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DEL FONDO DE CULTURA ECONÓMICA Noviembre 2005 Número 419 ISSN 0185-3716 Mucho más que incas Julio Ramón Ribeyro sobre Ricardo Palma y sus Tradiciones peruanas Mario Vargas Llosa sobre José María Arguedas Birger Angvik sobre Mario Vargas Llosa Mariela Dreyfus y Rocío Silva-Santisteban sobre Blanca Varela José Miguel Oviedo sobre César Moro Víctor Manuel Mendiola sobre poesía peruana reciente Ramón Mujica Pinilla sobre santa Rosa de Lima y la virgen de Guadalupe Édgar Montiel sobre las enseñanzas de la historia Poemas de Arturo Corcuera, Blanca Varela, Julio Ortega y Juan Gonzalo Rose Un cuento de Roberto Reyes Javier García-Galiano celebra los 40 años de Farabeuf de Salvador Elizondo

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DEL FONDO DE CULTURA ECONÓMICA

Noviembre 2005 Número 419

ISSN

018

5-37

16

Mucho más que incas

■ Julio Ramón Ribeyro sobre Ricardo Palma y sus Tradiciones peruanas

■ Mario Vargas Llosa sobre José María Arguedas

■ Birger Angvik sobre Mario Vargas Llosa

■ Mariela Dreyfus y Rocío Silva-Santisteban sobre Blanca Varela

■ José Miguel Oviedo sobre César Moro

■ Víctor Manuel Mendiola sobre poesía peruana reciente

■ Ramón Mujica Pinilla sobre santa Rosa de Lima y la virgen de Guadalupe

■ Édgar Montiel sobre las enseñanzas de la historia

■ Poemas de Arturo Corcuera, Blanca Varela, Julio Ortega y Juan Gonzalo Rose

■ Un cuento de Roberto Reyes

■ Javier García-Galiano celebra los 40 años de Farabeufde Salvador Elizondo

Sumario

El juego del pájaro y la jaula 2Arturo Corcuera

Gracias, viejo socarrón 3Julio Ramón Ribeyro

Versiones del indigenismo 5Mario Vargas Llosa

Arguedas: presencia persistente en la crítica literaria de Vargas Llosa 8

Birger AngvikCara o sello 10

Roberto ReyesNadie sabe mis cosas 13

Mariela Dreyfus y Rocío Silva-SantistebanLección de anatomía 14

Blanca VarelaLa palabra incandescente de César Moro 16

José Miguel OviedoUn amor absoluto 17

Ricardo González VigilSobre juguetes y tesoros 18

Víctor Manuel MendiolaPuertas de la mente 19

Julio Ortegadetenimiento 21

Juan Gonzalo RoseSanta Rosa de Lima y la virgen de Guadalupe 22

Ramón Mujica PinillaGobernar es saber 25

Édgar MontielAtagualpa Inga fue preso y despojado de su reinado 26

Felipe Guaman Poma de AyalaLa lectura perpetua 30

Javier García-GalianoFarabeuf, o La crónica de un instante 31

Salvador Elizondo

Arturo Corcuera es poeta ■ Julio Ramón Ribeyro fuenarrador, ensayista y dramaturgo ■ Mario Vargas Llosa esel principal autor vivo del Perú ■ Birger Angvik es críticoliterario ■ Roberto Reyes es narrador y sociólogo ■

Mariela Dreyfus es poeta, cuentista y académica ■ RocíoSilva-Santisteban es periodista, poeta y cuentista ■ BlancaVarela es poeta y editora ■ José Miguel Oviedo es críticoliterario y profesor ■ Víctor Manuel Mendiola es editor ypoeta ■ Juan Gonzalo Rose fue poeta ■ Ramón MujicaPinilla es historiador ■ Felipe Guaman Poma de Ayala fuecronista y dibujante ■ Édgar Montiel dirige la SecciónCultura y Desarrollo, de la Unesco ■ Javier García-Galia-no es ensayista y narrador ■ Salvador Elizondo es escritor

Mucho más que incas

Perú es el país invitado de honor de la XIX Feria Internacionaldel Libro de Guadalajara. El Fondo de Cultura Económica haaprovechado tal coyuntura para lanzar novedades, reimprimirobras y promover a los autores de origen peruano o que hanhecho suya la cultura de ese país, por lo que en La Gaceta nosproponemos extender ese propósito con un número que sirvade catálogo, así sea incompleto, de libros y temas que interesantanto a la casa matriz como a nuestra filial limeña. Ademáscelebramos con esta entrega las cuatro décadas de la apariciónde Farabeuf, o La crónica de un instante, la inquietante novela deSalvador Elizondo, que vio la luz en noviembre de 1965.

De Julio Ramón Ribeyro elegimos un festivo artículo sobreRicardo Palma, el recolector de tradiciones peruanas. Ensegui-da incluimos un fragmento de La utopía arcaica, el libro de MarioVargas Llosa sobre José María Arguedas, que junto con La orgíaperpetua conforman un pequeño oasis en nuestro catálogo. Deuna obra de Birger Angvik dedicada a analizar la obra de donMario hemos tomado unos párrafos que critican su punto devista sobre el autor de Los ríos profundos. Redondea la zona dedi-cada a la narrativa y su análisis un cuento futbolístico, en que sedisecciona el tumor de la corrupción, a cargo de Roberto Reyes.

Perú ofrece al lector una notable variedad de registros líri-cos. Aquí hallará el lector pistas de lo que ocurre con los poetasen aquel país, pues ofrecemos parte del prólogo de VíctorManuel Mendiola a La mitad del cuerpo sonríe, antología de ver-sos peruanos recientes, de la que también tomamos parte de lasfichas con que se da cuenta y se valora la obra de los autoresseleccionados. Una de las presencias obligadas en este reperto-rio es Blanca Varela, a quien apreciamos no sólo por los méri-tos de su producción sino, desde el orgullo institucional, por elestrecho nexo que tuvo con el fce, pues durante largos y fecun-dos años estuvo al frente de nuestra filial. Ésta acaba de publi-car una nueva edición de un clásico finisecular de la poesíaperuana: Noé delirante, de Arturo Corcuera, un alegre bestiarioque inspiró las ilustraciones de Gabriel Lefebvre con que acom-pañamos esta entrega. Asimismo figura en estas páginas unainusual muestra de versos de Julio Ortega, el prolífico críticoliterario que dirige la reciente colección Aula Atlántica y esautor de La cultura peruana y Crítica de la identidad: la preguntapor el Perú en su literatura. Y de una obra póstuma de Juan Gon-zalo Rose tomamos un poema y algunas viñetas, de Fernandode Szyzlo. Mariela Dreyfus y Rocío Silva-Santisteban hacen deguía para que nuestros lectores conozcan mejor a Blanca Vare-la, tal como hace José Miguel Oviedo con César Moro, el mis-terioso poeta que epitomizó a Lima como “la horrible”.

Quisimos también rondar los terrenos de la historia, que enel caso del Perú es un filón inagotable. Ofrecemos un fragmen-to del libro en que Ramón Mujica Pinilla sopesa el valor sim-bólico de santa Rosa de Lima, así como un trozo, entre enter-necedor e indignante, de la “corónica” escrita por Felipe Gua-man Poma de Ayala del momento en que Pizarro somete, yhace matar, al último inca. La arcádica época previa a la con-quista sirve de punto de partida para la reflexión ética de ÉdgarMontiel sobre la necesidad de formar nuevos ciudadanos. Agra-decemos a Rosario Torres, cabeza de nuestra filial en Perú, lapaciencia y el entusiasmo para dar forma a este muestrario, queconfirma lo obvio: que en Perú hay mucho más que incas.

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Se cierra la entrega con un recorrido muy personal del ger-manófilo y futbolómano Javier García-Galiano a propósito deFarabeuf. Y como el Fondo tiene el privilegio de contar con esanovela en su catálogo, ofrecemos un pequeño fragmento, sabe-dores de que siempre hay nuevos lectores que desean acercarsea las piedras fundacionales de nuestra literatura.

laGaceta 1

El juego del pájaro y la jaulaArturo Corcuera

2 laGaceta

Directora del FCE

Consuelo Sáizar

Director de La GacetaTomás Granados Salinas

Consejo editorialConsuelo Sáizar, Ricardo Nudelman,Joaquín Díez-Canedo, Martí Soler,María del Carmen Farías, Laura Gon-zález Durán, Carolina Cordero, NinaÁlvarez-Icaza, Paola Morán, Luis Artu-ro Pelayo, Pablo Martínez Lozada,Geney Beltrán Félix, Miriam MartínezGarza, Fausto Hernández Trillo, KarlaLópez G., Alejandro Valles Santo To-más, Héctor Chávez, Delia Peña, Anto-nio Hernández Estrella, Juan CamiloSierra (Colombia), Marcelo Díaz (Es-paña), Leandro de Sagastizábal (Argen-tina), Julio Sau (Chile), Isaac Vinic(Brasil), Pedro Juan Tucat (Venezuela),Ignacio de Echevarria (Estados Uni-dos), César Ángel Aguilar Asiain (Gua-temala), Rosario Torres (Perú)

ImpresiónImpresora y EncuadernadoraProgreso, sa de cv

Diseño y formaciónMarina Garone y Cristóbal Henestrosa

IlustracionesGabriel Lefebvre y Fernando de Szyszlo

La Gaceta del Fondo de Cultura Económi-ca es una publicación mensual editadapor el Fondo de Cultura Económica,con domicilio en Carretera Picacho-Ajusco 227, Colonia Bosques del Pe-dregal, Delegación Tlalpan, DistritoFederal, México. Editor responsable: To-más Granados Salinas. Certificado deLicitud de Título 8635 y de Licitud deContenido 6080, expedidos por la Co-misión Calificadora de Publicaciones yRevistas Ilustradas el 15 de junio de1995. La Gaceta del Fondo de CulturaEconómica es un nombre registrado en elInstituto Nacional del Derecho de Autor,con el número 04-2001-112210102100,el 22 de noviembre de 2001. RegistroPostal, Publicación Periódica: pp09-0206. Distribuida por el propio Fondode Cultura Económica.

Correo electró[email protected]

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Aunque su primera edición se publicó hace más de cuatro décadas, Noé delirantees un poemario de radical vigencia, acaso por el humor y la astucia que lodefinen, acaso porque es un obra que en cada redición se reinventa. Para festejarla continua aceptación de los lectores a esta obra, abrimos nuestro número conuna minúscula selección de sus versos. “La condición de delirante del Noé deCorcuera —dice Ana Maria Gazzolo en el prólogo a esta la edición ilustrada porGabriel Lefebvre, producida por el FFCCEE en Lima y la Universidad Alas Peruanas—se halla, precisamente, más cercana de la visión infantil, sobre todo porque en lospoemas surgen imágenes amables antes que perturbadoras. Aunque uno sepregunta si esa cercanía al universo infantil no es, antes que una convivencia, laexpresión de un deseo de volver a esa orilla”

(las prisiones)La jaula presa en la casa,el pájaro preso en la jaula,el trino preso en el pájaro,la poesía presa en el trino.

(prodigio)¿Y si un díase le da por cantar a la jaulaprisionera en el pájaro?

(magia)Abrió sus barrotes el pájaroy huyó volando la jaula.

(soledad)Cantando, abatido,barrote por barrote,el pájaro solitarioedificó su jaula.

(traición)¿Y si el inventor de jaulasfuera un pájaro?

(¿complicidad?)El hombre inventó la jaula¿quién inventó el pájaro?

(¿doble duelo?)¿Cuando muere el pájaromuere también la jaula?

(peligro ecológico)Si se continúaenvenenando el airesólo habitarán los bosquesbandadas de jaulas.

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Gracias, viejo socarrónJulio Ramón Ribeyro

Aunque sabía que “Los autores no sona menudo los mejores jueces de supropia creación”, el ganador delPremio Juan Rulfo en 1994 accedió apreparar la Antología personal quepublicó el Fondo ese mismo año parahacer “saber cómo ve un autor supropia obra, lo que puede serilustrativo para sus lectores ocríticos”, según expresó en laintroducción a ese volumen que buscaservir de anzuelo en pos de lectoresribeyranos. De los artículos literariosque aparecen ahí tomamos este textosobre la fundación mítica de Lima

En 1853 el joven Ricardo Palma aban-donó sus estudios universitarios y seenroló como contador en un barco de lamarina mercante. Se supone que estadecisión la motivó un lance amorosoque, de no hacerse a la mar, le hubieracostado venganza o prisión. Pero esto essecundario. Lo importante es que alverse obligado a navegar nos hizo correrun grave peligro. Los peruanos y en par-ticular los limeños estuvimos a punto dequedarnos sin historia y sin memoria.

En uno de sus viajes el navío encallóen un arrecife. Se ahogaron doce perso-nas y otras sesenta y seis perecieronextenuadas en los arenales de la costa. Eljoven Ricardo fue uno de los que sobre-vivió tanto al naufragio como a la sed ypenurias del desierto.

Esto puede parecer un hecho banal,pero ¿qué habría ocurrido si este mu-chacho, que hasta entonces había escritopoemas y dramones románticos, se hu-biera ahogado? Simplemente, Lima noexistiría. Exagero: no existiría tal comonos la representamos. “Lima fue fun-dada dos veces, la primera por Francis-co Pizarro y la segunda por RicardoPalma”, decía un ilustre historiador. Loque no es una broma. Nuestro pasadosería para nosotros terreno baldío, des-habitación y silencio, a no ser por loscientos de Tradiciones que este amigo delos papelotes escribió en el curso de sularga vida.

Lo dicho invita a interrogarse sobre

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las relaciones entre un escritor y su ciu-dad y sobre el poder fundador de la lite-ratura.

Que hay escritores profundamenteidentificados con su ciudad natal o adop-tiva es un hecho conocido. La obra deestos autores es inseparable de la ciudaden la que vivieron y sobre la cual escri-bieron: Balzac y París, Dickens y Lon-dres, Joyce y Dublín, Musil y Viena,etcétera. Gracias a ellos, estas ciudadesnos son familiares, podríamos decir quelas conocemos (así nunca hayamos puestolos pies en ellas), que hemos tenidoacceso a su espacio y a su espíritu. Y estono es privilegio de los narradores, tam-bién de los poetas. Nunca he estado enTrieste ni en Estambul, pero he recorri-do sus suburbios, sus mercados y suspuertos leyendo a Umberto Saba o aNazim Hikmet. Por mediación de estosautores, el lector se apropia de una

visión de lo no visto (por lejano o porpasado), que no se equipara a la expe-riencia directa, pero que la sustituye y,llegado el caso, la complementa.

Pero no se trata sólo del lector, sinode las ciudades. La literatura sobre lasciudades las dota de una segunda reali-dad y las convierte en ciudades míticas.Inversamente, la ausencia de esta litera-tura las empequeñece. Hay ciudadesimportantes pero que no han inspiradograndes obras literarias y que por ellomismo sigue siendo sólo eso, ciudadesimportantes. ¿Quién es el Balzac de Ber-lín, el Dostoievsky de Bruselas o el Eçade Queiroz de Brasilia? Estas ciudadespueden ser centros de interés político,económico histórico, urbanístico u otrospero, que yo sepa, carecen de plusvalíaliteraria, no han dado origen al o losescritores que les agreguen la dimensiónsobrenatural de la literatura.

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París, en este sentido, es una ciudadprivilegiada. Su prestigio, a pesar de noser ya la metrópoli cultural del mundo,proviene gran parte de las obras que ins-piró a escritores nativos y foráneos.Aparte del París de Balzac, está el Parísmedieval de François Villon, el París deRestif de la Bretonne, el París de Baude-laire y de Nerval, incluso el de novelistasfolletinescos como Sue y Dumas. Y elParís de Proust la última gran represen-tación literaria de esta ciudad, que sesobreimprime sobre las anteriores y lasmatiza y enriquece.

Que estas representaciones sean fide-dignas no tiene mucha importancia. Silo son, poseen aparte de su valor estéti-co uno documental, que satisface elgusto de ciertos lectores por lo concretoy permite a historiadores, sociólogos yeconomistas estudios tan pronto apasio-nantes como necios. Pero pueden sertambién representaciones equivocadas,tendenciosas o fantasistas. La Habana deLezama Lima puede ser delirante, laPraga de Kafka onírica y el Bagdad deLas Mil y una Noches fabuloso. Pero esgracias a estos autores o libros quedichos espacios dejan de ser espaciosgeográficos para convertirse en espaciosespirituales, santuarios que sirven deperegrinación y de referencia a la fanta-sía universal.

Pero ya es hora de volver al jovenRicardo Palma. Lo hemos sacado delagua y dejado ileso en su ciudad natal,enfrentado a su porvenir incierto y a suvocación incipiente de escritor. No esmi propósito narrar los avatares de suexistencia. Digamos que, durante midigresión anterior, ya envejeció. Es unoctogenario que se pasea en 1919 poruna alameda de Miraflores, con su gorray su bastón, en vísperas de morirse, ocu-pado como todos los viejos en hacer elrecuento de su vida. Los sinsabores yalos olvidó: deportación, muerte de fami-liares y amigos, Guerra del Pacífico,incendio de su casa y manuscritos, etcé-tera. Sólo recuerda lo grato: viajes aEuropa, reconstrucción de la BibliotecaNacional saqueada por el invasor, hono-res y recompensas. Pero sobre todo, lacerteza de que deja un legado, 56 añosde su vida metido entre libros, manus-critos y legajos, ocupado en escribir lasTradiciones peruanas.

Las Tradiciones, tan pronto ensalzadascomo criticadas. Se ha dicho muchosobre ellas. Para unos es una obra demo-

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crática y para otros reaccionaria. Se le hacalificado también de nacional y de his-panófila, de amena y de aburrida, deretrógrada y de innovadora, de veraz yde falsa. Atizar estos debates tampoco esmi intención. Sólo quiero resaltar sufunción en tanto que fundadora de unamemoria nacional y de una concienciaancestral común.

Sin las Tradiciones nos sería difícil, porno decir imposible, imaginar nuestropasado desde la Conquista hasta laEmancipación. Estaríamos huérfanosdel periodo más próximo y significativode nuestra historia milenaria. Ese vacíopodríamos colmarlo, es cierto, pero cadacual a su manera y a costa de un esfuer-zo desalentador, buscando y leyendocientos de libros y documentos pocoaccesibles, áridos, mal escritos o idiotas.Ricardo Palma cumplió ese trabajo pornosotros. Durante más de medio siglo elabuelito se sacrificó y extrajo lo que a sujuicio era digno de recordarse y trasmi-tirse. Es posible que olvidara muchascosas, desdeñara otras e inventara unabuena parte y que impregnase todo lo

Hay ciudades importantes pero queno han inspirado grandes obrasliterarias y que por ello mismo siguesiendo sólo eso, ciudadesimportantes. Pueden ser centros deinterés político, económicohistórico, urbanístico u otros pero,que yo sepa, carecen de plusvalíaliteraria

que tocó con su espíritu festivo, ligero ysocarrón, impermeable a los aspectosmás graves y dramáticos de nuestra rea-lidad. Sabemos ahora que de los 50 milhabitantes que tenía Lima a comienzosdel siglo xvii, 40 mil eran esclavosnegros o servidores indígenas, de cuyavida, problemas y luchas queda poco onada en la obra de Palma. Pero aun así,las Tradiciones son la única prueba acce-sible, artística y entretenida que tene-mos de ese pasado. Ninguna otra ante-rior o de su época se le puede comparar(salvo Garcilaso para el Incario y prime-ros años de la Conquista). Su rival ycontemporáneo, Manuel GonzálezPrada, fue más inteligente, mejor prosis-ta, más sensible a los problemas de sutiempo y con una percepción más agudadel porvenir, pero fue un ideólogo y noun narrador y nos dejó por ello ideaspero no una visión. Visión que no hasido reemplazada por otra igualmentevasta, convincente y lograda, capaz derelegar la suya a la galería de las anti-guallas. Si la imagen palmiana de Limasubsiste es porque nadie ha sido capaz dedesembarazarnos de ella.

Tentativas posteriores no han faltado.Historiadores, científicos sociales, encientos de ensayos y monografías, hanrectificado fechas, nombres, aconteci-mientos y colmado lagunas y olvidosrelativos al periodo tratado por Palma,pero se trata de trabajos fragmentarios,que han abierto una brecha en el templotradicional, sin echarlo abajo ni deste-rrarlo de la imaginación colectiva.Narradores, por su parte, han ensayadoconstruir una nueva imagen de Lima,adecuada a nuestro tiempo, que reflejesu paso de arcadia colonial a urbe con-temporánea. Pero se trata también deesfuerzos puntuales, circunscritos alugares, períodos, clases sociales, institu-ciones y que no poseen la variedad ni elpoder iconográfico de la obra palmiana.

Para concluir, volvamos pues a nues-tro viejito, que abandonamos achacosoen una alameda de Miraflores. En elcurso de esta nueva digresión ya semurió. Se fue a la tumba dejándonos (ibaa decir un clavo, pero me parece vulgar),dejándonos un desafío y, para ser másjustos, una herencia. Como Moisés sal-vado de las aguas, cumplió para con supueblo una misión histórica. No nosllevó seguramente a la Tierra Prometi-da, pero nos brindó, para colmar nuestraorfandad, una tierra imaginaria.

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Versiones del indigenismoMario Vargas Llosa

Para el FCE es un privilegio habereditado parte de la obra ensayística de Mario Vargas Llosa. Si La orgíaperpetua: Flaubert y Madame Bovary es una dilatada expresión de amor filial, además de un originalacercamiento a la novelísticaflabubertiana, La utopía arcaica. José María Arguedas y las ficciones del indigenismo es un recorridopolítico y literario de un tema y un autor controversiales.Presentamos aquí un par defragmentos de esta obra, con lacerteza de que tal bocado despertaráen el lector la gana de darse unbanquete de lectura ensayística

El nuevo indigenismo

La revolución mexicana (1910-1920) fueel gran fermento indigenista en todaAmérica Latina, donde, siguiendo elejemplo de México, artistas, poetas yescritores se volcaron hacia el mundocampesino en busca de motivos de inspi-ración, a la vez que adquirió gran impul-so la investigación histórica y sociológi-ca de todo lo relacionado con el pasadoy presente de la vida indígena. Bajo lapauta de la escuela muralista mexicanade Orozco y Rivera, también nació en elPerú un movimiento de pintores indige-nistas, cuya figura más visible fue JoséSabogal y en el que destacarán artistascomo Mario Urteaga (el de mejor oficioentre ellos), Julia Codesido, Camilo Blasy algo más tarde Enrique Camino Brent.Se inspiran en el paisaje de los Andes ydescriben el mundo campesino, las fies-tas populares, las procesiones y las dan-zas, los atuendos, las artes y artesaníasregionales y, algunos, recrean en sustelas los antiguos motivos de la cerámicay los tejidos prehispánicos.

Paralelo al indigenismo en las artesplásticas es el que surgió en la literatura,y con un marcado sesgo andino, puestuvo su foco fuera de Lima, sobre todoen las ciudades serranas de Puno yCusco, en las que toda una generaciónde poetas —Alejandro Peralta, NazarioChávez Aliaga, Emilio Armaza, Gama-

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liel Churata, Mario Florián y LuisNieto— intentaría (con más entusiasmoque logros) aliar los experimentos for-males vanguardistas del posmodernismocon los temas indígenas. La voz poéticamás original de esta generación es la deotro provinciano, el norteño CésarVallejo, a quien por Los heraldos negros(1918) y Trilce (1922), publicados enestos años, críticos como José CarlosMariátegui incluyen abusivamente entrelos indigenistas. En verdad, el libro indi-genista de Vallejo será su novela Tungs-teno, escrita y publicada en España en1931 y sobre la cual José María Argue-das diría más tarde que tuvo tantainfluencia en su formación como la lec-tura de Amauta, la revista de Mariátegui.

El interés por el indio y los Andes nose confina en lo literario y artístico. Enlos años veinte surgen diversas publica-ciones con una clara misión de estaíndole, la más importante de las cualeses Amauta, la principal tribuna del indi-genismo literario y político. Junto a ellase deben mencionar otras de menos sig-nificación, como La Sierra, aparecida enLima en 1927 y que se publicó tres años,y algunas revistas de provincias, comoLa Puna, en Ayaviri, y Pacha, en Arequi-pa.1 El 15 de diciembre de 1926 se crea

en el Cusco el grupo Resurgimiento,con el objeto de llevar a cabo una “Cru-zada por el Indio”. Su manifiesto funda-cional, que apareció en Amauta (núm. 5,

Bajo la pauta de la escuela muralistamexicana, también nació en el Perúun movimiento de pintoresindigenistas, que se inspiran en elpaisaje de los Andes y describen elmundo campesino, las fiestaspopulares, las procesiones y lasdanzas, los atuendos, las artes yartesanías regionales

1 Aunque estragado por el resentimientopolítico y por manías clasificatorias, el librode Tomás Gustavo Escajadillo, La narrativaindigenista peruana (Lima, Amaru, 1994),contiene una buena bibliografía sorbe eltema.

Lima, enero de 1927), proclama su pro-pósito de luchar “dentro y fuera delcampo jurídico” por “los indígenas aquienes considera como hermanosmenores en desgracia”. La nueva insti-tución defenderá a los indios “de los dia-rios abusos y vejámenes”, promoverá sucultura —lengua, música y cantos—,creará escuelas rurales y campesinas dealfabetización y obrará por que seimplante un “régimen de igualdad” con“los mistis” (blancos). Entre los firman-tes del manifiesto figuran, junto a losarqueólogos Julio C. Tello y RebecaCarrión y a Dora Mayer de Zulen, dosjóvenes profesores de la universidad SanAntonio Abad del Cusco, uno historia-dor —Luis E. Valcárcel— y el otrosociólogo —José Uriel García— que,junto con José Carlos Mariátegui, seránlos teóricos más destacados del indige-nismo. Ellos encarnan, dentro de estemovimiento, tres versiones diferencia-das, que tendrán, las tres, en diferentesperiodos, influencia determinante enJosé María Arguedas.

Éste es un aspecto central, pero amenudo escamoteado del movimientoindigenista: su diversidad, el rico debateentre las diversas versiones que de éldaban sus principales mantenedores yque fue particularmente intenso en laadolescencia de Arguedas, cuando éstehacía los últimos años de colegio y losprimeros de universidad. El cotejo detesis, ideas, diatribas y mitos entre losprofesores, pedagogos, antropólogos,revolucionarios, políticos y periodistassobre este tema sería el telón de fondoante el cual fue cobrando perfil propio lavocación de Arguedas.

Un indigenista mexicano: Moisés Sáenz

Tenemos un testimonio interesante dela efervescencia intelectual en torno alindio en el Perú de esos años, gracias aun intelectual mexicano —un dignata-rio cultural de la Revolución, precisa-mente—, Moisés Sáenz, quien estuvoen el Perú a fines de 1931 y comienzosde 1932, y publicó al año siguiente un

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libro sobre la situación del indígenaperuano.2 Sáenz fue enviado a Américadel Sur por la Secretaría de EducaciónPública de su país, para hacer observa-ciones sobre el problema del indio, yvisitó también Guatemala, Ecuador yBolivia. En el Perú recorrió el valle deJauja y estuvo en Puno y Cusco, y sedocumentó cuidadosamente consultan-do muchos libros y revistas y dialogan-do con innumerables personas.

Su libro, ensayo de divulgación y dia-rio de viaje, mezcla síntesis históricas,comentarios sociológicos y observacio-nes personales. Gira exclusivamentesobre el indio de los Andes y destaca porsu rigor y ponderación, que en momen-to alguno ocultan la sensibilidad quemuestra ante la injusticia atroz queencuentra a su paso por la sierra perua-na. Lo anota todo, con ojo avizor ybuena prosa: las artesanías, el régimende propiedad, los monstruosos atrope-llos y la condición esclava del indio, elpongaje, los robos de tierras, el estadode la educación, los métodos agrícolas,el comercio, las costumbres, las vivien-das. El material sociológico que recogees de primer orden y atinado su análisisdel entronque colonial y republicano delos abusos contemporáneos contra elcampesino de los Andes. No hay en sulibro ni politiquería ni demagogia, sino,en cada página, un esfuerzo denodadopara contribuir intelectualmente a mos-trar en toda su complejidad la condicióndel indígena y la manera de integrarlo(“incorporarlo”, dice él) a la sociedadperuana moderna.

Moisés Sáenz conoció tal vez en estaprimera visita que hizo al Perú en 1931a José María Arguedas (aunque no lomenciona en su libro); en todo caso,ambos se hicieron muy amigos, añosmás tarde —Arguedas le dedicará “Eldespojo”, adelanto de Yawar Fiesta quepublica en 1937 la revista Palabra—,cuando Sáenz volvió al Perú comoembajador de México, donde desarrollóuna brillante labor como animador inte-lectual en todo lo relacionado con lainvestigación y promoción de la culturaandina. Según el antropólogo John V.Murra, muy amigo y confidente deArguedas, fue Moisés Sáenz quien loconvenció de que escribiera en español

2 Moisés Sáenz, Sobre el indio peruano y suincorporación al medio nacional, México, sep,1933.

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en vez de hacerlo en quechua, comohabría sido la intención primera de JoséMaría. El argumento de Sáenz habríasido: “Mira, esto del idioma no tienefuturo. Estos idiomas van a desapare-cer.”3 No he visto corroborada esta afir-mación por ningún otro testimonio.

Mariátegui: indigenismo y marxismo

El año de 1927 es una fecha clave para elmovimiento indigenista. Porque acomienzos de él tiene lugar en Limaaquella polémica en la que rivalizan lasdistintas tendencias de esta ideología, y,sobre todo, porque ese año publican sustrabajos sobre el tema José CarlosMariátegui y Luis E. Valcárcel. Ese añoaparece también, en Buenos Aires, Por laemancipación de América Latina. Artículos,mensajes, discursos (1923-1927), el primerlibro del exiliado Víctor Raúl Haya de laTorre, fundador del apra, movimientopolítico cuya denuncia de la condición

del indio y de la omnipotencia abusivadel latifundista y el gamonal en la vidapolítica ayuda a propagar una concienciaindigenista en las capas medias y popu-lares del país.

Tempestad en los Andes (1927), el librode Valcárcel, arqueólogo e historiador

Bajo la pauta de la escuela muralistamexicana, también nació en el Perúun movimiento de pintoresindigenistas, que se inspiran en elpaisaje de los Andes y describen elmundo campesino, las fiestaspopulares, las procesiones y lasdanzas, los atuendos, las artes yartesanías regionales

3 John V. Murra, “Semblanza de Argue-das”, en Las cartas de Arguedas, Lima, Ponti-ficia Universidad Católica de Perú, 1996.

nacido en Moquegua, pero avecindadoen el Cusco y que habla de sí mismocomo cusqueño, es una interesante mis-celánea en la que se alternan el ensayosociológico, relatos y semblanzas cam-pesinas y proclamas mesiánicas, unaconferencia y una pequeña antología detextos de diversos autores, peruanos yextranjeros, reivindicando al indio y a latradición andina. El libro lleva un prólo-go de José Carlos Mariátegui y un colo-fón de Luis Alberto Sánchez, que sirvenpara ilustrar lo contradictorio de las tesissobre el problema indígena, pues lasopiniones de los tres autores son incom-patibles.

Para Mariátegui, el indigenismo esinseparable del socialismo, y sólo elreemplazo de la sociedad feudal y/ocapitalista por el colectivismo marxistahará justicia a los descendientes delimperio incaico. El 21 y 28 de enero y el4 de febrero de 1927 Mariátegui habíapublicado tres artículos en la revistaMundial (núms. 345, 346 y 347) con eltítulo “El indigenismo en la literaturanacional”, explicando que la tendenciacreciente del indigenismo en la literatu-ra peruana no era un mero fenómenoestético sino “una corriente, nacionalis-ta y revolucionaria al mismo tiempo”,paralela al protagonismo que tenía elproblema indígena en la política, la eco-nomía y la sociología.

En esos artículos, aunque sin llegar alos extremos excluyentes y abiertamenteracistas de Escalante, Valcárcel y otrosindigenistas, Mariátegui sostuvo que, enel calidoscopio de razas de la sociedadperuana, sólo el indio podía ser conside-rado encarnación de lo nacional. El Perúera “una nacionalidad en formación” y elcriollo no podía ser su fundamento, pues,a diferencia de lo que ocurría en Argen-tina, “no está netamente definido” ydesigna “una pluralidad, muy matizada,de mestizos”. Tampoco podían serlo elnegro ni el mulato, que “representan ennuestro pasado elementos coloniales” yque han mirado “siempre con hostilidady con desconfianza la sierra”. Sólo “elindio debe ser el cimiento de la naciona-lidad” y los escritores indigenistas tienenla obligación de colaborar “en una obrapolítica y económica de reivindicación,no de restauración ni resurrección”.

Casi inmediatamente después deestos artículos, Mariátegui comienza apublicar, siempre en Mundial (a partirdel 25 de marzo de 1927), “El problema

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de la tierra”, el primero y el más impor-tante de sus Siete ensayos de interpretaciónde la realidad peruana (1930), dondedesarrolla sus ideas sobre el tema. Elproblema del indio, afirma en ese texto,es “fundamentalmente económico”:“No nos contentamos con reivindicar elderecho del indio a la educación, a lacultura, al progreso, al amor y al cielo.Comenzamos por reivindicar, categóri-camente, su derecho a la tierra.” El obje-tivo primero debe ser “la liquidación dela feudalidad en el Perú”. Mariáteguiexplica que la Independencia, en teoría“liberal”, mantuvo el régimen de la tie-rra cuyas dos expresiones son “latifun-dismo y servidumbre”. Es demasiadotarde para aplicar la solución liberal; éstadebe ser colectivista, lo que se verá faci-litado por la “supervivencia de la comu-nidad y de elementos de socialismopráctico en la agricultura y la vida indí-gena”. Para Mariátegui, la democraciano pudo echar raíces en el Perú republi-cano porque “sobre una economía semi-feudal no pueden prosperar ni funcionarinstituciones democráticas y liberales”.

Estas ideas están reafirmadas en elprólogo que escribe para el libro de Val-cárcel. En la inminente “tempestad” queel historiador anuncia sobre las cumbresandinas, él oye retumbar el trueno deKarl Marx: “No es la civilización, no esel alfabeto del blanco, lo que levanta elalma del indio. Es el mito, es la idea dela revolución socialista. La esperanzaindígena es absolutamente revoluciona-ria” (p. 10). […]

La revisión de Arguedas

José María Arguedas siguió el debatemuy de cerca [entre Valcárcel, LuisAlberto Sánchez, Uriel García y Mariá-tegui], leyó los textos y la polémica dejórastros de largo efecto en su obra, la que,a veces, tomaría un sesgo próximo al delindigenismo histórico y racista de LuisE. Valcárcel, a veces se identificará conlas tesis integradoras y comprensivas dela pluralidad peruana de José Uriel Gar-cía y, en otras, se esforzará por hacer suyala opción revolucionaria y marxista deMariátegui. Mucho después de los añosen que tuvo lugar el debate intelectualdel indigenismo, Arguedas dio su propiaversión sobre este movimiento, en unaponencia que preparó en 1965 para uncoloquio de escritores en Génova.

Aunque tiene el esquematismo de un

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boceto, es indicativo de la manera comopreservó la memoria de Arguedas aque-lla polémica y de sus tardías tomas deposición al respecto, en la etapa final desu vida. Es muy crítico de la generaciónhispanista —Riva Agüero y VíctorAndrés Belaúnde— e incluso de Julio C.

Tello, pese a subrayar la importancia desu labor arqueológica. Les reprocha rei-vindicar el pasado imperial incaico y almestizo aristócrata —como el Inca Gar-cilaso—, pero ignorar o despreciar alindio actual. Julio C. Tello, dice, fueciego respecto al indio de hoy, sólo lúci-do frente al indio del pasado (“comoarqueólogo pierde de vista al indiovivo”), y lo censura por haber vestido aun conjunto de bailarines de Huarochirícon trajes inspirados en el pasadoprehispánico, despreciando “los vestidostípicos del pueblo de Huarochirí”.

Hace grandes elogios de José CarlosMariátegui, pero señala que éste “nodisponía de información sobre la culturaindígena o india” y no hace suya, tampo-co, la tesis económico-materialista de suinterpretación ni la concepción ortodo-xa de la lucha de clases como motor dela historia, pues, para él, “las luchassociales tienen un trasfondo no sólo eco-nómico, en un país como el nuestro,sino un denso trasfondo cultural”. For-mula duras críticas a la Iglesia católica,cuya función histórica, afirma, ha sido lade predicar la resignación a los indiosante sus explotadores. Y, muy cerca deUriel García —a quien, curiosamente,ni siquiera nombra—, subraya la laborcallada de los indios a lo largo de siglospara “defender su integridad y aun desa-rrollarla, mediante la toma de elementoslibremente elegidos o impuestos”.

Toma discreta distancia con las posi-ciones de Luis E. Valcárcel (a quien llamael mentor del indigenismo luego de lamuerte de José Carlos Mariátegui) sobre

El material sociológico que recogeSáenz es de primer orden y atinadosu análisis del entronque colonial y republicano de los abusoscontemporáneos contra elcampesino de los Andes. No hay en su libro ni politiquería nidemagogia, sino un esfuerzodenodado para contribuirintelectualmente a mostrar en todasu complejidad la condición delindígena

“la conveniencia de una restauración delImperio incaico” y, en una infundadaafirmación, acusa a Raúl Porras Barrene-chea (historiador y discípulo de RivaAgüero e hispanista como éste), por suscomentarios sobre el cronista indio Feli-pe Guaman Poma de Ayala, poco menosque de proponer un genocidio: “Segúnestos hispanistas, el indio es el responsa-ble de las limitaciones y defectos delpaís… y los seguidores providenciales delhispanismo llegan a proponer el extermi-nio total del indio para sustituirlo porinmigrantes europeos.” (De más estádecir que éste es un exabrupto: ni el textohispanista más recalcitrante propusojamás semejante cosa, y menos que nin-gún otro Porras Barrenechea, cuyas tesiscoinciden en la defensa y revalorizacióndel mestizaje con muchas de las ideas deUriel García.)4

En su balance del “primer indigenis-mo”, Arguedas destaca la reivindicacióndel pasado histórico indígena, lasdenuncias del indigenismo literario con-tra los abusos y crímenes de que eranvíctimas los indios y la rectificación de laimagen del indio como ser inferior,lleno de taras y alérgico a la moderni-dad. Pero la nueva narrativa, diceArguedas, hablando obviamente de símismo, ha dejado de ser indigenista “encuanto abarca la descripción e interpre-tación del destino de la comunidad totaldel país”.

La integración del indio no debeconsistir en su occidentalización, sino en“un proceso en el cual ha de ser posiblela conservación o intervención triunfan-te de algunos rasgos característicos noya de la tradición incaica, muy lejana,sino de la viviente hispano-quechua”.Por ejemplo, las formas comunitarias detrabajo y la vinculación social y las artespopulares, sobre todo la música, que hanpenetrado ya en sectores sociales noindios. En la vieja línea de Mariátegui yde Valcárcel defiende el “colectivismo” yla “fraternidad comunal” del indio comoalgo que debe resistir “lo devorador delindividualismo” occidental.

La verdadera defensa de esta quimera—de esta utopía arcaica— la hará, demanera más efectiva que en este ensayo,en su obra literaria.

4 Véase a este respecto lo que dice PorrasBarrenechea de El nuevo indio en su libroFuentes históricas peruanas, Lima, InstitutoRaúl Porras Barrenechea, 1968, p. 374.

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Arguedas: presencia persistente en la crítica literaria de Vargas LlosaBirger Angvik

En 2004 salió de las prensas denuestra filial peruana La narracióncomo exorcismo. Mario Vargas Llosa,obras (1963-2003), un conjunto deensayos de un devoto y muy críticolector del gran novelista. Comocomplemento del texto anterior,presentamos enseguida un fragmentoen el que este estudioso de origennoruego revisa La utopía arcaica ydiscrepa del discurso con que el autorde Pantaleón y las visitadoras se acercaal novelista peruano que más hainfluido en su carrera

La crítica politizada de Arguedas

La crítica literaria ha politizado aArguedas, y los mensajes políticos pos-tulados para sus novelas han atraído elinterés y restado importancia a los pro-cedimientos retórico-formales de susobras. Mario Vargas Llosa ofreció unarepetición con variación en la temáticade lo político. Se colocó en 1996 en latradición politizada de la crítica argue-diana.

El problema central para este tipo decrítica es el hecho de que “lo político/lapolítica” nunca se defina o teorice. Lafalta de teorización ha sido descrita porDiana Fuss en su libro Essentially Spea-king: Feminism, Nature, Difference.1 Encontra de muchos tipos de feminismo, laacusación de ser o de no ser “político”ha sido una de las más usadas en críticasy polémicas entre feministas. El exigir oel denunciar “política” cuando en reali-dad no se sabe lo que quiere decir el tér-mino, ni cómo se manifiesta en hechos yacciones, viene a aparecer como unabatalla contra molinos de viento, segúnla discusión esbozada por Diana Fuss.

Vargas Llosa, en 1996, agudizó sucrítica de Todas las sangres. Para demos-trar que ésta era “tal vez, la peor de sus

1 Diana Fuss, Essentially Speaking: Femi-nism, Nature and Difference, Routledge, Lon-dres y Nueva York, 1989.

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novelas”, empleó esta “novela frustrada”como el ejemplo “más elocuente” paraentender “la visión del mundo de unescritor”, y para este fin Todas las sangresera considerada como “una novelasumamente instructiva”.

Este objetivo crítico intentó otra vezcorregir el objetivo novelesco de Argue-das, presentado como la voluntad de“mostrar que este mundo está signadopor la injusticia y revelar los mecanis-mos de la desigualdad y el sufrimientosocial en el Perú”. Pero el objetivo cen-tral de Vargas Llosa —“mostrar que éstaes una novela frustrada”— se sobreponeal objetivo de Arguedas en un mecanis-mo crítico sumamente interesante: todolo que es particular y concreto en lanovela —en lo que se refiere al Perú—en el crítico se generalizó: “La empresa,en la economía-ficción de Todas las san-gres, no existe para crecer y multiplicar-se (principio básico de una firma quecompite en un mercado) sino para dise-minar el mal: hacer sufrir a los débiles,despojarlos, arruinarlos y humillarlo.”“Este sentimiento de abominación deldinero, del comercio, de toda forma de

intercambio mercantil, del ‘negocio’(mala palabra siempre para el ideal arcá-dico de Arguedas) no es marxista.”“Pero por debajo de ciertos estereotiposmarxistas, la visión del capitalismo aquíexpresada delata la desconfianza y elmiedo instintivo del hombre mágico, pre-rracional, a la idea de cambio social yadvenimiento de una modernidad indus-trial que pondrá fin a lo que Popperllama ‘el espíritu de la tribu’, aquella cul-

Arguedas era un especialista,profesional y emocionalmente, enciertas lenguas y culturas de ciertaspartes de los Andes. La mayoría delos críticos han admitido estaespecialización como característicaparticular y excepcional en él, y ellamisma lo ha distinguido de muchosotros llamados indigenistas

tura rural, colectivista, de religiosa iden-tidad entre el hombre y el mundo natu-ral, y la reemplazaría por un mundourbano, secularizado, impersonal, deindividuos aislados y gobernado no pordioses, ritos y creencias ancestrales, sinopor leyes abstractas y mecanismos eco-nómicos (subrayados nuestros).”

El capitalismo de la sierra del Perúexistía, para Arguedas y muchos intelec-tuales más, en la opresión y en la explota-ción, la injusticia, la desigualdad, lapobreza y el sufrimiento. Los datossocioeconómicos y culturales reconoci-dos por la crítica, han hecho de la novelaun ejemplo de “novela realista” peruana.

Arguedas no pretendía, que se sepa,ser especialista en economía. Era unespecialista, profesional y emocional-mente, en ciertas lenguas y culturas deciertas partes de los Andes. La mayoríade los críticos han admitido esta especia-lización de Arguedas como característicaparticular y excepcional en él, y ellamisma lo ha distinguido de muchos otrosllamados indigenistas. Siendo biculturaly bilingüe, sabía “ser fiel al universo que-chua y a la vez inteligible para sus lecto-res, básicamente ajenos a este universo”.2

Cuidaba y cultivaba esta especialización,y desarrollaba en sus estudios, en su vidaprofesional, y en la vida de maestro, detraductor y de articulista.

La relación entre la narrativa deArguedas y una realidad dada se apoya-ba, como escribió Usandizaga, “en elconocimiento de su lenguaje en un sen-tido amplio”:3

Intuía que la posesión de sentido de unmundo es un lenguaje; la comprensión desu superficie y la organización según undeterminado sentido es lo que hace posi-ble hablar de este mundo:4

2 Helena Usandizaga, “Realidad culturaly realismo en la narrativa de Arguedas”,Hueso Húmero, 27, 1990, p. 118.

3 Ibid.4 Ibid.

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Arguedas ha vivido y leído directamenteuna cultura que le ha conformado un sis-tema de significados, o sea, un lenguaje.Y por esta vía de lenguaje identificado auniverso cultural podemos responder a lapregunta sobre la realidad de este universo,que es real en tanto que tiene significación, ypodemos comprobar que, efectivamente,está en el texto de Arguedas.5

Las experimentaciones literarias ynarrativas constantes y atrevidas en lostextos de Arguedas se le escaparon aVargas Llosa, porque las ideas del capi-talismo de Popper lo cegaron en variosmomentos de su estudio.

No le interesaron a Arguedas tanto lacrónica social de ciertas partes de losAndes, ni los mitos y los ritos de esemundo, sino su incorporación “en unaética y una estética culturalmente infor-madas por lo quechua y estrechamenteligadas al conflicto cultural derivado delchoque entre lo indio y lo español”:6

No parece propio, en este contexto,hablar de realidad no objetiva y no veri-ficable, porque de lo que se trata es de laverdad no solamente individual sinotambién social de un conflicto dolorosa-mente vivido y minuciosamente formu-lado, en cuyo contexto las esquematiza-ciones, las idealizaciones, las exageracio-nes, las selecciones y las simplificacionesde los “datos reales” son elementos sinimportancia, pero no porque estemosescuchando una “hermosa mentira”, quetraiciona esencialmente a “la realidad”,sino al contrario, porque sirven al senti-do.7

Los esquemas de los comentarios deVargas Llosa no captaron estas facetasextraordinarias de los textos producidospor un especialista de culturas y len-guas que experimentaba sin cesar consus narrativas hasta el fin mismo de suvida. […]

Las utopías y la utopía

José María Arguedas fue dejando hue-llas en los caminos de la literatura hastasu trágico fin en 1969. Con Yawar Fies-ta —en la realidad de la historia litera-ria— dejó publicada una novela excep-

5 Ibid., p. 119, subrayado nuestro.6 Ibid., p. 121.7 Ibid.

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cional no sólo en la narrativa peruanasino en la hispanoamericana. Es la pri-mera novela colectiva, en la que no des-taca un héroe individual, en la que todoun pueblo de la sierra brilla con suactuación cultural, publicada en el Perúy en Hispanoamérica.

El propio Vargas Llosa intentóemplear las estrategias literarias colecti-vas de esta novela en las partes quenarran la vida de la Mangachería en LaCasa Verde y en el “coro” de voces de Loscachorros. Cuando Arguedas publicó Losríos profundos, en 1958, resultó ser unode los primeros casos de Bildungsromanlogrado y notable en la narrativa perua-na, y se elevó a modelo para muchosescritores peruanos, incluso para VargasLlosa, gran cultivador de la novela indi-vidual y de la novela de formación, ypara Alfredo Bryce Echenique. El Sextofue una de las primeras novelas carcela-rias de la narrativa peruana. Arguedasseguía experimentando con sus novelas,en climas políticos diferentes, en Todaslas sangres, por ejemplo, y terminó suvida antes de terminar su última novelaque sobrepasa todos los esquemas pre-sentados por Vargas Llosa. Éste sería, enlo que a experimentación e innovaciónse refiere, el último ejemplo de unadedicación y entrega que terminó en ungran desafío para los críticos literarios.

“El discurso de la utopía andina escomplejo y varía según la época en que seda y la clase que se lo apropia; su historiaes ‘una historia conflictiva, similar alalma de Arguedas’, tal como ha estudia-

do Alberto Flores Galindo.”8 CuandoUsandizaga entró en el tema de la utopíaen Arguedas, notó que se encuentra“enraizado en el imaginario andino” yque en esto reside, “fundamentalmente,su diferencia de otros escritores llamadosindigenistas”.9 En clasificaciones de la

Cuando Arguedas publicó Los ríosprofundos, en 1958, resultó ser unode los primeros casos deBildungsroman logrado y notable enla narrativa peruana, y se elevó amodelo para muchos escritoresperuanos, incluso para Vargas Llosa,gran cultivador de la novelaindividual y de la novela deformación

8 Usandizaga, p. 128.9 Ibid., p. 127.

historia de la literatura hispanoamerica-na, Arguedas se coloca, junto con MiguelÁngel Asturias y Rosario Castellanos,por ejemplo, en lo que se ha tendido enllamar “nuevo indigenismo” literario. Secaracterizan por ser autores con conoci-miento íntimo de las culturas indígenasque incorporan los mitos, las cosmovi-siones, y las tradiciones literarias autóc-tonas, orales y escritas, a sus obras.10

Arguedas trabajaba sus búsquedas del“país que está en todas partes pero noaquí y ahora”, el país que no existe—outopia— que es al mismo tiempola alternativa deseada del “buen país”—eutopia—. En las novelas de Argue-das, “los mitos andinos se proyectan allílegítimamente hacia el futuro por suenraizamiento en el sistema perceptivodel mundo al que pertenece: se trata deproponer una alternativa al presente,que traería el fin del desorden”.11 Laslecturas de Usandizaga se opusieron devarias maneras a las de Vargas Llosa, ylos análisis detallados de textos y de“paratextos”,12 condujeron a conclusio-nes opuestas a las de Vargas Llosa.Arguedas, por ejemplo, no temía loscambios, vio en ellos la posibilidad de“la creación de algo nuevo a partir delvalor catártico de la rebelión, de lasluchas y los encuentros simbólicos quese dan en su ficción. Hay fuerzas queluchan en la obra de Arguedas buscandoun camino que una tradición y progre-so, unidad y apertura.”13

10 Joanna O’Connell, Prospero’s Daughter.The Prose of Rosario Castellanos, The Univer-sity of Texas Press, Austin, 1997, pp. 58, 61.

11 Usandizaga, p. 128.12 Ibid., p. 129.13 Ibid., p. 128.

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Cara o selloRoberto Reyes

Presentamos aquí un relato de La torre y las aves y otros cuentos,antología publicada por el FFCCEE en 2002,en el que la dubitativa actuación delárbitro durante un decisivo juego defutbol sirve de metáfora de lacorrupción cotidiana, el destinosiempre incierto, el progreso de laciudad y sus barrios. Roberto Reyes estambién novelista y sociólogo

A mis amigos del “Teo Rosas”

Van cinco minutos desde que dispuse eltérmino del primer tiempo y la gente delLoreto sigue eufórica. Menudean lasrisas, los chistes y la sobradera. La pri-mera mitad del partido ha terminadouno a cero a su favor y, entre los veinte ylos treinta, le dieron al San Gervasio, el

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equipo de la barriadita, un baile a todaorquesta. ¡Qué fútbol, por Dios! Lasjugadas parecían preparadas con libretoy ejecutadas con tal perfección y dina-mismo, que las envidiaría cualquiergrupo de danza: velocidad y ritmoendiablado en los delanteros, energía yoportunidad en las defensas, anticipa-ción y creatividad en el medio campo. ¡Yqué gol! Como para filmarlo: la pelotaque describe una parábola de treintametros es recibida por un pecho queamortigua el impacto y logra que en vezde rebotar se deslice ingrávida al suelo,de donde un golpe la despide hacia ade-lante, a competir en velocidad con elpuntero. Éste, en plena carrera, se saca aun marcador con una finta; le salen dos,la pisa, amaga a la derecha, va por laizquierda, driblea al otro y lanza un cen-

tro a media altura. El arquero se lanza alvacío decidido a descolgar la pelota quese acerca rotando vertiginosa al corazóndel área, pero una sombra rojinegra quese zambulle para impactar con la frenteel balón y mandarlo a las redes le deja lasmanos atenazando el aire. ¡Todo, todoperfecto en esos minutos!

Pipo Canicoba, el arquero —el únicoque con su nerviosismo inicial casi vendeal equipo—, le ha sacado unas cervezas adon Salomón, el presidente del club.Hinchas y jugadores las han recibidocon aplausos. Sólo el Jesusito y el chatoFajardo no se han sumado a la celebra-ción, haciéndose merecedores de las máspicantes pullas. A Jesusito lo han tildadode pavo y al chato de aguafiestas. ¡Quédiferencia con los rivales! Ellos, que dis-ponen de siete u ocho cajas, no han toca-do ni una botella. Y no es por desánimoo derrotismo. Al contrario, su fuerte esprecisamente su moral a toda prueba.Cuánto más ahora que creen tenerlotodo a su favor. Y aun si no fuera así, suley es ir siempre adelante, a ganar, sinchuparse jamás ante ningún rival,impermeables al ridículo o la humilla-ción de las goleadas cuando los otros sonmuy superiores. Todo es avanzar y avan-zar.

¡Qué mundos tan distintos! Somosvecinos, pero qué diferentes en costum-bres, en temperamento, en maneras debuscar resultados. Los del Loreto andansueltos, cada uno para su santo, preocu-pado por cualquier cosa menos del par-tido que consideran ya en el bolsillo. Esincreíble que en la cancha sean capacesde afiatarse tan bien. Ahora están tragoen mano, bromeando con los hinchas, oescuchando distraídos las indicacionesdel entrenador, pendientes sólo de lapendejada, de cómo sacarle la vuelta almundo. Los del equipo rival, por el con-trario, están en semicírculo, atentos a lasórdenes y consejos del técnico paramejorar, siempre mejorar.

¿Qué sucederá si el San Gervasiogana el partido y, en consecuencia, elcampeonato? ¿Representarán ellos fiel-mente a nuestro distrito? Por supuestoque no. Si alguien puede sacar la cara

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por Breña, ése es el Loreto, el Deporti-vo Loreto, que a su modo recoge la tra-dición del buen fútbol del DefensorLima o del Arica. Los otros son vecinosdel distrito, pero de ganar el campeona-to de la Liga y llegar a segunda división,seríamos identificados por ese San Ger-vasio, patrón de ya olvidé qué pueblo dela sierra. Y en tal caso, seguro que no lesfaltarán hinchas de entre los tantos pro-vincianos de Lima para quienes porencima de todo está el sentimiento delpaisanaje. Pero a esos hinchas, ¡qué lesimporta que su equipo sea de Breña, delRímac o de Balconcillo! Además, los delSan Gervasio, ¿qué fútbol practican?¿Acaso el de toque, de pintura, de habi-lidad, que nos caracteriza? No, su juegoes puro sudor, empeño, fuerza. Su victo-ria sería el remate de los cambios ocurri-dos en el barrio, que hace tiempo ofreceuna nueva fisonomía.

La noche de mi retorno al barrio,después de muchos años de vagabunde-ar por aquí y por allá, creí habermeequivocado de lugar. Donde recordabauna pampita ahora veía una avenidaasfaltada con berma, aceras y hasta arbo-litos. Y del muro que la limitaba por uncostado —de adobe en mi niñez, deladrillos años más tarde— y que nosseparaba de los pobladores de la barria-dita, no quedaba nada. En su remplazose perfilaba un grupo de viviendas, algu-nas aún sin terminar, pero la mayoría dedos pisos. Éstas sustituían a las origina-les casuchas de la invasión, de esteras,tablones y calaminas. Hoy, la gente de labarriadita —y digo barriadita nada másque por costumbre— posee mejoresviviendas que muchos del barrio origi-nal, donde todavía abundan los callejo-nes, los edificios con departamentoscomo cuyeras y las casitas de adobe contecho de cañas y barro.

Y ni qué se diga de los cambios de lagente. Todos están más viejos y gordos,y el que menos tiene chamba estable,mujer e hijos. Sólo yo ando con unamano delante y otra atrás, y no cuentosiquiera con un perro que me ladre. Losmoradores de la barriadita, por su parte,han avanzado hasta en fútbol. Recuerdoque cuando éramos chibolos y peloteá-bamos en el Melgar o en el Salesiano,ellos nos rogaban para que los aceptára-mos como rivales. No los rehuíamos porsobradera; el caso es que como siempreles dábamos como a hijos, nos aburrían.Su juego era tan rudimentario que no

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era divertido ganarles. Sin embargo, apoco de mi retorno, supe que no hacíamucho los del San Gervasio los habíanderrotado en un festival. La gente medijo que fue de champa, que faltarontitulares, que fulano y mengano estabande mala noche y más de uno todavíaborracho. Pero, dijeran lo que dijeran,una derrota es una derrota.

Con este uno a cero parcial nunca el

Loreto ha estado tan cerca de la gloria.Sólo faltan los cuarenticinco minutosdel segundo tiempo —aparte de los sieterestantes del descanso, claro está— y silas cosas van a seguir igual, tendrían elmundo a sus pies. Y entonces, ¡qué defiestas! ¡Cuántas hembras no se les echa-rían! Todo el trago de las bodegas y can-tinas del barrio sería insuficiente paracelebrar el triunfo.

Hay que reconocer, sí, que en la can-cha han hecho bien lo suyo. Desde laentrada al campo, con sus vistosas cami-setas rojinegras —igualitas a las del glo-rioso Flamengo—, sus malabares en elcalentamiento y su alegría y seguridad.En cambio, los del San Gervasio, conesas camisetas verdes —no un verdepaño de billar u otro tono bacán, sino unverde bilioso, fulero, obsequio de algúnconfeccionista novato— y sus rostrosserios, tensos, casi sudorosos antes deentrar a la cancha, parecían cualquiercosa menos un equipo con fe ganadora.Ya en el partido, la gente del Loreto hizolo más inteligente: evitar el choque yjugar al quiebre, a hilvanar jugadas quedaban un gusto incomparable. Cómo sesobraba el chato Fajardo con sus pasessorpresivos, qué tal dominio el de Subli-me Casaverde, qué corridas las del flacoSalas, ¡y qué seguridad en la defensa conJesusito como patrón del área! Si hastame daban ganas de abandonar mi papely aplaudirlos y pedirle a los del San Ger-vasio que los dejaran hacer lo que lesviniera en gana.

Examino mecánicamente el pito y lainsignia de árbitro de la Federación que

¡Y qué gol! Como para filmarlo: lapelota que describe una parábola detreinta metros es recibida por unpecho que amortigua el impacto ylogra que en vez de rebotar sedeslice ingrávida al suelo, de dondeun golpe la despide hacia adelante, acompetir en velocidad con elpuntero

me han conseguido. Parece legítima.¡Cuánto les habrá costado obtenerla!Reviso las tarjetas, asegurándome sobretodo de la presencia de la roja, que segu-ro voy a mostrar luego a más de uno.Los del San Gervasio van a tratar dearrollar, de irse con todo para revertir elresultado, confiados en que ahora síempezará a funcionar su respaldo. Y losdel Loreto, cuando se les acabe la reser-va de aire, van a recurrir a las mañas ylos golpes creyendo que quedarán impu-nes. Lo que no entiendo de éstos, aun enel caso de tener todo a su favor comoellos suponen, es por qué son tan confia-dos. El uno a cero de ventaja en ningúncaso es garantía de triunfo y, con el físi-co de gato que se gastan, no sé cómopuede habérseles ocurrido ponerse atomar. ¿Es que no se dan cuenta de loque se les vendrá encima en el segundotiempo? Todo hace suponer cómo va aser la segunda mitad, mas para ellos nopasa nada. ¿Tanto esperan del arregloque confían haber obtenido?

Eso debe ser. Mi propia designacióncomo árbitro la supondrán el brochefinal del acuerdo. Claro, por eso su sali-da a la cancha la deben considerar sólouna oportunidad para su lucimiento. Yase sabe que cuando juegan confiados,todo les sale bien.

Es cierto que don Salomón, el presi-dente del Loreto, me ofreció el arbitrajedel partido y después me quiso agarrarpor el lado del sentimiento para asegu-rar el resultado. Es cierto también queyo me comprometí con él para darle unamano a su equipo, pero eso fue al prin-cipio. Ignoraba él que yo estaba al tantode su acuerdo con la gente del billete, yque me iba dando cuenta que él se esta-ba guardando la plata destinada a misbolsillos, confiado en lograr lo mismocon sólo gastar saliva. El muy estúpido ymezquino cree que se las sabe todas.Imagina que una noticia tan importantecomo que la gente del monte ha com-prado el club para lavar sus dólares, sepuede mantener en secreto. Quién nosabe que su presidencia es apenas unafachada y que continuará así mientrassea útil y no se pase de vivo.

Además, para mí que don Salomóntodavía piensa que los del San Gervasioson los cholitos de antes. Cuando meestaba palabreando me daban ganas decortarlo y pegarle un aclare. Porque yo,que he vivido en la sierra y los he vistoen su salsa, y que aquí he conversado

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largo y tendido con ellos, podría haber-le dado unas lecciones. Pero ahora sécuándo callar y, pensando que cuandolos nuevos dueños del club se enterarande sus maniobras le darían su merecido,lo dejé darle a la lengua a su gusto. Deboreconocer, sí, que no le falta labia, y quesu estrategia centrada en mi sentimientode ligazón con el barrio y el club eracorrecta. Quién sabe si en otra época mehubiera convencido.

Cuando estuve en la sierra me deses-peraba por sentir otra vez lo mío, porestar de nuevo en mi lugar. Pero ya enLima, ¿qué es lo primero que hago?Pues nada menos que mandarme a unode esos festivales de la barriadita quetanto despreciara en mis años adolescen-tes. Aunque lo hice a escondidas, porsupuesto. Allí, entre trago y trago, mehice amigo de éste y de aquél, sin saberentonces que estuvieran tan metidos enel asunto del deporte. Sólo después, araíz del partido, me enteré de cuán rela-cionados estaban con ello.

Por esta relación y no por su muñeca—como se ufana don Salomón—, es quelos del San Gervasio aceptaron mi desig-nación como árbitro de un partido tandecisivo. Cuando tocamos el punto, donIsaac Muchaypiña, el presidente, fuemucho más sutil y concreto que el presi-dente del Loreto. Antes de nada, meinvitó como de casualidad a una de susacostumbradas fiestas; y allí, entre saludy salud, me habló de su preocupaciónpor encontrar un administrador para unade sus líneas de abastecimiento de frutas,alguien de confianza y con experiencia,alguien como yo. Se trata de una magní-fica chamba para cualquiera: buena paga,sede en Lima y viajes a la selva centralcada cierto tiempo, como para cambiarde aires. Es una oportunidad que nisiquiera había soñado, estando tan deses-perado como estoy por subsistir.

Mi gran duda al respecto eran lasconsecuencias, así se tratara de unaoportunidad tan tentadora como la queme ponía en bandeja. Porque yo, quedeambulé durante años por rumbos aje-nos, suspirando por el día que pudieraregresar al barrio, recuperado ahora misitio en el mundo, no iba a correr asínomás el riesgo de verme expulsado yrechazado por mi propia gente.

Hasta ahora siguen sus risas, su sonde triunfadores. Me da rabia, ¡carajo!Nada los preocupa. Ni siquiera que todoel ambiente se les esté poniendo en con-

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tra. Al público usual, compuesto por afi-cionados al fútbol, se han ido sumandolas mujeres, los niños y hasta los gatos ylos perros de la barriadita. La barra delLoreto ha disminuido porque muchos sehan largado a chupar, a celebrar poranticipado el triunfo. Y si en el primertiempo los hinchas del San Gervasio,con su entusiasmo y fe indesmayablesalentaban ruidosamente a sus jugadores,acallando la esticosa barra del Loreto,ahora, con el refuerzo de tanta gente,cómo será. Y otra cosa: así como en laprimera etapa los del Loreto tuvieron labuena ocurrencia de traer un radio case-te de sonido potente, para este segundotiempo los del San Gervasio han tomadosus providencias. No creo equivocarmeal pensar que el aparato compensó concreces las deficiencias de la barra delLoreto, ya que la salsa pareció inspirar alos jugadores. Claro, como que fue pre-cisamente entonces cuando los mucha-chos tuvieron sus mejores momentos. Eltoque, la pisada, la finta, las paredes,parecían sincronizados como pasos debaile. Eso puso de vuelta y media a losdel San Gervasio, que estaban levantan-do cabeza. Sí, definitivamente fue unacierto: el ritmo de la salsa pareciómeterse en la cancha. Esa vivacidad, esachispa, esa inspiración, ya la quisieracualquier equipo del mundo.

Lo malo es que ahora no van a contarcon ese apoyo. Los de la barriadita hantraído un equipo de música como paraun festival. Han colgado los parlantes enuna ruma de cajas de fruta y, cuando se

reinicie el juego, vamos a ver si la gentedel Loreto podrá mantener su patrón dejuego.

Faltan cinco minutos para el reiniciodel segundo tiempo y me sigo pregun-tando por qué me comprometí a la vezcon don Salomón y con don Isaac. Alprincipio, acepté la propuesta de don

Los del San Gervasio van a tratar dearrollar, de irse con todo pararevertir el resultado, confiados enque ahora sí empezará a funcionarsu respaldo. Y los del Loreto,cuando se les acabe la reserva deaire, van a recurrir a las mañas y losgolpes creyendo que quedaránimpunes. Lo que no entiendo deéstos, aun en el caso de tener todo asu favor como ellos suponen, es porqué son tan confiados

Salomón, creyendo que actuaría comose debe; pero al darme cuenta de su pro-ceder torcido, de amargo, decidí tirarpara el San Gervasio. Sólo que después,ya más calmado, poniendo en la balanzatodo cuanto perdería si tomaba este par-tido, me incliné por el Loreto. Al díasiguiente, pensé que la oferta de donIsaac era muy buena, demasiado buenapara rechazarla por razones sentimenta-les, y volví a mi primera decisión; paraluego cambiar de idea. De esta manera,fui de una propuesta a otra, cada día másenredado con éste y con aquél. Y asíingresé a la cancha hecho un embrollo,maldiciendo mi errático comportamien-to y las circunstancias que me llevaran aeste callejón sin salida.

Estoy seguro que cualquiera, de estaral corriente de todo esto, tipificaría miactuación como propia de un gran vivo ode un gran estúpido. Pero, ¿quién en mipellejo habría sido capaz de rechazartantas atenciones de uno y de otro en losquince días previos al encuentro? Ade-más, tendría que haber disfrutado de laincomparable sensación de sabersedueño del destino de mucha gente, depoder repartir intensas alegrías o pro-fundas decepciones, de saborear la posi-bilidad de decidir quién va arriba yquién abajo, para poder juzgarme conjusticia.

Hasta que, por fin, al iniciarse el par-tido, tomé mi decisión. Ya liberado de lacarga que llevaba encima empecé a fijar-me en algunos detalles singulares. Así, aldarme cuenta de que todo el mundo, enuno y otro bando, creía estar espectandoun partido arreglado — favorable a suscolores, claro está— me empezó a pare-cer graciosa la situación. Qué gusto másextraño tiene el saber que el partido quetodos en el estadio consideran un tongo—con justa razón—, por una decisión deúltima hora es tan limpio como un bebérecién bañado. Porque el encuentrotranscurrirá con toda normalidad. Estadecisión, ahora lo veo, es la más razona-ble y oportuna en este momento, pues,de haber actuado así desde el principio,tal vez ni siquiera estaría acá como árbi-tro. En cambio, ahora, de vencer uno uotro, como en cualquier circunstancia dela vida, algo ganaré y algo perderé. Yaunque está visto cuál va a ser el resulta-do final, yo mismo tengo curiosidad porlo que me deparará el destino, porque entanto uno siga respirando nada estádicho definitivamente.

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Nadie sabe mis cosasMariela Dreyfus y Rocío Silva-Santisteban

Parca pero sustanciosa, “valerosa y mujeril” como la calificóOctavio Paz, la producción poética de Blanca Varela estáprofundamente influida por el espíritu surrealista y por unainquieta obsesión por el cuerpo. Publicamos aquí unaadaptación del prólogo a una ambiciosa antología de textosde y sobre la autora peruana, sin duda una de las presenciasmayores de las letras andinas en el ámbito mundial y dequien el FFCCEE publicó Canto villano: poesía reunida, 1949-1983

En el año 2000 empezamos un proyecto que tenía un modestopropósito inicial: publicar una selección de textos críticos sobrela poesía de Blanca Varela que no iba a pasar de unas pocaspáginas dirigidas básicamente a especialistas. Conforme fui-mos comentándoles a críticos, escritores y amigos esta idea,percibimos el creciente interés por colaborar con él y poco apoco fue creciendo y cambiando el horizonte de recepción.Estando así las cosas trocamos nuestro objetivo inicial y asu-mimos que sería mucho más completo un libro que se benefi-ciara, de alguna manera, del formato reader que utilizan las edi-toriales estadounidenses reuniendo un conjunto de textosimprescindibles sobre un autor o tema, previamente publica-dos, además de los ensayos inéditos que ya teníamos. Por estomismo decidimos incluir algunos textos pioneros sobre la poe-sía de Blanca Varela como son los ensayos de Paz, Paoli, Ovie-do, Gazzolo, Sobrevilla y Castañón, así como otros que, aunhabiéndose realizado posteriormente, presentaban análisispublicados en revistas que debían reunirse en un solo volumencomo los de Castañeda y Togushi, Valcárcel, Cárcamo, Chiri-nos, Suárez, Reisz, Rebaza y Silva Santisteban.

No obstante, es preciso empezar por los inicios, los prime-ros y tímidos encuentros con la ciudad letrada, de una autoraque siempre tuvo una relación tensa y prolífica con ella. En1957, Sebastián Salazar Bondy y Alejandro Romualdo, el poetapuro y el poeta social, se deslindan de todo grupo para editar yprologar la Antología general de la poesía peruana, en la que seincluyen por primera vez en algún libro de literatura peruanados poemas de Blanca Varela. Se trata de una edición anteriora su primer libro de poesía Ese puerto existe. El primer libro deBlanca Varela se publicó con un prólogo de Octavio Paz en1959, por la Universidad Veracruzana. El prólogo no sólo fueun “espaldarazo” como lo han comentado algunos, sino quesignificó, como lo han señalado otros, una pauta de interpreta-ción fuerte, un camino marcado para las exégesis posteriores,una ruta muchas veces difícil de desmarcar. Paz sostiene, entreotras cosas, que “nada menos femenino que la poesía de Blan-ca Varela, pero al mismo tiempo, nada más valeroso y mujeril”,planteando uno de los derroteros de la crítica, quizás el menostransitado, esto es, el tema de lo “femenino”, la cuestión delgénero del autor en relación con su producción artística, y lasdiferencias entre una supuestas características de esta poesíasubalterna y femenina con otra “mujeril”. Paz, luego de plan-tear otro par de rutas que retomaremos más adelante, persiste

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en su intención de sacar a Varela de todo espacio “femenino” ode cualquier “subcategoría” para, en un gesto de retruécanoque se puede leer casi como tautología, proponer una salida:“¿Por qué no decir, entonces, que Blanca Varela es, nada más ynada menos, un poeta, un verdadero poeta?”.

A su vez la otra ruta que señala Paz para interpretar la poe-sía de Varela es su genealogía surrealista, no de escuela a lamanera de asumir los postulados de los manifiestos, sino de“estirpe espiritual”, de conexión estética. Sin duda las conexio-nes con el surrealismo también se articulan en torno a ciertostemas, ciertas presencias pictóricas, por ejemplo; hay notoriasconexiones entre la plástica, ciertamente de estirpe surrealista,y las inquietudes que pintores y escultores como Giacometti oDe Chirico despiertan en nuestra autora.

Finalmente, otro de los ejes críticos que propuso Paz en sucomentadísimo prólogo es la idea de una severidad expresivaen los poemas varelianos. Para plantear este rigor poético, queno necesariamente se traduce en una contención lírica puestoque Varela a su vez es autora de poemas largos y frondosos, Pazecha mano de una metáfora que ha sido posteriormente muycitada, comentada y, por supuesto, criticada: “Blanca Varela esuna poeta que no se complace con sus hallazgos ni se embria-ga con su canto. Con el instinto del verdadero poeta, sabecallarse a tiempo.” De esta frase se desprende la idea de quecomo “verdadero poeta” es mejor callarse que excederse en

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Lección de anatomía

Blanca Varela

palabras y que Varela prefiere el silencio que otorga significa-ción al exceso que deviene en sinsentido. Alguna crítica haquerido leer en esta exégesis otra interpretación de la poesíaescrita por mujeres, de la poesía “femenina”, que a veces callacomo “treta del débil”, esto es, como forma perpendicular de

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evitar la dominación, como una manera de decir con el silen-cio. En medio de todas estas interpretaciones vale la penarecordar, a su vez, ese poema corto de Paz, “Las palabras”, queal principio de una serie de imperativos con los cuales describela relación del poeta con las palabras —poeta que a su vez es

Blanca Varela (Lima, 1926) ingresó muy joven a laUniversidad de San Marcos para estudiar letras yeducación, y ahí trabó amistad con importantesintelectuales de la época. En 1949 se radicó en París,donde conoció a Octavio Paz, quien fue determinante ensu carrera literaria y además la conectó con el círculo deintelectuales latinoamericanos y españoles radicados enFrancia. Posteriormente vivió en Florencia y Washingtondonde se dedicó a hacer traducciones y eventualestrabajos periodísticos. […] La sinceridad de suspostulados poéticos se manifiesta en el tono áspero, seco,punzante y a la vez duro que aplica a sus composiciones;sus versos están desprovistos de elementos engañosos yde paliativos. La poeta practica una escritura contenida,retraída, encerrada en su propio secreto, observación queno se basa únicamente en los poemas breves o en laversificación entrecortada y brusca presente en todos suslibros. Si bien es cierto que la poesía de Varela es unapoesía que se forja y construye su “lugar del canto”, comodiría Valente, al margen de modas, grupos y generaciones,tiene sus hermanos espirituales en el continenteamericano y en España: Emilio Adolfo Westphalen, CésarMoro, José Lezama Lima, Octavio Paz, José ManuelArango, José Ángel Valente, Antonio Gamoneda, poetasque comparten la visión de una poesía que transciende lainstrumentalización inmediata del lenguaje y hacen de lapalabra una forma de descubrir, conocer y revelar larealidad individual y colectiva. (VMM)

más allá del dolor y del placer la carneinescrutablebalbuceando su lenguaje de sombras y brumososcolores

la carne convertida en paisajeen tierra en tregua en acontecimientoen pan inesperado y en mielen orina en leche en abrasadora sospechaen océanoen animal castigadoen evidencia y en olvido

viendo la carne tan cerrada y distanteme preguntoqué hace allí la vida simulando

el cabello a veces tan cercanoque extravía al ojo en su espesura

las bisagras silenciosas cediendolagrimeando tornasoly esa otra fronda inexploradaen donde el tacto confundeel día con la noche

fresca hermosa muerte a la mitad del lechodonde los miembros mutilados retoñanmientras la lengua gira como una estrella

flor de carne carnívoraentre los dientes de carbón

ah la voz gangosa entrecortada dulcísima delamorsaciándote saciándose saboreando el ciegobocado

los mondos los frágiles huesecillos del amorese fracaso ese hambreesa tristeza futuracomo el cielo de una jaula

la tierra girala carne permanececambia el paisajelas horas se deshojan

es el mismo río que se aleja o se acercatedioso espejo con la misma gastada luna deyesoque se esponja hasta llenar el horizontecon su roñosa palidez

merodean las bestias del amor en esa ruinaflorece la gangrena del amortodavía se agitan las tenazas elásticaslos pliegues insondables latenreino de ventosas nacaradasosario de mínimos pájaros

primavera de suaves gusanos agrioscomo la bilis materna

más allá del dolor y del placerla negra estirpeel rojo prestigiola mortal victoria de la carne

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a uurtxtr

encarnado por un buey, un toro, un gallo galante y un cocine-ro—, es decir, por un autor varón y su relación tensa y dese-quilibrada con el lenguaje y la escritura— suelta en un parén-tesis el famoso “(chillen, putas)”. Extraño vínculo del poeta“gallo galante” que debe provocar y coger del rabo a las putaspalabras para que chillen y esta otra concepción del trabajo conel lenguaje: la mujer que deviene en verdadero poeta aprendea callarse a tiempo.

Años después de la publicación de Ese puerto existe, algunospocos críticos leyeron y comentaron la poesía de Blanca Vare-la con mayor profundidad que las simples reseñas periodísticas,aunque es preciso mencionar que la reseña de Canto villano deRicardo González Vigil, en 1976, es unabuena excepción; estos primeros ensayoscríticos son textos fundacionales quesignificaron, para quienes vinimos des-pués, puertas de entrada a la recepciónde una poesía compleja, abstracta, apa-rentemente fácil pero de significacionesmúltiples, densa y, a veces, oscura. Estostextos son los trabajos pioneros de JoséMiguel Oviedo, Roberto Paoli, Ana María Gazzolo, JamesHiggins, Abelardo Oquendo, David Sobrevilla, AméricoFerrari, Reynaldo Jiménez y Adolfo Castañón. A su vez, elpoeta Javier Sologuren, miembro de la llamada Generación del50, publicó una antología de la poesía de Blanca Varela titula-da Camino a Babel en las ediciones populares que fomentaba laMunicipalidad de Lima bajo el régimen de Alfonso Barrantes.El libro significó la difusión a nivel popular de una autora que,en ese entonces, comienzos de la dura década de los ochenta,empezaba a considerarse como una poeta “de culto” entre lospoetas jóvenes y los estudiantes de literatura.

Desde finales de los años setenta y durante toda la década delos ochenta, Blanca Varela calló por muchos años. Su parque-dad poética se trastocó además en parquedad social: durante ladécada de los setenta se dedicó trabajar como comentarista delibros en revistas como Amaru y como crítica de cine bajo elseudónimo Cosme en las páginas de La Prensa, sin participaractivamente de la vida literaria limeña. A pesar de su opciónclara por la huida del mundanal ruido de la ciudad letrada, hizoalgunas excepciones y saltó a la palestra limeña para participaren algunos recitales colectivos como el que organizara el recor-dado poeta Cesáreo Martínez en el otrora Instituto CulturalPeruano-Soviético. Fueron a su vez años de trabajo constantecomo directora de la filial peruana del Fondo de Cultura Eco-nómica y como presidenta de la sección peruana del pen Club.Es durante estos años que el crítico y poeta Edgar O’Harapublica una larga entrevista en la revista Debate así como unpoema-homenaje titulado “La diosa blanca de Barranco”.Christine Graves, asimismo, defiende en 1979 en la Universi-dad de San Diego una de las primeras tesis dedicadas a la poé-tica vareliana titulada originalmente en inglés “La poesía deBlanca Varela, un gesto de amor en la oscuridad: estudio críti-co y traducción de Luz de día y Canto villano”.

Durante estos años, y a pesar de la entrega de su poesía reu-nida Canto villano en edición del fce y de algunos poemas“nuevos” que aparecieron como un bonus track de la edición de1986, Blanca Varela apenas volvió a publicar un libro comple-to en 1993 bajo el sello de Jaime Campodónico. Se trata de untexto que, de alguna manera, significó un quiebre con su pro-

El prólogo de PazVarela no sólo fuesino que significó interpretación fuemarcado para las eposteriores, una rudifícil de desmarca

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puesta estética anterior aunque, paradójicamente, no con lapublicada posteriormente durante los primeros años del nuevomilenio. Este libro, Ejercicios materiales, aparecido después de15 años de silencio, planteó el tema de la corporalidad y de lacarne como eje central del texto, en un diálogo siempre tensocon dios (y con Dios). El título evoca directamente a los ejer-cicios espirituales de san Ignacio de Loyola, esto es, aquellapráctica de rigor espiritual que lleva hacia el discernimiento yel control del mal espíritu, sólo que en versión laica, agnósticay, de alguna manera, blasfema.

Con la publicación en 1997 del homenaje de la revista Casade Cartón, se difunde nuevo material sobre nuestra autora, así

como una larga entrevista, realizada porRosina Valcárcel, en la que expresa porprimera vez una interpretación personalde su relación con los “valses”, con lamúsica criolla, con la formación criollaen la primera infancia, así como su rup-tura con esta tradición al emprender suviaje a Europa y su encuentro con lamodernidad literaria y con la filosofía

existencialista (sobre todo con las dos Simone, Weil y de Bea-vouir). En esta revista aparece por primera vez el artículo deEsther Castañeda y Elizabeth Togushi sobre la genealogíafemenina de Blanca Varela, genealogía que no sólo se remontaa su madre, Esmeralda González (que bajo el seudónimo Sera-fina Quinteras escribió varios valses criollos), sino también a suabuela, Delia Castro, y a su bisabuela, Manuela Antonia Már-quez, una estirpe de mujeres periodistas, intelectuales, libre-pensadoras y, sobre todo, trabajadoras convencidas del valor dela palabra.

Aunque en 1993 la editorial española Icaria había publicadouna antología de poemas de Blanca Varela con prólogo deJonio Gonzáles, es apenas en 1998, con la antología publicadapor Visor, Como dios en la nada (1949-1998), que Blanca Varelaingresa al mundo editorial de España. Al año siguiente, bajo elsello valenciano Pre-Textos, se edita un nuevo poemario deVarela, Concierto animal, y en los albores del nuevo siglo, la edi-torial catalana Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores lanzaDonde todo termina abre las alas. Poesía reunida (1949-2000), quereúne en un solo y hermoso volumen toda la producción poé-tica de Varela hasta la fecha, incluyendo el conjunto inédito Elfalso teclado. Esta edición consta además de un esclarecedorprólogo, “Blanca Varela: la poesía como conquista del silen-cio”, de Adolfo Castañón, y con el singular epílogo “Hablo conBlanca Varela”, a cargo del poeta español Antonio Gamoneda,donde éste establece una suerte de lectura dialogada con variosde los poemas emblemáticos de Varela.

En la última década, la más bien parca producción de Vare-la se ha visto ampliada con tres nuevos conjuntos, El libro debarro, Concierto animal y El falso teclado, que nos muestran a unaescritora en pleno dominio de sus recursos, ahondando, con elrigor verbal y la densidad conceptual que la caracterizan, en losque podrían considerarse los motivos centrales de su poética apartir de Ejercicios materiales: el cuerpo como espacio para lagestación (cuerpo materno) y el deterioro; la conciencia res-pecto a la contingencia del ser y la consecuente imprecación ala divinidad (o a su ausencia); la muerte, incesantemente des-crita, enfrentada y hasta engalanada con una actitud despiada-damente lúcida y serenamente resignada a un tiempo.

l primer libro den “espaldarazo”na pauta dee, un caminoégesisa muchas veces

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La obra de Varela obtuvo un importante reconocimiento alotorgársele en el año 2001, en México, el Premio Internacio-nal de Poesía y Ensayo que lleva justamente el nombre de suamigo y mentor, Octavio Paz, en virtud de una trayectoria que,por su intensidad y su belleza, la colocacomo una de las voces fundamentales dela lírica hispanoamericana contemporá-nea. Esta presencia no sólo imprescindi-ble sino incluso rectora en el ámbitopoético, se evidencia también en la par-ticipación de Varela, al lado de los espa-ñoles José Ángel Valente y Andrés Sán-chez Robayna, así como del uruguayoEduardo Milán, en la configuración de Las ínsulas extrañas,polémica antología publicada por Galaxia Gutenberg-Círculode Lectores en el año 2000, que constituye un muestrario esen-cial de la poesía escrita en español en la segunda mitad del sigloxx.

El título de este artículo, como el del volumen que descri-bimos al comienzo de estas líneas —cuyo prólogo hemos adap-

Camino a Babel sia nivel popular decomienzos de los empezaba a consipoeta “de culto” ejóvenes y los estuliteratura

La palabra incandescente dJosé Miguel Oviedo

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tado para esta ocasión— lo hemos tomado, valga la explica-ción, de un poema de Varela incluido en su conjunto Valses yotras falsas confesiones; pues nos pareció idóneo para resumir, enuna imagen poética, varias cosas: en primer lugar, la parquedad

editorial y pública de la autora, su voca-ción por mantenerse oculta, cuando nodistante, siempre al margen de grupos yetiquetas literarias; en segundo lugar,esta frase condensa la tremenda comple-jidad del universo poético de Varela, quejamás le ofrece al lector claves evidentesni placenteras respuestas, sino que loinvita, con despiadada lucidez, a caminar

sobre esa línea de mortal equilibrio que es su poesía, siempreáspera porque tierna, siempre discreta porque reveladora,siempre descarnadamente sincera y sabia. Confiamos en quelos artículos reunidos en Nadie sabe mis cosas nos permitirán porfin conocer, o al menos indagar, intuir y señalar, algunos de losenigmas fundamentales que sostienen la espléndida y singularescritura poética de Blanca Varela.

ificó la difusiónna autora que, a

ños ochenta,rarse como unatre los poetasantes de

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Marginal por decisión propia, francófono por adopción yatormentado artista plástico por necesidad, César Morosigue siendo un misterio en la poesía peruana. En estabreve semblanza, el fecundo y certero autor de cuatropersonalísimos tomos de Historia de la literaturahispanoamericana extrae la médula vital del surrealista más auténtico de la lírica de nuestro continente

Para A. B.

Posiblemente la frase más famosa que escribió César Moro(seudónimo de Alfredo Quíspez Asín, nacido en 1903 y muer-to en 1956) es el comienzo de la que usó para datar su últimopoema escrito en español: “Lima la horrible, julio o agosto de1949”. Esta implacable condenación de la ciudad que lo vionacer ha quedado para siempre asociadaa Moro como expresión del angustiosoestado de aislamiento y rechazo en elque vivió y en el que produjo una obraliteraria y plástica que es, por variasrazones, excepcional. Moro es una deesas extrañas y radiantes figuras que cru-zan por la literatura como una estrellafugaz por el firmamento: pasan una solavez y se incendian en su propia luz.

Fue, en verdad, un poeta incandescente, tanto por su acti-tud vital como por lo que escribió, pintó o dibujó. En su tiem-po, gran parte de su obra permaneció desconocida u “oculta”,como le habría gustado llamarla a André Breton: primero por-

Esa pasión era el ainsurrecto, de un del demonio, de uque usó la poesía envuelta en llamassalvación y destrufuego en la que semismo

que Moro prefería actuar de manera clandestina, pero sobretodo porque la mayoría de lo poco que publicó en vida estabaescrito en francés —lengua que adquirió y cultivó con un rarovirtuosismo—, quizá para aislarse más de un medio que detes-taba por su mediocridad e hipocresía. Cuando murió, sólohabía publicado en México y Lima tres libros o cuadernos depoesía en esa lengua. El hecho de que su obra francesa sea másextensa que la escrita en nuestro idioma plantea una difícilcuestión: ¿es Moro realmente un poeta hispanoamericano? ¿Oes un poeta francés que por casualidad nació en el Perú? Qui-zás el dilema pueda resolverse diciendo que fue sobre todo unpoeta surrealista, cuya verdadera patria era el lenguaje interna-cional de esa estética.

Moro vivió en un perpetuo exilio espiritual y lingüístico (alo que se sumó la marginalidad asociada a su homosexualidad),aun en los años que pasó en Lima, entre sus productivas tem-

poradas en París y México, antes de suregreso definitivo. Los dos volúmenespor los que es conocido en nuestroámbito son recopilaciones póstumas,debidas a la devoción de André de suamigo Coyné, que las publicó por pri-mera vez en Lima, en ediciones limita-das y hoy inhallables: los poemas de Latortuga ecuestre y Los anteojos de azufre(ambos de 1958), que reúne sus páginas

de ensayo, crítica y diatriba. Es un caso ejemplar de escritormarginal o “extraterritorial”, para usar la expresión de Geor-ge Steiner, pues asumió del modo más absoluto y febril la mís-tica y los códigos verbales del surrealismo. Esa adhesión fue

a terrible de unnto enamoradofrancotiradormo un armara una vía de

ión, una ola demolaba él

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Un amor absoluto

Ricardo González Vigil

directa gracias a su viaje a París en 1925, donde vivió hasta1933, es decir los años clave del movimiento, con el que entróen contacto tras el cisma de 1929 y en cuyas actividades parti-cipó intensamente. Tuvo amistad con Breton, colaboró en larevista Le Surréalisme au Service de la Révolution y expuso engalerías de París y Bruselas asociadas a esa corriente. En 1935,ya de vuelta en Lima, encabeza una agresiva polémica contraHuidobro, que culmina al año siguiente con el feroz panfletotitulado Vicente Huidobro o el obispo embotellado, que firma conEmilio Adolfo Westphalen y Rafael Méndez Dorich; el mismoaño organiza la Primera Exposición Surrealista en AméricaLatina. En 1938, marcha en autoexilio a México, donde pasa-ría diez años también muy activos. Allí se relaciona con elgrupo de los Contemporáneos (Xavier Villaurrutia, JoséGorostiza y otros), con la revista El Hijo Pródigo y escribe lospoemas de La tortuga ecuestre. Se reencuentra con Bretondurante el célebre viaje de éste a México en 1938 y colaboracon él el pintor Wolfgang Paalen en la gran Exposición Inter-nacional del Surrealismo, de 1940, mientras sigue escribiendopoesía en francés, como lo prueban los poemas que redactaentre 1944 y 1946, a los que puso un título casi idéntico al deuno de los poemas centrales de Octavio Paz: Pierre des soleils.En 1944, disgustado por ciertas posiciones y estrategias adop-tadas por Breton, se aparta del grupo surrealista y de su “orto-doxia”, pero no renuncia a su espíritu y propuestas esenciales,que sigue defendiendo con ardor radical, como puede verse enlos textos que publica en la notable revista limeña Las Mora-das, dirigida por Westphalen, y en los dibujos y collages quedejó inéditos a su muerte.

Aun si dejamos de lado su poesía francesa (ahora ya conoci-da en nuestra lengua) y nos concentramos en la recopilada enLa tortuga ecuestre, encontraremos razones suficientes paradeclarar que Moro es uno de los más grandes y auténticos poe-tas surrealistas que Hispanoamérica haya producido. Al leerlo,lo primero que se advierte es que escribió en un estado de per-manente exaltación, que su alta pasión es explosiva e incle-mente en sus amores y sus odios. Esa pasión era el arma terri-ble de un insurrecto, de un santo enamorado del demonio, deun francotirador que usó la poesía como un arma envuelta enllamas: era una vía de salvación y destrucción, una ola de fuegoen la que se inmolaba él mismo. Fue un visionario y un intran-sigente, dispuesto a realizar a cualquier precio el sueño surre-alista de hacer de esta vida algo distinto, algo verdaderamentehumano. El carácter combustible de su palabra deriva de sulúcida conciencia del poder disidente que la poesía debe tener,como un exasperado acto de legítima defensa.

El tema dominante (quizás el único) de toda su poesía es elamor, que eleva la temperatura de sus imágenes y hace de ellasdeflagraciones o estallidos que dan origen a revelaciones des-lumbrantes “Con tu cabellera de centellas negras / Con tucuerpo rabioso e indomable / Con tu aliento de piedra húme-da / Con tu cabeza de cristal / Con tus orejas de adormidera.”Lo notable es que estas formas del delirio no son difusas, sinode una perturbadora precisión visual, cuya violencia transgre-sora nos hace pensar en Buñuel o en Dalí: “una cabellera des-nuda flameante en la noche al mediodía en el sitio en el queinvariablemente escupo cuando se aproxima el Angelus”.Mundo erótico, maravilloso y alucinado el suyo, en el que cadapalabra parece escrita con la urgencia del que quiere escapar deuna realidad hostil, asfixiante y despreciable.

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Nuevamente Miguel Gutiérrez (Piura, 1940) nos entre-ga una novela excepcional que lo confirma como uno delos narradores hispanoamericanos más formidables de lasúltimas décadas: El mundo sin Xóchitl (Lima, fce, 2001).Dotado de un gran registro creador, versátil en temas yrecursos, así como en niveles narrativos, desde el realista(dominante en El viejo saurio se retira y Hombres de cami-nos) y el real-maravilloso (patente en La destrucción delreino) hasta el fantástico (Babel, el paraíso) y el de teoriza-ción sobre una novela posible (Poderes secretos), Gutiérrezpuede tener tramas de espesor totalizante: La violencia deltiempo y, ahora, El mundo sin Xóchitl.

El núcleo de esta novela es el amor incestuoso entredos hermanos. Con acertada matización presenta variasrelaciones amorosas en las que participan el padre, lamadre, la primera esposa del padre, las mujeres que ama-ron al padre sin conquistarlo, la negra Artemisa, el señorDunbar, inclusive el gato Don Pascuale, etcétera; todasellas marcadas por la falta de correspondencia afectiva yla incomprensión, cuando no la falsedad y el enmascara-miento. En contraste, los hermanos Xóchitl y Wenceslaose aman y comprenden a cabalidad: las “afinidades elec-tivas” llevadas al grado máximo de “almas gemelas”(Xóchitl lamenta no haber nacido junto con Wenceslao,géminis), encarnando “el absoluto del amor que acaso,como soñaron ellos, sólo a los hermanos les es dadomerecer”. Entre los dos no hay barreras; las imponen lasconvenciones sociales que ellos transgreden con astutajovialidad pero trágicas consecuencias.

A diferencia del sentimiento de culpa de los hermanosincestuosos de Pedro Páramo de Rulfo y El sonido y la furia(donde también hay un hermano tarado) de Faulkner, lapareja de El mundo sin Xóchitl, más erotizada (hasta sen-tir celos por cualquier persona, sin excluir a la madremuerta) que la pareja incestuosa de El hombre sin atribu-tos de Musil, juzga que el amor no puede ser jamás algomalo, cuanto más si brota de la comunión integral entredos seres. No faltan alusiones al incesto en la mitologíagriega, los héroes civilizadores (tipo Manco Cápac yMama Ocllo) y los linajes imperiales (incas, faraones,etcétera). De otro lado, el odio al padre reconoce arque-tipos en Edipo y en Electra (ésta en complicidad soterra-damente incestuosa con Orestes, a quien gobierna comoXóchitl a Wenceslao), y en Los hermanos Karamazov deDostoievksi.

El marco social e histórico está retratado con intensi-dad y sutileza: una casona de terratenientes piuranos endecadencia, el esteticismo de la literatura de esos años(Anatole France, Valle Inclán, etcétera), el sentimentalis-mo exacerbado de las óperas, las fascinación por la nochey lo prohibido, finalmente, el paisaje en sequía y la pestefatal.

Publicado en El Comercio, 20-ix-2001

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Sobre juguetes y tesorosVíctor Manuel Mendiola

Hemos tomado estas líneas,atinadamente polémicas, del prólogo a La mitad del cuerposonríe. Antología de poesía peruanacontemporánea, cuya selección y notas también estuvieron a cargo del director de El Tucán de Virginia,una de las editoriales de poesía más persistentes y rigurosas denuestro país

i

En las conversaciones menudas, siempreme sorprende oír a los poetas peruanoso chilenos de las nuevas generacionesdecir: “en América, la gran poesíamoderna de nuestra lengua ha sidoescrita en Perú o en Chile. Jorge LuisBorges (1899-1986) no es un poeta, esun gran narrador; Octavio Paz (1914-1998) tampoco es un poeta, es un granensayista.” Le rinden culto a los poetasde su tierra, de su círculo mágico, parano rendirle culto a los poetas que estánfuera del originario espejo natal. Perocada quien se mira desde su vanidad.Para los poetas mexicanos, Octavio Pazes un gran poeta como Jorge Luis Bor-ges. ¿Cómo ven los mexicanos a CésarVallejo (1892-1938), Pablo Neruda(1904-1973) y Vicente Huidobro (1893-1948), o en otro contexto a José LezamaLima (1910-1976)? Como referencias dela poesía mexicana, es decir, los vendesde una arrogancia acotada y glotona.

ii

En general podríamos decir que historiade la lírica hispanoamericana del sigloxx ya ha sido escrita casi por completo.La obra analítica de Guillermo Sucre ySaúl Yurkievich, o las historias literariasde José-Miguel Oviedo o de Gustav Sie-benmann, o las antologías poéticas deJuan Gustavo Cobo Borda y Julio Orte-ga, son una muestra de este trabajo deentendimiento y memorización. Sinembargo, si nos atreviéramos a poner enmarcha una nueva suspicacia crítica, silográramos liberarnos de la opiniónestablecida por la inercia de los intereses

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literarios y académicos, podríamos atre-vernos a pensar que están por escribirselas vicisitudes y el sentido y sin sentidode esta poesía.

Hay muchas cosas que han sido acep-tadas sin oponer resistencia.

El papel de la crítica ha sido legalizar,sobre todo en la segunda mitad del sigloxx, una visión dominante, descifrando ycodificando un estilo aceptado; un estiloque rompió con el modernismo, esdecir, con nuestro simbolismo, y querepresentaba —con o sin manifiestos yprogramas— un desgarramiento, un ata-que a los valores estéticos decimonóni-cos. De este modo, la reflexión se ocupó—y sigue ocupándose— de reimpulsarteóricamente lo que ocurría y ocurre enla práctica:

1] reafirmar el canon de la figurasfundamentales de la ruptura;

2] insistir en los libros centrales de lanueva estética;

3] redundar en lo que está bien y enlo que está mal en la operación del dis-curso poético moderno;

4] igualar (para deshacerse de lasdiferencias incómodas) a autores disím-bolos y hasta contradictorios, y

5] consolidar el orden de las prefe-rencias y las fobias.

No se trataba de conocer, sino dereconocer. La crítica ha jugado, en unrealismo inconfeso, a la teoría del refle-jo. Son muy raras las opiniones o losensayos donde se pongan en cuestiónaspectos dudosos ya no digamos de lasgrandes figuras, de “los fundadores” —como los llamó Yurkievich—, sino desus epígonos. Se habla de Neruda, Hui-dobro, Lezama y Vallejo, Paz y Borges ode sus continuadores como si fueranfiguras que hay que incensar permanen-

La poesía ha llegado a un sitiodonde lectores y escritores estáncomo perdidos y no acaban deentender el sentido tanto de sulectura como de su escritura. En unaparte de la poesía de los fundadorespodemos observar el vago estilofantasioso dominante

temente y como si escribir al margen ocontra ellos significara incurrir en unerror. Levantarse contra la poesía, con-tra esa poesía, es un acto inadmisible queparece en el mejor de casos una bravatajuvenil y en el peor una vuelta al pasado,como si reconstruir el tiempo ido de unaescritura fuera imposible.

La mayor parte de la crítica es unainsistencia innecesaria en legitimar loque está muy bien legitimado; ya que ellector, especializado o no, ha asumidocomo un orden de lectura los libros delos “fundadores” y los poetas continua-dores tiene como paradigma la escriturade éstos.

Sin embargo, una de las razones fun-damentales del estado de postración dela poesía hispanoamericana actual pro-viene del gesto petrificado, y convertidoen máscara ritual, de aquellos autoresoriginales. Esta postración se incubó enellos; ellos nos hicieron ir hacia un lugarintenso y prometedor, pero ahora noshacen ir hacia una extensión saturada derepeticiones e innecesaria. La poesía hallegado, como dicen de manera rebusca-da algunos críticos, a un no lugar, a unsitio donde lectores y escritores estáncomo perdidos y no acaban de entenderel sentido tanto de su lectura como de suescritura. En una parte de la poesía delos fundadores podemos observar elvago estilo fantasioso dominante.

Un estilo entre querer decir todo yno querer decir nada, entre liberar laimaginación y soñar con un lenguajeimposible que no llega nunca, entreescapar del sentido y destruirlo ha trans-formado a la poesía en un “objeto, en unartefacto verbal” que suena hueco y quede hecho está vacío, bien vacío. El artede imaginación de estos autores que enrealidad era un arte de negación ha deja-do de oponerse y, por tanto, ha cesado lalibertad de las imágenes y de las pala-bras. Es claro que ya no es suficiente ilu-minar el despedazamiento del mundo ode la realidad con un discurso sobre lofragmentado y la proliferación a lamanera de Neruda o de Lezama; tampo-co parece suficiente señalar el reblande-cimiento de las formas en la modernidad

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con la exaltación de una dislalia lírica enel estilo del mejor poema de Huidobro;ni es interesante sustraer lo lógico en unilogicismo como hizo Vallejo en la partemás radical de su obra. Y tampoco satis-face oponer “lo no poético” a “lo poéti-co”, como de alguna forma propuso laantipoesía con Nicanor Parra (1914).

El cansancio que ha invadido a lapoesía y el evidente desinterés quemuestra el lector común por este géne-ro, como se puede ver en lo reducido delos tirajes de esta clase de libros, planteavarias preguntas: ¿El poema perdió sufuente de energía original? ¿Está enpeligro de extinción la poesía? ¿La prosa

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Puertas de la mente

Julio Ortega

o la narrativa son el lenguaje de nuestrotiempo? ¿Para sobrevivir debe asumir lapoesía valores distintos a los que la hancaracterizado? Quizá debemos dar dospasos hacia adelante o dos pasos haciaatrás para mirar desde la negación denuestro presente, para mirar con simpa-tía lo que fobias y manías heredadas noshicieron rechazar. Quizá sólo baste condevolverle a la poesía lo que la propiapoesía expulso de sí misma, es decir,todo lo que volvía a un poema unpoema: el verso, las fuerzas dramáticas,el cuento que canta, la arquitectura, laconvivencia de lo lógico con lo mágico y,como dijo Darío, la música de las ideas.

En esa perspectiva no sólo podríamosrevalorar lo que una “crítica del cam-bio”, pero consagratoria, nos exigió des-valorar (por ejemplo, la importanciade lo no proliferante en Neruda, el“modernismo” de Vallejo o el clasicismode Lezama), o ver ciertos libros y hechosliterarios (Los heraldos negros, Mi Darío oCanciones para cantar en los tranvías o elfenómeno del grupo de Contemporáne-os en México) como la prefiguración delposmodernismo, o colocar a la altura delos fundadores a otros poetas (RobertoJuarroz [1925-1995], Ulalume Gonzálezde León [1934] o Severo Sarduy [1937-1993]) menos venerados, pero con unagran originalidad no sólo indiscutiblesino enorme. Asimismo, desde esta pers-pectiva tal vez podríamos descubrir enlos poetas de fin o de principio de siglolas voces que representan la vida nuevade la poesía y una contestación a unaescritura medio muerta. Y sobre todo,tal vez podríamos de este modo encon-trarnos, más que con la idea de los poe-tas, con los textos increíbles que hansido escritos en los últimos años.

iii

El culto al Poeta y el culto a la Poéticano deja ver los poemas, no permite dis-tinguir entre los malos poemas de poetas“distinguidos” y los buenos poemas depoetas “no distinguidos”. Todavía más:tampoco nos deja mirar con claridad alinterior de la obra de un gran autordonde se desarrolla una dialéctica extra-ña entre las composiciones “discutibles”y las “indiscutibles”, y donde ocurre unefecto insólito, pero esencial: el poemadentro del poema y la poesía en segun-dos. La veneración a la sombra delGigante uniformiza la lectura de com-prensión. Todo es memorable porque eshechura del Gigante Perfecto. El lectoridolatra al autor no al poema. Asimismo,juzgar un poema por su filiación a unaespecie de doctrina, esotérica o técnica,pone de manifiesto que no importa laforma ni el significado de la escritura,sino su correspondencia con un “arque-tipo”. El culto a la poética es más enga-ñoso que el culto a la personalidad. Bajoel manto de la crítica se esconde unaadoración revestida de análisis clínico. Sila apoteosis del poeta es una conducta delectores ingenuos deslumbrados, la fas-cinación por la poética es un amanera-miento de maestros o una estrategia de

Julio Ortega (Lima, 1942) publicó su primer libro de poemas cuando eraestudiante del programa del doctorado de la Universidad Católica, en Lima.De este reino (1964) fue recibido con interés por la crítica limeña, quesaludó la reflexión interior de ese cuaderno. Rituales (1968) es el libro queculmina esa etapa de exploración formal y vivencial; después de un largosilencio, publica La vida emotiva (2000) y acaba de concluir otra serie, aúninédita: Definiciones. Ortega pertenece a lo que se dio en conocer como laGeneración del 60, representada en la antología de Leónidas Cevallos Losnuevos (1966), caracterizada por su apertura a la exploración textual,contemporaneidad y conciencia formal. Más conocido como críticoliterario, profesor universitario —es profesor de literatura latinoamericanaen la Brown University desde 1989— y divulgador activo de las nuevasletras latinoamericanas, Ortega se considera un poeta reluctante pero fiel,para quien la poesía sigue siendo, entre todos los géneros, el centrocreativo. (VVM)

Ninguna palabra me basta De pie bajo el arco irisComo un animal antiguo ante su padre Herido por la gratuita belleza Acuática y latente de la sangreQue ilumina el círculo arcaico De la boca, todo el vacío De que estamos hechos, tenueEs el dios que bajaCon plumas de aire mojadoY flores de agua tiernaQue bebo como el llantoDe mi bautizo terrestre, mudoCuando ningún nombre bastaCuando a mi lado tú señalas La puerta instantáneaPor donde pasamos de tu vida A la mía,Hijos de esta alegría Iridiscente

laGaceta 19

poetas que requieren de un discurso deapoyo para legitimar su “hermetismo” opara hacer decir al poema lo que elpoema no alcanza a decir por sí solo. Elpoeta es un crítico, pero es un crítico enel agua, es decir, en el poema. Cuando elgran poeta mexicano Ramón LópezVelarde (1888-1921), al hablar de Leo-poldo Lugones (1874-1938), dijo:“Quien sea incapaz de tomarse el pulsoa sí mismo no pasará de bosquejar pro-sas de pamplina y versos de cáscara”,daba por sobreentendido que el pulsodel poeta y del escritor está en sus letras,en sus sílabas, en sus líneas, en los signi-ficados de sus poemas y de sus textos.Por eso, López Velarde había afirmado:“El sistema poético hase convertido ensistema crítico.” El culto a la personali-dad y el culto a la poética nos impidenver lo que ocurre fuera de la corriente,del estilo en boga y, sobre todo, de esazona donde todo es coincidencia y com-plicidad. Poner a un lado el culto a lapersonalidad y el culto clínico de “lapoética” nos vuelve aptos para leer elpoema.

iv

En el caso peruano, el canon de lamodernidad, el orden de las figuras deculto, prácticamente nadie lo pone a dis-cusión. La estética y los autores son unareferencia inevitable. De entrada nostopamos con la acción “verbal” de Valle-jo o, como dijo José María Arguedas,“en el principio era Vallejo”. Mito deuna nueva época. Inmediatamente des-pués se encuentran bajo el signo de lospoderes de la imaginación César Moro(1904-1956), Carlos Oquendo de Amat(1905-1936), Martín Adán (1908-1985),Emilio Adolfo Westphalen (1911-2001),Jorge Eduardo Eielson (1921), JavierSologuren (1922), Blanca Varela (1926)y Carlos Germán Belli (1927). Si vemoslas cosas desde el punto de vista de unlector de poesía hispanoamericana, deun lector ajeno a la vida literaria perua-na, descubrimos que a este grupo sólo sehan integrado en los últimos tiemposdos autores más: Antonio Cisneros(1942), con un lirismo llano y desmitifi-cador, cercano a la antipoesía, y RodolfoHinostroza (1941), con un lenguaje endispersión, contestatario y colmado desentido.

En este canon ¿cuáles son los valoresfundamentales? En primer lugar está la

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idea de que el texto fundador de Vallejoes Trilce. En cambio, nos damos cuentade que Los heraldos negros, aceptando sugenio, es considerado como un librolleno de “reminiscencias”, prometedorpero con un pie en el pasado; en segun-do lugar, encontramos la certeza de quelos poemas en francés de Moro y 5metros de poemas de Oquendo de Amatson una aportación a la vanguardia (aquítambién podría incluirse a Xavier Abril[1905-1990]); en tercer lugar, hallamosla convicción de que en casi todos estospoetas la autonomía verbal y la imagina-ción representan la mejor parte; en cuar-to lugar, corroboramos el rechazo casiprogramático al modernismo, y en quin-to lugar, advertimos la sensación fuertede que la poesía peruana ocupa un lugarcentral en la poesía hispanoamericana.[…]

La poesía peruana ha desarrollado ensus figuras más sobresalientes una poesíade la imaginación suelta, con sorpresaspero sinuosa y vaga, que no esconde otracosa que efusiones sentimentales; peroen la otra orilla ha creado una poesíaáspera, muchísimo más interesante, por-que plantea un drama verdadero, pero almismo tiempo produce una especula-ción, un reflejo mental, que nos pinchacuando leemos. […]

vii

La comparación de la poesía peruanacon la poesía mexicana permite ver algu-nas diferencias. En primer lugar, mien-tras la primera optó en general por elcamino de una modernidad más pura,radical, la segunda tomó una direcciónmás controlada, “híbrida”. En la poesíamexicana, la modernidad se equilibracon la tradición. En segundo lugar, eldiscurso de la imaginario (bajo la formasurrealista o incluso creacionista) domi-nó de una manera más pronunciada en la

poesía peruana que en la mexicana. Enesta última, el registro clásico tiene másgravedad. El efecto de sor Juana Inés dela Cruz, en particular de su poema Pri-mero sueño, es muy fuerte; se puedeobservar con toda claridad en la poesíade José Gorostiza (1901-1973), en la deOctavio Paz y en la de Gabriel Zaid(1934). Estos tres poetas escribieronpoemas largos (Muerte sin fin, Piedra desol y La fábula de Narciso y Ariadna) conuna hechura compleja y con un altogrado de formalización. Por otro lado, lapoesía mexicana tuvo que esperar a quese produjera la obra de Marco AntonioMontes de Oca (1932) para que apare-ciera un poeta “sin lastres”, un poetamoderno, “puro”, en la vena de Westp-halen o de Humberto Díaz Casanueva(1907). En tercer lugar, en la poesíaperuana disminuyó la influencia de lapoesía francesa a partir de la generaciónde los sesenta; en cambio, en la líricamexicana hasta hace poco continuabasiendo muy grande la influencia de PaulValery, Guillaume Apollinaire, Saint-John Perse, André Breton, AntoninArtaud, etcétera, no obstante que desdemuy temprano se tradujo en México TheWaste Land y muchos poemas de la poe-sía norteamericana. Y en cuarto lugar, elpeso del habla ha sido menos fuerte enMéxico que en Perú. Ya Xavier Villau-rrutia había señalado la tendencia culte-rana y formal de la poesía mexicana y surechazo de la poesía popular.

Si la poesía peruana coincide en unamedida mayor con la chilena o la argen-tina, la mexicana tiene más semejanzascon la cubana, sobre todo en la líneacontenida de Eugenio Florit (1903-1999) o Gastón Baquero (1918-1997),poetas de la revista Orígenes. La opera-ción lírica que representa Martín Adánes un caso de excepción en la poesíaperuana (Carlos Germán Belli esta liga-do con este gesto), pero esa misma ope-ración en la poesía mexicana no es rara,ya que podemos encontrar a varios poe-tas muy importantes explorando lasposibilidades “modernas” de la tradi-ción. Aunque La mano desasida contrastaen la obra de Adán, no representa sulado más interesante. Es muy probableque en los próximos años los sonetos deLa rosa de la espinela, Mi Darío y Diario depoeta brillarán cada vez más en la poesíahispanoamericana.

En los años sesenta, los poetas perua-nos y los poetas mexicanos se empare-

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detenimiento

Juan Gonzalo Rose

jan. Podemos establecer una ciertacorrespondencia entre los poemas deAntonio Cisneros (1942) y los de JoséEmilio Pacheco (1939) y entre los deRodolfo Hinostroza y los exabruptoseruditos de Gerardo Deniz (1934) y losdesplantes vitales de Homero Aridjis(1940) en poemas como “La tumba deFilidor”. Sin embargo, en los añossiguientes vuelven a separarse. La poesíaperuana pasa del lenguaje coloquial a unlenguaje más duro. Por el contrario, unabuena parte de los poetas mexicanosprofundizan en la imagen y en unaestructura vaga y sinuosa creada a travésde versículos. La nueva poesía peruanaparece estar desarrollando un discursoviolento y antipoético (Carmen Ollé[1947], Roger Santiváñez [1956] o

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Lizardo Cruzado son un ejemplo); lanueva poesía mexicana, una elocuenciabarroca (Gloria Gervitz [1946] o CoralBracho [1951]). Sin embargo, podemosver en una y otra poesía el surgimientode poemas diferentes. Poemas que lejosde la armonía tradicional y que sin olvi-dar las aportaciones de la vanguardia,están creando una nueva lírica donde elverso y la prosa, lo simultáneo y lo line-al, la forma y el conteido, la “poesía dellenguaje” y la “poesía de la experiencia”se mezclan. Ése es el caso en Perú dePimentel, Watanabe, Zapata y Di Paolo.

viii

Los poetas mexicanos sienten una atrac-ción hacia la poesía peruana. Hay edi-

ciones mexicanas de varios de los “jóve-nes” y de la mayor parte de los grandespoetas viejos del Perú (un caso notablees El más hermoso crepúsculo del mundo,antología de Martín Adán preparada porJorge Aguilar Mora [1946] y publicadaen el Fondo de Cultura Económica).Asimismo, en México se han editadoantologías de la nueva lírica de ese país(El bosque de los huesos. Antología de lanueva poesía peruana de José AntonioMazzotti y Miguel Ángel Zapata en Edi-ciones El Tucán de Virginia). Los poetasmexicanos saben que la poesía peruanaguarda una originalidad que no acaba deser revelada. ¿Los poetas peruanosadvertirán que la poesía mexicana tam-bién esconde, como dicen los colombia-nos, un juguete y un tesoro?

El FCE publicó hace unos años el volumen póstumo Las nuevas comarcas, que lleva un prólogo de Mario Vargas Llosa e ilustraciones de Fernando de Szyszlo, las cuales hemos aprovechado para alegraralgunas páginas de esta edición andina de La Gaceta.Miembro de la Generación del 50, Rose es dueño deuna voz íntima y sincera, memoriosa, que fluye lo mismo en la prosa que en el verso libre

¿Ves a ése que cruza sobre un paquebote de colores, con lacamisa abierta, el Gran Lago de Nicaragua? Soy yo, antesque tu pecho soportara mi cabeza de oso ensangrentado.

¿Ves a aquél que en Mazatlán suspira ennegrecido, sinimportarle las brillantes manzanas ribereñas, ni los rostros,ni el arpón de los cactus en las lomas surcadas por cintas devioletas? Soy yo, esta ardilla feliz que se te escurre entre losbrazos y las piernas hasta hacerte sonreír.

¿Ves el gañán que tuvo en una misma noche de Mendoza dosamores y un mate más caliente que el ron, mientras se ibaalejando el vaho de los trenes hacia el alba? También soy yo,el mismo que te espera bajo los portales de San Agustín,impaciente y poseído por un inexplicable aroma de jazmines.

¿Percibes los islotes de plátanos heridos echados a morir,allá en la huelga bananera de Honduras 1955, entre mantasde moscardones ebrios de azúcar y placer, cuando el sol y lafirme voluntad de los hombres era toda la pureza de la tie-rra? Allí estuve con Daniel que sostenía con su guitarra lamandíbula de los amaneceres moribundos. Igual que ahorate sostengo en el lecho de este cuarto, cuando cae tu espe-ranza como un fardo temiblemente azul.

Deseo que comprendas: no soy solamente el que te mojay te deja, el que te persigue y te rechaza sobre aullidos yalmohadones, sino también el que fui, el que estuvo en lascomarcas luminoso y manchado, el peregrino juvenil yapuesto cuya camisa despintaron por igual los excesos delas lunas y las furias de las colmenas volcadas en hotelesdesapacibles; son otros los que en mí te tocan el ánfora delvientre, cuando el desmayo del placer y el vino de la tar-día sensatez nos obliga a pensar en las semillas y en laspodas sangrientas; porque también los vástagos se sientanen tu mesa para verte cómo cambias de colores a la horadel té.

Y te digo todo esto, porque he venido acá para quedarme;porque eras tú lo que buscaba entre las colas de los navíosy entre las altas marañas del Darién. No soy de los queesperan en las gradas de los atrios la picadura del amor;menos aún cuando el esplendor de los anuncios había col-mado las jarras de mi huerta y hasta el chasquido de lospololos en las ventanas me azoraba de impaciencia el cora-zón. Hube de ir a buscarte; a rastrear tu huella de venado;el olor de tu cuerpo, con el cual el estío fermentaba losciruelos de mi abuelo Samuel.

Enciérrame. Protégeme. Y deténme. Deténme. Aquí,ahora, todo es oscuro y silencioso. La sombra ha borradotoda página. Apenas, doblegando los pétalos de vidrio,penetran los rumores apagados de una luz callejera y lahalagadora sospecha del otoño. Aquí, sólo nosotros.Nosotros dos, en nuestra alcoba, mientras Lima tirita bajola neblina y un niño como yo, igual que yo, tal vez yomismo, se echa al hombro sus versos y se escapa hacia elmar.

laGaceta 21

Santa Rosa de Lima y la virgen de GuadalupeRamón Mujica Pinilla

Porque hay paralelismos notables, ypor supuesto no pocas diferencias,entre las principales enseñas religiosasmexicana y peruana, hemos tomadoeste fragmento, aligerándolo deltupido aparato crítico que el lectorinteresado encontrará en el libro, deRosa Limensis: mística, política eiconografía en torno a la patrona deAmérica, un vasto estudio histórico delculto, la persona y la representaciónde la santa limeña, ese símbolofundamental del criollismo

Existe más de un paralelo entre el cultoguadalupano y el rosariano. El primerocomienza por un indio en Tepeyac y esprohibido por considerársele una devo-ción sincrética que confunde a la diosaindígena Tonantzin con la virgen María.Pese a ello, esta veneración se converti-rá en el símbolo acabado del nacionalis-mo mexicano. El segundo se inicia conel milagro de Rosa en su cuna revelado ala criada indígena, aunque es la madrecriolla de la santa quien corrobora que laniña tiene el rostro “trocado” y “echauna Rosa muy linda y en medio de ellayeva a las facciones de sus ojos, boca,nariz y orejas”. Otra versión dada porMaría de Oliva en 1631 indica que elmilagro se habría producido primeroante la mama negra, lo que explicaría latemprana y duradera devoción de losmandingas por la Rosa limeña. Pese aque la Inquisición limeña censuró eltemprano culto a sus reliquias, estadevoción también articuló el incipientecriollismo peruano. No por nada lasautoridades civiles y religiosas limeñas, yel ayuntamiento de la ciudad de Méxicodeclaran respectivamente a santa Rosapatrona de Lima en 1669 y a la virgen deGuadalupe patrona de la ciudad deMéxico en 1737 antes de que el pontífi-ce romano apruebe oficialmente suspatronazgos y les conceda día festivo ymisa propia (comunicación directa deDavid A. Brading).

Guadalupe se aparece como la mujerdel Apocalipsis con la Luna y el dragóninfernal bajo sus pies a fin de extirpar las

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idolatrías indígenas y convertir al Méxi-co de los criollos en el nuevo pueblo ele-gido. Los pensadores criollos vinculabansu aparición con la profecía de Bartolo-mé de Las Casas referente a la “transmi-gración” de la Iglesia a Indias. A su vez,esta profecía era interpretada pormuchos panegiristas guadalupanos a laluz del Apocalipsis nova de 1460 del bie-naventurado beato franciscano Amadeode Portugal (1431-1482). Tal como loadvierte el teólogo jesuita murcianoAndrés Serrano (1655-1711) en su obraLos siete príncipes de los angeles, validos delRey del Cielo, publicada en México en1699 y en Bruselas en 1707, la escatolo-gía inmaculista del Apocalipsis nova fuedifundida desde finales del siglo xvii porel doctor Alonso Alberto de Velasco,“Cvra de la Santa Iglesia CatedralMetropolitana de Mexico, Abogado, yConsultor del Santo Oficio de la Inqui-sicion de esta Nueva-España”. En eltemplo de San Rafael, conocido como lacapilla de la Santa Escuela, en SanMiguel de Allende, México, se conservaun enorme lienzo fechado en 1780 y fir-mado por Juan Baltasar Gómez querepresenta un antiguo retablo dedicadoa la “Beatissima Trinidad”, en el quefiguraban los siete ángeles del Apocalipsis

nova presididos por san Miguel Arcángel¡con el estandarte de la virgen de Gua-dalupe en la mano!

Asimismo Rosa al nacer también esconcebida como la “Aurora de Indias”,un título mariano, y al morir es transfi-gurada en la virgen imperial Astrea, laVirgo in Sole, la inmaculada del criollis-mo arequipeño que pone fin a la idola-tría indígena. Una de las visiones de lasanta —la de Cristo como maestro decantería que dirige un obraje de mujereslaicas que cortan las piedras fundaciona-les de una nueva iglesia criolla— prefi-gura el cumplimiento de la profecía las-casista referente al traslado de la iglesiaa Indias. Esto daría pie a que el doctorJuan del Castillo, tan familiarizado conlas ideas milenaristas de Joaquín deFiore y del Apocalipsis nova, viera en Rosa“una muy gran figura del mismo Chris-to”. En sus visiones premonitorias delApocalipsis, Del Castillo asegura que lasanta cumplía una función redentorapara la América toda. Ella era la florprofética que nacía de la vara de Jesé.Curiosamente, mientras que Guadalupese aparece en México “acompañada demuchos espíritus celestiales, cuya musi-ca armoniosa le pareció al Indio […] deavecillas que cantaban con dulzura en lacumbre del cerrillo y que trajeron lasrosas”, tras la muerte de Rosa en el Perú,santo Domingo también se le aparece almédico rodeado “de un grandissimonumero de paxaritos [cantores] como jil-gueros [que] se convierten de repente enangelitos” que giran y danzan alrededordel santo.

En su tercera aparición, la virgen deGuadalupe le ordena al indio JuanDiego (1474-1548) que suba al cerro deTepeyac y corte y recoja las flores queallí encontrase. Juan Diego llena sutilma —capa de ayate— de rosas y se laslleva al obispo franciscano Juan deZumárraga. Al extender y abrir sumanto, la imagen de la virgen y de lasrosas habían quedado milagrosamenteimpresas en su capa. Algunos sermonesmexicanos del siglo xviii publicados porDavid A. Brading interpretan este mila-gro como la nueva o segunda Encarna-

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ción del Verbo: la capa de ayate de JuanDiego representaba a los indianos y lavirgen al Verbo en la mente de Dios. ARosa también se le aparece la virgen delRosario y ésta le solicita que recoja lasrosas que milagrosamente habían apare-cido sobre el suelo de su celda. El NiñoJesús le pide que le entregue una de ellasy al recibirla nombra a esta santa comosu esposa predilecta. Algunos panegiris-tas de Rosa interpretan este “desposoriomístico” como una segunda Encarna-ción del Verbo en la que ella suplanta alpueblo indiano.

Por el rol simbólico de las rosas deCastilla en las mariofanías guadalupa-nas, a finales del siglo xvii algunos ser-mones españoles intentan demostrarque el culto a la virgen de Guadalupe esmás propio de España que de Indias,pero, tanto en México como en el Perú,la virgen y la santa serán descritas comorosas criollas. Por otro lado, la rivalidadentre el patrocinio rosariano y el guada-lupano en México se evidenció en algu-nas obras histórico-panegíricas a la vir-gen del Tepeyac como en el Escudo deArmas de México (1746) que Cayetano deCabrera y Quintero escribiera a solici-tud de Juan Antonio de Vizarrón yEguiarreta, arzobispo de México (1730-1747) y virrey de Nueva España (1734-1740). Cabrera cita la afirmación quehace el jesuita Cristóbal de Mirallessobre santa Rosa cuando la llama segun-da imagen o lienzo de Guadalupe pero,para argumentar que si bien el milagrode la rosa en la cuna duró poco tiempo,tras más de 200 años las rosas de Guada-lupe seguían impresas en el ayate deJuan Diego.

Este piadoso antagonismo entreambos cultos era explicable. Antes deque Guadalupe se convirtiese en elemblema nacional mexicano por exce-lencia, Rosa fue el blasón y la banderadel criollismo novohispano. Elisa VargasLugo comenta:

Al parecer fue en México en donde lapersonalidad de la santa cobró el más altosignificado social y político que se podíaconceder en aquellas circunstancias.Posiblemente […] se inició en NuevaEspaña lo que podría llamarse un cultopolítico. El criollo novohispano, cuyanaturaleza se encontraba en conflictoontológico desde sus orígenes y más des-pierto políticamente que el criollo perua-no, encontró en la imagen de Rosa la

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anhelada bandera que, a socapa de la reli-gión, podría representar sus más carosideales.

¿Por qué los mexicanos tomaron comobandera a la “estrella del Perú”, cuandoen su propia tierra había tenido lugar laportentosa, deslumbrante aparición de laSoberana de los Cielos en su advocaciónde Guadalupe? Hay que recordar queeste culto, que se convirtió en acabado

símbolo de nuestra nacionalidad, fue per-seguido y discutido durante muchosaños, de tal manera que a lo largo del xviifue más conveniente exaltar el culto asanta Rosa, autorizado por la Santa Sede[…]

A pesar de que el culto guadalupano fuesiempre en aumento, el xvii intuitiva-mente prefirió volcarse en el culto rosis-ta. Nadie podría censurar el encendidoentusiasmo que despertó su devoción. Suimagen pobló los altares, apareció en elexterior de los templos y se fundaronconventos bajo esta advocación.

No nos toca aquí polemizar sobre el ori-gen del criollismo novohispano, quetanto tomó de la literatura criolla virrei-nal peruana, ni probar la notable unani-midad de sentimiento criollo que her-manó a México y al Perú en las primerasdécadas del siglo xvii. Estamos de acuer-do con Vargas Lugo en que la cristaliza-ción del patrocinio guadalupano en elMéxico del siglo xviii requirió que seunificaran ideales políticos y religiososen pugna. En un estudio medular sobreel caso del patronato guadalupano de1746, Jaime Cuadriello reconoce que:

No fue tarea fácil para los promotorescriollos hacer cumplir su promesa deextender el patronato guadalupano a todoel reino septentrional, tanto porque nohabía el precedente de una figura jurídicadiseñada para ese efecto local como por laresistencia que opusieron algunas vocesdiscordantes con tal idea […]. La cláusu-la [de la jura] los comprometía a persua-

Esta devoción también articuló elincipiente criollismo peruano. Nopor nada las autoridades civiles yreligiosas limeñas, y el ayuntamientode la ciudad de México, declaranrespectivamente a santa Rosapatrona de Lima en 1669 y a lavirgen de Guadalupe patrona de laciudad dé México en 1737

dir a las diócesis circunvecinas y a losayuntamientos de las ciudades cabeceras,y autoridades de villas y pueblos, de lasbondades del proyecto: unificar a toda laNueva España y gobernación de Centro-américa bajo un patrocinio titular.

No debemos olvidar que, a finales delsiglo xvii y durante el primer tercio delxviii, la patrona principal del reino deNueva España era Rosa de Santa María.Y, para aquellos que no parecían saberlo,en 1698 el dominico José SarmientoSotomayor decidió recordárselo desde elpúlpito de la catedral de la ciudad deMéxico al resaltar los beneficios de este“patrocinio aplaudido, y coronado”:

Qual será la razon, compatriotas mios, deel porqué nuestra Indiana fragantissimaRosa sea el atractivo de las voluntades, elimán de los cariños? […] Dime Méxicodormido en el letargo de tus culpas,dime? Quien te hà librado de aquel azotede tres ramales, hambre, peste, y guerra,que empeçaba á descargar sobre ti la jus-tissima mano de Dios. Quien te libró? nolo sabes porque se te occulta. Pues sabè-te, que Rosa anda ai escondida, comoPatrona desde Reyno […] Dime? Quiensosegò aquel incendio, que todavia viveen las ceniças de esse tu Real Palacio, y enlas memorias de essa tu plaça? Quien loapagó? No lo sabes, porque se te occulta.Pues despierta, y sabéte, que tu PatronaRosa se arrojó á tanta hoguera, mejor,que Mario, para defender á Roma.

No se trataba de un caso aislado. Lacarga criollista de esta figura tutelar deMéxico continuaba en aumento hacia1736. Para corroborarlo no hay sino queleer la oración panegírica a santa Rosaque en ese año predicó fray DiegoMaguette de León durante la celebra-ción anual que realizaba el convento deSanto Domingo de Guzmán en la ciu-dad de México durante “la primeraDominica de Septiembre dedicada á lasrosas del Santissimo Rosario”. “SantoThomas Apostol”, decía, “vino á tomarposession en nombre de su Maestrosoberano [Cristo Rey] de todo esteAmericano Reyno”, entregándole a losnaturales “el riquissimo thesoro de sudoctrina”. Rosa, como primera flor ame-ricana, era un jeroglífico de la virgen delRosario, y ambas estaban tan identifica-das que se hacía difícil pensar en una sinla otra: “Es Rosa el Rosario de Santa

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Maria, y Santa Maria del Rosario, Rosade Santa Maria”. El patrocinio de Rosasobre el Nuevo Mundo estaba cifrado enlas Sagradas Escrituras. Al igual queotros autores novohispanos, fray Diegorecurre a un símil frecuente en la litera-tura rosariana para darle un inesperadogiro criollista: Rosa es el pequeño granode mostaza que, según la parábola evan-gélica, se convierte en aquel frondosoárbol —imagen del Paraíso— en cuyasramas anidan y descansan las aves delCielo que buscan protección. Pero,¿cuáles eran las tierras más aptas delorbe para la siembra y el crecimiento deeste árbol divino?, preguntaba Maguettede León. Y respondía: las fértiles tierrasamericanas habitadas por indios cobri-zos que vivían bajo un sol de “perpetuaprimavera” eran literalmente el nuevo“Paraíso terrenal”. El singular patroci-nio de Rosa sobre Nueva España estabaen la imagen profética de las aves quebuscaban refugio en el árbol del mosta-zo. Según escrituristas eruditos, estaspersonificaban a “unos hombres, â quie-nes adornò [la] naturaleza de altos, y ele-vados ingenios”, pudiéndose inferir queestábamos ante una alusión clara ydirecta al hombre americano. “En loracional”, y ya desde niño, este aventaja-ba y excedía a los habitantes de “las trespartes del mundo”. Y retaba a los incré-dulos a que verificaran su tesis en la pra-xis. Era sencillo constatarlo, pues paraello sólo se requería vivir en la sociedadnovohispana. “Y si no”, polemizabaMaguette de León,

registrad essas Illustres Universidades deMexico deposito de las sciencias todas,emporio de la sabiduria. Frequentadessos lucidos teatros, publicas palestrasen donde se vee exgrimir con tanta des-tresa los agudos brillantes filos del discur-so […] Atended â las Cathedras, y vereisregentearlas â Niños tan Maestros, que àno empezar â saber desde la cuna, ó tie-nen ciencia infusa, ô les faltó tiempo paraaprender tanto.

Pese a la sistemática exaltación criollistarosariana novohispana, Vargas Lugocomete un error interpretativo. El cultopolítico a santa Rosa no se origina enMéxico, sino en el Perú, donde IsabelFlores de Oliva nació. Recordemos quela noticia de su beatificación fue enviadadesde Roma por fray Juan Bautista deMarinis —“maestro general” de la orden

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dominica— y llegó a la ciudad de Méxi-co el 7 de marzo de 1668. El anunciooficial de su culto lo hizo el corregidorDiego de Salcedo Maldonado y Espejoel 1 de marzo de 1671 al publicarsesolemnemente su bula de beatificación.Y, aunque en 1670 los dominicos deOaxaca ya le habían celebrado fiestas, labibliografía mexicana rosariana datafundamentalmente de finales del sigloxvii, de la que las obras del dominicoPedro del Portillo (1670), del oaxaqueñoPedro de Arjona (1670) y del padre JuanContreras Martínez (1728) son losejemplos más sobresalientes.

El criollismo dominico de Lima datade finales del siglo xvi. Por haber sidoesta la provincia más antigua, más rica yla que más frailes tenía en el virreinato,era de esperarse que surgieran aquí,como ha puntualizado Bernard Lavallé,guerras y rivalidades intestinas entre losdominicos americanos e hispanos. […]

Es cierto que la máxima expresión delcriollismo novohispano de fines del sigloxvii fue la representación del “desposo-rio místico” de la virgen indiana. Perono puede alegarse que el culto político aRosa se origina en México simplementeporque existen iconografías de este tópi-co en el que los artistas novohispanosintroducen la figura de “un fornido,cobrizo indígena semidesnudo, conpenacho de plumas y carcaj” sostenien-do un escudo con la M de México, talcomo puede verse en el relieve queremata la portada de la iglesia de SanJerónimo de Aculco. Los panegiristascriollos de Rosa veneraron, se apropia-ron y mexicanizaron a su “santa paisana”sin negarle su lugar de origen. Así seexplican otras variantes mexicanas delmismo tema, como el lienzo anónimodel siglo xvii conservado en la iglesia deSanto Domingo en Puebla, donde elNiño Jesús se desposa con Rosa en pre-sencia de Dios Padre y de la paloma delEspíritu Santo —la Trinidad—, mien-tras la misma personificación del indioamericano muestra en su escudo los sím-bolos emblemáticos de la Ciudad de losReyes.

¿Qué sentido tendría para los criollosmexicanos hacer uso de la divisa limensesi no fuera en alusión a la capital de losreinos del Perú desde la que se irradió suculto? En la pintura europea del periodode los Austrias la iconografía estereoti-pada del indio americano semidesnudo

con plumas y carcaj servía de metáforapara representar a las Américas. Porello, si estos aparecen vinculados con laiconografía rosariana es por su significa-do alegórico, religioso o político. Unlienzo pintado para el templo del RealConvento de Santo Domingo enMadrid muestra cómo cambia estarepresentación tras la beatificación deRosa. Allí figuraba Clemente IX entro-nizado y asistido por dos cardenales.

Y rendida a sus pies la poderosa America,en su color natural, no desnuda como ensu Barbarismo, vestida si de vna tunicablanca, listas de oro, en señal de la pure-za de su Fé, que recibiò en el Bautismo;depuesto su antiguo penacho de plumas,quebrado el arco, y flecha de su gentili-dad, y coronada de rosas por blason desus triunfos: recibia humilde de NuestroSanto Padre la Bula de Beatificacion desu Primogenita Rosa, y colmadas bendi-ciones de su diestra mano, ofreciendo enobsequio del beneficio perpetuos rendi-mientos a la Romana Iglesia nuestraSanta, y mejor Madre.

Otras composiciones virreinales perua-nas vinculadas al tema del “desposoriomístico” modificaron los grabados euro-peos al introducir figuras de indios con-versos o de caciques donantes. Un casoilustrativo lo encontramos en el conven-to cusqueño de Santa Teresa de Jesús: elpintor copia fielmente un grabadopublicado en Roma en 1670 de Francis-co Collignon y le añade retratos deindios orantes como si éstos fuesen lostestigos oculares de una visión milagro-sa de la santa. Uno de los cuatro lienzospintados en 1668 por el maestro toscanoLázaro Baldi para la basílica de SanPedro en Roma tipificaba a la

Beata Rosa [que], entre flores, tenia aIesus Niño en los braços, y en los clarosde vna nube aparecían dos Angeles, que lacoronauan con vna guirnalda de Rosas.Arrodilladas a sus pies se representauan,muy a lo natural de su trage, y faccioneslas Naciones del Perú, y sus Prouinciascircunuezinas.

La Rosa coronada de Indias encarnabael triunfo de la iglesia sobre la idolatríaindígena y su “desposorio místico” esce-nificaba la exaltación espiritual, el nuevorol redentor y predestinado, de las razasamericanas.

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Gobernar es saberÉdgar Montiel

Empieza a circular, gracias a la filial enLima del FFCCEE, una obra que busca“formar hombres y mujeres de estadopara la nación” peruana, aunquebuena parte de sus ideas puedenextenderse a otras latitudes. En estosfragmentos, que se remontan al IncaGarcilaso para descubrir cualidades dela sociedad incaica, se apela a unautopía que sirva de guía a losciudadanos de hoy, estragados por laglobalización y sus crueldades

El proyecto nacional surge de la historia

El libro de referencia del Perú contem-poráneo es, sin duda, los Comentariosreales, del Inca Garcilaso. Es la primeraversión moderna de la historia peruanadesde el mestizaje. Para historiar elnaciente proceso de “mezcla de ambasnaciones” nadie mejor que un hijo denoble cusqueña y de capitán español. Lapalabra ancestral adoptó con la conquis-ta la forma escrita, nuevo logos ordenadorque surgió entre nosotros tanto paraexplicar el pasado como para transmitir-lo “a los tiempos venideros, que es cuan-do más sirven las historias”.1 Hubo aquíun esfuerzo por entender el pasado, paraque sirviera a la construcción del futuro:el “proyecto de nación” surgiría así natu-ralmente de las entrañas de la historia.

Los Comentarios, dice Porras Barre-nechea, constituyen la “síntesis originaly airosa de este sorprendente connubiohistórico. Con ellos nace espiritualmen-te el Perú.”2 Su mensaje atravesó lostiempos y tuvo preclaros destinatarios.El rebelde Tupac Amaru II hizo del libro“la Biblia secreta de la revolución”.3

1 La edición utilizada para este ensayo fueComentarios reales, en dos tomos, con prólo-go, edición y cronología de Aurelio MiróQuesada, Caracas, 1976.

2 Del prólogo de Raúl Porras Barrene-chea a la selección de capítulos de los Comen-tarios publicada en Recuerdos de infancia yjuventud, Lima, 1957.

3 Tupac Amaru II leyó la edición de 1723,que le entregó en Lima Miguel Surco Mon-

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Esta insurrección armada fue la primeraen Sudamérica (1780), encabezada porel sector nacionalista de la nobleza inca,que con la derrota de España no se pro-ponía “restablecer el incanato”, sino eri-gir una entidad soberana y unitaria.4Algunos años después, en plena eferves-cencia emancipatoria, Francisco deMiranda, Simón Bolívar y su maestroSimón Rodríguez se informaron en suspáginas de las grandezas del Perú anti-guo. Una de las primeras iniciativas deSan Martín fue promover la publicaciónde los Comentarios reales. En Europa fueuno de los libros más traducidos e influ-yó notoriamente en la renovación delpensamiento político de los siglos xvii yxviii. Entre sus lectores encontramos aCampanella, Bacon, Morelly, Montes-quieu, Rousseau, Raynal, Voltaire,Diderot, Jefferson, entre muchos otros.5

tiel, en diciembre de 1777. El libro se men-ciona en la solicitud de autorización para eltransporte de objetos personales de TupacAmaru de Lima a la Provincia de Tinta (RealAduana del Cuzco, legajo 162, cuaderno 18).

4 Sobre el nacionalismo inca, véase S.O’Phelan Godoy, “De Tupac Amaru a TupacCatari”, Archivos de Historia Andina 20,Cuzco, 1995.

5 Édgar Montiel, “Amérique-Europe: le

Podríamos preguntarnos por qué estelibro atrajo tan ilustres lectores y quéenseñanzas podría dejarnos hoy enmateria de gobierno. En el libro quintode los Comentarios se puede encontraruna instructiva información sobre cómose repartían y labraban las tierras, sobreel pago de los tributos, las leyes y orde-nanzas en favor de los súbditos, sobre lasmodalidades de participación social en lavida productiva. Era la práctica de lareciprocidad la que estructuraba el tejidosocial.

La viabilidad de la sociedad inca resi-día en la vigorosa y ordenada estructuracooperativa. El éxito que alcanzaron enla agricultura, la ganadería, la tecnologíao la ingeniería civil, se debió a la avanza-da organización social. La realización degrandes obras, como el tendido decarreteras, suscitó la admiración de losespañoles. Pedro Cieza de León, elPríncipe de los Cronistas, testimonia:“Una de las cosas que yo más admiré,contemplando y notando las cosas deeste reino, fue pensar cómo y de quémanera se pudieron hacer caminos tangrandes y soberbios como por él vemos

miroir de l´altérité”, Diogène, núm. 159,París, 1992.

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y qué fuerzas de hombres bastaran a loshacer y con qué herramientas o instru-mentos pudieron allanar los montes yquebrantar las peñas; para hacerlos tananchos y buenos como están.”6

Dejemos que estas preguntas, queresultan de gran interés para nosotros,sean resueltas por el propio cronistaespañol: “Me parece que si el Empera-dor [de España, Carlos V] quisiese man-dar hacer otro camino real, como el queva de Quito a Cuzco o sale del Cuzcopara ir a Chile, ciertamente creo, contodo su poder para ello no fuese podero-so ni fuerzas de hombres le pudiesenhazer si no fuese con la orden tan gran-de que para ello los Incas mandaron quehobiese.”7 Los caminos que aquí se des-criben, conocidos como “Qhapac Ñan”,tenían más de 5 mil km y atravesaban

6 Pedro de Cieza de León, El señorío de losincas, edición de Manuel Ballesteros,Madrid, 1985.

7 Idem.

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Atagualpa Inga fue preso

y despojado de su reinado

cumbres, quebradas, precipicios, ríos,selvas, glaciares, constituyéndose enúnicos en el mundo. El cronista resuelveel enigma con el siguiente argumento:“si no fuese con la orden tan grande quepara ello los Inca mandaron que hobie-se”. En esos mismos años Michel deMontaigne los comparaba con “las gran-des obras hechas por Grecia, Roma yEgipto”. Los puentes colgantes, la cons-trucción de andenes en zonas abruptas,el sistema de regadío por cochas, la agri-cultura y el pastoreo a más de 3 milmetros de altura, la acumulación de ali-mentos en los tambos, la construcciónde ciudades ciclópeas como Cusco oMachu Picchu, fueron posibles gracias auna esmerada participación social.

La intensa vida asociativa permitiótambién a la sociedad inca cumplir consus deberes más elementales: alimentarde forma adecuada a todos sus habitan-tes, vestir con decoro y sin ostentación,tener una economía tanto domésticacomo de escala, autosuficiente y sin

carestías. El Inca Garcilaso muestra ade-más que en el incanato no había un sis-tema económico basado en la usura:“todos universalmente sembraban loque había menester para sustentar suscasas, y así no tenían necesidad de ven-der sus bastimentos ni de encarecerlos,ni saben que cosa es carestía”.

Nos recuerda Garcilaso también unaverdad rotunda que ha atravesado lossiglos: “en todo Perú hay gran falta detierras de pan”. Un problema de estruc-turas no resuelto hasta hoy. Si las tierrasson pocas y mal cultivadas, el hambreasediará el país, corroerá a la nación. Yesto ha ocurrido en diferentes momen-tos de nuestra historia. Las característi-cas de la geografía, una dimensión perma-nente del Perú, fueron consideradasdeterminantes en la organización y pla-nificación de la sociedad inca. Los incaseran plenamente conscientes de la vastageografía, múltiple y accidentada, queposee nuestro país, de modo que idearon(“la necesidad… aviva los entendimien-

Felipe Guaman Poma de Ayala

No es fácil clasificar la Nueva corónica y buen gobierno, elvívido relato de las glorias incas, y mucho menos alenigmático Guaman Poma, “personaje especial, bilingüe,puente entre mundos diversos y hasta opuestos en aquelentonces, lector, escribano, litigante, escritor ydibujante”, según el retrato que de él hace FranklinPease en el prólogo a los tres tomos que él mismopreparó. Tomamos aquí fragmento e ilustración de unmomento cúspide del encuentro entre conquistadores eincas

Hernando Pizarro y Sebastián de Balcázar [Benalcázar]; decomo estuvo el dicho Atagualpa Inga en los baños allá fue-ron estos dos dichos caballeros encima de dos caballos muyfuriosos, enjaezados y armados, y llevaban muchos cascabe-les y penachos, y los dichos caballeros armados empuntan[de punta en] blanco comenzaron a apretar las piernas,corrieron muy furiamente, que fue deshaciéndose y lleva-ban mucho ruido de cascabeles; dicen que aquello le espan-tó al Inga y a los indios que estaban en los dichos baños deCajamarca, y como vido nunca vista con el espanto cayó entierra el dicho Atagualpa Inga de encima de las andas, comocorrió para ellos, y toda su gente quedaron espantados,asombrados, cada uno se echaron a huir porque tan grananimal corría, y encima unos hombres nunca vista; de aque-

lla manera andaban turbados. Luego tornaron a correr otravez y corrían más contentos y decían a Santa María buenaseña, a señor Santiago buena seña, y así tuvieron buena seña decomenzarle la batalla y hacerle guerra contra Atagualpa Inga,y así llegó a su hermano don Francisco Pizarro y dijeron loscaballeros: albricias hermanos míos ya yo tengo convencidos yespantados a los indios, será Dios servido que le comencemosla batalla; por todos se espantaron y dejaron en tierra a su reyy cada uno echaron a huir, buena seña, buena seña.

Don Francisco Pizarro y don Diego de Almagro y fray Vicen-te de la orden del señor San Francisco [sic], cómo AtagualpaInga desde los baños se fue a la ciudad y corte de Cajamarca yllegado con su Majestad y cercado de sus capitanes, con muchomás gente doblado de cien mil indios, en la ciudad de Caja-marca, en la plaza pública, en el medio en su trono y asiento,gradas que tiene, se llama usno, se asentó Atagualpa Inga; yluego comenzó don Francisco Pizarro y don Diego de Alma-gro a decirle con la lengua Felipe indio guancavilca, le dijo queera mensajero y embajador de un gran señor y que fuese suamigo que sólo a eso venía; respondió muy atentamente lo quedecía don Francisco Pizarro y lo dice el lengua Felipe indio;responde el Inga con una magestad y dijo que será la verdadque tan lejo tierra venían por mensaje, que lo creía, que serágran señor pero no tenía que hacer amistad que también queera él gran señor en su reino. Después de esta respuesta entracon la suya fray Vicente llevando en la mano derecha una cruzy en la izquierda el breviario, y le dice al dicho Atagualpa Ingaque también es embajador y mensajero de otro señor muygrande, amigo de Dios, y que fuese su amigo y que adorase lacrus, creyese el evangelio de Dios y que no adorase en nada,que todo lo demás era cosa de burla. Responde Atagualpa

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tos”, dice Garcilaso) formas originalespara ampliar el espacio cultivado yarrancar frutos a las tierras agrestes. Tales el caso de los andenes, los cultivos decamellones, las chacras hundidas, elregadío por cochas, etcétera.8 Al cons-truir diques, el estadista Pachacutekpedía que “ninguna gota de agua caiga almar”, y se castigaba, “con el pago de lavida” si era necesario, la depredación dela fauna terrestre y marítima.

La única posibilidad de prosperar enesta clase de territorios era recurriendo ala intervención organizada de la colecti-vidad, para preparar el terreno, roturar ysembrar en espacios tan adversos. Eldilema era cultivar o perecer. Trabajarde forma organizada era la única opción.

8 La tecnología en el mundo andino. Runaku-nap kawsayninkupaq rurasqankunaqa, selec-ción de Heather Lechtman y Ana MaríaSodi, prólogo de John Murra, México,unam, 1981.

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Se puede decir que el trabajo esmeradoera la verdad del imperio inca. Vivirfuera de él era vivir en el error.

El desarrollo como movilización de las energías creadoras

Los proyectos de transformaciónmediante intervenciones sucesivas y

limitadas [del gobierno] son relativamente fáciles de apreciar, pues ellos tratan sobre

un asunto o sobre una institución a la vez,como por ejemplo, la seguridad social, los

tribunales de arbitraje, una política delucha contra la recesión, la enseñanza, etc.

Así los errores cometidos son corregibles y elprograma tiene más posibilidades de ser

realizado democráticamente, gracias a unllamado a la razón

Karl Popper, La sociedad abierta y susenemigos (1979)

¿Qué filosofía de vida se puede extraer dela etapa fundadora de la historia perua-

na? Así como en el pasado se afrontabancon creatividad las adversidades delmedio geográfico y las dificultades pro-pias de su horizonte histórico, únicamanera de apreciar el grado de desarro-llo de una comunidad, ¿cómo hacer hoypara vencer los complejos desafíos denuestro tiempo?

El Perú oficial no ha retenido lasenseñanzas esenciales de la historia. Laprecaria elite política ignora las grandesencrucijadas del país y no hemos logradoresolver ninguno de los problemasestructurales que nos afligen en el planoeconómico, social, educativo o científico.

¿Cómo aprovechar esa cultura deltrabajo y de la vida asociativa que se ins-criben en el itinerario de la vida perua-na? En términos estratégicos esto signifi-caría “saber contar sus propias fuerzas”.Recuérdese que “saber” no es innato, esalgo que se aprende con la historia, laeducación y la capacitación. Rescatareste mensaje hoy en día resulta de sumaimportancia, cuando las desigualdades

Inga, dice que no tiene que adorar a nadie sino al sol quenunca muere, ni sus guacas y dioses, también tienen en su ley,aquello guardaba; y preguntó el dicho Inga a fray Vicentequién se lo había dicho, responde fray Vicente que le había

dicho evangelio el libro, y dijo Atagualpa: dámelo a mí el libropara que me lo diga, y así se lo dio y lo tomó en las manos,comenzó a hojear las hojas del dicho libro, y dice el dichoInga: que cómo no me lo dice ni me habla a mí el dicho libro,hablando con grande magestad, asentado en su trono, y loechó el dicho libro de las manos el dicho Inga Atagualpa.

Cómo fray Vicente dio voces y dijo: ¡Aquí caballeros, conestos indios gentiles son contra nuestra fe! Y don FranciscoPizarro y don Diego de Almagro de la suya dieron voces ydijo: ¡Salgan caballeros estos infieles que son contra nuestracristiandad y de nuestro emperador y rey, demos en ellos! Yasí luego comenzaron los caballeros y dispararon sus arcabu-ces y dieron la escaramuza, y los soldados a matar indios comohormigas, y de espanto de arcabuces y ruido de cascabeles yde las armas, y de ver primer hombre jamás visto, de estarlleno de indios la plaza de Cajamarca se derribó las paredesdel cerco de la plaza de Cajamarca y se mataron entre ellos;de apretarse y pizalle y tronesalle los caballos murieronmucha gente de indios que no se pudo contar. De la banda delos españoles murió cinco personas de su voluntad por [que]ningún indio se atrevió de espanto asombrado, dicen que tam-bién estaba dentro de los indios muerto los dichos cinco espa-ñoles deben de andar tonteando como indio, deben de tron-pezalle los dichos caballos. Y así sí le prendió don FranciscoPizarro y don Diego de Almagro al dicho Atagualpa Inga, desu trono le llevó sin herirle y estaba preso con prisiones yguarda de españoles junto del capitán don Francisco Pizarro;quedó muy triste y desconsolado y desposeído de su magestadasentado en el suelo quitado su trono y reino. […]

Cómo le prendieron, y estando preso Atagualpa Inga, estan-

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se han profundizado en el mundo, lostérminos de la competencia internacio-nal son más drásticos que nunca y elpotencial de recursos de la nación hadisminuido en buena parte a causa deque muchas empresas estratégicas seremataron a intereses privados. ElNuevo Orden Tribal, como se llama hoya la globalización del mundo, no respetasoberanías, quiebra países, estados,naciones, etnias, religiones, doctrinas,partidos, sindicatos, familias, individuos.Es decir, tiende a desestructurar rauda-mente todo a su paso para reconcentrarel poder económico, político y militaren los más fuertes.

Incluso si se postula que el Perúpuede alcanzar un crecimiento econó-mico sostenido, posibilidad real si seconsidera los factores exógenos que pre-senta la actual coyuntura mundial (comoson el crecimiento de las economíasasiáticas ávidas de materias primas).¿Esto aseguraría también un verdaderodesarrollo del país? Tendemos a olvidar

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que crecer económicamente no es enmuchos casos equivalente a desarrollar-nos como nación. Consideramos desa-rrollo no sólo el incremento de indicado-res cuantitativos de la economía (lo cualharía equivalente este término a unmero crecimiento económico), sinotambién en su impacto social, reflejadonecesariamente en una mejora de la cali-dad de vida de la población. La definiciónprimera de desarrollo —es necesariorecordarlo— es la movilización de lospropios recursos humanos y naturales deun país. No se puede vivir ilusionados enla “inversión extranjera”. La coopera-ción externa debe venir como comple-mento de los esfuerzos nacionales.Resulta poco serio hablar de una “estra-tegia” de desarrollo que dependa princi-palmente de factores externos cuyomanejo está fuera de nuestro alcance.Hay que valorar debidamente el poten-cial local y saber movilizar con sentidoestratégico los recursos endógenos

El crecimiento económico por consi-

guiente pasa por una estrategia de desa-rrollo que produzca a la larga la mejorareal de la calidad de vida de nuestrapoblación. El concepto calidad de vida seemplea para denotar un conjunto de rea-lidades en la cuales se desarrolla un serhumano. Éstas abarcan tanto los ámbi-tos económicos, políticos, somáticos,psicológicos o geográficos. La diversi-dad de elementos que conforman el con-tenido de este término hace que sea enextremo difícil o incluso paradójica sumedición, pues toda aproximación deeste tipo tendería a cuantificar elemen-tos dispersos que en su conjunto formanun todo cualitativo. Este término sinembargo adquiere para nosotros granimportancia debido a que con ello evita-ríamos reducir el bienestar —como hasido mencionado líneas antes— a indica-tivos meramente económicos como elpib o de “calidad física” como la tasa demortalidad infantil o la tasa de alfabeti-zación de un país. Éste es el caso de losinformes presentados por el Overseas

do preso le robaron toda su hacienda don Francisco Pizarro ydon Diego de Almagro y todos los demás soldados y españo-les, y lo tomaron toda la riqueza del templo del sol y de Cori-

cancha y de Uanacauri, muchos millones de oro y plata queno se puede contar, porque sólo Curicancha [tenía] toda lasparedes y la cubirtura y suelo y las ventanas cuajado de oro.Dicen que las personas que entran dentro con el rayo deoro parece difunto en el color del oro, y del Inga Atagual-pa y de todos sus capitanes y de señores principales de estereino, y las dichas andas de oro y plata que pesaban más deveinte mil marcos de oro fino el tablón de las dichas andasy veinte mil marcos de plata fina, un millón y trescientos yveinte y seis mil escudos de oro finísimo. Así mismo lesquitó sus servicios hasta quitarle su mujer legítima, la coya;y como se vio tan mal tratamiento y daño y robo tuvo muygran pena y tristeza en su corazón, y lloró y no comió,como vido llorar a la señora coya, lloró, y de su parte hubograndes llantos en la ciudad de los indios […]

De cómo había pronunciado un auto y sentencia don Fran-cisco Pizarro a cortalle la cabeza a Atagualpa Inga, no quisofirmar don Diego de Almagro ni los demás la dicha senten-cia, porque daba toda la riqueza de oro y plata y lo senten-ció; todos dijeron que lo despachase al emperador preso,para que allá restituyese toda la riqueza de este reino.Atagualpa Inga fue degollado y sentenciado, y le mandócortar la cabeza don Francisco Pizarro, y le notificó conuna lengua, indio Felipe natural de Guancabilca; este dicholengua le informó mal a don Francisco Pizarro. Y los demásno les gusto la dicha sentencia, y no le dio a entender la jus-ticia que pedía y merced Atagualpa Inga por tener enamo-rado de la coya, mujer legítima, y así fue causa que le mata-sen y le cortasen la cabeza a Atagualpa Inga. Y murió már-tir, cristianísimamentem, en la ciudad de Cajamarca acabósu vida.

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Development Council que fueron publi-cados hasta el año 1990. Un problemacentral de éstos era que sólo reflejabanaspectos económicos o físicos. Tratandode encontrar una aproximación másjusta y completa al problema, NacionesUnidas ha publicado a partir de esafecha un indicador de desarrollo huma-no (idh). El indicador de la onu es máscompleto que el informe anterior entanto que aborda diferentes puntoscomo la esperanza de vida al nacer, latasa de alfabetización o el ingreso de lapoblación comparado con el pib de unpaís o región. A pesar de las claras mejo-ras que presenta el idh, sin embargo nollega a reflejar el amplio espectro de ele-mentos cuantitativos y cualitativos querefleja la calidad de vida. Este indicadores de utilidad sobre todo como referen-cia de la falta de equidad en el reparto dela riqueza de una nación.

Amartya Sen ha señalado, en su teo-ría de la distribución de las capacidades,9 laimportancia central de “expandir” lasdiferentes potencialidades que posee elser humano. La expansión de estas capa-cidades no tienen un sustento meramen-te económico, pues puede darse el casode que existan dos personas que presen-ten una igualdad de orden económico(igual cantidad de ingresos, por ejemplo)pero que persistan entre ellas otros tiposde desigualdad que frenan su desarrollopleno como seres humanos (la noción deSen es muy cercana a la de Aristóteles).Ejemplo de esto son las diferencias deacceso a la información o a los bienesculturales por género, edad, origen étni-co o conformación física (en el caso, porejemplo, de las personas que presentanalgún grado de minusvalía). Es parte delrol del estado la promoción de políticasque permitirían eliminar todo lo quefrena el desarrollo de estos modos defuncionamiento humanos fundamenta-les. La filósofa norteamericana MarthaNussbaum, cercana a las ideas de Sen,propone una lista de estos modos ocapacidades. Nótese que cada una deestas capacidades comienzan con elverbo poder, pues está dentro de la posi-bilidad del individuo el llevarlas a cabo(o incluso el dejarlas de lado). Mencio-nemos sólo aquellas que son relevantespara el presente trabajo:

9 Amartya Sen, L’économie est une sciencemorale, La Découverte, París, 2003.

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1] Poder vivir, en la medida de lo posi-ble, una vida humana completahasta el final (ejemplo de esto seríael poder evitar una muerte prematu-ra).

2] Poder gozar de buena salud, de unaalimentación y una vivienda adecua-da y el poder desplazarse de un lugara otro.

3] Poder evitar todo dolor inútil ypoder conocer la experiencia delplacer.

4] Poder utilizar nuestros cinco senti-dos; poder imaginar, pensar y razo-nar.

5] Poder tener una concepción delbien y poder planificar de forma crí-tica nuestra propia vida.

6] Poder vivir en relación con nuestroentorno ecológico (plantas, anima-les, mundo de la naturaleza). Podermostrar preocupación por el medioambiente.

7] Poder reír, jugar y tener acceso aactividades recreativas.10

A 16 años del bicentenario de la inde-pendencia, para darle destino al paísnecesitamos un proyecto de nación, unpropósito de vida en común como lodefinía Jorge Basadre, esa alegría devivir juntos unidos por el parentesco dela nacionalidad. Es necesario activar laenergía social de las grandes mayoríaspara sacar adelante los programas loca-les o nacionales referentes al empleo, laeconomía, la educación, la salud, el cre-cimiento económico. Movilizar las fuer-zas de la sociedad civil, que al asumirse

10 Martha C. Nussbaum, “AristotelianSocial Democracy”, en A. Sen, L’économieest une science morale, op. cit.

como participante y protagonista podráluchar eficazmente contra la pobreza, lasenfermedades, la ignorancia. Para ven-cer los graves problemas del país sedeben estimular las fuerzas creativas de lasociedad, promover múltiples modalida-des de intervención social, facilitadaspor leyes que fomenten la vida asociati-va en todos los campos de la vida huma-na. Fomentar, por ejemplo, en el campode la producción la economía social, paraque se complemente con los otros secto-res (esta experiencia la llevan con éxitolos estados del sur de Brasil, con unnotable fomento del empleo). Debemosfomentar una intensa vida asociativa entodos los ámbitos de la sociedad y no úni-camente en la activad política o económi-ca, pues caeríamos de nuevo en unreduccionismo empobrecedor. Una vidaasociativa que interactúe fluidamentecon las instituciones y que permita laexpansión de las capacidades del indivi-duo, a través de asociaciones para la edu-cación, el deporte, el arte, la recreación,la salud, la innovación tecnológica, lacreatividad productiva, el turismo, laactividad científica, las asociaciones deconsumidores, de género o de identidadsexual. Es decir que el Mundo de laVida, tan diverso en sus expresiones yapetencias, se enriquezca por el inter-cambio múltiple y creativo de los ciuda-danos. Hay que tener presente que elhombre no sólo es economicus sino tam-bién faber, politicus, eroticus y ludens. Elhombre es una totalidad y todo intentode fracturarlo es una tentación totalita-ria. Esta superación de la inmovilidad, dela rigidez que se impone a la sociedad,mediante la participación social, es ya unindicio de desarrollo y de autorrealiza-ción colectiva.

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La lectura perpetuaJavier García-Galiano

efeclre puic

Hace 40 años se publicó en la justamente prestigiada Serie del Volador Farabeuf, o La crónica de un instante, la perturbadora e inagotable novela de Salvador Elizondo.En este artículo con el que La Gaceta rinde tributo a esaobra, uno de los más certeros analistas de la prosa deElizondo confiesa su devoción y desconcierto por un libroque, en sintonía con la tortura china que figura en suspáginas, puede ser cortado en cien trozos y seguir vivo

Todo libro puede ser un hallazgo que a veces se revela en unalectura distraída, en un nombre, en las peculiaridades de unvolumen. Su encuentro no siempre obedece a una búsqueda ysuele parecer fortuito, aunque, como lo sostiene un antiguoadagio, “el libro y la mujer llegan inexorablemente”.

Un título aludido en las páginas de un escrito o halladoentre las fichas de una biblioteca como Diccionario de la conver-sación y la lectura, se convierte en ocasiones en una sugerenciao en una incitación que invita a imaginar su contenido. Otros,como la Enciclopedia Británica o la Anatomía de la melancolíade Robert Burton, se han vuelto menos una referencia que unjuego literario porque parecen otorgarle algo de imaginariacerteza al texto en el que se les menciona. Una cita casual, uncomentario de sobremesa o de cantina pueden hacer que seconozca la existencia de un libro como una complicidad míticaque deviene en la búsqueda obsesiva del tomo anhelado, la cualcon frecuencia deriva en un recorrido infinito por anaquelessórdidos, por librerías ignotas, por mercados callejeros, porbibliotecas improbables, por bodegones, por trastiendas, porazares repetidos.

Esa revelación no siempre se comprende de inmediato, aun-que no resulta extraño que el nombredel libro escuchado por primera vezimporte la sospecha de una incitación.La disposición a la lectura de ese escrito,que puede volverse determinante, yasupone un destino. Sin embargo, unaobra, como El lobo estepario de HermannHesse (“sólo para locos”), que parecedecisiva, en ocasiones termina reducién-dose al recuerdo vago de las expectativasde una época personal. Otras, como lade Galdós, como la de Shakespeare, como eso que llamamos“El Quijote”, que se creían farragosas o un mero aconteci-miento en los manuales de historia de la literatura, suelen des-cubrirse en algún momento como esenciales. Muy pocos escri-tores, como Kafka, como Dostoyevski, como Conrad, comoBorges, como Eliseo Diego, se convierten en un talismán ínti-mo, en una lectura persistente a la que, según Luis MiguelAguilar, se acude como a un oráculo en el que siempre se ocul-ta un asombro placentero. Para mí, Salvador Elizondo ha sidouno de ellos.

A pesar de que se han publicado en diversas ediciones, hallar

Cada lectura que sFarabeuf depara einsospechados, fasineludibles y compperpetuas. No se tni de “la crónica dsino de la prácticaescritura, que ha ssuposiciones, expl

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sus libros puede tomar la forma de una aventura literaria por-que con frecuencia no aparecen en los anaqueles que debíancontenerlos. Durante un tiempo, en el fichero de la BibliotecaNacional, bajo su nombre sólo se consignaban El hipogeo secre-to, una tesis de licenciatura acerca de alguna cuestión econó-mica y Narda o el verano. El autor de la tesis era su padre, unempresario y productor de cine y uno de los dueños del HotelReforma, donde estaba el Cicero’s y en el cual se vestía ManuelRodríguez Manolete cuando toreaba en la ciudad de México. Elrecorrido compulsivo por distintas librerías como El Ágora, enInsurgentes, cuyo café frecuentaba Juan Rulfo; El Juglar, quese encontraba en las postrimerías de avenida Revolución;Hamburgo, que se ubicaba donde Insurgentes separa la colo-nia Juárez; la Madero, que todavía es un gusto visitar a un ladode la Casa de los Azulejos, o las librerías de viejo del centro dela ciudad, deparaba sorpresas y conocimientos extraños comoque había un escritor que se llamaba Carlos Elizondo, con cuyaobra era inevitable toparse en la búsqueda de la de otro, ocomo que un libro no sólo puede obtenerse en un librería y quesu poseedor con frecuencia ignora su verdadero valor.

Cada libro hallado puede convertirse en un incitación quederiva en un culto íntimo. Suelen aparecer primero El hipogeosecreto, en el cual el acto mismo de la escritura, entre otrascosas, encierra la trama, y El retrato de Zoe y otras mentiras o Elgrafógrafo, en los que las obsesiones que se van volviendo fami-liares para el lector, adquieren a veces la manera del sentido delhumor que suele prevalecer en la obra de Elizondo. Ese des-cubrimiento personal podía ocurrir también en el periódicoExcélsior o en El Nacional, o en revistas como la Revista de laUniversidad, Plural o Vuelta, en cuyas páginas publicaba textosque se convirtieron en libros como Contextos, Camera lucida o

Estanquillo, o que El Equilibrista editaraen un cuaderno azul con una tipografíaprecisa un relato admirable: Elsinore, enel que la memoria se transforma enescritura y la escritura es una obsesiónque adopta un sentido natural. Queda-ban, sin embargo, volúmenes imposi-bles, algunos de los cuales podían consi-derarse secretos como sus poemas, sumonografía sobre Luchino Visconti o suautobiografía, que fue reeditada por

Aldus con el epíteto de “precoz” y que ha devenido en inven-ciones legendarias.

Pero quizá en el principio se halla Farabeuf. Publicado ennoviembre de 1965 en la Serie del Volador de la editorial Joa-quín Mortiz, que en ese tiempo se encontraba en el número 33de la calle de Guaymas, interior uno, en un volumen diseñadopor Vicente Rojo, ese libro sigue produciendo la extrañeza y elazoro que causó en ese tiempo. Cada lectura que se hace de éldepara efectos insospechados, fascinaciones ineludibles y com-plicidades perpetuas. No se trata de una novela ni de “la cró-nica de un instante”, como quiso su editor, sino de la práctica

hace dectosinacionesicidadesata de una novela un instante”ura de lascitado muchasaciones y teorías

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pura de la escritura, que ha suscitadomuchas suposiciones, explicaciones yteorías.

En 1991, Elizondo le confesó aMiguel Ángel Quemáin que cuando lopublicó intentó explicárselo, “aunque noes fácil explicar teóricamente la propiaproducción en el momento mismo enque se genera, es una limitación deépoca, diría. Las teorías las descubreuno a posteriori. Desde hace 25 añostengo interesados en saber de Farabeuf,y es gente de diferentes disciplinas:gente que estudia lingüística, fotografía,todas las materias de que trata Farabeuf:especialistas en chino, cinematografis-tas… Ya la vendí una vez para que hicie-ran una película, cosa que es imposible.Y cada vez que vienen pues les doy una explicación que se meocurre en el momento. Porque nunca he pensado ese librocomo un sistema específico de aproximación a la literatura. Nitampoco copié sistemas, estaba más o menos influido por mislecturas, por las películas que veía, claro, alguna influencia setransmite. Pero de eso a que haya tenido una teoría especial,pues no. Era verter, más o menos de acuerdo a un sistema muygeneral de hilación, impresiones, para que se empezara a for-mar un montaje…, pero ahora ya le estoy empezando a darotra explicación que se me está ocurriendo en este momento.Me veo obligado a darle una explicación adecuada al interés decada quien. Les doy gusto y me adecuo a su interés. Si me viene

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Farabeuf, o La crónica de un instante

Salvador Elizondo

a preguntar un fotógrafo, pues le doyuna explicación de orden fotográfico,porque ya han pasado tantos años que yatengo la explicación de orden fotográfi-co también, la de literatura o la pura-mente psicoanalítica, metafísica o,según… sinológica, histórica, geográfi-ca… de todo. Pero lo más importante esla lectura del libro.”

Entre lo mucho que puede sugerirFarabeuf, además de la escritura, seencuentra una historia que sucede en lamemoria. No se trata de una mera evo-cación narrada como un recuerdo, comola relación de unos hechos transcurridosen el pasado, sino del proceso mismo dela evocación, la manera en la cual unascuantas impresiones aparecen y se entre-

cruzan, modificándose, y en la cual la aparición de una imagendetenida incita a la presencia de otra, que hubiera podido sos-pecharse mínima, y que acaso modifica el sentido de la prime-ra, creando asimismo la complicidad que suelen suscitar lasremembranzas compartidas.

El principio de esa evocación puede ser una imagen cual-quiera, que surge de pronto en la memoria como, por ejemplo,el sonido de tres monedas en el hueco de la mano en elmomento en el que el doctor Farabeuf traspasa el umbral deuna casa, que puede ubicarse en el 3 rue de l’Odéon, o el des-lizamiento de una tabla pequeña sobre otra mayor, en la queestá inscrito el alfabeto y las palabras “sí” y “no”: la ouija, la

Inicio del capítulo VVIIII, acaso el más severo de todos porlas revelaciones y retratos que ahí se presentan, estaspalabras son una apretada síntesis de los temas, lospersonajes, la lógica de la novela cuyas cuatro décadasfestejamos. Sirva este fragmento como nexo con nuevasgeneraciones de lectores

Fíjate bien, son cosas que de tan ciertas sólo pueden serolvidadas. Tienes que concentrarte hasta que tu propia vozsea capaz de proferir la respuesta que buscas. No te impor-te la lluvia. Parece rocío sobre tu pelo. Después, cuandovolvamos a la casa te cambiarás de ropa o te envolverás enesa bata de seda blanca que en la penumbra, cuando te tien-des sobre la cama, te da la apariencia de un cadáver. Peroahora está atenta. No quieras cerrar los ojos cuando los ver-dugos gesticulen en torno a su cuerpo desnudo. Tienes quetomar estas cosas con toda naturalidad, después de todo setrata de una especie de rito exótico y todo es cuestión decostumbre. ¿Te sientes desfallecer? —No, el suplicio es unaforma de escritura. Asistes a la dramatización de un ideo-grama; aquí se representa un signo y la muerte no es sino unconjunto de líneas que tú, en el olvido, trazaste sobre un

vidrio empañado. Hubieras deseado descifrarlo, lo sé. Pero elsignificado de esa palabra es una emoción incomprensible eindescifrable. Nada más que una sensación a la que las palabrasle son insuficientes. Tienes que embriagarte de vacío: estásante un hecho extremo. Tu cuerpo se queda solo en medio deesta muchedumbre que viene a presenciar el fin de un hombrey sólo tú participarás del rito, de la purificación que el testi-monio de su sangre realizará en tu mente. Recordarás enton-ces esa palabra única que has olvidado y de cuyo recuerdosúbito pende la realización de tu vida; conocerás el sentido deun instante dentro del que queda inscrito el significado de tumuerte que es el significado de tu goce. Aprende; la contem-plación del suplicio es una disciplina y una enseñanza. Miracómo todos acuden con humildad, cómo se van aglomerandopoco a poco en torno a la estaca. Sólo los verdugos emitensonidos agudísimos mientras se afanan disponiendo y apres-tando sus instrumentos de trabajo, probando con la fuerza desus brazos la resistencia de las ligaduras, cerciorándose con lasyemas de sus dedos del filo de las cuchillas, flexionando lashojas de las pequeñas sierras para conocer el grado de su tem-ple. Guardan junto a la estaca una jaula con palomas. Cada unade ellas lleva sobre el lomo un chao-tsé. Cuando vuela este ins-trumento produce un silbido extremadamente agudo. Llegadoel momento las soltarán para ahuyentar a los buitres y salva-guardar la carroña del supliciado para que sirva de espectácu-lo a quienes han participado en el sacrificio presenciando laceremonia. Esas palomas son carnívoras y se nutren de babo-

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e,

e

cual incita a la recreación de un reflejo en un espejo mancha-do, a la de unos instrumentos quirúrgicos en una mesa concubierta de mármol, la de un libro que alguien dejó olvidadoen esa casa, en cuyo interior se encontraron dos cartas, “Aspectsmédicaux de la torture chinoise… Précis sur la Psychologie… no,Phisiologie… y luego decía algo así como: reseignements pris surplace a Pékin pendant la révolte des Chinois en 1900… el autor eraH. L. Farabeuf… avec Planches et photographies hors texte”, delcual los literatos hacen un uso inapropiado, la de una fotoguardada al azar entre las páginas dellibro, que reproduce la tortura china lla-mada Leng-tche’é, la de una estrella demar… El orden de esas imágenes noimporta, pero en su evocación van pro-duciendo distintas impresiones.

Farabeuf de Salvador Elizondo puedeser asimismo la invocación de esas evo-caciones obsesivas y por eso su escrituraresulta fundamental, en la cual se ponenen práctica los principios del montajepara que esas imágenes recurrentes cam-bien constantemente de sentido. Sin embargo, quizá todo ellibro esté contenido en un sólo símbolo dibujado en el cristalempañado de una ventana.

Cada libro suele contener otros libros que acaso lo deter-minaron, en los que se le supone contenido y en los que se pre-tende rastrear su origen. Entre aquellos a los cuales remiteFarabeuf, se menciona con frecuencia Las lágrimas de Eros deGeorges Bataille, que llevaba José de la Colina en alguna fun-ción del cine club del ifal, pero del cual en realidad a Elizon-do sólo le interesó la foto del tormento chino llamado Leng-

Entre lo mucho quFarabeuf se encuenque sucede en la mtrata de una mera como un recuerdode unos hechos trapasado, sino del prla evocación, la maunas cuantas imprse entrecruzan

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tche’é, que se reproduce entre las páginas 140 y 141 de ese volu-men fascinante que algunos consideran una novela, en la queno sólo en el título se alude a un texto de cirugía que por ellose ha vuelto una curiosidad literaria: el Précis de manuel opéra-toire del doctor Louis Hubert Farabeuf. Salvador Elizondo hamencionado asimismo otro tratado, en el que puede ocultarseun juego, una ironía y una certeza: Psycopathia sexualis. Estudiomédico legal para uso de médicos y juristas del doctor v. Krafft-Ebbing, antiguo profesor de psiquiatría de la Universidad de

Viena, el cual parece una invención lite-raria, una provocación cómplice, uno deesos apócrifos que se idean como unjuego libresco y que incitan a imaginarsu composición. Sin embargo, el libroexiste y Elizondo asegura haberlo leídocon un interés peculiar. Existe asimismoel estudio del sinólogo Ernest F. Feno-llosa acerca de los caracteres de la escri-tura china, que tradujo Elizondo y en elque se describen los principios de losideogramas, los cuales, como los del

montaje cinematográfico, se aplicaron en la concepción deFarabeuf. Aunque puedan inducir a diversas conjeturas y acasoinstigaron sugerentemente a su autor, esos libros son converti-dos en el texto en una parte más de la trama que acaso propi-ciaron.

Cuando se habla de Farabeuf, con frecuencia se alude a unrito, a una ceremonia, a una iniciación secreta, tratando de des-cifrar su contenido. Esa iniciación quizá se limita a la literatu-ra misma, por lo cual uno de esos ritos que representa ese libroinfinito consiste en su lectura permanente.

e puede sugerirtra una historiaemoria. No sevocación narrada como la relaciónnscurridos en eloceso mismo denera en la cualsiones aparecen y

sas. Mira a ese hombre que ahora las está alimentando. Lasdevoran con gran avidez. La civilización milenaria de este pue-blo ha sabido aunar a la perfección las manifestaciones de sureligión y de su justicia con la utilidad práctica. Las babosasinfestan los arrozales devorando los brotes tiernos. Estas gen-tes han enseñado a las palomas a devorarlas. ¿Piensas acaso queeres la víctima de una alucinación? Tal vez. Pero ten en cuen-ta que se trata de una alucinación cuyo contenido, cuyas imá-genes pueden matarte. Si no fuera por eso no estaríamos aquí.Cuántas veces lo repites: “¡una imagen fotográfica!” ¿Basta conrepetirlo sin llegar jamás a creerlo? “Las mujeres no somoscapaces de comprender la esencia del suplicio.” Estas palabrasno sirven para escapar. La vida de las mujeres es una sucesiónde instantes congelados. “¿Me amas?” ¿Es ésta la pregunta queen tu mente me dirigías cuando de pronto te detuviste despuésde alejarte de mí corriendo junto a las olas? ¡Cómo saberlo sicuando me lo preguntabas eras otra! Y tenías en la mano unaestrella de mar que te dio asco. La arrojaste a las olas cuandotuviste ese presentimiento de la imagen que ahora se realiza.Hélo allí. Poco a poco lo despojan de sus ropas y su cuerpo seyergue en una desnudez de carne infinitamente bella e infini-tamente virgen. ¿Acaso hubieras sido capaz de imaginar estaescena tal y como está sucediendo ahora? ¿Cómo retenerlapara siempre ante los ojos? Todo se vacía. No queda nada denosotros mismos y esa ausencia de todo nos embriaga. No vaquedando más que esa forma, concretándose lentamente con-

tra la estaca, haciéndose cada vez más rígida en su actitud dedesafío y de entrega a la vez, con los hombros dobladoshacia atrás por la tensión de las ligaduras y el cuello alarga-do hacia adelante; con los ojos abiertos, abiertos más allá deldolor y de la muerte. Una mirada que nada puede apagar;como pudiera mirarse uno mismo en el momento del orgas-mo. Pero esa luz todo lo oculta. Es como mira el tigre o lamirada del opiómano. Sí, acaso una fuerte dosis de opioantes de esta muerte, antes de esta fascinación definitiva detodos los sentidos, y la sangre se vuelve más cálida y fluyemás lentamente, tan lentamente que el filo de la cuchilla esincapaz de hacer brotar un borbotón violento sino que eltorso distendido contra el cielo nublado se va cebreandolentamente y las estrías negras sólo convergen, por el páli-do cauce de las ingles, en las comisuras del sexo y de allígotean como clepsidras, más lentas que su corazón cuyoslatidos se pueden escuchar desde lejos, saliendo de la heri-da. Así sangran los cadáveres: por gravedad, con esa lentitudse va deletreando la palabra que la tortura escribió sobre elrostro que has imaginado ser el tuyo en el momento de tumuerte: con esa lentitud torpe de ouija. Y tú estás fija allí yyo te miro mirarme fijamente. Pretendes descubrir mi sig-nificado y te horroriza la sangre que mana de mi cuerpo y ala vez te fascina porque en su contemplación crees redimir-te. No alcanza la distancia que hay entre tú y yo para con-tener este grito diminuto de la muerte…

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