modernidad y ser'vicios priblicos en la conf ormaci6n del

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nurn. 50, mayo-agosto 2001 168 Secuencia, nueva epoca *Profesorainvestigadoratitular de! Instituto de Investigaciones Dr. Jose Marfa Luis Mora, donde actualmente trabaja en un proyecto sobre la estructura de las ciudades mexicanas en el siglo XIX. Correo electronico: [email protected].mx Fecha de recepci6n: junio de 2000 Fecha de aceptaci6n: octubre de 2000 Palabras clave: Orizaba, servicio publico, infraestructura urbana, administraci6n, organizaci6n territorial. Abstract The study of the city of Orizaba is part of a general reflection about how the innovation, distribution and administrative organiza tion of public services and their infrastruc tures determine simultaneously forms and function of the cities which were transform ed in the nineteenth century. Res um en El caso concreto de la ciudad de Orizaba se inserta en una reflexion general sobre c6mo la innovaci6n, la disrribucion y la organiza ci6n administrativa de los servicios publicos y sus infraestructuras reflejan y determinan a la vez formas y funcionamientos de las ciu dades que se transforman en el siglo XIX. Eulalia Ribera Carbo" Modernidad y ser'vicios priblicos en la conf ormaci6n del espacio urbano del siglo XIX SECOENClfi Revistadehistorjaycienciassociales Secuencia (2001), 50, mayo-agosto, 168-189 ISSN: 0186-0348, ISSN electrónico: 2395-8464 DOI: http://dx.doi.org/10.18234/secuencia.v0i50.738

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Page 1: Modernidad y ser'vicios priblicos en la conf ormaci6n del

nurn. 50, mayo-agosto 2001 168

Secuencia, nueva epoca

*Profesora­investigadora titular de! Instituto de Investigaciones Dr. Jose Marfa Luis Mora, donde actualmente trabaja en un proyecto sobre la estructura de las ciudades mexicanas en el siglo XIX. Correo electronico: [email protected]

Fecha de recepci6n: junio de 2000 Fecha de aceptaci6n: octubre de 2000

Palabras clave: Orizaba, servicio publico, infraestructura urbana, administraci6n, organizaci6n territorial.

Abstract The study of the city of Orizaba is part of a general reflection about how the innovation, distribution and administrative organiza­ tion of public services and their infrastruc­ tures determine simultaneously forms and function of the cities which were transform­ ed in the nineteenth century.

Res um en El caso concreto de la ciudad de Orizaba se inserta en una reflexion general sobre c6mo la innovaci6n, la disrribucion y la organiza­ ci6n administrativa de los servicios publicos y sus infraestructuras reflejan y determinan a la vez formas y funcionamientos de las ciu­ dades que se transforman en el siglo XIX.

Eulalia Ribera Carbo"

Modernidad y ser'vicios priblicos en la conf ormaci6n

del espacio urbano del siglo XIX

SECOENClfi Revistadehistorjaycienciassociales

Secuencia (2001), 50, mayo-agosto, 168-189ISSN: 0186-0348, ISSN electrónico: 2395-8464

DOI: http://dx.doi.org/10.18234/secuencia.v0i50.738

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1 Sobre el tema de la periodizaci6n y las ca­ racrerfsticas generales en el desarrollo de las ciu­ dades hispanoamericanas durante el siglo XIX son interesantes los trabajos de Geisse y Halperin; Geisse, "Tres", 1986; Halperin, "Ciudades", 1980.

2 Arr6niz, Ensayo, 1980, pp. 301­305.

Orizaba es nuestro ejemplo y sirve bien. Al empezar el siglo XIX, la hii­ meda Pluviosilla, que tanra agua vefa pasar por rios y arroyos, no conraba con un sisrerna hidraulico que perrni­ tiera a sus habitantes disfrutar en sus casas de agua limpia y corrienre. Los orizabefios sacaban de pozos el precio­ so liquido para uso domesrico, y los menos afortunados lo acarreaban en cacharros desde los cauces que atrave­ saban la ciudad. 2

EL AGUA

banos. Eran novedosas modas impues­ tas por la apertura comercial. Eran otras formas de concebir y administrar el gobierno ciudadano. Eran, ni duda cabe, los primeros esfuerzos de los gru­ pos con capacidad de acruar sobre el terreno de la ciudad, para crear una nueva imagen urbana, mas suntuosa y acorde con las exigencias de los idea­ rios polfticos que, nacidos de la revo­ luci6n francesa, acabaron triunfando en rodas parres. 1

Los servicios publicos y sus infraes­ tructuras son generadores ya la vez ex­ presi6n de algunos de esos cambios, y en tal sentido desempefian un pape1 importante en la estructuraci6n de las ciudades de la modernidad decimo­ n6nica.

MODERNIDAD Y SERVICIOS PUBLICOS

O rizaba no era tan diferente, te­ nfa, como todas las ciudades, una personalidad singular mol­

deada por las caracterfsticas naturales del sitio en que se habfa ido levantan­ do desde el siglo XVI; moldeada tam­ bien por la situacion geografica que le dio una posici6n esrraregica sobre el territorio del pafs y, por supuesto, pro­ ducto de los procesos socioecon6micos y politicos de su propia historia. Pero aun con sus singularidades irnporran­ tes, y desde luego inreresanres, en el siglo XIX Orizaba no era tan distinra en un panorama urbano mexicano, que podrfamos inclusive ampliar mucho mas alla de las fronteras nacionales.

En roda la America espafiola, des­ pues del "esplendor" dieciochesco que las reformas del desporisrno borb6nico y el crecimiento de finales de siglo ha­ bfan producido en las ciudades de los circuitos econ6micos mas activos, vino un riernpo de lerargo y abandono que dej6 su patina implacable en edificios, plazas y calles. Una vez terminadas las guerras de independencia y hasta me­ diar la centuria, las ciudades perma­ necieron con los enrramados viarios practicamente inracros, no se hicieron obras constructivas relevanres ni se acical6 la fachada urbana, y los agota­ dos fondos de los erarios municipales apenas sirvieron para ir paliando los desperfecros mas urgenres de corregir. Pero a partir de enronces, yen unas es­ tructuras ffsicas poco alteradas, empe­ zaron poco a poco a darse cambios que apuntaban hacia lo que, a partir del ultimo tercio del siglo XIX, serfan las transformaciones de cara a un mundo organizado por la burguesfa. Eran cam­ bios en el uso social de los espacios ur­

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EULALIA RIBERA CARB6

5 AMO, ramo Aguas, caja 90/159, afio 1885.

En 1803 don Jose Joaqufn Vivan­ co, rniembro de las "fuerzas vivas" de Orizaba, de familia de cosecheros de ta­ baco y comerciantes, se dirigi6 al Ca­ bildo de la ciudad para hacerle una propuesta. Convencido de los efectos nocivos que para el cuerpo y el alma de la genre de la villa tenfan las aguas subterraneas sacadas de las pozos, esta­ ba dispuesto a hacer el gasto necesario para introducir agua corriente y Iirn­ pia hasta la plaza principal. Solo a cambio de unas cuanras condiciones: que de ahf se le diera gratuitamente al hospital de San Juan de Dias, cuyo aguador trabajaba incansablemente, y se hiciera otro tanto con el hospital de mujeres y el oratorio de San Felipe, que recibfa aguas especialmente insa­ lubres; finalmente, que la casa del be­ nefactor contara a perpetuidad, y tam­ bien sin pago de pension, con una paja para sf de la que el mismo pondrfa y cuidarfa las cafierfas. Toda el agua res­ tante podrfa ser distribufda y vendida en el vecindario.

En el ofrecimiento de Vivanco, al Ayunramienro le tocaba la tarea de construir la caja recipiente con el re­ partidor y la pila, la fuente y las alcan­ tarillas. Habfa adernas que arreglarse con el regidor Julian Romanos, pro­ pietario del molino de la Marquesa, para que de buena voluntad permitiera que el agua se tomara de su acequia, junta al puente, y en la cantidad de una naranja, ya que era el unico lugar del que se podfa bajar c6modamente a la plaza.>

La idea fue bien recibida, y un mes despues, el sindico procurador del co­

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3 En todos los textos decimon6nicos que he­ mos lefdo se habla de limones, de naranjas, de toronjas, de granos de cebada y de pajas para des­ cribir el volumen de agua canalizada. Segura­ rnente los terrninos simulan el diarnetro de las caner fas.

4 Archivo Municipal de Orizaba (en adelante AMO) ramo Aguas, caja 11/80, afio 1861; Arr6­ niz, Ensayo, 1980.

El historiador local J oaqufn Arr6­ niz habla de que, en 1768, el entonces duefio del importance rnolino de la Marquesa, construido en la margen del rfo Orizaba, quien gozaba de la mer­ ced para aprovechar las aguas fluviales, permitio que las frailes carmelitas ca­ nalizaran una naranja de agua hasta su convento, y de ella dieran un lim6n para la casa de una viuda que estaba en lo que despues fue hospital, y mas tar­ de, cuartel de San Antonio.> Lo unico que se les pedfa era que ellos reforma­ ran y repararan la presa de pared y pie­ dras que habfa mas arriba del molino.4

Con el tiempo el canal sacaba mas agua de la acordada, hecho que no dej6 de originar algun pleito, y la repartfa a los carmelitas y al hospital, pero tam­ bien a la factorfa de tabaco y a dos fuenres piiblicas, que al menos un poco de ella acercaban al vecindario del con­ vento.

En 1769 el oratorio de San Felipe Neri tambien fabric6 una cafierfa des­ de un manantial al sur de la cienaga de Tepatlaxco, hasta su imponente edifi­ cio en construcci6n.

Pero lo cierto es que en los albores del ochocientos solamente las dos tu- berfas de los frailes transportaban el lfquido, que apenas era suficiente para sus destinatarios.

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pliar la presa para asegurar el abasteci­ rniento de agua al molino ya los dre­ najes durante el estiaje, quedarfa seco el trecho entre la presa y el punto don­ de el molino restitufa el agua; era con­ veniente, enronces, dejar una "luz" a la presa para que escurriera un hilo de agua suficiente para las pocos vecinos del lugar, quienes podrfan recogerla en cacharros.

El uso del agua canalizada por la acequia del molino tenfa que ser ase­ gurado por media de algun mecanis­ mo "solernne" que evitara problemas futuros con otros posibles duefios del establecimiento. En cuanto a los hos­ pitales, tarnbien era conveniente fijar de antemano la cantidad. que se les proporcionarfa, para que despues no se formaran nuevas pretensiones. Y sabre todo, si despues de calcular seriamente el proyecto resultaba que las ganancias por la venta anticipada del agua no eran suficientes para dejar un sobrante regular a favor del ilustre Ayunra­ miento, la ayuda a los hospitales solo deberfa hacerse hasta el lfrnite de lo posible y sin temor a dejarlos privados del beneficio. Ya hallarfan ellos la for­ ma de consumar la obra cobrando li­ mosnas.

Por lo vista, el regidor no era en asuntos materiales tan piadoso como otros aparentaban serlo, y tenfa una vi­ sion mas pragmatica en las negocia­ ciones de los asuntos terrenales.

Una vez que las vecinos hubieran sido avisados y se presencaran a solici­ tar fuentes para SUS Casas, solo enron­ CeS se resolverfan las rutas para enca­ minar mas ventajosamente el agua; y sobre todo, no deberfa construirse un acueducto para darle agua a un solo so­

MODERNIDAD Y SERVICIOS PUBLICOS

mun habfa redactado un informe en el que hacfa acoraciones sobre la idea ori­ ginal. Era conveniente ampliar la pre­ sa que juntaba agua cerca del molino, y en vez de tomar de ella solameme una naranja, que no alcanzaba para cu­ brir las gastos de fuentes y cafierfas, ni para hacer demasiados repartos, resul­ tarfa mejor extraer una toronja. Pues­ tos a gastar, convendrfa extender la obra hasta la carcel y dos fuentes pu­ blicas "ernbebidas" en una pared sabre la calle Real, que surtirian a los veci­ nos y darfan servicio a la arrierfa; tam­ bien construir por cuenta de las areas piiblicas la infraestructura para las hospitales, librando asf a las feligreses de las limosnas que los superiores de las beneficas instituciones "exigieran con sus ruegos, para la obra nueva",

La toronja tendrfa 96 granos de ce­ bada para repartir entre las casas, y con que se vendieran 22 en la carrera de la cafierfa, a 200 pesos cada uno, serfa su­ ficiente para reunir los costos de las primeras construcciones. Despues, cum­ plidas las exigencias del senor Vivan­ co, las dernas granos podrfan venderse considerando las trabajos de cafierfa y los costos por la limpieza de la caja de agua, y tal vez con el tiempo, hasta podrfan levantarse dos lavaderos pii­ blicos para obtener fondos extras para el Ayuntamiento.

En julio, el procurador general de la corporacion habfa lefdo el expedien­ ce con el informe detallado y se lo en­ vio al regidor Manuel Montes de Ar­ guelles. Este contesto en septiembre mostrandose de acuerdo con las condi­ ciones generales en que debfa llevarse a cabo la empresa, y a su vez precise detalles en algunos renglones. Al am­

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EULALIA RIBERA CARBO

7 Ibid. 8 Naredo, Estudio, 1898, pp. 231­232; Segu­

ra, "Apuntes", 1854, pp. 20­21. 9 Baz, Historia, 1977; Naredo, Estudio, 1898.

ci6n del agua de su acequia "firrne y valedera para siempre jamas" .7

El esqueleto de la nueva infraes­ tructura muy pronto foe creciendo y rarnificandose. En 1839 habfa diez fuentes piiblicas en el casco central de la ciudad y muchas de sus casas conra­ ban ya con el servicio. Para 1846 se empez6 a pensar en habilitar un nuevo acueducto para alcanzar a otros ba­ rrios, y durante los afios subsiguientes se trabaj6 con interrupciones en los proyectos para tal efecto. 8

La primera preocupaci6n la ocupa­ ron los barrios de Cocolapan y de la Angostura, seguramente debido al polo de atracci6n y crecimiento en gue se habfa convertido la fabrica textil inau­ gurada unos afios arras. El presidenre del Ayuntamiento, Jose Joagufn Pesa­ do, le encarg6 las nuevas obras a Jose Marfa N aredo y se recabaron fondos con la venta de algunos sitios del fun­ do legal de aquellos rumbos. En 1848 fueron inauguradas tres fuentes en la calle Principal, junto al barrio de las Flores. El propio Naredo las describe "con sus elevados chorros saltantes" que daban "una hermosa vista a aque­ llos lugares" .9

En 1850 se acab6 de pulir el pro­ yecro, y fueron destinados nuevos gas­ tos para concluir la introducci6n de agua potable al barrio de la Angostu­ ra, que era el barrio del antiguo arenal. Las alcantarillas repartidoras debfan estar terminadas antes de que empeza­ ran las lluvias, y a quienes se concedie­

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6 Ibid.

lici tante de una calle: si acaso, se le venderfa el derecho de agua, nada mas.

Sin embargo, no es sorprendente que al tiempo que se hacfan estas pri­ meras reflexiones ya se hablaba con su­ ficiente certeza de los encafionados que correrfan desde la plaza por calles que no por casualidad son las que definfan el coraz6n de la "ciudad espafiola" en ese momento, y el que continuara siendo el micleo de los orizabefios pri­ vilegiados del siglo XIX. 6

Una iiltirna consideraci6n hace el re­ gidor en su documento dirigido al Ca­ bildo, y es en el sentido de que el pre­ cio de los granos de agua que llegarfa a las casas de los vecinos interesados tendrfa que ser el mismo para todos, sin importar que unos vivieran mas cerca de la fuente repartidora de la pla­ za, y otros mas lejos. Un precio equi­ librado evitaria beneficiar a unos y agraviar a otros

Al esrar todos de acuerdo, final­ mente se iniciaron las diligencias del caso, y en noviembre de 1803, ocho rotulones fijados en los lugares acos­ tumbrados anunciaban a los ciudada­ nos que, los interesados en tener agua potable y corriente en sus casas, de­ bfan concurrir a suscribirse en el oficio del Cabildo en el plazo de un mes. El 13 de abril de 1805, casi dos afios des­ pues, se estrenaba la fuente en la plaza de la parroquia, y el piiblico comenz6 a disfrutar del agua corriente con la abundancia necesaria "para el abasto de todo el vecindario". Al mismo tiempo, una escritura firmada por la viuda de Julian Romanos, duefio del molino de la Marquesa, hacfa la dona­

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12 AMO, ramo Policia, afios 1855­1875. 13 AMO, ramo Policfa, caja 3/69, afio 1850;

caja 26/95, afio 1868; caja 14/83, afio 1864. 14 AMO, ramo Estadfstica, caja 9/78, afio

1858; ramo Aguas, caja 9178, afio 1858; ramo Policfa, caja 11/80, afio 1861.

cio, con la construcci6n de cajas repar­ tidoras de agua, de atarjeas, y en la compostura y limpieza de canales y fuentes puhlicas.l? Ademas, ante un sistema que cada dfa se complicaba mas, un c6digo de normas que rigiera su funcionamiento se hizo absolura­ mente necesario.

Los reglamentos de policfa de la ciudad son elocuentes al respecto. De dos o tres referencias desperdigadas en las legislaciones de la primera mitad del siglo, y preocupadas mas que nada por el ornato y la salubridad, en 1864 y 1868 aparece en ellas una secci6n en­ tera titulada Aguas, que en varios ar­ tfculos versa directamente sobre la for­ ma de organizar una estructura de fuentes y cafierfas que tenfa su primer origen 60 afios arras, y en la gue el Ayuntamiento se confirma como el "duefio y senor" del agua orizabefia, y el unico capaz de otorgarla y benefi­ ciarse de su concesion.l>

Aun con estos esfuerzos, el sistema de reparto de agua, a mediados de si­ glo, se habfa convertido en un "labe­ rinto" dificil de administrar, en el que encima de la complicaci6n en el tendi­ do de las infraestructuras, habfa filtra­ ciones en las tuberfas de barro, la presa del molino requerfa de urgentes repara­ ciones, y muchos duefios de casas com­ partfan sus pajas de agua o las vendfan en flagrante estafa a la autoridad. 14

MODERNIDAD Y SERVICIOS PUBLICOS

10 AMO, ramo Aguas, caja 1/67, afio 1850; Baz, Historia, 1977.

11 AMO, ramo Hacienda, caja 9/78, afio 1858; caja 32/101, afio 1870.

ran las pajas de agua deberfan pagar por la construcci6n de las alcantarillas y la conservaci6n de los acueductos.!?

El agua se habfa convertido en un asunto de importancia indiscutible para el Ayuntamiento, que incrementaba los ingresos de sus areas, pero que a su vez lo obligaba a gastos ineludibles en constantes obras de construcci6n y de mantenimiento.

Si comparamos dos planes de arbi­ trios y presupuestos que tenemos a la mano, preparados por la Comisi6n de Hacienda del Ayuntarniento para regir en 1858 uno yen 1870 el otro, se hace evidente que hay un aumento impor­ tante en los mimeros absolutos de los ingresos obtenidos por las pensiones cobradas a las casas que disfrutaban de agua corriente. Por pajas de agua re­ partidas, al mismo precio cada una, se cobraba mas del doble. Adernas, sees­ peculaba contar con una buena canti­ dad extra por derechos de merced a nue­ vas concesiones. Es notorio, tarnbien, que, aunque porcentualmente los gas­ tos que representaba para el Ayunta­ miento el ramo de aguas pracricamen­ te no varfan, hay un aumento conside­ rable de las cantidades erogadas en las obras materiales realizadas en la infra­ estructura hidraulica (vease cuadro 1).11

Y para confirmarlo no solo estan los mirneros de Hacienda del Ayuntamien­ to, sine el volumen de obras realizadas por el municipio que sefiala un au­ mento en el transcurso del siglo, sabre todo hacia el inicio de SU ultimo ter­

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o rnanteca por combustible, colocadas en las rejas de las ventanas de algunos vecinos, rescataban a las calles de las tinieblas absolutas.

Tarnbien, como en el caso del agua, fue por la iniciativa de un destacado cosechero y oligarca orizabefio, don Jose Marfa Mendizabal, queen los afios veinte empez6 a funcionar el primer sisterna de alumbrado publico adrni­ nistrado por la municipalidad, consis­ tence en 150 faroles que quemaban aceite de sebo, y que habfan sido com­

MODERNIOAD Y S~RVICIOS PUBUCOS

Si repasarnos brevernenre la hisroria de la iluminacion nocrurna de la ciudad, hallarernos que con codas las diferencias propias del caso, esta presenra grandes analogfas con la del agua.

A principios del siglo xrx, como en el caso del agua, un servicio de ilurni­ nacion callejera tarnpoco estaba orga­ nizado, y Orizaba de noche era una ciudad oscura. Solamente algunas larnparas de barro, con aceite de "nabo"

LA LUZ

FUENTE: Para 1858, ~o, 9178, ramo Hacienda, 1858; para 1870, AMO, 32/101, ramo Hacienda, 1870. Elaboraci6n de los cuadros Eulalia Ribera Carbo.

660 880

1 540 2.6

Sueldos de un maestro de cafierfa o fontanero y de un peon o ayudante 414 Obras y reparaciones en las cafierias y en la presa 500 Total 914 Porcentaje 2.7

1858 1870

Aiios

Gastos msnicipales (en pesos)

Pension de pajas de agua a cinco y seis pesos cada una Pension de las molinos por uso de agua para mover sus maquinarias Derecho de concesion de uso de agua suponiendo que se ororguen diez mercedes en el afio Total Porcentaje

Anos

1858 1870

702 1 500 200 200

500 902 2 200 3.1 3.7

Ingresos municipales (en pesos)

Cuadro 1. Plan de arbitrios y presupuesto de gastos realizado por el Ayuntamiento de Orizaba para regir en los afios 1858 y 1870 en el ramo de aguas

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EULALIA RIBERA CARB6

is lbid., caja 4/4, afio 1854; caja 6173, afio 1856.

19 Ibid., caja 6173, afio 1856.

disrninuyera automaricamente el nu­ mero de recibos que entraban al Ayun­ tamiento por concepto del alumbrado piiblico.!"

Y al igual que sucedfa con muchos otros, este ramo tenia serias cornplica­ ciones por la falta de un padr6n com­ pleto de las casas que pagaban pen­ siones, faltaba la numeraci6n y la informaci6n sobre su propiedad, su ocupaci6n o su arriendo. Todo ello ha­ cfa que los productos par las conrribu­ ciones de alumbrado no fueran sufi­ cientes, y el Ayuntarniento se viera obligado a erogar cantidades que no se consideraban justas.J? El Ayunramien­ to se propuso muchas veces levantar el padr6n general y detallado de la ciu­ dad, ordenando y corrigiendo la no­ menclatura de las calles y los rnimeros de las casas, pero las buenas intencio­ nes solo alcanzaban exitos parciales.

El 17 de abril de 1856, el gobierno del estado aprob6 un Reglamento de alumbrado, redactado por el Ayunta­ miento orizabefio para la "conserva­ ci6n y rnejora" del ramo. La preocupa­ ci6n se centraba mas que nada en la formaci6n urgente de los padrones que facilitaran la disrribuci6n y la recauda­ ci6n de las pensiones. Durante los pri­ meros ocho dias del mes de enero de cada afio, los regidores encargados de los cuarteles en que se dividia a la ciu­ dad, auxiliados por los jefes de manza­ na, levantarfan el padr6n de su cuarrel. En el especificarfan los nombres de las calles, el mirnero de cada casa, nombre y apellido de los propietarios, el moo­

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15 AMO, ramo Alumbrado, caja 47/46, afio 1826.

16 AMO, ramo Alumbrado, caja 47/46, afio 1826; caja 47/46, afio 1827.

17 Ibid., caja 4170, afio 1853.

prados con donativos de comerciantes de buena posici6n.

Se adquirieron las barriles suficien­ res con el aceite de sebo para quemar y las fibras de pabilo necesarias, y se de­ sign6 a un administrador, a un jefe de resguardo montado y a varios guardias de a pie para poner en marcha la inno­ vaci6n nocturna.I?

Enseguida la discusi6n se centre en el importance asunto de sobre quien debia recaer la carga impositiva del nuevo servicio a la comunidad. U nas voces proponfan que los comerciantes, los productores de tabaco, y las de tri­ go y harina solventaran la mayor par­ te; otras sugerian que se obtuvieran fondos de las funciones de teatro en descargo de las areas del Ayuntamien­ to; pero desde un principio se cobra­ ron impuestos a los propietarios de las casas de los vecinos beneficiados par la luz, convenidos de acuerdo al valor de sus edificios.l>

Huba quejas y problemas, como siempre, cuando de impuestos se tra­ taba. Algun particular daba lata con los pagos, las presbiteros pedfan exen­ ciones para las fincas de alguna orden piadosa, que encima de hacer obra be­ nefica por los pobres sin recibir ningun auxilio de la autoridad civil, decfan, eran castigados con las cuotas para cu­ brir el servicio.17 Cuando la ciudad su­ frfa crisis polfticas y econ6micas solfan quedar casas vacfas, el precio de los arrendamientos bajaba, y ello hacfa que

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21 AMO, ramo Polida municipal, caja 4/4, afio 1854.

22 AMO, ramo Alumbrado, caja 4/4, afio 1854; ramo Policfa municipal, caja 4/4, afio 1854.

23 AMO, ramo Alumbrado, caja 4/4, afio 1854; ramo Policfa urbana, caja 4170, afio 1854.

en regular estado adornaban a Ori­ zaba.>!

Doce serenos y un cabo, encargados tambien de la seguridad nocturna, se ocupaban del servicio. Encendfan los candiles en el momenta convenido y hacfan sus rondas anunciando la hora con su silbaro cada 30 minutos. Se gastaba en lo imprescindible como el aceite que se compraba en la plaza, la mecha, el pabilo, el jab6n, y el papel de los recibos. Se pagaban sueldos y el alquiler de un cuarto de dep6sito para los utiles y, de vez en cuando, se inver­ tfa en la compostura de una escalera, se hadan reverberos para que luciera mas el alumbrado, se compraban can­ dilejas nuevas o se reponian bombillas y quinques.F

Por ese tiempo un reporte informa­ ba que el alumbrado se hallaba exten­ dido por coda la circunferencia de la ciudad ­lo que sin duda se refiere al distriro central­ y sin abarcar a los su­ burbios. Y aunque en 1854 se habfa dispuesto que el tiempo de ilumina­ ci6n se prolongara hasta el amanecer, lo cierto es que la rnejorfa en el servi­ cio parece Iirnitada a eso, a unos cuan­ tos faroles mas y a alargar las horas de encendido. 23

En los afios sesenta, a los vecinos incluso se los obligaba, en los regla­ menros de policfa, en la secci6n de Co­ modidad, ornato y limpieza, a mantener luz en los zaguanes de sus casas si estos

MODERNIDAD Y SERVICIOS PUBLICOS

20 Ibid.

to del arrendamiento comprobado en una copia del ultimo recibo mostrado por arrendatario e inquilino, si estaba habitada o no, o bien, era ocupada por efectos de comercio o materiales de construcci6n; si se trataba de una ve­ cindad se anotarian nombres y apelli­ dos de cada inquilino con el monto de la renta que pagaba cada uno.

Asf, finalmente, el padr6n general facilitarfa la recaudaci6n del impuesto y permirirfa tener noticia detallada de las calles y casas que carecieran del be­ neficio de la iluminaci6n, o de aque­ llas en que fuera imperfecto o insufi­ ciente. Una vez aprobado e impreso se fijarfa en los parajes piiblicos para el conocimiento de los causantes, y se ha­ rfa circular entre los empleados rnuni­ cipales.

Los contribuyentes tenfan, adernas de la obligaci6n de pagar, tarnbien la de presentar al recaudador, entre los dfas 25 y 30 de cada mes, la noricia de la casa que quedara vada para poder eximirle del cobro. Si no lo hadan ten­ drfan irremediablemente que pagar la cuota correspondiente, pero si daban noticias falsas, su fraude serfa castiga­ do con una buena multa. El ultimo dfa del mes el recaudador extenderfa y fir­ marfa los recibos.s?

No sabemos si los resultados del proyecto cumplieron sus expectativas. La realidad es que hasta enronces, con el paso de los afios, el mimero de luces habfa ido aumentando modestamente, canto que, para 1854, casi 30 afios des­ pues de que las primeras 150 luces se hubieran estrenado, apenas 180 faroles

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EULALIA RIBERA CARB6

2) AMO, rarno Alurnbrado, caja 11/80, afio 1861.

26 lbid.

rando par las medios que sus conoci­ rnientos le sugieran que la falta no sea tan sensible'l.">

Por su lado, el Ayuntamiento le pa­ garfa al empresario quincenalmente, y par adelantado, doce reales mensuales por la luz de cada farol. Y en caso de que alguna "funci6n de arrnas" causa­ da par disturbios locales y polf ticos le impidiera al nuevo responsable encen­ der el alumbrado publico, la corpora­ ci6n no le dejarfa desprotegido y solo reducirfa la tarifa de esas noches a la rnirad. Adernas correrfa con las expen­ sas de los faroles y enseres del ramo que resultaran rotos.

Finalmente, el firrnante regalaba al Ayunrarniento doce grandes farolas "de nueva invenci6n con quinques de luz entera y bombillas de cristal", obligandose a ponerlas en los lugares que se le indicaran, pero manteniendo solo a dos de ellas ardiendo desde la media noche hasta el amanecer. Si como ofrecfa, la luz de esas nuevas Iamparas era "excesiva", entonces el Ayuntamiento podrfa disponer del so­ brante para aprovecharlo "en otra par­ te". Tarnbien se comprometfa a ir rega­ lando los faroles que progresivamente se fueran necesitando para el aumento del alumbrado, siempre y cuando no excedieran de cinco cada mes. El Ayun­ tamiento no pagarfa mas que por esa cantidad.Pv

Se pretendfa que se estrenara un nuevo tipo de luz de petr6leo, y aun­ que no tenemos el dato exacto de cuan­ do se hizo el cambio de combustible,

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24 AMO, rarno Policfa, caja 14/83, afio 1864; caja 26/95, afio 1868.

permanedan abiertos desde el oscure­ cer hasta las diez de la noche, hora se­ fialada para cerrarlos. En las vecinda­ des los propietarios debfan hacer lo mismo.24

El Ayuntamiento celebro diversos arreglos con contratistas privados para que se encargaran de instalar y mane­ jar el servicio. Se les delegaba parte del trabajo a cambio de un pago acordado, y bajo ciertos lineamientos de funcio­ namiento y distribuci6n determinados por la autoridad ciudadana. En 1861, el empresario que firmaba el contrato adquirfa el compromiso de costear los gastos del mantenimiento de los faro­ les y sus larnparas, de reponerlos si hi­ ciere falta, de pagar los sueldos de los empleados encendedores y de proveer sus faroles portatiles. Tarnbien serfa su responsabilidad corregir con pronti­ tud los defectos en la cantidad de luz, y aquellos debidos a la mala calidad del gas, y mantendrfa funcionando el servicio desde las oraciones de la noche hasra la madrugada siguiente.

En las noches de luna solo se encen­ derfan los faroles "las horas necesarias antes y despues de la llena para suplir con la luz artificial el resto del tiempo en que aquella falte durance sus varia­ ciones", y tambien se encenderfa la no­ che en que la luna, por estar muy nu­ blado, no alumbrara lo suficiente. En caso de que "alguna revoluci6n" o una fuerre epidemia interrumpieran el transito de los caminos y le impidieran abastecerse de gas, tendrfa que suplir la carencia con el mejor aceite, "procu­

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27 AMO, ramo Hacienda, caja 32/101, a.fio 1870.

ba. Todavfa no corrfan los tiernpos en que esos relegados habitantes de las ciudades, convencidos de poder aspirar a las comodidades que la tecnologfa de la epoca podfa ofrecer, presionaran para obrener la dotacion de servicios que otros sf disfrutaban.

Reclamaban, claro esra, los que bien o mal contaban con los servicios y se desesperaban con sus deficiencias y li­ mitaciones. Y no eran tantos. En 1870 apenas 278 fincas urbanas pagaban pensiones anuales por recibir alguna "paja" de agua, cuando desde hacfa 30 afios ya se reportaban mas del millar de casas de cal y canto en la ciudad, sin contar las chozas metidas en las solares del cinturon agrfcola orizabefio. Y de alrededor de 20 000 habitantes, en ese mismo afio solo 410 propietarios esta­ ban obligados a la pension por el alum­ brado callejero. 27

Desde luego eran pocos. Pocos y con un acomodo bien definido sabre el territorio de la ciudad. El agua corrien­ te y la ilurninacion nocturna se halla­ ban extendidas por todo el casco cen­ tral, ahf donde los edificios se tocaban uno a otro en un continua de construe­ ciones, y solo alargandose un poco sa­ bre el eje vial principal y las que lleva­ ban a polos irnportantes en la vida de Orizaba, como eran la fabrics de Coco­ lapan, el oratorio de San Felipe Neri o la nueva alameda.

En donde las casas alternaban con solares llenos de verde, solo se presen­ taban algunos casos puntuales y siern­ pre cercanos a este distrito nuclear. En la franja cultivada de los suburbias con

MODERNIDAD Y SERVICIOS PUBLICOS

Para ambos servicios piiblicos, el del agua corriente y el de la ilurninacion callejera, la falta de dinero para admi­ nistrar, ampliar e innovar una infraes­ tructura que siempre se quedaba corta ante las exigencias de una ciudadanfa cada vez mas dernandanre, fue la can­ taleta de siempre en el Cabildo.

Pero, ~quienes exigfan? ~Quienes eran esos ciudadanos que se sentfan con el derecho a reclamar curnpli­ mientos al gobierno de la ciudad?

Desde luego no eran los margina­ dos, las pobres desheredados de Oriza­

ESPACIO, FINANZAS Y ADMINISTRACI6N

el historiador orizabefio, Jose Marfa Naredo, asegura queen 1877 las lam­ paras callejeras ardfan con "gas petro­ leo". En ningun lado aparece consig­ nado que el cambio representara un salto recnico verdaderamente innova­ dor, ni que implicara obras publicas mayores o reordenamientos urbanos de ningun tipo.

Asf que, por lo vista, el alumbrado de las calles orizabefias, organizado par vez primera en las afios veinre, ha­ bfa ido mejorando, pero solo acompa­ sadamente y sin cambios espectacu­ lares hasta casi terminado el siglo, cuando la llegada de la electricidad y los primeros focos de area empezarfan la verdadera revolucion del ramo. Las luces de aceite y petroleo se extendie­ ron por todo el casco urbano, pero nunca, hasta la irrupcion de la ilumi­ nacion elecrrica, alcanzaron a los ba­ rrios perifericos de la ciudad, agrfcolas en gran parre, y con pocos habitanres que, adernas, eran pobres.

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En nuestro caso orizabefio, como resultarfa casi sin excepci6n en cual­ quier ciudad mexicana que quisiera­ mos tomar como ejemplo, la ubicaci6n central de los servicios nos habla claro de cuales eran los espacios de privile­ gio al interior de las ciudades. Y tam­ bien nos dice que, aunque haya habido mas o menos crecimiento e innovaci6n en los diversos ramos de servicios, los cambios reafirmaban una estructura urbana heredada del regimen colonial.

Nos referimos a la estructura en la que los centros alrededor de la plaza concentraban todas las representaciones del poder, eran los sitios de residencia de los duefios del dinero y, en conse­ cuencia, en ellos se materializaban ma­ yormente los esfuerzos por mejorar el funcionarnienro y la imagen de la ciu­ dad. Un centro contrapuesto a unas periferias que no contaban con equipa­ mientos: ni se surtfan de agua corrien­ te, ni estaban iluminadas por las no­ ches, ni tenian un tendido de acequias, ni sus polvorientas o enlodadas calles eran mantenidas en buen estado.

Sin embargo, si las nuevas infraes­ tructuras y alcances de los servicios no favorecieron todavfa desequilibrios mayores en los usos del suelo, como despues lo harfan cuando las posibili­ dades tecnol6gicas y de transporte em­ pujaran a las oligarqufas a buscar nue­ vos acomodos residenciales exclusivos y segregados hacia las periferias urba­ nas, sf estuvieron ligados a la transfer­ maci6n en las formas de concebir y go­ bernar la ciudad.

En la America colonial los servicios estuvieron siempre encomendados a los municipios tal cual lo habian esra­ do desde la edad media en Europa.

MODERNIDAD Y SERVICIOS PUBLICOS

28 Ibid. 29 Christine Rosen, basandose en sus estudios

sabre ciudades estadunidenses, hace comentarios interesantes al respecto; Rosen, "Infrastructural", 1986.

jacales de habitantes pobres, ninguno (veanse las figuras 1, 2 y 3 ). 28

Si consideramos que alejandonos del coraz6n urbano la densidad de pobla­ ci6n disminufa rapidamenre, esa di­ mension espacial tiene una 16gica evi­ dente. Sin embargo, si bien es cierto que disminufa la poblaci6n, no debe­ mos menospreciar el hecho de que esta tambien era de mas escasos recursos.

Eso nos lleva a reflexionar sobre la distribuci6n del bienestar, y en c6mo influye en ella la fuerza econornica de ciertos grupos y personas, y su capacidad para presionar social y polfticamente.

El asunto tiene importantes impli­ caciones de organizaci6n territorial de las estructuras urbanas. Como los pro­ pietarios de los lores y los edificios de­ ben retribuir a los ayuntamientos por la iluminaci6n de una calle, por su pa­ vimentacion, o por la construccion de cafierias que les surtan de agua pota­ ble, son los vecindarios con mayor po­ sibilidad para pagar los que concen­ tran la instalaci6n o modernizaci6n de los servicios publicos. Pero, adernas, no hay que olvidar que normalmente la gesri6n urbana se encuentra en manos de las clases econ6micamente dorni­ nanres, quienes ejerciendo el poder lo­ cal, procuran retrasar los gastos publi­ cos de orden social o de mejoramiento de las zonas marginales, al tiempo que los enfocan hacia los lugares que habi­ tan y hacia las actividades de mayor beneficio econ6mico. 29

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3 1 Sobre el origen y las caracterfsticas de! con­ rrarismo en la ciudad de Mexico es inreresanre el trabajo de Priscilla Connolly, "Desague", 1999.

32 AMO, ramo Alumbrado, caja 6173, afio 1857; caja 11/80, afio 1861.

Lo cierto es que siempre hacfa falra dinero. Al respecto, las discusiones en rorno al financiamienro son interesan­ res. Hasta d6nde debia pagar el Ayun­ tamiento por las mejorfas y hasta don­ de los vecinos que se beneficiarfan <le ellas. Orizaba ejemplifica este conflic­ to general que nos acerca al proceso de modernizaci6n en torno al concepto del servicio publico como una obliga­ cion de estado. El Ayunramiento se confirma como el propietario, pero junro con los ciudadanos comparte la responsabilidad de crear un tipo de in­ fraestructura, que con el tiempo, aca­ bani por ser, no solo en Orizaba, que­ hacer del aparato de la administraci6n publica en arreglo con compafifas cons­ tructoras concesionadas o contratadas.:' 1

Efectivamente esre es el marco en el que hay que situar la presencia de empresas privadas, a las que el muni­ cipio encomienda la provision de algu­ nos servicios -y que normalmente son los que permiten ciertos margenes de ganancias­ negociando contratos que les resulten atractivos, igual una com­ pafifa constructora de cualquier gran ciudad del mundo, que los modesros Miguel Lopez o don Sabino Ambrfs, con quienes el Honorable Ayunra­ miento de Orizaba celebraba respecti­ vos acuerdos para el manejo del alum­ brado de la ciudad.32

Si hemos de comparar el caso oriza­ befio con orros que tenemos a la mano, como el de Oaxaca y el de la ciudad de

MODERNIDAD Y SERVICIOS PUBLICOS

30 Jon Teaford elabora unas buenas resefias y crfticas a algunos rrabajos de hisroria urbana so­ bre servicios municipales en ciudades estaduni­ denses durance el siglo XIX. Teaford, "Technolo­ gy", 1987.

Pero en el siglo XIX, ante la renovaci6n y la complejidad creciente de los sis­ ternas de abastecirniento de agua, de alumbrado o de sanidad, los ayunta­ mientos se vieron incapacitados para proveer de ellos a los ciudadanos, mas que nada por la dificultad para contar con los recursos para lograrlo.

El problema del financiamiento adquiere mayor dimension, porque despues de las revoluciones burguesas, cuando las ideas ilustradas habfan per­ meado ya las conciencias y estaban in­ corporadas al pensamiento politico de los grupos en el poder, los servicios piiblicos se fueron concibiendo como un bien que debfa llegar a la sociedad en su conj unto, y poco a poco se fueron incluyendo en los programas de buen gobierno de los cabildos del mundo entero.

Pero la falta de capital, mas o me­ nos grave en todas las ciudades deci­ mon6nicas, imposibilitaba la instala­ cion de las infraestrucruras urbanas que se hacfan "imprescindibles" con la modernidad, aun en el caso de existir la tecnologfa y la voluntad politica para hacerlo, y aun cuando en la teorfa, el sistema fiscal urbano, con la posi­ bilidad de aumentar irnpuestos y crear otros nuevos, debfa dar flexibilidad de acci6n a las finanzas municipales para hacer inversiones que las mas de las veces no se prestan para lucrar, como es el caso de muchas de las infraestruc­ ruras y los servicios piiblicos.>?

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EULALIA RIBERA CARB6

36 Lira, "Obra", 1999, p. 244; AMO, ramo Aguas, caja 11/80, afio 1861.

37 Rodriguez, "Gobierno", 1999, p.174.

particulares, de la misma forma que en Orizaba, a petici6n del Ayuntamiento, el Ministerio de Hacienda acord6, en junio de 1861, darle al municipio la propiedad, el uso y el disfrute del agua y el acueducto del extinguido conven­ to del Carmen. Durante el porfiriato, tarnbien en la antigua Anrequera, fue­ ron presentados al Ayuntarniento va­ rios proyectos, que ingenieros en plan privado habfan disefiado para perfec­ cionar el suministro del Iiquido a la ciudad. Todos fracasaron y, segiin Car­ los Lira, fue la comision del agua del municipio quien logr6 expandir el abasto a gran mirnero de casas­habita­ ci6n y a edificios publicos que no con­ taban con el. 36

Los argumenros esgrimidos duran­ te las negociaciones entre cabildos y particulares convergen, por lo vista, en la reafirmaci6n del Ayuntamiento coma la instirucion encargada de velar por el bien publico. Por encima de los afanes de lucro que encuentran puertas abiertas con la modernizaci6n de infra­ estructuras y servicios, esta lo que, en palabras de Rodriguez Kuri, es "una economfa moral del servicio". Y de esta, solo puede encargarse el cuerpo municipal.37

Sin embargo, el manejo del alum­ brado se encamina por otro rumba, aunque rarnbien con paralelismos evi­ deuces en los tres centros urbanos. En todos, el servicio a cargo del munici­ pio acaba por ser concesionado a con­ tratistas particulares antes o despues durante la segunda mitad de la centu­

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33 Lira, "Obra", 1999; Rodriguez, "Gobier­ no", 1999.

34 Rodriguez, "Gobierno", 1999. 35 Morales, "Expansion", 1978, pp. 197­199.

Mexico que han sido estudiados por Carlos Lira y Ariel Rodriguez.V' salta a la vista queen los tres la administra­ ci6n del servicio de agua durante el si­ glo XIX foe atribuci6n directa de los ayunrarnientos. En los afios ochenta, en la capital se hizo algun intento por fi­ nanciar el sistema de agua potable por una vfa no fiscal a traves de ventas de acciones a suscriptores. Fracas6. Tam­ bien se trabaj6 en un proyecto para arrendar su control y administraci6n a un empresario privado; pero el proyec­ to gener6 tal polernica que la con­ secuencia foe la consolidaci6n del mo­ nopolio del gobierno local sobre la construcci6n de la obra ffsica y la ad­ ministraci6n del servicio.v' Incluso despues de que en 1903 se redactara un reglamento para los nuevos fraccio­ namientos que ensanchaban a la ciu­ dad por los cuatro costados, y en el que se obligaba al concesionario construc­ tor de una colonia a dotarla de agua potable y atarjeas con la promesa del futuro reembolso por parte del Ayun­ tamiento, la realidad foe que, a excep­ ci6n de las colonias Roma, Condesa, Juarez y Cuauhrernoc, destinadas a gente con un alto poder adquisitivo, el reglamento nunca foe respetado y el Ayuntamiento acab6 siendo el encar­ gado de la provision del agua.v>

En Oaxaca, despues de la desamor­ tizaci6n y nacionalizaci6n de los bie­ nes eclesiasticos, el municipio le arre­ bat6 a los conventos el control que tenfan sobre parte del abasto de agua a

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que se gest6 la modernizaci6n urbana decimon6nica. lC6mo intervinieron en cada caso los intereses de las oligar­ qufas urbanas, de los gobiernos loca­ les, estatales y federal, y de los grand es capitales en la construcci6n y comer­ cializaci6n de los servicios de las ciuda­ des? lC6mo se articulan estos actores en los engranajes de la administraci6n, de los mercados y en el marco politico­ insti tucional de su tiempo? iC6mo y por que se define el caracter estrategi­ co de un ramo publico para alcanzar el bien cormin?

Son muchas preguntas que aiin hay que responder. Arrevamonos, sin em­ bargo, y a pesar de lo que falta por es­ tudiar, a volver al principio de este trabajo para retomar la frase con la que empezamos, y decir que Orizaba no era tan diferente. No lo era, porque si en Orizaba se introducfa un sisterna de agua potable y corriente, se ampliaba y se intentaba, bastante infructuosamen­ te por cierto, innovar en el de alum­ brado nocturno, y el Ayuntamiento se enfrentaba a los problemas que llevaba aparejados la complejidad creciente de los servicios piiblicos, el proceso en esencia y guardados todos los marices, proporciones y particularidades impor­ tantes, era equivalente al de cuando en la ciudad de Mexico se demolfan los acueductos coloniales para instalar tu­ bos de hierro que canalizaran y repar­ rieran el agua, se discutfa el senrido erico de los Servicios y el bien publico y se hacfan tentativas para otorgar el alumbrado en concesiones privadas; cuando las autoridades urbanas de Londres y Pads pavimentaban, drena­ ban e iluminaban el espacio callejero, o cuando en Chicago y Boston los mu­

MODERNIDAD Y SERVICIOS PUBLICOS

38 Naredo, Estudio, 1898. Las condiciones de la electrificaci6n de Orizaba durante el porfiriato todavfa no han sido estudiadas.

39 Lira, "Obra", 1999, pp. 247, 248; Rodri­ guez, "Gobierno", 1999, pp. 177­178.

ria. En Orizaba, la propiedad de la in­ fraestructura de iluminacion con acei­ te y "gas­petroleo" sigui6 en manos de la corporaci6n, pero fue un contratista el encargado de mantenerla en buen estado y de hacerla funcionar a cambio de un pago quincenal por parte del Ayuntamiento. Cuando en 1891 se inaugur6 el primer sisterna de ilumi­ naci6n electrica, lograda por impulso de la nueva forma de energfa que se aplic6 en la fabrica de hilados de Co­ colapan, el servicio funcion6 por me­ dio de un contrato firmado entre el Ayuntamiento y los duefios de la em­ presa textil. 38

En Oaxaca, a finales de la decada de 1890, una compafifa particular se hizo propietaria de la planta electrica y, en los mismos afios, en la ciudad de Me­ xico, el Ayuntarnienro dio autoriza­ ci6n para concesionar la electrificaci6n a una empresa de capital extranjero y romper lo que consideraba como el mo­ nopolio que otra cornpafifa ejerda sobre el alumbrado de gas y trementina.s?

Aparentemente no esta consignada ninguna argumentaci6n que plantee la propiedad publica del ramo como una necesidad de interes colectivo, pero lo cierto es que hay mucho por estudiar. Nuevos trabajos que aborden los deta­ lles de los procesos de innovaci6n en los servicios publicos de las ciudades mexicanas del siglo XIX, perrnitiran ela­ borar conclusiones mas categ6ricas en torno a las formas y a los conceptos en

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ARCHIVO

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­ro Para esos casos vease: Bedarida y Surcliffe, "Street", 1980; Gortari y Hernandez, Memoria, 1988; Rodriguez, "Gobierno", 1999; Rosen, "In­ frastructural", 1986.

nicipios trabajaban en la instalaci6n de infraestructuras para la distribuci6n del agua corrienre.v?

Era parecido porque, finalmente, a pesar de todas las especificidades pro­ pias de cada realidad hist6rica y geo­ grafica concreta, el espacio urbano re­ fleja la organizaci6n y las formas de convivencia de la sociedad, y en el si­ glo XIX el mundo se homogeneizaba al son que rocaban las grandes potencias industrializadas en expansion, que ex­ portaban e imponfan formas de traba­ jo, tecnologfas, conceptos y normas de comportamiento, modas y gustos es­ teticos.

Las grandes transformaciones urba­ nas decimon6nicas representan bien esa incorporaci6n de todos a un siste­ ma econ6mico globalizado, en el que aquellos que pueden incidir sobre el espacio, lo moldean para adecuarlo a las exigencias de las nuevas formas de producci6n de riqueza, de disrribucion y de consumo, que integran a codos los pueblos en una jerarqufa dicrada por la division internacional del trabajo.

Por ello, aun sin mensopreciar las diferencias que distinguen a cada lu­ gar y circunstancia, hay que reconocer que la dinarnica del nuevo capiralismo mundial enmarca las formas en que el poder, aquf y alla, se esfuerza por orde­ nar el espacio de acuerdo a sus inte­ reses econ6micos y lo maquilla para conseguir una imagen de ciudad, ade­ cuada a sus principios jurfdicos e ideo­ 16gicos.

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