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MOMENTO ACTUAL DEL TEATRO INFANTIL Y JUVENIL EN ESPAÑA Por Juan Argeml Fontanei Queridos amigos, señoras y señores: Para quien está al frente de una Entidad tan particularmente vinculada, desde hace veinte años, a los objetivos que estos días nos congregan en Barcelona, resulta especialmente grato hablar sobre la realidad del teatro infantil y juvenil en nuestra Patria, no tanto por sus conocimientos, que se limitan a la cotidiana realidad de una vivencia profundamente sen- tida, aunada a una constante dedicación profesional al niño, sino por los muchos esfuerzos compartidos y de los que ustedes mismos son testimonio fehaciente, en pro de una elevación y pujante pre- sencia del arte escénico por y para los niños y adolescentes. Estimaría mucho que vieran en mis sencillas palabras, en todo el desarrollo de esta ponencia, cuya asignación me honra y agradezco, no sólo la expresión de un sentimiento personal, sino el fruto de una tarea colectiva, el resultado de una preparación en equipo. En efecto, tal como es norma de los tiempos que vivimos, este co- mentario ha sido basado en las aportaciones de un grupo numeroso de colaboradores míos en la tarea directiva de «Juventud de la Farán- dula », en un aprovechamiento de las útiles y acertadas orientaciones facilitadas por la propia Asociación y, especialmente, en su parte inicial, en el valioso estudio publicado por «Primer acto» en su nú- mero 71 y del que es autor José María Carandell. Hecho este obligado preámbulo pasemos a considerar los antece- dentes del teatro infantil en nuestra Patria. Tales antecedentes se _ 39 —

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MOMENTO ACTUAL DEL TEATRO INFANTIL Y JUVENIL EN ESPAÑA

Por Juan Argeml Fontanei

Queridos amigos, señoras y señores: Para quien está al frente de una Entidad tan particularmente vinculada, desde hace veinte años, a los objetivos que estos días nos congregan en Barcelona, resulta especialmente grato hablar sobre la realidad del teatro infantil y juvenil en nuestra Patria, no tanto por sus conocimientos, que se limitan a la cotidiana realidad de una vivencia profundamente sen­tida, aunada a una constante dedicación profesional al niño, sino por los muchos esfuerzos compartidos y de los que ustedes mismos son testimonio fehaciente, en pro de una elevación y pujante pre­sencia del arte escénico por y para los niños y adolescentes.

Estimaría mucho que vieran en mis sencillas palabras, en todo el desarrollo de esta ponencia, cuya asignación me honra y agradezco, no sólo la expresión de un sentimiento personal, sino el fruto de una tarea colectiva, el resultado de una preparación en equipo.

En efecto, tal como es norma de los tiempos que vivimos, este co­mentario ha sido basado en las aportaciones de un grupo numeroso de colaboradores míos en la tarea directiva de «Juventud de la Farán­dula », en un aprovechamiento de las útiles y acertadas orientaciones facilitadas por la propia Asociación y, especialmente, en su parte inicial, en el valioso estudio publicado por «Primer acto» en su nú­mero 71 y del que es autor José María Carandell.

Hecho este obligado preámbulo pasemos a considerar los antece­dentes del teatro infantil en nuestra Patria. Tales antecedentes se

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remontan a los famosos teatro de títeres, polichinelas o guignol, que durante el medievo hicieron las delicias de los pueblos y villas. El teatro de títeres exaltaba la simplicidad, el humor exagerado hasta lo grotesco y la violencia al servicio de la justicia. Era la expresión de unos sentimientos primarios, compartidos por unos espectadores sumergidos en un nivel de vida y ambiente simple, dogmático y apenas con matices, en una situación muy parecida al esquema men­tal del niño y por eso mismo interpretado por todo el público y seguido con interés igual por mayores que por los menores, figurando todavía el teatro de títeres entre las más caras preferencias de éstos últimos.

El teatro de marionetas tiene un preminente sabor popular y sus historias más celebradas fueron siempre caballerescas o religiosas, interesando en su raíz motivacional y expresiva a literatos distin­guidos como Valle Inclán y García Lorca, alcanzando su máxima dis­fusión en nuestros días, gracias al madrileño Bartolozzi, que popu­larizó la figura de Pinocho, mucho antes de que la gran pantalla le diera dimensión universal.

La incorporación del niño al teatro sobre las tablas, el paso de espectador de las palizas de las marionetas a la encarnación de los propios fantasiosos personajes, tuvo lugar, plenamente, en el siglo pasado con la aparición de una de las vertientes del teatro infantil: el teatro «DE» niños.

Más adelante me referiré a la polémica entablada en torno a la mejor conveniencia del teatro «de» niños o el teatro «para» niños. Importa sólo consignar ahora que son dos modos muy distintos de «vivir» el teatro, que a menudo se confunden con harto daño para la verdadera significación y propósito de los que es teatro para la in­fancia y la juventud.

El teatro «de» niños extendido por Europa en el siglo XIX e iniciado entonces en España, tiene precedentes muy remotos, aunque esporádicos. En el siglo octavo de nuestra era el Emperador Ming Huang disponía para su solaz de una compañía infantil. En la Europa de 1300 a 1500, funcionaron diversas compañías privadas juveniles, integradas por estudiantes, que representaban obras de autores con­sagrados y la misma compañía de Shakespeare, en Inglaterra se resin­tió de esta competencia. Se tiene noticia de que en el año 1666 ac­tuaba en Francia un elenco infantil denominado «Los pequeños actores del Delfín».

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Casi siempre se entendió tal participación juvenil en las tablas, como un método educativo y pedagógico, al igual que, con razón, se le sigue considerando hoy. Y en este aspecto Madame Estefanía Gen-lis, organizando funciones con sus alumnos y a través de su obra Théatre de Veducation promovió un notable movimiento europeo a finales del siglo xvm.

Pero es en el pasado siglo, todavía en círculos limitados y, general­mente, aristocráticos, cuando el teatro infantil cobra un auge rele­vante. La Corte española confía a Hartzenbusch la misión impulsora y éste, primero con una obra traducida del francés, luego con otra original y finalmente con la famosa Los polvos de la madre Celestina, cuya noticia ha perdurado hasta nuestros días, consigue su objetivo popularizador, con las limitaciones apuntadas, del teatro infantil. Sigue luego la proliferación de las historias de hadas, príncipes y brujas, las pantomimas, y las primeras representaciones de profesio­nales «para» niños con obras exprofesas para conmemorar la Navidad y con algunas obras que gozarían de una singular aceptación, tales como La Cenicienta.

La psicología infantil evoluciona. La enseñanza primaria se ex­tiende a grandes estratos y en las zonas donde la industrialización aparece, se crea un estamento burgués, conservador a ultranza, asen­tado sobre principios morales rígidamente sustentados y preconizando un idealismo un tanto utópico que pretende inculcar a la infancia, considerada como estamento aparte. Es la mentalidad de «cuarto de los niños», que convierte al escenario en un gran «cuarto de fan­tasiosos juguetes» utilizados como medio de formación pedagógica.

Cataluña, avanzada en esta industrialización es, por consiguiente, la gran avanzada en este movimiento que podríamos denominar de «teatro escolar», proliferando en las instituciones religiosas, centros de enseñanza, parroquias y «casáis». Se escriben numerosas obritas sin trascendencia, se significa el esfuerzo de la colección «Galería Salesiana», pero la expansión teatral está limitada por esta misma característica pedagógica que impregna todo el movimiento y por los prejuicios dominantes en la época que obliga a la formación de cua­dros infantiles con separación de sexos.

El popularísimo autor teatral catalán, José María Folch y Torres, merece especial atención por su notabilísima obra de servicio al tea­tro infantil, que si bien se inicia bajo estas influencias, supone ya una

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cierta evolución pues muchas de sus obras, superando ya la ingenua fantasía de hadas, príncipes y pastores, despliega una panorámica de aventuras con asentamiento real que todavía hoy consigue ele­vados índices de interés y atención, como el típico ejemplo de Les aventures d' en Massagran y el tema religioso de Els Pastorets. Aunque buena parte de la orientación de las obras de Folch y Torres, resulte ahora caduca, a él se debe y así hay que reconocerlo el empuje defini­tivo en pro del teatro infantil en Cataluña.

El teatro de carácter pedagógico, que no anteponemos ni pospo­nemos al otro tipo de teatro, entendido como arte puesto al alcance de la mentalidad infantil y juvenil en todas sus dimensiones estéticas, formativas, y recreativas, tiene en su versión actual en España algu­nas manifestaciones de gran interés experimental. Concretamente la labor de Carlos Luis Aladro en el Colegio de Nuestra Señora del Pilar, de Madrid, merece una atención especial, pues sus representaciones han logrado crear un clima de expectación, tanto en los propios in­térpretes como en el gran número de espectadores, participando todos ellos de la acción, mediante coloquios, tests y redacción de obritas por los propios escolares.

Esta experiencia de Aladro y algunas otras, menos conocidas, la­mentablemente escasas, no sólo preparan al niño en las Escuela para recibir el mensaje, contenido y llamada del otro teatro propiamente escénico, sino que orientan en gran manera a los pocos autores de teatro infantil respecto a la peculiar visión del niño, las formas ac­tuales de su necesaria fantasía y sentido idealizador, el esquema mental de su comprensión de las virtudes humanas y espirituales a través de la acción escénica y sus preferencias en cuanto a la presen­tación física de las obras que—apuntamos—tienen una marcada propensión a repudiar el barroquismo exuberante y decantarse por una fantasía apuntada con pinceladas abstractas, muy en la línea del primitivo teatro griego de caretas, símbolos, coros y simplicidad decorativa.

En los últimos lustros el teatro para niños no ha interesado sufi­cientemente a los grandes literatos, pero sí les ha impulsado a algunas «salidas» esporádicas a este campo virgen, si bien no cristalizaron en una continuidad positiva, suficiente para asegurar un repertorio adecuado, abundante y de calidad: Benavente, Marquina, Zorrilla, Alejandro Casona, Felipe Sassone, Valle Inclán, los hermanos Alvarez

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Quintero y, más en nuestros días, Alfonso Sastre jalonan esta corta lista de posibilidades, conservándolas más en la tónica actual el estilo de Valle Inclán, aunque no fuera su intención básica escribir expro-fesamente para niños.

En ello observamos una trayectoria interesante y que volveremos a comentar: El actual autor de obras para niños debe interesar por igual a los adultos sin compartimientos estancos, porque los medios actuales de comunicación social no sólo han aproximado a los hombres de todo el mundo en su mutuo conocimiento si no que también han aproximado las edades desarrollando mucho más rápidamente el conocimiento real del niño acerca de la realidad de la vida que le aguarda lo cual le inmuniza frente a la exagerada e ingenua fantasía de antaño.

Llegados ya a la mitad de nuestro siglo se plantea en nuestra Patria un problema educacional y familiar muy acuciante. Nuestras familias, herederas de aquel conservadurismo de las tardes domini­cales parroquiales que, dados los medios de diversión de principios de siglo, llenaban la necesidad de diversiones novedosas que nutrieran su imaginación, se encontraban con que sus hijos carecían de espec­táculos aptos moralmente, adecuados en cuanto a la finalidad peda­gógica y, aun cuando este otro aspecto preocupara menos a los padres, suficientes para promocionar la educación estética, el buen gusto y la afición a las artes.

Y es entonces cuando se inicia el movimiento de formación de agrupaciones amateurs o profesionales con la finalidad de cubrir todos o gran parte de dichos objetivos.

Aun a trueque de pecar de inmodesto he de confesar que por la información que hasta el momento he podido recoger la primera En­tidad constituida con este fin, con solera de continuidad, con desplie­gue de grandes esfuerzos y con actual enraizamiento profundo, es precisamente, la que me honro en presidir: la «Juventud de la Fa­rándula» de Sabadell, constituida en 1947, por la fusión de elementos procedentes del cuadro escénico de la Congregación Mariana y los que integraban una agrupación local de aficionados, denominada «La Farándula».

Con un sentido espiritual de apostolado seglar, con una finalidad de proporcionar a la infancia y a la juventud espectáculo moral y recreativo y para encauzar la vocación teatral de gran número de

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aficionados, nace la «Juventud de la Farándula», sin contar con apoyo ni protección alguna de carácter material u oficial.

Pronto la componen más de cien actores aficionados, de ambos sexos; ocupa un local alquilado y se nutre en principio con las obras de Folch y Torres y algunas de Apeles Mestres y Pemán. La acep­tación ciudadana es notable. Más de cien familias se abonan a todas las secciones y el teatro siempre está lleno, hasta el punto que el crecimiento lógico de la Entidad, su madurez interpretativa y la ex­pansión de su popularidad motivan el que, en una acción sin prece­dentes en todo el país, sin contar con ninguna base material, se realice una acción espectacular, constituyendo una sociedad inmobiliaria, con modesto y masivo accionariado en el que participa desde el in­dustrial hasta el modesto obrero reuniéndose siete millones y medio de pesetas en tres meses y construyéndose en nueve meses un monu­mental teatro de nueva planta, de dimensiones gigantescas y que todavía hoy, a los diez años de su construcción asombra a cuantos lo visitan, como esperamos que suceda en la visita que mañana ten­drán la ocasión de efectuar mis compañeros congresistas, accediendo al ofrecimiento de «Juventud de la Farándula», el cual mucho ha honrado a la Entidad que presido y de cuya aceptación me permito manifestaros ahora público testimonio de gratitud.

Si lo material de este desarrollo de «Juventud de la Farándula» puede causar tal asombro, debo precisar que este movimiento de la iniciativa privada no habría contagiado su fervor a la sociedad in­dustrializada en que se mueve, si no guiara a sus componentes una pasión espiritual mantenida en veinticinco años, y si la ciudad en la que se desenvuelve no tuviera, bajo su capa aparentemente fabril y económica unas enormes dimensiones de capacidad sensitiva para lo cultural, lo artístico y lo espiritual. Evidentemente, Sabadell, no es sólo la ciudad de los paños, sino que es además, en muchos aspectos, como dijera un autor foráneo «un paraíso de la infancia».

Durante 20 años «Juventud de la Farándula» representa cada día festivo una obra distinta, con gran riqueza de medios, todos ellos autofinanciados por los únicos ingresos de taquilla y abonos, ya que hasta el pasado año no le fue asignada una modestísima subvención por la Dirección General de Teatro, que no alcanza a cubrir los gastos generales de dos representaciones.

Las únicas representaciones que se programan en varias fechas

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son las navideñas de Els Pasíorets o Pasíorcillos y una original Re­vista musical infantil y juvenil con canto, ballets, danzas populares, cuadros humorísticos y arreglos musicales, con la que se cierra cada temporada, como un resumen de la misma.

También, por primera vez en España «Juventud de la Farándula» convocó en 1951, el primer Concurso de Obras Teatrales de Espec­táculo Infantil, con carácter nacional, para solucionar el problema de la falta de repertorio. Sobre la dimensión, eco y éxito de esta ini­ciativa volveremos más adelante.

El elevado número de componentes de «Juventud de la Farán­dula», completado con asesores artísticos de ballet, coreografía y de­coración, un equipo aficionado de directores, maestro compositor de música, técnico de escenario, permite la formación de diversos grupos, desde el infantil con alguna esporádica representación de teatro «de» niños, el cuadro escénico básico que cubre la primordial función de representar cada festivo teatro «para» niños y un grupo de veteranos que también periódicamente ofrece representaciones para adultos.

El esfuerzo que representa compaginar los diarios ensayos, en una ciudad del ritmo industrial de Sabadell y coordinar todos los múltiples detalles accesorios a cada representación semanal, tiene un valor de esfuerzo personal de gran valía si se tiene en cuenta que absolutamente ninguno de los componentes, directivos ni asesores de la Entidad percibe retribución ni compensación económica alguna, ya que, por otra parte, el sólo mantenimiento y gastos generales y de personal del teatro, más lo de vestuario, decoración y presentación de las obras, mantiene en permanente déficit a la Entidad, puesto que la aportación mediante acciones antes citada fue destinada úni­ca y exclusivamente a la compra del solar y a la construcción del teatro propio, sin sobrante alguno.

Marginalmente a la actuación artística, «Juventud de la Farán­dula » organiza actividades internas de vida social, y colabora en nu­merosas manifestaciones ciudadanas, organizando también desde el pasado año sesiones especiales de cine para niños y jóvenes y fes­tivales de música moderna.

«Juventud de la Farándula» está regida por un Consejo General, que preside uno de sus fundadores e impulsor máximo de la obra, el cual a su vez ha regido durante cuatro años los destinos de la ciudad, don Antonio Llonch Gambús. Es misión de este Consejo General, que

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integran los fundadores, expresidentes y colaboradores distinguidos, más tres miembros de libre designación electiva por todos los socios velar por la fidelidad a los principios fundacionales y resolver los problemas fundamentales en la marcha de la Entidad.

La labor ejecutiva depende de una Junta Directiva que se renueva parcialmente todos los años y en la que también hay representación femenina. Para la labor específica de representaciones y cuidados del local, existe una Junta Técnica, integrada por varios miembros de la Junta Directiva y el equipo de directores artísticos, los cuales tienen además a su cargo, la selección y admisión de nuevos socios.

Las principales actividades de proyección exterior en estos ven-ticinco años de actividad de «Juventud de la Farándula», además de sus numerosas representaciones foráneas, a requerimiento de di­versas entidades de toda la región, la Entidad participó en el primer Congreso Regional de Teatro Amateur, celebrado en Solsona el año 1959, siendo su ponencia la más destacada en aquellos momentos, lo cual fue rubricado extensamente por la revista La Familia y por un amplio comentario elogioso del diario Arriba de Madrid. Reciente­mente ha tomado parte, con notable éxito, en el I Ciclo de Teatro In­fantil, celebrado en el Teatro Romea de Barcelona. Varios de sus actores y uno de sus directores, como colaboradores en otros elencos amateurs para adultos han actuado en programas de televisión y han sido distinguidos por F. E. S. T. A. y por la Delegación de Juventudes. Asimismo este esfuerzo que, en el campo de la iniciativa privada, consideramos ejemplar se ha visto recompensado con el honor de que la Entidad, en la persona de su Presidente, esté presente en la directiva de la Asociación Nacional de Teatro para la Infancia y la Juventud, lo cual también agradecemos vivamente.

Otros datos de interés, a efectos comparativos son los siguientes: El promedio de representaciones anuales de «Juventud de la Fa­

rándula » es de 48 por temporada, de las cuales 36, son obras distintas. El aforo de su teatro propio es de 1.400 butacas y los precios de las localidades oscilan entre 10 y 30 pesetas. La edad habitual de los espectadores va de los 5 a los 13 años y el presupuesto anual, com­prendidos los gastos de mantenimiento del edificio, asciende a un millón cuatrocientas mil pesetas, importe totalmente a cargo de la Entidad, salvo, en el último año, la pequeña subvención indicada, que no alcanza al 2 por 100 del presupuesto total. Tampoco goza la

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Entidad ni el teatro de ninguna exención especial, directa ni indirecta. Con toda la dificultad material que ello representa, el ímpetu moral

y la fe de «Juventud de la Farándula» le ha permitida rebasar los 20 años de actividad, superar las mil representaciones, contar con un elenco permanente de más de cien actores, un público adicto y un tea­tro de nueva planta.

Once años después de que en Sabadell surgiera el «Juventud de la Farándula», en Madrid Pilar Enciso creó el «Teatro Popular Infantil», presentando sus funciones hasta 1961, preferentemente al aire libre, en los Jardines del Buen Retiro, en la Feria del Libro y también en televisión, con adaptaciones de fábulas y leyendas clásicas realizadas por ella misma o por su marido Lauro Olmo.

Las principales obras presentadas por «Teatro Popular Infantil» se caracterizan por su afán democratizador y popular, enlazando con Valle Inclán y el casticismo de los Arniches, significando una intere­sante experiencia.

Un año después aparece en Madrid el Teatro Nacional de Juven­tudes «Los Títeres», promocionado por Pilar Primo de Rivera e in­tegrado en el seno de la Sección Femenina de F.E.T. y de las J.O.N.S. En el aspecto oficial es ésta una de las acciones más positivas, más fe­cundas, que inicia el camino de la atención al espectáculo infantil y juvenil tal como vienen entendiéndolo y practicándolo con lustros de anticipación varios países europeos y en especial los países «del Este», cuya preocupación por este problema es de las más avanzadas y alentadoras, salvada la dimensión ideológicamente distinta en lo político y religioso que tal asignación geográfica-política comporta.

«Los Títeres» han conferido al teatro infantil la espectacularidad y el buen hacer profesional, con rango y mimo de actividad artística de primera categoría. Todo el cuadro está formado por adultos y por los mejores profesionales del momento, con apellidos de amplia reso­nancia nacional: Coreógrafos, dirección musical, compositores, deco­radores, seleccionadores de obras, autores de obras exprofesas, con­tando con la colaboración de la Orquesta Sinfónica de Madrid y entre sus directores a Fernández Montesinos, Suárez Radillo y Miguel Narros.

«Los Títeres» cuidan especialmente la presentación y la calidad de la obra y en cuanto a la tendencia o estilo, superan aquellos princi­pios a que aludía cuando me refería al nacimiento de «Juventud de

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la Farándula» en que todavía imperaba el concepto pedagógico, fami­liar y restringidamente moralista y que la entidad sabadellense ha ido transformando de acuerdo con una evolución que se me antoja mu­cho más lenta y más tradicional en el público catalán que en el de la meseta, precisamente por estar arraigado aquél en una larga y hon­rosa tradición y por aparecer éste como creación de nueva planta, influidos además por las corrientes renovadoras de las asociaciones europeas con las que, radicando en el núcleo central de la capital de España, ha sido más posible establecer un paralelismo y una con­junción de esfuerzos comunes.

«Los Títeres» han presentado adaptaciones de las obras clásicas de la literatura infantil y juvenil: Pinocho, El Mago de Oz, La Isla del tesoro, junto con obras originales que casi podríamos considerar ex­perimentales en nuestro país y que han tenido una gran acogida, tales como La feria del come y calla, Pluff, el fantasmita y el arreglo de La Cabeza del Dragón, de Valle Inclán, amén de una ópera infantil.

También «Los Títeres» han presentado una serie de obras de Cer­vantes, Tirso de Molina, Lope de Vega y Calderón de la Barca, en sesiones especiales para adolescentes, todo lo cual ha hecho que su obra tuviera una resonancia internacional al participar, en 1965, en el II Congreso Internacional de Teatro para la Infancia y la Juventud, inserto en el XII Festival de las Naciones celebrado en París, la obra de Alfredo Mañas La feria del come y calla, considerada como la mejor muestra del teatro juvenil actual por los delegados de los 26 países participantes, ajustándose perfectamente a las conclusiones allí adoptadas. Tal fue el éxito de la obra que tanto la prensa espa­ñola como la francesa tuvieron destacados comentarios elogiosos para la misma y la Radio-televisión francesa solicitó la grabación de la misma para integrar en sus programas.

Datos concretos de interés sobre este Teatro Nacional de Juven­tudes, son los siguientes:

Actúa habitualmente en el Teatro Nacional María Guerrero y ocasionalmente en otros teatros madrileños, con la colaboración del Ministerio de Información y Turismo. Dispone de un taller propio en la Delegación Nacional de la Sección Femenina. Presenta tres obras en cada temporada, aunque en algunas, si el interés del público lo requiere se ha cubierto con una sola, totalizando, en cualquier caso de treinta a cincuenta representaciones, ante un número de

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espectadores que oscila entre los 25 y los 50.000 por temporada. El aforo es de unas 900 localidades y el precio de las mismas

va de 5 a 40 pesetas. El presupuesto por temporada asciende a medio millón de pesetas, que en su mayor parte subvenciona la Delegación Nacional de la Sección Femenina.

El cuadro escénico está compuesto por un número fijo de actores y otro variable, más una treintena de personas en la dirección artís­tica, 18 colaboradores, orquesta de 17 a 70 personas, 12 componen­tes del ballet, eventualmente coros de unas 30 personas y 13 perso­nas en asistencia técnica y tramoya.

Las representaciones van orientadas a dos tipos de público: niños de 6 a 12 años y adolescentes de 12 a 16, para los cuales se cuenta con un equipo seleccionador de obras. En cada sesión se realiza una encuesta entre los niños con preguntas acerca de la obra, dibujo de una escena y otras características.

Todas las obras tienen ilustraciones musicales, orquestando can­ciones populares infantiles; muchas de ellas con acompañamiento coreográfico de ballet o de voces corales.

Por todo cuanto queda dicho, hasta aquí se comprende fácil­mente que Los Títeres es una agrupación concebida con gran estilo, servida con calidad altamente profesional y que dispone de impor­tante apoyo para realizar esa misión actualizadora del teatro, según la concepción moderna y la adecuada psicología infantil, constitu­yéndose en el elemento más representativo cara al exterior de la acción en pro de la escena juvenil en nuestra Patria, si bien hay que considerar la distinta mentalidad del joven espectador, según su radiación geográfica, su medio ambiental y su nivel cultural y social.

Cubriendo esa matización psicológica y de necesidades peculiares de cada ámbito regional o zonal, aparece en Murcia, en el año 1961 otra agrupación, cuya trayectoria y actividades la hacen acreedora a figurar hoy entre las más representativas de este movimiento en pro del espectáculo infantil y juvenil.

Se trata del Cuadro Escénico Arlequín, que forma parte del de­partamento de actividades de la Organización Juvenil Española de Murcia y, cuya dirección ostenta el Catedrático, don José Molina Sánchez.

El objetivo y pretensión del Cuadro Escénico Arlequín, no es tan

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ambicioso como el de Los Títeres, entroncando más con aquella tra­dición de arte pedagógico a que antes he aludido, por estar consti­tuido precisamente en el seno de una organización juvenil de carác­ter formativo, lo cual, por otra parte, le asemeja más a la obra de la Juventud de la Farándula, de Sabadell, incluso también en el ca­rácter aficionado del elenco.

Arlequín actúa en el Teatro Romea, de Murcia, presentando dos o tres obras por temporada, con un total de representaciones que oscila de las 30 a las 50 y que presencian unos 15.000 espectadores.

El cuadro escénico, como todos los citados, es mixto y lo com­ponen 40 personas, más 6 de personal de escenario. No dispone de orquesta, pero la sonorización corre a cargo de los equipos de Radio Juventud de Murcia y cuenta con la colaboración de ballets escola­res. Asimismo colabora el taller-escuela de la Sección Femenina en la confección de vestuario y la gestión administrativa es realizada por personal de la Organización Juvenil. Aparte dispone de un local alquilado para almacén y taller de decoración, realizando los pro­pios elementos del Cuadro Escénico las tareas de montaje de deco­rados, utillería y parte de vestuario.

El presupuesto por temporada oscila entre las 60 y las 75.000 pesetas, subvencionándolo la Delegación Nacional de Juventudes y habiéndose concedido subvenciones por parte de la Dirección Gene­ral de Cinematografía y Teatro, lo cual permite que la entrada sea generalmente gratuita o excepcionalmente de un importe de 10 pesetas

Los espectadores son afiliados a la Organización, escolares y aco­gidos en centros benéficos, cuya edad es inferior a 12 años. También se realizan, en verano, representaciones al aire libre en Campamentos Juveniles.

El tipo de obras que representa el Cuadro Escénico Arlequín, son adaptaciones de cuentos populares de Grimm, Andersen y Perrault y cuenta con alguna obra exprofesa, escrita por colaboradores lite­rarios de la localidad o por profesores universitarios.

Dentro del ámbito concreto de su actividad, el Cuadro Escénico Arlequín se ha situado en lugar destacado al conseguir diversos pre­mios en el Certamen Nacional de Teatro Juvenil, entre ellos, el de la mejor dirección, mejor ambientación y mejor conjunto.

Hasta aquí hemos resumido la labor de tres grupos importantes en la acción teatral juvenil española del momento actual, los cuales

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en su diversidad pueden considerarse prototipos de los numerosos cuadros más modestos, de acción y posibilidades más limitadas y, generalmente, adscritos a la finalidad puramente recreativo-educativa, sin un destacado nivel artístico, cuya importancia no pretendo dis­minuir, pues cubren un vacío lamentable en toda nuestra geografía, pero cuya reseña exhaustiva y concreta escapa a las posibilidades de una ponencia de esta índole.

Resumiendo las características de los tres elencos comentados, nos encontramos con:

Una entidad de iniciativa privada, compuesta por aficionados en el seno de una organización de finalidad apostólica religiosa, que adquiere autonomía y gran envergadura, con 20 años de historia, que ofrece a un público poco variable una constante variedad de obras, distintas casi en cada representación, en una lenta evolución del teatro pedagógico al teatro de promoción creadora. Esta enti­dad, Juventud de la Farándula, de Sabadell, tiene el mayor presu­puesto de las tres que sostiene por sí misma, sin subvenciones ni colaboraciones oficiales y mediante otra acción privada ciudadana, dispone de un gran teatro propio, con los consiguientes gastos de man­tenimiento.

Una agrupación que podríamos considerar «oficial», integrada por actores profesionales, con un reducido repertorio por temporada y un numeroso público variable en cada representación. Es el Teatro Nacional de Juventudes Los Títeres, promocionado por la Sección Femenina, por cuyo estilo se sitúa en vanguardia y logra renombre internacional. Cuenta con toda la ayuda de los organismos oficiales.

Y un elenco surgido en el seno de una organización juvenil, com­puesto de aficionados, con repertorio reducido por temporada y espec­tadores variados en cada representación. Casi íntegramente sostenido con subvención oficial y es el presupuesto más reducido de los tres. Es el Cuadro Escénico Arlequín, de Murcia.

Las dos agrupaciones perciben localidades por importes similares. La última es de carácter gratuito o benéfico, en general.

Con la aparición de éstos grupos y otros esparcidos por provin­cias, de menor proyección asistimos, a la par, en esas dos décadas que van del 50 al 70 a una evolución psicológica general que ha afec­tado también mayormente a la mentalidad infantil, tal como antes he subrayado.

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La superación del liberalismo individual, un afán de autenticidad, un mayor conocimiento del mundo y de la vida, la concreción de uto­pias en realidades científicas, el clima social de las relaciones huma­nas, el conflicto entre generaciones, derrumbamiento de algunas exa­geraciones abusivamente dogmáticas en los principios, la inseguridad cara al futuro y en suma un planteamiento básico sentado, ya no sobre la fantasía sin límites, sino sobre la razón, el conocimiento y la ciencia e instigado por una aspiración de contenido espiritual, han transformado la panorámica escénica dedicada a los pequeños y ado­lescentes, que si bien siguen necesitando el alimento de la fantasía que estimula la imaginación, sólo la admiten cuando tal fantasía se limita a una poetización de una realidad aprensible y comprensible o de una posibilidad semejante a la de la ciencia ficción, es decir, no cuando las fantasías pretenden imponerse con formas de realidad, sino cuando las formas reales cobran dimensión libérrima de fantasía.

Si ya escaso era el número de autores consagrados o noveles que prestaran atención al teatro juvenil, en su primera época de fantasía y pretensión puramente pedagógica, pocos son también los que en el transcurso de esa transformación han aportado ideas y relatos sugerentes y atractivos.

Someramente citaremos a Gloria Fuertes, Alfredo Mañas, Carlos Muñíz, Elena Fortuny y Aurora Díaz Plaja en las obras de lengua castellana y a José Tremoleda, José Tórrela y Juan de la Cruz Balles-ter, en las de lengua catalana.

Evidentemente, es necesario promocional' la dedicación y la aten­ción de cuantos con capacidad literaria y conocimiento pedagógico y psicológico de la infancia, sienten interés auténtico por su porvenir cultural, por su educación estética y por su formación integral.

Y en este sentido, aparte de las interesantes aportaciones de algu­nas obras publicadas por la Editorial «Doncel», de Madrid y por la Colección «Girasol» de la Editorial «Anaya», de Salamanca, lo único que conozco, con carácter colectivo, incentivo y proyección que se ha organizado, son los Concursos Anuales de Obras de Espectáculo Infantil, convocados por la Juventudes de la Farándula, de Sabadell, ininterrumpidamente desde 1951.

Este Concurso, actividad paralela que resuelve la falta de sufi­ciente repertorio para una entidad que cada festivo presenta un título distinto, está dotada con importantes premios en metálico,

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que se aproximan a las 50.000 pesetas y, además, se le ha revestido de excepcional categoría.

En 16 convocatorias han concurrido 692 obras originales de auto­res de diversas regiones españolas, resultando 158 de ellas galardo­nadas con primeros premios o accésits. Todas estas obras las pone la Juventud de la Farándula a disposición de cuantos elencos las soli­citen, incluida su traducción al castellano de las escritas originaria­mente en catalán y son ya varios los que se han beneficiado de esta colaboración.

Un jurado compuesto por un Catedrático, especialista en psico­logía, una escritora, una maestra, un sacerdote, un autor premiado en ediciones anteriores, un periodista y un médico infantil, selec­ciona las obras y el veredicto es dado a conocer en el transcurso de una Cena que reúne todas las representaciones estamentales de la ciudad, denominada «Galas del Concurso» y complementada con selectas actuaciones artísticas.

La entrega de premios se efectúa en el propio teatro, presidida por una «Reina» con su corte de honor infantil, asistiendo las pri­meras autoridades y todas las entidades, ante centenares de espec­tadores y actuando un Mantenedor de ilustre personalidad, todo ello revestido de una brillantez llena de colorido, fantasía, música y ame­nidad.

Entre los mantenedores que han honrado esta Fiesta que es acon­tecimiento ciudadano en Sabadell, en la que se entregan los premios y se estrena la obra galardonada, figura don Joaquín María de Nadal, don Santiago Udina Martorell, don Octavio Saltor, don José María de Porcioles, don José María Sánchez Silva, don José María Pemán, don Guillermo Díaz Plaja, doctor don Jaime Delgado, don Juan Viñas Bona, doctor don Luis Folch y Camarasa y el Rvdo. P. Jesús María Vázquez.

Sería de desear que ésta que se denomina en Sabadell «Fiesta de la Ilusión» se prodigara en otros lugares de la patria y se impulsara con ello la dedicación de muchas plumas al servicio de la infancia, llenando este vacío todavía patente y que es fundamental para luego programar una acción más decisiva en la materia que nos ocupa y que a todos, ilusionadamente nos ha congregado aquí.

Finalizada aquí la parte expositiva del tema de la ponencia que me fue asignada, por cuyas omisiones y quizá excesiva sintetización,

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solicito vuestra benevolencia, paso a exponer unos puntos que fueron considerados por mi equipo colaborador, basados en muchas de las ideas e informes hasta aqui expuestos y que son como el fruto de los mismos, pero que tienen un carácter polémico a modo de simples sugerencias que proporcionen materia al debate subsiguiente y que despierten la inquietud necesaria para llegar a unas conclusiones que nos sean útiles a cuantos laboramos por el teatro infantil y juvenil.

Esos puntos que someto a vuestra consideración, son los siguientes:

1. Las obras para público infantil y adolescente deben prepa­rarse, presentarse y desarrollarse con la misma dignidad, con la máxima garantía de calidad y con la perfección hasta el detalle de las obras que se ofrecen al público adulto.

2. Esta calidad de nivel artístico y técnico no excluye la acción de las agrupaciones de aficionados, siempre y cuando estos se ajusten a estas premisas.

3. Existe un problema legal para las agrupaciones de aficiona­dos, que es el de la limitación de sus actuaciones a la localidad en que radican. Sería conveniente, para dar máximas facili­dades a las agrupaciones noveles y a cuantas puedan cons­tituirse que, dado que la competencia que puedan oponer a los elencos profesionales es escasísima y, generalmente, no se da, se superen tales disposiciones limitativas.

4. Precisamente, ante la imposibilidad de que los elencos pro­fesionales puedan atender de modo permanente el campo del teatro infantil — salvo excepciones promocionadas oficial­mente —, ya que son patentes las crisis periódicas del teatro profesional para adultos, se impone un programa de fomento, apoyo, subvención y orientación de las agrupaciones existen­tes y de cuantas nuevas puedan surgir, por parte de los orga­nismos oficiales y de acuerdo precisamente con la normativa y consejo que a los tales puede prestar nuestra Asociación Nacional.

5. Debe cuidarse también, a la par que el mensaje y la calidad artística puramente teatral, el complemento de educación estética y cultural que supone el aprovechamiento, cuantas

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veces sea posible, de un acompañamiento coreográfico y musical.

6. La atención que la sociedad, en general, y los organismos pertinentes, en particular, presten al fomento y desarrollo del movimiento teatral infantil y juvenil, contribuye a un plazo relativamente corto en despertar vocaciones teatrales y en cultivar al futuro público adulto, salvaguardando así la permanencia y perfeccionamiento del Teatro, en general, y elevando el nivel, buen gusto, comprensión, asimilación y placer estético de los futuros espectadores.

Estos seis puntos son sólo parte del reflejo de nuestra noble inquietud. De este contacto establecido durante el Congreso, espera­mos, precisamente, haber obtenido saludables experiencias, nuevos propósitos, eficaces intercambios de ideas y colaboraciones, obten­ción de mayores medios materiales, una fe en la obra emprendida, renovada por la constancia de que somos muchos los que cabalga­mos en este aventurero carro de la Farándula, llevando tras sí un cortejo de niños ilusionados y, especialmente el fruto más positivo de todos, esto es recabar la atención pública, la oficial y la popular, respecto a un movimiento en el que España todavía va a la zaga de países que lo iniciaron anticipadamente, pero que por sus reser­vas espirituales, por su acervo de gran valor teatral y por ese espí­ritu quijotesco que, precisamente los niños son los más que lo esti­man, puede muy bien adelantarse y llegar a constituirse, en ejemplo de buen teatro, dando a ese mundo que Calderón calificaba de «Gran Teatro», unos excelentes actores, esto es, hombres íntegros y com­pletos en su dimensión humana y espiritual.

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