mexico barbaro - john kenneth turner

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Page 1: Mexico Barbaro - John Kenneth Turner
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México bárbaro es un amplio reportaje (en

realidad varios de los textos fueron publicados

previamente en The American Magazine) sobre

la situación política y social de México durante

el ocaso de la larga dictadura de Porfirio Díaz.

Mediante sus viajes por la República Mexicana,

sus entrevistas, sus investigaciones, y

haciéndose pasar por un empresario

norteamericano y millonario, John Kenneth

Turner expuso el estado cuasi esclavista a que

el régimen sometió a la mayoría de la población

indígena y mestiza del país en los postrimerías

del siglo XIX y principios del XX: los

�trabajadores-esclavos� debían someterse a los

maltratos físicos, las largas jornadas de trabajo

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sin descanso, a condiciones de vivienda y

alimentación precaria que generalmente los

conducían a la muerte a corto plazo, a los

enga�os para ser �contratados-secuestrados� y a

los abusos de poder por parte del mismo

gobierno para robarles sus tierras de larga

tradición. El relato se sitúa entre 1908 y poco

antes de la Revolución.

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Título original: Barbarous MexicoJohn Kenneth Turner, 1910

Editor digital: IbnKhaldunePub base r1.0

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PrefacioDesde la primera edición de este libro—hace menos de cuatro meses que fueimpreso—, las dos profecías quecontiene se han cumplido: Decía queMéxico «está a punto de iniciar unarevolución en favor de la democracia» yque «los Estados Unidos intervendráncon fuerzas armadas, si es necesario,para sostener a Díaz o a un sucesordispuesto, a continuar su asociaciónespecial con el capital norteamericano».

En el momento de escribir estaslíneas hay cerca de treinta milsoldados norteamericanos que

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patrullan la frontera mexicana, ybarcos de guerra de los EstadosUnidos navegan en la proximidad depuertos mexicanos. Aunque ni un solosoldado llegue a cruzar la línea, ni losbarcos disparen un solo tiro, se tratade una intervención efectiva. Elpropósito declarado es el de aplastarla Revolución mediante el cierre de susfuentes de aprovisionamiento; eimpedir que los patriotas mexicanosresidentes en los Estados Unidos vayana luchar por la libertad de su país.

La acción de movilizar las tropasfue tomada por el presidente Taft sintener en cuenta los deseos del pueblo

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norteamericano y sin ofrecer a éste lasexplicaciones debidas. La incautaciónpor las tropas de los abastecimientospara la Revolución y el arresto dereclutas revolucionarios son contrariosno solamente a todas las tradiciones delibertad política sobre las que sesupone que está basado este país, sinoque son ilegales, criminales y punibles,con multa y prisión según las leyes delos Estados Unidos. No constituyeviolación de ninguna ley estatal ofederal el enviar a México alimentos,ni aun armas y municiones, con laclara intención de venderlos a losrevolucionarios. Sin la proclamación

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formal de la ley marcial, lasautoridades militares no tienen elderecho de transgredir las leyesciviles, y si lo hacen están sujetas amulta y prisión por detención ilegal.

En la frontera no se ha proclamadola ley marcial; las autoridadesmilitares a diario violan allí las leyes;pero las autoridades civiles estánacobardadas, el pueblo está tambiénacobardado y parece que las víctimas,mexicanas o norteamericanas, noobtienen compensación alguna. Porcapricho del Ejecutivo se han subvertidola ley y la autoridad civil y, respecto ala situación mexicana, los Estados

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Unidos se han convertido en unadictadura militar tan siniestra eirresponsable como la del propio Díaz.

¿Y para qué se hizo todo esto? Paramantener una esclavitud más cruel quela que existió en nuestros Estados delSur; para apoyar a una tiranía políticacien veces más injusta que aquellacontra la que lucharon nuestroshombres del 76. Si se permite que deeste modo continúe la política de laadministración de Taft, talespropósitos serán alcanzados. Hastaahora la Revolución se ha retardadotanto que, aunque al fin gane, tendránque morir muchos, hombres buenos y

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valientes que de otra manera podríanvivir. El objeto de este libro ha sidoinformar al pueblo norteamericanoacerca de los hechos ocurridos enMéxico con el fin de que puedaprepararse para impedir la intervenciónnorteamericana contra una revolucióncuya justicia es indiscutible.

Hasta ahora MÉXICO BÁRBARO hafracasado en su propósito. Pero¿fracasará al final? ¿Está el pueblonorteamericano tan esclavizado enespíritu como físicamente lo están losmexicanos? En México, la protestaarmada es la única protesta posible. Enlos Estados Unidos todavía existe

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cierto grado de libertad de prensa y depalabra. Aunque con incontables trucosy engaños los gobernantesnorteamericanos consigan sustraerse ala voluntad de la mayoría, ésta todavíapuede protestar; y si la protesta essuficientemente ruidosa y sostenida,aún es capaz de hacer temblar a esosgobernantes. ¡Protesten, pues, contrael crimen de la intervención! Y si fueranecesario, para que los gobernantesescuchen, lleven esa protesta hasta laamenaza de una revolución aquí; lacausa lo merece.

JOHN KENNETH TURNER

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Los Angeles, Cal., 8 de abril de 1911

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Capítulo I

Los esclavos de Yucatán

¿Qué es México? Los norteamericanoscomúnmente llaman a México «nuestraRepública hermana». La mayoría denosotros la describimos vagamentecomo una República muy parecida a lanuestra, habitada por gente un pocodiferente en temperamento, un poco máspobre y un poco menos adelantada, peroque disfruta de la protección de leyesrepublicanas: un pueblo libre en el

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sentido en que nosotros somos libres.Algunos que hemos visto el país a

través de la ventanilla del tren, o que lohemos observado un poco en las minas ohaciendas, describimos esta tierra al surdel río Bravo como regida por unpaternalismo benevolente, en el que unhombre grande y bueno todo lo ordenabien para su tonto pero adorado pueblo.

Yo encontré que México no eraninguna de esas cosas. Descubrí que elverdadero México es un país con unaConstitución y leyes escritas tan justasen general y democráticas como lasnuestras; pero donde ni la Constituciónni las leyes se cumplen. México es un

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país sin libertad política, sin libertad depalabra, sin prensa libre, sin eleccioneslibres, sin sistema judicial, sin partidospolíticos, sin ninguna de nuestrasqueridas garantías individuales, sinlibertad para conseguir la felicidad. Esuna tierra donde durante más de unageneración no ha habido lucha electoralpara ocupar la Presidencia; donde elPoder Ejecutivo lo gobierna todo pormedio de un ejército permanente; dondelos puestos políticos se venden a preciofijo. Encontré que México es una tierradonde la gente es pobre porque no tienederechos; donde el peonaje es comúnpara las grandes masas y donde existe

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esclavitud efectiva para cientos de milesde hombres. Finalmente, encontré que elpueblo no adora a su presidente; que lamarea de la oposición, hasta ahoracontenida y mantenida a raya por elejército y la policía secreta, llegarápronto a rebasar este muro decontención. Los mexicanos de todasclases y filiaciones se hallan acordes enque su país está a punto de iniciar unarevolución en favor de la democracia; sino una revolución en tiempo de Díaz,puesto que éste ya es anciano y seespera que muera pronto, sí unarevolución después de Díaz. Mi interésespecial en el México político se

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despertó por primera vez a principios de1908, cuando establecí contacto concuatro revolucionarios mexicanos queentonces se hallaban encerrados en lacárcel municipal de Los Angeles, Cal.Eran cuatro mexicanos educados,inteligentes, universitarios todos ellos,que estaban detenidos por lasautoridades de los Estados Unidos bajola acusación de planear la invasión deuna nación amiga, México, con unafuerza armada desde territorionorteamericano.

¿Por qué unos hombres cultosquerían tomar las armas contra unaRepública? ¿Por qué necesitaron venir a

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los Estados Unidos a preparar susmaniobras militares? Hablé con esosdetenidos mexicanos. Me aseguraronque durante algún tiempo habían agitadopacíficamente en su propio país paraderrocar sin violencia y dentro delmarco constitucional a las personas quecontrolaban el gobierno.

Pero por esto mismo —declararon—habían sido encarcelados y sus bienesdestruidos. La policía secreta habíaseguido sus pasos, sus vidas fueronamenazadas y se había empleado todaclase de métodos para impedirlescontinuar su trabajo. Por último,perseguidos como delincuentes más allá

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de los límites nacionales, privados delos derechos de libertad de palabra, deprensa y de reunión, privados delderecho de organizarse pacíficamentepara promover cambios políticos,habían recurrido a la única alternativa:las armas.

¿Por qué deseaban derrocar a sugobierno? Porque éste había dejado a unlado la Constitución; porque habíaabolido los derechos cívicos que, segúnconsenso de todos los hombresilustrados, son necesarios para eldesarrollo de una nación; porque habíadesposeído al pueblo de sus tierras;porque había convertido a los

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trabajadores libres en siervos, peones yalgunos de ellos hasta en verdaderosesclavos.

—¿Esclavitud? ¿Quieren hacermecreer que todavía hay verdaderaesclavitud en el hemisferio occidental?—respondí burlonamente— ¡bah!Ustedes hablan como cualquiersocialista norteamericano. Quieren decir«esclavitud del asalariado», oesclavitud de condiciones de vidamiserables. No querrán significaresclavitud humana.

Pero aquellos cuatro mexicanosdesterrados insistieron:

—Sí, esclavitud —dijeron—,

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verdadera esclavitud humana. Hombresy niños comprados y vendidos comomulas, exactamente como mulas, y comotales pertenecen a sus amos: sonesclavos.

—¿Seres humanos comprados yvendidos como mulas en América? ¡Enel siglo XX! Bueno —me dije—, si estoes verdad, tengo que verlo.

Así fue como, a principios deseptiembre de 1908, crucé el río Bravoen mi primer viaje, atravesando lasgaritas del «México Viejo».

En este mi primer viaje fuiacompañado por L. Gutiérrez de Lara,mexicano de familia distinguida, a quien

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también conocí en Los Angeles. De Larase oponía al gobierno existente enMéxico, hecho que mis críticos hanseñalado como prueba de parcialidad enmis investigaciones. Por el contrario, yono dependí de De Lara ni de ningunaotra fuente interesada para obtenerinformación, sino que tomé todas lasprecauciones para conocer la verdadexacta, por medio de todos los caminosposibles. Cada uno de los hechosfundamentales apuntados respecto a laesclavitud en México lo vi con mispropios ojos o lo escuché con mispropios oídos, y casi siempre de labiosde personas quizás inclinadas a

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empequeñecer sus propias crueldades:los mismos capataces de los esclavos.

Sin embargo, en favor del señor DeLara debo decir que me prestó ayudamuy importante para recoger materiales.Por su conocimiento del país y de lagente, por su simpática sociabilidad y,sobre todo, por sus relacionespersonales con valiosas fuente deinformación en todo el país —conpersonas bien enteradas—, estuve encondiciones de observar y oír cosas queson casi inaccesibles para elinvestigador ordinario.

¿Esclavitud en México? Sí, yo laencontré. La encontré primero en

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Yucatán. La península de Yucatán es unrecodo de la América Central quesobresale en dirección nordeste, endirección a la Florida. Pertenece aMéxico, y su área de unos 120 mil km2está dividida casi por igual entre losEstados de Yucatán y Campeche y elterritorio de Quintana Roo.

La costa de Yucatán, que comprendela parte central norte de la península, sehalla casi a 1,500 km directamente al surde Nueva Orleans. La superficie delEstado es casi toda roca sólida, tan duraque, en general, es imposible plantar unárbol sin que primero se haga un hoyo,volando la roca, de modo que puedan

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desarrollarse las raíces.El secreto de estas condiciones

peculiares reside en que el suelo y elclima del norte de Yucatán se adaptanperfectamente al cultivo de esasresistentes especies de plantascentenarias que producen el henequén ofibra de sisal. Allí se halla Mérida,bella ciudad moderna con una poblaciónde 60 mil habitantes, rodeada ysostenida por vastas plantaciones dehenequén, en las que las hileras degigantescos agaves verdes se extiendenpor muchos kilómetros. Las haciendasson tan grandes que en cada una de ellashay una pequeña ciudad propia, de 500 a

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2,500 habitantes según el tamaño de lafinca, y los dueños de estas grandesextensiones son los principalespropietarios de los esclavos, ya que loshabitantes de esos poblados son todosellos esclavos. La exportación anual dehenequén se aproxima a 113,250 tons.La población del Estado es de alrededorde 300 mil habitantes, 250 de los cualesforman el grupo de esclavistas; pero lamayor extensión y la mayoría de losesclavos se concentra en las manos de50 «reyes del henequén». Los esclavosson más de 100 mil.

Con el propósito de conocer laverdad por boca de los esclavistas

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mismos, me mezclé con ellos ocultandomis intenciones. Mucho antes de pisarlas blancas arenas de Progreso, elpuerto de Yucatán, ya sabía cómo erancomprados o engañados losinvestigadores visitantes; y si éstos, nopodían ser sobornados, se les invitaba abeber y a comer hasta hartarse, y una vezasí halagados les llenaban la cabeza defalsedades y los conducían por una rutapreviamente preparada. En suma: se lesengañaba tan completamente que salíande Yucatán con la creencia, a medias, deque los esclavos no eran tales; que los100 mil hambrientos, fatigados ydegradados peones eran perfectamente

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felices y vivían tan contentos con susuerte que sería una verdaderavergüenza otorgarles la libertad y laseguridad que corresponden, en justicia,a todo ser humano.

El papel de la farsa que desempeñéen Yucatán fue el de un inversionista conmucho dinero que quiere colocarlo enpropiedades henequeneras. Como tal,los «reyes del henequén» me recibieroncalurosamente. En verdad fui afortunadoal llegar al Estado en esa época, puesantes del pánico de 1907 era políticabien entendida y unánimementeaprobada por la Cámara Agrícola,organismo de los agricultores, que no

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debía permitirse a los extranjerosconocer el negocio del henequén. Estaactitud se debía a que las utilidades eranenormes y los ricos yucatecos querían«cortar el bacalao» para ellos solos;pero, especialmente, por el temor de quepor mediación de los extranjeros fueranconocidas en el mundo todas susfechorías.

El pánico de 1907 arruinó elmercado del henequén por algún tiempo.Los henequeneros eran un grupo depequeños Rockefeller, pero necesitabandinero en efectivo y estaban dispuestos aaceptarlo del primero que llegase. Poresto mi imaginario capital era el «ábrete

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sésamo» para entrar en su grupo y en susfincas. No sólo discutí con los reyesmismos cada una de las fases de laproducción del henequén, sino quemientras quedaba libre de su vigilanciaobservé las condiciones normales de lavida de millares de esclavos.

El principal entre los «reyes delhenequén» de Yucatán es OlegarioMolina, ex gobernador del Estado ysecretario de Fomento de México. Suspropiedades, tanto en Yucatán como enQuintana Roo, abarcan más de 6millones de hectáreas: un pequeño reino.

Los 50 reyes del henequén viven enricos palacios en Mérida y muchos de

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ellos tienen casas en el extranjero.Viajan mucho, hablan varios idiomas ycon sus familias constituyen una clasesocial muy cultivada. Toda Mérida ytodo Yucatán, y aun toda la península,dependen de estos 50 reyes delhenequén. Naturalmente, dominan lapolítica de su Estado y lo hacen en supropio beneficio. Los esclavos son: 8mil indios yaquis, «importados» deSonora; 3 mil chinos (coreanos) y entre100 Y 125 mil indígenas mayas, queantes poseían las tierras que ahoradominan los amos henequeneros.

Seguramente el pueblo mayarepresenta casi el 50% de la población

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yucateca, y aun la mayoría de los 50reyes del henequén son mestizos demaya y español. Los mayas sonindígenas aunque no «indios» en elsentido norteamericano común de estapalabra. No son como los de los EstadosUnidos y se les llama así tan sóloporque habitaban en el hemisferiooccidental cuando llegaron loseuropeos. Los mayas tenían unacivilización propia cuando losespañoles los «descubrieron», y se sabeque su civilización era tan avanzadacomo la de los aztecas del centro deMéxico o la de los incas del Perú.

Los mayas son un pueblo singular.

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No se parecen a ningún otro pueblo delmundo; ni a los demás mexicanos; ni alos norteamericanos; ni a los chinos; ni alos hindúes; ni a los turcos. Pero puedeuno imaginarse que la fusión de estoscinco pueblos tan diferentes podríaformar un pueblo como el maya. No sonaltos de estatura; pero sus facciones sonfinas y sus cuerpos dan una fuerteimpresión de gracia y elegancia: pielaceitunada, frente alta, rostroligeramente aquilino. En Mérida, lasmujeres de todas clases usan blancosvestidos amplios y sin cintura, bordadosen el borde inferior de la falda yalrededor del escote con colores

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brillantes: verde, azul. Durante lasnoches, siempre tibias, una banda militarejecuta piezas de música, y cientos degraciosas mujeres y niñas, vestidas deese modo tan atrayente, se mezclan entrelas fragantes flores, las estatuasartísticas y el verdor tropical de la plazaprincipal.

Los hacendados no llaman«esclavos» a sus trabajadores; serefieren a ellos como «gente» u«obreros», especialmente cuando hablancon forasteros; pero cuando lo hicieronconfidencialmente conmigo dijeron: «Sí,son esclavos». Sin embargo, yo noacepté ese calificativo a pesar de que la

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palabra «esclavitud» fue pronunciadapor los propios dueños de los esclavos.La prueba de cualquier hecho hay quebuscarla no en las palabras, sino en lascondiciones reales. Esclavitud quieredecir propiedad sobre el cuerpo de unhombre, tan absoluta que éste puede sertransferido a otro; propiedad que da alposeedor el derecho de aprovechar loque produzca ese cuerpo, matarlo dehambre, castigarlo a voluntad,asesinarlo impunemente. Tal es laesclavitud llevada al extremo; tal es laesclavitud que encontré en Yucatán.

Los hacendados yucatecos no llaman«esclavitud» a su sistema; lo llaman

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«servicio forzoso por deudas». No nosconsideramos dueños de nuestrosobreros; consideramos que ellos estánen deuda con nosotros. Y noconsideramos que los compramos o losvendemos, sino que transferimos ladeuda y al hombre junto con ella. Ésta esla forma en que don Enrique CámaraZavala, presidente de la CámaraAgrícola de Yucatán, explicó la actitudde los «reyes del henequén» en esteasunto. «La esclavitud está contra la ley;no llamamos a esto esclavitud», measeguraron una y otra vez varioshacendados.

Pero el hecho de que no se trata de

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servicio por deudas se hace evidentepor la costumbre de traspasarse losesclavos de uno a otro año, no sobre labase de que los esclavos deben dinero,sino sobre el precio que en esta clase demercado tiene un hombre. Al calcular lacompra de una hacienda, siempre setiene en cuenta el pago en efectivo porlos esclavos, exactamente lo mismo quepor la tierra, la maquinaria y el ganado.El precio corriente de cada hombre erade $400 y esta cantidad me pedían loshacendados. Muchas veces dijeron: «Sicompra usted ahora, es una buenaoportunidad. La crisis ha hecho bajar elprecio. Hace un año era de mil pesos

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por cada hombre».Los yaquis son transferidos en

idénticas condiciones que los mayas —al precio de mercado de un esclavo—aunque todos los yucatecos saben quelos hacendados pagan solamente $65 algobierno por cada yaqui. A mí meofrecieron yaquis a $400, aunque notenían más de un mes en la región y, porlo tanto, aún no acumulaban una deudaque justificase la diferencia en el precio.Además, uno de los hacendados me dijo:«No permitimos a los yaquis que seendeuden con nosotros».

Sería absurdo suponer que launiformidad del precio era debida a que

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todos los esclavos tenían la mismadeuda. Esto lo comprobé al investigarlos detalles de la operación de venta.Uno me dijo: «A usted le dan, con elhombre, la fotografía y los papeles deidentificación y la cuenta del adeudo.No llevamos rigurosa cuenta deladeudo» —me dijo un tercero—«porque no tiene importancia una vezque usted toma posesión del individuo».Un cuarto señaló: «El hombre y lospapeles de identificación bastan; si elhombre se escapa, lo único que pidenlas autoridades son los papeles para queusted lo recupere». Una quinta personaaseguró: «Cualquiera que sea la deuda,

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es necesario cubrir el precio demercado para ponerlo libre».

Aunque algunas de estas respuestasson contradictorias, todas tienden amostrar lo siguiente: la deuda no se tieneen cuenta una vez que el deudor pasa apoder del hacendado comprador.Cualquiera que la deuda sea, esnecesario que el deudor cubra su preciode mercado para liberarse.

Aun así —pensé—, no sería tanmalo si el siervo tuviera la oportunidadde pagar con su trabajo el precio de sulibertad. Antes de la Guerra deSecesión, en los Estados Unidos, aunalgunos de los esclavos negros, cuando

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sus amos eran excepcionalmenteindulgentes, estaban en posibilidad dehacerlo así.

Pero encontré que no era ésa lacostumbre. «Al comprar esta hacienda»—me dijo uno de los amos— «no tieneusted por qué temer que los trabajadorespuedan comprar su libertad yabandonarlo. Ellos nunca pueden hacereso».

El único hombre del país de quien oíque había permitido a un esclavocomprar su libertad, fue un arquitecto deMérida: «Compré un trabajador en milpesos» —me explicó—. «Era un buenhombre y me ayudó mucho en mi oficina.

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Cuando consideré que me convenía, lefijé determinado sueldo a la semana ydespués de ocho años quedaronsaldados los mil pesos y lo dejé ir».

Pero nunca hacen esto en lashaciendas…, nunca.

De este modo supe que el hecho deque sea por deudas el servicio forzoso,no alivia las penalidades del esclavo, nile facilita la manera de manumitirse, nitampoco afecta las condiciones de suventa o la sujeción absoluta al amo. Porotra parte, observé que la única ocasiónen que la deuda juega algún papelefectivo en el destino de losinfortunados yucatecos, opera contra

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éstos en vez de actuar en su favor; pormedio de las deudas, los hacendados deYucatán esclavizan a los obreros libresde sus feudos para reemplazar a losesclavos agotados, desnutridos,maltratados y agonizantes en sus fincas.

¿Cómo se recluta a los esclavos?Don Joaquín Peón me informó que losesclavos mayas, mueren con más rapidezque nacen, y don Enrique Cámara Zavalame dijo que dos tercios de los yaquismueren durante el primer año de suresidencia en la región. De aquí que elproblema del reclutamiento mepareciera muy grave. Desde luego, losyaquis llegaban a razón de 500 por mes;

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pero yo no creía que esa inmigraciónfuera suficiente para compensar laspérdidas de vidas. Tenía razón al pensarasí, me lo confirmaron; pero también medijeron que a pesar de todo, el problemadel reclutamiento no eran tan difícilcomo a mí me lo parecía.

—Es muy sencillo —me dijo unhacendado—. Todo lo que se necesita eslograr que algún obrero libre se endeudecon usted, y ahí lo tiene. Nosotrossiempre conseguimos nuevostrabajadores en esa forma.

No importa el monto del adeudo; loprincipal es que éste exista, y lapequeña operación se realiza por medio

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de personas que combinan las funcionesde prestamistas y negreros. Algunos deellos tienen oficinas en Mérida y logranque los trabajadores libres, losempleados y las clases más pobres de lapoblación contraigan deudas con ellos,del mismo modo que los «tiburones»agiotistas de los Estados Unidosconvierten en deudores suyos adependientes, mecánicos y oficinistas,aprovechándose de sus necesidades, yhaciéndoles caer en la tentación de pedirprestado. Si estos dependientes,mecánicos y oficinistas norteamericanosresidieran en Yucatán, en vez de versetan sólo perseguidos por uno de esos

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«tiburones», serían vendidos comoesclavos por tiempo indefinido, ellos ysus hijos, y los hijos de sus hijos, hastala tercera o cuarta generación, o másallá, hasta que llegara el tiempo en quealgún cambio político pusiera fin a todaslas condiciones de esclavitud existentesen México.

Estos prestamistas y corredores, deesclavos de Mérida no colocan letrerosen sus oficinas, ni anuncian a todo elmundo que tienen esclavos en venta.Llevan a cabo su negocio en silencio,como gente que se encuentra más omenos segura en su ocupación, pero queno desea poner en peligro su negocio

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con demasiada publicidad comosucedería en las casas de juegoprotegidas por la policía en algunaciudad norteamericana. Los propios«reyes del henequén» me indicaron, casisiempre con mucha reserva, laexistencia de estos «tiburonesnegreros»; pero otros viejos residentesde Yucatán me explicaron los métodosen detalle. Tuve la intención de visitar auno de estos intermediarios y hablar conél acerca de la compra de un lote deesclavos; pero me aconsejaron que no lohiciera, pues él no hablaría con unextranjero mientras éste no se hubieraestablecido en la ciudad y probado en

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diversas formas su buena fe.Estos hombres compran y venden

esclavos, lo mismo que los hacendados.Unos y otros me ofrecieron esclavos enlotes de más de uno, diciendo que podíacomprar hombres o mujeres, muchachoso muchachas o un millar, de cualquierespecie, para hacer con ellos lo quequisiera; y que la policía me protegeríay me apoyaría para mantener la posesiónde ésos mis semejantes. A los esclavosno sólo se les emplea en lasplantaciones de henequén, sino tambiénen la ciudad, como sirvientespersonales, como obreros, como criadosen el hogar o como prostitutas. No sé

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cuántas personas en esta condición hayen la ciudad de Mérida, aunque oímuchos relatos respecto al poderabsoluto que se ejerce sobre ellos.Desde luego, su cantidad alcanza variosmillares.

Así, pues, el sistema de deudas enYucatán no sólo no alivia la situacióndel esclavo sino que la hace más dura.Aumenta su rigor, porque además de queno le ayuda a salir del pozo, sustentáculos atrapan también al hermano.La parte del pueblo de Yucatán que hanacido libre no posee el «derechoinalienable» de su libertad. Son libressólo a condición de llegar a ser

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prósperos, pero si una familia, noimporta lo virtuosa, lo digna o locultivada que sea, cae en el infortunio deque sus padres contraigan una deuda yno puedan pagarla, toda ella estáexpuesta a pasar al dominio de unhenequenero. Por medio de las deudas,los esclavos que mueren sonreemplazados por los infortunadosasalariados de las ciudades.

¿Por qué los «reyes del henequén»llaman a este su «sistema servicioforzoso por deudas», en vez de llamarlopor su verdadero nombre?Probablemente por dos razones: porqueel sistema es una derivación de otros

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menos rígidos que era un verdaderoservicio por deudas; y por el prejuiciocontra la palabra «esclavitud», tantoentre los mexicanos como entre losextranjeros. El servicio por deudas, enforma más moderna que en Yucatán,existe en todo México y se llamapeonaje. Bajo este sistema, lasautoridades policíacas de todas partesreconocen el derecho de un propietariopara apoderarse corporalmente de untrabajador que esté en deuda con él, yobligarlo a trabajar hasta que salde ladeuda. Naturalmente, una vez que elpatrón puede obligar al obrero atrabajar, también puede imponerle las

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condiciones del trabajo, lo cual significaque éstas sean tales que nuncapermitirán al deudor liberarse de sudeuda.

Tal es el «peonaje» como existe portodo México. En último análisis, esesclavitud; pero los patrones controlanla policía, y la pretendida distinción semantiene de todos modos. La esclavitudes el peonaje llevado a su últimoextremo, y la razón de que así exista enYucatán reside en que, mientras enalgunas otras zonas de México una partede los intereses dominantes se opone al«peonaje» y, en consecuencia, ejercecierta influencia que en la práctica lo

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modifica, en Yucatán todos losinteresados que dominan la situación sededican a la explotación del henequén, ycuanto más barato es el obrero, mayoresson las utilidades para todos. Así, elpeón se convierte en un esclavo.

Los «reyes del henequén» tratan dedisculpar su sistema de esclavituddenominándolo «servicio forzoso pordeudas». «La esclavitud es contraria a laley» —dicen—. «Está contra laConstitución». Cuando algo es abolidopor la Constitución, puede practicarsecon menos tropiezos si se le da otronombre; pero el hecho es que el«servicio por deudas» es tan

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inconstitucional en México como laesclavitud. La pretensión de los «reyesdel henequén» de mantenerse dentro dela ley carece de fundamento. Lacomparación de los siguientes dosartículos de la Constitución mexicanaprueba que los dos sistemas seconsideran iguales:

Art. 1, Frac. 1. En la República, todosnacen libres. Los esclavos que entren alterritorio nacional recobran, por esesolo hecho, su libertad, y tienen elderecho a la protección de las leyes.

Art. V, Frac. 1 (reformado). A nadie se

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le obligará a prestar trabajos personalessin la justa remuneración y sin su plenoconsentimiento. El Estado no permitiráel cumplimiento de ningún contrato,convenio o acuerdo que tenga por objetola merma, pérdida o sacrificio,irrevocable, de la libertad personal, yasea por motivos de trabajo, educación ovotos religiosos. No se tolerará ningúnpacto en que un individuo convenga ensu proscripción o exilio.

De este modo, el negocio de losesclavos en Yucatán, llámese como se lellame, siempre resulta inconstitucional.Por otra parte, si se va a tomar como ley

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la política del actual gobierno, elnegocio de la esclavitud en México eslegal. En ese sentido, los «reyes delhenequén» obedecen la ley. El problemade si son justos o no, queda a juicio delos moralistas más sutiles. Cualquieraque sea su conclusión, acertada oerrónea, no cambiará ni bien ni mal lalastimosa miseria en que encontré a lospeones de las haciendas henequenerasde Yucatán.

Éstos nunca reciben dinero; seencuentran medio muertos de hambre;trabajan casi hasta morir; son azotados.Un porcentaje de ellos es encerradotodas las noches en una casa que parece

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prisión. Si se enferman, tienen queseguir trabajando, y si la enfermedad lesimpide trabajar, rara vez les permitenutilizar los servicios de un médico. Lasmujeres son obligadas a casarse conhombres de la misma finca, y algunasveces, con ciertos individuos que no sonde su agrado. No hay escuelas para losniños. En realidad, toda la vida de estagente está sujeta al capricho de un amo,y si éste quiere matarlos, puede hacerloimpunemente. Oí muchos relatos deesclavos que habían sido muertos agolpes; pero nunca supe de un caso enque el matador hubiera sido castigado,ni siquiera detenido. La policía, los

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agentes del ministerio público y losjueces saben exactamente lo que seespera de ellos, pues son nombrados ensus puestos por los mismos propietarios.Los jefes políticos que rigen losdistritos equivalentes a los «condadosnorteamericanos» —tan zares en susdistritos como Díaz es el zar en todoMéxico—, son invariablementehacendados henequeneros o empleadosde éstos.

La primera noticia que tuve delcastigo corporal a los esclavos, me ladio uno de los miembros de la Cámara,una persona grande, majestuosa, conaspecto de cantante de ópera, y con un

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diamante que deslumbraba como un solcolgado en la dura pechera de sucamisa. Me contó un relato, y mientraslo contaba, se reía. Yo también reí, perode distinta manera, sin dejar decomprender que el relato estaba hecho ala medida para extranjeros:

—¡Ah!, sí, tenemos que castigarlos—me dijo el gordo «rey delhenequén»—. Hasta nos vemosobligados a golpear a nuestros sirvientesdomésticos en la ciudad. Es así sunaturaleza, lo piden. Un amigo mío, unhombre muy afable, tenía una sirvientaque siempre estaba con el deseo de ir aservir a otra persona; por fin, mi amigo

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vendió a la mujer y algunos meses mástarde la encontró en la calle y lepreguntó si estaba contenta con su nuevoamo. «Mucho», respondió ella, «mucho.Es un hombre muy rudo y me pega casitodos los días».

La filosofía del castigo corporal, mela explicó muy claramente don Felipe GCantón, secretario de la Cámara. Esnecesario pegarles; sí, muy necesario —me dijo con una sonrisa—, porque nohay otro modo de obligarles a hacer loque uno quiere. ¿Qué otro medio haypara imponer la disciplina en las fincas?Si no los golpeáramos, no harían nada.

No pude contestarle. No se me

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ocurrió ninguna razón que oponer a lalógica de don Felipe; pues, ¿qué puedehacerse con un esclavo para obligarle atrabajar sino pegarle? El jornalero tieneel temor a la desocupación o a lareducción del salario, amenaza que esmantenida sobre su cabeza para tenerloa raya; pero el esclavo vería con gustoel despido, y reducir su alimentación noes posible porque se le mataría. Por lomenos tal es el caso en Yucatán.

Una de las primeras escenas quepresenciamos en una finca henequenerafue la de un esclavo a quien azotaban:una paliza formal ante todos los peonesreunidos después de pasar lista en la

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mañana temprano. El esclavo fuesujetado a las espaldas de un enormechino y se le dieron 15 azotes en laespalda desnuda con una reata gruesa yhúmeda, con tanta fuerza que la sangrecorría por la piel de la víctima. Estemodo de azotar es muy antiguo enYucatán y es costumbre en todas lasplantaciones aplicarlo a los jóvenes ytambién a los adultos, excepto loshombres más corpulentos. A las mujeresse les obliga a arrodillarse paraazotarlas, y lo mismo suele hacerse conhombres de gran peso. Se golpea tanto ahombres como a mujeres, bien sea en loscampos o al pasar lista en las mañanas.

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Cada capataz lleva un pesado bastón conel que pica, hostiga y golpea a su antojoa los esclavos. No recuerdo habervisitado un solo henequenal en que nohaya visto esta práctica de picar,hostigar y golpear continuamente a lagente.

No vi en Yucatán otros castigospeores que los azotes; pero supe deellos. Me contaron de hombres a quienesse había colgado de los dedos de lasmanos o de los pies para azotarlos; deotros a quienes se les encerraba enantros oscuros como mazmorras, o sehacía que les cayeran gotas de agua en lapalma de la mano hasta que gritaban. El

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castigo a las mujeres, en casos extremos,consistía en ofender su pudor. Conocílas oscuras mazmorras y en todas partesvi las cárceles dormitorios, los guardiasarmados y los vigilantes nocturnos quepatrullaban los alrededores de la fincamientras los esclavos dormían. Tambiénoí que algunos agricultores teníanespecial placer en ver cintarear a susesclavos. Por ejemplo, hablando de unode los más ricos terratenientes deYucatán, un profesionista me dijo:

—Un pasatiempo favorito de «X»consistía en montar en su caballo ypresenciar, la «limpia» (el castigo) desus esclavos. Encendía su cigarro y

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cuando expulsaba la primera bocanadade humo el látigo mojado caía sobre lasdesnudas espaldas de la víctima. Seguíafumando tranquilamente, muy contento,al mismo tiempo que los golpes caíanuno tras otro. Cuando, por fin, le aburríala diversión, tiraba el cigarro y elhombre del látigo dejaba de golpear, yaque el final del cigarro era la señal paraque acabasen los azotes.

A las grandes haciendas de Yucatánse llega por vías «Decauville» depropiedad privada, construidas yexplotadas especialmente en interés delos «reyes del henequén». La primerafinca que visitamos es típica. Está

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situada a 20 km al oeste de Mérida;tiene cerca de 3 mil hectáreas, 25% deellas plantadas de henequén y el restoson terrenos pastales abandonados. Enel centro de la hacienda está el «casco»,que consiste en un patio en el que crecela hierba, alrededor del cual están losprincipales edificios: el almacén, ladesfibradora, la casa del administrador,la del mayordomo primero, las de losmayordomos segundos y la pequeñacapilla. Detrás de estos edificios estánlos corrales, los secaderos de henequén,el establo, la cárcel dormitorio y,finalmente, rodeando todo ello, lashileras de chozas de una sola pieza, en

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pequeños espacios de terreno, en las queviven los esclavos casados y susfamilias.

En la hacienda encontramos unos1,500 peones y cerca de 30 jefes dediversos trabajos; 30 de los esclavoseran coreanos, unos 200 yaquis y elresto mayas. Estos últimos, a mi modode ver, se distinguían de los mayaslibres que yo había visto en la ciudad,principalmente por sus vestidos y por suapariencia general de descuido y fatiga.Indudablemente eran de la misma pasta;sus vestidos eran pobres y estaban rotos;pero generalmente muy limpios. Elvestido de las mujeres era de calicó, y

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la camisa y pantalón de los hombres demanta corriente, propia para lostrópicos. Usan los pantalones recogidosen muchos casos hasta la rodilla. Sussombreros son de palma, y siempreandan descalzos.

Unos 700 esclavos son hombresaptos para el trabajo, y el resto mujeresy niños; 380 de ellos están casados, yviven con sus familias en chozas de unapieza, construidas sobre pequeños lotesde unos 50 metros cuadrados, que apesar de ser pedregosos y estériles,sirven a mujeres y niños para cultivaralgo. Además del producto de su pobrehuerto, cada familia obtiene diariamente

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crédito en la tienda de raya por valor de25 centavos en mercancías.

No se les paga en dinero: todo es acrédito y este mismo sistema es el queprevalece en casi la mitad de lashaciendas. La otra mitad se limita aentregar raciones, que viene a ser lamisma cosa; pero algunos de loshacendados se apegan al sistema decrédito para mantener la apariencia deque pagan jornales. Inquirí sobre losprecios de algunas mercancías de latienda —maíz, frijol, sal, chile, manta ycobijas era todo lo que había en ellas—y noté que tales precios eran altos. Nocomprendo cómo una familia pudiera

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vivir con las mercancías que le dabanpor valor de los 25 centavos al día,sobre todo tratándose de gente quetrabaja con intensidad.

Los esclavos se levantan cuando lagran campana del patio suena a las 3:45de la mañana y su trabajo empieza tanpronto como pueden llegar a la labor. Eltrabajo en los campos termina cuando yano se puede ver por la oscuridad, y en el«casco» prosigue a veces durantemuchas horas de la noche.

La labor principal de la haciendaconsiste en cortar las hojas de henequény limpiar el terreno de las malas hierbasque crecen entre las plantas. A cada

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esclavo se le señala como tarea ciertonúmero de corte de hojas o de plantasque tiene que limpiar, y la tendencia delpatrón es fijar cuotas tan altas que elesclavo se vea obligado a llamar a sumujer y a sus hijos para que le ayuden;de esta manera, casi todas las mujeres yniños de la hacienda pasan una parte dela jornada en el campo. Las mujeressolteras están todo el día en el terrenode labor, y cuando un muchacho llega alos doce años, se le considera yahombre de trabajo y se le fija una cuotaque tiene que cumplir por sí solo. Losdomingos no trabajan los peones para suamo; pasan el tiempo ocupados en sus

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huertos, descansan o se visitan. Losdomingos son los días en que losmuchachos y muchachas se tratan yhacen sus planes para casarse. A vecesse permite a los peones que salgan de lafinca para visitar a los esclavos delvecino; pero nunca se les autoriza acasarse con gente de otras haciendas,porque eso ocasionaría que uno u otrode los propietarios tuviese que comprara la mujer o al marido, lo cual crearíadificultades.

Tales son las condiciones que, engeneral, prevalecen en todas las fincashenequeneras yucatecas.

Pasamos dos días en la hacienda

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llamada San Antonio Yaxché yconocimos perfectamente su sistema detrabajo y su gente. Los propietarios delas grandes fincas no duermen en ellas nitampoco los administradores; igual quelos propietarios, los administradorestienen sus casas y oficinas en Mérida yvisitan las haciendas solamente de dos aseis veces por mes. El mayordomoprimero es por lo común la autoridadsuprema de la finca; pero cuando eladministrador llega, aquél se convierteen un personaje realmente insignificante.

Por lo menos así sucedía en SanAntonio Yaxché. El mayordomo estabaobligado a inclinarse y a rendir

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homenaje a su jefe igual que losjefecillos menores; y a la hora de lacomida, Manuel Ríos, el administrador,mi compañero —con mucho disgusto deRíos, que lo veía como un subordinado— y yo, comíamos solos con granceremonia, mientras el mayordomo dabavueltas alrededor de la mesa, dispuestoa salir corriendo para cumplir al instantelo que le pidiéramos. En nuestra primeracomida, que fue la mejor que probé entodo México, sentí un fuerte impulso deinvitar al mayordomo a que se sentase ytomara algo; pero no lo hice, y despuésme alegré, porque antes de abandonar lahacienda me di cuenta de que hubiera

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cometido una terrible falta.En los campos vimos cuadrillas de

hombres y muchachos, unos chaponandolas malas hierbas que crecen entre lasgigantescas plantas y otros cortando conmachetes las enormes pencas. Larecolección de éstas se hace de modocontinuo en los doce meses del año ydurante este periodo se revisa cuatroveces cada planta. Suelen cortarse docehojas, las más grandes, dejando lastreinta más pequeñas para que crezcandurante tres meses. El obrero corta lahoja por su raíz; quita las espinas de losbordes; suprime la púa terminal; cuentalas hojas que quedan en la planta y las

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que se han cortado; las apila formandohaces y, finalmente, lleva éstos hasta elextremo de su hilera, en donde losrecogen vehículos tirados por mulas, loscuales ruedan sobre rielesdesmontables.

Pude darme cuenta de que la tierra,quebrada y rocosa, daña mucho los pies;de que las pencas de henequén sonespinosas y traidoras, y de que el climaes duro, cálido y sofocante, a pesar deque estábamos en la temporada allíconsiderada como fría. Los hombres,vestidos de andrajos y descalzos,trabajan sin descanso, con muchocuidado y con la velocidad de los

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obreros destajistas mejor pagados.También trabajaban a destajo, y supremio consistía en librarse del látigo.Se veían aquí y allá mujeres y niños, y aveces niñas, que representaban ocho odiez años. La cuota diaria acostumbradaen San Antonio Yaxché es de dos milhojas; pero me dijeron que en otrashaciendas llega hasta tres mil.

Las hojas de henequén, una vezcortadas, se llevan a un gran edificioconstruido en medio del «casco» de lafinca, donde se elevan por medio demontacargas y se colocan en una bandamóvil que las conduce a la desfibradora.Ésta es una máquina con fuertes dientes

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de acero que raspan las gruesas hojas,de lo que resultan dos productos: unpolvo verde, que es desperdicio, ylargas fibras como cabellos de colorverduzco, que es el henequén. La fibrase lleva en un tranvía al secadero, dondeadquiere el color del sol. Después setransporta en el tranvía, se prensa enpacas, y pocos días o semanas mástarde, el observador podrá verla enProgreso, el puerto de Yucatán, a unos35 km al norte de Mérida, donde secargan en un buque generalmentebritánico. Los Estados Unidos comprancasi todo el henequén de Yucatán, delcual nuestro trust cordelero, considerado

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como afiliado a la «Standard Oil»absorbe más de la mitad. En 1908, elprecio de la fibra de henequén en pacasera de ocho centavos por libra, y untratante de esclavos me dijo que su costode producción no era mayor de uncentavo.

Cerca de la desfibradora vimostrabajando a muchos niños; en el patiode secado encontramos muchachos yhombres; estos últimos meimpresionaron por su indiferencia y suaspecto, macilento y febril. Laexplicación me la dio el capataz:«Cuando los hombres están enfermos,los dejamos trabajar aquí…» —y agregó

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— «¡a media paga!».Ése era, entonces, el hospital para

los hombres. El de mujeres lodescubrimos en el sótano de uno de losedificios principales; se trataba de unahilera de estancias sin ventanas y con elpiso de tierra, parecidas a calabozos; encada una de ellas estaba acostada unamujer sobre una tabla sin siquiera unasábana que mitigara la aspereza.

Más de 300 esclavos duermen enuna gran construcción de piedra yargamasa, rodeada de un sólido muro decuatro metros de alto, con bardasrematadas por trozos de vidrio. A esterecinto se entra tan sólo por una puerta,

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en la que hay un guardián armado deporra, sable y pistola. Tal era eldormitorio de los hombres solteros de lafinca, mayas, yaquis y chinos, y tambiénde los que trabajaban medio tiempo,esclavos a quienes se emplea sólomedio año, algunos de ellos casados,cuyas familias viven en pequeñospoblados en los alrededores de la finca.

Los peones de temporada seencuentran solamente como en unatercera parte de las haciendas y es unaclase de trabajadores que se ha creadoenteramente por conveniencia de losamos. Se convierten en trabajadores deplanta a voluntad de los amos y entonces

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se les permite que tengan a sus familiasen la hacienda; están obligados atrabajar más de la mitad del año, si seles necesita, y durante el tiempo que notrabajan en la finca no se les deja buscartrabajo en otro lugar; generalmente sulabor anual se divide en dos periodos:tres meses en la primavera y tres en elotoño, durante los cuales no puedenvisitar a sus familias. Se les tienesiempre encerrados en las noches, sealimentan por cuenta de la finca y lacantidad de doce centavos y medio —unreal— que se les acredita diariamente seentrega por pequeñas partes a susfamilias para que éstas no mueran de

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hambre.Con lo dicho se verá que la cantidad

que se le acredita en un año altrabajador de medio tiempo, por seismeses de labor, es de $22.50, comopago total, que es con lo que la familiadel esclavo cuenta para vivir en el año.

En una sola habitación del edificioprincipal de San Antonio Yaxché,rodeado por la barda de piedra,encontramos más de trescientas hamacascasi tocándose unas a otras, que era eldormitorio de los peones de mediotiempo y de los solteros. Entramos en elrecinto precisamente al atardecer,cuando los trabajadores, limpiándose el

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sudor de la frente, iban llegando. Detrásdel dormitorio había media docena demujeres que cocinaban en unas hornillasprimitivas. Los andrajosos trabajadores,como lobos hambrientos, hacían círculoalrededor de la sencilla cocina yextendían las manos sucias para recibirsu cena como premio, que las pobrescriaturas comían de pie.

Probé la cena de los esclavos. Esdecir, tan sólo probé una parte de ellacon la lengua; el resto fue con el olfato,ya que mi nariz me aconsejó nointroducirla en la boca. La comidaconsistía en dos grandes tortillas demaíz, que es el pan de los pobres de

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México; una taza de frijoles cocidos, sincondimento, y un plato de pescadorancio que despedía tan gran hedor quedurante varios días persistió en miolfato. ¿Cómo era posible que pudierancomer aquello? Puede ser que paravariar una aburrida e inacabable seriede comidas, compuesta solamente defrijoles y tortillas, llegue un momento enque al más refinado paladar se le hagaagua la boca con algo diferente, aunqueeste algo sólo sea un pescado cuyohedor llegue hasta el cielo.

Frijoles, tortillas, pescado.«Supongo que por lo menos podrán vivircon eso» —reflexioné—, «siempre que

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en las otras dos comidas no les vayapeor».

—A propósito —dije, volviéndomeal administrador que nos servía de guía—, ¿qué es lo que se les da en las otrasdos comidas?

—¿Las otras dos comidas? —Eladministrador quedó perplejo—. ¿Lasotras dos comidas? No hay máscomidas. Ésta es la única que se les da.

Frijoles, tortillas y pescado una vezal día, y doce horas de trabajo bajo elsol abrasador.

—Pero, no —rectificó eladministrador—; se les da algo más,algo muy bueno, algo que pueden llevar

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al campo y comerlo cuando quieren.Aquí tiene usted.

Y cogió de una de las mesas de lasmujeres una cosa del tamaño de dospuños y me la dio con aire de triunfo.Tomé en mis manos aquella masaredonda y húmeda, la pellizqué, la olí yla probé. Resultó ser masa de maízmedio fermentada y hecha bola con lasmanos. Esto era las otras dos comidas,el complemento de la subsistencia, delos frijoles, de las tortillas y delpescado podrido, que sostenía a lostrabajadores durante todo el largo día.

Me dirigí a un joven maya quechupaba cuidadosamente una espina de

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pescado:—¿Qué prefieres ser —le pregunté

—, trabajador de medio tiempo o detiempo completo?

—De tiempo completo —contestórápidamente, y luego más bajo—. Noshacen trabajar hasta que casi nos caemosy después nos despiden, para que nospongamos fuertes otra vez. Si hicierantrabajar a los de tiempo completo comonos hacen trabajar a nosotros, semorirían.

—Venimos a trabajarvoluntariamente —dijo otro joven maya—, porque el hambre nos obliga, peroantes que termine la primera semana,

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quisiéramos escapar; por eso nosencierran en la noche.

—¿Por qué no se escapan cuandotienen ocasión de hacerlo? —pregunté—. Digo, cuando los sacan al campo.

El administrador se había apartadode nosotros para regañar a una de lasmujeres.

—No tiene objeto —respondió eljoven con seriedad—. Siempre nosagarran. Todos están contra nosotros yno hay dónde esconderse.

—Tienen nuestras fotografías —dijootro—. Siempre nos encuentran yentonces nos dan una paliza. Cuandoestamos aquí, queremos escapar; pero

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cuando nos llevan a la labor sabemosque la escapatoria es inútil.

Más tarde conocería loadmirablemente adaptado que está elterritorio yucateco para impedir la huidade los fugitivos. En aquella losa calizano crecen frutas ni hierbas silvestrescomestibles. No hay manantiales, ni sitiodonde una persona pueda cavar un pozosin dinamita y un taladro para roca.

De modo que todo fugitivo, con eltiempo, tiene que llegar a una finca o ala ciudad, y en un lugar u otro se ledetiene para su identificación. Untrabajador libre que no lleve papelespara demostrar que lo es, está siempre

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expuesto a que lo encierren y a pasargrandes apuros para demostrar que no esesclavo fugitivo.

A Yucatán se le ha comparado conla Siberia rusa. «Siberia» —me handicho algunos refugiados políticosmexicanos— «es un infierno congelado;Yucatán es un infierno en llamas». Peroyo no encontré muchos puntos en comúnentre los dos países. Es cierto que losyaquis son desterrados, en cierto sentidoy, además, desterrados políticos; perotambién son esclavos. Los desterradospolíticos de Rusia no son esclavos.Según Kennan, se les permite llevar conellos a sus familias, elegir su propia

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morada, vivir su propia vida, y amenudo se les entrega una cantidadmensual con la que se sostienen. Yo nopuedo imaginar que la lejana Siberia seatan mala como Yucatán.

El esclavo de Yucatán no tiene horapara la comida, como la tiene el obreroagrícola norteamericano. Sale al campoen la madrugada y come, por el caminosu bola de masa agria. Agarra sumachete y ataca la primera hojaespinosa tan pronto como hay luzsuficiente para ver las espinas, y no dejapara nada el machete hasta el atardecer.Millares de grandes hojas verdes pordía constituyen su «tarea», y además de

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cortarlas, recortarlas y apilarlas, lastiene que contar, lo mismo que elnúmero de hojas que quedan en cadaplanta, procurando estar seguro de queno ha contado muchas de más o demenos. Se estima que cada plantaproduce treinta y seis pencas nuevas alaño; doce de éstas, las más grandes, secortan cada cuatro meses; perocualquiera que sea el número de las quese corten, tienen que quedar exactamentetreinta después del corte. Si el esclavodeja treinta y una o veintinueve, se leazota; si no llega a cortar dos mil se leazota; si no recorta bien la orilla de lashojas, se le azota; si llega tarde a la

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revista, se le azota; se le azota porcualquier otra falta que alguno de losjefes imagina que ha descubierto en sucarácter o en su aspecto. ¿Siberia? A miparecer, Siberia es un asilo de huérfanoscomparada con Yucatán.

Una y otra vez comparé, en laimaginación, el estado de los esclavosde nuestros Estados del Sur, antes de laGuerra Civil, y siempre resultófavorecido el negro. Nuestros esclavosdel Sur estaban casi siempre bienalimentados; por regla general notrabajaban con exceso; en muchas de lasplantaciones rara vez se les pegaba; decuando en cuando era costumbre darles

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algo de dinero para pequeños gastos yse les permitía salir de la finca por lomenos una vez por semana. Éstos, comolos esclavos de Yucatán, eran ganadoperteneciente a la finca; pero, adiferencia de aquéllos, se les trataba tanbien como al ganado. En el Sur, antes dela guerra, no había muchas plantacionesdonde murieran más negros que nacían.La vida de nuestros esclavos negros noera tan dura, puesto que podían reíralgunas veces…, y cantar. Pero losesclavos de Yucatán no cantan.

Nunca olvidaré mi último día enMérida. Mérida es probablemente laciudad más limpia y más bella de todo

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México. Podría resistir la comparaciónde su blanca hermosura con cualquierotra en el mundo. El municipio hagastado grandes sumas en pavimentos,en parques y en edificios públicos, y porencima de todo eso, no hace muchotiempo, los «reyes del henequén»juntaron fuerte cantidad para mejorasextraordinarias. Mi última tarde enYucatán la pasé recorriendo a pie o encoche el opulento barrio residencial deMérida. Los norteamericanos podráncreer que no existe nada de arquitecturaen esta pétrea penínsulacentroamericana; pero Mérida tiene suspalacios de un millón de dólares, como

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en Nueva York, y posee miles de ellosentre magníficos jardines.

¡Maravillosos palacios mexicanos!¡Maravillosos jardines mexicanos! Unmaravilloso parque de hadas nacido alconjuro de la esclavitud de mayas y deyaquis. Entre los esclavos de Yucatánhay diez mayas por cada yaqui; pero lahistoria de los yaquis es la que másllamó mi atención. Los mayas mueren ensu propia tierra, entre su propio pueblo,pero los yaquis son desterrados; éstosmueren en tierra extraña y mueren másaprisa y solos, lejos de sus familiares,puesto que todas las familias yaquisenviadas a Yucatán son desintegradas en

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el camino: los maridos son separados delas mujeres y los niños arrancados delos pechos de las madres.

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Capítulo II

El exterminio de los yaquis

Mi propósito auténtico al hacer el viajea Yucatán fue averiguar qué sucedía conlos indios yaquis de Sonora. Junto conmiles de norteamericanos que hemosvivido muchos años en nuestras regionesdel Sudoeste y cerca de la frontera deMéxico, ya sabía algo de lossufrimientos de los yaquis en su Estadonativo, de los medios que se emplearonpara obligarlos a rebelarse, de la

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confiscación de sus tierras, de losmétodos de exterminio usados por elejército, de la voz indignada de loselementos sensatos de Sonora, yfinalmente, de la radical orden delpresidente Díaz para que los yaquisfueran deportados.

Sabía que esta orden se estabacumpliendo y que cientos de familiaseran recogidas cada mes para serenviadas al exilio; pero ¿qué suerte lesesperaba al final del camino? Larespuesta era siempre vaga, indefinida,nada satisfactoria. Aun los mexicanosmejor informados de la metrópoli, nopodían decirme nada. Después que los

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desterrados yaquis embarcaban en elpuerto de Veracruz caía el telón tras deellos. Fui a Yucatán para presenciar, siera posible, el acto final del drama de lavida del yaqui… y lo presencié.

Se extermina a los yaquis, yrápidamente. No hay lugar acontroversia a este respecto: la únicadiscusión posible se refiere tan sólo a silos yaquis merecen o no serexterminados. Sin duda es cierto que unaparte de ellos se ha negado a aceptar eldestino que el gobierno les señaló. Porotra parte, hay quienes afirman que losyaquis valen tanto como cualesquierotros mexicanos y merecen la misma

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consideración por parte de susgobernantes.

El exterminio de los yaquis empezócon la guerra, y el fin de ellos se estácumpliendo con la deportación y laesclavitud.

Se llama indios a los yaquis, peroéstos como los mayas de Yucatán, noson «indios» en el conceptonorteamericano. En los Estados Unidosno los llamaríamos indios, porque sontrabajadores. Desde los tiempos máslejanos que se conocen de su historia, nohan sido nunca salvajes; siempre fueronun pueblo agrícola; cultivan el suelo;descubrieron y explotaron minas;

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construyeron sistemas de regadío;edificaron ciudades de adobe; sosteníanescuelas públicas, un gobiernoorganizado y una fábrica de moneda.Cuando llegaron los misionerosespañoles poseían casi todo ese vastoterritorio que se extiende al sur deArizona y que hoy comprende el Estadode Sonora.

«Son los mejores trabajadores deSonora», me dijo el coronel FranciscoB. Cruz, el mismo hombre que tiene elencargo de deportarlos a Yucatán, y dequien me ocuparé más adelante. «Untrabajador yaqui vale por dosnorteamericanos y por tres mexicanos»,

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declaró E. F. Trout, un capataz minerode Sonora. Es la gente más fuerte, mássobria y más digna de confianza que hayen México, señaló otro. «El gobiernonos está quitando a nuestros mejorestrabajadores y destruyendo laprosperidad del Estado», me confió unomás. «Dice el gobierno que quiere abrirla comarca yaqui para colonizarla —medijo S. R. DeLong secretario de laSociedad Histórica de Arizona (ArizonaHistorical Society) y viejo residente deSonora—, pero mi opinión es que lospropios yaquis son los mejores colonosque podrían encontrarse.»

Tales opiniones se oyen con

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frecuencia en Sonora, en los Estadosfronterizos y también se leen enpublicaciones de la región.Verdaderamente, el yaqui tiene unadmirable desarrollo físico. Durante misviajes por México aprendí areconocerlos a primera vista por susanchos hombros, su pecho hondo, suspiernas nervudas y su cara curtida. Elyaqui típico es casi un gigante y su razaes de atletas. Acaso ésa sea la razón porla que no ha doblado la cabeza parasometerse a la voluntad de los amos deMéxico.

Los norteamericanos que son dueñosde minas y de ferrocarriles en Sonora se

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quejan continuamente contra ladeportación de los yaquis, debido a queéstos son muy buenos trabajadores. Otraopinión que he escuchado muchas vecesentre los vecinos de la frontera señala elrespeto que los llamados «renegados» o«yaquis guerreros» tienen por lapropiedad de los norteamericanos y deotros extranjeros. Cuando los yaquistomaron las armas por vez primeracontra el gobierno actual, hace unos 25años, lo hicieron por causa de unaofensa recibida. Peleaban casi siempre ala defensiva y, arrojados a las montañas,se vieron obligados a abandonarlas y amerodear porque así lo exigía su

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estómago; pero durante muchos añostodo el mundo sabía que rara vezatacaban ellos a los norteamericanos o aotros pueblos, sino tan sólo a losmexicanos. Por largo tiempo nocometieron desmanes en losferrocarriles, ni contra los propietariosde ellos, que en Sonora han sidosiempre norteamericanos.

El origen de los conflictos yaquis seatribuye generalmente a un planelaborado por cierto número depolíticos que tenían el propósito deapoderarse de las ricas tierras del sur deSonora, las cuales eran propiedad de losyaquis desde tiempos inmemoriales.

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Durante los últimos 24 años, los únicosgobernadores de Sonora han sido RamónCorral, vicepresidente de México,Rafael Izábal y Luis Torres. Estas trespersonas han alternado en la gubernaturadel Estado por más de una generación.Como no se efectuaron eleccionespopulares de ninguna clase, estos tresamigos no eran responsablesabsolutamente ante nadie, excepto elpresidente Díaz, y la autoridad de ellosen Sonora ha llegado a ser casi absoluta.

Se sabe que los yaquis teníanlegítimos títulos sobre sus tierras cuandoCorral, Izábal y Torres se presentaronen escena. En la época de la conquista

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española constituían una nación de cienmil a doscientas mil personas, y algunoshistoriadores suponen que son una ramade los aztecas. Los españoles nopudieron subyugarlos completamente ydespués de 250 años de conflictos,llegaron a concertar con ellos la paz, enla que los yaquis cedieron una parte desu territorio a cambio delreconocimiento de sus justos derechosde propiedad sobre el resto, en fe de locual el rey de España les otorgó un títulofirmado por su augusta mano. Estosucedió hace cerca de 150 años, y eltítulo real fue respetado por losgobernantes y jefes de México hasta

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llegar a Díaz. Durante todo ese tiempo,los yaquis vivieron en paz con el mundoy se ganaron la reputación de gentepacífica, pero al gobierno de Díaz tocóprovocarlos a la guerra.

Durante estos años de paz, losyaquis vinieron a ser parte solidaria dela nación mexicana; vivían como losdemás mexicanos; tenían sus propiasgranjas y sus propios hogares y pagabanimpuestos como el resto de losmexicanos. Durante la guerra contraMaximiliano, enviaron soldados paraayudar a México, y muchos de ellos sedistinguieron por su brillante actuación.

Pero los yaquis fueron incitados a la

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guerra. Los hombres que estaban a lacabeza del gobierno de Sonora deseabansus tierras y vieron una oportunidad delucro cuando el Estado mandó un cuerpomilitar; por eso hostilizaron a losyaquis. Enviaron supuestosagrimensores al valle del Yaqui paraponer mojones en la tierra y decir a lagente que el gobierno había decididoregalársela a unos extranjeros.Confiscaron 80 mil pesos que el jefeCajeme tenía depositados en un banco;finalmente, enviaron hombres armados aarrestar a Cajeme, como no pudieronencontrarlo, prendieron fuego a su casay a las de los vecinos y abusaron de las

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mujeres del pueblo no respetandosiquiera a la mujer del propio Cajeme.Desde entonces los yaquis se vieronobligados a pelear.

A partir de ese día, hace 25 años, elgobierno de México ha mantenido casicontinuamente en el territorio un ejércitocontra este pueblo con un contingenteque varía entre dos mil y seis milhombres. En la lucha han muertodecenas de miles de yaquis y desoldados, y muchos centenares deaquéllos fueron ejecutados después dehechos prisioneros. A los pocos años delucha, fue capturado el jefe Cajeme, alque ejecutaron públicamente delante de

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muchos yaquis que habían caídoprisioneros con él. En seguida fueelegido jefe Tetabiate, también yaqui,para ocupar el lugar de Cajeme, y lalucha prosiguió. Finalmente, en 1894, demodo repentino, les arrebataron lastierras.

Por decreto del gobierno federal seles quitaron las mejores y lastraspasaron a un solo hombre, el generalLorenzo Torres, que hoy es jefe militaren Sonora y que por entonces erasegundo en el mando.

Al gobierno se le señala comoculpable de las más horriblesatrocidades. Santa de Cabora, escritor

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mexicano, cita estos dos casos:

El 17 de mayo de 1892, el generalOtero, del ejército mexicano, ordenóaprehender a los yaquis, hombres,mujeres y niños que había en la ciudadde Navojoa y colgó a tantos queagotaron las cuerdas disponibles, siendonecesario usar cada una de ellas cinco oseis veces.

Un coronel del ejército, AntonioRincón, en julio de 1892, tomóprisioneros a doscientos yaquis,hombres, mujeres y niños, y los embarcóen el cañonero El Demócrata,echándolos después al agua entre la

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desembocadura del río Yaqui y el puertode Guaymas, pereciendo todos ellos.

En la frontera mexicana circuló lanoticia de que un incidente similar alanterior había ocurrido en febrero de1908. El coronel Francisco B. Cruz, quetenía a su cargo a los desterrados y quedice haber estado a bordo del cañoneroy haber presenciado el incidente, medeclaró, sin embargo, que esa noticia noera cierta. Los yaquis se ahogaron —medijo—, pero no fueron culpables lasautoridades. Teniendo en cuenta que elgobierno en esa época no mataba a losyaquis que podía aprehender y vender,

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la versión del coronel Cruz puedetomarse como correcta.

—Fue suicidio…, nada más quesuicidio —aseveró el coronel—. Esosindios quisieron frustrar la ganancia quenos correspondía como comisión y poreso arrojaron a sus hijos al mar ysaltaron tras de ellos. Yo estaba a bordoy lo vi todo. Oí un grito agudo y vi aalgunos de los tripulantes corriendohacia el lado de estribor. Algunosyaquis estaban en el agua. Entonces seoyó un grito del lado de babor y vi a losyaquis saltando sobre la borda por eselado. Soltamos botes, pero fue inútil;todos se ahogaron antes que pudiéramos

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llegar hasta ellos.«Todo soldado que mate a un yaqui

—me dijo un médico militar que sirviódos años en las tropas que combatían alos yaquis y a quien conocí en la ciudadde México— percibe una recompensade cien dólares. Para probar su hazaña,el soldado tiene que presentar las orejasde su víctima. “Traigan las orejas”, es laorden de los oficiales. Con frecuenciahe visto una compañía de soldadosformados en una plaza y a algunos deellos recibir cien dólares, por un par deorejas.

»A veces son capturados pequeñosgrupos de indios y, cuando yo estaba en

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el ejército, era costumbre ofrecer a loshombres libertad y dinero si conducían alas tropas por los caminos escondidosde la montaña en donde se hacían fuertessus amigos. La alternativa era colgarlos,pero nunca vi que uno de estos cautivosfuera traidor. “Que me cuelguen”,gritaban, y he visto a alguno de elloscorrer, ponerse la cuerda alrededor delcuello y pedir que la apretaseninmediatamente para no tener quesoportar otra vez un insulto tan ruin».

Tengo ante mí una carta firmada porG. G. Lelevier, antiguo miembro delPartido Liberal Mexicano y director deuno de sus periódicos en los Estados

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Unidos, de quien se dice que se pusodespués a favor de la causa delgobierno. La carta dice, comentando unafotografía que muestra a un grupo deyaquis colgados de un árbol en Sonora:

Esta fotografía se parece mucho a otratomada en el río Yaqui cuando elgeneral Ángel Martínez estaba al mandodel ejército mexicano de ocupación.Este general tenía la costumbre decolgar gente porque no podía decirledónde se encontraban en aquel momentolos yaquis insurrectos, y llegó alextremo de lazar a las mujeres de losyaquis y colgarlas también. Así siguió

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hasta que el jefe de la comisióngeográfica comunicó los hechos a laciudad de México, amenazando conrenunciar si continuaban esosprocedimientos. Entonces, fue retiradoese monstruo.

Pero más tarde, el gobernadorRafael Izábal (debe haber sido en 1902)hizo una incursión en la isla Tiburón,donde se habían refugiado algunosyaquis pacíficos, y sin más trámitesordenó a los indios seris que le trajeranla mano derecha de cada uno de losyaquis que allí hubiera, con laalternativa para los seris de ser a su vezexterminados. El doctor Boido tomó una

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fotografía y en ella se podía ver algobernador riéndose a la vista de unracimo de manos que le presentabancolgando del extremo de un palo. Estafotografía llegó a publicarse en elperiódico El Imparcial de la Ciudad deMéxico, haciendo escarnio de lashazañas del gobernador Izábal.

En 1898 se dotó por primera vez a lastropas del gobierno con rifles mausermejorados, y en ese año entraron encontacto y destruyeron a un ejército deyaquis en Mazacoba, contándose losmuertos en más de mil. La guerraterminó empatada. Después ya no hubo

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grandes batallas; a los guerreros yaquissimplemente se les cazaba, y millares deellos optaron por rendirse. Sus jefesfueron ejecutados, y a los que se habíanrendido se les cedió para ellos y susfamilias nuevo territorio más al nortedonde se establecieron como si fueratierra de promisión; pero resultó ser undesierto y uno de los lugares másinhóspitos de toda América; de modoque los yaquis se trasladaron a otroslugares del Estado, convirtiéndosealgunos en obreros de las minas, otrosencontraron empleo en los ferrocarrilesy el resto como peones agrícolas. Partede la tribu yaqui perdió su identidad y se

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mezcló con los pueblos cercanos; y es aestos yaquis pacíficos a los que seaprehende y se deporta a Yucatán.

Unos cuantos yaquis, quizá cuatro ocinco mil, han seguido luchando por sustierras; situados en picos accesibles, sehan fortificado en lo alto de la sierra delBacatete, que bordea lo que era antes supaís. Por allí corren manantialesperennes de agua fresca, y en aquellosacantilados casi perpendicularesconstruyeron sus hogares, plantaronmaíz, establecieron a sus familias ycantan, a veces, a los fértiles valles queuna vez fueron suyos. Varios miles desoldados siguen persiguiéndolos y

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aunque los soldados no pueden llegar aesas alturas de la sierra, acechan a losindios en las cañadas y disparan contraellos cuando bajan a comprar carne,telas u otros artículos que necesitan parasu subsistencia.

Muchos pequeños grupos de estosllamados «renegados» han sidodestruidos; otros han sido capturados yejecutados. Han circulado rumores depaz que después se han desmentido, y sehan celebrado conferencias de paz conel gobierno, pero han fracasado porquelos «renegados» no podían obtener lagarantía de que no serían ejecutados odeportados después de rendirse. En

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enero de 1909, el gobernador Torrespublicó oficialmente la noticia de que eljefe Bule y varios cientos de susguerreros se habían rendidocondicionalmente; pero algunosconflictos posteriores demostraron queel anuncio había sido prematuro. Haypor lo menos varios centenares deyaquis en los despeñaderos del Bacateteque se niegan a rendirse; están fuera dela ley, no tienen comunicación con elmundo, no tienen relación con elelemento pacífico de su raza que estádisperso por todo el Estado de Sonora y,sin embargo, la existencia de estepuñado de «renegados» es la única

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excusa que tiene el gobierno paraaprehender a pacíficas familiasmexicanas y deportarlas a razón dequinientas por mes.

¿Por qué se hace sufrir a una porciónde mujeres, de niños y de viejos, sóloporque algunos de sus parientes encuarto grado están luchando allá lejos,en las montañas? El médico militar conquien hablé en México respondió a estapregunta en términos muy enérgicos.

—¿La razón? —dijo—. No hayrazón. Se trata solamente de una excusa,y la excusa es que los que trabajancontribuyen a sostener a los que luchan;pero si esto es verdad, lo es en mínima

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parte, pues la gran mayoría de los yaquisno se comunican con los combatientes.Puede haber algunos culpables, pero nose hace absolutamente ningún intentopara descubrirlos, de manera que por loque un puñado de yaquis patriotas esténacaso haciendo; se hace sufrir y morir adecenas de miles. Es como si seincendiase a toda una ciudad porque unode sus habitantes hubiera robado uncaballo.

La deportación de yaquis a Yucatány a otras partes de México bajo elrégimen esclavista empezó a tomargrandes proporciones cerca de 1905,comenzando en pequeña escala para

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aumentar después.Finalmente, en la primavera de

1908, se publicó en periódicosnorteamericanos y mexicanos una ordendel presidente Díaz disponiendo demodo terminante que todos los yaquis,dondequiera que se encontrasen, fueranhombres, mujeres o niños, deberían serapresados por la «Secretaría de Guerra»y deportados a Yucatán.

Durante mis viajes a México inquirímuchas veces respecto a la autenticidadde esta noticia, y me la confirmaronplenamente. La confirmaron funcionariospúblicos de la ciudad de México, y elcoronel Cruz principal encargado de

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deportar a los yaquis, y es indudable queesa orden, cualquiera que fuera suprocedencia, se cumplía. Se capturabandiariamente trabajadores yaquis en lasminas, en los ferrocarriles y en lasfincas —antiguos trabajadores quenunca habían tenido un rifle— mujeres,muchachos y niños, viejos o jóvenes,débiles o fuertes. Custodiados porsoldados y rurales iban en grupos haciael exilio. Y hay otros indígenas, ademásde los yaquis, que siguen el mismocamino: pimas y ópatas, otros indiosmexicanos y cualquier gente de pieloscura, que por ser pobre e incapaz dedefenderse, han sido capturados,

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fichados como yaquis y enviados a latierra del henequén. ¿Cuál es allí susuerte? Esto es lo que fui a averiguar enYucatán.

El secreto que está en la raíz de todoel problema yaqui me fue revelado yresumido en pocas palabras por elcoronel Francisco B. Cruz, del ejércitomexicano, en una de las más importantesentrevistas que celebré durante miestancia en México.

Durante los últimos cuatro años, esteoficial ha tenido a su cargo ladeportación de todos los yaquis aYucatán. Tuve la suerte de tomar pasajeen el mismo vapor que él al regresar de

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Progreso a Veracruz. Es un veterano delejército, corpulento, agradable,conversador, de unos sesenta años. Lagente de a bordo nos destinó el mismocamarote, y como el coronel teníaalgunos pases del gobierno que esperabavenderme, pronto entramos en el terrenoconfidencial.

—Durante los últimos tres años ymedio —me dijo—, he entregadoexactamente en Yucatán quince milsetecientos yaquis; entregados, fíjeseusted, porque hay que tener presente queel gobierno no me da suficiente dineropara alimentarlos debidamente y deldiez al veinte por ciento mueren en el

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viaje. Estos yaquis —continuó— sevenden en Yucatán a sesenta y cincopesos por cabeza; hombres, mujeres yniños. ¿Quién recibe el dinero? Bueno,diez pesos son para mí en pago de misservicios; el resto va a la «Secretaría deGuerra». Sin embargo, esto no es másque una gota de agua en el mar, pues locierto es que las tierras, casa, vacas,burros, en fin, todo lo que dejan losyaquis abandonado cuando sonaprehendidos por los soldados, pasa aser propiedad privada de algunasautoridades del Estado de Sonora.

De manera que de acuerdo con loque dice este hombre, que ya ha logrado

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para sí una fortuna de por lo menos $157mil en este negocio, se deporta a losyaquis por el dinero que produce lamaniobra: primero por el dinero que dala apropiación de sus bienes, y segundopor el dinero obtenido con la venta desus personas. Me aseguró que lasdeportaciones no cesarían mientras nose hubiera ganado el último centavo enel negocio. «El grupo de funcionariosque se ha alternado en el gobierno deSonora durante los últimos veinticincoaños se cuidará de eso», agregó.

Estas pequeñas confidencias me lastransmitió el coronel simplemente comodetalles de una charla interesante con un

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extranjero inofensivo. No tenía la ideade acusar a los funcionarios yciudadanos cuyos nombres habíamencionado. No expresó objeciónalguna contra el sistema; más bien sevanagloriaba.

—En los últimos seis meses —medijo el gordo coronel— he trasladado atres mil yaquis a razón de quinientosmensuales. Ésa es la capacidad de losbarcos del gobierno que navegan entreGuaymas y San Blas, pero confío en quepara fin de año aumentará el número.Acabo de recibir órdenes de traer otrosmil quinientos a Yucatán tanrápidamente como pueda. Ah, sí, debo

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hacer fortunita antes que este asuntotermine, pues hay por lo menos cien milyaquis más que trasladar. ¡Cien mil másdisponibles! —repitió al oír miexclamación—. Sí, cien mil, ni unomenos. Claro es que no todos sonyaquis, pero…

Y el principal delegado delpresidente Díaz para la deportación dela gente trabajadora de Sonora,meciéndose en el puente del barco decarga, me lanzó una sonrisa que era muysignificativa, demasiado, sí,terriblemente significativa.

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Capítulo III

En la ruta del exilio

Los yaquis que se dirigen a Yucatán, alllegar al puerto de Guaymas, Son.,abordan un barco de guerra del gobiernohasta el puerto de San Blas. Después decuatro o cinco días de travesía,desembarcan y son conducidos a pie através de una de las sierras más abruptasde México, desde San Blas a Tepic ydesde Tepic a San Marcos. Tal vez enlínea recta, la distancia sea de poco más

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de 160 kilómetros, pero con los rodeosdel camino se duplica la distancia yrequiere de quince a veinte días deviaje. Se hace alto en unos campos deconcentración a lo largo de la ruta, asícomo en las ciudades principales.Durante el camino se desintegran lasfamilias; esto sucede principalmente enGuaymas, San Marcos, Guadalajara y laciudad de México. Desde San Marcos,se lleva a estos infortunados por elFerrocarril Central Mexicano hasta laciudad de México, y desde ésta por elFerrocarril Interoceánico hastaVeracruz. Aquí se les amontona en unbarco de carga de la Compañía

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Nacional, y al cabo de dos a cinco díasdesembarcan en Progreso, donde sonentregados a los consignatarios que losesperan.

En el viaje a Yucatán, mi compañeroL. Gutiérrez de Lara y yo vimos bandasde desterrados yaquis; los vimos en losencierros de los cuarteles del ejército enla ciudad de México; nos juntamos conuna «cuerda» de ellos en Veracruz, enfin, navegamos con ellos de Veracruz aProgreso.

Había 104 amontonados en la suciabodega de popa del vapor cargueroSinaloa, en el cual embarcamos.Creíamos que sería difícil encontrar la

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oportunidad de visitar este antro infecto;pero afortunadamente nos equivocamos.Los guardias cedieron fácilmente a unaspalabras amistosas, y apenas habíainiciado el barco su marcha, micompañero y yo estábamos sentadossobre unas cajas en la bodega, junto a ungrupo de desterrados reunido alrededorde nosotros; algunos de ellos, ansiososde tabaco, chupaban furiosamente loscigarrillos que les obsequiamos, Y otrosmordían silenciosamente plátanos,manzanas y naranjas que también leshabíamos regalado.

Entre ellos había dos viejos de másde cincuenta años: uno era pequeño, de

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facciones agudas, hablador, vestido conun overall norteamericano, blusa detrabajo, zapatos, y sombrero de fieltro, ycon fisonomía y maneras de un hombrecivilizado; el otro era alto, silencioso,impasible, embozado hasta la barba conun sarape de colores vivos, únicaprenda útil que había logrado sacar desus pertenencias cuando los soldados loapresaron. Había allí también unmagnífico atleta de menos de treintaaños, que llevaba en brazos a unadelicada niña de dos años; una mujer decara agresiva, de unos cuarenta años,contra la cual se oprimía una de diez quetemblaba y temblaba presa de un ataque

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de malaria; dos muchachos fornidossentados en cuclillas al fondo, quesonreían medio atontados a nuestraspreguntas; mujeres sucias, casi la mitadde ellas con niños de pecho; ademáshabía un asombroso número de criaturasregordetas, de piernas desnudas, quejugaban inocentemente en el suelo o nosmiraban a distancia con sus grandes ojosnegros.

—¿Revolucionarios? —pregunté alhombre con overall y blusa.

—No; trabajadores.—¿Yaquis?—Sí, un yaqui —dijo, señalando a

su amigo el de la cobija—. Los demás

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somos pimas y ópatas.—Entonces, ¿por qué aquí?—Ah, todos somos yaquis para el

general Torres. Él no hace distinción. Siuno es de tez oscura y viste como yo, esun yaqui para él. No investiga ni hacepreguntas…, lo detiene a uno.

—¿De dónde es usted? —pregunté alviejo.

—La mayoría de nosotros somos deUres. Nos capturaron durante la noche ynos llevaron sin darnos tiempo pararecoger nuestras cosas.

—Yo soy de Horcasitas —habló eljoven atleta con la niña en brazos—. Yoestaba arando en mi tierra cuando

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llegaron y no me dieron tiempo ni adesuncir mis bueyes.

—¿Dónde está la madre de la niña?—pregunté con curiosidad al jovenpadre.

—Murió en San Marcos —contestóapretando los dientes— la mató lacaminata de tres semanas por losmontes. He podido quedarme con lapequeña… hasta ahora.

—¿Algunos de ustedes opusieronresistencia cuando los soldados llegarona aprehenderlos? —pregunté.

—No —dijo el viejo de Ures—.Nos entregamos pacíficamente; notratamos de escapar. —Y continuó con

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una sonrisa—. Los oficiales tenían mástrabajo cuidando de sus hombres, de sussoldados, para impedir que huyeran ydesertaran, que con nosotros.

—Al principio éramos en Uresciento cincuenta y tres —siguió el viejo—, todos trabajadores del campo.Trabajábamos para pequeños rancheros,gente pobre, que no tenía a su serviciomás de media docena de familias. Undía, un agente del gobierno visitó laregión y ordenó a los patrones quedieran cuenta de todos sus trabajadores.Los patrones obedecieron, pues nosabían de qué se trataba hasta pocosdías después, cuando llegaron los

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soldados. Entonces se enteraron y sedieron cuenta de que la ruina era tantopara ellos como para nosotros.Suplicaron a los oficiales diciendo:«Éste es mi peón, es un buen hombre; haestado conmigo durante veinte años; lonecesito para la cosecha».

—Es verdad —interrumpió la mujercon la niña consumida por la fiebre—.Hemos estado con Carlos Romo duranteveintidós años. La noche que noscapturaron éramos siete; ahora somosdos.

—Y nosotros hemos trabajado paraEugenio Morales dieciséis años —hablóotra mujer.

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—Sí —prosiguió el que llevaba lavoz cantante—, nuestros patronessiguieron suplicando; pero fue inútil.Algunos nos siguieron todo el caminohasta Hermosillo. Eran Manuel Gándara,José Juan López, Franco Téllez, EugenioMorales, los hermanos Romo, José yCarlos. Allí los puede usted encontrar yle dirán que lo que decimos es cierto.Siguieron tras de nosotros; pero fueinútil. Tuvieron que volver para buscaren vano trabajadores en nuestras casasvacías. Habíamos sido robados… yaellos los habían despojado.

—Murieron en el camino comoganado hambriento —continuó el viejo

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de Ures—. Cuando uno caía enfermo,nunca sanaba. Una mujer que estaba muyenferma cuando salimos, pidió que ladejasen, pero no quisieron. Fue laprimera en caer; sucedió en el tren, entreHermosillo y Guaymas.

—Pero la parte más dura del caminofue entre San Blas y San Marcos.¡Aquellas mujeres con niños! ¡Eraterrible! Caían en tierra una tras otra.Dos de ellas ya no pudieron levantarse ylas enterramos nosotros mismos, allí,junto al camino.

—Había burros en San Blas —interrumpió una mujer—, y mulas ycaballos. Oh, ¿cómo no nos dejaron

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montarlos? Pero nuestros hombres seportaron muy bien. Cuando se cansabanlas piernecitas de los niños, nuestroshombres los cargaban en hombros. Ycuando las tres mujeres con embarazomuy adelantado no pudieron caminarmás, nuestros hombres hicieronparihuelas de ramas, turnándose paracargarlas. Sí, nuestros hombres seportaron bien; pero ya no están aquí. Yano los veremos más.

—Los soldados tuvieron quearrancarme de mi marido —dijo otra—,y cuando yo lloraba se reían. A la nochesiguiente, vino un soldado y quisoabusar de mí; pero me quité los zapatos

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y le pegué con ellos. Sí, los soldadosmolestaban a las mujeres con frecuencia.Especialmente la semana que estuvimospasando hambre en la ciudad de México;pero siempre las mujeres losrechazaron.

—Yo tengo una hermana en Yucatán—dijo una joven de menos de veinteaños—. Hace dos años se la llevaron.Tan pronto como lleguemos, trataré deencontrarla. Nos acompañaremosmutuamente, ahora que me han quitado ami marido. Dígame, ¿hace tanto calor enYucatán como dicen? No me gusta elcalor; pero si me dejan vivir con mihermana, no me importa.

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—¿A quién pertenecen todas estascriaturas, estos muchachos, todos delmismo tamaño? —pregunté.

—¡Quién sabe! —respondió unaanciana—. Sus padres handesaparecido, lo mismo que nuestrosniños. Nos quitan a nuestros hijos y nosentregan hijos de extraños; y cuandoempezamos a querer a los nuevos,también se los llevan. ¿Ve usted a esamujer acurrucada allí con la cara entrelas manos? Le quitaron a sus cuatropequeños en Guadalajara y no le handejado nada. ¿A mí? Sí, me quitaron ami marido. En más de treinta años nonos habíamos apartado una sola noche;

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pero eso nada importa; ya no está. Peroacaso tengo suerte; todavía tengo a mihija. ¿Cree usted que nos juntaremos connuestros maridos de nuevo en Yucatán?

Cuando pasamos frente al faro deVeracruz, una ola impulsada por elviento norte se estrelló contra el costadodel barco y el agua empezó a entrar achorros por las ventanillas más bajas,inundando el alojamiento de losinfelices desterrados; éstos salieron alpuente, pero allí se encontraron con unaguacero que los hizo regresar a labodega. Entre ésta y la popa, inundadasambas, los exilados pasaron la noche; ycuando en la mañana temprano

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navegábamos por el río Coatzacoalcos,me dirigí de nuevo a popa y los encontrétirados en el puente, todos ellos mojadosy temblando, y algunos retorciéndosevíctimas de fuerte mareo.

Navegamos cuarenta y cuatrokilómetros aguas arriba delCoatzacoalcos, anclamos en la orilla ypasamos un día embarcando ganado dela región para el mercado de carne deNueva Orleans. Se pueden meter por elportillo del costado de un buquedoscientos animales grandes en eltérmino de dos horas; pero estos toroseran salvajes como lobos, y había quemedio matar a cada uno antes que

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consintieran en recorrer la estrechapasarela. Una vez a bordo, colocados aambos lados del barco, luchaban,pateaban y mugían como sirenas devapor; varios rompieron las reatas queles habían amarrado a la cabeza ydestruyeron la débil valla colocada paraimpedir que invadieran otras seccionesdel puente. En un espacio libre de lapopa, rodeados en tres lados por losinquietos y mugidores animales, estabael alojamiento de los yaquis. No habíamás elección que quedarse allí y correrel riesgo de verse pisoteado, o salir alpuente superior al aire libre. Durante lossiguientes cuatro días del viaje, uno de

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los cuales lo ocupamos en esperar quepasara un «norte», los yaquis prefirieronel puente.

Por fin llegamos a Progreso. Altomar el tren para Mérida vi cómometían a nuestros compañeros de viajeen los coches de segunda clase. Bajaronen la pequeña estación de San Ignacio,tomaron rumbo a una haciendaperteneciente al gobernador OlegarioMolina, y ya no los vimos más.

Pronto me enteré en Yucatán de loque hacían con los desterrados yaquis.Éstos son enviados a las fincashenequeneras como esclavos,exactamente en las mismas condiciones

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que los cien mil mayas que encontramosen las plantaciones. Se les trata comomuebles; son comprados y vendidos, noreciben jornales; pero los alimentan confrijoles, tortillas y pescado podrido. Aveces son azotados hasta morir. Se lesobliga a trabajar desde la madrugadahasta al anochecer bajo un solabrasador, lo mismo que a los mayas. Alos hombres los encierran durante lanoche y a las mujeres las obligan acasarse con chinos o con mayas. Se lescaza cuando se escapan, y son devueltospor la policía cuando llegan a sitioshabitados. A las familias desintegradasal salir de Sonora, o en el camino, no se

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les permite que vuelvan a reunirse. Unavez que pasan a manos del amo, elgobierno no se preocupa por ellos ni lostoma ya en cuenta; el gobierno recibe sudinero y la suerte de los yaquis queda enmanos del henequenero. Vi a muchosyaquis en Yucatán; hablé con ellos, vicómo los azotaban. Una de las primerascosas que presencié en una haciendayucateca fue cómo apaleaban a un yaqui.Se llamaba Rosanta Bajeca.

El acto estaba teatralmentepreparado, aunque quizá no de modointencional. Eran las 3:45 de lamadrugada, inmediatamente después depasar lista los peones. Éstos formaron

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frente a la tienda de la finca, bajo losdébiles destellos de las linternas,colocadas en la parte superior de lafachada, que alumbraban apenas lasoscuras fisonomías, y las siluetas de unblanco sucio. Había 700 hombres. Decuando en cuando, la luz de las lámparasera un poco más viva y llegaba hasta losaltos árboles tropicales que, muypróximos entre sí, rodeaban el patio encuyo suelo crecía hierba. Bajo laslinternas, y dando frente a la andrajosahorda, estaban el administrador, elmayordomo primero y los jefes menores,así como los mayordomos segundos, elmayocol y los capataces.

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—¡Rosanta Bajeca!Este nombre, gritado por la voz del

administrador, hizo salir del grupo a unjoven yaqui de cuerpo regular, nervudo,de facciones finas, cabeza bien formadasobre hombros cuadrados, con quijadaprominente y firme, y ojos oscuros yhondos que lanzaban miradas rápidas deuno a otro lado del círculo que lorodeaba, como las lanzaría un tigre alque se hiciera salir de la selva para caeren medio de varios cazadores.

—¡Quítate la camisa! —ordenóásperamente el administrador. Al oírestas palabras, el jefe y los capatacesrodearon al yaqui. Uno de ellos alargó

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el brazo para arrancarle la prenda; peroel yaqui rechazó la mano que seacercaba y con la rapidez de un gato,eludió un palo que por el otro lado sedirigía a su cabeza. Fue un instante nadamás; con el odio reflejado en sus ojosmantuvo a raya al círculo que lorodeaba; pero con un movimiento deconformidad los hizo retirarse un poco yde un solo tirón se quitó la camisa por lacabeza, dejando al desnudo subronceado y musculoso torso,descolorido y marcado con cicatrices deanteriores latigazos. Sumiso, pero digno,se mantuvo allí como un jefe indiocautivo de los de hace un siglo,

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esperando con desprecio ser torturadopor sus enemigos.

Los esclavos presentes miraban conindiferencia. Era un pelotón detrabajadores, alineados de seis en fondo,sucios, con calzones de manta que lesllegaban apenas a los tobillos yenrollados a la altura de la rodilla;camisas del mismo material, con muchosagujeros que dejaban ver la bronceadapiel; piernas desnudas; pies descalzos;deteriorados sombreros de palma quesostenían respetuosamente en la mano…Era un grupo zarrapastroso que tratabade ahuyentar el sueño y parpadeaba antelas débiles linternas. Había allí tres

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razas: el maya de aguda faz y alta frente,aborigen de Yucatán; el alto y rectochino y el moreno y fuerte yaqui deSonora.

A la tercera orden del administradorsalió de entre los esclavos espectadoresun gigantesco chino. Agachándose, cogióde las muñecas al silencioso yaqui y enun instante estaba derecho con el yaquisobre sus espaldas, tal como carga a unniño cansado alguno de sus mayores.

Nadie había en todo aquel grupo queno supiera lo que se preparaba; perosólo cuando un capataz alcanzó unacubeta que estaba colgada a la puerta dela tienda se notó cierta tensión de

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nervios entre aquellos 700 hombres. Elextraordinario verdugo, llamadomayocol, un bruto peludo de gran pecho,se inclinó sobre la cubeta y metió lasmanos hasta el fondo en el agua. Alsacarlas, las sostuvo en alto para que sevieran cuatro cuerdas que chorreaban,cada una de ellas como de un metro delargo. Las gruesas y retorcidas cuerdasparecían cuatro hinchadas serpientes ala escasa luz de las lámparas; y a lavista de ellas, las cansadas espaldas delos 700 andrajosos se irguieron con unasacudida; un involuntario jadeo seescuchó entre el grupo. La somnolenciadesapareció de sus ojos. Por fin estaban

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despiertos, bien despiertos.Las cuerdas eran de henequén

trenzado, apretadas, gruesas y pesadas,propias para el fin especial a que lasdedicaban. Una vez mojadas, parahacerlas más pesadas y cortantes,resultaban admirablemente ajustadaspara el trabajo de «limpia», como sedenomina al castigo corporal en lashaciendas de Yucatán.

El velludo mayocol escogió una delas cuatro, dejó las otras tres y retiró lacubeta, mientras el enorme chino secolocaba en tal forma que el desnudocuerpo de la víctima quedase a la vistade sus compañeros. El drama era viejo

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para todos ellos, tan viejo que los ojosestaban cansados de verlo tantas veces;pero, a pesar de todo, no podía dejar deimpresionarlos. Cada uno de los peonessabía que le llegaría su hora, si es queno les había llegado ya, y ninguno teníasuficiente fuerza de ánimo para dar laespalda al espectáculo.

Deliberadamente el mayocol midióla distancia y con igual deliberaciónalzó en alto el brazo y lo dejó caerrápidamente; el látigo silbó en el aire ycayó, con un sonido seco sobre loshombros bronceados del yaqui.

El administrador, un hombrepequeño y nervioso que no cesaba de

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hacer gestos, aprobó con un movimientode cabeza y consultó su reloj; elmayordomo, grandote, impasible, sonriólevemente; la media docena decapataces se inclinaron en su ansiedadun poco más hacia el suelo; el pelotónde esclavos se movió como empujadopor una fuerza invisible, y dejaronescapar un segundo suspiro, doloroso yagudo, como aire que se escapa de unagarganta cortada.

Todos los ojos eran atraídos por esaescena a la incierta luz del amanecer: elgigante chino, ahora un poco inclinadohacia adelante, con el cuerpo desnudodel yaqui sobre sus hombros; las largas,

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desiguales y lívidas cicatrices queseñalaban los golpes de la cuerdamojada; el lento, deliberadamente lentomayocol; el administrador con el relojen la mano, indicando su aprobación; elsonriente mayordomo; los absortoscapataces.

Todos contuvieron la respiración enespera del segundo golpe. Yo contuve lamía, por momentos que me parecieronaños, hasta que creí que la cuerda nocaería más. Sólo cuando vi la señal queel administrador hizo con el dedo, supeque los golpes se medían con reloj ysólo hasta después de terminado elespectáculo supe que, para prolongar la

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tortura, el tiempo señalado entre cadagolpe era de seis segundos.

Cayó el segundo latigazo, y eltercero, y el cuarto. Los contaba al caercon intervalos de siglos. Al cuarto azote,la fuerte piel bronceada se cubrió depequeños puntos escarlata que estallarony dejaron correr la sangre en hilillos. Alsexto, la reluciente espalda perdió surigidez y empezó a estremecerse comouna jalea. Al noveno azote un gemidonació en las entrañas del yaqui yencontró salida al aire libre. Pero ¡quégemido! Aún lo puedo oír ahora; ungemido duro, tan duro como si su durezala hubiera adquirido al pasar a través de

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un alma de diamante.Por fin, cesaron los azotes, que

fueron quince. El administrador, con unademán final, guardó su reloj; el gigantechino soltó las manos con que sujetabalas morenas muñecas del yaqui y éstecayó al suelo como un costal. Quedó allípor un momento, con la cara entre losbrazos y con su estremecida yensangrentada carne al descubierto hastaque un capataz se adelantó y le dio unpuntapié en el costado.

El yaqui levantó la cabeza, dejandover un par de ojos vidriosos y una caracontorsionada por el dolor. Un momentodespués ya se había levantado e iba con

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pasos vacilantes a reunirse con suscompañeros. En ese momento se rompióel silencio y la ansiedad de 700; seagitaron las filas y se elevó un rumor depalabras entre toda aquellamuchedumbre. La «limpia» especial deaquella mañana había terminado y cincominutos más tarde, el trabajo diario dela finca había dado comienzo.

Naturalmente, yo hice algunaspreguntas acerca de Rosanta Bajecapara averiguar qué delito habíacometido para merecer quince azotescon la cuerda mojada. Confirmé quehacía un mes que estaba en Yucatán ysólo tres días que lo habían llevado al

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campo con una cuadrilla de macheterospara cortar pencas de henequén. Lacuota regular exigida a cada esclavo erade dos mil pencas diarias, ya Bajeca leconcedieron tres días para queadquiriera la destreza necesaria paracortar esa cantidad de hojas; pero él nohabía cumplido. Ésa era la causa de losazotes. No había cometido ninguna otrafalta.

—Me extraña —le hice notar a uncapataz— que este yaqui no se soltasede la espalda del chino. Me extraña, queno pelease. Parece un hombre valiente;tiene aspecto de luchador.

El capataz se sonrió.

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—Hace un mes, peleaba —fue surespuesta—, pero un yaqui aprendemuchas cosas al mes de estar enYucatán. A pesar de todo, hubo unmomento en que creíamos que este perrono aprendería nunca. De vez en cuandonos llega alguno de esa laya; nuncaaprenden; no valen el dinero que se pagapor ellos.

—Cuénteme algo acerca de éste —leurgí.

—Luchó, eso es todo. El día quellegó, se le puso a trabajar cargandoatados de hojas en el montacargas quelas sube a la desfibradora. Elmayordomo, sí, el mayordomo primero

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pasó por allá y pinchó al hombre en elestómago con el bastón. Medio minutodespués, doce de nosotros estábamosluchando para arrancar, a ese lobo yaquide la garganta del mayordomo. Lodejamos sin comer durante un día ydespués lo sacamos para hacerle una«limpia»; pero peleó con uñas y dienteshasta que un capataz lo derribó a golpescon el contrafilo del machete. Despuésde eso, probó la cuerda diariamentedurante algún tiempo; pero todos losdías por lo menos durante una semana,se resistía como loco hasta que besabala tierra bajo el golpe de una cachiporra.Pero nuestro mayocol nunca falló. Ese

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mayocol es un genio. Conquistó al lobo.Estuvo manejando la cuerda hasta queese terco se sometió, hasta que searrastró sollozante, «en cuatro patas», alamer la mano del hombre que le habíapegado.

Durante mis viajes en Yucatán,muchas veces me había llamado laatención el carácter tan humano de lagente a quien el gobierno mexicanollama yaquis. Los yaquis son «indios»,no son blancos; pero cuando se conversacon ellos en un lenguaje mutuamentecomprensible, queda uno impresionadopor la similitud de los procesosmentales del blanco y del moreno. Me

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convencí pronto de que el yaqui y yo nosparecíamos más en la mente que en elcolor. También llegué a convencerme deque las ligas familiares del yaquisignifican tanto para él como las delnorteamericano, para éste. La fidelidadconyugal es la virtud cardinal del hogaryaqui, y parece que no es por causa dealguna antigua superstición tribal, ni porenseñanzas de los misioneros, sino poruna ternura innata que se dulcifica amedida que pasan los años, hacia lacompañera con quien ha compartido lacarne, el abrigo y la lucha por la vida,las alegrías y las tristezas de laexistencia.

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Una y otra vez presenciédemostraciones de ello en el viaje alexilio y en Yucatán. La mujer yaquisiente tan hondo que le arrebatenbrutalmente a su niño como lo sentiríauna mujer norteamericana civilizada.Las fibras del corazón de la esposayaqui no son más fuertes contra unaseparación violenta e inesperada de suesposo que las de una refinada señorade un dulce hogar norteamericano.

El gobierno mexicano prohíbe eldivorcio y, por lo tanto, volverse a casaren sus dominios; pero para el hacendadoyucateco todo es posible. Para una mujeryaqui, un hombre asiático no es menos

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repugnante que para una mujernorteamericana; sin embargo, una de lasprimeras barbaridades que elhenequenero impone a la esclava yaquique acaba de ser privada de su maridolegal a quien ama, es obligarla a casarsecon un chino y vivir con él.

—Lo hacemos así —me explicó unode los hacendados— para que el chinoesté más satisfecho y no tenga deseos deescaparse. Y, además, sabemos quecada niño que nazca en la finca algúndía puede valer de quinientos a milpesos en efectivo.

La mujer blanca culta moriría devergüenza y de horror en tal situación;

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pues así les sucede a las mujeresmorenas de Sonora. Un personaje de lacategoría de don Enrique CámaraZavala, presidente de la CámaraAgrícola de Yucatán y agricultormillonario me dijo:

—Si los yaquis duran el primer año,generalmente se adaptan bien y sonbuenos trabajadores; pero el mal está enque por lo menos dos tercios de ellosmueren en los primeros doce meses.

En la finca de una de los másfamosos «reyes del henequén»encontramos, unos doscientos yaquis. Untreinta y tres por ciento de éstos estabanalojados junto a un numeroso grupo de

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mayas y chinos; enteramente separadosde ellos, en una hilera de chozas nuevasde una sola pieza rodeada cada una deun pequeño pedazo de tierra sin cultivar;descubrimos a las mujeres y a los niñosyaquis.

Las mujeres se hallaban sentadas encuclillas en el suelo desnudo, oavivando el fuego de hornillas con unasollas, al aire libre. Ni vimos hombresentre ellas, ni yaquis ni chinos, porquesólo hacía un mes que todos ellos habíanllegado de Sonora.

En una de las casas vimos hastacatorce personas alojadas. Había unamujer de más de 50 años, en cuyo rostro

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se reflejaba la fuerza de un jefe indio ycuyas palabras iban directas a su objetocomo flechas al blanco. Había otra, detipo hogareño, agradable, de cara ancha,marcada de viruelas, de palabrasamables y cuyos ojos se iluminabanamistosamente a pesar de sus penas.Había otras dos que vigilaban suhornilla y se limitaban a escuchar.También se encontraba allí unamuchacha quinceañera, casada hacíacuatro meses, pero sola ahora; eranotablemente bonita, de grandes ojos, yboca fresca, sentada con la espaldaapoyada en la pared, que no dejó desonreír… hasta que rompió a llorar. Una

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mujer enferma estaba tendida en el sueloy se quejaba débilmente, pero no llegó alevantar la mirada. Además, había allíocho niños.

—La semana pasada éramos quince—dijo la de tipo hogareño—, pero unaya se ha ido. Nunca recuperan la salud.

Estiró una mano y dio un levegolpecito en la cabeza de la hermanaque estaba tendida en el suelo.

—¿Todas ustedes eran casadas? —pregunté.

—Todas —asintió la anciana concara de jefe indio.

—¿Y dónde están ahora susmaridos?

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—¿Quién sabe? —dijo; y nos miróal fondo de los ojos tratando de adivinarel motivo de nuestras preguntas.

—Yo soy pápago —les aseguró DeLara—. Somos amigos.

—Ustedes no están trabajando —leshice notar—. ¿Qué es lo que hacen?

—Morirnos de hambre —contestó lavieja.

—Nos dan una vez por semana…para todas —explicó la hogareña, altiempo que señalaba con la cabeza trespequeños pedazos de carne (quecostarían menos de cinco centavos dedólar en los Estados Unidos) acabadosde llegar desde la tienda de la finca—.

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Aparte de eso, solamente nos dan maíz yfrijoles, ni siquiera la mitad de lo quenecesitamos.

—Somos como cerdos; nosalimentan con maíz —comentó la másvieja—. En Sonora nuestras tortillas sonde trigo.

—¿Por cuánto tiempo las tendrán aración de hambre? —les pregunté.

—Hasta que nos casemos con chinos—espetó la anciana inesperadamente.

—Sí —confirmó la de aspectocasero—. Ya nos han traído a los chinosdos veces, los han alineado antenosotros y nos han dicho: «A escoger unhombre». Ya van dos veces.

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—¿Y por qué no han elegidoustedes?

Esta pregunta la contestaron variasde las mujeres a coro. Con palabras ygestos expresaron su aversión a loschinos, y con trémula sinceridad nosaseguraron que todavía no habíanolvidado a sus maridos.

—Yo les supliqué que me dejasen ir—dijo la anciana—. Les dije que erademasiado vieja, que era inútil, que misaños como mujer ya habían pasado, perome contestaron que yo también tenía queelegir. No me quieren dejar libre; dicenque tengo que escoger, lo mismo que lasdemás.

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—Ya nos han alineado dos veces —reiteró la mujer de tipo hogareño—, ynos han dicho que teníamos que elegir;pero no queremos hacerlo. Una de lasmujeres escogió a uno, pero cuando vioa las demás mantenerse firmes, lorechazó. Nos han amenazado con lacuerda, pero hemos seguido resistiendo.Dicen que nos van a dar una últimaoportunidad y si entonces no escogemos,ellos lo harán por nosotras. Si noconsentimos, nos llevarán al campo ynos harán trabajar, y nos azotarán comoa los hombres.

—Y ganaremos un real por día paravivir —dijo la anciana—; doce centavos

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diarios, y los alimentos en la tienda sondos veces más caros que en Sonora.

—El próximo domingo, por lamañana, nos harán escoger —repitió lamujer hogareña—. Y si no escogemos…

—El domingo pasado azotaron a esahermana —dijo la más vieja—. Juró quenunca elegiría y la azotaron igual queazotan a los hombres. Ven, Refugio,enseña tu espalda.

Pero la mujer que estaba cerca delfuego, se encogió y ocultó su cara conmortificación.

—No, no —protestó; y después deun momento, dijo—; cuando los hombresyaquis son azotados, mueren de

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vergüenza; pero las mujeres podemosresistir el ser golpeadas; no morimos.

—Es verdad —asintió la anciana—,los hombres mueren de vergüenza aveces…, y a veces mueren por su propiavoluntad.

Cuando cambiamos la conversaciónpara hablar de Sonora y del largo viaje,las voces de las mujeres empezaron avacilar. Eran de Pilares de Teras, dondeestán situadas las minas del coronelGarcía. Los soldados habían llegadodurante el día, cuando la gente estaba enlos campos en la pizca del maíz. Ellasfueron arrancadas de su trabajo yobligadas a ir a pie hasta Hermosillo;

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una caminata de tres semanas.El amor de los yaquis por quien los

ha criado es grande y varias de lasmujeres más jóvenes contaban losdetalles de la separación de sus madres.Hablaron otra vez de sus maridos; perocontuvieron sus lágrimas hasta quepregunté:

—¿Les gustaría regresar conmigo asus hogares de Sonora?

Esta pregunta quedó contestada conlágrimas que empezaron a resbalarprimero por las mejillas de la alegremujer de apariencia casera y despuéspor las de las otras; lloraron cada una asu vez, y al fin los niños que escuchaban

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en el suelo también comenzaron asollozar dolorosamente junto con susmayores. Con el llanto las infelicesdesterradas perdieron toda reserva. Nosrogaron que las lleváramos de nuevo aSonora o que buscásemos a sus maridos.La más anciana imploró de nosotros, quenos comunicásemos con su patrón,Leonardo Aguirre, y no quedó contentahasta que anoté su nombre en mi libreta.La pudorosa mujer que estaba cerca delfuego, deseando, algunas palabras deconsuelo y de esperanza, abrió la partesuperior de su vestido y nos dejó ver lasrojas marcas que había dejado el látigoen su espalda.

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Miré a mi compañero; las lágrimasrodaban por su cara. Yo no lloraba,pero me avergüenzo ahora de nohaberlo hecho.

Tal es el último capítulo de la vidade la nación yaqui. Cuando vi a estasmiserables criaturas, pensé: «No puedehaber nada peor que esto». Pero cuandovi el Valle Nacional, me dije: «Esto espeor que Yucatán».

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Capítulo IV

Los esclavos contratados deValle Nacional

Valle Nacional es, sin duda, el peorcentro de esclavitud en todo México.Probablemente es el peor del mundo.Cuando visité Valle Nacional esperabaencontrar algo que fuera más benignoque Yucatán, pero resultó ser máslastimoso.

En Yucatán, los esclavos mayasmueren más rápidamente de lo que

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nacen, y dos tercios de los esclavosyaquis mueren durante el primer añodespués de su llegada a la región; peroen Valle Nacional todos los esclavos,con excepción de muy pocos —acaso elcinco por ciento— rinden tributo a latierra en un lapso de siete u ocho meses.

Esta afirmación es casi increíble. Yono la hubiera creído; acaso ni despuésde haber visto la forma como los hacentrabajar, el modo de azotarlos y dematarlos de hambre, si no hubiera sidopor el hecho de que los propios amosme dijeron que era verdad. Y hay quincemil de estos esclavos en ValleNacional… ¡Quince mil nuevos cada

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año!—Al sexto o séptimo mes empiezan

a morirse como las moscas durante laprimera helada invernal y después novale la pena conservarlos. Resulta másbarato dejados morir; hay muchos másen los lugares de donde éstos vinieron.

Palabra por palabra, ésta es laafirmación que me hizo Antonio Pla,gerente general de un tercio de lasplantaciones de tabaco en ValleNacional.

—He vivido aquí más de cincoaños, y todos los meses veo centenares,a veces millares de hombres, mujeres yniños tomar el camino del Valle; pero

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nunca los veo regresar. De cadacentenar que emprende el camino, nomás de uno vuelve a ver esta ciudad —esto me dijo un agente ferroviario de lalínea de Veracruz al Pacífico.

—No hay supervivientes de ValleNacional; no hay verdaderossupervivientes —me contó un ingenierodel gobierno que está a cargo de algunasmejoras en ciertos puertos—. De vez encuando, sale alguno del Valle y va másallá de El Hule. Con paso torpe ymendigando hace el pesado caminohasta Córdoba; pero nunca vuelve a supunto de origen. Esas personas salen delValle como cadáveres vivientes,

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avanzan un corto trecho y caen.La profesión de este hombre lo ha

llevado muchas veces a Valle Nacionaly conoce más de esa región,probablemente, que cualquier otromexicano que no esté interesadodirectamente en el mercado de esclavos.

—Mueren, mueren todos. Los amosno los dejan ir hasta que se estánmuriendo. Tal cosa declaraba uno de lospolicías de la población de ValleNacional, que está situada en el centrode la región.

Y en todas partes, una y otra vez, medijeron lo mismo. Lo decía ManuelLagunas, presidente municipal de Valle

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Nacional, protector de los patrones y élmismo propietario de esclavos; lo decíaMiguel Vidal, secretario del municipio;lo decían los mismos amos; los esclavostambién lo decían. Y después de habervisto lo que antes había oído, meconvencí de que ésta era la verdad.

Los esclavos de Valle Nacional noson indios, como lo son los esclavos deYucatán; son mestizos mexicanos.Algunos de ellos son hábiles artesanos;otros, artistas, y la mayoría de ellos sontrabajadores ordinarios. En conjunto,aparte de sus andrajos, sus heridas, sumiseria y su desesperación, constituyenun grupo representativo del pueblo

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mexicano. No son criminales. No haymás del diez por ciento a quien se hayaacusado de algún delito.

El resto son ciudadanos pacíficos yrespetuosos de la ley. Sin embargo,ninguno de ellos llegó al Valle por supropia voluntad, ni hay uno solo que noesté dispuesto a dejarlo al instante sipudiera salir.

No hay que aceptar la idea de que laesclavitud mexicana está confinada enYucatán y en Valle Nacional.Condiciones similares rigen en muchaspartes de la tierra de Díaz, yespecialmente en los Estados al sur dela capital. Cito a Valle Nacional por ser

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notorio como región de esclavos yporque, como ya se indicó, constituye elmejor ejemplo de la peor trata deesclavos que conozco.

La causa de las extremosascondiciones de Valle Nacional esprincipalmente geográfica. ValleNacional es una honda cañada de tres adiez kilómetros de anchura, enclavadaentre montañas casi inaccesibles, en elmás extremo rincón al noroeste delEstado de Oaxaca. Su entrada está ochokilómetros aguas arriba del ríoPapaloapan, partiendo de El Hule, quees la estación ferroviaria más próxima, ypor este lugar pasa todo ser humano que

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va o viene del Valle. No hay ningunaotra ruta practicable para entrar ni parasalir. Las magníficas montañastropicales que lo rodean están cubiertaspor una impenetrable vegetación cuyopaso dificultan aún más los jaguares,pumas y serpientes gigantescas. Además,no hay camino carretero a ValleNacional, solamente un río y un caminode herradura…; un camino que lo lleva auno por la selva, después bordeaprecipicios donde el jinete tiene quedesmontar y andar a gatas, llevando alcaballo de la brida; más tarde hay queatravesar la honda y alborotadacorriente del río. Se necesita ser un

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fuerte nadador para cruzar este ríocuando la corriente es crecida; pero, noobstante, quien vaya a pie tiene quecruzarlo a nado más de una vez parasalir de Valle Nacional.

Si se va a caballo es precisocruzarlo cinco veces: cuatro en canoa,haciendo nadar trabajosamente a loscaballos, y otra vadeando por una largay difícil ruta en la que hay que evitargrandes rocas y hondos agujeros. ElValle propiamente dicho es plano comouna mesa, limpio de toda vegetacióninútil, y por él corre suavemente el ríoPapaloapan. El valle, el río, y lasmontañas circundantes forman uno de

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los más bellos panoramas que he tenidola suerte de contemplar.

Valle Nacional se halla a tres horasde viaje de Córdoba y a dos de El Hule.Los viajeros perdidos llegan a veceshasta Tuxtepec, la ciudad principal deldistrito político; pero nadie va a ValleNacional si no tiene allí algún negocio.Es región tabaquera, la más conocida deMéxico, y la producción se obtiene enunas treinta grandes haciendas, casitodas propiedad de españoles. Entre ElHule y la entrada al valle hay cuatropueblos: Tuxtepec, Chiltepec, Jacatepecy Valle Nacional, todos situados aorillas del río, y todos ellos provistos

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de policías para cazar a los esclavosque se escapen; pero ninguno de éstospuede salir del Valle sin pasar por lospueblos. Tuxtepec, el más grande, cuentacon diez policías y once rurales.Además, todo esclavo que se escapasupone un premio de diez pesos alciudadano o policía que lo detenga y lodevuelva a su propietario.

En esta forma se comprenderá hastaqué punto el aislamiento geográfico deValle Nacional contribuye para que seaalgo peor que otros distritos de México,en los que también explotan esclavos.

Además de todo esto, hay que añadirel completo entendimiento que hay con

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el gobierno y la proximidad a unmercado de trabajo casi inagotable.

La esclavitud en Valle Nacional, lomismo que en Yucatán, no es otra cosasino peonaje o trabajo por deudasllevado al extremo, aunque enapariencia toma un aspecto ligeramentedistinto: el de trabajo por contrato.

El contrato de trabajo es, sin duda,el origen de las condiciones imperantesen Valle Nacional. Los hacendadostienen necesidad de trabajadores yacuden al expediente de gastar enimportarlos, en la inteligencia de quetales trabajadores deben permanecer ensus puestos durante un plazo

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determinado. Algunos han intentadoescapar a sus contratos y los hacendadoshan usado la fuerza para obligarlos aquedarse. El dinero adelantado y loscostos del transporte se considerancomo una deuda que el trabajador debepagar mediante trabajo. De aquí sólo senecesita un paso para organizar lascondiciones de trabajo de tal modo queel trabajador no pueda verse libre enninguna circunstancia. Con el tiempo,Valle Nacional ha llegado a sersinónimo de horror entre toda lapoblación trabajadora de México; nadiedesea ir allá por ningún precio. Así losdueños de las haciendas se ven en la

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necesidad de decir a los contratados quese les llevará a otra parte, lo cual hasido el principio de que se engañara porcompleto a los trabajadores, de que seformularan contratos que no seríancumplidos, pero que auxiliarían aenredar totalmente a quienes cayeran enel garlito. Por último, de esta situaciónsólo hubo un paso para integrar unasociedad mercantil con el gobierno en laque la fuerza policíaca fue puesta enmanos de los hacendados para que losayudara a llevar adelante un comerciode esclavos.

Los hacendados no llaman esclavosa sus esclavos. Los llaman trabajadores

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contratados. Yo sí los llamo esclavos,porque desde el momento en que entrana Valle Nacional se convierten enpropiedad privada del hacendado y noexiste ley ni gobierno que los proteja.

En primer lugar, el hacendadocompra al esclavo por una sumadeterminada. Lo hace trabajar a suvoluntad, lo alimenta o le hace pasarhambre a su antojo; lo tiene vigilado porguardias armados día y noche, lo azota,no le da dinero, lo mata y el trabajadorno tiene ningún recurso al cual acudir.Llámese esto como se quiera, yo lollamo esclavitud, porque no conozcootra palabra que se adapte mejor a tales

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condiciones.He dicho que ningún trabajador

enviado a Valle Nacional paraconvertirlo en esclavo hace el viaje porsu propia voluntad. Hay dos maneras dellevarlo hasta allí: bien por conducto deun jefe político o de un «agente deempleos», que trabaja en unión de aquélo de otros funcionarios del gobierno.

El jefe político es un funcionariopúblico que rige un distrito político,correspondiente a lo que se llama«condado» en los Estados Unidos. Esdesignado por el presidente o por elgobernador del Estado y también fungecomo presidente municipal de la ciudad

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principal de su distrito. A su vez, élsuele nombrar a los alcaldes de lospueblos de menor categoría que estánbajo su autoridad, así como a losfuncionarios de importancia. No tieneante quién rendir cuentas, excepto sugobernador, y a menos que el presidentede la República resuelva intervenir,resulta por todos conceptos un pequeñozar de sus dominios.

Los métodos empleados por el jefepolítico cuando trabaja solo son muysimples. En lugar de enviar a pequeñosdelincuentes a cumplir sentencias en lacárcel, los vende como esclavos enValle Nacional. Y como se guarda el

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dinero para sí, arresta a todas laspersonas que puede. Esté método es elque siguen, con pequeñas variantes, losjefes políticos de todas las principalesciudades del sur de México.

Según me informaron ManuelLagunas, algunos enganchadores y otraspersonas de cuya veracidad en el asuntono tengo motivo para dudar, el jefepolítico de cada una de las cuatrociudades sureñas más grandes deMéxico, paga una cuota anual de diezmil pesos por su encargo, el cual novaldría esa suma si no fuera por losgajes de la trata de esclavos y otrospequeños latrocinios a que se dedica el

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favorecido con el puesto; los jefesmenores pagan a sus gobernadorescantidades más cortas. Envían a susvíctimas por los caminos en cuadrillasde 10 a 100 y a veces más; gozan de unatarifa especial del gobierno en losferrocarriles y utilizan rurales a sueldodel gobierno para custodiar a los queaprehenden; por todo ello, el precio deventa de cuarenta y cinco a cincuentapesos por cada esclavo es casi todoutilidad neta.

Pero solamente un diez por ciento delos esclavos son enviados directamentea Valle Nacional por los jefes políticos;como no hay base legal para el

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procedimiento, tales jefes prefierentrabajar en connivencia con losenganchadores. Tampoco hay base legalpara emplear los métodos que siguenestos enganchadores; pero esaasociación es provechosa. Losfuncionarios pueden escudarse tras delos enganchadores y éstos bajo laprotección de los funcionarios,absolutamente y sin temor de serpenalmente perseguidos.

En esta asociación, la función delenganchador consiste en atraer conengaños al trabajador y la función delgobierno en apoyar a aquél, ayudarlo;protegerlo, concederle bajas tarifas de

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transporte y servicio de guardiasgratuito y, finalmente, participar de lasutilidades.

Los métodos del enganchador paraengañar al obrero son muchos yvariados. Uno de ellos consiste en abriruna oficina de empleos y publicaranuncios demandando trabajadores a losque se ofrecen altos jornales, casacómoda y gran libertad en algún lugar alsur de México. También les ofrecetransporte libre, por lo que tales ofertassiempre hacen caer a algunos en elgarlito, especialmente a hombres confamilia que buscan trasladarse a sitiosmás propicios. Al cabeza de familia le

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da un anticipo de cinco dólares y a todaella la encierra en un cuarto tan bienasegurado como una cárcel.

Después de uno o dos días, a medidaque van llegando otros, empiezan a teneralgunas dudas. Quizá se les ocurra pedirque los dejen salir, y entonces se dancuenta de que están realmenteprisioneros. Se les dice que tienen unadeuda pendiente y que los retendránhasta que la paguen con trabajo. Pocosdías después, la puerta se abre y salenen fila; ven que están rodeados porrurales. Los hacen marchar por unacalle de poco tránsito hasta una estaciónde ferrocarril, donde son puestos en el

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tren; tratan de escapar, pero es inútil;son prisioneros. Pocos días despuésestán en Valle Nacional.

Generalmente el obrero secuestradoen esta forma pasa por el formalismo defirmar un contrato. Se le dice que tendrábuen hogar, buena alimentación yjornales de uno, dos o tres dólaresdiarios durante un periodo de seis meseso un año. Le pasan por los ojos un papelimpreso y el enganchador lee conrapidez algunas frases engañosas allíescritas. Luego le ponen una pluma en lamano y le hacen firmar a toda prisa. Laentrega del anticipo de cinco dólares espara afianzar el contrato y para que la

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víctima quede en deuda con el agente.Le suelen dar oportunidad para que losgaste en todo o en parte, por lo comúnen ropa u otras cosas necesarias, con elobjeto de que no pueda devolverloscuando descubra que ha caído en unatrampa. Los espacios blancos delcontrato impreso para fijar el jornal yotros detalles son cubiertos después pormano del enganchador o delconsignatario.

En la ciudad de México y en otrosgrandes centros de población semantienen de modo permanente lugaresllamados casas de enganchadores,conocidas ordinariamente por la policía

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y por los grandes compradores deesclavos para la tierra caliente. Sinembargo, no son más ni menos quecárceles privadas en las que se encierracon engaños al trabajador, a quien semantiene allí contra su voluntad hastaque se le traslada en cuadrilla vigiladopor la fuerza policiaca del gobierno.

El tercer método que emplea elenganchador es el secuestro descarado.Oí hablar de muchos casos de secuestrode mujeres y de hombres. Centenares deindividuos medio borrachos sonrecogidos cada temporada en losalrededores de las pulquerías de laciudad de México, para encerrarlos bajo

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llave y más tarde remitirlos a ValleNacional. Por lo regular, también sesecuestra a niños para enviarlos almismo sitio. Los registros oficiales de laciudad de México indican que durante elaño que terminó el 14 de septiembre de1908, habían desaparecido en las calles360 niños de seis a doce años de edad,algunos de los cuales se encontrarondespués en Valle Nacional.

Durante mi primer viaje a México,El Imparcial, uno de los principalesdiarios de la capital, publicó un relatoacerca de un niño de siete años quehabía desaparecido mientras su madreestaba viendo los aparadores de una

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casa de empeños. La desesperadabúsqueda fracasó; se trataba de un hijoúnico y para mitigar su tristeza el padrese emborrachó hasta que murió en pocosdías, mientras la madre se volvió loca ytambién murió. Después de tres meses,el muchacho, andrajoso y con los piesheridos, subía trabajosamente laescalera de la casa que había sido desus padres y llamaba a la puerta. Habíasido secuestrado y vendido a los dueñosde una plantación de tabaco, pero pudoconseguir lo casi imposible, con unmuchacho de nueve años había eludidola vigilancia de los guardias de laplantación y debido a su corta estatura,

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los dos pudieron escapar sin ser vistos.Robando una canoa llegaron hasta ElHule. En lentas etapas, mendigando lacomida en el camino, los pequeñosfugitivos lograron llegar hasta su hogar.

Supe una historia típica de unenganchador; la conocí en Córdoba,cuando iba camino del Valle. Primerome la contó un contratista negro deNueva Orleans, que había residido en elpaís, unos quince años; luego me lacontó el propietario del hotel donde mehospedé, y después me la confirmaronvarios hacendados tabaqueros del Valle.La historia es la siguiente:

Hace cuatro años, Daniel T., un

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aventurero, llegó sin un centavo aCórdoba. Pocos días después teníadificultades con su casero por no pagarla renta de la habitación; pero en pocosdías aprendió dos o tres cosas y sededicó a aprovechar lo que sabía. Salióa pasear por las calles y al encontrar aun campesino le dijo: ¿Quieres ganartedos reales (veinticinco centavos) confacilidad? Naturalmente la ofertainteresó al hombre y después de unosminutos ya estaba camino de lahabitación del aventurero llevando un«mensaje», mientras el astuto individuotomaba otra ruta para llegar antes.Esperó al mensajero en la puerta, lo

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agarró del cuello, lo arrastró, loamordazó y amarró, y lo dejó en el suelomientras iba en busca de unenganchador. Esa misma noche, elaventurero vendió su prisionero enveinte pesos, pagó su renta y comenzó ahacer planes para repetir la operaciónen mayor escala.

El incidente sirvió a este hombrepara entrar en el negocio de «contratartrabajadores». En unos cuantos meses sehabía puesto de acuerdo con los jefespolíticos de la ciudad de México, deVeracruz, de Oaxaca, de Tuxtepec y deotros lugares; hoy es el señor Daniel T.Yo vi su casa, una mansión palaciega

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que tiene tres gallos en un escudo sobrela puerta. Usa un sello privado y dicenque su fortuna llega a cien mil pesos,todo ello adquirido como «agente deempleos».

En 1908, el precio corriente porcada hombre era de cuarenta y cincopesos; las mujeres y los niños costabanla mitad; en 1907, antes de la crisis, elprecio era de sesenta pesos por hombre.Todos los esclavos que se llevan alValle tienen que hacer parada enTuxtepec, donde Rodolfo Pardo, el jefepolítico del distrito, los cuenta y exigepara él un tributo del diez por cientosobre el precio de compra.

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La evidente asociación del gobiernocon el tráfico de esclavos tiene,necesariamente, alguna excusa. Ésta esla deuda, el anticipo de cinco dólaresque suele pagar el enganchador albracero, la cual es anticonstitucional,pero efectiva. El presidente de ValleNacional me dijo: «No hay un solopolicía en todo el sur de México que noreconozca ese anticipo como deuda yapruebe su derecho para llevar altrabajador donde usted quiera».

Cuando la víctima llega a la zona deltabaco, se da cuenta de que las promesasdel enganchador fueron tan sólo parahacerle caer en la trampa; además, se

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entera también de que el contrato —situvo la suerte de echarle una ojeada aese papel— se hizo evidentemente conel mismo fin. Así como las promesas delenganchador desmienten lasestipulaciones del contrato, éste esdesmentido por los hechos reales. Elcontrato suele establecer que eltrabajador se vende por un periodo deseis meses; pero ningún trabajador queconserve un resto de energía queda librea los seis meses. El contrato suele decirque el patrón está obligado aproporcionar servicios médicos a lostrabajadores; el hecho es que no hay niun solo médico para todos los esclavos

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de Valle Nacional. Finalmente, taldocumento suele obligar al patrón apagar un salario de cincuenta centavospor día a los varones y tres dólares pormes a las mujeres; pero yo nuncaencontré algún esclavo que hubierarecibido un solo centavo en efectivo,aparte del anticipo entregado por elenganchador.

Varios patrones se jactaron ante míde que nunca daban dinero a susesclavos; sin embargo, no llamaban aese sistema esclavitud. Afirmaron quellevaban en los libros las cuentas de susesclavos y que las arreglaban de modoque éstos siempre estuvieran en deuda.

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«Sí, los jornales son de cincuentacentavos diarios —dijeron—; pero nostienen que reembolsar lo que pagamospara traerlos; también tienen que cubrirlos intereses, la ropa que les damos, eltabaco y otras cosas».

Ésta es exactamente la actitud detodos los tabaqueros de Valle Nacional.Por la ropa, el tabaco y «otras cosas»cargan el décuplo del precio, sinexageración. El señor Rodríguez,propietario de la finca «Santa Fe», porejemplo, me mostró un par de algoparecido a una pijama de tela dealgodón sin blanquear que los esclavosusan como pantalones. Me dijo que su

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precio era de tres dólares el par y pocosdías después encontré el mismo artículoen Veracruz a treinta centavos.

Pantalones a tres dólares; camisas almismo precio; ambas prendas de tela tanmala que se desgasta y se cae enpedazos a las tres semanas de uso; sí,ocho trajes en seis meses a seis dólares,son cuarenta y ocho; agréguense cuarentay cinco dólares, que es el precio delesclavo, más cinco de anticipo, más dosde descuentos y así se liquidan losnoventa dólares del salario de seismeses.

Ésa es la forma de llevar las cuentaspara mantener a los esclavos sujetos

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como esclavos. Por otra parte, lascuentas son diferentes para calcular elcosto que ellos representan para el amo.«El precio de compra, los alimentos, laropa, los jornales…, todo —me dijo elseñor Rodríguez— cuesta de sesenta asetenta dólares por hombre en losprimeros seis meses de servicio.»

Agréguense el precio de compra, elanticipo y los trajes al costo de sesentacentavos cada uno, y resulta unremanente de cinco a quince dólarespara alimentos y jornales durante seismeses, que se gastan en frijoles ytortillas.

Claro, también hay otro gasto

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constante que tienen que pagar los amos:el entierro en el cementerio del ValleNacional. Cuesta un dólar cincuentacentavos. Digo que se trata de un gastoconstante porque en la práctica todos losesclavos mueren y se supone que hayque enterrarlos. La única excepción sepresenta cuando, para ahorrarse un dólarcincuenta centavos, los amos mismosentierran al esclavo o lo arrojan a loscaimanes de las ciénagas cercanas.

Los esclavos están vigilados noche ydía. Por la noche los encierran en undormitorio que parece una cárcel.Además de los esclavos, en cadaplantación hay un mandador, o

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mayordomo, varios cabos que combinanlas funciones de capataces y guardias, yalgunos trabajadores libres que hacen demandaderos y ayudan a perseguir a losque se escapan.

Las cárceles son grandesconstrucciones, a manera de trojes,sólidamente construidas con troncosjóvenes clavados en el suelo y atadoscon mucho alambre de púas. Lasventanas tienen barras de hierro; lospisos son de tierra, y en general sinmuebles, aunque en algunos casos haylargos y rústicos bancos que hacen lasveces de camas. Los colchones sondelgados petates de palma. En ese antro

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duermen todos los esclavos, hombres,mujeres y niños, cuyo número varíaentre 70 y 400, de acuerdo con eltamaño de la plantación.

Se amontonan como sardinas en latao como ganado en un vagón deferrocarril. Uno mismo puede calcularloe imaginarlo. En la finca «Santa Fe» eldormitorio mide veinticinco por seismetros y aloja a 150 personas; en lafinca «La Sepultura» el dormitorio es detrece por cinco metros y aloja a 70; en«San Cristóbal» es de treinta y tres pordieciséis metros y aloja a 350, y en «SanJuan del Río» es de veintiséis por treintametros para 400 personas. Así, el

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espacio disponible para que cadapersona se acueste es de tres a seismetros cuadrados. En ninguna de lasfincas encontré un dormitorio separadopara las mujeres o los niños. A pesar deque hay mujeres honestas y virtuosasentre las enviadas a Valle Nacionaltodas las semanas todas son encerradasen un mismo dormitorio junto condocenas o centenares de hombres ydejadas a merced de ellos.

A veces llegan a Valle Nacionalmexicanos trabajadores y honrados, consus mujeres e hijos. Si la mujer esatractiva, va a parar al patrón o a uno ovarios de los jefes. Los niños ven que se

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llevan a su madre y saben lo que será deella. El marido también lo sabe; pero sise atreve a protestar es golpeado con ungarrote como respuesta. Repetidas vecesesto me dijeron los amos, los esclavos,los funcionarios; las mujeres encerradasen esas latas de sardinas tienen quecuidarse por sí mismas.

La quinta parte de los esclavos deValle Nacional son mujeres y la terceraparte niños menores de 15 años. Éstostrabajan en los campos con los hombres.Cuestan menos, duran bastante y enalgunas labores, como la de plantar eltabaco, son más activos y, por lo tanto,más útiles. A veces se ven niños hasta

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de 6 años plantando tabaco. Las mujerestrabajan también en el campo,especialmente en la época de larecolección; pero principalmente sededican a las labores domésticas. Sirvenal amo y al ama, si la hay; muelen elmaíz y cocinan los alimentos de losesclavos varones. En todas las casas deesclavos que visité encontré de 3 a 12mujeres moliendo maíz, todo a mano, endos piedras llamadas «metate». Lapiedra plana se coloca en el suelo; lamujer se arrodilla tras de ella, ycompletamente doblada, mueve haciaadelante y atrás la piedra cilíndrica omano del «metate» sobre la piedra

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plana. El movimiento es parecido al quehace una mujer lavando ropa; pero esmucho más duro. Pregunté al presidentemunicipal de Valle Nacional por qué lospropietarios no compraban molinosbaratos para moler el maíz, o por qué nocompraban uno entre todos, en vez deacabar con los pulmones de varioscentenares de mujeres cada año, y larespuesta fue: «Las mujeres son másbaratas que las máquinas».

En Valle Nacional parecían trabajartodo el tiempo. Los vi trabajar alamanecer y al anochecer; los vitrabajando hasta muy tarde por la noche:«Si pudiéramos usar la potencia

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hidráulica del Papaloapan para alumbrarnuestras fincas, podríamos trabajar todala noche» —me dijo Manuel Lagunas ysí creo que lo hubiera hecho. La hora delevantarse en las fincas es generalmentelas 4 de la mañana; a veces mástemprano. Excepto en 3 o 4 de ellas, enlas otras 30, los esclavos trabajan todoslos días del año… hasta que mueren. En«San Juan del Río», una de las másgrandes, disfrutan de medio día dedescanso los domingos. Casualmenteestuve en «San Juan del Río» undomingo por la tarde. ¡El medio día dedescanso! ¡Qué broma tan triste! Losesclavos lo pasaron en la prisión, bien

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encerrados para impedirles huir.Todos mueren muy pronto. Los

azotan y eso ayuda. Les hacen pasarhambre y eso ayuda también. Mueren enel lapso de un mes a un año, y la mayormortalidad ocurre entre el sexto y eloctavo mes. Igual que los algodonerosde los Estados norteamericanos del Surantes de la Guerra de la Secesión, lostabaqueros de Valle Nacional parecentener su negocio calculado hasta elúltimo centavo. Una máxima bienestablecida de nuestros algodoneros eraque se podía obtener la mayor utilidaddel cuerpo de un negro haciéndoletrabajar hasta morir durante siete años, y

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comprar después otro. El esclavista deValle Nacional ha descubierto que esmás barato comprar un esclavo en $45,hacerlo morir de fatiga y de hambre ensiete meses y gastar otros $45 en unonuevo, que dar al primer esclavo mejoralimentación, no hacerle trabajar tanto yprolongar así su vida y sus horas detrabajo por un periodo más largo.

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Capítulo V

En el valle de la muerte

Visité Valle Nacional a fines de 1908durante una semana y me detuve en todaslas grandes haciendas. Pasé tres nochesen varios de sus «cascos» y cuatro másen uno u otro de los pueblos. Lo mismoque en Yucatán, visité la región bajo eldisfraz de un probable comprador defincas, y logré convencer a lasautoridades y a los propietarios de quedisponía de varios millones de dólares

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listos para su inversión. Enconsecuencia, evité hasta donde fueposible que estuvieran en guardia. Igualque en Yucatán, pude conseguirinformación no sólo por lo que vi y oíde los esclavos, sino también por lo queme dijeron los propios amos. Enrealidad, tuve más suerte que en Yucatánporque me hice amigo de jefes ypolicías, al grado de que nunca llegarona sospechar de mí; sin duda, algunos deellos esperaban que llegase por allí unbuen día con unos cuantos millones en lamano, listo para pagarles por suspropiedades el doble de su valor.

A medida que nos aproximábamos a

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Valle Nacional, notábamos en la gentemayor horror por la región. Ningunohabía estado allí, pero todos habíanoídos rumores; algunos habían visto alos supervivientes y la vista de esoscadáveres vivientes había confirmadotales rumores. Al bajar del tren enCórdoba vimos que cruzaba el andénuna procesión de 14 hombres; dosadelante y dos detrás de la fila, conrifles, y los diez restantes con los brazosamarrados a la espalda y las cabezasbajas. Algunos iban andrajosos, otrosvestían bien y varios llevaban pequeñosbultos colgados del hombro.

—¡Camino del Valle! —murmuré.

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Mi compañero afirmó con unmovimiento de cabeza, y pocosmomentos después desapareció laprocesión; había entrado por una puertaestrecha del lado opuesto de la calle, enuna caballeriza situada estratégicamentepara que los desterrados pasaran allí lanoche.

Después de la cena me mezclé con lagente que había en los hotelesprincipales de la ciudad, y representétan bien mi papel de inversionista queconseguí cartas de presentación de unrico español para varios esclavistas delValle.

—Lo mejor es que vaya usted a ver

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al jefe político de Tuxtepec, tan prontocomo llegue allí —me aconsejó elespañol—. Es amigo mío. Muéstrele mifirma y le hará pasar sin dificultades.

Cuando llegué a Tuxtepec seguí elconsejo de este señor; tuve tanta suerteque Rodolfo Pardo, el jefe político, nosólo me autorizó el paso, sino que medio una carta personal para cada uno delos subordinados que tenía a lo largo delcamino, como eran los presidentesmunicipales de Chiltepec, Jacatepec yValle Nacional, a quienes dabainstrucciones para que abandonasen susasuntos oficiales, si ello fuera necesario,para atender mis deseos. Así fue como

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pasé los primeros días en el Valle de laMuerte en calidad de huésped delpresidente; además, éste me asignó unaescolta especial de policías para que nosufriera ningún contratiempo durante lasnoches que estuve en el pueblo.

En Córdoba, un negro contratista deobras que había vivido en Méxicodurante 15 años, me dijo:

—Los días de la esclavitud no hanpasado todavía. No, todavía no hanpasado. Ya llevo aquí largo tiempo ytengo una pequeña propiedad. Yo sé queestoy bastante a salvo, pero a vecestengo temores…; sí señor, le aseguroque paso miedo.

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A la mañana siguiente, temprano,mientras me vestía, miré por el balcón yvi a un hombre que caminaba por mitadde la calle, con una reata amarrada alcuello y a un jinete que iba detrás de élsujetando el otro extremo de la cuerda.

—¿Adónde llevan a ese hombre? —le pregunté al sirviente—. ¿Lo van aahorcar?

—Ah, no. Lo llevan a la cárcel —merespondió—. Es la manera más fácil deapoderarse de ellos. En uno o dos díasestará en camino de Valle Nacional.Todos los individuos a quienes arrestanaquí van a Valle Nacional… todos,menos los ricos.

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—Quisiera saber si esa cuadrillaque vimos anoche irá en el tren de hoy—me dijo mi compañero De Lara,camino de la estación.

No estuvo en duda mucho tiempo.Apenas nos hubimos sentado, vimos alos diez esclavos y a sus guardianes, losrurales, desfilando hasta el coche desegunda clase que estaba junto alnuestro; tres de los prisioneros iban bienvestidos y sus fisonomías denotabaninteligencia poco común; dos de losprimeros eran muchachos de buenaspecto, menores de 20 años, uno de loscuales rompió a llorar cuando el tren sepuso en marcha lentamente hacia el

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temido Valle.Penetramos en el trópico, en la

selva, en la humedad y en el perfume delas tierras bajas que se conocen como«tierra caliente». Bajamos una montaña,después pasamos por el borde de unaprofunda cañada, desde donde másabajo vimos plantaciones de café,platanares, árboles de caucho y caña deazúcar; más tarde llegamos a una regióndonde llueve todos los días excepto amediados del invierno. No hacía calor—verdadero calor, como en Yuma—,pero los pasajeros sudabancopiosamente.

Miramos a los exilados con

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curiosidad y en la primera ocasióndirigimos algunas palabras al jefe de laescolta de rurales. En Tierra Blanca nosdetuvimos para cenar. Como losalimentos que los rurales compraronpara sus prisioneros consistíansolamente en tortillas y chile, lescompramos algunas cosas más y nossentamos a verlos comer. Poco a pocoiniciamos y estimulamos laconversación con los desterrados,teniendo cuidado de conservar al mismotiempo la buena voluntad de susguardianes; al cabo de un buen rato yasabíamos la historia de cada uno deellos.

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Todos eran de Pachuca, capital delEstado de Hidalgo; a diferencia de lagran mayoría de los esclavos de ValleNacional, eran enviados directamentepor el jefe político de aquel distrito. Elsistema peculiar de este jefe nos loexplicó dos días más tarde EspiridiónSánchez, cabo de rurales, en la siguienteforma:

—El jefe político de Pachuca tieneun contrato con Cándido Fernández,propietario de la plantación de tabaco«San Cristóbal la Vega» por medio delcual se compromete a entregar cada año500 trabajadores sanos y capaces a $50cada uno. El jefe consigue tarifas

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especiales del gobierno en losferrocarriles; los guardias son pagadospor el gobierno, de modo que el viaje decuatro días desde Pachuca le cuestasolamente $3.50 por hombre; esto ledeja $46.50. De esta cantidad, tiene quepasarle algo al gobernador de su Estado,Pedro L. Rodríguez, y algo al jefepolítico de Tuxtepec; pero aún así, susganancias son muy grandes. ¿Cómoconsigue a sus hombres? Los aprehendeen la calle y los encierra en la cárcel. Aveces los acusa de algún delito, real oimaginario; pero en ningún caso lesinstruyen proceso a los detenidos. Losmantiene en la prisión hasta que hay

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otros más para formar una cuadrilla, yentonces los envía aquí a todos. Bueno,los hombres que pueden mandarse conseguridad a Valle Nacional ya escaseantanto en Pachuca, que se sabe que el jefese ha apoderado de muchachos deescuela y los ha enviado aquí sólo porcobrar los $50 por cada uno.

Todos nuestros diez amigos dePachuca habían sido arrestados yencerrados en la cárcel; pero ningunohabía estado ante un juez. A dos de ellosse les acusó por deudas que no podíanpagar; a uno lo habían detenidoborracho; a otro, también en estado deebriedad, por haber disparado al aire;

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uno más había gritado demasiado en el«Día de la Independencia», el 16 deseptiembre; otro había intentado abusarde una mujer; el siguiente había tenidouna leve disputa con otro muchacho porla venta de un anillo de cinco centavos;otros dos habían sido músicos delejército y habían dejado una compañíapara darse de alta en otra sin permiso; yel último había sido empleado de losrurales y lo vendieron por habervisitado a dos rurales, sus amigos, queestaban en la cárcel cumpliendosentencia por deserción.

Cuando sonreíamos con incredulidadal oír el relato del último prisionero, y

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preguntamos abiertamente al jefe de losguardias rurales si aquello era cierto,nos asombró con su respuesta,afirmando con la encanecida cabeza,dijo en voz baja.

—Es verdad. Mañana me puedetocar a mí. Siempre es el pobre el quesufre.

Hubiéramos creído que los relatosde estos hombres eran cuentos de hadas;pero fueron confirmados por uno u otrode los guardianes. El caso de losmúsicos nos interesó más. El más viejode ellos tenía una frente de profesoruniversitario: tocaba la corneta y sellamaba Amado Godínez. El más joven

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no tenía más allá de 18 años; tocaba elbajo y se llamaba Felipe Gómez. Esteúltimo fue quien lloró en el momento dela partida.

—Nos mandan a la muerte, a lamuerte —dijo entre dientes Godínez—.Nunca saldremos vivos de ese agujero.

Durante todo el camino, dondequieraque lo encontramos, decía lo mismo,repitiendo una y otra vez: «Nos mandana la muerte…, a la muerte»; y siempre,al oír estas palabras, el muchacho decara bondadosa que iba a su lado,acobardado, dejaba escapar las lágrimassilenciosamente.

En El Hule, la puerta del infierno

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mexicano, nos separamos de nuestrosdesgraciados amigos por algún tiempo.Al dejar la estación y abordar la lanchaen el río vimos a los diez que ibanamarrados en fila, custodiados por unrural a caballo en la vanguardia y otrodetrás, desaparecer en la selva haciaTuxtepec. Cuando llegamos a la capitaldel distrito, cuatro horas más tarde, losencontramos de nuevo a la luz inciertadel crepúsculo. Habían adelantado a lalancha en el viaje aguas arriba, habíancruzado en una canoa y ahoradescansaban por un momento en la arenade la orilla, donde sus siluetas sedestacaban contra el cielo.

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Rodolfo Pardo, el jefe político aquien visitamos después de la cena,resultó ser un hombre delgado, pulcro,de unos 40 años, bien rasurado; sus ojospenetrantes como flechas aceradas nosreconocieron de arriba a abajo en unprincipio; pero la imagen de losmillones que íbamos a invertir, y de loscuales él podría obtener buena parte, lodulcificó a medida que nos fuimosconociendo; cuando estrechamos su fríay húmeda mano al despedirnos,habíamos conseguido todo lo que nosproponíamos. Aún más, don Rodolfollamó al jefe de la policía y le dioinstrucciones para que nos

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proporcionara buenos caballos paranuestro viaje.

La mañana nos encontró ya en elcamino de la selva. Antes del mediodíahallamos a algunos otros viajeros y noperdimos la oportunidad deinterrogarlos.

—¿Escapar? Sí; lo intentan…, aveces —dijo uno de aquella región, unganadero mexicano—. Pero son muchoscontra ellos. La única escapatoria es porel río. Tienen que cruzarlo muchas vecesy necesitan pasar por Jacatepec,Chiltepec, Tuxtepec y El Hule. Y debenocultarse de toda persona queencuentren en el camino, porque se

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ofrece una gratificación de $10 por cadafugitivo capturado. No nos gusta elsistema, pero $10 son mucho dinero ynadie se los pierde. Además, si uno nose aprovecha, lo hará otro; y aunque elfugitivo lograse salir del Valle, al llegara Córdoba encontrará al enganchador«Tresgallos» esperándole para hacerloregresar.

—Una vez —nos dijo otro indígena—, vi a un hombre apoyado en un árbolaliado del camino. Al acercarme lehablé, pero no se movió. Tenía el brazodoblado contra el tronco del árbol y susojos parecían estar observando la tierra.Lo toqué en el hombro y me di cuenta de

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que estaba bien muerto. Lo habíansoltado para dejarlo morir lejos y habíacaminado hasta allí. Que ¿cómo supeque no era un fugitivo? Ah, señor, fuefácil. Usted lo hubiera sabido también sihubiera visto sus pies hinchados y loshuesos de su cara al descubierto. Ningúnhombre en esa condición podríaescaparse.

A la caída de la noche entramos enJacatepec y allí vimos a la cuadrilla deesclavos. Habían salido antes y sehabían mantenido adelante, andando los46 km de camino lodoso, a pesar de quealgunos de ellos se debilitaron por elencierro. Estaban tendidos en un espacio

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verde delante de la casa de detención.El cuello blanco de Amado Godínez

había desaparecido; el par de zapatosfinos, casi nuevos, que en el tren llevabapuestos, estaban en el suelo a su lado,cubiertos de fango y humedad; los piesdesnudos eran pequeños, tan blancos ysuaves como los de una mujer, y teníancontusiones y rasguños. Desde aquelatardecer en Jacatepec, he pensadomuchas veces en Amado Godínez y mehe preguntado —no sin estremecerme—cómo les iría a aquellos delicados piesentre las moscas tropicales de ValleNacional. Recuerdo sus palabras: Nosmandan a la muerte, a la muerte. Y si

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recibiera la noticia de que AmadoGodínez todavía vive, me sorprendería.Esa noche parecía darse cuenta de queya no necesitaría para nada aquellosfinos zapatos y antes de irme a la cama,oí que trataba de vendérselos en 25centavos a un transeúnte.

Dondequiera que nos deteníamosinducíamos a la gente, mediantepreguntas descuidadas, a que noshablasen del Valle. No queríaequivocarme. Quería oír la opinión detodo el mundo. Yo no sabía lo que mástarde pudieran negarnos. Y siempre erala misma historia: esclavitud y hombresy mujeres azotados hasta morir.

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Nos levantamos a las 5 de la mañanasiguiente y no desayunamos para poderseguir a la cuadrilla de esclavos por elcamino a Valle Nacional. Al comienzo,el principal de los dos rurales, unmexicano joven, limpio y bien plantado,vio con desconfianza nuestra presencia;pero antes que llegásemos a mediocamino ya platicaba con agrado. Era unrural de Tuxtepec y vivía del sistema,aunque estaba contra él.

—Son los españoles quienesgolpean a nuestra gente hasta hacerlosmorir —dijo con amargura—. Todas lashaciendas tabaqueras pertenecen aespañoles, menos una o dos.

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El rural nos dio los nombres de dossocios, Juan Pereda y Juan Robles, quese habían enriquecido con el tabaco deValle Nacional; después vendieron suspropiedades y se fueron a España apasar el resto de sus vidas. El nuevopropietario, al reconocer su hacienda,llegó a una ciénaga en la que encontrócentenares de esqueletos humanos.Pereda y Robles se ahorraban hasta losgastos del entierro de los hombres aquienes habían dejado morir de hambrey azotes.

Nadie había pensado en arrestar a unpropietario por el delito de dejar morira sus esclavos, según nos dijo el rural.

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Mencionó dos excepciones a esta regla:una, el caso de un capataz que habíabalaceado a tres esclavos, otra, un casoen que figuraba un norteamericano y enque intervino el embajador de losEstados Unidos. En el primero, elpropietario condenó el asesinato porquenecesitaba a los esclavos, y él mismoprocuró la aprehensión del capataz.Respecto al segundo, me dijo elinformante:

—En años pasados, de vez encuando era arrestado algún vagabundonorteamericano para enviarlo aquí; perolas molestias que causó estenorteamericano en particular hicieron

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que se prescindiera por completo de lostrabajadores de esa nacionalidad. Esenorteamericano fue enviado a «SanCristóbal» la finca de CándidoFernández, donde existía la costumbrede matar un venado cada dos semanaspara proporcionar carne a la familia delhacendado y a los capataces; lo únicoque quedaba para los esclavos era lacabeza y las vísceras. Un domingo,mientras ayudaba a descuartizar unvenado, el hambre del esclavonorteamericano pudo más que él; seapoderó de algunas vísceras y se lascomió crudas. Al día siguiente murió.Pocas semanas después, un esclavo

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escapado visitó al embajador de losEstados Unidos en la Ciudad de México,le dio el nombre y dirección delnorteamericano y le dijo que lo habíanmatado a golpes. El embajador obtuvola detención de Fernández y a éste lecostó mucho dinero salir de la cárcel.

Hicimos un bello viaje, aunque muyduro. En cierto lugar desmontamos y porlas inclinadas faldas de una granmontaña, dejando a nuestros caballosque encontrasen por sí solos el caminoentre las piedras detrás de nosotros. Enotro sitio esperamos mientras losesclavos se quitaron la ropa, larecogieron en envoltorios que cargaron

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sobre la cabeza y vadearon un arroyo;nosotros seguimos a caballo. En muchoslugares hubiera deseado tener unacámara fotográfica; pero sabía que si lahubiera tenido me habría traídodisgustos.

Imaginen aquella procesióndesfilando en fila india por la ladera deuna colina; la vegetación tropical arriba,interrumpida a trechos por salientes degigantescas rocas grises; más abajo unapradera llana y un poco más allá lascurvas, las líneas casi femeninas de eseencantador río que es el Papaloapan.Imaginen a esos diez esclavos, seis deellos con el alto sombrero de palma que

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es de rigor entre la gente del pueblo, ycuatro con sombreros de fieltro; todosdescalzos, menos el muchacho músicoquien, con seguridad, tiraría sus zapatosantes del fin de la jornada. La mitad deellos iba sin equipaje, en la creencia deque los amos les proporcionaríancobijas y otras ropas; la otra mitadllevaba a la espalda bultos pequeñosenvueltos en mantas de vivos colores;finalmente, los rurales montados yuniformados, uno de ellos delante y elotro detrás; y los viajerosnorteamericanos a la zaga.

Pronto empezamos a ver cuadrillasde 20 a 100 hombres, trabajando en los

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campos; preparando la tierra paraplantar el tabaco. Estos hombres teníanel color de la tierra; no parecían tales yme extrañaba que se movieran sin cesarmientras el suelo se mantenía firme.Aquí y allá, entre las formas que semovían había otras que sí parecíanhombres y estaban armados con paloslargos y flexibles y a veces se les veíanespadas y pistolas. Entonces nos dimoscuenta de que habíamos llegado a ValleNacional.

La primera finca en que paramos fue«San Juan del Río». Junto a la entradaestaba encogido un esclavo enfermo.Tenía un pie hinchado hasta el doble de

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su tamaño natural, envuelto en un traposucio:

—¿Qué te pasa en el pie? —lepregunté.

—Infección por picadura de insectos—replicó el esclavo.

—En uno o dos días más —nos dijoun capataz con una sonrisa sardónica—tendrá gusanos.

Continuamos nuestro camino yavistamos por vez primera una casa deesclavos de Valle Nacional; una simpleprisión con ventanas protegidas porbarrotes, donde había un grupo demujeres inclinadas sobre los metates yun guardia a la puerta con una llave en la

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mano.Ya se dijo antes que uno de los

cabos de rurales se oponía al sistema;pero pronto nos demostró la perfeccióncon que participaba en él. Al rodear unapeña vimos de repente a un hombreagachado, medio oculto tras de un árbol.Nuestro rural lo llamó y el hombre seacercó temblando y tratando de ocultarlas naranjas verdes que había estadocomiendo. La conversación entre ambosfue algo parecida a lo siguiente:

El rural: —¿A dónde vas?El hombre: —A Oaxaca.El rural: —¿De dónde eres?El hombre: —Del puerto de

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Manzanillo.El rural: —Te has desviado como

160 km de tu camino. Nadie viene porestos rumbos si no tiene nada que haceraquí. Bueno, ¿de qué finca te escapaste?

El hombre: —Yo no me escapé.El rural: —Bueno, hasta aquí

llegaste.Y nos llevamos al hombre. Más

tarde se supo que se había escapado de«San Juan del Río». El rural cobró $10de gratificación.

En la hacienda «San Cristóbal»dejamos atrás a la cuadrilla de esclavos;al hacerlo cometimos antes la temeridadde estrechar las manos de los dos

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músicos, a quienes no volveríamos aver. Ya solos nosotros por el camino,observamos que la actitud de quienesencontrábamos era muy distinta de laque tenían aquellos que vimos cuandoíbamos en compañía de los ruralesagentes del gobierno. Algunos españolesa caballo, con los cuales nos cruzamosno se dignaron contestar nuestro saludo;nos miraron con sospecha, con ojosmedio cerrados, y uno o dos de ellosllegaron a expresarse de nosotros enforma ofensiva, a una distancia que nospermitió oírles. Si no hubiera sido porla carta que llevaba conmigo dirigida alpresidente municipal, hubiera sido muy

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difícil que nos admitieran en lashaciendas tabaqueras de Valle Nacional.

En todas partes veíamos lo mismo:cuadrillas de hombres y muchachosextenuados que limpiaban la tierra conmachetes o araban con yuntas de bueyeslos anchos campos. Y por todas partesveíamos guardias armados con largas yflexibles varas, sables y pistolas. Pocoantes de cruzar por última vez el ríopara entrar en el pueblo de ValleNacional, hablamos con un viejo a quienle faltaba una mano y que trabajaba solojunto a la cerca.

—¿Cómo perdiste la mano? —lepregunté.

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—Un cabo me la cortó con el sable—fue la respuesta.

Manuel Lagunas, presidente de ValleNacional, resultó ser un individuo muyamable y casi simpaticé con él hasta quevi a sus esclavos. Su secretario, MiguelVidal, era aún más amable, y los cuatroestuvimos de sobremesa durante doshoras, después de la cena, con grancontento de todos hablando de la región.Durante la comida, un muchacho mulatode unos 8 años permaneció silenciosode pie tras de la puerta; sólo salíacuando su amo lo necesitaba y lollamaba: «¡Negro!».

—Lo compré barato —dijo Vidal—.

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Sólo me costó $25.Debido a su gran belleza, Valle

Nacional fue llamado «Valle Real» porlos primeros españoles; pero después dela independencia de México, el nombrefue cambiado por el de «ValleNacional». Hace 35 años esas tierraspertenecían a los indios chinantecos,tribu pacífica, entre quienes las dividióel presidente Juárez. Cuando Díaz subióal poder olvidó dictar medidas paraproteger a los chinantecos contraalgunos hábiles españoles, de modo queen pocos años los indios se habíanbebido unas cuantas botellas de mezcaly los españoles se habían quedado con

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sus tierras. Los indios de Valle Nacionalconsiguen ahora su alimento cultivandopequeñas parcelas rentadas en lo alto delas laderas de las montañas, impropiaspara el cultivo del tabaco.

Aunque los agricultores siembranmaíz y frijol, a veces plátano u otrasfrutas tropicales, el tabaco es el únicoproducto de consideración en el Valle.Las haciendas son en general muygrandes; tan sólo hay unas 30 en todo eldistrito. De éstas, 12 son de BalsaHermanos, propietarios de una granfábrica de puros en Veracruz y de otraen Oaxaca.

Después de la cena salimos a dar un

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paseo por el pueblo y el presidente nosasignó un policía, Juan Hernández, paranuestra protección. Desde luego,hablamos con éste:

—Se retiene a todos los esclavoshasta que mueren… ¡a todos! —dijoHernández—. Y cuando mueren, losamos no siempre se toman la molestia deenterrarlos: los arrojan a las ciénagasdonde los caimanes los devoran. En lahacienda «Hondura de Nanche», sonarrojados tantos a los caimanes queentre los esclavos circula la expresiónde «¡Échenme a los hambrientos!». Entreestos esclavos existe un miedo terriblede ser arrojados a «los hambrientos»

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antes de morir, mientras están todavíaconscientes, como ya ha sucedido.

Los esclavos que están exhaustos yno sirven para nada —según nos contóel policía—, pero que tienen la fuerzasuficiente para gritar y defenderse si vana ser echados a «los hambrientos», sonabandonados en el camino sin uncentavo, y andrajosos muchos de ellosse arrastran hasta el pueblo para morir.Los indios les dan algunos alimentos, yen las afueras del pueblo hay una casavieja donde se permite a esasmiserables criaturas pasar sus últimashoras. El sitio se conoce con el nombrede «Casa de Piedad». La visitamos

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acompañados del policía y encontramosallí a una anciana echada boca abajo enel suelo. No se movió cuando entramosni cuando hablamos entre nosotros yluego a ella; por algunos momentos nosupimos si estaba viva o muerta, hastaque gruñó débilmente. Puede imaginarselo que sentimos, pero nada podíamoshacer. Caminamos quedamente hasta lapuerta y salimos de prisa.

Poco después, por la tarde, nos dijoel secretario municipal:

—Notarán ustedes que ésta es unaregión saludable. ¿No ven lo gordos queestamos todos? ¿Los trabajadores de lasplantaciones? Ah, sí, se mueren, mueren

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de malaria y de tuberculosis, pero sedebe a que están mal alimentados. Todolo que comen, generalmente, son tortillasy frijoles…, frijoles agrios. Además, losazotan mucho. Sí, se mueren; pero nadiemás aquí se ha enfermado.

A pesar de lo que nos había contadoJuan Hernández, el policía, el secretarionos aseguró que la mayoría de losesclavos que morían eran enterrados. Elentierro se hace en el pueblo y cuesta alos amos $1.50, y por caridad elmunicipio coloca una cruz de bambú encada tumba. Cuando caminábamos bajola luna echamos una mirada alcementerio, y contuvimos la respiración

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ante tanto terreno lleno de cruces. Sí, loshacendados entierran a sus muertos. Ajuzgar por la cantidad de cruces, secreería que Valle Nacional no es unpueblo de mil almas, sino una ciudad de100 mil.

Al dirigirnos hacia la casa delpresidente para dormir nos detuvo elrumor de una débil voz que nos llamaba.Siguió después un lastimero ataque detos, y vimos algo así como un esqueletohumano en cuclillas junto al camino. Eraun hombre que pedía un centavo. Ledimos varios y poco después yasabíamos que era uno de los que iban amorir a la «Casa de Piedad». Era cruel

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hacerle hablar; pero insistimos, y enhorrible susurro logró relatar su historiaentre golpes de tos.

Se llamaba Ángel Echavarría; tenía20 años y era de Tampico. Le ofrecieronpagarle $2 diarios en una finca, 6 mesesantes, y había aceptado; pero sólo paraser vendido como esclavo a Andrés M.Rodríguez, propietario de la hacienda«Santa Fe». A los tres meses de trabajoempezó a agotarse por el inhumanotratamiento que recibía, y a los cuatro uncapataz llamado Agustín le rompió unsable en sus espaldas. Cuando volvió ensí, después de los golpes, habíaescupido parte de un pulmón. Después

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lo azotaban con más frecuencia, porqueno podía trabajar con la mismaintensidad, y varias veces se desmayó enel campo. Por fin lo dejaron libre; perocuando pidió los jornales que creíasuyos, le dijeron que debía $1.50 a lafinca. Vino al pueblo y se quejó ante elpresidente, pero no fue atendido. Ahora,demasiado débil para emprender lamarcha a su hogar, moría tosiendo ypidiendo limosna. Nunca en mi vidahabía visto otra criatura tan extenuadacomo Ángel Echavarría, y parecíaincreíble que ese hombre, tan sólo tresdías antes, hubiera trabajado todo el díabajo los rayos del sol…

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Visitamos la hacienda «Santa Fe»,así como otras seis más, y comprobamosque el sistema de alojamiento, dealimentación, de trabajo y de vigilanciade los esclavos era el mismo.

El dormitorio principal de «SantaFe» consistía en una habitación sinventanas, con el piso de tierra, y cuyasparedes eran postes clavados en el sueloa 3 cms. de distancia uno de otro,sujetos firmemente con alambres depúas. Era tan inexpugnable como unacárcel norteamericana. Las camasconsistían en petates extendidos sobrebancas de madera. Había cuatro bancas,dos a cada lado, una encima de otra,

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situadas a todo lo largo del aposento.Las camas estaban tan juntas que setocaban. Las dimensiones del recintoeran de 23 por 5.5 mts., y en estereducido alojamiento dormían 150hombres, mujeres y niños. Loshacendados de Valle Nacional no tienenla decencia de los esclavistas de hace50 años; en ninguna de las haciendasvisitadas encontré un dormitorioseparado para las mujeres. Varias vecesme dijeron que las que entran en esosantros llegan a ser comunes para todoslos esclavos, no porque así lo quieranellas, sino porque los capataces no lasprotegen contra los indeseados ataques

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de los hombres.En la hacienda «Santa Fe», el

mandador o superintendente duerme enuna pieza situada en un extremo deldormitorio de los esclavos; los cabos ocapataces duermen en el extremoopuesto. La única puerta que hay secierra con candado, y un vigilante paseatoda la noche, de arriba abajo, por elespacio que queda entre las dos hilerasde bancas. Cada media hora, éste tocaun sonoro gong. A una pregunta mía, elseñor Rodríguez aseguró que el gong nomolestaba a los esclavos que dormían;pero, aunque así fuera, eseprocedimiento era necesario para

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impedir que el centinela se quedaradormido, lo que permitiría que todos losesclavos se escaparan.

Al observar de cerca a las cuadrillasen el campo, me asombré de ver tantosniños entre los trabajadores; por lomenos, un 50% de ellos tenían menos de20 años y no menos del 25% eranmenores de 14 años.

—Para plantar son tan buenos losmuchachos como los hombres —comentó el presidente, quien nosacompañó—. También duran más ycuestan la mitad. Sí, todos lospropietarios prefieren muchachos mejorque hombres.

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Durante mi recorrido a caballo porlos campos y por los caminos, mepreguntaba por qué ninguna de aquellasfamélicas y fatigadas criaturas no nosgritaba al paso: «¡Auxilio! ¡Por amor deDios, ayúdenos! ¡Nos estánasesinando!». Después recordé que paraellos todos los hombres que pasan porestos caminos son como sus amos, y queen respuesta a un grito no podían esperarnada más que una risa burlona, o tal vezun golpe también.

Nuestra segunda noche en ValleNacional, la pasamos en la hacienda delpresidente municipal. Cuando nosaproximábamos a ella nos retrasamos un

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poco con la intención de observar a unacuadrilla de 150 hombres y muchachosque plantaban tabaco en la finca vecina,llamada «El Mirador». Había unos seiscapataces entre ellos; al aproximarnos,los vimos saltar de aquí para allá entrelos esclavos, gritando, maldiciendo ydejando caer de cuando en vez suslargas y flexibles varas. ¡Zas! ¡Zas!,sonaban los varazos en las espaldas, enlos hombros, en las piernas y en lascabezas. Y no es que azotaran a losesclavos, sino sólo los acicateaban unpoco, posiblemente en honor nuestro.

Nos detuvimos y el capatazprincipal, un corpulento negro español,

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se aproximó a la cerca y nos saludó.Después repitió mi pregunta alcontestarla.

—¿Que si devuelven los golpes?No, si son listos. Si quieren pelearpuedo satisfacerlos. Los hombres quepelean conmigo, no vienen a trabajar aldía siguiente. Sí, necesitan el palo. Másvale matar a un hombre flojo quealimentarlo. ¿Escapar? Algunas veceslos nuevos lo intentan, pero pronto lesquitamos esa idea. Cuando los tenemosdomesticados, los guardamos. No hahabido uno solo de estos perros que alescapar no fuera contando mentiras denosotros.

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Aunque viviera mil años nuncaolvidaría las expresiones de mudadesesperación que vi por todas partes;ni olvidaría tampoco la primera nocheque pasé en la hacienda de esclavos deValle Nacional, propiedad delpresidente municipal. El sitio tenía elapropiado nombre de «La Sepultura»,aunque se lo habían puesto los indiosmucho antes de que se convirtiera ensepultura de esclavos mexicanos.

«La Sepultura» es una de las fincasmás pequeñas del Valle. El dormitorioes solamente de 12 por 4.5 mts. y aloja70 hombres y mujeres cada noche.Adentro no hay bancas; nada más que la

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tierra desnuda y un delgado petate paracada durmiente. Allí encontramos sola ytirada en el suelo a una mujer vieja,enferma y temblorosa. Más tarde, esamisma noche, vimos el local lleno demiserables que tiritaban de frío, por elviento huracanado y la lluvia que caía atorrentes. En pocas horas la temperaturadebió bajar unos 5° C.

Un 30% de los trabajadores que allíhabía eran mujeres, una de ellas era unamuchacha de 12 años. Esa noche lasconstrucciones se tambaleaban tanamenazadoramente que los caballosfueron sacados de su cobertizo. Peroaunque uno de los edificios que había se

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derrumbó unas semanas antes, no porello se sacó a los esclavos de su cárcel.Ésta se levantaba junto al comedor de lacasa y aquella noche mi compañero y yodormimos en el comedor. Oí cómo lapuerta de la prisión se abría y se cerrabaal entrar algún trabajador retrasado, ydespués oí la voz de la muchacha de 12años que suplicaba aterrorizada: «¡Porfavor, no cierren la puerta esta noche…,sólo por esta noche! Déjenla así paraque podamos salvarnos si esto se cae».La respuesta fue una risotada brutal.

Cuando me acosté esa vez a las 9:30p.m., una cuadrilla de esclavos todavíatrabajaba cerca del granero. Cuando

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desperté a las 4 a.m., los esclavosrecibían sus frijoles y tortillas en lacocina destinada a ellos. Cuando memetí en la cama dos de las sirvientas dela cocina del presidente municipal aúntrabajaban duramente. No podía dormiry estuve observándolas por los espaciosque había entre un poste y otro de losque dividían ambas piezas. A las 11p.m., según mi reloj, una de ellas se fue.Faltarían 5 minutos para las 12 cuandola otra también se marchó; pero menosde 4 horas más tarde, las vi otra veztrabajando, trabajando, trabajando…

Sin embargo, tal vez les iba mejorque a las que molían el maíz y a las

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aguadoras; con el hijo del presidentevisité la cocina de los esclavos a las 5a.m. y comenté lo exhaustas que se veíanaquellas mujeres; él me informó que selevantaban a las 2 a.m., y que nuncatenían tiempo de descansar durante eldía.

¡Ah, era terrible! Este muchacho de16 años, administrador de la haciendaen ausencia de su padre, me contó conmucho placer la fiereza con que algunasveces las mujeres luchaban contra losasaltos de los hombres; y como él habíagozado en ocasiones, mirando a travésde una rendija, esos trágicos encuentrosen la noche. Hasta el amanecer nos

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molestaron las toses secas, desgarradas,que llegaban hasta nosotros a través delas junturas; otras veces eran profundossuspiros.

De Lara y yo no hablamos de estascosas hasta la mañana siguiente, cuandole hice notar su aspecto fatigado.

—Oí los suspiros, las toses y losgemidos —me dijo—. Oí a las mujeresllorar y yo también lloré… lloré tresveces. No sé cómo podré volver a reír ya ser feliz.

Mientras esperábamos el desayuno,el presidente municipal nos dijo muchascosas acerca de la esclavitud, y nosmostró buena cantidad de cuchillos y

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limas que se habían quitado a losesclavos en diferentes ocasiones. Comolos presos de una penitenciaría, losesclavos habían llegado de una manera uotra, a poseer esas herramientas, con laesperanza de utilizarlas por la nochepara salir de su prisión y escapar de loscentinelas.

El presidente nos dijo francamenteque las autoridades de las ciudades deMéxico, Veracruz, Oaxaca, Pachuca yJalapa se dedican con regularidad altráfico de esclavos, generalmente encombinación con uno o másenganchadores. Nombró al alcalde de unpuerto bien conocido, que fue citado en

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los periódicos norteamericanos comohuésped del presidente Roosevelt en1908, y distinguido asistente a laconvención republicana de Chicago.Este alcalde —dijo el presidente deValle Nacional—, empleabaordinariamente la fuerza policiaca de suciudad como red para pescar esclavos.Mandaba detener a toda clase depersonas con cualquier pretexto, sólopor cobrar los $45 por cabeza que lepagarían los cultivadores de tabaco.

Nuestra conversación de aquellamañana fue interrumpida por un capatazespañol que vino a hablar con elpresidente. Hablaron en voz baja, pero

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pudimos captar casi todo lo que dijeron.El capataz había matado a una mujer eldía anterior y había venido a ponerse adisposición del presidente. Después de10 minutos de consulta, éste estrechó lamano del culpable y le dijo que se fueraa su casa y atendiera sus obligacionessin pensar más en este asunto.

Era domingo y pasamos todo el díaen compañía de Antonio Pla,probablemente el monstruo humanoprincipal del Valle. Pla es el gerentegeneral de Balsa Hermanos y, como tal,vigila el movimiento de 12 grandeshaciendas. Reside en la llamada«Hondura de Nanche», la que tiene fama

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de tirar los muertos a los caimanes ydonde tuvo origen la expresión«¡Échenme a los hambrientos!». Plallama a sus esclavos los tigres y tuvogran placer en mostrarnos las guaridasde los tigres, así como en explicarnos susistema completo de compras, castigos yenterramientos.

Pla estimaba que el movimientoanual de esclavos hacia Valle Nacionalera de 15 mil, y me aseguró que aunquelos trabajadores mataran a todos elloslas autoridades no intervendrían.

—¿Por qué iban a intervenir? —preguntó—. ¿Acaso no los mantenemos?

Pla, como muchos de los demás

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tabaqueros, cultivaba esta planta enCuba antes de venir a Valle Nacional;declaró que, por el sistema deesclavitud que se empleaba aquí, secosechaba la misma calidad de tabaco ala mitad del precio que estaba en Cuba.Dijo que no era práctico conservar a losesclavos más de 7 u 8 meses, porque se«secaban». Explicó los diversosmétodos de azotar, los golpes que sinceremonias se repartían en los camposcon vara de bejuco, la formación de lascuadrillas al amanecer y laadministración de «unos cuantos azotesa los vagos como medicina para el día».

—Pero después de algún tiempo —

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declaró Pla—, ni los palos sirven paranada. Llega un momento en que ya nopueden trabajar más.

Nos dijo que tres meses antes unagente del gobierno había intentadovenderle 500 yaquis en $20 mil; peroque él había rechazado la oferta porque,aunque los yaquis duran como el hierro,persisten en sus tercas tentativas paraconseguir liberarse.

—Compré un grupo de yaquis hacevarios años —agregó—; pero lamayoría de ellos se escaparon al cabode pocos meses. No, el único lugarapropiado para los yaquis es Yucatán.

Sin embargo, encontramos dos

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yaquis en la hacienda «Los Mangos».Dijeron que habían estado allí dos añosy eran los únicos que quedaban de unlote de 200. Uno de ellos había estadovarios días sin trabajar porque losinsectos le habían comido casi la mitadde un pie.

—Creo que tendré que matar a esetigre —dijo Pla sin cuidarse de que elhombre le oyera—. Ya no me sirve.

Al segundo yaqui lo encontramos enel campo trabajando con una cuadrilla.Me acerqué a él y le tenté los brazos,que todavía eran musculosos. Erarealmente un magnífico ejemplar y merecordó la historia de Ben Hur. Mientras

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yo lo examinaba se mantuvo erecto ymiraba hacia adelante, pero con unligero temblor en sus miembros. Tansólo la actitud de ese yaqui fue para míla prueba más concluyente de labestialidad del sistema que lo teníaesclavizado.

En «Los Mangos» un capataz nosdejó examinar su larga y flexible vara,la vara de castigo; era de bejuco y sedoblaba como un látigo, sin romperse.

—El bejuco crece en las faldas de lamontaña —explicó el capataz—. Vea, esuna madera que parece cuero. Con éstapuedo azotar a 20 hombres hasta quemueran y todavía quedará buena para

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otros 20 más.En la cocina destinada para los

esclavos de la misma hacienda vimosque molían maíz dos muchachas de 17años, de rostros finos y realmentebellos. Aunque su amo Pla se hallabaamenazadoramente cerca, ellas seatrevieron a contarnos con rapidez sushistorias. Una, de León, Gto., declaróque el enganchador le había prometido$50 mensuales y una buena casa dondetrabajar como cocinera de una cortafamilia; cuando descubrió que le habíanengañado, ya era demasiado tarde; losrurales la obligaron a venir. La otramuchacha era de San Luis Potosí; le

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prometieron un buen alojamiento y $40mensuales por cuidar a dos niñospequeños.

Por dondequiera que fuimosencontramos las casas llenas de buenosmuebles hechos por los esclavos.

—Sí —explicó Antonio Pla—,algunos de los mejores artesanos delpaís vienen por aquí, de un modo o deotro. Tenemos carpinteros, ebanistas,tapiceros…, de todo. Bueno, en misfincas he tenido maestros, actrices yartistas, y una vez hasta un ex sacerdote.En una ocasión tuve una de las másbellas actrices del país, aquí mismo, en«Honduras de Nanche». Y era de las

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buenas. ¿Que cómo llegó? Muysencillamente. El hijo de un millonariode la Ciudad de México quería casarsecon ella, y el padre pagó a lasautoridades un buen precio para que lacapturasen y la entregaran a unenganchador. Sí, señor, aquella mujerera una belleza.

—¿Y qué fue de ella? —pregunté.—Ah —fue la respuesta evasiva—,

eso sucedió hace dos años.En verdad, dos años es mucho

tiempo en Valle Nacional, más tiempoque la vida de un esclavo. La historia dela actriz me recordó lo que había oídode una pareja de mexicanos recién

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casados que huyeron hasta Los Angeles,poco antes de iniciar mi viaje. Elmuchacho pertenecía a la clase media dela Ciudad de México, y su novia era hijade un millonario; pero éste considerabaal muchacho como de clase «inferior» yllegó a todos los extremos en susesfuerzos para impedir la boda.

—Jorge se expuso a muchos peligrospor mí —comenzó contándome la jovenesposa—. En una ocasión mi padre tratóde dispararle y otra vez ofreció a lasautoridades $5 mil para que losecuestraran y lo enviaran a ValleNacional; pero avisé a Jorge y pudoponerse a salvo.

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Pla nos habló también de 11muchachas que le habían llegado en unasola remesa de Oaxaca.

—Estaban en un baile público —nosdijo—. Algunos hombres entablaron unapelea y la policía detuvo a todos los queestaban en el salón. Aquellas muchachasno tenían que ver en la disputa, pero eljefe político necesitaba dinero y dispusoenviadas aquí a todas.

—Bueno —pregunté—, pero ¿quéclase de mujeres eran? ¿Mujerespúblicas?

Pla me lanzó un mirada significativa:—No, señor —protestó con voz

despectiva— ¿cree usted que necesito

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que me manden esa clase de mujeres amí?

El tener cerca a propietarios ysuperintendentes, además de la grancantidad de vigilantes, nos impidiósostener largas conversaciones con losesclavos. Una de las más notablesocurrió al día siguiente de nuestra visitaa la hacienda de Balsa hermanos. Alregresar de un largo recorrido porvarias plantaciones, llamamos a unhombre que araba cerca del camino lastierras de «Honduras de Nanche». Elmás próximo de los vigilantes estabacasualmente en mitad del campo y elesclavo, a nuestro requerimiento, nos

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indicó el lugar de la ciénaga de loscocodrilos y confirmó el relato de losmoribundos que habían sido arrojados a«los hambrientos».

—Ya llevo aquí 6 años y creo quesoy el más antiguo en el Valle —nosdijo—. Otros hombres fuertes vienen yse convierten en esqueletos en unatemporada; pero parece que yo no puedomorirme. Vienen y caen, vienen y caen;sin embargo, yo sigo viviendo. Perodebieran haberme visto cuando llegué.Entonces era un hombre…, ¡un hombre!Tenía hombros y brazos… era un giganteentonces. Pero ahora…

Las lágrimas saltaron de los ojos de

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aquel personaje y rodaron por susmejillas, pero continuó:

—Yo era carpintero de losbuenos…, hace 6 años. Vivía con mihermano y mi hermana en México. Mihermano era estudiante…, no tenía 20años…; mi hermana atendía la casitaque yo pagaba con mi jornal. No éramospobres, no. Éramos felices. Porentonces, el trabajo en mi oficio aflojóun poco y una tarde encontré a un amigoque me dijo que se podía conseguirempleo en Veracruz con $3 diarios desueldo por largo tiempo. Aproveché laocasión y vinimos juntos, vinimosaquí… ¡aquí! Dije a mis hermanos que

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les mandaría dinero con regularidad ycuando supe que no podría mandarlesnada y les escribí para hacérselos saber,no me dejaron enviar la carta. Durantemeses guardé aquella carta, vigilando,esperando, tratando de encontrar unaoportunidad para hablar al mandaderocuando pasara por el camino. Por fin lovi; pero cuando le di la carta nomás serío y me la devolvió. A nadie lepermiten enviar cartas.

—¿Escaparme? —continuó elesclavo—. Sí, lo he intentado muchasveces. La última vez, hace sólo 8 meses,llegué hasta Tuxtepec. Me puse aescribir una carta. Quería comunicarme

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con mi gente; pero me agarraron antes deescribirla. No saben dónde estoy. Acasocreen que he muerto. Mi hermano habrátenido que dejar sus estudios. Mi…

—Mejor cállese —le dije—. Ahíviene un cabo.

—No, todavía no —respondió—.De prisa. Le daré la dirección de ellos.Dígales que yo no leí el contrato.Dígales que ni lo vi hasta que vine aquí.El nombre de mi hermano es Juan…

—¡Cuidado! —le grité; pero ya erademasiado tarde. ¡Zas! El largo bejucocayó sobre las espaldas de aquelhombre. Retrocedió; iba a abrir la bocade nuevo, pero un segundo azote le hizo

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cambiar de intención y cabizbajo retornóa sus bueyes.

Las lluvias que cayeron en los dosúltimos días de nuestra estancia en ValleNacional hicieron intransitable elcamino a Tuxtepec, de manera quedejamos nuestros caballos y navegamosrío abajo en una balsa, una plataformahecha de troncos sobre la cual había unapequeña choza con techo de hojas deplátano. Un indígena en cada extremo,impulsaban con una pértiga y un remo laextraña embarcación corriente abajo, ypor ellos supimos que también losindios habían conocido su época deesclavitud. Los españoles habían tratado

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de someterlos; pero los indios pelearona muerte; las tribus se unieron y lucharonjuntas como lobos hasta recuperar ymantener su libertad. Ese entendimientocomún no puede ser empleado hoy.

Al pasar por Tuxtepec encontramosal señor P., político, enganchador ypariente de Félix Díaz, sobrino delpresidente Díaz y jefe de la policía en laCiudad de México. El señor P., quevestía como príncipe, se hizo agradabley respondió con toda libertad a nuestraspreguntas, con la esperanza de asegurarun contrato para proporcionar esclavosa mi compañía:

—Sin embargo, hará usted dinero en

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Valle Nacional —dijo—. Todos lohacen. Después de cada cosecha hay unéxodo de propietarios a México, dondealgunos se quedan gastando su dinero enuna vida desenfrenada.

El señor P. tuvo la amabilidad dedecirnos el destino de los $50 que élrecibía por cada uno de sus esclavos.Nos dijo que $5 se entregaban a RodolfoPardo, jefe político de Tuxtepec; $10 aFélix Díaz por cada esclavo que salía dela Ciudad de México, y $10 al alcaldede la ciudad o jefe político del distritode donde procedieran los demásesclavos.

—El hecho de que soy cuñado de

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Félix Díaz —explicó el señor P.—, yademás amigo personal de losgobernadores de Oaxaca y Veracruz y delos alcaldes de esas ciudades, mecoloca en situación de atender losdeseos de usted mejor que cualquierotro. Yo estoy preparado paraproporcionarle cualquier cantidad detrabajadores, hasta 40 mil por año,hombres, mujeres y niños, y el precio esde $50 cada uno. Los trabajadoresmenores de edad duran más que losadultos; le recomiendo usarlos conpreferencia a los otros. Le puedoproporcionar a usted mil niños cadames, menores de 14 años y estoy en

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posibilidad de obtener su adopciónlegal como hijos de la compañía, demanera que los pueda retenerlegalmente hasta que lleguen a los 21años.

—Pero ¿cómo puede adoptar micompañía como hijos a 12 mil niños poraño? ¿Quiere decir que el gobiernopermitiría semejante cosa? —lepregunté.

—Eso déjemelo a mí —contestó elseñor P., significativamente—, lo hagotodos los días. Usted no paga los $50hasta que tenga en su poder a los niñoscon sus papeles de adopción.

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Capítulo VI

Los peones del campo y lospobres de la ciudad

Se podría escribir todo un libro muygrueso y que dejara grandes gananciasacerca de la esclavitud en México. Pero,aunque el asunto es importante, no lo estanto como para dedicarle mayorespacio en esta obra que el que le hereservado. Es más necesario que ahondemás bajo la superficie y revele lashorribles causas que han hecho posible y

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están perpetuando esa bárbarainstitución. Confío en que con loexpuesto en los capítulos anteriores,haya quedado suficientemente clara eindudable la completa participación delgobierno mexicano en la trata deesclavos.

En ciertas esferas se admite queexiste la esclavitud; pero se niega laculpabilidad del gobierno. Sin embargo,es absurdo suponer que éste puedaignorar una situación en la que la terceraparte de la población de un gran Estadoestá esclavizada. Además, es biensabido que centenares de funcionariosde los Estados y de Federación están

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constantemente dedicados a juntar,transportar, vender, vigilar y cazaresclavos. Como ya se hizo notar, todaslas cuadrillas de enganchados que salende la Ciudad de México o de otroslugares para Valle Nacional u otrodistrito esclavista, son vigilados por losrurales del gobierno, guardiasuniformados, quienes no obran porpropia iniciativa, sino que se hallan tansujetos a ordenanza como los soldadosdel ejército regular. Sin la coacción desus armas y de su autoridad, losenganchados se negarían a caminar unsolo kilómetro de la jornada. Unmomento de reflexión es suficiente para

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convencer a cualquier mente sinprejuicios de que sin la participacióndel gobierno, todo el sistema esclavistasería imposible.

Una esclavitud similar a la deYucatán y a la de Valle Nacional sepuede encontrar en casi todos losEstados del país; pero especialmente enlos costeños, al sur de la granaltiplanicie. El mismo sistema detrabajo existe en las plantaciones dehenequén de Campeche; en las industriasmaderera y frutera de Chiapas yTabasco; en las plantaciones de hule,café, caña de azúcar, tabaco y frutas deVeracruz, Oaxaca y Morelos. Por lo

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menos en 10 de los 32 Estados yTerritorios de México, la mayoríaabrumadora de trabajadores sonesclavos.

Aunque las condiciones secundariasvaríen algo en diferentes lugares, elsistema general es en todas partes elmismo: el servicio contra la voluntaddel trabajador, ausencia de jornales,escasa alimentación y azotes. En estecúmulo de cosas se hallan afectados nosólo los nativos de los diversos Estadosesclavistas, sino otros 100 mil cada año,para citar números redondos, queengañados con falsas promesas por losenganchadores, o capturados por éstos,

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o embarcados por las autoridadespolíticas en connivencia con talesagentes, dejan sus hogares en diversossitios del país para tomar el camino dela muerte hacia la «tierra caliente».

La esclavitud por deudas y por«contrato» es el sistema de trabajo queprevalece en todo el sur de México.Probablemente 750 mil personas puedenclasificarse con exactitud como«propiedad mueble» de los hacendados.En los distritos rurales del resto deMéxico existe el sistema del peonaje,que se distingue de la esclavitud,principalmente en grado, y es similar enmuchos aspectos al régimen de

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servidumbre en la Europa de la EdadMedia. Según ese sistema, el trabajadorestá obligado a prestar servicios alhacendado, aceptar lo que quierapagarle y aun recibir los golpes que éstequiera darle. La deuda, real oimaginaria, es el nexo que ata al peóncon su amo. Las deudas son transmitidasde padres a hijos a través degeneraciones. Aunque la Constitución noreconoce el derecho del acreedor paraapoderarse y retener al deudorfísicamente, las autoridades rurales entodas partes reconocen ese derecho y elresultado es que probablemente 5millones de personas, o sea un tercio de

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la población, viven actualmente enestado de peonaje sin redención.

A los peones del campo sueleacreditárseles jornales nominales, quevarían entre 25 y 50 centavos diarios;rara vez son más altos. Por lo regular,no reciben un solo centavo en efectivo,sino que se les paga en vales de créditocontra la tienda de raya de la hacienda,en la cual están obligados a comprar apesar de los precios exorbitantes. Comoresultado, su alimento consistesolamente en maíz y frijoles, viven encabañas que suelen estar hechas demateriales no más consistentes que lacaña del maíz, y usan sus pobres

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vestidos no sólo hasta que se conviertenen andrajos a punto de deshacerse, sinohasta que efectivamente se deshacen.

Probablemente, no menos del 80%de todos los trabajadores de lashaciendas y plantaciones en México, oson esclavos o están sujetos a la tierracomo peones. El otro 20% lo integranlos considerados trabajadores libres,quienes viven una existencia precaria ensu esfuerzo por esquivar la red de losenganchadores. Me acuerdoparticularmente de una familia de esaclase que conocí en el Estado deChihuahua. Era un caso típico, y mirecuerdo de ella es muy fuerte porque la

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vi en la primera noche que pasé enMéxico. Fue en un vagón de segundaclase del Ferrocarril Central Mexicano,que corría hacia el sur.

Esa familia estaba compuesta por 6personas de 3 generaciones diferentes,desde el muchacho inexperto, de pelonegro, hasta el abuelo de barba blanca;los 6 parecían haber perdido el últimoátomo de felicidad. Nosotros éramos ungrupo animado que estaba cerca deellos; 4 eran mexicanos que se sentíanfelices por volver al hogar envacaciones, después de una temporadade trabajar como «braceros» en losEstados Unidos. Cantamos un poco y

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tocamos algo de música en un violín yuna armónica; pero ninguno de los seisde aquella familia llegó a sonreír o amostrar el menor interés. Me recordabauna punta de ganado resistiendo unatempestad, con las cabezas entre laspatas delanteras y las grupas contra elviento.

La caras del viejo patriarcareflejaba una historia de agobios y unapaciencia bovina para soportarlos, comonunca podría expresarse en palabras.Tenía barba grisácea, descuidada, ybigote; pero su cabeza estaba cubiertaaún por cabello castaño oscuro. Su edadsería, probablemente, de 70 años,

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aunque evidenciaba ser todavía untrabajador activo. Su traje se componíade una camisa de color y pantalón demezclilla de manufacturanorteamericana, lavado y recosido yvuelto a lavar y recoser… Un traje de undólar, con tantos añadidos que todo eranparches.

Junto al patriarca estaba sentada unaanciana, su mujer, con la cabezainclinada y una expresión facial tanparecida a la de su marido, que pudierahaber pasado por una copia de éstehecha por un gran artista, aunque laexpresión difería en un detalle. Laanciana mantenía su labio superior

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apretado contra los dientes, dando elefecto de que continuamente se mordíael labio para contener las lágrimas.Acaso su valor no era igual al delhombre y le era necesario mantenerlomediante una permanente contracción dela boca.

Había una pareja joven, como de lamitad de la edad de los dos viejos; elhombre movía la cabeza y abría ycerraba lentamente sus párpadosgranujientos; de vez en cuando volvíalos ojos para mirar con expresión lejanaa los alegres viajeros que lo rodeaban.Su mujer, sin busto, decaída, estabasentada siempre en la misma posición,

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con la cabeza inclinada hacia adelante ysu mano derecha tocando la cara a laaltura del puente de la nariz.

Finalmente, había dos muchachos:uno de 18 años, hijo segundo del viejo,y otro de 16, hijo de la segunda pareja.En toda esa noche, la única sonrisa quevi en aquellas caras fue una, en la delmuchacho más joven. Un vendedor deperiódicos, al pasar, le ofreció un libroen 75 centavos y el muchacho, abriendoun poco los ojos con momentáneointerés, contempló la cubierta de coloresbrillantes y después volvió hacia su tío yle dirigió una sonrisa de asombro.¡Pensar que alguien pudiera imaginar

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que él podía comprar uno de aquellosmágicos objetos, un libro!

—Somos de Chihuahua —nos dijo elviejo, una vez que hubimos ganado suconfianza—. Trabajamos en elcampo…, todos. Toda nuestra vidahemos sido trabajadores del campocultivando maíz, frijol y melones enChihuahua; pero ahora huimos. Si lospatrones nos pagaran lo que prometen,podríamos salir adelante; pero nuncapagan completo… nunca. Esta vez elpatrón nos pagó sólo dos tercios delprecio convenido y, sin embargo, lequedo muy agradecido, porque nospodía haber pagado tan sólo un tercio,

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como otros nos pagaron antes. ¿Quépuedo hacer? Nada. No puedo acudir aun abogado, porque el abogado merobaría los otros dos tercios y además elpatrón me metería en la cárcel. Muchasveces mis hijos y yo hemos ido a lacárcel, por pedir al patrón que nospagase la suma completa convenida. Mishijos se indignan cada vez más y a vecestemo que alguno de ellos pueda pegar alpatrón o matarlo, y eso sería nuestro fin.

Después de una pausa, continuó:—No, lo mejor que podíamos hacer,

y por último lo decidí, era marchar. Demanera que juntamos lo que teníamos ygastamos nuestro último peso para pagar

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el pasaje hasta Torreón, dondeesperamos encontrar trabajo en loscampos algodoneros. He oído decir quepodemos ganar un peso diario cuandohay ocupación. ¿Es así, o será allí lamisma historia? Acaso sea la misma;pero ¿qué otra cosa puedo hacer sinoarriesgar? Trabajo, trabajo, trabajo; esoes todo lo que hay para nosotros…, ynada a cambio del trabajo. No bebemos;no somos holgazanes; rezamos a Diostodos los días y, sin embargo, la deudanos sigue siempre, pidiendo que laaceptemos. Muchas veces he queridopedir prestado un poco a mi patrón; peromi mujer siempre se ha opuesto a ello.

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No —me dice—, mejor morir quedeber, porque deber una vez quieredecir deber para siempre…, y seresclavos. Pero a veces creo que seríamejor deber, mejor caer en deuda, mejorrenunciar a nuestra libertad que seguirasí hasta el fin. Es cierto que me estoyhaciendo viejo y me gustaría morir libre,pero es duro…, muy duro.

Los 750 mil esclavos y los 5millones de peones no monopolizan lamiseria económica de México. Ésta seextiende a toda clase de personas quetrabajan. Hay 150 mil trabajadores deminas y fundiciones que reciben menosdinero por el trabajo de una semana que

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un minero norteamericano de la mismaclase por un día de jornal; hay 30 miloperarios de fábricas del algodón cuyosalario da un promedio menor de 60cents. diarios; hay 250 mil sirvientesdomésticos cuyos salarios varían entre$2 y $1 al mes; hay 40 mil soldados delínea que reciben menos de $4 al mesaparte del insuficiente rancho. Los 2 milpolicías de la ciudad de México noperciben más de $1 diario. Para losconductores de tranvías $1 diario es unbuen promedio en la capital, donde losjornales son más elevados que en otraspartes del país, excepto cerca de lafrontera norteamericana. Y esta

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proporción es constante en lasindustrias. Una oferta de $1 comosalario, sin duda atraería en la Ciudadde México a un ejército de 50 miltrabajadores sanos en el término de 24horas.

Si se tienen en cuenta esosmiserables jornales, no debe suponerseque el costo de los artículos necesarios,para la vida sea menor que en losEstados Unidos, como sucede en otrospaíses de bajos salarios, tales como laIndia y China. Por el contrario, el costodel maíz y del frijol, que son base parala subsistencia de la masa del pueblomexicano, es realmente más alto, por lo

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regular, que el que rige en los EstadosUnidos. Al momento de escribir esto,cuesta casi el doble comprar 100 kilosde maíz en la ciudad de México que enChicago y eso en la misma moneda, oronorteamericano; o plata mexicana, comose quiera, no obstante que este artículoes el más barato que el mexicano pobreestá en posibilidad de adquirir.

Por lo que se refiere al vestido y a lahabitación, el mexicano ordinariodisfruta tan poco de uno y otra comopueda imaginarse. Las casas devecindad de Nueva York son palacioscomparadas con las casas de vecindadde la Ciudad de México. A 500 mts. en

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cualquier dirección del gran «Paseo dela Reforma», la magnífica avenida porla que se hace pasear a los turistas y porla cual suelen ellos juzgar a México, elinvestigador encuentra tales condicionesde vida que no se ven en ninguna ciudadque merezca el nombre de civilizada. Sien todo el país hay una sola ciudad conun sistema moderno de alcantarillado,ignoro su nombre.

Los viajeros que se hayan alojado enlos mejores hoteles de la capitalmexicana quizá levanten la cejas al leermis afirmaciones; pero una pequeñainvestigación mostrará que no más del20% de las casas, dentro de los límites

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de esa ciudad, tiene un abastecimientoregular de agua con que limpiar losexcusados, mientras que hay manzanasdensamente pobladas que carecen porcompleto de servicio de agua tanto parala limpieza como potable.

Bastan unos minutos de reflexiónpara darse cuenta de lo que estosignifica. Como resultado de esascondiciones tan insalubres, laproporción de fallecimientos en laCiudad de México se halla siempreentre 5% y 6%, por lo general más cercade esto último, lo cual es superior aldoble de la mortalidad en las bienregidas ciudades de Europa, de los

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Estados Unidos y aun de Sudamérica;ello prueba que la mitad de la gentemuere en la metrópoli de Díaz porcausas que las ciudades modernas hanhecho desaparecer.

Un residente que ha permanecidolargo tiempo en México calculó que 200mil personas de la capital, o sea un 40%de su población, duerme sobre piedras.Sobre piedras no quiere decir en lascalles, porque no está permitido dormiren las calles ni en los parques, sino en elsuelo de los alojamientos baratos ymesones.

Es posible que esto no sea muyexacto; sin embargo, por haberlo

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observado me consta que la cifra de 100mil sería muy conservadora, y que, porlo menos 25 mil pasan la noche en losmesones, nombre comúnmente aplicadoa los alojamientos más baratos parapasajeros.

Un mesón es un albergue tanmiserable que sólo son peores lasgaleras o cárceles-dormitorios de losesclavos de «tierra caliente», ladiferencia con los dormitorios de lasprisiones y las galeras estriba en que aesta últimas los esclavos sonconducidos, medio muertos de fatiga,hambre y fiebre, a latigazos, y se cierrala puerta cuando están dentro; mientras

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que los miserables andrajosos ydesnutridos que andan en las calles de laciudad llegan a los mesones a alquilarcon tres centavos de cobre un breve ylimitado refugio…, un pedazo de suelodesnudo en que echarse, un petate, lacompañía de sabandijas que se crían enla suciedad, y un mal descanso en unaposento nauseabundo con 100 personasmás, que roncan, se mueven, se quejan, yque son hermanos en el dolor.

Durante mi última estancia enMéxico —en el invierno y la primaverade 1909— visité muchos de estosmesones y tomé fotografías de la genteque allí dormía. En todos ellos encontré

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las mismas condiciones: edificiosviejos, a veces de cientos de años,abandonados e inadecuados para otrosfines que no sean los de servir dedormitorio para los pobres. Por trescentavos el viajero recibe un petate y elprivilegio de buscar un lugar en el suelocon espacio suficiente para poderecharse. En noches frías, el piso está tancubierto de seres humanos que es muydifícil poner el pie entre los dormidos.En un aposento llegué a contar hasta 200personas.

Las mujeres y las niñas pobrestienen que dormir en alguna parte, lomismo que los hombres y los jóvenes; si

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no disponen de más de tres centavospara una cama, las mujeres deben ir alos mesones con los hombres. Enninguno de los que visité había lugarseparado para mujeres y niñas, aunqueeran muchas las alojadas. Igual que loshombres, una muchacha paga sus trescentavos y recibe un petate. Si llegatemprano; puede encontrar un rincón máso menos apartado donde dar descanso asu molido cuerpo; pero no hay nada queimpida a un hombre llegar a acostarsejunto a ella y molestarla durante toda lanoche.

Y esto sucede. Más de una vez, enmis visitas a los mesones, vi alguna

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muchacha joven e indefensa, a quien unextraño había despertado y solicitadotan sólo por haberla visto entrar. Losmesones engendran la inmoralidad tanaterradoramente como crían chinches.Las muchachas sin hogar no van a losmesones porque sean malas, sino porqueson pobres. Estos lugares se establecencon licencia de las autoridades, demanera que sería muy fácil exigir a lospropietarios que dedicaran una parte delespacio disponible exclusivamente paraalojamiento de mujeres. Pero lasautoridades no tienen escrúpulos y nointentan evitar la promiscuidad.

A pesar de lo miserable que son los

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mesones, 25 mil mexicanos sin hogarque duermen en ellos son afortunadoscomparados con los millares que, alcaer la tarde, ven que no pueden juntarlos tres centavos para pagar el alquilerde un petate y un pedazo de suelo. Todaslas noches hay un éxodo de millares depersonas que desaparecen de las callesde la ciudad; se llevan sus pobrespertenencias, si tienen alguna, y codocon codo si son una familia, marido ymujer, o simples amigos atraídosmutuamente por su pobreza, caminanvarios kilómetros fuera de la ciudad,hacia los caminos y campos próximos alas grandes haciendas ganaderas que

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pertenecen a altos funcionarios delgobierno. Allí se dejan caer al suelo,temblando de frío, pues por la alturapocas son las noches en que latemperatura no haga imprescindible unbuen abrigo. Por la mañana seencaminan de nuevo al corazón de laciudad, para luchar allí con sus escasasfuerzas contra los poderes que conspiranpara impedirles ganarse la vida; allí,después de vana y desalentadora lucha;acaban por caer en las redes delenganchador, que anda a la búsqueda deesclavos para sus ricos clientes, loshacendados de los Estados de «tierracaliente», México tiene dos millones de

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km2. Hectárea por hectárea es tan rico,si no más, que los Estados Unidos.Tiene buenas bahías en ambas costas; sehalla casi tan cerca de los mercadosmundiales como los Estados Unidos. Nohay razón natural o geográfica para quesu pueblo no sea tan próspero y felizcomo cualquier otro del mundo. Es unpaís más viejo que los Estados Unidos yno está sobrepoblado. Con unapoblación de 15 millones resultan 7.5habitantes por km2, densidad pocomenor que la norteamericana. Sinembargo, al ver el corazón de México,es inconcebible que pueda haber en elmundo pobreza más extrema. La India o

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China no podrían estar peor, porque deser así, el hambre las despoblaría.México es un pueblo muerto de hambre;una nación postrada. ¿Cuál es la razónde ello? ¿Quién tiene la culpa?

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Capítulo VII

El sistema de Díaz

La esclavitud y el peonaje en México, lapobreza y la ignorancia y la postracióngeneral del pueblo se deben; en mihumilde opinión, a la organizaciónfinanciera y política que en la actualidadrige en ese país; en una palabra, a lo quellamaré el «sistema» del generalPorfirio Díaz.

Es verdad que estas condiciones sehan arrastrado por gran parte de la

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historia de México desde pasadasgeneraciones. No quiero ser injusto conel general Díaz en ninguna forma; pero apesar de que los señores españoleshicieron del pueblo mexicano esclavos ypeones, nunca lo quebrantaron yexprimieron tanto como se le quebrantay destruye en la actualidad. En tiemposde los españoles, el peón tenía por lomenos su pequeña parcela y su humildechoza; pero hoy no tiene nada. Además,la «Declaración de Independencia»proclamada en 1810, declaró también laabolición de la esclavitud. Ésta fueabolida, pero no enteramente: losgobiernos mexicanos que se sucedieron,

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gobiernos de clase, de la Iglesia opersonalistas, mantuvieron al pueblo enservidumbre, aunque con menorseveridad. Por último advino unmovimiento democrático que rompió laespina dorsal de la Iglesia; que derribóel gobierno de una casta; que adoptó unaforma de gobierno tan moderna como lanorteamericana; que libertó al esclavotanto de hecho como de palabra; quedevolvió las tierras del pueblo alpueblo; que lavó toda la sangrederramada en el pasado.

Fue en este momento cuando elgeneral Porfirio Díaz, sin ningunaexcusa válida y en apariencia sin otra

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razón que su ambición personal, inicióuna serie de revoluciones que finalmentelo llevaron a dominar los poderesgubernamentales del país. Mientrasprometía respetar las institucionesprogresistas que Juárez y Lerdo habíanestablecido, instituyó un sistema propio,en el que su propia persona es la figuracentral y dominante; en el que sucapricho es la Constitución y la ley; enel que los hechos y los hombres, grandesy pequeños, tienen que sujetarse a suvoluntad: Como Luis XIV, Porfirio Díazes el Estado.

Bajo su gobierno, la esclavitud y elpeonaje se restablecieron en México

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sobre bases más inmisericordes que lasque existieron en tiempos de losespañoles. Por tales razones no creo quesea una injusticia culpar principalmenteal sistema de Díaz por esas condiciones.

Me refiero al sistema de Díaz másque a Díaz personalmente, porqueaunque él es la piedra angular, aunque éles el gobierno de México, más absolutosin duda que cualquier otro individuopueda serlo en cualquier otro país delmundo, ningún hombre se halla solo ensus iniquidades. Díaz es el sosténprincipal de la esclavitud; pero existenalgunos otros sostenes sin los cuales elsistema no podría mantenerse mucho

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tiempo. Por ejemplo, hay un conjunto deintereses comerciales que obtienengrandes ganancias del sistema porfirianode esclavitud y autocracia; estosintereses dedican una parte importantede su gran poder a mantener en su sitioel sostén principal a cambio de losprivilegios especiales que reciben.Entre estos intereses comerciales no sonlos menores los norteamericanos,quienes —me sonrojo de vergüenza aldecirlo— son defensores tan agresivosde la fortaleza porfiriana como el mejor.En realidad; como lo demostraré en lossiguientes capítulos, los interesesnorteamericanos constituyen, sin duda,

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la fuerza determinante para que continúela esclavitud en México; de este modo laesclavitud mexicana recae sobrenosotros, los norteamericanos, con todolo que ella significa. Es cierto que Díazes el culpable de los horrores deYucatán y Valle Nacional; pero tambiénlo somos nosotros; somos culpablespuesto que fuerzas del gobierno sobre elque se nos reconoce algún control, seemplean abiertamente, ante nuestra vista,para apoyar un régimen del que laesclavitud y el peonaje forman parteintegral.

Con objeto de que el lector puedaentender el «sistema» de Díaz y su

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responsabilidad en la degradación delpueblo mexicano, es conveniente volveratrás y describir brevemente losantecedentes de ese sistema. En todo elmundo se habla de México como de unaRepública, sólo porque en otro tiempolo fue y todavía simula serlo. Méxicotiene una Constitución vigente que sedice copiada de la norteamericana yque, en verdad, es como ella en loprincipal. Ambas establecen laexistencia de un Congreso nacional, delegislaturas en los Estados y gobiernomunicipal, que deben hacer las leyes;jueces federales, estatales y locales quedeben interpretarlas; y un presidente,

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gobernadores y ejecutivos locales paraadministrarlas. Ambas establecen elsufragio de los adultos, la libertad deprensa y de palabra, igualdad ante la leyy las demás garantías de respeto a lavida, a la libertad y a la consecución dela felicidad que nosotros disfrutamos,hasta cierto punto, como cosa natural.

Así era México hace 40 años.Entonces México estaba en paz con elmundo: Había vencido, después de unaheroica guerra, al príncipe Maximiliano,que había sido impuesto comoemperador por el ejército francés deNapoleón III. El presidente BenitoJuárez es reconocido en México y fuera

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de México como uno de los más hábilesy generosos patriotas. Desde que Cortésquemó sus naves en la costa del Golfo,México nunca había disfrutado talesperspectivas de libertad política,prosperidad industrial y adelantogeneral.

Pero el general Porfirio Díaz, apesar de esos hechos y de lacircunstancia adicional de que estabaprofundamente endeudado con Juárez —puesto que todos sus ascensos militareslos había obtenido de él—, promovióuna serie de rebeliones con el fin deadueñarse del poder supremo del país.Díaz no sólo encabezó una, sino tres

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rebeliones armadas contra un gobiernopacífico, constitucional y elegidopopularmente. Durante nueve años seportó como un rebelde ordinario, con elapoyo de bandidos, criminales ysoldados profesionales disgustados porla política antimilitarista que Juárezinició y que, si hubiera podido llevarlaun poco más adelante, habría sido eficazpara impedir en el futuro rebelionescuartelarias apadrinadas por la Iglesiacatólica.

El pueblo demostró muchas vecesque no quería a Díaz como jefe delgobierno. En tres ocasiones durante losprimeros cinco años de asonadas, Díaz

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se presentó sin éxito como candidatopresidencial. En 1867 obtuvo apenaspoco más del 30% de los votos quefavorecieron a Juárez. En 1871 volvió alanzar su candidatura y perdió con más omenos 3/5 de la votación quecorrespondió a Juárez. En 1872, despuésde la muerte de Juárez, se presentócontra Lerdo de Tejada y consiguiósolamente 1/15 de los votos que ganó suoponente. Mientras estuvo alzado enarmas, se le consideró como un rebeldecualquiera tanto en el país como en elextranjero; después entró en la capitalde la República a la cabeza de unejército victorioso y se proclamó a sí

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mismo presidente. En un principio pocasnaciones europeas reconocieron algobierno del advenedizo, y los EstadosUnidos amenazaron durante algúntiempo con crear complicaciones.

En contra de la voluntad de lamayoría del pueblo, el general Díaztomó la dirección del gobierno hace 34años; en contra de la voluntad de lamayoría del pueblo ha permanecido allídesde entonces, excepto cinco años —de 1880 a 1884—, en que cedió elPalacio Nacional a su amigo íntimo,Manuel González, con el claroentendimiento de que al final de eseperiodo se lo devolvería.

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Como ningún hombre puedegobernar a un pueblo contra su voluntadsin privarlo de sus libertades, es fácilcomprender qué clase de régimen se vioobligado a instaurar el general Díaz paraasegurar su poder. Mediante la fuerzamilitar y la policía controló laselecciones, la prensa y la libertad depalabra, e hizo del gobierno popular unafarsa. Mediante la distribución de lospuestos públicos entre sus generales,dándoles rienda suelta para el pillajemás desenfrenado, aseguró el dominiodel ejército. Mediante combinacionespolíticas con dignatarios de altaestimación en la Iglesia católica y

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permitiendo que se dijera en voz bajaque ésta recuperaría su antigua fuerza,ganó el silencioso apoyo del clero y delPapa. Mediante promesas de pagar en sutotalidad las deudas extranjeras, einiciando a la vez una campaña paraotorgar concesiones y favores a losciudadanos de otros países,especialmente norteamericanos, hizo lapaz con el resto del mundo. En otraspalabras, el general Díaz, con unahabilidad que nadie puede negar, seapropió de todos los elementos de poderque había en el país, excepto la naciónmisma. Por una parte ejercía unadictadura militar y por la otra disponía

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de una camarilla financiera. Él mismo,clave del arco, estaba obligado a pagarel precio de esta situación: el precio fuetodo el país. Creó una maquinaria cuyolubricante ha sido la carne y la sangredel pueblo. Premió a todos excepto alpueblo; éste fue al sacrificio. Taninevitable como la oscuridad de lanoche, en contraste con la glorialuminosa del dictador vino ladegradación del pueblo: la esclavitud, elpeonaje y todas las miserias queacompañan a la pobreza; la abolición dela democracia y de la seguridadpersonal creadora de la previsión, delrespeto a uno mismo y de la ambición

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digna y honrada; en una palabra,desmoralización general, depravación.

Tómese como ejemplo el método deDíaz para premiar a sus jefes militares,los hombres que le ayudaron a derrocaral gobierno de Lerdo. Tan pronto comole fue posible, después de adueñarse delpoder, instaló a sus generales comogobernadores en los Estados y losorganizó en una banda nacional deexplotadores, junto con otras figurasinfluyentes de la nación. De este modoaseguró para sí la continua lealtad de losgenerales y los colocó donde podríautilizarlos con mayor eficacia paramantener dominado al pueblo. Una

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forma del rico botín que en aquellaprimera época repartió entre susgobernadores consistió en concesionesparticulares privadas que lespermitieron organizar compañías yconstruir ferrocarriles; cada concesióntenía aparejada una fuerte suma comosubsidio del gobierno.

Así el gobierno federal pagaba elferrocarril y el gobernador y sus amigosmás influyentes eran dueños de él.Generalmente tales ferrocarrilesresultaron ridículos, de vía angosta yconstruidos con los materiales másbaratos; pero los subsidios eran muygrandes, suficientes para tender las vías

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y tal vez hasta para equiparlas. Durantesu primer periodo de cuatro años en elpoder, Díaz expidió 71 decretos deconcesión de subsidios a ferrocarriles,que representaron erogaciones por lacantidad de $40 millones; todos esosdecretos, excepto dos o tres, fueron afavor de gobernadores de los Estados.En ciertos casos no se construyó ni unkilómetro de vía; pero es de suponer quelos subsidios se pagaron siempre. Casitodos eran por la misma cantidad de$12,880 oro por kilómetro.

Estas enormes sumas salieron de latesorería nacional y se supone quefueron pagadas a los gobernadores,

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aunque algunos políticos mexicanos deaquellos tiempos me han asegurado queeran divididas: una parte se dedicaba alsubsidio y la otra iba a manos de Díaz,quien la empleaba para establecer susistema en otros puntos.

Es cierto que, a cambio de esosricos presentes financieros, se exigía alos gobernadores algo más que lealtad,por muy valiosa que ésta fuera. Es unhecho debidamente comprobado que losgobernadores eran obligados a pagaruna cantidad fija cada año por elprivilegio de explotar, hasta el límite,las posibilidades de sobornos queofrecían sus puestos. Durante largo

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tiempo, Manuel Romero Rubio, suegrode Díaz, fungió como cobrador de estosgajes y cada gobierno estatal producíaentre $10 mil y $50 mil anuales por eseconcepto.

El botín más grande que enriqueció aDíaz y a los miembros de su familiainmediata, a sus amigos, a susgobernadores, a su grupo financiero y asus favoritos extranjeros, fue durantemucho tiempo la confiscación de lastierras del pueblo, la cual, de hecho,continúa todavía hoy. Hay que hacernotar que el robo de tierras ha sido elprimer paso directo para someter denuevo al pueblo mexicano a la

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servidumbre, como esclavos y peones.En un capítulo anterior se ha

mostrado en qué forma les fueronarrebatadas las tierras a los yaquis deSonora, para dárselas a los políticosfavoritos del dictador. Casi en la mismaforma despojaron de sus tierras a losmayas de Yucatán, ahora esclavizadospor los henequeneros. El último acto deesta confiscación ocurrió en 1904,cuando el gobierno federal separó lasúltimas tierras mayas para formar unterritorio llamado Quintana Roo; esteterritorio tiene 43 mil km2 y es mayor en8 mil km2 que el actual Estado deYucatán, además de contener las tierras

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más prometedoras de toda la península.Separado de la isla de Cuba por unbreve estrecho, su suelo y clima sonnotablemente iguales a los de aquel país;algunos peritos han declarado que nohay razón por la cual Quintana Roo nollegue a ser algún día un productor detabaco tan importante como Cuba. Aúnmás, las laderas de sus montes estándensamente cubiertas de las másvaliosas maderas preciosas y tintóreasque hay en el mundo. Esta magníficaregión es la que como último capítulo,en la vida de la nación maya el gobiernode Díaz ha tomado y regalado a ochopolíticos mexicanos.

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De modo semejante han sidoreducidos al peonaje, si no a laesclavitud, los mayos de Sonora, lospápagos y los temosachics; en realidad,casi todas las poblaciones indígenas deMéxico. Las pequeñas propiedades decada tribu y nacionalidad han sidoexpropiadas gradualmente, hasta elpunto de que hoy casi no existenpequeños propietarios indígenas. Sustierras están en manos de los miembrosde la maquinaria gubernamental o depersonas a quienes éstos se las hanvendido, o en manos de extranjeros.

Tal es la causa de que la haciendatípica mexicana sea de más de mil

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hectáreas y de que haya sido tan fácilpara norteamericanos como WilliamRandolph Hearst, Harrison Gray Otis, E.H. Harriman, los Rockefeller, losGuggenheim y muchos otros, obtenerposesión de millones de hectáreas detierras mexicanas. Por eso el actualsecretario de Fomento, Olegario Molina,es dueño de más de seis millones dehectáreas del territorio mexicano; el exgobernador Terrazas de Chihuahua,posee otros seis millones de hectáreasen ese Estado; el ministro de Hacienda,José Yves Limantour, la señora esposade Porfirio Díaz, el vicepresidenteRamón Corral, el gobernador Pimentel,

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de Chiapas; el gobernador Landa yEscandón, del Distrito Federal; elgobernador Pablo Escandón, deMorelos; el gobernador Ahumada, deJalisco; el gobernador Cosío, deQuerétaro; el gobernador Mercado, deMichoacán; el gobernador Canedo, deSinaloa; el gobernador Cahuantzi, deTlaxcala, y muchos otros componentesde la maquinaria de Díaz, no sólo sonmillonarios en dinero, sino millonariosen hectáreas.

Uno de los principales métodos paradespojar de sus tierras al pueblo engeneral ha sido la expedición de la «leyde registro de la propiedad» patrocinada

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por Díaz, la cual permitió a cualquierpersona reclamar terrenos cuyoposeedor no pudiera presentar títuloregistrado. Como hasta el momento enque la ley se puso en vigor no eracostumbre registrar los títulos depropiedad, quedaron afectadas por ellatodas las propiedades de México.Cuando un hombre poseía un lote quehabía sido de su padre, y antes de suabuelo y de su bisabuelo, que lo habíaocupado su familia durante variasgeneraciones, consideraba simplementeque ese lote era de su propiedad, lo cualera reconocido por sus vecinos y portodos los gobiernos, sin que mediara un

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título de propiedad registrado, hasta quellegó este gobierno de Díaz.

En el supuesto de que la evolucióndel país hubiera hecho necesaria unaestricta ley de registro, y de que esta leyse hubiera promulgado con el fin deproteger a los dueños de la tierra en vezde despojarlos, el gobierno habríaenviado agentes por todo el país, desdeluego, para dar a conocer al pueblo lanueva ley y para ayudarlo a registrar suspropiedades y conservar sus hogares.Pero esto no se hizo. La conclusióninevitable es que la ley fue promulgadacon el objeto de despojar a lospropietarios.

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De todas formas, el resultado fue unverdadero despojo. Apenas fueaprobada la ley cuando los miembros dela maquinaria gubernamental,encabezados por el suegro de Díaz y porDíaz mismo, organizaron compañíasdeslindadoras y enviaron agentes, nopara ayudar al pueblo a que conservarasus tierras, sino para elegir las másdeseables, registrarlas y despojar a lospropietarios, lo cual se hizo en granescala. En esta forma, cientos demillares de pequeños agricultoresperdieron sus propiedades; así lassiguen perdiendo. Como un ejemplo setranscribe aquí un despacho fechado en

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Mérida, Yucatán, el 11 de abril de 1909y publicado el 12 de abril por elMexican Herald, un diarionorteamericano que se imprime en laCiudad de México:

Mérida, 11 de abril. El ministro deFomento, Colonización e Industria,Olegario Molina, ha denunciado ante laagencia respectiva en esta ciudad unextenso territorio adyacente a sus tierrasdel partido de Tizimín. La denuncia fuehecha por mediación de Esteban RejónGarcía, su administrador en aquel lugar.

Esa sección se tomó sobre la basede que los actuales ocupantes no tienen

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documentos ni títulos de propiedad.Mide 2,700 hectáreas e incluye

pueblos perfectamente organizados,algunos buenos ranchos, entre ellos losde Laureano Briseño y Rafael Aguilar, yotras propiedades. El jefe político deTizimín ha notificado a los habitantesdel pueblo, a los propietarios y a lostrabajadores de los ranchos, y a otraspersonas que se hallan en esas tierras,que están obligados a desocuparlas enun plazo de 2 meses o quedar sujetos alnuevo propietario.

Los actuales ocupantes han vividodurante años en esas tierras, y las hancultivado y mejorado en gran parte.

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Algunos han vivido allí de unageneración a otra, y se han consideradolos propietarios legales, habiéndolasheredado de los primeros«advenedizos».

El señor Rejón García hadenunciado también otros terrenosnacionales semejantes en el partido deEspita.

Otro medio favorito para confiscarpequeñas propiedades consiste enseñalar arbitrariamente los impuestosestatales. Éstos se fijan, en México, enforma amenazadora y maravillosa; sobretodo en los distritos menos populosos,

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se grava a los propietarios en formainversa al grado de simpatía quedemuestran hacia el personaje querepresenta al gobierno en el distrito deque se trate. No hay tribunal, junta, niotro cuerpo responsable, encargado derevisar las contribuciones injustas. Eljefe político puede imponer a unpropietario tasas 5 veces más elevadaspor hectárea que las que le fija alpropietario vecino, sin que el primerotenga manera de defenderse, a menosque sea rico y poderoso. Debe pagar, ysi no puede hacerlo, la finca seencontrará poco después en la lista delas propiedades del jefe político o de

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algunos de los miembros de su familia;pero si el propietario es rico ypoderoso, lo más probable es que nopague impuestos de ningún género. Losempresarios norteamericanos en Méxicoestán exentos de impuestos de modo casitan invariable que en los Estados Unidosse ha creado la impresión de que enMéxico la tierra no paga contribuciones.Hasta Frederick Palmer hizo unaafirmación en ese sentido en susrecientes escritos acerca de este país.

Naturalmente, tales formas debandidaje que han sido y todavía sonaplicadas, no podían dejar deencontrarse con resistencias; en muchos

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casos se utilizan regimientos desoldados para apoyar el cobro deimpuestos o el lanzamiento depropietarios que han estado largo tiempoen posesión tradicional de sus tierras.La historia mexicana de la últimageneración está plagada de relatos dematanzas causadas por este proceder.Entre las más cruentas se hallan las dePapantla y Temosachic. Manuel RomeroRubio, el fallecido suegro del generalDíaz, denunció las tierras de variosmiles de campesinos en las cercanías dePapantla, Veracruz. Díaz lo apoyó convarios regimientos de soldados de líneaque mataron a unos 400 campesinos

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antes que pudieran desalojarlos de lastierras. En 1892, el general LucioCarrillo, gobernador de Chihuahua,impuso sobre las tierras del pueblo deTemosachic una contribución onerosaque los propietarios no podían pagar. Lacausa inmediata del exorbitanteimpuesto, según el relato, radicó en quelas autoridades de la población negarona Carrillo ciertas pinturas queadornaban las paredes de la iglesia, lascuales deseaba para su casa. Carrilloordenó la aprehensión de varios de losprincipales del pueblo en calidad derehenes, y como a pesar de ello elpueblo se negó a cubrir los impuestos,

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envió soldados a capturar algunos más.Los soldados fueron rechazados, peroCarrillo sitió al pueblo con 8regimientos y acabó por incendiarlo; lasmujeres y niños que se refugiaron en laiglesia murieron quemados. Losrelatores de la matanza de Temosachicconsideran que los muertos fueron entre800 y 2 mil.

Son muchos los casos recientes dederramamiento de sangre por la mismacausa. Ahora es raro que pase un messin que se lean en los periódicosmexicanos una o más noticias sobredesórdenes resultantes de laconfiscación de tierras, ya sea por el

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procedimiento de la denuncia o por elpretexto de evasión de impuestos. Entreestos casos se distinguió el de SanAndrés, Chih., publicado en la prensamexicana en abril de 1909. Según talesnoticias, las autoridades del Estadoconfiscaron las tierras de varios gruposde campesinos, con el pretexto de queestaban atrasados en el pago decontribuciones. Los afectados unidos seresistieron al lanzamiento; pero algunossoldados enviados urgentemente desdela capital del Estado los barrieron en unmomento; mataron e hirieron a muchos ehicieron huir a unos 50 de ellos a lasmontañas. Los fugitivos permanecieron

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en ellas hasta que empezaron a sentirhambre y se decidieron a bajar parapedir clemencia. A medida quellegaban, tanto hombres, como mujeres yniños eran encerrados en la cárcel y elgobierno ocultó cuidadosamente laverdad respecto a los que murieron en laescaramuza con las tropas; pero algunosinformes calculan que pasaron de cincoy tal vez llegaron a veinticinco.

Un incidente parecido ocurrió enSan Carlos, también del Estado deChihuahua, en agosto de 1909. En SanCarlos, centro de un distrito agrícola, elabuso en la imposición de gravámenesse hizo tan insoportable que 400

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campesinos unidos desafiaron a 50rurales, depusieron por la fuerza al jefepolítico y eligieron otro en su lugar;después, los campesinos volvieron a sulabor. Fue una pequeña revolución, quelas noticias de prensa de aquel tiempodeclararon como la primera de esegénero, ante la que tuvo que ceder elactual gobierno de México. No se sabesi se permitió que continuara el gobiernolocal legalmente constituido, o si mástarde fue depuesto por algún regimientode soldados, aunque esto último parecelo más probable.

El soborno es una instituciónestablecida en las oficinas públicas

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mexicanas y reconocida como underecho que corresponde al funcionarioque ocupa el puesto. Es, además unainstitución respetada. Hay dos funcionesprincipales adscritas a cada puestopúblico: una de ellas es un privilegio yla otra es un deber. El privilegioconsiste en usar las facultadesespeciales del puesto para amasar unafortuna personal; el deber consiste enimpedir a la gente emprender cualquierclase de actividad que pueda poner enpeligro la estabilidad del régimenexistente. En teoría se juzga que elcumplimiento del deber es el contrapesode los gajes del privilegio; pero esto no

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ocurre así en todos los lugares. Existenencargos oficiales, con especiales yjugosas posibilidades, que se compran yse venden a precio fijo. Son ejemplos deellos los puestos de jefes políticos enlos distritos donde la trata de esclavoses notablemente remunerativa, como enlos de Pachuca, Oaxaca, Veracruz,Orizaba, Córdoba y Río Blanco; hayotros en que el reclutamiento desoldados para el ejército se dejaencomendado especialmente a los jefespolíticos; los hay también en lasciudades cuyos alcaldes monopolizanlas autorizaciones para establecer casasde juego; y tales puestos existen en los

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Estados en que son extraordinarias lasoportunidades para que losgobernadores muerdan en los contratosde abastecimiento del ejército.

Los monopolios, llamados«concesiones», que no son otra cosa quetrusts creados por decretogubernamental, son negociadosabiertamente por el gobierno de México.Algunas de tales concesiones secompran en efectivo al contado; pero engeneral se obtienen gratis o por unprecio nominal; el gobierno cobra elprecio real en forma de apoyo político.Las tierras de dominio público seregalan así, o se venden en grandes

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extensiones a un precio nominal, que siacaso es pagado, sólo alcanza unpromedio de un peso por hectárea. Sinembargo, el gobierno nunca vendetierras a ninguna persona o compañíaque no sea de su especial predilección;es decir, las tierras de dominio públicode ningún modo están disponibles encondiciones iguales para quienes lassoliciten. Se han otorgado concesionescon valor de millones de dólares parausar el agua de un río con propósito deriego, o para energía eléctrica, o paraejercer tal o cual monopolio, pero nuncasin discriminación. Estas concesionesson la moneda con que se compra el

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apoyo político; no son más que sobornopuro y simple.

Nunca se aplica la acción públicapara mejorar las condiciones de vidadel pueblo humilde; esa acción sólotiene la mira de asegurar cada vez másla posición del gobierno. México es latierra de los privilegios especiales yextraordinarios, aunque con frecuenciase otorguen éstos en nombre del pueblo.Un ejemplo es el del Banco Agrícola,creado en 1908. Al leer las noticias dela prensa respecto a los propósitos deeste banco, cualquiera hubieraimaginado que el gobierno habíainiciado un gigantesco y benéfico plan

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para restablecer en la actividad agrícolaal pueblo expropiado. El objeto, se dijo,era el de prestar dinero a losagricultores que lo necesitaran, peronada pudo estar más lejos de la verdad,puesto que se trata de ayudar a losagricultores ricos y sólo a los más ricosdel país. El banco ha prestado dinerodurante dos años; pero hasta ahora no seha registrado un solo caso en que sehaya otorgado crédito a propiedadalguna que no comprendiera miles dehectáreas. Se han prestado millones paraproyectos de riego privados; pero nuncaen cantidades menores de variasdecenas de miles de pesos. En los

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Estados Unidos los agricultores integranuna clase verdaderamente humilde; enMéxico el agricultor típico es el rey delos millonarios, un pequeño potentado.Gracias a los privilegios especialesotorgados por el gobierno, en Méxicoexiste la Edad Media fuera de lasciudades. Los hacendados mexicanosson más ricos y más poderosos que losaristócratas terratenientes de la épocaanterior a la Revolución Francesa, y elpueblo es más pobre y más miserableque «la canalla» de entonces.

Los privilegios financierosespeciales, que se centralizan en lasciudades, son tan notables como los

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otorgados a los explotadores deesclavos de las haciendas. Hay unacamarilla financiera, compuesta por losmiembros del gobierno de Díaz y susasociados inmediatos, que cosechantodos los buenos frutos de la«República», que consiguen loscontratos, las franquicias y lasconcesiones y a quienes losinversionistas extranjeros que seestablecen en el país deben aceptarnecesariamente como socios dedicadostan sólo a cobrar dividendos. El BancoNacional de México, institución quetiene unas 54 sucursales, a la que se hacomparado, por vía de halago, con el

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Banco de Inglaterra, es el vehículofinanciero especial de la camarilla delgobierno. Monopoliza la mayor partedel negocio bancario del país y es unatapadera conveniente para todos losgrandes negocios ilícitos, tales como laconsolidación de los ferrocarriles, cuyaverdadera importancia se pondrá enclaro en otro capítulo.

Díaz estimula al capital extranjero,porque éste significa el apoyo de losgobiernos extranjeros. El capitalnorteamericano recibe mejor trato deDíaz que del propio gobierno deWashington, lo cual está muy bien desdeel punto de vista de los inversionistas

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norteamericanos, pero no así desde elpunto de vista del pueblo de México.Díaz ha llegado a participardirectamente con ciertos sectores delcapital extranjero, a los que haconcedido privilegios especiales que enalgunos renglones ha negado a suspropios millonarios. Estas asociacionescon extranjeros formadas por Díaz, hanhecho «internacional» a su gobierno encuanto a los apoyos que sostienen susistema. La seguridad de la intervenciónextranjera en su favor ha sido una de lasfuerzas poderosas que ha impedido alpueblo mexicano hacer uso de las armas,para derrocar a su gobernante que se

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impuso por medio de las armas.Al referirme a los socios

norteamericanos de Díaz, no hemencionado a los de otrasnacionalidades; pero debe tenerse encuenta que, sobre todo, Inglaterra tienetantos intereses en México como losEstados Unidos. Mientras que este paístiene invertido 900 millones de dólares(cifra citada por el cónsul generalShanklin a principios de 1910),Inglaterra (según el South AmericanJournal) tiene 750 millones de dólares.Sin embargo, estas cifras de ningunamanera representan la proporción de lainfluencia política que ejercen estos dos

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países. En este sentido, los EstadosUnidos están en mejor situación quetodos los demás países juntos.

No obstante, hay dos compañíasinglesas tan íntimamente identificadascon la camarilla financiera mexicana,que merecen mención especial; son lasque integran la combinación querepresenta el Dr. F. S. Pearson, deCanadá y Londres y otra compañíadistinta, la S. Pearson & Son, Limited.Sobre el Dr. F. S. Pearson se dice a loscuatro vientos que es capaz de conseguircualquier clase de concesión en México,excepto sólo alguna que pudieraoponerse a otros intereses extranjeros

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igualmente poderosos. El Dr. Pearson esdueño del sistema de tranvías eléctricosdel Distrito Federal y abastece la grancantidad de energía y luz eléctricautilizada en esa región de México. Entreotras cosas, es también una granpotencia a lo largo de la frontera con losEstados Unidos, donde él y susasociados son dueños del FerrocarrilMexicano del Noroeste y de variaslíneas menores, así como de grandesextensiones de tierras y enormesintereses madereros. En Chihuahua estáinstalando una gran fábrica de acero, yen El Paso está construyendo unaserradero con 500 mil dólares de

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inversión como parte de sus proyectos.La firma S. Pearson & Son ha

obtenido tantas concesiones valiosas enMéxico, que a ellas se debe que se lellame «los socios de Díaz». Por mediode tales concesiones se halla enposesión de vastos terrenos petrolíferos,en su mayoría aún no explotados; peroen la actualidad, tiene tantos enproducción que la compañía declaróhace poco que en adelante podríaabastecer a todos sus clientes conpetróleo mexicano. Su compañíadistribuidora «El Águila» mantiene entresus directores a algunos de los másíntimos amigos de Díaz. Pearson & Son

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también ha monopolizado los contratospara dragar y mejorar los puertos deMéxico. Desde que esa empresa llegó alpaís, hace unos 14 años, la tesorería delgobierno le ha pagado $200 millonespor obras efectuadas en los puertos deSalina Cruz y Coatzacoalcos y en elferrocarril del Istmo. Esta cantidad —según me dijo un ingeniero del gobierno— es casi el doble de lo que se debierahaber pagado por las obras ejecutadas.En 1908, el Congreso de Díaz destinó$50 millones para un extensa planta deriego en el río Nazas, en beneficio delos «reyes del algodón» de La Laguna,Estado de Durango. Inmediatamente

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después, la compañía Pearson organizóuna empresa constructora de obras deriego subsidiario con capital de $1millón. La nueva compañía hizo planespara construir una presa y con granprontitud el Congreso asignó $10millones de los $50 millones para pagara los Pearson por la obra.

En este capítulo se intentó ofrecer allector una idea de los medios delgeneral Díaz para obtener apoyo para sugobierno. En resumen, por medio delcuidadoso reparto de los puestospúblicos, de los contratos y losprivilegios especiales de diversa índole,Díaz ha conquistado a los hombres y a

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los intereses más poderosos, los haatraído dentro de su esfera y los hahecho formar parte de su sistema.Gradualmente, el país ha caído en manosde sus funcionarios, de sus amigos y delos extranjeros. Y por todo esto, elpueblo ha pagado, no sólo con sustierras, sino con su carne y su sangre; hapagado con el peonaje y la esclavitud;ha perdido la libertad, la democracia yla bendición del progreso. Y como losseres humanos no renuncian a estascosas sin luchar, la maquinaria de Díazse creó necesariamente otra funcióndistinta a la de distribuir donativos; otromedio que forma parte de la estructura

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del gobierno: la represión. El privilegioy la represión van siempre de la mano.

En este capítulo he intentado trazarun cuadro de los privilegios del sistemade Díaz; en el siguiente trataré dedescribir sus elementos de represión.

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Capítulo VIII

Elementos represivos delrégimen de Díaz

Los norteamericanos que emprendennegocios en México, suelen recibir delas autoridades locales más o menos elmismo trato que acostumbran recibir ensu país. Las más grandes exigencias degratificación están compensadas concreces por los privilegios especialesque luego disfrutan. Algunas veces unnorteamericano cae en desgracia con las

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autoridades, y es perseguido con ciertasprecauciones, pero esto es raro. Mas sillegó a México para hacerse ricorápidamente, como suele suceder,juzgará al gobierno de acuerdo con laayuda que éste le brinde para alcanzarsu ambición. Para él, el régimen de Díazes el más sabio, el más moderno y elmás benéfico sobre la faz de la tierra.

Para ser por completo justos conDíaz y su sistema, debo confesar que nojuzgo a éste desde el punto de vista delinversionista norteamericano, sino tansólo por sus efectos sobre la masa delpueblo en general, la que en últimainstancia determina con certeza el

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destino de su país. Desde el punto devista del mexicano común, el gobiernode Díaz es lo más opuesto a la bondad;es un tratante de esclavos, un ladrón, unasesino; no imparte justicia ni tienemisericordia, sólo se dedica a laexplotación.

Para imponer su autoridad al puebloque le es contrario, el general Díaz se havisto en la necesidad, no sólo depremiar a los poderosos del país y trataral extranjero con liberalidad yfacilidades, sino de privar al pueblo desus libertades hasta dejarlo desnudo. Learrebató los poderes, derechos ygarantías, y la facultad de exigir la

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devolución de todo ello. ¿Por qué lasnaciones demandan siempre una formapopular de gobierno? Nunca, hasta queconocí México, había apreciado en todasu integridad la causa de esa exigencia.Es que la vida bajo cualquier otrosistema es intolerable; los interesescomunes sólo pueden conservarsemediante la voz de la comunidad. Losgobiernos de personajes que no sonresponsables ante las masas dan comoresultado invariable el despojo de éstasy la degradación del país. El progresode cualquier pueblo requiere ciertasgarantías sociales que sólo son posiblesbajo un gobierno en el que toma parte la

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mayoría de la población.En 1876 el general Díaz ocupó con

sus fuerzas la capital mexicana y sedeclaró a sí mismo presidenteprovisional. Poco después convocó auna supuesta elección y se declaró a símismo presidente constitucional. Con«supuesta elección» quiero decir quepuso a sus soldados en posesión de lasurnas electorales e impidió, porintimidación, que apareciera cualquierotro candidato en su contra. En esaforma resultó «electo» por unanimidady, con excepción de un periodo en quevoluntariamente entregó su puesto, hacontinuado eligiéndose por unanimidad

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en forma semejante.No hay necesidad de ahondar en las

farsas electorales de México, puesto quelos más fervientes admiradores de Díazadmiten que no ha habido una elecciónverdadera durante los últimos 34 años;pero quienes deseen más pruebas sobrela materia pueden acudir tan sólo a losresultados de tales «elecciones». ¿Esposible acaso imaginar una nación deunos 15 millones de habitantes, de losque unos tres millones escasos se hallanen edad para votar, en la que todosprefieran al mismo hombre para que seael jefe del Ejecutivo, no sólo una vez,sino año tras año y decenio tras

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decenio? Colóquese ese cuadro en losEstados Unidos, por ejemplo. ¿Puedeimaginarse a Taft reelegido por votounánime? Roosevelt fue, sin duda, elpresidente más popular que haya tenidoeste país. ¿Puede alguien pensar en unRoosevelt reelegido por voto unánime?Además, ¿quién no se llamaría a engañosi le dicen que hay un país de 15millones de almas en el que la ambiciónno despierta, sino en un hombre único,el deseo de presentarse ante el pueblocomo candidato para el más alto puestode la nación?

Sin embargo, ésta es exactamente lasituación que existe en México. Don

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Porfirio Díaz se ha establecido ochoveces como «presidente» y otras tantasha sido elegido por «unanimidad».Nunca ha tenido opositor en las urnaselectorales.

La experiencia de la sucesiónpresidencial se repite en los Estados,donde la reelección sin oponente esregla que tiene muy pocas excepciones.El gobernador del Estado se mantiene ensu puesto como si fuera vitalicio, amenos que por alguna razón pierda elfavor de don Porfirio, lo que rara vezsucede. Un miembro de la clase altamexicana describió con gran perspicaciaesta situación. Dijo: «El único

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antirreeleccionista que hay en México esla muerte». La razón principal de que enlos Estados no haya gobernadores quetengan 34 años en el puesto, es que losprimeros han muerto y ha sido necesariocolocar a otros en las plazas vacantes.De esta manera, el coronel PrósperoCahuantzi ha gobernado el Estado deTlaxcala durante todo el periodoporfiriano; el general Aristeo Mercadoal de Michoacán por más de 25 años;Teodoro Dehesa al de Veracruz durante25 años. Hasta que fue depuesto en1909, el general Bernardo Reyes habíagobernado en Nuevo León durante casi25 años. El general Francisco Cañedo,

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el general Abraham Bandala y PedroRodríguez gobernaron a los Estados deSinaloa, Tabasco e Hidalgo,respectivamente, durante más de 20años. El general Luis Terrazas fuegobernador de Chihuahua por más de 20años; los gobernadores Martínez,Cárdenas y Obregón González rigieronsus respectivos Estados —Puebla,Coahuila y Guanajuato—, durante unos15 años.

El régimen de Díaz es muy fácil deentender, una vez que se ha explicado.El presidente, el gobernador y el jefepolítico son tres clases de funcionariosque representan todo el poder en el país;

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en México no hay más que un solo podergubernamental: el Ejecutivo. Los otrosdos poderes sólo figuran de nombre y yano existe en el país ni un solo puesto deelección popular; todos son ocupadospor nombramiento expedido por algunade las tres clases de funcionarios delEjecutivo mencionado. Éstos controlanla situación en su totalidad, sus palabrasson leyes en sus propias jurisdicciones:el presidente domina en los 29 Estados ydos territorios de la República; elgobernador en su Estado; el jefe políticoen su distrito. Ninguno de los tres esresponsable de sus actos ante el pueblo.El gobernador tiene que responder ante

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el presidente, y el jefe político sólo anteel gobernador y el presidente. Es elrégimen dictatorial personalista másperfecto que hay en la tierra.

Naturalmente, tales condiciones nose establecieron sin lucha, ni puedenmantenerse sin una lucha continua. Laautocracia no puede crearse de la nada,mediante un fiat, ni la esclavitud puedeexistir por un simple decreto deldictador; tiene que haber unaorganización y una política que impongatales cosas; se requiere una organizaciónmilitar armada hasta los dientes; senecesitan policías y espías; se imponenlas expropiaciones y encarcelamientos

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por motivos políticos; y asesinar…,¡asesinar continuamente! Ningunaautocracia puede existir sin asesinato,pues se alimenta con ellos. Nunca fue deotro modo; y gracias a la naturalezahumana, tal como es en la actualidad, nopodrá ser de otro modo.

Los dos capítulos siguientes sededicarán a describir la extirpación delos movimientos políticos que hantenido el propósito de restablecer lasinstituciones republicanas en México,pero parece conveniente definir primerocuáles son los poderes públicos y lasinstituciones que se han empleado en esaperversa obra. Son los siguientes: 1) El

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ejército. 2) Las fuerzas rurales. 3) Lapolicía. 4) La acordada. 5) La ley fuga.6) Quintana Roo, la «Siberia mexicana».7) Las cárceles. 8) Los jefes políticos.

En una entrevista publicada durantela rebelión liberal de 1908, elvicepresidente Corral anunció que elgobierno tenía más de 50 mil soldadoslistos para actuar en menos de una hora.En esa cifra debe haber incluido lasfuerzas rurales, pues ciertos empleadosde la Secretaría de Guerra measeguraron después que en realidad elejército regular contaba con menosplazas, casi exactamente 40 mil. Enteoría, el ejército mexicano es más

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pequeño que el de los Estados Unidos;pero según estimaciones de los expertosnorteamericanos —publicadas durantelos últimos años— sobre los efectivosreales del ejército de los EstadosUnidos, el de México es mayor; y si seconsideran en proporción de lasrespectivas poblaciones, el ejércitomexicano es, por lo menos, cinco vecesmás grande. El pretexto del general Díazpara mantener tal ejército en tiempo depaz siempre ha sido la insinuación deque el país podría hallarse en cualquiertiempo en peligro de ser invadido porlos Estados Unidos. La prueba de que suobjeto no era estar preparado contra una

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invasión, sino contra una revolucióninterna, se halla en el hecho de que envez de fortificar la frontera hafortificado ciudades del interior.Además, mantiene al grueso del ejércitoconcentrado cerca de los grandescentros de población, y su equipo mejory más numeroso consiste en baterías demontaña, reconocidas comoespecíficamente bien adaptadas para laguerra interna.

Actualmente el ejército ejerceactividades policíacas; con este fin, elpaís fue dividido en diez zonasmilitares, tres comandancias y catorcejefaturas. Se ven soldados por todas

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partes; no hay en el país una ciudadimportante que no cuente con cuartelessituados en su centro donde los soldadosestán siempre listos para todaeventualidad. La disciplina de tiemposde guerra se mantiene en todo momentoy la presencia de los soldados y susconstantes maniobras son una amenazaperpetua contra el pueblo. Se lanzó a lossoldados contra él con suficientefrecuencia para que el pueblo conservesiempre en la memoria el hecho de quela amenaza no es vana. Esta preparaciónpara la guerra en que se mantiene a lastropas mexicanas no se conoce en losEstados Unidos. No hay trámites

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engorrosos cuando se trata de que elejército actúe, y las tropas llegan allugar del desorden en un tiempoincreíblemente corto. Por ejemplo, en laépoca de la rebelión liberal, en el otoñode 1906, los liberales atacaron la ciudadde Acayucan, Ver.; pero a pesar de queesta ciudad está situada en una parte delos trópicos relativamente aislada, elgobierno concentró cuatro mil soldadosen aquel punto en menos de las 24 horassiguientes a la primera alarma.

Como instrumento de represión, elejército mexicano es empleado conefectividad en dos formas distintas:como máquina de asesinar y como

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institución de destierro. Es cárcel ycampo de concentración para lospolíticos indeseables.

Esta segunda función del ejército sebasa en que más del 95% de los reclutasson conscriptos, y esto por la razón muyparticular de que son ciudadanospolíticamente indeseables, o víctimasfáciles para que el reclutador les saquedinero. El reclutador suele ser el jefepolítico. Los jueces, a instancia de laautoridad ejecutiva, en ocasionessentencian a algún reo a servir en elejército en vez de enviarlo a la cárcel.Algún gobernador, como sucede enCananea, vigila a veces personalmente

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el reclutamiento de gran cantidad dehombres; pero, por regla, general, el jefepolítico es el funcionario encargado dehacerlo, y sobre él no se ejercevigilancia. No tiene otro sistema que elque le dicta su propia voluntad. Llama afilas a los trabajadores que se atreven adeclararse en huelga, a los periodistasque critican al gobierno, a losagricultores que se resisten a pagarimpuestos exorbitantes, y a cualesquieraotros ciudadanos que ofrezcanposibilidades de poder pagar su libertaden dinero.

Como basurero donde se arroja a lospolíticamente indeseables, las

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condiciones del ejército son idealesdesde el punto de vista del gobierno.Los hombres son más bien prisionerosque soldados y como tales se les trata.Por esta razón el ejército mexicano hamerecido el nombre de «la cuerdanacional». Mientras estuve en la tierrade Díaz, visité algunos cuarteles delejército; el de Río Blanco es típico.Aquí, desde la huelga de Río Blanco,han estado acuartelados 600 soldados y200 rurales, a la sombra de la granfábrica, en terrenos y edificiosproporcionados por la compañía, comoamenaza continua contra los miserablesobreros explotados que allí trabajan.

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En Río Blanco, un capitán chaparritonos acompañó durante la visita que DeLara y yo hicimos para corresponder ala invitación de un funcionario de lacompañía. El capitán nos informó que lapaga del soldado mexicano, conalimentos, es de $3.80 al mes, y sesupone que el soldado tiene que gastarla mayor parte en comida extraordinaria,puesto que el rancho que le dan es pocovariado y muy escaso para satisfacer aun ser humano. El capitán confirmó lasnoticias que yo había oído confrecuencia en el sentido de que elsoldado, durante sus cinco años deservicio, nunca pasa ni una hora fuera de

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la vista de un oficial, y que es tanprisionero en su cuartel como elcondenado en una penitenciaría. Estecapitán estimaba que la proporción desoldados forzados era de 98%. Nos dijoque con frecuencia los soldados, locospor conseguir la libertad, hacenescapatorias y huyen como si fueranpresos, y como a éstos se les da caza.

Pero lo que con más fuerza me llamóla atención durante esa visita, fue que elbajito capitán, en presencia de mediacompañía, nos dijo que los soldadoseran de la peor ralea, que no servíanpara nada, que eran malos, y otras cosasde este jaez. Así hablaba para hacemos

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comprender que si hubiera guerra lacalidad del ejército mejoraría mucho.Los soldados no parecían muy contentosde lo que oían; esto me hizo pensar allímismo que la lealtad del ejércitomexicano se sostiene sobre basesdeleznables —tan sólo por el temor a lamuerte—, y que en caso de algunarebelión contra la dictadura, es deesperarse que el ejército se alzará comoun solo hombre tan pronto como larebelión adquiera alguna fuerza; esdecir, la suficiente para garantizar a losdesertores la oportunidad de conservarla vida.

El territorio de Quintana Roo se ha

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caracterizado como una de las Siberiasde México, porque allí se ha llevado, encalidad de soldados presos, a millaresde sospechosos políticos y agitadoresobreros. Aunque ostensiblemente se lesenvía a pelear contra los indios mayas,son tan duramente tratados que esprobable que ni el 1 % de ellos regresea su hogar. No me fue posible conocerQuintana Roo, pero escuché tantasnoticias de fuentes auténticas, que notengo duda alguna de que mi opinión escorrecta. Quiero ofrecer los detallesproporcionados por una de estas fuentesde información, un distinguido médicodel gobierno que durante tres años fue

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jefe del Servicio Sanitario del ejércitoen aquel territorio.

—Durante 30 años —me dijo—, hahabido una fuerza de dos a tres milhombres en campaña constante contralos mayas. Estos soldados sonreclutados casi todos entre los políticossospechosos, y hasta muchos de losoficiales son hombres enviados acumplir deberes militares en aquelterritorio sólo porque el gobierno tienealgún motivo para querer deshacerse deellos. Quintana Roo es la parte másinsalubre de México, pero los soldadosmueren en cantidad de cinco a diezveces mayor de lo que sería lógico

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debido a las exacciones de que los hacevíctimas su jefe, el general Bravo.Durante los primeros dos años queestuve allí, la proporción de muertes fuede 100% al año, pues en ese periodomás de cuatro mil soldados murieron dehambre o de enfermedades ocasionadospor el hambre.

—Durante meses y meses —agregóeste médico—, observé que losfallecimientos daban un promedio de 30al día. Por cada soldado muerto por losmayas, no menos de 100 mueren porhambre y enfermedad. El general Bravose roba el dinero destinado a losaprovisionamientos y deja morir de

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hambre a los soldados, en connivenciacon el gobierno Federal. Más de dos milhan muerto de ese modo durante losúltimos siete años, desde que el generalBravo tomó el mando. Y no sólo eso,sino que éste roba el dinero destinado ala cremación. El suelo de la península,como usted debe saber, es rocoso; eltepetate está casi en la superficie y no espráctico enterrar a los muertos. Elgobierno destina algún dinero paracomprar petróleo para la cremación delos cadáveres pero Bravo se queda conese dinero y deja que los cadáveres sepudran al sol.

No puedo publicar el nombre de ese

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testigo porque ello le acarrearía elencarcelamiento y el castigo. Creo, sinembargo, que estoy en perfecta libertadpara citar al coronel Francisco B. Cruz,el principal deportador de yaquis. Elcoronel Cruz me ha dicho que en tresaños el general Bravo ha acumulado $10millones extraídos del ejército deQuintana Roo. El que casi todas lasmuertes de los soldados fueranocasionadas por el hambre, quedódemostrado en el año de 1902 a 1903,cuando el general Bravo tomó unasvacaciones y el general Vega se encargódel mando. El general Vega no robaba eldinero destinado a los alimentos, a las

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medicinas y al petróleo para lacremación de cadáveres; comoresultado, el número de fallecimientosdescendió de 30 a tres por día.

—En su campaña contra los mayas—me dijo el ex jefe de Sanidad—, elgobierno construyó un ferrocarril de 70kilómetros, conocido entre los soldadoscomo Callejón de la Muerte, pues sedice que durante su construcción cadadurmiente costó cinco vidas; se llevaronmuchos reos de la prisión militar de SanJuan de Ulúa para que hicieran eltrabajo, con la promesa de reducir suscondenas a la mitad; pero después deestar pocas semanas en manos de Bravo,

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la mayoría pedía —aunque en vano—que los devolviesen a Ulúa, que es lamás temida entre las prisiones deMéxico. No se daba de comer a estosinfortunados prisioneros; cuando caíanpor debilidad, eran azotados, algunoshasta morir. Muchos reos se suicidaronen cuanto tuvieron oportunidad dehacerlo; lo mismo hacían los soldados;50 hombres se suicidaron mientras yoestuve allí.

Casi no es posible imaginar unsoldado que se suicida. Muy cruelescondiciones debieron conducir alsuicidio a 50 soldados entre dos mil enel lapso de tres años.

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Respecto a las ganancias indebidasque ofrece el reclutamiento forzoso,como ya se ha sugerido, basta mencionarque el jefe político elige los afectados asu gusto en el secreto de su propiaoficina. Nadie puede discutir susmétodos y de esta manera acaba porhacerse rico. Son reclutados unos diezmil hombres cada año; si se tiene encuenta la alta proporción de mortalidad,puede apreciarse que son enormes lasposibilidades que ofrece el sistema parael soborno. El horror al ejército es loque explota el jefe para obtener dinerode jornaleros y de pequeñospropietarios. A menos que la víctima

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sea reclutada por razones políticas, elsistema permite que el afectado pague aotra persona para que tome su lugar…,siempre que el oficial encargado delreclutamiento lo apruebe. Esta facultadde opción es la que el jefe utiliza comogran productora de dinero, ya que ésteno otorga su aprobación hasta que no espagado del mismo modo que el sustituto.En general, no es necesario comprar alsustituto sino sólo al jefe político. Sedice que en algunos distritos existe lapráctica regular de llevar registro de lostrabajadores mejor pagados, lo cualpermite que, cuando éstos reciben susemolumentos, después de un trabajo

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agotador, son llevados a la cárcel dondese les dice que han sido reclutados; unoo dos días más tarde, les hacen saberque el precio por su libertad es de $100,más o menos. Me han contado el caso deun carpintero que ha sido reclutado enesta forma cinco veces en el curso detres años. En cuatro de ellas sedesprendió de su dinero, en cantidadesque varían entre $50 y $100; pero en laquinta vez le faltó decisión y permitióque lo llevaran al cuartel.

Lo s rurales son policía montada,seleccionada generalmente entre loscriminales; tienen buen equipo y sonrelativamente bien pagados; emplean sus

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energías en robar y matar por cuenta delgobierno. Hay rurales de la Federacióny rurales de los Estados; los efectivosde ambos cuerpos son de entre siete mily nueve mil individuos. Se hallandistribuidos en los diversos Estados deacuerdo con el número de habitantes,pero son más utilizados en los distritosrurales. Tales policías constituyen, la«fuerza de choque» especial de los jefespolíticos y su poder es casi ilimitadopara matar a discreción, pues casi nuncase llegan a investigar las muertesinjustas que ejecutan, ya seaindividualmente o en patrullas. Para quese castigue al culpable, la víctima

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tendría que ser persona que estuvierarealmente bien relacionado con elgobierno.

En México es necesario que sea muypequeño un pueblo para que no haya enél soldados o rurales, y todavía máspequeño para que no tenga gendarmes.En la Ciudad de México hay más de dosmil, o sea el doble que en Nueva Yorken relación con su tamaño; los demásmunicipios están dotados en la mismaforma. De noche, los gendarmes llevanlinternas rojas que colocan en medio dela calle mientras andan por lascercanías. Se pueden ver estas linternas,una en cada crucero, parpadeando a lo

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largo de las calles principales. Seemplean en un sistema de señales:cuando una lámpara se mueve, la señalse transmite de una a otra y en pocossegundos todos los gendarmes de lacalle saben lo que ha ocurrido.

Aunque el cuerpo de policíamexicano es relativamenteinsignificante, el cuerpo de policíasecreta existe aparte y es más numeroso.Un periodista norteamericano, empleadoen un diario que se edita en inglés en laCiudad de México, me dijo una vez:

—Hay dos veces más policíassecretos que policías regulares. Ustedpuede ver solamente un policía

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uniformado en medio de la calle, por lomenos, sólo de eso puede darse cuenta;pero apoyado en la pared, a la entradade ese callejón, hay un hombre a quientomaría usted por un vago; un poco, másallá, está descansando otro que pareceun peón. Pero trate usted de hacer algo yde escapar; entonces verá cómo esosdos hombres lo persiguen. En México nohay escape; todas las calles y todos loscallejones están bien guardados.

—Bueno —continuó—, conocen lavida de uno tan bien como uno mismo.Hablan con usted y usted no sospechanada. Cuando usted cruza la frontera,toman su nombre, ocupación y dirección,

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y antes de que usted haya llegado a lacapital saben si dijo la verdad o mintió.Saben a qué vino usted aquí y ya handecidido lo que van a hacer al respecto.

Tal vez esta persona exageraba; enestos asuntos es difícil conocer laverdad exacta; pero me consta que esimposible convencer al mexicano comúnde que el cuerpo de policía secreta de supaís no es una institución formidable.

L a acordada es una organizaciónsecreta de asesinos, una especie depolicía dependiente de cada Estadomexicano. Se compone de un jefe y de 6a 50 subordinados. La acordada sueleeliminar a los enemigos personales del

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gobernador o de los jefes políticos, alos políticos sospechosos, a losbandidos y a otros de quienes sesospeche que han cometido algún delito,pero contra los cuales no hay pruebas.Los oficiales proporcionan los nombresde las víctimas, y los miembros de esecuerpo son mandados con órdenes dematar silenciosamente, sin escándalo.Hay dos ejemplos notables en los que sedice que la acordada cometió grancantidad de asesinatos; tales ejemplosson los días que siguieron a las huelgasde Cananea y de Río Blanco. Conozcopersonalmente a un mexicano, cuyohermano fue asesinado por la acordada

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tan sólo por gritar: ¡Viva Ricardo FloresMagón! Conozco también al hijo de ungeneral que ocupa un elevado puestoentre los consejeros del gobiernomexicano; ese hijo llegó a subjefe de laacordada en el Estado de Coahuila. Eraun joven rebelde, que había sidoexpulsado del ejército por actos deinsubordinación contra un oficialsuperior; pero su padre era amigo deDíaz y el presidente designó al jovenpara ocupar el puesto en la acordada,con un sueldo de $300 al mes. Se ledieron dos ayudantes y fue enviado conórdenes de «matar discretamente a lolargo de la frontera» a todas las

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personas de quienes él sospechara queestaban en contacto con el PartidoLiberal. Ninguna vigilancia se ejercíasobre él y mataba a su entera discreción.

L a acordada trabaja a vecesintensamente aun en la capital mexicana,donde los métodos policíacos son másmodernos que en cualquier otra ciudad.Antes de la rebelión liberal de 1906 elgobierno conoció, por medio de espías,los planes detallados de los rebeldes,así como los nombres de cientos departicipantes; muchos de éstos fueronasesinados. En cuanto a las actividadesde la acordada en la Ciudad de México,en esa época, pueden colegirse del

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siguiente relato proporcionado por unbien conocido periodista capitalino:

He sabido, por la fuente más dignade confianza, que durante la semanaanterior al 16 de septiembre, la policíasecreta y delegados especiales (laacordada) eliminaron a no menos dedos mil sospechosos, tan calladamenteque hasta la fecha no se ha publicado niuna sola línea a este respecto.

He dudado mucho antes deatreverme a publicar ese informe,porque es demasiado monstruoso paraque yo pueda creerlo, y no espero que ellector lo crea, pero no tengo la menorduda de que en parte era verdadero; es

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decir, que varios grandes grupos deindividuos fueron muertos en esa épocay en esa forma. Algunos liberales conquienes he tenido contacto, me hanhablado de amigos que desaparecieronrepentinamente y no se supo más deellos; se piensa que muchos fueroneliminados por la acordada.

La ley fuga es una forma de asesinarmuy utilizada por los diversos cuerposde policía en México. Tuvo su origen enun decreto del general Díaz que autorizóa la policía para disparar sobrecualquier prisionero que tratase deescapar mientras estuviera bajo guardia.Aunque probablemente esta ley no se

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promulgó con el propósito que se verá,se ha usado como uno de los medios dedar muerte a personas contra quienes elgobierno no tenía ni sombra de pretextopara ejecutarlas legalmente. Tan sólo secaptura al hombre señalado, se leconduce a un lugar solitario y allí sedispara sobre él. El asunto se mantieneen silencio, si es posible; pero si sepresenta una situación que exijaexplicaciones, se informa que la víctimatrató de escapar y por eso fue culpablede su destino. Se afirma con seguridadque de este modo se han cortadomillares de vidas durante los últimos 34años; en la actualidad la prensa

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mexicana informa con frecuencia deaplicaciones de la ley fuga.

Muchos políticos puestos fuera de laley, terminan sus días en la prisión.Entre las prisiones mexicanas hay doscuyos horrores las colocan muy porencima de las demás: son ellas la de SanJuan de Ulúa y la de Belén.

Durante mis dos viajes a México, en1908 y 1909, hice esfuerzosdesesperados para que se me permitieravisitar la cárcel de Belén. Vi algobernador del Distrito Federal; vi alembajador norteamericano; traté deentrar con un médico de la prisión, peronunca pude pasar más allá de la puerta.

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A través de ella observé el patiocentral, donde se hallaban cientos deseres humanos convertidos en bestiaspor el trato que recibían; eran hombresandrajosos, sucios, hambrientos,verdaderos desechos humanos…; unavisión que parecía calculada paraprovocar una sonora carcajada ante lassolemnes declaraciones de ciertosindividuos en el sentido de que Méxicotiene un gobierno civilizado.

Pero no pude ver más que ese patio.Me permitieron visitar otras prisiones,pero no Belén. Cuando insistí ante SuExcelencia el gobernador, confesó queno era prudente.

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—A causa de las malas condiciones—dijo—, no sería conveniente. Bueno—agregó—, hace poco tiempo elvicepresidente, Sr. Corral, se atrevió ahacer una rápida visita a Belén, contrajoel tifo y estuvo en peligro de morir. Nopuede usted ir.

Le dije que sabía de variosnorteamericanos a quienes les fuepermitido visitar Belén; pero no pudorecordarlo. Sin duda esosnorteamericanos eran bien conocidos —se encontraban demasiado enredados enlos negocios mexicanos—, de modo queno había peligro de que al salir dijeranla verdad sobre lo que habían visto. Mis

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credenciales no eran bastante influyentespara ayudarme a lograr que visitaraBelén.

Sin embargo, conozco esa cárcelbastante bien, creo yo, porque hehablado con personas que la han vistocomo prisioneros y han salido de ellavivos a pesar de sus horrores; muchosson periodistas. También hablé confuncionarios y médicos de la prisión, yademás he leído lo que decían losperiódicos de la Ciudad de México.

Sin embargo, será suficientemencionar algunos hechos desnudos yevidentes. Belén es la prisión generaldel Distrito Federal. Éste comprende la

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capital de la República y algunossuburbios, con una población totalaproximada de 600 mil personas. Belénes a la vez cárcel municipal, cárcel dedistrito y penitenciaría, aunque en elDistrito Federal hay también otrapenitenciaría se distingue de Belénporque entre sus muros se encierra a loscriminales que han sido sentenciados amás de ocho años de prisión. LaPenitenciaría —que así se llama—, esuna institución moderna, construidadecentemente y con servicio de agua ydrenaje. Los presos son pocos y estánrelativamente bien alimentados. Losvisitantes son siempre bien recibidos en

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la Penitenciaría, puesto que ésta fuehecha sobre todo para exhibirse. Cuandose oiga a un viajero alabar el sistemacarcelario de México, debe tenerse porcierto que sólo lo llevaron a visitar laPenitenciaría del Distrito Federal, y queno conoce Belén.

Belén es un asqueroso y viejoconvento que se convirtió en prisiónsólo para amontonar a varios miles depersonas entre sus muros. No essuficientemente grande para alojar conalguna holgura a 500 presos; pero confrecuencia hay allí más de cinco mil, aquienes dan una ración diaria de galletasy frijoles, insuficiente para mantener

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viva a una persona varias semanas. Lainsuficiencia de estas raciones es tan desobra conocida por los funcionarios dela prisión, que se ha creado un sistemaregular de comidas llevadas desdefuera. Todos los días, los amigos yparientes de los prisioneros les llevan aéstos canastas con alimentos para quepuedan vivir hasta el término de suencierro. Desde luego, esto constituye unterrible sacrificio para los pobres; peroel sistema cumple sus fines, excepto enel caso de cientos de infortunados queno tienen amigos afuera y que se muerende hambre sin que nadie mueva un dedopara ayudarlos.

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Un médico de la prisión me informólo siguiente: a los tres días de haberentrado en Belén, todos los presoscontraen una enfermedad de la piel, unaterrible picazón que parece que quemael cuerpo, la cual es adquirida por lassucias condiciones del lugar. Todos losaños —continuó—, ocurre en la prisiónuna epidemia de tifo que mata a unpromedio del 10% de los ocupantes.Dentro de Belén no hay sistema paraimponer el orden entre los prisioneros.Los débiles están a merced de losfuertes. Tan pronto alguien entra comopreso, es asaltado por una horda dehombres medio locos que le arrancan la

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ropa que lleva puesta, le quitan todo loque tenga de algún valor y generalmentecometen con él delitos indecibles,mientras los funcionarios de la prisiónven esto con la sonrisa en los labios. Laúnica manera de salvarse en Belén es lade convertirse en una bestia como losdemás, y aun así hay que ser fuerte…,muy fuerte.

Si yo diera a conocer el nombre deeste médico, cualquier funcionario de laCiudad de México lo identificaría comohombre de alta estima en el gobierno,pero también sería encarcelado enBelén. He recibido informes como éstede muchas y diversas fuentes; no tengo

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duda de que son ciertas. Los relatossobre las epidemias de Belén siempreacaban por aparecer en los periódicosmexicanos. Recuerdo que durante miprimera visita a México, en el otoño de1908, los diarios informaron de unaepidemia de tifo. En los tres primerosdías se publicó la cantidad de casosnuevos; pero después se suprimieron lasnoticias periodísticas, debido a que lasituación amenazaba convertirse en ungran escándalo; en el tercer día hubo176 casos nuevos.

Según me dijo un viejo director deprisiones, que sirvió muchos años enPuebla, por lo menos el 20% de los

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prisioneros de Belén contraen latuberculosis; salen de allí con estaenfermedad el 75% de los hombres queentran, si es que logran salir con vida.

En Belén se emplean torturas, comolas que se usaban en la Edad Media,para obtener confesiones. Cuando selleva a un hombre a la delegación depolicía, si se tienen sospechas de quehaya cometido un delito, es colgado porlos dedos pulgares hasta que habla. Otrométodo consiste en impedir que elprisionero beba agua; se le danalimentos secos pero no bebidas, hastaque ya no puede tragar más. Confrecuencia, los prisioneros declaran ante

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el juez que han sido torturados parahacerlos confesar; pero no se abreninguna investigación del hecho. Hanocurrido casos de hombres inocentesque han confesado haber cometido unasesinato para librarse de la tortura delos pulgares o de la sed. Mientras yoestaba en México, los periódicospublicaron la noticia de que dosnorteamericanos, sospechosos de robo,fueron detenidos; los amarraron por lasmuñecas a los barrotes de sus celdas yles arrancaron las uñas con pinzas. Esteincidente se notificó al Departamento deEstado de los Estados Unidos; pero ésteno tomó ninguna providencia.

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San Juan de Ulúa es una viejafortaleza militar situada en el puerto deVeracruz, la cual se ha convertido enpenal. Oficialmente es consideradacomo prisión militar; pero de hecho esuna prisión política; esto es, parapolíticos sospechosos. Tan escogidosson sus residentes —los cuales cambiana menudo, porque mueren pronto—, ytan personal es la atención que elpresidente Díaz otorga a este lugar, queen todo México se conoce a San Juan deUlúa como «la cárcel privada de Díaz».

Es una construcción de mamposteríacuyas celdas están bajo el mar; el aguasalada se filtra hasta donde se hallan los

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prisioneros, algunos de los cualespermanecen echados, medio desnudos ymedio muertos de hambre, en oscuroscalabozos tan pequeños que no permitena un hombre corpulento acostarse sinquedar encogido. A San Juan de Ulúafue enviado Juan Sarabia,vicepresidente del Partido Liberal;Margarita Martínez, dirigente de lahuelga de Río Blanco; Lázaro Puente,Carlos Humbert, Abraham Salcido,Leonardo Villarreal, Bruno Treviño yGabriel Rubio, seis caballeros que elgobierno de los Estados Unidos entregóal de México, a solicitud de éste, porconsiderarlos como «inmigrantes

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indeseables»; César Canales, Juan de laTorre, Serrano, Ugalde, Márquez ymuchos otros dirigentes del movimientoliberal. Desde que entraron tras deaquellos muros grises ennegrecidos,sólo se ha vuelto a saber de muy pocosde tales hombres y mujeres. Se ignora siaún viven; si han sido fusilados detrásde las murallas; si han muerto deenfermedad o hambre; o si todavía estánallí y arrastran una miserable existenciaesperando, contra toda esperanza, que ungobierno más liberal llegue al poder ylos ponga en libertad. Nunca se hasabido de ellos, porque a ningúnprisionero político de San Juan de Ulúa

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le está permitido comunicarse ni con susamigos ni con nadie del mundo exterior.Cruzan el puerto en un pequeño bote,desaparecen dentro de los muros grisesy eso es todo. Sus amigos nunca sabencómo la pasan, ni cuándo mueren, ni dequé.

Entre los asesinos oficiales deMéxico, el jefe político es el másnotable. Está al mando de la policíalocal y de los rurales; dirige laacordada y con frecuencia libra órdenesa las tropas regulares, quienes lasobedecen con puntualidad. Sin embargo,debido al control del gobierno sobre laprensa, relativamente pocos crímenes de

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los jefes políticos son conocidos por elpúblico; durante mi reciente visita aMéxico, en el invierno y la primavera de1909, los periódicos publicaron, conamplitud de detalle, dos matanzas engran escala ocasionadas por jefespolíticos. Una de ellas fue la deTehuitzingo, donde 16 ciudadanosfueron ejecutados sin formación dejuicio; la otra ocurrió en Velardeñadonde, por efectuar una manifestaciónpública a despecho del jefe político,muchos fueron muertos a tiros en lascalles y se estima que entre 12 y 32 másfueron capturados, puestos en línea yfusilados, y enterrados después en

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zanjas que antes de la ejecución leshabían obligado a cavar.

Lo que sigue es un comentario sobreel asunto de Tehuitzingo, publicado en elmes de abril por El País, diario católicoconservador de la Ciudad de México:

Terribles relatos han llegado a estacapital respecto a lo que sucede enTehuitzingo, distrito de Acatlán, Estadode Puebla. Se dice con insistencia que16 ciudadanos han sido ejecutados sinformación de causa y que muchos otrosserán condenados a 20 años de reclusiónen la fortaleza de San Juan de Ulúa.

¿Cuáles son las causas que han

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originado esta bárbara persecución; queha manchado de nuevo nuestro suelo conla sangre del pueblo?

Es el feroz caciquismo que oprimeal pueblo con pesado yugo y que lo haprivado de todos los beneficios de lapaz.

Pedimos, en nombre de la ley y de lahumanidad, que cese esta hecatombe;pedimos que los culpables seansometidos a juicio justo y sereno deacuerdo con la ley. Pero entre esosculpables deben ser incluidos los queprovocaron el desorden, los quecondujeron al pueblo a ladesesperación, al pisotear sus derechos.

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Si el jefe político se atrevió a desafiarla ley imponiendo una elección, es tanculpable o más que los alborotadores ydebe obligársele a que comparezca conellos ante las autoridades pararesponder de sus actos.

Ésta es la expresión más violenta que sepermite aparecer en una publicaciónmexicana y hay pocos periódicos que seatrevan a llegar hasta ese punto. El Paíshubiera querido cargar la culpa en elgeneral Díaz, como fundador que es ymantenedor de esos reinecillos de lospequeños zares, los jefes políticos; perono se atrevió a hacerlo, puesto que en

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México el rey no puede equivocarse; entoda la República no hay unapublicación tan fuerte que no pueda sers upr i mi da de golpe si criticaradirectamente a la cabeza del gobierno.El comentario de El Tiempo —otrodiario conservador importante de lacapital—, sobre la matanza deVelardeña, aparecido también en abril;expresó lo siguiente:

Estas ejecuciones irregulares son causade profundos disgustos y debe ponérseleun inmediato hasta aquí en bien delprestigio de las autoridades. Para lograrese fin, es necesario que los autores de

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tales atropellos sean severamentecastigados, como suponemos que loserán los responsables de esassanguinarias escenas que se hanpresenciado en Velardeña y que hanocasionado tanto horror e indignación entoda la República.

No se diga que Velardeña es un casoaislado sin precedentes. Sólo paramencionar algunos de los casos queestán frescos en la memoria del público,ahí está el asunto de Papantla, el deAcayucan, los fusilamientos de Orizabacuando la huelga, los de Colima, de losque la prensa ha hablado últimamente, yla frecuente aplicación de la ley fuga, de

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la cual el más reciente ejemplo se vio enCalimaya, Tenango, del Estado deMéxico.

Para cerrar este capítulo quizás no sepuede hacer nada mejor que citar unanoticia que apareció en The MexicanHerald, el principal diario publicado eninglés, el 15 de febrero de 1910. Aunquelos hechos fueron debidamentecomprobados, ese diario sólo se atrevióa imprimir el relato escudándose en otroperiódico, y presentó el asunto entérminos tan suaves y cuidadosos que senecesita leer con mucha atención paracomprender todo el horror de los

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hechos. He aquí la noticia:

El País ofrece el siguiente relato, cuyosdetalles califica como demasiadomonstruosos aun para que Zelaya se losatribuya a Estrada Cabrera:

«Luis Villaseñor, prefecto deCoalcomán, Mich., fusiló recientemente,sin previo juicio, a un anciano, porquesu hijo había cometido un asesinato. Lavíctima en este caso fue Ignacio ChávezGuízar, uno de los principalescomerciantes del lugar.»

»Hace pocos días, un miembro de lapolicía rural llegó a la casa del fusilado

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en estado de ebriedad y empezó ainsultar y a abusar de la familia.Sobrevino una disputa en la cual elpolicía recibió un tiro de José Chávez.

»El prefecto de la policía llegó allugar de los hechos y arrestó al padre ya otro hijo, Benjamín, habiendo huido elmatador, y los llevó a la comisaría. Fuela última vez que se les vio. Pronto lagente del pueblo empezó a investigar loque les habría sucedido. Se extendió lanoticia de que habían escapado de laprisión; pero un pariente, sobrino delpadre fusilado, con cierta sospecha deque esa noticia no era cierta, abrió unatumba que le pareció muy reciente,

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situada cerca de la comisaría y allíencontró los cadáveres de los doshombres que habían sido arrestados. Elprefecto, al no haber sido capaz decapturar a José ni de saber en dóndeestaba éste, hizo que el padre y elhermano pagaran el crimen.»

Comentando este relato, El País pide elcastigo del culpable y la garantía de quese cumplan las leyes del país.

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Capítulo IX

La destrucción de los partidosde oposición

Hombres y mujeres de nuestrocontinente sufren a diario muerte,prisión o exilio por luchar en favor delos derechos políticos que hemosconsiderado como nuestros desde elnacimiento de los Estados Unidos: elderecho a la libertad de palabra y deprensa; el derecho de reunión; elderecho de votar para decidir quiénes

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deben ocupar los puestos políticos ygobernar a la nación; el derecho de tenerseguridad para personas y propiedades.Por estos derechos han muerto cientosde hombres y mujeres en los últimos 12meses, y decenas de millares durante losúltimos 30 años, en un país dividido delnuestro solamente por un río de escasocaudal y una línea geográficaimaginaria.

En México se viven hoyacontecimientos que transportan laimaginación a los días de la RevoluciónFrancesa y a los tiempos en que nacía elgobierno Constitucional, ese gigantedestinado a concluir la transformación

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de la Edad Media en Edad Moderna. Enaquellos días, los hombres daban susvidas por la República; en la actualidadlos hombres hacen lo mismo en México.Los órganos de represión de lamaquinaria gubernamental de Díaz, loscuales se han descrito en el capítuloanterior —el ejército, los rurales, lapolicía ordinaria, la policía secreta y laacordada—, se dedican tal vez sólo enun 20% a la persecución de losdelincuentes comunes y en el 80%restante a la supresión de losmovimientos democráticos populares.La mortal precisión de esta maquinariarepresiva de Díaz quizás no tenga igual

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en el mundo, ni siquiera en Rusia.Recuerdo a un funcionario mexicanoíntegro que resumió el sentir de supueblo —que conocía por experiencia—sobre este asunto. Dijo lo siguiente:

«Es posible que un homicida puedaescapar aquí de la policía, que unsalteador de caminos pueda huir; peroun delincuente político nunca…, no esposible que escape ninguno».

Yo mismo he observado muchoscasos del mortal temor que inspiran lapolicía secreta y los asesinosgubernamentales aun en quienes noparecen tener motivos para temer. Entretales casos fue notable el pánico que se

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apoderó de la familia de un amigo encuya casa de la Ciudad de México mehospedé. Su hermano, hermana, cuñada,sobrino y sobrina temblaban de miedocuando la policía secreta cercó la casa yesperó a que mi amigo saliera. Estafamilia era de mexicanos de la clasemedia, de los más inteligentes, bienconocidos y altamente respetados; sinembargo, su miedo era lastimoso. Ibande un lado para otro, de la ventana a lapuerta, y se retorcían desesperadamentelas manos. Juntos expresaban de vivavoz las deplorables calamidades que deseguro caerían, no sólo sobre elperseguido, sino sobre las cabezas de

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todos ellos, ya que aquél había sidoencontrado en la casa. Mi amigo nohabía cometido ningún crimen. No se lehabía identificado como revolucionario;sólo había expresado simpatía hacia losliberales. No obstante, su familia noimaginaba otra cosa que la muerte paraél. Una vez que el fugitivo se huboescapado por una ventana para trepardespués por las azoteas, el cabeza defamilia habló de su propio peligro y medijo:

—Puede ser que me metan en lacárcel por algún tiempo, para tratar deobligarme a que diga dónde se escondemi hermano. Si no voy será sólo porque

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el gobierno ha decidido respetarme pormi posición y mis amigos influyentes;sin embargo, a cada momento espero elgolpecito en el brazo que me indicaráque debo ir.

El caso de miedo extremo queobservé, fue el de una rica, y bellamujer, esposa de un funcionario de lafábrica de Río Blanco, con quien DeLara y yo cenamos en una ocasión. Talfuncionario bebió bastante vino, ycuando la cena tocaba a su fin se le soltóla lengua y habló de asuntos que, por supropia seguridad, debería habermantenido guardados. A medida quehablaba de los asesinatos que él

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conocía, cometidos por el gobierno, suesposa, que estaba sentada frente a él,palidecía en exceso y con los ojostrataba de advertirle que fuera máscuidadoso. Cuando miré para otro ladopude ver de reojo que ella aprovechabala oportunidad para inclinarse en lamesa y con su dedo enjoyado indicar asu esposo que se callara. Una y otra vez,con habilidad, trató de cambiar laconversación, pero sin éxito, hasta quepor último, incapaz de dominarse pormás tiempo, se lanzó hacia su marido ytapándole la boca con la mano trató decontener las comprometedoras palabrasque aquel estaba pronunciando. Nunca

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podré olvidar el terror animal que sereflejó en la cara de aquella mujer.

Un temor tan generalizado y tanprofundo como el que advertí, no puedeser resultado de peligros imaginarios.Algo oculto debe haber y lo hay. Losasesinatos secretos se sucedenconstantemente en México; pero hastaqué punto, nadie lo sabrá nunca. Seafirma en algunos círculos que en laactualidad hay más ejecuciones políticasque en cualquier época anterior, peroque son practicadas con más habilidad ydiscreción que antes. La aparentetranquilidad de México es forzada pormedio del garrote, la pistola y el puñal.

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México nunca ha gozado realmentede libertad política. El país sólo haconocido promesas de libertad. Sinembargo, éstas promesas han ayudado,sin duda, a mantener a los mexicanospatriotas en la lucha por sucumplimiento, aunque sean muy grandeslas desigualdades en su contra. CuandoPorfirio Díaz se apoderó del gobiernode México, en 1876, parecía ganada labatalla mexicana por la libertad política.Se había expulsado del país al últimosoldado extranjero; se habíaquebrantado la asfixiante opresión de laIglesia sobre el Estado; se habíainaugurado un sistema de sufragio

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universal y adoptado una constituciónmuy parecida a la de los EstadosUnidos; por último, el presidente Lerdode Tejada, uno de los constituyentes,comenzaba a establecer el régimenconstitucional. La revoluciónpersonalista del general Porfirio Díaz—que sólo venció por la fuerza de lasarmas después de haber fracasado dosveces—, detuvo repentinamente elmovimiento progresivo; desde esaépoca, el país se ha retrasadopolíticamente año tras año. Sihumanamente fuera posible detener elmovimiento en favor de la democracia,matando a los dirigentes y persiguiendo

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a quienes tuvieran contacto con ellos,hace mucho tiempo que la democraciahubiera muerto en México, puesto quelos jefes de todos los movimientospolíticos de oposición al presidenteDíaz, por muy pacíficos que hayan sidosus métodos o muy digna su causa,fueron asesinados, encarcelados oexpulsados del país. Como sedemostrará en el próximo capítulo, estaafirmación es completamente válida aunen el momento actual.

Describiré con brevedad los másimportantes movimientos de oposición.El primero ocurrió al finalizar el primerperiodo del presidente Díaz; su

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propósito fue la reelección de Lerdo,quien había huido a los Estados Unidosal adueñarse Díaz del poder. Elmovimiento fue aplastado del modo mássumario y no tuvo tiempo de hacer elmenor progreso y salir a la superficie.Los dirigentes fueron consideradoscomo conspiradores y tratados como sifueran reos de traición; peor aún, enrealidad, puesto que ni siquiera se lessometió a un simulacro de juicio. Unanoche del mes de junio de 1879, nuevehombres, prominentes ciudadanos deVeracruz, fueron sacados a rastras desus camas y, de acuerdo con la ordentelegráfica del general Díaz: «Mátalos

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en caliente», el gobernador Mier yTerán los alineó ante una pared y losfusiló.

Aunque este incidente haya sucedidohace 30 años, está perfectamentecomprobado. La viuda del general Miery Terán exhibe todavía hoy el papelamarillo en que están inscritas lasfatídicas palabras. Este hecho se conocecon el nombre de «la matanza deVeracruz» y es notable más por laimportancia de las víctimas que por lacantidad de los que perdieron la vida.

Durante los diez años siguientes a lamatanza de Veracruz, hubo dosmexicanos que aspiraron, en diferentes

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ocasiones, a oponerse al general Díazpara ganar la presidencia. Uno de ellosfue el general Ramón Corona,gobernador de Jalisco, y el otro elgeneral García de la Cadena, exgobernador de Zacatecas. Ninguno delos dos llegó con vida al día de las«elecciones», Cuando Corona regresabauna noche a su casa, a la salida delteatro, fue muerto a puñaladas por unasesino, el cual, a su vez, fueacuchillado por una patrulla de policíaque por extraña coincidencia esperabaen una esquina próxima. García de laCadena supo que algunos asesinosseguían sus pasos y huyó; trató de llegar

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a los Estados Unidos, pero unosbandoleros lo encontraron en Zacatecasy lo mataron a tiros; todos los asesinosescaparon. Nadie puede probar quiénordenó la muerte de Corona y de Garcíade la Cadena, pero es fácil sacarconclusiones.

En 1891, México se agitó por elanuncio de Porfirio Díaz de que habíadecidido continuar en el poder por unperiodo más: el cuarto. Se hizo elintento de organizar un movimiento deoposición; pero fue aplacado por mediode macanas y pistolas. Ricardo FloresMagón, el actual refugiado político, eraentonces estudiante y participó en este

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movimiento; fue uno de los muchos quepadecieron encarcelamiento por esacausa. El elegido por la oposición parala presidencia era el Dr. IgnacioMartínez, quien se vio obligado a huirdel país; después de una temporada enEuropa fijó su residencia en Laredo,Texas, donde publicaba un periódico deoposición al presidente Díaz. Unanoche, el Dr. Martínez fue acechado ymuerto a tiros por un jinete queinmediatamente después cruzó lafrontera y se internó en México, dondealguien lo vio entrar en un cuartel. Se hacomprobado el hecho de que en la nochedel asesinato, el gobernador del Estado

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de Nuevo León, entonces reconocidocomo el brazo derecho de Díaz en losEstados fronterizos, recibió untelegrama que decía: «Su orden ha sidoobedecida».

El movimiento del Partido Liberalfue el único al que Díaz permitióprogresar mucho en materia deorganización. Este partido nació en elotoño de 1900, después que había sidoeliminado todo peligro de oposiciónefectiva contra la entrada del dictadoren un sexto periodo. Un discursopronunciado en París por el obispo deSan Luis Potosí, en el que éste declaróque, a pesar de la Constitución y de las

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leyes mexicanas, la Iglesia seencontraba en situación muy florecientey satisfactoria, fue la causa inmediata dela organización del Partido Liberal. Losmexicanos de todas las clases vieron enel renacimiento del poder de la Iglesiamayor peligro para el bienestar nacionalque el constituido por la dictadura de unsolo individuo; la muerte tiene queacabar algún día con el hombre y surégimen, mientras que la vida de laIglesia es eterna. Por eso los mexicanospatriotas arriesgaron una vez más susvidas y trataron de iniciar otromovimiento para la restauración de laRepública.

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En menos de cinco meses despuésdel discurso del obispo, habían nacidoen todas partes del país 125 clubesliberales; se fundaron alrededor de 50periódicos y se convocó a unaconvención que se efectuaría en laciudad de San Luis Potosí, el 5 de enero(fue en febrero. Nota de Chantal López yOmar Cortés) de 1901.

El Congreso se reunió en el famoso«Teatro de la Paz». Éste se llenó dedelegados y espectadores; entre estosúltimos había muchos soldados ygendarmes, mientras que en la calle unbatallón de soldados estaba listo paradar cuenta de la asamblea en cuanto su

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voz se alzase contra el dictador.Sin embargo, no se habló de nada tan

radical como una rebelión armada, y losdiversos oradores tuvieron buen cuidadode no dirigir criticas al presidente Díaz.Por otra parte, se adoptaron algunasresoluciones por las que los liberales secomprometieron a proseguir la campañade reforma; sólo por medios pacíficos.

Ello no obstante, tan pronto como sehizo evidente que los liberalesproyectaban designar un candidato parala presidencia, tres años más tarde, elgobierno empezó a operar. Con métodospolicíacos, iguales a los empleados enRusia, fueron disueltos todos los clubes

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del país, y los miembros principalesfueron aprehendidos por delitosficticios, encarcelados o consignados alejército. Un caso típico fue el del club«Ponciano Arriaga», de San Luis Potosí,que integraba el centro nacional de lafederación. El 24 de enero de 1902, elclub «Ponciano Arriaga» citóvalientemente para efectuar una reuniónpública, aunque ya otros clubes habíansido disueltos de modo violento porhacer lo mismo. Entre los asistentes sedistribuyeron aquí y allá soldados ygendarmes en traje civil, bajo el mandode un prominente abogado y diputado,agente provocador, que había sido

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comisionado por el gobierno paradestruir la organización.

En un momento dado, según LibradoRivera, subsecretario del club, el agenteprovocador se puso de pie paraprotestar contra las actividades del club;a esta señal, los disfrazados soldados ygendarmes simularon unirse a la protestay rompieron las sillas contra el suelo. Eljefe disparó algunos tiros al aire, perolos asistentes, genuinos miembros delclub, no hicieron el menor movimientopara no dar pretexto a un ataque; sabíanque el agente provocador y susayudantes estaban representando unacomedia para invocar a la violencia a

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los miembros del club. No obstante,apenas se habían disparado los tiros, ungrupo de policías invadió la sala,golpeando a derecha e izquierda con susgarrotes. Camilo Arriaga, presidente delclub; Juan Sarabia, secretario; elprofesor Librado Rivera, subsecretario,así como otros 25 miembros, fueronarrestados y acusados de supuestoscrímenes, tales como resistencia a lapolicía, sedición y otros semejantes. Elresultado fue que se les encarcelódurante cerca de un año y el club fuedisuelto.

Así fueron destrozados la mayoríade los clubes de la federación liberal.

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Los periódicos liberales, expresiónpública del movimiento, dejaron decircular por haber sido encarcelados losdirectores y destruidas o confiscadas lasimprentas. Nunca se conocerá lacantidad de hombres y mujeres queperdieron la vida durante esta cacería deliberales que se prolongó en los añossiguientes. Las cárceles, penitenciarías yprisiones militares estuvieron llenas deellos; muchos millares fueronconsignados al ejército y enviados amorir en el lejano Quintana Roo, entanto que por el procedimiento de la leyfuga desaparecían algunos hombres aquienes el gobierno no se atrevía a

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ejecutar públicamente sin pretexto. Enlas prisiones se aplicaron torturas queavergonzarían a la misma SantaInquisición.

Al organizarse el Partido Liberal,surgieron unos 50 periódicos en suapoyo en diferentes partes de la nación,pero todos ellos fueron suprimidos porla policía. Ricardo Flores Magón memostró una vez una lista de más de 50periódicos que fueron suprimidos y otrade más de cien de sus directores quefueron encarcelados durante el tiempoen que él estuvo luchando para publicarun periódico en México. De Fornaroincluye en su libro una lista de 39

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periódicos que fueron clausurados y susdirectores sometidos a juicio, contriviales pretextos, en el año 1902, paraimpedir cualquier agitación pública encontra de la séptima reelección delgeneral Díaz; en 1908 hubo por lomenos seis supresiones descaradas deperiódicos cuyos nombres eran: ElPiloto, Diario de Monterrey; LaHumanidad y La Tierra, semanarios deY u c a t á n ; El Tecolote , deAguascalientes, y dos de Guanajuato: ElBarretero y El Hijo del Pueblo. Duranteel tiempo en que yo estuve en México,fueron expulsados por lo menos dosperiodistas extranjeros por criticar al

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gobierno: los españoles Roos y Planas yAntonio Duch, directores del periódico,La Tierra, de Mérida, Yuc. Por último,en 1909 y 1910, la historia de ladisolución del Partido Liberal y de suprensa se repitió con el PartidoDemócrata y sus periódicos; pero estose reserva para otro capítulo.

Durante la agitación liberal, muchosde los más conocidos escritores deMéxico cayeron a manos de asesinos.Entre ellos, Jesús Valadés, de Mazatlán,Sin. Por haber escrito artículos contra eldespotismo, una noche que caminaba delteatro a su casa, en compañía de suesposa, con quien se había casado hacía

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poco tiempo, fue atacado por varioshombres que lo mataron a cuchilladas.En Tampico, en 1902, Vicente RiveroEchegaray, periodista, se atrevió acriticar los actos del presidente; fuemuerto de noche, a balazos, cuandoabría la puerta de su casa. En la mismaépoca, Jesús Olmos y Contreras,periodista del Estado de Puebla, publicóartículos en los que denunció unsupuesto hecho licencioso delgobernador Martínez; después, dosamigos del gobernador invitaron aContreras a cenar; cuando caminabanpor la calle los tres del brazo —elescritor en medio—, de repente cayeron

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sobre él por la espalda variosasaltantes; los falsos amigos sujetaronfuertemente a Contreras hasta que éstecayó a consecuencia de los golpes; unavez caído, los asesinos usaron unapiedra pesada para machacar la cabezade su víctima, de manera que laidentificación fuera imposible.

En Mérida, Yuc., en diciembre de1905, el escritor Abelardo Anconaprotestó contra la «reelección» delgobernador Olegario Molina; fueconducido a la cárcel donde lo matarona tiros y cuchilladas.

En 1907, el escritor Agustín Tovarmurió envenenado en la cárcel de Belén.

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Jesús Martínez Camón, notable artista yperiodista, y Alberto Arans, escritor,salieron de Belén para morir en unhospital. El Dr. Juan de la Peña, directorde un periódico liberal, murió en laprisión militar de San Juan de Ulúa.Juan Sarabia, periodista bien conocido,también estuvo recluido allí y se supusopor largo tiempo que había muerto; perohace poco tiempo sus amigos tuvieronnoticias de él. Daniel Cabrera, uno delos más viejos periodistas liberales,estaba inválido y muchas veces lollevaron a la cárcel en camilla.

El Prof. Luis Toro, periodista de SanLuis Potosí, fue detenido y apaleado tan

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duramente en la prisión que acabaronpor matarlo. En la misma prisión, PrimoFeliciano Velázquez, abogado, directorde El Estandarte, fue golpeado de modotan brutal que quedó inválido para todala vida. Otro abogado y periodista,Francisco de P. Morelos, fue azotado enla ciudad de Monterrey por escribircontra el gobierno en su periódico LaDefensa. En Guanajuato fue golpeadoJosé R. Granados, director de ElBarretero. En Mapimí, Dgo., el abogadoFrancisco A. Luna fue golpeado y heridoa cuchilladas por escribir contra elgobierno.

Y así se podría continuar una lista

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que ocupase varias páginas. RicardoFlores Magón y sus hermanos Jesús yEnrique, Antonio I. Villarreal, LibradoRivera, Manuel Sarabia y muchos otrospasaron meses en la cárcel por publicarperiódicos de oposición; otros másfueron asesinados. Como ya se dijo, laautocracia se alimenta del crimen y elrégimen de Porfirio Díaz ha sido unalarga historia de crímenes. Una vez quepor medio del asesinato, la cárcel yotras incontables formas de perseguir, laorganización liberal fue destruida por elgobierno en México, los dirigentes quetodavía conservaban la vida y lalibertad huyeron a los Estados Unidos,

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donde establecieron su cuartel general.Se organizó la junta que había degobernar al partido; se publicaronperiódicos, y sólo después que losagentes del gobierno mexicano loshabían seguido y hostilizado con falsasacusaciones que causaron su detención,tales dirigentes perdieron la esperanzade hacer algo por medios pacíficos parala regeneración de su país; entoncesdecidieron entre todos organizar unafuerza armada con el propósito dederrocar al anciano dictador de México.

Detallaré en otro capítulo la historiade las persecuciones que han sufrido losrefugiados mexicanos en los Estados

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Unidos; basta mencionar aquí, y apuntarsolamente, los resultados de sus intentospara provocar un cambio de gobiernopor medio de la revolución.

En resumen, el Partido Liberal hainiciado dos revoluciones contra Díaz yambas han fracasado en sus comienzosde modo lamentable por los siguientesfactores: 1) por la eficacia del gobiernopara colocar espías entre losrevolucionarios y poder, así, anticiparsea ellos; 2) por los severos métodosaplicados en la represión; y 3) por lacooperación efectiva del gobierno delos Estados Unidos, puesto que lasrevueltas tenían que ser dirigidas

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necesariamente desde el ladonorteamericano.

El primer intento de revoluciónliberal debió haber ocurrido enseptiembre de 1906. Los rebeldessostienen que tuvieron 36 gruposparcialmente armados dentro de Méxicoy dispuestos a levantarse en el momentooportuno. Esperaban que a la primerademostración de fuerza los componentesdel ejército desertarían y combatiríanbajo la bandera liberal y que los civileslos recibirían con los brazos abiertos.

Nunca se sabrá si este juicio sobreel ejército y el pueblo era correcto, pueslos liberales no llegaron a hacer una

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gran demostración de fuerza. Los espíasdel gobierno delataron a varios grupos,de modo que, en el momento de lainsurrección, la mayoría de los jefes yahabían muerto o estaban presos en SanJuan de Ulúa. La revolución iba aempezar el día del aniversario de laIndependencia nacional, 16 deseptiembre, y la forma en que elgobierno se preparó para ello puedecolegirse de la gran cantidad deasesinatos secretos que se cometieron enel país de Díaz, según antes se vio.

Hubo dos grupos liberales quellegaron a levantarse. Uno de elloscapturó la ciudad de Jiménez, Chih., y

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otro puso sitio al cuartel del ejército enAcayucan, Estado de Veracruz. En estasciudades, algunos civiles se unieron aellos, y durante un día, disfrutaron deuna victoria parcial; pero llegaron acada una de esas ciudades trenes llenosde tropas y en algunos días más lospocos que quedaban de las fuerzasrebeldes estaban en camino de la cárcel.La concentración de tropas en esos dospuntos fue algo muy sorprendente; noobstante que, como se dijo, Acayucanestá relativamente aislada, llegaroncuatro mil soldados regulares a laescena de los acontecimientos dentro delas 24 horas siguientes al comienzo de

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las hostilidades.La segunda rebelión estaba

proyectada para comenzar en julio de1908. Esta vez, los liberales dijerontener 46 grupos militares listos paralevantarse en México; pero resultó quetoda la lucha la hicieron los refugiadosmexicanos que cruzaron la fronteradesde los Estados Unidos por Del Río,Tex., y otros puntos, provistos de armasde fuego compradas en aquel país. Losjefes liberales exiliados manifestaronque el gobierno mexicano se enteró conanticipación de los grupos rebeldesarmados que había en México y arrestóa sus miembros antes de la hora fijada.

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Tal cosa, en realidad, ocurrió primeroen Casas Grandes, Chih., y se dio muchapublicidad al asunto, lo cual hizo quelos grupos formados en los EstadosUnidos actuasen con premura. Tambiénse dice que algunos de los grupos másfuertes, fueron delatados por un criminalquien, gracias a su semejanza física conAntonio I. Villarreal, secretario de lajunta liberal; fue liberado de la cárcelde Torreón y perdonado por lasautoridades, con la condición de que semezclara entre los revolucionarios, sehiciera pasar como Villarreal y losdenunciara. Conozco personalmente doscasos de unos emisarios que salieron del

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cuartel general liberal en los EstadosUnidos con órdenes para ellevantamiento de ciertos grupos ycayeron en los cepos del gobierno pocodespués de haber cruzado la frontera.

No obstante, la rebelión de junio de1908 sacudió profundamente a Méxicopor algún tiempo. La lucha en Coahuilaproporcionó a la prensa norteamericananoticias sensacionales durante unasemana; desde entonces, apenas habíatranscurrido un mes cuando el último delos rebeldes fue capturado y fusiladopor las fuerzas superiores de soldados yrurales.

Tal fue la Rebelión de las Vacas ,

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nombre con el que ha sido conocidatanto en los Estados Unidos como enMéxico. Esta rebelión, lo mismo que laanterior, hizo que los agentes de Méxicoen los Estados Unidos consiguieran alfin desbaratar la organización liberal enese país tan efectivamente como habíasido destruida en México. Hasta juniode 1910, en que el Congreso investigólas persecuciones, todos los dirigentesliberales que había en los EstadosUnidos estaban encarcelados u ocultos,y no había mexicano que se atreviera aapoyar de modo abierto la causa delPartido Liberal, por temor de serencarcelado también bajo la acusación

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de estar relacionado en una u otra formacon alguna de esas rebeliones.

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Capítulo X

La octava elección de Díazpor «unanimidad»

Con objeto de que el lector puedaapreciar por completo el hecho de queel reinado político del terror establecidopor Díaz hace 34 años continúa en augehasta el día de hoy, se dedica estecapítulo a relatar la llamada «campañapresidencial que terminó el 26 de juniode 1910», con la octava «elección porunanimidad» del presidente Díaz.

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Con el fin de que la autenticidad deeste relato quede fuera de duda, se haexcluido toda información que hayallegado por medio de rumores, chismes,cartas y noticias personales…, todo,excepto lo publicado en la prensa comonoticias corrientes. En muy pocos casos,sin embargo, la prensa es opuesta alrégimen del general Díaz; casi toda lofavorece. Por lo tanto, si hay errores ensus noticias, se puede suponer que laverdad se ha escatimado más queexagerado. Se puede asegurar tambiénque como las noticias se han tomado delos periódicos que se publican enMéxico, donde están bajo la censura

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policíaca, habrán ocurrido otros muchosincidentes similares o peores que no seha permitido que aparezcan en letra deimprenta.

Antes de anotar tales datospermítasenos insistir una vez más en elhecho de que el presidente Díaz se hamantenido a la cabeza del gobiernomexicano por más de una generación. Afines de 1876, hace cerca de 34 años,encabezó una revolución personalista ycondujo un ejército hasta la ciudad deMéxico, en donde se proclamópresidente provisional. Poco después,convocó a unas llamadas elecciones yanunció que el pueblo lo había elegido

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como Presidente Constitucional…, porunanimidad. En 1880 cedió el gobiernoa su amigo, Manuel González, quien fueelegido por unanimidad. Gonzálezreinstaló a Díaz en 1884, después de unatercera votación unánime. Después de1884, Díaz fue reelegido porunanimidad cada 4 años durante 20,hasta 1904, en que el periodopresidencial se alargó a 6 años, y porséptima vez fue elegido porunanimidad. Finalmente, el 10 de juliode 1910, Díaz resultó elegido presidentede México por octava vez.

La campaña presidencial mexicanaque acaba de terminar, si se puede

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llamar así, se inició de hecho desdemarzo de 1908. En esa fecha, a través deJames Creelman y del Pearson sMagazine, el presidente anunció almundo: 1) que por ningún motivoconsentiría en aceptar un nuevo periodo;y 2) que le agradaría transferirpersonalmente el poder gubernamental auna organización democrática. Según elseñor Creelman, sus palabras fueronéstas:

No importa lo que digan mis amigos ysimpatizadores; me retiraré cuando elpresente periodo termine y no volveré aocupar el puesto otra vez. Para entonces

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tendré 80 años.He esperado con paciencia el día en

que el pueblo de la República Mexicanaestuviera preparado para elegir ycambiar su gobierno en cada elección,sin peligro de revoluciones armadas, sinperjudicar el crédito nacional y sinperturbar el progreso del país. Creo queese día ha llegado.

Será bienvenido un partido deoposición en la República Mexicana. Siaparece, lo consideraré como unabendición y no un mal. Y si puededesarrollar su poder no para explotarsino para gobernar, estaré a su lado, loapoyaré, le ofreceré mis consejos y me

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olvidaré de mí mismo al iniciarse conéxito en el país un gobierno democráticopor completo.

La entrevista fue reproducida por casitodos los periódicos de México y causóprofunda sensación. No es exageradodecir que todo el país, fuera de loscírculos oficiales, se entusiasmó con lanoticia. La nación le tomó la palabra algeneral Díaz, e inmediatamente comenzóuna viva pero comedida discusión, nosólo sobre los varios posiblescandidatos a la presidencia, sinotambién sobre incontables asuntosrelativos al gobierno popular. Se

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escribieron libros y folletos sugiriendo aDíaz que se inmortalizara como unsegundo Washington y cediera elgobierno a su pueblo, cuando podía muyfácilmente retener el poder supremohasta su muerte.

Pero en lo más acalorado de ladiscusión se corrió con reserva la vozde que no era definitiva la promesa delpresidente de retirarse al final delperiodo. Para demostrar cuáncompletamente el gobierno teníacontrolada la libertad de palabra y deprensa, hasta el hecho de que, al hacerseel anuncio anterior, de inmediato dejóde discutirse sobre los posibles

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candidatos presidenciales para 1910.Díaz estaba tan perfectamente

atrincherado en el poder que parecíacasi inútil oponerse a él de mododirecto; pero el pueblo recordaba la otradeclaración formulada por el presidentey de la cual éste no se había retractadotodavía; es decir, que sería bienvenidoun movimiento de oposición. Ladeclaración de que apoyaría unmovimiento en este sentido parecía unaparadoja, de modo que los hombresinteligentes del elemento progresista seunieron para proyectar un movimientoque, sin estar en oposición directacontra Díaz, pudiera abrir a la vez una

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brecha hacia la democracia.El plan consistió en recomendar al

presidente Díaz retener su puesto y almismo tiempo, pedirle que permitiera alpaís elegir con libertad unvicepresidente, para que en caso de quefalleciera durante el próximo periodo, elsucesor pudiera estar más de acuerdocon los deseos y ambiciones del pueblo.

El silencio con que el presidenteDíaz recibió la publicación de este planse tomó como consentimiento; enconsecuencia, empezó extensa agitación;se organizaron clubes, hubo discusionespúblicas y debates en los periódicos,todo lo cual podía muy bien tomarse

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como prueba de que el presidente teníarazón cuando declaraba que el pueblomexicano estaba, por fin, preparadopara gozar de las bendiciones de unaverdadera República.

Según el señor Barrón, en unaentrevista publicada en el New YorkWorld, en poco tiempo se habíanorganizado no menos de 500 clubes, loscuales, en enero de 1909, celebraron unaconvención en la capital, formaron unorganismo central conocido como ClubCentral Democrático, eligieronfuncionarios y adoptaron una plataforma,cuyos principales puntos eran lossiguientes:

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1. Abolición de los jefes políticos ytransferencia de las facultades deéstos a las juntas municipales.

2. Ampliación de la educaciónprimaria.

3. Promulgación de leyes electoralesque establecieran el ejercicio delsufragio sobre una base mixta deeducación y posesión de bienes.

4. Mayor libertad de prensa.5. Cumplimiento más estricto de las

Leyes de Reforma.6. Mayor respeto para la vida y la

libertad humanas y unaadministración de justicia másefectiva.

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7. Legislación que permitiera a losobreros percibir indemnizacióneconómica de sus patrones en casode accidentes de trabajo, y quecapacitara al público para entablardemandas contra las compañías detransportes y otras sociedades deservicio, también por accidentes.

8. Leyes agrarias para impulsar laagricultura.

Los funcionarios elegidos paraencabezar el nuevo partido fueron cuatrobrillantes y jóvenes diputados: BenitoJuárez hijo, presidente; Manuel Calero,vicepresidente; Diódoro Batalla,

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secretario; Jesús Urueta, tesorero.El 2 de abril se efectuó la

convención del Club Reeleccionista —organismo compuesto en su totalidad porfuncionarios del gobierno, designadospor Díaz—, y postuló la reelección delgeneral Díaz y la de su vicepresidente,Ramón Corral. Poco después, deacuerdo con su plan original, el PartidoDemócrata propuso también lareelección del presidente Díaz, peronombró candidato para vicepresidente algeneral Bernardo Reyes, gobernador deNuevo León.

Véase cuál era la situación general.Existía un partido compuesto por

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elementos de los más cultos, másinteligentes y más progresistas del país.Su programa demuestra que susdemandas eran moderadas en exceso;había nacido bajo la promesa públicadel general Díaz de que permitiría sufuncionamiento; para asegurar suexistencia y ponerse a salvo de lapersecución, el partido había colocadoal general Díaz a la cabeza de suplanilla. Por último, la campaña queinició fue muy atemperada y respetuosa;no hubo llamado a las armas; no huboconato de rebelión o revolución enninguna forma; las críticas de lasinstituciones existentes se expusieron

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con estudiado cuidado y calma; además,el general Díaz era elogiado y se pedíaal pueblo que votase por él; pero… conel general Reyes como vicepresidente.

No pasó mucho tiempo sin queresaltara el hecho de que en caso dehaber elección, Reyes triunfaría sobreCorral por una gran mayoría. Antiguosenemigos de Reyes se pronunciaron ensu favor, no porque lo quisieran, sinoporque el movimiento que lo apoyabaofrecía una promesa de que Méxicopodría autogobernarse en algunamedida. Tan pronto como la popularidaddel Partido Demócrata se hizo evidente,el general Díaz actuó para destruirlo, a

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pesar del orden que prevalecía en susasambleas, a pesar de la moderación desus periódicos, a pesar de que seobservaran las leyes conescrupulosidad, a pesar de que Díazhabía prometido darle apoyo y consejocomo partido de oposición.

El primer movimiento abierto deDíaz contra el Partido Demócrataconsistió en cortar en flor la propagandaen favor de Reyes, que había comenzadoen el ejército; relegó en remotas partesdel país a una docena de oficiales quehabían manifestado simpatías por lacandidatura de Reyes.

Esta acción de Díaz se ha defendido

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sobre la base de que tenía perfectoderecho a prohibir a los miembros delejército funciones políticas; pero elpresidente del Club Reeleccionistatambién era oficial del ejército y grancantidad de militares se dedicabanabierta y activamente a la campaña enfavor de Corral. Así, pues, parece quese procedió contra los militares reyistasporque apoyaban a Reyes más que porser militares.

El Cap. Rubén Morales, uno de losoficiales castigados, había aceptado lavicepresidencia de un club reyista y sele ordenó renunciar al club o renunciaral ejército. Pidió su baja, pero ésta no le

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fue aceptada y se le envió al territoriode Quintana Roo. De los oficialesafectados, ocho fueron enviados aSonora en campaña contra los indiosyaquis.

La relegación de los militaresocurrió a fines de mayo; poco despuésdel incidente se procedió contra algunosdirigentes demócratas que ocupabanpuestos en el gobierno. Los diputadosUrueta y Lerdo de Tejada, hijo, y elsenador José López Portillo, fueron delos primeros a quienes se privó de suspuestos.

Los estudiantes de las escuelasnacionales de jurisprudencia, minería,

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medicina y preparatoria de la ciudad deMéxico fueron alentados para queformasen un club en favor de lacandidatura de Corral; pero cuando losestudiantes de las escuelas de leyes ymedicina del Estado de Jalisco formaronun club para apoyar la candidatura deReyes, el gobierno les ordenó abandonarsus actividades políticas o dejar lasescuelas. Ellos designaron una comisiónpara pedir a Díaz juego limpio, peroéste no les hizo caso y renovó laamenaza de expulsión, con el resultadode que fueron expulsados tantosestudiantes de las escuelas de Jalisco,que éstas tuvieron que cerrar por falta

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de alumnos.En julio, un comité reeleccionista de

la Ciudad de México efectuó un mitin enfavor de Corral en el «TeatroDegollado» de Guadalajara, capital deJalisco con un auditorio compuesto, engran parte, por estudiantes demócratasque sisearon a uno de los oradores; envista de ello, algunas patrullas depolicía que estaban preparadasrecibieron órdenes de que hicierandesalojar el edificio y la plaza. Esto secumplió a la manera mexicana; consables, cachiporras y pistolas. Las cifrasde muertos, heridos y encarcelados nofueron dadas a conocer por las

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autoridades; pero todas las noticias delos periódicos de aquel tiempoconvienen en que hubo muertos yheridos, así como encarcelados. Loscálculos más altos mencionaban 12muertos, 35 gravemente heridos y mildetenidos. Después de tales sucesos,Guadalajara se llenó de tropas federalesy del Estado; se llamó rápidamente deQuintana Roo al general Ignacio Bravo,conocido como el más despiadado jefeen todo el ejército mexicano, parareemplazar de modo temporal al jefe dela zona militar; como resultado, todaexpresión política de los demócratas fueahogada con mano de hierro.

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Entre los jefes prominentes delmovimiento democrático en Guadalajaraque sufrieron persecuciones en esaépoca figuraba Ambrosio Ulloa,ingeniero y abogado, fundador de unaescuela de ingenieros y director de lacompañía harinera «La Corona». Erapresidente del club reyista deGuadalajara. Surgió la teoría de que elclub, en cierto modo, había sidoresponsable del llamado desordenestudiantil, y una semana después de losacontecimientos, Ulloa fue enviado a lacárcel y encerrado bajo el cargo de«sedición».

Durante la represión del movimiento

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estudiantil de Guadalajara, se habló porlo menos de un caso de ley fugaaplicada en esa ciudad. La víctima fueGuillermo de la Peña, antiguo estudiantedel Christian Brother´s College de SaintLouis, Mo., Estados Unidos, y tambiénde la Universidad del Estado de Ohio,de ese país. Los periódicos de SaintLouis informaron sobre el caso, y lanoticia fue divulgada por medio de la«Associated Press». El relato decía enparte:

Estaba (Peña) en su casa decampo cuando un oficial derurales lo invitó a que lo

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acompañase. Montó en sucaballo y salió con él. Al díasiguiente, unos sirvientesencontraron su cadáveracribillado a balazos.

El 7 de septiembre, el diputadoHeriberto Barrón, quien había criticadomoderadamente a Díaz en una cartaabierta, huyó del país y fijó suresidencia en Nueva York. Un periódicomexicano informó que algunos miembrosde la policía secreta de Díazembarcaron por la fuerza a Barrón en unvapor de la Ward Line , en Veracruz, ylo obligaron a salir del país; pero aquél

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declaró en los periódicos de NuevaYork que había huido para no serdetenido. Algunos meses después,suplicó que lo dejasen volver a suhogar; pero se le contestó que tenía quepermanecer en el exilio hasta la muertedel presidente de México. Laperversidad del crimen de Barrón puedejuzgarse por los siguientes párrafos, losmás atrevidos de su carta abierta:

En la velada a que he aludido, cuandolos oradores pronunciaron su nombre (elde Díaz) fue recibido con unánimessilbidos y señales de desaprobación.

Durante la función ofrecida en el

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Teatro Principal para ayudar a lasvíctimas de Guerrero, todo el auditoriomantuvo un siniestro silencio a lallegada de usted. El mismo silenciohubo cuando usted se marchó.

Si tuviera usted ocasión, como yo latengo, de mezclarse con reuniones ygrupos de gente de diferentes clases, notodos reyistas, oiría usted, Sr.presidente, expresiones de indignacióncontra usted que se manifiestanfrancamente en todas partes.

Dentro de los diez días siguientes, a ladeportación de Barrón, un residenteextranjero, Frederick Palmer, inglés, fue

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encarcelado en Belén; se le negó lalibertad bajo fianza, estuvoincomunicado por varios días y, al fin,se le sentenció a un mes de prisión: sugran delito fue decir que Díaz había sidoya presidente de México demasiadotiempo.

El 28 de julio, Celso Cortés,vicepresidente del Club Reyista Centralde la Ciudad de México, fue detenido enBelén por haber pronunciado undiscurso en el club criticando a losmiembros del gabinete de Díaz.

Después siguió una larga lista dearrestos de miembros del movimientodemócrata en todo el país. En general,

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eran acusados de «sedición», pero nuncase presentaron pruebas para demostrarlaen la forma que la entienden losnorteamericanos. En este movimiento nohubo intentos de rebelión armada o deviolación de las leyes existentes;todavía no he sabido de ningún caso enque hubiera habido motivo razonablepara la detención. A muchos de losarrestados se les mantuvo encerradosdurante meses y algunos otros fueronsentenciados a largas condenas. Lacantidad de los perseguidos en estaforma es incierta, pues sólo aparecen enla prensa mexicana los casos másnotables. Algunos de los que se han

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publicado son los siguientes:En agosto fue detenido con otras

personas José Ignacio Rebollar,secretario del Club Reyista de Torreón,por concurrir a una serenata que se dabaal gobernador del Estado y tratar dehacer prosélitos para la causa de Reyes.

El primero de agosto de 1909, unbatallón de rurales interrumpió un mitinde reyistas en Silao y llevó a la cárcel amuchos de ellos.

En noviembre de 1909, ManuelMartínez de Arredondo, rico agricultor,su sobrino Francisco de Arredondo,cuatro abogados —Pedro Reguera,Antonio Juárez, Enrique Recio y Juan

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Barrera— así como Marcos Valencia,Amado Cárdenas, Francisco Vidal yotros, fueron encarcelados por tratar deefectuar un mitin reyista en Mérida,Yucatán. Varios de ellos estuvierondetenidos por más de seis meses.

En enero de 1910, el abogadoFrancisco Escobar, miembro de lalegislatura del Estado de Campeche, fuedetenido por distribuir volantes queanunciaban un mitin de reyistas.

El 7 de diciembre de 1909, JoséLópez Portillo Rojas, prominente reyistade la ciudad de México, fue encerradoen Belén por una acusación infundada.Algunos meses más tarde se informó que

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todavía estaba allí y que iba a sersentenciado a nueve años de prisión.

El 26 de enero de 1910, algunosdemócratas celebraron un mitin en laAlameda de la Ciudad de México,presidido por el doctor ManuelEspinosa de los Monteros, presidentedel Club Central Reyista. Don EnriqueGarcía de la Cadena y Anconapronunció un patriótico discurso. Lapolicía disolvió el mitin y aprehendió aGarcía de la Cadena y a Espinosa de losMonteros bajo el cargo de «sedición».Cuando estas líneas eran escritas, seanunció que ambos serían enviados acumplir largas condenas en la colonia

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penal de las Islas Marías, en el Pacífico.Durante los meses transcurridos

después del intento de presentar uncandidato contra el vicepresidenteCorral, los demócratas trataron defortalecer su posición tomando parte enalgunas «elecciones», estatales ylocales; como resultado, hubo muchasaprehensiones y varias matanzasperpetradas por las tropas y por lasautoridades locales.

En Petape, Oax., el 254 batallón deregulares disparó sobre un grupo deoposicionistas y mató a varios. Fueronencarcelados 70 de ese grupo.

En Tepames, Col., hubo muchos

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fusilamientos. Se dice que cuando lacárcel ya estaba llena, las autoridadessacaron a varios de los prisioneros, losobligaron a cavar sus propias tumbas ylos fusilaron de manera que cayeran enlas zanjas abiertas.

En Tehuitzingo, Pue., en el mes deabril, se anunció que habían sidoejecutados sin formación de causa 16ciudadanos y que muchos otros habíansido condenados a 20 años de reclusiónen la fortaleza de San Juan de Ulúa.

En Mérida, Yuc., se colocaron en lascasillas electorales tropas federales y sedetuvo gran cantidad de demócratas.

En el Estado de Morelos, en febrero

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de 1909, los demócratas intentaronelegir como gobernador a PatricioLeyva, oponente de Pablo Escandón, unpropietario de esclavos a quien Díazhabía designado para ocupar el puesto.Por aceptar la candidatura demócrata,Leyva fue cesado como inspector deriesgos de la Secretaría de Fomento. Elpresidente y vicepresidente del ClubSufragio Libre de Jojutla y losfuncionarios de un club semejante enTlaquiltenango, así como otros muchos,fueron encarcelados acusados desedición, y se informa que lasautoridades han matado a varios. Lapolicía que se hallaba en posesión de

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las casillas electorales impidió votar amuchos ciudadanos; al final, la elecciónfue falsificada en favor de Escandón,quien llegó a gobernador.

En julio de 1909 hubo muchasdetenciones en El Fuerte, Sinaloa, y elpueblo fue ocupado por los ruralesfederales. En enero de 1910, 16hombres que habían sido aprehendidosantes bajo la sospecha de estarconfabulados contra el gobernador enViesca, fueron sentenciados a muerte; laSuprema Corte de México confirmó lasentencia de fusilamiento.

Mientras sucedían tales incidentes,también se manejaba la situación de la

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prensa. El gobierno compraba osubsidiaba a los periódicos, o lossuprimía. Entre 30 ó 40 publicacionesdiarias y semanarias que sostenían lacausa del Partido Demócrata no se sabede una sola que no fuera obligada asuspender sus ediciones. A pesar delcuidado que ponían en sus artículos, nose les permitió trabajar; la mayoría desus directores fueron detenidos y lasimprentas incautadas.

El 16 de abril de 1909, AntonioDuch, director de La Tierra, de Mérida,Yuc., fue llevado por la policía secretamexicana a bordo de un barco, enVeracruz, y obligado a dejar el país

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acusado de ser un «extranjeropernicioso». Su periódico fuesuprimido.

En 15 de julio de 1909, FranciscoNavarro, director de La Libertad,órgano del Club Demócrata deGuadalajara, fue hecho prisionero porcensurar el uso de los sables contra losestudiantes reyistas. Se impidió lapublicación del periódico; se clausuróla oficina; se puso en ella a un gendarmede guardia y se anunció oficialmente quesi se hacía intento de imprimir elperiódico en otro taller, también éstesería clausurado.

El 3 de agosto de 1909, Félix Vera,

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corresponsal en México de losperiódicos demócratas de Guadalajara,fue llevado a la cárcel de Belén, dondepermanece actualmente, sin que hastaahora se haya instruido proceso en sucontra.

En octubre de 1909, Manuel M.Oviedo, director de La Hoja Suelta ypresidente del Club Antirreeleccionistade Torreón, fue encarcelado y superiódico fue suprimido. Se procedió ensu contra por el supuesto delito de«abogar por una elección justa en elEstado», después del retiro forzoso delgobernador Cárdenas.

En noviembre de 1909, Martín

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Stecker, súbdito alemán, director de ElTrueno, de Linares, N. L., fueencarcelado bajo el cargo de«difamación» y se clausuró superiódico. Stecker era sólo un reyistatibio; pero para aprehenderlo, se adujoque Linares era un buen campo para lapropaganda periodística y algunosmiembros de la maquinaria de Díazquerían tener el privilegio exclusivo deexplotarlo. Poco antes de la supresiónd e El Trueno, el gobernador Reyeshabía sido desterrado y sus amigosdestituidos del gobierno municipal deLinares.

En noviembre de 1909, el gobierno

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suprimió la Revista de Mérida, enYucatán, y el director Menéndez y otrosescritores fueron encarcelados yacusados de «sedición».

Más o menos en la misma época, seclausuraron otros dos periódicos deM é r i d a : Yucatán Nuevo , cuyosdirectores, Fernando M. Estrada yRamón Peovide, están todavía en lacárcel; y La Defensa Nacional, cuyosdirectores, Calixto M. Maldonado yCésar A. González, fueron acusados de«provocación a la rebelión». Laspruebas presentadas contra ellos ante eltribunal consistieron en copias de unacircular del Club Nacional

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Antirreeleccionista, que ellos repartíanentre sus amigos.

En febrero de 1910, Heriberto Frías,director de El Correo de la Tarde , fueexpulsado de Mazatlán porque publicóla noticia de que en las llamadaselecciones de Sinaloa, se permitió quevotasen por los candidatos del gobiernoa muchachos de 10 y 12 años, mientrasque algunos votantes de la oposición,con 40 y 50 años de edad, fueronrechazados con el pretexto de que erandemasiado jóvenes para votar. Enoctubre de 1909, Alfonso B. Peniche,director de La Redención, de la Ciudadde México, fue detenido por «difamar» a

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un empleado oficial de baja categoría. Apesar de su encierro, Peniche logrócontinuar su publicación por algúntiempo, aunque para hacerlo le fuepreciso pasar sus originales a través delas rejas de la prisión. Al poco tiempode estar en Belén, publicó un artículopara exigir que se investigaran lascondiciones imperantes en esa cárcel;denunció que en ella se usaba con losprisioneros un instrumento de torturallamado «la matraca». Esto se tuvo encuenta, sin duda, para imponer a Penicheun castigo con extrema severidad:después de permanecer cinco meses enBelén, se le sentenció a cuatro años de

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prisión en la colonia penal de las IslasMarías.

Es indudable que la acusación contraPeniche fue sólo un subterfugio paraquitarle de un medio. La historia de su«difamación», según México Nuevo, eldiario democrático más conservador,era ésta:

En su periódico Redención, ahorasuspendido, publicó una declaraciónfirmada por varios comerciantes, dondese formulaban cargos contra unrecaudador de contribuciones delDistrito Federal, relacionados con actoscometidos en el cumplimiento de su

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misión. La Oficina de Impuestosintervino en el asunto y ordenó unainvestigación; como resultado, loscargos fueron comprobados y elrecaudador fue cesado por la Secretaríade Hacienda, con la aprobación delpresidente de la República, por «nomerecer la confianza del gobierno».Además, se le consignó ante el JuezPrimero de Distrito para que seinvestigara el supuesto fraude a laTesorería; esta investigación se hallaahora pendiente.

Si tal era el caso, había muchasrazones para suponer que Peniche, alpublicar la acusación, obraba en interés

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público y no cometía delito alguno; perose le procesó por difamación, delito aúnmás grave que la calumnia.

El Diario del Hogar, de la Ciudad deMéxico, viejo y conservador, que haapoyado la causa de los demócratas,publicó también un relato de ladeportación de Peniche, el cual aparecióbajo el título de «Cuidado periodistas».Las autoridades obligaroninmediatamente a suspenderlo. Fueronencarcelados el propietario, FilomenoMata, hombre de edad avanzada yaretirado de la vida activa; su hijo,Filomeno Mata, gerente; y el jefe del

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taller. Un mes más tarde se dijo quepadre e hijo todavía se hallaban presosy que el primero se estaba muriendo acausa de los malos tratos recibidos amanos de los carceleros.

Algún tiempo después, en marzo de1910, el gobierno impuso la suspensiónde México Nuevo. Sin embargo, renaciómás tarde y es el único periódicodemócrata que ha sobrevivido a lacampaña de Reyes.

Paulino Martínez era uno de los másviejos y mejor conocidos periodistas deMéxico. Sus periódicos fueron losúnicos de oposición a la política delgobierno que habían podido capear la

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tormenta de persecuciones contra laprensa en los últimos años. Durantemucho tiempo —según me dijo el mismoMartínez— sus periódicos La Voz deJuárez y El Insurgente, se mantuvieroncon la táctica de evitar siempre el hacercríticas directas contra los altosfuncionarios o contra las acciones delgeneral Díaz. Sin embargo, en lacampaña contra el movimientodemócrata, estos periódicos tuvieron lasuerte, de los demás. Cuando elgobierno inició su acción contraMartínez, este periodista tenía tressemanarios —La Voz de Juárez, ElInsurgente y El Chinaco—, y un diario

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—El Antirreeleccionista—, todos en laCiudad de México.

El primer golpe cayó sobre La Vozde Juárez que fue suspendido y laimprenta confiscada el 3 de agosto de1909. Se acusó al semanario de«calumniar al ejército». La policíabuscó a Martínez, sin encontrarlo. Losempleados inferiores de la imprentafueron encarcelados y se anunció queésta se pondría en venta.

El 3 de septiembre, la policíasecreta allanó las oficinas de ElInsurgente y El Chinaco, y también lasde El Paladín, semanario publicado porRamón Álvarez Soto. Los agentes se

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apoderaron de las matrices de las trespublicaciones y las llevaron a lasoficinas de la policía secreta como«pruebas del delito». Fueron detenidosÁlvarez Soto, Joaquín Piña —gerente deEl Chinaco—, Joaquín FernandoBustillos, cinco impresores, dosempleados y la señora de Martínez.Después de cinco días, los reporteros ylos impresores fueron puestos enlibertad; pero a la señora de Martínez ya Enrique Patiño —miembro delpersonal de El Paladín, quien habíasido detenido después—, fueronretenidos bajo el cargo de «sedición».

El Antirreeleccionista, último de los

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periódicos de Martínez, sucumbió el 28de septiembre. Sus oficinas fueronclausuradas; sus talleres decomisados ysellados por el juzgado; 22 empleadosque se hallaban en las oficinas fuerondetenidos por «sedición». Eran ellostres directivos del periódico, unreportero, 15 cajistas y tres muchachasencuadernadoras.

No se sabe cuánto tiempopermanecieron en prisión esas 22personas; pero seis meses más tarde leíla noticia de que por lo menos uno delos colaboradores de Martínez, Félix F.Palavicini, estaba todavía en la cárcel.La señora de Martínez siguió detenida

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durante varios meses; su esposo logróescapar a los Estados Unidos y cuandoella se le unió; ninguno de los dos teníaun solo centavo. Por cierto, la señora deMartínez había nacido en los EstadosUnidos.

Lo más notable de esa represión fueel trato que recibió el candidato delPartido Demócrata, general BernardoReyes, gobernador del Estado de NuevoLeón. Resulta aún más sorprendente esetrato si se tiene en cuenta que el generalReyes nunca aceptó su postulación y larechazó en cuatro ocasiones. Además,durante los meses en que llovieroncalamidades sobre él y sus amigos,

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nunca dijo una palabra ni alzó un dedoque pudiera interpretarse como ofensa alpresidente Díaz, al VicepresidenteCorral o a cualquiera de los miembrosdel gobierno de Díaz. El gobierno tratóde crear la impresión de que elcandidato de los demócratas estaba apunto de iniciar una rebelión armada;pero no existe la menor prueba de ello.

Como candidato, el general Reyesno satisfacía por completo el ideal delos dirigentes del movimientodemócrata, porque no había sido antes,en ninguna forma, campeón de losprincipios democráticos. Sin duda fuedesignado —como expresó un órgano

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del gobierno—, porque se creía quepodría «dirigir la orquesta», Reyes erauna figura con fuerza militar y serequería un personaje así para atraer alpueblo cuyos temores eran grandes. Poresta razón, los jefes demócratas leentregaron su fe e iniciaron la campañaen el supuesto de que Reyes aceptaría supostulación cuando comprobara que elpueblo estaba unánimemente de su parte.

Los demócratas se equivocaron enesto. Reyes prefirió no dirigir laorquesta. Después de rechazarpúblicamente cuatro veces sucandidatura, se retiró a su residenciacampestre y allí esperó a que pasara la

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tormenta. Se puso fuera de contacto consus partidarios y con el mundo y no hizoel menor movimiento que pudieraofender al gobierno.

Y sin embargo, ¿qué le sucedió aReyes?

Díaz lo depuso como jefe de la zonamilitar, con sede en Monterrey, y colocóen el mando al general Treviño, enemigopersonal de Reyes. El sustituto marchóhacia Nuevo León a la cabeza de unejército; en su camino se detuvo enSaltillo donde, mediante un desplieguede fuerza, provocó la dimisión delgobernador Cárdenas, de Coahuila, tansólo porque éste era amigo de Reyes.

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Después lanzó sus fuerzas contraMonterrey y derrocó al gobierno localasí como a las autoridades municipalesde todo el Estado. Díaz ordenó que seimpusiera una multa de 330 mil dólaresa los socios financieros de Reyes con elobjeto de aplicarles, también a ellos, ungolpe económico aplastante. Treviñositió a Reyes en su residencia de lamontaña y lo obligó a regresarvirtualmente prisionero para quepresentara su dimisión. Por último, se leenvió fuera del país con una supuesta«misión militar» en Europa, pero enrealidad desterrado de su patria por dosaños o más, según decidiera el dictador.

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Así pereció el reyismo, como losperiódicos del gobierno denominabandespectivamente a la oposición. Elmovimiento democrático se viodesmoralizado por algún tiempo. Elgobierno, sin duda, creyó que el final deReyes significaba el del movimientodemocrático.

Pero no fue así. Las ambicionesdemocráticas del pueblo se habíanelevado en tal forma que no podían seranuladas. En vez de intimidar al pueblo,tanto el destierro de Reyes como losactos de fuerza que lo precedieron, sólosirvieron para que el pueblo formularacon más energía sus demandas. Del

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atrevimiento de nombrar candidato sólopara la vicepresidencia, se pasó adesignar candidato para la presidencia;el partido que apenas era de oposiciónse convertía en un verdadero partido deoposición.

Encontró su nuevo jefe en FranciscoI. Madero, un distinguido ciudadano deCoahuila, miembro de una de las másantiguas y respetadas familias deMéxico. Los Madero nunca se habíanmezclado en la política de Díaz; eranagricultores ricos, bien educados, cultosy progresista. El primer interés notableque demostró Madero por la democraciafue en su libro La sucesión

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presidencial, que publicó en 1908. Estelibro es una bien pensada pero tibiacrítica del régimen de Díaz, donde setermina por recomendar al pueblo queinsista en el derecho de tomar parte enlas elecciones de 1910.

Se dice que el libro de Madero fueretirado de la circulación, pero despuésde haber sido muy difundido. De estemodo, su influencia fue muy grande, sinduda, en el impulso inicial para formarun partido demócrata. Una vez que fuelanzada la candidatura de Reyes,Madero viajó por el país en su propioautomóvil para pronunciar discursos enreuniones públicas; no hacía propaganda

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de esa candidatura, sino que se limitabaprincipalmente a propagar los elementosdel gobierno popular.

La deportación de Reyes no detuvola campaña oratoria de Madero. Antesque finalizara 1909 se anunció que losclubes demócratas y reyistas sereorganizaban como clubesantirreeleccionistas, y que se efectuaríauna convención nacional en la que seorganizaría el PartidoAntirreeleccionista y se designaríancandidatos a la presidencia y a lavicepresidencia de la República.

La convención se efectuó amediados de abril de 1910; se designó a

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Madero como candidato a la presidenciay al Dr. Francisco Vázquez Gómez parala vicepresidencia. Los elementosdispersos de la interrumpida campañaanterior se unieron de nuevo, y Madero,con algunos otros dirigentes de losclubes democráticos que habían salidode la cárcel, siguieron pronunciandodiscursos con la misma táctica decriticar sólo ligeramente al gobierno yde no alentar alteraciones de la paz.

El resultado fue instantáneo. Lanación se encontró de nuevoentusiasmada con la idea de poderejercer realmente su derechoconstitucional al sufragio. Si el

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movimiento hubiera sido de escasaimportancia, se le habría dejado seguir yextinguirse; pero, por el contrario, fuetremendo. En la Ciudad de México, seefectuó una manifestación que ni elmismo Díaz, con todos sus poderes decoerción, habría podido organizar otraigual en su favor. Quienes participaronen ella sabían que se exponían a lapersecución, a la ruina y acaso a lamuerte; sin embargo, fue tan grande lamuchedumbre que los órganos delgobierno se vieron forzados a admitirque esa manifestación había sido untriunfo para los «maderistas», como sellamaba a los demócratas.

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Antes de la convención y duranteella la prensa de Díaz se burló deMadero, de su programa y de su partido;dijo que eran demasiado insignificantespara tenerlos en cuenta; pero aun antesde que los delegados demócratasregresaran a sus puntos de origen, elmovimiento había crecido enproporciones tan grandes, que elgobierno procedió en su contra comohabía procedido contra los reyistas antesdel destierro de Reyes. Todos losmiembros de los clubesantirreeleccionistas fueron llevados a lacárcel; los periódicos progresistas quequedaban y que se atrevieron a apoyar la

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causa democrática fueron suprimidos; seusó el poder de la policía para disolverlos clubes, interrumpir las reunionespúblicas e impedir las recepciones quese organizaban en honor de loscandidatos del partido en sus viajes porel país.

Tan severa fue esta persecución queel abogado Roque Estrada, uno de losmás prominentes oradoresantirreeleccionistas, dirigió una cartaabierta a Díaz, el 21 de mayo,suplicándole que interviniera, paragarantizar los derechos constitucionales.Esta carta fue seguida por otra deMadero, concebida en términos

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similares. Al relatar algunos de losultrajes de que se había hecho víctimas asus amigos, Estrada decía en parte:

Cuando el delegado de Cananea,Son., regresaba a su casa fuedetenido, lo mismo que algunospresidentes de nuestros clubes;en Álamos, Son., fueronarrestados ciudadanosindependientes y se martirizó aun periodista y a su familia; enTorreón, en Coahuila, enMonterrey y en Orizaba, losderechos de asociación y reuniónhan sido violados

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descaradamente; por último, enla atormentada ciudad de Puebla,inmediatamente después de lavisita que los candidatos delpueblo hicieron en los días 14 y15 del corriente mes, comenzóuna época de terror capaz dedestruir la reputación de la mássana y sólida administración. Enla ciudad de Zaragoza, muchosciudadanos independientes hansido puestos en prisión, otroshan sido consignados al ejército,como en el caso del Sr. DíazDurán, presidente de un clubantirreeleccionista, y otros se

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han visto en la necesidad deabandonar sus hogares paraescapar a la furia de lasautoridades.

Algunos de los ultrajes mencionados enla carta de Madero son los siguientes:

En Coahuila, los funcionarios públicoshan prohibido arbitrariamentedemostraciones en nuestro honor,impidiendo también la divulgación denuestros principios. Lo mismo hasucedido en los Estados de Nuevo León,Aguascalientes y San Luis Potosí… Enlos Estados de Sonora y Puebla las

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condiciones son graves. En el primero,un periodista, independiente, César delVando, ha sido encarcelado… EnCananea, las persecuciones contra losmiembros de mi partido son extremadas,y según las últimas noticias recibidas deallí, se ha encarcelado a más de 30individuos, entre ellos toda la juntadirectiva del «Club Antirreeleccionistade Obreros», tres de los cuales han sidoforzados a enlistarse en el ejército.

En Puebla, Atlixco y Tlaxcala,donde se han cometido indeciblesabusos contra mis simpatizadores, reinaintensa agitación. Las últimas noticiasrecibidas indican que la situación de las

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clases trabajadoras es desesperada: quepueden recurrir en cualquier momento amedios violentos para hacer que susderechos sean respetados.

En junio, mes de las elecciones, lascondiciones llegaron a ser muchopeores. Estrada y Madero fuerondetenidos en secreto durante la nochedel 6 de junio; también en secreto fueronencerrados en la penitenciaria deMonterrey hasta que este hecho comenzóa conocerse y a divulgarse a voces.Entonces se especificaron los cargoscontra ellos. A Estrada se le acusó de«sedición» y a Madero primero de

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proteger a Estrada para que no fueradetenido, pero poco después se desechóesa acusación para inculparlo de«insultos a la nación». Se le trasladó dela penitenciaría de Nuevo León a lapenitenciaría de San Luis Potosí y enésta permaneció incomunicado hastadespués de las «elecciones».

La campaña presidencial terminóentre una lluvia de informes acerca delas persecuciones del gobierno. Unmensaje digno de crédito, fechado en 9de junio, decía que al disolver unareunión en Saltillo, poco después deconocerse la detención de Madero, lapolicía cargó contra la gente e hirió a

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más de 200 personas. Otro, fechado en14 de junio, informó que en las ciudadesde Torreón, Saltillo y Monterrey, habíansido detenidas más de 100 personasbajo el cargo de «insultar» al gobierno;que en Ciudad Porfirio Díaz habían sidoaprehendidos 47 ciudadanosprominentes en un solo día, y que sehabía iniciado un gran éxodo deciudadanos de las plazas fronterizashacia los Estados Unidos, por temor aser arrestados. Otro mensaje más,fechado en 21 de junio, señaló que en elnorte del país se habían efectuado másde 400 detenciones el día anterior a esafecha y que se mantendrían

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incomunicados a más de mil presospolíticos hasta después de laselecciones.

En el «día de las elecciones» habíasoldados y rurales en cada ciudad,pueblo o ranchería. Algunas casillaselectorales se instalaron realmente aquíy allá y se llevó a cabo una farsa deelecciones.

Los soldados vigilaban las casillas ycualquiera que se atreviera a votar porcandidatos que no fueran losgubernamentales, sabía que searriesgaba al encarcelamiento, a laconfiscación de sus propiedades y aun ala muerte. Por último, el gobierno

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cumplió con la formalidad de contar losvotos, y a su debido tiempo, se anuncióal mundo que el pueblo mexicano habíaelegido a Díaz y a Corral«prácticamente por unanimidad».

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Capítulo XI

Cuatro huelgas mexicanas

En la línea del Ferrocarril Mexicano,que trepa más de 150 kilómetros desdeel puerto de Veracruz hasta 2,250 metrosde altura al borde del Valle de México,se encuentran algunas ciudadesindustriales. Cerca de la cima, despuésde esa maravillosa ascensión desde lostrópicos hasta las nieves, el pasajeromira hacia atrás desde la ventanilla desu vagón, a través de una masa de aire

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de más de 1,500 metros que causavértigo, y distingue abajo la más elevadade estas ciudades industriales —SantaRosa—, semejante a un gris tablero deajedrez extendido sobre una alfombraverde. Más abajo de Santa Rosa, ocultaa la vista por el titánico contrafuerte deuna montaña, se halla Río Blanco, lamayor de estas ciudades, escenario de lahuelga más sangrienta en la historia delmovimiento obrero mexicano.

A una altitud media entre las aguasinfestadas de tiburones del puerto deVeracruz y la meseta de los Moctezuma,Río Blanco es un paraíso no sólo por suclima y paisaje, sino por estar

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perfectamente situado para lasmanufacturas que requieren energíahidráulica. En el río Blanco se junta unpródigo abastecimiento de aguaprocedente de las copiosas lluvias y lasnieves de las alturas; con la velocidaddel Niágara, las corrientes bajan por lasbarrancas de la sierra hasta la ciudad.

Se dice que el mayor orgullo delgerente Hartington —inglés, de edadmediana y ojos acerados, quien vigila eltrabajo de seis mil hombres, mujeres yniños—, estriba en que la fábrica detextiles de algodón de Río Blanco nosólo es la más grande y moderna en elmundo, sino también la que produce

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mayores utilidades respecto a lainversión.

En efecto, la fábrica es grande. DeLara y yo la visitamos de punta a punta;seguimos la marcha del algodón crudodesde los limpiadores, a través de losdiversos procesos y operaciones, hastaque al fin sale en la tela cuidadosamentedoblada con estampados de fantasía o entejidos de colores especiales. Inclusollegamos a descender cinco escaleras dehierro, hacia las entrañas de la tierra,para ver el gran generador y lasencrespadas aguas oscuras que mueventoda las ruedas de la fábrica. Tambiénobservamos a los trabajadores,

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hombres, mujeres y niños.Eran todos ellos mexicanos con

alguna rara excepción. Los hombres, enconjunto, ganan 75 centavos por día; lasmujeres, de $3 a $4 por semana; losniños, que los hay de siete a ocho añosde edad, de 20 a 50 centavos por día.Estos datos fueron proporcionados porun funcionario de la fábrica, quien nosacompañó en nuestra visita, fueronconfirmados en pláticas con lostrabajadores mismos.

Si se hacen largas 13 horas diarias—desde las 6 a.m. hasta las 8, p.m.—cuando se trabaja al aire libre y a la luzdel sol, esas mismas 13 horas entre el

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estruendo de la maquinaria, en unambiente cargado de pelusa y respirandoel aire envenenado de las salas detinte… ¡qué largas deben de parecer! Elterrible olor de las salas de tinte, noscausaba náuseas, y tuvimos queapresurar el paso. Tales salas son antrosde suicidio para los hombres que allítrabajan; se dice que éstos logran vivir,en promedio, unos 12 meses. Sinembargo, la compañía encuentra muchosa quienes no les importa suicidarse deese modo ante la tentación de cobrar 15centavos más al día sobre el salarioordinario.

La fábrica de Río Blanco se

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estableció hace 16 años… ¡16 años!,pero la historia de la fábrica y delpueblo se divide en dos épocas: antes dela huelga y después de la huelga. Pordondequiera que fuimos en Río Blanco yOrizaba —esta última es la ciudadprincipal de ese distrito político—,oímos ecos de la huelga, aunque susangrienta historia se había escrito cercade dos años antes de nuestra visita.

En México no hay leyes de trabajoen vigor que protejan a los trabajadores;no se ha establecido la inspección de lasfábricas; no hay reglamentos eficacescontra el trabajo de los menores; no hayprocedimiento mediante el cual los

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obreros puedan cobrar indemnizaciónpor daños, por heridas o por muerte enlas minas o en las máquinas. Lostrabajadores, literalmente, no tienen,derechos que los patrones esténobligados a respetar. El grado deexplotación lo determina la política dela empresa; esa política, en México, escomo la que pudiera prevalecer en elmanejo de una caballeriza, en unalocalidad en que los caballos fueran muybaratos, donde las utilidades derivadasde su uso fueran sustanciosas, y dondeno existiera sociedad protectora deanimales.

Además de esta ausencia de

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protección por parte de los poderespúblicos, existe la opresióngubernamental; la maquinaria delrégimen de Díaz está por completo alservicio del patrón, para obligar alatigazos al trabajador a que acepte suscondiciones.

Los seis mil trabajadores de lafábrica de Río Blanco no estabanconformes con pasar 13 horas diarias encompañía de esa maquinaria estruendosay en aquella asfixiante atmósfera, sobretodo con salarios de 50 a 75 centavos aldía. Tampoco lo estaban con pagar a laempresa, de tan exiguos salarios, $2 porsemana en concepto de renta por los

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cuchitriles de dos piezas y piso de tierraque llamaban hogares. Todavía estabanmenos conformes con la moneda en quese les pagaba; ésta consistía en valescontra la tienda de la compañía, que erael ápice de la explotación: en ella laempresa recuperaba hasta el últimocentavo, que pagaba en salarios. Pocoskilómetros más allá de la fábrica, enOrizaba, los mismos artículos podíancomprarse a precios menores; entre 25 y75%; pero a los operarios les estabaprohibido comprar sus mercancías enotras tiendas.

Los obreros de Río Blanco noestaban contentos. El poder de la

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compañía se cernía sobre ellos comouna montaña; detrás, y por encima de laempresa, estaba el gobierno. En apoyode la compañía estaba el propio Díaz,puesto que él no sólo era el gobierno,sino un fuerte accionista de la misma.Sin embargo, los obreros se prepararona luchar. Organizaron en secreto unsindicato: el Círculo de Obreros;efectuaban sus reuniones, no en masa,sino en pequeños grupos en sus hogares,con el objeto de que las autoridades nopudieran enterarse de sus propósitos.

Tan pronto como la empresa supoque los trabajadores se reunían paradiscutir sus problemas, comenzó a

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actuar en contra de ellos. Por medio delas autoridades policíacas, expidió unaorden general que prohibió a losobreros, bajo pena de prisión, recibircualquier clase de visitantes, incluso asus parientes. Las personas sospechosasde haberse afiliado al sindicato fueronencarceladas inmediatamente, ademásde que fue clausurado un semanarioconocido como amigo de los obreros ysu imprenta confiscada.

En esta situación se declaró unahuelga en las fábricas textiles de laciudad de Puebla, en el Estado vecino,las cuales también eran propiedad de lamisma compañía; los obreros de Puebla

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vivían en iguales condiciones que los deRío Blanco. Al iniciarse el movimientoen aquella ciudad —según informó unagente de la empresa—, ésta decidió«dejar que la naturaleza tomase sucurso», puesto que los obreros carecíande recursos económicos; es decir, setrataba de rendir por hambre a losobreros, lo cual la empresa creía lograren menos de 15 días.

Los huelguistas pidieron ayuda a suscompañeros obreros de otraslocalidades. Los de Río Blanco ya sepreparaban para ir a la huelga; pero, envista de las circunstancias, decidieronesperar algún tiempo, con el objeto de

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poder reunir, con sus escasos ingresos,un fondo para sostener a sus hermanosde la ciudad de Puebla. De este modo,las intenciones de la compañía fueronfrustradas por el momento, puesto que amedia ración, tanto los obreros que aúntrabajaban como los huelguistas, teníanmanera de continuar la resistencia, peroen cuanto la empresa se enteró de laprocedencia de la fuerza que sostenía alos huelguistas poblanos, cerró lafábrica de Río Blanco y dejó sin trabajoa los obreros. También suspendió lasactividades de otras fábricas en otraslocalidades y adoptó varias medidaspara impedir que llegara cualquier

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ayuda a los huelguistas.Ya sin trabajo, los obreros, de Río

Blanco formaron pronto la ofensiva;declararon la huelga y formularon unaserie de demandas para aliviar hastacierto punto las condiciones en quevivían; pero las demandas no fueronatendidas. Al cesar el ruido de lasmáquinas, la fábrica dormía al sol, lasaguas del río Blanco corrían inútilmentepor su cauce, y el gerente de lacompañía se reía en la cara de loshuelguistas.

Los seis mil obreros y sus familiasempezaron a pasar hambre. Durante dosmeses pudieron resistir explorando las

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montañas próximas en busca de frutossilvestres; pero éstos se agotaron ydespués, engañaban el hambre conindigeribles raíces y hierbas querecogían en las laderas. En la mayordesesperación, se dirigieron al más altopoder que conocían, a Porfirio Díaz, y lepidieron clemencia; le suplicaron queinvestigara la justicia de su causa y leprometieron acatar su decisión.

El presidente Díaz simuló investigary pronunció su fallo; pero éste consistióen ordenar que la fábrica reanudara susoperaciones y que los obreros volvierana trabajar jornadas de 13 horas sinmejoría alguna en las condiciones de

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trabajo.Fieles a su promesa los huelguistas

de Río Blanco se prepararon a acatar elfallo, pero se hallaban debilitados por elhambre, y para trabajar necesitabansustento. En consecuencia, el día de surendición, los obreros se reunieronfrente a la tienda de raya de la empresay pidieron para cada uno de ellos ciertacantidad de maíz y frijol, de manera quepudieran sostenerse durante la primerasemana hasta que recibieran sussalarios.

El encargado de la tienda se rió dela petición. «A estos perros no lesdaremos ni agua», es la respuesta que se

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le atribuye. Fue entonces cuando unamujer, Margarita Martínez, exhortó alpueblo para que por la fuerza tomase lasprovisiones que le habían negado. Asíse hizo. La gente saqueó la tienda, laincendió después y, por último, prendiófuego a la fábrica, que se hallabaenfrente.

El pueblo no tenía la intención decometer desórdenes; pero el gobierno síesperaba que éstos se cometieran. Sinque los huelguistas lo advirtieran,algunos batallones de soldadosregulares esperaban fuera del pueblo, almando del general Rosalío Martínez,nada menos que el subsecretario de

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Guerra mismo. Los huelguistas no teníanarmas; no estaban preparados para unarevolución que no habían deseadocausar; su reacción fue espontánea y, sinduda, natural. Un funcionario de lacompañía me confió después que talreacción pudo haber sido sometida porla fuerza local de policía, que era fuerte.No obstante, aparecieron los soldadoscomo si surgieran del suelo. Dispararonsobre la multitud descarga tras descargacasi a quemarropa. No hubo ningunaresistencia. Se ametralló a la gente enlas calles, sin miramientos por edad nisexo; muchas mujeres y muchos niños seencontraron entre los muertos. Los

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trabajadores fueron perseguidos hastasus casas, arrastrados fuera de susescondites y muertos a balazos. Algunoshuyeron a las montañas, donde loscazaron durante varios días; sedisparaba sobre ellos en cuanto eranvistos. Un batallón de rurales se negó adisparar contra el pueblo; pero fueexterminado en el acto por los soldadosen cuanto éstos llegaron.

No hay cifras oficiales de losmuertos en la matanza de Río Blanco; silas hubiera, desde luego serían falsas.Se cree que murieron entre 200 y 800personas. La información acerca de lahuelga de Río Blanco la obtuve de

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muchas y muy diversas fuentes: de unfuncionario de la propia empresa; de unamigo del gobernador, que acompañó acaballo a los rurales cuando éstoscazaban en las montañas a loshuelguistas fugitivos; de un periodistapartidario de los obreros, que habíaescapado después de ser perseguido decerca durante varios días; desupervivientes de la huelga y de otraspersonas que habían oído los relatos detestigos presenciales.

—Yo no sé a cuántos mataron —medijo el hombre que había estado con losrurales—, pero en la primera noche,después que llegaron los soldados, vi

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dos plataformas de ferrocarril repletasde cadáveres y miembros humanosapilados. Después de la primera nochehubo muchos muertos más. Esasplataformas —continuó— fueronarrastradas por un tren especial yllevadas rápidamente a Veracruz, dondelos cadáveres fueron arrojados al marpara alimento de los tiburones.

Los huelguistas que escaparon a lamuerte, recibieron castigos de otraíndole, apenas menos terribles. Pareceque en las primeras horas del motín semataba a discreción sin distinciones;pero más tarde se conservó la vida dealgunas personas entre las que eran

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aprehendidas. Los fugitivos capturadosdespués de los primeros dos o tres díasfueron encerrados en un corral; 500 deellos fueron consignados al ejército yenviados a Quintana Roo. Elvicepresidente y el secretario delCírculo de Obreros fueron ahorcados yla mujer que agitó al pueblo, MargaritaMartínez, fue enviada a la prisión deSan Juan de Ulúa.

Entre los periodistas que sufrieronlas consecuencias de la huelga estánJosé Neira, Justino Fernández, JuanOlivares y Paulino Martínez. Los dosprimeros fueron encarcelados durantelargo tiempo; el último fue torturado

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hasta que perdió la razón. Olivares fueperseguido durante muchos días; perologró evadir la captura y pudo llegar alos Estados Unidos. Ninguno de los tresprimeros tenía relación alguna con losdesórdenes. En cuanto a PaulinoMartínez, no cometió otro delito quecomentar de modo superficial sobre lahuelga en favor de los obreros, en superiódico publicado en la Ciudad deMéxico, a un día de ferrocarril desdeRío Blanco. Nunca se acercó en personaa las acontecimientos de Río Blanco, nise movió de la capital; sin embargo, fuedetenido, llevado a través de lasmontañas hasta aquella población y

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encarcelado, se le mantuvoincomunicado durante cinco meses sinque fuera formulado cargo alguno en sucontra.

El gobierno realizó grandesesfuerzos para ocultar los hechos de lamatanza de Río Blanco; pero elasesinato siempre se descubre. Aunquelos periódicos nada publicaron, lanoticia corrió de boca en boca hasta quela nación se estremeció al conocer loocurrido. En verdad se trató de un granderramamiento de sangre; sin embargo,aun desde el punto de vista de lostrabajadores, no fue totalmente en vanoese sacrificio; la tienda de la empresa

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era tan importante, y tan grande fue laprotesta en su contra, que el presidenteDíaz concedió a la diezmada banda deobreros que se clausurase. De estamanera, donde antes había una solatienda, ahora hay muchas y los obreroscompran donde quieren. Podría decirseque al enorme precio de su hambre y desu sangre los huelguistas ganaron unamuy pequeña victoria; pero aún se dudade que sea así, puesto que en algunasformas los tornillos han sido apretadossobre los obreros mucho más duramenteque antes. Se han tomado providenciascontra la repetición de la huelga, lascuales, en un país que se dice República

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democrática, son para decirlo consuavidad: asombrosas.

Tales medidas preventivas son lassiguientes: 1) una fuerza pública de 800mexicanos —600, soldados regulares y200 rurales—, acampada en terrenos dela compañía; 2) un jefe políticoinvestido de facultades propias de unjefe caníbal.

La vez en que De Lara y yovisitamos el cuartel, el chaparro capitánque nos acompañó nos dijo que laempresa daba alojamiento, luz y agua ala guarnición y que, a cambio de ello,las fuerzas estaban de manera directa ysin reservas a disposición de la

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compañía.El jefe político es Miguel Gómez; lo

trasladaron a Río Blanco desdeCórdoba, donde su habilidad para matar,según se dice, había provocadoadmiración en el hombre que lo designó:el presidente Díaz. Respecto a lasfacultades de Miguel Gómez, no habríanada mejor que citar las palabras de unfuncionario de la compañía, con quienDe Lara y yo cenamos en una ocasión:

—Miguel Gómez tiene órdenesdirectas del presidente Díaz paracensurar todo lo que leen los obreros ypara impedir que caigan en manos deellos periódicos radicales o literatura

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liberal. Más aún, tiene orden de matar acualquiera de quien sospeche malasintenciones. Sí, he dicho matar. Para esoGómez tiene carta blanca y nadie lepedirá cuentas. No pide consejo a nadiey ningún juez investiga sus acciones, niantes ni después. Si ve a un hombre en lacalle y le asalta cualquier caprichosasospecha respecto de él, o no le gusta sumanera de vestir o su fisonomía, ya esbastante: ese hombre desaparece.Recuerdo a un trabajador de la sala detintes, que habló con simpatía delliberalismo; recuerdo también a undevanador que mencionó algo de huelga;ha habido otros… muchos otros. Han

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desaparecido repentinamente; se los hatragado la tierra y no se ha sabido nadade ellos; excepto los comentarios en vozbaja de sus amigos.

Desde luego, por su propio origen esimposible verificar esta afirmación;pero vale la pena hacer notar que noproviene de un revolucionario.

Es claro que los obrerossindicalizados de México son los mejorpagados, con gran diferencia respecto delos demás trabajadores del país. Debidoa la oposición tanto de los patronescomo del gobierno, así como a laprofunda degradación de la que elmexicano necesita salir antes que pueda

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recoger los frutos de la organización, elsindicalismo en México está todavía ensu infancia. Aún está en pañales; bajolas actuales circunstancias; sucrecimiento es lento y está rodeado, degrandes dificultades. Hasta ahora noexiste una federación mexicana detrabajadores.

Los principales sindicatosmexicanos que había en 1908, según melo especificó Félix Vera —presidente dela Gran Liga de TrabajadoresFerrocarrileros—, y otrosorganizadores, eran los siguientes:

La Gran Liga de TrabajadoresFerrocarrileros con diez mil miembros;

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el sindicato de mecánicos, con 500miembros; el sindicato de caldereros,con 800; el sindicato de cigarreros, con1,500; el de carpinteros, con 1,500; elde herreros, que tiene su cuartel generalen Ciudad Porfirio Díaz, con 860miembros; y el Sindicato de Obreros ydel Acero y Fundiciones, de Chihuahua,con 500.

Éstos son los únicos que funcionande modo permanente, y la suma de susmiembros muestra que no llegan a 16mil. Han surgido otros sindicatos, comolos de Río Blanco, Cananea, Tizapán yotros lugares, en respuesta a unanecesidad urgente; pero han sido

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destruidos, bien por los patrones o porel gobierno…, o generalmente por lasdos entidades de consumo, el segundocomo sirviente de los primeros. Durantedos años, a partir de 1908, no ha habidoen la práctica ningún avance en laorganización sindical. Por el contrario,durante algún tiempo el sindicato másgrande, el de trabajadoresferrocarrileros, casi dejó de existirdespués de haber sido vencido en unahuelga, aunque recientemente harevivido hasta recuperar casi su antiguafuerza.

Los sindicatos mencionados estánformados de manera exclusiva por

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mexicanos. La única rama de laorganización norteamericana que seextiende hasta México es la de losobreros ferrocarrileros, que excluyecomo miembros a los mexicanos. Poreso, la Gran Liga es un sindicatopuramente mexicano.

Los caldereros perciben un salariomínimo de cincuenta y cinco centavospor hora; los carpinteros, organizadossólo en la ciudad de México sin teneraún escala de salarios, ganan de $1.50 a$3.50; los cigarreros de $3.50 a $4.00,los herreros, cuarenta y cinco centavospor hora, y los trabajadores del acero yde las fundiciones, cincuenta centavos

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por hora.Han ocurrido varias huelgas de estos

obreros. En 1905, los cigarrerosimpusieron sus propias condiciones;poco después, el sindicato de mecánicosde los talleres ferroviarios enAguascalientes declaró la huelga porquesus agremiados estaban siendodesplazados, de modo gradual, porhúngaros no sindicalizados con salariosmás bajos. Los huelguistas no sóloganaron el punto por el que luchaban,sino que además consiguieron un alza decinco centavos diarios en sus salarios.Esto alentó en tal forma a los caldererosque éstos demandaron un aumento

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general de cinco centavos al día, y loconsiguieron.

Aparte de algunas huelgas cortas demenor importancia aún, tales son lasúnicas victorias obreras de México. Lavictoria ha sido la excepción; la regla esla intervención del gobierno, conderramamiento de sangre y prisión paralos huelguistas.

La huelga de la Gran Liga deTrabajadores Ferrocarrileros ocurrió enla primavera de 1908. La liga estácompuesta principalmente porgarroteros que percibían $75 al mes, ymecánicos de los talleres que ganabancincuenta centavos por hora. A

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principios de 1908, los jefes de SanLuis Potosí comenzaron a discriminar alos obreros sindicalizados, tanto en lostalleres como en los trenes. El sindicatoprotestó ante el gerente general Clark, yéste prometió solucionar el problema enun lapso de dos meses. Al terminarseeste plazo nada se había hecho.Entonces, el sindicato fijó al gerente unnuevo término de 24 horas para actuar;pero tampoco hubo nada efectivo. Enconsecuencia, los tres mil agremiadosde la línea se declararon en huelga.

Ésta paralizó todo el sistema delFerrocarril Nacional Mexicano quecuenta con cerca de 1,500 km de vías

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desde Laredo, Tex., hasta la Ciudad deMéxico. Durante 6 días, el tráfico estuvosuspendido; parecía asegurado elreconocimiento del sindicato, el primerrequisito necesario para lograr la pazcon éxito en cualquier lucha conducidasegún las normas sindicales. La grancompañía, parecía vencida; pero… loshuelguistas no habían contado con elgobierno.

Tan pronto como el gerente Clarkadvirtió que estaba vencido en el campoeconómico, llamó en su ayuda al poderpolicíaco de Díaz. El gobernador delEstado de San Luis Potosí se comunicócon Vera, el dirigente de la Gran Liga, y

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le informó que si los obreros no volvíanal trabajo inmediatamente, seríandetenidos y encarcelados por conspirarcontra el gobierno. Mostró un telegramadel presidente Díaz, que en términossignificativos le recordó a Vera lamatanza de Río Blanco, ocurrida apenashacía un año.

Vera se trasladó rápidamente aMéxico donde se entrevistó con elvicepresidente Corral y trató deconseguir una audiencia con Díaz.Corral confirmó las amenazas delgobernador de San Luis Potosí y Veraaseguró que los huelguistas manteníanperfecto orden; rogó que fueran tratados

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con justicia. Todo fue inútil. Vera sabíaque el gobierno no estaba amenazandopor formulismos, pues en esascuestiones el gobierno de México noamenaza inútilmente. Después de unaconferencia con la junta directiva delsindicato, la huelga fue levantada y losferrocarrileros volvieron al trabajo.

Es evidente que este resultadodesmoralizó al sindicato; pues, ¿de quésirve organizar si no es permitidorecoger los frutos de la unión? Loshuelguistas fueron aceptados de nuevoen sus trabajos, como se habíaconvenido; pero fueron despedidos, unotras de otro, en el momento conveniente.

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La cantidad de afiliados a la ligadisminuyó y los que quedaron en suslistas siguieron sólo con la esperanza deque un gobierno menos tiránicoreemplazase al que había frustrado susesfuerzos. Vera renunció a lapresidencia; no se aceptó su renuncia;permaneció como jefe nominal delorganismo, pero nada podía hacer. Loconocí precisamente en esta situación yhablé con él acerca de la huelga en losferrocarriles y la perspectiva generaldel sindicalismo mexicano. Sus últimaspalabras en nuestra plática fueron lassiguientes:

—La opresión del gobierno es

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terrible…, terrible. No hay posibilidadde mejorar las condiciones de lostrabajadores mientras no haya un cambioen la administración. Todo trabajadorlibre de México lo sabe.

Vera organizó la Gran Liga deTrabajadores Ferrocarrileros de Méxicoen 1904, y desde esa fecha ha pasadomuchos meses en prisión, por el solomotivo de sus actividades sindicales.Hasta principios de 1909, en nada semezcló que oliera a agitación política;pero las dificultades que el gobiernoimponía a la organización de lossindicatos le condujo inevitablemente ala oposición. Se convirtió en

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corresponsal de prensa, y aconsecuencia de que se atrevió a criticaral déspota, encontró de nuevo el caminode ese horrible antro que es Belén.

Vera fue detenido en Guadalajara, el3 de agosto de 1909, y llevado a laCiudad de México. No compareció antejuez alguno, ni se formuló contra éldenuncia formal. Tan sólo se le dijo queel gobierno federal había dispuesto quepasara dos años en la cárcel, para cubriruna sentencia que cuatro años antes se lehabía impuesto por sus actividadessindicales, pero de la cual había sidoindultado después de un año siete meses.A pesar de ser inválido, Vera es un

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hombre valiente y honrado y un fervienteorganizador obrero; la libertad deMéxico perderá mucho con suencarcelamiento.

Las huelgas en México han sido casisiempre resultado de la espontáneanegativa de los obreros a continuar suvida miserable, más que fruto de untrabajo de organización o del llamadode los dirigentes. Tal fue la huelga deTizapán, a la que me refiero porque demanera casual visité ese lugar cuandolos huelguistas estaban muriendo, dehambre. La huelga había durado un mes;afectaba a 600 operarios de una fábricatextil de Tizapán situada a unos cuantos

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kilómetros desde el Castillo deChapultepec, en la Ciudad de México.Sin embargo, ni un solo periódico de lacapital que yo sepa, mencionó el hechode que esa huelga existiera.

Me enteré que ahora es un refugiadopolítico en los Estados Unidos, quien meadvirtió que mantuviera en secreto queél me lo había comunicado, porqueaunque él mismo no supo de la huelgasino después que fue declarada, temíaque, una indiscreción por mi parte dierapor resultado su captura. Al díasiguiente fui a Tizapán, vi la fábricasilenciosa, visité a los huelguistas en susmiserables hogares y, además, hablé con

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el comité de huelga.Excepto en Valle Nacional, nunca

había visto tanta gente, hombres,mujeres y niños, como en Tizapán, conlas señales del hambre en sus caras. Esverdad que no estaban enfermos defiebre, que sus ojos no estaban vidriososa causa de la fatiga total por el trabajoexcesivo y el sueño insuficiente, perosus mejillas estaban pálidas, respirabandébilmente y caminaban vacilantes porfalta de alimento.

Esta gente había trabajado 11 horasdiarias por salarios que variaban entre$1 y $6 por semana. Sin duda, hubierancontinuado en esas condiciones si tales

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salarios se les pagaran realmente; perolos patrones siempre ideaban nuevosmétodos para robarles lo poco a quetenían derecho. Las pequeñas manchasque aparecían en la tela eran causa dedescuentos de $1 y $2 y, en ocasiones,hasta de $3 en lo sueldos; las multasmenores eran incontables. Además, lostrabajadores estaban obligados a pagartres centavos cada uno a la semana parapagar la comida de los perros quepertenecían a la fábrica. Esto fue la gotaque colmó el vaso. Los trabajadores senegaron a aceptar salarios condescuentos, se cerró la fábrica y empezóel periodo de hambre.

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Cuando visité Tizapán, más o menos75% de los hombres se habían marchadoa otras partes en busca de trabajo. Comose hallaban por completo sin recursos,es muy probable que gran proporción deellos haya caído en manos deenganchadores y fueran vendidos a laesclavitud de la «tierra caliente».Quedaban allí algunos hombres ymuchas mujeres y niños hambrientos. Elcomité de huelga había suplicado algobierno federal que pusiera remedio asus agravios; pero sin éxito. Habíanpedido al presidente Díaz que reservasepara ellos algunas extensiones de tierrade los millones de hectáreas que

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constantemente eran cedidas aextranjeros; pero no recibieron de élninguna respuesta. Cuando les preguntési tenían esperanza de ganar la huelga,me dijeron que no, aunque ello no lesimportaba; preferían morir al aire libre,que volver al trato miserableestablecido en la fábrica. He aquí latranscripción del lastimoso llamado queestos huelguistas de Tizapán enviaron aotros centros fabriles del país:

Queridos compañeros:Por esta circular hacemos saber a

todos los trabajadores de la RepúblicaMexicana que ninguna de las fábricas

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que existen en nuestro infortunado paísha mostrado hombres tan avaros comolos fabricantes de La Hormiga, Tizapán,puesto que son peores que ladrones decamino real; no sólo son ladrones sinotiranos y verdugos.

Expliquémoslo con claridad. Aquínos roban en pesas y medidas. Aquí nosexplotan sin misericordia. Aquí nosimponen multas de $2 y $3 hasta elúltimo centavo de nuestros salarios ynos despiden del trabajo a patadas ygolpes. Pero lo más repugnante, ridículoy vil de todo ello es el descuento que sehace a los trabajadores de tres centavossemanarios para el sustento de los

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inútiles perros de la fábrica. ¡Quédesgracia!

¿Quién puede vivir esa vida tantriste y degradante? Por lo expuestoparece que no vivimos en una Repúblicaconquistada con la sangre de nuestrosantepasados, sino más bien quehabitamos una tierra de salvajes ybrutales esclavistas. ¿Quién puedesubsistir con salarios de $3 y $4 a lasemana, descontados con multas, rentade casa y robos en el peso y lasmedidas? ¡No, mil veces no! Por talescircunstancias, pedimos a nuestraquerida patria un fragmento de tierra quecultivar, de manera que no continuemos

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enriqueciendo al extranjero, traficante yexplotador, que amontona oro a costadel fiel esfuerzo del pobre o infortunadotrabajador.

Protestamos contra este orden decosas y no trabajaremos hasta que se nosgarantice que las multas serán abolidas,y también la manutención de perros, locual no debemos pagar nosotros, y queseremos tratados como trabajadores y nocomo desdichados esclavos de unextranjero.

Confiamos en que nuestroscompañeros nos ayudarán en esta lucha.

EL COMITÉ.

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Tizapán, 7 de marzo de 1909.

La huelga de Tizapán se perdió. Laempresa reabrió la fábrica sindificultad, tan pronto estuvo encondiciones de hacerlo, puesto que,como dicen los prospectos de lascompañías del país, en México haymano de obra abundante y muy barata.

La huelga de Cananea, que seprodujo muy cerca de la línea fronterizacon los Estados Unidos, es acaso laúnica de la que los norteamericanos, engeneral, han tenido noticias. Como no fuitestigo de ella, ni siquiera estuve en ellugar de los hechos, no puedo hablar

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como testigo presencial; sin embargo, heconversado con tantas personasconectadas de uno u otro modo con lossucesos; algunas se hallaron en el sitiomismo donde silbaban las balas, que nopuedo menos que pensar en que tengouna idea bastante clara de lo que allíocurrió.

Cananea es una ciudad productorade cobre del Estado de Sonora, situada aalgunos kilómetros al sur de la fronteracon Arizona. La fundó W. C. Greene,quien obtuvo del gobierno de México, amuy pequeño o ningún costo, variosmillones de hectáreas a lo largo de lafrontera. Greene fue tan afortunado en

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cultivar íntimas relaciones amistosascon Ramón Corral y otros altosfuncionarios mexicanos, que lasautoridades municipales establecidas ensu propiedad estaban enteramente bajosu dominio, a la vez que las autoridadesde la ciudad mexicana más cercana semostraban con exceso amistosas y enrealidad bajo sus órdenes. El cónsulnorteamericano en Cananea, llamadoGalbraith, era también empleado deGreene, de manera que tanto el gobiernomexicano como el norteamericano enCananea y sus proximidades eran elmismo W. C. Greene.

Desde la huelga, Greene cayó en

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desgracia ante los poderosos de México,y perdió la mayoría de sus propiedades;la Greene Cananea Copper Co., es ahorapropiedad de la sociedad mineral Cole-Ryan, subsidiaria del consorcioMorgan- Guggenheim para laexplotación del cobre.

En las minas de cobre de Cananeaestaban empleados seis mil minerosmexicanos y unos seiscientosnorteamericanos. Greene pagaba a losprimeros exactamente la mitad de lo quepagaba a los segundos, no porquedesempeñaran la mitad de trabajo, sinoporque podía conseguirlos por eseprecio. Los mexicanos obtenían buena

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paga, para ser mexicanos…, $3 al día,la mayor parte de ellos. Pero, desdeluego, no estaban conformes yorganizaron un sindicato con elpropósito de obtener de Greene mejorescondiciones de trabajo.

Han surgido algunas dudas ydiscusiones sobre el motivo queprecipitó la huelga. Algunas dicen quese debió al anuncio de un capataz de lamina en el sentido de que la compañíahabía decidido sustituir el sistema desalarios por el trabajo por tareas. Otrosafirman que se precipitó Greene altelegrafiar a Díaz en solicitud de tropasa raíz de una demanda de los mineros de

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un salario de $5 diarios.Cualquiera que haya sido el motivo

inmediato, los trabajadores del turno denoche fueron los primeros en suspenderlas labores el 31 de mayo de 1906. Loshuelguistas recorrieron las propiedadesde la empresa e hicieron salir a todoslos hombres que trabajaban en losdistintos departamentos. En todos éstosobtuvieron buen éxito; pero lasdificultades empezaron en el últimolugar que visitaron: el aserradero de laempresa, donde la manifestación llegó,en la madrugada. En ese lugar, elgerente, de apellido Metcalfe, bañó conuna manguera a los obreros de las

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primeras filas; los huelguistascontestaron con piedras; Metcalfe y suhermano salieron con rifles; cayeronalgunos huelguistas y en la batalla quesiguió murieron ambos Metcalfe.

Durante la manifestación, el jefe delescuadrón de detectives de Greene,llamado Rowan, repartió rifles ymuniciones entre los jefes dedepartamento, y tan pronto como empezóla lucha en el aserradero, la policía dela empresa subió en automóviles yrecorrió el pueblo disparando a derechae izquierda. Los mineros, desarmados,se dispersaron; pero se disparó sobreellos cuando corrían. Uno de los

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dirigentes acudió al jefe de la policía endemanda de armas para que los minerospudieran protegerse; pero fuebárbaramente golpeado por éste, quienpuso todas sus fuerzas al servicio de lacompañía. Durante las primeras horasque siguieron a los disturbios, fueron 11encarcelados algunos hombres deGreene; si embargo, pronto los pusieronen libertad, mientras que cientos demineros quedaron presos. Alconvencerse de que no se les haríajusticia, el grueso de los huelguistas seconcentró en un lugar dentro de laspropiedades de la compañía, desdedonde, atrincherados y con las armas

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que pudieron encontrar, los obreros,desafiaron a la policía de Greene.

Desde la oficina telegráfica deGreene se enviaron informes en elsentido de que los mexicanos habíancomenzado una guerra de castas yestaban asesinando a losnorteamericanos de Cananea, incluso alas mujeres y los niños. El cónsulGalbraith hizo llegar a Washingtondescripciones tan exaltadas quedespertaron la alarma del Departamentode Guerra; tales noticias fueron tanmentirosas que Galbraith fue destituidotan pronto como se conocieron loshechos reales.

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El agente de la Secretaría deFomento de México, por otra parte,informó de los hechos tal como éstosfueron; pero por influencias de laempresa fue despedido inmediatamentede su encargo.

El coronel Greene escapó a todaprisa en su vagón privado haciaArizona, donde pidió voluntarios quequisieran ir a Cananea a salvar a lasmujeres y niños norteamericanos;ofreció 100 dólares a cada uno, tuvieseo no que pelear. Esta acción no teníaningún pretexto válido, puesto que loshuelguistas no sólo nunca asumieronactitud agresiva en los acontecimientos

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violentos de Cananea, sino que deningún modo se trató de unademostración antiextranjera. Fue unahuelga obrera, pura y simple, una huelgaen que la única demanda consistió en unaumento de salarios a $5 diarios.

Mientras las falsas noticias deGreene despachadas desde Cananeacausaban sensación en los EstadosUnidos, los policías privados de laempresa cazaban en las calles a losmexicanos. Se advirtió a losnorteamericanos que permanecieran ensus casas para que los asesinos pudierandisparar sobre cualquiera a la vista,como en realidad lo hicieron. La lista de

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los muertos por los hombres de Greene,publicada en esa época, ofreció un totalde 27, entre los cuales hubo varios queno eran mineros. Entre éstos, según sedice, se encontraba un niño de 6 años yun anciano de más de 90 que cuidabauna vaca cuando lo alcanzó una bala.

Mediante su falsa presentación delos hechos, Greene pudo lograr unafuerza de 300 norteamericanos,compuesta de guardias, mineros,ganaderos, vaqueros y otros procedentesde Bisbee, Douglas y otras ciudades. Elgobernador Izábal, de Sonora, siempreentregado a Greene, recibió a este grupode hombres en Naco y los condujo a

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través de la frontera. El jefe mexicanode la aduana se opuso a la intervenciónde esa gente, y juro que los invasoressólo pasarían por encima de su cadáver.Con su rifle presto, este hombre seenfrentó al gobernador del Estado y alos 300 extranjeros, y se negó a cederhasta que Izábal le mostró una ordenfirmada por el general Díaz, quepermitía la invasión.

Así fue como, el 2 de junio de 1906,300 ciudadanos norteamericanos,algunos de ellos empleados delgobierno, violaron las leyes de losEstados Unidos, las mismas leyes quesirvieron para acusar a Flores Magón, y

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a sus amigos sólo de conspirar paraviolarlas. Sin embargo, ninguno deaquellos norteamericanos, ni siquieraGreene, el hombre que conocía lasituación y era el único culpable fueprocesado. Además, el capitán deguardias Rhynning, quien aceptó elnombramiento del gobernador Izábalpara mandar esta fuerza denorteamericanos, en vez de ser depuestopor ello, fue ascendido más tarde. Altiempo de escribir esto, Rhynning ocupael productivo encargo de alcalde de lapenitenciaría territorial de Florence,Arizona.

Apenas se puede acusar a los

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subordinados que componían aquelgrupo de 300 hombres, puesto queGreene los engañó por completo.Creyeron que invadían México parasalvar mujeres y niños norteamericanos.Al llegar a Cananea en la tarde delsegundo día, descubrieron que habíansido burlados y al día siguienteregresaron sin haber tomado parte en lasmatanzas de los primeros días de junio.

Pero sucedió lo contrario con lossoldados de rurales mexicanos quellegaron a Cananea esa misma noche.Estaban bajo las órdenes de Izábal,Greene y Corral y se dedicaron a matarcomo les ordenaron. Había un batallón

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de caballería al mando del coronelBarrón; mil de infantería a las órdenesdel general Luis Torres, quien setrasladó con sus fuerzas a toda prisadesde el río Yaqui para someterse a lospropósitos de Greene; unos 200 rurales,el cuerpo de policías privados deGreene y un batallón de la acordada.

Todos ellos participaron en lamatanza. Los mineros encarceladosfueron colgados; otros fueron llevadosal cementerio, donde los obligaron acavar sus fosas y allí mismo fueronfusilados; condujeron a centenares haciaHermosillo, donde fueron consignadosal ejército mexicano; otros pasaron a la

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colonia penal de las Islas Marías y, enfin, muchos más fueron sentenciados alargas condenas. Al llegar a Cananea lasfuerzas de Torres, los huelguistas que sehabían atrincherado en los montes, serindieron sin intentar resistencia. Sinembargo, antes se efectuó un parlamento,en el que los dirigentes obtuvieronseguridades de que no se dispararíasobre los obreros; pero a pesar de queconvencieron a éstos de que no debíanresistir a las autoridades, Manuel M.Diéguez, Esteban B. Calderón y, ManuelIbarra, miembros del comité ejecutivodel sindicato, fueron sentenciados apasar cuatro años en la cárcel, donde

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aún permanecen, si todavía no hanmuerto.

Entre los encarcelados bajo órdenesde ser fusilados, se encontró L.Gutiérrez de Lara, quien no habíacometido otro crimen que el de hablaren un mitin de los mineros. La ordenpara su fusilamiento y el de otros fueexpedida directamente desde la Ciudadde México, por recomendación delgobernador Izábal. De Lara tenía amigosinfluyentes en la capital de la Repúblicay éstos se enteraron del caso gracias a laactitud amistosa del operador detelégrafos y del jefe de correos enCananea, y pudieron conseguir a tiempo

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la suspensión de la sentencia.El evento terminó en que los

huelguistas, completamentedesintegrados por la violencia homicidadel gobierno, no fueron capaces dereagrupar sus fuerzas. Se rompió lahuelga y los mineros supervivientesvolvieron al trabajo poco después encondiciones menos satisfactorias queantes.

Tal es el destino que el zar deMéxico tiene asignado a los obreros quese atreven a pedir una parte mayor delproducto de su trabajo. Queda todavíapor decir lo siguiente: Greene se negó aacceder a la petición obrera de aumento

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de salarios, basado en una buena excusa:—El presidente Díaz —dijo Greene

—, me ha ordenado que no aumente lossalarios y yo no me atrevo adesobedecerlo.

Es la excusa que ofrecen losempresarios a los trabajadores en todoMéxico. Sin duda, el presidente Díaz haexpedido semejante orden, y los queemplean obreros mexicanos, lospatrones norteamericanos incluso, seaprovechan de ella con gransatisfacción. Los capitalistasnorteamericanos apoyan a Díaz conmucho mayor acuerdo que al presidenteTaft. Los capitalistas norteamericanos

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apoyan a Díaz porque esperan quemantenga siempre barata la mano deobra mexicana, y que la oferta de éstalos ayude a romper la espina dorsal delas organizaciones obreras de losEstados Unidos, ya sea mediante latransferencia de parte de su capital aMéxico o mediante la importación detrabajadores mexicanos a los EstadosUnidos.

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Capítulo XII

Críticas y comprobaciones

Los primeros cinco capítulos de estetrabajo —los cuales, un poco másreducidos, se publicaron en serie en TheAmerican Magazine en el otoño de1909—, despertaron una ola decomentarios lo mismo en los EstadosUnidos que en México. Llegó una lluviade cartas dirigidas tanto a la revistacitada como a mí, en muchas de lascuales se dijo que los firmantes habían

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presenciado situaciones similares a lasque yo había descrito. Por otra parte, enmuchas se declaró con franqueza que yoera un mentiroso y un calumniador,afirmando en diversas formas que enMéxico no existía nada semejante a laesclavitud o al peonaje y que, si acasoexistía, de todos modos era la únicaforma práctica de civilizar a México;que los trabajadores de ese país eran losmás felices y afortunados en toda latierra y que el presidente Díaz era elgobernante más benigno de la época; queuna búsqueda paciente pondría aldescubierto ejemplos de barbarie aun enlos Estados Unidos y que mejor sería

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limpiar primero nuestra casa; que había900 millones de dólares de capitalnorteamericano invertidos en México…y así, sucesivamente.

En verdad, lo más notable de estadiscusión fue la forma precipitada enque ciertas revistas, periódicos, editoresy personas particulares de los EstadosUnidos corrieron a la defensa delpresidente Díaz. Es evidente que estosindividuos actuaron sobre la base de quela acusación de que hay esclavitud enlos dominios del presidente Díaz era unadeshonra para el régimen de éste, comolo es en efecto. De aquí que procedierana denunciarme en los términos más

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violentos, por una parte, y a soltar unacorriente de adulación literaria sobre elpresidente Díaz, por la otra. Creo que senecesitaría un larguísimo tren de cargapara transportar toda la literatura deadulación que los amigos de Díaz hanhecho circular en los Estados Unidos enlos 6 meses siguientes y a la primeraaparición de mis artículos en losperiódicos.

La lectura de ellos y de esa literaturaconduciría a cualquiera, de modoinevitable a la conclusión de que alguiendesfiguraba la verdad en formadeliberada. ¿Quién lo hacía? ¿Quién…,y por qué? Como tanto el «quién» como

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el «por qué» son parte de esta historia,se me perdonará que me detenga durantealgunas páginas para contestar primero ala pregunta: «¿Quién?».

Sería para mí un placer presentaralgunos centenares de cartas que, enconjunto, corroboren repetidas veces losdetalles esenciales de mi relato sobre laesclavitud mexicana; pero si así lohiciera quedaría poco espacio para otrascosas. Sólo puedo decir que en lamayoría de los casos los firmantesaseguran haber pasado varios años enMéxico; que las cartas no fueronsolicitadas; que quienes las escribieronno fueron pagados por nadie y que, en

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muchos casos, ponían en peligro suspropios intereses. Si yo soy mentiroso,todas estas personas deben serlotambién, lo cual dudo que alguienpudiera creer después de haber leídoesas cartas.

Pero no voy a publicarlas y no pidoal lector que las considere en mi favor.Sin embargo, algunas de ellas comomuestra, en cantidad suficiente paraconvencer, pueden verse en los númerosde noviembre, diciembre y enero de TheAmerican Magazine.

Pasaré también por alto lostestimonios publicados de otrosescritores, investigadores bien

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conocidos, que han comprobado mirelato con más o menos detalles. Porejemplo, la narración de la esclavitud enlas plantaciones de hule propiedad denorteamericanos, escrita por HermanWhitaker o impresa en The AmericanMagazine de febrero de 1910; losrelatos sobre la esclavitud en Yucatánpor los escritores ingleses Arnold yFrost, en el libro Un Egipto americano,citados extensamente en The AmericanMagazine de abril de 1910. Lacomprobación que voy a presentar aquíestá tomada por entero de mis censores,personas que empezaron a negar laesclavitud, o a paliarla, y que acabaron

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por admitir la existencia de los aspectosesenciales de esa institución.

Para empezar con la clase menosimportante de testigos, tomaré primerolas afirmaciones de variosnorteamericanos, dueños de haciendasque corrieron a la imprenta a defender elsistema de su amigo Díaz. Entre éstos sehalla George S. Gould, administrador dela hacienda hulera «San Gabriel», en elistmo de Tehuantepec. En variosperiódicos se ha citado con largueza alseñor Gould, especialmente en el SanFrancisco Bulletin, donde se habla dela «absoluta inexactitud» de misescritos. He aquí algunas de sus

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explicaciones, tomadas de esteperiódico:

Como administrador general de SanGabriel, envío $2,500 a mi agente en laciudad de Oaxaca, en cierta épocadonde abre una oficina de empleos ysolicita un grupo de 75 hombres…

Al trabajador se le paga unpromedio de 50 cents. mexicanos porsemana, hasta que su deuda con lacompañía queda liquidada. La compañíano está obligada a pagarle esta cantidad,pero lo hace así para tenerlo contento.Se le puede contratar por periodos de 6meses a 3 años. En este lapso, si el

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trabajador es razonablementeindustrioso y ahorrativo, no sólo habrápagado su adeudo sino que al hacerse laliquidación saldrá con dinero en elbolsillo…

El resumen es éste: la esclavitud delpeón en México podría llamarse«esclavitud» en el sentido más estrictode la palabra; pero mientras eltrabajador se halla bajo contrato con elpropietario de la hacienda, se le estáhaciendo un bien inestimable. Son losdueños de las haciendas los que impidenque los peones en general seres humanosinútiles sin oficio se conviertan en unacarga pública. Sin saberlo, quizás,

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cierran el paso a elementosirresponsables y sin ley, enseñando a lospeones a usar los brazos y la cabeza.

El señor Edward H. Thompson fuecónsul norteamericano en Yucatándurante muchos años. El señorThompson posee una haciendahenequenera. Aunque yo no lo visité, meinformaron que tenía esclavos en lasmismas condiciones que los demás«reyes del henequén». Indudablementedespués de la publicación de mi primerartículo, el señor Thompson dio aconocer una larga declaración queapareció en muchos periódicos, y por

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esto supongo que empleó a un sindicatode redactores para hacerla circular. Elseñor Thompson empezó por denunciarmi artículo como «injurioso en susafirmaciones y absolutamente falso enmuchos detalles». Pero léase lo que elseñor Thompson mismo dice que son loshechos:

Reducido a sus más sencillos términos yvisto el asunto sin el deseo de producirun artículo sensacional para una revista,la llamada «esclavitud» se convierte enun arreglo contractual entre ambaspartes. El indígena, necesita el dinero, ocree que lo necesita, mientras que el

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patrón necesita el trabajo del sirvienteindígena.

Al peón endeudado se le mantienemás o menos de acuerdo con lostérminos del contrato verbal e implícito,según el personal entendimiento delpatrón, o de su representante. Estasituación general es la misma que existeen todas las grandes industrias denuestro país, tanto como en Yucatán.

No trato de defender el sistema detrabajo por deudas. Es malo en teoría ypeor en la práctica. Es malo para elhacendado porque distrae un capital quede otro modo podría emplearse endesarrollar los recursos de la hacienda.

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Es peor para el peón, porque a causa delsistema, se acostumbra a confiarsedemasiado en la poderosa protección desu patrón-acreedor.

Si se leen esas líneas condiscernimiento, se observará que elseñor Thompson admite que en Yucatánprevalece la esclavitud por deudas;admite que existe un sistema similar entodo México, admite que es un sistemaque no puede defenderse. Entonces, ¿porqué lo defiende?

El señor C. V. Cooper, negociantenorteamericano en bienes raíces,escribió en el Portland Oregonian, que

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leyó mis artículos con «entretenimientomezclado con indignación», y concluyeque estaban «muy exagerados». Peroadmitió algunas cosas. Dijo:

La ley mexicana sobre peonajeestipula que si un sirviente, porcualquier razón, está endeudadocon su patrón, tiene quepermanecer con él y pagar ladeuda con su trabajo, medianteun jornal que se conviene entreel patrón y el empleado.

Pero, señor Cooper, si el empleadotiene que permanecer con su patrón,

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¿cómo puede éste protestar respecto aljornal que, según usted, «se conviene»?

Con mucho candor, el señor Cooperexplica la libertad del peón del modosiguiente:

No hay nada obligatorio en elservicio que presta. Si no legusta lo que le rodea o el tratoque recibe está en perfectalibertad de obtener el importe desu deuda de cualquiera yabandonar la hacienda.

¿De quién cualquiera, señor Cooper?¡Ah, la dulce, dulcísima libertad de

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México!Es muy lamentable que el señor

Cooper haya manchado el sonrosadocuadro que pinta, al admitir la caceríahumana como parte del sistema. Pero asíes:

Si un hombre se escapa,podemos hacer que lo regresensi el importe de su adeudo valela pena. Los gastos de su capturalos paga la hacienda y se agregana la cuenta del peón.

Esto no obstante, Cooper declara alfinal:

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Los peones son perfectamentelibres de ir y venir comoquieran, con la única restricciónlegal de que no estafen a nadie eldinero que se les ha anticipadode buena fe.

El señor Cooper tenía tan buena opiniónde su defensa del sistema de Díaz que élmismo —o algún otro— llegó a gastardinero en imprimirla en forma de folletoy hacerla circular por todo el país. Hubootros folletistas, además del señorCooper, que se apresuraron a defender aMéxico. Uno de ellos fue el señor E. S.Smith, en Tippecanoe, Iowa, el hombre

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que telegrafió al presidente Taftsuplicándole que negase a The AmericanMagazine el uso del correo, antes quemi primer artículo entrara en prensa. Elseñor Smith escribió La verdad acercade México, en The Banker s Magazine,y con el mismo contenido se hizo unfolleto. El señor Smith llegó a talesextravagancias al negar lasimperfecciones de las institucionesmexicanas, y fue tan brillante en susdescripciones del «ideal» gobierno deMéxico, que uno de los más calurososdefensores de ese gobierno, TheMexican Herald, sintió repugnancia alconocer esa producción y publicó un

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largo editorial en el que rogaba que selibrase a México de amigos tales comoel señor Smith.

El señor Guillermo Hall, otronorteamericano interesado enpropiedades mexicanas, considera misartículos como «una gran injusticia»,puesto que como el pobre mexicano nosabe de libertad, éste debe encontrarseperfectamente bien como esclavo. ElCitizen, de Tucson, Arizona, transcribióel texto del señor Hall como sigue:

La fría realidad en tinta negrapodría parecer absurda a losnorteamericanos, cuya educación

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y medio ambiente son tandistintos… En las tierras bajas, alo largo de la frontera, porejemplo, el llamado peón notiene concepto de la libertad quenosotros disfrutamos enNorteamérica. No sabe enabsoluto lo que significa. Allílos propietarios se venobligados, por la fuerza de lascircunstancias, a mantener porahora cierta clase de feudalismosobre el peón.

El señor Dwight E. Woolbridge,hacendado y escritor, escribió

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largamente en defensa de la esclavituden el Mining World , órgano de laAmerican Mine Owners Organization(Organización Norteamericana dePropietarios de Minas). He aquí algunospárrafos:

Sin duda, hay brutalidades y salvajismoen México. Se cometen allí ultrajes,tanto con los prisioneros que se sacan delas cárceles para llevarlos a lashaciendas, como con los yaquis… Yo heinvertido en una gran hacienda del surde México, donde tenemos unos 300trabajadores yaquis.

Por toda la región yaqui he visto

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cosas como las descritas en la revista;he pasado junto a cadáveres colgados delos árboles, a veces mutilados; he vistocentenares de yaquis pacíficosencerrados en cárceles para serconducidos a las haciendas de Yucatán,de Tabasco o de Veracruz; he oídocosas peores.

Existe cierta clase de peonaje enMéxico. Puede llamarse esclavitud, si sequiere, sin ir muy lejos de la verdad. Dehecho es ilegal y no se pueden sostenerante los tribunales los contratos hechosbajo ese sistema. El esclavo es esclavomientras paga su deuda con trabajo.

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Desde luego, ninguno de los defensoresde México admite todas misafirmaciones y es natural que traten dedisminuir los horrores del sistemaesclavista; de otro modo no podríandefenderlo. Pero puede verse que unoadmite una cosa y otro otra, hasta queconfiesan que es verdad toda la historia.

Entre los publicistasnorteamericanos que salieron en defensade Díaz se halló el señor WilliamRandolph Hearst. El señor Hearst envióa México a un escritor, OthemanStevens, a recoger material para probarque ese país no es bárbaro. El señorStevens trató de llevar a cabo con

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valentía la misión que se le habíaconfiado; pero al juzgar el sistema deesclavitud por contrato, tuvo que admitirla mayoría de mis apreciacionesesenciales y sólo pudo hacer la defensacon el pretexto de ser una «necesidad»del capitalismo. Algunas de susconfesiones, tal como aparecieron en elCosmopolitan Magazine de marzo de1910, son las siguientes:

Para compensar estas perspectivas delos incipientes avances industriales,existe un sistema de trabajo porcontrato, y este sistema, en México, esuna mala institución.

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El aspecto repulsivo a nuestros ojosse halla en que mientras el trabajador secontrata voluntariamente, la ley otorga alpatrón el derecho de actuar sobre lapersona física de aquél para hacerlocumplir. En teoría, no se puedepresentar ningún argumento en favor deltrabajo por contrato.

Si un enganchado se rebela, o esinsolente o flojo, el palo en mano delcapataz de la cuadrilla se hace sentir ensus espaldas, y de este modo prontoentiende que tiene que cumplir sucontrato. Si se escapa, se paga unpremio de diez dólares a quien lo hagaregresar. Le quitan su ropa y lo visten

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con un costal al que le han hecho unosagujeros para que por ellos saque losbrazos y las piernas.

La defensa de este sistema escrita por elseñor Stevens, tal como se publicó en larevista mencionada, es como sigue:

Fuera de las limitaciones de unacontroversia dogmática, sólo hayun aspecto que convierte unabuso en un derecho, y es lanecesidad. La aplicación legalde un contrato mediante el uso dela fuerza física sobre la persona,es de por sí reprobable. Por otra

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parte, la legislación queprohibiera hoy el trabajo en esostérminos, acarrearía malesmayores, pues destruiría lainversión de millones, retardaríael muy benéfico y rápidodesarrollo de la región más ricade este continente, si no delmundo y, por reflejo, causaríamayores daños al mismo puebloque se trata de ayudar que lacontinuación indefinida de lasactuales condiciones.

Ésta es exactamente la lógica queempleaban los esclavistas dueños de las

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plantaciones de algodón en los Estadosdel Sur de los Estados Unidos, antes dela Guerra Civil. Es difícil que convenzaa quienes no tengan dinero invertido enlas haciendas mexicanas que utilizanenganchados.

No quiero cansar al lector; peroaparte del hecho de que he sido atacadode modo tan violento, tengo una razónpara profundizar un poco más en esteasunto de las críticas y confirmaciones.Trasladémonos al propio México, paraleer los mismos periódicos que sonpagados con cantidades específicas cadasemana, a cambio de fabricar unaopinión pública favorable al presidente

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Díaz y a su sistema. En la ciudad deMéxico hay dos diarios impresos eninglés, el Herald y el Daily Record.Ambos son prósperos y bien editados yfervientes defensores del gobiernomexicano actual. El Herald,específicamente, ha denunciado misartículos en muchas ocasiones. Creo quepuedo presentar no menos de 50 recortesde este periódico en los que, en unaforma o en otra, ha tratado de poner enduda en la misma campaña de defensa,desde la primera aparición de Méxicobárbaro, ambos periódicos hanpublicado escritos que han confirmadomis cargos de manera convincente.

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El 23 de octubre de 1909, el DailyRecord se atrevió a publicar el artículodel Dr. Luis Lara Pardo, uno de los másconocidos escritores mexicanos, en elque admitió que mis denuncias eranciertas. Serán suficientes algunas líneasde dicho artículo. Dijo el Dr. LaraPardo:

El régimen de esclavitud continúa bajola protección de las leyes de préstamos.Los peones son vendidos por unhacendado a otro con el pretexto de queel dinero anticipado debe pagarse. En lamisma capital de la República se hatraficado con carne humana.

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En las haciendas, los peones vivende la manera más horrible. Estánamontonados en alojamientos más suciosque un establo y son maltratados. Elhacendado ejerce la justicia por supropia mano sobre el peón y a éste se leniega hasta el derecho de protestar.

El temor de verse enganchado, muycomún entre la gente del pueblo común,probaría no sólo que el sistema esgeneral, sino que lleva aparejadagrandes penalidades. El 6 de enero de1910, el Mexican Daily Record publicóuna noticia que demostró la veracidadde esto y también denunció un

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procedimiento por el que el gobierno leshace el juego a los enganchadores. Sinsu encabezamiento, la noticia dice:

Hay 100 trabajadores enganchados paratrabajar en los campamentos deconstrucción del ferrocarril de Veracruzal Pacífico; se hallan acampados cercade la estación de Buenavista, debido aque no han querido firmar un contratoformal, y a que la ley prohíbe que se lestraslade a otro Estado sin ese contrato.

El gobernador Landa y Escandón senegó ayer tarde a acceder a la peticiónde R. P. Davis y F. Villademoros,firmantes de una solicitud para que

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permitiera embarcar a los trabajadores.Con sus mujeres e hijos y todas suspropiedades materiales, forman unabigarrado campamento cerca de laestación.

En su petición, Davis yVillademoros manifiestan que laempresa del ferrocarril está sufriendograndes pérdidas por la detención de lostrabajadores, y que muchos de éstostemen que si firman contratos, seránembarcados a las plantaciones deazúcar y café y retenidos hasta laterminación de los periodosespecificados.

El gobernador Landa, negó la

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petición basándose en que la leyrequiere esa formalidad para proteger alos trabajadores, mientras que la razónpara prescindir de ella no parecíalógica.

E l Mexican Herald proporciona mayorconfirmación que el Mexican Record.

Al comentar las denuncias deMéxico bárbaro, el 27 de agosto de1909, aquel periódico dijo en su páginaeditorial:

En este diario, durante añosrecientes, así como en muchosperiódicos mexicanos, se han

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tratado con toda franqueza losabusos del sistema de peonaje yel maltrato de los enganchados otrabajadores por contrato enalgunas regiones. El inteligentegobernador de Chiapas hadenunciado los males delpeonaje en su Estado y harecibido el agradecimiento de laprensa patriótica del país.Ninguna persona con ideas dejusticia y bien informada, tratade negar que hay algunos puntososcuros en las condiciones deltrabajo agrícola.

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Hacia la misma época, Paul Hudson,gerente general del periódico, fueentrevistado en Nueva York, dondeexpresó que mis exposiciones «noadmiten negación categórica». Y en elMexican Herald del 9 de mayo de 1910,J. Torrey Conner, al escribir un elogiodel general Díaz dijo, no obstante: «Sesabe, sin duda, que existe esclavitud enMéxico; y así se entiendegeneralmente». En febrero de 1909, enuna nota editorial sobre la situaciónpolítica, en el Estado de Morelos, elMexican Herald llegó al extremo deadmitir que algunos peones endeudadoshabían sido muertos por sus amos. Para

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citarlo con exactitud transcribo:

Es innegable que losadministradores (de lashaciendas) son a veces severos.Cuando se enojan, abusan de lospeones y hasta los maltratanfísicamente. En algunos casos, entiempos no muy lejanos hasta hanprivado de la vida atrabajadores indígenas que loshan irritado; pero a pesar deello, los homicidas han quedadopor completo libres.

El 27 de agosto de 1909, en un artículo

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titulado «El enganchado» el Heraldexpresó en parte:

A los enganchados se les guarda de lamanera más cuidadosa, pues siempreexiste el peligro de que se escapen a lamenor oportunidad. Con frecuencia loscabos son crueles en el trato, lo cualdebe condenarse… No está de másmencionar aquí los abusos que, según sedice, han sido cometidos contra losenganchados; el trato es tan brutal contraalgunos hombres, que éstos han muerto;la violación de las mujeres; la privaciónde medios para que los obreros se bañeny las condiciones insalubres de sus

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casas que les producen molestasenfermedades… Ningún hacendado queconozca la historia verdadera delsistema, o los hechos que ocurren en elinterior de las haciendas vecinas, negarápor un momento que los peores relatosde los enganchados son ciertos.

Los hacendados no aceptan eltrabajo enganchado porque les guste, nilo prefieren sobre algún otro, por bajoque sea; pero tiene ciertas ventajas,como un hacendado me dijo con un rarotono de voz: «Una vez que los haconseguido son suyos y tienen quehacer lo que usted quiera. Si no lohacen, puede usted matarlos».

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Tal confirmación, proviene de unsubsidiado apoyador del propio sistema,sería más bien embarazosa paraaquellos individuos que han sido tancelosos en anunciar públicamente que lapintura que yo hice de la esclavitudmexicana era pura invención. Puedeverse que mi exposición de la esclavitudmexicana no fue la primera que circulócon letras de molde; tan sólo fue laprimera que circuló con amplitud y hasido mucho más detallada quecualquiera anterior. La pequeña nota queacabo de citar admite prácticamentecomo ciertos todos los peores aspectosde que yo he tratado en mis artículos.

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He aquí una noticia ordinaria,recortada del Mexican Herald del 20 demayo de 1909.

Se dice que Ángel Contreras,enganchado, perteneciente a unabuena familia, fue brutalmenteasesinado al haber sido apaleadohasta morir en las cercanías delingenio de San Francisco,municipalidad de El Naranjal.Los periódicos locales afirmanque ya se han cometido otroscrímenes similares en ese lugar.

Ésta es la primera información que tuve

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de que se mataba a los hombres a palosen los ingenios azucareros de México.

Presento en seguida una noticiatomada del Mexican Herald quedescribe mejor que yo lo hice en elcapítulo IV, uno de los métodos de losenganchadores para que caiga el pez enla red. El periódico publica la noticiacomo si se tratara de un acontecimientoinusitado; yo lo reproduzco íntegroporque es típico. La única diferencia eneste caso consiste en que se rescató a lavíctima y el agente enganchador fueencarcelado durante uno o dos días,dada la casualidad de que la víctimahabía sido empleado de la Secretaría de

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Relaciones Exteriores. Si lasautoridades desearan acabar con estegénero de secuestros de hombres —como el Herald quisiera hacer creer—,¿por qué no arrestaron a los encargadosde las otras casas de enganchadores queencontraron y libertaron a losprisioneros? He aquí la noticia con susencabezados y completa:

MUCHACHO DE 16 AÑOS ATRAPADOAQUÍ. LA ALAMEDA, ESCENARIO DE SUSECUESTRO POR UN ESPAÑOL PARALLEVARLO A LA OAXAQUEÑA. LOSCONTRATISTAS PROYECTABAN ENVIARAL MUCHACHO A UNA HACIENDA DE

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NORTEAMERICANOS.

Cuando Felipe Hernández, agente de unaempresa de contratistas de trabajadores,comúnmente llamados en Méxicoenganchadores, encontró en la Alamedaa Benito Juárez, de 16 años de edad, latarde del miércoles y lo condujo conbrillantes promesas de trabajo yremuneración a acompañarle a una casade la calle de la Violeta, Hernándezcometió uno de los errores más grandesde su vida. Por negarse a permitir aljoven Benito, que saliera de la casa unavez que había entrado en ella, violó unade las leyes federales y ahora está

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detenido en la 5a. Comisaría pararesponder del cargo de detención ilegal.

Hernández declaró que él esempleado de Leandro López, que estáconsiguiendo trabajadores para la«Oaxaqueña Plantation Company»,empresa norteamericana, que explotauna extensa hacienda en el Istmo deTehuantepec, en los límites del Estadode Veracruz, no lejos de Santa Lucrecia.Ambos enganchadores son españoles. Elparadero del muchacho, Benito Juárez,no se pudo saber en definitiva hasta latarde de ayer, cuando se obtuvo sulibertad a requerimiento delsubcomisario Bustamante, de la 5a.

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Comisaría, quien más tarde arrestó aHernández después que el muchachohabía rendido su declaración en lacomisaría.

Cómo se engañó al muchacho

En la tarde del miércoles, cerca de las 2p.m., el joven Benito, que había estadotrabajando con su madre, vendedora depan, estaba sentado en una de las bancasde la Alameda, cuando de acuerdo consu relato, se le acercó Hernández y enforma amable le preguntó si deseaba untrabajo con $1.50 al día. El hombre leexplicó que se trataba de un trabajo en

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una fábrica de alcohol cerca de laciudad y que el puesto era algo así comotomador de tiempo u otro trabajo deoficina. El muchacho estuvo conforme yfue invitado a acompañar a su nuevoamigo a la calle de la Violeta, donde searreglarían los detalles de su empleo.

En el camino se detuvieron en unatienda de ropa barata, donde Hernándezcompró un sombrero de palma de 20cents., una blusa de 50 cents., un par desandalias y un par de pantalones. Alllegar a la casa de la calle de la Violeta,el joven Juárez recibió órdenes deponerse las prendas de peón y dejar supropio traje de buen género. En la casa

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en que se halló había otros 3 o 4hombres en la misma situación que él,quienes le hicieron saber que ahora eraun trabajador por contrato destinado auna plantación en «tierra caliente».

Sus amigos lo buscan

Hasta hace poco tiempo Benito habíaestado empleado como mozo en laSecretaría de Relaciones Exteriores, sitaen el Paseo de la Reforma, y el traje quecambió por las ropas de peón era unobastante bueno que había usado mientrasestuvo allí. Gracias a la actitudcaritativa de su antiguo jefe en esa

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oficina del gobierno, pudo hallar lalibertad después de su involuntariadetención en la calle de la Violeta.

La madre del muchacho, ÁngelaRamos, que vive en el Núm. 3 de lacalle de Zanja, esperaba encontrarse consu hijo en la Alameda, donde él laaguardaba cuando llegó Hernández. Alno verlo, hizo algunas pesquisas yrecabó informes de que lo habían vistoirse con un hombre que se suponía eraenganchador, por lo queinmediatamente buscó a IgnacioArellano, empleado en el edificio deRelaciones Exteriores, y le contó sustribulaciones.

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Se acude a la policía

El Sr. Arellano, acompañado porAlfredo Márquez, empleado de laSecretaría de Fomento, consiguió lasdirecciones de tres establecimientoscomúnmente llamados casas deenganchadores, ubicadosrespectivamente en las calles deMoctezuma, Magnolia y Violeta. Susgestiones, tal como las relataron ayer aun representante de The Herald, fueronmás o menos las mismas en cada una delas casas, con los siguientes resultados:

En cada una de las «oficinas» de los

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contratistas de trabajadores donde sepresentaron se les negó la entrada, y lesdijeron que no tenían en su poder almuchacho en cuestión. En las tresafirmaron que nunca contrataban amenores de edad. Puesto que susesfuerzos eran inútiles, Arellano yMárquez llevaron el asunto a la 54Comisaría, donde explicaron el caso alsubcomisario Bustamante, quien destacóa un oficial y a dos policías secretospara que fueran a esos lugares conórdenes de efectuar un registrocuidadoso.

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Registro de la casa

No encontraron especial resistencia paraentrar en las casas de Moctezuma yMagnolia. En la primera había como 12hombres que habían firmado contratospara salir de la ciudad a trabajar en lashaciendas y en la segunda había unos 24.Se dice que estos hombres reclamaronporque se les negaba el permiso de salirdel lugar donde estaban alojados,mientras esperaban su traslado a sudestino definitivo.

Sin embargo, en la calle de la

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Violeta el portero se negó al principio aadmitir a los funcionarios, y sóloobedeció cuando se amenazó conarrestar a todas las personas que hubieraen la casa, en la cual encontraron aljoven Juárez, al que llevaron a la 5a.Comisaría para tomarle declaración.Tan pronto como se levantó el acta, seordenó la detención de Hernández, y unavez que fue identificado por elmuchacho, se puso a éste en libertad.

El relato del muchacho

Anoche, al contar su aventura, el jovenJuárez describió el encuentro en la

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Alameda y el cambio de ropa ycontinuó:

«Después de haber llegado a la casa, meenteré por uno de los hombres queestaban allí de que me habían engañadoal prometerme $1.50 como tomador detiempo en una fábrica de alcohol, ycuando le pregunté al sujeto que mehabía traído si sus promesas eranciertas, me contestó que claro que no loeran y que yo iba a trabajar como peónen la hacienda La Oaxaqueña por 50centavos al día. Entonces le pedí que medejara salir, pues yo no quería hacer esetrabajo; pero no me lo permitió,

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diciéndome que le debía $5 por la ropaque me había dado.

»Antes de eso, le dije que tenía quepedir permiso a mi madre para irme: mecontestó que tenía mucha prisa, de modoque escribí una nota para ella y se la dia él para que la entregara. Más tarde, medijo que mi madre había leído la nota yque había dado su permiso; pero heaveriguado después que ella no recibiótal nota y que en ese tiempo me andababuscando.

»Me dieron $1.05 como anticipo demi paga y a la mañana siguiente 25cents. para comprar alimentos, que sevendían en la casa. Todo este dinero me

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lo cargaron a cuenta para pagarlodespués que fuera a trabajar, cosa quesupe antes de dejar aquella casa. Eldesayuno me costó 13 cents. y fue dechicharrones con chile, mientras que lacomida —un plato de sopa— me costó12 cents. No había cena.

»Después que me encerraron en lacasa, llegaron un hombre y una mujer;ésta llevaba un niño de un año; allíestaba todavía. La gente de esa casa seha quedado con mi ropa; pero, de todosmodos, estoy muy contento de habermelibrado de ir a tierra caliente. No firméninguna clase de contrato; ni siquiera viuno y no sé si los otros que están allí

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habrán firmado contratos. Todos decíanque les habían negado el permiso dedejar la casa mientras no pagaran eldinero que les dijeron que debían.»

Buen trabajo de la policía

Desde que los funcionarios de policíade la 54 Comisaría recibieron laprimera noticia de la infracción a la leydel trabajo hasta que Hernández fuecapturado y procesado, esta actividad hademostrado fuera de toda duda cuánlejos están las autoridades y el gobiernode entrar en connivencia para cometerabusos contra los trabajadores, como se

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ha acusado a este país.La ley mexicana establece la pena de

5 años de prisión por delitos de estecarácter contra menores, y expresamenteprohíbe la contratación de menores deedad y que éstos se comprometan atrabajar. Como no hay detención sin eldebido proceso, parece segura laperspectiva de un fuerte castigo paraHernández, si las afirmaciones delmuchacho son correctas, puesprobablemente servirá de ejemplo paraescarmiento de otros contratistasdispuestos a no tener cuidado en susmétodos.

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Dudo de poder encontrar mejor modo determinar este capítulo que el de citarinformes oficiales del gobierno de losEstados Unidos. Aunque los siguientespárrafos se hayan escrito a sangre fría,las afirmaciones que contienen son, noobstante, confirmatorias en exceso.Están tomados del Boletín Núm. 38 delDepartamento del Trabajo de losEstados Unidos, publicado en enero de1902. Me hubiera gustado hacer una citamás extensa; pero sólo tomo lossiguientes párrafos de las páginas 42, 43Y 44:

En muchos Estados [mexicanos] donde

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se cultivan productos tropicales, losindígenas residentes trabajan bajo uncontrato que es obligatorio para ellos,debido a que se hallan en deuda con elhacendado…

El sistema de trabajo forzado selleva hasta sus lógicas consecuencias enlas haciendas henequeneras de Yucatán.Allí, en todas las grandes haciendas, seencuentra un grupo de peones, llamadoscriados o sirvientes, que viven en ellascon sus familias; en muchos casos hannacido allí. Estos criados están ligadosa la tierra por deudas, pues aunque unmero contrato para prestar ciertosservicios no impone una ocupación

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específica, en Yucatán se sostiene que sise ha hecho un pago anticipado, sepuede exigir el reembolso del dinero, oen su defecto, la realización de untrabajo específico.

El sistema de trabajo forzado pordeudas parece funcionar en Yucatán asatisfacción del hacendado. El peón estáobligado a trabajar a menos que puedaliquidar su deuda, la cual se halla enaumento constante; cualquier intento dehuida o evasión es castigadopenalmente. El peón rara vez o nuncaconsigue su independencia; el traspasode un trabajador de un patrón a otro seefectúa sólo mediante el pago del

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importe de la deuda contraída que elnuevo patrón hace al anterior. Así, elsistema parece esclavitud, no sólo por laobligación bajo la cual trabaja el peón,sino por el gran gasto inicial delhacendado como primera inversión enmano de obra.

En el Estado de Tabasco, lascondiciones del trabajo forzado son algodiferentes y se agrava demasiado ladificultad del problema de mano deobra, especialmente desde el punto devista del hacendado. En Tabasco, la leyno permite aplicar el mismo remedioque en Yucatán; es decir, la exigenciadel cumplimiento específico de un

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contrato por cuenta del cual se ha hechoun pago anticipado; pero esteinconveniente es más aparente que real,pues la autoridad gubernativa está enmanos de la clase propietaria de lastierras, y la obligación de los peonescontratados de trabajar para loshacendados se hace cumplir en larealidad.

Es necesario preguntar de nuevo, ¿quiénha distorsionado la verdad? ¿Yo o losotros? ¿Hay esclavitud en México y estáextendida? ¿Se compran y se venden loshombres como si fueran mulas? ¿Sonencerrados por las noches y cazados

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cuando tratan de escapar? ¿Se les dejamorir de hambre, se les azota y se lesmata? Con toda seguridad que estaspreguntas han sido contestadas a enterasatisfacción de cualquier lector honrado.Pero todavía no he respondido a estaotra pregunta: ¿por qué hay tantosnorteamericanos tan interesados endesfigurar la verdad acerca de México?

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Capítulo XIII

El contubernio de Díaz con laprensa norteamericana

Si existe alguna combinación deintereses en los Estados Unidos queejerza una influencia tan poderosa comola del presidente Díaz sobre la prensanorteamericana, me gustaría saber sunombre.

En el capítulo anterior he afirmadoque ninguna publicación mexicana seatreve —sin que importen las

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circunstancias— a criticar de mododirecto al presidente Díaz. Aunque no sepuede decir lo mismo, desde luego, delos Estados Unidos, es posible afirmarlo siguiente: existe una extraña, hastamisteriosa resistencia en los poderososperiodistas norteamericanos parapublicar cualquier cosa que perjudiqueal gobernante mexicano y también semanifiesta en ellos un notable deseo depublicar lo que halague a ese dictador.

Hasta ahora no conozco un sololibro, publicado y distribuido conregularidad en los Estados Unidos, quecensure seriamente al presidente Díaz demodo personal o a su gobierno; pero

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podría mencionar por lo menos 10 quelo ensalzan de la manera másextravagante. En realidad, no sé dealgún libro que haya circulado en losEstados Unidos, es decir, distribuidopor alguna de las casas editorasconocidas, donde se hubiera intentadohacer críticas al presidente Díaz.

La situación en el caso de lasrevistas es exactamente la misma.Aunque éstas han publicado centenaresde artículos que ensalzan a Díaz —sincontar los de los diarios—, durante losúltimos años no conozco una solarevista importante que haya censurado aldictador mexicano.

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¿No es ésta una situaciónasombrosa? ¿Cuál es la razón de ella?¿Es que el sistema de Díaz no merece unsolo reproche? ¿O es que, por algúnpoder misterioso, ese personaje escapaz de mantener a la prensa en sufavor?

Mírese alrededor y compárese: ¿hayalgún otro estadista o político de laépoca actual, norteamericano oextranjero, a quien los prominenteseditores norteamericanos hayanotorgado mayor cantidad de alabanzas yachacado menores culpas que alpresidente Díaz?

Confieso que no sé si hay revista

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importante que haya publicado algunacensura a Díaz. Entonces, ¿qué hasucedido con The American Magazine?Cierto que esta revista comenzó acriticar y proyectó continuar sus críticas.En varias ocasiones prometió a suslectores que trataría de la situaciónpolítica mexicana, apoyo de laesclavitud; dio a entender quepresentaría a Díaz bajo una nueva luz;contaba con el material en sus manos —la mayor parte del que contiene estaobra—, y sus anuncios fueron claros einequívocos. ¿Qué sucedió, pues?

The American Magazine hacomprobado lo que ahora sostengo. Lo

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ha hecho de modo más convincente quecualquier otro ejemplo que yo pudieracitar. De pronto mis artículos dejaron deaparecer; la investigación se detuvo; encambio, se publicaron otros artículos,más suaves, buenos para como probar laexistencia de la esclavitud en México;pero cada uno de ellos sugería que elpresidente Díaz no era personalmenteculpable de las bárbaras condicionesque se habían expuesto a la luz.

Díaz controla todas las fuentesde noticias y los medios detransmitirlas. Los periódicos sesuprimen o subsidian a capricho

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del gobierno. Sabemos dealgunos de los subsidios que sepagan en México aun a losimportantes periódicos que seimprimen en inglés. Lasverdaderas noticias de Méxicono pasan la frontera. Los librosque describen con verdad elactual estado de cosas sonsuprimidos o comprobados, auncuando se publiquen en losEstados Unidos. Se ha creado elgran mito México-Díaz,mediante una influenciahábilmente aplicada sobre elperiodismo. Es el más

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asombroso caso de supresión dela verdad y de divulgación de lamentira que aporta la historiareciente.

Con estas palabras, los directores deThe American Magazine anuncian almundo el primero de mis artículos, bajoel título de México bárbaro.

«… Mediante una influenciahábilmente aplicada sobre elperiodismo». Poca cuenta se dio el autorde esta frase de cuán preñada designificado estaba ella. Poco se imaginóque antes de 6 meses esta frase podríaaplicarse a su publicación lo mismo que

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a las demás.¿Cuál fue la «influencia hábilmente

aplicada» sobre The AmericanMagazine? No lo trato de decir; perocualquiera que lea de nuevo losvalientes anuncios hechos en losnúmeros de septiembre, octubre ynoviembre de 1909, así como losentusiastas comentarios de losdirectores de la revista acerca delinterés que despertó la publicación de laserie de artículos; los alegrescomentarios sobre el aumento decirculación; las cartas de lossuscriptores que pedían a los directoresque no temieran, sino que continuaran

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esa buena obra; después de todo ello, ellector observará cómo la revista sedesvió de su programa desde el día 19de enero de 1910, y entonces le parecerábien justificada la conclusión de quehubo alguna clase de «influenciahábilmente aplicada».[1]

Pero anotemos algunas de lascabriolas periodísticas que hacen otrosimportantes publicistas, por ejemplo,William Randolph Hearst, propietariode The American Magazine y de muchosdiarios en diversas partes de losEstados Unidos. No hay necesidad deahondar aquí en las «democráticas yhumanitarias» ocupaciones del señor

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Hearst; todo el mundo sabe que para losEstados Unidos y, sin duda, para lamayoría de los países, el señor Hearstaboga por la democracia, la libertad depalabra, la libertad de prensa, elsufragio universal, la reglamentación deempresas abusivas, la protección altrabajo… Pero los lectores de laspublicaciones del señor Hearst acabande saber que, en cuanto a México, estáen favor del despotismo, de una prensasometida a la policía, de que no hayasufragio, de que las empresas semanejen a su gusto…, de la esclavitud.Nunca he leído una apología máscalurosa de estas instituciones que la

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publicada por The American Magazineen sus ediciones de marzo, abril y mayode 1910.

El hecho de que el Sr. Hearst fue elresponsable personal de la publicaciónde tales artículos, se comprueba en unaentrevista que concedió a The MexicanHerald, en México, en marzo último.Dijo ese periódico con fecha 23 demarzo:

Respecto a los reportajes en quese ataca a México, los cuales sehan hecho circularrecientemente, el Sr. Hearstdeclaró que ha procurado

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defender el buen nombre de estepaís hasta el máximo de susposibilidades. Ha encomendadoa dos de sus reporteros, OthmanStevens y Alfred Henry Lewis,que trabajen sobre asuntosconcernientes a México, y muchodel material reunido por esosperiodistas ya había aparecidoen algunos de sus periódicos.

El señor Hearst acudió en defensa deDíaz con tal precipitación que no tuvotiempo para conseguir reporterosfamiliarizados con los hechosfundamentales del asunto, ni les dio

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tiempo para comparar notas y evitarcontradicciones, ni a sus editores paracomprobar las más corrientesafirmaciones. El artículo del señorLewis fue preparado tan a última hora,literariamente hablando, que al llegar ala redacción, la revista ya estabapaginada, y fue preciso insertarlo conpaginación especial. Uno de losaspectos risibles de la campañaconsistió en que, al presentar a loscaballeros de la defensa, el director delCosmopolitan moralizaba in extensosobre el caso de permitir a escritoreslegos e impreparados —se refería a mí— que tratan de asuntos importantes, y

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mencionaba una lista de escritoresprobados y garantizados comomerecedores de confianza, entre loscuales estaba el Sr. Alfred Henry Lewis.¡Pero, cómo se puso a escribir el Sr.Lewis! Me atrevo a asegurar que en todaesta obra que el lector lee no hay un soloerror que sea la mitad de ridículo quecualquiera de los 12 que aparecen en elcorto artículo del señor Lewis.

El señor Lewis, con modestia, hacenotar en su comienzo: «Personalmente,yo sé tanto de México y de losmexicanos como cualquiera». Pero elgrueso de su historia era que misescritos estaban inspirados por la

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«Standard Oil», la cual quería vengarsede Díaz por haber sido «expulsada deMéxico», Es un poco difícil de entendercómo pudo haber vivido el señor Lewisen los Estados Unidos durante losúltimos meses y haber leído losperiódicos sin enterarse de la guerra porel petróleo que se desarrollara enMéxico, una guerra en que, en el mismomomento en que escribía el Sr. Lewis, laStandard Oil parecía estar a punto deforzar a su único competidor a venderlesu empresa en condicionesdesventajosas; tampoco se sabe cómopudo haber ignorado el Sr. Lewis que la«Standard Oil» posee terrenos

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petrolíferos que valen millones dedólares, y que es la empresa que tiene ensus manos la mayor parte del mercadode distribución y venta del petróleo almenudeo en la tierra de Díaz; ni se sabe,además, cómo pudo ignorar el hecho deque H. Clay Pierce, director de la«Standard Oil Mexicana», es consejerode los Ferrocarriles Nacionales deMéxico —así llamada la fusión de lasdiversas líneas del gobierno—, y esíntimo aliado del presidente Díaz.Personalmente, ¡el señor Lewis sabetanto de México y de los mexicanoscomo cualquiera! ¿Cualquiera… que?

He aquí uno más de los garrafales

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disparates del señor Lewis:

Búsquese donde se quiera, encada rincón de México, delPacífico al Golfo y de Yucatán ala frontera de Arizona, no seencontrará ningún monopolioazucarero que engañe algobierno con balanzas alteradas;ningún monopolio carbonero querobe el combustible de lachimenea del pobre; ningúnmonopolio de la lana o delalgodón que le robe las ropasque lleva puestas, ni monopoliode la carne que le regatee este

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alimento en su mesa, nimonopolio de las pieles que leobligue a andar descalzo… Losmonopolios no existen enMéxico.

Esto prueba que el señor Lewis noconoce el principio básico de lasfinanzas y la vida comercial de México.No sólo el mismo grupo financiero quemonopoliza las grandes industrias de losEstados Unidos monopoliza esas mismasindustrias de México (en seguidamencionadas algunas de ellas), sino quecada Estado y cada localidad tienemonopolios menores que controlan,

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según su especialidad, los artículos deprimera necesidad de manera muchomás completa que en los EstadosUnidos. Parece que el señor Lewis nosabe que el gobierno de México haentrado francamente en el negociomonopolístico; que por venta o cesiónde privilegios especiales llamados«concesiones» crea y mantienemonopolios de mayor o menor grado. ¡Yeso que, personalmente, el señor Lewissabe de México y de los mexicanos tantocomo cualquiera!

Ahora, uno o dos de los párrafos delseñor Stevens, tomados casi al azar:

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No hay terribles problemas detrabajo que hagan vacilar alinversionista. Se desconocen lashuelgas y no hay peligro deescasez de mano de obra,calificada o no.

Otro más:

No hay banco en México quepueda quebrar, ni billete debanco que quede sin valor, yningún depositante está enposibilidad de perder su dinero,no importa qué desgracia puedaocurrirle al banco en que tenga

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su cuenta.

Respecto a la primera afirmación, ya lahe contestado en el capítulo «Cuatrohuelgas mexicanas». De estas huelgas,tres son famosas y no hay excusa paraque el señor Stevens no haya sabido deninguna de ellas. Respecto a la segundaafirmación, hay varios centenares denorteamericanos que, en este momento,quisieran con fervor que fuera cierta…,desean ardientemente conseguir unaliquidación sobre la base de Dls. 0.25por un dólar. En febrero de 1910, más omenos en la época en que el señorStevens escribía en forma tan brillante,

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el United States Bank of Mexico, el másgrande del país, servidor de muchosnorteamericanos, se declaró en quiebraexactamente de la misma manera que searruinan los bancos norteamericanos:por mala aplicación de los fondos enapoyo de negocios especulativos. Elbanco quedó deshecho; el gerente paróen la cárcel; los depositantes noobtuvieron la devolución de su dinero, yen la actualidad parece que hay pocasprobabilidades de que lo puedan retirar.De seguro que no conseguirán el total desus depósitos; ni siquiera la mitad. Noha sido éste el único de esa clase que haocurrido últimamente en México.

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Alrededor del 19 de mayo de 1910, otrobanco norteamericano, The FederalBanking Company, también quebró, y sucajero, Robert E. Crump dio en lacárcel. En suma, es evidente la falta debase para la afirmación del señorStevens.

Citar todos los dislates del señorStevens sería copiar la mayor parte desus tres artículos. Se trasladó a Méxicopara preparar algo en defensa de Díaz yno se tomó la molestia de ofrecer unliberal muestrario de hechos. Losagentes de Díaz se encargaron de él yescribió lo que le dijeron queescribiera. Hasta fue burlado con el

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cuento del esclavo de Yucatán que logrómeter a su amo en la cárcel, cuento queya antes había llenado su objeto. Lahistoria consiste en que uno de los«reyes del henequén» azotó a uno de sustrabajadores; éste apeló al juez de pazquien detuvo y multó a aquél. Elverdadero incidente fue —según uninformador de la mayor confianza— queel esclavo se había escapado y fuecapturado por un hacendado distinto desu amo; este hacendado intentó quedarsecon él. Durante el trabajo, el esclavo fuegravemente apaleado y en esascondiciones lo encontró su verdaderodueño, quien, en nombre del esclavo,

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consiguió la detención del plagiario. Asíse forjó el cuento de la «igualdad ante laley» del amo y del esclavo que se dio aconocer al mundo.

Sin embargo, lo importante no estáen las risibles equivocaciones de losreporteros del Sr. Hearst, sino en losmotivos de éste para poner sus prensas,tan sin reserva, al servicio de un hombrey un sistema que no defendería ni unmomento si lo encontrase en cualquierotro país.

Pero mencionemos algunas otraspublicaciones que se han puesto en elmismo lugar que la revista del señorHearst. Por ejemplo, el Sunset

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Magazine. En febrero de 1910 comenzóa publicar una serie de artículos de«Gaspar Estrada González», autor quese anunció como «un estadista muyallegado a Díaz». Fueron tres artículosde serviles lisonjas. Siguió otro deHerman Whitaker en que éste elogió aDíaz hasta ponerlo en el cielo y loabsolvió de toda culpa por lasatrocidades de la esclavitud en México.Después vino un artículo de un señorMurray, quien escribió para justificar elexterminio de los yaquis ordenado porDíaz.

Moody s Magazine, publicó unaserie de artículos bajo el título de

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México tal como es, en la que el escritorintentaba neutralizar el efecto de Méxicobárbaro en la conciencia del público.Ya he mencionado las defensas que sepublicaron, en el Banker s Magazine yen el Mining World . Además, TheOverland Monthly, The Exporter,muchos periódicos —como Los AngelesTimes— y varias publicacionesmenores, así como muchos particularesy uno o dos editores de libros, se hantomado el trabajo de defender a suamigo Díaz.

Respecto a defensas en forma delibro contra México bárbaro poco se hapublicado hasta hoy, sin duda por el

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corto tiempo transcurrido; pero haynoticias de que varios libros están apunto de salir. Uno de éstos, se dice,será de James Creelman, quien dejó deser empleado de Pearson s Magazinepara atender al llamado de Díaz.Creelman se apresuró a trasladarse deTurquía a México, donde ocupó variassemanas en recorrer la ruta que yodescribí en mis artículos, sin duda parapoder estar en condiciones de«refutarme» con verosimilitud.

El libro Porfirio Díaz, escrito porJosé F. Godoy, a quien hace poco Díaznombró su ministro en Cuba, no serefiere para nada a mis afirmaciones;

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pero es indudable que por éstas se haapresurado su publicación. Éste es unlibro de carísima impresión, que nocontiene nada que no se haya publicadoantes muchas veces, excepto… 70páginas de encomios a Díaz escritospor prominentes norteamericanos.Aquí tenemos el caso de un hombre, elSr. Godoy, que en realidad visitó —ohizo visitar— a senadores, diputados,diplomáticos y funcionarios delgobierno de los Estados Unidos,solicitando de ellos algunas palabrasamables para el presidente Díaz. Y lasconsiguió. Al ver este libro, me pareceque cualquier persona imparcial se

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sentiría inclinada a averiguar qué indujoa G. P. Putnam s Sons a publicarlo .Con seguridad que de ningún modo fuecon la esperanza de hacer una ventaprovechosa entre el público en general.

Sólo conozco un libro que censuró alsistema de Díaz, publicado por editornorteamericano solvente; pero lascríticas que contiene se hallan de talmanera veladas y tan envueltas enlisonjas que los críticosnorteamericanos lo tomaron por unoigual a los del género adulatorio. Sólouno de ellos, según declaró el propioautor, tuvo suficiente discernimientopara advertir que se trataba de un libro

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de censura. «Escribí el libro en esaforma —dijo el autor—, con laesperanza de que se permitiera sucirculación en México».

Pero los funcionarios del gobiernomexicano fueron más perspicaces quelos censores norteamericanos de libros,y no permitieron que el de ese autorcirculara. No sólo esto, sino que rápiday misteriosamente desapareció de laslibrerías de los Estados Unidos y alpoco tiempo no se le podía encontrar. Sise hubiera agotado la edición, porcompras del público, era de esperarseque los editores imprimieran unasegunda edición; pero renunciaron a ella

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y afirmaron con franqueza que la obra noaparecería de nuevo, aunque se negarona dar más explicaciones al autor y aotros interesados. El libro a que merefiero se titulaba Porfirio Díaz, escritopor Rafael de Zayas Enríquez ypublicado en 1908 por D. Appleton &Co.

Carlo de Fornaro, periodistamexicano, o más bien un nativo italianoque se había pasado dos años en laCiudad de México haciendo laborperiodística, también escribió un libro—Díaz, zar de México—, y lo mandóimprimir a sus propias expensas porqueno pudo encontrar editor. Le fue negada

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la circulación en México, y de inmediatose inició contra Fornaro un juicio pordifamación ante los tribunales de NuevaYork. El director del principalperiódico de Díaz —El Imparcial—,junto con Joaquín Casasús, el abogadomás prominente de México y antiguoembajador en los Estados Unidos, seapresuraron a trasladarse de México aNueva York para iniciar ese proceso.Entre los abogados norteamericanos quesirvieron como procuradores especialesestaba Henry W. Taft, hermano delpresidente y consejero de losFerrocarriles Nacionales de México. DeFornaro, sin medios para traer testigos

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desde México que apoyasen los cargosque aparecieron en su libro, resultóconvicto, se le envió a prisión por unaño y el libro no ha circulado conregularidad. En verdad, inmediatamentedespués de la detención de De Fornaro,por lo menos las librerías de NuevaYork, por alguna razón, se negaron acontinuar la venta de esa obra. Elincidente de De Fornaro ocurrió en1909.

Otro sucedido, acaso más notable,fue la supresión de Yucatán, el Egiptoamericano, escrito por Tabor y Frost,ingleses. Después de haber sido impresoen Inglaterra, este libro se puso a la

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venta en los Estados Unidos porDoubleday, Page & Co., una de lascasas editoras más grandes yrespetables. La edición se hizo a todocosto; de acuerdo con el curso normaldel negocio editorial, habría sidoposible adquirir ese libro años despuésde haber sido impreso; pero dentro delos seis meses siguientes, al contestar aun probable comprador, los editoresaseguraron que el libro se ha agotado yno hay absolutamente ningún ejemplardisponible. La carta obra en mi poder.El libro se refería casi por entero a lasviejas ruinas de Yucatán; pero en unas20 páginas exponía la esclavitud en las

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haciendas henequeneras; por esto teníaque desaparecer. Es de imaginar la clasede argumento que se empleó connuestros estimados y respetableseditores para inducidos a que loretirasen de la circulación.

Estos casos se agregan a los otros,para mostrar lo que pasa cuando unescritor llega a imprimir una denunciadel sistema de Díaz.

En esta obra hago lo que puedo paraexponer los hechos más importantes y, almismo tiempo, trato de evitar motivosválidos que pudieran servir a un procesopor difamación en mi contra. Cuandoaparezca, ninguna razón legal habrá para

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que no circule como circulan la mayoríade los libros. No obstante, si se ofrececon amplitud a la venta en la formaacostumbrada, ésta será la primeracensura extensa de Díaz y de su sistemaque se ponga abiertamente a laconsideración del pueblonorteamericano. La razón de que sea laprimera no estriba en la falta de hechosque pudieran aparecer en letra deimprenta y de escritores que desearanpublicarlos, sino esa «influenciahábilmente aplicada sobre elperiodismo» que el general Díaz ejerceen los Estados Unidos, país de libertadde palabra y prensa libre.

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Vuelvo a preguntar: ¿Cuál es elorigen de esa «influencia sobre elperiodismo»? ¿Por qué los ciudadanosde los Estados Unidos, respetuosos delos principios que defendieron susancestros del 76, que dicen reverenciara Abraham Lincoln, más que nada por suProclama de Emancipación, que seestremecen al pensar en la formaengañosa de contratación de bracerosdel Congo, en los horrores de la Siberiarusa, en el sistema político del zarNicolás, por qué tales ciudadanosdisculpan y defienden una esclavitudmás cruel, una peor opresión política yun más completo y terrible

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despotismo… en México?A esta pregunta sólo hay una

respuesta concebible: por el deseo deobtener sórdidas utilidades, se handejado a un lado los principios dedecencia y humanidad que en elconsenso universal se admiten como losmejores para el progreso del mundo.

No quiero decir con esto que todoslos norteamericanos que han expresadosu admiración por el general Díaz hayansido directamente sobornados con tantosdólares y centavos. De ninguna manera.Han sido comprados algunos editores yescritores en esa forma, sin duda; perola gran mayoría de los activos

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aduladores de Díaz se ha movilizadosólo por «razones de negocios», lo cualmuchas personas consideraban comoalgo diferente al cohecho. En cuanto a lagran masa de norteamericanos quepiensan bien y a veces hablan bien deDíaz, a diferencia de los que he llamado«aduladores activos», simplemente hansido embaucados y engañados por laenorme campaña de prensa que los otroshan mantenido durante muchos años.

Algunos hacendadosnorteamericanos, tales como los que hecitado como defensores del sistemaesclavista de Díaz, quizás no fueronmovidos por nada más reprensible que

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el deseo de impedir que misrevelaciones «perjudicaran al país» o«perjudicaran los negocios»; es decir:sus negocios. En realidad me sorprendiómucho que tantos norteamericanosresidentes en México salieran en apoyode mis afirmaciones, puesto que casitodos ellos tienen tierras que hanobtenido a muy bajo precio —o pornada— y desean vender con utilidad, otienen algún proyecto para venderacciones, por ejemplo, de algunaplantación de hule, con lo que tratan deobtener buen dinero saneado de viudas yhuérfanos, de pobres maestras deescuela, de pequeños comerciantes y

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obreros. Lo mismo que los corredoresnorteamericanos de bienes raíces engeneral «alaban su ciudad», niegan lasdenuncias de corrupción política porque«dañan al negocio» y aun suprimen lasnoticias de plagas, temblores de tierra yotras cosas semejantes, así elnorteamericano en México, sabiendoque las acusaciones de esclavitud y deinestabilidad políticas asustarían a losinversionistas, y ello acaso le hicieraperder algunos tratos beneficiosos, raravez vacila en afirmar que lascondiciones políticas e industriales delpaís son ideales. Cuanto mayores seanlas propiedades que un hombre posea en

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México, tanto menos probable será quediga la verdad acerca del país.

Respecto a los editoresnorteamericanos, las «razones denegocios» suelen encontrarse ya sea enel interés del editor en alguna propiedado «concesión» en México, o en susrelaciones mercantiles con algunas otraspersonas que tienen esas propiedades oesas concesiones. Por uno u otro deestos caminos se llega sin duda, a casitodos los más grandes editores delibros, revistas y periódicos de losEstados Unidos. La situación en laciudad donde vivo quizá sea algoexcepcional; pero de ella puede

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deducirse la amplitud de «la influenciahábilmente aplicada» de Díaz, la cualquizá se extienda por toda la nación. Yoresido en Los Ángeles, Cal., donde haycinco periódicos diarios. Cuandoocurrieron las arbitrarias persecucionesde 1907 contra Magón, Villarreal,Rivera, Sarabia, De Lara, ModestoDíaz, Arizmendi, Ulibarri y otrosmexicanos enemigos políticos de Díaz,se advirtió con claridad que se habíapuesto el bozal a todos esos periódicos.Esto fue confirmado por el gerente deuno de ellos, quien, en confianza, dijo, amí y a otras personas, lo siguiente:

Los periódicos de esta ciudad

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podrían sacar de la cárcel a esoshombres en 24 horas, si se lopropusieran, pero no se lo proponenporque los propietarios de los cincoestán interesados en concesiones enMéxico. Ya ven ustedes que ese es elobstáculo. No nos atrevemos a deciruna palabra porque si la decimos, Díazse vengaría de nosotros.

De estos dueños de publicaciones,dos eran el señor Hearst mismo yHarrison Gray Otis, este últimopropietario del bien conocido LosAngeles Times. Cualquiera de ellosposee más de doscientas cincuenta milhectáreas de tierra mexicana, obtenidas

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del gobierno mexicano por nada o casinada. Además de poseer una magníficahacienda ganadera, el Sr. Hearst esdueño de bastos terrenos petrolíferos ytambién se le atribuye cierta relaciónfinanciera con la Southern PacificRailroad, Co., una de las más grandesbeneficiarias del gobierno de Díaz,respecto al gran valor de la haciendaganadera del Sr. Hearst, permítasemereproducir un artículo que se publicó enThe Mexican Herald, el 24 de agosto de1908:

MARAVILLOSA PROPIEDAD. LASPOSESIONES DE HEARST EN

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CHIHUAHUA, UN PEQUEÑO IMPERIO.MÁS DE UN MILLÓN DE HECTÁREAS.

Dentro de sus límites pastan sesentamil «Hereford» y ciento veinticinco milcabezas de ovinos. Se crían allí milesde caballos y cerdos.

«Con más de un millón de hectáreas delas mejores tierras agrícolas y de pastos,con grandes rebaños de ganado vacuno,de caballos y de ovejas que se crían eneste vasto dominio, la enorme haciendaganadera y agrícola de Hearst enChihuahua está a la altura de cualquieraotra propiedad en el mundo, ya seencuentre en la gran faja maicera de

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Illinois o Kansas o se extienda porkilómetros en las praderas barridas porel viento de Texas u Oklahoma. Unaporción de esta gran hacienda estacercada por doscientas cincuenta millasde alambre de púas y dentro de estosterrenos pastan sesenta mil Hereford depura sangre, ciento veinticinco milovejas finas y muchos millares decaballos y de cerdos. Esta hacienda tanmoderna y al día, cuyas cosechas no hansido superadas en ninguna parte delmundo y cuyo ganado es famoso de unextremo a otro de la República, esprueba convincente del gran futuro queespera a la agricultura y a la ganadería

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de México.»Así habló E. Kirby Smith, conocido

hacendado de Campeche, quien se hallapasando algunos días en la ciudad. ElSr. Kirby Smith acaba de regresar de unlargo viaje por Chihuahua, donde pasóvarios días en la gran hacienda deHearst.

«Esta hacienda» —dijo el Sr. KirbySmith—, «es típica de las grandespropiedades ganaderas modernas ypresenta un glorioso cuadro de lo quepuede esperarse de empresas de estaclase, si se administran debidamente, enla República. El ganado es de lo mejor;los sementales importados, las yeguas y

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demás ganados de pura sangre seextienden por la hacienda de punta apunta. Se levantan grandes cosechas demaíz y de papas, y tan sólo con estasúltimas harán fortuna los agricultoresdel norte de México».

Sunset Magazine es propiedadindiscutible de la Southern PacificRailroad Co.; según se sabe, losperiódicos Moody s Magazine, Bankers Magazine, The Exporter y el Mining

World están dominados por los interesesde Wall Street. Pero ¿qué tienen que verel Ferrocarril Sudpacífico y Wall Streetcon Díaz y México?

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La respuesta es: tienen que verlotodo. Mientras Wall Street tieneintereses más o menos en conflicto en elreparto de los Estados Unidos, WallStreet es única en la explotación deMéxico. Ésta es la razón principal deque los periodistas norteamericanos seunifiquen cuando se trata de alabar aDíaz. Walt Street y Díaz son sociosmercantiles y la prensa norteamericanaes un apéndice de la oficina de prensade Díaz. Por medio de la propiedad, ocasi propiedad, de revistas, periódicos ycasas editoras, y por el procedimientode repartir —ofrecer o negar— losdineros destinados a anuncios y

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propaganda, Wall Street ha podido,hasta hoy, suprimir la verdad y mantenerla mentira acerca de Díaz y del Méxicode Díaz.

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Capítulo XIV

Los socios norteamericanos deDíaz

Los Estados Unidos son socios en laesclavitud que existe en México.Después de 50 años de haber liberado asus esclavos negros, el Tío Sam se havuelto esclavista de nuevo y se hadedicado a la trata de esclavos en unpaís extranjero.

No, no debo culpar de esto al TíoSam, el amable conciudadano de nuestra

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adolescencia, amante de la libertad. Másbien debiera decir que el Tío Sam hamuerto y que un extraño disfrazadoocupa su lugar…, un Tío Samfalsificado, que hasta ahora ha engañadoal pueblo y le ha hecho creer que él es elverdadero. A este personaje acuso yo deser esclavista.

Ésta es una grave afirmación; perocreo que los hechos la justifican. LosEstados Unidos son responsables, enparte, del predominio del sistema deesclavitud en México; son responsablescomo fuerza determinante de lacontinuación de esa esclavitud; y sonresponsables de ello a sabiendas.

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Cuando digo los Estados Unidos, nome refiero a unos cuantos funcionariosnorteamericanos irresponsables, ni a lanación norteamericana que, en mihumilde opinión, es injustamenteacusada de los delitos que cometenalgunas personas sobre las cuales, bajolas condiciones existentes, no tienedominio. Uso el término en su sentidomás liberal y exacto. Me refiero alpoder organizado que de manera oficialrepresenta al país en el interior y en elextranjero. Me refiero al gobiernofederal de los Estados Unidos y a losintereses que lo controlan.

Los partidarios de cierto culto

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político en los Estados Unidos siemprese hallan prestos a declarar que laesclavitud fue abolida en ese paísporque dejó de ser provechosa. Sinhacer comentarios sobre la verdad ofalacia de esta afirmación, confieso quehay muchos norteamericanos dispuestosa probar que la esclavitud esprovechosa en México. Debido a que asíse considera, estos norteamericanos, endiversas formas, han aportado suconcurso para que ese régimen seextendiera. Desean perpetuar laesclavitud mexicana, y consideran que elgeneral Díaz es un factor necesario paraello; por esta razón le han otorgado su

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apoyo unánime y total. Mediante elpredominio sobre la prensa hanglorificado su nombre, que de otro mododebería repugnar a todo el mundo. Hanido mucho más lejos aún: por medio deldominio que ejercen sobre la maquinariapolítica norteamericana, el gobierno delos Estados Unidos ha mantenido a Díazen el poder cuando debiera haber caído.El poder policíaco de los EstadosUnidos se ha usado en la forma másefectiva para destruir el movimiento delos mexicanos destinado a abolir laesclavitud, y para mantener en su tronoal principal tratante de esclavos delMéxico bárbaro: Porfirio Díaz.

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Todavía podemos dar otro paso enestas generalizaciones. Al erigirse enfactor indispensable para lacontinuación de Díaz en el poder, pormedio de la asociación en los negocios,de la conspiración periodística y de laalianza política y militar, los EstadosUnidos han convertido virtualmente aDíaz en un vasallo político, y enconsecuencia, han transformado aMéxico en una colonia esclava de losEstados Unidos.

Como acabo de indicar, éstas songeneralizaciones; pero si yo no creyeraque los hechos expuestos en estecapítulo y en el que le sigue las

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justifican, no las haría.Permítaseme, una vez más, que me

refiera de nuevo a la notable defensa dela esclavitud y del despotismomexicanos que se produce en losEstados Unidos, puesto que es por símisma, una fuerte presunción de que lasociedad es culpable de esa esclavitud ydespotismo. ¿Qué publicación o quépersona existe en los Estados Unidosque defienda el sistema de opresiónpolítica de Rusia? ¿Qué publicación oqué persona existe en los EstadosUnidos que disculpe las atrocidadesesclavistas del Estado Libre del Congo?¿Cuántos norteamericanos tienen la

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costumbre de cantar loas y alabanzas alzar Nicolás o al fallecido rey Leopoldo?

Los norteamericanos de cualquierclase no sólo no se atreven a hacer talescosas sino que no quieren hacerlas. Pero¡qué diferencia cuando se trata deMéxico! En ese caso se deifica laautocracia; no es válido negar lajustificación de comparar a México conRusia o el Congo, pues todo adorador deDíaz sabe que éste es un autócrata y unesclavista, y muchos de tales adoradoreslo admiten para no dar lugar a dudas deque lo saben.

¿Cuál es, pues, la razón de esaextraña diferencia de actitud? ¿Por qué

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hay tantos que se postran ante el zar deMéxico y ninguno se postra ante el zarde Rusia? ¿Por qué está Norteaméricainundada de libros que ensalzan alautócrata mexicano como el hombre másgrande de la época, mientras que esimposible encontrar un solo libro,publicado y hecho circular por las víasordinarias, que lo censure seriamente?

Se impone afirmar que la razónconsiste en que Díaz es el Becerro deOro, aunque en otra forma; en que losnorteamericanos obtienen utilidades dela esclavitud mexicana y se esfuerzanpara mantenerla.

Pero hay hechos fácilmente

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comprobables que conducen mucho másallá de una mera afirmación, por muylógica que ésta sea. ¿Cuál es larespuesta más generalizada a miscríticas de México y del gobiernomexicano? ¡Qué hay 900 millones dedólares de capital norteamericanoinvertidos en México! Para lospoderosos de los Estados Unidos, esos900 millones son un argumentoconcluyente contra cualesquiera críticasal presidente Díaz. Constituyen unadefensa aplastante de la esclavitudmexicana. «¡Silencio, silencio!» es laconsigna que circula. «¡Tenemos 900millones de dólares que producen

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utilidades allí!» Y los publicistasnorteamericanos, obedientemente, secallan.

En esos 900 millones de capitalnorteamericano invertidos en Méxicoradica toda la explicación, no sólo de ladefensa norteamericana del gobiernomexicano, sino también de ladependencia política de Díaz respecto alos poderes de los Estados Unidos.Dondequiera que fluye el capital, éstedomina al gobierno; ésta es una doctrinareconocida en todas partes y por todoslos hombres que tienen siquiera un ojoabierto a las realidades del mundo; unadoctrina demostrada en los países en

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que se han concentrado grandesacumulaciones de capital durante elúltimo o los dos últimos decenios.

No es de extrañar que exista enMéxico un creciente sentimientoantinorteamericano, dado que el pueblomexicano es naturalmente patriota. Ésteha pasado por tremendas pruebas paralibrarse del yugo extranjero en pasadasgeneraciones y no quiere doblegarse a élen la actualidad. Quiere tener laoportunidad de labrar su propio destinonacional como pueblo independiente yconsidera a los Estados Unidos como ungran coloso que está a punto deapoderarse de él y doblegado a su

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voluntad.El pueblo mexicano tiene razón. No

puede negarse la existencia del capitalnorteamericano en México, y laasociación de Díaz con ese capital hadeshecho al país como entidad nacional.El gobierno de los Estados Unidos,mientras represente al capitalnorteamericano —el más descaradohipócrita no se atrevería a negar que hoylo representa—, tendrá voz decisiva enlos asuntos mexicanos. Desde el puntode vista de los mexicanos patriotas, laperspectiva es en verdaddesconsoladora.

Ahora veamos lo que una parte de

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esos 900 millones de dólares de capitalnorteamericano está haciendo enMéxico.

El consorcio del cobre «Morgan-Guggenheim» tiene el dominio absolutode la producción de ese metal en el país.La firma «M.-Guggenheim Sons» poseetodas las grandes fundiciones, así comovastas propiedades mineras. Ocupa lamisma poderosa situación en la industriaminera en general de México que la queocupa en los Estados Unidos.

La «Standard Oil Co.», con elnombre de «Waters-Pierce», matriz demuchas sociedades subsidiarias,controla la mayor parte de la producción

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de petróleo crudo de México y tambiénla mayor parte del comercio al mayoreoy menudeo de ese combustible; segúnsus directores, el 90%. Mientras escriboesto, se desarrolla en México una guerrapor el petróleo ocasionada por el intentode la única otra empresa distribuidoradel país —controlada por los Pearson—, para forzar a la «Standard Oil» acomprarla a un precio favorable. Lasituación promete una pronta victoriapara la «Standard Oil» después de lacual su monopolio será completo.

Los agentes del «American SugarTrust» acaban de obtener del gobiernofederal mexicano y de algunos Estados

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concesiones para producir azúcar deremolacha en tan favorables condicionesque les aseguran un monopolio completodel negocio del azúcar dentro de lospróximos 10 años.

La «Inter-Continental Rubber Co.»—el monopolio norteamericano del hule— se halla en posesión de millones dehectáreas de tierras huleras, las mejoresde México.

La compañía «Wells-FargoExpress», propiedad de la «SouthernPacific Railroad Co.», gracias a suasociación con el gobierno, mantiene enMéxico un absoluto monopolio, delnegocio de transportes por express.

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E. N. Brown, presidente de losFerrocarriles Nacionales de México, ysatélite de H. Clay Pierce y deldesaparecido E. H. Harriman, esmiembro del consejo directivo delBanco Nacional de México que es, conmucho, la más grande instituciónfinanciera del país; este banco tiene másde 50 sucursales, en las cuales todos losprincipales miembros de la camarillafinanciera de Díaz están interesados;también por medio de ese banco seefectúan todas las negociacionesfinancieras del gobierno mexicano.

Por último, la «Southern PacificRailroad Co.» y sus aliados, los

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herederos de Harriman, a pesar de la tansonada consolidación de losferrocarriles por parte del gobierno,poseen de modo completo o controlancasi en propiedad, el 75% de las líneasferrocarrileras más importantes, lo cualles permite imponer un monopolio sobreel comercio tan absoluto como en elcaso de cualquier combinaciónferrocarrilera de los Estados Unidos.

Éstas son tan sólo algunas de lasmayores concentraciones de capitalnorteamericano en México. Por ejemplo,los herederos de Harriman son dueñosde un millón de hectáreas de terrenospetrolíferos en la región de Tampico y

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varios otros norteamericanos tienenpropiedades agrarias por millones dehectáreas. Los norteamericanosparticipan en las combinaciones quecontrolan el comercio de la carne y de laharina, y sus intereses puramentecomerciales son por sí solos de grancuantía. El 80% de las exportacionesmexicanas se hacen a los EstadosUnidos y el 66% de las importacionesprovienen también de los EstadosUnidos. El comercio de este país conMéxico alcanza 75 millones de dólaresal año.

Así se advierte lo que en realidadsucede en México. La

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norteamericanización de México, de laque tanto se jacta Wall Street, se estáejecutando como si fuera una venganza.

No vale la pena detenerse en esteproblema para discutir por qué losmexicanos no se metieron antes acontrolar estas industrias. No es, comomuchos escritores quisieran hacer creer,porque los norteamericanos sean elúnico pueblo inteligente del mundo, niporque Dios hizo de los mexicanos unpueblo estúpido, con la intención de quefuera gobernado por sus superiores. Unamuy buena razón de que Díaz entregara asu país en manos de los norteamericanosestriba en que éstos tenían más dinero

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para pagar privilegios especiales.Mientras los mexicanos se empobrecíanpor la guerra para arrojar del país alextranjero Maximiliano, millares denorteamericanos hacían fortuna mediantecontratos militares obtenidos consobornos durante la Guerra de Secesión.

Presentamos ahora uno o dosejemplos de la forma en que losnorteamericanos contribuyen a laextensión de la esclavitud. Tenemos lasatrocidades contra los yaquis. Elvicepresidente Corral, que entonces eragobernador del Estado de Sonora,provocó la guerra contra los yaquis aladvertir la oportunidad de apoderarse

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de las tierras de éstos y venderlas abuen precio a capitalistasnorteamericanos. La región yaqui es ricaen recursos, tanto mineros comoagrícolas, y tales capitalistas compraronlas tierras cuando los indígenas estabantodavía en posesión de ellas; entoncesalentaron la guerra de exterminio y alfinal instigaron el plan de deportarlos ala esclavitud de Yucatán.

Pero el capital norteamericano nose detuvo ahí. Siguió a las mujeres y alos niños yaquis lejos de sus hogares.Vio cómo se desmembraban lasfamilias, cómo se forzaba a las mujeresa que vivieran con chinos, cómo se

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mataba a palos a los hombres. Vioestas cosas, las alentó y las ocultó alos ojos del mundo, debido a su interésen el precio de la fibra de henequén,porque temió que al desaparecer eltrabajo esclavizado, el precio de lafibra subiría. El American CordageTrust, una rama de la Standard Oil,absorbe más de la mitad de lasexportaciones de henequén de Yucatán.La prensa de la «Standard Oil» declaraque no hay esclavitud en México. Elgobernador Fred N. Warner; deMichigan, negó públicamente misdenuncias sobre la esclavitud enYucatán. El gobernador Warner tiene

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intereses en contratos de compra anualde esa fibra, por valor de 500 mildólares, a los esclavistas del henequényucateco.

También los norteamericanostrabajan con esclavos…, los compran,los explotan, los encierran durante lanoche, los azotan, los matan,exactamente igual que otros empresariosde México. Y admiten que hacen todoeso. Tengo en mi poder veintenas deconfesiones de hacendadosnorteamericanos en las que afirmanemplear mano de obra esencialmenteesclavizada. En toda la región tropicaldel país, en las plantaciones de hule, de

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caña de azúcar, de frutas tropicales, portodas partes se encuentrannorteamericanos que compran, azotan,encierran y matan esclavos.

Permítaseme citar una entrevista quetuve con un bien conocido y popularnorteamericano de la metrópoli de Díaz;un hombre que durante cinco añosadministró una gran hacienda cerca deSanta Lucrecia.

—Cuando necesitábamos un lote deenganchados —me dijo—, sóloteníamos que telegrafiar a uno de losmuchos enganchadores de la Ciudad deMéxico y decirle: «Necesitamos tantoshombres y tantas mujeres para tal

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fecha». Algunas veces pedíamos 300 ó400; pero los enganchadores nuncadejaban de entregamos con puntualidadla cantidad pedida. Los pagábamos a$50 por cabeza, rechazando a los que nonos parecían bien, y eso era todo.Siempre los conservábamos mientrasduraban.

—Es más saludable aquello que lamisma Ciudad de México —agregó—;si se tienen medios para cuidarse, puedeuno conservarse allí tan bien como encualquier punto de la tierra.

Menos de cinco minutos después dehaber hecho esta declaración, expresó losiguiente:

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—Sí, me acuerdo de un lote de 300enganchados que recibimos unaprimavera. En menos de tres mesesenterramos a más de la mitad de ellos.

Se ha sabido que la mano de lostratantes norteamericanos de esclavos hallegado hasta su propia patria, losEstados Unidos, para atrapar a susvíctimas. Durante mis viajes porMéxico, con el objeto de conocer mejoral pueblo, pasé la mayor parte de losdías viajando en coches de 2a. y 3a.clase. Una noche, en un vagón de 3a.clase, entre Tierra Blanca y Veracruz,descubrí a un negro norteamericanosentado en un rincón. Me extrañaría que

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lo hubieran agarrado aquí —me dije—.Voy a averiguarlo.

Tom West, un negro nacido libre enKentucky, de 25 años, vaciló en admitirque hubiera sido un esclavo, pero loconfesó poco a poco:

—Yo estaba trabajando en unafábrica de tabiques en Kentucky por dosdólares diarios —habló Tom—, cuandootro negro vino y me dijo que él sabíadónde podría yo ganar 3.75 diarios. Ledije: «Me iré contigo». Me dio unprospecto y al día siguiente me llevó ala oficina de la compañía y me dijeronlo mismo: $3,75 ó $7.50. Así vine conotros ocho negros por la vía de Tampa,

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Florida y Veracruz, hasta aquí, a unahacienda de café y hule en La Junta,cerca de Santa Lucrecia, en Oaxaca.

Después de una pausa el negrocontinuó:

—$7.50 por día, ¿eh? ¡7.50…! Esoes exactamente lo que me pagaroncuando me dejaron ir…, después de dosaños. Salí corriendo, pero me agarrarony me devolvieron. ¿Que si megolpeaban? No; ellos golpeaban amuchos otros, pero a mí nunca. Ah, sí;algunas veces me dieron algunos paloscon un bastón; pero no me dejaba azotar;no, señor, yo no.

La hacienda que atrapó a Tom West,

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de Kentucky, era propiedad denorteamericanos. Algunos mesesdespués de haber hablado con él tuveocasión de conversar con una personaque se identificó como «el amo deTom», después de haberle contado lahistoria de éste.

—Esos negros —me dijo elnorteamericano—, fueron unexperimento que no resultó muy bien.Deben haber sido nuestros, pues no séde nadie más por aquel rumbo quetuviera negros en la época a que usted serefiere. ¿Los $7.50 por día? Ah, losagentes les prometían cualquier cosa contal de atraparlos. Eso no era asunto

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nuestro. Nosotros tan sólo loscomprábamos, los pagábamos, ydespués les hacíamos desquitar contrabajo el precio de compra antes dedarles ningún dinero. Sí, losencerrábamos bajo llave por la noche yteníamos que vigilarlos durante el díacon armas de fuego. Si trataban deescapar, los amarrábamos y les dábamosuna buena paliza con un garrote. ¿Lasautoridades? Nos codeábamos con ellas.Eran amigos nuestros.

La asociación del capitalnorteamericano con el presidente Díaz,no sólo pone a los trabajadores esclavosa disposición de los capitalistas, sino

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que también les permite utilizar elsistema de peonaje y mantener a losasalariados en el nivel más bajo desubsistencia. Donde no existe en Méxicola esclavitud se encuentra el peonaje,una forma moderada de esclavitud, oabundante mano de obra barata. Losrurales de Díaz dispararon sobre losmineros de cobre del coronel Greenehasta someterlos y las amenazas deencarcelamiento pusieron fin a la granhuelga en un ferrocarril mexicano-norteamericano. Los capitalistas de losEstados Unidos alaban el hecho de queDíaz «no permite las tonterías de estossindicatos de trabajadores». En hechos

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como éstos se funda la razón de lahistórica defensa que tales capitalistashacen del general Díaz.

Trazaré brevemente un esquema dela situación de los ferrocarriles enMéxico y la historia de suconsolidación.

En la actualidad, las principaleslíneas de los ferrocarriles mexicanossuman 20 mil km, de las cuales elSudpacífico controla 14,305 km y quizáse adueñe pronto de ellos, es decir, esaempresa domina el 75% del kilometrajetotal con las siguientes líneas:

El Ferrocarril Sudpacífico deMéxico: 1,520 km; el Kansas City,

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México y Oriente: 446 km; elPanamericano: 474 km; el Mexicano:523 km, y los Ferrocarriles Nacionalesde México: 11,342 km.

De estas líneas, sólo la delSudpacífico funciona abiertamente comopropiedad de los herederos deHarriman. La del Kansas City, México yOriente funciona bajo la presidencia deA. E. Stilwell, socio de Harriman, y suvicepresidente es George H. Ross, unode los consejeros de la línea «Chicago& Alton», propiedad de Harriman, conla cual el Kansas tiene convenios detráfico. Ambas líneas continúan enconstrucción y perciben del gobierno de

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Díaz unos 20 mil dólares de subsidiopor cada 1,600 km de tendido, que escasi lo suficiente para construir la vía.

El Ferrocarril Panamericano ha sidoadquirido recientemente por David H.Thompson, su presidente nominal.Thompson era embajador de los EstadosUnidos en México, donde parece haberrepresentado ante todo los intereses deHarriman y después los demás interesesnorteamericanos. Una vez que consiguióel ferrocarril, renunció a la embajada.Es un hecho, en general aceptado, que enla adquisición del ferrocarril Thompsonrepresentaba a Harriman. Los hombresde confianza de éste están asociados con

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Thompson como consejeros de laempresa. El propósito especial deThompson, al adquirir el ferrocarril, fueel incorporarlo al plan de Harriman paratender una ruta directa desde la fronterade Arizona hasta la América Central.

Hasta donde se sabe, el únicocontrol que los intereses de Harrimanejercen sobre el Ferrocarril Mexicanose deriva de la formación de un carteldel transporte, tanto de carga como depasajeros, entre el FerrocarrilMexicano, y los FerrocarrilesNacionales de México. Tal es eltrasfondo de la consolidación de losferrocarriles mexicanos, según lo obtuve

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de fuentes irrecusables mientrastrabajaba como reportero del MexicanDaily Herald, en la primavera de 1909.

En resumen, la historia es lasiguiente: la consolidación bajo elcontrol nominal del gobierno de los dossistemas ferrocarrileros principales deMéxico, el Central Mexicano y elNacional Mexicano, se realizó, no paraimpedir la absorción de las líneasmexicanas por capitalistas extranjeros—como se ha dicho de manera oficial—sino para facilitar esa misma absorción.Fue un trato entre E. H. Harriman; poruna parte, y la camarilla financiera delgobierno de Díaz, por la otra; en este

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caso la víctima fue México. Se efectuóuna especie de venta diferida de losferrocarriles mexicanos a Harriman; losmiembros de la camarilla de Díazrecibieron, como su parte del botín,muchos millones de dólares por mediode maniobras con las acciones y valoresal efectuarse la fusión. En conjunto,constituyó probablemente el caso máscolosal de despojo que hayan llevado alcabo los destructores organizados de lanación mexicana.

En este negocio con Harriman, elmismo ministro de Hacienda, Limantour,fue el maniobrero principal, y PabloMacedo, hermano de Miguel Macedo,

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subsecretario de Gobernación, fueprimer lugarteniente. Se dice que comopremio por su intervención en elnegocio, Limantour y Macedo serepartieron una utilidad de 9 millones dedólares en oro, además de que alprimero se le hizo presidente y alsegundo vicepresidente, del consejo deadministración de las líneas unidas,puestos que todavía ocupan. Los otrosmiembros de este consejo son lossiguientes: Guillermo de Landa yEscandón, gobernador del DistritoFederal; Samuel Morse Felton, antiguopresidente del Central Mexicano,emisario especial de Harriman en

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México para gestionar ante Díaz suconsentimiento para el negocio; E. N.Brown, antiguo vicepresidente y gerentegeneral de las líneas del NacionalMexicano; y Gabriel Mancera. Se diceque cada uno de ellos logró obtener unafortuna personal con esta transacción.

Los Ferrocarriles Nacionales deMéxico, como se les conoceoficialmente, además del consejogeneral de administración, tienen otroconsejo de administración en NuevaYork, integrado por los incondicionalesde Harriman que son los siguientes:William H. Nichols, Ernest Thallmann,James N. Wallace, James Speyer,

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Bradley W. Palmer, H. Clay Pierce,Clay Arthur Pierce, Henry S. Priest,Eban Richards y H. C. P. Channan.

No se sabe si el robo de losferrocarriles mexicanos fue concebidopar el cerebro de Limantour o el deHarriman, pero parece que aquél intentórealizar primero la consolidación sin laayuda de Harriman. Hace unos cuatroaños, Limantour y Pablo Martínez delRío, propietario del Mexican Herald ygerente del Banco Nacional de México,se lanzaron al mercado y comprarongrandes cantidades de acciones delCentral Mexicano y del NacionalMexicano, y después presentaron a Díaz

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el proyecto de fusión, que éste rechazóde plano. Limantour y Martínez del Ríosufrieron fuertes pérdidas, las cualescausaron a Martínez del Río tal disgustoque éste murió poco después.

Se supone que sólo entoncesLimantour se dirigió a Harriman, quiende inmediato aceptó el proyecto y lollevó a término con gran provecho paraél. Harriman poseía algunas accionesdel Central Mexicano pero el 51 % deesta empresa era propiedad de H. ClayPierce. Al producirse los primerosrumores del pánico de 1907, sepersuadió a Pierce de que hipotecasecon Harriman toda su participación.

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Después de conseguir una mayoríade 80% a 85% del activo del CentralMexicano, Harriman envió a SamuelMorse Felton —uno de los más hábilesespeculadores con ferrocarriles de losEstados Unidos— a negociar con Díazel proyecto de consolidación. Allídonde Limantour había fracasado, Feltonobtuvo éxito y se informó al mundo queel gobierno mexicano había realizadouna gran hazaña financiera al asegurar lapropiedad y dominio de sus líneasferroviarias.

Se anunció que el gobierno habíalogrado en realidad el 51 % de lasacciones de la empresa consolidada y

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también se le consideró como dueñonominal de la situación. Pero en esetrato, Harriman pudo cargar tan pesadasobligaciones sobre la nueva empresa,que es casi seguro que sus herederos leembargarán tarde o temprano por susderechos.

Los sistemas del Central Mexicano ydel Nacional Mexicano son víasconstruidas muy pobremente; su materialrodante es de muy baja calidad. Altiempo de efectuarse la fusión, lalongitud de ambos era de 8,650 km, y secapitalizaron en $615 millones oro, osea $71,099 por km, con que huboinmenso margen para valorizar las

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acciones. El Central Mexicano tenía ya30 años de construido y, sin embargo,nunca había pagado dividendos. ElNacional Mexicano tenía más de 25años y había pagado menos del 2%. Noobstante, en la exagerada capitalizacióndel nuevo organismo se observa que laempresa se compromete a pagar 4.5%de interés sobre bonos por valor de$225 millones, y 4% por obligacionescon valor de $160 millones; es decir,$16,525,000 por intereses al año ¡enpagos semestrales!

Como resultado del negocio de laconsolidación, se supone que Harrimanrecibió, además de las acciones y bonos

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consolidados, una cantidad en efectivo yconcesiones y subsidios especialessecretos para su ferrocarril de la costaoccidental. Harriman forjó el contratosobre la base del pago de intereses porlas obligaciones del nuevo organismo, ysus sucesores obligarán a que se lescubran tales intereses o embargarán laspropiedades. Mientras Díaz permanezcaen el poder, mientras el gobiernomexicano sea «bueno», es decir,mientras continúe asociado al capitalnorteamericano, el asunto puedearreglarse, si no en otra forma, concubrir los déficits con cargo al tesoromexicano. Pero tan pronto como se

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presente alguna dificultad, se espera queel gobierno se halle incapacitado parapagar, y las líneas llegarán a sernorteamericanas tanto de nombre comode hecho.

¡Dificultades! Esta palabra resultaen esto sumamente significativa. Unarevolución traería consigo dificultades,pues toda revolución mexicana, en elpasado, ha impuesto la necesidad de queel gobierno rechace sus obligacionesnacionales durante algún tiempo. Así, elpaso final en la completanorteamericanización de losferrocarriles de México, será una de lasamenazas que se mantengan sobre el

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pueblo para impedirle que derroque a ungobierno que es especialmente favorableal capital norteamericano.

¡Dificultades! Las dificultadesaparecerán también cuando Méxicointente borrar las trazas de la indebida«influencia» norteamericana. LosEstados Unidos intervendrán con unejército, si es necesario, para mantener aDíaz o a un sucesor a continuar laespecial asociación con el capitalnorteamericano. En caso de unarevolución grave, los Estados Unidosintervendrán con el pretexto de protegeral capital norteamericano y laintervención destruirá la última

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esperanza de México para obtener unaexistencia nacional independiente. Lospatriotas mexicanos no pueden olvidaresto, porque la propia prensa de Díaz lohace saber a diario. De este modo, laamenaza del ejercito norteamericano esotra de las influencias que impiden alpaís hacer una revolución contra laautocracia de Díaz.

El capital norteamericano no está,por ahora, en favor de la anexiónpolítica de México; la esclavitud queproduce utilidad puede mantenerse conmayor seguridad bajo la banderamexicana que bajo la banderanorteamericana. Mientras se pueda

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dominar a México —mientras se lepueda mantener como una colonia deesclavos—, no hay necesidad deanexarlo, pues una vez anexado, laprotesta del pueblo norteamericano seríatan grande, que se haría necesario abolirla esclavitud o disfrazarla bajo formasmenos brutales y descaradas. La anexiónvendrá sólo cuando no se pueda dominaral país por otros medios. No obstante,esta amenaza se mantiene ahora como ungarrote sobre el pueblo para impedirleque derroque a Díaz por la fuerza.

¿Hago suposiciones cuandoprofetizo que los Estados Unidosintervendrán en el caso de una

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revolución contra Díaz? No tanto,porque los Estados Unidos ya hanintervenido por ese preciso motivo.Han esperado a que la revoluciónasumiera grave aspecto; pero hanprestado su apoyo a Díaz de la maneramás vigorosa al aplastar los primerossíntomas de esa revolución. Elpresidente Taft y el procurador generalWickersham, a petición del capitalnorteamericano, ya han puesto elgobierno de los Estados Unidos alservicio de Díaz, para ayudarle aaplastar una incipiente revolución que,por motivos justificados, no puedecompararse ni por un momento con la

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norteamericana de 1776. Se dice que elprocurador general Wickersham es unfuerte accionista de los FerrocarrilesNacionales de México; y Henry W. Taft,hermano del presidente, es consejerogeneral de la misma empresa. Puedeentenderse, por ello, que estosfuncionarios tienen tanto un interéspersonal como político en mantener elsistema de Díaz.

Durante los últimos dos años, elgobierno de los Estados Unidos tresveces ha enviado rápidamente fuerzasmilitares a la frontera mexicana paraaplastar un movimiento liberal que sehabía alzado contra el autócrata de

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México. De modo constante, durantelos últimos tres años, el gobiernonorteamericano ha utilizado suServicio Secreto, su Departamento deJusticia, sus funcionarios de Migracióny sus vigilantes fronterizos paramantener en los Estados próximos a lafrontera, un reinado de terror para losmexicanos; se ha dedicado, sinreservas, a exterminar a los refugiadospolíticos de México, a los que hanbuscado la seguridad lejos del alcancede los largos tentáculos de Díaz, en la«tierra de los libres y el hogar de losbravos».

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Capítulo XV

La persecuciónnorteamericana de los

enemigos de Díaz

Los Estados Unidos, cuna de la libertad,se han dado las manos con PorfirioDíaz, el déspota más devastador quegobierna una nación, para aplastar unaparte del movimiento mundial en favorde la democracia, que ahora estátratando de obtener para el pueblomexicano los derechos comunes a todos

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los hombres.En capítulos anteriores, he mostrado

cómo los Estados son socios voluntariosen la opresión esclavista y política de latierra de Díaz; he puesto en claro cómohan apoyado a la dictadura militarporfirista con su alianza comercial, suconspiración de prensa y su amenaza deintervención y anexión. Dedicaré estecapítulo a relatar cómo los EstadosUnidos han entregado sus recursosmilitares y civiles en manos del tirano ycon tales recursos lo han mantenido enel poder, del que de otro modo yahubiera caído; de esta manera, losEstados Unidos han constituido la fuerza

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final, determinante de la continuacióndel sistema de esclavitud que hedescrito en los primeros capítulos.

Por Estados Unidos quiero decir elgobierno de los Estados Unidosprincipalmente, aunque también sehallan complicados algunos gobiernosde los Estados norteamericanosfronterizos. Existen muchos casos en losque, para exterminar a los enemigos deDíaz que se han refugiado en este país,los funcionarios públicos, desde elpresidente hasta el más inferior, hanhecho a un lado los principiosnorteamericanos respetados porgeneraciones, han violado penalmente

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algunas leyes, han estirado y retorcidootras, hasta darles toda semejanza con loque antes eran, y han permitido, alentadoy protegido, la conculcación de las leyespor parte de funcionarios mexicanos yde sus mercenarios en Norteamérica.

Durante los últimos cinco años, laley de los Estados fronterizosnorteamericanos que se aplica a losciudadanos mexicanos ha sido conmucho la ley de Díaz. La frontera se hamexicanizado. En gran cantidad de casosel gobierno de los Estados Unidos hadelegado sus propias facultadesespeciales en agentes mexicanos, comocónsules, abogados pagados o policías

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privados. Se ha negado a los ciudadanosmexicanos el derecho de asilo y laordinaria protección de las leyesnorteamericanas. Por el reinado delterror así establecido, los EstadosUnidos han mantenido ahogado unmovimiento que, de otro modo, con todaseguridad, hubiera desarrollado fuerzasuficiente para derrocar a Díaz, abolir laesclavitud mexicana y restaurar elgobierno constitucional en México.

Por tres veces durante los dosúltimos años —dos como secretario deguerra y una como presidente—,William Howard Taft ha ordenado eltraslado de tropas a la frontera de Texas

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para ayudar a Díaz a vengarse de susenemigos. Con este mismo objeto, almismo tiempo y también en otrasocasiones, ha enviado allí patrullas dealguaciles norteamericanos yescuadrones de agentes del ServicioSecreto.

En junio de 1908, por vez primera,Taft envió tropas a la frontera; lasegunda fue en septiembre de ese mismoaño; después en julio de 1909. Lastropas recibieron órdenes de rechazar alos fugitivos para que cayeran en manosde los soldados mexicanos que losperseguían, o que los capturaran yencarcelaran en caso de que lograran

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cruzar el río Bravo para salvar sus vidasen territorio de Texas.

Esta acción del presidente Taftconstituyó una interpretación indebidade las leyes norteamericanas, según sederiva de los mensajes enviados desdeWashington el 30 de junio de 1908, loscuales fueron publicados el19 de juliode 1908. Uno de esos mensajes decía, enparte, lo siguiente:

Por supuesto, el empleo de tropasnorteamericanas para este objeto casi notiene precedente en años recientes, y losfuncionarios legalistas del Departamentode Guerra, así como el procurador

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general mismo, se han visto obligados aestudiar detenidamente hasta qué puntopueden ejercer la facultad de impedirque entren en los Estados Unidosdeterminadas personas a través de lafrontera mexicana.

Según la ley, no se requierenpasaportes, excepto en el caso de chinosy japoneses, y tal vez el únicofundamento razonable para la detenciónde fugitivos que traten de cruzar la línea,sería la presunta violación de las leyesde inmigración o de inspecciónsanitaria.

De este modo, será una tareadelicada para los oficiales del ejército,

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encargados de vigilar esta líneainternacional, el evitar conflictos conlos tribunales civiles si tratan dearrestar en grupo a las personas quehuyan de México a los Estados Unidos.

Las tropas obedecieron sus órdenes. Losliberales fugitivos fueron devueltos aMéxico para que los atravesaran lasbalas de los soldados de Díaz. ¿Puedejustificarse que el gobierno de losEstados Unidos sea el causante de lamuerte de esos infortunados y en talforma? Si no es justificable, ¿seráimpropio calificar esa acción comoasesinato ordenado?

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Durante los últimos cinco años hansido encarcelados en los Estadosfronterizos centenares de refugiadosmexicanos y han ocurrido muchosintentos de devolver a éstos al otro ladode la frontera para que el gobierno deDíaz les aplicara sus propios métodossumarios; muchos de estos intentos hantenido éxito. Algunos procedimientosempleados en esta campaña dedeportación fueron: 1) iniciar procesosde extradición bajo acusaciones de«homicidio y robo»; 2) deportarlos pormedio del Departamento de Migraciónbajo el cargo de «inmigrantesindeseables»; 3) secuestros descarados

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y entregas criminales al otro lado de lafrontera.

Algunos miembros del PartidoLiberal, cuya extradición se pidió porsupuestos delitos de «homicidio y robo»eran Librado Rivera, Pedro González,Crescencio Villarreal, Trinidad García,Demetrio Castro, Patricio Guerra,Antonio I. Villarreal, Lauro Aguirre,Ricardo Flores Magón y ManuelSarabia. También hubo otros más, perono se tienen detalles precisos de suscasos. Varios procesos se efectuaron enSaint Louis Mo.; otros en El Paso, Tex.;otros en Del Río, Tex.; y algunos más enLos Angeles, Cal.

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La base de las acusaciones en talesprocesos, excepto en uno o dos de ellos,fue el alzamiento de un club liberal enJiménez, Chih., durante el cual algunapersona murió y la oficina de correosperdió algún dinero. En consecuencia,cualquier mexicano a quien se le pudieracomprobar que era miembro del PartidoLiberal, aunque nunca hubiera estadopor allí ni hubiera sabido nada delalzamiento, se hallaba en peligro deextradición por «homicidio y robo». Elgobierno de los Estados Unidos gastómuchos millares de dólares en losprocesos derivados de estasacusaciones, manifiestamente

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injustificadas; pero hay que reconocerque gracias a la actitud de ciertos juecesfederales estos procesos no hayanllegado, por lo general, al fin que sebuscaba. El juez Gray, de Saint Louis,Mo., y el juez Maxey, de Texas,calificaron los delitos como denaturaleza política. El texto del fallo delprimero, en el caso de Librado Rivera,es el siguiente:

Los Estados Unidos contra LibradoRivera.

Ciudad de Saint Louis, Estado deMissouri.

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En el presente certifico que previaaudiencia pública ante mí, en mi oficinaen dicha ciudad, en este día 30 denoviembre de 1906, estando presente elacusado y al aparecer en las pruebas queel delito imputado fue de naturalezaenteramente política, el citado acusado,Librado Rivera, fue absuelto.

Lo cual testifico con mi sello y mifirma.

JAMES R. GRAY.Comisario de los Estados Unidos en

Saint Louis, Mo.

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El plan de deportar a los refugiadospolíticos por medio del Departamentode Migración fue más efectivo. Lasleyes de inmigración disponen que si sedescubre que un inmigrante es undelincuente o un anarquista, o que haentrado en los Estados Unidos de modoilegal, siempre que se descubra dentrode los tres años siguientes a su llegada,los funcionarios de inmigración puedendeportarlo. La cuestión de la«indeseabilidad» del inmigrante no estásujeta a revisión por los tribunales; elinmigrante no puede apelar y, exceptodos o tres restricciones, la palabra delagente de migración es ley. Por lo tanto,

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se puede colegir fácilmente que si dichofuncionario no es un hombre honrado, siquiere aceptar cohecho o ceder ainfluencias o halagos, impunementepuede enviar a la muerte segura amuchos hombres puros e íntegros.

Tal se ha hecho exactamente.Antonio I. Villarreal, secretario delPartido Liberal, fue uno de quienesestuvieron en peligro de ser deportado«según las leyes de inmigración».Después que se emplearoninfructuosamente varios medios paraobtener su extradición, Villarreal fueentregado a los funcionarios demigración de El Paso; cuando ya iba

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camino de la línea fronteriza hizo unesfuerzo para libertarse y logró escapar.

Entre los muchos mexicanosliberales detenidos en Arizona, en elotoño de 1906, Lázaro Puente, AbrahamSalcido, Gabriel Rubio, Bruno Treviño,Carlos Humbert, Leonardo Villarreal yvarios otros fueron deportados en grupopor los funcionarios de migración deDouglas, aunque no existe pretexto legalpara deportar a un inmigrante porque searefugiado político. Por otra parte, deacuerdo con los llamados «principiosnorteamericanos», el refugiado tienederecho a que se le presten de modoespecial solícitos cuidados por esa

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misma razón; sin embargo, estoshombres fueron deportados porque eranrefugiados políticos, a pesar de sucalidad de personas pacíficas yrespetables. La ley no permite, enninguna circunstancia, la deportacióndespués que el inmigrante ha residido enlos Estados Unidos por más de tresaños; no obstante, varios de losdeportados habían vivido en el país másallá de ese plazo. Lázaro Puente,director de un periódico en Douglas,afirmó residir en los Estados Unidos, demanera continua, desde hacía 13 años.

En este caso particular, se puedecitar todavía otro delito de los

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funcionarios. Cuando existe el motivopara la deportación, en los casosordinarios, el inmigrante es devueltosimplemente al país de donde vino; peroen este caso, los liberales mexicanosfueron entregados en grupos, maniatadospor las autoridades norteamericanas, ala policía mexicana; las «esposas» noles fueron removidas de las muñecashasta que los prisioneros llegaron a lapenitenciaria de Hermosillo, Estado deSonora.

Por supuesto, una vez que los tuvoen su poder, el gobierno mexicano noencontró otro delito contra estoshombres sino el de ser miembros del

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Partido Liberal. No obstante, sentenció atodos a cumplir condenas de prisión.

Muchos norteamericanos recordaránel caso de L. Gutiérrez de Lara, a quienel Departamento de Migración arrestópara deportarlo en octubre de 1909, conel pretexto de que era un «anarquistaextranjero». De Lara había residido másde tres años en los Estados Unidos;pero, sin duda, hubiera sido enviado a lamuerte si no se hubiese levantado unagran protesta en toda la nación queasustó a los conspiradores. Se suponeque en ese momento especial se queríala vida de De Lara porque él meacompañó a México, y me ayudó a

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conseguir el material para estasrevelaciones sobre la situaciónmexicana.

Cuando Díaz no puede lograr porotros medios que lleguen a su poder losenemigos que tiene en los EstadosUnidos, no duda en emplear elsecuestro; para aplicar este medio notiene dificultad en conseguir la criminalayuda de los funcionariosnorteamericanos. El caso más notable desecuestro ha sido el de Manuel Sarabia.Se hizo notable no por único sinoporque se descubrió con más claridad.Manuel Sarabia era el segundo oradorde la junta liberal; fue perseguido de un

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sitio a otro por los policías secretos deDíaz, hasta que por último se establecióen Douglas, Arizona, donde se dedicótranquilamente a trabajar en su oficio deimpresor.

El 30 de junio de 1907, AntonioMaza, cónsul mexicano en Douglas, seencontró con Sarabia en la calle y loreconoció. Esa tarde, el policía de losEstados Unidos, Sam Hayhurst, detuvo aSarabia a boca de pistola, sin orden dedetención, y lo llevó a la cárcelmunicipal. A las 11 p.m. se abrió lapuerta de la celda de Sarabia, quien fuesacado a la calle y obligado a subir enun automóvil; así lo transportaron al otro

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lado de la línea internacional, donde loentregaron al coronel Kosterlitzsky,oficial de rurales mexicanos. Losrurales amarraron a Sarabia al lomo deuna mula, le dijeron que iban a fusilarloen el camino, y atado de ese modo lollevaron en un rápido viaje a través delas montañas; después de cinco días demarcha lo confinaron en la penitenciaríade Hermosillo, Son.

¿Cómo se salvó Sarabia? Tan sólopor lo siguiente: cuando era metido a lafuerza en el automóvil, a gritos dijo sunombre y denunció que lo secuestraban.Los rufianes que lo conducían losofocaron para que callara y luego lo

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amordazaron; pero alguien escuchó susgritos y esparció la noticia del hecho.

Aún así, el cónsul Maza tuvo laaudacia de tratar de ahogar en silencioel asunto y llevar su trama a felizresultado. Por determinados mediospudo hacer callar a la cadena deperiódicos de Arizona, propiedad deGeorge H. Kelly, según éste confesómás tarde ante los tribunales. Pero enDouglas, en esa época, había unperiodista a quien Maza no pudocohechar, Franklin B. Dorr, quiendirigía el Douglas Daily Examiner.

En su periódico, Dorr levantó unaprotesta que encendió la sangre del

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pueblo de Douglas; se organizaronmítines callejeros para levantar más laindignación del pueblo; una multitudenardecida buscaba a Maza con unacuerda para colgarlo; llamamientostelegráficos al gobierno del Estado y alde la nación, y por fin, Sarabia fuevergonzosamente devuelto.

¿Qué hubiera sucedido a Sarabia sino se hubiera oído su voz en esa nochede junio de 1907? Exactamente lomismo que ha sucedido a muchos otroscuyas atemorizadas voces no llegaron aoírse. Habría desaparecido sin quenadie supiera decir con certeza haciadónde había ido a parar.

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Y ahora pregunto: ¿qué les sucedió alos secuestradores? Absolutamentenada. El cónsul Maza, el policíaHayhurst, Lee Thompson, carceleromunicipal, el alguacil Shorpshire, HenryElvey, el chofer, y algunos policíasprivados cuyos nombres nunca se dieronal público, parece que claramente hansido culpables del delito de secuestro,el cual se castiga con prisión en lapenitenciaría. Los últimos fuerondetenidos y los cuatro primeros fueroncitados en debida forma paracomparecer ante el tribunal superior deDouglas. Elvey confesó con todaclaridad el caso y la prueba parecía

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concluyente; pero tan pronto como laexcitación se calmó, uno por uno searchivaron en silencio los procesos. Nopuede culparse a Sarabia de esto; puesse hizo el intento de cohecharlo para quesaliera de la ciudad; pero él rechazó elsoborno. Es evidente que el dinero conque se había comprado a Hayhurst, aThompson y a Shorpshire no fue el únicoque repartió Maza en aquella ocasión.

Casi cada una de las pequeñasciudades norteamericanas situadas a lolargo de la frontera mexicana alberga aun individuo que ostenta el título decónsul mexicano; también hay cónsulesen pueblos situados centenares de millas

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lejos de esa frontera. Se supone quetales cónsules cumplen el propósito decuidar los intereses del comercio entreambos países; pero hay pueblos enCalifornia, Arizona, Nuevo México yTexas cuyo comercio con México no esmayor de 100 dólares al año y, sinembargo, tienen cónsules mantenidospor Díaz, con un costo de decenas demillares de dólares al año.

Estos hombres no son tales cónsules.Son espías, perseguidores,sobornadores… Están provistos demucho dinero que gastan libremente paraalquilar malhechores y detectives, ypara sobornar a funcionarios

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norteamericanos. Con el poder obtenidoen esta forma, en diversas ocasiones hansuprimido periódicos y han hechoencarcelar a sus directores, así comohan disuelto clubes políticos demexicanos.

Durante el proceso de José MaríaRamírez y otros cuatro liberales en ElPaso, Tex., en octubre de 1908, unpolicía municipal ingenuo juró que sujefe le había dicho que obedeciera lasórdenes del cónsul mexicano y del jefede la policía de Ciudad Juárez, Chih., enterritorio mexicano.

Después de las amenazas del cónsulmexicano en Tucson, Arizona, unos

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asaltantes destruyeron la imprenta deManuel Sarabia en esa ciudad, endiciembre de 1908; pero Sarabia nopudo persuadir al jefe de policía deTucson para que practicara unainvestigación del asunto, ni de quetratase de encontrar y castigar a losdelincuentes.

Algunos policías privados de LosAngeles, Cal., en muchas ocasionesrecibieron órdenes del cónsul mexicano,e ilegalmente le entregaron bienes depersonas a las que habían detenido.

Antonio Lozano, cónsul de Méxicoen Los Angeles, en cierta época, teníados falsas oficinas de empleos que

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funcionaban al mismo tiempo, con elúnico propósito de contratar a miembrosdel Partido Liberal para conducirlosmediante engaños a ciertos lugares deMéxico, donde pudieran ser capturadospor la policía de Díaz. Este mismocónsul, después que De Lara y yoiniciamos nuestro viaje por México,ofreció dinero a varios amigos de DeLara para que le dijeran hacia dóndehabía partido éste.

Detalles de mínima importanciacomo éstos llenarían muchas páginas.John Murray fue detenido por el jefe delServicio Secreto, Wilkie, por elsupuesto delito de recaudar dinero para

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la defensa legal de los refugiados.Robert W. Dowe, recaudador deaduanas norteamericano en Eagle Pass,Tex., fue obligado a renunciar acusadode ser agente secreto del gobiernomexicano y de que recibía dinero porese servicio. Las pruebas del casofueron eliminadas, por el Departamentodel Tesoro de los Estados Unidos, elcual reinstaló a Dowe después de variosmeses, una vez que hubo pasado laindignación por este asunto en EaglePass. En el Juzgado del Distrito de LosAngeles, Cal., se ha mantenido vigentedurante muchos meses, lista para serutilizada en cualquier ocasión, una orden

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de aprehensión en contra de De Lara ysu esposa, de la señora Mamie Shea,norteamericana, de la señora MaríaTalavera y de unas 20, personas más. Seacusa a todas ellas de haber violado lasleyes de neutralidad, por haber hechocircular un manifiesto impreso por elPartido Liberal. Varios de losinteresados ya han sido amenazados conaplicar ese auto de detención, con elevidente propósito de disuadirlos deayudar en cualquier forma almovimiento de la regeneración deMéxico.

Tan sólo hace unos meses que losperiódicos anunciaron que el mayor

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Elihu Root, del ejército de los EstadosUnidos, había salido en misión especiala México, para conferenciar con elsecretario de Guerra sobre los mediosmás prácticos de atrapar a los enemigosde Díaz que residen en Norteamérica.

Hace muy poco tiempo se publicó lanoticia de que había sido suprimidoPunto Rojo, periódico laborista deTexas, contrario a Díaz, y que se habíaofrecido un premio de 10 mil dólarespor la captura de su editor, PráxedisGuerrero; también se dijo que policíasdel servicio secreto, en su afán deganarse la recompensa, se habíanapoderado de las listas de suscriptores

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del periódico y habían tomado de ellasnombres de personas, contra las cualesse iba a proceder de inmediato.

Durante los últimos tres años, estapersecución de carácter general haocasionado la supresión directa de 10periódicos, por lo menos, impresos enespañol para lectores mexicanos, a lolargo de la frontera.

Es interesante la historia de cada unade estas persecuciones y supresiones deperiódicos; pero intentar detallarlastodas se llevaría gran parte de esta obra.Daré a conocer sólo un caso, el deRicardo Flores Magón, presidente delPartido Liberal, y sus asociados

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inmediatos; este caso es típico, ademásde ser el más importante. Su indiferenciacon los otros casos reside en que FloresMagón, quien ha podido rodearse degrandes recursos, ha sido capaz desostener la lucha más larga y másdesesperada por su vida y su libertadque otros compatriotas suyos, víctimasde persecuciones. Flores Magón haradicado en los Estados Unidos duranteseis años y medio y casi todo estetiempo lo ha dedicado a tratar deescapar a la muerte en el otro lado delrío Bravo, y más de la mitad lo hapasado en prisiones norteamericanas,sin otro motivo que el de oponerse a

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Díaz y a su sistema de esclavitud ydespotismo.

Lo peor que puede decirse de FloresMagón —lo mismo que de cualquiera desus correligionarios a quienes conozco—, es que desea desatar una rebeliónarmada contra el gobierno establecidoen México. En los casos en que losreformadores tienen la oportunidad deimplantar sus reformas mediantemétodos democráticos, la rebeliónarmada es indefendible; pero si con lasupresión de la libertad de palabra y deprensa, y de otras libertades semejantes,se hacen imposibles los mediospacíficos de propaganda, entonces la

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única alternativa es la fuerza. Tal vezfue el principio sobre el cual actuaronlos viejos revolucionariosnorteamericanos y que ahora norma laactividad de los liberales mexicanos.

Flores Magón y sus simpatizantesnunca se hubieran trasladado a losEstados Unidos para conspirar contraDíaz si su movimiento pacífico nohubiera sido deshecho por medio depistolas y garrotes, y sus vidas no sevieran gravemente amenazadas en supatria. Es correcto el proceder de losciudadanos de países despóticos quebuscan refugio en otro país, para planeardesde allí mejores cosas para el suyo;

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así lo reconocieron por muchosdecenios los poderes constituidos de losEstados Unidos, que protegieron arefugiados políticos.

Hace 12 años que Palma establecióla junta revolucionaria cubana en laciudad de Nueva York, y en lugar de sercapturada fue exaltada y fortalecida.Durante más de un siglo los refugiadospolíticos de países europeos, deSudamérica y hasta de China hanbuscado seguridad en los EstadosUnidos. Los jóvenes turcos prepararonaquí su revolución. Las sociedadesirlandesas recaudaron dinero en losEstados Unidos para un movimiento de

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liberación en Irlanda. Se ha ayudado condinero a sociedades judías de defensa entodo el país, y ninguno de suspromotores fue entregado a la venganzadel zar ruso; todo esto se ha hecho demodo abierto, no secretamente. En laactualidad se sabe que hay un cuartelgeneral de revolucionarios portuguesesen los Estados Unidos. El mismoPorfirio Díaz —¡qué ironía de lahistoria!—, cuando se declarórevolucionario encontró seguridad ensuelo norteamericano, y aunque su causaera muy discutible nadie lo aprehendió.Aún más, cometió delitos idénticos a losque, por medio de la maquinaria legal

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de los Estados Unidos, se trata deimputar a muchos de los refugiados; esdecir, los de organizar una expediciónmilitar contra un poder extranjero. El 22de marzo de 1876, Díaz cruzó el ríoBravo por Brownsville, Tex., con 40 desus secuaces armados, con el propósitode hacerle la guerra al presidente Lerdode Tejada; fue derrotado, pero noobstante que los Estados Unidosconocían su hazaña, no se hizo ningúnintento para encarcelarlo.

Ahora ha cambiado la política paracomplacer al presidente Díaz. Sólo sehan tomado providencias contrarefugiados políticos de otro país —

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Rusia— y es casi seguro que se procedeen esa forma para que las autoridadespuedan defenderse del cargo de utilizarcon parcialidad la maquinaria delgobierno sólo contra los mexicanos.

Flores Magón y un pequeño grupo deacompañantes, entre ellos su hermanoEnrique y los Sarabia, cruzó el ríoBravo en enero de 1904; poco despuésfundó en San Antonio, Tex., su periódicoRegeneración; éste sólo tenía unaspocas semanas de publicarse cuando unmexicano, un supuesto mercenario delgobierno de Díaz, llegó a la oficina ycon un puñal trató de matar al dirigenteliberal. Enrique Flores Magón se lanzó

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sobre el individuo, y aún forcejaba conél cuando cuatro detectives municipalesentraron y lo aprehendieron. Al díasiguiente se impuso a Enrique FloresMagón una multa de $30 en lacomisaría; pero el atacante ni siquierafue detenido.

Los exiliados consideraron esteincidente como parte de unaconspiración para crearles dificultades.Se trasladaron a Saint Louis, Mo., dondereabrieron su periódico. Apenas sehabían instalado en su nuevo domiciliocuando empezó a molestarlos la agenciad e detectives privados Furlong. Losmexicanos declararon que esta agencia

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colocó a uno de sus «operarios» en laoficina de Regeneración, en el papel deagente de anuncios, y a otros más en laoficina de correos de Saint Louis parainterceptar la correspondencia dirigida alos exiliados; también destacó agentespara buscar personas que quisieranentablar juicio por difamación contra elperiódico y, en fin, para acosar a losdirectores en todas las formas posibles.

El Departamento de Correos de losEstados Unidos, al que se pidió ayudapara suprimir Regeneración, canceló elpermiso —otorgado debidamente en SanAntonio, Tex.—, para que esteperiódico circulase como artículo de

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segunda clase. Pero esto no satisfizo alos perseguidores, quienes trajeron deMéxico a dos personas que debíanpresentar acusaciones de difamación enjuicios penal y civil contra los editoresd e Regeneración. Éstos fueronencarcelados y la publicaciónsuspendida. Los detectives de Furlongrobaron cartas y se las entregaron alcónsul mexicano, en Saint Louis; segúndicen los refugiados, de tales cartas seobtuvo una lista de nombres que condujoa la captura de unos 300 liberales enMéxico.

Los editores de Regeneraciónlograron salir de la cárcel mediante

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fianza; pero inmediatamente susenemigos prepararon nuevasacusaciones para volverlos a encerrar;sin embargo, los liberales considerabanque tenían cosas importantes por hacer,y en consecuencia prefirieron perder lafianza y huir de tales acusaciones.Ricardo Flores Magón y Juan Sarabia,marcharon al Canadá y desde allísostuvieron su correspondencia finalpara preparar el levantamiento armadocontra Díaz. El primer tiro se dispararíael 20 de octubre de 1906. En la nochedel 19 de octubre, los jefes liberales sereunieron en El Paso, Tex., paraprepararse a cruzar la frontera en la

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mañana siguiente.Como se dijo en un capítulo anterior,

esta rebelión fue traicionada y resultómás o menos un fiasco. De los jefesrevolucionarios, Juan Sarabia fue puestoen manos de Díaz por medio de latraición y unos 20 más fueron llevadosdespués a la prisión militar de San Juande Ulúa. Antonio I. Villarreal fue uno delos detenidos por la policíanorteamericana; durante largo tiempo sedefendió contra la extradición por elcargo de «homicidio y robo»; y, al fin,fue entregado a las autoridades demigración. Cuando los funcionarios demigración lo conducían a la línea

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fronteriza logró escapar, corriendo porlas calles de El Paso. Librado Rivera,primer orador de la junta liberal, conAarón Manzano, fue secuestrado enSaint Louis por policías secretos de laciudad; lo llevaron hasta Ironton, Mo.,donde se le rescató y fue devuelto aSaint Louis, gracias a las revelacionesde uno de los periódicos de esta ciudad.

En cuanto a la suerte de RicardoFlores Magón, éste fue perseguidodurante meses por detectives de ciudaden ciudad. Se marchó a California;siempre ocultándose, y en esa ocasión sedisfrazó de mujer para escapar de lossabuesos de Díaz. Por último, su

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periódico reapareció en Los Angeles,con el nombre de Revolución y allí se leunieron Villarreal y Rivera; los trestrabajaban clandestinamente y siemprese mantenían encerrados durante el día;sólo salían a respirar un poco de nochey disfrazados. A principios de agosto de1907 se encontró el lugar de LosAngeles donde se ocultaban los jefesliberales. Las pruebas existentes indicanque había un complot para secuestrarlos,lo mismo que a Sarabia: 1) los policíastuvieron mucho tiempo para procurarseuna orden de detención, pero ni siquieraintentaron solicitarla; 2) llevaron ensecreto un automóvil a las cercanías y

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no lo utilizaron después de efectuado elarresto; 3) los tres hombres, al temer uncomplot para secuestrarlos, gritaron aplenos pulmones; para acallarlos, lospolicías los golpearon de modo brutalcon las pistolas; Flores Magón, bañadoen su sangre, cayó inconsciente al suelo.La prueba circunstancial de que existíaun complot para el secuestro, laconstituye el testimonio directo de unode los mercenarios del entonces cónsulde México en Los Angeles; eseindividuo confesó la existencia de esecomplot y señaló al cónsul mexicanocomo el hombre que lo había fraguado.

Tales hechos parecen haber sido

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arreglados de antemano; los sabuesosdescargaron el golpe el 23 de agosto, yel embajador Creel hizo el viaje desdeWashington a Los Angeles para estarcerca y vigilar que todo se efectuara sintropiezos. Los concesionariosmexicanos domiciliados en Los Angeles,ofrecieron un banquete a Creel en lanoche del 22 de agosto; al día siguiente,el embajador permaneció en su hotelesperando la noticia de que susmalhechores se habían apoderado de lasvíctimas, tal como se había planeado.

Pero los gritos de Flores Magón y desus amigos atrajeron tal multitud que nofue posible secuestrarlos. Tan mal

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preparados estaban los policías parahacer una simple detención, que cuandollevaron a sus prisioneros a la cárcel, nosupieron qué acusación formular encontra de ellos; de este modo tuvieronque registrarlos en las actas de lapolicía como detenidos por ¡resistenciaa la autoridad!

El embajador Creel procedióentonces a contratar los servicios de losabogados más caros de California, paraque ideasen el modo de llevar a lospresos a México; tales abogados eran elex gobernador Henry T. Gage, Gray,Barker y Brown, socios del senadorFlint de los Estados Unidos, y Horace

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H. Appel. Una vez que los asuntos sepresentaron ante el tribunal, elprocurador como consejero especial,anunció de viva voz sus nombres ydurante las audiencias siempreestuvieron presentes uno o dos de ellos.

Los «policías» que golpearon a losrefugiados casi hasta matarlos, ydespués los acusaron de resistencia a laautoridad —aunque no llevaban ordenjudicial de detención— fueron ThomasH, Furlong, jefe de la agencia dedetectives Furlong, de Saint Louis,principal cazador de refugiados alservicio de Díaz, un ayudante de Furlongy dos agentes secretos de la ciudad de

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Los Angeles, los muy conocidospolicías Talamantes y Rico.

Durante meses, antes de la detenciónde Flores Magón y de sus compañeros,circuló en los Estados Unidos un bandoen el que se ofrecían $20 mil por suaprehensión; el testimonio que presentóFederico Arizmendi, impresor de LosAngeles, ante los tribunales de esaciudad, comprueba que los detectivesrecibieron su parte de esa recompensa.Después del arresto de Flores Magónlos sabuesos fueron a la oficina delperiódico Revolución, donde tuvieronbajo custodia al director nominal,Modesto Díaz; allí se encontraron a

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Arizmendi, con quien se produjo lasiguiente conversación:

Talamantes: —Ya puedesfelicitarme; acabo de ganar mil dólares.

Arizmendi: —¿Cómo?Talamantes: —Acabo de pescar a

Villarreal.Al tiempo de escribir estas líneas,

Rico y Talamantes todavía sonmiembros de la policía de Los Angeles.

La identidad de la persona queempleó a Talamantes y socios seconfirmó, sin la menor duda, así comosu asombrosa usurpación de lasfacultades propias del gobiernonorteamericano. Después de haber sido

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puesto en libertad, el día siguiente al dela conversación citada, Modesto Díazfue informado que tendría que esperarpor algunos días los papeles que se lequitaron en el momento de su detención,porque se habían dejado en manos delcónsul mexicano.

Si queda alguna duda respecto aquién alquiló a Furlong y a sus secuacespara dar caza a Flores Magón, tal dudadesaparecerá con sólo leer un trozo deltestimonio jurado del mismo Furlongante los tribunales de Los Angeles. Heloaquí:

Interrogatorio del señor Harriman

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P.: —¿Cuál es su ocupación?R.: —Soy presidente y gerente de la

Furlong Secret Service Co.,de Saint Louis, Missouri.

P.: —¿Ayudó usted a detener a estoshombres?

R.: —Sí.El señor Lawler: —Se objeta esa

pregunta como conclusión deltestigo.

P. (del señor Harriman): —¿Teníausted orden judicial dedetención?

R.: —No, señor.El comisario: —¿Se retira la otra

pregunta y ahora interroga

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usted si tenía auto dedetención?

El señor Harriman: —Sí, señor.P.: —¿Los arrestó usted sin orden

judicial?R.: —Sí, señor.P.: —¿Les quitó usted estos objetos

sin orden judicial?R.: —Sí, señor.P.: —¿Recorrió usted la casa y la

registró sin orden judicial?R.: —¿Cómo es eso?P.: —¿Reconoció usted la casa y la

registró sin orden judicial?R.: —Sí.P.: —¿Y les quitó sus papeles?

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R.: —Yo no les quité ningún papel.Los detuve y los encerré ydespués regresé y tomé lospapeles.

P.: —Los aprehendió usted en casa ylos detuvo usted, ¿no es así?

R.: —No, señor. Se los entregué a…P.: —Bueno, ¿usted los retuvo hasta

el punto en que ellos fueronafectados?

R.: —Sí, señor.P.: —¿Quién le pagó a usted por

hacer este trabajo?R.: —El gobierno mexicano.

Tampoco se resistió Furlong a confesar

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el objeto de la cacería. Un periódico deLos Angeles reprodujo declaraciones deFurlong en las que éste se pavoneaba dela detención y afirmaba que había estado«tras» de Magón y sus amigos durantetres años. En este periodo —según dijo— había logrado «atrapar» a 180revolucionarios mexicanos paraentregarlos al gobierno de Díaz, el cual«los liquidó pronto». De acuerdo conuna declaración judicial, certificada yjurada debidamente por W. F. Zwickeyen los tribunales de Los Angeles,Furlong expresó que él no estaba taninteresado en este caso ni en lasacusaciones por las que se procesa a los

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detenidos, como en conducirlos aArizona; «todo lo que nosotrosqueremos» (por «nosotros» se entiendeél mismo y las autoridades mexicanas)«es llevar a los detenidos a Arizona, yentonces ya veremos la manera dehacerlos cruzar la frontera».

El procurador general Bonaparteparece haber tenido el mismo propósitoque Furlong y las autoridadesmexicanas, aun cuando el caso noimplicaba la extradición a México, nisiquiera a Arizona. Durante unaaudiencia ante el juez Ross, en SanFrancisco, el señor Bonaparte tuvo elatrevimiento de telegrafiar a su

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procurador de distrito en aquella ciudad,lo siguiente: «Resístase por todos losmedios al recurso de habeas corpus enel caso de Magón y otros, pues losquieren en México». Este telegrama seleyó en el tribunal; el incidente fue aúnmás notable en vista de que pocos díasantes, en respuesta a una averiguacióndel senador de los Estados Unidos,Perkins; el procurador Bonaparte lehabía escrito una carta en la que aseguróque el objeto del proceso no era el deenviar a los procesados a México.

Se formularon contra Flores Magóny sus compañeros cinco cargos distintos,uno después de otro, por separado.

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Primero, el de «resistencia a laautoridad»; después, la manidaacusación de «homicidio y robo»; mástarde, la «difamación en grado penal»;en seguida el homicidio de un tal «JuanPérez» en México; y, por último, laconspiración para violar las leyes deneutralidad.

Sin duda, los perseguidores habríantenido rápido éxito en su propósito dellevar a esos hombres a México, si nohubiera sido porque algunasorganizaciones de Los Angeles formaronun comité de defensa, efectuaronreuniones de masas para excitar elsentimiento público, recogieron fondos y

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contrataron a dos hábiles abogados —Job Harriman y A. R. Holston—,quienes, después de larga lucha,lograron conducir el proceso de modoque el ministerio público se vieraobligado a proceder sólo por actos queimplicaban encarcelamiento en losEstados Unidos.

Durante las primeras etapas de lalucha legal, los agentes de Díaz sededicaban, con sus métodoscaracterísticos, a suprimir el periódicoRevolución. Después que fuerondetenidos los tres editores, trató desalvar la emergencia L. Gutiérrez deLara, quien no había sido identificado

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como miembro del Partido Liberal; perodos semanas más tarde, ya les hacíacompañía a Flores Magón, Villarreal yRivera. Se pidió su extradición en elsupuesto de que había cometido un robo«en cierto día de cierto mes de 1906, encierto Estado de México».

A pesar del arresto de De Lara, elperiódico Revolución continuóapareciendo de manera regular. Tanpronto como los agentes de laprocuraduría pudieron encontrar alnuevo director, que resultó ser ManuelSarabia, inmediatamente loaprehendieron y lo acusaron del mismodelito que en esos momentos se atribuía

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a Flores Magón, Villarreal y Rivera.¿Quién quedaba para publicar el

pequeño periódico Revolución? Losimpresores Modesto Díaz, FedericoArizmendi y un muchacho de apellidoUlibarri salieron al paso de la nuevaemergencia; pero, en menos de un mes,también ellos fueron conducidos a lacárcel, acusados los tres de difamación.Así fue como el periódico de laoposición mexicana pasó a la historia;Modesto Díaz murió a consecuencia delencarcelamiento que siguió a sudetención.

Revolución no era un periódicoanarquista; ni un periódico socialista; ni

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propugnaba el asesinato de presidentesni la abolición de gobiernos. Sólodefendía los principios que losnorteamericanos, en general, desde quesurgieron la Declaración deIndependencia y la Constitución de losEstados Unidos, han considerado comonecesarios para el bienestar decualquier nación. Si un periódiconorteamericano de los mismos idealeshubiera sido suprimido por métodos aúnmucho menos arbitrarios y descaradosque los expuestos aquí se hubieralevantado una justa protesta que seescucharía en todo el país de costa acosta. Pero sólo se trataba de un

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periódico mexicano de oposición alpresidente Díaz y… se le suprimió.

La historia de Lázaro Gutiérrez deLara constituye un buen ejemplo delsistema de privar a los enemigos deDíaz de su libertad personal en losEstados Unidos, tal como lo hapracticado el Departamento de Justicia,de acuerdo con los agentes mexicanos envarias partes del oeste norteamericanodurante los últimos cinco años.Gutiérrez de Lara fue aprehendido yencarcelado el 27 de septiembre de1907, por instrucciones telegráficas delprocurador general Bonaparte. Como yase dijo, se le acusó de robo cometido en

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cierto día de cierto mes de 1906, encierto Estado de la República Mexicana,y se procuraba su extradición a Méxicosobre la base de tan terrible culpa.

El tratado de extradición entre losEstados Unidos y México establece queel país que pida la extradición debeproporcionar pruebas de culpabilidad enun plazo de 40 días a partir de ladetención del acusado. En el caso de DeLara, se desdeñó este pequeñotecnicismo; después de los 40 días sepresentó una nueva demanda quecontuvo la «esclarecedora información»de que el supuesto delito había sidocometido en el Estado de Sonora, lo

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cual se consideró motivo suficiente pararetener al prisionero otros 40 días.

Nada sucedió en el curso de esenuevo plazo; por ello, el 22 dediciembre, el abogado Harrimaninterpuso el recurso de habeas corpus.Éste fue negado y se dio más tiempo alministerio público para que presentarauna tercera demanda; esta vez De Larafue acusado de haber robado leña en elEstado de Sonora el 13 de agosto de1903.

Durante la audiencia se revelaronalgunos hechos extraños. Uno de ellosfue que De Lara había sido procesado yabsuelto por idéntico delito en México

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hacía más de cuatro años; otro, que apesar de que en México el valor de laleña se había fijado en $8, en laaudiencia de Los Angeles aumentó a 28dólares. Este salto espectacular se debióa que no se puede conceder laextradición de un ladrón que hayarobado menos de 25 dólares. Pero, porun descuido del ministerio público, esesalto de la cotización en el mercado dela leña no fue suficientemente alto; sedescubrió que el precio de la plata enese año era un poco menos que elacostumbrado, y el abogado Harrimandemostró que el pretendido valor de $56no alcanzaba el equivalente de 25

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dólares. Tan sólo por este detalle sesalvó la vida del acusado.

La realidad era que De Lara nuncarobó tal leña, sino que, como apoderadode una viuda a quien un riconorteamericano, dueño de minas, tratabade privar de un pedazo de terreno, élhabía permitido que la viuda cortase unpoco de leña en ese terreno para supropio uso. La audacia de losperseguidores de De Lara seríaincreíble si no constase en los archivos.De Lara fue puesto en libertad despuésde haber perdido 104 preciosos días desu vida en una prisión norteamericana.Tuvo más suerte que muchos de sus

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compatriotas al ganar su lucha contra laextradición; pero perdió sin remedioesos tres y medio meses transcurridos.Además, Revolución había sidosuprimido y se quiso enseñar a uncaballero mexicano que quien se oponeal tirano puede ser debidamentecastigado, lo mismo en los EstadosUnidos que en México. Flores Magón,Villarreal y Rivera continuaronencarcelados durante cerca de tres años,a partir del 23 de agosto de 1907. Desdeprincipios de julio de 1908 hasta enerode 1909 estuvieron incomunicados en lacárcel municipal de Los Angeles, lo cualsignifica que a nadie se permitió, ni

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siquiera a los periodistas, que losvieran, ni que Rivera fuera visitado porsu esposa e hijos. Sólo un abogado pudover a los acusados. Había dos abogadosmás que los defendían en otro Estado,pero fueron objetados por el endeblemotivo de que no se hallaban registradosen California.

En julio de 1908 visité en su oficinaa Oscar Lawler, procurador de distritode los Estados Unidos, ante quienprotesté por el severo aislamiento enque se tenía a los prisioneros; pero suúnica excusa fue la siguiente: Hacemosesto a petición del gobierno mexicano.Éste nos ha complacido y no es más

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que justo que nosotros lecorrespondamos.

El gobierno mexicano también pidióque no se admitiera fianza de los reos,lo cual fue concedido. El privilegio dela libertad bajo caución, a reserva de laresolución del juicio, está garantizadopor la ley a todas las personas acusadas,excepto a los homicidas a sangre fría;sin embargo, el juez Welborn, conatribuciones tanto de juez de distritocomo de circuito, negó a estos hombresese privilegio. La fianza se había fijadopreviamente en 5 mil dólares, lo que eradiez veces más de lo requerido en casossimilares anteriores. A fines de julio de

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1908, se logró reunir esa cantidad y seofreció en la forma más segura; pero nofue aceptada por el juez Welborn con elpretexto de que un fallo de la SupremaCorte había establecido que durante lostrámites de habeas corpus no debecambiarse la custodia de un prisionero;esta jurisprudencia fue interpretada demodo singular, en el sentido de que,precisamente a estos detenidos, no se lesdebía admitir la fianza.

Durante los seis meses en que losprisioneros estuvieron incomunicados, ypor ello, imposibilitados de defendersecon declaraciones públicas, elprocurador Lawler se aprovechó de ese

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forzado silencio para declararlosculpables, no sólo de los delitosseñalados como materia del proceso,sino también de otros, entre ellos uncomplot para asesinar al presidenteDíaz, aunque era evidente que Lawler notenía prueba alguna de semejantecomplot.

Después de pasar cerca de dos añosen las cárceles municipales, FloresMagón, Villarreal y Rivera fuerondeclarados culpables de conspiraciónpara violar las leyes de neutralidad altratar de organizar una expediciónarmada contra México, y fueronsentenciados a 18 meses de prisión en la

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penitenciaría de Florence, Arizona.Sarabia no fue juzgado; logró evitar laextradición y fue conducido a Arizonaantes que los otros; allí fue puesto enlibertad bajo fianza y poco después secasó con Elizabeth D. Trowbridge,señorita de Boston; perteneciente a unaantigua y rica familia. Como la salud deSarabia estaba quebrantada por el largocautiverio, se convenció de que debíapagar la caución y huir con su esposahacia Europa, en el supuesto de que, siera sometido a juicio, sería encarceladoa pesar de la falta de pruebas en sucontra. Desde entonces se ha dedicadoen Europa a escribir artículos para

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varios periódicos ingleses, franceses,españoles y belgas, sobre losmovimientos democráticos de México.

En general, fracasó la campaña paraextraditar a los refugiados acusados de«homicidio y robo»; pero sirvió paramantener en la cárcel a muchos liberalesdurante largos meses, hasta agotar susrecursos, debilitar su organismo eintimidar a sus amigos. Sin embargo,ello no fue suficiente para conseguir suextradición. La mayoría de los liberalesdeportados lo fueron por funcionarios demigración o por secuestro.

La persecución basada en lossupuestos delitos de «homicidio y robo»

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fracasó, por su patente contradiccióncon las leyes y los principiosnorteamericanos. Esto debió ser sabidopor los procuradores de los EstadosUnidos desde el principio; pero, tan sólopor complacer a Díaz, continuaron losprocesos sobre tales bases. En realidad,no se trató de un mero error de losagentes del ministerio público queintervinieron, sino de una línea políticaimpuesta por los más altos funcionariosdel gobierno de los Estados Unidos. Talquedó demostrado en 1908, con lapublicación de muchas informacionesprocedentes de varios departamentos deWashington y de Oyster Bay, en las que

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se expresó el deseo del gobierno dedeportar como delincuentes ordinariosa los políticos mexicanos refugiados.

Al fracasar en sus esfuerzos paradeportarlos al mayoreo como talesdelincuentes, el Departamento deJusticia norteamericano concentró susenergías en asegurar el encarcelamientode los refugiados por violación de lasleyes de neutralidad por conspirar paraviolarlas. Se consideró como granfelonía organizar una expedición armadacontra una «potencia amiga», oconspirar para organizarla. Así, ademásde Flores Magón, Villarreal, Rivera ySarabia, algunos de los refugiados

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liberales procesados de acuerdo con esaley fueron Tomás de Espinosa, José A.Rangel, Casimiro H. Regalado, LauroAguirre, Raymundo Cano, AntonioAraujo, Amado Hernández, TomásMorales, Encarnación Díaz Guerra, JuanCastro, Prisciliano Silva, José MaríaMartínez, Benjamín Silva, LeocadioTreviño, José Ruiz, Benito Solís, TomásSarabia, Práxedis Guerrero (Quenosotros sepamos, Práxedis jamás logróser procesado por las autoridadesnorteamericanas, no obstante la terriblepersecución que, en su contra, enfrentó.Nota de Chantal López y Omar Cortés),Servando T. Agis, John Murray, Calixto

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Guerra, Guillermo Adán E. Dávila,Ramón Torres Delgado, AmadoMorantes, Francisco Sáiz, MarcelinoIbarra e Inés Ruiz. La mayoría de lasdetenciones se efectuaron en lasciudades de San Antonio, Del Río, ElPaso, Douglas y Los Angeles, y estalista no es sino una parte de los casosmás notables.

En casi todos ellos, los detenidosfueron encarcelados durante meses sinofrecérseles la oportunidad de probar suinocencia; en la vista de sus causasgeneralmente eran absueltos; pero fueroncondenados a penas de 18 a 30 meses deprisión los acusados Araujo, Espinosa,

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Guerra, Prisciliano Silva, Treviño,Rangel y Flores Magón, Villarreal yRivera. Unos confinados enLeavenworth, Kansas, y otros enFlorence, Arizona.

¿Eran culpables estos hombres? Sino lo eran, ¿por qué se les condenó?

En mi opinión, ninguno de ellos eraculpable dentro de la debidainterpretación de las leyes; éstas fueronvioladas —por lo menos en algunoscasos— y mal interpretadas siemprepara condenarlos.

Ésta es una afirmación audaz; perocreo que los hechos la apoyan. Laexistencia, dentro del gobierno de los

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Estados Unidos, de un deseo incontenidode servir a Díaz, es demostrada por loscasos que, a pesar de que la prueba deviolación de las leyes de neutralidad es10 veces más clara —como lasexpediciones de norteamericanos paraauxiliar revoluciones en paísescentroamericanos o sudamericanos—han sido y son habitualmente pasadospor alto por las autoridadesnorteamericanas. Pero no es necesarioaducir este hecho en favor de losliberales mexicanos; la verdad es quenunca hubo pruebas adecuadas parademostrar que ellos violaban las leyesde neutralidad.

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¿Acaso organizaron algunaexpedición armada contra una potenciaamiga? ¿Tenían planes para hacerlo?No. ¿Qué hicieron, pues? Llegaron a losEstados Unidos donde proyectaronayudar a un movimiento revolucionariodentro de México. Huyeron para salvarsus vidas y han estado pensando en laforma de volver a su país para tomarparte en una rebelión en suelo mexicano;nada más.

¿Constituyó esto una violación de lasleyes de neutralidad?

No era tal violación, según el juezMaxey de Texas, quien revisó algunosde los casos. El 7 de enero de 1908, la

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Daily Light and Gazette, de SanAntonio, Tex., reprodujo las siguientespalabras del juez Maxey:

Si José M. Rangel, el acusado,tan sólo cruzó el río y se unió ala lucha, tenía todo el derechopara hacerlo; así lo diré aljurado de mi encargo. Esteproceso no es por luchar en unpaís extranjero, sino por iniciary organizar una expedición en elcondado de Valverde.

El texto de la ley es el que sigue:

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Toda persona que, dentro delterritorio o jurisdicción de losEstados Unidos, inicie uorganice o proporcione oprepare los medios paracualquier expedición o empresaarmada, para ser conducidadesde los Estados Unidos contrael territorio o dominios decualquier príncipe o Estadoextranjero, o de cualquiercolonia, distrito o pueblo con elque los Estados Unidos estén enpaz, será considerada culpablede grave delito y se le impondrámulta no mayor de 3 mil dólares

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y prisión por no más de 3 años.

Flores Magón, Villarreal y Rivera, losdirigentes, no sólo no organizaron unaexpedición contra México, sino que nisiquiera cruzaron el río para pelear enpersona. Su condena se consiguió pormedio del evidentemente falsotestimonio de un detective mexicanoapellidado Vázquez, quien presentó laúnica prueba directa contra ellos.Vázquez declaró ser un espía que habíaestado en la reunión de un club liberal.Dijo que allí se leyeron cartas de FloresMagón en las que ordenaba al clubconstituirse en un cuerpo armado para

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invadir México. En esta reunión —agregó Vázquez—, se hicieronnombramientos militares, propuestos porFlores Magón, que fueron escritos porun miembro llamado Salcido. Se exhibióel papel; pero los peritos calígrafosaportados por la defensa probaron queel documento era falso. Vázquezmodificó entonces su testimonio y juróque él mismo había escrito los nombres.Éste era un punto vital en el testimonio,y si los acusadores públicos hubieranestado interesados en mantener la leymás que en perseguir a los enemigospolíticos de Díaz, hubieran puesto enlibertad a los acusados y procesado a

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Vázquez por declarar en falso.La persecución general de

refugiados políticos mexicanos continuósin cesar hasta junio de 1910, cuando elescándalo se hizo tan grande que sellevó el asunto ante el Congresonorteamericano. Los hechos anotados,aunque en forma más completa, sedenunciaron ante el Comité deReglamentos de la Cámara deDiputados, y en la actualidad estánpendientes de aprobación en ambascámaras las resoluciones para efectuaruna investigación general sobre estaspersecuciones.

Hasta la iniciación de las gestiones

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ante el Congreso, el gobierno de losEstados Unidos planeaba continuar laspersecuciones. En varias ocasiones seanunció que en cuanto se cumplieran lascondenas de Flores Magón, Villarreal yRivera en la penitenciaría de Florence,éstos serían procesados de nuevo porotros cargos; pero el 3 de agosto fueronpuestos en libertad sin volvérseles aarrestar. Desde entonces no se hanproducido más procesos, que yo sepa.Es de esperarse que las leyes de losEstados Unidos y el gran principionorteamericano de protección a losrefugiados políticos no seanconculcados otra vez; sin embargo, se

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teme que los perseguidores esperen quesus delitos sean olvidados por elpúblico, para comenzar de nueva cuenta.

Quizá haya más persecuciones.También puede no haberlas. Decualquier modo, la justicia no quedarásatisfecha. Los amigos de la decencia yde la libertad no pueden darse porsatisfechos, puesto que algunas de lasvíctimas todavía sufren castigosinjustos; está en manos del pueblonorteamericano imponer la libertad detales víctimas y la terminación de talescastigos. Lázaro Puente, por ejemplo,periodista pacífico, durante 13 añosresidente en los Estados Unidos, fue

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injusta e ilegalmente deportado como«inmigrante indeseable» por losfuncionarios de migración. LázaroPuente sigue prisionero en San Juan deUlúa, la fortaleza militar del puerto deVeracruz donde lleva encarcelado másde cuatro años. Fue entregado contratoda ley a la policía de Díaz y procedeque el pueblo norteamericano pida quesea devuelto libre a los Estados Unidospara reparar esa injusticia.

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Capítulo XVI

La personalidad de PorfirioDíaz

Pero el propio Díaz…, ¿no es una muybuena persona? Esta pregunta aparece,casi de modo invariable, en labios delnorteamericano ordinario, en cuanto éstese entera por primera vez de laesclavitud, el peonaje y la opresiónpolítica de México. Aunque estapregunta es otra prueba de que losagentes de prensa de Díaz han hecho

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bien su labor, vale la pena que laexaminemos por separado.

La estimación común de losnorteamericanos sobre la personalidadde Porfirio Díaz, por lo menos en losúltimos dos años, en realidad haestablecido que ese presidente es «unamuy buena persona». Después que JamesCreelman publicó en Pearson sMagazine su famoso artículo laudatorio,Teodoro Roosevelt le declaró en unacarta que entre los estadistascontemporáneos no había ninguno másgrande que Porfirio Díaz. En el mismoaño, durante un viaje a México, WilliamJennings Bryan habló en los términos

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más elogiosos de la «gran obra» deDíaz. David Starr Jordan, de laUniversidad de Stanford, en recientesdiscursos se ha hecho eco de laafirmación de Creelman de que Díaz esel hombre más grande del hemisferiooccidental; centenares de los másdistinguidos ciudadanosnorteamericanos se han expresado entérminos similares. En cuanto a losnorteamericanos prominentes que viajanpor México, se ha hecho costumbre —especie de protocolo de viaje— unbanquete en el Castillo de Chapultepec—los de menor categoría, en el café deChapultepec— y levantar la voz de

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sobremesa, para expresar los másextravagantes elogios de Porfirio Díaz yatribuirle las virtudes de unsuperhombre, y aun de semidiós.

Si los hechos no fueranabrumadoramente contrarios, si losactos fácilmente comprobables dePorfirio Díaz no fueran una historiadiferente, yo no me atrevería a discutirlas apreciaciones de esas personas,sobre todo cuando esas opinionescoinciden y se aceptan en general comoexactas. Pero los hechos hablan por símismos, sin que importe cuán oscuro seael hombre que los saca a la luz; tampocoimporta cuán distinguidos sean los

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hombres que desprecian tales hechos,pues éstos son más grandes que loshombres. Current Literature , al llamarla atención sobre el nuevo concepto dePorfirio Díaz que últimamente ha idoganando terreno en Norteamérica, serefiere al presidente de México como unhombre misterioso: «¿Es un estadistasublime o un colosal criminal?»,pregunta. A lo cual yo respondería quenosotros tenemos nuestro ideal delestadista y nuestros conceptos de lacriminalidad; todo lo que necesitamospara basar una estimación son loshechos del hombre de que se trate. Sitales hechos se conocen, el misterio se

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disipa por sí mismo.Al juzgar la vida de un hombre, en

especial si es un hombre que hadecidido la suerte de millares, que ha«salvado una nación» o la ha deshecho,las pequeñas virtudes y los pequeñosvicios cuentan poco; los actosinsignificantes para bien o para mal sóloson importantes en conjunto. Un hombrepuede haber cometido graves crímenes;pero si ha otorgado al mundo másalegría que tristeza, se le debe juzgarcon benevolencia. Por otra parte, puedenatribuírsele actos laudables; pero si hadetenido las ruedas del progreso poralgún tiempo para alimentar su propia

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ambición, la historia no lo absolverá deeste delito. Lo que cuenta es el saldo; loque decide es la balanza. Si se pesaranlas buenas y las malas acciones dePorfirio Díaz, ¿acaso no aparecería muymenguado…, terriblemente menguado?Sus amigos pueden cantarle loas; perocuando ellos, sus mejores amigosempiezan a especificar, a puntualizar susrazones para colocarlo en un alto nichodel altar de la fama, ¿no se advierte queellos mismos se transforman en susacusadores, en vez de abogados?¿Acaso no resulta Díaz convicto por laboca de quienes dicen alabarlo? Segúnnuestro ideal de lo que es un estadista y

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nuestro concepto de la criminalidad, ¿nohemos de juzgarlo, no como estadista,sino como criminal? Y puesto que nohay persona en el mundo que ejerza tantopoder sobre tantos seres humanos ¿no lojuzgaremos como el criminal máscolosal de nuestra época?

Es curiosa la opinión, casi unánimeen los Estados Unidos, de que PorfirioDíaz es muy buena persona; pero esexplicable. En cierto aspecto, laspersonas que no han tenido laoportunidad de juzgar por sí mismas aalgún hombre o una cosa, ya sean ellasdirectores de colegio o diputados, seinclinan a aceptar lo que dicen otros

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respecto a ese hombre o esa cosa.Porfirio Díaz, conocedor de esto ytasador de las buenas opiniones dequienes no están enterados, ha gastadomillones para tinta de imprenta en losEstados Unidos. En otro aspecto, lamayoría de los hombres son vulnerablesal halago, y Porfirio Díaz sabe halagar.Del mismo modo que los católicosimportantes que van a Roma procuranuna audiencia con el Papa, así losnorteamericanos que viajan por Méxicobuscan una audiencia con el generalDíaz; éste casi siempre los recibe y loshalaga. Todavía más, parafraseando unviejo proverbio, los hombres no sólo no

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miran el colmillo del caballo regalado,sino tampoco miran el colmillo delcaballerango. A pesar del viejo consejo,los hombres no suelen «desconfiar delos griegos» al recibir de ellos regalos,y Díaz es generoso en regalar a loshombres cuya buena opinión influyesobre otros. Por último, no hay nada quetenga tanto éxito como el éxito mismo:Díaz lo ha tenido. El poder deslumbra alos fuertes y a los débiles, y el poder deDíaz ha deslumbrado a los hombres ylos ha acobardado hasta el punto de queno tienen valor para mirar con fijeza ytiempo suficiente lo que brilla paraadvertir los huesos y la carroña que hay

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detrás. No imagino, ni por un instante,que algún norteamericano decenteapruebe los actos de Porfirio Díaz. Tansólo me supongo que ellos, losnorteamericanos decentes, ignoran talesactos y se inclinan a alabar con larguezapor haber aceptado lo dicho porotros…, y por el deslumbramiento deléxito.

En cuanto a mí toca, no tengo unnuevo ideal del estadista para hacercambiar las opiniones del lector, sinoque presento los hechos. Si se consideraa Washington un gran estadista, o aJefferson, o a Lincoln, o cualquier otraluminaria de la historia política de

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Norteamérica, estoy seguro de que antelos hechos no se puede considerar almismo tiempo que lo es Porfirio Díaz.Lo que éste ha hecho, Washington,Jefferson, Lincoln, hubieran aborrecidohacerlo; al mismo lector le repugnaríahacer o ver hacer tales cosas, si enrealidad es un admirador de cualquierade esos hombres.

Porfirio Díaz es en verdad una figurasorprendente. Debe de ser un genio decierta clase y tiene que haber en él, sinduda, algunos rasgos de carácter dignosde admiración. Examinemos algunos desus actos, con el propósito de descubrirsi se le puede o no llamar con justicia el

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mejor estadista del presente, o «elhombre más grande de las Américas».

Primero examinemos las razones tangeneralizadas sobre las cuales se basasu buena fama en el extranjero. Son treslas principales: 1) que Díaz ha «hechoel México moderno»; 2) que ha traído latranquilidad a México y, por lo tanto,debe considerársele como una especiede príncipe de la paz; y 3) que es unmodelo de virtudes en su vida privada.

¿Ha «hecho» Porfirio Díaz elMéxico moderno? ¿Acaso México esmoderno? A duras penas. México no esmoderno ni industrialmente, ni enmateria de educación pública, ni en su

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forma de gobierno. Industrialmente sehalla atrasado por lo menos en 25 añosrespecto a los últimos adelantos; enmateria de educación pública, su atrasoes por lo menos de 50 años, y su sistemade gobierno es digno del Egipto de hace3 mil años.

Es verdad que México ha logradociertos avances en algunos aspectos,sobre todo en el industrial, durante losúltimos 34 años; pero en este solo hechoPorfirio Díaz no significa ninguna fuerzaimpulsora. Para demostrar lo contrario,¿no sería necesario probar que Méxicoha avanzado más de prisa que otrospaíses en ese periodo? Y si llega a

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demostrarse que su progreso ha sidomás lento que el de casi cualquier otrade las grandes naciones del mundo enlos últimos 34 años, ¿no sería lógicoatribuir a Díaz por lo menos algo de esafuerza retardataria?

Considérese lo que eran los EstadosUnidos hace 34 años y lo que son hoy, yhágase la misma consideración respectoa México. Considérese que el mundo hasido reconstruido, industrialmente, enlos últimos 34 años. Para hacer lacomparación irrefutable, dejemos a unlado a los Estados Unidos y a los paíseseuropeos y comparemos el progreso deMéxico con el de otros países

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latinoamericanos. Entre las personas quehan viajado con frecuencia porArgentina, Chile, Brasil y aun Cuba,existe la opinión coincidente de queMéxico es el más atrasado de loscinco…, en materia de gobierno, enmateria de educación pública y aun deindustrialización. ¿Quién hizo a laArgentina? ¿Quién hizo a Chile? ¿Quiénhizo al Brasil? ¿Por qué no encontramosun «hacedor» de estos países? Lo ciertoes que la modernización que México halogrado durante los últimos 34 añostiene que atribuirse a la evolución, esdecir, al progreso general del mundo, yde ningún modo a Porfirio Díaz. En

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general, éste ha sido una fuerzareaccionaria, y sus pretensiones deprogresista se fundan sobre un hecho:haber «alentado» al capital extranjero.

—¡Díaz, el pacificador, el másgrande pacificador, más grande queRoosevelt! —exclamaba hace poco unpolítico norteamericano en un banqueteque se efectuó en la capital mexicana—.Estas expresiones, eran sólo el eco devoces más altas. Recuerdo haber leído,no hace mucho tiempo, la noticia de quela «American Peace Society» habíadesignado a Porfirio Díaz como suvicepresidente honorario enconsideración a que éste había

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establecido la paz en México. Tal teoríaparece consistir en que la historia deMéxico, anterior a Díaz, estuvo llena deguerras y de cambios violentos degobierno, bajo Díaz no han ocurridolevantamientos violentos de largoalcance, por lo que necesariamente Díazes una criatura humanitaria, semejante aCristo, que se estremece ante la solamención de derramamiento de sangre, ycuya bondad es tan ejemplar que ningunode sus súbditos puede hacer otra cosaque imitarlo.

En respuesta a todo ello sólo seránecesario recordar al lector mis relatosde cómo Díaz empezó su carrera de

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estadista, de cómo perturbó la paz deMéxico, y de cómo ha estado alterandola paz desde entonces, mediante unaguerra sangrienta contra losmovimientos democráticos respetablesde su pueblo. Ha mantenido la paz —sia ello se puede llamar mantener la paz—, con el recurso de asesinar a susoponentes en cuanto éstos han asomadosus cabezas sobre el horizonte. Tal es loque el escritor mexicano De Zayas llama«paz mecánica», la cual carece de lavirtud de que sus frutos lleguen amadurar bajo su sombra, ni determina lafelicidad de la nación, ni la prepara paraalcanzarla. La prepara sólo para una

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violenta revolución.Durante más de 20 años, antes que

llegara al poder supremo de México,Díaz había sido soldado profesional ycasi de modo continuo estuvo encampaña. Las guerras de aquellostiempos no fueron de ninguna manerainnecesarias; México no luchó tan sóloporque estuviera en el caráctermexicano el buscar siempre dificultades,lo cual es inexacto; Díaz luchó en la«Guerra de Tres Años», que liberó alpaís de la garra asfixiante de la Iglesiacatólica y logró establecer unaverdadera constitución republicana. Mástarde luchó en la guerra contra

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Maximiliano, que terminó con laejecución del príncipe austriaco a quienlos ejércitos de Napoleón III habíanimpuesto como emperador.

Durante esos 20 o más años, Díazluchó del lado de México y delpatriotismo. Es probable que no pelearamás sabiamente ni con mayor energíaque millares de otros mexicanos; perotuvo la buena suerte de ser presentado,en su juventud, a Benito Juárez, quien,años más tarde, como padre de laConstitución y como presidenteconstitucional, guió con seguridad losdestinos del país a través de muchosaños de dificultades. Juárez se acordó

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de Díaz, observó su trabajo y loascendió poco a poco hasta que, a lacaída de Maximiliano, don Porfirioalcanzó un grado militar equivalente alnorteamericano de mayor general.Veamos cómo correspondió Díaz a losfavores de Juárez.

Después del derrocamiento deMaximiliano, reinó la paz en México.Juárez era presidente; se puso en vigorla constitución; el pueblo estaba cansadode tantas guerras; no había amenaza deenemigos extranjeros ni de revueltasinternas. Sin embargo, el ambiciosoDíaz, sin consideración y sin pretextoválido, encendió una rebelión tras de

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otra con el propósito de conquistar elpoder supremo de la nación.

Existen pruebas de que Díaz empezóa conspirar para adueñarse de lapresidencia aun antes de la caída delImperio. Durante aquellos últimos díasen que Maximiliano estaba prisionero enQuerétaro, algunos amigos de donPorfirio se acercaron a varios jefesmilitares y les propusieron formar unpartido militar para conseguir lapresidencia por la fuerza de las armas;el premio así ganado se sortearía entrelos generales Díaz, Corona y Escobedo.Éste se negó a entrar en la conspiración,y el plan, en consecuencia, se desbarató.

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Porfirio Díaz, que en ese tiempo sitiabaa la Ciudad de México, estuvo encombinación secreta con la Iglesia paraderrocar al gobierno liberal. Según unescritor, retardó intencionalmente latoma de la capital y pidió al generalEscobedo dos de sus divisiones másfuertes, que él pensaba utilizar contraJuárez; el presidente se enteró delcomplot y dio instrucciones al generalEscobedo de que enviase dos de susdivisiones más fuertes, bajo el mandodel general Corona y del generalRégules, con órdenes de destruir latraición de Díaz si ésta se producía.Cuando llegaron los refuerzos, Díaz

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trató de dominarlos por completo y alefecto intentó hacer cambios en laoficialidad con gente suya; pero Coronay Régules se opusieron a ello con granfirmeza. Díaz se percató de que se lehabían anticipado y abandonó susplanes.

Una vez pacificado el país, Juáreznombró a Díaz comandante de la zonamilitar en Oaxaca; don Porfirio usó elpoder así adquirido para controlar laselecciones internas del Estado eimponerse como gobernador. Despuésde su derrota en las eleccionespresidenciales, inició una revoluciónconocida como de «La Ciudadela», pero

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fue aplastada en un encuentro decisivocon las tropas del gobierno. Unas seissemanas más tarde, preparó una segundarevolución, llamando a sus amigos a lasarmas mediante un documento que seconoce como «Plan de la Noria», unaplataforma, en realidad, cuya demandaprincipal era enmendar la Constituciónpara prohibir de modo absoluto lareelección del presidente y de losgobernadores. Esta rebelión tambiénsufrió una ignominiosa derrota en elcampo de batalla a manos de las fuerzasdel gobierno; cuando Juárez murió, enjulio de 1872, Díaz era un fugitivo de lajusticia. Se dice que durante una de estas

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pequeñas rebeliones del actualsuperhombre, Díaz fue capturado yJuárez lo hizo conducir a su presenciapara decirle que merecía ser fusiladocomo rebelde, pero que el país tendríaen consideración sus servicios prestadosdurante la «Guerra de Intervención».

Después de la muerte de Juárez,Porfirio Díaz logró llevar a término unarevolución, pero sólo después de cuatroaños más de conspiraciones yrebeliones. El pueblo mexicano estabacontra él en forma aplastante, peroencontró el modo de jugar una cartadecisiva. Esta carta —de ningún modopacífica y legítima— era el interés

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militar, el de los jefes del ejército y dequienes habían hecho del asesinato y elsaqueo un modo de vida. Tanto elgobierno de Juárez como el de Lerdosostuvieron en la paz una políticacompletamente antimilitarista.Anunciaron su intención de reducir losefectivos del ejército y procedieron ahacerlo. En consecuencia, los jefesmilitares, al ver que la gloria se alejabade ellos, se convirtieron en terreno fértilpara las semillas de rebelión que Díazsembraba por todas partes; dio aentender a tales jefes que bajo su mandono se verían privados del esplendormilitar, sino que, por el contrario, serían

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ascendidos a puestos de mayor poderío.Lerdo decretó la amnistía general, y

Díaz se encontró a salvo depersecuciones como rebelde; pero enlugar de emplear la libertad así otorgadaen empresas útiles y honorables, laaprovechó para facilitar suconspiración: en enero de 1876 se lanzóa la tercera rebelión con un «Plan deTuxtepec», en el que una vez más pedíauna enmienda que prohibiera lareelección del presidente de laRepública.

Esta tercera rebelión se mantuvodurante casi un año, y Díaz publicó unnuevo manifiesto, el «Plan de Palo

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Blanco», que dio a sus operaciones elaspecto de una nueva y cuartarevolución. Poco después, Porfirio Díazganó una victoria decisiva sobre lastropas del gobierno, y condujo a suejército hasta la Ciudad de México,donde se declaró a sí mismo presidenteprovisional. Unos días más tardeorganizó la farsa de unas elecciones enlas que colocó soldados en las casillaselectorales y no permitió queaparecieran candidatos rivales ni que sedepositaran votos de oposición.

Así, desde 1876 —hace más de unageneración—, Porfirio Díaz llegó a serel jefe del Estado mexicano como

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rebelde en armas. Empezó por perturbarla paz de México y ha continuadoalterándola con carnicerías periódicas,en grande escala, entre su propiopueblo. ¡El general Porfirio Díaz es «elmás grande mantenedor de la paz» y «elpríncipe de la paz»! ¡Qué sacrilegio!

Sin duda es verdad que el dictadormexicano no ha sido víctima de losdesenfrenos físicos que algunas vecestientan a hombres que han subido conrapidez al poder; pero ¿qué significaeso? Con certeza nadie argüirá que si unhombre se mantiene corporalmentelimpio, tiene el derecho de desgobernara un país y asesinar a un pueblo. La

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limpieza personal, la temperancia y lavirtud conyugal no determinan en lo másmínimo la reputación de un hombrecomo estadista.

Así, pues, los argumentos sobre losque se basa la buena fama del generalDíaz, no tienen fundamento en larealidad. Además, ninguno de susaduladores ha descubierto hasta ahoraotros derechos más legítimos a lagrandeza que los que se acaban deexponer.

Díaz tiene algunas facultadespersonales, como genio para laorganización, agudo juicio de lanaturaleza humana y laboriosidad; pero

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estas características no determinan quesus actos públicos sean benéficos. Igualque las virtudes que la devota metodistaatribuía al diablo —laboriosidad ypersistencia—, éstas sólo hacen máseficaz lo que el diablo ejecuta: siprefiere hacer el bien, se convierten envirtudes; si prefiere hacer el mal,pueden muy bien agregarse a sus vicios.

Los panegiristas de Porfirio Díaztienen la costumbre de hablar congeneralidades, pues de otro modo severían en aprietos. Por otra parte, sepodría escribir un voluminoso librosobre los actos perversos y los rasgosdespreciables del dictador. La ingratitud

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es uno de los cargos menos dignos demención que se lanzan contra él. BenitoJuárez hizo la carrera de Porfirio Díaz;éste recibió de sus manos todos losascensos; no obstante, se rebeló contrasu país y contra su amigo, de revuelta enrevuelta, e hizo que los últimos días delgran patriota fueran turbulentos einfelices.

Sin embargo, para presentar el otroaspecto, Díaz ha demostrado gratitudpara algunos de sus amigos; pero alhacerlo ha exhibido, al mismo tiempo,absoluto desprecio por el bienestarpúblico. Un indio llamado Cahuantzi,analfabeto pero rico, era amigo de Díaz

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cuando éste estaba alzado en rebelióncontra Juárez y Lerdo. Cahuantziabasteció al rebelde con caballos ydinero, y cuando Díaz se «adueñó» delpoder supremo, no lo olvidó: lo hizogobernador de Tlaxcala y le envió unmaestro para que le enseñara a firmarcon su nombre los documentos oficiales.Lo mantuvo como gobernador de eseEstado, dándole rienda suelta para querobara y saqueara a su gusto, yCahuantzi ha permanecido allí durante34 años. Todavía hoy es gobernador deTlaxcala.

Un caso similar fue el de ManuelGonzález, un compadre de Díaz que lo

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ayudó en sus rebeliones y a quien éstecolocó como su sucesor en lapresidencia, desde 1880 hasta 1884.Después que González hubo servido alos propósitos de Díaz en el gobiernofederal, don Porfirio le regaló elgobierno del Estado de Guanajuato,donde reinó hasta su muerte. Gonzálezgustaba de jactarse de que el gobiernohabía matado a todos los bandidos deGuanajuato menos a él, que era el únicobandido tolerado en ese Estado.

Los panegiristas de Díaz hablan desu capacidad intelectual, pero no seatreven a decir nada de su cultura. Lacuestión de si el dictador es un hombre

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cultivado o no lo es pareceríaimportante, puesto que determinaría,hasta cierto punto, la impartición decultura entre el pueblo, al que dominatan absolutamente. Díaz es inteligente;pero su inteligencia puede muy biencalificarse como criminal, tal como laque se necesita en alguna empresaexplotadora o en un organismo como elTammany Hall . En idear métodos yprocedimientos para reforzar su poderpersonal, la inteligencia de Díaz hallegado a la altura del genio; pero pocoo nada tiene de refinamiento y cultura. Apesar, de su necesidad de tratar conextranjeros casi a diario, nunca aprendió

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el inglés ni ninguna otra lenguaextranjera. Nunca lee, excepto recortesde prensa y libros acerca de sí mismo;nunca estudia, excepto el arte demantenerse en el poder. No le interesa lamúsica, ni el arte, ni la literatura, ni elteatro, y la ayuda que presta a estascosas es insignificante. El teatro enMéxico es importado de España, Italia yFrancia; su literatura viene de España yFrancia; su arte y su música son tambiénimportados. Hace un siglo florecía elarte en México, pero ahora estádecadente, ahogado, lo mismo que sunaciente literatura, por las espinas de latiranía política.

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La educación general se hallaasombrosamente ausente. Losaduladores de Díaz hablan de lasescuelas que ha establecido; pero elinvestigador no puede encontrar esasescuelas, puesto que la mayoría sóloexiste en el papel. En la práctica no haysino escuelas rurales; pero hay a menudopueblos con centenares de habitantesque no tienen escuela. Nominalmente síhay escuelas en esos pueblos; pero enrealidad no las hay, porque losgobernadores de los diversos Estadosprefieren guardar para sí mismos eldinero destinado a sostenerlas. Mientrasyo viajaba por los distritos rurales del

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Estado de México, por ejemplo, supeque había muchas escuelas que teníantres años de estar cerradas; elgobernador, general Fernando González,había dispuesto del dinero destinado amantenerlas y explicó a las autoridadeslocales que lo necesitaba para otrosfines. El hecho de que no existe unsistema adecuado de escuelas públicasquedó demostrado por el más recientecenso oficial —el de 1900—, que indicaque sólo el 16% de la población sabeleer y escribir. Compárese esto con elJapón, un país con exceso de habitantes,donde el pueblo es muy pobre y dondelas oportunidades para educarse

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parecerían no ser muy amplias: allí el98% de los hombres y el 93% de lasmujeres saben leer y escribir. La clasede ideales educativos que sostiene elpresidente Díaz se puede ver en lasescuelas que funcionan, donde una de lasmás importantes materias del plan deestudios es la enseñanza y la prácticamilitares.

¿Es Díaz humanitario? Esta preguntaresulta casi superflua, puesto que pocosde sus admiradores le acreditan esterasgo. Admiten que ha sido severo yáspero, hasta brutal, en el trato a susenemigos, mientras que algunos de ellosrelatan hechos de la más sanguinaria

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crueldad; y los relatan con gusto, sincondenarlos, sino atando esos incidentescomo si fueran tan sólo excusablesexcentricidades del genio. Las muertesen gran escala que se han llevado a cabopor órdenes de Díaz; las torturas a quese ha sometido a los prisioneros; laesclavitud de centenares de miles depersonas del pueblo; la escalofriantepobreza que Díaz puede ver cada vezque sale de su palacio, y que podríaaliviar en mucho si quisiera, son por símismas pruebas suficientes de suinhumanidad.

La crueldad constituye, sin duda, unaparte de su herencia; su padre, domador

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de caballos, era notable por ese rasgo.A los caballos que no se amansaban,Chepe Díaz los mataba, y a otros loscastigaba con un látigo en cuya puntahabía una estrella de puntas aceradasque golpeaba en la barriga, la parte másdelicada de las pobres bestias. Por estarazón, la gente de Oaxaca, Estado natalde Díaz, no acudía mucho a casa delpadre, que era pobre. La herencia de eserasgo apareció en Porfirio a edad muytemprana, pues cuando era un niño,enojado con su hermano Félix por algúnhecho trivial, le puso pólvora en la narizmientras dormía y le prendió fuego.Desde entonces se le llama a Félix el

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Chato Díaz. «Para Porfirio Díaz —sonpalabras de Gutiérrez de Lara—, elpueblo de México ha sido un caballo.»

Como jefe militar, el dictador fuenotable por su crueldad con sus propiossoldados y con los del enemigo quecayeron en sus manos. Varios escritoresmexicanos mencionan sus actos deseveridad injustificados y ejecucionesde subordinados ordenadas en el calorde la pasión. La venganza es hermanagemela de la crueldad; Díaz eravengativo. Terrible fue la venganza queejerció cuando niño sobre su hermanodormido, y terrible fue la que hizo caersobre la ciudad donde su hermano,

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muchos años más tarde, encontró unatrágica muerte.

Los relatos del suceso difieren, perotodos los informadores convienen en quela matanza de Juchitán, Oax., se hizo asangre fría, sin distinciones y porvenganza. Al llegar a la presidencia,Díaz instaló a su hermano, el ChatoDíaz, como gobernador de Oaxaca; sinembargo, como éste fuera borracho ylibertino, lo mataron en una ocasión enque violaba las garantías y libertadespersonales de los habitantes de Juchitán.Muchas semanas después, bastantedespués de que los desórdenes de esedía habían pasado, el presidente Díaz

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envió tropas a Juchitán, las cuales,según un escritor, aparecieronsúbitamente en la plaza pública unatarde en que el pueblo se había reunidoa oír la música que tocaba la banda, ehicieron una descarga tras otra sobre lamultitud; los disparos continuaron hastaque la gente quedó en el suelo de laplaza, muerta o agonizando.

Estas matanzas han sido normareconocida del régimen de Díaz. Lamatanza de Río Blanco, cuyos detallesya se han expuesto, ocurrió después quela ciudad estaba en completa calma. Lasejecuciones de Cananea se efectuaronsin muchos distingos una vez que los

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supuestos desórdenes de los huelguistashabían terminado. Las ejecucionessumarias de Velardeña, en la primaverade 1909, se llevaron a efecto despuésque el tumulto había pasado. Se podríancitar otros ejemplos. Quizás se alegueque en algunos de estos casos no fueDíaz el responsable, sino algunaautoridad inferior; pero es bien sabidoque él solía dar las órdenes para que serepartiera la muerte sindiscriminaciones. La mejor prueba deque era suya esa política como norma seevidenció en su notable brindis algeneral Bernardo Reyes, después de lamatanza de Monterrey de 1903: «Señor

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general, ésa es la forma de gobernar».Ya han sido expuestos en otro

capítulo los métodos inhumanos puestosen práctica para exterminar a los indiosyaquis. Sin embargo, una de sus famosasórdenes en contra de ellos, que no hemencionado, no sólo exhibe sus rudas eincultas ideas de justicia, sino que pintasu crueldad en extremo diabólica. Hacealgunos años, varios patrones del Estadode Sonora protestaron contra ladeportación en masa de los yaquis,puesto que los necesitaban comotrabajadores en las haciendas y en lasminas; el general Díaz, paracomplacerlos, modificó su decreto de

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deportación dejándolo sustancialmenteen esta forma: «No se deportarán másyaquis excepto en caso de que éstoscometan delitos. Por cada delito que enadelante cometa un yaqui, seráncapturados y deportados a Yucatán 500yaquis».

Este decreto está atestiguado nadamenos que por una personalidad como lade Francisco I. Madero, el distinguidociudadano coahuilense que se atrevió aoponerse a Díaz en la campañapresidencial de 1910. El decreto seaplicó o, por lo menos, la corriente deyaquis deportados continuó. Elpresidente mexicano es cruel y

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vengativo y su nación ha sufridoamargamente por esa causa.

¿Es Díaz un valiente? En algunosgrupos se ha aceptado como cierto quees un hombre valeroso, puesto quetriunfó como soldado; pero muchosmexicanos distinguidos, después deobservar su carrera, afirman que no sólono es valiente, sino que es un cobarde,pusilánime y rastrero. Además, citanmuchos hechos para apoyar suafirmación. Al conocer las noticias del«levantamiento de las vacas», en losúltimos días de junio de 1908, donPorfirio enfermó de modo repentino ytuvo que guardar cama cinco días. En

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los altos círculos gubernamentales serumoreaba —la información, según sedice, provenía de uno de los médicos—,que el presidente padecía de unaenfermedad común que ataca a lossobrecogidos por un terror pánicoagudo.

Se atribuye al miedo el hecho deque, cuando Díaz se apoderó de lapresidencia, excluyó cuidadosamente decualquier puesto en el gobierno a losmás populares y capaces mexicanos dela época. El mantener un gran ejército,distribuido en todos los rumbos de lanación, y un enorme cuerpo de policíasecreta, dotado de facultades

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extraordinarias para matar por simplessospechas; la forma terrible en que sedeshace de sus enemigos; sus matanzassangrientas, y aun su mordaza en laprensa, todo ello se atribuye a puracobardía. En su libro Díaz, zar deMéxico, Carlo de Fornaro expone sucreencia en la cobardía de Díaz y razonade modo convincente. Dice:

Como toda la gente que se enoja conrapidez (Díaz), no carece en realidad detemor, pues como dice la canción de laselva: «El enojo es el huevo del miedo».Temeroso y por eso siempre vigilante,se salvó de la destrucción por estar

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siempre alerta, como la liebre que porsus largas orejas se libra de que lacapturen. Consideró equivocadamente lacrueldad como fuerza de carácter y, enconsecuencia, siempre estaba dispuestoa aterrorizar por temor de que lojuzgaran débil. Como resultado de laultrajante ley del níquel y el pago de lafamosa deuda inglesa en el periodo deManuel González, surgió un motín.«Acuchíllalos a todos», sugirió PorfirioDíaz a González; pero no tenía miedo.

El año pasado, el 16 de septiembre,los estudiantes mexicanos proyectarondesfilar por las calles de la Ciudad deMéxico y enviaron a su representante, un

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señor Olea, para solicitar el permiso delpresidente. Porfirio Díaz respondió:«Sí, pero tengan cuidado, porque losmexicanos tienen tendenciasrevolucionarias en la sangre». ¡Imaginena un centenar de jóvenes desfilandodesarmados, considerados como unaamenaza para la República, con 5 milsoldados, rurales y policías en lacapital!

Sólo si se admite la existencia deeste vergonzoso y bien oculto estigma,tras de la aparente fachada de valor deeste hombre, podemos explicarlógicamente actos tan despreciables einfames como las matanzas de Veracruz

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y de Orizaba. Fue entonces presa delpánico, como un hombre extraviado quedispara sobre errabundos fantasmasnocturnos: estaba tan aterrorizado que laúnica manera de librarse del miedo eraaterrorizar a su vez.

Mano a mano con la crueldad y lacobardía viaja con frecuencia lahipocresía; de las tres, no es ésta de laque Díaz se halla peor dotado. De modoconstante engaña al público con nuevosfingimientos, farsas y decepciones. Yase han mencionado las farsaselectorales, su periódica promesa deretirarse de la presidencia, seguida de la

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concesión, como a desgana, depermanecer en ella un periodo más,rendido ante la petición general de supueblo. El régimen de Díaz empezó conhipocresía: ocupó su puesto medianteuna plataforma política que no teníaintención de cumplir. Fingió queconsideraba la doctrina de la noreelección del presidente y de losgobernadores como de tal importanciaque por ella valía la pena trastornar alpaís con una revolución; pero tan prontose atrincheró en el poder, procedió areelegirse, así como a sus gobernadores,hasta el Día del Juicio.

Elihu Root se trasladó a México

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para entrevistar al presidente y arreglaralgunos asuntos concernientes a la bahíaMagdalena; Díaz tuvo deseos dedemostrar a Root que el pueblomexicano no estaba tan reducido a lapobreza como lo habían pintado. Enconsecuencia, el día anterior a lallegada de Root y por medio de laSecretaría de Gobernación, mandódistribuir 5 mil pantalones nuevos entrelos trabajadores que se veían con másfrecuencia en las calles de la Ciudad deMéxico; pero a pesar de las órdenes deque los pantalones se usaran, la mayoríade ellos fueron cambiados rápidamentepor alimentos; de este modo, quizá el Sr.

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Root no resultó completamenteengañado. Este incidente tan sólomuestra hasta qué extremos llega lamezquina hipocresía del actualgobernante mexicano.

Díaz es el jefe de los masones enMéxico; sin embargo, designa a losobispos y arzobispos del país. Losmatrimonios eclesiásticos no sonreconocidos por la ley; sin embargo,Díaz ha favorecido a la Iglesia hasta elextremo de negarse a promulgar una leyde divorcio, de manera que en Méxicoéste no existe, ni segundos casamientosdurante la vida de ambos interesados.Constantemente trata de engañar al

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pueblo respecto a sus propios designios.Consolidó bajo el dominio nacional losdos principales sistemas deferrocarriles, con el propósito declaradode colocar a éstos en condiciones de serutilizados por el gobierno, el mejormodo posible; en tiempo de guerra;pero, en realidad, esa maniobrafinanciera sirvió para dar a sus amigosla oportunidad de hacer millones con laespeculación de las acciones. Losengañados de esta clase podríanenumerarse hasta el infinito.

Una de las más notables posturashipócritas de Díaz es su pretendidaparticipación en la abrumadora idolatría

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popular por el patriota Juárez. Serecordará que cuando éste murió,Porfirio Díaz dirigía una rebeliónmilitar en contra del gobierno juarista;por lo tanto, si se concede que Juárezfue un gran estadista, debe admitirse queDíaz se equivocó al rebelarse. Sin duda,él mismo lo reconocía así, y se dice quehace unos 10 años ayudó secretamente ala publicación y circulación de un libroque intentaba, mediante nuevas eingeniosas interpretaciones de los actosde Juárez, presentar al padre de laConstitución como un gran cometedor deerrores, y no como un gran estadista. Sinembargo, esto no consiguió desviar la

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corriente de admiración hacia Juárez, yDíaz la siguió hasta el extremo de queahora, año tras año, en ocasión delaniversario del natalicio de Juárez, se leve pronunciar un elogioso discursosobre la tumba del hombre contra quiense rebeló. Todavía más, en todos susdiscursos, Díaz derrama lágrimas —ríosde lágrimas—, y suele referirse a Juárezcomo «mi gran maestro».

En efecto, los enemigos de Díazafirman que es hábil para verterlágrimas con facilidad y a la más ligeraprovocación, y que esta habilidad es sumayor ventaja como estadista. Cuandoalgún visitante distinguido lo alaba en su

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persona o en su obra, Díaz llora…, y elvisitante se siente conmovido yconquistado. Cuando el círculo deamigos del general Díaz hace la visitaformal para decir a su creador que elpaís pide una vez más su reelección, elpresidente llora…, y la prensaextranjera comenta cómo ama esehombre a su patria. Una vez al año, en eldía de su cumpleaños, el presidente deMéxico sale a la calle y estrecha lasmanos del pueblo. La recepción tienelugar enfrente del Palacio Nacional, ymientras dura, corren lágrimas por lasmejillas de Díaz…, y el pueblo, de buencorazón, piensa: «Pobre viejo; ha tenido

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sus dificultades. Dejemos que termine suvida en paz».

Díaz siempre ha sido capaz dellorar. Cuando luchaba contra elgobierno lerdista, en 1876, poco antesque llegase su día afortunado, fuederrotado en la batalla de Icamole.Creyó que esa derrota significaba el finde sus esperanzas y lloró como un niño,mientras sus oficiales lo mirabanavergonzados. Esto le hizo ganarse elapodo de El Llorón de Icamole, quetodavía le aplican sus enemigos. En susmemorias, Lerdo lo llama «el hombreque llora».

Lo que sigue es un incidente,

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relatado con frecuencia, que demuestrael sentimiento tan superficial queacompaña a las lágrimas de Díaz, segúnlo cuenta De Fornaro:

Cuando el tribunal militarsentenció al Cap. ClodomiroCota a ser fusilado, su padrebuscó al presidente y arrodilladoy llorando le suplicó queperdonase a su hijo. PorfirioDíaz también lloraba; pero,levantando al pobre hombredesesperado, pronunció estaambigua frase: «Tenga valor y feen la justicia». El padre se

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marchó consolado, en lacreencia de que su petición seríaatendida; pero al día siguiente,su hijo era fusilado. Las lágrimasde Porfirio Díaz son lágrimas decocodrilo.

Se dice que no es disipado. Por lomenos sí bebe mucho y se emborrachacon el vino de la adulación. Tanto suvanidad como su falta de refinamiento ygusto se evidencian en la ordinariez yridiculez de las alabanzas que premia ycon las cuales se complace.

No se ha distinguido como avaro, locual no es sorprendente, puesto que el

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poder que detenta, apoyado en elejército y en el resto de su organización,es mucho mayor que el poder quepudiera comprarse con dinero. ParaPorfirio Díaz el dinero y otros bienes devalor intrínseco no son más que peonesde ajedrez y los usa para comprar elapoyo de los codiciosos. Sin embargo,sus enemigos declaran que es el hombremás rico de México; pero mantiene susnegocios financieros tan bien ocultosque hay poca gente que pueda calcular lacuantía de su fortuna. Se sabe que tienegrandes bienes con nombres supuestos, ya nombre de incondicionales; todos losmiembros de su familia son ricos. Pero

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¿por qué se había de preocupar por eldinero cuando todo México es suyo…,suyo sin condiciones, excepto loscompromisos que representa el capitalextranjero?

El cuadro que se pinta algunas vecesdel matrimonio por amor de don Porfirioy Carmelita Romero Rubio de Díaz,aunque bonito, no es verdadero; laverdad no resulta muy halagadora paralas virtudes personales de Díaz. Elhecho es que la pequeña Carmen fueobligada a casarse con él por razones deEstado; el padre de ella, Romero Rubio,había tenido una alta posición en elgobierno lerdista y contaba con un fuerte

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grupo de simpatizantes; el padrino debautizo de Carmelita era el propioLerdo de Tejada, mientras que tanto ellacomo los otros miembros femeninos dela familia, era católica devota. Alcasarse con Carmelita, Díaz mató trespájaros de un tiro; ganó el apoyo de susuegro, atenuó la enemistad de losamigos de Lerdo y se aseguró el apoyode la Iglesia con más actividad quenunca. Él sabía que Carmen no sólo nolo amaba, sino que quería casarse conotro; sin embargo, fue factor delcasamiento forzado. El matrimonio leatrajo un apoyo más activo de la Iglesiay le ganó a Romero Rubio; pero en

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cuanto a Lerdo, éste fue más obstinado.En sus memorias, Lerdo reproducealgunas cartas de su infeliz ahijada,Carmen, para demostrar cómo lajuventud e inocencia de ella fueronempleadas como mercancías en el sucionegocio para conseguir la seguridadpolítica. Una de estas cartas, que pintatambién un interesante aspecto deaquellos tiempos, es la que sigue:

Ciudad de México, 14 de enero de 1885.

Sr. Lic. Don Sebastián Lerdo de Tejada.Mi muy querido padrino: Si

continúas disgustado con papá, eso no es

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razón para que persistas en estarloconmigo; tú sabes mejor que nadie quemi matrimonio con el general Díaz fueobra exclusiva de mis padres, porquienes, sólo por complacerlos, hesacrificado mi corazón, si puedellamarse sacrificio el haber dado mimano a un hombre que me adora y aquien correspondo sólo con afecto filial.Unirme a un enemigo tuyo no ha sidopara ofenderte; al contrario, he deseadoser la paloma que con la rama de olivocalme las tormentas políticas de mi país.No temo que Dios me castigue por haberdado este paso, pues el mayor castigoserá tener hijos de un hombre a quien no

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amo; no obstante, lo respetaré y le seréfiel toda mi vida. No tienes nada,padrino, qué reprocharme. Me heconducido con perfecta correccióndentro de las leyes sociales, morales yreligiosas. ¿Puedes culpar a laarchiduquesa María de Austria porhaberse unido a Napoleón? Desde mimatrimonio estoy constantementerodeada de una multitud de aduladores,tanto más despreciables cuanto que nolos aliento. Sólo les falta caer derodillas y besarme los pies, como lessucedía a las doradas princesas dePerrault. Desde la comisión delimosneros que me presentaron ayer

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hasta el sacerdote que pedía una pesetapara cenar ascendiendo o descendiendola escalera, todos se mezclan y seatropellan implorando un saludo, unasonrisa, una mirada. Los mismos que enun tiempo no muy remoto se hubierannegado a darme la mano si me vierancaer en la acera, ahora se arrastrancomo reptiles a mi paso, y seconsiderarían muy felices si las ruedasde mi carruaje pasaran sobre sus sucioscuerpos. La otra noche, cuando tosía enel pasillo del teatro, un general queestaba a mi lado interpuso su pañuelopara que la saliva, en preciosas perlas,no cayera en el piso de mosaico. Si

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hubiéramos estado solos, es seguro queesta miserable criatura hubieraconvertido su boca en una escupidera.Ésta no es la exquisita lisonja de lagente educada; es el brutal servilismo dela chusma en su forma animal yrepulsiva, como el de un esclavo. Lospoetas, los poetas menores y lospoetastros, todos me martirizan a sumanera: es un surtidor de tinta capaz deennegrecer al mismo océano. Estacalamidad me irrita los nervios hasta elpunto de que a veces tengo ataques dehisteria. Es horrible, ¿verdad, padrino?Y no te digo nada de los párrafos yartículos publicados por la prensa que

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papá ha alquilado. Los que no me llaman«ángel», dicen que soy un querubín;otros me ponen a la altura de una diosa;otros me ponen en la tierra como unlirio, una margarita o un jazmín. A vecesyo misma no sé si soy un ángel, unquerubín, una diosa, una estrella, unlirio, una margarita, un jazmín o unamujer. ¡Dios! ¿Quién soy yo para que medeifiquen y envuelvan en esta nube defétido incienso? Ay, padrino, soy muyinfortunada y espero que no me negarástu perdón y tu consejo.

CARMEN.

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¿Es Díaz un patriota? ¿Desea de corazónel bienestar de México? Sus aduladoresjuran por su patriotismo, pero los hechosexigen una respuesta negativa. Ayudó aderrocar a un príncipe extranjero; peroen seguida lanzó a la guerra a un paíspacífico. Acaso se diga que Díazpensaba que él podía ordenar losdestinos de México en beneficio delpaís mejor que cualquiera otro. Sinduda, pero ¿por qué no ha procurado elprogreso de su país? ¿Es posible quecrea que la autocracia es mejor para elpueblo que la democracia? ¿Es posibleque considere el analfabetismo comouna condición para la mayor felicidad

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posible del pueblo? ¿Puede creer que elhambre crónica contribuye al bienestarde una nación? Díaz ya es un anciano de80 años; ¿por qué no toma algunaprovidencia contra el caos políticodespués de su muerte? ¿Es posible quécrea que lo mejor para su pueblo esnunca intentar gobernarse a sí mismo, ypor esto destruyó a su país,preparándolo para que sea fácil presadel extranjero?

Es imposible creer estas cosas deDíaz. Es mucho más razonable pensarque cualquier deseo que abrigue para elbienestar de su país es oscurecido yborrado por la ambición personal de

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mantenerse en el poder toda la vida.A mi juicio, esta es la clave del

carácter y de los actos públicos dePorfirio Díaz: ¡mantenerse…,permanecer en el poder!

«¿Cómo afectará esta acción laseguridad de mi posición?», siempre sepregunta Díaz. Creo que esta pregunta hasido la única piedra de toque en laconducta de Porfirio Díaz durante losúltimos 34 años. Siempre la ha tenidopresente. Con ella ha comido, bebido ydormido; teniéndola enfrente, se hacasado. Así ha construido toda sumaquinaria, enriqueciendo a sus amigosy dispuesto de sus enemigos; ha

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comprado a unos y matado a otros; conella ha halagado y obsequiado alextranjero, favorecido a la Iglesia,mantenido su temperancia física y haaprendido un porte marcial; con ella haenfrentado a un amigo contra otro, haalimentado los prejuicios de su pueblocontra otros pueblos, ha pagado alimpresor, ha llorado en presencia de lamultitud cuando no había tristeza en sualma y… ha destruido a su país.

¿De qué hilo cuelga la buena famade Porfirio Díaz entre losnorteamericanos? Del único hecho deque ha destruido a su país…, y lo hapreparado para que caiga fácilmente en

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poder del extranjero. Porfirio Díaz cedea los norteamericanos las tierras deMéxico y les permite que esclavicen asu pueblo; por esto es, para aquéllos, elmás grande estadista de la época, héroede las Américas y constructor deMéxico. Un hombre maravilloso, que esbastante inteligente y previsor paraapreciar el hecho de que, de todas lasnaciones, la norteamericana, es la únicacon virtud y capacidad suficientes parasacar a México de la ciénega dedesaliento en que se halla. En lo quetoca al mexicano, déjenlo morir.Después de todo, sólo sirve paraalimentar el molino del capital

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norteamericano.

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Capítulo XVII

El pueblo mexicano

En el último análisis, todas lasapologías del sistema porfiriano deesclavitud económica y de autocraciapolítica tienen su raíz en lasafirmaciones de la inferioridadetnológica del pueblo mexicano. Es,pues, conveniente finalizar este trabajocon un examen del carácter de losmexicanos y una discusión de losargumentos que los norteamericanos

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suelen usar para defender, en México, unsistema que ni por un momentodisculparían en ningún otro país.

Cada defensa de Díaz es un ataque alpueblo mexicano. Así tiene que ser,puesto que no se puede concebir otradefensa del despotismo que la de decirque él pueblo es tan débil o tan perversoque no es posible confiar en que secuide a sí mismo.

El punto sustancial de esa defensaconsiste en que al mexicano hay quegobernarlo desde arriba, porque «no esapto para la democracia»; que hay queesclavizarlo en aras del «progreso»,puesto que no haría nada por sí mismo o

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por la humanidad si no se le obligase ahacerlo por medio del temor al látigo oal hambre; que debe ser esclavizado,porque no conoce nada mejor que laesclavitud; y que, de todos modos, en laesclavitud es feliz. Todo lo cual, en finde cuentas, se resuelve en esta simpleproposición: puesto que el mexicanoestá sojuzgado, se le debe mantenersojuzgado. Algunos vicios atribuidos alpueblo mexicano por esas mismaspersonas que declaran al gobernante deMéxico el más sabio y el más santo en lafaz de la tierra, son la pereza incurable,superstición infantil, imprevisióndesenfrenada, estupidez ingénita,

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conservatismo inmutable, ignoranciaimpenetrable, indomable propensión alrobo, embriaguez y cobardía.

En la estimación de losnorteamericanos, amigos de Díaz, lapereza es el vicio cardinal delmexicano; la pereza ha sido siempre unvicio terrible a los ojos de losexplotadores del pobre. Los hacendadosnorteamericanos en realidad esperan queel mexicano se mate trabajando poramor al arte. ¿O acaso esperan quetrabaje por amor a su amo? ¿O por ladignidad del trabajo?

Pero el mexicano no aprecia talescosas; como no recibe nada más tangible

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a cambio de su trabajo, flojea en sutarea, o sea que no sólo es perezoso sinoestúpido y por lo tanto, se le debe llevaral campo a garrotazos; debe dárselecaza, mantenerlo en cuadrillas deenganchados, encerrarlo de noche ydejarlo morir de hambre.

Puede ser información útil paraalgunas personas decirles que se hasabido de mexicanos que trabajanvoluntaria y efectivamente cuando tienenpor qué hacerlo. Decenas de millares deellos han desplazado a norteamericanosy a japoneses en los ferrocarriles y loscampos del sudoeste de los EstadosUnidos. Autoridad tan respetable como

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E. H. Harriman dijo en una entrevistapublicada en Los Angeles Times enmarzo de 1909: «Hemos tenido muchaexperiencia con los mexicanos, y hemosencontrado que una vez se les alimenta yrecuperan su fuerza, constituyen muybuenos trabajadores».

Tómese nota de esto «una vez que seles alimenta y recuperan su fuerza». Enefecto, es igual a decir que losempleadores de mano de obra mexicana,entre los cuales muchos son estimablesamigos norteamericanos de Díaz, tienena los obreros mexicanos a ración dehambre crónica de tal manera que enrealidad carecen de fuerza para

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trabajar con eficacia. Ésta es unasegunda razón que explica por qué losmexicanos, algunas veces, flojean en eltrabajo. ¡Ah, mexicanos inútiles! ¡Ah,virtuosos norteamericanos!

El empresario norteamericano sientecomo injuria personal el fanatismoreligioso del pobre mexicano. Es quepiensa en las fiestas eclesiásticas quepermiten al trabajador algunos días dedescanso extraordinario al mes, cuandoestá en libertad de tomárselos. En esosdías de fiesta se pierden utilidades: deahí la angustia del empresarionorteamericano; de ahí que éste adoptecon gozo un sistema de trabajo como el

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que encontramos en Valle Nacional,donde la vara de bejuco es máspoderosa que el sacerdote, donde no haydías de fiesta, ni domingos, ni días enque el garrote no haga asistir al esclavoa las agotantes faenas del campo.

—Nos dijeron que aquí la mano deobra era barata —decía una vez unnorteamericano en tono ofendido—.¿Barata? Naturalmente, tan barata comobasura; pero tiene sus inconvenientes.

Este señor esperaba que cadabracero hiciera el mismo trabajo que unnorteamericano sano y que, además,viviera del aire.

Estoy muy lejos de aprobar la

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influencia de la Iglesia católica en elmexicano. Sin embargo, debe admitirseque ella alivia su miseria en parte, alpermitirle algunos días de fiestaextraordinarios; alimenta su hambre conbellos espectáculos y con dulce música,que para el mexicano pobre sonimposibles de obtener fuera del templo.Si los gobernantes del país hubieransido más inteligentes y hubieran dado alpueblo la más ligera idea de esplendorfuera de la Iglesia, la influencia delsacerdote habría sido menos intensa delo que es ahora.

Esas fiestas que el empresarionorteamericano considera como un

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pinchazo en sus costillas le son, sinembargo, útiles; por lo menos, le sirvende pretexto para pagar tan poco aljornalero, que en realidad es unaextravagancia que éste se tome un día dedescanso: son tan imprevisores quenecesito tenerlos «muertos de hambre»porque de otro modo no trabajaríannada. Esto se oye decir continuamente alos norteamericanos. Y como ilustraciónde ello se relatan muchos virtuososcuentos.

¡Imprevisor! Sí, el famélicomexicano es impresivor. ¡Gasta sudinero para no morirse de hambre! Sí,hay casos en que recibe salarios tan

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muníficos que es capaz de ahorrar uncentavo de vez en cuando, si se lopropone. Y al proponérselo, descubreque la previsión no le produce nada,pues encuentra que en el momento enque ha logrado reunir unos cuantospesos, se convierte en seguida en lavíctima de los voraces funcionariosinferiores en cuya jurisdicción cae. Silos amos de México quisieran que susesclavos fueran previsores, deberíandarles la oportunidad de ahorrar ydespués garantizarles que no les seríanrobados sus ahorros.

Se acusa al mexicano pobre de serun ladrón inveterado. La forma en que el

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obrero mexicano acepta dinero y tratadespués de escaparse, en vez de trabajarpor el resto de su vida para liquidar sudeuda, en verdad es suficiente para quese les llenen los ojos de lágrimas a losnorteamericanos explotadores deenganchados. Los empresariosnorteamericanos roban hasta la sangreviva del obrero, y después esperan deéste la virtud de contenerse para norecuperar, mediante el robo, algo de loque le han quitado. Si un peón mexicanove alguna chuchería que le llama laatención, es muy probable que la robe,porque es la única forma que tiene deconseguirla.

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Se arriesga a que lo encarcelen porun artículo que vale unos centavos.¿Cuántas veces los pagaría sideshacerse de esos pocos centavos nosignificara, para él un día de hambre?Los hacendados norteamericanossecuestran trabajadores; los llevan porla fuerza a sus haciendas; los separan desus familias; los encierran de noche; losazotan; los hacen pasar hambre mientrastrabajan; los abandonan cuando estánenfermos; no les pagan; los matan por finy, después, levantan las manoshorrorizados porque un pobre diabloroba una tortilla o una mazorca de maíz.

Las labores de cultivo suelen

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hacerse en México con un palo curvado(coa) o con azada. Las espaldashumanas hacen las veces de carretas yde vehículos de carga. En pocaspalabras, el país se halla terriblementeatrasado en el uso de maquinariamoderna, y por eso se acusa al mexicanode no ser progresista.

Pero no es el peón ordinario, sino elamo, quien decide la cantidad demaquinaria que debe usarse en el país.Los empresarios norteamericanos son unpoco más progresistas en el uso demaquinaria que los empresariosmexicanos, pero suelen perder gananciaspor esta causa. ¿Por qué? Porque en

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México la carne y la sangre humanas sonmás baratas que la maquinaria; es másbarato poseer un peón que un caballo, yun peón es más barato que un arado. Conel precio de un molino de nixtamal sepueden comprar 100 mujeres; si esto esasí, culpa es del amo. Si, por algúnmedio, el precio de la fuerza físicahumana subiera de repente por encimadel precio del acero, la maquinaria seimpondría tan aprisa como en cualquiernuevo centro industrial de los EstadosUnidos o de otro país.

No se crea que el mexicano esdemasiado estúpido para manejarmáquinas. Se fabrican algunos artículos

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en los que el trabajo mecánico resultamás barato que el manual, y bastaobservar tales ejemplos para saber queel mexicano puede manejar maquinariatan fácilmente como cualquier otro. Porejemplo, obreros indígenas, casiexclusivamente, operan las grandesfábricas textiles de algodón. A esterespecto, se aprecia el ingenio mecánicode alta calidad en las muchas labores deartesanía y de oficios que practican losindígenas, como el tejido de sarapes, lafabricación de alfarería y loza y lamanufactura de curiosidades y deencajes.

Se acusa al pueblo mexicano de ser

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ignorante, como si esto fuera un crimen;se nos dice, en términos laudatorios, queDíaz ha establecido un sistema deescuelas públicas. Charles F. Lummis,en su libro sobre México, hace notar quees dudoso que haya en el país un solopueblo de un centenar de habitantes queno cuente con escuela pública gratuita.Es verdad, el pueblo mexicano esignorante y hay pocas escuelas. Sepuede apreciar si el Sr. Lummis es dignode crédito con las propias estadísticasdel gobierno: en el año en que élpublicó su libro, indicaban que sólo el16% de la población mexicana sabíaleer y escribir. Es verdad que existen

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algunas escuelas públicas en lasciudades, pero casi ninguna hay en losdistritos rurales. Aun en el supuesto deque existieran, ¿puede un niñohambriento aprender a leer y escribir?¿Qué aliciente ofrece el estudio a unjoven nacido para encargarse de pagarcon trabajo la deuda de su padre ysoportarla hasta el fin de sus días?

¡Se dice que el mexicano es feliz!«Tan feliz como un peón», es laexpresión que se ha hecho corriente.¿Puede ser feliz un hombre famélico?¿Existe algún pueblo en la tierra, osiquiera alguna bestia en el campo, detan rara naturaleza que prefiera el frío al

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calor y un estómago vacío mejor quelleno? ¿Dónde está el sabio que hadescubierto al pueblo que prefiera unhorizonte cada vez más estrecho mejorque uno cada vez más amplio?Verdaderamente depravados serían losmexicanos si fueran felices. No creo quesean felices. Si algunos han afirmado locontrario han mentido a sabiendas; otroshan confundido la evasiva mirada de laarraigada desesperanza con la señal delcontentamiento.

La más persistente de las diatribascontra los mexicanos es la de afirmarque el carácter hispanoamericano, encierta forma, es incapaz de ejercer la

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democracia, y por lo mismo necesita lamano fuerte de un dictador. Puesto quelos hispanoamericanos de México nuncahan tenido una buena experienciademocrática, quienes aquello afirmanson precisamente los más activos enimpedir que los mexicanos adquieranesa experiencia. Surge naturalmente lasospecha de que tales personas tienen unmotivo inconfesable para hacer circulardolosamente esa apreciación. El motivoha quedado establecido con claridad enlos capítulos anteriores que tratan de lossocios norteamericanos de Díaz.

La verdad de toda la maledicenciacontra los mexicanos, como pueblo,

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aparece muy clara: es la defensa de unasituación indefendible y de la que losdefensores se aprovechan; es unaexcusa…, la excusa de la más horriblecrueldad; una venda para la conciencia;una apología ante el mundo; una defensacontra el castigo eterno.

La verdad es que el mexicano es unser humano sujeto a las mismas leyesevolutivas del crecimiento que existenen el desarrollo de cualquier otropueblo. La verdad es que si el mexicanono se halla a la altura de la norma que sefija para el más desarrollado tipo deeuropeo, es porque en su historia lainfluencia más decisiva ha sido la

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inhumana explotación, a la cual aún estásujeto bajo el presente régimen.Investiguemos en sus orígenes, veamosbrevemente al mexicano como seretnológico, y comparemos suscapacidades y sus posibilidades con lasdel norteamericano «libre».

Aunque casi todas las personas deeducación un poco superior a laprimaria aceptamos la teoría de laevolución, como interpretación correctade la vida en este planeta, no son tantosquienes tienen en cuenta esa verdad paraapreciar a la gente que nos rodea. Nosaferramos, por el contrario, al viejoerror de la existencia por creación

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especial que nos sirve de apoyo cuandoqueremos creer que algunos hombreshan sido hechos de una arcilla superior;que algunos son por naturaleza mejoresque otros, y que siempre tienen que sermejores; que algunos han sidodesignados y destinados a ocupar unaposición de rango y privilegio especialentre sus semejantes. Se ha olvidado laverdad científica de que todos loshombres son tallos del mismo tronco;que intrínsecamente de una raza opueblo no son mayores que las decualquier otro. Las diferencias entre loshombres y las razas humanas no soninnatas, sino que se deben a la acción de

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influencias externas, al suelo y al clima,a la temperatura y al régimen de lluvias,y a lo que se pueden denominar losaccidentes de la historia, los cuales, sinembargo, siguen de modo fatal la huellade esas influencias.

Pero hay diferencias. En general,existen diferencias entrenorteamericanos y mexicanos a laesclavitud y al gobierno de un déspota.

¿Qué es un mexicano? Sueleaplicarse el término a los componentesde una raza mestiza, en parte indígena yen parte española, que predomina en laque los norteamericanos llaman«República hermana del sur». Los

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indígenas puros que hace tiempo dejaronsu estado primitivo, se incluyen tambiénen la misma categoría y parece quetienen derecho a ello. En el censo oficialde 1900 se dice que hay como un 43%de mestizos, un 38% de indígenas purosy un 19% de europeos o de indiscutibleprocedencia extranjera. En el anuariomexicano se cree que la proporción demestizos ha aumentado mucho en losúltimos 10 años, hasta llegar a ser hoymayor de 50%. De este modo, elmexicano actual es o por completoespañol, o por completo aborigen, y conmás frecuencia una mezcla de los dos.Se puede decir, entonces, que el carácter

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peculiar del mexicano es unacombinación de los dos elementos.

Tomemos primero el elementoespañol. ¿Cuáles son los atributospeculiares de la naturaleza del español?En España se encuentra mucho arte ymucha literatura, pero también muchaintolerancia religiosa y pocademocracia. Es un pueblo versátil; perode pasiones violentas y energíainconstante. En sus realizacionesmodernas, está a la cola de los países deEuropa occidental.

¿Pero, por qué? La respuesta esfavorable a España. España se sacrificópara salvar a Europa. Situado el país en

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los límites meridionales, soportó elempuje de la invasión musulmana;contuvo las hordas bárbaras y salvó asíla naciente civilización de Europa y sureligión: el cristianismo. Mucho despuésde que el conflicto se había resuelto, eninterés de las otras naciones, Españatodavía estaba luchando en esta lucha amuerte para conservar su existencia, erainevitable que el poder del Estado sehiciera cada vez más centralizado ydespótico, que la Iglesia entrase en másíntima unión con aquél, y fuera menosescrupulosa en sus métodos para hacersede poder, más sórdida en la obtenciónde beneficios, más dogmática en sus

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enseñanzas y más despiadada para tratara sus enemigos.

Así se revela la primera causa de lasituación de España como retrasada enel camino de la democracia y delsentimiento religioso. En cuanto al resto,puede decirse que, mientras el magníficoescenario de su país ha contribuido ahacer al español supersticioso, tambiénha contribuido para hacer de el unartista; que mientras la exuberancia desu suelo, al permitirle asegurar sumanutención con relativamente pocotrabajo, no le ha forzado a adquirirhábitos de laboriosidad como los que seobservan más al norte, ha contribuido a

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que cultive las artes de la música, de lapintura y del trato social. El calor delverano, al dificultar el trabajo pesado,ha contribuido también a esos mismosresultados.

Desde luego, no es mi intenciónentrar en detalles sobre este problema.Sólo puntualizo algunos principios quese hallan en el fondo de las diversidadesraciales, pues, en general, el examendetenido del pueblo español demostraríaque nada hay en absoluto que indiqueque sea especialmente incapaz e indignode disfrutar las bendiciones de lademocracia.

Respecto al elemento aborigen, que

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es el más importante, puesto que sinduda predomina en la constitución delmexicano medio, especialmente delmexicano de las clases más pobres, elexamen de su carácter particular resultaigualmente desfavorable.Biológicamente, el mexicano aborigenno debe ser clasificado con ninguna delas llamadas «razas inferiores», comolos negros, los isleños de los mares delsur, los filipinos puros y los indiosnorteamericanos. Los aztecas salieronhace mucho de los bosques; su ángulofacial es tan bueno como el de loseuropeos; en muchos sentidos aventajana éstos, mientras, que sus caracteres

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inferiores pueden atribuirse ainfluencias peculiares externas, a su«sino» histórico o a ambas cosas.

Debe admitirse que México no estábien favorecido para la generación deenergía física y mental como una granporción de los Estados Unidos. La masade la población de la tierra de Díaz viveen una meseta de dos a cinco mil metrosde altura, donde el aire es más fino; porcada unidad de energía que se gasta, seimpone mayor trabajo al corazón, lomismo que al organismo humano engeneral. Los norteamericanos queresiden en esa meseta se ven obligados avivir un poco más despacio que en los

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Estados Unidos; se enteran de que esmejor echar una siesta al mediodía,como lo hacen los mexicanos. Sipersisten en mantener el mismo ritmoque acostumbran en su país, descubrenque envejecen muy rápidamente, lo cualno es costeable. Si, por otra parte;deciden vivir en la zona tropical,encuentran que también allí, debido almayor calor y al alto grado de humedad,no es conveniente trabajar tan aprisacomo en los Estados Unidos.

Si el trabajador mexicano mediotiene menor capacidad de trabajo que elnorteamericano se debe, más que nada, atales razones, y también por estar

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invariablemente medio muerto dehambre. Cuando el trabajadornorteamericano se enfrenta con elmexicano en el terreno de éste, confrecuencia resulta vencido. Pocosnorteamericanos se dedican al trabajofísico, ya sea en la meseta o en lostrópicos. No hay en ninguna parte quienpueda aventajar al mexicano en soportarcargas pesadas o en otras hazañas deresistencia; en los trópicos, si está bienalimentado; es superior a cualquiera. Elnegro norteamericano, el «culí» chino,el atlético yanqui del Norte, todos hansido probados contra el nativo en losEstados tropicales y a todos se les ha

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encontrado deficientes; es indiscutible lainferioridad de la capacidad de trabajode los hombres de ascendencia europeaen las condiciones del trópico.

Lo anterior basta para apreciar lacapacidad de trabajo de los mexicanos,que en esta época tan extremadamenteutilitaria, se coloca muy alta entre lasvirtudes de un pueblo. Respecto ainteligencia, a pesar de que siempre fuecostumbre de los conquistadoresmantener a los indígenas aztecas ensituaciones subordinadas, muchos deéstos han logrado elevarse hasta la cima

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y probar que son tan capaces para lasmás altas funciones de la civilizacióncomo los mismos españoles. Los másbrillantes poetas, artistas, escritores,músicos, hombres de ciencia, héroesmilitares y estadistas de la historia deMéxico fueron o nativos puros ocruzados ligeramente con sangreespañola.

En general, los mexicanos parecentener más fuertes tendencias artísticas yliterarias que los norteamericanos ymenor inclinación hacia el comercio y lamecánica. La masa del pueblo esiletrada; pero eso no quiere decir quesea estúpida. Hay, sin duda, varios

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millones de norteamericanos que sabenleer, pero que no leen con regularidad nisiquiera el periódico; quizá no estánmejor informados, y con seguridad nopiensan con mayor claridad que lospeones que se transmiten las noticias deldía de boca en boca, durante losdomingos y días de fiesta. Es absurdosostener que esta gente sea analfabetaporque así lo prefiere, que sea pobreporque quiere serlo, que le guste más lasuciedad que la limpieza.

«Ellos han elegido esa clase devida, ¿por qué vamos a preocupamospor sus dificultades?» «De todos modos,son perfectamente felices». Tales

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expresiones escuchará con seguridad elviajero que hable de la miseria delmexicano ordinario. En verdad, elmexicano común elige su vida más omenos como un caballo elige nacercaballo. Como ya se dijo, el mexicanono puede ser feliz porque ningún serhambriento puede serlo. En cuanto amejorar sus condiciones por sí solo ysin ayuda, tiene tanta oportunidad dehacerlo como un caballo de inventar unaeroplano.

Tomen como ejemplo a un jovenpobre en la Ciudad de México, dondeexisten las mejores oportunidades delpaís. Tomen a un trabajador mexicano

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típico: No sabe leer ni escribir porqueprobablemente nació en un distrito rural,a 15 o 20 km de la escuela más próxima;si acaso nació a la sombra de unaescuela pública, tuvo que arañar latierra desde que aprendió a andar agatas para conseguir algo que comer. Notiene educación ni preparación especialde ninguna clase, porque no tuvo laoportunidad de adquirida. Si no cuentacon alguna enseñanza especial, sólopuede dedicarse a cargador.

Es probable que a los 25 años, estemexicano sea una ruina física por malaalimentación, por vivir a la intemperie ypor exceso de trabajo; pero en el

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supuesto de que sea uno de los pocosque conservan su vigor, ¿qué puedehacer? Seguir cargando bultos pesados,eso es todo. Puede ganar acaso 50 cents.diarios en este trabajo y toda la fuerzade un Hércules no puede mejorar esaganancia; lo único que tiene es músculoy éste en México es tan barato como elpolvo. He visto a hombres «haciendo unesfuerzo»; los he visto trabajar hasta quesus ojos se vuelven vidriosos; los hevisto desarrollar tales energías que suspechos se hinchaban y hundían conaspiraciones y expiraciones explosivas;los vi llevar cargas tan pesadas quedaban traspiés y caían en la calle; en

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muchos casos han muerto aplastados porel peso que llevaban encima. Dedicansus mejores esfuerzos a la única cosaque saben hacer; nunca tuvieronoportunidad de aprender nada más;mueren tan aprisa como los que hacen lomenos posible para vivir. El caso es quedesde un principio nunca gozaron de lasoportunidades que en Estados Unidos setienen como un derecho natural.Imaginen, si es posible, que la mayoríade las escuelas en los Estados Unidosdesaparecieran repentinamente;imaginen el cambio de la situaciónactual de trabajar y descansar, por otraen la que todo fuera trabajo y no

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descanso; que la capacidad de consumose reduzca a lo que baste para manteneruna sola boca; imaginen que cada bocade la familia necesite un par de brazospor separado para alimentarla y cadanueva boca necesite de sus propiosbrazos cuando todavía son los tiernosbrazos de un niño…; imaginen todasestas cosas y aun así apenas podránapreciar las dificultades que aquejan almexicano común cuando trata demejorar su condición. Desde el punto devista práctico tales dificultades soninsuperables.

¿Y qué decir de la capacidad de losmexicanos para la democracia? La

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afirmación de que la democracia no escompatible con «el carácterhispanoamericano», parece basarseenteramente en el hecho de que unaproporción muy grande de los paíseshispanoamericanos, aunque no todosellos, todavía son gobernados pordictadores, y que los cambios degobierno ocurren sólo por medio derevoluciones, en las cuales un dictadorsustituye a otro. Este estado de cosas seprodujo por la peculiar historia de estospaíses más que por «el carácterhispanoamericano». Gobernados porextranjeros, como las colonias, estospaíses acumularon suficiente valor y

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patriotismo para librarse del dominioexterior; su lucha por la libertad fuelarga y amarga; además, como eranpaíses pequeños, su existencia nacionalse halló en peligro durante largosperiodos después de su independencia.Por eso la carrera militar llegó a ser,por necesidad, la profesión dominante, yel militarismo y las dictaduras fueron laescuela natural. En la actualidad, lospaíses hispanoamericanos todavía estángobernados por dictadores, debido alapoyo otorgado a éstos por losgobiernos extranjeros que se oponen alos movimientos democráticos inclusopor la fuerza de las armas. Díaz no es

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sólo el único dictador hispanoamericanoapoyado por los Estados Unidos arequerimiento de Wall Street. Durantelos últimos cinco años, varios de losmás destacados dictadorescentroamericanos han sido sostenidospor la sola imposición militar de losEstados Unidos.

¿Acaso México está preparado para lademocracia? ¿No necesita ser regidopor un déspota algún tiempo más, hastaque se le haya desarrollado ciertacapacidad para la democracia? Repitoesta absurda pregunta sólo por ser tan

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común. La única respuesta razonable esla de Macaulay: que la capacidad parala democracia sólo puede desarrollarsecon la experiencia en los problemas dela democracia. México está tanpreparado para ejercerla comocualquier otro país que no la hayapracticado nunca. No hay oportunidadpara que México disfrute de completademocracia en estos momentos. Estascosas sólo viven de modo gradual y nohay el menor peligro de querepentinamente viva con másdemocracia que la que le conviene.¿Quién puede decir que México no debeobtener de modo inmediato siquiera un

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poco de democracia, la suficiente,digamos, para librar a su pueblo delpantano que representan la esclavitud yel peonaje?

Con seguridad México se encuentramuy atrás de los Estados Unidos en lamarcha del progreso; muy atrás en lasconquistas de la democracia; pero, aljuzgarlo, seamos justos y consideremoslo que la suerte histórica nos ha dado encomparación con lo que ha dado a losmexicanos. Nosotros, losnorteamericanos hemos sido afortunadosal no haber estado dominados porEspaña durante 300 años; hemos sidoafortunados al escapar de las garras de

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la Iglesia católica y al no haberla tenidoaferrada a nuestras gargantas desdenuestra infancia; finalmente, hemos sidoafortunados al no haber sido dominados,en los momentos de debilidad quesiguen a una guerra extranjera, por unode nuestros propios generales, quienbajo el disfraz de presidente de nuestraRepública, quieta y astutamente, con laastucia de un genio y la falta deescrúpulos de un asesino, construye unamáquina represiva, como ninguna otranación moderna se ha visto obligada adestruir. Hemos sido bastanteafortunados al escapar al reinado dealgún Porfirio Díaz.

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Así, para dondequiera que miremos,volvemos finalmente al hecho de que lacausa inmediata de todos los males, losdefectos, los vicios de México, está enel sistema de Díaz. México es un paísmaravilloso. La capacidad de su pueblono admite duda. Una vez que se restauresu Constitución republicana, será capazde resolver todos sus problemas. Acasose diga que al oponerme al sistema deDíaz me opongo a los intereses de losEstados Unidos; pero si los intereses deWall Street son los de los EstadosUnidos, me declaro culpable, y sifavorece a estos intereses el que unanación como México sea crucificada, me

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opongo a los intereses de los EstadosUnidos.

Pero no creo que esto sea así. Porconsideración a los intereses más altosde los Estados Unidos, porconsideración a la humanidad, porconsideración a los millones demexicanos que realmente mueren dehambre en la actualidad, yo creo que elsistema de Díaz debe ser destruido,abolido con rapidez.

Cientos de cartas me han llegado detodo el mundo, en las que me preguntanqué se puede hacer para poner fin a laesclavitud de México. Una y otra vez seha sugerido la intervención armada de

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potencias extranjeras, lo cual es taninnecesario como poco práctico. Perohay algo que sí es práctico y necesario,especialmente para los norteamericanos:insistir en que no habrá intervenciónextranjera con el propósito demantener la esclavitud en México.

En México existe hoy un movimientonacional para abolir la esclavitud y laautocracia de Díaz. Este movimiento esperfectamente capaz de resolver losproblemas del país sin interferenciaextranjera. Hasta ahora no ha tenidoéxito, en parte por la ayuda que elgobierno de los Estados Unidos haprestado a la persecución de algunos de

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sus dirigentes y, en parte, debido a laamenaza de Díaz —constantementesuspendida sobre el pueblo mexicano—,de llamar al ejército norteamericano ensu ayuda en caso de que haya unarevolución grave contra él.

Bajo el bárbaro gobierno mexicanoactual, no hay esperanza de reformas,excepto por medio de la revoluciónarmada. Esta revolución, en manos delos elementos más preparados y másprogresistas, constituye una robustaprobabilidad del futuro inmediato.Cuando la revolución estalle, sellevarán con rapidez tropasnorteamericanas a la frontera, dispuestas

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a cruzarla en caso de que Díaz seaincapaz de contener la revolución por sísolo. Si el ejército norteamericano lacruza, no será de manera ostensible paraproteger a Díaz, sino para proteger laspropiedades y las vidas de losnorteamericanos. Con este fin se haráncircular deliberadamente falsas noticiasde que ellos sufren ultrajes o de peligrospara sus mujeres y sus niños, paraexcitar a la nación a que justifique elcrimen de la invasión. Ése será elmomento en que los norteamericanoshonrados deberán hacer oír sus voces.Deberán exponer, en términosinequívocos, la conspiración contra la

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democracia y pedir que, de una vez parasiempre, el gobierno de los EstadosUnidos deje de poner la máquina delEstado a la disposición del déspota paraayudarle a aplastar el movimiento enfavor de la esclavitud en México.

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Notas

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[1] Después de publicada esta obra, TheAmerican Magazine ha comenzado unasegunda serie de artículos sobreMéxico, en la que promete seguir el hilode la exposición que había abandonadomeses antes. En el número de octubre de1910, bajo la firma de AlexanderPowell, publicó un artículo cuyas dosterceras partes habían sido escritas pormí y entregadas a The AmericanMagazine 15 meses antes. El supuestoautor ni siquiera se ha tomado lamolestia de reescribir el material yaparece, casi palabra por palabra, talcomo yo lo escribí originalmente. A mi

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modo de ver, esto no es más que unaconfirmación de mis ampliamentedivulgados cargos en contra de larevista: 1) que The American Magazinedejó de cumplir sus promesas al públicoa causa de alguna «influencia hábilmenteaplicada»; 2) que ha vuelto a ocuparsedel asunto de México sólo porque suslectores que lo han sido también de misacusaciones le han presionado para quecontinuase; y 3) que la publicación tanretrasada de mi material original esprueba de que no ha estado «recogiendonuevos hechos», como se declaró, y quelos aportados con anterioridad por míson tanto los más efectivos como los

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más dignos de confianza que han llegadoa su poder. <<