPIIT-UNAM IN-
303813, Subalternidad, antagonismo y autonoma en los movimientos socio-polticos en Mxico y Amrica Latina coordinado por el autor. Correo: [email protected]
Resumen
El presente artculo examina y defiende la posibilidad de reconfigurar una perspectiva
terico-analtica especficamente marxista en el terreno de la sociologa poltica para el
estudio de los movimientos socio-polticos, la accin colectiva y los procesos de
subjetivacin poltica, ello partiendo de la originalidad crtica del concepto de lucha de
clases. De igual manera, se sustenta que es posible retomar ciertas herramientas
conceptuales y metodolgicas de cuerpos tericos otras corrientes de estudio de los
movimientos sociales sin sacrificar la agenda especfica de estudio del marxismo crtico.
Palabras clave: movimientos sociales, accin colectiva, marxismo crtico, sociologa
poltica marxista, lucha de clases.
Abstract
The present article examines and defends de possibility to re-conform a specifically
Marxian theoretical and analytical perspective in the grounds of political sociology for the
study of socio-political movements, collective action and the processes of political
subjetivation, all these from the critical originality of the concept of class struggle. At the
same time, it is maintained that it is possible to take certain conceptual and methodological
tools from theoretical bodies of other schools of thought that study social movements
without sacrificing the specific study agenda of critical Marxism.
Key words: social movements, collective action, critical Marxism, Marxian political
sociology, class struggle.
La idea general que voy a sostener en las siguientes pginas es la posibilidad y la necesidad
de reconfigurar e impulsar una vertiente especficamente marxista de estudio de los
movimientos socio-polticos.2
1 Agradezco los comentarios de Enrique Pineda, Mina L. Navarro y Samuel Gonzlez. 2 Me refiero aqu a movimientos socio-polticos operando un recorte especfico ms afn a la perspectiva
marxista- al interior de la frmula convencional movimientos sociales que usar a lo largo del texto para referirme al objeto de estudio de un sub-disciplina sociolgica.
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2
Esta tesis se desdobla en dos sub-tesis: una principal y una secundaria y accesoria.
La primera supone que una serie de planteamientos y conceptos surgidos en el marco del
marxismo crtico conforman un campo de estudios con una agenda especfica que rebasa,
cuestiona y es alternativa a las teoras de la accin colectiva y de los movimientos sociales
cuando se presentan como teoras interpretativas con implicaciones esencialistas, es decir
en tanto pretenden dar cuenta de lo que, en ltima instancia, define el carcter profundo y
esencial de los procesos de movilizacin y de lucha. Por otra parte, la segunda sub-tesis asume que si tomamos estos planteamientos como teoras de rango intermedio,
depurndolos de sus pretensiones interpretativas y rescatando sus alcances descriptivos y
analticos, es posible recuperar, traducir y trasladar varias aportaciones -a veces
descomponiendo el cuerpo terico en el que surgieron- al campo propio de una agenda de
origen y proyeccin marxista.
Argumentar brevemente ambas ideas con la intencin de mostrar algunos posibles
itinerarios de construccin/reconstruccin de una sociologa poltica marxista crtica a la
altura de los debates y los problemas contemporneos.
Cabe aclarar, aunque sea evidente, que alcanzar la debida profundidad en esta direccin
requerira de un tratamiento que rebasa por mucho las posibilidades de este ensayo y el
trabajo de un solo investigador.
1.
Antes de valorar y rescatar un conjunto de elementos propios de la tradicin marxista en el
campo de la sociologa poltica es necesario sealar unas limitaciones importantes que
inhibieron y siguen inhibiendo su desarrollo y sirven como argumento para que desde
muchos lugares de la academia se niegue su existencia o su valor como perspectiva de
conocimiento social.
Si bien, como argumentaremos, existe en el archipilago del marxismo crtico un conjunto
relativamente estructurado de conceptos particularmente ricos y fecundos para el anlisis de
los procesos socio-polticos, ste fue relativamente debilitado o parcialmente abandonado
por circunstancias ligadas a la derrota histrica de los movimientos socialistas
revolucionarios en el ltimo cuarto del siglo XX. La modificacin de la correlacin de
fuerzas se manifest no slo en el terreno estrictamente poltico sino tambin en el mundo
de las ideas y en las universidades, donde el marxismo fue marginado o francamente
expulsado no slo o no tanto por medios represivos sino divulgando y logrando naturalizar
la idea que la historia -y no los vencedores de la guerra social del siglo XX- haba
decretado y sancionado la caducidad de toda una corriente de pensamiento. Sin afn de
profundizar sobre este tema que merecera ser analizado a profundidad, me permito
simplemente sealar a modo de parntesis, que, ms all de que el marxismo
indiscutiblemente sufri una crisis profunda y result desafiado y desestabilizado por las
transformaciones de las sociedades capitalistas y socialistas y por el curso de los procesos polticos, es evidente la intencional manipulacin por medio de la cual el pensamiento
dominante decret la muerte de una corriente rival. En efecto, se asumi que lo que la
caracterizaba y, por lo tanto, la validaba era su capacidad de previsin y que, por lo tanto, al
no realizarse en el corto o mediano plazo el triunfo de la clase obrera, la cada del
capitalismo y la llegada del socialismo, todo el complejo andamiaje terico del marxismo
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3
se volva obsoleto. Adems de que a ninguna otra corriente de pensamiento filosfico y
social se le aplic este criterio ligado a la realizacin de sus predicciones, hay que
reconocer que antes y por encima de las previsiones optimistas y el triunfalismo verbal -que
en efecto acompaaban la vertiente ms partidaria y militante del marxismo- ste es en
primer lugar un sofisticado pensamiento crtico, de argumentada y slida crtica radical de
las sociedades capitalistas, que no forzosamente ni automticamente desemboca en un
ejercicio predictivo ni en un delirio sobreideologizado. 3
En este sentido es necesario defender y rescatar, a contrapelo de estas tendencias
liquidatorias, la vigencia de una corriente de pensamiento cuyo desdibujamiento, adems de
ser una operacin ideolgica que merece ser desenmascarada y denunciada, restringe
artificialmente el debate sobre las sociedades contemporneas al negar la posibilidad de una
especfica mirada crtica como es la marxista. En este tenor, Erik Neveu afirma que existe
una evidente asimetra en la recuperacin de las tradiciones tericas de estudios de
movimientos sociales en donde el rechazo al marxismo se manifiesta como postura
ideolgica ms que en funcin de sopesar sus reales aportes (Neveu, 1996: 37).
En otro nivel, el rescate de conceptos e hiptesis marxistas no implica desconocer ni los
vacos en relaciones con algunas conexiones tericas como, lo que me parece ms notable,
la falta de puentes operativos que dificultan el pleno despliegue analtico de una serie de
conceptos que se mantienen en un plano abstracto y la consiguiente difusin e influencia de
una perspectiva marxista crtica en el seno de los estudios sobre los movimientos socio-
polticos.
En efecto, an cuando ecos ms o menos importantes de la influencia del marxismo en los
aos 60 y 70 atraviesan los cuerpos tericos de diversos enfoques, es notable como no slo
no existen aproximaciones declaradamente o especficamente marxistas al estudio de los
movimientos sociales4, sino que tampoco han proliferado desarrollos y aplicaciones de
conceptos fundamentales del marxismo o fundado en ellos.
Esta ausencia es sealada por Alberto Melucci quien, a pesar de tomar prestados conceptos
y de retroalimentarse de enfoques marxistas, declaraba la inconsistencia del marxismo en el
terreno del estudio de la accin colectiva adems de rechazar tajantemente al paradigma de
las clases, la lgica de los intereses y la politizacin forzada de las demandas (Melucci, 1982: 74).
No hay mucho que decir sobre los marxistas, porque creo que no existe en la sociologa
contempornea un anlisis marxista de los movimientos sociales en sentido estricto; existen
por otro lado excelentes anlisis de la crisis del modo de produccin capitalista y de sus
transformaciones. [El marxismo] concentr su atencin en la lgica del sistema mismo e
ignor casi por completo los procesos por medio de los cuales la accin colectiva de los
movimientos se forma y se mantiene (Melucci, 1982:12).
A partir de un fondo de verdad, Melucci opera una simplificacin, que se hizo
3 Aunque tengan implicaciones anticapitalistas perfectamente compatibles con el compromiso cientfico y de
construccin del conocimiento social.
4 Que no sean estudios sobre movimiento obrero o sindical que en realidad responden ms a una perspectiva
de sociologa del trabajo que de la accin colectiva y los movimientos sociales.
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4
relativamente frecuente como dispositivo para liquidar el marxismo, al asumir que la
perspectiva marxista en relacin con la accin colectiva se limita a atribuir mecnicamente
el papel de demiurgo o deus ex maquina a la clase en s, al partido o a los intelectuales
(Melucci, 1982: 12).
Sin embargo, ms all de las simplificaciones, manipulaciones o la simple falta de
conocimiento de los debates intramarxistas, no podemos desconocer que el acelerado
desarrollo terico-metodolgico del estudio de los movimientos sociales del cual el propio Melucci fue protagonista- se dio en paralelo a la derrota histrica del marxismo ortodoxo y
al simultneo paradjico repliegue del marxismo crtico. Result entonces un desequilibrio
que bien pudo dar la sensacin del fin de la historia del pensamiento marxista sobre
determinados temas, estrechamente ligados a los procesos revolucionarios pero tambin a
los fenmenos de movilizacin y lucha sociales y polticas.
Es sintomtico que, en un importante diccionario y que yo sepa nico en su gnero- sobre perspectivas y conceptos para el estudio de movimientos sociales, publicado en Francia en
2007, a la voz Anlisis marxista elaborada por Ren Mouriaux, a pesar de la evidente voluntad de rescatar esta corriente, el autor despus de asentar los planteamientos fundamentales de Marx y Engels sobre lucha de clases- dedique los ltimos dos prrafos a
enlistar a algunos autores contemporneos (Luxemburgo, Lukacs, Gramsci, Reich, Bloch y
Lefebvre) sealando simplemente que produjeron obras tnicas sobre el movimiento social y sin ningn mencin a aportes o autores posteriores (Fillieule, Mathieu, Pchu, 2009: 62-67).
Por distintas razones tenemos entonces un campo terico relativamente estancado o
olvidado que podra o pudo estar siendo relativamente revitalizado por los estudios
generados por las dinmicas de movilizacin que sacudieron algunos escenarios polticos
nacionales e internacionales, volviendo a colocar el tema de los movimientos en el terreno
de las investigaciones acadmicas, como es el caso de Francia desde 1995 o de Amrica
Latina en la dcada del 2000, en paralelo a los estudios sobre el altermundismo en diversos
pases occidentales. Actualmente uno de los principales focos de atencin est puesto en el
papel de las nuevas tecnologas y los fenmenos de autocomunicacin de masa en los
movimientos de la primavera rabe, Occupy Wall Street, indignados espaoles, turcos y
brasileos, a los cuales corresponde en Mxico la experiencia del movimiento #YoSoy132
(Castells, 2012). A primera vista no parecera que enfoques o conceptos marxistas estn a la
orden del da en los ejercicios analticos que sobre estos movimientos se estn dando,
mientras se observa la persistente influencia de las mismas perspectivas tericas
dominantes desde los aos 80, con el simple agregado temtico de las redes sociales, que
sin duda fomenta la produccin de novedades terico-metodolgicas, pero restringidas a
esta problemtica que, por lo dems, tiende a o corre el riesgo de ser sobredimensionada y
de provocar o acentuar un corrimiento explicativo hacia la forma de los movimientos sociales en desmedro del contenido.
Hay que constatar que el retorno relativo del marxismo en el debate sobre el sujeto en los
ltimos aos amn de calificarlo de pos o neomarxismo- se dio en el terreno de la filosofa poltica ms que de la sociologa poltica, de la mano de una serie de intelectuales que
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vuelven a plantear una serie de conceptos y de debates.5 Es posible que esto se deba al
carcter embrional, ojal que apenas incipiente, del retorno del marxismo crtico al centro
de los debates fundamentales de nuestro tiempo, un retorno que inicia en forma
eminentemente abstracta, aunque comprometido y vinculado a luchas y movimientos, para
posteriormente volverse ms concreto y operativo en el estudio de procesos socio-polticos.
En conclusin, por distintas razones, la sociologa poltica marxista6 no slo no parece estar
en el epicentro del debate sino que, por el contrario, qued debilitada por los procesos
histricos y no logra todava reactivarse de la mano del retorno de una serie de lneas de
conflicto y de antagonismo en el corazn del capitalismo contemporneo.
Una debilidad particular, que nos interesa en la lgica de este ensayo, se encuentra en el
olvido o la falta de sistematizacin de una agenda especficamente marxista que,
suponemos, es posible reconfigurar en torno a ciertos conceptos fundamentales,
proyectando su operacionalizacin y, en ausencia de pasajes intermedios y de otras
herramientas especficas, abrevando y apropiando de instrumentos y herramientas terico-
metodolgicas forjadas bajo otros paraguas tericos pero que podran ser usadas sin
contaminarse de sus supuestos o de sus intencionalidades, como lo sugeriremos en el
ltimo punto de este ensayo.
2.
Con estas advertencias que sitan en su debida dimensin a la sociologa poltica marxista,
podemos reconocer, sin correr el riesgo de ser acusados de apologa o de dogmatismo, su
potencial terico y conceptual.
En efecto, desde el crisol de la crtica marxista brotaron una serie de perspectivas de
anlisis de la realidad, hiptesis y categoras de anlisis que podemos y debemos asumir
abiertas, as como lo hizo toda una vertiente que, ms all de sus ramificaciones internas, se
suele denominar marxismo crtico, en oposicin a un marxismo dogmtico que en un
momento importante de la historia del siglo XX, antes de la dispora de los muchos
posmarxismos y de pocos neomarxismos, en la que nos encontramos, ocup el lugar y
desempe el papel de la ortodoxia.
5 Estoy pensando fundamentalmente al debate explicito e implcito entre Negri, Zizek, Badiou, Rancire,
Laclau, Holloway y Dussel. Otro importante terreno de retorno del marxismo estructural y no tanto subjetivista es el de la geografa, de la mano del xito de las obras de David Harvey y de otras escuelas como, por ejemplo, la brasilea.
6 Tiene sentido hablar de sociologa poltica marxista o de teora marxista de los movimientos sociales? Una
respuesta tentativa es inevitablemente ambivalente. Es sabido que el marxismo rehuy las divisiones
disciplinarias y esto le permiti mantener vivo y abierto el desafo de un conocimiento integral, un principio
de totalidad o, mejor dicho, una tendencia hacia la totalizacin que hay que preservar con particular cuidado
en tiempos de relativismo posmoderno. Por otra parte, hay que reconocer como parte de un patrimonio
universal de las ciencias sociales el despliegue de vertientes de profundizacin en el estudio de esferas y
dimensiones de lo social que, sin dejar de reconocer su articulacin, tambin requiere ser analizadas como
tales, a partir de su diversidad y asumiendo cierto grado de autonoma relativa. En direccin, para tomar un
ejemplo ilustre, Henri Lefebvre desarrolla un ensayo titulado Sociologie de Marx (1968) en donde por cierto
los temas centrales son la praxis, la ideologa, las clases sociales y la teora del estado, sta ltima bajo el
rubro de sociologa poltica (que yo no restringira a este apartado sino extendera a todos los dems captulos
o por lo menos asumira como perspectiva transversal a todos los temas abordados).
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El adjetivo crtico, disputado como denominacin de origen controlado por muchas
corrientes, es en realidad el principio epistemolgico por excelencia del marxismo. El
sentido de colocarlo como criterio de distincin opera un recorte y alude a una serie de
autores y de enfoques anti deterministas, anti positivistas, anti mecanicistas, historicistas o
romnticos cuyos rasgos anti dogmaticos se traducan en una postura crtica no solamente
orientada hacia las sociedades capitalistas burguesas y el pensamiento que las rega sino
hacia adentro, hacia el movimiento socialista y el marxismo mismo. Este ltimo rasgo es
fundamental para lo que trato de argumentar en este ensayo, el adjetivo crtico opera tanto
en el sentido de apuntar hacia una tradicin, a las hebras hilvanadas por muchos pensadores
marxistas heterodoxos, como a una heterodoxia hecha escuela que cristaliza una postura
crtica necesariamente plural y en permanente debate, que se convierte en mecanismo meta
terico, es decir de reflexin terica sobre la teora marxista que produce nueva teora
marxista. Este mecanismo es el dispositivo activo de vigilancia epistmica que sostiene una
dinmica de permanente crisis-reconfiguracin y de descomposicin-recomposicin por
medio de la cual el marxismo crtico y autocrtico ha ido transitando por pasajes delicados a
lo largo de su historia y puede por lo tanto salir airoso y fortalecido de este momento difcil
por el que est pasando.
Desde esta perspectiva, en el marco acotado de este ensayo sealaremos dos puntos de
partida que consideramos importantes tanto por que se sitan en el corazn de la propuesta
marxista como porque resultan particularmente fecundos para pensar eventuales itinerarios
de su reconfiguracin. En forma breve argumentaremos, en primer lugar, la especificidad
de una perspectiva de anlisis tripartita a lo largo del eje dominacin-conflicto-
emancipacin y su correlato subjetivo subalternidad-antagonismo-autonoma. De manera
un poco ms extensa pondremos en evidencia los alcances y el potencial de los conceptos
de lucha, de clase y de su sntesis, lucha de clases.
3.
En el terreno de los estudios de los procesos socio-polticos, el marxismo se distingue y se
caracteriza por plantear el anlisis de las relaciones sociales como relaciones de poder
alrededor de una sistemtica triparticin en el eje dominacin-conflicto-emancipacin en
donde se distingue y articula el anlisis de las formas de explotacin-dominacin-
alienacin, de las relaciones de tensin y la confrontacin propia de la lucha de clases y de
las prcticas y los procesos de liberacin que all se gestan.
Adems de la forma distintiva en que se aborda este horizonte temtico y cada una de sus
componentes7, hay que sealar que ninguna otra escuela sociolgica estructura de forma tan
integral su campo de conocimiento porque, aunque existen perspectivas que consideran las
dimensiones de la dominacin y el conflicto, en particular entre las sociologas de los
movimientos sociales, stas no contemplan el horizonte de emancipacin. Introducir la
dimensin de la emancipacin no slo agrega un mbito temtico ligado a las experiencias
y las formas de autonoma sino que modifica la misma manera en cmo se aborda el
anlisis de la dominacin y el conflicto. En un libro de 2010 he mostrado como de esta
7 Al abordaje especfico de la dominacin, la subalternidad, el conflicto y el antagonismo haremos referencia
en el punto siguiente al analizar la nocin de lucha de clase.
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7
triparticin de campos situacionales y relacionales se desprenden tres conceptos de carcter
y alcance subjetivo subalternidad, antagonismo y autonoma- que dan cuentas de las experiencias de subordinacin, insubordinacin y emancipacin.
En un ensayo en el que escudria la polmica sobre la primaca de la fuerzas productivas en
el seno del marxismo analtico, Vivek Chibber sostiene que:
Aunque los marxistas han demorado en reconocerlo, la teora de las formas sociales est
comprometida con alguna forma de antropologa filosfica una descripcin mnima de la naturaleza humana- que debe incluir el supuesto de que los agentes tienen un inters en la
autonoma. Sin el compromiso con la autonoma como un impulso humano bsico, es
imposible justificar la idea a la cual los marxistas estn muy apegados- de que la explotacin necesariamente genera resistencia y, a travs de ella, lucha de clases (Chibber, 2012-2013:226).
Si bien podemos sostener, como lo haremos ms adelante, que el principio de antagonismo
es el ncleo duro de la propuesta terica marxista, hay que evidenciar cmo la ptica de la
emancipacin es una clave de lectura original que mueve todo el ngulo de anlisis de la
realidad social al introducir un factor que opera tanto como experiencia y prctica concreta
la emancipacin como vivencia-, pero tambin como disparador de acciones en la medida en que configura visiones del mundo, crticas de la realidad y que la rebasan en trminos
ideales, al asentar un parmetro desde el cual se construye la distancia crtica frente al
status quo. La idea de emancipacin abre un horizonte de conocimiento ms amplio e
introduce elementos de superacin prctica y terica de la realidad existente.
Ninguna de las dos principales escuelas de estudio de los movimientos sociales histricas
todava actuales e influyentes logra esta apertura de conocimiento y alcanza la visibilidad sin mencionar sus consecuencias polticas- que proporciona el enfoque tripartito propio del
marxismo.8
La primera abarca a todas las aportaciones inspiradas en la teora de la accin racional, en
particular las llamadas movilizacin de recursos y estructura de oportunidades polticas
que en aos recientes buscaron articularse bajo el nombre de accin contenciosa y cuyos
autores ms conocidos son Charles Tilly y Sidney Tarrow (Tilly y Tarrow, 2008). La
segunda incluye aquellas teoras que enfatizan la dimensin subjetiva e identitaria y cuyos
autores ms destacados fueron, en sus orgenes, Alain Touraine y Alberto Melucci9.
En los trminos de la triparticin subalternidad-antagonismo-autonoma antes mencionada,
podemos relacionar las preocupaciones de la primera en la bisagra subalternidad-
antagonismo mientras que la vertiente identitaria situara su foco de atencin en la relacin
entre antagonismo y autonoma. En efecto la primera centra la atencin en el pasaje del
surgimiento de la movilizacin en relacin al contexto de dominacin tratando de situar el
8 Dejo conscientemente de lado, por no ser dominantes, una tercera gran vertiente que insiste sobre la
irracionalidad de la accin colectiva que incluye a la de la psicologa de las masas, el behaviourismo, pero
tambin las tesis de la privacin relativa y, en tiempos ms recientes, una sociologa de las emociones y la
afectividad.
9 Para ahondar ms en ello acercarse al trabajo de Melucci, Linvenzione del presente. Movimenti, identit,
bisogni individuali (1982) y a los trabajos de Alain Touraine, Sociologie de laction (1965), La voix et le regard (1978) y Le retour de lacteur (1984).
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por qu y el cmo nacen, se desarrollan y se desactivan conflictos, es decir cmo el
antagonismo opera como factor entre dos momentos y formas de la subalternidad. El punto
ciego que no alcanza a iluminar es la dimensin de la emancipacin y autonoma ya que
rebasa el horizonte sistmico en el cual se sitan estas teoras. Los saldos positivos de la
relacin costo-beneficio que sostiene la racionalidad de la accin contenciosa y que
eventualmente se acumularan por medio del antagonismo se mediran en reformas del
sistema poltico o en acumulacin de mayores recursos para ser re-invertidos en las
dinmicas organizacionales. No se contemplan tericamente, desde esta perspectiva,
horizontes emancipatorios ni logros en trminos de autodeterminacin que no se plasmen
institucionalmente en avances democrticos procedimentales ni, por ejemplo, la idea de
derrotas que contribuyen a forjar movimientos y subjetividades, tal y como lo sugera Rosa
Luxemburgo. Por el contrario, la perspectiva identitaria se despreocupa por la subalternidad
ya que se interesa fundamentalmente en la retroalimentacin o en el ciclo entre
antagonismo y autonoma, en las formas y las dinmicas por medio de las cuales la
identidad produce sujeto que genera accin y, viceversa y contemporneamente, la accin
crea sujeto que asienta identidades que se convierten. El ngulo muerto en este caso es la
subalternidad ya que el supuesto o el punto de arranque es la existencia de una subjetividad
autnoma que se manifiesta por medio del antagonismo.
En ninguno de los casos, a diferencia de lo que ocurre en el marxismo crtico, se cubre todo
el abanico problemtico y el campo de intersecciones y combinaciones posibles y realmente
existentes entre las tres dimensiones.
4.
Ms all de la mayor o menor apertura del espectro, adelantbamos que en el marxismo
dominacin-conflicto-emancipacin se presentan desde una perspectiva definida y
caracterizada por la centralidad del conflicto o, mejor dicho, -para enfatizar la connotacin
subjetiva y de praxis del enfoque- por la centralidad dinmica del antagonismo.10
En relacin y en contraste con las teoras de la accin colectiva y de los movimientos
sociales, la piedra de toque que hay que destacar, tan elemental como problemtica, se
encuentra en la expresin ms caracterstica y distintiva del marxismo como perspectiva
terica: lucha de clases.
Sealar a continuacin algunas coordenadas que permiten una reivindicacin de esta
formulacin desde la perspectiva de la sociologa poltica y no -como es ms frecuente-
desde la poltica, la historia o la filosofa como aparece, por ejemplo, en un reciente libro de
Domenico Losurdo (Losurdo, 2013).
Identificar, describir, analizar, explicar e interpretar las luchas, las clases, las formas y
circunstancias del cruce que implica asumir que las luchas son de clase y que las clases
luchan, constituye el ncleo duro y el meollo de la agenda marxista en el terreno de la
sociologa poltica.
10
Esta nocin no ha sido teorizada por ninguna otra corriente. Recientemente, un re-edicin del ensayo sobre
El conflicto de Georg Simmel, lleva como subttulo Sociologa del antagonismo, pero en la introduccin se confiesa que se trata de un agregado editorial posterior (Simmel, 2010: 14).
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9
No podr desagregar aqu con la debida profundidad el conjunto de preguntas e hiptesis
que se desprenden de cada uno de los conceptos y, sobre todo, de la relacin entre ambos.
Insistir en algunos aspectos que marcan una peculiaridad del marxismo y, en este sentido,
una crtica implcita a las lagunas o limitaciones de las principales teoras de los
movimientos sociales.
En efecto, la nocin de lucha an en ausencia de su caracterizacin de clase- es un poderoso antdoto al institucionalismo que permea la mayora de los estudios sobre
movimientos sociales los cuales asumen que el origen, el objetivo, el interlocutor y la
solucin de toda protesta residen en el gobierno, el Estado y las instituciones pblicas en
general y que, por lo tanto, consideran los movimientos como reactivos ms que proactivos,
reformistas ms que revolucionarios, valorando sus impactos ms que sus impulsos. Se
podra en efecto sostener que Charles Tilly fue en realidad un gran terico del Estado, los
sistemas polticos y la democracia y que, en su extensa obra, el estudio de los movimientos
sociales es funcional a la comprensin de las cristalizaciones institucionales ms que
viceversa.11
Es por lo dems sintomtico que el trmino lucha no figure en el lxico
convencional de las ciencias sociales, posiblemente por ser rechazado en consideracin de
su connotacin poltica y marxista, y se utilicen otros aparentemente ms aspticos como
movilizacin, contestacin o protesta. Esta ltima es una nocin que obviamente pone el
acento en el carcter subalterno del protestatario y asume la centralidad del actor o instancia
institucional hacia quien es dirigida la protesta y la demanda y quien tiene que resolverla.
Pero de lucha as como de movimiento- hablan no slo los marxistas sino los sujetos de las luchas mismas reivindicando justamente un horizonte ms amplio de la disputa
enmarcada por la llamada poltica contenciosa. La idea de lucha implica entonces reconocer el valor en s de una expresin antagonista sin negar el alcance sistmico y/o
antistmico. En esto, la perspectiva abierta por Melucci, influenciado por el proceso y el
debate italianos de los aos 70, mostr ms sensibilidad y por ello mantuvo el principio de
lucha y no casualmente utiliz ampliamente el concepto de antagonismo, aunque lo vaci
de su contenido de clase, lo despolitiz y con ello resbal en un cuestionable culturalismo
identitario y comunicacional.
As como en el marxismo podemos reconocer un principio de intelegilibilidad relacionado
con la lgica del capital, es necesario no perder de vista la presencia de otro principio
ligado a la lgica de la lucha, velada y subordinada a la primera en la obras de Marx y sus
sucesores (Dardot y Laval, 2012: 219). La nocin marxista de lucha permite abrir el
abanico de preguntas relacionadas con la accin: quines, cmo se organizan y entran al
conflicto sujeto y actores. Es en este sentido el sustantivo dinmico y procesual de la
frmula lucha de clase.
Por otra parte, a nivel de temporalidad, en el debate marxista la nocin de lucha abarc y
permite abarcar tanto el proceso como el acontecimiento e invita a asumir el problema de la
distincin entre ambos, que no es slo una cuestin cuantitativa como corto, mediano o
largo plazo sino cualitativa que permite resaltar tiempos continuos y acumulativos con
discontinuidades y rupturas, sobresaltos de la historia.12
11
Al margen de la provocacin, esta evaluacin es seguramente vlida para su ltimo libro (Tilly, 2010).
12 En una lnea de lectura antievolucionista de Marx, que recupera las perspectivas de Walter Benjamin y
Ernst Bloch. Ver por ejemplo La discordance des temps de Daniel Bensaid (2005a). Las principales tesis
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10
Finalmente, otro concepto que puede ser pensado desde la perspectiva de la lucha y abre a
una serie de ricas implicaciones para el anlisis de los procesos polticos es el de
hegemona. Si bien este concepto, en particular en el desarrollo que le da A. Gramsci, ha
sido asociado a la dimensin estatal y societal, en el terreno de las estructuras y relaciones
de dominacin, es evidente que, en su raz y su contenido profundo, se trata de una nocin
que apela a la capacidad articulatoria que se gesta y se despliega en el conflicto poltico y a
partir de acciones que configuran una correlacin de fuerzas en movimiento.
Por su parte, la nocin de clase, en tanto contiene un elemento decisivo de materialidad
socio-econmica, es un poderoso antdoto al culturalismo, el politicismo y el subjetivismo
posmodernos que atraviesan los enfoques dominantes en el campo de los estudios de los
movimientos sociales. Al mismo tiempo, en su pendiente socio-poltica, el concepto de
clase as como fue desobjetivado y desfetichizado por los marxismos crticos contiene una
apuesta a pensar lo poltico desde la agregacin y la accin colectiva en un plano pre y
extra institucional, sin excluir un posterior desarrollo en este terreno. As que clase es un
concepto de sociologa poltica. En su seno anidan unas tensiones y unas posibles hiptesis
de articulacin. En efecto la nocin de clase es, en trminos marxistas, una sntesis de la
relacin dialctica entre determinacin material socio-econmica y subjetivacin socio-
poltica, tiene un pi en la estructura y otro en la agencia, es clase en s y clase para s.
Por ello, en la bsqueda de un encuentro entre el marxismo y las nuevas sociologas crticas
(en particular la de Bourdieu), Philippe Corcuff y Daniel Bensaid ponen el acento en el
terreno del constructivismo que, en el caso del marxismo, se traduce en pensar a la clase, al
sujeto o al actor en general como constructor y constructo, lo cual tambin es un claro
intento de evitar la polaridad y el dualismo objetivo-subjetivo (Corcuff, 1995: 18 y 20;
Bensaid, 2005b: 32).
En otro plano, pensar a la clase como un campo o un universo de clase permite reconocer y
analizar una serie de procesos de agregacin socio-poltica13
sin caer en el esencialismo
propio de cierta tradicin marxista y de una poca marcada por la centralidad de la figura
del obrero industrial o buscar nuevas centralidades inmateriales- pero sin obviar que la realidad social contempornea sigue siendo marcada por la lgica del capital, de la
propiedad de los medios de produccin, por la explotacin de los trabajadores (Wright,
2003) y por la desposesin de los bienes comunes.14
En este sentido, no existe la clase como entidad socio poltica, hay luchas de clases y campo de clase donde surgen y se forjan
subjetividades y actores.
pueden encontrarse en espaol en el libro de Marx intempestivo. Grandezas y miserias de una aventura
crtica, (Bensaid, 2003)
13 La nocin de campo aqu no remite al pensamiento de Pierre Bourdieu, quien por cierto adopta una
perspectiva clasista peculiar que recupera, por medio del habitus, la idea de una incorporacin de formas
especficas y distinguibles pero no jerarquiza claramente la determinaciones o condicionamientos
econmicos, polticos y culturales ni contempla la posibilidad de la conciencia poltica y, con ello, una lnea
de fractura en el habitus, sin negar la formas de reproduccin cotidiana, y una bifurcacin poltica entre
subordinacin e insubordinacin, subalternidad y antagonismo.
14 Como sealan, recuperando pistas clsicas, autores contemporneos como Harvey, quienes alimentan una
serie creciente de estudios y aproximaciones desde la perspectiva de los bienes comunes.
-
11
En efecto, no hay que perderlo de vista, ms all del carcter subjetivamente anticapitalista
de las luchas, su carcter de clase coloca objetivamente la cuestin de la lucha en el
contexto del capitalismo, es decir que apunta a entender el conflicto a partir de ciertas
claves de lectura que lo sitan en el marco de la relacin capital-trabajo entendida como
una matriz que, si bien no resume todas las causas y los propsitos de las luchas,
constituyen un marco ineludible de partida.15
Una mirada clasista de las sociedades
capitalistas y de los fenmenos socio-polticos no impide reconocer otras contradicciones o
antagonismos relacionados con cuestiones como la opresin de gnero, la liberacin
nacional, la cuestin indgena etc. Por el contrario, slo una perspectiva clasista permite
reconocer las imbricaciones y tensiones que articulan, anudan, fragmentan o disocian
distintos clivajes sociales, polticos y culturales.
La alternativa, es decir la negacin de la dimensin clasista en relacin con los fenmenos
de movilizacin, es negar que la posicin estructural y la objetivacin material juegan un
papel social, lo cual implica un regreso al idealismo. En tiempos donde el anlisis de la
forma es dominante, el clasismo trae de vuelta la cuestin del contenido.
No obstante, siguiendo a Thompson pero caminando por rutas sociolgicas, la nocin de
clase es ms frtil en tanto es concebida como relacin, como proceso y como movimiento
(Wood, 2000: 90-126). En este sentido, este planteamiento evita tanto corrimientos
explicativos culturalistas como una deriva hacia el estudio simplemente de las formas de
los movimientos sociales para volver a colocar el problema del contenido o, si se quiere,
del fondo.
Adems, la nocin de clase permite pensar, en clave marxista, los pasajes de la
particularidad a la generalidad que atraviesan tanto el campo poltico como el cultural, de la
tensin entre pluralismo y unidad y entre diferencia y universalidad.
Reivindicacin de clase no quiere decir automticamente identidad de clase. En efecto, uno
de los elementos problemticos, y por lo tanto fecundo, del debate marxista, refiere al tema
trillado y sumamente polmico- de la conciencia de clase. Qu es la conciencia? Cmo surge? De dnde surge? Preguntas que han atravesado uno de los debates marxistas ms
trascedentes.
Sin el afn de simplificarlo, algunos elementos pueden ser considerados convencionales, es
decir relativamente aceptados y por lo tanto constitutivos de una definicin general.
Conciencia corresponde, en el marxismo, a lo que ahora se conoce en sociologa de la
cultura como identidad, salvo remitir al substrato concreto de la clase como referente social
y material y traducirse directamente en actitud y comportamiento polticos. Esta conexin
no implica plena equivalencia ya que no tiene que borrar la especificidad poltica y la
tensin-articulacin entre el ser social y la conciencia que no se resuelve simplemente en la
autorepresentacin. Conciencia de clase es la percepcin, entendida como identificacin y
reconocimiento, de la experiencia de explotacin y dominacin, en relacin externa de
diferenciacin y confrontacin con los antagonistas de clase y en vnculo interno como
15
Por ejemplo la problemtica de los cuadros y de la esfera decisional como dimensin que complejiza la
estructuracin clasista y su proyeccin poltica. Sobre el tema, acercarse al texto de Jacques Bidet y Grard
Dumnil, Altermarxisme. Un autre marxisme pour un autre monde (2007).
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12
articulacin y solidaridad grupal as como en representacin colectiva y visin del mundo
o, dicho en otras palabras, en ideologa.
El tema de la conciencia se conecta, va espritu de escisin, a la cuestin de la autonoma
pensada como ruptura respecto de la dominacin, como principio de autodeterminacin que
es tambin, en el plano subjetivo y cultural, autorepresentacin (Bihr, 2012: 102).
En el debate marxista, autonoma es adems sinnimo de organizacin independiente,
independencia de clase en el sentido operativo y poltico. Histrica y tericamente, la clase
es un campo social pero tambin una campo poltico, en el cual se tejen redes, se
construyen trayectorias militantes, se edifican organizaciones sindicales y partidos. En este
sentido, en el terreno de la clase surgen y brotan movimientos sociales.16
El militante y no
el obrero es el tomo o la unidad de anlisis de la clase entendida y pensada como mbito
de movimientos socio-polticos.
Desde el concepto de clase se desprende entonces un enfoque de la cuestin de la
organizacin lejano de los planteamientos de la escuela de movilizacin de recursos y la
llamada industria de los movimientos sociales (Zard y McCarthy, 1979).
La cuestin del partido poltico en el marxismo, en la bisagra entre partido efmero
entendido como organizacin especfica y como partido histrico concebido como
movimiento general (Carta de Marx a Freiligrath, 29 de febrero de 1860), remite a una serie
de cualidades y funciones polticas indispensables para dar cohesin y proyeccin a la
clase, en concreto a sus fracciones movilizadas. En efecto por partido poltico al margen de las degeneraciones burocrticas y partidocrticas pasadas y presentes- el marxismo
crtico ha entendido una instancia fundamental de politizacin, de condensacin, de
impulso a la solidaridad y la cooperacin entre diferentes expresiones de la clase
trabajadora, de acumulacin de experiencia y de memoria histrica, de educacin poltica,
de direccin y orientacin poltico-estratgica. Al mismo tiempo, pero en otro plano, no hay
que olvidar crticas que desde el propio marxismo, luxemburguista, consejista y
autonomista, se formularon hacia la instancia partidaria como mbito propicio a
degeneraciones, en particular burocratizacin y autoritarismo enmascarados en el llamado
centralismo democrtico.17
Desde la perspectiva del partido o los partidos de clase, la cuestin de los movimientos
sociales, entendidos como pluralidad y diversidad, deja abiertas una serie de
preocupaciones polticas. Por ejemplo, para Daniel Bensaid es indispensable mantener
unidas pluralidad y autonoma relativa de los movimientos sociales, de los campos, los capitales y las dominaciones con una unificacin relativa en funcin estratgica (Bensaid, 2005: 4).
Hasta aqu algunas consideraciones sobre tpicos y cuestiones que merecen ser
profundizados en aras de rescatar y actualizar perspectivas marxistas que se desprenden de
los conceptos de lucha y de clase.
5.
16
A diferencia de cuando se consideraba que el movimiento obrero era el movimiento social.
17 Sobre la cuestin de la burocracia ver El poder y el dinero de Ernest Mandel (1994).
-
13
Ahora bien, la combinacin de ambos, accin y sujeto propios de la narrativa marxista,
configura una frmula sinttica que permite escapar dialcticamente del dualismo
estructuralismo-subjetivismo sin perder de vista la centralidad dinmica del antagonismo,
de la subjetivacin antagonista como el detonador de los procesos de transformacin, ms
all de sus desenlaces, movidos por anhelos y pulsiones emancipatorias.
Como clave de interpretacin sociolgica la nocin de lucha de clases debe ser capaz de
desagregarse en el anlisis de movimientos polticos concretos. Ya que lucha de clases
refiere a un punto de partida desde el cual analizar los movimientos en el capitalismo es
necesario preguntarse cmo articular esta propuesta en la singularidad de los movimientos
y de las distintas agencias planteadas por las clases sus fracciones concretas- en su accionar socio-poltico. Es decir, en la senda de los anlisis histricos realizados por el
propio Marx, lucha de clases en un momento y en un lugar determinado quiere decir
especficas pugnas inter e intra clasistas que se manifiestan en diferentes alianzas inter e
intra clasistas que dan lugar a distintas configuraciones socio-polticas y por ello a varias
identidades colectivas y mltiples escenarios de confrontacin.
Para evitar digresiones sobre un debate arborescente y no repetir aspectos sealados en los
prrafos anteriores, apunto -para terminar- a una hiptesis de desarrollo sociolgico de la
idea de lucha de clase a modo de ejemplo de la riqueza del marxismo crtico.
La nocin de antagonismo puede ser concebida como un arquitrabe terica especficamente marxista- que expresa la relacin constitutiva entre lucha y clase, en la cual
la lucha forma a la clase y la clase se manifiesta como subjetividad poltica por medio de la
lucha.
Como sintetic en otro trabajo:
la especificidad de la nocin de antagonismo remite a la formacin subjetiva inherente y derivada de relaciones y procesos de conflicto y de lucha, construida en funcin de la incorporacin de experiencias colectivas de insu ordinaci n, caracterizadas fundamentalmente por la impugnaci n y de lucha o de rebelin contra la dominacin existente, proyectndose hacia el establecimiento y el ejercicio de un poder contra (Modonesi, 2010).
Esta nocin de antagonismo se ubica claramente en el penchant subjetivo y evita un uso
demasiado elstico que llev a muchas corrientes del marxismo a usar esta palabra tanto
como sinnimo de conflicto entre trabajo y capital como la conformacin subjetiva que se
desprende del mismo. En este sentido, antagonismo indica un polo, una colocacin en una
relacin de lucha, pero no cualquier posicin sino un polo relativamente determinado o, si
se quiere, determinado en ltima instancia por elementos concretos de orden econmico,
poltico y cultural.
Adems de Negri, en cuya insistencia en el concepto hemos hecho referencia en otro
trabajo (Modonesi, 2010), John Holloway es uno de los autores que mayormente estuvo
colocando en el centro de un planteamiento marxista el concepto de antagonismo.
Holloway usa el concepto en forma flexible para caracterizar el conflicto entre capital y
trabajo, el hacer libre y creativo y el hacer alienado, entre la humanidad y su creacin,
entre la trascendencia de los lmites creacin y la imposicin de lmites denicin (Holloway, 2010: 193).
-
14
Al mismo tiempo, este autor tambin apunta al antagonismo como un mbito de
subjetivacin.
La lucha de clases es un conicto que impregna toda la existencia humana. Todos existimos dentro de ese conicto as como el conicto existe dentro de todos nosotros. Es un antagonismo polar del que no podemos escapar. No pertenecemos a una clase o a otra: ms bien, el antagonismo de las clases existe en nosotros, despedazndonos. El
antagonismo (la divisin de clases) nos atraviesa a todos (Holloway, 2010: 194).
Al mismo tiempo, no deja de manejar una nocin del antagonismo como dinmica social
ms que como forma o proceso de subjetivacin.
Algunos, una minora muy pequea, participan directamente en y/o se benecian directamente de la apropiacin y la explotacin del trabajo de otros. Otros, la gran mayora
de nosotros, somos directa o indirectamente los objetos de esa apropiacin y explotacin.
La naturaleza polar del antagonismo se reeja as en una polarizacin de dos clases, pero el antagonismo es anterior a (y no consecutivo a) las clases: las clases se constituyen por
medio del antagonismo (Holloway, 2010: 194).
Para Holloway, el antagonismo es una dinmica de confrontacin que atraviesa al sujeto
constituyndolo, mientras que nosotros pensamos que es una cualidad del sujeto que
adquiere una actitud de confrontacin, una postura corporal y mental correspondiente a la
lucha. En el primer caso, antagonismo remite al sistema de relaciones capitalistas, en el
segundo es una propiedad potencial de los sujetos que las habitan. No son posturas
excluyentes a nivel terico pero se trata de dos usos distintos del concepto con
implicaciones y proyecciones diversas.
Holloway prefiere hablar de no-subordinacin, destacando prcticas cotidianas
infrapolticas y generalizadas18
, all donde nosotros decimos insubordinacin, destacando
un proceso tendencialmente consciente de ruptura que se manifiesta en un conflicto franco y abierto protagonizado por determinados grupos o sectores en destacados momentos de lucha. Si Holloway insiste en la negacin
19, nosotros subrayamos la creacin positiva de
una subjetividad poltica.
18
Con frecuencia, nuestro grito es silencioso, es el desangrarse interno de volcanes sofocados. A lo sumo, el grito de la insubordinacin se escucha como un tenue murmullo de descontento, como un ruido sordo de
no-subordinacin. La no-subordinacin es la lucha simple y no espectacular por congurar la propia vida. Es la oposicin de las personas a renunciar a los placeres simples de la vida, su resistencia a volverse mquinas,
la determinacin de fraguar y mantener algn grado de poder hacer. Este tipo de no-subordinacin no es
necesariamente abierto o una oposicin consciente, pero se mantiene como un obstculo poderoso a la
expansin e intensicacin voraces del poder-sobre que la existencia del capital supone, (Holloway, 2010: 198).
19 El antagonismo se expresa en el grito-en-contra que existe en todos nosotros en la medida en que todos
estamos oprimidos por el capitalismo, pero la intensidad y la fuerza del grito-en-contra depende de la
intensidad y la fuerza de aquello en contra de lo que se grita. El grito no es el grito de algunos pero no de
otros: es el grito de todos, con diferentes grados de intensidad. El grito-en-contra es en primer lugar negativo.
Es un rechazo, una negacin, una negacin de la subordinacin. Es el grito de la insubordinacin, el murmullo
de la no-subordinacin. La insubordinacin es una parte central de la experiencia cotidiana, desde la
desobediencia de los nios, hasta la maldicin del reloj despertador que nos dice que nos levantemos y
vayamos a trabajar, hasta todas las formas de ausentismo, de sabotaje y de la simulacin en el trabajo, hasta la
rebelin abierta, como en el grito abierto y organizado del Ya basta!. Aun en las sociedades aparentemente
-
15
Despus de esta ltima reflexin que apunta a desarrollar conceptos y aspectos marxistas
ligados al estudio de movimientos sociales y procesos de subjetivacin poltica, pasamos al
ltimo punto de nuestra argumentacin.
6.
Si el marco general del planteamiento marxista rebasa el horizonte planteado por las
principales teoras sociolgicas de la accin colectiva al mismo tiempo la debilidad actual
de la sociologa poltica marxista no permite la construccin de un cuerpo terico propio y
autosuficiente. Por otra parte, despojadas de sus pretensiones omnicomprensivas, las
corrientes dominantes ofrecen un panorama rico y sugerente de enfoques que iluminan
aspectos importantes de los procesos de movilizacin social y de subjetivacin poltica que
adems tienen la virtud de traducirse operativamente en el plano metodolgico, aspecto que
sealamos como lagunoso en relacin con los conceptos y la agenda marxista.
Es posible esta articulacin? Qu ventajas y riesgos comporta?
Asumimos, siguiendo una fecunda intuicin de Jean Paul Sartre, que el marxismo vivo es
heurstico y sus principios son reguladores o simples directrices (Sartre, 1963: 32).
Deca provocativamente Sartre Qu es lo que hace que no seamos simplemente marxistas? (Sartre, 1963: 42), apuntando hacia una serie de carencias del marxismo pero apostando por su capacidad de expansin y de integracin de aportaciones surgidas de otros
campos y corrientes de conocimiento. Sugera rescatar armas eficaces de la sociologa
empirista, an criticando sus supuestos y conclusiones, ya que poda conducir a cierto nivel de lo concreto que el marxismo contemporneo desdea sistemticamente (Sartre, 1963: 71).
La sociologa, momento provisional de la totalizacin histrica, con esta forma prospectiva,
con su falta de fundamento terico y la precisin de sus mtodos auxiliares encuestas, tests, estadsticas, etc.- revela mediaciones nuevas entre los hombres concretos y las
condiciones materiales de su vida, entre las relaciones humanas y las relaciones de
produccin, entre las personas y las clases (o cualquier otra especie de grupo), (Sartre,
1963: 72).
Al mismo tiempo reivindicamos no slo las ideas reguladoras sino tambin principios
metodolgicos, que constituyen los marcos desde los cuales se pueden realizar una
apropiacin que no sea una subordinacin o un desdibujamiento terico.
As resulta tanto ms fcil la integracin de la sociologa en el marxismo cuanto que se da
como un hiper-empirismo. Sola, se estancara en el esencialismo y lo discontinuo; al entrar
de nuevo como el momento de un empirismo vigilado- en el movimiento de la totalizacin histrica, volver a encontrar su profundidad y su vida, pero es ella quien mantendr la
irreductibilidad de los campos sociales, la que har que resalten, en el seno del movimiento
general, las resistencias, los frenos, las ambigedades y los equvocos. Adems, no se trata
de adjuntar un mtodo al marxismo es el desarrollo de la filosofa dialctica el que tiene
que llevarle a producir en un mismo acto la sntesis horizontal y la totalizacin en
ms disciplinadas y subordinadas la insubordinacin nunca est ausente: siempre est ah, siempre presente
como una oculta cultura de la resistencia, (Holloway, 2010: 198).
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16
profundidad. Y mientras el marxismo se niegue, otros tratarn de hacerlo su lugar. (Sartre,
1963: 77-78).
La articulacin supone entonces anexar en forma vigilante, cum grano salis, prcticas y
ejercicios empricamente tiles.
A partir de estas consideraciones, adems de las referencias que surgieron en las pginas
anteriores que distinguen a la perspectiva marxista pero abren un campo de debate, el
dilogo y la relacin con otros enfoques sociolgicos puede establecerse en varios puntos
de posible contacto o mejor dicho, de apropiacin o aprovechamiento. Sin la pretensin de
cubrir todo el mapa sealo aqu simplemente, en forma de reflexiones preliminares, algunos
para ilustrar la posibilidad de retroalimentar estudios marxistas con enfoques, conceptos y
herramientas surgidas en otros mbitos tericos.20
Sin duda la compatibilidad es mayor en relacin a las tcnicas de investigacin, all donde
no hay mayor connotacin sino fundamentalmente instrumentalidad.
Es evidente, por ejemplo, la compatibilidad con lo que en tiempos recientes se difundi
como estudios de los marcos (framing), a partir de una aplicacin del enfoque dramatrgico
de la sociologa interpretativa de Erwin Goffman al estudio de los movimientos y la accin
colectiva, con la problemtica de la ideologa en el marxismo que no es otra cosa que el
intento de desentraar la construccin de sentidos en el contexto de la disputa poltica,
mostrando la deformacin producida desde las clases dominantes en aras de mantenerse
como tales y las construcciones alternativas de las clases dominadas en aras de contrarrestar
y revertir la accin de las primeras.21
La definicin de marco22
no se aleja substancialmente
de una de las acepciones marxistas de ideologa, la llamada neutral, en la medida en que
refiere a las percepciones. Ahora bien, el anlisis de marcos se propone explcitamente
entender y explicar cmo se genera y mantiene la participacin de los individuos en los
movimientos sociales y como en ellos se generan marcos que orientan la accin y motivan
la participacin de los integrantes. En particular, la nociones de alineamiento,
amplificacin, extensin transformacin de marcos o las de diagnstico o pronstico o de
marcos maestros y de campos de identidad, aun cuando sean relativamente obvias,
formalizan objetos de estudios y delimitan una serie de fenmenos y de situaciones y
generan un formato de anlisis. Los lmites de la propuesta de los marcos se hacen
evidentes si se considerara que los marcos resuelven el problema de la comprensin de los
movimientos sociales cuando simplemente ofrecen una aproximacin metodolgica y
contribuyen a entender un proceso que los atraviesa y sin duda es relevante para
entenderlos. En efecto, no es evidente que pueda ser representada a partir de un anlisis de
20
Para un panorama del estado actual de las perspectivas tericas de estudio de los movimientos sociales
acercarse a los trabajos Pourquoi se mobilise-t-on? Les thories de laction collective de Daniel Cefai (2007); Sociologie des comportements politiques de Nonna Mayer (2012); Lespace des mouvements sociaux de Lilian Mathieu (2012) y el Dictionnaire des mouvements sociaux coordinado por Olivier Fillieule, Lilian
Mathieu y Ccile Pchu (2009).
21 Sobre el concepto de ideologa en el marxismo, entre otras sntesis, ver El concepto de ideologa de Jorge
Larran (2007-2010) y el trabajo de Terry Eagleton, Ideologa. Una introduccin (2005).
22 Una breve antologa de textos de Robert Benford y David Snow traducidos al espaol puede encontrarse en
El anlisis de marcos en la sociologa de los movimientos sociales, coordinado por Aquiles Chihu Amparn (2006).
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17
marcos una praxis socio-poltica en donde se implican lo subjetivo y lo objetivo en clave
clasista.
Al mismo tiempo, en un nivel operativo, se observa claramente el desfase entre el sugerente
pero abstracto y sumamente general planteamiento marxista sobre la ideologa que no deja de ser imprescindible- y la muy concreta y prctica propuesta de aplicacin del modelo de
los marcos. Se trata de un ejemplo revelador de ciertos problemas de abstraccin y de falta
de traduccin metodolgica de conceptos y enfoques marxistas y, por el contrario, de la
eficacia operativa e instrumental de varios dispositivos surgidos en el seno de las corrientes
dominantes de la sociologa de los movimientos sociales.
Menos evidente es la presencia de dispositivos metodolgicos y herramientas conceptuales
operacionalizadas en el caso de los estudios relativos a la identidad colectiva y la cultura
poltica surgidos de la mano de la temtica de los llamados nuevos movimientos sociales.
Sin embargo, son incuestionables las aportaciones de un conjunto de autores -que
difcilmente hacen corriente por sus notables diferencias- que pusieron el acento en un
conjunto de temticas y de dinmicas que entraron directamente a formar parte de una
agenda ineludible que, a diferencia de los que diran estos mismos autores, no enterr el
marxismo, pero lo obliga sin caer en una deriva culturalista- a aceptar los desafos y buscar respuestas a una serie de hiptesis y preguntas que no hacan parte de su acervo y de
su agenda.
En esta corriente es sumamente problemtica la relacin con el marxismo y es polmica la
cuestin de los llamados nuevos movimientos sociales. De los dos autores ms
representativos, Touraine y Melucci, el primero arranca su trayectoria en el marxismo y
progresivamente lo va diluyendo hasta caer en un franco posmodernismo. En las obras que
le dieron fama, en particular en la de 1978 (Touraine, 1978), todava en plena coyuntura de
ascenso de las luchas, encontramos importantes intuiciones sobre la relevancia de los
movimientos sociales pensados desde una perspectiva de clase, sin caer en el obrerismo de
sus posturas de su libro pionero de 1965, Sociologa de la accin. Al mismo tiempo, ya
desde los aos ochenta se empieza a observar una deriva hacia posturas culturalistas y una
tendencia hacia la abstraccin filosfica de la mano del abandono del anlisis sociolgico
ms emprico (Touraine, 1984). Finalmente, a nivel terico, la atencin puesta en el sujeto
y su historicidad, de ser un ngulo por medio del cual Touraine mantuvo el foco puesto en
la totalidad y la politicidad de los movimientos, se volvi una exigencia a partir de la cual
se evaluaban a los movimientos concretos en funcin del cumplimiento de sus tareas
histricas.23
Melucci, a pesar de su desprecio hacia el marxismo, se movi en un terreno lleno de
reminiscencias y alusiones marxistas que fue asimilando en una poca de florecimiento de
la nueva izquierda y en un pas en donde el comunsimo fue particularmente abierto y
heterodoxo. En este sentido, aunque Melucci centra la atencin en los smbolos, las
identidades y las demandas culturales, no deja de reconocer la existencia de conflictos
generales y de caracterizarlos como antagonistas24
. Sin embargo, Melucci sentencia el fin
23 En efecto, adems de no haber producido obras de la influencia de las anteriores y haberse deslizado por la senda del ensayismo posmoderno, despus de un efmero enamoramiento con el neozapatismo, Touraine
asumi posturas sumamente cuestionables cuando desacredit las movilizaciones francesas del 95 mientras,
paradjicamente, el conservador Bourdieu las elogiaba y apoyaba. 24
Quando affermo che necesario analizzare i movimienti emergenti come espressione di conflitti
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18
de la poltica y exalta la emergencia de movimientos post-polticos (Melucci, 1982: 206 y
161), convirtindose no slo en el terico sino en el apologeta de los nuevos movimientos
sociales y del culturalismo como nuevo horizonte de poca. As, las intuiciones y los
aciertos terico-metodolgicos -adems de una teora de la identidad muy bien elaborada-
que podan y pueden ser tiles a la construccin de una agenda neomarxista, se disolvieron
en el aire ligero de los nuevos tiempos posmodernos ya en los albores de los aos 80.
Pasando a la amplia corriente de movilizacin de recursos, se puede valorar y aprovechar
en general la atencin y la fina lectura de las dinmicas internas a los procesos y fenmenos
de organizacin, el anlisis de las redes, etc.. Este enfoque microsociolgico, en tanto no
pretenda ser concluyente, no excluye una lectura marxista. Concuerdo en este sentido con
Marcelo Gmez cuando escribe:
Aunque el abandono de la centralidad de la nocin de inters de por s tiene un efecto
desclasador del anlisis, esta consecuencia terica no agota la cuestin. No deja de ser una
problemtica pertinente al anlisis de clase cules son justamente los recursos diferenciales
interpretativos, de estructuras de movilizacin, de oportunidades polticas, con que cuentan
diversos grupos sociales. En todos estos componentes conceptuales se pueden rastrear
elementos clasistas (Gmez: 32-33).
Sin embargo, se debe desconfiar de los excesos mecanicistas de la lgica de la eleccin
racional que sustenta esta perspectiva, en particular cuando pretende que la razn ltima del
surgimiento, el fin y el alcance de los fenmenos de movilizacin radica en esta dinmicas
microsociales.
De la perspectiva de la llamada estructura de oportunidades polticas podemos apreciar y
recuperar la atencin hacia las interacciones entre movimiento y los otros actores en el
marco del sistema poltico y el desglose de los principales aspectos a tomar en
consideracin. No obstante, el lmite de esta perspectiva se hace evidente cuando pretende
ser una teora del proceso poltico, encerrando a lo poltico en dinmicas siempre referidas
a lo institucional, como nico espacio de lo poltico y visto con cierta mecnica rgida
propia de las teoras de la eleccin racional que tienden a objetivizar procesos en los cuales
intervienen factores subjetivos y culturales.
En un nivel ms puntual, nociones como la de ciclo de movilizacin son tiles en tanto
permite reconocer cierto ritmo y, sobre todo, momentos de inflexin que permiten
periodizar y considerar un fin. Al mismo tiempo, esta misma nocin en su versin fuerte- contiene apuestas sumamente cuestionables cuando asume un desenlace que se bifurca
antagonisti, intendo sottolineare il significato generale di lotte che investono la logica dal dominio nelle
societ del tardo-capitalismo. E sempre pi difficile parlare di confini di classe perch i rapporti sociali di produzione non sono pi in queste societa rapporti tra le classi, intese come gruppi sociali empirici definiti da
una cultura e da un modo di vita. Occorre porre al centro dellanalisi un concetto omologo a quello marxiano di rapporti di classe, ma che non pu pi riferirsi alle classi come attori storici. Preferisco dunque parlare di
rapporti sociali di produzione, come un sistema di rapporti antagonisti che hanno come oggetto il controllo
della produzione sociale. Tali rapporti sono caracterrizzati dallopposizione di due attori e da un squilibro strutturale nella loro relazione. Mentre le classi cos intese si dissolvono, sostituite da una molteplicit di gruppi stratificati e incrociati secondo le linee variablili, non viene meno per limportanza di relazioni antagoniste che hanno per oggetto lappropiazione e la destinazione della produzione sociale Melucci, 1982: 83 y 85).
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19
inevitablemente entre xito relativo va reformas institucionales y una radicalizacin
tendencialmente violenta que lleva a la derrota. La misma idea de fin de ciclo parte del
supuesto de que un movimiento social existe slo y si se manifiesta visiblemente en el
arena poltica nacional y aparece en la prensa (ya que esta es la principal fuente del llamado
protest events analysis que suele ser el mtodo de seguimiento de los ciclos). Un antdoto a
esta mirada que rigidiza el inicio y el fin de los movimientos puede ser la nocin de puesta en espera que da cuenta de momentos de reflujo, silencio y desmovilizacin slo relativa (Taylor, 1989: 761-775).
Para poner otro ejemplo, el famoso concepto de repertorio de accin propuesto por Tilly,
tomado en un sentido amplio es sin duda relevante y susceptible de ser re-utilizado ya que
permite reconocer una serie limitada y social e histricamente construida de posibilidades y
formatos de accin, a ser estudiadas en un plano tanto general como particular, sin caer
excesos de particularismo o de generalizacin. Sin embargo, en un sentido estricto es decir cuando establece secuencias y patrones determinados- la hiptesis de Tilly se vuelve una
camisa de fuerza que implica una serie de mecanismos y de paradigmas demasiados rgidos
que adems conllevan una apuesta interpretativa sumamente discutible que antepone las
oportunidades y las circunstancias ambientales generadas por la institucionalidad y las
convenciones vigentes a la construccin interna y el potencial creativo y subjetivo de los
movimientos (Fillieule, 2010).
En general, de la propuesta de integracin de las perspectivas de movilizacin de recursos,
oportunidades polticas y marcos en la llamada poltica contenciosa o ms pomposamente
teora del proceso poltico, se aprecian las partes presentables en el formato de una caja de herramientas- pero se puede desdear el todo ya que, una vez ms, la pretensin
omnicomprensiva no slo sesga ideolgicamente en clave institucionalista sino que
adems, en su afn universalizante, supone analogas entre fenmenos tan diferentes que
crea un mnimo comn denominador de dudosa utilidad analtica (Tilly y Tarrow, 2008).
Por lo dems, hay que estar prevenido frente a la fascinacin intelectual que pueden
producir refinados discursos sociolgicos que complejizan cuestiones relativamente
elementales. Como suele ocurrir en los estudios sociolgicos, adquiere y objetivamente
tiene un valor la capacidad de formalizar y explicitar obviedades como, para poner un
ejemplo, el famoso WUNC de Tilly que significa que todo movimiento tiene que tener
reconocimiento, unidad, nmero y compromiso, algo que todo activista con cierta
experiencia prctica sabe perfectamente. No obstante, una vez ms se puede apreciar la
formalizacin sin bajar la guardia respecto a esquemas rgidos y eventualmente obvios- que pretenden haber encontrado la solucin al enigma.
El inventario de conceptos, enfoques y temticas podra y debera extenderse
selectivamente hasta recorrer todo el permetro de las aportaciones de las diversas escuelas
de estudio de la accin colectiva y los movimientos sociales. 25
Podra realizarse tanto como
ejercicio general en aras de delimitar un acervo comn como simplemente llevarse a cabo,
25
Otro ejemplo pudiera ser la incorporacin en una agenda marxista de investigacin de una interesante
perspectiva que se abri en tiempos recientes en torno a la llamada sociologa del militantismo, la cual busca
entender las entradas (engagement) pero tambin las salidas (dsengagement) de la militancia analizando las
trayectorias de los militantes, vistas como carreras y como recorrido vitales, consecuencias biogrficas de la militancia (Fillieule y Pudal, 2009: 163-184).
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20
caso por caso, en funcin de objetivos puntuales de cada investigador dispuesto e
interesado a estudiar desde una perspectiva marxista pero abrevando en otras aguas
instrumentales y metodolgicas sin envenenarse. Valgan las anotaciones anteriores -
esquemticas y preliminares por obvias razones de espacio y de oportunidad- como
demostracin de la posibilidad de un dilogo crtico y de un aprovechamiento selectivo.
7.
En conclusin, reitero las tres hiptesis que he tratado de argumentar en las pginas
anteriores:
a) Se puede reconocer y se debe defender por su originalidad crtica- una perspectiva especficamente marxista en el terreno de la sociologa poltica, en particular en
relacin al estudio de los movimientos socio-polticos y de los procesos de
subjetivacin poltica.
b) sta originalidad gira en torno al concepto de lucha de clases y todas sus derivaciones tericas y analticas.
c) A partir de este eje, es posible enriquecer y fortalecer estudios empricos utilizando e incorporando selectas herramientas conceptuales y metodolgicas extradas de los
cuerpos tericos de las principales corrientes de estudio de los movimientos
sociales.
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