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  • MONARQUÍAS EN CONFLICTO LINAJES Y NOBLEZAS EN LA ARTICULACIÓN

    DE LA MONARQUÍA HISPÁNICA

    José Ignacio Fortea Pérez, Juan Eloy Gelabert González, Roberto López Vela, Elena Postigo Castellanos

    (Coordinadores)

    Fundación Española de Historia Moderna – Universidad de Cantabria

    2018

  • © Los autores.

    © De esta edición: Fundación Española de Historia Moderna – Universidad de Cantabria. Madrid, 2018.

    EDITORES: José Ignacio Fortea Pérez, Juan Eloy Gelabert González, Roberto López Vela, Elena Postigo Castellanos.

    COLABORADORES: Mª José López-Cózar Pita y Francisco Fernández Izquierdo.

    ISBN: 978-84-949424-1-9 (Obra completa)

    978-84-949424-2-6 (Comunicaciones)

    Imagen de cubierta: - “Puerto con Castillo”, Paul Bril (hacia 1601).© Archivo Fotográfico Museo Nacional del Prado (Madrid).

    Edición patrocinada por el Gobierno de Cantabria, Dirección General de Cultura

  • 3

    XV Reunión Científica de la Fundación Española de Historia Moderna.

    DIRECTORES

    José Ignacio Fortea Pérez (Universidad de Cantabria), Juan Eloy Gelabert González (Universidad de Cantabria), Roberto López Vela(Universidad de Cantabria), Elena Postigo Castellanos (Universidad Autónoma de Madrid).

    SECRETARIOS

    Oscar Lucas Villanueva (Universidad de Cantabria), Juan Díaz Álvarez (Universidad de Oviedo), Mª José López-Cózar Pita (Fundación Española de Historia Moderna).

    COMITÉ CIENTÍFICO

    Dr. Eliseo Serrano Martín (Universidad de Zaragoza) • Dr. Juan José Iglesias Ruiz (Universidad de Sevilla) • Dr. Francisco Fernández Izquierdo (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) • Dra. Virginia León Sanz (Universidad Complutense de Madrid) • Dr. Félix Labrador Arroyo (Universidad Rey Juan Carlos) • Dr. Francisco García González (Universidad de Castilla-La Mancha) • Dr. Manuel Peña Díaz (Universidad de Córdoba) • Dra. Ángela Atienza López (Universidad de La Rioja) • Dr. José Luis Betrán Moya (Universidad Autónoma de Barcelona) • Dr. Máximo García Fernandez (Universidad de Valladolid) • Dr. Antonio Jiménez Estrella (Universidad de Granada)

    Todos los trabajos contenidos en este volumen han sido sometidos a una evaluación doble ciega, tanto en su

    fase de propuesta, como en la redacción del texto definitivo, de acuerdo a los criterios de excelencia académica

    establecidos por la Fundación Española de Historia Moderna y la Universidad de Cantabria.

    EVALUADORES

    Rosa Alabrús Iglesias (Universidad Abad Oliba) Joaquim Albareda (Universidad Rovira i Virgili) Armando Alberola Roma (Universidad de Alicante) Francisco José Alfaro Pérez (Universidad de Zaragoza) Marina Alfonso Mola (UNED) Izaskun Álvarez Cuartero (Universidad de Salamanca) Fernando Andrés Robres (Universidad Autónoma de Madrid) Francisco Andújar Castillo (Universidad Universidad de Almería) Miguel Ángel Aramburu-Zabala Higuera (Universidad de Cantabria) David Bernabé Gil (Universidad de Alicante) Mónica Bolufer Peruga (Universidad de Valencia) Miguel Ángel de Bunes Ibarra (CSIC) Manuel Bustos Rodríguez (Universidad de Cádiz) Carlos J. de Carlos Morales (Universidad Autónoma de Madrid) Adolfo Carrasco (Universidad de Valladolid) Juan Manuel Carretero Zamora (Universidad Complutense) Hilario Casado Alonso (Universidad de Valladolid) Ana Crespo Solana (CSIC) Jaume Danti i Riu (Universidad de Barcelona) Miguel Deya Bauzá (Universidad de las Islas Baleares) Juan Díaz Álvarez (Universidad de Oviedo) Isabel Enciso Alonso-Muñumer (Universidad Rey Juan Carlos) Antonio Espino López (Universidad Autónoma de Barcleona) Amparo Felipo Orts (Universidad de Valencia) Camilo Fernández Cortizo (Universidad de Santiago de Compostela) Francisco Fernández Izquierdo (CSIC) Alfredo Floristán Imízcoz (Universidad de Alcalá de Henares) José Ignacio Fortea Pérez (Universidad de Cantabria) Ricardo Franch Benavent (Universidad de Valencia) Gloria Franco Rubio (Universidad Complutense) Enrique García Hernán (CSIC) Bernardo José García García (Universidad Complutense) Juan Eloy Gelabert González (Universidad de Cantabria) Javier Gil Puyol (Universidad de Barcelona) José Luis Gómez Urdáñez (Universidad de la Rioja) Miguel Fernando Gómez Vozmediano (Universidad Carlos III) Jesús Manuel González Beltrán (Universidad de Cádiz)

  • 4

    David González Cruz (Universidad de Huelva) José Antonio Guillén Berrendero (Universidad Rey Juan Carlos) José Luis de las Heras Santos (Universidad de Salamanca) Antonio Irigoyen López (Universidad de Murcia) Antonio Jiménez Estrella (Universidad de Granada) Félix Labrador Arroyo (Universidad Rey Juan Carlos) Ramón Lanza García (Universidad Autónoma de Madrid) Virginia León Sanz (Universidad Complutense) Manuel Lobo Carrera (Universidad de Las Palmas de G.C.) Amparo López Arandia (Universidad de Extremadura) María López Díaz (Universidad de Vigo) Roberto López López (Universidad de Santiago de Compostela) Ana Isabel López Salazar Pérez (Universidad Complutense) Roberto López Vela (Universidad de Cantabria) Óscar Lucas Villanueva (Universidad de Cantabria) David Martín Marcos (Universidade Nova de Lisboa) Carlos Martínez Shaw (UNED) José Antonio Martínez Torres (UNED) Miguel Ángel Melón Jiménez (Universidad de Extremadura) Víctor Ángel Mínguez Cornelles (Universidad Jaume I) Ana Morte Azim (Universidad de Zaragoza) María Eugenia Mozón Perdomo (Universidad de La Laguna) Fernando Negredo del Cerro (Universidad de Carlos III) Juan Francisco Pardo Molero (Universidad de Valencia) Magdalena de Pazzis Pi Corrales (Universidad Complutense) Pablo Pérez García (Universidad de Valencia) Rafael M. Pérez García (Universidad de Sevilla) María Ángeles Pérez Samper (Universidad de Barcelona) Guillermo Pérez Sarrión (Universidad de Zaragoza) Primitivo Pla Alberola (Universidad de Alicante) Julio Polo Sánchez (Universidad de Cantabria) Charo Porres Marijuan (Universidad del País Vasco) Elena Postigo Castellanos (Universidad Autónoma de Madrid) Marion Reder Gadow (Universidad de Málaga) Ofelia Rey Castelao (Universidad de Santiago de Compostela) Joana Ribeirete Fraga (Universidad de Barcelona) Antonio José Rodríguez Hernández (UNED) Saulo Rodríguez (Universidad de Cantabria) José Javier Ruiz Ibáñez (Universidad de Murcia) José Ignacio Ruiz Rodríguez (Universidad de Alcalá de Henares) Pegerto Saavedra Fernández (Universidad de Santiago de Compostela) María del Carmen Saavedra Vázquez (Universidad de Santiago de Compostela) José Antonio Salas Auséns (Universidad de Zaragoza) Julio Sánchez Gómez (Universidad de Salamanca) Francisco Sánchez Montes (Universidad de Granada) Miguel Ángel Sánchez García (Universidad de Cantabria) Javier de Santiago Fernández (Universidad Complutense) Porfirio Sanz Camañes (Universidad de Castilla – La Mancha) Margarita Serna (Universidad de Cantabria) José Ángel Sesma Muñoz (Universidad de Zaragoza) Hortensio Sobrado Correa (Universidad de Santiago de Compostela) Enrique Solano Camón (Universidad de Zaragoza) Fernando Suárez Golán (Universidad de Santiago de Compostela) Antonio Terrasa Lozano Margarita Torremocha Hernández (Universidad de Valladolid) Javier Torres Sans (Universidad de Gerona) Jesús María Usunáriz Garayoa (Universidad Pública de Navarra) Bernard Vicent (EHESS) Jean Paul Zuñiga (EHESS)

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    ACCIÓN COLECTIVA, ACCIÓN INDIVIDUAL: ALGUNOS

    EVENTOS MILITARES EN LA GUERRA DE LOS

    SEGADORES DESDE UNA VISIÓN SOCIAL

    RUBÉN PISA BRAVO

    [email protected]

    Universidad Autónoma de Madrid

    Resumen: En este trabajo pretendo explicar algunos aspectos sobre como los militares afrontaron diferentes asedios durante la guerra de Cataluña, de 1640 a 1652. El hambre, la exposición a la violencia, el espíritu de resistencia o la colaboración de los civiles tuvieron gran relevancia en esos hechos. Por otra parte, las acciones de algunas figuras castrenses tratan de servir para dar un enfoque personal, más allá del anonimato colectivo.

    Palabras clave: Ejército, sociedad, Cataluña, siglo XVII, asedios.

    Abstract: In this paper I pretend to explain some aspects about how the military faced different sieges during the war of Catalonia, from 1640 to 1652. Hunger, exposure to violence, the spirit of resistance or the collaboration of civilians had great relevance in those events. On the other hand, the actions of some military figures try to serve to give a personal approach, beyond collective anonymity.

    Key words: Army, society, Catalonia, 17th Century, sieges.

    INTRODUCCIÓN

    En el contexto de la Guerra de los Treinta Años, el inicio de las hostilidades contra Francia en 1635 hizo que la exigencia de recursos materiales y humanos en Cataluña provocara el descontento en sus instituciones y población. La pérdida de Salses en 1639 y los grandes esfuerzos para su posterior recuperación agudizaron el malestar, con motivo de los daños inherentes al

    mailto:[email protected]

  • ACCIÓN COLECTIVA, ACCIÓN INDIVIDUAL: ALGUNOS EVENTOS MILITARES EN LA

    GUERRA DE LOS SEGADORES DESDE UNA VISIÓN SOCIAL

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    conflicto y la presencia continua de soldados a los que se debía dar cobijo. La conflictividad entre ambas realidades sociales se convirtió en el acicate para un levantamiento popular que fue extendiéndose rápidamente entre los distintos municipios. La fuerza con la que actuaron hizo que las tropas se vieran obligadas a retirarse1.

    Dentro de la respuesta de la Corte, la ofensiva encabezada por el marqués de los Vélez durante los meses siguientes estimuló a las autoridades catalanas a situarse bajo el amparo de Francia. Los hechos de armas se resolvieron inicialmente en favor de las fuerzas castellanas, consiguiendo conquistar con bastante facilidad las localidades a las que llegaban, mientras se reprimía a los rebeldes con una actitud no carente de violencia por parte de los soldados2. Este éxito inicial se vio frenado cuando las tropas castellanas llegaron a las inmediaciones de Barcelona en enero de 1641.

    Una contundente derrota desbarató las aspiraciones de una guerra rápida, cuya temprana resolución habría significado un uso relativamente menor de los recursos. Por contra, el protagonismo fue asumido por los asedios prolongados a plazas fuertes como medio para consolidar los avances o evitar los del bando contrario. Este sistema conllevaba a su vez un gran esfuerzo físico y de resistencia para aquellas personas que se veían envueltos en esos hechos, mientras esperaban recibir ayuda externa. En este sentido, trataré de reflejar diversos aspectos que caracterizaron ese tipo de acontecimientos desde la óptica social, dejando de lado el factor estratégico, y resaltando las actuaciones puntuales de algunos individuos, como un medio para dar un carácter algo más personal a aquellos hechos.

    1. DEL ATAQUE FRONTAL A LOS ASEDIOS.

    En general, y por una cuestión de lógica, la falta de suministros resulta crucial en el desenlace de un asedio, sobre todo cuando se vincula con la resistencia de unos defensores aislados. Aunque puede pensarse que sólo la guarnición de una plaza fuerte se ve afectada, los atacantes pueden estar también perjudicados, incluso al tratarse de un asalto directo. En el intento de retomar la fortaleza de Montjüic el 26 de enero de 1641 fue uno de los problemas que tuvo que afrontar el ejército del marqués de los Vélez, incluso antes de comenzar el choque, por la fragilidad de unas líneas de suministros muy prolongadas. La superioridad numérica se vio contrarrestada por el hecho de que los franco-catalanes podían recibir ayuda por tierra y mar, mientras que sus contingentes hostigaban a las dotaciones de carros y acémilas3. Tal coyuntura supuso la falta de alimentos y munición y por ello no era sostenible intentar un asedio o varios ataques directos. La delicada situación no debió repercutir negativamente en el ánimo de los oficiales y soldados, los cuales no dudaron en exponerse al peligro, alentados con diversas promesas4. Eso ayudaría a entender la gran cantidad de bajas entre los que ostentaban cargos relevantes, entre un cuarto y un tercio del total5. En esa lista destacó el duque de San Jorge, general

    1 Antoni Simon i Tarrés, “Catalunya en el 1640. Revuelta social, revolución política e identidad nacional.

    Una visión a través de algunos testimonios coetáneos”, en José Alcalá-Zamora y Ernest Belenguer, (coords.), Calderón

    de la Barca y la España del Barroco, Madrid, Nuevo Milenio, 2001, Vol. I, pp. 889-912. Pablo Fernández Albaladejo,

    “La crisis de la Monarquía”, en Josep Fontana y Ramón Villares, (dirs.), Historia de España, Barcelona, Crítica-Marcial

    Pons, 2009, pp. 157-159. Josep Sanabre, La acción de Francia en Cataluña en la pugna por la hegemonía de Europa

    (1640-1659), Barcelona, Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, 1956, pp. 55-69.

    2 En Cambrils se ejecutó a más de 600 prisioneros tras haberse rendido, lo que alimentó la indignación y el

    odio anti-castellano. Algo similar con la conquista de Martorell el 21 de enero. Antoni Simon i Tarrés (dir.), Cròniques

    de la Guerra dels Segadors, Barcelona, Curial Edicions Catalanes, 2003. pp. 27-28.

    3 Ibidem. p. 173.

    4 El marqués de los Vélez ofreció un hábito y renta a quien pusiera una bandera en la plaza. “Crònica

    ‘Exemplària’ de la catedral de Barcelona. 1637-1641”, en Antonio Simon i Tarrés (dir.), Cròniques de..., op. cit. p. 229.

    5 Los cuerpos sin vida pertenecientes a los sobrinos del marqués de los Vélez fueron encontrados próximos

    a las murallas. Nuria Florensa i Soler, “La derrota del ejército hispánico en Barcelona: La batalla de Montjuic.

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    de caballería, tras realizar una carga sobre una formación montada francesa, la cual recibiría apoyo desde las murallas con mosquetería6. Un destino similar le ocurrió al conde de Tyrone, jefe del tercio de los irlandeses, cuyo final desmoralizó a su unidad al tratarse de una figura relevante en ese colectivo extranjero7. Tras esta contundente derrota, fue necesario retroceder hasta Tarragona y Tortosa.

    A partir de ese momento los avances serían más lentos y metódicos, con el protagonismo de largos asedios y evitando en lo posible las batallas campales por los excesivos riesgos en pérdidas humanas. Fue precisamente en ese tipo de eventos donde verdaderamente se puso a prueba la resistencia de las personas ante la presencia directa de la guerra, no solo por los soldados, sino también por parte de la población civil. En este sentido, resulta preferible dar una mayor relevancia a la faceta defensiva de los cercos.

    Es en la realidad del aislamiento de un lugar cuando se manifiesta con mayor definición todos aquellos elementos perjudiciales para la vida de las personas. Sin importar que sean del colectivo castrense o civil, es algo que une a ambas entidades al tener que asumir el mismo reto a la hora de evitar que los intrusos invadan violentamente el espacio que comparten, o se vean en la necesidad de entregarlo, impelidos por el hambre, el miedo ante un posible epílogo demasiado cruel por saqueos y muertes, o el simple colapso de las fortificaciones e incapacidad de las unidades de aguantar los ataques enemigos.

    1.1. COHESIÓN Y CARESTÍA.

    Tal y como se ha dejado vislumbrar antes, en mayor o menor medida la presencia de militares entre las distintas poblaciones era un potencial foco de pequeños conflictos dentro de la convivencia. Por el contrario, cuando un espacio urbano corría el peligro de ser invadido por fuerzas hostiles, podía surgir un mayor espíritu de colaboración para evitarlo8. A modo de ejemplo, y atendiendo al primer concepto del presente apartado, la respuesta dada al intento de conquistar Tortosa por parte de los franceses a finales de abril de 1642 ayudó notablemente a despertar esa actitud con un resultado exitoso.

    “Los procuradores de la ciudad de Tortosa, caballeros, ciudadanos, vecinos, y todos

    moradores de ella, por las vivas muestras que han dado de su fidelidad y valor, peleando con

    el enemigo, y asistiendo de día y de noche a la muralla, y trabajos de fortificarse a la cara del

    enemigo [...]”9.

    Antecedentes y desarrollo de la guerra”, en José Alcalá-Zamora y Ernest Belenguer, (coords.), Calderón de la Barca y

    la España del Barroco, Madrid, Nuevo Milenio, 2001, Vol. II, pp. 203 y 206.

    6 José Pellicer de Tovar, Avisos, París, Editions Hispaniques, 2002, pp. 192-193.

    7 Eduardo de Mesa Gallego, “Un noble irlandés al servicio de Felipe IV: John O’Neill, conde de Tyrone”, en

    Ricardo Franch Benavent, Rafael Benítez Sánchez-Blanco y Fernando Andrés Robres (eds.), Cambios y resistencias

    sociales en la Edad Moderna. Un análisis comparativo entre el centro y la periferia mediterránea de la Monarquía

    Hispánica, Madrid, Sílex, 2014, pp. 339-348.

    8 Esto no significó la ausencia de tensiones internas. En el asedio de Tarragona de 1641 se hizo patente la

    animadversión de los naturales con la guarnición, existiendo incluso peligro de disturbios. El propio clero intentaba

    ayudar a las tropas francesas o favorecía la deserción de portugueses presentes en los contingentes castellanos. La

    situación se prolongó incluso después del sitio. Manuel Güell i Junkert, “El 'Diario de las guerras de Cataluña por los

    años 1640, 1641 y 42’. Un dietari inèdit dels primers anys de la guerra de separació al camp de Tarragona (1640-

    1642)”, Butlleti Arqueològic, 33, 2011, pp. 286-288.

    9 Archivo General Militar de Madrid [AGMM], Colección Aparici [CA], tomo XV, 1-5-15. Vinaroz, 15 de

    Mayo de 1642. Carta del marqués de Leganés, f. 341 v.

  • ACCIÓN COLECTIVA, ACCIÓN INDIVIDUAL: ALGUNOS EVENTOS MILITARES EN LA

    GUERRA DE LOS SEGADORES DESDE UNA VISIÓN SOCIAL

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    Había bastante confianza y ánimo dentro de las murallas por la esperanza de recibir ayuda en pocos días, pese a las peticiones infructuosas de refuerzos a los reinos de alrededor10. Sin olvidar la efectiva organización defensiva y la aceptable cantidad de provisiones disponible, la religiosidad tuvo un papel muy relevante en dos vertientes: La primera como factor moralizante, vinculado a la celebración de ceremonias en torno a la devoción por la Virgen de la Cinta, entre otras figuras religiosas, como un medio para soportar psicológicamente el intenso fuego de artillería que recibían desde el exterior día y noche. La segunda tuvo que ver con la participación directa en la defensa, tanto en el hecho de acondicionar las fortificaciones a costa del derrumbamiento de los conventos del Carmen y San Francisco, como en la formación de compañías compuestas por miembros del clero seglar y regular, haciendo mención especial del obispo de Veschi. En las labores de asistencia resultaron ser imprescindibles las mujeres, quienes no dudaron en pedir a la población alimentos para cocinarlos y dárselos a los defensores, ya fuese pan, huevos y vino, además del socorrer a los heridos, siendo llevados a los sitios dispuestos para su cuidado. Tampoco fueron dejadas de lado a la hora de recibir su apoyo en el levantamiento y refuerzo de fortificaciones, ya fuese llevando fajinas o cestones de tierra11.

    En cuanto a los militares, cabe resaltar a ciertos oficiales de la tropa que participaron en la defensa. Perteneciente al estado nobiliario, destacó el capitán Lorenzo de San Vítores, caballero de la Orden de Calatrava, durante la salvaguardia de un puente ante un asalto francés y al mando de una compañía desmontada en la brecha que habían conseguido hacer los atacantes previamente12. Hubo otros cuyos vínculos familiares, incluso dentro de la misma unidad, pudo servirles de motivación para cumplir su tarea. Fue el caso de Melchor de Manpaso Gimena, que empleado en la compañía de su padre, el capitán Pedro de Manpaso, acudió a repeler un ataque francés que se ejecutó por mar y tierra. Estuvo con dicho oficial, defendiendo distintas posiciones y pudo rechazar tres veces las acometidas enemigas. En una de ellas su padre fue herido y tuvo que ayudarlo a retirarse en medio del fuerte asalto13.

    El mismo planteamiento defensivo se ejecutó en junio y julio de 1648. De nuevo se pudo apreciar la buena disposición de la guarnición, tanto por las unidades reales, como por los segadores y la gente de la ciudad que tomó las armas, si bien hubo que derribar algunas casas, en perjuicio para sus dueños y moradores14. Tampoco había problemas de ánimo ni de abastecimiento, mas allá de la pérdida de unos molinos del campo exterior, subsanada con la construcción de otros de tracción animal y de mano dentro de la propia plaza15. Sin embargo, el exceso de confianza condicionó el desenlace. Ante la perspectiva de que los franceses no se atreverían a atacar en pleno día, el gobernador Diego Brizuela mandó a la mayoría retirarse a comer. Sólo permanecieron en los muros algunos soldados en torno al denominado portal de San Francisco. Precisamente el problema fue la existencia de un portillo usado para efectuar salidas contra las trincheras enemigas y el hecho de que los franceses seguían presentes. Éstos iniciaron un asalto con la idea de conquistar algunas posiciones, aun sin haber conseguido hacer brecha previamente. Ante la escasa resistencia y huida precipitada de los soldados, sumado a la presencia de ese portillo, los franceses fueron entrando prácticamente junto con los primeros defensores en

    10 Enric Querol Coll y Joan Hilari Muñoz i Sebastià, La Guerra dels Segadors a Tortosa (1640-1651), Valls,

    Cossetània Edicions, 2004, pp. 90-91.

    11 Ibidem, pp. 92-99. Como testimonio directo de la labor del clero: AGMM, CA, tomo XV, 1-5-15. Sin

    Lugar [SL], 1642. Relación de la gente que se halló en el sitio de Tortosa, f. 345.

    12 AGMM, CA, tomo XV, 1-5-15. Vinaroz, 15 de Mayo de 1642. Carta del marqués de Leganés, f. 342 r.

    13 Archivo Histórico Nacional [AHN], Estado, leg. 865, nº 56. Madrid, 6 de Diciembre de 1647. Relación

    de servicios del capitán don Pedro de Manpaso Gimena y su hijo don Melchor.

    14 AGMM, CA, tomo XVI, 1-5-16. Campo de Mazaleón, 5 de julio de 1648. Carta de don Francisco de

    Melo, f. 461 v.

    15 Enric Querol Coll y Joan Hilari Muñoz i Sebastià, La Guerra dels..., op. cit, pp. 159-160.

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    retirada y lograron después desbordar fácilmente a los situados en el interior de la ciudad. Los pocos militares que entraron en el castillo, incluido el gobernador, claudicaron al poco tiempo16.

    Por lo común, se ha atribuido el resultado a la cobardía del gobernador al aceptar la rendición del castillo, sin esperar a que llegase algún socorro17. Tal decisión no impidió el saqueo, con especial virulencia en iglesias y conventos18. El propio Brizuela atribuyó la pérdida del lugar a circunstancias ajenas a su actitud, como la falta de agua para defender el castillo y el mal estado de los soldados por el hambre y las enfermedades. En su versión, el teniente coronel del regimiento de alemanes, Barlo Chapús, y sus hombres dejaron desamparada la media luna por la que entraron los franceses19. Curiosamente, según la hoja de servicios del mismo Chapús, él estuvo muy activo contra el último asalto francés. Había realizado algunas obras de atrincheramiento cerca de la media luna de dicha puerta de San Francisco, cuya defensa expuesta al fuego enemigo para cubrir la retirada le costó la mitad de sus hombres, siendo además el último en abandonar la posición. Para enfatizar más las contradicciones, también se subraya que esas labores fueron certificadas, entre otros oficiales, por el propio Brizuela20.

    Volviendo atrás en el tiempo, otro caso similar fue el de Tarragona en agosto de 1644, poco después de la conquista castellana de Lérida. De nuevo adquirió relevancia la colaboración de los vecinos, a los que fue necesario armar por no haber tropas suficientes para cubrir todas las zonas y tener que alternar acciones de combate con labores de vigilancia. Una vez más se contó con la ayuda del cabildo eclesiástico, a través del cual se formó una compañía, y de las mujeres, quienes trabajaron con mucha voluntad21. No obstante, eso no evitó ciertas sospechas de colaboración desde el interior con los franceses22.

    La acumulación de bajas por los combates y las enfermedades no evitó que la guarnición realizara algunas operaciones, como el rechazo de un asalto francés sobre una brecha y una salida a las trincheras enemigas, donde infligieron cerca de medio millar de bajas, sustrajeron numerosos pertrechos y enclavaron algunos cañones23. Aquí tuvo ocasión de destacar Antonio de Emaldia cuando servía a su costa en una compañía de caballos y formó la resistencia ante un asalto general que los franceses hicieron por mar y tierra en la brecha del baluarte San Pablo y San Juan. Al ser reconocida su valía, cuando el 8 de septiembre llegaron las galeras para introducir un socorro en la plaza, el gobernador don Francisco de Toralto le ordenó ir al extremo de una ensenada con el

    16 Ibidem, pp. 163-164. AGMM, CA, tomo XVI, 1-5-16. La Chana, 16 de julio de 1648. Carta del conde de

    Oropesa, f. 477 r.-478 r.

    17 Davide Maffi, En defensa del Imperio: Los ejércitos de Felipe IV y la guerra por la hegemonía europea

    (1635-1659), Madrid, Actas, 2014, p. 112.

    18 Porfirio Sanz Camañes, “El peso de la milicia. ‘Alojamiento foral’ y conflicto de jurisdicciones en la

    frontera catalano-aragonesa durante la guerra de Cataluña (1640-1652)”, Revista de historia moderna: Anales de la

    Universidad de Alicante, 22, 2004, pp. 25-26.

    19 En las fuentes primarias se le denomina Francisco Chapuis. AGMM, CA, tomo XVI, 1-5-16. Puente de

    Santi Espíritus, 10 de noviembre de 1648. Carta de don Diego Brizuela y Salcedo al rey, f. 497 r.-499 v.

    20 AHN, Estado, leg. 665, caja 2, nº 50. Madrid, 10 de Febrero de 1662. Relación de servicios del coronel

    don Francisco Chapuis.

    21 AGGM, CA, tomo XVI, 1-5-16. Tarragona, 8 de agosto de 1644. Carta de don Francisco Toralto, f. 352

    r.-352 v.

    22 AGGM, CA, tomo XVI, 1-5-16. Tarragona, 17 de agosto de 1644. Carta de don Francisco Toralto, f. 353

    v.-354 r.

    23 AGGM, CA, tomo XVI, 1-5-16. SL, 25 de agosto de 1644. Carta del duque de Arcos, remitiendo varias

    de don Francisco Toralto, f. 361 v-362 v. En otra acción una unidad desmontada logró incluso acabar con el capitán

    que mandaba la batería. AHN, Estado, leg. 666. SL, SF. Relación de los servicios del capitán de caballos corazas don

    Alonso de Aguilera Negrete.

  • ACCIÓN COLECTIVA, ACCIÓN INDIVIDUAL: ALGUNOS EVENTOS MILITARES EN LA

    GUERRA DE LOS SEGADORES DESDE UNA VISIÓN SOCIAL

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    objetivo de dar señales de humo a la flota e indicar por donde debían entrar. Fue un acto bastante arriesgado, ya que fue descubierto y perseguido por los sitiadores hasta que logró escabullirse24.

    Más allá de lograr una conquista con asaltos directos, la búsqueda de la rendición por hambre era la otra opción utilizada en un asedio. En este sentido, los defensores debían estar lo suficientemente aprovisionados para prolongar lo máximo posible el aguante en espera de un buen desenlace. Pese a ello, existían algunos elementos que podían dar al traste con el soporte de la guarnición y del municipio en general. En el caso del asedio sobre Monzón de 1642 el agua resultó clave cuando un ejército, al mando del mariscal La Mothe, llegó ante sus muros el 19 de mayo. En un principio la plaza no debía estar mal provista, a juzgar por la cantidad de material de artillería y alimentos que encontraron los franceses cuando entraron el 10 de junio. Desafortunadamente, la cisterna donde se almacenaba el agua tenía algunas filtraciones y aunque la lluvia alivió la situación temporalmente, otorgó solamente unos días de abasto extra. La presencia de los civiles en el castillo, incluyendo mujeres y niños, agravó la sed, si bien el gobernador no quiso expulsarlos de la plaza, en un intento de que sus fuerzas aguantaran más tiempo. Irónicamente, el 9 de junio, cuando se acordó la rendición, llovió lo suficiente para garantizar el suministro durante tres días, pero se prefirió no romper lo acordado por el respeto hacia las leyes de la guerra. Sin embargo, el pacto no evitó algunas muertes, el saqueo de las iglesias y la quema del archivo25.

    En ocasiones el problema no era tanto la escasez de agua como el acceso a ella, sobre todo cuando el espacio ocupado por los defensores se veía reducido notablemente. Dentro del territorio del Rosellón, el cual había quedado aislado del resto del Principado, la plaza de Colibre, o Cotlliure, sufrió a partir del 16 de marzo de 1642 las consecuencias del fallido intento de socorro de Pedro de Aragón, si bien los franceses se encontraron con la tenaz resistencia del marqués de Mortara. Algunos hechos a destacar someramente fueron los cinco ataques que consiguió repeler la guarnición después de que la artillería gala abriese más de una brecha, sin olvidar las salidas efectuadas con el objetivo desbaratar el cerco. En una de ellas recorrieron las trincheras acabando con parte de sus ocupantes, además de inutilizar cuatro cañones26. Incluso la bravuconería tuvo un hueco cuando el marqués rechazó una rendición honrosa y amenazó con ahorcar al trompeta si volvía con una propuesta similar27. No obstante, la determinación no impidió el retroceso de las posiciones y los problemas de hacinamiento cuando la defensa se redujo al fuerte principal.

    “El castillo no vale nada, y es un puño de tierra y solo con los heridos y enfermos que hoy

    hay en él no se cabe de pies, y no hay cañonazo que se tire, que no se lleve cinco o seis

    hombres, porque todo está lleno y ha sido fuerza también meter en su castillo toda la molienda

    y hacer hornos, porque como hay bizcocho es fuerza dar de comer al soldado en esta forma,

    que no hay otra, y es harto trabajo”28.

    Para el abastecimiento de agua se utilizó un pozo interior, pero los franceses se acercaban a través de las minas.

    24 AHN, Estado, leg. 865. Nápoles, 4 de Septiembre de 1668: Relación de los servicios del teniente de

    maestro de campo general don Antonio de Emaldia.

    25 Francisco Castillón Cortada, El castillo de Monzón, Monzón, Patronato Municipal de Cultura y Turismo,

    2001, pp. 401-405 y 571-574. Algunas monjas migraron a Zaragoza por temor a los abusos de los ocupantes. Pedro V.

    Pilzano y Ezquerra, Colección de noticias antiguas de la muy noble, antigua, ilustre y leal villa de Monzón, Monzón,

    CEHIMO, 1987, p. 62.

    26 AGMM, CA, tomo XV, 1-5-15. Colibre, 27 de Marzo de 1642. Carta del marqués de Mortara, f. 251 v.-

    252 r.

    27 Ibidem, f. 252 v.

    28 Ibidem, f. 252 v.-253 r.

  • RUBÉN PISA BRAVO

    343

    “ […] procuré sacar la más agua que se pudo, pero no era posible porque al pozo se entraba

    uno a uno por una mina, y todo el día y la noche se gastaba en sacar agua para beber la gente,

    y hacer el pan de munición, y como se trabajaba allí mismo contra lo que venía obrando el

    enemigo ni para beber se podía sacar […]”.

    Al final acabaron cegando el pozo y con minas volaron dos hornillos. Intentando hallar agua, se encontró una cisterna natural, pero el contenido estaba en mal estado. Con todo, se distribuyó un cuartillo (1/2 litro) a cada soldado, junto con algo de vino avinagrado, para que durase unos seis días, pero la carencia persistió y a mediados de abril la rendición fue la única alternativa para salvar a la gente29.

    Un ejemplo más representativo para contemplar el problema de la falta de alimentos sucedió el 21 de abril cuando los hombres del marqués de Flores Dávila que guarnecían Perpiñán empezaron a afrontar un cerco que duró casi cinco meses. Teniendo en cuenta que Cotlliure era la localidad de donde se abastecía la principal fortaleza del Rosellón, su pérdida afectó enormemente. A los continuos enfrentamientos entre los soldados y la población civil30, en contraposición a lo visto líneas atrás, se sumó la creciente falta de víveres y la propagación de enfermedades. La situación llegó a tal extremo, que incluso pudieron sucederse casos de necrofagia, lo que no evitó que el marqués alargara la resistencia esperando refuerzos y bastimentos31. Fue necesario llevar a cabo varias salidas con la idea de hacer llegar pertrechos, proteger convoyes y apresar caballos. Raro era quien no se exponía a ser herido en una de esas maniobras para tratar de aliviar la penuria32. Durante los últimos días los intentos de mandar ayuda desde el exterior no fructificaron debido a la incapacidad de formar unidades al respecto, ya que había un gran temor entre los reclutas de ser mandados al lugar, con las consiguientes deserciones. A su vez, la organización del transporte para trasladarlos no se caracterizó precisamente por su eficacia33. Poco a poco se fueron perdiendo las esperanzas y el 29 de agosto de 1642 los mandos pactaron las capitulaciones y la guarnición se retiró el 9 de septiembre.

    Cambiando de lugar, la ciudad de Lérida supuso el punto de inflexión de la guerra, cuya conquista por las tropas de Felipe IV ayudó a consolidar la tendencia hacia la reconquista de Cataluña. El exitoso asedio comenzó en mayo de 1644, mediante una fuerza comandada por Felipe de Silva. Después de dirimirse triunfalmente la batalla sobre La Mothe y su ejército de socorro, el sitio continuó unos meses más, hasta que las disensiones internas entre la guarnición y la población civil, favorecieron la rendición el 30 de julio34. A pesar de todo, su conservación conllevaría un mayor esfuerzo y sufrimiento.

    Dos años después, del 12 de mayo al 22 de noviembre, la guarnición del gobernador Gregorio Brito iba a verse sometida a una dura prueba contra el conde de Harcourt. En este sentido, el modo en el que se afrontó un bloqueo que buscaba la rendición por hambre se rigió fundamentalmente por un racionamiento severo. A principios de agosto, para subsanar la falta de trigo, se estableció una mezcla en el pan de harina con ordio (cebada), que se almacenaba para

    29 AGMM, CA, tomo XV, 1-5-15. Irún, 16 de mayo de 1642. Carta del marqués de Mortara, f. 259 r.-259 v.

    30 Por una rebelión anterior, el refuerzo destinado al castillo tuvo que salir a impedir la fuga de los rebeldes.

    AHN, Estado, leg. 875. Nápoles, 14 de Diciembre de 1694. Relación de los servicios del capitán y sargento mayor don

    Juan Antonio Bermúdez de Castro.

    31 Antoni Simon i Tarrés, “La ‘Jornada Real’ de Catalunya que propició la caída del Conde Duque de

    Olivares”, Revista de Historia Moderna, 28, 2010, pp. 256-258.

    32 AHN, Estado, leg. 803, nº 30. Madrid, 6 de Julio de 1660. Relación de servicios del capitán don Juan de

    Valdés.

    33 Enrique Solano Camón, Poder monárquico y estado pactista (1626-1652): Los aragoneses ante la Unión

    de Armas, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1987, p. 174.

    34 Patricio Prieto Llovera, Los sitios de Lérida, Lérida, Instituto de Estudios Ilerdenses, 1945, pp. 20-23.

  • ACCIÓN COLECTIVA, ACCIÓN INDIVIDUAL: ALGUNOS EVENTOS MILITARES EN LA

    GUERRA DE LOS SEGADORES DESDE UNA VISIÓN SOCIAL

    344

    los caballos, y se limitó la cantidad a solo 9 onzas (258 gramos) por persona y día35. Con todo, las reservas no dejaban de consumirse, siendo necesarias mayores restricciones ante la perspectiva de un asedio muy largo. Para evitar muertes por hambruna, se obtuvo la autorización del rey para que solo permanecieran en la plaza los 1.300 hombres más capacitados para luchar, debiendo salir todas las demás personas, incluyendo mujeres y niños, pero las autoridades locales se negaron a aplicarlo en un principio. Al comenzar septiembre quedaba solo pan para unas semanas, aunque eso no menoscabó la intención de resistir. Tal estoicismo motivó que Brito repartiera más raciones, a costa de que el pan pasara a estar hecho con dos partes de ordio y una de trigo. En octubre los mismos paheres plantearon la aplicación de la Real Orden para reducir las bocas a alimentar, algo que posiblemente sucedió parcialmente, teniendo en cuenta que el asedio duró un mes y medio más, a costa de que el sustento se redujera a 4 onzas y media al día (129 gramos). En la segunda mitad de noviembre la resolución de mantener el lugar dio por fin sus frutos cuando llegaron las tropas del marqués de Leganés. Una vez derrotados los franceses, en la entrada triunfante a la ciudad, los recién llegados pudieron comprobar el deplorable estado de sus habitantes36.

    La plaza sufriría un último asedio el 12 de mayo de 1647 por iniciativa de Luis II de Borbón, príncipe de Condé. El carácter repentino de este nuevo ataque provocó que los militares carecieran de las provisiones necesarias para un cerco muy dilatado. Sin haber transcurrido un mes de asedio:

    “[…] nos han dejado sin gente para defendernos, sin balas para las piezas de artillería que

    más habían de jugar, que son las pequeñas, con balas de carabinas ordinarias para los

    arcabuces vizcaínos, sin forma de hospital, con harina y bizcocho podrido, sin un sustento de

    cosa alguna, atacados del enemigo a toda furia, tomando puestos a cuerpo descubierto

    […]”37.

    Se solicitó al gobierno municipal y a los vecinos aportar alimentación y pagas a los soldados. De nuevo, no faltó voluntad de ayudar38, aunque se observaron algunas quejas en lo referente a la saca de bastimentos, derribo de edificios para mejorar la defensa o el uso de la ropa de los lugareños y eclesiásticos como vendaje para el cuidado de heridos y enfermos. La delicada situación provocó también una mayor vigilancia sobre los soldados por las dudas de su disciplina y no faltaron castigos severos, incluyendo la ejecución por deserción o el simple robo de leña39.

    Por otro lado, a razón de evitar un esfuerzo tan grande y prolongado, con los gastos que ello acarrearía para las tropas de Condé, la intensidad de la violencia fue posiblemente superior al anterior intento de conquista, dejando de lado esta vez la búsqueda del sometimiento por hambre:

    35 Para hacernos una idea mejor, es el peso aproximado de una barra normal en la actualidad.

    36 Juan Ayteno, El sitio de Lérida en el año de 1646 llamado sitio de Santa Cecilia, Lérida, Sol y Benet,

    1915, pp. 33-41. La idea fue embestir de noche para que la artillería enemiga fuera menos efectiva, no vieran por donde

    vendrían y no apreciaran su reducido número. Encendieron hogueras en otro lugar como señuelo y no usaron tambores

    ni clarines al acercarse en un momento en el que muchos dormían. Patricio Prieto Llovera, Los sitios de Lérida..., op.

    cit, pp. 68-72. AGMM, CA, tomo XVI, 1-5-16. Lérida, 24 de noviembre de 1646. Carta del Marqués de Leganés, f.

    207-212.

    37 AGMM, CA, tomo XVI, 1-5-16. SL, 7 de junio de 1647. Carta descifrada de Gregorio Brito, fol. 232. Un

    soldado que salió de la plaza dio una versión más optimista. AGMM, CA, Tomo XVI, 1-5-16. SL, 1647. Relación

    hecha en 12 de junio, por un soldado que salió a recorrer el campo enemigo, f. 234 v.

    38 Juan Ayteno, El sitio de Lérida..., op. cit, pp. 208-209.

    39 AHN, Consejos, leg. 7159. Madrid, 24 de Octubre de 1647. Consulta tocante a don Gregorio de Brito,

    gobernador de Lérida.

  • RUBÉN PISA BRAVO

    345

    “[…] habiendo el enemigo cuando comenzó los ataques ocupado el cvento de San

    Francisco, hallándose doce soldados en un torreón de la iglesia se defendieron con tal valor

    y ostinación, que sin dejarse persuadir a que se rindiesen aunque se vieron con la mina

    atacada, se dejaron volar [...]”40.

    Para contrarrestarlo, las salidas desde la ciudad eran continuas, ya fuese contra un contingente francés o simplemente para sustraer caballos. Ante esas acciones y el desbaratamiento de las minas, Condé consideró necesario retirar sus tropas el 18 de junio41. El desarrollo más activo del asedio y su respuesta correspondiente, seguramente, compensó la falta de vituallas por parte de los defensores, un aspecto que habría hecho imposible poder aguantar el mismo tiempo que en la tentativa realizada por Harcourt.

    CONCLUSIONES: LA ÚLTIMA ACCIÓN.

    A lo largo de las páginas anteriores se han mostrado unas breves pinceladas de como distintos colectivos sociales afrontaron una de las guerras más complicadas para la Monarquía Hispánica, al menos en lo que respecta a una de sus manifestaciones más directas, dentro de la naturaleza de las mismas, junto con las escaramuzas y batallas en campo abierto. Esto no quiere decir que las calamidades reflejadas no tuvieran también su manifestación durante el asedio de Barcelona encabezado por el marqués de Mortara y Juan José de Austria. El hecho de controlar gran parte del Principado a finales de 1651 y asumir el papel de atacantes no garantizó la ausencia de dificultades.

    No resultaron extraños, por ejemplo, los episodios de deserciones debido a la falta de suministros, incluyendo los alimentos, debido a la mala situación de la hacienda castellana y unas líneas de abastecimiento expuestas a emboscadas. Lo mismo sucedía con el retraso de las pagas. Tal circunstancia fue aprovechada desde la propia capital del Principado a través de la captación de soldados, atrayéndolos mediante el ofrecimiento de dinero, lo que incitaba a los militares a abandonar el ejército felipista42. A comienzos de 1652 la situación no mejoró ante la falta de los bastimentos que llegaban por barco debido a los vientos marítimos. Algunos soldados tuvieron que conformarse con media ración de pan o bizcocho y en ciertos días nada. Otros a duras penas de sustentaban con medio puñado de trigo sin moler, por lo que se trató de recurrir a las castañas, arroz y algarrobas43. Por si eso no fuera suficiente, el brote de peste surgido durante el cerco agravó la situación, afectando por igual a ambos contendientes, sobre todo cuando la ocupación y saqueos en Sant Martí y Sant Andreu favoreció la expansión de la enfermedad en los campamentos apostados ante las murallas44. En ese sentido, los meses de mayo y junio fueron los peores45.

    El avance del ejército castellano sobre las zonas que rodeaban Barcelona fue una manera de aliviar las carencias, ya que la idea era acabar también con las zonas que enviaban víveres, a

    40 AGMM, CA, tomo XVI, 1-5-16. Madrid, a 22 de junio de 1647. Carta de Luis Méndez de Haro, f. 259 v.

    41 Patricio Prieto Llovera, Los sitios de Lérida..., op. cit, pp. 72-77. Biblioteca Nacional de España [BNE],

    Manuscrito [Ms.] 2378, Relación fidelísima de todo lo sucedido en el sitio de Lérida este año 1647, f. 251 r.-256 v.

    42 Pol Meseguer Bell, El setge de Barcelona de 1651-1652. La ciutat comtal entre dues corones. Tesis

    doctoral, Barcelona, Universidad Autónoma de Barcelona, 2012 (versión en línea: https://ddd.uab.cat/record/110607),

    pp. 120-123 y 153.

    43 Salvador Cardús, Terrassa durant la guerra separatista dita dels segadors, Terrasa, Patronat de la

    Fundació Soler y Palet, 1971, p. 196.

    44 Porfirio Sanz Camañes, Estrategias de poder y guerra de frontera. Aragón en la Guerra de Secesión

    Catalana (1640-1652), Monzón, CEHIMO, 2001, p. 127.

    45 Pol Meseguer Bell, El setge de..., op.cit. pp. 214.

  • ACCIÓN COLECTIVA, ACCIÓN INDIVIDUAL: ALGUNOS EVENTOS MILITARES EN LA

    GUERRA DE LOS SEGADORES DESDE UNA VISIÓN SOCIAL

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    la vez que se arrebataban numerosos cargamentos y se aprovechaban para el ejército46. Debido a esa tendencia imparable y a la imposibilidad de recibir ayuda externa, Barcelona y el gobierno del Principado acabarían claudicando el 13 de octubre.

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