molina, tirso de - la patrona de las musas

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  • 8/2/2019 MOLINA, TIRSO DE - La patrona de las musas

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    TIRSODEMOLINA

    La patronaLa patrona

    de las musasde las musas(Perteneciente aDeleitar aprovechando)

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    La diligencia cuidadosa de doa Manuela y don Luis, cumplido primero con las que obliganal alma, supli de suerte la brevedad del trmino que, apercibido todo lo necesario y acesorio,con la ostentacin que la riqueza, la liberaridad y juventud desempea semejantes deudas;convocados amigos de diferentes edades y sexos, no empero de calidades diversas, se dispusoauditorio suficiente para la mediana capacidad de una quinta que, a los ojos de la Corte, jubiladade las inquietudes a que ocasiona tanto pueblo en tales das, generosa en edificios, respetable en

    adornos, guarnecida de planteles y vistosa con flores, pagaba en ellas al enano Manzanares, ellquido nutrimento de sus plantas, pues el margen fresco de sus limitados vidrios era guarnicinflamenca de sus quebrados espejos, entre las muchas que desde la casa del Campo bizarrean susorillas, sirviendo de parntesis a sus gigantes alamedas. Facilitaba la disposicin del sitio, en lointerior de la apacible estancia, un atrio o plazuela, cuyas iguales y doradas arenas, dividido su

    pavimento con curiosas labores de menudos huesos y empedrados, hacan que sus huspedes noechasen menos las tersas losas que en los patios prncipes, por comunicar su estima, mortificansu soberbia, al menosprecio de los pies que los maltratan. Cease el deleitoso crculo declaraboyas en arco, cuyas columnas, en la materia jaspes, en la labor corintias, vestidas deenamorados jazmines, parece que, escalando sus coronaciones, cohechaban sus molduras con laesperanza de las flores cndidas que las prometan sus casi preados pimpollos para el esto ya

    cercano. Diadema le autorizaban curiosos corredores, cuyos labrados antepechos vesta el azulafeite lo grosero del nfimo metal, dignndose el oro de que, matizando sus udos, entre elcampo del color celeste, pareciesen a trechos o estrellas fijas o peregrinas impresiones.Ensoberbecanse agora con la gala de diversas telas, damascos y alfombras, demostracin clarade la bizarra que aaden los adornos a la hermosura. En el centro del claustro referido, habansus dueos levantado, para la celebridad de su festn, un artificioso teatro, donde, en forma devergel, deposit Amaltea su decantada copia, vistiendo su fachada de columnas, nichos ycestones, a costa de la infinidad de rosas y yerbas eternas, tributarias de sus casi sucesivas

    primaveras. Circunferencia eran suya cantidad de asientos que, ya en sillas nobles, ya enplebeyos bancos, sealaban lugares a diferentes jerarquas. Convoc, pues, la fama, apadrinadade la novedad, ms concurso del que estaba convidado, que todo lo que se singulariza tiene desu parte la comn benevolencia y, en tales ocasiones, siempre son ms los aventureros que los

    prevenidos. Llense, en fin, todo el semianfiteatro y, servidos los antes de aquel retricobanquete, con diversidad de msicas, recreacin del penltimo sentido, lisonjeando losentendimientos versos conceptuosos, manjar siempre del alma, sobre una autorizada ctedra(para cuya compostura tom el marzo a censo todo el caudal de abril, hipotecndole sus aguas ysoles, gajes sin cuyo ministerio jams se lograran las tareas de sus partos), don Luis, bizarro yapacible, despus que el deseo de lo prometido quiet el concurso y oblig al silencio, dio

    principio a su oposicin, diciendo de esta suerte:

    LA PATRONADELASMUSAS

    De qu te ensoberbeces presumida,Efmera fragancia en globo breve,Si ayer botn, hoy flor, el sol te bebe

    La mesma que te dio vegetal vida?De arqueras esmeraldas defendida,Caduca majestad de imperio leve,

    Blasonas confusin de grana y nieve,Y llora tu vejez recin nacida?Qu importa que, terrestre, seas estrella

    Del cielo de un jardn, si slo durasLo que el sol, que a su muerte alarga el paso?

    Ay, si sta viera en ti mi ingrata bella!Que son rosas de amor las hermosuras

    Al alba, oriente, y a la noche, ocaso.

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    Ans alternaba versos y suspiros (hablando, en persona de su enajenacin amante, con loinsensible de la monarca de las flores) Alejandro, esperanza generosa de la antioquena Menfis,a los acentos de una vigela de arco, modulada ms por el uso de los dedos que por la atencinde los sentidos, en xtasis entonces con la contemplacin de la hermosura menos imitada quevio el Helesponto, desde las dos tragedias que al estrecho clebre, impedimento a la Tracia yFrigia, aseguraron fama y nombre, cuando, en una, la ninfa fugitiva perdi a un tiempo la vida y

    el hermano, nico heredero del prodigioso vellocino y en la otra Leandro y Hero inmortalizaroncon pasiones el mal logro de sus infaustas juventudes. Husped le agasajaba la antigua Iconio,metrpoli de la Licaonia, que arbitra poblacin entre los pisidios y frigios, provincias ltimas deEuropa y Asia; lnea las divide aquel jirn de Tetis, puesto que las ms veces tormentoso,algunas pusilnime, pues, oprimido de Artajerjes, consinti en su cuello la argolla puente, pasofatal de sus quinientos mil cobardes que, para trofeo de Grecia, apresuraron su destrozo. EraAlejandro el desempeo de la juventud bizarra de Antioqua, no la que parte trminos con loslicaonios, aquella s que, principal colonia de los sirios, medr ms lustre con el blasn honrosoque nos feri el bautismo que con haberle comunicado el suyo Antioco, heredero de Alejandro,

    pues fueron sus habitadores los cristianos primeros que nos dejaron en herencia este apellido acuantos diferenciados con el purpreo Tao, marca del mejor cordero, vituperamos los brbaros

    secuaces del dragn, que le adoran con el carcter torpe de la blasfema bestia. En esta ciudadnclita gozaba Alejandro los mayorazgos de las dos siempre encontradas fortuna y naturaleza,

    porque habindose conformado en l slo sta, le aadi a las dotes de generoso, discreto ybizarro, las de valiente, docto y dadivoso, y la otra, a poder de tesoros y amigos, le hizogeneralmente venerado, findole el gobierno mayor de aquella prefectura. En efecto, pareceque, primognito de entrambas, los dems, como menores, se contentaban con los relieves,gajes, o alimentos de sus perfecciones. Convidronle deudos propincuos a la ciudad de Iconio,

    por aadir, con su gallarda presencia, recreos a los de aquella primavera. Y l, que llevado delos estmulos de su edad inquieta apeteca ms lo peregrino de las extraas patrias que lofrecuentado de la propia, acept el hospicio y ejecut las vistas, ocasionando la suya a que,cohechada de la mayor belleza que empe en aquel siglo el caudal humano, conspirase contrala libertad, que en breve tiempo sinti rendida a su tirnica hermosura.

    Fue, pues, el caso que, convocndose un da festivo, todo lo ms de lo noble y plebeyo deaquella comarca a las solemnes obsequias con que aquellas poblaciones celebraban al amanteadltero, eleccin de Venus y trofeo del jabal de Marte, en el mes florido (aquel en que el

    planeta monarca, husped de los mellizos del Zodiaco, libraba en la recmara de Flora libreascostosas), tardo, si prdigo, remedio para la desnudez de los montes y valles, pues desabrigadosen lo inclemente del tiempo, cuando los vivientes aligeran ropa, entonces se visten ellos de loque parece que menos necesitan, veneraban un templo, desvelo ltimo de la arquitectura, que,sobre la cerviz de un collado ameno, a vista de la ciudad gentlica, renovaba memorias altrgico suceso del joven amante, sucesor de Mirra, y a la deidad de Chipre; aqul que, rival del

    blico planeta, fue venganza compasiva de sus celos y fnebre despojo de la fiera colmilluda,por quien dijo Tecrito:

    Yace Adonis cazadorsobre un monte, desangrado,y siendo del agresornieve el colmillo afilado,al joven hiere nevado.Su dolora llanto y lstima mueve,

    y con razn, pues se atrevepara malograr su abril,

    el marfil contra el marfil,la nieve contra la nieve.

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    Lleg a tanto la solemnidad supersticiosa, con que lo ms de Grecia reiteraba los cabos deao a este torpe mancebo, que se hicieron por ella clebres, no slo Tebas y Macedonia,Alejandra en Egipto, y toda la isla Cipria, pero lo que es ms, las consagradas tribus del pueblocircunciso. Testigos, las abominaciones que vio Ezequiel en el templo sacro, cuando,

    profanando sentimientos, libaban las hebreas matronas lgrimas torpes a su lascivo simulacro.A esta, pues, fnebre celebridad, se haba convocado tanta gente, coronados sus profesores de

    guirnaldas que, entre pimpollos tiernos de olorosas murtas, hospedaban rosas y amapolas, unasy otras consagradas a la veneracin de entrambos (aquellas deudoras a sus espinas, por lasmejoras en que las medr la sangre de Venus), purpreas agora, primero cndidas, y stas por lomismo, pues la de Adonis les feri la grana en que transformaron su candor antiguo. Entapizabasus paredes el ceremonioso templo de recin cortadas vides, tan nios sus pmpanos, queapenas acababan de enjugar sus tiernas hojas las lgrimas de sus podaduras, amorosos

    pronsticos de sus cercanos partos. Trigos y cebadas en cierne eran alfombras del enlosadopavimento, smbolos todos de la licenciosa deidad y su difunto empleo, pues, como sin Baco yCeres, Venus se entibia, les pareci lisonjeaban sus amores con el incentivo de ellos. Diversidadde ramos, todos fructferos, ya en flor, ya en yema, desempeaban sobre las espaciosas gradasdel simulacro amante, el patrocinio que en sus recreos hallaron las frtiles tareas de Pomona,

    pues, tutelar de sus fecundas plantas, las dej en Grecia hasta su nombre mismo, llamndosedesde entonces adnidos sus huertos. As lo afirma Tecrito:

    Tambin le dan tributolas plantas del otoo en rama y fruto.

    Mezclaba, a trechos, la religin profana multitud de blandas y apiadas lechugas, enmemoria de haberlas escogido la diosa enamorada para compaeras en el sepulcro del llorado

    joven, como Safo cuenta; pudo ser para significar que aun la muerte no fuera bastante aextinguir el incendio de su amor desenfrenado, si la honestidad frgida de estas pequeas

    plantas no comunicara sus efectos a los huesos torpes. ste era el aparato con que aquellosidlatras veneraban engaos en las tinieblas de la noche, cuando ausente de ella el planeta

    virrey del sol, le sostituyen luces sus estrellas, el da primero que el mes hortelano desabrochababotones a la primavera, porque si bien en las dems provincias dedicaban a esta solemnidadllorosa el principio de noviembre, la presente escogi al mayo, tiempo en que la sangre

    predomina y en ella, los estmulos de la sensualidad, ms ocasionados, reconocen licenciososlas influencias de Venus, tan afecta a flores.

    Entraron, pues, en ordenadas hileras por dos puertas principales que, una frontero de otra,partan por medio el frecuentado templo. Divididos los varones de las mujeres, sueltos stas loscabellos, y unos y otros, ceidas las sienes con los referidos crculos, arrastraban superfluoslutos, puesto que servan de fundas a festivas galas, creyendo que, sin duda, cumplido el cabode ao y honras funerales, resucitaba al da tercero el malogrado joven y le trasladaba laenamorada estrella a las delicias de su luminosa esfera. Maltrataban, pues (luego que el temploidlatra les permita la presencia del herido simulacro), ellas la destrenzada descompostura desus cabezas y ellos las supersticiosas venas porque, hirindolas, le libaban gran copia de sangre(brbara y necia, si religiosa, demostracin del sentimiento que les causaba su muerteintempestiva). Multitud de instrumentos fnebres alternaban los gemidos de la llorosa plebe, altiempo que el ms viejo sacerdote, con vestiduras sacras, delante del altar llorado (dedicados asus aras aromas resueltas en fragantes humos y baados del licor ms generoso) impuestogeneral silencio, desde un autorizado trono, refiri la trgica historia de los dos amantes, enestos versos:

    FBULADEMIRRA,ADONISY VENUS

    Al hermoso hijo y nietodel caduco Cinira,que en Chipre, rey de flores se corona;

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    al prodigioso efectodel amor y de la ira,que humano un tiempo, ya deidad blasona;al que debe Pomonacuantos en sus pensilesengendra mayos y produce abriles,

    pues hortensia deidad, flores sazona,panegricos cantola msica, esta vez acorde al llanto.

    Aquel rapaz gigante,que al mismo Jove arrostra,

    y nieto de la espuma, es todo llama;ese que, si arroganteimposibles no postra,ni dios se estima, ni permite fama,venenoso derrama

    su contagin sabrosa

    en el pecho de Mirra, cuanto hermosahorrenda tanto, pues su nombre infamaquien su tragedia ha escrito;

    si bien todo el delitodisculpa de su engao,

    pues fue la utilidad mayor que el dao.Mirra, de juventudesasombro desdeoso,hoy mucho ms del tlamo que ofende,venganza e ingratitudesdio en su desprecio hermoso,

    pues mariposa adora a quien la enciende;en la nieve pretendede las paternas canasde Cinira, templar llamas tiranas;

    pero es yesca la nieve si se emprendeen ella del amor cualquier centella;en fin, para encendellaindustrias apercibe,

    pirausta, Mirra, que entre brasas vive.Equvocas caricias

    al padre lisonjean,que vende a la ignorancia el nombre de hija;y honestando malicias,se admiten y recrean,dorando plata a la vejez prolija;tal vez se regocija,

    porque l tronco, ella yedra,verdor trepando por su cuello medra,

    y, ufano que tal vid tal olmo elija,sin distinguir entre virtud agravios,se permite a los labios,

    puesto que desiguales,el plomo se guarnezca de corales.Juzga Cinira grato

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    a filial afecto,cario tanto, no a pasin lasciva;

    pero como es retratode la causa el efecto,(si en la similitud amor estriba)vindose copia viva,

    con su origen quisieraincorporarse Mirra lisonjera,(que donde unidad falta, amor no priva);

    para esto su deseolos brazos envidiaba de Briareo,

    y a su madre adorara,si con el ser su tlamo heredara.Teme, suspira, llora,

    porque, si oculta enojos,recela que el dolor no la consuma;muda tan habladora

    que, a descifrar sus ojos,cada pestaa de ellos fuera pluma;tal vez resuelta (en suma,a costa de su mengua)a fiar su remedio de su lengua,

    fuego acomete y se retira espuma;y tal de amores loca,palabras apercibe y no halla boca,que en tan ambigua guerra,

    puertas abre el amor que el temor cierra.Retrocedise al pechocobarde la osada,que ya en los labios profan la raya.

    Pero de qu provechofue, si los asistala vergenza en carmn, que la desmaya?Comunicse al aya,cuyos caducos aos

    feriaron su vejez a los engaos,que tambin hay tormentas en la playa,

    y aunque la edad la jubil en el puerto,

    las ms veces es ciertoque, tarde o nunca, dejaliviana moza los resabios, vieja.

    sta, en fin, facilitaestorbos y temores,

    y, aadiendo a sus llamas combustibles,al viejo solicitaa que despierte amores,

    ya tibios en su edad, si no imposibles.Djole: Apeteciblesaos de cierta hermosa,

    (t, rosa seca y ella fresca rosa)pechera de delicias apaciblestributarte apetecen,

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    si los gustos de amor rejuvenecen.Desyela seor moen su florido abril, tu enero fro.

    Dejar de ti deseaposteridad augustaque blasonen despus sus sucesores.

    Baja, que de Amalteael aparato gusta,que en tu jardn des frutos a sus flores;la noche, a sus temores,quietud oculta apresta,

    sin riesgo que Dana, por honesta,fiscalice, ofendida, sus amores,pues, aunque cazadora,virginidad afecta, amante adoracuando en celos se ofuscaal dormido Endimin que en Caria busca.

    Al cano rey, la astutaaya, hall tan dispesto,que culpa siglos cuando instantes pierde;que en la materia enjuta

    se introduce ms prestoel voraz elemento que en la verde;amor (porque recuerdeen l sus incentivos,

    y en caducas cenizas logre, vivos,hipcritas carbones) que se acuerdele manda de hermosuras,que ocasionaron, joven, travesuras;

    y remozado en ellas,sopl el deseo y levant centellas.Delinqui incestuosaesta vez la ignorancia,lince hasta aqu el amor, agora ciego.Vejez apetitosa,

    su misma repugnanciasolicitaba nieve contra fuego;la noche que, al sosiego

    con sueos aplauda,Argos de estrellas, este insulto va;pero vendlas con tinieblas luego,abominando brazos,que en tal monstruosidad tejieron lazos,cuando amor que los funda,vio a Mirra, estril antes, ya fecunda.

    Deleite ejecutado,y amor arrepentido,todo es uno: testigo la experiencia;volvi el enero helado,

    si se fingi florido,a intimar su primera intercadencia;efmera violencia

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    veloz enciende y pasa,pues ya en Cinira amor yela, no abrasa.Goz sin ver, y huyendo la presenciaque se neg a sus ojos,lo que anhelaba gustos, juzg enojos;castigo de quien fa

    en cano amor, que, cuando abrasa, enfra.Mirra que, satisfecha,su infamia crey oculta,segundo Paladin lleva consigo;y cuando sin sospechanoticias dificulta,

    sus entraas hospedan su enemigo;el tiempo hizo testigolo que escondi primero:cmplice aleve, agora pregonero,manifestarle pudo,

    que a veces habla ms el que es ms mudo.El trmino cumplido,Mirra ya hermana y madre,Y de Cinira, Adonis, hijo y nieto,ofensor ofendido,

    se vio su abuelo y padre,pblico ya a los hombres su secreto;Tesfone y Alecto,

    gigante hacen su injuria;de amor primero esfera, ya de furia,la causa enemistada con su efecto,

    y ardiendo por ser vivo,con la madre, al dos veces relativo,de su sustancia heladacorre a verter la sangre duplicada.

    Plumas huyendo pidela hermosa delincuentea la deidad que obedeci lasciva;valles y selvas mide,

    y, del pecho pendiente,el insulto inocente es joya viva;

    pero, aunque fugitiva,flores desmaya apenas,azogue en vez de sangre alienta venasde la helada vejez la vengativainjuria, en cuyo empleocada pie, que fue plomo, es caduceo,que amores y pesaresal segundo Planeta hurtan talares.

    No Apolo enamoradoa Dafne cazadora

    persigue aqul y estotra se retira;

    efectos han trocado,pues huye la que adora,siguindola los odios de Cinira;

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    vuela esta vez la ira,corre amor, pues la alcanza,

    seal que es ms ligera la venganza:pues si uno flechas otra rayos tira,y con fines opuestosplumas llevan aquellas, llamas stos,

    con que una accin obligaa que huya amor y a que el desdn le siga.Ya casi a las espaldasrespiraba el alientode la venganza, que el temor avisa,

    y de las leves faldasque profanaba el viento,las fimbrias, tropezando, tal vez pisa,cuando viendo precisala ejecucin severa,

    Mirra, angustiada de su muerte fiera,

    a la Citerea diosaen el ltimo trance lastimosa,intimndole enojos,dijo, el alma en los labios, y en los ojos.Comn naturalezanos dio, amorosa diva,Chipre a las dos, que en esto nos hermana;aqu hall tu belleza

    patria, pues, compasiva,te adora eterna y te alimenta humana;aqu la espuma canadel mar, pilago incierto,en la cuna del ncar tom puerto,(regin sacra por ti, si antes profana)

    y porque fertilicessu amenidad, las Horas, tus nutrices,cuando flores te adulan,Chipre tu imperio, Cipria te intitulan.

    Aqu, progenitorade la deidad de fuego,con sangre en vez de leche alimentado,

    me hiciste profesora,(mas ciega, que l es ciego)de su violenta escuela, pues he dadoasombro enamoradoa cuantos en sus llamasarrojan honras y consumen famas,

    pues me atrev, por l, al primer grado,que exento de tu imperio,eterno me vincula vituperio,digna que tus favores,a ms hazaas, premios den mayores.

    No, pues, Venus permitasque a tu poder se atrevapadre verdugo, desdeoso amante;

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    de una cierva, esta vez slo piadosa,crecen entre las floresl en los das, ella en los amores.Ya Adonis de la infancia

    pasaba a la puericia,y ya doraba en l la adolescencia

    bozos a la arrogancia,arns a la milicia,flechas a la deidad, toda violencia,cuando con la asistenciadel joven, sucesiva

    por tantos lustros, desde nio viva,es Venus del amor la quinta esencia,

    y en su fogosa lumbre,(como es naturaleza la costumbre)cuando sin l se mira,ni vive, ni descansa, ni respira.

    Del nctar olvidada,ni la ambrosa la mueve,ni afecta cielos, ni en sus luces fa,

    porque en l transformadaespritus le bebe,que al nctar antepone y ambrosa;amor hidropesa,bebiendo, aumenta sedes,

    y de Adonis los labios Ganimedes,gentilhombres de copa, alientos cra;prodigio es que sazoneuna sed, otra sed, y la ocasione;mas como firme sea,quien ms ama y ms goza, ms desea.

    Los ratos que embarazala juventud traviesaen Adonis el tiempo que la sisa,

    y por el monte a cazala fugitiva presa

    sigue oficioso, que el lebrel le avisa,no corre l tan aprisa,

    como ella aprisa llora,y como tras Menmn la blanca aurora,impidindole el paso, as le avisa:Tragedias ocasiona,quien, racional, con brutos proporcionaacciones militares,

    sin comparar afectos a pesares.Ya que las castas selvas

    profanes a su diosa,ni risco, temas, ni perdones cumbre,advirtote que vuelvas

    con presa temerosa,que quiete mi temor su mansedumbre;la natural costumbre

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    del joven ejercicio,que de virtud, si es mucho, pasa a vicio,

    y en m si en ti es deleite es pesadumbre,tus vitorias celebre,

    ya en el ciervo ramoso, ya en la liebre,de suerte que, al correllos,

    ellos huyan de ti, no t huyas de ellos;pues si tus fuerzas mides,ms que el nimo, vencen los ardides.

    Los lobos salteadores,los osos mal formados,los leones carnvoros te vedo,no des a mis amores,con fnebres cuidados,mal logros tristes que me anuncia el miedo;mas si tirar no puedola rienda a tu apetito

    y te enojas por ver que te limitotanto peligro, yo te lo concedo,con tal, si a sta te obligas,que, siguindolos todos, jams sigasal jabal impaciente,

    presagio de mis lgrimas su diente.Una fiera entre tantas,idolatrado mo,te niega sola quien tu amor conjura;

    persigue a las que espantas,no a las que muestran bro,que audacia, contra audacia, no es segura:Ay de quin aventura!,que en tu infeliz impresa,cazador, de la caza has de ser presa,

    y de un bruto, trofeo tu hermosura.Ojal que me amaras,de modo que jams te me ausentaras,mas ay suerte severa!que a Venus antepones una fiera.

    Ans daba consejos

    la diva enamorada,a la incauta ocasin de sus enojos,cuando asom de lejosen fiera transformadala sospecha de Marte, llena de ojos;usrpale despojos

    Adonis, ya adquiridos,de Vulcano y Apolo perseguidos,afrenta de la red sus rayos rojos,

    y costndole tanto,que celos le atormenten no me espanto,

    pues si de raya pasan,ms al amante que al esposo abrasan.No sufren los lebreles,

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    que estorbe la trallalances do inclinaciones tan opuestasdespedazan cordeles,

    y rota cada hebilla,atajan valles y trasponen cuestas;Venus, que las funestas

    tragedias ve cercanas,abrazada con l, lgrimas vanasle intima, que si no le son molestas,bastantes son tampocoa refrenar el mpetu que, loco,

    su perdicin destina,al bien rebelde cuando el mal se inclina.

    Aljfares desprecia,desembaraza abrazos,

    sordo a suspiros, desdeoso a voces,y porque llore Grecia

    mal logro de sus brazos,la muerte hace sus pasos ms veloces;

    Marte, que con atroceshazaas se eterniza,trofeos a sus celos soleniza.Tente, intrpido joven, no destroces,vengando a la fortuna,dos almas que incorpora amor en una;no es jabal el que baja,

    flechas las pas, el marfil navaja,el dios s, en sangre tinto,

    severo alcaide del alczar quinto.En crculo le ciela turba ladradora,

    ya campo de armas la floresta verde,pero tan diestra riela bestia vengadora,que en sangre paga el que sus cerdas muerde;Venus que el tiempo pierdeen excusarle enojos,volando tras su Adonis con los ojos,

    con el alma le avisa que se acuerdede presagios fatales;pero el que apresurando va sus males,consejos desestima,vientos atrasa y el venablo anima.

    Llega y, de siete, mirareducidos a cuatro,cadveres los tres, sus perros fieles;encindele la ira,

    y al verde anfiteatrovolver jura mosquetas en claveles;

    provoca los lebreles,y en la derecha plantacargado el cuerpo, el otro pie levanta,

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    (digna postura de animar pinceles).Tonante es, que fulminarayo el furor, en vez de jabalina,a no errar, codicioso,valiente el tiro, pero no dichoso.

    Hurtle el cuerpo el bruto,

    qu mucho si le adiestrala blica deidad del quinto cielo?y viendo el poco frutodel golpe, Adonis muestramejillas, si antes grana, agora yelo;retrale el recelode verse desarmado;

    pero Marte, en la fiera transformado,cometa es que le sigue, el paso vuelo;huye el que persegua,

    persigue agora el que primero hua,

    mas el correr, qu importa,si sacre la venganza, vientos corta?Cedi a fatal violenciala juventud briosa,cedi amor a los celos, sus bastardos,cay la adolescencia,que apenas se vio rosa

    y, ya lirio, pimpollos brota pardos;llegaron, aunque tardos,a hacer los escarmientoscuerda a la juventud, cuyos alientosmil veces malograron los gallardosmpetus juveniles;

    florecen los abriles,sopla el Breas enjuto,y el almendro, que aborta en flor el fruto,ensea castigadoal prudente moral razn de estado.

    Abri el marfil buido,puerta a la muerte franca,que, en fe de reina, en prpura teida,

    prest su coloridoa la amapola blancasu rosicler, recuerdos de su herida;Venus, con media vida,

    perdida la otra media,presume, por correr, que la remedia;pero huyendo la bestia adonicida,al paso que ms corre,

    sintiendo penas ms, menos socorre;que el mal en todo amante,menos aflige, cuanto ms distante.

    Desnudo el pie de nieve,carrera presurosa,las plantas, donde el alma est, encamina;

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    sacrlega se atreve,(sospecho que envidiosa)de la rosa, hasta all blanca, una espina;

    para quedar divina,divina sangre vierte,con que el candor en rosicler convierte,

    medio ya entre jazmn y clavellina;dichoso sacrilegio,que gan entre las flores privilegiode ser, puesto que bellas,ella su emperatriz, sus damas ellas.Violetas con claveles,mezcl amor en los labiosde Adonis y de Venus lastimosa;no hay plumas ni pinceles,que pinten los agravios,que a Marte intima la ofendida hermosa.

    Pondere la amorosapasin, qu tal seralo que Venus entonces sentira,dios el dolor, como su dueo diosa;que yo aqu reverenciolos hiprboles mudos del silencio.

    No a fuer del ave santa,que al tmulo, antes nido,agrega aromas que el oriente espira,

    Mauseolos levantaque injurien al olvido,ni a holocaustos de amor consagra pira:

    sembrado el campo mirade lechugas, y entre ellasquiere Venus probar si las centellasque en el cadver an vivir admiraapagan sus ardores,que, como su frialdad entibia amores,recela que no bastaa amor tan firme compaa tan casta.

    Aqu sepulcro apresta

    la diva enamorada,para el amante que an difunto adora;aqu le manifiestaa cuantos malograda

    su muerte compadece; aqu le lloraquien, tierna protectorade su pasin, deseala diosa que con llantos lisonjea,hasta que resucite con la aurora

    Adonis, que eternizasus llamas, semidis, no ya ceniza,

    estrella s, en la parteque ni se esconde al sol, ni teme a Marte.

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    Tristes, puesto que concertados instrumentos, entre suspiros lastimados de los cerimoniososasistentes, acompaaron la narracin del afectado sacerdote, ajustndola la suerte a la brevedadde la noche, corta por ser de mayo, que el fenecerse entrambas fue todo uno. La oscuridad deltemplo, industriosamente slo permitido a la limitacin de breves luces, que diferenciabansexos para no ocasionar atrevimientos; la melancola de los versos fnebres, alternados dellorosas demostraciones; el luto de los que las afectaban, proporcionado con las tinieblas

    nocturnas, y la jurisdiccin que el sueo en tales horas tiene sobre nuestros sentidos, obligaronlos ojos de la mayor belleza a que, negndose a la vista de quien se recreaba en ellos, alzasen deobra, y que, recostada en el regazo de su madre anciana, diesen lugar al descanso ejecutivo.Tecla era sta, Tecla, envidia de Asia, presuncin de Europa, corona de Iconio, prodigalidad dela naturaleza, hiprbole de la hermosura, prodigio de la discrecin, mayorazgo de la honestidady tirana deleitosa de los sentidos. Perdi a su padre antes de saber llorar su prdida, y l (que ensu patria el ms venerado, ms generoso y ms rico, dej recuerdos a la lstima y compasionesa la mesma envidia), por no aventurar desaires al crdito que gan con tal sucesora,dificultando, si asegundaba frutos, no degenerar en ellos del primero, muri gustoso,ennobleciendo su ciudad con la herencia de tal vecina, y, enjugando sentimientos con la

    posesin de lo presente, casi solicit olvidos a los desconsuelos de su falta. Cumpli en su

    educacin su madre Teoclea las esperanzas que su difunto esposo se llev consigo, porque,ayudada del dcil natural de Tecla, llen en ella cuidados y consejos, saliendo tan a susatisfaccin en todas las perfecciones virtuosas, que en su patria, igualmente, refrenaba suopinin liviandades de sus contemporneas y granjeaba deseos su belleza, apetecida para eltlamo de todo lo generoso y rico de sus juventudes. Descansado recreo de su viudez era sucompaa, tan apoderada de la voluntad de su madre que goz en ella cuantos afectos repartenotras en la multitud de hijos, que dividen entre s el amor de sus principios. Era Tecla nica ensu casa, faltaba su padre, y as hered entera la posesin de Teoclea, pues ya libre del que a suconsorte deba, tom a su cargo querer a su sucesora con duplicada propensin de madre y

    padre, previnindola con madurez a las obligaciones de Himineo; para esto estudiaba, entre laabundante copia de pretendientes, cul mereciese, si no igualarla, llamarse a lo menos espososuyo. No pocos fueron los que, para conseguir esta ventura, se apadrinaron de intercesiones,msicas, papeles y las dems solicitudes con que el amor facilita dificultades desdeosas;muchas fueron las pendencias que ocasionaron celos, rondas y nocturnas competencias que, sienemistaron padres, no, empero, disminuyeron crditos en la pretendida, por conocerla tanguardosa de su fama, cuanto a ellos prdigos de su sosiego. Pero quien supo granjear lo msconsiderable para su consecucin (a la madre, digo, de la solicitada, en quien la obedienteresignacin de Tecla estaba comprometida) fue Tamride, aventajado entre todos sus rivales, asen dotes de naturaleza como de fortuna, propincuo en sangre, de edad florida y, en efeto,

    proporcionado sujeto para su descanso. ste, pues, asegurado de esperanzas por Teoclea, yernoen nombre, se entretena con el ofrecido plazo de su posesin, prximo ya el da de sus

    desposorios.Esta, pues, era la dormida hermosa, que en las faldas de Teoclea, menos inclinada que lasotras a solemnidades lascivas, tuvo por mejor jubilar sentidos que aplaudir deshonestidades,aunque disfrazadas en cultos religiosos. Y el que, elevado en la contemplacin de su belleza, ladedicaba atenciones, usurpndoselas a la solemnidad llorosa, era el husped antioqueno,Alejandro (aquel que dio principio a mi discurso), tan suspenso en el empleo de sus ojos que,reducidas a ellos las dems, potencias, no permita a las pestaas las inquietas travesuras de susmovimientos, porque no privase aquel instantneo estorbo el inters de su amorosa vista. Ansdorma la tina y as se desvelaba el otro, cuando patente ya la precursora de la luz primera,corriendo presurosamente velos a los viriles, de que el templo se adornaba, por franquearleresplandores, iluminado todo el espacio obscuro con la difana presencia de sus rayos y

    despojndose todos los presentes de los prolijos lutos, convirtieron galas festivas los pasadossentimientos en presentes regocijos, teniendo por infalible que ya Adonis, resucitado, en brazosde su llorosa prenda, suba semidis a la posesin amante de su diva, en el tercero alczar, corte

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    suya. Gratularon todos la fabulosa restauracin de sus amores con voces y msicas, dandoparabienes a su inmortalidad nueva, con estas y otras semejantes canciones:

    Mil gracias, diva bella,por todos, te d amor,pues ya es contigo estrella,la que antes era flor.

    No temas que desvelosdel dios menospreciadoinquieten tu cuidadoni aumenten tus recelos:venci amor a los celos,qued Marte corrido,

    por ver que, si ofendidodio a su rival la muerte,

    ya mejorando suertedesmientes su rigor.

    Mil gracias, diva bella,por todos, te d amor,pues ya es contigo estrella,la que antes era flor.

    Ans solenizaba la aduladora plebe el contento con que aplauda la fabulosa resurreccin deAdonis, cantando cada cual, al arbitrio de su ms o menos fe, lo que traa estudiado, haciendo elregocijo acordes las cantinelas que, desordenadas, ofendan la correspondencia armnica de lamsica, mientras que Tecla, ms por cumplir con lo ceremonioso del idlatra culto, que porinclinacin que tuviese a su deidad lasciva, desnudando la exterior corteza de su luto, se

    present a los ojos circunstantes y al alma de Alejandro, asombroso encarecimiento de belleza ygallarda. Habale enamorado, sin ayuda del artificio, lo natural slo de su hermosura,

    disfrazada entre lo grosero de un monjil obscuro y un velo negro, que ocultaban el costosoadorno de su cabeza y talle. Y aunque es verdad que para la hermosura perfecta, sin mendigarayudas de costa de la tienda, hice ms cuanto menos se compone y que el vestido negro tiene nose qu de reputable y atractivo (quiz porque un contrario junto a otro, compitiendo, sale msairoso, como el sol entre las nubes; disculpa suficente de haberse dejado usurpar el alma surendido antioqueno), agora que se opusieron en Tecla lo accesorio del arte y lo heredado de lanaturaleza, hiperbolizaron juntos de tal suerte sus enemistades que, olvidados los que lamiraban de la solemnidad de Venus, creyeran, a no verla tan honesta, que la misma diosa,agradecida a sus aplausos, se los vena a premiar con su presencia.

    Sali el sol, y cuando no saliera qu importara?, pues, hurtndole los arreboles de suoriente, haba Tecla salido de los crepsculos de su luto ms lucida. Base todo el templo de lailuminacin difana de sus rayos y baronse los espritus de los presentes de la penetrable luzde su belleza; todos admiraban milagrosa a Tecla y, entre todos, Alejandro slo la idolatraba;husped fue hasta entonces, pero ya, prohijado en la ajena patria, buscaba naturaleza donde nola pretenda. Peregrino es el hombre tanto donde nace, como donde se destierra; porque, comoel cuerpo sigue las inclinaciones de su forma y sta no se avecina sino donde sosiega,forzosamente se deja llevar del mvil que le rige. Hall el alma de Alejandro su esfera en lahermosura que adoraba; luego bien pudo empadronarse en ella y, renunciando los privilegios deadvenedizo, juzgar por su patria la que le prometa quietudes. Qu le faltaba en Tecla para noimaginarse en su naturaleza? Y, qu no extraaba fuera de su vista, si asiste ms el alma dondeadora que donde anima? Y Alejandro adoraba a Tecla. Por qu no haba de considerarse con

    ella una cosa misma? Tecla era natural de Iconio, Alejandro era indivisible unidad con Tecla,luego una misma patria los reconoca. Sin Tecla, Alejandro ni hallaba descansos, ni entendarazones, ni conoca parientes, ni se acordaba de amigos; con Tecla, Alejandro comunicaba

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    pensamientos, por su respiracin viva, con su vista respiraba, con su esperanza cobrabaespritus. No es patria verdadera aqulla con cuyos frutos nos alimentamos mejor que con los

    peregrinos, cuyos aires nos conservan, cuya memoria nos alivia, cuya vista nos convalece?Todo esto causaba Tecla en Alejandro, luego Tecla era su centro, su patria, su naturaleza y todolo que dejaba de ser Tecla, mereca nombre de peregrinacin y destierro; como tal juzg el

    privarse de sus ojos, y as, siguindola, despus de concluirse la solemnidad festiva,

    reducindose a sus casas los que la celebraron, acompa (urbano en la apariencia, amante en lointerior) su idolatrada tirana, hasta que, restituyndose a su habitacin, imposibilitaron susparedes a los sentidos lo que no bastaron a la idea, cuya memoria le representaba su imagenviva. En ella pudo entretener Alejandro contemplaciones tan apacibles a la consideracin,cuanto rigurosas a la quietud, pues, aadiendo lea a sus recientes llamas, le perpetu unincendio domstico que, con un mismo efecto, le deleitaba y consuma.

    A sus umbrales permaneci el vasallo nuevo de su apetito, tan enajenado que, quien leadvertiera, le juzgar imagen de s mismo y, alabando la mano del estatuario, convocaradmiraciones de su natural similitud, porque, vindole inmvil negarse a si propio las accionesvitales, quin se persuadiera no haberle un mrmol usurpado su semejanza? Vena con lCloriseno, cuya casa le hospedaba generosa y cuyo deudo le haba trasladado a su ciudad,

    detenindole en ella, casi con violencia hasta aquel punto; si bien desde l en adelante, tanvoluntarioso que, a sospechar retiros, formara enemistades. Extra, pues, ste la repentinasuspensin de su acompaado y, con recelo de algn accidente peligroso, tirndole del brazo, ledijo:

    -Amigo, ni el lugar, ni la hora, ni los registros que os miran, son a propsito parademostraciones que desacrediten la opinin que de advertido y discreto habis ganado; el sitioen que os suspendis es la calle ms principal de Iconio; la hora medioda; los que os notan,naturales nuestros, que, presumidos y satisfechos de s mismos, fiscalizan envidiosos cualquierademasa forastera y les parece que les usurpan el derecho que tienen en su patria a toda gallarda

    pretensin; recobraos, y no pierda en vuestro crdito un descuido inconsiderado lo que con tantaalabanza vuestra os hace extranjero bien querido. Qu es esto? Vos en la publicidad comnocasionando, con desaires, malicias?, qu sents?, qu tenis?, o cul puede ser el accidenteque, tirano de vuestra reputacin, descomponga vuestra modestia?

    Despert a estos avisos el arrobado joven y, agradecindoselos la vergenza noble que, contcita reprehensin, le ba de prpura las mejillas, slo le dio un suspiro por respuesta y, trasl, un golpe de lgrimas que, sin permisin del recato varonil, arroj el corazn por susdesaguaderos. Asile por la mano y, sin decirle cosa, gui a su alojamiento; entrse en un

    jardn, recreo ordinario de las habitaciones nobles, y asentndose los dos debajo de un cenadorque, vestido de recientes pmpanos, compona un vistoso capitel, corona de la risueamurmuracin de una artificiosa fuente, le dijo de este modo:

    -Problemticamente me indiferencian, amigo Cloriseno, las obligaciones que os reconozco

    y los agravios que, con ellas, me habis hecho; dudoso estoy entre aqullas y stos; y no s si,como empeado, os rinda gracias o, como ofendido, forme quejas, porque cuando la prdida dela mejor potencia de mi alma os acusa cmplice de mis desdichas, hallo felicidades en lasmesmas que, ocasionadas por vos, compiten en la aplicacin de sus contrarios atributos; el msdesdichado soy y el ms venturoso de nuestro siglo; mido tormentos con deleites y felicidadescon desgracias, ignorando cules a cules se aventajen; slo s que vos sois el total motivo deunas y otras. Novedad asombrosa os parecer que, a un tiempo mismo y por una misma causa,deudor me ejecutis y acreedor me pidis cartas de obligacin; pero antes que os las muestre,decidme, os suplico: qu nombre tiene la belleza que desde el templo de Adonis acompaamosa su casa?; obedece esposo o, deseando obedecerle, ha hecho amorosa eleccin libre de sugusto?; o subordinada a mayor imperio compromete en ajena voluntad los privilegios de su

    albedro? Satisfacedme en esto y quedarislo despus de las razones que me mueven a que osjuzgue, cuando ms mi bienhechor, ms mi enemigo.

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    -Conjeturas suficientes me habis dado -respondi Cloriseno- para verificar lo que nocreyera de vuestra bien gobernada, hasta aqu, voluntad, a no conocer cunto es ms poderosa,en la ms templada juventud, la violencia de sus incentivos que los reparos de sus prevenciones.

    No me espanto yo que amis, y ms en parte cuyas prendas traen consigo la propiedad delmvil primero, imn de las dems esferas, que a su pesar le siguen. Pero espntome quehallasen en vos las llamas de la deidad ciega tan sazonada la materia que, a la primera

    eslabonada de su vista, hiciesen en vuestra libertad el mismo efecto que si Troya la comunicaratodo lo contagioso de su incendio. Nunca yo os consider tan yesca, que ya que la actividad desu potencia os dispusiese, repentinamente os abrasase. Bien pueden correspondencias de sangre,influjos de estrellas y simpata de inclinaciones, ser cosarios de los primeros movimientos; puesya habemos experimentado en nosotros mismos que, ofrecindosenos a los ojos una beldadsuprema, suele con no previsto asalto dar un vuelco al alma y amotinarla sus potencias; pero

    pasado aquel primero acometimiento, usa de su jurisdicin la libertad y, citando del todo noquede tan seora de s como al principio, tampoco queda totalmente rendida a sus violencias.Qu forma tan intensa no presupone, para introducirse, antecedentes disposiciones?, o comovos, sin ellas, tan cobarde desacreditis vuestra alma que, al primer rebato, de manera osdesaposesionis del ser humano que an no os reservis seales de viviente? Rndanse a partido

    presidios de ociosidades sin prevencin de bastimiento de prudencia, no, empero, castillospertrechados de estudios y cordura. Siquiera el nombre que os dieron de Alejandro, haba devincularos la felicidad de su invencible resistencia. Vos Alejandro, y vos, antes que el enemigodesenvaine el acero, a sus pies afeminando crditos. Qu es esto? Desebaos yo aficionado anuestras bellezas, para perpetuaros vecino nuestro en Iconio, pero no inconsiderado amante.Suficiente triunfo blasonara la de Tecla, que as se llama quien os tiraniza, si ocasionara al msenvidiado joven de Antioqua a que segunda vez emplease la atencin de sus descuidos en susojos. En qu os diferenciaremos de las comunes liviandades de nuestras juventudes?, o quhan medrado en vos los estudios filosficos, que os laureaban por maestro suyo y en la escuelaestoica os ensearon a desmentir afectos y sujetar pasiones? Tecla es, al paso que la mshermosa de nuestra ciudad, la ms ilustre, la ms cuerda, la ms rica, la ms apacible y la msdeseada de cuantos en sta y en las circunvecinas poblaciones presumen partes y apetecentlamos. Ha sido pretendida, pero ninguno si no es Tamride puede alegar siquiera permisiones:ste slo, admitido a la eleccin de Teoclea su madre y a la obediencia de Tecla, su hija, esperaa breves plazos, para l siglos, sus desposorios. Cnstanos a todos los que deletreamos suscostumbres que, a permitrsele a Tecla la ejecucin de su libertad, nunca Venus atravesara losumbrales de su himineo, ni las antorchas conyugales desaposesionaran de su pecho la

    jurisdiccin que hasta agora tienen en l virtudes de la virgen cazadora; su tutelar mayor esMinerva, por numen casto y porque patrocina estudios; imtala en cuanto puede, ya con la agujadesafiando Aragnes presumidas, ya con la pluma y libros, previniendo alabanzas a sus desvelos,y aadiendo a los Safos en Lesbos, a las Aspasias en Milesia, y a las Demofiles en Atenas,

    nueva profesora con ventajas de sus letras. Porque a vivir en su tiempo Pndaro, prncipe de loslricos, no se desacreditara concedindola la corona que cinco veces se gan Corina en Tebas,por ms que se presuma eterna en otros tantos libros que en epigramas la celebran. No hayciencia a que se perdone: la msica, la poesa, la aritmtica, la medicina y todas las dems quese blasonan efectos de las nueve hermanas, son entretenida ocupacin de sus potencias, sin queel ocio merezca siquiera un instante de asistencia en sus sentidos. Esta es la imposible

    pretensin de vuestros rendimientos, slo destinada a los de Tamride; ms (como digo), por norebelarse a los imperios de su madre, que porque sus mritos, aunque son muchos, alcancen ensu inclinacin otro lugar que los dems que, adorando su belleza, se querellan de su severidad.Juzgue vuestra discrecin agora, si os culpo justamente de prdigo inconsiderado; pues, antesde examinar la condicin de quien se os posesiona, la habis entregado, sin otras hipotecas que

    su hermosura, lo ms precioso de vuestra alma.-Sentenciis desapasionado, Cloriseno -replic Alejandro-, como juez que, sin experienciade sucesos, entra criminoso la primera vez a ganar fama, ms que a guardar derechos a los

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    indiciados. Mucho se diferencia la terica de la prctica y en materia de pasiones amorosas, msse requiere sta que aqulla. Qu de mdicos habemos visto, en las ctedras guilas y en los

    pulsos idiotas! No es maravilla que, como el arte de curar, en cuanto ciencia, tiene por objeto alhombre enfermo en comn, estudia y ensea su profesor remedios generales que, aplicados enindividuo, por no conocer las condiciones particulares, antes aceleran la muerte que la atajen.

    No es la pasin de amor para especulaciones de quien sin haber cado en la cama de sus

    congojas, ni temerse en los ltimos trminos de su peligro, se arroja a recetar remedios que nosabe. Ms docto es en esta facultad un ignorante convaleciente que un sabio no acometido.Culpisme porque apenas vi, cuando ador, trayndome ejemplos naturales con que

    persuadirme, disposiciones previas a introducciones peregrinas y, en esta parte, no puedo dejarde notaros de poco filsofo, si en la pasada os disculpo por no experimentado. No ignoris vos(pues, a hacerlo, desmintirades la opinin justa que os abona), que cuanto es una potencia msremisa, produce sus efectos con ms pereza, proporcionando en la materia los gradosobedienciales, como los imperiosos en la forma. Y si esto no es verdad, qu es la causa queuna carga de lea encendida tarde media hora en abrasar un roble y un rayo le resuelva enceniza en un instante? Todas las veces que puede obrar el alma con menos necesidad de losinstrumentos que la organizan, ejecuta ms aceleradamente sus acciones que, como es espritu,

    no echa menos los conductos con que lo corporal traslada sus especies de un lugar a otro; loms o menos excelente de los objetos, hace ms o menos diligentes las potencias. Venenos hayque matan en un ao y otros en un punto. Tiene Tecla tanto de divina, es objeto de excelenciatanta, y el amor con que la adoro est tan exento de materiales apetitos que, ahorrandodilaciones materiales, yo soy todo alma para quererla, ella toda rayo para consumirme; no fuerasuperior a las humanas hermosuras la de Tecla si necesitara duraciones para rendirme. Noveneno en supremo grado su sabrosa presencia, si no ejecutara instantneamente en missentidos la actividad de su excelencia; ciega a la presencia de una lmina, encendida la vistams aguda, en fe de la ventaja que hace este metal a los otros, y no har lo mesmo Tecla enAlejandro, siendo, en comparacin de las dems bellezas, oro de quilates infinitos?Preguntarisme, cmo, pues, quedaron vivos y con ojos los dems, que viendo a Tecla no laadoraron? Pues el veneno, la lmina abrasada, el rayo vengativo, no haciendo acepcin de

    personas, igualmente contaminan cuanto encuentran; y si la cordura en los otros bast paracontrayerba a la ponzoosa violencia de mi homicida, culpa viene a ser de mi poca resistenciael ser slo empleo de sus rigores. Pero engaisos, porque la proporcin recproca que porvirtud oculta suele haber entre las potencias y los efectos naturales, causa, sin saberse el cmo,ms breve correspondencia en unas cosas que en otras. Atrae el imn al hierro, y no a la plata, yste se deja llevar de la amorosa luz del norte, ms que de otra estrella. Sale el planeta cuarto, ydesde su oriente hasta su ocaso, con ser el progenitor vital de las cosas todas, slo le mira sin

    perderle de vista la flor gigante, porque en ella ms que en las otras se logra la simpata que conl tiene; de donde conjeturo que, pues primero yo que otro amante y con brevedad mayor me

    dej arrebatar de su belleza, soy ms proporcionado empleo de su compaa; de modo que lasmesmas razones que alegis para divertirme de adorarla, favorecen la inclinacin discreta queme violenta a servirla. Vos confesis que a ninguno hasta agora ha pagado, siquiera enagradables demostraciones, finezas de voluntad debidas y que si Tamride blasona ttulos de sufuturo dueo, es ms por la majestuosa jurisdiccin de Teoclea que por la voluntaria inclinacinde sus deseos. Luego, libre vive Tecla de los subsidios con que amor empadrona a susvasallos? No, pues, se agravie Tamride de que Alejandro le compita, que el derecho que alega,ms es intruso que legtimo. No estn subordinadas las libertades a jurisdicciones ajenas,aunque sean de madre, porque los dioses las emanciparon desde el punto que el uso de la raznlas sac de la tutela en que su incapacidad las puso. Privilegi Jpiter el libre albedro de sus

    preceptos, y querr Teoclea atribuirle mayor imperio que la deidad suprema? Es Tamride

    generoso, y no juzgar a bajeza por poseer alma por voluntad distinta, cuando le consta noestar admitido por la propia de quien ama? Adquiranse los cargos, las dignidades, lasposesiones, por patrocinios de privados y diligencias de favorecidos; no empero el amor, que

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    slo funda su derecho en la similitud de naturales y en la benevolencia y parentesco de lasestrellas. Delinqui mi opuesto en tiranizar una alma, si obediente a quien la fabric vivienda,no inclinada a quien le usurpa su dominio. Por cuenta ma corre desagraviar opresiones de quienadoro, pues mal consentir, quin generoso ama, ofensas de su dueo. Sin amor, Tecla no ha dehumillar su cerviz a las coyundas que el mismo amor labr para conservacin de voluntadescorrelativas; pretenda amante, pero no tirano. Qu s yo si voluntad tan seora de s misma,

    que hasta agora conserv su soberana en la misma libertad que hered del cielo, se reserva parapremio de mis solicitudes? No he de ser de la condicin de los dems celosos, tan pusilnimeque me desmaye juzgando por ms benemrito a mi competidor. Dios es amor, y casi dios quienama. Si en casi dios me transforma el amor que a Tecla tengo, por que no presumir, cuandono merecerla, alcanzarla? La similitud de inclinaciones es el verdadero apoyo de lareciprocacin de gusto. No es Tecla aficionada a las musas? No la deleitan los libros? Noreverencia con particulares afectos a Minerva? Pues si yo con los mismos ejercicios me recreo yla semejanza en las costumbres no se diferencia al amor sino en el nombre, por qu me

    juzgaris por loco, cuando me prometa lo que no mis concurrentes, por no simbolizar del modoque yo con sus estudios? Yo en efecto, Cloriseno, he de interponer desvelos, pretensiones,riqueza, peligros y cuanto me fuere posible, para probar mi suerte; pues cuando me suceda

    mentirosa, con sacrificarla la vida, dejar a la compasin recuerdos de desdichado, pero no depoco firme.

    Decir esto y levantarse sin esperar respuesta fue todo uno, quedando Cloriseno, entre losrecelos de su peligro y las esperanzas de sus merecimientos, neutral en los juicios, perodeterminado de arriesgar por Alejandro todo lo que un amigo generoso debe por quien es dignode este ttulo, tan usado en los cumplimientos y tan raro en las ejecuciones.

    Descuidada estaba la hermosa virgen (motivo a nuestra narracin devota) del nuevoopositor contra sus cndidos propsitos. Entretenida (entonces que Alejandro maquinabaestratagemas para introducirse dueo, donde ni aun asomos livianos hallaron puerta) en buscarmedios con que dilatarle a Tamride, sin contradicin de Teoclea, los plazos ofrecidos para laapetecida posesin de su esperanza; tanto ms aborrecida de Tecla cuanto ms rigurosa en l,apresuraba estmulos, puesto que eran tales que, a diferrselos una hora, le pareca imposible elengaar el alma para que no se desavecindase del cuerpo, peregrinando sin su compaa hastahallar su prenda. Lloraba Tecla la cercana ruina de lo ms precioso de su desvelo; amaba pornatural inclinacin a la pureza, de suerte que se lastimaba del raro uso de ella (pues en aquellossiglos se vituperaba cualquiera estorbo que dificultase la propagacin humana y juzgando, porsuma infelicidad, la de los que, estriles, gozaban de vaco permisiones del tlamo, aborrecanlos profesores de la virtud monarca); consumase de que, no hallando la virginidad domicilio,

    peregrinase destierros, desconocida hasta en el nombre; de buena gana se opusiera a la generalesclavitud con que la libertad tributaba opresiones al consorcio, aunque por inventora denovedades, nunca hasta all aplaudidas, arriesgase, con el crdito, su caudalosa herencia y se

    expusiese a los castigos con que su patria escarmentaba a los transgresores de su incontinencia.Slo la veneracin a Teoclea, los empeos que por su amor aada al natural afecto, ventajosoen ella a los de otras madres, subordinaba inclinaciones castas a obediencias rigurosas. Buscabaentre las prosas y los versos, autores y poetas modernos y antiguos, alguno cuya autoridad,defendiendo la incorrupcin, patrocinase sus propsitos, y desconsolbase en extremo, viendocun singulares eran los que escribieron en su abono, y stos, cun limitados la encarecieron.Sentase de que, siendo Grecia tan fecunda en sabios y stos tan ponderadores de todo loexcelente, no hallase entre sus apotegmas alguna que celebrase la virginal perfeccin y,trasladando los breves apuntamientos de los versificadores, en que siendo tan locuaces pintandolas fbulas de ms corruptela, slo en la ponderacin de lo ms precioso se mostrabanavarientos. Quisiera que Ovidio no cansara tan presto la pluma, cuando comenz, para acabar

    luego, lo que tan a su propsito dijo:Salve virgnea flor de la vergenza,intacta rosa, que a nacer comienza.

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    Agradbala en extremo el mismo cuando escribi:

    Mal se puede repararla pudicicia violada,

    porque, una vez profanada,no hay volverla a restaurar

    Aborreca la belleza, que tanto en ella celebraban, por el pleito ordinario que trae siemprecon la pretensin amante, considerando cun digna del ingenio del natural poeta, fue lasentencia:

    Pleitea toda la vidala pretensin amorosaen la belleza aplaudida,

    pues cuanto una es ms hermosa,tanto es ms apetecida.

    No saba olvidarse de lo que escribi Catulo cuando dijo:

    De la suerte que la flor

    que el jardn ha cultivado,libre del rstico arado,del pie del bruto y pastor,lisonjeada al favordel roco, el sol y el viento,es de los ojos aliento,deseando merecellael joven, y la doncella,

    porque intacta da contento.Mas, si la desacreditaquien a tocarla se atreve,

    por ser su hermosura breve,el ser primero la quita;ans mientras, no marchita,la pudicicia florece,deleite a la vista ofrece;mas si el vicio la ofendi,quien intacta la estim,

    profanada la aborrece.

    Estos discursos despertaban escarmientos que, ayudados de su limpia inclinacin,repugnaban a la obediente resignacin de s misma, en su severa madre, peleando con iguales

    armas en Tecla el aborrecimiento a la incontinencia y el amor de quien reconoca por seora.Oh, qu envidiosa deseaba perpetuarse con Erisa, de quien escribe Apolodoro que envejecidoncella y ocasion el proverbio con que notaban a las incasables, llamando a la que entraba endas virginidad caduca! Sumamente dichosa llamaba a la hermana de Protoclo, porque, comoPlutarco afirma, muriendo virgen la levantaron aras los de Beocia, y los locrenses, venerndola

    por tutelar de sus bodas antes de consumarlas, la consagraban pacficas ofrendas. Envidiosaquisiera haber nacido en el tiempo que, siendo discpula de Dama, hija de Pitgoras (la primeraque en la gentilidad hizo voto de perpetua pureza) pudiese, imitando tan heroica resolucin,consagrarse a la integridad hermosa. Cinco hijas inmortalizaron su nombre, ilustrando aDiodoro Socracio, padre suyo, no tanto por la ventajosa fama de su dialctica (aunque en stales concedieron el laurel los sabios de aquel siglo), cuanto por la no intimada conservacinhasta la muerte de su entereza; y Tecla se lamentaba por no aadir a las cinco, con su nombre,la unidad que las hiciese pares. Ninguna de las gentlicas deidades, en su opinin, ms digna detemplos y religin, que la que Roma veneraba con ttulo de Bonadea, hija de Fanno, y tan

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    observante de esta virtud, que jams se atrevieron sus pies a la calle, a los umbrales de suspuertas, a los recebimientos de sus salas; jams su nombre a los odos de sus vecinos, ni hubovarn que, fuera de los ms ntimos de su familia, pudiese dar seas de su rostro, ni despus decanonizada por deidad, permiti cultos que no fuesen de su sexo. En efeto, juzgando a todasstas por bienaventuradas, se querellaba de s misma por sumamente infelice pues, igualndolasen los deseos, no la permitan sus ejecuciones. Estas y otras semejantes consideraciones la

    apretaron una vez, de suerte que, necesitada de desahogos, se permiti a los alivios de un jardnameno que en su casa entretena retiros y medraba desvelos aliosos de Amaltea. Quiso Teclacomunicar con lo virgneo de sus rosas los discursos de sus penas y, ms enamorada de ellasque de Taimride, fabricando un ramillete, divertir cuidados, si bien el ahogo de los suyos

    pedan remedios de mayor eficacia. Tejiendo, pues, fragancias y matices, con el apoyo de unramo de retama en que incorporaba con una hebra de seda a lo ms vario y vistoso de aquellascuadras, hall emboscado entre una mata de clavellinas un billete que, usurpando ardides alspid caviloso, aguardaba entre las flores lances con que comunicarle a Tecla la ponzoaenamorada que le confi su dueo.

    Era el caso que, ejecutando Alejandro diligencias para conseguir sus arrojos, cohech, pormedio del metal apetecido, la fidelidad domstica de una criada confidente que, con hipcritas

    disimulaciones y mentirosas virtudes, se conservaba en la privanza de su casta seora,vendiendo la conformidad de costumbres y granjendose con ellas ms frecuencia que quisieranlas que en su servicio la envidiaban. A qu no se atrever la hechicera tirana del oro?, qu

    presidio no asalta?, qu resistencia nopostra?, qu imposible no facilita?, o qu fidelidad nocorrompe? Dgalo entre los muchos que su eficacia ponderaron, uno que a mi parecer pintmejor sus propiedades, permitindome esta digresin la elocuencia de sus versos:

    El oro a todo se atreve,no hay posesin que no goce,cuanto vive reconoce

    su poder, todo lo mueve;

    su sed bebeimperios y majestades,rndansele las deidades,

    y como el tlamo seadorado, a Iove recrea.

    No se estimael templo que no sublimael oro y no le ennoblece;altar que no resplandececon su esmalte peregrinono es de veneracin dino,

    ni se le debe decoroporque slo triunfa el oro,en lo humano y lo divino.

    El oro la fe acreditade quien recela enemigos;l vale por mil testigos;

    sospechas al vicio quita;solicitahonras, dignidades, fama;a quien protector le llama,es darle, para el amor,

    blico conspirador;l alistahroes para la conquista

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    de la fuerza ms sublime;l Capitolios redimeromanos; l, en la tierradios universal, destierra,abate, postra, lastima,honra, ennoblece, sublima,

    rbitro en la paz y guerra.Las luces del cielo bellas,rendidas al oro imploran,que en fe que todas se doran,le obedecen las estrellas;como entre ellas

    predomina este metal,es seor universalde cuanto comprehende el orbe,cuanto el mar inmenso sorbe,cuanto abarca

    el suelo, porque es monarcaque perficiona imperfectos;

    slo el oro hace discretos,siendo orculos de Grecialos que Apolo menosprecia,

    pues aunque Atenas se agravia,cundo hubo pobreza sabia?,ni cundo abundancia necia?De qu sirve el importunoculto de deidades tantas,

    si el oro entre las ms santas,es dios mayor que ninguno?

    Palas, Juno,por ms poder que blasonen,huyan si al oro se oponen;de l se aleje

    Marte, su trono le dejeDiana, por ms que, bellos,ntidos peine cabellos.Oh siempre dinero sacro!adore tu simulacro

    cuanto en el orbe contemplo,sin oponrsete ejemplo;y en cuanto poseen los hombres,slo t divo te nombres.Slo a ti te erijan templo;

    sola en tus aras presumadedicarte la obedienciavctimas, que en tu presenciael fuego sacro consuma;entre espumala sangre hirviendo del bruto

    te libe y pague tributo,pues quien del oro se ampara,luces de la esfera clara

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    compra y los dioses, en venta,desde su celeste coro

    se dejan feriar del oro,que aunque se intitulen divos,

    son tales los incentivosdel mayor de los metales,

    que no solos los mortales,los dioses son sus cautivos.

    Exageracin fue sta de un idlatra, pero del cielo abajo en qu minti, si nos consta queantes anduvo corto que licencioso? ste, pues, fue el que facilit dificultades en la lealtad frgilde la criada combatida, que se ofreci poner en las manos de su inocente dueo un papel y sevali del medio de las clavellinas para desempear su promesa; porque, sin atreverse por smisma a la experimentada aversin que conoca en Tecla a todo lo que aun en sombrassimbolizaba con lo torpe, vindola bajar al jardn, quiso fiar en l a la fortuna lo que no a suatrevimiento. Arrojle, en efeto, en la florida mata y, ausentndose sin ser vista, ocup aquelsitio la congojada virgen, abeja agora entre las flores, que imitaba sus tareas, para la honesta

    fbrica de los panales dulces que sus limpios propsitos labraban en sus pensamientos, Hallse,en fin, sin saber cmo con l en las manos y, atribuyendo a descuido inculpable lo que elengao cuidadoso consult con el artificio, slo extraaba que en tal parte pudiese entrar

    persona que ocasionase el descuido a tales prdidas; porque a ninguno, fuera de Tecla y susdoncellas, era lcito frecuentarle. Recelando, pues, que alguna menos advertida profanase aquelsitio con permisiones en su estimacin sacrlegas, para verificar sospechas, que en comn lasacusaban a todas, determin informarse, leyndole, de la inconsiderada delincuente, y vio quedeca:

    CARTA

    No hay con vos inmunidad

    que privilegie extranjeros;husped, mi amor lleg a veros,que sta en m no es ceguedadcontra la seguridadde un templo reverenciado;el alma me habis robado,que reducir solicito,mirad que es doble delito,a huspedes y en sagrado.

    La primer belleza avarade ojos, sois, que ha visto el suelo:

    dos noches, una en el cielo,y otra, llor, en vuestra cara;faltndome la luz clarade tres soles qu ha de hacer,

    sino tres veces caer,quien, a tiento y sin temor,

    si una vez es ciego amor,tres amores viene a ser?Quitarle el imperio trataal basilisco cruel,quien, ms venenoso que l,

    durmiendo a cierra ojos mata;jzgueos Venus por ingrata,y Adonis por atrevida,

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    pues cuando a llanto convida,su historia, dorms dolores,que poco gusta de amores,quien los escucha dormida.

    Los hurtos que amor logr,con los vuestros son pequeos,

    pues robar almas en sueos,quin sino vos lo alcanz?En efeto, me usurpel alma que os obedece,vuestra beldad; bien mereceque la agasajis, seora,

    pues nadie rob hasta agoralas prendas que no apetece.Si la ma os satisface,medrar por su causa espero,

    por husped, por forastero,

    y porque lo nuevo aplace;dos voluntades enlaceuna coyunda amorosa,har el tlamo dichosa

    su indivisa duracin,si Alejandro y Tecla son,l su esclavo, ella su esposa.

    No con mayor susto suelta el rapaz incauto la albahaca que cogi del ajeno vergel cuandovio el escorpin, afecto suyo, llegando a olerla, escondido entre sus matas, o el ramillete

    burlador que, disfrazando la ortiga entre sus flores, le crey la doncella simple toronjil pacfico

    y, maltratndose en sus espinas, malogr fragancias, como nuestra sencilla virgen arroj de lassuyas el billete adulador, en leyndose pareada al nombre de Alejandro. Ya tena noticia de lasprendas que los de su ciudad en l exageraban, pues, fuera de ser tales como he pintado,siempre lo advenedizo se trae consigo la benevolencia y alabanza de los naturales (vicio comnen todas patrias, por no consentir la envidia de sus contemporneos loores que adquieren los desu nacin, encarecer habilidades extranjeras, no iguales las ms veces a las que, puertas adentro,la falta que tienen es ser de sus contubernales. Qu celebrados son en nuestra Castilla los Tasosde Italia, los Ariostos y Petrarcas, habiendo en ella espritus tanto ms fecundos y ventajosos,cuanto lo pregonan sus estudios! Lstima es que, menospreciados de sus naturales, peregrinenestimaciones extranjeras y, por no rendirles reconocimientos los propios, se destierren a losajenos, donde las ms veces hallan mejor hospicio).

    En efeto, Tecla (que, al paso que entendi el valor del pretendiente, se recel ms peligrosapretendida), dudando el modo con que el emboscado billete pudo asaltarla, en parte que sla laconfianza de sus doncellas limitadas veces la frecuentaban, cay en la cuenta, y conjetur dealgunas salidas que Clorisipa, su favorecida, haba hecho de casa, a ttulo de visitar unahermana enferma, la poca resistencia que el inters hace cuando sirve al poderoso encanto delas ddivas. Sac por consecuencias el temor que tuvo a la honestidad, pues no se atrevi en ellael cohecho a asaltarla cara a cara, y que se vali de ardides aleves, para disimular traiciones,aprovechndose de la sostitucin insensible de las flores; pero, por no acreditar del todoindicios, gradundolos de verdades convencidas, quiso, cuerda, fiar a la disimulacin industriasde sus diligencias; volvi a las manos el billete, temiendo su recato, si le desamparaba en tansospechoso sitio, no llegase a las de quien, leyndole, intimase a la publicidad lo que, contra la

    vigilancia de su pureza, suele comentar la malicia.Recogise a su ms frecuentado retiro, y queriendo en l, por medio de las llamas,

    consumir del todo atrevimientos de la pluma (que tal vez, hechos pedazos, multiplican

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    pregoneros al descrdito), mud resoluciones, juzgando discreta que, si la faltaba aquel testigopara convencer a la indiciada, imposibilitaba evidencias o que, si habindole dejado en el jardnde industria, y volviendo Corisipa a certificarse del efecto que en l su engao haba logrado nole hallaba, experimentando en el silencio de Tecla tcitas permisiones, la daba licencia para msdesenvueltas osadas; en resolucin, abri la gaveta a un escritorio en que depositarle, y altiempo que la tuvo fuera, vio en ella una caja de marfil, guarnecida de oros, que ocultaba un

    ejrcito de diamantes, sembrados por diversidad de joyas, cuyo valor y nmero pudieradomesticar cualquiera resistencia, menos que la de nuestra virgen. Habalas encerrado all lamesma Clorisipa, que como a la ms familiar y confidente se le permitan las llaves de sus

    joyas, como las de lo ntimo de sus pensamientos; pudo, en efeto, esta seguridad y la codicia enella, corromper obligaciones y, atrevindose a lo dudoso, medir por las suyas las costumbres desu dueo, dndola por vencida al primero combate de tesoro tanto.

    Tengo para m que, cuando Jpiter franque, a pesar de sus encierros, los imposibles conque el rey argivo presumi desmentir orculos, depsito Dnae de la torre de metal, su alcaidela vigilancia, sus guardas los lebreles, si se vali de la costosa transformacin de aquel diluviode oro, fue por negrsele a la pretendida asistencias de criadas, porque, a acompaarse de stas,para qu necesitaba Jpiter de penetrar junturas en las tejas?, ni, en sus faldas cerniendo

    granos del metal solcito, amasar despus la dorada sugestin que, triunfando de diligencias, dioal mundo los fabulosos triunfos de Perseo? Qu no corrompe la continuacin de unfamiliaridad doblada y ms lisonjeando la poca experiencia de una hermosura sencilla? O conqu no sale la avaricia domstica, una vez sobornada de la pretensin lasciva?

    No qued a lo menos por Alejandro, no por Clorisipa, pero s por Tecla, que ya del todocertificada, se resolvi en atajar peligros, castigando con severidad la agresora; pero conindustria sabia, para que, sin ruido que pusiese en pltica su consentimiento, quedase su opininen el lugar primero. Disimulse ignorante con la tercera torpe, retir indignaciones de la cara alcorazn, y, aguardndola dormida, la siguiente noche entr en su cmara y echla en la mangade la ropa que entonces se vesta, las joyas todas que interpuso el atrevimiento por abogados dela torpeza, puesto silencio primero al papel lascivo por medio de las llamas; determinse, deesta suerte, excusar reprehensiones que pudiese or algn registro y hacer con su madre por lamaana que, a ttulo de desposarla con un mercader extranjero que la pretenda, sacase de casala contagin incurable de una criada corrompida; la distancia de regiones, donde haba dellevarla el mercader que la solicitaba, haca imposible cualquier noticia de aquel insulto; porque

    juzgaba la prevenida virgen peligrar la integridad de su pureza slo por haber asistido a su ladoministro que se ofreciese a allanar recatos y franquear consentimientos. Con esto juzgaba que,honestando venganzas con el premio, tan apetecido en toda juventud casadera, limpiaba su casade aquella peligrosa peste. Pero dispsolo mejor el cielo, agradecido a la cndida resolucin denuestra honesta virgen, porque apenas ejecut lo dicho y se retir a su reposo, cuando, entrandoTeoclea, su madre, en busca de la descuidada Clorisipa, para averiguar acusaciones en que sus

    compaeras la culpaban (envidiosas de que se les levantase con la privatiza de su seora)porque la certificaron que, impaciente con las dilaciones de las bodas que con el mercader lehaban prometido, determinaba, robando lo ms precioso de sus joyas, embarcarse con elamante mercader una de aquellas noches, quiso, pues, la matrona cuerda averiguar sospechas

    primero que sentenciar insultos y as, registrndola sus vestidos y arcas, colegir de ladisposicin de sus muebles la de sus pensamientos; halllas todas libres de la maliciosa

    presuncin de sus contrarias, y llegando acaso a las mangas de la ropa, encontr en la una lasprendas que Tecla acababa de depositarla; repar, aunque asustada, en el valor precioso de suriqueza, puesto que las desconoci, como no suyas; alborot la casa, despert la familia, cont atodos, convocndolos, las determinaciones de la criada aleve y el cuantioso hurto que hall ensus vestidos; asombrronse igualmente unos y otros, pero, disimulando las acusadoras,

    acreditaban con lo presente las sospechas de su envidia y dieron ocasin para que se tuviesenpor verdaderas. Examinla Teoclea, preguntndola cyas eran joyas tan generosas, cmo lashaba adquirido, quines eran los cmplices, pues pareca increble que, en dos salidas solas de

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    su casa, hallase, sin coadjutores, tan apercebido robo; crey, al principio, la msera Clorisipaque soaba lo que vea, pero desengandose y vindose vendida de la misma venta que creylograr en su inocente dueo, infamada de infiel en la hacienda (como si no fuera mayor delitoserlo en la honra), y conociendo la terrible condicin de la ofendida anciana, y que, simanifestaba verdades y descubra solicitudes de Alejandro, era infalible el trasladarse desde suconfesin a la sepultura, porque Teoclea, poderosa en Iconio y de su natural sobremanera

    vengativa, menos ocasionada haba hecho temerse de sus domsticos con escarmientosrigurosos, tuvo por ms seguro otorgar callando delitos falsos que, manifestando los verdaderos,perder la vida. Respondi, en fin, turbada, que ni conoca aquellas preseas, ni saba quin, sinoenemigas envidiosas de la medra con que su seora la aventajaba a las dems, durmiendo, acosta de ajenos atrevimientos, la hubiesen hecho encubridora de aquel hurto. Pero como esto

    pareca imposible, pues ni sus compaeras se haban ausentado de su casa, ni cuando lohubieran hecho, era verismil que, por vengarse de Clorisipa, se deshiciesen de tal tesoro, antessirvieron sus excusas de confirmaciones a las sospechas primeras que de satisfacin a susindicios.

    Sali Tecla a las voces, disimulada, contle su madre el suceso y, disculpandoaparentemente a su favorecida, casi la persuadi a no ser ella la que en venganza de su

    deslealtad ocasion su perdicin. En efeto, Teoclea la entreg al juez supremo de aquellaciudad, que mandndola poner en la crcel comn y depositando las joyas en confidentesseguros, determin que en la tortura confesase lo que en su vida hizo. Bast el tormento sloimaginado y la infamia que tema de la verdadera declaracin del caso, pues era forzosomanifestarle a las primeras vueltas del cordel, a que, excusando diligencias al verdugo ysentencias al procnsul, un accidente repentino la sacase con el alma la codicia, sepultando conel cuerpo los recelos que nuestra hermosa virgen tena de que los tormentos divulgasen osadasde Alejandro, agencias de Clorisipa y maliciosos consentimientos en Tecla.

    Lleg juntamente a la noticia del ansioso amante la prisin y muerte de su solicitadora, yaunque la prdida sin fruto de sus prendas pudiese obligarle a declararse dueo suyo, pues lesobraban testigos y calidad para acreditar que lo era, juzg por menos dao perderlas quedesdorar con sospechas el crdito de su dama y dar ocasin de celos y enemistades a Tamride.Consultaba, pues, a solas Alejandro sus desesperadas esperanzas y parecale imposible que sus

    prevenciones amorosas no hubiesen surtido efeto; no se persuada que suceso tan divulgado,siendo conversacin general de cualquiera casa, corrillo y templo, se le escondiese slo a su

    prenda, pues asistindola tan frecuente Clorisipa, pareca forzoso haberla ya manifestado suspasiones. En los mismos desmayos de sus desconfianzas, hallaba su imaginacin alientos.

    -Tecla -deca-, sabia, Tecla conversable, en fin, tan inclinada a la familiaridad de Clorisipay Tecla ignorante de que la adoro, cuando el inters me asegur solicitudes de tan eficazministro, no lo creo; Clorisipa la ley mi papel y la present mis ddivas; amor en las bellezas

    primerizas entra por las puertas del rigor y el menosprecio; opnense la honestidad y la

    vergenza al inters y splicas del pretendiente, quin lo duda? Hay belleza, por vulgar yordinaria que sea, que no fulmine al primero acometimiento amenazas y retiros? De stos sevaldra mi dama para enfrenar persuasiones de mi agente. No se atrevi por entonces aentregarle mis preseas; guardbalas para mejor coyuntura, que pocas pierde el amor, una veznotificado; cogironla con ellas vigilancias de su madre; tuvo Clorisipa, leal conmigo, pormejor perder la vida infamada de ladrona que hacer comn el secreto de mis penas, conmenoscabo de la opinin de quien serva. Deberle memorias y reconocimientos eternos, que ensu muerte me lastimen. Pero porque Clorisipa falte, ser bien que yo desespere principios, quelas ms veces valen la mitad de las pretensiones? Eso no, que la pusilanimidad en el amor esdoblada cobarda. Si Tecla sabe que la adoro y entr en su pecho una vez la noticia deAlejandro, cundo dej este dios fuego de amotinar quietudes y cohechar imaginaciones?

    Lleg alguna el rayo donde no dejase seales de inclemencias? Resistirse ms Tecla que losmrmoles, arruinados al solo toque de sus centellas? No es posible. Aun si amara a Tamridepudiera la resistencia de un agente impedir los acontecimientos del otro; pero cnstame a m

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    que le aborrece, y si en la filosofa la corrupcin de una forma es generacin de la que se lesigue y en el desdn de Tecla est tan descuidado el amor de Tamride, su mesma desdicha serforzosamente disposicin de mi ventura. La fama me acredita de estudioso. Aficionada enextremo es mi Tecla a los estudios. Forastero soy y, en esta parte, apetecible; mi riquezafranquea dificultades; la opinin que medro de corts y sosegado aficionan correspondencias enla cortesa y sosiego de mi amada; la semejanza produce amor, quin ms semejante en

    acciones que yo a quien adoro? En efeto, si siente, como Cloriseno certifica, tanto Tecla eldesposarse con Tamride, qu no admitir por despedirle? Si la experiencia cada instante nosensea que por huir una hermosura violentada de quien no apetece se rinde a quien primero noadmita, recbrese, pues, mi desmayado espritu y, cuando se me malogren diligencias, noquede yo con la lstima y escarmiento de no haberlas ejecutado, pues la frecuencia de serviciosy perseverancia en el sufrimiento es la ms eficaz proteccin en un pecho generoso.

    De esta suerte engaaba Alejandro sus temores y, anulando recelos con esperanzas, tejauna tela congojosa de mezclas diferentes que le oblig a poner la fuerza de sus industrias alriesgo de sus desengaos, sin perdonar demostraciones, msicas de noche, galas de da y todo looficioso con que un amante intenta sacar lucido sus desvelos. Publicronse tanto los deAlejandro, cuanto sali ms clebre la prudente resistencia de Tecla pues, cercenando aun lo

    hasta all lcito, en su casa, neg su presencia a las flores de su huerto, temerosa de segundasasechanzas. En resolucin, ocasion quien las dispona a que, celoso Tamride y prevenidaTeoclea, cercenasen dilaciones y acortasen trminos, sealando, por ltimo, para susdesposorios, el principio del agosto que inmediato se segua, convidando para ello los msilustres de su patria.

    Vio Alejandro en un instante desbaratadas las mquinas todas de sus estratagemas y que loque juzgaba por medio eficaz para sus fines le sala medio para su desesperacin (que aldesdichado los antdotos se le convierten en venenos), y as, huyendo psames, que en lossemblantes tristes le daban sus amigos, slo el templo, desembarazado de concursos, que leenamor de Tecla, para llorar sus menosprecios era su ms frecuentado sitio. Lastimbase allentre las flores que guarnecan su circunferencia (pudo ser, porque el considerarlas estriles defruto, simbolizasen con sus imposibilitados deseos, mentirosas en esto sus imaginaciones).Ocasionado, pues, un da, de ellas, descabez una rosa que, presumida en la ostentacin de sufrgil hermosura, le dio materia para querellarse en su similitud de su perdida prenda y decirlelos versos del soneto, con que di principio a nuestra narracin.

    No poda ignorar Tamride lo que a todos era pblico, pero, como discreto hasta entonces,contentbase con la casi posesin de la prenda competida, gallardeando vitorias, ms con

    bizarras demostraciones que con arrogancias vengativas, sin darse por entendido en laspalabras, puesto que s en las acciones (que no hay tan airosa venganza, entre discretos, como laque callando triunfa y corts castiga). Pero como al paso que se aceleraba el trmino deseado desu posesin, creca el sentimiento de quien le aborreca (de nuestra virgen, digo), y

    experimentaba en su semblante nuevos desagrados que, aadidos a los primeros, daban querecelar a la escrupulosa delicadeza de quien de veras ama, atribuylos Tamride a cuidadosasnovedades que en favor de Alejandro le banderizaban posesiones. Y es la sospecha tan

    persuasiva, de quien una vez la admite que, cuando fueran menores los indicios, bastaran enotro no tan templado a despearle el sufrimiento. No hay que maravillarse de Tamride,competido de Alejandro con las partes referidas, si, experimentando mudanzas en lashermosuras, no le daban lugar sus temores a privilegiar de ellas la de Tecla, puesto que leconstaba la superioridad de su recato sobre todas las de su patria. Pero cundo los celosabonaron virtudes y no encarecieron defectos?

    En fin, gui Tamride donde menos acertaba sus ofensas y, aunque ciego de ellas, fue enbusca de su opuesto. Pudo en el camino ms la cordura que los antojos de su injuria imaginada.

    Consider que era fcil engaarse, no en las solicitudes de su competidor, que stas todos lasmanifestaban, pero en la retirada honestidad de su cercana esposa, pues igualmente lacelebraban de recogida los que murmuraban los desvelos de su forastero solicitante. Y as,

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    templndose ms de lo que otro de sus aos y partes hiciera, gui al templo de Adonis, donde leafirmaron asista lo ms del tiempo quien le desazonaba el de su esperanza. Hallle, pues,recostado sobre los antepechos de unos corredores de mrmol que guarnecan su fachada, tanentregado a sus pensamientos que, a ser menos generoso su contrario o no recelar convenganzas intempestivas imposibilitar sus desposorios, le fuera fcil fenecer con una vida lamala que le daban sus sospechas. Hablle desde lejos, nombrndole dos veces para prevenirle y

    entrambas fueron necesarias, segn estaba enajenado de s mismo. Volvi en s, y reparando enque se le acercaba su enemigo, pacficas las manos aunque alborotado el rostro, le sali arecebir con iguales armas (que en los nobles nunca las espadas averiguan pleitos mientras lasrazones y cortesas sustentan su derecho en el tribunal de la prudencia); recibironse,disimulando enemistades, con apariencias apacibles y, despus de los ordinarios cumplimientos,dijo Tamride, asentndose a su lado:

    -No s, generoso antioqueno, cul de los dos en esta ocasin quede ms obligado a lasdeidades: o vos, porque en tal sitio imposibilitis arrojos al sentimiento, seguro con lainmunidad que en los templos veneran los agravios, o yo, porque, hallndoos a las puertas deste, puedo con verdad atribuir a la reverencia que le debo la templanza con que os hablo, puesa faltar los dos de l, se me pudiera reputar a cobarda. No ignoro, a lo menos, que por noble,

    por husped y por mejorado de la naturaleza y la fortuna, se os deben reconocimientos yagasajos, pues la hospitalidad es la virtud ms ejercitada y generosa que nuestros antepasadosnos dejaron por herencia y que sta debe crecer al paso que en el extranjero los mritos y las

    prendas que por s mesmas obligan. S que en Jpiter, monarca de los dioses, con tener tantosatributos de que preciarse, ninguno ms favorecido suyo que el que le intitula hospedero, porresplandecer con rayos divinos esta piadosa virtud sobre cuantas perficionan un sujeto. S,tambin, que infinitas sentencias, ya de filsofos, ya de poetas, nos persuaden la liberalidad conque debemos acudir a los extraos, pues he ledo en Homero, que

    No es generosa, ni clarala nobleza y la piedad,

    de quien en la calidadde sus huspedes repara;ricos y pobres ampara

    Jpiter omnipotente,agradndose clemente,(puesto que es corto servicio),del liberal que da hospicioa unos y otros igualmente.

    Ya me consta que han de ser tan unos en la benevolencia el que hospeda y el hospedado,que an no quiso dividirlos en los nombres nuestro idioma: pues husped se llama el que recibeen su casa o tierra al forastero y husped tambin el recebido. Ms privilegios tienen loshuspedes que los embajadores y vituperios ocasiona, como brbaro, quien con ellos se muestragrosero. Todo esto me ensearon la costumbre liberal de mi repblica, el estudio sabroso de mislibros y el buen natural de mis inclinaciones, tan afecto a serviros cuanto ocasionado a culparos.Pues os aseguro que slo l ha sido poderoso hasta este punto a refrenar la inconsiderada furiade mis celos. Pero como yo estoy en todo esto advertido, debis estarlo vos en que, del mismomodo que todo ausente de su patria tiene derecho a la afable cortesa de la ajena, por el mismocaso que la experimenta generosa debe corresponderla comedido. Pues siempre que se

    proporcionan huspedes regalados con los hospederos regaladores, stos liberales y aqullosagradecidos, les cuadrara bien la identidad de un nombre mismo, llamndose el uno y el otrohuspedes, corno primero dije. spid hubo que mat a sus hijos por ingratos a los del dueo,

    que los permita alojamiento. Qu merecer, pues, el advenedizo que, en nuestra repblicavenerado, paga beneficios con desagradecimientos y pretende, salteador disfrazado en husped,robar la joya ms preciosa que ennoblece la misma ciudad que le recibe? Yo juzgo que no hay

  • 8/2/2019 MOLINA, TIRSO DE - La patrona de las musas

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    castigo que con igualdad satisfaga al injuriado bienhechor y escarmiente al ingrato forastero.Porque si los sabios privilegian al husped, hacindole partcipe de los frutos ajenos, tambinreprehenden al extrao si, donde le tratan con estimacin, se ensoberbece dueo, portndoseinsufrible. Leed a Menandro, que dice:

    No conviene a ningunoproceder con engao,pero menos que a todos, al extrao.

    Yen otra parte,Cuando hospedaje te den,

    prciate de virtuoso,s modesto, no curioso,y querrnte todos bien.

    Qu de autoridades os alegara, si vuestra discrecin hubiera menester ajenos avisos,cuando os conocemos espejo para cuantos os comunican! Ojal lo furades para vos mesmo.Todo lo que os he propuesto, Alejandro amigo, es para advertiros que ni sois amigo, niAlejandro. Amigo no, pues cuando honris esta ciudad con este ttulo y, siendo peregrino enella, os reconoce como a ntimo desvelo de sus voluntades, la parte que, como vecino suyo delos primeros me toca, se querella, profanado por vos, no menos que con solicitarmedesesperaciones y intentar desposeerme de la prenda que, por derecho humano y casi divino, esma. Alejandro tampoco, pues ste que debiera obligaros con el apellido a que le imitrades, fuetan modesto que, vitorioso en toda el Asia y, pudiendo por el derecho de la guerra triunfar de las

    bellezas mayores que celebr el Oriente (las hijas, digo, de Daro, su ya postrado competidor),qued ms vitorioso no permitindolas objeto de su apetito que con la posesin gloriosa delmayor imperio. Vos, husped obligado, yo, vuestro amigo, en mi patria, y yo ofendido dequien debiera ser, aun contra los de igual derecho, apadrinado? Juez os constituyo, donde sois

    parte, que es tanta mi justicia que permite la sentencia al mismo reo, seguro de que si admits

    por asesor vuestro claro entendimiento, recusando la voluntad apasionada, yo quedarsatisfecho y vos restauraris a su alabanza primera la opinin que, inadvertido, vaisdesacreditando.

    Call con esto Tamride y respondile sosegado, ms en el semblante que en el pecho,Alejandro, de esta suerte:

    -Obligaciones y agravios habis mezclado de modo, discreto y gallardo mancebo, que altiempo mismo que pudiera prevenir la satisfaccin de estos, enfrena mis sentimientos el empeode las otras. Debo ser agradecido a la modestia y templanza con que, celoso, comprometisquejas a la razn (siendo el primer enfreno de esa contagiosa pestilencia, que da lugar a lacordura sin arrojarse al peligroso medio de la venganza); querllome de las mismas razones,

    pues me notis en ellas de husped desconocido, amigo aleve y pretendiente ingrato.

    Confisoos que reconozco mucho a la autoridad del templo, que los dos veneramos, el queimpida su inmunidad arrojos, que no pudiera en otra parte; pues dado caso que, como alprincipio dije, os soy deudor en la modestia de vuestras acciones, se me hace tan nuevo elsentido de ellas que, como desacostumbrado a semejantes descrditos, era forzoso en otro lugarresponderos menos considerado y ms vengativo. Y me pesara, porque adquiriera, con verdad,entre vuestros naturales la opinin de ingrato correspondiente a su regalado hospicio que sinella me imputis. Yo os he de conceder (ya que remitirnos a consecuencias, armas de discretos,nuestros sentimientos y no a las fuerzas, armas de los brutos) la mayor parte de lo que alegisen favor vuestro reservar, dndome slo lo que de ella puede desdorar el crdito, que es en mde ms estima que cuantas alabanzas me atribus, sin merecerlas. Confisoos el agrado liberalcon que en vuestra patria husped debo estimaciones y aplausos a sus vecinos; la obligacin en

    que me ponen a reconocerlos cariosos, apacibles y corteses y que es brbaro el extranjero queno procura, recatado y agradable, si no merecer primeros beneficios (que stos Aristtelesensea no tener desempeo igual) a lo menos pagar rditos de eternos reconocimientos. Y

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    asegroos que los mos son tales que, si la esperanza de su satisfaccin no desahogara miconocimiento, saliendo por m el tiempo, que ocasiona tal vez necesidades, no s si, corriendo,no admitindolos, hubiera dado nota m