mujer y vida cotidiana en canarias s. xviii 5

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2. El desarrollo formativo durante la infancia y la adolescencia: El niño se convierte en un estorbo para los mayores, demasiado ocupados en las continuas labores domésticas y agrícolas. La mujer, que carga con ellos todo el día, hasta en los oficios divinos ve prohibida su conducción. El párroco de Tegueste, José Antonio Vargas, se queja “del abuso intolerable de ir las mujeres con los párvulos que crían al templo y causar éstos con sus llantos, juguetes y demás el perjuicio de notables distracciones no tan solamente a ellas propias, sino a las demás que asisten. Él mismo había expulsado a una mujer del templo, amenazándola “con bofetadas si no lo abandonaba.”(A.O.T. Expediente sobre el niño que entró con su madre en el templo de San Marcos de Tegueste.) Los niños desde que “pueden andar los sacan consigo al campo para que los ayuden y cuiden de apartar sus animales, y a las hembras las dejan en custodias de sus casas cuando las pobres madres salen a solicitar con que sustentarles la vida.” Desde que pueden ser medianamente útiles se convierten en unos imprescindibles auxiliares de los padres para ayudar en la explotación familiar. El trabajo en el campo es la base indispensable para su sostenimiento. Bien se trate de medianeros, arrendatarios o pequeños propietarios, y aún de jornaleros, “los hijos de familia no pueden excusarse por los padres para la crianza de algunos cerdos, ovejas, cabras que van a pastar, y esto de muy pequeños, y mientras no pueden hacer trabajo de labor en el campo, porque todas estas manos deben contribuir para que alcance toda la familia una ración muy corta”, como sucede en Tejina. En las zonas de pesca, como Punta Hidalgo, los hijos “desde la edad de 8 años y sus mujeres van a la conducción anualmente de la pesca a la capital, todo para poder sostener la pobreza suma en que viven.” Las condiciones socioeconómicas de Canarias en el S. XVIII, con la expansión de la medianería, agravan aún más la subsistencia de las familias y obligan a los hijos a un mayor esfuerzo en las labores del campo. En el Realejo de Arriba, los dueños de la tierra, de procedencia foránea, decidieron

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Page 1: Mujer y Vida Cotidiana en Canarias s. Xviii 5

2. El desarrollo formativo durante la infancia y la adolescencia:

El niño se convierte en un estorbo para los mayores, demasiado ocupados en las continuas labores domésticas y agrícolas. La mujer, que carga con ellos todo el día, hasta en los oficios divinos ve prohibida su conducción. El párroco de Tegueste, José Antonio Vargas, se queja “del abuso intolerable de ir las mujeres con los párvulos que crían al templo y causar éstos con sus llantos, juguetes y demás el perjuicio de notables distracciones no tan solamente a ellas propias, sino a las demás que asisten. Él mismo había expulsado a una mujer del templo, amenazándola “con bofetadas si no lo abandonaba.”(A.O.T. Expediente sobre el niño que entró con su madre en el templo de San Marcos de Tegueste.)

Los niños desde que “pueden andar los sacan consigo al campo para que los ayuden y cuiden de apartar sus animales, y a las hembras las dejan en custodias de sus casas cuando las pobres madres salen a solicitar con que sustentarles la vida.” Desde que pueden ser medianamente útiles se convierten en unos imprescindibles auxiliares de los padres para ayudar en la explotación familiar. El trabajo en el campo es la base indispensable para su sostenimiento. Bien se trate de medianeros, arrendatarios o pequeños propietarios, y aún de jornaleros, “los hijos de familia no pueden excusarse por los padres para la crianza de algunos cerdos, ovejas, cabras que van a pastar, y esto de muy pequeños, y mientras no pueden hacer trabajo de labor en el campo, porque todas estas manos deben contribuir para que alcance toda la familia una ración muy corta”, como sucede en Tejina. En las zonas de pesca, como Punta Hidalgo, los hijos “desde la edad de 8 años y sus mujeres van a la conducción anualmente de la pesca a la capital, todo para poder sostener la pobreza suma en que viven.”

Las condiciones socioeconómicas de Canarias en el S. XVIII, con la expansión de la medianería, agravan aún más la subsistencia de las familias y obligan a los hijos a un mayor esfuerzo en las labores del campo. En el Realejo de Arriba, los dueños de la tierra, de procedencia foránea, decidieron dar las tierras a medias “tomándose la mitad del producto libre de costos, que siempre les sale mejor. Los medianeros, por lo regular, son unos pobres infelices y por lo mismo procuran hacer por sí mismos las fábricas, quede como quedare, sin desperdiciar ni el día más festivo, a título de necesidad, ni el trabajo de sus mujeres e hijos hasta las noches de luna.” Los niños cuyos padres no cultivan andan “de puerta en puerta, y como no hay quien subvenga esta necesidad, desde bien pequeños se inclinan al hurto, impelidos de el hambre. Es verdad que aquí no escalan casas, pero talan y destruyen los campos….porque siendo el pueblo y los campos abiertos es fácil libertarse de las rondas y hurtar a su salvo.”

El problema de la vagancia y la mendicidad se ve agravado en los núcleos portuarios y en las urbes “pues no habiendo entretenimiento para niños de corta edad, como sucede en los pueblos de labranza y cría de ganados, andan por las calles aplicándose a los vicios…” José Antonio Gómez se refiere a esa plaga: “comúnmente se ven transitar por caminos, calles y plazas multitud de muchachos y muchachas que,….apoderados desde la infancia del vicio y la ociosidad…” (Gómez, J. A. Discurso político-económico para promover los alivios de estas Islas Canarias. La orotava 1786 p.9 ). Para el ilustrado: “la causa impulsiva de caer en semejante corrupción viene originada por la suma pobreza de muchas y crecidas familias

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que, no pudiendo sostenerlas los infelices padres, aun con el grosero sustento de que usan, dan libertad a sus tiernos hijos para que se busquen la vida andando a la limosna.”

Estas circunstancias son más graves en el caso de los huérfanos y los expósitos. Para ellos, si son varones, dos caminos se abren a sus ojos, la huída a América o la vida de picardía y holganza en plazas y tugurios. Si son hembras pasan el día en las calles mandadas por sus amas “y de esa libertad hacen cuantos desaciertos se deben temer de una muchacha joven. ”Comentaba Viera que “pocas de estas hijas ilegítimas son virtuosas.”

La función socioeconómica del niño dentro de la entidad familiar, fruto de la difícil situación de los padres, hace imposible su educación en un elevado porcentaje. Los padres no tienen ni “para el preciso alimento por lo que es imposible subvenir a pagar maestros.” Con todo, a lo largo de esta centuria la educación estuvo en manos de amigas, párrocos y frailes que en alguna medida posibilitaron el aprendizaje de las primeras letras a un reducido número de menores. Sin embargo, la causa esencial del fracaso de la escolarización obedeció a “la necesidad de ocupar los hijos en las labores del campo y ejercicios domésticos, …” Debemos de tener en cuenta que “ningún padre se mortifica en hacer que sus hijos se eduquen más que en las labores del campo, y así no sólo no los mandan a la escuela, ni mucho menos piensan que pasen a otros lugares a aprender."

Dentro de las escuelas a las que queda restringida la educación, las amigas eran generalmente mujeres solteras de cierta edad que, para sobrevivir mínimamente, trataban de ganarse el sustento enseñando a los párvulos a cambio de una módica remuneración. La letra con sangre entra era su lema pedagógico. Su descripción es un espeluznante testimonio de su labor: “Sentadas en un sillón y haciendo eternamente calcetas, aquellas arpías tenían siempre a su lado una larga caña con la que descargaban a distra y siniestra despiadados cañazos sobre las blandas cabecitas, ya porque una de las criaturas se dormía, la otra se desperezaba, aquella hablaba o reía o esotra cesaba de repetir en alta voz el monótono sonsonete de b-a=ba; b-e=be…”

En las escuelas parroquiales, municipales, de patronato, gremiales o conventuales, parecía incuestionable el uso de las amenazas, varas y palmetas. El propio Viera y Clavijo en su Vida del noticioso Jorge Sargo relata que el joven pícaro “aprovechó no tanto por gana como por miedo a la correa y el azote.” La enseñanza, pues, se convertía en una tortura: “las horas de escuela eran un infierno de gemidos, clamores y llanto. Ni aún con estos castigos quedaban satisfechos los implacables maestros; ponían a sus discípulos con los brazos en cruz sosteniendo en las manos pesadas pautas, … El resultado de estos crueles castigos era que “aborrecían la escuela, huían de ella, se fingían enfermos, perdían la vergüenza y los sentimientos de dignidad, se hacían embusteros, hipócritas, vengativos y cobardes.”

Ese sonsonete memorístico era impartido por profesores dotados de escasos conocimientos sobre la materia y sin ninguna preparación. En los conventos esa labor la desempeñaba un fraile “ a quien Dios no crio ni para cuidar fríjoles…” La misma escuela del Cabildo tinerfeño “dependía de un solo anciano enfermo y casi mendigo….que en la edad de 74 años continúa, según él mismo afirma, de su pobreza e incapacidad para aplicarse a ocupación más fructuosa.” En esta coyuntura total de desatención a la educación, las nuevas ideas pedagógicas del Siglo de las Luces comenzaban a introducirse en Canarias. La

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nueva perspectiva de la educación responde en consecuencia al fracaso de las estructuras tradicionales. Se modifica el concepto de educación. Los males sociales se originan en una sociedad profundamente inmoral, pese a esconderse en el manto de la religión; luego el hombre debe regenerarse desde la infancia con una enseñanza sólida basada en principios que posean una utilidad práctica, que posibiliten el desarrollo económico de la Nación.