memorias de antonio carrrion lara

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CAPÍTULO 1 NARRA DESDE MI BAUTIZO HASTA LA MUERTE DE MI PADRE Recuerdo desde que me bautizaron que fui a la iglesia de la mano de mi madre y mi hermana Serafia, dado que cuando me bautizaron tenía tres años, porque yo nací en medio de la guerra, el 1 de Diciembre de 1937, y hasta que no se acabó la guerra no empezaron a bautizar. Siguiendo en la infancia recuerdo que la economía era mala, estaba entonces muy mal, claro como la terminación de una guerra. Entonces lo primero que no había dinero para comprar, así que hubiera habido las cosas que hay hoy de poco hubieran servido, yo como era muy pequeño y canijo, pues las patatas que le echaban a la comida las dejaban para mí y ellos se comían la calabaza que en aquellos tiempos era muy abundante, a pesar de todo algo había para comer, ya que tenían arrendada una finca, y de allí se recogía para comer, así como trigo, patatas, tomates y pimientos para conservar, garbanzos, judías, lentejas, etc. Al mismo tiempo con cosas del campo como remolachas, habas, alfalfa, se criaban algunos animales, que ayudaba mucho como cerdos, gallinas, conejos y pollos, y de ahí es 1

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CAPÍTULO 1

NARRA DESDE MI BAUTIZO HASTA LA MUERTE DE MI PADRE

Recuerdo desde que me bautizaron que fui a la iglesia de la mano de mi madre y mi hermana Serafia, dado que cuando me bautizaron tenía tres años, porque yo nací en medio de la guerra, el 1 de Diciembre de 1937, y hasta que no se acabó la guerra no empezaron a bautizar.

Siguiendo en la infancia recuerdo que la economía era mala, estaba entonces muy mal, claro como la terminación de una guerra.

Entonces lo primero que no había dinero para comprar, así que hubiera habido las cosas que hay hoy de poco hubieran servido, yo como era muy pequeño y canijo, pues las patatas que le echaban a la comida las dejaban para mí y ellos se comían la calabaza que en aquellos tiempos era muy abundante, a pesar de todo algo había para comer, ya que tenían arrendada una finca, y de allí se recogía para comer, así como trigo, patatas, tomates y pimientos para conservar, garbanzos, judías, lentejas, etc. Al mismo tiempo con cosas del campo como remolachas, habas, alfalfa, se criaban algunos animales, que ayudaba mucho como cerdos, gallinas, conejos y pollos, y de ahí es

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donde se comía carne cuando se comía. En fin, se iba viviendo y no se pasaba hambre, dinero no había ya que mi padre no podía trabajar porque tenía una enfermedad que le impedía hacer esfuerzos, cosa de la espalda, cuando yo tenía cuatro o cinco años mi madre se colocó en un horno que había en la calle donde vivíamos, en la calle del Plato. La mujer necesitaba a una persona para que le ayudar a llevar la panadería o el horno, más bien para barrer el horno y hacer la masa y el pan. Mi madre se colocó en ella, y ya por lo menos el pan lo teníamos seguro, le daban un pan y 5 pesetas cada día, eso en aquellos tiempos era muy bueno.

Mi vida empezó a funcionar cuando yo podía con una espuerta a cuestas. A la escuela empecé a ir con 6 años, a los 8 hice la primera comunión, además de ir a la escuela antes y después, tenía que ir por las calles y caminos buscando y recogiendo lo que cagaban las bestias, mulos y borricos, para echárselo a la tierra, para sembrar cuando llegaba el tiempo.

Mi niñez fue como la de otros niños de nuestra clase, jugar, ir a la escuela y recoger estiércol hasta que pude hacer otra cosa, como cuidar de mi hermano menor e ir a trabajar a la tierra.

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Cuando tenía 9 años, mi madre, como había aprendido el oficio de panadera alquiló un horno que había debajo de la calle del Planto que era del tío Manuel “El Mama”, y se lo alquiló porque lo tenía cerrado, y se lo alquilaron por 45 pesetas al mes, por cierto que al poco tiempo mi padre pensó que juntando la cuadra con el portal podíamos hacer el horno, y así lo hicieron, y así no teníamos que pagar el alquiler, y en donde dormía mi abuela, poner la cuadra, y a la vez para guardar las támaras para cocer el pan.

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Cuando yo tenía 11 años mis padres me mandaron de mozo con una familia a la sierra, o Almicerán, y así había una boca menos en la casa, pero el trabajo que me mandaban hacer era superior a mis fuerzas y a los tres días me volví al Pozo.

Cuando mi padre no podía trabajar, me llevaba a la tierra a cavar, regar, todo lo que podía hacer. Un día mi padre echó de menos del bolsillo del chaleco 35 céntimos y pensó que yo se los había cogido, y yo no se los podía dar porque yo no los tenía, entonces me mandó a que le trajera la espuerta de estiércol de castigo, era invierno y estaba todo cubierto de nieve, así que yo no sabía de donde coger el estiércol, aquel día no sé cuantas cosas pensé porque yo era inocente, cuando fui casi de noche, y ya le habían aparecido los 35 céntimos, los tenía en el forro del chaleco, tenía el bolsillo roto, así que aquello fue muy duro para mí.

Cuando yo tenía 10 u 11 años mi padre me llevó a las salinas de Hinojares a por sal para hacer el pan para el horno, después ya iba yo solo, las salinas estaban a 7 km del Pozo.

Más adelante, en el verano de 1950 estuve vendiendo churros por las calles del Pozo con un churrero que se llamaba Ceferino San Roque. Tenía de vez en cuando que pregonarlos diciendo:

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“¡Calientes, calientes, uhmm, uhmm!”, para que la gente saliera a comprar. Y así se vendían, éramos dos o tres muchachos los que lo hacíamos, y es que había tres churrerías y cada una tenía un muchacho más o menos del mismo tiempo.

Algunos días cuando entregaba el dinero al dueño me faltaba algún dinero, y es que había gente ladrona que me lo quitaban de la cesta, que era una cesta alargada con un asa en el medio que me la cargaba en el brazo y por detrás me los quitaban porque me entretenían por la parte delantera. Al final los descubrí, eran unos hombres que les llamaban “Pajeros”, que se dedicaban a encerrar la paja a la gente con los borricos y unas jabegas de cuerdas parecidas a las redes. El dinero que me daban que era poco lo guardaba en una alcancía para comprarme mi madre algo para la feria. Esto lo estuve haciendo dos o tres veranos.

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CAPITULO 2

NARRA DESDE QUE DEJÉ EL COLEGIO Y EMPECÉ A TRABAJAR

Hasta los 14 años fui al colegio, porque cuando tenía esta edad mi padre murió a causa de su larga enfermedad. Yo tuve que dejar la escuela y dedicarme a trabajar en todo lo que podía. El trabajo que hacía en el campo era ir con los muleros a echar garbanzos detrás de los mulos en el surco que iba dejando el arado, cosa que se me daba muy bien, y para hacer ese trabajo me llamaban mucho.

También ya cuidaba de todo lo que podía en la finca que teníamos junto al campo de futbol, que algunas veces, en vez de ponerme a hacer cosas en la tierra me iba a jugar al futbol con los críos. Mi hermano José que iba detrás de mí, yo le llevaba 5 años, también hacía lo que podía así que entre los dos arreábamos la tierra. Al final de la enfermedad de mi padre no nos dejaban que nos acercáramos mucho a él, pero cuando sintió que moría nos llamó a todos sus hijos que somos 5 y se fue despidiendo de uno en uno dándonos el último beso y al poco murió, tenía 48 años y se llamaba José Ramón.

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CAPITULO 3

NARRA DESDE QUE EMPEZÓ LA CARRETERA DE LA BOLERA HASTA SU TÉRMINO

Al principio de 1953, vino una empresa de Galicia a Pozo Alcón a hacer la carretera que había proyectada de antes de la guerra, que iba de Pozo Alcón a Cieza por Caravaca, la carretera A-326, desde el Km. cero que empezamos en Pozo Alcón en el antes llamado “Cortijo de Julio” hasta el Puente de la Bolera, que aún no estaba hecho. Este puente se hizo después, cuando hicieron el Pantano de La Bolera. Mi madre tenia amistad con el peón caminero, se llamaba Rafael, porque hacían el pan para su casa en nuestro horno, y de ahí venía esa amistad. Habló con él, que por mediación suya hablaría con el encargado de la carretera para que me diera trabajo, así que a mediados de mayo me llamó para trabajar.

Como era menor de edad, el trabajo que yo hacía era de pinche, que mi trabajo era darle agua a los trabajadores, claro cuando no pedían agua, pues tenía que hacer otras cosas, lo que me mandara el capataz de la cuadrilla. Yo tenía que ir a por el agua a donde cogiera más cerca, porque tenía que ir con un cántaro con unas hombreras de ramal a cuestas.

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La carretera se hizo totalmente a mano, como se dice, a pulso, a pico y pala era la maquinaria que había, eran carretillas de mano hechas de madera con la rueda de hierro.

Luego cuando la carretera tenia el piso con el recebo echado, vino una máquina asentadora a vapor para apisonarla, que era lo último que se le hacía, el recebo era chiporro.

En mayo de 1955 se terminó la carretera, a falta de hacer los muretes para la baranda del puente de Arroyo Seco, lo cual quedamos dos para hacerlo, un albañil llamado Emilio “Quitabastas” y yo, que entre los dos no pesábamos sesenta kilos.

A mediados de Julio acabamos el trabajo del puente y me quedé sin trabajo. Bueno, pues me dije: ahora al campo cuando halla, porque no había más trabajo que era ese y la Sierra.

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CAPÍTULO 4

NARRA SOBRE EL VIAJE A GALICIA

El día 6 de agosto el encargado que hizo la carretera, se llamaba Enrique Taboada Durillo, nos llamó a diez de los que estuvimos trabajando en la carretera del Pozo, para que el día 9 del mismo mes, o sea tres días después, saliésemos para Orense. Ya nos dijo donde teníamos que bajarnos del tren, que era en Ruapetin, y coger el autobús que nos llevara a Viana del Bollo, y de allí a Santa Marina de Frujanes. Cuando me lo dijo Francisco Fontarrosa que fue a quien mandaron con el aviso, corriendo se lo dije a mi madre. Le digo: “Madre, ya tengo trabajo”. Mi madre como es natural le dio mucha alegría, y me preguntó que con quien; pensaba que era en el Pozo. Pero cuando le dije que era en Galicia en la provincia de Orense a tres días del viaje, pues se quedó como se dice helada, porque en aquellos tiempos salir uno de casa a trabajar era muy duro, y además tan lejos y tan joven, que todavía no tenia dieciocho años hasta diciembre que no los cumplía.

Llegó el día de la marcha, el día 9 de agosto por la mañana salimos en el autobús a Baza, con una maleta atada con una cuerda. A mediodía cogimos el tren que nos llevó a Alcantarilla,

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cogimos otro tren que nos llevó a Chinchilla, de allí otro que nos llevó a Alcazar de San Juan, otro para Madrid, que llegamos por la mañana, y hasta las once de la noche no salimos para Galicia, así que estuvimos todo el día por Madrid viendo cosas. A las 11 de la noche salimos para Galicia, estuvimos toda la noche de viaje, en aquellos tiempos los asientos eran de madera, tragando carbonilla, porque los trenes iban a vapor, y cuando había un poco de cuestas te podías bajar y andar más que el tren. Como el tren iba a tope nos tocó hacer todo el viaje en el pasillo sentado encima de la maleta sin poder pegar un ojo y sin descansar.

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CAPÍTULO 5

NARRA DESDE LA LLEGADA A GALICIA HASTA MEDIA TEMPORADA

El día 10 de agosto a las ocho de la mañana llegamos a la estación de la Rua de Petín, como era de costumbre lo primero que se hacía después de levantarse, era ir en busca de la copa de aguardiente, buscamos un bar en la estación y allí había uno. Entramos y pedimos una copa de aguardiente, pues pusieron diez copas encarriladas, uno coge su copa se echa su trago y se calla, el uno, el otro, todos igual, pero que a más de uno se le caían dos lágrimas pero todo el mundo a callar. Es que aquello que nos pusieron era fuego ardiendo, era cazalla aguardiente casero del país. Así que refiriéndose a lo de la copa, todos picamos, porque si el primero dice algo los demás no bebemos, porque la copa entera no nos la pudimos beber, porque no estábamos acostumbrados.

A media mañana cogíamos el autobús que iba a Viana del Bollo, que era donde teníamos que bajarnos para ir a donde íbamos. Aquel pueblo era el más importante de aquella comarca, me refiero a Viana del Bollo. Tenía cuatro mil habitantes. Allí

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era como la capital pequeña. Tenía treinta pueblecillos bajo su mando.

Cuando nos bajamos del coche preguntamos a la gente de allí que donde estaba Santa Marina de Frujanes y nos dijeron que cogiéramos un camino que había y que fuéramos preguntando. Tardaríamos más de una hora en llegar, porque había que ir andando, que era camino de carros tirados por bueyes, pero como íbamos con el “ato” a cuestas tardamos más, de vez en cuando parábamos a descansar y reponer fuerzas.

Íbamos caminando y nos encontramos con un hombre que estaba con unas pocas ovejas y le preguntamos:”¿Vamos bien para Santa Marina de Frujanes? Y nos dijo: Sí, camiño ancho”; quería decirnos que siguiéramos adelante porque de lo demás no le entendimos nada, porque no sabía castellano. Él nos hablaba en gallego y nosotros ni papa, no lo entendíamos.

La carretera en la que íbamos a trabajar era para comunicar siete u ocho pueblecillos pedáneos con Viana del Bollo, que de momento se comunicaban por caminos o veredas, por los montes y barrancos, en estos pueblecillos o aldeas no conocían la luz eléctrica.

Después de hora y media llegamos al sitio porque aquello no era un pueblo, era una aldeilla de once familias y once casas de aquellas de

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piedra, los tejados de pizarra y las calles llenas de caca de vaca, barros y lastras de piedra.

Nos estaban esperando, porque el encargado de la carretera ya lo tenía todo preparado, hasta los que íbamos a estar con cada familia.

El encargado les dijo que iban a venir diez andaluces. Ellos creían que los andaluces éramos de otra forma, y salieron todos corriendo gritando, “¿Han venido los andaluces, han venido los andaluces, aí abaixo!”

Aquella gente vivían muy atrasados, comparados con nosotros, por lo menos 20 años, no sabían lo que era una bicicleta, porque uno llevó una y se quedaron confusos de ver como no se caía de ella, claro que hasta que no se hiciera la carretera no podían andar por ningún sitio.

Cuando la carretera estaba ya muy avanzada, fue el primer camión a llevar herramientas, pues cuando llegó el camión que era uno de aquellos Ebros con el morro delante, pues el conductor levantó el capó para echarle agua al radiador, algunos decían que tenía la boca abierta “ten fame”, que quiere decir que tiene hambre y le llevaron hierba para que comiera.

Bueno, el día que llegamos, nos repartieron a cada cual a la casa que nos esperaba. Yo, con otro que se llama Juan (porque aún vive), nos tocó

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con una madre y una hija soltera de 25 años. La madre era viuda de unos 50 años, se llamaba Antonia y la hija Josefa. Eran muy buenas personas, sin malicia, muy buena gente, todos allí lo eran. El tiempo que estuvimos lo pasamos muy a gusto, más que si hubiéramos sido familia de ellas, nos hacían la comida y nos lavaban la ropa.

Nosotros comprábamos todo lo que hacía falta para hacer la comida, las cosas las comprábamos en una cantina que allí había, como una pequeña tienda de aquellas que había en el Pozo antiguamente, con las cosas más precisas como el pan, el vino, el aceite, garbanzos, judías, arroz, bacalao, patatas, fideos, chocolate, sardinas en aceite y en escabeche, caballa, tocino,… Esto es lo que comíamos. Muchas veces nos ponían ellas de su comida que a mí me encantaba, era caldo gallego. Allí comían de lo que criaban.

En aquellas casas la cocina donde se estaba y se hacía la comida no tenía chimenea, por lo tanto el humo salía por donde podía. Nosotros no estábamos acostumbrados, los ojos se nos ponían como el puño y siempre llorando, claro del humo, no de pena.

Una vez que estábamos todos cada cual en su sitio, entre aquellas buenas familias, tanto ellas como nosotros convivíamos estupendamente. En aquellos tiempos había costumbre de ir de

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visita a lo de los familiares y amigos por la noche, en Galicia decían “Fiadeiro”, se puede decir que casi se lo echaban a sorteo para que fuéramos a sus casas, a pasar la velada. Ellos se divertían y lo pasaban en grande con nosotros, unos decían chistes, otros cantaban y el cante andaluz les gustaba mucho, y si era por Antonio Molina ya era demasiado, y ya de camino nos obsequiaban con lo mejor que tenían.

Al poco tiempo de estar allí me compré una armónica y aprendí a tocarla, y con eso hacíamos muchos bailes. Allí había nueve mozas, ellas solamente querían bailar con los andaluces y más con los jóvenes. También hacían juegos en los que yo iba beneficiado. Claro, que entonces allí no había luz, o te ibas de visita o te tenías que acostar enseguida. La luz de noche era un quinqué o una vela, o la que reflejaba del fuego, porque de noche casi siempre estaba encendido, porque siempre hacía mucho frío.

CAPÍTULO 6

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NARRA CUANDO EMPEZAMOS A TRABAJR Y MANDÉ EL PRIMER DINERO

Cuando empezamos a trabajar, yo estaba deseando de acabar el primer mes de trabajo para cobrar y mandarle el primer dinero que ahorrara a mi madre, porque allí no necesitábamos el dinero para comprar, porque la comida que necesitábamos nos la daban en la cantina, y cuando cobrábamos el mes de trabajo, entonces le pagábamos.

Cuando cobré y pagué me quedaron 500 pesetas, que en aquellos tiempos era dinero.

Para mandar el dinero se lo dábamos al cantinero para que nos lo girara, porque el bajaba muy a menudo a Viana de Bollo. No sé que pasaría, porque el primer giro tardó el llegar más de lo normal, pero llegó. Yo me sentía muy feliz, cuando le mandaba dinero a mi madre, ganábamos a cinco pesetas la hora, al día trabajábamos normalmente 10 horas cuando el tiempo lo permitía, entonces en el Pozo se ganaba alrededor de veinte pesetas la hora. Eso hizo que cuando la gente se enteró se infectó de gente del Pozo. Entonces aquello cambió mucho, porque muchos se emborrachaban y se peleaban, cosa que mientras estuvimos los diez primeros solos eso no pasó.

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Yo lo pasé bastante bien, porque con eso de tener en la cas una moza como se decía allí, pues yo dije que si quería venirse a Andalucía, y ella decía que sí que se venía conmigo, claro que yo no se lo decía de verdad, además me llevaba cinco años, pero ella se lo pasaba bien conmigo, porque los gallegos eran muy fríos y nosotros las andaluces todo lo contrario. Ella de mí se fiaba, hasta cierto punto, porque le gustaba que la besara y tocara, y a mí más y punto.

CAPÍTULO 7

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NARRA DE CUANDO ESTUVE DE ARRIERO

Empezamos a trabajar el día 13 de agosto, lo primero que nos dieron, una pala a unos y un pico a otros, en fin, varias herramientas, pero todas manuales. El trabajo era duro, pero había que hacerse uno más duro todavía, ya que era el más joven y el más endeble se podía decir. Yo de joven me criaba muy delgado, claro y me cansaba antes que ellos, pero no lo daba a demostrar. Echábamos el tiempo de verano ocho horas, que allí el verano se notaba poco, yo estaba deseando que llegara el domingo para descansar y recuperar fuerzas.

Como se dice tuve un poco de suerte porque a los dos o tres meses me pusieron de arriero con una recua de borricos, de cuatro o cinco, para llevar arena y cemento, para hacer las alcantarillas y los puentes.

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CAPÍTULO 8

NARRA DE CUANDO ME TRASLADARON DE TRABAJO Y TUVE QUE VOLVER AL MISMO SITIO

Era mediados de diciembre cuando se terminaron las alcantarillas y los puentes, y ya los borricos se los llevaron a otro sitio, pues aquel trabajo se acabó, yo lo pasé bien, era el mejor trabajo.

En esos días el encargado de la carretera tenía que trasladar una Coya de seis o siete hombres, a otro trabajo que había a unos 50 Km., era en la provincia de Lugo, el pueblo se llama Villamoiz.

Entonces me dice:”Carrión, te vas a ir con tus paisanos, que van a trabajar a destajo, así que me fui con ellos.

Por aquellas fechas, ya había mucha gente de Pozo Alcón allí, era a finales de Diciembre, ya estábamos en el nuevo trabajo, llevaríamos ocho o diez días cuando cogí un resfriado y estando en el trabajo me tuve que ir para casa porque me dio un calenturón que no me tenía de pie. Llevaba dos o tres días malo, y viendo que no me mejoraba pensé en irme de Santa Marina otra vez, porque allí si había quien me cuidara, así que le dije al encargado que si podía irme otra vez a Santa

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Marina, porque allí nadie hacía caso de mí y cada día estaba peor. Me dijo que sí, que me fuera allí al trabajo de antes, o sea a la carretera.

Lo malo era que entonces e aquellos lugares no habían combinaciones de coches de línea como hoy, ya que también era un pueblo pequeño. Pues la manera que había de salir de allí era en el tren que estaba la estación a media hora de camino, pero andando con el “ato” a cuestas el camino se hace más largo.

La estación era la de Montefurado. El tren pasaba a las 9 de la mañana que iba para la Rua de Petín, donde yo tenía que coger el coche de línea que me llevara a Viana del Bollo.

Yo salí de Villamoiz a las 8 de la mañana, con tiempo suficiente para coger el tren, pero con la maleta a cuestas y lo mal que iba llegué cinco minutos después de pasar el tren. El próximo pasaba a la 1, tenía que esperar cuatro horas, y luego llegaba cuando el autobús ya se había ido, así que me dije: “Antonio, ve adelante poco a poco hasta la Rua de Petín.

Vuelve a repetirse la misma historia, la mala suerte estaba conmigo, cuando llegué ídem de lo mismo, llegué tarde, acaba de irse el coche de línea y hasta las 5 de la tarde no salía el próximo. Ya no me quedó más remedio que esperarme hasta que saliese ese autobús.

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Llegamos a las 6 de la tarde a Viana del Bollo.

Pues como se comenta anteriormente de Viana del Bollo andando normal de tardaba una hora, pero con la maleta a cuestas y un bultillo que eché tardé dos horas y creía que no llegaría nunca. Cada vez que me daba tos, porque la garganta la tenía en carne viva, escupía hasta sangre, luego además era de noche y no veía nada. Por donde andaba llevaba una linterna, porque por allí abundaban los lobos, y estos si ven luz no se arriman; pensaba: “Como se me avería la linterna los lobos me comen”.

Cuando por fin vi una luz a lo lejos, una luz triste porque era de una vela detrás de un cristal sucio vi como se dice a Dios, porque ya sabía que estaba llegando a casa como así era, y por fin llegué.

Había que subir un tramo de escaleras para entrar en la casa, allí todas las casas eran lo mismo, todas estaban en alto, se me antojaba mentira cuando subía las escaleras.

Llamé a la puerta cuando y cuando vi a la Señora Antonia dije “estoy salvado”, porque yo sabía que aquella mujer era como mi madre, se portaban estupendamente con nosotros, así que cuando se les podía hacer alguna cosa como ir por las noches a encontrar alguna oveja que se les

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extraviaba, porque si las dejaban fuera los lobos se las mataban.

Bueno, fue entrar en la casa de la Señora Antonia y puso vino para cocerlo en el fuego y me dice: “esta es la mejor medicina” para un resfriado, y fue verdad que aquello me curó el resfriado, ahora, que estaba malísimo, eran de esas medicinas caseras porque el médico allí estaba en Viana del Bollo y no había teléfono, con lo que tenían que ir con un caballo a por él cuando les hacía falta, y luego llevarlo.

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CAPÍTULO 9

NARRA DE CUANDO VOLVÍ OTRA VEZ A SANTA MARINA HASTA QUE VOLVÍ A POZO ALCÓN

Cuando volví otra vez a Santa Marina y me vieron llegar, creían que había ido a por los paquetes que les habían dado en el Pozo, porque estuvieron Juan y el otro del Pozo en la Navidad a ver a sus familiar, pero les dije que no había ido a por nada, que la vuelta allí era porque estaba malo, que tenia un resfriado bastante gordo, y allí nadie se acordaba que estaba malo ni para darme una gota de nada, y los compañeros tenían que irse a trabajar y no volvían hasta la noche y poco podían hacer por mí.

El tiempo iba pasando y yo ya no estaba de arriero. Ya el trabajo era otro. Me pusieron a picar piedra para el piso de la carretera que llevaba treinta o treinta y cinco centímetros de espesor. El trabajo era pasajero, mejor que estar con el pico y la pala, la herramienta era menos

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pesada, era un porrillo de un kilo y dos kilos acoplado a una vara.

A final de junio la carretera se estaba acabando y antes de quedarnos sin trabajo fuimos tres o cuatro a pedir trabajo en una carretera que estaban haciendo de Pías a Porto, de la provincia de Zamora, que estaba a tres o cuatro horas andando a través de las montañas. Nos dieron trabajo, estuvimos dos meses que nos faltaba para la feria de nuestro pueblo Pozo Alcón, así que a últimos de agosto pedimos la cuenta y nos marchamos para casa.

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CAPÍTULO 10

NARRA DE CUANDO ME PUSE NOVIO Y ME FUIU A TERUEL A LAS MINAS

En Agosto de 1956 llegamos a Pozo Alcón después de un año en Galicia.

La feria empieza el día 3 de septiembre y yo quería arrimarme a la que es mi mujer hoy, pero me daba corte, porque ella como vivía con gente, como se decía antes, señorita, pues yo no me veía la forma de arrimarme a ella.

Por fin la última noche de la feria, antes de la cena, la veo con su amiga y su novio en el paseo, y el novio era amigo mío, Cerferino y su novio Leocadia, y me dije que esa era la ocasión de arrimarme. Y así, como el que no quiere la cosa me acerqué y dije que si estorbaba, “noooo”, me contestaron, en fin, que me enrollé y la cosa funcionó, y dije “adelante”, y seguimos juntos hasta la hora de cenar, y ya quedamos para después y hasta que se acabó la feria. Quedamos para seguir viéndonos todos los días siguientes hasta que ya la cosa quedó en lo que queríamos, ser novios.

El veinte o veintiuno del mismo mes, vino de Teruel un tío mío por parte de mi madre, hermanos de padre, se llama Juan Pedro, que aún vive. Yo como estaba sin trabajo, como tanta

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gente había, le conté que hacía unos días que había venido de Galicia, que había estado un año allí trabajando en la carretera. Entonces me dijo que si quería irme a trabajar allí con él, que estaban haciendo una vía del tren. Yo lo que quería era trabajar, pero en el Pozo, pues no había como fuera que alguien te avisara a echar un día o dos de cava, así que le dije que sí que me iba con él. Le pregunté que cuando se iba para Teruel y me dijo que el día 27 de septiembre si no pasaba nada.

Y que mala pata, yo que acababa de ponerme novio y me tenía que ir a trabajar; en esos tiempos había que trabajar y no se podía estar uno de paseo.

Bueno, cuando se lo diga a ella que me voy a Teruel a trabajar cómo se lo tomará, a ver que iba a decir, la criatura, pues yo era el que tenía que verlo, que a ella le gustaría que estuviéramos juntos como es natural, pero lo

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comprendía, que el trabajo es lo que daba de comer. Bueno, ya vendría, que eso no era para siempre, que una temporadilla se pasa pronto, aunque en realidad en esa situación el tiempo se hacía más largo, pensado uno en el otro.

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CAPÍTULO 11

NARRA DE LA IDA A TERUEL, ACABADO DE PONERNOS NOVIOS

Llegó el día de la ida, y la noche antes de despedirnos como dos novatos, con un poco de timidez, claro que aquellos tiempos eran distintos a los de hoy, eran los años 50.

Bueno, le dije que me diera las señas para escribirle, y me dice que ella escribía muy mal, que había ido muy poco a la escuela, que había tenido que dejarla para ayudarle a su tía Quica, en la huerta, en el campo. Yo le dije que eso no era ningún problema porque nadie las va a leer nada más que yo, que ya poco a poco lo iría haciendo mejor.

Bueno, pues a otro día por lo mañana a las 8, cogimos el correo como se decía en aquellos tiempos, para Baza, que allí teníamos que coger el tren para Valencia, y allí cogíamos otro que nos llevó a Teruel. En Teruel cogimos un autobús de aquellos tiempos que era una tartana y nos llevó a un pueblo que se llamaba Fuentes Calientes, si es que aun existe. Allí vivía una familia que eran los padres de la novia de mi tío, que por cierto eran de familia de Martín “Bespunte”, el que trabajaba

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de fontanero y se dedicaba también a arreglar máquinas de coser.

Llegamos al pueblo, y como es natural a la casa, y lo primero que hice, cuando me informé de dónde iba a vivir, cogí una carta y me puse a escribirle a mi novia, con un poco de duda si me contestaría o no, pero sí me contestó, en seguida que recibió la carta me contestó, el flechazo hizo efecto.

Allí sólo estuvimos un día. Al día siguiente nos fuimos donde iba a vivir mientras estuviéramos allí.

El trabajo que me esperaba no era el que yo me creía, lo de la vía del tren no era verdad, la vía estaba cerca de allí, pero estaba parada desde antes de la guerra, así que el trabajo era en las minas de carbón.

Al día siguiente llegamos al sitio donde estaba el trabajo, era un barrio de viviendas de planta baja hechas para los mineros, que estaban a unos trescientos o cuatrocientos metros de la mina.

Allí vivía una tía mía hermana de mi tío Juan Pedro, con su marido. Ella se llamaba Asunción y el marido Antonio, los dos ya fallecieron.

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El sitio aquel se llamaba Cotominero del Rillo, porque aquello pertenecía al pueblo llamado Rillo, y estuve allí 3 meses.

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CAPÍTULO 12

NARRA DESDE LA LLEGADA A TERUEL HASTA QUE ME VINE A POZO ALCÓN

Cuando llegamos mi tío habló con el encargado o jefe de la mina para pedirle trabajo para mí, y al día siguiente empecé a trabajar.

El trabajo era muy sucio, porque era de trabajar con el carbón, y allí la ropa blanca perdía el blanco para volverse gris, porque aunque la lavaban lo único que se iba era el polvo. En aquellos tiempos había jabón de aquel del “Lagarto”, que por lo visto el lagarto se iba en cuanto lo metían en el agua.

El trabajo que hacía era de cribar carbón con unas cribas mecánicas muy grandes donde ya salía clasificado de tamaño para cuando llegara el camión cargarlo con unas horcas de hierro. Era un trabajo duro pero es lo que había, todo el trabajo era bueno para el que quería trabajar.

Llegó el invierno y empezó a nevar con lo que en la calle no se podía trabajar casi ningún día por el mal tiempo, entonces me dijo el encargado que me metiera abajo en la mina, que allí no hacía frío. Yo le dije que a mí me daba miedo la mina, y como era final de diciembre le dije que me arreglaba la cuenta que me iba a mi casa.

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Así que el día tres me pagaron y a otro día arreglé mis cosas, y como yo tenía allí mi bicicleta fui a un pueblo que había cerca que se llamaba Pancrudo y le compré a mi novia unos pendientes y un alfiler para echárselo en los Reyes. Yo también me compré una pelliza con el cuello de pelo, y el día 5 de Enero de 1957 llegué al Pozo por la tarde. Llegué a mi casa y al rato de estar con mi madre pues me fui a lo de mi novia, la saludé y de camino le dí los Reyes.

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CAPÍTULO 13

NARRA DESDE LOS REYES HASTA EL VERANO

Al día siguiente, día de los Reyes, como es natural fuimos a misa, y eso era un motivo para vernos después de la misa y pasearnos en la plaza. Ya de ahí en adelante nos veíamos todas las noches. En aquella época habíamos comprado un borriquillo para que mi hermano le trajera las tamaras a mi madre para el horno y leña de la sierra para venderla. Mi hermano ya tenía 15 años y también hacía lo suyo. Yo casi siempre iba a darle agua al borrico a la Fuente Taza por ver a la novia que sabía cuando pasaba y estaba en la ventana que se veía desde la calle Maya. Bueno, volviendo a lo de antes sobre pasearse, pues había que ir acompañado, porque eso de ir solos estaba muy mal visto. Fue pasando el tiempo, el carnaval, la Semana Santa, y nosotros tan enamorados siempre, no podíamos pasar un día sin vernos. Ella iba a coser a la sastrería de Antonio “El Bollo”. Yo vivía en la calle del Plato y yo desde el balcón de mi casa la veía pasar por lo alto de la calle cuando iba a la sastrería a coser, pues como siempre pasaba a la misma hora, si yo estaba en mi casa porque no fuera a trabajar o a algún sitio, pues

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me asomaba al balcón de la casa para verla pasar. Con eso me consolaba, en aquel tiempo a la novia hasta la noche no se podía ver normalmente.

Ese primer verano no me fui a ningún sitio a trabajar, porque encontré trabajo en el Pozo, en una pista que estaban haciendo, desde el Ceo de la Mesa hasta el río Guadiana Menor por la cuesta del Negral. A los quince días de acabó la pista, pero allí había más trabajo, plantar chopos y hacer caballones grandes, para que el agua se embalsara para los chopos, así que me quedé trabajando plantando chopos. Como era verano allí hacía un calor insoportable, el agua era malísima la de beber, porque el agua era del mismo río y casi siempre bajaba turbia.

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CAPÍTULO 14

NARRA DESDE EL VERANO DEL 1957 HASTA CUANDO ME MIDIERON PARA LA MILI

Un día, cuando venía del trabajo del río Guadiana, habían unos albañiles haciendo una casa por debajo de la sastrería donde cosía mi novia, y me dijeron que si quería irme a trabajar con ellos para llevarles el agua para la obra, porque en aquellos tiempos no había agua nada más agua que en las fuentes públicas y había que llevarla a la obra a cubos, uno en cada mano. Otros la llevaban con borricos o burrascos con cántaros pero así era más peligroso porque si se espantaba el animal, cosa que era corriente, los cántaros se rompían, con lo que lo más seguro eran los cubos en la mano, claro que ya te los daban bien grandes.

No me lo pensé ni un instante y les dije a los albañiles que sí, y dejé el trabajo del río Guadiana y me fui con ellos a la obra. Estuve allí hasta la temporada de la aceituna porque en esa época la gente paraba de trabajar para coger la cosecha, por trabajo en la construcción la verdad había poco.

Por aquel tiempo yo tenía una bicicleta y que dedicaba a traerle a mi madre las tamaras para cocer el pan en el horno. Yo como

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madrugaba, cuando los guardad de la sierra se levantaban ya tenía dos viajes de tamaras preparados, bajaba uno primero y enseguida volvía a por el otro. Por aquellos tiempos mucha gente se buscaba la vida con la sierra bajando la leña para los hornos, que había siete u ocho. Cuando la gente llegaba con sus borricos a la sierra yo ya bajaba con el segundo viaje con la bicicleta, que con los dos viajes bajaba la carga de un borrico. En el portaequipajes le ponía dos palos que salieran para atrás y allí amarraba el haz de tamaras y para casa carretera abajo.

Llegó la cosecha de la aceituna y me salió “amo”, como se decía entonces, y además de coger nuestra aceituna echaba la temporada con los ajenos. Así estuve casi un mes. Era con la familia del tío Juan Catena que tenía muchas fincas.

Se acabó la temporada, pasó la Navidad y el Carnaval y como ya tenía cumplidos los 20 años me midieron para la mili. Cuando medían a los quintos era un día de fiesta para los que se medían. Yo y tres amigos más, Francisco “El Rubito”, Francisco Férez y Francisco Mesas, los tres “Franciscos”, compramos un choto y en el cortijo de Mesas pasamos el día de juerga. Claro, que a la hora de matar el choto ninguno lo queríamos matar porque nos daba lástima, así que al final me tocó a mí hacer de carnicero, hicimos arroz y el demás

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frito con ajos. Como nos quedó de aquel día, fuimos al día siguiente y lo acabamos. Era la quinta del 1958.

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CAPÍTULO 15

NARRA DESDE QUE ME MIDIERON PARA LA MILI

Se pasó la primavera y entramos en el verano, a mediados de junio. Un amigo me dijo que si quería echar dos meses de trabajo y le dije que sí. No estaba la cosa coma para desperdiciar las ocasiones, porque aquí lo único que había de trabajo era la siega que a mí no me gustaba. Segaba lo mío porque no tenía más remedio, y me dice: “no es en el Pozo, es con una máquina trilladora en un pueblo de Barcelona que se llama Llinsa de Munt, y te dan la comida y el vino”.

Bueno, pues a la noche se lo dije a mi novia que iba a echar dos meses de trabajo en Barcelona, así que a los tres o cuatro días nos fuimos.

Llegamos a Llisa de Munt y nos estaba esperando el dueño, así que fue llegar y empezar a trillar. Era trigo y cebada. La cebada era más mala porque el polvillo de la cebada picaba mucho con el calor que hacía. En la máquina íbamos seis hombres, cada uno teníamos nuestro puesto.

Llevábamos unos veinticinco días de trabajo cuando se ve que se me hincó una espina de la cebada en el dedo gordo del pie derecho y se me infectó. Se me puso el dedo como el huevo de una

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gallina y el pie hinchado como una bota, tanto que ya no podía mover el pie de lo que me dolía. Entonces el patrón me llevó a Granollers que estaba a cinco kilómetros a una clínica, me vio un médico el pie y me ingresó. Me subieron a una habitación y me dice la enfermera “esta es tu cama, te pones el pijama y te acuestas”, al rato vino otra enfermera y me lió el pie con una venda y me puso una inyección, y así hasta siete días. Sobre lo del pijama digo yo “¿Qué pijama?”, yo solo llevaba lo que tenía puesto, porque cuando me trajo el patrón no me dijo que me llevara nada, me montó en el coche y al médico, y así con lo que llevaba estuve diecinueve días, sin poder comunicarme con nadie. El patrón no fue ni una sola vez a ver como estaba o si necesitaba algo, claro era catalán y los catalanes suelen dar poco, pues no pude ni escribir ni decirle a nadie a nadie lo que me pasaba, aunque me hubiera muerto, no disponía de nada allí y aquellos tiempos eran otros, los días se hacían siglos, no tenía ni con quien hablar, allí encerrado en la habitación. Llevaron allí a otro joven, pero como era catalán no dijo ni “hola”. Estuvimos ocho o diez días y no cruzamos ni una palabra. A los doce días se reventó lo del pie sin tener que rajar, sólo con las inyecciones, conforme iba tirando la porquería me iban cambiando las vendas, cuando aquello se

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deshinchó y quedó limpio, me dijo el médico que podía andar un poco y que bajara al patio, pero como llevaba 15 días sin andar me dio una fiebre muy fuerte, pero me duró poco, así que a los diecinueve días el médico me dio el alta y me dijo que ya me podía ir, así que como no tenía medios para llamar al patrón cogí el mismo camino que traje y volví andando. Me incorporé al trabajo y a los veinte días se acabó la trilla, así que nos dio la cuenta y a mí del tiempo que estuve de baja no me dio ni un céntimo el hijo de…. Nos volvimos a casa sobre el veinte de agosto.

Como faltaban todavía unos días para la feria, un amigo y yo nos dedicamos a blanquear las fachadas porque en esos días a la gente le gustaba tener bien sus casas en esos días de feria. Así que nos preparamos nuestros artilugios de pintura y nos dedicamos a pintar fachadas, con lo que nos ganamos unos buenos dinerillos con los que pudimos pasar la feria.

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CAPÍTULO 16

NARRA DESDE LA FERIA DE 1959 HASTA LA NAVIDAD

Llega la feria día 3 de septiembre. Dentro de lo que se podía lo pasamos bien, siempre con mucho amor entre los dos, mi novia y yo, como es natural, la feria se va y vida nueva.

Yo, cuando me salía trabajo pues iba, y cuando no tenía trabajo, con la bicicleta le llevaba las tamaras a mi madre para el horno. Por entonces a mí me gustaba dibujar, y me sigue gustando. Entonces me encontré un trozo de periódico que anunciaba un curso de dibujo por correspondencia de CCC de San Sebastián. Escribí y me contestaron, así que me apunté para hacer el curso. Era de doce meses y cada mes te mandaban un libro y lo que tenías que dibujar. Yo les mandaba por correo lo que me decían y ellos me lo devolvían corregido. Cada envío me costaba sesenta pesetas, el total del curso fueron de mil doscientas pesetas.

Y sí aprendí muchas cosas, que siempre es bueno saber lo que sea, como dice el refrán “por mucho saber nunca es malo”, claro que eso lo hacía en el tiempo libre porque yo no me podía dedicar a eso ya que tenía que trabajar. Éramos cinco menores en la casa menos mi madre y la

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cosa en el horno iba flojeando. Empezaron a poner panaderías de las actuales y aquello acabó con las horneras. A la gente le empezaba a gustar más el pan tierno o diario que las panaderías le ofrecían todos los días.

Como todos los años, entró el Otoño y empezaba la temporada de la aceituna y, como siempre, la misma rutina, coger la nuestra y después la ajena. Entre tanto llega la Navidad y Reyes de 1959 y, como siempre, año nuevo, vida nueva.

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CAPÍTULO 17

NARRA DESDE QUE ME FUI A LA MILI HASTA LA JURA DE BANDERA

El día 6 de marzo de 1959 recibí un aviso del ayuntamiento de que el día 13 del mismo mes tenía que presentarme en la plaza de Andalucía para incorporarme a filas.Como era de costumbre, la noche anterior la gente iba a despedir a los quintos (así es como se les decía a los soldados hasta que juraban bandera).

La casa se llenaba de personas para despedir al soldado, te ponías en la puerta de la casa y conforme iban saliendo te daban una propinilla. Ya cuando se había ido toda la gente fui a despedirme de la novia porque ella no podía venir a la casa del novio.

Al día siguiente por la mañana, nos montaron en un camión y nos llevaron a Úbeda que era la zona sonde se reconcentraban los soldados de la comarca. Nos apearon en una Plaza que es donde estaban los militares, y donde hacían el sorteo. Con nosotros iba un empleado del Ayuntamiento, y mientras entró a que le dieran la lista de donde íbamos esperamos en la calle. Cuando salió empezó a decir donde íbamos cada

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uno, y cuando me nombró a mí y dijo donde me había tocado me quedé de piedra. Esto fue porque la noche que me despidieron hablaron muy mal de aquel sitio, y para colmo me tocó sólo a mí en aquel sitio. Era en Ecisa en “Recría y doma”. Bueno nos dicen que hasta el día 18 no salimos para el Cuartel. Lo malo es que en aquellos tiempos no había coches de línea, y un taxi no nos lo podíamos costear, así que tuvimos que estarnos allí, en pensiones que habían aparentes para los soldados.

Cuando llegó el día 18 nos montaron en un tren de vía estrecha que nos llevaba a estación Linares- Baeza. De allí nos montaron en otro tren que iba a Sevilla, y en la estación de Écija nos bajaron y nos llevaron al Cuartel. Pasamos el día y dormimos allí y al otro día hicieron el reparto. A mí me tocó en un destacamento que se llamaba “Las Islas”. Era una finca de trescientas fanegas de tierra de regadío toda cultivada pero con los soldados.

Había 190 caballos que cuidar. Como llegamos temprano nos dieron “el ato” y nos dijeron que nos pusiéramos la ropa de paseo para asistir a misa. Bueno, estuvimos en la misa allí mismo porque había una capilla.

Salimos de misa y nos dijeron que nos quitáramos aquella ropa y nos pusiéramos el mono que era la ropa de trabajo. Nos lo pusimos y nos

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formaron. Lo primero que hicieron fue a cada uno darnos una azada y llevarnos al campo a excavar remolachas. Al día siguiente, a las 7 de la mañana nos levantaron y nos dieron el desayuno. A continuación nos daban tres horas de instrucción y después a hacer un trabajo en el campo, o a cuidar a los caballos. No habían días de fiesta, solamente los domingos había que ir forzosamente a la misa y después cada uno a su puesto.

A los tres meses, o sea, a últimos de mayo, juramos Bandera y ya se acabó la Instrucción, con lo que había que dar el callo de sol a sol, sembrando y recogiendo las cosechas de cada temporada, segar, arrancar, etc.

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CAPÍTULO 18

NARRA DESDE POCO DESPUÉS DE JURAR BANDERA HASTA QUE ME CAMBIARON A “LAS TURQUILLAS”

Al jurar Bandera ya dejas de ser recluta para ser soldado, y a partir de ahí te tratan con más dureza. Allí no existía el calabozo ni esas cosas de la mili como arrestos, guardias, etc. Si intentabas de no hacer lo que mandasen directamente lo arreglaban a palo limpio. Llevaban una fusta de “pichatoro”, que entrabas por el aro de momento. Así que allí todo el mundo a callar y a obedecer, aunque lo que hacíamos no teníamos porque hacerlo porque no eran cosas de la mili, pero eso es lo que había.

En los días que juramos bandera yo estaba de regador, estaba regando alfalfa en unos llanos grandísimos y tenía que estar allí sin moverme hasta la hora de comer, porque había que ir cambiando el agua de sitio. En fin, a lo que me refiero, que el último día que estuve regando, como hacía un sol abrasador y un calor insoportable (por algo le dicen a Écija la sartén de Andalucía), serían las tres de la tarde cuando llegó un momento que no aguantaba más, por el calor o por lo que fuera me dio un calentaron que no me tenía de pie. Al lado, en un matojo que había me dejé caer y puse la cabeza en la sombra

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y dije “que sea lo que Dios quiera pero no puedo tenerme en pie”.

Al poco rato llegó un sargento a caballo y me preguntó que qué hacía ahí. Yo me levanté y le hice el saludo y le contesté que me encontraba muy mal y no me aguantaba de pie porque me mareaba, que hiciera conmigo lo que quisiera. Se ve que vio que estaba mal de verdad porque me dijo que me fuera para el Destacamento.

Al día siguiente por la mañana, como todos los días al salir del desayuno nos ponían en fila de frente, y nos mandaba a cada uno a un trabajo. Esa mañana pidieron voluntarios para los caballos y yo salí, los que van con los caballos se llamaban potreros.

Según decían que en cada Quinta, por cada soldado que iba al cuartel, entraba un caballo, pero eran potros que en el campo se terminaban de criar para i r al doma. La doma la hacían en el cuartel en Écija. Eso de ser potrero no era muy bueno, pero estar regando

al sol sin tener donde ponerse ni un segundo en la sombra peor.

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Era primero de junio, los caballos los sacaban de las cuadras a una alameda que estaba a un kilómetro, porque allí estaban más frescos, ya que en las cuadras en el verano se asfixiaban. Por este motivo teníamos que dormir allí en la alameda. Aunque tenía una alambrada, a veces los caballos se revolucionaban y rompían las alambradas, se escapaban y luego teníamos que ir en busca de ellos y encerrarlos otra vez.

El día que cambiamos los caballos a la alameda, eran ciento noventa, los potreros íbamos montados en caballos salvajes, claro procurábamos coger uno de los que siempre eran más mansos. Cuando ya cogías un caballo ya lo tenías mientras estuvieras con ellos. Nosotros los soldados teníamos que montar a caballo a pelo sin la montura, con una cabezada de cuerda y nada más y el látigo. Así que cuando se vieron en la calle después de estar encerrados todo el invierno, empezaron a retozar y a correr espantados, y por la mala suerte se podía decir, a mí me pusieron por delante de guía. Al principio me obedecían, pero duró poco aquello, cuando de pronto empezaron a espantarse y a correr, y el caballo que yo montaba empezó a retozar y a dar saltos. Yo veía que iba al suelo, cosa que si me caigo me hacen picadillo, porque venían detrás de mí ciento noventa caballos.

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De pronto me acordé de las películas del Oeste americano, cuando los indios se abrazaban al cuello de los caballos para no caerse, y eso hice yo. Me abalancé a su cuello y no me solté hasta que se paró, cuando me bajé al suelo echaba sangre por la boca, porque como llevaba el látigo en la mano, pues se ve que con la vara del látigo me había dado algún golpe o algo así. Si no me espabilo en ese momento no lo cuento.

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CAPÍTULO 19

NARRA DESDE QUE ESTABA CON LOS CABALLOS EN LA ISLA HASTA QUE ME DIERON TRES MESES DE

PERMISO

Cuando llevaba una semana con los caballos en la alameda, cuando me cambiaron a otro Destacamento que se llamaba Las Turquillas.

A mediados de junio me llevaron a Las Turquillas, una vez que llegué, como siempre de vacaciones no me llevaron. El primer oficio que me dieron al día siguiente fue a guardar cerdos junto con otro que había que por cierto era de Belerda. Llevábamos entre grandes y chicos más de ciento cincuenta. Lo malo es que estaba la siega hecha de trigo y cebada y nos advirtieron que no se acercasen los marranos a las haces de la mies. Claro, que entre los dos manejábamos, pero como el otro era analfabeto y a las diez de la mañana se iba a la escuela pues yo lo pasaba muy mal, porque los marranos se divertían de mí. Me reventaban corriendo de un lado para otro y al final tenía que aburrirme y dejarlos.

A los ocho días de estar con los marranos me dieron tres meses de permiso. La misma noche que nos dieron el permiso a unos cuantos, o sea, éramos ocho, pues cuatro no nos quisimos esperar

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al otro día temiendo que fueran a arrepentirse. Así que los cuatro arreglamos las maletas, nos pusimos la ropa de los días de fiesta y nos pusimos la maleta al hombro.

Eran las 12 de la noche y nos fuimos para Écija a veintidós kilómetros. A otro día podíamos habernos ido en el carro de los víveres, poro no nos fiamos y decidimos irnos andando. Como es natural, llegamos hechos polvo, pero lo que queríamos era coger el tren y perder aquello de vista.

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CAPÍTULO 20

NARRA DESDE LA NOCHE QUE ME DIERON EL PERMISO HASTA LA VUELTA DE CUANDO ME

LLAMARON

Llegamos a Écija a las siete o las ocho de la mañana con los pies llenos de ampollas de las botas. Cruzamos Écija que es grande, porque la estación estaba al otro extremo, al norte. En la estación esperamos un tren que iba de Sevilla a Córdoba, en Córdoba cogimos otro tren que iba para Madrid, y en la estación de Baeza me bajé. De ahí cogí el tren que iba para Almería y en Guadix me bajé. Ya en Guadix cogí otro tren que iba para Murcia y al pasar por Baza bajé y cogí el autobús de los Simones y a las 6 de la tarde estaba en el Pozo. Nadie me esperaba, ni mi madre, ni mi novia, venía de sorpresa, porque aquello del permiso fue de pronto y sin decirnos nada antes.

Cuando llegué a mi casa, qué alegría, cuánto la eché de menos en esos tres meses, porque en la mili nos lo hacían pasar muy mal. Lo único bueno que tenía aquello era la comida que era muy buena, y nos daban todos los días cuatro pesetas, claro está que eso era una recompensa por lo que nos

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hacían trabajar, a los demás soldados les daban cincuenta céntimos se sobras.

Bueno, como decía, mi madre no me esperaba, se llevó una sorpresa cuando abrió la puerta de la calle y me vio. Estuve un rato con ella y me fui a ver a la novia que tampoco me esperaba, lo que pasa es que cuando fui a su casa ya lo sabía, porque una muchacha me vio y se lo dijo corriendo. Ella no se lo creía pero cuando le dijo que llevaba unas botas altas entonces vio que era verdad y se lo creyó, porque los de Caballería vestían así.

Cuando le dije que iba con tres meses de permiso le dio una alegría muy grande. Durante ese tiempo, vuelta al mismo oficio que dejé. Yo estaba tan contento que mira por donde se jodió el permiso, eso era mala suerte, porque cuando llevaba mes y medio recibí un telegrama del cuartel diciendo que en un plazo de tres días tenía que presentarme en mi destino, sin más excusa ni explicaciones de ninguna clase. Eso era a mediados de agosto de 1959, pues ya estábamos pensando en las fiestas que eran en septiembre, así que al día siguiente tuve que coger el coche de línea para Baza y coger los trenes para Écija.

Llegué al cuartel a otro día por la mañana y en el carro de caballos que iba diariamente a Las Turquillas me fui. Al llegar, el brigada que era el

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que llevaba el Destacamento me dijo que me quitara la ropa y me pusiera el mono y que me fuera con Pastor que era paisano y llevaba dos soldados para ayudarle. Y es que a uno de ellos le dieron el permiso y por eso me llamaron a mí para que ocupara su puesto. Se ve que el otro estaba bien recomendado.

El pastor principal era un paisano con la ayuda de dos soldados. La manada de ovejas era de unas cuatrocientas. Todos los días tenía que sacar del pozo más de doscientos cubos de agua y echarlos a un pilar alargado para que bebieran las ovejas. Los cubos había que sacarlos a mano, no tenían carrucha. Aquella agua no se podía beber porque era salobre, ahora las ovejas y los caballos se la bebían bien. Cuando las ovejas parían, tenía que coger los borregos y llevarlos a las corralizas, también tenía que ir a por la comida nuestra en unas perolas, porque nosotros comíamos en el campo.

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CAPÍTULO 21

NARRA COMO FUE EL TIEMPO QUE PASÉ CON LAS OVEJAS, LOS TRABAJOS EN EL CAMPO Y EL DE

GUARDA DEL LAS TURQUILLAS

Durante los dos meses más o menos que estuve con las ovejas de ayudante del pastor, pues digamos, no fue muy malo comparándolo con otras cosas. Lo peor que tenía es que en el tiempo de verano había que dormir con las ovejas en el campo y era peor que trabajar en el campo.

Llegó el tiempo de sembrar el trigo y la cebada y el tractor lo tenían allí para sembrar se averió y pensaron hacerlo con los soldados. Entonces cogieron a unos cuantos, cinco o seis para labrar la tierra, y después sembrar con el arado, pero lo malo es que ninguno sabía llevar un par de mulos. Yo tampoco, pero yo me daba una idea porque de más joven iba a echar garbanzos al surco detrás de los mulos. Me acordaba cómo lo hacían, así que cogimos cada uno un par de mulos de las cuadras que había muchos y grandes, los preparamos y nos llevaron a las hazas y cuando llegamos al tajo llegó lo bueno. Yo sabía hablarles a los mulos y dar la vuelta a la vertedera, aunque

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los surcos me salían pocos y torcidos pero iba. Pero lo otros, como no sabían hablarles a los mulos, les decían que para la derecha y tiraban para la izquierda, ni tampoco sabían dar la vuelta. El sargento les decía que lo hicieran como yo pero no había nada que hacer. Así que vieron que aquello no funcionaba porque eran gente criados en la capital, lo dejaron hasta que arreglaron el tractor.

A últimos de diciembre el guarda que había en el Destacamento, que tenía tres mil fanegas de tierra, como eran todas de secano, menos una huerta de una

fanega de tierra que estaba alambrada porque si no se la comían los conejos que había muchos. El agua se sacaba de un pozo con motor y se criaban verduras para el gasto del Destacamento. Quiero decir que me pusieron en el puesto del guarda del que había porque el otro se fue con permiso. Fue el mejor tiempo que pasé en toda la mili. Serían un par de meses lo que estuve porque me dieron permiso y perdí el puesto. Lo bueno de eso es que de guarda no trabajaba en las labores del campo

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ni nada, más que vigilar la finca. Lo más que había que vigilar era a los candores que iban de fuera y a los cabreros que metían las manadas de cabras en lo sembrado. Digo sembrado porque el Brigada de vez en cuando cogía su caballo y se daba una vuelta por toda la finca que tenía tres mil fanegas y resulta que un día descubrió que en un aza de cebada cuando estaba a veinte o veinticinco centímetros de alta, habían metido las cabras y no veas la que me armó cuando a la mañana siguiente fui a darle la novedad. Claro le dije:”sin novedad en la guardería mi Brigada” , y contesta: “Con que sin novedad, y la cebada que está está en el cerrillo que está comida de las cabras ¿es que no la has visto? Yo la vi pero hice que no la había visto, y es que los cabreros iban de noche, cuando sabían que el guarda estaba en el Destacamento, aunque allí le decíamos el cortijo. Así es que me dice: “mozooo (no cariñosamente), desde esta noche duerme en el cerro “tal” para que no te vean y me los traes aquí. Así que ya lo sabes. Bueno, me escapé porque yo todos los espárragos que me encontraba y las tagarninas los cogía y cuando iba a darle la novedad se las daba, y por eso me escapé.

Bueno, la segunda noche estoy allí vigilando, cuando a lo lejos, ya casi oscurecido, por la carretera que venía del pueblo de la Lentejuela

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veo un bultillo negro, pero un poco más atrás veo otro, pero aquel era bastante grande. Así que me quedé escondido y conforme iban acercándose iban metiéndose en las siembras que estaban a la orilla de la carretera. Y es que las pocas que iban por delante iban explorando el terreno, entonces yo los dejé a los de delante con dos cabreros con unas treinta ovejas y cuando la manada grande se metió bien en la cebada entonces me hice presente. Cuando me vieron empezaron a disimular como que se les habían escapado. Yo les dije que no era así y ellos que sí, y entonces les replico que si anoche también se escaparon. Me dijeron que era la primera noche que pasaban por allí y yo les contesté que entonces qué era la lumbre que habían encendido. En fin, que les dije que se fueran con las cabras para el cortijo y no querían, empezaron a ponerse alrededor mío, iban cuatro, y yo vi que estaban acorralándome, y entonces cogí y me descolgué el mosquetón y le pegué un cerrojazo y lo cargué, que por cierto la primera bola cayó al suelo. Di un segundo cerrojazo y volví a cargarlo y los amartillé y los obligué a ponerse juntos y por delante de las cabras, y al final los pude llevar al cortijo como me dijo el Brigada.

Llegamos al cortijo que estaba a un kilómetro y me presenté al Brigada. Bueno, lo

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primero que hicieron fue meter todas las cabras en unas cuadras y contarlas, eran por lo menos quinientas. Y mientras el Brigada estaba con ellos en su oficina los soldados cogieron perolas y ordeñaron a las cabras. La multa que les pusieron fue de 5 pesetas por cabra. Con ese dinero nos dieron una fiesta y los cabreros dejaron de ir más por allí.

De vez en cuando hacían cacerías de perdices para los jefes y campeonatos de galgos, pero a mí las que me gustaban eran las cacerías de perdices porque yo las disfrutaba también, ya que algunas no les daban de lleno y quedaban fuera del alcance de ellos. Esas las buscábamos y nos las comíamos dentro de la choza donde dormía que era grande. Encendíamos un fuego y encima de una chapa recia las asábamos, y con una botella de vino las ligábamos. Aquellos eran a escondidas, sin que se enterara la tierra. Eso era muy serio porque no se podía matar ni una mosca, estaba totalmente prohibido a todo el mundo. Decían que el que mataba una liebre o lo que sea se queda veinte años “reganchao” en la mili, aquello era muy estricto y muy serio.

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CAPÍTULO 22

NARRA DESDE QUE ME DIERON EL ÚLTIMO PERMISO HASTA EL DÍA QUE ME LICENCIARON

El día 1 de marzo después de cenar, como siempre leyeron el parte del día y nombraron los que se iban meses de permisos a su casa el día tres, y entre ellos yo era uno. Así que el día 3 cogimos el permiso y al día siguiente llegué al Pozo por la tarde.

Lo mismo que la otra vez, tampoco me esperaba nadie porque no me dio tiempo a decirle nada a la familia. Bueno como en el permiso anterior tampoco me dejaron disfrutar de los dos meses de permiso. Llevaba un mes cuando recibí otro telegrama. Era Martes Santo, pero esta vez el telegrama decía que me presentara lo antes posible y no el día fijo. Entonces decidí que hasta el sábado no me iba, asía que el jueves y el Viernes Santo lo pasé en el Pozo y el domingo por la mañana llegué en el carro de caballos como siempre. Cuando me presenté me dijeron que porqué no había ido antes y les dije que había recibido el telegrama el miércoles y que el jueves y el viernes no había coche de línea por ser

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fiesta. No me dijeron nada más y esa noche dormí en el Cuartel de Écija.

A primeros de mayo me echaron con los caballos otra vez como antes de potrero. Esta vez no me cayó de grande porque ya sabía lo que era. Lo malo que eso tenía, eran los primeros días, porque de ir montado en el caballo a pelo el culo se despellejaba, y hasta que se curaba se pasaba muy mal, tenía que ir de lado. Lo malo era que si tenías que correr te hacías mucho daño, y allí no te tenían compasión, tenías que aguantar y lo mismo que van los pastores con las ovejas íbamos nosotros con los caballos. Llevamos una manada de unos cien caballos por el campo de día, y por las noches los encerrábamos en las cuadras. Si los caballos cuando los teníamos en el campo no se espantaban estábamos bien, pero teníamos que estar muy atentos para no dejarlos que se agruparan porque se preparaban para dar una estampida, empezaban a poner las orejas empinadas y teníamos que liarnos a darles crujidos con los látigos. Teníamos que darles voces y separarlos porque si se espantaban y se iban desperdigados por todas partes se metían en fincas ajenas y teníamos que recogerlos enseguida y eso nos llevaba lo suyo.

Bueno con la etapa de los caballos se finaliza la mili, porque el día 1 de junio nos

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licenciaron a los que nos recortaron los permisos, nos llevaron a Écija a la Plaza Mayor y nos pagaron lo que nos debían y la cartilla militar. A mí me dieron trescientas cincuenta pesetas que en aquel tiempo era dinero. Así que cogí la maleta del asa, que ya no pesaba porque iba vacía, hacia la estación a esperar el tren que iba a Córdoba, de Córdoba a la Estación de Baeza a Guadix y a Baza, y de Baza a Pozo Alcón y se acabó el madito SERVICIO MILITAR.

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CAPÍTULO 23

NARRA DESDE QUE ACABÉ LA MILI HASTA QUE ME FUI A TRABAJAR PARA GANAR DINERO PARA

CASARME

Como digo anteriormente, se acabó el servicio militar y vida nueva. Ya estoy en el Pozo y me salió trabajo de peón con los albañiles, y con el ayuntamiento de patrón trabajando en el cementerio, haciendo nichos en el corralillo donde metían a los ahorcados, cosa que ya no existe. Bueno unas veces con los albañiles, otras en el campo, y cuando no había otra cosa bajándole las tamaras a mi madre para el horno pues de iba pasando el tiempo. Después venía la temporada de la aceituna, la Navidad y año nuevo otra vez, 1960.

En este año no salí del Pozo. A mediados de agosto se murió el sastre donde cosía mi novia, Antonio “El Bollo”, por lo que se quedó sin trabajo, aunque de vez en cuando cosía algo en su casa para otro sastre. Ese año fue conmigo a la aceituna, con la familia Catena. En esa Navidad pensamos en casarnos al año siguiente pues ya llevábamos cinco años novios.

Pasó la Navidad y el Carnaval, y a últimos de febrero le dije a mi madre que queríamos

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casarnos, y que nosotros lo queríamos hacer bien, con boda. Como yo sabía que mi madre no podía costearme a mí la boda, pues le dije que me iba a trabajar a León, con el mismo encargado que estuve en Orense, y estarme hasta septiembre. Así con el dinero que ahorraría podría casarme. Como es natural, ella, con todo el dolor de su corazón, me dijo que hiciera lo que quisiera, que ella me iría guardando el dinero conforme se lo fuera mandando, porque tenerlo allí era malo pues lo podía perder con tanta gente como estábamos allí.

Así que el primero del mes de marzo me fui a Ponferrada, pero no al mismo Ponferrada, sino a un pueblecillo que se llamaba Corbón del Sil. Le decían el Barranco “la Tizne”. Se le daba ese nombre porque aquello era terreno de minas de carbón y ya en el aire volaba el polvo del carbón. Al otro lado del río Sil pasaba la vía del tren, era de vía estrecha. Pasaba cada media hora.

Cuando llegué a Carbón de Sil fui en busca del encargado y en cuanto me vio me saludó. Me dijo que me fuera al Barracón que había para los trabajadores y me dijo donde estaba, y al día siguiente al trabajo.

El encargado era Enrique Taboada, bien conocido conmigo. También se fue conmigo mi cuñado Prudencio y otros tres más del Pozo.

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Bueno, lo primero que hicimos fue comprar una sartén para cocinarnos nosotros, porque aunque había comedor de la empresa, no nos interesaba porque comíamos a nuestro gusto aunque teníamos más trabajo así, pero también nos costaba menos, y claro, nosotros lo que queríamos era ahorrar cuanto más mejor. Hablando del trabajo, como se decía, era trabajo de romanos, muy duro.

El trabajo era la construcción de un canal para hacer funcionar una central eléctrica. El canal tenía cuatro metros de alto, tres de base y cuatro metros de ancho arriba. El canal lo hacían con un molde encofrado de una pieza que iba por medio de unos raíles como el tren, que se iban cambiando hacia adelante conforme se llenaba el carretón, que así es como se llamaba el molde. Lo corríamos con palancas grandes de hierro, a la voz del capataz que era un hueso muy duro, le decían “El Tigre”. El carretón tenía una pequeña grúa en una plataforma en lo alto para subir la vagoneta del hormigón y las piedras. Bueno, mi primer trabajo fue allí, con el carretón. Había otros que iban por delante haciendo la excavación. Había tramos que iban por túneles y allí había más peligro, pero yo allí no trabajé. Mi trabajo era rellenar el molde de hormigón y piedras de todos los tamaños, piedras vivas del río Sil. Las piedras eran muy resbaladizas, no tenían por donde

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cogerlas porque eran muy lisas. Se mezclaban con el hormigón que llevaban de una hormigonera que estaba emplazada al borde de la excavación, y lo llevaban con una vagoneta arrastrada por una mula sobre raíles.

Yo llevaría dos o tres meses trabajando cuando se arrimó a mí el encargado y dijo: “Carrión, mañana vas a la cuadra donde están los mulos, coges uno y te pones a llevar hormigón con la vagoneta. La verdad es que a mí me apreciaba, claro es que me conocía desde hacía siete años y era la tercera ve que trabajaba con él, así que me conocía y sabía como era yo. El trabajo era un poco más incómodo porque trabajabas una semana de día y otra de noche porque el trabajo no paraba nada más que el domingo, que era el día que aprovechábamos para lavarnos la ropa, que la lavábamos en el río, restregándola con jabón sobre una piedra. Lo malo que tenía de trabajar una semana de día y otra de noche es que cuando te acostumbrabas a dormir de día ya tenías que cambiar otra vez, así que se dormía poco. Pero bueno, el tiempo fue pasando hasta que por fin pasó la temporada.

Al final del mes de agosto del 1961 le dije al encargado que me venía al Pozo a casarme y que me preparara la cuenta, pero hasta el día 3 no se cobraba porque era el día que pagaba la empresa,

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por lo que hasta el día cuatro no salí de Corbón del Sil.

Como en el viaje se pasaban más de dos días, cuando llegué la feria estaba acabando, pero es que no pude venir antes.

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CAPÍTULO 24

NARRA DE LA PREPARACIÓN DE LA BODA Y EL DÍA DE LA BODA

Se acabó la feria, aunque para mí fue muy corta, y acordamos el día que íbamos a casarnos, así que decidimos que fuera el 21 de octubre que era sábado. El petitorio se hacía a primeros del mes, el petitorio que antes se hacía, era un convite que se hacía en casa de la novia, era la petición de mano, cosa que ya no se hace. Consistía en que los padres de la novia invitaban a los familiares más cercanos en su casa en la que llevaban regalos a la novia para la casa.

Quedaba el tiempo suficiente para que nos hiciéramos los trajes para la boda.

Refiriéndome a la casa para vivir, en aquellos tiempos estaban muy escasas las viviendas, ya que entonces había el doble de habitantes que ahora el 2010. Por fin encontré dos habitaciones y cocina, en una casa con una vieja que se llamaba Esperanza, en la calle las Parras. Era una casa antigua pero de momento nos valía para empezar nuestra vida.

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Quince o veinte días antes de la boda mi suegra que era albañil junto con su hijo Antonio, les salió trabajo con Santos Torres para hacer obra en su casa en la plaza, y me llevaron de peón. A los tres días después de la boda se acabó el trabajo.

Dos semanas antes de la boda, se hizo el peditorio. Yo le regalé 6 cuadros que pinté en Corbón de Sil en los ratos libres, con paisajes de aquellas tierras.

Llegó el día de la boda, y como era costumbre, la noche de antes de la boda había que ir forzosamente a confesar y así lo hicimos.

La boda, o sea el refresco como se decía en aquellos, fue en casa de unos tíos de mi madre porque mi casa era muy pequeña. Era el tío Manuel “El Colorao”, y ella la tía Faustina. Era en la Avenida de El Fontanar.

El día 21 de octubre, a las tres de la tarde fue el casamiento, en la iglesia y a continuación nos fuimos al refresco a la casa de mi tía que estaba todo preparado. La invitación era ir dándole a la gente bebidas y bizcochos de la confitería. Iban unas

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personas con una botella y un vaso dándoles de beber mistela de café, de limón y de apio. Y entre tanto dos mujeres con una bandeja de dulces repartiendo a un bizcocho por persona en cada vuelta que se daba. Se dieron cuatro vueltas, se les llamaban “ruedas de bizcochos”.

Se acabó la boda y todo el mundo se fue, y contamos el dinero que nos regalaron. Recogimos cinco mil pesetas que era el dinero que había. Yo y mi ya mujer nos fuimos a un bar que se llamaba “El Tío Maquillo” que era un bar de señoritos. Allí, en un habitación que daba a la calle, a la entrada a la derecha, nos pusieron a los dos aparte, nos bebimos dos cervezas con patatas fritas y anchoas en lata. Eso en aquellos tiempos era un lujo. Mi mujer estaba muy cortada de verse sola allí conmigo, y no era por no tener confianza pues llevábamos cinco años novios, pero es que eran otros tiempos y no podías tocarle ni un dedo delante de la gente ni nada por el estilo.

Refiriéndome a cosas de la boda, el ajuar de la casa lo hizo mi cuñado Juan “El Zocato” que en paz descanse. Se componía de una cama, una mesa camilla, una mesa más pequeña para comer, seis sillas grandes y dos más pequeñas y una cómoda. El novio costeaba los gastos de la boda y el vestido de la novia, pero como mi cuñada Alicia,

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su hermana, lo cosió así todo nos costó menos, y todo aquello nos ayudó a salir bien.

Bueno, como era costumbre, el día de la boda por la noche se cenaba en casa del novio, iban las familias más cercanas de ambos lados, como los hermanos, los padres y sus hijos. Una vez todos reunidos nos disponíamos a cenar y, como es natural, todos estaban pendientes de los novios, y nosotros decíamos que cómo nos íbamos a apañar para irnos porque nos daba vergüenza. Claro está, todos sabían de sobra a lo que íbamos, a dormir. Yo estaba deseando de irme como cualquiera en nuestra situación y aquello tenía que llegar. Bueno, a medio cenar le digo a ella: “Yo voy a hacer como que me estoy orinando y bajo a la cuadra y ya no subo, así que tu disimuladamente te bajas y ahí estoy esperando”. Digo de bajar porque la cena era arriba aunque la cocina estaba abajo. La cocina es donde estaba la chimenea, porque las comidas se hacían en la lumbre, que era donde estaba el horno de cocer el pan. Bueno, como digo allí estaba mi madre y una hermana suya de cocineras, y claro está, eso era donde estaba la puerta de la calle, ahí ya no podíamos salir a escondidas. Así que, con mucha vergüenza, dijimos esto tiene que ser así, y cuando mi madre nos vio que ya nos íbamos nos dijo que Dios nos la deparara buena y que pasáramos buena noche, que

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mi madre que en Gloria esté, tenía muy buen humor.

CAPÍTULO 25

NARRA DESDE LA NOCHE DE BODAS HASTA LA NAVIDAD

Los familiares se quedaron cenando y nosotros nos fuimos a acostarnos a nuestra primera vivienda. Llegamos los dos con tanta ilusión que no acertábamos a meter la llave, así que cuando abrimos la puerta subimos arriba, a la que era nuestra primera casa, aunque sólo eran dos habitaciones, pero para nosotros era un palacio. Aquella noche, la dueña de la casa que era una vieja se fue a dormir a casa de un familiar, por lo tanto estábamos con más libertad. Así que entramos en el dormitorio, aunque estábamos solo cerramos la puerta con llave por si las moscas, o más bien por las ratas, que en las cámaras se escuchaban dar carreras. Así que a acostarnos y claro, se ve que extrañamos la cama y no había quien se durmiera. El caso es que no pegamos ojo en toda la noche y dormimos menos que un gato “atao” a la pata de un jamón. A las nueve de la mañana se hizo presente la madrina, que fue mi

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hermana Serafia, con churros con chocolate para que desayunáramos que eso era costumbre. A las once, como era domingo nos fuimos a misa, luego al salir nos dimos una vuelta, nos tomamos una cerveza y nos fuimos a comer a casa de mi madre. En nuestra luna de miel viaje de novios no pudimos hacer porque el dinero que teníamos lo teníamos que guardar para cosas más necesarias.

Yo trabajo no tenía hasta que llegó la temporada de la aceituna, que fuimos con Juan “Catena”. Estuvimos veinte o veinticinco días y se acabó la aceituna. Nos pagaron y nos convidaron. Llegó la Nochebuena, el Año Nuevo y los Reyes, así que se acabó la Navidad.

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CAPÍTULO 26

NARRA DESDE QUE SE ACABÓ LA NAVIDAD HASTA QUE EMPECÉ A TRABAJAR

Se acabó la Navidad y yo no tenía trabajo. En ese tiempo estaban haciendo el Pantano de La Bolera y fui a pedir trabajo. Me dijeron que fuera dentro de dos o tres semanas a ver si había algo, pero en esos días hubo un accidente mortal y yo ya no volví, era un trabajo de mucho peligro y pensé en irme a trabajar a Cataluña.

Le conté a mi cuñado Juan que me iba a trabajar por ahí, pero que ese año iba a cambiar de territorio, que esta vez me iba para Cataluña ya que mi hermano José estaba por allí. Yo no esperaba nada de él porque andaba con mala gente pero por lo menos haber si podía hacer yo algo por él y sí, conseguí que dejara a aquella gente con la que se juntaba. Como iba diciendo, yo quería dejar el pico y la pala, porque decían que allí estaban haciendo mucha construcción, así que mi cuñado también quería irse porque tampoco tenía trabajo y él también tenía familia en

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Palafrugell. Además de a os, tenía allí a su tía Irene, que era hermana de la madre de mi cuñado. Esto fue a mediados de enero, y el 26 del mismo de 1962, por cierto que era el cumpleaños de mi mujer, nos fuimos en un taxi de Juanillo “El Guerra”. Tardamos casi treinta horas en ir, porque el coche estaba hecho un cascajo, las carreteras estaban muy malas y además iba esquivando a la policia, fue un viaje muy pesado.

El coche nos dejó en la misma puerta de la pensión de la tía Irene y me instalé allí con mi cuñado Juan. Yo estuve tres días, dormíamos los dos en una cama de noventa, teníamos que dormir de canto, porque la pensión estaba a tope y esa cama la tenía reservada la tía para su sobrino que ya sabía que iba.

Una vez allí me puse a buscar trabajo como mi cuñado. Él encontró trabajo en una carpintería en la calle Margall, que es la calle donde hacen el mercado de la fruta, le pagaban a 8 pesetas la hora y trabajaba ocho horas diarias.

A las dos semanas pensó en pedir trabajo de encofrador, pero eso no lo conocía, yo lo animé y le dije cómo se hacía más o menos entonces, total, que pidió trabajo y le dieron. Entonces dejó la carpintería y tenía miedo porque decía que como en la obra no se le diese bien se quedaba sin nada, pero eso no pasó, triunfó y lo hicieron

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jefe, hasta le montó el jefe una carpintería en la obra.

Bueno, hablando de mí, a una tía suya que ya me conocía y trabajaba en la empresa que se llama “Cruz” le pidió trabajo para mí y le dijo que sí, que me pasara por la oficina y me dijeron que preparara dos mantas y una sartén. Yo me dije “malo mula”, y le pregunté que de qué iba el trabajo. Me dijeron que era para trabajar en los pozos, yo me callé y no dije nada, le dije que bueno, pero cuando salí de la oficina me dije: “voy huyendo de Erodes y me meto en Pilatos, vaya leche”.

Me enteré que en Palamós, en un bar que se llamaba “La Serbatana”, apuntaban gente para las obras, y bajé a Palamós y cuando llegué ya habían cerrado la lista. Entonces, allí mismo decían que en el hotel Beatriz, que lo estaban haciendo, hoy se llama Cap-Roij, había un cartel que ponía que se necesitaba personal. Así que cogí la carretera y manta como se dice y en busca de la obra que estaba a unos cinco o seis kilómetros. Por fin, cuando llegaba a la obra venían cuatro o cinco de vuelta y me dijeron que donde iba. Se lo dije y me dijeron que ya habían quitado el cartel y no admitían a nadie más, pero yo pensé, a lo mejor si voy yo solo sí me dan trabajo que no es como ir cuatro o cinco juntos, así que decidir probar. Así

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que seguí con mi intuición y entré en la obra y pregunté a un obrero que estaba trabajando por el encargado. Me señaló a uno que había un poco más allá que era el ayudante o segundo encargado, pero por lo visto tenía poder para coger a gente. Me dirigí a él y le saludé. Le dije buenos días y el me dijo que qué quería, entonces le contesté que quería trabajar. Me dijo que peones ya había bastantes. Le dije que de obra entendía y que había trabajado mucho con los albañiles, entonces me dijo que fuera al día siguiente a trabajar. Le dije que tenía la maleta en Palafrugell y él me dijo que fuera a por ella y que lo buscase cuando estuviese allí. Así que al día siguiente madrugué y cogí la primera Sarfa que bajaba a Playa de Aro y a la hora de empezar ya estaba yo allí.

El encargado que me dio el trabajo me llevó a los sótanos de la obra, que allí tenían camas para los trabajadores de fuera y allí se dormía. Me dijo que cogiera una cama que estaba desocupada. Bueno, de momento yo llevaba comida de la que llevaba del Pozo, así que solté la maleta y me fui para el trabajo. Me puso a trabajar con un paleta para que lo atendiera.

Cuando terminamos de trabajar, que por cierto habían allí del Pozo trabajando bastante gente, pues todos los días se bajaba a Playa de Aro para comprar para comer. Eso eran todos los

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días, así que me compré una sartén y una cuchara, aceite, patatas, huevos, pan y vino, en fin, el apaño para ir adelante.

CAPÍTULO 27

NARRA DESDE QUE ME COLOQUÉ EN LAS OBRAS DE PLAYA DE ARO HASTA QUE ME VINE AL POZO

Por fin conseguí trabajar en lo que quería, en la construcción, adiós a las carreteras, a los pantanos,… el trabajo de la obra para mí era como estar de vacaciones comparado con lo que había hecho antes.

Yo me aburría con una paleta, tenía que estar mirándolo mucho tiempo y a mí eso no me gustaba, estar mirando y otro trabajando, y le digo, voy a comprar una paleta y puedo ir haciendo algo que yo pueda, y me dice que no compre ninguna que tenía una en su casa y que me la vendía. Le dije que sí, así que al día siguiente me la trajo y me cobró por ella treinta y cinco pesetas. Fue cara porque era un poco vieja, pero a mi no me importó, yo lo que quería era aprender el oficio y lo aprendí. El me ponía las reglas para echar las aristas y yo se las iba rellenando. A él le venía bien porque iba más descansado y rendía el mismo trabajo. Le hacía entradas en las paredes para meter vigas y se quedaba pasmado de lo bien

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que se las hacía. El caso es que lo que le hacía le gustaba y un día me dice, claro de broma es natural, “algún día te veo por ahí de encargado”. Me acuerdo de él, era extremeño, de Cáceres, muy buena persona. Llevaba ocho o diez días de trabajo y estaba yo subido a un andamio echando aristas, cuando llegó por allí el encargado principal. Yo al verlo me quedé cortao porque pensé que como ese no era mi trabajo a lo mejor me echaba la bronca. Bueno, él me vio y miró lo que estaba haciendo pero no dijo nada y se fue.

El encargado se llamaba Sr. Carrasco, bueno que se fue, entonces respiré, la verdad me dio miedo de que me echaran, claro no era motivo, bueno, fue todo lo contrario, cuando llevaba dos semanas de trabajo me dijo el encargado principal que cogiera una gaveta y que me fuera con él. Yo con mi paleta en la mano y la gaveta en la otra dije para mí “¿Dónde me llevará?”, y fui detrás de él. Me llevó donde estaban los yeseros y me dice que fuera detrás de los yeseros tapando los agujeros que van dejando de hacer los andamios.

Cuando vio que aquello lo hacía bien me cambió de trabajo y me puso a hacer trozos de tabiques que derribaban los lampistas haciendo las regatas. Me dijo que desde ese momento iba a ganar tres pesetas más, así que ganaba quince

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pesetas la hora, y como echaba diez horas pues ganaba ciento cincuenta pesetas al día. De peón se ganaba doce y al mismo tiempo subí de categoría a oficial de segunda.

Llevaría dos meses de trabajo y me cambió otra vez el encargado a hacer paredes de carga, claro, me puso entre dos paletas, y es que el hombre le caí bien y me iba cambiando conforme iba aprendiendo. Los otros paletas con los que me puso eran del Pozo, eran “Los Rubitos”, Hilario José y Francisco, que eran hermanos.

Por ese tiempo mi cuñado Juan llamó a su mujer Alicia para que se fuera con él, porque la temporada iba a ser larga y buena y alquiló dos habitaciones. Ya tenían a su Juanito, tendría tres años. Entonces le dije a mi mujer que me mandara la bicicleta que tenía en el Pozo. Le dije que la mandara con la Renfe que en el Pozo había representante de transportes de la Renfe, y a los pocos días la recibí, entonces todos los domingos me subía a Palafrugell y los pasaba con ellos y así se me hacía la temporada más llevadera. La verdad es que recién casado y tener que dejarme a mi mujer era duro, solo llevábamos tres meses casados cuando me fui a trabajar.

Bueno, una vez me defendía bien poniendo ladrillos, me compré algunas herramientas, una

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maceta, una escarpa, una palometa y un nivel, así me preparé lo más esencial.

Llevaría un mes más o menos poniendo ladrillos, haciendo paredes, cuando el encargado Sr. Carrasco me dice: “Carrión, coge tus herramientas y sígueme”. Yo me quedé un poco confuso, porque salimos de la obra y bajamos por una vereda abajo hasta la playa, porque el hotel que estaban construyendo estaba arriba al borde de un acantilado donde habían hecho una plataforma de hormigón. Me dijo que allí iba un ascensor que llegaba hasta el hotel de unos 25 metros de altura, y me dijo que íbamos a replantear el hueco del ascensor. Mientras lo estábamos marcando mandó que bajaran ladrillos y pasta con la grúa, enseguida lo mandaron, una ve replanteado me dijo que íbamos a hacer la primera hilada de ladrillos: “los vas a poner tú”, y así fue como empecé el ascensor. Al día siguiente mandó dos paletas con sus manobras y yo con ellos, empezamos a hacer las paredes. Conforme íbamos subiendo íbamos haciendo un andamio que se iba quedando hecho para luego enfoscar las paredes de fuera. El andamio lo hacíamos con tablones de 20 cms y abrazaderas de hierro con tornillos. Cuando íbamos por la mitad, los dos paletas que iban conmigo los cambió de trabajo allí en la misma obra. En sus puestos mandó otros

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dos oficiales de primera y me dice a mí que de ahí en adelante yo me hacía cargo del hueco del ascensor. Claro, yo ya sabía como iba aquello, y el andamio había que ir haciéndolo con mucho cuidado.

A últimos de mayo se acabó el hueco del ascensor y me puso en el salón donde iban a instalar la cocina del hotel a poner azulejos en las paredes. Habíamos tres y yo cuatro poniendo azulejos. Las paredes se acabaron y nos pusieron a forrar los pilares. A mí me puso en uno y aquello sí lo vi yo difícil para mí, pero yo me callé. Fui a mirar a donde ya estaban hechos y me fijé como iban, bueno hice lo que me mandaron y se quedó hecho, mientras que los otros tuvieron que hacerlos dos veces.

Estaríamos a mediados de junio cuando tuve una carta de mi mujer y me mandó una foto suya, y aquello fue como una inyección que me pusieron. No sé que me dio, que digo que me voy ahora mismo. Bueno yo tenía pensado estar hasta agosto, así que dije el 1 de julio “me voy al Pozo”, y así lo hice, al final de mes de lo dije al encargado, por aquello de quedar bien, porque entonces pagaban por semanas, así que siempre estaba liquidado. Entonces no habían derechos ningunos, siempre estabas en paz y podías irte cuando quisieras y ellos te podían despedir cuando

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les viniera bien, así que yo terminé mi temporada, aprendí para poder seguir trabajando con los albañiles y el 1 de julio salimos de Playa de Aro con Tomas “Perricas” que en Paz Descanse, que había llevado un viaje de gente y al día siguiente a media tarde llegamos al Pozo por sorpresa.

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CAPÍTULO 28

NARRA DESDE QUE VINE DE PLAYA DE ARO HASTA QUE NACIO MI PRIMERA HIJA Y LA COMPRA

DEL SOLAR DE LA CASA

Como comento en páginas anteriores, cuando me casé me fui a vivir a una casa en donde vivía una mujer mayor.

Mientras estaba yo trabajando en Playa de Aro, mi mujer se cambió de vivienda, en la calle del Plato, donde yo me crié y viví hasta que me casé. No era gran cosa pero para nosotros nos iba bien de momento, por lo menos estábamos solos. La casa estaba poco más arriba que la mía, tenía cuatro habitaciones, dos arriba y dos abajo, dormitorio, cocina, portal y cuadra. Esta casa ya no existe pues hicieron una nueva.

A lo que voy, a los tres días de llegar al Pozo me salió trabajo en la albañilería, de oficial con el maestro José “Molina”, eran buen maestro. En aquel tiempo, al oficial de primera se le decía maestro, y su ayudante era el oficial, que lo que hacía mayormente era amasarle el yeso y dárselo. En aquel tiempo el maestro tenía que hacerlo todo, no como ahora.

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En esto del oficial yo les llevaba ventaja a los que había en el Pozo porque la mayoría no sabía nada más que amasar yeso, y yo ya sabía hacer casi como el maestro. Había días que el maestro no se presentaba y yo y el peón echábamos nuestro día de trabajo igualmente, eso macho muchas veces.

A los diez días más o menos, mi mujer empezó con vómitos y mal cuerpo, dimos en la diana, ¡bingo! Estaba embarazada. Por lo visto desde el primer momento en que llegué, se ve que el cuerpo estaba preparado, digo esto porque los tres meses que estuvimos juntos antes de irme a Cataluña no nos guardamos nada y no se quedó, pensábamos ya que había un fallo en alguno, pero no, todo estaba bien.

Bueno, aquello fue más en más. A los tres meses o por ahí, al pasar la feria, como tenía trabajo y vistas para seguir, pensamos que con el dinero que habíamos ahorrado comprar un solar para hacernos nuestra propia casa, poco a poco y eso hicimos. Fui a casa del dueño de los solares que se llamaba Simón “Cerrillo”, e hicimos trato. Se lo compré y me cobró a 150 pesetas el metro cuadrado.

Al año siguiente no salí a trabajar a ningún sitio fuera del Pozo, ya con mi mujer embarazada

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quería estar con ella, porque con el embarazo que se le presentó pues estando yo lo pasaba mejor.

Estaría mi mujer de cinco meses cuando mi madre pensó de irse con una hermana suya que había venido a ver a un familiar de su marido, con mis dos hermanos que estaban con ella, mi Francisco que tenía quince años y a mi Mª Carmen que tenía doce, porque mi José estaba en Palafrugell, pero él no se acordaba de nadie, ni de su madre que lo estaba pasando regular ni de sus hermanos que todavía eran pequeños, nunca les mandó ni un céntimo.

Así que se fueron los tres con su hermana Ascensión que vivía en Alcanar, provincia de Tarragona. A lo primero lo pasaron mal aguantando malas artes y malas maneras, pero muy pronto encontraron un piso que se lo buscó la misma familia con quien trabajaba, que trabajaba en una panadería haciendo dulces que aquello era lo suyo. Mi hermana se colocó en el teléfono de mandadera para llevar los avisos, cosa que le sirvió para seguir en la telefónica cuando quitaron las centrales, y mi Francisco empezó a trabajar con los paletas.

Bueno, como mi madre se fue, nosotros nos cambiamos a mi casa y así nos ahorramos pagar alquiler ya que la casa se quedaba vacía.

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Se fueron pasando los meses y llegó la Navidad, pasó el carnaval y la barriga cada vez más gorda. Así que por fin llegó el día del parto, fue el 2 de abril de 1963. Yo me encontraba en la casa, estaba trabajando en el Ayuntamiento reparando el pilar de una fuente en la calle de Las Eras junto a la carretera Avenida de los Dolores. El nombre verdadero de la calle era Ramón de la Higuera, pero se le dice la calle de Las Eras. Estaba agachado, cuando llegó mi sobrina Julia, que era la única que tenía por entonces, y me dice: “¡Tito, tito, tito Antonio, la tita Angustias a tenido una nena!”. Entonces le dije al jefe que mi mujer había dado a luz y que me iba a verla. Ya nació nuestro primer hijo, fue una niña que le pusimos de nombre Francisca, ya que coincidió con el día y era el nombre de su abuela que no estaba. Le llamaríamos Paquita.

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CAPITULO 29

NARRA DESDE QUE NACIÓ MI PAQUI EN ABRIL HASTA QUE VINE DE ECHAR LA TEMPORADA

EN 1963

El tiempo fue pasando, mi Paquita creciendo, y yo seguía teniendo trabajo. Como todos los años viene y se va la Navidad, y al pasar ésta me dice Molina, el maestro, que va a hacer su casa, pero que dinero para pagarme no tiene, que tiene sólo lo justo para tejarla. Yo le dije que bueno, que ya me pagaría cuando pudiera. Estuve con él dos meses trabajando y más tiempo no podía seguir sin cobrar, no podía dar lugar a comerme lo que tenía hasta el final, así que le dije que se tenía que apañar como pudiera porque yo no podía seguir, y le dije que me iba a Playa de Aro. Yo también me quería hacer mi casa y en el Pozo no se ahorraba lo suficiente para eso.

Así que el 1 de marzo, junto con su cuñado Antonio nos fuimos con “Paquillo” a Playa de Aro. Cuando llegamos había una casa para dormir, era

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la casa de la “Máxima”. Le preguntamos que si tenía sitio para nosotros y nos dijo que sí. La verdad es que tuvimos suerte porque la habitación tenía una sola cama pero era de matrimonio y estábamos solos son tener que compartir con nadie más, ya que era muy común el tener que compartir habitación con otros cinco o seis sin conocerse de nada, así que nos quedamos contentos.

Bueno, al día siguiente fuimos a una obra que había allí cerca de la casa y pedimos trabajo, era el Hotel Cosmopolita, que lo estaban ampliando. Era una empresa de Llagostera que llevaba dos o tres obras a la vez. Buscamos al encargado y le pedimos trabajo, para paleta y para peón. Sí nos dio trabajo, así que al día siguiente a trabajar.

Y ya como siempre la rutina diaria, de día a trabajar y por la noche a comprar lo que necesitábamos para la comida. Lo primero que compramos fue una sartén y la primera comida que hicimos en ella fue sopa con fideos. Era la primera vez que yo hacía sopa, puse el agua y cuando empezó a hervir le eché el paquete entero de fideos con una poquita de sal. No veas como empezó aquello a crecer y a quedarse seco, yo venga echarle agua a la sartén y aquello lleno hasta el “morrillo”. La sartén se puso maciza, pero

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como teníamos hambre y aquello estaba caliente empezamos a comer, estaba saladísima, así que comimos solo unas cucharadas mientras pudimos.

La comida la hacíamos en la placeta de la casa. Allí encendíamos el fuego al aire libre con tablas que llevábamos de la obra. A mediodía comíamos en la casa ya que estaba cerca y nos daba tiempo. Tuvimos suerte porque el trabajo era bueno. El encargado también era buena persona, pronto nos tomó aprecio porque la verdad es que nosotros siempre estábamos en nuestro sitio y cumplíamos con nuestro deber.

Refiriendo sobre nuestro arreglo, también tuvimos suerte porque la ropa nos la arreglaba una mujer que tenía la dueña de la casa. A los otros que había no se las arreglaba, era a nosotros nada más, porque también nos apreciaban, ya que por allí había algunos muy revoltosos y borrachos y nosotros nada de eso.

Una cosa que nos iba mal era lo de hacer de comer, porque cuando hacía mal tiempo y llovía teníamos que salir huyendo con la sartén cogida del rabo.

Como siempre, cuando se aproximaba el mes de agosto ya nos entraba el gusanillo pensando en el Pozo o lo que había en el Pozo, así que a mediados de julio se lo dijimos al encargado que nos queríamos ir para el pueblo. Nos dijo que

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bueno y que nos esperaba para el año siguiente, que tenía trabajo para largo. Así que cobramos el sábado siguiente, nos despedimos y ese mismo día por la tarde salimos para el Pozo en el coche de “Paquillo”.

CAPITULO 30

NARRA DESDE QUE VINE DE ECHAR LA TEMPORADA DE VERANO HASTA QUE DEJÉ MI CASA

TEJADA

Era julio de 1964, llegamos a Pozo Alcón procedentes de Playa de Aro después de echar otra temporada de verano más, que es cuando allí era el golpe del trabajo, porque en invierno aquello estaba muerto. Llegamos alrededor del 20 de julio, nos dio tiempo de descansar unos días con la familia, mi Paquita tenia ya casi el año y medio y el 27 del mismo mes empezamos a trabajar en el Ayuntamiento, o eso creímos, porque al final era para el alcalde Don Manuel Antiñolo, junto con el maestro de obras del Ayuntamiento Paco “El Largo”, que como empresario venía a nombre de Francisco Moreno Antiñolo. Fue para hacer el grupo escolar de arriba. Lo primero que se hizo fue el muro rodeando el solar, porque parte de él se encontraba en alto. Ese solar antes había sido un cementerio. Todavía quedaban señales, eso fue

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antes de 1936, y cuando excavábamos para hacer los cimientos salían restos de personas que habían allí enterradas.

Yo ya trabajaba como se dice por libre, quiero decir que no iba con ningún maestro, yo ya me defendía lo suficiente para trabajar de maestro.

Primero hicimos el bloque que hay a la izquierda conforme se entra, es donde se hace actualmente la verbena de las Fiestas. El que hay en frente se hizo más adelante. Después del bloque empezamos la casa para los maestros que es la que hay al lado de Correos, pero cuando estábamos enrasando la planta baja, yo dejé el trabajo para hacer mi propia casa. Era a primeros de diciembre y el día 4 me dieron el permiso de obra, entonces empecé a hacer los bloques de hormigón macizos para hacer la casa. Todavía la gente hacía las casas con piedras y ripios, pero ya iba más adelantado. Los bloques los hacía con un molde de chapa recia y pisón aparente de hierro. El molde me lo dejó Paco “El Largo” y cuando terminé los que necesitaba empecé a hacer la casa, que solamente la dejé tejada y todo en basto porque el dinero no daba para más. Lo que hice de casa no lo hay hoy, lo más preciso para vivir, así que cuando acabé el tejado que era a primeros de febrero de 1965 me volví a ir a

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echar la temporada de verano otra vez a laCosta Brava.

CAPÍTULO 31

NARRA DE CUANDO LLEVÉ A MI MUJER Y A MI PAQUITA A PALAMOS Y REGRESAMOS OTRA VEZ

A POZO ALCÓN

Era 1965, estaba preparando para irme a la Costa Brava una vez más mi cuñado Juan que seguía en Palafrugell. Como sabía que me iba pidió trabajo para mí, porque el no sabía que yo ya tenía trabajo en Playa de Aro. Yo antes de irme ya sabía que había pedido trabajo en la empresa que él trabajaba, aunque él ya no estaba de encofrador, sino de carpintero haciendo la carpintería de los apartamentos.

A mediados de febrero nos fuimos tres a la misma obra de Playa de Aro, yo y otros dos manobras que eran Antonio y Horacio, amigos y compañeros de trabajo de bastante tiempo.

Cuando nos fuimos les dije que cuando llegaran a la obra le dijeran a Anglada que era el encargado, que yo tenía que subir a Palafrugell para llevarle un mandado a un familiar.

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Como llegó el coche de Paquillo temprano les dio tiempo y se engancharon a trabajar y yo seguí a Palafrugell.

Así que cuando llegaron a la obra en seguida les preguntó el encargado por mí y le dijeron lo que yo les dije.

Llegamos a Palafrugell a las nueve de la mañana. La parada la hacía en el bar de José “El Barbero”, que era del Pozo. Estando dentro del bar con la maleta al lado uno va y me dice: “venga que te estamos esperando”, y yo le dije: “Quién me espera”, entonces me dijeron que Emilio Palomero. Yo pensé para mí que se iban a quedar esperando porque yo me iba a coger la Sarfa para irme a mi sitio, a Playa de Aro, ya sin ver a mi familia ni a nadie, porque resulta que ese tal Emilio Palomero no era el empresario, sino un prestamista, mejor dicho, un vampiro, que lo que hacía era aprovecharse de la gente porque se dedicaba a prepararle al empresario los trabajadores, él les cobraba y luego él les pagaba cuando y como quería y ni los tenía asegurados. Yo como sabía todo eso cogí mi maleta y me fui en la Sarfa a Playa de Aro.

Llevé la maleta a lo de la Señora Máxima, me cambié de ropa, cogí las herramientas y me fui para el trabajo.

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Como siempre terminábamos de trabajar por la tarde y lo primero acoplarnos y a comprar para comer. La comida caliente la hacíamos por la noche porque teníamos más tiempo. Para mediodía comíamos de la maleta mientras nos quedaba de lo del Pozo.

Esta vez teníamos también nuestra habitación para nosotros solos ya que la Señora Máxima nos la tenía guardada, pero con dos camas de 90 para los tres. Entonces tuvimos que juntar las dos camas y dormir los tres juntos. Y así dormíamos, unos encima de los largueros, claro que nos íbamos turnando, una cada semana dormía uno en el centro, así que por lo demás todo iba bien. Lo que conté de la sopa de fideos del año anterior no fue en el año anterior, sino en éste, porque he recordado que éramos tres.

A los dos meses o así, subí a Palafrugell a ver a mis cuñados y me dijeron que un conocido de ellos que vivía en Palamós en un piso de planta baja, que alquilaba una habitación con derecho a comedor y cocina, así que bajé a Palamós, en la calle Alba y la alquilé, así que llamé a mi mujer y se lo dije, y como faltaba poco para la Semana Santa le dije que en el coche de Paquillo se viniera a Alcanar, provincia de Tarragona, que vivía mi madre. Como en los días de Semana Santa no trabajaba así iría a por ellas y teníamos tiempo

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para acomodarnos en Palamós. Y así lo hicimos, ella me esperó en Alcanar y el Jueves Santo me fui a por ellas, lo cual el viaje mi mujer lo pasó muy mal, fue todo el camino vomitando y mi Paquita llorando. Hasta que llegamos a Caldas de Malabella el viaje fue fatal. Por fin llegamos a Palafrugell y entonces mis cuñados nos acompañaron a Palamós a instalarnos. Estuve trabajando en Playa de Aro hasta el mes de Octubre que tenía que bajar en bicicleta, y ya pensé en buscar trabajo en Palamós y quitarme ese ajetreo. Así que un día fui a la oficina de Construcciones Palamós a pedir trabajo y me dieron, y a mediados de octubre empecé a trabajar allí.

Por cierto, que a todo esto mi mujer se quedó embarazada sería a últimos de septiembre.

En el piso que vivíamos, era difícil de vivir porque la familia con la que compartíamos piso era una pareja que estaban a cada instante de pelea y nosotros nos encontrábamos incómodos, así que pensamos de buscar otra cosa, pero no pudimos encontrar nada porque las viviendas estaban muy difíciles con eso del turismo, así que para la Navidad decidimos venirnos otra ve para el Pozo. Aparte de venirnos porque era difícil de aguantar a aquella gente también prefería yo que mi hija

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naciera en el Pozo y además quería acabar mi casa.

CAPÍTULO 32

NARRA DESDE QUE ME VINE DE PALAMOS A TERMINAR MI CASA, EL NACIMIENTO DE MI HIJA

MARI Y DE IRME A ECHAR LA TEMPORADA

Navidad de 1965. En vísperas de la Nochebuena llegamos a Pozo Alcón de regreso de Palamós, los tres, mi mujer, mi Paquita y yo. Pasamos la navidad en nuestra casa, con mi mujer embarazada por segunda ve, y al pasar los Reyes de 1966 empecé a terminar mi casa por dentro, porque lo de afuera podía esperar, ya que todo dependía del dinero, pues mientras he podido no me ha gustado tener deudas. Siempre me he atenido a lo que yo he podido, así que terminé todo lo de adentro y a primero de abril ya lo tenía todo acabado. Me pusieron las puertas y las ventanas y una vez todo preparado me pusieron la luz. Así que con un camión de Martín hice la mudanza, todo en un viaje y lo hicimos muy rápido cambiando las cosas de la calle del Plato a mi casa. Entonces tenía menos habitaciones que ahora, pero eran suficientes. No teníamos agua potable

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ni saneamiento en casi todo el pueblo, nada más que en la calle del Ayuntamiento y poco más. Después poco a poco fui mejorando hasta ponerla como está.

Así que se quedó todo en orden y acomodado me preparé para irme otra vez a echar mi temporada a la Costa Brava. Esta vez iba a Palamós, a una obra que le tenía el ojo echado. El 13 de abril de 1966 me fui con mi cuñado Antonio en el coche de Paquillo como siempre. Nosotros fuimos directos a Palafrugell porque allí es donde iban a esperarnos, en la pensión de la Irene. Esta vez ya estaba al final de la calle de los Almendros, fuera del pueblo, estaba a 50 metros de donde vivía mi cuñado Juan, Alicia y su hijo.

La misma mañana que llegamos a Palafrugell bajamos a Palamós, a unos bloques de apartamentos que estaban haciendo frente donde yo estuve trabajando antes de venirme al Pozo. Esa obra pertenecía a San Antonio de Calonge, la hacía la empresa Ecisa y pagaban 5 pesetas más la hora que las demás empresas.

Fuimos hasta allí y nos encontramos con un conocido del Pozo, Tomás “El Zoila”, y ya nos saludamos y le dijimos que acabábamos de llegar del Pozo y que queríamos trabajar. Yo ya había

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trabajado en la Ecisa y yo sabía que era una buena empresa.

Todos los días bajábamos y subíamos en la Sarfa, por esa parte bien, pero por la parte de la merienda que nos echaba la mastresa horrible, aquello era de lo peor. La merienda era malísima, había unos días que tocaba fiambrera y lo mismo que bajaba subía, pero a ella le daba igual. Yo tenía que comprar porque si no me mataba de hambre.

Cuando me fui mi mujer estaba embarazada de casi siete meses. Cuando llegó el tiempo que cumplía, cada día, cuando estaba llegando a la pensión, miraba hacia la casa, por decir algo, porque eran dos tristes habitaciones donde vivían mi cuñada Alicia, a ver si daban alguna noticia, hasta que llegó el día. Un día llegamos de trabajar mi cuñado Antonio y yo, cuando veo salir de la casilla corriendo al camino arriba a mi sobrino Juanito que tenía cuatro o cinco añillos. Venía hacia mí y me dice: “¡Tito, tito, tito Antonio, la tita Angustias a tenido una nena!”. Pues ya me acerqué a ver a mi cuñada y ya me dijo que todo había salido bien y que había sido una niña. Bueno, me dio mucha alegría el saber que todo había salido bien. Cuando he dicho lo del camino es que vivían a las afueras de Palafrugell, era más allá de Los Almendros. Para el que conoce aquello, la

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pensión de la Irene ya estaba por allí y no en la calle Palamós como antes. Bueno, así que el 26 de junio de 1966 nació mi Mari, lo cual celebré con mis cuñados con una caja de cervezas y patatas fritas.

Llegó el mes de agosto y ya pensábamos de venir para el Pozo, porque la obra se estaba acabando. El encargado estaba muy contento con nosotros, y además de dejarnos los últimos, nos dijo que no nos fuésemos hasta que la obra terminara porque así decía que la última semana nos la pagaban doble. Ninguna de las otras empresas daba nada porque no existían derechos, así es que estuvimos dos semanas de aburrimiento dándole vueltas a los do bloques con un punjo de yeso muerto en la mano y el maletín en la otra, y cuando no nos encerrábamos en una habitación, por cierto los tres éramos del Pozo, hasta que por fin, a mediados del mes de agosto nos pagaron. Al día siguiente nos preparamos nuestras cosas, nos despedimos de la familia y con Paquillo otra vez al Pozo. Lo que pasa es que yo tuve mala suerte en el viaje, porque en el camino me pillaron la mano izquierda con la puerta trasera del autobús y

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cuando llegué me tuvieron que dar tres puntos en la palma de la mano.

CAPÍTULO 33

NARRA DESDE AGOSTO DE 1966 HASTA AGOSTO DE 1967

Como digo en la página anterior, llegué a Pozo Alcón con la mano izquierda lesionada en las vísperas de la Feria, pero entre los días que faltaban y los de la Feria se me curaron la herida, así que cuando las fiestas acabaron pude empezar a trabajar. En aquella época no había empresas de construcción en el Pozo, por lo tanto los albañiles no teníamos seguro de enfermedad. Cada cual trabajábamos como podíamos. Si alguien te aseguraba porque pensaba en la responsabilidad que tenía si pasaba algo, la mayoría no lo pensaba. Tampoco podías exigir porque si exigías que te tuvieran que asegurar no hacían la obra o le avisaban a otro albañil.Yo por suerte no me faltaba el trabajo. Eso era bueno, pero había que ser más bueno e n el trabajo, para que la gente se fijara en uno. Como digo, me salió un trabajo para rehabilitar una casa y hacerla más grande, así que tuve hasta la

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Navidad. Después en el mismo barrio tuve más trabajo hasta que llegó la época de tener que irme a echar la temporada a la Costa Brava. Marchándome a Cataluña era la única forma de ahorrar algo de dinero terminar la casa, porque con el trabajo del Pozo solo te daba para ir viviendo y criar a tus hijos.

El día 11 de marzo de 1967, me fui otra vez más con mi amigo y vecino Antonio a Playa de Aro y, como siempre a la casa de la Sra. Máxima. Lo que pasa es que no pudimos encontrar trabajo en Playa de Aro porque vino una racha mala de trabajo y no había apenas obras, con lo que tenían orden de no coger más albañiles. Me dijeron que fuera en abril. Entonces cogimos la Sarfa y subimos a Palafrugell a ver si por allí había algo pero también estaba la cosa mal, así que fuimos a ver a un paisano que trabajaba en Torroella de Mongrit y le preguntamos que si allí nos daban trabajo. Nos digo que fuéramos al día siguiente por la mañana y allí tuvimos más suerte. Al día siguiente empezamos a trabajar como paleta y manobra.

El amigo con el que fuimos era Horacio, que vivía en El Escalanyá con su familia.

Total, que bajamos a Playa de Aro a por nuestras cosas y nos las subimos para Palafrugell,

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por cierto, a lo de una cuñada de mi amigo Antonio y allí nos quedamos de pensión.

El trabajo de Torroella era haciendo una fábrica de conservas de fruta. Era una nave grande y una casa adosada a la fábrica para las oficinas, y ahí es donde me pusieron a trabajar, que era donde más se trabajaba y menos se pagaba.

Así que llegó la fecha que me dijeron el la obra de Playa de Aro. Le dije al encargado que al día siguiente no podía ir porque tenía un aviso de conferencia con mi mujer, ya que antes no había tantos adelantos como ahora con los móviles, entonces eran las centrales de los pueblos lo que había para comunicarse.

Entonces bajé a Playa de Aro y fui a la obra de Ecisa a ver lo que me decían, y nada más verme el oficinista me dijo que ya me podía ir a trabajar. Le dije que tenía las herramientas en Torroella y que tenía que ir a por ellas. Así que al día siguiente fui al trabajo y seguí la mentira, les dije que mi mujer se había puesto enferma y que tenía que irme urgentemente a mi pueblo. Me dio la nata para que la entregara en la oficina y me pagaron al momento, e inmediatamente me cogí la Sarfa para Palafrugell y me bajé en Playa de Aro y empecé a trabajar esa misma tarde.

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En Playa de Aro estuve trabajando desde el 26 de mayo hasta el 14 de agosto de 1967, porque paraban las obras en el golpe del verano para no molestar a los turistas. Como siempre, me volví en el coche de Paquillo, aunque primero me dio tiempo de despedirme de mi hermano José que ya estaba casado y vivía en Palafrugell.

CAPÍTULO 34

NARRA DESDE QUE LLEGUÉ A POZO ALCÓN DESPUÉS DE LA TEMPORADA DE 1967 HASTA EL NACIMIENTO

DE MI HIJO Era julio de 1967. Una vez en el Pozo, lo

primero que hice fue sacar el permiso de obras para hacer la verja y ya de camino acabar la fachada de la casa, y de paso hacer las habitaciones de atrás de la parte de arriba. Claro que ese trabajo lo tuve que hacer en domingos y días de fiesta, como aquel que dice “a traición”. En ese tiempo me avisó Eliseo “El Zancón” para que le hiciera la casa donde vive en la calle Jaén, allí estuve una buena temporada. Después como siempre trabajando con unos y con otros.

En el verano de 1969 decidimos aumentar la familia y en el mes de agosto mi mujer se quedó embarazada y así el crío vendría en buen tiempo.

El tiempo fue pasando y el 8 de abril de 1970, por cierto estaba yo trabajando en la casa

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de mi cuñada Paca que en Paz Descanse, que la estábamos rehabilitando, y cuando vine a mi casa a medio día a comer empezó a ponerse mala. Comimos pero ya no me fui a trabajar. Fui y se lo dije a mi suegra y a mi cuñada Alicia para que se subieran rápido y fueron por la comadrona. En aquellos tiempos no se sabía si era niño o niña hasta que nacía. Yo estaba esperando en el comedor sentado en la mesa camilla esperando nervioso, cuando por la escalera siento un grito grande de mi cuñada Alicia y yo en ese instante pensé lo peor al escuchar aquel grito tan grande. El caso es que fue de alegría, gritó: “¡Antonio!”, y yo fui corriendo a la escalera y le dije que qué pasaba y me dijo: “¡Un nene!”. Yo sin pensarlo le

dije: “¡Una mierda!” por el susto que me había metido al pensar que le había pasado algo a alguno de los dos. Claro, como ya teníamos dos niñas pues se emocionó al ver que fue niño. Gracias a Dios todo salio bien y le pusimos Antonio.

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CAPÍTULO 35

NARRA DESDE QUE NACIÓ MI HIJO ANTONIO Y MI YOLANDA HASTA QUE ME OPERARON DE UNA

FÍSTULA

Era 1970. Con mi hijo Antonio ya teníamos tres y como siempre iba pasando el tiempo.Entre el invierno del 1974 y el 75 hice un curso de albañilería que me fue de gran utilidad para mi trabajo. En ese tiempo hice una casa en Cuevas del Campo, también hice la casa que hay junto al bar del “El Músico” y la casa de “Los Talabarteros” frente al Ayuntamiento.

En febrero de 1975 mi mujer queda embarazada del cuarto hijo, se fue desarrollando poco a poco hasta que por fin llega el momento del parto. El trece de octubre, de madrugada, empezaron a darle los dolores de verdad, pero como así llevaba dos o tres días pues no quiso que llamara a nadie. Pero yo veía que eso ya iba en serio, así que me fui a lo de mi suegra y le digo

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que vaya en busca de la comadrona mientras yo iba a decírselo a Alicia. Cuando llegó la comadrona ya estaba a punto de salir. Yo nervioso perdido en el pasillo y mi Paqui y mi Mari los dos en su habitación, hasta que oímos llorar y salió mi cuñada diciendo que era otra nena. Yo como siempre lo que pedía era que lo que naciera lo hiciera bien. Le pusimos Pilar Yolanda. Pilar porque nació a otro día de la Virgen del Pilar y Yolanda porque les gustaba a sus hermanas.

Pasaba el tiempo y en abril de 1976 empecé a tener molestias en el ano, fui al médico y me empezó a tratar de almorranas pero cada vez iba peor. Pasé un verano fatal. Recuerdo que estaba haciendo una casa en Hinojares y con el calor a cada momento me tenía que estar echando agua de una acequia que pasa por la obra. Cuando hacía mis necesidades es que me mareaba y todo, con lo que ya decidimos ir a Baza a ver al médico Don Francisco Navarrete. Era alrededor del 20 de agosto, me reconoció el médico y dijo que tenía una fístula y que solo se curaba operando y que si quería me operaba. Le

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preguntamos que cuánto me costaba operarme y dijo que quince mil pesetas. Le dijimos que no íbamos preparados y que ya volveríamos. Entonces dijimos de ir a Úbeda a ver que nos decían. Fuimos a un médico especialista de esa enfermedad, y lo primero, me reconoció con mucho cuidado aunque también me dolió, pero mucho menos que el carnicero de Baza. Bueno, nos dijo también que lo que tenía era una fístula y que había que operar. Le preguntamos el precio de la operación y nos dijo que cuatro mil pesetas. Entonces le dijimos que cuándo me podía operar y nos dijo que pasado mañana. Fue el 25 de agosto de 1976, allí dormí una noche y al día siguiente nos vinimos. La operación me la hizo en una clínica privada. La operación salió muy bien y a los quince días estaba trabajando terminándole la casa a Daniel Gutiérrez en Hinojares.

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CAPÍTULO 36

NARRA DESDE QUE ME OPERARON DE LA FÍSTULA HASTA IRME A PALAFRUGELL

Después de operarme como digo y acabar la casa de Hinojares, sería el mes de noviembre, todos los albañiles del Pozo hicimos una junta general para tratar de formar una cooperativa de la construcción para poder conseguir la Seguridad Social, ya que en algunos pueblos de la provincia de Jaén ya estaban funcionando. Hicimos la reunión y quedamos en que sí. Entonces fuimos a Baeza a que nos informaran de los trámites que teníamos que seguir ya que allí ya había una. Primero teníamos que formar una Directiva, un Presidente, un Vicepresidente, un Secretario, un Tesorero y cuatro vocales. Por casualidad o por lo que fuera de presidente me eligieron a mí. A partir de ahí hubo que hacer averiguaciones hasta hacernos con los datos para hacer la solicitud.

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Tuvimos que ir varias veces a Jaén, todo aquello iba muy lento. Ponían muchas pegas en el sindicato vertical, pero por fin pudimos echar la solicitud en el Ministerio de Trabajo de Madrid. Nos la aprobaron y a continuación teníamos que hacer los estatutos, cosa que nosotros desconocíamos y la persona que nos estaba llevando el papeleo de aquello no sabía ni papa y era un escribiente del Ayuntamiento.

El tiempo se pasaba y aquello avanzaba poco. El motivo de formar la Cooperativa era poder conseguir la seguridad social porque así estábamos protegidos.Transcurrió todo el año 1977 y no se veía aquello avanzar.

Ya en 1978, unos días antes de la Semana Santa yo acabé un trabajo y me dije que si no empezaba en otro sitio hasta que pasara la Semana Santa a ver a mi hermano José a Palafrugell que hacía cuatro o cinco años que no nos veíamos.

Estando con él en Palafrugell me dijo que lo que tenía que hacer era irme para allá que allí si te aseguraban. Decía que me iba a pasar como a mi suegro, que había estado toda su vida trabajando de albañil para al final no tener paga.

La verdad es que como la cosa no estaba muy bien por el Pozo y mi Paqui se había ido a

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trabajar hacía poco, pues me animé y pensé que así estaríamos todos juntos. Así que fui a ver a un paisano conocido que tenía allí Tomás “El Zoila” era, a pedir trabajo a la empresa donde él trabajaba, así que fue conmigo a la oficina y le habló de mí. Me dieron trabajo y me dijeron que hasta que quisiese y que cuándo iba a empezar. Tomás le dijo que habíamos venido del pueblo para vivir allí, con lo que teníamos que volver al Pozo a por las herramientas y por la familia. Mi mujer no sabía nada de aquello porque solo había ido a ver a mi hermano sin otra intención, así que cuando llegué al Pozo y se lo dije le cayó por sorpresa. Claro que yo la animé más porque mi hermano tenía un piso vacío que había acabado de hacerlo a falta de las ventanas y me dijo que en cuanto estuviese nos podíamos ir. De todas formas hasta agosto no se podían venir, hasta que la empresa diera las vacaciones. La empresa se llamaba Rasós Saball, y como el lunes después de Semana Santa no se trabajaba pues me vino muy bien. Me fui en el coche de Paquillo y llegué el martes por la mañana, y por la tarde empecé a trabajar.

Como yo tenía una moto Derbi de 40 cm. Cúbicos me la llevé ya que hacía falta para ir a trabajar porque hasta las vacaciones estaba en Calella. Estaba de pensión en casa de mi hermano. Lo del piso que me dijo al final no pudo ser porque

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le hizo falta a él, así que tuve que andar buscando, y encontré un piso por medio de un conocido que se dedicaba a estas cosas. Mientras me llevé a la familia pasaron cuatro meses, que se me hicieron muy largos. Como la empresa paró todo el mes de Agosto aproveché para traerme a la familia. Como el piso al que íbamos estaba amueblado sólo tuvimos que preparar la ropa. Durante los cuatro meses que estuve hasta las vacaciones todos los Domingos iba a ver a mi Paqui a donde estaba trabajando, que era una lavandería en Escalanyá.

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CAPÍTULO 37

NARRA DESDE QUE NOS FUIMOS A PALAFRUGELL HASTA QUE NOS LLEVAMOS LOS MUEBLES AL AÑO

SIGUIENTE

Agosto de 1978. Por el veinte más o menos nos fuimos a Palafrugell. Primero fuimos con el equipaje a lo de mi hermano mientras que iba a buscar a la persona que me buscó la vivienda. Fui a su casa que vivía en la calle La Fuente, era Manolo “El de los Relojes”. Una vez que me encontré con él me llevó con el dueño del piso y resultaba que éramos paisanos y muy conocidos. Se llamaba Emilio “El Garrio”, que murió de cáncer unos pocos años después. Su mujer se llamaba Albina y eran muy buenas personas. Una vez visto y dados a conocer nos fuimos a por el equipaje y nos instalamos. Al día siguiente fui al Ayuntamiento a empadronarnos, para poder apuntar a los hijos al

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colegio. El piso nos lo alquiló pero nos dijeron que para el verano siguiente lo teníamos que dejar pues lo tenían apalabrado a unos extranjeros. Le dijimos que no había problema y que para entonces ya tendríamos tiempo de encontrar algo.

Al empezar a trabajar después de las vacaciones, ya me pusieron con dos paisanos conocidos a trabajar a destajo, eran Tomas y Rafael, “Los Zoilas” les decían. Ya lo tenía Tomas hablado con el encargado, para formar una Coya, que íbamos tres paletas y dos manobras. Empezamos a trabajar en el mismo Palafrugell para hacer las escuelas (Barcelo Matas). Trabajamos mucho pero cobrábamos buenas jornadas. Aquel trabajo duró cinco o seis meses. Después fuimos yendo a otros y otros.

En enero de 1979, o sea seis meses después de ocupar el piso, nos enteramos de que en la calle Palamós dejaba una familia una vivienda, que por cierto eran del Pozo, y fuimos a hablar con ellos. Nos dijeron que en unos quince días se iban, con lo que hablamos con la dueña que vivía puerta con puerta y nos dijo que sí nos alquilaba la vivienda. Nos cobraba cuatro mil pesetas. Así que a los pocos días ya nos quedamos con la llave. La casa tenía dos inquilinos, uno abajo y el otro arriba que es donde nos quedamos nosotros. Los de abajo nos dijeron que se habían comprado un piso y que

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en poco tiempo se irían con lo que nosotros ya nos quedábamos con toda la casa.

Así que le dijimos al dueño del piso que lo sentíamos pero que dejábamos el piso. No le dio mucha alegría, pero también nosotros teníamos que dejarlo antes del verano por lo que nosotros teníamos que ver nuestro apaño. Aún así tomamos buena amistad con ellos y con sus dos hijos que vivían allí también en el bloque.

A los pocos días nos avisó la paisana de que se iban en dos días, con lo que cuando se fueron fuimos, le pagamos el alquiler y nos dio la llave. Entonces, mi mujer se fue para el Pozo, preparó las cosas y buscó el camión de la mudanza y quedamos en cargar las cosas en Domingo y el Lunes, nosotros otra vez en el coche de Paquillo a Palafrugell. Estuvimos esperando tres días los muebles, y es que iban a paso de tortuga, pero por fin llegó y mis compañeros de trabajo me ayudaron a subir los muebles a la vivienda. A los dos meses se fue el otro inquilino y nos quedamos con toda la casa por nueve mil pesetas.

Al poco de vivir en la casa, vi que mi Paqui se había puesto novia. Yo veía cuando se recogía por la noche, y que el novio, como siempre pasaba, a lo primero le daba respeto el padre de la novia. Siempre se quedaba cien metros más arriba, cuando lo que tenía que hacer era acompañarla

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hasta la puerta, ya que había por allí una pensión que siempre había muchos moros. Así que le dije a mi Paqui que no se quedara en la esquina y que la acompañara hasta la puerta. Ella se lo dijo a él y aquello fue la perdición, o la bendición como se dice. El caso es que a los pocos días llegaron a la puerta y me dice mi Paqui que si Miguel puede pasar. Yo le contesté que probara a ver si podía, con que ya entró y fue uno más de la familia. Yo, por invitarlo, le dije a la Paqui que le pusiera un cubalibre. Ella se lo puso y él no bebía alcohol, con lo que para el fue una putada, pero bueno, ahí quedó la cosa.

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CAPITULO 38

NARRA DESDE QUE ACABAMOS LAS ESCUELAS HASTA QUE ME DESPIDIERON DE LA

EMPRESA “RASOS SABALLS” DE LA BISBAL

1979, cuando acabamos las escuelas en Palafrugell, nos mandaron un a trabajar a El Estartit, a hacer un chalet con restaurante y una piscina cubierta al borde de la barra, en la montaña. Al trabajo íbamos y veníamos en los coches de los compañeros, uno lo llevaba cada semana, y los que no teníamos coche le teníamos que dar en compensación por traernos y llevarnos, hasta que un día me dijeron que yo tenía que sacarme el carnet y comprarme un coche para llevarlo yo también.

Así que era a mediados de marzo cuando me apunté a la autoescuela y el día ocho de mayo de 1979 me lo saqué. Aprobé a la primera, cosa

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que cuando se lo dije a los compañeros decían que eso no era verdad, que no podía ser a la primera. Pero como me dieron el carnet provisional se lo enseñé y entonces me creyeron.

Así que a los quince días me compré un coche, un Sinca 1200 Especial. De esta manera cuando me tocaba a mí ya lo llevaba y problema arreglado.

Cuando acabamos el chalet, nos mandaron a El Estartit a una obra al lado de la playa a un edificio redondo de veintiocho metros de diámetro y seis plantas sobre una plataforma de hormigón y hierro de metro y medio de gruesa encima de la arena. Cuando se acabó esa obra nos mandaron a San Antonio de Calonge al lado de la playa a un edificio de apartamentos que le quedaba poco para acabarlo, y cuando se acabó nos mandaron a la Escala. Eso era ya marzo de 1980, fue a hacer cerramientos y tabiquería. Ese fue el último trabajo que hice en esa empresa, porque a últimos de abril recibí una carta en la que decía que a partir del 7 de mayo la empresa prescindía de nuestro trabajo por falta de rendimiento. Cuando leí la carta se me cayó el mundo encima porque aquello no se lo esperaba uno. Con lo a gusto y bien que estábamos en aquellos momentos. Así que yo y diecinueve trabajadores más recibimos las mismas cartas y

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como es natural no podíamos estarnos quietos ni callados. Nosotros decíamos que si nos echaban porque les faltaba trabajo lo hubiéramos comprendido, pero por lo que ponía la carta yendo a destajo pues no estábamos de acuerdo. Claro, empezaron por la cola, y como yo había entrado de los últimos pues salí de los primeros. Así que el despido no tenía sentido, decían que era por no rendir cuando trabajábamos a destajo.

Así que nos fuimos a reclamar a la oficina, y nos dijeron que es que la empresa no tenía trabajo para todos y para poder despedirnos tenían que poner un motivo. Nos dijeron que teníamos que denunciar a la empresa para que nos pagaran nuestros derechos y poder cobrar el paro, que el juicio lo teníamos ganado.

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CAPÍTULO 39

NARRA SOBRE EL DESPIDO DEL TRABAJO Y EL PROBLEMA QUE TUVIMOS PARA COBRAR

Como no podía ser de otra manera, los veinte despidos fuimos al Sindicato de Comisiones Obreras a poner la denuncia a la empresa Rasos Saballs. En el sindicato les contamos a los abogados la situación y el motivo por el que la empresa nos despedía, que nos despedía por bajo rendimiento y trabajábamos a destajo. Les dijimos que normalmente sacábamos veinticinco mil pesetas, mientras que a jornal ganábamos quince mil. Entonces se pusieron manos a la obra y pusieron la denuncia a la empresa en Magistratura y nos dijeron que esperáramos a que nos llamaran para el juicio. Nos advirtieron que mientras que aquello no acabara no podíamos trabajar en ningún sitio, porque nos exponíamos a perder todos los derechos si la empresa se enteraba. Así que fue

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un tiempo de nervios y de desesperación por no poder trabajar.

Como coincidió con la cosecha de la piña, pues otro compañero y yo nos dedicamos a coger piñas de los pinos. Era un trabajo penoso porque teníamos que subir a los pinos y las piernas nos las hacíamos una carnicería. Por lo menos estábamos un poco ocupados y al menos ganábamos para comer, algo es algo.

El juicio salió al mes de poner la denuncia y como era de esperar lo ganamos, porque cuando el magistrado leyó la carta de despido, le dijo al representante de la empresa que cómo que trabajando a destajo le ponen que nos despiden por bajo rendimiento. Entonces el abogado contestó que los despidió por conveniencia de la empresa y en ese momento el magistrado dio por terminado el juicio a nuestro favor y leyó la sentencia que dictaría lo que se le abonaría a cada trabajador. Le dijo al abogado si tenía algo en su contra y contestó que no. Entonces el magistrado le dijo que en el plazo de veinticuatro horas tendrían que pagarnos lo que nos correspondía. A mí me tenían que dar trescientas cincuenta mil pesetas.

Al día siguiente quedamos todos en juntarnos en la puerta de la oficina a las nueve de la mañana, en La Bisbal. Cuando estuvimos todos

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subimos a la oficina para que nos pagaran. Llamamos a la puerta y salió el jefe, bueno, unos de ellos porque eran dos. Salió y nos dijo que qué queríamos, y le contestamos que veníamos a cobrar lo que nos pertenecía a cada uno. Nos contestó que no tenían dinero, que cuando tuvieran nos pagarían cuando pudieran. Entonces nos fuimos en busca de los representantes del Sindicato de Comisiones Obreras y los contamos lo que nos había pasado. Nos dijeron que teníamos que conseguir entrar en la oficina y una vez allí hacer un encierro con ellos dentro, sin levantar sospecha y pacíficamente. Dijo que cuando estuviésemos dentro los llamáramos y que no saliésemos hasta que no se arreglara todo. Pero cuando llegó el momento no se presentaros estos representantes y nos dejaron solos. Entonces quedamos para no levantar sospechas dos días después, y así lo hicimos. Esperamos en la puerta de la calle, “callaícos” y con tranquilidad, hasta que llegó otra vez Saballs y nos saludó. Nos preguntó que qué hacíamos allí y le contestamos que queríamos hablar con él. Nos dijo que esperáramos un poco, y a los quince minutos nos llamó y subimos arriba. Había un pasillo largo con un recodo y en el fondo estaba la oficina de los jefes. Llamamos y nos acercamos tres a la puerta. Abrió Saballs y nos dijo que qué queríamos hablar.

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Le contestamos que queríamos que nos pagaran nuestro dinero, y nos volvió a contestar lo mismo. Nos dijo que nos fuéramos de allí y le contestamos que no nos íbamos. Entonces fue a cerrar la puerta y pusimos el pie para que no cerrara. Aquello le cayó muy mal, se puso nervioso porque creía que le íbamos a hacer algo, pero nosotros de violencia cero. Así que se fue para adentro, se dirigió a su mesa y cogió una pistola y nos encañonó y nos amenazó para que nos fuéramos. Entonces le dijimos que no nos íbamos hasta que esto se arreglara. Acto seguido le dijimos a unos compañeros que fueran al Cuartel de la Guardia Civil y les dijeron que nos habían amenazado con una pistola. Nos dijo que nos fuéramos por segunda vez y le dijimos que no nos íbamos, y él que sí. Entonces nos pusimos delante tapando el paso y le dijimos que de allí no salía nadie si se pasara un mes, que aquello se tenía que arreglar. Entonces se metió para adentro y había con él otra persona y se ve que le dio la pistola para quitársela de encima. Llegó el capitán de la Guardia Civil y nos preguntó que qué pasaba y se lo contamos. Nos dijo que si podía cerrar un momento la puerta para hablar con Saballs . Al poco salió con una pinza gigante de tender la ropa y nos dijo que si era con eso con lo que nos amenazó. Pero yo mientras había estado

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dibujando la pistola porque me imaginé lo que podía pasar y le enseñé el dibujo al capitán. Él sacó su pistola y vimos que era exactamente igual. Pero el hombre nos dijo que no podía meterse en cosas laborales, pero aun así nos echaría una mano.

Una vez dentro Saballs nos dijo que él solo no podía hacer nada, que eran dos socios. Entonces llamó al otro y al venir le puso al corriente de la situación. El capitán con ellos medió en el asunto y todo se arregló. Quedamos que nos pagarían en tres plazos, el primero dentro de unos días, el segundo en quince días y el tercero al mes. Por fin, ya cuando nos pagaron todo nos pusieron en el paro.

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CAPITULO 40

NARRA DESDE QUE EMPECÉ A COBRAR EL PARO EN 1982 HASTA QUE ME VINE AL POZO A OBRAR LA

CASA PARA VENIRNOS TODOS

Empecé a cobrar el paro el 8 de mayo de 1980 hasta el 28 de agosto de 1982. Durante ese tiempo hice varios remiendos como allí se dice, y entre tanto también estuve seis meses con la compañía de aguas de Palafrugell, a escondidas como aquel que dice. Otra temporadilla estuve el Bar La Guitarra haciendo unas reparaciones, pero como veía que el paro se me iba acabando y no me llegaba hasta donde yo tenía mis cuentas pues fui al medico para que me diera de baja y me la dio, con lo que el paro se detuvo y ya no contaba aunque seguía cobrando, y así estuve nueve meses, cosa que hoy no se puede hacer.

Como veíamos que la situación no mejoraba pensamos de venirnos al Pozo otra vez. Por otro lado se me presentó un dolor suave que si sentado

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no acostado se me quitaba. Tampoco me impedía trabajar pero me molestaba mucho. El caso es que estuve dos semanas trabajando en Santa Coloma de Farner y allí se me quitó el dolor. Y es que resulta que el pueblo estaba pegado en la montaña. También cuando fui al Pozo a pagar un solar que habíamos comprado no me dolía, por lo que parece ser que el clima húmedo de Palafrugell me iba mal. Se lo dije a mi familia y decidimos que al año siguiente nos íbamos para el Pozo porque además allí tenía trabajo en cuanto llegase.

Cuando estuve en el Pozo, fue por septiembre y en noviembre o por ahí el novio de mi Paqui me dijo que se querían casar antes de que nos fuéramos para el Pozo. Claro ella no se iba a quedar sola allí, pues como el lógico les dije que bueno, que lo que ellos vieran. Así es que al poco tiempo dijeron el día que se querían casar, el 29 de enero próximo. Empezamos los preparativos, buscaron una vivienda en la Sauleda, y el día 29 de enero de 1983 se casaron. La ceremonia fue el Pals, el pueblo del novio y el banquete en San Antonio de Calonge. Costó ciento cincuenta mil

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pesetas que la pagamos los padres. A la boda fueron todos mis hermanos, mis cuñados, mi madre y mi suegra, porque mi suegro hacía dos años que había muerto.

Por el mes de marzo estuvo allí un familiar por parte de mi mujer, le comenté que nos íbamos a ir para el Pozo y nos dijo que en su empresa hacía falta una albañil para hacer de encargado en un edificio grande que iban a hacer en Castril, que si quería les hablaría de mí. Yo le dije que contaran conmigo y ellos como me conocían aceptaron. La empresa era Luis Gámez “El Pelijas”.

Vine en Semana Santa que era final de abril y quedamos en que mientras preparaban el terreno para la obra yo hacía lo de mi casa que tenía que hacer la cochera y otras cosas.

Así que me fui a Palafrugell y estaba haciendo un trabajo y le dije al dueño que me tenía que marchar, con lo que a mediados de mayo ve vine yo solo a preparar la casa para cuando acabara el curso venirnos toda la familia.

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CAPITULO 41

NARRA DE CUANDO NOS VINIMOS DEFINITIVAMENTE AL POZO Y EMPECÉ A TRABAJAR

CON LA EMPRESA GAMEZ RAMOS

A primeros de mayo del 1983 me vine al Pozo, saqué el permiso de obra para quitar una ventana y poner una puerta de cochera y con ese permiso hice la reforma en la planta baja. Así que empecé la obra y a mediados de junio, cuando terminó el curso escolar me fui a por mi familia. Cuando llegué me dijeron que estaba allí Juan “El Malparió” con un furgón grande. Entonces me fui en su busca y, por cierto, éramos vecinos en el Pozo. Le dije que si me podía llevar los muebles y me dijo que sí, que en cuanto vendiera los ajos que había llevado que lo cargábamos. Así que a los tres o cuatro días cargamos los muebles y todo lo que cupo, y lo que no lo cargamos en el autobús y ya nos vinimos, menos mi Mari que se quedó a terminar la temporada de verano que terminaba en agosto, y mi Paqui que se mudó a la casa donde

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vivíamos nosotros. El trabajo de la Mari lo tenía a ciento cincuenta metros de la casa. Trabajaba en el restaurante Mas Oliver, y cuando terminó se vino para el Pozo.

Cuando llegamos al Pozo colocamos los muebles y el comedor que estaba acabado, y lo que quedaba de la obra era la cocina, pero no teníamos problema porque en el patio había y hay una cocina, no muy fina pero que hacía y sigue haciendo el apaño.

El día 18 de julio de 1983 me tuve que incorporar en la empresa, porque ya estaba todo a punto y eso no esperaba, y la obra que me quedaba por hacer la tuve que hacer los fines de semana y en ratos. Lo que me quedaba era hacer los muebles de cocina, porque eran a estilo catalán, que eran todo de obra excepto las puertas.

La obra en la que empecé de encargado fue en Castril de la Peña. El edificio era para poner una fábrica de confección de ropa de caballero en la planta baja y en la superior doce viviendas y cuatro duplex, jardín y piscina para los dueños de la finca, por cierto dos mujeres, Carmen y Encarna.

La empresa de construcción se llamaba “Luis Gámez” y a los cuatro o cinco meses aumentó la sociedad y le cambiaron el nombre y

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pasó a llamarse “Gamez Ramos S.A.”. La nueva empresa la construyeron cuatro socios, dos más de los que tenía. Más adelante le pondrían el nombre de GARASA.

Esta obra era la primera que hacía la empresa, y yo fui el primer encargado. Había otros trabajadores del Pozo a los que les daba rabia que me hubieran puesto a mí de encargado viviendo de Cataluña estando ellos aquí.

La obra se hizo en 14 meses, en la terminación a falta de unos cuantos detalles. Me quedé yo solo y me dijeron que para que me ayudara me llevara a mi hijo. Allí ganó sus primeros dineros de su joven vida, quince años. Fueron tres o cuatro días y aquello le hizo ilusión. La obra se acabó en septiembre de 1984.

Al acabar la obra de Castril, entonces me mandaron a hacer otro trabajo a embovedar un barranco en el pueblo de Torres, cerca de Jaén, a unos quince kilómetros en medio de Sierra Mágina. El día que me llevó el jefe, encargado de personal y de atender las obras (Manolo”El Abicholón”), me llevó en su coche a Torres, me entregó unos picos y unas palas, me dijo el trabajo que había que hacer y allí me dejó, como se dice abandonado como un perro, sin conocer el pueblo ni a nadie. Menos mal que estaba allí también esperando que llegáramos la máquina

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excavadora y el maquinista que era de Baza y estaba igual que yo, a dos velas, y también tenía allí su coche, y con la ayuda de uno de allí encontramos donde dormir y donde comer, que por cierto le di trabajo después, cosa que agradeció mucho porque era un pueblo sin trabajo nada más que el campo. Allí no había obras porque por el sitio que se encontraba el pueblo no había donde hacer una habitación, teníamos que dormir en un sitio y comer en otro.

Cuando el trabajo estaba a un 75%, me mandaron a hacer el Centro de Salud en Pedro Martínez, provincia de Granada. Eso fue en Septiembre del mismo año 1984. Allí estuve hasta últimos de Noviembre.

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CAPÍTULO 42

NARRA DEL CENTRO DE SALUD DE PEDRO MARTINEZ

A últimos de Noviembre de 1984 me fui en mi coche en busca de Pedro Martínez, guiándome con el mapa, sin tener idea de donde se encontraba ese pueblo. Así que como digo cogí el mapa sabiendo que era de la provincia de Granada, miré el mapa y vi la situación, porque la empresa no me dijo por donde tenía que irme, nada más que me fuera para Pedro Martínez y a la entrada a la izquierda vería una estructura metálica que está parada. Allí al lado estaba la obra y había una barraca, que ya habían pedido permiso para que nos la dejaran para guardar las herramientas y meter el cemento. Después tenía que esperar a que llevaran la grúa.

Iba y venía diariamente, en el camino tardaba hora y media, me iba por Cuevas del

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Campo, Bacor, Gorafe, Los Baños de Alicún y a Pedro Martínez.

Llevaron la grúa, la montaron y ya me pusieron los trabajadores para empezar. La excavación de los cimientos estaba hecha, hicimos el saneamiento mientras los ferrallas preparaban el hierro. Una vez puesto el saneamiento echamos la cimentación con peones de allí. Después me mandaron albañiles y peones del Pozo. Los ferrallistas también eran del Pozo. La empresa nos puso una furgoneta para el personal y nos íbamos por otro sitio. Yo los días que fui solo me iba por otra parte que decían que se arrodeaba mucho, y entonces nos íbamos por el camino del Puente de los Ojos a Puerto Blanco y por la cuesta El Negral, bajábamos al río Guadiana Menor y río arriba cruzábamos el río y pasábamos por Cortijo Nuevo pasando por Villanueva de las Torres y a Pedro Martínez. Hay en línea recta unos cuarenta kilómetros, pero la mayor parte eran caminos en algunos sitios malos. Tardábamos hora y media igual que por el otro sitio aunque era más del doble de distancia, íbamos y veníamos diariamente. Nos cogió el comienzo del invierno y caían unos hielos grandísimos. Por las mañanas teníamos que parar a quitar el hielo del cristal de delante. Teníamos que liarnos en una manta del

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frío que hacía dentro de la furgoneta, porque tampoco tenía calefacción y era vieja.

Llevaríamos dos meses y la empresa pensó que nos quedáramos a dormir allí y quedarnos toda la semana, pero en el pueblo de Pedro Martínez. Allí no había donde alojarnos. No había ninguna pensión ni nadador el estilo, ni donde comer. Por fin conseguimos en un bar que nos dieran de comer a medio día y para dormir teníamos que retroceder doce kilómetros a un pueblo que se llama Fonelas. Allí dormíamos y cenábamos y nos hacían el bocadillo.

Cuando estaba la cubierta preparada para poner la teja, el jefe me dijo que hiciera el tejado a destajo, y yo le dije que bueno, pero que yo también quería entrar en el destajo de los demás.

El invierno era muy frío y allí corría casi siempre el viento muy fuerte. Además, aquello estaba en un descampado que soplaba de lo lindo. El agua se congelaba en las tuberías, tenía doce bidones para tener siempre agua donde echar mano, y se cuajaban los bidones enteros. Con el aire lo pasábamos mal, un día se hizo presente un inspector de trabajo y estábamos comiendo el bocadillo. Teníamos los cascos puestos por allí y nos quería multar porque decía que el casco teníamos que tenerlo puesto. Hacía un aire que se llevaba las piedras, que no podía ni funcionar la

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grúa. Entonces le dije que se pusiera el casco y se diera una vuelta por la obra y ver si se le estaba quieto en la cabeza. El aire se lo llevaba, y como vio que era verdad no nos puso la multa, no dijo ni adiós y se fue sin decir nada.

En la obra estuve 9 meses, pero cuando estaba acabando, quedaba una semana para terminar me mandaron a empezar otra. Si me hubieran dejado una semana más la obra se acaba, y al que me pusieron en mi puesto echó un mes. Faltaban unos siete u ocho metros de azulejo y pidió un palé entero según me dijeron.

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CAPÍTULO 43NARRA DE LA OBRA DE QUESADA Y DEL NACIMIENTO DE MI PRIMERA NIETA

La obra a la que me mandaron hacer fue a Quesada a primeros de agosto del 1985, para hacer 30 viviendas. Íbamos y veníamos todos los días, por la carretera de Tiscar. En el invierno era malísima cuando caían hielos. El puerto era peligroso y si nevaba también era malo. Alguna que otra vez teníamos que volvernos y coger la carretera de Huesa e Hinojares.

Estando haciendo la obra de Quesada, el 21de enero de 1986 nació mi primera nieta que le pusieron de nombre Cristina, por su abuela paterna. Mi mujer se fue unos días antes del parto y allí estuvo hasta que mi

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hija se quedó bien. Yo no la pude ver hasta las vacaciones en el verano.

Como mi yerno José María tenía carpintería metálica, le dije a mi empresa que se acordara de él y así fue, le dieron la obra que yo estaba haciendo en Quesada. Ésta se acabó en julio de 1986.

CAPÍTULO 44

NARRA DE LA OBRA DE LA IRUELA, DEL CENTRO DE SALUD, LA MUERTE DE MI SUEGRA Y LA

BODA DE MI MARI

De la obra de Quesada me mandaron a hacer 17 viviendas en la Iruela en julio de 1986, en la salida de la Iruela en la carretera que va a la ermita de la Virgen de la Cabeza. Era un terreno que no se aguantaban ni las cabras monteses, con un desnivel de un 100%. Allí también íbamos todos los días que duró la obra. Un día hubo una nube tan grande que no pudimos venir y tuvimos que dormir allí porque se cortaron las carreteras. Probamos a salir de Cazorla y por poco nos lleva una riada. Menos mal que el coche que llevábamos no se paró. Si se para nos lleva el agua. Así que tuvimos que dar media vuelta a la Iruela otra vez a buscar donde dormir. Yo iba con pantalones

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cortos y en manga corta porque era verano y pasé por la noche más frío que una mona. También nos cogió dos inviernos cruzando el Puerto de Tiscar. La obra se acabó en Diciembre de 1987.

De La Iruela me vine al Pozo a hacer 4 viviendas a Serafín “El Fatigas”, o sea, la estructura que fueron dos meses, que se terminó en febrero de 1988.

Después me mandaron a Vilches a hacer 30 viviendas, y por temas burocráticos después de un mes de estar allí y todos los cimientos replanteados no pudimos tocar el terreno y se paró el trabajo. Entonces me dejaron haciendo el Centro de Salud del Pozo.

En Abril de 1988 empezamos el Centro de Salud. Ya tenía yo gana de comer a mediodía y por la noche en mi casa, hasta el bocadillo de media mañana me lo comía en mi casa, y aprovechaba para ver una novela que ponían que se llamaba “Los ricos también lloran”. El trabajo duró 11 meses. Fue la mejor temporada que tuve en todo el tiempo porque siempre estaba fuera.

Al terminar el Centro de Salud en junio de 1989 me mandaron a hacer la segunda fase del Centro de Salud de Guadix que estaba por terminar. Íbamos y veníamos todos los días y en ese tiempo estaban haciendo la autovía A-92.

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Estando en Guadix me sentía mal del esófago y tuve que ir al médico porque muchas veces se me atrancaba la comida en la garganta o poco más abajo. Me miraron con las gomas y tenía una hernia en el esófago. Me mandaron un tratamiento y me fue muy bien, pero a pesar de eso me pusieron las gomas tres veces por la boca. Eso era malísimo. Una vez en Úbeda y después dos en Baza, y hasta el día de hoy.

El día 17 de enero de 1989 se murió mi suegra, que por cierto la teníamos en nuestra casa, y el 18 de marzo se casó mi Mari. El banquete fue en Castril en el Restaurante La Fuente. Fue sensacional de bueno. Ese día nevó, pero gracias a Dios todo salió muy bien.

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CAPÍTULO 45

NARRA DE LA OBRA DE SANTISTEBAN DEL PUERTO Y DEL NACIMIENTO DE MI NIETO MIGUEL

En julio de 1989 me mandaron a Santisteban del Puerto a hacer 64 viviendas, que ya otra empresa las había dejado con poco más de los cimientos. Primero me llevaron un día para enseñarme la obra y también el camino y a los pocos días me fui a Santisteban. Allí otra vez sin conocer nada de nada y sin nada más que los planos, tres picos y tres palas. Yo cuando llegué lo único que vi era mucha hierba seca en medio de toda la obra, porque estaba en medio del campo. Estuve tres días esperando que fuera alguien a decir algo, porque allí como he dicho no había ni agua para beber, hasta que un jefe de la empresa y fuimos al Ayuntamiento para que nos engancharan el agua, que no fue nada fácil, porque

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la tenían muy escasa para el pueblo. Fue un verano de mucho calor. A los tres días fui a La Carolina a por el que iba a llevar la grúa y tuve que dormir allí una noche. Eso fue para derretirse de calor. Bueno, pues ya entre los dos y otros dos que buscamos empezamos a preparar para poner los raíles para la grúa y la obra se empezó. Hasta que encontré donde dormir estuve yéndome al Pozo aunque tardaba casi dos horas de camino, pero al tercer día encontré donde alojarme. Fue en una casa particular que se dedicaba a eso, y allí estuve un año.

El día 18 de agosto de 1990 nació mi nieto Miguel. Esta vez estábamos allí de vacaciones, así que lo vi de recién nacido. Cuando se terminaron las vacaciones vuelta al trabajo.

Cuando llevaba un año de pensión, la obra estaba muy avanzada y acabé una casa y dejé la pensión, porque la verdad la comida no era muy buena, y con la “dormida” igual.

Cuando ya dormía en la obra ya no tenía necesidad de salir al dar de mano, porque ya no estorbaba en ningún sitio ni a nadie, y entonces,

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como siempre me había gustado el dibujo probé a ver si se me había olvidado, ya que desde que acabé la mili no había practicado. Probé con una foto pequeña de una revista, por cierto era Julia Otero, una presentadora de televisión, y me salió perfecta. Entonces pensé en probar a pintar con óleo y pinté un cuadro del pueblo de Santisteban. Vi que los colores estaban muy vivos y no quedaban muy bien y entonces pensé en rebajarlos con blanco. Probé haciendo muestras revolviendo colores y di con la tecla. Así que el tiempo que estuve viviendo en la obra me dediqué a pintar.

Cuando me quedaba poca obra me trasladaron a Jaén, fue en marzo de 1991, aunque tuve que ir varias veces a Santisteban a echar un ojo, ya que el que quedó al cuidado era un albañil de los más adelantados pero no era encargado.

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CAPÍTULO 46

NARRA DE LAS 28 VIVIENDAS DE JAEN Y EL NACIMIENTO DE MI NIETA LORENA

En marzo de 1991 como digo anteriormente me mandaron a Jaén a hacer 28 viviendas de lujo. Una obra complicada por la dirección, porque el aparejador de la empresa decía una cosa y los arquitectos decían otra, y además los propietarios decían otra. Todo por cosa de poner dos hierros más en alguno pilares, pero cuando yo me hice cargo puse los hierros que decían y todo quedó arreglado. Y es que el aparejador de la empresa se le puso una cabezonada, y con aquello me gané la confianza de los arquitectos.

Como ya se sabe Jaén para el calor es fatal. En el piso donde vivíamos era imposible de poder dormir. Cuando hacía calor yo antes de

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acostarme metía las sábanas en el congelador, pero ni con esas, a los diez segundos era lo mismo que si no las hubiera metido. A parte de eso, la obra también me quitaba el sueño cuando estaba a medias, porque yo solo no podía atender a todo. Tuve que pedirle a la empresa que me mandaran a uno para que me ayudara, porque me encontraba solo para tanto jaleo que tenía. Me tenía que preocupar de todo y entonces pusieron un aparejador, por cierto de Jaén, y uno para que me ayudara de Torreperojil, que estaba más tiempo en el bar que había en frente, él y el aparejador, que en la obra, y no tuve más remedio que dar cuenta. La empresa me dijo que apuntara las horas que estaba en la obra, y así lo hice. Nunca estaba más de cuatro horas, y el tiempo que estaba no salía de la oficina, cuando él era el que tenía que replantear, pero nada.

Como al mismo tiempo de hacer la obra se estaba haciendo un rebaje para más viviendas tenía que llevar la contabilidad de los camiones de tierra que salían.

En el tiempo que estuve en Jaén estaba mi hijo estudiando, cosa que vino muy bien, porque sirvió para darle ánimos y alguna información sobre la construcción que le hacía falta saber.

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En agosto nació mi nieta Lorena, el día 23 de 1991, era la segunda nieta.

En ese mes cogí las vacaciones y mientras estuve de vacaciones el par de pájaros, me refiero al aparejador y al ayudante, se ve que les dijeron a los jefes cuando iban a ver la obra que con ellos había bastante para terminar la obra. Claro, así ellos estaban a sus anchas, porque los dos estaban muy unidos, y a ellos la economía de la empresa les importaba poco. Pero la empresa no les hizo caso y cuando llegué fue un jefe, Manolo “El habicholón”, y me dijo que cogiera mis cosas y que me fuera para Río Madera a hacer un trabajo. Yo me quedé como se dice de hielo, y al preguntarle que porque me contestó que la obra iba con pérdidas y que había que ajustarse, por lo que si los otros dos se bastaban solos no era cosa de pagar otro sueldo para nada. Yo le dije que allí había gato encerrado y él me dijo que no. Así que me montó en el coche y me llevó a enseñarme el trabajo que tenía que hacer. Lo que tenía que hacer era un camping infantil donde mismo nace el Río Madera.

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El quitarme de la obra de Jaén les cayó muy mal a los dos arquitectos que llevaban la obra, y además ellos tenían parte. Después la empresa lo pagó caro, porque según me contaron era un desastre y acabaron por echar al aparejador.

CAPÍTULO 47NARRA DE LA OBRA DE RIO MADERA

El día 2 de septiembre de 1991 empezamos el trabajo en Río Madera. Era un camping de la Junta de Andalucía hecho para escolares. El trabajo que había que hacer era otri que había dejado otra empresa sin acabar.

Río Madera está en el corazón de la Sierra de Segura, en el mismo sitio que nace el río Segura. Allí el clima de día es bueno, pero por la noche es muy frío. Para dormir había que poner tres mantas en la cama. Allí estábamos de lunes a sábado y dormíamos en una especie de barracón que es donde dormían los colegiales. Estando allí nos cogió la temporada de “guíscanos”. Después

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de comer, el rato que quedaba, los buscábamos, solamente teníamos que cruzar la carretera y estaban allí. Claro, había que buscarlos, pero había. Se criaban unas setas muy buenas, así que los disfrutamos y también traíamos a la casa.

El viaje a Río Madera lo hacíamos por Castril, el pantano de San Clemente a Santiago de la Espada a Río Madera. Tardábamos casi tres horas, porque en Santiago de la Espada parábamos a tomarnos una copa de aguardiente. Hay otros sitios donde ir, pero para nosotros era el mejor camino. Yo me llevaba víveres para toda la semana y algunos trabajadores también, porque de pronto si caía un nevazo se quedaba aquello incomunicado, y los que no se llevaban nada comían en un bar que había en el poblado de Río Madera. El poblado era de seis o siete casas. Estaba un poco más abajo del camping. La obra se tenía que terminar para la Navidad. Hubo que hacer una especie de teatro romano y al lado una ermita y otros trabajos. Se acabó en el plazo previsto y el día de antes de la Nochebuena se acabó el trabajo y para casa. A los dos o tres días que era fiesta me llamó Manolo “El Habicholón” a la oficina, y me dio un cheque de veinticinco mil pesetas. Eso fue de aguinaldo por haber terminado la obra en el plazo previsto, porque si

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no se hubiera terminado en el plazo acordado les hubieran multado por incumplimiento de contrato.

De Río Madera me mandaron a Olivares, de la provincia de Granada.

CAPÍTULO 48

NARRA DE LA OBRA DE OLIVARES Y LA IGLESIA EVANGELISTA DE LINARES

En enero de 1992 me mandaron a Olivares, a una obra que estaba a medias y estaban sin encargado. Había tres o cuatro trabajando, era una obra de 30 viviendas y aquello era una pena como estaba todo. Para que pudieran empezar los yeseros, estando hasta la instalación hecha, echamos dos meses arreglando aquello. Había en la planta baja baños sin conectar al saneamiento y así todo.

Olivares es un pueblo que en ese tiempo no había donde dormir. Durante una semana tuve que

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ir a dormir a una pensión junto a la carretera en Pinos Puente. Era un restaurante y en una casa aparte es donde se dormía. Aquello parecía la casa de Drácula. Era una casa muy rara. La habitación que yo dormía no tenía ni ventana. Yo me acostaba y no dormía en toda la noche. Por la mañana daba gracias a Dios por estar vivo, y entonces pensé en traerme la cama mueble de mi casa para ponerla en la oficina, y así lo hice. El siguiente lunes me llevé la cama y dormí allí. Me llevé el camping gas y de noche allí me arreglaba y desayunaba, y a mediodía comía en un bar que daba comidas. Así estuve 5 meses y cuando quité toda la mierda que había por todos los sitios de la obra y la puse en condiciones me cambiaron de obra.

Era el mes de julio de 1992 cuando me mandaron a Linares a hacer una iglesia evangelista, y cuando estaba la estructura hecha se paró por falta de pago. Si en Jaén hacía calor, en Linares no hacía menos. Tenía que poner la cama en la ventana y no se podía ni respirar, peor que de día y de día peor que de noche, por lo menos en verano que me pilló a mí. La obra se acabó en diciembre y de allí me fui a Quesada.

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CAPÍTULO 49

NARRA DE CUANDO ESTUVE EN QUESADA Y EN MÁLAGA CUANDO HICE 10 VIVIENDAS

En diciembre de 1992 me mandaron a Quesada para hacer una nave en el polígono industrial. Fue la primera nave que se hizo, y fue para el Ayuntamiento, y después de hacer la nave me subieron al pueblo a echarle el pavimento a las calles de las 30 viviendas que hicieron después de las que yo hice. Allí estuvimos poca gente y en la nave estuvimos cinco o seis que eran de Cazorla. En las calles lo único que tenían era los bordillos puestos y nada más. Así que por cosas del

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personal estuve a gusto y se acabó el trabajo en abril de 1993.

Después me mandaron a la Sierra del Pozo en un sitio llamado Cañuelo, por debajo de “La Cabrilla”, a hacer un cortijo grande para los hermanos Torres Vela. Aquello tenía mala pata, porque como lloviera y no salieras corriendo con el coche ya no podías salir de allí, porque el coche patinaba o se hundía en el barro del camino. En el tiempo que estábamos allí era el de las setas de “cardo cuco”. Yo me daba disimuladamente una vuelta y cogía.

El cortijo tenía ocho dormitorios y ocho baños, una buena cocina, un comedor muy grande y horno para asar los ciervos que les preparaban los guardas.

Cuando acabé esta obra me mandaron a Málaga. Fue en 1993 para hacer un bloque de diez viviendas, en un rincón que el sol nos comía. No entraba ni mota de aire. Fue una obra con mucha dificultad para llevar los materiales a su sitio, porque la calle tenía tres metros con recodos y pendientes. Allí no podías entrar como no fuera con un Jumper, pero eso no nos valía. Teníamos que llevar los materiales con la grúa, pero con dos gruísta, el cual yo era uno, desde un descampado que allí había, se ponían los camiones y uno mandaba el material, y el otro estaba al tanto y

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cuando veía la grúa el otro dejaba de dirigirla. La grúa pasaba por encima de casas, que menos mal que estaban en ruinas y no las habitaba nadie.

A lo primero nos daba miedo, pero nos acostumbramos pronto. Delante de nuestras narices se drogaban y vendían la droga. Era un barrio malo, te quitaban hasta las herramientas. Al principio teníamos un grupo para la luz mientras nos la pusieron, y un lunes se habían llevado las baterías. Al Barrio le decían La Cruz Verde, uno de los barrios más problemáticos. Aquello estaba habitado por gitanos de los que daba miedo nada más verlos. La obra se acabó en julio de 1994.

A últimos de mayo de 1994 me compre el coche Opel Astra, que por cierto mi hijo lo apalabró y yo fui a hacer el trato. Él estaba estudiando en Jaén y allí fue donde lo compré.

El día 2 de septiembre de 1994, que era viernes, cuando llegué a mi casa que venía de Málaga, había llamado mi hermana Serafia y dijo que estando mi madre de paseo con mi hermana Mari Carmen le dio un mareo y se la llevaron a la clínica de Gerona. Estaba bastante mal, eso fue a las cinco de la tarde, y a las nueve llamaron diciendo que le había dado una angina de pecho y que había muerto. Así que preparamos las cosas y

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a las 11 salimos mi mujer, una hermana de mi madre y yo camino de Gerona. Fue un viaje malísimo, porque después del día de trabajo, el viaje de Málaga y la pena por mi madre, cuando iba por Valencia iba con los ojos que se me cerraban son querer aunque llevaba el aire acondicionado a tope. Tenía que ir parando de vez en cuando, parecía que estiraban la carretera, creía que no llegaba, pero por fin llegamos a las nueve de la mañana.

A mi madre la enterraron en Palafrugell y cuando se acabó todo regresamos al Pozo el día 5.

CAPITULO 50

NARRA DEL PASO POR PURCHENA, SEGUNDA OBRA DE JAEN Y ÚLTIMA OBRA CON GARASA

De Málaga me mandaron a Purchena de Almería a hacer once viviendas en dos grupos, uno de seis y otro de cinco, en un solar que era una ladera. Hubo que desterrar el terreno para hacer una plataforma para poder edificar. Era muy mal sitio con mucha pendiente y la entrada y salida muy estrecha. Los camiones tenían que salir a media carga y menos, porque si no no salían. Cuando estaba haciendo la cimentación me

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cambiaron de obra a Jaén otra vez, así que en Purchena sólo estuve tres meses.

En octubre de 1995 me fui a Jaén que estaba con la obra con muros interiores y los primeros pilares hechos, ya que el bloque tenía semisótano. Eran 27 viviendas. El caso es que el que llevaba aquella obra lo mandaron a la que yo dejé.

Cuando estaba la estructura hecha del bloque pararon la obra por falta de dinero para seguirla y me mandaron a Málaga con otros tres encargados más a un albergue que estaban reparando. Claro, que uno era el que llevaba la obra y los demás estábamos trabajando. Allí mismo comíamos y dormíamos. Estábamos a gusto por ese particular. Al mes de estar en Málaga me mandaron otra vez a Jaén, que por lo visto ya había dinero para acabar la obra. En la etapa anterior la empresa tenía un piso alquilado, que por cierto le dijeron al dueño que estaríamos un año habitándolo y al final sólo fueron tres meses, por lo que le sentó bastante mal, porque él se hizo sus cuentas con el dinero que iba a ingresar. Así que cuando volvimos otra vez ya no lo quiso alquilar y tuve que dormir en una obra que había en la carretera de Córdoba, a la salida de Jaén. Esa obra era para rehabilitar un conjunto de casas del ayuntamiento. Una de esas casas había

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sido de Franco que la usaba para cuando iba a Jaén de visita. Todas esas casas estaban amuebladas, había también oficinas, y cuando desecharon todos los muebles para rehabilitarlas yo me traje una mesa y unos ficheros mueble para mi Mari y un armario metálico para la ropa, unas taquillas y otra estantería más.

Estando haciendo la obra, mi hijo que ya había acabado la carrera y estaba trabajando en Madrid, nos dijo que se quería casar, y es que tenía un ajetreo viniendo a ver a la novia con tanto viaje que siempre estábamos con el alma en vilo.

Así que pensaron casarse el día del Nacimiento. Entonces con el tiempo suficiente alquiló un piso en Alcalá de Henares y se lo amueblamos entre los padres de las dos partes.

El día 25 de diciembre de 1995 se casaron, y más adelante se compraron un piso en la misma calle donde vivían.

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El 9 de enero de 1996 mi Mari dio a luz a mi cuarto nieto de nombre Alejandro. Ya tenía dos nietas y dos nietos, hasta que vinieran más.

La semana antes de la Semana Santa, Manolo “El Habicholón”, estando trabajando en la obra de Jaén, me dijo que al acabar la semana me llevara las cosas porque iban a empezar unas viviendas en el Pozo. Yo le contesté que ya le había explicado a la empresa que había pensado que al acabar la obra dejaría de trabajar, pues ya estaba muy cansado de estar siempre dando tumbos de un lado para otro, además de que las rodillas las tenía malamente y mi mujer estaba muy sola. Entonces me dijo que me quedara en Jaén y que acabara la obra, que no había ningún problema. Así que el

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31de julio de 1996 se acabó la obra, a continuación cogí el mes de vacaciones y a últimos de agostó dejé de pertenecer a Garasa.

CAPITULO 51

NARRA DE CUANDO PLEGUÉ DE LA EMPRESA Y FUI AL PARO

Como digo, acabé las vacaciones, la feria empezaba el día 3 de septiembre, eran malos días para arreglar papeles, así que cuando la feria acabó fui a lo poco que quedaba de la oficina porque la empresa se trasladó a Granada, para que me dieran los papeles para solicitar el paro. Cuando los llevé, me dijeron que me faltaba un papel de Jaén de Magistratura para poder cobrar

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el paro. Me dijeron que tenía que denunciar a la empresa si es que me habían despedido, así que fui a la empresa y se lo conté. Entonces quedamos que cuando me preguntaran que si la empresa me había indemnizado les diría que sí, y así quedamos, se hizo como que la empresa me había despedido para que yo no perdiera los derechos para cobrar el paro. Puse una denuncia en Magistratura de Jaén y a los ocho o diez días nos llamaron para declarar, me preguntaron que si era cierto que la empresa me había despedido y contesté que sí, entonces le preguntaron al empresario que porque me habían despedido y contestaron que por falta de trabajo. Dijeron que me tenían que indemnizar con 1.200.000 pesetas y yo dije que ya me las habían ingresado en la última nómina. Entonces cogieron y rellenaron un papel, lo sellaron y nos preguntaron si estábamos todos conformes a lo que contestamos que sí, y así quedó todo zanjado.

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CAPITULO 52

NARRA DE CUANDO EMPECÉ A COBRAR EL PARO, DE LA BODA DE MI YOLANDA Y DEL NACIMIENTO DE

MI NIETA IRENE

Una vez que me dieron el papel lo llevé a la oficina del paro y lo entregué y ya en octubre empecé a cobrar el paro. Al mes y medio de estar cobrando me llamaron del ayuntamiento para trabajar quince días.

En ese tiempo mi Yolanda estaba estudiando en Granada y ya teníamos todo el

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tiempo que hacía falta para lo que fuera menester. Íbamos de vez en cuando a Granada cuando hacía falta, cosa que estando trabajando no podía hacer.

Como tenía dos años de paro, cuando cumplí los 60 años solicité la jubilación anticipada y el día doce de diciembre recibí la tarjeta de pensionista y un talón con los días del mes de noviembre.

Como todavía podía trabajar me dediqué a hacer chapuzas y me sacaba unos buenos dinerillos, claro que como es natural hacía las cosas que me convenían y las que no le daba largas. Hacía cosas de albañilería, electricidad y fontanería, yo lo hacía todo y eso a la gente le venía de perilla. Claro eso no era legal pero todo el mundo que podía lo hacía.

Mientras que yo estuve en el paro mi Yolanda que estaba estudiando como dije anteriormente conoció a su novio Jesús de Huéscar que hoy es su marido.

Cuando termino la carrera se presentó a las oposiciones en Badajoz. Fuimos y buscamos donde dormir y nos costó mucho trabajo encontrar, pero al fin encontramos donde dormir. Al día siguiente se presentó a los exámenes pero no hubo suerte.

También se presentó en Jaén y allí aprobó el primer examen pero el segundo lo suspendió.

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Después se presentó en Murcia, que con solo presentarse entraba en la bolsa de trabajo.

Bueno, al tiempo le salió trabajo en Huéscar y se fue allí a vivir a la casa de los padres del novio. Al pasar un tiempo, en 2002 pensaron en casarse, ya llevaban 6 años de novios y el día 12 de abril de 2003 se casaron. Todo se hizo en el Pozo, la ceremonia y el banquete, que fue muy bueno y muy divertido por parte de sus amigos de Huéscar. Se pudo haber estropeado la boda, pero gracias a Dios todo quedó en un susto, porque mis hermanos cuando venían llegando a Huéscar tuvieron un accidente. El coche salió mal parado y mis hermanos se hicieron un poco de daño, pero nada más. Pasamos un rato el día de antes de la boda bastante malo.

El día 18 de diciembre de 2004, la empresa de construcción Garasa en la que me jubilé, dio un homenaje a ocho de los antiguos encargados.

Yo por cierto era el más veterano, porque fui el primer encargado de la empresa. El homenaje fue en Granada, en el Hotel San Antón.

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Asistieron más de doscientas personas entre trabajadores y directiva. En ese momento la empresa gozaba de buena salud, de mucho trabajo y económicamente, pero hoy en 2010 por causa de la crisis la empresa ha caído.

Bueno, primero nos dieron un diploma y una insignia de oro con el anagrama de la empresa como reconocimiento a nuestra buena labor. A continuación fue la comida que fue larga y buena. Como se acabó de noche nos llevaron a una discoteca en que nos dieron varias invitaciones y duró hasta medianoche o más. También nos acompañaron nuestras esposas.

En noviembre de 2004 mi hija Yolanda se quedó embarazada, y estando de cinco meses la tuvieron que operar de apendicitis, que por cierto hasta que salió del quirófano lo pasamos muy mal porque nos dijeron que el bebé corría peligro, pero gracias a Dios todo salió muy bien y al bebé no le pasó nada y el día 22 de julio de 2005 dio a luz a una preciosa niña que se llama Irene.

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CAPÍTULO 53

NARRA DE MIS OPERACIONES DE LOS OJOS Y DEL NACIMIENTO DE MI NIETO RODRIGO

Desde antes de nacer la Irene, llevaba un tiempo con los ojos delicados y el médico me mandó al oftalmólogo para que me viera. Me vio los ojos y dijo que tenía una palmerita, y que la única forma de que los ojos se me pusieran bien era operar. Yo le dije que hiciera lo que tuviera que hacer, así que arregló los papeles para operarme a primeros de mayo. La visita fue en marzo de 2005. También me dijo que tenía una

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rija en el ojo derecho, pero me dijo que era mejor no tocarla de momento, así que el 7 de mayo me operó de la palmera y todo fue bien.

Al año siguiente, en el 2006, me salió un granillo en el lagrimal del ojo derecho. Empezó pequeño pero poco a poco fue engordando hasta que llegó un punto que me dolía mucho. El día 7 de junio tuvimos que ir por urgencias porque no aguantaba más y el médico me miró y me dijo que no era nada, que me daban un cortecillo y ya está. Pero cuando me metió en el quirófano fue a entrar mi mujer y el médico dijo que se quedara fuera que era mejor, y como dice el refrán, ojos que no ven corazón que no siente. Después de darme el cortecillo me dijo dos apretones a sangre fría. Vi todas las estrellas del cielo del daño que me hizo. Después de curarme me dio un volante para que a los tres días me pasara por la consulta de Oftalmología. Fui y me dijo el doctor Lino que me tenía también que operar de la rija, porque si no se me volvería a reproducir eso otra vez. Preparó todo y el 5 de julio de 2006 me operaron. Pasé una hora malísima del dolor que tuve.

Por otro lado se me puso un dedo de la mano derecha muy inflamada y fui al médico y me mandó que me hiciera un análisis para ver lo que era.

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Cuando tuvo los resultados lo que buscaba salió bien pero vio otra cosa que era de la próstata que salieron los valores altos. Me mandaron al urólogo, fui a la visita y me reconoció y me dijo que tenía la próstata inflamada y que la tenía muy grande. Me mandaron un tratamiento y me dio otro papel para que volviera a los seis meses. Al pasar este tiempo me volvía a hacer los análisis y como volvía a salir alto me mando a hacer una biopsia. Le preguntamos que si eso era malo y nos dijo que eso no era ni bueno ni malo, ero que era la forma de averiguarlo. Le preguntamos que si tenía algún tipo de operación y nos dijo que eso era para hacer un reconocimiento. Le dijimos que hiciera lo que fuera necesario, entonces hicieron los papeles para hacérmela. Ya de paso me dijeron lo que tenía que hacer el día de antes, y me dieron cita para el día 24 de mayo de 2007. Aunque me pusieron anestesia local fue horrible del daño que me hicieron. Cuando acabaron no me podía tener de pie. Me tuvieron que poner una inyección de calmante para poder andar al momento. En cada operación mi Mari me llevaba a Baza y me traía.

También era a primeros de mayo cuando me tuvieron que arrancar una uña del dedo gordo del pie derecho, y al año siguiente otra vez me la

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tuvieron que sacar. Ya en el 2009 no me la han tenido que quitar.

En 2008, el 20 de agosto mi hija Yolanda dio a luz a mi sexto nieto que se llamó Rodrigo. En este tiempo que te escribo tiene un año y medio y es una joya. Será pasión de abuelo pero es que es una edad que está precioso, y la Irene por el mismo estilo. Y que los demás perdonen pero es que siempre los más chicos son los que más se miman, pero para mí todos son iguales, a todos los quiero lo mismo.

Esta es la historia de mi vida.Lo mejor que me ha pasadola compañía de mi mujer

que siempre ha estado a mi ladoy con el cariño de nuestros hijos

que Dios nos ha dado

Pozo Alcón 2010

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