mogna. larga distancia

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Mogna Larga Distancia el pueblo de la travesía. Trabajo de José Casas. Editado por el proyecto Publicaciones Digitales (FACSO + FAUD)

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MOGNA, LARGA DISTANCIA,

EL PUEBLO DE LA TRAVESIA

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MOGNA, LARGA DISTANCIA,

EL PUEBLO DE LA TRAVESIA

JOSE CASAS

Universidad Nacional de San Juan - Facultad de Ciencias Sociales

(2009)

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Casas, José.

Mogna, larga distancia: El pueblo de la travesía. / José Casas. – 1ra ed.

Facultad de Ciencias Sociales Universidad Nacional de San Juan, 01-09-2009.

CD-ROM.

130 pág. Edición Digital

ISBN 978-987-05-6798-1

301. SOCIOLOGÍA

351. SOCIOLOGÍA, HISTORIA Y ESTUDIOS

No se permite la reproducción total o parcial sin el consentimiento del autor de la obra.

Editado por el Departamento Publicaciones de la Facultad de Ciencias Sociales en el marco del proyecto “PUBLICACIONES DIGITALES” (FACSO –FAUD). Primera Edición, Agosto de 2009.

• Diagramación: Teodora Alsina • Jefe Departamento Publicaciones – FACSO-UNSJ: Matías Molina • Jefe Departamento Publicaciones – FAUD-UNSJ: Emilio Moya

[email protected] UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN JUAN – REPÚBLICA ARGENTINA

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Agradecimientos:

• Licenciada Carolina Caliva y Profesora Andrea Valeria Páez, por su aporte inestimable.

• Rubén Hidalgo

• Pobladores de Mogna.

• Maestros de las escuelas de Mogna (2005):

• Omar Ferreira

• Gabriel Páez

• Laura Páez

• Sandra Vega

• Nicolás Aballay

• Marcelo Alaniz

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Introducción:

MOGNA, LARGA DISTANCIA, EL PUEBLO DE LA TRAVESIA

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Lic. José Casas

SANTA BÁRBARA DE MÓQUINA

Móquina queda lejos de todas partes… Yendo del pueblo, hay que dar de beber a las bestias en “La acequia de Varela”. Más allá la travesía es sin Dios, singularmente porque el viajero no puede eludir la desazón de pensar que camina hacia los quintos infiernos; y que -como en la leyenda lugareña- su mula sillera es el propio Diablo porfiando a lo largo del desierto alucinante: veinte leguas de toscas bermejas, emergiendo –árida, tristemente- de las arenas muertas.

Por eso, a Móquina se llega con más avidez que a Buenos Aires, a cualquier otro centro importante de atracción humana.

Y no han de existir muchos parajes en el planeta, donde se experimente de manera más poderosa e integral, la pura y simple alegría de vivir.

En Móquina se vive con el ingenuo sentido de plenitud biológica que debió asistir al hombre de los primeros días del mundo; se vive sin esperanza, pero también sin ilusión afiebrante.

En Móquina, tierra perdida.

Acaso conste en archivos intratables quién fue el primer español que se aventuró (sin rumbo, sin segura referencia y en todo caso expuesto a los mil engaños del aborigen resentido y receloso) por el desierto pétreo y solar. Es preferible creer que los bravos expedicionarios de la conquista abordaban tierras de Móquina viniendo desde el poniente nevado, con nada más que seguir el curso del río Jáchal –que nace cordilleras adentro- arriba de las “Cuestas del Viento” y de las “Cuestas de Arena”. Y también es probable de la toldería moquinera no moviese guerra a los intrusos, entre otras cosas porque no se halla señal alguna de ello, a diferencia de las que se muestran en el vecino cerro de Niquivil.

Bien es cierto que “La Chapanay” -la (?) caudillo desnaturalizado en la frecuencia de sus correrías sanguinarias- tuvo por mucho tiempo establecido su cuartel general en aquel oasis indígena, sombreado de algarrobos y jumales.

Pero nada autoriza a pensar que esto se debiera a favorable predisposición psicológica del medio etnográfico, sino, pura y exclusivamente a razones de estrategia geográfica.

Móquina, tierra perdida, lejos de todas partes.

Salitrales.

Texto manuscrito inédito de Buenaventura Luna, cedido gentilmente para esta edición por Petra Torres Almendro, nieta del poeta.

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Introducción:

MOGNA, LARGA DISTANCIA, EL PUEBLO DE LA TRAVESIA

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Lic. José Casas

A MI PUEBLO (Zamba)

Quiero cantarle a mi pueblo

con orgullo y con amor

porque lo llevo en mi alma

y en ese pago nací yo.

Es un pueblo muy humilde

de gente tradicional.

En estos versos sencillos

yo los quiero recordar.

Estribillo Santa Bárbara de Mogna

Échanos la bendición.

Somos tus fieles devotos.

Somos de Mogna, Señor.

A esa gente que se ha ido

a vivir a otro lugar,

sé que lo quieren, lo añoran.

Hoy quisieran regresar.

Yo les pido a esos muchachos

de esta sana juventud,

que no se vayan, que se queden.

El Creador nos da luz.

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Introducción:

MOGNA, LARGA DISTANCIA, EL PUEBLO DE LA TRAVESIA

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Lic. José Casas

Hay tiempos que yo me voy

a otras tierras a cantar

pero en mi alma siempre llevo

a mi pueblito natal.

Me voy pero volveré.

Yo no me olvido de vos.

Aquí nacieron mis padres.

También he nacido yo.

Estribillo: Mogna, Mogna, Mogna.

Yo nunca te olvidaré.

Y aunque lejos me encuentre

siempre te recordaré.

Estando en otro lugar

muy pronto volveré

a cantarle a mis amigos,

a las calles que caminé.

La zamba que canto aquí

está hecha con gran amor

por ser mi tierra querida

aquella que Dios me dio.

Teófilo Quiroga, jachallero de Mogna

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Introducción:

MOGNA, LARGA DISTANCIA, EL PUEBLO DE LA TRAVESIA

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Lic. José Casas

MOGNA, RIO DE AGUA TURBIA (poesía)

Mogna, río de agua turbia,

quiebra la luz en la montaña,

se abre paso por soledades:

río que muere en la arena.

Un río que no se detiene,

río que sin cesar avanza

hacia la población lejana,

hacia la villa en la arena.

Todas las manos de greda,

todos los rostros morenos;

todas tus heridas, mi pueblo

son mis propias heridas.

Cantos avanzan en la noche.

Eleva tu voz, moquinero.

Pueblo que ama y trabaja,

que lucha contra el desierto.

Travesía, viento y soledad.

El desierto que te devora,

la revenición y la sequía:

sobrevivir en el desierto.

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Introducción:

MOGNA, LARGA DISTANCIA, EL PUEBLO DE LA TRAVESIA

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Lic. José Casas

Que no entre la desgracia

en la casa de los pobres,

que la muerte no la toque,

que se pierda en la distancia.

Tiene lugar bajo las estrellas.

Pueblo chico, pueblo pobre,

pueblo perdido en la arena,

que el espanto no te toque.

Pueblo hundido en la tarde.

Y el camino que se acaba.

De la tierra nacen los cantos,

las soledades y los fuegos.

José Casas, jachallero de la Villa.

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Introducción:

MOGNA, LARGA DISTANCIA, EL PUEBLO DE LA TRAVESIA

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Lic. José Casas

INTRODUCION

Los pequeños pueblos no tienen historia. Los pequeños sucesos no son historia. Así parece ser el concepto de la historiografía. Los sucesos ocurridos en los lugares centrales y producidos por importantes personajes constituyen, al parecer, la historia. Pero pese a ello, acá tenemos la historia empecinada, porfiada de un pequeño pueblo perdido y olvidado en el semidesierto de la travesía. Mogna tiene historia: la otra, la que figura de alguna manera en documentos y la historia que los habitantes cuentan. Porque es cierto: todos tienen historia y este pueblo expresa una muy singular. Y también es cierto que nadie escribe la historia desde un lugar omnisciente, puro, incontaminado y por ello hay muchas historias, o muchas maneras de verla y esta es una perspectiva, crítica a la historia oficial, pero basada rigurosamente en fuentes documentadas.

La historia del pueblo de Mogna es la de un oasis en medio de la travesía, del empeño por sobrevivir en adversas condiciones, permaneciendo en esa dura tierra, siguiendo el mandato de su real fundador, el cacique Francisco Alcane.

Un pueblo que surge por la voluntad y decisión de permanecer en ese territorio de un grupo de capayanes que volvieron a su tierra, después de una larga marcha y que sabían que para sobrevivir debían quedarse en el desierto.

Un pueblo que parece haber olvidado su propia historia rebelde, su pasado de resistencia activa y pasiva contra los colonizadores, pero que de alguna manera la tiene presente en algunas de sus creencias.

Un pueblo que se sostiene en la pobreza y el abandono a través de la fe religiosa en la Santa Bárbara, pero que también sostiene el recuerdo de Martina Chapanay, como expresión de religiosidad popular.

Un pueblo que participó en las guerras civiles con las montoneras del Chacho Peñaloza y Felipe Varela, sufriendo la represión de las fuerzas nacionales.

Un pueblo que sufrió una sequía artificial provocada por la utilización del agua, río arriba, especialmente desde la finca de Tucunuco, entre las décadas de 1870 y 1890, lo cual podría escribirse como una página de la historia universal de la infamia.

Un pueblo que tuvo una etapa de esplendor junto con la economía jachallera con el tráfico de ganado hacia Chile y que decayó junto con esa economía sosteniéndose apenas con el cultivo de semilla de alfalfa y economía de subsistencia.

Un pueblo que ha sufrido terremotos, crecientes, sequías, reveniciones del río Jáchal, el río que es su fuente de vida y a la vez de sus desgracias; un pueblo que ha sufrido ruinas económicas, pobrezas, postergaciones, injusticias sin fin, pero que ha podido sobrevivir por más de doscientos cincuenta años y quince generaciones en un medio natural y social inhóspito para ellos.

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Introducción:

MOGNA, LARGA DISTANCIA, EL PUEBLO DE LA TRAVESIA

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Lic. José Casas

Un pueblo que parece no pertenecer a ninguna jurisdicción, ni a Jáchal ni a Albardón ni a San Juan, porque en realidad ha sido olvidado casi por todos, y en todo caso, pertenece a la travesía del desierto.

Un pueblo al que recién en la década de 1990 llegó la energía eléctrica y el agua potable.

Un pueblo que de campesinos ganaderos y agricultores, debió reconvertirse en un pueblo de obreros golondrinas.

Un pueblo que desde el momento de su fundación estaba ya condenado a quedar apartado y separado: un pueblo olvidado de la tierra que no pudo llevarse el viento ni las crecientes ni las sequías ni los terremotos ni la ambición de riquezas ni la mezquindad humana que lo golpeó varias veces.

Un pueblo enclavado en el desierto, en la marginalidad territorial, económica, política y social, que se encuentra en una situación de subdesarrollo dentro del subdesarrollo.

Un pueblo que en la producción de su existencia, en su cultura, sus artesanías y sus cantos, expresa su ser y su quehacer en la tierra; sus trabajos y sus pesares; sus rasgos tradicionales, sus creencias: su identidad rural campesina.

PUEBLO OLVIDADO DE LA TRAVESÍA

PUEBLO PERDIDO EN LA LARGA DISTANCIA

MOGNA FUNDACIÓN EN LA DIMENSIÓN

MISMA DEL CORAZÓN HUMANO

PUEBLO AFERRADO A SU RIO

PUEBLO QUE PERDURA EN LA TIERRA

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Capítulo Mogna: la travesía y el oasis

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Capítulo I:

MOGNA: LA TRAVESÍA Y EL OASIS

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Lic. José Casas

CAPITULO I: MOGNA: LA TRAVESIA Y EL OASIS

“Mogna: Jáchal. Cultivado. Población antigua, llena de grandes algarrobos y árboles naturales de la región. Altura 700 metros. Latitud 68° 23´, longitud 30°, 40´. Esta población fue muy castigada por el sismo de 1894”, escribió Pedro Pascual Ramírez en 1929. (1)

Acerca del nombre de la población antigua ha existido una confusión entre los nombres de Mogna y Móquina.

En el libro Geografía de la provincia de San Juan, de 1909, figura una aclaración sobre estos dos nombres: “Mogna: Distrito muy importante de Jáchal, que a veces se encuentra con otra ortografía: “Moquina” y que no puede adoptarse preferencia porque los naturales propiamente, no pronuncian ni la “q”, ni la “g”, sino ese golpe nasal expirado que casi se traduce en español por Moquina, de donde resulta esa diversa apreciación fonética según criterio gramatical de cada uno. Los aborígenes, repito, no pronuncian ni la q ni tampoco gui”. (2)

A ello retruca Ramírez:

“Este párrafo tiene más errores de concepto que letras (...) Si los naturales no pronuncian la qui ¿cómo existen los nombres aborígenes de lugar? Niqui, Niquivil, Niquizanga, etc., y si no pronuncian la g ¿cómo existen Angaco, Calingasta, etc.?”

Para este autor Moquina se llamaba a las salinas, al sur de Mogna, de donde se extraía mucha de la sal que se consumía en San Juan, en tanto que Mogna era la “población antigua”.

Mocna, Mogna, Moquina, Móquina, Mokina, son nombres que se confunden en el tiempo y en los mapas prevaleciendo desde hace tiempo el de Mogna. La etimología de la palabra tiene, como es común en estos casos, varias aceptaciones. En Lule significaría moque, moquena: larga distancia. En quechua sería makena: lugar o cosa de oler. También pudiera ser mu: movimiento, qui: suciedad, na: como agua o río. Mogna sería río de agua sucia. (3)

Teresa Michieli, basándose en un documento histórico que se refiere a una encomienda de indígenas, destaca un antiguo nombre que tuvo la región: Xatamalca (o también Jatamalca, Xatamarca, Yatamalca, según los documentos) (4). Al este de Mogna se encuentra Ampacama, que significa lugar sin amo o tierra sin dueño. Ampa; en quechua, significa lo opuesto al desierto, el río, el agua, según indica Guzzo.(5)

Ampacama “es el nombre de un Valle comprendido entre las sierras de Pie de Palo al Oeste y las de la Huerta al Este y está atravesado por el río Bermejo, en sus cercanías existen restos de una gran población indígena y un extenso osario el que fue descubierto por el Prof. Rogelio Díaz L.

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Capítulo I:

MOGNA: LA TRAVESÍA Y EL OASIS

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ETIM.: Según el Dr. López, Ampas es Río y Cama-crear, por otra parte en la región Diaguita tiene siempre el sentido de aguada grande, río, etc. En Lule la voz dice: Agua gredosa que brota, Ampa-agua; caá, nacer, brotar; amáa, teñir como greda”, según Rogelio Díaz L. y Rogelio Díaz (h). (6)

LA TRAVESIA

En la provincia de San Juan, una de las de mayor aridez, se encuentran tres ambientes distintos, dadas su estructura geológica: la cordillera frontal, la precordillera, la planicie pedemontana y las Sierras Pampeanas.

La precordillera está separada de la cordillera frontal por el valle longitudinal de Uspallata- Calingasta- Iglesia. Comprende un conjunto de cadenas, llamadas sierras, Uspallata, Chica, Tontal, Talacasto, Tigre, Puntilla, que son montañas más bajas que la cordillera y más antiguas. Es una zona de mayor erosión que la cordillera.

Las Sierras Pampeanas comprenden una vasta extensión que abarca parte de las provincias de San Juan, San Luis, La Rioja, Catamarca, Tucumán y Córdoba. En San Juan configura las sierras de valle Fértil, de Chávez y Elizondo.

La planicie se encuentra al pie de los cerros de precordillera al oeste y las sierras pampeanas al este. Tiene una forma de cuña angosta y atraviesa la provincia de San Juan, parte de La Rioja y de Mendoza. El ambiente de las planicies del este abarca al valle de Tulúm como área privilegiada, ya que el resto comprende a llanos y desiertos. En esta última área está ubicada Mogna. Perfilar las características de esta región permite comprender como se configura el hábitat específico. Para Gauss el país de Cuyo (7) es un desierto pedemontano con “oasis opulentos” debido a los ríos cordilleranos. Para el autor existe una unidad físico geográfica y antropogeográfica entre la cordillera más alta y la planicie árida. Sin los ríos sería un desierto sin paliativos.

Las travesías están asociadas a desiertos, planicies, estepas, bolsones, siendo sus características de aridez, escasas lluvias, pocos ríos, vegetación achaparrada y altas temperaturas. Las travesías se ubican entre los 700 y los 500 metros sobre el nivel del mar. Nacen al pie de los cerros de la precordillera andina y se extienden hasta las faldas de las sierras pampeanas (pie de sierra), siendo zona de descenso a la gran llanura, entrecortada por cerros de precordillera o eventualmente, de sierras pampeanas. Travesía es “a través” o atravesando: no es por entero un desierto debido a los ríos y los oasis que pueden encontrarse. Es una forma del desierto, no es arena ni desolación total, aunque sí hay determinadas regiones que tienen dichas características. Travesía es lo opuesto a montaña y es diferente a valle, aunque a veces se confunda con este. Es una región entre serranías, una forma de planicie relativamente extensa, con pocas precipitaciones y altas temperaturas, estando constituida por sedimentos recientes, con cerros muy erosionados.

La estepa refiere a un llano de gran extensión, la planicie a una llanura y la sábana a una llanura extensa, sin vegetación arbórea; estos conceptos que no se ajustan adecuadamente para caracterizar la región que nos interesa, en tanto el de travesía sí

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lo hace, pues se refiere a una extensa región con falta de agua que torna la vida (casi) imposible.

LA TRAVESIA SEGÚN SARMIENTO

Sarmiento fue llamado el profeta de la Pampa, por su panegírico Ricardo Rojas, pues describió a la Pampa magistralmente aún sin conocerla. Pero también describió a una región que sí conocía (al menos en parte); la travesía, a la cual describe de la siguiente manera:

“Las faldas orientales de la cordillera de Los Andes, desde Mendoza hasta la cuesta de Paclin que divide a Catamarca de Tucumán, pocas corrientes de agua dejan escapar para humedecer la llanura que se extiende hasta las sierras de Córdoba y San Luis, al este, que limitan este valle superior. La pampa propiamente dicha, principia desde las faldas orientales de estas últimas montañas. Desierto es el espacio que cubren los llanos de La Rioja, las Lagunas de Huanacache, hasta las faldas occidentales de las dichas sierras. El Bermejo, de San Juan, que rueda greda diluida en agua y se extingue en el Zanjón; los ríos de San Juan y Mendoza, y el Tunuyán, que forman los lagunatos de Huanacache e intentan abrirse paso por el Desaguadero, y se dispersan y evaporan en el Bebedero, he aquí los principales cursos de agua que humedecen aquel desolado valle, sin salida al océano por falta de declive del terreno. Veinte mil leguas cuadradas que forman las Travesías, están más o menos pobladas según que el agua sea de pozos, de balde o aljibes, ofrece medios de apacentar ganados. A la falda de Los Andes están dos ciudades, San Juan y Mendoza, que no modifican con su lujosa agricultura, sino pocas leguas alrededor, el desolado aspecto del país llano, ocupado en parte por médanos, en parte por lagunas, y al norte cubierto de bosque espinoso, garabato y uña de león, que desgarran vestidos o carne, si llegan a ponerse en contacto.(...) Por escasez de agua ni villa alcanza a ser La Rioja, que está colocada a la parte alta de Los Llanos, igual inconveniente al que retarda el crecimiento de San Luis, no obstante que ambas cuentan tres siglos de fundadas.” (8)

Más adelante el sanjuanino escribe:

“Para terminar con este cuadro en que, en un país estéril y mal poblado, va ha trabarse la lucha de aquellas poblaciones semibárbaras por apoderarse de las ciudades agrícolas, corrientes y comparativamente cultas (...) debe añadirse que esta parte de la república a que hemos dado el nombre de Travesía, estaría condenada a eterna pobreza y barbarie por falta de agua y elementos que fomenten la futura existencia de grandes ciudades...” (9).

Para Domingo F. Sarmiento, la travesía es el desierto, el espacio que engendra la barbarie. Su pensamiento es del determinismo geográfico: la travesía, el despoblamiento, la vida rural, la actividad ganadera engendran la barbarie: la naturaleza casi pura hace a los hombres in-civilizados; la vida de éstos es similar al de las bestias con las cuales conviven. La dureza de las condiciones de vida producen seres adaptados a ella, estos son los indígenas y sus descendientes mestizos. Sarmiento reconoce que los pueblos originarios fueron despojados históricamente ya

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Capítulo I:

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que los colonizadores se adueñaron de sus tierras. De allí se engendra la rebelión indígena. Pero si bien advierte este hecho, ello no lo torna indulgente con ellos. En la ciudad radica la civilización; el hombre de levita es la representación que elabora la civilización ante las toscas vestiduras del gaucho. Levita contra chiripá, ciudad contra campo, civilización contra barbarie, libros contra alpargatas. El pensamiento de Sarmiento funda la dualidad tradición- modernización. La razón del atraso estaría en el carácter desértico de la travesía, que determina personajes que así como resisten en esa tierra, se resisten también al cambio modernizador.

LA TRAVESIA DE MOGNA

La travesía de Mogna, que tiene un ancho de 30 a 60 km., se ubica entre las sierras de la precordillera al oeste (Cerro Colorado y Sierra de Villicúm) y las sierras pampeanas al este (de Valle Fértil) y al sur el Pie de Palo, que divide la región en dos travesías; la de Mogna y Ampacama. El río Huaco y el río Jáchal la atraviesan en pendiente oeste- sudeste hacia el río Bermejo, que corre por la depresión de norte a sur, siendo un río intermitente, que constituye la salida de la cuenca de los Andes centrales.

La población de Mogna está ubicada a la vera del río Jáchal al norte y al río Colorado, un “wadi” o río seco, al sur.

El río Jáchal se pierde entre ciénagas y cursos distintos, prácticamente sin reunirse con las aguas del Bermejo, que también se pierden en el desierto, en la región conocida como depresión de la travesía.

Más al sur se encuentran las salinas llamadas Campo de la sal, Alto de Mogna, de Flores, los Médanos verdes, las Ciénagas verdes. Las dunas son colinas altas de arena, formadas por el viento que las arrastra y apila en otro lugar, en tanto que los médanos son fijos o semifijos por la vegetación que los afirma. Las ciénagas son lugares pantanosos y los bañados son terrenos húmedos y anegadizos. Las salinas constituyeron en el siglo XIX una fuente de trabajo para los moquineros. La formación de médanos, ciénagas y salinas tiene su origen en las etapas glaciares e interglaciares, en las cuales grandes caudales superaron la capacidad de los cauces produciendo inundaciones y como consecuencia se produjo la formación de lagos. Después de la evaporación afloraron sales y limos provocando la formación de salinas, barriales y ciénagas, cambios en el clima y la flora y la fauna. (10)

Esta región árida está escasamente habitada. Mogna es el pueblo de la travesía del desierto, enclavado, como pocos pueblos, en medio de una travesía, muy aislada geográfica y socialmente del resto del departamento de Jáchal y de la provincia. La región de la travesía de Mogna ha sido denominada alguna vez como el Sahara sanjuanino” y sus habitantes como “tuaregs”. (11) Mogna es un oasis en medio de la travesía: poco poblado, amenazado siempre por la disgregación debido a las condiciones geográficas, al clima desértico, la alta temperatura, la amplitud térmica, por la escasez y mala calidad del agua, por las crecientes, sequías e inundaciones como obra de la naturaleza y por el subdesarrollo económico, la pobreza y la marginación sociales, por la emigración y despoblamiento, por la postergación y el

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Capítulo I:

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olvido de la mayoría de los gobiernos, como obra de los hombres, Mogna sobrevive por más de 250 años.

Habitar en el oasis en las condiciones de embates naturales y abandono social, es habitar en la travesía, habitar en el desierto: Mogna es la población lejana en una mezquina tierra a la vera de un río de aguas escasas y amargas: Mogna es larga distancia en el río de agua turbia...

Mogna está prácticamente incomunicada pues los caminos de acceso son escasos y de difícil tránsito. El camino más usado actualmente es el que lleva por la ruta 40, desde la antigua estación del ferrocarril de Talacasto, hoy abandonada, distante a 68 km. El otro camino, que comunica más directamente a Jáchal con Mogna, aproximadamente diez km. al sur de Tucunuco. Este camino atraviesa Huachi Pampa y que pasa por la llamada Quebrada.

El antiguo camino de la sal era por el que se traficaba con ese producto hacia San Juan, (hacia fines del siglo XIX y principios del XX) hoy abandonado, iba por el Algarrobo de Santos, Río Colorado, el Alto, Partillar, Río Las Lajas, Río Agua Amarga, Cuesta de Estudebaker (por los primeros camiones que llegaron a Mogna), Río Verde, El Salado, La Laja, Albardón, San Juan, según describe un moquinero el recorrido. Este camino se hacía con carros, luego en automotores. Hay otro camino que va por Angaco, que está abandonado también.

A Punta del Agua, que anteriormente tenía mayor población y actualmente quedan poquísimos habitantes, se llega a caballo. En la década de 1960 un nuevo propietario de las tierras de Punta del Agua expulsó violentamente a la mayoría de sus habitantes. Parte de la población expulsada se instaló en Huaco y otra en Mogna. Los vecinos más cercanos fueron los de Tucunuco, lugar que estuvo poblado cuatro veces y otras tantas quedó deshabitado.

En un radio de 45 km2 a su alrededor no hay otro asentamiento humano.

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Capítulo I:

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Bibliografía:

1. Ramírez, Pedro: Contribución a la Historia geográfica de San Juan. San Juan 1963.

2. Geografía de la Provincia de San Juan. Segundo Censo General de la Provincia. Buenos Aires. 1910.

3. Díaz Costa, L. y Díaz, R.: Toponimia geográfica de la provincia de San Juan. Mendoza, 1939.

4. Michieli, Teresa: Realidad socioeconómica de los indígenas de San Juan en el siglo XVII. Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes, U.N.S.J. 1996.

5. Guzzo, Gabriel. Revista Índice. San Juan.

6. Rogelio Díaz L. y Rogelio Díaz (h): Toponimia geográfica de la provincia de San Juan. Mendoza. 1959.

7. Gauss, Federico: País de Cuyo. Editorial Nora. Buenos Aires, 1957.

8. Sarmiento, D.: El Chacho. Obras de Sarmiento. Buenos Aires. Tomo VII. Pág. 293.

9. Ibid. Ant. Pág. 298.

10. Jorge Pickenhayn: Integración de Jáchal en el espacio funcional sanjuanino. FFHA. UNSJ. San Juan 2002.

11. Díaz Costa: Nosotros los sanjuaninos. San Juan. 1965.

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Capítulo II

Los Capayanes de Mogna

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Capítulo II:

LOS CAPAYANES DE MOGNA

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CAPITULO II: LOS CAPAYANES DE MOGNA

En principio desarrollamos las líneas generales que permiten comprender distintas etapas de la historia de un pueblo. En los capítulos siguientes desarrollaremos más detenidamente estas etapas y también algunos sucesos en particular.

ETAPA DE LOS PUEBLOS ORIGINARIOS (Hasta 1.600 aproximadamente)

Instalación en Mogna en una fecha incierta de un grupo del pueblo capayán, que estaba relacionado con la nación diaguita. Vivieron la dominación incaica, por 70 años, lo cual no debió modificar mayormente su realidad. Era un pueblo que vivía en pequeños grupos dispersos, con una población no numerosa. Hacia el este la población más cercana eran grupos de yacampis, que habitaban en Ampacama y más hacia el norte, a lo largo del río Bermejo. Hacia el oeste la población cercana eran los capayanes de Tucunuco, con quienes estaban emparentados. Con la caída del imperio inca bajo la dominación española, los pueblos diaguitas recuperaron su libertad. Este fue un período de aproximadamente 70 años, en los cuales retornaron a su forma anterior, no obstante recibieron influencia cultural incaica.

ETAPA DE LA CONQUISTA (1600-1711).

Las primeras apariciones de los españoles pueden haberse producido hacia las últimas décadas de 1500. La fundación de San Juan de la Frontera se realizó en 1562. Hacia el norte del valle de Tulúm era “terra incógnita”. Los primeros españoles que avanzaron hacia el norte debieron hacerlo hacia 1580-1590, pero no hubo fundaciones, sino instalación de grupos aislados de españoles e inicio de las primeras encomiendas de indígenas. Hacia 1601 se registró un asentamiento español en el valle de Jáchal.

Hubo una larga etapa de presencia y la dominación española, de ciento cincuenta años (1.600-1.750), en la que los aborígenes sufrieron crecientemente las formas de encomienda, realizaron una rebelión (1.630-1.633) y luego de la derrota sufrieron extrañamiento de sus tierras, siguieron sometidos a encomiendas (1.633-1.749). En esta etapa los pueblos libres devinieron en pueblos sometidos. La derrota sufrida significó extrañamiento de una parte del pueblo moquinero al valle de Tulúm, muerte en batalla de muchos de ellos y horca a caciques y guerreros. El cacique de Mogna ahorcado y líder de la rebelión fue Juan Catintucla Tucmancasta.

Con las encomiendas sufrieron explotación y desnaturalización, pese a ello sobrevivieron. Esta fue una etapa de resistencia activa.

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Capítulo II:

LOS CAPAYANES DE MOGNA

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ETAPA FUNDACIONAL (1750-1810)

Después de la derrota del Gran Alzamiento, se registran algunas encomiendas de indígenas de Mogna. Pero de donde eran originarios estos indígenas: ¿de Mogna propiamente dicha o descendientes del pueblo extrañado en el valle de Tulúm? No podemos dilucidarlo y queda la duda. Pese a la derrota sufrida y al extrañamiento, algunos grupos pudieron haber quedado en Mogna o quizás les fue permitido quizás posteriormente, o fue el grupo de la dinastía Alcane el que regresó por propia voluntad. Pese a ello lo cierto es que allí había un pueblo hacia 1750. Entre ese año y 1810, etapa de sesenta años, el pueblo moquinero estaba reducido a través de la fundación, que fue otra forma de su dominación pero que también fue su propia estrategia para poder sobrevivir. La fundación, realizada en 1753, la designó como “pueblo de indios”, los españoles no podían mezclarse con ellos y quedaron aislados en la travesía. Hacendados españoles, instalados más al este, en Ampacama, hicieron intentos por apoderarse de sus tierras. Esta etapa distingue sobre manera a Alcani, legendario cacique fundador, quien usó las armas legales y resquicios que dejaban los colonizadores para resistirles. Fue el artífice de la resistencia y de la fundación de Mogna, al oponerse con el cacique Bermejo, a trasladarse al valle de Jáchal. La Junta de Poblaciones, instalada en Chile, decidió fundar una población, (donde ya estaban instalados los capayanes moquineros). La fundación les permitió que no fueran trasladados de su tierra, lo cual los hubiese llevado a la extinción. En esta etapa la población era fundamentalmente indígena, dedicados a la ganadería. Esta es la etapa de la resistencia pacífica.

ETAPA CRIOLLA (1810-1870)

Sesenta años en que dejan de ser reducción a partir de la caída del Virreinato y la promulgación del fin de las mitas y encomiendas por la Asamblea de 1813, de la nueva nación argentina. En esta etapa desaparece el cacicazgo y los indígenas se convierten en mestizos y en gauchos. Son pastores, pero también se dedican a la agricultura. Se desarrolla el culto a Santa Bárbara. Parte de la población participa en las montoneras del Chacho Peñaloza y Felipe Varela, que fueron muy activas en el norte sanjuanino, sufriendo represalias. La derrota montonera marcó el fin de una época. Martina Chapanay, la india gaucha marca esta época, desde el lado rebelde, en tanto que desde el bando gubernamental lo marca Celestino Rodríguez, propietario y autoridad por muchos años en Mogna.

ETAPA AGRÍCOLA (1870-1950)

Ochenta años en que cabe el esplendor de la actividad ganadera en Jáchal y luego su decadencia, hacia fines del siglo XIX, se acentuó la agrícola con el cultivo del maíz, alfalfa y trigo, este último para la molienda en el molino de Mogna. Se acrecentaron las pequeñas y medianas propiedades, los gauchos se convirtieron en campesinos, pequeños productores agrícolas ganaderos, con escasez de recursos productivos y uso de mano de obra familiar. Fue una época de calamidades: la

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larga sequía provocada por los terratenientes de Tucunuco, el terremoto de 1894, la revenición de las tierras, las dos capillas que cayeron. El culto a la Santa Bárbara cristalizó en la organización local y la afluencia de promesantes que fue aumentando de manera singular. La actividad agrícola fue fluctuante; se mantuvo el cultivo del trigo y esporádicamente sobrevivió el cultivo de alfalfa por el valor de la semilla. Se desarrolló la actividad de las salinas que proveía de sal a San Juan y luego decayó. Se reformuló el trazado original del pueblo.

ETAPA ÚLTIMA (1950-2000)

Fueron cincuenta años de supervivencia en situación de pobreza. Se produce en los últimos años la conversión de los moquineros en obreros golondrinas cuatro meses al año. Ha sido una etapa de sequías y reveniciones. Esta última provocó la caída de la tercera capilla y muchas casas de la villa. Es la etapa del desarrollo y apogeo de la fiesta religiosa con afluencia de promesantes del Valle de Tulúm. Se produjo la instauración de la Hermandad de Santa Bárbara, constituida por no moquineros, que reemplazó a la cofradía de los moquineros. Se realizó la construcción de una nueva capilla. Mogna se convirtió en un pueblo que durante la fiesta de Santa Bárbara tiene la afluencia de entre diez a quince mil personas y el pueblo real de trescientos habitantes con duras condiciones de existencia cotidiana del resto del año. La población está en situación de estancamiento y es emigrante estacionaria como estrategia de reproducción de la existencia.

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ETAPA DE LOS PUEBLOS ORIGINARIOS (Hasta 1.600 aproximadamente)

Los antiguos habitantes de Mogna eran indígenas capayanes y no huarpes, como erróneamente lo han planteado algunos autores o se cree en el saber corriente. Los capayanes ocuparon la región del noroeste de San Juan y oeste de La Rioja y Catamarca, en los valles de Vinchina, Guandacol y Jáchal. En San Juan ocuparon Iglesia y Jáchal hasta la travesía del Bermejo al este y de Mogna y Tucunuco hacia el sur. Hacia el este lindaban con los yacampis, un pueblo que habitaba en Valle Fértil y que constituían parte de la nación diaguita-calchaquí, la cual abarcaba desde el sur de Salta hasta el norte de San Juan. Los diaguitas no lograron la unidad política (1) pero existía unidad entre los distintos pueblos que tenían una cultura y lengua común, el cacano, del cual la lengua que hablaban los capayanes era una variante. Se considera que los cayapanes eran un pueblo ligado estrechamente a los diaguitas pero sin ser parte de ellos. Yacampis y capayanes no solamente eran vecinos; estaban emparentados cultural y socialmente y los capayanes jugaron su suerte con los diaguitas en momentos históricos fundamentales, como el gran Alzamiento contra los españoles, lucha que abarcó desde 1630 hasta 1665.

Los indígenas vivían en pequeños poblados, distantes unos de otros, sin tener gran crecimiento poblacional. Los capayanes de Jáchal, Iglesia y Mogna eran agricultores dedicados al cultivo del maíz. Los habitantes del río Bermejo eran ganaderos trashumantes, ubicados desde la confluencia del río Bermejo con el río Jágüel (Paso del Lámar), pasando por la confluencia con el río Huaco (Punta del Agua) y con el río Jáchal (Ampacama). Hemos visto que, en una acepción, Ampacama significa tierra sin dueño. Pero estas tierras tuvieron dueño; allí habitaron grupos capayanes o yacampis y luego fueron explotadas por los españoles intermitentemente. Existen restos de una gran población indígena y un extenso osario. Actualmente se encuentra deshabitado.

Varios autores destacan el sentido heroico de la vida que tenían los diaguitas y que posiblemente hayan tenido también los capayanes.

Hacia 1580 los diaguitas fueron conquistados por el imperio inca. Una versión cuenta que siendo inca Viracocha (1350-1420) una delegación de curacas (caciques) de la región de Tucumán -la región diaguita- lo encontraron en Charcas y le plantearon ser sus vasallos. A esto el inca respondió que ellos trataban mejor a quienes se sometían voluntariamente que a quienes los enfrentaban. Otros textos hablan de que fueron dominados por la fuerza militar, según plantea Bazán, ya que los diaguitas opusieron resistencia. Los dominantes construyeron el camino del inca, que entraba en el territorio argentino actual por la quebrada de Humahuaca y atravesaba los valles de Salta, Tucumán, Catamarca, La Rioja, entraba en Jáchal por Huaco y seguía hasta Mendoza. Los incas construyeron un pucará en Paso del Lámar, al cual trajeron una población de indígenas de Bolivia adeptos a ellos.

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ETAPA DE LA CONQUISTA: LAS ENCOMIENDAS, LA REBELIÓN Y JUAN CANTÍNTUCLA TUCMANCASTA

Habían transcurrido 70 años de la caída del imperio Inca en manos de los españoles y durante esos años la población aborigen vivió en relativa tranquilidad, sin sujeción alguna, hasta que expediciones españolas avanzaron hacia el sur, en principio siguiendo el camino del Inca (1536) y luego avanzaron con el objetivo de instalarse (1542- 1549) hasta realizar las primeras fundaciones en la región del Tucumán (1553). Pero en la región de Cuyo fueron los españoles que habían dominado la región central de Chile quienes realizaron la ocupación de Mendoza, San Juan y San Luis, a través de las fundaciones de las respectivas ciudades. Pero quedaron grandes regiones que no ocuparon efectivamente, en particular hacia el norte de San Juan, donde se fijaron vagamente los límites entre la Capitanía general de Chile y la gobernación de Córdoba del Tucumán. San Juan era San Juan de la Frontera porque hasta allí se conocía y ocupaba territorios. Los límites no precisos y el uso de la mano de obra huarpe, permitió a las poblaciones originarias del norte de San Juan vivir relativamente libres por un tiempo. Pero los españoles avanzaron hacia el norte y hacia fines del siglo XVI comenzaron a explotar a los indígenas a través de las encomiendas. Los cambios para la población serían drásticos. Fueron forzados al trabajo de las encomiendas, a realizar actividades laborales que no estaban en su cultura, en las cuales eran explotados y alejados de sus tierras, obligados a vivir en relaciones extrañas para ellos, con la imposición de otra cultura y religión. Estos nuevos dominadores tenían armas desconocidas y gran poder destructivo contra el cual no tenían posibilidad de resistir. Las enfermedades nuevas, la violencia, las guerras, la aculturación, la explotación, produjeron la implosión demográfica en pueblos que contaban con pocos miembros y que vivían en pequeños grupos alejados los unos de los otros. Poca información existe de esta época pero algunos textos indican del nivel de explotación que sufrían los pueblos naturales de la región. La misma Iglesia católica denunciaba la situación de explotación de los aborígenes. El Obispo Medellín, en cuya jurisdicción estaba Cuyo, escribió en una carta al rey de España el 4 de junio de 1580: (2)

“En esta visita, vi en los pueblos de indios, como todos ellos, chicos y grandes, viejos y viejas, están ocupados en el servicio de sus encomenderos y todos como esclavos y aún pero que esclavos”

De 1588 se conoce la primera encomienda de indios capayanes. En 1613 se registra una encomienda a nombre de Gaspar de Lemos en el río Bermejo, continuación de la de Baltasar de Lemos. Los españoles hacia 1601 construyeron una capilla en Jáchal y asentaron algunas estancias en Valle Fértil. En 1604 hubo un levantamiento localizado en esta última localidad que fue prontamente dominado. Entre 1630 y 1633 se produjo la rebelión diaguita que se expandió desde Salta y los valles calchaquíes hasta la nación capayán- yacampi de Jáchal y Valle Fértil.

Los capayanes de Jáchal y los yacampís de Valle Fértil se plegaron a la rebelión, junto con sus hermanos de La Rioja. Posiblemente un detonador de la rebelión en el lugar fue el avance de las encomiendas sobre la población bermejeña y

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moquinera. Los indígenas rebeldes se concentraron en Mogna para avanzar sobre San Juan. Atacaron a los españoles, matando a cuatro y una mujer son su familia, quemando las casas y llevándose el ganado. Rodearon a la ciudad, en la cual se atrincheraron atemorizados los habitantes. Los sitiados recibieron a tiempo la ayuda de un contingente militar de 86 hombres, con suficientes armas y municiones (poder de fuego que hizo la diferencia), enviados desde Chile al mando del Teniente de Capitán general Juan de Adaro y Arrazola. Ante la llegada de estos hombres los rebeldes retrocedieron hasta Mogna y luego hasta el Bermejo. Allí dieron batalla, siendo derrotados por los españoles, quienes les produjeron muchas muertes y tomaron 60 prisioneros. Los rebeldes marcharon hasta Guandacol, en tierras de la gobernación de Tucumán, lugar en el cual no encontraron a sus hermanos, ya que estos estaban más al norte combatiendo contra los españoles y donde se prepararon para enfrentar a sus implacables perseguidores. Los capayanes de La Rioja se enfrentaban contra las fuerzas de Jerónimo Luis de Cabrera, siendo derrotados y debieron rendirse en Nonogasta.

Capayanes y yacampis del norte de San Juan fueron derrotados definitivamente en Guandacol. Mujeres y niñas, algunas hijas de caciques fueron capturadas por los españoles. Ello y las dos derrotas debieron forzar a los caciques a parlamentar y decidir su rendición.

Los caciques que acordaron la rendición fueron 12; nueve del río Bermejo, uno de Valle Fértil, uno de Jáchal y uno de Mogna.

Francisco Cocogui, del Valle Fértil, del apellido Aguayaxican;

Juan Curaquilla del Río Bermejo, del apellido Quilmitamux.

Alonso Catintucla, del Río Bermejo, del apellido Quilmitamux.

Bartolomé Aymissa, del dicho río, del apellido Calián.

Juan Catíntucla, del valle de Mocna, del apellido Tucmancasta.

Alonso Simpaymana, del Río Bermejo, del apellido Utunucasta.

Antón Incatinuc, del Río Bermejo, del apellido de Quichahan. .

Felipe Gualcuzqa, del Río Bermejo, del apellido Isillacac.

Alonso Cantana, del Valle de Angacao, del apellido Ahagasta.

Tomás, Taliquina, del Río Bermejo, del apellido Sapugil.

Francisco Macasi, del Río Bermejo, del apellido Aguayucan.

Juan Yocacalu, del Río Bermejo, del apellido Amancasta.

Prisioneros y pueblos de Mogna y Bermejo fueron trasladados al valle de San Juan. Allí, fue:

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“Sumariado el grupo de prisioneros con las formalidades rápidas, ejecutivas, del juicio militar sobre el campo de batalla, se condenó a la última pena a diez y siete de éllos, "entre caciques, indios principales, capitanejos", que se les identificó de más culpables.” (3)

Los caciques condenados fueron:

Tomás Taliquina de apellido Sapigul, del Río Bermejo

Felipe Gualcuzqa de apellido Isillacac, del Río Bermejo.

Francisco Cocoqui de apellido Aguaxican, del Valle Fértil.

Alonso Simpaymana de apellido Utunucasta, del Río Bermejo.

Juan Yocacalu de apellido Amancasta, del Río Bermejo.

Bartolomé Aymissa de apellido Cahian, del Río Bermejo.

Juan Catinticla de apellido Tucmancasta, del valle de Mogna

Los capitanejos y guerreros principales condenados:

Francisco Pacioca.

Juan Quilpi.

Gaspar.

Juan Amplamatucla.

Juan Casigua.

Pedro Guacalongo.

Garzia Capi.

Pedro San.

Pedro Yncantinuc.

Francisco Cocoqui de apellido Axaguican, sobrino del cacique de igual nombre.

Estos debieron sufrir lo siguiente:

“A los cuales, después de haberles mandado confesar y comprar bulas para absolverlos por éllas, les hizo dar muerte natural y los mandó poner en la plaza desta ciudad (San Juan) en una horca de cuatro pilares, todos consecutivamente colgados del pescuezo o en un palo largo y en un pilar de la dicha horca un letrero

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con letras grandes, en medio pliego de papel que decía: Por traidores a la Real Corona. Y habiéndolos tenido el día, mandó quitarlos y cortar cuatro cabezas de los principales, que se pusiesen en el caballete de lo alto de las casas del cabildo...” (4)

Es decir que primero debieron confesar (¿voluntariamente?) sus crímenes (?), luego comprar sus indulgencias o perdones (?), para luego sufrir “muerte natural” (!) al parecer antes de ser ahorcados. Además de lo oprobioso y absurdo de las medidas, el documento es confuso. ¿Qué significa “muerte natural” cuando esta es provocada? Esa muerte natural, de todos modos, es muerte con espadas o balas y luego la horca, ¿o fue solamente y en definitiva la horca? Y continuando el oprobio: el letrero que se les pone como traidores a un rey que no conocían y que era quien los dominaba. Cuatro de las cabezas fueron cortadas y exhibidas como escarmiento, que era en realidad lo que se buscaba: atemorizar a los capayanes y yacampis y tenerlos sometidos a la dominación.

Entre los asesinados estaba el cacique de Mogna, Juan Cantintucla Tucmancasta, posiblemente emparentado con Alonso Cantintucla, cacique del río Bermejo. Juan Cantintucla es el primer mártir que conocemos de este pueblo; es el que dirige la resistencia armada contra los colonizadores.

Doscientos treinta años después este acto de barbarie sería repetido por los continuadores de los “civilizadores”, con el asesinato del Chacho Peñaloza y la exposición de su cabeza en Olta.

De los caciques asesinados ocho eran de Bermejo u uno de Mogna. Ello da una idea del papel de los indígenas de Bermejo en la lucha contra los españoles.

El resto de los prisioneros fueron perdonados y junto con sus pueblos (del Bermejo y Mogna) trasladados a la fuerza (desnaturalizados de sus tierras), fueron ubicados en distintos lugares del valle de Tulúm, para ser controlados de cerca y ser utilizados en encomiendas. El grupo aborigen de Mogna fue ubicado hacia el oeste, en el camino a Zonda, en la zona de Desamparados- Rivadavia actual. Siendo ahorcado el cacique de Mogna, Juan Cantintucla, se nombró como su sucesor a su tío, Felipe Talibe.

La desnaturalización fue uno de formas que llevó a la extinción de los pueblos originarios. A partir de esta derrota se acentuó la declinación de los indígenas de la región, ya que fue su última rebelión armada y fueron sumidos paulatinamente en encomiendas y reducciones. Los indígenas de Mogna, al mando del cacique Talibe, fueron instalados camino al valle de Zonda. (Quizá el pueblo donde nació Martina Chapanay en el siglo XIX era de descendientes de estos indígenas y por ello la gaucha vivió sus últimos años en Mogna).

Quizás también a una parte de los capayanes se les permitió permanecer en sus tierras y a otros se les permitió regresar al tiempo. Pero hacia fines de 1660 Mogna estaba prácticamente deshabitada, al igual que Tucunuco y posiblemente Ampacama, afirma Teresa Michieli. (5)

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Extrañamente en el año mismo de la rebelión (1633) se registraron cinco encomiendas del río Bermejo y una de Mogna. ¿Estas encomiendas fueron otorgadas antes de la rebelión o durante ella? Es de considerar que este repartimiento debió haberse realizado después de haberse vencido a los indígenas y no antes, tratándose de un reordenamiento y de un mayor control sobre las poblaciones, pero dichas encomiendas figuran con los nombres de los caciques que acordaron la rendición como ya pertenecientes a estas. Si estaban ya encomendados es posible que dicha noticia haya incentivado el alzamiento en la región, más allá de que se plegaron por su relación con los diaguitas.

La rebelión fue vencida en todo el territorio del noroeste pero siguió intermitentemente hasta 1665, aunque los capayanes ya no se plegaron a ella.

Después de la derrota capayana se acentuaron las encomiendas.

De acuerdo a las investigaciones de Teresa Michieli, (6) en 1652 había una encomienda compuesta por indígenas de Mogna, río Bermejo y Jáchal, a cargo de Francisco de Pedraza, con los caciques Juan Sancama de Mogna, Francisco Curaquilla de Angacao y Alonso Silpicona del río Bermejo. En 1658 otra encomienda del Río Bermejo, a cargo de Juana de Villanueva.

En 1659 había una encomienda de indios de Mogna a cargo de Catalina Flores de los Ríos, quedando a su muerte en manos de Jacomedes de Lasiar en 1675, y cuyo cacique era Pascual con 25 integrantes y dos aborígenes huidos.

En 1675 otra encomienda, de Jatamalca (Mogna), cuya dueña era Catalina de los Rios y el cacique era Juan Aguapilla.

En 1695 un censo de encomiendas mostraba que habían 189 indígenas en 9 encomiendas: 35 indígenas eran de Jáchal, 72 del Bermejo, 22 de Valle Fértil, 15 de una encomienda que mezclaba indios de Mogna y Valle Fértil.

En ese año hay registradas cuatro encomiendas. Una mezclaba indígenas de distintos lugares y tenía por cacique a Gaspar Mullmui de Mogna, a Francisco Managua de Valle Fértil y a Joseph Gualcusa del río Bermejo.

Se registró nuevamente la encomienda de Joseph de Lasiar, que tenía por cacique a Nicolás Cantintucla, (de la línea sucesoria del ejecutado cacique Juan Cantintucla 63 años antes), con 15 integrantes, 9 varones y 6 mujeres, pero solamente el cacique estaba en la zona.

La encomienda del río Bermejo constaba de 33 indígenas, con 5 de ellos huidos, a cargo del cacique Bartolo Namio. Del pueblo de Bermejo se habían llevado indígenas al río de la Plata en 1658. Había 24 desnaturalizados en el valle de Tulúm en 1695 y varios fugitivos.

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Es de destacar la escasa cantidad de indígenas de las encomiendas y el porcentaje de estos que huían, en particular los del río Bermejo. Ello denota la caída demográfica pero también la rebeldía capayana y yacampi, que pese a la derrota sufrida, seguían en su tenaz resistencia, esta vez huyendo de los españoles, para vivir en lugares aislados. Los lugares más recónditos de la travesía debieron ser los más adecuados para ello ya, que estaban habituados a la vida en esas condiciones.

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Capítulo II:

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Bibliografía:

1. Armando Bazán: Historia del noroeste argentino, Plus Ultra, Buenos Aires, 1995, 2° edición.

2. Presbítero José Aníbal Verdaguer: Historia eclesiástica de Cuyo. Milano Tomo I. 1929. Pág. 60.

3. Tomado del libro de Pablo Cabrera Los aborígenes del país de Cuyo. Revista de la Universidad Nacional de Córdoba. Córdoba, 1929. Pág.34 a 36.

4. Ídem ant.

5. Teresa Michieli: Realidad socioeconómica de los indígenas de San Juan en el siglo XVII. F.F.H.y A. San Juan, 1996. Nos basamos en esta obra para el desarrollo del tema.

6. Ídem ant.

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Capítulo III

Fundación de Mogna

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Capítulo III:

FUNDACIÓN DE MOGNA

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CAPITULO III: FUNDACION DE MOGNA

Las fundaciones españolas son consideradas actos categóricos que cierran una etapa y determinan el inicio de la civilización: “gestas” o hechos definitorios desde los cuales se inicia la historia. Son configuraciones simbólicas que los conquistadores imponían y que han sido recogidos por la historiografía liberal. En el caso de Mogna no se perfila ello, sino lo contrario. La fundación de Mogna no fue una gesta española sino producto de la voluntad indígena. Fue una fundación no concebida de antemano por la Junta de Poblaciones, la cual cedió ante la voluntad de los caciques Alcane y Bermejo.

“Lima y Melo trazó una villa, para que de algún modo vivieran como los blancos. Les repartió sus propias tierras y les dio por jefes a sus propios caciques. Después nadie volvió a acordarse de ellos”. (1)

Los españoles fundaron un pueblo preexistente: en realidad fundaron desde su lógica de poder, pero siguiendo la demanda de los moquineros. En Mogna ya existían 14 ranchos rústicos y allí no debían vivir blancos, y sería lo que en realidad ya era: un pueblo de indios. Pero se trataba de “civilizarlos”, es decir que viviesen a la manera española. Se le asignaba un solar a cada familia para que construyesen su casa, 10 cuadras de terreno para cada cacique, 5 cuadras para cada varón mayor de 18 años, 3 cuadras para cada viuda, una legua de ejido para el ganado. Se les daba sus propias tierras... Debían construir una capilla, -que presuntamente ya estaba iniciada- y convertirse -realmente- en católicos.

El 10 de agosto, con la llegada de Lima y Melo, se eligió el lugar más adecuado para trazar el pueblo, tal que estuviese a salvo de crecientes y de vientos, “con la vecindad de una montaña que lo circunde” donde había abundante madera (de los algarrobales). A media legua del río, en la ribera sur de este, según la usanza española, con provisión de riego y e una zona elevada se realizó el trazado de 9 cuadras, Michieli afirma que Lima y Melo debió fundar a 20 leguas de la villa de Jáchal donde estaba el poblado capayán y no a 12 como se le indicó, pues allí era una zona de altas barrancas por donde corre el río Jáchal y no era un lugar apto.

Entre 1748 y 1751 el gobernador de Chile había realizado una matrícula de la población que arrojaba que en Mogna vivían 27 personas y que en Ampacama 26; un total de 53. Pero para la fundación había 109, entre aborígenes de ambos pueblos. La lista de los pobladores era la siguiente:

El cacique Don Francisco Alcane. Sus hijos: Pascual Alcane, Juana Alcane, Juliana Alcane, Antonio Alcane, María Gracia Alcane, Domingo Alcane.

Lucas Quilpatai , Lorenza Alcane, su mujer. Sus hijos: María Juana Quilpatai, Ana Quilpatai.

Antonio Espíndola, Clemencia Gualambis, su mujer. Sus hijos: María Espíndola, Benancio Espíndola, Margarita. Espíndola.

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Capítulo III:

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Francisco Acosta - Gerónima Cruz, su mujer.

Francisco Molina - Bernarda Saavedra; su mujer. Sus hijos: Juana Molina, Fermín Molina, Ventura Molina

Bernardo Alcane. Juana Nalis, su mujer. Sus hijos. Mariano Alcane, Felipe Alcane, Clemente Alcane, Lorenzo Alcane, Juan Alcane, Petrona Alcane, Pascuala Alcane; María Alcane, Josefa Alcane

Hilario Quillay. Josefa Acosta, su mujer.

Ignacio Alcane, Rosa Escudero, su mujer. Su hijo: Juan Alcane.

Marcos Santibáñez, Gregoria Páez, su mujer. Eugenio Santibáñez, su hijo.

Otros indígenas: Juan de la Cruz, Pascuala de la Cruz, Francisco Javier de la Cruz, Santos de la Cruz, Lorenza Silvera, Nicolasa Páez, Petrona Páez, Sebastiana Páez, Magdalena Páez

Agustina Páez, Clemente Páez, José Páez.

Ausentes: Diego Acosta, Justo Castro, José Güalipán, Pascual Molina, Lorenzo Páez, Luis Páez, Francisco Páez.

Gente de Ampacama: El Cacique Don Matías Bermejo, Juana Alcane, su mujer. Sus hijos: Clemente Bermejo, Matías Bermejo, Andrés Bermejo, José Bermejo, Pascual Bermejo, Juan Bermejo, Rosa Bermejo, María Bermejo.

Vicente Bermejo, Javiera Otao, su mujer. Su hija: Juana Bermejo.

Francisco Castro, Ana Caica, su mujer. Sus hijos: Bernardo Castro, Enrique Castro, Mariano Castro, Petrona Castro, Cándida Castro.

Francisco Gómez, Juana Caica, su mujer. Sus hijos: Clemencia Gómez, Margarita Gómez, Tadeo Gómez, Diego Gómez, Lorenzo Gómez, Francisco Gómez, Juan Francisco Gómez, Manuel Gómez, Nicolás Gómez.

Dominga Gómez, viuda. Su hija: Magdalena Gómez.

Juana Gómez, soltera de 24 años.

Mateo Guzmán, María Caica, su mujer. Sus hijos: Juan Antonio Guzmán. Juan. Guzmán, Pascual Guzmán, Juan, Guzmán de un año.

Bartola Caica, viuda. Sus hijos: Lorenzo Caica, Antonia Caica, Juan José Caica.

En la matrícula hecha por el Corregidor Eusebio de Lima y Melo y refrendada del Escribano Videla, se anota a 111 personas, pero contadas solo resultaron 109.

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Capítulo III:

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El acta de fundación dice lo siguiente:

"En dicho pueblo de Mogna en 11 días del mes de agosto de 1753 años. Su Merced dicho Justicia Mayor; en conformidad de lo mandado, por auto precedente, mandó comparecer ante sí a Don Francisco Alcane, cacique de este pueblo y en concurso de sus vecinos salió ha hacer prolijo reconocimiento del sitio más a propósito para la formación del pueblo, y habiéndose informado por relación de sus naturales el terreno más acomodado, libre de avenidas y menos combativo de vientos, se eligió de común acuerdo un sitio medianamente levantado de agradable vista con la vecindad de una montaña que lo circunda en que hay abundancia de madera para edificios, y en que se encuentra suma facilidad para sacar agua en tanta abundancia que basta a dar abastecimiento al Pueblo y fertilizar los campos en que se ha determinado hacer el repartimiento de tierras, distante del río media legua, poco más o menos hacia la parte del sur y tomando una cuerda se midieron ciento cincuenta varas de medir ropa con la cual se formó el cuadro de la dicha plaza, dándole a cada costado ciento cincuenta varas,:e inclusive las calles que se les dio doce varas de ancho y quedando ésta por centro del Pueblo, se midieron en contorno de dicha plaza seis cuadras en la misma conformidad, con ciento y cincuenta varas por costado y en esta forma quedó formado el Pueblo con sus ocho calles principales, delineadas y amojonadas, con maderos elevados en las esquinas y medianías, quedando suficiente extensión en todos los cuatro costados para que pueda extenderse y se pasó a hacer el repartimiento de solares y señalamiento de sitios para iglesia y demás obras públicas...”

En un croquis se señalaba el repartimiento de solares y de tierras. El día 13 se dio posesión a los pobladores y el 14 la recibió Alcane en nombre de los vecinos. Unos meses después se dispuso que el cura de San José de Jáchal debía acudir al poblado a realizar adoctrinamiento.

Michieli sostiene que según el criterio indígena, -planteado en un documento -se trataba de sostener la importancia de la madera y de los cultivos para la subsistencia y que al realizar allí la fundación habría menos mestizaje. También en aquel momento era una zona de tránsito entre San Juan, Valle Fértil y el norte. (2)

También, planteándolo desde la perspectiva de los indígenas, Pickenhayn infiere que estos no querían salir de su territorio pues en Jáchal serían sometidos a la explotación en las minas de oro, siendo otro peligro el traslado a Chile y que quedándose en un lugar que no atraía a los españoles podrían estar al margen de la corriente colonizadora (y de las encomiendas). (3)

Daneri y Musri sostienen que la Junta de Poblaciones -visto ahora desde la perspectiva de los españoles- trató de afianzar el asentamiento de otro núcleo habitado:

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Capítulo III:

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“Con respecto a Mogna, es evidente el propósito de la Junta de Poblaciones de afianzar el asentamiento de otro núcleo poblacional con funciones eminentemente agrícolas, destinadas a abastecer a la población minera de Jáchal. Este centro se negó a cumplir tal fin.” (4)

Así el pueblo moquinero se negó a ir a Jáchal para ser sometidos al trabajo en las minas y a ser nuevamente desnaturalizado perdiendo sus tierras finalmente.

Se ha mencionado en varios trabajos sobre el acto de resistencia de los pueblos de Mogna y Ampacama. Es el “singular triunfo territorial del arraigo indio” (Pickenhayn), “el triunfo de un cacique” (Díaz Costa). Este fue un acto de resistencia de los indios moquineros que tuvo en la figura de su cacique la expresión concentrada de la resistencia, en este caso pasiva, ya que no era posible la armada. Y ese cacique legendario, a quien la historiografía dominante no le ha reconocido su valor era Francisco Alcane.

FRANCISCO ALCANE, EL CACIQUE LEGENDARIO

Al cacique Francisco Alcane se intentó en reiteradas oportunidades negarle el pan y la sal en vida: los españoles intentaron quitarle sus tierras, le negaron su condición de cacique, su modo de vida fue duramente cuestionado, fue encarcelado, le robaron bienes, debió huir a Chile, pero finalmente pudo imponerse: no pudieron sacarlo de su tierra, allí mismo se realizó la fundación, debió ser liberado de la prisión. Usó las armas legales que la colonia le permitía, teniendo a su favor la defensa realizada por el protector de indios. Su abuelo Diego Alcane y su padre habían sido caciques. Entre 1751-1753 fue el artífice de la resistencia pasiva y de la fundación. Hasta 1763 se registran los ataques que los españoles se empeñaban contra él y su definitiva contra su pueblo y su tierra.

Cuando lo presionaban para que marchase al valle de Jáchal, Alcane envió un mensaje que decía:

“Señor Teniente, es cierto que he sentido el estar en la ocasión presente enfermo, motivo de no poder viajar a besar la mano de V. Md. (...) por motivo de estar yo en mi pueblo con mis indios y que nuestro cura fray Francisco Robledo me dijo que hiciese una capilla aquí en mi pueblo y tengo citada mi gente para dicho efecto y no podré estar en Jáchal con toda mi gente y sé de cierta como informaron al Señor Presidente como estaba yo agarrado de mi bastón en mi pueblo y que mis vasallos eran mis hijos y mi mujer y así informaron mal porque tengo catorce indios de trabajo fuera de otros tantos, que hay chicos y también me han dicho mis indios que si nos sacan de mi pueblo, que todos se irán a perder.

Mogna y mayo de mil setecientos cincuenta y un año...” (5)

Lima y Melo llega con otro español y dispone la fundación de un pueblo de indios que ya existía. Llega, funda y se marcha. Termina su función y desaparece. Nada le debe Mogna a este funcionario. No permanece en Mogna. En realidad ningún español debía hacerlo pues se trataba de un pueblo de indios. Jáchal era una villa

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de blancos, mestizos e indios, en tanto que Mogna era un pueblo de indios. Jáchal fue fundada por decisión anticipada de la Junta de Poblaciones y su ejecutor fue Juan de Echegaray. La fundación de Mogna no estaba prevista inicialmente, se decidió ante la resistencia de los caciques Bermejo y Alcane. Alcane no es sólo el nombre de un cacique, es el verdadero fundador de Mogna. No se trata del triunfo de un capricho, como lo ha afirmado un autor, sino de la voluntad de resistir y sobrevivir de un pueblo.

No sabemos si Mogna estuvo deshabitada durante casi un siglo, después de haber sido sacados los moquineros forzosamente de sus tierras en 1633, tras la derrota en manos de los españoles. Las encomiendas se acrecentaron después de aquellos acontecimientos, produciendo la extinción étnica y cultural de los pueblos originarios. Y estas continuaron en el siglo XVIII, aunque puedan haberse debilitado toda vez que se apagaban los pueblos indígenas. Y además realizaban traslados forzosos de sus tierras. La encomienda del pueblo de Mogna, cuyo cacique era el abuelo de Francisco Alcane, Diego Alcane, estuvo, por decirlo figuradamente, vagando cuarenta años por el desierto para llegar (regresar) a la tierra prometida. Sabemos que dicha encomienda estuvo fuera de Mogna, en San Luis y Las Lagunas, en un período de tiempo impreciso y en la que estuvieron juntas tres generaciones de Alcane; que debieron ser muchos años pues al retornar españoles interesados en sus tierras argumentaban que no tenían derechos a cacicazgo en la región. Diego Alcane consiguió que las autoridades le concedieran las propias tierras de su pueblo y que se le reconociese como cacique. Su hijo obtuvo, al parecer, el grado de capitán para cumplir un papel de reunir los indígenas, en caso de insurrección de los aborígenes del sur de San Luis y Mendoza.

Estuvieron un tiempo impreciso en tierras extrañas para ellos, pero a la muerte de su encomendero, decidieron regresar a su propia tierra, la tierra a la que pertenecían desde tiempo ancestrales. Debieron realizar una larga marcha por travesías para volver a Mogna por decisión propia. Y luego se resistieron a un nuevo desarraigo. Ya tenían la experiencia de lo vivido. La marcha cobra importancia en el tiempo. Sobrevivieron al extrañamiento, a las condiciones de la encomienda, a la marcha en el desierto: el pueblo no se extinguió y afirmados de nuevo en su tierra, resistieron los ataques de los españoles para usurparles sus tierras y por extrañarlos nuevamente.

Si el cacique de Mogna Juan Cantíntucla Tucmancasta fue la figura fundamental en la etapa de resistencia activa de Mogna expresada en la insurrección de 1630-1633, Francisco Alcane es la figura fundamental en la etapa de la resistencia pasiva de Mogna, expresada en la fundación de 1753. Cada uno preside un siglo de la historia de resistencia de este pueblo: Tantitucla en el siglo XVII y Alcane en el siglo XVIII. El pueblo moquinero, junto con los bermejeños, realiza un largo periplo en su lucha en 1533, primero hacia el valle de Tulúm al sur y luego hacia el valle de Bermejo al norte. Derrotados, son llevados, extrañados, a San Juan, condenados a extinguirse o mestizarse. Alrededor de cien años después regresa un grupo -tal vez el último sobreviviente- luego de un largo periplo por el sur en los límites con los indígenas de la pampa seca, cuando ya no tienen encomenderos y por libre voluntad regresan al antiguo lar en la travesía. Y de nuevo con los

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bermejeños, se enfrentan a los españoles y logran sus propósitos: quedarse en su tierra.

Si Tantintucla luchó activamente con las armas contra la dominación y las encomiendas, Alcane luchó pasivamente con las armas legales contra el extrañamiento y el despojo de sus tierras. Continuó con el camino trazado por sus ascendientes, en un proceso de ascenso, de recuperación, de su pueblo.

Sarmiento escribió (6):

“...Tres leguas hacia el norte de la ciudad (de San Juan) hay un lugar llamado las Tapiecitas, a causa de los restos de un fuerte, cuyas ruinas eran discernibles ahora veinte o treinta años, y su colocación en aquel lugar parece explicar el nombre de San Juan de la Frontera, por no estar reducidos los indios de Jáchal y Mogna, cuyo cacique último vivió hasta 1830, habiendo llegado a una senectud que pasaba de ciento veinte y más años”

Si este dato de Sarmiento fuese cierto, entonces ese cacique sería Francisco Alcane, quien pudo haber nacido en la década de 1610 o 1620, en el lugar de la encomienda, en San Luis. Asumió el cacicazgo en algún momento entre 1727 y 1737. Hacia 1737 figura en libros parroquiales con su esposa, Maria Gualampe, inscribiendo a su hija Ana Joseph, de dos meses. Los cuatro Alcane fueron casi una dinastía, quizá el último cacique de Mogna fue Juan Pascual Alcane, hijo de Francisco, quien era ya cacique hacia 1909.

La fundación se realizó en un pueblo que ya preexistía en su propio lugar de origen. Se los redujo sí, a un pueblo aparte, que no debía mezclarse con los españoles. Se trata de una fundación como pueblo de indios, que significa reconocer su condición étnica y cultural.

Los españoles trataban de concentrar a la población dispersa en poblaciones ya existentes o por fundar, para favorecer el control de estos, de la formación de encomiendas y el adoctrinamiento religioso. Estas reducciones eran una forma de control e imposición del poder colonizador. En el caso de Mogna se trataba de una sometimiento casi voluntario de los indígenas (a la vez que resistencia pues finalmente se salieron con la suya): querían la fundación pero en sus propias tierras, para ello aceptaban la construcción de una capilla y el adoctrinamiento y someterse a otra forma de organización; el pueblo de indios, pero que los protegería relativamente de hechos peores que ya conocían: represión, desnaturalización, trabajo esclavizado, aculturación, robo de sus tierras.

Pero aún así la fundación de Mogna no fue un acto acabado totalmente ya que el otro pueblo indígena, el de Ampacama, no acudió en el día de la fundación –salvo su cacique- ni se instaló en el lugar posteriormente. Matías Bermejo no acató el traslado a Mogna, como antes no aceptó el traslado a Jáchal. Si los moquineros estaban tercamente aferrados a su mezquina tierra, los ampacameños eran más tercos aún. Alcane y Bermejo se habían resistido a ir a Jáchal y pedían la fundación en su propia tierra. Cuando se les aceptó la petición y se eligió la tierra de Mogna para la fundación, el cacique Matías Bermejo argumentó que no había

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pasturas, como sí las había en su tierra. Vivían en una región cercana, pero que era distinta a la del hábitat natural de Mogna. Podemos realizar una comparación esquemática de ambas regiones.

Mogna Ampacama

“Río de agua sucia” “Tierra sin amo”

“Larga distancia”

Río Jáchal Río Jáchal – Sanjón

Un solo cauce del río Varios cauces del río

Algarrobales Pasturas

Agua más constante Agua del río periódica

No hay otros nacedores Nacedores en Pie de Palo

Salares y médanos (al sur) Bañados y ciénagas

Pueblo capayán Pueblo yacampi

Pueblo sobreviviente (aculturado) Pueblo extinguido

Bermejo habría estado sólo en la fundación y dio los nombres de los miembros de su pueblo, diciendo que hablaría con ellos para decidir si se trasladarían a Mogna. Otra tradición quiere que su pueblo estuviera cerca, pero en la otra banda (norte) del río. Como sea, Matías Bermejo se fue a su tierra y nunca se instaló en la población fundada. En su alianza con los moquineros, cada pueblo consiguió su propósito. Por ello en 1754, a casi un año de la fundación, la Junta de Poblaciones instruía a Juan de Echegaray para que redujera a los ampacameños al pueblo de Mogna y que expulsara a los españoles que hubiese en Mogna, trasladándolos a la Villa de Jáchal.

Los ampacameños seguramente eran descendientes de aquellos indígenas del río Bermejo que más de 120 años atrás habían luchado denodadamente contra los españoles. Eran vecinos con los moquineros. Quizás al marcharse se convirtieron en un pueblo intermitentemente nómada, avanzando tras las aguadas y los pastizales. Quizás se extinguieron calladamente en el desierto, tercamente aferrados a su libertad. Quizás se mezclaron con los españoles o se dispersaron en Mogna o en las sierras de Valle Fértil... No lo sabemos...

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Pero sí sabemos que el pueblo de Mogna, que eligió otro camino para su supervivencia, perduró. Por ello llama la atención lo escrito por Horacio Videla sobre la fundación de Mogna:

“Nada quedó de aquel intento poblador de 1753. Ni acta, ni trazado de la villa, a excepción de algunas tapias y vestigios de ranchos, destruidos e inhabitados. El recuerdo de Mogna se pierde en la crónica de la villa.” (7)

El intento poblador subsistió. Quedaron los documentos de las actas y el trazado de la villa. Y la villa y el pueblo de Mogna.

MOGNA DESPUES DE LA FUNDACIÓN

La fundación es un momento inicial: nada termina allí sino que recién se inicia. Mogna tuvo muchas dificultades inmediatamente a su fundación. Las instrucciones que le daban en 1754 a un español eran:

“Pasará a los pueblos de Mocna y Ampacama y hará el mismo repartimiento reduciendo a los indios de Ampacama al referido pueblo de Mogna, expulsando a todos los españoles que hubiesen en dicho pueblo y demás que no fueren originarios de dichos indios y los reducirá a la Villa de San José de Jáchal en donde los repartirá tierras solares en la misma forma que los practicados con los demás pobladores” (8)

En 1763 continuó el asedio contra los moquineros. Francisco A. Balmaceda acusó a Alcane. Se lo acusaba de que dirigía:

“a fugitivos, extravagantes y malhechores que allí se acogen como refugio de la justicia y doctrina de la iglesia que de todo carecen en el desierto” (9)

En 1763 se produjo la detención de Alcani con dos de sus hijos y su huida posterior a Chile. Regresó y le debieron ser devueltos los caballos y demás bienes robados. La causa que se había abierto la falló favorablemente.

En 1777 el cura y vicario de Jáchal y Mogna realizó un padrón de los habitantes de Mogna: habían 56 personas. De las personas registradas en la fundación, 24 años antes, solamente quedaban los siguientes:

Francisco Alcane (como era de esperar), Lorenza Alcane (su hermana) con sus hijas Maria Juana Quillai y Ana Quillai.

Bernardo Alcane y Juana Nalis, su mujer, con sus hijos Felipe Alcane, Lorenzo Alcane, Juan Alcane, Petrona Alcane y Josefa Alcane.

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Los nuevos miembros del pueblo eran:

Casados: Zelan, Marcelo; Quilpatai, Marcela; Puscama, Andrés; Balmaceda, Juana; Hilguero, Juan (casado presuntamente con Josefa Alcane); Barrionuevo, Juan; Alanis, Dominga; Barrionuevo, Prudencia; Chanquia, Santos y Alcane, Juana.

Entre los viudos figuran los hermanos Alcane y otra hermana, Petrona.

Solteros: Barrionuevo, Dominga; Quilpatai, María Gracia; Quilpatai, Isidora; Alcane, Bárbara; Alcane, Cristóbal; Alcane, Clemente; Alcane, María; Alcane, Anastasio; Chanquia, Juan; Chanquia, Gracia María; Chanquia, Dominga y Chanquia, Francisco, además de los ya nombrados Pascual, Lorenzo, Juan, Petrona, todos ellos Alcane y María Quilpatay.

Los párvulos eran:

Pascuala y Clemente Castañeda; Manuela, María Regis, Pascual, Andrea, Francisco, Melchor, Pedro y María; todos ellos Alcane; Petrona y Antonia Zelan y María, Juliana, Lucía, Bernardo y Pedro Chanquia. (10)

Familias enteras que estuvieron en la fundación como Espíndola, Acosta, Molina, Páez, de la Cruz, no figuraban en el padrón de 1777. No estaba ninguno de los hijos de Francisco Alcane, el cual había enviudado para entonces. Es posible que los aborígenes aparecieran y luego se regresaran a lugares más apartados, en una suerte de trasmigración periódica y según las situaciones con los españoles. De hecho Alcane concentraba gente dispersa por la región, así como también esta podía dispersarse. Cuando Francisco Alcane fue arrestado y secuestradas mujeres robados caballos del pueblo, los hombres se fueron, seguramente ante el temor de ser llevados en un nuevo extrañamiento. Seguramente esto es lo que quiso decir Alcane en el documento antes mencionado:

“me han dicho mis indios que si nos sacan de mi pueblo, que todos se irán a perder”.

Esto es, a internarse en el desierto.

De todas maneras otras familias se habían integrado para entonces; si en 1753 eran 59, en 1777 eran 58 habitantes. La población había cambiado en gran parte, pero sobrevivía al desierto y a los españoles. Llama la atención el apellido Zelan, que aún perdura en Mogna.

El Gobernador Intendente de Córdoba escribía en 1785:

“En la jurisdicción de esta (...) se hallan, más que en otras partes, dispersas varias familias de mestizos e indios por aquellas dilatadas llanuras y quebradas, que de tiempo inmemorial viven de esta forma, sin que los jueces sean bastantes a vigilar sus operaciones, ni pueda alcanzarles el pasto espiritual y es presumible

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que al quererlos sacar de este género de vida para reducirlos a población, se profuguen los más, porque aborrecen la sociedad”. (11)

Cuarenta y tres años después de la fundación (en 1796) una breve referencia sobre Mogna dice que:

“En Mogna hay porción de indios sueltos sin tributar nunca y están llenos de vicios propios de la dispersión: es difícil reducirlos a pueblos y sobre ellos parece tienen providencia de la Auditoría de Chile” (12)

El pueblo perduraba, aunque el propósito de reducirlo y convertirlo en un pueblo de agricultores había fracasado. Se habrían dedicado a la actividad ganadera y al transporte de ganado hacia Chile, no dedicándose a la agricultura.

Y las acusaciones acerca de los “vicios”, eran continuidad de las acusaciones que se le habían hecho, años ha, a Alcane. Los moquineros no se amoldaban a las normas que trataban de imponerles los dominantes. La jurisdicción sobre la región siguió dependiendo de la Capitanía de Chile, aunque ya se había producido el reordenamiento territorial que había creado el Virreinato del Río de La Plata y que integró a Cuyo con este.

El pueblo de indios estaba relativamente aislado pero, de hacer caso a los distintos documentos, en Mogna se vivía una situación que salía de cauce para los españoles. Alcane amparó a los últimos habitantes capayanes de Tucunuco, a españoles y extranjeros marginales, a indios de otros pueblos lejanos, a negros, zambos y mulatos, además de mestizos. Si eran ciertas las acusaciones que se hacían a Alcane, Mogna debió ser un lugar de relativa libertad, donde los españoles dejaron hacer, mal de su agrado.

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Bibliografía:

1. Rogelio Díaz Costa: Nosotros los sanjuaninos. San Juan. Pág. 93

2. Catalina Michieli: La fundación de villas en San Juan (siglo XVII) Sociedad Argentina de Antropología. Buenos Aires. 2004.

3. Pickenhayn, Jorge: Op cit.

4. Citado de Daneri, M. E.; Davire de Musri, D.: "Incidencia de la política chilena en el comportamiento de los grupos humanos del área marginal sanjuanina (1735- 1776); por Malberti de López Aragón, S.: "Jáchal en el tránsito de la Capitanía general de Chile al Virreinato del Río de la Plata".

5. AGP, Fondo Tribunales, Caja 8, carpeta 46. San Juan.

6. Sarmiento, D.: Recuerdos de provincia. En: Civilización y barbarie. El Ateneo. Buenos Aires, 1952.Pág.580.

7. Horacio Videla. Historia de San Juan Tomo I. Pág. 278. Academia del Plata. Buenos Aires. 1962.

8. Teresa Michieli. La disolución de la categoría jurídico-social de “indio” en el siglo XVIII: El caso de San Juan (Región de Cuyo) Publicaciones 23. F.F.H. y A., U.N.S.J. San Juan. 2000. Pág. 49

9. Citado por Solar Mancilla, Mario: Territorio y conflictos de poder, en Espacio y población, coordinadora Ana Fanchin. Universidad Nacional de San Juan y Academia Nacional de Historia. San Juan, 2004. Op. cit. Pág. 162.

10. Ídem ant. Pág. 147.

11. Citado por Solar Mancilla, Op. cit. Pág. 157

12. De la “Memoria” de D. Rafael de Sobremonte, Gobernador Intendente de Córdoba, 1796. En: Cancionero popular cuyano, Mendoza, 1938.

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Etapa criolla (1810-1870)

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El cacique Juan Pascual Alcane, descendiente de Francisco Alcane, cedió en 1809 tierras a Antonino Aberastain. Sería el primer no indígena asentado con tierras en Mogna, siendo un apellido que perduraría en el siglo XIX en esta localidad.

Veintinueve años después, ya en época patria, encontramos una breve referencia a Mogna.

Guillermo Adams fue un viajero que en 1825 recorrió un vasto derrotero, desde Mendoza hasta Potosí, en Bolivia, guiado por un interés minero y, si bien no escribió un libro, si dejó breves anotaciones de su recorrido. Tomamos de la parte del texto que se refiere a Mogna, saliendo de San Juan y pasando por Angaco: (1)

“A Punta del Monte. 2 leguas. Estancia con riego. Aquí hice noche.

A Portezuelo. 6 leguas. Despoblado.

A Ojos de Agua. 8 leguas. Despoblado. Aquí dormí. Nada hay de recursos.

A Las Salinas. 4 leguas. Laguna de Sal duro. Seco. Es travesía.

Moquina. 6 leguas. Pueblo con capilla. Tiene riego del río Jacal (Jáchal). Algo de comer se encuentra pero (hay) escasez. Bastante miseria. Dormí al raso. El río Jacal (sic) corre al este.

Vado del río Bermejo. Despoblado sobre un río salobre. Nada se encuentra que comer.

Cumbre Sierra de Valle Fértil. Despoblado. La Sierra corre en dirección N. S.”

“Algo de comer se encuentra pero escaso, bastante miseria”, “el río: Jáchal corre al este”. Vale la pena repetirlo. En las escuetas anotaciones de su viaje, este inglés describe a Mogna en su pobreza social y su situación en la inmensidad de la travesía.

Veinticinco años después, el gobernador de la provincia de San Juan Benavides, siendo Subdelegado de Jáchal, Francisco Díaz –después dos veces gobernador-, ordenó realizar un censo, que fue el primero en la provincia. Los únicos datos que se conservaron fueron los de Jáchal. Para Mogna indicaban lo siguiente: (2)

Departamento de Mogna:

Una capilla. Un molino. 50 casas. 418 cuadras de terreno labrado. 20 varones mayores. 90 menores.

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110 pequeños. 145 mujeres. 365: total.

Estos datos proporcionan una descripción de Mogna. El molino existente era el de Celestino Rodríguez, uno de los más antiguos de Jáchal, cuyos restos aún se conservan.

Entre 1748 y 1751 se registró una población de 27 personas en Mogna.

En 1753 se registraron 58 personas.

En 1777 se registraron 59.

En 1850 se registraron 365 habitantes. La población había aumentado 6 veces en cien años, luego del estancamiento de los tiempos de la colonización. Las cifras eran modestas con respecto a las demás localidades de Jáchal:

Localidad Habitantes Casas Cuadras labradas

La Pampa 2.094 270 2.980

Desagüe-Balde 1.135 154 1.045

Villa 1.090 140 184

Rodeo 775 112 465

Iglesia 529 84 623

Huaco 498 48 276

Mogna 365 50 481

Pueden influir los datos de Tucunuco, quizá incluidos en Mogna, pero para esa época Tucunuco había sido adquirida recientemente por Doncel y los trabajos para convertirla en una finca importante se estarían iniciando. Pese a ser modestos, los logros eran importantes para los habitantes del desierto de Mogna dadas las condiciones de existencia que llevaban. La fundación de Mogna, la resistencia en la travesía, la política de adopción de marginados de Alcane, las condiciones de libertad y la conversión en pueblo agricultor habían permitido que Mogna sobreviviese y creciera aún en la travesía.

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LAS GUERRAS CIVILES: EL CHACHO Y FELIPE

Para Sarmiento las travesías comprenden 20.000 leguas cuadradas con una relativa población que dependía de la escasa provisión de agua para el ganado. Las travesías tienen población aborigen, pobre, que fue confinada a reducciones, como los llamados Pueblos, en La Rioja. Estas poblaciones fueron enajenadas de sus tierras en la época colonial: (3)

“Estas numerosas poblaciones desparramadas a ambas orillas a lo largo del río, fueron desalojadas por los conquistadores para hacer de las tierras de labor estancia y propiedad de algún capitán, acaso de apellido Tello, pues a los Tellos pertenece hoy aquel país indiviso aun, y semillero de pleitos. Como los terrenos eternamente indivisos de Acequión y Berros dados a otro capitán Guardia; el Ponchagual, Mogna y casi todos los campos de San Juan. Los indios fueron en consecuencia reducidos a población, y como era de esperarlo, en tres siglos desaparecieron, pues hoy apenas se ven descendientes de raza pura indígena.”

Quizá el pueblo de rasgos indios perduró una siglo más a su fundación, pero hacia 1850 Mogna se estaba mestizando y con ello produciéndose la aculturación.

El autor destaca el carácter de la travesía, el origen indígena de su población y su historia de reducciones. La dominación, la expulsión de sus tierras, la miseria es la causa que, para Sarmiento, incubaban el “sordo resentimiento de los despojados”, las “venganzas indias”, y el estar los habitantes de la travesía (en especial de los Llanos) “dispuestos siempre levantarse para suplir con el saqueo y el robo a sus necesidades.”

“¿Cómo se explicaría, sin estos antecedentes, la especial y espontánea parte que en el levantamiento del Chacho tomaron, no sólo los Llanos y los Pueblos de La Rioja, sino los laguneros de Guanacache, los habitantes de Mogna y Valle Fértil, y todos los habitantes de San Juan diseminados en el desierto que se extiende al este y norte de la ciudad, y hasta el pie de las montañas por parte del sur (...)? (4)

Sarmiento habla con conocimiento da causa, pues era gobernador de San Juan durante el último levantamiento del Chacho y estuvo muy temeroso de este. Y es de destacar que él habla expresamente de Mogna como una zona que se levantó con la montonera. Así Mogna retorna a la resistencia activa; varios moquineros se pliegan a los rebeldes del Chacho, desarrapados como ellos. Vuelven a luchar con sus vecinos y parientes, descendientes de los capayanes de Jáchal y los yacampis de Valle Fértil.

Chumbita destaca el origen indígena de los integrantes de las montoneras. Pero también debe destacarse su origen social: pequeños campesinos, pastores, ganaderos de humilde condición, la “chusma” para las clases urbanas, los que después serían llamados los “yarcos” en San Juan. Son indios y “semiindios”, mestizos que se van convirtiendo en campesinos. El pueblo de indios no fue de indios puros en sus mismos inicios, sino con algún grado de mestizaje. La llegada de distintas personas errantes de la travesía fue produciendo el mestizaje. Es una

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etapa de transición en que va desapareciendo, en el curso de varias generaciones, el carácter étnico del pueblo. Las condiciones del proceso económico tornaron anacrónica las encomiendas, que fueron disueltas por la Asamblea del año 1813.

Posteriormente debió ir desapareciendo la institución del cacicazgo. Van desapareciendo los apellidos aborígenes, entre ellos el de Alcane. Y también las tierras colectivas, desarrollándose la propiedad privada de la tierra.

LA MONTONERA DEL CHACHO: 1863.

En época de las luchas civiles Jáchal fue un territorio de importante participación, denotándose un apoyo cierto a las montoneras.

En 1863 el Chacho Peñaloza inició su último levantamiento contra el gobierno nacional impuesto luego de la batalla de Pavón. El Chacho se rebeló en 1861 contra Mitre, luego firmó la paz, pero se levantó nuevamente en 1863. La campaña del Chacho fue compleja, moviéndose, como era su estilo, hacia distintos frentes. Las fuerzas nacionales lo hostigaban constantemente pero el Chacho, con victorias y derrotas, siempre desaparecía y se reorganizaba. Veremos la parte documentada que cuenta los hechos particulares ocurridos en Mogna y que la muestran como zona de alzados, confirmando lo que escribió Sarmiento. (5)

A principios de agosto de 1863 la alarma cundió en Jáchal, ya que había información que la villa sería invadida por una montonera de Varela y Carlos Ángel, quienes habían sido batidos en La Rioja. Ello motivó la movilización de fuerzas, las que fueron licenciadas el 5 de agosto, por orden de Sarmiento, ya que no se produjo la invasión montonera. Sólo quedó una fuerza, que había sido enviada a Mogna para “capturar a los alzados de aquel departamento”.

Un grupo de soldados enviados a Jáchal a prestar servicios se había sublevado e internado en Mogna. Esta fuerza estaba dirigida por el comandante Teodosio Doncel, con 36 hombres, uniéndoseles en el camino otra fuerza 11 hombres, dirigida por el capitán Eugenio Segundo Doncel. En Mogna allanaron casas y tomaron prisioneros a los alzados del montonero Ruiz, Rosendo Perina, Juan de Dios Navarro, Calisto Soria (que fue incomunicado, llegado en esos días de Los Llanos), Llanos (que era chasque de Ruiz), Selestino País, Livomo y Juan de Dios Quiroga. El 5 de agosto, a las tres de la tarde, llegó la tropa con los prisioneros a Jáchal, Teodosio Doncel separó a dos presos y dispuso su fusilamiento, haciendo llamar al cura para que se confesaran. Hizo formar cuadro a su tropa pero no pudo fusilarlos porque llegó a último Ambrosio Rojas, el subdelegado de Jáchal, ordenando que no se realizara dicho acto arbitrario. Rojas informó de otros desmanes y escándalos realizados por Doncel, como el de ordenar que todo ciudadano o extranjero debía ser “esquilado”, entre los que cayó el mismo comisario de la villa.

El 9 de agosto entró una partida montonera en Mogna y se llevó al Juez Aberastain, cuya casa fue saqueada. Rojas envió una partida de 8 hombres a Mogna. El 11 Aberastain fue liberado en el río Bermejo, regresando a la villa. Al

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día siguiente salieron partidas a los Puestos y otros lugares, pero no encontraron a nadie. Se informaba que Elizondo, el famoso caudillo de la zona de valle Fértil, no había participado de estos hechos, pero que los moquineros que participaron en el secuestro habían sido José Alcaraz (peón), Pedro Laprida, Benito Navarro, Cornelio Muñoz, Bernardino Bicentela y Ángel Figueroa. El capitán era Evaristo Álvarez, herrero, que vivía al frente de la casa de Juan Quiroga (6) en la villa de Mogna. Estos se habrían desbandado y pese a buscarlos con rastreadores, no dieron con ellos. Posteriormente de los detenidos trasladados a Jáchal, tres quedaron presos: Rosendo Pereyra, Juan de Dios Narbona y Calisto Soria. En noviembre se envió otro piquete a Mogna, de 20 hombres para custodiar y capturar a los montoneros que pudiesen arribar allí.

La acción de Teodosio Doncel fue quizás la primera de las acciones de “los Donceles” contra los moquineros, como hemos de ver más adelante.

En septiembre de 1863 cundió nuevamente la alarma en Jáchal. Se movilizaron más de 200 soldados de infantería y caballería ante una posible invasión montonera ya que habían aparecido hombres armados en Tucunuco. A Mogna había llegado una fuerza de más de trescientos hombres del Chacho.

Pero esta montonera no avanzó a Jáchal retirándose. El 10 de noviembre Ambrosio Rojas, el subdelegado de Jáchal en ese periodo, informó que continuaban las fuerzas movilizadas y que el piquete que mandó a Mogna “no llegó allí por haberse ocupado en perseguir los ladrones, el anuncio de mis anteriores cartas, los cuales, después de tres días de persecución, y cambiando caballos les han dado alcance en Totoralillo, donde han sido tomados dos de estos y el baqueano que llevaban desde la travesía, logrando escaparse el principal de ellos, Elías Gutiérrez y un José Isa, llanisto, los que perseguidos hasta Pozo Blanco, cerca de las salinas de Bustos, no se les ha podido dar alcance.” (7)

El Chacho fue vencido en Caucete, cuando avanzaba hacia San Juan, y luego fue asesinado arteramente por Irrázabal, en Olta, el 13 de noviembre de 1863. Se cerraba un capítulo de la lucha montonera con la muerte de su jefe. Pero unos años después la lucha se reiniciaría, con Felipe Varela.

La región entre las sierras de Valle Fértil, el río Desaguadero y posiblemente Mogna, es decir la de la travesía de Mogna y de Bermejo, fue una zona en la cual, durante el interregno de las luchas civiles (1864-1866), se denotaba una actividad constante de gauchos alzados, que tenían a Martina Chapanay como referente. Eran grupos de montoneros que vivían al margen de la ley y del orden económico: montoneros jugados en su propia ley, que se plegarían después a la rebelión de Felipe Varela, salvo Martina Chapanay.

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LA ULTIMA MONTONERA: VARELA, 1867. SUCESOS EN TUCUNUCO Y MOGNA

Poco tiempo duró la pacificación. A fines de 1866 se produjo la así llamada “revolución colorada”, que en poco tiempo se afirmó en las provincias de Cuyo. Felipe Varela marchó desde Chile con pocos hombres y ocupó la villa de Jáchal, en enero de 1867. En Jáchal, convertida en epicentro de la revolución colorada, Varela preparó un ejército, el cual era integrado por gauchos de toda la región, a los que se sumaron moquineros. El ejército de Varela marchó hacia La Rioja, sufriendo una derrota decisiva en Pozo de Vargas. Retrocedió con sus diezmadas fuerzas a Jáchal, para reorganizarse. Emprendió la marcha nuevamente hacia el norte, en un periplo que finalmente lo llevó al exilio en Bolivia. Pero la región estuvo convulsionada durante todo ese tiempo, con grupos de rebeldes que andaban por todo el territorio. Así, uno de los lugares era Mogna, donde los montoneros se mostraron muy activos.

El 21 de julio de 1867, según escribió el subdelegado de Jáchal, José María Suárez, “Los gauchos de Mogna han ocupado Tucunuco.” (8)

Tucunuco era la hacienda de José Eugenio Doncel, cuya ocupación era anterior a 1850. Doncel y luego sus hijos construyeron un feudo en Tucunuco, como los Suárez en Huaco, los Varela en Niquivil (no parientes de Felipe), donde imponían sus propias leyes al paisanaje, a los gauchos, los que después fueron conocidos como los “yarcos”. Allí actuaban como verdaderos terratenientes, dueños de tierras, aguas, animales y personas.

Para esa fecha había actuado “un grupo de montoneros procedentes de Mogna.” (9)

Nicanor Guevara, un informante de Suárez, expuso que, habiendo llegado a Tucunuco hacia la noche, durmió:

“en el pórtico de la casa y en la madrugada de esa noche fue sorprendido y tomado por una fuerza armada al mando de Sandalio Arce (puntano), quien lo hizo tomar preso, quitándole a continuación la comunicación que conducía, queriéndole quitar la vida al declarante, por conducir las referidas comunicaciones, teniéndolo amarrado hasta que amaneció el día; que (...) la fuerza son de treinta a treinta y dos hombres bien armados, quienes se llevaron como treinta animales vacunos gordos, y algunas cabalgaduras y mulares...” (10)

Guevara –presuntamente chasque del Gobierno- salva la vida por “haberlo conocido el oficial Arce, quien lo hacía conducir a través de la hacienda, y yendo en ese estado uno de los soldados le dijo el declarante que se devolviese, lo que (hizo) bajándose del río, y tomando aguas arriba...” (11)

Los montoneros eran 250 hombres en total extendidos desde Mogna hasta el Bermejo, según agrega Guevara. Cabrera, otro informante, pero éste de Mogna, supo de la llegada de la montonera al lugar y que provenía de Punta del Agua. Cabrera en realidad no los vio, sino que vio las huellas y emprendió prestamente

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el camino a la Villa, extraviándose en la marcha. Al parecer era buen rastreador, (de acuerdo a la tradición de rastreadores de los de los moquineros, pero mal baqueano, pues se perdió.

En julio 13, Suárez insistió al gobierno provincial por los refuerzos solicitados y que le eran denegados. El gobierno le indicaba que llevara a la villa los 20 tiradores de Iglesia y que armase 100 hombres con lanzas. Suárez escribía: (12)

“...con conocimiento perfecto de los peligros posibles de un ataque de gauchos a esta población y de la correlación íntima entre éstos y el vulgo de este vecindario, que imposibilitan oponer una defensa con éstos a aquellos”

Más adelante insistía; él creía que esa fuerza de 50 hombres “es indispensable que venga a ocupar el puesto de Tucunuco que diceres vulgares hacen correr que lo ocuparán 40 hombres montoneros, que encabeza Figueroa en los campos de Mogna, y que es posible sea así en la mira de interrumpir la comunicación con esa capital. (San Juan).” Los “diceres vulgares” se confirmaron y los gauchos (que se decía eran de Mogna) ocuparon al amanecer a Tucunuco.

De Jáchal partieron 30 hombres de infantería al mando del comandante Juan M. Aguilar, 30 de caballería al mando de Ramón Baca; todos comandados por Víctor Capdevilla “para batir al enemigo”. Esta fuerza no batió al enemigo, ya que se detuvo en el camino porque “se tuvo noticias de que la montonera había regresado, llevándose ganado del señor Doncel y porque los caballos que montaba la fuerza en marcha no estaban en estado de ir hasta Mogna, y mucha parte de ellos ni aún a Tucunuco; y que absolutamente había cómo proporcionarle a otros”. (13)

Además se corrió la versión que desde Huaco avanzaba otra montonera sobre la villa de Jáchal.

El coronel Irrazábal comunicó que el 20 de julio obtuvo un triunfo sobre 130 montoneros en Vinchina, encabezados por Elías Gutiérrez, tomándole 13 prisioneros y algunas armas. En Paso de Lámar estaban muchos gauchos dispersos de Vinchina. Suárez insistió en una fuerza que desde San Juan ocupase Mogna y Punta del Agua y que, con las fuerzas de la Villa, avanzaran para cercar y atrapar a la montonera en Huaco.

Posteriormente tropas nacionales ingresaron a Mogna y realizaron depredaciones, robando y violando a mujeres.

La indignación de los moquineros fue grandísima. Celestino Rodríguez, el delegado del gobierno en Mogna, el propietario más importante del lugar y dueño del molino, se puso al frente de los reclamos para que los militares fuesen castigados. Después de las indagaciones realizadas y las declaraciones de los implicados, declaraciones que estaban claramente preparadas, se echaría tierra al asunto. Los gauchos de Mogna habían puesto su impronta participando de la lucha contra el gobierno central. Y una vez más la población moquinera era víctima de atropellos por parte de los poderosos.

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EL RASTREADOR CALIBAR Y MARTINA CHAPANAY

Un moquinero famoso fue Calibar. Este rastreador indígena fue descripto como un protegido de los gauchos en su obra Facundo de 1845. Donde relata algunas de sus hazañas. En Recuerdos de Provincia (1850) vuelve a referirse a él: (14)

“¡Ilustre Calibar! ¡No has regenerado un ápice de tus abuelos! El celebre rastreador sanjuanino, después de haber hecho con su ciencia devolver a muchos lo hurtado y dejado salir de las cárceles a los presos (...) se ha retirado a morir a Mogna, morada de su tribu, dejando a sus hijos la gloria de su nombre” .

Para Sarmiento todos los indígenas que habitaron San Juan eran huarpes, error que predominó por largo tiempo por lo cual la existencia del pueblo capayán permaneció desconocida durante un tiempo. Error es una manera de decir; se trataba de una concepción ideológica: todos los pueblos aborígenes se les aparecían como iguales, sus diferencias étnicas no revistaban importancia. Horacio Videla recae, -pese a contar con más información histórica que Sarmiento- en la misma afirmación.

Por Sarmiento sabemos que Calibar era moquinero y capayán. Su apellido tiene larga data, al igual que el de Caliba, que parece ser el original. Este último apellido se registra empadronado en Catamarca en 1667. Existen familias en Jáchal que aún llevan esas dos variantes como apellidos y que reconocen en sus antepasados origen indígena. Sarmiento también se equivocó al afirmar que el recuerdo de Calibar perduraría en tanto que el de Facundo Quiroga no. Ambos han perdurado: Facundo tiene trascendencia nacional perenne y Calibar aún es recordado popularmente y una calle muy importante de San Juan se denomina Rastreador Calibar. Si, como dice Sarmiento Calibar regresó a Mogna, sus hijos quedaron en San Juan; una de ellas Romana, mulata, era criada al servicio de una familia tradicional de la ciudad. (15)

La tradición de rastreador permanece en aún Mogna. Sus habitantes reconocen las huellas, conocimiento que les resulta de importancia para el seguimiento de sus animales.

Martina Chapanay y Santos Guayama eran indígenas. Fueron los gauchos rebeldes de la travesía que encarnaron la típica figura del gaucho de esta región en su apogeo y comienzos de su decadencia.

Martina, nacida el Zonda en 1799, murió en Mogna en 1874, según algunos, en 1887, según otros. Un antecesor suyo había sido un indio yacampi del valle Fértil, encomendado a San Juan en 1688. Cinco generaciones después en un pueblo huarpe de Zonda, según la tradición, nació Martina. Es posible considerar la posibilidad que este pueblo haya sido de origen moquinero, trasplantado en 1633, como vimos. En 1822 siguiendo a su enamorado, un gaucho riojano que se llamaba Cruz Cuero, se unió a las fuerzas de Facundo Quiroga, integrando su caballería federal. Con Facundo habría estado hasta 1835, cuando éste fue asesinado, desbandándose sus fuerzas. En esos años Martina había demostrado

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coraje y destreza en combate, siendo admirada por los hombres. Muerto su compañero, regresó a su pueblo indígena, que ya no existía; despojo, persecución, reclutamiento, habían acabado con su pueblo. Aquella ya era una época de salteadores de caminos en las montañas y travesías, Martina se unió a una banda hasta 1840, en que continua sola sus correrías. Era perseguida pero en 1841 se integró a las fuerzas de Benavides, en el calor de las luchas entre unitarios y federales. Lucho contra el general Acha en la batalla de Angaco. Después volvió a ser bandolera, sus compañeros fueron cayendo de uno en uno. Ella siguió libre pero fue cambiando, ayudando o pidiendo a los viajeros. En 1856 se enganchó con las fuerzas de Chacho, integrando una fuerza de seguridad del caudillo. Cuando este fue asesinado, Martina debió rendirse al frente de 200 hombres. Fue incorporada al ejército con el grado de sargento, encontrándose con Irrazábal, el asesino del Chacho, al cual desafió a duelo. Cuando le dijo que lo iba a matar de frente y no como él hizo con el Chacho, Irrazábal tuvo una crisis nerviosa y se fue del lugar del duelo. Retirada de la lucha, se fue a vivir a Valle Fértil donde aparentemente llegó a un acuerdo con las autoridades para informar sobre los bandidos que hubiese. (16)

Aunque algunos autores plantean que Martina colaboraba con las autoridades, parece no haber sido exactamente así. En febrero de 1864, después del asesinato de Ángel Peñaloza, el Juez de Valle Fértil informaba al gobierno de la provincia sobre el movimiento de “los bandidos o pequeños montoneros que estaban desarrollándose nuevamente”; un grupo de gauchos “había estado en el Bermejo en la guarida de la bandida Martina Chapanay” y se informaba de otros movimientos en torno al caudillo lugareño, Elizondo, para el Juez informante no se había extinguido el bandidaje. (17)

Como sea las bandas aisladas fueron cayendo bajo las fuerzas policiales y militares, pero Martina se alejó de esa vida y se dedicó a ayudar a los viajeros de la travesía. Como era una excelente baqueana y rastreadora, encontraba a los animales perdidos, guiaba a los viajeros, los hacía vadear los ríos, construyó refugios con ramadas y agua. Según Marcos de Estrada se enmendó, acercándose a la religión. En Mogna, ya anciana (de 76 años o de 87 años), murió a raíz de la picada de una víbora. Si bien otros relatos dicen que habría muerto por la herida de una puma en otra región, lo cierto es que la tradición quiere que esté enterrada en el cementerio de Mogna, detrás de la capilla, donde tenía una gran cruz y luego una tumba, hecha por pobladores de Mogna.

Según relatan los moquineros, el rancho donde vivía estaba situado en una esquina del predio donde está la escuela de los Puestos (La Pompeya y Callejón Fernández).

Margarita M. de Escudero, en su novela citada, incluye el relato de un personaje que sufrió los arrebatos de la gaucha. La autora escuchó el relato por la boca de un paisano que en sus años mozos habría sido interceptado por Martina Chapanay e hizo el amor con ella. En la novela de Pedro Echagüe se cambia la personalidad de Martina para hacerla aparecer como una mujer arrepentida en sus últimos años de sus anteriores actos: Martina devuelve un dinero que había robado a la Virgen de

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Mogna. El folclore popular dice que aún se conservan los bienes que habría devuelto la famosa gaucha.

Una copla popular reúne a Martina y caudillos de la montonera del Chacho en Mogna: (18)

En Mogna la Chapanay a Chumbita enamoró, Ontiveros le disparó y ella de pena murió.

La realidad de este hecho es dudosa, pero expresa la fama que tenía la gaucha.

Cuando Martina, después de muchas andanzas, regresó a su pueblo, este ya no existía, y con el tiempo terminó refugiándose en Mogna donde existía aún el pueblo indio.

Los gauchos rebeldes no podían ser bien tratados por la historiografía oficial. Pero así como se los detracta, también se trata de pintar un cuadro de arrepentimiento, de actos “de redención”, tal que podrían ser aceptados en la consideración social. Se teje una leyenda con respecto a Martina, en la cual, ya anciana, devuelve las joyas que un compinche suyo habría robado de la capilla de Mogna, como aparece en la novela de Echagüe, (19) tratándola de hacer pasable para las clases ilustradas. Se dice que en sus últimos años colaboró con las autoridades, denunciado a los gauchos alzados, pero en realidad era vigilada y vista con desconfianza.

Martina fue un personaje singular pero también fue un arquetipo de la travesía; como gaucho fue un rebelde propio de la época, como indio era característico que viva al borde de la civilización: es marginada y marginal a la vez. Y como mujer combatiente fue una excepción para su época. Fue uno de los jinetes rebeldes de Chumbita, de los últimos indígenas gauchos que combatieron. Fue una de los últimos gauchos rebeldes de las montoneras; cuando estas fueron derrotadas, quedaron gauchos en las travesías como los últimos representantes de una época que terminaba con ellos, ya que después el gaucho se iría convirtiendo paulatinamente en obrero rural y ya en el siglo siguiente en obrero industrial urbano. Quedaban fuera de la sociedad civilizada, del país que se constituyó sobre la base de la dominación porteña y del poder de los terratenientes.

Estos rebeldes fueron expresiones de la travesía; solamente allí podían ser comprendidos en su papel social.

Dice una moquinera:

“Doña Martina Chapanay, después de ser una mujer gaucha no tiene historia, una historia segura, pero presumiblemente también una corta leyenda que decía que cuando estuvo muy vieja y enferma, estuvo para el norte de después, porque por aquí tenía las posadas cuando iba con arreos pasaba por Mogna.

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Entonces ella había pedido morir en Mogna y también dice que en un algarrobo vivió, hizo un ranchito y se murió ahí.... parece que ahí está sepultada pero historia no tiene Martina Chapanay”.

No tiene historia, como no la tiene los pueblos olvidados, pero sí tiene leyenda, Martina entra en el espacio difuso en que confunden historia y leyenda como la indígena guerrera, la mujer hombruna, de la bandolera- montonera, la rebelde milagrosa. De rebelde popular se ha convertido en santa de la religiosidad popular: no ha abandonado el bando del pueblo, sino que ha sido resignificada por este.

En Mogna, a diferencia del resto de la provincia, donde es tenida solamente como una imagen legendaria, a Martina Chapanay se la considera en una suerte de santidad popular, que muestra el último rostro de la bandolera y montonera: el de la ayuda solidaria en la travesía. Allí está la memoria popular sobre ella, la tumba donde están (estarían) sus restos, la capillita pequeña en su memoria, el culto y las promesas que se le hacen, considerando que es milagrosa.

Informa una moquinera:

“Muchas veces se le piden cosas, por ejemplo, si un animal está enfermo o si se perdió... como ella ha sido mujer gaucha y siempre andaba en sus caballos, ella debe haber sido una abogada para eso, como una ánima, se le pide como una ánima, tener fe que le sane el caballo, que el animal aparezca, que Martina Chapanay me lo haga aparecer, me lo cuide.”

Y otra moquinera dice:

“Que me cuide los animalitos, pero no los cuida nada, se vota a floja”.

Fue la india que expresaba la rebelión de su pueblo, siguiendo la trayectoria de Tantintucla y Alcane.

Fue la huarpe-capayán, que habiendo perdido su pueblo, lo encontró nuevamente en el último pueblo indio, Mogna.

Fue la india-gaucha en los inicios de la etapa de conversión del indio en gaucho y del gaucho en peón.

Fue la gaucha-gaucho, la mujer-hombre, arrojada y valiente.

Fue la gaucha rebelde que se convirtió en mujer samaritana.

Fue la gaucha cerril que se convirtió en santa gaucha.

Fue el gaucho de la región andina y de la travesía.

Martina Chapanay fue expresión del valor y capacidad de la mujer de la travesía.

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Bibliografía:

1. Ardissone, R.: El derrotero de Adams por tierras cuyanas en 1825. Revista de Historia N 3-4.

Archivo Histórico y Administrativo. San Juan, 1959.

2. Datos tomados de Videla, H.: Historia de San Juan. Tomo IV. Academia del Plata, Universidad

Católica de Cuyo. San Juan, 1976. Pág. 207

3. Domingo F. Sarmiento: El Chacho. Op. Cit. Pág. 297

4. Idem ant. Pág 298.

5.. Idem ant. Pág 298.

6. AHA. Libro 295, fs. 253-264. Archivo Histórico de San Juan

7. AHA: Libro 295, f. 374. Archivo Histórico de San Juan.

8. AHA. Libro 322. f. 339. José María Suárez; Jáchal, 21 de julio de 1867. Archivo Histórico de

San Juan.

9. AHA. Libro 322, f. 34. José María Suárez; Jáchal, 22 de julio de 1867. Archivo Histórico de

San Juan.

10. AHA. L.322, f. 34. Declaración de Guevara: Jáchal, 22 de julio de 1867. Archivo Histórico de

San Juan. .

11. Ídem. ant.

12. AHA.Libro 322. F. 285.Suárez. “Carta al Ministro de Gobierno.” 13-julio-1867. Archivo

Histórico de San Juan.

13. AHA. Libro 322, f. 340. Suárez. “Carta al Ministro de Gobierno.” 22 de julio de 1867. Archivo

Histórico de San Juan.

14. Domingo F. Sarmiento: Recuerdos de Provincia. Editorial Sur. Buenos Aires. 1960. Pág. 64.

15. Octavio Gil: Tradiciones Sanjuaninas. Editorial Peuser. Buenos Aires 1948. Pág. 128.

16. Hugo Chumbita: Jinetes rebeldes, Buenos Aires, Vergara, 2000.

17. AHA. Libro 295, f. 254. Nota del 5 de febrero de 1864. Archivo Histórico de San Juan.

18. Hugo Chumbita. Op. cit. Pág. 113.

19. Pedro Echagüe: La Chapanay (1884), en: Dos novelas regionales. Buenos Aires, W .M. Jackson, 1945

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La antigua ruta del siglo XVII, XVII y principios de XIX, que unía San Juan con el norte a través de Mogna, había caído en desuso. Hacia el Valle Fértil las huellas fueron antiguamente muy transitadas, de allí traían a través de quebradas el ganado con destino al engorde en Jáchal, previo a su paso hacia Chile. Mogna era un lugar de paso del ganado. Con el Valle Fértil se realizaba trueque de quesos, frutas desecadas. Traían trigo para moler en el molino de la familia Rodríguez. Pero el tránsito hacia el norte ya no se realizaba por Mogna. Como sea Mogna se inserta de forma secundaria, en la economía de tráfico de ganado en pie a Chile y se siembra alfalfa y trigo.

Derrotada la rebelión montonera, terminó la etapa de lucha activa de los moquineros. Mogna sufrió desde entonces una situación que la fue afectando crecientemente. Ya en los enfrentamientos se expresó una lucha entre Tucunuco y Mogna: una situación que en los años siguientes afectaría de otra manera a Mogna. Los Doncel, al frente de tropas nacionales se abatieron sobre Mogna y posteriormente otras fuerzas; montoneros moquineros y no moquineros atacaron Tucunuco; la lucha armada fue el preámbulo del conflicto por el agua; una continuación en realidad, donde los Doncel prácticamente estaban condenando a la extinción a los moquineros.

Sequías, inundaciones y reveniciones son procesos naturales que afectan particularmente a esta comunidad del desierto, siendo el caudal del río muy fluctuante, con períodos de una caudal abundante, normal o muy escaso. Mogna está en el último recorrido del río Jáchal; siendo la última zona de regadío está expuesta al abuso en el uso del agua para regadío aguas arriba. El río Jáchal es aprovechado para la agricultura en Angualasto, en Iglesia, en el valle de Jáchal intensamente y luego de salir de este Valle, en San Roque, Niquivil, Tucunuco y finalmente en Mogna. A las fluctuaciones naturales del caudal del río, se agregan las fluctuaciones por el abuso en el uso humano del agua, pero del uso realizado en función de la propiedad privada, del lucro personal sin importar como afecte a otras aguas abajo y de las leyes sobre el uso de los recursos hídricos. Tal es el caso de Mogna que sufrió una situación desesperante de sequía provocada por el abuso del agua realizado en Niquivil y Tucunuco, en particular entre 1870 y 1885 aproximadamente. Este capítulo podría agregarse a la historia universal de la infamia, habida cuenta de lo que se hizo sufrir a un pueblo.

MOGNA ASEDIADA POR LA SEQUIA PROVOCADA ENTRE 1870 1894

Según los testimonios existentes en el archivo de la Municipalidad de Jáchal, en 1865 Carlos Zuizer habría tapado el curso del Arroyo Agua Negra, que desemboca en el río Jáchal, dentro de su propiedad “El Volcán”. Carlos Zuizer era un prusiano llegado a Jáchal que, como quiere la tradición popular arribó con otros dos compatriotas. Stolzig y Esterman, apellidos que fueron españolizados. Los tres habrían sido combatientes mercenarios en la guerra de secesión estadounidense y Sarmiento los habría impulsado a viajar a San Juan. Como quiera que sea, José

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Eugenio Doncel, terrateniente de Tucunuco, protestó por ello, ya que dicho “tapón” sólo dejaba pasar un poco de agua, consiguiendo que se le prohibiera a Zuizer seguir con ese “despojo”. Dadas las situaciones de las luchas civiles de1867, -en que Doncel jugó un importante papel en Jáchal y San Juan en contra de la montonera de Felipe Varela- Zuiser aprovechó para realizar una nueva toma. Pero como hasta 1868 hubo un caudal adecuado de agua en el río Jáchal, pudo soportarse el problema. Pero desde 1870 hubo merma en la cantidad de agua, produciéndose un nuevo reclamo, esta vez de parte de Eugenio Segundo Doncel, quien estaba entonces al frente de la finca de Tucunuco, dado el fallecimiento de su padre, Eugenio Doncel, reclamo que fue archivado. En 1875 Luis Doncel, otro hijo de Eugenio Doncel, realizó un nuevo reclamo, por lo cual las autoridades ordenaron se rompiese “el tapón”. Esta decisión no fue cumplida. A esta altura la toma del arroyo “Agua Negra” producía la detención de las aguas y el aterramiento de muchos nacedores, por cuyo motivo se observaba una notable disminución en el caudal de Agua Negra. (1) Pero además en otra finca, “El Fuerte”, de Roco, se había hecho otra toma, lo cual agravaba la situación.

En marzo de 1872 una petición del vecindario de Mogna a la Comisión de irrigación planteaba la “suma necesidad” de agua por lo que pedían que ordenase a Doncel que largasen el agua ya que: (2)

“...no nos alcanza el agua, mucho menos para la vida, pues que en los meses pasados han llorado las familias de sed.”

En 1877 Celestino Rodríguez escribía al subinspector de agricultura (3)

“En vista de la suma escasez del agua en que se encuentra este vecindario, de tal suerte que sólo llegan muy escasamente dos grados de agua, se demora dos días para llegar desde que se larga de Tucunuco, de manera que se puede decir que no solo no alcanza el agua de turno para bebida. En cuanto a los días que nos corresponden de venida, estamos en seco, porque esta no alcanza a llegar a este vecindario”

Los moquineros pedían justicia, para lo cual planteaban que se implementasen turnos de cuatro días.

En 1879 en la presentación realizada por Carlos Doncel, el tercero de los hermanos “Donceles”, expresaba ser representante del vecindario de Mogna. Allí escribía: (4)

“La villa de Mogna, principalmente, se halla ya en estado de no poder subsistir, mientras Tucunuco penosamente se sostiene, pero con su porvenir igual al de aquella villa si nuestro derechos no fuesen protegidos por las autoridad”.

Carlos Doncel solicitaba la destrucción del tapón de Agua Negra y de la toma del lecho del río Jáchal, además de la limpieza de los nacedores del Agua Negra, que estaban “aterrados”.

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El mayor uso del agua y su apropiación en Niquivil provocaba que hubiese menor cantidad para Tucunuco y Mogna, adonde llegaba “poquísima agua”. Pero no sólo Tucunuco y Mogna eran las víctimas ya que a la vez los hermanos Doncel hacían sufrir a los moquineros, ya que ellos mismos acaparaban el agua, ya que en todo caso, sus derechos estaban “protegidos por la autoridad”.

En 1883, Santiago Valdez, de Mogna, escribía al subinspector de agricultura: (5)

“En vista de la suma agotación del agua que hoy desgraciadamente se sufre hoy (sic) en está sección de manera que escasamente es solo una sobrevida para este vecindario”

Solicitaba una solución tal que “se pueda favorecer siquiera las sementeras actuales de este vecindario.”

En 1879 los vecinos de Mogna protestaron ante el juzgado de la localidad contra el comisionado de irrigación que nada hacía por solucionar su situación.

En 1884, Amador Sandez escribía al subdelegado de Jáchal, Ricardo Dojorti: (6)

“Los cánon de uso de la finca de los señores Doncel son tres de primera: Los grados de agua que usan en su molino dichos señores, no saben apreciarlos en razón a que según ellos muelen a turno.

Los cuadros de regadío dicen ser 700 en vez de 450 que tienen empadronados.”

Una carta de 1878 de Celestino Rodríguez daba cuenta de la situación desesperante. (7)

“... siendo mi máquina (de molino) de última clase, descompuesta al todo, puede decirse (que) por haberlo hecho componer desde el año pasado, (por el) motivo de la escasez de agua que hemos tenido y con este motivo no ha habido cosechas para poder funcionar en todo este año presente hasta terminar el año.

En esta virtud si hubiese lugar a escurrirme del pago por los motivos expuestos y es justicia que pido”.

La población de Mogna planteaba que debía proceder sea compartir el agua entre Tucunuco y Mogna en proporción a sus regadíos, la aplicación de tal medida se encontraba:

“con el inconveniente de siempre, el cual es que el Sr. D Eugenio Doncel se opone a largarnos el agua de Tucunuco y no cede a arreglo alguno pretextando que el agua la tienen más arriba de ese punto...” (8)

En Mogna se sufría por la escasez de agua, perdiéndose los cultivos y faltando para el consumo humano. Otro documento muestra la gravedad de la situación:(9)

“... en Tucunuco se alzan toda el agua por sus dos grandes canales y que no solo quedan algunas filtraciones que pasan por el río y los desagües de esa finca,

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después de recorrer estas más de una legua de salitrales (...) no se puede conseguir se nos aumente siquiera algo de agua: y solo de vez en cuando viene un poco aumento, y esto es por pocos días, cuando tienen los Donceles necesidad de moler, y fuera de esos casos, no tenemos en este vecindario sino una miserable bebida y esta enteramente solo brega, (sic) casi insoportable y perjudicial a la labranza”

Un documento del gobierno de San Juan dirigido el 28 de septiembre de 1886 al subdelegado de Jáchal intenta dar solución final al problema, atendiendo a la ley general de Irrigación y de alto reglamentario del 20 de febrero de 1872. (10)

“Se debe velar por la buena administración del agua en el distrito que según el decreto mencionado forman Niquivil, Tucunuco y Mogna, sirviéndose como de su agente natural.

(...) Vecinos de Mogna han presentado ante el gobierno la necesidad de establecer el orden que es indispensable en la distribución del agua que alimenta los cultivos del distrito referido del cual forma parte esa localidad, y en esta virtud el Sr. Gobernador me ha encargado que dirija a Ud. recomendándole que proceda con la brevedad posible a ordenar que todos los vecinos del distrito de Niquivil, Tucunuco y Mogna pongan compuertas con llave en sus tomas respectivas, dentro de un plazo prudencial que Ud. les fijará, al cumplimiento de esa obligación, con multas que Ud. señalará en la respectiva ordenanza, en gerencia de la facultad que la ley le confiere.

Una vez colocadas las compuertas, dará Ud. las instrucciones del caso al comisionado para que vigile la distribución del agua con relación a los cultivos, según las constancias del padrón que debe estar archivado en la oficina de esa subdelegación”.

Segundo Nievas, que era Subdelegado de Jáchal, realizó una recorrida por todos los distritos del departamento -que por entonces aún comprendía a Iglesia- y elaboró un largo y detallado informe que nos permite conocer como era el Jáchal de entonces, en particular nos interesa la descripción de Mogna, dada la situación terrible que sucedía allí: (11)

Distrito de "Mogna":

Situado como 18 leguas al Sud Este de esta Villa. El camino que conduce a esta población sale desde Tucunuco con dirección al Este; este camino, aunque no es muy malo, se anda, sin embargo, puramente a caballo por razón de tener pequeñas cuestas, (ilegible) quebrada, muy encajonada de más de una legua de largo, por último, al llegar al río, a la entrada de "Mogna" tiene otra cuesta, aunque de fácil acceso. Pasada la cuesta y siguiendo el camino de la orilla Este del río, que aquí es bastante desplayada, ya las guías le anuncian que se va a llegar a Mogna. Se busca con solícito afán ver aparecer por entre el tupido bosque de algarrobos y chañares a algunos de esos centinelas avanzados del cultivo: el álamo y el sauce; tiempo perdido, ¡no hay!

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Por fin entramos a una calle bastante recta con alamedas de algarrobos y chañares a ambos costados. De un lado un regular y recto canal lleno de aguas amarillas y sucias, y del otro, terrenos que, probablemente algún día lejano fueron "labrados, pero que, actualmente, yacen en completo abandono.

Sin pensarlo, o más bien dicho, sin advertirlo se l1ega a la población que aquí tiene el pomposo nombre de Villa; se sufre una gran decepción respecto a la curiosidad que a uno lo anima y el ánimo se contrista cuando, llegando al centro de la plaza y extendiendo con curiosidad la vista en todas direcciones no contempla sino el triste cuadro que presentan edificios abandonados que yacen en ruinas, con techos hundidos y sus puertas desencajadas. Sin embargo, se sufre una reacción moral al divisar aún en pie, subsistente, una pequeña capilla que ostenta en su frontis una cruz que desafía al tiempo y a la inclemencia con sus humildes brazos de madera.

Al piso endurecido de sus calles en otro tiempo, por el continuo trajín de hombres y cabalgaduras, ha sustituido ahora el médano y la vegetación, espontánea. ¿Qué ha sido, pues, de esa bulliciosa y tal vez feliz población de otro tiempo, qué cataclismo o qué poderosa causa pudo hacerles abandonar en absoluto, sus, sin duda, queridos lares? ¿O será cierto que el hombre hasta su hogar olvida?

Cabizbajo, pensativo o ensimismado en la investigación del origen de tanta desgracia no nos habíamos fijado en la existencia de uno que otro rancho habitado cerca de la plaza que venía a quitarle a la población el aspecto de un vasto Cementerio.

El Distrito de Mogna tiene una población de la cual una parte se ocupa de la crianza de pequeñas majadas de ovejas y cabras; otros, en el arreo en pequeñas tropas de burros, de sal de las "Salinas de Mogna", la cual la llevan a los Departamentos de Angaco y Albardón a cambalacharIa por los artículos de primera necesidad de que ellos carecen. Los demás se ocupan en el cultivo de algunos fundos, generalmente insignificantes, en los que se cultiva la alfalfa, rara vez trigo y casi nunca maíz, no obstante ser buenos los terrenos.

La razón de cultivos tan accidentados y mezquinos está en el agua, el terreno es excelente según los mismos hijos del lugar, lo que se confirma por la lozanía de la vegetación espontánea.

El cuadraje de irrigación de Mogna es de 740 cuadras, de las cuales apenas podrán regar 200, el resto no puede contar seguro con salvar sus siembras. El riego se hace con el escaso caudal de agua que arrastra el río de "Jáchal", la que llega en las peores. condiciones ya para el uso doméstico como para el riego. Se compone de los desagües salitrosos de la finca o fundo de 'Tucunuco".

Preguntad a la causa de riego tan accidental y de agua tan detestable, se me informó por el Encargado de lrrigación de la localidad que: todos los sobrantes del agua del río de Jáchal, como los del arroyo de la Agua Negra y "Volcán V'" eran levantados en "Tucunuco", pero que existía el convenio de que cada ocho días le sería soltada toda el agua a "Mogna". Dicho convenio, según los reclamos que a

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cada paso se hacen, manifiestan que no es cumplida por los que alzan el agua en "Tucunuco".

Como se ve por la historiación que antecede, es aquí donde está el secreto de la muerte paulatina del Distrito que vengo diseñando; éste es el origen de su despoblación y no lejano abandono.

Para evitar la prosecución de este estado, verdaderamente extraño y anómalo, creo que sería conveniente la intromisión equitativa, y justiciera de la autoridad, ordenando la construcción inmediata de un comparto de cal y canto en el lugar donde "Tucunuco" levanta el agua o donde convenga previa vista de un ingeniero para, por ese medio, hacer el reparto equitativo y constante del agua que por derecho y ley les corresponde.

No llegando a "Mogna" el agua del río, se comprende que las que les llegan son los desagües y de las vertientes saladas del campo de los pozos, que están al Sud – Naciente de "Tucunuco". Semejante agua sólo la exigente necesidad puede hacerla usar para tomar o para regar; y regando con ella, es decretar de antemano la, pérdida de las sementeras y aún de las hortalizas.

"Mogna" tendrá una población de 200 o 300 habitantes bastante diseminados. Sus autoridades son: un Inspector de Policía, un Juez de Paz y un Encargado de Irrigación nombrado por el Sub Inspector de Irrigación de Jáchal.

Tiene una Escuela de ambos sexos regenteada por una Directora y una ayudante.

Este lugar se encuentra equidistante de el "Valle Fértil" y "Angaco Norte". Los arreos que van a Chile han tomado últimamente este camino, tomando de "Mogna" a la "Junta del Agua", de ahí a Huaco y "Pampas ".

No teniendo "Mogna" álamos ni sauces, no ostenta más vegetación que la natural de su suelo, como son los algarrobos y chañares, que tienen proporciones corpulentas.

Sus pocas calles, que a veces separan un potrero alfalfado de un rastrojo o campo inculto, sólo tienen cercos de rama o de los árboles ya indicados. Como resto o recuerdo de tiempos más felices existe un molino que, aunque todavía presta algún servicio, está ya semi arruinado.”

Por lo que se advierte la suerte de Mogna no mejoró. Una carta del 25 de octubre de 1895 una carta de Tránsito Muñoz señalaba que llegaba muy poca agua para las pocas siembras que habían podido hacer y esas aguas estaban en:

“pésimo estado por ser aguas de Tucunuco, un grado de agua muy salada y amarga que más bien es un veneno para las plantas”

En Tucunuco se levantaban todos los sobrantes del río y arroyo de Agua negra, no respetando el convenio de largar el agua cada ocho días. Se trataba de un

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conflicto entre los terratenientes (Zuiser y Roco) que se apropiaban del agua de arroyos y del río en Cruz de Piedra y el Fuerte contra los terratenientes al sur, Niquivil y Tucunuco (la viuda de Varela y los Donceles). En esa pugna los que menos peso tenían eran los moquineros, por ser últimos aguas abajo, los más pobres y al no ser latifundio, sino un conjunto de pequeños propietarios pobres. Esta vez el significado de Mogna, larga distancia, les jugaba en contra. Si antes pudo haberlos protegido, ahora significaba que les apropiaban el agua. Era en segundo aspecto del conflicto y el más importante: terratenientes ricos poderosos contra campesinos pobres. Nuevamente los moquineros debían sufrir la dominación de los poderosos.

Hacia la década de 1880 sucedió un hecho que está presente aún en la memoria de algunos moquineros, que está expresada en el libro de Díaz Costa y que hemos leído en un documento que luego, lamentablemente, no hemos podido rescatar.

Escribe Rogelio Díaz Costa: (12)

“Los del Tucunuco estaban cebados. Ranchaban en Mogna y robaban a las mujeres.

Un día los moquineros hicieron un escarmiento. En unos “garabatos”, desnudo, mutilada su dignidad de hombre, devolvieron a un audaz tucunuqueño, ensartado en las espinas y arrastrado por su propio caballo que volvió a la querencia”

Los moquineros simularon irse y le tendieron una celada al violador, atrapándolo y cortándole los testículos. Se recuerda aún el lugar de la tumba del aprovechador, cerca del cementerio de Mogna, aunque la versión del Díaz Costa dice que llegó a Mogna. No es una referencia menor: muestra el grado de violencia ejercido sobre los moquineros y la respuesta aleccionadora de estos.

En aquellas décadas los Doncel constituían una familia poderosa económica y políticamente en San Juan, por lo cual podían sentirse impunes.

Si en el siglo XVIII a los capayanes moquineros les intentaron quitar las tierras los hacendados españoles desde el este, en siglo XIX terratenientes del oeste les quitaban el agua: Treinta años los moquineros vivieron en esa situación terrible de una muerte lenta por la falta de agua.

Una figura a destacar en esta época es la de Celestino Rodríguez. Su figura ocupa los últimos cuarenta años del siglo XIX. Fue uno de los mayores propietarios dentro de las características minifundistas de Mogna. En 1883 tenía 9 has. y en 1908 15 has. Como propietario del molino, que tenía una fundamental actividad y papel económico, fue un referente social. Fue un hombre del gobierno, se opuso a los montoneros, pero cuando las fuerzas nacionales irrumpieron y robaron y violaron en Mogna, se puso enérgicamente al frente, defendiendo a sus paisanos, aunque luego no haya tenido éxito. Fue uno de los que luchó contra las acciones de los Donceles. Ocupó los cargos de comisario, Juez de paz, Inspector de distrito. En los documentos que escribió que se han conservado se denota su preocupación por los problemas de Mogna.

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El molino es un patrimonio histórico del pueblo de Mogna. Existía ya en 1850: su tamaño es pequeño y de tecnología más antigua que los grandes molinos de fines del siglo XIX. Aunque hacia 1887 estaba semiarruinado, debió ser refaccionado hacia principios del siglo XX pues continuó funcionando y proveyendo de un medio fundamental para la agricultura de autoconsumo de Mogna hasta 1950.

En julio de 1876 Celestino Rodríguez escribía: (13)

“Que habiéndose clasificado patente por el molino el presente año del 1876 siendo que mi máquina es de última clase, (estando) descompuesto todo, puede decirse (que) por el no haberlo hecho componer desde el año pasado (por el) motivo de la escasez de agua que hemos tenido y por ese motivo no ha habido cosechas para poder funcionar en todo este presente año hasta terminar el año.

En esta virtud si hubiese lugar a escindirme del pago por los motivos expuestos y es justicia que pido.”

Recordemos que el informe de 1887 dice que: (14)

“Como resto o recuerdo de tiempos más felices existe un molino, que, aunque todavía presta algún servicio, está ya semiarruinado”.

Pero como sea, (debió haber una relativa modernización mediante), el molino siguió funcionando hasta 1951, primero bajo la dirección del hijo de Celestino Rodríguez, Pedro Isaac y luego de su nieto Andrés Celestino. Durante un tiempo proporcionó el pan y el cocho para los niños de la escuela de la villa. A la muerte de su dueño se detuvo la producción del molino. Hacia la mitad del siglo XX, el país vivía un proceso de industrialización y urbanización muy desarrollada, donde las zonas rurales y pequeñas poblaciones eran fuentes de emigración, en ese marco, de Mogna, pueblo enclavado en medio del desierto, emigró gran parte de la familia Rodríguez y el molino fue cayendo en el abandono.

El molino era de construcción típica, de adobe. Con el abandono fueron sustraídas muchas piezas, quedando actualmente muy pocas y sin el techo. Las piedras, según la impresión que tienen, eran importadas de Francia.

Un moquinero, don Lucas, nos contaba:

“Siendo niño me mandaban a moler trigo y sacábamos la harina, el trigo, molíamos una fanega que eran 12 almud de trigo y allá molíamos y sacábamos harinilla y ahora no sé como le llaman... y el afrechillón, también era harina pero media negra, más morocha no sé como le han puesto ahora el nombre... Era de la harina blanca, salían esas tres clases y una del afrechillón, eso sacaba de una fanega de trigo. Y todo eso se comía y se hacía en la arena; hacíamos tortas.”

Don Juan Malla, de Mogna, dice:

“Yo lo he visto medio moliendo, quebrajando un poco de trigo, pero hacer harina, no lo he visto. Había un señor Rodríguez que lo atendía y se utilizaba para frangollar, por ejemplo, para los perros, el trigo, el maíz o para los chanchos; lo

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quebrajaba pero no lo molía. Ya estaba muy deteriorado... y después desapareció, luego se fue la familia Rodríguez. El señor último que estuvo lo quería mantener pero se fue y después falleció... Sería importante que se recupere como patrimonio…”

La ley 6.951, emitida por la Cámara de Diputados de la provincia de san Juan, el 5 de agosto de 1999, declaró a Mogna pueblo histórico comprendiendo el caserío, campo santo, molino y lugares de significación histórica. Los trabajos de restauración, que podrían salvar los restos del molino, y que debían haberse realizado aún se están esperando.

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Bibliografía:

1. Eugenio Doncel al subdelegado de gobierno. 21-1-1879. Archivo Municipalidad de Jáchal.

2. Mogna, 19-5-1872. Archivo Municipalidad de Jáchal

3. Celestino Rodríguez. Carta del 17-12 – 1877. Archivo Municipalidad de Jáchal.

4. Carlos Doncel al subdelegado de gobierno. 1879. Archivo Municipalidad de Jáchal.

5. Carta de Santiago. Valdez al Subinspector de agricultura de Jáchal. Mogna, 5-01-1883. Archivo

Municipalidad de Jáchal.

6. Carta de Amador Sandez a Ricardo Dojorti. Mogna, 4-4-1884. Archivo Municipalidad de Jáchal

7. Carta de Celestino Rodríguez al subdelegado de Jáchal. Mogna, 11-7-1878. Archivo Municipal de Jáchal. 8. Santiago Valdez al Subinspector de agricultura de Jáchal. Mogna, 15-1-1883. Archivo Municipal

de Jáchal.

9. Felipe Valdez al comisionado de Irrigación. Mogna, 6-10-1883. Archivo Municipal de Jáchal.

10. Ministerio de hacienda y Obras Públicas. San Juan, 28-09-1886. Archivo Municipal de Jáchal

11. Nievas, Segundo: Informe de Jáchal. 1887. AHA. Libro 39. Archivo Histórico de San Juan.

12. Rogelio Díaz Costa. Op. Cit. Pág. 93-94.

13. Celestino Rodríguez. Mogna, 1876. Archivo Municipal de Jáchal

14. Nievas, Segundo: Informe de Jáchal. 1887. Op. cit.

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Capítulo VI

La etapa agrícola (1870-1950)

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CAPITULO VI: LA ETAPA AGRÍCOLA (1870-1950)

PROCESO DE TRANSFORMACIONES SOCIALES

Los labradores de la economía de subsistencia de Mogna adoptaron una actividad pastoril, se dedicaron a la cría de ganado bovino, caprino y vacuno. Los grupos aborígenes sufrieron la encomienda, la reducción, las enfermedades llegadas de Europa, las matanzas, la desnaturalización, la imposición de relaciones productivas que desconocían, de actividades laborales que tampoco conocían, la explotación, el forzoso proceso de aculturación que le negaba su cultura, su lengua, sus propias creencias: todo ello llevó a la extinción de los pueblos originarios o cuanto menos el mestizaje y fin de su cultura. La estrategia de Francisco Alcane logró la supervivencia de su pueblo, amenazado por todos los males que les imponía la colonia. Lograron, como la plantea Chumbita (1)

mantener su identidad comunitaria y sufrieron un proceso de campesinización y de reconversión en gauchos mestizos. Desarrollaron una actividad ganadera periférica, participando en la economía de tráfico de ganado en pie a Chile; fueron pequeños ganaderos y también agricultores que cultivaban para su propio consumo trigo y maíz, además de alfalfa para el ganado. Ese proceso los convirtió en una mezcla étnica y cultural, se cruzaron con aborígenes de otras etnías, con blancos, negros y mulatos. Los marginados llegaban a Mogna, hasta que, hacia 1880, comenzaron a llegar algunos españoles que se afianzaron allí, pese a lo adverso de la geografía. La antigua propiedad comunal, que estaba expresada en la propiedad del cacique, desapareció y se desarrollaron las pequeñas y medianas propiedades. La propiedad de la tierra fue creando una estratificación social, ya que algunos tenían más tierras que otros, pero no existían terratenientes.

El proceso de aculturación se acentuó con la institucionalización de la Santa Bárbara, que fue dejando de ser un culto local para adquirir creciente importancia y fue atrayendo promesantes de Jáchal y San Juan.

AGRICULTURA

Sobre la propiedad de la tierra hemos encontrado datos en el Archivo de la Municipalidad de Jáchal, que nos han permitido construir un cuadro sintético y comparativo, que muestran la estratificación de las propiedades.

Cuadro N°1: Propiedades en Mogna, por número de propietarios y de cuadras. Años 1883 y 1908

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Cuadras Año 1883 (1) Año 1908 (2)

Propietarios N° de cuadras Propietarios N° de cuadras

1 – 5 8 26 (3%) 23 59 (8%)

6 – 10 12 86 (11%) 16 84 (12%)

11 –15 9 114 (14%) 13 144 (20%)

16 – 20 4 80 (10%) 2 34 (5%)

21 – 30 6 146 (18%) 3 66 (9%)

31 y + 5 334 (42%) 3 320 (45%)

Total 44 786 (100%) 60 707 (100%)

1. Padrón general del distrito de irrigación de Municipal de Jáchal 1883. Archivo de la Municipal de Jáchal.

2. Informe de comisionado E. Gallardo. 1908. Archivo de la Municipalidad de Jáchal.

En un lapso de 25 años aumentó tres veces el número de pequeños explotaciones y a más del doble la superficie que estas comprendían, en tanto que aumentó –relativamente- la concentración de la tierra. A la par hubo un aumento de las pequeñas propiedades: de un promedio de 18 cuadras por propietario en 1883, se pasó a un promedio de 12 en 1908.

La propiedad de la tierra fue creando una estratificación social, donde algunos tienen más tierras que otros, pero no había terratenientes.

Otros datos permiten comparar la superficie cultivada de Mogna y Tucunuco:

En 1883 el 1° Distrito de Mogna: 786 cuadras.

2° Distrito Tucunuco: 700 cuadras.

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En 1908 el 1° Distrito de Mogna: 707 cuadras

700 cuadras

Si en 1850 tenía 451 cuadras, en 1883 había aumentado, pero con sólo 200 con agua, si se recuerda la situación de “sequía artificial” pero el descenso de 1908 puede interpretarse por las tierras perdidas en esa etapa anterior.

La comparación con Tucunuco muestra la diferencia entre el latifundio y la pequeña y mediana propiedad, la concentración del poder económico ante la dispersión y pobreza. Del poder político de la familia Doncel, que en esos años es enorme, ante los desposeídos que poco o nada tienen de poder político. Tucunuco es una estancia donde los Doncel, de origen español, ejercen, por traspaso generacional, un poder omnímodo sobre sus peones -los yarcos, de origen indígena- y que pueden imponer sus condiciones a los pequeños y medianos campesinos pobres de Mogna, de origen indígena, al igual que los yarcos, pero no sometidos a un régimen de servidumbre. El terrateniente era dueño de tierras aguas, animales y personas; el campesino era pobre, sujeto a muchos condicionamientos y eventualidades, pero dueño de su tierra al fin. En esa época a los moquineros los ataca y amenaza el latifundio, que pudo haberlos vencido, pero sobrevivieron, en una suerte –nuevamente- de resistencia pasiva.

El camino principal había cambiado, corriéndose hacia el oeste, de la travesía de Mogna a la travesía de Matagusanos, en un camino más directo: el desarrollo de Jáchal había sido el perjuicio de Mogna. El viejo camino que hizo Adams en 1825 había perdido relevancia; hacia 1875 el camino principal era entre Jáchal y San Juan. Mogna quedó fuera de ese circuito, siendo una vez más una región marginal. Pero aún dentro de esa realidad, Mogna pudo insertarse lateralmente en la época de las arrias de ganado en pie hacia Chile, con el ganado que llegaba desde Valle Fértil y Los Llanos.

La travesía de Mogna y del Bermejo configuraba una de las zonas más áridas de la provincia. El río llegaba hasta allí pero generalmente con escasa agua. Quizá por su lejanía (Mogna, larga distancia), por estar enclavada en la travesía desértica, asediada generalmente por desastres de la naturaleza y de los hombres es que a la larga -paradójicamente- pudo sobrevivir, manteniendo una cierta autonomía.

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PROPIETARIOS DE TIERRAS

Agregamos un cuadro comparativo de las listas de propietarios y las cuadras que poseían en los años mencionados anteriormente.

Cuadro N° 2: Propietarios de Mogna por cuadras, años 1883 y 1908.

Propietarios de 1883 Cuadras Cuadras Propietarios de 1908

Vega, Juan de Dios 14 15 Vega, Juan de Dios

Páez, Tristán 8 8 Páez, Tristán

Rodríguez, Ignacio 84 6 Rodríguez, Pedro I.

Montiveros, Ambrosio 8 15 Montiveros, Ambrosio

Oro, Bacilio 6 11 Oro, Bacilio

Godoy, Tomas 10 11 Godoy, Tomas

Montiveros, Rufino 12 7 Montiveros, Rufino

Rodríguez, Celestino 70 118 Rodríguez, Celestino

Páez, Valentín 6 2 Páez, Valentín

Verón, Dolores 6 6 Verón, Dolores

Mallea, Miguel 7 12 Mallea, Miguel

Muñoz, Tránsito 12 22 Muñoz, Tránsito

Carrizo, Natalio 20 4 Carrizo, Natalio

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Navarro, Andrés 2 6 Navarro, Andrés

Mallea, Miguel 50 12 Mallea, Miguel

Fernández 2 150 Camuz, N. Roca de

Gonzáles, Victoriano 23 2 Fernández, Nolberto

Luna, Miguel 8 12 Rodríguez, Sotero

Lucero, Lorenzo 9 10 Mercado, Enrique

Oro, José M. 6 6 Celán, Camilo

Montiveros, José 12 14 Mercado, Pedro

Quintero, Bruno 4 18 Rodríguez, Manuel

García, Guillermo 24 6 Paredez, Clemente

Gordillo, Francisco 21 4 Contreras Primitivo

Fernández, Antonio 27 6 Arroyo, José

Ovallez, Bernabé 30 82 Albarracín, Odidon

Lazo, Melchor 40 13,5 Gallardo, Enrique

Escudero, Esteban 20 21,5 Mancez, Pedro A.

Aberastain, Manuel 70 15,5 Gordillo, J.

Ramírez, Andrés 12 4 Rodríguez, Rosa G de.

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Gómez, Ramón 6 10 Gordillo, Segundino

García, Zilleruela y cia. 14 12 Aballay, Bernabé

Aguiar, Ramón 2 11 Rodríguez, Luis

Vicentela, Bernardo 20 12 Ruiz, Bertinto

Valdéz, Teresa 5 3 Licol, José

Valdéz, Santiago 14 13 Fernández, Mariano

Carrizo, Corcino 20 5 Fernández, Abraham

Páez, Faustino 12 8 Cabrera, Teresa N de

Pérez, maría 12 2 Valdéz, Vicente

Figueroa, Bautista 21 2 Godoy, Juan

Gordillo, Pilar 6 11 Vega, Juan de Dios

Figueroa, Juan B. 2 2 Vicentela, Encarnación M. de

Gordillo, Manuel 4 2 Narreona, Carmen N. de

Nieto, Belisario 3 6 Mercado, Pedro

4 Navarro, Clorinda

23 Britos, Domes

3 Brimiele, Juan

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2 González, Victor

1 Cabrera, Vicente

1 Páez, Clemente

6 Torrez, Elena

12 Páez, Juan de Dios

8 Vicentela, Sasta C. de

3 Vicentela, Rosana

5.50 Vera, Manuel

7 Figueroa, Ambrosio

3 Contrera, Ramón

5.50 Figueroa, Simón

2 Carrizo, Evaristo

2 Figueroa, Juana C. de

4 Salinas, Gregorio

2 Rodríguez, José María

120 Valdéz, Santiago y Aberastain Hernández.

Cuadro construido en base a datos del Archivo Municipal de Jáchal.

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De los propietarios que permanecieron, el único que había aumentado de una manera considerable sus tierras era nuestro ya conocido Celestino Rodríguez, al parecer eterno como Francisco Alcane, en tanto que tres propietarios con tierras de más de cincuenta cuadras (Ignacio Rodríguez, Miguel Mallea y Manuel Aberastain) perdieron gran parte de sus tierras hacia 1908. Dos nuevos propietarios, Camuz y Santiago Valdéz junto con Hernández Aberastain aparecían concentrando tierras.

La población en los distritos de Jáchal, en 1902, era la siguiente:

Cuadro N° 3 Población urbana y rural. Jáchal, año 1902.

Pueblo Población

Urbana Rural Total

Chañar

- 755 755

San Isidro

- 33 788

Huaco

- 1.729 1.729

Pampa del Chañar

- 4.184 4.184

Pampa Vieja

- 1.902 1.902

Jáchal 960 413 1.373

Rincón

- 590 590

Cruz de Piedra

- 505 505

San Roque

- 357 862

Mogna

- 1.163 1.163

Fuente: Guía Geográfica Militar. Op. cit. Pág. 69.

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Es notable el crecimiento demográfico de Mogna, habida cuenta de sus condiciones: en medio siglo aumentó tres veces su población.

CRISIS ECONOMICA: LA DECADENCIA DE JACHAL

A fines del siglo XIX comenzó la decadencia de la economía jachallera, al ir perdiendo importancia el tráfico de ganado en pié hacia Chile. Jáchal fue cayendo durante décadas en una depresión económica, aislándose y expulsando población. Dejaron de sembrarse los campos de alfalfa y la producción de trigo, junto con la actividad molinera, fue terminando. La actividad agrícola sufrió un cambio necesario: pasó de los cultivos extensivos a los cultivos intensivos: al tomate y la cebolla. Este cambio no llegó a Mogna. Allí se continuó con el cultivo del trigo y la alfalfa, pero esta vez con la producción de semilla de alfalfa, que era muy requerida en la zona pampeana.

En abril de 1936 (2) un jachallero escribía:

“Se necesita poner en contacto algunas zonas ricas y pobladas como son Huaco, Punta del Agua y Mogna, que viven aisladas y que por esa causa, su desarrollo es muy mezquino. Se requiere construir cuanto antes caminos carreteros, no solo para dar ocupación a la numerosa mano de obra que se halla sin trabajo, sino también para que puedan enviarse los productos. Actualmente el transporte se hace a lomo de mula, con el consiguiente encarecimiento de los fletes.

Para enviar el trigo, maíz, semillas de alfalfa y otros frutos desde Mogna a esta ciudad, se necesita hacer el viaje a través de desiertos, costando el flete tres centavos, cuando tenemos el ferrocarril a solo treinta kilómetros en la estación Tucunuco. Lo mismo podemos decir de Huaco y Punta del Agua.”

La llegada del ferrocarril a Jáchal, con la estación de Tucunuco seguramente cambió algunas situaciones en Mogna; había un medio de transporte, pero en general en ferrocarril llevó productos a Jáchal antes que exportarlos de allí, provocando la ruina de los propietarios, que ya estaban empobrecidos.

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Capítulo VI:

LA ETAPA AGRÍCOLA (1870-1950)

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Bibliografía:

1. Hugo Chumbita: Los rebeldes de Santos Guayama. Revista Todo es Historia. N° 368. Buenos Aires.

2. Diario Tribuna, 26 de abril de 1936.

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Capítulo VII

Mogna desde fines del siglo XIX hasta fines del siglo XX

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Capítulo VII:

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CAPITULO VII: MOGNA DESDE FINES DEL SIGLO XIX HASTA FINES DEL

SIGLO XX.

LOS DESASTRES NATURALES: EL TERREMOTO Y LA REVENICION.

El conflicto por el agua pudo solucionarse hacia fines del siglo XIX pero no por

ello hubo tranquilidad para Mogna: entre fines del siglo XIX y las tres primeras décadas del siglo XX otras calamidades afectaron a esta población.

El terremoto del 27 de octubre de 1894 tuvo mucha virulencia en el norte de la provincia. Este sismo fue “el más importante de todos los que ocurrieron en nuestro país desde la colonización española” (1) por su duración e intensidad, y tuvo epicentro al norte de la capital de San Juan, afectando a ésta y la capital de La Rioja. Pero las zonas más afectadas fueron Iglesia, Pismanta, Rodeo, Huaco, Mogna, Tucunuco, Niquivil, Albardón y Angaco en San Juan y Guandacol y Villa Unión en La Rioja. El terremoto produjo nueve muertos en Mogna, siete en Rodeo, ocho en Las Flores, seis en Iglesia, dos en Huaco, “a pesar de la baja densidad de población”, en tanto que en San Juan fallecieron doce personas, en Albardón cuatro, tres en Jáchal, uno en Angaco y en La Rioja ciudad ocho. Podemos advertir la virulencia del sismo en Mogna dado el número de muertos que hubo allí, máxime en relación a la cantidad de pobladores. La esposa de Gallardo Valdéz, español llegado a Mogna hacia mediados del siglo XIX, y tres de sus hijos fueron víctimas del sismo. (2)

El 5 de septiembre de 1895 el ingeniero Lorenzo Bofia, realizó una nueva distribución urbana de Mogna, partiendo del antiguo sitio de la plaza, tomando 110 metros en todas direcciones. Este cambio, que debió realizarse con medios más modernos que la cuerda utilizada en la demarcación de 1753, se realizó a un año del terremoto, posiblemente con el propósito de reconstruir u reordenar la villa. Este hecho podemos tomarlo simbólicamente como el final de la etapa de la Mogna fundacional.

Ya entrado el siglo XX, el sacerdote Patricio López del Campo, (español nacido en 1866, llegado a Jáchal en 1911, fallecido en 1943) de la ciudad de Jáchal, escribió un informe acerca de una de sus visitas regulares (la tercera en este caso, en 1922) por las distintas parroquias que estaban a su cargo. Los lugares recorridos fueron Jáchal, San Isidro, Villa Mercedes, Pampa Vieja, Otra Banda, La Ciénaga, Huaco, San Roque, Nikivil, Las Flores, Iglesia, Rodeo, Tudcum, Angualasto y Mogna. Sobre este último lugar escribió: (3)

“Lo más penoso de nuestra misión ha sido Mogna. Aquellas pobres gentes tendrán que emigrar, por el revenimiento de sus tierras, que hasta los seculares algarrobos se les van secando. El templo está en ruinas. Tuvimos que celebrar la misa en el corredor de la casa parroquial, que corre pareja con el templo por lo ruinosos y anonadante. Por cualquier parte que se hagan excavaciones, sale agua a

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Capítulo VII:

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los 50 cm. Así es que vivimos 10 días sobre el abismo, o sobre una laguna, tapada solamente por unos pocos cm. de tierra.

No vimos la hora de abandonar aquellas ruinas.”

Desde el terrible informe de Nievas de 1887 hasta esta breve descripción de la situación de Mogna de López del Campo habían sucedido 35 años. Si en el primer momento el desastre tenía causas humanas, el segundo tenía causas naturales. Por escasez o por abundancia del agua del río, Mogna volvía a tener padecimientos. Si el primero afectó durante veinte años aproximadamente, el segundo debió haber durado quizá diez años.

Por causas naturales o sociales Mogna sufría constantemente. Las tomas del río que se realizaban y el canal de regadío significaban una lucha constante contra la naturaleza. Periódicamente las crecientes destructivas del verano destruían el canal de la toma, afectando a las personas, animales y cultivos y obligando a grandes esfuerzos colectivos para repararlo.

DOS DESCRIPCIONES DE MOGNA HACIA 1930 Y 1940.

Describiremos Mogna a través de dos viajes realizados desde Tucunuco: las cartas de un joven en 1945, el capítulo “La manda” de la novela de Margarita Mugnos de Escudero, de 1925. En una carta a su madre, el joven “Coco”, quien provenía de Mendoza, llegó a Mogna junto con su padre, para conocer a parientes que tenían allí y llevando una imagen de San José. Llegaron por tren a la estación de Tucunuco y desde allí: (4)

“Como a las 6 de la mañana del día 12 (de enero de 1945) seguimos viaje por los bosques inmensos de algarrobos, seguimos por un lugar que se llama Guachipampa, que es una especie de desierto, ya habíamos entrado en la quebrada, un desfiladero grandioso (...) como a la 1 almorzamos debajo de un inmenso algarrobo, nosotros pusimos vino, pan casero y las galletas y ellos pusieron charqui de cordero, las muchachas un pollo asado y un chivato asado y Cruz y el tío Lucio quesillo de cabra.”

Margarita Mugnos de Escudero describe en su libro “La maestrita de los yarcos”, un viaje a la fiesta de la santa Bárbara de Mogna, en diciembre: (5)

“Los promesantes salieron de madrugada. Marchaban hacía el este, al encuentro de la mañana, bajo un cielo lleno aún de estrellas y luceros. Iban a Mogna (...) formaban un grupo bullicioso cuyas voces se unían al canto de los gallos (...). La cabalgata crecía en su marcha con gente que, advertida de antemano, esperaba a lo largo del camino. (...) .

Despuntaba el día cuando entraron a la quebrada y, ya en terreno abrupto, refrenaron al paso sus cabalgaduras”.

El joven “Coco” y la comitiva se aproximan a Mogna:

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“Como a las cinco (de la tarde) paramos bajo un chañar para arreglar el santo. Entre todos pusimos la prenda al Santo y lo colocamos sobre las andas. A poco de terminar llegaron 4 persona más, ya nos encontramos como a cuatro o cinco km. de Mogna. Ahí nomás se hizo una pequeña procesión con San José a la cabeza. A medida que íbamos andando se nos iban uniendo más personas, unas a pie y otras a caballo, llegaron a haber cuarenta jinetes. Al lado de la imagen iba un tambor repicando al paso de la población, por ejemplo un viejecito se arrodilló en el camino y siguió caminando en rodilla hasta que estuvo entre las varas de las andas del santo, besó el ruedo detrás de la capa de San José y pidió llevar las andas.”

Mugnos de Escudero narra en su libro:

“El río pasa muy cerca ahora. El camino desciende y a poco se abre un llano. En amplio corral con vallado espinoso brilla al sol la blancura movediza de un rebaño. Balan las cabras llamando al pastor que retrasa su venida.

La maestra y su comitiva el puente de un arroyo y empiezan a encontrar algunos jinetes en burros, viviendas humildes, niños descalzos de piel terrosa que salen a mirar desde las puertas: han llegado a Mogna.

Los promesantes siguen juntos hasta la iglesia, la construcción más alta que domina el caserío. Al pasar junto a ella se santigua y se dispersan para buscar alojamiento.”

Coco describe a Mogna brevemente:

“Mogna es un pueblo con contadas casas, alrededor de la plaza, que es una cuadra alambrada, donde no hay una sola planta, solo está la iglesia en una cuadra, en la esquina de la que sigue está la casa parroquial y un rancho, en la otra está el correo y en la otra la comisaría y la casa de Merceditas. (...) Lo único que hay en Mogna es algarrobos y chañar pero a mi me encanta, lo que más hay son burros, ovejas. (...) Si el Coco estuviera aquí, empezaría, what a beautiful girls, hay cada churro, que dan ganas de hacerse churrero”.

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BUENAVENTURA LUNA Y MOGNA

Eusebio de Jesús Dojorti, después Buenaventura Luna estuvo en sus años mozos en Mogna. En su escrito donde explica que él es pueblo, escribe que fue, entre otros oficios en distintos lugares, “arriero de tropillas en Móquina”. (6) Quizá inspirado en su experiencia de trabajo allí, compuso una canción de contenido trágico, cuenta de los sucesos entre dos arrieros que pasaron por Mogna:

NUNCA DIGA EL PEON TROPERO

Nunca digan los troperos por la huella

cuál pudiera con el tiempo ser su suerte;

y no olviden que el rumbo de una estrella

también lleva a los pagos de la muerte.

A Huachi Pampa un día, salieron dos

arrieros “Huaqueños” tropeando orejanos...

Tal vez en la huella vino a faltarles Dios

pues nunca volvieron aquellos paisanos...

(Sobre el tarareo, recitado)

Nunca diga el peón tropero

cuál pudiera ser su suerte...

Por el campo, compañero,

anda rondando la muerte...

Siempre juntos los arrieros, alojaron

en los puestos de una Quincha “Moquinera”;

charabones los dos se engualicharon

de verla tan linda a la moza pueblera...

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Así se abren muchas veces los destinos...

a uno la china, su amor le entregó...

y a la yunta de todos los caminos,

el filo de un puñal la separó.

MOGNA HACIA LAS DECADAS DE 1970.

En un trabajo descriptivo de la situación, publicado en 1978, Alicia Andrada definía a Mogna como oasis menor en notable retroceso, sin “posibilidades de revertirse” (7)

Las actividades económicas que se realizaban eran poco redituables. Las tierras cultivables estaban sin agua, en tanto que muchas otras estaban cubiertas con monte natural. Predominaba la cría de cabras y ovejas, característica de regiones áridas. La actividad más redituable era la producción de semilla de alfalfa. El problema principal de Mogna, indicaba la autora, era la escasez del agua, debido a que el río Jáchal, ya de volumen escaso, era utilizado intensivamente en el valle de Jáchal y en San Roque y Niquivil, además de las pérdidas por filtración y evaporación.

Existía una toma precaria del río realizada por los pobladores “con palos de madera y tierra, y unas defensas, los gaviones y las patas de gallo”. (8)

“El principal centro poblado es la villa de Mogna, que cuenta con no más de 40 viviendas (ranchos) construidos de adobe y caña, a excepción de la escuela, la comisaría y la iglesia, que son de material. En el centro de la villa se encuentra la plaza. Está cercada por alambrado, para evitar el paso de animales; carece de plantas, sólo se ve algún algarrobo, y la adorna un monumento a Sarmiento.

El otro centro poblado es Los Puestos, distante 3 km. de la villa cabecera. Tiene las mismas características, con la diferencia de que el pueblo se levanta a orillas de una huella principal. La Banda es otro núcleo, pero disperso.”

Mogna carecía entonces, además de agua potable, de luz eléctrica, de estafeta postal (que había sido levantada), de diarios y revistas y de transporte de pasajeros y autoridad municipal. Y finalmente, el servicio sanitario era deficiente.

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SEQUIAS Y REVENICIONES: LA SEQUIA DE 1970.

En 1969 comenzó una sequía que causó gran preocupación y que afectó a San Juan y Mendoza. En Jáchal era notorio el descenso del caudal del río día a día lo cual ocasionó la movilización de los afectados. En la zona regada por el río habían empadronados 16.437 hectáreas en el Valle de Jáchal, San Roque y Cruz de Piedra, Niquivil tenía 1.500 y Mogna 1.580, en tanto que Huaco (con río propio) contaba con 1.600 Has. De estas tierras se cultivaba el 20%: 3.300 Has. Con 6.500 m3. El promedio normal de agua del río Jáchal era de 5 m3 (promedio tomado desde 1957). Con 3.600 m3 de caudal en diciembre del ´68 (el 50% del promedio) solamente se podían cultivar 1.600 Has con el perjuicio que puede imaginarse. Para colmo de males, la disminución del caudal implicaba la concentración de sales en unas aguas ya de por sí bastante salinas. “Vecinos y autoridades estamos reunidos en el local policial desde donde solicitamos urgente auxilio ante falta total de agua. Debido al calor ayer apenas se alcanzó a llegar a las tomas. Si no hay urgente solución morirá toda nuestra hacienda”, rezaba un dramático radiograma enviado desde Mogna el 11 de diciembre. Del agua que llegaba a Tucunuco (2.000 m3) una parte (1.200 m3) era derivada a Mogna “por el lecho del río, que en algunos lugares alcanza gran anchura, lo que facilita la evaporación y pérdida por filtraciones que al cabo de casi 500 metros de recorrido ocasionan con el calor que el agua no llegue (9). Para el 20 de diciembre, después de 20 a 23 días sin agua y de elevada temperatura, los animales morían de sed. En enero de 1969 el gobierno nacional declaró el estado de emergencia por la sequía, declaración que afectaba al Valle de Tulúm, Jáchal y Huaco.

No terminó entonces el drama. En diciembre de 1970 la sequía afectaba nuevamente a Jáchal, agudizando la situación. Como lo recuerdan los moquineros: “Una sequía tremenda, morían los animales al rayo del sol. Era bastante triste ver a los animales como llegaban y al tomar agua empezaban a caer muchísimos.”

“Mucha gente iba hasta la puerta de la quebrada, muchos km. arriba a veces a buscar un poquito de agua”. No existían perforaciones entonces, salvo la de la propiedad de la familia Hidalgo cerca de la plaza, a donde llegaban a los animales a beber; allí las vacas “se empanzaban” de agua y morían.

Hasta principios de la década del 70 aún la finca de Federico Cantoni estaba en producción. “Cantoni había hecho un ¨tapón¨ al río con la máquina y no pasaba el agua”, recuerda un viejo moquinero. “Cortaban el agua, cada 15 días iban a largar el agua y no alcanzaba a llegar. El río estaba seco. Mogna padeció mucho ese tiempo. Así ha sido casi la vida.... los últimos años que se ha sufrido acá ha sido como hasta el año 70...”

El encargado de ir a Tucunuco a largar el agua debía vérselas con el caudillo bloquista, el cual, si bien accedía a lo solicitado, no siempre significaba por ello que existiesen buenas relaciones. Aunque esta sequía tenía causas naturales, recuerda a la otra sequía, la que se produjo por el uso del agua en Tucunuco. Si

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bien bastante morigerada en esta oportunidad, pero el caso es que la historia, de alguna manera, volvía a repetirse, antes con “los Donceles”, ahora con Cantoni.

El ciclo hídrico del río Jáchal es muy desparejo. Además de las sequías, las grandes crecidas pueden ser peligrosas. En febrero de 1977 una crecida del río afectó no sólo a Jáchal, sino también a Mogna que estuvo tres semanas sin agua, por las roturas de la bocatoma y la interrupción del agua por los canales.

A Mogna llegaba el agua sobrante y usada en cultivos aguas arriba, pese a la regeneración que tiene el río a través de los arroyos Agua Negra y de la Zorra. Pero el principal problema es el contenido del agua, ya que se trata del problema propio y eterno del río Jáchal: exceso de sal y con ella de boro, muy por encima del promedio. El agua es escasa y muy poco apta para riego y consumo humano, ya que es amarga. Y además el agua del río es intensamente utilizada en el valle de Jáchal y en el de Niquivil. La evaporación también es intensa, disminuyendo el caudal, por lo que es escasa la cantidad de agua que llega a Mogna.

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LA SITUACIÓN DE MOGNA EN 1977.

Tomamos una descripción de la fiesta que se vivió el 4 de diciembre de 1977: (10)

“El lejano pueblo se vio colmado de fieles que llegaron de los más distintos departamentos de la provincia dando muestras de su fe católica. Muchos feligreses llegaron a caballo y la mayoría en movilidades que debieron soportar las malas condiciones del camino”. El ceremonial religioso se cumplió según los rituales acostumbrados, los promesantes llegaban arrodillados o descalzos.

Entrevistados los maestros estos decían: “En nuestra modesta opinión es que en la zona no se cumplen los verdaderos objetivos de educación ya que el mismo personal no cubre las necesidades para cada grado”. En la escuela N° 166 había más de 50 niños con sólo dos maestros. Algunos de los niños debían recorrer 5 km. en mula y otros caminando, quedándose en la escuela hasta las últimas horas de la tarde por el calor reinante.

Los pobladores expusieron un “deplorable panorama social y económico”. El primer problema era el del agua de riego. Desde 1969 los moquineros pugnaban por la impermeabilización del canal. Por este no se podía largar agua porque desembocaba en una caída de creciente. No tenían agua para cultivar alfalfa. La tenencia de tierra era compleja ya que no estaban delimitadas las parcelas, por ello “nadie era dueño de las tierras”.

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LA ÚLTIMA REVENICION.

A los ciclos de sequía les suceden otros de revenición. Así en 1988 comenzó una revenición que duró hasta aproximadamente el año 2002. Se produjo la caída de casas de edificios de la hermandad, del puesto policial, puesto sanitario, club, afectando también a la escuela. “La salinidad impedía cultivar ya que lo secaba todo una capa blanca de salitre”, según contaba un vecino. Para otros la revenición habría comenzado en 1977, después del sismo ocurrido en San Juan, cuando cambiaron las condiciones del cauce del río. Las crecientes rompen el cauce y forman otros. El cambio de rumbo hacia el norte (la curva que da el río en Mogna) implica un embalse de agua por debajo del pueblo. Las crecientes producen cambios en el curso y el río cava más hondo, lo cual provocaría la revenición. Hacia 2003 había menor revenición y se realizaban algunos cultivos, salvo en el trayecto del camino que une la Villa con Los Puestos. Si bien los moquineros se movilizaron no obtuvieron -como en otras tantas oportunidades- respuesta favorable por parte del gobierno. El 80% de las tierras estuvieron revenidas; el pueblo en torno a la plaza se convirtió en tierra rasa. Las antiguas casas y casonas desaparecieron, quedando la extraña situación de un pueblo que no tiene viviendas, salvo la escuela, iglesia y edificios de la hermandad.

El no poder cultivar significó que “no había pasto para los animales, ni maíz, ni trabajo”.

Mogna, el desierto y el río. Mogna sobrevive gracias al río, pero de este provienen muchos de sus males. Cuenta un moquinero:

“En el año 70 fue cuando ya empezó a haber mucha agua en Mogna y desapareció Tucunuco... ahí ha tenido un descanso Mogna, que por lo menos tenía agua, pero tenía otro problema peor, y es que cuando un año ha sido muy lluvioso, el agua de la toma se iba por el río. Iba tan precaria por el canal que creo que ninguna otra parte de San Juan tenía ese sufrimiento. Yo desde que he sido niño, desde que he venido a Mogna, he conocido gente vieja y ellos me contaban que han pasado generaciones trabajando en la bocatoma para levantar el agua para tomar. Y Mogna estaba en una playa, métale trabajar con herramientas, maquinarias a tirar con caballos, con burros, porque en ese momento no habían tractores... se hacía todo con carros tirados por mulas para acarrear piedras, para... levantar el agua. Ese ha sido un sufrimiento y en la actualidad, gracias a Dios que hoy tenemos tractores, que con eso se puede aliviar un poco la cosa...”

Era el esfuerzo colectivo de un pueblo por sobrevivir...

Nadie mejor que un moquinero como Teófilo Quiroga, el trovador de Mogna, puede expresar el sufrimiento de un pueblo:

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NO SE PUEDE TRABAJAR

Los carros están de para.

No hay trigo para cargar.

La tierra está revenida.

No se puede trabajar.

Ya no se oyen esos gritos

invitando para alzar.

Ya no se abren esas puertas.

El patrón en casa está.

Estribillo En Los Puestos ni en la Villa

trigo no encontrará.

Los alfalfares perdidos.

A mí que pena me da.

La tierra está revenida.

No se puede trabajar.

El carrero ya no invita

sus mulas para tirar.

El carro está en la enramada.

Ya no se oye traquetear.

Ya no caen las amarras

de vuelta para llenar.

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El amarrero grita:

¡Horquetero! Lista está!

DOS MOQUINEROS DESTACADOS FUERA DE MOGNA

Destacamos la trayectoria de dos moquineros; una docente y un político, que se destacaron durante este siglo: Mercedes Gallardo Valdéz y Rubén Hidalgo.

Mercedes Gallardo Valdéz nació el 8 de septiembre de 1907, en una familia de siete hermanos. Fue maestra por vocación sarmientista, “un verdadero paradigma para la educación”. (11)

Se recibió en la Escuela Normal Sarmiento en 1926. Su primer trabajo fue en la escuela de Los puestos, en Mogna, siendo luego directora.

En 1947 viajó a Suecia y Bélgica como agregada cultural de la embajada. Publicó un libro de sus estudios: En las escuelas de Suecia, sobre los avances pedagógicos en este país. En 1995 fue secretaria del Ministerio de Educación de Córdoba, vicepresidenta del Consejo Nacional de Educación, siendo la primera mujer ocupando esa función. Fue Rectora de Instituto del Profesorado de Historia en 1957. En 1962 viajó a Japón.

Mujer muy activa, ocupó varios cargos, participando en distintas instituciones. Fue formadora del Instituto cultural sanmartiniano, del Centro de residentes jachalleros en San Juan. Realizó numerosas publicaciones y aportes en reuniones científicas. Publicó en 1962, como coautora, el primer libro que recogió parte de la obra de Eusebio Dojorti: Buenaventura Luna. Mensaje de tierra adentro.

En su homenaje una escuela de san Juan lleva su nombre.

Rubén Hidalgo, jachallero y además moquinero por adopción. Docente, profesor de castellano, llegó a Mogna por una “manda”, una promesa. (12) Decidió aposentarse allí, poniendo un negocio. Actuó activamente en política, en las filas de la Unión Cívica Radical, junto con el doctor Américo García, también jachallero. En 1958, al ganar las elecciones en San Juan con la U.C.R.I., y siendo gobernador Américo García, Rubén Hidalgo fue diputado por la circunscripción de Jáchal y presidente del bloque hasta 1962. Presentó numerosos proyectos, entre ellos el de la construcción de 60 edificios de escuelas rurales, siendo los edificios de las dos escuelas de Mogna producto de esa labor. En 1963, ya siendo miembro del MID e integrante del FREJULI, fue nuevamente diputado, esta vez por el departamento de Rawson. Trabajó por Mogna, impulsando el camino por Talacasto y la construcción de la bocatoma del río y del canal impermeabilizado, solucionando un viejo problema de los moquineros. En su homenaje una calle lleva su nombre.

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1999: DECLARACIÓN DE PUEBLO HISTORICO.

La Cámara de Diputados de San Juan declaró a Mogna “Pueblo Histórico”, por Ley N 6.951, emitida el 5 de agosto de 1999.

En esta declaración se mencionaba a “su caserío, Campo Santo, Molino y lugares de significación histórica, religiosa, natural y/o cultural, que en él se encuentren.”

Basado en el proyecto presentado por las arquitectas Nora y Elina Lucero e Iris Toro. Este proyecto se funda en la historia de Mogna y en los lugares de patrimonio arquitectónico conformado por el molino, el campo santo, el monumento a la Martina Chapanay y las casas, proponiendo la restauración de la maquinaria del viejo molino, la reconstrucción del edificio y la construcción de infraestructura y equipamiento, así como también tareas de restauración, reparación y construcción en el campo santo.

La ley disponía que se realizaran las obras necesarias y que se fomentara el turismo. Lamentablemente este logro solamente quedó en una Ley no efectivizada. Una vez más los moquineros eran relegados a su larga existencia en la travesía...

MOGNA A FINES DEL SIGLO XX

En 1991 recién llegó la energía eléctrica y el agua potable en 1994, a instancias del intendente de Jáchal, Norberto Carvajal.

Mogna es un pueblo con dos localidades: la Villa y Los puestos, de tres a cinco km. hacia el noreste de la primera, ambas con una población equivalente y una escuela, lo que implica una cierta dualidad, como si la antigua fundación se hubiese separado en dos partes, no habiéndose investigado aún los orígenes de Los Puestos. Mientras la Villa representa la zona central, con la capilla y el culto de Santa Bárbara, Los Puestos es la localidad más alejada, con una capilla pequeña, de San Nicolás, santo de la agricultura, y cuya comisión parroquial está compuesta por moquineros.

ACTIVIDAD ECONÓMICA

Hubo una actividad económica combinada entre agricultura y ganadería que funcionó hasta que comenzó la revenición. La venta de semilla de alfalfa fue la principal actividad que permitió la subsistencia de los moquineros. Tenía un grano grande y muy dorada, “de color oro”, con un muy buen poder germinativo. El secreto del cultivo de esta semilla radica en la siega selectiva por sectores de maduración, trabajo que se realiza a mano y que es más lento. Esta economía fue la alternativa de Mogna durante gran parte del siglo XX; fue la actividad más rentable que tuvo. Una hectárea producía de 500 a 800 kg. La revenición determinó la pérdida de esta actividad, habida cuenta de la imposibilidad de cultivar.

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La segunda actividad fue la ganadería. El ganado vacuno se cría libremente en los campos del este de Mogna. Los moquineros se reúnen y parten durante varios días para buscarlos y marcarlos. Carnean y venden eventualmente algunos animales. Esta es una actividad en grupo. Son asediados por los cuatreros que provocan importantes daños.

La tercera actividad es la cría de cabras, que provee para el consumo familiar y que pueden vender algunos durante la fiesta de la Santa. Ha decrecido el número de las majadas actualmente.

La cuarta actividad es la venta de guano, una vez al año, que les permite un ingreso extra a quienes tienen majadas.

Imposibilitados de cultivar, los moquineros han desarrollado una nueva estrategia de supervivencia a costa de convertirse en un pueblo golondrina. Parte del pueblo parte hacia los trabajos de cosecha y selección de frutos en el valle de Tulúm. Llegan camiones de empresas exportadoras de uva en diciembre, después de la fiesta, para trasladarlos. Los moquineros pasan por la capilla para despedirse de la virgen y pedir su amparo. Con el trabajo estacional del verano reúnen ingresos para comprar vestimentas y víveres y regresar a Mogna para sostenerse en resto de año. Hacia marzo regresan, a tiempo de encargarse del trabajo de las cabras que en marzo están pariendo. Y del inicio de clases. Al regresar agradecen nuevamente a la virgen. Ello dio origen a la fiesta chica de la virgen, del primero de mayo, que es una reunión de paseros, parraleros y viñateros.

Los moquineros eran un pueblo de campesinos hasta hace tres décadas aproximadamente. Productores minifundistas en su mayoría; la unidad doméstica era la unidad de producción, mezclando economía de subsistencia con producción relativa para el mercado, basándose en el trabajo del grupo familiar. Esto sigue siendo así pero, como estrategia de reproducción de la vida, han agregado a la diversificación productiva del predio a la diversificación de actividades, trabajando fuera del predio -y de la localidad-. La actual situación puede entenderse como un proceso de descampesinización –según algunos autores-, es decir de desintegración del campesinado y su conversión en obreros rurales o, según otros autores, solamente como una estrategia de supervivencia, pero persistiendo la campesinización. (13). Como quiera que sea se asiste a un proceso de conversión en obreros rurales en tanto existe continuidad como campesinos.

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LA POBLACIÓN

Según el último censo la población de Mogna era la siguiente:

Lugar Familias Habitantes

Villa 53 215

Los Puestos 34 145

Total 87 360

Estos datos expresan claramente la involución de Mogna:

365 habitantes en 1850.

1.163 habitantes en 1902.

447 habitantes en 1976.

360 habitantes en 2001.

Ciento cincuenta años después es la misma población. Se produjo un proceso recesivo económico y un estancamiento poblacional. La Banda, del lado norte del río, se fue despoblando entre los años 1960 y 1965.

Por esos años comenzó a producirse un cambio, ya que se han construido viviendas por miembros de la hermandad y otros que no pertenecen a esta. Este tipo de viviendas son diferentes a la típica forma de construcción del lugar. “No se respetó lo moquinero”, dice un nativo de Mogna.

No se conserva ningún apellido de origen indígena ni del grupo fundacional de 1753 (Alcane, Quilpatay), aunque sí, como lo planteamos anteriormente, en apellido que ha perdurado es Zelan (que aparece en 1777), devenido en Selán en 1871 y luego como Celán en 2003. Cabe recordar el caso del “gaucho Celan”, que murió en Huaco en 1920. Este gaucho solía recorrer la región como un andariego, según recuerda la memoria popular de Huaco-. Fue acusado de abigeato (robo de ganado) y de pretender venderlo al comisario del pueblo, Dojorti, (tío de Buenaventura Luna), quien al mando de una partida, le intimó rendición en un rancho donde se hospedad. Según el relato del comisario y de testigos, resistió la orden de detención, tomando su revólver, por lo cual el comisario lo mató de un tiro. – ¡Solo he venido y solo me he de ir! Habría dicho. Según la memoria popular fue intimado cuando dormía y fue asesinado alevosamente, sin tener tiempo de defenderse. El caso es que en Huaco representa una pequeña devoción popular. Es posible que el “gaucho Celán” haya sido de esta familia de Mogna.

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Los apellidos que aparecen en el patrón de votantes de Mogna en 1871 y que se conservan en 2003, son Cabrera, Carrizo, Escudero, Fernández, González y Rodríguez. Los apellidos que aparecen entre los propietarios de 1883 y que se conservan son: Mallea, Navarro, Valdéz y Ovallez. Estos apellidos acumulan historia de generaciones viviendo en Mogna.

Si bien Mogna fue fundada como pueblo de indios, que debía quedar separada, el cacique Alcane le imprimió un carácter de lugar de acogida de mestizos y mulatos. Nunca quedó enteramente aborigen, pero esta población se fue disolviendo en el mestizaje y la extinción, en la aculturación y la emigración, en el olvido de sus orígenes. Hacia 1850 arribaron algunos mestizos y más adelante españoles. En esta etapa la población aborigen fue decayendo, prolongándose como mestizos.

La población estancada muestra el proceso de constante emigración. Como en muchos pequeños pueblos sucede el doble proceso: los mayores permanecen, los jóvenes se marchan. Dice un moquinero:

“La juventud de ahora se va yendo para otro lado y se quedan. Ya no les importa nada...”

Para perfilar el movimiento poblacional puede destacarse que de acuerdo al padrón electoral de 2003 de Mogna, con 239 votantes, 33 de ellos (7%) están radicados fuera del lugar (la mayoría en Albardón). Estos son moquineros que no se han ido totalmente. Y de los que permanecen una parte, en la suerte de trabajadores golondrinas, están ausentes de tres a cuatro meses de Mogna.

Como dicen moquineros entrevistados:

“Yo he nacido acá y acá voy a morir. En tierra donde he nacido y me he criado y acá, donde han muerto mis padres”.

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Bibliografía: 1. INPRES. Publicación Técnica N° 18. San Juan 1993. Pág. 14.

2. Alcaide, Emilio y Carrascosa, M. del C.: Santa Bárbara de Mogna. San Juan, 2005.

3. Informe de las visitas pastorales durante el período del Monseñor Orzali, extraído de la obra

inédita del Dr. Rocier Bravo. Archivo de la Parroquia de Jáchal. Carpeta del Dr. Rocier Bravo,

en: Informe: Crónica de la Parroquia de Jáchal. Seminario P. Marcelo Cañizares del 20-12-191.

Depto. de Historia de la F.F.H y A. U. N.S.J.

4. Carta de a su madre. El joven visitaba a Mogna por primera vez. Agradecemos la gentileza del

Sr. Ubaldo Hidalgo por habérnosla hecho llegar. Nos hemos tomado el atrevimiento de extractar

partes de ella, con el debido respeto.

5. Margarita Mugnos de Escudero: La maestrita de los yarcos. Novela. Buenos Aires, 1957.

Extractos del capítulo XIII: La manda.

6. Referencia tomada del libro de Carlos Semorile: Olga y Eusebio. Papeles resguardos al rescoldo

del amor. Ediciones de la Tropilla, Buenos Aires, 2006. Pág. 19.

7. Alicia Andrada: Mogna: un oasis menor sanjuanino en retroceso. Separata de Gaea, Buenos

Aires, 1979. Tomo 17.

8. Idem ant. Pág. 46.

9. Diario de Cuyo 12-12-1998.

10. Diario de Cuyo 7-12-1977. Pág. 7.

11. Datos tomados del trabajo de Maria Julia Gnecco: “Una corporización de la consigna

Sarmientina: educar al soberano”. Conferencia del de marzo de 2006. San Juan.

12. Datos proporcionados por su hijo Rubén Hidalgo.

13. Informe de investigación: El pequeño productor en el contexto actual. ¿Descampesinización o

reproducción social? Dra. Alejandra Castilla. FACSO. UNSJ. 2006

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Santa Barbara de MognaBuenaventura Luna (textos inéditos)

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Capítulo VIII:

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CAPITULO VIII: SANTA BARBARA DE MOGNA

La fe religiosa en Mogna implica identificación con la Santa, arraigo a la tierra, pertenencia al lugar y a una cultura, es identidad. Se constituye en el universo simbólico que significa la vida material. Lo sobrenatural domina sobre lo natural social y la naturaleza no humana. La existencia material es aceptada como condición natural porque al mundo se ha naturalizado. La existencia propia, real, individual y social es y a la vez está, realizada al otro mundo no material, pero real, depositando en las cosas pero, como emanando de estas

La fe implica conducta religiosa de creencia, pertenecía a los creyentes, a ese grupo que se comparte, que une. La imagen material es el soporte de lo ideal, pero es real en tanto la creencia y en tanto la condensación de (y en) la creencia. Significa condensación de existencia social, nudo de relaciones humanas que no se expresan en sí, como son, sino transfiguradas, transformadas en un culto. El mundo social y el cultural descansan sobre un universo de significaciones que es aceptado, que configura, como el lenguaje, el mundo compartido.

En medio de paisaje tan inhóspito extraviarse en el desierto es morir de sed. Se han registrado casos de personas -algunas originarias del lugar, otras de visita en la fiesta religiosa- que perdieron el rumbo y perecieron. Extraviarse, salir del marco conocido, perder los puntos de referencia es un hecho que puede sucederles a los propios moquineros, aunque sean rastreadores y conozcan la región colindante. Pero el conflicto con la naturaleza puede convertirse en conflicto social si se pierden los puntos de pertenencia sociales. La integración social en una pequeña comunidad rural enclavada en el desierto es un aspecto fundamental para su existencia. Se trata de la supervivencia individual y grupal. Aislarse es extraviarse en términos sociales. La anomia es la muerte social, lo contrario, el nomos, es la constitución (y reconstitución constante) del orden y vida social. La integración y pertenencia social está dada por las relaciones productivas y sociales en la base material de la sociedad, pero por la concepción religiosa que orbita en torno a la santa, en el plano simbólico. Y este plano simbólico religioso tiene una extraordinaria importancia en la vida y cosmovisiones de los moquineros.

Esta religiosidad se expresa en la presencia de la Santa Bárbara, la patrona del lugar.

Bárbara que nació en Nicomedia, colonia romana importante, situada en la actual Turquía, hacia los primeros tiempos de la era cristiana, cuando en el Imperio Romano estaba condenado ser bautizado como cristiano. Hija de una familia acomodada, recibió formación cristiana, fue bautizada e hizo votos de castidad sin que su padre lo supiese. Cuando este le impuso que se casara, ella se negó, siendo denunciada por el mismo padre y entregada a las autoridades romanas. Fue torturada, golpeada, quemada con hierros candentes, pero dice la tradición que luego no conservaba rastros de las heridas. Finalmente fue asesinada por su propio padre. Por no perder su fe, perdió su vida. Tenía solamente doce años. Su padre fue abatido por un rayo, tal que Bárbara es asociada con este. Santificada posteriormente, su culto llega a Mogna, obviamente a través de los españoles, pero

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sobre la base de una leyenda, que suele repetirse en otros lugares. La imagen de la Santa, llevada por una tropa de arrieros de paso por Mogna se resistió a irse del lugar. La leyenda dice que la mula que la cargaba se extravió, le siguieron la huella y la encontraron de vuelta en la villa por la que habían pasado. Al día siguiente, cuando quisieron emprender nuevamente la marcha, la mula escapó y luego la encontraron cerca de la plaza. La imagen de la Santa estaba en el suelo. Los arrieros cavilaron que la Santa quería quedarse en el lugar. A partir de allí se le erigió una capillita pobre y se inició el proceso de identificación de la población con la Santa. La leyenda está presente en la población, trasmitida oralmente por generaciones. Se la tiene por verídica y es un aspecto mítico fundacional, ya que define y consagra lo religioso católico en el “pueblo de indios” fundado. El pueblo capayán, que había demostrado resistencia y lucha contra los conquistadores españoles, era “ganado”, integrado por la vía religiosa, a través de una manifestación sobrenatural. La Santa “ha elegido” quedarse en el lugar. Ello sienta las bases para la identificación; si la comunidad le es devota, la Santa protegerá el lugar. Para sus habitantes Mogna está amparada por la Santa, más allá de las calamidades que la asolaron siempre. La Santa los convoca y los une.

LA FIESTA DE SANTA BARBARA

Ya en 1921, en el día de la fiesta de la Santa, Mogna era: (1)

“muy favorecido el distrito durante estos días de culto, por personas extrañas al lugar de ambos sexos, grandes y chicos, que arriban de los distintos Departamentos que lo rodean a éste con el fin de visitar la santa y pagar sus ofrecimientos hechos por los milagros palpables que ésta les hace. Es tanta la reverencia con que estos asisten, que el último día cuando es señor cura describe la biografía de la imagen, cuando en sus pasajes hace resaltar sus martirios, en éste instante se dejan oír llantos en alta voz de ancianas y uno que otro del sexo masculino, acto seguido, para terminar, este hace una exclamación pidiendo extienda su bendición a todo el Distrito y sus promesantes que con tantos sacrificios trasladan a cumplir con ella y que los lleve con toda suerte de nuevo a sus hogares repitiéndose por esto lágrimas en general.”

En “La Maestrita de los Yarcos”, en la década siguiente, leemos: (2)

“La iglesia, de una sola nave, es amplia, con techo de mojinete, en la pared frontera a la puerta se levanta el altar. Allí, entre flores y candeleros, la imagen de bulto de Santa Bárbara cubierta de rosáceo manto, en una mano la palma del martirio, concentra todas las miradas y su bella faz alumbrada por la luz oscilante de las velas, adquiere tal expresión de vida que atrae y conmueve.

Benigna, hincada ahora ante la Santa que venera desde su niñez, la contempla tiernamente y traduce en largo llanto su emoción religiosa.

(...) Al promediar la mañana hay mayor afluencia de fieles: llegan de todos los rumbos; en las cercanías no queda árbol ni poste donde no se vean atadas cabalgaduras.

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(...) Por lo menos la tercera parte de estas personas no son de aquí, han venido de Niquivil, de Huaco, de Pampa del Chañar..., en fin de todos los puntos de Jáchal. Y vienen de más lejos, en toda la provincia esta santa tiene muchos devotos por su fama de milagrosa.”

Un diálogo sintetizado- del mismo libro, es revelador sobre las creencias.

“-De todo esto lo que me deja pasmado es la fe sincera que evidencia la plebe. (Dice Ciro el terrateniente de Tucunuco).

-¡Qué sería de los pobres si no tuvieran fe! – le reprochaba Flora (la maestra de Tucunuco).

-(...) Bueno, no vamos a discutir ahora, reconozco que su creencia los sostiene.”

Rosa de Cantoni reafirma lo que Margarita M. de Escudero pone en labios de su personaje, cuando escribe: (3)

“Mogna es un pueblo de gran riqueza espiritual y la conjunción de lo pagano con lo sagrado forjaron a estos hombres que se aferraron a su pueblo”

LA CAPILLA DE SANTA BARBARA

El culto de la virgen fue adquiriendo importancia paulatinamente. Si en la época de la fundación cumplió la función de conversión de los capayanes de Mogna, en la época patria cumplió el papel de adaptación de la población mestiza en el proceso de aculturación. En la primera época se mezcla lo real (fundación) con la leyenda (la imagen de la Santa que quiere quedarse en el lugar).

La aparición de la imagen se remonta, según las creencias, hacia fines de 1700. Hacia la segunda mitad del siglo XIX el culto se fue arraigando y expandiendo. Así lo expresa una causa tramitada entre 1862 y1866, iniciada por Quiroga, el cura de Jáchal, (4) contra tres moquineros por la existencia de un depósito de trigo “creado por los vecinos del lugar con el objeto de fábrica de iglesia”. El cura Quiroga protestaba porque el trigo no aparecía, los involucrados argumentaban que Quiroga pretendía sustraerlo de su verdadero carácter. El fondo existía pero como fanegas de trigo que se ocupaban nuevamente en el cultivo. Se trataba de la lucha por los fondos y su aplicación, además de expresar un conflicto entre la curia, radicada en Jáchal y los pobladores de Mogna. En principio el fondo de trigo estaba dedicado a mejorar el estado ruinoso de la capilla, luego se argumentaba que constituía un bien comunal para ayudar a los propios habitantes. De todas maneras, se hicieron los trabajos planificados para la capilla.

Traemos a colación la imagen de la antigua capilla, en 1887, del informe de Nievas, que vimos anteriormente, en la cual, en el deplorable estado de las viviendas de Mogna, impactaba:

“aún en pie, subsistente, una pequeña capilla que ostenta en su frontis una cruz

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que desafía al tiempo y a la inclemencia con sus humildes brazos de madera”.

Recordemos también que el terremoto de 1895 afectó profundamente a Mogna, que sufrió nueve muertes. Este terremoto destruyó a la mayor parte de los templos del curato de Jáchal: Achango, Rodeo, Jáchal y Mogna. La capilla de Mogna quedó destruida pero fue reconstruida. Esta es la primera información que se conoce sobre una reconstrucción de esta capilla.

La nueva capilla sufrió un proceso de deterioro hacia la década de 1910, según informaba al el Presbítero Patricio López del Campo, quien fue un activo y conocido sacerdote de Jáchal. En 1914 escribió que Mogna era la más pobre de su jurisdicción, contando con 335 habitantes. En 1918 existía una comisión pro templo cuyas autoridades fueron renovadas, quedando (5) compuesta de la siguiente manera:

Vice Presidente: Enrique G. Gallardo

Tesorero: Lucio Gordillo

Secretario: Ramón Cruz Rodríguez

Vocal: Ramón Valdéz

López del Campo había solicitado dinero a la diócesis de Cuyo para reparar la parroquia.

En 1920 Mogna sufría la revenición -la cual debió haberse originado varios años antes- que provocó un “desastroso estado” de la capilla. Recordemos el informe de López del Campo que describía el lamentable estado del pueblo por la revenición y que la capilla estaba en ruinas.

En 1924 se estableció la “Cofradía de Santa Bárbara”, con las firmas de Patricio López del Campo, cura vicario, Lucio Gordillo, presidente y otros miembros: Enrique Gallardo, José Gallardo, J. Navarro y R. Valdéz.

La capilla se cayó en 1925 o 1926 por la revenición, produciéndose a fines de 1928 un conflicto interno virulento que venía acumulándose desde hacía cuatro años, acerca del destino de la capilla que debía ser construida nuevamente. En noviembre una comisión pro templo planteó el traslado de la capilla a Los Puestos, en un terreno que sería donado. Esta solicitud fue aceptada por el Vicario general. A principios de diciembre se renovaron las autoridades de la Cofradía de Santa Bárbara, la que se opuso al traslado, constituyendo una “Comisión activa que levante el templo viejo”, apoyada por el cura y vicario Patricio López del Campo. En enero del año siguiente el sacerdote reafirmó que esa era la Comisión “firme y valedera”, debiendo cesar la Comisión pro templo. En carta al Vicario general escribía: (6)

“Créame a mí, que los conozco bien, que los moquineros son muy tenaces y pleísteistas; que es un pueblo indómito, aunque con apariencia de sencillez y humildad.” Más adelante, tratando el tema del traslado de la capilla a Los Puestos,

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escribió: “...es una cuestión muy dificultosa de arreglar, porque los de Mogna no consentirán por nada del mundo la salida de Santa Bárbara para otra parte, y están dispuestos, si eso sucediera, como lo indicaron los vecinos, a todo, hasta el derramamiento de sangre.” Lo dice López del Campo...

“Yo me tomo la libertad de indicarle, que si es posible, se levante en la Villa de Mogna; en primer lugar porque la mayoría de los vecinos de Mogna y de Los Puestos así lo desean, y en segundo lugar, como Santa Bárbara ha estado siempre allí, en tiempo de sus abuelos y bisabuelos y las generaciones anteriores (pues esta gente es muy supersticiosa), no mirarían con buenos ojos el traslado a otra parte, y sería para ellos de mal agüero.”

Se destaca que existía un conflicto interno profundo entre los moquineros en torno a la ubicación de la capilla, que expresa su religiosidad pero también es posible que existiesen otros conflictos soterrados. De cualquier manera la sangre no llegó al río y la capilla fue reconstruida en su lugar histórico hacia 1930.

Estos conflictos internos se transformarían dos décadas después en conflictos entre los moquineros y los no moquineros, cuando se inició la paulatina expulsión de los moquineros de la organización y cuidado de la capilla y de su propia fiesta religiosa.

Dada la creciente importancia de la fiesta de la Virgen y de los aportes monetarios que realizaban los promesantes, en 1953 el arzobispo de San Juan había ordenado una nueva manera de controlar el dinero donado a la Capilla, que se centralizaba en la iglesia. Los donantes demandaban recibos por su “limosna”; estos eran ser, en general, de afuera, ya que más difícilmente podían dar “limosna” los moquineros. El manejo de fondos -cada vez más cuantiosos- planteaba un problema de control, de centralización. Quienes más daban “limosna” más requerían y podían imponer sus criterios y voluntad, en contraste con las posibilidades de los moquineros.

El problema acerca del control de ese dinero, “la Caja de Mogna”, fue aumentando, al punto de que el conflicto entre la Comisión, las autoridades y el párroco “era tal que no había arreglo posible y la concurrencia a las a las sesiones se hacía provistos de armas los concurrentes”, según una carta del sacerdote Levalle, del 30 de enero de 1954. Para resolver el conflicto la curia se hacía cargo de “la Caja de Mogna” y se buscaba eliminar toda comisión.

Pero el conflicto debió seguir sordamente, tomando nuevas características, cuando promesantes asiduos de Santa Bárbara, procedentes de San Juan, fueron tomando parte en el manejo de “la Caja”. En 1954 el sacerdote Levalle dispuso la formación de una comisión pro templo, formada por promesantes de Albardón -los más numerosos. Y lo hacía así: (7)

“porque los Moquineros son una bolsa de gatos, intrigantes, pendencieros e ignorantes y no se va a ningún lado con ellos, salvo raras excepciones. Los que más gritan, son los que menos hacen, sino estorbar la acción de los buenos...”

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.

El control sobre el dinero donado se debía a que se producía un conflicto entre la Comisión, las autoridades y el párroco, a tal punto que a las sesiones los concurrentes iban provistos de armas. La medida de la Curia fue aceptada. El control buscaba a la vez la supresión de la Comisión y el nombramiento de una dirigida por la iglesia.

El conflicto continuó sordo hasta que una asamblea general de moquineros, realizada en octubre de 1976, resolvió formar una dicha comisión provisoria para restituir al pueblo de Mogna la conducción de la Cofradía de Santa Bárbara.

El 12 de noviembre de 1976 la Comisión provisoria de la cofradía de la Virgen Santa Bárbara de Mogna emitió el “Comunicado del pueblo de Mogna a los promesantes y devotos de la Virgen Santa Bárbara”, en el cual planteaban que:

“El Pueblo de Mogna, vive en las tierras de sus antepasados desde hace 223 años, sin renunciar jamás a sus costumbres y tradiciones las que fueron respetadas desde su fundador Don Eusebio de Lima y Melo en 1753... Desde entonces la iglesia es la institución fundamental del pueblo, siendo Santa Bárbara el númen de la existencia de los moquineros, quienes la veneraron desde aquellos lejanos tiempos construyendo los primeros templos, administrando sus fiestas, colaborando con los sacerdotes para el adoctrinamiento de los niños y grandes. Era la Institución Religiosa que estaba presente en la celebración de Navidad, Semana Santa, etc. Pero lamentablemente desde hace 20 años, cuatro Señores que no son del lugar, ni fueron reelegidos jamás y no representan al pueblo de Mogna, ni a los devotos de la Virgen, manejan la Capilla”.

Reclamaban, por derecho legítimo, que debían dirigir y participar de sus instituciones religiosas al igual que lo hacían en las otras instituciones locales. Protestaban por la escasa participación de la iglesia en la educación religiosa de los niños, de las escasas misas, de la ausencia de la iglesia en “los momentos más angustiosos de nuestro pueblo (sequías, inundaciones, etc), en que los “cuatro señores” no daban cuenta pública de los ingresos que generaban las fiestas religiosas, “las cuales tienen una asistencia de más de 20.000 personas”. Solicitaban la intervención de la Cofradía para dar seriedad al manejo de los ingresos de dichas fiestas.

En el documento se planteaba la dualidad entre lo propio y lo extraño. Lo extraño son los miembros de la Cofradía que llevan 20 años de funcionamiento pero que no son habitantes de Mogna.

En una carta al arzobispo Idelfonso Sansierra, los moquineros reiteraban su disconformidad con la designación de la Cofradía y acusaban al sacerdote de entonces por marginarlos. La comisión designada era “contraria a los intereses de nuestro pueblo”. Firmaban la carta 154 personales (cerca del 50% de la población, constituyendo una abrumadora mayoría de los adultos).

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En octubre de 1973 fue creada, por la cámara de Representantes de San Juan, la Fundación Santa Bárbara de Mogna, “a los efectos de propender al desarrollo y mejoramiento material, cultural y de difundir las creencias religiosas”.

El 15 de agosto de 1985, por decreto N° 107/84 se erigió la viceparroquia de Santa Bárbara, desmembrando parte de las jurisdicciones parroquiales de la iglesia de Jáchal y de la señora de los Desamparados de Albardón. La nueva jurisdicción abarca diez km. al sur de la estación de Tucunuco del Ferrocarril Belgrano en línea horizontal de este a oeste, el cual sería su límite norte. Al sur los departamentos de Ullúm, Albardón, Angaco y Caucete, al este Valle Fértil y al oeste Ullúm. Esta jurisdicción abarca solamente a Mogna y Los puestos como lugares poblados. Conjuntamente con esta, el Arzobispo Di Stefano, por decreto N° 109/84 del 18 de agosto de 1984, decidió erigir la “Hermandad Santa Bárbara de Mogna”, “a fin de congregar con objetivos fijos a grandes sectores de la población sanjuanina, que profesan a la Santa una manifiesta devoción”. La Cofradía de Santa Bárbara existió desde 1924, surgiendo sobre la base de las comisiones de moquineros encargados de mantener el templo y de la realización de la fiesta. Las comisiones sucesivas trabajaron en obras para la iglesia y para mejor estadía de los promesantes. La Hermandad está constituida por personas de afuera de Mogna, especialmente de Albardón, siendo desplazados los lugareños, cuyos esfuerzos fueron vanos. La “Hermandad” había eliminado finalmente (después de 30 años) a la “Cofradía”.

La sede de la hermandad era el domicilio de la curia arzobispal de la ciudad de San Juan...Se completaba el proceso iniciado hacía varias décadas, y los moquineros quedaban fuera de la organización de su propia fiesta.

Una Cofradía es una hermandad o congregación que forman algunos devotos con autorización de la iglesia para dedicarse a obras de piedad, en tanto que la Hermandad comprende privilegios dados a un grupo determinado de una comunidad religiosa para hacerlo participar así de ciertas gracias y privilegios. Estas diferencias expresan distintos intereses entre los locales y los afuerinos.

Con la nueva capilla levantada en 1973, -que sería la cuarta- , coexistieron las dos capillas durante un tiempo, hasta que la antigua, levantada por los propios moquineros, fue derruída. Al decir de algunos moquineros:

“La antigua capilla era una capillita chiquita, pero muy bonita, con altarcito. No se tendría que haber demolido nunca, tendría que haber sido una reliquia”.

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Bibliografía:

1. Encuesta Nacional de 1921: Escuela N° 63 de Mogna.

2. Mugnos de Escudero: La maestrita de los yarcos. Op. cit.

3. Ciberira de Cantoni: Mi vida con Federico, San Juan, Pág. 94.

4. Expediente 237. Archivo Judicial de Jáchal.

5. Datos sobre Mogna tomados de documentos. Mecanografiado sin autor ni fecha. Documentos

del Arzobispado de San Juan.

6. López del Campo, carta del 7 de enero de 1929. Documentos del Arzobispado de San Juan.

7. Carta del 24 de diciembre de 1954, de Carlos Sosa Levalle. Documentos del Arzobispado de San

Juan.

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BUENAVENTURA LUNA

Este relato lo hemos encontrado en los textos inéditos de Buenaventura Luna, que atesora Carlos Semorile, su nieto, profundo estudioso de la obra de nuestro poeta. A quien agradecemos la publicación de esta obra.

Son tres los textos que Buenaventura escribió y que les dio distinta extensión. Uno de ellos se denomina: Descripción de Tucunuco, pago de los gauchos pobres. Entendemos que luego le cambió el nombre, pero que se refiere concretamente al latifundio de Tucunuco.

Este texto, conjuntamente con el de “Santa Bárbara de Mogna”, también de Buenaventura Luna, fue encontrado entre los originales inéditos que posee su otra nieta, Petra Torres Almendro. Estas dos obras inéditas, prestigian a este libro.

DESCRIPCIÓN DE MACLACASTO, PAGO DE LOS GAUCHOS POBRES

SABADO- Hacia el poniente de piedra y nieve, la media tarde voltiada ya va queriendo atropellar las tranqueras que dan campo a la noche. Están pagando en “Los Jasllampes” de Maclacasto, pago de los gauchos pobres. Contra la compuerta del almacén –establecido en un cuarto esquinero del viejo caserón- se apretuja la pionada: abigarramiento de pantalones de jerga, batas azules, percales lunarejos o floreados, mantos oscuros y cotas de lienzo azargado, que el día del estreno posiblemente fueron blancas…

Abigarramiento de trapos y de carne cansada y hambrienta: campañistos, pastoreadores, camperos, regadores; chinitas segadoras, alzadoras de trigo o quebradoras de maíz; mujerucas con labores a destajo: chuchoqueras, tejedoras, hilanderas, majadoras, entrojadoras, deschaladoras...; changos negritos -carnes margas y ojillos bailones de malicia-; loriadores, langosteros, alquicheros, ovejeros…, todos niños con el alma silenciosa habituada a la soledad de los campos, con sus alternativas escasas pero siempre serias: la persecución del zorro, la lucha contra la víbora y la “upluna”, la caza de pájaros a live u honda, el hurto de pichones de los nidos… Niños, changos campesinos, escépticos y desconfiados por razón de ambiente… Niños que tienen en más estima la diligente y leal amistad de su choco lanudo y olfateador, que los pone sobre aviso de tanto peligro y posibilidad de aventura, que no la palabra casi siempre interesada y artera de sus semejantes.

Y mientras el enjambre humano se apretuja contra la compuerta del almacén de los JASLLAMPES, algunos, que tienen conciencia de la importancia de sus respectivos oficios, esperan conversando la pachorra junto a los viejos árboles, o junto a los carros, o sombreándose al pie de las altas trojas quinchadas que guardan, apretadito, el maíz en chala. Son éstos, los servidores favoritos del patrón de Maclacasto: medieros de siembras chicas, puesteros de sierra adentro; otros, hombres de consulta indispensable merced a su viejo y prolijo conocimiento del campo, asunto en el que están más al corriente que los propios dueños. En las

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fincas grandes, no por bichocos estos peones suelen durar menos. Al contrario, se los aprecia y hasta se les acuerdan privilegios sobre otros de menos edad y de más aptitudes para las faenas rudas. El secreto de tales preferencias reside en el encariñamiento de esos peones con la heredad, en una de cuyas quinchas nacieron y en las que, de niños, comenzaron a servir bajo las órdenes de los abuelos de los patrones actuales. Ño Pantalión Juentes, junto a otros varios, ejercitaba en Maclacasto esa extraña suerte de patriarcado. Y a menudo se le oía exclamar, con sincero enojo y hondas nostalgias: “Estos ya no son los tiempos di´antes… Don Eduardo tiene demasiadas ideyas, pero no sabe trabajar… Uds. hubiesen queriu ver en el tiempo del finau Calancio, que en paz descanse… Entonces sobraba di´un todo y a ningún cristiano se le mezquinaba una paleta p´asar y una noche u dos de pasto pa´ la cabalgadura… Pero entonces, ¡qué Diablos corría la plata juerte! Toditos los años, pal verano, hacíamos un viaje con trescientos u cuatrocientos toros pa´ Chile; y, pa´ la dentrada del invierno, ya salíamos con la mulada gorda pal lau de Bolivia….”

Ño Pantalión Juentes tiraba muy pa´ dentro el humo negro y espeso de su chala y continuaba, tras un suspiro quejoso como si lo ahugaran los recuerdos:

“No se han de volver a ver chinos tan bien montaus y con mejores aperos y prevenciones que la pionada que ño Calancio llevaba pa´ Bolivia… Nohotros pasábamos en una sola polvareda por Bella Vista, por los Cauquenes, por Huaco y Guandacol… Y una sola polvareda –sabría ser la envidia, digo yo- quedaba la chinada en Los Llanos, Paganzillo, Aimogasta, Tinogasta, Lerma y, siempre pal Norte, hasta la Poma y hasta las mesmas minas de Bolivia… Vendiyamos. Nohotros volviyamos por tierra, con las mansas cargueras, mientras ño Calancio le buscaba la güelta por la mar –cómo sabría ser eso poh, que el hombre se veniya navegando…- con las petacas, dispensen la mala palabra, hasta el candau llanecitas de plata…”

Y el viejo Pantalión Juentes, después de hacer sufrir largo rato a los más mozos con el relato de aquellas andanzas con guardamonte y ricas mantas de vicuña, en cierto modo se complacía en reconciliar con sí mismos a sus oyentes, soltándoles esta reflexión final:

“Peru´aquellos hombres eran di´ otra laya. Sabiyan cuidar a la pionada… Y ande quiera que pegaran el grito pa´ mandar, ai´staba uno con el sombrero en la mano y más dispuesto qui´un soldado de Quiroga en día de regolución, pa´ decir con gusto:

-¡Ubedezco!...

Y salíyamos medio de trota a cumplir cada cual con las obligaciones, porque entonces daba gusto quedar bien con el patrón…”

Con la licencia de todos los presentes, sigo prosiando lo que les contaba las otras noches… Quedamos en que era un sábado, a esa hora en que pal lao que el sol se dentra –alto poniente andino de piedra y nieve- la media tarde voltiada, ya va queriendo atropellar las tranqueras que dan campo a la noche. Mientras la chinada

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Capítulo VIII:

SANTA BÁRBARA DE MOGNA

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se apretuja contra la media compuerta del almacén de “Los Jasllampes” de Maclacasto, ño Pantalión Juentes añora tiempos mejores junto a las altas trojas quinchadas, repletitas de maíz en chala.

Desciende el sol como pa´ descansar en un lecho de cordilleras. Todas las sombras se alargan en Maclacasto. En las casas continúan pagando. Ño Pantalión Juentes no “aflueja”. Como todos los taciturnos, la media vez que se decide a abrir la boca habla con entusiasmo, sin cansancio, con deleite de saberse escuchado. Y pasa de un tema a otro con facilidad que a él mesmo lo asuembra; y no deja quedo ni el yesquero, ni la piedra rosilla, ni el eslabón… Es como si se alimentara nada más que de humo; humo pobre de chala sobada y tabaco picadura juerte. Ño Pantalión Juentes ignora, con su simplicidad paisana, que la verbosidad que a él mesmo lo asuembra pa´ adentro es el desquite que su alma se toma después de sufrir semanas y meses la abrumadora soledad de los campos… En los cerros, allá por las cuestas del viento, allá por la helada desnudez de la piedra colla o por la cordillera de Las Taguas, hay que andar callado… Porque si uno pega un grito para espantar alguna bestia cimarrona, el primero en espantarse es uno mesmo, porque de todas partes le devuelven el grito y en aquellas frías soledades heridas por la voz humana, los ecos de la piedra acaban por rodiarlo al hombre, lo acorralan y lo abruman hasta obligarlo a meterse muy adentro de su propia alma dominada por la inmensidad. De tal suerte, el silencio se les gana al cuerpo de los pastores de sierra adentro. Y cuando dos se topan en alguna encrucijada o deshecho, son dos silencios que se encuentran. Dos silencios huraños y desconfiados que antes de llegar a la comunicación inevitable, se valen de mil pretextos para no tener que hablar primero. Dos silencios que, si van arriando mula carguera la atajarán con el conque de apretar las riatas y tener tiempo de observarse recíprocamente, astutos, recelosos, agudos de malicia… Pero el instinto los acerca, hasta que después de incontables tretas y largos rodeos, esos dos silencios acabarán haciéndose aparceros para mejor defenderse de la abrumadora soledad de Los Andes.

Junto a las trojas de Los Jasllampes de Maclacasto, ño Pantalión Juentes se vengaba, pues, de aquel andar por entre los cerros como un fantasma, como asustado de la porfiada mudez de su propia alma. Y se vengaba hablando, más por el placer de escucharse, que por el de ser escuchado después de tanto tiempo…

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Capítulo IX

Tucunuco: los cuatro poblamientos y despoblamientos

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Capítulo IX:

TUCUNUCO: LOS CUATRO POBLAMIENTOS Y DESPOBLAMIENTOS

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CAPITULO IX. TUCUNUCO: LOS CUATRO POBLAMIENTOS Y

DESPOBLAMIENTOS

Hablar de Mogna significa hablar también de Tucunuco. Esta finca, de gran extensión, ha estado ligada para mal y para bien con Mogna a través de la historia.

Tucu significa coleóptero, en lengua quichua; en tanto que muko, quiere decir removido, aplastado. Por ello etimológicamente significa “coleóptero aplastado”.

Tucunuco, hoy deshabitado, que fue durante el siglo XIX y XX un conocido latifundio, guarda una historia de la cual podemos esbozar un esquema:

1588: Un pueblo capayán habita Tucunuco.

1588- Llegada de los españoles.

1630: Rebelión capayana.

1660: Primer despoblamiento de Tucunuco.

1693: Primer despoblamiento. Ana Asaguate y sus hijas.

1756: Merced real a Espejo de los campos de Tucunuco.

1797: Venta a Javier Jofre de los campos de Tucunuco.

1845: Venta a Doncel. Segundo poblamiento. Latifundio y pueblo semiindio.

1930? Venta de Tucunuco. Segundo despoblamiento.

1946? Federico Cantoni. Nuevo poblamiento. Estancia y pueblo de yarcos.

1960? Decae la finca. Tercer despoblamiento.

1976: Los colonos. Intento de nuevo poblamiento. La Cooperativa de los porteños.

Abandono forzoso. Cuarto despoblamiento.

Después de 1976: Un único habitante.

El primer dato que hemos encontrado sobre esta localidad es de 1588, en un trabajo de Canals Frau. Un documento histórico que se refiere a una encomienda de un capitán español, que estaba ubicada en el “valle de Tucunucum, a las espaldas de Pismanta” y a un cacique de un pueblo capayán asentado en la zona, Cañama –que el autor considera que en realidad sería Catamaña) y su hijo Bocaly. También se le concedía al encomendero “sus parcialidades, tierras y bebederos.”

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Capítulo IX:

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(1) Canals Frau en su artículo dice que el nombre de Tucunuco se conserva en una pampa, un cerro, una finca y estación del ferrocarril. Actualmente la finca y el ferrocarril no existen: la soledad y el abandono han regresado a Tucunuco.

En 1600 -agrega el autor- existía un pueblo de indios que llevaba ese nombre pero hacia 1675 había desaparecido. Y esto fue así por la acción de las encomiendas, como veremos.

PRIMER DESPOBLAMIENTO: ANA ASAGUATE

Los trabajos de investigación de Teresa Michieli no han permitido conocer un caso que, a través de la situación de un grupo de mujeres capayanes muestra el despoblamiento de Tucunuco. El caso de una indígena capayana, oriunda de Tucunuco, Ana Asaguate, quien en 1693, realizó una querella ante las autoridades españolas, contra el dueño de la encomienda a la que ella pertenecía, por no permitirle trasladarse a San Juan, ya que vivía en Tucunuco Angacao solamente con sus dos hijas Juliana y Juana y su nieto Pedro. Tucunuco estaba desierto e inhabitado, al decir de indígenas habitantes de Mogna: (2)

“desde hacía muchos años porque se habían muerto los indios y familias que habitaban el pueblo de tal modo que solamente quedaban las huellas de las ¨casas¨ y ¨rancherías¨ en donde habían habitado”.

Ana Asaguate, hija de Bartolo Asaguate y de Bartola Quillapay, estaba allí confinada con sus hijas y nieto por orden del detentador de la encomienda. Para lograr información sobre el caso, los funcionarios españoles llamaron a indígenas de la región encomendados en San Juan. Estos, que decían conocer a Ana Asaguate, atestiguaron sobre la veracidad de lo afirmado por Ana, no así el cura que atendía a la región, quien afirmó que en sus 28 años de atender la región, nunca vio poblado a Tucunuco y no sabía que había pueblo. El cura y el teniente de corregidor se apoyaron mutuamente y el corregidor decía que los testigos a su favor debían ser desestimados por “simples y afectados”, y que debían ser castigados por falso testimonio. Finalmente pedía con tono y palabras despreciativas, castigo para la indígena: (3)

“por tener los tribunales revueltos con chismes y falsos informes” y “por vivir ella y sus hijas en las casas donde han estado hasta ese tiempo amancebadas, paridas y preñadas con escándalo público.”

Aparentemente el teniente de corregidor confundió Tucunuco Angacao y Jáchal Angacao, extraña confusión que amenazaba a Ana a ser sometida al castigo de veinticuatro azotes.

En sólo sesenta años los españoles, por medio de las encomiendas, habían diezmado la población originaria y solamente quedaban tres mujeres, prácticamente abandonadas. Es un pequeño grupo el que sobrevive, hecho que como veremos, se repite liego en la historia de este lugar. Es el primer poblamiento y despoblamiento de Tucunuco. Y la historia de la mujer

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desesperada, abandonada en el desierto, había de repetirse de alguna manera 283 años después.

MERCED REAL DE TIERRAS

Según los antecedentes catastrales de la estancia de Tucunuco y Tafin (4) el comandante de Armas de la ciudad de San Juan, José Javier Jofré compró el 18 de diciembre de 1797 a los hermanos Espejo la “estancia para cría de ganado de 10 a 12 leguas de Jáchal “. Los hermanos habían recibido por herencia estas tierras del repartimiento que hizo Juan de Echegaray, fundador y superintendente de Jáchal, en 1756. Los límites marcados por Echegaray eran lo siguientes:

“Por el Poniente (oeste): Río arriba con la Barranca de los Loros y a la otra parte del río con la loma Colorada que está para arriba de la Población que fue de Lorenzo Páez.

Oriente (Este): Río abajo linda con la sierra donde desemboca el Río a Mogna.

Sud: Linda con el Alto de Talacasto de sierra a sierra deslinda de la Villa de Jáchal con la Ciudad de San Juan.

Norte: linda con la cuchilla que está de (ilegible) la loma .que está de frente y se llama de Tucunuco.

El 8 de febrero de 1845 Vicente Rodríguez, propietario por pago judicial de los bienes de Jofré, vende a Eugenio Doncel el “casco de estancia para cría de ganado al norte de esta ciudad” (San Juan)

BATALLA DE TAFIN

El río Tafin es un río intermitente que atraviesa los campos de Huachi Pampa, el sureste de la estancia de Tucunuco. Allí se produjo la batalla de Tafin en 1829, entre fuerzas unitarias y federales.

Debido a la sublevación de una división sanjuanina, fuerzas de Mendoza, dirigidas por Aldao entraron en la provincia de San Juan. El gobernador Echegaray abandonó el cargo, siendo nombrado en su lugar el mayor Nicolás Vega, quien instaló un campamento militar en Pocito. Al no disponer de tiempo suficiente para organizar sus fuerzas Vega retrocedió hacia Jáchal. Aldao envió fuerzas en su persecución y el gobernador Vega, ya repuesto, los enfrentó en los campos de Niquivil, el 25 de junio de 1829, derrotando a las fuerzas mendocinas. En esta batalla hizo su prueba de fuego el joven Sarmiento (17 años) con el grado de teniente. Vega hizo un movimiento envolvente para avanzar hacia San Juan y Aldao lo alcanzó en Tafin, sucediendo una batalla que significó una dura derrota para los unitarios. A consecuencia de ello Vega luego fue aprehendido y los unitarios debieron huir a Mendoza.

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En noviembre de 1970, el Centro de residentes jachalleros señaló el campo donde tuvo lugar la batalla. En esa oportunidad el poeta Miguel Tejada leyó una poesía: en Tafín, una estrella, en la cual dice en una parte:

En Tafin que era páramo y aún hoy es desierto de soledad y sol a pique y estrellas en la noche rutilante, en Tafin una estrella

Cuenta una tradición que en Tucunuco, ante el paso de las tropas de Aldao, alguien, temiendo tropelías, sacó una imagen religiosa de piedra y la enterró cerca de Los Pozos, no volviéndose a encontrarla. Federico Cantoni, cada año hacía excavaciones con la esperanza de encontrarla, según narra su viuda.

Otra tradición, actualmente vigente, quiere que algunos viajeros, al pasar por Tafín, han escuchado gritos de batalla y de agonía, que son atribuidos a almas en pena que habría matado Martina Chapanay. Dentro de estas creencias podría ser atribuido a soldados muertos en aquella lejana batalla.

LOS PROPIETARIOS LEGENDARIOS DE TUCUNUCO: LOS DONCELES

Javier Jofré entregó la estancia como pago judicial a Vicente Rodríguez, de San Juan, quien la vendió en forma “perpetua para siempre” a Eugenio Doncel, de San Juan, el 8 de febrero de 1845, según indica el documento citado anteriormente.

El apellido Doncel, según Horacio Videla (5) llegó a San Juan hacia 1830, -aunque a la región del Río de la Plata llegó hacia fines del siglo anterior-, como parte del último oleaje español que llegó a la región. Esta familia fue parte de clase dominante, teniendo bastante fortuna. Dio tres gobernadores y varios funcionarios públicos hacia la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, cuando estaban en pleno apogeo.

José Eugenio Doncel fue jefe liberal, electo en los comicios de 1856, diputado por Jáchal con Santiago Lloveras durante el gobierno de Díaz. Apoyó el gobierno de Sarmiento, fue nombrado juez de Crimen en 1862, miembro del Club de pueblo, primera organización liberal en San Juan. Fue subdelegado en Jáchal durante la etapa de la lucha contra las fuerzas de Felipe Varela, que había tomado a Jáchal y la había convertido en su cuartel general, a principios de ese año. Acompañó al gobierno interino de Santiago Lloveras, en agosto de 1867. Su hijo Carlos Doncel (1851-1910) fue gobernador de San Juan entre 1884 y 1887, nuevamente gobernador entre 1896 y 1898, renunciando esta vez para ser Senador.

El 1 de marzo de 1902 el doctor Carlos Doncel vendió a su hermano Pedro Doncel “todos sus derechos y acciones que tiene y le corresponde en el campo de estancia y terreno cultivado que posee en común con el comprador y otros”. En aquel tiempo los propietarios eran los hijos de José Eugenio Doncel y Carolina

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Villanueva de Doncel; Eugenio Doncel, Juan, Carmen Doncel de Doncel y Juana Doncel de Escobar.

DESCRIPCIONES DE TUCUNUCO

Tucunuco era la primera de las cuatro grandes estancias en el camino de San Juan a Jáchal: Estas eran Tucunuco, Cruz de Piedra, San Roque y el Rincón. De la época de Felipe Varela quedó esta poesía: (6)

Ya salimos para arriba

Con una marcha riojana

Ya llegamos a Tucunuco

Por ser la finca primera

Ya salimos para arriba

Con una marcha ligera

Por ser la finca segunda

Llegamos a Cruz de Piedra

Ya salimos para arriba

Con una marcha muy al trote

Por ser la tercera finca

Seguimos a San Roque

Ya salimos para arriba

Con una marcha muy ligerón

Por ser la cuarta finca

Llegamos al dicho Rincón

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Ya salimos para arriba

Con una marcha muy sencilla

Por ser cuarto distrito

Ya llegamos a la Villa

La descripción de Tucunuco, que realizó nuestro ya conocido Nievas en su importante informe de 1887, partiendo desde Mogna, es la siguiente: (7)

"Tucunuco"

Saliendo de "Mogna" para "Jáchal" y después de haber atravesado las largas quebradas y peladas mesetas que constituyen el camino, se llega a un alto desplayado, del cual se contempla un panorama que, aunque triste, tiene su importancia y su poesía. Vese al frente, hacia el Poniente, levantarse imponentes, y limitando por ese lado el horizonte, el alto cerro de el "Sapo" y la larga cadena de cerros que como una muralla inmensa se extiende de Norte a Sud, limitando al Norte hasta donde alcanza la vista con el empinado macizo nevado (entonces) de Huaco.

Al Sud, las bajas y arenosas lomas de "Los Médanos" y últimos, contrafuertes de la “Sierra de Villicum"; y al Naciente, los pelados y angulosos cerros de las Sierras de "Mogna" y "Niquivil". Al centro de este dilatado y extenso perímetro de terrible soledad, donde el viajero sediento y cansado busca agua para sí y sus cabalgaduras, se dibuja gracioso y alegre a la vista, el importante fundo de “Tucunuco”. Este verdadero oasis de verdura y de recursos en medio del desierto tan largo y cansador, comprende un cuadrado de mil cuadras, más o menos, de potreros de alfalfa y varios sembrados de trigo y maíz; extensas alamedas de álamos y sauces y, aún tamarindos, forman el cerco de la mayor parte de sus costados y calle central.

El viajero encuentra aquí todo cuanto precisa para proseguir un viaje a San Juan o a Jáchal y reponerse de las fatigas sufridas.

Aquí, la abundancia y agua siquiera tomable y, en "Mogna", la miseria y agua horrible.

¡Cuánto contraste!

A la verdad que para haber conseguido hacer de los campos de "Tucunuco" un fundo como pocos y tal vez ninguno en la provincia, se ha precisado una suma de constancia, de paciencia y de valor que pone, de relieve. y de manifiesto la energía de carácter y de trabajo de su fundador y actuales dueños.

El desierto, la travesía, han sido victoriosamente vencidos y para proclamar la victoria bien .en alto, donde antes existía la desesperación y la muerte, han sentado

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sus reales la abundancia y la vida.

Produce de 3 a 5 mil fanegas de trigo y de 500 a mil arrobas de semillas de alfalfa. Contiene un molino de antiguo sistema pero en buenas condiciones de servicio. Extensa, cómoda y bien situada casa y edificio de su administración.

Alimenta para sus diversas faenas de 150 a 100 peones que, en ranchos desparramados alrededor de la casa de administración forman una especie de pueblo en el cual se nota la falta de una Escuela de ambos sexos para tanto niño que sin ocupación pululan alrededor”.

A principios de siglo, otros jinetes, esta vez militares, dejaron una descripción de la región y tomamos la parte de Tucunuco. La Guía Geográfica Militar de 1902, descubría el itinerario que llevaba de las Aguaditas a la estancia de Tucunuco, de la siguiente manera: (8)

Itinerario de Las Aguaditas a la estancia de Tucunuco.

Distancia 3 hs. 13´

“Antes de llegar a Tucunuco el camino cruza cinco canales de regadío, provenientes del arroyo de Agua Negra, canales poco profundos y por tanto fácilmente vadeables en cualquier época del año, sobre todo en invierno, en que el caudal de sus aguas disminuye.

A las 3 horas 13¨ de Las Aguaditas llegamos a la estancia de Tucunuco, de propiedad de don Pedro Doncel, establecimiento importante que cuenta con 900 cuadras alfalfadas y 170 de trigo, tiene además, 50 bueyes, 600 vacas y novillos, 200 terneros y terneras, 75 caballos, 200 yeguas, 150 mulas, 400 ovejas, 250 cabras y 30 burros; pero también un molino de construcción antigua, que puede moler 2.000 kg. de trigo cada 20 horas, y que sólo trabaja para las necesidades del establecimiento. Hay además un pequeño almacén. Tiene un hermoso, aunque antiguo edificio en buen estado de conservación y muy cómodo, rodeado de hermosos árboles de Aguaribay y algunos otros frutales, hay 40 ranchos para alojamiento de peones.

La distancia desde Jáchal a la estancia de Tucunuco es entonces de 7 horas.20 minutos.”

Hacia el sur se continuaba la estancia siguiendo por el “camino carretero y arenoso”, que era muy pesado, por las huellas profundas para la marcha.

Llegaban al Balde o las Pajas donde había agua; lugar de pareada obligatoria para todos, que estaba a mitad del camino a San Juan y único lugar con agua en travesía (la de Matagusanos). “Tiene poco pasto enfardado y leña abundante.”

El camino desde Tucunuco al sur es descripto de la siguiente manera: (9)

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Itinerario de la Estancia de Tucunuco a Los Pozos

Distancia: 2hs. 58´

“El camino desde la estancia de Tucunuco a Los Pozos, es carretero y arenoso en su casi totalidad, estando surcado en toda su extensión por profundas huellas que lo hacen muy pesado para la marcha de las tropas, y sobre todo, para la infantería. Falta en todo este trayecto el agua, constituyendo una verdadera travesía; la leña es abundante.

El camino desde Los Pozos al Balde es carretero y arenoso en su mayor parte, siendo muy pesado para la marcha de las tropas; carece en absoluto de agua en todo el trayecto, constituyendo una travesía muy penosa.

A las 3 hs. 28´ empieza una subida poco empinada, la que dura 1 h. 20´, y como se comprenderá, es doblemente penosa por la naturaleza del camino. A las 4 hs. 48´ empieza la bajada que dura hasta la llegada al Balde.

Hay aquí agua proveniente de un pozo de balde, del cual toma su nombre el lugar. Tiene poco pasto enfardado y leña abundante.

Este punto forma parte de la estancia de Tucunuco; de aquí se proveen los pasajeros de forraje que necesitan para sus cabalgaduras”.

Más adelante el informe agrega sobre el Balde:

“Estación telegráfica nacional. Sirve también de posada. Tiene agua proveniente de un pozo, esta es algo salobre; hay leña y pasto enfardado.

La distancia desde Tucunuco al Balde es entonces de 6 hs. 34´, a saber:

Llano.........3 hs. 58´

Subida...... 50´

Bajada...... 1 h. 46´

Total.........6 hs.34´”

Con una descripción del camino, desde el sentido contrario, desde San Juan hacía Jáchal, podemos completar el recorrido por la travesía de Matagusanos hasta el Balde, en un viaje realizado en 1910 por Fernández y Castro, que recogieron en un libro: (10)

“Hemos pasado el cerro, almorzado en Matagusanos y sin advertirlo, estamos ya en el desierto, firmes en la huella que enfila recta hacia el Norte. La soledad por todas partes, y el campo abierto frente a nosotros, largo, largo, interminable. El sol recalienta las arenas y el pedregullo, y es preciso buscar una sombra para guarecerse y dar descanso al noble bruto, que una vez que se ha revolcado, está de nuevo apto para seguir la marcha. Al atardecer el comboy está en el Balde: veinte

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leguas largas y este sitio, en jurisdicción de Jáchal, es justamente la mitad del camino. El Balde es un pozo artesiano que provee de agua a la posta y al arriero que va y viene con sus haciendas. Los viajeros desenvuelven allí sus provisiones, comen, beben y duermen. Aquí para también la galera que va a San Juan y pernoctan las tropas de carros cargados.

Desde este punto se denomina una gran zona, perfectamente plana de tierra gredosa, que irrigada constituirá una de las comarcas más fértiles de la provincia. Cuando llueve, y esto ocurre muy de tarde en tarde, hermosos pastizales alfombran la llanura que hacen las delicias del ganado”.

Después de descansar continuaron el viaje: (11)

“Antes que el día amanezca hay que continuar el viaje. El viaje es monótono, siempre alternando lomas y médanos. Pasamos Tucunuco, propiedad de los Doncel, situada sobre un recodo del Río de Jáchal.”

Sobre Tucunuco agregan más adelante:

“Valiosa y extensa propiedad particular, hoy poco atendida, del Señor Pedro Doncel. Hay escuela fiscal y oficina de correos y telégrafos.”

De su época de esplendor escriben: (12)

“Esta estancia tuvo su época de esplendor cuando producía cereales en abundancia, cuando sus extensos potreros alfalfados alimentaban millares de animales, pues era sitio de invernada del ganado para exportar a Chile. Pero con el tiempo todo vino a menos. Su último dueño, más atento a la política y a la comodidad que a la explotación de sus tierras, descuidó, en la molicie ciudadana, los campos y la hacienda. Los peones aborígenes, renunciando a sus jornadas de hambre, emigraron en buen número y sólo quedaron los más apegados al terruño, aquellos para quienes respirar el aire del suelo nativo, vivir entre gente conocida y añejas costumbres valía más que el dinero y la hartura.”

Mugnos de Escudero narra en su libro parte de la historia del feudo, según narraciones orales, que pueden ser parte de la memoria colectiva de los antiguos pobladores de Tucunuco. Esa historia trata sobre el huerto prohibido para los “indios sometidos del contorno”. El primer dueño de la estancia hizo construir la casa a la manera de una mansión señorial con la mano de obra de los habitantes. Agrupó a su alrededor a los pobladores, para que así estos lo defendiesen y custodiaran sus bienes. El dueño tenía un jardín con frutales: damascos, duraznos, higueras, manzanos, viñas, protegido este y la casa señorial de las “rapacerías de la indiada famélica” por un muro con muchos vidrios en punta. Los frutos desconocidos para los pobladores eran el jardín prohibido. Pero con el tiempo fueron atreviéndose y entraban subrepticiamente a robarlos. El dueño, en represalia, hizo cortar todos los viñedos y dejó secar los frutales. Con la peste de 1866-67, los atemorizó y obligó a que construyeran sus ranchos lejos de la casa señorial y los unos de los otros. Esta historia puede ser verosímil si agregamos un hecho documentado, sucedido unos años atrás. En abril de 1864, estando en

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operaciones tropas al mando del comandante Capdevila de Jáchal, por incursiones de montoneros en Valle Fértil, fue asesinado Lino Verón, un chasque que él había enviado. Por los indicios obtenidos de declaraciones tomadas a habitantes de Tucunuco, se sospechaba de que cuatro individuos del lugar estaban involucrados, y una mujer que había prestado declaración fue herida de un balazo por un capataz, lo cual presuntamente había sido un accidente. Ambrosio Rojas planteaba la necesidad de que hubiese Juez de Paz y comisario en el lugar, habida cuenta que: (13)

“...cuando todos son peones que sirven a sueldo al único propietario de allí, el Sr. Doncel, y por más que sea el orden que haga observar entre sus inquilinos, no es posible remediarlo en el todo, y esto lo confirma con un hecho que se había cometido allí, por uno de sus capataces en meses pasados, cual fue el haber baleado en un brazo a una mujer y aunque se pretende habría sido un accidente casual , pero sea de ello lo que fuere, lo cierto es que no había dado cuenta a la autoridad correspondiente, y solo se ha descubierto por las declaraciones que se tomaron, a consecuencia de los indicios que se tuvieron de la muerte de Lino Verón...”

Un informe de 1891, en pleno conflicto con Mogna, la oficina del Registro civil de Mogna, agrega otro aspecto de la situación: (14)

“...que desde junio del pasado año de 1889 no concurren a esta oficina los vecinos de Tucunuco a hacer inscribir el nacimiento de sus hijos, no obstante estar reconvenidos por el que suscribe para que cumplan con este deber, circunstancias que ha he puesto en conocimiento de esa subdelegación a objeto de que provea lo conveniente al respecto. Tránsito Muñoz”.

Otra nota, de 1875, dirigida al Subdelegado de Jáchal, Dojorti (15) menciona a Luis Doncel y Manuel Pastén de Tucunuco que tienen boletas impagas y a quienes ha citado dos veces pero no han ido. Le pide al Subdelegado que él los haga comparecer a Jáchal "porque aquí en esta policía no hay ley para poderlos ejecutar"

Estos documentos indican que lo que sucedía en el lugar era propio de relaciones patriarcales semifeudales en un fundo sin control por parte del Estado.

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DECADENCIA Y NUEVO DESPOBLAMIENTO DE TUCUNUCO

En las primeras décadas del siglo XX comenzó la decadencia de Tucunuco.

La estancia fue perdiendo importancia paulatinamente durante las primeras décadas del siglo XX. La posta de mensajería dejó de funcionar; luego el correo comenzó a funcionar con autos de alquiler, después el autotransporte de Reemberto Quiroga dejó a carros y galeras definitivamente atrás. La estancia era manejada por administradores o contratistas y con la muerte de Doncel, aunque su viuda intentó continuar con las postas, se acentuó su decadencia. Se necesitaban muchas inversiones, maquinaria y trabajo. Emigró la población quedando solamente tres personas que regaban y cuidaban la estancia. Tuvo varios dueños pero todos fracasaban en sus emprendimientos. Cuando Ramón Becerra era propietario y Tucunuco estaba prácticamente despoblada, por falta de pagos de impuestos la estancia fue rematada públicamente por la Municipalidad de Jáchal.

Margarita Mugnos, en su novela ya citada, describe, sin nombrarlo, a Tucunuco, de esta manera: (16)

“Su vista abarcaba una planicie cubierta de potreros y matorrales, cortada por el río Jáchal y limitada por altos cerros al oeste y por lomas en los demás puntos del horizonte. Sobre este llano, ranchos de la construcción más primitiva se diseminaban aquí y allá, ocultos entre la espesura y sólo emergían un viejo molino y ¨las casas¨ de la estancia, enorme y vetusto edificio con algo de feudal en su aspecto: los palomares que coronaban su fachada y murallas circundantes dábanle es aspecto de castillo medieval almenado.

Para completar la total decadencia, ya ni el viejo molino servía: descompuesta la anticuada maquinaria, nadie se ocupó de restaurarla y el aparato, que por más de un siglo molió la harina para las tortas cotidianas, quedó arrumbado para siempre.”

Los Doncel enajenaron la propiedad y fue pasando por varios propietarios, produciéndose la emigración paulatina y así fue perdiéndose la finca. Pese a todo algunos habitantes permanecieron en el lugar por varios años más.

Margarita Mugnos describe la vida y la situación social de los peones de la estancia, en la condición de miseria y explotación en que vivían los “yarcos”, denominación de los mestizos, descendientes de los capayanes. La autora caracteriza a los niños como “caterva de desarrapados”, “semi indiecitos”, mostrando la indigencia en que vivían los peones.

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NUEVO POBLAMIENTO DE TUCUNUCO: FEDERICO CANTONI

La finca fue adquirida por Federico Cantoni junto con otras personas que conformaron la “Sociedad Anónima Olivera Tucunuco” y precisamente a los olivos se dedicó Cantoni, quien plantó 600 has. de distintas variedades, realizó injertos, trajo la semiñola (similar a la ciruela). Se impuso un gran esfuerzo productivo: construir una toma, acondicionar la red de riego, criar ovejas carakul, plantar árboles: eucaliptos, aguaribay, palmeras. Se volvió a convertir el desierto en un vergel; la estancia se convirtió en pueblo y ya no meramente en estancia; en 1960 tenía 100 habitantes, con correo y telégrafo. Se abrió una escuela, denominada “Congreso de Tucumán” inaugurada en 1947. Se construyó y que era un jardín. En pinos había cuatro variedades. En la plaza se inauguró un busto a Sarmiento.

Esta época significó el segundo renacimiento de Tucunuco. Si la última etapa, ya de decadencia, de “los Donceles”, fue pintada de alguna manera, a través de la novela de Mugnos de Escudero, esta nueva etapa podemos caracterizarla a través de dos mujeres: Graciela Cibeira de Cantoni en los relatos de su libro “Mi vida con Federico” (17) y una informante, doña Helbecia López de Palacio, que nació en 1936 y vivió gran parte de su vida en Tucunuco.

Graciela Cibeira hizo erigir una capilla, utilizando madera traída de una capilla destruida por el terremoto de San Juan de 1944 y con piedras traídas de las canteras de Niquivil. La capilla fue inaugurada el 26 de diciembre de 1955. En esa oportunidad, que fue todo un acontecimiento para el pueblo de Tucunuco, se entronizó una imagen de la virgen de Andacollo. Graciela Cibeira cuenta que se preguntó a los peones y que la mayoría eran de origen chileno, por lo cual eligieron a dicha imagen. Un grupo de chinos, integrado por muchachos y niñas de la localidad, realizó el baile tradicional a la virgen, con instrumentos y vestimentas tradicionales.

Fueron los mejores tiempos de la localidad. El 7 de agosto se realizaba la fiesta de San Cayetano. Mucha gente acudía a la fiesta de la Virgen de Andacollo, que se celebraba en diciembre: (18)

“El gentío se hospedaba en la galería del lado derecho, en el ala izquierda de la casona estábamos los patrones sumados a los amigos, asiduos concurrentes”

Nuestra entrevistada nos informó que su abuelo nació en 1888, muriendo a los 78 años. “Era nacido, casado y muerto en Tucunuco”. Su abuelo trabajó para los Doncel. En esa época sembraban trigo, exportaban ganado a Chile. Lo engordaban y llevaban a los novillos a pie. Su abuelo fue a Chile como arriero, pero como trabajador de la finca tenía que hacer de todo.

Cuando doña Helvecia tenía siete años vivía con su familia y una tía. Ellos vivían enfrente a la casona. Había gente que vivía en la casa del guardahilos y en el correo. Otro tío suyo llevaba el correo a Mogna y enviaba la correspondencia por el tren. Recuerda que habían dos puesteros, pero lejos, en el campo. Eran don

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Puscama y don Remigio Díaz. Del otro lado del río Jáchal está el lugar denominado La Banda, que ya no es parte de Tucunuco.

El que después sería su marido llegó a Tucunuco como telegrafista en el año 1953, cuando Tucunuco ya era un pueblo.

“Recuerdo cuando Tucunuco era campo, entre 1943 y 1944. Entre los años 45 y 46, (con la instalación de la empresa que dirigía Federico Cantoni), se empezó a trabajar de nuevo en Tucunuco, con el desmonte. El encargado era Enrique Moya Gil. Había muchísimos obreros, que siendo de Niquivil, de Mogna, de San Roque, de Punta del Agua, se quedaban por la semana. Construyeron casas para los obreros de caña y barro. No se les pagaban mucho, pero había una cantina con provisiones suficientes para proveer a los peones, había carnicería y tambo. Debían caminar 3 km. hasta la ruta 40 para viajar en tren o en ómnibus.

La tierra, muy arenosa, era especial para olivos. Plantaban cebolla, zapallos y había grandes campos de alfalfa pero después comenzaron con la plantación de olivos. Hubo diez años de producción de olivos. Cada día salían dos camiones cargados con fardos de pasto hacia Pocito. Después cortaron a todos los olivos para leña, cuando aún estaban aún en producción. Eran hectáreas y hectáreas. Una cosa es contar y otra ver lo que es ahora. Cada uno de los que vivía allí tenía su plantación, su chacra. Había un arco, a escasos metros de la ruta 40 que tenía la leyenda: ¨Bienvenidos a Tucunuco¨.

El progreso se debía a la acción política que realizaba Federico Cantoni.

Del antiguo molino, que estaba frente a la casona, quedaba para entonces solamente el edificio casi derrumbado, ya no funcionaba. Cuando comenzaron los trabajos lo eliminaron.

Al costado oeste de la ruta estaba la estación ferroviaria de Tucunuco. En la estancia había una pileta para recolectar al agua del río para los trenes. Enviaban el agua por cañería con una máquina para bombear. Se consideraba que esa era el agua mejor.

Siempre hubo problemas con el agua, con la toma y las crecidas. La toma se hacía a la altura del cerro Cumillango, e iba costeando el río. Pero habiendo muchas bajadas naturales de agua, con las tormentas se rompía el canal.

Un año hubo una creciente muy grande y entró en las casas. Cuando se dejaron de realizar a lo largo de la línea del ferrocarril los trabajos de defensa que protegían a la finca, se deterioró todo y avanzó la creciente. Había que mantener las defensas para resguardar los canales. Con una máquina Caterpillar arreglaban los canales. Pero después se vendieron todas las máquinas. Luego arreglaban el canal con caballos y carros, pero “ya no era lo mismo”.

El cementerio -pese a su apariencia y abandono- no es viejo. Hay pocas personas y dos o tres niños. Se hizo después que se construyó la iglesia. Anteriormente, cuando había un fallecido lo llevaban a Mogna, en un carro o carreta, por el camino de la quebrada.

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Para la fiesta de Santa Bárbara en Mogna (distante a 49 km.) solían ir en carro, algunos camiones, a caballo y a pie. Eran cuatro horas a caballo. Existía una devoción con la santa. La fiesta –dice nuestra informante- ha cambiado en todo. Antes la gente solamente se podía cobijar bajo los árboles, sin agua ni luz. Llevaban un farolito y tenían que buscar leña. “Llevábamos colchas. Nos agarraban vientos, lluvias y allí teníamos que estar. Y por la providencia al año siguiente teníamos más ganas de ir.

Mogna se ha superado, porque era un pueblito menor que Tucunuco. Ahora tiene luz, agua, casas de fin de semana. En Tucunuco no teníamos agua potable. Usábamos candiles, lámparas a presión. Después a gas. Nunca llegó la luz eléctrica. En Tucunuco para la novena se llevaban faroles a kerosene. En Mogna los Montilla llevaban motores para alumbrar en la iglesia en las noches de novena.

Eran tiempos hermosos. Se vivía más tranquilo. La confianza era grande. No había puertas.”

En 1947 se inauguró la escuela nacional N 158, que comenzó con 80 alumnos, luego descendió a 40, con una asistencia de 32 alumnos promedio. Algunos de los niños llegaban de 15 km. La escuela anterior había dejado de funcionar, posiblemente hacia fines de la década del treinta, según recuerdan informantes, que afirman que sus abuelos y padres asistieron a la escuela.

La escuela poseía dos grados, contando con un solo maestro, don José Segundo Núñez. Era lo “único que vinculaba a la zona con la civilización”, cumpliendo los roles de club social, capilla, centro de cultura. Era un rústico edificio de adobe, que pertenecía al dueño, situado frente a la casa de aspecto señorial. En algunas oportunidades la escuela funcionó en dicha casa. Hubo un tiempo sin escuela, aproximadamente a fines de la década del treinta. Después, en 1966, el Ministerio hizo construir la escuela, cuyo edificio aún se conserva y que contaba con dos maestros.

Un artículo del Diario Tribuna (19) se titulaba “Drama de los niños de Tucunuco”. El periódico caracterizaba a Tucunuco como una “una vasta posesión, rica en tierras fértiles”, de alrededor de 50.000 hectáreas, teniendo agua empadronada para sólo 2.000. Esta finca, decía el periódico, pertenece a un ex gobernador, inmensamente rico: mencionaba sin nombrarlo a Federico Cantoni, el cual era considerado acérrimo enemigo por el periódico, que era el principal vocero del conservadorismo de la provincia.

“Los niños de Tucunuco necesitan de todo. Desde ropa a alimentos porque nada tienen ni de nada disponen en sus hogares. Concurren a la escuela semidesnudos y en sus rostros macilentos se advierten las huellas de reiteradas vigilias”. El director invitaba a uno o dos por día a comer con él. En Tucunuco hacía falta un comedor porque “la desnutrición está diezmando a la infancia escolar y donde la región se está despoblando por falta de trabajo. (...) El drama de Tucunuco de aquella niñez enferma de hambre, cuyas pálidas carnes emergen de entre los harapos con que malamente disimulan la desnudez, descalza y macilenta, está

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clamando por la acción de las autoridades. (...) Hay allí un montón de niños argentinos que carecen de lo indispensable para alimentarse y vestir”.

La preocupación de Tribuna podía ser real, pero anteriormente, cuando era el feudo de los Doncel ninguna injusticia era denunciada por los conservadores.

Pero esos tiempos hermosos fueron terminando. Doña Graciela Ciberira, al morir su esposo, Federico Cantoni, en 1954, llevó administradores pero estos no pudieron cumplir con su tarea. La estancia comenzó a venirse abajo... Se fue descuidando el regadío, la poda, la cura y se fueron secando los olivos: paulatinamente se fue perdiendo todo lo logrado anteriormente.

“Después trasladaron el correo de Tucunuco a Niquivil. Ese fue el golpe final."

Tucunuco se fue despoblando. Se estaba acabando el trabajo. Nuestra informante y su familia vivieron hasta los años 70, luego se fueron a vivir a Niquivil. En Tucunuco siguieron viviendo su madre y dos de sus hermanos hasta el 1975. Su hermana era celadora de la escuela y desde Niquivil viajaba para cumplir sus tareas. Ella reflexiona:

“Tucunuco tenía esos altibajos. A veces tenía mucha gente y después había poca.”

Cuando Tucunuco quedó despoblado, se llevaron todos los equipamientos de la capilla, con una orden de la vicaría y con el sacerdote de Jáchal y la gendarmería. Los bancos, imágenes de vírgenes y santos fueron y trasladados a otras capillas, como la de Niquivil.

A la muerte de Federico Cantoni, Tucunuco comenzó a decaer paulatinamente. La historia volvía a repetirse como en los tiempos de Doncel. Sus viudas se empeñaban en sostener la explotación pero en vano. Pedro Doncel y Federico Cantoni fueron prominentes políticos de la provincia de San Juan. Doncel tuvo, como vicegobernador, el gobierno político de San Juan, que el gobernador dejó en sus manos, además de cederle el mando por varios meses; Cantoni fue líder, con sus dos hermanos, dirigente de un nuevo partido, con gran apoyo de masas; era de carácter populista y marcó una etapa turbulenta en la provincia. Gobernador en dos oportunidades, fue un activo y emprendedor agricultor, que trajo innovaciones en las estancias que tuvo y que marcaron época: Huañizul en Iglesia, Tucunuco en Jáchal. Doncel era conservador, Cantoni un caudillo populista con tendencias progresistas. Si hubiesen sido de la misma generación hubiesen sido enemigos terribles. Los dos fueron propietarios de Tucunuco y tuvieron un momento de esplendor con la propiedad. Luego la estancia comenzó a decaer a causa de las administraciones y finalmente fue apropiada por el Estado provincial.

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NUEVO POBLAMIENTO DE TUCUNUCO: LA FALLIDA INSTALACIÓN DE LA COLONIA

“En el tiempo de Camus llegaron “los porteños”, la “gente de Buenos Aires”. Habían vendido sus casas y ¿para qué? No había agua. Eran profesionales. No sabían cultivar. Tuvieron problemas con el ejército, en el tiempo aquel que andaban los extremistas, montoneros o amontonados”.

Así recuerda doña Helvecia aquellos sucesos que ocurrieron en 1976. Y Graciela Cibeira de Cantoni escribió:

“Al hacerse efectiva la expropiación, se instala una colonia, para la cual se construyen algunas viviendas que aún no se terminaban, ya que al producirse el golpe de estado del ´76, la mayoría de los colonos (que eran familias de montoneros) abandonó el lugar, viviendo en la actualidad solamente un chileno que se afincó allí con un puesto de cabras.” (20)

Estos comentarios poco amables e injustos son reflejo de la idea sin sentido que se elaboró por parte de la dictadura sobre la empresa que se propusieron un grupo de porteños, que en el propósito de cambiar de estilo de vida se embarcaron en una gran aventura que terminó mal: la de instalarse como colonos en un lugar perdido del interior de la Argentina. Signada por la situación política que preanunciaba el golpe de estado y luego por la dictadura militar, el esfuerzo y proyecto fue cruelmente destruido por la represión, que marcó un caso singular, sin víctimas afortunadamente, pero que fue una expresión de las limitaciones ideológicas de los militares represores y la verdadera encarnadura de su ideología.

La “Cooperativa de Trabajo Tucunuco” se fue formando en Buenos Aires, desde el mes de julio de 1975, cuando el arquitecto convocó por medios radiales a porteños interesados en trasladarse al interior del país cambiando de forma de vida.

Cerca de tres mil personas respondieron pero finalmente quedaron cimentadas 16 familias. Era un total de 45 personas, entre ellas 13 niños. A fines de diciembre de ese año llegaron a San Juan los primeros colonos. Contaban con el apoyo del gobierno de la provincia, el cual expropió parte de la gran finca original. La estancia fue expropiada en parte de su extensión por Decreto N° 123 –E- del 26 de enero de 1976:

“Que el objetivo de ese convenio es lograr el aprovechamiento integral de esas tierras mediante la instalación de colonos que, asociando esfuerzos y capitales, se dediquen a trabajos agrícolas y de desarrollo de la ganadería, en la magnitud que esas vastas extensiones permiten realizar.”

A la estancia, que aún pertenecía a la Sociedad Anónima Olivera Tucunuco, le fueron expropiadas tres fracciones que correspondían a la parte norte, con un total de 67.000 has. con derecho de agua para mil has. En esa época en Tucunuco quedaban muy pocos habitantes. Allí se instalaron los entusiastas colonos, en

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condiciones precarias. Uno de las colonos, una mujer, Muni, entrevistada en esa oportunidad (marzo de 1976) por una revista de San Juan, relataba: (21)

“Después, en el mes de enero empezó a llegar la demás gente y empezamos a vivir allí en el campo. El gobierno primero nos asistió con semillas, tractor, apoyo para la limpieza, la monda de los canales, se empezó a desmontar y limpiar porque como el terreno estaba abandonado...”

Al principio los colonos se instalaron en la escuela, en forma precaria y rápidamente debieron afrontar problemas perentorios: proveerse de agua, autoabastecerse de alimentos, obtener un techo donde vivir y elaborar un programa de producción.

Los motivaba, según Muni, nuestra entrevistada treinta años después (marzo de 2006):

“...la búsqueda de un nuevo método de vida. Pensamos que va a llegar el día en que el hombre tenga que vivir de lo que produce. Es necesario volver a la tierra. Producir. Por otra parte, queremos para nuestros hijos un mundo distinto al de las grandes ciudades donde nadie se conoce.

Nosotros consideramos que la tierra es un bien de uso. Trabajamos para todos y la propiedad es de la cooperativa”.

Iniciaron la construcción de 18 viviendas antisísmicas, mediante el sistema de ayuda mutua, contando con las comodidades mínimas. Sembraron una huerta y plantaron alfalfa. Se alimentaban poco y mal, pero tenían proyectos que les permitirían superar la emergencia. Comían en comunidad y querían conservar ese sistema en el futuro “al menos en el almuerzo y la merienda pues aunque cada familia lleva una vida individual nos interesa esta experiencia en comunidad”. (22)

En principio los colonos, pese al gran esfuerzo que realizaban preparando las tierras, construyendo un barrio donde vivirían, dependían de la ayuda del gobierno en insumos, alimentos. Esta ayuda comienza a menguar con el golpe de estado de 1976, que los llevó a una situación crítica. Muni relata la otra parte de los sucesos, tres décadas después:

“De golpe y corazón nos encontramos verdaderamente muriéndonos de hambre, sobre todo los niños. ¡Nosotros cuatreriamos! Matamos dos vacas. Fue un conflicto muy grande, porque había gente con principios muy estrictos y no lo aceptaban. Mientras que otros teníamos principios estrictos, pero hijos con hambre”.

La dictadura presionó sobre la colonia, a través del control periódico:

“La gente de gendarmería del escuadrón de acá, (Jáchal) periódicamente cada equis días, no sé, un mes o veinte días, venían, nos pedían permiso, nos saludaban, bajaban una mesita, una máquina de escribir, labraban un acta donde decían que habían venido, que éramos gente que no teníamos nada, que no hacíamos nada malo. O sea que había una serie de actas que nos hacían a nosotros porque al ser

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de afuera y en esa época, el gobierno y la gendarmería controlaban. Así que con la gendarmería todo bien, ningún drama”.

Pero ya se estaba fraguando la intervención violenta sobre los colonos, a través de la guardia de infantería de la policía provincial:

“Entonces cuando se produce el golpe militar, una de las versiones que circulaba era que nosotros éramos un grupo guerrillero, lo que no sé si fue a raíz de eso o sí el operativo lo hacen igual, o si alguien nos denunció, o si ha habido atrás intereses. Nunca pudimos saber exactamente como fue que de golpe y de porrazo cayó la guardia de infantería.

Y… seguía evolucionando la vida nuestra cuando un día, era la siesta (eran las tres de la tarde), estaba el campeonato mundial de jockey en España. Estaba jugando España con Argentina (creo, una cosa así); y era la siesta y mi marido estaba acostado y yo salí para calentar agua porque él ya se tenía que ir a trabajar, y salgo a la galería de la casa donde yo vivía y veo un camión… y otro camión y gente de uniforme azul y cascos, y perros… yo no entiendo nada de uniformes sinceramente, y hasta ese día no entendí nada y ahora sigo sin entender, con la diferencia, de que les tengo miedo, antes no. Entro y le digo a mi marido: -¡Che! ¿qué es un uniforme azul con casco? Y me dijo: - Uniforme azul con casco, es la guardia de infantería. - ¡Che! Está lleno de esos, corren por todos lados. Y corrían y gritaban por todos lados, y mi marido me dijo: - Déjame que vaya a averiguar. Se puso las zapatillas y se va, y no volvió más. Como mi marido no volvía, me voy caminando a buscarlo. De golpe me encuentro con un tipo de uniforme con un FAL y me lo pone acá (se señala en el estómago), y me dice: - ¿Adónde va? y le dije:

- A buscar a mi marido. - Vuélvase a su casa, me respondió. -¡No!, le dije, voy a buscar a mi marido. Y me hizo así (señala que la empuja con el FAL apuntándole en el estómago) con el arma y me volví a mi casa. Y a partir de allí se armó un despelote, un infierno les diría, que uno creía, sinceramente yo creía, pensé,”yo estoy viendo una película”… “esto no me está pasando a mí”. Es una película que un tipo entre a tu casa, que meta un arma abajo del colchón, que tire el colchón para arriba, que meta el arma por las cobijas, desparrame la ropa, te abra donde vos tenés la ropa y empiece a tirar ropa por el aire. Yo, a mi hijo, el mayor, lo tenía tomado así (señala: bien apretado de la mano y junto a ella), y al que había nacido en mayo, bueno… junio, julio, agosto, septiembre (cuenta los meses de edad que tenía su bebe), tenía cuatro meses, estaba durmiendo en su moisés. Me dijo: - Doña, ¿no está escuchando el partido? Y le dije: -¡Cómo para escuchar partidos estoy! Bueno y de ahí una serie de situaciones increíbles, como que encontraban un arma, era mentira de ellos, y gritaban: -¡Acá hay un arma, hay un arma!… Miren, yo… no se lo deseo a nadie. Es importante que los grandes hablemos de algunas cosas para que la gente vea que a veces sin tener nada que ver te ves envuelto en algo que nada que ver… Ha habido disparos a compañeros nuestros, uno descolgado (le habían revisado su pieza, y no le encontraron nada) se había levantado temprano a trabajar en el tractor, como le correspondía, porque el tractor no podía parar, tenía que andar todo el tiempo, cuando él se va y lo ven, empezaron a gritar, a tirar tiros, era una cosa de locos. Lo traen de vuelta. Y a

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todos los hombres los tenían atados en el suelo y a las mujeres las meten a todas en un lugar, mujeres y niños (...) Una sufrió mucho por eso, se sufre un montón. (...) Hemos tenido simulacro de fusilamiento a un compañero, tiros al aire, golpes.

(...) A otra compañera le dispararon cerca del pie. Terminada esa pesadilla, los suben a los hombres al camión y se los llevan. Nosotras, las mujeres nos quedamos solas: Un compañero me decía a mí: -Mostrales las actas de gendarmería. Voy a mostrarles las actas de gendarmería y le digo: - Acá hay actas de gendarmería, y me dice él: - Dame que yo se las doy, y sale él y lo agarraron y le empezaron a pegar en el suelo, gritaban los niños... Una cosa increíble… pasa eso, se van los tipos, quedamos todos shokeados. Una compañera, a cuyo marido se lo estaban llevando ¡loca!, ¡loca! de saber las cosas que estaban pasando en ese momento, corre al camión, se subió a la cabina y se fue”.

Los hombres estuvieron detenidos en San Juan tres días, trasladándolos de un lugar a otro. Pero “¡Al tercer día los soltaron porque no había nada!”. Las mujeres viajaron a San Juan, de allí regresaron con los varones ya liberados a Tucunuco. Las gestiones que hicieron ante las autoridades fueron infructuosas. El grupo estaba ya golpeado de una manera irremediable:

“A partir de eso hubo gente que inmediatamente se fue. Si no hubiera sucedido esto, estoy segura de que hubiera habido un grupo de gente dispuesta a pelearla, como aquella gente que quedó hasta lo último. Pero cuando el grueso del grupo se empezó a ir y quedó un grupo reducido, ya no avanzábamos, no se resolvía nada y nos pusimos firmes las mujeres y nos planteamos irnos. Las mujeres nos fuimos con los chicos y algunos hombres y allá quedaron tres por más tiempo. Pero nosotros a fin del año ´76, ya nos fuimos del campo”.

El grupo ya no podía resistir más las condiciones adversas y regresan a Buenos Aires, salvo un matrimonio que se instalan en San Juan y Muni y Jorge, que con sus hijos terminan instalándose en Jáchal.

Ella reflexiona ahora:

“Yo cada vez que leo, escucho o veo sobre lo que hizo el gobierno militar, siento que lo mío fue solo una gotita de agua… nada más. Pero hay gente a la que le pasó cosas terribles. Digo, que importante es que se pueda hablar de eso ahora, que se lea, que se vea…”

La experiencia que ella sufrió, tiene el carácter de:

“Más bien yo te diría que no fue una brutal represión, yo te diría que fue en lo psicológico, lo que uno siente: yo veo un uniforme y el estómago se me hace así (se toma las manos y se aprieta el estomago). Yo siempre digo, yo creo que con la verdad uno siempre llega; uno hablando puede llegar a resolver algún conflicto, siempre lo creí y lo sigo creyendo. Menos cuando tenés un arma adelante, con las armas no hay diálogo y te dan miedo”.

Recordemos que en 1693, en Tucunuco, Ana Asaguate había sufrido, desprotegida e inerme, sólo con sus hijas, la injusticia del poder de la colonia, 283 años

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después, Muni sufría desprotegida e inerme, como la voz de todo un grupo, la injusticia del poder dictatorial.

Tucunuco quedó nuevamente deshabitado. Después de la marcha de los frustrados colonos, quebrados por la represión dictatorial, los pocos habitantes que permanecían se marcharon. La escuela se cerró el 17 de septiembre de 1979, cuando quedaban sólo dos alumnos.

Quedó solo una familia, la de Juan de Dios Pertines, extranjero, con su concubina y su hijo. Con los años la mujer falleció y el hijo se marchó. Pertines quedó como el solitario habitante de la Colonia Fiscal. En 1983 el gobierno de la provincia le dio un préstamo precario gratuito, legalizando su situación. Pertines en una carta al gobierno (23) decía que durante 20 años se ocupó de evitar la depredación de la flora y fauna, la custodia y conservación de los edificios (escuela, iglesia, barrio y otros caseríos). Vivía de una escasa pensión y de cobrar por permisos de pastoreo, sin agua potable y sin electricidad, pero:

“Lo más triste de todo sea que Tucunuco es un pueblo fantasma... porque antes fue una próspera colonia de donde no sólo salían animales para faenar sino por sus numerosos cultivos de la mejor calidad... aquella época de oro de la Colonia de Tucunuco.”

El poema de lamento de Graciela Cibeira de Cantoni, las palabras de la colonizadora Muni, la carta de Pertines, son tres testimonios de tres momentos de la “Colonia del Olvido”. Pertines ha fallecido y los distintos proyectos de explotar nuevamente a Tucunuco no han logrado realizarse. El abandono, el despoblamiento, los olivos talados, el barrio que empezaron a construir los colonos sin terminar, la vieja casona en ruinas, la calle principal convertida en una especie de canal, los eucaliptos secándose largamente por décadas: la desolación.

Y la leyenda escrita en un aula de la escuela abandonada marca el epitafio final:

“Los habitantes de este hermoso pueblo nos vamos con lágrimas en el corazón”

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TUCUNUCO: LOS CUATRO POBLAMIENTOS Y DESPOBLAMIENTOS

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TUCUNUCO EN LA POESIA

CANTO A TUCUNUCO

Soledad de senderos transitados.

Arenas emancipadas de luna.

Un río adormecido...

¡Cómo duele la angustia de su llanto!

¡Cómo tiembla la espiga de su cauce!

La muerte, está en la tierra.

El grito de la raza, en la algarabía de los algarrobales.

El llanto de las madres, en el silbar del viento,

en la mortaja de la arena triste.

...................................................

¡Descansa! Tu crisol no ha muerto.

¡No puede el tiempo llevarse lo añorado!

Todo está como entonces: la casona

más vieja, pero el mismo patio.

El alero hasta el borde de la acequia,

las baldosas vestidas de cansancio.

........................................................

El callejón, remanso de eucaliptos,

la plazoleta con el bronce calmo.

----------------------------------------------

¡No importa el manantial que muere!

¡De angustia y soledades te forjaron!

Jorge Posse, de su libro Yo quiero a mi pueblo (1975)

Fragmentos

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TUCUNUCO: LOS CUATRO POBLAMIENTOS Y DESPOBLAMIENTOS

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¿DONDE ESTAS TUCUNUCO? Fragmentos.

¿Dónde está la casona añejada de sueños

con bostezos de tiempo que le destino le dio?

Hoy recorro tu estampa y me invade el silencio...

No hay trinar melodioso. Ni perfume, ni voz.

Las mañanas felices hace tiempo se fueron

por sendas de cansancio castigadas de sol.

¿Dónde estás Tucunuco, con tu pueblito viejo?

----------------------------------------------------------

Pondré en tu galería esas viejas baldosas,

y allí en los ventanales la reja y el malvón.

Le diré a la arboleda: ¡Levanten sus frescuras!

A las aves canoras: que vuelvan amor.

----------------------------------------------------------

¡Tucunuco estandarte la tierra del silencio!

Graciela Cibeira de Cantoni. De su libro “Mi vida con Federico”.

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TUCUNUCO: LOS CUATRO POBLAMIENTOS Y DESPOBLAMIENTOS

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SOLEDADES DEL MUNDO: TUCUNUCO

Una tarde entrando en la soledad del mundo.

(Un pueblo hundiéndose en el desierto

como un caballo muriendo en la arena).

Andando hasta la población perdida

para encontrar que después de tanta vida y tanta muerte,

sólo queda el más terrible olvido.

Y los años y la lluvia que van destruyendo todo.

Y la angustia de las casas abandonadas,

de las habitaciones donde yace el silencio

de cada vida vivida, de cada intersticio vivido.

Allí, donde las lunas yermas sucumben golpeando las puertas

o se desvanecen en el frío de las galerías,

o se hunden en el pavor de las cosas despojadas,

de los baúles muertos y las cocinas viejas.

Una población perdida en la soledad,

una población perdida en la arena,

cuando la muerte lenta de las cosas,

cuando hay gritos desvalidos en el viento,

cuando hay voces y hay palabras,

historias de hombres y mujeres

y sus vidas y sus trabajos

que se han marchado hacia otros destinos.

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TUCUNUCO: LOS CUATRO POBLAMIENTOS Y DESPOBLAMIENTOS

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Y el silbido del viento que se ha llevado todo.

El viento que empuja hacia el desierto.

En esa tarde que entra en los nombres y huesos olvidados

tú llamas y sólo responde un pájaro perdido

que atraviesa la soledad del mundo.

Los últimos caballos galopan hacia el sur

Y se pierden en la distancia.

Una estrella arrodillada

en medio del camino

y la soledad

que se precipita sobre el mundo.

José Casas, de su libro inédito Jáchal, lunas y territorios.

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Capítulo IX:

TUCUNUCO: LOS CUATRO POBLAMIENTOS Y DESPOBLAMIENTOS

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Leonidas Escudero es uno de los poetas sanjuaninos de trascendencia nacional. Su madre estuvo en Tucunuco en 1925, cuando ella tenía treinta años y Leonidas cinco, porque su padre trabajaba en el correo de dicha localidad. Fueron a pasar el verano con el padre. Se alojaron en la escuela. Entonces escribió la novela, publicada en 1957. la autora escribe:

“Aunque sus personajes y acción son imaginarios, mi novela tiene contacto con la realidad histórica de esta provincia donde se ensayaron leyes sociales por primera vez en nuestro país.”

Su hijo publicó, entre otras de sus obras, el libro “Aguaiten”, en cuya portada hay una foto suya de niño, en un burro de Tucunuco. Rememorando aquel tiempo escribió:

VIAJE A VOLVER

Por volver a los tiempos de aquel tiempo

doy un salto a ayer en donde lame

el viento los campos de Tucunuco.

Y más quisiera o besar el tronco

de cada algarrobo,

irme de corazón sobre las piedras,

bañarme en la gredosa

memoria del río Jáchal.

Y esto es poco decir puesto ahora

siento mi sentimiento volver a donde estuve

unido a Todo.

¿puedo acaso olvidarte burro viejo,

voluntarioso y triste, y yo orondo

aunque sin alcanzar los estribos?

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TUCUNUCO: LOS CUATRO POBLAMIENTOS Y DESPOBLAMIENTOS

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Y hoy se me da por enrollar el lazo

del camino vivido, es

para devolverlo porque no enlacé nada.

Voy a enterrarlo en una cueva de quirquincho

en el kilómetro cero de mis andanzas.

De su libro Aguaiten.

En 1976, Leónidas Escudero, viajó con los periodistas que entrevistaron a los colonos en 1976, escribió: (24)

EL TUCUNUCO QUE YO RECUERDO

La eufonía de su nombre aborigen despierta, con mis recuerdos, el indeleble asombro de la infancia. Mi padre había ido a hacerse cargo de la oficina de correos transitoriamente, en reemplazo de don Eleazar Alday, a quien lo he visto hace poco en la ciudad, firme todavía a pesar de sus años, seguramente por la savia nutricia del tiempo vivido en Tucunuco.

Mi padre me puso en el lomo de un burro allá, entonces, y fui en su lento y seguro andar haciéndome amigo de los pájaros y de aquellos niños que llevaban el pantalón a media canilla y eran también pajaritos alegres. Allí transcurrieron días maravillosos entroncados en la verdad: las costumbres seculares, la sencillez conmovedora de los pastores y de los rústicos habitantes que cultivaban algún trigo y hacían sus chacras defendidas con cercos de espinas.

“Aquí en Tucunuco l ´azúcar es cuco”, decía una viejita que manejaba el telar. Y como el dicho era cierto yo le llevaba un poco de azúcar, y ella me pagaba con pan moreno, con sabor a su humildad. La harina era de esas tierras que hasta hace poco no habían conocido más que el arado de palo.

Al molino se lo llevó no hace mucho la creciente y su piedra voladora yace en el polvo. Eso lo vi hace algunos días cuando volví al paraíso de la infancia. Fui a ver una gente que ha establecido allí una colonia: argentinos de lejos que han inaugurado un mundo más afín con la naturaleza del hombre. Los oí hablar de lo negativo que presiona al ser humano en las grandes ciudades, motivo para que se largaran arrostrando la inseguridad y desafiando al fracaso.

Antes de antes, cuando vivían los indios en Tucunuco, el agua sobraba para su incipiente agricultura. Tenían también el algarrobo, árbol sagrado de las comunidades aborígenes recolectoras. Hubo en el lugar un asentamiento importante, aunque inferior al de la cercana Mogna, poblaciones que empezaron a

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extinguirse con la institución de las encomiendas. Durante mi estadía de niño en la zona encontrábamos muchos vestigios: cerámica, puntas de flechas, conanas, un collar de malaquita y una urna funeraria. A ésta la descubrimos en las barrancas y contenía un párvulo en posición ritual. El hallazgo fue donado por mi madre al Museo Gneco, cuyo importantísimo acervo fue, por desgracia, extrañado de la provincia. Y ya que cité a mi madre, recuerdo que encontró allí el motivo para escribir una novela, la cual fue publicada años después y capta muchas vivencias de aquella estada inolvidable.

Esta breve visión de la infancia me fue inspirada por los pioneros que ahora acampan en Tucunuco- El clima es allí riguroso, el agua es poca y no muy buena, están el tábano y la víbora coral; pero la tierra es excelente, el paisaje es hermoso y el aire es puro, especial para la fundación de una esperanza.

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Bibliografía:

1. Canals Frau: Una encomienda de indios capayanes. Anales del Instituto de Etnología americana.

1946. Tomo VII. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad Nacional de Cuyo.

2. Teresa Michieli: La disolución de la categoría jurídico-social de “indio”. Op. Cit. Pág.12.

3. Ibid ant.

4. Duplicado de deslinde de mensura y mejoramiento de la estancia de Tucunuco y Tafin.

Expediente 301, Caja N 99, Carpeta 171. Archivo, Departamento Gral. De Obras Públicas.

Fotocopia cedida gentilmente por la Profesora Leonor de Scarzo.

5. Horacio Videla. Historia de San Juan. Tomo V.

6. Encuesta Nacional de 1921. Escuela N° 63.

7. Informe del Subdelegado de Jáchal, Sr. Nievas, 20 de noviembre de 1887. Op. cit. Folios 103 a

284. Hay un salto de folios.

8. Guía geográfica Militar. San Juan 1902. Pág. 247.

9. Ibid. ant. Pág. 248 y 249.

10. Fernández, Juan R. y Castro. La Provincia de San Juan 1910. San Juan. 1911. Pág. 170.

11. Ídem ant. Pág. 180.

12. Mugnos. Op. Cit. P. 11.

13. A.H.A. San Juan. L.308. F. 245, 27 de abril de 1864.

14. Junio 30 de 1891, Mogna: de la oficina del Registro civil al Registro de Jáchal.

Archivo Municipalidad de Jáchal.

15. Mogna, Mayo 14 de 1875, enviada al Subdelegado de Jáchal. Archivo Municipalidad

de Jáchal.

16. Mugnos de Escudero, Margarita: Op. Cit. Pág. 11-12.

17. Cibeira de Cantoni: Mi vida con Federico, edición de la autora, San Juan.

18. Cibeira de Cantoni, Op. Cit. Pág. 67.

19. Diario Tribuna, septiembre de 1948.

20. Cibeira de Cantoni, Op. Cit. Pág. 62.

21. ¿Regresión o evolución? Revista Pulso Sanjuanino, N 5, junio de 1976, San Juan.

22. Ibid ant. Pág..17.

23. Carta de Pertines. Diario de Cuyo. Sin fecha

24. Revista Pulso Sanjuanino. Op. Cit. P. 18.

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Indice

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Índice:

MOGNA, LARGA DISTANCIA. EL PUEBLO DE LA TRAVESIA

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Lic. José Casas

INDICE

Introducción: SANTA BÁRBARA DE MÓQUINA 05

MOGNA, LARGA DISTANCIA. EL PUEBLO DE LA

TRAVESIA

10

Capítulo I: MOGNA: LA TRAVESIA Y EL OASIS 12

Capítulo II: LOS CAPAYANES DE MOGNA 18

Capítulo III: FUNDACION DE MOGNA 29

Capítulo IV: ETAPA CRIOLLA. (1810-1870) 40

Capítulo V: LA NEGACIÓN DEL AGUA (1870-1890) 52

Capítulo VI: LA ETAPA AGRÍCOLA (1870-1950) 62

Capítulo VII: MOGNA DESDE FINES DEL SIGLO XIX HASTA

FINES DEL SIGLO XX.

72

Capítulo VIII: SANTA BARBARA DE MOGNA 88

BUENAVENTURA LUNA (Textos Inéditos) 96

Capítulo IX: TUCUNUCO: LOS CUATRO POBLAMIENTOS Y

DESPOBLAMIENTOS

99

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Agosto; 2009

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