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MODULO 4
RACISMO
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MÓDULO 4
RACISMO
1. Introducción
2. Hacia una conceptualización del racismo
2.1. La idea de raza y Europa
2.2. Las primeras aportaciones: Tocqueville y Weber
2.3. Los primeros estudios sobre las relaciones de razas: la escuela de Chicago
2.4. De las relaciones de raza a las teorías del prejuicio: Dollard, Myr-dal y Adorno
2.5. El racismo como ideología y como mito
3. Las formas elementales del racismo
3.1. Racismo: etapas, niveles, planos y lógicas
3.2. El prejuicio
3.3. La segregación y la discriminación
3.4. La violencia racista
4. Consideraciones finales
5. Síntesis
6. Fuentes utilizadas
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OBJETIVOS
Al finalizar el estudio en profundidad del MÓDULO 4 RACISMO, podrás:
• Comprender y utilizar adecuadamente los principales conceptos que definen el fenó-
meno del racismo.
• Comprender básicamente cómo han evolucionado la conceptualización y la práctica
del racismo a lo largo de la historia hasta el momento actual.
• Utilizar las principales explicaciones teóricas existentes sobre el racismo.
• Facilitar los conocimientos para ser capaz de identificar actitudes el racismo en la
vida cotidiana.
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1. INTRODUCCIÓN
Los informes y/o noticias sobre la inmigración están desempeñando un importante papel en
los debates contemporáneos sobre el tema. En muchas ocasiones estos informes o noticias
que, sobre todo, recibimos a través de los medios de comunicación están plagados de conno-
taciones racistas. Los prejuicios racistas se expresan cada vez más abiertamente, ya sea
abierta o sutilmente. Desde la irrupción en la escena internacional europea de partidos políti-
cos que defienden en sus programas electorales ideologías claramente racistas y xenófobas;
hasta brotes racistas localizados en determinadas zonas o barrios de nuestro entorno socio-
cultural. ¿Podemos hablar de un auge del racismo contemporáneo?
Hasta hace unos años, la cuestión social tenía un peso predominante canalizada a través de
los movimientos obreros y sindicales. Las cuestiones culturales o religiosas parecía subordina-
das a valores universales, de clase, y a una misma concepción de progreso y una valores na-
cionales basados en el discurso de la modernidad y el de la nación. Hoy se habla de que la
modernidad está tan agotada que los Estados se sienten cada vez más impotentes para man-
tener los antiguos modelos de integración, modelos que han fallado en gran medida, por múl-
tiples causas (económicas, sociales, políticas). Por todas partes surgen o se refuerzan identi-
dades comunitarias que se pueden definir en términos religiosos, étnicos, regionales, cultura-
les, históricos o, sobre todo, nacionales. En este sentido, podemos afirmar que existe una
vinculación clara entre el racismo y los cambios o mutaciones sociales que estamos viviendo.
Para realizar una aproximación al concepto y a las formas de un fenómeno tan complejo co-
mo el racismo, nos basaremos en la imprescindible aportación de M. Wieviorka (L’espace du
racisme, 1991).
2. HACIA UNA CONCEPTUALIZACIÓN DEL RACISMO
Las nacientes ciencias sociales otorgaron un lugar importante a la noción de raza, como una
categoría capaz de explicar la estructura o el cambio de las sociedades, o del movimiento de
la historia. Se dejaba así el camino libre al racismo de los ideólogos. Las aportaciones de una
serie de autores y de corrientes fueron, poco a poco, despejando el camino de la reflexión y
del análisis, configurando una conceptualización del racismo cada vez más compleja y con
mayor capacidad explicativa.
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2.1. LA IDEA DE LA RAZA Y EUROPA
Partimos de la idea remota de que la raza moldea la cultura y fundamenta las diferencias so-
ciales, de que existen razas superiores y razas inferiores. Independientemente de la perspec-
tiva histórica que adoptemos, la mayor parte de los historiadores sitúan el gran avance de la
idea de raza en el siglo XIX. Es un momento en el que se combinan: colonialismo, desarrollo
de la ciencia y de la industria, crecimiento de las ciudades, inmigración y mezcla de poblacio-
nes, un proceso de individualización y el auge de los nacionalismos.
La idea de raza se fragua con la convergencia y la colaboración de todos los campos del sa-
ber. Tenemos que hablar de las aportaciones de la filosofía, la teología, la anatomía, la fisiolo-
gía, la historia, la filología, la literatura, la antropología, etc.
El que se cita como el gran precursor del pensamiento racial (aunque hubo otros muchos), es
el francés Arthur de Gobineau, con su obra Ensayo sobre la desigualdad de las razas huma-
nas. Gobineau aborda el tema de la degeneración por la mezcla de las razas y considera que
la fuerza de una nación o de un pueblo reside en su capacidad para absorber a otros pueblos
o naciones, aunque la consecuencia no pueda ser otra que la mezcla y la decadencia.
Durante la segunda mitad del XIX, los científicos de toda Europa están interesados por medir
cráneos y huesos, por el estudio de la pigmentación de la piel, el color de los ojos y de los
cabellos, etc. En este momento se comienzan a elaborar clasificaciones raciales. Se estable-
cen numerosas vinculaciones entre doctrinas como la de Gobineau (que cumplen el papel de
hacer de teorías sociales) y un saber supuestamente científico, técnico y aplicado. Se da por
sentado que el conocimiento de las razas aporta las claves para comprender las diferencias
morales, culturales y sociales, así como el instrumento para entender las fuentes de la deca-
dencia. Toda esta amalgama racista desembocará en el nazismo.
No siempre los teóricos de la raza adoptan posturas radicales. Pueden proponer que las razas
inferiores se pueden mejorar por medio del progreso, la religión o la educación. Se habla en-
tonces de un “racismo espiritualista-universalista” que ha estado tras todas las intervenciones
colonialistas de los imperios occidentales a lo largo de la historia. En este caso, las razas su-
periores tenían la misión de poner a disposición de las razas inferiores los recursos para me-
jorar su nivel cultural y evolutivo.
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2.2. LAS PRIMERAS APORTACIONES: TOCQUEVILLE Y WEBER
Las posiciones más sólidas y estimulantes frente al despliegue de la idea de raza provienen
de autores como Alexis de Tocqueville y Max Weber. Ambos son los primeros en aportar los
elementos para una sociología del racismo.
• Tocqueville, desde un punto de vista ético, condena la esclavitud y se muestra hostil al
colonialismo; va a proponer un verdadero análisis del racismo americano dirigido co-
ntra la población negra.
• Por su parte, Max Weber nos pone sobre aviso acerca de la conexión existente entre
comunidad y lo que denomina “pertenencia de raza”. Para Weber, la raza únicamente
existe si aparece una conciencia racial anclada en una pertenencia comunitaria. La
conciencia de raza no es algo que se herede, sino que se debe a un aprendizaje dentro
de un determinado contexto o medio. Tenemos así que Weber es el primero en reem-
plazar el concepto de raza por el de relaciones étnicas, en las cuales el sentimiento de
pertenecer a una raza (no necesariamente la realidad objetiva de la raza), contribuye
a orientar la acción.
Tocqueville y Weber nos enseñan que únicamente cabe pensar en un análisis sociológico de
racismo si rechazamos un pensamiento antisociológico que confunde lo social y lo biológico,
subordinando el primero al segundo.
2.3. LOS PRIMEROS ESTUDIOS SOBRE LAS RELACIONES DE RAZAS: LA
ESCUELA DE CHICAGO
La primera oleada de verdaderas investigaciones sociológicas sobre las relaciones étnicas,
vendrá de la mano de la escuela de Chicago, en los años veinte del pasado siglo. La sociología
americana va a aportar la primera inflexión y la más importante expresión del cambio de di-
rección en el inicio del análisis del racismo.
Los estudios de la escuela de Chicago:
• tienden a desplazar el marco de referencia de la raza hacia la cultura (aunque sigan
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utilizando ampliamente el término raza).
• no se ocupan tanto de los rasgos –innatos o adquiridos- que caracterizan a un deter-
minado grupo humano, como de las relaciones que se dan entre grupos diferentes.
La importancia de conceptos tales como costumbres, ethos, cultura, etc. debe mucho a esta
aportación sociológica, así como al nacimiento de una antropología cultural (Frank Boas y su
escuela), que se desvincula de la antropología física.
No podemos dejar de referirnos a la figura de Robert E. Park, fundador con Ernest Burgess de
la denominada escuela de Chicago. Su obra es fundamental para entender la evolución del
pensamiento sociológico sobre el racismo.
Park entendía que las relaciones de razas son las que se dan entre pueblos con marcas distin-
tivas de origen racial, particularmente cuando tales diferencias raciales penetran en la con-
ciencia de los individuos y de los grupos así identificados, determinando de ese modo la con-
cepción que cada individuo tiene tanto de sí mismo como de su estatuto dentro de la comuni-
dad. Todo lo que refuerza la visibilidad física del individuo y, consiguientemente, su identidad
étnica o genérica, refuerza también su conciencia de raza y crea condiciones favorables a las
relaciones de raza. La conciencia de raza debe considerarse, según Park, como la conciencia
de clase o de casta. Las relaciones de razas no son tanto relaciones entre individuos de dife-
rentes razas como relaciones entre individuos conscientes de esas diferencias.
En la escuela de Chicago se generará una línea de estudios que se inscriben en la ecología
urbana. La ciudad es una unidad física en el interior de la cual se observan procesos de se-
gregación espacial y mecanismos de adaptación al entorno, para cada grupo considerado. Son
estudios que se van a interesar por el lugar en el que se produce el contacto y por las fronte-
ras (raciales o culturales).
Esta línea de estudios y la perspectiva que Park inició, pondrán en marcha un inmenso campo
de investigaciones que continúa en nuestros días. En ellas se analizan, de forma empírica, los
fenómenos de la segregación racial, social y espacial, el funcionamiento de las minorías étni-
cas o raciales, y las transformaciones de la ciudad que todo ello genera y mantiene.
En resumen, la fuerza de estas aportaciones reside en haberse desvinculado del estudio de
las características propias de las razas y las etnias, para centrarse en las relaciones y los con
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flictos reales (culturales, económicos, geográficos, territoriales, etc.), tal y como se dan en la
realidad. Su debilidad radica en considerar que el racismo es, sobre todo, una resistencia al
cambio del orden social, una explicación que no somete a crítica la pretensión de objetividad
del concepto de raza. Se ignoran o no se valoran suficientemente, los mecanismos que provo-
can el racismo cuando éste no se apoya en relaciones concretas.
2.4. DE LAS RELACIONES DE RAZA A LAS TEORÍAS DEL PREJUICIO:
DOLLARD, MYRDAL Y ADORNO
Nos centraremos ahora en las aportaciones de tres autores que permiten dar un paso más
hacia delante en la definición y el estudio del racismo.
A. Nos detendremos, en primer lugar, en la aportación de JOHN DOLLARD (Caste and Class
in a Southern Town, 1937). Este autor nos proporciona una nueva perspectiva en la cual
el racismo aparece como un conjunto de prejuicios y de actitudes, una estructura emo-
cional, y no, simplemente, como un subproducto o una racionalización instrumental de
una situación de dominio de una raza sobre otra. Dollard va a centrar el análisis del ra-
cismo en el análisis de una de sus formas elementales, el prejuicio.
El prejuicio está arraigado en una relación de razas y es una actitud defensiva destinada
a preservar los privilegios del colectivo favorecido y a oponerse a todas las presiones del
colectivo desfavorecido para modificar su posición de inferioridad. Sin embargo, el pre-
juicio no se explica adecuadamente a partir de las vivencias experimentadas en esa si-
tuación de relaciones de razas, sino que debe analizarse en sí mismo, apelando a cate-
gorías psicosociales que ponen en conexión cultura y personalidad. Lo que prima no es
tanto el contacto con el Otro, como el contacto con la actitud dominante hacia el Otro. El
prejuicio se reproduce, y su reproducción se comprende cuando podemos disponer de
una teoría psicosocial sobre la agresión y la frustración; es decir, el análisis hay que diri-
girlo hacia los/as portadores del prejuicio, hacia la formación de su personalidad y hacia
el modo en que afrontan sus dificultades personales y colectivas. Como la agresividad no
se puede expresar en el interior del propio grupo, se descarga en otro lugar, sobre todo,
allí donde la tradición de prejuicio racial lo autorice.
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Dollard desarrolla tres conceptos clave que aclaran el prejuicio racial:
1. La agresión generalizada, vinculada a la frustración de la población dominante
2. El modelo social de permisividad frente al racismo, que permite aislar en la sociedad
un grupo detestado e indefenso hacia el cual se orientará la hostilidad
3. El de la identificación uniforme, que implica el fácil reconocimiento de aquellos a los
que no se quiere
Parecida a la teoría del chivo expiatorio, su análisis ha sido criticado por no recoger el
caso en el que los Otros no son fácilmente reconocibles o identificables. La aportación
importante del autor es que deja de centrarse en una relación de razas para inclinarse
por el agente racista: el prejuicio ya no es en exclusiva la racionalización instrumental
de una dominación, sino que se convierte en un modo de solucionar problemas y ten-
siones que se han originado en contextos distintos de los del contacto interracial. Es de-
cir, tensiones y frustraciones que están presentes en la experiencia vivida de los miem-
bros del grupo racista, encuentra en el grupo objeto de su racismo una vía de escape a
sus dificultades sociales y psicológicas.
B. Pasaremos ahora a sintetizar la aportación de GUNNAR MYRDAL (An American Dilema.
The Negro Problem and Modern Democracy, 1944). El contexto de su obra es el del ra-
cismo hacia los negros en Estados Unidos. Para el autor el concepto de negro es social,
no biológico, y el racismo no se basa en el conocimiento del Otro, sino en la ignorancia
acerca del Otro. La ignorancia es un concepto central que caracteriza del siguiente mo-
do:
• La ignorancia no significa falta de interés o de curiosidad, sino que se trata más de
una restricción que se manifiesta por medio de estereotipos cargados de emotividad,
apareciendo el conocimiento constantemente distorsionado y orientado.
• La ignorancia es una manera de designar al Otro de forma impersonal (“ellos”, “esos”,
…) o de hablar de los Otros de forma exclusivamente negativa.
• La ignorancia es también un modo de evitar o de negar el problema racial, invisibilizar
al Otro.
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• La ignorancia y el racismo tienen un carácter irracional y arbitrario (por ejemplo, la
misma persona puede alabar las virtudes de los negros ancianos y denunciar los vicios
de los negros jóvenes, a la vez que critica el analfabetismo o el retraso de los primero
frente a la educación de los segundos).
Hay, finalmente, un aspecto muy interesante en los análisis de Myrdal. Detecta que el
racismo mantiene a la población negra en un estatuto de inferioridad. Desde este pun-
to de vista, el racismo está relacionado, ante todo, con quienes más temen ver abolida
la distancia que los separa de los/as negros/as: los/as blancos/as más cercanos/as so-
cioeconómicamente a los/as negros/as (“pequeños blancos” los denomina Myrdal. Des-
cargan sobre los/as negros/as la discriminación, la amenaza, la explotación y las frus-
traciones de las que ellos/as mismos/as son objeto en sus relaciones sociales con
otros/as blancos/as. Añade que existe un menor índice de racismo (explícito) en las
clases blancas superiores, lo cual se explica porque son los “pequeños blancos” los que
defienden las fronteras y se preocupan de mantener la distancia racial; es un trabajo
que, simplemente, no tienen que hacer ellos/as (la población blanca más favorecida)
porque otros/as lo hacen.
La principal aportación de Myrdal hay que cifrarla en haber apartado de la experiencia
concreta de las relaciones entre blancos y negros, para examinar el trabajo ideológico
de los/as blancos/as sobre sí mismos/as, sus contradicciones internas y sus dilemas.
C. En tercer lugar, nos vamos a detener en la contribución del filósofo THEODOR ADORNO
(The Authoritarian Personality, 1950). La hipótesis central de Adorno es que las convic-
ciones de un individuo, ya sean de tipo económico, social o político, forman un conjunto
relativamente amplio y coherente, un patrón, como su todas ellas estuviesen vinculadas
entre sí por una mentalidad. Para Adorno, este patrón es la expresión de las tendencias
profundas de la personalidad.
La personalidad se forma en la infancia, a través de la familia y la escuela; pero evolu-
ciona bajo el impacto del entorno social. El racismo apunta hacia un tipo particular de
personalidad: autoritaria, antidemocrática, conservadora, con una ideología fuertemente
etnocéntrica. Adorno hace una recreación del tipo de personalidad autoritaria.
Es importante el desplazamiento que trae consigo este nuevo marco conceptual en el
tema que nos ocupa. El racismo se origina ahora fuera de la situación en la que even-
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tualmente se manifiesta, y remite a una situación más o menos invariable: los factores
de la personalidad, aunque para expresarse abiertamente necesite de un contexto favo-
rable. La personalidad es una predisposición, no una respuesta.
Con Adorno se alcanza una nueva diferenciación en la conceptualización del racismo,
entre los factores de situación (es decir, los que se refieren al sistema social), y los fac-
tores de personalidad (es decir, los que se refieren al actor o al agente racista). Sartre,
refiriéndose al caso del antisemitismo (racismo hacia los judíos), dirá que es el antisemi-
ta quien crea al judío.
D. Un paso más allá se dará desde una perspectiva psicoanalítica, en la que el racismo se
convierte en la incapacidad de algunas personas para enfrentarse a la diferencia e inclu-
so, en ocasiones, a la semejanza con el Otro extraño. El elemento fundamental es el
miedo, que causa el Otro. Hay autores que van más allá y conjugan este pavor con cier-
ta fascinación y atracción. En este sentido, Julia Kristeva (Étrangers à nous mêmes,
1988) afirma que el Otro, el extraño, que suscita animosidad e irritación es, de hecho, el
propio inconsciente, la reaparición de lo reprimido.
Desde estas nuevos enfoques, el racismo no tiene ya nada que ver con la raza, ni siquie-
ra con las características de aquellos/as contra los/as cuales va dirigido. Agazapado en
el fondo del inconsciente, o identificado con él, el racismo se ha ido aclimatando dentro
de una perspectiva tendente a desocializarlo. En nuestros días, el concepto mismo de
raza carece de todo sentido, es un concepto prácticamente en desuso.
Paradójicamente, es usado ahora por colectivos que anteriormente habían sido estigma-
tizados a través del concepto de raza. Con el telón de fondo del un despertar nacionalis-
ta y de la acción anticolonialista, hay corrientes que a la hora de definir su identidad os-
cilan entre puntos de vista culturales, históricos y políticos, y puntos de vista raciales (la
negritud, la africanidad, etc.).
Para terminar, es importante señalar que el hecho de centrarnos en el agente racista, en
sus prejuicios o en su personalidad (dimensiones que son esenciales para el estudio del
racismo), no puede eludir el hecho concreto de centrar la acción racista en el contexto
en el que se desarrollo. Es un análisis de todas las dimensiones, tanto las subjetivas co-
mo las relativas a las relaciones interétnicas, las que nos pueden proporcionar una com-
prensión adecuada del fenómeno.
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2.5. EL RACISMO COMO IDEOLOGÍA Y COMO MITO
La ideología es un sistema basado en una opinión particular que se revela lo suficientemente
fuerte como para atraer a una mayoría de personas, y lo suficientemente amplia como para
guiarlas a través de diversas experiencias y situaciones que se planteen en la vida cotidiana.
Desde el momento en que las opiniones y las creencias entran en un espacio político, se con-
vierten en ideologías. Desde esta perspectiva, la pensadora Hannah Arendt (The Origins of
Totalitarianism, 1951) eleva el racismo al rango de uno de los grandes problemas políticos del
siglo XX.
Aproximarnos al análisis del racismo como una
ideología, equivale a examinar su alcance políti-
co. Hay autores que han postulado una unidad
profunda de la ideología racista que tiene como
consecuencia una organización perceptiva de la
captación de lo mismo y de lo diferente, así co-
mo una organización ideológica latente. El racis-
mo se convierte así en valor central de la cultura
occidental desde el siglo XIX, y se presenta des-
de entonces como una forma de biologización del
pensamiento social que esencializa la diferencia
y la convierte en un rasgo natural.
Fotografía: C.I.S.M.I.
Hay otros autores que definen el racismo como mito y proponen una verdadera contrahistoria
de Occidente (nueva historiografía, mitología de la conspiración,…). Nos hablan de los mitos
fundadores del racismo: el racismo se apoya en elaboraciones míticas, consistentes en inte-
grar en una sola y misma imagen diversos elementos constitutivos de una cultura nacional y
en organizar una representación del origen. Los mitos evolucionan, se reactivan, se acondi-
cionan a los tiempos históricos; así, el racismo evoluciona y adquiere nuevas formas y aplica-
ciones.
• Por una parte, el concepto de ideología pone el acento en el sentido del acto y del dis-
curso racistas, en la función de justificación y de racionalización de la negación, la ex
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clusión, la explotación, etc., del Otro;
• Por otra parte, el concepto de mito insiste sobre el mecanismo que permite la concilia-
ción en un registro imaginario, de elementos más o menos dispares y contradictorios,
obteniendo una única representación (por ejemplo, la nación o la patria).
La verdadera fuerza de ambas conceptualizaciones reside en explicar la capacidad que posee
el racismo de interpretarlo todo dentro de sus propias categorías, independientemente de la
realidad de los hechos o del rigor de la demostración que se les oponga.
RECUERDA
HACIA UNA CONCEPTUALIZACIÓN DEL RACISMO
1 Durante la segunda mitad del XIX, se comienzan a elaborar clasificaciones raciales, se
establecen numerosas vinculaciones entre doctrinas como la de Gobineau y un saber
supuestamente científico, técnico y aplicado. Se da por sentado que el conocimiento
de las razas aporta las claves para comprender las diferencias morales, culturales y
sociales, así como el instrumento para entender las fuentes de la decadencia. Toda
esta amalgama racista desembocará en el nazismo.
2 Alexis de Tocqueville y Max Weber. Ambos son los primeros en aportar los elementos
para una sociología del racismo.
1 Tocqueville, desde un punto de vista ético, condena la esclavitud y se muestra
hostil al colonialismo.
2 Weber es el primero en reemplazar el concepto de raza por el de relaciones étni-
cas, en las cuales el sentimiento de pertenecer a una raza (no necesariamente la
realidad objetiva de la raza), contribuye a orientar la acción.
Los primeros estudios sobre las relaciones de raza. La escuela de Chicago.
3 Robert E. Park y Ernest Burgess son sus fundadores.
4 Ponen la atención en la cultura en vez de en la raza.
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5 No se ocupan tanto de los rasgos –innatos o adquiridos- que caracterizan a un deter-
minado grupo humano, como de las relaciones que se dan entre grupos diferentes, en
las relaciones y los conflictos reales (culturales, económicos, geográficos, territoriales,
etc.), tal y como se dan en la realidad.
6 La conciencia de raza debe considerarse, según Park, como la conciencia de clase o de
casta. Las relaciones de razas no son tanto relaciones entre individuos de diferentes
razas como relaciones entre individuos conscientes de esas diferencias.
De las relaciones de raza a las teorías del prejuicio.
E. JOHN DOLLARD. Analiza el racismo a través del prejuicio, que considera arraigado en
una relación de razas, es una actitud defensiva destinada a preservar los privilegios del
colectivo favorecido y a oponerse a todas las presiones del colectivo desfavorecido para
modificar su posición de inferioridad. El prejuicio se reproduce, cobrando importancia
los/las portadores/as del prejuicio.
F. GUNNAR MYRDAL. Concepto de ignorancia: restricción que se manifiesta por medio de
estereotipos cargados de emotividad, apareciendo el conocimiento constantemente dis-
torsionado y orientado. Se aparta de la experiencia concreta de las relaciones entre
blancos y negros, para examinar el trabajo ideológico de los/as blancos/as sobre sí mis-
mos/as, sus contradicciones internas y sus dilemas.
G. THEODOR ADORNO. La personalidad se forma en la infancia, a través de la familia y la
escuela; pero evoluciona bajo el impacto del entorno social. El racismo apunta hacia un
tipo particular de personalidad: autoritaria, antidemocrática, conservadora, con una
ideología fuertemente etnocéntrica.
H. PERSPECTIVA PSICOANALÍTICA. El racismo se convierte en la incapacidad de algunas
personas para enfrentarse a la diferencia e incluso, en ocasiones, a la semejanza con el
Otro extraño. El elemento fundamental es el miedo, que causa el Otro.
Un análisis de todas las dimensiones, tanto las subjetivas como las relativas a las relaciones
interétnicas, las que nos pueden proporcionar una comprensión adecuada del fenómeno.
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3. LAS FORMAS ELEMENTALES DEL RACISMO
Wieviorka parte de una imagen tridimensional para distinguir tres subconjuntos en los que
agrupar las formas que adquiere el racismo:
1) Un primer subconjunto compuesto de prejuicios, opiniones y actitudes.
2) Un segundo subconjunto que reúne las conductas o prácticas: discriminación, segrega-
ción y violencia.
3) Un tercer subconjunto que abarca las elaboraciones doctrinarias que convierten al ra-
cismo en ideología y/o mito.
Se va a centrar, en concreto, en tres aspectos o formas elementales del racismo:
• El prejuicio (como realidad más o menos explícitamente expresada en el discurso coti-
diano o en los medios de comunicación, identificable y cuantificable en encuestas, son-
deos,…).
• La segregación y la discriminación racial (ambas diferenciadas).
• La violencia racista
3.1. RACISMO: ETAPAS, NIVELES, PLANOS Y LÓGICAS
Podemos distinguir cuatro planos, etapas o niveles del racismo:
a) Infrarracismo
b) Racismo fragmentado
c) Racismo político
d) Racismo total
a) INFRARRACISMO.
En el plano del infrarracismo nos encontramos con un racismo aparentemente desarti-
culado. Podemos observar la presencia de doctrinas, la difusión de prejuicios y de opi-
niones más xenófobas que racistas, o vinculadas a identidades comunitarias más que
auténticamente raciales. La violencia puede aparecer de forma difusa o muy localiza-
da, pero siempre en actos que se consideran aislados. La segregación es también más
social que racial, aparece en forma de bolsas de miseria y de paro que afectan a cier-
tos grupos étnicos marginalizados. La discriminación está dispersa. Las diversas for-
mas de infrarracismo no están conectadas entre sí, o no se perciben claramente los
vínculos que las unen.
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b) RACISMO FRAGMENTADO.
En el racismo fragmentado encontramos ya un mayor grado de precisión; por ejemplo,
es un racismo que puede ser cuantificado a través de sondeos de opinión. La violencia
es más frecuente y reiterativa, ya no es tan fácil su catalogación como algo secundario
y aislado. También son más evidentes en los distintos ámbitos de la vida social, la se-
gregación y la discriminación. La sensación es que hay un mismo impulso que recorre
a través de diversas manifestaciones (opiniones, prejuicios, actos de violencia, discri-
minación, etc.) de toda la sociedad aunque no existe todavía algo que lo unifique.
c) RACISMO POLÍTICO.
En el racismo político, el racismo se convierte en un principio de acción para una fuer-
za política o parapolítica, entra en el ámbito de la política. Esto implica crear opinión,
animar debates, movilizar a determinados sectores de la población. El objetivo es ir
configurando un contexto favorable para una violencia reducida o para utilizar esa vio-
lencia como instrumento para acceder o tomar el poder. Aquí tenemos ya un movi-
miento político que capitaliza, a la vez que impulsa, orienta y/o desarrolla, ese impulso
que existía en el plano anterior. Se puede inscribir dentro de una tradición ideológica o
iniciarla. Puede, también, reclamar medidas discriminatorias concretas o proyectos de
segregación racial.
d) RACISMO TOTAL.
En el racismo total, es el propio Estado el que se organiza conforme a las orientaciones
racistas. El Estado desarrollo políticas de exclusión, de discriminación masiva, de des-
trucción, de “limpieza étnica”. Moviliza los recursos intelectuales, jurídicos e institucio-
nales, el racismo se convierte en un fenómeno total.
El criterio fundamental para saber en qué nivel o en qué plano nos encontramos es determi-
nar si el racismo es o no político. Cuando el racismo es un fenómeno fragmentado, puede pe-
netrar en las instituciones y generar violencia; puede alcanzar un amplio grado de difusión a
través de los prejuicios raciales y determinar comportamientos masivos (por ejemplo, en te-
mas como el alquiler de viviendas, la escolarización, el mercado de trabajo,…), que pueden
tener como resultado la segregación. Pero, mientras el racismo no acceda a un nivel propia-
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mente político, encontrando agentes que lo activen (líderes sociales, religiosos, intelectuales,
etc.), no conseguirá convertirse en una fuerza movilizadora.
El racismo político es capaz de unificar los elementos dispersos y de estructurarlos ideológica-
mente dotándolos de un sentido. La violencia encuentra así un contexto que la alimenta y la
autoriza; deja de ser algo incongruente y pasa a expresar sentimientos. Si, finalmente, es el
propio Estado el que asume este papel de activador político, la fuerza del racismo es total y
aniquiladora.
A principios de los ochenta, algunos autores empezaron a hablar del “nuevo racismo”, del
“racismo diferencialista” (M. Barrer, P.-A. Taguieff,…). No es realmente un racismo nuevo,
sino la reactivación radical del relativismo cultural de principios del XX. La idea es que cada
comunidad nacional o étnica es la expresión específica de la naturaleza humana: ni superior
ni inferior, simplemente diferente. Esto tiene como consecuencia la señalización de dos lógi-
cas de racialización:
• autorracialización / diferencia / purificación / depuración / exterminio.
• heterorracialización / desigualdad / dominación / expoliación.
Esto implicaría que hay dos formas de racismo:
1) Un racismo que afirma que sólo hay un universal: la raza dominante. Las demás razas
no tienen más remedio que someterse en un contexto de relaciones de dominación. Es
el racismo de la desigualdad.
2) Otro racismo que afirma la existencia de tantos universales como culturas, y detrás de
cada cultura, razas. Aquí el racismo no implica dominación, sino distanciamiento, ex-
clusión. Es el racismo de la diferencia.
Estas dos lógicas o formas del racismo nos ayudan a comprender algunas paradojas de
la historia. La idea de desigualdad es una formulación, entre otras posibles, de la divi-
sión de una sociedad y de sus relaciones de dominación. La idea de diferencia está re-
lacionada, por el contrario, con la unidad de un cuerpo social, designado en términos
de cultura, comunidad, identidad, raza, religión, nación,… Son dos lógicas que condu-
cen a dos tipos de acciones diferenciadas pero conectadas, finalmente. Es lo que A.
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Touraine llama racismo discriminador y acción social, frente a racismo diferencialista y
acción histórica. En la práctica histórica, ambas lógicas pueden funcionar juntas (caso
del apartheid), o pueden sucederse la una a la otra (un racismo económico que da pa-
so a un racismo de identidad).
En resumen, en el racismo se combinan la inferiorización y la diferenciación. Los dos aspectos
se apoyan y yuxtaponen. Cuando el racismo es débil, fragmentado, las dos lógicas aparecen
disociadas entre sí, pero cuando el racismo alcanza el nivel político, tienen a fusionarse, por
contradictorias que puedan parecer.
3.2. EL PREJUICIO
Vamos a revisar distintos modos de entender el prejuicio racial y de explicarlo.
Desde el marco de una importante tradición cultural, constituida por las diversas formas de
explotación y de dominación, el prejuicio es la expresión directa de las relaciones sociales es-
tructurales que pueden describirse en términos de estratificación. Para los grupos dominan-
tes, el prejuicio les proporciona un modo de racionalizar su postura de explotación, de perpe-
tuarla ideológicamente. Para los grupos dominados, el prejuicio cumple la función de hacer
psicológicamente soportable formas extremas de explotación o de violencia.
Otro modo de aproximarnos al prejuicio es a través de las aportaciones de T. A. van DijK
(Communicatin Racism. Ethnic Prejudice in Thought and Talk, 1987). Este autor se pregunta
cómo se comunica el racismo y comprueba que el prejuicio funciona en interacciones even-
tuales limitadas, es decir, las que suelen darse en las de la vida diaria; sin embargo, son in-
teracciones que ponen de manifiesto una propiedad estructural de las sociedades que permite
que los individuos pertenecientes al grupo dominante desplieguen estrategias de persuasión y
de autopresentación; se expresan de manera negativa sobre el otro y se presentan a sí mis-
mos de forma positiva, disponen de una argumentación y establecen una comunicación con
los suyos. En definitiva, el prejuicio es un elemento dentro de los procesos de comunicación
que son, al mismo tiempo, procesos de aprendizaje que actúan a través de las relaciones in-
terpersonales en el seno del grupo dominante, así como bajo el influjo de los medios de co-
municación de masas.
Como ya hemos señalado, el prejuicio permite a un agente socialmente amenazado (en situa-
ción descendente o en las zonas más bajas de la estratificación social), crear una distancia y
19
una superioridad en relación con un grupo o colectivo del que apenas está diferenciado en
términos estrictamente sociales. En este sentido, el prejuicio racial representa un tipo de ges-
tión del sentido que recurre a la sustitución de una categoría social cuando ésta aparece des-
estabilizada o en decadencia, por un significado no social sino racial. En este caso, el prejuicio
no se fundamenta en la fuerza del elemento dominante en una relación social, sino en la
combinación de dos elementos:
• La debilidad del agente racista, su sentimiento de amenaza o menoscabo.
• La capacidad del agente racista para extraer, de entre todo un conjunto de referencias
históricas y culturales, así como de la inferioridad manifiesta de un grupo ya estigma-
tizado, los elementos de una identidad no social, negativa para el Otro y positiva para
el agente racista.
Cuando el racismo penetra claramente en una sociedad, el prejuicio racial está inoculado en
la estructura social, y el proceso de pérdida de sentido y de reconstitución de un sentido, es
menos decisivo o necesario que el de la reproducción del prejuicio (por ejemplo, a través del
proceso de socialización de los/as niños/as). Nos vamos a referir a lo que se ha denominado
“racismo simbólico”: los prejuicios más burdos se van debilitando y dan paso a prejuicios más
sutiles. Un ejemplo son afirmaciones como “los inmigrantes abusan de las políticas sociales”,
o “los negros pervierten los valores tradicionales americanos”. Es un tipo de prejuicio des-
igualitario que guarda un cierto contacto con la realidad aunque la distorsiona, es decir, remi-
ten a problemáticas sociales reales e implican una cierta elaboración por parte del agente ra-
cista. Por el contrario, el prejuicio diferencialista no necesita recurrir a ningún vínculo con la
realidad ni adaptarse a sus transformaciones: su fuerza es mayor cuanto más evidente sea la
pérdida de sentido en la que se constituye.
El prejuicio nos conduce a una paradoja:
• Por una parte, cuanto más indisociable es el racismo de las relaciones sociales concreta y
reales, menos puede el prejuicio como tal desligarse de la conciencia de los actores,
porque entonces el prejuicio es una expresión de esa conciencia que acompaña a for-
mas concretas de dominación y evolucionan al tiempo que éstas, aunque se correspon-
da el prejuicio con formas muy sutiles de racismo.
• Por otra parte, cuanto más procede el prejuicio de un proceso de pérdida y de reconstruc-
ción imaginaria del sentido, más claramente construye ese prejuicio la imagen mítica
20
de un enemigo que el prejuicio naturaliza, esencializa, biologiza o estigmatiza. Cuanto
mayor es la distancia que se da entre los problemas sociales y culturales en los que el
prejuicio se elabora y las relaciones míticas que él inventa, más extraño es como tal
prejuicio a la conciencia de quien lo comparte.
3.3. LA SEGREGACIÓN Y LA DISCRIMINACIÓN RACIAL
Como manifestaciones concretas de racismo, tenemos que distinguir “segregación” y
“discriminación”.
La segregación mantiene al grupo racializado a distancia y le reserva espacios específicos que
sólo puede abandonar en determinadas condiciones más o menos restrictivas.
La discriminación impone un trato diferenciado en diferentes ámbitos de la vida social.
En la práctica, segregación y discriminación pueden combinarse.
LA SEGREGACIÓN
La segregación inscribe el racismo en el espacio y marca la organización geopolítica de un pa-
ís o de una ciudad. No toda segregación es racial o impuesta; incluso, puede prolongarse en
lógicas en las que el aspecto racial es secundario frente a categorías sociales, económicas,
biológicas o físicas. Es importante diferenciar la segregación étnica de la segregación racial.
• La segregación étnica puede estar regida por movimientos migratorios y por el reagru-
pamiento espontáneo: los/as recién llegados/as se instalan donde están ya sus comu-
nidades de origen en el nuevo destino. No tiene por qué ser negativa, en principio, ya
que el grupo ofrece protección en la organización total de la vida urbana. Se trata de
una inscripción sobre el espacio de comunidades definidas en términos preferente-
mente culturales; no excluye los conflictos, pero mientras cada grupo siga definiéndo-
se en términos culturales, asegura una participación equiparable a las de los demás
grupos en la vida social y política. Puede responder a un modelo pluralista.
• La segregación racial aparece cuando el grupo o la comunidad es tratado conforme a
una modalidad racial. Es lo que pasó en Estados Unidos cuando se detectó que la se-
gregación de la población negra era diferente a la de otras comunidades (italianos,
irlandeses, asiáticos,…). Es una segregación que no conduce a la participación sino al
21
aislamiento. Aparece la idea de un “umbral crítico”, un umbral de intolerancia que no
refleja realmente problemas de integración o de convivencia, sino el rechazo racista
hacia una comunidad. La segregación racial se refuerza y se prolonga con otras lógicas
sociales y económicas: bolsas de miseria, subproletarización, paro, desescolarización,
marginación,… Estas lógicas contribuyen a que la segregación que experimenta el gru-
po no pueda explicarse únicamente en función de argumentos racistas. Lo que sucede
es que la segregación racial da paso a una nueva situación que ya no necesita del ra-
cismo para perpetuarse y reforzarse.
• Así llegamos a lo que podríamos llamar la segregación total. Lejos de la imagen clásica
de gueto, nos encontramos con enormes extensiones periféricas, viviendas degrada-
das o infraviviendas, escuelas deficientes y mal equipadas, paro estructural, pobreza,
miseria, familias desestructuradas, bandas, violencia,… Un paisaje de exclusión abso-
luta y de absoluta marginalidad que no sería posible sin la acumulación anterior de
diversas formas de discriminación y segregación raciales.
LA DISCRIMINACIÓN
Los ámbitos donde se ejerce la discriminación racial son muy numerosos. A veces se confun-
den con los de la segregación, ya que ésta puede ser una consecuencia de la discriminación.
Por ejemplo, cuando no se quieren alquilar pisos a los/as inmigrantes, o se les piden alquile-
res más altos de lo normal, o se les imponen restricciones que los/as desanimen, etc., se les
está orientando a dirigirse e instalarse en determinadas zonas “permitidas”. Actitudes discri-
minatorias dan lugar a una segregación racial. El mismo argumento es aplicable a otros ámbi-
tos sociales: la escuela (escuelas menos eficaces, menos equipadas, escolaridad más medio-
cre, fracaso escolar,…), el mercado de trabajo (trabajos irregularizados, precarios, informales,
…), los sindicatos, la universidad, el trato policial, la justicia, el tratamiento en los medios de
comunicación de masas, la publicidad, etc.
Existe una clara institucionalización de la discriminación racial para determinados colectivos.
Sin embargo, esta institucionalización no quiere decir que el racismo se presente como algo
explícito y declarado en las conciencias. Es decir, el racismo puede ser individual y abierto, o
institucional y no declarado. En este segundo caso, el racismo demuestra que no necesita pa-
recer intencionado, sino que puede estar arraigado en las prácticas rutinarias o en el funcio-
namiento de las organizaciones. Desde este punto de vista, el racismo es una propiedad es-
tructural del sistema, es como un “fenómeno objetivo”.
22
Hay dos aspectos que desempeñan un papel fundamental en este sistema generalizado de
discriminación: la vivienda y la escuela. Ambos aspectos son centrales en una espiral de de-
gradación, en un círculo vicioso difícil de romper. La vivienda implica un emplazamiento mar-
ginal que determina el acceso a un tipo de escuela y a un tipo de inserción sociolaboral, ade-
más de otros aspectos (droga, delincuencia, violencia, pobreza,…); la escuela implica una
educación deficiente o fracaso escolar, con la consiguiente escasa o nula formación para una
incorporación en igualdad de condiciones a la vida laboral, la imposibilidad de continuar con
estudios superiores, etc. Es, como decíamos, un círculo vicioso que asegura la reproducción
mecánica del sistema. Llegamos así a un punto controvertido: ¿un racismo sin agentes racis-
tas?
Hay autores que sostienen que el racismo funciona en cuatro niveles:
� Racismo estructural: inscrito en la estructura social.
� Racismo procedimental: inscrito en las políticas y en los procedimientos.
� Racismo sistémico: inscrito en diversos sectores que se unen entre sí formando un
sistema.
� Racismo ideológico: inscrito en las representaciones, a menudo falsas o erróneas.
Desde esta consideración, la discriminación está desconectada del prejuicio; los
hechos, de la conciencia; las prácticas, de la voluntad. El racismo puede depender de
la ignorancia o de la apatía; ser consciente o inconsciente; etc. El sistema y el actor
racistas quedan totalmente disociados: se afirma la primacía de la estructura frente a
la subjetividad. Así, se llama:
• racismo a la ideología explícita de la superioridad racial, y
• racialismo al trato desigual de las diferentes razas.
En cualquier caso, la práctica de la discriminación institucionalizada no está jamás
completamente enmascarada ni es totalmente invisible a los ojos de quienes se benefi-
cian de ella. Los británicos (Ley Antirracista de 1976) hablan de “discriminación indire-
cta”, concepto muy próximo al de racismo institucional.
La idea de un racismo institucionalizado emancipado de las conciencias de sus agentes, puede
conducirnos a paradojas inaceptables, ya que implicaría que el conjunto de personas que
ejercen el racismo es, al mismo tiempo, totalmente inocente y plenamente culpable.
23
3.4. LA VIOLENCIA RACISTA
Partimos de la idea de que cuando la violencia se desata, se han franqueado ya una serie de
etapas que le han abierto el camino. G. W. Allport (The Nature of Prejudice, ) nos habla de
nueve etapas que tiene que superar:
1. En primer lugar, tenemos un momento (largo en el tiempo) en el que el grupo vícti-
ma del racismo es objeto de una serie de enjuiciamientos a priori que lo van carac-
terizando racialmente y estigmatizando.
2. En segundo lugar, se va instaurando la costumbre de censurar al grupo víctima, de
quejarse de él, sospechar de él, acusarlo, etc.
3. La discriminación hacia el grupo va en aumento.
4. Aumenta la insatisfacción.
5. La irracionalidad va aumentando y también la exasperación que el grupo produce.
6. Se empiezan a organizar grupos, o a plantearse manifestaciones, protestas, aunque
estén poco estructuradas; puede existir ya una cierta seducción por parte de algu-
nos movimientos.
7. Los agentes racistas se siente alentados y apoyados por estos movimientos o gru-
pos, desarrollan un sentimiento de pertenencia.
8. Sucede o se inventa un acontecimiento (excusa).
9. Las facilidades que proporciona la sociedad propician las primeras iniciativas violen-
tas.
La violencia racista no procede necesariamente de un único mecanismo, ni exige un solo tipo
de razonamiento. El proceso en que se traspasan los límites que separan la agresión verbal
de la violencia abierta, es un proceso complejo de analizar. Otra cuestión importante a tener
en cuenta es la diferenciación entre las expresiones políticas e institucionales de la violencia
racista y aquellas otras expresiones que no lo son, o no lo son todavía.
Podemos aplicar al análisis particular de la violencia racista, las teorías y paradigmas de la
sociología general de la violencia. Son enfoques que no se contraponen, sino que pueden ser
complementarios, facilitando la comprensión la clarificación de los fenómenos que queremos
explicar.
a) Podemos ver en las conductas violentas la señal o la consecuencia de una crisis/
desorganización social o política. Los autores hablan de pérdida de control, de libera-
24
ción de impulsos. El papel central lo ocupa la categoría “muchedumbre”; ésta se ca-
racteriza como emotiva, sugestionable, crédula, intransigente, intolerante, confusa,
sensible a las señales que le presentan un chivo expiatorio. La muchedumbre cree
descubrir al grupo que conspira y amenaza (cuando realmente ha sido inducida a se-
ñalar al grupo), e inventa para él crímenes, delitos, rumores,… El resultado es el lin-
chamiento.
b) Una variante es la categoría de “masas”,
específicamente la masificación de las so-
ciedades modernas que, al urbanizarse,
pierden sus estructuras y las formas ante-
riores de organización; así, se destruyen
los vínculos comunitarios y los grupos in-
termedios. Todo ello favorece las conduc-
tas extremistas y el paso al totalitarismo.
La idea es que la violencia, incluida la ra-
cista, viene determinada por la atomiza-
ción del cuerpo social y por el espacio que
deja libre a las políticas de masas.
Fotografía: C.I.S.M.I.
c) Una tercera explicación proviene del neofuncionalismo, y entiende la violencia como la
frustración relativa de un agente decepcionado en sus aspiraciones y convertido en
agresivo.
d) Desde un punto de vista utilitarista, se entiende que la violencia es una acción instru-
mental determinada por los intereses de quienes participan en ella. Si consideramos
esta explicación desde un punto de vista individual, los participantes esperan obtener
alguna satisfacción personal, ya sea material o simbólica. Si consideramos un punto de
vista colectivo, la acción violenta tiene como objetivo expulsar a un grupo y abolir su
participación en las distintas esferas sociales (económicas, políticas,…). En cualquier
caso, la violencia es un medio para conseguir un fin. Quizás sea simplista considerar
que la violencia es sólo un medio, aunque pueda ser considerada como tal, no es sufi-
ciente porque la violencia va más allá y siempre tiene que ver con la subjetividad de
los agentes, no sólo con sus intereses.
25
e) Otro modo de entenderla es como una modalidad de solución de tensiones que se des-
cargan sobre un chivo expiatorio, y que han sido acumuladas tras un proceso de pérdi-
da de referencias sociales y culturales, por la sensación de una amenaza que se cierne
sobre los agentes, por una desestructuración en las relaciones sociales, políticas o co-
munitarias, etc. Es decir, la violencia es el resultado de una gestión de significaciones
en procesos de pérdida y reconstitución de sentido, igual que ocurría con el prejuicio
vinculado al racismo diferencialista; el prejuicio es una forma más atenuada y la vio-
lencia sería su forma más radical, cuando el poder mismo (esfera política, Estado) la
tolera o la alienta.
Tras revisar algunos enfoques sobre la violencia, vamos a detenernos en analizar las relacio-
nes entre la violencia racista y el contexto político en el que se produce. Wieviorka nos habla
de tres posibles planos de análisis:
1. La violencia puede estar condicionada por el carácter del sistema político o por el Es-
tado, pero funcionar en un plano diferente.
2. La violencia puede adquirir, ella misma, un carácter político e incorporarse a progra-
mas o fuerzas políticas más o menos organizadas.
3. La violencia puede institucionalizarse en un Estado y convertirse en un elemento
central de su funcionamiento.
Como en el caso del racismo, podemos diferenciar una serie de gradaciones una de sus ex-
presiones: la violencia racista. Cuando es infrapolítica, parece impulsiva, espontánea, frag-
mentada. Cuando es una violencia racista política parece estructurada ideológicamente, está
orientada, canalizada y autocontrolada. Existe una escala que lleva de los actos de violencia
poco menos que aislados, sin carácter político, hasta las medidas reglamentadas por parte del
Estado:
a) Cuando la violencia racista está en la zona más alejada del Estado y del sistema políti-
26
a) Cuando la violencia racista está en la zona más alejada del Estado y del sistema polí-
tico, puede surgir a pesar de las prohibiciones morales y políticas, aunque sea en si-
tuaciones muy localizadas. Se puede dar en situaciones, por ejemplo, que escapan a
todo control, en lugares de tránsito (trenes solitarios, metros de noche, etc.); en si-
tuaciones desencadenadas por una tensión especial (por un incidente, una pelea de
bar, etc.).
b) Cuando la violencia racista está vinculada al debilitamiento (o a la degradación) local
del control estatal o político, surge en zonas o regiones que están muy alejadas, en
situaciones fronterizas, espacios donde quedan resquicios libres de todo control y es
posible justificar la violencia en nombre del orden; o también en casos de abandono
del Estado, cuando las autoridades competentes se muestran incapaces de acabar con
ciertas prácticas, por ejemplo, policiales.
c) Antes de instalarse en el nivel del Estado, la violencia racista puede alcanzar el nivel
del sistema político. Entonces podemos encontrarla en una acción o en presiones pro-
movidas por fuerzas políticas o morales. Hay una línea que separa la violencia infrapo-
lítica de la violencia política, podemos incluso pisarla en algunos momentos, pero no la
llegamos a traspasar mientras no se establezca un nexo evidente entre la acción vio-
lenta o un grupo/partido organizado.
d) El salto cualitativo se produce cuando la violencia se organiza y se inscribe en el pro-
grama o el proyecto de una fuerza ideológica ya constituida. Es el caso, por ejemplo,
del Ku Klux Klan o de los skinheads, en los que el racismo es una fuerza esencial de la
acción.
e) El salto definitivo se produce cuando, de un modo u otro, la violencia racista es reco-
nocida, aceptada e instrumentalizada por el poder del Estado. Podemos diferenciar, al
menos, tres casos:
• El racismo es un instrumento del que se sirve un Estado debilitado o en crisis para
paliar su impotencia y buscar un chivo expiatorio (es el caso de los últimos zares
rusos contra los judíos).
• El Estado es el garante de un orden social que funciona apoyándose en el doble
principio de la discriminación y la segregación, siendo la violencia racista un mo-
nopolio legítimo del Estado que tiene la finalidad de ejercer la represión y mante-
ner el orden social (es el caso de Sudáfrica con el apartheid).
27
• La violencia racista del Estado no tiende a restaurar ningún orden, sino que va
mucho más allá de la búsqueda de un chivo expiatorio y entra en una espiral
esencialmente destructiva (caso del stalinismo).
Para finalizar, algunas puntualizaciones acerca de la violencia racista.
- Condicionada o autorizada por el sistema político o por el Estado, o siendo ella misma
política (es decir, el Estado), la violencia racista nunca surge de la nada social, siem-
pre existe un terreno abonado para que brote. Cuando se lee a la luz de sus significa-
ciones sociales y comunitarias, puede corresponder a situaciones completamente dife-
rentes, pero que terminan coincidiendo en las mismas prácticas.
- La violencia racista suele venir precedida o acompañada de un rumor, algo que le sirve
de justificación, un elemento catalizador o detonante.
- Cuando la violencia racista se apoya, sobre
todo, en la discriminación, suele permanecer
circunscrita dentro de los límites señalados
por la existencia misma de esas relaciones en
las que se ejerce la discriminación.
- Cuando la violencia racista tiene como objeti-
vo la segregación y la exclusión, puede adop-
tar el aspecto de un fenómeno ilimitado (por
ejemplo, la “solución final” de los nazis).
Fotografía: C.I.S.M.I.
- Cuando la violencia se asociada a ambos fenómenos, la discriminación y la segrega-
ción, oscila entre las dos tendencias sin decidirse por una de las dos (salvo que los que
promueven la violencia opten claramente por orientarla en un sentido).
28
RECUERDA
LAS FORMAS ELEMENTALES DEL RACISMO
El racismo adquiere una imagen tridimensional.
Prejuicios, opiniones y actitudes.
Conductas o prácticas: discriminación, segregación y violencia.
Elaboraciones doctrinarias que convierten al racismo en ideología y/o mito.
WIEVIORKA se centra en tres aspectos o formas elementales del racismo:
El prejuicio
La segregación y la discriminación racial.
la violencia racista
Las cuatro etapas o niveles del racismo son:
a:Infrarracismo: desarticulado, violencia difusa, segregación más social que racial y discri-
minación dispersa.
Racismo fragmentado: violencia más frecuente y reiterativa, segregación y discriminación
más evidentes aunque no está unificado el impulso social unitario que parece existir.
Racismo político: es un principio de acción, ya hay un movimiento político que impulsa y
orienta lo que hay latente.
Racismo total: el propio Estado desarrolla políticas de exclusión, de discriminación masiva y
de limpieza étnica.,
29
El criterio fundamental para saber en qué nivel o en qué plano nos encontramos es determi-
nar si el racismo es o no político ya que si es político es capaz de unificar los elementos dis-
persos y de estructurarlos ideológicamente dotándolos de un sentido.
Hay dos formas de racismo:
El racismo de la desigualdad. Las demás razas no tienen más remedio que someterse en un
contexto de relaciones de dominación.
El racismo de la diferencia. Aquí el racismo no implica dominación, sino distanciamiento, ex-
clusión.
En el racismo se combinan la inferiorización y la diferenciación. Los dos aspectos se apoyan
y yuxtaponen. Cuando el racismo es débil, fragmentado, las dos lógicas aparecen disociadas
entre sí, pero cuando el racismo alcanza el nivel político, tienen a fusionarse, por contradic-
torias que puedan parecer.
EL PREJUICIO.
El marco de la tradición cultural dice que para los grupos dominantes, el prejuicio les pro-porciona un modo de racionalizar su postura de explotación, de perpetuarla ideológicamen-te. Para los grupos dominados, el prejuicio cumple la función de hacer psicológicamente so-portable formas extremas de explotación o de violencia.
T. A. VAN DIJK.- el prejuicio es un elemento dentro de los procesos de comunicación que son, al mismo tiempo, procesos de aprendizaje que actúan a través de las relaciones inter-personales en el seno del grupo dominante, así como bajo el influjo de los medios de comu-nicación de masas.
Permite a quién se siente amenazado crear una distancia y una superioridad respecto a un
grupo o colectivo del que en la realidad, socialmente, apenas se diferencia.
30
LA SEGREGACIÓN Y LA DISCRIMINACIÓN
La segregación y la discriminación son manifestaciones concretas del racismo.
Segregación: mantiene al grupo en la distancia en espacios específicos. Puede ser consen-
cuencia de la discriminación. Es importante diferenciar la segregación étnica de la segrega-
ción racial.
Segregación étnica: los/as recién llegados/as se instalan donde están ya sus comunidades
de origen en el nuevo destino. No tiene por qué ser negativa, en principio, ya que el gru-
po ofrece protección en la organización total de la vida urbana.
Segregación racial: Es una segregación que no conduce a la participación sino al aislamien-
to. No refleja realmente problemas de integración o de convivencia, sino el rechazo ra-
cista hacia una comunidad.
Segregación total: enormes extensiones periféricas, viviendas degradadas o infraviviendas,
escuelas deficientes y mal equipadas, paro estructural, pobreza, miseria, familias deses-
tructuradas, bandas, violencia,… Un paisaje de exclusión absoluta y de absoluta margi-
nalidad que no sería posible sin la acumulación anterior de diversas formas de discrimi-
nación y segregación raciales.
Discriminación: impone un trato diferenciado en diferentes ámbitos de la vida social. Actitu-
des discriminatorias dan lugar a una segregación racial. Existe una clara institucionalización
de la discriminación racial para determinados colectivos.
Hay dos aspectos que desempeñan un papel fundamental en este sistema generalizado de
discriminación: la vivienda y la escuela. Es, como decíamos, un círculo vicioso que asegura
la reproducción mecánica del sistema.
31
5. SÍNTESIS
RECUERDA
HACIA UNA CONCEPTUALIZACIÓN DEL RACISMO
Durante la segunda mitad del XIX, se comienzan a elaborar clasificaciones raciales, se esta-blecen numerosas vinculaciones entre doctrinas como la de Gobineau y un saber supuesta-mente científico, técnico y aplicado. Se da por sentado que el conocimiento de las razas apor-ta las claves para comprender las diferencias morales, culturales y sociales, así como el ins-trumento para entender las fuentes de la decadencia. Toda esta amalgama racista desembo-cará en el nazismo.
Alexis de Tocqueville y Max Weber. Ambos son los primeros en aportar los elementos para una sociología del racismo.
Tocqueville, desde un punto de vista ético, condena la esclavitud y se muestra hostil al
colonialismo.
Weber es el primero en reemplazar el concepto de raza por el de relaciones étnicas,
en las cuales el sentimiento de pertenecer a una raza (no necesariamente la reali-
dad objetiva de la raza), contribuye a orientar la acción.
Los primeros estudios sobre las relaciones de raza. La escuela de Chicago.
Robert E. Park y Ernest Burgess son sus fundadores.
Ponen la atención en la cultura en vez de en la raza.
• No se ocupan tanto de los rasgos –innatos o adquiridos- que caracterizan a un determina-
do grupo humano, como de las relaciones que se dan entre grupos diferentes, en las relacio-
nes y los conflictos reales (culturales, económicos, geográficos, territoriales, etc.), tal y como
se dan en la realidad.
La conciencia de raza debe considerarse, según Park, como la conciencia de clase o de casta. Las relaciones de razas no son tanto relaciones entre individuos de diferentes razas como re-laciones entre individuos conscientes de esas diferencias.
32
WIEVIORKA se centra en tres aspectos o formas elementales del racismo:
El prejuicio
La segregación y la discriminación racial.
la violencia racista
Las cuatro etapas o niveles del racismo son:
Infrarracismo: desarticulado, violencia difusa, segregación más social que racial y discrimina-
ción dispersa.
Racismo fragmentado: violencia más frecuente y reiterativa, segregación y discriminación
más evidentes aunque no está unificado el impulso social unitario que parece existir.
Racismo político: es un principio de acción, ya hay un movimiento político que impulsa y
orienta lo que hay latente.
Racismo total: el propio Estado desarrolla políticas de exclusión, de discriminación masiva y
de limpieza étnica.
El criterio fundamental para saber en qué nivel o en qué plano nos encontramos es determi-
nar si el racismo es o no político ya que si es político es capaz de unificar los elementos dis-
persos y de estructurarlos ideológicamente dotándolos de un sentido.
Hay dos formas de racismo:
El racismo de la desigualdad. Las demás razas no tienen más remedio que someterse en un
contexto de relaciones de dominación.
El racismo de la diferencia. Aquí el racismo no implica dominación, sino distanciamiento, ex-
clusión.
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En el racismo se combinan la inferiorización y la diferenciación. Los dos aspectos se apoyan y
yuxtaponen. Cuando el racismo es débil, fragmentado, las dos lógicas aparecen disociadas
entre sí, pero cuando el racismo alcanza el nivel político, tienen a fusionarse, por contradicto-
rias que puedan parecer.
EL PREJUICIO.
El marco de la tradición cultural dice que para los grupos dominantes, el prejuicio les propor-ciona un modo de racionalizar su postura de explotación, de perpetuarla ideológicamente. Para los grupos dominados, el prejuicio cumple la función de hacer psicológicamente soporta-ble formas extremas de explotación o de violencia.
T. A. VAN DIJK.- el prejuicio es un elemento dentro de los procesos de comunicación que son, al mismo tiempo, procesos de aprendizaje que actúan a través de las relaciones interperso-nales en el seno del grupo dominante, así como bajo el influjo de los medios de comunicación de masas.
Permite a quién se siente amenazado crear una distancia y una superioridad respecto a un grupo o colectivo del que en la realidad, socialmente, apenas se diferencia.
LA SEGREGACIÓN Y LA DISCRIMINACIÓN
La segregación y la discriminación son manifestaciones concretas del racismo.
Segregación: mantiene al grupo en la distancia en espacios específicos. Puede ser consen-
cuencia de la discriminación. Es importante diferenciar la segregación étnica de la segrega-
ción racial.
Segregación étnica: los/as recién llegados/as se instalan donde están ya sus comunidades de
origen en el nuevo destino. No tiene por qué ser negativa, en principio, ya que el grupo
ofrece protección en la organización total de la vida urbana.
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Segregación racial: Es una segregación que no conduce a la participación sino al aislamiento.
No refleja realmente problemas de integración o de convivencia, sino el rechazo racista
hacia una comunidad.
Segregación total: enormes extensiones periféricas, viviendas degradadas o infraviviendas,
escuelas deficientes y mal equipadas, paro estructural, pobreza, miseria, familias deses-
tructuradas, bandas, violencia,… Un paisaje de exclusión absoluta y de absoluta margina-
lidad que no sería posible sin la acumulación anterior de diversas formas de discrimina-
ción y segregación raciales.
Discriminación: impone un trato diferenciado en diferentes ámbitos de la vida social. Actitu-
des discriminatorias dan lugar a una segregación racial. Existe una clara institucionalización
de la discriminación racial para determinados colectivos.
Hay dos aspectos que desempeñan un papel fundamental en este sistema generalizado de
discriminación: la vivienda y la escuela. Es, como decíamos, un círculo vicioso que asegura la
reproducción mecánica del sistema.
6. FUENTES UTILIZADAS
ADORNO, T. (1965): La personalidad autoritaria. Buenos Aires: Proyección.
ALLPORT, G.W. (1968): La naturaleza del prejuicio. Buenos Aires: Eudeba.
ARENDT, H. (1981): Los orígenes del totalitarismo. Madrid: Alianza Editorial.
BALIBAR, E. y WALLERSTEIN, I. (1991): Raza, nación y clase. Madrid: IEPALA
DELACAMPAGNE, C. (1983): Racismo y Occidente. Barcelona: Argos Vergara
DIJK, T. A. Van (1997): Racismo y análisis crítico de los medios. Barcelona: Piados.
GARCÍA MARTÍNEZ, A. (2004): La construcción sociocultural del racismo. Madrid: Dykinson
KRISTEVA, J. (1991): Extranjeros para nosotros mismos. Barcelona: Plaza & Janés.
MOSCOVICI, S. (1985): La era de las multitudes: un tratado histórico de psicología de las
masas. México: FCE.
TAGUIEFF, P.-A. (1994) : La force du préjugé: essai sur le racisme et ses doubles. Paris : La
Découverte.
TODOROV, T. (1991) : Nosotros y los otros: reflexión sobre la diversidad humana. México:
Siglo XXI
WIEVIORKA, M. (1992): El espacio del racismo. Barcelona: Paidós.